Educación musical y cultura general(*)

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AÑO X VOL. XLVI 2.4 QUINCENA ABRIL 1961 133--vgitA% Educación musical y cultura general(*) La vastedad del tema me obliga a renunciar a un examen más o menos exhaustivo de las múltiples re- laciones que existen entre la música y la cultura, y su reflejo en la educación musical, su contenido y orientación, por lo que me limitaré a considerar sólo algunos aspectos parciales del mismo. Algunos de los más prestigiosos sociólogos y sicó- logos han coincidido en demostrar que la humanidad se encuentra actualmente ante una alternativa de significado fundamental: ¿ prevalecerá en el futuro un tipo de ser humano, algo así como un hombre- masa, manejado por poderes que no conoce ni con- trola, cuyo valor para la sociedad depende de su fun- ción en el proceso productivo, perfectamente susti- tuible; cuyas mayores virtudes serían la capacidad de adaptación, de conformismo, y quien, por otra par- te, sería el consumidor de gustos y preferencias estan- dardizados?... O bien, ¿ será posible salvar para las futuras generaciones la imagen del individuo como personalidad inconfundible, según la definición de Erich Kahler ? : "individualidad no quiere decir in- tereses personales, sino una manera íntima, perso- nal, de pensar y sentir, que impregna la existencia entera de una persdna..." El problema de referencia ha sido extensamente tratado, entre otros, por Fromm, Riesman, Kahler, Gehlen y Hutchins. Estos dos tipos humanos son, en parte, resultado de dos distintas modalidades de educación: una, que procura suministrar a la sociedad el tipo deseado, pa- ciente, dócil, disciplinado, poseedor de ciertas infor- maciones y conocimientos prácticos, habilidades y cos- tumbres que le ayudan a cumplir con su función den- tro de una sociedad de tipo colectivista; la otra tiene como finalidad la formación de la personalidad: es una educación que atañe a la totalidad del ser, que (*) Inmediatamente después de la II Asamblea Gene- ral del Consejo Interamericano de Música se reunió la Conferencia de Especialistas de Educación Musical, del 13 al 17 de diciembre de 1960, en la Universidad Inter- americana en San Germán (Puerto Rico). Participaron delegados de la Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chi- le, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Panamá, Perú y Puerto Rico. La Conferencia estudió la posible solu- ción de algunos problemas que afectan la educación mu- sical y aprobó recomendaciones basadas en resoluciones adoptadas por la III Reunión del Consejo Interamericano Cultural y la I Asamblea General del Consejo Interame- ricano de Música. Las recomendaciones de la Conferen- cia formaren parte de la Agenda del Congreso Interame- ricano de Educación Musical que se celebrará en San- tiago de Chile en 1962. La FixvisTA DE EDUCACIÓN, representada en la Conferen- cia, considera interesante para los educadores españoles los criterios de dos ponencias presentadas en San Ger- mán: "La educación musical como complemento indis- pensable de la cultura general", del argentino Ernesto Epstein, y "La música como factor de cohesión social", del colombiano Andrés. Pardo Tovar. no persigue un fin utilitario, sino que se basa en la convicción de que el desarrollo armonioso y completo del individuo es la mejor garantía para su bienestar y el de la sociedad (ver Hutchins, "Universidad de Utopía"). Ahora bien, ¿ cuál seria el destino de la música en cada uno de los dos tipos de civilización? Es lícito esperar que en la primera se impondría una música "a medida" del consumidor; música funcional, no sólo en el sentido estrecho de la palabra —como aquella que sirve para promover un mayor rendimiento de empleados, trabajadores y hasta de vacas lecheras--, sino en cuanto se trataría de una música destinada a satisfacer necesidades de una humanidad masifica- da, música de efectos precalculados, de acuerdo a un supuesto gusto de la mayoría, tal como ya es di- fundida por multitud de radiorreceptores, aparatos de televisión y otros medios técnicos al servicio de in- tereses comerciales o de ciertas tendencias político- sociales. En el mejor de los casos, esta música di- vierte, distrae (en lugar de concentrar); sirve para descanso del sistema nervioso, cumpliendo funciones de higiene mental como podría hacerlo una película agradable o un baño tibio. Necesariamente, tal música renuncia a la esencia misma del arte, a su capacidad de trascender la rea- lidad, de alcanzar el reino de los valores absolutos. El verdadero arte se origina en el conocimiento me- tafísico del artista, del individuo que gracias a una disposición excepcional, concreta una visión del mun- do a través del verbo, del color o del sonido, dando expresión a los anhelos más íntimos, a las posibili- dades más excelsas de la humanidad; y al comuni- car su mensaje al destinatario —el público— aporta al enriquecimiento metafísico del mismo. Esta músi- ca no está hecha para distraer ni para divertir; para asimilarla, exige que se pongan en juego las más altas cualidades del intelecto y de la sensibilidad del individuo. La elección del tipo de cultura anhelada impone el tipo respectivo de educación, como también deci- de sobre el tipo de música hacia el cual ha de orien- tarse la actividad creadora, la enseñanza y la orga- nización de la vida musical en general, dentro de la comunidad. Podemos preguntar ahora si la educación musical ocupa un lugar tan importante dentro del panorama total de la cultura. El papel comparativamente se- cundario y limitado que se le asigna en los planes de enseñanza de escuelas y colegios, no demuestra que se trata sólo de una materia de incidencia más bien superficial en el proceso de formación del indi- viduo, siendo el arte musical en última instancia ac- cesible sólo a una minoría que presente a su vez una disposición particular hacia él ? No me expresaría así si no estuviera profundamen- te convencido del enorme valor y significado de la música, de sus cualidades pedagógicas y, por consi- guiente, de su proyección cultural. Para hacer esta afirmación no hay que basarse tanto en los síntomas exteriores, muy elocuentes, pues a nadie escapara la extraordinaria importancia que ha adquirido la

