EJÉRCITO Y POLÍTICA EN LA ESPAÑA DE CARLOS III · Las Capitanías Generales eran: Castilla la...

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JOSÉ L. TERRÓN PONCE EJÉRCITO Y POLÍTICA EN LA ESPAÑA DE CARLOS III

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JOSÉ L. TERRÓN PONCE

EJÉRCITO Y POLÍTICA EN LA ESPAÑA DE CARLOS III

DEDICATORIA

Quiero saldar aquí una deuda histórica con mi maestro JOSÉ CEPEDA GÓMEZ que me inició, hace ya veinte años, en las claves del reinado de Carlos III y a quien debo el entusiasmo por este periodo apasionante de nuestro devenir.

A MODO DE PRÓLOGO Este trabajo trata, en primer lugar, de retrotraer a la segunda mitad del siglo XVIII, lo que históricamente se ha denominado en España la cuestión militar, buscando en el reinado más ilustrado del Setecientos �el de Carlos III� qué implicaciones militares tenía la política y viceversa y como influía el hecho militar en el contexto gubernamental o desde la oposición, representada entonces por la cábala. Tratar en suma, parafraseando al profesor Seco Serrano, de entrever hasta que punto la espada ejercía presión de facto sobre las decisiones políticas1. Bien entendido, eso sí, que el análisis se realizará en el contexto de una monarquía absoluta, la cual en principio y de jure, era una monarquía militar. En consecuencia damos por supuesto de antemano que no existe, al menos directamente, una conexión con el militarismo de siglo XIX, hijo más bien de cambios profundos en las instituciones y en los hombres, derivados de los acontecimientos que rodearon y siguieron a la Guerra de la Independencia. Paralelamente a estas cuestiones de fondo y ciñéndonos a continuación al ámbito estrictamente castrense, pretendemos también analizar las reformas militares que se llevaron a cabo por ministros ilustrados, tanto en el plano teórico como en su puesta en práctica posterior. Todos estos temas los abordaremos, tanto desde el punto de vista estructural, como en el desarrollo de ciertos hechos, en concreto la campaña de Menorca entre 1781 y 1782, en la que consideramos que confluyen prácticamente todos los rasgos descritos con anterioridad. En dicha acción militar se comprueba, a pie de obra, las implicaciones políticas de lo militar y el rendimiento de las reformas castrenses tras veinte años de su puesta en marcha, así como los rasgos propios de una campaña típica de la época, en la que las negociaciones de paz (que comenzaban generalmente al mismo tiempo que las propias hostilidades) condicionaban las operaciones militares y no al revés.

José L. Terrón Ponce

Madrid 1996

1 Vid. SECO SERRANO, Carlos. Militarismo y civilismo en la España Contemporánea. Madrid, Instituto de Estudios Económicos, 1984, pag. 15.

A Charo, mi mujer. Héctor sonrió en silencio; Andrómaca se detuvo junto a él llorosa, mientras tomándole de la mano le habló, pronunciando todos sus nombres: -¡Desdichado! Tu valor te perderá. No te apiadas de tu esposa infortunada, que tal vez muy pronto sea tu viuda; acaso los aqueos se unan todos a una contra ti y logren darte muerte. Si esto ha de suceder, mejor fuera para mi descender bajo la tierra, porque si cumples tu destino no habrá consuelo, sino pesares para mí, pues no tengo padre ni madre. A mi padre lo mató el divino Aquiles cuando tomó la populosa ciudad de los cilicios: Tebas, la de las altas puertas. Los siete hermanos que tenía descendieron también al Hades el mismo día, muertos también por el Pélida, el de los pies ligeros, cerca de nuestros bueyes de torcidas patas y de nuestra ovejas. Incluso a mi madre la trajo aquí con todos nuestros tesoros, y no la puso en libertad hasta recibir un inmenso rescate; pero Artemis, la del bien templado arco, hiriola en el palacio de su padre y cayó bajo sus flechas. -Héctor: tú eres ahora mi padre, mi venerable madre, mi hermano y mi joven esposo. Ten esta vez piedad y quédate en la torre ¡No hagas de tu esposa una viuda!"

(Homero, Ilíada, VI-405-430)

PARTE I

EL HECHO MILITAR DURANTE EL REINADO DE CARLOS III, LA SITUACIÓN DEL EJÉRCITO

Y SU REFORMA

1. LA MONARQUÍA MILITAR. En primer lugar, antes de abordar específicamente la institución militar en el reinado de Carlos III, conviene definir militarmente dicho reinado. Sobre todo porque el hecho castrense ejercía una fuerte impronta sobre el mismo, si tenemos en cuenta que la monarquía carlotercista era, en principio, una monarquía militar. El propósito inicial, pues, consiste en averiguar hasta que punto dicha impronta militar se manifestaba y cuales eran los cauces (institucionales o no) por los que ésta discurría. I. EL MARCO GENERAL CASTRENSE DEL REINADO DE CARLOS III. ¿Era la Monarquía de Carlos III una monarquía militar? En principio parece que sí. Las monarquías absolutas de cuño borbónico-francés del que la carlotercista era subsidiaria, se caracterizaban por una serie de variables de ambiente de neto corte castrense. En el orden político, por ejemplo, el nombramiento de los principales cargos ministeriales solía recaer en personas vinculadas a la Milicia, tanto si éstos correspondían a la Secretaría de Guerra como a otras altas instituciones ajenas al ámbito militar. En España y a lo largo de los reinados borbónicos de Felipe V y Fernando VI tenemos ejemplos frecuentes: Los Secretarios de Estado y del Despacho como Patiño. Campillo, Ensenada, Carvajal, Ricardo Wall, etc., eran todos militares. Tendrá que llegar el de Carlos III para que las secretarías se otorguen fundamentalmente a juristas. Respecto al gobierno provincial, la máxima autoridad recaía en el Capitán General. El reino estaba plagado, además, de plazas fuertes cuya primera autoridad correspondía a un gobernador militar1. Las Capitanías Generales eran: Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Aragón, Cataluña, Valencia y Murcia, Andalucía, Mallorca, Costa de Granada, Galicia y Extremadura. Los gobiernos militares y plazas fuertes eran veintinueve, repartidos por las provincias de Zamora, Aragón, Cataluña, Valencia, Andalucía y Extremadura. El mando recaía, según los casos e importancia de las mismas, en un mariscal de campo, coronel o teniente coronel. Éste tenía el cargo de Gobernador Militar y Político o de Corregidor Militar. Incluso, en los pueblos de jurisdicción ordinaria, la legislación municipal daba preferencia para la elección de los empleos mayores a los militares. Diego Bohorquez, coronel de milicias, en un informe al Rey, citaba un decreto que había promulgado Carlos III, por el que se prefiriera al militar en todos los empleos en que éste pudiese servir. Aunque añadía que:

"Han echo tan poco caso de él (...) que en lugar de anteponer a el militar, ocupan [los cargos con] la hez de los pueblos, que emplean en comisiones que a todos estafan, y a Vuestra Majestad también."2

1 Vid. Calendario manual y guía de forasteros de Madrid, 1760.

2 Vid. BOHORQUEZ Y CASTILLA Diego, "Papel que demuestra los perjuicios que ocasionará la quinta annual y que sirban por 8 años: escrito en Madrid a 1º de marzo del año de 1773" pag. 14. Archivo Campomanes, leg. 28-12.

. A este aparato político administrativo, fuertemente militarizado, debemos añadirle para comprenderlo mejor, un elemento de carácter social: la nobleza como clase militar por excelencia (según ellos, por naturaleza), que desempeñaba el papel de elemento auxiliar de primer rango del Monarca por Derecho Divino al que debía, por principio, auxilium et consilium. Morales Moya dice a este respecto:

"Aunque nobleza y milicia no coincidan exactamente, es lo cierto que tradicionalmente se encuentran estrechamente ligadas. Estas sociedades nobles de carácter militar están fundadas sobre el honor, principio del ideal social. La función militar es un servicio ligado al honor."3

El Ejército era, pues, el símbolo de la Monarquía Ancien Régime y su soporte. Como decía León del Arroyal: "Es aforismo de política que el poder de los reyes, por lo común, se mide por la pujanza de su ejército."4 Respecto a las formas externas de aquella sociedad, en ellas también descubrimos rasgos militares destacados. Durante el siglo XVIII, se generalizó el uso entre las clases privilegiadas de la casaca (que era prenda netamente militar), a la que se le añadían ostentosamente signos externos bordados, imitando el uniforme de los oficiales del Ejército. La cosa llegó a tal punto, que hubo que cortar los abusos de esta práctica y, por Real Cédula de 17 diciembre de 1769, Carlos III prohibió colocar alamares y galones en las bocamangas de las libreas de los criados, que se parecieran a los distintivos de coronel y teniente coronel.5 El propio Rey tenía la costumbre de asistir habitualmente a los actos oficiales vestido de Capitán General y su presencia era frecuente, también, en desfiles y maniobras. Tampoco es desdeñable como testimonio de este genérico ambiente castrense, el número de páginas que ocupaban los ascensos militares en las Gacetas, más numerosos y más preeminentes que las concesiones nobiliarias o los nombramientos civiles. Los más llamativos eran los correspondientes a las denominadas promociones: ascensos colectivos de numerosos oficiales generales y particulares con ocasión de cualquier acontecimiento. Este evento podía consistir en el inicio de un reinado, un matrimonio real, el nacimiento de un infante o el resultado de una campaña, como en el caso de la conquista de Menorca que se trata en la parte II, cuya promoción conmemorativa alcanzó prácticamente a todos los que participaron en la misma. De igual preeminecia castrense gozaba la Guía de forasteros de Madrid, cuyo subtítulo de Estado militar de España, era significativo y en la que, además de señalar el quién era quién en la Corte, se daban amplios y profusos detalles sobre generales, regimientos, capitanías y divisas y distintivos de los cuerpos militares. Siendo éstos su parte más destacada. No obstante y a pesar de este ambiente general militarizado, no todos los monarcas Borbones españoles que reinaron durante el siglo XVIII se comportaron de igual manera respecto a su condición de monarcas militares por excelencia. Si debemos hacer caso a Desdevises du Dezert,

3 Vid. MORALES MOYA, Antonio. Poder político, economía e ideología en el siglo XVIII español: la posición de la nobleza. Madrid, Universidad Complutense, 1983, pag. 39. (Tesis doctoral mecanografiada).

4 Vid. ARROYAL, León del, Cartas económico-políticas. (Edición prólogo y notas de José Caso González), Oviedo, Universidad de Oviedo, 1971, pag. 22.

5 Vid. Novísima Recopilación, Libro VI, Título XIII, ley 19.

Monarca militar en España, lo que se dice Monarca militar, lo fue sobre todo Felipe V. Ni Fernando VI ni Carlos III tuvieron esta esencial impronta6. Efectivamente: como dice Dominguez Ortiz, el primer Borbón español consiguió establecer un Ejército Nacional —entendiendo por tal, el formado fundamentalmente por españoles— porque la Guerra de Sucesión fue a la par una guerra civil y en esta clase de contiendas se galvanizan las fuerzas de los combatientes7. No faltan testimonios de la época que corroboren esta argumentación de Domínguez. Como esta opinión del coronel Bohorquez que, en 1773, decía al respecto: "Al principio de el siglo, se encontró el glorioso Padre de Vuestra Majestad, Rey sin exército y sin dinero, con unos

enemigos poderosísimos y arraigados en España por más de doscientos años. Todos creían no se podría sobstener, pero su constante ánimo y el amor que le profesavan la maior parte de sus vasallos, hizo que: dando éstos voluntariamente quanto tenían con sus personas y en especial los de la Corona de Castilla, y los pueblos sus fondos y vecinos, venciese a sus enemigos y los exércitos de éstos, tanto más formidables quanto sobstenidos de otras Provincias enteras de su Reyno, manteniéndose aquellos constantes en los trabajos, sufriendo hambres y desnudez y muchas faltas de lo necesario, subsistiendo firmes y animosos, quando en semejantes ocasiones se desanimaría qualquiera otra Nación, quien en sufrimiento y espíritu se debe contemplar inferior a la Española."8

O éste del teniente general conde de Ricla, Secretario de Guerra, en el que, refiriéndose al prestigio perdido por la profesión militar en el presente, añoraba otras épocas:

"En otro tiempo un oficial figurava entre las gentes de primera clase. La carrera de las armas se reputava la primera entre todas las del Estado. Ningún dependiente del Rei merecía maior aceptación que el que se sacrificava a derramar la sangre en defensa de sus derechos. El soldado, con su vestido roto, y con menos paga que en el día, era respetado del pueblo que le llamava SEÑOR SOLDADO. No se le atropellava por qualquier motivo; se le mirava como un hombre útil y honrado, que a costa de muchos trabajos y peligros se dedicava a la seguridad pública."9

En efecto: En tiempos de Felipe V nació prácticamente de la nada un espíritu militar nuevo y un Ejército propio. El Secretario de Estado Patiño se encargó de estructurarlo definitivamente10. Sin embargo Fernando VI, cuyos gastos militares formaban el principal capítulo de la Hacienda11, decidió adoptar una política de neutralidad ahorradora y desmanteló el Ejército a costa de la Marina, por obra del marqués de la Ensenada, consiguiendo disminuir el coste global del capítulo destinado a Guerra. Segun un informe anónimo de la època, el porcentaje de los gastos militares en 1751, cinco años después de la subida al trono de Fernando VI, alcanzaba el 77% del presupuesto global del Estado.12

6 Vid. DESDEVISES DU DEZERT, Georges. "Les institutions de l´Espagne au XVIII siécle". Revue Hispanique 1927, nº 70, pp. 1-574., cap. IV: L´Armee, pag. 352.

7 Vid. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio. Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Barcelona, Ariel, 1976, pag. 23.

8 Vid. BOHORQUEZ, opus cit. pp. 4-5.

9 RICLA Conde de. "Discurso sobre las causas que han ocasionado desde la conclusión de la última guerra de Italia el desafecto de la Nación Española al servicio de las armas, y medios generales que parecen oportunos para restablecer el amor y afición al mismo, de suerte que se busque por los hombres de todas clases como profesión la más apreciable del Soberano y que deve proporcionar a los dignos y veneméritos que la sigan, los mayores honores y dignidades". A.H.N. Estado, legajo nº 3220-1, exp.148, pag. 4.

10 Vid. BETHENCOURT MASSIEU, Antonio. Patiño en la política internacional de Felipe V, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1954, pag. 15.

11 DOMINGUEZ ORTIZ, Opus cit. pag. 283.

12 Vid. Archivo del Palacio Real de Madrid, Sección Histórica. Miscelánea de papeles curiosos, LXXII, fol 26.

Tampoco sobre este hecho faltan opiniones autorizadas. Como, nuevamente, la de Ricla que se quejaba de la reforma fernandina en estos términos: "La injusta y violenta reforma que se hizo de una gran parte del Exército al concluirse la última guerra de Italia,

excitó los clamores de todos los verdaderos ciudadanos. Vieron con indignación que los oficiales y soldados más veneméritos, que acababan de derramar su sangre en el servicio de su rey, en lugar de recivir la digna recompensa de sus gloriosas fatigas, eran reformados, puestos a medio sueldo y reducidos al maior desamparo y pobreza. Las quejas de los agraviados y las lágrimas de sus familias conmovieron la compasión universal, y toda la nación empezó a mirar con desafecto una profesión cuios individuos eran tratados con tan poca equidad."13

En cuanto al reinado de Carlos III de España, si lo observamos en superficie, posee todos los rasgos de estilo de una Monarquía militar en forma genérica pero, una cierta cala en profundidad en sus estructuras, nos permite observar atenuaciones, paradojas y una lenta inclinación evolutiva hacia una sociedad más civil. Concretamente el Rey, nunca o casi nunca, vistió el uniforme y, como dice José Ramón Alonso, tampoco ordenaba ejercicios conjuntos ni maniobras por considerarlos peligrosos para el Estado14. Suponemos que este miedo debió acrecentarse tras el Motín de Esquilache, del que salió el Rey muy amedrentado, no pudiéndose fiar —si tenemos en cuenta la opinión de Cadalso— ni siquiera del capitán general conde de Aranda, al que había ordenado la represión del levantamiento. En efecto: el teniente coronel Cadalso (autor de las celebérrimas Cartas Marruecas), con motivo de haber sido llamado su regimiento (el de caballería Borbón) para proteger Madrid en el momento del motín, nos cuenta en sus (presuntas) memorias que:

"Llegó mi regimiento a las cercanías de Madrid (...) allí nos vino la noticia de haberse dado la presidencia de Castilla y Gobierno Militar al Conde de Aranda, y dijo Pazuengos al oírla: ¡que más motín que el conde de Aranda hecho presidente!"15

En todo caso revistas, Carlos III pasaba pocas. Dos, que sepamos: una al principio de su reinado, el 19 de julio de 1761 en la Puerta de Santabárbara de Madrid, cuando la Guardia Real estrenó el nuevo ejercicio a la prusiana y, después, la citada por Fernan-Nuñez de 1767, efectuada en los altos de la Ermita del Ángel donde éste, como coronel del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey (entonces todavía Regimiento de Castilla), se ganó los entorchados de brigadier con veinticinco años.16 Toda esta dejadez respecto a la Milicia no fue obstáculo, sin embargo, para que, durante el gobierno del Tercer Carlos, se tratara de reformar el Ejército en profundidad. Sobre todo tras los primeros revolcones del reinado, durante la participación española en la Guerra de los Siete Años. Nos referimos a la pérdida de la Habana y a la desastrosa expedición contra Portugal en 1762. En efecto: tal como se intentará en otras instancias del Estado y la sociedad, se procuró dar un nuevo aire al Ejército desde presupuestos ilustrados, pero sin intenciones globalizadoras. Simplemente por lo que hoy, en puro lenguaje castrense, denominaríamos necesidades del

13 RICLA, "Discurso sobre las causas..." pp. 4-5

14 Vid. ALONSO, José Ramón. Historia política del Ejército Español. Madrid, Editora Nacional, 1974, pg. 12.

15 CADALSO José, Apuntaciones autobiográficas en: Escritos autobiográficos y epistolario, (Prólogo, edición y notas de Nigel Glendinning y Nicole Harrison) Londres, Turner, 1979, pag. 12.

16 Vid. Gaceta de Madrid 21/7/1761 y FERNAN-NUÑEZ Conde de, Vida de Carlos III (Edición a cargo de A. Morel-Fatio y A. Paz y Meliá; prólogo de Juan Valera), Madrid, Fernando Fe, 1898. 2 vols. Vol I, pag. 6. (Hay edición facsimilar: Madrid, Fundación universitaria española, 1988).

servicio. No se trataba, pues, de restaurar el perdido ambiente de la Monarquía militar de siempre sino de reforzar y mejorar las instituciones, dejando las cuestiones de la guerra para los militares y la política en exclusiva a economistas y togados. Todo llevado a cabo no sin dificultades, debido a las inercias, la tradición y las resistencias de los más reaccionarios. A modo de ejemplo, la preferencia por el conde de Floridablanca, antiguo fiscal del Consejo de Castilla, frente al Capitán General conde de Aranda, fue una obviedad a lo largo del reinado. Incluso, se nombrará por primera vez a un civil, procedente de la Secretaría de Hacienda, para la Secretaría de Guerra: Miguel de Muzquiz. Y si Carlos III no manifestó demasiado entusiasmo militar por diversas causas, tampoco parece que la primera nobleza del reino, los Grandes, lo tuvieran. Dice Morales Moya, que son escasos los de esta clase que, en esta época, detentaban cargos de responsabilidad en la Milicia, excepción hecha de los condes de Aranda y de Ricla17. Morales añade que éstos, los Grandes, sólo aceptaban con gusto la comisión de mandar cuerpos privilegiados como la Guardia Real, que rara vez entraba en fuego. El intendente de Mallorca (y luego de Galicia) Miguel Bañuelos, que jugará un papel destacado en la preparación de la expedición a Menorca, escribió un informe sobre reformas militares en 1785 en el que aconsejaba responsabilizar a los Grandes, dándoles las coronelías de los regimientos y obligándoles a ejercerlas: "lo que les apartaría de la ociosidad que adolecen en la Corte"18 Esta circunstancia, sin embargo, no era óbice para que muchos de ellos fueran generales o sus hijos tuvieran plaza de oficial en alguno de los regimientos, aunque la mayoría de ellos no ejercían. En primer lugar por falta de empleo, debido a la enorme desproporción entre plantillas y número de oficiales (caso de los particulares) o la inexistencia de grandes unidades en tiempo de paz (caso de los generales) y, en segundo, por algo ya referido anteriormente: el escaso interés por el ejercicio de la profesión que caracterizaba a muchos Grandes. En todo caso, cuando algún Grande acudía a una campaña, solía hacerlo en calidad de edecán del general en jefe o en algún otro puesto, de escaso riesgo y preparado ad hoc para que el elegido se luciera y le reportara algún ascenso o prebenda. Tendremos ocasión de citar algún caso en la campaña de Menorca y estamos pensando en el marqués de Peñafiel,19futuro duque de Osuna y Grande de España de Primera Clase. Por todo ello y poco a poco, los empleos en los regimientos y aun el mando de grandes unidades en tiempo de guerra, los irán ocupando una legión de hidalgos de la última clase nobiliaria o similar, a los que posteriormente se les concederá un título, hábito de Orden Militar o encomienda, con ocasión de algún mérito. En la campaña de Menorca tendremos sobrada ocasión de comprobar este aserto, con los Avilés, Ventura Caro, Castaños, Aguirre, Urrutia, etc.

Y naturalmente, como parte de la condición humana consiste a veces en no comer ni tampoco dejar comer, los Grandes se quejaban de continuo de su postergación aunque, en el fondo, su protesta era un fin en si misma, como en los demás casos en que la manifestaban. Salvo honrosas excepciones, no estaban interesados en nada, salvo en la cábala y la intriga. En numerosas

17 MORALES MOYA, Opus cit. pag. 1278.

18 Vid. BAÑUELOS, Miguel, "Entretenimiento de la imaginación de D.__________ intendente general del Exército y Reino de Galicia para tener condecorado y siempre completo de gente escogida el de S.M. sobre un pie respetable con otros casos útiles a su servicio y de economía a su Real Hacienda." 1785. A.H.N. Estado, leg. nº 3207.

19 Peñafiel era Grande de España de 1ª clase.

ocasiones y utilizando la sátira anónima, se quejarán de su preterición frente a los hidalgos, vicio, en su opinión, importado de Francia: "Los savios a la violeta Los sombreros de tres picos la grandeza de los chicos, la libertad de bragueta "20 También en una sátira contra el duque de Crillón, futuro comandante de la expedición a Menorca, aparece esta queja cuando se dice:

Pareció razón que nuestro barón con su batallón de tanto infanzón21 fuese cual Zinon al sitio de Ilión" (Los subrayados son nuestros)22 Esta situación produjo no pocas contradicciones. Ocurría a veces que se daba el mando de una misión a un general hidalgo y que tenía bajo su mando a hijos de Grandes o Títulos. Este fue el caso, por ejemplo, del teniente general Álvarez de Sotomayor, simple caballero de Alcántara (eso sí, con una encomienda), que tuvo problemas con sus subordinados al concedérsele el mando del bloqueo de Gibraltar en 1779 y de los que se hizo eco Cadalso. "La mucha oposición que tiene el que manda por parte de todos los que obedecen, y más si entre los subordinados

hay algunos poderosos, y el jefe es un hombre NO TAN ALTO, hizo que se formara un partido contra Alvarez" (El subrayado es nuestro)23

El militarismo del llamado "Partido Español". El reinado de Carlos III se caracterizó por la presencia —e influencia— de numerosos extranjeros, tanto en el ámbito militar como en el político. En el primero, el castrense, encontramos a los italianos conde de Gazzola (inspector de la Artillería), Horacio Borghese y los príncipes de Masserano y Castelfranco; al irlandés O´Reilly, al también de procedencia irlandesa Ricardos (castellanización de Richards) y a los franceses ingenieros marqués de Vallière, Charles Lemaur y, naturalmente, el ya citado duque de Crillón. En el ámbito político para que decir. Basta citar a los más sonados: Esquilache y Grimaldi, ministros italianos del Rey.

20 Vid. Apuntaciones y capítulo de un cronista francés que se han de tener presentes para continuación de la Historia de España en este siglo y reinado de Carlos 3º. Biblioteca Nacional de Madrid, Manuscritos, Ms. nº 17514 pg. 113.

21 Infanzón, o sea: simple hidalgo.

22 Vid. "Sátira que se arrojó al público con motivo de haber elegido la magestad del señor D. Carlos III, el duque de Crillón por general en gefe del exército expedicionario destinado a la reconquista de Menorca, con preferencia a los dignos generales españoles." S. H. M. Colección documental del Conde de Clonard legajo nº 7. Vid. la sátira completa en apéndice documental, documento nº 1.

23 CADALSO, Apuntaciones autobiográficas, opus cit. pag. 31. Tampoco llevó mejor suerte en el mismo hecho de armas el teniente general de la Armada, el mallorquín Antonio Barceló. El único oficial general de la Marina que ni siquiera era noble.

Toda este advenimiento de extranjeros, con la llegada a España desde Italia del Tercer Carlos, no hizo ninguna gracia a los grupos dominantes propios; entre ellos a la nobleza titulada y sobre todo a los Grandes. Como consecuencia de todo ello se formó una fuerte oposición a las medidas, generalmente de cariz ilustrado, tomadas por los extranjeros influyentes, tanto por su carácter innovador, como por el foráneo de sus promotores. Esta oposición, que a todas luces adoptó un fuerte tono reaccionario, cristalizó en un etéreo grupo mínimamente constituido, fruto más de ocasionales tertulias y cábalas, que de una auténtica organización opositora y en el que entraba y salía gente con una enorme facilidad, por lo que resulta muy difícil establecer sus perfiles, máxime cuando esta facción se manifestaba exclusivamente a través de la sátira política y de algunas retorcidas conspiraciones, que parecen más el fruto de una mente enferma, que el de una clara oposición seria y constructiva. Sin embargo hicieron bastante daño a las reformas carlotercistas. Su técnica corrosiva resultó a veces eficaz y supuso el parcial triunfo de las más oscuras fuerzas del reaccionarismo. Pero estas cábalas no tenían futuro, como tampoco lo tuvieron las propias reformas, cuando el vendaval de la Revolución Francesa convirtió aquel proceso en juego de escolares y reveló lo que era en realidad: un intento desesperado de parchear una sociedad que hacía aguas por todas partes. Pero: ¿quiénes eran los miembros más significativos de esa extraña organización, que protegiéndose en la sombra y a veces en su alta cuna o influencia, lanzaba furibundos y correosos ataques contra todo lo que olía a reformas? Teófanes Egido ha intentado profundizar en la cuestión y nos define, con las debidas reservas, lo que pudiéramos llamar las líneas maestras de la actuación de lo que él denomina "Partido Español" o "Partido Castizo" y cuyo "programa" (entre comillas) pudiera resumirse en los siguientes puntos:

1. Reacción frente a homines novi. 2. Resistencia ante las postergaciones de la Grandeza. 3. Intento de acceder al Poder. 4. Reformistas al fin, pero utilizando la bandera del antirreformismo como arma política

para desbancar a sus enemigos. 5. Utilización, como medio de oposición política, la intriga y la sátira. La primera

generalmente en el cuarto del Príncipe de Asturias24. 6. Xenofobia. Generalmente galófoba. 7. La participación de elementos ocasionales militares, cuya protesta se centra en sus

propios problemas castrenses. Éstos miran con prevención a sus émulos franceses, en medio siglo bélicamente agitado por campañas, en las que, por lo general, lucha un ejército conjunto galo-hispano con todas las celotipias consiguientes.25

Por su parte Morales Moya, que también hace alusión a esta facción nobiliaria, nos añade para ella las siguientes características: a. Concepción de la Grandeza como clase fundamental del Estado, creadora de su pasada

Gloria y olvidada y menospreciada en el presente.

24 Esta costumbre, que comenzó con el que sería futuro Carlos IV, continuó en dicho reinado con su hijo (futuro Fernando VII). El grupo de oposición a Godoy que rodeaba al príncipe Fernando (entre ellos el duque de San Carlos y el canónigo Escoiquiz) comenzó a ser denominado "la camarilla" (en comparación a la Cámara Real), término que quedó desde entonces como peyorativo.

25 Vid. EGIDO, Teófanes. Opinión pública y oposición al poder en la España en el siglo XVIII, Valladolid, Universidad de id., 1971.

b. Crítica a la covachuela por estar ocupada por hidalgos.26 c. Xenofobia fácil, nacionalismo estrecho, misoneismo.27 Pero además de sus intenciones y travesuras nos interesa, obviamente, conocer nombres. El quien es quien en el "Partido Español". En este sentido algo hemos encontrado entre el enorme caudal de sátiras de la época que se conservan en la colección Osuna de la Biblioteca Nacional de Madrid. Efectivamente: entre el cúmulo de papeles sediciosos, se halla un anónimo en el que se compara al juego político, con un partido de pelota entre Grandes y extranjeros, (a estos últimos la sátira los denomina "Partido Ultramontano"). El libelo, que no está fechado, pero parece de principios del reinado de Carlos III, (más concretamente del lapsus entre la muerte de Fernando VI y la venida de su sucesor, a juzgar por su título, en el que se dice "que los extranjeros aun no han llegado"). El encabezamiento del papelón reza así: "Cierto magnate conboca a la Grandeza para un partido de pelota que intenta formar contra otro de jugadores

extranjeros QUE SE ESPERA EN ESPAÑA MUY EN BREVE"28 Esta sátira es reveladora, en ella se queja el furioso autor, no sólo del próximo advenimiento de elementos foráneos sino de la inhibición de muchos Grandes, a los que divide entre los que "no juegan" (que son la mayoría) y "los que juegan", como elementos activos de esta oposición xenófoba. En este último apartado -entre los que participan cita a los duques de Montealegre, Bournonville, Medinaceli, Sotomayor y Osuna29, los condes de Montijo, Baños, Aranda, el marqués de Torrecusa y el Cardenal Arzobispo de Toledo. La sátira cita también a algunos "militares dudosos" en una velada alusión a un golpe militar, que no se daba porque los generales estaban indecisos. Como por ejemplo el teniente general Marqués de Sarriá, en boca del cual se pone la siguiente frase: "Resuelvo quedarme por ahora indeciso, pero cuento con mi tropa para evitar algún disturbio que pueda producir

el juego."

O en la del conde de Priego, coronel del Regimiento de Infantería Valona: "Solo pienso en comer y beber a la francesa, ayudar a mis Walones y esperar con ellos lo que diere de sí el tiempo." Vemos aquí, que este partido poseía amplias relaciones con el Ejército. Incluso por la pertenencia de algunos de sus miembros a altas instancias castrenses y ocupando importantes cargos en la milicia. Algunos de los citados como "activos o dudosos" eran militares de alto rango: El marqués de Sarriá era coronel de Guardias Españolas (de una de cuyas compañías era capitán el marqués de Torrecusa), Bournonville de las guardias Walonas, Masserano de la compañía italiana (todas éstas de la Guardia Real). El conde de Aranda, por su parte, era Capitán General. Es evidente, también, que usaron el nombre de la Institución Militar como instrumento

26 Nosotros añadiríamos que esta crítica se debe hacer también extensiva a ciertos empleos militares, como ya hemos visto anteriormente.

27 MORALES MOYA Opus cit. pag. 420.

28 Vid. BNM Ms. 13761

29 Se refiere aquí a Pedro Zoilo Tellez-Girón, V duque de Osuna y padre del marqués de Peñafiel, Pedro de Alcántara Tellez-Girón, que heredaría el título de su padre y participaría en la toma de Menorca al mando del Regimiento de América. El hijo, como su padre, tendrá veleidades conspiradoras. Lo comprobaremos cuando detallemos su actuación en Mahón.

amenazador, que nunca utilizaron pero que delata el militarismo de sus miembros más conspicuos. Esta es una de las razones por las que Carlos III no se fiaba de sus generales y no ordenaba nunca grandes ejercicios militares, como ya se ha referido anteriormente. Tendremos ocasión de contemplar las actuaciones del "Partido Español" con ocasión de la campaña de Menorca, tanto por la oposición en contra de su realización, como por la que ejercieron en el propio campo de batalla, donde concurrieron varios de sus miembros más destacados en calidad de oficiales superiores. a milicia y la toga: la pugna entre militares y golillas.

Ya nos hemos referido con anterioridad al carácter cada vez menos castrense de la monarquía borbónica, acentuado durante el reinado del Tercer Carlos, y que condujo con cierta paulatinidad a lo que hoy denominaríamos una sociedad civil. Como consecuencia de ello, surgirán una serie de problemas concretos. La creciente influencia de las profesiones civiles en la provisión de cargos públicos y el incremento de su prestigio sociopolítico, fomentado desde el propio Palacio Real, dejará a los militares en lugar cada vez más arrinconado como protagonistas de la vida social, política o académica (En la Universidad de Salamanca, por ejemplo, existía un denominado "turno colegial" para la provisión de cátedras. En este turno entraban los Colegios Mayores, los Menores, los Manteistas y los Militares30), a pesar de que el propio Rey publicó un decreto en el que se establecía que debía darse preferencia a un oficial de milicias sobre un civil, para los empleos mayores de los pueblos. Aunque parece que nadie hizo caso del mismo y las cosas siguieron su imparable tendencia31. En la vida cotidiana este antagonismo se caracterizaba por continuas querellas entre los petimetres de uno y otro bando, pero adquirió mayor relieve en el genérico enfrentamiento entre la Milicia y la Toga; entre militares y golillas. Esta pugna, que venía de lejos,32 surge por doquier: desde el más oscuro gobierno en la más remota provincia, hasta el palacio de Capitanía General33. Según Dominguez Ortiz, los conflictos entre los Capitanes Generales con las autoridades civiles, es decir con los Regentes y Vocales de Audiencias, trascendían de las meras cuestiones de etiqueta hacia otra más profunda: si la última palabra en las ciudades y provincias la tendría el Poder Civil o el Ejército34

30 Vid. ALVAREZ DE MORALES Antonio, La Ilustración y la reforma de la universidad en la España del siglo XVIII, Madrid, Pegaso, 1985 pag. 9.

31 Se hace eco de este decreto Bohorquez Vid. opus cit. pag. 15. Sin embargo no aparece publicado en la Novísima Recopilación, que es tanto como decir que no interesaba demasiado su divulgación.

32 Es un debate antiguo. No por casualidad Cervantes le dedica su capítulo XXXVIII del Quijote al Discurso de las armas y de las letras.

33 Sobre los problemas entre Capitanes Generales y Audiencias vid. MERCADER RIBA Joan, Els capitans generals, Barcelona, Vicens-Vives, 1980, y MOLAS RIBALTA Pedro, Militares y togados en la Valencia borbónica. Actes du premier colloque sur le Pays Valencien a l'Epoque Moderne, Valencia, 1980, pp. 171-186.

34 Vid. DOMINGUEZ ORTIZ, Sociedad y Estado...opus cit. pag. 500.

Bien es cierto, que a veces los piques en Capitanía, a pesar de su gravedad encubierta, parecían cotilleo de porteras y más dignos de figurar en esa especie de crónica que algunos pseu-dohistoriadores denominan vida cotidiana35 Con todo, una cuestión precisamente de etiqueta le costó la vida al Capitán General de Mallorca Joaquín de Mendoza Pacheco en 1782, que murió de un ataque epiléptico tras un berrinche con el Regente de la Audiencia, José Cregenzán y Monter, por un quítame allá esas pajas. Mendoza, que jugó su papel en la preparación de la toma de Mahón junto al marqués de Solleric, no del todo reconocido en su momento, tuvo que hacer frente a los caprichos de su mujer, la cual pretendía que el día del cumpleaños del Rey (20 de enero), la esposa del Regente y las de los Vocales pasaran a cumplimentarla como hacían sus maridos con el Capitán General. Al negarse éstas, se produjo un enrarecimiento de la relación entre la máxima autoridad militar y los letrados de la Audiencia. La tirantez fue en aumento con el paso de los meses hasta que se produjo un incidente verbal entre Cregenzán y Mendoza, en el que el militar estuvo a punto de sacar la espada. Al final el general arrestó al Regente y a los Vocales en el castillo de Bellver. Sobre este asunto se cruzaron oficios con Madrid. El ministro Floridablanca, en sus clásicas notas de puño y letra a su primer oficial de la Secretaría de Estado, Bernardo del Campo, que se nos harán familiares cuando tratemos directamente el asunto de Menorca, dice:

"No me quiero mezclar en nada de esto, pero por mi voto enbiaría yo a otro castillo a Mendoza y a su mujer" No hizo falta. Como ya sabemos, Mendoza murió como consecuencia del disgusto, el 9 de julio de 1782. El regente aun tuvo la escasa piedad de decir en público que había sido un castigo divino. En la carpeta del expediente, debajo de la nota de Floridablanca anterior, Bernardo del Campo escribió: "Murió, asunto concluido".36 De todas formas sí hubo reacción oficial, aunque tardó casi seis meses en producirse. Para evitar en el futuro otro incidente parecido se dictó una ley, que pasó ¡nada menos! que a la Novísima Recopilación y que era del tenor siguiente: "Con motivo del arresto y procedimiento que sufrió el Regente de la Audiencia de Mallorca de parte del Capitán

General Presidente de ella, por no haber concurrido a casa de éste la muger de aquel, y las de los demás Ministros en la noche del 20 de enero de este año en celebridad de mi feliz cumpleaños; mando, que en lo sucesivo no se proceda sin mi Real noticia y aprobación a la prisión de Regente ni Ministro alguno de las Audiencias de estos Reynos, ni tampoco a la de ningún Cabeza o Gefe de Departamento, como Intendentes, Corregidores y otros sugetos de esta clase: y el Consejo expida a los Tribunales y dependientes suyos las órdenes correspondientes a la puntual observancia de esta resolución; y se registre y copie en los libros de Acuerdo de mis Chancillerías y Audiencias y en los de Ayuntamiento de los respectivos pueblos, para que siempre conste."37

Como Floridablanca se había inhibido, el asunto pasó al Consejo de Castilla y Campomanes resolvió. Uno a cero. Los militares habían perdido ante los golillas. Ya decía Cadalso en sus Apuntaciones autobiográficas, que: "Un país mandado por tres golillas no puede abrazar cosas que pidan vigor"38

35 La Historia de la Vida Cotidiana es un género tratado con todo rigor científico por Georges Duby, pero algunos cronistas posteriores la han convertido en excusa trivial para no abordar los problemas históricos (sobre todo los sociales) y hacer creer al denominado "gran público" que eso es la Historia..

36 Vid. A.H.N. Estado, leg. nº 4222-2

37 Vid. Novísima Recopilación, Libro V, Tit. XI, ley XIII.

38 CADALSO Escritos autobiográficos...opus cit. pag. 29.

El teniente coronel escritor se refiere a Floridablanca en Estado, a Campomanes en el Consejo y a Roda en Gracia y Justicia. Hasta la prensa, cuando Floridablanca levantó la mano en el año 1781, se atrevió a meter baza sobre la citada pugna, en este caso en sentido progresista. Un artículo del periódico el Censor de Madrid en el que, irónicamente, se trata de solventar el problema entre militares y togados, educando a la juventud para superar este prejuicio entre otros, aborda el tema de la si-guiente manera: "Si lo que diese a luz fuese una niña no la ha de poner en ningún colegio, ni convento (...) , que le ha de predicar

continuamente que aborrezca toda idea de luxo que no ha de permitir bayle el bolero, ni el bayle inglés, pues en su dictamen, no son bayles que convengan a la decencia de una señora, que siempre que la lleve de visita la ha de encargar NO HAGA DIFERENCIA ENTRE UN GOLILLA Y UN MILITAR, entre un viejo y un joven, y que sea atenta con todos." (El subrayado es nuestro)39

Por el contrario la sátira, generalmente retrógrada, empleada con profusión por el reaccionario "Partido Español", tampoco podía menos que suscitar un problema que afectaba profundamente a los privilegios militares de los Grandes. El ejemplo lo tenemos en un fragmento de un papel muy curioso que salió a la luz en el reinado de Carlos III: "Dale el acero a la Mitra dale la Mitra al acero es dar puesto a la persona mas no persona al puesto Darle la guerra al soldado al arbitrista el manejo de tu Hacienda y al letrado la decisión de los pleitos Con esto a las dignidades proporcionar los sujetos y tendrás en esta caza feliccissimos succesos40" O esta otra:

la libertad de bragueta la religión de chufleta41 la educación popular nuestro pacto familiar de italianos la gavilla42 el golilla militar

39 Vid. EL CENSOR, tomo V, discurso XCV, pag. 507-8. El Censor fue un periódico de tendencia progresista e innovadora, que según su propio editor aspiraba "a la propagación del buen gusto y la corrección de costumbres" y que propone como principal objetivo la regeneración de la sociedad española. Se publicó entre 1781 y 1787. Trataba temas sociales, políticos, morales, económicos y religiosos. Su publicación supuso un auténtico revulsivo para la sociedad de entonces. Vid. SÁIZ María Dolores, Historia del periodismo en España. 1. Los orígenes. El siglo XVIII, Madrid, Alianza editorial, 1983.

40 Vid. Papel muy curioso: el cazador más savio del cathólico bosque: demuéstrale en este romance las experiencias de la caza política a su amado Rey Dn. Carlos 3º que Dios guarde, en las circunstancias que verá el curioso lector. BNM, Manuscri-tos, Ms. 10956, 72, fº 85v.

41 Chufleta: en Andalucía broma.

42 Gavilla: cuadrilla de mala gente.

y el militar con golilla43" El "furioso autor" de la sátira no deja títere con cabeza: las costumbres licenciosas, el descreimiento, la alianza con Francia, la influencia de los italianos en la Corte (se está refiriendo en este caso a la influencia que sobre Carlos III ejercía desde lejos el marques de Tanucci, y el duque de Losada, que aunque asturiano era hechura suya) y, desde luego, el problema del trastoque de papeles entre militares y togados. En este caso concreto, creemos que se está refiriendo a la política de Floridablanca, que intervino activamente en todos los ramos y desde luego en el militar, como tendremos ocasión de comprobar en la campaña de Menorca. Por otra parte también, siempre hay voces que tratan de conciliar posturas, aunque a veces sea para adular. En una carta, llena de empalago, el Intendente Bañuelos le decía a Floridablanca: "La milicia es sacrificio mucho y paga poca IGUAL QUE LA TOGA, todo lo contrario a las Letras y la Religión."44 El problema entre militares y golillas en la época del ministerio Floridablanca y referido a las altas instancias de poder se polarizó entre este ministro de Estado (antiguo fiscal del Consejo de Castilla y por tanto golilla) y su rival el conde de Aranda, Capitán General del Ejército. Cercano al conde aragonés se formó un grupo tan etéreo como el propio "Partido Español" en el cual militaban a veces elementos ocasionales militares (no olvidemos la adscripción del propio Aranda en dicho grupo como vimos con anterioridad en "el juego de pelota"), algunos de los cuales en un momento determinado formarán parte de lo que Olaechea y Benimeli llaman "Partido Aragonés"45 y que nosotros —con todas las reservas del mundo— denominamos la variante arandista del Partido Español. A este grupo, y siguiendo la costumbre, entraba y salía gente a conveniencia según iba el viento. Cadalso por ejemplo, que luego, en los últimos tiempos de su vida, pasó a ofrecer sus simpatías a Floridablanca. Entre los militares más significativos de esta facción, nos referimos a los de primera hora y más fieles, podemos considerar, por ejemplo, al teniente general conde de Ricla, pariente de Aranda y al mariscal de campo Antonio Cornel, rival de O'Reilly como inspector de Infantería. Sobre los arandistas, Dominguez Ortiz hace algunas matizaciones en lo que se refiere a su carácter militar: le hace antecedente de lo que en el siglo posterior, el XIX, comenzará a denominarse la cuestión militar, y le augura un gran porvenir.:

"El Partido Aragonés reunido en torno a Aranda no tenía ningún porvenir como cábala cortesana; era un grupo de aristócratas de los que desconfiaba Carlos III. En cambio lo que podía llamarse "partido militar", que tenía con él cierta afinidad, estaba llamado a un gran porvenir, porque al profesionalizarse la Milicia, al recobrar la respeta-bilidad y rango social que había perdido, podría, en un momento no lejano, llenar el vacío de poder causado por la desaparición de la Monarquía absoluta. Aun no se vislumbraba que tal cosa pudiera llegar a producirse, pero ya, en los choques por cuestiones de etiqueta y competencias, casi siempre resueltos a favor de las autoridades militares, se adivinaba que era el único grupo de presión capaz de contrarrestar la influencia de los golillas, apoderados de los resortes de la administración civil, tras el aniquilamiento de la facción colegial-jesuítica"46

43 Vid. Apuntaciones de un cronista francés...opus cit.

44 Bañuelos a Floridablanca. La Coruña, 9/2/1785. A.H.N. Estado, leg. nº 3207.

45 OLAECHEA Rafael y FERRER BENIMELI José A., El conde de Aranda, Zaragoza, Librería General, 1978, 2 vols.

46 La facción colegial-jesuítica a la que se refiere Dominguez, es la que fue disuelta tras el motín de Esquilache en 1766. Vid. DOMINGUEZ ORTIZ Sociedad y Estado...opus cit. pag. 320

Hasta ahora hemos comprobado la lucha sorda de militares y golillas desde las altas instancias del poder. A éstas miraban las no tan altas, donde existía el mismo problema. Precisamente a su extensión como un sistema arborescente o reticular, corresponde la importancia del fenómeno. Efectivamente: eran numerosos los problemas entre los oficiales de milicias destinados en los pueblos y donde se enfrentaban a corregidores y justicias reclamando la preeminencia de la autoridad militar sobre la civil. Numerosos eran también los problemas entre los dichos Justicias con los oficiales de reclutamiento. Sobre todo en lo referente a la cuestión de las levas, cuando las autoridades militares reclamaban para sí la captura de vagos, aunque Carlos III siempre la remitió a los jueces locales, que eran quien graduaban la condición del sujeto al que luego entregaban, o no, al piquete militar de recogida de vagos para la leva. II. LAS INSTITUCIONES POLÍTICO-MILITARES El Consejo y la Secretaría de Guerra El régimen político de los Borbones españoles descansaba siempre en la última palabra del Rey quien, para pronunciarla con el debido asesoramiento se apoyaba, como dice Bermejo Cabrero, en un régimen que incluía la doble participación entre unos colaboradores inmediatos del Monarca (los Secretarios de Estado y del Despacho) y unos órganos de tipo colegiado (los Consejos) con variadas funciones: la emisión de consultas a la manera de dictámenes, la adminis-tración de justicia o la propia intervención en el proceso normativo47 Al principio del siglo XVIII el poder, o mejor, la influencia máxima sobre el Rey, la ejercían los Consejos, pero esta centuria contemplará su declive y su sustitución como órganos efectivos de relativo poder político por las Secretarías, que asumieron poco a poco la vía ejecutiva, quedando aquellos como meras instituciones, más de tipo especificamente judicial, que político-administrativo.48 Como el resto de sus compañeros, el Consejo de Guerra no fue ajeno a este proceso y vio limitadas muchas de sus funciones tras sucesivas reformas. La más reciente en el tiempo que aquí nos ha tocado historiar (es decir el contexto de la toma de Menorca en 1781), corresponde a la reforma de dicho Consejo por Real Cédula de 4 de noviembre de 1773,49 en la cual, reserván-dose la presidencia del mismo, el Rey concedía el decanato al Secretario del Despacho de Guerra, nombrando además el mismo número de consejeros militares que togados. En este decreto, también, se le confiere al Consejo funciones eminentemente judiciales (como alto tribunal militar) y aunque se establece en él una sala de gobierno, dejando abierta su actuación en el ámbito consultivo, tendrá poca efectividad en este terreno por una razón muy sencilla: las amplias

SECRETARIOS DE GUERRA DE 1714 A 1785

47 Vid. BERMEJO CABRERO, José luis. Estudios sobre la administración española (siglos XVII y XVIII), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982, pag. 10.

48 Ibid. pag. 12.

49 Vid. Novísima Recopilación Libro VI, tit. V, ley VII.

Marqués de Tolosa (1714-1721) Ejército Marqués de Castelar (1721-1730) " José Patiño (1730-1736) Marina Duque de Montemar (1737-1741) Ejército José del Campillo (1741-1743) Marina M. de la Ensenada (1743-1754) " Sebastián Eslava (1754-1759) Ejército Ricardo Wall (1759-1763) " M. de Esquilache (1763-1766) " Gregorio Muniain (1766-1772) " Conde de Ricla (1773-1780) " Miguel de Muzquiz (1780-1785) Civil atribuciones que se le habían dado a la Secretaría de Guerra años atrás, durante el reinado de Fernando VI, en el decreto de 24 de mayo de 175550, por el cual se establecía que dicha Secretaría ejercería las siguientes funciones: Funciones de gobierno -Despacho directo a boca con el Rey de asuntos de su competencia incluidos (muy importante) el despacho de las consultas del Consejo de Guerra ante el Rey o de otros Consejos siempre que sea en materia de Guerra -Entender sobre asuntos militares en la correspondencia con los Capitanes Generales, Inspectores, Intendentes y Comisarios Ordenadores y de Guerra. -Negocios de Guerra en cortes extranjeras por la vía de Estado. Funciones de mantenimiento -Atender a la conservación, aumento y disminución de tropas de la Casa Real o Ejército, como a su servicio, régimen, movimiento y subsistencia en guarnición, cuarteles y campaña; la artillería en todas sus partes; la formación del cuerpo de Ingenieros (academias) los estados mayores de plazas, las reclutas, levas, quintas, vestuarios, hospitales, víveres y utensilios, cuarteles, forraje, alojamientos, itinerarios, armamento, entretenimiento y buena asistencia del Ejército y negociados de casta y cría caballar. Nombramientos -Nominación de empleos, concesión de mercedes, provisión de gobiernos y corregimientos y de las plazas del Consejo de Guerra, empleos de oficiales subalternos (excepto los de la Casa Real) y superiores (previa consulta al Rey); los decretos de expedición a encomiendas militares,

50 Vid. "Negocios propios y peculiares de la Secretaría de Estado y del Despacho de la Guerra, Novísima Recopilación Libro III, tit. VI, ley XI.

tras la comunicación real; propuesta de Intendentes y Tesoreros y nombramiento de asentistas, ajustando los asientos en coordinación con la Secretaría de Hacienda Como observamos, amplias funciones. Y aun habrá más. En 1780, a la muerte del teniente general conde de Ricla, se nombró por primera vez en todo el siglo XVIII, a un civil para la Secretaría de Guerra: al titular de Hacienda Miguel de Muzquiz, claro precedente de la tendencia civilista y que provocará no pocas controversias con los militares en el contexto, una vez más, de la pugna entre militares y golillas. Veamos a continuación algunos testimonios de la época que manifiestan su opinión sobre el fenómeno. Dejemos primero hablar a la sátira. Los mas conspicuos reaccionarios no podían ver bien este incremento del poder golilla frente al militar, aun en las instituciones castrenses:

"Como podrá dar buen voto en militares consejos quien save sólo que hay guerra por lo que oyó en el brasero"51 El barón de Bourgoing también captó, en su Voyage pour l´Espagne, la preeminencia de la Secretaría y la decadencia del Consejo: " El Consejo de Guerra nombraba en tiempos de Felipe V los grados superiores del Ejército, más la dinastía actual

se desembaraza sucesivamente de todas las trabas que estorben el ejercicio del poder, heredadas de esta prerrogativa.52

Por último, el revoltoso conde de Aranda, que no sabiendo a quien acudir para hacerse valer y obtener a toda costa el poder que le negaba su rey, hizo lo que muchos: acercarse a la cábala que rodeaba al Príncipe de Asturias, al cual presentó un plan de gobierno en el que, entre otras cosas, se quejaba al futuro Carlos IV, de la actual planta de Guerra, considerando que el Consejo debía tener más prerrogativas y así eliminar el -en su opinión-excesivo protagonismo de la Secretaría, limitándola a sus funciones puramente gestoras y garantes del cumplimiento de las normas dadas. En suma, que el Secretario actuara simplemente de celador. "La Secretaría de Guerra es de un fondo, que según el genio del hombre que la sirviere puede trabajar mucho y

poco, hacer un gran bien o gran mal al exército, y extenderse a más gracias arbitrarias en las provisiones de empleos. pero siempre que se ciñere a ser secretario de aquel despacho y no se le montase la cabeza queriendo ser generalísimo, puede desempeñar su empleo con mucha regularidad"53

Las Capitanías Generales y los Gobiernos Militares de Provincias El control de las provincias en la Monarquía Absoluta, introducida en España por Felipe V, se configuró con carácter político-militar y los titulares eran funcionarios militares y togados, con clara preeminencia de los primeros, en lo que se comenzó a denominar, desde los Decretos de

51 Opus cit. en la nota 41.

52 BOURGOING, Jean-François. Tableau de l'Espagne moderne par...; París, 1803, 2 vols., vol II, capítulo IV, pag. 82.

53 A. H. N. Estado leg. nº 2863, exp. nº 3

Nueva Planta, Capitanías Generales de Provincias, siendo la de Cataluña la primera que dio la pauta a las demás. Efectivamente: Barcelona cayó en manos de Felipe V por obra del duque de Berwick en el otoño de 1714. Poco después, el general victorioso fue llamado a Madrid y recibido con todos los honores. Paralelamente, en Cataluña se nombraba un Capitán General del Principado (el príncipe de Sterclaes-Tilly), un gobernador de Barcelona (el marqués de Lede) y una Junta Provisional de Gobierno, formada por tres letrados, un secretario y el Intendente del Ejército de Cataluña. En un principio Sterclaes ejerció el mando de la Capitanía como un virrey a la vieja usanza de los Austrias y murió en julio de 1715.54 Aproximadamente seis meses después de la muerte de Sterclaes, el 16 de enero de 1716, entraba en vigor el Decreto de Nueva Planta, derogando las antiguas leyes catalanas sobre gobierno y señalando los pormenores de funcionamiento futuro para la Real Audiencia de Cataluña como superior gobierno político, administrativo y judicial del Principado55 En el artículo primero del citado decreto se nombraba presidente de dicha Audiencia al Capitán o Comandante General, que era el gobernador militar de Barcelona y que ejercía de Capitán General interino en caso de ausencia, enfermedad o fallecimiento del titular de la Capitanía. Citamos textualmente: "(...) he resuelto que en el referido Principado se forme una Audiencia, en la qual presida el Capitán General o

Comandante General de mis Armas, de manera que los despachos, después de empezar con mi dictado, prosigan en su nombre; el qual Capitán General o Comandante ha de tener voto solamente en las cosas de Gobierno, y esto hallándose presente en la Audiencia; debiendo en nominaciones de oficios y cosas graves, el Regente avisarle un día antes lo que se ha de tratar, con papel firmado de su mano, y de palabra con el Escribano principal de la Audiencia; y si el negocio pidiere pronta deliberación, se avisará con más anticipación."

O sea: el Capitán General presidía la Audiencia globalmente como alter ego del Rey y tenía voto particular en los asuntos políticos, con una clara preeminencia castrense. El modelo sentó precedente y cuajó. Poco a poco se extendió a las demás capitanías. El triunfo definitivo y absoluto de la autoridad militar sobre la civil, después de un siglo de pugna constante y a veces bastante ácida, fue la concesión de Carlos IV, por Real decreto de 30 de noviembre de 1800, de la Presidencia de las Chancillerías de Valladolid, Granada, Sevilla y Extremadura, a los Capitanes Generales respectivos de Castilla la Vieja, Costa de Granada, Andalucía y Extremadura56. Con esta medida, lejos de eliminar la prelación militar en las Audiencias, se hacía extensiva ésta a las Chancillerias, donde hasta entonces no se había ejercido. Así se completaba, en España, el mapa del predominio militar sobre el jurídico-civil. Precisamente en los albores de un siglo en el que iba a ser abolida la Monarquía Absoluta. La medida no iba precisamente a coadyuvar a dicho proceso. Por su parte, los gobiernos militares correspondían a las plazas fuertes del reino u otras ciudades en las que por razones políticas hubiera miedo a disturbios. Las principales plazas fuertes eran las siguientes. En Castilla la Vieja: Zamora, Medina del Campo y Ciudad Rodrigo; Jaca, Cinco Villas, Daroca, Calatayud, Huesca y Teruel en Aragón. Tortosa, Lérida, Puigcerdá, Castell-Leó, Gerona, Hostalrich, Mataró, Villafranca, Manresa y Talarn en la Capitanía General de Cataluña; Peñíscola, Alicante, Morella, San Felipe y Orihuela en la Capitanía de Valencia; Málaga, Motril y Almería en la de la Costa de Granada; San Lucar de Barrameda, Puerto de 54 Vid. BACALLAR Y SANNA, Vicente. Comentarios de la Guerra de España e historia de su rey Felipe V el animoso, Madrid, Atlas, 1957, pg. 251.

55 El Decreto de Nueva Planta para Cataluña se encuentra en Novísima Recopilación, Libro V, tit. IX, ley I.

56 Vid. Novísima Recopilación, Libro V, Tit. XI, ley XV.

Santa María y Tarifa en la de Andalucía; Valencia de Alcántara en la de Extremadura. El total de los gobernadores militares en España era de 91.57

57 Vid. Guía de Forasteros 1784.

2. EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN EL REINADO DE CARLOS III I. La oficialidad

El oficial militar en el Ancien Regime representaba un importante papel no sólo en las labores propias de su oficio castrense sino en la política y también en la sociedad, por el carácter nobiliario de los cuadros de mando del Ejército, conditio sine qua para alcanzar el grado correspondiente. Es, pues, conveniente analizar las circunstancias de toda índole que rodeaban a esta facción del Ejército, para comprender mejor los entresijos de su funcionamiento, tanto desde el punto de vista militar como en otros ámbitos de la vida social y política, obteniendo así una visión global de su protagonismo. La calidad de oficial en el Ejército de Carlos III. Profesión y sociedad. Es evidente que el hecho de ser oficial del Ejército de Tierra en pleno siglo XVIII, en una Monarquía Absoluta y en una sociedad estamental, implicaba una circunstancia muy distinta de la actual, que afectaba tanto al oficio como a las relaciones sociales. Aspectos como acceso a la profesión, formación, promoción, ascensos y calidad social y económica eran distintas respecto a nuestra época, en la que también difiere la propia concepción de los ejércitos. Veamos pues, algunos aspectos globales que nos aproximen al oficial de entonces, nos ayuden a comprender el mundo con el que se relacionaba y de que forma éste influía en su quehacer propiamente militar. El acceso al cuerpo de oficiales: el cadete. El individuo de condición noble que deseara seguir la Carrera de las Armas durante el reinado de Carlos III, debía ingresar como cadete regimental con ocasión de vacante. En efecto: a falta de una academia general para el ingreso en el cuerpo de oficiales; en los regimientos de Infantería y Caballería de línea existían dos plazas de cadete por compañía, reservadas para la nobleza. Para aspirar a una de estas plazas había que ser, como mínimo, hijodalgo notorio. Esta obligatoriedad procedía de la Real Resolución de Felipe V de 12 de marzo de 1738, por la que se estableció que sólo se concediesen plazas de cadete a los Títulos del Reino y a sus hijos y hermanos; a los Caballeros Notorios y a los de Ordenes Militares; a los hijosdalgo de sangre que probasen su calidad y a los hijos de oficial de capitán para arriba1. A estos últimos se les permitía el acceso desde los 12 años y al resto desde los 16. Convocada vacante y presentada la documentación al coronel, éste decidía la admisión de uno de los aspirantes (esta elección arbitraria alentaba, naturalmente, el favoritismo), que sentaba plaza, y asistía a todos los servicios igual que el soldado raso, aunque estaba exento de los mecánicos y del de castigo de baquetas. El resto de aspirantes que no la obtenían podían quedarse en el regimiento como soldados distinguidos o de primera, en espera de que se produjera alguna. vacante. Al cadete no se le permitía familiaridad con la tropa y sólo debía tener trato con oficiales,

1 Vid. MORALES MOYA, Poder político... opus cit. pag. 567.

aunque debía obediencia a los cabos y sargentos. Con estos últimos compartía rancho aparte (igual que los soldados distinguidos). Tanto unos como otros, dormían en habitación separada o pernoctaban fuera del cuartel en casa de su familia, en caso de que ésta residiera en la misma localidad. Su uniforme era igual que el del soldado pero de paño más fino. Como distintivos llevaban un galón en el gorro de cuartel, espada y, específicamente los cadetes, un cordón en el hombro derecho. El galón y el cordón eran dorados o plateados según el color del botón de la casaca del regimiento. Ambas calidades, soldados distinguidos y cadetes, tenían el tratamiento de Don. El coronel Cadalso, militar y escritor, refiriéndose a un cadete de Guardias que conoció en Barcelona dice de él, con evidente parcialidad aristocrática, que: "...su vestido es igual que el de los soldados rasos, pero sus modales le distinguen fácilmente del vulgo soldadesco"2

En cuanto a la formación de los cadetes y hecha excepción de la Artillería que contaba con el Colegio Militar de Caballeros Cadetes de Segovia, la Infantería y la Caballería se regían por un sistema de academias regimentales. En cada compañía donde se hallaban cubiertas las dos plazas de cadete se nombraba un oficial preceptor, que se encargaba de su educación militar. Las asignaturas obligatorias eran: ordenanzas, matemáticas y fortificación. El cadete ascendía al primer grado inferior de oficial, es decir a subteniente, de la forma acostumbrada, que era cuando así lo estableciera la arbitraria voluntad Real, con ocasión de alguna de las numerosas promociones del reinado. No obstante, como en los demás casos respecto a la oficialidad, el numero de cadetes superaba con mucho las posibilidades de ascenso. Nuevamente el testimonio (irónico) del cadete, que aparece en la Carta Marrueca XLV de Cadalso, es buena prueba de ello: " No sé que grado es ese de cadete -dije yo-. Esto se reduce -dijo otro oficial- a que un joven de buena familia sienta

plaza; sirve doce o catorce años, haciendo siempre el servicio de soldado raso, y después de haberse portado como es regular se arguya de su nacimiento, es promovido al honor de llevar una bandera con las armas del Rey y la divisa del regimiento."3

En esta sociedad cerrada, prebendista y recurrente, resultaba complicado arreglárselas sin padrinos, hasta para un individuo de condición noble y no digamos para el que no lo fuera, a pesar de que las Ordenanzas de 1768, con un rasgo de modernidad, contemplaban por primera vez la posibilidad de ascenso a oficial para las clases de tropa, concretamente los sargentos, cuando en el título XVIII del tratado II, que trata de la consideración de los cadetes, se establecía el siguiente orden para el ascenso a subteniente de bandera: 1. Cadete 2. Sargento 3. Soldado distinguido

O sea: el sargento podía ascender a oficial incluso con preferencia al soldado distinguido (que era noble). Esto suponía una gran novedad y democratizaba los ascensos. Para complementar

2 Vid. CADALSO, José de. Cartas Marruecas, Madrid, Espasa Calpe, 1985. Carta Marrueca XLV. 3 Es decir que ascendía a subteniente de bandera (alférez en caballería).

esta posibilidad y hacerla (teóricamente) posible, el artículo 2º de las obligaciones del subteniente rompía claramente con los privilegios de la nobleza al establecer el mérito personal antes que la cuna o la antigüedad, como la principal regla de conducta para merecer el ascenso:

"La reputación de su espíritu y honor, la opinión de su conducta y el concepto de su buena crianza, han de ser los objetos a que deben mirar siempre; NI SU NACIMIENTO NI LA ANTIGÜEDAD DEBEN LISONJEAR SU CONFIANZA PARA EL ASCENSO, PORQUE EL QUE TUVIERA UNA U OTRA DE ESTAS CALIDADES, ES MÁS DIGNO DE OLVIDO, SI SE DESCUIDA, CONTENTÁNDOSE CON ELLAS." (el énfasis es nuestro).4

Esta forma de expresar la condición del subteniente permitía, desde luego, una posibilidad de ascenso para los individuos de condición plebeya. Luego, como para compensar, en el artículo 2º de las obligaciones del capitán se hace alusión a la misma cuestión y se da preferencia una vez más al mérito personal respecto a la antigüedad pero se omite la referencia a la cuna: (...) el buen desempeño del capitán en todo lo expresado, recomendaría muy particularmente su mérito, Y EN ÉL

DEBE FUNDAR MUCHO MÁS QUE EN SU ANTIGÜEDAD, LA ESPERANZA DE LOS ASCENSOS. (El énfasis es nuestro).5

Desde luego el espíritu de estos artículos suponía un gran avance, pero no nos engañemos: sólo el espíritu. En el fondo de todo subyacía una misma estructura que no se había alterado. Aquella seguía siendo una sociedad estamental y lo que la ordenanza establecía respecto a la ausencia del requisito de nobleza para ser oficial, no era una norma legal sino sólo una recomendación moral, que continuaría permitiendo la arbitrariedad, en tanto la nobleza fuera el estamento social dominante. Evidentemente aquella sociedad no estaba todavía en condiciones de admitir la democratización de los ascensos. En general, (al menos no hemos encontrado un testimonio en contra al sargento distinguido en una acción o tras dilatada vida castrense meritoria, se le premiaba con dos escudos de ventaja al mes o con la concesión del sueldo de subteniente sin grado y, por tanto, continuando en el ejercicio de la sargentía6. Esta situación duró aun muchos años. Al fin y al cabo los prejuicios sociales son muy difíciles de desarraigar y sobreviven largo tiempo a las reformas legales. Merece la pena reflejar aquí el testimonio del general Fernández de Córdova, que en 1822 conoció a un personaje notorio: el sargento Ceruti. " Recuerdo que cuando fui dado a reconocer como alférez de la Guardia a la edad de catorce años (...) formaba en

ella como sargento primero D.N. Ceruti, que ostentando el grado de capitán, cubría su brazo con los galones de cuarenta años de servicio y su pecho de medallas por acciones de guerra y variadas campañas (...) excuso decir que mientras servimos en la misma compañía y batallón, tuve por él siempre las consideraciones y hasta los respetos que merecía, por el ejemplo que daba a los soldados de subordinación hacia su adolescente oficial. Muchos años pasaron después sin que yo conociera la suerte de Ceruti; pero ¡cuál no sería mi satisfacción cuando al entrar por primera vez de Director de Infantería en el edificio de Cibeles, hallé al buen Ceruti DE CONSERJE, conservando el empleo de sargento primero, pero con el grado de primer comandante!"7 ( El énfasis es nuestro)

4 Vid. ORDENANZAS de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación y servicio de sus Exércitos, Madrid, Antonio Marín, 1768. Tratado II, Títuilo VI, artº 2. 5 ORDENANZAS, tratado II, título X, artº 2º. 6 Esta fórmula ha sido utilizada hasta fechas muy recientes (1965) con la denominación de "consideración de oficial". Se le concedía, por ejemplo, a los miembros del extinto Cuerpo Auxiliar Subalterno del Ejército (C.A.S.E.), formado por maestros armeros, herradores, paradistas, guarnicioneros, etc sin graduación militar específica. 7 FERNÁNDEZ DE CORDOVA, Fernando. Mis memorias íntimas Madrid, Atlas, 1966, 2 vols. Tomo I pag. 26

Las academias militares para oficiales. A principios del reinado de Carlos III no existían, como centros de formación militar para oficiales, más que las academias de Matemáticas de Barcelona y Cádiz. En ellas se formaban, fundamentalmente los ingenieros militares, algunos de los cuales pasaban luego a ser profesores de las mismas. El primer paso para corregir este defecto consistió en la reforma de los cuerpos de Artillería e Ingenieros que hasta entonces formaban uno solo. En 1762 se reorganizaron estos servicios creando, respectivamente y por separado, el Real Cuerpo de Artillería y el Real Cuerpo de Ingenieros. Al año siguiente se creó la Academia de Artillería de Segovia para formar los oficiales de este cuerpo8. Esta reforma en profundidad, que se ha atribuido siempre al conde de Gazzola y a Maximiliano de Croix, en realidad fue realizada por el famoso marqués de Vallière, que vino específicamente para ello de Francia, aprovechando (como el duque de Crillón y otros) la compatibilidad militar del Pacto de Familia. Sin embargo y a pesar del énfasis que se puso en la creación de esta academia y las numerosas noticias que de la misma se daban en las Gacetas sobre sus exámenes, que eran públicos para exaltarla9, quedaba un gran vacío en lo que a academias militares se refiere. No había aun, por aquellas fechas, una academia general de formación integral para oficiales, tanto para cadetes como para la preparación de oficiales superiores. Todo lo contrario a lo que ocurría, por ejemplo en Francia, donde hacía mucho tiempo que los gobiernos sucesivos se habían preocupado de crear magníficas academias de las que saldría la flor y nata de la oficialidad francesa, que posteriormente formaría los cuadros del ejército napoleónico. En España, por el contrario, se descuidó todo este tiempo la creación de dichos centros de formación, a pesar de las diversas tentativas que se realizaron como tendremos ocasión de ver a continuación. Como consecuencia de ello, y a la altura de 1774, cuando estaba en efervescencia la reforma de la oficialidad, se hicieron varias propuestas al respecto. Unas fueron llevadas a la práctica (aunque duraron poco). Es el caso de la Academia Militar de Ávila (trasladada luego al Puerto de Santa María). También hubo otras cuyo proyecto no pasó de serlo: como el del Colegio Militar de Cadetes. Estos dos proyectos se presentaron a la Majestad del rey Carlos. El primero, del especulativo conde de O'Reilly, a la sazón Inspector de la Infantería y favorito del Rey en cuanto a asuntos militares y el segundo del conde de Ricla, en ese momento Secretario de Estado de Guerra, rival del anterior, tanto por la mayor privanza del irlandés a pesar de ejercer un cargo técnico de inferior categoría que el suyo político, como por su vinculación familiar al conde de Aranda y al llamado partido aragonés del que ya hemos hablado. Todo ello sin olvidar que años antes Ricla había protegido y aun encumbrado a O'Reilly. No debe de todas formas extrañar esta actitud. Hemos tenido repetidas ocasiones de comprobar que las alianzas personales durante esta época son difusas, endebles y poco sustanciales. No se puede adscribir persona o grupo a nadie porque al cabo del tiempo lo encontramos en el lado opuesto. Por esa razón creemos que resulta aventurado hablar en este momento de partidos aunque se

8 Vid. Ordenanza de Su Magestad para el Real Colegio Militar de Segovia, Segovia, Antonio Espinosa, 1798. 9 Vid. como ejemplo de esto Gacetas de Madrid de 11/10/1770 y de 11/10/1774.

utilice convencionalmente esta expresión para (tratar) de definir a las distintas cábalas que hubiese en la corte durante aquel reinado. El proyecto del colegio militar para cadetes del conde de Ricla. Ambrosio Funes de Villalpando y Abarca de Bolea, conde de Ricla, que era Secretario de Guerra en 1774, presentó a Carlos III su proyecto de colegio militar. El colegio de Ricla, que, digámoslo ya, no prosperó por la extraña fijación que tenía y seguiría teniendo siempre Carlos III por O´Reilly (que puede hacerse extensiva a Crillón), no era, desde nuestro punto de vista, nada desdeñable. Presentaba Ricla un proyecto de auténtica Academia General para oficiales, tratando fundamentalmente de acabar con la competitividad entre los empleados en los regimientos de línea y los de la Guardia Real: "destruyendo por este medio la emulación que reina entre estos cuerpos, PUES TODOS SE CONSIDERARÍAN

HIJOS DEL COLEGIO (El énfasis es nuestro)" 10 .

