Edwards-La fronda aristocrática (análisis)

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    ALBERTO EDWARDS YLA FRONDA ARISTOCRTICA

    CRISTIN GAZMURI*

    Alberto Edwards Vives vivi una poca en que la oligarqua gobernante en Chilehaba cado en una actitud poltica y social de frivolidad y descuidado los asuntospblicos. Esto lo afect profundamente. En varios de sus ensayos, escritos entre1903 y 1927, hizo un anlisis de la historia de Chile republicano donde sostenaque la mejor poca de esta fueron los decenios autoritarios, porque un estadista degenio, Diego Portales, impuso el principio de autoridad, lo que permiti que elsiglo XIX chileno fuese una poca de orden y progreso, en contraste con la reali-dad que se viva a comienzos del siglo XX. El ensayo histrico donde mejorexpres estas ideas fue La fronda aristocrtica. El que, sin embargo, no traa unavisin muy novedosa. Edwards ya haba expresado esas ideas en ensayos anterio-res. El aporte intelectual de La fronda parte del hecho que recoge las ideas devarios autores extranjeros, pero en especial las de Oswald Spengler, cuyas catego-ras de anlisis histrico us Edwards explcitamente. En este trabajo se analizanuna por una en cuanto fundamento del libro.

    Palabras clave: Oligarqua, aristocracia, poltica, autoridad.

    Alberto Edwards Vives lived in a period in which the ruling oligarchy in Chile hadfallen into a social and political attitude of frivolity and neglected the publicaffairs. This situation deeply affected him. In several of his essays written between1903 and 1927, he made an analysis of the history of the republican Chile wherehe held the opinion that the best period of it were the authoritarian decades, becau-se a brilliant statesman, Diego Portales imposed the principle of authority thatallowed the Chilean XIX century to be an epoch of progress and order in opencontrast with the reality people were living at the beginning of the XX century.

    The historic essay where he best expressed these ideas was La Fronda Aristocrti-ca, that nevertheless, did not reflect a very new view. Edwards had already expres-sed those ideas in previous essays. The intellectual contribution of La Frondaarises from the fact that he picks up the ideas of several foreign authors, speciallyOswald Spengless, whose categories of historical analysis Edwards explicity em-ployed. In this paper they are analyzed one by one as far as they constitute thebasis of the book.

    Key words: Oligarchy, aristocracy, politics, authority.

    * Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Catlica de Chile. Correo electrnico:[email protected]

    Instituto de HistoriaPontificia Universidad Catlica de Chile

    HISTORIA No 37, Vol. I, enero-junio 2004: 61-95ISSN 0073-2435

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    A. LAPOCA

    Alberto Edwards Vives, aunque desempe muchos cargos y oficios y tuvomltiples intereses, fue, en lo esencial, un poltico y un ensayista histrico. Co-mencemos este estudio con una breve descripcin del mundo poltico y el momen-to histrico que le toco vivir a Edwards, pues quiz este fue, en parte al menos, elresponsable de muchas de las opiniones que defendi enLa fronda aristocrtica.

    El llamado perodo parlamentario chileno se dio para algunos autores entre1861 y 1924, para otros la mayora entre 1891 y 1924. Chile, aparentemente,viva en paz. Los poderes pblicos se renovaban respetando los mecanismos cons-titucionales, aunque ms en la forma que en el fondo, ya que el cohecho, la inter-vencin electoral y el cacicazgo poltico eran vicios incorporados al sistema. Demodo que la oligarqua segua monopolizando el poder poltico, pero a diferenciade los gobiernos autoritarios de los decenios 1831-1871, lo haca colectivamente yno a travs de la figura central de uno de sus miembros en el cargo de Presidentede la Repblica. El poder presidencial haba disminuido considerablemente comoconsecuencia de las reformas que se haban hecho a la Constitucin de 1833. Sinembargo, ms all de esas reformas despus de 1891 el cambio fue mayor, perono como consecuencia de nuevas alteraciones a la Carta Fundamental. Desde aquelao el sistema parlamentario se bas en algunas prcticas polticas que el Congresoutiliz en su favor y que fueron las que efectivamente le permitieron controlar elpoder poltico, aunque al tenor literal de la Constitucin de 1833 se siguiera en unrgimen presidencial.

    Una de las prcticas que disminuy considerablemente la autoridad presidencialfue la facultad que el Parlamento adquiri de derribar los gabinetes por medio deinterpelaciones que obligaban a los ministros a concurrir al Congreso para desvir-tuar cargos en su contra, quitndoles mucho tiempo y crendose as un sistema devotos de confianza o censuras que provocaban su cada. Otra fue la facultad pararetardar las leyes peridicas que aprobaban el presupuesto, las contribuciones yalgunas leyes referentes a las Fuerzas Armadas.

    Finalmente, tambin fue un mecanismo tpico del parlamentarismo, usado fre-

    cuentemente por las minoras, el aprovechar la inexistencia de un mecanismo declausura del debate, el que prolongaba indefinida y artificialmente para impedir laaprobacin de una ley.

    De este modo, el sistema poltico, entre 1891 y 1920, se hizo inoperante paraaplicar y mantener polticas de mediano y largo plazo. La situacin responda a unaactitud cultural de la clase dirigente que haba cambiado su estilo de vida, evolu-cionando desde la austeridad observada en el siglo XIX hasta el culto al lujo y lafrivolidad, aunque una parte de ella conservaba an algo del espritu cvico queantes la caracterizara. Las crisis de gabinete, los duelos verbales en el Congreso,incluso las elecciones mismas eran vividas como algo en que lo no se arriesgaba

    nada definitivo.Este panorama de ausencia de una autoridad fuerte y con capacidad de conduc-cin fue lo que ms desesper a Alberto Edwards, un hombre, en el que, como diceRal Silva Castro, tuvo invariablemente una doctrina coherente y sistemtica que

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    no deja un solo instante () esa doctrina se reduce a la autoridad1. Ya veremoscomo el propio Edwards lo afirma taxativamente enLa fronda aristocrtica.

    La aparente calma y solidez poltico-social tena, adems, mucho de ficticio. Elorden interno se vio alterado por huelgas, motines y masacres obreras, las queciertamente marcaron de manera imborrable la poca; pero estos conflictos nolograron perturbar la marcha institucional. Tampoco se vio turbada la paz exteriory Chile preserv su soberana en medio del respeto, si no siempre de la amistad, desus vecinos y de la comunidad internacional.

    Durante el Parlamentarismo los partidos polticos representados en el Congresopasaron a ser los principales actores del panorama pblico. Adems, durante laadministracin de Jorge Montt (1891-1896) se aprob, por obra principalmente delpoltico conservador Manuel Jos Irarrzaval, la ley de la Comuna Autnoma, quemodificaba el sistema de administracin municipal, descentralizndolo. Esta leysignific que el control de las elecciones pas de las manos del Presidente de laRepblica a la de los caciques locales representantes, a su vez, de los partidospolticos.

    Entre 1891 y 1920 los partidos ms importantes tuvieron escasas diferenciasdoctrinarias. De hecho, todos estuvieron inspirados por el pensamiento liberal y nose dieron entre ellos proyectos de sociedad distintos, sino en matices. Sin embargo,persisti la pugna laico-clerical, la que, si bien implicaba diferencias en relacin acomo se conceba el vnculo entre el Estado, la Iglesia Catlica y la sociedad civil,

    haba perdido la virulencia que la caracterizara durante el siglo anterior. Otrapugna que sacudi al ambiente poltico de entonces fue la existente entre orerosy papeleros, relacionada con el problema de la convertibilidad metlica del peso.Sin embargo, esta tampoco reflejaba un problema de fondo que aquejara a lasociedad chilena. Los verdaderos problemas, sociales y econmicos, no se enfren-taron.

    La homogeneidad doctrinaria de los partidos polticos se explica porque todosrepresentaban en mayor o menor grado las ideas e intereses del grupo social quecontrolaba la vida nacional: la oligarqua.

    Sin embargo, exista un abanico poltico en el cual podan distinguirse tres

    sectores: dos polos definidos por la cuestin laico-religiosa, constituidos por elPartido Conservador y por la derecha clerical y, en el extremo opuesto, el PartidoRadical por la izquierda laica, al que sola unrsele el pequeo Partido Demcrata;y un centro, representado por el Partido Liberal, dividido en varias fracciones, y elPartido Nacional, de hecho otra rama del liberalismo. El centro liberal mantenauna posicin oscilante formando parte de la llamada Alianza Liberal cuando seinclinaba hacia los radicales o de la Coalicin, cuando lo haca hacia los conser-vadores.

    Pero estos partidos polticos no reflejaban la realidad de la sociedad chilena dela poca, porque eran expresin del crculo muy reducido de extraccin social alta

    1 Ral Silva Castro, Don Alberto Edwards, en Revista Chilena de Historia y Geografa, No

    78, 1933, 5-6.

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    o media alta que detentaba el poder socioeconmico. Adems, se encontrabandominados por caciques o personajes influyentes que, en la prctica, manejaron

    la vida poltica chilena en esos aos.Ciertamente que este panorama poltico estaba ntimamente ligado a la situa-

    cin econmico-social del pas.Entre 1891 y 1920 Chile continu siendo una nacin con un predominio abru-

    mador de las actividades minera y agrcola. La economa chilena del perodo 1900-1920 giraba en torno al salitre, exportado en grandes cantidades a Europa, dondeera usado como fertilizante y en la fabricacin de explosivos. El Estado chilenoobtena su participacin en esta enorme fuente de riqueza a travs de los derechosaduaneros de exportacin que cobraba en los puertos de embarque. Hacia 1900estos impuestos cubran el 56,29% de las entradas fiscales. Las grandes sumasrecibidas por el Fisco eran traspasadas en gran medida a los particulares a travs demedios directos e indirectos: ausencia casi total de impuestos a las personas, prs-tamos a la banca privada, sueldos y remuneraciones de todo tipo, garantas, contra-tos de obras pblicas, etc.

    La bonanza salitrera solo fue interrumpida por el comienzo de la Primera Gue-rra Mundial, cuando se cerr el mercado alemn y el centroeuropeo; lapso por lodems transitorio, ya que despus de transcurrido el primer ao de guerra, lasexportaciones de salitre (ahora para ser usado principalmente como materia primapara explosivos) subieron a cifras nunca antes alcanzadas. Algo parecido ocurricon el fin de la guerra; las exportaciones se desplomaron en 1918, para recuperarseen los aos siguientes a pesar de que aumentaba la fabricacin de salitre sinttico,el que termin por ser ms barato que el natural producido en el lejano Chile. Elciclo del salitre solo concluira con la gran depresin de 1929.

