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Efectos de lugar Fierre Bourdieu í ablar hoy de "suburbio problemático" o de "gueto" es evocar casi automáticamente, no "realidades" -por otra parte, amplísimamente desconocidas por quienes hablan de ellas con la mayor naturalidad-, sino fantasmas alimentados por experiencias emocionales adas por palabras o imágenes más o menos descontroladas, como las que vehiculizan la prensa acionalista y la propaganda o el rumor políticos. Pero para romper con las ideas recibidas y el pscurso corriente no basta, como a veces quiere creerse, con "ir a ver" qué es lo que pasa. Enefecto, jhay duda de que la ilusión empirista nunca se impone tanto como en casos como éste, en que entamiento directo con la realidad no deja de presentar algunas dificultades, si no algunos s, y por lo tanto algunos méritos. Y sin embargo todo hace pensar que lo esencial de lo que pe vive y se ve sobre el terreno, es decir, las evidencias más sorprendentes y las experiencias más náticas, tiene su origen en un lugar completamente distinto. Nada lo muestra mejor que los > estadounidenses, esos lugares abandonados que se definen, en lo fundamental, por una esencialmente, la del Estado y todo lo que se deriva de éste, la policía, la escuela, las liciones sanitarias, las asociaciones, etcétera. Así, pues, hay que poner en práctica más que nunca el pensamiento para-dójico que, enfrentado ¡liavez con el buen sentido y los buenos sentimientos, se expone a aparecer ante los bien pensantes peambos bandos, sea como una idea preconcebida, inspirada por el deseo de "escandalizar al bur- s", seacomo una forma de indiferencia insoportable con respecto a la miseria de los más desvali- . Sólo es posible romper con las falsas evidencias y los errores inscriptos en el pensamiento isjstancialista de los lugares si se efectúa un análisis riguroso de las relaciones entre las estructuras del fepacio social y las del espacio físico. Espacio físico y espacio social atanto cuerpos (e individuos biológicos), los seres humanos están, en el mismo concepto que las as, situados en un lugar (no están dotados de la ubicuidad que les permitiría estar en varios a la z) y ocupan un sitio. El lugar puede definirse decididamente como el punto del espacio físico nque están situados, "tienen lugar", existen, un agente o una cosa. Vale decir, ya sea como loca- ón, ya, desde un punto de vista relacional, como posición, rango en un orden. El sitio ocupa- opuede definirse como la extensión, la superficie y el volumen que un individuo o una cosa ocupan leí espacio físico, sus dimensiones o, mejor, su volumen exterior (como a veces se dice de un ve- > o un mueble). Los agentes sociales que se constituyen como tales en y por la relación con un espacio social O, mejor, con determinados campos) y también las cosas en tanto los agentes se apropian de ellas, i 119

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Efectos de lugarFierre Bourdieu

í

ablar hoy de "suburbio problemático" o de "gueto" es evocar casi automáticamente, no"realidades" -por otra parte, amplísimamente desconocidas por quienes hablan de ellascon la mayor naturalidad-, sino fantasmas alimentados por experiencias emocionales

adas por palabras o imágenes más o menos descontroladas, como las que vehiculizan la prensaacionalista y la propaganda o el rumor políticos. Pero para romper con las ideas recibidas y el

pscurso corriente no basta, como a veces quiere creerse, con "ir a ver" qué es lo que pasa. En efecto,jhay duda de que la ilusión empirista nunca se impone tanto como en casos como éste, en que

entamiento directo con la realidad no deja de presentar algunas dificultades, si no algunoss, y por lo tanto algunos méritos. Y sin embargo todo hace pensar que lo esencial de lo que

pe vive y se ve sobre el terreno, es decir, las evidencias más sorprendentes y las experiencias másnáticas, tiene su origen en un lugar completamente distinto. Nada lo muestra mejor que los

> estadounidenses, esos lugares abandonados que se definen, en lo fundamental, por unaesencialmente, la del Estado y todo lo que se deriva de éste, la policía, la escuela, las

liciones sanitarias, las asociaciones, etcétera.Así, pues, hay que poner en práctica más que nunca el pensamiento para-dójico que, enfrentado

¡liavez con el buen sentido y los buenos sentimientos, se expone a aparecer ante los bien pensantespeambos bandos, sea como una idea preconcebida, inspirada por el deseo de "escandalizar al bur-

s", sea como una forma de indiferencia insoportable con respecto a la miseria de los más desvali-. Sólo es posible romper con las falsas evidencias y los errores inscriptos en el pensamiento

isjstancialista de los lugares si se efectúa un análisis riguroso de las relaciones entre las estructuras delfepacio social y las del espacio físico.