Además de la privanza de O´Reilly, esta incursión de Ricla para eliminar las diferencias con la Guardia Real fue otra de las causas del rechazo de su proyecto. Los Reales Guardias eran intocables. Por ejemplo cuando Martín de Vergara presentó al conde de Floridablanca un proyecto de reducción del Ejército, decía de las tropas de la Casa Real: "Mi refundición se ciñe a los regimientos no privilegiados. No me he atrevido a tocar lo sagrado de los

privilegiados"11 Podemos decir que el proyecto de Ricla era de gran envergadura, inteligente y racional. Si hubiera prosperado (que no prosperó) habría sido de gran utilidad al Ejército y hubiera formado buenos cuadros de mando para el futuro, al margen de cambios políticos o sociales como pasó en Francia, donde buenas academias militares, fundadas en época del Ancien Regime dieron magníficos oficiales a la Revolución, como Dumoriez (el vencedor de Valmy), el barón de Jomini, Mariscal de Napoleón o incluso el propio Gran Corso, que fue un buen oficial de Artillería antes de convertirse en el árbitro de Europa. Este colegio de cadetes, que en opinión de Ricla debía establecerse en las cercanías de Madrid para que el rey lo visitara con frecuencia y lo pudiera estimular con su presencia, debería disponer de una junta gubernativa presidida por un brigadier director general y un cuadro de profesores que impartieran las materias a estudiar en el proyectado plan de estudios. Éstas se dividían en científicas y militares: matemáticas (aritmética, geometría y trigonometría) física experimental, historia de España y Sagrada, idioma moderno, (francés, italiano o inglés a elegir)12; fortificación, teoría artillera, ordenanzas, etc. El colegio debía tener dos partes: la academia (que era la parte lectiva) y el batallón de cadetes que estaría administrado por oficiales y correspondería a la instrucción militar.

10 Vid. RICLA Conde de, Proyecto de colegio militar de cadetes A.H.N., Estado, leg. 3220-1. 11 Vid. VERGARA Martín de, Nueva economía alambicada del exército de España o extracto y desarrollamiento de un plan militar., Zaragoza, 27 de octubre de 1788. A.H.N. Estado, leg. 3220-2 12 Este es el orden de elección que aparece en el proyecto, obsérvese la preeminencia del francés y el lugar que ocupaba entonces el inglés, aun detrás del italiano.

El punto más importante respecto a mandos y profesores consistía en que su elección se haría por el Rey a propuesta del Secretario de Guerra. Era la fórmula que proponía Ricla para asegurarse el control de la academia. Por lo demás y respecto al régimen interior de los cadetes no se descuidaba nada en el proyecto. Por ejemplo, una figura que para una mentalidad actual puede resultar un poco chocante: la del ayuda de cámara para los cadetes, a los que se suponía de condición noble y por tanto con derecho a sirvientes. El reglamento de estos criados decía: " Por la mañana se levantarán antes que los cadetes para estar prestos a servirles. Conforme vayan saliendo de la

cama las levantarán y seguidamente los peinarán con un bucle sólo, natural y, seguidamente, los días de fiesta, que habrá más tiempo, les limpiarán la cabeza.

A la hora de la comida comerán después de los cadetes de lo que sobre a estos."13

Decir por último que el colegio de cadetes estaba concebido con el mimo del que lo convierte en su obra personal. En este sentido era comparable al cuidado que puso Jovellanos en su proyecto del Instituto de Gijón y que se refleja en sus diarios. Desde luego un proyecto tan completo, tan moderno, que no tenía nada que envidiar a la mejor escuela militar francesa, nos hace sospechar que el conde de Ricla no era tan abúlico como le presentaron algunos de sus contemporáneos. Lo que ocurrió en realidad es que fue eclipsado por la figura vigorosa de un O'Reilly, que le ganó al fin la partida y consiguió impedir que el conde llevara a cabo su propósito. La academia militar de Ávila. Al final, pues, triunfó el ambicioso proyecto del conde irlandés, que recibió los beneplácitos del Rey pero, como contrapartida, la más enérgica oposición por parte del Partido Español, que capitalizó la protesta retrógrada de todos los que se oponían a cualquier innovación. La academia militar de Ávila, que era un centro de enseñanza de postgraduados para oficiales particulares, fue desde nuestro punto de vista el primer intento serio en España de implantar una escuela de Estado Mayor, a pesar del escaso énfasis que el conde de Clonard puso el la descripción de la misma en su Historia de las Academias Militares.14 Curiosamente hemos podido comprobar, sin embargo, al acceder a los documentos que utilizó Clonard para la elaboración de esta obra, que le concedió mucha importancia. Efectivamente: al pie de un documento original de O'Reilly que obraba en su archivo, anotó de su puño y letra: "Ignoramos la época de disolución de esta academia tan importante aunque (...) ya no existía en 1790. La frase tan importante está tachada, y luego no figura en el texto de su obra impresa.15 O'Reilly mismo nos ha dejado un testimonio de lo que allí se hacía en un informe enviado al rey sobre su funcionamiento, como consecuencia, precisamente, de las protestas levantadas.16

13 RICLA, Proyecto... pag. 4 14 Vid. CLONARD Conde de, Memoria histórica de las academias militares, Madrid, s/f. 15 Vid. S.H.M. Colección documental del Conde de Clonard, leg. 10. 16 Vid. O´REILLY, Conde de . Relación sucinta que explica el método y reglas bajo las cuales prosiguen sus estudios los oficiales que concurren a la escuela militar de Avila, que ha erigido S.M. en el año de 1774 fiándome la dicección de ella. S.H.M. Colección documental del conde de Clonard, leg. 10.

En principio se eligió Avila para el establecimiento de esta escuela militar, por ser una ciudad de provincias que ofrecía escasas posibilidades de distracción a los veleidosos, número de casas suficientes para alojar a los alumnos y un edificio conveniente para la propia academia y un cuartel para alojamiento de la tropa que diera servicio a la misma. A continuación y tras las solicitudes se eligieron los oficiales de Infantería y Caballería más idóneos para los fines de tal establecimiento. Estos según el propio O'Reilly eran: "...los oficiales cuya pronta instrucción interesa más al servicio, por su talento, aplicación, conducta y proporciones

para ascender a jefes de cuerpos y a generales."17

El plan de estudios de Avila consistía en una formación teórica a base de matemáticas, estudio comparativo de ordenanzas militares de varios países, táctica prusiana de Infantería, fortificación y Artillería, maniobras de grandes unidades tales como: elección del campo de batalla, conducción de convoyes y demás operaciones de guerra dirigidas por un general en jefe. El método que proponía O´Reilly era el estudio y reflexión de los principales tratados militares, (para cuyo efecto se habían comprado los más luminosos, según sus propias palabras), formando grupos de trabajo, especie de seminarios (O'Reilly los denomina sociedades), que luego añadirían sus propias reflexiones a lo tratado entablándose un fecundo debate. De todo lo trabajado se confeccionaría una memoria o extracto que, convenientemente aprobada por el director (que tenía el grado de brigadier), serviría a las siguientes promociones como texto de estudio.18 También se realizaría un estudio comparativo de las ordenanzas militares europeas con la españolas. Toda esta teórica vendría apoyada por una práctica de campo, realizada entre los meses de abril y octubre. Para ello se pensaba construir un frente de fortaleza con el que poder practicar las diferentes tácticas de asedio y destinar 12 batallones de Infantería y 12 escuadrones de Caballería con su dotación completa de oficiales para las prácticas de la táctica prusiana19. En este sentido O'Reilly añade: "[así] se instruirán los oficiales prácticamente en las grandes maniobras, se les enterará bien de las ventajas que

produce la rapidez de ellas; verán figurados los órdenes de batalla más celebrados de esta última guerra y algunas anteriores, el modo de fortificar, sus puestos y campamentos, dirigir las marchas de los ejércitos, conducir combo-yes, cubrir los forrajes, las respectivas ventajas de la infantería y caballería y demás operaciones frecuentes y necesarias en la guerra"20

La formación que se pretende indica que no existía en España dicha preparación entre los oficiales de aquella generación. Esta es, quizás, la razón, o al menos una de las razones, por la que, siete años después, hubo que escoger para la expedición a Menorca a un general extranjero -el duque de Crillón- que sí tenía experiencia por haber asistido a numerosas campañas a lo largo de su vida.

17 Ibíd. pag. 1. 18 Es decir, no había profesorado propiamente militar ¿de donde lo podrían sacar en aquellos tiempos de penuria intelectual? Los propios alumnos dirigían sus propios trabajos bajo la supervisión del director. Por ello debían, en principio ser personas ya instruidas. 19 A este efecto, se destinó a Avila el regimiento de infantería de Navarra. 20 O'REILLY Relación sucinta... pp. 6-7.

Pero el teniente general irlandés consideraba además otras ventajas. En estas acampadas que iban a realizarse en común entre los oficiales-alumnos, veía la posibilidad de crear un sentimien-to común que acabara de una vez con el tan pernicioso esprit de corps, tan nocivo para la unidad del Ejército. O'Reilly, pues, quería crear una auténtica academia general para oficiales. Veamos como lo expresa: "con estos campamentos se avivará la aplicación de los oficiales, se encenderá entre ellos una honrada emulación,

se conocerán mejor sus talentos, SE UNIFORMARÁ en todos los cuerpos la disciplina, se entenderán las ideas y fanatismo militar con el trato y se logrará suplir en lo posible la falta de experiencia de guerra de que carece el Exército del Rey"21

Por último proponía el conde, como colofón al curso de Avila, un viaje de estudios de los alumnos por Prusia, Austria, Francia o Inglaterra, para completar su educación militar. Esta era la razón de incluir un idioma moderno los planes de estudios. En fin, el proyecto parecía bastante atractivo. Probablemente O'Reilly debió inspirarse en el del teniente general francés Bourcet, que había sido encargado por el ministro Choisseul para la creación de la escuela de Estado Mayor francesa de donde salió posteriormente la élite de las planas mayores napoleónicas. En esta academia, por ejemplo, se utilizaban los simulacros de campañas que proyectaba O'Reilly. Esta escuela francesa fue suprimida por motivos de economía en 1771 y abierta de nuevo en 1783. Allí se formaron los mejores generales de la época como Gouvion, Menou e incluso Berthier, el futuro gran jefe de Estado Mayor de Napoleón22. No obstante la cuestión que aquí se plantea es la siguiente: ¿eran, en 1774 y en España, las circunstancias favorables para crear una academia que suponía una innovación total, si tenemos en cuenta la existencia en nuestro país de fuerzas retrógradas con toda su carga de envidias, enconos, y xenofobia y de lo cual dieron prueba donde quiera que se realizaron reformas ilustra-das? Creemos sinceramente que no. Primero por la calidad de extranjero de O´Reilly y segundo porque en una sociedad aristocrática en estado terminal como aquella, no siempre son todos los que están. Desde el punto de vista teórico y de intenciones, el proyecto era intachable. No obstante debemos añadir una segunda pregunta a la que formulábamos antes: ¿había oficiales, en el Ejército Español de entonces, suficientemente preparados, psicológica e intelectualmente, para abordar con éxito el proyecto de Avila y formar una primera promoción que arrancara la escuela y produjera un corpus doctrinal que sirviera para las sucesivas? No respondemos directamente pero nos atenemos a los hechos. Lo cierto es que la escuela de Avila fracasó y de ella, que sepamos, salieron pocos buenos oficiales si exceptuamos a Manuel de Aguirre, que destacó después, más por méritos propios, que por el rendimiento que le sacó a su estancia en el establecimiento. Pero veamos en que quedó todo. En cuanto los oficiales más inquietos de novedades se enteraron del anuncio de la creación de la escuela de Avila, comenzaron a llover solicitudes y O'Reilly a elegir candidatos. El trabajo era arduo porque la elección no estaba solo condicionada por el mayor o menor talento de los elegidos (lo que teóricamente debía ser el motivo para

21 Ibíd. pag. 8. El último párrafo confirma nuestra apreciación anterior; la de la falta de oficiales experimentados. 22 Vid. SCHNEIDER Fernand, Historia de las doctrinas militares, Barcelona, Vergara, 1966, pag. 42.

promocionar su candidatura) sino por influencias y favoritismos de aquella época, en la que unas y otros eran pieza esencial de las relaciones sociales, políticas y profesionales y cuya figura central era el aspirante. Ese, el aspirante, era una figura típica del Madrid de la segunda mitad del XVIII. Todo el mundo sabía que las prebendas y las ventajas se repartían en la Corte. Por esa razón todo aquel que pudiera costearse más o menos su estancia, se iba a Madrid con la (in)sana intención de conseguir cargo, prebenda o sinecura. Para ello debía arrimarse a alguna corte, cortejo o tertulia, donde "reinara" algún personaje influyente. Así se formaban las famosas cábalas, desde las que se repartían influencias y entre las que había una lucha sorda y abyecta. Algunos nobles influyentes de la época, que detentaban graduaciones militares de alto rango, tenían sus propias reuniones a las que eran adictos los oficiales menores. Por ejemplo, la reunión del Capitán General conde de Aranda o las propias de O'Reilly o Ricardos. La rivalidad entre estos grupos supuso un grave inconveniente, entre otros, para el futuro de Avila. En primer lugar, porque al margen de las intenciones de Estado que tuviera el irlandés al promover la academia, no le quedó más remedio que, en defensa propia, negarle la entrada a los favoritos de sus enemigos y, a la par, facilitarla a los propios. Y es que O'Reilly era una mezcla de especulativo eficiente y cortesano intrigante. Tenía un quehacer paradójico, como la mayoría de las personalidades fuertes. Lógicamente fue acusado de ello repetidas veces. Como en esta sátira anónima: " Consiguió V.S. [se refiere a O'Reilly] real orden para que los oficiales antiguos y por tal inteligentes en el arte

de la guerra no pudieran hablar en su facultad, con lo que selló V.S. sus bocas, pero dejó abiertas las de todos los bisoños y barbilampiños, quienes después de haber entendido uno o dos capítulos de los elementos de Euclides, llevando al mismo tiempo de memoria las obligaciones de los soldados y sabido que el 5º capitán de un batallón forma a seis pasos de la retaguardia, andan alborotando cafés, puertas de cuartel y plazas, declarando contra las providencias dadas en las batallas de Vitango, Camposanto y San Lorenzo.

Pues no digo nada, si a lo dicho de arriba se junta el haber estado en el misterioso estudio de Avila (aquí es ello)."23

Tampoco Ricla se recataba mucho al criticarle: "intentó y consiguió establecer la citada Escuela Militar de Abila, bajo pretexto de altas y mui originales ideas,

aunque en realidad con solo el objeto de dilatar su poder y ya que en la actualidad es dueño de los ascensos en la infantería como tengo demostrado, proveer también a su arbitrio los superiores y de mando"24

Todas estas implicaciones y politiqueos no redundaron precisamente en beneficio de la academia, tanto por el hecho de que no asistieron a ella todos los que debían como por el de que se colaron muchos inútiles presuntuosos, por el mero hecho de pertenecer a la cábala del conde inspector. ¿Quiénes fueron los hombres de Avila? tenemos algunos nombres, pero dicen poco. Sólo destacar aquí la presencia del oficial que más destacó entre ellos a posteriori: Manuel Mariano de Aguirre y Landázuri, que a la sazón era alférez del Regimiento de Caballería de Borbón y que

23 Vid. Sátira contra O'Reilly, en BNM, Manuscritos, Ms nº 10935 pag. 306. 24 Vid. RICLA Conde de, Informe sobre cadetes de Infantería, S.H.M. Colección documental del conde de Clonard leg. nº 8.

sería luego un destacado militar, amén de sus incursiones literarias25 Aguirre es quien, en una carta al ilustrado conde de Peñaflorida, presidente de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, nos habla de las excelencias de Ávila " Del estado en que se halla este establecimiento debo informar a Vmd. prolijamente, supuesto que son tantas las

pinturas que de él se han hecho. Lo material del edificio a que concurren los destinados oficiales es decente; no lo son menos la librería y las

máquinas, si se considera que es una academia naciente y que se formó entre grandes oposiciones. Se ha estudiado por los seminarios a Santa Cruz, Alba, Gran Capitán, Guibert, Saxe, Magairoi, Turpin,

Guichart, Bonneville, etc. Así se verifica el deseado comercio de las luces, y obligados a meditar, aprenden todos a leer con atención los

escritos y pensamientos"26 Pero no todo el mundo era en Avila tan juicioso, aplicado y voluntarioso como el joven Aguirre (a la sazón contaba 27 años). Hubo uno de ellos, que vanagloriándose de pertenecer al novedoso instituto, se permitió lanzar fuertes diatribas contra los viejos oficiales de las campañas de Italia, en el prólogo que acompañó a una traducción suya del Curso de Táctica teórico-práctica e Historia, de Mr. Choly de Maicerroy y que, a su paso por Madrid camino de Ávila, presentó a la Real Academia de la Lengua para su aprobación. El informe de la Academia (de la que entonces era presidente Campomanes) es bastante significativo para desvelar la calidad presuntuosa del sujeto: " [A la Academia le parece bien la traducción, pero] no obstante es necesario que el traductor reforme su prólogo,

pues a su edad y pocos años de servicio correspondía hablar con más moderación y respeto de aquellos oficiales, que aunque sin principios teóricos, han aprendido el arte militar en la escuela de las campañas"27

Una vez más vemos como se mezclaron en Avila no solo los problemas relacionados con las rivalidades entre O´Reilly y muchos otros generales sino la existente entre oficiales antiguos y jóvenes del que nos ocuparemos más adelante, pues el espíritu de Avila era favorable a los segundos y la oposición que tuvo este instituto no procedió solamente de la Grandeza más retrógrada sino de los viejos oficiales de las campañas de Italia. Quien no estuvo en Avila fue Cadalso, que siendo amigo de Aguirre (aunque era seis años mayor) siempre anduvo separado -y quizás competitivo- en cuestiones del servicio. Por ejemplo Aguirre estuvo en la campaña de Menorca28 y Cadalso en Gibraltar (donde, el 27 de febrero de 1782, una granada le arrancó la cabeza). Respecto a Avila este último se negó a ir, aunque como oficial, sino de mérito al menos inteligente, fue convocado por su inspector el general Ricardos, del que se queja de: "(...) estar muy mal conmigo por haberme ya negado a ir a la Academia Militar de Avila"29 25 Sobre este personaje vid: AGUIRRE Manuel, Cartas y discursos del militar ingenuo al Correo de los Ciegos de Madrid, (Edición y estudio preliminar de A. Elorza), San Sebastián, Izarra, 1973. 26 AGUIRRE, opus cit., pag. 360. 27 Vid. Expediente de licencia de traducción presentado por el teniente del regimiento de Infantería de Voluntarios extranjeros D. José Serrano Valdenebro. 1774. A.H.N. Consejos, leg. nº 5536 exp. nº 9. 28 Aguirre estuvo en el sitio de Mahón, siendo sargento mayor de dicho regimiento de Caballería de Borbón, como ayudante del general Horacio Borghese. 29 CADALSO, Apuntaciones... opus cit. pag. 23.

Probablemente Cadalso se opuso por dos razones: primera porque era un travieso y lo que le gustaba era escribir versos y pasar largas licencias en la Corte. Su carrera militar le daba lo mismo, aunque algunas veces y gracias precisamente a su inteligencia, se permitía escribir algunos proyectos militares, más para ascender, que por preocupaciones profesionales. En segundo lugar, porque pertenecía a la cábala del conde de Aranda, enemigo acérrimo de O´Reilly. Bien, hasta ahora hemos podido cotejar críticas y alabanzas de Avila de contemporáneos propiamente españoles, por añadidura militares y todos ellos interesados y cercanos a los pormenores del asunto. Veamos a continuación una opinión más alejada y sino más objetiva al menos más objetivable, a pesar de provenir de un mayor del Ejército Británico. En todo caso es una visión distinta, que nos permite, desde la profundidad del tiempo, ahondar en el conoci-miento de lo que fue la novedosa institución. Efectivamente: un viajero inglés, el mayor William Dalrymple, además de visitar Madrid, se dio una vuelta por la academia de Avila con autorización de las autoridades militares españolas. Este curioso impertinente nos da su versión de lo que allí vio, que vale la pena reproducir íntegra: " La academia militar formada aquí por el general O'Reilly, es un establecimiento naciente; dos o tres oficiales de

infantería, algunos de caballería y tres o cuatro de ingenieros forman actualmente esa reunión. Quedaron muy sorprendidos al ver en medio de ellos a un oficial inglés; el coronel del regimiento de Navarra que manda y al que fui a presentar mis respetos, examinó mi pasaporte con mucha atención, había tomado la precaución durante mi estancia en Madrid de hacerme recomendar por lord Grantham30, lo que me valió un pasaporte del marqués de Grimaldi, entonces ministro. He encontrado en esta ocasión particularmente y en varias otras, que esa preocupación había sido muy necesaria; los oficiales adoptaban conmigo un aire misterioso; me dijeron que les estaba ordenado muy severamente el no dar ninguna comunicación de las ideas del rey sobre ese conjunto, y de tal modo estaban prevenidos, que no quisieron ni dejarme ver la habitación en donde trabajaban; pero no había motivo para tanto misterio, porque eran muy pocas las cosas que tenían que ocultar e incluso en el poco tiempo que allí estuve no me fue difícil alzar el velo; encontré que habían reunido los libros de guerra de todas partes para el uso de esa escuela de táctica; allí estaban los maestros de matemáticas y de lenguas. El regimiento de Navarra estaba de guarnición en esa ciudad para repetir las maniobras y aplicar de ese modo la práctica a la teoría. Debía acampar a fin de mes, cuando el curso de estudio hubiese llegado a la parte de fortificación, de campaña y de castrametación.

Desde la larga paz que goza España los oficiales han perdido absolutamente el hábito de su profesión; hay además tal indolencia natural entre los españoles que no pueden vencerla más que por medios extraordinarios de emulación que restablezcan la actividad y por la habilidad superior del jefe. Habiendo O'Reilly reformado esa parte subalterna del sistema militar, ha pensado, creo, que era de desear que los oficiales encontrasen por lo menos los medios de instruirse y, sin duda sobre ese principio ha quedado su establecimiento.

Ha escogido los oficiales para hacer de ellos los primeros profesores y supongo se proponía con eso el extender en el servicio la emulación. El tiempo permitirá juzgar su éxito.

En cuanto a los miembros actuales, apenas si se pueden fundar sobre ellos grandes esperanzas; la mayor parte son gentes de treinta a cuarenta años, para los que debe ser tan aburrido como difícil el aprender la gramática y el trazar las perpendiculares" 31

Aunque Dalrymple habla con esa soberbia y suficiencia que suelen utilizar (todavía) algunos extranjeros para referirse a las cosas de España y que en el fondo no corresponde más que a un aluvión de tópicos, hay un sospechoso fondo de verdad en el relato. Sobre todo en esa forma de ocultarse los alumnos; ese aire de pantomima del que trata, adoptando un tono misterioso, 30 A la sazón embajador británico en Madrid 31 Vid. DALRYMPLE William, Travels through Spain and Portugal in 1774, with a short account of the spanish expedition against Algiers in 1775, by major __________. London, J. Almon, 1777.

sobrevalorar su trabajo para darse importancia. Algunos oficiales de Avila debían ser así, imaginándose poco menos que salvadores de la Patria. En algunas sátiras que corrieron criticando la academia se habla también de el misterio de Avila. Algo había, pues, de cierto en el comportamiento esotérico de los presuntuosos alojados en la ciudad de la Santa. Y es que, no nos engañemos, otra vez debemos sacar a colación el hecho de que en una sociedad como aquella, donde se combatía el progreso y donde reinaba la improvisación o el agio, los porcentajes de personas que pudieran dar buenos rendimientos profesionales eran bajos. Aunque alguien (en este caso O´Reilly) intentara promover una institución ad hoc, a ella acudían toda clase de pretenciosos a la violeta, que luego paseaban su curriculum por los salones y poco más. Claro que en todo tiempo y lugar, surgen siempre personas de valía que resisten y son inmunes a los obstáculos (enormes) que supone intentar hacer bien las cosas en una época caótica. Algunos hubo en Avila, pero ya se sabe aquello de que: muchos son los llamados y pocos los escogidos. Por esa razón Avila dio, porcentualmente, pocos frutos y encima su mentor fracasó un año después de fundarla en las playas de Argel, donde hubo una carnicería de españoles y donde muchos de sus discípulos habían asistido a la expedición con su jefe. Poco tardaron los enemigos del conde irlandés en echar la culpa de la derrota a los barbilam-piños de Avila, como les llamaban, para prorrumpir en críticas. Así, dos años después de abierta la escuela de Avila fue clausurada y O'Reilly trasladado al exilio dorado de la Capitanía General de Andalucía. Allí, concretamente en el Puerto de Santa María, el infatigable conde fundó otra academia, basándose en la experiencia de la abulense, pero sin la protección Real directa dio poco de sí. La academia de Caballería de Ocaña del general Ricardos El establecimiento de Ocaña fundada por el teniente general Antonio Ricardos (castellanización de Richards) con un espíritu parecido a la de Avila en un viejo convento de jesuitas expulsados en 1766, tampoco tuvo mejor suerte y también fue clausurada el 4 de agosto de 1785, a pesar de la oposición del entonces teniente general Pablo Sangro, príncipe de Castel-franco32, que al pedírsele parecer sobre el asunto dijo: "Si la nación es una y uno el ejército; también debía ser una la instrucción general de los cadetes de infantería y

dragones por lo que sin distraerles en estudios inútiles se les debería enseñar bien la aritmética, la geometría y la fortificación y luego se les debía sacar al campo a instruirlos"33

Nada, que no hubo manera. O'Reilly, Ricardos, Caro, Sangro, Cadalso, Aguirre, Urrutia, Masones de Lima, Bernardo María de la Calzada, el conde de Lacy, Enrique Ramos, Alcalá Galiano, Martín Fernández de Navarrete. Militares ilustrados, deseosos de sacar al Ejército Español de su letargo, llenos de defectos y de virtudes, pero infatigables y activos. Desgraciada-mente no consiguieron casi nada. El fracaso de Portugal en 1762, la sangrienta derrota de Argel en 1775, la irregular campaña de Menorca -a pesar de la victoria- y, por último, la impotencia ante Gibraltar en 1782, dan buena prueba de ello.

32 Pablo Sangro fue uno de los oficiales que se distinguió en Mahón. 33 Testimonio recogido por CLONARD Memoria de las academias... pag. 68.

Además, la persecución a que fueron objeto muchos de ellos fue a todas luces encarnizada. Por ejemplo los propios O'Reilly y Ricardos fueron denunciados al tribunal de la Inquisición por el arcediano de Pamplona, acusados de enciclopedismo. En ninguno de estos procesos se pasó de las primeras diligencias, por falta de pruebas o por debilidad de la propia institución en aquellas fechas.34 El sistema tradicional de ascensos. Siguiendo la tónica dominante en las sociedades estamentales, donde el puesto no se concedía al más eficaz sino al más privilegiado en razón de su cuna (condición necesaria) y de sus influencias o favores (condición suficiente), los ascensos en el Ejército durante el reinado de los Borbones españoles del siglo XVIII eran absolutamente arbitrarios y se realizaban según la voluntad o el capricho real o, muchas veces, por razones políticas y desde luego, nunca o casi nunca, por razones técnicas. Los reinados de Carlos III y su hijo Carlos IV contemplan un notable incremento de los cuadros superiores del Ejército, debido a la política de las promociones.O sea: el ascenso de numerosos oficiales de todos los rangos con cualquier motivo, fuera el nacimiento de un infante, su boda, la subida al trono del Príncipe de Asturias y, naturalmente, con motivo de victorias particulares en una guerra (o, para aplacar los ánimos, en las derrotas, como en los casos de Argel y la Convención). En todo caso promociones desorbitadas que no obedecían a ningún tipo de consideración racional o de orden práctico. El cuadro de la página siguiente resulta significativo. Vemos que, coincidiendo con acontecimientos importantes, se produce un aumento de efectivos en los mandos. Como en 1760, por el advenimiento al trono de Carlos III. Después vino la promoción por la paz de París, tras (y a pesar) del descalabro en la guerra contra Portugal. Más tarde, al finalizar la guerra contra Inglaterra en 1783 por la paz de Versalles, la oficialidad mayor ha aumentado considerable-mente, sobre todo tras las promociones por Mahón y Gibraltar. Pero el salto cualitativo hacia una desorbitada plana mayor de generales se produjo, por graves motivos políticos, tras la guerra contra la Convención y tras la firma de la paz de Basilea en 1795, en un momento de enorme debilidad del gobierno Godoy y de la propia monarquía de Carlos IV. Ante este desorbitado número de ascensos de 1795, el encargado de negocios en España de la

34 La cita de este proceso en: MENÉNDEZ PELAYO Marcelino Historia de los heterodoxos españoles, México, Porrua, 1983, 3 vols. Vol III pag. 143.

República Francesa el barón de Bourgoing, se hacía la siguiente pregunta: " Les appointements de 620 officiers generaux ¿ne sont ils per une forte charge, même pour la monarchie

espagnole"35 No sabemos porque se sorprende Bourgoing, teniendo en cuenta que este fenómeno era moneda corriente en su país. En la Gaceta de París se encuentran numerosos ejemplos de ello. El periódico madrileño el Mercurio histórico y político, en su número de enero de 1770, y refiriéndose al rey de Francia decía: "Su Majestad a promovido a Mariscal de Campo a 108 brigadieres y a brigadier a 65 coroneles." Pero la arbitrariedad no alcanzaba sólo al número de los ascensos sino a la calidad. En la Monarquía Absoluta no existía una estricta regulación de los mismos, porque éstos no los concedía el Rey por derecho sino por gracia. En aquel modelo social no había derechos; sólo deberes. El gobernado no era ciudadano; únicamente súbdito36 Por esta razón cualquier petimetre podía ascender a general antes de los 30 años y convertirse en lo que por aquella época se denominaba general mozo o quedarse toda la vida de capitán, cuyo empleo, como dice Bohorquez, es barranco de el que con dificultad se sale37. Un ejemplo 35 Vid. BOURGOING, Jean-François. Tableau... opus cit. vol II pag. 75. 36 Todavía, y por una extraña resistencia a cambiar las formas que suelen a veces sobrevivir a las instituciones, hasta hace poco la fórmula de oficio característica de la solicitud de algún derecho a la Administración en forma de instancia, decía: "...y es GRACIA que espera obtener el solicitante, del recto proceder de V.S., cuya vida...etc." 37 BOHORQUEZ, Opus cit. pag. 13.

de lo primero correspondería al caso del conde de Fernán-Nuñez (Grande de España de 1ª clase) que parecía ascender a saltos (lo cual era perfectamente posible). Él mismo nos lo cuenta: " En 15 de mayo de 1760 me hizo S.M. segundo teniente de la compañía del Marqués de Torrenueva, con la cual

pasé a Barcelona (...) y en 22 de agosto de 1761 me ascendió a primer teniente de la compañía de D. Juan de Sesma, y con ella me transferí, en 1762, al ejército que hizo la guerra de Portugal

(...) Llevé a S.M. al Real Sitio de San Ildefonso la noticia de la toma de Almeida (...) S.M. después de haberme distinguido con sus honrosas expresiones, me dijo haberme dado el grado de coronel"38

En ese momento Fernán-Nuñez tenía 20 años y, además de todo lo anterior, se le había concedido el mando del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey (entonces y hasta 1765 se llamaba aun de Castilla). Pero eso no fue todo, cinco años después, en 1767, con ocasión de unas maniobras de su regimiento ante el rey ocurrió el prodigio: " Se encaró a mi S.M., empezó a alabar las maniobras y particularmente a mi regimiento, a lo cual manifesté la

debida gratitud. Pasado un corto rato, dijo: Señores, aquí tienen vuestras mercedes un nuevo Brigadier, yo estaba tan cansado y distraído, que no hice en ello el menor alto, de modo que dirigiéndome S.M. la palabra me dijo: ¿dónde estás? ¿A quién puedo yo haber hecho Brigadier sino a ti?"39

Vamos que el muchacho llegó a brigadier a los 25 años. Al menos lo valía, Fernán-Nuñez fue de las mentes más lúcidas del reinado. Sin embargo eso lo demostró a posteriori. ¿Quién en aquel momento podía establecer que a su corta edad pudiera hacerse cargo de una brigada? Está claro que se le ascendió por ser un chico Grande. Ni siquiera el conde de O'Reilly, que tanta influencia tuvo durante el reinado de Carlos III consiguió ni la mitad. Estuvo diez años de capitán y siete de sargento mayor antes de ascender a teniente coronel40 Hemos visto ya en el testimonio referido, las excusas que se utilizaban para ascender a un favorito: cuando se preveía tal evento se le colocaba en el lugar adecuado. Podía ser cualquier cosa: desde traer la noticia de una victoria o una bandera capturada al enemigo al Real Sitio; evolucionar airosamente al frente de la tropa en unas maniobras o conquistar una posición defendida por 25 hombres con casi un regimiento sin disparar un tiro, como hizo el marqués de Peñafiel en la campaña de Menorca. Como vemos aquí, la antigüedad debía haber sido un grado pero en realidad no lo era. Los oficiales descontentos veían con amargura como se ascendía a los favoritos por "méritos" en tanto que su antigüedad no era respetada. Esta arbitrariedad provocaba que muchos (los que su fortuna se lo permitía) abandonaran el Ejército, cansados de esperar un ascenso que no llegaba. Cadalso se refiere a este problema no sin ironía en la Carta Marrueca VII: " Los de primera [los Grandes de España] se ven precisados (...) a los veinticinco años, o antes, a gobernar sus

estados, que son muy vastos, disponer de inmensas rentas, MANDAR CUERPOS MILITARES, concurrir con las embajadas, frecuentar el Palacio, y ser el dechado de los de segunda clase. (El subrayado es nuestro)"

El mismo autor, desesperado porque no conseguía ascender y mandar una compañía la compró. Efectivamente: además del cauce normal de ascenso que era la arbitraria voluntad Real,

38 FERNAN NUÑEZ, Conde de. Vida de Carlos III, Madrid, F. Fe, 1898. 2 vols. I-5..

39 Ibíd. pag. 6. 40 Vid. O'REILLY, Alejandro. Informe sobre el mal estado en que se encuentra la Infantería, Madrid, 6 de julio de 1766, pag. 4. Archivo Campomanes, leg. 28-18,

había también otra posibilidad: un noble con patrimonio dilatado podía conseguir el mando de una compañía en Caballería o Dragones, aportando la cantidad de dinero correspondiente a cincuenta plazas montadas y equipadas. Esto se denominaba "beneficiar una compañía". A ello se refiere nuestro militar-literato o (literato-militar, según se mire), cuando nos cuenta el hecho en sus memorias: " Mesa juego, amores y alguna lectura ocuparon mi tiempo desde mi regreso a Madrid al concluirse la paz hasta

que en 1764 levanté 50 caballos por lo que me dieron la graduación en que me hallo hoy."41 El tema lo saca a colación de nuevo en la Carta Marrueca XLV, cuando refiriéndose al oficio de cadete y quejándose del sistema de ascensos dice: " Somos cerca de doscientos; y si se admiten todos los que pretenden ser admitidos, llegaremos a dos mil. Lo mejor

es que nos estorbamos mutuamente para el ascenso, por el corto número de vacantes y grande de cadetes; pero más queremos estar montando centinelas con esta casaca, que dejarla. lo más que hacen algunos de los nuestros es beneficiar42 compañías de caballería o dragones"

Y no sólo la antigüedad sino la pertenencia a un cuerpo tampoco era respetada, se podía, por ejemplo, pasar de Tierra a la Marina. Tenemos los casos del teniente de Artillería Baltasar Ferrer, que pasó a la Infantería con el grado de capitán o el del subteniente de infantería Lorenzo Bachi que pasó a ser guardiamarina por orden ministerial,43 Hablando precisamente de los grados, debemos señalar que la graduación no era exactamente un empleo sino un título, que solo se realizaba cuando se le concedía al graduado el mando efectivo correspondiente a su grado y no siempre coincidiendo ambas cosas en el tiempo. Tampoco grado y empleo tenían porque coincidir y, además, no existían el mismo número de grados que de empleos. (Vid. cuadro infra) A este complicado sistema de ascensos, se añadía el de las diferentes calidades en un mismo grado, como consecuencia del exceso de oficiales respecto a las plazas en plantilla. Un capitán, por ejemplo, podía estar en una de las situaciones siguientes: 1. CAPITÁN GRADUADO: Aquel que siendo teniente, y cobrando como tal por ejercer la

tenencia de una compañía, se le ascendía al grado de capitán, en espera de vacante. En tanto, este grado era exclusivamente honorífico. El graduado seguía en el ejercicio de su tenencia y cobrando el mismo sueldo.

2. CAPITÁN VIVO: Aquel que se encontraba en el ejercicio de su grado, es decir el que tenía el mando de una compañía. A su vez el capitán vivo podía ser:

a. Vivo propietario: aquel que tenía la plaza en propiedad y por tanto cobraba el sueldo de su grado. b. Vivo interino: Aquel que no siendo propietario se le empleaba para el mando de una

41 Vid. CADALSO, Apuntaciones... Opus cit. pag. 10. 42 En el manuscrito de las Cartas Marruecas existente en la Biblioteca Nacional de Madrid, (Ms. 10688) procedente de la colección Osuna, dice comprar en vez de "beneficiar". Luego, la censura se encargó de cambiarlo y la segunda acepción aparece desde la primera edición impresa. 43 Vid. respectivamente: -Gaceta de Madrid 7/1/1777 pag. 6. -Carta de Jerónimo Caballero, Secretario de Guerra, a Floridablanca. 1788. A.H.N. Estado, leg. nº 4833

compañía por ausencia del titular. Generalmente correspondía este mando a un teniente graduado de capitán.

c. Vivo efectivo: Aquel teniente graduado de

capitán que se le daba el mando porque no hubiese capitanes suficientes.

3. CADE VI

acc 4. C

4. C

empc

más,

5. CAPIT

GRADOS, CLASES Y EMPLEOS EN EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN 1781. Grado Empleo Capitán General id. Teniente General id. Mariscal de Campo id. Brigadier id. Coronel id. Teniente coronel id. Sargento mayor id. Capitán id. Ayudante Teniente id. Subteniente id. Abanderado Cadete id. Clase Empleo Sargento 1º id. Sargento 2º id. Cabo 1º id. Cabo 2º id. Soldado 1º (distinguido) id.

PITÁN GRADUADO CON SUELDO VO: Era un teniente graduado de capitán

al que sin darle compañía y siguiendo en el ejercicio de su tenencia se le había concedido el sueldo superior por haber realizado alguna

ión emérita44. APITÁN GRADUADO CON RETIRO:

Aquel al que se ascendía honoríficamente antes de retirarle.

APITÁN EMPLEADO: Aquel que desde cualquier situación (vivo, graduado, etc.) se le

leaba en un servicio extraordinario. El apitán interino, por ejemplo es un capitán

empleado, pero este concepto abarcaba mucho por ejemplo empleos de ayudantes,

edecanes, etc. ÁN REFORMADO: Es aquel que

quedaba sin empleo por supresión de su cuerpo o compañía. En el primer caso, lo s afectados quedaban agregados a la plaza que se les designara o a algún regimiento de Milicias Provinciales; en el segundo, pasaban a la plana mayor del regimiento y todos quedaban como oficiales reformados y graduados sin lugar en la clase de exercicio. Cadalso le llama a esta

situación "estar en varas".

6. CAPITÁN CON LICENCIA: Era frecuente la concesión de lo que en la época se denominaba el semestre. Éste era una licencia de medio año motivada por lo que ahora se denomina entre el funcionariado "asuntos propios". La solicitaban los oficiales que se lo podían permitir gracias a su fortuna personal (aunque también se podían conceder con sueldo).

Esta norma, por otra parte necesaria en casos concretos, se convirtió en costumbre arraigada y abusiva y correspondía a la venalidad de la época. Cadalso la utilizó varias veces para pasar a la Corte a zascandilear, como hacían otros muchos. La excusa oficial era pedir licencia "para tomar las aguas" (en el caso de los más viejos y artríticos), o simplemente "para curación de sus males" (el resto). Debido a ello el número de dispersos era muy abultado. Este fenómeno de los ociosos pululantes lo analizaremos más adelante.

44 Por ejemplo en la Gaceta de Madrid de 11/5/73 se concede al teniente coronel graduado José de Urraca el sueldo de vivo "por la conducción al Real Sitio de Aranjuez la bandera capturada a los moros en Orán".

Como se ha visto existía un complicado entramado de diferentes situaciones en un mismo grado cuyo elemento común era el hecho de que, a diferencia de la actualidad en que sueldo es equivalente a rango y se cobra en cualquier situación, entonces era solo inherente a empleo en propiedad, lo cual suponía enorme inseguridad para el ingente número de oficiales sin ejercicio. Esto nos conduce, una vez más, a la cuestión de la profesionalidad en cuanto que el oficial debía procurarse el sustento con su patrimonio personal. Como ejemplo tenemos el testimonio de Manuel de Godoy y Alvarez de Faria, un hidalgo extremeño, que llegaría a primer ministro con Carlos IV. En sus memorias nos cuenta que: " Mi posada en Madrid, desde el día de mi llegada fue el cuartel de Guardias de la Real Persona, en compañía de

mi hermano el mayor, que me precedió en la carrera en que yo entraba. Mi excelente padre nos acudía con sobrados alimentos para sostener con decoro nuestra clase"45

Otro problema relacionado con los ascensos se producía también cuando un oficial era nombrado para un cargo político, y se le retenía en su empleo en propiedad anterior, por lo que esta vacante no se cubría. Tenemos el caso por ejemplo del conde del Asalto, cuando se le nombró gobernador militar de Barcelona (antes de concedérsele la Capitanía) y al que se le conservó la sargentía mayor del Regimiento de Guardias Españolas. Por esta misma razón, muchos regimientos estaban mandados por tenientes coroneles, como coroneles interinos por ausencia continuada del titular. Este problema de las vacantes sin cubrir no sólo afectaba a los casos que acabamos de citar. También ocurría en determinados regimientos "golosos", donde se reservaban banderas (alfere-cías), tenencias o compañías largo tiempo, para dárselas a ciertos privilegiados en su momento, con grave perjuicio de los aspirantes y menoscabo para la disciplina. También era destacable la variedad de los ascensos respecto al doble criterio, aplicado según la Regia Voluntad, de concederlos por antigüedad o por méritos. En aquel sistema era posible ascender de ambas formas y de hecho se han dado ya probadas razones al respecto, aunque sabemos por diversos testimonios que Carlos III era eminentemente partidario de la antigüedad, aunque a veces se permitiera algunas ligerezas como en el caso de Fernan-Nuñez. Únicamente el ascenso a Capitán General era siempre por elección. Por último y por si faltaba alguien, el Tercer Pacto de Familia estableció la equiparación de grados entre el Ejército Español y el Francés, lo que permitió a muchos oficiales emplearse al servicio de España, con su grado y antigüedad de origen, además de conservarlo en su país. El duque de Crillón por ejemplo. Los oficiales ociosos. Ya hemos apuntado un rasgo destacable entre la oficialidad del ejército en tiempos de Carlos III: su proliferación excesiva en proporción a las necesidades. El número de oficiales empleados en relación con el total era exiguo. Salvo casos muy concretos, relacionados con la inspección de un cuerpo o el mandato en Capitanía General o plaza fuerte, los generales no tenían empleo, porque no existían grandes unidades en tiempo de paz, debido al miedo de convocar grandes maniobras que siempre tuvo el rey Carlos, sobre todo después del Motín de Esquilache. Por otro lado, las aproximadamente 50 pequeñas unidades existentes (entre Infantería y Caballería) eran demasiado pocas para abarcar a la pléyade de oficiales particulares. 45 Vid. PAZ, Príncipe de la. Memorias, Madrid, Atlas, 1965, 2 vols. BAE LXXXVIII y LXXXIX. Tomo I pag. 13.

Todo este sobrante de oficiales, consecuencia de la arbitraria política de las promociones, for-maban la legión de ociosos (dispersos los denomina Cadalso) que frecuentaban tertulias y cábalas en la Corte. En algunos momentos, como una vez en 1772, el problema llegó a hacerse tan acuciante que desde el ministerio se hicieron circular órdenes a los generales y oficiales ociosos en Madrid, que se incorporasen a sus regimientos, plazas y lugares de radicación. El embajador austriaco Lobkowitz, que es quien nos suministra la noticia, añade que la medida era para: "quizás eliminar ociosos conspirativos de la Corte y para que ejerzan y se entretengan en su oficio"46 Sin embargo estas medidas duraban poco y pronto volvía la legión de dispersos a desparramarse por cafés y paseos provocando a los civiles, como cuenta el poeta Meléndez Valdés, amigo de Cadalso: " Los militares, y singularmente los guardias de corps, aun más privilegiados, derramados por todas partes y

asistentes día y noche a cafés, billares y otras casas de pasatiempo y ociosidad, son, digámoslo así, el tropiezo más frecuente y la ocasión de más desaires a la jurisdicción ordinaria"47

Estos oficiales buscaban continuamente pretextos para batirse en duelo, hecho que con ironía reflejó el propio Cadalso cuando, criticando los matrimonios de conveniencia y refiriéndose al tercer marido de una señora que tuvo cinco, dice: "...fue un capitán de granaderos más hombre, al parecer, que todos los de su compañía. La boda se hizo por poderes

desde Barcelona; pero picándose con un compañero suyo en la luneta de la ópera, se fueron a tomar el aire juntos a la explanada y volvió sólo el compañero, quedando mi marido por allá" 48

De estos oficiales, ociosos, malentretenidos y quimeristas, dice Sarrailh que: "...no hace falta decir que todo estos oficiales, con la excepción de Cadalso, desdeñan a los civiles y buscan pretextos

para batirse en duelo (...) Ociosos, habladores, vanidosos, se contentan con turbar el orden público en el Prado, tomando la defensa de algunas cortesanas ricamente ataviadas, a quienes abuchea el público madrileño."49

Este grupo de oficiales ociosos procedía de la nobleza pudiente. Eran los hijos de los nobles con patrimonio, eran petimetres. Naturalmente no sostenían ese nivel de vida con su escaso sueldo de oficial (el de teniente, por ejemplo era de 300 reales de vellón al mes) sino que vivían de su fortuna personal. Por el contrario los oficiales pobres que no podían permitirse estas gollerías y vivían incluso con penurias económicas. El problema revistió tales visos de gravedad, que Felipe V y Fernando VI extendieron sendas

46 Vid. VELÁZQUEZ María del Carmen La España de Carlos III de 1764 a 1776 según los embajadores austriacos. México, Universidad Nacional Autónoma, 1963, pg. 98.. 47 MELÉNDEZ VALDÉS Juan, Discursos forenses de _______, Madrid, Imprenta Real, 1821, pp. 198-199. Citado por SARRAILH Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, 1957, pag. 105. 48 CADALSO José, Cartas Marruecas, carta marrueca LXXV, Madrid, Espasa-Calpe, 1985, pg. 134 49 SARRAILH, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, 1957, pag. 105.

pragmáticas prohibiendo los duelos bajo severas penas. En efecto en la de 28 de abril de 1757, donde se argumenta que los duelos: "son una auténtica plaga que no ha podido extinguir ni las maldiciones de la Iglesia ni las leyes de los reyes" se declaraba (apuntando directamente a la nobleza) que el duelo correspondía a un falso concepto del honor, contrario al derecho natural y ofensivo a la autoridad y la persona del rey, y lo estimaba como delito infame, condenando a todo el que participara en uno de ellos, incluso como padrino a pérdida de cualquier oficio, renta, honor, habito o encomienda de Orden Militar. A los militares (oficiales y tropa) se les prohibió expresamente los duelos en los capítulos 128 y 129 de la Ordenanza de Flandes, promulgada por Felipe V el 18 de diciembre de 1701, y debía ser un problema tan grave que para atajarlo se estimulaba al soldado a denunciar cualquier duelo con un premio de 50 escudos y la licencia.50 Pero nunca llegó a solucionarse del todo el problema, por la natural inclinación de la nobleza de aquel tiempo a la venganza de sangre, que confundían con satisfacción honrosa, lo que motivaba que los jefes de cuerpo (nobles al fin) hicieran muchas veces la vista gorda. El propio Cadalso lo denuncia irónicamente en este pasaje de una de sus obras apócrifas: " Siendo el honor el norte a que deben dirigirse las acciones de todo militar, se hace preciso evitar, cuando pueda,

aun aparentemente, perjudicarle; y respecto al loable disimulo de algunos jefes nos proporciona un privilegio exclusivo, para contra los establecido por todos los derechos y aun por nuestras Ordenanzas podamos desafiar a qualesquiera persona (sin distinción de clase ni carácter) que imaginemos nos haya agraviado lo más mínimo"51

Baste, por último, la anécdota mortal que costó la vida a Buenaventura Moreno, el comandante de Marina de la expedición a Menorca, personaje un tanto vehemente, que encontrándose en Madrid en 1784, murió de una estocada propinada en un duelo por un caballero de Salamanca, al que retó porque no le había querido ceder la derecha en una acera.52 La reforma de los cuadros de mando: El oficial de mérito. De el espíritu y la letra de la reforma militar que se acometió a partir de 1763, nació un intento de renovación psicológica y técnica de la oficialidad. El modelo corresponderá a lo que, tanto en las Ordenanzas de 1768 como en diversos ensayos y escritos, se denominó el oficial de mérito y cuya característica fundamental debía consistir en ser a la vez experimentado y especulativo y sobre todo útil , como consideraba un proyectista militar, Manuel de Terán, quien argumentaba que sólo debía concedersele el mando efectivo de los regimientos a oficiales nobles útiles para que con su ejemplo contagiaran al resto. El concepto de utilidad fue una de las fijaciones de la Ilustración y se correspondía al principio ético establecido por Locke y Hume sobre que "lo útil es lo bueno" (y no al revés). Esta idea será también utilizada como arma arrojadiza contra la nobleza a la que se denominaba "clase

50 Prohibición de duelos y desafíos y penas de los que los hagan, admitan o intervengan en ellos. Novísima Recopilación, libro XII, Título XIX, ley 2ª. 51 [CADALSO José de] El buen militar a la violeta Sevilla, Imprenta Mayor, 1790, pp XVI-XVII. 52 Anécdota que aparece en su biografía incluída en el Dicicionario Enciclopédico Espasa.

inútil". En su caso Manuel de Terán trataba de conciliar nobleza y utilidad.53 Parece que la idea original del oficial de mérito, o al menos el que se la apropió y modeló a su forma de entenderla, fue O´Reilly que tratará de plasmarla en la academia de Avila. También Peñalosa utiliza la expresión de oficial experimentado y especulativo para definir el ideal de oficial en su personaje de el barón.54 Por último, el mallorquín marqués de Alós, teniente general y Capitán General de Mallorca, define algo parecido a este moderno oficial e incluso ofrece una mayor síntesis si cabe entre el viejo y el nuevo modelo cuando dice: "Cincuenta y siete años de experiencia marcial me han enseñado, que en tan honrosa profesión [la de las armas], UNA CONSUMADA TEÓRICA Y LA DILATADA PRÁCTICA, son hermanas inseparables del valor" O sea, un oficial síntesis entre teórico y práctico, y al que éticamente actualizado según las nuevas tendencias filantrópicas, se le exigía un talante moral, que quedó reflejado en el artículo 12 de las órdenes generales para oficiales de la Ordenanza de 1768: " El oficial cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio; el

llegar tarde a su obligación aunque sea de minutos, el excusarse con males imaginarios o supuestos a las fatigas que le corresponden; el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar pocas veces de la profesión militar, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas"55

La idea del oficial de mérito, además, comportaba una preferente modalidad de ascensos, promoviendo a los más aptos por elección, en vez de preferir la antigüedad. Se trataba, pues, de modificar el Real Arbitrio; la invariable costumbre de Carlos III, cuyos cronistas señalan como hombre metódico rayano en lo patológico, de ascender a los oficiales militares por riguroso turno de antigüedad. Las Ordenanzas de 1768 demuestran que, al menos en teoría, triunfó la opción de méritos frente a la de antigüedad. Obsérvese no obstante, como en una Monarquía Absoluta las leyes utilizaban siempre un lenguaje ambiguo. No expresaban derechos concretos sino que daban esperanzas y recomendaciones para conseguir el Real Beneplácito, pues la última palabra la tenía siempre el Monarca, portador, por delegación divina, de la Soberanía. En este principio se basaba la arbitrariedad de aquella sociedad, donde por más que dijera la Ordenanza lo que dijera, el Rey podía ascender a quien quisiera y los grados que se le antojara, saltándose antigüedades o méritos. Otra cosa es que no lo llevara a cabo porque las circunstan-cias y el mal precedente no lo aconsejaran. Barbilampiños y mozos viejos

53 Vid. TERAN Manuel, Discurso sobre los medios de que pudiera usarse para el reemplazo del exército, sin quintas ni sorteos, tanto en el Principado de Cathaluña, como en todos las demás provincias del Reyno, Barcelona, 1776. Archivo Campomanes, legajo nº 28-19 pag. 20 54 Vid. PEÑALOSA Y ZÚÑIGA Clemente de, El honor militar. Causas de su origen, progresos y decadencia, o correspondencia de dos hermanos desde el exército de Navarra de Su Magestad Católica, Madrid, Benito Cano, 1795. 55 Vid. Ordenanzas, tratado II, título XVII, artículo 12. Este artículo ha pasado textualmente al artículo 72 de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, promulgadas en 1978.

La idea del oficial de mérito cuajó rápidamente entre un sector de la oficialidad, aunque minoritario, con inquietudes intelectuales y profesionales, que con espíritu innovador tratará de formarse. Muchos de ellos serán alumnos de Ávila o de Ocaña. Este tipo de oficial ilustrado, distinguido del resto de sus inútiles compañeros, se enfrentará a una seria oposición por parte de algunos oficiales antiguos. Nos estamos refiriendo a la pugna que entonces se denominó entre barbilampiños y mozos viejos. El problema, que manifiestan muchos testimonios de la època, radicaba en el enfrentamiento entre los viejos oficiales, supervivientes de las campañas de Italia de los años cuarenta, con una determinada mentalidad militar y las jóvenes promociones surgidas en el reinado del Tercer Carlos. El dilema se originó cuando se empezó a preferir, con un sentido ilustrado, al oficial culto, frente al puramente aguerrido, como consecuencia de la introducción de la táctica prusiana, que debido a su carácter eminentemente racional, exigía un soldado obediente más que audaz; que disparara o dejara de hacerlo cuando se lo ordenaran o que evolucionara en orden cerrado a la voz. A este nuevo modelo táctico correspondía un oficial teórico, conocedor de las ciencias matemáticas, de la topografía etcétera y, como experimentado, que lo fuera sobre todo en lo concerniente al conocimiento del terreno, más que a cruentos baños de sangre, que, por otra parte, en la denominada guerra limpia se evitaban en lo posible, limitándose casi siempre los combates al asedio de fortalezas, más que al cuerpo a cuerpo, siendo para aquellas más necesario la técnica que el valor individual. Por el contrario, los llamados mozos viejos, pretendían que el arrojo en la batalla (acreditado por las heridas de las que hacían continua ostentación), es decir el valor individual, era el signo más evidente del honor militar y por tanto de la eficacia, frente a cualquier enseñanza teórica (de la que dicho sea de paso carecían) y a formalismo en la uniformidad o en la instrucción. Precisamente todo lo contrario que contemplaban las tendencias militares de la segunda mitad del siglo XVIII, en las que se generaliza el racionalismo frío y calculado de la táctica prusiana y la afectación en el aspecto externo de la tropa y oficialidad, en cuanto a uniformidad y policía personal. Respecto a esto último —la uniformidad pulcra— los antiguos lo interpretaban como un signo de afeminamiento. Estos veteranos identificaban desaliño con virilidad y valor. Era, quizás, un último resquicio de aquella medieval santa hediondez expiatoria, enarbolada contra el lujurioso cuidado del cuerpo, el cual seguía siendo para algunos lo que había sido para Platón muchos siglos atrás: cárcel del alma. Efectivamente y al margen de sus razones, se estaban quedando viejos. Cadalso se hizo cargo una vez más -irónicamente como era su estilo- de informarnos sobre este fenómeno y además nos muestra lo que pensaban a su vez los jóvenes de los antiguos: "(...) con cuya instrucción, se lograría de una vez tapar la boca a los pocos viejos y desaliñados militares, que se

deshacen en invectivas contra la multitud de jóvenes, que con gloriosa emulación aspiran a sepultar en perpetuo olvido aquella rancia fama adquirida por nuestros antiguos Capitanes, cuyo mal dirigido valor y falta de instrucción, les hizo acreedores justamente a la crítica de algunos Sabios Extranjeros, sonrojo que aun en el día sufre nuestra juventud militar"56

Todo hay que decirlo, puede que muchas de las críticas de estos viejos oficiales a los

56 [CADALSO] El buen militar militar a la violeta. Sevilla, Imprenta mayor, 1790, pags. IV-V.

barbilampiños, fueran muestras de un espíritu retrógrado poco adecuado para los progresos de la milicia en aquellos tiempos y a las que, quizás, no habría que tener demasiado en cuenta para analizar el período sino fuera por que muchos de los jóvenes petimetres que antes hemos visto desparramarse por cafés teatros y paseos, entre otras prendas, se jactaban de modernos y con su conducta un tanto superficial y atrebolada daban pie y fundamento a muchas de ellas. Máxime por la prepotencia, suficiencia e ignorancia audaz de su escasa experiencia vital y profesional. Por supuesto con las honrosas excepciones de siempre. Estos jóvenes, al margen de su comportamiento social ocioso del que ya hemos tenido ocasión de hablar anteriormente, tenían a gala sentirse protagonistas de un nuevo advenimiento en el terreno militar por el hecho de su mayor preparación teórica respecto a sus antiguos compañeros de armas, aunque esta preparación la mayoría de las veces no pasaba de superficial y afectada, más propia para brillar (entre comillas) en los salones que para ser eficaz en operaciones militares. La figura de el militar a la violeta era, en la época, tan común como el erudito del mismo tinte. Cadalso nos resume sus características: " Como se supone, que según el actual sistema, todo brillante joven ha empleado algunos años en las disipaciones

que ofrecen las plazas de Barcelona y Cádiz, con el pretexto de estudiar las Matemáticas, o tal vez en su mismo cuerpo, (cosa de muy corto momento para nuestro exercicio) contribuyendo el nombre de buen matemático para el ascenso, se cuidará mucho de recaudar algunos planos y perfiles de las más principales plazas (...).

En su posada u alojamiento tendrá sobre la mesa algún mapa geográfico desenrrollado, un estuche matemático y algunos planes comenzados a copiar, todo amontonado y confuso, como que manifiesta haberse separado de la mesa fatigado del trabajo y sin ánimo para dexar ordenados los papeles,pues toda esta, aunque comunísima impostura, produce favorables efectos, haciendo creer a los ignorantes mucho ingenio y aplicación."57

Y es que cuando una innovación se pone de moda y valoriza una profesión, consigue aprobación social y es inmediatamente capitalizada por muchos espíritus superficiales, que se limitan a adquirir un barniz para brillar en los salones y en los cortejos. Estos llegan a ser legión, mientras que los verdaderamente cualificados son escasos. Lo bueno generalmente no abunda y la ignorancia es audaz. Oficial rico; oficial pobre. Otra variante dialéctica de la pugna entre barbilampiños y mozos viejos que se imbricaba junto a la anterior, correspondía a las enormes diferencias económicas entre oficiales del mismo rango. El oficial típico del Ancien regime correspondía a una concepción escasamente profesional. La profesión militar tal como la entendemos en la actualidad estaba poco desarrollada. En aquella época el militar no se hacía, sino que nacía. Nos referimos una vez más a la condición de la nobleza como estamento militar por naturaleza. Ya sabemos que para aspirar a una plaza de cadete en uno de los regimientos de la Infantería o Caballería Española había que ser, como mínimo hijodalgo notorio. PAGAS, PREST Y GRATIFICACIONES DE UN REGIMIENTO DE INFANTERÍA DE LÍNEA EN 1781. (En rls. de vellón)

Plana mayor regimental 57 [CADALSO] El buen militar... opus cit. pp. 11-12.

Coronel sin cia. 2.000 1 cirujano 300 Sargento Mayor 850 1 cabo de gast. 50 Ayudante Mayor 450 6 gastadores 45 Subte. de bandera 250 1 armero 120 Capellán 300 1º pífano 75 Tambor mayor 90 2º " 60

Primer batallón Segundo batallón Granaderos Fusileros Plana Mayor

Pagas

Capitán 600 500 Tte. Col. 1350 Teniente 380 320 Ayudante 450 Subtte. 300 250 Sbte. de band. 250

(Resto como los demás)

Gratificaciones Sgto 1º 100 94 Igual que el 1er. bon. Sgto 2º 90 79 Tambor 50 45 Cabo 1º 78 63 Cabo 2º 50 45

Prest

Sold. 45 4 Idem Fuente: "Estado general de el haver mensual del Exército por paga, prest y gratificaciones y nº de plazas de que constan los regimientos" ¦ S.H.M. Colección documental del Conde de Clonard. Leg. 23. En todo caso, el ejercicio del mando militar correspondía al oficial y era un privilegio nobiliario. Por ello, en una sociedad donde privaba el honor y el prestigio social se basaba en él, era socialmente admitido que el oficial se mantuviera de su patrimonio personal o familiar. Lo cual, por otra parte, no significaba que careciera de paga correspondiente a su grado, pero es evidente que con aquella mentalidad la preocupación estatal por satisfacerla no era tan perentoria como en la actualidad, donde esta perfectamente legislada la profesionalidad de los miembros de las Fuerzas Armadas. Por estas razones, el sueldo de los oficiales del Ejército en el siglo XVIII era escaso, respecto al nivel de vida que conllevaba su condición militar y social; lo que en lenguaje de la época se denominaba el mantenimiento del lustre y la prosapia. Efectivamente: el oficial, como noble que

era y aun siendo pobre, no podía ejercer trabajos mecánicos y debía disponer, aun en el cuartel, de criado o criados. Para intentar paliar esta carga, se concedió a los jefes y oficiales una gratificación deno-minada auxilio para criados que correspondía a 45 reales de vellón al mes, desde el subteniente al sargento mayor correspondientes a un criado y 90 al teniente coronel y coronel por derecho a dos. Una costumbre muy arraigada en los oficiales pobres era la de utilizar soldados de la compañía como sirvientes por no poder consteárselos, con grave perjuicio del servicio. El inspector conde de O'Reilly se hace eco del problema en su inspección de la Infantería en 1766: " Hay en todo el exército un arraigado abuso, que es productivo de muchos males, y es: que en contravención de las

ordenanzas y de otras repetidas órdenes posteriores, quasi todos los oficiales se sirven de soldados y aplican a esta servidumbre los mejores de sus compañías: nunca se quitará este daño, si S.M. no considera a cada compañía dos sirvientes con todos los goces de soldados, uno de estos para cada capitán, y otro para los subalternos, obligándolos a pasar la revista y a llevar la librea del Reximiento con una rigurosísima prohivición a que se puedan jamás mudar con soldados de las compañías.

Todos los gefes concurrirá a la exacta observancia de esta orden: la compasión y miseria de los oficiales ha precisado a la introducción y tolerancia de este grave mal: nada prueba más que los oficiales necesitan de este auxilio que el ver que no ha habido gefe alguno, por celoso que fuese, que no haia tolerado que empleasen soldados en su servicio."58

Amén de los cuantiosos gastos relativos a su rango social el oficial debía atender también a otros de índole profesional. Debía costearse de propio, el uniforme, o la conducción de sus equipajes durante las marchas de su regimiento. Los oficiales que concurrían a dichas marchas (llamadas también mudas), que algunas veces eran de casi mil kilómetros, (de Badajoz a Barce-lona por ejemplo) debían pagarse el transporte de su equipaje y el de sus familias (que les acompañaban), alquilando carros en los pueblos por donde pasaban. Además de caro debía resul-tar penoso. Resulta pues extraño que el noble rico se aviniera a padecer estas penalidades y otras muchas que la incomodidad por la falta de medios de la época hacia de la profesión castrense. La respuesta estaba en el prestigio social que gozaba la milicia en una sociedad muy militarizada como nos cuenta León del Arroyal: " lo que sostiene algún tanto el espíritu militar es los honores personales y los elogios que se derraman en la

Gacetas; si no fuera por esto, ningún rico sería soldado"59 Quiere decirse que a algunos nobles ricos (no todos) capaces de soportar las penalidades de la profesión militar y costeándose sus gastos, compensaban este esfuerzo a cambio de ascensos, honores y prestigio y en algunos casos les permitía, llegado el caso, hacer un matrimonio ventajoso. A estos les preocupaba poco que la paga fuera escasa o se retrasara, como era habitual en tiempos de Felipe V por ejemplo, en cuyo reinado el famoso poeta militar Gerardo Lobo clamaba contra esta carencia y cuyos epigramas le costaron más de un disgusto:

Si el rey me lo da, lo como si no, me muero de hambre. Que a no servirle, lo mismo

58 O'REILLY, Informe sobre el mal estado... Opus cit. pag. 17-18. 59 ARROYAL León del, Cartas...opus cit. Carta 3ª, pag. 113.

me pasará en otra parte"60 Este secular retraso de las pagas, parece que se corrigió bastante en el reinado de Carlos III, pero de una forma o de otra siempre era difícil cobrar, sobre todo en circunstancias excepcio-nales, como las de Carlos de Urrutia, que de teniente coronel, se le ocurrió hacer un viaje (precisamente a su costa) por las cortes europeas para adquirir informes militares, que luego remitió a la secretaría de Guerra. A su vuelta tres años después le costó sudores cobrar el sueldo correspondiente a esos años de ausencia.

