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1 EJERCICIOS DE PUNTO CIEGO Desafíos de innovación y gestión de calidad en los procesos de intervención social Teresa Matus [email protected] 1 La innovación son los relámpagos de batallas entre memoria y olvido(Walter Benjamin) Vuelven los pájaros nocturnos que vuelan ciegos sobre el mar(Piazzolla-Trejo) Resumen Frente a la actual crisis societal en que nos encontramos, la innovación y una gestión de calidad en los procesos de intervención, podrían ser asumidos como una respuesta razonable. Sin embargo, para ello hay que cumplir con un requisito lógico: saber observar sus puntos ciegos. Porque en la medida en que la innovación se reduce al impulso de nuevos productos para el mercado y la intervención sigue acotada a un proceso de interacción que tiene al sujeto como principio explicativo, no podemos contar con que, innovación y gestión de la intervención, estén alineados en pos de una crítica al actual estado de cosas o contribuyan decididamente a impulsar una transformación social efectiva. De allí que esta ponencia recorre el siguiente argumento: a) qué significa innovar en tiempos de crisis b) cuáles serían los criterios para trabajar exponiendo puntos ciegos c) qué tipo de desafíos asumir en la gestión de la intervención y d) en qué vectores de cambio pensar la formación de trabajadores sociales en estos contextos. Palabras Claves: Epistemología de la mirada, Innovación Social, Gestión de la Intervención, Educación en Trabajo Social. 1 Directora de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile. Dra. en Sociología de IUPERJ y Dra. en Trabajo Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Investigadora y evaluadora Conicyt. Dirige el Núcleo de Investigación de Sistemas Sociales y Complejidad Sociocultural. Sus líneas de investigación son: teorías sociales y epistemología, innovación en políticas públicas y calidad de los programas sociales.

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EJERCICIOS DE PUNTO CIEGO Desafíos de innovación y gestión de calidad en los procesos de intervención social

Teresa Matus [email protected]

“La innovación son los relámpagos de batallas entre memoria y olvido” (Walter Benjamin)

“Vuelven los pájaros nocturnos que vuelan ciegos sobre el mar”

(Piazzolla-Trejo)

Resumen Frente a la actual crisis societal en que nos encontramos, la innovación y una gestión de calidad en los procesos de intervención, podrían ser asumidos como una respuesta razonable. Sin embargo, para ello hay que cumplir con un requisito lógico: saber observar sus puntos ciegos. Porque en la medida en que la innovación se reduce al impulso de nuevos productos para el mercado y la intervención sigue acotada a un proceso de interacción que tiene al sujeto como principio explicativo, no podemos contar con que, innovación y gestión de la intervención, estén alineados en pos de una crítica al actual estado de cosas o contribuyan decididamente a impulsar una transformación social efectiva. De allí que esta ponencia recorre el siguiente argumento: a) qué significa innovar en tiempos de crisis b) cuáles serían los criterios para trabajar exponiendo puntos ciegos c) qué tipo de desafíos asumir en la gestión de la intervención y d) en qué vectores de cambio pensar la formación de trabajadores sociales en estos contextos. Palabras Claves: Epistemología de la mirada, Innovación Social, Gestión de la Intervención, Educación en Trabajo Social.                                                                                                                          1 Directora de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile. Dra. en Sociología de IUPERJ y Dra. en Trabajo Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. Investigadora y evaluadora Conicyt. Dirige el Núcleo de Investigación de Sistemas Sociales y Complejidad Sociocultural. Sus líneas de investigación son: teorías sociales y epistemología, innovación en políticas públicas y calidad de los programas sociales.

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1. INNOVAR DESDE LA CRISIS

La crisis es uno de los contextos que, con más insistencia, coloca la posibilidad de una impronta de innovación. Sin embargo, para eso habría que sostener una relación trabajada entre crisis y crítica, camino que ya en 1954 trazó Koselleck, al cuestionar la posibilidad de la libertad en un pueblo colocado bajo tutela, con una razón arruinada y en medio de una Ilustración políticamente indigente (Koselleck, 2007). Desde entonces hasta ahora, numerosas investigaciones y estudios (Howaldt, Domanski 2016; Mascareño, Cordero 2016; Matus, Mariñez 2016, Kaulino, 2016; Adolf, 2011; Bornstein, 2014; Cajaiba-Santana, 2013; Comisión Europea, 2013; FORA, 2010; Karsz, 2016; Welzer, 2013) nos muestran que la innovación no puede desconocer la falla. Por tanto, la innovación requiere de una lógica que sepa trabajar contradicciones y paradojas. Superar una noción de innovación como pugna de lo nuevo vs/lo antiguo y adentrarse en su principal punto ciego: el que la crisis procede de los mismos sistemas que buscan legitimarse trasladando los costos de las fallas a los sujetos. La imprudencia de esa ceguera lógica se traduce en una lucha terrible por los tipos de sujetos y sus méritos en relación a las degradadas garantías sociales. De allí que los trabajadores sociales nos veamos impelidos una y otra vez a calificar sujetos y enfrentar situaciones límites de desborde en relación a situaciones infrahumanas de pobreza y de agravio moral en pleno siglo XXI. Lo que Adela Cortina denomina “Aporofobia” (Cortina, 2017) para los trabajadores sociales es el desborde de calificativos de riesgo colocados sobre la gente desde una política social incluso supuestamente progresista que desplaza la vulnerabilidad de los sistemas a configurarse como un predicado de los sujetos, a saber: jóvenes en riesgo, familias multi-problemáticas, barrios peligrosos, gente disfuncional, menores delincuentes, inmigrantes indignos, mujeres vulnerables, pobres dilapidadores. Combatir estas lógicas requiere de una forma de ver que vaya más allá del propio sujeto y se abra a innovar girando la misma teoría del riesgo pensándola como una crisis de sistema: bancos irresponsables, política codiciosa, programas públicos que no observan su propia vulnerabilidad, sistemas de oferta de calidad impresentable tanto de organismos públicos como privados, ONGs que lucran con el descontento social, grupos religiosos que piensan la miseria como una fuente de salvación moral para sus integrantes, transnacionales que saben mejor que muchos ser flexibles y aprovechar toda coyuntura para instalar o desinstalar sus formas de capitalización. Dicho de manera frontal: difícilmente el Trabajo Social tendrá una posibilidad histórica de aportar a transformar lo social en este siglo XXI, si mantiene como principio explicativo central una relación vinculante entre sujetos. No sólo porque al hacerlo padece de un razonamiento moralizante y coloca la interacción como límite, sino porque deja fuera la raíz de la crisis como son las formas de accionar de los sistemas. De allí que ese fenomenal punto ciego le pase la cuenta al querer cambiar el estado de la situación. Por tanto, innovar hoy involucra razonar la crisis y encontrar dentro de ella las figuras de su combate, traducidas en investigaciones, en intervenciones, en innovaciones. 1.1 Una innovación que observe paradojas Una dimensión de esa instancia de reflexividad la constituye la noción de paradoja, ya que posibilita una observación de segundo orden en relación a la configuración de lo social en este capitalismo reificado. La paradoja de las ideas ilustradas (igualdad, fraternidad, libertad), rectoras normativas de las décadas pasadas es que siguen teniendo una vigencia performativa, pero de manera subliminal parecen haber perdido su significado

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emancipador, ya que en muchas partes se han convertido en conceptos meramente legitimadores de un nuevo nivel de expansión capitalista (Hartmann y Honneth, 2009). Esta crisis global golpea no sólo a países clásicamente denominados como tercermundistas sino que se instala en medio de calles y plazas de Europa. Ya a finales del 2010 se sostenía que en el “viejo continente” habían más de 80 millones de pobres (Atkinson, 2012). Los datos de 2016 muestran que existen más de un 19% de cesantes, 27% entre los jóvenes y mujeres. Que 45% de los inmigrantes vive en condiciones de pobreza y que el piso de protección social se ha restringido para el 65% de los ciudadanos de la Unión Europea (Eurostat, 2016.) Esto es clave ya que hoy los pobres desgarrados de la promesa del cielo y de constituirse en los agentes de la revolución, han sido acorralados en la esfera negativa de su condición (superar la pobreza), entendiendo que esto, para la mayoría, es una tarea imposible. Luego, volver a pensarlos como un desafío en nuestras sociedades democráticas se torna una exigencia a la que no podemos renunciar. Ahora bien, para asumir ese reto, se requiere de una clave, de un “abrete sésamo”, de una llave multifuncional, que consiste en comprender que esta forma de “modernización global” del capitalismo, cambiada y asombrosa, se abre si se cambia el viejo esquema de dicotomías (pobre vs/rico, opresor vs/ oprimido) por el de evolución paradójica, que funciona como una estructura de contradicción específica. Muchas de las experiencias que en la actualidad pueden describirse como contradictorias tienen su origen en la realización práctica de propósitos normativos. Una contradicción es paradójica cuando precisamente con la realización que se intenta de tal propósito, se reduce la probabilidad de realizarlo (Honneth, 2010). Este escenario de desprotección plantea, sin duda, muchas amenazas, pero también oportunidades para el diálogo norte sur y para conversaciones y debates entre América Latina y los demás continentes en general. ¿Por qué? Porque en Latinoamérica nunca existió una consolidación del Estado de Bienestar o de políticas inclusivas de protección social. Es más, nos hemos constituido en un caso anti-ejemplar. Como se afirmó en la asamblea general de la OEA “resulta paradójico que un hemisferio tan rico en posibilidades y recursos haya dejado a millones de sus hijos desamparados, atrapados en las garras de la miseria”2. Ahora bien, esta tendencia que, Gini mediante, nos coloca en el último sitio, ha sido el escenario donde las lógicas dicotómicas nos han pasado la cuenta, como la falsa alternativa de escoger entre crecimiento o redistribución social. Las últimas décadas nos muestran que existe crecimiento y desigualdad3. De esta forma, se precisa de enfoques que ayuden a sacar de la invisibilidad algunas marcas importantes, ciertas apuestas contingentes asumidas en su momento y que hoy se configuran como parte sustantiva de este complejo panorama. “Ignorar la inequidad en pos del desarrollo es arriesgado. Concentrarse exclusivamente en el crecimiento económico y en la generación de ingresos como estrategia de desarrollo es ineficaz, pues conduce a la acumulación de riquezas en manos de unos pocos y profundiza la pobreza en manos de muchos” (ONU, 2010). Esta conclusión de la ONU (que no es precisamente un recinto del progresismo de izquierda) está siendo vapuleada e ignorada consistentemente por gobiernos latinoamericanos que han retornado a la derecha: Temer en Brasil, Macri en Argentina, Kuczynski en Perú y Chile en una tensa y pesimista incertidumbre. Es más, se podría leer la caída de tres presidentas latinoamericanas Dilma Rousseff en Brasil, Cristina Fernandez en Argentina y Michele Bachelet en Chile, como aquella elegía que describe el destino de los que intentan robar el fuego de los dioses. Eso que ya Durkheim (2007) describe como la matriz de lo sagrado                                                                                                                          2 Carpio, Jorge e Novacovsky, Irene.“De Igual a Igual” Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2009 3 Kliksberg, Bernardo. Inequidad y crecimiento. Nuevos hallazgos de investigación. En: De igual a igual. El desafío del Estado ante los nuevos problemas sociales. FCE-Siempro-FLACSO. Buenos Aires, 2009 Pág. 30  