    A pesar de su relativa holgura, la inestabilidad fue caracterstica de la economachilena de la poca, fruto en buena medida de la dependencia con respecto a laeconoma europea y los ciclos que esta experimentaba. Ellos afectaban principal-mente a los sectores exportadores, por ende, al Estado, y en menor grado a laagricultura y servicios. Tambin influyeron en la inestabilidad econmica las deva-luaciones peridicas del peso, uno de los procesos que marcaron la economa de la

    poca parlamentaria.En 1878 Chile haba abandonado el rgimen de convertibilidad del papel mone-da en oro y plata, comenzando a circular los billetes de banco y el papel monedafiscal en calidad de inconvertibles. Ese ao, el peso chileno se cotizaba a 39 5/8peniques. En 1891, tras sucesivas emisiones de billetes fiscales y bancarios noconvertibles, la cotizacin del peso chileno haba bajado a 18 13/18 peniques.Concluida la Guerra Civil, se aprob la ley de conversin de 1892 que dictami-naba que Chile volvera al sistema de moneda metlica, lo que se llev a cabo en1895. Sin embargo, tres aos ms tarde se retorn nuevamente al papel monedainconvertible en medio de la ms grande polmica econmica de la poca.

    Por qu se dio esta indefinicin?La opinin pblica en general no tuvo claridad respecto a las ventajas y desven-tajas de uno u otro sistema, postergndose como se vio una y otra vez el retornoal sistema metlico. No obstante, parece evidente que el rgimen de papel moneda

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    convertible y las devaluaciones peridicas tendan a favorecer a la oligarqua,fuertemente endeudada, de modo que as poda pagar sus deudas en moneda de

    menor valor que el pactado al contraerla. Tambin es preciso destacar que lainconvertibilidad y la devaluacin iban en desmedro de los sectores medios ypopulares ya que sus sueldos no eran reajustados y este proceso de devaluacinprovocaba inflacin.

    Pero no solo la economa sino que tambin la estructura social de Chile eraresponsable del predominio poltico oligrquico casi absoluto, lo que permita susabusos y problemas.

    Segn el censo de 1885 Chile tena 2.507.000 habitantes. De estos, 1.790.000 erancampesinos. El de 1907 an indicaba que la poblacin campesina era el 57% del total.

    Sin embargo, durante el siglo XIX la sociedad chilena se haba ido tornandoms compleja y haban cambiado algunas de sus caractersticas heredadas de laColonia.

    Durante el siglo XIX no se dieron en Chile las condiciones para que pudieraformarse una verdadera clase media. En una sociedad rural era difcil que elloocurriera. Entonces, los estratos medios estaban constituidos por los descendientesempobrecidos o venidos a menos de los antiguos conquistadores, o bien por comer-ciantes, funcionarios y artesanos que se radicaron en las ciudades. Eran simple-mente un estrato intermedio entre los notables y el bajo pueblo urbano y rural. Perocon el correr del siglo XIX, este grupo se fue fortaleciendo como consecuencia dela llegada de inmigrantes y colonos extranjeros que se radicaron a lo largo delterritorio nacional; por el crecimiento econmico y, en especial, con el crecimientodel aparato del Estado experimentado por el pas despus de la Guerra del Pacfico.Los sectores medios, a comienzos del nuevo siglo constituan un cuerpo socialcompuesto por varios grupos diferentes: profesionales, profesores, burcratas, mi-litares, pequeos comerciantes y empresarios, tcnicos, artistas, etc. En gran medi-da ellos eran el fruto del liceo y del desarrollo del aparato burocrtico del Estado.

    Sin embargo, hasta la segunda dcada del siglo XX, pese a su crecimiento, lossectores medios no tuvieron una fisonoma definitiva. En su origen, la clase mediachilena, lejos de aceptar una identidad propia, adopt una actitud imitativa del

    sector alto. Se encontraba en una posicin de trnsito entre el elemento popular yla oligarqua, estrato al que aspiraba incorporarse aunque sus integrantes fueranmenospreciados y tildados de siticos por esta.

    Se comprende que esta clase media, siempre huyendo de s misma, no pudieramostrar una posicin poltica consistente ni estuviera en condiciones de atacar elsistema creado y monopolizado por el sector social alto. Por otra parte, se tratabade un sector pobre. Aquellos miembros que lograban enriquecerse, generalmenteintentaban y lograban llegar a formar parte de la oligarqua.

    La pobreza de los sectores medios aparece retratada en ensayos, prensa y nove-las de la poca. Genuinos representantes suyos, como Alejandro Venegas, sealan

    la estrechez econmica como caracterstica de la vida en su medio, especialmenteen provincias.La educacin que reciba era en buena medida responsable de la mentalidad

    econmica que los caracteriz en este perodo: una educacin de carcter humanis-

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    ta y letrada que tenda a fortalecer sus expectativas sociales, pero no a entregarlesuna preparacin tcnica ni una actitud psicolgica, adecuada para lograr el enri-

    quecimiento.Sin embargo, a partir de la primera dcada del siglo XX, se inici un cambio

    trascendental en los sectores medios, como fruto de su mayor nmero y comoreflejo de los cambios culturales que se estaban produciendo en Europa despus dela Primera Guerra Mundial, donde la aristocracia y oligarquas burguesas estabanen plena declinacin, en tanto que la pequea burguesa se forteleca poltica ysocialmente. Comenzaron a afirmar la conciencia de clase y su agudo resentimien-to fue variando de signo; de ser un sentimiento sordo, solapado, en definitivaimpotente, se transform en rebelda y en un ataque franco al sistema. Abandonas la actitud puramente imitativa y fue adquiriendo una conciencia propia y unaautoestima como grupo.

    Esta nueva actitud de la clase media sera fundamental en la eleccin presiden-cial de Arturo Alessandri Palma, l mismo un hombre de clase media, como Presi-dente de la Repblica, en 1920.

    En cuanto al sector social bajo, la mayora eran campesinos. La propiedadagraria estaba dominada por el latifundio que empleaba al sector laboral ms nu-meroso del pas: inquilinos y peones; aun cuando haba tambin medianos y peque-os propietarios, entre ellos los mapuches.

    El inquilinaje era una relacin laboral instituida en la Colonia por medio de lacual el trabajador tena derecho a casa, a una pequea chacra, talaje y a algunosalimentos que produca el propio fundo. El salario en dinero prcticamente noexista o era nfimo. La relacin entre el terrateniente y el inquilino era un vnculoms personal que contractual. Los peones, en cambio, constituan una masa laboralnmade, que recorra los campos emplendose en los perodos de mayor demandade trabajo a cambio de un sueldo. Eran trabajadores a trato.

    Estas formas de vida campesina no haban sufrido mayores transformaciones yse caracterizaban por un nivel de vida muy precario, sin comodidades materiales ysin acceso a la modernidad ni a la nueva cultura urbana, realidad que se agudizhacia el perodo de 1891-1920 por la decadencia del mundo rural chileno patronal,

    como consecuencia, en parte, de las prolongadas ausencias de muchos dueos de latierra, radicados en Santiago, capitales de provincias, o a veces en largos viajes oestadas en Europa.

    El obrero urbano del perodo 1891-1920 por lo general haba nacido en elcampo y despus emigrado, en su juventud, a las ciudades.

    El campesino que arribaba a Santiago, y en menor medida a Valparaso yConcepcin, llegaba a una ciudad que no tena las condiciones mnimas para reci-birlo. Santiago tena un enorme dficit de viviendas y sus habitantes haban deconcentrarse, o ms bien hacinarse, en los conventillos, hileras de pequeas piezassin ventanas, a lo largo de una callejuela donde las mujeres lavaban y cocinaban,

    por lo comn sin luz o alcantarillado. En 1910 se contaban en la capital 1 600conventillos, en los cuales habitaban 75 000 personas.Pero un segmento importante de campesinos se iba mucho ms al norte, a la

    pampa salitrera.. De acuerdo a la comparacin de los censos de 1895 y 1907, si la

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    tasa de crecimiento de la poblacin total del pas fue de un 20%, Santiago creciun 30% y el Norte Grande un 65 %. El crecimiento demogrfico del norte se hizo a

    costa de la poblacin campesina del Chile del centro y sur y de la inmigrantesperuanos y bolivianos. Fue corriente en el perodo que las oficinas salitreras envia-ran agentes al campo para reclutar mano de obra: a estos se les pagaba por personaconseguida. Este reclutamiento llamado enganche se realizaba sobre la base depromesas y la creacin de expectativas salariales, las que no se confirmaban en larealidad. Aunque a partir de 1880 fueron muchos los campesinos que abandonaronla tierra por la ciudad y la mina, la poblacin rural como vimos sigui siendomayoritaria en el perodo que tratamos.

    El obrero iba al norte a ganar dinero y no a establecerse, pero no eran muchoslos que regresaban a su terruo sureo. Exista un sistema de pago en fichas. Estasfichas eran solo canjeables en la pulpera de la oficina que las emita y la pulperaera, a su vez, el nico establecimiento comercial de la oficina y venda sus produc-tos a precios ms altos que el comerciante libre que exista en las ciudades, pero alque no se le poda pagar en fichas. Paradjicamente, en un sistema de economaliberal no haba libertad de comercio para el obrero. El valor nominal de las fichasno era respetado y no tenan garanta fiscal. Es decir, el obrero dependa completa-mente de la discrecionalidad del patrn.

    En los puertos de la costa nortina las condiciones de vida eran algo mejores, almenos el clima y la vida urbana permitan olvidar, en parte, la soledad srdida dela pampa.

    Los obreros industriales, mineros o portuarios no contaban con ningn resguar-do jurdico laboral. Las relaciones entre obreros y patrones eran reguladas libre-mente por mutuo acuerdo, lo que se prestaba para muchos abusos. Baste con sea-lar que no exista el contrato de trabajo.

    En la primera dcada del siglo se manifest una ola de protesta obrera.En el ao 1901, la mancomunal de Iquique organiz su primera huelga. Desde

    entonces en adelante hubo muchas y todos los aos. En 1902 fue la sociedad deresistencia de los tranviarios en Santiago, luego los mineros de Lota que paraliza-ron la extraccin del mineral. En 1903 fueron las mancomunales salitreras de

    Tocopilla y los estibadores de Valparaso, los que al ser reprimidos provocaron lasolidaridad de los dems trabajadores del puerto y lo inmovilizaron completamen-te. El gobierno envi un regimiento para sofocar la huelga; el saldo fueron 50muertos y 200 heridos. En 1905, Santiago presenci la Huelga de la Carne, quepeda la abolicin del impuesto al ganado argentino y protestaba por el alza delcosto de la vida. Lo que comenz como un pacfico mitin popular, termin en unaviolenta asonada, con asaltos e incendios. Esta vez el saldo fue de 70 muertos y300 heridos.

    La culminacin de la protesta obrera y de la represin oficial fue la masacre dela Escuela de Santa Mara de Iquique en 1907. Los obreros de la Oficina Alianza

    pararon las faenas para exigir beneficios muy razonables: eliminacin de fichas,jornales a tipo de cambio fijo, comercio, balanza para los pesos y medidas de laspulperas, locales para escuelas nocturnas de obreros, indemnizacin. Se les unie-ron las dems oficinas de la pampa. Bajaron a Iquique para pedir que las autorida-

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    des de gobierno fueran mediadores en el conflicto con los propietarios, en sumayora ingleses; se paraliz la ciudad. Las autoridades, temerosas despus de una

    semana de infructuosas conversaciones, decidieron reprimir. El nmero de muertosfue de unos 2002.