60 LOBO Gerardo, Poesías, En: Poetas líricos del siglo XVIII. Madrid, Atlas, 1953. BAE LXI, pag. 54.

3. EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN EL REINADO DE CARLOS III. II. La tropa. El soldado español que actuó en las campañas desarrolladas en tiempos de Carlos III era el de dotación en los regimientos de Infantería, Dragones, Artillería e Ingenieros de que estaba compuesto el Ejército. A lo largo del reinado, la organización de las unidades sufrió algunas reformas importantes que produjeron algún cambio en la calidad de la tropa. El arquetipo del soldado profesional procedente de los sectores marginales de la sociedad (casi un delincuente y a veces sin casi), que caracterizaba a todos los ejércitos europeos durante el siglo XVIII, tendía a ser sustituido por efectivos de mayor calidad, con un mayor apego a su país y una mayor conciencia patriótica. Desde luego aun no se trataba de le soldat citoyen que produciría la Revolución Francesa, pero las monarquías ilustradas reformistas (aunque absolutistas) trataban de racionalizar y humanizar la milicia en aras de una mayor eficacia y apoyadas en las corrientes filantrópicas que circulaban en aquel momento. En este nuevo espíritu, desde luego, se inspiraron las Reales Ordenanzas de 1768, y más concretamente su tratado II que sentaba los principios morales por los que la milicia debía regirse desde entonces. Efectivos y calidad de la tropa española entre 1759 y 1788. Antes de abordar la situación del soldado español durante el reinado del Tercer Carlos, hagamos un paréntesis y veamos algunos pormenores del de su antecesor y hermano Fernando VI, en cuyo período final se desmanteló el Ejército de Tierra en beneficio de la Marina. La reforma fue llevada a cabo por el Marqués de la Ensenada durante esta etapa y en esencia consistió en la reducción drástica de los efectivos de Tierra. En tiempos de su antecesor y padre, Felipe V, el Ejército tenía un pie de 130.000 hombres. Al quinto año de reinar Fernando, sin embargo, ya no pasaba de 90.000 y, tras la reforma, su número quedó reducido a 60.0001. Sin embargo durante el reinado de Carlos III y como consecuencia del abandono de la política de neutralidad fernandina, se incrementaron las plantillas al crearse algunos regimientos, como los 1º y 2º de Cataluña de Infantería Ligera en 1762; en 1764 el de Infantería de América y en 1766 los de Princesa, Príncipe y Extremadura y aumentando a tres los dos batallones de que

1 Vid. Papel anónimo en el que se manifiestan las causas de la decadencia española. BPRM, Miscelánea de papeles curiosos t. XVII, pag. 253. Por otra parte según una carta de Ensenada al rey fechada en 1751 éste dice contar con 44.688 hombres y 10.200 caballos. .Carta cit. en COXE, William. España bajo el reinado de la Casa de Borbón, desde 1700, en que subió al trono Felipe V, hasta la muerte de Carlos III, acaecida en 1788. Escrita en inglés por Guillermo Coxe, y traducida al español con notas, observaciones y un apéndice, por don Jacinto de Salas Quiroga. Madrid, Tip. F. Mellado, 1846-47. 4 vols., vol IV pag. 292.

constaba un regimiento de línea2, con lo que el pie del Ejército de Tierra quedó establecido a la altura de 1770 en unos 115.000 hombres. De estos efectivos en plantilla correspondían a la Infantería 94.994. Si tenemos en cuenta que cada regimiento contaba en tiempo de paz con 54 oficiales, el total de mandos empleados en dicho cuerpo era de 2.4843

PIE DE EJÉRCITO EN 1781 Unidades Hombres 31 regimientos de Infantería de Línea 63.984 3 regimientos de Infantería Ligera 6.192 12 regimientos de Infantería Extranjera 24.768 4 batallones de Artillería 2.800 4 compañías de Artillería (Segovia) 400 14 regimientos de Caballería de Línea 9.408 8 regimientos de Dragones 5.504 Total efectivos: 113.056 NOTA: Los regimientos de Infantería se computan a tres batallones de 688 plazas cada uno, los de caballería a un escuadrón de 672 plazas y los de Dragones a uno de 688. (Fuente: Archivo Campomanes, leg. 28-18.) Pero todas estas cifras son engañosas si las ajustamos a la realidad. Por ejemplo en tiempos de Carlos III no se consiguió en ningún momento completar las dotaciones, ni en tiempos de paz ni en los de guerra4. Por ejemplo en el citado cuerpo de Infantería, el inspector teniente general O'Reilly lo encontró a falta de 16.703 hombres en 17705, y todo ello sin contar que hasta bien entrado el reinado de Carlos IV no se creó el tercer batallón "prometido" en las Ordenanzas del 68, por lo que las faltas, si cabe, aun eran mayores respecto a las plantillas de lo que presenta el conde inspector. Como ya hemos dicho anteriormente, la preocupación por tener el Ejército al completo era grande. Sobre todo tras la firma del Tercer Pacto de Familia con Francia, que suponía el fin de la neutralidad española y el peligro continuo de guerra con Inglaterra en dos frentes: el europeo-mediterráneo y el americano-atlántico. Por ello y desde 1763, se enviaron a América tropas de línea para defensa del territorio, aumentando la necesidad de más efectivos. Concretamente los

2 Las ordenanzas de 1768 establecían el pie de un regimiento en tres batallones en vez de los dos anteriores. 3 Respecto a este número de oficiales hay que señalar que a los empleados vivos hay que añadir los agregados y los dispersos, por lo que el número real de oficiales era mucho mayor. 4 El número total absoluto de plazas reales en 1782, en plena guerra con Inglaterra en el ejército era de 139.829. Estando comprendidos en este número todos los cuerpos y todos los grados de soldado a coronel existentes en el mismo. Este ejército costaba al año en términos de manutención, 106.293.309 reales de vellón y 30 maravedies. Vid. Estado general del haber mensual del ejército por paga, prest y gratificaciones y nº de plazas que constan los regimientos 1782. S.H.M. Clonard, leg. 23. 5 Vid. O'Reilly, Conde de. Representación a S.M. sobre el estado de cada uno de los regimientos de Infantería, Madrid, 18 de agosto de 1770. Archivo Campomanes, leg. nº 28-18.

regimientos de Infantería de Sevilla, Toledo, Mallorca y el primer batallón de los de Murcia, Saboya, Ultonia, Nápoles y Brabante. Tampoco el orden interno debía descuidarse y la preocupación por el mismo creció. Sobre todo desde el Motín de Esquilache. Por todo ello, los ministros que se ocuparon de la cuestión, pusieron gran empeño en completar el pie del Ejército aunque no lo consiguieron. Ni Florida-blanca en el cargo de Secretario de Estado; ni Campomanes como gobernador del Consejo de Castilla, que también intervino en el asunto. Nada, que no hubo manera. Había una serie de condicionantes de carácter estructural que impidieron tal medida. Éstos fueron fundamentalmente tres: 1. La falta de población. 2. El desafecto de los civiles al servicio militar, motivado por un incremente del nivel de

vida, que produjo un aumento de los jornales, como consecuencia de la política ahorradora y neutralista del reinado anterior. Sobre todo en Cataluña. Lo cuenta Manuel de Terán:

" las circunstancias que concurren en la actualidad, y entre las demás, la mui esencial del aumento que han tenido la agricultura, el comercio y las artes, de que ha procedido también el de los jornales, que dificulta la recluta y la hace más costosa, que lo fue en tiempos pasados"6

3. El desprestigio del propio Ejército debido a las continuas quejas de los mismos oficiales,

agraviados por las reducciones fernandinas y por los fatigosos servicios que debía realizar la tropa, precisamente por la escasez de personal.

Había, pues, condiciones objetivas y estructurales que impedían el reemplazo de las bajas en el Ejército, las cuales se producían por muerte, enfermedad y sobre todo por deserción. En algunos regimientos se contabilizaban hasta 60 desertores mensuales. A estas causas había que añadir la propia concepción de la milicia en una Monarquía Absoluta. Esta correspondía al denominado Ejército Real, una institución armada concebida eminentemente para apoyo y defensa del sistema; no de los súbditos. Como se decía en términos de la época: para mantener el esplendor del Trono y la seguridad y tranquilidad del Estado. Este ejército, formado por soldados profesionales que servían un período no inferior a 15 años a cambio de una escasa paga, distaba mucho de responder a las concepciones de armée national y soldat citoyen que nacerán con la Revolución Francesa (sobre todo tras la batalla de Valmy) y según la idea de le peuple sur les armes. Como consecuencia de esta nueva visión castrense, durante el siglo XIX se implantará el servicio militar obligatorio en los países que fueron adoptando paulatinamente el régimen liberal. Pero aquel ejército borbónico de tiempos de Carlos III no era así; era otra cosa. Dado el carácter mercenario de sus efectivos, la disciplina se inculcaba fundamentalmente por el miedo al castigo corporal. Un ejército de este tipo no podía funcionar a través de órdenes racionales y comprensivas sino mediante el principio de la obediencia ciega, obtenida a golpe de baqueta en el más sencillo de los casos. De manera que, antes de la reforma, el soldado del ejército de Carlos III, al igual que el de cualquier otro ejército europeo del momento, no era precisamente un idealista ni un inocente ciudadano sino que pertenecía a lo peor de cada casa. Manuel de Terán nos da una clara definición de lo que era y como había que tratarlo:

" Conviene también no perder de vista, que la masa de los soldados de todos los exércitos se compone del poltrón, del atrevido, del turbador de la quietud de su familia y de su pueblo y del fanático, a quienes sólo una rígida y

6 TERÁN, Manuel de. Discurso sobre los medios... opus cit. pag. 23.

constante disciplina pude poner en orden y hacer útiles a la sociedad. Por eso las leyes de la guerra se escrivieron con sangre y sólo con sangre se pueden conservar"7

Bien es cierto que las ordenanzas de 1768 en su tratado II, auténtico código moral, con una concepción absolutamente moderna de la dignidad del hombre y en este caso del soldado, correspondiente a las tendencias filantrópicas más avanzadas del momento, suavizaron los modos, aconsejando a los mandos que en el trato con la tropa fueran graciables. En efecto: después de promulgadas dichas ordenanzas se prohibió de oficio en los regimientos los castigos corporales, pero resultaba muy difícil conciliar una concepción tan moderna de la dignidad humana con aquel modelo, tanto de sociedad como de ejército, como para que tal espíritu calara lo suficiente. Además, el código militar de 1768 adolecía del mismo defecto que las antiguas Recopila-ciones, presentando un sumario de preceptos a veces contradictorios y no siempre codificados. Al fin y al cabo el concepto jurídico de código pertenece a tiempos posteriores. A modo de ejemplo: nada que ver la cordura que propugna el tratado II con las penas que establecía el VIII para los delitos militares y que seguía manteniendo un desproporcionado rigor entre la transgresión y su castigo (vid. infra). Es probable, sin embargo, que en la época, debió suavizarse el rigor de ese tipo de penas, pero ello no nos hace olvidar que el mismo legislador (o sea, el Rey) que aprobó la redacción del título II (tradicionalmente atribuida al teniente coronel Antonio Oliver Sacasa, vocal de la Junta de Ordenanzas) aceptó también el VIII. Este hecho corresponde a la extraña situación un tanto caótica y contradictoria, típica de un sistema sociopolítico moribundo que no tardará en desaparecer. El reclutamiento Gente tan especial como era la tropa profesional de los ejércitos dieciochescos, requería específicas formas de reclutamiento. Las más usuales eran, una voluntaria: la recluta y dos forzosas: la leva y, subsidiariamente, la quinta. El medio esencial era la recluta, los demás se empleaban para cubrir huecos. Cualquiera de las tres formas de reclutamiento, producía soldados de diferente calidad. Por ejemplo a la recluta acudía el indigente y la leva forzosa se efectuaba sobre vagos y maleantes, sin embargo la quinta, realizada mediante sorteo, mejoraba la calidad de la tropa reclutada, generalmente campesinos por las numerosas exenciones que existían. La recluta voluntaria se realizaba en forma de lo que hoy, aplicado a la Legión Extranjera, denominamos banderín de enganche. Cada regimiento comisionaba a un oficial, un sargento y varios soldados, los cuales formaban lo que se denominaba partida de recluta, para recorrer los pueblos haciendo proselitismo8 Al soldado enganchado se le enviaba a su regimiento donde se le asignaban 40 reales de vellón al mes de prest9, el cual se dividía en los siguientes conceptos:

PREST MENSUAL DE LA TROPA

7 TERÁN, Manuel. Discurso sobre los medios...opus cit. pag. 3. 8 Estas partidas debían ser alojadas por los propios pueblos, que no veían con buenos ojos su llegada. Además su presencia solía dar lugar a conflictos. 9 La palabra prest es un galicismo procedente de la voz francesa prêt. Fue introducida por Orry, ministro de Felipe V y aparece por primera vez en las Ordenanzas de 1702. Significa paga de la tropa o "soldada".

Concepto Reales Maravedies Socorro diario (al mes) 31 2 Masita 7 2 Sobras 1 30 Total 40 0 El socorro diario era para la manutención y correspondía a nueve cuartos de real de vellón diarios10 de los cuales siete eran para alimentación11 y dos para jabón, tabaco, hilo y agujas12. La masita, para reposición de vestuario, era de dos cuartos diarios y se la retenía el capitán. Las sobras se le entregaban en mano a final de mes. Las condiciones que se exigían para la recluta eran las siguientes: 1. Enganche por 15 años mínimo (educando 6) 2. Edad mínima 16 años en tiempo de paz (educandos 10) y 18 en tiempo de guerra. Edad

máxima 40 años. 3. Ser Católico Apostólico Romano 4. Medir 5 pies de estatura mínima (1 m. 40 cm.) 5. No ser de lo que entonces se denominaba extracción infame: mulato, gitano, verdugo, o

carnicero. Cuando por medio de la recluta no se conseguía cubrir las plantillas (lo cual fue prácticamente así durante todo el reinado) se acudía a la leva forzosa. Se mandaba a los Justicias de los pueblos arrestar a los denominados vagos, malentretenidos y quimeristas, y se les entregaba a las autoridades militares para cubrir las plazas vacantes en los regimientos. Estas levas producían, si cabe, un soldado de inferior calidad que el de la recluta, más conflictivo y predispuesto a la deserción que el resto. En tiempos de Carlos III se tomó la medida de ingresar a las gentes procedentes de leva en los regimientos extranjeros. Sobre todo en los irlandeses. Estos no eran muy apreciados si hemos de hacer caso a la sátira "Quando los regimientos de Ibernia, Ultonia e Irlanda, quando salgan de la Corte tan extranjera canalla, entonces Carlos Tercero, será Gibraltar de España"13

En tercer lugar estaba el sistema de la quinta. Generalmente las quintas, o sea, un servicio militar obligatorio por sorteo que podía oscilar entre cuatro y ocho años, se practicaba sobre todo cuando las necesidades apremiaban, como por ejemplo en el caso de la guerra contra Portugal en 1762, en la que se levantó una quinta que fue licenciada casi al completo al terminar la campaña y hubo que acudir nuevamente a las levas para intentar el reemplazo de las bajas, puesto que por

10 El cuarto o cuartillo valía 4 maravedies. Era la moneda física con la que se pagaba a las tropas. El real de vellón no era más que una moneda virtual, de cuenta. . 11 De estos siete cuartos para alimentación hay que excluir la ración de pan que era aparte y se le entregaba en mano. Esta consistía en unos 700 gramos diarios de pan de centeno. 12 Con los siete cuartos para sustento, el soldado debía arreglarse para desayunar y cenar, ya que en los cuarteles de entonces se suministraba un solo rancho a mediodía. Luego el soldado pasaba francamente hambre. 13 Sátira contra la campaña de Gibraltar. A. C. leg. nº 47-32.

entonces el desprestigio del Ejército tras la derrota, amen de las otras consideraciones que hemos apuntado antes, no inclinaba a la población al servicio de las armas. La leva de 1764 arrambló con todo marginado por motivo que fuere, como por ejemplo los llamados inclusos en relaciones de raterías y embriaguez o los casados que vivían con abandono de su estado. También se trasladó a la Infantería a todos los expulsados por deserción de los regimientos de Milicias Provinciales. Con todo y con ello, seis años después, en 1770, y a pesar de haber alistado a 1.191 reclutas alemanes (católicos bávaros por supuesto) seguían faltando 16.703 plazas en los regimientos, después de que el rígido conde de O´Reilly expulsara a los que él denominaba viciosos e inútiles14 Esa fue la razón por la que se decidió solucionar el problema con una quinta extraordinaria en tiempo de paz. Efectivamente: en el mes de octubre de 1770 se nombró una junta para organizar las quintas como principal instrumento de reclutamiento de tropas. Esta junta estaba formada por el Secretario de Guerra (el teniente general Gregorio Muniaín), los capitanes generales conde de Aranda y marqués de Villadarías, el inspector general de la Infantería conde de O'Reilly y los fiscales del consejo de Castilla, que a la sazón eran Floridablanca y Campomanes15 De esta junta salió la Ordenanza de Quintas de 8 de noviembre de 1770 en la que se adoptaron una serie de decisiones que a corto plazo tendrían graves consecuencias. Para empezar, esta ordenanza salió coja, por el número de exenciones que contemplaba, de forma que al final solo iban a ir al Ejército los pobres campesinos16, que de esta manera veían arruinadas sus vidas al despojar a los padres de los brazos de sus hijos para cultivar la tierra. Por esa razón se estableció para tiempo de paz una licencia de cuatro meses, coincidiendo con la siembra y la cosecha, para que los mozos pudieran acudir a cumplir sus labores agrícolas y mitigar este problema que supondría, también, menoscabo para la economía. Pero quizás la medida más importante, salida de la ordenanza, aparte de la que se quintasen 12.000 hombres procedentes de las Milicias Provinciales, correspondió a la extensión de dicha quinta a los países de la Corona de Aragón, que hasta entonces habían permanecido al margen por una reminiscencia recelosa de la Guerra de Sucesión de principios de siglo. Por su parte, los vascos eran todos considerados hidalgos así que no se les podía incluir. Esta medida supuso un conflicto grave para la Monarquía en cuanto que Cataluña, región en la que se había producido una recuperación económica, reaccionó en contra de la medida. En primer lugar, muchos mozos que habitaban las zonas fronterizas con Francia se pasaron al país vecino y, en segundo, se produjeron numerosos tumultos en Barcelona y otras ciudades catalanas en el año de 1773, que obligaron al gobierno central a tomar medidas, no sólo represivas sino incluso políticas, creando, dos años después, la Junta de Gobierno del Principado, formada por el Capitán General como presidente y el Gobernador Militar, el Intendente el Regente y los Fiscales de la Audiencia, como vocales de la misma. Al fin se resolvió la cuestión cuando los gremios y

14 Todas estas noticias sobre reclutamiento a principios del reinado de Carlos III las hemos tomado de los informes del conde de O´Reilly de 1766 y 1770 citados anteriormente. 15 El conde de Floridablanca fue fiscal del Consejo de Castilla hasta su nombramiento como Secretario de Estado en 1776 a la caída de Grimaldi. Campomanes lo fue también hasta que, en 1773 y como consecuencia de la partida de Aranda a París como embajador, fue nombrado a su vez gobernador interino del citado consejo. 16 Las exenciones que contempla la ordenanza de quintas de 3 de noviembre de 1770 eran las siguientes: estaban exentos de quintas, los hijosdalgos, los clérigos, los empleados de la Inquisición y tribunales ordinarios y municipales, los alcaldes, los regidores, los maestros de escuela, los profesores, licenciados y doctores, los bachilleres, los abogados y fiscales, los médicos, mozos solteros cabeza de familia, los hijos únicos de viuda o de padre absolutamente pobre, a los empleados en manufacturas y fábricas, los impresores, los hijos de familia mayores de 20 años y comerciantes al por mayor, los torreros, los individuos de las maestranzas de la Armada, los criados, etc.

las fábricas prefirieron pagar a un crecido número de suplentes voluntarios en vez de someter a sus trabajadores al sorteo17 Tan graves debieron ser los incidentes, sobre todo en Barcelona, que hasta se propuso la construcción de un barrio militar en lo que hoy es plaza de Colón, frente a las Reales Ataraza-nas, para, como se dice en el proyecto sujección del vecindario18 Pero ni aun con esta quinta extraordinaria hubo manera de solucionar el problema de la falta de efectivos en el Ejército de Tierra. Cualquier método que se proponía a la Administración parecía la panacea, pero hacía aguas casi de inmediato en una sociedad trastrocada y difícilmente regulable racionalmente como era la española de la segunda mitad del siglo XVIII. ¿Cómo se podía, por ejemplo, eximir del servicio militar a una clase tan improductiva como: mayordomos, ayudas de cámara, cocineros, fregones y criados de librea (lacayos, cocheros, mozos de mulas y caballos) y enviar por ocho años al Ejército a un labrador indigente? De este abuso se quejaba un comunicante anónimo, que elevó, en 21 de diciembre de 1770 (poco más de un mes después de promulgada la ordenanza de quintas) una representación al rey: "Cuyo número [el de los criados] no sólo es excesivo por el lujo y vanidad de los dueños que lo multiplican, sino

también por que a ello atraen las mayores comodidades que se proporcionan a los sirvientes en comparación de las fatigas del campo y de la milicia y siendo perjudicial al Estado por la ninguna utilidad que le produce este servicio, más vale prepararlo para que de un fruto considerable en su exército sin prohibir por eso el servicio particular"19

En fin, que no había forma. Y el caso es que, si bien las estructuras de aquellas sociedades de tipo Ancien Regime adolecían todas de contradicciones insalvables, unas tenían más que otras. En España, por ejemplo, había un elemento que pesaba demasiado sobre los demás, para que el problema del reemplazo de las bajas en el Ejército se solventara y era lo que denominaríamos la cuestión religiosa. El exacerbado catolicismo militante de la España de entonces, a pesar de los intentos de laicización de los Ilustrados y que abarcaba tanto a la conciencia popular como a las instituciones del Estado, impedía que el soldado español no fuera otra cosa que Católico Apostólico y Romano, como rezaba la ordenanza de recluta. Esta condición sine qua, no permitía el reclutamiento de otros alemanes que los bávaros y dejaba fuera las inmensas posibilidades de recluta que ofrecían los demás estados alemanes, de las que sí se aprovechaba Francia (menos escrupulosa) y desde luego Inglaterra. Incluso Prusia solucionó su problema de esta forma: reclutando alemanes de otros estados para formar el grueso de su ejército y luego estimulándolos a casarse con campesinas prusianas, de forma que además de servir como tropas mercenarias, adquirían un apego al país y un arraigo que los convertía en potenciales defensores patrióticos del mismo. Como consecuencia de este método, la Prusia de Federico el Grande, pequeño país y con escasa población, conseguía mantener en pie un poderoso y disciplinado ejército de 100.000 hombres en las tropas de línea y otros 100.000 en las milicias.20 En fin, que este problema de los efectivos se hizo endémico para España, sobre todo después de la Paz de Versalles de 1783, en que la Monarquía quedó exhausta. Este fue el motivo por el que nuestro país nunca participara durante el período en grandes operaciones militares. Se limitó

17 Vid REGLÁ, Juan. Historia de Cataluña, Madrid, Alianza, 1974, pag. 148. 18 LUCUZE, Pedro de. Precauciones contra alborotos, motines y rebeliones en esta plaza de Barcelona y proyecto trabajado por el teniente general Don ___________, director general del Cuerpo de Ingenieros en el ramo de Academias, en Barcelona, en el año de 1773 y 74. S.H.M. Clonard, leg. nº 43. 19 Se encuentra en A.H.N. Estado, leg. nº 3220-2. 20 Datos tomados de URRUTIA, Carlos. Constitución militar del Norte (Manuscrito) A.H.N. Estado, leg. nº 3220 -1.

a pequeñas campañas en las que como máximo se planteara el asedio de una plaza. Como el del castillo de San Felipe de Mahón o el del Peñón de Gibraltar, por ejemplo. La vida en el cuartel ¿Cómo era la vida de cuartel en aquellos tiempos? ¿Cuáles eran las reglas, ritos y costumbres en guarnición? El sistema de alojamiento del Ejercido Español en el siglo XVIII era de dos clases: guarnición y cuarteles. En tiempo de paz el regimiento estaba acantonado, o bien en alguna ciudad con plaza fuerte o en las llamadas casernas, que eran especie de cuarteles situados en los pueblos y cuya conservación corría a cargo de los Ayuntamientos21. A su vez, estas dos formas de alojamiento se subdividían en otras dos: Unos pocos regimientos tenían residencia estable y se denominaban fijos, como los de Orán, Ceuta o la Habana, aunque la mayor parte solían rotar en sus destinos regularmente, en lo que se denominaba la muda. La muda de las unidades consistía en fatigosas marchas a lo largo y ancho de la geografía peninsular. Éstas se efectuaban en verano y por rutas conocidas. Cada regimiento tenía un cuaderno donde se describía la ruta, especificando número de leguas entre cada pueblo, número de días de marcha22, lugares de descanso etc. Estos cuadernos tenían al margen unas observa-ciones en las que se señalaba si el pueblo era "bueno" o "malo", si el alojamiento era de tres, cuatro o cinco soldados por casa, el precio de los comestibles y su abundancia etc. etc. En las mudas cada oficial o sargento podía llevar consigo su familia y equipajes, alquilando carros en los pueblos, que así hacían negocio como compensación a las molestias que les CUADERNO DE VIAJE DEL REGIMIENTO DE GUARDIAS ESPAÑOLAS. (RUTA MADRID-BARCELONA) -1778-

21 La escasez y la falta de calidad de los edificios militares era notoria en tiempos de Carlos III . No se consiguió resolver este problema aun cuando en 1766, después de expulsados los jesuitas tras el Motín de Esquilache, se habilitaron algunos de los edificios de la Compañía para cuarteles. 22 Una de estas rutas, por ejemplo, iba de Barcelona a Ciudad Rodrigo y se realizaba entre el 29 de agosto y el 18 de octubre.

MADRID Arganda Fuentedueña Tarancón* Saelices Villacañas Almarcha La Olmedilla La Motilla La Minglanilla Villagordo Utiel*

Requena Chiva Quart* Murviedro Nules Castellón* Torreblanca Benicarló Uldecona Tortosa* Perelló Cambrils*

Vilaseca* T. d´en Barca Vilanova Castelldefels BARCELONA ____________ (*) Lugares de descanso.

Fuente: S.H.M. Clonard, leg. nº 24.

ocasionaba el alojamiento de las tropas23. Los soldados casados también tenían permiso para llevar a sus mujeres que ejercían de vivanderas. En los pueblos donde se hacía alto para descansar, se le entregaba al soldado la llamada boleta de alojamiento, que era un número donde se sorteaban las casas de mejor a peor. Los cabos y sargentos no entraban en este sorteo y elegían primero. Por supuesto los oficiales se alo-jaban aparte, en las casas de las personas principales. El régimen interior en los cuarteles era muy simple y monótono. El soldado tenía escasos momentos de ocio y casi siempre estaba de servicio, debido a la falta de efectivos24 y a los nu-merosos rebajes, y hacía la instrucción con paso corto, redoblado, oblicuo, circular y de hilera, en expresión de la época. El tiempo fijado para el descanso correspondía a las horas que mediaban entre la lista de la tarde y la de retreta. Durante ellas y después del rosario, cuyo rezo era obligatorio en los cuarteles, el soldado podía salir de paseo o bien quedarse en el cuartel, donde se le permitía ejercer algunos oficios artesanales para suplir la indigencia provocada por el escaso prest. En este sentido algunas fuentes de la época nos cuentan que muchos soldados trabajaban de tapiceros por cuenta propia. Durante todo el día los cabos de cuartel tenían la misión de vigilar a los sospechosos para evitar las deserciones, que eran extraordinariamente comunes, como ya hemos referido anterio-mente. También otras fuentes señalan que la disciplina en guarnición no siempre era la de desear y los soldados solían insolentarse con los oficiales tibios, tardando en cumplir las órdenes, no cumpliéndolas, o negándoles el saludo25, y que existía mucho favoritismo, tanto en la concesión de permisos como en la aplicación de castigos. Precisamente éstos (los castigos) eran de una gran severidad a tono con la catadura de la tropa, sobre todo la procedente de leva o recluta. El título X del tratado VIII de las Ordenanzas de 1768, a pesar de su modernidad en otros campos, fija una serie de penas para los delitos militares, que iban desde quemar la lengua con un hierro candente para el blasfemo, el descuartizamiento para el sacrílego, el corte de una mano al que pegara a un oficial o el ahorcamiento por desobediencia ante el enemigo o sedición26. Sin embargo los castigos más comunes en la vida diaria del soldado eran las llamadas mortificaciones. En primer lugar la vara del cabo que no debía permanecer ociosa por poco que éste fuera un tanto riguroso. Precisamente el artículo 16 del cabo en las Ordenanzas dice al respecto:

23 Los pueblos tenían al obligación de alojar en las casas a los soldados y proporcionarles una cama para dos hombres, una mesa para comer, sal y vinagre (para relajar los pies de la caminata) y asiento a la lumbre. Los habitantes podían rechazar el alojamiento pagando una indemnización de un real y 17 maravedies por un soldado de Infantería y dos por uno de Caballería y su montura. Los oficiales se alojaban en las casas de la gente principal. 24 La falta de efcetivos no sólo correspondía a las bajas por enfermedad o al escaso reclutamiento de la época sino también a la costumbre de conceder a la mitad del regimiento una licencia de cuatro meses para que los campesinos pudieran atender a la cosecha. Sobre todo desde que se promovió la quinta de forzados de 1770. 25 Las Ordenanzas de 1768 establecerán las normas respecto a la forma del saludo militar en la siguiente forma: "Hacer la cortesía con la mano derecha, llevándola al escudo de la gorra y al enderezar la cabeza dejar caer con aire la mano sobre los pliegues de la casaca". También quedó establecida la pérdida de un paso y la inclinación de cabeza en el saludo a los oficiales generales. 26 En este último caso, el de la sedición, y sobre todo frente al enemigo, el procedimiento era bastante expeditivo. En caso de escucharse una voz sediciosa en formación, se procedía a un quinteo de 40 soldados que si no revelaban el nombre del autor eran pasados por las armas.

"El cabo primero y el segundo tendrán una vara sin labrar del grueso de un dedo regular y que pueda doblarse a fin de que el uso de esta insignia, que distingue al cabo, no tenga malas resultas."

Por supuesto el uso de "la insignia" era sobre la espalda del soldado, aunque la Ordenanza matizaba que, para no lastimarle, el máximo de golpes que se le podían propinar (seguidos) era de tres. También otros castigos comunes eran el consabido encierro en el calabozo o el de baquetas, que consistía en pasar al arrestado por medio de dos filas de soldados que le golpeaban con éstas27. No obstante y a pesar de este rigor legal la aplicación de estos castigos debió atenuarse mucho con el correr del tiempo, sobre todo desde 1770 cuando se implantó la quinta como sistema fundamental de reemplazo en el Ejército y la catadura de la tropa mejoró28. Sobre todo en la Infantería y Caballería españolas. Los regimientos extranjeros, sin embargo. que recibían a los desertores y gente de leva, la cosa debía ser diferente y más rígida. La ordenanza contemplaba también la posibilidad de arrestar a un oficial. La gradación de este arresto abarcaba desde su separación del servicio y arresto domiciliario, hasta la pena de muerte precedida de degradación, que se realizaba en un acto solemne en la plaza de armas con todo el regimiento formado y el reo escoltado por un pelotón de granaderos mandado por un sargento. La ceremonia comenzaba con un redoble largo de tambor. A continuación el Sargento Mayor del regimiento procedía a la degradación pronunciando la siguiente alocución: "La piedad generosa del Rey os concedió que delante de sus Reales banderas pudieseis cubrir vuestra cabeza con el

sombrero, en el concepto de que vuestro honor podría hacerla digna de esta distinción, pero ahora su justicia manda, que así se os quite".

Luego el Mayor le quitaba el sombrero al degradado y, arrojándolo al suelo, continuaba: "Esta espada que asisteis para satisfacer, conservando vuestro honor al que el Rey os hizo, concediéndoos que

contra sus enemigos la esgrimierais en defensa de su autoridad y justicia, servirá rota, por la falsedad de vuestro delito, para exemplo de todos y tormento vuestro."

Más adelante le despojaba de la espada y la quebraba con la rodilla. La ceremonia terminaba con el despojamiento del uniforme por el sargento que mandaba la escolta. "Despójese de este uniforme que sirvió de equivocarse exteriormente con los que le visten, para contribuir a la

mayor exaltación de la gloria del Rey." Por último el Mayor ordenaba al sargento de la escolta de granaderos su traslado al patíbulo, si había sido condenado a la pena capital.

"...y pues que la justicia de Su Majestad no permite que el delito tan grave de este hombre quede sin castigo. llévenle a que le padezca su cuerpo, que Dios tendrá piedad de su alma"

Por su parte, el servicio de guarnición en las unidades que estaban acuarteladas en las plazas fuertes de las ciudades no presentaba un panorama nada alagüeño al menos a la altura de 1766,cuando el general O´Reilly informaba al Secretario de Guerra Conde de Ricla sobre el asunto y cuyas palabras recogen por si solas la situación sin deba mediar otro comentario:

27 El castigo de baquetas se consideraba como un servicio más y los soldados encargados de ejecutarlo eran nombrados para él como si del de guardia se tratara.Como ya vimos con anterioridad los soldados distinguidos y los cadetes estaban exentos. Este castigo se graduaba según el número de hombres que lo ejecutaban y el número de carreras que el castigado debía efectuar pasando entre las dos filas del pelotón. En esta punición se podía llegar al número de cuatro carreras y 200 hombres. 28 Desde esa fecha y por orden del inspector O´Reilly se prohibió el castigo corporal en los cuarteles.

"El servicio qual se hace en las Plazas, e de mucho trabajo, sugeción y disgusto a oficiales y soldados, y de continuo

impedimento a la disciplina: el soldado en muchas guarniciones apenas tiene un día libre de una u otra fatiga: es frecuente el estar de plantón la Tropa,: la Plaza pide el tercio de los effectivos en la revista, de estos se han de revajar los rancheros, quarteleros, ordenanzas de Regimiento, guardias de vanderas, presos, convalecientes y empleados particulares: queda el soldado quando mejor a una noche buena. Ha habido varias órdenes para que este servicio de plazas se aliviase, pero siempre ha ocurrido algún motivo que ha estorvado su cumplimiento."

A estas penalidades de las que se hacía cargo el inspector, debemos añadirle lo incómodo del alojamiento. En los dormitorios, por ejemplo, no había más que una cama para cada dos soldados, que la compartían por turno. Esta, la cama, estaba compuesta por dos banquillos metálicos, cuatro tablas, un jergón conteniendo 25 libras de lana, un cabezal con ocho libras, dos sábanas (que se cambiaban cada mes) y una manta. Había además en el dormitorio, por cada 20 soldados, una mesa, dos bancos un baúl, una jofaina y una lámpara de aceite. La alimentación en guarnición tampoco daba mucho de sí. Hasta 1766 SE LE DABA A LA TROPA EXCLUSIVAMENTE UNA ÚNICA COMIDA AL MEDIODÍA29. Pero el susto del motín de Esquilache, que hizo reaccionar a las autoridades en muchos campos, supuso también algunas mejoras para la tropa. Efectivamente: por estas fechas, justamente cuatro meses después de la asonada, se le ordenó al inspector de Infantería, el recién nombrado O'Reilly, que pasara una inspección general con el fin de comprobar el estado de la tropa. Éste se quejará en su in-forme de la siguiente forma: " De veinte años a esta parte ha subido tanto el precio de los comestibles, que en los años en que más abundan las

cosechas, come infelizmente el soldado: dos onzas de tocino, quatro de arroz, o el equivalente en menestras, algunos menudos o despojos en lugar del tozino, es todo su sustento a mediodía. Para almorzar [sic. por desayunar], cenar y todos sus menudos gastos, como son un traguito de vino, tabaco, ahujas, hilo etc. le quedan tres quartos al día. ¿con 24 onzas de pan, que quando mejor librado no dexa de tener dos de falta, cómo ha de conservar este soldado sus fue-rzas?"30

No se podrá decir que O'Reilly -al que le acusaron de todo los envidiosos tras su estrepitoso fracaso en Argel- no era un hombre que se despreocupara por los más ínfimos detalles, incluido los humanos, en relación con el soldado. Especulativo, filantrópico e inteligente, trató de mejorar la caótica situación de la Infantería que pusieron a su cargo y empezó por lo más inmediato: la tropa y su cuidado. La consecuencia inmediata de este informe del conde-inspector supuso que el Rey, por Real Decreto de 4 de octubre de 1766, aumentó el prest de la tropa de 37 a 40 reales al mes, lo que supuso un aumento diario de un cuarto de socorro. Con todo y con ello, no representó una mejora considerable para el soldado, que siguió alimentado fundamentalmente de pan31, como podemos observar en el siguiente cuadro donde se han traducido al sistema métrico decimal, las cantidades correspondientes a una ración diaria. En cualquier caso el aumento del prest permitió servirle una SEGUNDA COMIDA al anochecer.32 Además el Rey concedió también a la tropa una cama para cada soldado33.

29 Los sargentos hacían rancho aparte, pero siempre a juicio del capitán de su compañía. A esta posibilidad se le denominaba imperio. 30 O'REILLY. Informe cit. pag. 2. 31 El pan se elaboraba en el ejército, que contaba con hornos de guarnición y también portátiles para campaña. 32 Así se llamó desde entonces a la cena en los cuarteles: segunda comida, tradición mantenida hasta hoy en día. 33 El mayor Dalrymple asegura que la medida fue tomada porque un médico del Rey, llamado Thamar, convenció a Carlos III de lo malsano de dormir dos hombres en la misma cama al facilitar el contagio de sus enfermedades.

A las incomodidades ya descritas había que añadir las del uniforme. Éste era en casi todos los regimientos de color blanco, por lo que siempre estaba cubierto de manchas y con el collarín,

la solapa y la vuelta descoloridos, debido a que la tropa contaba nada más que con un sólo uniforme para paseo, guardias (en las que dormían vestidos) y marchas, el cual debía durar 40 meses y aun más

caso erario iara sino en

Júzguese pues, el aspecto de un soldado de entonces con múltiples manchas en el uniforme, los zapatos rotos, remiendos

sin afeitar, ya je al respecto y

con los oficiales, solo pasaba por la compañía una vez a la semana. Tampoco podía re-parar las faltas en vestuario y calzado con siete reales de masita al mes si una casaca costaba 61. Además de ello, con el paño de que estaba hecho el uniforme,

en verano se asaba de calor y en invierno se moría de frío, porque el vestuario no incluía prenda de abrigo.34

cuando la burocracia y el esprovocaba que no se le cambcinco, seis y a veces siete años.

por todas partes y encima que no disponían de utillael barbero, demasiado ocupado

MINUTA DIARIA PARA UN SOLDADO (1766) Minuta nº 1. Tocino 60 gr. Arroz 120 gr. Pan 700 gr. Minuta nº 2. Menestra 60 gr. Despojos 120 gr. Pan 700 gr. Nota: una ración de pan costaba 24 maravedies. Fuente: Informe O´Reilly de 1766 cit.

Algo consiguió también el infatigable O'Reilly respecto al uniforme del soldado, al menos que se lo entregaran al cumplir el plazo. Más adelante, a finales del reinado en 1788, el período de duración se rebajó a 30 meses.35 Con todo resultaba excesivo tanto por las condiciones objetivas como por el agravio comparativo, si tenemos en cuenta que en el Ejército Prusiano les cambiaban los zapatos cada ocho meses, el uniforme cada año y les daban un capote36

Por su parte el Marqués de la Langle en su Voyage en Espagne nos dice en esta época: "España es el único país donde el soldado duerme solo. Puede hacerlo a sus anchas y darse la vuelta a gusto en su cama". Citado por DESDEVISES Las institutions... opus cit.pag. 372. 34 El capote de la época se denominaba redingote. Únicamente la caballería usaba capa. Los uniformes se confeccionaban en Cataluña. Las gorras y los sombreros y gorras en Calahorra. Estas prendas se encargaban mediante contratas o asientos. 35 En esas fechas el uniforme de soldado de Infantería costaba como se observa en el cuadro adjunto 292 reales, 3 maravedies de vellón, pero los de Caballería y Dragones eran mas caros. Costaban, respectivamente, 603 reales y 14 maravedies y 573 reales y 31 maravedies. Vid VERGARA, opus cit. 36 Ibíd.

Hay numerosos testimonios e la época en los que se da cuenta de el estado ruinoso de los uniformes por culpa de su falta de repuesto y la de previsión administrativa. El general Masones

de Lima, por ejemplo nos cuenta que: "Por andar tan des

indecentes los soldad

cabehech

UNIFORME PARA UN SOLDADO DE INFANTERÍA Prendas nº Coste (en rls. de vellón) Rs. Mvs. Chupa 1 40 Calzones 3 84 Camisas 3 51 Corbatines 2 1 22 Sombrero 1 10 26 Gorro de cuartel 1 6 27 Zapatos (pares) 1 12 12 Medias (pares) 1 7 17 Botines (pares) 1 10 Cinta y lazo 1 1 11 Mochila 1 2 20 Portafusíl 1 28 Hebillas (juego) 1 2 11 Total 292 3 Fuente: VERGARA, Martín de, Nueva economía alambicada para todos los ramos del Exército y desarrollamiento de un plan militar." Zaragoza, 1788. A.H.N. Estado, leg. nº 3220-2.

nudos e os se les

dispensaba de ir a misa los días de fiesta"37

El Marqués de Langle en su viaje a España tampoco es más optimista cuando refiere que: " El atractivo de los

regimientos españoles, a primer golpe de vista, consiste en lo sucio de sus uniformes que además están rotos y llenos de manchas. Los soldados van sin polvos en los

llos, con la coleta mal a, y los bucles

desiguales"38. El de otro viajero, Swinburne, que habla en 1775, es de tono parecido: " Los uniformes no son muy

gratos a la vista y están mal hechos. Los soldados usan el uniforme con un indignante desaliño y llevan raramente peinados sus cabellos negros y grasos . No hace mucho tiempo que andaban con andrajos y hacían guardia ordinariamente con el uniforme incompleto y casi sin calzones. Sin embargo ahora su arreglo ha mejorado bastante."39

Martín de Vergara, comparando el Ejército Español con otros, hacía una interesante reflexión. Según él, la razón de que en ciertos países se les cambiara más veces el uniforme a los soldados correspondía a que el lujo era más notorio en los civiles, con lo que el desaliño de la tropa supondría un agravio comparativo, que en España no se daba porque este último (el desaliño) era general. Por tanto no nos engañemos, la tropa iba mal vestida como todo el mundo y basta. Debemos hacernos cargo de una época en la que Madrid tenía fama de ser la ciudad más sucia de Europa (hasta que Carlos III la limpió) y donde se decía que había que llevar levantada la espada, no fuera que ésta pescara algún objeto desagradable. No queda más remedio que descartar la imagen elegante del bizarro soldado que nos muestran los grabados de la época. No son más que modelos ideales. 37 MASONES DE LIMA, Jaime, Expediente de D.___________, sobre varios escritos suyos para introducir mejoras en el Exército. A.H.N. Estado, leg. nº 3207 exp. nº 4. 38 LANGLE, Marqués de. Voyage en Espagne. Tomo I, pag. 151. Citado por DESDEVISES, opus cit. Pag. 352. 39 SWINBURNE, Enri. Voyage en Espagne, París, 1787, pp. 37-39.

Sin embargo no todo eran críticas. El mayor Dalrymple, del que hemos tenido ocasión de hablar relacionado con la academia de Avila, aun siendo militar e inglés fue un tanto más comedido en sus críticas y si bien resaltaba la suciedad del soldado español, también alababa su corrección y limpieza cuando la encontraba a su paso. Lo que Dalrymple observó, por ejemplo, es que la policía del soldado era más cuidadosa dentro de los cuarteles que fuera: " Las Guardias Españolas están bastante más cuidadas en sus cuarteles y son sucias fuera: he visto a la puerta de

Palacio un centinela que parecía haber llevado su camisa ocho días por lo menos y el resto del uniforme estaba en proporción."40

Esta visión la tuvo Dalrymple cuando estuvo en la Corte, pero, como ya sabemos, luego pasó a Ávila. Allí se encontraba de guarnición el regimiento de Infantería de Navarra para auxiliar a la academia de O´Reilly en punto a maniobras. Este regimiento debía ser un modelo, porque el mayor británico se deshizo en elogios, lo que demuestra que todo no era tan malo como nos quieren hacer ver algunos biliosos y furibundos viajeros foráneos:

"Voy a daros un ligero esbozo del modo como esa tropa está dispuesta en los cuarteles. No les dejan salir a la calle hasta que sus coletas no están peinadas y sus cabellos limpios y empolvados; están en los dormitorios con gorro de cuartel y casaca; he hallado las naves muy limpias , lo que es tanto más notable cuanto que la limpieza no es el carácter distintivo de los españoles, aunque por su clima sea allí más necesaria que en otras partes. Las camas están hechas y dan al dormitorio un aire de decencia.

Hay entre ellos mucha subordinación, porque saludan no solamente a sus oficiales, sino también a los sargentos cuando los encuentran por las calles. Donde se descubre alguna contradicción es cuando están de servicio. Por ejemplo llevan los botones limpios pero la ropa ajada; los cabellos bien empolvados pero las camisas sucias."41

40 DALRYMPLE, Opus cit. pg.. 67. 41 Ibid. pag. 64.

EQUIPO PARA UN FUSILERO DE INFANTERÍA (1766) I. Equipo individual II. Equipo colectivo (cada 20 hombres) a. Armamento Utensilio Fusil Mesa y bancos Bayoneta Aceite para lámpara 86 cl. Leña 25 kg. b. Menaje Vinagre ½ litro Sal Uniforme Correaje

Efectivamente, el sagaz Dalrymple se dio cuenta que la limpieza que encontró en el cuartel del regimiento de Navarra era sobre todo formal, relacionada con el esfuerzo que se realizaba en aquellos momentos por mejorar tanto el Ejército Español como su imagen (al margen, por supuesto, de que aquel día de su visita, suponemos que anunciada de antemano, hubo zafarrancho general y todo el mundo debió poner el máximo cuidado para que resultara brillante). No obstante habían transcurrido demasiados siglos de santa hediondez: faltaba hábito y desde luego espíritu. La visión de

conjunto revelaba una vez más el formalismo que Dalrymple resume con una frase:

" La uniformidad se destaca en cada detalle particular de su vestir, pero carece de ese conjunto que la hace agrada-

ble."42 Los artículos correspondientes a la uniformidad en las ordenanzas de 1768 resumían lo que se pretendía en lo formal respecto al aspecto del soldado, y que indica cuales eran los principales defectos a corregir, que debían ser habituales: -Casaca, chupa y calzón sin manchas, rotura ni mal remiendo. -Caídas del pelo cortas y con un solo bucles a cada lado. -La gorra bien armada -Zapatos limpios; medias bien estiradas; corbatín bien puesto. -No usar prendas que no fuesen de uniforme, como capa o redecilla para el pelo. -Fumar por la calle o sentarse en el suelo en calles o plazas Este formalismo era real. De él se quejaba, por ejemplo, el conde de Ricla que lo consideraba "un mecanismo inútil para la guerra": " Se exige una pulcritud extremada en peinado, polvos, vestido y otras frioleras que les ocupa casi todo el tiempo"43 Y no es que el conde Secretario de Guerra no fuera partidario de la limpieza. A sus críticas al formalismo añadía que estaba bien que la tropa se aseara, pero que los jefes de cuerpo exageraban el cuidado personal del soldado porque el estado de revista de su regimiento influía en el ascenso, en un momento en que se había hecho hincapié en el aspecto exterior, mientras que se descuidaba la instrucción en orden cerrado. Hasta tal punto llegaba la cosa, añadía, que algunos jefes utilizaban parte del socorro diario (es decir la parte correspondiente al prest que se destinaba a la comida) para la compra de polvos, cofias y rulos para bucles y ponía el ejemplo del regimiento Inmemorial del Rey, donde se había suprimido la segunda comida para este efecto. Ricla finalizaba diciendo que semejantes capri- 42 Ibid. 43 RICLA, conde de. Estado en que se halla la Infantería. 1774. A.H.N. Estado, leg. nº 3220-2..

chos aburrían al soldado y que no era fácil hacer elegante a un campesino "que jamás ha llevado casaca, corbatín y muchos ni zapatos" y concluye: " Por tanto, el tan ponderado sobresaliente pie de los cuerpos de Infantería es pura apariencia y la verdadera

disciplina está descuidada" Ni que decir tiene que estas quejas de Ricla iban dirigidas contra su enemigo O´Reilly, a la sazón inspector de Infantería y principal promotor (además de la academia de Ávila de la que ya hemos hablado) del formalismo en el vestir y la insistencia en aplicarlo, amén de otras reformas que con su afán de protagonismo (por otra parte fomentado desde las alturas) propugnaba, eclipsando la figura del Secretario que se resentía de ello, al margen de pertenecer al grupo de su pariente Aranda.

4. EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN 1781.¡Error! Marcador no definido. III. Estructura orgánica. Hasta ahora hemos hablado de los hombres, analicemos a continuación la estructura del Ejército Español, para que podamos efectuar mejor su encuadre. A la par, este análisis debe permitirnos evaluar en cierta medida, las posibilidades tácticas de la Institución, en aquello tiempos y frente a sus potenciales enemigos La Infantería de Línea. La Infantería del Ejército Español en el siglo XVIII había sido estructurada según el modelo que en aquellos tiempos la caracterizaba, es decir su encuadramiento en regimientos. Esta estructuración la realizó Felipe V, quien al comienzo de su reinado se puede decir que no tenía infantería nacional. En efecto: ésta estaba formada por toda clase de gentes menos por españoles, quienes habían perdido toda la afición por la milicia. Había tropas valonas y alemanas; suizas, italianas, borgoñonas e irlandesas y todas mandadas por oficiales igualmente extranjeros. Esta infantería estaba encuadrada aun en la vieja organización de los tercios, que apenas habían evolucionado desde la aparatosa derrota de Rocroi (1643), la cual significó para Francia, más que una simple victoria militar, nada menos que su supremacía en Europa frente al ya decadente imperio español. Entonces Francia, en su calidad de primera potencia, realizó una serie de reformas radicales en las que intervinieron el ministro de la Guerra duque de Louvois y el ingeniero militar Mr. de Vauban. Ellos sentarán las bases del nuevo modo de entender el Ejército y en concreto la Infantería, a la que se encuadrará desde entonces en regimientos. Los cambios producidos en este arma durante el siglo siguiente, el XVIII, no corresponderán más que a variantes sobre un mismo tema. A partir de 1700, con el advenimiento de los Borbones en España se adoptó esta organización francesa y los antiguos tercios se convirtieron en unidades regimentales, donde el antiguo maestre de campo pasará ahora a ser el coronel. A este cambio radical y modernización de la Infantería en España hay que añadirle el hecho de que aunque se mantuvieron algunos regimientos extranjeros, este cuerpo desde entonces fue en su dos terceras partes nacional y pasó a denominarse por ello Infantería Española, frente a la suiza, irlandesa, italiana o valona. Todo ello fue posible gracias al espíritu patriótico (en el sentido que esta palabra pueda tener en la época) que tomó cuerpo en la Guerra de Sucesión, que además de guerra internacional fue también una guerra civil entre el centro y la periferia peninsulares. Este sentimiento permitió a Felipe V crear, prácticamente de la nada, un ejército que le permitió vencer en la contienda. Esta situación y su análisis no corresponde solo a la investigación actual sobre el reinado de Felipe V sino que los contemporáneos de su hijo Carlos III ya eran conscientes de ella. Por ejemplo el conde de Ricla que nos lo cuenta en detalle: "Todo el reinado de Felipe 5º fue una cadena de guerras y expediciones. Muchas veces faltó dinero para pagar y

vestir las tropas pero nunca faltaron hombres que sirviesen voluntarios y gustosos, para mantener los exércitos en pie, pues solo la Andalucía levantó más de treinta regimientos de Infantería

(...) El soldado desnudo y hambriento vivía gustoso bajo sus vanderas: havía millares de hombres que tomavan la profesión militar de por vida: las familias lloraban la pérdida de sus hijos o los veían llegar heridos y mutilados sin alivio ni recompensa; pero la Nación permanecía inmutable. Nunca las calamidades, la pobreza, ni las desgracias hicieron aborrecible a los españoles el servicio de las Armas."1

Sin embargo este espíritu patriótico desapareció con los años por la inactividad bélica y el pacifismo de la época de Fernando VI. Así llegamos a la de Carlos III en el que, aunque la organización subsistía, la Infantería ya no era aquella de las campañas del Primer Borbón. En efecto: en 1781 los 27 regimientos de Infantería Española estaban formados, esencialmente, por soldados forzosos de quinta, cuya principal preocupación era que les llegara la hora del licenciamiento. De todas maneras su calidad social era superior a la gente de recluta o de leva y así debía ser, al menos a juicio de una persona tan poco sospechosa de adulación como el mayor británico Dalrymple, de quien ya hemos hablado y que, refiriéndose a la tropa de Infantería procedente de quinta, dice: "Muchas gentes se oponen contra este método de hacer las reclutas; dicen que eso perjudica notablemente a la

industria y al cultivo, obligando a los campesinos laboriosos a servir contra su inclinación, disminuyendo el número de los cultivadores y llevando los vicios de la soldadesca entre esa clase de hombres, cuyas costumbres sencillas y frugales son su felicidad. No es asunto mío entrar en polémica sobre el pro y el contra de apartar del servicio militar a las gentes del comercio y a los artesanos y quintar sólo a los campesinos. Lo que si digo es que, estando compuesto el ejército sobre todo de gentes del campo, que son personas de la mayor probidad y grande apego a su país, en este punto el Ejército Español es muy superior al de otros países, compuesto fundamentalmente por borrachos y libertinos"2

Borrachos y libertinos también existían aquí y se les denominaba, en expresión de la época, como ya lo hemos mencionado alguna vez, ociosos, malentretenidos y quimeristas, pero a la altura de 1781 habían sido apartados a los regimientos extranjeros, fundamentalmente a los de Infantería Valona, Italiana e Irlandesa, que era también a donde se enviaba a los desertores. Solo la Infantería Suiza era de mayor calidad entre las tropas extranjeras, al menos así la consideraba Dalrymple aunque otro viajero dijera que se batían siempre en proporción al dinero que les pagasen3. Al fin y al cabo formaba parte de su idiosincrasia. Los cantones suizos habían proporcionado mercenarios a todos los ejércitos europeos desde el Renacimiento y prácticamente vivían de ello. La caballería y los dragones: La decadencia de un cuerpo. Si en el reinado de Felipe V la Infantería tomo un auge inusitado, tampoco la Caballería quedó a la zaga. En este caso es Bohorquez quien nos lo cuenta:

"Al principio del siglo se encontró el glorioso padre de V.M. Rey, sin exército y sin dinero, con unos enemigos poderosísimos y arraigados en España por más de doscientos años. Todos creían que no se podría sobstener, pero su constante ánimo4 y el amor que le profesavan la maior parte de sus vasallos, hizo que, dando estos voluntariamente quanto tenían con sus personas y en especial los de la Corona de Castilla y los pueblos sus fondos [con los que consiguió reunir] 26.000 caballos, que espantaron el mundo, viendo unos ejércitos recién formados de paisanos, dar la ley y echar de España los famosos exércitos de ingleses, holandeses, portugueses. y alemanes"5

1 RICLA. "Discurso sobre las causas..." opus cit. pag. 3.

2 DALRYMPLE, Opus cit. pag. 672.

3 ANÓNIMO en GARCÍA MERCADAL, j. Viajes de extranjeros por España y Portugal, Madrid, Aguilar, 1962 3 vols, vol III, siglo XVIII, pag. 542.

4 A Felipe V se le dio el sobrenombre de el animoso aunque su neurastenia posterior contradijera este epíteto.

5 BOHORQUEZ. Opus cit. pag. 4-5

O sea: en la Guerra de Sucesión la Caballería todavía jugaba bien su papel, es más, de los 12 regimientos de este arma existentes en 1781, seis habían nacido en ella (vid. cuadro en la pag. 432) así como la mitad de los ocho de Dragones (los que recibieron el nombre de las decisivas batallas de Villaviciosa y Almansa). Pero la evolución de las tácticas y de la potencia de fuego a lo largo del XVIII, fueron dando predominio a la Infantería y quedando aquella como auxiliar y cada vez menos empleada, salvo en misiones de escasa importancia a donde fue relegada. Sobre todo porque la guerra de posiciones fue predominando sobre la de movimientos.

ESTADO GENERAL DEL EJÉRCITO Y LA MARINA (1782) GUARDIA REAL Total Infantería 1 Compañía de Alabarderos.............................................................. 148 1 Regimiento de Guardias Españolas ............................................ 4.267 1 Regimiento de Guardias Valonas ............................................... 4.267 Caballería 3 Compañías de Guardias de Corps.................................................. 621 1 Brigada de Carabineros Reales ...................................................... 639 ..............................9.942 INFANTERÍA 27 Regimientos de Infa. Española ............................................... 37.179 12 Regimientos de Infa. Extranjera ............................................... 6.316 3 Regimientos de Infa. ligera ......................................................... 2.043 1 Compañía de escopeteros en Getares ...............................................80 2 Regimientos fijos (Orán y Ceuta) ............................................... 3.156 4 Compañías de desterrados.............................................................. 420 6 Compañías de los presidios menores............................................. 132 1 Compañía de guardabosques.............................................................96 42 Regimientos de Milicias.......................................................... 32.918 1 Regimiento de Milicias de Mallorca........................................... 1.539 ............................93.879 CABALLERÍA 12 Regimientos de Caballería de línea .......................................... 6.180 1 Regimiento de la Costa de Granada............................................ 3.610 1 Regimiento de Voluntarios de España........................................ 3.690 1 Compañía de Ceuta ........................................................................ 327 1 Compañía de moros almogataces .....................................................50 8 Regimientos de Dragones ........................................................... 4.176 ............................18.033 ARTILLERÍA 5 batallones de artilleros................................................................. 5.511 1 Compañía de cadetes de Segovia......................................................60 1 Compañía provincial de Badajoz......................................................60 ............................. 5.631 CUERPO DE INVÁLIDOS Tropa............................................................................................... 4.904 MARINA REAL Tropa de marina............................................................................ 12.117 Artillería de marina......................................................................... 1.971 ............................14.394 Total general.......................................................................................... ......................... 146.783 Fuente S.H.M. Clonard leg. nº 23.

NÚMERO TOTAL DE OFICIALES Y CLASES DE TROPA EMPLEADOS EN EL EJÉRCITO DE TIERRA EN 1782 Grado Infantería Caballería Oficiales nº Total nº Total Coroneles 83 24 Tenientes coroneles 83 72 Sargentos mayores 83 24 Capitanes 1.494 288 Tenientes 1.494 288 Subtenientes o alféreces 1.494......................... 4.731 288 ................................... 984 Clases de Tropa Sargentos 1ºs. 1.494 288 Sargentos 2ºs. 2.988 576 Cabos 1ºs. 5.318 ---- Cabos 2ºs 11.122......................... 9.628 576 ................................ 1.440 Total general....................... 14.359 .................................................... 2.424

La Caballería ya no formaba el cuerpo central de la batalla y su protagonismo va perdiendo pie. ¿Que fueron sino las últimas cargas de la Caballería moderna sino un intento desesperado por parte de ésta de reivindicar su papel?6 Los cuerpos de Artillería e Ingenieros: los protagonistas esenciales Como consecuencia de la creciente importancia de los dos cuerpos, Artillería e Ingenieros, a lo largo del XVIII y de las innovaciones registradas en los mismos acaecidas en Francia, a la altura de 1781 y en España éstos habían sufrido dos reformas importantes en lo que iba de siglo. La primera se llevó a cabo en tiempos de Fernando VI y tuvo como protagonista al fogoso conde de Aranda, que a la sazón, el 10 de agosto de 1756 fue nombrado Director General de Artillería e Ingenieros, con la clara intención de unificar los dos cuerpos, después de suprimir el empleo de Capitán General de Artillería, que estaba vacante desde 1713 por la muerte del marqués de Canales. Pero pronto surgieron problemas con el teniente general marqués de la Mina, que por otra parte era protegido por el Secretario de la Guerra, Sebastián Eslava, quien se oponía al proyecto de unificación. Estas diferencias dieron al traste con la labor del conde, que acabó pidiendo la dimisión dos años después, (concretamente en enero de 1758) y que le fue aceptada. Aranda se retiró entonces a sus estados de Aragón haciendo, incluso, dejación de sus empleos militares y no volvió a ejercer cargo alguno hasta que con el advenimiento de Carlos III al año siguiente, fue llamado a la Corte y comenzó su azarosa trayectoria durante este reinado7.

6 Nos referimos aquí, por ejemplo,a la famosa carga de la Brigada Ligera Británica en la guerra de Crimea o la de la Caballería Polaca contra los tanques alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

7 Sobre la trayectoria de Aranda como Director General de Artillería e Ingenieros, vid: OLAECHEA, Rafael y FERRER BENIMELI, José A. El conde de Aranda. opus cit. vol 1. pag. 15. CHACÓN Y DE LA ALDEA, José. "Una reforma militar en el siglo XVIII. Breve nota y comentario sobre algunos tropiezos mal conocidos de D. Pedro Abarca de Bolea, décimo conde de Aranda." Revista de Bibliotecas Archivos y Museos. 1931-VIII pp. 177-196.

CUERPOS DEL EJERCITO ESPAÑOL

EN 1781 Y FECHA DE CREACIÓN Infantería de Línea Española. 1. Inmemorial del Rey (?) 2. Rgto. del Príncipe 1537 3. Rgto. de Saboya 1537 4. Rgto. de la Corona 1537 5. Rgto. de Africa 1559 6. Rgto. de Zamora 1559 7. Rgto. de Soria 1591 8. Rgto. de Córdoba 1650 9. Rgto.de Guadalajara 1657 10. Rgto. de Galicia 1657 11. Rgto. de Sevilla 1657 12. Rgto. de Granada 1657 13. Rgto. de España 1660 14. Rgto. de Toledo 1661 15. Rgto. de Mallorca 1682 16. Rgto. de Burgos 1694 17. Rgto. de Murcia 1694 18. Rgto. de León 1694 19. Rgto. de Cantabria 1703 20. Rgto.de Asturias 1703 21. Rgto. fijo de Ceuta 1703 22. Rgto. fijo de Orán 1703 22. Rgto. de Navarra 1705 25. Rgto. de Vitoria 1705 24. Rgto. de Aragón 1711 25. Rgto. de América 1764 26. Rgto. de la Princesa 1766 27. Rgto. de Extremadura 1766 Infantería Ligera Española Rgto. de vol.de Aragón 1762 Rgto. 1º de Cataluña 1762 Rgto. 2º de Cataluña 1762 Infantería irlandesa Rgto. de Hibernia 1709 Rgto. de Ultonia 1709 Infantería italiana Rgto. de Nápoles 1572 Rgto. de Milán 1572

Infantería Walona Rgto. de Flandes (?) Rgto. de Brabante (?) Rgto. de Bruselas (?) Rgto. vol. extranjeros 1767 Infantería suiza Rgto. de Buch (?) Rgto. St. Gall-Drumann (?) Rgto. de Betschart 1742 Rgto. de Ehrler 1742 Rgto. de Reding (?) Rgto. de Kruter 1742 Caballería de línea Rgto. del Rey 1538 Rgto. de Borbón 1640 Rgto. del Infante 1641 Rgto. de Farnesio 1649 Rgto. de Alcántara 1656 Rgto. de España 1659 Rgto. del Algarbe 1701 Rgto. de la Reina 1703 Rgto. del Príncipe 1703 Rgto. de Calatrava 1703 Rgto. de Santiago 1703 Rgto. de Montesa 1706 Rgto. C. de Granada 1762 Rgto. Voluntarios 1762 Dragones Dragones del Rey 1674 Dragones de Pavía 1684 Dragones de Sagunto 1703 Dragones de Almansa 1707 Drag. Villaviciosa 1707 Drag. de Numancia 1707 Drag. de Lusitania 1709 Drag. de la Reina 1731

No entramos aquí a juzgar quien tenía razón respecto a la polémica entre Mina y Aranda sobre la unificación o separación de los cuerpos de Artillería e Ingenieros, sólo aprovechamos la ocasión para citar la opinión del viajero anónimo que años después de la polémica, en 1765, opinaba sobre ambos: "El general del Ejército que mandará en caso de guerra es el conde de Aranda. Es el único hombre que tiene amor

propio y que trata de instruirse; pero tiene un carácter difícil y se le cree un oficial mediocre. Sus mejores cualidades son el valor y una probidad inflexible. La experiencia de la guerra se adquiere con el estudio y la práctica, pero también es un oficio que no se aprende si no se tienen cualidades natas para ejercerlo. Se cree que estas le faltan a Aranda,por eso, aunque se tome mucho interés, es de temer que su trabajo sea inútil y no produzca jamás un efecto ventajoso para la Nación.

[En todo caso] el único general de valía que hay actualmente en España es el marqués de la Mina. Es uno de los más grandes capitanes del siglo, pero lleno de todos los prejuicios de la Nación y de un odio muy fuerte contra los extranjeros, particularmente contra los franceses a los que no puede sufrir (...)"8

Lo importante en cualquier caso y al margen de lo que puedieran opinar sobre la reforma sus mentores o sus detractores, es que no prosperó y a la altura de 1763, después de la amarga experiencia de la Guerra de Portugal y en el contexto de la reforma general del Ejército emprendida por Carlos III, se abordó otra vez la actualización de la Artillería y los Ingenieros. Desde 1763, y con este fin reformador, la Artillería y los Ingenieros (definitivamente encuadrados en cuerpos aparte) fueron confiados, respectivamente, al italiano conde de Gazzola y al teniente general de origen valón Maximiliano de Croix. No parece que tampoco le gustara el proceso a nuestro atento observador anónimo que antes hemos visto criticar a Aranda. Sobre todo porque parece que Croix era mejor artillero que ingeniero y sin embargo fue destinado al segundo cuerpo para favorecer a Gazzola, teniendo en cuenta la privanza que con Carlos III, que reinó mucho tiempo en Nápoles, tenían los italianos.9 Pero todos estos pormenores corresponden a la reforma, digamos, oficial, lo que se ofreció al público. Sin embargo y gracias a determinadas noticias obtenidas a través de la correspondencia de varios sujetos (entre ellos Crillón) durante la campaña de Menorca, hemos descubierto el auténtico hilo conductor de la reforma de la Artillería española en 1763 y que ha permanecido oculto hasta el presente. Por lo menos ninguno de los autores que tratan el tema de las reformas carlotercistas, y más concretamente de la Artillería o Ingenieros, hace ninguna referencia a ello10 Nos estamos refiriendo a el hecho de que: LA REFORMA DE LOS DOS CUERPOS MÁS TÉCNICOS DEL EJERCITO ESPAÑOL EN TIEMPOS DE CARLOS III NO FUE UNA OBRA ITALIANA O VALONA SINO FRANCESA. En efecto: un italiano y un valón se hicieron cargo de ambos cuerpos y, de hecho, oficialmente se les atribuyó su reforma, pero en aquella época la última tecnología y las teorías vigentes más avanzadas sobre estos ramos procedían de Francia, donde se había realizado una serie de reformas a lo largo del siglo que habían revolucionado estos medios y de las cuales había tenido un enorme protagonismo el artillero Jean-Florence Vallière. En efecto Vallière, en 1732 organizó la Artillería Francesa según el sistema que lleva su nombre y que consistió fundamentalmente en una normalización de calibres que fue la siguiente:

-Cañones normalizados a 4, 8, 12, 16 y 24 libras

8 ANÓNIMO Opus cit. pag. 538.

9 Ibíd.

10 Ni siquiera CAPEL, SÁNCHEZ y MONCADA, en su obra sobre los Ingenieros Militares del siglo XVIII. Vid. CAPEL SÁEZ Horacio; SÁNCHEZ Joan Eugeni; MONCADA Omar, De Palas a Minerva: La formación científica y la estructura institucional de los Ingenieros Militares en el siglo XVIII. Madrid, CSIC, 1988.

-Morteros de placa normalizados a 6, 9 y 12 pulgadas -Morteros pedreros normalizados a 15 pulgadas.11 Después de reformada la Artillería Vallière permaneció como director del cuerpo hasta 1747 en que fue reemplazado por su hijo Joseph-Florence. El sistema Vallière se mantuvo vigente en Francia hasta 1763, año en el cual otro artillero, rival del anterior, Gribeauval, consiguió del gobierno acometer otra reforma e implantar su propio sistema que consistía en una nueva normalización, basada, fundamentalmente, en dividir la Artillería en piezas de campaña, sitio, plaza y costa. Ni que decir tiene, que los partidarios de Vallière quedaron postergados y en la oposición. Es el momento en que Carlos III, que aprovechando el Pacto de Familia, trataba de introducir las innovaciones provechosas procedentes de Francia, fundamentalmente con la importación de cerebros, llamó a Vallière-hijo a España para que se encargara de la reforma de la Artillería y adaptara nuestro sistema al de su padre. A la altura de 1763, Joseph Florence Vallière había ya, sino superado, al menos igualado los méritos de su padre: era teniente general y además de haber actuado con éxito en las campañas de Italia de los años cuarenta, había sido nombrado miembro de la Academia de Ciencias de Francia en 1761. Su categoría, que le colocaba entre los primeros de su oficio en Europa, no pasó desapercibida por Carlos III. Vallière llegó a España acompañado de alguno de sus discípulos (entre ellos Hubert de Babelon) en esas fechas con el pretexto oficial de visitar la fortaleza de Gibraltar para instruirse sobre la misma, pero también con la oculta misión de elaborar el proyecto de reforma que luego presentó a Carlos III, pero cuya firma no figuró por ninguna parte. En cualquier caso el Rey de España premió su labor concediéndole un título de Castilla; el de marqués de su apellido.12 El resultado desde el punto de vista organizativo fue que la Artillería quedó encuadrada en cinco batallones sin consideración de regimiento, más uno de cadetes de Segovia y el cuerpo de Ingenieros con sus grados en cuerpo aparte. En 1774 y siendo director general del mismo el ingeniero Pedro Lucuce, fue dividido en cuatro secciones:

1. Trabajos militares de plaza y de campaña y servicio geográfico 2. Edificios civiles y caminos. 3. Hidráulica 4. Enseñanza.

11 El calibre de los cañones se medía entonces por el peso del proyectil en libras y el de los morteros por el diámetro de la boca de fuego en pulgadas.

12 Es curiosa la manera como hemos obtenido estas noticias sobre Vallière. Al consultar su biografía tanto en el Diccionario Espasa como en el Larousse nada decía sobre su actuación en nuestro país. Luego, en una edición francesa antigua del Larousse del siglo pasado, en la biografía del famoso artillero, decía textualmente: "Vallière fue encargado por Carlos III en 1763 de reorganizar la Artillería y los Ingenieros de España." Vid. Grand Dictionaire Universel du XIXe siècle par Pierre Larousse. París, Administration du Grand Dictionaire Universel, 1866-76. Tomo XV.

Los grados de dicho cuerpo eran: -Teniente general director ingeniero militar -Brigadier subinspector ingeniero militar -Coronel ingeniero militar -Teniente coronel ayudante de ingeniero -Auxiliar delineante de 1ª -Auxiliar delineante de 2ª Las milicias provinciales. Las milicias provinciales formaban el Ejército de Reserva y de ellas había en 1781, 42 regimientos13. En principio se reclutaban exclusivamente en la corona de Castilla y los países de la corona de Aragón estaban exentos, salvo precisamente un caso, el de Mallorca, que por su carácter fronterizo contaba con una unidad de este tipo. Los milicianos eran elegidos por el Capitán General, el Intendente o el Corregidor entre los hombres solteros, considerados más aptos para este servicio y que estuvieran menos ocupados. Se consideraban tales y después de hacer las numerosas excepciones de costumbre las siguientes clases de personas por orden decreciente: 1. Solteros y viudos sin hijos. 2. Casados antes de los 18 años con contravención de las leyes. 3. Casados sin hijos ejerciendo de jornaleros o pequeños cultivadores. 4. Casados sin hijos ejerciendo de artesanos o de pequeños propietarios agrarios. 5. Casados con hijos.