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AÑO X

VOL. XLVI

2.4 QUINCENA ABRIL 1961 133--vgitA%

Educación musical ycultura general(*)

La vastedad del tema me obliga a renunciar a unexamen más o menos exhaustivo de las múltiples re-laciones que existen entre la música y la cultura, ysu reflejo en la educación musical, su contenido yorientación, por lo que me limitaré a considerar sóloalgunos aspectos parciales del mismo.

Algunos de los más prestigiosos sociólogos y sicó-logos han coincidido en demostrar que la humanidadse encuentra actualmente ante una alternativa designificado fundamental: ¿ prevalecerá en el futuroun tipo de ser humano, algo así como un hombre-masa, manejado por poderes que no conoce ni con-trola, cuyo valor para la sociedad depende de su fun-ción en el proceso productivo, perfectamente susti-tuible; cuyas mayores virtudes serían la capacidadde adaptación, de conformismo, y quien, por otra par-te, sería el consumidor de gustos y preferencias estan-dardizados?... O bien, ¿ será posible salvar para lasfuturas generaciones la imagen del individuo comopersonalidad inconfundible, según la definición deErich Kahler ? : "individualidad no quiere decir in-tereses personales, sino una manera íntima, perso-nal, de pensar y sentir, que impregna la existencia

entera de una persdna..." El problema de referenciaha sido extensamente tratado, entre otros, por Fromm,

Riesman, Kahler, Gehlen y Hutchins.Estos dos tipos humanos son, en parte, resultado

de dos distintas modalidades de educación: una, queprocura suministrar a la sociedad el tipo deseado, pa-ciente, dócil, disciplinado, poseedor de ciertas infor-maciones y conocimientos prácticos, habilidades y cos-tumbres que le ayudan a cumplir con su función den-tro de una sociedad de tipo colectivista; la otra tienecomo finalidad la formación de la personalidad: esuna educación que atañe a la totalidad del ser, que

(*) Inmediatamente después de la II Asamblea Gene-ral del Consejo Interamericano de Música se reunió laConferencia de Especialistas de Educación Musical, del13 al 17 de diciembre de 1960, en la Universidad Inter-americana en San Germán (Puerto Rico). Participarondelegados de la Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chi-le, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Panamá, Perúy Puerto Rico. La Conferencia estudió la posible solu-ción de algunos problemas que afectan la educación mu-sical y aprobó recomendaciones basadas en resolucionesadoptadas por la III Reunión del Consejo InteramericanoCultural y la I Asamblea General del Consejo Interame-ricano de Música. Las recomendaciones de la Conferen-cia formaren parte de la Agenda del Congreso Interame-ricano de Educación Musical que se celebrará en San-tiago de Chile en 1962.

