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    DragonLanceEL ALA NEGRA

    (Serie: "Villanos", vol.s/n)

    Mary Kirchoff1993, The Black Wing

    Traduccin: Ramn Martinez Castellote

    PRLOGO

    Como hojas de navaja abrindose de golpe, una a una, lasnacaradas garras de la hembra de Dragn Negro se encorvaron. Lasuas delanteras de Khisanth permanecieron fijas en la labradaencuademacin del libro de conjuros que haba encontrado en las

    ruinas de lo que haba sido Xak Tsaroth. Suspirando, la hembra dedragn cerr el tomo de un golpe; no poda soportar tener quememorizar otro conjuro en ese mismo da. Deposit el libro junto asus pinchudos pies y descendi de un brinco del altar de piedra. Susalas de dragn se extendieron con un sonido sordo, como unassbanas de cuero inflndose en el viento.

    Haca tiempo que los ojos de Khisanth se haban adaptado a lososcuros confines de la ciudad hundida, pasando de un amarilloleonado a un rojo colrico. Sus rdenes eran guardar un bculo que

    ella no poda ver ni tocar; pero, sin que el Gran Seor Verminaard losupiese, Khisanth haba visto el bculo. Movida por algo ms queuna pequea curiosidad, la hembra de dragn se haba transformadouna vez en ratn y haba cogido el extrao ascensor de los enanosgully para subir al nivel superior de las ruinas. Ningn draconianoinformara a Verminaard de que un ratn se haba deslizado, a travsde las puertas doradas, hasta la Cmara de los Antepasados. Dentro

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    de sta, Khisanth haba encontrado una estatua de mujer cuyosbrazos de mrmol sostenan un bculo de madera sencilla ycorriente. Un sexto sentido haba hecho que la mano de Khisanth seabstuviera de tocarlo. De todos modos, no quera aadir un bculo asu tesoro.

    --Qu prdida de tiempo y talento es este cometido -bufmalhumorada.

    Khisanth haba dirigido una vez a la infame Ala Negra, pero susdas en el ejrcito de la Reina Oscura eran ahora un recuerdo lejano,de antes de que fuese destinada a este agujero. De hecho, aquellossucesos haban sido la razn de que ahora estuviese aqu. Sudegradacin haba sido otra indignidad ms en una vida que merecagrandeza pero que no le haba reportado ms que traicin y engao.

    Khisanth estaba lo bastante aburrida para considerar la idea de

    caminar desde la enorme estancia abovedada, que constitua suguarida subterrnea, e ir a entablar conversacin con uno de sussubalternos draconianos; pero, en la penumbra, divis a un sucioenano gully. La estpida criatura, con sus zapatos de trapo, seestaba acercando peligrosamente a los brillantes montones depiedras preciosas y otros tesoros. Khisanth le lanz un golpe con sugarra, y atrap a la atnita criatura antes de que sta supiera siquieraque el dragn estaba cerca. Luego se ech el bocado en las fauces ycerr lnguidamente los ojos mientras saboreaba la crujiente textura

    de aquellos huesos hmedos.La hembra de dragn escupi los zapatos. Debajo de tierra slohaba zapatos. Ninguna pezua de bestias salvajes. Ninguna asta dealce. El eternamente hambriento estmago de Khisanth rugi, comosi l tambin se acordase de cuando su propietaria cazabalibremente por los bosques del cabo del Confn. Toda la cadena demontaas Khalkist haba sido su despensa. Entonces, con un golpede la ms poderosa mano, su rango, su libertad, todo, le haba sidoarrebatado.

    La mente de Khisanth vagaba con frecuencia hasta las personas

    y acontecimientos que la haban conducido hasta tan baja condicin.La consolaba pensar que haba dado muerte a casi todos aquellosque alguna vez la haban frustrado. Tena grandes esperanzas depoder vengarse de aquellos que, en aos recientes, habanconseguido eludir sus garras. La vida de un dragn era larga yestaba segura de que, algn da, conseguira tambin salir de estasituacin.

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    En otro tiempo, Khisanth slo haba llegado a conocer los msntimos pensamientos de tres seres: los de un dragn y dospequeas y extraas criaturas cuyas vidas haban sido de valor paraella. Y los de otro ms, enmend la hembra de dragn: los de uncaballero humano llamado Tate. A l tambin lo haba matado.Todos ellos estaban muertos ahora...

    Curiosamente, sus muertes estaban vinculadas al destino que lapropia diosa Takhisis haba asignado a Khisanth, un destino quetodava estaba por realizarse.

    Y que nunca se realizar -se dijo a s misma conresentimiento-. Aqu estoy, confinada en Xak Tsaroth, mientras laguerra est justo comenzando a extenderse furiosamente por todo elmundo. Nada interesante tendr lugar jams aqu.

    Khisanth apart de s estos amargos pensamientos. Ya haba

    estado atrapada bajo tierra en otra ocasin. Tambin entonces pensque no volvera a ver la luz del da. Eso haba sido haca muchotiempo, antes incluso de que Takhisis hubiese decidido su destino...

    PRIMERA PARTE

    _____ 1 _____

    Las sutiles alas de los nfidos revoloteaban en silenciosaagitacin mientras stos se mantenan suspendidos en el aire porencima de la amplia y curvada espina dorsal de Khisanth. Laoscuridad del pequeo pozo se vio iluminada por el maynus que, deltamao de un meln, flotaba entre ellas. Unos relmpagos azules

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    surcaban el interior de la vidriosa esfera. Kadagan, el ms joven delos dos nfidos, elev una ceja, oscura y delicadamente curvada, porla sorpresa de ver a la criatura.

    --Tenamos razn, Joad -le susurr suavemente al mayormirando hacia abajo, a lo largo del cuerpo del dragn cubierto deescamas negras. Las costillas de la bestia, tan anchas como el cascode un navio, suban y caan suavemente-. Es un dragn. Losrumores de su regreso son verdaderos. Cre que no eran ms quehistorias de las que cuentan a los nios.

    --Qu es eso? -pregunt Kadagan de repente, inclinando sucabeza hacia Joad. Su abundante melena de pelo oscuro cay sobresus pequeos hombros. Escuchando la silenciosa conversacin deJoad, la expresin de Kadagan se ensombreci-. S, ya s quetenemos que darnos prisa. Cmo propones que lo despertemos?

    Encogindose de hombros, Joad estir el brazo y, con sudelgado dedo ndice, toc ligeramente la espina dorsal del dragn.Como el pedernal golpeando el acero, el toque hizo que unaschispas azules zigzaguearan enloquecidamente en la negrura delpozo de piedra. El cansado cuerpo de Khisanth se separ de unrespingo del suelo de tierra, como alcanzado por un rayo, y volvi acaer con estrpito. Los nfidos se alejaron aleteando hacia arriba,hasta la seguridad de un saliente, oscurecieron el globo maynus yobservaron con atnita fascinacin mientras la hembra de dragn se

    despertaba.Khisanth abri un enorme y dorado ojo, confusa. Al inhalar,conscientemente por primera vez desde haca siglos, sus pulmonescasi explotaron en una fuerte y reseca tos por el sabor acre a carnechamuscada y azufre. El movimiento hizo que su sensible hocico searaara contra la tosca piedra. Abri su otro ojo y mir a sualrededor.

    Dnde estoy? Qu hice para aterrizar en una cueva tanincreblemente pequea?, se pregunt su cerebro obnubilado por elsueo, mientras reparaba compungidamente en las hmedas

    paredes de piedra que la rodeaban por todos los lados a tan slounos palmos de ella. Su ltimo recuerdo volvi lentamente, borroso ydistante, como si fuera un sueo.

    La geetna le haba trado montaas de comida a una estanciasimilar. La lengua carmes de Khisanth serpente avariciosamentesobre unos dientes afilados como cuchillos mientras recordaba cmose haba atiborrado. La geetna, una matrona con prominentes

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    dientes de la raza bakali que tena rasgos de reptil, la haba animado.--Come, come, Khisanth -le haba dicho en los extraos siseos,

    gruidos y chasquidos en que consista la lengua bakali. Khisanthsiempre haba encontrado su tono extraamente relajante, aunqueslo haba odo a medias a la anciana a causa de su ruidoso atracnde roedores crudos-. Pasarn muchos siglos hasta que vuelvas adarte un festn.

    Dnde estaba su vieja geetna ahora? La avalancha derecuerdos continu.

    --Soy demasiado vieja para el Sueo -haba dicho la bakali-, yde poca utilidad sera a nuestra reina cuando vuelva para convocarsus legiones, como ha prometido. Pero t, Khisanth, eres ms astutay perceptiva que los otros dragones jvenes. T vers realizargrandezas en su nombre.

    Khisanth haba entendido bastante poco de lo que estabadiciendo su geetna, hasta que vio cmo el atrofiado y reblandecidobrazo de la anciana bakali, ms parecido al de un humano que al deun dragn, se levantaba y rociaba la serpentina cabeza de Khisanthcon una brillante sustancia plateada. El polvo haba hechocosquillear las ventanillas de su hocico.

    --Bien, he hecho mi ltima magia -haba dicho la anciana bakalicon un suspiro-. Ahora duerme, como est ordenado, hasta queTakhisis te despierte.

    Tranquilizada y saciada, Khisanth se haba sumido en el sueo.Los ojos de la hembra de Dragn Negro se abrieron ahora conasombro. La propia Reina Oscura la haba despertado! La geetnahaba dicho que as sera. Eso deba significar que Takhisis estabaconvocando sus legiones. Pero por qu? Khisanth era joven antesdel gran sueo. Saba poco del mundo que se abra ms all de sumadriguera. Cunto tiempo haba dormido?

    El estmago de Khisanth rugi, despierto al fin por el recuerdode su ltima comilona. El hambre que la carcoma alej cualquierotro pensamiento de su mente. Las ventanillas de su hocico se

    abrieron como trompetas para detectar el olor crnico de las ratas.Ratas y gusanos. Algo mordisque su cola. Khisanth culebre sobresu panza para librarse de la molestia de un coletazo, pero de nuevodescubri que apenas poda moverse en los confines de la cueva. Lacaverna que recordaba era espaciosa; si, como sospechaba, staera la misma cueva de haca mucho tiempo, es que se haba hechopor lo menos tres veces ms grande mientras dorma.

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    Khisanth sinti el persistente mordisqueo otra vez. Desliz unagarra a lo largo de su costado derecho y not las speras alasplegadas sobre su espalda. Luego captur al molesto roedor, y losostuvo a la altura de sus ojos para inspeccionarlo, recrendose conel brillo de sus ojos aterrorizados.

    --Cunto tiempo llevabas ah mordindome? -pregunt en vozalta, sorprendida por el sombro tono de su propia voz.

    Y ech la rata entre sus impacientes fauces, cerrando los ojosmientras sus sentidos se deleitaban con el sabor a carne. Pero elbocado slo sirvi para aumentar su apetito. La sangre lata en sucabeza y no poda pensar en otra cosa que en engullir.

    Todava yacente, enroscada, en el fro suelo de la cueva,Khisanth se levant lenta y cuidadosamente, apoyndose en susenormes codos, e intent girar todo su cuerpo. Pero su nuevo

    tamao no permita desplazamiento alguno en aquella cueva deforma ovalada, justo lo bastante larga y ancha para contenerla. Ellargo e inclinado tnel que ascenda hasta la superficie se hallababloqueado por nuevas y recortadas proyecciones de roca quebrillaban con el agua que goteaba. Se erguan desde el suelo y eltecho como dientes en la espumeante boca de un antiguo dragn.No saldra, pues, por el mismo camino por el que haba llegado.

