El álbum de mis bodas

2
más complejo: «Ha habido una sobrevalo- ración del feminismo que hace que la mu- jer que se ve libre no quiera volver a ca- sarse. Ellas han estado muchos años al servicio de los hombres. El resultado es que muchos no saben hacer las cosas que deberían saber hacer en la casa y muchas de ellas, que han estado hasta ahora bajo el capricho de sus maridos, siguen la co- rriente feminista que les hace recelar», explica. Están escaldadas, aunque no todas. Sin ver las cifras, Elzo apuesta a que esta tendencia de hombres supues- no lo suficiente para ser eterno. Catorce años duró con Matilde, su marca personal. Paco no tiene más que buenas palabras para sus cuatro ex: «Las cuatro son mara- villosas. Nunca han hecho nada para ofenderme o hacerme daño. ¿El proble- ma? Es que soy yo, yo y después yo... Soy un egoísta». «Dependía de las mujeres» Sentimientos de culpa al margen, la pri- mera vez que Paco se separó se sintió «muy libre», aunque cree que su amor por el matrimonio tiene que ver con que se crió con cuatro hermanas. «He vivido en el matriarcado de la comodidad. Tenía de- pendencia de las mujeres: no sé vivir sólo», confiesa. ¿Por qué sucede esto? Lo primero que se nos viene a la cabeza es el tópico: los hombres necesitan a una mu- jer a su lado porque no saben ni freírse un huevo; en cambio, ellas son más indepen- dientes. «Y es lo que dice el sentido co- mún», admite Nuria Chinchilla, econo- mista del IESE (Universidad de Navarra) y experta en familia. El sociólogo Javier Elzo no lo tiene tan claro y apunta a un fenómeno bastante P aco López le ha dado cuatro oportunidades a la vida en pareja, que es una manera más lírica de decir que se ha presentado, trajeado, afeitado y bien peinado hasta cuatro veces ante el juez para casar- se. Y ninguna le duró para la eternidad. «Para que me entiendas: a todo el mundo le pasa el tren una vez..., pero yo soy una estación». Ha sido paracaidista (de ahí tal vez le venga su ánimo por saltar al vacío), empresario de pesca en Argelia y, entre otras labores, hostelero en un bar en el barrio de la Encarnación, en el centro de Sevilla. Si el diamante es el mejor amigo de la mujer, como cantaban en ‘Los hombres las prefieren rubias’, la alianza es el de los varones. Eso dice, al menos, la tajante matemática. Porque una vez divorciados, los hombres españoles se vuelven a casar un 10% más que las mujeres. En 2008, úl- timo año del que el Instituto Nacional de Estadística tiene datos oficiales, se despo- saron 45.000 personas que habían reini- ciado su vida sentimental por divorcio o viudedad, el 11% de los 400.000 españoles que se dieron el sí quiero ese año. La crisis ha frenado el número de bodas y divorcios, a pesar de que hay gente, como Paco López, empeñada en romper la tendencia. Todo un caso. Este sevillano de 61 años recibe en el bar Stratos, por el que trajinan clientes, cafés con leche y tostadas con jamón y aceite. Tras la barra relata la sinuosa hoja de ruta de su cora- zón, marcado con cuatro muescas desde que en 1978 se casara en Sevilla con la madre de su único hijo, Israel. «No estaba bien no casarse con un niño en el mun- do...» y además Paco, como él dice, era «un buen partido». Y lo fue al menos du- rante seis años, hasta que llegó la separa- ción en 1984. Sólo un año después volvió a ponerse el anillo de Gloria, que «no era la mujer sumisa a la que se acostumbraba en aquel momento». En 1988 se divorcia- ban sin hijos en común y al año siguiente se casaba con Esther: «Por amor, y quien dice amor, dice comodidad». Con esos mimbres, la cosa no cuajó y volvió a la soltería, no por mucho tiempo. El justo para que apareciera en su vida Matilde: «Es el amor de mi vida». Eso, en una vida con tantos amores, es decir mucho, pero Volver a empezar. Los hijos de diferentes parejas, los problemas económicos y la desconfianza en el sexo opuesto son los principales escollos para casarse de nuevo. Peor es la soledad > :: FRANCISCO APAOLAZA Las jóvenes que se vuelven a casar buscan un hogar y un padre para sus hijos Un matrimonio a tres bandas «o más» no era la idea de vida en pareja que ha- bía llevado a María Martínez al altar con 26 años, después de una relación de tres con su novio. No fue bien. «Él eligió otro camino». El hogar tardó ocho años en saltar en pedazos y María pasó la década siguiente recogiendo los escombros. En todo ese tiempo, tuvo que trabajar «muy duro», vivía de la peluquería, no le apetecía conocer a nadie y lo que encontraba «en el mer- cado» no le gustaba nada. «No tenían ni mis pensamientos, ni mis proyec- ciones. Cuanto más salía, menos me gustaba lo que veía. Después de lo que me había ocurrido, desconfiaba de los hombres». En ese tiempo, se refugió en el trabajo y se habituó a estar sola, «lo más difícil de todo». Pero el destino le tenía reservada una bonita sorpresa. Conoció a un hombre en una fiesta en casa de una amiga. «La cosa quedó ahí, hasta que me llamó, quedamos, nos vi- mos y nunca más volvimos a separar- nos», explica. Que el final de esta his- toria sea de cuento, no significa que el argumento resultara fácil. «Estuvimos tres años juntos. Yo estaba totalmente cerrada en banda y no dejaba que nadie entrara en mi vida. Le hice sufrir al po- bre, pero le fui abriendo la puerta poco a poco...». Y se casaron el pasado 12 de junio. María es uno de los extraños ca- sos de mujeres de su edad que han pa- sado por un segundo matrimonio (la mayoría son hombres). «No pensé ja- más que iba a encontrar a nadie de nuevo, pero él es lo que siempre he buscado». María Martínez Madrid. Peluquera. 46 años. «Habituarme a estar sola fue lo más difícil» 2 veces casada María Martínez y su marido se casaron en junio pasado. Ella tiene 46 años y pasó casi una década soltera. :: JOSÉ RAMÓN LADRA Después de perder varios trabajos en Es- paña, el primer marido de Sonia termi- nó por irse a Malasia, su tierra natal. Ella se quedó. «La única condición de nues- tro matrimonio era que estuviéramos en España». A los 28 años, estaba de nue- vo soltera y la estadística decía que en- contraría otro marido. Acertó, aunque le costó lo suyo. «Veía una muralla enor- me ante mí a la hora de buscar a alguien. No lo llevaba nada bien y temía mucho la convivencia». Ningún obstáculo dura para siempre y el muro cayó con la llega- da de Marcos, su amigo de la facultad. «La experiencia no era buena, pero nun- ca digas que nunca más vas a hacer algo, llega la vida y se encarga de quitarte la razón». Dado que su primera boda fue por lo civil, en 2009 se casaron por la iglesia. «Me salió redondo. Además, no teníamos hijos, que es el principal obs- táculo para que una mujer vuelva a ca- sarse. O no encuentran a nadie o se pre- cipitan en sus decisiones». Sonia Martos Valencia. Traductora. 34 años. «Nunca digas nunca más» 2 veces casada Sonia muestra las fotos de su segunda boda, en 2009. :: IRENE MARSILLA Si la vida de las personas es un camino, la de Paco López es un laberinto. Perito electrónico, empresario, paracaidista y cuatro veces marido, no se arrepiente de ninguno de los pasos que ha dado, a pesar de que muchos fueran en falso. «Lo volvería a hacer una y mil veces». De las cuatro veces que pasó por el altar, la más larga fue la última, que duró 14 años, hasta hace año y medio. ¿El pro- blema? Paco no tira balones fuera: «Soy un egoísta. A las cuatro las dejé yo». A los 61 ya no se plantea una vuelta a los juzgados, aunque su historial diga lo contrario. «Ya soy muy mayor, no soy apetecible para las mujeres y yo no voy a estar con nadie que no me sea apeteci- ble. Lo que me queda... buey solo, bien se lame». Eso le ocurre ahora. Antes, cuando se quedó por primera vez solte- ro, «no sabía vivir solo. Quizás por eso encontré a cuatro mujeres de bandera. Fantásticas, estupendas». ¿Son suficien- tes? «No habrá más», promete. Paco López Sevilla. Hostelero. 61 años. «Lo volvería a hacer mil veces» 4 veces casado Paco López ha llevado cuatro alianzas distintas. :: FRANCIS JIMÉNEZ Domingo 26.09.10 EL CORREO V03 02V Domingo 26.09.10 EL CORREO

