EDUCAR Y CRECER SIEMPRE EN LA FE...PRESENTACION En la Solemnidad de Nuestro Señor Cristo Rey del...

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Mons. Ángel Rubio Castro OBISPO DE SEGOVIA EDUCAR Y CRECER SIEMPRE EN LA FE Carta Pastoral 2013/2014

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Mons. Ángel Rubio Castro

OBISPO DE SEGOVIA

EDUCAR Y CRECERSIEMPRE EN LA FE

Carta Pastoral 2013/2014

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PRESENTACION

En la Solemnidad de Nuestro Señor Cristo Rey del Universo se clausura elAño de la fe (24-XI-2013) y nosotros seguimos siendo Educadores de la fe,siempre.

“La puerta de la fe” (Hch 14,27) está siempre abierta para nosotros. LaAsamblea General de los Obispos en el pasado mes de octubre de 2012 nos haofrecido el mensaje de la nueva evangelización para la transmisión de la fe cris-tiana. La Iglesia siempre es consciente de su fe para avivarla, para purificarla,para comunicarla, confirmarla y confesarla. Por la fe “Don de Dios” seguimossiendo discípulos de Cristo. Por la fe descubrimos a Cristo presente en nues-tras vidas y en la historia. Si nos falta la auténtica fe no podemos agradar aDios, no podemos salvarnos (Rom. 13, 13-14).

“Busca la fe” (2 Tm. 2,22) “Permanece en lo que aprendiste y creíste” (2 Tm3,15). Que nadie se vuelva perezoso en la fe (P.F. 15) Esto es lo que nuestromundo necesita; y las grandes instituciones de nuestra sociedad - familia, pa-rroquia y escuela- han de colaborar para que, iluminados en la mente y en elcorazón por la Palabra del Señor, sean capaces de “Educar en la fe”, es decir,que a su luz el corazón y la mente de muchos, sobre todo niños y jóvenes, des-cubran el deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin y sabiendosiempre que “la fe se fortalece dándola”(Juan Pablo II).

El Papa Francisco nos ha dicho en la reciente Jornada Mundial de la Ju-ventud de Río de Janeiro que la fe es fruto de un encuentro vivo con Jesús. Poreso es impensable una fe en Cristo “descafeinada”, “no licuen la fe en Cristo”

Escribo esta carta pastoral a todos los diocesanos de Segovia, convencido deofrecer un servicio para cumplir mejor las diversas formas del Ministerio de laPalabra: sacerdotes, catequistas, profesores de religión, familias y agentes depastoral; con diversas responsabilidades. Cada uno de los temas termina invi-tando a “RECORDAR Y ACTUAR” señalando con número el Documentode la Conferencia Episcopal publicado en el mes de febrero de 2013: “Orien-

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taciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuelaen la Trasmisión de la fe”.

El anexo final, “Los doce artículos de la fe”, es la síntesis fundamental de loque todo cristiano debe creer.

Segovia en la clausura del Año de la Fe

+Ángel Rubio CastroObispo de Segovia.

I. EL ARTE DE EDUCAR

La Pedagogía como ciencia es muy moderna, pero la Pedagogía como arte,es decir el arte de la educación tiene un origen muy antiguo, fue siempre el«arte» de educar a los niños y a los jóvenes.

En los tiempos modernos se ha extendido su ámbito de acción a los adultos.

El objetivo último de la pedagogía es encontrar la forma más adecuada detransmitir más conocimiento, más actitudes, una manera de vivir.

Todavía es más antiguo el hecho de la educación aunque ésta se diera sinarte alguno, pues en rigor, el hecho de la educación es tan antiguo como elhombre. Podría no existir todavía -y de hecho así sucedió- arte alguno y muchomenos de la ciencia de la educación; pero ya existía propiamente la educaciónmisma.

En la relación pedagógica la educación surge como una interacción que sepropone la formación de la persona humana; es una educación orientada a laformación de hombres conscientes, responsables, libres, capaces de dialogar,

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dispuestos a construir la convivencia humana sobre la base del respeto mutuoa los derechos y deberes de la persona humana.

La educación no debe considerarse sólo en enseñar lo que otros hayanhecho, sino sobre todo, en capacitar para lo que otros aún no han hecho. Hayque poner el acento más en el descubrimiento y desarrollo de las facultadesexistentes potencialmente en el individuo, que en la adecuación de unos mol-des, forzosamente estrechos de conducta de un determinado grupo. Hay queadmitir que el joven pueda evolucionar haciendo innovaciones y saltándoseciertas barreras anteriormente vigentes. En esta perspectiva, la educación senos presenta menos como un intento de modelar la juventud conforme a unasnormas establecidas que como una ayuda que la sociedad concede al jovenpara que éste sea capaz de superar el modelo imperfecto y limitado que aque-lla le ofrece.

Hay que enseñar o mejor capacitar a los niños para vivir en un mundo denuevas dimensiones, siempre cambiantes, que contrasta enormemente con elpasado, ya que durante muchos siglos todo consistía en impregnarse de las tra-diciones sobre las que reposaba el fundamento de una sociedad estática.

La educación es un proceso que hace relación directa a los aspectos especí-ficamente humanos del hombre. Educar es ayudar al desarrollo y afirmacióndel carácter propio en la humanidad y en cada hombre.

Ahora bien, si la educación es un proceso perfectivo ordenado directamentea la realización del hombre como hombre, no es menos cierto, que el fin de laeducación ha de ser congruente con el fin último del hombre. Esto no implicaconfusión, sino ordenamiento y jerarquización de fines.

Partimos de una lúcida declaración del Concilio Vaticano II, en la que seafirma la educación integral como consecuencia lógica de la realidad unitaria,dentro de su complejidad, de la persona.

He aquí sus palabras:

“Una educación que responde al propio fin, al propio carácter, al diferentesexo, y que sea conforme a la cultura y a las tradiciones patrias, y al mismo

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tiempo esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos, a fin de fo-mentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educaciónse propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y albien de las sociedades, de las que el hombre es miembro” (GEM, nº 1).

No es posible dicotomizar la persona humana; y por consiguiente, tam-poco la acción educativa. Proponer una educación de la fe fuera de un procesointegrador que promueva la formación total de la persona, es condenarnos auna religiosidad exotérica. Y, por supuesto, desconocer la ley más fecunda dela catequesis cristiana: La Ley de la Encarnación.

Los principios modernos de la educación son los supuestos básicos y ne-cesarios para una recta pedagogía de la fe, aunque esta tenga su propia ori-ginalidad.

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

Los obispos miembros de la Conferencia Episcopal Espa-ñola, fieles al mandato del Señor, servidores del Evangelioen esta hora de la Iglesia, y deseando ardientemente ofrecerorientaciones adecuadas para coordinar la transmisión de lafe, buscamos y queremos ayudar a los padres de familia en sudifícil y hermosa responsabilidad de educar a sus hijos; a lossacerdotes y catequistas en las parroquias en la paciente yapasionante misión de iniciar en la fe a las nuevas genera-ciones de cristianos; así como a los profesores de religión enlos centros de enseñanza, estatales y de iniciativa social, ca-tólicos o civiles, preocupados y entregados a la noble tarea deformación de niños y jóvenes. (nº6).

