EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO DE … SAN IGNACIO DE LOYOLA UNARELECTURADELTEXTO(II)...

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EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO DE LOYOLA UNA RELECTURA DEL TEXTO (II) Josep M. Rambla, sj. y Seminario de Ejercicios (EIDES) 1. ENTRADA EN EJERCICIOS .......................................................................................... 1. Principio y Fundamento [23]: Construir sobre roca .................................... 2. Exámenes y confesión general [24-44]: la arena y la roca ........................ 2. PRIMERA SEMANA ...................................................................................................... 1. Todo es gracia ..................................................................................................... 2. Los cinco ejercicios ........................................................................................... 3. Aplicaciones y adaptaciones necesarias [72] ................................................ 3. «ADICIONES» ............................................................................................................... 1. Para mejor hacer y mejor hallar ...................................................................... 2. Escrúpulos y mociones ..................................................................................... NOTAS ................................................................................................................................. 24 24 17 3 39 39 3 45 43 25 37

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EJERCICIOS ESPIRITUALESDE SAN IGNACIO DE LOYOLA

UNA RELECTURA DEL TEXTO (II)Josep M. Rambla, sj.

y Seminario de Ejercicios (EIDES)

1. ENTRADA EN EJERCICIOS ..........................................................................................1. Principio y Fundamento [23]: Construir sobre roca ....................................2. Exámenes y confesión general [24-44]: la arena y la roca ........................

2. PRIMERA SEMANA ......................................................................................................1. Todo es gracia .....................................................................................................2. Los cinco ejercicios ...........................................................................................3. Aplicaciones y adaptaciones necesarias [72] ................................................

3. «ADICIONES» ...............................................................................................................1. Para mejor hacer y mejor hallar ......................................................................2. Escrúpulos y mociones .....................................................................................

NOTAS .................................................................................................................................

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Edita CRISTIANISME I JUSTÍCIA • Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona • Tel: 93317 23 38 • Fax: 93 317 10 94 • [email protected] • Imprime: Edicions Rondas S.L.• ISSN: en trámite • ISBN: 84-9730-270-2 • Depósito Legal: B-20.493-2011 • Julio2011

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Josep M. Rambla, sj. Licenciado en teología. Es autor entre otros de Dios, la amistad y lospobres. La mística de Egide Van Broeckhoven, Santander, Sal Terrae, 2007; así como de lasediciones al catalán de los Ejercicios Espirituales (Exercicis Espirituals, Barcelona, ed. Proa,1990) y de la autobiografía de san Ignacio (El pelegrí, Barcelona, ed. Claret, 1991).

El comentario que tienes entre manos es la segunda parte de aquel queiniciamos con el cuaderno n. 53. Este comentario recoge resumida-mente lo que se elaboró a lo largo de los más de veinte años delSeminario de Ejercicios de los jesuitas de Cataluña. En la primera partetratamos las Anotaciones [1-20], el Título [21] y el Prosupuesto [22], enesta segunda nos centraremos en el Principio y Fundamento [23], enlos Exámenes [24-44], en los Ejercicios de Primera Semana [45-72] yen las Adiciones [73-90]. No enumeramos aquí todos los nombres parano exponernos a cometer alguna omisión, pero es inexcusable agrade-cer a Javier Melloni y a Francesc Riera la revisión del texto.

Como acabamos de decir, la sustancia delPF está tan vinculada al curso de losEjercicios que, por lo menos de maneraembrionaria, debía ya figurar en los pri-meros ejercicios sencillos propuestos porIgnacio en Alcalá. En efecto, las instruc-ciones que proponía sobre el Examen, so-bre el recto uso de los sentidos y las po-tencias, sobre la diferencia entre el pecadovenial y mortal, etc., figuraban como unamanera de iniciarse en “el servicio deDios”. En el proceso deAlcalá de 2 dema-

yo de 1527, se dice que Iñigo «mostrabael servicio de Dios», se le pide «que lemostrase el servicio de Dios», instruía so-bre las dificultades que sobrevendrían «enentrando en el servicio de Dios», iba ins-truyendo sobre cómo «iban entrando en elservicio de Dios»1.Además, esta vinculación esencial del

PF al proceso de los Ejercicios aparececon mayor claridad si se tiene en cuentaque el PF está presente a lo largo de todala experiencia: Oración preparatoria [46],

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1. ENTRADA EN EJERCICIOS

El Principio y Fundamento (PF) es un elemento esencial en el proceso delos Ejercicios que aparece ya en los primeros intentos o formas más ele-mentales de su práctica. Es la roca sobre la que se construye la experien-cia espiritual de todos los Ejercicios. Sin embargo, el redactado definitivoes tardío, posiblemente de la época en que Ignacio residió en el norte deItalia (1536-1539). En los Ejercicios dados a Helyar, de 1534, el texto aco-modado más antiguo que se conserva del texto ignaciano, el PF aparecede forma todavía inacabada y dentro de las Anotaciones.

1. PRINCIPIO Y FUNDAMENTO [23]: CONSTRUIR SOBRE ROCA

en los momentos más decisivos, como elpreámbulo de la elección [169] e inclusoen la aplicación de los Ejercicios a quie-nes no los hacen en completo retiro [19].Por razón de esta importancia los distin-tos directorios ignacianos suponen que elPF se propone siempre.

1.1. Un texto desnudo

Entre las primeras orientaciones sobre losEjercicios Espirituales [1-22] y las pautaspara los distintos exámenes [24-44], antesde entrar de lleno en las meditaciones dePrimera Semana, aparece desnudo el PF,sin orientaciones sobre su finalidad y lamanera de ejercitarlo. Las abundantesindicaciones que sobre el modo de propo-

nerlo y realizarlo se ofrecen en los direc-torios ignacianos o de inspiración igna-ciana directa suplen en parte esta desnudezdel texto.Sin embargo, el mismo título parece

indicar ya su finalidad: es un “principio”del cual derivan una serie de verdadesesenciales para la concepción de la vidahumana. Es “fundamento” sobre el cual seconstruye el edificio de la vida. Consigui-entemente puede afirmarse que el PF noes comienzo, sino inicio. Sería comienzosi consistiese en alguna afirmación o ejer-cicio para empezar los Ejercicios, pero cu-ya función desapareciese una vez pasadoslos momentos iniciales. En cambio el ini-cio no sólo tiene su función al principio,sino que sigue desarrollándola e influyen-do a lo largo de todos los Ejercicios. En eltexto se percibe un proceso creciente ha-cia la praxis que revela ya su carácter noteórico, sino existencial. Se pasa de unplanteamiento del sentido y orientación dela vida («el hombre es creado para…») auna proposición de actitudes («es menes-ter hacernos indiferentes»).La importancia capital del PF no debe

ser oscurecida por la impresión que pue-de causar una primera aproximación altexto. El carácter conciso y de una frial-dad notable, algunas expresiones («salvarel ánima», «hacerse indiferentes»...), laformulación teológica de la época puedensorprender, pero el esquematismo y so-briedad del texto es lo que permite releer-lo y actualizarlo siempre sin traicionarlo.Y, con todo, en los distintos directorios

sobre el PF aparece una insistencia, por unlado, en el carácter más bien árido de es-te ejercicio y que, por otro lado, es indis-pensable realizarlo de modo convenientepara el recto enfoque de la práctica de los

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[23] PRINCIPIO Y FUNDAMENTOEl hombre es criado para alabar, ha-cer reverencia y servir a Dios nuestroSeñor y, mediante esto, salvar suánima; y las otras cosas sobre la hazde la tierra son criadas para el hom-bre, y para que le ayuden en la pro-secución del fin para que es criado.De donde se sigue, que el hombretanto ha de usar dellas, cuanto le ayu-dan para su fin, y tanto debe quitarsedellas, cuanto para ello le impiden.Por lo cual es menester hacernos in-diferentes a todas las cosas criadas,en todo lo que es concedido a la li-bertad de nuestro libre albedrío, y nole está prohibido; en tal manera, queno queramos de nuestra parte mássalud que enfermedad, riqueza quepobreza, honor que deshonor, vidalarga que corta, y por consiguiente entodo lo demás; solamente deseandoy eligiendo lo que más nos conducepara el fin que somos criados.

Ejercicios Espirituales. Conciliar la aridezcon la entrada a fondo en la experienciadel PF puede resultar hoy día un callejónsin salida. Por esto, resultaron muy opor-tunas las reflexiones de Karl Rahner2 so-bre la importancia de la dimensión afecti-va, ya que advierten del riesgo que se correde presentar el PF de modo excesivamen-te seco, lo cual desnaturalizaría la esenciadel ejercicio o incluso lo haría impracti-cable a algunas personas. Conviene, pues,analizar el mismo contenido del PF.Las tres partes del PF indican clara-

mente el proceso mediante el cual se des-arrolla la experiencia espiritual que pro-pone. En él se puede distinguir:1) Un principio general («El hombre

es creado...»). El sentido de la vida huma-na y de todas las cosas criadas ordenadashacia el hombre para el cumplimiento desu propio fin. No dice que «ha sido crea-do», sino que «es creado», es decir, que elacto creador de Dios se da en el presentey en la medida que el ser humano viveconscientemente este presente se adentraen el acto creador que le recrea a cada ins-tante desde la profundidad de sí mismo.2) Una conclusión teórica («De donde

se sigue...»). Por tanto, cada persona ha deorientar su existencia en medio del mun-do sirviéndose de las cosas o dejándolas,en la medida que ayuden a o no a la reali-zación del fin de su vida.3) Una conclusión dinámica («Por lo

cual es menester...»). Es evidente, pues,que tomar decisiones orientadas haciael fin de la vida, en medio de distintasoportunidades que se ofrecen exige liber-tad personal para no atarse a condiciona-mientos afectivos que puedan transformarlos medios en fines…

Las tres partes del PF señalan, pues,un itinerario personalizador que lleva dela pasividad a la actividad. No podemosprescindir de la letra del texto, pero tam-poco podemos ceñirnos exclusivamente aella, a palabras o frases aisladas del con-junto de los Ejercicios y del pensamientoignaciano, si queremos interpretarlo co-rrectamente. Con razón Iparraguirre afir-maba que hemos de guiarnos por el con-junto del pensamiento de Ignacio.3

1.2. Desentrañando el texto

1.2.1. La persona humana como sujetoEl texto es obvio en su estructura, pero pi-de que se aclare o subraye alguno de sustérminos. El hombre es la primera palabradel primer ejercicio, con lo que se subra-ya el rol primordial de la persona humanacomo agente y como objeto de la expe-riencia de los ejercicios. Los Ejercicios seorientan a la transformación de la perso-na para hacerse plenamente disponible ala acción de Dios en su vida. Es, por tan-to, la persona humana lo primero que en-tra en juego, es el sujeto de los ejercicios.«El que los hace», repite Ignacio.Cada uno de nosotros ha sido y es ob-

jeto de la mirada amorosa de Dios, desdesiempre. Porque nos creó para comuni-carnos su bondad y su amor. «Tú me hastejido en las entrañas de mi madre»(Salmo 139,13), porque «es él quien pri-mero nos amó» (1Jn 4,19). La expresión«es criado» no sólo indica la obra ya rea-lizada por Dios, sino el carácter perma-nente de su amor creador. Porque Dioscrea sin cesar y toda la historia es una cre-ación nunca acabada. De la reviviscenciade esta experiencia arrancan los ejerci-cios: «que somos actualmente creados por

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Dios nuestro Señor con todo detalle y queescuchamos las llamadas de Dios a la vi-da cuando escuchamos nuestros deseosmás profundos, que brotan del amor cre-ador y apasionado que Dios nos tiene»4.En esta misma relación de Dios con nos-otros arraiga el carácter relacional de laexistencia humana. Cada uno de nosotrosexiste para, ya que nacemos de una rela-ción dirigidos hacia aquél que «nos amóprimero».

1.2.2. La centralidad de Diosy el amor al prójimoAlabar (expansión), hacer reverencia(contención), servir (concreción). La rela-ción que establece el ejercitante tiene sucentro en el mismo creador, en Dios mis-mo. De aquí que el PF ayude a enfocar co-rrectamente esta relación conDios ya des-de el mismo comienzo de los Ejercicios yasí se evita o se corrige cualquier falsaimagen deDios. El «Dios siempremayor»agustiniano expresa el carácter absoluto,la supremacía total de Dios, respecto decualquier otra realidad ajena a él. Alabares el reconocimiento de esta supremacía,pero en el bien entendido de que la supre-macía de Dios es su Amor y por lo tantola alabanza que se le tributa es la del go-zo por ser lo que es, es decir, aquél quetanto ama al mundo que le ha entregado asu propio Hijo. Por lo mismo, el ejerci-tante ha de reconocer su dependencia fi-lial, ha de hacer reverencia, pero con laconciencia de que sólo se vive la filiaciónsi se vive la fraternidad. Y, como no bas-ta con decir «Señor, Señor» si no se hacesu voluntad, la relación conDios ha de tra-ducirse en el acto de “servir”.Naturalmente, ya que se trata de una

respuesta al Dios revelado, el amor a Dios

no puede ser un amor aislado de la huma-nidad y de los hermanos y hermanas. «SiDios nos ha amado tanto, amémonos...»(1Jn 4,11). Este motivo bíblico tiene tam-bién una impostación ignaciana: dado queen la mistagogía de los Ejercicios se hallala misma experiencia de Ignacio, no po-demos olvidar que el Dios, centro absolu-to de su vida, es un Dios en cuya comu-nión, vivida de modo nuclear junto alCardoner, descubrió la importancia fun-damental de «ayudar a las almas». Es de-cir, el Dios ignaciano es un Dios en el cualla persona creyente halla elmundo y la hu-manidad.Por esto, desde antiguo, se ha relacio-

nado esta perspectiva ignaciana con la clá-sica afirmación de san Ireneo: «la gloriade Dios es que el hombre viva». Y, a suvez, «la vida del hombre se halla en la glo-ria de Dios». En esta dirección meditativaal comienzo del PF, el ejercitante conciliala adoración («la gloria de Dios») con lainfinita confianza en un Dios que es «vi-da del hombre».De este modo, se desarrollan tres acti-

tudes fundamentales en la relación conDios y con el hombre: la gratuidad que va-lora al otro por sí mismo, la alteridad queno instrumentaliza al otro y las obras quehacen real el amor. Por lo demás, hay quedestacar que en la literatura ignaciana laalabanza y gloria de Dios no tiene un ca-rácter abstracto, sino concretamente apos-tólico, lejos de todo ideal perfeccionista eindividualista.Así pues, puede afirmarse que la

primera parte del PF es una forma sintéti-ca y pedagógica de presentar la primeraparte del PadreNuestro. Efectivamente, elalabar corresponde al «santificado sea tunombre», ya que en él se expresa la su-

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premacía de Dios; hacer reverencia con-siste en la dependencia del ser humanoque ha de poner el Reino de Dios en elcentro absoluto de sus intenciones, ha de«buscar el Reino» por encima de todo; pe-ro esta búsqueda se ha de traducir en lasobras, en hacer la voluntad de Dios, es de-cir en servir. De algún modo se respondeasí a la cuestión repetida con frecuenciade que el amor no aparece en el PF. Cier-tamente, no se encuentra con lamisma pa-labra, como en el Padre Nuestro, pero síla sustancia misma del amor, tanto a Dioscomo a los hermanos. Además, la centra-lidad de Dios no sólo no disminuye el ca-rácter absoluto del amor a los hermanos,sino que le da unamayor dimensión yma-yor profundidad.Todo esto es lo que Teilhard de Char-

din expresaba cuando imaginaba a Dioscomo el centro de una esfera hacia el cualtodos los puntos de la esfera confluyen ydel cual dimana la vida que se expande.5

1.2.3. La felicidad plena comoculminación del proyecto de DiosEl resultado de esta relación viva entreDios que nos ama y nosotros que quere-mos responder a su amor es el «salvar elánima», es decir, la perfección integral dela persona, la plenitud última y definitivade la propia existencia. Como dice I.Iparraguirre, «los Ejercicios no se reducena la ‘salvación’, sino que pretenden la sa-lud, la perfección integral»6.Por tanto, todo lo que precede (alabar,

hacer reverencia, servir) llena de conteni-do el “salvar su ánima”, equivalente de laplenitud de vida humana o la felicidad to-tal y no simplemente el evitar la desgra-cia infinita de la condenación, como po-dría sugerirlo el verbo salvar.Ahora bien,

esta plenitud de vida o felicidad, que es elanhelo supremo que habita el corazón hu-mano, no es como un premio o recom-pensa exterior y posterior a una vida todaella orientada hacia el «Dios con noso-tros», sino que es algo interior a esta mis-ma forma de vivir. La expresión «me-diante esto» sugiere que en la triple actitudmencionada se da la felicidad, incoativa-mente ahora, y en plenitud cuando se ma-nifieste lo que ya somos (cfr. 1Jn 3,2). Enconsecuencia, es importante que esta di-cha que Dios nos ofrece no quede escon-dida y oscurecida detrás de lo que Ignaciopropone, en primer lugar ciertamente, pe-ro no como algo separado de ella. Diosnos ha elegido para ser sus hijos e hijasy gozar de esta plenitud filial y fraterna(cf. Ef 1,3-14).