Transcript of El álbum de mis bodas

Page 1: El álbum de mis bodas

más complejo: «Ha habido una sobrevalo-ración del feminismo que hace que la mu-jer que se ve libre no quiera volver a ca-sarse. Ellas han estado muchos años al servicio de los hombres. El resultado es que muchos no saben hacer las cosas que deberían saber hacer en la casa y muchas de ellas, que han estado hasta ahora bajo el capricho de sus maridos, siguen la co-rriente feminista que les hace recelar», explica. Están escaldadas, aunque no todas. Sin

ver las cifras, Elzo apuesta a que esta tendencia de hombres supues-

no lo suficiente para ser eterno. Catorce años duró con Matilde, su marca personal. Paco no tiene más que buenas palabras para sus cuatro ex: «Las cuatro son mara-villosas. Nunca han hecho nada para ofenderme o hacerme daño. ¿El proble-ma? Es que soy yo, yo y después yo... Soy un egoísta».

«Dependía de las mujeres» Sentimientos de culpa al margen, la pri-mera vez que Paco se separó se sintió «muy libre», aunque cree que su amor por el matrimonio tiene que ver con que se

crió con cuatro hermanas. «He vivido en el matriarcado de la comodidad. Tenía de-pendencia de las mujeres: no sé vivir sólo», confiesa. ¿Por qué sucede esto? Lo primero que se nos viene a la cabeza es el tópico: los hombres necesitan a una mu-jer a su lado porque no saben ni freírse un huevo; en cambio, ellas son más indepen-dientes. «Y es lo que dice el sentido co-mún», admite Nuria Chinchilla, econo-mista del IESE (Universidad de Navarra) y experta en familia. El sociólogo Javier Elzo no lo tiene tan

claro y apunta a un fenómeno bastante

Paco López le ha dado cuatro oportunidades a la vida en pareja, que es una manera más lírica de decir que se ha presentado, trajeado, afeitado y bien peinado

hasta cuatro veces ante el juez para casar-se. Y ninguna le duró para la eternidad. «Para que me entiendas: a todo el mundo le pasa el tren una vez..., pero yo soy una estación». Ha sido paracaidista (de ahí tal vez le venga su ánimo por saltar al vacío), empresario de pesca en Argelia y, entre otras labores, hostelero en un bar en el

barrio de la Encarnación, en el centro de Sevilla. Si el diamante es el mejor amigo de la