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que provoca, a la vez, fascinación y terror: la economía, esa clásica y weberiana teodicea del mercado. En esos términos, las tres mandatarias jugaron con fuego, queriendo como Ícaro arrebatar su fulgor. Con sus activas agendas de reformas tocaron los tributos y las bases de los impuestos, las asignaciones de filiación, la educación, la previsión social, las reformas de sistemas electorales; atacaron raíces conservadoras proponiendo nuevas leyes civiles, tanto en los derechos reproductivos de la mujer como en la agenda del matrimonio igualitario. Es decir, no sólo penetraron en el recinto de la redistribución, sino también en el del reconocimiento. Todo eso configuró un escenario de descontentos: el rechazo de los sectores empresariales y conservadores del sistema neoliberal, que en la crónica de una muerte anunciada, pronosticaron y se dieron a la tarea de cumplir la predicción de una baja en el crecimiento económico y la afectación de los diversos sistemas de inversión. A lo anterior se le suma la decepción de diversos sectores sociales que ven como las reformas, en su proceso de regulación y configuración de leyes se van amoldando, reduciendo, limitando sus potenciales frutos de inclusión y cambio social. La derecha sostuvo que los cambios frenaron el crecimiento de la economía y configuraron una desaceleración. Es decir, se produjeron un sistema enunciativo que leyó las reformas como crisis y que se comportaron comunicativamente desde allí. Por tanto, se requiere para entender esta situación, del uso de paradojas como mecanismos que sepan observar esos puntos ciegos. 1.2 La paradoja de una innovación estática Ahora bien, para poder romper con ese circuito, se podría potencialmente pensar en la innovación. Siempre y cuando no se presente como una más de las dicotomías de uso del mercado. Cuando se habla de innovación existe, por su propia expresión semántica, una cierta confianza en que sea portadora de algo nuevo. Más aún, se asume como imagen contrapuesta con lo viejo. Al verse de ese modo, contiene una esperanza de superación. Sin embargo, al mirar con atención esa noción nuevo vs/ viejo, es posible observar en ella una falta de movimiento, de dinámica conceptual de flujo, que obstaculiza pensarla como punto de inflexión para enfrentar la complejidad de una situación social en pleno impulso regresivo. Mas bien, el concepto de innovación social, especialmente en América Latina, ha sido usado como herramienta de sistemas neoliberales que lo asocian a la competitividad, a la creación de productos, a un sistema de negocios que articula ciencia y empresa, al despliegue de programas sociales donde la noción de emprendedores, se ha vuelto una consigna infaltable para la superación ilusoria e individual de la pobreza. Chile es un claro ejemplo de lo anterior, una de sus evidencias es que la innovación y sus grandes edificios han sido patrocinados por las mismas grandes familias de la elite del país, aquellos que piensan que redistribución y crecimiento son variables en veredas opuestas. De allí que la premisa de este análisis consista en postular un giro en la concepción de innovación, para poder observar en dicha noción los impulsos de teorías ya clásicas como la dialéctica negativa de Adorno y las imágenes de Benjamin, y con ellas, hacer emerger otras constelaciones en una idea movilizadora de innovación social: a) una innovación que traiga al presente las expectativas no cumplidas del pasado, que en su memoria atesore el viejo concepto de transformación social b) una innovación que conciba como una unidad diferenciada la redistribución y las ancestrales luchas por el reconocimiento c) una innovación que supere tanto la línea de planificación-ejecución-evaluación como la de prototipo-empaquetamiento-transferencia para abrirse a la contradicción d) una innovación que devele la injusticia de la razón cínica del Estado y la codicia de la Teodicea del mercado e) una innovación que conserve el espíritu y haga ruina los nuevos ropajes de la dominación en las exigencias de una lógica que todo lo transforma en proyectos.

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Para que Trabajo Social sea partícipe de esa movilización reconceptualizadora, tiene que recordar sus propios muertos y sus olvidos. No comprarse un principio explicativo de la evidencia, no instalarse en la rigidez de una crítica estructural, no exponerla como si fuese una verdad manifiesta. Dejar de pensarse como sistematización de prácticas, como aplicación tecnológica, como mediación incompleta, como acompañante de cuidados, como reunificadora de familias. Abrirse a sus propios enfoques contemporáneos donde las prácticas antiopresivas, los dispositivos de observación de los regímenes de la mirada, las luchas por la legitimidad de lo diverso, sus enfoques de género, de derechos, de trabajo participativo, se vuelvan concepciones posibles de conjugarse con esa otra innovación social. De eso tenemos a manos llenas: Chambon, Moffett, Parada, Campanini, Quiroga, Jamur, Rozas, Karsz, Dominelli, Midgley, Healy, Netto, Iamamoto, Wang, Mota, Gonzalez Saibene, entre muchos otros apellidos que se mueven en los largos mares cosmopolitas de un trabajar lo social que hace camino al andar. Entonces, no se trata de renegar del concepto de innovación, sino de innovarlo. En una suerte de crítica travestida -de caballo de Troya hecho de deep data- lanzarlo hacia las ciudades donde resuena esa sentencia del gran Leon Gieco, ciudades hechas de soledad sobre ruinas, de sangre en el trigo, de libertad sin galope, de contra esperanzas, de quinientos años igual. Y transformarlas en comienzos finales, en alegorías mortales, en tinieblas con flores, en nuevas revoluciones. Y si ese Trabajo Social aún no existe del todo habría que innovarlo, habría que inventarlo. Habría que recordarlo, ya que en esa innovación hubo, hay y habrán miles, los que murieron y los que están con nosotros, aunque todavía no hayan nacido. Desde la cordillera de los Andes al río de la Plata, a la Cuenca amazónica, a la playa Girón, a los lagos de Canadá, a los pilares de Hércules, a Mérida, a las estepas del Asia central, a los desiertos africanos, a los hielos de Finlandia. De polo a polo, en todas las tierras. Universales, móviles, infinitos, los que vendrán. Ahora bien, para pensar y actuar de ese modo, se requiere de una visión comprensiva de lo social que sepa observar sus bordes y sus abismos, las fronteras de su propia crisis. 2. OBSERVAR PUNTOS CIEGOS Entender esa crisis requiere de una lógica congruente de visión, ya Aristóteles va a sostener que quien se equivoca de diagnóstico yerra el camino y no puede discernir a qué puerto llegar. Sin duda, en la actualidad existe una resistencia al ejercicio de la visión. Largas filas de críticas, desde el sol cegador de Bataille al desencanto de Bergson con el ojo salvaje, el descrédito del estado del espejo en Lacan, la imposibilidad de un ojo que capture la flor viva y su contenido estrellándose contra la ontología de un ser social, el ataque de Irigaray al privilegio de lo visual en el orden patriarcal, la detracción de Rorty a la teoría espectatorial del conocimiento. Todos esos y otros argumentos son colocados en una disposición reconstructiva en el texto de Jay sobre la denigración de la mirada4. De lo anterior, se desprenden cuatro tipos de consideraciones:

a) que las formulaciones sobre la visión clásicas se han vuelto problemáticas: la visión metafísica de lo social, la expresada por un sujeto de gran formato (en diversas tipologías de macro-sujeto) desarrollados por los neo historicismos de la visión.

                                                                                                                         4 Jay, Martin. Ojos abatidos. La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX. Editorial AKAL Madrid, 2007. Pág. 440 y ss.

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b) que las recensiones a estos regimenes de la mirada si se llevan al extremo, tienen como resultado una visión abatida, desajustada, anacrónica.

c) que si se asume una visión denigrada concediendo completamente el punto anterior, se pierde la observación como una dimensión sustantiva de posibilidad crítica frente a lo societal.

d) que existe un giro (nunca único) de volver a abrir la visión como una figura dialéctica, como una imagen que sabe observar puntos ciegos.