1.2.4. «Las otras cosas» o la IntegraciónLa vida humana se desarrolla dentro de lacreación mediante una red de relacionesmuy diversas: sociedad, cultura, econo-mía y política, familia, cosmos, etc. Laexistencia cristiana, en el mundo, es unaforma integradora de vivir “las otras co-sas”, pero con una cierta jerarquía u or-den: «las otras cosas sobre la haz de la tie-rra son creadas para el hombre y para quele ayuden en la prosecución del fin para elque es criado». Si quitamos de la idea deordenación hacia la persona humana laconnotación negativa de autorización pa-ra el dominio arbitrario devorador de “lasotras cosas”, se puede concebir la vida hu-mana como la armonía de un concierto enel que distintos instrumentos, con su grandiversidad y con la riqueza de una parti-tura, interpretan una sinfonía. En el cen-tro se halla Dios y la persona humana –yoy las demás personas– en relación con el

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mundo y las distintas estructuras en quese desarrolla la vida, integrados en unaunidad dinámica. Junto al río Cardoner,Ignacio tuvo «una ilustración tan grande,que le parecían todas las cosas nuevas»(Aut 30). Por esto, al decir de JerónimoNadal, siempre veía el mundo ex integro,es decir en un conjunto, no parcialmente,sino en la composición de una unidad ar-mónica.Siguiendo con la imagen del concier-

to, podemos notar cómo en toda interpre-tación cabe la variada combinación de so-nidos con los imprescindibles silenciosformando la belleza de la sinfonía. Lomismo acontece en la vida humana segúnDios: la persona que quiere vivir la pleni-tud de vida ha de saber tomar decisionespositivas respecto de las cosas («usar de-llas») y, a veces, saber distanciarse y ne-gar determinado uso de las cosas («qui-tarse dellas»), en la medida en que lascosas o bien ayudan o, al contrario, cons-tituyen un impedimento para la realiza-ción de la vida humana.Esta relativización de las cosas en fun-

ción del fin de la vida humana no ha dellevar a una pura instrumentalización delas mismas, ya que las cosas en si mismastienen un valor y forman parte de un uni-verso y una historia que es en verdad «me-dio divino». A este respecto es importan-te la consideración de estos dos mensajesbíblicos: un cielo nuevo y una tierra nue-va como culminación de nuestro mundo,según los anuncios de Isaías, Romanos 8,Apocalipsis 21, etc. y la concepción de to-da la creación integrada en el Resucitado,como aparece en las cartas a Efesios yColosenses. El pensamiento de Teilhardde Chardin, de Raimon Panikkar y mu-chas aportaciones de la ecología prolon-

gan estos mensajes bíblicos7. En el PF nonos hallamos, pues, lejos de lo que hoy seconsidera como concepción cosmoteán-drica de la vida humana: el hombre en ar-monía con los demás hombres, con el cos-mos y Dios. En términos del NT, se tratade buscar el Reino deDios, es decir a Diosen relación con toda la creación y su jus-ticia en el mundo actual.

1.2.5. Libertad para elegirEn medio de una espesa trama de realida-des en las que ha de desarrollarse la vidahumana, no es raro que ocurra alguna deestas dos cosas: o bien que se pierda elnorte, y de aquí la importancia de lo ex-puesto sobre el PF hasta el momento; obien que uno se halle atrapado por cosasque le hipnotizan o le apresan de tal mo-do que sus opciones no se dirijan en elsentido de la vida según el PF. Es, pues,preciso adoptar una actitud activa y com-prometida para preservar la libertad pro-pia de modo que todo el ser del ejercitan-te y sus capacidades se orienten en el rectosentido: «es menester hacernos indiferen-tes». No se trata de un esfuerzo prometei-co o pelagiano de conquista de la salva-ción, sino de liberar el corazón pararesponder a la iniciativa amorosa de Diosque ha irrumpido en la vida personal, pe-ro que sólo espera una respuesta verdade-ramente libre. Y, en este caso, la libertadno sólo se encuentra frente a cosas u op-ciones sobre las que no cabe ninguna du-da de hacia dónde ha de inclinarse la de-cisión, es decir, hacia el bien o el mal, sinoque también se halla ante opciones posi-bles que, siendo en sí neutras, pueden con-vertirse en caminos perdedores o aberran-tes para la consecución del verdadero finde la vida: adicciones a cosas tal vez bue-

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nas o indiferentes, pero que pueden ser al-guna forma de idolatría, de modo que aveces se puede dar una especie de ateis-mo larvado en personas buenas.Aunque obviamente, si somos perso-

nas normales, tendremos más inclinaciónafectiva hacia determinadas cosas, es pre-ciso que no hagamos diferencia algunaentre todas las posibilidades que se nosabren, mientras no veamos cuáles de ellasson el mejor camino para una relación conDios que es nuestra felicidad. Esto es loque expresa Ignacio con el «es menesterhacernos indiferentes»: una formulaciónactiva de la libertad interior ante lo que noestá claramente unido a la realización ple-na de la vida. Ignacio se referirá a nues-tros instintos de vitalidad (salud-enferme-dad), de posesión (riqueza-pobreza), devaler o hacernos valer (honor-deshonor),de ser (vida larga-corta). Pero esta enu-meración no es exclusiva y por esto aña-de «en todo lo demás», ya que en losmuy numerosos y variados contextos dela vida humana pueden darse espejismosque nos lleven a inclinarnos hacia reali-dades que no sean indudablemente víasque conduzcan a «la vida verdadera» (co-mo dirá el mismo Ignacio más adelante[139]).

1.2.6. Dejar a Dios ser DiosLa imagen de Dios que se dibuja al co-mienzo del PF, como central y absolutopara el hombre y a la vez fuente de senti-do y de felicidad de la vida humana, pideuna abertura y disponibilidad plena de ca-da uno. Así, la libertad buscada por cadauno es la forma de afirmar realmente,existencialmente a Dios, como Dios. Deeste modo, desde el PF se va desarrolladoen el ejercitante aquella disposición para

que el Señor se comunique inmediata-mente a la criatura, quitando las reservase impedimentos para abrirse a unDios quelo es todo…En cualquier caso, el ejercitante, que

reconoce el carácter absoluto de su vidacentrada enDios, deseará y elegirá con to-da su fuerza «lo que más nos conduce pa-ra el fin que somos criados». Aquí se dala primera aparición de la palabra que ca-racterizará la espiritualidad de los Ejer-cicios, «más», expresión de la desmesuradel amor, ya que el amor siempre pidemásy en materia de amor siempre estamos endeuda (cf. Rm 13,8). Este «más» revela elimpulso de amor que se esconde en la in-diferencia (término que no usa Ignacio enlos Ejercicios, donde usa un lenguaje másactivo y dinámico), ya que «no hay indi-ferencia verdadera más que en un corazónpresto a amar con un amor ardiente y uni-versal, en vez de refugiarse en tal o cualcosa o de profesar respecto de todas lascosas una insensibilidad general»8.Más adelante, la disposición expresa-

da por el «más» irá tomando cuerpo en elejercicio del Reino [97-98], en las con-templaciones de Segunda Semana [104] yen los ejercicios previos a la elección(Banderas, Binarios y Humildad).

1.2.7. Sobre la experiencia de fepropia del PFEn todo lo que precede ha aparecido conclaridad suficiente que el PF no es sim-plemente una elucubración de teología na-tural, sino que se sitúa en la perspectivade una experiencia de fe, aunque no en tér-minos explícitos. Esto resulta claro si setiene en cuenta el fin de los Ejercicios: vi-vir en el amor y el servicio, lo cual impli-ca una transformación de la afectividad.

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Hay que partir, pues, de que el enunciadoteológico teórico del PF es la expresión deuna realidad, la del amor, de la cual hayque realizar una experiencia vital.En la primera parte el ejercitante se

siente objeto de la acción de Dios en supropia vida, “es criado”. Y la acción deDios sólo puede ser amor, ya que él esAmor. Y como esta acción de Dios es, co-mo todo acto de amor, una interpelación,suscita de modo espontáneo una respues-ta personal de amor y así se incoa ya la di-námica de alianza que atraviesa todo elcurso de los Ejercicios Espirituales. Estarespuesta del ejercitante se expresará enforma de alabanza, reverencia y servicio,pero no amodo de programa que debe eje-cutar forzosamente, sino movido por laseducción del amor que por sí mismo lla-ma ymoviliza a la persona querida. Se tra-ta, pues, de una experiencia de pasividad(la acogida del amor) que se hace activi-dad (respuesta de amor).Cabe la pregunta: ¿se puede presentar

y ofrecer el PF a no creyentes?Aunque laperspectiva plena y explícita del PF es, sinduda, una propuesta para cristianos, no sepuede negar que su contenido tiene unsentido pleno para personas que vivan al-guna experiencia de “ser creados”, quequieran orientar su vida en relación a unabsoluto, que deseen vivir una vida todaella unificada en un único sentido y seanpersonas que no se consideren islas, sinoque conciban su propia vida en abertura alos demás.

1.2.8. Aprendiendo a amarAl fin de los Ejercicios, Ignacio dice queel amor se ha de poner más en obras queen palabras [231] y propone una contem-plación para seguir viviendo en el amor

más allá de los Ejercicios. Parece, pues,que el amor ha de estar presente en el PFque contiene de modo concentrado al co-mienzo de los Ejercicios lo esencial de laexperiencia. Además, el PF introduce enla práctica del amor, que consiste en lasobras, mediante la explicitación de «ala-bar, hacer reverencia y servir». Un amorciertamente a Dios, pero, como ya se hadicho, también a hermanos y hermanas.JoséM. Castillo, a propósito de la «in-

diferencia de afecto» de que habla Fran-cisco Suárez, dice que éste «no habla nun-ca de indiferencia de voluntad, sino deindiferencia de afecto…». Esto ya nos es-tá diciendo que para Suárez la indiferen-cia rebasa los límites de nuestra voluntad;es decir, «se trata de una disposición másamplia y más profunda»9. Además, comodice Karl Rahner «la indiferencia no esotra cosa que la fase inicial del amor, elaprendizaje del amor final»10, puesto quees ir centrando el corazón en lo esencial,sin dejarse hipnotizar por los espejismosde particularidades que desvían el corazóndel centro del amor. Y, en cualquier caso,el «hacernos indiferentes» sólo es sano sicorresponde a un apasionamiento perso-nal profundo, que en este caso es la pasiónpor Jesucristo y el Reino de Dios. De mo-do que hablar de indiferencia es hablar deuna pasión que genera libertad.En esto Ignacio enlaza con una tradi-

ción antigua, en particular San Bernardo,que ya percibió cómo el verdadero amor,fundado en Dios, pide mantener un equi-librio respecto de las cosas cuya orien-tación hacia la voluntad de Dios se des-conoce, «siempre prontos a seguir suvoluntad [de Dios], sea cual sea el senti-do hacia el cual sabremos que esta volun-tad se inclina»11.

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1.2.9. Cristo y el PFDado el carácter esencialmente cristológi-co de los Ejercicios Espirituales, resultainconcebible que el PF no sea una expe-riencia fundamentalmente cristológica,puesto que el PF está presente continua-mente en todos los ejercicios de oración,mediante la «oración preparatoria» [46] yes preámbulo esencial del momento cul-minante de todo el proceso espiritual, laelección. Cristo, con el cual se ha de iden-tificar el ejercitante, es la realización másperfecta del PF: la plenitud de la gloria delPadre y de la vida de los hombres se da“en Cristo”, porque «sólo Cristo resucita-do constituye el hombre perfecto, a cuyaimagen y semejanza fue plasmado el cuer-po deAdán» (san Ireneo).Asu vez, Cristo,a menudo denominado «Criador y Señor»en los Ejercicios, es también objeto del«alabar, hacer reverencia y servir»12.

1.3. La práctica del PF

1.3.1. Importancia y carácterdinámico del PFLas distintas orientaciones de los Direc-torios sobre el modo de proponer losEjercicios siempre dan especial relieve almodo cómo hay que dar el PF y la divi-sión de sus distintas partes. La práctica ac-tual sigue dando gran importancia al PFpara orientar el sentido de la vida, tratan-do de relativizar todo lo que no sea deDios mismo: es un proyecto de máximosy orienta todos los Ejercicios.Los Directorios destacan también el

carácter dinámico del PF, ya que se tratade algo que el ejercitante ha de realizar:adquirir una cierta apertura inicial de es-píritu, una disponibilidad personal. Esto

lo muestran las mismas expresiones deltexto, como «hacerse», «deseando y eli-giendo» y la «oración preparatoria» [46],prolongación permanente del PF, en laque se pide a Dios una ordenación plenade toda la existencia. El «preámbulo parahacer elección» [169] insiste en la actituddinámica y existencial iniciada al co-mienzo de los ejercicios con palabras quesintetizan el mismo PF: «Ninguna cosame debe mover a tomar los tales medioso a privarme dellos, sino sólo el servicioy alabanza de Dios nuestro Señor y saludeterna de mi alma». El ejercitante no se hade hallar fijado o anclado en cosas que nosean Dios mismo o su voluntad y poresto ha de trabajar esta libertad para amar,o quizá sea cosa mejor que retrase la en-trada en Ejercicios, «hasta que estuviesemás maduro»13.Sin embargo, en el texto de los Ejer-

cicios y Directorios, no siempre aparececlaramente en qué consiste el trabajo delejercitante para llegar al objetivo del PF.¿Se trata de una consideración de la lógi-ca de la vida cristiana? ¿Se trata de crearuna convicción personal? ¿Quizá consis-te en mover la voluntad? ¿Es un ejerciciomás bien racional que afectivo? ¿Tiempomás de reflexión que de oración? A decirverdad, gran parte de los comentaristas yde las exposiciones clásicas llevaban apensar que el PF es un ejercicio más adap-tado a la inteligencia y a la voluntad queal afecto. No falta quienes destacan su ca-rácter duro y árido.Precisamente, para contrastar esta lí-

nea en la forma de proponer el PF, se in-siste actualmente en que «ha de ser comouna mirada hacia la cima, que suscita de-seos de subir hacia ella», «una experien-cia del amor de Dios que nos interpela y

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mueve a la correspondencia», «un en-cuentro con la utopía del Reino de Diosque ayude a que cada ejercitante escribasu propia utopía»… En cualquier caso,hay que ayudar a que el ejercitante empie-ce los Ejercicios con gozo y esperanza, yaque en ellos va a acoger existencialmentela Buena Noticia del Reino de Dios.En esta línea, W.A. Barry habla del

«Principio y Fundamento afectivo» y ha-ce suyas las palabras del psiquiatra J.S.Mackenzie: «El disfrute de Dios deberíaser el culmen de la pedagogía espiri-tual»14. Se refiere a una vivencia de sen-tirse en compañía de Dios que hace de-saparecer los sentimientos negativos ysentirse acogido y amado. Esta vivenciaafectiva es un buen “inicio”, en cuantomoviliza al ejercitante desde el centro desu persona, el corazón. Puede, pues, afir-marse también que el placer espiritual quees un elemento importante de los Ejerci-cios Espirituales, como se ha dicho a pro-pósito de la 2ª anotación, y que culminaen la cuarta semana, empieza a desarro-llarse ya desde el PF.

1.3.2. Practicar el PF comoverdadero inicio de los EjerciciosPuesto que los Ejercicios Espirituales em-piezan estrictamente con el primer ejerci-cio de la Primera Semana [45], el PF hayque situarlo en la actividad previa al mis-mo comienzo de los Ejercicios, junto conla proposición de las anotaciones y la cre-ación de las disposiciones necesarias paraentrar de lleno en ejercicios. Parece con-firmar esta manera de concebir la prácti-ca del PF el hecho ya mencionado de queen uno de los textos acomodados de másautoridad como es el de Helyar, el PF fi-gura todavía entre las anotaciones.

Ahora bien, el PF no sólo tiene una fi-nalidad dinámica, sino que, en palabras deElías Royón es más un “inicio” que un“principio”. Es decir, no se trata de una ex-periencia a partir de la cual el ejercitantese adentra en un nuevo proceso espiritualindependiente, sino de algo así como laobertura musical de una sinfonía, la cual(en nuestro caso, los Ejercicios) no haráotra cosa que ampliar el “movimiento”inicial. Los Ejercicios Espirituales tienencomo objetivo ordenar la vida a partir dela transformación de la afectividad, ensintonía con el evangelio. «Que desde elprincipio sepa bien el ejercitante adóndeva, y que se determine seriamente a llegarcon su trabajo adonde se le quiere condu-cir»15.

1) El ejercitante ha de tomar concien-cia clara y firme de cuál es el sentido desu vida:El fin de la vida (la plenitud de su exis-tencia = «salvar el ánima») en el amora Dios y a los hermanos = («alabar»).A este fin ha de orientarlo todo («lasotras cosas»).