    Este dramtico recuento revela la incapacidad del sistema poltico de compren-der el fenmeno y resolver los problemas sociales. Si bien los obreros obtuvieronalgunas reivindicaciones puntuales, no lograron durante este perodo lo nico quepoda frenar la violencia: una legislacin laboral orgnica que incorporara y regla-mentara los derechos de los trabajadores.

    Esta era la realidad chilena cuando comenz a escribir Alberto Edwards Vives,al comenzar el siglo XX. Dos dcadas despus, cuando public La fronda aristo-crtica, en 1927, como artculos periodsticos y en 1928 como libro, algo habacambiado en el panorama social y poltico chileno, pero no en el sentido que l lepareca adecuado. Edwards crea que la presencia en el gobierno de la clase media,despus de la eleccin de Arturo Alessandri como Presidente de Repblica en1924, era un paso atrs, constituyendo el Partido Radical, que la representabamayoritariamente, Un serio peligro para el porvenir3. De los sectores campesinosy obreros apenas se preocup. A los campesinos, cuya condicin era a comienzosdel siglo XX casi igual a la de la Colonia, los califica (en 1927, en La frondaaristocrtica) de ganado humano4. Crea que la frmula para enfrentar los pro-blemas econmicos y sociales de Chile pasaba por un cambio radical en el panora-

    ma poltico. Con una autoridad fuerte se tendra la herramienta para combatirlos yeso lo daba por hecho. De all que en sus ensayos histricos apunte siempre haciala denuncia de males y la necesidad de cambios polticos, retornando a lo que lepareca el gobierno natural para nuestro pas, el autoritarismo de los decenios(1831-1871) y en particular el gobierno de Manuel Montt. De all tambin suapoyo a la dictadura de Ibez que proclama en La fronda aristocrtica.

    B. ALBERTO EDWARDS

    Alberto Edwards Vives naci en Valparaso en 1874. Era hijo de Alberto Ed-wards Argandoa y Mara Luisa Vives5. Por su padre perteneca a la familia, deorigen britnico, que hizo una de las primeras grandes fortunas burguesas de Chile.Era primo hermano de Agustn Edwards Mac-Clure y bisnieto de Jorge EdwardsBrown, el primero del apellido en llegar a Chile. Hizo sus estudios primarios y

    2 Mucho se ha especulado sobre el verdadero nmeros de obreros asesinados en la EscuelaSanta Mara de Iquique. La leyenda habla de varios miles. Pero autores que estuvieron all, comoNicols Palacios, solo de 195.

    3 Alberto Edwards Vives y Eduardo Frei Montalva, Historia de los partidos polticos chilenos,

    Editorial del Pacfico, Santiago, 1949, 103. Primera Edicin: Alberto Edwards Vives, Bosquejo hist-rico de los partidos polticos chilenos, Guillermo Miranda, Editor, Santiago. 1903.

    4 Alberto Edwards Vives,La fronda aristocrtica, Editorial del Pacfico, Santiago, 1945, 24.5 Mara Ignacia Alamos y Juan Carlos Gonzlez, Alberto Edwards y su tiempo, en Perspecti -

    va de Alberto Edwards, Editoria Aconcagua, Santiago, 1975, 5.

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    secundarios en el liceo pblico y en el colegio de los Padres Franceses de esaciudad6. Egresado del colegio, parti a Santiago a hacer estudios de Derecho en la

    Universidad Catlica y luego en la de Chile. No se distingui como estudiante, sinembargo su notable inteligencia le permiti obtener buenos resultados acadmicos.Indolente, era dado a discutir apasionadamente con sus compaeros sobre las mate-rias ms diversas7; signo de que ya era una gran lector, costumbre que conservaratoda su vida. De all su amplia y desordenada cultura. Se recibi de abogado enjulio de 1896.

    Ya con el ttulo retorn a Valparaso, a trabajar en su profesin, sin muchoentusiasmo. Interesado en poltica, al comienzo posiblemente por influencia fami-liar, ingres muy joven al Partido Nacional, el que si bien plenamente adaptado alestilo lnguido y frvolo que caracteriz los asuntos pblicos de nuestra RepblicaParlamentaria, conservaba en sus programa y discursos algo de lo que haba sidoen la poca de Montt y Varas. En 1909, Edwards fue elegido diputado por Valpa-raso, cargo que ejerci con entusiasmo participando en los ms diversos debateshasta 1912. Particular inters ofrece un proyecto de ley destinado modificar elsistema electoral existente, eliminando el caciquismo8. Pero el funcionamiento delParlamento chileno en esa poca lo desenga; nunca ms sera parlamentario,definira al Congreso como un nmero de hombres que deben su sitio a su dine-ro. Con todo, no dejara de interesarse en poltica. En 1915 fund, junto conFrancisco Antonio Encina, Guillermo Subercaseaux y otros el Partido (o Unin)

    Nacionalista, de las caractersticas que define su nombre, antiideolgico y pragm-tico9. En cierta forma su ingreso a la nueva colectividad, que no tendra mayorarraigo en el electorado, reflejaba posiblemente su desilusin frente al PartidoNacional.

    Por otra parte ya haba comenzado antes su carrera de historiador, analistapoltico y en verdad de polgrafo. En 1899, Edwards (que fue ardiente antibal-macedista, curiosa postura en un hombre que siempre admir a las personalidadesautoritarias) haba publicado su primer ensayo poltico Reflexin sobre los princi-pios y resultados de la Revolucin de 1891, un trabajo breve y todava inmaduro,aunque sugerente. Pero en 1903 public su Bosquejo histrico de los partidos

    polticos chilenos. Una sntesis (de poco ms de 110 pginas) de la historia polticachilena de los ltimos 100 aos, analizada desde su particular punto de vista, elque en definitiva no variara, aunque s se enriquecera, a lo largo de toda su vida yquedara plasmado en sus obras posteriores. Ya en este libro hay un decidido

    6 Armando de Ramn, Biografas de chilenos, tomo II, Editorial Universidad Catlica de Chile,Santiago., 1999, 41-42.

    7 Ral Silva Castro, op. cit., 7.8 Cfr. Mario Gngora, Prlogo, a La fronda aristocrtica, Editorial Universitaria Santiago,

    2001, 12 (el prlogo es de 1982).

    9 Hay autores que fijan el ao de su creacin como 1914. Cfr. Fernando Castillo et al.,Diccio-nario Histrico y biogrfico de Chile, Editorial Zig-Zag, Santiago, 1955, p. 380. Lo que est claro esque para las elecciones parlamentarias de 1915 ya exista. Cfr. adems, Juan Eduardo Vargas, Dosmentalidades polticas a comienzos del siglo XX: los partidos tradicionales y la tendencia nacionalis-ta, enRevista de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Valparaso, 1973, 193-214.

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    ataque al liberalismo y, ms todava, a la clase media representada en el PartidoRadical10, as como una cerrada defensa de los gobiernos pelucones y una inter-

    pretacin que inequvocamente proclama la historia de Chile republicano como lade una decadencia. Despus como veremos la lectura de Oswald Spengler agre-gara profundidad y audacia a estas ideas. Pero la interpretacin que haca Edwardsde la historia de Chile ya estaba clara en 1903. El propio Edwards aclarara que lalectura de La decadencia de Occidente revolucion su espritu, de modo que ahoravea claro los mismos objetos que antes entreviera confusamente11.

    Hacia el fin de su breve carrera parlamentaria, Edwards se asent en Santiagodedicndose al periodismo desde las pginas de El Mercurio, la Revista Chilena deHistoria y Geografa (fundada en 1911 por la Sociedad del mismo nombre) yPacfico Magazine, creada por la Empresa Editora Zig- Zag12, siendo AlbertoEdwards uno de sus dueos y codirector.

    As, ese mismo ao publicaba dos obras ms, aparecidas originalmente en for-ma de series de artculos publicados porEl Mercurio: 7 aos de recuerdos polti-cos y, en 1913 y 1914, Apuntes para el estudio de la organizacin poltica deChile, en la Revista de la Sociedad Chilena de Historia y Geografa. Despuspublicara en la misma otros artculos sobre temas histricos y de geografa, acota-dos y eruditos13. Ambas series de publicaciones han aparecido posteriormentecomo un conjunto. 7 aos de recuerdos polticos varias veces, la ltima en larevista Mapocho ya citada14y Apuntes para con el nombre de La organizacin

    poltica de Chile, por Editorial Difusin Chilena y despus por Editorial del Pacfi-co, en sucesivas ediciones a partir de 194315.Pero no se crea que Alberto Edwards escriba solo artculos (o series de artculos)

    dedicados a temas polticos, geogrficos e histricos. Principalmente en PacficoMagazine, pero tambin en El Mercurio, se refera a todo tipo de temas a vecesdictando ctedra, porque la modestia no estaba entre las cualidades de Edwards.

    Escribi adems sobre asuntos econmicos y bancarios, sobre los mapas escola-res chilenos y otros asuntos de alta cultura; pero tambin cuentos con temaspoliciales, creando el personaje Romn Calvo, el Sherlock Holmes chileno16;

    10 Ellos (refirindose a Pinto, Bilbao y Lastarria) debilitaron el principio de autoridad, dividie-ron por dogmatismo de dudosa utilidad a las clases responsables del pas; ellos fueron los padres delparlamentarismo y los abuelos legtimos de la anarqua, Alberto Edwards, 7 aos de recuerdospolticos, en El Mercurio de Santiago. Las elecciones parlamentarias de 1906 12 de agosto de 1912.Cit. por Alamos et al., 23. Cabe hacer presente que este artculo no est en la recopilacin de AlfonsoCaldern de los artculos originales hecha para la revista Mapocho, N 30, segundo semestre de 1991,185-257. Parece curioso que Edwards mezclase a Pinto (Anbal?) con Bilbao y Lastarria.

    11 Alberto Edwards: La sociologa de Oswald Spengler, en Historiografa chilena, suplementode la revista Atenea , ao XXVI, septiembre-octubre de 1949, Nos 291-292, Universidad de Concep-cin, 309-344. Las cursivas son nuestras.

    12 Casa editorial que haba sido fundada por su to, Agustn Edwards Ross, en 1912.13 Algunos de los artculos historiogrficos de Edwards fueron publicados por Editorial del

    Pacfico. Cfr. Alberto Edwards Vives,Pginas histricas , Editorial del Pacfico, Santiago, 1972.14 Cfr. nota 5.15 Alberto Edwards Vives,La organizacin poltica de Chile, Editorial del Pacfico, Santiago, 1972.16 Alberto Edwards Vives, Romn Calvo, el Sherlock Holmes chi leno, Editorial del Pacfico,

    Santiago, 1953.