mujer, como cantaban en ‘Los hombres las prefieren rubias’, la alianza es el de los varones. Eso dice, al menos, la tajante matemática. Porque una vez divorciados, los hombres españoles se vuelven a casar un 10% más que las mujeres. En 2008, úl-timo año del que el Instituto Nacional de Estadística tiene datos oficiales, se despo-saron 45.000 personas que habían reini-ciado su vida sentimental por divorcio o viudedad, el 11% de los 400.000 españoles

que se dieron el sí quiero ese año. La crisis ha frenado el número de bodas

y divorcios, a pesar de que hay gente, como Paco López, empeñada en romper la tendencia. Todo un caso. Este sevillano de 61 años recibe en el bar Stratos, por el que trajinan clientes, cafés con leche y tostadas con jamón y aceite. Tras la barra relata la sinuosa hoja de ruta de su cora-zón, marcado con cuatro muescas desde que en 1978 se casara en Sevilla con la madre de su único hijo, Israel. «No estaba bien no casarse con un niño en el mun-do...» y además Paco, como él dice, era

«un buen partido». Y lo fue al menos du-rante seis años, hasta que llegó la separa-ción en 1984. Sólo un año después volvió a ponerse el anillo de Gloria, que «no era la mujer sumisa a la que se acostumbraba en aquel momento». En 1988 se divorcia-ban sin hijos en común y al año siguiente se casaba con Esther: «Por amor, y quien dice amor, dice comodidad». Con esos mimbres, la cosa no cuajó y volvió a la soltería, no por mucho tiempo. El justo para que apareciera en su vida Matilde: «Es el amor de mi vida». Eso, en una vida con tantos amores, es decir mucho, pero

Volver a empezar. Los hijos de diferentes parejas, los problemas económicos y la desconfianza en el sexo opuesto son los principales escollos para casarse de nuevo. Peor es la soledad

>

:: FRANCISCO APAOLAZA

Las jóvenes que se vuelven a

casar buscan un hogar y un padre para sus hijos

Un matrimonio a tres bandas «o más» no era la idea de vida en pareja que ha-bía llevado a María Martínez al altar con 26 años, después de una relación de tres con su novio. No fue bien. «Él eligió otro camino». El hogar tardó ocho años en saltar en pedazos y María pasó la década siguiente recogiendo los escombros. En todo ese tiempo, tuvo que trabajar «muy duro», vivía de la peluquería, no le apetecía conocer a nadie y lo que encontraba «en el mer-cado» no le gustaba nada. «No tenían ni mis pensamientos, ni mis proyec-ciones. Cuanto más salía, menos me gustaba lo que veía. Después de lo que me había ocurrido, desconfiaba de los hombres». En ese tiempo, se refugió en el trabajo y se habituó a estar sola, «lo más difícil de todo». Pero el destino le tenía reservada una bonita sorpresa. Conoció a un hombre en una fiesta en casa de una amiga. «La cosa quedó ahí, hasta que me llamó, quedamos, nos vi-mos y nunca más volvimos a separar-nos», explica. Que el final de esta his-toria sea de cuento, no significa que el argumento resultara fácil. «Estuvimos tres años juntos. Yo estaba totalmente cerrada en banda y no dejaba que nadie entrara en mi vida. Le hice sufrir al po-bre, pero le fui abriendo la puerta poco a poco...». Y se casaron el pasado 12 de junio. María es uno de los extraños ca-sos de mujeres de su edad que han pa-sado por un segundo matrimonio (la mayoría son hombres). «No pensé ja-más que iba a encontrar a nadie de nuevo, pero él es lo que siempre he buscado».

María Martínez Madrid. Peluquera. 46 años.

«Habituarme a estar sola fue lo más difícil»

2 veces casada

María Martínez y su marido se casaron en junio pasado. Ella tiene 46 años y pasó casi una década soltera. :: JOSÉ RAMÓN LADRA

Después de perder varios trabajos en Es-paña, el primer marido de Sonia termi-nó por irse a Malasia, su tierra natal. Ella se quedó. «La única condición de nues-tro matrimonio era que estuviéramos

en España». A los 28 años, estaba de nue-vo soltera y la estadística decía que en-contraría otro marido. Acertó, aunque le costó lo suyo. «Veía una muralla enor-me ante mí a la hora de buscar a alguien. No lo llevaba nada bien y temía mucho la convivencia». Ningún obstáculo dura para siempre y el muro cayó con la llega-da de Marcos, su amigo de la facultad. «La experiencia no era buena, pero nun-ca digas que nunca más vas a hacer algo, llega la vida y se encarga de quitarte la razón». Dado que su primera boda fue por lo civil, en 2009 se casaron por la iglesia. «Me salió redondo. Además, no teníamos hijos, que es el principal obs-táculo para que una mujer vuelva a ca-sarse. O no encuentran a nadie o se pre-cipitan en sus decisiones».

Sonia Martos Valencia. Traductora. 34 años.

«Nunca digas nunca más»

2 veces casada

Sonia muestra las fotos de su segunda boda, en 2009. :: IRENE MARSILLA

Si la vida de las personas es un camino, la de Paco López es un laberinto. Perito electrónico, empresario, paracaidista y cuatro veces marido, no se arrepiente de ninguno de los pasos que ha dado, a

pesar de que muchos fueran en falso. «Lo volvería a hacer una y mil veces». De las cuatro veces que pasó por el altar, la más larga fue la última, que duró 14 años, hasta hace año y medio. ¿El pro-blema? Paco no tira balones fuera: «Soy un egoísta. A las cuatro las dejé yo». A los 61 ya no se plantea una vuelta a los juzgados, aunque su historial diga lo contrario. «Ya soy muy mayor, no soy apetecible para las mujeres y yo no voy a estar con nadie que no me sea apeteci-ble. Lo que me queda... buey solo, bien se lame». Eso le ocurre ahora. Antes, cuando se quedó por primera vez solte-ro, «no sabía vivir solo. Quizás por eso encontré a cuatro mujeres de bandera. Fantásticas, estupendas». ¿Son suficien-tes? «No habrá más», promete.