El mando de los regimientos de milicias se le confiaba a una persona principal del lugar de su emplazamiento. El mayor era un oficial en activo del Ejército al que se le podía dar ese destino. Los regimientos estaban compuestos por un batallón de 700 hombres dividido en ocho compañías de fusileros y una de granaderos. Los sueldos de los oficiales de milicias eran aproximadamente una sexta parte de los del ejército regular. Así un capitán cobraba 150 reales frente a los 600 de otro de Infantería de Línea y un granadero seis frente a los 45 de su equivalente. Los fusileros no percibían prest alguno. Los milicianos debían acudir cada tres meses a lo que se denominaba asamblea y que consistía en un ejercicio de instrucción en orden cerrado para su mantenimiento y disciplina que duraba 15 días, al cabo de los cuales volvía cada uno a su trabajo cotidiano. El uniforme de las milicias provinciales era azul con la vuelta, el collarín y la solapa rojos y el botón dorado.

13 La ley de creación de la milicia provincial es la de 31 de enero de 1734 (Nov. Rec. libro 6, tit. 7, ley 4) promulgada por Felipe V. En ella se creaban 28 regimientos de Milicias. Luego por ley de 18 de noviembre de 1766 se amplió el cupo a 43 (Nov. Rec. libro 6, tit. 6, ley 5).

El regimiento como pequeña unidad básica del Ejército de Tierra. Su organización. El regimiento era la pequeña unidad básica en tiempo de paz. Su composición, según las Ordenanzas de 1768 era la siguiente: Según el citado reglamento, un regimiento de Infantería de Línea debía estar compuesto por tres batallones (cuatro escuadrones en Caballería y Dragones). El jefe del primer batallón de un regimiento era el propio coronel, ya que la plana mayor de éste era la regimental. El segundo batallón lo mandaba un teniente coronel y también tenía su plana mayor. Tanto el primero como el segundo batallones regimentales de Infantería tenían cada uno nueve compañías14 (tres en Caballería y Dragones), de las cuales una era de granaderos15 y ocho de fusileros. Cada compañía podía tener, a su vez, tres o cuatro escuadras (en Caballería se llamaban jinetas)16 La administración del regimiento había cambiado con las Ordenanzas del 68, nos referimos sobre todo a la económica. Precisamente una de las más importantes y controvertidas novedades de dicho código militar fue la que se refería a la denominada responsión particular. Ésta era la facultad que tenía el capitán de cada compañía para administrarla económicamente sin rendir cuentas a sus mandos superiores. En consecuencia, el capitán de cada compañía, actuando de habilitado, retiraba cada mes, directamente de la administración de Hacienda, el dinero correspondiente a los siguientes conceptos: 1. Prest de tropa, que debía distribuir en socorro diario (rancho), masita (reposición de

vestuario) y sobras. El dinero correspondiente a los dos primeros conceptos lo retenía y administraba dicho capitán y el tercero lo entregaba en mano al soldado.

2. Gratificaciones para las clases de tropa. Las ventajas para cabos y sargentos.

2. Gratificación de recluta y de armamento. Este era un premio que recibía el capitán por tener su compañía al completo de hombres y de armas. Era, pues, un estímulo para que dicho oficial se preocupara de reclutar soldados y cuidar luego a sus hombres para fomentar el reenganche. Esta gratificación de recluta en 1781 era de 200 reales al mes por tener la compañía al completo y de 35 la de armas.

14 El pie de una compañía era de 77 plazas en guerra y 53 en paz.

15 Los granaderos se elegían entre los mejores soldados de las otras compañías y cobraban cinco reales más de prest que los fusileros. A esta elección se denominaba saca de granaderos. Los capitanes de fusileros se oponían a ella, por lo que suponía de merma en sus compañías y la Ordenanza trata de evitarlo regulando estrictamente esta elección.

16 En las Ordenanzas no se cita el pelotón como subdivisión intermedia entre la escuadra y la compañía. Los sargentos debían tener una misión supervisora de las escuadras, pero sin asignación de ninguna.

3. Importe de las raciones de pan. Ya hemos comentado anteriormente la importancia

decisiva del pan en la alimentación diaria del soldado hasta el punto de suponer el 80%. Como consecuencia de ello se computaba aparte del socorro diario incluido en el prest.

4. Vestuario. El capitán administraba también la compra de uniformes y para ello recibía

una cantidad mensual equivalente al coste de aproximadamente dos uniformes, de forma que al cabo de dos años y medio se supone que debía tener suficiente para vestir a toda la tropa, aunque como sabemos un uniforme debía durar cinco.

5. Utensilio. Dinero para camas, leña y aceite (en Caballería hay que añadir paja y cebada)

6. Las pagas de los oficiales. Junto con la suya propia.17 Es decir, la compañía era como un regimiento en pequeño, una isla en la que el capitán hacía y deshacía según su saber y entender sin ningún tipo de control. Inmediatamente se deduce

17 Toda la administración de estos caudales, así como las listas de revista y demás documentación de la compañía eran responsabilidad de los sargentos.

COMPOSICIÓN DE UN REGIMIENTO DE INFANTERÍA DE LÍNEA (Ordenanzas de 1768. Tratado 1º título I) Primer batallón 2º y 3º bones Plana mayor Plana mayor Coronel Tte. Coronel Sargento mayor Ayudante mayor Ayudante mayor 2 sttes. De bandera 2 subttes. de bandera Capellán Capellán Cirujano Cirujano Gastadores Escuadra de gastadores Maestro armero Maestro armero 2 pífanos Tambor mayor 9 cias (1 granaderos 8 de fusileros) 6 pífanos 9 cias de Granaderos (1) Fusileros (8) Capitán 1 1 Teniente 1 1 Sbtte. 1 1 Sgto 1º 1 1 Sgto. 2º 2 1 Cabo 1º 3 4 Tambor 1 2 Cabo 1º 3 4 3 escuadras1 cabo 16 fusileros 4 escuadras 1 cabo 18 granaderos

de todo ello, que esta independencia suponía que la buena o mala administración de la compañía y las posibilidades de desfalco estaban condicionadas simplemente por la catadura moral del oficial al mando.

ECONOMÍA DE UNA COMPAÑÍA DE FUSILEROS DE INFANTERÍA DE LÍNEA CONCEPTOMENSUALANUAL Prest de tropa 2.560 30.720 Gratificaciones de clase de tropa 256 3.072 " de recluta 200 2.400 " de armas 35 420 Raciones de pan 1.620 19.440 Vestuario 512 6.144 Utensilio 373 4.476 TOTAL 5.556 66.672 Notas: -Las cantidades en reales de vellón. -La compañía de fusileros se computa a 64 hombres. Fuente: VERGARA, Martín. Nueva economía alambicada del exército de España. A.H.N. Estado, leg. nº 3220-2.

¿En qué consistía la malversaci´çon cuando ésta se producía? Básicamente había dos niveles: El primero estribaba en la competitividad entre capitanes y consistía en utilizar parte del socorro diario para mantener a la tropa en un estado óptimo de revista con el fin de conseguir un ascenso, recordemos el precedente del Regimiento Inmemorial donde incluso se suprimió la segunda comida para comprar polvos, cofias y rulos para bucles (vid pag. 422). El segundo nivel tenía que ver ya con intereses más directos del capitán, que al controlar el fondo de masita para vestuario, podía dilatar la entrega de ciertas prendas y quedarse con parte

COSTE MENSUAL TOTAL DE LAS UNIDADES MILITARES EN TIEMPOS DE CARLOS III. ( En reales de vellón) 1 Regimiento de Infantería de línea 139.460 1 Regimiento de Caballería de línea 86.840 1 Regimiento de Dragones 128.229 1 Regimiento de Milicias provinciales 16.724 Nota: Los conceptos incluidos en este cómputo corresponden a: pagas de oficial (incluido honorarios para criados), prest, gratificaciones, pan, vestuario y utensilio. Fuente: VERGARA, Opus cit.

para venderlas. Otra manera de estafar al erario consistía en comprar para los uniformes paños extranjeros de contrabando, más baratos, y luego pasar la cuenta al Estado como si fueran nacionales. Estas prácticas fraudulentas trataron de eliminarse con la Ordenanza en la que salen a la luz. A ellas se refiere el tratado II, que en su título 1º artículo 1º dice, refiriéndose al fondo de masita que: "(...) recurren a viciosos arbitrios gravosos a mi Real Erario y ofensivos al honor de los mismos oficiales" Pero quizás la falta más común, la más conocida y que debió representar más coste al erario, hasta el punto que la Administración tuvo que plantearse acabar con ello, era el chanchullo que se llevaba a cabo con la gratificación de recluta. Efectivamente: el capitán recibía una gratificación por tener su compañía al completo de 200 reales de vellón al mes, que correspondía a casi la mitad de su paga y por tanto le suponía un ingreso importante, sobre todo si era pobre. Esta forma de incentivación suponía que en caso de tener incompleta la compañía (en cuadro, según la expresión de la época) y para poder seguir percibiendo su gratificación, algunos capitanes no daban de baja a los muertos, a los enfermos incurables o a los licenciados y los justificaban como presentes y en activo (lo que se denominaba plazas vivas). A esto había que añadir además, que se cuidaban muy mucho de no expulsar a nadie de la compañía, aunque estuviera lisiado, fuera incorregible o resultara de una catadura absolutamente intolerable. Pero no debemos juzgar precipitadamente esta cuestión sin situarnos en la época, porque solo de esta forma entenderemos su sentido profundo. La esencia de la responsión particular (que provenía de los reglamentos franceses y que introdujo en España Felipe V) estaba viciada en origen. Esta medida de conceder la responsabilidad económica de su compañía a los capitanes estaba relacionada con la escasa paga y era una forma pragmática de tratar de paliar una contradicción del sistema: la necesidad de conciliar una sociedad aristocrática y la contradicción existente entre oficial necesariamente noble pero pobre. Un capitán de fusileros, por ejemplo,

cobraba de emolumentos totales, su paga de 500 reales a los que había que añadir 235 de gratifi-caciones, total: 735 reales de vellón más lo que afanare18. En efecto, la responsión particular permitía al oficial pobre jugar un poco con el erario y procurarse algún dinero extra. No es que oficialmente se le permitiera, pero era consentido. Todo antes que subirle el sueldo. La libertad que se le concedía sobre la compañía de la que se responsabilizaba con su honor de oficial y noble, era una forma indirecta del Estado para eximirse en su manutención y dejarlo al azar de su fortuna personal y su mayor o menor honradez para el mangoneo de los fondos públicos. En cualquier caso, la responsión particular no legitimaba el agio y la prevaricación, únicamente los facilitaba. Es evidente que el servicio quedaba notablemente perjudicado con el enviciamiento progresivo de la responsión particular, sobre todo en el capítulo que se refiere a la gratificación de recluta, que como ya hemos dicho era el principal objeto de abuso. Este sistema debió ser útil en época en las que el soldado se alistaba con facilidad y había cierta capacidad de elegir entre los menos malos y mantener las compañías al completo. De esta manera se beneficiaba tanto el capitán como el Ejército. Pero en tiempos de Carlos III, cuando el paisano dejó de acudir a las banderas, la cosa se complicó y llegándose a la situación que se ha descrito. Como consecuencia de todo ello, se tomaron medidas drásticas, plasmadas en la Ordenanza de 1768, que cambió por completo el sistema económico en los regimientos, quitándoles la responsión particular a los capitanes de compañía y creando una economía regimental dirigida por el sargento mayor y en la que se hacía responsable último al coronel. Como de costumbre en aquella época, la medida se calcó de Francia como previamente se había traído del vecino país la responsión particular. Efectivamente: entre las reformas militares del ministro Choisseul en los años 60 del siglo XVIII, se encontraba la reforma del sistema de responsión. Quiere decirse pues, que la nueva economía regimental fue una vez más, copia del sistema francés.19 En síntesis, este nuevo sistema creaba el fondo por batallones o caja regimental, la mayoría (oficina presidida por el mayor del regimiento) y la habilitación20. Desde ahora el cauce por donde pasaban los caudales públicos para mantenimiento del regimiento era el siguiente: Los capitanes debían entregar al jefe del batallón cada mes una lista denominada extracto con las plazas en revista y las altas y bajas de su compañía, el jefe del batallón las pasaba a mayoría donde se hacía un listado general del regimiento y se enviaba a la Secretaría de Hacienda por medio del habilitado (con la categoría de oficial subalterno) quien recogía el dinero correspondiente a todos los conceptos económicos regimentales que antes se han descrito. A continuación, el habilitado pagaba directamente a los oficiales su sueldo y entregaba el resto del dinero a un fondo común por batallones. Cada batallón tenía una caja donde se

18 Esta última expresión más lo que afanare, que puede parecer un tanto irónica por nuestra parte, en realidad procede de las Ordenanzas de los tercios del siglo XVII y demuestra como el espíritu de la responsión particular, es decir que el capitán se las arreglara por su cuenta, procede de mucho antes.

19 Sobre las reformas de Choisseul vid. ROBSON, Eric. opus cit. pg. 129.

20 Vid. Tratado II, títs. IV, VI y IX de las Reales Ordenanzas de 1768.

depositaba la parte que le correspondía, de prest, gratificaciones, raciones de pan, vestuario y utensilio. Esta caja tenía tres llaves, una para el coronel, otra para el sargento mayor y otra para un capitán depositario que se nombraba para cada batallón. Cada mes se hacía el arqueo, al que acudían los capitanes, previo aviso del mayor, que recibían así la parte correspondiente a su compañía. El ciclo se completaba con el relevo de compañía que se hacía cada año con otro arqueo anual. En cuanto a las responsabilidades respecto a la economía se fijaron las de cada cual. Generalmente el que cometiera desfalco debía ser castigado, fuera quien fuera, en la cadena directa de transmisión del dinero, desde el oficial habilitado hasta el capitán, las penas iban desde destierro a un presidio de Africa, separación del servicio o confiscación de bienes raíces y paga militar. Pero además, y he aquí la novedad importante: la Ordenanza establecía una responsabilidad indirecta, subsidiaria y común para el coronel el teniente coronel del batallón y el sargento mayor que responderán del desfalco por terceras partes en proporción a su sueldo si el agiotista se declaraba insolvente, amen de otras responsabilidades penales que les correspondieren. A la par que se cambiaba el modelo económico de responsión particular por el de responsión común, creando este nuevo sistema más racional de administración regimental, se perjudicaba a los oficiales pobres que se veían desasistidos, acostumbrados como habían estado hasta entonces a cobrar la gratificación completa. Para ellos fue una auténtica rebaja de sueldo. Es evidente que a muchos oficiales pudientes ni les preocupó, se podían permitir el lujo de parecer honrados. En cualquier caso no se creó a la par una medida paliativa de esta situación y la cuestión de la responsión dio lugar a un amplio debate, antes, durante y después de la redacción y promulgación de las Ordenanzas. En principio, el principal defensor del nuevo sistema era el inspector O´Reilly del que tenemos suficientes datos como para afirmar que, si bien no fue el presidente de la comisión que redactó las Ordenanzas, (presidencia que correspondió al conde de Aranda y a quien tradicionalmente se atribuyen sus defectos y virtudes) tuvo gran influencia en su redacción final, probablemente porque el conde aragonés ndaba demasiado ocupado con la presidencia del Consejo de Castilla, que ejercía a la par con la de la comisión de Ordenanzas. Efectivamente:con posterioridad y con motivo de su fracaso en la campaña de Argel, O´Reilly fue acusado de muchas cosas, entre ellas de haber sido el responsable último de la redacción de las Ordenanzas. Hemos encontrado un libelo que justifica nuestra afirmación:

"La ordenanza le condena, que hizo el mismo por su mano. Y pues quiso el Soberano tuviese efecto la pena en el sentido que suena ser consuelo alagüeño y de España todo empeño que executada se vea en O´Reilly porque se al horca para su dueño. (...) Según las ordenanzas que he inventado debo ser por lo menos degradado y al menos serlo en mi conciencia

si la vida me deja tu clemencia"21

Estas sátiras le hacen también responsable de la defenestración del conde a la Embajada de París en 1773, precisamente por su rivalidad con el general irlandés y más en concreto por el asunto de las Ordenanzas. " Se propuso V.E. [se refiere a O´Reilly] el adiccionar y aumentar las Rls. Ordenanzas, para cuyo fin nombró poco

más de media docena de oficiales barbilampiños, quienes principiaron la tal obra, y mediante ello, se prometían grandes ventajas y grados, pero no lo lograron, sino las de haberse perfeccionado en leer de corrido, en lo que antes se hallaban algo torpes, pues fue el caso, que otro conde, que a V.E. no se le esconde, ser más conde que V.E. se opuso al inmediato adiccionamiento, y mandó recoger y quemar los cuadernillos y trabajados, con lo que la tal junta se acabó a modo de un entremés, y cada pisaverde individuo de ella, tiró por donde pudo, quedando V.E. demasiado avergonzado en semejante lance, que a no haberlo asistido [la suerte] yo no lo dudo, que hubiera dado con toda la máquina en tierra: si bien quedó V.E. tan irritado de ver el poderío de tal sudodicho conde, que sediento de la venganza, meditó contra él ideas, que solo el diablo cojuelo pudiera pensarlas y por fina fuerza de infinitas juntas nocturnas y carreras de duques, condes y vizcondes y otra al alba y vespertinas en la Fuente del Berro (...) se logró el que de otro impetuoso rempujón V.E. arrojase al valeroso conde de la corte hispánica a la parisiense."22

Pero volvamos al tema de la responsión particular. El propio O´Reilly nos da su opinión favorable a su supresión precisamente en 1766, dos años antes de que se promulgaran las Ordenanzas y siendo él vocal de la comisión redactora de las mismas. "Considero que sería mui conveniente al servicio de S.M. el quitar a los capitanes la responsión de sus compañías

y darles algún pequeño aumento de sueldo: su interés en el día es el tener mucha gente en las revistas: por esto admiten muchos inútiles, toleran viciosos e indignos, gritan contra la exactitud del servicio y disciplina; y en todo el actual establecimiento de responsión, está el interés del capitán reñido con las ventajas del servicio"23

Sin embargo Bohorquez, más conservador, no era de la misma opinión: "Para la conservación de el ejercicio es preciso que los capitanes se recluten por su cuenta pues de este modo por

la validad que les puede quedar no prodigan la vida de el soldado ni la desperdician y procuran reengancharle y conservarlo como lo tiene justificado la experiencia"24

Bohorquez justificaba esta medida porque observaba que después de cinco años de haberse suprimido la responsión (él habla en 1773) y a pesar de haberse establecido la quinta el ejército no se completa. Él proponía, además, aumentar dicha gratificación el triple para estimular al capitán a la recluta. Bohorquez oponiéndose y dándole una vez más la vuelta a la tortilla, nos da la pista sobre la cuestión: la medida de supresión de la responsión particular no era ni buena ni mala, era, eso si, un intento desesperado de mejorar la situación, pero estaba inmersa en las contradicciones de la

21 Vid. Relación y súplica que el Alexandro Argelí no hace al Rey. BNM, Ms. 10935, pags 17-55.

22 Vid. BNM Ms. 10935 pag. 312.

23 O´REILLY, Conde de. Estado en que se encuentra la Infantería...Opus cit. pag. 18.

24 BOHORQUEZ Opus cit. pag. 13.

época; por un lado los capitanes cobraban poco y hacían de la responsión un medio de medrar25; por otro, al quitarle la responsabilidad de su compañía se desentendían de ella. Total que la cuestión se convertía en un círculo vicioso. Y es que no debemos engañarnos: el problema real era de orden general. En tanto que las estructuras de aquella sociedad no se modificaran radicalmente, no había forma de abordar aquel problema y casi ningún otro. Desde una perspectiva actual y a nuestro entender, los esfuerzos reformistas de los ministros de Carlos III en todos los campos, aunque altamente meritorios, resultan inútiles y dramáticos. Y decimos dramáticos, porque estamos seguros que entre los oficiales había, como siempre hay, gente responsable a quien suponemos debía desesperarse por la falta de unas directrices claras y por la mucha miseria que padecían al no disponer de patrimonio familiar. $ El servicio de campaña: Estado Mayor, brigadas y tropas auxiliares. El Reglamento del Servicio de Campaña vigente en la época de Carlos III, abarcaba el título VII de las Reales Ordenanzas de 1768. En dicho título, en primer lugar, se definía lo que pudiéramos considerar un germen del Estado Mayor aunque en el siglo XVIII y en España este cuerpo, no sólo no estaba profesionalizado sino que apenas existía algún general que tuviera preparación táctica. De hecho, por aquellas fechas la situación de los mandos superiores del Ejército era bastante deplorable y no por falta de plantillas, pues en 1781 había dos capitanes generales (el Marqués de Croix y el conde de Aranda) y cincuenta y seis tenientes generales, entre otros mandos superiores. En general, esta falta de oficiales superiores expertos se suplía con al intervención de los Ingenieros Militares en las campañas, sobre todo en la que se basaban en el asedio a fortalezas. Así pues, el Estado Mayor, presidido por el comandante en jefe de la expedición, estaba formado, en primer lugar, por el denominado Cuartel-Maestre General26 (que fue el puesto que se dio a Lemaur). Éste era el cargo de mayor responsabilidad de todo el Estado Mayor. Desde nuestro punto de vista las Ordenanzas del 68 le sobrecargaban de misiones, que incluso difícilmente debían poder abarcar sus cinco tenientes coroneles ayudantes27, y que eran las siguientes:

25 Vallecillo el crítico comentador decimonónico de las Ordenanzas de Carlos III recoge una tradición por la cual los capitanes llamaban a la compañía la mina. Vid. VALLECILLO, Antonio. Comentarios históricos y eruditos a las Ordenanzas Militares expedidas en 22 de octubre de 1768., Madrid, Imp. de D.P. Montero, 1861. pag. 92.

26 A diferencia de otros términos militares de la época, que generalmente son galicismos, la palabra cuartel maestre general es un anglicismo. Viene del inglés quarter-master general. Su equivalente francés es maréchal des logis, que es la palabra que utilizaba Crillón cuando se refería a él.

27 Estos ayudantes eran, respectivamente, uno de cada uno de los cuerpos de Infantería, Caballería, Dragones, Artillería e Ingenieros, participantes en la expedición.

-Mandar los cuerpos del cuartel general, a los conductores de brigada, regimiento, artillería, equipajes, provisiones y hospitales, y a los aposentadores.

-Confeccionar mapas, planos, informes y ordenes de operaciones. -Formar el plan de batalla o de sitio de acuerdo con las directrices del comandante en jefe. -Reconocer el terreno y proyectar el plan de marcha señalando el orden en columnas del

ejército. -Organizar el campamento y el parque de artillería, así como la defensa próxima de ambos. -Organizar el arreglo distribución y resguardo del forraje para los caballos28 Como vemos el cuartel maestre no se aburría. Quizás por eso tenía asignado un sueldo extraordinario de 20.000 reales de vellón al mes. Para el nombramiento de los servicios en todo el ejército, tanto de armas como mecánicos, estaba el Mayor General, que podía ser mariscal de campo o brigadier, tenía dos ayudantes con rango de teniente coronel y contaba con auxilio de un capitán, un sargento y un soldado ordenanza por brigada. De él dependían los sargentos mayores de cada una de ellas.

28 Vid. Ordenanzas, trat. VII, tit. V. Funciones del Cuartel-Maestre General..

Por su parte los mariscales cumplían la función de generales de día. La figura del general de día estaba adaptado del modelo francés y solucio-naba los graves problemas que en el pasado habían surgido, cuando se discutía la preeminencia en la cadena de mando. Para evitarlos, pues, se creó un servicio por turno de 24 horas de oficial general (con grado de mariscal de campo y empleo de inspector) que fuera el responsable ante el comandante en jefe de la vigilancia y seguridad de los campamentos y de la disciplina de las tropas. Cargos auxiliares del cuartel general, además de los servicios sanitarios y religiosos, eran los correspondientes al ministerio de Hacienda, presididos por el Intendente General, encargado con su tesorero, contador, contralor de Artillería y comisarios de guerra, de todo lo referente a la economía, tanto en lo que se refiere a los abastecimientos generales como a la catalogación e inventario de los bienes capturados al enemigo. Como colofón, el auditor de Guerra era el responsable

de la administración de justicia, relativa a los consejos de guerra o ajusticiamiento de reos condenados por los mismos, de cuya ejecución se encargaba la denominada compañía del preboste29, formada por un capitán, un sargento, cuatro cabos y 20 soldados, que además ejercían de policía militar.

ORGANIZACIÓN DEL ESTADO MAYOR GENERAL DE EJÉRCITO (según las Ordenanzas de 1768). Ministerio de la Guerra Capitán General Cuartel Maestre General Infantería Mayor general de................................... Caballería Comandante general de Artillería Dragones Tenientes generales Mariscales de Campo Vicario General Infantería Inspectores generales de......................... Caballería Dragones Cap.General Ayudantes de.......................................... C. Maestre Ttes. Grales. Mayores Grales. Ingenieros varios Víveres Conductor general de............................. Hospitales Oficial aposentador Equipajes Capitán de guías Ministerio de Hacienda Intendente General del Ejército Contador Tesorero Comisarios Ordenadores y de Guerra Director o proveedor de víveres (asentista) Director de hospitales Proto-médico Cirujano mayor de Ejército Ministerio de Justicia Auditor General Compañía del Preboste

Las unidades que participaron en la campaña se organizaban en brigadas, que según el reglamento de 1768 debían componerse de cuatro a seis batallones de Infantería o un número indeterminado de escuadrones de Caballería30.

29 Preboste es otro galicismo que procede de la voz francesa prévôt y significa, aproximadamente, "administrador de justicia."

30 Vid. Ordenanzas, VII,XI, Servicio de campaña por brigadas.

Estas brigadas tenían previstas diferentes misiones en tanto se fuera desarrollando la campaña: al principio debían encargarse de la construcción de las baterías y atender a la defensa próxima de los trabajadores en las mismas para repeler cualquier salida del enemigo, así como de los distintos servicios de guardia. Después, ya en pleno ataque, auxiliar a los artilleros y, una vez más, proteger la paralela de cualquier ofensiva procedente del campo enemigo. Por último, la misión más importante (y también más trágica por su alto precio en vidas humanas) que se les podía encomendar al alcanzarse el glacis después de construida la tercera paralela, era el asalto final. Los campamentos: el sistema de cas- trametación utilizado en campaña. El sistema de castrametación seguía por entonces el método establecido por los reglamentos prusianos de Federico II31. El proceso de instalar un Ejército en un lugar determinado donde se pensaba realizar una serie de operaciones militares, eras el siguiente: Lo primero de todo era situar cualquier asentamiento, avanzado o de retaguardia fuera del alcance del cañón de la plaza. De hecho los manuales de la época establecían este principio como el primero a ejecutarse por parte del comandante en jefe de un ejército sitiador. El sistema de aposentamiento que se utilizaba en la época según los reglamentos vigentes era el siguiente: en primer lugar el comandante en jefe visitaba la zona, acompañado de su Estado Mayor y edecanes y señalaba los puestos avanzados Decidido el lugar de acampada por el comandante en jefe y su Estado Mayor, los subtenientes de bandera, alféreces y portaguiones plantaban los estandartes en lo que se suponía que debía ser el centro del campamento, para que sirvieran de punto de referencia. A partir de ahí se distribuía el campo que debía reproducir exactamente el orden de batalla. En un caso como aquel, las brigadas serían situadas en el orden que luego tomarían las baterías de sitio a las que cada una de ellas iba a servir. En un campamento clásico la distribución de las tropas recordaba a los antiguos castra romanos: la Caballería se situaba a los flancos, cada escuadrón a 50 pasos del otro y entre estos y la línea siguiente debía dejarse una distancia similar. La Infantería se situaba en doble línea de acantonamientos y por lo general a cada batallón se le asignaba un frente de 100 metros con una separación de otros tantos entre ellos. La Artillería solía colocarse frente o detrás de la posición principal, protegida por una guardia especial y los carromatos de Intendencia se emplazaban en sectores fácilmente accesibles para las entregas de suministros. Antes de la llegada del grueso del Ejército para acampar, oficiales subalternos auxiliados por un pelotón de tropa se encargaban de disponer las líneas de demarcación de cada regimiento dentro de los sectores señalados.32 Para protegerse de las inclemencias del tiempo había sido tradicional hasta el siglo XVIII que la tropa se procurara los materiales que encontraba, pero a partir de 1700 comenzaron a utilizarse cada vez más tiendas reglamentarias, como así se hizo en Mahón aunque de poco sirvieron, pues una fuerte tormenta de Tramontana las destruyó y hubo que desmantelar el pueblo de Georgetown para procurarse materiales y fabricar barracas para las tropas. La vigilancia del campamento se organizaba a base de piquetes y cuerpos de guardia y destacamentos de dragones a caballo, que recorrían la zona entre el grueso del campamento y los puestos avanzados. Como ya hemos dicho antes, el comandante de esta vigilancia que alternaba

31Vid. FEDERICO II DE PRUSIA, Elements de Castramètrie, París, 1771 32 Obviamente el campamento español de las cercanías de Mahón no pudo montarse a la manera reglamentaria como consecuencia de las paredes de las tancas que no dejaban un amplio espacio a tal efecto.

cada 24 horas de una lista por antigüedad, se denominaba general de día y tenía el rango de Mariscal de Campo, cuyo grado entre los generales procede precisamente del ejercicio de esta función.33 Una vez instalado el campamento y la tropa alojada, se colocaban los hornos de campaña para cocer el pan y las cocinas. Generalmente la comida de campaña la elaboraban las mujeres de los soldados casados, que acompañaban a sus maridos y ejercían generalmente de vivanderas. El acopio y abasto de víveres y forrajes para la caballería lo hacía el asentista o proveedor, que acompañaba al ejército formando parte de la plana mayor del comandante en jefe. Respecto al alojamiento de los oficiales mayores y menores, ni que decir tiene que no se encontraba en el campamento, a menos que fuera necesario por encontrarse éste lejano a alguna población. Esto último era más común en una campaña de movimientos pero no en una de posiciones como aquella. Respecto a la instalación de los oficiales, hay un capítulo que nos gustaría destacar, Se trata de la monstruosa desproporción que existía entre el acomodo de éstos y la situación miserable e insana de la tropa. Pero esta cuestión no la remitimos exclusivamente a los casos en los que, habiendo ocasión, la oficialidad fuera alojada por las personas principales de una ciudad próxima al campamento militar sino que nos estamos refiriendo a la cuestión de los equipajes, es decir, la autorización que tenían los generales y oficiales de llevar consigo a la campaña todos sus enseres y comodidades y aun sus criados. En este sentido y refiriéndonos sobre todo a los oficiales generales la ostentación de sus equipajes era tan escandalosa que incluso levantó severas críticas entre los pensadores militares de la época. La conducción de equipajes para oficiales estaba regulado por el Servicio de Campaña. Existía un subservicio ad hoc comandado por un oficial. Hasta aquí bien. Lo malo no era tanto el hecho en sí de que se permitiera a los oficiales llevar la casa a cuestas o no, sino el volumen de dicho capítulo logístico, que muchas veces embarazaba las operaciones e incluso las hacía fracasar y suponía un rico botín cuando caía en manos del enemigo. El Intendente Miguel Bañuelos, del que ya hemos hablado anteriormente en relación con el marqués de Solleric, elevó en 1784 un memorial a Floridablanca desde la Intendencia de la Coruña, en el que hacía una crítica al abuso que de sus equipajes hacían los generales y recomen-daba su limitación:

"Saliendo a campaña les limitaría [a los generales] a lo preciso y decoroso sus equipajes y sus familias; porque prescindiendo de sus gastos, nada incomóda tanto a los exércitos como el exceso en el número. Y en una acción desastrada se enriquecen los enemigos con las vajillas y las joyas, QUE NO SON LAS ARMAS QUE VENCEN EN LAS BATALLAS." (el énfasis es nuestro)34

Bañuelos dio en el clavo por una vez, porque no solo se trataba de equipajes copiosos (según noticias solían ocupar muchas veces hasta 12 carretones completos) sino además superfluos, ya que los generales se llevaban a la campaña de todo. Pero el comentario no sería suficientemente jugoso si nuestro conocimiento sobre el tema no hubiera sobrepasado el nivel de las críticas de la época, que fueron numerosas y de las que la de Bañuelos no es más que una pequeña muestra. En efecto: por ese azar que a veces ofrecen los archivos, hemos encontrado una relación de equipajes de generales que nos demuestra el exceso

33 Su equivalente en los ejércitos británico, francés y prusiano era, respectivamente el Field-Marshall, el Marechal de Champ y el General-Feldwacht Meister.

34 Vid. BAÑUELOS, Miguel. Entretenimiento de la imaginación de D. _______________, Intendente General del Exército y reino de Galicia para tener condecorado y siempre completo de gente escogida el de S.M. sobre un pie respetable con otros casos útiles a su servicio y de economía a su Real Hacienda. La Coruña 9/2/1785. A.H.N. Estado, leg. nº 3207.

de los mismos y que por su extensión reproducimos en apéndice aparte. Esta lista recopilada por el teniente general Masones de Lima y que se encontró a su muerte entre sus papeles, refleja lo escandaloso del capítulo y contrasta con la indigencia de las tropas que ha veces ni comían. ¿Como puede compararse esta privación con las 96 piezas de cubertería o las 48 camisas con sus corbatines del ajuar de campaña de un teniente general?35

35 Vid. MANUAL DE CAMPAÑA en el que se expresa todo lo conveniente a los equipajes dr los oficiales generales y particulares proporcionados al reglamento de mesas y a lo que parece suficiente al uso y servicio de sus personas según sus clases. Vid. MASONES DE LIMA, Jaime, Papeles que dejó a su muerte en 1778 el teniente general D. ___________, A.H.N. Estado, leg. nº 3207 exp. nº 4. El texto completo en Apéndice documental, documento nº 2.

PARTE II LA CAMPAÑA MILITAR DE MENORCA EN 1781-1782

UN EJEMPLO, ENTRE OTROS, DE REALIZACIÓN MILITAR Y SUS IMPLICACIONES POLÍTICAS

1. LA POLÍTICA NACIONAL E INTERNACIONAL ESPAÑOLA EN 1781.¡Error! Marcador no definido.

Hemos podido observar en el capítulo 1 de la 1ª parte, algunos aspectos generales de la Monarquía Carlotercista, relacionados tanto con el Estado y la Administración (sobre todo la militar) como referidos a la oposición política en aquel reinado y los cauces por los que ésta discurrió. Conviene ahora, en relación con el período y hecho histórico a estudiar, que abordemos la situación política concreta, tanto nacional-española como internacional desde el punto de vista de España. Sobre todo en lo que concierne a aspectos que guarden alguna relación con la recuperación de Menorca, para situarla en el adecuado contexto a estos dos niveles. Sobre el tercer nivel, el militar, nos ocuparemos de forma específica en los capítulos siguientes. Tanto en el plano nacional como internacional, brillará con luz propia el ministro Floridablanca, que será quien dé contenido al periodo que aquí nos interesa, no sólo por esta última razón sino por el protagonismo relevante que tuvo en la toma de Menorca. I. LAS BASES DE LA SITUACIÓN POLÍTICA INTERNA. La etapa Floridablanca. El rey Carlos III, asesorado desde el comienzo de su reinado entre otros, por su antiguo ministro en Nápoles el marqués de Tanucci, con el que sostenía una intensa correspondencia, había decidido implantar en España las reformas de moda entre algunos monarcas absolutos en la segunda mitad del siglo XVIII: lo que los historiadores denominan convencionalmente el despotismo Ilustrado que, como dice Naef, consistía en apuntalar desde un paternalismo ético, un absolutismo que, a aquellas alturas, era ya inadecuado a la situación, a todas luces irracional e insostenible.1 Pero, al aplicar esas reformas, el monarca ilustrado hubo de sufrir la oposición de las oscuras fuerzas reaccionarias en el interior, que no estaban dispuestos a admitirlas y que ofrecieron una resistencia sorda, enconada, oscura y retorcida. No obstante, con tiento al principio y con cierta firmeza después, se fueron situando, poco a poco, hombres clave en puestos clave, que trataron de llevar adelante el proyecto. En el reinado de Carlos III hubo dos períodos reformistas. Uno, el dirigido fundamentalmente por italianos: Esquilache y Grimaldi. Ambos cayeron víctimas de la intransigencia de sus enemigos. Primero Esquilache, tras el motín de 1766 y luego Grimaldi, diez años más tarde en 1776, después del fracaso de la expedición militar contra Argel, ejecutada el año anterior. Una vez alejados los ministros extranjeros, había llegado la hora de sus émulos españoles, formados en sus filas y hechura suya. Nos estamos refiriendo al grupo de juristas provenientes del funcionariado del Consejo de Castilla, como Floridablanca, Campomanes o Roda. Este período comienza cuando, en febrero de 1777, José Moñino, conde de Floridablanca, toma posesión de la Secretaría de Estado en sustitución de Grimaldi. Se inaugura así, lo que podemos denominar sin ninguna clase de dudas, la era Floridablanca, por la imponente personalidad del conde murciano, que dominó la escena política nacional hasta su caída en 1792. La mayoría de las opiniones de los historiadores coinciden en que a Floridablanca lo 1 Vid. NAEF, Werner. La idea del Estado en la Edad Moderna, Madrid Aguilar, 1973, pg. 137.

recomendó el propio Grimaldi como sucesor suyo. Ayudó también a su encumbramiento. un personaje que permaneció siempre como eterno segundón y que al final de su vida consiguió la importante embajada en Londres. Nos referimos a Bernardo del Campo, primer oficial de la Secretaría de Estado en los gobiernos de Grimaldi y también en el de Floridablanca, de quien fue muchos años fiel colaborador. Comprobaremos este aserto en relación con la campaña de Menorca. Por otra parte hay que señalar, que una tan fuerte personalidad como la de Floridablanca contrastaba con su amaneramiento en los gestos. Eso que Rodriguez Casado, con un cierto pudor, denomina carácter suave2 Un contemporáneo de Moñino, el conde de Fernan-Nuñez, también alude a ese aspecto de su personalidad cuando asevera que: "(...) por su talento, dulzura y elocuencia atractiva le llamaban el melífluo Bernardo"3 Creemos que Fernan-Nuñez ironiza y no está alabando precisamente al conde aunque lo parezca. Nos consta, desde luego, la energía poderosa que se desprende de las secas y precisas órdenes que le daba al duque de Crillón durante la campaña de Menorca, lo que contrasta con esa otra faceta de su personalidad menos conocida. También el hecho de que permaneciera toda su vida soltero debió levantar alguna sospecha entre sus enemigos. En efecto, Manuel de Quevedo, un personaje que tuvo alguna relación con la preparación de la operación de Menorca, escri-biendo sobre Floridablanca a su amigo el conde de Murillo, le denominaba con el apodo de merengue y por la naturalidad con que le alude así ante su correspondiente, sería un mote del conde que debía circular comunmente entre sus adversarios políticos4. En fin, melífluo o no, Floridablanca nada más estrenar ministerio, se puso en marcha en la esfera nacional y también en la internacional. En el primer caso deberá enfrentarse a la situación interior; cosa que hará con estilo y personalidad propias. En efecto: Moñino trató por todos los medios de racionalizar la acción de gobierno, creando un organismo que centralizara todo el Poder en una especie de primer ministro, que mandara sobre todas las Secretarías, las cuales, hasta entonces, despachaban independiente cada una con el Rey y eran prácticamente autónomas. Esta circunstancia impedía realizar una política global y originaba numerosos conflictos de competencias. La creación por el conde murciano de la denominada Junta de Estado, significó el primer precedente en España del futuro Consejo de Ministros. Previamente, ya había intentado y conse-guido extraoficialmente ampliar sus influencias en todas las Secretarías, convirtiéndose, poco a poco, en ministro todopoderoso. Esto provocó las iras de sus enemigos que veían en ello, más la ambición personal de Moñino, que la sustitución de los particularismos ministeriales por una auténtica política de Estado. En la famosa confesión atribuida al conde, se le hace decir: "(...) Meto mano en todas las Secretarías y en todos los tribunales y a los que despojo de sus facultades los despido,

ponderando mi trabajo cuando vienen a solicitar mis oráculos. Despacho con el Rey los ramos de gobierno por dominar a los demás."5

Otro rasgo original del conde fue la toma en cuenta de la opinión pública. Floridablanca fomentó la aparición y circulación de periódicos y abrió la mano de la censura durante unos años, 2 Vid. RODRIGUEZ CASADO, Vicente. La política y los políticos en tiempos de Carlos III, Madrid, Rialp, 1962, pag. 240.

3 Vid. FERNÁN NUÑEZ, Conde de. Opus cit. I-243.

4 Vid. Carta de Manuel de Quevedo al conde de Murillo. A.H.N. Estado, legajo nº 4222-1.

5 Vid. FLORIDABLANCA, conde de. Obras originales del Conde de ____________ y escritos referentes a su persona. Madrid, Rivadeneyra 1867. Sátira tercera. pag. 288

al margen de la propaganda progubernamental que se hacía desde la semioficial Gaceta de Madrid y desde las otras publicaciones, comedias, fiestas, saraos y luminarias públicas, que se celebraban sobre un acontecimiento, ensalzándolo cuando convenía y al que se dedicaba especial atención, para conducir por determinado camino a la opinión de todos los estamentos sociales, con los que desde entonces se empezó a contar para obtener su anuencia. En relación con el acontecimiento de la toma de Menorca se utilizará profusamente este medio. La oposición a Floridablanca. Los grupos de presión. Ya hemos aludido varias veces a las presiones políticas más o menos encubiertas que se ejercían sobre el todopoderoso conde, así que detengámonos ahora un momento en este punto, para analizar el quién era quién, entre los distintos grupos internos que la ejercían sobre el ministro, tanto los que le apoyaban como los que se le oponían, porque unos y otros aparecerán tarde o temprano en lo referente a Menorca. Se trata éste, de un paisaje variopinto. Algunos grupos ya han sido aludidos como el conocido "Partido Español" al que nos hemos referido genéricamente en el capítulo 1 de la 1ª parte. Analicemos a sus componentes en primer lugar y veamos cual fue su actuación en la primavera de 1781. Se puede decir que en esta facción bastante heterogénea y en la que entraban y salían personajes varios, las adhesiones nacían y morían rápidamente por un simple pique de tertulia. Superficialidad manifiesta, por la que cualquier aspirante cambiaba de bando si ello beneficiaba a su promoción. El nuevo adicto escribía después melífluas cartas a su nuevo valedor con aquel significativo remoquete de: Excelentísimo señor y mi amado protector. En este momento (primavera de 1781) el "Partido Español" estaba muy atareado ganándose la confianza del Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV y propiciando desde estas alturas una campaña contra el conde de Floridablanca, con la intención clara de derribarlo de su pedestal político. Entre ellos encontramos caras que luego resultarán conocidas y habituales en la expedición a Menorca, como el marqués de Peñafiel y Juan Pignateli, uno de los hijos del conde de Fuentes. El teniente coronel Cadalso también anduvo merodeando el cuarto del Príncipe. Nos lo cuenta en sus memorias y de paso nos descubre la privanza de los dos personajes citados anteriormente:

"El Príncipe y la Princesa tienen buena opinión de mí, como me lo han manifestado. Sus favoritos Peñafiel, Piñateli y Montijo, son amigos míos. Entre Peñafiel y el Príncipe hubo una conversación acerca de mí; yo la oí y me pareció bien."6

Cabe añadir que en las tertulias de esta camarilla se encontraban algunos miembros del "Partido Aragonés" del conde de Aranda a la sazón embajador en París (y por tanto subordinado de Moñino), que en este momento se encontraba enfrentado a su ministro y al que deseaba, incluso, sustituir. Al margen de quien era partidario de quien, y quien mandaba en quien, lo que de común tenían muchos de ellos, unos y otros; aragoneses y españoles, era su condición de militares de media y alta graduación, que incluso compartían regimiento. Por ejemplo el teniente coronel Joaquín de Oquendo, que además de brazo derecho de Aranda y por tanto "aragonés" era sargento mayor del Regimiento de Infantería de América, del que detentaba la coronelía, precisa-mente, el marqués de Peñafiel. Fue a través de la amistad de Oquendo como Cadalso se introdujo, primero en el círculo de Aranda y luego en el de Peñafiel. Ël mismo nos lo cuenta:

6 Vid. CADALSO, Apuntaciones... Opus cit. pag. 28

"Trabó estrecha amistad conmigo D. Joaquín de Oquendo, y en su morada de Zaragoza no vi en él cosa que no

fuese amabilísima. Formó él también de mí un concepto superior al que yo pude merecer.7. También por influjo de Oquendo, Cadalso obtuvo licencia para trasladarse a Madrid, donde aparte de entretener sus ocios en devaneos amorosos, no hizo otra cosa que dedicarse a la intriga del lado de Aranda:

"Llegó por fin el caso de enviarme la licencia para pasar a Madrid, obtenida por el influjo del Conde, que aun era poderoso (...).

Al día después me presenté en su corte: me hizo entrar en su gabinete; me dijo mil cosas; me convidó a comer; me presentó a la Condesa y quedé en Madrid con el distintivo de haber sido llamado por el Presidente."8

Cadalso está hablando en 1772, cuando Aranda era aun el todopoderoso Presidente del Consejo de Castilla, aunque estaba ya a punto de ser enviado al exilio dorado de la embajada parisina. Estos párrafos tan jugosos de sus memorias nos aclaran cual era el procedimiento que utilizaba Aranda para rodearse de adictos con los que intrigar. Aprovechando su influencia, sacaba oficiales de los regimientos y los enviaba con licencia a Madrid, bajo el exclusivo pretexto de que le hicieran la corte. Vemos pues, como a la altura de mayo de 1781, estos grupos unidos en connivencia trataron de minar la privanza de Floridablanca con el Rey, prorrumpiendo en ácidas protestas contra su quehacer político. Algo debía hacer el conde para acallar estas críticas y lo hizo. Es el momento en que, obtenidos ya los informes más precisos posibles, decidió a intentar la recuperación de Menorca, con el fin, entre otras cosas, de recuperar su prestigio perdido como consecuencia de las mismas y también de algunos fracasos recientes. Pero también tuvo que enfrentarse el conde, además de la oposición clásica del Partido Español y Aragonés, a otras graves resistencias a sus proyectos, a causa de intereses corporativos o particulares. Y es que, en Madrid, además de aragoneses y castizos, había también otros grupos de presión. Por ejemplo ciertos altos cargos del Consejo de Castilla. Por entonces las relaciones de Floridablanca con el conde de Campomanes, nombrado gobernador interino del Consejo a la partida de Aranda para París, ya no eran tan buenas como en la época en la que compartían la fiscalía de dicho organismo. Estas desavenencias hay que buscarlas, quizás, no sólo en motivos relacionados con la emulación personal, sino en la pugna por el control del Poder, que en el siglo XVIII sostuvieron los consejos y las Secretarías en beneficio, a la larga, de estas últimas. En todo caso, los principales enemigos los tenía Floridablanca en dicho Consejo, donde algunos de sus miembros boicoteaban sus iniciativas todo lo posible. Como por ejemplo Miguel María de Nava o Santiago Ignacio Espinosa. En relación con el segundo, hemos podido comprobar su aversión al conde, a través de una carta de su hijo, Jacobo María Espinosa y Cantabrana, que era fiscal de lo criminal en la Audiencia de Barcelona. Jacobo escribirá a su padre en estos términos en relación con la toma de Menorca: "(...) de Mahón ni llegan ni se esperan noticias tan pronto, prueba clara de que allí adelantamos poco. Aquí nos

reímos de los aspavientos que ha hecho la Corte con la posesión de Menorca; es verdad que como vemos las cosas de más cerca no nos espantan tanto, lo único que hay es descuido en los ingleses que nunca admitirá disculpa, es el abandono de los almacenes que debieron quemar, clavar los cañones, arrasar el arsenal y destruir todos los forrajes

7 Ibid. pag. 16.

8 Ibid. pag. 17.

de la isla, pero todo lo demás lo hubiera hecho yo y cualquiera en el mundo (...)."9 Por su parte a Campomanes, a pesar de sus piques con el conde murciano, no debió parecerle mal del todo la decisión de recuperar Menorca, si contamos con la opinión que tenía sobre el valor estratégico de la Balear Menor y que había reflejado en una de su obras más tempranas: "Y estoy por decir que Gibraltar y Puerto Mahón importan más a la España que las dos islas de Sicilia y Cerdeña,

pues con aquellas dos fortalezas está dominado el Mediterráneo y puesto freno a los africanos, y con las dos últimas en nada se aumentaría el poder del reino y solo sí, el vano título de dictados de que no necesita un rey de España, que como monarca de ella, las Indias y sus dependencias, no tiene igual poder en lo descubierto."10

Tampoco parece que las relaciones de Moñino con el todopoderoso Sumiller de Corps, el duque de Losada, fueran muy buenas, como parece desprenderse de una carta del conde de Murillo a Manuel de Quevedo en la que alude a esta oposición: "Ayer después de comer con el Asturiano tubimos tres quartos de ora de conversación (...). Me habló mil pestes de

Merengue hasta de su mal modo; otras tantas del hermano de Miguelito, y sé lo mal que piensa de las resultas de esta expedición: algo me dijo de pazes y del Emperador que media, pero concluyó con que quedaremos siempre destituhídos de un todo."11

Manuel Fulgencio Ramirez de Arellano, conde de Murillo, era Grande de España y ayudante mayor general de la Armada. Manuel Fernando de Quevedo y Fernández de Velasco era coronel de Infantería y capitán de Guardias Españolas y estaba destinado en Barcelona, donde había un destacamento de este Regimiento de la Guardia Real. El Asturiano al que se alude, es el duque de Losada como se verá a continuación. El hermano de Miguelito es el hermano de Miguel Muzquiz, Secretario de Guerra, y Merengue es, como ya dijimos anteriormente, Floridablanca. (vid. pag. 39). El conde murciano, que recibió una copia de la carta de Murillo como de otras muchas en las que se vertían críticas a su gestión política, a través de los espías que tenía colocados en la administración de Correos, no creía, sin embargo, que el duque le tuviera animadversión. En la carpetilla donde se encuentra la copia de la carta de Murillo, Moñino escribió una frase de su puño y letra, que seguramente iba dirigida a su fiel Bernardo del Campo con el que compartía sus confidencias: "El asturiano será Losada, pero tengo por imposible que haya dicho las mentiras que le imputa el ingrato."

Esta opinión del conde sobre Losada parece corroborar la que de él tenía Fernán-Nuñez: " Este favorito era digno de un tal Rey, que, si no le hubiera tenido a su lado hasta que murió en el Escorial, en el

cuarto inmediato al suyo, que siempre ocupaba, el año 1783. Honrado, noble, franco, incapaz de intrigas, de hacer mal ni de hablar mal de nadie, y solícito en alabar y en hacer bien a cuantos podía; tal fue, y debía ser necesariamente, el carácter personal del digno y dichoso favorito.12

José Fernandez de Miranda teniente general, duque de Losada y Grande de España, era una

9 Carta de Jacobo María Espinosa a su padre Santiago Ignacio Espinosa, Barcelona 12 septiembre de 1781. A.H.N. Estado, legajo nº 4205-1.

10 Vid. CAMPOMANES, Conde de. Bosquejo de política económica española, delineado sobre el estado presente de sus intereses. 1750. (Hay edición moderna a cargo de Jorge Cejudo, Madrid, Editora Nacional, 1984).

11 Vid. Murillo a Quevedo, Madrid, 11/07/1781 Estado, legajo nº 4222-1.

12 FERNÁN NUÑEZ Opus cit. I-147

persona cercanísima al Rey y, desde su alto cargo palatino de Sumiller de Corps, su confidente. Había acompañado a Carlos III a Nápoles, regresando con él en 1759. Al respecto dice Ferrer del Río que: "(...) para las cosas políticas solía ser el duque cerca de Carlos III como el eco de la voz de Tanucci"13 El duque de Losada era también pariente de Jovellanos al que protegió. Tampoco por su origen debió estar lejos de él Campomanes, que era también asturiano de Santa Eulalia de Sorriba. Bien es cierto que en la correspondencia que se conserva en su archivo personal sólo hay una carta a Losada y es de tipo oficial, aunque eso no prueba nada a favor ni en contra.14 Quizás pudiera hablarse pues, de un sector asturiano a tener en cuenta como grupo de presión y que tenía un valedor tan importante como el duque. En todo caso Floridablanca lo tuvo en cuenta y tratará siempre con tiento las cosas de Quevedo (al que, dicho sea de paso, envió a una misión a Menorca de la que hablaremos más adelante), sabiéndole su enemigo declarado y cercano a Losada a través de Murillo. Otra conexión de Quevedo era también la de un personaje muy relacionado: Juan Güemes de Padilla, segundo conde de Revillagigedo y futuro virrey de Nueva España desde 1789, que en este momento vivía en Sevilla. Este último tampoco parece estar muy a la par con Moñino, ni por supuesto con el nombramiento que se hizo para jefe de la expedición a Menorca dle duque de Crillón, cuando escribiendo al coronel de Guardias le dice: "(...) en cuanto a la promoción solo digo que la estimación, el decoro de las más altas graduaciones y en general de

todas, y lo que es más, el servicio del Rey, se sacrifica en obsequio del Héroe Luisiano [Crillón] y de su familia. ¿Qué acción, que providencia encuentra vuestra merced en el diario volumnoso [sic] que no de superfluidades pueriles, para las demonstraciones que vemos? ¡Basta!"15

El héroe luisiano es evidentemente Crillón, al que Revillagigedo acusa de francés y la carta está escrita después de que llegaran las primeras noticias del desembarco en Menorca y de las primeras prebendas que se concedieron en la promoción extraordinaria de primera hora. Otras oposiciones a Moñino vendrían, también, del malagueño José de Gálvez, futuro marqués de Sonora y ministro de Indias, que según Rodriguez Casado empleaba su talento para desacreditar a Floridablanca y sucederle en la jefatura del gobierno16, a pesar de haber sido cliente de Muzquiz. Y desde luego Pedro González de Castejón, marqués de Castejón, teniente general de la Armada y Secretario de Marina, que no podía sufrir las intromisiones de Floridablanca en los asuntos militares y más concretamente en los navales, a los que ofreció una fuerte oposición. En concreto y referido a la toma de Menorca, sus intromisiones y desplantes estuvieron a punto de dar al traste con la empresa por su culpa. En este sentido demostró escasa inteligencia, contraponiendo sus intereses partidistas o corporativos a una empresa de Estado. El rencor le venía a Castejón de lejos. Cuando la derrota de Lángara ante Gibraltar en 1780, había acusado a Floridablanca de negarle los repuestos y tener en consecuencia la culpa de los fracasos de la Armada.17 Además Moñino se había inmiscuido en la política naval, al llevar 13 FERRER DEL RIO, Antonio. Historia del reinado de Carlos III en España (4 vols.), Madrid, Matute y cia., 1856, vol. I, 252-253.

14 vid. Catálogo del archivo del Conde Campomanes. Madrid, F.U.E., 1975.

15 Carta del conde Revillagigedo a Manuel de Quevedo. Sevilla, 30 agosto de 1781. A.H.N. Estado, legajo nº 4205-1.

16 RODRIGUEZ CASADO Opus cit. pag. 237

17 Ibid. pag. 237

interinamente los asuntos de Marina, aprovechando que el Secretario de este ministerio se encon-traba enfermo, lo que había producido las iras del ministro.18 Pero no todos, evidentemente, eran enemigos. Floridablanca podía contar, en primer lugar y como más cercano, con su fiel Bernardo del Campo, que además de su larga trayectoria en Estado desde el gobierno Grimaldi, debía tener muchas amistades, como parece desprenderse de la correspondencia que recibía e, indirectamente, por el trato de confianza que se refleja en sus relaciones con personajes de alto nivel. El duque de Crillón, por ejemplo, era amigo suyo y Campo fue quien le introdujo ante su ministro. La amistad más personal y quizás menos política de Crillón en el gabinete parece ser, precisamente, la de Campo. Y de Campo a los Bataneros, nombre dado por sus enemigos a un grupo de personajes influyentes en la Corte originarios del valle del Baztán y más concretamente de localidades como Elizondo, Elvetia, Arraiz, Sangüesa etc., que formaban un grupo de financieros, economistas, asentistas, intendentes y demás personas relacionadas con el mundo de los negocios públicos y privados y que jugaron un importante papel en las relaciones económicas con el gobierno y la Corona19, a través del Ministerio de Hacienda, dando y tomando, obteniendo grandes beneficios y concesiones y formando el sutil y complejo entramado de las finanzas, que determinan, en última instancia, tantos acontecimientos, no siendo el de Menorca una excepción, como tendre-mos ocasión de comprobar. Muchas caras sobradamente conocidas y relevantes entre ellos: Uztariz, Goyeneche, Olavide, Garro, Domezain (Intendente de Andalucía) y sobre todo Miguel de Muzquiz, que de econo-mista pasó a ocupar la cartera de Hacienda y posteriormente y conjuntamente la de Guerra. El grupo navarro, pues, tenía grandes influencias, conexiones y redes dentro y fuera de España. Campo, que era de Belorado en Burgos, localidad que no se encuentra demasiado lejos del Baztán, parecía llevarse bien con ellos. En este sentido muchos colaboraron, apoyaron económicamente y tuvieron relaciones estrechas con el gabinete Floridablanca. El propio Muzquiz desde las Secretarías de Hacienda y Guerra fue bastante combinable. Pero, entre todos los Bataneros, el que más nos interesa destacar aquí es uno hasta ahora desconocido, pero que jugó un importante papel en el asunto de Menorca, porque era amigo íntimo de Crillón y su valedor más personal. Probablemente fue quien le presentó a Bernardo del Campo. Nos referimos a Manuel Marco Zemboraín. Caro Baroja no cita para nada a Marco en su monografía y tampoco lo hemos visto mencionado en parte alguna, salvo en las memorias de Crillón. Las noticias que aquí daremos de él, son el rastro que su persona ha dejado por los archivos. Marco era natural de Sangüesa y su familia procedía del lugar de Moriones. De joven emigró a Méjico, donde se dedicó al comercio, lo que entonces se denominaba almacenero de gruesso (o sea: comerciante al por mayor). Allí, hizo un buen casamiento con Josefa Antonia Valmont de Taboada, hija de otro rico comerciante de la ciudad, que además era alcalde de Méjico. Este personaje parece de origen francés por su apellido. Quizás aquí esté la clave de la relación de Marco con Crillón, quien a juzgar por las expresiones de algunas de sus cartas, parece tener mayores lazos de amistad con la esposa del financiero, que con él mismo. Marco, que era además capitán de milicias provinciales, sucedió a su suegro como alcalde

18 Floridablanca, Obras... pag. 313-14

19 Sobre los navarros influyentes en Madrid durante el reinado de Carlos III, vid. CARO BAROJA, Julio. La hora navarra del siglo XVIII. Pamplona, Comunidad Foral de Navarra, 1969.

ordinario en segundo voto de la ciudad mejicana y en 1766 obtuvo el hábito de Santiago20. Poco después regresó a España y se estableció en Madrid en la plaza de Matute, donde acudía Crillón a visitarlo. En la capital del reino no conocemos sus actividades económicas privadas, pero si hemos detectado operaciones financieras con el gobierno, relacionadas con la toma de Menorca y que se analizarán más adelante. Respecto a otros apoyos que Floridablanca recibió en esta época tampoco son desdeñables (por lo que interesan al objeto que nos ocupa) los que le vinieron de Barcelona. En efecto: aunque allí estaba localizada la oposición de Quevedo y Espinosa (hijo), tenía el conde, sin embargo, el poderoso apoyo del Capitán General conde del Asalto, que le ayudó mucho cuando sus maniobras políticas apuntaron hacia el este; hacia la Balear Menor. El apoyo en todos los sentidos de Asalto fue enorme y definitivo. Veamos que opinaban los enemigos del conde sobre su persona en la famosa confesión:

"Al conde del Asalto, que siempre ha sido calabaza, le protejo, porque además de ser cuñado de la Chomba, se me ha rendido desde que vine de Roma, me ha hospedado en Barcelona, y ha hospedado a mi hermano, sobrinos y recomendados."21

Lo mismo debemos decir del apoyo del marqués de Solleric desde Mallorca que colaboró en la reconquista de Menorca22. Y, en último lugar, muchos militares que se acurrucaron bajo su ala en busca de promoción, sin perder de vista, por otra parte, que algunos eran personajes inteligentes y cuya valía quizás no hubiera sido puesta en práctica de no haber mediado la privanza del poderoso ministro, que así también conseguía algunos apoyos entre los incomodados profesionales de la milicia a quienes fundamentalmente tenía en contra. Respecto a estos últimos debemos citar aquí -al margen del propio Crillón- los casos de algunos que participaron en la campaña de Menorca, como el Marqués de Avilés, el conde de Cifuentes, Ventura Caro, Pablo Sangro, Carlos de Urrutia y otros. Éstos formarán, en dicha campaña, el bloque de apoyo al general en jefe cuando contra él se formarán diferentes cábalas; unas políticas y otras relacionadas simplemente con antipatía, celos profesionales o xenofobia. Por último, citar al propio Cadalso que se pasó a las filas de Moñino al declinar la estrella de su protector Aranda. II. LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y LA TOMA DE MENORCA. Consideraciones generales. Digámoslo ya desde el primer momento: Francia e Inglaterra eran naciones más vigorosas que España a la altura del último tercio del siglo XVIII. Es verdad que España conservaba todavía el rango de gran potencia, debido al inmenso potencial económico, financiero, humano y estratégico que suponía la posesión de sus colonias en América y ello le permitía tener voz todavía, entre las naciones europeas más poderosas de la época. Ahora bien, su situación era la de un gigante con pies de barro; la de un país aun fuerte pero en decadencia, sobre todo por su escasa adaptación a modos y maneras racionales (diríamos, mejor, racionalistas) por los que se

20 Vid. "Pruebas de Caballero de Santiago de D. Manuel Marco Zemborain". 1766. A.H.N. Ordenes Militares: Santiago, Exp. nº 4885. De este exediente hemos sacado toda la información sobre su persona, que nos servirá para situarlo cerca de Crillón y analizar las relaciones del duque con el financiero.

21 Floridablanca, Obras.. Sátira III, pag. 289

22 Sollerhic y Asalto, así como el propio Floridablanca, tenían en común el pertenecer a la noblesse nouveau. Habían obtenido sus títulos de Castilla en época de Carlos III.

iba a regir el mundo desde entonces, tanto en lo político, como en lo económico, social o religioso. España, pues, arrastraba un penoso lastre que dio con ella en tierra a fines del XIX y que la mantuvo fuera del concierto internacional hasta bien entrado el siglo XX. Inglaterra y Francia, por el contrario, estaban más proyectadas hacia el futuro. La primera, por ejemplo, había hecho su revolución en el siglo XVII en lo político, y en el XVIII en lo económico. Solo le quedaba evolucionar paulatinamente. Por su parte, Francia, a la altura de 1781, aun debía pasar por el estrecho y dramático lance de la Revolución, para sacudirse el lastre de un Ancien regìme a todas luces irracional e inconve-niente. Este defecto era achacable también a España, pero lo que para nuestro país significó su caída definitiva como gran potencia, a Francia le sirvió de estímulo, de catalizador, para romper esquemas y lanzarse de lleno a un proceso revolucionario burgués, cuyas consecuencias probaron que, más que una debacle definitiva, la revolución fue el signo externo de una crisis de crecimiento. No nos engañemos: en Francia las condiciones básicas para el desarrollo ya estaban allí antes del conflicto revolucionario: una burguesía activa, un predominio cultural y científico en el mundo occidental, unos cuadros militares muy bien preparados que proporcionarán figuras como Dumoriez, el triunfador de Valmy, o aquel oficial de Artillería corso, que se llamaba en origen Napoleone Buonaparte. España, por el contrario, no contaba con esas energías emprendedoras. El oscurantismo en su vertiente más reaccionaria y la escasa preparación y organización de nuestro Ejército, que se había quedado anticuado después de casi cuarenta años de no entrar en combate, salvo para cosechar los estrepitosos fracasos de Portugal (1762) y Argel (1775). Tampoco la pesada máquina administrativa ayudaba mucho a mejorar las cosas. Por todo ello, el meritorio e ingente esfuerzo de los ilustrados por sacar a España de ese marasmo y situarla en el punto de partida hacia el futuro, ocupando un digno lugar entre las naciones europeas, lo vemos, desde la perspectiva actual, como una trágica e inútil tentativa comparable al esfuerzo filosófico de Aristóteles por templar la convivencia en las polis griegas, poco antes de que Alejandro -su discípulo amado- las redujera a cenizas arrasando, no sólo las ciudades helénicas, sino todo un modelo de sociedad. Los políticos ilustrados españoles de la época de Carlos III, en particular Floridablanca, eran conscientes de esta situación y realizaron un gran esfuerzo por el mantenimiento, y en lo posible acrecentamiento, del prestigio internacional de España, para contener su decadencia. En este sentido el conde murciano trató de aprovechar las diferencias entre Inglaterra y Francia, apoyan-do a esta última pero negociando secretamente con la primera, para obtener de esta pugna entre las dos grandes potencias vecinas, los resultados apetecidos y el mantenimiento del statu quo americano, fuente principal de su ya decadente poderío internacional. El papel que España como potencia debía jugar en este contexto, lo define Jover acertadamente: "La teoría y la práctica político-internacionales del siglo XVIII habían cristalizado en unos sólidos principios de

referencia para la política exterior de un país, España, dueño de las Indias, forzosamente implicado, como tercero, en el bipolarismo ultramarino significado por Francia e Inglaterra. Tales principios eran; en última instancia, dos: equilibrio y neutralidad, el segundo supeditado al primero, y, ambos a tres supremos objetivos de política exterior. En primer lugar, la seguridad del territorio peninsular. En segundo lugar -en un primer plano de preocupaciones en razón del mayor peligro efectivo-, el mantenimiento del statu quo americano. En tercer lugar, la prudente tendencia a revisar las cláusulas de Utrecht relativas al Mediterráneo occidental: Gibraltar, Menorca, Italia."23

Una de los matices de esta situación global fue la ayuda hispano-francesa a la independencia 23 Vid. JOVER ZAMORA, José María. Política, diplomacia y humanismo popular en la España del siglo XIX. Madrid, Turner, 1976, pag. 181.

de las colonias americanas contra Inglaterra. En esta empresa el conde murciano echó toda la carne en el asador, pero los gastos militares cuantiosos acabaron con el impulso inicial, con las reformas, y con España como potencia. El significado internacional de la toma de Menorca. En este contexto, el del mantenimiento del prestigio internacional, demostrando ser capaces de una conquista militar eficaz, debe situarse la toma de Menorca, al margen de las reivindica-ciones irredentistas sobre la Balear Menor y Gibraltar, que pudiera tener el último depositario de la herencia dinástica de los Borbones españoles, el rey Carlos III, o de las necesidades personales que el conde murciano tuviera para elevar el prestigio bastante deteriorado de su acción política. Y también en el otro contexto -el de las secretas negociaciones con Inglaterra a pesar de la alianza francesa- se encuentran los intríngulis más oscuros de este hecho militar, que, por ello, se convirtió en auténtica pantomima y al final se resolvió por extraños y retorcidos cauces, que trataremos de desvelar más adelante en la medida de lo posible. Por cierto, en el momento en que Floridablanca decidió acometer la acción militar contra la Balear Menor, España estaba aliada con Francia por la Convención Secreta de Aranjuez de 12 de abril de 1779, especie de extensión del Tercer Pacto de Familia de 1761 y que en la época algunos denominaban, no sin cierta sorna, la Bella Unión. En el contexto de este pacto hispano-francés, los artículos VII y IX revelan los intereses españoles en el Mediterráneo: primero Gibraltar; luego Menorca: "Artº VII. El Rey Católico por su parte, entiende adquirir por medio de la guerra y del futuro tratado de paz, las

ventajas siguientes: 1º la restitución de Gibraltar y 2º la restitución de la isla de Menorca." (...) Artº IX. Sus Majestades Católica y Cristianísima prometen hacer todos los esfuerzos para procurarse y adquirir

todas las ventajas antes especificadas y de continuarlas hasta que hayan obtenido el fin que se proponen: ofreciéndo-se mutuamente no deponer las armas, ni hacer tratado de paz alguno, tregua o suspensión de hostilidades, sin que a lo menos hayan obtenido y asegurado, respectivamente, la restitución de Gibraltar y la abolición de los tratados relativos a las fortificaciones de Dunquerque."24

El último artículo deja -creemos- suficientemente clara la baza fundamental de Floridablanca en el frente europeo-mediterráneo de la guerra: la recuperación de Gibraltar al menos, y si fuera posible la de Menorca, pero siempre en segundo lugar y con prevalencia de la primera, aunque hubiera de negociarse ésta devolviendo la segunda, como se demostrará a posteriori25. Sin embargo y ya desde el principio de las hostilidades, el conde proyectará ambas acciones a la vez, desde que el 16 de junio de 1779 España declarara la guerra a Inglaterra, aunque su realización fuera luego paulatina. Las primeras operaciones militares contra Gibraltar no fueron precisamente muy favorables, sobre todo tras la acción del almirante Rodney en 16 de enero de 1780, en la que derrotó a la escuadra de Lángara, socorrió al Peñón con víveres y municiones y frustró el ataque terrestre al mismo, por parte de las fuerzas del general Álvarez de Sotomayor, que habían sido enviadas al campo de Gibraltar a tal efecto, convirtiendo así la acción ofensiva primigenia en un simple bloqueo de la plaza y el Estrecho, estancando la situación y obligando al gobierno español a intentar la recuperación de la Roca exclusivamente por la vía diplomática. 24 Vid. CANTILLO, Alejandro. Tratados, convenios y declaraciones de paz y de comercio que han hecho con las potencias extranjeras, los monarcas españoles de la Casa de Borbón, desde el año 1700 hasta el día. Puesto en orden e ilustrados muchos de ellos con la historia de sus respectivas negociaciones. Madrid, 1843. Vol. 1.

25 Vid. a este respecto: TERRÓN PONCE, José Luis. "Menorca en el contexto de la política internacional española durante la guerra contra Inglaterra de 1779 a 1783". Meloussa nº 1, (1988) pp. 141-155, y también la parte III de este trabajo.