Como ya sostenía en 1749 Diderot en su fenomenal “Carta sobre los ciegos para uso de los que ven”5, pensar desde puntos ciegos permite esclarecer puntos de vista ya que se despliegan bajo nuevas formas los límites que acostumbra a fijar la sociedad. Ahora bien, es indudable que eso contiene un peligro que hay que tomar en cuenta (bien lo sabe Diderot que fue condenado a varios meses en la cárcel de Vincennes por dicha carta) y que a él lo llevó a defender acérrimamente la libertad, sin descuidar el arte de la reticencia y de la máscara. Esto último, es una profunda lección, en términos de pensar para el Trabajo Social actual un tipo de crítica travestida. Esa crítica sería importante porque hoy junto con las sospechas de la visión, ha surgido un enorme descrédito al denominado proyecto moderno de la Ilustración. Pareciera que esa idea kantiana de ejercer un punto de vista propio sobre la sociedad hubiese sido equivocada o sobrevalorada. Ahora bien, como sostendrá Habermas no es excesivo pensar que tal vez ese neoconservadurismo (que hoy apreciamos como restauración conservadora en gran parte de América Latina, en Estados Unidos, en Inglaterra y también en parte de Europa) diga relación con un cierto posmodernismo que busca la totalización de la diferencia y que ambos promuevan un ya clásico ataque anti ilustrado (Habermas, 2004). En consecuencia, las propias transformaciones del sistema capitalista contienen una fuerza reflexiva que sabe leer y apropiarse de la crítica: “el sistema capitalista se ha mostrado infinitamente más robusto de lo que habían pensado sus detractores –Marx en primer lugar-, pero esta robustez se debe también al hecho de que el capitalismo ha encontrado en sus críticas la manera de garantizar su supervivencia” (Boltanski y Chiapelli, 2002, p. 71-72). Incluso aunque la crítica se renueve, es importante considerar que sus propuestas son acotadas frente a un contexto histórico. Por tanto, cuando ella consigue deslegitimar procesos anteriores y privarles de su eficacia (como mediante la crítica a la esclavitud), el capitalismo se rearma encontrando nuevos frentes. Asimismo, cuando la crítica se plantea como oposición directa al capitalismo, éste se ve obligado a responder a los ataques de la crítica. Sin embargo, y esto es lo relevante, a pesar de incorporar en ese mecanismo algo de los valores o de las enunciaciones usadas por la crítica, las transforma en parte de sus propios dispositivos. Ejemplar es el uso de semánticas asociadas al cambio, a la revolución, a la diversidad, en partidarios de las derechas surgidas en los últimos diez años. En consecuencia, el capitalismo consigue renovar su semántica, sin mover un ápice sus principios basales de acumulación. “El costo que la crítica ha de pagar por ser escuchada, al menos parcialmente, es ver cómo una parte de los valores que había movilizado para oponerse a la forma adoptada por el proceso de acumulación es puesta al servicio de esta misma acumulación mediante el proceso de aculturación” (Boltanski y Chiapelli, 2002, p. 73-74). Si se considera lo anterior, la crítica presenta dificultades temporales y espaciales claras. Se trataría tanto de un efecto retardado, cuanto de un isomorfismo.

                                                                                                                         5 Diderot, Denis. Carta sobre los ciegos para uso de los que ven. Editores Cuenco de Plata. El libertino erudito. Buenos Aires, 2005.

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Frente a un aumento de la crítica, el capitalismo se volvería más reflexivo, permitiéndole considerar las señales que le son enviadas desde la propia crítica, fagocitándola con mecanismos de cálculo, de rearme, de seducción. Usando, como ya planteaba Marcuse no sólo presiones externas, sino colándose como presión interna (Marcuse, 1998, p. 23 y ss). De este modo, lo que tenemos enfrente, es un capitalismo que se ha vuelto experto en distinciones, incorporando la crítica incluso en sus propias instancias de coordinación funcional: “la reanudación de la critica viene acompañada, aunque siempre con retraso, de la aparición de nuevos tipos de dispositivos de protesta dotados de una mayor capacidad de actuar sobre las formas emergentes del capitalismo, de acuerdo con el principio según el cual la critica, en pos de la eficacia, tiende a volverse isonomía de los objetos a los que se aplica” (Boltanski y Chiapelli, 2002, p.640) Sin embargo, el hecho de que el capitalismo tenga en cuenta a la crítica no significa que responda concretamente cambiando sus modos de acción. La primera reacción puede consistir en establecer argumentos cuyo objetivo sea rechazar la critica en vez de estudiar medidas destinadas a enmendar los procedimientos que ésta pone en tela de juicio. Con ello no sólo gana tiempo, sino que se acerca a su contrario, afinándose, descubriendo la lógica adorniana de la semejanza donde, en vez de plantear diferencias iniciales, se acoge la afinidad para cautivar y consolidar su propia distinción. Esa estrategia -de encontrar un denominador común con lo que criticas-, le permite atacar con mayor impacto. De esta forma, el capitalismo se transforma actualizándose, a través de la propia crítica. Y lo más paradójico, muchas veces la crítica, al no llevar adelante este mecanismo aparece desactualizada, defendiendo formas conservadoras, frontales, anacrónicas. De allí la importancia de su renovación enunciativa, de enfrentar al capitalismo travestida. De otro modo, reconocida como crítica, descubierta en sus argumentos tradicionales, la crítica es agotada, vencida o se la presenta sin virulencia, acusándola de una antigüedad en la que ya no se puede creer y que tendría que ser superada para poder estar respondiendo a los “dilemas actuales” o a “lo que quiere la gente”. Esto es reforzado doblemente: internamente por partidarios de la crítica que, sin considerar lo anterior, insisten en una crítica “clásica”, más bien totalizante y con una aspiración metafísica. El refuerzo externo viene dado por enfoques conceptuales que van a sostener que todo intento crítico es en sí, una expresión de nostalgia normativa y que mientras no se desamarre de esos presupuestos, será difícil observar las formas de las actuales distinciones sistema entorno (Luhmann, 2012). Ante este panorama ¿cómo repensar la crítica? No de forma tradicional, directa, monolítica. Su volver a empezar requiere, si el entorno político y tecnológico se lo permite, una incitación a transformarse, confundiendo las reglas del juego (Boltanski, 2012, p. 75). Por tanto, si el capitalismo captura a la crítica y la transforma en su propio rostro, la crítica tiene que asumir travestidamente los rostros del capitalismo para poder impactarlo sorpresivamente, indirectamente, explosivamente. Pero, ello exige renunciar a la constatación abierta de la crítica, a ser reconocida públicamente, a pavonearse como crítica. Asimismo, ese giro reclama de una nueva lógica, de una crítica que conozca sus límites y que sepa llegar hasta ellos, mirar su propio abismo y configurarse desde él. Pensar la crítica como una potencia que corroe no sólo las formas de pensar sino las propias formas de pensarla. Una crítica que sepa llegar hasta ese lugar que Hegel denomina la noche del mundo, ir donde la propia imagen de sí no alcanza. Es allí donde es posible pensar un reconocimiento negativo, informe, sustantivo. Un reconocimiento que

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consiste en una lucha6. Se trataría de una síntesis no totalizante, es decir, pensar por medio de constelaciones. Así, las constelaciones en Benjamin se configuran como una posibilidad histórica de reconocimiento, donde mediante las imágenes dialécticas, el presente se asume yuxtaponiéndolo con las expectativas no cumplidas del pasado. Mediante un recurso de lo que Hegel denomina penetración, el concepto se integra con lo que, incesantemente parece ser su otro. De esta forma, el concepto es un operador preformativo. Hegel sostiene en la Ciencia de la Lógica que el concepto crea, divide lo que parecía indivisible y unifica lo que parecía opuesto (por la internalización de las negaciones) (Safatle, 2013, p.33). Visto así, la unidad del concepto es siempre una unidad negativa con su límite. Ciertamente este límite puede colocarse de manera reflexiva y entonces se disuelve como tal. El propio concepto puede reparar y en su movimiento reabsorver infinitamente la negación en su interior. La negación hegeliana nunca alcanza el valor cero porque ella lleva a la nada al límite de surgir y al ser al límite de desaparecer. A esto lo llamó “grandeza evanescente” en la comprensión de su dialéctica. Como sostendrá Hegel: “estas grandezas fueron determinadas como grandezas en su desaparecer evanescente; no antes de su desaparecer porque entonces serían grandezas finitas, ni después de su desaparecer, porque entonces ellas serían nada” (Hegel en Safatle, 2013, p. 250). La negación dialéctica se desdoblará exactamente como el reconocimiento de este carácter evanescente. “Podemos decir incluso que el lenguaje especulativo es, de cierta forma, lenguaje de la evanescencia, lenguaje que no petrifica sus afirmaciones, pero que presenta la referencia en el momento de su pasaje al límite. Esta diferencia entre lo arbitrario de la relación signo-referencia en Sausurre y la naturaleza evanescente de la referencia en Hegel es fundamental e indica el punto de separación entre estructuralismo y dialéctica”(Hegel en Safatle, 2013, p. 251). Lo anterior es fundamental para acceder a una enunciación que pueda llevar la contradicción a la dimensión del reconocimiento, y del reconocimiento que se vuelve crítico, precisamente porque es capaz de contemplar tal tensión. Si así fuera, la crítica ganaría una fuerza plástica, un eco de eso que ya Della Mirándola llamaba metamorfosis, ese no lugar asignado. No se trata de una inadecuación a la norma, de una transgresión, sino de ir hacia aquello que no es la norma. Esa invención que Alejandra Pizarnik llamaría salvaje, ese recuerdo de aullidos del bosque. Una crítica fantástica que recuerde la historia de las expectativas no cumplidas del pasado. Que sepa ver que la sociedad actual es el resultado de una hipóstasis de entender el vínculo social como libre mercado. Una crítica con memoria. Ese “desespero que nos devuelve la potencia” (Adorno, 1990), una crítica hecha de jirones, de desencanto como fuerza para crecer. Esa es la innovación crítica que Trabajo Social requiere. Porque esta dialéctica de la mirada (Buck Morss, 1989) impide la reificación de los régimenes escópicos. En vez de apelar a la fuerza de una sola visión monolítica, promueve un carácter abierto y multiplicador de las potencialidades humanas. De este modo, cuando la crítica y su innovación se concibe como un relato poliescópico: “corremos menos riesgo de caer presa del impero maligno de la mirada, de permanecer fijos en el estadio del espejo o en una fase determinada de desarrollo, o de ser petrificados por la mirada medusea y ontologizadora del otro” (Jay, 2007). Tal como sostiene Jay, andar por la vida con los “ojos abatidos” no es una solución para enfrentar la crisis contemporánea. La renovada