Paco López Sevilla. Hostelero. 61 años.

«Lo volvería a hacer mil veces»

4 veces casado

Paco López ha llevado cuatro alianzas distintas. :: FRANCIS JIMÉNEZ

Domingo 26.09.10 EL CORREO V03 02V Domingo 26.09.10

EL CORREO

Page 2: El álbum de mis bodas

las divorciadas gozan de una pensión compensatoria que no quieren perder con un nuevo enlace». Por si fuera poco, hay que añadir niños que en muchos casos no aceptan al nuevo cónyuge. Con este pa-norama por delante, Moya entiende a muchas divorciadas cuando le confiesan: ‘Yo ya he estado en ese club y no quiero volver’. «Las mujeres son mucho más prácticas que los hombres y se plantean no meterse en un lío con lo bien que es-tán», puntualiza la abogada, que ha llega-do a divorciar tres veces a la misma pareja en Madrid.

Luis González es el presidente de la Asociación de Padres Separados de Vizca-ya y pone el acento en los hijos de otros matrimonios anteriores. «En los divor-cios, las mujeres generalmente se quedan con los niños y se pueden convertir en un lastre porque no aceptan tan fácilmente que su madre se eche novio».

El problema de los niños Historias de bodas, separaciones y ‘rebo-das’ han llenado de suculentas exclusivas el papel couché de la prensa rosa españo-la: el noviazgo, el enlace, la casa, la bron-

ca, la separación, el divorcio, otra novia, otra boda... Para algunos casarse varias ve-ces parece más un capricho. Isabel Preys-ler tuvo tres maridos: Julio Iglesias, el Marqués de Griñón y Miguel Boyer, que han hecho verter mares de tinta; Carlos Larrañaga, cuatro esposas: María Luisa Merlo, Ana Diosdado, María Teresa Ortiz Bau y Ana Escribano, de la que se ha di-vorciado a los 73 años; y tres Francisco Ál-varez Cascos: Elisa Fernández Escandón, la jovencísima Gema Ruiz y la galerista María Porto. No hace falta ser una estrella de Ho-

llywood para reiniciar la película de la vida. Imanol Requena es maestro indus-trial en San Sebastián y no se reconoce en la imagen de hombre inútil. «Se me da muy bien. Friego, limpio, lo que haga fal-ta». Se casó la primera vez con 22 años –«por amor o por cultura», no lo sabe aún–. La segunda con 30 por «ser prácti-cos» y la tercera con 49 por «temas de pa-trimonio». Cada uno le supuso un nuevo reto: con cada divorcio, despechado, fra-casado y convencido se dijo eso de «ésta es la última». Y siempre terminó cam-biando de opinión.

tamente inútiles y mujeres que hu-yen de los juzgados tiene los días

contados. «Apuesto a que eso ya no ocurre con la gente más joven». Y acierta. A la hora de darse otra oportunidad, hay un abismo dependiendo de la edad. En resu-men, cuando ellas son jóvenes se vuelven a casar más que ellos (hasta un 50% más entre 28 y 35 años) y cuando ellos se ha-cen mayores se vuelven a calzar la alianza hasta cuatro veces más que ellas, como sucede con los de más de 60 años. ¿Sor-presa? Hasta cierto punto. Para Nuria Chinchilla, la desigualdad tiene una ra-

zón lógica: «En un principio parece que las treintañeras con hijos necesitan un padre y un hogar para ellos, y los hombres mayores necesitan una mujer que les lle-ve la casa», resume. «Cuando son jovenci-tas y pasan por un desengaño, no se pue-den creer que el matrimonio no funcio-ne». Y repiten. Luego entran en juego otros factores relacionados con esas torci-das reglas sociales sobre la moral y la de-cencia. Esta ley no escrita da su bendición a un hombre de 60 años que se casa con una mujer de 30, pero... ¿y a una de 60 con uno de 30? Ella lo lleva más crudo.

También son menores las posibilidades para encontrar pareja de una mujer con-forme suma años. Se le pasa el arroz, di-cen, mientras los hombres mantienen sus oportunidades sentimentales práctica-mente intactas. La abogada Susana Moya es profesora de Derecho y Familia de la UNED, vicepresidenta de los abogados de familia españoles y matrimonialista des-de 1978, y en todo ese tiempo ha tratado cientos de casos. Confirma que para ellas «es mucho más difícil acceder a una se-gunda relación cuando se hacen más ma-yores. A lo que se suma que la mayoría de

> Los mayores de 60 quieren compañía y alguien que les lleve la casa

194.000 bodas se oficiaron entre perso-nas de diferente sexo en 2008, último año con datos oficiales del INE.

45.014 personas divorciadas se casaron ese mismo año, un 11% del total de los que contrajeron matrimo-nio.

10% Los hombres se casan en segun-das nupcias más que las mujeres.

Los mayores vuelven a la carga

Entre los mayores de 60 años, las diferencias son abismales. Los hombre divorciados que se vuel-ven a casar son cuatro veces más que las mujeres. Unas 2.500 per-sonas con 60 o más años decidie-ron probar otra vez. Sólo 583 eran mujeres.