Entonces las críticas llovieron sobre la gestión de Moñino. En una sátira anónima en la que se alude al conde llamándole el duende, se le acusa de fomentar voluntariamente el desprestigio de los generales y se le culpa de haber provocado de forma intencionada la derrota de los marinos con su inacción. El libelo concluye que Sotomayor no logrará el éxito de la empresa: "(...) si en Madrid una cabeza el rey no manda cortar."26 Por otra parte y en lo que lo que se refiere a la esfera diplomática, ésta seguiría tortuosos caminos en los meses siguientes a la derrota de Lángara. Conviene señalar previamente que, como era habitual en la época, las conversaciones de paz entre potencias beligerantes comenzaban a la par que la declaración de guerra y las operaciones bélicas servían, en ultima instancia, de baza sobre el tapete de la mesa de negociación. En este sentido y a la altura de junio de 1780, se iniciaron conversaciones secretas entre Madrid y Londres para negociar diplomáticamente la devolución de Gibraltar. En estos contactos se emplearon ocho inútiles meses, pues Inglaterra utilizó -como solía hacerlo habitualmente- mecanismos dilatorios, tratando de retrasar su respuesta a la proposición española de establecer como conditio sine qua non la devolución de Gibraltar, para firmar los preliminares de paz. Al fin en febrero de 1781, enterada Francia de estos conciliábulos secretos de los que había sido excluida por su aliado español, presionó a la Corte de Madrid para cortarlos y lo consiguió. A cambio ofreció ayuda militar para las operaciones que pudiera acometer España en el Mediterráneo. Obviamente contra Gibraltar o Menorca. En este contexto debemos situar, precisamente, el significado último de la intervención francesa en la toma de la Balear Menor, que estudiaremos más adelante en todas sus vicisitudes. A estas alturas, es decir en los primeros meses del año 1781, tampoco iban mejor las gestiones de los llamados mediadores (es decir las Cortes de Viena y San Petersburgo), en tanto que Rusia y Austria se habían ofrecido a terciar en el conflicto que enfrentaba a España y Francia con Inglaterra, utilizando así una vía indirecta para obtener ventajas en sus intereses, lo que hacía que Floridablanca desconfiara. Sobre todo de la zarina. En efecto: Moñino recelaba de Catalina II, por los intereses que Rusia mostraba tradicionalmente sobre Menorca. Las continuas visitas de la flota rusa a Mahón, como la del almirante Spiridoff en 1768, no eran una casualidad. Tampoco la presencia inquietante de súbditos rusos de origen griego en el Mahón británico, uno de los cuales, Teodoro Alexiano, era hermano de dos altos oficiales de la armada rusa y, además, cónsul imperial en la capital mahonesa. Como vemos, en marzo de 1781, tanto la situación militar como la diplomática se encontraban estancadas. Por ello Floridablanca necesitaba pasar a la acción para salir de aquel peligroso impasse, que se producía, además, en el momento mas bajo de la temperatura política de su ministerio, aunque su poder fuera, en apariencia, mayor que nunca, controlando de hecho las Secretarías de Estado y de Guerra y en algunas ocasiones la de Marina. Efectivamente: meses atrás, aprovechando la muerte, el 15 de julio de 1780, del conde Ricla, Secretario de Guerra, procuró reunir las operaciones militares y las diplomáticas en su mano, haciéndose con el poder real en la Secretaría de Guerra cuyo titular interino, el sexagenario y achacoso Miguel de Muzquiz, no estaba ya para muchos trotes y facilitó las cosas. El propio Floridablanca da su versión de ello a su manera. "Había muerto el ministro de la Guerra, conde de Ricla y Vuestra Majestad al tiempo de darme las órdenes para

encargar este ministerio interinamente al conde de Gausa, me insinuó que yo podía correr con las cosas de gravedad, expuse las dificultades de combinarlo, pero al fin, de acuerdo con el ministro Gausa, obedecí y trabajé

26 Vid. Anónimo. BNM Ms 10956

cuanto pude (...)" (El subrayado es nuestra)27 Creemos, que en esta cuestión sobre competencias que se le concedieron a Floridablanca en el Ministerio de la Guerra y que explica su potente intervención en los asuntos relativos a la campaña de Menorca, mediaron varias circunstancias. No solamente la decrepitud de Muzquiz (contaba a la sazón 62 años, edad provecta para la época), que no le permitía seguramente atender a los dos ministerios que detentaba (Guerra y Hacienda) sino la ambición política de Moñino, deseoso de acaparar parcelas de poder y también de coordinar la acción diplomática con la militar en aquella situación de crisis. Debió por ello el conde, recibir con agrado el encargo de correr con los asuntos militares aunque ello molestara -y de hecho molestó- a sus enemigos en general y a las altas jerarquías castrenses en particular. Pero sobre todo lo que nos interesa destacar aquí, para entender el futuro desarrollo de los acontecimientos, es tener siempre muy presente que toda la política militar sobre la recuperación de Gibraltar y Menorca y aun la dirección última (la menos técnica) de las operaciones militares llevadas a cabo a tal efecto será, desde principios de 1781, una obra personal de Floridablanca. Naturalmente tal intromisión en asuntos que sus enemigos, con una evidente estrechez de miras, no consideraban de su competencia y achacaban exclusivamente a su ambición, propició que éstos entraran en una peligrosa combinación para derribar al ministro, que añadía a la crítica interior a su gestión, el escaso prestigio de la monarquía española en el exterior. Esta conciencia de considerar a Floridablanca todopoderoso debía ser general. Hemos obtenido un testimonio de un típico aspirante de los muchos que circulaban por Madrid en aquellos tiempos y que acudían con memoriales al ministro en solicitud de alguna prebenda. Nos referimos a un tal Juan Bautista Albaida y Vila que es jurista y se dirige a Floridablanca en estos términos: "Tengo el más vivo deseo de manifestarme a V.E. con el anhelo de emplear todas mis fuerzas, mis talentos, mi

discurso y quanto hay en beneficio de la Patria y en obsequio de la Religión, del Rey y de V.E., como sabio director y protector de todo, blanco de mis esperanzas, y sin cuyo amparo en vano fatigará mi discurso, no pudiendo esperar otro fruto que espinas y persecución"28

Estaba claro que algo debía hacerse. Y se hizo. En este contexto se encuentra la toma de Menorca.

27 Floridablanca Obras... pag. 314

28 Vid. Albaida a Floridablanca. A.H.N. Estado, legajo nº 3220-1.

2. LAS DECISIONES POLÍTICAS SOBRE LA CAMPAÑA DE MENORCA. A la altura de abril de 1781 todo estaba dispuesto para la acción. Al menos desde Menorca se habían enviado las noticias pertinentes y parecía haber un grupo de menorquines (localizados fundamentalmente en Ciudadela y Alayor) dispuestos, no sólo a colaborar con el desembarco de tropas españolas en la isla sino a realizar algún tipo de gesto activo en el interior; alguna sublevación contra las autoridades británicas. Desde ese momento se iban a tomar las decisiones políticas que desembocarán en la acción militar. Floridablanca -en el momento más bajo del prestigio de su trayectoria política, no lo olvidemos- tenía ya los informes precisos para acometer la acción bélica y los medios políticos para dirigirla, pues por aquellas fechas su control sobre el Ministerio de la Guerra era extremo. Ya solo le quedaba elegir al general idóneo que comandara la expedición y solucionar los problemas de interferencias entre los ministerios que iban a concurrir, sobre todo por la oposición del Secretario de Marina, Castejón. Lo primero que debía hacer el conde era proponérselo al Rey y así lo hizo, como él mismo nos cuenta en su famoso memorial.

"Tratábase de la campaña de todo el año de 1781, y firme vuestra majestad en no arriesgar ni desperdiciar más fuerzas marítimas en las costas de Francia y de Inglaterra, le propuse que podríamos intentar apoderarnos de Menorca, cuyo puerto era el vivero de más de ochenta corsarios que infestaban el Mediterráneo, y el mejor y único abrigo que tenían los ingleses para sus escuadras y para sostener su crédito y poder en aquel mar.

Abrazó vuestra majestad la idea y me encargó que la dirigiese (...)1 Esta propuesta efectuada por el conde a mediados de abril de ese año y aceptada por Carlos III, obedecía a varias causas perentorias, que debemos analizar ordenadamente. Ya han salido a la luz algunas, como la necesidad de elevar su prestigio político muy mermado y acometer al efecto una acción que lo restituyese, tanto en lo interior como en Europa. En segundo lugar y aparte del abrigo natural para las escuadras que ofrecía el puerto de Mahón, se trataba de solucionar el problema del activo corso que desde Mahón se hacía sobre el comercio español y francés en el Mediterráneo, que era desde luego considerable y perjudicial en extremo, por el volumen de las presas que los expertos y arriesgados patrones mahoneses habían capturado desde que el gobernador Murray lo había autorizado en 1778. Es significativo, por ejemplo, que el gobernador de Alicante escribiera una carta a Floridablanca en febrero de 1782, comunicán-dole que la población había recibido con gran júbilo la toma de San Felipe porque el activo corso desde Mahón produjo gran escasez durante mucho y el trigo había subido mucho en un año, pagándose el caíz a 24 pesos.2 En tercer lugar, hubo un hecho que parece haber condicionado también la decisión de Moñino. Nos referimos al asunto de Rusia. En efecto: En aquellos tiempos Rusia tenía algún interés por Menorca. ¿cuál era sino el sentido de las continuas visitas a Mahón, que realizaba la flota rusa. Recordemos, por ejemplo. la más conocida: la que realizó el almirante Spiridoff en 1768, en el curso de la cual murió su hijo

1 FLORIDABLANCA, Memorial a Carlos III, en: obras originales de... opus cit., pag. 314 2 El caíz o cahíz era una medida para áridos que equivalía a 12 fanegas. Vid. Carta del gobernador de Alicante a Floridablanca. 23/2/82. A.H.N. Estado, legajo nº 4222-1.

que fue enterrado en la iglesia ortodoxa griega de Mahón3. También resultaba inquietante la presencia en Menorca de súbditos rusos de origen griego, que podían ser considerados verdaderos quintacolumnistas en caso de agresión de la potencia rusa. Este interés de Catalina II por la Balear Menor se manifestó de manera perentoria en 1781, en la política de su ministro Potemkin. El historiador británico William Coxe, que manejó abundante documentación diplomática, asegura que Inglaterra estuvo dispuesta en el año 1781 a ceder a la Zarina la isla de Menorca a cambio de determinadas condiciones. Desde luego Rusia siempre aspiró a poner los pies firmemente en el Mediterráneo y su política al respecto fue constante. Entonces y después4. Coxe nos lo explica de la siguiente manera: "Durante esta negociación la cabeza romancesca [sic por romántica] de Potemkin [el ministro ruso de

exteriores] concibió un proyecto que no podía menos que determinar a la emperatriz a tomar un partido definitivo, puesto que halagaba su pasión comercial y marítima [por el Mediterráneo]; tratábase nada menos que de ceder Menorca a Rusia como precio de una paz conseguida gracias a su mediación. El gobierno inglés adoptó el proyecto y para recompensar a Potemkin por su intervención se le debía de conceder por valor de 2000.000 de libras esterlinas (200 de reales) en municiones y artillería.

Las condiciones exigidas eran la paz basada en las estipulaciones de París. Las partes respectivas debían volver al estado en que se hallaban por

3 Vid. HERNÁNDEZ SANZ, Francisco. "La colonia griega establecida en Mahón durante el siglo XVIII". Revista de Menorca, 1925, pp. 327-407 y: TERRÓN PONCE, José Luis. Los Alexianos. (Una familia griega en la Menorca del siglo XVIII), Palma de Mallorca, Ripoll, 1981. 4 Por ejemplo la noticia que nos da Fontana sobre que Rusia aspiraba aun en 1817 a la cesión de Menorca, que fue ofrecida por Fernando VII al zar a cambio de ayuda naval, aunque el asunto no prosperó. Vid. FONTANA, Josep, La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820), Barcelona, Ariel, 1978, pag.293.

entonces, ya sea por medio de la restitución de las conquistas hechas por ambas partes, ya de cambios de igual valor. Los franceses cesaría de dar socorros de cualquier clase a los norteamericanos, a quienes ninguna potencia extranjera daría protección.

La cesión de Menorca no se verificaría sino en el caso de que se obtuviesen estas condiciones; el tratado relativo a esta cesión se firmaría el mismo día que los preliminares y, finalmente, uniría a las dos potencias una alianza estrecha. los buques de guerra o mercantes de los ingleses podrían fondear en los puertos de la isla de Menorca con la misma libertad que cuando pertenecía ésta a Inglaterra, y en tanto que se efectuaba la toma de posesión de la isla, debía, la escuadra rusa del Mediterráneo, contribuir a su defensa.

(...) finalmente se desistió de este empeño a causa de los ofrecimientos seductores que hizo [a Potemkin] el gabinete de Versalles (...).

El proyecto, aunque secreto, no pudo ocultarse a la vigilancia del ministro español, y fue un motivo urgente para él de decidir al punto el ataque contra Menorca.5

En efecto: hemos comprobado que desde luego Floridablanca se enteró. En el archivo de la Secretaría de Estado existe una carta anónima de alguien que parece muy informado de los entresijos políticos del momento, el cual, dirigiéndose a Floridablanca (por cierto, llamándole marqués) le recomendó un sorprendente proyecto para contrarrestar el de Rusia. ¡Nada menos que conceder Menorca a la Orden de Malta.6 Curiosa propuesta la del desconocido. Por otra parte el rumor circulaba por las Cortes europeas. El conde de Aranda se lo trasladó a su ministro el 31 de agosto, aunque para entonces, habiendo ya desembarcado Cirillón en Menorca hacía 12 días, la operación resultaba ya incongruente, como argumenta el embajador: "Hace cuatro o seis días que corre en París que la Inglaterra vendía la isla de Menorca a la Russia assí por

grangearsela, llevando sus medidas de tener en el Mediterráneo un pie considerable, como por aliviarse de esse embarazo, pasando su posesión a quien siempre sería más neutral para ella que la augusta casa de Bourbon. La especie pudiera tener sus visos de traviesa; pero en hallándose Mahón bloqueado y la isla ocupada por el legítimo habiente derecho a ella, no podría tener efecto alguno el trato por no ser ya la Inglaterra dueño libre para traspasarla.

Floridablanca contestó a Aranda el 13 de septiembre. Por aquellas fechas ya tenía el conde formada opinión sobre la cuestión y la consideraba poco probable. " Es difícil persuadirse que la Inglaterra hubiese querido desprenderse, por solo complacer a la Zarina para otras

miras, del único puerto bueno que tenía en el Mediterráneo; y más natural será creer que receloso ya el gabinete británico de la tempestad que amenazaba por aquelal parte, viendo el descubierto en que van a quedar con la nación, quiera aparentar que estaba pronto a cederla a otra potencia.

Sea como fuere el legítimo dueño ha llegado a tiempo de quitar a ambas la tentación de pensar en tal proyecto. 7

En fin, da lo mismo, el caso es que Floridablanca no perdió el tiempo y decidió dar un paso adelante. Recibida la aprobación real, ¿qué le quedaba por hacer al ministro? En primer lugar contar con su aliado francés, sortear la oposición política, tratar el asunto con los Secretarios de Guerra Hacienda y Marina, buscar y nombrar al general en jefe de la expedición y elaborar el plan de ataque conjuntamente con él y los ministros del ramo. Floridablanca se puso, pues, inmediatamente en marcha. Primero eligió al teniente general duque de Crillón, un francés al servicio de España, como comandante en jefe. A continuación había que contar con Muzquiz y Castejón y el asunto era un tanto complicado. La situación de Moñino en aquellos momentos era delicada. Su intención progresiva de dirigir la política nacional y crear un auténtico consejo de ministros dirigido por él, frente a la casi absoluta independencia de las Secretarías, cuyos titulares despachaban cada cual por su cuenta a boca con el Rey, había caído muy mal entre algunos de ellos. No era el caso de Muzquiz, a quien sabemos combinable, pero sí ocurría con el marqués de

5 Vid. COXE, William. España bajo el reinado de la Casa de Borbón, desde 1700, en que subió al trono Felipe V, hasta la muerte de Carlos III, acaecida en 1788. Escrita en inglés por Guillermo Coxe, y traducida al español con notas, observaciones y un apéndice, por don Jacinto de Salas Quiroga. Madrid, Tip. F. Mellado, 1846-47. 4 vols. Vol. IV pag. 324-25 6 Carta de un desconocido a Floridablanca. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Apéndice documental, documento nº 2. 7 Aranda a Floreidablanca, París a 31/08/1781 y Floridablanca a Aranda, Madrid a 13/09/1781. A.H.N., Estado, legs. nº 6628 y 6629, respectivamente.

Castejón, Secretario de Marina, que se mantendrá todo el tiempo como claro opositor a la política integradora de Floridablanca. Concretamente en el caso particular de la toma de Menorca incordiará de tal modo, que con su actitud estuvo a punto de hacer fracasar la expedición. Como veremos, los conflictos con la Marina serán la principal pesadilla contra la que se va a tener que enfrentar el comandante en jefe de la expedición, el duque de Crillón. De una forma o de otra y sintiendo la necesidad de contar con los dos ministros militares, el 20 de abril de 1781 les escribió el conde murciano sendas cartas, informándoles de la decisión que había tomado conjuntamente con el Rey, de acometer la acción de Menorca, añadiendo una serie de consideraciones que justificaban el proyecto y, por último, solicitando de forma apremiante su opinión sobre la conveniencia de acometer la empresa. El ministro de Estado argumentaba entre otros motivos, que el bloqueo de Gibraltar ya no daba más de sí, salvo para entretener tropas enemigas en Europa, evitando que las enviaran a América, así como conservar el dominio naval y el control del Estrecho, y que convenía realizar alguna operación activa que demostrara a todo el mundo la capacidad ofensiva del Ejército Español y consiguiera algún crédito dentro y fuera del Reino, para conseguir aumentar las ventajas negociadoras en el tapete de Versalles y evitar, en este sentido, las posibles maniobras de Rusia y aun las especulaciones y manejos de Francia. Floridablanca no menciona explícitamente las intenciones de Rusia, pero se deduce por el contexto y por las noticias que el ministro tenía al respecto y que ya hemos detallado anterior-mente: "Por otra parte, verificada la quieta posesión de la isla como espero por lo que diré más adelante, aunque sólo el

fuerte de San Felipe estuviere asediado, daríamos mucho más peso a nuestras pretensiones en la negociación de paz que el Emperador [de Austria] y la Rusia quieren promover a toda costa (...).

(...) todo esto bien ponderado en la negociación de paz nos daría un crédito que ahora no tenemos y fuerzas para resistir a los mediadores y a los raciocinios (y tal vez manejos) de nuestros aliados [franceses].

El ministro justificaba también la intervención por razones intrínsecas: inutilizar el corso en el Mediterráneo que se hacía desde Mahón y evitar que desde ese puerto se auxiliara continua-mente a Gibraltar. Por último, les apremiaba a aportar prontamente una opinión técnica al respecto, puesto que la decisión política ya había sido tomada por el Rey:

"En fin,si no conviene hacerlo o no se puede es preciso decirlo pronto y con claridad; y si se ha de hacer (a lo que inclina el rei) no se debe perder un instante de tiempo y trabajar con actividad, constancia y sigilo en preparar la egecución, exponiendo cada uno y mandando todo lo que le corresponde.8"

Concluía el conde, que la expedición iba a realizarse en el verano de ese mismo año, en el momento en que la escuadra británica, que se encontraba entonces en Gibraltar, partiera para Inglaterra. En el tono de Floridablanca se nota que trataba de corresponsabilizar a sus colegas en la empresa, pero las cosas no le iban a resultar fáciles. Muzquiz, por una parte, sexagenario y achacoso, aunque no puso objeciones, supuso más una carga que una ayuda y Castejón presen-tará una oposición activa al proyecto. Su actitud obstaculizadora y nada constructiva, demostrará un carácter retorcido y escasamente dotado de una visión de Estado por encima de particu-larismos corporativistas. En fin, que uno y otro; cada cual a su manera, representaron una pesadilla para el Ministro de Estado primero y para el duque de Crillón después.

8 Carta del conde de Floridablanca a los secretarios de guerra y marina. Aranjuez, 20/4/1781. A.H.N. Estado, legajo nº 4205-2. Apéndice documental, documento nº 2.

Aunque no conocemos la respuesta de Muzquiz y Castejón parece que, al menos en principio no se opusieron al plan, pero ante su inacción, cada uno por un motivo diferente, todo el mes de mayo pasó en idas y venidas sin consecuencia. Además se produjo otro impasse a causa de dos exigencias del que iba a ser el comandante en jefe de la expedición, el duque de Crillón, quien viéndose y creyéndose imprescindible en aquel momento, comenzó a exigir con cierta insolencia. La petición del duque que bloqueó la situación, fue la insistencia en obtener la consideración de Capitán General y tener el mando absoluto de la expedición, aun de la Marina, lo que dio una excusa a Castejón para oponerse. Aparte de las exigencias del duque, Floridablanca era partidario del mando unificado y así lo comunicó al secretario de Marina, después de conocer el nombramiento del Comandante de Mar: el entonces capitán de navío Buenaventura Moreno: "Los pliegos que tiene que abrir Moreno en el mar no sólo le revelarán el destino sino que "debería abrir la última

orden a la vista de la plaza de Gibraltar en cuya orden se le descubriría todo el secreto de auxiliar al general adonde fuese y de estar a sus órdenes como el Rey quiere para evitar perjuicios y disputas".

Sobre los cruceros y permanencia de los buques de guerra en los mares de la expedición y parages donde pudieren se debe dar instrucción clara y con bastantes facultades al general para los casos que puedan ocurrir."9

A esta carta, le añade Moñino de su puño y letra la siguiente coletilla: "Amigo y Sr. remito esas bachillerías que vm. enmendará y corregirá con su pericia. Lo que conviene es saber de

ello y que el que mande la Marina vaya enteramente a las órdenes del general, con lo que se eviten cuentos como el Rey quiere y se hará el servicio. Acabemos pues y mande vm. a su s.s. y amigo: Moñino.

En espera de la reacción del Secretario de Marina que se retrasaba y molesto por la pérdida de tiempo con estos dimes y diretes, Floridablanca decidió obrar entretanto por su cuenta, hasta ver resuelto el dilema. Así se lo comunicó a su secretario Campo: "Amigo y sr. ahí van esos dos papeles para Muzquiz y Castejón, que vm. les dirigirá después de haber copiado el

apunte que va de mi letra en el que escribo a Muzquiz para que cada uno tenga una copia. En llegándoles esta noche basta; pero no se puede dilatar más, pues aunque he dicho que hablen entre sí, y

aunque haya mil juntas, en separándonos luego se llenan de confusión o de olvidos con otros cuidados.10 Apretemos nosotros y paciencia con nuestro oficio de agentes de negocios"11. La reacción de Castejón llegó al fin y se opuso. Lo hizo de la manera retorcida y maquiavélica que le caracterizaba. Como tenía la facultad de despachar a boca con el Rey se dirigió a Carlos III y le convenció de lo nocivo de la medida y luego, dirigiéndose a Moñino, se justificaba de la siguiente forma:

"Crea vm. que no conviene que el que mande la Marina vaya enteramente a las órdenes del que mande el exército ni que es el modo de evitar disputas ni inconvenientes, a el contrario las unas empezarían desde el hecho de tal declaración y los otros son necesarios en tales casos por mui fuertes razones con que no quiero molestar a vm. En el adjunto papel vea como el Rey ha determinado sin que le falte al general del exército la facultad de que las fuerzas de mar en el hecho se empleen como le parezcan con sólo que consulte si assi lo quiere.12.

9 Floridablanca a Castejón Madrid, 6/6/81. A.H.N. Estado, legajo nº 4230 10 Aquí, respecto a la confusión, se refiere sobre todo a Muzquiz que era un anciano achacoso, con el que sin embargo no tenía demasiados problemas, salvo los derivados de su senilidad. Lo de Castejón era más peliagudo; debía contar con su rotunda oposición, contra la que tuvo que luchar durante toda la expedición,lo que la enturbió en gran medida. 11 Floridablanca a Campo, nota de 6/6/1781 A.H.N. Estado, legajo nº 4230. 12 Carta de Castejón a Floridablanca. A.H.N. Estado, legajo nº 4230.

Al final la cosa quedó tan ambigua que dejó atadas las manos a Crillón y permitió (como veremos) que Moreno se le insolentara varias veces y fuera para el comandante en jefe una verdadera pesadilla. No dejar claro absolutamente el orden de prelación en el mando fue un craso error. Inevitable por otra parte, dadas las circunstancias. Con los marinos, como les llamaba el conde, no pudieron ni Floridablanca ni Crillón. Hubo que contemporizar y conformarse. En resumen: las propuestas que castejón hizo al Rey, del que consiguió aprobación, fueron del tenor siguiente: 1ª. Que el comandante de mar debería abrir sus órdenes con viento entablado para embocar

el convoy entre los cabos Trafalgar y Espartel, en las que se le instruiría de su comisión. 2ª. Que debería conducir el convoy unido a su destino resguardado de enemigos bajo su

responsabilidad, según su inteligencia y ordenanza y penas expresas en ella para estos casos13, y que llegado a su destino desembarcara la tropa, artillería y demás útiles y víveres que dijera el Comandante del Ejército, en el paraje que este mismo señalara o quisiera y que le auxiliase en todo, supuesto que dicho general del Ejército tendría ya conocimiento de donde convendría hacerlo y si hubiera o no proporción para que pudieran auxiliar el desembarco los navíos fragatas o javeques si se necesitase y no bastasen las lanchas cañoneras y dos galeotas que se facilitarían.

3ª. Que el Comandante de la expedición y el Comandante de Mar irían en el mismo navío (el San Pascual) y debían tratar, antes que todo, lo concerniente a la acción conjunta de las fuerzas de tierra y mar y que en caso de discordar el Comandante de Mar debía ceder, aunque fuera exponiéndose a perder todos los navíos y cuantas embarcaciones de guerra llevara a su orden.

Después de comunicarle a Floridablanca la decisión real, Castejón concluía: "Esto es lo que el rey me ha mandado y el modo de que haya menos disputas inconvenientes y desavenencias

contra el real servicio, respondiendo a cada uno como es de justicia de lo que está a su cargo". Estos pormenores pasaron directamente a las instrucciones definitivas que Crillón recibió el 17 de Junio del Rey antes de partir para Cádiz y en las que éste le prevenía que no abusara de su prerrogativa: "Bien que confío de vuestra prudencia que jamás abusaréis de esta confianza."14 Esto dio la puntilla a las exigencias de Crillón que había reiterado en una denominada segunda memoria de 10 de junio, donde trató de poner los puntos sobre las iés respecto a la expedición. Los aspectos que pretendía Crillón aclarar eran, en esencia, los siguientes:

-Tener carta blanca en todas las operaciones, aun en las marítImas. -Desembarcar en Mahón y tomar por sorpresa a la guarnición inglesa. -Sorprender también el resto de destacamentos de la isla y tomar y bloquear todos los

puertos, tanto de entrada como de salida y armar corsarios -En caso de que la guarnición inglesa tuviera tiempo de refugiarse en San Felipe, tener

13 En este punto se le daba a Moreno una puerta abierta a actuar según las Ordenanzas de Marina y le permitía y facultaba a hacer lo que le viniera en gana, apoyándose en aquello tan socorrido de ajustarse a sus normas específicas, librándole en cierto modo de responsabilidad, en tanto que cumpliera con ellas. 14 Instrucción reservada al general de la expedición. artº 4. A.H.N. Estado, legajo nº 4230

capacidad de decidir si sometía a la fortaleza a un bloqueo o a un sitio formal.15 Al fin, después del enfrentamiento de Floridablanca con Castejón, en la instrucción reservada se le concedieron al duque todas estas prerrogativas, salvo la primera como ya sabemos. Al menos el general iba con ciertas garantías de saber a que atenerse. No era Crillón hombre que le gustaran los retorcimientos ni las medias verdades; era de los de al pan, pan y al vino, vino. Pero, repetimos, con los marinos no se podía y el duque tendría ocasión de comprobarlo. Las agotadoras jornadas de la preparación del proyecto habían terminado. Ahora comenzaban las no menos agotadoras y angustiosas de la ejecución. En aquellos tiempos y con aquellos medios, cualquier movimiento de importancia costaba un esfuerzo ingente. Por eso los éxitos o los fracasos se median con otro rasero que el actual. El valor surgido del esfuerzo era contem-plado axiológicamente de forma distinta, puesto que el error era escasamente remediable y arrastraba inexorablemente a los responsables. Por ello, agotamiento y angustia son los conceptos que mejor puedan situarnos en el pellejo de los principales artífices de la expedición a Menorca. Es de destacar en este sentido la portentosa energía y vitalidad del duque de Crillón (otro de los rasgos de su carácter), que acometió la empresa y la llevó a cabo contra viento, marea y otros elementos, a la provecta edad de 64 años. Dedicaremos el próximo capítulo a analizar más a fondo y de manera monográfica su personalidad.

15 Crillón a Floridablanca. 10/6/81 [original en francés] A.H.N. Estado, legajo nº 4230

3. EL DUQUE DE CRILLÓN: UN GENERAL TÍPICO DE LA ÉPOCA. En mayo de 1781, el conde de Floridablanca eligió al que iba a ser el general en jefe de la expedición militar a Menorca: Louis Berton de los Balbo de Quiers, Fabri de Moncault Zaporta y Auberdee, segundo duque de Crillón. Un teniente general de 64 años. ¿Quién era este personaje y por qué fue elegido? Vayamos por partes. Crillón era de nacionalidad francesa, sin embargo el tronco principal de su familia, los Balbo, era de origen italiano y procedía de la ciudad de Quiers en el Piamonte. Él había nacido, en 1717 en el condado de Avignon, donde sus antepasados se habían establecido en 1456. En esa época Avignon era territorio papal y continuó siéndolo hasta que fue anexionado por Francia en tiempos de la Revolución (1791). También el ducado de Crillón era de concesión pontificia y había sido otorgado en 1725 a su padre, François Félix de los Balbo, hasta entonces marqués de Crillón, y casado con la italiana María Teresa Fabri de Moncault1. Quiere esto decir, que el ducado de Crillón no era título francés y por tanto no llevaba anejo el de Par de Francia. Era un ducado menor. El duque tenía un antepasado del siglo XVI, Louis Berton de los Balbo de Quiers de Crillón, a quien los franceses denominaron Crillón le brave y que pertenecía al bando católico del duque de Guisa en la guerra contra los hugonotes. Después fue consejero de Enrique III y del primer Borbón francés, Enrique IV. Este personaje combatió también como caballero de Malta en la batalla de Lepanto a las órdenes de Don Juan de Austria y fue el encargado de llevar la noticia de la victoria de las armas católicas al papa Pío V, quien, como premio, le concedió el derecho hereditario de poseer una capilla en Avignon, que gozaría de los mismos privilegios que la del Pontífice en dicha ciudad. Volviendo a nuestro duque, éste había enviudado de su primera esposa Françoise Isabelle Convay, de la que había tenido dos hijos (Louis-Alexandre y François Félix, marqués y conde de Crillón, respectivamente). A los 53 años casó morganáticamente en segundas nupcias con la peruana Anastasia Espinosa en 1770, de la que tuvo a su vez otros dos hijos (Louis-Antoine y Virginia)2. Probablemente este enlace con una española indiana debió influir para que le abrieran las puertas de nuestro país, cuando tras participar en la guerra de Portugal, con el cuerpo expedicio-nario francés que intervino en la campaña, al lado del Ejército Español en 1762, decidió ofrecerse al servicio de Carlos III. Él, además, ante la polvareda xenófoba que levantó su nombramiento de general en jefe de la expedición contra Mahón, se jactaba de ser un vrai espagnol, porque —decía— que su abuela paterna, Francisca Zaporta, era de Zaragoza y que su familia descendía de Cornelio Balbo, patricio romano nacido en Cádiz, que tras emigrar a Roma capital el año 40 a.C., tuvo una destacada participación en la milicia y en la política en tiempos de Cesar. De todas formas esto —lo de remontar el origen de su apellido a la antigua Roma— no dejaba de ser una de esas paparruchadas a las que nos va a acostumbrar Crillón en adelante. Es cierto que existió una familia Balbo en la antigua Roma y además originaria de Cádiz, y también que uno de sus miembros, Cornelio Balbo, acompañó a Julio César en la guerra de las Galias y fue el primer cónsul provincial que tuvo Roma en lo que luego sería Francia, lo que le 1 Datos biográficos obtenidos del expediente de concesión al duque de Crillón de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III en 1780. A.H.N. Estado, Orden de Carlos III, expediente nº 83. 2 Vid. Duque de Crillón, expediente matrimonial. Año 1770. Archivo General Militar (Segovia) legajo C-3810.

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venía muy bien a Crillón para enlazar su apellido con los dos países y utilizarlo como mejor le pareciese3. Respecto a la trayectoria profesional de Crillón como soldado, sabemos que ingresó en el Ejército Francés como cadete en la Compañía Gris de Mosqueteros del Regimiento de Infantería del Rey en 1731, del que ya era teniente en 17334. Luego, con ocasión de la Guerra de Sucesión al Trono de Austria, pasó al ejército de Italia a las órdenes del mariscal de Villars y participó en el sitio de Pizzighitone y en la batalla de Parma. En 1742 es nombrado coronel del regimiento de Bretaña (coronelía que conservará y heredará su hijo) y combatió a las órdenes del duque de Harcourt. Desde su llegada al frente italiano hasta 1748 participó en numerosas campañas: acciones: de Landaw-sur-l'Iser, de Braunau, de Ratisbonne a las órdenes del mariscal de Saxe, de Isle de Reinac con el mariscal de Coligny, de Mesle. de Veissenfelds. Ataques de los Abbatis, del castillo de Hilsperberg. del puesto de Quatre-vents. Batallas de Rocoux, de Fontenoy, de Rosback, de Lutzelberg. Paso del Vesser por Bilefeld. Sitios de Ostende al mando del mariscal de Lowendal, de Friburgo, de Nieuport, de Mons con el principe de Conti, de Namur. Tomas de Lippstadt y del castillo de Hoensburg, Después de estas campañas se le concedió el gobierno de Picardía, Artois y Boulonnais. más tarde solicitó al duque de Choisseul un ascenso y éste se lo negó. Crillón dice en sus memorias que esta negativa provenía la inquina que le tenía la favorita del Rey, Madame Pompadour. Aunque pensamos que esta negativa, además de las connotaciones políticas que pudiera tener, estaba también relacionada con las drásticas reducciones de los cuadros del Ejército que realizó aquel ministro en el contexto de sus reformas militares. Además había presentado un proyecto de invasión de Inglaterra con unas lanchas de su invención que fue rechazado y le enemistó con sus superiores. Más adelante en 1762, pasó a España a la campaña de Portugal, para lo cual solicitó permiso a su Corte, pidiendo al mismo tiempo, que se le mantuviera la plaza de gobernador de Picardía, petición que fue denegada, nombrando a Monsieur de Beauvau, un general más moderno que él. Las condiciones por las que se le permitía pasar a España se las detalló el ministro Choisseul en una carta: "Tengo el placer de comunicaros, Señor, que el Rey os ha concedido 24.000 libras de gratificación para

incorporaros a vuestro destino. Su Majestad os conserva vuestra antigüedad y rango entre los tenientes generales y se reserva el derecho de llamaros a su servicio las veces que lo crea útil, o en caso de que vos lo deseéis."5

Ferrer del Río añade, que otro de los desaires que le hizo el ministro francés a Crillón fue negarle el mando de las tropas francesas que participaron en dicha campaña6. Después de su participación en Portugal en calidad de aliado, el duque decidió quedarse en España al servicio de Carlos III. Se le aceptó y se le nombró comandante del Campo de Gibraltar. Un viajero francés anónimo comentaba que este nombramiento se le concedió a un 3 Esta ascendencia se la atribuye el duque en una carta escrita a Floridablanca. Vid. Crillón a Floridablanca 16/9/1781. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Carta original en francés 4 Vid. CRILLÓN, duc de. Memoires militaires, París, M. Dupont, 1791. y VOLTAIRE. Le siècle de Louis XIV et XV, en Ouvres completes, t. II, París 1867. 5 CRILLÓN, Memoires, pag. 240. Original en francés, la traducción es nuestra. 6 FERRER DEL RÍO, opus cit., III-348.

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francés porque al gobierno le salía más barato dárselo a un extranjero que a un general español, aunque éste fuera más moderno.7 Sabemos también que fue comisionado por el gobierno para acompañar y agasajar al futuro emperador de Austria José II cuando de visita por España con el título de conde de Falkenstein le acompañó a Fuenterrabía y mandó unas operaciones militares en su presencia.8 Es evidente que esta comisión le grangeó una amistad muy interesante. Entretanto en 1765 fue destituído de Comandante del Campo de Gibraltar por haber propuesto una invasión de la Roca sin previa declaración de guerra, al comprobar como una tormenta había arruinado la cortina de la muralla en la parte del puerto. Después, por alguna poderosa razón que no conocemos, obtuvo en 1776 la concesión de cuatro millas cuadradas de tierra en Puerto Rico. El embajador austriaco Giusti, informó a su Corte de la noticia en 10 de junio de 1776, asegurando que estas concesiones eran raras y difíciles a los extranjeros, e interpretándolo como un acercamiento de España a Francia9. Por su parte Martinez de Campos considera el favoritismo con los extranjeros un fenómeno endémico de la Corona Española :

"La mayoría de los grandes personajes que vinieron a auxiliar a nuestros reyes pidieron con largueza, sin que nada se les negara; e incluyo en lista (...) al duque de Crillón."10

En este mismo contexto generoso de la Corte de Madrid, Crillón recibió en 1780 la Gran Cruz de la Orden de Carlos III. Sus padrinos fueron: el conde de Bournonville (a pesar de su fama de xenófobo), el de Ricla y los duque de Osuna, de Almodóvar y sobre todo el influyente Losada, el Sumiller de Corps de Carlos III al que, parece ser, le unía gran amistad. Luego le perderemos la pista, hasta que en 1781 salte a la palestra de nuevo con su nombramiento para la expedición a Menorca. Después de este currículum y sobre todo si lo comparamos con el de la mayoría de los generales españoles del momento, no nos extraña que fuera elegido. Los que quedaban por entonces de las campañas de Italia estaban ya muy viejos y los demás podían ser más o menos inteligentes, pero les faltaba experiencia y aun teoría, después de no haber intervenido en una guerra prolongada desde hacía 40 años, si exceptuamos los estrepitosos fracasos de Portugal (1762) y Argel (1775). Por otra parte la dedicación ambigua y escasamente exclusiva a la milicia de las altas jerarquías militares, tampoco fomentaba su eficacia. De ello se quejará Crillón a Floridablanca durante el asedio de Mahón. Fundamentalmente de los ingenieros militares sobre los cuales parecía tener una especial inquina, como veremos repetidamente:

7 Vid. GARCÍA MERCADAL J., Viajes de extranjeros por España y Portugal, Madrid, Aguilar, 1962 3 vols, vol III, siglo XVIII, pag. 538. 8 CRILLÓN, Memoires, pag. 309. 9 Vid. VELAZQUEZ, María del Carmen. La España de Carlos III de 1764 a 1776 según los embajadores austriacos. México, Universidad Nacional Autónoma, 1963, pag. 143. Muchos años después Crillón intentará explotarlas a base de mano de obra esclava, introduciendo negros en sus propiedades. Vid. TERRÓN PONCE, José Luis. "Crillón señor de negros" Diario Menorca 28/08/87. 10 Vid. MARTÍNEZ DE CAMPOS, Carlos. España bélica, vol. II, El Siglo XVIII. Claroscuros de la disgregación. Madrid, Aguilar, 1965, pag. 274-75.

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"no puedo ocultaros que aunque los ingenieros que hay en Madrid, empezando por mi compañero Monsieur

Abarca11 son de gran mérito, las circunstancias de una paz de 35 años les han mantenido inactivos e imposibilita-dos, por tanto, de aprender lo que sólo la experiencia puede dar, y la que ellos probaron no poseer en el sitio de Almeida, donde yo llegué al final, aunque a tiempo de comprobar que cada medida que tomaban era una nueva burrada"12

La opinión de sus contemporáneos no estaba tampoco muy alejada de la nuestra al respecto. Un viajero anónimo opinaba en 1765, que los únicos generales que valían algo la pena en España por aquellas fechas, eran Crillón y Ceballos. En 1781 este último llevaba ya tres años muerto13, así que la elección del primero parecía cosa evidente14. Pero esta elección no fue tan simple como pudiera parecer a primera vista. En ella contaron también otros factores. El duque tenía buenas amistades. Dentro y fuera de España. Ya hemos citado la de Losada, con el cual se escribía desde Mahón, como el mismo cuenta en una carta a Floridablanca15. También en su correspondencia insinuaba tener relaciones con Almérico Pini, el influyente ayuda de cámara del Rey y con el príncipe de Masserano, de quien el duque aseguraba ser amigo de todos sus parientes desde su más tierna infancia. Tampoco parece desdeñable la amistad de nuestro duque con Manuel Marco Zemboraín, de quien ya hemos hablado anteriormente. No sabemos como se inició la amistad de Crillón con el batanero Marco, lo que sí sabemos es que el navarro siempre intervino en las relaciones de Crillón con el gobierno. Por otra parte, a pesar de los enemigos que tenía el duque en su país de origen, las influencias en Francia no eran menores ni de despreciar, a pesar de que sus amigos alguna vez le fallaron como asegura:

"una serie de tibios amigos que hubieran podido conseguirme en diversas ocasiones el rango de duque en Francia ante un Rey que siempre me amó hasta su muerte y que aunque fue incapaz de hacerlo por el mismo, hubiera accedido si se lo hubieran pedido." 16

Aquí además de referir que se relacionaba con personalidades importantes de su país de origen (entre los que se encontraban políticos, militares y financieros como ya veremos), revela lo que había sido siempre su talón de Aquiles y que había heredado de su familia: no haber conseguido el título de Duque y Par de Francia de los monarcas franceses, a pesar de los reconocidos servicios de su familia a la Casa de Borbón. Era lo que el duque denominaba: "la

11 Se trata de Silvestre Abarca, inspector general de Ingenieros 12 asnerìes en el original. Vid. Crillón a Floridablanca, Mahón, 2/9/1781. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés. La traducción es nuestra. 13 Pedro Antonio de Ceballos hizo casi toda su carrera en América donde fue virrey del Río de la Plata. En 1776 dirigió la expedición a la colonia de Sacramento contra los portugueses, éxito por el que fue ascendido a Capitán General al año siguiente. Murió en 1778. 14 Vid. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros... opus cit., pag. 538 15 Crillón a Floridablanca 15/02/82 A.H.N. Estado, legajo nº 4230 Original en francés.. 16 Se refiere al difunto Luis XV muerto en 1774. Vid. carta de Crillón a Floridablanca, 11/9/81. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés, la traducción es nuestra.

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dette de la Maison de Bourbón avec ma famille", deuda (pensamos que de sangre)17, que será lo que reclame a Carlos III de España en pago a sus servicios. Es decir, un ducado (el de Mahón) y una Grandeza de España de Primera Clase, que por aquellas fechas y desde la época de Felipe V eran equiparables y equivalentes, por convenio entre las dos Cortes.18 De esta segunda faceta de su entorno —sus amistades francesas— pudiera haber salido también en parte su elección. Floridablanca necesitaba la colaboración de Francia en la expedición a Menorca o como mínimo su consentimiento y el duque podía proporcionársela con su mediación, como así hizo. Al fin y al cabo —y esta característica no ha sido suficientemente destacada hasta ahora— Crillón, además de militar era también bastante político y la empresa que iba a serle encomendada tenía un contenido militar y político —o político y militar, según se mire— tanto por las características generales de aquella guerra, mitad diplomática mitad bélica, como por las apetencias, que no sólo Inglaterra o España pudieran tener sobre Menorca, sino también las propias de Francia. El mismo Crillón definirá la empresa de Menorca como algo más que una operación militar:

"Este proyecto es tan político como militar en todos los aspectos en que yo lo he reflexionado"19 Y un matiz más que añadir a todo esto: las amistades de Crillón en Francia se contaban, no sólo entre los miembros del gobierno o afectos a él sino entre los grupos que en 1781 pertenecían a la oposición política en el país vecino. Pudiera esta faceta parecerle útil también a Moñino para ejercer alguna presión a su favor, frente a las imposiciones del gabinete francés del conde de Vergennes y equilibrar así la situación que Francia trataba siempre de inclinar a su favor. El propio Crillón aseguraba que su proyecto (en el que se incluirá el apoyo de sus amigos france-ses): "puede tener consecuencias militares y políticas, si las ideas que me he formado son exactas"20 Así pues, el 14 de junio de 1781 se le comunicó a Crillón en qué consistía la misión encomendada; las órdenes concernientes a su consecución y los informes que se habían recibido de las distintas fuentes que ya conocemos. En cuanto fue del dominio público, el nombramiento de Crillón, éste cayó como una bomba entre la oposición a Floridablanca. El conde de Aranda protestó y pidió a su vez el mando de la expedición como ya dijimos en su momento (vid. pag. 107) y sus corifeos del Partido Aragonés junto a sus aliados ocasionales del Partido Español, llenaron la corte de sátiras y libelos, poniendo en marcha todas las diatribas xenófobas imaginables. Como esta:

"Soy el grande Crillón

17 Efectivamente: alguna alusión hace Crillón a que la deuda es de sangre. Como aludiendo al hacho de que alguno de sus antepados, concretamente Crillon le Brave hubiera mezclado su sangre con alguna infanta de Borbón. El duque le dice en una carta al conde de Floridablanca, hablando de Carlos III que: "es rey de la augusta sangre de Borbon, al servicio de la cual siempre ha estado la mía. Vid. Carta de Crillón a Floridablanca. Aranjuez a 4/6/1781. A-H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés. La traducción es nuestra. 18 Vid. MORALES MOYA, Poder político... opus cit., pag. 693. 19 Crillón a Floridablanca. Madrid, 5/5/81. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés, la traducción es nuestra. 20 Vid. Crillón a Floridablanca. Madrid 5/5/81. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés, la traducción es nuestra.

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y aquestos mis compañeros, son franceses verdaderos, puestos en un bodegón; España espera en la Unión y son esperanzas muertas, pues con mañas muy expertas al fin hemos conseguido que hayan los pobres salido como perros entre puertas."21

O esta otra:

"Crillón siempre loco, a quien se ha permitido ceder el Toisón a su hijo, que es lo único que el hijo no desprecia de España.22"

Se refiere la sátira a François-Felix-Dorotee Berton de los Balbo, conde de Crillón e hijo segundo del duque, a quien en 1763 su padre consiguió colocar en la Compañía Flamenca de Guardias de Corps y que fue ascendido al rango de coronel graduado a la edad de 14 años. Luego se cansó y pidió su ingreso en el Ejército Francés. El libelo parece reprocharle su "deserción".23 La concesión del Toisón a título hereditario fue una excepción especialísima, si tenemos en cuenta que en el reglamento de la Orden se establecía que éste se otorgaba únicamente de forma vitalicia. Pero de poco le sirvió a Aranda todas estas diatribas. Además, por más que su primera vocación fuera la militar, como aseguran Olaechea y Ferrer Benimeli y que nosotros ponemos en duda24, no estaba dotado para dirigir una operación de sitio como la de San Felipe de Mahón. Se necesitaba algo más que inteligencia (que por otra parte no le faltaba al conde) y dotes de mando (de las que tampoco carecía). Lo complejo de la situación que —reiteramos— era militar y además política, requería una exquisita mixtura entre una depurada preparación táctica acompañada de una bien acrisolada experiencia, amén de una importante dosis de pragmatismo y sobre todo de mano izquierda, de la que el conde aragonés no estaba precisamente bien dotado, a juzgar por su personalidad en extremo colérica. Crillón, sin embargo, poseía sobre todo las tres últimas virtudes: experiencia, pragmatismo y mano izquierda. Respecto a la teoría, eso era harina de otro costal, pero supo arreglárselas. En efecto: el duque, habiendo leído a Vaubán y siendo como era discípulo del marqués de Vallière25, conocía las reglas generales del arte de la guerra, pero necesitaba un especialista, o mejor varios, que supieran bien el oficio y sus últimos recovecos, amén de sucesivas actualiza-ciones, respecto a una técnica que, desde las campañas de Italia de los años 40 del siglo XVIII, en las que había participado el duque, había avanzado mucho en triquiñuelas, aunque el sistema se mantuviera en lo esencial y aun perdurara, por lo menos, hasta el sitio de Sebastopol en el siglo XIX. 21 "Comedia famosa: "Quien peor lo hace más alcanza" Su autor: el general Eliot. Vid. EGUIDO, Teófanes. Sátiras políticas de la España Moderna. Madrid, Alianza, 1973, pag. 289. 22 FLORIDABLANCA, Obras, sátira tercera, pag. 288. 23 Vid. FERNÁNDEZ Alberto. "Los Crillón al servicio de España". Historia 16 nº 35 (1979), pg. 54. 24 OLAECHEA Y BENIMELI, Opus cit., pg. 13 25 CRILLÓN, Memoires... pag. 300.

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Como decimos, Crillón era inteligente y con capacidad organizadora, conociendo en detalle lo que había que hacer, separando el grano de la paja y evaluando adecuadamente las posibilidades, aunque en algunas ocasiones se le notara un deje de fanfarronería que le caracterizaba y una temeridad excesiva, de arbitrista, que le hacía acometer las empresas de manera un tanto veleidosa y superficial aunque, como veremos, una vez frente a las dificultades sabía hacerles frente con energía, entusiasmo y pragmatismo. Conquistó Menorca en ultima instancia, a pesar de las enormes dificultades que en la época suponía una empresa como aquella y las añadidas de la oposición que se le vino encima desde varios sectores. Después de analizada la abundante correspondencia del duque a la que hemos podido tener acceso, suscribimos totalmente la opinión que de él tenía el barón de Bourgoing, representante de la República Francesa en España en 1795, que era buen escrutador del alma humana y le debía conocer muy bien. A la muerte del duque dijo de él:

"La posteridad ha comenzado ya para Crillón ¿Qué dirá de él? Su familia hablará siempre de su buen corazón; sus amigos largamente de aquella amabilidad que hacían perdonarle algunas inconsecuencias, que eran el producto necesario de un carácter jovial y abierto.

Por su parte la Historia dirá de él que fue fiel al epíteto que desde hace varios siglos acompaña a su apellido: Fue valiente, no solo a veces sino siempre. Tenía una larga experiencia, más que del arte militar, de los peligros de la guerra. Fue activo, infatigable. Por su gran humanidad, por sus maneras amables y alguna vez más que familiares, supo granjearse el afecto y la confianza de sus soldados. Con su ejemplo les transmitía coraje y alegría a la vez.

Si fue víctima de las pasiones de su entorno y puede que de las propias, al menos desarrolló cierta constancia enérgica, cierta tenacidad que supera los obstáculos y que a menudo se ve premiada con el triunfo.

Crillón ha dejado unas memorias donde se describe a si mismo aun sin saberlo. Sus preceptos no son más que ejemplos donde se descubre su franca lealtad, su bondad sin doblez y hasta el delicioso desorden de sus razonamien-tos.26

Magnífico y agudo cuadro el que Bourgoing nos pinta del controvertido y paradógico duque de Crillón. También es cierto, como dice el barón, que leyendo entre líneas sus memorias pueden observarse los rasgos definitorios de su carácter. Allí miente muchas veces y otras oculta, pero en esencia parece ser lo que el barón dice que era: un hombre con mezcla de muchas cosas; un hombre de carne y hueso como cualquiera. La misión que aquí nos hemos impuesto como historiadores es la misma que se impuso el barón: desmitificarle. A él o a cualquiera. Ya esta bien de historias de héroes y villanos. En fin, que el duque triunfó en Menorca y consiguió lo que quería, el ducado de Mahón, la Grandeza de Primera Clase y aun el Toisón. Luego fue enviado al sitio de Gibraltar donde fracasó, habiendo tenido que sufrir la derrota de las baterías flotantes del ingeniero D´Arçon, a las que se opuso siempre. Más tarde y tras la Paz de Versalles, concretamente en 1785, fue nombrado Capitán General de Valencia y Murcia, cargo que detentó hasta su muerte acaecida en 1796. Crillón: Surtout français. Analicemos ahora otra faceta del duque que puede resultar aclaradora de muchas cosas de las que ocurrieron en Menorca durante la campaña de 1781. Desde nuestro punto de vista, Crillón era por encima de todo francés. Hay varios testimonios que lo avalan. Nuevamente acudimos a Bourgoing quien dice de él:

26 BOURGOING Opus cit. II-71. El texto original en francés, la traducción es nuestra.

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"Crillón etait au service d´Espagne depuis trente-deux ans, sans cesser un instant d´etre français"27 Pero hay muchos otros motivos para creer que se inclinaba sobre todo por su país, a pesar de sus arrebatos de españolidad, cuyo origen estaba relacionado la mayoría de las veces con cierta paranoia al sentirse forastero cuando, refiriéndose a las acusaciones de extranjería que se le hacían decía aquello de: "si tengo alguna desventaja sobre ellos es la de haber perdido por una laguna de varios siglos el título de español

auténtico, y no creo que sea justo acusarme de esta desgracia"28 Alude aquí, una vez más el duque, a la paparruchada de su antepasado el hispanorromano y gaditano Cornelio Balbo. Pero es igual, el caso es que demostró muchas veces su inclinación por Francia, además de sacar todo lo que pudo en España. Habría que seguir profundizando para saber a quién ayudó más, de quién recibió más y si en el fondo no era, en última instancia, sino un vrai français. El mismo lo afirmaba —y se desahogaba— en una carta a Bernardo del Campo, cuando, contento por la llegada del cuerpo de tropas francesas a Mahón en apoyo del sitio. Eso sí —la duda ofende— sin dejar de ser español:

"...y aunque soi bastante enfadado contra muchos de los que la gobiernan, no puedo dejar de querer a esta nación [Francia] que es la mía y aunque no sería en el día sino sólo bueno español como lo soi de corassón, estoi tan persuadido que la íntima unión de las dos coronas depende la gloria para todos, que pensaría seer un trahidor a la España si pensaba de otro modo y no animava las dos naciones a esta unión."29

Muchos años después, en 1795 un año antes de su muerte, durante la guerra de la Convención, se negó a luchar contra Francia y repitió sus argumentos en una carta a su hijo mayor, prisionero de los convencionales: "(...) no pierdo la esperanza de ver concluida esta guerra infausta y de comenzar otra en la pueda yo combatir al

lado de los franceses unidos con los españoles contra los verdaderos enemigos de las dos naciones."30 Hay también muchos puntos oscuros en la actuación del duque durante las campaña de Menorca, que nos levantan sospechas, relacionados con su estrecha colaboración con los franceses que acudieron a ella y que iremos viendo en detalle más adelante. Destacar, por ejemplo, cuando sin encomendarse a nadie y sin esperar instrucciones de Madrid, desterró a todos los griegos, judíos y demás personas que consideraba desafectas. ¿Fue una medida táctica o una operación política dictada por Francia? Analizaremos en lo posible los pros y los contras de esta conjetura en su momento. La misma sospecha nos producen sus influyentes amistades en Francia que abarcaban desde políticos a financieros y científicos y que en la medida que los llamó a colaborar en la acción, da la sensación que Crillón jugaba a dos barajas siempre teniendo presente sobre todo el descarte

27 Ibíd. 28 Crillón a Floridablanca. Aranjuez a 4/6/81. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés. La traducción es nuestra. 29 Crillón a Bernardo del Campo. Mahón a 26/9/81. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en castellano. 30 Vid. MURIEL Andrés. Historia de Carlos IV, Madrid, Atlas, 1959, I-232.

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francés aunque utilizara su "españolidad" para obtener beneficios de nuestro país, esgrimiendo las influencias que poesía en el suyo como moneda de cambio. Hay también un detalle que quizás a primera vista pueda parecer trivial pero que creemos que no debe pasarse por alto. Nos referimos a la leyenda que rezaba en su escudo de armas. Allí aparece sobre la corona ducal, la figura de su pretendido antepasado el romano Balbo, que enarbola una especie de gallardete en el que está escrita la frase "cumple con tu deber". En principio y por la procedencia piamontesa de la familia Balbo, la leyenda en el escudo original del duque iba en italiano: FA DOVERE. Pero lo curioso, lo verdaderamente curioso, es que cuando el duque graba su escudo en publicaciones francesas (como por ejemplo algunos grabados relativos a la conquista de Menorca o en sus memorias) la frase aparece en su original italiano. Sin embargo en los documentos en los que lo estampa en España, como algunos pasquines y pasaportes, la leyenda aparece en francés: FAIT DEVOIR. ¿Casualidad? Además esa insistencia en hablar siempre en francés a pesar de dominar relativamente el castellano, con un rasgo de orgullo nacional. Todo resulta muy sospechoso. Como también lo resulta el hecho de que, sin encomendarse a Dios ni al diablo dedicó la primera descarga de las baterías del sitio a San Felipe al Delfín de Francia, sin pedir autorización a la Corte de Madrid, en una política de hechos consumados. Por último: ¿qué significaba el hecho de que el general Murray le titulara en los artículos de capitulación de San Felipe en su original en inglés: "Lieutenant general of the French and Spanisch Forces and Commander in Chief of the Combined Army"? Por ese orden. En la versión española del texto, el doctor Pedro Ramis y Ramis, que servía de intérprete de lenguas, cambió el texto por: "Teniente General de los Exércitos de sus Magestades Católica y Christianíssima. 31

31 Vid. Actas originales de capitulación del fuerte de San Felipe, en A.H.N. Estado leg. nº 4230. Apéndice documental, documento nº 3.

4. LAS TÁCTICAS UTILIZADAS DURANTE LA CAMPAÑA DE MENORCA DE 1781-1782. ¡Error! Marcador no definido. Tres fueron las fases en las que se proyectó la toma militar de Menorca en 1781: la sorpresa, el bloqueo y el sitio regular. Su desarrollo en el tiempo se planteó según se fueron presentando -los acontecimientos. Para establecer estas pautas a seguir, Crillón contaba con diversos informes sobre la Balear Menor: todos los que habían enviado desde allí los distintos confidentes y espías que concurrieron durante un año largo, para que desde Madrid las autoridades ministeriales y militares pudieran hacerse una idea como acometer la empresa con ciertas probabilidades de éxito. Estos informes permitieron, por ejemplo, conocer que las defensas de la isla estaban distribuidas de la siguiente manera: en Mahón por el fuerte de San Felipe, por el de Felipet y una batería de morteros en lo alto del cabo de la Mola. En Fornells el fuerte de San Antonio, con seis cañones y 20 hombres de guarnición. Por último el fuerte de San Nicolás de Ciudadela desartillado y desguarnecido, salvo por un piquete de 25 soldados inválidos un sargento y un oficial que residían en la ciudad. Por lo que se refiere a las vigías, además de las torres que rodeaban el perímetro de la isla, había también un destacamento en Monte Toro1. Se sabía también, que la guarnición estaba formada por cuatro regimientos de tropas regladas, dos británicos (el 51 y el 61 de Infantería de Línea) y dos hannoverianos de tropas mercenarias alemanas (el del Prinz Ernest y el de Goldacker). Cada uno de estos regimientos contaba con 12 compañías de 50 hombres, que hacían un total de 2.400, más unos 200 artilleros y tropa de marinería en número de 400. Las tropas estaban repartidas entre el cuartel de la Explanada en Mahón, los de la plaza de armas de Georgetown y San Felipe. Se tenían informes también de que se había producido un conato de formación de un regimiento de milicias locales denominado regiment d´es verds, a él se apuntaron algunos mahoneses. Dicho regimiento se formó en 1778 y reunidos 25 voluntarios se formó su primera compañía. El capitán de ésta fue un tal Antonio Pesqueda de Ciudadela, de calidad noble y el teniente su hermano José. Esta compañía fue encargada de la custodia de Ciudadela junto a un oficial y 12 soldados ingleses inválidos.2 Parece, de todas formas, que el regimiento no prosperó. En el momento que hubo suficientes voluntarios, el gobernador Murray les dijo que el coronel, teniente coronel y sargento mayor del regimiento debían ser ingleses. Como no lo aceptaron el regimiento fue disuelto y los reclutas colocados en los regimientos hannoverianos.3

1 Según el diari Roca ( en A.M.M) el 4 de octubre de 1779 Murray había mandado poner vigías en el Toro. Las señales se hacían con unas bolas de colores muy gruesas, que por lo visto se veían desde Mahón.

2 Diari Roca, agosto de 1778. Resulta sorprendente que un noble ciudadelano aceptara este encargo, conociendo la oposición de los habitantes de esta población occidental de la isla a los ingleses, no creemos que tuviera muy buena prensa el tal Pesqueda entre sus conciudadanos, pero el caso es que así era. Sabemos que en el momento de la invasión de la isla por las tropas españolas, Tanto Gil Pesqueda como su hermano se encontraban en Londres al servicio de Inglaterra. Sus haciendas fueron confiscadas.

3 Vid. Solleric a Floridablanca Palma a 11/1/80.A.H.N. Estado, legajo nº 4205-1. Los regimientos hannoverianos estaban formados por tropas católicas. En todos los informes se insiste mucho en este matiz, y se propone repetidamente el intentar sublevarlas. De hecho, cuando Crillón en pleno asedio ordene a sus avanzadillas colocar pasquines en la estacada del camino cubierto de San Felipe invitando a la deserción, se dirige principalmente a éstos. Tampoco los ingleses se fiaban mucho de ellos. En general pasaba como con las tropas irlandesas y valonas en España. Todos estos regimientos extranjeros estaban formados por lo peor de cada casa.

Por el viaje del comisario de guerra Antonio de Montenegro en abril de 1780, (vid. pag. 109) se tuvo noticia también de la llegada del teniente gobernador William Drapper4 en febrero de este año, el derribo definitivo del arrabal viejo, la existencia de Georgetown con su plaza de armas cuajada de cuarteles y que el fuerte de San Felipe estaba completamente abastecido. Respecto a la población local y en aras a su posible adhesión, se sabía que se contaban con más posibilidades en Ciudadela que en Mahón, (que estaba lleno, según Solleric, de gente advenedissa), tanto por razones estructurales como coyunturales, las últimas relacionadas sobre todo con algunos incidentes ocurridos en 1780, cuando el gobernador, so pretexto de perseguir a unos desertores, ordenó el registro de los conventos de monjas de clausura y desarmó a la nobleza. Esta acción debió ser determinante para el encono definitivo de los ciudadelanos contra los ingleses. El diari Roca nos cuenta como, en primer lugar, los doscientos marineros que Murray envió a la pesquisa, mandados por los capitanes Hard y Barry, eran la escoria de la guarnición. Entre ellos había ingleses griegos y argelinos y obligaron a los payeses a mantenerlos durante los días que duró el registro, además de cometer toda clase de tropelías. Pero el capitán Roca añade un dato significativo: se desarmó a la nobleza ciudadelana y al resto de paisanos de la isla, excepto a los mahoneses. Agravio comparativo que añadió si cabe más leña al fuego. Conviene no olvidar tampoco a este respecto como durante la primera dominación británica, el gobernador Kane, más conciliador (más político, diríamos nosotros), aunque había efectuado diversas requisas de armas siempre había respetado las espadas de la nobleza. Por tanto esta última recogida de Murray debió considerarse como una afrenta, al excluir de ella a los mahoneses. Un informe anónimo recogido en el archivo de la secretaría de Estado, luego de relatar la tropelía de los marineros, daba cuenta de este estado de opinión: "Los menorquines se precian de ser dependientes de España y hacen alarde de las barras de Aragón que tienen por

principal Cuartel de las Armas Provinciales y miran con desprecio a los ingleses y con particularidad a la Marina que apellidan con el nombre de Chans, sintiendo los atropellamientos del General Murray que los insulta con las expresiones de canalla española, por cuio motibo hasta su nombre los horroriza y les ha infundido tal terror que tiemblan al oír cualquier providencia que toma pues las más son efecto de su genio vidrioso y voluble."5

Todo esto inclinaba a las autoridades de Madrid y particularmente a Floridablanca a confiar en el apoyo sobre todo de los ciudadelanos, máxime cuando Solleric habíale asegurado la colaboración del grupo de conspiradores formado principalmente por el comerciante Miguel Quadrado y el noble Gabino Martorell. Precisamente este último, Gabino, no permanecía ocioso. En efecto: deseoso de obtener el premio que se le había prometido en caso de colaborar activamente y rompiendo por su cuenta el silencio que desde abril había ordenado Floridablanca, escribió a Solleric para proponerle un plan de invasión. Martorell propuso al marqués un ataque a la Balear Menor que se salía de todos los canones del arte de la guerra de entonces6. Este plan, muy arriesgado, era un tanto fantasioso y como veremos no se llevó a cabo en los términos en que se planteó, pero sirvió de orientación al dúctil Crillón para establecer su propia táctica, sobre todo porque no se descartó totalmente el factor sorpresa que planteaba el noble ciudadelano. 4 William Drapper, caballero de la Banda Azul, era un general de cierta notoriedad por haber tomado Manila a los españoles durante la Guerra de los Siete Años. Vid. FERRER DEL RÍO I-cap. 3, FERNÁN NUÑEZ, II, cap. 1, COXE, IV, cap. 61.

5 A.H.N. Estado, legajo nº 4205-2.

6 No hemos encontrado la carta original de Gabino a Solleric donde le propone este plan. Lo conocemos por una carta en que Floridablanca se lo comunica a los secretarios de Guerra y Marina el 20 de abril de 1781 y sabemos que es de Gabino por una carta de Miguel Quadrado y Sans al marqués mallorquín, de 9 de junio del mismo año, donde le comunica que Gabino reitera la necesidad de que se siga su plan. La primera carta se encuentra en A.H.N. Estado, legajo nº 4205-2 y la segunda en el 4205-1.

Este plan consistía en eso: en un intento de desembarco por sorpresa, trasladando 5000 hombres de tropa desde Mallorca en lanchones, desembarcando de noche en la cala de Alcaufar, cercana a Mahón y dirigiéndose a la ciudad para tomar prisioneros a la guarnición y al gobernador. Otra división de 3000 lo haría la misma noche en Ciudadela con pertrechos y artillería, que partiría por tierra inmediatamente hacia la capital. Entretanto los conspiradores, avisados el día anterior al desembarco por un emisario que debería llegar de Mallorca, tratarían de apoderarse de las seis atalayas de vigilancia para evitar que se diera la voz de alarma a la par que facilitar el desembarco. 7 Con todos los informes en la mano y contando además con el plan de Gabino, el duque de Crillón presentó una memoria en la que, en primer lugar, y tras aceptar hacerse cargo del proyec-to, garantizaba su éxito siempre y cuando se emplearan en la expedición entre 6 u 8.000 hombres, que servirían —asegura— para reducir la guarnición enemiga aunque los menorquines no apoyaran, siempre que el desembarco en la isla se realizara en un lugar lo suficientemente lejano de la plaza para que el gobernador, no arriesgase una sola vida para ir a defender la costa. Luego, analizaba los pros y los contras del plan de Gabino Martorell al que consideraba en principio realizable o por lo menos intentable, tras algunos retoques. En este sentido argu-mentaba que en cualquiera de los casos, por poco que se ofreciera la ocasión de la sorpresa, sería absurdo no aprovecharla, utilizando tanta astucia como prudencia, capacidad de acción y todos los medios que sobre la marcha pudieran llevar a su consecución. Sin embargo, el duque consideraba que habría que contar con numerosos azares y contra-tiempos, el menor de los cuales podía dar al traste con los planes más ajustados y añadía: "Solo cuento en esta ocasión más con la suerte y la buena fortuna que nunca me ha abandonado en la guerra, que

en todas las combinaciones mejor tomadas y mejor hechas."8 Azares que podían ser de muchos tipos: desde los más simples, (un guía inexperto que condujera mal a los desembarcados; un soldado enemigo que hubiera obtenido con cualquier pretexto trabajar en su oficio en un pueblo vecino o un oficial convaleciente en la villa), a los más complejos, como los que planteaba una travesía de 180 leguas desde España, que con viento favorable y navegando en convoy a una legua por hora de velocidad como máximo, suponía al menos 10 a 11 días de travesía, durante los cuales el viento podía cambiar, o la flota ser descubierta por el enemigo, con tiempo para pasar aviso a Mahón, donde el gobernador pondría centinelas en todos los puntos de la costa, frustrando la sorpresa proyectada. Pero también —añadía el duque— podía ocurrir que los accidentes anteriormente citados no se produjeran, y por tanto creía que la empresa debía ser llevada a cabo en los términos proyecta-dos, como mínimo por razones de prestigio interior y exterior que se conseguiría tanto si se obtenían los resultados esperados y se tomaba enteramente la isla como si la operación se convertía en un simple bloqueo del puerto y de San Felipe. En el segundo caso, el de reducir la expedición a un simple bloqueo, Crillón opinaba que éste debería realizarse de la manera más simple, más práctica y menos cara, a base de reductos que no dejarán ni entrar ni salir a nadie en San Felipe y un campo atrincherado de 2000 hombres. Este ejército de ocupación sería abastecido desde Mallorca y con los recursos propios de la isla, que se deberían poner a su disposición. El resto de las tropas se distribuiría entre las villas y 7 Crillón en sus memorias (pg. 270) asegura que los conspiradores menorquines habían ofrecido sublevar a 10.000 hombres en la isla que luego no aparecieron por parte alguna.