                                                                                                                         6 Matus, Teresa Una crítica travestida para enfrentar al capital. En: Las caras de Trabajo Social en el mundo. Coord. Paula Vidal. Editorial RIL Santiago, Chile, 2017. Págs 95 a 119

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inescrutabilidad de este capital reificado no puede cegarnos para encontrar puntos de visión que renueven nuestro compromiso con los idearios de la Ilustración, hoy traicionados (Guillebaud, 2004). Más bien, conscientes de los peligros de acercarse al sol, una visión de puntos ciegos podría ser una clave dialéctica interesante para alumbrar una nueva crítica, una innovación transformadores, una gestión compleja de la intervención social y otros vectores para formar trabajadores sociales. 3. INNOVAR LA INTERVENCIÓN SOCIAL Frente a la crisis del capital y a una agenda global de un desarrollo sostenible, Trabajo Social debe innovar sus propias formas de intervenir si busca estar a la altura de estos desafíos. Se colocan dos imágenes de puntos ciegos para esta tarea: la primera sobre el límite sujeto/sistema. La segunda sobre desigualdad de los territorios y las brechas de calidad de las ofertas. 3.1. El límite sujeto/sistema Si entendemos el desarrollo sostenible como un proceso capaz de concertar esfuerzos que no comprometan los recursos de sistemas vivos y sociales de las siguientes generaciones, no podemos seguir sosteniendo que la intervención se extienda exclusivamente en los límites de la interacción social. Luego, una visión que debe ser sometida a escrutinio es aquella que piensa la intervención dentro de los límites de la interacción social. De allí que incluso se llegue a decir, que este saber se desarrolla cara a cara, variando el número de personas involucradas según se trate de una atención de caso, de grupos o de comunidades. Lo anterior contiene un olvido persistente: en el proceso de intervención social no se trabaja con individuos en cuanto tales7. Nadie llega “en su condición de persona natural” a un proceso de intervención social, sino que emerge al interior de una categoría analítica determinada: mujer golpeada, cesante, menor en situación irregular, directiva de una organización sindical, integrantes de un barrio. Por tanto, el núcleo de la intervención social es una intersección, un cruce entre los sujetos y el sistema expresado en el fenómeno social que los convoca. Consecuentemente, si la categorización social se realiza en términos estigmatizadores, esos sujetos llevarán esa marca en forma persistente. De allí que estudiar los modelos de intervención social que se realicen y sus formas enunciativas, resulta clave en el logro de mayores oportunidades para el desarrollo y fortalecimiento de la ciudadanía. Es más se trata de un giro donde la intervención se entienda no como un discurso sobre las características de los sujetos, sino sobre la opacidad de los sistemas. De esta forma, la vulnerabilidad no es una característica de los individuos, especialmente de los pobres, o la disfuncionalidad una marca de las familias, o la sospecha de violencia un distintivo de los jóvenes. La vulnerabilidad es el sello, el cuño de hierro de los sistemas de oferta social, tanto públicos como privados. Esta lógica nos abre a otra comprensión de la gestión de la intervención donde a modo de un dispositivo encontramos una relación crecientemente proporcional en la medida que escalen situaciones sociales extremas de:

                                                                                                                         7 Para un mayor análisis ver: Michel Autés (2005) Les paradoxes du Travail Social. Edition Dunod. París.

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Desconfianza de capacidades locales de grupos y comunidades. De allí que a los equipos locales se los coloca reducidamente en un proceso de “aplicación de lo diseñado”, de “mera ejecución”. Ahora, lo peor es que esos equipos se lo crean, porque entonces esa señal opera como punto ciego. Esto viene asociado a una noción de intervención entendida como acción práctica que no guarda relación con un proceso de innovación conceptual (Matus, 2012, pág. 162). A lo anterior se le suman políticas públicas que no se auto observan, ya que se centran en los outcome de la economía, es decir, en las marcas del programa en los sujetos. Esto conlleva tres serias consecuencias: la primera es que la responsabilidad de los resultados recae sobre los propios sujetos afectados, la segunda es que la evaluación es siempre tardía: hemos focalizado la medición del impacto al después, entendida como evaluación de la demanda. Es hora de renovar esa lógica y pensar en el impacto de la calidad de las ofertas, ya que si éstas son deficientes, también lo serán sus resultados. La tercera consecuencia es que la precariedad de los sistemas de oferta pasa inadvertida: por eso surgen políticas públicas concebidas homogéneamente, desajustadas en su presupuesto y en su tiempo de desarrollo. Si se consideran las tres fallas anteriores de la oferta, se puede entender mejor cómo a pesar de la reducción de los índices de pobreza, exista un núcleo duro, con ciclos lentos de recuperación y un enorme movimiento de heterogeneización de la pobreza que constituye un dilema para las formas de medición (Hardy: 2004). Asimismo, el nuevo escenario de “flexibilización” del trabajo representa tanto una oportunidad de desarrollo como un riesgo de exclusión social, lo que tiene implicaciones para el desarrollo humano, el fortalecimiento de la ciudadanía y el bienestar subjetivo (Baumann: 2000). Con una ambigüedad semejante, las llamadas nuevas formas de identidades colectivas marcadas por procesos de diferenciación creciente, no siempre apuntan a un mayor reconocimiento de las diferencias legítimas. Es decir, la visibilización de movimientos vinculados a distintos grupos sociales, ha significado tanto una apertura al diálogo acerca de la diversidad cultural e individual como un recrudecimiento de formas esencializadas de construcción de identidad (Karz: 2004).

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Al escenario descrito hay que agregarle dos elementos sustantivos: primero que él nos habla de una particular forma de desigualdad. Que ésta no se remite simplemente a la narración de diferencias socio económicas, entre quintiles extremos de la población, sino a procesos existentes en los más diversos âmbitos. Temas como “poner fin a la fábrica de ghettos” a propósito de barrios deteriorados, enfrentar desafíos como una “educación pública de calidad”, “asumir una línea integrada de servicios sociales”, son algunas de las dimensiones contenidas cuando se habla de nuevos modelos de Gestión de Calidad para Programas Sociales que busquen cambiar el rostro de la gestión pública. Alli surgen antecedentes claves en materia social: tenemos un presupuesto social importante pero no sabemos observar su efectividad. De esta forma, Gobiernos, fundaciones y empresas no cuentan con información oportuna para orientar la toma de decisiones. Aún no se sabe qué programa garantiza una mayor rentabilidad social de los dineros aportados. Los altos costos de atender ciertos fenómenos sociales extremos, dejan en una situación muy difícil e incluso en un horizonte de término a programas sociales que trabajan con lo que se ha denominado “usuarios de alto costo” como los ancianos, las personas discapacitadas mentalmente, las denominadas “familias multiproblemáticas” para las cuáles la actual política pública, a pesar de sus avances y esfuerzos, se ha vuelto con los años claramente insuficiente. De allí que esta crisis afecta a quienes se encuentran en una situación grave de (des)protección social. Se podría perfectamente hacer un mapa de fenómenos sociales extremos: la violencia doméstica, las situaciones de extrema negatividad de inmigrantes, cesantes crónicos, personas en situación de calle, mujeres con amplias brechas de empleabilidad. En Chile, nuestro extremo sur del mundo experimentamos la paradoja de crecer a tasas de 6% y, a la vez, tener niveles de desigualdad de 27 veces entre deciles extremos (Informe OCDE 2015). Territorialmente tampoco la comunicación es la misma para todos los espacios y habitantes. Sus arreglos institucionales pueden ser formalmente equivalentes entre regiones (parlamento, tribunales, mercado, iglesia, universidades, centros de investigación, municipalidades), pero los modos en que operativamente se acoplan y sus vías de expresión pueden variar (Luhmann 1997). Se podría hablar, en este sentido, de trayectorias de la diferenciación funcional caracterizadas por los diversos modos de instalación, por su reacción diferenciada frente a los procesos emergentes que en ella tienen lugar y por la forma en que la modernización ha afectado los espacios comunicacionales regionales (Chernilo/Mascareño 2005). La forma de considerar el concepto y sentido de la comunicación variará según los enfoques usados, por tanto, se podrán visibilizar diversos modos más prescriptivos o procedimentales en que se afecten los espacios específicos (Matus, 2004). El conocimiento de dicha complejidad es “sentido cognitivo estilizado” (Luhmann 1992:138). Por otra parte, las situaciones extremas en países diversos presentan entornos de mayor o menor nivel de complejidad según subsistemas de acción. Tal vez, el aporte más importante de lo anterior sea su contribución a la mensuración de la calidad de la gestión. De hecho esta última es una relación. Lo que se propone es que, consecuentemente se tome en cuenta el nexo entre complejidad y calidad de inclusión, para innovar en otra tipología de crecimiento inclusivo. De este modo, se trata de abordar el otro lado de la distinción exclusión/inclusión, dando cuenta de la situación social que conlleva pero poniendo el énfasis en las soluciones inclusivas alcanzadas.