Espacio físico y espacio social

atanto cuerpos (e individuos biológicos), los seres humanos están, en el mismo concepto que lasas, situados en un lugar (no están dotados de la ubicuidad que les permitiría estar en varios a la

z) y ocupan un sitio. El lugar puede definirse decididamente como el punto del espacio físiconque están situados, "tienen lugar", existen, un agente o una cosa. Vale decir, ya sea como loca-

ón, ya, desde un punto de vista relacional, como posición, rango en un orden. El sitio ocupa-opuede definirse como la extensión, la superficie y el volumen que un individuo o una cosa ocupanleí espacio físico, sus dimensiones o, mejor, su volumen exterior (como a veces se dice de un ve-

> o un mueble).Los agentes sociales que se constituyen como tales en y por la relación con un espacio social

O, mejor, con determinados campos) y también las cosas en tanto los agentes se apropian de ellas,

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y por ende las constituyen como propiedades, están situados en un lugar del espacio social que \e por su posición relativa con respecto a los otros lugares (encima, debajo, entt

etcétera) y por la distancia que lo separa de ellos. Así como el espacio físico se define por iexterioridad recíproca entre las partes, el espacio social se define por la exclusión mutua (oidistinción) de las posiciones que lo constituyen, es decir, como estructura de yuxtaposición (posiciones sociales.

Así, la estructura del espacio se manifiesta, en los contextos más diversos, en la forma <oposiciones espaciales, en las que el espacio habitado (o apropiado) funciona como una espde simbolización espontánea del espacio social. En una sociedad jerárquica, no hay espacio quno esté jerarquizado y no exprese las jerarquías y las distancias sociales, de un modo (más o ideformado y sobre todo enmascarado por el efecto de naturalización que entraña la inscripduradera de las realidades sociales en el mundo natural: así, determinadas diferencias producidpor la lógica histórica pueden parecer surgidas de la naturaleza de las cosas (basta con pensarela idea de "frontera natural"). Es lo que ocurre, por ejemplo, con todas las proyecciones espaciade la diferencia social entre los sexos (en la iglesia, la escuela, los lugares públicos y hasta la <

De hecho, el espacio social se retraduce en el espacio físico, pero siempre de manera más|menos turbia: el poder sobre el espacio que da la posesión del capital en sus diversas especies smanifiesta en el espacio físico apropiado en la forma de determinada relación entre la estrucespacial de la distribución de los agentes y la estructura espacial de la distribución de los bieno servicios, privados o públicos. La posición de un agente en el espacio social se expresa en el lugdel espacio físico en que está situado (aquel a quien se caracteriza como "sin casa ni hogar" o "sin Jdomicilio fijo" no tiene -prácticamente- existencia social), y por la posición relativa quelocalizaciones temporarias (por ejemplo los sitios de honor, ubicaciones reglamentadas ponprotocolo) y sobre todo permanentes (domicilio privado y domicilio profesional) ocupan coarespecto a las localizaciones de los otros agentes; se expresa también en el sitio que ocupa (rxqderecho) en el espacio a través de sus propiedades (casas, departamentos u oficinas, tierras |cultivar, explotar o edificar, etcétera), que son más o menos voluminosas o, como a veces se ispace consumming (el consumo más o menos ostentoso de espacio es una de las formas ]excelencia de la ostentación del poder). Una parte de la inercia de las estructuras del espacio ¡se deriva del hecho de que están inscriptas en el espacio físico y sólo podrían modificarse a <de un trabajo de transplante, una mudanza de las cosas y un desarraigo o una deportación de 1personas que en sí mismos supondrían transformaciones sociales extremadamente difíciles jlcostosas.