2) Además, ha de disponerse seria-mente a la tarea de hacer realidad este pro-yecto. Esto se propone mediante el «tan-to-cuanto», el «es menester hacernosindiferentes», el «solamente deseando yeligiendo». No se trata de conseguir al co-mienzo lo que es fruto de todos los Ejer-cicios. Esta tarea se enuncia ya en la pri-mera anotación [1]: «quitar de sí todas lasafecciones desordenadas»; y en el título[21]: «vencerse». También la quinta ano-tación [5] ya prepara el camino: «grandeánimo y liberalidad... ofreciéndole todo suquerer y libertad para que su divina ma-jestad, así de su persona como de todo lo

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que tiene, se sirva conforme a su santísi-ma voluntad».Este es el objetivo del PF en los Ejer-

cicios completos, que suponen una perso-na con verdaderos deseos de progresar enla vida cristiana, «que en todo lo posibledesea aprovechar» [20], y que capacitanpara una verdadera elección evangélica.Pero, en cualquier caso, el ejercitante em-pieza con la conciencia del paralítico quenecesita que alguien le libere de su inmo-vilidad, con la confianza de tener a Jesúsa su lado.En otras situaciones, convendrá usar

el PF o no emplearlo o sólo parcialmenteo bien dedicarle más o menos tiempo. Porejemplo, en los Ejercicios en la Vida Or-dinaria, hay quien le dedica por lo menoscuatro semanas, con lo que esta entradalenta y prolongada beneficia la facilidadpara iniciar la Primera Semana de Ejerci-cios desde una perspectiva muy positiva.16

1.3.3. Tomar la vida en serio«Se determine seriamente», hemos leído.Se trata de una seriedad o responsabilidadque responda a una actitud responsable-mente seria en la vida. «El presupuestoantropológico para hacer los ejercicios estomar en serio la existencia humana» (JonSobrino). Por tanto, quien se acerca a losEjercicios ha de partir de una posiciónpersonal existencialista, es decir, que nobusque simplemente satisfacciones pietis-tas o dar respuestas teóricas o moralizan-tes a la propia vida, sino que se pregunteo por el sentido real de su vida o quierahacer frente a cuestiones verdaderamentefundamentales de su existencia. Dada labien sabida inadecuación de la expresiónhumana para manifestar realidades pro-fundamente vitales, para comprobar que

se da esta disposición en el candidato,conviene no guiarse precipitadamente porla brillantez o la pobreza de las palabras oformulaciones elocuentes de las personasque solicitan hacer los Ejercicios. En efec-to, hay quienes disponen de una capaci-dad y riqueza de expresión que no siem-pre responde a una actitud seria ante lavida y ocurre al revés con personas de ex-presión y formulación muy pobre.En definitiva, hay que evitar, desde

luego, que el PF sea la ocasión para elu-cubraciones estériles y fatigosas, perotambién que degenere en un moralismo ovoluntarismo extenuante. No se trata deconseguir plenamente lo que se enunciaen el PF, que se irá asimilando durante to-dos los Ejercicios [cfr. 16, 46, 157, 166,169]. El objetivo del ejercicio es princi-palmente impregnarse del sentido del PFy avivar disposiciones en consonancia.

1.3.4. «Sentir y gustar»Puesto que el PF es el primer ejercicio quese realiza, conviene que se enfoque demodo que el ejercitante pueda “gustar” al-go la bondad y el amor del Señor. Sabo-rear el contenido del mismo texto con elrecurso al Padre Nuestro, como se acabade indicar: la centralidad de Dios, de sureino y de su voluntad. El PF, como ex-periencia de una pasividad activa, pide la“tarea” de dejarse querer, cosa no fácil,pero que toca a fondo la dimensión másafectiva de la relación con Dios: descubriry saborear «qué bueno es el Señor» (Sal34,9), con lo que la imagen de DiosAmorcobra un alto relieve vivencial.Y, a la vez,esta experiencia del amor concreto deDios a mí hondamente sentida es el deto-nante de una respuesta progresiva al Dios

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de la Alianza con la cual culminan losEjercicios Espirituales.La primera parte del PF deja el paso

abierto a una dimensión más práctica:«Hijos, no amemos con palabras y de bo-quilla, sino con obras y de verdad» (1Jn3,18). ¿Cómo se concreta y se hace ope-rante el amor? La respuesta incluye dosmomentos: un primer momento es la to-ma de conciencia de que el amor ha debuscar sus mediaciones propias y un se-gundo en que el amor lo rige todo y que,por tanto, exige un corazón abierto y dis-ponible para elegir las mediaciones apro-piadas. El “más” con que concluye el PFapunta a un sentimiento profundo, a unacierta pasión por Dios, como centro de to-da la vida del ejercitante. Un inicio quehay que desarrollar sobre todo mediantela petición repetida en la “oración prepa-ratoria”.

1.3.5. Relación personal y confiada conDios«Ponerse en sus manos», dirán los direc-torios ignacianos, según el espíritu de laanotación 5ª [5]. La oración de Charles deFoucauld: «Padre, me pongo en tus ma-nos…», puede ayudar a hacer efectiva es-ta anotación. A este propósito convienenotar que así como Ignacio propone comoinicio para todos los tiempos de oraciónde los Ejercicios la oración preparatoria[46], también pone el Pater noster comoconclusión de todos estos tiempos, unaplegaria que es a la vez síntesis del PF ysostén continuo de la actitud de confianzaprofunda. Y, en esta relación de confian-za, la actividad del ejercitante ha de ser so-bre todo la de pedir sencillamente, másque esforzarse: la oración preparatoria ypedir aquel «resignarse del todo» y aquel

«equilibrio» o libertad de que se nos ha-bla en los directorios.

1.4. Algunas aproximacionesrecientes al PF

1.4.1. Algunos puntos de partida del PFEl hecho de que el texto del PF no vayaacompañado de orientaciones metodoló-gicas, aunque no falten en los directoriosignacianos, ha impulsado una cierta crea-tividad en los enfoques de este ejercicioespiritual. Indico a continuación, de for-ma muy sintética, solamente algunos deestos enfoques más recientes.

– Decisión existencial de dar a la vidasentido teologal (J. Gómez Caffarena).– Consagración y comunión: abrirsedesde el corazón a Dios y a la comu-nión universal (J.C. Guy).– Tomar en serio la propia existencia,toda ella polarizada por un Absoluto(Jon Sobrino).– Ajuste entre deber y libertad (F.Segura).– Puente levadizo que empalma la vi-da del ejercitante con la vida de fe (J.I.González Faus).– No partir de cero en la experienciadel PF, sino desde el punto a donde elejercitante ha llegado en su vida espi-ritual (A. Lefrank).– Aprendizaje del amor: empezar aliberarse de aquellas cosas que hipno-tizan o son espejismos que impidenorientar la vida en el amor (K.Rahner).– Concienciar que sólo Dios es Dios yafirmar existencialmente a Dios me-

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diante el «hacernos indiferentes» (J.Vives).

1.4.2. Algunos desarrollos del PFHoy es común iniciar el PF con la invita-ción al ejercitante de releer su propia his-toria de salvación. No se trata ni de unacrónica de la propia vida, ni de una inter-pretación, sino de una mirada de fe, en laque el ejercitante se siente hija o hijo que-rido por Dios y movido a la gratitud y a lacorrespondencia.Con perspectiva teologal y trinitaria,

el ejercitante toma más conciencia, en re-lación con Dios Padre Criador, de su con-dición filial y esta filiación, reconocida yvivida en el Hijo, sumerge al ejercitanteen el clima trinitario. Suelen ayudar algu-nos textos de apoyo: Colosenses 1,15-20y Efesios 1,3-10 para asimilar la centrali-dad absoluta de Jesucristo; Juan 1,30-39para ahondar en la atracción de Jesucristo.Se puede también enfocar la oración

como un ejercicio de acogida de todos losbienes que Dios nos da (“las otras cosas”)para “usar” y de desprendimiento de ellos(“quitarse”). En términos de elementalpsicología, saber decir «hola» y saber de-cir «adiós». O también se recurre a lapráctica orante de la respiración: en estemovimiento vital, cuando uno inspira,acoge y cuando expira, entrega; del mis-mo modo, recibimos la vida y si no la da-mos a los demás, morimos. Naturalmente,en prácticas como ésta, hay que evitar elensimismamiento egocéntrico.

1.4.3. Algunos textos muy empleados,entre otros muchosEl arsenal de textos, sobre todo bíblicos,de que se sirven quienes dan Ejercicios

Espirituales es inmenso y, por tanto, aquísólo se indican algunos que han sido su-brayados de modo particular por resultarde especial fruto.

– Historia de Jonás y de Rut: Salir deuno mismo y desear y elegir lo quemás conduce.– Sabiduría 11,22ss: Desasirse de to-do lo que no sea Dios al comenzar losEjercicios.– Romanos 8,31ss: Para personas quepuedan tender a la angustia, inspirarconfianza y ponerse en manos deDios.– Magnificat: Poner a Dios en el cen-tro, pero no en un pedestal, sino cercade modo que «se alegra mi corazón»porque «mira mi pequeñez».– Lucas 10,25-42: En el Buen Sama-ritano y Marta y María se nos muestracomo la vida consiste en el amor ab-soluto a Dios y al prójimo, pero supe-rando los espejismos de “lo religioso”o de un servicio no bien orientado.– El Principito (capítulo 21) ofrecetambién buena materia laica para en-trar en la apertura de la fe.

1.4.4. Una reformulación secular delPF: «Proyecto de Vida» o «Marco demi existencia»17

Una formulación secular del PF como laque se presenta a continuación, puede serespecialmente sugestiva para una personacon mentalidad secular y se aplica inclu-so a no creyentes. A partir de la reflexiónsobre este texto, lo más probable es queel ejercitante se sienta incapaz de realizarel proyecto propuesto y, así puede com-prendermejor el sentido de los Ejercicios,

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precisamente para ayudar a conseguir lalibertad interior y disponerse a compro-meterse.Acontinuación, mediante la con-sideración de textos bíblicos, el ejercitan-te comprueba que este plan tan humano derealización personal es lo que Dios quie-re…

«La persona humana está en esta tie-rra para apreciar, respetar y ayudar alos demás a realizarse plenamente; y,mediante esto, realizarse ella misma;y las otras cosas sobre la haz de latierra están para la persona humanay para que le ayuden a conseguir elfin para el cual está en la tierra.De donde se sigue que el ser huma-no tanto ha de usar de ellas cuanto leayuden para su fin, y tanto ha de qui-tarse de ellas cuanto para ello le im-piden.Por lo cual es menester hacernoslibres ante todas las cosas, sin sentir-se atados a ninguna de ellas, en todolo que no constituye un perjuicio pa-ra cualquier persona (no se puedeelegir entre maltratar o no maltratara una persona); de tal manera que noqueramos de nuestra parte más saludque enfermedad, riqueza que pobre-za, honor que deshonor, vida largaque corta, seguridad que riesgo, cor-dura que demencia y del mismo mo-do en todo lo demás; solamente de-seando y eligiendo lo que más nosconduce para el fin a que nos senti-mos llamados.»

1.5. En manos de Dios

Es frecuente servirse durante la prácticadel PF de la oración más reciente y fami-liar a muchos cristianos de Charles deFoucauld: «Padre, en tus manos…». Esterecurso no resulta ajeno al espíritu del PFignaciano. En efecto, en el Directorio delP. Vitoria, «basado en notas dictadas porsan Ignacio», se dice que el fruto de losEjercicios será tanto mayor, cuanto elejercitante se abandone más «en las ma-nos del Señor para que haga de él segúnsu beneplácito, según aquello: Hijo mío,dame tu corazón y lo llenaré»18. Más ade-lante, se habla de la importancia de po-nerse «totalmente en sus manos pues aquíestá el fundamento de que hallemos lo quedeseamos»19. Y, para conseguir este aban-dono total en manos de Dios, dice el Di-rectorio, refiriéndose al ejercitante, que seha de considerar bien el PF20.Con estas expresiones repetidas, se

resume bien la disposición inicial delejercitante, que ha de conseguirse en elPF: entrega y abandono total, pero desdela relación filial de sentirse de verdad hi-jo o hija de Dios, y con la gran confianzade estar en manos del Padre. Empiezanlos Ejercicios con toda la exigencia deuna verdadera experiencia de Dios–abandono–, con toda la conciencia de lapropia dignidad –filiación– y con unaconfianza que se deberá mantener y cul-tivar continuamente –en manos delPadre–.

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2. EXÁMENES Y CONFESIÓN GENERAL [24-44]: LA ARENA Y LA ROCA

Después del PF, el libro de los Ejerciciospresenta un bloque de orientaciones so-bre exámenes, confesión general y comu-nión que ayudan a dar el paso a lo con-creto de la vida, después haberse movidoel ejercitante en el horizonte más generalde la visión del sentido de la vida huma-na. El ejercitante ha de ir haciéndose ca-da vez más capaz de descubrir dóndeestá la roca sobre la cual construir, dis-tinguiéndola de la arena que sólo sostie-ne aparentemente el edificio de la vidahumana.

2.1. Examen

El Examen es una práctica espiritual an-terior a san Ignacio y no exclusiva de latradición cristiana. Encontramos diferen-tes formas de examen, con acentos espiri-tuales o morales distintos, en los pitagóri-cos y en los estoicos, en Sócrates, Séneca,en el rabinismo y en el islam. Y tanto enla tradición bíblica como en la historia dela Iglesia (monacato, san Agustín, sanJuan Crisóstomo, Hermanos de la VidaComún,Tomás deKempis, etc.). El «Ejer-citatorio de la vida espiritual» de Garcíade Cisneros, conocido por Ignacio, acon-seja y enseña esta práctica.En su sustancia, el Examen responde

a la exigencia evangélica de vivir despier-tos (“velad”) y estar atentos a las llama-das y a la acción deDios. No es raro, pues,que en los Ejercicios se le de una notableimportancia, ya que los Ejercicios son unaíntima comunicación con Dios que se ma-nifiesta de formas muy distintas y que es-

pera del ejercitante respuestas también va-riadas y continuas.Por tanto, la importancia de los exá-

menes viene indicada por el carácter de laexperiencia de Dios que se realiza, la cualno consiste sólo en unas actividades prac-ticadas con la máxima exactitud y fideli-dad, sino en una apertura existencial delejercitante a la acción de Dios. San Beni-to, en la Regla (4:57; 7:62-66), habla de lanecesidad cotidiana de confesar el peca-do, de llorarlo y de enmendarse; y el duo-décimo escalón de la humildad es creerseen todo momento reo de los propios pe-cados. Ya se ve, pues, que no se trata deun ejercicio morboso, sino de un procesocontinuo de purificación y de transparen-cia espiritual.Al analizar los exámenes propuestos

en los Ejercicios, conviene tener muy pre-sente este sentido evangélico profundopara no desorientarse con algunos de loselementos que se proponen para practi-carlo y que son concreciones o recursos,a veces muy accidentales.

2.2. Examen particular [24-31]

[24] EXAMEN PARTICULAR Y COTIDIA-NO. CONTIENE EN SÍ TRES TIEM-POS Y DOS VECES EXAMINARSE.

El primer tiempo es, que a la mañanaluego en levantándose, debe el hom-bre proponer de guardarse con dili-gencia de aquel pecado particular odefecto, que se quiere corregir y en-mendar.

El Examen particular es el primero que sepropone. El evangelio enseña repetida-mente que la Palabra sembrada en el co-razón puede resultar poco o nada fecundadebido a algún obstáculo personal. Es pre-ciso, pues, prestar una atención particulara lo que en el corazón de cada uno puedeser impedimento a la acción de Dios. Estaatención particular, orientada hacia la pu-reza del corazón más que a la lucha con-tra los pecados, es la esencia del examen“particular”. En los Ejercicios, Ignaciopropondrá que se aplique sobre todo a lafiel observancia de las orientaciones me-todológicas («adiciones») que se dan alritmo de las distintas etapas. Estas «adi-ciones», como veremos en su lugar, sonprecisamente indicaciones para que todoel sujeto, la persona entera, esté atentaa la acción de Dios a lo largo de todo eldía.Por tanto, después del PF orientado

hacia el sentido general de la vida huma-na, el examen particular da un giro hacia

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[25] El segundo, después de comer. Pedira Dios nuestro Señor lo que hombrequiere, es a saber, gracia para acor-darse cuántas veces ha caído enaquel pecado particular o defecto, ypara se enmendar adelante, y conse-cuenter haga el primer examen de-mandando cuenta a su ánima deaquella cosa propósita y particular dela cual se quiere corregir y enmendar,discurriendo de hora en hora o detiempo en tiempo, comenzando des-de la hora que se levantó hasta la ho-ra y punto del examen presente; yhaga en la primera línea de la g = tan-tos puntos cuantos ha incurrido enaquel pecado particular o defecto; ydespués proponga de nuevo de en-mendarse hasta el segundo examenque hará.

[26] El tercero tiempo, después de cenarse hará el segundo examen asimis-mo de hora en hora, comenzandodesde el primer examen hasta el se-gundo presente, y haga en la segun-da línea de la misma letra g = tantospuntos cuantas veces ha incurrido enaquel particular pecado o defecto.

[27] SIGUENSE CUATRO ADICIONESPARA MAS PRESTO QUITARAQUELPECADOO DEFECTO PAR-TICULAR

La primera adición es que cada vezque el hombre cae en aquel pecadoo defecto particular, ponga la manoen el pecho, doliéndose de haber caí-do; lo que se puede hacer delante demuchos, sin que sientan lo que hace.

[28] La segunda. Como la primera líneade la g = significa el primer examen,y la segunda línea del segundo exa-men, mire a la noche si hay enmien-da de la primera línea a la segunda,es a saber, del primer examen al se-gundo.

[29] La tercera. Conferir el segundo díacon el primero, es a saber, los dosexámenes del día presente, con losotros dos exámenes del día pasado ymirar si de un día para otro se haenmendado.

[30] La cuarta adición. Conferir una sema-na con otra, y mirar si se ha enmen-dado en la semana presente de laprimera pasada.

[31] Nota. Es de notar, que la primera g =grande que sigue significa el domin-go; la segunda más pequeña, el lu-nes; la tercera, el martes; y así con-secuenter.

[Sigue el gráfico con los siete paresde líneas paralelas]

el compromiso particular de vida del ejer-citante. Mediante esta práctica de aten-ción a los actos concretos a lo largo detodo el día, se realiza un aprendizaje im-portante de objetividad, cuya carenciaamenaza a menudo a las personas vueltasde modo intenso hacia lo interior.Respecto de las ayudas concretas que

aparecen en el texto de los Ejercicios (exa-minarse dos veces al día, anotar en unaslíneas las veces que uno ha faltado, po-nerse la mano en el pecho al caer en el de-fecto que se combate), es patente que notodas tienen la misma importancia, aun-que sí vienen a reforzar una convicción:para la mejora eficaz de actitudes y com-portamientos son necesarias algunas es-tructuras (aun pequeñas) de apoyo. Contodo, el objetivo principal es vivir atentosa la realidad concreta de dichas actitudesy comportamientos y renovar regular-mente la voluntad de eliminar obstáculosconcretos a la acción de Dios.