La FixvisTA DE EDUCACIÓN, representada en la Conferen-cia, considera interesante para los educadores españoleslos criterios de dos ponencias presentadas en San Ger-mán: "La educación musical como complemento indis-pensable de la cultura general", del argentino ErnestoEpstein, y "La música como factor de cohesión social",del colombiano Andrés. Pardo Tovar.

no persigue un fin utilitario, sino que se basa en laconvicción de que el desarrollo armonioso y completodel individuo es la mejor garantía para su bienestary el de la sociedad (ver Hutchins, "Universidad deUtopía").

Ahora bien, ¿ cuál seria el destino de la música encada uno de los dos tipos de civilización? Es lícitoesperar que en la primera se impondría una música"a medida" del consumidor; música funcional, no sóloen el sentido estrecho de la palabra —como aquellaque sirve para promover un mayor rendimiento deempleados, trabajadores y hasta de vacas lecheras--,sino en cuanto se trataría de una música destinadaa satisfacer necesidades de una humanidad masifica-da, música de efectos precalculados, de acuerdo aun supuesto gusto de la mayoría, tal como ya es di-fundida por multitud de radiorreceptores, aparatos detelevisión y otros medios técnicos al servicio de in-tereses comerciales o de ciertas tendencias político-sociales. En el mejor de los casos, esta música di-vierte, distrae (en lugar de concentrar); sirve paradescanso del sistema nervioso, cumpliendo funcionesde higiene mental como podría hacerlo una películaagradable o un baño tibio.

Necesariamente, tal música renuncia a la esenciamisma del arte, a su capacidad de trascender la rea-lidad, de alcanzar el reino de los valores absolutos.El verdadero arte se origina en el conocimiento me-tafísico del artista, del individuo que gracias a unadisposición excepcional, concreta una visión del mun-do a través del verbo, del color o del sonido, dandoexpresión a los anhelos más íntimos, a las posibili-dades más excelsas de la humanidad; y al comuni-car su mensaje al destinatario —el público— aportaal enriquecimiento metafísico del mismo. Esta músi-ca no está hecha para distraer ni para divertir; paraasimilarla, exige que se pongan en juego las másaltas cualidades del intelecto y de la sensibilidad delindividuo.

La elección del tipo de cultura anhelada imponeel tipo respectivo de educación, como también deci-de sobre el tipo de música hacia el cual ha de orien-tarse la actividad creadora, la enseñanza y la orga-nización de la vida musical en general, dentro de lacomunidad.

Podemos preguntar ahora si la educación musicalocupa un lugar tan importante dentro del panoramatotal de la cultura. El papel comparativamente se-cundario y limitado que se le asigna en los planesde enseñanza de escuelas y colegios, no demuestraque se trata sólo de una materia de incidencia másbien superficial en el proceso de formación del indi-viduo, siendo el arte musical en última instancia ac-cesible sólo a una minoría que presente a su vez unadisposición particular hacia él ?

No me expresaría así si no estuviera profundamen-te convencido del enorme valor y significado de lamúsica, de sus cualidades pedagógicas y, por consi-guiente, de su proyección cultural. Para hacer estaafirmación no hay que basarse tanto en los síntomasexteriores, muy elocuentes, pues a nadie escaparala extraordinaria importancia que ha adquirido la

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música en los últimos tiempos, convirtiéndose en fe-nómeno social de extraordinaria magnitud. Los mo-dernos medios de difusión, prácticamente ilimitados,la hacen llegar, en sus más diversas manifestaciones,a la mayor parte de la población. Habría que pregun-tar, sin embargo, si esta difusión indiscriminada noinvolucra serios peligros, pues en la misma medidaen que crece el factor cantidad se nota una pérdidade la sustancia, es decir, en la calidad. Pero volva-mos a nuestro tema. Resulta innecesario enumeraraquí las extraordinarias virtudes pedagógicas de lamúsica que, si las autoridades pertinentes se pusie-ran a reflexionar seriamente sobre el tema, le ase-gurarían por sí solas un lugar privilegiado en lasdistintas etapas y esferas del proceso educacional.Entre esas virtudes que inciden en la formación es-tética, intelectual, moral, en el comportamiento so-cial, etc., sólo deseo destacar una propiedad que meparece de la mayor importancia: me refiero a lacualidad de la música de promover las fuerzas ima-ginativas en el ser humano.