El espacio social reificado (vale decir, físicamente realizado u objetivado) se presenta, <consecuencia, como la distribución en el espacio físico de diferentes especies de bienes y ¡y también de agentes individuales y grupos localizados físicamente (en tanto cuerpos vincuba un lugar permanente) y provistos de oportunidades más o menos importantes de apropiación desos bienes y servicios (en función de su capital y también de la distancia física con respecto a ebienes, que depende igualmente de aquél). En la relación entre la distribución de los agentes y bldistribución de los bienes en el espacio se define el valor de las diferentes regiones del espacio sotia!|reificado.

Los diferentes campos o, si se prefiere, los diferentes espacios sociales físicamente objetivado^tienden a superponerse, al menos de manera aproximada: resultan de ello concentraciones de 1bienes más escasos y sus propietarios en ciertos lugares del espacio físico (Quinta Avenida, rué cFaubourg Saint-Honoré) que se oponen así en todos los aspectos a los lugares que reagrupan prir

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|ya veces exclusivamente a los más indigentes (suburbios pobres, guetos). Esos lugares de fuertentración de propiedades positivas o negativas (estigmas) constituyen trampas para el analista

pal aceptarlas como tales, se condena a dejar escapar lo esencial: como la avenida Madison, laa Faubourg Saint-Honoré agrupa a marchands, anticuarios, casas de alta costura, zapateros deá, pintores, decoradores, etcétera, esto es, todo un abanico de comercios que comparten ladon de las posiciones elevadas (por lo tanto, homologas entre sí) en sus campos respectivos y

Bsólo pueden comprenderse en lo que tienen de más específico si se los pone en relación condos situados en el mismo campo, en posiciones inferiores, pero en otras regiones del espacio

6. Por ejemplo, los decoradores de la rué du Faubourg Saint-Honoré se oponen (en primer lugarprla nobleza de su nombre, pero también por todas sus propiedades, naturaleza, calidad y precio

s productos ofrecidos, calidad social de la clientela, etcétera) a quienes, en la rué du Faubourgit-Antoine, se llaman ebanistas, como los coiffeurs se oponen a los simples peluqueros, los zapa-sde medida a los zapateros de confección, etcétera, oposiciones que se afirman en una verdadera

ilica de la distinción: referencia a la unicidad de la "creación" y el "creador", invocación de la¡Sedad y la tradición, de la nobleza del fundador y su actividad, siempre designada por doblé-

is nobles, a menudo tomados del inglés.Del mismo modo, la capital es, sin juegos de palabras, al menos en el caso de Francia, el lugar

apital, es decir, del espacio físico donde están concentrados los polos positivos de todos los5 y la mayoría de los agentes que ocupan esas posiciones dominantes: en consecuencia, no

i puede pensar adecuadamente más que en relación con la provincia (y lo "provinciano"), quejes otra cosa que la privación (muy relativa) de la capital y el capital.

Las grandes oposiciones sociales objetivadas en el espacio físico (por ejemplo capital/a) tienden a reproducirse en los espíritus y el lenguaje en la forma de oposiciones

utivas de un principio de visión y división, vale decir, en tanto categorías de percepción yadón o de estructuras mentales (parisiense/provinciano, chic/no chic, etcétera). Así, la oposición

E la "orilla izquierda" y la orilla derecha que destacan los planos y los análisis estadísticos de los pú-s(para los teatros) o de las características de los artistas expuestos (para las galerías) está presen-

lel espíritu de los espectadores potenciales, pero también de los autores de obras teatrales oelos pintores y los críticos, en la forma de la oposición, que actúa como una categoría de percepción

duación, entre el arte de búsqueda y el arte "burgués" (teatro de bulevar).En términos más generales, las sordas conminaciones y los llamados al orden silenciosos de

5 estructuras del espacio físico apropiado son una de las mediaciones a través de las cuales lasuras sociales se convierten progresivamente en estructuras mentales y sistemas de preferen-

B.Más precisamente, es indudable que la incorporación insensible de las estructuras del orden1 se cumple, en buena medida, a través de la experiencia prolongada e indefinidamente repe-