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Observar la complejidad significa generar una matriz que ya no sea calculada en base a promedios o desde un simple per cápita, sino que distinga niveles crecientes de situaciones complejas de usuarios en clusters que permitan conocer con más detalle no sólo los recursos requeridos en cada caso, sino cuál serían los estándares mínimos y las condiciones para una gestión de calidad. Ahora bien, para ello una cuestión es clave: que las políticas públicas no se piensen siempre como la solución, sino al mismo tiempo como parte del problema. De esta forma, es posible generar reflexión sobre sus formas de acción y selección, su manera de asumir los riesgos. Por eso, se requieren antecedentes de los niveles de calidad de las ofertas para poder mostrar las sobreintervenciones, las diferencias de calidad de los servivios, las fallas de coordinación funcional entre reparticiones públicas o privadas. Todo lo anterior configura una tendencia creciente: a mayor complejidad del fenómeno social, menor capacidad de las ofertas públicas o privadas para poder estar en sintonía con el nivel del sistema-entorno. Un punto de especial atención lo constituyen en esa espiral las asimetrías sociales, económicas y medio ambientales en las desigualdades de los territorios. 3.2. La desigualdad de los territorios y las brechas de calidad de las ofertas Para alcanzar el desarrollo sostenible es fundamental armonizar tres elementos básicos: el crecimiento económico, la inclusión social y la protección del medio ambiente. Estos elementos están interrelacionados y son todos esenciales para el bienestar de las personas y las sociedades. Sin embargo en cada territorio de los países, con sus diversas demarcaciones, lo que existe son mecanismos de expresión de desigualdad. Es más, donde los territórios son más complejos (por geografia extrema, por ruralidad, por zonas impactadas de desechos medio ambientales) las brechas de calidad de sus ofertas de servicio son de más baja calidad. Donde más se requeriría la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones es una condición indispensable para lograr el desarrollo sostenible, con más ahinco las políticas públicas generan una offscale crisis. A tal fin, debe promoverse un crecimiento económico sostenible, inclusivo y equitativo, creando mayores oportunidades para todos, reduciendo las desigualdades, mejorando los niveles de vida básicos, fomentando el desarrollo social equitativo e inclusivo y promoviendo la ordenación integrada y sostenible de los recursos naturales y los ecosistemas. El punto es que hoy existen en nuestros mundo más de 836 millones de personas que viven en la pobreza extrema (alrededor de 1 de cada 5 personas de las regiones en desarrollo vive con menos de 1,25 dólares diários), donde la gran mayoría de esos pobres pertenece a 2 regiones: Asia Meridional y África Subsahariana. No es extraño entonces connotar flujos de escape y de intentos de migración desde ellos. En 2014, 42 000 personas tuvieron que abandonar sus hogares cada día en busca de protección debido a un conflicto. Para responderles es imprescindible que se hagan cambios profundos en la gobernabilidad. La vicesecretaria general de la ONU, Amina Mohamed, recordó así el importante papel que deben desempeñar los gobiernos para cumplir con lo que proponen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.

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En consecuencia las políticas públicas territoriales a nivel global presentan una tarea pendiente, que desde Luhmann se puede exponer como un déficit de observación y desde Habermas como un déficit de enunciación. Esto forma parte de una hipótesis mayor: el que los análisis de políticas públicas han prescindido de las teorías generales de la sociedad y, por tanto, se encuentran en una paradoja: querer aportar a la agenda social, sin sistemas lógicos adecuados para pensar la sociedad en que vivimos. Esta suerte de olvido sociológico, será la clave a recorrer. Se busca mostrar como desafío irrecusable a las políticas, la observación de la complejidad. Ciertamente, plantear que la sociedad contemporánea se ha vuelto compleja es hoy casi un lugar común. Sin embargo, en muchas de esas referencias, la complejidad equivale a decir que las cosas están difíciles o complicadas. Uno de los aportes de Luhmann es justamente el contenido de su concepto de complejidad, ya que a diferencia de otros (Morin, 1997; Bauman, 2001; Sloterdijk, 2003) la complejidad “no es una operación, no es algo que un sistema ejecute ni que suceda en él, sino que es un concepto de observación y de descripción, incluida la autoobservación y la autodescripción” (Luhmann, 2007, pág 101). Por tanto, estamos hablando de una relación que involucra no sólo al objeto percibido sino al sujeto que lo observa. Esa relación es siempre sistémica, ya sean sistemas psíquicos o sociales. La calidad, entonces no es otra cosa que saber reducir la complejidad. En las políticas públicas en cambio, pareciera que bastara con la voluntad, o con una precaria noción de confianza en el potencial de un sujeto descontextualizado. Visto así, pareciera claro que en ello hay más de un punto ciego. Las políticas públicas se constituyen hoy en un ejemplo de ese régimen de denigración de la mirada que tan pobladamente nos muestra Jay8. Sin embargo, no se trata acá de lamentos de Casandra. Cuando se habla de reducción de complejidad, “de ninguna manera se puede pensar en una suerte de eliminación. Se trata tan sólo de un operar en el contexto de la complejidad, es decir de un traslado continuo de lo actual y lo potencial” (Luhmann, 2007, pág,107). Con todas las diferencias, lo anterior se inscribe en un sentido amplio en esa venerable tradición de Heráclito a Benjamin de hacer ruina los puntos de vista hegemónicos, no por destruir, sino porque sólo en la ruina se observan caminos por doquier (Benjamín, 2001). Esta forma de entender la complejidad nos abre, así, nuevos horizontes. Consecuentemente, introducir este concepto de complejidad para las políticas públicas significa direccionarlas a la tarea insoslayable de la selección, la que a su vez nos devuelve a la contingencia. Esto es clave, porque lo que no se puede dejar de observar y debe emerger con fuerza en el ámbito del análisis de políticas son las preguntas por “las otras posibilidades, ante las cuales se destaca la posibilidad actualizada”9. La falta de memoria en las políticas y el no tener presente el mapa de preferencias desde el cual se seleccionaron, hace que permanezcan mucho más rígidas y homogéneas de lo que debieran, con ritmos demasiado lentos de ajustes y con oportunidades perdidas incluso no observadas. Lo anterior es importante ya que el sistema deja fuera más posibilidades que la complejidad del entorno 10 . Por tanto, es un método constructivo que procede por establecimiento de diferencias y que configura una forma de reflexividad.

                                                                                                                         8 Jay, Martin. Downcast eyes. The denigration of vision in twentieth-century french thought. University of california Press. Berkeley, 1994. 9 Rodríguez, Dario y Arnold, Marcelo. Editorial Universitaria. Chile, 1990. Pàg. 100 10 Luhmann, Niklas. Ilustración Sociológica y otros ensayos. Ediciones Sur. Buenos Aires, 1973. Pág. 127

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Así, esta relación sistema/entorno ya no puede ser vista como una relación parte/todo sino como un proceso reflexivo de establecimiento de límites y selección de posibilidades en un horizonte abierto y cambiante. Visto así, la complejidad puede entenderse como “el número de posibilidades hechas posibles mediante la construcción de un sistema 11 . Entonces, cuando se habla de complejidad “se hace referencia tanto a las relaciones posibilitadas estructuralmente como a la selectividad derivada de esta misma posibilitación. Es así como la construcción del sistema es al mismo tiempo aumento de complejidad y de capacidad selectiva”12. Luego, el concepto de complejidad remite a una relación donde existe una posibilidad de influencia mutua entre sistema y mundo. Ello involucra quebrar la noción de complejidad sólo unida a un número, a un atributo de cantidad de relaciones y desplegarlo en relación con el atributo de grados y fineza de selectividad. Sólo tiene sentido hablar de sistema/mundo donde existe entre ellos una relación tal de implicancia que de ella se derivan posibilidades mutuas. Metafóricamente sería una especie de Dasein sistema/mundo. Un sistema social, por ende, sólo puede referirse a un determinado mundo y la complejidad de ese mundo depende de su propia complejidad y de su capacidad de distinción, del grado de calidad de su selectividad. Consecuentemente, un sistema depende de su capacidad de autoreferencia. Es así como se instala para las políticas públicas la importancia de su autoobservación, como mecanismo que muestre su capacidad autoreferencial de efectuar distinciones. Es indudable que una innovación de ese calibre en un concepto disciplinario clave como es la intervención, requiere de la superación de ciertas formas y contenidos que han acompañado la formación de los trabajadores sociales: por tanto, ha llegado el momento de observar ese proceso pedagógico a la luz de nuevos vectores de cambio. 4.VECTORES DE CAMBIO EN LA FORMACIÓN DE TRABAJADORES SOCIALES Hay formas de entender el Trabajo Social que considerando los desafíos a enfrentar requieren de un proceso de destrucción creativa, para dar paso a vectores de cambio en la formación disciplinar: La primera es la división disciplinar en Caso, grupo y comunidad; ya que supone una clasificación de acuerdo a los supuestos ‘sujetos’ que, ironizando, responde a dividir la disciplina según trabaje con unos, con algunos o con muchos. Lo más importante es el lugar normativo en que esta clasificación se coloca ya que no le hace justicia ni siquiera a los referentes desde donde emerge. Si vamos directamente a una fuente histórica como es el texto de Mary Richmond sobre el diagnóstico social, se observará que el Case Work está mucho más relacionado al planteamiento económico y un enfoque comprehensivo, que da lugar a la búsqueda de una evidencia diferenciada que al universo indagado con ella13. La interpretación que actualmente se sigue haciendo en numerosas Escuelas de esas esferas míticas ‘caso, grupo y comunidad’, merecería una indagación por sí misma, ya que en ella están depositadas una serie de fósiles y reducciones historiográficas que se han construido sin indagar en los textos fundantes. Es decir, esta triple división debería ser hoy re examinada por investigaciones contemporáneas que busquen con otros ojos,                                                                                                                          11 Luhmann, Niklas. Ilustración Sociológica y otros ensayos. Ediciones Sur. Buenos Aires, 1973. Pág. 129 12 Rodríguez, Dario y Arnold, Marcelo. Editorial Universitaria. Chile, 1990. Pàg. 101 13 Richmond, Mary Diagnóstico Social. Editorial Siglo XXI, Madrid, 2005.