8 Esta es uno de los rasgos característicos de la personalidad de Crillón: la fanfarronería de considerase un soldado de fortuna, acompañado de una especie de hado que le protege y le ilumina. Esta alusión a la bonne fortune a la guerre se repetirá continuamente en sus escritos, y corresponde, tanto a su pedantería como a la manera como justificará a posteriori muchos errores.

pueblos de la isla, con las prevenciones necesarias para acudir al toque de asamblea de un momento a otro si la necesidad lo exigía. Establecidas las condiciones generales de la expedición, Crillón entraba a continuación en detalle sobre los distintos elementos a considerar. En primer lugar, en lo que atañía a la Marina, pedía algunos navíos o fragatas de guerra de escolta de los transportes de tropas, algunas lanchas cañoneras para utilizar en el desembarco y que los preparativos se hicieran lejos de Menorca para despistar al enemigo. Por ejemplo en Cádiz. En este sentido y suponiendo, por tanto, una larga travesía llena de dificultades, era imposible prever la hora de llegada, por lo que se debería convenir antes con los menorquines una serie de señales nocturnas para avisarles de la llegada de la flota, a la par que otras de ellos pudieran dar razón si el desembarco por sorpresa era o no posible. Que desde luego dicho desembarco debería estar alejado de la plaza al menos entre media legua y dos, lo suficiente para no dar tiempo a los ingleses a abortarlo. Al fin y al cabo en aquellos tiempos no había transportes rápidos que desplazaran inmediatamente un cuerpo de tropas al lugar de invasión. Al respecto argumenta: "Si el enemigo está preparado para recibirnos puede tratar de impedir que ganemos la costa, no creo sin embargo

que le sea posible teniendo escasamente unos 3.000 hombres y aun suponiendo que los habitantes se armaran contra nosotros a su lado, podríamos efectuar el desembarco igualmente protegidos por los cañones de los navíos y las fragatas, pero como ya he dicho bien alto, la vida de un hombre aunque sea un enemigo debe preservarse igualmente y los medios para alcanzar la victoria deben ahorrarlas en la medida de lo posible (porque ya he visto derramar demasiada sangre de tropa muy valiente), previniendo los accidentes como el pánico, que es algo que puede surgir en el momento más inesperado, por eso es necesario siempre tomar las medidas preventivas más prudentes y evitar toda especie de peligro para que esto no ocurra, pues el enemigo aprovechará cualquier circunstancia por pequeña que sea, para intentar la defensa de la costa, que por otra parte no intentará si el desembarco se hace lejos de la plaza por el riesgo que supone perderla".9

Algo que se debía tener en cuenta relativo a la sorpresa, era que una vez recibida la señal de los habitantes, la acción debería llevarse a cabo entre las 10 y las 11 de la noche. Si después de pasado ese tiempo no hubiera señales se debería interpretar que el enemigo estaba advertido y se desembarcaría más tarde al romper el día. Recomendaba el duque en todo caso, que sería conveniente también, que algunos de los principales habitantes de los que estaban a la cabeza del proyecto, se encontrasen en el lugar del desembarco, en principio en señal de adhesión, pero también para servir de rehenes en caso de traición por parte de los suyos o de los guías, y desde luego tener previstos caballos o mulas para ofrecerlos a disposición de los oficiales principales del destacamento, que iniciaría la marcha hacia Mahón. Luego el duque detallaba el utensilio necesario para intentar la sorpresa: -Doscientos uniformes rojos y si era posible acompañados de morriones de granadero

ingleses. -Gran número de picos y palas. -Gran número de sacos grandes y pequeños. -Escalas de cuerda de las más largas posibles, divididas en tres o cuatro partes, para ser

9 Primera alusión de Crillón a evitar la efusión de sangre. La utilizará muchas veces. En primer lugar era un tópico de la época, la cual se caracterizaba por la filantropía; en segundo lugar era también un recurso de la guerra de entonces, que se disfrazaba de humanitaria, para disculpar la poca valía de los generales, que salvo excepciones, preferían rehusar el combate, excusándose con el ahorro de vidas humanas. Por último, aquí, en el caso de Crillón, además de la excusa utilizada hasta la saciedad para no ordenar el ataque final a San Felipe durante su asedio que podía suponer un rotundo fracaso de sus mal preparadas tropas, latía también el fracaso terrible-mente sangriento de 1775 en las playas de Argel. Seis años son muy pocos para que la opinión pública olvidara. Pensamos que ni Floridablanca ni Crillón dejaron de tenerlo presente.

ensambladas. -Escalas de madera, también de las más largas que se puedan encontrar y asimismo divididas

en tres o cuatro partes. -Muchas cuerdas de toda especie. -Muchas fajinas, gabiones y salchichones, para formar si era necesario una trinchera, una

batería, etc, etc. -Muchas planchas para almadraba. -Piquetes grandes y pequeños. para construir un destacamento. Por último se refería al número de tropas necesarias (6.000 hombres más 2.000 de reserva) y a la calidad de soldados y oficiales:

"En cuanto a la elección de la tropa, pienso que Su Majestad debería dejar carta blanca al general que honrare con el mando de esta expedición, aunque se reservara la elección de los que considerara necesarios así como la de los oficiales generales que considere más propios aquí y en Francia, de los mejores."

Aquí...y en Francia. Y es que Crillón no se fiaba de la oficialidad española, sobre todo de la más técnica. Necesitaba ingenieros militares, artilleros y minadores10. El sabía que se le impondrían algunos por razones políticas o de favoritismo, por eso quería dejar una puerta abierta a la elección de algunos auténticos expertos aunque no figuraran en los mapas. Este es el sentido de su elección de los oficiales franceses, de los que ya se ha hablado y cuya venida a España le fue concedida tras pedirla: "A su vez pido a Su Majestad, también, elegir algunos oficiales militares y mis ayudantes de campo sobre los que

tengo mucho interés y que no están comprendidos, pero que allí serán necesarios al proyecto aunque la pronta ejecu-ción no permita hacerlos venir. Por ello sería necesario que se me permita avisarlos sin perder un instante ya que es necesario elegirlos cuanto antes."11

Al fin, después de todos estas conjeturas previas, el plan quedó establecido como sigue: La escuadra llegaría a la altura de Capdepera en el Este de Mallorca y allí se fragmentaría en tres divisiones que a las 11 de la noche intentarían desembarcar por tres lugares distintos. Una se dirigiría directamente a Ciudadela a tomar la ciudad, defendida escasamente por un piquete de una veintena de inválidos, la segunda bordearía la costa de Menorca por el sur dirigiéndose a la cala de Alcaufar, mientras la tercera lo haría por el norte con destino a la cala de la Mezquita. Se trataba con ello de no pasar de ninguna manera por delante de Mahón y de San Felipe para no alertar a los ingleses. Efectuado el desembarco a la par por Mezquita y Alcaufar, supuestamente auxiliados por los menorquines afectos, las tropas tratarían de formar una tenaza entre Mahón y San Felipe para capturar a la guarnición en medio de una bolsa cuando, hostigada por las tropas que procederían de la primera cala, tratara de refugiarse en el fuerte. No era empresa fácil ésta, si tenemos en cuenta que, en aquellos tiempos, la dependencia del viento de la navegación a vela, hacía prácticamente imposible prever el momento de la llegada de un convoy numeroso y encima poder embocar las dos ensenadas citadas con éxito en la misma noche y a la par, por mucho conocimiento de la costa que tuvieran los guías que la acompañaran. Aun así la expedición se acometió en sus inicios como si fuera a ejecutarse en estos términos aunque, como veremos más adelante, el propio Crillón la veía de antemano con

10 Así lo afirma en la memoria, prueba de que ya antes de salir estaba pensando firmemente en el asedio como única forma seria de lanzarse a una aventura de aquel calibre, aunque dejara fantasear a los políticos sobre hipotéticas y rocambolescas sorpresas. En este sentido Crillón era listo, aunque por otra parte lo que buscaba era desde luego su gloria.

11 Datos obtenidos de la Memoria que Crillón elevó al conde de Floridablanca el 5/5/1781. A.H.N. Estado, leg. 4230.

no demasiados buenos ojos. En todo caso y como era de prever, la sorpresa falló (y también los paisanos prometidos por Gabino), pero el desembarco fue un éxito por no haberse encontrado ningún tipo de oposición al mismo si exceptuamos los elementos naturales: la tormenta desencadenada la noche del 18 al 19 de agosto. En consecuencia los ingleses tuvieron tiempo de refugiarse en el fuerte de San Felipe. En vista de esta situación, se decidió acometer la segunda fase prevista del plan, que consistía en un simple bloqueo de la plaza con el propósito de tener inmovilizado todo un cuerpo de tropas enemigo y evitar que desde la guarnición de Menorca se auxiliara Gibraltar, amén de impedir a los corsarios mahoneses al servicio de Inglaterra que ejercieran su oficio contra la navegación comercial española y francesa en el Mediterráneo. El sitio de San Felipe: un asedio casi de manual. De las tres tácticas proyectadas y empleadas en la campaña de Menorca (sorpresa, bloqueo y sitio formal), la tercera fue la definitiva y la que dio carácter a la misma. Ensayadas pues las dos anteriores, fallada la primera y considerada por Crillón insuficiente la segunda, éste a la vista del terreno y evaluados sus recursos decidió el 4 de septiembre de 1781, acometer el sitio formal de la plaza. Para ello reunió a su Estado Mayor y, evacuadas las correspondientes consultas mediante dictamen favorable de sus asesores, propuso al ministro Floridablanca la conquista del fuerte de San Felipe en vez de contentarse con un simple bloqueo de la plaza y el puerto. El Rey aceptó la propuesta e inmediatamente que se recibió la confirmación de Madrid, el Cuartel-Maestre General, el ingeniero Carlos Lemaur se puso a trabajar en el diseño de la táctica a seguir para obtener el objetivo previsto, es decir: la rendición de la fortaleza. Como veremos más adelante Lemaur contaba con buenos planos de la plaza. Pero: ¿cómo era San Felipe? A esta fortaleza se la reputaba como la más importante de Europa y tenía fama de inexpugnable. El castillo de San Felipe era una plaza fuerte diseñada inicialmente por el ingeniero italiano Giovanni Battista Calvi en el siglo XVI, formada simplemente por cuatro baluartes con sus respectivas cortinas y un foso. Su plaza de armas contaba con casernas capaces para alojar a una unidad tipo regimiento de dos batallones y aproximadamente 1.300 hombres. Posteriormente, durante la Guerra de Sucesión se reforzaron sus defensas con tres de sus cuatro rebellines, (al norte, este y oeste) un segundo foso, camino cubierto y glacis. Previamente y durante el siglo XVII, se habían ya ampliado las defensas con las baterías exteriores que daban al puerto y construido los fuertes de San Felipet y San Carlos, así como el almacén contiguo a este último.12 Posteriormente y después de pasar Menorca a dominio inglés, los británicos modificaron la fortaleza, completando los tres niveles defensivos de la misma por el sistema Vauban. A la altura de 1781 San Felipe era ya una fortaleza considerable, que podemos clasificar como moderna e irregular. Moderna en la medida que su defensa se basaba en el sistema de fortines abaluartados e irregular porque se adaptaba al terreno circundante y no al revés. En efecto: el terreno que circunvalaba San Felipe era una lengua de tierra rodeada por el mar en dos de sus flancos, situada entre la ría de Mahón y la cala de San Esteban. La elección del lugar no fue arbitraria, pues obligaba a que el asedio de la fortaleza por tierra debiera hacerse por el NO, de esta manera los sitiadores tenían prácticamente todo el día el sol de cara mientras los sitiados lo tenían a su espalda. La zona de emplazamiento era un promontorio escalonado con tres niveles fundamentales de cota 10, 20, y 25 metros, siendo la mayor altura de 28, entre el reducto de la Carolina y la luneta 12 Vid. FORNALS VILLALONGA, Francisco. "Fortalezas del puerto de Mahón. San Felipe y la Mola". R.M. 1983, pag. 12.

del SO. Precisamente sobre estos tres niveles del terreno, aprovechando su recorrido más o menos paralelo a la propia península, y añadiendo obras de revestimiento donde hiciera falta para darle mayor regularidad, se encontraban cada una de las tres líneas concéntricas de defensa que prescribía el método Vauban. A la altura de cota de 20 metros estaba situado el fuerte principal que seguía siendo el viejo castillo español con sus cuatro baluartes y foso, al que los sitiadores de 1781 denominaban el cuadrado o macho. Debido al incremento considerable que la potencia de los cañones había alcanzado a lo largo de los dos últimos siglos, este recinto central resultaba una obra excesiva-mente elevada, tanto en cota (puesto que superaba demasiado en altura a las defensas de la segunda línea) como por la excesiva altura de sus cortinas, sobre las que la artillería de 24 pulgadas podía abrir brecha con facilidad. A estos defectos añadamos que las murallas estaban construidas con piedra arenisca típica del país, porosa y muy blanda, que podía excavarse hasta con una navaja, fallo que se contrarrestó en el resto de las defensas, realizando los revestimientos en talud bajo con el interior recubierto de tierra, que atenuaba los efectos del bombardeo de la artillería de sitio. Precisamente este revestimiento a poca altura y en pronunciado talud, tenían las obras defensivas del segundo nivel (situadas en la misma cota de 20 metros que el castillo español pero más bajas por su trazado moderno). Éstas estaban formadas por el conjunto de tres rebellines interiores, dos contraguardias y el hornabeque, completaba este conjunto otros cuatro rebellines exteriores, un segundo foso (que al pie de la cortina del hornabeque tenía caponeras con piezas de artillería para su defensa), un primer camino cubierto (con plazas de armas flanqueadas por caponeras y un glacis, que en la parte que daba al puerto y cala San Esteban estaba revestido de sillería para salvar las irregularidades del terreno que en esa pendiente era de roca viva (aunque blanda como ya dijimos). El tercer nivel, el de las obras exteriores, estaba formado por un segundo foso seco, una línea de fortines conectados por un camino cubierto y con las mismas características que el del segundo. El camino de acceso desde Mahón a San Felipe alcanzaba el glacis de esta tercera línea entre las lunetas de Kane y del Oeste, penetraba en la segunda por un arco practicado en su respectivo glacis a la altura del flanco izquierdo del rebellín de la princesa Carlota y de allí pasaba al foso anejo al castillo principal. También podía accederse al rastrillo de entrada por el hornabeque, a través de una cortadura situada a la altura de la contraguardia derecha de dicho hornabeque que comunicaba el tercer foso con el segundo y que comenzaba en un extremo de la batería Real. La entrada estaba guardada por una garita de centinela. Estas defensas, situadas en una altura de cota de 10 metros (Salvo el fuerte Argyll erigido sobre un pequeño mogote que se elevaba a 14), abarcaban tres cuartas partes del perímetro de la plaza, incluida la costa de la cala San Esteban. La defensa del puerto estaba formada por los fuertes de San Carlos y Felipet y dos baterías de 25, 16 y 14 cañones llamadas, respectivamente del Hospital, la Real y la de San Jerónimo. y otra de tres, encarada al foso para su defensa junto a la luneta del sur. Completaba estas defensas el fuerte de Marlborough en la costa sur de la cala de San Esteban, para evitar un ataque por aquella zona aunque la propia cala servía de foso protector.13 Este glacis igual que el del nivel anterior, estaba revestido con obra de sillería por la parte del puerto y cala San Esteban, mientras que por la zona del oeste era de tierra apisonada y terraplenada. Debido al trazado irregular del perímetro defensivo exterior para adaptarse a las necesidades del terreno, éste ofrecía algún punto débil. En cualquier caso las tres cuartas partes del recinto se 13 El fuerte de Marlborough consistía en un fortín poligonal abaluartado hacia el sur y en cuyo extremo se encontraba una defensa exterior, que según nos cuenta Fornals los franceses denominaban bonete. Vid. FORNALS VILLALONGA, Francisco. El fuerte de Marlborough y la torre Penjat., Mahón, Museo Militar de Menorca, 1993.

podían considerar bastante bien resguardadas: por el sur la cala San Esteban y el fuerte Marlbo-rough impedían un asedio clásico y por el este y norte el puerto. El punto débil se encontraba, pues, al oeste por donde en buena lógica y teniendo en cuenta la doctrina del momento se debería producir el ataque principal, consecuencia de formal sitio. El problema fundamental (para los defensores) lo originaba el borde de la línea que daba al mar por el paraje denominado S´Aigo dolça, justo al O. del muelle de chalupas. En efecto: ese punto, al estar a orillas del mar, interrumpía el perímetro defensivo exterior y dejaba la fortaleza encajonada en un rectángulo, perdiendo las obras exteriores eficacia, que sólo podía ser absoluta con un perímetro circular regular y completo. Como consecuencia de ello, las obras exteriores se encontraban desenfiladas por su izquierda (desde el punto de vista del sitiador). La zona sólo estaba batida por la batería de Felipet, pero su efecto era fácil de anular por el sitiador que, habiendo desembarcado, sería lo primero que caería en sus manos, así como también las alturas de la Mola. Esta es la razón, de la concentración de fortines escalonados en ese punto. Nos referimos naturalmente a Argyll y Anstruther y su contiguo el de la Reina. Los dos primeros estaban construidos aprovechando un escalón del terreno que en ese punto se elevaba de 10 a 14 metros y les daba cierta preeminencia. Bien, pues todos estos pormenores no le pasaron por alto al ingeniero Lemaur cuando elaboró su proyecto de ataque y que fue decisivo para que Crillón decidiera acometer el sitio a pesar de la fama de inexpugnable que tenía San Felipe. Por entonces (a primeros de septiembre de 1781) ya se habían tomado las medidas pertinentes para el bloqueo, establecido el campamento general en las alturas de Cala Figuera y comprobado las distancias del tiro de cañón de la plaza. Efectivamente: Crillón eso hizo, comprobar las distancias de tiro como ya referimos en su momento. El duque cuenta en sus memorias, presumiendo de sagacidad, como averiguó cual era el alcance de los cañones de San Felipe al serle disparado un tiro desde la fortaleza en una de sus primeras exploraciones nocturnas: "(...) hacía ya algún tiempo en que nos habíamos ido retirando en el mismo orden cuando nos dispararon un tiro de

cañón. La bala pasó silbando sobre nuestra columna, juzgué que por la trayectoria había sido disparado con la máxima carga de pólvora, por lo que pude deducir el alcance máximo de la artillería del fuerte y asegurar la posición del campo una legua más allá de donde había caído el proyectil"14

Tenemos la impresión de que esta anécdota Crillón se la inventó, porque no creemos que el viejo zorro de Murray fuera tan tonto y cometiera este fallo de manual. Lo que realmente debió ocurrir es que el duque tenía buenos informes del anterior sitio de 1756 por su ayudante francés Rozan que había asistido al mismo. En todo caso, Crillón cuenta en sus memorias que el campamento se estableció a una legua más allá de donde había caído el proyectil, así que hagamos cálculos: Una legua son cinco kilómetros y medio, sin embargo desde las alturas de cala Figuera, donde acampó el ejército hasta la luneta de Kane en línea recta hay tres kilómetros aproximadamente. Otro dato: el alcance de los cañones de San Felipe era de unos dos kilómetros. En este sentido tenemos el testimonio de una bala disparada desde el fuerte que estuvo punto de acabar con la vida de Crillón, cuando se disponía a arriar la bandera inglesa en la torre de las señales de la Mola, cuya distancia en línea recta a la fortaleza es precisamente esa. Por tanto, y hacia el Oeste, los cañones de San Felipe debían tener un alcance, como mínimo, hasta el molino, cuyas ruinas se encuentran actualmente a la entrada de Villa Carlos en la carretera Villacarlos-Mahón. De ese lugar al campamento base hay un kilómetro. 14 CRILLÓN, Memoires,. pag. 285. En sus memorias (escritas en francés) Crillón utiliza una fórmula de modestia usando la tercera persona del singular para hablar de sí mismo. En la traducción hemos preferido hacerle hablar en primera, para dar más viveza al monólogo. Utilizaremos esta fórmula en adelante, cada vez que transcribamos un párrafo de dichas Memoires.

En consecuencia y efectuados exhaustivamente los reconocimientos sobre la plaza y sobre los planos que Lemaur había encontrado en casa del ingeniero inglés coronel Brewse, Crillón reunió a su Estado Mayor en el palacio del gobierno militar y les presentó un documento en el que había solicitado dictamen al Cuartel-Maestre y al comandante de la Artillería, Bernardo Tortosa, sobre someter el fuerte de San Felipe a un sitio regular que estos consideraron posible. El documento fue enviado a Madrid y sometido a la conformidad del Rey que aceptó la propuesta15 El dictamen de Lemaur y Tortosa decía en suma: 1º Que la fortaleza, aunque respetable no era inexpugnable y podía someterse a sitio regular

siempre que estuviera bien dirigido. 2º Que estaba ya casi terminado el plano de trincheras y baterías y por tanto el plan de ataque. 3º Que para acometer el sitio con eficacia consideraban necesario aumentar el número de

tropas hasta 12.000 hombres para la guardia y trabajos de trinchera y servicio de las baterías, así como artillería y pertrechos necesarios y el conveniente número de ingenieros.

El plan de Lemaur para el sitio de San Felipe, muy teórico, era un despliegue clásico con todos los aditamentos del manual de Vauban. Su peculiaridad consistía en establecer las paralelas por el oeste en tanto que se efectuaba un razonable mantenimiento de fuego sostenido por el lado este hacia Marlborough y hacia el propio San Felipe desde el cerro del Turco. Completaban el cerco de bombardeo las baterías de San Felipet y la Mola y una serie de lanchas cañoneras, atracadas en la cala de Sa Teulera. La progresión inicial, al margen de un bombardeo general de la plaza para inutilizar todas sus defensas a la vez e incluso para intentar abrir brecha en el macho, iba a acometerse por el centro-izquierda (a la altura de la luneta de la Reina) y progresando luego hacia la derecha (entendida desde los sitiadores), para ello debía batirse primero la zona más débil en la izquierda, la de los fuertes de Argyll y Anstruther. Inutilizados éstos y la Reina, se batiría luego la luneta Kane, quedando toda la zona izquierda y central desenfiladas permitiendo así el inicio de la construc-ción de la tercera paralela a la altura de esta última y su progresión a ambos lados. En el plano general se ve claramente como el ataque por la izquierda estaba reforzado por una media paralela entre la segunda y tercera, para batir e inutilizar totalmente Argyll-Anstruther y su contiguo el de la Reina, antes de acometer la construcción de dicha tercera, a la que se accedería por un camino cruzado desde la segunda a la altura de Kane. Este plan, en tres fases clásicas, solo se llegó a realizar en la inicial, es decir, en la construcción de la primera paralela y sus baterías, porque cuando se estaban comenzando los trabajos del ramal o camino cruzado hacia la segunda, por la parte de la costa en el extremo de la izquierda de la línea y junto al fuerte de Caro, el general Murray se rindió el 4 de febrero de 1782. La realización efectiva del plan, por tanto, se limitó a 29 días de intenso bombardeo sin más, hasta que la resistencia de los sitiados cedió. Como peculiaridad de este sitio cabe señalar también, que los trabajos del emplazamiento de las baterías en la primera paralela y la propia construcción de ésta, se hicieron de manera heterodoxa y con mucho menor esfuerzo que el que se le supone en los manuales, ya que no hubo necesidad de formar la trinchera desde la que partirían los ramales cruzados hasta el lugar donde se debía situar dicha paralela como consecuencia de las paredes de las tancas que recorrían la zona paralelamente al fuerte y que los ingleses no tuvieron tiempo de destruir en su precipitada huída. Esta improvisada trinchera, permitió ahorrar tiempo y trabajo y realizar directamente los aproches para colocar la primera paralela a tiro de cañón del fuerte, es decir a las 350 toesas

15 Vid. A.H.N. Estado, leg. nº 4230.

reglamentarias que establecía Vauban (600 m.) para su colocación.16 La propia línea de fuego se basó en parte en estas paredes que fueron reforzadas y aumentada su altura con sacos terreros. Esta primera paralela estaba formada, pues, por un espaldón de piedra seca, donde se colocaron las baterías y respaldada por caminos desenfilados construidos con fajinas camineras que permitían su acceso y recorrido, sin que se abriera ninguna clase de trinchera, lo cual era harto dificultoso no solo por los fuegos de la plaza que sino por lo pedregoso del terreno, que había obligado a las tropas francesas del anterior sitio de 1756 a realizar ímprobos sacrificios en vidas y esfuerzo para abrirla entre las calles del Arrabal Viejo. El conjunto se completaba con un ramal en zig-zag que comunicaba con el campamento principal. ¡Imperdonable fallo el de Murray de haber permitido mantener intactas aquellas paredes en las inmediaciones de San Felipe! La táctica usada en esta paralela, que fue proyectada por Lemaur, consistía en una línea de baterías formadas por piezas de sitio de 24 pulgadas y morteros de placa de 12, para batir el fuerte en todos sus frentes a la vez y conseguir (también a la vez) inutilizar su artillería y abrir brecha en el macho debido a su altura prominente sobre las obras circundantes. Para la defensa próxima de la línea de piezas en caso de salida, se mandó construir unos reductos para la Infantería. Toda la paralela pues, formaba una línea de reductos que se apoyaban entre ellos por un fuego cruzado. las tropas de infantería comenzarían a trabajar en la construcción de las baterías de esta primera paralela teniendo sus armas cerca y en caso de ataque soltarían la herramienta de zapa y tomarían el fusil acudiendo a defenderlas en los reductos, de esta manera se ahorraba la necesidad de formar dos turnos; uno de guardia y otro de trabajo, ejerciendo los mismos soldados las dos funciones, simplemente añadiendo el fusil al pico y la pala de zapador. Como medida subsidiaria se colocaron tropas de élite a retaguardia (formadas por granaderos e Infantería Ligera) con orden de trasladarse a la zona de su demarcación (señalada previamente) a la sola voz de ¡salida! y marchando en columna debido a la amplitud de los ramales. Como consecuencia de esta medida las baterías tomaron el nombre de las brigadas que al mismo tiempo las defendían y construían (Burgos, Saboya, América, Erhler y Murcia). Crillón en sus memorias se atribuye la idea de los reductos y añade que Lemaur se opuso a ella, lo que inició un conjunto de desavenencias entre el duque y su Cuartel-Maestre, que acabaron en ruptura. No obstante las relaciones entre uno y otro se rompieron por otras causas que Crillón no quiere confesar en su autobiografía, como veremos seguidamente.

16 La primera paralela se construyó aproximadamente a mitad de camino entre cala Pedrera y S´Aigo dolça la tradición denominó desde entonces el paraje de la costa donde arrancaba la misma es canó. Sobre la cuestión de las paredes vid. CRILLÓN Memoires pag. 312. También se cita la cuestión en una carta de Carlos Lemaur al conde de Campomanes con el que parece tener una buena relación y al que trata con la consabida fórmula de amigo y señor. Vid. Lemaur a Campomanes, Mahón, 18/09/1781. Archivo Campomanes, leg. 48/25.

5. LAS OPERACIONES MILITARES. I. La salida de las tropas de Cádiz y el desembarco en Mahón. Aceptada por el ministerio la propuesta de Crillón de que la expedición a Menorca se aprestara en Cádiz para no levantar sospechas, el 21 de junio de 1781, el duque llegó a esta ciudad con el fin de poner orden en los preparativos que allí se efectuaban ya, para llevarla a cabo. Entre los días 18 y 19 de julio de 1781 se embarcaron las tropas en los 73 transportes que iban a conducirlas a su destino, así como los pertrechos de guerra y víveres para cuatro meses de campaña. Los oficiales, con Crillón al frente, se embarcaron al mismo tiempo y todo estaba dispuesto para que, soplando viento favorable, se diera la señal de partida. El 21 de julio al amanecer, se hizo a la vela la escuadra, pero vientos contrarios la retuvieron en el puerto de la Subida en Cartagena y no pudo arribar a su destino hasta el 19 de agosto. Ese día la fuerza principal de desembarco llegó a la 1 de la tarde a cala Mezquita. A la 1 y 1/2 desembarcó una avanzadilla a reconocer la cala y las alturas que la dominaban, así como para hacer los sondeos necesarios y evitar contratiempos a las lanchas de desembarco. Bajaron a tierra el teniente coronel Crespo, edecán de Crillón y mr. Eyries junto con dos oficiales de la Marina Española. Una vez realizadas estas comprobaciones, se izó pabellón español, el San Pascual efectuó una salva de 24 cañonazos y empezó el desembarco, precedido por la falúa del comandante de Marina en el que, además de éste, desembarcó Crillón con su Estado Mayor y edecanes en pleno. Inmediatamente, el duque reconoció las alturas con una partida de granaderos en tanto desembarcaba el grueso de las tropas, que inmediatamente fueron colocadas en orden de aproximación a medida que iban desembarcando1. Así se situó a la vanguardia de la columna la brigada de granaderos y cazadores y la de voluntarios de Cataluña al mando del mariscal de campo marqués de Casa-Cagigal, seguidas a continuación por el grueso del ejército formado por las de Burgos, América y Murcia al mando del teniente general Buch. Establecido el orden de marcha, Crillón se puso a la cabeza de la fuerza, que comenzó a avanzar hacia Mahón en columna y a donde esperaban llegar en cuatro horas2. Previamente, había enviado por delante a una partida de 50 granaderos al mando del Cuartel-Maestre Charles Lemaur a reconocer el terreno. A las 4 de la tarde esta avanzada llegó al puerto de Mahón por el norte y desembocó en el arsenal de la isleta del Rey donde descubrieron a unos ingleses que huían en una chalupa y a los que hicieron fuego. Los británicos respondieron matando un granadero e hiriendo a otros dos. En la chalupa iba el cirujano de San Felipe que también murió de un disparo español. Conquistado el arsenal y después de dejar un retén en el mismo, la avanzadilla se unió al grueso del Ejército, que llegaba en ese momento con Crillón al frente. En ese momento se acercó alguien al encuentro del duque. Crillón en sus memorias le denomina un gentilhomme du país, aunque no cita su nombre. Ramón de Delás, por su parte, asegura que era Miguel de Vigo, propietario de la possesió de San Antonio3, pero creemos que se trataba de Miguel Quadrado y 1 Vid. "Relación de lo executado en el desembarco y toma de posesión de la Isla de Menorca por las armas de Rey" Gaceta de Madrid (suplemento) 1/9/1781. 2 Crillón cuenta en sus memorias que se encontró un médico rural que le prestó un caballo con el que se puso al frente de las tropas. Memoires pag. 274. 3 DELÁS, Ramón de. Historias de The Golden Farm, Palma de Mallorca, Mossen Alcover, 1963, pag.196.

Sans el comerciante de Ciudadela aliado de Gabino Martorell, que fue quien se puso en Mahón al servicio del duque inmediatamente que este llegó. Los que no aparecieron para nada fueron los demás, nos referimos al propio Gabino y sus primos los Squella y demás conjurados, que hicieron mutis por el foro. Volvamos ahora a la operación militar. Quadrado que no podía ser otro, le informó al duque que la ciudad estaba en calma y que los ingleses habían tocado generala a las 3:30. Preguntado por el duque si había tiempo aun de interceptarlos antes de que se refugiaran en San Felipe, dijo que no lo creía porque se habían retirado a toda prisa al fuerte nada más tocar alarma, que no obstante pudiera ser que el gobernador Murray, no deseando dejar abandonados los ricos almacenes de Mahón en manos de los españoles, pudiera haberse retrasado con el fin de dar tiempo de introducir los géneros en el fuerte. Tranquilizado Crillón por Quadrado respecto a que los ingleses habían huido a San Felipe, decidió perseguirles y capturar a los rezagados, para lo cual debía atravesar Mahón y dirigirse por el camino real que pasaba por Georgetown hacia la fortaleza. Inmediatamente, pues, atravesó el puerto de norte a sur aproximadamente a las 8 de la tarde y ya era casi de noche. En este sentido, la decisión de Crillón fue un tanto temeraria, porque si Murray no hubiera huido con sus tropas hacia San Felipe, una vez comprobado el fracaso del desembarco en Alcaufar y desaparecido por tanto el peligro de ser copados, podía haber derrotado fácilmente a los españoles encajonados en el estrecho espacio de tierra de la Colársega por donde tenían forzosamente que pasar para ganar la parte sur del puerto. Pero nada de eso ocurrió. Al avanzar, Crillón observó una enorme iluminación en la ciudad, que procedía de las antorchas que los mahoneses habían encendido para recibirle. Al pie de la cuesta de los frailes le esperaban los jurados, Pedro Pons, Damián Pons y l´amo de Binibeca y el baile Narciso Mercadal Panedas para rendirle pleitesía y entregarle las llaves de la ciudad. Una vez rebasado Mahón, Crillón se dirigió a marchas forzadas hacia San Felipe, no sin antes dejar el regimiento de América al mando del coronel marqués de Peñafiel acantonado en la ciudad, para prevenir posibles disturbios e indicarle al jurado mayor que le preparara una posada para cuando regresara de la operación de limpieza y que resultó ser la casa de la viuda Poly. El duque marchó entonces rápidamente hacia Georgetown con las brigadas de granaderos, cazadores y dragones y las de Murcia y Burgos. Allí, después de capturar a un sargento y a su pelotón, y siendo noche cerrada, se dirigieron a San Felipe. Por el camino siguieron capturando rezagados y algún oficial, hasta alcanzar el número de unos 200. Pronto las avanzadillas forma-das por granaderos del regimiento de Burgos, mandados por el teniente coronel Requesens, alcanzaron la empalizada del camino cubierto exterior donde fueron tiroteados, repeliendo la agresión y no solo no retrocedieron sino que coronaron el glacis y tomaron posiciones en el propio camino, donde incluso se mantuvieron hasta que Crillón, que llegó al galope del jaco que le había prestado el médico mahonés, les ordenó que se retiraran. En esta refriega no se perdió ni un solo hombre. El resto de la noche, Crillón lo ocupó en establecer un cordón de tropas a lo largo del perímetro de San Felipe para dejar bloqueada la fortaleza y a las 6 de la mañana regresó a Mahón donde se entregó al descanso después de una jornada de suyo agotadora, sobre todo para un hombre de 64 años que, no obstante, debía tener una naturaleza de hierro. Entretanto las tropas quedaron acantonadas en los alrededores de Mahón y en los cuarteles, tanto de la ciudad como de Georgetown. Por otra parte el viento seguía soplando fuerte del S.E. y las tropas del brigadier Luis de las Casas aun no habían logrado desembarcar en Alcaufar. Al día siguiente, dejando parte del regimiento de América en el cuartel de la explanada de Mahón al mando de su teniente coronel, para evitar cualquier movimiento sospechoso de los paisanos como el de la noche anterior y nombrado Teniente Gobernador a Gorostiza, Crillón hizo partir para Fornells al coronel Marqués de Peñafiel con 300 granaderos para conquistar la

plaza. Iba a hacer lo mismo con el Marqués de Avilés y otros tantos dragones, pero decidió esperar a que desembarcara la brigada de Saboya en Alcaufar para no quedarse desguarnecido. Avilés por tanto no pudo partir hacia Ciudadela hasta el día 21, pues dicha brigada, a pesar de los esfuerzos que hicieron los oficiales de marina para conseguirlo, no pudo practicarlo al completo hasta 36 horas después del desembarco principal. Las operaciones de Peñafiel y Avilés no fueron sino lo que vulgarmente se llama un paseo militar, si tenemos en cuenta las escasa guarniciones de Fornells y Ciudadela que no llegaban, en ambos casos, a más de 50 hombres. Sin embargo, la Gaceta de Madrid de 28 de octubre destaca sobre todo la "hazaña" de Fornells en la que había participaba un Grande al que había que ensalzar para callar ciertas voces. Concluido el desembarco y tomada posesión de la isla por las tropas españolas a excepción del fuerte de San Felipe, se envió noticia a la Corte, donde se echaron las campanas al vuelo y se procuró magnificar el -relativo- éxito de la operación.

6. LAS OPERACIONES MILITARES II. El asedio. El 29 de agosto de 1781, diez días después del desembarco en cala Mezquita, el cuartel-maestre Carlos Lemaur, al registrar la casa del ingeniero en jefe británico, coronel Brewse, había encontrado nada menos que un plano de las minas de San Felipe, firmado por éste y por el general Murray. Crillón exclamó entonces con ese optimismo fácil que le caracterizaba: ¡c´est une victoire assurèe!1 Algunos días antes, el duque, acompañado del comandante de la Artillería, Bernardo Tortosa, del propio Lemaur y de sus edecanes franceses Babelon y Rozan, había reconocido la plaza desde todos sus ángulos y tras celebrar varias conferencias concluyeron, que a pesar de sus dificultades, se le podía someter a un sitio formal. Después de consultado su Estado Mayor, el duque llegó a la conclusión de que era factible. Con este dictamen favorable se envió un informe a Madrid que fue rapidamente aprobado. Crillón ya tenía, pues, las manos libres para actuar. La preparación del sitio. (Septiembre-diciembre de 1781) La primera operación que Crillón acometió tras la decisión de asediar la fortaleza de San Felipe, fue asegurarse la defensa del puerto de Mahón. Ya el 25 de agosto, el duque había reconocido la dársena acompañado por el brigadier Moreno, Lemaur y Tortosa. Al final y tras varias conferencias, decidieron colocar dos baterías; una de morteros de 12 pulgadas en cala Pedrera y otra en Felipet de cañones de 24 libras. En la de Pedrera se instalaron también hornillos para utilizar la bala roja, con el objeto de poder incendiar cualquier navío enemigo que se acercara. Estas baterías se encontraban emplazadas a medio tiro de cañón de la entrada del puerto, la cual batían con fuego cruzado. Un buque que deseara entrar tenía forzosamente que pasar por el centro de la rada debido a los buques que los ingleses habían hundido a uno y otro lado de la ribera, sujetos por un cable que pasaba por debajo de la quilla para poder reflotarlos en el momento adecuado. Entre ellos se encontraba la fragata Minorca y el corsario General Murray. Además de estas baterías se instaló una cadena que cerraba el puerto a la altura de las mismas, y que fue construida con materiales que se encontraron en el arsenal y en los buques capturados. Ésta había sido proyectada por Eyries y Varages, los edecanes franceses de Marina, lo que provocó una fuerte oposición de sus colegas españoles, que boicotearon su construcción. Al final fue colocada el 2 de noviembre y fijada con áncoras en todo su recorrido y en sus extremos. Sin embargo parece ser que en diciembre se rompió si tenemos que hacer caso al diario del teniente Dickson que el 14 de diciembre decía que una marejada la había inutilizado2. A la par que se bloqueaba el puerto se llevó a cabo también el rescate de seis fragatas intactas que se encontraban cercanas a San Felipe. La operación se realizó bajo el fuego del cañón del fuerte y resultó un éxito sin que se produjera ninguna baja por parte española. Esta acción, además del beneficio económico que supuso la captura de los navíos, cuya carga total importaba alrededor de cuatro millones de reales, también fue una empresa de confrater-nización entre la Marina y Tierra. En la misma intervinieron el capitán de fragata José de Salazar, el ingeniero de Marina Jerónimo Tavern y los alféreces de fragata Honorato Buyón y

1 Crillón a Floridablanca Mahón 29/8/1781. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. 2 El diario de la campaña del teniente de Artillería Francis Dickson, que estuvo mandando las lunetas del Oeste y la Carolina durante el asedio, se publicó en la Revista de Menorca con el título de Diario de un inglés. R.M.1890 pag. 375-413.

Santiago Liniers3. Por los de Tierra colaboró un grupo del Regimiento de Voluntarios de Cataluña al frente del ayudante mayor de dicha unidad el teniente José Carbonell, quien partici-pará activamente en todas las operaciones de tipo comando que se llevaron a cabo, demostrando gran arrojo, hasta que el día 14 de enero fue herido por un casco de bomba en el muslo4. Por último se permitió a los edecanes franceses Varages y Sismondes que también aportaran su ayuda. Otra de las acciones que se acometieron para dejar perfectamente instalado el ejército sitiador fue procurarle acomodo debido a que las tiendas de campaña reglamentarias resultaron absoluta-mente inservibles en una isla dominada, sobre todo en otoño e invierno, por fuertes tormentas de viento norte. Efectivamente: el otoño de 1781 fue especialmente duro en cuanto a meteorología se refiere. Hubo dos meses de intenso viento que estuvo a punto de dar al traste con la expedición y desde luego la retrasó bastante. Por si fuera poco, el 22 de septiembre una furiosa tempestad arrasó el campamento español. En esta tesitura a Crillón no le quedó más remedio que buscar una solución inmediata y no se le ocurrió otra que desmantelar Georgetown, en vista de que sus habitantes la habían abandonado refugiándose en casas de familiares en Mahón, después de que cayeron las primeras bombas en el pueblo, procedentes de San Felipe. Así pues, el pueblo fue arrasado y con sus vigas, tejas, marcos, puertas y ventanas, se hicieron barracas para alojar a la tropa, levantando así un nuevo campamento que en nada debió parecerse al que marcaban los reglamentos. Establecidos los campamentos se acometió a continuación a organizar las tropas y a dar su cometido a cada unidad, distribuyendo la Infantería en brigadas de trabajadores para construcción de las baterías y a los franceses como tropas de reserva y de vigilancia de la zona norte del puerto para evitar por aquella parte las salidas del enemigo. que precisamente durante los primeros meses de preparación del sitio y antes de la llegada de las tropas galas fueron numerosas, por ejemplo las que efectuaron contra la Mola y Felipet. En efecto: el 28 de septiembre los ingleses, en una salida imprevista de 120 hombres desalojaron a los trabajadores de la batería de Felipet y se dedicaron a minar la fortificación, colocando dos cañones de campaña para defenderse. De momento no se reaccionó de parte española, porque entonces y hasta la llegada de los franceses se tenía bastante descuidada la parte norte del puerto. Al día siguiente los británicos comenzaron a volar las instalaciones y fueron llegando más, hasta alcanzar el numero de 200. En ese momento se ordenó al mariscal marqués de Casa-Cagigal, comandante de la columna de granaderos y cazadores y al brigadier Pacheco desalojar al enemigo. Se destacaron 300 hombres al mando del mayor de la brigada para atacar. Al final no hizo falta porque por la noche el enemigo se retiró tras dar fuego a las cargas que habían conseguido colocar. Otra salida importante se produjo el 11 de Octubre a las cuatro de la mañana. Desde la Cala de San Esteban se dirigieron hacia la Mola varias lanchas, conduciendo a 700 hombres,protegi-dos por un lanchón con 4 cañones otro con dos obuses y otros con pedreros. El puesto se rindió pronto, pues en el había 12 hombres al mando de un cadete de granaderos de Milán y un subteniente de América, que se retiraron a la torre de las señales donde aguantaron dos horas sin recibir ayuda. Luego, acabadas las municiones se rindieron, dejando en la trinchera un granadero muerto. Los ingleses a continuación volaron la torre, quitaron la bandera española enarbolando la suya y se llevaron a los españoles prisioneros. 3 Santiago Liniers y Bremond, de origen francés, alcanzaría el grado de capitán general y sería posteriormente el último virrey del virreinato del Río de la Plata. 4 Vid. Diario de operaciones de la campaña. S.H.M. Ingenieros, leg. 3-3-1-1.

Crillón mandó a la Mola seis compañías de granaderos y cazadores, dos de voluntarios de Cataluña y 200 dragones, al mando del coronel Ventura Caro pero llegaron tarde. Como consecuencia de esta incursión y para prevención de futuras sorpresas quedó un fuerte destacamento en el lugar. Floridablanca le envió a Crillón una reprimenda por el incidente: "Amigo y Sr: no hablemos del lance último ocurrido con los trabajadores de las baterías, que se intentaban

establecer junto a la torre de las señales. Sabe V.E. que ésta, como en todas las materias opinables, es preciso dejar según a cada uno su opinión: unos dirán que así como ahora se enviaron mil hombres, pudieron haberse enviado antes, particularmente no siendo necesarios en otra parte por entonces: otros pretenderán que no se debía fatigar a la tropa sin necesidad; y otros alegarán que habría otros medios de tener en sujeción al enemigo o en aprehensión para que no intentase sorprender aquel puesto, el qual convenía cubrir cuanto antes para guardar la entrada del puerto e incomodar a los enemigos siempre que conviniese. El rey como experimentado y prudente, dice que estos pequeños accidentes siempre son útiles a un general práctico, activo y de talento, pues, saca documentos, desenga-ños y precauciones para conducirse en lo sucesivo. Los médicos dicen que a juventibus et nocentibus servitur indicatis5. Lo mismo digo yo en todas las cosas.

Murray es experimentado sagaz y atrevido. Ya lo dije antes a V.E. por insinuación de los franceses y se lo repito ahora. Cuidado con él6".

Además de la organización de las tropas que habían desembarcado el 19 de agosto se encuadró también en cuerpos sueltos de apoyo a las que fueron llegando sucesivamente procedentes de Barcelona Alicante, Cartagena y Mallorca. El total de tropas que le llegaron a Crillón después de 8 de septiembre fue de 4.142 hombres, que con los franceses y los que habían desembarcado en agosto llegaron a alcanzar en diciembre el número de 14.445. Ahora lo que era necesario, y el duque lo tuvo en cuenta, era formar una buena compañía de minadores para poder acometer en caso necesario el contraminado de San Felipe, que tenía en las minas su principal fuerza defensiva. Crillón tenía muchos problemas tácticos ante una fortaleza de la envergadura de San Felipe, sobre todo por la mala calidad de sus tropas, pues en caso de haberse producido el ataque definitivo (que no se produjo) hubiera necesitado buena infantería y con la que contaba no podía confiar, pues estaba formada fundamentalmente por soldados de quinta que no habían visto un asalto ni siquiera en maniobras. Las únicas tropas selectas eran las del Regimiento de Voluntarios de Cataluña pero los 1.218 hombres de los dos batallones que formaban este regimiento no eran suficientes para el asalto. Por estas razones ordenó a su edecán francés Hubert de Babelon que formara y entrenara una compañía de minadores independiente y agregada al cuerpo de Ingenieros, con los 20 que había remitido desde Barcelona el conde del Asalto, más una serie de voluntarios tomados de los regimientos, que colaborarían en las tareas menos técnicas, tales como abrir trinchera y mina. Esta medida iba a crear el primer problema de celos con los técnicos españoles. Efectivamente: hasta entonces el cuerpo de minadores españoles estaba agregado a la Artillería, de la que como sabemos era comandante el coronel Bernardo Tortosa, quien además de proyectar los emplazamientos de los cañones y obuses de sitio, tenía encomendada la misión subsidiaria de dirigir los trabajos de mina. No obstante y a pesar de apreciarle, Crillón no confiaba en Tortosa porque consideraba que sus métodos eran anticuados como se lo dijo a Floridablanca:

"...al comandante de la Artillería podría parecerle que no me fiaba de sus talentos (sobre lo que, y entre nosotros no se engaña, respecto a lo concerniente a las minas) pues el arte de las minas a pesar de que exige mucha teoría, exige aun más mucha práctica, sobre todo delante de un enemigo al que se le debe suponer siempre instruido y

5 Equivale a "vale más prevenir que curar". 6 Floridablanca a Crillón, Madrid 30/10/1781 A.H.N. Estado, legajo nº 4230.

cualquier justicia que yo haga al mérito de nuestros mejores oficiales de artillería, no hay ninguno hoy día que haya participado en un ataque a una plaza minada como esta y después de que he comprobado la poca experiencia de nuestros minadores de Artillería, en ejercicios de campo que no han ejercitado en sus escuelas durante la paz, y de todas las conversaciones que hemos tenido Lemaur y yo con Tortosa y a quien yo elegí como el oficial de mayor reputación de su cuerpo en el arte de las minas, no nos ha quedado más remedio reconocer que aun siendo un buen y hábil oficial de Artillería, tiene el defecto de estar imbuido de principios anticuados y sobre todo estando como está seguro de que sabe mucho al respecto (y esto es lo peor).

Os confieso que vería con pena como se estrella si fuera encargado el solo de este trabajo en operaciones que se hacen con celeridad y sin pérdida de vidas humanas si están bien conducidas o que por el contrario si no lo están nos costarán por lo menos gran pérdida de tiempo y muchas bajas"7.

En consecuencia y a pesar de las protestas que pudiera elevar Tortosa, esta compañía fue autorizada con el teniente coronel francés Hubert de Babelon al frente y a Ize de Rozan de segundo, con dos tenientes, dos subtenientes (uno de los cuales era el hijo del propio Babelon). Entretanto Crillón, quien por entonces ya contaba con el plano del fuerte que el ingeniero Lemaur había encontrado en casa del ingeniero inglés, había recibido una información adicional sobre las minas pues desde Madrid se había comunicado que había otro plano en casa de un pintor y que se le enviaba un prisionero mahonés, Antonio Gutiérrez, que había sido maestro aparejador en las obras de San Felipe durante 16 años y que conocía la fortaleza al dedillo. No parece, de todas formas, que lograsen mucho, sabemos que se intentó penetrar en San Felipe, forzando una entrada que un clérigo dijo conocer y en cuya expedición participó el propio Babelon8, pero los resultados fueron nulos. Y también lo fue un intento de contraminar Marlborough al final del sitio. Al fin y al cabo San Felipe se rindió antes de terminar de construir, incluso, la segunda paralela y la principal misión de los minadores, que debían comenzar su función principal al construirse la tercera, no tuvo objeto. Al final el fuerte pasó a manos de los españoles con todo su sistema de minas intacto. Aunque de poco sirvió luego sino para volarlo. Paralelamente a todas estas medidas complementarias, entre septiembre y diciembre de 1781 se acometió la tarea principal, es decir, la de construcción de las baterías que debían batir San Felipe desde la primera paralela. Éstas, que debían llevar el peso del ataque principal, se colocaron a 300 toesas de la plaza (unos 570 m.) por la parte del S.O.9 La dificultad que se le presentaba al duque y que ya había tenido su antecesor Richelieu en el sitio de 1756, era la dureza del terreno pedregoso circundante a la fortaleza, que no permitía excavar trincheras sino tras ímprobos esfuerzos, que en el caso del sitio anterior fueron paliados gracias a las edificaciones del Arrabal Viejo, permitiendo a Armand du Plessis colocar sus cañones a 150 toesas (unos 285 m.) del primer camino cubierto de la plaza. Ahora Crillón no disponía del Arrabal, que había sido demolido, pero contaba, como ya sabemos, con las paredes de piedra seca de las tancas, que continuaban en pie y que le sirvieron de parapeto. De esta forma construyó sus baterías en superficie. sin tener que efectuar apertura de trinchera alguna. Según el cronista Bel État10 muchas de las paredes ya existentes tenían la misma dirección que la paralela y otras se fueron corrigiendo de forma imperceptible sin que el enemigo lo notara pues el trabajo se realizaba de noche. A dicha pared, que tenía de 3 a 4 pies de grueso (entre 80 cm y 1,20 m.) se le aumentó la altura a base de líneas de sacos terreros de unas dos varas de espesor (1,60 m.). Estos sacos estaban bien apuntalados por dos fajinas en la parte interior 7 Crillón a Floridablanca, 24/10/1781. A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés. La traducción es nuestra. 8 Babelon a Floridablanca. Mahón 3/11/1781. A.H.N. Estado, leg. 4230. 9 Concretamente a la altura del actual cruce de carreteras entre la de San Felipe y la de Villacarlos-San Luis, donde aun pueden verse algunos restos de los emplazamientos. 10 Vid. RIUDAVETS, Pedro. Historia de Menorca, Mahón, 1888, III, pag. 1471-72.

El modelo de batería consistía en una línea de piezas de 10 o 12 cañones de 24 o 16 libras y morteros de 12 pulgadas, frente a los cuales se habían situado sendos merlones de fajinas lastradas y cubiertos de tierra. Cada batería tenía un reducto lateral, donde se colocaba un piquete para su defensa próxima en caso de salida del enemigo. Las baterías estaban comunicadas unas con otras por un camino cubierto con entradas desenfiladas, formado por fajinas lastradas. Perpendicular a éste se colocó otro camino en zig-zag que comunicaba la paralela con el campa-mento general. Cuenta también el cronista que con este ardid se engañó al enemigo un tiempo, haciéndole creer que se trataba de un simple parapeto para situación de la Infantería en lo que parecía un bloqueo, al estar ocultas de su vista los emplazamientos de las baterías que iban poco a poco construyéndose, pero que a finales de septiembre un desertor del regimiento de Cataluña reveló el secreto y señalo desde las alturas del macho los emplazamientos, que fueron desde ese día castigados por las baterías de San Felipe. Desde luego nada de esto se desprende de las fuentes inglesas que poseemos. Por un lado en el diario del capitán Dickson no se menciona nada en septiembre sobre deserciones del campo español, salvo un francés y un italiano el día 1. Lo que si es cierto es que a través de la correspondencia entre Murray y Drapper, publicada por Segura, se nota que el 25 ya sabían los ingleses con lo que se enfrentaban y esperaban un asedio.11 No obstante en la relación de deser-tores españoles que publicó la Gaceta de Madrid de 22 de febrero de 1782, consta la deserción de un único soldado del Regimiento de Cataluña que debió ser el citado.12 Además de la paralela, que debía soportar el principal ataque, se construyeron otras tres baterías periféricas para batir el fuerte desde todos sus ángulos. Concretamente en Felipet, la Mola y el cerro del Turco (llamado también del ahorcado). El bombardeo se completaría con dos lanchas cañoneras y una bombardera con base en cala Teulera. En la paralela principal las dos primeras baterías por la izquierda, desde el punto de vista del sitiador, es decir: las de Burgos y Saboya, se situaron para efectuar un fuego cruzado contra la luneta Kane, en tanto que la batería más cercana al mar, la de los Reyes, (que se construyó al final del sitio) batía el conjunto Argyll-Anstruther-Reina con el fin de intentar adelantar por esa parte los trabajos de la segunda paralela. El resto de baterías se ocupaban de batir las lunetas del S.O., de la Carolina y del S., así como la segunda línea defensiva formada por contraguardias y rebellines. De intentar abrir brecha en el macho se ocupaban algunos cañones de 24 de la de Saboya y América. Todas se emplazaron para utilizar la técnica del tiro de rebote contra las baterías enemigas. Completaban el ataque, las baterías de morteros que disparaban, en tiro parabólico, bombas explosivas contra almacenes de provisiones de guerra y boca, pozos y bóvedas del castillo principal. 13 La construcción de las baterías se comenzó paralelamente a la de un camino desde cala Mezquita (proyectado y ejecutado por Lemaur), donde se desembarcó la artillería procedente de Barcelona y que desembocaba en cala Rata. Allí se construyó a su vez un pontón, para cruzar los cañones hasta el parque de artillería de cala Figuera, en espera de su emplazamiento definitivo en

11 Vid. SEGURA I SALADO, Josep. "Documents inèdits del darrer setge de San Felip" R.M. 1982, pag. 141-180. 12 Según la misma relación el mayor número de deserciones se produjeron, obviamente, en el regimiento irlandés de Ultonia, con 16 desertores de un total de 20. 13 Denominamos bala al proyectil rompedor esférico de hierro macizo utilizado por los cañones de tiro tenso. Por el contrario llamamos bomba a un proyectil de similares características pero hueco, conteniendo una carga explosiva que estallaba mediante una espoleta de mixto y utilizada en los obuses para hundir bóvedas, casamatas y almacenes. Por último la granada real, (que no de mano) era parecida a la bomba pero usada contra personal.

la paralela. Parte de la artillería también desembarcó en Fornells desde donde se transportó con animales de tiro aunque en algunos casos, por falta de ganado, hubo que tirar de ella a mano14. La paralela comenzó a erigirse el 6 de septiembre por un ramal desde la Torre del Rey es decir desde el S.O. al N.O. en arco y su construcción duró prácticamente hasta el 5 de enero de 1782, víspera del ataque general. A la par, se construyeron las baterías periféricas, que estuvieron finalizadas el 27 de octubre, momento en que todos los obreros se dedicaron a la principal línea de ataque. Previamente, Crillón había asistido el 2 a unas pruebas con la bala roja, que hizo el ingeniero Luis Gervasi en la batería de la Pedrera. Los horarios de turnos de los pelotones de trabajo eran de 9 a 12 de la mañana, por la tarde de 2 a 5 y de 6 a 9 y por la noche desde las 12 a las 3 de la madrugada. A partir de noviembre se fue trasladando la artillería a medida que las baterías iban quedando concluidas. La erección de las baterías no estuvo exenta de dificultades, tanto por el intenso cañoneo desde San Felipe que destruía una y otra vez los trabajos y hería a los trabajadores con los proyectiles de los cañones pedreros, disparados en tiro parabólico como por las salidas ya mencionadas, que destruyeron las baterías de Felipet y de la Mola. Además de los reductos para su defensa próxima de los que ya se ha hablado, se establecieron también alrededor de la paralela, una serie de campamentos auxiliares con tropas escogidas: dragones en Toraxa, granaderos en Binisaida y catalanes en Trebaluger y se dividió la zona que abarcaba la defensa en tres subzonas: derecha, centro e izquierda, a las que se asignaron tres columnas de tropas, mandadas respectivamente por los coroneles Marqués de Avilés, Pablo Sangro y Ventura Caro que tenía de segundo al teniente coronel Carlos de Urrutia. En su zona, es decir la de la izquierda que daba al mar, Ventura Caro construyó un fortín con escalera que se denominó después "el fuerte de Caro" y que los ingleses destruyeron en una de sus salidas. Tanto Caro, como Sangro tuvieron actuación destacada en la línea de piezas. Más adelante formarían la promoción de generales que destacará en la Guerra de la Convención y, con Javier Castaños que también participó en Menorca, en la de la Independencia, en la que a su vez Caro era Capitán General de Valencia., donde detuvo a las tropas del mariscal Moncey. Y llegó diciembre de 1781. Crillón había tenido ya muchos problemas, humanos, técnicos y metereológicos; había también recibido muchas presiones por parte de sus superiores jerárquicos que le apremiaban, por las cábalas que le boicoteaban (vid. infra) e incluso por parte de sus compatriotas que le azuzaban. Así que el duque andaba un tanto perdido, buscando aquí y allá soluciones y alternativas para conquistar San Felipe cuanto antes. Y no solo apremiaba el tiempo, porque la conquista de San Felipe significara una baza diplomática en las negociaciones de Versalles sino porque en el duque -teniendo además recientes las críticas que se le habían hecho desde su país- debía pesar el recuerdo de un Richelieu que había rendido la fortaleza en apenas dos meses y el llevaba ya casi cinco sólo de preparación artillera15. Crillón, era bastante quejicoso, pero por contraste no se rendía fácilmente. El caso es que después de múltiples tentativas, al fin, fuera como fuera, capituló el fuerte y eso es lo que importa al fin y a la postre, pero para ello hubo de darle muchas vueltas y lo que es peor: se gastó cantidades ingentes de dinero del Real Erario. BATERÍAS ESPAÑOLAS EMPLAZADAS EN LA PRIMERA PARALELA FRENTE A SAN

14 Vid. Gaceta de Madrid de 17/11/81. 15 En noviembre de 1781 circuló por Madrid un denominado Papel de observaciones relativas al sitio del fuerte de San Felipe, que criticaba las actuaciones de Crillón y que había sido redactado por un anónimo autor francés. Existe un ejemplar en A.H.N. Estado, legajo nº 4230.

FELIPE EL 6/01/1781. BATERÍAS ESPAÑOLAS EMPLAZADAS EN LA PRIMERA PARALELA FRENTE A SAN FELIPE EL 6/01/1781. BATERÍAS CAÑONES MORTEROS de 24 de 16 de placa de ordza. La Mola 12 4 Felipet 12 4 Pedrera 4 4 Burgos 9 4 Saboya 12 4 América 8 4 Ehrler 10 Murcia 8 Toraxa 7 C. del Turco 8 6 Binisaida 10 0 Felipet 3 0 L. Cañoneras 4 0 L. Bombardera 2 Total 82 16 21 18 Fuente diario de la campaña. S.H.M. Ingenieros, 3-1-1-1.

Cábalas y cabalistas. Desde el momento en que el duque de Crillón se hizo cargo, primero de la expediciónMahón y después de la de Gibraltar, comenzó a tejerse a su alrededor una maraña de cábalas. Algunas de ellas tenían un claro matiz político y otras eran simplemente manifestaciones de envidia y rencor personales, aunque ambas a veces se entrecruzaron, como fruto de un interés común por derribar al advenedizo. Sobre todo por su condición de extranjero. En este momento, Aragoneses y Castizos, hacían todo lo que podían para poner en ridículo a Floridablanca y desde luego a Crillón, que al fin y al cabo era hechura suya. A esto hubo que añadir el caso omiso que Carlos III hizo a las reiteradas peticiones de Aranda de un mando militar en aquella guerra como Capitán General más antiguo y que provocó la furiosa sátira contra el duque ya mencionada, con el significativo título de: Sátira que se arrojó al público con motivo de haber elegido la Magestad del Señor Don Carlos III, el duque de Crillón por general en gefe del exército expedicionario destinado a la reconquista de Menorca, con preferencia a los dignos generales españoles16

"El digno general español" era, evidentemente, el furioso y contrariado Aranda. En vista de que nada consiguieron con sátiras y libelos, españoles y aragoneses decidieron intrigar, incordiar y boicotear la acción, colocando en la expedición a sus hombres. Efectiva-

16 S.H.M. Clonard leg. 7. Apéndice documental documento nº 1.

mente, ya en Cádiz se formaron algunas de las cábalas que intrigarán a posteriori en el cuartel general de Mahón. Una de ellas, la más próxima al Partido Español fue la que denominaremos cábala Peñafiel. El principal protagonista de la conspiración contra el duque era Pedro de Alcántara Tellez-Girón y Pacheco, marqués de Peñafiel y futuro duque de Osuna además de Grande de España, muy cercano a los círculos del Príncipe de Asturias, y por tanto al Partido Español. Peñafiel en aquel momento tenía 26 años, era coronel y mandaba el regimiento de América, unidad que iba a participar en la expedición, elegida precisamente por el propio duque. Junto a él había también otro personaje afín, el teniente coronel del mismo regimiento, Juan Joaquín de Oquendo, el amigo de Cadalso, que había sido hechura del conde de Aranda diez años antes, y que ahora cultivaba la privanza del marqués. Otro aragonés era el brigadier Luis de las Casas, la Quadra Aragorri y Olavide, que había servido de capitán en el regimiento de Voluntarios de Aragón y ahora mandaba el regimiento de Saboya. Así, los tres, Peñafiel, Oquendo y Las Casas, se pusieron a intrigar contra Crillón junto a algunos otros, entre los que se encontraban varios edecanes que le habían sido impuestos al duque, como el exento de Guardias de Corps Federico Requesens, los tenientes coroneles Pedro Gorostiza y José Simón de Crespo, y el mariscal de campo Horacio Borghese, hermano menor de un Grande y también partidario de Aranda17 Todos éstos se lo pusieron difícil al duque. La cábala Peñafiel intrigó e intrigó hasta que hubo que cortarle las alas. De todas formas Crillón trató siempre evitar problemas con estos personajes procurando halagarles. Por ejemplo envió a Peñafiel a conquistar el puerto menorquín de Fornells para que se "luciera" y pudiera salir luego con honores en la Gaceta y ser ascendido a brigadier, en la promoción restringida que se hizo con ocasión del desembarco a primeros de septiembre de 1781. Aun así, nada consiguió, pues ellos se habían propuesto hundir al jefe. La forma más común que tenían de actuar en su contra consistía en enviar a Madrid toda clase de informes críticos del duque o negarse de una forma sutil a colaborar con él. Lo que en términos vulgares militares se denomina el escaqueo. De todas maneras el más peligroso de todos parecía ser el aragonés Gorostiza. Al menos fue el cabeza de turco que pagó por los demás. Incluso en algunos momentos Crillón, denunciándole a Floridablanca, le señalará como cabeza del complot, quizás por no poder o no querer apuntar más alto, aunque en las acusaciones que formuló contra él salió el nombre de Peñafiel y aun el de alguno más importante todavía:

He aquí los hechos: este partido debe ser destruido para bien del servicio de Rey, como para el de vuestro amigo (hablo de mí) a quien estas gentes pudieran perjudicar.

Hos ruego que aprovechéis esta ocasión (sin agraviarles, pues no quiero hacerles ver que los considero mis enemigos particulares) para rehusar su petición que va contra los principios del Rey, que quiere que un jefe de cuerpo no se ausente nunca de su unidad. Además como este sujeto es muy hábil, podría formar también una cábala en Madrid más peligrosa aun que la que ha querido formar en el Ejército.

Pienso que sería necesario que la respuesta que se le de, fuera que: habiendo preferido ser coronel del regimiento del Príncipe, que está igualmente sirviendo contra el enemigo en la Habana, la intención de Su Majestad es que parta inmediatamente para Cádiz, vía Barcelona o Cartagena, según el barco que encuentre antes, pero sin pasar por Madrid. el motivo de esta medida sería para que lo tomara como un aviso de que su conducta ha sido desaprobada, o para no darle tiempo de preparar (o al menos que tratar de preparar) en Madrid el terreno, en vistas al futuro de su jefe; el más astuto y peligroso granuja del Universo."18

17 El hermano mayor de Horacio, Camilo Borghese, era Príncipe de Sulmona y Paleato y Grande de España de 1ª clase. Que Borghese era partidario de Aranda lo afirman Olaechea y Ferrer Benimeli, El Conde de Aranda, opus cit., II-80. 18 Crillón a Floridablanca, Mahón 10 de octubre de 1781 (reservada). A.H.N. Estado, legajo nº 4230. Original en francés. La traducción es nuestra.

¿A que jefe se refiere al final Crillón? ¿A Peñafiel? Creemos que no. En este caso pensamos que el duque apunta aun más alto. Sospechamos que se esta refiriendo a Aranda. Después del destierro de Gorostiza, no conocemos ya más hechos destacados de la cábala Peñafiel, aunque seguía siendo peligrosa o al menos así se la consideraba y también a su jefe el marqués a pesar de su juventud, o quizás a causa de ella.19 El intento de soborno del general Murray. En la campaña de Menorca no fueron todo rituales de manual ni versallescas ceremonias típicas de lo que algunos han denominado, para referirse a las campañas del siglo XVIII, guerra limpia. En efecto debía ser moneda común en la época ciertos conciliábulos secretos entre sitiador y sitiado para resolver el conflicto de manera un tanto heterodoxa, debido fundamentalmente a la mediocridad de los ejércitos y de los mandos de entonces, añadido a las presiones políticas que los generales en jefe recibían de sus gobiernos para acelerar el desenlace de una acción, máxime cuando esta era entonces empleada siempre como baza diplomática en unas conversaciones de paz que comenzaban al mismo tiempo que las hostilidades. Era cuando la operación militar, rodeada de solemnidad en las Gacetas se volvía una pantomima. Esta es la razón por la que el duque de Crillón trató de comprar al general Murray, comandante de San Felipe por cuatro millones de reales, pero lo hizo tan precipitadamente, dominado por su impaciencia de obtener el éxito, que no solo no le salió bien sino que el zorro del gobernador británico sacó la propuesta a la luz pública y en ella se vio involucrado hasta Carlos III, quien, tácitamente, había consentido la maniobra. Por esta razón hubo que continuar el asedio de la fortaleza de forma convencional hasta su rendición.20

19 Crillón informó de los manejos de sus enemigos cabalistas en carta a Floridablanca. Vid. Crillón a Floridablanca, Mahón, 12/02/1782 A.H.N. Estado, leg. nº 4230. Apéndice documental, documento nº 5.. 20 Sobre el tema de el intento de soborno del general Murray vid. Carta de Crillón a Floridablanca, Mahón a 23/09/1781. A.H.N. Estado, leg. nº 4230. Apéndice documental, documento nª 6.