1de las distancias espaciales en que se afirman determinadas distancias sociales, y también, másconcretamente, a través de los desplazamientos y movimientos del cuerpo que esas estructuras

^sociales convertidas en estructuras espaciales, y con ello naturalizadas, organizan y calificannente como ascensión o declinación ("subir a París"), entrada (inclusión, cooptación, adopción)

í>salida (exclusión, expulsión, excomunión), acercamiento o alejamiento con respecto a un lugarMsntral y valorizado: pienso, por ejemplo, en el mantenimiento respetuoso que exigen la grandeza[fia altura (las del monumento, el estrado o la tribuna) o la frontalidad de las obras escultóricas y•¡pictóricas, o bien, más sutilmente, en todas las conductas de deferencia y reverencia que imponen

tácitamente la simple calificación social del espacio (sitios de honor, una elevada posición social,etcétera) y todas las jerarquizaciones prácticas de las regiones del espacio (parte alta/parte baja,

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partes nobles/partes pudendas, proscenio/bastidores, fachada/trastienda, lado derecho/lado a|quierdo, etcétera).

Debido al hecho de que el espacio social está inscripto a la vez en las estructuras espaciay las estructuras mentales, que son en parte el producto de la incorporación de las primeras,?espacio es uno de los lugares donde se afirma y ejerce el poder, y sin duda en la forma más sutüjjla de la violencia simbólica como violencia inadvertida: los espacios arquitectónicosconminaciones mudas interpelan directamente al cuerpo y obtienen de éste, con tanta certeza cola etiqueta de las sociedades cortesanas, la reverencia, el respeto que nace del alejamiento o, idel estar lejos, a distancia respetuosa- son en verdad los componentes más importantes, a causadsu misma invisibilidad (para los propios analistas, a menudo aferrados, como los historiaddespués de Schramm, a los signos más visibles del poder simbólico, cetros y coronas), de la simbólicjdel poder y de los efectos totalmente reales del poder simbólico.

Las luchas por la apropiación del espacio

El espacio o, más precisamente, los lugares y sitios del espacio social reificado, y los beneficióseprocuran, son apuestas de luchas (dentro de diferentes campos). Las ganancias de espacio pueasumir la forma de ganancias de Idealización, en sí mismas susceptibles de analizarse en doscses: las rentas (llamadas de situación) que se asocian al hecho de estar situado junto a agentes y tnes escasos y deseables (tales como los equipamientos educativos, culturales o sanitarios); 1ganancias deposición o de rango (como las que asegura una dirección prestigiosa), caso partículade las ganancias simbólicas de distinción que se vinculan a la posesión monopólica de una propiedistintiva. (Al poder medirse las distancias físicas según una métrica espacial o, mejor, temporal,ela medida en que los desplazamientos tardan más o menos de acuerdo con las posibilidades de iso a los medios de transporte, públicos o privados, el poder que el capital, en sus diferentes fonda sobre el espacio es también un poder sobre el tiempo.) Además pueden asumir la forma <ganancias de ocupación (o de volumen), y la posesión de un espacio físico (grandes parques, andepartamentos, etcétera) puede ser una manera de mantener a distancia y excluir toda clase cintrusiones indeseables (como lo señala Raymond Williams en Town andCountry, se trata del"rientes perspectivas" de la casa solariega inglesa que, para agrado del propietario, transformáiscampiña y a sus campesinos en paisaje, o la garantía de una "vista sin obstáculos" de las publicdes inmobiliarias).

La capacidad de dominar el espacio, en especial adueñándose (material o simbólicamente)dlos bienes escasos (públicos o privados) que se distribuyen en él, depende del capital poseído. Ipermite mantener a distancia a personas y cosas indeseables, al mismo tiempo que acercarse a 1¡deseables (debido, entre otras cosas, a su riqueza en capital), y minimiza de ese modo el gasto(aparticular de tiempo) necesario para apropiarse de ellas: la proximidad en el espacio físico perque la proximidad en el espacio social produzca todos sus efectos facilitando o favoreciendo tacumulación de capital social y, más precisamente, posibilitando el aprovechamiento constantedlos encuentros a la vez fortuitos y previsibles que asegura la frecuentación de los lugares biefrecuentados. (La posesión de capital asegura además la cuasi ubicuidad que hace posible el domiJnio económico y simbólico de los medios de transporte y comunicación, a menudo redoblada pojel efecto de la delegación, poder de existir y actuar a distancia por interpósita persona.)