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II. EDUCACION CRISTIANA

El hombre puede ser educado a cualquier edad y hasta necesitará serlo; peroel periodo normal de la educación es el tiempo de la infancia y adolescencia.La obra educadora se ejerce sobre el hombre y más en concreto sobre el niñoy el adolescente.

Muchas veces al hablar de educación cristiana pensamos en la escuela ca-tólica. Sin embargo este punto de vista es demasiado restringido. Cuando sehabla de educación cristiana se habla de la formación completa del hombretanto desde el aspecto individual como del aspecto social, tanto a la luz de larazón y de la ciencia, como a la luz de la fe; tanto por la relación con la ciudadterrena como por la relación con el reino de los cielos.

Por tanto todos los niños cristianos tienen derecho a una educación cristianay no solamente aquellos que asisten a las escuelas católicas.

Además, cualquiera que sea la importancia de la escuela y su finalidad casiinsustituible en la educación, no puede, por si sola formar a los niños com-pletamente tanto si se trata de una escuela católica como de una escuela nocatólica.

Otros confunden la educación cristiana con la enseñanza religiosa; cierta-mente la enseñanza religiosa es muy importante indispensable, pero la educa-ción cristiana no es solamente una enseñanza sino que debe llenar toda la vidahumana, puesto que es por medio de sus actividades, religiosas y profanascomo el hombre debe acomodarse a Cristo según la voluntad de Dios.

Por consiguiente, no se puede tener la conciencia tranquila por el solo hechode mandar a los niños a una escuela católica o de mandarlos al catecismo. Laeducación cristiana es mucho más amplia.

El papel de la educación cristiana no se puede reducir a simple servidora dela educación humana o bien de situarla a nivel de educación humana.

En realidad la educación cristiana no solo no está a nivel de la educación hu-mana, sino que la comprende completamente. La purifica y la vivifica a la vez

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que le proporciona un precioso apoyó. Además la educación cristiana aventajaa la educación humana dando al hombre una nueva manera de relacionarse conDios y con los otros hombres y orientándolos hacia Dios y su Reino.

El Concilio ha descrito la educación cristiana de esta manera: "Esta educa-ción no busca solamente la madurez de la persona humana anteriormente des-crita, sino que pretende principalmente que los bautizados, introducidosgradualmente en el Misterio de la Salvación, sean cada día más conscientes delDon de la fe en que han recibido: que aprendan a adorar a Dios Padre en es-píritu y verdad (Juan 4,23) sobre todo en el culto litúrgico, que se forma demanera que lleven su propia vida según el hombre nuevo dentro de una justi-cia y de una santidad verdaderas (Efes, 4,22-24) y que así llegando al hombreperfecto en la edad de la plenitud de Cristo (Efes,4,13) aporten su contribu-ción al crecimiento del Cuerpo Místico".

El objetivo de la educación en general es la formación de la persona humana.

Por tanto no se trata de hacer al hombre capaz de producir más o de con-sumir más. Se trata de ayudarle a ser más hombre, más persona. Por eso hemosde tener un concepto muy claro de la vocación del hombre, de su destino, desu origen, de su misión, etc. si no queremos errar en nuestro papel de educa-dores. "Es fácil la tentación de no reconocer a la persona humana como valorfundamental y supremo, en una sociedad en la que la búsqueda predominantedel poseer se convierte en un obstáculo para el ser". La educación cristiana taly como nos la describe el Concilio, se polariza, toda ella en torno al conoci-miento del hombre del mundo y de Dios. Por tanto nos equivocaríamos sipensáramos que la educación cristiana ha de estar separada de la educaciónhumana. En realidad educación humana y educación cristiana son una mismacosa y convergen en este humanismo pleno que Pablo VI ha descrito en su en-cíclica Populorum Progressio, n. 19.

Si queremos un mundo más humano, es necesario buscar una educaciónorientada a la formación de hombres conscientes, responsables, libres, capaces dedialogar, dispuestos a construir convivencia humana sobre la base del respetomutuo a los derechos y deberes de la persona humana. (Cf. Comisión Episco-pal de Enseñanza y Catequesis, La Iglesia y la educación en España hoy, 1969).

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Todos los cristianos por el hecho de su bautismo tienen derecho a una edu-cación cristiana. Este derecho impone un deber a toda la Iglesia. Efectivamente,ella está obligada como madre a asegurar la educación que impregnara toda suvida del espíritu de Cristo. El Papa Francisco nos ha dicho en la Jornada Mun-dial de la Juventud: “Ayudemos a nuestros jóvenes a redescubrir el valor y laalegría de la fe, la alegría de ser amados personalmente por Dios. Educarlos enla misión, a salir, a ponerse en marcha, a ser callejeros de la fe. Así hizo Jesúscon sus discípulos: no los mantuvo pegados a él como la gallina con los polli-tos; los envió. No podemos quedarnos enclaustrados en la parroquia, en nues-tra comunidad, en nuestra institución parroquial o en nuestra institucióndiocesana, cuando tantas personas están esperando el Evangelio. Salir, envia-dos. No es un simple abrir la puerta para que vengan, para acoger, sino salir porla puerta para buscar y encontrar. Pensemos con decisión en la pastoral desdela periferia, comenzando por los que están más alejados, los que no suelen fre-cuentar la parroquia. Ellos son los invitados a la mesa del Señor.”

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

La Iglesia, consciente en todo momento de su misiónde anunciar el Evangelio, ha considerado siempre la for-mación de los fieles como una de sus tareas esenciales. Hoy,atenta a dicha misión y dadas las circunstancias sociocul-turales, donde todo cambia con vertiginosa rapidez y dondela fe de los creyentes se encuentra acosada y contrastada portantos interrogantes, la Iglesia ofrece, también, su regazode madre y maestra al servicio de la educación integral delhombre.(nº3)

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III. LA FAMILIA

Los padres ocupan un lugar primordial en la educación humana y cristianade sus hijos, estos son la prolongación de los padres, que al asumir la respon-sabilidad de engendrar un hijo, asumen, al mismo tiempo, la de su educación.El Concilio Vaticano II ha dicho de una manera genérica: “los padres, porquehan dado la vida a sus hijos, tienen la grave obligación de educarlos, y por estemotivo deben ser reconocidos como sus primeros y principales educadores.Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que cuando faltadifícilmente puede suplirse” (Declaración Gravissimum Educationis, 3)

La primera comunidad donde se desenvuelve la vida del niño es la familiay en este medio ambiente que le rodea el pequeño es como una cera blandadonde se graban con facilidad toda clase de impresiones. El niño parece ab-sorber, inconscientemente, —en el primer año de su existencia— todo lo quetiene a su alrededor, no ya con su mente, sino con su vida. Es decir, el niño in-conscientemente adquiere el “mundo entero”; después todo este mundo irápasando del inconsciente al consciente.