37 años, ¿se pasa el arroz?

La molesta frase puede tener una respuesta estadística: a los 37. Antes de esa edad, las muje-res se casan más en segundas nupcias (de 29 a 35, pasan por el juzgado un 55% más que ellos). A partir de los 38, las bodas de mu-jeres divorciadas cae notable-mente y son los hombres los que toman la iniciativa.

Menos bodas Los tiempos de cambiar de espo-so como quien cambia de zapa-tos han terminado por culpa de la crisis económica. Desde 2006 hasta 2008 se han divorciado 20.000 parejas menos, una caída del 14%.

LAS CIFRAS DEL SÍ QUIERO

Cuando llega a casa, la última trifulca en el Congreso tiene poca importancia. Este-

ban González Pons (Valencia, 1964) deja de ser el vicesecreta-rio del PP para formar parte de una curiosa familia con seis hi-jos. Dos los tuvo con su ante-rior esposa, tres los ha aportado Piluca Bertolín, su actual mu-jer, y el último lo han tenido juntos. «Es muy divertido», promete. –¿Cómo empieza su historia matrimonial? –Era un chiquillo. Me casé con 25 años en 1990 y me divorcié en 2003, aunque en el 93 me eligieron senador y llevamos vidas distintas entre Madrid y Valencia. Tuvimos dos hijos. –¿Cómo se encontró en la sol-tería? –Tenía 38 años y volví a casa de

mi madre: a los hombres de mediana edad nos arruinan cuando nos divorciamos por el convenio regulador. Ella se quedó la casa y la custodia de los hijos. Me sentía fracasado. –¿Vuelta a la casilla de salida? –Como en el Monopoly, a la sa-lida sin cobrar las 20.000. Esta-ba decidido a no volver a saber nada del matrimonio jamás. –¿Cuándo cambió de opinión? –En marzo de 2004, cuando co-nozco a Piluca [Bertolín, dise-ñadora, su actual esposa]. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Comprenda que nada fue sencillo, desde luego. Ella tenía tres hijos de otro matrimonio con 9, 7 y 3 años, yo dos de 12 y 9 años. Luego vino otra hija en común... Hubiera sido más fácil no casarnos, pero cuando se quiere de verdad se ha de que-rer con todas las consecuencias.

–Seis niños de tres matrimonios distintos. ¿Cómo se concilia esa situación? –En casa hay un lío monumen-tal. ¡Somos como ‘Los Serrano’! Es muy difícil. A veces funcio-na regular, pero la cosa sale adelante con mucha generosi-dad y paciencia. No puedo de-cirle que es un paraíso, pero es el esfuerzo más bonito que po-demos hacer el uno por el otro.

Lazos de hermandad –¿Cómo se llevan? –Entre los niños no hay dificul-tades. Si son muy pequeños, se solidarizan y tienden a crear la-zos tan fuertes como la her-mandad de sangre. Lo compli-cado es la relación de los niños con alguien que no es su padre o su madre. Claro que hay mo-mentos muy especiales. –¿Por ejemplo?

–Cuando la convivencia es complicada, el cariño que se pone es mayor. Unas vacacio-nes en una furgoneta alquilada con ‘Los Serrano’ dentro... No hay viaje con un grupo de ami-gos que sea más divertido. Aun-que es un lío enorme... Sólo por amor se mete uno en este fan-dango. Si hay alguien que lee esto que está en una situación parecida y se lo está pensando, le aconsejo que se lance a la pis-cina. Vivir es una aventura y vi-vir en una familia como ésta es la aventura más gratificante de todas. –Usted admite que no es la tí-pica familia tradicional que se espera de alguien del PP. –Desde luego, no es convencio-nal, ni tradicional. Pero es la vida de un hombre de mi gene-ración. Yo, como ellos, estoy casado por amor.

Esteban González Pons se ha casado dos veces y tiene seis hijos, aunque no todos son de él: «Somos ‘Los Serrano’»

«Sólo por amor te metes en este lío»

Esteban González Pons y la diseñadora Piluca Bertolín, con la que se casó en 2007, ambos en segundas nupcias.

Como abogado, Eduardo Expósito co-noce de primera mano los fangales en los que se meten los matrimonios fra-casados. Aunque en casa de herrero... Se ha casado ya tres veces. Durante su vida, ha pasado por todos los estados maritales posibles: soltero, casado, viu-do, casado, separado, divorciado y casa-

do de nuevo. Su historia comienza en 1988 junto a Montaña, su primera mu-jer, que falleció cuatro años después de casarse. Eduardo se quedó solo en el mundo. «La vida sigue adelante», se dijo y se precipitó. «No elegí a la mujer adecuada. Una era urbanita, el otro era rural, nos llevábamos una década de di-ferencia...». Pese a todo, les quedó Regi-na, una hija «extraordinaria» que ahora tiene 14 años. En febrero de 2003 deci-dió separarse «por desamor». Eduardo no busca «inocentes, ni culpables, no los hay», pero confiesa que esa fue la etapa más difícil.

Pero volvió a la lucha junto a Visita-ción, «una balsa de tranquilidad» con la que ha conocido «el amor en plena ma-durez». ¿Es distinto al otro? Puede ser: «El estado de enamoramiento es un trastorno mental transitorio. Hay cosas que son mucho más importantes para una relación como la confianza, el res-peto y la amistad».

Eduardo Expósito Badajoz. Abogado. 53 años.