j, Es realmente necesario insistir en destacar de quémanera sustancial la imaginación forma parte de lapersonalidad ? Al definir al hombre en la sociedadmasificada, Mumford nombra como una de sus ca-racterísticas esenciales su incapacidad de elegir yrealizar actividades espontáneas. En efecto, la técni-ca moderna va anulando, en forma inquietante, lanecesidad y con ella la capacidad del hombre de in-ventar, de usar sus fuerzas creadoras para resolverlos problemas de su existencia, eliminando la inter-vención de la imaginación y causando de esta suerteun daño irreparable en su individualidad. En la vidainfantil como en la de los adultos los productos deuna fabricación en masa se imponen cada vez más.Historietas y cine, televisión y radio, proveen elemen-tos de un consumo sin discriminación, aderezados paraser asimilados sin esfuerzo y sin participación activadel individuo, que se convierte en mero consumidor,atrofiándose así las mejores capacidades de su po-tencia creadora.

Estos productos no poseen la sustancia imprescin-dible para favorecer la evolución del niño hacia laverdadera personalidad. Para realizarla, la imagina-ción es un elemento insustituible que, claro está, nadatiene que hacer en una sociedad completamente co-lectivizada y despersonalizada. En un mundo donde

la personalidad conserve su valor y sea meta, basey finalidad de la cultura, la vida se presentara siem-pre como un constante desafio que obligará al indi-viduo a valorizar, actitud y actividad que inciden de

modo terminante en las decisiones vitales. Porquecontinuamente nos vemos ante la alternativa de ele-gir entre dos o más posibilidades, siempre que nohayamos entregado este privilegio —que es al mismo

tiempo obligación— a algún poder anónimo que nosexima de toda decisión personal. Elegimos los ami-gos y el esposo; la profesión y los pasatiempos; las

convicciones religiosas y políticas. Sólo la imagina-ción puede guiarnos en tales trances. Si no somoscapaces de imaginarnos "cómo deberían ser las co-

sas", cómo debe ser un buen gobierno, cómo ha deser la persona que elegiremos para compañera detoda la vida, la profesión que permitirá desplegar

nuestras mejores cualidades: si la imaginación nopresenta los modelos, nuestra elección no responde-rá a nuestras verdaderas necesidades personales, sinoque será dirigida por las convenciones sociales, porel juicio ajeno, por la propaganda comercial o poli-tica, y así seremos fácil presa de los demagogos ydictadores que nos eximen de pensar, decidir y elegir.

El desarrollo de la imaginación es, entonces, unacondición sine qua non para lograr una verdadera so-ciedad sana y el verdadero bienestar personal. Todaeducación por y hacia el arte pone en juego y fo-menta estas fuerzas y capacidades, y es por ello quereconocemos y reclamamos para la música un lugartan importante dentro del panorama de la cultura.

Decíamos al principio que nuestra exposición nopodría ser más que el planteo de algunas ideas par-ciales dentro del complejo del tema total que nos hasido confiado. Pasemos, pues, a otro interrogante,en estrecha relación con los problemas recién venti-lados.

Tenemos que aclarar ante todo qué es lo que enten-demos por esa cultura musical cuya realización con-sideramos tan importante para el logro de una autén-tica cultura, en general. Ella no ha de ser confun-dida con cierta erudición musical; tampoco se iden-tifica ni mide por la cantidad de conciertos realiza-dos en una temporada y el número de personas queacudieron a ellos; ni por el índice de venta de discos ola proporción de la llamada música culta en los pro-gramas radiales. La verdadera cultura musical deuna comunidad depende de la cantidad de individuosque han incorporado la música a su existencia deuna manera significativa y productiva, convirtiéndo-la en función de su vida. Permítanme una compara-ción. Los centenares de miles de personas que en to-das partes del mundo acuden semanalmente a losestadios, canchas y pistas de carreras, no participanen las actividades deportivas. Son meros espectado-res de una función que está a cargo de un númeromuy reducido de "actores", en su mayor parte pro-fesionales, que se han especializado en determinadadisciplina, desarrollando en ello un alto grado de ha-bilidad, que presta a estos espectáculos una nota desensacionalismo. La verdadera cultura deportiva deun pueblo, sin embargo, está lograda solamente cuan-do un gran sector del mismo se dedica a ejercitarsefísicamente, sin interés material ni afán de recordsespectaculares, con la única finalidad de acrecentarsu salud física y gozar de los beneficios de un sanoesparcimiento; en una palabra: cuando el deportese convierte —dentro de su esfera— en función de lavida.