Con frecuencia los padres son víctimas de un defecto. Se preocupan antetodo del desarrollo físico y fisiológico de sus hijos; el cultural va quedandopara el maestro a medida que avanza en edad y en cuanto a la maduración es-piritual quizás se deje prácticamente “a la Iglesia” (entendiendo por tal, a lossacerdotes y religiosos). Se trata de un error grave pues, en tal caso, lo religiososuele quedar en la vida como algo postizo para siempre.

Sin embargo, la génesis de crecimiento del hombre forma una unidad en lavertiente humana y en la religiosa, o mejor, es la misma porque no crecen porcaminos distintos. El medio normal en donde se realiza este crecimiento del serhumano es el hogar. Por tanto, es misión de la familia, de los padres, ser los pri-meros educadores en la fe. “Corresponde a los padres crear en la familia un am-biente animado por el amor y la piedad hacia Dios y hacia los hombres quefavorezca la educación íntegra, personal y social de los hijos” (Ídem.)

Siempre ha sido relevante anunciar con esmero y vigor el evangelio de la fa-milia. Hoy es más urgente. Nuestro pueblo aprecia mucho a la familia. Los

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jóvenes la valoran y desean crear una familia, a pesar de las dificultades. Aun-que hay voces empeñadas en desfigurar la realidad misma del matrimonio, cre-emos que, ser esposo y esposa, padre y madre, es algo imprescindible paraformar un hogar sobre el quicio del matrimonio.

Ya, en los primeros momentos del cristianismo, la familia aparece como tras-misora de la fe de los padres, así como en algunos países donde los sistemas de ide-ología totalitaria prohibían toda creencia religiosa. De manera que la transmisiónde la fe se hacía en la familia, lugar idóneo e íntimo para acoger a los hijos cuidarde la salud corporal y espiritual, ámbito de la ecología humana, santuario de viday esperanza de la sociedad. Una comunidad creyente y evangelizadora pasa por lafamilia como institución básica para trasmitir la fe. Como ha dicho el papa Be-nedicto XVI, “la familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilí-sima e ineludible, como es trasmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo,muerto y resucitado y la inserción en la comunidad eclesial”.

Si la transmisión de la fe encuentra en la familia un entramado de comu-nicación y afecto que permite hacerla vida, es ella el ámbito de relaciones per-sonales donde se produce el despertar religioso que tan difícilmente se logra enotros ámbitos. Es, asimismo, lugar privilegiado para aprender la oración: en lafamilia, la plegaria se une a los acontecimientos de la vida, ordinarios y espe-ciales; la oración familiar representa el germen del diálogo de cada persona conDios; el seno de la familia es el primer lugar natural para la preparación de losSacramentos. Las primeras oraciones se aprenden en la vida de familia

Los padres son los primeros educadores y evangelizadores de los hijos. Por ello,en virtud del sacramento del matrimonio están llamados a ser los primeros res-ponsables de la transmisión de la fe a sus hijos. Es más, rezando con los hijos, de-dicándose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciéndose en laintimidad del Cuerpo- eucarístico y eclesial- de Cristo mediante la iniciación cris-tiana, llegan a ser plenamente padres, es decir, engendradores no sólo de vida cor-poral, sino también de aquella que, mediante la renovación del Espíritu brota dela Cruz y Resurrección de Cristo. En muchos casos las familias no tienen vigorni autenticidad religiosa para educar cristianamente a sus hijos mediante la ex-periencia doméstica compartida de una vida cristiana efectiva, con hechos, sím-bolos y prácticas religiosas. No se vive en un mundo iluminado y transformado

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por la presencia de un Dios creído. Donde no hay fe efectiva ya no es posibleayudar a los niños y jóvenes a desarrollarse, a crecer y vivir como cristianos. Y sinembargo, una buena pedagogía de la fe, nos dice que como mejor se aprende acreer en Dios es conviviendo y practicando las manifestaciones de la fe con per-sonas creyentes que nos inspiren admiración y confianza. Por eso, para un niñoo para un joven, no hay mejor forma de aprender a vivir como cristiano que prac-ticando la fe con sus padres. En los años de la infancia quien mejor puede influires la madre, en los años de adolescencia y juventud es necesario que se sume elejemplo y la influencia del padre, abuelos, de otros familiares, de los amigos dela familia. Se aprende a creer viviendo con quienes creen. Eso no se puede haceren ninguna parte como en la propia familia.

Lo que ha ocurrido es que en algún tiempo la Pastoral no se ocupó delas familias, al preferir la parroquia asumiera la tarea de catequista y de educa-dora. Hoy la Pastoral se dirige a la familia tanto para prepararla a cumplir consus funciones educadoras como para asistirla en su obra de iniciación cate-quística del niño y solicitar finalmente su colaboración de apoyo en la accióncatequística de la Iglesia durante los años consecutivos a la primera infancia.La función que tiene la familia es insustituible.

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

La fe necesita un clima y, para la gran mayoría, la familia esel ámbito en el que las complejas relaciones, que establecemosen la vida cotidiana, afectan a lo más profundo de nuestra per-sona, porque tocan directamente lo más íntimo de nosotrosmismos. Los valores más profundos y los bienes más valiososlos compartimos en el marco de la vida familiar. Es ahí dondeestamos llamados a compartir el tesoro de la fe. Muchos pode-mos afirmar que en nuestra familia aprendimos a rezar y a fiar-nos de Dios. Hoy es necesario, antes que nada, cuidar en lasfamilias el despertar religioso de los hijos y acompañar ade-cuadamente los pasos sucesivos del crecimiento de la fe.(nº 40)

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IV. PADRES CREYENTES

La fe es una respuesta del hombre hacia ese Dios que se hace presente en suvida. Dios se hace presente en nuestra vida y busca no solamente hacerse co-nocer, sino que también espera una respuesta. Quiere establecer con el hom-bre un pacto, una alianza. Esto implica dos cosas: conocimiento y comunión.En el caso de la familia, el papel tremendo del padre y de la madre creyente estomar a Dios (dicho de manera gráfica) de la mano para enfrentarlo, para re-velarlo al hijo. Eso en ellos implica conocimiento. Pero, ¿Cómo puedo yo re-velar a otra persona -en este caso al niño- a alguien que yo no conozco?. O loque sería más grave podría revelarlo de una manera deformada.

La paternidad de Dios se cumple para el niño por la paternidad humana.Al descubrir el niño que es amado por su padre y su madre, descubre que esamado por Dios, porque el rostro de Dios es para él como el de un padre. Laexperiencia fundamental del niño que se sabe envuelto de ternura por sus pa-dres, que se siente protegido por ellos y que experimenta la facilidad de vivirbajo su mirada es una prefiguración del acceso a Dios.

En una encuesta que se hizo sobre el sentido de Dios a niños entre los cincoy diez años, se les preguntaba. ¿Quién se parece más a Dios tu papá o tu mamá?Algunos respondieron:

– “Mamá, porque las madres suelen perdonar las trastadas igual que Diosperdona los pecados”.