    Impulsada por el hambre, Khisanth solt un horripilante yenorme aullido de frustracin que rasg el silencio de la cueva. Su

    boca se llen de un lquido caliente, de cido sabor, que corri atravs de sus dientes formando un arroyo torrencial que salpic lapared que haba delante de ella.

    La hembra de dragn sinti un lento y doloroso calor propagarsepor su brazo derecho y mir hacia abajo, donde unas gotitas verdesy relucientes se filtraban, hirviendo, a travs de sus negras escamaspolvorientas, hasta la carne que yaca debajo de ellas. Enfadadaconsigo misma por haberse olvidado de su capacidad de exhalarcido, levant con su garra un puado de tierra y se frot con ella lasheridas. El ardor se detuvo, y fue reemplazado por una sensacin de

    entumecimiento.Tiene que haber otro camino para salir de aqu, se dijo a s

    misma con obstinacin.Los grandes ojos dorados de Khisanth se volvieron hacia arriba

    por primera vez. Esperando encontrarse una bveda rocosa, sesorprendi al ver que no haba techo alguno. Su cueva se extendahacia lo alto, como un pasadizo ms largo de cuanto su vista pudiera

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    alcanzar. All arriba, la oscuridad se aclaraba ligeramente dando aKhisanth esperanzas de encontrar un camino hacia la superficie.

    De repente, los sensibles ojos y odos de la bestia seespabilaron. Para su sorpresa, pudo ver y or un movimiento sobreun saliente rocoso por encima de ella.

    --Eres t, Reina Oscura? -solt Khisanth con una voztemblorosa.

    Al instante dese haber sonado ms reverente y menostimorata.

    --Debes de estar hablando dragn, con esa voz profunda,porque no puedo entenderte -dijo alguien con naturalidad mientrassus palabras descendan flotando hasta los odos de Khisanth-. Serademasiado esperar que entendieses nfido. Conoces el AntiguoComn?

    Khisanth comprendi las afectadas y formales palabras de suinterlocutor, pero jams haba odo llamar a esta lengua otra cosaque Comn. Cundo se haba vuelto Antigua? Volviendo haciaatrs su pesada cabeza, Khisanth mir hacia arriba con los ojosentornados, esforzndose por ver al emisor de la voz. Una bola deresplandeciente luz blanca le acuchill los ojos. La hembra de dragncerr de golpe los correosos prpados para protegerse del dolor yapart la mirada.

    --No deberas mirar directamente el globo maynus -dijo la voz

    desde arriba, ahora ms prxima.Cuando por fin la ardiente luz desapareci de su mente,Khisanth abri de nuevo los prpados y mir enojadamente a sualrededor, con los ojos entornados, en busca de su interlocutor. Suexpresin se suaviz ligeramente convirtindose en sorpresa.

    Suspendidas por encima de ella, justo fuera del alcance de susgarras, haba no una sino dos pequeas criaturas; casi todo alas,revoloteando, como si fueran como el fino cristal que surga de entresus omplatos. Unas tnicas verdes con cinturn cubran sus ligeroscuerpos hasta sus intensamente bronceadas pantorrillas. De sus

    mangas asomaban unas manos delgadas con dedos como palitos.Su cabello, castao el de uno y gris plata el del otro, pareca relucir alo largo de sus bordes, como si estuviese iluminado desde atrs. Susrostros estaban intensamente bronceados y llenos de una delicadaelegancia.

    Sus rasgos ms significativos y fascinantes, sin embargo, eransus penetrantes ojos azules: del color del relmpago, pens

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    Khisanth.--Qu sois vosotros? -exclam ella, no precisamente

    sobrecogida, pero s desconcertada por su aura-. Duendecillos?El de pelo castao se burl y puso sus azules ojos en blanco.--Duendecillos! Bah! Son intiles y frivolos -dijo hinchando su

    pecho-. Somos nfidos. A m se me conoce por Kadagan, y ste-aadi el joven sealando a su compaero de ms edad-, es Joad.Nuestras designaciones completas seran indescifrables para tusodos. Tienes t un ttulo?

    --Quieres decir un nombre? -pregunt la hembra de dragn,ligeramente perpleja. Cuando Kadagan asinti, Khisanth se sintitremendamente confusa-. Me Hamo Khisanth. No os dio ella minombre?

    Kadagan y Joad intercambiaron miradas desconcertadas.

    --No sois agentes de la Reina Oscura?Los vividos ojos azules de Kadagan se nublaron y el nfido

    sacudi la cabeza.--No servimos a ninguna reina.--Entonces quines sois? -pregunt Khisanth con su voz que

    aumentaba de tono e intensidad al mismo tiempo que sus ojos seentornaban, a causa de la sospecha, hasta convertirse en dosrendijas.

    La fascinacin que los nfidos le haban inspirado al principio

    rpidamente se transform en irritacin. Hasta el extrao lenguaje deaquellos seres estaba empezando a atacar los nervios de Khisanth.--Como ya he dicho antes, somos nfidos -inform de nuevo

    Kadagan, ajeno a la irritacin de la hembra de dragn.Luego mir a su congnere e inclin su morena cabeza como

    para escuchar. Khisanth, sin embargo, no oy nada.--S, creo que se es el modo apropiado de enfocarlo -dijo, y

    volvi sus ojos azules hacia Khisanth-. Te hemos despertado paraproponerte un trato.

    Khisanth se qued momentneamente helada y, despus,

    inclin lentamente la cabeza para estudiar al nfido.--Vosotros me habis despertado? Entonces la reina no ha

    tenido nada que ver con eso, tampoco?--Joad te ha despertado con su dedo -explic Kadagan.Khisanth cerr los ojos y trat de calmar la clera que la estaba

    invadiendo a cada palabra que el nfido pronunciaba. De pronto sesinti sofocada por la charla, por las preguntas, por aquella cueva.

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    Nada estaba saliendo segn le haba prometido su geetna. Nada decuanto haba ocurrido desde que haba despertado tena el menorsentido. Excepto la rata. Comer, eso s lo entenda. El hambre seencendi otra vez en su estmago, hacindole difcil concentrarse enninguna otra cosa.

    --Escuchad -rugi, entornando los ojos hacia la suave luz delglobo luminoso-. Somos vctimas de algn error de identidad.Vosotros no sois quienes yo pensaba que erais; y. yo,decididamente, no estoy interesada en trato alguno con duendes.

    Alejaos de m ahora y olvidar las molestias que me habis causado.--Somos nfidos -corrigi Kadagan-. Y, primero, deberas or

    nuestra propuesta. -Sus suaves facciones se endurecieron cuandofrunci el ceo-. Te necesitamos para que rescates a Dela.

    Khisanth sacudi la cabeza como un perro con una pulga en la

    oreja.--En? -gru.--Dela. Mi prometida, la hija de Joad. La ltima hembra de

    nuestra raza. Ella... -al nfido se le hizo un nudo en la garganta-, hasido capturada por los humanos, y...

    --Todo eso es muy interesante para vosotros, estoy segura-interrumpi Khisanth-. Pero, como tal vez hayis apreciado, yotengo tambin mis propios problemas.

    Y mir hacia arriba, considerando la escalada que tena por

    delante. El globo luminoso de los nfidos le permiti ver ms all, enla oscuridad, pero an no poda detectar ninguna abertura.El nfido sigui su mirada y, despus, hizo una rpida evaluacin

    de su tamao.--Cmo llegaste a encontrarte en tan apurada situacin? -le

    pregunt sin malicia y, sin esperar su respuesta, aadi-. Joad y yopodramos ayudarte...

    Khisanth lo interrumpi con una ruda y feroz carcajada.--As que no podis rescatar a esa duendecilla amiga vuestra

    de unos cuantos humanos y pensis que podis ayudarme a m a

    salir de este pozo?Rindose sin alegra, la hembra de dragn baj la cabeza en

    busca de salientes donde pisar en la base de las rocosas paredes.--No te habramos despertado si no pudisemos ayudarte a salir

    de aqu.--Mejor ser que no mencionis lo de despertarme! -rugi

    Khisanth, con la sangre hirvindole en las sienes mientras encorvaba

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    sus garras delanteras-. Slo hay una cosa que puede interesarme eneste momento: salir de este agujero para poder comer. -Loscorreosos labios de Khisanth se plegaron hacia atrs en unaamenazadora mueca de desdn-. De hecho, si pudiese alcanzar aalguno de vosotros, ahora mismo, me lo comera. Apenas serais unbocado -dijo maliciosamente-, pero, si ponis fin a vuestra chchara,si os marchis de aqu y os llevis esa condenada bola cegadora, meconformar con un tentempi.

    Los nfidos se elevaron revoloteando, alejndose de lahambrienta hembra de dragn y llevndose el globo maynus consigo.

    --S, es muy irascible y obstinada -dijo el de pelo oscuro a sucompaero-. Que te vaya bien, pues! -grit y, con un silenciosorevoloteo de alas, la pareja se elev al mismo tiempo a travs deltranquilo aire de la cueva, perdindose de vista a los ojos de

    Khisanth-. Llama y te ayudaremos.--Jams! -rugi ella, con un grito ronco y gutural que resultaba

    casi ensordecedor en el interior de la cueva.En lugar de calmarse con su partida, Khisanth se puso lvida de

    ira. Ella era un miembro de la especie ms poderosa que habaexistido jams y no poda marcharse de all tan fcilmente comoaquellos dos raquticos duendes... o nfidos. Lo que faltaba! Antesmorira que pedirles ayuda, como si tuviesen alguna que darle!

    Ella misma se abrira camino con sus garras hasta la superficie,

    si era necesario. La rabia nacida de su desesperacin haca aKhisanth dar enloquecidos coletazos al aire mientras se esforzabapor levantar las alas, arrancando pedazos de roca con sus fuertes yendurecidas membranas. Sus garras araaban en vano las paredesy el suelo de polvo y arena, hasta que su propia sangre oscura manlibremente de los incontables cortes y rasguos.

    El olor de la sangre haca palpitar al rugiente estmago deKhisanth, y lami sus sangrantes cutculas, deleitndose con elcrnico sabor. Eso calm sus nervios.

    Piensa. Desva tus energas de la rabia a la supervivencia -se

    dijo a s misma Khisanth-. Si continas as, seguro que morirs.Asiendo las ms pequeas prominencias de roca con las uas,

    la joven hembra de dragn tir de s misma hacia arriba con suscortos antebrazos. Pero sus apndices, crecidos durante siglos desueo, estaban tan atrofiados e indisciplinados como los fofos ysemihumanos brazos de su anciana niera bakali. La mayora de lasveces su agarre fallaba, y ella evitaba por poco la cada clavando sus

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    garras traseras en las paredes. Avanzaba a fuerza de pura voluntad,dando dos pasos por cada uno asegurado.

    Khisanth no tena concepto claro del tiempo. Habiendo dormidobajo la tierra la mayor parte de su vida, no era consciente de que lamortecina luz que se filtraba desde arriba creca y menguabasiguiendo un ciclo regular. El tiempo lo meda por los pasos dados,en pequeos descansos y comidas perdidas. Por lo que a ellarespectaba, podra haber seguido tirando de s misma hacia arribadurante tanto tiempo como haba dormido.

    La hembra de dragn se alimentaba de la sangre querezumaban sus heridas. Esto aplacaba algo su hambre, aunque no leaportaba ninguna energa. Sangraba profundamente por una multitudde grandes cortes y anchos araazos. Le dola cada parte de suenorme y poco familiar cuerpo. Notaba la imponente cabeza pesada

    y, a la vez, se senta extraamente ligera y mareada.Detenindose para descansar un momento sobre un gran

    saliente de roca, Khisanth se permiti por fin mirar hacia arriba. Laluz del final del tnel se vea notablemente ms clara. Apenas podacreerlo. La boca tena que estar cerca, tal vez a una distancia nomayor que la longitud de su propio cuerpo.