«Enamorarse es un trastorno»

3 veces casado

EL ÁLBUM DE MIS BODAS

A los 16 años, su primer matrimonio se rompió. Cuando la Expo 92, Alonso, re-lojero y fontanero, se encontró solo en la vida. «Pasé un tiempo muy malo. Te tienes que rehacer aunque te sientas fuera de lugar». Él lo consiguió en un karaoke de Vitoria, donde pasaba las noches cantando su soledad y allí en-

contró la compañía. Primero, la presen-cia de nuevos amigos, más tarde de una mujer más joven que él, que le agrade-ció una canción y terminó siendo su se-gunda esposa. Estaba «cerrado en banda al matrimonio», pero «cuando compar-tes tu vida con alguien no debes poner condiciones». Se casó de nuevo en el 98 y en el 2009 se marchó ella. «Ahora es-toy en la ‘enfermería’. Me ha dejado he-cho polvo, aunque seguro que voy a sa-lir de esta». No sabe si habrá alguien más. «Eso de ‘Para toda la vida’ es una quimera», dice Alonso, que no teme a la soledad. «Sí que resulta incómodo cuando te apetece charlar con alguien, cocinar para alguien, o tomar un café. Se echa en falta una caricia».

Si volviera a casarse, no sería el ter-cer tropiezo con la misma piedra. «Yo no lo veo así. No me importará casarme si conozco a otra persona, pero sí que intentaré evitar los errores que he co-metido hasta ahora».

Alonso Morales Vitoria. Fontanero. 50 años.

«Ahora estoy en la ‘enfermería’»

2 veces casado

Cuando a los 35 años María Cruz Tuero pasó a ser soltera, se quedó «sola, con to-das las deudas» de su primer marido y una frase grabada a fuego: «Nunca más». «Tuve que empezar desde cero toda mi vida. Me di cuenta de que había renun-ciado a ser madre, quizás la mayor factu-ra de mi primer matrimonio, pues no

entendía tener un hijo sin pareja y ahora ya soy mayor. El coste de aquella rela-ción frustrada «por diferentes maneras de entender el trabajo» era importante, pero en los siguientes ocho años María Cruz tuvo tiempo más que suficiente para llegar a otra conclusión. «No valgo para estar sola. Me gusta mucho la gen-te, y al separarme de mi primer marido había pasado de la soledad en compañía a la soledad forzosa. Luché muchísimo por mi independencia, por ser yo mis-ma, pero me faltaba un abrazo, una cari-cia, alguien con quien ver una película o charlar al levantarte», explica. La vida le tenía preparada una buena noticia que llegó en forma de cita a ciegas. A una clienta le gustaba María Cruz para su hijo. «Pero eres muy vieja», le dijo y le habló de su sobrino. Luis (48 años) la lla-mó, se citaron para conocerse «y hasta hoy».

María Cruz Tuero Gijón. Carnicera. 44 años.

«Renunciar a ser madre fue lo peor»

2 veces casada

María Cruz pasea con su segundo marido, Luis, su «mejor regalo». :: PALOMA UCHA

Alonso Morales ante el marco roto de una foto de boda. :: IGOR AIZPURU

Domingo 26.09.10 EL CORREO V05 04V Domingo 26.09.10

EL CORREO

las divorciadas gozan de una pensión compensatoria que no quieren perder con un nuevo enlace». Por si fuera poco, hay que añadir niños que en muchos casos no aceptan al nuevo cónyuge. Con este pa-norama por delante, Moya entiende a muchas divorciadas cuando le confiesan: ‘Yo ya he estado en ese club y no quiero volver’. «Las mujeres son mucho más prácticas que los hombres y se plantean no meterse en un lío con lo bien que es-tán», puntualiza la abogada, que ha llega-do a divorciar tres veces a la misma pareja en Madrid.

Luis González es el presidente de la Asociación de Padres Separados de Vizca-ya y pone el acento en los hijos de otros matrimonios anteriores. «En los divor-cios, las mujeres generalmente se quedan con los niños y se pueden convertir en un lastre porque no aceptan tan fácilmente que su madre se eche novio».

El problema de los niños Historias de bodas, separaciones y ‘rebo-das’ han llenado de suculentas exclusivas el papel couché de la prensa rosa españo-la: el noviazgo, el enlace, la casa, la bron-

ca, la separación, el divorcio, otra novia, otra boda... Para algunos casarse varias ve-ces parece más un capricho. Isabel Preys-ler tuvo tres maridos: Julio Iglesias, el Marqués de Griñón y Miguel Boyer, que han hecho verter mares de tinta; Carlos Larrañaga, cuatro esposas: María Luisa Merlo, Ana Diosdado, María Teresa Ortiz Bau y Ana Escribano, de la que se ha di-vorciado a los 73 años; y tres Francisco Ál-varez Cascos: Elisa Fernández Escandón, la jovencísima Gema Ruiz y la galerista María Porto. No hace falta ser una estrella de Ho-

llywood para reiniciar la película de la vida. Imanol Requena es maestro indus-trial en San Sebastián y no se reconoce en la imagen de hombre inútil. «Se me da muy bien. Friego, limpio, lo que haga fal-ta». Se casó la primera vez con 22 años –«por amor o por cultura», no lo sabe aún–. La segunda con 30 por «ser prácti-cos» y la tercera con 49 por «temas de pa-trimonio». Cada uno le supuso un nuevo reto: con cada divorcio, despechado, fra-casado y convencido se dijo eso de «ésta es la última». Y siempre terminó cam-biando de opinión.

