El agua de la vida
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Transcript of El agua de la vida
Adaptado por Ana Martínez Luján.
El agua de la vida. Cuentos para reflexionar.
Había una vez tres personas que
buscaban el agua de la vida, esperando
que después de beberla, vivirían para
siempre. …………
Una de estas personas era un guerrero. En
su opinión, el agua de la vida tendría
muchísima fuerza. Sería algo así como un
torrente o como una catarata y por eso se
había embutido en una armadura; se había
provisto de una espada y de un escudo; se
había equipado con un puñal y con una
maza, además de una lanza, de un arco y
unas flechas. Caminaba al límite de sus
fuerzas con toda la impedimenta pero
estaba convencido de que así podría vencer
al agua y bebérsela.
En su opinión, el agua la vida era mágica, algo
así como un remolino o un geiser, de manera
que podría controlarla con un hechizo. Para
ello, se había enfundado en una larga capa
estrellada, se equipó con la varita más poderosa
de su colección; también cogió todas las
pociones de su bien surtido armario y por lo que
pudiera surgir, guardó en un saco todos los
ingredientes necesarios para cocinar cualquier
pócima. Por último, para no dejar nada al azar
se llevó sus 10 libros de hechizos.
La segunda persona era una hechicera.
La tercera persona era un mercader. En su
opinión el agua de la vida era tremendamente
costosa, algo así como una fuente de perlas o de
diamantes. Por ello decidió llenarse todos los
bolsillos de su atuendo con monedas de oro,
cargar con pesadas alforjas llenas de dinero, un
cinturón repleto de piedras preciosas, sedas
bordadas en oro y alfombras tejidas por los más
hábiles artesanos, todo ello con la esperanza de
comprar el agua de la vida al precio que fuera.
Tras largas y agotadoras jornadas,
después de idas y venidas, de
atravesar junglas impenetrables y
abrasadores desiertos, finalmente
llegaron al lugar.
Cuando los viajeros llegaron a su destino, se
encontraron con que todos estaban equivocados. En
realidad, el agua de la vida tenía poco o nada que ver
con lo que ellos habían imaginado. Por lo pronto no era
un torrente susceptible de ser intimidado por cualquier
muestra de fuerza, ni tampoco amenazaba a quien se le
acercara. Tampoco era un remolino rugiente, misterioso
ni mágico que pudiera ser encantado por un hechizo o
sortilegio. Y naturalmente no era una fuente de perlas
o de diamantes, ni de piedras preciosas que pudiera
comprarse con dinero o ser cambiada por costosísimas
mercancías.
Era, simple y
llanamente, un pequeño
lago de agua dulce y
brillantes aguas oscuras.
En realidad lo único que hacía falta para
beneficiarse de los poderes mágicos del agua era…
arrodillarse y beber.
Ahora bien, esto resultaba
mucho más difícil que
cualquier cosa que
hubieran imaginado.
El guerrero, con su armadura, su
espada, su escudo, su puñal, su
maza, su lanza, su arco, sus
flechas, era incapaz de ponerse de
rodillas y si lo conseguía
arrojándose de bruces, corría el
riesgo de caer al agua y morir
ahogado. La coraza y las armas lo
protegían pero también le
impedían alcanzar lo que deseaba.
Por otro lado, la capa de la hechicera, al
mojarse, perdía sus propiedades mágicas.
Además, prácticamente, le impedía
moverse y con su varita, sus pociones, sus
ingredientes y sus libros de hechizos, lo
mismo que le ocurría al guerrero, si se
arrodillaba para beber, le resultaría
imposible levantarse y correría su misma
suerte.
Para el mercader, la tarea no era más
sencilla. Con los bolsillos llenos de
monedas de oro, con las pesadas alforjas
al hombro, con su cinturón repleto de
piedras preciosas, con sus sedas bordadas
en oro, y con sus carísimas alfombras, era
seguro que al inclinarse para beber, el peso
le vencería y también moriría ahogado.
Así que allí permanecieron durante largo
tiempo, caminando alrededor del lago,
buscando la forma en que pudieran beber
del agua de la vida sin perderla en el
intento. Finalmente, cuando el desánimo y
la desesperación habían hecho presa de
ellos, se dejaron caer derrumbados a la
orilla del lago.
Postrados de esa guisa, observaron como
un pajarillo iba y venía, en un recorrido
incansable, construyendo su nido. En cada
viaje transportaba una ramita, pasaba
raudo a su lado, la depositaba en el árbol,
y volvía al arbusto a por más. En uno de
sus viajes, el pajarillo sintió sed. Depositó
la ramita a la orilla del lago y se zambulló.
Emergió recogió su ramita y siguió
construyendo su nido.
Los tres viajeros que habían observado
al pajarillo comenzaron a reír de forma
descontrolada, casi histérica y entre
carcajadas soltaron toda su cargase
desnudaron y se zambulleron en el agua
de la vida.
Moraleja: todo nuestro afán está enfocado en
conseguir amasar el máximo de armas,
herramientas o riquezas para poder vivir. Con
esta historia se muestra que para sumergirse en
la vida no es necesario cargar con todo hasta el
límite de nuestras fuerzas. Sólo es necesario
entrar en ella y disfrutarla. También podemos
descubrir que la sabiduría, el auténtico
conocimiento para la vida, puede provenir de
cualquier lugar, incluso de aquello que nos
parece insignificante, siempre que sepamos
observar y estemos abiertos a aprender.