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cómo se fueron interrelacionando estas unidades hasta constituir ese camino interpretativo al que muchos aún se aferran para hablar de Trabajo Social. Lo interesante es que esta clasificación asume para diversos centros académicos y trabajadores sociales, el canon de una metafísica disciplinar, es decir, algo que no se cuestiona y que no permite ver qué es lo que desplaza al colocarse incuestionadamente como el A B C de la disciplina. Otra forma de ver a superar en Trabajo Social es entenderlo como proceso de una focalización de áreas: familia, comunidad, organizaciones laborales, salud, vivienda, etc. No porque los ámbitos de acción no sean importantes, sino porque se entabla una suerte de competencia entre dicha focalización y las propuestas disciplinares que no tiene más sentido que impulsar un proyecto de formación académica en la ilusión de no efectuar el cruce con los enfoques en Trabajo Social. En el extremo de esta lógica podría existir un tipo de trabajador social que se especialice en teorías específicas de ‘barrio, familia, niños, viejos, organizaciones’ sin volver a ver nunca más que en su primer período de formación, avances disciplinares. De este modo ‘ser’ trabajador social tendría que ver mucho más con el ámbito en que se desempeña que con seleccionar posiciones al interior de un corpus de enfoques en Trabajo Social. Esto conlleva un equívoco de lugar14: se reduce el lugar al ámbito de acción, al área, o incluso al terreno, a la empiria. En una especie de revisitación del ‘lugar de los hechos’ tan caro a la positivación periodística y tan distante de una lógica como la que se requiere contemporáneamente para estar a la altura de los desafíos sociales existentes. Por lo tanto, la pregunta que aflora en estudiantes (y también en académicos que piensan de este modo) es donde se va a trabajar. Y lo más interesante no es esta preocupación atendible, sino que esa fijación oculta la pregunta que incluso podría conllevar mayor éxito dentro de un ámbito: desde dónde voy a trabajar, ya que por ejemplo un trabajador anti opresivo puede trabajar en diversas áreas y sabe perfectamente qué es lo que está haciendo allí. De este modo, lo que esa acentuación evidencia es un serio problema de lógica de sentido. El lugar de trabajo reemplaza a la discusión y evita la ardua tarea de estudiar y profundizar en los avances disciplinares. De esta manera nacen lo que denomino: hijos de un saber detenido. Ellos creen que el Trabajo Social se detuvo cuando (algunos hace mucho, mucho tiempo) dejaron de leer la disciplina. Lo más fabuloso es la consecuencia metafísica de ver el Trabajo Social exclusivamente referido a su condición empírica de lugar. Un punto culminante que entrega evidencias rotundas de las graves consecuencias de lo anterior es el contenido de las prácticas profesionales en la formación de los trabajadores sociales. En general, al menos en Chile, los profesores encargados de esa tarea son la antítesis de un experto cirujano que enseña según las más modernas discusiones y avances de la ciencia. Al contrario, ellos representan el ápice del quiebre, les ‘sobra’ la conceptualización y son tomados por el vértigo del accionar. Así se re visita la antigua dualización entre teoría y práctica en Trabajo Social. Como es posible deducir de lo anterior, ninguna lógica que dualiza teoría y praxis en Trabajo Social merece seguir siendo un eje formativo, ni aquellas que encuentran el lugar disciplinar en la simple aplicación (en un eco múltiple de esa vieja matriz tecnológica). Hagámoslo más práctico, tenemos teoría pero nos faltan herramientas, no contamos con las suficientes prácticas en terreno para validar nuestro quehacer, son algunas de las voces que estudiantes y profesores colocan recurrentemente cuando se trata de evaluar los currículum de formación profesional. También, por tanto, es recurrente

                                                                                                                         14 Para un análisis mayor ver: Marc Augé (2005) Los no-lugares. Editorial Tecnos. Barcelona.

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dividir los cursos según sus acentuaciones teóricas o prácticas y colocar los primeros antes y los segundos a partir del tercer año, como promedio. Esto va ahora, según las modas pedagógicas del momento, aparejado con una lógica de medición de competencias, donde se supone el aprendizaje debe ir, cartesianamente hablando, de lo más simple a lo más complejo. Pues bien, una evidencia monumental nos la entrega el Departamento de Neurociencias de la Universidad de Harvard al plantear que después de hacer acuciosos estudios con estudiantes de humanidades, educación y ciencias sociales, efectuados durante los últimos diez años, se pudo comprobar que sus estadios lógicos cognitivos avanzan consistentemente en los dos primeros años, tiende a detener su progresión en el tercero y retroceden lógicamente en los dos últimos años de formación. Para provocar más aún, ésta no es una deuda menor del Trabajo Social. Sería muy difícil sostener que con tamaña brecha, tamaña dualización de teoría y práctica, los trabajadores sociales que así piensan, puedan realizar un análisis no esencialista de las grandes batallas sociales con que se abre el siglo. Un corolario interesante de esta reducción es la persistencia en algunos ámbitos de Trabajo Social de la noción de ‘sistematización de la práctica’, donde se sigue marcando una línea fatal: que el universo de Trabajo Social al ser práctico, se salva si se reflexiona sobre ella. De este modo, habrían disciplinas teóricas y otras empíricas. Entre estas últimas el Trabajo Social destacaría por una forma de conocer que se fundamentaría en los procesos del hacer reflexivo. Resulta bastante obvio ver que con esa imagen, no hace falta profundizar en otras lógicas de conocer, pues Trabajo Social habría encontrado la suya. Es hora de superar esos códigos de formación y abrirse a un sistema de investigación de alta integración. Concebido como un dispositvo de I + D + I (investigación, más desarrollo de intervenciones, más innovación). Ese sistema se configura como una forma de trabajo transdisciplinaria, donde junto con académicos y estudiantes de diversas disciplinas, el equipo se conforma con profesionales de equipos locales, de organismos públicos y privados y de incumbentes afectados por la negatividad de un fenómeno social específico.

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Como es posible observar, ese modelo supera lo que Habermas denomina “la cultura del experto, vs/ el sujeto sobre el cual impacta la cultura del experto”, o al decir de Weber: la división entre el cientista y el político. Así es posible cambiar la concepción de prácticas en Trabajo Social y reemplazar sus espacios de formación por este modelo de investigación transdisciplinar:

Un

Esta estrategia de formación pedagógica puede ser transversal a formación de Licenciatura, Maestrías y Doctorados de Trabajo Social. Donde en vez de enviar estudiantes para que estén “en terreno y adquiriendo experiencia en la práctica”, el centro académico de Trabajo Social se interconecte con programas y organismos para trabajar en conjunto, a mediano plazo, con una agenda de trabajo confeccionada participativamente. Para levantar esta posibilidad Trabajo Social debe asumir un código post estructural para la relación entre individuo y sociedad. Sostener (en el mismo sentido musical de sostener un do o un re) un código postestructural, involucra ajustar cuentas con esa noción de individuo separada e incluso contrapuesta a la noción de sociedad que a veces prima en la formación de los trabajadores sociales. Lo que se argumenta es la imprudencia de un retorno al individuo como principio explicativo para la disciplina. La fatal separación de individuo y sociedad supone dos tipos de explicaciones que son, al revés de lo que generalmente se piensa, complementarias. Incluso más, la separación permite crear sistemas metodológicos definidos por esa ruptura. Si recordamos a Parsons, observaremos que él

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reclama la independencia y separación del sistema social para no comprenderlo como la mera resultante de las acciones de los individuos. De allí que exige que los problemas sociales se refieran a motivaciones que tengan que formularse en términos de “frame of reference of the social system, y no de personalidad”15.

Adorno reacciona ante esta forma de ver exponiendo que: “La separación entre sociedad y psiqué es falsa conciencia puesto que eterniza en forma de categorías la escisión entre el sujeto viviente y la objetividad que impera sobre los sujetos y que, no obstante, son ellos quienes producen” 16 . De este modo, los seres humanos no son capaces de reconocerse a sí mismos en la sociedad, ni ésta en ellos, porque están enajenados entre sí y respecto al conjunto. Sin embargo, la solución no está en su identidad o reconciliación armoniosa. Una evidencia de lo anterior es el uso del concepto de integración social, copia positivista de la identidad entre sujeto y objeto. Como sostendrá Adorno: “Con seguridad, el comportamiento económico racional de los individuos no se produce meramente por cálculo económico, por afán de lucro. Antes bien, tal afirmación se construye después para intentar fundar un mecanismo como la racionalidad del comportamiento económico promedio, que en modo alguna es algo obvia para el individuo. Ahora bien, si un individuo rechaza participar en el juego de la rational choice se hace sospechoso y se expone a una venganza social incluso si no necesita pasar hambre o dormir bajo los puentes. La angustia de ser expulsado, la sanción social del comportamiento económico, se ha interiorizado hace mucho junto a otros tabúes y ha cuajado en el individuo”17.

Lo que Trabajo Social no puede olvidar entonces es que el propio concepto del individuo e incluso la noción de yo, es dialéctico, psíquico y no psíquico, un fragmento de líbido y a la vez, un representante del mundo. Tal vez en ningún lugar de sus escritos esté contemplado con tanta fuerza la peligrosidad de tener al individuo como principio explicativo, como en el texto denominado: “contra el personalismo”. Allí, Adorno sostendrá que: “poner el personalismo como principio explicativo es abrir una incapacidad de reflexión tanto sobre la sociedad como sobre la misma persona”18. Es decir, una consecuencia de la separación entre individuo y sociedad es una noción de persona donde ella haya sido recortada por completo de lo universal. Este es el enorme riesgo de ese tipo de humanismo en el Trabajo Social. El colocar a la persona como Absoluto, niega la universalidad. La persona se vuelve así en “el viejo hechizo de lo universal parapetado en lo particular. La monstruosidad ideológica de la persona es criticable inmanentemente. Los hombres sin excepción ninguna están lejos de ser ellos mismos. Cuanto más a fondo, pierde el individuo lo que se llamó en otro tiempo su conciencia de sí mismo, tanto más aumenta su despersonalización”19. De allí que no es posible que permanezca incuestionado el supuesto talante humanista en la disciplina, sin pasarlo por este filtro de la crítica, de lo que puede llegar a pensar en nombre de la persona.