2.3. «Examen general deconciencia» [32-43]

2.3.1. En qué consiste el Examen general

Este Examen “general” se refiere a todoel campo de pecados o faltas posibles.Para iluminar este vasto campo, se pre-senta una larga lista de pecados y, junta-mente, algunos criterios para valorarlos.Una lectura de este largo fragmento ha detener muy en cuenta que «el vocabularioy la manera de expresarse, en buena me-dida, van en dirección contraria de nues-tra cultura y sensibilidades. Hay que rea-lizar una transposición»21.Un presupuesto que precede a todo el

cuerpo de tres partes que sigue sitúa yacon cierta finura una distinción importan-te: cuál es el campo de lo estrictamentemoral, es decir, lo que sale «de mi propialibertad y querer» [32] y lo que es campode la experiencia espiritual, la cual natu-ralmente puede derivar en consecuenciasmorales, según sean las reacciones de lalibertad personal a los pensamientos “quevienen de fuera”. Esta distinción de lostres pensamientos, que ya era algo comúnen la tradición espiritual desde Orígenes,ha sido interpretada hoy día desde la psi-cología profunda, cosa que, dejando de la-do las posibles discrepancias o los mati-ces necesarios, indica, por lo menos, laimportancia humana y espiritual que tie-ne prestar atención a esta complejidad dela vida interior del ejercitante22: es ciertoes que hay pensamientos que nacen de mivoluntad y los dominamos y otros que es-capan de nuestro control, pero que con-viene descifrarlos, ya que pueden llevar-nos a actos buenos o malos.Para apreciar bien el sentido del largo

fragmento que sigue [33-42] hay que dis-tinguir entre el carácter externo y su fina-lidad. Esta clasificación y larga lista de pe-cados es tributaria de unas ayudas para lapreparación de la confesión que circula-

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[32] EXAMEN GENERAL DE CONS-CIENCIA PARA LIMPIARSE Y PARAMEJOR SE CONFESAR

Presupongo ser tres pensamientosen mí, es a saber, uno propio mío, elqual sale de mi mera libertad y que-rer; y otros dos que vienen de fuera,el uno que viene del buen espíritu y elotro del malo.

[Siguen las orientaciones para el exa-men del pensamiento, de la palabra yde la obra] [33-42].

ban antiguamente: Confesionales, Sumade confesores, Tratado de penitencia,etc.23 En el siglo XVI la confesión era muypoco frecuente y la preparación durabauno o dos días y otros dos la confesión y,por tanto, se hacía necesario algún recur-so para facilitar esta laboriosa práctica.Ignacio mismo nos relata su larga confe-sión en Montserrat (Aut 17), donde pudoutilizar el material que se halla en el Ejer-citatorio de la vida espiritual24.Sin embargo, más importante que el

género de este fragmento de los Ejercicioses su finalidad: progresar en la «limpieza–pureza– de corazón» (“para limpiarse”).Por esto, Ignacio más que en los pecadosconcretos insiste en las condiciones per-sonales del pecado y analiza toda la com-pleja trama de la actuación humana,concretada en pensamientos, palabras yobras. A continuación destaco algunospuntos más sobresalientes del texto igna-ciano25.«Del pensamiento» [33-37]. Las con-

sideraciones ignacianas sobre la manerade merecer o de pecar venialmente o mor-talmente con el mal pensamiento “queviene de fuera”, son una introducción enel discernimiento de espíritus, que presu-pone capacidad de «sentir y conocer lasvarias mociones que en la ánima se cau-san» [313].«De la palabra» [38-41]. Vale la pena

poner atención a lo que Ignacio dice al re-ferirse concretamente al juramento: «Esmás concedido a los perfectos jurar por lacriatura que a los imperfectos; porque losperfectos, por la asidua contemplación eiluminación del entendimiento, conside-ran meditan y contemplan más ser Diosnuestro Señor en cada criatura, según supropia esencia, presencia y potencia; y así

en jurar por la criatura sonmás aptos y dis-puestos para hacer acatamiento y reve-rencia a su Criador y Señor que los im-perfectos» [39].Así, de forma subliminal,Ignacio sitúa al ejercitante en el horizon-te de la contemplación para alcanzaramor, que se basa en la consideración dela entrega y presencia de Dios en todo [cf,234-237]. Hacia esta cumbre se dirige elcamino de los Ejercicios, camino que hande recorrer también los “imperfectos”.Además en esta contemplación e ilumina-ción el ejercitante se introduce poco a po-co en la integración de la naturaleza y lagracia.«De la obra» [42]. «Amar con obras y

de verdad» (1Jn 3,18), porque las obrasson la encarnación de los pensamientos ylas palabras.Además, como elmundomásinterior de pensamientos y palabras debemoldearse por la referencia a la realidadobjetiva de la palabra de Dios y su actua-lización en la Iglesia, la experiencia espi-ritual personal ha de exteriorizarse y so-cializarse. De aquí la necesidad de tener ala vista «los diez mandamientos y los pre-ceptos de la Iglesia y recomendaciones delos superiores».Este capítulo nos recuerda que la ex-

periencia de Dios no es algo meramentesubjetivo y autónomo, cuestión sólo debuenos sentimientos e intenciones, almargen de una conducta en la línea de lavoluntad de Dios, expresión de la bondadde la vida. La búsqueda de Dios en la tra-dición bíblica va siempre unida al deseode conocer su voluntad y de cumplirla.Por esto Ignacio encabeza los Ejercicioscon este capítulo, al cual, según las fuen-tes, daba bastante importancia (cfr.Aut 68y 70). Evidentemente que lo que Ignaciopretende hoy ha de hacerse a través de una

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formación actualizada de la conciencia.Con todo, tal vez queda como una cues-tión pendiente ayudar al posible ejercitan-te a superar una cierta anomia bastantecomún. De lo contrario, se acaba confun-diendo la experiencia espiritual con uncúmulo de vivencias y “experiencias” po-co en sintonía con el carácter histórica-mente concreto de la revelación: «quienno ama, no conoce a Dios»; y se trata deun amor «con obras y de verdad». AsíIgnacio llama la atención sobre la impor-tancia de la educación de la concienciamoral.Sin embargo, no se ha de reducir la

instrucción ignaciana sobre el examen delpensamiento, de la palabra y de la obra auna orientación sólo moralizante. En es-tos párrafos de los Ejercicios hay que cap-tar una mistagogía para ir progresando enlimpieza de corazón y en transparencia delos pensamientos, para el uso de la pala-bra consciente de toda la densidad respe-to, amor y verdad que puede vehiculartanto en la relación conDios como con loshombres, para medir la calidad de nues-tras obras en referencia a pautas objetivas,pero dependientes de nuestras actitudespersonales profundas. Así el Examen noes «una mera revisión escrupulosa y deta-llada de nuestras acciones, sino más bienuna constante verificación de nuestra vi-da en cuanto debe estar siempre en armo-nía con el Espíritu»26.

2.3.2. Práctica del Examen general

El fragmento de los Ejercicios que acaba-mos de comentar no ha de desviar la aten-ción y llevarnos a tergiversar la prácticadel Examen como si se tratase de un ejer-cicio moralizante y, peor aún, minuciosoy torturante. El examen se ha de situar enla perspectiva de laAlianza, relación amo-rosa que lleva a una exigencia connaturalde correspondencia humana a Dios. Portanto, el Examen es la manifestaciónconstante del deseo de responder al amorincesante y concreto de Dios.

1) De aquí que el primer punto que sepropone es “dar gracias”: reconocimientogozoso de la acción de Dios en la propiavida.2) A partir de este sentimiento de gra-

titud, bien concretado en la historia per-sonal dentro del contexto social en que sedesenvuelve, y sobre el telón de fondo delamor de Dios que es Luz, resulta más fá-cil y más higiénico (espiritualmente ha-

[43] MODO DE HACER EL EXAMEN GE-NERAL Y CONTIENE EN SÍ CINCOPUNTOS

El primer punto es dar gracias a Diosnuestro Señor por los beneficios reci-bidos.

El segundo punto: pedir gracia paraconocer los pecados y lanzallos.

El tercer punto: demandar cuenta alánima: desde la hora que se levantóhasta el examen presente de hora enhora, o de tiempo en tiempo; y prime-ro del pensamiento, y después de lapalabra y después de la obra, porlamisma orden que se dijo en el exa-men particular.

El cuarto punto: pedir perdón a Diosnuestro Señor de las faltas.

El quinto punto: proponer enmiendacon su gracia. Pater noster.

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blando) descubrir, con la gracia de Dios,qué hay que pedir, la necesidad de conver-sión (respuesta al Amor): «pedir graciapara conocer los pecados y lanzallos»;«demandar cuenta al ánima…»; «pedirperdón a Dios…»; «proponer enmiendacon su gracia».En definitiva, la práctica del Examen

es una forma muy personal de oración.Además, en la medida que se progresa enla lucidez interior, fruto de las orientacio-nes precedentes, la persona será capaz decaptar las posibles llamadas interiores delSeñor, es decir, discernir los sentimientosespirituales que brotan en el corazón.Aunque Ignacio propone la práctica

del Examen para los Ejercicios más sen-cillos de iniciación en la anotación 18ª, élmismo siguió practicándolo, incluso elExamen particular, hasta el final de su vi-da. Estomuestra que el ejercicio espiritualdel Examen permite niveles más o menosaltos en su realización, ya que es la tareade progresiva transparencia y docilidad ala acción de Dios, que por el Espíritu ac-túa en el corazón de cada persona. En losEjercicios es, pues, fundamental la prácti-ca del Examen general y particular paraprogresar en la sensibilidad espiritual co-mo base de una vida espiritual más ver-dadera, más libre y más fiel en el amor27.

2.4. El sacramentode la reconciliación [ 44]

Esta confesión se ha de interpretar en lalínea de la experiencia espiritual de losEjercicios y no simplemente como unanecesidad moral de “confesarse”. Se su-pone que el ejercitante ya satisface habi-tualmente a la conveniencia de reconci-liarse con Dios. Cuando Iñigo realizó sularga confesión general en Montserrat yahabía participado anteriormente en estesacramento en Loyola. Sin embargo, laconfesión de Montserrat tenía un signifi-cado de plenitud y de transparencia espe-cial, como puede verse en su mismo rela-to del peregrino28.La confesión general es, pues, parte de

los Ejercicios, incluso se puede concebircomo la culminación de la Primera Sema-

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El primero. Dado que quien cada añose confiesa no sea obligado de hacerconfesión general, haciéndola hay ma-yor provecho y mérito, por el mayor do-lor actual de todos pecados y maliciasde toda su vida.

El segundo. Como en los tales ejer-cicios espirituales se conocen más in-teriormente los pecados y la maliciadellos, que en el tiempo que el hombreno se daba así a las cosas internas,alcanzando ahora más conocimiento ydolor dellos habrá mayor provecho ymérito que antes hubiera.

El tercero es consecuenter, que, estan-do más bien confesado y dispuesto, sehalla más apto y más aparejado pararecibir el santísimo sacramento; cuyarecepción no solamente ayuda paraque no caya en pecado, mas aun paraconservar en aumento de gracia; lacual confesión general se hará mejorinmediate después de los ejercicios dela primera semana.

[44] CONFESIÓN GENERAL CON LACOMUNIÓN

En la general confesión, para quienvoluntarie la quisiere hacer, entreotros muchos, se hallarán tres prove-chos para aquí.

na y como uno de los elementos eclesia-les fuertes de la experiencia [cf. 20:Vísperas y Misa]. Con todo, es una prác-tica voluntaria. Una nota aclaratoria igna-ciana dice que, de ser posible, es mejorque el que da los ejercicios no confiese alejercitante. Esto confirma dos cosas: queel ámbito de ayuda del acompañante no esinmiscuirse en la respuesta que el ejerci-tante da a Dios, sino el de las mociones ypensamientos que «siente» [cf. 17], y queel ejercitante ha de sentirse siempre libreen todo lo que hace, sin la menor sombrade coacción. Por otro lado, la persona queda ejercicios no ha de ser necesariamentesacerdote, como es obvio.En cualquier caso, es bueno que la

confesión se realice en un momento yaavanzado de los Ejercicios, por lo generalen Primera Semana, de modo que el ejer-citante viva este gesto como sacramenta-lización de la experiencia de la misericor-dia ya experimentada en su interiordurante los días de Ejercicios.

2.5. Conclusión general

Al terminar el comentario sobre el PF, losExámenes y la confesión general con lacomunión, podemos llegar a estas conclu-siones que iluminan la aplicación de losEjercicios, siempre necesaria.El PF por un lado, y los exámenes y la

confesión general y comunión por otro,forman como los dos batientes de la puer-ta de entrada de los Ejercicios29. El PF abrea una visión general del sentido de la vi-da cristiana, los Exámenes y la confesióngeneral con la comunión orientan hacia la

dimensión particular y práctica de la vidacristiana. Dicho de otro modo, son dos ca-ras de una misma realidad que se impli-can recíprocamente.Consecuentemente, abriendo los dos

batientes el ejercitante se va introducien-do en la tarea de “hacer” los ejercicios; esdecir, va pasando de la consideración a larealización.La parte de Exámenes –confesión–

comunión no sólo pertenece al mismocurso de los Ejercicios, sino que puedeaislarse de ellos y constituir una forma deiniciación a una vida cristiana más seria30.Además, es un excelente modo de prepa-ración a la práctica de los Ejercicios com-pletos, como lo muestra el método segui-do por Iñigo con su amigo Pedro Fabro,al cual preparó con estos recursos duran-te cuatro años31.Finalmente, como ha aparecido en to-

do lo que precede, las diversas orienta-ciones comentadas de los Ejercicios Espi-rituales encierran de forma embrionariao implícitamente referencias a partes im-portantes de los Ejercicios completos: PF,discernimiento, oración personal, con-templación para alcanzar amor. Esto indi-ca que la persona que acompaña, comofue el caso de Iñigo, ha de estar siempreatenta a la riqueza espiritual de las distin-tas prácticas, a la experiencia espiritualque suscitan y a los deseos interiores y de-mandas que brotan en el corazón del ejer-citante. Los caminos que nos introducenal encuentro con Dios pueden ser muymodestos, pero Dios es infinito en suAmor y no tiene normas que le aten en sudeseo de comunicarse.

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Conviene tener muy presente que el obje-tivo de los distintos ejercicios particulareso de las etapas de la experiencia de losEjercicios Espirituales se expresan a tra-vés de las diferentes peticiones y colo-quios. Y, aunque en la práctica del ejerci-tante no hay que anticipar los distintosmomentos del itinerario, por parte dequien da los Ejercicios es muy importan-te que tenga siempre presente el fin o el

horizonte de cada etapa. Esto vale de mo-domuy particular en esta Primera Semanaya que, de no tenerse en cuenta, puedeconvertirse en una experiencia muy nega-tiva. Más bien el ejercitante ha de descu-brir en su propio corazón cómo su vida espura gracia, que «no es cosa de correr ode querer, sino de que Dios es misericor-dioso» (Rm 9,16). Esto es lo que va re-cordando el texto ignaciano en sus diver-

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2. PRIMERA SEMANA

La Primera Semana es el comienzo del proceso de los Ejercicios que sedirige a «buscar y hallar...» [1]. Es, pues, la preparación de esta tarea deexploración espiritual:

1) Purificar la “mirada del corazón”, ya que se trata de ver con claridad loque hace referencia a la vida cristiana.

2) Vivir un encuentro con el Señor en la realidad concreta del mundo y dela propia vida, que están marcados por el mal y el pecado: conocimiento,sentido del pecado y experiencia personal de la misericordia, que lleva auna respuesta generosa.

1. TODO ES GRACIA

sos elementos, desde el coloquio anteCristo Crucificado [53], con el que cul-mina el primer ejercicio.Ya la práctica del PF habrá dispuesto

al ejercitante a acoger la oferta de Diosque le propone vivir una vida llena en larelación de amor. Ahora, el ejercitante veel lado oscuro de su vida, pero en ella des-cubre hasta dónde llega el amor de Dios.Si en el PF se ha considerado cómo Diosnos ha criado para la felicidad en el amor,ahora experimentará, en una especie deexperiencia invertida, cómo la profundi-dad del desamor humano provoca la lo-cura del amor de Dios, que «de Criador esvenido a hacerse hombre, y de vida eter-

na amuerte temporal, y así amorir pormispecados» [53]. Vergüenza y confusión porun lado, y misericordia por otro, se unenen la misma experiencia.Hay que distinguir cuidadosamente la

sustancia o contenido de las materias delas cinco meditaciones de la PrimeraSemana de las formas de presentarlas, yaque el “revestimiento” puede ofrecer difi-cultades: el mito de Adán y Eva, los án-geles y su caída, la persona condenada porun solo pecado mortal, el infierno, y, engeneral, algunas imágenes y el lenguajeempleado. Todo esto hay que adaptarloconvenientemente, pero con pleno cono-cimiento de “lo que se busca”.