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    sobre futurologa (las aventuras del genial Julio Tllez, historia escrita en 1912pero ubicada temporalmente en 1925), la felicidad de la vida modesta, con con-

    sejos de cocina y decoracin hogarea y aun otros temas en los que primaba sufuerte imaginacin. Us los seudnimos Miguel de Fuenzalida, J.B.C., Arstides yJ. de vila17. Fue, adems, coautor del guin de una pelcula para cine, El GalnDuende, y de la seccin dedicada a la Historia de Chile de la enciclopedia paranios publicada por la Editorial Jackson, El tesoro de la juventud. Muchos de susartculos o cuentos fueron firmados con seudnimo18.

    En diciembre 1914 ocup su primera cartera ministerial, reemplazando, comoMinistro de Hacienda, al pro hombre radical, Enrique Oyarzn. Habiendo dejado elcargo en 1915, en el ao 1916 concurri, representando a Chile, a la ConferenciaFinanciera Panamericana, realizada en Buenos Aires. Pasaran diez aos antes quefuera ministro nuevamente. Esto ocurri cuando volvi a ocupar la cartera deHacienda en el gobierno de Emiliano Figueroa en el ao 1926. De nuevo 19 llama-mos la atencin que Edwards, el autoritario, aceptara pertenecer a gobiernos que secaracterizaron por no ejercer autoridad alguna, fuese esto debido a la personalidaddel mandatario, como era el caso de Ramn Barros Luco, o que el Presidente erasolo una marioneta manejada por un hombre fuerte, como se dio con EmilianoFigueroa, en relacin al coronel y luego general Carlos Ibnez. La consecuenciacon sus principios doctrinarios la demostrara Edwards cuando fue ministro portercera vez, esta vez del propio general Ibez, convertido en dictador. En efecto,

    el 21 de octubre de 1930 fue nominado Ministro de Educacin en reemplazo delgeneral Bartolom Blanche, permaneciendo en el cargo hasta el 28 de abril de1931, cuando la administracin Ibez estaba a punto de derrumbarse, principal-mente como consecuencia de las repercusiones de la depresin econmica mundialiniciada en 1929.

    Alberto Edwards se mostr muy activo como Ministro de Educacin, pero, pordesgracia, las dificultades econmicas extremas en que se encontraba el pas impi-dieron llevar a la prctica muchas de sus iniciativas.

    Se ha acusado a Ibez de tener como modelo la dictadura del general Primo deRivera en Espaa, la que tena, a su vez, ms de algo del fascismo italiano, enton-

    ces viviendo su etapa de esplendor. Pero a nosotros nos interesa Alberto Edwards.Por ese entonces, era fascista Edwards? Hemos visto que era autoritario y partida-rio de los gobiernos guiados por un hombre fuerte. El libro de Renato Cristi yCarlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile, en el captulo que dedica aAlberto Edwards (el primero y escrito por Renato Cristi), habla de Edwards comoconservador-revolucionario20; lo que inmediatamente, como lo dice textualmente elautor, lo deja en los umbrales del fascismo21. Efectivamente, en La fronda, y

    17 Cfr. Alamos et al., p. 26 y De Ramn, op. cit.18 Una seleccin de cuentos fue publicada en 1957, por Editorial. Zig-Zag, con el nombre de

    Cuentos fantsticos, y prlogo de Manuel Rojas19 Como en lo relativo a su condicin de antibalmacedista.20 Renato Cristi y Carlos Ruiz, El pensamiento conservador en Chile, Editorial Universitaria,

    Santiago, 1992, 40-47.21 Cristi y Ruiz, op. cit., 47.

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    como forma de legitimar la dictadura ibaista, Edwards acude a Oswald Spengler;agotadas las fuerzas espirituales solo queda una solucin, el predominio casi

    absoluto de un Ejecutivo (sic) muy fuerte y hasta cierto punto neutral. La historianos ensea que en tales crisis se llega siempre a esta frmula o al desquiciamien-to22. Bien podra haber usado las mismas palabras del alemn, cuando dice: Elrecodo de la cultura a la civilizacin [vale decir el inicio de la etapa de la decaden-cia, de la democracia, el liberalismo parlamentario y finalmente el predominio dela tercera clase] repite el mismo hecho en el napoleonismo [y] despunta eltiempo en que propiamente florecen los individuos magnos23. Es cierto que Spen-gler no vio en Hitler a su csar. Pero eso lo dej claro recin en 1933 en Aos dedecisin, que fue traducido al castellano por Editorial Ercilla en 1934, y paraentonces Edwards ya haba escrito La fronda y estaba muerto. Por otra parte paraser justos con Edwards debemos recordar que hacia 1927, cuando escribi Lafronda, ni el fascismo y menos an el nazismo haba mostrado su verdadero rostroy para muchas personas bien intencionadas y cultas representaban una posibilidadpositiva. Pero a la relacin entre el pensamiento de Edwards y el de Spengler nosreferiremos latamente ms adelante.

    En fin, a tres das de la cada de Ibez, Edwards acept la cartera de Relacio-nes, Comercio y Justicia. Por qu lo hizo cuando resultaba evidente que el gobier-no del general estaba fracasado y al borde de su fin? El mismo Edwards lo explicaen un Memorandum que fuera publicado porEl Mercurio siete das despus de su

    temprana muerte, el 3 de abril de 1932. En este, Edwards afirma: Me habametido, sin darme cuenta, en una terrible aventura, de la cual no poda salir sin quemi actitud fuese interpretada como una cobarde defeccin. Ningn hombre dignode llevar pantalones dejar de comprenderme24. La veta romntica de Edwards,que se nota adems en su admiracin por los personajes heroicos (a lo Carlyle)apareca con fuerza. Pero Mario Gngora da otra razn que explicara la permanen-cia de Edwards fiel a Ibez hasta el ltimo momento, citando una carta queEdwards envi al rector de la Universidad Catlica poco despus del fin de aquelgobierno. l se haba jugado para que Ibez, que conservaba la lealtad de lasFuerzas Armadas, no reprimiera violentamente a la civilidad, casi unnimemente

    alzada en contra de su administracin dictatorial25.Sin embargo, Alberto Edwards no solo fue ministro, ocup otra serie de cargos

    pblicos. Despus de ser Ministro de Hacienda por primera vez, en 1916, el Presi-dente Juan Luis Sanfuentes le ofreci el de Director General de Estadstica, dondepermanecera durante once aos, con breves interrupciones. Prueba de que tambintena sobresalientes dotes para las matemticas y adems era un buen burcrata. En1927 cambi ese cargo por el de Jefe del recin creado Departamento de GeografaAdministrativa, dependiente del Ministerio del Interior. En 1929, el Gobierno de

    22 La fronda aristocratica, 311.23 Oswald Spengler,La decadencia de Occidente, Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1966, Vol. II, 489.24 El Mercurio, 10 de abril de 1932. El Memorandum, con una presentacin de Rafael Sagredo

    fue reproducido en la revista Mapocho N 32, segundo semestre de 1992, 343-359.25 Mario Gngora, op. cit., 12.

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    Ibez lo design como Comisario General del pabelln chileno en la ExposicinMundial de Sevilla de 1929. Este fue su nico viaje a Europa. Permanecera en el

    extranjero durante un ao, que fue lo que demor la preparacin y posterior direc-cin del pabelln chileno.

    A su retorno a Chile fue designado Conservador del Registro Civil. En esecargo, que haba abandonado con permiso, para ser ministro en dos ocasiones, seencontraba a la cada de Ibez.

    Como vimos, 1932 fue el ltimo ao de vida de Alberto Edwards. Morira de unmal que los diarios que publicaron la noticia y obituario, califican de grave enfer-medad (cncer?)26. Posiblemente estaba tambin muy deprimido por el fracaso delgobierno de Ibez, lo que, seguramente, fue para l un profundo desengao.

    Vimos que siete das despus de la muerte de Alberto Edwards, El Mercuriopublic el ya citado Memorandum, especie de testamento poltico de Edwards,donde, adems de justificarse en su apoyo a la dictadura, muestra su desilusin conun Ibez vacilante y desconcertado, quien en La fronda, escrita cuatro aos antes,asimila al individuo magno spengleriano. Tambin pstumamente Miguel VarasVelzquez public su estudio El gobierno de don Manuel Montt, cuyo texto fueencontrado entre sus papeles. No es un buen libro, no aporta informacin funda-mental y s insiste, en cambio, en resaltar la figura autoritaria de ese mandatario,algo que ya haba hecho en sus obras anteriores.

    Pero como fue Alberto Edwards, el hombre? Ms all de lo dicho, sobre sus

    mltiples intereses su indudable inteligencia y su cultura. En cuanto a intelectual,fue un hombre de muchas lecturas pero desordenadas, igual que su produccinescrita. Ejerci la ctedra de estadstica en la Universidad Catlica27. Mario Gn-gora lo considera dilettante, aunque se refiere latamente a que esa condicin tieneun cierto valor cultural, citando a Meinecke en su apoyo. En todo caso Gngorademuestra profunda admiracin por Edwards.

    Un artculo, muy laudatorio, aparecido en la revista Zig-Zag en 1914, dice queno es de esqueleto dctil ni ambicioso, ni tonto grave, que es honesto, algofuera de toda duda; que habla las cosas con franqueza y claridad, en lo que estamosabsolutamente de acuerdo, pero adems que es muy modesto, en lo que no lo

    estamos. Se refiere asimismo a su natural bondad, probablemente tambin algoverdadero, pero despus afirma: Este no es servidor de un caudillo, en lo seequivoc medio a medio, pero, como vimos, lo sera de Ibez28. En lo que todoslos que habindolo conocido concuerdan, es en su capacidad intelectual superior,sus vastas lecturas y su vocacin por el servicio pblico en reas diversas.

    Y su vida privada? Muy poco sabemos. Cuando muri habitaba en la calleHurfanos 284229, vale decir, de no haber cambiado la numeracin, a la altura de lacalles Libertad o Esperanza. En esa poca era un barrio de familias bien, aunqueno de los ms aristocrticos de Santiago. La misma fuente nos indica que fue enterra-

    26 Cfr.El Mercurio, 4 de abril de 1932.27 Memorandum , 349, en la versin publicada porMapocho, cit.28 Zig-Zag, septiembre de 1914. Reproducido por: Siglo XX en La Tercera internet.29 El Mercurio, 4 de abril de 1932, 13.

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    do en el Cementerio Catlico, sin embargo no tenemos noticias si era observante ono. Fue casado con su prima hermana Magdalena Vives Solar y no tuvo hijos30.

    C. LAFRONDAARISTOCRTICA

    Hay muchos que piensan que La fronda aristocrtica es el mejor ensayo hist-rico escrito en Chile, entre otros se lo escuch a Mario Gngora, quien, a mi juicio,sera el autor del segundo mejor31.

    Sostiene Edwards que una nacin, ms que un grupo humano que construye suhistoria con cierta libertad es un organismo vivo que tiene un alma y un devenirnecesario marcado por un ciclo vital el cual recorre fatalmente.

    El sector social alto, que fue el que hizo la independencia nacional, hered delChile colonial una serie de valores espirituales que constituyen la esencia de su ser,su alma. Pues sostiene que los sucesos histricos tienen significado espiritual;() se derivan como sucede tambin con las ms insignificantes acciones de losindividuos, de algo inmaterial y pensante, de un alma que vive y se transforma32.