7. LAS OPERACIONES MILITARES. III. El ataque general y la rendición.1 El 5 de enero de 1782 todo estaba preparado para iniciar el ataque a San Felipe y las baterías en estado de romper el fuego. Por lo que fuera, a partir de las 8 de la tarde de ese día, los ingleses dispararon a mansalva con todas sus baterías. Como si sospecharan algo. Y desde luego, si motivos de alarma tuvieron por la tarde, estos debieron acrecentarse en la madrugada por el ruido que causaron los trabajadores al derribar los espaldones de piedra seca que cubrían las baterías y que, como ya sabemos, se habían construido aprovechando las paredes de las tancas. En consecuencia, los ingleses redoblaron su fuego durante toda la noche causando ocho muertos y 40 heridos en el campo español. Desde luego esa noche nadie durmió en uno y otro bando. A las 4:30 de la mañana se tocó diana en los campamentos españoles y se puso a la tropa sobre las armas. Sobre las 6, el duque de Crillón a caballo y acompañado de su hijo mayor y edecanes, pasó revista a las tropas, formadas en el campamento de cala Figuera y se situó a la altura de Trepucó. A las 6:30 se dio la señal para que la tropa española, situada en dicho campamento, disparara una salva de mosquete-ría sin bala, seguido de los vivas al Rey de ritual. Cinco minutos después se efectuó lo mismo desde las alturas de Binisaida y, por último, coincidiendo con la salida del sol, los franceses dispararon una tercera desde el campamento de la Mola. Esa, la tercera salva, fue la señal para que rompieran el fuego todas las baterías contra San Felipe en tres descargas generales. El ataque había comenzado el 6 de junio (domingo) al amanecer, festejando el nacimiento del Delfín de Francia2. Los primeros tres días que sucedieron al comienzo de las hostilidades, del 6 al 9 de enero, las baterías españolas dispararon con desaforado énfasis, como si Crillón estuviera ansioso de acabar cuanto antes, hasta el punto que casi inmediatamente de haber regulado la dotación diaria de disparos, que era de 50 por cañón y 20 por mortero, lo que suponía casi 10.000 disparos al día, fue aumentada considerablemente. Concretamente en la primera jornada del ataque se efectuaron 18.000 disparos. Al día siguiente Crillón, nervioso, ordenó que se aumentara la dotación a 30 disparos por mortero y los de cañón sin límite. Así se mantuvo hasta el 9 de enero, por lo que es imposible calcular el huracán de fuego que se abatió sobre San Felipe. Incluso las palabras del teniente Dickson resultan pobres para lo que debió ser aquello: "Se puede decir que estamos en una cárcel; pues nos han encerrado de todos lados, regalándonos tal fuego de día

y de noche como no se ha visto antes en ningún otro sitio. 80 y tantos cañones y unos 40 morteros a lo que sabemos, disparan de todos lados enteras andanadas contra nosotros. Los cañones son de bronce y disparan constantemente todo el día.3

El mismo Dickson aseguraba también, unos días después, el 13, que hasta esa fecha se habían

1 Para el análisis y descripción del ataque general hemos utilizado las siguientes fuentes: DICKSON, Francis. Diario de la campaña, opus cit. R.M. 1888 pgs. 374-413. SEGURA, Josep. Documents inèdits... opus cit. R.M. 1982, pags. 141-180. DIARIO de la campaña (Ms.). S.H.M. Ingenieros, Leg. 3-3-1-1. 2 El Delfín había nacido en octubre de 1781. El conde de Aranda comunicó el acontecimiento a su corte el 22 de dicho mes. Vid. Aranda a Floridablanca París 22/09/1781. A.H.N. Estado, legajo nº 6629. 3 DiCKSON, Francis. Opus cit.

disparado en siete días tantas balas como en todo el anterior sitio de 1756. A pesar de esta intensidad del fuego español, cuya superioridad respecto al que se le hacía desde el fuerte era de seis a uno, los resultados no parece que fueran demasiado espectaculares. Al menos en lo que se refiere a callar las baterías de la primera línea de defensa, es decir las de los fuertes exteriores. En efecto: aunque se habían derruido algunos parapetos en las lunetas de Kane y la Reina, destruido algunos merlones y desmontado algún cañón; volado un repuesto en lo alto del macho y algunos merlones de los baluartes; hundido el flanco del rebellín interior del S.E. y destruido partes de la estacada del camino cubierto exterior entre la Reina y Kane, desde la línea exterior seguía haciéndose un nutrido fuego contra la paralela. Sobre todo por la noche. Incluso a la luneta Carolina no hubo manera de callarla todo el asedio y es que los ingleses retiraban de día los cañones o los enterraban debajo de los escombros y por la noche bombardea-ban con fuego intenso las baterías españolas. Sobre todo con fuego de mortero, de bombas y granadas y en algunos casos de cañón con bala, aplicando la técnica del tiro de rebote. No obstante, el buen emplazamiento de las baterías españolas hacía que apenas recibieran daño pero si sus sirvientes, que todos los días tenían alguna baja entre muertos y heridos. Sin embargo insistimos: a la altura del día 9, a pesar del machaqueo artillero, las lunetas Kane, Reina y Carolina resistían haciendo fuego sobre la paralela, mientras Argyll, Anstruther y una batería de fajinas que habían construido los ingleses en sus inmediaciones, lo efectuaba contra la Mola y Felipet. En realidad decimos que el efecto no correspondía al desproporcionado ataque, porque presumimos que esta primera fase respondía al plan previsto en primera instancia, que era intentar penetrar hacia el camino cubierto entre las lunetas de Kane y la Reina, (vid. pag. 536) aunque fuera la parte más protegida por fuertes y minas, que estaban tratando de localizar los minadores españoles de Babelon por el lado del mar para inutilizar esa parte y luego avanzar hacia la del Oeste y la Carolina, aunque Murray y Drapper pensasen lo contrario al principio del asedio: "Por el proceder que han tenido los enemigos hasta aquí puede inferirse que su ánimo no es atacar esta plaza por

aproches regulares (...) puede recelarse que su designio sea tomar la plaza por sorpresa (...) la proximidad del barranco de la Torre del Rey y la poca protección que podemos dar desde nuestras obras al glacis y camino cubierto exterior que están entre la luneta del S.O. y la Carolina los animará a atacarnos por esa parte, esto es: por el barranco4

En esta carta de 25 de septiembre de 81, parece que Murray no tenía claro que se estaba preparando un sitio regular porque las paredes de las tancas se lo impedían. Luego vendría el desertor y les aclararía las cosas (vid. pag. 592). No obstante parece que en ningún momento Crillón pretendía atacar y que sólo se planteó machacar las posiciones enemigas para forzar una rendición, con lo cual toda la táctica empleada tomaría visos de unidad. No obstante, como se observan diferentes fases en el ataque, pensamos que a veces debió dudar y plantearse alternativas más audaces que la referida. Ésta, quizás, fue su postura hasta el día 9, pero desde ese momento debió comprobar que la cosa no daba ya más de sí, porque la denominada línea inglesa5 aguantaba. En efecto: a partir del 9 de enero se ordenó disminuir el fuego y el 23 se reguló de nuevo a

4 Murray a Drapper 25/09/1781. R.M. 1962, pag. 146. 5 La british line correspondía al perímetro de San Felipe defendido por los regimientos 51 y 61 y la Marina, que iba desde la luneta del Oeste hasta San Carlos pasando por la Carolina, Kane y la Reina, es decir, por la parte del ataque. El resto correspondía a la Hannoverian line, con los de Goldacker y Prinz Ernst, que defendían las lunetas del sudoeste y del sur, menos comprometidas.

razón de 30 tiros por cañón y 20 por mortero diarios, en un tono de mantenimiento, más que de énfasis atacante y es que además de que el fuerte resistía bien, habían empezado a reventar algunos cañones de la paralela como consecuencia de su uso y abuso. A partir de ese día pues, hubo un cambio de táctica. Crillón pareció abandonar la idea de que el ataque principal se realizara por el frente Reina-Kane y desde ese momento, además de disminuir la frecuencia e intensidad del fuego, ordenó comenzar la construcción de una batería de cuatro cañones para batir Marlborough desde las alturas del barranco del Rey, a la par que los minadores trataban de contraminar dicho fuerte situado en la parte sur de la cala de San Esteban. Este cambio de táctica de Crillón fue el que le costó la amistad con Lemaur que se opuso. Era auténticamente en realidad un cambio de planes aunque en sus memorias el duque lo disfrace como una maniobra de diversión:

"Se había siempre insistido en atacar sobre todo por su derecha y el centro según el sistema que había presentado mi ingeniero en jefe, pero yo sabía muy bien por los planos secretos con el mayor detalle que había encontrado en original en la casa del comandante de ingenieros inglés, que el centro y sobre todo la derecha del ataque `proyectado por él eran impracticables si se quería evitar una gran efusión de sangre.

Sin embargo el estaba decidido a seguir este plan aparentemente hasta donde lo permitiera la marcha de sus trabajos en esta parte sin comprometerse. Yo, por mi parte había siempre intentado aparentar querer penetrar al cuerpo de la plaza por esa zona, haciéndoselo creer así a los ingleses. Consideraba necesario mantener esta opinión tanto para los sitiadores como para los sitiados que iba a acometerla por allí, al establecer el principal esfuerzo de mis trabajos en un flanco aunque no fuera más que para diversión, ya que el enemigo estaba en estado de sostener un asalto, y por otra parte trabajando al mismo tiempo todas las suposiciones.

En efecto: al principio había decidido destruir todas las baterías del enemigo, de modo que todos los fuegos, hasta los más alejados, se encadenaran unos a otros, porque tenía la esperanza casi cierta (como se vio después) que forzar la plaza a capitular, por el solo efecto de la artillería después de una pequeña resistencia. Por eso todas las fortificaciones, las murallas y las comunicaciones serían batidas a la vez y todas su baterías destruidas porque las batiríamos de forma masiva.

Por otra parte se me ocurrió que para reducir la plaza en pocos días, sería conveniente apresar el fuerte de Marlborough, una puerta de entrada fácil por un solo golpe de mano, evitando todas las minas que eran la fuerza principal del fuerte de San Felipe, cosa que todo el ejército ha sabido después igual que yo, que estaban preparadas para la víspera de la rendición con las órdenes que se habían dado a la Artillería y a los Ingenieros.

Entonces juzgué que el estado de la plaza era el que suponía, lo que le determinó a no querer jamas aceptar otra proposición de los enemigos que la de rendirse como prisioneros de guerra.6

Crillón, una y otra vez, trata de justificar el fracaso del ataque principal con la excusa de que era simplemente un farol y que en realidad pensaba penetrar por la zona sur, más accesible, una vez inutilizado Marlborough y teniendo en cuenta que la parte de la cala San Esteban, salvo las fogatas pedreras, no estaba minada. Aunque confiesa, en última instancia, lo que fue en realidad el asedio: un bombardeo apabullante sin mayor intención que la intimidatoria con el fin último humanitario de evitar la efusión de sangre que hubiera supuesto un asalto. La cuestión es dilucidar si el asalto no lo efectuó precisamente porque no confiaba en sus tropas. Además la efusión de sangre, sino espectacular, se produjo por ambas partes en forma de un continuo reguero diario. Además si Crillón quería evitar sufrimientos humanos, ¿por qué no permitió la salida previa de las 154 mujeres y 211 niños que permanecían en San Felipe y los sometió al trauma del horroroso bombardeo? Tampoco debemos olvidar una vez más tener en cuenta en estas consideraciones, el recuerdo fresco de la masacre de Argel que no convenía reavivar. Las cosas se veían de forma distinta desde San Felipe, allí había unanimidad en creer que el ataque principal se efectuaría por la zona S.O. Así lo siguieron pensando, tanto Murray como Drapper, a quien el primero propuso volar Marlborough y utilizar su dotación para defender San Carlos. En este sentido Drapper se pronunciaba así:

6 CRILLÓN Memoires, pags. 325-327.

"el ataque principal de los enemigos está tan declarado contra la Reyna, Revellín esterior del N.O. y hornabeque

del N. que no cabe duda de que su intento sea penetrar pro ese frente, y según el estado ene que se hallan las obras por la superioridad de los fuegos juzgo que pueden dar un ataque general dentro de 15 días.7

Sin embargo la disminución de fuego desde el 9, los sitiados la interpretaron como el preludio de un inminente ataque que se preveía para el 12 según el teniente Dickson. Por esa razón, los mandos del fuerte reforzaron la defensa de la línea inglesa, colocando la Infantería en las plazas de armas y las tropas de Marina en los fosos y entradas. Además se reforzaron las defensas en toda ella, colocando caponeras en los fosos y fajinas paralelas y perpendiculares al camino cubierto exterior, entre éste y el segundo camino, correspondiente al rebellín del Oeste, con el fin de establecer una segunda línea de defensa si el primero era tomado por el enemigo. También se cargaron las minas a la par que los artilleros permanecían toda la noche con las mechas encendidas. Por último se trasladaron la mayoría de los cañones al macho para su defensa. Nada de esto ocurrió, sin embargo, porque Crillón no tenía ninguna intención de arriesgar a sus bisoñas tropas, si no se conseguía contraminar la línea y pensamos que ni aun en ese caso. Esto lo debía intuir Murray, que aunque esperaba el ataque, desconfiaba a su vez que éste se produjera: "Me fundo sobre avisos que he tenido de que Crillón por recelos que tiene de su exército no está en atacar la plaza

de viva fuerza, aunque con sus minadores haya inutilizado nuestras defensas subterráneas"8

En efecto: pasado el temporal que comenzó el 10, el 14 empezó un machaqueo artillero sobre San Felipe de forma indiscriminada y general, que ya no obedecía a mayor intención que minar la moral de los sitiados. Los efectos de este bombardeo masivo, con la orden de volver al libre albedrío del número de disparos de cañón al arbitrio del oficial de artillería y los morteros a 30 disparos diarios, fueron demoledores respecto a la arquitectura del fuerte y sobre algunos almacenes. Era tal el número de proyectiles disparados, que nada quedaba a salvo del azar de ser alcanzado. Por ejemplo una bala tronchó el asta de la bandera que fue apuntalada, una bomba cayó en el pozo del patio del castillo; otra en casa de Murray y una tercera incendió un almacén de harina, manteca y carne salada situado entre San Carlos y el macho, que ardió durante cinco días. En esta segunda fase del ataque, se concentró el fuego de balas y bombas sobre el macho y sobre todo contra el baluarte del Norte (San Jorge) que quedó bastante desmoronado aunque en ningún momento parece que se aplicara la técnica de las ranuras para abrir brecha en las cortinas, si juzgamos los destrozos que figuran en un grabado de Chiesa (hijo), en los que no parece practicada ninguna grieta vertical en los muros sino simplemente el destrozo en los merlones y el citado semidesmoronamiento del citado baluarte (vid. fig. en pag. 619) Básicamente desde el 14 hasta la rendición el 4 de febrero, la situación del ataque se mantuvo en los términos establecidos hasta aquí, salvo el 20, que por celebrarse el cumpleaños del Rey de España, se intensificó el bombardeo con nueva alarma de los ingleses que volvieron a temer un asalto9. Desde luego la situación de los sitiados se iba agravando. Sobre todo a partir de la segunda mitad del mes de enero y no solo por el machaqueo artillero sino por las disensiones entre

7 Drapper a Murray 09/01/1782. R.M. 1982, pag. 156. 8 Murray a Drapper 09/01/1782. R.M. 1962, pag. 156. 9 Carlos III nació en Madrid el 20 de enero de 1716.

Murray y Drapper, que ya venían de lejos. Nos referimos a la controvertida orden del gobernador de 15 de octubre, en la que prohibía que se disparara cañón o mortero alguno sin su orden expresa. El documento, que se leyó poste-riormente en el juicio que se le hizo a Murray en el Horseguards, decía lo siguiente:

"En adelante ningún oficial de guardia podrá dejar su puesto por cualquier motivo que sea; ni en adelante siendo de día se disparará ningún cañón ni otra pieza de artillería sin orden del Oficial Comandante de ésta, quien al menor aviso puede comunicarlo al gobernador que siempre está vigilando. La pusilanimidad del enemigo es bastante visible aun al más tosco de la guarnición y el modo de hacerlos arrojados sería acostumbrarlos a un fuego inútil de nuestra parte.10

La justificación no parece bastante clara. Recordemos la fecha en que se dio: 15 de octubre de 1781. Dos días antes el conde de Crillón había visitado San Felipe con las propuestas de soborno y el 16 se había producido la reacción de Murray pronunciándose públicamente en contra. Pero ¿y el 15? ¿no estaría Murray pensándoselo aun y dio una orden que favoreció al enemigo? En todo caso Drapper se molestó y fue el principio de una fuerte discusión que acabó convirtiendo al segundo en acusador en el consejo de guerra donde, dicho sea de paso, éste fue uno de los cargos por los que Murray fue declarado culpable. En todo caso a la altura del 15 de enero la situación entre ambos jefes era muy tensa. Drapper que como teniente gobernador mandaba la línea de fortines exterior, pidió que se convocara un consejo para sopesar la situación a lo que Murray se negó, pretextando que Drapper quería proponer la rendición e incluso quitarle el mando. Como consecuencia de ello y viendo que peligrosamente algunos oficiales se inclinaban también a su favor, le destituyó y nombró jefe de línea al coronel Henry Pringle del regimiento 5111. Por fin, el 25 de enero se tuvo el consejo de guerra al que, con la significativa ausencia de Drapper, asistieron el general Murray el comandante hannoveriano mariscal de campo Heinrich Sidow, los coroneles de los cuatro regimientos, Pringle del 51, Acklom del 61, Linsingen del Prinz Ernst y Hager del Goldacker, el teniente coronel Grüber y el mayor Gownslet, además del coronel ingeniero John Brewse y el capitán Gilbert Townsend del mismo cuerpo. Lo primero que hizo Murray a todos, cuando los tuvo ante su presencia, es leerles la cartilla y decirles que no estaba dispuesto a rendirse, además de exponerles lo que él consideraba el estado de la situación. Murray explicó que se veía claro a aquellas alturas que los minadores enemigos trataban de volar Marlborough y proponía adelantárseles sin pérdida de tiempo y aprovechar su dotación para la defensa de San Carlos, pues consideraba de nuevo inminente el asalto, el cual, el gobernador seguía creyendo se realizaría por la Reina y también por San Carlos, una vez los enemigos estuvieran en poder de la parte de Marlborough. Añadió que en su opinión, corroborada pro el ingeniero Brewse, la luneta de la Reina era a aquellas alturas indefendible aunque se mantuviera el fuego por esa parte desde las contraescarpas del foso. Aconsejaba, por tanto, cargar las minas de la Reina y volarla en el momento en que se produjera el asalto. Este era el plan previsto y su ejecución se dejó pendiente al arbitrio de los progresos del enemigo. Pero nada del mismo se llevó a cabo porque Crillón no realizó ningún asalto. El 29 de enero hubo otro consejo en San Felipe en el que se planteó que, como Marlborough estaba siendo atacado solamente por una batería que trataba de batirlo en brecha y a la que

10 Vid. Consejo de guerra... opus cit. R.M. 1934, pag.275. 11 Este asunto se vio en el consejo de guerra y no se consideró probada ninguna de las acusaciones por ambas partes y la sentencia dejó el asunto "a juicio del público" Ibíd pag. 273.

incluso se había obligado a callar por la superioridad de fuego que se tenía por aquella parte, convendría volarlo sólo en caso de que la brecha se llegara a practicar. Probablemente los ruidos de pico y algún barreno que se habían escuchado desde el Marlborough por algunos soldados y aun por el capitán John Elford, comandante del fuerte, habían sido hacia la cala, (lo que confirma nuestras sospechas respecto al proyecto de agua) y que desde el 27 parecía que no se había vuelto a escuchar ruido alguno por lo que se pensó que habían desistido. Probablemente lo que pasó es que debieron encontrar más dificultades de las que parecía al principio para el proyecto y acabaron abandonándolo, máxime cuando tampoco conseguían la superioridad artillera desde el barranco. Desde ese momento, todos los esfuerzos del duque se encaminaron a procurar la rendición por otros medios, entre los que no descartamos nuevamente el del soborno parcial, como ya dijimos y desde luego utilizando, una vez más, el argumento del fuego intenso contra todas las obras del fuerte por todas partes y fundamentalmente dirigido al cuadrado. Al fin, el 3 de febrero, Murray cedió. Reunió a sus oficiales en un último y definitivo consejo, en el que les comunicó que no se podía resistir más como consecuencia de la extensión y gravedad de la epidemia de escorbuto que se había declarado entre la guarnición. El gobernador se basaba en un examen médico que había ordenado efectuar al doctor Georges Monroe, protomédico del hospital de San Felipe, y a su segundo William Fellows. Éstos extendieron un oportuno informe en el que aseguraban que sólo quedaban en la guarnición 1.225 hombres hábiles entre todos los cuerpos, en 689 de los cuales ya se había manifestado también la enfermedad en sus primeros síntomas12, lo que en breve les inutilizaría para el servicio. La cuestión estriba en si este parte médico no fue amañado por el gobernador (con la colaboración de Monroe) para forzar la rendición sin que fuera culpado luego de traición. En todo caso el único testimonio que poseemos sobre la verdad de este asunto ( y también con el único que se contó en el consejo de guerra) es el que llamaremos informe Monroe, el cual daba las siguientes cifras:

Cuerpos Enfermos de escorbuto Regimiento 51 120 Regimiento 61 111 Prinz Ernst 153 Goldacker 176 Marina 93 Artillería 36 Total 689

Comparemos ahora estas cifras con las de otros testimonios. El teniente Dickson, por ejemplo, anota en su diario del 3 de febrero que el número de muertos heridos y desertores desde el 29 de agosto hasta ese día había sido de 308. Por otra parte, contamos con otra fuente que consideramos fidedigna. Nos referimos al computo de la guarnición inglesa que hizo a su rendición el sargento mayor del Regimiento de Saboya, Cornelio O´Brien13. Éste arroja la 12 El escorbuto es una enfermedad carencial, cuya causa es la escasez o ausencia de determinados principios vitamínicos en la alimentación, por la prolongada falta de ingestión de alimentos frescos. Sus síntomas son : diarreas, deshidratación, sequedad de la piel, hemorragias cutáneas y musculares, pérdida de cabello y dientes, cefalea, ceguera y en última instancia la muerte. 13 Vid. "Lista de la guarnición inglesa del castillo de San Felipe de Menorca." Esta relación está fechada el 20/02/1782, elaborada por el sargento mayor de Saboya Cornelio O´Brien y firmada por el intendente Pedro López de Lerena. S.H.M. Ingenieros leg. 3-3-1-1.

cantidad de 2.481 hombres de tropa. Por tanto si había 689 enfermos como decía el informe Monroe, quedaban en pie (más o menos) sanos 1.792 y no los 600 que quiere hacer ver Murray en los papeles. Incluso en la lista que entregó a los españoles queda confirmado nuestro cómputo. El propio Crillón nos lo revela en una carta a su ministro: "El número de los prisioneros, comprendiendo los criados y las mujeres sube a 2.400 o 2.500, como me ha dicho el

gobernador por el estado nominativo que me ha entregado y que se comprobará. Como se puede ver por este estado, hay 1.800 hombres sobre las armas, comprendidos los corsos, los griegos y los marineros. Los heridos o enfermos son unos 800."14

Por si fuera poco el gobernador envió una carta a su Corte en la que aun reducía la cifra de los pretendidos 1.225 hombres hábiles a la mitad: "Mylord: Me es forzoso noticiar a V.S. que el 5 de febrero me he visto precisado a rendir el fuerte de San Felipe a las

armas de Su Majestad Católica sin que pueda quedarme recelo de que por esto deje de reconocer la Europa entera el heroísmo de mis valerosos compañeros. El escorbuto se había apoderado de tal modo de la guarnición y era de tan mala calidad, que la había reducido a sólo 600 hombres de servicio y los 500 de ellos estaban cual más cual menos tocados de este mal. El resistir solo tres días más hubiera sido una temeridad, sin más fruto que el de acabar de perder la guarnición."15

En esta misma carta, Murray dice que la cifra de tropas que salieron de la guarnición arrojaba un total de 965 hombres. ¿Dónde están los 1,516 que faltan para completar la lista del sargento mayor O´Brien? Esta claro que, al menos en esta ocasión, Murray mentía. También en el juicio le acusó Drapper de haberlo hecho y además de que obligó a los oficiales a sacar los regimientos muy disminuidos de tropa en el desfile de la rendición. No obstante fue absuelto de este cargo. Parece bastante claro que entre los jueces no había demasiada mala voluntad contra Murray como otros la tuvieron en su día con el almirante Byng.16 Resulta ésta una situación contradictoria, si tenemos en cuenta que el primero que había querido rendirse era el teniente gobernador. El cambio de actitud de Drapper luego de capitular su jefe, parece una cuestión de pique personal con el gobernador, a menos que supiera algo más, aunque desde luego no formuló acusación ninguna a este respecto, salvo la de que Murray se rindió demasiado pronto. El propio gobernador, cuando su segundo se negó a comer con él en el almuerzo a que los invitó Crillón el día 5 de febrero, le dijo al duque, respecto de Drapper que: "Apuesto a que éste, que hace diez días me está matando para que rinda la plaza, diciéndome que era inútil toda

resistencia, será el que más grite contra mí en Inglaterra."17 Desde luego todo es muy extraño y no quedó suficientemente claro. Debemos añadir aquí un testimonio que, refiriéndose a Drapper, nos aleja de la imagen de cascarrabias que parece desprenderse de la actitud que pareció tomar y que procede casi siempre de fuentes contrarias al teniente gobernador. En efecto: el comisario Antonio de Montenegro opinaba así de él en 1780:

14 Crillón a Floridablanca, 12/2/1781. A.H.N. Estado, leg. 4230. Original en francés. La traducción es nuestra. 15 Vid. FERNÁN NUÑEZ, opus cit. I-374. 16 Vid. Consejo de guerra... opus cit. R.M. 1934, pag. 268. 17 Citado por FERNÁN NUÑEZ opus cit. I-373-374.

"El segundo gobernador, que vino con el convoy últimamente, es hombre al parecer sexagenario, marcial y que por su dulzura y afabilidad merece algún concepto entre las gentes."18

La rendición. En fin, después del consejo de guerra del día 3 de febrero todo quedaba resuelto para rendirse. Ya solo quedaba el acto final. El 4 de febrero Murray se levantó pronto y a las 9 de la mañana ya había redactado el primer borrador de la capitulación. A las 9:50 el tambor del fuerte tocó a parlamento y se izó en el caballero del baluarte de San Miguel o del Oeste la bandera blanca. Inmediatamente cesaron las hostilidades y el coronel Lisingen del regimiento hannoveriano Prinz Ernst pasó al campo español a las 10, a entregar la propuesta de rendición. Estas primeras capitulaciones, por lo visto, eran las mismas que el duque de Richelieu había concedido al gobernador Blakeney en 1756 y pedían que a la guarnición no se la considerara prisionera de guerra, lo cual implicaba en principio dos cosas: no debían entregar armas cortas y banderas ni tampoco prometer los oficiales bajo palabra de honor no volver a combatir a España en aquella guerra ni entregar sus equipajes.19 No obstante Crillón no aceptó. Tenía orden expresa de su corte de que la guarnición debería entregarse como prisionera de guerra y además se consideraba en aquel momento capaz de exigirlo. Sin embargo, hizo la concesión de que la guarnición saliera con honores, pero entregando las armas y banderas, aunque no los equipajes y comprometiéndose los oficiales por escrito a no luchar de nuevo en aquella campaña. Estas condiciones fueron llevadas al fuerte por el conde de Crillón y el coronel Ventura Caro, que entraron acompañados por el coronel Lisingen. A las 5 de la tarde salieron de nuevo portando las segundas propuestas de Murray. En este caso iban acompañados por el capitán George Don ayudante del gobernador y a quien ya conocemos (vid. pag. 294). En estas segundas proposiciones, Murray, a pesar de consentir ser considerado prisionero de guerra pedía, a cambio de entregar los fuertes de San Carlos y Marlborough y las lunetas de la Reina y Kane, que el resto de las obras exteriores permaneciera en manos de las tropas inglesas hasta su partida de la isla. Propuesta que no fue aceptada, ordenándose que a la mañana siguiente, la del 5 de febrero, la guarnición saliera de San Felipe al completo para ser conducida a Alayor y esperar allí su embarque. Murray aceptó estas contrapropuestas sin más y, tras estampar una primera firma en las capitulaciones, esa misma noche entregó Marlborough. Las definitivas se firmarían en el palacio del gobierno de Mahón el día 6, por Murray, Crillón y su estado mayor y el barón de Falkenhein, comandante de las tropas francesas. A la mañana siguiente de la primera firma, el 5 (martes), la guarnición salió del fuerte con arma al hombro, mecha encendida y banderas desplegadas. Cubría carrera el Ejército combinado hispano-francés desde el glacis hasta Georgetown. A la altura de la batería de Saboya se había abierto una brecha para que pudieran desfilar los vencidos, que entregaron las armas y banderas en un espacio situado frente al reducto de dicha batería. La prensa de la época lo relató así: "A las diez de esta mañana se formó nuestra tropa en batalla y a la izquierda de ella las brigadas francesa y

alemana. Nuestro general pasó al castillo de San Felipe con sus edecanes, jefes principales del exército y otras varias personas distinguidas para tomar posesión de él y de los demás fuertes exteriores. Salió a recibirle el general

18 Antonio de Montenegro al conde del Asalto, Barcelona, 30/3/1780. A.H.N. Estado, leg. 4222-2. 19 La mayoría de artículos de esta primera propuesta de capitulación pueden considerarse genéricos, sin embargo hay uno, el octavo, que cita a cuatro mahoneses que estaban en el fuerte y para los que se pide sean respetados en sus haciendas, así como que puedan permanecer en la isla. Se trataba de Marcos Reure, Pablo Ginard, Miguel Amengual y Luis Roca. Este mismo artículo desapareció absolutamente en las segundas y definitivas capitulaciones. Vid. el texto completo en el apéndice documental, documento nº 3.

Drapper y le conduxo hasta la habitación del general Murray, pero como éste había salido por otro camino con el propio objeto; al cabo se encontraron en el foso principal en donde se cumplimentaron mutuamente con la mayor urbanidad, pasaron juntos a reconocer los cuarteles, bóvedas, almacenes, fosos, minas y demás puestos de defensa, y como permanecía aun la bandera parlamentaria inglesa, se colocó en su lugar la española, repitiéndose con tan digno motivo las vivas y aclamaciones. Consiguientemente a este acto, desfiló por medio de nuestras tropas, toda la guarnición inglesa con los honores militares acostumbrados en semejantes casos y al llegar a las extremidades de nuestra línea entregó las armas y banderas, conduciéndose desde luego éstas a casa de nuestro general.

Desde este punto han reynado entre todos, españoles, franceses e ingleses, la más perfecta armonía y cordialidad y nada se ha omitido por nuestra parte para hacer más tolerable su suerte a los generales y oficialidad inglesa. Por lo respectivo ala tropa de la guarnición, se ha distribuido en los parages que han parecido más convenientes, franqueándola todos los alivios necesarios."20

La situación de San Felipe en el momento de la rendición.

Bueno es que, después de rendido el fuerte y teniendo en cuenta las circunstancias irregulares en las que se efectuó, hagamos balance. Nos referimos fundamentalmente al baile de cifras con los escorbúticos y a la sospecha de arreglo económico que planeó continuamente sobre el acontecimiento. Por ello tratemos de hacer un análisis lo más ecuánime posible de como sucedieron las cosas el día 4 de febrero de 1782, desde el punto de vista de los canones que marcaban los usos de la guerra de entonces, que es, pensamos, uno de los más objetivos puntos de vista que pueden arrojar alguna luz sobre el acontecimiento. Veamos: en principio Murray se rindió con casi toda la guarnición en estado de resistir (al menos desde el punto de vista de la salud corporal); con más de la mitad de los cañones en servicio21 y con gran cantidad de provisiones de guerra y boca y sin que el enemigo hubiera, avanzado en sus aproches poco más que de la tercera paralela, conseguido estallar las minas, conquistado el camino cubierto o abierto brecha en obra alguna. Por su parte, Crillón no atacó el fuerte por medio de aproches aunque en algunos casos parece que lo intentó, aunque se trataba, creemos, de pura comedia para engañar al enemigo (también a su jefe de estado mayor Lemaur y puede que además a la opinión pública) o fantasías de su mente especulativa. Al final se vio que su única táctica consistió en un bombardeo masivo, apabullante (y enormemente costoso en dinero aunque, no tanto en vidas humanas), para conse-guir minar la resistencia psíquica de los sitiados, lo que parece le dio resultado, aunque recibió severas críticas. En concreto un anónimo autor francés escribió que el duque no había rendido el fuerte según las reglas de oficio y que debía haber efectuado un asalto. Crillón se defiende en sus memorias diciendo que tenía que cubrir un amplia área defensiva, manteniendo tropas en todas las villas de la isla y que eso fue lo que se lo impidió.22 En este caso el duque no hacía honor a la verdad si tenemos en cuenta que no tenía nada que temer por parte de los habitantes de la isla los cuales, salvo algunos revoltosos de los primeros días, colaboraron. Fundamentalmente desde que se quitó de en medio a los díscolos, deportándolos. De todas formas, la excusa que más utilizó siempre el duque fue la del ahorro de sangre, que es desde luego buen argumento y además muy común en la época. No obstante, la pregunta que nos queda en pie es la siguiente: ¿Hubiera pensado también en el ahorro de vidas humanas el ambicioso Crillón, si hubiera tenido consigo tropas aguerridas y experimentadas en vez de bisoños soldados de reemplazo? ¿No hubiera actuado como su compatriota Richelieu 26 años antes?

20 Texto publicado en la Gaceta de Madrid del 8 de marzo de 1782. 21 Crillón dice en su carta del 12 de febrero que de los 306 cañones y 43 morteros que contaba la guarnición habían sido inutilizados 104 y 23, respectivamente. También que de los 20.000 quintales de pólvora que tenían al principio del sitio, aun les quedaban 3.800 en el momento de la rendición. Vid. Crillón a Floridablanca, 12/2/1781. A.H.N. Estado, leg. 4230. 22 CRILLÓN Memoires, pag. 304.

¿Fue Murray abandonado a su suerte por su Corte?

La correspondencia capturada por los españoles al general Murray después de la rendición de San Felipe y que luego fue a parar al archivo de la Secretaría de Estado23, da cuenta de algunos movimientos que se registraron en Inglaterra para acudir en ayuda de los sitiados, aunque por lo que se desprende de la misma, parece más un acto testimonial y si no se trató de esto, la reacción inglesa fue, desde luego, incompleta y tardía. En una carta fechada el 26 de enero de 178224, Lord Hillsborough, Primer Lord del Almirantazgo, comunicaba a Murray que se estaba preparando una expedición, formada por los navíos Cerberus y Apolo y cinco transportes, mandados por el capitán Man, que conducirían a Mahón al Regimiento 97 de Infantería de Línea. No obstante la carta decía simplemente que el capitán Man tenía "orden de convoyar dicha expedición" (is under orders to convoy to Mahón...) e incluso se le informaba de las señales que enarbolaría a su llegada para darse a conocer, pero en absoluto se mencionaba el hecho de que hubiera partido de Inglaterra. Aproximadamente un mes después, el 5 de marzo el buque St. Philips Castle, mandado por el capitán Parker, llegó a las inmediaciones de San Felipe y creyendo que aun no había sido tomado, botó una chalupa con un oficial de dicho navío que fue hecho prisionero. Apercibido Parker levó anclas y huyó. A su bordo conducía al mayor general Rainsford, que tenía órdenes de incorporarse a la guarnición como tercer jefe para evitar que, en caso de muerte de Murray o Drapper, el castillo cayera en manos de un extranjero. La alusión correspondía a la condición de alemán del mayor general Heinrich Sidow, comandante hannoveriano y a la sazón tercero en rango en San Felipe. Precisamente el oficial capturado informó a las autoridades españolas, que creía que a principios de febrero había partido de Inglaterra la expedición de socorro. No parece que esta afirmación fuera cierta y además ya era tarde. Aparte de que un solo regimiento hubiera servido únicamente para relevar a la agotada guarnición y procurar que el asedio se prolongara, utilizándolo una vez más como baza en las negociaciones, pero nunca para conseguir levantar el sitio y mucho menos para vencer a los españoles. La noticia de la rendición llega a Madrid. En la segunda mitad de febrero de 1782 partieron de Mahón dos buques. Uno a Barcelona y otro a Alicante. En el primero iban el coronel Pablo Sangro y el capitán de fragata José de Salazar, que llevaban la noticia de la rendición a la Corte. En el segundo buque, que llegó a Alicante el 20 de dicho mes, viajaban el teniente coronel Joaquín de Cordova, conde de Tendilla, y el coronel duque de Montellano y Grande de España, que había servido como edecán. Ambos oficiales llevaban consigo un sobre lacrado en cuyo anverso se podía leer una frase escrita con la horrible letra de Crillon, que rezaba: al Rey mi Amo. Eran las actas de capitulación del castillo de San Felipe.

23 A.H.N. Estado, leg. 4230. 24 A título de curiosidad histórica, en ese mismo día a las 9 de la noche y en el sitio de Gibraltar, una bomba lanzada desde la batería inglesa, denominada Ulisses, arrancó la cabeza de cuajo al teniente coronel José Cadalso. Su tumba (no sabemos si su cadáver) se encuentra actualmente en el cementerio de San Roque.

---------------------------------------------------------------- RELACIÓN DE MUERTOS Y HERIDOS DEL EJÉRCITO ESPAÑOL EN LA CAMPAÑA DE MENORCA.¡Error! No se encuentra el origen de la referencia. ---------------------------------------------------------------- Cuerpos Oficiales Tropa ---------------------------------------------------------------- Muertos Heridos Muertos Heridos Desertores M. enferm. ---------------------------------------------------------------- Saboya 4 22 4 Ultonia 1 2 13 15 16 1 Princesa 1 5 11 4 Burgos 3 2 26 52 4 Murcia 1 14 29 1 6 Cataluña 4 23 64 1 9 América 22 24 1 1 Ehrler 1 26 42 10 Berschart 19 42 9 Artillería 3 13 35 Numancia 2 1 1 Lusitania 1 Villavic. 2 1 Dragones 2 Sagunto 2 Almansa 6 8 22 1 Milán 2 2 Buch 1 1 Preboste 1 ---------------------------------------------------------------- Total: 4 20 180 360 20 54 ---------------------------------------------------------------- FUENTE: Gaceta de Madrid de 22 de febrero de 1782. ----------------------------------------------------------------

---------------------------------------------------------------- RELACIÓN DE TROPAS INGLESAS Y PERSONAL CIVIL QUE SALIERON DE SAN FELIPE TRAS LA RENDICIÓN ---------------------------------------------------------------- Unidad Comandantes Oficiales Tropa ---------------------------------------------------------------- Gobernador Tte. Gral. J. Murray 1 Tte. gobernador Tte. Gral. W. Drapper 1 Cte. hannov. Mcal. H. Sidow 1 Rgto. 51 Col. H. Pringle 29 459 Rgto. 61 Tcol. G. Acklom 33 432 Rgto. P. Ernst Col. N. Lisingen 20 395 Rgto. Goldacker Tcol. F. Hager 19 410 Artillería S. Mayor J. Walton 15 132 Ingenieros Col. J. Brewse 5 15 Minadores Tcol. D. Case 2 38 Marina S. Mayor C. Hay 38 514 Corsos Cap. M. Colle 3 28 Griegos Cap. N. Alexiano 3 58 ---------------------------------------------------------------- Total militares: 170 2.481 ---------------------------------------------------------------- Empleados civiles 43 Mujeres 154 Niños 211 ---------------------------------------------------------------- Total civiles: 408 ---------------------------------------------------------------- FUENTE: S.H.M. Ingenieros, leg. nº 3-3-1-1. ---------------------------------------------------------------- ---------------------------------------------------------------- BAJAS INGLESAS DESDE EL 19/08/1781 A 4/02/1782 --------------------------------------------------------------- - Muertos Heridos Fallecidos Desertores ---------------------------------------------------------------- 59 149 65 35 ---------------------------------------------------------------- FUENTE: Diario del sitio confeccionado por el teniente de artillería Francis Dickson. R.M. 1888. ----------------------------------------------------------------

RELACIÓN DE CAÑONES APRESADOS A LOS INGLESES Cañones nº Morteros nº Bronce de 6" 10 Brnce de 13" 2 Hierro de 32" 20 id. de 8" 7 id. de 24" 3 id. de 6" 3 id. de 18" 58 id. de 5´5" 7 id. de 12" 48 id. de 4" 18 id. de 10" 2 Hierro de 13" 2 id. de 9" 56 Obuses de 8" 2 id. de 6" 3 id. de 4" 40 Total: 240 41 FUENTE: Gaceta de Madrid de 22 de febrero de 1782

RELACIÓN DE VÍVERES APRESADOS A LOS INGLESES Barriles, sacos y pipas de harina 2.291 Trigo: quarteras 2.100 Carne salada; barricas y pipas 901 Botas de tocino 40 Barriles de manteca 68 Pipas y tinajas de aceite 39 Barricas, pipas y sacos de arroz 183 Frijoles, judías, garbanzos y guisantes en barricas 200 Botas de vino 15 Pipas de ron a 40 arrobas 145 Cebada, quarteras 900 Paja, arrobas 4.000 Cajones de velas de sebo 58 Piezas de lona ordinaria y fina 39 Tahonas 2 Hornos de munición con todos sus útiles 10 FUENTE: Gaceta de Madrid de 22 de febrero de 1782.

BREVE RECAPITULACIÓN FINAL La monarquía de Carlos III era, en principio, una monarquía militar, tanto por por definición como por estructura. Sin embargo, el Rey, con su aspecto de bon bourgeois, su actitud personal y el clima eminentemente civilista que trató de aplicar a la política del reinado desde presupuestos reformistas ilustrados y modernizantes, añadido todo ello a las decadentes instituciones del ancien regime, en una sociedad en fase terminal de estructuras trastocadas y un ejército desmantelado por las reformas de Ensenada durante el reinado anterior, denota que la vigencia del término militar aplicado al régimen resulta en este caso ambiguo y en trance de ser revisado. Precisamente el propio Ejército va a ser reformado en el contexto de las reformas ilustradas. Primero por necesidad, después de los primeros revolcones del reinado; luego para ponerse al día respecto a la orientación, también ilustrada, de las nuevas corrientes de pensamiento militar circulantes en la época por Europa. En primer plano de esta reforma castrense debemos situar un elemento estructural: un primer impulso tímido de separar lo político de lo militar; en segundo la racionalización del Ejército dotándolo de medios adecuados y de mandos preparados intelectual y técnicamente para obtener la efectividad y pleno rendimiento deseados en tanto que España aun tenía algo que decir en el contexto de las potencias de la época. Sin embargo todos estos buenos propósitos se vieron frenados por la terca actitud de una oposición reaccionaria y recalcitrante en extremo, que habiendo quedado puesta de manifiesto en todos los intentos de reforma del gobierno, no lo fue menos en el terreno militar, sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de los simpatizantes de las cábalas que giraban en torno al llamado partido español o a su variante arandista el partido aragonés, eran militares de media o alta graduación. Desde luego estas fuerzas no tenían futuro, como tampoco podían esperarlo las reformas, desbordadas ambas por el gran acontecimiento de la Revolución Francesa, no obstante las primeras incordiaron lo suyo y coadyuvaron en gran medida al fracaso de las segundas. En este ambiente caldeado se intentó acometer, sin embargo, la reforma militar, que tuvo lugar, en primera instancia en el orden legislativo y las Ordenanzas de 1768 son su resultado efectivo inicial. Después vino el intento de su aplicación, del desarrollo de sus principios generales, pero esta cuestión resultó más espinosa. Estos pasos subsiguientes a las Ordenanzas trataban fundamentalmente de dos cosas: en primer lugar, valorizar, actualizar y adecuar la táctica al momento, implantando la inventada por Federico II de Prusia sin contar que sus principios, excesivamente racionalistas, no se adecuaban más que a determinadas realidades europeas. Así, cuando, en 1775, el general O´Reilly trató de detener a la prusiana una carga salvaje de miles de camelleros en las playas de Argel, llevó a sus tropas a una carnicería. En segundo lugar, junto a las tácticas se trataba también de actualizar a los hombres, introduciendo (desde presupuestos ilustrados) nuevos hábitos y disciplina, tanto para los mandos como para la tropa. En el primer caso bajo la figura del oficial de mérito, a la vez experimentado y especulativo y en el segundo bajo la de un soldado más vinculado patrióticamente a la causa dinástica, que el profesional que se batía fundamentalmente por el prest. En general, los hechos demostraron, tanto en guarnición como en campaña, que el eco de las reformas resultó escaso y produjo más problemas que soluciones, sobre todo por la resistencia de los mandos a ceder privilegios, cambiar hábitos y embarcarse con entusiasmo en un proyecto, que era a todas luces inviable en una sociedad en fase terminal como aquella, en la que ellos, la nobleza, eran el principal elemento en disolución. Incluso en el terreno biológico.

A pesar de todo se intentó llevarla a cabo y hubo meritorios e importantes esfuerzos personales para que saliera adelante, entre ellos los de Alejandro O´Reilly, quien parece que intervino más de lo que se cree en la redacción de las Ordenanzas de 1768, a lo que debemos añadir su protagonismo ulterior como inspector de Infantería desde cuyo cargo trató de impulsar la reforma militar de manera efectiva a pie de obra: en los regimientos. Por último destacar en 1774, poco antes de su caida, la fundación, por este esforzado general de origen irlandés, de la Academia Militar de Avila, importante establecimiento destinado a ser cuna de generales ilustrados, pero que fracasó intrínsecamente por falta de colaboradores eficientes y extrínse-camente por los enemigos que se le echaron encima. Al fin, tras el fracaso de Argel, al especulativo y animoso O´Reilly se le vino encima el mundo y sus enemigos le derribaron con una saña solo proporcional al peligro que éste militar ilustrado debía representar para ellos. Con O´Reilly cayó también su ministro: Grimaldi y fue sustituido por el conde de Floridablanca, un jurista al que tocó lidiar con todo el problema interior y con una guerra exterior contra la Gran Bretaña, en la que trató de dirigir las operaciones militares desde su moderna concepción del gobierno y del Estado, lo que le ganó más si cabe que a sus antecesores la inquina de todos los militares que tenían alguna responsabilidad política o la deseaban obtener: Aranda, Castejón etc, así como todos los pertenecientes de alguna u otra forma al Partido Español Aqui, en la intervención de un civil en los asuntos militares es donde la reforma militar encontró otro definitivo escollo, de una oposición estrictamente militar a los gobiernos de juristas que trataron de llevarla a cabo. Sobre todo cuando el golilla Floridablanca tomó las riendas de la misma desde 1777. En el fondo, la facción militar temía perder la influencia de que había gozado en todos los órdenes. Sobre todo cuando, a la muerte del teniente general conde de Ricla, pariente del conde de Aranda. se encontró con el nombramiento de un civil, Miguel de Muzquiz, como titular de la Secretaría de Guerra, Esta nueva oposición en esta última fase ilustrada del reinado de Carlos III (la que podemos denominar época Floridablanca) acabó definitivamente con cualquier intento de reforma, tanto en lo que se refiere a la tímida tendencia civilista de los golillas ilustrados como a la propiamente castrense. A ello que hay que añadir la escasez de caudales que sufrió el Real Erario tras la guerra de 1779-1783, que no permitió en el plano efectivo abordar ningún tipo de mejora en el Ejército. En efecto: con sus inmensos gastos, la campaña de 1779 a 1783 (en la que España aliada de Francia se enfrentó a Inglaterra), arruinó el Erario, impidiendo después de la paz la cualquier tipo de nuevos impulsos reformistas destacados, tanto generales políticos y sociales como particulares en el ámbito militar. El exceso en el gasto durante dicha campaña sobrevino entre otras cosas por la falta de un Ejército de calidad, cuya ineficacia trató de suplir Floridablanca (metido como hemos dicho a dirigir aun las operaciones bélicas ademas de asumir la dirección política y diplomática de la guerra), con el envio masivo (y desproporcionado) de tropas y material a los frentes, por ejemplo a los dos asedios que se efectuaron en el frente mediterráneo de la guerra: Menorca y Gibraltar. Ambos (el primero victorioso y el segundo fracasado) no representan más que dos caras de la misma moneda: el parcheo político del conde murciano, que tratará de alcanzar el éxito militar por medio de un esfuerzo económico desmesurado, tratando de suplir así la inexistencia de una sabia táctica, por otra parte irrealizable en aquellas circunstancias, por la escasez de mandos cualificados. Aquella campaña fue, pues, una comedia política, una operación de prestigio del conde, que costó al reinado su empuje inicial y produjo un estancamiento, que en el siguiente se convirtió en declive paulatino y desembocó en el colapso definitivo de España como potencia: primero en Trafalgar; luego tras la demoledora Guerra de la Independencia.

Por último, el análisis específico de la expedición a Menorca nos aclara matices relativos a lo que nos acabamos de referir, así como otros propios de los ejércitos de la época en general y del Español en particular. Revela, por ejemplo, los éxitos y fracasos de la reforma militar del reinado de Carlos III. También, el carácter estático fundamental de las operaciones militares de entonces, caracterizadas sobre todo poruna guerra de posiciones que se traducía en largos asedios a fortale-zas y cuyo éxito o fracaso se utilizaba a posteriori en las negociaciones de paz que se llevaban a cabo paralelamente a la misma guerra. Sitios formales perfectamente reglamentados por el ingeniero francés Vauban desde hacía un siglo y en los que las condiciones entre el sitiador y el sitiado estaban bastante igualadas, hasta el punto que sólo se inclinaban a favor del primero si este tenía mayor destreza y astucia. Se decía entonces que: fortaleza sitiada por Vauban, fortaleza perdida; fortaleza defendida por Vauban, fortaleza conservada. De todas formas, tarde o temprano, la fortaleza caía en las manos del sitiador si no era auxiliada. Pero el mérito (la gloria, como se decía entonces), sólo se la llevaba el asediante si conseguía reducir al asediado empleando la ortodoxia, de lo contrario era criticado en extremo como le pasó a Crillón. Y la ortodoxia consistía en seguir todos los pasos del manual, culminando la conquista de la fortaleza con el asalto final. Bien es cierto que en la trastienda las cosas sucedían de otro modo y era frecuente la utilización de sutiles estratagemas para conseguir el éxito, como por ejemplo la secreta negociación entre sitiador y sitiado a veces por cauces no del todo éticos, como hemos podido comprobar en las que sostuvieron Crillón y Murray. Y es que los generales de la época solían tener escasa preparación táctica en todos los países, sobre todo por la poca profesionalización de los mandos, el arbitrario sistema de ascensos y porque la mayoría de las veces la elección de los comandantes de expediciones era más política que militar. Por eso la dirección efectiva de las operaciones se dejaba en manos de técnicos, artilleros e ingenieros militares, que llevaban el peso de la acción, fundamentalmente el equipo formado por el cuartel-maestre general, sus ayudantes y auxiliares. En el caso de Menorca, Crillón, como comandante de la expedición, respondía en parte a este modelo del general de entonces, aunque contaba con alguna experiencia militar y ciertas dosis de paciencia y tozudez, que resultaban idóneas para un asedio, amén de la mano izquierda suficiente para resolver papeletas por medios heterodoxos. Sobre todo en aquella expedición que tenía tantos ribetes militares como políticos. Además, el duque poseía otro de los rasgos típicos del racionalismo de su época: era un arbitrista. Le encantaba la idea de buscar soluciones nuevas y audaces saliéndose de los canones. Lo demostró varias veces en su vida: primero en Francia, proponiendo la invasión de Inglaterra mediante unas lanchas de su invención; luego la del ataque a Gibraltar por sorpresa que le costó la destitución como comandante del campo de San Roque en 1765 y por último en el sitio de Mahón, donde acudió a toda clase de triquiñuelas para vencer aunque no convenciera. Respecto a los mandos que le acompañaron en la expedición a Menorca, decir que se caracterizaron por su mediocridad, salvo algunas excepciones destacables; individualidades que probaron su valía. Algunos ya veteranos, como el conde de Cifuentes o el comandante de la Artillería Bernardo Tortosa, y también jóvenes promesas como Ventura Caro, Pablo Sangro, Javier de Castaños, Federico Gravina o Santiago Liniers. La tropa, por su parte, hizo lo que pudo, si tenemos en cuenta el carácter de los ejércitos de entonces, en los que se empleaba a las clases improductivas de la sociedad. Sin embargo, y gracias a las reformas del reinado en punto a reclutamiento, en aquellos momentos había mejora-do la calidad de los efectivos por pertenecer la mayoría de estos a la quinta. En todo caso parece, por las distintas opiniones que se vertieron entonces, que la tropa se portó fundamentalmente con voluntad, esfuerzo y abnegación, construyendo la paralela en

apenas dos meses, a pesar de los rigores de la estación. Al fin y al cabo en aquel modelo de campaña, más que sangre, afortunadamente lo que se vertía era sudor. El comportamiento abnegado del soldado en aquella acción, del que se hicieron eco aun las tropas francesas que participaron como auxiliares, recuerda bastante al que luego tendrá lugar en la Guerra de la Convención, donde todos los testimonios, de un lado y de otro, coincidieron en destacarlo. Esta razón nos hace retrotraer el precedente de la reacción popular en la Guerra de la Independencia a un sentimiento patriótico que ya apuntaba en las postrimerías del siglo XVIII, bastante aderezado por un profundo fervor religioso. Era lo que, un fogoso predicador de la época, el padre fray José de Cádiz, denominaba el soldado católico en guerra de religión.

NOTAS BIOGRÁFICAS

Fuentes consultadas para la elaboración de las biografías. -Documentación inédita. Archivo Histórico Nacional Sección Consejos. Sección Estado. Sección Ordenes Militares. Expedientes personales de Santiago, Calatrava,

Alcántara, Montesa y Orden de Carlos III. Archivo General Militar de Segovia. Expedientes personales. -Prensa y anuarios. Gaceta de Madrid. Números correspondientes al reinado de Carlos III El Mercurio Histórico y Político. Id. Id. El Correo de los Ciegos de Madrid. Id. Id. Calendario Manual y Guía de forasteros de Madrid y Estado Militar de España. Id. id. -Diccionarios y enciclopedias Diccionario Enciclopédico Espasa Enciclopedia Británica Grand Dictionnaire Universel du XIX siècle par Pierre Larousse. (1881) Diccionario de Historia de España (Alianza) Índice nobiliario español. -Biografías y ensayos. Vid. Bibliografía general.

ABARCA DE BOLEA, Pedro Pablo. Conde de Aranda. (18/12/1719-9/01/1798) [Siétamo (Aragón)-Épila (Aragón)] El conde de Aranda fue entre otras cosas, político, militar (Capitán General) y diplomático. Ocupó la presidencia del Consejo de Castilla de 1766 a 1772, año en el que fue nombrado embajador de España en París (antes lo había sido de Portugal y Polonia). Posteriormente, en el reinado de Carlos IV, fue Secretario de Estado. En su faceta militar, ocupó los cargos de director general de Artillería e Ingenieros durante el reinado de Fernando VI en 1756. Luego el de Capitán General de Valencia y Murcia en 1765 y de Madrid en 1766. Participó en las campañas de Italia (1736-1747) y en la de Portugal en 1762. AGUIRRE Y LANDÁZURI, Manuel Mariano de. (9/04/1747-1800) [Munguía-?] Sentó plaza de cadete en el Regimiento de Caballería de Borbón en 1761 (el mismo de Cadalso*, de quien fue amigo íntimo). En 1781 era ayudante mayor y capitán graduado. Con este rango, participó en la campaña de Menorca como ayudante del mariscal de campo Horacio Borghese*. Ascendió a teniente coronel en la promoción de la victoria. Durante los años 1783 a 1788, escribió ensayos políticos y literarios de un cierto tinte progresista-roussoniano, en el periódico el Correo de los Ciegos de Madrid, , con el pseudónimo de el Militar Ingenuo. Luego, el estallido de la Revolución Francesa provocó una reacción conservadora en España que acabó con la cierta libertad que la prensa española había gozado por aquellos años. Con ésta desaparece también Aguirre como escritor. En 1788, a los 41 años, había casado con una hija de los marqueses de las Cuevas del Becerro de Écija. Posteriormente y ya con el grado de brigadier, participó en la Guerra de la Convención y fue herido en la batalla de Pontos, tras cargar contra el enemigo con 50 húsares. En la promo-ción de Godoy de 1795 fue ascendido a mariscal de campo. Debió morir poco después porque en el escalafón de la Guía de Forasteros de 1801 ya no aparece su nombre. ALBRANCA, Marqués de. Vid. Martorell y Gomila, Gabino. ARANDA, Conde de. Vid. Abarca de Bolea, Pedro Pablo. ASALTO, conde del. Vid. González y Bassecourt, José. AVILÉS, José de. II Marqués de Avilés (1730-1791) Pertenecía a una familia catalana de negociantes encumbrados originaria de Vich. Sabemos que era hermano de Miguel de Avilés, I marqués de Avilés desde 1761 e Intendente de Zaragoza, cuya casa fue quemada en 1766 por los sublevados con ocasión del Motín de Esquilache en la capital aragonesa y a quien Carlos III compensó nombrándole cossejero del Supremo Consejo de Guerra. En 1775, Avilés era coronel graduado de dragones y teniente coronel vivo del regimiento de Dragones del Rey. En 1780 heredó el título de marqués por la muerte de su hermano.

En la toma de Menorca ocupó Ciudadela y mandó la línea del centro de la paralela durante el sitio de San Felipe. Ascendió a Brigadier en la campaña y se le concedió una encomienda de la Orden Militar de Montesa. Su hijo, Gabriel de Avilés y del Fierro (?-1810), que heredó el marquesado, fue virrey del Perú en 1801. BABELON, Hubert de. Teniente coronel de minadores francés. Actuó en Mahón como voluntario al frente de una compañía de su ramo. Se encargó después de la voladura de San Felipe. Su hijo Louis de Babelon quedó en Menorca y llegó a ser gobernador interino de la isla en 1809. BAILÉN, Duque de. Vid. Castaños y Aragoni, Francisco Javier. BAÑUELOS, Miguel. (1716-?) Era el intendente de Mallorca en 1781. Llevaba entonces 46 años de servicio, de los que 37 fueron en el Ministerio de Hacienda y 15 de intendente. Bañuelos empezó su carrera en 1734 en Nápoles. El padre fue oficial de Dragones de Lusitania en la guerra de Cerdeña y Sicilia en los años de 1717 y 1718. Un hermano mayor murió en el sitio de Mesina. Tenía tres hijos: el mayor, Francisco de Paula era alférez de Guardias Españolas y había asistido como cadete en la expedición a Argel; el segundo, de quien desconocemos el nombre, estaba, en expresión de su padre, sin acomodar y era aspirante a comisario de guerra; el tercero, Pedro, estaba agregado a la contaduría de Barcelona. Como consecuencia de sus desavenencias con el marqués de Solleric* Bañuelos fue destituído y enviado a Barcelona. Posteriormente se le concedió la Intendencia de Galicia. BERTON DE LOS BALBO DE QUIERS FABRI DE MONCAULT ZAPORTA Y AUBERDEE, Louis. II duque de Crillón. I duque de Mahón. (22/02/1717-9/04/1796) [Avignon-Madrid] Hijo de François-Félix Berton, I duque de Crillón (título papal concedido en 1725) y María Teresa Fabri de Moncault. Su abuela materna, Francisca Zaporta, era aragonesa de Zaragoza. Su hermana era la condesa de Brancas. Había casado en primeras nupcias con Françoise-Isabelle Convay el 2 de enero de 1742, de la que tuvo dos hijos: Louis-Alexandre* y François-Félix*, marqués y conde de Crillón, respectivamente. Habiendo enviudado de su primera esposa, contrajo matrimonio morganático en segundas nupcias con la peruana Anastasia Espinosa en 1770, de la que a su vez tuvo otros dos hijos: Louis-Antoine* y Virginia. En 1731 ingresó en el Ejército Francés como cadete en la Compañía Gris de la Guardia Real. En 1733 ascendió a teniente y pasó al ejército de Italia a las órdenes del mariscal de Villars. Hizo todas las campañas de Italia, siendo discípulo de Saxe, Vallières, y Lowendal. En 1742 se le concedió la coronelía del regimiento de Bretagne. Tras las guerras de Italia ascendió a teniente general y se le dio el gobierno de las provincias de Picardía, Artois y Boulonnais. En esta circunstancia y en 1758, propuso a la Corte la invasión de Inglaterra por medio de un sistema de chalupas de su invención, que no fue

aceptado, provocando sus iras contra el ministerio. Luego como consecuencia de las reformas militares del ministerio Choisseul* se vio postergado. Entre unas cosas y otras pidió participar en la campaña de Portugal en el ejército expedicionario francés que se preparó a tal evento y desde entonces quedó al servicio de España a petición propia. En 1765 fue nombrado comandante del campo de Gibraltar, cargo del que fue destituído como consecuencia de su propuesta de invadir el Peñón sin previa declaración de guerra, con ocasión de una tormenta que derribó la cortina del puerto en la Roca. En 1780 se le concedió la Orden de Carlos III y en 1781 fue comisionado para comandar la expedición a Menorca, que culminó con éxito, concediéndole Carlos III el rango de Capitán, General, el ducado de Mahón con Grandeza de España de Primera Clase y el Toisón. Con posterioridad fue nombrado Capitán General de Valencia y Murcia, cargo que ejerció hasta su muerte. BORGHESE Y COLONNA, Horacio. (24/09/1736-?) [Roma-?] Era hijo segundo de Camilo Borghese, príncipe de Borghese y Sulmona, Grande de España de 1ª clase (desde 1708) y de Inés Colonna. Su abuelo materno, Felipe Colonna, también era Grande y además caballero del Toisón. Su hermano mayor, Juan Bautista, además de heredar el principado de Borghese y Sulmona lo fue también de Paleato y ostentaba el título de condestable del Reino de Nápoles. En 1764 Horacio Borghese era coronel vivo del regimiento de Dragones de Montesa. En 1769 caballero de Santiago y encomienda de Aguilarejo. Fue ascendido a Brigadier en 1770. En 1779 era ya mariscal de campo y participó con este grado en la campaña de Menorca donde ascendió a teniente general. Más adelante fue nombrado embajador de Prusia. Dejó escrita una obra con noticias de la corte prusiana. Destacó como arandista en el partido

aragonés. BORNOS Conde de. Vid. Ramírez de Haro y Córdoba, Onofre. BRACHO, Gaspar. Brigadier. Comandante de la brigada de Burgos en el sitio de Mahón en 1781. Ascendió a mariscal de campo en la promoción de la victoria. Mostró adhesión a Crillón, frente a las cábalas. BUCH, Félix, Jerónimo. Buch era suizo. Era mariscal de campo en 1775 y asistió a la expedición de Argel en el estado mayor de O´Reilly. En la promoción de 1776 ascendió a teniente general. En la expedi-ción a Menorca fue comandante de las tropas suizas. Participó en el sitio de San Felipe sin pena ni gloria. Como no poseía bienes patrimoniales (era pobre, en palabras de Crillón) se le concedió una encomienda al final de la campaña. CADALSO Y VÁZQUEZ, José de. (8/10/1741-27/02/1782) [Cádiz-Campo de San Roque] Militar y escritor. Hijo de José Cadalso y Josefa Vázquez de Andrade.

El 4 de agosto de 1762 sentó plaza como cadete en el Regimiento de Caballería de Borbón (un año después que su íntimo amigo Aguirre*), con el que participó en la campaña de Portugal en 1762. En 1764 benefició una compañía con 50 caballos y ascendió a capitán. En 1766 participó en la represión del Motín de Esquilache en Madrid con su Regimiento. En 1775 fue nombrado Sargento Mayor de su regimiento, teniente coronel graduado en 1776 y efectivo en 1777. En agosto de 1778 acudió al campo de Gibraltar de guarnición, donde permanecerá hasta su muerte en 1782, cuando una bomba disparada desde la Roca acabó con su vida. Cadalso perteneció al círculo de amistades del conde de Aranda, era pues muy cercano al Partido Aragonés. Escribió, además de numerosas poesías, Noches lúgubres, Los eruditos a la violeta,

Cartas Marruecas. Se le atribuye también una obra póstuma titulada El buen militar a la violeta, ensayo de crítica militar aparecida en 1792. CAMPO, Bernardo del. (?-24/04/1800) [Belorado (Burgos)-Madrid]. Covachuelista y diplomático. En 1754 era funcionario de la embajada en Londres. Pasó luego a Madrid como primer oficial de la Secretaría de Estado en 1775 durante el ministerio Grimaldi y luego con su sucesor Floridablanca* (1776), hasta que en 1782 fue enviado a Londres a negociar algunos aspectos de la paz de Versalles. Desde 1783 y una vez firmada ésta. Quedó de embajador de España ante la Corte de Saint James. En 1795 fue el encargado de negocios en París ante el Directorio. Volvió a España en 1800, año en que murió. Campo fue gran colaborador y amigo de Floridablanca y de Crillón e intervino activamente en los aspectos más políticos de la toma de Menorca. CARO Y MAZA DE LEZAMA, Ventura. (1742-1809) [Valencia-Ibidem] Hijo tercero de José Caro y Roza, Marqués de la Romana (desde 1739). Participó en la expedición de O´Reilly* contra Argel en 1775 donde resultó herido. Allí murió su hermano mayor, Pedro, que era mariscal de campo, heredando el título el segundo que era alférez de fragata y que participó en la toma de Menorca como ayudante de Buenaventura Moreno*. En 1776 Caro ascendió a coronel y fue agregado al Regimiento de Dragones de Pavía. Ese mismo año y con el fin de promocionarse, envió un proyecto de modificaciones de la táctica prusiana al Príncipe de Asturias. El 18 de septiembre de 1781 se embarcó en Alicante al mando de tres escuadrones de dragones desmontados del Regimiento de Almansa, para reforzar el sitio de Mahón, después de haber pedido reiteradamente a Floridablanca, del que era protegido, que le incluyera en la expedición. Durante el sitio de San Felipe, mandó con distinción la izquierda de la paralela y actuó como parlamentario el día de la rendición junto al conde de Crillón*. Posteriormente quedó algún tiempo de guarnición en la isla a la partida de las tropas En 1782 ascendió a brigadier y se le distinguió con la encomienda de Piedrabuena de Calatrava.

Al año siguiente, en la promoción de la paz de Versalles, fue ascendido a mariscal de campo y a teniente general en 1789, en la de la exaltación al trono de Carlos IV. Con posterioridad fue nombrado Capitán General de Galicia. En 1793-95 participó como jefe del ejército de Navarra en la Guerra de la Convención, cargo del que dimitió por no estar de acuerdo con las órdenes de Madrid. De él dice Godoy en una carta: ¿Cuando Caro hizo su honrosa dejación? ¡gran general por cierto! Sirve al Rey de

España, monarca el más benigno de la tierra; pues si se hubiese hallado con otro rey, tal vez su

cabeza no existiría.(Citada por Muriel, I-22). En 1796 y a la muerte de Crillón, le sustituyó como Capitán General de Valencia y Murcia y en la promoción de la paz de Amiens en 1802 fue ascendido a capitán general efectivo. En 1808 y detentando aun la Capitanía de Valencia cargo obligó a la retirada a las tropas napoleónicas del mariscal Moncey. En la capital valenciana existe actualmente una calle que lleva su nombre: la Avenida de Caro. CASA-CAGIGAL Marqués de. Mariscal de campo, participó en la toma de Menorca formando parte del estado mayor de Crillón. Ascendió a teniente general en la promoción de la victoria. CASAS LA QUADRA, ARAGORRI Y OLAVIDE, Luis de las. Familiar del embajador español en Berlín, Simón de las Casas. Era aragonés. En 1764 era capitán del Regimiento de Voluntarios de Aragón de Infantería Ligera. Brigadier comandante de la brigada de Saboya y coronel del mismo regimiento en el sitio de Mahón. Vinculado a la familia Osuna y cabalista contra Crillón. CASTAÑOS Y ARAGONI Francisco Javier. I Duque de Bailén. (22/4/758-24/9/852 [Madrid-Madrid]. Era cuñado del conde de O´Reilly*. Estudió en el Seminario de Nobles de Madrid. En 1764 estaba mandando la compañía de granaderos del Regimiento de Infantería de Saboya y acompañó a su cuñado O'Reilly a la Guerra de los Siete Años en Alemania. En 1768 fue ascendido a capitán de Infantería efectivo. Luego se distinguió en Mahón y fue comisionado a Londres a llevar los prisioneros de san Felipe. De donde regresó participando el en asedio de Gibraltar. Ascendió a teniente coronel en la promoción de la victoria. Después participó en la defensa de Orán y Ceuta desde donde mantenía una activa correspondencia con el mahonés Jorge Seguí, en cuya casa había permanecido alojado durante el sitio. Ascendió a coronel en 1791 y se le concedió el mando del Regimiento de Africa. Combatió en la Guerra de la Convención a las órdenes de Caro, ascendió a Brigadier durante la campaña. En la defensa del monte San Marcial fue herido grave en la cabeza. La bala le entró por debajo del pabellón derecho de la oreja y le salió por encima de la izquierda. En la promoción de Godoy de 1795 ascendió a mariscal de campo y se le concedió la Comandancia del campo de Gibraltar. Concurrente a la tertulia de la condesa de Benavente-Osuna y contrario a Godoy, éste le desterró a Badajoz en 1799, sin embargo ascendió a teniente general en la promoción de Amiens en 1802.

En 1808 venció al general napoleónico Dupont en la batalla de Bailén, acción por la que fue ascendido a Capitán General y se le otorgó el título de duque de Bailén. Murió muy anciano a la edad de 94 años y fue tutor de Isabel II. CASTEJÓN, Marqués de. Vid. González de Castejón, Pedro CASTELFRANCO, Príncipe de. Vid. Sangro, Pablo. CIFUENTES, Conde de. Vid. Silva Meneses y Pacheco, Juan de. CRILLÓN-MAHÓN, Duque de. Vid. Berton de los Balbo de Quiers, Zaporta y Auberdee, Louis. CHOISSEUL-AMBOISE, Etienne-François. Duque de Choisseul. (1719-1785) [Lorena-París] Embajador francés en Roma y Viena y posteriormente ministro de Estado. Era favorito de la Pompadour como el mariscal Richelieu*. Fue el fautor del Tercer Pacto de Familia con España en 1761 y se caracterizó por su política antijesuítica y de reformas militares: reducción de efectivos, racionalización de los ascensos. eliminación de la responsión particular a los capitanes de compañía etc. Crillón se enemistó con él y fue éste uno de los motivos de su venida a España. Choisseul cayó en 1770 y le sucedió un triunvirato con sus enemigos el Comandante de Bretagne D´Aiguillon, Maupeau y el abate Terray. En 1774, a la muerte de Luis XV y el advenimiento al trono de Luis XVI, fue nombrado ministro de Estado el conde de Vergennes*, hechura suya. D´ARÇON. Vid. Le Michaud D´Arçon, Jean-Claude-Eleónore. DICKSON, Francis. Teniente de artillería durante el sitio de San Felipe. Mandaba las lunetas del Oeste y la Carolina. Escribió un diario del sitio. Ramis (que le llama Juan) asegura que llegó a coronel y que murió a los 85 años. DON, George. Capitán del Regimiento de Infantería de Línea nº 51 del Ejército Británico. Edecán de Murray* y pariente suyo. Participó activamente en todas las negociaciones, tanto públicas como privadas entre su comandante y Crillón. Posteriormente fue pieza fundamental en la defensa de su pariente en el consejo de guerra de los Horseguards. DRAPPER, Sir William. (1721-1787) [Bristol-Londres] Caballero del Baño y de la Banda Azul, era coronel en 1760. Participó en 1761 en la toma de Belle-Isle (Canadá) por cuya acción ascendió a brigadier. En 1763 comandó la expedición que salió de Madrás (India) contra Manila. Habiéndose refugiado los 800 soldados españoles y algunos indígenas en la ciudadela. Drapper tomó la ciudad con 2300 hombres. Al fin el virrey-arzobispo Manuel Antonio Rojo, rindió la plaza.