A la inversa, quienes carecen de capital son mantenidos a distancia, ya sea física o simbólicjmente, de los bienes socialmente más escasos, y se los condena a codearse con las personas oí

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|fles más indeseables y menos escasos. La falta de capital intensifica la experiencia de la finitud:¡encadena a un lugar.1

Las luchas por la apropiación del espacio pueden asumir una forma individual: la movilidad\lespacial, intrageneracional o intergeneracional -los desplazamientos en ambos sentidos entre laIsapitaly la provincia, por ejemplo, o las direcciones sucesivas dentro del espacio jerarquizado depjcapital-, es un buen indicador de los éxitos o los fracasos obtenidos en esas luchas y, en términosI más generales, de toda la trayectoria social (siempre que se vea que, así como unos agentes que

püfieren por la edad y la trayectoria social -ejecutivos superiores jóvenes y ejecutivos medios máspiejos, por ejemplo- pueden coexistir provisionalmente en los mismos puestos, de maneraggualmente provisional pueden encontrarse en lugares de residencia vecinos).

El éxito en estas luchas depende del capital poseído (en sus diferentes especies). En efecto,Sposibilidades promedio de apropiación de los diferentes bienes y servicios materiales o culturales

psociados a un habitat determinado, se especifican para los distintos ocupantes de éste según lasí capacidades de apropiación (materiales -dinero, medios de transporte privados- y culturales) que cadalaño posee en exclusividad. Propiamente hablando, se puede ocupar físicamente un habitat sin|habitarlo, si no se dispone de los medios tácitamente exigidos, comenzando por un cierto habitus.

Si el habitat contribuye a formar el habitus, éste hace lo mismo con aquél, a través de los usos'sociales, más o menos adecuados, que induce a darle. Así, nos inclinamos a poner en duda la[creencia de que el acercamiento espacial de agentes muy alejados en el espacio social puede tener,rdeporsí, un efecto de acercamiento social: de hecho, nada es más intolerable que la proximidadpaca (vivida como promiscuidad) de personas socialmente distantes.

Entre todas las propiedades que supone la ocupación legítima de un lugar, hay algunas, y noison las menos determinantes, que sólo se adquieren mediante su ocupación prolongada y la|&ecuentación continua de sus ocupantes legítimos: es el caso, naturalmente, del capital social de•: relaciones o conexiones (y muy en particular de esas conexiones privilegiadas que son las amista-tdesde infancia o de adolescencia) o de los aspectos más sutiles del capital cultural y lingüístico, comopos modales corporales y la pronunciación (los acentos), etcétera. Otros tantos rasgos que confierenNodo su peso al lugar de nacimiento (y, en menor medida, al de residencia).

Sopeña de sentirse desplazados, quienes penetran en un espacio deben cumplir las condicionesque éste exige tácitamente de sus ocupantes. Puede tratarse de la posesión de cierto capital cultu-ral, cuya ausencia acaso prohiba la apropiación real de los bienes llamados públicos o la intención

' misma de apropiarse de ellos. Pensamos, desde luego, en los museos, pero esto también es válido

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' De ese modo, si en el nivel de cada uno de los departamentos franceses reunimos el conjunto de los datos estadísticos: disponibles, a la vez sobre los índices de capital económico, cultural y hasta social y sobre los bienes y servicios ofrecidos'••• aescala de esa unidad administrativa, es posible mostrar que lo esencial de las diferencias regionales que con frecuencia se

atribuyen a determinismos geográficos puede relacionarse con diferencias de capital, que deben su permanencia en la historia' il efecto de fortalecimiento circular que se ejerció continuamente en el curso de ésta (debido, en especial, a que las

aspiraciones, sobre todo en materia de vivienda y cultura, dependen en gran parte de las posibilidades objetivamente ofrecidasa su satisfacción). Sólo después de haber identificado y medido el papel de los fenómenos observados que, en apariencialigado al espacio físico, refleja en realidad diferencias económicas y sociales, podríamos tener la esperanza de aislar el residuoirreductible que, en propiedad, debería imputarse al efecto de la proximidad y la distancia en el espacio puramente físico.