    A esa oligarqua que hizo la independencia (que habra sido el primer movi-miento con caracteres de fronda ocurrido en Chile), en este caso contra autoridadmonrquica, el resto del pas la sigui como una masa inerte (ganado huma-no)33. Naturalmente ella tambin fue la que form el gobierno una vez conseguida

    la emancipacin. Pero su bagaje espiritual o alma tena valores contradictorios. Poruna parte tenan el sello burgus; eran conservadores, sensatos, amantes del trabajoy el orden, la disciplina, la jerarqua, la autoridad y el sano pragmatismo. Valoresque heredaron de sus antecesores mercaderes. Pero los de ascendencia vasca(que eran los ms poderosos y ricos de estos) tambin aportaron a nuestra aristo-cracia un espritu casi selvtico de libertad y fronda. Este se avino muy bien conla herencia cultural de la antigua aristocracia de la tierra (feudal dice Edwards)descendiente de los antiguos conquistadores, aunque arruinada hacia comienzosdel siglo XVIII, con la cual se haban mezclado familiarmente. De modo quetambin exista entre los aristcratas u oligarcas chilenos de la poca de la inde-

    pendencia el ansia de poder y dominacin, el orgullo independiente, el espritu defronda y rebelda34.El choque entre estos valores contradictorios explicara la historia de Chile

    republicano. Entre 1831 y 1891 en la Repblica de Chile habra predominado latendencia al orden y la sensatez conservadora (estado en forma). En el primerperodo, desde 1831 hasta 1861 la oligarqua, que todava no se organizaba enpartidos polticos, entreg institucionalmente el poder a hombres fuertes y los

    30 No figuran en ninguna de las fuentes consultadas, ni las contemporneas ni las de la poca.

    31 Mario Gngora, Ensayo sobre la nocin de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, EdicionesLa Ciudad. Santiago, 1981.32 Edwards,La fronda aristocrtica, 13.33 Op. cit., 24 y 37.34 La fronda, 16, 17 y 19.

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    apoy porque teman la anarqua. Estos presidentes-reyes gobernaron Chile autori-tariamente pero con xito. Durante un segundo perodo, entre 1861 y 1891, habien-

    do superado los gobiernos autoritarios varios intentos frondistas, se lleg a unatransaccin en la que los presidentes de la Repblica compartan el poder con laoligarqua ahora agrupada en partidos polticos formales. Durante un tercer pero-do, que fue desde 1891 a 1920, gobierna la oligarqua, como conjunto, por interme-dio de los partidos polticos representados en el Parlamento, perdiendo casi todo supoder los presidentes, es la Repblica Parlamentaria35, en la cual primaron losaspectos ligados al individualismo y el espritu de rebelda, transformados en reli-gin liberal, aunque an quedaban resabios del estado en forma. La frondahaba triunfado fatalmente. Y as, la historia de Chile republicano es una decaden-cia. La revolucin de 1891, como conflicto armado, [dice] fue un hecho acciden-tal: el cambio que ella trajo, de todas maneras se habra producido () Balmacedahubo de luchar, aun con menos fortuna que Montt, contra una ley histrica36.

    Ya veremos cunto hay de Oswald Spengler en esta interpretacin de la historiade Chile.

    Y cmo ve el momento histrico de Chile cuando escribe La fronda el ao1927? Alessandri representa la toma del poder poltico por la clase media. DiceEdwards: Un enorme proletariado intelectual (o que imaginaba serlo) comenz apulular por las ciudades, murindose de hambre y almacenando silenciosamentesus rencores37. La verdadera lucha de clases se encendi entre [esa] pequea

    burguesa educada en los liceos y la sociedad tradicional. Y continua: en elcomplejo problema poltico de la poca, la clase media rebelde no vea sino ladominacin de una oligarqua especficamente incapaz, desnacionalizada, sin mo-ralidad ni patriotismo. Luego, continuando con lo que indudablemente es su pro-pia opinin, agrega: la aristocracia poltica, por su parte, no pretenda disimularsu desprecio por esos advenedizos, vencidos en las luchas de la vida econmica ysocial, que intentaban suplantarla en la direccin del pas. Esos hombres destitui-dos de experiencia y capacidad directiva, sin lastre histrico ni aptitudes heredita-rias, en el concepto de sus mulos, solo conseguiran derribar el majestuoso edifi-cio de la Repblica, levantado trabajosamente durante varias generaciones38.

    Ya no es la fronda aristocrtica la que amenaza al estado en forma, es larebelin del electorado mescrata, sobre el cual el ltimo pelucn tiene la opi-nin que recin vimos.

    Entonces aparece Ibez: Casi a raz [del cuartelazo] del 23 de enero [de 1925]comenz a resonar espontneamente en el pas un nombre nuevo, salvo en los crcu-los militares: el del coronel don Carlos Ibez del Campo, Ministro de Guerra.Extrao a las pasiones polticas que agitaran los espritus durante la ltima poca, elseor Ibez haba tomado parte, sin embargo, en el movimiento de enero ().Serio, justo, taciturno () Ibez deseaba, sin embargo, las restauracin de un orden

    35 Op. cit., 130.36 Op. cit., 178.37 Op. cit., 212.38 Op. cit., 234-235.

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    civil que realizara sus aspiraciones, que eran tambin, en mayor o menor grado, lasde la masa inerte o apoltica del pas. No eran ellas muy complejas: se deseaba, ante

    todo, que el resorte principal de la mquina, esto es, una autoridad, fuerte justa,universalmente obedecida, se impusiera al cabo sobre la anarqua de las almas ysobre las vanas e infecundas competencias entre los partidos39. En medio de ladecadencia, haba surgido, en Chile, el spengleriano individuo magno40.

    Pero Ibez cay en 1931, y Edwards alcanz a conocer el acontecimientodesde una posicin privilegiada, como vimos. Que opin entonces? Como diji-mos, solamente justific, por hombra, su lealtad a Ibez hasta el ltimo momen-to, en el Memorandum que publicara El Mercurio el 10 de abril de 1932. En esedocumento parece desilusionado con Ibez, pero no sabemos si todava confiabaen la solucin cesarista (y spengleriana) para los males de Chile.

    En fin, en esta somera sntesis se debe mencionar que hay en el libro de Ed-wards afirmaciones de una falta de verdad o desproporcin garrafales. Afirma porejemplo: en Chile la revolucin burguesa se haba realizado pacficamente bajo lacolonia41. Vale decir, cuando la poblacin del pas era en un 95% o ms, campesi-na, incluyendo a los dueos y trabajadores de la tierra, y los elementos burguesesde la sociedad chilena se reducan a una cantidad pequea de comerciantes deSantiago. El mismo lo dice42. Adems, compara a Portales con Felipe II y con JulioCsar43. Y as encontramos otras.

    Por cierto que este resumen no refleja tampoco matices y muchos rasgos de

    agudeza de los que est llena La fronda, pero no es nuestra intencin en esta partedel artculo el resumirla por completo, sino dar cuenta de su estructura vertebral,para as justificar las afirmaciones que haremos de este punto en adelante.

    El Chile que admira Edwards, es evidentemente el del primer perodo y dentrode este la figura rutilante es la del ministro Diego Portales, quien restaur entrenosotros el principio monrquico hasta el punto en que ello era prcticamenteposible; pero conserv las formas jurdicas de la Repblica44 y lo que hizo fuerestaurar material y moralmente la monarqua, no en su principio dinstico, ya queello habra sido ridculo o imposible, sino en sus fundamentos espirituales comofuerza conservadora del orden y de las instituciones45.

    No era el primero en admirarlo.El mito de Portales naci quiz, malgr lui, con Benjamn Vicua Mackenna

    que, pretendiendo originalmente, al parecer, hacer una denuncia de los primerosgobiernos pelucones, en actitud muy suya, convirti, sobre la marcha, su libroIntroduccin a la historia de los diez aos de la administracin Montt, Don DiegoPortales, escrito en 1863, en la primera obra que destaca las grandes cualidades delministro de Prieto. Ramn Sotomayor Valds, en su libro Historia de Chile bajo el

    39 Op. cit., 275.40 Spengler,La decadencia de Occidente, Vol. II, 489.41 La fronda, 25.42 Op. cit., 23 y 24.43 Op. cit., 54 y 57.44 Op. cit., 300.45 Op. cit., 51 - 52.

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    gobierno del general don Joaqun Prieto, ahora abierta y francamente, elogia alministro como el fundador de la institucionalidad chilena. Alberto Edwards (que se

    haca llamar) El ltimo pelucn, recogi esa herencia y elev a Portales a lacategora de mito. Despus Francisco Antonio Encina lo convertira en ttem.

    Pero si Portales es el genio fundante del Estado chileno en forma, su encarna-cin es Manuel Montt. Dice: no se ha escrito, que yo sepa, un solo retrato de donManuel Montt que valga la pena de ser ledo (el propio Edwards intent escribirlo,saliendo como libro pstumamente, como vimos), all fracas hasta el gran Sar-miento (). Es que esa alta personalidad de nuestra historia no se deja tomar.Hay en ella un exceso de equilibrio, falta de sombras y contrastes, una armonasuperclsica (sic): no es posible dar relieve e inters a la descripcin de una figurageomtrica, aunque ella tenga la majestad y proporcin de una pirmide46. Monttes la serensima autoridad y Edwards opina, sintetizando su pensamiento polticoen una sola frase, que cuando sabemos que alguien gobierna el pas y que este leobedece, ello es lo esencial. Como dice la Biblia, lo dems nos ser dado poraadidura47.

    Tampoco Edwards fue el primero en criticar cidamente nuestra Repblica Par-lamentaria (1890-1920). Adems de los ensayista de clase media, proletariadointelectual, a los que se refiere sin nombrarlos, varios oligarcas la fustigaron demanera igualmente dura, entre otros: Enrique Mac-Iver, Guillermo Subercaseaux,Agustn Ross y Vicente Huidobro en suBalance Patritico, de 192548.

    De donde sac Edwards sus ideas? Su pensamiento conservador y autoritarioen general, posiblemente le vena al menos en parte de su propia personalidad ode alguna influencia recibida en sus casa, pues ya lo vemos claramente esbozadoen 1903 en su Bosquejo histrico de los partidos polticos chilenos, escrito cuandotena treinta aos. Hacia el final de La fronda aristocrtica, hace un elogio deBurke, y menciona a Carlyle y Bagehot, y en esa misma obra u otros escritos,tambin se refiere a Renn, Le Bon, Taine, Comte, Darwin, Spencer y CharlesMaurras, a quienes sin duda haba ledo, algunos (Comte y Spencer probablemen-te) en su juventud. Pero La fronda la escribi en 1927, Haba ledo a estos autoresconservadores antes de escribir suBosquejo histrico? O despus, antes escribirLa

    fronda? No lo sabemosMario Gngora, en el documento citado, sugiere una posible influencia del

    historiador argentino Ernesto Quezada, en concreto su obra La poca de Rosas, suverdadero carcter histrico, donde lo libera de la lpida de tirano con que habasido condenado por la historiografa liberal de ese pas, y muestra que era solamen-te un hombre de su poca; as como del ensayista venezolano Laureano VallenillaLanz, basndose fundamentalmente en un artculo de Teresa Pereira49. A estos

    46 La fronda , 97.

    47 Op. cit., 298.48 Cfr. Cristin Gazmuri, El Chile del Centenario, los ensayistas de la crisis , Instituto de Histo-ria de la Pontificia Universidad Catlica, passim .