2.1. «Un caballeroC avergonzadoy confundido» [45-54]

2. LOS CINCO EJERCICIOS

[45] PRIMER EJERCICIO ES MEDITA-CIÓN CON LAS TRES POTENCIASSOBRE EL PRIMERO, SEGUNDO YTERCER PECADO. CONTIENE ENSÍ, DESPUÉS DE UNA ORACIÓNPREPARATORIAY DOS PREÁMBU-LOS, TRES PUNTOS PRINCIPALESY UN COLOQUIO.

[46] La oración preparatoria es pedir gra-cia a Dios nuestro Señor, para quetodas mis intenciones, acciones yoperaciones sean puramente orde-nadas en servicio y alabanza de sudivina majestad.

[47] El primer preámbulo es composiciónviendo el lugar. Aquí es de notar queen la contemplación o meditación vi-sible, así como contemplar a Cristonuestro Señor, el cual es visible, lacomposición será ver con la vista dela imaginación el lugar corpóreo don-de se halla la cosa que quiero con-templar. Digo el lugar corpóreo, asícomo un templo o monte, donde sehalla Jesucristo o Nuestra Señora,según lo quiero contemplar. En lainvisible, como es aquí de los peca-dos, la composición será ver con lavista imaginativa y considerar miánima ser encarcelada en este cuer-po corruptible y todo el compósito eneste valle, como desterrado entre

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brutos animales; digo todo el compó-sito de ánima y cuerpo.

[48] El segundo es demandar a DiosNuestro Señor lo que quiero y deseo.La demanda ha de ser según sub-yecta materia, es a saber, si la con-templación es de resurrección, de-mandar gozo con Cristo gozoso; si esde pasión, demandar pena, lágrimasy tormento con Cristo atormentado.Aquí será demandar vergüenza yconfusión de mí mismo, viendo cuán-tos han sido dañados por un solopecado mortal, y cuántas veces yomerecería ser condenado para siem-pre por mis tantos pecados.

[49] Nota. Ante todas contemplaciones omeditaciones, se deben hacer siem-pre la oración preparatoria sin mudar-se y los dos preámbulos ya dichos,algunas veces mudándose, segúnsubyecta materia.

[50] El primer punto será traer a la memo-ria sobre el primer pecado, que fuede los ángeles, y luego sobre el mis-mo el entendimiento discurriendo,luego la voluntad, queriendo todo es-to memorar y entender por más meenvergonzar y confundir, trayendo encomparación de un pecado de losángeles tantos pecados míos; ydonde ellos por un pecado fueron alinfierno, cuántas veces yo he meres-cido por tantos. Digo traer en memo-ria el pecado de los ángeles, cómosiendo ellos criados en gracia, no sequeriendo ayudar con su libertadpara hacer reverencia y obediencia asu Criador y Señor, veniendo ensuperbia, fueron convertidos de gra-cia en malicia, y lanzados del cielo alinfierno; y así consecuenter discurrirmás en particular con el entendimien-

to, y consecuenter moviendo más losafectos con la voluntad.

[51] El segundo: hacer otro tanto, es a sa-ber, traer las tres potencias sobre elpecado de Adán y Eva, trayendo a lamemoria, cómo por el tal pecadohicieron tanto tiempo penitencia, ycuánta corrupción vino en el génerohumano, andando tantas gentes parael infierno. Digo traer a la memoria elsegundo pecado de nuestros padres;cómo después que Adán fue criadoen el campo damaceno y puesto enel paraíso terrenal y Eva ser criadade su costilla, siendo vedados que nocomiesen del árbol de la ciencia yellos comiendo y asímismo pecando,y después vestidos de túnicas pe-llíceas y lanzados del paraíso vivie-ron sin la justicia original, que habíanperdido, toda su vida en muchos tra-bajos y mucha penitencia, y conse-cuenter discurrir con el entendimientomás particularmente, usando de lavoluntad como se ha dicho.

[52] El tercero: asimismo hacer otro tantosobre el tercero pecado particular decada uno que por un pecado mortales ido al infierno, y otros muchos sincuento por menos pecados que yo hehecho. Digo hacer otro tanto sobre eltercer pecado particular, trayendo ala memoria la gravedad y malicia delpecado contra su Criador y Señor,discurrir con el entendimiento, cómoen el pecar y hacer contra la bondadinfinita justamente ha sido condena-do para siempre, y acabar con la vo-luntad como se ha dicho.

[53] Coloquio. Imaginando a Cristo nues-tro Señor delante y puesto en cruz,hacer un coloquio, cómo de Criadores venido a hacerse hombre y de

2.1.1. La iniciación en la oraciónSi se prescinde de lamateria de la oración,de la cual se acaba de hablar, es impor-tante prestar atención a la pedagogía quea partir de esta semana se propone. Luegose irá acomodando, pero a partir de lo ini-ciado en la Primera Semana. El ritmo dela oración viene señalado por un esquemaque contiene una base común y unas va-riantes de acuerdo con las distintas mate-rias:

1) Entrada en oración: Es de especialimportancia en esta semana primera, quetiene el riesgo de convertirse en un ejer-cicio de excesiva introspección, lo querecomienda Ignacio para toda oración:«alzado el entendimiento arriba, conside-rando cómo Dios nuestro Señor me mira»[75]. Empezar, pues, sintiéndose bajo lamirada amorosa de Dios que nos conocepor nuestro nombre.

– Oración preparatoria [46]: Es laactualización constante del PF yaque los Ejercicios tienen como ob-

jetivo ordenar la vida según la vo-luntad divina, que es nuestra felici-dad. Por tanto, no sólo la intención(“intenciones”) ha de ser recta mi-rando al fin para el cual soy creado,sino también las actividades exterio-res (“acciones”) y obras para conuno mismo, así como los procesosespirituales, intelectuales o físicos(“operaciones”) que están implica-dos en cualquier toma de decisión(J. Calveras).– «Composición viendo el lugar»[47]. También se dan las expresio-nes más simples: «composición»[65, 232], «ver el lugar» [202], aun-que «composición viendo el lugar»es la más frecuente. Evidentemente,se trata de una ayuda para implicarla imaginación en la oración, ya queora todo el hombre y todo el hom-bre ha de ser transformado en todassus dimensiones. Precisamente poreste carácter integrador de la expe-riencia de los Ejercicios, no pareceexcesivo ver en la frase más repeti-da, «composición viendo el lugar»,una propuesta de disposición perso-nal de quien trata de ver el lugar.32

– «Demandar a Dios nuestro Señorlo que quiero y deseo» [48]. Cadaejercicio tiene su finalidad propia, lacual ha de ser objeto del deseo delejercitante y que se ha de alimentardurante el día [cf. Adiciones 1ª y 2ª:73, 74]. A la vez, los Ejercicios sonobra de la gracia y por esto se ha de«demandar lo que quiero y deseo».

2) «Puntos» [50-52]: Los puntos, «conbreve o sumaria declaración», constituyenla materia de la meditación o contempla-

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vida eterna a muerte temporal, y asía morir por mis pecados. Otro tantomirando a mí mismo lo que he hechopor Cristo, y lo que hago por Cristo, loque debo hacer por Cristo, y así vién-dole tal, y así colgado de la cruz dis-currir por lo que se ofreciere.

[54] El coloquio se hace propiamente ha-blando así como un amigo habla aotro o un siervo a su señor; cuándopidiendo alguna gracia, cuándo cul-pándose por algún mal hecho, cuán-do comunicando sus cosas y que-riendo consejo en ellas; y decir unPater noster.

ción que han de ser objeto de la elabora-ción personal conducida por la gracia, se-gún la indicación de la anotación 2ª [2].3) «Coloquio» [53-54]. Como lo ex-

presa todo el conjunto de estos dos núme-ros, es un momento especialmente densode la relación con el Señor, que se ha des-arrollado a lo largo del ejercicio.Aquí tie-ne especial importancia aquella «mayorreverencia» de la que habla la anotación3ª [3]. Obviamente no se trata de temor yaque el coloquio debe revestir el carácterde una relación de amigo a amigo y, ade-más, siempre termina con el Pater noster.Con todo ello puede verse cómo la

oración que se propone en los Ejerciciossigue en sus líneas fundamentales la lexorandi de la liturgia. Con formas muy va-riadas, la liturgia siempre empieza conuna entrada, luego sigue el cuerpo o cen-tro de la oración para terminar con unaconclusión o despedida. En el fondo, es laley vital de toda relación, que, si es hu-mana, está contenida entre un «hola» y un«adiós».

2.1.2. La oración en esta PrimeraSemanaDentro de este esquema común para todaslas Semanas, cada meditación o contem-plación tiene sus propias peculiaridadesque se expresarán en los contenidos dis-tintos de la composición de lugar, de la pe-tición y de los puntos según la materia.También elmodo de orar se acomodará nosólo a la materia, sino también a los va-riados momentos del proceso del ejerci-tante, a los cuales ha de responder el co-loquio.Una larga tradición, que encuentra en

Ramon Llull uno de los exponentes más

preclaros, y que tal vez fue inspirador deIgnacio, integra las tres potencias en lapráctica de la oración33. Ignacio, ávido deimplicar en Ejercicios toda la persona hu-mana con todas sus capacidades o dimen-siones, propone en el primer ejercicio unmodo en que las potencias del alma apor-ten cada una su propia capacidad paraadentrarse en el misterio o realidad medi-tada. Estamanera un tanto esquemática detres pistas queda más bifurcada en el se-gundo ejercicio. A lo largo de los Ejerci-cios las tres potencias seguirán ejerciendosu aportación contemplativa, aunque sinla rigidez que pide un primer momento enla oración de los ejercicios.Sin embargo, memoria (autopresen-

cia), entendimiento (autoconciencia) yvoluntad (autodeterminación) no son me-ros instrumentos exteriores para accederal pecado, objeto de la meditación, sinoque son la manifestación de la intimidadmás profunda de la persona. Mediante lastres potencias el ejercitante desvela la«imago Trinitatis pervertida por el peca-do que hace sentirnos pecadores precisa-mente en esta estructura trinitaria», ya quenuestro espíritu abierto a Dios «está dota-do de una especie de presencia, de cono-cimiento y de posibilidad de cumplir lavoluntad de Dios»34 y, con todo, se reco-noce como bloqueando esta honda posi-bilidad innata en él.Lameditación tiene un carácter de ini-

ciación a la oración más activa que lacontemplación, que es más pasiva. En lameditación se tiende más a sacar conclu-siones prácticas, mientras que en la con-templación el ejercitante ha de reflectir, esdecir, ha de dejarse interpelar, ha de vivirmás que pensar, ha de esperar el don deDios.

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Sin embargo, en la práctica, no siem-pre se hará una clara distinción entre lameditación y la contemplación. El mismoIgnacio, que propone meditaciones en laprimera semana, dice que hay que volversobre «las cosas contempladas» [64]. Lameditación es más abstracta en su conte-nido y más activa; mientras que la con-templación, centrada en pasajes evangéli-cos, es más visible y, mediante el reflectir(que no es reflexionar sino dejarse impac-tar), es más pasiva. La experiencia de ora-ción de la persona que se ejercita ayudaráa precisar lamaneramás apropiada de ora-ción en los distintos casos.

2.1.3. Materia de la meditaciónLos Ejercicios, como el Evangelio, han deser una escuela de realismo. Ante el amorde Dios, que nos llama por pura gratuidada una vida plena, sentimiento vivido en elPF, el ejercitante ha de sentirse avergon-zado de su respuesta a tanto amor. Parapredisponer el espíritu a este ejercicio dela Primera Semana, Ignacio sugiere que elejercitante trate de sentirse «como si uncaballero se hallase delante de su rey y detoda su corte, avergonzado y confundidode haberle mucho ofendido, de quien pri-mero recibió muchos dones y muchasmercedes» [74]. Con lo cual ya se insinúaque el pecado es un problema de relaciónamorosa traicionada.Para esto, Ignacio pone al ejercitante

ante situaciones que ayudan a desenmas-carar la realidad verdadera del pecado. Lameditación del mal uso de la libertad delos ángeles ayuda a considerar la oscuri-dad del mundo, haciendo caer en la cuen-ta de que lo más espiritual o lo más ele-vado se corrompe: la inteligencia, la

libertad, las relaciones humanas, la reli-gión, etc. Es más, el corazón o el espíritues la misma raíz del pecado, que es siem-pre apropiación o apoderamiento, que sehistoriza.Para tomar conciencia de que vivimos

en una historia de mal, Ignacio proponemeditar el pecado de Adán y Eva, comopaso hacia la consideración de la carga depecado que conlleva la condición huma-na, «en pecado me concibió mi madre»(Salmo 51). Desde los orígenes hastanuestros días, el «misterio de iniquidad»(2Tes 2,7), el dinamismo del pecado, hatomado cuerpo en las mil realidades quedeberían también “avergonzar” a la hu-manidad: odio y mentira, explotación ymarginación, guerra y hambre, menospre-cio del hombre que es olvido de Dios…En resumen, el pecado anida en el cora-zón humano, crea mecanismos de maldady produce víctimas. A su vez, el mal en-raizado en la sociedad y en la larga histo-ria de la humanidad contamina, seduce yarrastra a la complicidad. Esta historia quearranca desde los orígenes de la humani-dad nos alcanza en nuestro hoy, si no ce-rramos los ojos a la insultante realidad delas mayorías de nuestro mundoTambién se invita al ejercitante a que

se dé cuenta de la malicia que encierra elpecado, un solo pecado, cuando es frutode la libertad y conciencia humanas [52]35,ya que es una fuerza deshumanizadora.No se trata de consideraciones tremendis-tas, sino de un baño de realismo. En estaexperiencia hay que superar el riesgo de«concentrarse demasiado en la acción delpecador de modo que se olvide del todo laVíctima del pecado»36, pero sin olvidarque «el pecado en tanto ofende a Dios encuanto daña al hombre»37.

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Por esto, este misterio de iniquidadobjeto de la meditación se hace máspatente ante la imagen del Crucificado[53]: «Imaginando a Cristo en cruz» senos revela cómo el pecado «crucifica alHijo de Dios» (Heb 6,6) y también reve-la la ira de Dios, es decir el amor de Diosafectado y dolido (cf. Rm 1,18), de unDios «con sentimientos» (Orígenes). Enesta contemplación el ejercitante sientehondamente y de un modo único cómoJesucristo no ha venido a condenar, sino asalvar, porque «el Juez es a la vez el Sal-vador» (Karl Barth).

2.2. Dolor, lágrimas, misericordia[55-61]

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[55] SEGUNDO EJERCICIO ES MEDITA-CION DE LOS PECADOS, Y CON-TIENE EN SI, DESPUES DE LAORACION PREPARATORIA Y DOSPREÁMBULOS, CINCO PUNTOS YUN COLOQUIO.

Oración preparatoria sea la misma.

El primer preámbulo será la mismacomposición.

El segundo es demandar lo que quie-ro: será aquí pedir crecido y intensodolor y lágrimas de mis pecados.

[56] El primer punto es el proceso de lospecados, es a saber, traer a la me-moria todos los pecados de la vida,mirando de año en año o de tiempoen tiempo; para lo cual aprovechantres cosas: la primera, mirar el lugar yla casa adonde he habitado; la se-gunda, la conversación que he tenidocon otros; la tercera, el oficio en quehe vivido.

[57] El segundo, ponderar los pecados,mirando la fealdad y la malicia quecada pecado mortal cometido tieneen sí, dado que no fuese vedado.

[58] El tercero, mirar quién soy yo, diminu-yéndome por ejemplos: primero,cuánto soy yo en comparación de to-dos los hombres; segundo, qué cosason los hombres en comparación detodos los ángeles y santos del pa-raíso; tercero, mirar qué cosa es todolo criado en comparación de Dios:pues yo solo ¿qué puedo ser?; cuar-to, mirar toda mi corrupción y fealdadcorpórea; quinto, mirarme como unallaga y postema, de donde han salidotantos pecados y tantas maldades yponzoña tan turpísima.

[59] El cuarto, considerar quién es Dios,contra quien he pecado, según susatributos, comparándolos a sus con-trarios en mí: su sapiencia a mi igno-rancia, su omnipotencia a mi flaque-za, su justicia a mi iniquidad, su bon-dad a mi malicia.

[60] El quinto, exclamación admirative concrecido afecto, discurriendo por todaslas criaturas, cómo me han dejado envida y conservado en ella; los ánge-les, como sean cuchillo de la justiciadivina, cómo me han sufrido y guar-dado y rogado por mí; los santos có-mo han sido en interceder y rogar pormí; y los cielos, sol, luna, estrellas, yelementos, frutos, aves, peces, y ani-males; y la tierra cómo no se a abier-to para sorberme, criando nuevos in-fiernos para siempre penar en ellos.

[61] Coloquio. Acabar con un coloquio demisericordia, razonando y dando gra-cias a Dios nuestro Señor porque meha dado vida hasta ahora, proponien-do enmienda con su gracia para ade-lante. Pater noster.