i:ís el caso, entre otros, del efecto de pantalla, resultante del privilegio antropológico otorgado al presente directamente; percibido y, al mismo tiempo, al espacio visible y sensible de los objetos y agentes copresentes (los vecinos directos), y que£ tare, por ejemplo, que hostilidades vinculadas a la proximidad en el espacio físico (conflictos de vecindad, etcétera) puedan; ocultar solidaridades asociadas a la posición ocupada en el espacio social, nacional o internacional, o que ciertasI «presentaciones impuestas por el punto de vista ligado a la posición ocupada en el espacio social local (la aldea, por ejemplo)

puedan prohibir captar la ocupada en el espacio social nacional.

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para los servicios que espontáneamente se consideran socialmente necesarios, como los de 1¡instituciones médicas o jurídicas. Uno tiene el París acorde con su capital económico, pero tambcon su capital cultural y social (no basta con entrar en Beaubourg para adueñarse del museo deate moderno). En efecto, ciertos espacios, y en particular los más cerrados, los más "selectos", exigno sólo un capital económico y cultural sino también un capital social. Procuran capital social y ctal simbólico mediante el efecto de club resultante de la reunión duradera (en los barrios elegao las residencias de lujo) de personas y cosas que, diferentes de la mayoría, tienen en común noscomunes; esto, en la medida en que, de derecho (mediante alguna forma de númerosclausus)o$hecho (el intruso está condenado a experimentar una sensación de exclusión capaz de privarlodalgunos de los beneficios asociados a la pertenencia) excluyen a quienes no presentan todas tipropiedades deseadas o exhiben (al menos) una de las propiedades indeseables.

El barrio elegante, como un club fundado en la exclusión activa de las personas indeseableconsagra simbólicamente a cada uno de sus habitantes permitiéndoles participar del capacumulado por el conjunto de los residentes; al contrario, el barrio estigmatizado degrada sinlicamente a quienes lo habitan, los cuales, a cambio, hacen lo mismo con él, ya que al estar privadde todas las cartas de triunfo necesarias para participar en los diferentes juegos sociales, no compten sino su común excomunión. La concentración en un mismo lugar de una población homogénen la desposesión también tiene el efecto de redoblar esta última, particularmente en materia dcultura y práctica cultural: las presiones que, en el nivel de la clase, el establecimiento escolar o^urbanización, ejercen los más indigentes o más alejados de las exigencias constitutivas de la <tencia "normal", producen un efecto de arrastre hacia abajo y por lo tanto de nivelación, y no cotra salida que la huida (las más de las veces prohibida, por la falta de recursos) hacia otros lugait

Las luchas por el espacio también pueden asumir formas más colectivas, ya se trate de las cse desarrollan en el plano nacional en torno de las políticas habitacionales o de las que se sitúqen el nivel local, con respecto a la construcción y asignación de viviendas sociales o a decisioen materia de equipamientos públicos. Las más cruciales tienen por apuesta última la política cEstado, que posee un inmenso poder sobre el espacio gracias a su capacidad de manejar el mendel suelo, la vivienda y también, en gran medida, el trabajo y la escuela. Así, fue en la confrontaday la concertación entre los altos funcionarios del Estado -ellos mismos, divididos-, los integrante^los grupos financieros -directamente interesados en la venta de créditos inmobiliarios- y Irepresentantes de las colectividades locales y las oficinas públicas, como se elaboró la polítiqjhabitacional que, en especial a través del régimen tributario y las ayudas a la construcción, Hea cabo una verdadera construcción política del espacio-, en la medida en que favoreció la condon de grupos homogéneos con fundamento espacial, esta política es en gran parte responsa!de lo que puede observarse directamente en los grandes bloques habitacionales degradados ohurbanizaciones abandonadas por el Estado.»

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