    Ojal estuviese un poco ms cerca -pens con los ojosadormilados-. Me erguira sobre mis ancas y tirara de m hastaarriba. Pero ella saba que no haba suficiente fuerza en sus brazos

    para eso. Si pudiese comer... O dormir... Senta sus prpados y todosu entorpecido cuerpo pesado y exange. Slo unos momentos dedescanso -pens-, y ser capaz de hacerlo.

    Khisanth se esforz por enroscar su gran mole sobre unestrecho saliente. Apret el cuello y la columna contra la pared depiedra e intent recostarse sobre el lado derecho, pero la larga ypesada cola resbal y cay fuera del borde. Su gran peso la arrastrhacia abajo, mientras sus garras traseras intentaban intilmenteagarrarse. Suspendida por un momento en el aire, Khisanth aleteinstintivamente. Entonces oy un ruido seco en una de sus alas

    cuando sta golpe contra la pared.Cay en picado, dando vueltas como una roca, raspndose y

    golpendose contra las quebradas paredes de piedra. En sudescenso, repar en una luz que parpadeaba, tenue al principio yluego viva y caliente como un relmpago azul. El malvado reino deTakhisis estara lleno de fuego y relmpagos, pens Khisanth. Talvez la Reina Oscura me ha llamado y estoy de camino hacia ella.

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    Khisanth apenas poda mantener abiertos sus enormes ojosdorados. Luch por mantenerse consciente; quera presenciar suprimer viaje hasta el Abismo, el plano donde la Diosa del Mal tenasu reino. Sin embargo, la hembra de dragn perdi la batalla, justoen el momento en que sinti una extraa energa latir a travs de sucuerpo.

    _____ 2 _____

    --El sol te vigorizar, Joad -dijo Kadagan amablemente.Retir el plateado cabello de los hombros de su compaero

    mayor para dar paso a los preciados rayos del sol, que atravesabanel dosel de rboles que haba ms all de la boca del pozo. A decirverdad, Kadagan dudaba de que nada sino el regreso de Delapudiese restaurar la vitalidad de Joad.

    El bienestar de Joad, sin embargo, no era ms que una de lasincontables razones por las que Khisanth tena que ayudarlos arescatar a Dela. El tiempo se agotaba y Kadagan saba que lahembra de dragn era su ltima esperanza. Secretamente, el nfidoalbergaba serias dudas de que la malhumorada hembra de dragn

    accediese jams a cooperar con ellos.Kadagan y Joad se quedaron mirando cmo las bandas derelmpago, blanco azulado, iluminaban la oscuridad del pozo ylevantaban al inconsciente monstruo como una gigantesca eslinga.Un poco ms y la criatura estara sobre la tierra.

    En previsin de su llegada, los nfidos haban abierto el tnel deroca y tierra unos das antes, cuando haban dejado al terco dragn,abajo, a punto de iniciar su escalada. La abertura era poco ms queun agujero cuando Joad haba detectado por primera vez la mgica ypotente fuerza vital all lejos, bajo la tierra. Ante la insistencia de

    Joad, haban ensanchado un poco la abandonada madriguera parapoder pasar ellos. Pero ahora era un crter lo bastante grande parapermitir el paso de la enorme criatura. Kadagan y Joad saltaron haciaatrs cuando, entre siseos y zumbidos, las bandas de energaelctrica que transportaban a la hembra de dragn la elevaron sobrela boca del pozo, mantenindola suspendida a un lado. Agitando unafilado dedo, Kadagan orden a la fuerza elctrica que los siguiera, a

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    l y a Joad, mientras echaban a andar hacia el sombro bosque. Elcamino no era lo bastante ancho para permitir el paso de un dragn,pero la incandescente energa que transportaba a la comatosaKhisanth abri una chamuscada franja a travs de la vegetacin.Grandes rboles cayeron a izquierda y derecha, cortados a nivel desus ahora ardientes tocones.

    A media legua del pozo, los nfidos atravesaron con su carga elltimo denso crculo de pinos del oscuro bosque. El sol caa sinpiedad sobre un campo de hierba que se extenda hasta donde lavista poda alcanzar. Alguna ceiba ocasional sobresala hacia elcielo, y los purpreos cardos y las plantas de zanahoria silvestre semecan con la brisa, por encima de la alta hierba. Saltamontes yalondras de pecho amarillo, saltaban y revoloteaban. Bien entradosya en la pradera, Joad y Kadagan se detuvieron. El relmpago que

    transportaba a Khisanth se qued momentneamente en suspenso.Despus, descendi, depositando suavemente el cuerpo entre lahierba del verano tardo. De repente, las bandas elctricasdesaparecieron para reintegrarse en el globo maynus que,imperceptible bajo la luz del da, colgaba al lado de Joad.

    --Est gravemente herida -observ Kadagan abriendo un caminoentre las altas hierbas, que llegaban hasta su cabeza, y alrededor dela encogida figura de la bestia.

    Rastros de sangre, de color carmes, surcaban el polvo que

    cubra las negras escamas de Khisanth. La rosada carne de una delas ventanas de su nariz apareca partida, de arriba abajo, hasta susgruesos labios, que se encorvaban hacia atrs en una mueca quedejaba ver un incisivo roto entre el resto de sus afilados dientes.Muchas de las uas de las garras de Khisanth haban sidoarrancadas desde la raz. Y, lo peor de todo, su ala derecha tenauna torcedura hacia atrs: obviamente estaba rota.

    --Vivir? -pregunt Kadagan a Joad.El anciano se inclin sobre el dragn, apretando contra sus

    heridas hojas frescas de alquimila. Los jugos astringentes de las

    redondas hojas verdeazuladas ayudaron a contener el flujo desangre. Kadagan saba que, si el anciano nfido estaba tratando desalvar al reptil con sus conocimientos herbales, era porque habatodava esperanza.

    Cuando Joad hubo terminado, los pequeos ntidos seesforzaron por enderezar el ala fracturada de Khisanth. Kadagan sealegr de que la criatura permaneciese inconsciente y, con ello,

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    insensible a lo que deba de ser un dolor insoportable.De pronto, Kadagan sinti que algo se apretaba en torno a su

    pecho y lo elevaba del suelo. Con las piernas colgando y la bocaabierta, luchando por respirar contra la garra negra que loestrangulaba y haca que su toscamente hilada tnica le abrasara lapiel, mir por encima de su hombro y vio los ojos dorados de lahembra de dragn mirndolo acusadoramente.

    Khisanth se hizo entonces consciente de un dolor sordo, que sehaca cada vez ms agudo, en la garra que sujetaba al nfido.Entonces dej caer a aquella criatura como si quemara.

    --Estis tratando de matarme, duendes?Mientras luchaba por mantener la cabeza en alto, Khisanth mir

    hacia el nfido de pelo gris. ste estaba muy ocupado tratando deatar una rama recta y gruesa a su ala con un largo tallo de

    enredadera. Aunque lanzaba frecuentemente preocupadas miradaspor encima de su hombro, Joad no interrumpi sus cuidados.Khisanth arrugaba la cara por el punzante dolor que senta bajo lasmanos de Joad, pero no intentaba detener a la criatura.

    --Estamos tratando de... arreglar tu ala -jade Kadagan- Debede haberse roto mientras intentabas trepar a la superficie.

    --La superficie -repiti Khisanth llena de asombro. De repente suexpresin se volvi furiosa, cuando se dio cuenta de que no haballegado hasta all por sus propios medios. Su ltimo recuerdo era

    estar cayendo, de cabeza, desde el saliente. Haba visto una luz,como un relmpago... Haba credo que era Takhisis que la llamaba-.Cmo me habis subido? -pregunt.

    Kadagan gesticul con la cabeza hacia la bola luminosa quecolgaba suspendida junto al hombro de Joad.

    --No estamos seguros de cmo funciona, simplemente le dijimosal globo maynus que te cogiera y...

    --Deberais haberle ordenado que me dejase en la oscuridad-interrumpi con aspereza Khisanth, en absoluto impresionada.

    Los sensibles ojos de la hembra de dragn, acostumbrados

    durante tanto tiempo a la oscuridad de su sueo subterrneo, seentornaron para mirar hacia la luz del sol que resplandeca en elcampo.

    --La luz del sol es curativa. Las sombras fomentan lasinfecciones -declar el nfido enfticamente, y su compaero hizo ungesto de asentimiento.

    El tono confiado de la criatura record a Khisanth su

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    conversacin bajo tierra. Sus ojos se estrecharon.--Supongo que pensis que ahora estoy en deuda con vosotros,

    y que me sentir obligada a rescatar a vuestra amiga, no?--Precisamente, nosotros...--Yo no ped vuestra ayuda, ni que atendieseis mis heridas

    -gru la hembra de dragn-. Y, sobre todo, no os ped que medespertaseis antes de tiempo. Puede que hayis echado a perdermis oportunidades de ayudar a mi reina. Slo por eso deberamataros. -Sus correosos prpados se abrieron de par en par en unaexpresin de tolerancia burlona-. Sin embargo, aceptara vuestraayuda, aunque no buscada ni justificada, y os dejar vivir.

    Esperando una muestra de gratitud, o al menos de miedo,Khisanth se sorprendi al ver que Joad continuaba envolvindole elala mientras el nfido de pelo castao observaba, silenciosamente,

    con los brazos cruzados y una expresin despreocupada.Irritada, Khisanth agit dolorosamente ambas alas hacia los

    lados, enviando al anciano nfido por los aires. Despus trat deponerse en pie. Apretando los msculos de sus poderosasmandbulas, la hembra de dragn intent reunir cuanta fuerza lequedaba: ms determinacin que poder, en realidad. Consiguilevantar la cabeza y el pecho del suelo con sus zarpas, y tambin sucostado, hasta enderezarse. Luego descans slo un momento yplant sus zarpas traseras bajo la ancha barriga. Estirando las patas

    y dejndolas fijas en la posicin, la criatura consigui ponerse en piebrevemente. Sus labios se encorvaron hacia atrs en una sonrisaburlona. Luego tirit, se tambale y volvi a desplomarse de golpesobre su pecho, haciendo vibrar el suelo.

    Khisanth inhal, temblorosamente, a travs de su hocicoaplastado contra la tierra calentada por el sol. Cuando abri, de malagana, sus dorados ojos, vio piedad en los rostros de los nfidos.

    --Alejaos de m! -bram, y despus ara dbilmente la hierbapara espantar a sus acompaantes.

    --Has conseguido sangrar otra vez -le reprendi Kadagan.

    Khisanth no protest cuando el nfido mayor comenz, ensilencio, a aplicar ms hojas sobre sus heridas. En lugar de eso,cerr los ojos e intent escuchar los ruidos circundantes: el zumbidode las chicharras, el canto de los pjaros y el susurro del viento atravs de las hojas. Los sonidos no le resultaban familiares nitampoco extraos. Recordaba, vagamente, haber odo aquellacombinacin de ruidos cuando era muy joven; pero nunca le haba

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    prestado mucha atencin. Ahora se concentr en ella, utilizndolapara ahogar todo lo dems en su confuso y hambriento cerebro. Talvez, si mantena los ojos cerrados el tiempo suficiente, todo -losnfidos, los elementos que conspiraban para atraparla y debilitarla-desaparecera, y ella no se sentira tan... indefensa. Estepensamiento la hizo desear empezar a dar coletazos otra vez, perono tena energa suficiente.