    49 Teresa Pereira, El pensamiento de una generacin de historiadores hispanoamericanos: Al-berto Edwards, Ernesto Quezada y Laureano Vallenilla, en Historia, N 15, Santiago, 1980, 237-337.

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    nombres latinoamericanos Gngora agrega el del brasileo Oliveira Viana. Todosde ideas poltico-sociales antiliberales y, en ciertos aspectos, ms o menos pareci-

    das a las de Edwards. Gngora reconoce que en el caso de Quezada se carece de laposibilidad de establecerlo documentalmente50. Yo tampoco he podido encontrarreferencias textuales a Vallenilla y Oliveira Viana.

    Francisco Antonio Encina, por su parte, afirma haber sido l quien le entreg aEdwards los conceptos fundamentales que constituyen la columna vertebral de Lafronda aristocrtica. Dice: empeado porque Alberto Edwards escribiese la histo-ria que nosotros no desebamos escribir, y que al fin no escribi, para facilitarle latarea le confeccionamos memorandums [memoranda?] con la interpretacin dealgunos perodos histricos a fin de que [los] comprobara y utilizase, si concorda-ban con sus propio juicio. Como ocurre, casi invariablemente con estos aportesoficiosos, sobre todo si se utilizan veinte aos ms tarde, se produjeron numerosasincoherencias en el texto de La fronda aristocrtica51. Vale decir, Encina habrasido hacia 1907, pues La fronda apareci en 1927el gran mentor intelectual deEdwards, en circunstancias de que normalmente se piensa que fue al revs. Mstodava, pretende que las ideas tomadas de Spengler por Edwards se las habradado l, quien segn confiesa no haba ledo La decadencia de Occidente hasta193352. Por nuestra parte creemos que el mentor de Edwards fue el filsofo de lahistoria de Munich y no el de Talca. Aunque es posible que en algunos casosconcretos algunas de las ideas centrales de La fronda aristocrtica fuesen discuti-

    das entre Edwards y Encina. Por ejemplo, lo que dice Edwards acerca de losperniciosos efectos en Chile de la educacin humanista53.Tambin Edwards cita en La fronda el libro del ensayista cubano Alberto La-

    mar Schweyer, Biologa de la democracia, publicado en 1927, que es una fervoro-sa defensa de las dictaduras latinoamericanas54. Lamar posiblemente escribi suensayo en apoyo del despotismo de Gerardo Machado, generando mucha polmicaen Cuba. Sin embargo como Quezada manifiesta su admiracin por Rosas enArgentina e incluso por el doctor Francia en Paraguay. Edwards lo menciona desta-cadamente al menos dos veces en La fronda. En la primera de estas, en la notapreliminar del libro, alaba unos artculos de Rafael Maluenda, recientemente apare-

    cidos entonces, que relacionaban las doctrinas de Lamar con la historia de nuestraevolucin poltica. Una prueba ms que Edwards le gustaban las figuras autorita-rias, aun en casos extremos.

    Sin embargo, por marcado que haya sido por los autores recin mencionados,creo como muchos que la influencia principal y evidente que refleja La fronda,confesada por Edwards por lo dems, fue la de Oswald Spengler y su libro Ladecadencia de Occidente. Cito, una vez ms, el conocido prrafo con que Alberto

    50 Mario Gngora, op. cit., 17.51 Francisco Antonio Encina, Historia de Chile, Editorial Nascimento, Santiago, 1952, Vol. XX,

    343.52 Encina, op. cit., Vol XX, 35053 Cfr. Cristin Gazmuri, La historia de Chile republicano, una decadencia?, en revista Alter-

    nativas, N especial, Editorial CERC, Santiago, 1984, 119-120.54 Alberto Lamar Shweyer,Biologa de la democracia, La Habana, 1927.

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    Edwards se refiri a su lectura de ese libro de Spengler: Ingenuamente lo confie-so: este libro [La decadencia de Occidente] en cierto modo ha revolucionado mi

    espritu. Veo las cosas de otra manera despus de haberlo ledo. Ms an, ahorasolo he venido a comprender la idea ntima, la subconciencia, de autores que antesme eran familiares. Es como si me hubieran puesto unos anteojos con los que veoclaro, los mismos objetos que antes entreviera confusamente55.

    Edwards ley La decadencia de Occidente, entre los aos 1923 y 192556, cuan-do en Europa era considerada una obra de primersima magnitud, aunque ms anivel de pblico medio que el de los especialistas. En ese contexto fue que elespritu revolucionado de Alberto Edwards hizo suyas muchas de las principalescategoras que emplea el pensador alemn.

    Oswald Spengler (1880-1936) puede ser considerado el principal de los filso-fos de la historia de la corriente vitalista-morfolgica57. Piensa que la historiaconstituye un mundo por completo diferente del de la naturaleza inanimada. Perte-nece al mundo de las formas vivas, que se rige no por el principio de causalidadsino por el sino. Los sujetos por excelencia de la historia son las grandes cultu-ras, que califica de protofenmenos de la historia, y que siguen fatalmente en sudevenir el ciclo de los seres vivos: nacimiento, desarrollo, decadencia y muerte58.Muy influido por Nietzsche, sostiene adems que Occidente, tal cual era entonces,pensando posiblemente solo en Europa y quiz EE. UU., est en su ocaso y debeprepararse para morir. Por cierto que esa visin lo transforma automticamente en

    inspiracin para todos los pensadores que ven su presente como una etapa dedecadencia, como era el caso, precisamente, de Alberto Edwards.Estas ideas las desarroll el pensador germano, minuciosamente y haciendo

    gala de una erudicin colosal, en el libro La decadencia de Occidente, en dostomos, aparecido el primero en 1918 y el segundo en 1922.

    Ahora bien, desde el momento de la aparicin del tomo I, se produjo lo que H.Stuart-Hughes califica de un portento59. Tratndose de un libro largo y de difcillectura, fue, sin embargo, devorado por el pblico, alemn primero y luego enotros pases. Ya en 1922 se haban vendido en Alemania 53.000 ejemplares deltomo I. Sin duda influyo en este xito de librera el momento de depresin que

    estaba viviendo la nacin teutona (y toda Europa, en menor medida) como conse-cuencia de la Primera Guerra Mundial.

    La obra de Spengler se transform rpidamente en el centro de una controversiaen la cual, por lo general, los intelectuales e historiadores de profesin tomaronpartido adverso, en tanto que el pblico culto medio lo tomo a favor. El libro fuetraducido a muchos idiomas. La traduccin espaola, excelente, de Manuel GarcaMorente, data de 1923.

    55 Alberto Edwards Vives, La sociologa de Oswald Spengler, en Atenea , ya cit.56 La traduccin al castellano de La decadencia de Occidente data de 1923. Edwards ha debido

    leerla en 1924 1925, antes de escribir su artculo acerca del libro enAtenea .57 Cfr. Pitrim Sorokin, Las filosofas sociales de nuestra poca de crisis , Aguilar Editores,Madrid, 1956, 105-153.

    58 La decadencia de Occidente, Vol. I, 151.59 H. Stuart-Hughes, Oswald Spengler, Charles Sribner Sons, New York, 1952, 1.

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    80 HISTORIA 37 / 2004

    En su lectura de Spengler, Alberto Edwards no tom la perspectiva del profe-sional, no estaba preparado para hacerlo, sino la del hombre culto medio que se

    preguntaba como los alemanes por qu se estaba viviendo esa decadencia que,consideraba, era la Repblica Parlamentaria en relacin a la gran poca de lahistoria de Chile, los primeros decenios pelucones (1831-1861).

    Pero intentemos establecer ms especficamente cul fue la influencia de Spen-gler en Edwards. Para hacerlo tomar el mismo criterio (en verdad resumir ycambiar en parte) de un trabajo que escrib en 1976 y que fue mi primera publica-cin60. Vale decir: I) La influencia de Spengler en el mtodo de estudiar y analizarla historia de Alberto Edwards, en La fronda aristocrtica. II) La influencia dealgunos conceptos, categoras u opiniones de Spengler sobre el visin de Chile queEdwards presenta en ese libro. III) Crtica al intento que hace Edwards de aplicar ala interpretacin de la historia de Chile las ideas spenglerianas y conclusin.

    D) LAINFLUENCIADE SPENGLERENELMTODODEESTUDIARYANALIZARLAHISTORIADE ALBERTO EDWARDS, ENLAFRONDA ARISTOCRTICA

    Los elementos metodolgicos que permiten a Spengler construir su interpreta-cin de la historia mundial son, en lo fundamental, tres. La intuicin, la analoga yla forma. Estos elementos son complementarios.

    La aprehensin del hecho histrico la realiza mediante la intuicin. Dice Spen-

    gler: por eso debo acentuar con energa los lmites que me he impuesto en estelibro. No se busque todo en l. Solo contiene un aspecto de lo que tengo ante misojos, una visin nueva de la historia y solo de ella, una filosofa del sino, laprimera de su clase. Es intuitivo en todas sus partes61.

    La comprensin del hecho histrico la hace, fundamentalmente, mediante laanaloga. Dice Spengler: El medio por el cual comprendemos las formas vivientes[historia] es la analoga62. Pero no cualquier analoga sirve. Continua Spengler:Estamos todava muy lejos de poseer una tcnica de la comparacin. Precisamentehoy se producen comparaciones al por mayor pero sin plan y sin nexo63 () Lascomparaciones han sido unas veces superficiales, como cuando se ha llamado aCsar, fundador de una gaceta oficial de Roma, o cuando, lo que es peor, se hanpuesto nombre de moda como socialismo, impresionismo, sionismo, capitalismo,clericalismo, a fenmenos de la existencia antigua, tan lejanos y complicados, tanintensamente heterogneos de nuestro modo de ser actual64.

    De modo que, segn Spengler, para realizar analogas adecuadas, correspon-dientes u homlogas, es necesario hacerlas teniendo en cuenta la forma quetiene la historia mundial. El universo como historia que deviene segn la nece-

    60 Cfr. La influencia de O. Spengler en el pensamiento histrico de Alberto Edwards V., en

    Ignacia Alamos et al.,Perspectiva de Alberto Edwards , cit.61 La decadencia de Occidente, Vol. I, 18.62 Op. cit., 26.63 Op. cit., 27.64 Op. cit., 28.

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    sidad orgnica del sino de una manera determinada y no de otra 65. En otraspalabra, la analoga debe realizarse en funcin de una morfologa de la historia

    mundial que se denomina fisiognmica. As, al tener en cuenta esa forma esimprescindible para interpretar correctamente un hecho histrico.