tamente inútiles y mujeres que hu-yen de los juzgados tiene los días

contados. «Apuesto a que eso ya no ocurre con la gente más joven». Y acierta. A la hora de darse otra oportunidad, hay un abismo dependiendo de la edad. En resu-men, cuando ellas son jóvenes se vuelven a casar más que ellos (hasta un 50% más entre 28 y 35 años) y cuando ellos se ha-cen mayores se vuelven a calzar la alianza hasta cuatro veces más que ellas, como sucede con los de más de 60 años. ¿Sor-presa? Hasta cierto punto. Para Nuria Chinchilla, la desigualdad tiene una ra-

zón lógica: «En un principio parece que las treintañeras con hijos necesitan un padre y un hogar para ellos, y los hombres mayores necesitan una mujer que les lle-ve la casa», resume. «Cuando son jovenci-tas y pasan por un desengaño, no se pue-den creer que el matrimonio no funcio-ne». Y repiten. Luego entran en juego otros factores relacionados con esas torci-das reglas sociales sobre la moral y la de-cencia. Esta ley no escrita da su bendición a un hombre de 60 años que se casa con una mujer de 30, pero... ¿y a una de 60 con uno de 30? Ella lo lleva más crudo.

También son menores las posibilidades para encontrar pareja de una mujer con-forme suma años. Se le pasa el arroz, di-cen, mientras los hombres mantienen sus oportunidades sentimentales práctica-mente intactas. La abogada Susana Moya es profesora de Derecho y Familia de la UNED, vicepresidenta de los abogados de familia españoles y matrimonialista des-de 1978, y en todo ese tiempo ha tratado cientos de casos. Confirma que para ellas «es mucho más difícil acceder a una se-gunda relación cuando se hacen más ma-yores. A lo que se suma que la mayoría de

> Los mayores de 60 quieren compañía y alguien que les lleve la casa

194.000 bodas se oficiaron entre perso-nas de diferente sexo en 2008, último año con datos oficiales del INE.

45.014 personas divorciadas se casaron ese mismo año, un 11% del total de los que contrajeron matrimo-nio.

10% Los hombres se casan en segun-das nupcias más que las mujeres.

Los mayores vuelven a la carga

Entre los mayores de 60 años, las diferencias son abismales. Los hombre divorciados que se vuel-ven a casar son cuatro veces más que las mujeres. Unas 2.500 per-sonas con 60 o más años decidie-ron probar otra vez. Sólo 583 eran mujeres.

37 años, ¿se pasa el arroz?

La molesta frase puede tener una respuesta estadística: a los 37. Antes de esa edad, las muje-res se casan más en segundas nupcias (de 29 a 35, pasan por el juzgado un 55% más que ellos). A partir de los 38, las bodas de mu-jeres divorciadas cae notable-mente y son los hombres los que toman la iniciativa.

Menos bodas Los tiempos de cambiar de espo-so como quien cambia de zapa-tos han terminado por culpa de la crisis económica. Desde 2006 hasta 2008 se han divorciado 20.000 parejas menos, una caída del 14%.

LAS CIFRAS DEL SÍ QUIERO

Cuando llega a casa, la última trifulca en el Congreso tiene poca importancia. Este-

ban González Pons (Valencia, 1964) deja de ser el vicesecreta-rio del PP para formar parte de una curiosa familia con seis hi-jos. Dos los tuvo con su ante-rior esposa, tres los ha aportado Piluca Bertolín, su actual mu-jer, y el último lo han tenido juntos. «Es muy divertido», promete. –¿Cómo empieza su historia matrimonial? –Era un chiquillo. Me casé con 25 años en 1990 y me divorcié en 2003, aunque en el 93 me eligieron senador y llevamos vidas distintas entre Madrid y Valencia. Tuvimos dos hijos. –¿Cómo se encontró en la sol-tería? –Tenía 38 años y volví a casa de

mi madre: a los hombres de mediana edad nos arruinan cuando nos divorciamos por el convenio regulador. Ella se quedó la casa y la custodia de los hijos. Me sentía fracasado. –¿Vuelta a la casilla de salida? –Como en el Monopoly, a la sa-lida sin cobrar las 20.000. Esta-ba decidido a no volver a saber nada del matrimonio jamás. –¿Cuándo cambió de opinión? –En marzo de 2004, cuando co-nozco a Piluca [Bertolín, dise-ñadora, su actual esposa]. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Comprenda que nada fue sencillo, desde luego. Ella tenía tres hijos de otro matrimonio con 9, 7 y 3 años, yo dos de 12 y 9 años. Luego vino otra hija en común... Hubiera sido más fácil no casarnos, pero cuando se quiere de verdad se ha de que-rer con todas las consecuencias.

–Seis niños de tres matrimonios distintos. ¿Cómo se concilia esa situación? –En casa hay un lío monumen-tal. ¡Somos como ‘Los Serrano’! Es muy difícil. A veces funcio-na regular, pero la cosa sale adelante con mucha generosi-dad y paciencia. No puedo de-cirle que es un paraíso, pero es el esfuerzo más bonito que po-demos hacer el uno por el otro.

Lazos de hermandad –¿Cómo se llevan? –Entre los niños no hay dificul-tades. Si son muy pequeños, se solidarizan y tienden a crear la-zos tan fuertes como la her-mandad de sangre. Lo compli-cado es la relación de los niños con alguien que no es su padre o su madre. Claro que hay mo-mentos muy especiales. –¿Por ejemplo?