    --La comida restablecer tu fuerza -dijo Kadagan sacando unosgusanos del humus, bajo sus pies, y ponindolos orgullosamenteante la hambrienta Khisanth-. Toma, te he encontrado algo quecomer.

    Cuando sinti el olor en las ventanillas de su nariz, la roja yahorquillada lengua de Khisanth sali disparada entre sus afiladosdientes. Cogi a lazo los dos diminutos gusanos, se los meti entre

    las mandbulas y los dej caer, deslizndolos por su garganta sinmasticarlos. Luego abri los ojos y mir avariciosamente en torno as a ver si haba ms.

    --No han sido suficientes los gusanos? -pregunt Kadagansorprendido.

    --No soy un pjaro -refunfu Khisanth, con sus sentidosexcitados por el insignificante bocado-. Necesito carne! -y se detuvopara mirar recelosamente a la criatura-. Pero no necesitoendeudarme con vosotros por ninguna cosa ms. Puedo cazar yo

    slita.Khisanth intent volver a ponerse en pie, pero ni siquiera pudosentarse sobre sus ancas.

    Kadagan vio el agotamiento dibujado en la cada cabeza de lahembra de dragn.

    --Podemos hablar de los detalles despus de que te hayassaciado -sugiri el nfido-. Qu requieres?

    Khisanth suspir para sus adentros. Puesto que era obvio queella no era capaz de cazar por s misma, al menos poda poner aprueba las habilidades de los otros.

    --Un alce u otra criatura de gran tamao me vendra bastantebien -dijo con naturalidad, reprimiendo una sonrisa de suficienciamientras los centelleantes ojos azules del joven nfido se volvan tangrandes como puos.

    Cmo se las arreglaran aquellas minsculas criaturas para darmuerte a un alce, tantas veces ms grande que ellas? Eso no era desu incumbencia. La ridcula visin que imagin le proporcion la

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    primera diversin que haba tenido desde que se despert. Nodeberan hacer promesas que no pueden cumplir, se dijo a smisma.

    Kadagan se hallaba, sin duda, en un apuro. Los nfidos obtenanla mayor parte de su energa de la luz solar, pero necesitaban agua ycoman frutas y hortalizas porque saban bien, y porque tambinnecesitaban la luz del sol para crecer.

    Pero un alce?Joad toc a Kadagan en el hombro y sugiri la solucin

    evidente. Guardndose el globo maynus en el cuello de su tnica, elanciano levant un diminuto saco tejido con telas de araa y,acompaado de su amigo, se fue a la caza del alce. Al no verse yaentorpecidos por la lenta eslinga de relmpago, los nfidos semovieron con rapidez sobre el sombreado suelo del bosque,

    dirigindose hacia el sudoeste, hacia ms altas elevaciones.Treparon rpidamente a los rboles y se deslizaron entre rayos desol. Pronto el bosque dio paso a unas estribaciones cubiertas depinos, y los pies descalzos de los nfidos hicieron saltar las agujassecas que alfombraban el suelo. Pasadas las estribaciones, entrematorrales y pinos medio secos, vieron tejones y cabras montesas.Sin embargo, dejaron en paz a esos animales, considerando queeran demasiado pequeos para satisfacer las necesidades deKhisanth.

    Por fin los nfidos localizaron a su presa, holgazaneando y conojos adormecidos, sobre un montculo bajo los ltimos rayos del da.Ponindose un dedo en los labios para mantener a Kadagansilencioso, Joad se meti la mano bajo el bulto que tena en su tnicay sac el gran globo, dejndolo en suspensin por encima delhombro. El maynus no haca ningn sonido y proyectaba un vagoresplandor amarillo; los pequeos relmpagos que se agitabandentro haban desaparecido. El nfido anciano meti la mano en subolsa de tela de araa y sac un puado de hierbas aromticasdesmenuzadas. Entonces roci con ellas la parte superior del globo.

    El alce permaneci distrado cuando Joad orden al maynus queflotase hasta colocarse por encima de sus velludas astas con formade hojas de roble. El globo alcanz su destino y, rotando lentamente,derram las hierbas poquito a poco. Casi invisible, el polvodescendi suavemente hasta posarse en la cabeza y los hombrosdel animal.

    Las propiedades sedantes de la ortiga roja, las hojas de

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    manzanilla, los ptalos de primavera y la raz de valeriana sumieronen el sueo al ya adormecido alce. A una orden silenciosa de Joad,las bandas de relmpago se formaron dentro del maynus y, despus,envolvieron al animal. La criatura resopl y dio un tirn involuntariopor el movimiento, pero no se despert. El relmpago fuebenevolente y no quem los pelos del alce ms de cuanto habachamuscado las escamas de Khisanth.

    Llevando a remolque su captura, los dos nfidos seencaminaron, de vuelta colina abajo, hacia su campamento y elhambriento reptil que los esperaba entre las altas hierbas.

    La oscuridad descendi, y Khisanth estaba durmiendoespasmdicamente cuando Kadagan y Joad regresaron. Las bandas

    luminosas depositaron el alce ante ella. En cuanto el olor penetr ensus sueos de comida, los ojos de Khisanth se abrieron de golpe conincredulidad.

    Khisanth oy vagamente un sonido -una voz- pero estaba msall de querer or nada, ms all de ninguna consideracin. Susmandbulas se abrieron de par en par y sus dientes, como dagas, seclavaron en las costillas de la criatura. El alce se despert, mugiendopor la sorpresa, el dolor y la rabia, y trat de librarse del dragn. Lasangre brot como un surtidor y chorre por el suelo. El alce se

    debati hasta que Khisanth, fortalecida con cada horrible mordisco,lanz un violento latigazo con su poderosa cola arrancndole lacabeza y silenciando sus mugidos.

    Kadagan y Joad observaban, a la vez asqueados y fascinados.Los sonidos de la noche en el bosque se vieron ahogados por elestrpito del crujir de huesos y los sorbetones. En apenas el tiempoque haban tardado las hierbas de Joad en dormir al alce, la famlicahembra de dragn lo haba consumido todo, escupiendo tan slo laspezuas con un gesto de aversin.

    Enmudecido, Kadagan se qued mirando los sangrientos restos

    del animal.--Las pezuas son demasiado amargas y duras -explic

    Khisanth-. No son jugosas por dentro, como los huesos.Y, dicho esto, un gran eructo arrug los labios de la criatura,

    todava moteados de sangre. Luego suspir alegre y profundamente,y se puso a limpiar uno de sus perlados dientes con la punta de unaafiladsima ua.

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    --Ms.Sin poder salir de su asombro, los nfidos tuvieron que traer dos

    castores, una cabra y cuatro liebres de largas orejas antes de que laglotonera de Khisanth se viera aplacada por aquella noche.

    --Te encuentras ya lo bastante en forma para hablar?-pregunt Kadagan al cabo de un rato.

    Y se sent con las piernas cruzadas en el centro de una vainade semillas inusitadamente grande -casi un metro de ancha-, lobastante cerca del suelo para quedar oculto por las altas hierbascircundantes. Las blandas y cerosas secciones de la vaina se abrancomo un abanico en torno a l. Tambin Joad estaba posado en elabierto centro de otra de aquellas plantas de color verde plido.Khisanth estaba enroscada ante el fuego que Joad haba encendidopara ella. El resplandor amarillo de las lucirnagas parpadeaba por

    aqu y por all a lo largo y ancho del campo, y un pequeo y benignoenjambre incluso se congreg en torno al campamento.

    --Me siento generosa -dijo Khisanth recostndoseperezosamente hacia atrs sobre un codo y hurgndose todava losdientes-. Adelante. Decid cul es el precio por vuestra indeseadaayuda y lo considerar.

    Kadagan se mostr ligeramente sorprendido por la actitud desta.

    --Los nfidos no aceptamos el concepto de endeudamiento

    -dijo-. Te hemos ayudado porque era mutuamente beneficioso.Inters propio. Ah haba, por fin, un concepto que Khisanthpoda entender.

    --Tenemos intencin de pagarte por tus servicios.Las cejas de Khisanth se elevaron con sorpresa. No poda

    imaginarse con qu podran pagarle que fuese de algn valor paraella... piedras preciosas tal vez; pero, a juzgar por la ausencia deadornos en ambos nfidos, las joyas parecan improbables.

    --Ests interesada? -apremi Kadagan.--No perdis el tiempo, verdad? -dijo Khisanth.

    --No tenemos tiempo que perder -respondi Kadagan adoptandode pronto una expresin sombra-. Dela se est muriendo.

    Khisanth se incorpor.--Te escucho.--Primero, observa el maynus -dijo Kadagan y, luego, gesticul

    con la cabeza a Joad.El nfido de pelo gris se situ delante de Khisanth y form una

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    cavidad redonda con sus delgadas manos. El globo luminoso sedesliz hasta colocarse entre ellas. Mientras Khisanth observaba,una escena en movimiento comenz a tomar forma donde antesdanzaban los pequeos relmpagos.

    Apareci la imagen, obviamente femenina, de una nfida conuna tnica blanca y el pelo ondulado y dorado, con la mismaluminosidad de fondo que se apreciaba en los otros. Haba algoetreo en ella que instantneamente impuls a Khisanth a tocar elglobo. Despus mir a Kadagan.

    --Dela -inform el nfido de pelo oscuro-. Mi prometida. Observade cerca -le orden con un insistente ademn hacia el globo.

    Dela estaba arrodillada en la orilla de un riachuelo que parecaatravesar una herbosa llanura. Tumbado de costado, en una de susdiminutas manos, se vea a un colibr. ste bajaba la cabeza con

    esfuerzo para beber el agua que Dela haba recogido en la palma desu otra mano. Con el maynus -un vago resplandor apenas visible a laluz del da- flotando encima de su hombro, Dela toc con el dedo eldiminuto pecho iridiscente del pajarito. Volaron chispas. Khisanthcrey que Dela haba matado a la criatura. Pero sta, ms mariposaque ave, dio un respingo y sus alas comenzaron a batir con tantarapidez que se vean borrosas.

    --Dela cura a los animales. se es su don, as como el de Joadson las hierbas - explic Kadagan.

    Los ojos de Khisanth permanecan fijos en el maynus. En elglobo, una sonriente Dela lanzaba al rejuvenecido colibr hacia elcielo y ste se alejaba volando. La nfida, que iba descalza, se pusoen pie y se alej del arroyo.

    Cuatro criaturas se elevaban por encima de ella a lomos desendos caballos.

    --Humanos -inform Kadagan, notando la desconcertada miradade Khisanth.

    Khisanth haba visto todas las formas de animales cuando anera joven, antes del Sueo, pero nunca haba visto a un humano.

    Tampoco se sinti especialmente impresionada.Los hombres estaban evidentemente fascinados con Dela, pero

    sus miradas eran codiciosas. Dela palideci y se qued sin hablaante la inesperada e indeseada presencia; unas difanas alasbrotaron entre sus omplatos. Haba remontado la hierba de la orillacuando una fina red cay sobre ella. El peso arroj a la nfida alsuelo de nuevo. Dos de los hombres bajaron de sus caballos y

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    estiraron sus manos hacia ella, para asegurar la red y, simplemente,para tocarla. Los dos que seguan montados se situaron a amboslados y esperaron. Las manos de los hombres cayeron sobre lapequea nfida, de poco ms de media vara, que se acurrucaba bajola red. La boca de Dela se abri para soltar un grito que no se oyporque la imagen en el maynus era silenciosa. Dos rayos de bordesazulados salieron disparados del cuerpo de Dela e impactaron en elpecho de los hombres que la haban tocado, abrindoles un enormeagujero ribeteado de negro y arrojndolos por los aires a una granaltura.