– “Mamá, porque es más buena y más cariñosa”.– “Los dos, papá y mamá, se parecen a Dios en la bondad, en el cuidado

y en el cariño”.– “Los dos son muy buenos, igual que Dios”.

Hay algo muy positivo en estas respuestas: para todos estos niños nom-brarles a Dios es hablarles de cariño, bondad y ternura.

Tienen que ser los padres los que ayuden al niño a penetrar en el misteriode Dios. Es para el niño un momento de felicidad el sentirse amado por suspadres que le sonríen y le rodean.

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Un día fue porque, al sentir un miedo horrible, se encontró levantado porlos brazos de su padre. Otro día, recibió un regalo que esperaba con ilusión…Cada una de estas ocasiones va revelando al niño algún aspecto de la bondadde Dios o de su grandeza. El Dios que crea y salva se expresará por tanto, a tra-vés de los padres. Así, pronto el niño será capaz de adivinar su presencia velada,incluso en la misma corrección hecha con cariño.

En cambio, muchos de los niños que no han vivido una experiencia pro-funda de amor filial, sólo podrán comprender a través de la inteligencia y dela memoria el “Padre nuestro”.

Para el niño que recibe toda la fortuna de la tierra y del cielo en el amor desus padres, cotidianamente inclinada sobre él.

El niño será llevado hacia Dios a partir de las realidades familiares y de losgestos cotidianos. La catequesis familiar no es sólo transmisión vocal de co-nocimientos, es más bien toda una vida que se desarrolla en torno al niño. Lacatequesis familiar conduce toda la vivencia de un hogar.

Si nosotros mirásemos hacia atrás, recordaríamos que en casa no se hablómucho, que no hubo grandes discursos teológicos, pero sí descubrimos unaserie de actitudes constantes. Podemos decir en muchos casos que hemos vistoa un hombre y una mujer que en los altos y bajos de la vida, en las alegrías ylas penas, en la salud y la enfermedad siempre mantuvieron un valor que es-taba por encima de las contingencias, un valor que lo penetraba todo, que eraDios. Eso se grabó profundamente en nuestras almas de hombres. Hoy quizápodemos verlo objetivamente. Y todo esto puede suceder en hogares sencillos,muy modestos y hasta sin instrucción.

Esta es la mejor catequesis en la primera infancia, decisiva desde el puntode vista pedagógico- religioso y de difícil acceso para el sacerdote

La función de la familia en la pastoral de la Iglesia es insustituible. Fruto deesta pastoral doméstica sería el incremento de aquellas vocaciones que hoytanto nos preocupan: sacerdotes, catequistas, maestros cristianos, religiosas...y el comienzo de una auténtica catequesis de adultos.

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Los padres cristianos deben superar posibles complejos de inferioridad enrelación con la educación religiosa y cristiana de sus hijos y convencerse deque no necesitan especiales conocimientos teológicos, sino asumir sencilla yconfiadamente los dones sacramentales y de la gracia que derivan de su ma-trimonio.

De ahí que nunca se subrayará con suficiente énfasis que la preocupaciónpastoral del sacerdote por la familia es hoy el elemento más importante de unapastoral de acuerdo con la época. Fruto de esta pastoral doméstica sería el in-cremento de aquellas vocaciones cuya falta hoy tanto nos preocupa: sacerdo-tes, catequistas, maestros cristianos, etc. Y sobre todo la organización de unaauténtica catequesis de adultos.

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

Los padres son los principales y primeros educadores. Ellosson el espejo en el que se miran los niños y adolescentes. Ellosson los testigos de la verdad, el bien y el amor; de ahí su gran res-ponsabilidad en el crecimiento armónico de sus hijos. La ini-ciación en la fe cristiana es recibida por los hijos como latransmisión de un tesoro que sus padres les entregan, y de unmisterio que progresivamente van reconociendo como suyo ymuy valioso. Los padres son maestros porque son testimoniovivo de un amor que busca siempre lo mejor para sus hijos, fielreflejo del amor que Dios siente por ellos. La familia cristiana seconstituye así en ámbito privilegiado donde el niño se abre almisterio de la trascendencia, se inicia en el conocimiento deDios, comienza a acoger su Palabra y a reconocer las formas devida de los que creen en Jesús y forman la Iglesia. (nº 41)

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V. PADRES NO PRACTICANTES

Según el “Ritual del bautismo de niños” a esto se comprometen los pa-dres al pedir el bautizo para sus hijos: “educarlos en la fe para que guardandolos mandamientos amen Señor y al prójimo como Cristo nos enseña en elEvangelio".

Esto es lo que prometen al renovar las promesas de su propio Bautismo es-forzarse “en educarlos en la fe de tal manera que esta vida divina quede pre-servada del pecado y crezca en ello: de día en día. Y cuando se le entrega el ciriopascual con la luz de Cristo, el celebrante les recuerda. "A vosotros padres y pa-drinos se os confía acrecentar esta luz. Que vuestros hijos, iluminados porCristo, caminen siempre como hijos de la luz. Y perseverando en la fe puedansalir con todos los santos al encuentro del Señor”. Y por último en la bendi-ción de despedida reciben gracia especial para ser “los primeros que de pala-bra y de obra, den testimonio de la fe ante sus hijos, en Jesucristo nuestroSeñor”. Hay muchas familias que más o menos conscientemente han renun-ciado a su derecho y a su deber de primera educadora de los hijos. De ahí re-sulta que las instituciones siguientes la parroquia la escuela se resienten delmalestar producido por la falta de las intervenciones educativas familiares a sudebido tiempo que son luego, sin duda de ningún género, insustituibles en lasfases evolutivas consiguientes. "Lo que la familia no ha hecho es difícil lograrloen otras instituciones.

Unas familias no están capacitadas para cumplir su misión pedagógica.Otras viven apartadas de la comunidad parroquial, de la vida sacramental y li-túrgica. Con estas familias conviene adoptar una línea pastoral hecha a base dediálogo, de proximidad, de etapas, para así ayudando poco a poco a los padresa comprender, en primer lugar, el alcance de toda educación humana y moralabrirse poco a poco a las dimensiones de una educación positivamente reli-giosa.

Son familias a menudo pobres de medios de expresión y poca frecuenciaobstaculizadas con preocupaciones materiales. Reclaman de verdad un apoyode la comunidad cristiana. Con ellas hay que realizar una verdadera evangeli-zación.

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Si los padres no estuvieran preparados, es preciso desarrollar toda una pas-toral familiar en este sentido con ocasión de la celebración, del matrimonio,de la administración del bautismo, de la admisión de los niños a la catequesis,de la primera comunión, etc.

Si los padres viven alejados de toda práctica religiosa al margen de la vidade la Iglesia, es especialmente necesaria la presencia de militantes cristianos, yde hogares cristianos, en la catequización, que de alguna manera supla las de-ficiencias que el bautizado encuentre en su familia y que, en la medida de loposible, ayuden discretamente a los padres a una evolución positiva.