En esta misma línea de argumentación habría que someter a crítica la noción de lo material. Se trata de ir hacia un materialismo iconoclasta en Trabajo Social. Para estar a la altura crítica y develar un social en el actual capitalismo reificado, se                                                                                                                          15 Parsons, Talcott. Psychoanalysis and the social structure En:The Psychoanalysis Quarterly vol XIX, 1950 nº 3 Pág.371. 16 Adorno, Theodor (1991) Actualidad de la filosofía. Editorial Paidós. Barcelona. Pág. 139 17 Adorno, Theodor (1991) Actualidad de la filosofía. Editorial Paidós. Barcelona. Pág. 143 18 Adorno, Theodor (1984) Dialéctica Negativa. Editorial Taurus. Madrid. Pág. 274  19 Adorno, Theodor (1984) Dialéctica Negativa. Editorial Taurus. Madrid. Pág. 274  

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requiere de un materialismo reconstruído, que tenga la fuerza de traspasar las propias cosas. Fue el propio Marx el que insistió en la diferencia entre el materialismo histórico y el vulgarmente metafísico. Por su parte Horkheimer intenta colocar un tipo de crítica material que no olvide que su propio Espíritu es lo otro. De lo anterior es posible colegir la exigencia de un materialismo mediado en sí. Ese espacio quebrado que en Foucault va de las Palabras a las Cosas y que en Jameson se dispone como valencias de la dialéctica. Un materialismo iconoclasta sabe que no se puede sostener en el entendido que lo único real son los individuos, ya que esto sería incompatible con la teoría que Marx no habría formulado sin Hegel de la ley del valor, que se realiza pasando por encima de las personas: “la mediación dialéctica de lo universal y particular no autoriza a una teoría a optar por lo particular, porque se haría así incapaz de comprender tanto la funesta hegemonía de lo universal en lo establecido, como la idea de una situación que haciendo descubrir a los individuos su verdad, despojaría a lo universal de su mala particularidad”20. Por lo tanto, tampoco es posible ni imaginarse a un sujeto trascendental sin sociedad, sin los particulares que integra para bien y para mal. Incluso el propio Kant ya consideraba lo universal como algo en lo que todos participan. Es decir, todo dolor, toda experiencia de agravio y toda negatividad social se transforma en el motor de este pensamiento dialéctico. “Mientras haya un solo mendigo, seguirá existiendo el mito”21, sostendrá Benjamin. Es la componente estética, la somática, la que recuerda al conocimiento que el dolor no debe ser, que debe cambiar. “Padecer es algo perecedero, es el punto en que convergen lo específicamente materialista y lo crítico, la praxis que cambia a la sociedad”22.

Propugnar un materialismo que en vez de fundarse en lo anterior, vuelva a separar individuo y sociedad, palabras y cosas, es envilecerlo en un envase retrógrado. Hacerles un servicio justamente a quienes no quieren que el materialismo se realice. Esta es la tragedia existente donde el materialismo se ha convertido en el terror de las máquinas estatales en nombre de una pseudo dictadura del proletariado. “Ellas mismas son el escarnio de la teoría que pregonan, encadenando a sus súbditos a sus intereses más inmediatos. Cuando los funcionarios han perdido la paciencia con las exigencias de la filosofía y quieren liquidarla, asistimos a una regresión monumental del propio materialismo”23. Por eso, este materialismo nuevamente vulgar es una recaída en la barbarie, la misma que él trató de evitar. Oponerse a tal situación es una tarea y no la menor, de toda teoría crítica. Este es uno de los relatos fundantes para las propuestas contemporáneas en Trabajo Social. Porque si es verdad que la dialéctica se encuentra en las cosas, ella no existiría sin la conciencia que la reflexiona, al mismo tiempo que no se deja absorver por ella. Es simple: si la materia fuese unitaria, no habría dialéctica. De allí la importancia de superar este pensamiento de una lógica metafísica en nuestra disciplina. Cuando en vez de lo anterior, hay un materialismo que insiste en fundarse en la coseidad, se acerca aceleradamente al positivismo subjetivo, donde los objetos permanecen intactos y a la espera de ser contados como evidencia. De allí que para enfrentar esta tarea de superación, se requiere profundizar en el cómo llevar adelante un pensamiento postmetafísico.                                                                                                                          20 Adorno, Theodor (1984) Dialéctica Negativa. Editorial Taurus. Madrid. Pág. 200  21 Benjamin, Walter (2002) La obra de los pasajes. Iluminaciones I. Editorial Taurus. Barcelona. Pág. 48 22 Adorno, Theodor (1984) Dialéctica Negativa. Editorial Taurus. Madrid. Pág. 204 23 Adorno, Theodor (1984) Dialéctica Negativa. Editorial Taurus. Madrid. Pág. 205

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Estas son los fundamentos transversales, el mínimo común múltiplo de los enfoques en Trabajo Social, que disputan desde esas tareas la hegemonía disciplinar. Y lo hacen con diversos argumentos y herramientas: En el Trabajo Social contemporáneo están presentes aquellos enfoques, cuyo principio explicativo radica en el carácter post estructural que asume el proceso deconstructivo y se reconocen dentro de una pluralidad de interpretaciones como son, entre otras: la genealogía de Michel Foucault y el textualismo de Jacques Derrida. La semántica postestructural de flujo en RolandBarthes, Gilles Deleuze, Julia Kristeva, entre otros. . El postestructuralismo en Trabajo Social cuenta con textos claves como “Reading Foucault for Social Work”24, donde artículos sobre La Cultura de Trabajo Social de Laura Epstein, Esperando por Foucault de Allan Irving, Haciendo la familia visible por Adrienne Chambon, Sexualidad y Trabajo Social de Carol-Anne O’Brien, Resistencia y viejos de Frank T.Y. Wang, Reconfigurando las prácticas de Nigel Parton, el recipiente del bienestar de Ken Moffet, dan claras orientaciones de investigaciones en esa línea. Del mismo modo el texto de Karen Heily, Trabajo Social, perspectivas contemporáneas, pone sobre la mesa el giro postestructural del Trabajo Social crítico, donde sus consideraciones sobre el poder, la identidad y el cambio, constituyen un embate para la discusión sobre la reconstrucción crítica de discursos y prácticas en el Trabajo Social de hoy25.

Asimismo, en el Trabajo Social actual, tiene relevancia una tradición crítica anglosajona anti opresiva, en su tránsito de superación de cierto Marxismo estructural, sustentado en la expansión de teorías de discriminación y género, que develan las desigualdades de mujeres, jóvenes, niños, viejos, y que han desplegado consistentemente el concepto de práctica crítica y anti opresiva, Trabajo Social verde; que tienen en la confrontación con la injusticia y, las formas de trabajar con la diversidad autores como Lena Dominelli, Frederic Reamer, Henry Parada, Ann Hartman, Bruce Jansson, Robert Adams, Greta Bradley, Helen Cosis, Chris Clark, Margaret Loyd, Audrey Mullender, Patrick O’Byrne, Joan Orme, John Pinkerton, Keith Popple, Alastair Roy, Frances Young 26 , David Gil, Elaine Pinderhughes, Nancy Hooyam, Bernie Sue Newman, Rita Beck Black 27 . activos protagonistas y productores de conocimiento en este enfoque de Trabajo Social crítico. En especial, cabe destacar que en esta última tradicion florece el concepto de práctica antiopresiva. A ellos se suman ciertos aportes de las teorías del advocacy con: R. Hoefer, A. Abbot, R. Albert, N. Bateman, E. Brawley, C. Clark, J. Coffman, M. Ezell, M. Gibelman, M. Laney, V. Lens, R y Linch, R. Schneider, entre otros. Ahora bien, sin duda una fuente de controversia tanto de los enfoques hermenéuticos, postestructurales como los antiopresivos, es su relación con el marxismo. Donde algunos de ellos se apresuran en dar por superado a Marx aunque conservan un eco al trabajar el poder o la injusticia. Sin embargo, justamente una de sus distinciones sustantivas es situar al marxismo dentro del campo de la ortodoxia y erigirse, por tanto, en la actualidad como representantes de la critica contemporánea. De allí que, en las distinciones de Benjamin constituyen parte de los enfoques débiles (Überleben) de Marx donde se lo

                                                                                                                         24Adrienne S. Chambon, Allan irving y Laura Epstein (1999) Reading Foucault for Social Work Columbia U Press. 25 Healy, Karen (2001) Trabajo Social, perspectivas contemporáneas. Ediciones Morata. Madrid. 26 Critical Practice in Social Work. Edited by Robert Adams,Lena Dominelli and Malcolm Payne. Palgrave. New York, 2002. 27 Para un mayor análisis ver: The foundations of Social Work Knowledge. Edited by Frederic Reamer. Columbia University Press, 1994.

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recupera para formar parte de sus espectros28. Si bien esto tiene razones históricas perfectamente comprensibles no sólo en las Ciencias Sociales en general, sino en particular en el Trabajo Social, donde en las últimas décadas o en el movimiento de la reconceptualización se difundieron posiciones marxistas que, como ya lo planteaba Consuelo Quiroga29 eran más bien una invasión invisible del positivismo, no se puede simplemente pensar que el pensamiento marxiano constituye un aparato inmóvil y anacrónico. En consecuencia, se trata de volver a pensar enfoques del marxismo occidental: aquellos cuyo principio explicativo radica en alguna(s) concepción(es) marxiana(s) como la de totalidad y se reconocen en la(s) tradición(es) del marxismo occidental, descritas por Benjamin como tradiciones fuertes (Fortleben) y que, sin ningún ánimo de exhaustividad se pueden narrar las de: Georg Lucáks y los orígenes del marxismo occidental, el historicismo revolucionario de Karl Korsch, las controversias de Rosa Luxemburgo, los dos holismos de Antonio Gramsci, Ernst Bloch y la extensión del holismo a la naturaleza. La recepción del marxismo hegeliano en Henri Lefebvre, el marxismo estético de Lucien Goldman, la fenomenologia marxista de Maurice Merleau Ponty, el marxismo estructural de Louis Althusser, el marxismo científico de Galvano Della Volpe y Lucio Colleti. Los avatares del marxismo en los análisis de Perry Anderson, Kervin Anderson, Paul Breines, Russell Jacoby,Paul Piccone, Michel Lowy, Marshall Berman, Andrew Arato, Antonio Negri, Michael Hardt.