    Sus camaradas montados miraron atnitos, pero sin miedo. Unode ellos tena los ojos de color verde claro y el cabello, marrn, largohasta los hombros. Sujeto trasversalmente a la grupa de su caballo,haba otro humano con las manos y pies atados. El otro jinete era

    pequeo y de constitucin delgada pero fuerte y tena los ojosrasgados. Ambos tiraron ligeramente de sus caballos hacia atrs. Elde los ojos verdes agit el brazo y seal hacia Dela. De repente,una serie de criaturas de extrao color, mucho ms altas que loshumanos, aparecieron por primera vez en el campo de visin delmaynus y se precipitaron sobre la nfida.

    --Ogros -dijo Kadagan.--Por qu razn no se pone en pie y usa los rayos otra vez?

    -pregunt Khisanth mientras Dela se desplomaba bajo la red.

    --Dela no lo hizo intencionadamente la primera vez. El rayoelctrico es nuestra respuesta involuntaria al contacto con humanosy otros seres parecidos. T no eres como ellos, y por eso vinimos abuscarte. Los humanos no pueden resistir la tentacin de tocar a losnfidos cuando los ven, y nosotros no podemos evitar hacerles daocuando lo hacen. El contacto con ellos agot de tal modo la energade Dela que cay inconsciente.

    Khisanth record el cosquilleo que haba notado cuando losnfidos la haban tocado. Estremecindose, volvi la mirada hacia elinterior del maynus, donde los recin aparecidos estaban haciendo

    descender sobre Dela un gran saco de tosco tejido y cierre corredizo.Hecho esto, el humano de ojos verdes se meti dos dedos en laboca, silb y el squito parti hacia el sur, con los jinetes a la cabeza.Uno de los ogros llevaba el saco colgando de la mano, al final de subrazo extendido. Entonces, la imagen del globo se desvaneci paradar paso a la habitual luminosidad amarilla.

    El hecho de volver a presenciar el secuestro de su hija en el

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    globo maynus de sta haba dejado profundas arrugas depreocupacin en el rostro del anciano nfido, y una fra determinacinen los ojos de Kadagan.

    --Nosotros habamos odo que los humanos, los ogros e inclusolos dragones rojos estaban aumentando en la regin, pero nosabamos que se haban adentrado tanto en nuestros bosques -dijoKadagan suspirando entrecortadamente-. De haberlo sabido, nohabramos dejado sola a Dela, ni siquiera durante los escasosmomentos que nos llev coger bayas y agua para la comida de lamaana.

    --No lo entiendo -dijo Khisanth-. Por qu se ha detenido laimagen?

    Kadagan se encogi de hombros.--El maynus no tiene sensibilidad. Dela estaba inconsciente y l

    se haba quedado sin direccin. Y nosotros tambin. Joad y yobuscamos a Dela durante todo el da. Finalmente, cuando cay lanoche, divisamos su maynus reluciendo al otro lado del campodonde haba sido secuestrada. No nos dimos cuenta de que habagrabado su captura hasta varios das ms tarde.

    Kadagan se daba cuenta de que, si bien Khisanth encontrabafascinante la capacidad del globo de proyectar imgenes, todava noestaba persuadida de ayudarlos.

    --No te pedimos que rescates a Dela simplemente porque es la

    hija de Joad y mi prometida -dijo Kadagan e hizo una pausa, como sil tambin acabara de comprender plenamente el impacto de lo queestaba a punto de decir-. Nosotros somos los ltimos de nuestraespecie. Sin Dela, los nfidos desaparecern por completo.

    --Por qu no utilizas el maynus para averiguar dnde est yrescatarla t mismo?

    El rostro de Joad se ruboriz notablemente al or la pregunta,pero permaneci en silencio, como siempre.

    --Sabemos dnde est. -Kadagan se esforz por encontrar laspalabras para poderlo explicar-. Dela enva... sensaciones a Joad.

    Estas sensaciones nos condujeron a una ciudad en el sur. -Suentrecejo se arrug-. Cuando yo estaba durmiendo, l entrsigilosamente en la ciudad para liberarla.

    --Qu ocurri entonces?Consciente de que el tema era doloroso para Joad, Kadagan

    busc las palabras adecuadas.--En su desesperacin por liberar a su hija, Joad se adentr en

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    el asentamiento humano sin ningn disfraz. Despus de ver lacaptura de Dela, podrs imaginar el impacto que la presencia deJoad tuvo en los humanos de all. Cuando yo me di cuenta deadonde haba ido, me cubr con ropas que cog prestadas y conseguencontrarlo; pero no antes de que l hubiese sido tambin rodeado ydejado inconsciente. Esa prdida de energa, as como su tristezapor la captura de Dela, han ocasionado su mudez.

    Kadagan vio la decepcin de la hembra de dragn ante el fallidointento de rescate.

    --Nosotros no somos ni guerreros ni magos, y tampoco somosfsicamente fuertes. T eres todas esas cosas.

    Khisanth se puso en pie y desperez todos sus msculos. Luegovolvi a colocarse en una posicin cmoda, en la que pareca unaenorme pelota negra con una cabeza.

    --Supongamos que estoy interesada en rescatar a Dela-reflexion. Su largo hocico estaba posado en sus zarpas mientrasmiraba a los nfidos con ojos adormilados y preguntaba-. Qupodrais poseer vosotros que yo pudiera valorar como pago por misservicios?

    --Podemos darte algo que te otorgar una fuerza y sabidura sinigual.

    Los cuernos de la cabeza de Khisanth se movieron mientras suscejas se elevaban con manifiesto inters. Kadagan deba de estar

    hablando de un artefacto muy poderoso. El globo maynus, quizs?Sus poderes eran, desde luego, lo bastante impresionantes paraconvertirse en el primer artculo del futuro tesoro de la hembra dedragn. Las glndulas salivares, en los rosados pliegues de carneque se hallaban junto a su segunda fila de dientes, entraron enaccin ante la sola idea.

    --Podemos ensearte la disciplina de qhen.Khisanth parpade con incredulidad y sus ilusiones de un tesoro

    se desvanecieron.--Creis que una minscula criatura, al borde de la extincin

    por culpa de los humanos -dijo, escupiendo la palabra condesprecio-, puede tener algo que ensear a un miembro de la razams poderosa que jams haya existido en Krynn?

    --Es verdad que los nfidos se hallan al borde de la extincin acausa de los humanos. Ellos nos matan o nos exhiben comoposesiones porque todo cuanto no entienden los asusta e intriga. Y,sin embargo, sas son las razones por las que los dragones casi han

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    perecido tambin.Khisanth se incorpor hasta sentarse sobre sus ancas, y dio a

    Kadagan un indignado codazo en el pecho que la envi rodando porel suelo.

    --No hemos casi perecido! Se nos orden quedarnos bajotierra y dormir hasta...

    La voz de Khisanth se fue apagando hasta callarse, y se sinticomo una imbcil cuando se dio cuenta de lo tenue que era la lneadivisoria entre la extincin y el eterno letargo en que su sueo sehabra convertido si los nfidos no la hubiesen despertado. La solaidea la haca sentirse estpida, y a los Dragones Negros no les gustasentirse estpidos.

    A travs de sus enojadas reflexiones, Khisanth se fue haciendoconsciente de la mirada inocente y expectante de los nfidos; sta no

    contribua en nada a pacificarla.--Qu tiene eso que ver con el pago por rescatar a vuestra

    hembra perdida? -solt Khisanth malhumoradamente.Mientras miraba maliciosamente desde arriba a la pequea

    criatura, disfrutaba de la sensacin de poder que, sin ms, leotorgaba su tamao.

    Kadagan, sin embargo, no se dej intimidar.--Nada... y todo, cuando uno es verdaderamente qhen. -Pero el

    nfido se dio cuenta de que estaba perdiendo la atencin de

    Khisanth, que iba degenerando en orgullo herido y crecientefrustracin-. Podras utilizar qhen para asumir distintas formascorporales.

    Esta vez los cuernos de Khisanth se movieron con cnicacuriosidad. Ella haba estado aprendiendo sus primeros conjuros,aquellos que extinguen la luz y crean espesas nieblas, antes de quela geetna la hiciera dormir. Pero, cambiar de forma, sa era unahabilidad difcil y poco comn.

    Khisanth adopt un aire de indiferencia, pero el hecho de que sesentara delataba su inters.

    --Qu te hace estar tan seguro de que yo no s cmo cambiarde forma?

    Los pequeos hombros de Kadagan se encogieron.--Lo habras hecho para escapar del pozo.Khisanth maldijo para sus adentros la impecable lgica del

    nfido. Sin embargo, lanz una mirada escptica a la joven criatura.--Dame alguna prueba de tu propia habilidad para cambiar de

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    forma -lo desafi-. Transfrmate en un... -y, mirando el campo a sualrededor, localiz, sobre una ceiba distante, una criatura an mspequea que los nfidos-. Transfrmate en un gorrin.

    --No puedo -dijo sencillamente Kadagan.--De modo que te propones instruirme en algo que t mismo no

    conoces? -dijo Khisanth volviendo a ponerse de pie y mirando a sualrededor en busca de la mejor direccin en la que partir-.Obviamente, me habis hecho perder el tiempo, as que me mar...

    --Los nfidos varones son los profesores de la raza. No somosseres mgicos, como t -interrumpi Kadagan con una voz todavasosegada-. Slo las hembras de nuestra especie son mgicas. SloDela.

    Khisanth no lleg a dar un paso, pero continu mirando hacia elbosque que se ergua al otro lado del campo.

    --Pero, y qu hay del maynus? Vosotros lo usis.--Slo a un nivel rudimentario -admiti Kadagan-. Es como tener

    una espada capaz de matar a todo un clan de gigantes de fuego deun solo golpe y, sin embargo, tener slo la fuerza suficiente parapelar manzanas.

    A Khisanth le satisfizo la explicacin. Si el nfido deca la verdady poda ensearle la habilidad de cambiar de forma, su poder notendra igual. Adems, razon, si las lecciones resultaban ser unaburrimiento, o un engao, podra marcharse en cualquier momento.

    Sin embargo, tena preguntas que hacer. Dando todava laespalda a Kadagan, pregunt:--Si Dela es tan mgica y vosotros la habis enseado a

    cambiar de forma, por qu no lo hace y se libera ella sola?Joad dej caer la cabeza con tristeza. Los labios de Kadagan se

    apretaron hasta formar una plida y delgada lnea.--Ella no puede emplear sus habilidades para escapar porque el

    maynus es la fuente de su magia, y ella no lo tiene. Me temo que,aunque lo tuviese, ya no posee la energa fsica o espiritual suficientepara utilizarlo. Sus captores la han mantenido cubierta para evitar la

    tentacin de tocarla. Dela lleva demasiado tiempo sin sentir la luz delsol. Est deprimida...

    --Eso de qhen -murmur Khisanth, volvindose por fin hacia suinterlocutor-, llevar mucho tiempo aprenderlo?

    Kadagan y Joad intercambiaron miradas de esperanza.--Eso depende por completo de la capacidad que tengas de

    aprender.

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    Khisanth sonri con suficiencia.--Si eso es cierto -dijo-, estaremos de camino antes de que se

    levanten dos lunas.Y, dicho esto, dio dos vueltas alrededor del fuego y se acost

    para disfrutar de un sueo nocturno bajo las titilantes estrellas, elprimero desde haca siglos.