En estos casos la clase de religión podría ayudar en la educación de la feporque si los padres no se oponen a la enseñanza religiosa de sus hijos no porello se lesiona la libertad religiosa, aunque por supuesto no la profesan de unamanera consciente y explícita.

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

Es muy frecuente la petición del Bautismo para sus hijospor parte de padres que no cumplen habitualmente los pre-ceptos de la Iglesia, sin que esto signifique un rechazo ex-plícito de ella. Esta actitud es, las más de las veces,consecuencia de un ambiente descreído o religiosamente in-diferente, de dejadez o falta de formación cristiana. En estoscasos, el sacerdote, en el clima de un dialogo comprensivo,procurará despertar en esas personas su sentido de respon-sabilidad hasta que den una esperanza firme de que la edu-cación cristiana de sus hijos quede asegurada. (DirectorioDiocesano n 42)

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VI. PADRES NO CREYENTES

Los padres al engendrar a sus hijos contraen la obligación de educarlos en con-diciones de afrontar la vida a su debido tiempo. Son responsables de la educaciónde sus hijos. La razón de la educación es asegurar el progreso del linaje humano pormedio de la transmisión de lo mejor que tienen los padres. El fin de la educación eshacer que los hijos, a su debido tiempo, puedan desarrollar progresivamente su serde hombres y personas. Este deber y derecho de los padres con relación a la educa-ción de los hijos no se basa solamente en el hecho de que sobre ellos recae primor-dialmente la responsabilidad en tan importante cuestión, sino sobre todo en lanecesidad que tienen los hijos de recibir la educación precisamente de sus padres yen que nada pueda reemplazar esta educación.

Por tanto, puede ocurrir que existan padres que no están bautizados, que no soncatólicos, pero sus hijos no pueden ser  “arreligiosos”. Tienen derecho a una forma-ción religiosa. La que sea. No se puede caer en un indiferentismo religioso.  El silen-cio muchas veces no es imparcial. La Iglesia católica siempre ha respetado este derechode los padres y por eso permite que los niños sean bautizados cuando sus padres lospresentan al bautismo y prohíbe que sean bautizados los hijos de no católicos sin elconocimiento de sus padres. Este respeto de la Iglesia ha sido tan grande que aún enlos Estados oficialmente católicos, incluso en los Estados pontificios, siempre ha res-petado ese derecho de los padres.

En la edad media se planteó esta misma cuestión referida a los judíos. Nuncaadmitió la Iglesia que se sustrajeran los niños judíos a sus padres para educarlos enla fe cristiana. Dejaban deliberadamente a esos niños en una situación que juzga-ban “desgraciada”, sin tener ellos la menor culpa, porque el derecho natural de lospadres a educar a sus hijos les parecía intangible.

El hombre en el orden moral está obligado a seguir el dictamen de su con-ciencia. Y seguir el dictamen de la conciencia, en cuanto a la religión, significa queel hombre tiene obligación moral de practicar aquella religión de cuya verdad seestá convencido, y que cumple con esta obligación, al buscar sinceramente la ver-dad en materia religiosa.

Por eso para los hijos de los padres no católicos que desean que no se dé a sushijos una enseñanza religiosa católica, el Estado debe ofrecer legalmente la posibi-lidad concreta de satisfacer este derecho. La legislación civil sobre esta materia sedebe orientar hacia la aplicación de la doctrina conciliar sobre libertad religiosa a

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la situación española. Por eso ningún cristiano en edad escolar, perteneciente a con-fesiones religiosas distinta a la católica, debería estar privado de educación religiosade acuerdo con la fe de sus padres. Las dificultades que se presentan en circuns-tancias concretas, como en nuestro país, donde el número de otras confesiones cris-tianas es escaso, deberían ser resueltas en cada caso de una manera constructiva. 

En general, la Iglesia, como comunidad misionera, ha de optar por una líneapastoral a base de diálogo y de contactos muy personales con estas familias. Es muyimportante el prestar atención a las realidades de la vida familiar, a los valores pro-pios que subsisten en todo hogar sea cual fuere su postura respecto de la fe. Existe,en este ámbito, todo lo que se ha llamado una “pedagogía del umbral” o prelimi-nar que obliga a los catequistas y sacerdotes a una constante revisión de sus actitu-des con las familias y alienta la tarea, por parte de todos, de suscitar militantescristianos.

No debemos olvidar que la inhibición de los padres en la educación de sus hijoscrea una familia sin alma. Muchas veces se pasa de la fe cristiana como obligacióna la marginación de una educación fundada en los principios cristianos. La felici-dad de las personas, y por tanto de los hijos, guarda una relación intrínseca con elverdadero amor familiar porque está ligada a la realización de la persona, al logrode su plenitud. 

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

La concesión del Bautismo, en estas circunstancias raras yextremas, impone un examen muy exigente de los motivos dela petición y de las garantías de una futura educación de loshijos en la fe. En estos casos, se tendrán particularmente pre-sentes las cualidades de quienes hayan de ser elegidos como pa-drinos. Puede ayudar a los párrocos en su discernimiento quelos padres hagan las promesas por escrito. Sólo si se garantiza só-lidamente la futura educación cristiana de los niños se podráacceder a la petición. En todos los casos descritos, el párrocohabrá de tener muy en cuenta si los abuelos o algún otro pa-riente podrán cumplir el deber de educar cristianamente al niñoy se comprometen a ello. (Directorio Diocesano nº 45 y 46)

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VII. PARROQUIA Y CATEQUESIS

La fe ha de ser uno de los aglutinantes principales merced de los cuales laparroquia se constituye en comunidad. Al hablar de la vida comunitaria en laparroquia se excluye toda concepción meramente material, jurídica o buro-crática de la parroquia. Evidentemente, esta no es el edificio de piedras ni elsimple territorio, ni siquiera una especie de oficina para servicios religiosos. Esuna realidad humana, comunidad viva por el espíritu, célula activa del Cuerpomístico de Cristo; es la presencia de la Iglesia operante en medio del pueblo fiely por otro lado, la presencia de Jesús con la plenitud de su función salvadora.La primera dimensión de la comunidad cristiana vital sabemos que es la fe.

La parroquia recibe y proclama la Palabra de Dios y da testimonio de ellaen la vida cotidiana. Con la colaboración de muchos se ha de lograr que la Pa-labra llegue a todos los fieles con su poder salvador, de modo que la comuni-dad crezca en Cristo fundada en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Toda comunidad cristiana de cualquier tipo como célula del pueblo de Diosy por consiguiente partícipe de la función profética de Cristo está llamada a re-alizar la comunidad de fe: vivir unida en la fe, profesarla delante de los demás,no solo individualmente, sino también comunitariamente. No se puede hablarde comunidad cristiana donde no existe la fe cristiana como base de entendi-miento de sus miembros. En el hombre existe espontáneamente un ciertogrado de religiosidad mas para la comunidad cristiana es preciso que todosden un paso interior a la virtud teologal de la fe.

La catequesis no solo debe tratar de inculcar un acto de fe desvinculado dela vida, sino un espíritu de fe que haga que la comunidad y sus miembros veany resuelvan los problemas bajo aquella luz.