    Relacionemos ahora, separadamente, los elementos del mtodo de Spengler enrelacin al que usa Alberto Edwards en La fronda.

    a) La intuicin

    Para el filsofo de la historia alemn, el hecho de que sea la intuicin el nicoinstrumento adecuado para aprehender la realidad histrica es consecuencia de quela historia es vida: un devenir regido por el sino y que por lo tanto no es suscepti-ble de ser conocido utilizando una metodologa cientfica, la que forzosamentedebera estar fundada en el principio de la causalidad y el nmero matemtico. Estemtodo solo sirve para conocer realidades estticas, muertas. La naturaleza quees producto y no producirse. El devenir no es cognoscible a travs del nmero.Solamente lo que carece de vida o lo vivo si se prescinde de su vida puede sercontado, medido. El puro devenir, la vida, es ilimitada y trasciende el nexo causaly la medida66.

    La visin de la historia de Chile que entrega Alberto Edwards en La frondaaristocrtica es fundamentalmente intuitiva. Aunque no se refiere explcitamente a

    su opcin por la intuicin como mtodo historiogrfico, existen en la obra referen-cias textuales que hacen suponer que lo tena muy claro. Afirma: la historia es lacrnica vista a travs del temperamento y creencias de quien la escribe67. Sinembargo, que la intuicin es el instrumento metodolgico fundamental para Ed-wards, es algo que ms que del reconocimiento del hecho por su parte, queda enclaro de la lectura de su libro, el que no tiene notas ni citas. Edwards entrega suvisin directa e inmediata del proceso histrico del Chile republicano. No se pre-ocupa, sino en contadas ocasiones, de justificar lo que afirma en base a una slidainformacin testimonial. Tampoco concibe el proceso entrelazado en funcin delvnculo de causalidad. Es simplemente la visin que Edwards tena de la historia

    de Chile, ayudado por la lectura de Spengler.Entre los elementos que son intuidos por Edwards, estn los contenidos delalma social o nacional de Chile, que, en verdad, corresponden a la mentalidaddel sector social alto masculino. Mucho de lo que dice sobre la clase media no estfundamentado; su visin del liberalismo es pobre y as

    Ahora bien, si, a nuestro juicio, resulta indudable que la intuicin es el recursometodolgico fundamental de Edwards, cabe preguntarse si esto se debi a lainfluencia recibida de Spengler.

    Revisando los escritos histricos de Edwards, anteriores a la aparicin de Lafronda, queda claro que utiliz la intuicin en todos ellos. Como por ejemplo

    65 Op. cit., 31.66 Op. cit., 140.67 La fronda, 14.

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    cuando, en 1903, alaba la intuicin maravillosa de Portales, con lo cual quedadicho todo, pues Edwards intuye cul habra sido esa intuicin maravillosa68.

    Sin embargo, si bien encontramos el uso de la intuicin como mtodo de apre-hensin de los hechos histricos desde las primeras obras de Edwards, solo en Lafronda, escrita despus de 1925, en la medida de que concede ilimitada admiracina la obra de Spengler que le hizo ver claramente lo que antes vea de maneraconfusa69, esta parece ser aceptada como el mtodo propio de la historia.

    b) La analoga

    Vimos que para Spengler la historia es vida y el mtodo mediante el cualcomprendemos las formas vivientes es la analoga. Preocupmonos ahora de Alber-to Edwards.

    En La fronda, Edwards no hizo mencin especfica de la importancia que con-cede a la analoga como mtodo para comprender la historia. Sin embargo, lautiliz repetidamente y a lo largo de todo el libro. Casi siempre recurra a ella paraaclarar cualquier hecho o situacin de importancia. Por ejemplo, hizo analogasentre nuestra burguesa naciente y la europea del perodo, que considera corres-pondiente70. Recogi el pensamiento de Carlos Keller en el sentido que: losfenmenos que presenciamos en la vieja monarqua europea durante el siglo XIXson de naturaleza anloga a los que atribuimos aqu a nuestra pretendida juven-

    tud71

    . Compar situaciones de la historia de Chile con otras del mundo antiguo:En Actium fue vencido Antonio pero no la monarqua, que era entonces el porve-nir, y Augusto fue, a pesar suyo, el primero de los emperadores; en Warterlootriunf Wellington, pero no la Europa tradicional a despecho de las apariencias. Nofue tampoco el liberalismo burgus y democrtico de Occidente el vencedor de1918 [frase de indudable inspiracin spengleriana y que despierta la pregunta sobreel filo fascismo de Edwards]. Bajando de lo geogrficamente grande a lo geogrfi-camente pequeo, en 1859 triunf don Manuel Montt, pero no el absolutismopresidencial. Montt tuvo en Cerro Grande un general que falt a Balmaceda enPlacilla, pero ambos luchaban contra una transformacin histrica inevitable72.

    Largo prrafo que prueba no solo que Edwards us profusamente la analoga sinotambin que es como Spengler un convencido en el determinismo histrico enfuncin de una forma que sigue necesariamente un sino.

    Pero si Edwards us la analoga para comprender el alcance y trascendencia delos hechos histricos, queda por averiguar si en el autor chileno esto se debi a lainfluencia de Spengler y, si es as, si lo hizo correctamente segn la frmula queentrega el alemn.

    Creo que para contestar la primera pregunta es necesario distinguir las analo-gas que Edwards usa como meros ejemplos, lo que hace en todas sus obras, de

    68 Cfr.Historia de los partidos polticos, 28.69 Cfr. cita 53.70 La fronda, 26.71 Op. cit., 91.

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    aquellas, como la citada ms arriba, donde realiza una comparacin compleja y defondo y aparecen solo en La fronda. En estas ltimas hay una clara influencia de

    Spengler.Es efectivo, por otra parte, que a partir de la morfologa spengleriana aplicada

    de manera estricta, las analogas de Edwards son incorrectas. Esto se debe, posible-mente, a que Edwards no tena tan clara como crea la morfologa de la historiamundial desarrollada por Spengler o bien que no aceptaba lo necesario de reali-zar las analogas en funcin de esa morfologa (homologas). En este ltimo casoexistira un desacuerdo fundamental entre l y Spengler.

    c) La forma

    Como lo afirmamos recin, el autor de La decadencia de Occidente ve comonecesaria una relacin entre la analoga y la forma (morfologa). La comprensinde todo hecho histrico presupone que se aborde en la perspectiva del perodo oestadio en el devenir cclico de la cultura en que ocurre. Si se quieren compararsucesos o manifestaciones de dos culturas diferentes o de dos pueblos de unamisma cultura deben escogerse perodos correspondientes. Dice: sin excepcintodas las grandes creaciones y formas de religin, del arte, de la poltica, de lasociedad, de la economa, de la ciencia, de todas las culturas, nacen, llegan a suplenitud y se extinguen en pocas correspondientes () la estructura interna de

    cualquiera de ellas coincide exactamente con las dems73

    . Esto implica que lasetapas que viven las diferentes culturas en su devenir son siempre las mismas. Aslo afirma Spengler: Siempre hemos tenido conciencia que el nmero de las formasen que se manifiesta la historia es limitado; de que las edades, las pocas, lassituaciones, las personas, se repiten en forma tpica74.

    Edwards tambin ve la historia de Chile republicano en funcin de una forma,la que a su vez inserta en el devenir de Occidente; hace un reconocimiento expresode ello en la p. 130 deLa fronda , como vimos.

    Una concluyente prueba de esto es el intento de descripcin de la evolucinexperimentada, en los ltimos siglos, por lo que califica como alma de la cultura

    europea75, en la cual le atribuye al tiempo presente, que tipifica como la tercera [ypenltima] etapa de cuatro, en las cuales el alma colectiva de la sociedad se haido transformando o demoliendo, las mismas caractersticas que descubre en elChile de comienzos del siglo XX: Democracia religiosa: Dios identificado con launiversalidad de las cosas o con la humanidad (pantesmo y positivismo); filosofaexperimental, negacin de la metafsica; culto de la ciencia, divorcio absoluto de lareligin y del Estado: democracia poltica, la soberana reside en toda la nacin(pantesmo social); la idea de patria identificada con el pueblo: pacifismo defensi-

    72 Op. cit., 125-126.73 La decadencia de Occidente, Vol I, 160.74 Op. cit., 2675 Y aqu hay otra diferencia con Spengler, pues el ciclo de Edwards es mucho ms corto que el

    correlato fustico del alemn.

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    vo; la propiedad, funcin social utilitaria, no es ya un derecho natural (socialismo);el matrimonio no es ya indisoluble (divorcio), etc.76.

    Pero siendo claro que Edwards ve nuestra evolucin histrica como una formaparalela e inserta en la de Occidente, lo que revela, una vez ms, una gran influencia deSpengler, no resulta igualmente convincente que el intento sea adecuado a partir delpensamiento del propio Spengler. Es probable que el pensador alemn hubiese puestoen duda el solo hecho de que Chile perteneciera a la cultura occidental, fustica, conlo que cualquier analoga estricta con nuestra evolucin nacional estara fuera de lugar.

    Para terminar con el problema de la influencia de mtodo de estudiar la historiaspengleriana en Edwards, es necesario recalcar que de los tres elementos anotados, elde la forma es el nico que puede ser considerado como una transferencia intelectualneta del alemn al chileno. En relacin a los otros dos, intuicin y analoga, ms queuna trasferencia de Spengler a Edwards, se aprecia en este ltimo una reafirmacin yenriquecimiento de los mismos a raz de la lectura de La decadencia de Occidente.

    E) ALGUNOSCONCEPTOSEIDEASDE SPENGLERQUEUSA ALBERTO EDWARDS V.

    Intentaremos ahora analizar algunos conceptos, categoras o simplemente ideasde Spengler que en la obra de Alberto Edwards La fronda aristocrtica son funda-mentales.

    Como se ver, la influencia del alemn sobre el chileno, dependiendo del caso,vara considerablemente. Algunos conceptos o categoras que utiliza Edwards sonde indudable paternidad spengleriana, en tanto otros, en los que el chileno y elgermano coinciden, o bien son fruto de la reflexin de Edwards o bien responden auna influencia que no es la de Spengler. Entre uno y otro extremo se da el caso msfrecuente: la influencia del pensador alemn ha venido a reafirmar y clarificar algoque el chileno ya intua ms o menos vagamente.

    Los conceptos, categoras o ideas spenglerianas escogidos para ser utilizados enesta segunda parte son los siguientes:

    1) Alma cultural (social, nacional, histrica, colectiva, en Edwards).2) Estar en forma (estado en forma, en Edwards).3) Fronda.4) La idea de la historia como proceso que sigue una secuencia necesaria y fatal.5) El sino como motor de la historia.6) Los sujetos de la historia (culturas para Spengler; sociedades, naciones, para Edwards).7) Decadencia.