    Los nfidos se encerraron hermticamente en sus verdes vainaspara protegerse de los depredadores. En sus silenciosas literas,desprovistas de luz de luna, ellos tambin anhelaban un buen sueonocturno, el primero desde la desaparicin de Dela.

    _____ 3 _____

    Una bochornosa lluvia de verano cay, como una cortinainclinada, sobre las rocas y las agujas de pino, fuera de la guarida deKhisanth. La hmeda sensacin debera haber sido tantranquilizadora, para su alma ensombrecida, como una comida desangre caliente. Pero, ese da, haba pocas cosas que pudiesenapaciguar su mal humor.

    Khisanth estaba considerando seriamente echarse atrs en su

    trato con Kadagan y Joad. Por lo que a ella respectaba, los nfidos yahaban violado su acuerdo. El amarillo sol haba salido y se habapuesto ya innumerables veces, y ellos todava no le habanenseado nada, ni un solo encantamiento. La haban mantenido tanocupada haciendo cosas intiles que ni siquiera haba tenido tiempode practicar para recordar aquellos conjuros menores que habaaprendido antes del Sueo.

    Mientras contaba los ptalos de una rosa silvestre, comenz aechar pestes, arrancando los estambres del brote de color fucsia quesostena en la garra izquierda. Sandeces! Una espina se abri

    camino hasta la tierna carne entre dos escamas y ella arroj lejos des, enfadada, la deshojada flor.

    Kadagan le haba dejado el espinoso montn de flores coninstrucciones de contemplar la esencia de una rosa.

    --Qu demonios significa eso? -haba refunfuado ella.--Debes descubrir qu es lo que hace a una rosa ser una rosa.--Eso es obvio. Parece una rosa.

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    Kadagan haba sonredo con indulgencia y haba dicho mientrasse marchaba:

    --sa sera la conclusin de alguien que no es qhen.Al principio, Khisanth se haba tragado su irritacin para ponerse

    a la altura del reto que Kadagan le haba lanzado. Sus inmensasgarras eran torpes herramientas a la hora de arrancar los frgilesptalos rosa plido; era un ejercicio tan absurdo como utilizar unaespada ancha para encontrar la espoleta de un diminuto gorrin. Y,sin embargo, Khisanth estaba decidida a demostrar a Kadagan queella tena tanta paciencia como l, as que se concentr en separarlos aterciopelados ptalos con las afiladas puntas de sus garras.Luego se llev puados de ptalos hasta las abocinadas ventanillasde su hocico e inhal hasta que la aromtica fragancia le fue tanfamiliar como la de las ratas o la de la tierra hmeda. Su larga

    lengua, carmes, prob tanto los ptalos como los tallos hasta quedejaron de saber amargos. Pero, segn iba pasando el tiempo,medido por el nmero de ptalos que Khisanth haba arrancado, suforzada paciencia fue disminuyendo, hasta que se agot.

    Khisanth empez a pasear de un lado a otro por los confines dela pequea cueva que Joad haba encontrado para ella. sta no eralo que la hembra de Dragn Negro habra escogido como guarida.Sus cuernos raspaban el abovedado techo cuando se pona de pie,en la postura regia y amenazante que ms le gustaba. De modo que,

    cuando no estaba dormida, se vea obligada a agachar su largocuello o a sentarse sobre sus ancas cual gigantesco perro al acecho.All no sera capaz de extender y flexionar las alas cuando los nfidosle quitaran la molesta tablilla que todava llevaba en su ala derecha.

    Murcilagos y pequeos pjaros haban hecho de aquel sitio suhogar antes de que llegara Khisanth, pero sta ya haba consumido atodos aquellos que no haban huido despavoridos. Un gran charco deagua estancada, en el rincn ms apartado de la cueva, era la nicafuente de placer para Khisanth en la guarida: despus de lascomidas, en los calurosos das y noches de verano, le gustaba

    salpicarse de ftida agua en el cuello con su cola y, despus,acostarse en el fresco y oscuro suelo de piedra y tierra.

    Al menos estaba oscuro dentro de la cueva. Khisanth pens enla adoracin que los nfidos sentan por la luz. Ellos necesitaban sol;ella buscaba la soledad de la oscuridad. Por qu haba accedido aseguir el adiestramiento con unas criaturas tan opuestas a su propianaturaleza y necesidades? Por avaricia, desde luego. La respuesta

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    no la avergonzaba. Por el contrario, respaldaba su decisin deobligarlas a ensearle lo que haban prometido.

    Justo entonces, Khisanth se qued inmvil y estir la cabezahacia un lado. Alguien o algo se estaba aproximando a su guarida.La cara inferior de su larga cola hizo un suave ruido cuando secoloc a toda prisa a menos de siete metros de la abertura, dondelas sombras todava la ocultaran. Luego apret su gran mole contrala pared izquierda. El ardiente cido verde que bulla constantementeen su estmago se qued quieto, a la espera, en el fondo de sugarganta.

    Kadagan atraves la abertura y entr dando saltitos en la cueva.Tras sacudirse las gotas de lluvia de su exuberante cabello, el nfidoech una ojeada a los restos de rosas esparcidos.

    --Has estado ocupada -dijo, ajeno a la amenazante postura de

    Khisanth.La hembra de dragn avanz desde las sombras con el peor de

    los humores y con un ojo semicerrado en un guio de furia.--No sabes que no se puede acercar uno a la guarida de un

    dragn sin anunciarse primero? Casi te hiervo en cido.El nfido no pareci preocupado ni sorprendido.--Estaba al tanto de tu presencia. Adems, no me da miedo

    morir.--No tenerle miedo o salirle al paso como un necio son dos

    cosas distintas -rugi la enorme criatura.--Vamos, Khisanth -dijo Kadagan como si ella no hubiese dichonada, y sali de la cueva-. La lluvia ha cesado.

    Todava rezongando entre dientes, Khisanth sigui al nfidohasta la hilera de rboles que haba descendiendo la colina desde suguarida. All esperaba Joad, sentado en el suelo con las piernascruzadas.

    --Veamos lo que has aprendido -prosigui Kadagan.--He aprendido que estoy harta y cansada de vuestros juegos

    -dijo Khisanth agarrando a Kadagan por la parte delantera de su

    verde tnica y levantndolo hasta unos cuatro metros por encima delsuelo-. O me enseis a cambiar de forma, como acordamos, justoen este momento, o ya podis sacar a otra desventurada criatura delas entraas de la tierra para ponerla a oler flores.

    --Se parece una rosa a un tejn? -pregunt Kadagan con vozentrecortada, por la presin ejercida sobre su pecho.

    Su expresin era desconcertantemente serena. Joad no se

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    haba movido.--Por supuesto que no! -resopl Khisanth ante lo absurdo de la

    pregunta.--Entonces, no es un tejn. Tiene el sabor de un alce?--No, sabe como una rosa!--Y cmo es eso?

    Arrastrada hacia el interminable interrogatorio a pesar suyo,Khisanth volvi a poner al nfido sobre las todava hmedas agujasde pino.

    --El tallo leoso es acre y el centro es dulce, comparado con elresto.

    --No describira eso tambin a una naranja, o a una manzana?--No... -Khisanth hizo una pausa y pens durante un momento-.

    S, lo hara. -Y se qued frustrada al darse cuenta de ello-. Qu

    objeto tiene todo esto?Kadagan la mir cara a cara y dijo:--Creo que ya lo sabes, aunque todava no lo entiendas del todo.Los ojos de Khisanth se entornaron.--Ests tratando de decir que hay algo que es comn a todas

    las cosas y que las diferencias no son sino matices?Kadagan se mostr impresionado.--Has aprendido ms de lo que supona. Todo lo que yo

    esperaba de ti era que reconocieras las diferencias.

    Y, volviendo a colocarse bien la tnica, el nfido se sent sobreun tocn de rbol podrido y se envolvi las rodillas con sus delgadosbrazos.

    --Cualquier criatura mgica puede aprender los rudimentos de latransformacin -continu-. Pero un maestro de la tcnica es capaz detraer todas sus dems... esencias a su nueva forma y combinarlacon un entendimiento completo de la criatura cuya forma vaya atomar -Kadagan hizo una pausa-. El resultado es una criatura mgicasuperior a la natural. Cualquier cosa inferior es simplemente uncascarn mgicamente animado, no mejor que un golem -y movi

    afirmativamente la cabeza-. T ests hacindote qhen, Khisanth.Khisanth se qued en silencio. Poda sentir que una

    transformacin casi fsica tena lugar en su cuerpo mientrasempezaba a comprender. La hembra de dragn se estremeci enmedio del calor agobiante del bosque regado por la lluvia.

    --Creo que ests preparada para probar tus alas.Sorprendida, Khisanth mir con ansia hacia atrs, por encima de

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    su hombro. Joad estaba desatando los tallos de enredadera yretirando la tablilla de su miembro daado.

    --Est bien, Joad? -pregunt ella y, sin esperar una respuesta,flexion cautelosamente el ala-. Hace varios das que creo que estcurada.

    La articulacin estaba rgida, pero no herida. Ella la estir mstodava, abriendo el ala hasta el mximo de su extensin. La blancaperlada y afilada garra en que terminaba atraves las copas de losrboles.

    Khisanth volvi a plegar el ala contra su costado. Su coraznpalpitaba enloquecidamente de impaciencia. Irguindose sobre suspatas posteriores, extendi ambas alas a la vez, hacia el cielo,plegndolas y desplegndolas con un golpeteo rtmico.

    --No puedes levantar el vuelo aqu mismo? -dijo la suave y

    uniforme voz de Kadagan.Y su mirada viaj hasta lo alto para estudiar el alto dosel de

    rboles que creca densamente, a cierta distancia por delante deellos, y proporcionaba proteccin a la guarida de Khisanth en laladera de la colina.

    --No... estoy segura -musit.Khisanth frunci el ceo y busc en su mente recuerdos de

    vuelo. Todo lo que pudo obtener fue la imagen esttica de unaapretada manada de dragones, extremadamente jvenes, apenas

    distinguible entre las nubes de polvo rojo que levantaban mientrasavanzaban hacia un precipicio distante. No estaba segura, siquiera,de si ella se hallaba entre aquellos cachorrillos convertidos endragones o si, simplemente, haba odo hablar de ellos.

    --Creo que necesito un saliente -murmur por fin.--El que est por encima de tu guarida, es lo bastante grande?Khisanth mir por encima del hombro hacia la cornisa rocosa

    que formaba una protuberancia sobre la entrada de la cueva. Noestaba demasiado alta, pero podra ser suficiente. El saliente rocosocontinuaba hacia arriba por la escarpada colina, interrumpido tan

    slo por ocasionales matojos. Por debajo de la guarida, la laderadescenda pronunciadamente; la distancia entre la fila de rbolesbajo los cuales se encontraban ahora y la cueva era algo superior ala longitud del cuerpo de Khisanth.

    --Veremos si es lo bastante alta -dijo por fin la hembra dedragn.

    Ansiosa por probar sus alas en vuelo, Khisanth sali de la

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    proteccin de los rboles a la luz del sol que haba ahuyentado lasnubes de lluvia. Cmo podan los nfidos disfrutar tanto de lacegadora luz del sol, era algo que ella jams entendera. Entornandolos ojos, remont pesadamente la guarida y continu subiendo hastacierta distancia por encima del saliente.