Así como la fe para nacer, tiene necesidad de que se presente un objeto -Jesús- por medio de la predicación, del mismo modo no puede mantenerse ycrecer si no tiene siempre presente el mismo objeto; permanece estéril si la Pa-labra de Dios no es continuamente anunciada de nuevo a los que ya han cre-ído. Todos tienen derecho a encontrar en boca de los sacerdotes la Palabra deDios vivo corroborada en el buen ejemplo que anima y arrastra. Palabra eterna

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y a la vez adaptada al tiempo actual, aplicada a las circunstancias y a los pro-blemas de la comunidad.

La parroquia vivirá así en una santa unión de ideales y de intentos, refle-jándose el único magisterio en todos los ambientes particulares, especialmentecon la intervención de los seglares. Podría decirse que los pobres y los más dé-biles, cuya evangelización se muestra como signo de la época mesiánica tienenespecial derecho a ello.

Para esto ayudará en gran manera la catequesis parroquial de niños y adultos.Es la acción normal de la Iglesia para continuar hasta la muerte la educacióncristiana de sus hijos que ha de asegurarse a toda costa. Con los niños será unacatequesis especialmente de iniciación para preparar a los sacramentos llamadosprecisamente de iniciación. La catequesis que debe ser bíblica y litúrgica que nose dirija solo a la cabeza, sino también al corazón; mejor aún, al hombre entero.No es una escuela donde predomina la información más bien que la vida, sinoque es la transmisión de la verdad de Dios, para transformar con la palabra la vidaen Cristo; no es la comunicación de un simple conocimiento ni de una simplevida sino que lo es de un conocimiento que lo vivifica.

La función propia de la catequesis parroquial será: «Iniciar en la vida litúrgica,integrar en las celebraciones, manifestar la unión de todos en la fe y en la Euca-ristía mediante las obras de caridad, de servicio de unos a otros y el esfuerzo porrealizar una verdadera comunidad eclesial y plural. La catequesis parroquial ayu-dará al descubrimiento de una Iglesia ministerial y al servicio de la militancia cris-tiana. El impulso evangelizador de la parroquia no puede olvidar la educaciónde la fe y la catequización de la muchedumbre de los cristianos. A todos ellos sedirigirá una catequesis menos explícita y sistemática, que se desarrolla ordina-riamente por cauces ocasionales. Entre estos cauces destacan las catequesis pre-paratorias para la recepción de los sacramentos (matrimonio, bautismo, etc.),los tiempos fuertes del año litúrgico, la homilía dominical» (CC 270).

El catecismo “Jesús es el Señor” ha de ayudar a los niños a incorporarsepoco a poco a las formas de vida comunitaria que tengan como punto de con-vergencia la fe común. Conviene recordar que estas formas de vida comunita-ria cristiana son manifestaciones concretas de la iglesia Universal, Para la

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educación de la fe es de suma importancia que estas formas de vida cristianacomunitaria ofrezcan signos tangibles de fe y caridad. La razón profunda esque la revelación del misterio de Cristo a los hombres se realiza hoy mas qui-zás que en otro tiempo, a través de la vida concreta de la comunidad cristiana:El anuncio del misterio de Cristo es una explicitación de las signos litúrgicosy de los signos de caridad fraterna y de fe de la comunidad de discípulos de Je-sucristo, presidida por los sucesores de los apóstoles.

Por eso en aquellos ambientes descristianizados la iniciación eclesial exigi-ría una pedagogía de estilo especial que ayude a los niños a descubrir la vidade la Iglesia en sus signos, es decir a partir de ese conjunto de realidades espi-rituales (fiestas, acontecimientos de actualidad religiosas, virtudes morales, cos-tumbres familiares), que permanecen impregnada de una cierta tradicióncristiana; ésta aunque parezca anclada en otro tiempo, dará sin embargo mor-diente a la atención y a la reflexión que el catequista intenta suscitar.

Todos tenemos experiencia de esta dificultad: trasladar a la vida cotidiana delos niños las grandes actitudes religiosas y los grandes ejes de vida espiritual quenos esforzamos por darle en la catequesis. Pero la preocupación debe ser cons-tante en nosotros para lograr superar en el niño un formulismo exterior y paraincorporar todo el Evangelio. Por eso son muy necesarios estos seglares que du-rante algunas horas a la semana ofrecen su colaboración como catequistas. Estánal servicio de la comunidad cristiana y por tanto deben trabajar en unión con lossacerdotes de la catequesis asociados a sus preocupaciones pastorales.

Al mismo tiempo su acción catequista debe ser estrechamente relacionadacon los padres de familia y con el maestro.

Frecuentemente la catequización en ambientes descristianizados lleva con-sigo una, acción apostólica con los padres de los niños.

Es deseable que estos catequistas pertenezcan al mismo ambiente de losniños a quienes pretenden educar en la fe.

Y aunque todos los cristianos están llamados a procurar difundir su fe notodos tienen las cualidades necesarias para la acción catequística sobre todocon los niños.

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Por eso será preciso despertar estas vocaciones, descubrirlas. En una comu-nidad cristiana no pueden faltar las vocaciones necesarias para realizar la edu-cación de la fe de las nuevas generaciones. Una comunidad cristiana en la quefaltaran vocaciones para la catequesis mostraría con ello una vida de fe muy es-casa. Toda comunidad cristiana es responsable de educar en la fe a los hijosque ella engendra en el bautismo. Pero no basta con poseer este fundamentovocacional, es preciso dar a los catequistas una formación específica.

El Concilio señala a los obispos el deber de vigilar para la catequización sesujete a los métodos convenientes a las edades y condición de los oyentes ysobre todo que el contenido de la enseñanza inspire y fundamente en la Sa-grada Escritura, la tradición, la liturgia, el magisterio y la vida de la Iglesia.Procurar además que los catequistas se preparen debidamente para este me-nester de suerte que conozcan totalmente la doctrina de la Iglesia y aprendantécnica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas.

Por supuesto esta formación no puede ser igual para un catequista auxiliarque para un maestro o un padre de familia, pero sí debe procurar que llegue aposeer los conocimientos indispensables para construir su propia fe de adul-tos de un modo vital.

Finalmente, la parroquia como institución de la Iglesia podría disponer yorganizar un “catecumenado” en donde todos los bautizados, sin necesidad depertenecer a asociación alguna, puedan encontrar todo lo necesario para llegara una fe adulta mediante el cultivo y desarrollo de la semilla bautismal. Estaexperiencia también podría hacerse con la que se prepara para recibir el sacra-mento de la confirmación, sobre todo si son adultos.

Conviene aquí recordar las tres palabras claves del Papa Francisco en la Jor-nada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro: Vayan sin miedo, para servir.¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos.El evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nosparecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No ten-gan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias exis-tenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor buscaa todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor.

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Cuando vamos a anunciar a Cristo, es él mismo el que va por delante y nosguía. Al enviar a sus discípulos en misión, ha prometido: «Yo estoy con uste-des todos los días» (Mt 28,20). Y esto es verdad también para nosotros. Jesúsno nos deja solos, nunca les deja solos. Les acompaña siempre.