2.2.1. Juzgados por el AmorLamirada meditativa a la realidad del malfuera de uno mismo, realizada en el pri-mer ejercicio, es como el espejo que nosdevuelve a nosotros mismos. Después deesa mirada hacia afuera, el segundo ejer-cicio aborda la perspectiva personal: me-ditar la historia propia de pecado. No setrata de un examen de conciencia paraconfesarse (en uno de los directorios se di-ce que hay que mirar la realidad «a bul-to»38), sino de una lectura complexiva dela realidad de mal instalado en la propiaexistencia. «Para lo cual aprovechan trescosas: la primera, mirar el lugar y la casaadonde he habitado; la segunda, la con-versación que he tenido con otros; la ter-cera, el oficio en que he vivido» [56].Porque el pecado no es un puro senti-miento, sino una manera de situarnos enel mundo, en el entorno, en nuestras rela-ciones, ya que ciertamente nace de dentro,pero se objetiviza. La persona que hace elacompañamiento, “con breve o sumariadeclaración” debe ayudar al ejercitante aque no eluda el considerar la profundidady extensión del pecado (personal, social,estructural), superando la fácil tentaciónde un espiritualismo evasivo e intimista.Porque no hay conversión a Dios sin con-versión al amor a los hombres y a las exi-gencias de la justicia.Esta meditación del pecado no se ha-

ce ante la ley, como si el mal fuese sim-plemente la transgresión de una norma, si-no considerando la mismísima realidaddel mal como tal, que por ser mal está pro-hibido: «mirando la fealdad y malicia decada pecado mortal cometido tiene en sí,dado que no fuese vedado» [57]. Cuandose hace o se deja de hacer porque está pro-hibido, no hay verdadera libertad. Aquí

hay que tener en cuenta que por “pecadomortal” debe entenderse “pecado capital”,como se usa en muchos escritores espiri-tuales como García Cisneros, Teresa deJesús y Juan de la Cruz39. Pecado capitalpone de relieve la disposición de la per-sona más que la misma acción cometida,y esta disposición se hace más conscientemediante las consideraciones que se pro-ponen en el tercer punto: «mirar quién soyyo, disminuyéndome por ejemplos…»[58]. Pero, aún así, el ejercitante no es to-do maldad porque ha sido objeto del amorde Dios [cf. 65, 74] y en su vida no ha fal-tado el bien «hecho por Cristo» [cf. 53].Así se comprende mejor el giro que

dan los cuarto y quinto puntos. El ejerci-tante se coloca ante Dios, Bondad Infini-ta, «contra quien he pecado» [59] y pro-rrumpe en una «exclamación admirative»al sentirse totalmente inmerso en una nu-be de intercesores (ángeles y santos) ytoda la creación, en vez de hablarle en unabismo devorador, y constatar cómo todaslas criaturas «me han dejado en vida, yconservado en ella» [60]. De este modo,el ejercitante contempla el pasado conmi-rada nueva y vive el presente con la granadmiración, expresada con cuatro «có-mo» [60], de una existencia reconciliaday acompañada. Más adelante, repetidasveces, el ejercitante volverá a revivir dedistintos modos esta existencia acompa-ñada [63, 98, 151, 232], algo característi-co del cristianismo, «religión de los ros-tros» (Madeleine Delbrêl)40.

2.2.2. Esperar desde el abismoLas dos primeras meditaciones llevarán alejercitante a darse cuenta de que estamoshundidos en el abismo, y ésta es la verdadde nuestra historia humana, que hemos de

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reconocer con una mirada realista al mun-do de hoy en toda su extensión de perso-nas, países, sistemas políticos y econó-micos. Sin embargo, desde este abismoesperamos confiadamente la salvación,«como el centinela aguarda la aurora»(Salmo 130). Lo grave es, al decir de sanAgustín, la ignorancia de que nos halla-mos en este abismo: «verdaderamente sehalla en el abismo quien ignora que se ha-lla en el abismo».Por tanto, de la vergüenza, que es un

sentimiento de honradez con lo real, se pa-sa al dolor hondo y así se experimenta lamisericordia como tal. De lo contrario, sinla vergüenza y el dolor, la vivencia de lamisericordia sería un sentimiento total-mente ficticio. ¿De qué tiene misericordiay me perdona el Señor si no reconozco nisiento mi pecado? En esta experiencia dela misericordia del Señor vivo la relaciónreal con un Dios que vino a unmundo queandaba en las tinieblas de la muerte, peroque ha venido a salvar, no a condenar: «Sinuestro corazón nos acusa, Dios es mayorque nuestro corazón» (1Jn 3,20). Paradó-jicamente el mal se convierte en expe-riencia de relación amorosa entre un Diosque es todo ternura y bondad, y un pobrepecador que se siente agradecido, movidoal amor e incluso alegre, como experi-mentó Ignacio: «soy todo impedimento; ydesto siento mayor contentamiento y go-zo espiritual en el Señor nuestro…»41.Porque «el pecado es la herida por dondepenetra la gracia» (Charles Péguy).Puesto que la finalidad de estos ejer-

cicios no es hundirse en una visión mor-bosa y desesperanzada, la persona queacompaña ha de tener muy en cuenta elhorizonte del camino que el ejercitante es-tá recorriendo: la experiencia de la mise-

ricordia. Los coloquios de estos ejerciciosson diáfanos: Jesús me ama y se ha aba-jado hacia mí, hasta «morir por mis peca-dos». Y la respuesta es la del amor, pen-sando «lo que debo hacer porCristo» [53].Y en el segundo ejercicio, cuando el ejer-citante se ha enfrentado ya con la propiahistoria (no una crónica detallista) de pe-cado, puede «acabar con un coloquio demisericordia, razonando y dando graciasa Dios nuestro Señor» [61]. Porque elDios de la revelación cristiana no es ni unDios que condena, ni tampoco un Diosque premia nuestros éxitos, sino un Diosque abraza42.

2.3. La trama del mal [62-63]

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[62] TERCERO EJERCICIO ES REPETI-CION DEL PRIMERO Y SEGUNDOEJERCICIO, HACIENDO TRES CO-LOQUIOS.

Después de la oración preparatoria ydos preámbulos, será repetir el pri-mero y segundo ejercicio, notando yhaciendo pausa en los puntos que hesentido mayor consolación o desola-ción o mayor sentimiento espiritual;después de lo cual haré tres colo-quios de la manera que se sigue:

[63] El primer coloquio a nuestra Señora,para que me alcance gracia de suHijo y Señor para tres cosas: la pri-mera, para que sienta interno conoci-miento de mis pecados y aborreci-miento dellos; la segunda, para quesienta el desorden de mis operacio-nes, para que, aborreciendo, me en-miende y me ordene; la tercera, pedirconocimiento del mundo, para que,aborreciendo, aparte de mí las cosas

Ya en el primer ejercicio aparece la pre-gunta que se hace el ejercitante que desearesponder al amor que Cristo le muestra:«lo que debo hacer por Cristo».Ahora, enun clima de súplica confiada a María, aJesús y al Padre, llevado por el Espíritu[63]43, la persona que se ejercita trata dehacerse más y más transparente y de erra-dicar de su vida lo que le aleja del Dios,en el que no hay tiniebla alguna. El obje-tivo concreto de esta repetición es liberar-se del mal que está formado por una tra-ma de hilos que nos atenazan. Peroconviene destacar lo ya dicho, que la re-petición es una manera de ejercitarse den-tro del ámbito de una relación personal,movida por el Espíritu, con María, conCristo y con el Padre como término, quees el «Señor eterno» [63], con el cual seencontrará en el siguiente ejercicio, en lameditación del infierno [65]. Por esto, lainsistencia en que se terminen las distin-tas meditaciones o contemplaciones conel Pater noster no es algo de menor im-portancia en el proceso de los Ejercicios44.El objeto de la súplica es en primer lu-

gar, el pecado propiamente tal, es decir, elmal objetivo y consciente que es fruto deun acto libre, que posiblemente tiene to-davía poder en la vida del ejercitante enlas mil formas que se presenta en el NT(Evangelios, Romanos, Efesios, Colosen-ses). Hay que llegar al «interno conoci-

miento de mis pecados» [62], que paraIgnacio implica una relación personal, yaque el pecado no es algo que se hace, si-no una relación que se rompe o se dete-riora45. Y, por tanto, ha de ser un conoci-miento sentido, y así se pide «que sientainterno conocimiento».Una vida de alianza con el que tanto

hace «por mí» y que llega a morir «pormis pecados» [53] pide una finura de es-píritu que avizora todo aquello que, aun-que se sitúe tal vez en la zona del semi-consciente, se halla en la raíz de algunosfallos en la propia vida, de torpezas en lasrelaciones humanas y de falta de fecundi-dad en el trabajo o apostolado. Este es elobjetivo de la segunda petición: «quesienta el desorden de mis operaciones»[63]. «El desorden de mis operaciones»puede recubrir toda una serie de actitudespersonales que, sin ser en sí mismas ma-las, son aliadas de faltas o limitacionespersonales: individualismo, pereza, mie-do, falta de decisión y de energía, preci-pitación y superficialidad, ligereza, etc.En definitiva, actitudes o cualidades nointegradas en la dirección del evangelio yque, por tanto, nos pueden traicionar confrecuencia tanto en nuestra vida personal,como en las relaciones con los demás o ennuestras actividades.También hay criterios ymodos de pro-

ceder antievangélicos en el entorno delejercitante –«mundo» y «cosas mundanasy vanas» [63]– que, tal vez de modo po-co consciente, le influyen, le contaminany le llevan a comportamientos contarios alo que le pide el amor al Señor, el cual hade ser «no de palabra, sino con obras y deverdad». El ejercitante ha de ir abriendolos ojos, de modo adulto, sin miedo, perosin claudicaciones a la realidad tan poco

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mundanas y vanas; y con esto unAve María.

El segundo, otro tanto al Hijo, paraque me alcance del Padre; y con estoel Anima Christi.

El tercero, otro tanto al Padre, paraque el mismo Señor eterno me loconceda; y con esto un Pater noster.

evangélica que no sólo le rodea, sino quele contamina: la codicia, el afán de pres-tigio, la eficacia en los negocios o en laacción social a cualquier precio, la valo-ración de las personas por su posición eco-nómica, etc.46. El «conocimiento del mun-do», es pues la gracia pedida en tercerlugar.He dicho repetidamente que el clima

ha de ser de una súplica confiada paraafinar la sensibilidad espiritual. Por estoaquí hay que estar muy alerta en no de-jarse llevar al escrúpulo (para esto Igna-cio ofrece unas breves notas: 345-351), nia un espíritu meticuloso y estrecho. Másbien hay que partir de la convicción deque Jesús sabe que ya producimos fruto,pero que necesitamos la poda del Padrepara producir un fruto más copioso (cf. Jn15,1-17). Y, para esto no se trata de reali-zar un análisis cerebral y frío, sino de unsentir que lleve al aborrecer, para así pa-sar a las obras. Porque no basta una fuer-te determinación de la voluntad cuando lapersona conserva un cierto gusto o atrac-tivo respecto del mal cometido. Por estola transformación de la afectividad, quees el fin inmediato de los Ejercicios [cf.1],47 pone la base más sólida para el cam-bio total de la vida, toda ella orientada pu-ramente «en servicio y alabanza de su di-vina majestad» [6]. «Aborrecer el mal,adherirse al bien», dirá Pablo (Rm 12,9).

La repetición, una forma de orarEs la primera vez que aparece en los Ejer-cicios la repetición [62-63], una forma deorar que se irá haciendo habitual a lo lar-go de todo el mes y constituye la mayorparte de los ejercicios que se practicarán.Durante la Segunda Semana se propon-drán tres repeticiones sobre un “misterio”

evangélico, sin contar con el “traer lossentidos”, que es una forma más elevadade repetición. Por tanto, en este ejerciciotercero de la Primera Semana convieneenfocar bien el carácter de esta manera deorar: no es volver sobre una materia condistintos textos, sino orar a partir de lossentimientos que el Señor ha suscitado enlas oraciones anteriores «en los puntosque he sentido mayor consolación o de-solación o mayor sentimiento espiritual».Esta forma de orar con el carácter de diá-logo íntimo y prolongado en que consisteel coloquio con María, con Jesús y con elPadre, se dirige a un cambio de la sensi-bilidad espiritual (sentir, aborrecer).Todo ello constituye un primer paso demucha importancia para enfocar losEjercicios en la línea de la transformaciónde la afectividad, que es su objetivo: «qui-tar de sí todas las afecciones desordena-das» [1].

2.4. «Resumiendo» [64]

El camino recorrido habrá dejado en elejercitante un sinnúmero de pensamien-tos, constataciones, ideas, propósitos,miedos, etc., que conviene no dejar que sedesvanezcan. Todo ello puede constituirun conjunto de semillas fecundas para el

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[64] CUARTO EJERCICIO ES RESU-MIENDO ESTE MISMO TERCERO.

Dije resumiendo, porque el entendi-miento sin divagar discurra asidua-mente por la reminiscencia de las co-sas contempladas en los ejerciciospasados, y haciendo los mismos trescoloquios.

futuro, pero es preciso concienciarlo, re-tenerlo, arracimarlo en una cierta unidady armonía. Ignacio propone una prácticasencilla pero prometedora: «el entendi-miento, sin divagar, discurra por las remi-niscencias de las cosas contempladas»[64]. No se trata de avanzar en extensiónmeditando materias nuevas, sino de unatarea de la inteligencia espiritual. Tampo-co se trata de un raciocinio especulativosino de recoger las reminiscencias, esdecir, lo que se ha depositado ya en el re-cuerdo de las horas anteriores de medita-ción. La referencia a las «cosas contem-pladas» y el recurso a los tres coloquiosya propuestos para el ejercicio anteriormuestran el carácter de verdadera expe-riencia espiritual del «resumiendo», queno es la síntesis de un estudio sino el «vol-ver a sumir» o asimilar mejor lo ya con-templado anteriormente «haciendo losmismos tres coloquios»48. Así, el discurrir«asiduamente por la reminiscencia de lascosas contempladas» se convierte en unaoración de gratitud: «Bendice alma mía alSeñor y no te olvides de sus beneficios»(Salmo 103).

2.5. Amor maduro, amor humilde[65-71]

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[65] QUINTO EJERCICIO ES MEDITA-CION DEL INFIERNO; CONTIENEEN SI, DESPUES DE LA ORACIONPREPARATORIA Y DOS PREÁM-BULOS, CINCO PUNTOS Y UN CO-LOQUIO.

La oración preparatoria sea la sólita.

El primer preámbulo composición,que es aquí ver con la vista de la ima-

ginación la longura, anchura y pro-fundidad del infierno.

El segundo, demandar lo que quiero:será aquí pedir interno sentimientode la pena que padecen los dañados,para que si del amor del Señor eter-no me olvidare por mis faltas, a lomenos el temor de las penas meayude para no venir en pecado.

[66] El primer punto será ver con la vistade la imaginación los grandes fue-gos, y las ánimas como en cuerposígneos.

[67] El segundo, oír con las orejas llantos,alaridos, voces, blasfemias contraCristo nuestro Señor y contra todossus santos.

[68] El tercero, oler con el olfato humo,piedra azufre, sentina y cosas pú-tridas.

[69] El cuarto. gustar con el gusto cosasamargas, así como lágrimas, tristezay el verme de la consciencia.

[70] El quinto, tocar con el tacto, es asaber, cómo los fuegos tocan y abra-san las ánimas.

[71] Coloquio. Haciendo un coloquio aCristo nuestro Señor, traer a la me-moria las ánimas que están en el in-fierno, unas, porque no creyeron eladvenimiento, otras, creyendo, noobraron según sus mandamientos,haciendo tres partes:

La primera, antes del advenimiento.

La segunda en su vida.

La tercera después de su vida eneste mundo; y con esto darle gracias,porque no me ha dejado caer en nin-guna destas, acabando mi vida. Asi-

El infierno es un tema que reaparece en lahistoria actual, como realidad espantosa:en los campos de concentración, Gulag,Treblinka y Sarajevo, Ruanda y Burundi,torres gemelas yAtocha, hambrunas y ex-terminios, etc., y también en la literaturay cultura actuales. Los hechos parecen darla razón a Jean Paul Sartre: «el infiernoson los otros». Realmente la persona hu-mana no puede vivir en una especie deinocencia insultante, ya que el infierno nosólo se padece sino que se genera.Sin embargo, la perspectiva cristiana

no puede ser la de una mirada simple-mente negativa, fatalista y deprimente.Porque Dios ha enviado a su Hijo no acondenar sino a salvar (cf. Jn 3,17) y, co-mo dice el autor de la carta a los Hebreos,«estamos convencidos de que vosotros,hermanos queridos, estáis del lado de lasalvación» (Heb 6,9). Sin embargo, escierto que hemos de defendernos de unaautosuficiencia engañosa y dañina no só-lo para uno mismo, sino para los demás.«Aunque todos te dejen, yo no…» (Mt26,33). Los Ejercicios son una pedagogíade la afectividad, del amor, que es la sus-tancia del cristianismo. Y con el amor nose juega. No valen las declaraciones pre-cipitadas, las corazonadas, las promesasde fidelidad irreflexivas… La historiaevangélica de Simón Pedro es ejemplar decómo un amor muy espontáneo, bienin-tencionado, irreflexivo, puede llevar alfracaso. Ya hace años que EmmanuelMounier sostenía que frente a la enfer-

medad de la culpabilidad, todavía no de-sarraigada del todo en muchos, se daba la“enfermedad de la inocencia”, el creernosdemasiado seguros de nosotros mismos,el creernos distintos de los demás, el cre-ernos con fuerzas para todo. El mismoPedro nos revela cómo el amor maduro esmuymodesto, muy poco seguro en si mis-mo, y por tanto plenamente confiado en elotro. «Tú sabes que te amo», le responde-rá a la pregunta de Jesús sobre el amor.La exégesis bíblica y la teología nos

han conducido a comprendermejor los re-latos escatológicos de los evangelios. És-tos no nos hablan tanto del más allá cuan-to del más acá. Es decir, el evangelio nosdice rotundamente que Dios ha enviado asu Hijo para salvar, no para condenar yPablo nos recuerda que ya estamos salva-dos en esperanza (cf. Rm 8,24). Sin em-bargo, los relatos escatológicos nos reve-lan cómo el hombre tiene capacidad denegarse al amor y de autodestruirse y, porconsiguiente, nos llaman a la responsabi-lidad.La propuesta ignaciana se mueve en

esta dirección: apela a la posibilidad delenfriamiento del amor, recuerda la fragi-lidad de nuestra condición: «si del amordel Señor eterno me olvidare por mis fal-tas». La experiencia actual de la humani-dad nos muestra, por desgracia, de mane-ra hiriente la capacidad de maldad quepuede abrigar el corazón humano, tanto enla esfera de lo más privado e íntimo: pa-rejas rotas, mujeres maltratadas, agresio-nes de jóvenes a ancianos, abandono depersonas mayores, etc., y también en lamás amplia de todo el mundo: antiguaYugoslavia, Camboya, Ruanda, Burundi,Congo, Irak, Sierra Leona, etc.; las injus-ticias causantes del hambre y la muerte,

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mismo, cómo hasta ahora siempreha tenido de mí tanta piedad y mise-ricordia, acabando con un Pater nos-ter.

cenar. Esta repetición de horas,más o menos, siempre entiendo entodas las cuatro semanas, según laedad, disposición y temperatura,ayuda a la persona que se exercita,para hacer los cinco ejercicios omenos.

la crisis económica causada en gran partepor la maldad de unos pocos, etc. Fue alfinal del itinerario de su vida espiritualcuando santa Teresa de Jesús contempló ellugar del infierno donde debería haber es-tado.Esta meditación sobre la capacidad

destructora del pecado desemboca en lamisma experiencia de ejercicios anterio-res, en la gratitud: «darle gracias… cómohasta ahora siempre ha tenido de mi tantapiedad y misericordia» [71]. En definiti-va, esta Meditación del Infierno debe lle-var al amor agradecido, que es el dina-mismo de una auténtica vida cristiana. Elgrito paulino expresa bien el sentimientode honda gratitud que genera el conoci-miento sentido de lo que es el poder ani-quilador del pecado: «¡Desgraciado demí, ¿quién me librará...? Gracias sean da-das aDios, por Jesucristo, nuestro Señor!»(Rm 7,24-25a). Una vez purificado y con-solidado el amor que ha ido creciendo a lolargo de estos primeros días de ejercicios,el ejercitante puede llegar a sentir cómo el

Señor le dice: «Eres valioso ante misojos» (Is 43,4)49.