Ahora bien, lo que se busca mostrar es situar en esa gama contradictoria un marxismo frankfurteano tardío, no sólo en Max Horkheimer y la retirada del marxismo hegeliano, la anamnesis de la totalización en Herbert Marcuse, la negatividad Adorniana, la reconstrucción en Habermas o la dialéctica paradojal del capitalismo reificado de Axel Honneth, en las historias de la totalidad de Martin Jay, los sueños y las catástrofes de Susan Buck-Morss o las valencias de la dialéctica de Frederic Jameson ; sino sobretodo en la dialéctica en suspenso en Walter Benjamin. Considerar estos trabajos resulta clave para volver a la controversia sobre el marxismo en el Trabajo Social contemporáneo.

En la disciplina, las perspectivas histórico-críticas más desarrolladas las constituyen en las últimas décadas desde la ontología social de Lukács hasta ciertas concepciones gramscianas en algunos de sus autores, que reinventan arduamente una vertiente del Trabajo Social contemporáneo: José Paulo Netto, Marilda Iamamoto, María Lucia Martinelli, Yolanda Guerra, Reinaldo Nobre Pontes, Carlos Montaño, Ana Elizabeth Motta, Elaine Bering, entre otros; quienes han sabido formar en sus posgraduaciones no sólo a trabajadores sociales brasileros, sino que su influencia se ha expandido a Uruguay y Argentina especialmente en América Latina, así como a Portugal y España en su incorporación a formaciones europeas. Desde ellos se genera un nuevo proyecto ético-político para un otro Trabajo Social crítico30.

                                                                                                                         28 Derrida, Jacques (2010) Los espectros de Marx. Editorial Trotta. Madrid. 29 Quiroga, Consuelo (1998) Una invasión invisible. Revista Crítica. CELATS nº 28 y 29. Lima.  30Servicio Social crítico: hacia la construcción del nuevo proyecto ético-politico profesional. Organizado por Elisabete Borgianni, Yolanda Guerra y Carlos Montaño. Editora Cortez. Sao Paulo, 2003.

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Si bien es cierto, que un marxismo benjaminiano tardío no representa hoy una corriente hegemónica en el Trabajo Social, (nunca lo ha sido en verdad, ni siquiera en la filosofía) pero precisamente por ello, es posible catalogarla como una minoría consistente31, como aquella que le gusta, al decir de Adorno, fructificar en tierra de nadie32 y que, de este modo, se transforma en el aguijón permanente, en el acicate tenaz para luchar contra el pensamiento identitario, incluso dentro de la propia disciplina, aportando a la desmantelación de la ortodoxia en relación a la noción y discusiones acutales de Trabajo Social crítico. Indudablemente falta mucho por hacer en términos de investigación en la relación Trabajo Social y teoría crítica, ni siquiera hay un dispositivo de observación, de reconocimiento de los esfuerzos en este sentido en el Trabajo Social mundial. Todavía tenemos distinciones geográficas más que argumentales en los mapas internacionales de la disciplina. Si bien el campo del arte, de la comunicación, del psicoanálisis, de la sociología, de la filosofía, de la estética, de la historia de las ideas, ostentan múltiples trabajos analíticos, donde autores como Susan Buck-Morss, Martin Jay, Thomas McCarthy, Jean Marie Vincent, Stefan Müller, Marta Thafala, Jean Marie Gagnebin, Frederic Jameson, entre muchos otros, suman y suman discusiones y aportes; en Trabajo Social la tarea está prácticamente pendiente33. Es allí donde sería posible un trabajo conjunto de centros académicos, organizaciones internacionales, colegios profesionales, redes de investigadores, equipos locales de intervención, estudiantes, editores y revistas indexadas en Trabajo Social. La lógica de construcción sería la de un modelo de investigación de alta integración, donde los participantes estén dispuestos a auto observar sus sistemas e innovar en su lógica y en sus contenidos. Asumir esta posibilidad nos daría como resultado: curriculum formativos, revistas, sistemas de intervención, investigaciones y un conjunto de innovaciones que podrían configurar una fecha, una piedra, un caballo de Troya para enfrentar los puntos ciegos de la política pública y los programas sociales. Salir al paso de los desplazamientos injustos construidos sobre los sujetos por hacer invisible las fallas en los sistemas y servicios de la oferta social. ¿Porqué emprender esta tarea? Por que en nuestra memoria están los muertos, están sus expectativas no cumplidas. No podemos responderles sólo con una commoción banal, con un asombro inactivo, con la naturalización de las formas escindidas en que se piensa a veces Trabajo Social, como compañero de camino, como el que cuida. Una especie de buen samaritano no necesariamente religioso sino trascendental: estar ahí en nombre del sujeto y su humanidad. Sólo que en ese dispositivo moral no existe la visión, la dedicación, la pasión de marcar los puntos ciegos de los sistemas. No hacerlo lleva a la reproducción infinita de esas desigualdades. Eso lo entendieron las primeras sufragistas, las que construyeron la Hull House, los impulsores de la reconceptualización del Trabajo Social. También no tengo dudas lo entienden muchos de ustedes. Sólo que requerimos algo más. Precisamos del compromiso de la autodestrucción creativa que permita innovar y volver a intentar. Para decirles a los profetas del olvido que nosotros recordamos y con todos renaceremos, que seremos miles, los que murieron y los que vendran. Seremos

                                                                                                                         31 Lechner, Norbert (2006) La conflictiva y nunca acaba construcción del orden deseado. Obras escogidas. Editorial LOM. Santiago. 32 En tierra de nadie. Stefan Müller-Doohm. Editorial Herder. Frankfurt, 2003. 33 Lo anterior forma parte de una investigación a realizar durante sobre la recepción de la Escuela de Frankfurt en el Trabajo Social. Teresa Matus.

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incansables, renaceremos. Porque nuestro principio y final está al interior de una transformación social a toda prueba, incansable, renacida. Porque en esa pugna colosal que narran Piazzolla y Ferrer34, Oblivión el rey del olvido, el hechizero astral, el de la fe del jamás y del no, el matón de la desmemoria y del sin recuerdos, busca un reto agotador: borrar el ayer y enterrar a los muertos. Frente a él un atrevimiento sorprendente, un preludio para el año 3001 de renacer, porque Trabajo Social tiene ese incansable corazón de barro y sal. Porque cuando se ha querido mucho se sabe morir y renacer y los dioses dirán bajito “Volvió…” por los obreros que seguirán en lucha, por los jóvenes que no han sido y que serán. Con una voz extraterrestre que me dará la fuerza antigua para volver, para crecer, para luchar. Con un modesto equipaje llegaré, con esas ganas tremendas de querer y de vivir, Traeré un clavel de otro planeta en el ojal, porque si nadie ha renacido yo podré: ciudad siglo 3001, yo podré, renaceré, renaceremos, renaceré. Muchas gracias. BIBLIOGRAFIA

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Morata, Madrid, 2006. • Fraser, Nancy. Adding insult to injury. VERSO, New York, 2014. • Frederic G. Reamer. The Fundations of Social Work Knowledge. Columbia University Press. New York. 2007 • Guillebaud, Jean-Claude. La traición de la Ilustración. Ediciones Manantial. Buenos Aires, 1995. Págs. 31 a 56. • Honneth, Axel Freedom’s Right. New directions in Critical Theory. Columbia University Press. New York,

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Madrid, 2006. • Jameson, Fredric Marxismo tardío: Adorno y la persistencia de la dialéctica FCE Mexico, 2010 • Jurgen Habermas. El discurso filosófico de la modernidad. Editorial Taurus, Buenos Aires, 2000. • Karen Healy. Trabajo Social. Perspectivas contemporáneas. Ediciones Morata. 2001. Madrid. España. • Lena Dominelli y Eileen Macleod. Trabajo Social feminista. Feminismos. Ediciones Cátedra. Madrid 1999. 269

pág. • Luhmann Niklas La sociedad de la sociedad. Editorial Herder Mexico 2008 • Marilda V. Iamamoto Servico Social no tempo do capital fetiche. Cortez editora. Sao Paulo Brasil. 2008

330pág. • Mascareño, Aldo Intervención social y regulación. Tesis PUC 2004 • Matus Teresa: Punto de Fuga: Imágenes dialécticas del concepto de crítica en el Trabajo Social

Contemporáneo. Editorial Espacio. Buenos Aires, 2017 • Matus Teresa Aportes del concepto de interpenetración a los debates de las políticas públicas en América

Latina REVISTA MAD - UNIVERSIDAD DE CHILE, N° 33 (2015), pp. 42-63 ISSN 0718-0527 www.revistamad.uchile.cl

• Matus Teresa Una crítica travestida para enfrentar al capital. En: las caras del Trabajo Social en el Mundo. Editorial RIL Santiago de Chile, 2017.

                                                                                                                         34Las obras de referencia son: Oblivion Astor Piazzolla/David McNeal/Horario Ferrer y Preludio para el año 3001 Astor Piazzolla/Horacio Ferrer.

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• Matus Teresa Observar la Complejidad: Un desafío a las Políticas Públicas. En: Niklas Luhmann y el Legado Universalista de su teoría. Aportes para el análisis de la complejidad social contemporánea. Ril Editores. Santiago. 2012.

• Michel Autés. Les paradoxes du travail social. Edit. Dunod, París 1999. • Montaño, Carlos. La naturaleza del Servicio Social. Un ensayo sobre su génesis, su especificidad y su

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2013 • Thayer, Willy Tecnologías de la crítica: entre Walter Benjamin y Gilles Deleuze. Ediciones Metales Pesados,

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