Y sin miedo cuando vamos “Para servir”. Es la clave para acertar en la vida.Nadie puede ser feliz en el egoísmo, encerrándose en sí mismo. Nuestras pa-rroquias se convertirán así en parroquias misioneras. De muchas maneras noslo está diciendo el Papa: “La Iglesia no puede quedarse mirándose al ombligo”“No hay que balconear” sino “callejear”. Hay que hacer entre todos la gran re-velación del amor. En la participación de la eucaristía dominical encontrare-mos la fuerza necesaria para llevar el evangelio a todas las gentes.

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

“En la situación actual, todo el proceso de iniciación cris-tiana exige una atenta reflexión sobre su significado y suforma de realización. A este respecto, valoramos la renova-ción catequética en nuestra Iglesia que, a pesar de lagunas ydeficiencias que hay que subsanar, va dando frutos positivos.Estos frutos se notan de modo significativo en la catequesisparroquial, a la que nos referimos aquí como servicio a latransmisión de la fe. Más aún, en el proyecto que nos ocupa,dicha catequesis tiene un papel fundamental, además de ladimensión educativa que conllevan la liturgia y las otras ac-ciones eclesiales”. (nº57)

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VIII. LA CLASE DE RELIGIÓN

La enseñanza de la religión en la escuela no es un privilegio de la IglesiaCatólica en el marco escolar. Cuando el Estado garantiza la enseñanza de la re-ligión y moral confesional en la escuela cumple sencillamente con su deber; yfallaría en ese mismo deber para con los ciudadanos - y por tanto para con lasociedad- si no propiciase el libre y pleno ejercicio de este derecho o no posi-bilitase de manera suficiente su adecuado desarrollo. En estos momentos, espreciso reconocerlo, el ejercicio de este derecho está reconocido y amparado,aunque todavía no de manera enteramente satisfactoria. La enseñanza religiosase ofrece a todos y en todos los centros pero no se impone a nadie; en los cen-tros confesionales católicos la enseñanza de la religión y moral católica es obli-gatoria para todos los alumnos, dado que forma parte sustancial de su carácterpropio, y su proyecto educativo quedaría mutilado sin la enseñanza de la reli-gión y moral católica.

Los padres y los alumnos habrán de defender y reclamar este derecho queles asiste. Defenderlo y reclamar que se cumpla en todas sus exigencias, enequiparación al resto de las otras áreas de aprendizaje o disciplinas fundamen-tales, es defender, en su raíz misma, el ejercicio de las libertades fundamenta-les. Inhibirse o no reclamar todo lo legítimamente exigible en este terreno, valetanto como dejar libre el camino al recorte de otras libertades y a la desmora-lización de la sociedad. Para los católicos, es un deber muy serio y una necesi-dad grande la formación religiosa y moral en los centros escolares, en los quese forma el hombre y la sociedad de mañana.

Donde sea posible hay que promover y apoyar a la escuela católica que confrecuencia constituye uno de los pocos espacios de libertad, al mismo tiempohay que ayudarla a ser auténtica comunidad en conexión con las demás insti-tuciones eclesiales, sobre todo con la parroquia y la diócesis.

La escuela católica «persigue, en no menos grado que las demás escuelas, losfines culturales y la formación humana de la juventud. Su distintivo es crear un am-biente de la comunidad escolar animado por el espíritu evangélico de libertad y decaridad, ayudar a los adolescentes para que en el desarrollo de la propia personacrezcan a un tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo,y ordenar, finalmente, toda la cultura humana según el mensaje de la salvación, de

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suerte que quede iluminado por la fe el conocimiento que los alumnos van ad-quiriendo del mundo, de la vida y del hombre» (GEM 8).

La Iglesia realiza también, por medio de la escuela católica, el deber deanunciar a los hombres de todos los tiempos la salvación que Dios ha realizadopara ellos en Cristo, salvación que debe llegar al universo mismo, con todas lasrealidades humanas y realidades terrestres, los campos científicos, y técnicos,económico y social, político y artístico. Y la escuela será la encargada de reali-zar esta síntesis unitaria entre la cultura profana y el conocimiento religioso.

Con frecuencia en ciertos medios y por algunos grupos se vierte la idea de quela clase de religión es algo a extinguir, un retraso para la modernización de la so-ciedad que la Iglesia trata de mantener empecinadamente como privilegio parti-cular. Deberíamos haber aprendido ya que el progreso no está unido al recorte dela libertad religiosa; y recorte sería el que la enseñanza religiosa no poseyese el es-tatuto propio que habría de corresponderle conforme a la naturaleza educativa dela escuela y a la necesidad de la formación integral de la persona. No caigamos enla trampa de considerar que el tema de la enseñanza religiosa escolar es un asuntoprivado o de la Iglesia, aunque ella como servidora de los hombres tiene la obli-gación de promover los derechos que asisten a la persona humana y de trabajar porla humanización integral. Es una cuestión en la que está en juego la persona y lasociedad. La catequesis de la comunidad parroquial y la enseñanza religiosa en laescuela no se identifican, sino que se complementan. La catequesis parroquial nodebe ser un doblaje o repetición de la enseñanza religiosa en la escuela. No se opo-nen, pero tampoco se identifican, hasta el lugar que se ofrecen son distintos unoen el ámbito escolar y académico y la catequesis es en la parroquia y con los cate-quistas de la comunidad cristiana.

La enseñanza religiosa escolar estimula a establecer un diálogo desde la fecristiana entre el Evangelio y la cultura humana en cuya asimilación críticamadura el alumno integrando el conocimiento de la fe en la formación de lapersonalidad, incorporando el saber de la fe —que es también un saber razo-nable— en el conjunto de los demás saberes y asimilando la actitud cristianaen el interior de la actitud general del alumno ante la vida.

Es una oferta del mensaje cristiano a todos —creyentes y no creyentes—con vistas a una opción de fe, de modo que los alumnos en situación de bús-queda o enfrentados con dudas religiosas encuentren pistas de reflexión y res-

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puestas; los alumnos no creyentes tengan un cauce, si quieren, para confron-tar su situación de increencia con las perspectivas de la fe; y finalmente, losalumnos creyentes pueden integrar su fe en el interior de una cultura profana,alimentarla a partir de ella, purificarla y capacitarse para dar razón de su fe.

El tanto por ciento que asisten a la clase de religión en el pasado curso esdel 75,7 %. A su vez, según información del Ministerio de Educación y Cien-cia, el número de alumnos en educación, no universitaria en este curso pasadofue de 7.205.890. Con ambos datos deducimos que el número de alumnosque asisten a la clase de religión y moral católica en el territorio nacional es de5.454.859. La enseñanza religiosa escolar es imprescindible para conocer ycomprender las múltiples manifestaciones culturales y patrimonio artístico denuestro pueblo relacionadas con la fe católica.