Aplicación de sentidosEl modo de oración propuesto es una for-ma incipiente de Aplicación de Sentidos,pero más elemental que la que se propo-ne a partir de la Segunda Semana. Al co-mienzo de los Ejercicios se usan los sen-tidos “de la imaginación” y se centran enobjetos que repelen y no en las personas.En su lugar, en la Segunda Semana se jus-tificará mejor esta diferencia. De momen-to es útil atenerse a esta acertada opiniónde François Marty: «Habíamos indicadoque los sentidos intervenían en la PrimeraSemana en el nivel de representación deobjetos, desde el ángulo de su carácter re-pelente, efecto de estos objetos en la sen-sibilidad. En la Segunda Semana se trata-ba de relaciones de personas, con losafectos que provocan. Por esto también, el‘reflectir en sí mismo’, que se refiere a es-tas relaciones, no podía tener lugar en laPrimera Semana»50.

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3. APLICACIONES Y ADAPTACIONES NECESARIAS [72]

[72] Nota. El primer ejercicio se hará ala media noche; el segundo, luegoen levantándose a la mañana; eltercero, antes o después de la mi-sa, finalmente que sea antes decomer; el cuarto, a la hora de vís-peras; el quinto, una hora antes de

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Como se ha visto ya, en la anotación 18ª,Ignacio da una norma elemental para lapráctica de los Ejercicios Espirituales: losEjercicios «se han de aplicar» a la condi-ción y situación personal del ejercitante.Esto es tan importante que ahora, a pro-pósito de la Primera Semana, vuelve a re-cordar que en la distribución del horario yen la cantidad de ejercicios se deberá aten-der a «la edad, disposición y temperatura»(fuerzas y temperamento) del ejercitante.Para esta aplicación y para las adaptacio-nes necesarias a las que voy a referirme,es fundamental partir de la calidad verda-deramente espiritual del acompañamien-to, porque «el guía no es el texto, sino lalectura del texto inspirada por el Espíri-tu»51.

Las distintas aplicaciones que se pro-ponen de los Ejercicios, según lo que seindica en la anotación 18ª, aconsejan tam-bién las adaptaciones que deben hacerse.En Ejercicios breves de ocho días o me-nos, durante un día o un día y medio, con-viene centrarse en experiencias funda-mentales, sin necesidad de servirse detodas las materias que se proponen en ellibro. Por ejemplo, la toma de concienciadel egoísmo, que separa de Dios y es au-todestructor y destructor del mundo; con-frontarse con la objetividad del mal y elpecado en los otros que facilita el descu-brimiento del pecado personal; dejarse

mirar por Cristo crucificado que desen-mascara nuestras infidelidades pero nosrevela la misericordia de Dios, etc.También la condición muy distinta de

los ejercitantes ha de conducir a distintasmaneras de proponer la Primera Semana.Ya san Ignacio decía que en personas másavanzadas en la vida espiritual no convie-ne detenerse tanto en la Primera Semana52.Hoy día puede ser el caso de muchas per-sonas que repiten anualmente los Ejerci-cios (religiosos y religiosos o seglares dealgunas asociaciones) o que tienen una vi-da cristiana bastante madura. En cambio,seguir con toda exactitud y con un ritmopausado todos los ejercicios propuestos enel libro es lo más aconsejable para ejerci-tantes que se hallan en un proceso de ini-ciación.Pero, en cualquier caso, las posibles y

legítimas adaptaciones de estos ejerciciosno deberían llevarnos a un debilitamientodel vigor interno que conllevan y del di-namismo espiritual de una auténtica ex-periencia de la misericordia de Dios y delagradecimiento en que se ha de hallar elejercitante al final de la Primera Semana.Ambos sentimientos son sentimientosmuy fuertes: sentir que la propia vida só-lo se sostiene por el amor misericordiosode Dios y captar que la vida cristiana esuna respuesta agradecida a este amor quese nos anticipa53.

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3. «ADICIONES»

1. PARA MEJOR HACER Y MEJOR HALLAR

[73] ADICIONES PARA MEJOR HACERLOS EJERCICIOS Y PARA MEJORHALLAR LO QUE DESEA.

La primera adición es, después deacostado, ya que me quiera dormir,por espacio de un Avemaría pensar ala hora que me tengo de levantar, y aqué, resumiendo el ejercicio que ten-go de hacer.

[74] La segunda, cuando me despertare,no dando lugar a unos pensamientosni a otros, advertir luego a lo que voya contemplar en el primer ejercicio dela media noche, trayéndome en con-fusión de mis tantos pecados, po-niendo ejemplos, así como si un ca-ballero se hallase delante de su rey yde toda su corte, avergonzado y con-fundido en haberle mucho ofendido,de quien primero recibió muchos do-nes y muchas mercedes; asimismo,en el segundo ejercicio, haciéndomepecador grande y encadenado, es a

saber, que voy atado como en cade-nas a parecer delante del sumo Juezeterno, trayendo en ejemplo cómolos encarcerados y encadenados yadignos de muerte parecen delante sujuez temporal. Y con estos pensa-mientos vestirme, o con otros, segúnsubyecta materia.

[75] La tercera, un paso o dos antes dellugar donde tengo de contemplar omeditar, me pondré en pie, por espa-cio de un Pater noster, alzado el en-tendimiento arriba, considerando có-mo Dios nuestro Señor me mira, etc.,y hacer una reverencia o humiliación.

[76] La cuarta, entrar en la contemplación,cuándo de rodillas, cuándo prostradoen tierra, cuándo supino rostro arriba,cuándo asentado, cuándo en pie, an-dando siempre a buscar lo que quie-ro. En dos cosas advertiremos: la pri-mera es, que si hallo lo que quiero derodillas, no pasaré adelante, y si pos-trado, asimismo, etcétera; la segun-

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da, en el punto en el cual hallare loque quiero, ahí me reposaré, sin te-ner ansia de pasar adelante, hastaque me satisfaga.

[77] La quinta, después de acabado elejercicio, por espacio de un cuarto dehora, quier asentado, quier paseán-dome, miraré cómo me ha ido en lacontemplación o meditación; y si mal,miraré la causa donde procede y, asímirada, arrepentirme, para me en-mendar adelante; y si bien, dandogracias a Dios nuestro Señor; y haréotra vez de la misma manera.

[78] La sexta, no querer pensar en cosasde placer ni alegría, como de gloria,resurrección, etcétera; porque parasentir pena, dolor y lágrimas pornuestros pecados impide cualquierconsideración de gozo y alegría; mastener delante de mí quererme doler ysentir pena, trayendo más en memo-ria la muerte, el juicio.

[79] La séptima, privarme de toda claridadpara el mismo efecto, cerrando ven-tanas y puertas el tiempo que estu-viere en la cámera, si no fuere pararezar, leer y comer.

[80] La octava, no reír, ni decir cosa moti-va a risa.

[81] La nona, refrenar la vista, excepto alrecibir o al despedir de la personacon quien hablare.

[82] La décima adición es penitencia, lacual se divide en interna y externa.Interna es dolerse de sus pecados,con firme propósito de no cometeraquellos ni otros algunos; la externa,o fruto de la primera, es castigo delos pecados cometidos, y principal-mente se toma en tres maneras:

[83] La primera manera: es cerca delcomer, es a saber, cuando quitamoslo superfluo, no es penitencia, mastemperancia; penitencia es, cuandoquitamos de lo conveniente, y cuantomás y más, mayor y mejor, sólo queno se corrompa el subyecto, ni sesiga enfermedad notable.

[84] La segunda manera: cerca del mododel dormir; y asimismo no es peniten-cia quitar lo superfluo de cosas deli-cadas o moles, mas es penitencia,cuando en el modo se quita de loconveniente, y cuanto más y más,mejor, sólo que no se corrompa elsubyecto, ni se siga enfermedad no-table, ni tampoco se quite del sueñoconveniente, exceptuando si tienehábito vicioso de dormir demasiado,para venir al medio.

[85] La tercera manera: castigar la carne,es a saber: dándole dolor sensible, elcual se da trayendo cilicios o sogas obarras de hierro sobre las carnes, fla-gelándose, o llagándose, y otras ma-neras de asperezas.

[86] Lo que parece más cómodo y másseguro de la penitencia es que eldolor sea sensible en las carnes, yque no entre dentro en los huesos demanera que dé dolor y no enferme-dad; por lo cual parece que es másconveniente lastimarse con cuerdasdelgadas, que dan dolor de fuera,que no de otra manera que causedentro enfermedad que sea notable.

[87] La primera nota. Las penitencias ex-ternas principalmente se hacen portres efectos: el primero, por satisfa-ción de los pecados pasados; segun-do, por vencer a sí mesmo, es a sa-ber, para que la sensualidad obedez-

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El título que el libro de los Ejercicios po-ne al conjunto de orientaciones al fin de laPrimera Semana es muy significativo:«Adiciones para mejor hacer los Ejerci-cios y para mejor hallar lo que desea»[73]. Se trata, pues, sólo de notas com-plementarias (adiciones), pero estas orien-taciones son para una finalidad tan im-portante como es realizar mejor losejercicios y «mejor hallar lo que desea»–según algunas versiones: «lo que se de-sea» o bien, «lo que deseo»–. Por tanto,relativización e importancia se conjuganen estas breves notas prácticas.Las cinco primeras adiciones versan

sobre la oración [73-77]: su preparación,el modo de practicarla, cómo recoger elfruto y cómo mejorarla en adelante. Encambio las cinco restantes se refieren a latotalidad del día de Ejercicios [78-89].Una primera observación es que a tra-

vés de este texto se trasluce la concepciónignaciana de los Ejercicios como una ex-periencia que se realiza durante todo eldía. En efecto, desde que el ejercitante selevanta [74] está en estado de ejercicios y,al terminar el día [73], renueva una acti-tud que le dispone para acostase con el es-píritu despierto en sintonía con el momen-to de los Ejercicios que se está viviendo.Otra observación es que Ignacio su-

pone que el ejercitante, todo entero, se im-plica en la experiencia espiritual de losEjercicios, para que sea una experienciaverdaderamente transformadora del suje-to. De aquí que ha de prestar atención alos aspectos corporales: posición del cuer-po, quietud o movimiento, palabra o si-

ca a la razón y todas partes inferioresestén más subyectas a las superio-res; tercero, para buscar y hallar al-guna gracia o don que la personaquiere y desea, ansí como si deseahaber interna contrición de sus peca-dos, o llorar mucho sobre ellos, o so-bre las penas y dolores que Cristonuestro Señor pasaba en su pasión,o por solución de alguna dubitaciónen que la persona se halla.

[88] La segunda nota: es de advertir quela primera y segunda adición se hande hacer para los ejercicios de lamedia noche y en amaneciendo, y nopara los que se harán en otros tiem-pos; y la cuarta adición nunca se haráen la iglesia delante de otros, sino enescondido, como en casa, etcétera.

[89] La tercera nota: cuando la personaque se ejercita aún no halla lo quedesea, así como lágrimas, consola-tiones, etcétera, muchas veces apro-vecha hacer mudanza en el comer,en el dormir, y en otros modos dehacer penitencia; de manera que nosmudemos, haciendo dos o tres díaspenitencia, y otros dos o tres no; por-que a algunos conviene hacer máspenitencia, y a otros menos; y tam-bién porque muchas veces dejamosde hacer penitencia por el amor sen-sual y por juicio erróneo, que el sub-yecto humano no podrá tolerar sinnotable enfermedad; y algunas ve-ces, por el contrario, hacemos dema-siado, pensando que al cuerpo pue-da tolerar; y como Dios nuestroSeñor en infinito conoce mejor nues-tra natura, muchas veces en las talesmudanzas da a sentir a cada uno loque le conviene.

[90] La cuarta nota: el examen particularse haga para quitar defectos y negli-

gencias sobre ejercicios y adiciones;y así en la segunda, tercera y cuartasemana.

lencio, mirada; la atención a los aspectosmás psicológicos: pensamientos, senti-miento, memoria, calma; también larelación con el cosmos: oscuridad o clari-dad, calor o frío… Y puesto que lo im-portante es «hallar lo que se desea» bus-cando la experiencia que trasciende locorporal, lo psicológico y lo cósmico,siempre la experiencia del Espíritu. Poresto, todas las acciones humanas se detie-nen cuando «hallare lo que quiero» y aquíel punto final lo pone el Señor, porque elejercitante se ha de reposar «sin tener an-sia de pasar adelante hasta que me satis-faga» [76].Un punto especialmente delicado es la

décima adición: la penitencia [82-89].Sólo unas breves notas para evitar malen-tendidos y para sacar provecho de lo quecon ella se pretende. En primer lugar, hayque tener la plena convicción de que Diosno necesita de nuestro sufrimiento, no esun Moloc. En segundo lugar que nuestraexistencia ya está marcada por la resu-rrección que es un «sí» a la vida y, por tan-to, la penitencia no puede ser en ningúnmodo inhumana. En tercer lugar que hayaspectos de la penitencia que son simple-mente humanos (pedagógicos, restaura-dores de algún desorden personal o so-cial), pero otros que pueden tener unsignificado y utilidad en el ámbito de lavida de fe, como puede ser el ayuno o al-guna privación de placer en orden a abrirel espíritu más allá de uno mismo. Desdeesta perspectiva, lo que dice Ignacio sobreel fin de las penitencias externas puedeofrecer una justificación general de ella[87]:

– penitencia como restauración del da-ño infligido o del desorden moral per-sonal;

– penitencia como unificación del su-jeto, en la línea de la oración prepara-toria de los Ejercicios, cf. [46];– penitencia como disposición radicalde fe y de descentramiento para cen-trarse en el Señor, a quien hay queamar con todo el corazón, toda lamen-te, todas las fuerzas, etc. De este mo-do la penitencia tiene una cierta re-lación con la inútil oración, comoexperiencia radicalmente teologal.

Debajo de las orientaciones ignacia-nas late una sabia y sencilla antropologíaespiritual que, obviamente, hay que adap-tar en sus concreciones al momento ac-tual, pero no prescindir de ella. Si bien lapráctica repetida de los Ejercicios no exi-ge siempre necesariamente la observanciade todas las orientaciones ignacianas, secorre el riesgo de descuidar aspectos im-portantes que disminuyen la fuerza de sumistagogía cuando no se siguen con todafidelidad.En las necesarias adaptaciones, puede

sermuy útil el recurso a orientaciones pro-venientes de la gran sabiduría espiritual deotras tradiciones cristianas y de tradicio-nes exteriores al cristianismo. En esta lí-nea de adaptación es mucho lo que ya seha intentado y, con acierto, siempre que seintegren en el dinamismo de los Ejercicios«para mejor hacer los Ejercicios y paramejor hallar lo que desea»54.Entre las notas con que se termina es-

te apartado sobre las adiciones, es buenodestacar la tercera [89] y la cuarta [90]. Latercera viene a ser una glosa del título, esdecir, recuerda que las adiciones se han depracticar en función de que la persona ha-lle «lo que desea», en los Ejercicios, por-que estén en función del fruto que se bus-

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ca. De aquí que «la persona que se ejer-cita» muchas veces ha de «hacer mudan-za» y no estancarse en una determinadamanera de proceder. La cuarta pone de re-lieve la importancia de observar las adi-ciones convenientemente adaptadas, demodo que el «examen particular» diario

ha de versar sobre ellas, junto con los ejer-cicios de meditación o contemplación, enla primera semana «y así en la segunda,tercera y cuarta semana». No se puede de-cir más para subrayar la importancia deatender a la fidelidad a las adiciones talcomo las hemos explicado.