    Esto debera darme espacio suficiente para tomar carrerilla,razon Khisanth. Entonces se irgui bien alta y extendi las alas unay otra vez, a modo de prueba. Luego tom una profunda inhalacinpara concentrarse, pleg hermticamente las alas contra suscostados y, empezando con la pata derecha, fue alargando los pasosy ganando ms y ms velocidad a medida que se acercaba alprecipicio. El suelo temblaba debajo de ella y numerosas rocasrodaron colina abajo. Los dedos y garras de su pata derecha fueronlos primeros en encontrar el borde, tal como haba planeado.

    Entonces, Khisanth se elev de un empujn con toda su gran fuerzay abri las alas, llevndolas primero hacia abajo y despus haciaarriba.

    Cay en picado como una roca.Durante cinco latidos de corazn, se debati y alete pero no

    consigui nada. Entonces, se encontr con el hmedo suelo y salirodando.

    Respirando pesadamente, Khisanth dej que su cara quedaracubierta por su ala izquierda tal como haba cado. Poda sentir a

    Joad a su lado, examinando en silencio su ala derecha. No leinterrumpi aunque ella saba que no estaba herida.--Lo has intentado con demasiado ahnco.La cabeza de Khisanth sali como impulsada por un resorte de

    debajo del ala para lanzar una mirada fulminante al joven nfido, queestaba suspendido encima de su omplato izquierdo, con suspropias alitas revoloteando sin esfuerzo.

    --Cmo puedo con demasiado ahnco intentar hacer algoque no s?

    --No necesitas que te enseen a utilizar tus alas... volar es algo

    natural para los dragones. Necesitaste que te ensearan a caminarantes del Sueo?

    En realidad, Khisanth no se acordaba.--Probablemente dabas pasos tambaleantes, primero. Pero t

    asumiste, cuando despertaste, que podas caminar y lo hiciste.--Ests diciendo que debera sencillamente asumir que puedo

    volar y volar? -se burl Khisanth.

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    Entonces se puso en pie y empez a quitarse las agujas de pinohmedas del pecho y la cola, adoptando una pose de desinters. Sinembargo, esper la respuesta del nfido.

    --No -dijo Kadagan sacudiendo la cabeza mientras aterrizaba enel suelo-. Aunque la habilidad es natural, el conocimiento no lo es.Necesitas practicar, pero con naturalidad, como una hoja cayendodel rbol. Debes dejar de preocuparte por volar y sencillamentehacerlo. Despus de que hayas practicado, se volver algocompletamente natural.

    Kadagan se dio cuenta de que ella estaba tratando de absorbersus palabras y, sin embargo, su natural hostilidad haba idofrunciendo su ceo.

    --Deja de pensar en ser una hembra de dragn y simplementes una hembra de dragn.

    Los gruesos labios de Khisanth se arrugaron con desprecio.Las agallas del nfido no tenan lmite!

    --Si hay algo de lo que s ms que t -asegur-, es de cmoser dragn!

    Y, dicho esto, dio la vuelta y parti otra vez como un truenohacia el saliente de la colina.

    La indignada hembra de dragn tom posicin como antes y seprepar para correr cuesta abajo hacia el saliente. Pero, en el ltimomomento, tuvo un vislumbre de Kadagan, de pie all abajo con los

    brazos cruzados en actitud expectante y la cara inclinada para tomarel sol mientras la observaba. Bien fuese por despecho o por algunaemocin mucho ms poderosa, Khisanth invoc de repente unabreve imagen mental de s misma volando sobre la tierra. Dej depensar en cada paso que iba a dar, en comenzar con la pata derechapara poder impulsarse tambin con la misma... Se orden a s mismamoverse, correr, y, cuando sus dedos tocaron el borde, no enviningn mensaje consciente a sus alas.

    Haba remontado el borde. Sus alas se elevaron de un golpe yluego se desplegaron. La astada cabeza del reptil se proyect hacia

    delante y sus cuatro extremidades se estiraron hacia atrs bajo supecho expandido formando unas lneas rectas, tensas y paralelas alsuelo.

    Khisanth estaba planeando. Desde lo alto, vio la hilera derboles aproximarse con rapidez y se puso tensa por un momento;pero, entonces, se acord de que era, sencillamente, una hembra dedragn. Sus alas se inclinaron ligeramente por s mismas para

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    elevarse sbitamente sobre el denso follaje verde y adentrarse en elcielo azul que la esperaba. Abandonando finalmente el planeo, suslargas y correosas alas se plegaron y luego se abrieron de golpe otravez. Las corrientes de viento tiraron de ella, dndole sacudidasmientras suba. Entonces dej que el viento la llevase a dondequisiera.

    Khisanth vio el mundo entero como los dioses lo haban creado-tierras escarpadas, corrientes de agua, aire turbulento- y pens enla prdida que habra sido pasarse toda la vida durmiendo debajo detodo aquello. Mirando hacia atrs en el tiempo, se vio a s misma conun admirable desapego. Las escamas que cubran sus ondulantesmsculos brillaban con la lisa negrura del nice pulido. Qucriaturas tan perfectas son los dragones!, pens Khisanth. Sin dudatenan el mismo toque divino de la propia tierra.

    Ah, volar... El arrebato que inspiraba era semejante al decomer, especialmente cuando el viento de cola contribua dndoleuna velocidad increble. Se oblig a s misma a proseguir este vueloinaugural, atravesando el primer dolor de los msculos de sus alas,hasta que las patas que la ayudaran a aterrizar se entumecierontambin. Finalmente divis el lmite del bosque que protega suguarida y dej que su cuerpo se cuidara de los detalles de volver a latierra.

    O haba volado demasiado tiempo o su cuerpo tena poco

    conocimiento prctico de aterrizar, porque sus patas se doblaron altomar contacto con el suelo. Khisanth cay rodando, perdiendo lacuenta despus de la primera voltereta. Por fin su cola dio contra ungrueso tronco de rbol y se detuvo, incapaz de distinguir arriba deabajo.

    --No est mal -dijo Kadagan, como siempre en su hombro-.Tampoco bien, pero no est mal. La prxima vez ya sabrs volar slolo que puedas aguantar.

    Khisanth todava estaba resentida por la reprimenda deKadagan cuando se despert, el da siguiente. Hubiera queridoestrangularlo cuando adoptaba esa expresin de superioridaddurante sus insufribles sermones acerca de qhen. Khisanth habademostrado que poda volar, y el mejor cumplido que l podaofrecerle era no est mal. Le haba preguntado acerca de esto, lohaba desafiado. Pero, con su irritante serenidad, el nfido haba

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    respondido:--Puedes volar. Tambin puede hacerlo un mosquito.Ella le haba lanzado una mirada incendiaria que haba hecho

    que sus ojos dorados parecieran mbar quemado. l habapermanecido impasible, y, despus; la haba dejado para pasar lanoche. Antes de seguir al joven nfido, Joad le haba entregadoalgunos linimentos a base de hierbas con el mudosobreentendimiento de que deba aplicrselos en sus entumecidosmsculos.

    Ahora, mientras se estiraba dolorosamente, Khisanth lamentmucho no haber usado las pequeas redomas y haberlas tiradodesafiantemente a un rincn de la guarida la noche anterior. Localizlos frasquitos de ungento rotos, se frot la bola carnosa que tenabajo una garra en el charquito, parcialmente seco, que quedaba en

    suelo y se llev lo que pudo hasta los msculos ms doloridos de susalas. Para su gran sorpresa, la sustancia le proporcion un alivioinstantneo, aunque no total. Khisanth estir la mano para coger msy, con gran consternacin, se dio cuenta de que no poda salvar lobastante para aplicarle a todo su cuerpo. Le enfureci pensar que suira le haba costado la cura de sus males. Dio un rabioso coletazo ylos pedazos de cermica de las redomas saltaron por los aires atravs de la abertura de la cueva.

    --La clera te derrotar en la batalla lo mismo que en la vida

    -dijo Kadagan esquivando tranquilamente los fragmentos voladoresmientras entraba revoloteando en la cueva-. Es una vieja mximanfida.

    --Hay algo que te enfurezca? No te pone furioso que esoshumanos se llevaran a Dela?

    --La ira es energa tontamente malgastada.Khisanth puso los ojos en blanco con exasperacin.--Nunca deja de asombrarme que una especie tan sabia y

    conocedora de todo haya llegado al borde de la extincin -fue supulla.

    Como de costumbre, Kadagan no mordi el anzuelo.--Un cruel truco de la naturaleza ha dado a los nfidos la

    sabidura sin la fuerza fsica con que defenderla. T tienes laoportunidad de poseer ambas -dijo Kadagan recogiendo el bajo desu tnica para sentarse con las piernas cruzadas en el suelo detierra-. Ests preparada para la siguiente leccin de qhen?

    --Qhen? -buf Khisanth-. Hoy tengo intencin de volar.

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    Kadagan observ los movimientos rgidos y nerviosos de lahembra de dragn mientras sta se paseaba de un lado a otro de lacueva.

    --Me siento bien! No tendr ningn problema volando -gruKhisanth, defensivamente, ante la fra mirada del nfido-. Adems-aadi, volvindose como un remolino hacia la pequea criatura-,cre que t y Joad tenais prisa por que yo rescatase a Dela. Sloestoy tratando de complaceros -y cruz sus zarpas en actituddesafiante-. As que saltmonos estas fascinantes conferenciastuyas y pasemos a aprender cmo cambiar de forma.

    --Estoy ms que ansioso por rescatar a Dela -dijo Kadagan concalma-. Pero t, sin duda, fracasars en la tarea si no moderas tutemperamento. Cmo puedes esperar controlar a un enemigo sinser capaz antes de controlarte a ti misma?

    --Por eso ests t siempre tan irritantemente tranquilo? -soltKhisanth.

    Ambos saban que la pregunta no necesitaba respuesta. Dealguna extraa manera, ella estaba empezando a comprender lalgica del nfido. Adems, estaba cansada de parecer idiota encontraste con la inalterable calma del nfido.

    --Cunto tiempo tardar en aprender todo lo que t quieres quesepa?

    --Como ya te dije antes, eso depende de ti -dijo el nfido-. No

    puedo tener prisa y ensearte paciencia -y, dndose cuenta delrumbo circular que el tema poda tomar, Kadagan observ-: Losmachos de mi especie transmiten a sus hijos un cuento que podraayudarte:

    A una joven nfida le lleg la hora de desarrollar sunaturaleza mgica y aprender qhen. Entonces camin hasta lavaina de su to y maestro y dijo:

    --Ya es hora de que me convierta en la mejor qhen nfida.Cunto tiempo debo estudiar?

    --Diez aos por lo menos -dijo su to y maestro.--Diez aos es mucho tiempo -dijo la joven nfida-. Y si

    estudiase el doble que todas las dems estudiantes?--Veinte aos -respondi su maestro.--Veinte aos! Y si practico da y noche con todo mi

    esfuerzo?--Treinta aos.

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    --Cmo es que cada vez que digo que trabajar msduramente, t me dices que tardar tanto ms tiempo?

    --La respuesta es clara. Cuando tienes un ojo fijo en tudestino, slo te queda un ojo con el que ver el camino que teaguarda.

    La gruesa y escamosa piel que cubra los superciliares deKhisanth se elev en un gesto de entendimiento. La hembra dedragn solt un retumbante suspiro de rendicin. Para un dragn degenio vivo, asimilar qhen iba a ser mucho ms difcil que aprender acaminar o a volar.

    _____ 4 _____

    Al abrigo de la oscuridad, Khisanth, con Kadagan agarrado a sucuello, se elev por encima de los acantilados orientales de la bahaconocida con el nombre de Aguas Turbias. Guiada por el nfido, lahembra de dragn estaba aprendiendo los nombres de las tierrasque sobrevolaban.