En nuestra diócesis de Segovia el pasado curso 2012-2013 eligieron la en-señanza religiosa escolar de los distintos Centros Públicos y Privados: Infantil78%; Primaria 78,7% y Bachillerato 61,9%.

Los Obispos de la Conferencia episcopal española queremos ayudar connuestras orientaciones recientemente publicadas (25-II-2013) a los padres defamilia en su hermosa y difícil tarea de educar a sus hijos, a los sacerdotes y ca-tequistas en las parroquias y a los profesores de religión de enseñanza estatal yde iniciativa social, católica o civil.

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PARA RECORDAR Y ACTUAR

“Los centros educativos, en sus distintos niveles, contri-buyen de manera significativa al proceso de socialización delos niños y jóvenes. Son depositarios de la confianza de lospadres y de la sociedad en la tarea de comunicar los valoresmás relevantes de la cultura, desarrollando de modo progre-sivo las capacidades físicas, intelectuales y morales de losalumnos. En este proceso educativo la enseñanza de la religióny la escuela católica tienen la misión de integrar la dimensiónreligiosa de la persona y, más en concreto en nuestra cultura,la tradición de la fe cristiana”. (nº 23)

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ANEXO:

LOS DOCE ARTÍCULOS DE LA FE CRISTIANA

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Los apóstoles —guías y maestros de la fe— inspirados por el Espíritu Santoprecisaron con claridad en estos doce artículos los dogmas fundamentales quetodo cristiano debe creer.

1. Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y la Tierra. Nuestra pro-fesión de fe comienza por Dios porque Dios es «el Primero y el Último»,principio y fin de todo (cf. Is. 44,6). Y por Dios Padre porque el Padre esla primera persona divina de la Santísima Trinidad. El mundo de las cosas,el universo entero y especialmente la tierra son como un inmenso esce-nario donde el protagonista principal es el hombre. Dios creó todo paraponerlo al servicio del último ser que iba a crear: el hombre.

2. Jesucristo, Hijo único de Dios. Este artículo de fe «creo en Jesucristo»,tendría que ser el primero del Credo, porque antes de creer en Dios Padrese ha de creer en Cristo, el Señor. No creemos en cualquier Dios, sinoque creemos en el Dios que nos ha revelado Jesucristo.

3. Jesús fue concebido por obra y gracia del espíritu Santo y nacido deMaría la Virgen. El Hijo de Dios que existía desde toda la eternidad yque, por tanto, no tenía ni tiempo, ni raza, ni familia humana, ni her-manos, ni historia, se hace «carne», se hace hombre, en un lugar deter-minado, de una mujer llamada María. Esta mujer habrá de tener unpuesto muy importante en la historia de la salvación, porque de sus en-trañas dio el ser humano a Dios, fue la puerta de entrada de Dios en lahistoria.

4. Jesús fue crucificado, muerto y sepultado. Jesús murió por nuestros pe-cados según las Escrituras (cf. 1Cor 15,3). En la última cena con los após-toles anticipó la ofrenda libre de su vida. Él fue entregado, según eldesignio de Dios, para la salvación de los hombres, redimiéndoles de suspecados, y gracias al amor con que ofreció su vida fuimos perdonados porDios Padre.

5. Jesús descendió a los infiernos y al tercer día resucitó. La resurrecciónde Cristo no es una verdad de aritmética, sino una verdad llena de vida.El misterio pascual de Cristo —muerte y resurrección— forma el centro

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de compromiso cristiano, de la fe cristiana a partir del momento en quenos hacemos cristianos por el Bautismo. Por la resurrección el Cuerpo deCristo no retorna a un estado de vida terrena como en el caso de los re-sucitados por el mismo Jesús, sino que pasa a un estado de vida celestial.

6. Subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre. La Ascensióndel Señor a los cielos no es un viaje espacial, es otra manera de afirmar laglorificación del Cuerpo de Cristo desde el momento de la Resurrección.Cristo salió del Padre y vino al mundo, deja el mundo y de nuevo vuelveal Padre. Vino en la humillación de la pobreza y del anonimato y vuelvecomo el Señor.

7. Jesús vendrá a juzgar a vivos y muertos. El Señor subió a los cielos,pero volverá. Ahora está allí, glorioso e inmortal, sentado a la derecha delPadre, ahora intercede en el cielo por nosotros, ahora vive invisible en laIglesia, ahora está presente en los sacramentos. Pero llegará un día en quevendrá en la majestad de su gloria. El Señor ha de volver. Cristo vendrápara llevar a cabo la victoria definitiva del bien sobre el mal. No sabemosni el día, ni la hora, porque Jesús no lo reveló, pero el Señor vendrá.

8. El Espíritu Santo. Es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Dioses Padre, Hijo y Espíritu Santo: un solo Dios verdadero, una sola esenciao naturaleza divina, en tres personas divinas realmente distintas entre sí.Aunque las tres personas divinas actúan invisiblemente en el mundo, alEspíritu Santo se le apropia el Amor. Él es como el alma de la Iglesia, a laque santifica, asiste, protege y confirma en la verdad.

9. La Iglesia una, santa, católica y apostólica y la comunión de los san-tos. Dios quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y ais-lados, sin conexión entre sí, sino unidos en un pueblo que Él ha elegidoy con el que ha establecido una alianza. Hay que destacar que los varioselementos que componen la Iglesia forman un organismo vivo con dis-tintas funciones en la unidad total de un solo cuerpos. La Iglesia es co-munión de los santos en cuanto a los fieles participan de las cosas santas:la fe, los sacramentos, los dones, el Espíritu Santo, el amor fraterno entretodos y los bienes compartidos.

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10. El perdón de los pecados. Cristo durante su vida en la tierra, perdonómuchas veces a los pecadores. Este mismo poder es el que Jesús comunicaa sus apóstoles cuando resucitó de entre los muertos. La Iglesia siempreha considerado que este poder de perdonar los pecados fue dado a losapóstoles y a quienes han continuado en el mismo servicio que ellos, queson los obispos, quienes a su vez lo dan a los presbíteros.

11. La resurrección de los muertos. Del mismo modo que Cristo ha resuci-tado verdaderamente de entre los muertos y que vive para siempre, igual-mente nuestra vida no termina dentro del sepulcro. Como Jesús deNazaret, resucitaremos por el poder de Dios en el último día.

12. La vida eterna. El mundo en que vivimos, en el que venimos a la luz yen el que morimos, no tiene en sí mismo la vida eterna, ni siquiera escapaz de dársela al hombre. La vida eterna está solamente en Dios y vienede Dios. Somos hijos de Dios, pero todavía no hemos comparecido anteCristo en la gloria. A pesar de nuestra cualidad de hijos habitamos provi-sionalmente una tierra extranjera.

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INDICE

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

I. El arte de educar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

II. Educación cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

III. La familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10

IV. Padres creyentes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

V. Padres no practicantes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16

VI. Padres no creyentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18

VII. Parroquia y catequesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20

VIII. La clase de religión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

Anexo: Los Doce artículos de la fe cristiana. . . . . . . . . . . . 29

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