    1) Alma cultural

    Para Spengler: una cultura nace cuando un alma grande despierta de su estadoprimario y se desprende del eterno infantilismo humano; cuando una forma surge

    76 La fronda, 139-140.

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    de lo informe; cuando algo ilimitado y efmero surge de lo ilimitado y perdurable,florece entonces sobre el suelo de una comarca a la cual permanece adherida como

    planta. Una cultura muere cuando esa alma ha realizado la suma de sus posibilida-des en forma de pueblos, lenguas, dogmas, artes, estados, ciencias y torna a sumer-girse en la espiritualidad primitiva77. Alma cultural, es, para Spengler, lo que seest realizando. Dice: alma es lo que se est realizando, mundo lo realizado, vidala realizacin78.

    As, un momento histrico-cultural determinado en el devenir de una cultura essimplemente: el conjunto de smbolos de un alma79. Desde la apariencia corpo-ral: rostro, estatura, gesto, condicin de los individuos, de las clases sociales, delos pueblos, hasta las formas de conocimiento matemtico y fsico, que, errada-mente, se supone eternas y universales, todo es smbolo, todo manifiesta la existen-cia de un alma determinada con exclusin de cualquier otra80.

    Esta idea de alma que nos entrega Spengler es consecuente con la condicin deser viviente que atribuye a las culturas. As como los actos de una persona seran elreflejo de su alma nica, piensa que una realidad histrica determinada es el con-junto de expresiones de su alma cultura, tambin nica.

    Tambin Alberto Edwards, enLa fronda aristocrtica, se refiere frecuentemen-te a los conceptos de alma nacional, alma histrica, alma cultura, alma social,etc.81. Pero el contenido que da a estos conceptos, que usa indistintamente, essimilar al que Spengler entiende por alma de una cultura. Tambin es similar la

    relacin que ven el chileno y el alemn entre alma y realidad histrica. EscribeEdwards: los sucesos histricos se derivan de algo inmaterial y pensante, de unalma que vive y se transforma82. Y agrega: porque las colectividades tienen unalma y como los individuos cuando envejecen no vuelven a ser jvenes83.

    Con ser la anteriores citas bastante concluyentes, existe an otra en que Ed-wards no deja lugar a dudas acerca de lo que afirmo: El alma colectiva de lasociedad se ha ido transformando o demoliendo; las reformas polticas o civiles noson sino efectos de esa honda revolucin moral. No se trata aqu de luchas ms omenos accidentales, entre intereses de castas de principios divergentes en la tcni-ca constitucional, lo que vemos es la rebelda del alma, de la cultura contra su

    pasado, esto es un fenmeno de carcter universal que se deja sentir en todos losespritus consciente o inconscientemente; el ignorante lo experimenta como el sa-bio, el grande como el pequeo84.

    Quedando clara la similitud Spengler-Edwards en cuanto al concepto alma,llama la atencin una contradiccin en que cae el autor chileno. Si la evolucin delalma se deja sentir en todos los espritus, la experimentan el ignorante como el

    77 La decadencia de Occidente, Vol. I, 153.78 Op. cit., 89.79 Op. cit., 217.80 Ibid.81 La fronda, 13, 63, 140, 159, 201, 215, 310 y otras.82 Op. cit., 13.83 Op. cit., 215.84 Op. cit., 139-140.

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    sabio, el grande como el pequeo, no se comprende por qu el devenir de nuestraalma nacional se exprese solamente en la orientacin que fue dando a nuestra vida

    poltica una cantidad relativamente muy pequea de nuestra poblacin: los nota-bles de Santiago. La inmensa mayora de los habitantes del pas (los ignorantes ypequeos) que, como vimos, Edwards califica de ganado humano, para dar aentender su imposibilidad de participar activamente en la vida nacional, no parecehaber seguido el ritmo que habra sealado el alma nacional. Era esa mayoraajena al alma nacional?

    2) Estar en forma (Spengler), estado en forma (Edwards)

    Otro concepto que usa Alberto Edwards, cuya paternidad es de Spengler, es elde estado en forma. Esto se encarga de aclararlo el mismo Edwards cuando dice:la vigorosa expresin de Spengler estado en forma tiene un significado muchoms hondo que lo que a primera vista aparece: ella implica no solo la sucesinregular del gobierno conforme a un orden jurdico e histrico, sino la existencia enla sociedad de sentimientos hereditarios, de fuerzas espirituales superiores queconstituye el estado en un ser viviente, orgnico, provisto de un alma colectiva85.

    Aun cuando la paternidad spengleriana del concepto es indudable, la de todas laconnotaciones que le asigna Edwards no lo es tanto. Para el pensador alemn no esel estado el que posee un alma, sino las culturas o pueblos, verdaderos protago-

    nistas de la historia mundial. Estado es solo una condicin que puede adquirir unpueblo. Para Spengler el concepto estar en forma es aplicable a cualquier servivo, entre otros, un pueblo, el que est en forma cuando constituye un estado.

    Estar en forma es para Spengler lo siguiente: En forma est una cuadra decaballos de carrera, cuando, seguros de sus articulaciones, saltan los potros con finoempuje las vallas y se mueven con igual ritmo por la llanura. En forma estn losluchadores, los esgrimidores, los futbolistas, cuando obran las mayores audacias connaturalidad y ligereza. En forma est una poca del arte cuando ha convertido latradicin en naturaleza, como el contrapunto en Bach. En forma se haya un ejrcitocomo el de Napolen en Austerlitz y el de Moltke en Sedan. () toda diplomacia

    triunfante, toda tctica, toda estrategia, no solo de los Estados, sino de clases ypartidos, todo proviene de unidades vivientes que se hallaban en forma86.Spengler define as la dimensin poltica de estar en forma. Sucede en poltica lo

    que en todo arte grande y llegado a la madurez: los xitos presuponen que la existen-cia se haya perfectamente en forma, que el gran tesoro de experiencias remotas seha convertido en instinto, en un instinto tan inconsciente como evidente87. Ya vi-mos que, segn Spengler, para un pueblo esto significa constituir un estado.

    As, lo que para Edwards es la vigorosa expresin de Spengler estado enforma, responde a lo que el alemn considera simplemente como estado. Peroms que para hacer notar la tautologa en la expresin del chileno, la que Edwards

    85 Op. cit., 68.86 Las decadencia de Occidente, Vol. II, 422.87 Op. cit., 394.

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    pudo realizar, quiz intencionalmente con el fin de recalcar la idea de fondo, lasconsideraciones precedentes sirven para mostrarnos cmo Edwards aplic la fr-

    mula spengleriana para explicar el xito poltico de la obra de Portales. Refirindo-se a esta, Edwards afirma: la idea majestuosamente simple que inspir a donDiego Portales, era realizable y capaz de organizar un poder duradero y en for-ma, porque ella reposaba en una fuerza espiritual orgnica que haba sobrevividoal tiempo de la independencia: el sentimiento y el hbito de obedecer a un gobiernolegtimamente establecido88.

    De modo que para Spengler el estar en forma polticamente presupone quelas experiencias remotas se han convertido en instinto, en un instinto tan incons-ciente como evidente. Solo as es posible el xito. Para Edwards, la obra dePortales consisti en organizar el poder duradero y en forma, hacindolo reposaren una fuerza espiritual orgnica que haba sobrevivido al tiempo de la indepen-dencia: el sentimiento y el hbito, etc., de all su xito.

    La influencia del alemn en el chileno parece clara. Sin embargo, como en elcaso de algunos puntos ya estudiados no se puede concluir de analizar el conceptode Edwards estado en forma sin sealar que es posible encontrar el germen deesta idea en algunos de sus escritos anteriores a su conocimiento de La decadenciade Occidente. As, en La organizacin poltica de Chile, refirindose al panoramade la poltica chilena durante el perodo pipiolo, afirma: En cuanto a los elemen-tos o fuerzas sociales que entre nosotros existan, por muy capaces que fueran de

    poder transformarse en un poder poltico, se encontraban entonces, como era natu-ral, informes y sin organizacin. () Don Diego Portales, diez aos ms tarde, sinhaber ledo un libro, supo comprender cul era la fuerza que el pas dispona paraconstituirse en forma definitiva, etc89.

    Aunque Edwards al decir en forma definitiva no emplea el trmino en suconnotacin spengleriana (no poda hacerlo), est indicando que, a su juicio, exis-ta un tipo de organizacin que nos era natural. Esta idea se aproxima a lo quedespus enLa fronda llamar estado en forma.

    3) Fronda

    Fronda es para Spengler lo siguiente: Cuanto ms se aproxima un estado a suforma pura, cuanto ms absoluto se hace, cuanto ms se desentiende de cualquierotro ideal formal, tanto ms peso adquiere el concepto de nacin frente al de clase;y llega el momento en que la nacin es gobernada como tal nacin, y las clases norepresentan sino diferencias sociales. Contra esta evolucin, que es una de lasnecesidades de la cultura, sublvanse una vez ms las anteriores fuerzas, nobleza ysacerdocio. Para estas est en juego todo: el herosmo, la santidad, el viejo dere-cho, la jerarqua, la sangre, etctera. () esta lucha de las clases primordialescontra el poder del Estado toma en Occidente la forma de La Fronda90.

    88 La fronda aristocrtica, 56.89 La organizacin poltica de Chile, 50 y 56.90 La decadencia de Occidente, Vol II, 450.

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    88 HISTORIA 37 / 2004

    Observemos ahora qu significa fronda para Edwards. Dice: La historia polti-ca de Chile independiente es la de una fronda aristocrtica casi siempre hostil a las

    autoridades de los gobiernos y a veces en abierta rebelin contra ellos. Esa frondaderrib a la monarqua en 1810, a OHiggins en 1823, puso, aos ms tarde, aldecenio de Montt al borde de la ruina, y desde entonces hasta 1891, en tiempos depaz como de borrasca, fue poco a poco demoliendo lo que haba sobrevivido de laobra organizadora de 1833. Entonces, duea absoluta del campo, se transform enoligarqua.

    Como se puede apreciar, el concepto de fronda en el autor alemn y en elchileno son parecidos. Para Spengler, fronda es la lucha de las clases primordialescontra el poder del Estado. Para Edwards, la historia de Chile republicano sigue elritmo de los afanes de nuestra fronda aristocrtica en su pugna contra el estadoen forma.

    Edwards usa la palabra fronda, pero al agregarle el trmino aristocrtica, caenuevamente en una tautologa, pues toda fronda, por definicin, es aristocrtica. Esun galicismo no aceptado, en la acepcin que nos interesa, por el Diccionario de laLengua de la Real Academia Espaola.

    Que Edwards no manejaba adecuadamente el concepto de fronda queda anms claro cuando dice: Lo que se ha llamado la Fronda Aristocrtica, es decir, lalucha, casi constantemente pacfica de nuestra oligarqua burguesa y feudal contrael poder absoluto de los presidentes, lucha que se inici en 1849 y tuvo su desenla-

    ce en 1891, es un fenmeno idntico al que en Europa transform, sobre todo apartir de 1848, las antiguas monarquas de derecho divino en gobiernos parlamen-tarios, dominados por la plutocracia burguesa91.

    Este prrafo, sin duda uno de los menos felices de Edwards, introduce conside-rable confusin. En primer lugar, cuando siguiendo la t