    El terreno que se hallaba justo al sur del largo y estrecho bosque

    del cabo del Confn, no era importante salvo por sus recortadascostas a ambos lados, este y oeste, de la pennsula. Extensiones detierra llana deforestada, increblemente largas, se prolongaban haciael sur hasta donde las cadenas ms orientales de las montaasKhalkist se erguan desde la tierra como recortados colmillos,bruscamente y sin estribaciones, ni siquiera bosque.

    La tierra llana poda haber proporcionado buena agricultura, sialgn humano hubiese querido adentrarse en las lejanas extensionesdel norte de Tierra de Ogros para afrontar el aislamiento de la vidams all de los pueblos habitados de Kernen o de Alianza de Ogros.

    Era una extraa y silenciosa extensin de tierra rodeada de solitariascadenas de montaas azotadas por la lluvia.

    El nfido y la hembra de dragn compartan un nuevo espritu, sino de mutuo respeto, al menos con un objetivo comn. Khisanthestaba asimilando qhen con mayor rapidez aun de lo que Kadaganhaba esperado, porque la hembra de dragn era una criatura muyinteligente y estaba aprendiendo, sobre todo, a controlar su siempre

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    exaltado genio. Sus msculos se tonificaron con largos vuelosdiarios. Con un poco ms de prctica, sera capaz de dominar losrudimentos de la transformacin. Con un poco ms de disciplinamental, tanto el maestro como la alumna saban que sta estarapreparada para cumplir con el final del trato.

    A la luz de este hecho, Khisanth haba persuadido a Kadagan deque ya estaba lista para comenzar con la transformacin. El propioKadagan le haba dicho que tendra que ver a una hembra humana,en vivo, con el fin de adoptar su forma. Tambin sera de ayuda paraella, haba razonado Khisanth, ver la ciudad donde retenan a Dela.El joven nfido le haba dado una descripcin bastante detallada deEstigia, de cuando l y Joad haban viajado hasta all; pero aKhisanth le costaba bastante imaginarla. Ella nunca haba visto lasmoradas de los humanos.

    --Hay algo que me desconcierta poderosamente, Kadagan -dijoKhisanth ahora-. Cmo han llegado estos humanos a gobernar elmundo? Por lo que me cuentas, son de dbil constitucin hasta elpunto de perecer por una simple indigestin. No son mgicos pornaturaleza, y slo tras una vida de estudio pueden, algunos de ellos,llevar a cabo insignificantes conjuros.

    Segn dijiste, no pueden hacer casi nada por s mismos-prosigui Khisanth-. Usan bestias de carga para arar sus campos ytirar de sus carros. Emplean arcos y flechas para abatir las presas

    que sean mayores que el ms pequeo roedor, y ni siquiera a stoslos matan directamente con sus manos o dientes.--Todo eso es cierto -dijo Kadagan-. Sin embargo, pueden

    caminar libremente, mientras que los nfidos y los dragones han derondar entre las sombras, por miedo al castigo.

    La hembra de dragn sacudi vigorosamente la cabeza.Kadagan se agarr al cuello con fuerza para evitar el zarandeo de lasbita turbulencia.

    --Dime. Cmo han llegado a dominar a tantas otras especiespoderosas? -pregunt Khisanth-. Por qu les iba a temer nadie, de

    no ser un gusano? Son mucho menos fuertes que los dragones. Nisiquiera pueden volar! Odiar tener que ser uno de ellos!

    La expresin del nfido se suaviz ante la splica de Khisanth, yaadi con tranquila confianza:

    --Entenders su rudimentario poder despus de haber sido unode ellos. Son emocionalmente complejos. Sus muchas facetas hacena algunos dbiles e insignificantes, pero dan a otros un fuego que

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    inspira a seguidores.--Yo jams los seguir ni temer -dijo Khisanth frunciendo el

    ceo-. Como dragn o como humano, slo me inclinar ante la ReinaOscura.

    Y ech vivamente la cabeza hacia arriba para puntuar el fin de laconversacin.

    Khisanth record las enseanzas de Kadagan sobre qhen,respecto a vivir el momento, y se concentr en algo ms agradable.Contempl el suelo por debajo de s con vanidoso placer, captandovislumbres de su elegante y amenazadora sombra a la luz de la luna,mientras pasaba de la cara de un acantilado a la oscura baha ydenuevo a otro acantilado. En toda su extensin, era la criatura mshermosa de su limitada memoria: poderosa, planeandosilenciosamente sobre las despreocupadas tierras. Qu mundo deba

    haber sido aqul cuando los de su especie viajaban ala con ala porlos cielos... Pero eso haba sido mucho tiempo atrs, antes deldestierro conocido como el Sueo.

    --Ah est Estigia -dijo Kadagan de repente al odo de Khisanth.sta sigui la lnea imaginaria desde el dedo del nfido hasta

    una serie de luces que resplandecan tenuemente en el distantesuroeste. La ciudad estaba situada en torno a una tranquila baha, deazul ndigo; y, por detrs, se apretaba contra una baja cadena demontaas.

    --Acurdate de mantener la distancia -advirti Kadagan-. Por elbien de Dela, no podemos arriesgarnos a que nos descubran.--Por qu iban a suponer que un dragn que vuela por encima

    de ellos anda en busca de una nfida secuestrada?--Despus del alboroto que causamos Joad y yo, sospecharn

    de cualquier cosa que se salga de lo habitual. Pero tu presencia noes nada comparada con tu naturaleza. No olvides que, para una granparte del mundo, el retorno de los dragones no es todava ms queun rumor. Los lugareos de Estigia se sorprenderan y alarmaran alver a uno de tu especie.

    --Nadie me ver -dijo Khisanth segura de s misma.En cuanto vio la oscura cadena de montaas a espaldas de la

    ciudad, Khisanth se lade y vir hacia el sureste, en paralelo con elopuesto borde nororiental de la urbe.

    --Supongo que ver cuanto necesite desde las estribaciones quese elevan por encima de Estigia -explic.

    Cuando alcanz la cima ms al norte, Khisanth aminor la

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    velocidad, descendi hasta casi justo por encima del linde delbosque y baj muy ligeramente su ala derecha para virar hacia eloeste.

    Entonces detect un vago resplandor parpadeante en lasboscosas estribaciones por debajo de ella. Curiosa, pero cautelosa,Khisanth se detuvo tras un alto y puntiagudo pino y alete justo losuficiente para mantenerse en el aire. Kadagan se agarr con fuerzaa su cuello cuando ella lo estir para mirar hacia abajo, a un pequeoclaro que les habra pasado inadvertido de no haber sido por lahoguera que lo iluminaba. Una docena de criaturas, o ms, estabanrecostadas alrededor de un pequeo fuego de campamento. Lasllamas hacan que los anaranjados colmillos que sobresalan de suscarnosas mandbulas refulgiesen como carbones incandescentes.

    --Qu son sos? -susurr Khisanth.

    --Ogros.Khisanth los recordaba vagamente, por el maynus, acechando

    en el fondo cuando la captura de Dela. En comparacin con losnfidos, de apenas tres palmos de altura, los ogros -algunos de masde tres varas- eran enormes, y sus frentes se inclinaban hacia atrshacindoles parecer estpidos. Tenan el pelo verde y su verrugosacarne, amarilla, marrn y morada estaba cubierta con retazos de pielde animal que hedan incluso a gran distancia. A pesar de lapestilencia, Khisanth encontr que el subyacente olor a carne era

    bastante apetitoso.Por si el pensar en su sabor no hubiese sido lo bastantetentador, Khisanth vio, cerca de cada criatura, unas espadas conincrustaciones de piedras preciosas que le lanzaban destellos a laluz de la hoguera. Mientras se hurgaban los dientes con los huesosde su reciente cena, los somnolientos ogros no vean la amenazaque se cerna en la oscuridad, ms all de los rboles.

    --Ests planeando atacar.Khisanth tuvo que forzarse a pensar lo bastante para responder.--El instinto me dice que lo haga, s.

    La baba le inundaba la boca, anticipando el festn. La sangrepalpitaba con fuerza en sus sienes, y arda en sus venas al pensaren el tesoro.

    --Es muy imprudente...El martilleo que haba dentro de su cabeza le impidi or otra

    cosa que no fuera su propia sed de sangre. Ni siquiera se dio cuentacuando, suspirando, el nfido extendi sus sedosas alas y revolote

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    hacia tierra para ocultarse al amparo de las frondosas ramas, msall del claro.

    Incapaz de contener su hambre un segundo ms, Khisanth selanz en picado hacia abajo como un negro tornado. Slo de maneradistante oy los gritos de los ogros cuando la vieron descendercircularmente en la penumbra por encima de ellos. Presas delpnico, todos los ogros se levantaron de un salto. Con el solopensamiento de escapar, chocaron unos contra otros y cayerontodos al suelo en un enmaraado montn. Varios tropezaron yaterrizaron en el fuego, incendindose al momento su grasiento peloy sus ropas.

    Khisanth fren su cada a menos de tres metros del suelo yagarr a un ogro del pecho. Los purpreos ojos de la criatura seabrieron de par en par antes de que los colmillos de Khisanth le

    atravesaran la carne y abrieran su pecho en canal. La hembra dedragn aterriz de un brinco, vio dentro de la cavidad torcica eltodava palpitante corazn y suspir. Esa golosina habra de esperarhasta que hubiese terminado con los dems.

    Khisanth gir como un remolino para encontrarse con unsegundo ogro que blanda una gruesa rama en sus garras yasestaba golpes al aire, delante de ella. Con una brusca arremetida,la hembra de dragn deshizo de un mordisco el garrote y arranc elbrazo del ogro. Se estremeci ante la inusitada textura del miembro

    que se deslizaba por su largo gaznate.En la lucha que sigui, Khisanth slo fue consciente de supropio sonido y velocidad, y del miedo y la sangre de los ogros.Simplemente actu y reaccion. Igual que con el vuelo, Khisanthdescubri que saba instintivamente qu hacer. Su cuerpo entero eraun arma ms eficaz de cuanto aquellos ogros pudiesen imaginar.Sus garras cortaban como sables, sus dientes empalaban comolanzas, su cola azotaba y bata con la fuerza de un ariete, y sus alasse agitaban y golpeaban como vendavales. No haba escapatoriapara los ogros, y volverse para luchar era intil. Uno tras otro

    murieron, gritando y cayendo sobre su propia sangre.El campamento apareca sembrado de cuerpos desgarrados,

    regado por la sangre que manaba de los corazones moribundos. Lacara de Khisanth, manchada de rojo, se elev bruscamente de sultima presa para mirar hacia arriba y ver que slo un ogro ms seinterpona entre ella y el tesoro.

    Khisanth se detuvo un momento a examinar a este ltimo ogro.

  • 7/29/2019 El Ala Negra

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    Su taparrabo de piel curtida era de ciervo de alta calidad, no de osocomo los dems, y estaba mucho menos apolillado, lo que sugeraciertos cuidados. Este ogro era notablemente ms grande que suscamaradas y su frente, polvorienta y sudorosa, era un poco menosinclinada. Algo en su rostro, cubierto de cicatrices, sugera unainteligencia suficiente para que la criatura se diese cuenta de queste era el da de su muerte. Y, sin embargo, no tena miedo.Khisanth observ que los ojos del ogro brillaban todava con una luzsalvaje mientras ella se deslizaba sobre los cadveres, preparndosepara atacar.

    --Eres un dragn?Khisanth se detuvo a poca distancia de l.--Sabes lo que soy?--He odo historias.

    --Qu has odo?El ogro retrocedi