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2. ESCRÚPULOS Y MOCIONES

Ya se ha hecho mención de la posibilidadde que el ejercitante, en el proceso de to-ma de conciencia del pecado y de afina-miento de conciencia, se deslice hacia losescrúpulos. Por esto Ignacio propone unasbreves notas al efecto [345-351]. Dis-tingue claramente lo que es una concien-cia errónea que hay que formar conve-nientemente de lo que es el escrúpulo.Éste es el pensamiento de haber cometidopecado que sobreviene después de una ac-ción realizada sin ninguna advertencia depecado ni voluntad de cometerlo.Aunquequizá pueda beneficiar este escrúpulo sino se prolonga mucho tiempo, es algo quehay que rechazar, porque el amor exigefinura de espíritu y no tolera un alma«gruesa» [349], pero expulsa el temor. Lapersona que acompaña ha de ser testigo dela benignidad de Dios, sobre todo cuandola persona que se ejercita tiene el alma«delgada» [349].La dura y prolongada experiencia de

escrúpulos que Ignacio padeció en Man-resa se halla, sin duda, en la base de estasbreves notas, que seguramente el mismosanto completaría hoy con el consejo de

acudir a un psicólogo profesional. Los es-crúpulos pertenecen más al campo de lapsicología propiamente tal que al de la es-piritualidad.Con todo, dejando de lado los escrú-

pulos, que hay que evitar y superar, todala actividad serena, pero intensa de estaPrimera Semana será ocasión de que lapersona que hace ejercicios experimentedistintos sentimientos interiores (mocio-nes), que hay que captar y clarificar. Porconsiguiente son necesarias unas orienta-ciones (reglas) para realizar esta actividadcontinua de atención y clarificación (dis-cernimiento). Ya se ve, pues, que, aunquelas reglas se proponen en bloque al finalde los Ejercicios [313-327], se han de irexplicando al ejercitante a medida quetiene necesidad de ellas. Esto es lo que hade detectar la persona que da los ejerci-cios.Para comprender la manera como hay

que usar de ellas, Ignacio ofrece unas in-dicaciones elementales, pero básicas, enlas Anotaciones. Esta es la sustancia delo que hace referencia a la Primera Sema-na:

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1) Si la persona que hace los ejerciciosno siente mociones, conviene dilucidar sihace bien los ejercicios [6].2) Tratar con suavidad e infundir con-

fianza al ejercitante atribulado [7].3) No explicar las reglas sino a medi-

da que el ejercitante experimente, aun demodo inconsciente, la necesidad de ellas[8].

4) Las reglas de Primera Semana[313-327] responden a situaciones depersonas que o bien tienen poca expe-riencia de la vida espiritual o bien pade-cen dificultades y tentaciones «groserasy manifiestas» [9].

El comentario detallado de estas re-glas se hará en el lugar que correspondeen el orden del libro de los Ejercicios.

1. J. CALVERAS, Ejercicios, Directorio y Documen-tos de S. Ignacio de Loyola. Glosa y vocabula-rio, Barcelona, Balmes, 1958, 2ª edición, pgs.658-664.

2. Cf. Karl RAHNER, Le primat de l’amour. (A pro-pos de la spiritualité ignatienne), en: Missionet grâce III. Au service des hommes, Paris,MAME, 1965, pgs. 261-301.

3. Cf. Vocabulario de Ejercicios Ignacianos. Ensa-yo de hermenéutica ignaciana, Roma, 1972,pg. 118, I, 2.

4. Palabras citadas por W. A. BARRY, Dejar que elCreador se comunique con la criatura. Unenfoque de los Ejercicios Espirituales de SanIgnacio de Loyola, Bilbao, DDB, 1999, pg.55. Para todo el enfoque del PF, pueden verselas páginas 55-65 de esta obra.

5. El Medio Divino, III, 1. Los atributos del mediodivino.

6. I. IPARRAGUIRRE, a propósito de la 1ª anotación,sostiene que de lo que se trata en los Ejercicioses: «Conseguir ‘la salud del alma en el gradomayor posible de perfección a cada uno’.Observemos que habla no de salvación sino de‘salud’, que añade al concepto de ‘salvación’la idea de posesión fácil, armónica de la vida,de un desarrollo normal de las funciones espi-rituales, junto con una ductilidad y agilidad enel uso. Los Ejercicios no se reducen a la ‘sal-vación’, sino que pretenden la salud, la per-fección integral, ‘el poder en todo amar y ser-vir a su Divina Majestad’» (Vocabulario deEjercicios Espirituales. Ensayo de Hermenéu-tica Ignaciana, Roma, Centrum IgnatianumSpiritualitatis, 1972, pg. 84). En otra parte, elmismo Iparraguirre comentaba así el “salvarsu ánima” del PF: «Por los pasajes paralelosse ve que San Ignacio entiende no sólo la merasalvación del alma, sino su perfección, su sa-lud espiritual» (Obras Completas de San Ig-

nacio de Loyola, BAC, 2ª edición, pg. 203,nota 27). El antiguo texto acomodado de losEjercicios de Helyar, habla de «salvarse a símismo» (“salvet seipsum”: Exercitia Spiritua-lia, Nova Editio, Monumenta Ignatiana, Ro-mae, 1969, pg. 429).

7. Raimon PANIKKAR, La intuición cosmoteándri-ca, Madrid, Trotta, 1999.

8. Karl RAHNER, Le primat de l’amour, pgs. 279-280.

9. La afectividad en los Ejercicios según la teo-logía de Francisco Suárez, Granada, 1966,p. 31. Cf. Francisco SUÁREZ, S.J., Los Ejerci-cios Espirituales de san Ignacio. Una defensa,Introducción, notas y comentarios de JosepGIMÉNEZ MELIÀ, S.J., Bilbao-Santander, SalTerrae (Colección Manresa, Mensajero),2003, pg. 53, nota 66.

10. RAHNER, Le primat..., pg. 29111.Comentario de San Bernardo a la Regla de San

Benito, P.L. 183, 610d-611a.12. Es fundamental el estudio ya clásico de Hugo

RAHNER, Zur Christologie der Exerzitien,Geist und Leben, 35 (1962), pgs. 14-38, 115-140, artículo reproducido en Ignatius von Lo-yola als Mensch und Theologe, Herder,Freiburg, 1964. Hay traducción castellana en:Para entender mejor los Ejercicios de san Ig-nacio; México D.F., 1972, Colección Reno-vación. SerieAdjunta, 2. Puede verse también:J. LOSADA, Presencia de Cristo en el PyF, enCurso de aportaciones sobre el Principio yFundamento, Madrid, Secretariado de Ejerci-cios, 1980, pgs. 55-68.

13. Directorio dictado al P. Vitoria, n. 20; cf. n.1,en: Los Directorios de Ejercicios 1540-1599,traducción notas y estudio por Miguel LOPSEBASTIÀ S.J., Bilbao- Santander, Mensajero-Sal Terrae, 2000, pgs. 34 y 29.

14. W.A. BARRY, pgs. 15 y 16.

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NOTAS

15. J. CALVERAS, Qué fruto se ha de sacar de losEjercicios espirituales de San Ignacio, Barce-lona, Balmes, 1950, pg. 163. Cf. E. ROYÓN, ElPrincipio y Fundamento: inicio y conclusión,Curso de aportaciones sobre el Principio yFundamento, Madrid, Secretariado de Ejerci-cios, 1980

16. Puede verse el modo como recomiendan laproposición del PF los directorios de inmedia-ta inspiración ignaciana: Directorio proceden-te de San Ignacio y Directorio dictado al P.Vitoria en: Los Directorios de Ejercicios, pgs.25-37.

17. Este redactado original es un interesante y pro-vocativo intento de Enric Comas de Mendoza,S.J. de presentar un PF abierto a personas nocreyentes, avalado por la experiencia.

18. Los Directorios…, pg. 33, n. 12. La cita bíbli-ca está formada por la unión de los textos deProv 23, 26 y Sal 80, 11. Cf. también, LosDirectorios…, pg. 34, nº 20.

19. Los Directorios…, pg. 35, n. 21; cf. pg. 36, nº21.

20. Ibid.21. A. DEMOUSTIER, Les Exercices Spirituels de S.

Ignace de Loyola, p. 64. Para todo este aparta-do, son interesantes los comentarios de esteautor, en pgs. 64-77.

22. Cf. Carlos DOMÍNGUEZ, Ordenación de la afec-tividad y mecanismos de defensa, en: CarlosALEMANY, José A. GARCÍA-MONJE (Eds.), Psi-cología y Ejercicios Ignacianos (vol. I), Bil-bao-Santander, Mensajero-Sal Terrae, 1991,pgs. 109-140, sobre todo pgs. 118-122.

23. Cf. J. CALVERAS, Los “Confesionales” y losEjercicios de San Ignacio, Archivum Histori-cum Societatis Iesu, 17 (1948), pgs. 51-101.

24. Cf. Cándido DE DALMASES, Los Ejerciciosdados según la anotación 18: Historia y méto-do, CIS, 10 (1980), n. 35, pgs. 11-21.

25. Cf. sobre este punto el detalladísimo artículode Adolfo CHÉRCOLES, Examen general deconsciencia para limpiarse y para mejor seconfesar [32], Manresa, 64 (1992), pgs. 353-378.

26. Pedro ARRUPE, A la escucha del Espíritu, en:La identidad del jesuita en nuestros días, San-tander, Sal Terrae, 1981, p. 485. Véase: J. ME-LLONI, La mistagogía de los Ejercicios, p.

149-154. Para una aplicación práctica del exa-men general, cf.: G.A. Ashenbrenner, Cons-ciousness Examen, Review for Religious 31(1972), pgs. 14-21.

27. Hace años, Arturo Codina hacía notar que enEjercicios el examen particular y el generalcoinciden, ya que el examen particular es so-bre las adiciones que abarcan toda la exten-sión y actividad diaria de los Ejercicios Cf. Elexamen particular en tiempo de Ejercicios ¿esexamen general?, Manresa, 13 (1940), pgs.38-49.

28. Cf. Autobiografía, nº. 3 y 17.29. Éste es el punto de vista de A. DEMOUSTIER,

Les Exercices... , pgs. 83-84.30. Esto es lo que propone a la anotación 18ª y, de

forma más precisa, exponen las Constitucio-nes de la Compañía de Jesús (nº. 649).

31. Memorial del Beato Fabro, nº. 9-13.32. A este respecto, W. Peters, dice: «Ignacio es un

hombre compuesto; es el resultado de unacomposición: un término que se usa con mu-cha frecuencia en los Ej. Esp.; cada ejerciciocomienza con la acción de ‘componerse’. Suresultado es el recogimiento, la armonía y elorden. La composición está en la esencia delmensaje de Ignacio y es el núcleo de su visióndel Creador y de la creación» (San Ignacio deLoyola, profeta, en: Concilium, nº 37, 1968,pgs. 28-45. Cita en p. 44). De forma semejan-te se expresa Anthony DE MELLO, en Sadhana.Un camino de oración, Santander, Sal Terrae,[16]: Un lugar para orar.

33. El método de contemplación con los sentidos(tomado del Libro de contemplación en Dios)se practicaba en los círculos lulianos con losque San Ignacio pudo haber tenido contactodurante los dos años que estuvo en Barcelona.

34. K. RAHNER, Meditaciones sobre los Ejerciciosde San Ignacio, Barcelona, Herder, 1986, pg.45.

35. Es importante la palabra atenuante, dubitativao hipotética, forte, que Polanco añade en lasversiones latinas al referirse al caso de aquélque «por un pecado mortal es ido al infierno».

36. William A. M. PETERS, The Spiritual Exercisesof St. Ignatius. Exposition and Interpretation,C.I.S., Roma, 1978, pgs. 60-61. Y, Peters,añade: «los tres pecados de esta meditación

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son en realidad de menor importancia; meditarsobre ellos no es más que un medio por el cualuno trata de llegar a una mejor composición desí mismo como caído, pecador en relación aun Dios de infinita bondad».

37. Tomás DE AQUINO, Contra Gentes, III, 122.38. Directorio dictado al P. Vitoria, n. 26, en: Los

directorios de Ejercicios…, pg. 36.39. Así debe entenderse en [18, 238, 244, 245,

314]. La expresión «para mejor conocer lasfaltas hechas en los pecados mortales» [245]elimina toda duda al respecto. Cf. J. Calveras,artículo citado en la nota 23.

40. Aunque el término es actual, no es inapropiadohablar aquí de espiritualidad “cosmoteándri-ca” (Raimon Panikkar), si consideramos esten. 60 y la contemplación para alcanzar amor,junto con los textos que hacen referencia a lacomunión con María y todos los santos (ade-más de todas las contemplaciones de las se-manas siguientes en las que el ejercitante en-tra en relación con tantas personas del evange-lio).

41. Carta de Ignacio a Francisco de Borja de finesde 1545 (Obras completas de san Ignacio,BAC, ed. 2ª, carta 26, pg. 665)

42. Aquí tengo presente la bien conocida imagendel padre del hijo pródigo inmortalizada porRembrandt. Y es bueno recordar que la pre-sentación que hace Ignacio de la experienciainmediata de Dios es la del abrazo con el queDios se comunica al alma, «abrazándola en suamor y alabanza» [15].

43. Ignacio podría inspirarse para este tipo de diá-logo espiritual en las imágenes de algunosdevocionarios de la época. En algunas de estasimágenes podía verse a María suplicante al piede la cruz y a Jesús con su mirada intercesoradirigida al Padre. Cf. Pedro DE LETURIA, Li-bros de Horas, Anima Christi y ejerciciosespirituales de San Ignacio, en: Estudios Ig-nacianos, II. Estudios Espirituales, Roma,Institutum Historicum S. I., Roma 1957, pgs.99-148. Véase en particular, pgs. 131-133.

44. Además, esta manera de orar en la que el ejer-citante se relaciona con María, con Jesús, y enotras ocasiones con los santos, sin contar conlas personas que intervendrán en las contem-placiones a partir de la segunda semana, intro-

duce en un estilo de espiritualidad poblada yno yerma.

45. Ésta es la acertada interpretación de Parmanan-da Divarkar al analizar el sentido de “conoci-miento interno” en los Ejercicios Espirituales:«Cuando el ejercitante pide de todo corazóninterno conocimiento de mis pecados, lo queestá pidiendo es poder –ver su maldad en elcontexto de su íntima relación con Dios enCristo» (La senda del conocimiento interno.Reflexiones sobre los Ejercicios Espiritualesde San Ignacio de Loyola, Sal Terrae, Santan-der, 1984, pg. 34).

46. Las tres gracias que se piden en estos coloquiosresponden de algún modo a la acción (peca-do), a la afectividad (desorden de operaciones)y al ambiente de la persona (mundo). Es ilu-minadora la aproximación psicológica de Jor-di Font, Algunos aspectos psicológicos del“Tercer exercicio”… haciendo tres colo-quios” (nn. 62-63), Manresa 55 (1983), pgs.87-89.

47. Para todo este proceso de los Ejercicios comotransformación de la afectividad es fundamen-tal la obra clásica de José CALVERAS, Qué fru-to se ha de sacar de los Ejercicios Espiritualesde San Ignacio, Barcelona, Librería Religiosa,1950, 2ª ed. Sobre el triple conocimiento yaborrecimiento que se pide en esta repetición,pueden verse las pgs. 177-180.

48. «Resumir, término técnico de la retórica deaquel tiempo. Designa la manera de retomar,antes del fin de un discurso, el conjunto de laargumentación para preparar y dar fuerza a laconclusión: retomar resumiendo para con-cluir» (DEMOUSTIER, pg. 126). Este aspecto de“retomar para concluir”, despojado de todointelectualismo, indica bien la pretensión deeste ejercicio, como momento de concentra-ción espiritual para reemprender el camino dela experiencia de primera semana.

49. Para el enfoque de la meditación del infiernovéase el profundo y detallado análisis de Gi-ménez y para el conjunto de la primera sema-na puede leerse la honda reflexión de Gonzá-lez Faus en: J.I. GONZÁLEZ FAUS, Josep GIMÉ-NEZ, El mal y la misericordia. Aproximación ala Primera Semana de los Ejercicios, Bar-celona, Cristianisme i Justícia, EIDES, nº 52.

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50. François MARTY, Sentir et goûter. Les sensdans les «Exercices Spirituels» de saintIgnace, Paris, Cerf, 2005, pgs. 78-79.

51. DEMOUSTIER, p. 134.52. Directorio dictado al P. Vitoria, nº 19, en

Directorios… pg. 34.53. Me parece que estas palabras resumen bien el

sentido profundamente teologal de esta prime-ra semana, aunque no estén escritas a propósitode los Ejercicios: «Dios es ante todo Dios deternura y, por serlo, es Dios de piedad, compa-sión y misericordia. Él mira en primer lugar anuestro ser de hijos salido de sus entrañas y

fruto de su amor; en segundo lugar se compa-dece de nuestra pobreza y tiene misericordia denuestra debilidad; en tercer lugar nos ofreceperdón de nuestros pecados. Éste es el orden enque hay que pensar de Dios: ternura, misericor-dia y compasión, perdón» (Olegario Gonzálezde Cardedal, La entraña del Cristianismo,Secretariado Trinitario, 1997, pgs. 47-48).

54. Tanto por lo que se refiere a las “adiciones”como a la manera de orar es muy recomenda-ble la lectura de: Mariano BALLESTER, Ejerci-cios y métodos orientales, Roma, CentrumIgnatianum Spiritualitatis, 1985.

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