En 1780 era teniente general y fue nombrado teniente gobernador de Menorca, donde tomó posesión de su cargo en febrero de dicho año. Según testimonios del comisario Montene-gro, tuvo en Menorca cierta fama de graciable "El segundo gobernador, que vino con el convoy

últimamente, es hombre al parecer sexagenario, marcial y que por su dulzura y afabilidad

merece algún concepto entre las gentes." Al regreso a Inglaterra después de la caída de San Felipe hizo varias acusaciones contra el gobernador Murray en el consejo de guerra que se celebró por la pérdida de Menorca. Después su figura se desdibuja. Se retiró a sus posesiones ou termina ses jours dans l´obscurité, como dice un biógrafo francés desconocido. EYRIES Jean. Capitán de navío francés, que después de participar en la expedición francesa al Senegal en 1780, fue de voluntario al sitio de Mahón donde tuvo una actuación relevante como asesor naval de Crillón y al que el duque le encomendó diversas misiones delicadas. Su hijo Jean-Baptiste-Benoit Eyries, (1767-1846) fue un famoso viajero y geógrafo. Se adhirió a la Revolución y en 1794 hubo de trasladarse a París a liberar a su padre detenido por sospechoso. FERNÁNDEZ MIRANDA, José. Duque de Losada. (?-1783) [Gijón-El Escorial] Grande de España, confidente de Carlos III, acompañó al monarca a Nápoles y regresó con él en 1759. Fue sumiller de corps y teniente general. Era pariente de Jovellanos al que protegió. En los círculos de la Corte le llamaban el asturiano. Ferrer del Río dice de él que era "de condición suave, pulcro en las obras, mudo en el

secreto, muy noble de alcurnia y más todavía de alma, se le designaba como dechado de

caballeros. Para las cosas políticas solía ser el duque cerca de Carlos III como el eco de la

voz de Tanucci." Y Fernán-Núñez: "Este favorito era digno de un tal Rey, que, si no le hubiera

tenido a su lado hasta que murió en el Escorial, en el cuarto inmediato al suyo, que siempre

ocupaba, el año 1783. Honrado, noble, franco, incapaz de intrigas, de hacer mal ni de hablar

mal de nadie, y solícito en alabar y en hacer bien a cuantos podía; tal fue, y debía ser

necesariamente, el carácter personal del digno y dichoso favorito." FLORIDABLANCA, Conde de. Vid. Moñino Redondo, José Antonio Nolasco. FUNES DE VILLALPANDO ABARCA DE BOLEA, Ambrosio. Conde de Ricla. (1719-15/07/1780) [Zaragoza-Madrid] Hijo del conde de Atarés y primo del conde de Aranda*, al que estaba unido no solo por parentesco sino por ideas políticas. Su título de conde lo adquirió por su matrimonio con la condesa-marquesa de Ricla y Camarasa. Sentó plaza de cadete de Guardias Españolas. Participó en las campañas de Italia. Fue mariscal de campo en 1737 con 28 años. Luego, durante el reinado de Fernando VI, permaneció relegado por enemistad con Ensenada. Con Carlos III recobró el favor regio y ascendió a teniente general en 1762. Participó en la guerra de Portugal ese mismo año y fue gobernador de la isla de Cuba en 1763. En 1767 fue nombrado Capitán General de Cataluña y en febrero de 1772

Secretario de Guerra, cargo con el que permaneció hasta su muerte. Previamente, en 1777, había sido ascendido a Capitán General efectivo. Tenía fama de abúlico pero hemos podido comprobar que tenía talento y capacidad de organización. Como O´Reilly*, Ricardos y otros militares de la época tenía ideas ilustradas. GAUSA, Conde de. Vid. Muzquiz y Goyeneche, Miguel de. GONZÁLEZ BASSECOURT, Francisco. I Conde del Asalto, marqués de González, de Grigny, de Borghetto y de Ceballos. (?-1789) Su familia era oriunda de Nápoles y de origen flamenco. Se le concedió el título de conde del Asalto en memoria de su hermano, Vicente González de Bassecourt, uno de los oficiales de Marina que murió heroicamente en la defensa de la Habana en 1762. Con el grado de mariscal de campo, Asalto participó en la expedición a Argel en 1775, formando parte del estado mayor de O´Reilly*. Llevaba entonces como ayudante a Manuel de Quevedo*. Por esta acción fue ascendido a teniente general y sargento mayor de Guardias Españolas. En 1772, siendo gobernador militar de Barcelona, sustituyó al conde de Ricla como Capitán General de Cataluña, cuando éste fue nombrado Secretario de Guerra. En ejercicio de este cargo en 1781, y en relación con la campaña de Menorca, se ocupó de suministrar la infraestructura para el sitio de San Felipe y en general apoyó activamente todas las acciones relativas, tanto a la preparación como a la realización del proyecto. En premio a sus servicios fue ascendido a teniente coronel de Guardias Españolas en la promoción de la victoria. Era muy cercano a Floridablanca y su apoyo principal en la capital barcelonesa. En la famosa sátira de la confesión de Floridablanca, sus enemigos ponían en boca de Moñino la siguiente opinión sobre Asalto: "Al conde del Asalto, que siempre ha sido calabaza, le protejo

porque además de ser cuñado de la Chomba, se me ha rendido desde que vine de Roma, me ha

hospedado en Barcelona y ha hospedado a mi hermano, sobrinos y recomendados." GONZÁLEZ DE CASTEJÓN, Pedro. Marqués de Castejón. (1720-1783) [?-Madrid] Castejón hizo sus primeras armas como marino en 1744, siendo herido en la batalla del cabo Siclé. Posteriormente en 1762 y siendo capitán de navío participó en el sitio de la Habana al mando de una batería. En 1767 se le nombró comandante del Departamento Naval de Cartagena. En 1775 mandó la escuadra que transportó a Argel a la expedición O´Reilly. Teniente general de Marina en 1776, sucedió a Arriaga en la Secretaría de Marina, gracias al valimiento de Almérico Pini*. Fue el primer ministro de Marina procedente de la Academia Naval. Carlos III le concedió el marquesado de su apellido en el mismo año de 1776. GRAVINA, Federico Carlos. Caballero de Santiago. (1756-1806 [Palermo-Cádiz].

Ingresó en la Armada española en 1775 como guardiamarina. Mandó el jabeque San Luis como capitán de fragata, tanto en el bloqueo de Gibraltar como en la toma de Menorca. Fue ascendido en la promoción de Mahón a capitán de navío y también a brigadier en 1783. Tomó parte en el ataque a Gibraltar de las baterías flotantes al mando de la denominada Nuestra Señora del Rosario y en el bombardeo de Argel en 1787. Luego, ascendido a jefe de escuadra, luchó en la Guerra contra la Convención interviniendo en el sitio de Tolon en 1793, al mando de cuatro navíos. Tras esta campaña, en 1795 fue nombrado teniente general en jefe de la Armada a la muerte de Lángara y Gentilhombre de Cámara. Juan Chiesa le dedicó en este momento un dibujo a la tinta sobre la rendición de San Felipe. En 1804 fue nombrado embajador en París, pero al estallar de nuevo la guerra con Inglaterra pasó de nuevo a Cádiz al mando de la escuadra. Participó en la batalla de cabo Finisterre y poco después en la de Trafalgar (1805) donde mandando el navío Príncipe de

Asturias fue herido en un brazo. Después de la batalla fue trasladado a Cádiz donde murió en marzo del año siguiente. GÜEMES PACHECO DE PADILLA, Juan Vicente. II Conde de Revillagigedo. Grande de España de 2ª clase. (1738-1799) [La Habana-Madrid]. Amigo y confidente de Manuel de Quevedo* y opuesto a la política de Floridablanca y por supuesto a Crillón a quien llama despectivamente en una carta el Héroe Luisiano. Fue teniente general y Virrey de Nueva España desde 1789 a 1794, gobierno en el que se distinguió notablemente. GUTIÉRREZ Y GONZÁLEZ VARONA, Antonio Miguel. (8/05/1729-?) [Aranda de Duero-?] De padre militar. Era sargento mayor del Regimiento de Infantería de Mallorca y teniente coronel graduado en 1769, cuando ese año participó en la campaña de las Malvinas. Luego fue empleado como teniente coronel vivo del Inmemorial del Rey y era coronel del Regimiento de Africa cuando intervino en la toma de Menorca. En la promoción de Mahón ascendió a brigadier y al ser nombrado Cifuentes* gobernador de Menorca y posteriormente Capitán General de Mallorca, Gutiérrez quedó de comandante de las armas y ocupó el cargo de gobernador interino en los períodos de ausencia del conde hasta que en 1791, tras haber ascendido el año anterior a mariscal de campo, es nombrado Comandante General de Canarias. Después, en 1793 asciende a teniente general. Se distinguió en la defensa de Santa Cruz de Tenerife atacada por Nelson el 25 de julio de 1797, donde el almirante británico perdió un brazo. Gutiérrez, no solo rechazó el ataque sino que obligó a los ingleses a capitular. IZE DE ROZAN, Louis. Comendador de la Orden de Malta. Oficial francés de Artillería y Minadores. Era discípulo como Babelon* del marqués de Vallière* y fue postergado a Avignon al estar en desacuerdo con la reforma Gribeauval. Fue durante algún tiempo comandante de la Artillería de Tolon y participó en el sitio de Mahón de

1756. Luego, como voluntario, acudió al de 1781. Fue Edecán y asesor de Crillón. Participó como segundo comandante de la compañía de minadores de Babelon. LEMAUR, Charles. (?-1786) Ingeniero militar de origen francés. Participó en las campañas de Italia en los años cuarenta del XVIII, donde le conoció Crillón. Fue traído a España durante el reinado de Fernando VI por el marqués de la Ensenada, en su política de atracción de técnicos y científicos extranjeros y se estableció en Barcelona, donde fue nombrado profesor de la Academia Militar de Matemáticas. Allí casó con una catalana, así mismo de origen francés, Juana de la Murere, de la que tuvo cuatro hijos varones que siguieron todos la carrera de su padre, llegando dos de ellos, Charles y François, a ingenieros con el grado de mariscales de campo. Durante el mismo reinado y siendo inspector general de Ingenieros el conde de Aranda, se funda en Madrid la Real Sociedad Militar de Matemáticas y es encomendada la dirección al ingeniero Pedro de Lucuce, hasta entonces director de la Academia Militar de Matemáticas de Barcelona, quien se traslada a la Corte llevándose a Lemaur que estaba en ese momento de profesor en la misma. Fracasada la sociedad de matemáticas, Lemaur fue enviado a Galicia a acometer importantes obras de ingeniería civil y militar como director del camino real de Galicia. Allí, según cuenta en una carta al conde de Campomanes (del que era protegido, como así mismo de Floridablanca), tuvo graves problemas con el Capitán General Marqués de Croix que incluso le denunció, aunque resultó absuelto. Posteriormente, comisionado por Floridablanca, se ocupó de la construcción de los caminos reales de Guadarrama y del paso de Despeñaperros en Sierra Morena. En el plano militar participó en la campaña de Portugal (1762) como cuartel-maestre general y comandante de una brigada en el sitio de Almeida. Luego asistió también como cuartel-maestre a la toma de Menorca (a donde acudieron también sus hijos mayores Charles y Emmanuel, como ayudantes suyos) durante el cual tuvo importantes desavenencias con Crillón, hasta el punto de ser relevado. Por su categoría profesional, su nombre ha merecido un lugar en el friso de la estatua erigida a Carlos III en 1994 en la Puerta del Sol de Madrid, donde, dicho sea de paso, también figura el duque de Crillón. Escribió: Discurso sobre la Astronomía e introducción al conocimiento de los fenómenos

astronómicos, (Madrid, imprenta de Fco. Javier García, 1762) y Elementos de Matemáticas

puras. Aritmética universal, geometría elemental y trigonometría (Madrid, Ibarra, 1778). LE MICHAUD D´ARÇON, Jean-Claude-Eleónore. (1733-1800) [Pentarlier (Francia)-?]. Ingeniero francés. Después de haber sido recomendado por Crillón, Floridablanca reservó su actuación para la campaña de Gibraltar donde se probaron sus baterías flotantes que fracasa-ron, trágica y estrepitosamente. D´Arçon regresó a Francia donde escribió unas memorias justificativas tituladas: Memoires pour servir a l´histoire du siège de Gibraltar (Cádiz 1783). En 1789 se sumó a la Revolución y en 1793 fue asesor como ingeniero militar del temible Comité de Salud Pública y posteriormente desde 1795 del Directorio.

LERENA, conde de. Vid. López de Lerena, Pedro. LINIERS Y BREMOND, Santiago. (1753-26/08/1810) [Niort (Francia)-Monte de los Papagayos (Argentina)]. De origen francés. Sirvió primero en el Ejército de su país y en 1774 se retiró con el grado de subteniente, pasando a España, donde en 1776 era ya alférez de fragata. Se distinguió en el Brasil en la toma de Santa Catalina con el marqués de Casa-Tilly en 1776. Participó luego en la toma de Menorca donde destacó en la captura de unos buques ingleses en el puerto de Mahón. por la `promoción de la victoria ascendió a capitán de navío. En 1788 fue enviado de nuevo a América donde alcanzó a ser virrey del Río de la Plata. Murió fusilado por los independentistas criollos el 26 de agosto de 1810 en el llamado Monte de

los Papagayos, cerca de Córdoba (Argentina). LÓPEZ DE LERENA, Pedro. Conde de Lerena. (1735-1792) [?-Madrid]. Era de extracción humilde y amanuense de Floridablanca que le encumbró. Fue, sucesivamente, Comisario de Guerra, Intendente y Secretario de Estado de Hacienda. Participó en la expedición de Menorca sustituyendo como intendente a Pedro de Montenegro, después de su destitución. Posteriormente y antes de ser nombrado Intendente general de Andalucía a la muerte de Domezaín en 1782, colaboró en la formación de la Junta de Gobierno de Menorca,presidida por el conde de Cifuentes, de la que fue el vocal de Hacienda. LOSADA, Duque de. Vid. Fernández Miranda, José. MARCO ZEMBORAÍN, Manuel. (31/12/1736-?) [Sangüesa (Navarra)-?] Era comerciante, capitán de Milicias de Nueva España y caballero de Santiago (1766). Pertenecía a una familia hidalga de Navarra. Sus padres eran Francisco Antonio Marco, natural de Javier y Gabriela de Zemboraín, natural de Sanguesa. Su abuelo paterno era Juan Marco del lugar de Moriones, casado con María de Azcoiti natural de Mélida. Su abuelo materno era Baltasar de Zemboraín, natural de Javier y casado con María de Ugarte, natural de Sanguesa. Su familia era arrendadora del estado de la villa de Javier por comisión de la marquesa de San Miguel de Aguayo, tutora y curadora de la marquesa de Cortes, condesa de Javier. Marco emigró de joven a Méjico donde se dedicó al comercio al por mayor. Allí se casó con María Josefa Antonia Brígida Valmont de Taboada y de la Vega, la hija de un socio suyo, Juan Valmont de Taboada, que fue alcalde ordinario de la ciudad en segundo voto en 1761 y al que sucedió el propio Marco en 1763. MARTORELL Y GOMILA, Gabino-Joaquín-Ignacio-Cleofás-Magin. I Marqués de Albranca. (26/09/1734-?) [Ciudadela-Ciudadela] Hijo de Gabriel Martorell y Águeda Gomila, estaba casado con su prima hermana Juana Olives y Martorell. Debió morir entre 1797, año en que fue elegido por última vez Baile General

y 1803 AÑO en el que su hijo, José Martorell y Olives, ocupó el cargo de jurado militar ya con el título heredado de marqués de Albranca. Gabino era miembro de la nobleza ciudadelana de mayor rango social, los cavallers, que decían remontar sus apellidos a la época de la conquista de Alfonso III. Poseía numerosas tierras en el término de Ciudadela, en régimen señorial de cavallería o enfitéutico. Entre ellas, la possesió de Albranca, de donde tomó el título de marqués, al que pretendió y consiguió en 1789, como premio, aunque tardío, a su colaboración un tanto accidentada en la recuperación de Menorca, confabulado con el marqués de Solleric*. Gabino había estudiado en Francia como muchos de sus contemporáneos y coterráneos de familias acomodadas de Menorca. En Ciudadela ocupó cargos públicos en diversas ocasiones, siendo nombrado Jurado Militar en 1760, 1770 y 1783; Consejero Militar en 1790, 1793 y 1796 y Baile General en 1797. MENDOZA Y PACHECO, Joaquín. (1712-26/06/1782) [?-Palma de Mallorca]. Era Capitán General de Mallorca durante la toma de Menorca. Sirvió en caballería durante 56 años. Estuvo primero destinado en Ceuta. Luego fue coronel del Regimiento de Caballería de Alcántara y brigadier durante la guerra de Portugal (1762). En 1768 fue promovido a mariscal de Campo y se le nombró comandante del campo de Gibraltar. En 1771 se le concedió la encomienda de Oreja de la orden de Santiago y en junio de 1779 se le ascendió a teniente general, año en el que se le concedió la Capitanía General de Mallorca. Falleció Mendoza de un ataque epiléptico, como consecuencia de los disgustos que le provocó su enfrentamiento con el regente de la Audiencia José de Crevenzán. MONTENEGRO, Pedro de. Intendente de la expedición a Menorca. Fue relevado del mando como consecuencia de desavenencias graves con Crillón. Fue sustituido por Pedro López de Lerena*. En la promoción de septiembre se le había concedido la Orden de Carlos III. MOÑINO REDONDO, José Antonio Nolasco. Conde de Floridablanca. (21/10/1728-30/12/1808) [Murcia-Sevilla] Era de extracción relativamente humilde; de una familia de hidalgos empobrecidos. Hijo de José Moñino Gómez, oficial mayor de visita del Obispado de Murcia y de Francisca Redondo Bermejo. Floridablanca no contrajo matrimonio. No obstante sus detractores le achacan que si lo hizo; señalan que cuando era estudiante universitario se casó con la hija de un tahonero "para

tener pan, libros y casa, enlace que después oculta como si fuese muy desigual". Tenía fama de colérico y severo pero debía tener lo que denominaríamos maneras suaves. Por eso le llamaban en algunas ocasiones el melífluo Bernardo o en otras Merengue. Estudió leyes en la Universidad de Salamanca. Carlos III le nombró fiscal del Consejo de Castilla, cargo que compartió con Campomanes. Luego fue embajador en Roma. En 1777 sucedió a Grimaldi en la Secretaría de Estado. En este cargo dirigió toda la política exterior e indirectamente las operaciones de guerra durante la campaña de Menorca y, en fin, durante toda la guerra contra Inglaterra entre 1780 y 1783.

Fue un ministro ilustrado y partidario de ideas avanzadas pero, estallada la Revolución Francesa, se pronunció contra ella con abierta hostilidad. En 1792 fue exonerado de todos sus cargos por las maquinaciones de Aranda* y Godoy y encerrado en la ciudadela de Pamplona. Fue absuelto posteriormente de todos las acusaciones que se habían presentado contra él y se retiró de la vida pública muchos años hasta que en 1808, ya octogenario, con ocasión de la invasión napoleónica fue nombrado presidente de la Junta Suprema Central. Ante el avance francés la Junta se trasladó de Madrid a Sevilla donde el conde falleció. En la actualidad el marquesado se encuentra vacante. MORENO, Buenaventura. (1736-1784) Moreno sentó plaza de guardiamarina en Cádiz en mayo de 1752. En 1773 era teniente de navío, al año siguiente capitán de fragata y en 1778 capitán de navío. Ascendiendo a brigadier en 1781. Fue el Comandante de Marina en la expedición a Menorca y posteriormente el de las baterías flotantes en el asedio de Gibraltar. En la promoción de septiembre fue ascendido a mayor general y posteriormente en la de la victoria a jefe de escuadra. Moreno era hombre de temperamento un tanto agitado. En 1784 se encontraba en Madrid y andando por la calle, trabó disputa por no ceder la acera, con un caballero de Salamanca, que quiso sostener su derecha. La cosa terminó estúpidamente en duelo y Moreno murió como consecuencia de una estocada que le propinó su oponente. Dicen que Carlos III al enterarse de la noticia dijo: "Moreno tenía condiciones de general, pero ha muerto como un guardiamarina". MURILLO, Conde de. Vid. Ramirez de Arellano, Fulgencio. MURRAY, James. (21/01/1721-18/06/1794). [Ballencrieff (East Lothian, Escocia)-Battle (Sussex, Inglaterra)]. Era hijo del IV conde de Elibank. Habiendo enviudado, casó en 1779 con Anne Witham, hija del cónsul británico en Mallorca. Murray ingresó en el Ejército Británico en 1740 y sirvió primero en América. Desde 1757 participó en la campaña del Canadá durante la Guerra de los Siete Años, como teniente coronel. En 1758 mandaba una brigada durante el sitio de Louisbourg, bajo el mando de Lord Amherst. El fue también uno de los tres brigadieres que acompañaron al general Wolfe en la toma de Quebec en 1759, ciudad de la que luego fue gobernador militar entre 1760 y 1768. Durante su mandato en el Canadá se opuso contra las medidas represivas contra los franco-canadienses y fue acusado de parcialidad y aunque exonerado de toda culpa se le destitu-yó. Posteriormente en 1774 fue nombrado gobernador interino de Menorca. Después de la rendición de San Felipe y tras ser absuelto por la corte marcial del cuartel de los Horseguards fue ascendido a General, que en el Ejército Británico era el equivalente a Capitán General. MUZQUIZ Y GOYENECHE, Miguel de. Conde de Gausa, y marqués de Villar de Ladrón. (1719-1785) [Elvetea (Valle del Baztán-Navarra)-Madrid

Era discípulo de Ensenada y muy cercano a los círculos de Isabel Farnesio, la reina madre de Carlos III. Se distinguió como economista. Ocupó 19 años la cartera de Hacienda y a la muerte del conde de Ricla también la de Guerra donde, ya sexagenario y achacoso, se dejó llevar por Floridablanca, sobre todo en lo referente a las operaciones militares de la guerra contra Inglaterra entre 1779 y 1783. En este sentido y en una sátira de 1776, después del desastre de Argel, en la que se pedía la dimisión del ministro Grimaldi y el secretario de Guerra conde de Ricla, se simula una conver-sación entre Grimaldi, el abate Pico de la Mirándola, Sumiller de Cortina de Carlos III y un napolitano, exento de la compañía italiana de Guardias de Corps, Vicente Spinelli, en la que se hace una pintura de él que resultaría profética: Pico: Para salir triunfante de este paso, esa bolsa de Guerra habéis de darla sólo a aquel de los otros

secretarios que ni tenga intereses ni inteligencia, ni cuide de que salga negro o blanco. Su fin sólo ha de ser de

obedeceros, concurriendo por la orden de antemano de tal modo que sea en todo cuanto un verdadera authomato

animado.

Grimaldi: ¿Y donde hallaremos este mueble?

Spinelli: ¿No buscáis uno fácil e inclinado a prestarse por otro en tales lances, de instinto maquinal y tan de

theatro que sólo diga y haga lo que quiera el que le apunta o el que le ha ensayado?

Grimaldi: Ese buscamos ambos ciertamente.

Spinelli: Pues ese es Muzquiz que para esos casos es sin igual como aseguran Roda y otros, y de esas mismas

prendas adornado.

Grimaldi: Es mi amigo sin duda, y me convengo se fíe lo de Guerra a su cuidado"

(BNM Ms 17514-1 pag. 159)

OQUENDO, Joaquín de. (30/11/1749-?) [Albarracín-?). Era descendiente del famoso almirante Oquendo del siglo XVII. En 1771 era caballero de Santiago y capitán del Regimiento Inmemorial del Rey. Después fue ayudante de Aranda, con el que trabó amistad y fue favorito y miembro destacado del partido aragonés. Siendo capitán del Regimiento Inmemorial participó en la expedición de Argel (1775) como edecán de O´Reilly, en la que resultó herido. Ascendió a teniente coronel en 1776 y se le dio el mando del segundo batallón del regimiento de América, cuyo coronel era Peñafiel y con el que participó en la campaña de Menorca, siendo con su jefe, otro cabalista contra Crillón. Ascendió a coronel en la promoción de 1782 y acudió al sitio de Gibraltar. En 1789 se le dio la coronelía del Regimiento de Córdoba y en 1791 ascendió a brigadier. Participó ese año en la campaña de Orán y luego en la Guerra de la Convención, siendo ascendido a mariscal de Campo en la promoción de 1795 y nombrándole inspector de la Infantería. En 1800 recibió la Encomienda de Portezuela de la orden de Alcántara. O´REILLY, Alejandro. Conde de O´Reilly. (1725-13/05/1794) [Dublín-Bonete (Albacete)]. De origen irlandés. Participó en las campañas de Italia como cadete del Regimiento de Infantería de Hibernia, donde recibió una herida que le dejó cojo. En 1759 pasó al Ejército Francés al mando del mariscal de Broglie. Volvió a España en 1762, protegido por otro irlandés,

el ministro de la Guerra Ricardo Wall y participó en la campaña de Portugal (1762). El mismo año pasó a América como jefe segundo de la expedición a la Habana del conde de Ricla. Después fue nombrado gobernador de Louisiana donde reprimió la sublevación de los colonos. Fue comandante militar de Madrid en 1766 y posteriormente Inspector de Infantería y teniente general desde 1767. En 1771 Carlos III le otorgó el título de conde de su apellido y en 1775 comandó la desastrosa expedición a Argel, cuyo fracaso se le achacó. Carlos III, que le apreciaba, le alejó de la Corte y le nombró Capitán General de Andalucía, cargo que detentaba cuando se aprestó la expedición a Menorca en Cádiz. Fomentó la enseñanza militar, creando primero la Academia Militar para oficiales de Ávila y luego otra de parecidas características en el Puerto de Santa María. Profesaba ideas ilustradas y por esta razón tuvo algunos problemas con la Inquisición, a cuyo tribunal fue acusado en relación con el proceso de Olavide. Murió en 1794, justo cuando se le había destinado para el mando de la campaña del Rosellón. PACHECO SOUSA SILVA Y ALMEIDA, Francisco Javier. Coronel graduado de brigadier del regimiento de Infantería de Sevilla y comandante de la brigada de Granaderos y Cazadores que se formó tras el desembarco de cala Mezquita. Fue ascendido a mariscal de Campo en la promoción de Mahón y posteriormente a teniente general y Capitán General de Galicia. PEÑAFIEL, Marqués de. Vid. Tellez-Giron y Pacheco, Pedro de Alcántara. PIGNATELI, Juan. (1757-?) Segundo hijo del conde de Fuentes y sobrino del canónigo Ramón Pignateli, que construyó el canal imperial de Aragón. Juan, que había estudiado en el Seminario de Nobles de Madrid con Cadalso*, era exento de Guardias de Corps. Participó en la expedición de Menorca como edecán de Crillón con su hermano Diego, coronel agregado al regimiento de Caballería Farnesio. Era un cabalista cercano a Peñafiel (fue por instigación de la condesa de Benavente su mujer, por lo que fue incluido en la expedición). Aseguraba el conde de Montmorin, embajador francés en la corte de Madrid, que Pignateli era uno de los favoritos en el cuarto del Príncipe de Asturias. PINI, Almérico. Napolitano. Ayuda de Cámara de Carlos III. Tuvo gran influencia sobre el Rey y poder para encumbrar a ministros como Castejón o Valdés. Fue enemigo de Floridablanca, Tuvo también alguna relación con Crillón y parece que fue el que medió con Carlos III para el soborno de Murray. QUADRADO Y SANS, Miguel.

Comerciante de Ciudadela y aliado con Gabino Martorell* a favor de la causa española. Colaboró activamente con Crillón como asesor durante el sitio de San Felipe. Sin que sepamos el motivo, tenía muchas influencias en Madrid al lado de Floridablanca y consiguió una canonjía en Mallorca para su hermano. QUEVEDO Y FERNÁNDEZ DE VELASCO, Manuel Fernando de. (31/05/1727-?) [Reinosa (Santander)-?] Siendo primer teniente de Guardias Españolas, participó como ayudante del conde del Asalto* en la expedición a Argel. En 1778 le fue concedido el habito de Santiago y en 1780 era coronel de Infantería y capitán de Guardias Españolas. Estaba destinado en Barcelona al mando del destacamento de este regimiento de la Guardia Real en la Ciudad Condal. Quevedo realizó ese año una casi desconocida y enigmática misión secreta de exploración a Menorca en 1780. Era amigo y confidente del conde de Murillo* y parecía desaprobar la política de Floridablanca*. RAMIREZ DE ARELLANO, Manuel Fulgencio. IV Conde de Murillo y de Peña-Rubia. Era navarro de origen. El título es de 1692. En 1739 Felipe V hizo Grande a su padre José Carlos Ramirez de Arellano y Burgos. Era mayor general de la Armada. Amigo y confidente en Madrid de Manuel Quevedo. Parece que también tenía amistad con el duque de Losada. RAMIREZ DE HARO Y CÓRDOBA, Onofre. VII Conde de Bornos. En 1780 se le concedió la Grandeza de España. Un hijo suyo, Raimundo de Carvajal (que debía ser natural, porque no lleva su apellido) participó en la campaña de Menorca como capitán del regimiento de Murcia. REVILLAGIGEDO Conde de. Vid. Güemes y Horcasitas, Francisco.s RICLA, Conde de. Vid. Funes de Villalpando Abarca de Bolea, Ambrosio RICHELIEU Jean François-Armand de Vignerod du Plessis de. Duque de Richelieu, Par de Francia. (1696-1788) Teniente general francés. Favorito de Madame Pompadour y de la Du Barry. Conquistó Menorca en 1756. SANGRO DE MERODE, Pablo. Príncipe de Castelfranco. (1748-1815) [Nápoles-Madrid] Después de abandonar los estudios eclesiásticos en su patria, entró al servicio de España como Guardia de Corps en 1772. En 1781, cuando se incorporó a la expedición de Menorca

como edecán de Crillón era segundo teniente (equivalente a coronel en el Ejército). Mandó con provecho la línea de la izquierda de la paralela y el regimiento de voluntarios de Crillón. Ascendió a brigadier en la promoción de la victoria y después de participar en el asedio de Gibraltar, consiguió el bastón de mariscal de campo en la promoción de Versalles en 1783. A la muerte de Ricardos en 1788 fue nombrado Inspector General de Caballería y al año siguiente ascendido a teniente general en la promoción de la exaltación al trono de Carlos IV. Se distinguió en la Guerra de la Convención, durante la cual era Capitán General de Navarra, cargo del que dimitió en 1794 en la misma acción de protesta contra la política militar del momento de su compañero Ventura Caro. A pesar de todo fue ascendido a Capitán General efectivo en la promoción de Godoy de 1795. En 1802 fue nombrado embajador en Viena, donde casó con la princesa Stockelberg, viuda del duque de Berwick. Sangro regresó a España en 1808 y tomó un empleo en la Corte de José I Bonaparte y a la vuelta de Fernando VII en 1814, no vaciló tampoco en ofrecerle sus servicios y fue rehabilitado de su afrancesamiento. SILVA MENESES Y PACHECO, Juan de. XIV Conde de Cifuentes. Grande de España de 1ª clase. (29/06/1737-2/3/1792) [Viena-Madrid] Hijo del XIII conde de Cifuentes, Fernando de Silva y Masibradi, antiguo partidario del Archiduque Carlos de Austria. Enviudó de su primera mujer y, supuestamente. casó en matrimo-nio morganático con la mahonesa Juana Eymar Capella. Cifuentes ingresa en el Ejército Español y en 1770 ascendió a brigadier, y en 1779 a mariscal de campo, rango con el que participó en la campaña de Menorca, donde destacó en sus funciones de general de día, siendo mencionado repetidas veces por Crillón en sus cartas a Floridablanca. Cifuentes siempre apoyó a su jefe frente a las intrigas de las cábalas. Según Olaechea y Benimeli Cifuentes sentía una inquina personal por el Partido Aragonés. En 1782 ascendió a teniente general por la promoción de la victoria y quedó de goberna-dor de Menorca. A la muerte del Capitán General de Mallorca, Joaquín de Mendoza, le sucedió en el cargo, aunque permaneció residiendo en Mahón. En 1789 fue nombrado embajador en Portugal y en 1791 presidente del Consejo de Castilla en sustitución de Campomanes. TELLEZ-GIRON Y PACHECO, Pedro de Alcántara. Marqués de Peñafiel, conde de Benavente y VI duque de Osuna. (1755-1807) Hijo segundo del V duque de Osuna Pedro-Zoilo Tellez-Girón. Heredó el título de marqués de Peñafiel a la muerte de su hermano mayor en 1771, que fue el año que se casó con María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, hija de los condes de Benavente y prima suya. Era favorito del Príncipe de Asturias Ingresó en el Ejército como cadete de Guardias Españolas y fue nombrado coronel del Regimiento de América. Hizo sus primeras armas en Menorca, donde formó una cábala contra Crillón. Ascendió a Brigadier por la promoción de Mahón. y quedó un tiempo en la isla de guarnición con su regimiento. Participó también en la guerra de la Convención en la cual ya era teniente general. Godoy le alabó, por el contrario Jovellanos en sus diarios le llama lindo mueble.

En relación con actividades civiles Peñafiel fue protector de la economía y fundó la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid, de la que fue director. TORTOSA, Bernardo de. Coronel jefe de la Artillería en el sitio de San Felipe. Por la promoción de la victoria ascendió a brigadier. En 1792, a la muerte del conde de Cifuentes, le sucedió como Capitán General de Baleares. URRUTIA Y MONTOYA, Carlos de. Ejemplo del oficial de mérito típico del reinado de Carlos III. Ingresó en el Ejército como cadete en 1750. En 1765 estudió en la academia de Barcelona y en 1774 en Avila. Sabía perfectamente alemán. En 1781 asistió al sitio de Menorca como capitán del Regimiento de América y fue nombrado gobernador de Fornells. Posteriormente fue edecán de Crillón en la campaña de Gibraltar y ascendió a teniente coronel. Pasó posteriormente a Francia en 1783 con el propio duque para concluir y arreglar los planos y papeles relativos a ambas campañas. En 1784 pasa a las órdenes directas de Floridablanca. Y al año siguiente realiza un viaje informativo por Francia, Alemania y Prusia que duró dos años. Volvió del mismo, redactando un voluminoso informe sobre las constituciones militares de aquellos países. En 1789 con el grado de coronel, agregado pasó a América al Regimiento de Milicias Provinciales de Méjico, donde le perdemos la pista. VALLIÈRE Jean Florence. (1667-1759) [París-París] Ingeniero militar francés. Cadete de artillería en 1685, hizo todas las campañas de la segunda mitad del reinado de Luis XIV. En 1713 mandó la artillería en el sitio de Guesnay, siendo ascendido a brigadier por su comportamiento y recibiendo, además, la misión de reorganizar la artillería, a la que dio gran desarrollo. (Reforma de 1732; clasificación de los cañones en 4, 9, 12, 16 y 24 libras; campaña, costa y sitio). Mariscal de Campo en 1719 y teniente general en 1733, dirigió en 1744 las operaciones del sitio de Friburgo. VALLIÈRE Joseph Florence. Marqués de Vallière. (1717-1776) Hijo del anterior. Fue nombrado comisario extraordinario de la Artillería en 1734. Renovó el cuerpo de Artillería dando preferencia a la artillería pesada. Participó en la Guerra de Sucesión al Trono de Austria y en 1747 reemplazó a su padre como director general de la Artillería y fue nombrado inspector general del Regimiento Real de Artillería y director de manufacturas del Ejército. Ese mismo año ascendió a Mariscal de Campo. Destacó en Berg-on-Zoom en 1748 (en cuyo sitio le conoció Crillón y fue discípulo suyo) y fue ascendido a teniente general. En 1761 fue nombrado miembro de número de la Academia Francesa de Ciencias.

En 1763, tras la firma del Pacto de Familia con Francia, Carlos III de España le hizo venir a Madrid a reorganizar técnicamente los cuerpos de Artillería e Ingenieros, según el sistema inventado por su padre. En premio a sus se le concedió el marquesado de su apellido. Parece que en este viaje se trajo a Hubert de Babelon, discípulo suyo. Pasó luego a Nápoles donde realizó el mismo cometido que en España. VAUBAN, Sébastien le Prestre de. (1633-1707) [Saint-Leger de Fouchers (Francia)-?]. Mariscal de Francia. Ingeniero militar. Autor del denominado Sistema Vauban. de asedio y defensa de las plazas fuertes. Entre sus realizaciones se encuentra la construcción y reconstruc-ción de 333 plazas fuertes y la dirección con fortuna de 53 sitios. Escribió: Essai sur les fortifications (1739) y Traité des sièges (1747). VAUBAN Joseph. Sobrino-nieto del anterior. Vauban fue teniente general y experto artillero. Partidario de Vallière, se opuso a la política de reforma de la Artillería preconizado por Griveaubal. VERGENNES, Charles Gravier. Conde de Vergennes. (1717-1787) [Dijon-París]. Embajador francés en Turquía en 1763 y posteriormente en Roma donde conoció a Floridablanca. Ministro de Estado con Luis XVI que le encumbró en 1774. Era todavía ministro de exteriores cuando la toma de Menorca y en 1783 firmó el tratado de paz de Versalles por parte de Francia. Posteriormente en 1786 firmó con el ministro británico Pitt un tratado comercial muy beneficioso para Inglaterra y Francia. VILLALBA DE ATECA, Galcerán de. Brigadier comandante de la brigada de Murcia durante el asedio de San Felipe y coronel del regimiento del mismo nombre. En la promoción de la victoria ascendió a mariscal de campo. Posteriormente en octubre de 1782, cuando Cifuentes fue nombrado Capitán General de Baleares, Villalba lo fue a su vez de comandante de las armas de Mallorca en sustitución del conde de Ayamans, que lo desempeñaba interinamente desde la muerte de Mendoza. Posteriormente en 1786, fue sustituido por el coronel Antonio Pinedo de Anuncivay (que a su vez sería nombrado gobernador de Menorca dos años después), porque fue nombrado gobernador militar de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Poco después sería a su vez ascendido a teniente general y nombrado Capitán General de Galicia.

APÉNDICE DOCUMENTAL

DOCUMENTO Nº 1. "SÁTIRA QUE SE ARROJÓ AL PÚBLICO CON MOTIVO DE HABER ELEGIDO LA MAGESTAD DEL SEÑOR D. CARLOS III, EL DUQUE DE CRILLÓN POR GENERAL EN GEFE DEL EXÉRCITO EXPEDICIONARIO DESTINADO A LA RECONQUISTA DE MENORCA, CON PREFERENCIA A LOS DIGNOS GENERALES ESPAÑOLES." S.H.M. Clonard, legajo nº 7. ────────────────────────────────────────────────────────────────── An, in, on, mas ac sidon, et dulcis aedon

El bravo Crillón, llamado Bertón, nació en Avignon, allí junto al Rhon, y siendo garzón, tuvo el sarampión, la innoculación, y algún sabañón. Estudió en Escarrón, lee poco a Buffon, más no a Maraillon, ni el libro Catón. Viéndose barbón, se puso el morrión y su cinturón, para ser dragón y comilitón, del viejo Birón. Vió mucha función, de bomba y cañón, con Kirye eleisón, cuando en Berg-Zoom, entró su escuadrón. Después de esta acción, por no tomar son, sin ser francmasón, dejó la mansión, donde el rey Elodion, curó el lamparón, y por Rosellón, hablando gascón, entró en la región, de la Inquisición, pues desde Aragón, se vino an Alcorcón, buscando el doblón.

Para tener Don, tomó el espontón, el prest y el bastón de nuestro Borbón y su Gibralcón. No siendo capón, se desposó con... y andando en simón, logró provisión, a una pensión, allá en un rincón, cerca del Marañón. Y en su opinión la alcanzó en Mahón, )patria del campeón, mariscal Scipión), mandó en la invasión, de esta expedición, domó del Bretón, la fiera nación; y sobre el bastión, tremoló el pendón, de Castilla y León, con cuyo sofión, Murray el follón, menos fanfarrón, se quedó chitón. Pareció razón, que nuestro barón, con su batallón, de tanto infanzón, con nuebo galón, casaca y calzón, color de azarcón, puesta en el botón, cuita de la limón, fuese cual Zinón, al sitio de Ilión,

obra del tesón, y mucho millón, donde un tiburón, nacido en Albión, defendió el Peñón, de aquel camaleón. Hubo allí espaldón, mucho salchichón, balas de fogón, como un pimentón, barcas de Charón, que son su cañón, armó Barcelón. Hubo el palachón, total invención, de monsieur D´Arjón, en cuya armazón, fue a ver a Plutón, más de un pobretón. Mandó Castejón, saliese gastón, con mucho galeón, (algo remolón) a la protección, de la operación, pero en la ocasión, Rodney, gran ladrón, y el otro bribón, que entró de centurión, con viento Aquilón, y la munición, dieron bofetón, a Marte y Tritón. Dionos Salomón, pacificación, y el Regio Patrón, dio por galardón, (más que no a Colón), al dicho Crillón, primero el cordón, después el bastón, del tío Wasignton (sic) después de Saurón, grandeza y blasón, después el Toisón, después la pensión, con mucho vellón. Después de Mahón, hubo promoción, de todo pelón, hubo comedión, iluminación,

tirana y canción, e igual alegrón, al de Galvez-Ton. Con permisión: primera impressión, en Tarancón, por Don Ramón Girón, Girón y Carrión, en el callejón, del Macarrón. Año de la Encarnación. 1783.

DOCUMENTO Nº 2. EQUIPAJE CORRESPONDIENTE A UN TENIENTE GENERAL EN CAMPAÑA. A.H.N. estado, leg. nº 3207, exp. nº 4. ──────────────────────────────────────────────────────────────────-────────────────────────────── MANUAL DE CAMPAÑA en el que se expresa todo lo conveniente a los equipajes de los oficiales generales, pro-porcionados al reglamento de mesas y a lo que parece suficiente al uso y servicio de sus personas según sus clases. TENIENTES GENERALES Vajilla 3 platos hondos para sopa 3 " " para guisado 3 " para asados 1 " para ensalada 72 platos trincheros 12 platos de mimbre para postres 2 ensaladeras 2 vinagreras 2 salpimenteras 4 cucharones para guisado 2 cucharones para sopa 2 tenedores grandes para trinchar. 2 medianos para lo mismo 4 cuchillos grandes para trinchar 2 cuchillos medianos 12 cubiertos de: 1 cuchara 2 tenedores 1 cuchillo 1 braserillo para vinagre 4 pares de candeleros Palangana y jarro Estuche de afeitar Bolsa de peinar con polvos, peine y mantequilla La sillica El orinal Las cantinas con sus flascos (sic) 1 ayuda Mantelería y ropa blanca de servicio. 12 medios manteles grandes de 2 varas en cuadro cada uno 72 servilletas 24 mandiles 48 rodillos de cocina Trastos de cocina 2 ollas o marmitas, una grande y otra chica con sus espumaderas 3 cacerolas de mango 3 sartenes 2 asadores

1 garrafa 12 botellas 18 vasos 12 jícaras para chocolate y café 1 braserillo de socorro para la coci-na

Rallo, mortero, cucharón, parrillas, trébedes, tajo, tenazas. 2 candiles 2 faroles 1 linterna 1 bolsa de encender lumbres con eslabón, pedernal, yesca, pajuela y velitas de cera. 1 mesa de cocina 4 banquetas Muebles 4 mesas con tapete 18 taburetes con respaldo Maletón de la cama con el catre, dos colchones y saco de gorgón y almohada 2 mantas de lana 1 manta de verano Colgadura con su cubre cama de damasco, indiana o sarga 1 mosquitera 8 sábanas 6 fundas de almohada cama militar con una maleta para destacamentos y retardo del bagaje 3 maletas. Ropa blanca 48 camisas con sus corbatines 24 camisas de dormir 4 gorros de hilo 2 gorros de lana 12 gorros de tafetán para los amigos. Calzoncillos de lienzo el que los use 12 pares de calcetas de hilo 6 pares de escarpines 6 pares de medias de estambre 48 pañuelos de color 12 pañuelos blancos 6 armillas 30 toallas de mano 4 peinadores 6 paños de barba Vestuario 2 batas (1 de verano; 1 de invierno) 1 par de chinelas 2 uniformes enteros 2 pares de calzones más 1 casacón o sobretodo de barragán o camelote 1 chupa de verano 2 pares de zapatos de ciudad 2 pares de zapatos de campo

3 pares de botas 2 sombreros (uno con pluma otro con la cucarda) 6 pares de guantes 1 espada de combate 1 espadín

4 pelucas Trastos de tienda Un cofre fuerte 1 recado de escribir 1 libro de memoria Reloj Cartera grande de baqueta con llave Estuche de matemáticas 1 anteojo grande de larga vista 1 anteojo pequeño de bolsillo Los tomos de Ordenanzas El tomito del arte de la guerra de Montecucioli para el bolsillo. Los mapas del país en que se haigan Papel para planos Libros de devoción Instrumentos y papeles de música Barajas de naipes Tableros y piezas de ajedrez y damas Linterna de tienda 2 botes de tabaco Bolsa de encender Provisiones de séquito y repuesto. 4 arrobas de chocolate Algunas libras de te y café 1/2 arroba de azúcar Especiería 2 arrobas de galletas 6 jamones 24 chorizos 12 libras de tocino 2 botes de manteca Una caja de anises Una caja de bizcochos 1 caja de pasas, higos secos y almendras 2 piezas de diferentes quesos 2 botes de aceitunas 1 frasco de 6 libras de buen aceite para ensaladas y frito. 1 garrafa para vinagre 1 garrafa para aguardiente Vino de pasto Vinos de Jerez-Málaga y otros de licor para los pos-tres Media docena de bujías 6 libras de vela de sebo 12 líos de cerilla para encender Algodón para candiles. 6 frasquitos de agua del Carmen La cebada de 4 días Servidumbre Un secretario intendente 2 ayudantes de cámara

2 volantes 4 palafreneros 1 cocinero 1 ayudante de cocina bueno 1 galopín para todo Tren de caballería 3 caballos de montar con todo 4 palafrenes 10 machos de carga 10 albardas

DOCUMENTO Nº 3 CARTA DE UN DESCONOCIDO AL CONDE DE FLORIDABLANCA, PROPONIÉNDOLE QUE SE CEDA LA ISLA DE MENORCA A LA ORDEN DE MALTA PARA EVITAR QUE CAIGA EN MANOS DE LOS RUSOS. A.H.N., Estado, legajo nº 4205-1. ────────────────────────────────────────────────────────────────── Mui sr. mio: En la creenzia de que en los lances de importancia, cada fiel servidor del Rey pueda exponer sus pensamientos quando lo hace con discreción, hago presente a V.E. que en el caso de verificarse los Rumores Corrientes, de que para comprar la alianza de la Rusia la inglaterra la ofrece la isla de Menorca, pienso que el modo más eficaz de inutilizar este proyecto (que efectuado arruinaría nuestras ideas de cortar la insufrible ambición de esta potencia) es, de entregar a los Russos la isla de Malta y trasplantar los cavalleros de este orden a la referida Menorca, pacto en que los russos encuentrarían su ventaxa: el orden no perdería nada y el Rey ganaría mucho, con la proximidad (?) de un vecino que por la dependencia que tiene y tendrá siempre de él, como por la naturaleza de su instituto, le asistirá a contener la piratería barbaresca que tanto perjudica a nuestro comercio que tiene en grillos. Para favorecer esta mudanza concurren dos circunstancias para calificarla, no solo de justo, sino también ventajosa, la uno es que es regalía de la Corona y la otra que Malta en manos de los Russos sería una barrera mucho más fuerte para contener al turco, que en manos de los cavalleros sanjauncistas y por lo consiguiente que las potencias italianas serían seguras y nada alarmadas de la novedad y por otra parte nos dexaría libre hasta reducir la Gran Bretaña a una igualdad de poder, que nos asegura nuestra libertad y possesiones para lo venidero. Si mis pensamientos son molestos espero me perdonará V.E. a favor de mi zelo. Ruego a Dios dé a V.E.

acierto, amén. Besa la mano de V.E. su mas humilde servidor: Un desconocido

DOCUMENTO Nº 4. Aranjuez, 20 de Abril de 1781. CARTA DEL CONDE DE FLORIDABLANCA A LOS SECRETARIOS DE GUERRA Y MARINA, MUZQUIZ Y CASTEJON, EN LAS QUE LE COMUNICA SU DECISIÓN DE INTENTAR LA RECUPERACIÓN DE MENORCA. A.H.N. Estado, legajo nº 4205-2. ────────────────────────────────────────────────────────────────── Excmo. Sr. Amigo y Sr.: Está visto ya, que el bloqueo de Gibraltar sólo puede producir la utilidad de formar un cuidado grave y una distracción a las fuerzas de nuestros enemigos para que, reteniendo muchas en Europa, no las empleen con más suceso en América o en otros parages distantes de nuestra Monarquía. A esto se puede agregar la ventaja de conservar nosotros en la mayor parte del año el dominio de la boca del Estrecho, el del Mediterráneo y el de las costas de Andalucía para el comercio de América, por medio de la escuadra que nos vemos obligados a mantener en Cádiz. Son tan importantes estos tres objetos jamás verificados en las guerras precedentes, que sería desacertado el abandonarlos y por tanto conviene, en mi dictamen,continuar el bloqueo con todas las apariencias de realidad y mantener la escuadra de Cádiz y reforzarla quanto se pueda con los demás buques que haya proporción de unir. Pero también usar de otras operaciones activas que nos den un poco de crédito dentro y fuera del Reino, sea para la continuación de la guerra; o sea para las negociaciones de paz que empiezan a entablarse. He hablado de este fin con personas instruidas, políticas y militares, llevando la mira de que aprovechemos quanto se pueda la próxima campaña y que sea en objetos proporcionados a nuestras fuerzas y posibilidades y de otra parte útiles y honrados. Los inteligentes que he consultado convienen en que el primero y principal objeto debe ser la isla de Menorca, apoderándose de ella, inutilizando el puerto y asediando el fuerte de San Felipe sin formal sitio por las muchas dificultades que éste ocasionaría. Para proporcionar dicho objeto, he tomado noticias y establecido inteligencias o comunicaciones en aquella isla, con sus principales habitantes y según el último estado de ellas, expondré aquí la necesidad y utilidad de esta empresa; la facilidad y buenas disposiciones que hai para ello; y los medios que propone un general de experiencia y resolución para lograrlo. Hai necesidad, digo, de emprender esta operación activa para inutilizar el continuo y perniciosísimo corso que nuestros enemigos hacen desde Puerto Mahón. Todo el Mediterráneo está infectado, el comercio perdido y nuestra navegación sin libertad para el mutuo socorro de las Provincias Meridionales y para el surtimiento del astillero de Cartagena. Es cosa, pues, insufrible, que siendo nosotros casi todo el año dueños de la boca del Estrecho, sin que haya entrado un solo navío inglés, dejemos aquel nido de ladrones de Mahón, que tanto nos incomoda durante la guerra. La posesión de la isla, el inutilizar el puerto y el dar patentes de corso a aquellos naturales, bastaría para nuestros designios, aunque jamás se rindiese el fuerte de San Felipe. Véanse aquí también las utilidades que se conseguirían con esta empresa y además habría la de quitar a Gibraltar el recurso de Mahón, que ha sido su almacén de mucho tiempos a esta parte: de modo que sin las muchas embarca-ciones y auxilios que desde allí han pasado a Gibraltar, era imposible que esta plaza hubiese resistido el bloqueo.

Por otra parte, verificada la quieta posesión de la isla, como espero por lo que diré más adelante, aunque sólo el fuerte de San Felipe estubiese asediado, daríamos mucho más peso a nuestras pretensiones en la negociación de paz que el Emperador [de Austria] y la Rusia quieren promover a toda costa. Como la empresa debe ejecutarse después que la escuadra enemiga, que está en Gibraltar, se haya encaminado a los puertos de Inglaterra, se deja ver el embarazo en que el Ministerio Inglés se hallaría para habilitarle de nuevo, hacerla retroceder y abandonar sus costas después que la Francia tendría adelantado su armamento marítimo para la campaña próxima; y todo esto bien ponderado en la negociación de paz, daría un crédito que ahora no tenemos y fuerzas para resistir a los mediadores y a los raciocinios (y tal vez manejos) de nuestros aliados. No pudiéndose prudentemente dudar de la necesidad y la utilidad. voi a hacer demostrables la facilidad y buenas disposiciones que hai para lograr la empresa. A este fin debo sentar que todos las principales personas de la isla, han escrito pidiendo que S.M. quiera emprender su conquista y sacar a sus habitantes de la opresión en que viven. A dicho fin han ofrecido, por medio de dos emisarios que han trahido las cartas, hacer quanto dependa de los mismos habitantes para ayudar al desembarco y dar a la tropa todos los refrescos que puedan. Además de esto ha propuesto un negociante de Ciutadella, comprar de las presas y demás proporciones que hubiere en Menorca, todos los granos y víveres posibles para que haya estos repuestos para el exército, fuera de los que lleve éste consigo; a cuyo fin, dice que tiene almacenes y pretextos que oculten el designio. Sólo pide que se le auxilie con fondos. Los mismos habitantes proponen que conviene intentar la sorpresa de la ciudad de Mahón, porque en ella reside ordinariamente el general Murray con quinientos hombres y pudiera cogérsele con toda esta tropa, de lo cual resultaría una gran debilidad en la guarnición de San Felipe, cuyo total sólo consistía en el mes de febrero de este años en dos mil hombres y en quinientos a seiscientos marineros a quienes ha ejercitado el general en el servicio. (...) En fin, sino conviene hacerlo o no se puede, es preciso decirlo pronto y con claridad; y si se ha de hacer (a lo que inclina el Rei), no se debe perder un instante de tiempo y trabajar con actividad, constancia y sigilo en preparar la ejecución, exponiendo cada uno y mandando todo lo que le corresponde supuesto que la escuadra enemiga marchará de un día para otro y que en la hora conviene aprovechar aquellos momentos para obrar luego que se sepa hallarse los ingleses en la cercanía de sus costas. Aranjuez a 20 de abril de 1781. El conde de Floridablanca. Excmo. Sr. D. Miguel de Muzquiz.

DOCUMENTO Nº 5. Mahón a 12 de febrero de 1782 CARTA DEL DUQUE DE CRILLÓN AL CONDE DE FLORIDABLANCA, INFORMÁNDOLE, ENTRE OTRAS COSAS DE LAS CÁBALAS QUE DURANTE LA CAMPAÑA DE MENORCA SE HABÍAN FORMADO CONTRA ÉL.1 A.H.N. Estado, leg. nº 4230 ────────────────────────────────────────────────────────────────── Señor conde: Envío con las banderas el estado de las gracias que suplico con instancia a Su Majestad de conceder al ejército del que me ha confiado el mando, añado aquí la copia de este estado que he enviado al ministro de la guerra a fin de que V.E. pueda (al confiárselo a Su Majestad) que este ministro no quite ni añada nada, como ya ha hecho respecto a las gracias que se han concedido hasta ahora en ello va comprometido mi honor y el bien del servicio del Rey (si Su Majestad quiere servirse de él en cualquier otra ocasión) que mi ejército debe ser tan bien tratado como los otros que lo han sido en ocasiones menos brillantes y menos útiles al Estado y al honor de las armas del Rey. Reclamo a este efecto todas vuestras bondades para mi, es decir en favor de las bravas gentes que han trabajado bien. El Rey podrá ver (al examinar con atención las notas que he escrito en conciencia sobre los oficiales principales) mi forma de pensar sobre algunos y como creo que Su Majestad las debe juzgar y servirse de ellas esta nota (en cuanto a los principales) no está en el estado que he enviado al señor de Muzquiz que solo quiero que vea Su Majestad y vos. No he querido hacer mal a nadie excepto al cuartel-maestre porque es una justicia que debo al clamor del ejército a vos y a mi mismo estando absolutamente engañado sobre su cometido por la idea que tenía de él después de haberlo conocido como un buen subalterno en los sitios de flandes el año 45, no ha sido capaz de desempeñar el cometido que le había confiado y pienso que él ha sido bastante recompensado por la utilidad que ha dado y por la opinión ha sacado de él. Sin embargo este oficial es hábil geómetra y muy bueno sobre el papel y sobre los grandes caminos y no dudo que instruyendo al respecto a Su Majestad puede emplearle muy útilmente pero sólo en proyectos de obras de ejecución en el interior y siempre en jefe porque su amor propio y su carácter le hacen incompatible con todo superior. Del lado del interés le creo incapaz de malversar. No he querido quitar el grado a los que lo han merecido pro su conducta en mi opinión, tales como Borghese, Casas, marqués de Peñafiel, Requesens, Ovando y Crespo, porque sería deshonrarlos y no lo merecen no teniendo que hacerles más agravio que el de cabalistas contra el general que Su Majestad les había dado y que al margen de ello han cumplido con su deber como todo el mundo, pero pienso que es pensar en el bien del servicio del Rey que Su Majestad se hiciese conocer su disgusto con dulzura y bondad sin que les propine ningún castigo pero sin embargo de una manera que no deje ninguna duda a este respecto y yo indicaré los medios dulces y fáciles para ello así que

1 Original en francés. La traducción es nuestra.

por el bien del servicio del Rey y la decencia es esencial que no sea concedido ninguna licencia a quien sea (y bajo los pretextos que sean) que yo no la haya pedido yo y además por escrito o cuando podamos hablar juntos.. Por ejemplo: no dudo que el señor de Peñafiel no haya enviado un correo para pedir una y en consecuencia no hay un momento que perder para evitar su expedición en el ministerio de la guerra puesto que es precisamente el hombre del mundo que más conviene alejar de Madrid en este momento. No es menos esencial que Su Majestad me ordene inmediatamente ir a ponerme a sus pies y me encargue antes de partir (sin que el ministro de la guerra se mezcle en nada) decidir y nombrar la calidad de las tropas que deben quedar de guarnición en la isla dejando a mi disposición la elección de los regimientos y de los oficiales generales y el estado mayor que deben quedarse. Este punto es importante ya os explicaré los motivos que tengo de insistir a este efecto por el bien del servicio del Rey. El conde de Cifuentes insiste para que le pida a Su Majestad dejarle de comandante de esta isla es muy capaz de desempeñarlo porque tiene la dulzura de la representación y está verdaderamente comprometido al servicio del Rey y particularmente a su Augusta Persona y estoy persuadido que lo desempeñará perfectamente dejando con él algunos oficiales generales de los que (espero) serán nombrados porque es necesario para distribuir en la isla para establecer los principios de un gobierno nuevo ahorrando sin embargo el número de tropas que pueden servir más útilmente en otra parte. No ceso después de la rendición de la plaza de ocuparme de los medios de poner todo en regla en la isla de manera que sea enteramente libre de los ingleses en pocos días y que el fuerte esté en estado de recibir la guarnición que hasta aquí hago relevar cada 24 horas como si fuera una guardia ordinaria para no causar enfermedades a nuestros soldados y no hacerles dormir allí antes de que todo sea bien limpiado. He nombrado como gobernador interino al valiente Don Ventura Caro como el más capaz de desempeñarlo por su firmeza, su inteligencia y el buen orden en más alto grado de todo el ejército, pero le he prometido al nombrarlo que Su Majestad no le dejará allí porque no conviene ni a él ni al servicio de Su Majestad, al cual este oficial puede ser más útil en otra parte. Os envío conjuntamente a vos y al señor de Muzquiz como ministro de la guerra el estado levantado y firmado por el comandante de la artillería las piezas de este género que hemos capturado en el fuerte no tengo tiempo de haceros una copia para no retardar la partida del conde de Tendilla encargado de llevar los artículos de la capitulación y el duque de Montellano encargado de las banderas a fin de aprovechar el viento favorable. Pero el total de la artillería encontrada en el castillo sube a 306 cañones de los cuales el fuego de los nuestros ha dejado 104 inútiles y 43 morteros de los que mis baterías han dejado 23 fuera de servicio. El número de los prisioneros comprendiendo los criados y las mujeres suben a 2400 o 2500 como me ha dicho el gobernador por el estado nominativo que me ha dado y que será comprobado. Como se puede contar por este número hay 1800 hombres sobre las armas comprendidos los corsos, los griegos, los marineros y los heridos o enfermos en número de unos 800 que es más o menos la cuenta que siempre habíamos hecho de esta guarnición comprendiendo los corsos y los marineros que habían entrado después de nuestro desembarco. Ha habido unos mil muertos por enfermedad o heridas. Veréis el estado de nuestras perdidas que no están fuerte como el de ellos porque la pérdida de un solo de nuestros soldados me es más sensible de la de mil de los otros, pero esta tabla comparativa con al de los ingleses es sin ejemplo y parecerá increíble a los ojos de todo militar después del fuego continuado y los trabajos que nuestras valientes tropas han sufrido. Los enemigos tenían en la plaza ene l momento en que comenzamos nuestros aproches 20000 quintales de pólvora y no les quedaban al rendirse más que 3800

No debo ocultar a Su Majestad que en los primeros momentos de nuestra toma de posesión del fuerte hubo algunos desórdenes por parte de nuestros soldados, que veían con dolor a los ingleses y a los hannoverianos llevarse (según la capitulación) sus equipajes y muebles que ellos pensaban obtener como recompensa a su valor. El general Murray se me quejó de parte de su guarnición y estando totalmente justificado a hacerlo pensé que sería poco conveniente a nuestro honor dejar esta queja más lejos en tanto que faltaríamos a las leyes de la caballería y de la humanidad y nos veríamos ene l caso ante las gentes de toda Europa de ver todos los artículos de la capitulación anulados por la falta de cumplimiento por nuestra parte en uno de los principales y en consecuencia escribí en el acto (conociendo la generosidad del alma de nuestro buen y Augusto soberano) a Mr. de Murray la carta de la que os adjunto copia con la de su respuesta de este general inglés que os ruego sometáis a la consideración de Su Majestad, atendiendo que Murray quería hacerla pública como un testimonio de su reconocimiento hacia nosotros, he pensado que Su Majestad la conozca en nombre de que, señor conde, os ruego asegurar a S.M. que este pequeño pillaje no ha sido considerable y ha sido arreglado inmediatamente por los oficiales de los cuales he arrestado a algunos por no haber tomado las precauciones necesarias en parecido caso para prevenir el mal. He resistido 24 horas a los ruegos que me ha hecho Mr. Murray de levantarles el arresto he accedido hoy y por este medio todo está en paz. Tengo el honor de ser, con tanta adhesión como respeto, señor conde, vuestro más humilde y obediente servidor. B.B. duque de Crillón.

DOCUMENTO Nº 6. Mahón, a 23 de septiembre de 1781 CARTA DEL DUQUE DE CRILLON AL CONDE DE FLORIDABLANCA, HABLÁNDOLE SOBRE EL SOBORNO AL GENERAL MURRAY.2 A.H.N. Estado, leg. nº 4230 ────────────────────────────────────────────────────────────────── Sr. Conde: Aquí estamos incomunicados por culpa del temporal en el mar, sin poder hacer nada en este momento contra la plaza, pendientes del ritmo de los vientos y de este tiempo de equinoccio. Todo lo que puedo hacer es recordaros, primero: las tropas que se me han prometido, segundo: la artillería que nos es necesaria y tercero; el asunto de mis dos hijos. Como veréis por la carta de uno de ellos, el conde de Crillón, que es la que os anuncié -la cual por torpeza traspapelé y no la he mandado hasta dos día después de haberla recibido- se habla de la llegada de los franceses. También aquí no se habla otra cosa en cartas venidas de Mallorca y de Tolón, pero yo de momento he dicho que serán habladurías. Hace un siglo que no tengo noticias de vos y esto no es precisamente una ventaja. En este momento sale de mi despacho Mr. de Moreno, que ha venido a decirme que ningún barco puede entrar o salir. Por otra parte, de momento no nos falta de nada. En cuanto a víveres podemos valernos de propio en un campa-mento que las fuerzas de la Naturaleza ha vencido como si fuera la mejor fortaleza. Sin embargo, no todo es malo y este tiempo nos permite trabajar en la cadena y las baterías contiguas que nos aseguren la defensa de la entrada del puerto y estar bien aprestados en caso de que los buques ingleses nos hagan una visita, a menos que vos los interceptéis por el camino. El camino que nuestro amigo Don Carlos Lemaur nos ha hecho y del que ya he hablado en mi boletín, que va desde la Mezquita hasta el puerto, será muy hermoso y parece un milagro pues ha sido proyectado, dirigido y hecho en ocho días. Como habéis podido ver también en el boletín, he reanudado mi correspondencia con el general Murray, gobernador del fuerte de San Felipe y adjunto aquí la copia de nuestras cartas, pero debe quedar entre nosotros solamente que estoy estableciendo entre el y yo un comercio de confianza y amistad. He percibido al llegar aquí y claramente por los hechos que le encanta el dinero y que lo ha cogido aquí de todo el mundo, por tanto, olvidando el prestigio que pudiera obtener yo apresando por las armas el fuerte, y ocupándome sólo de la gloria del Rey, que es, en última instancia. lo que aquí cuenta, consiguiendo cuanto antes la victoria, para poder realizar la acción siguiente, he concebido en el acto la idea de entrar en negociación con él sin perder un instante, sin perder de vista, por otra parte, procurar los medios de tomarlo, sea por sorpresa; sea mediante formal sitio (que es el camino más recto y seguro) y para el cual me preparo sin descanso. He aquí, entonces, los medios de que me he servido para mi negociación: el general Murray, como ya os he dicho le encanta el dinero y más todavía le encanta a una joven con la que está casado, que tampoco lo desprecia y lo prefiere

2 Original en francés. La traducción es nuestra.

al prestigio y con la que el gobernador está obligado, al margen de la pesadumbre que le debe haber producido el tener que separarse de ella a nuestra llegada y tener que enviarla a Liorna. Como quiera que aquí tengo a un genovés, del que ya os hablé, y que me fue recomendado por Mme. la Cressé de Balliancourt y por su amigo Mr. Pini, le voy a enviar para ponerme en contacto con ella. De esta forma y con el pretexto de enviarle a buscar ganado a la Provenza, le he hecho embarcar en Fornells para ir a Marsella con los últimos ingleses enfermos que aun no habían partido. Pero hemos convenido que su destino final sea Génova, donde se entreviste con el banquero de Mme. Murray y que por su mediación le haga pasar una carta para ella, que llevará a Liorna. Este personaje negociará con ella, ofreciéndole un millón de libras, es decir cuatro millones de reales, para su marido y 100.000 para ella de propina, es decir, 400.000 reales. También habrá una pensión (para su negociador) de 4.000 reales anuales de por vida. Además de eso, se le ofrecerá otra suma de dinero introducida en un mueble que yo le regalaré al entregarme la plaza, con el fin de así dejar a cubierto su honor y su cabeza. Así, en el caso de que nos entendamos, podríamos simular que he tomado la plaza por sorpresa y en fin, representar una comedia de guerra, que nos haga ganar tiempo y nos permita ahorrar dinero y vidas humanas. También hemos especulado como haremos entrar a nuestro hombre en la plaza con la carta de la gobernadora sin que ello levante sospechas a la guarnición. Haremos que simule ser un espía de ellos, que ha conseguido burlar nuestras líneas para introducirse en el fuerte. Todo está convenido y arreglado y lo he preparado todo sin consultaros, estando seguro de que no desaprobaréis mis métodos que creo supondrán un buen negocio para el Rey. En consecuencia, le he dado a este hombre una carta para el cónsul de España en Génova por la cual le prevengo que os haga pasar por correo o por la vía más rápida y segura, todas las cartas que mi hombre le entregue para vos a fin de que después de que yo os escriba, podáis darle directamente vuestras órdenes y asegurar los medios y hacerme saber rápidamente las que pudieran hacer falta que yo disponga de mi parte. En fin, mi hombre estaba esperando en su barco en Fornells a que se produjera un viento favorable para zarpar, justo en el momento en el que el gobernador de la plaza me ha enviado a su secretario en comisión, como vos veréis por su carta de la que os he enviado copia. He hecho como que aceptaba esta comisión en tanto que el secretario me ha asegurado ser de toda confianza del gobernador. Entonces le he hecho comer conmigo y en fin le he hecho las mismas proposiciones que he mencionado más arriba para hacérselas pasar al gobernador, de quien me ha asegurado que serían rechazadas aunque no me ha dicho que no se las haría, ni entreveo que se haya ofendido con mi proposi-ción. En vista de todo esto y de que aun el viento había impedido a nuestro hombre hacerse a la vela en Fornells, le envié a buscar inmediatamente y le haré esperar algunos días aun, para ver como se desarrollan los acontecimientos, a fin de no entablar dos negociaciones a la vez y para ganar tiempo respecto a la carta que el gobernador me envíe para su mujer (abierta como creo, tal como todas las demás que me pasa) y que a su vez os remitiré copia. Si esta carta me determina para seguir mi primera negociación se la remitiré directamente por mi hombre, que se encargará de traerle la respuesta en propia mano si ella quiere encargarse de la proposición. Os enviaré por el primer correo (que seguirá a éste) el estado de la negociación puesto que después de comenzada esta carta, escrita en dos veces, el viento me anuncia que es posible que pueda mañana hacerse a la vela y como es necesario que mi carta llegue a tiempo, la acabo, temiendo impacientaros si la alargo más y pensando que ya habéis recibido cuatro de este mismo tamaño. Tengo el honor de ser, con tanto de adhesión como de respeto. señor conde, vuestro más humilde y obediente servidor.

B.B. de Crillon. Postdata: Aun a riesgo de impacientaros señor conde, no puedo dejar partir mis cartas sin deciros una palabra sobre el conde de Cifuentes. No es posible referiros la satisfacción que experimento de tenerlo en el Ejército donde es adorado y admirado por el buen ejemplo que da; por su voluntad, valor y exactitud en la disciplina militar. Cifuentes cumple con su deber, pero yo faltaría al mío si no os encomendara dar al Rey este testimonio de la verdad y justicia, aunque también esté contento de los otros. Debo también deciros una palabra de Don Miguel Knaresbrought, mayor del regimiento de Ultonia, que nos ha procurado aquí muy buenos informes del fuerte. He escrito por este correo a Mr. de Muzquiz elogiándole y tengo ahora el honor de recomendároslo.

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de Guerra sobre la expedición a Menorca relativa a cuestiones técnicas y logísticas). ARCHIVO CAMPOMANES Legs. 28-12, 28-18, 28-19, 47-32, 47-33. ARCHIVO DEL PALACIO REAL DE MADRID Sección Histórica: Miscelánea de papeles curiosos. Leg. LXXII. ARCHIVO GENERAL MILITAR DE SEGOVIA Sección expedientes personales. Exps. 654-20, C-3810. SERVICIO HISTÓRICO MILITAR Sección Colección documental del conde de Clonard Legs. 7, 8, 10, 43. Sección Ingenieros. Leg. 3-3-1-1. BIBLIOTECA NACIONAL DE MADRID Sección Manuscritos.

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