–Cuando la convivencia es complicada, el cariño que se pone es mayor. Unas vacacio-nes en una furgoneta alquilada con ‘Los Serrano’ dentro... No hay viaje con un grupo de ami-gos que sea más divertido. Aun-que es un lío enorme... Sólo por amor se mete uno en este fan-dango. Si hay alguien que lee esto que está en una situación parecida y se lo está pensando, le aconsejo que se lance a la pis-cina. Vivir es una aventura y vi-vir en una familia como ésta es la aventura más gratificante de todas. –Usted admite que no es la tí-pica familia tradicional que se espera de alguien del PP. –Desde luego, no es convencio-nal, ni tradicional. Pero es la vida de un hombre de mi gene-ración. Yo, como ellos, estoy casado por amor.

Esteban González Pons se ha casado dos veces y tiene seis hijos, aunque no todos son de él: «Somos ‘Los Serrano’»

«Sólo por amor te metes en este lío»

Esteban González Pons y la diseñadora Piluca Bertolín, con la que se casó en 2007, ambos en segundas nupcias.

Como abogado, Eduardo Expósito co-noce de primera mano los fangales en los que se meten los matrimonios fra-casados. Aunque en casa de herrero... Se ha casado ya tres veces. Durante su vida, ha pasado por todos los estados maritales posibles: soltero, casado, viu-do, casado, separado, divorciado y casa-

do de nuevo. Su historia comienza en 1988 junto a Montaña, su primera mu-jer, que falleció cuatro años después de casarse. Eduardo se quedó solo en el mundo. «La vida sigue adelante», se dijo y se precipitó. «No elegí a la mujer adecuada. Una era urbanita, el otro era rural, nos llevábamos una década de di-ferencia...». Pese a todo, les quedó Regi-na, una hija «extraordinaria» que ahora tiene 14 años. En febrero de 2003 deci-dió separarse «por desamor». Eduardo no busca «inocentes, ni culpables, no los hay», pero confiesa que esa fue la etapa más difícil.

Pero volvió a la lucha junto a Visita-ción, «una balsa de tranquilidad» con la que ha conocido «el amor en plena ma-durez». ¿Es distinto al otro? Puede ser: «El estado de enamoramiento es un trastorno mental transitorio. Hay cosas que son mucho más importantes para una relación como la confianza, el res-peto y la amistad».

Eduardo Expósito Badajoz. Abogado. 53 años.

«Enamorarse es un trastorno»

3 veces casado

EL ÁLBUM DE MIS BODAS

A los 16 años, su primer matrimonio se rompió. Cuando la Expo 92, Alonso, re-lojero y fontanero, se encontró solo en la vida. «Pasé un tiempo muy malo. Te tienes que rehacer aunque te sientas fuera de lugar». Él lo consiguió en un karaoke de Vitoria, donde pasaba las noches cantando su soledad y allí en-

contró la compañía. Primero, la presen-cia de nuevos amigos, más tarde de una mujer más joven que él, que le agrade-ció una canción y terminó siendo su se-gunda esposa. Estaba «cerrado en banda al matrimonio», pero «cuando compar-tes tu vida con alguien no debes poner condiciones». Se casó de nuevo en el 98 y en el 2009 se marchó ella. «Ahora es-toy en la ‘enfermería’. Me ha dejado he-cho polvo, aunque seguro que voy a sa-lir de esta». No sabe si habrá alguien más. «Eso de ‘Para toda la vida’ es una quimera», dice Alonso, que no teme a la soledad. «Sí que resulta incómodo cuando te apetece charlar con alguien, cocinar para alguien, o tomar un café. Se echa en falta una caricia».

Si volviera a casarse, no sería el ter-cer tropiezo con la misma piedra. «Yo no lo veo así. No me importará casarme si conozco a otra persona, pero sí que intentaré evitar los errores que he co-metido hasta ahora».

Alonso Morales Vitoria. Fontanero. 50 años.

«Ahora estoy en la ‘enfermería’»

2 veces casado

Cuando a los 35 años María Cruz Tuero pasó a ser soltera, se quedó «sola, con to-das las deudas» de su primer marido y una frase grabada a fuego: «Nunca más». «Tuve que empezar desde cero toda mi vida. Me di cuenta de que había renun-ciado a ser madre, quizás la mayor factu-ra de mi primer matrimonio, pues no

entendía tener un hijo sin pareja y ahora ya soy mayor. El coste de aquella rela-ción frustrada «por diferentes maneras de entender el trabajo» era importante, pero en los siguientes ocho años María Cruz tuvo tiempo más que suficiente para llegar a otra conclusión. «No valgo para estar sola. Me gusta mucho la gen-te, y al separarme de mi primer marido había pasado de la soledad en compañía a la soledad forzosa. Luché muchísimo por mi independencia, por ser yo mis-ma, pero me faltaba un abrazo, una cari-cia, alguien con quien ver una película o charlar al levantarte», explica. La vida le tenía preparada una buena noticia que llegó en forma de cita a ciegas. A una clienta le gustaba María Cruz para su hijo. «Pero eres muy vieja», le dijo y le habló de su sobrino. Luis (48 años) la lla-mó, se citaron para conocerse «y hasta hoy».

María Cruz Tuero Gijón. Carnicera. 44 años.

«Renunciar a ser madre fue lo peor»

2 veces casada

María Cruz pasea con su segundo marido, Luis, su «mejor regalo». :: PALOMA UCHA

Alonso Morales ante el marco roto de una foto de boda. :: IGOR AIZPURU

Domingo 26.09.10 EL CORREO V05 04V Domingo 26.09.10

EL CORREO