En nuestra vida musical, desgraciadamente, existeuna profunda separación entre el artista profesionaly la masa anónima y pasiva del público que asistea los conciertos y cuyo número se multiplica aún va-rias veces por los medios técnicos de difusión. Esta-mos convencidos que el ser humano tiene acceso a losvalores culturales sólo en la medida de su esfuerzopersonal, y cuanto más sostenido, intenso y bien orien-tado sea éste, tanto mayor será el aprovechamientode esos valores y con ello el enriquecimiento de lapersonalidad.

Ahora bien, junto a esa cultura musical --llamé-

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mosla de erudición o "urbana"— existe otra, antañomuy difundida e importante, limitada hoy día a cier-tas regiones que se reducen cada vez más por elincontenible avance de la civilización técnica. Lostiempos antiguos nos ofrecen múltiples ejemplos deuna cultura musical del pueblo, en que la músicaera función de la vida tanto del individuo como dela comunidad, en la que no existía una barrera in-franqueable entre creador, intérprete y oyente. Lasituación más problemática al respecto se presentaen la actualidad, no tanto en las grandes urbes queposeen una organización musical intensa, coherentey hasta cierto punto equilibrada; ni tampoco en aque-llos distritos donde el folklore posee aún —; quién sabepor cuánto tiempo!— su plena vigencia.., sino en loscentros poblados más o menos grandes, de las pro-vincias, donde no se ha llegado aún a una culturamusical "urbana" bien organizada en sus distintosaspectos, y donde por otra parte no existe ya unaverdadera tradición musical popular y que ha sidoreemplazada a menudo por los dudosos productos deuna música comercializada del tipo música de con-sumo. Nada más deprimente que escuchar —me re-

fiero a experiencias personales— en la imponentesoledad de la quebrada de Humahuaca, en el extre-mo norte de nuestro país, región de tradición musi-cal muy característica, una música anodina de gra-baciones comerciales del más bajo nivel artístico, di-fundida por una red de altoparlantes colocadas enla plaza principal del pintoresco pueblo.

Ciertamente es inútil querer detener la marcha dela evolución. Para bien o para mal, el progreso dela técnica y de la ciencia; la acumulación de sereshumanos en núcleos urbanos cada día más populo-sos, en todas partes imprimirá a las generacionesfuturas una particular modalidad de civilización. In-cumbe a la educación procurar que la transición de

un tipo de cultura a otro se produzca sin dañar de-masiado la sustancia cultural de la comunidad. Nose podrán conservar por mucho tiempo esas costum-bres y expresiones artísticas tradicionales. El solohecho de que en la actualidad los investigadores se

dediquen a recopilarlas y publicarlas es síntoma in-confundible de que están condenadas a desaparecercomo práctica viva. Recuerdo aún la observación pe-simista de un profesor quien, en el Congreso de laSociedad Internacional de Educación Musical en Co-penhague, se refería a los esfuerzos realizados desdetiempo atrás en Alemania por conservar y resucitar

las antiguas danzas y canciones folklóricas. Comen-taba cómo en ocasión de unas jornadas realizadasen un antiguo castillo, jóvenes maestros y estudian-tes, venidos de todas partes del país, practicaban conentusiasmo estas expresiones del arte popular mien-tras que abajo, en el pueblo, los campesinos estabanreunidos en la taberna delante de la pantalla detelevisión.

En todo esto hay un problema de extraordinariaenvergadura, problema que nuestra sociedad tendráque resolver con los medios a su alcance y sobre labase del actual estado de cosas, si pretende sobre-vivir como comunidad verdadera y no convertirse enun ente colectivo mecanizado. Este problema ha sidoplanteado por Erich Fromm con la clarividencia y

fuerza convincente que caracteriza todas las obrasde este autor. Citemos algunos párrafos de su libro"Sicoanálisis de la sociedad contemporánea": "Parasentirse a gusto en el mundo, el hombre debe per-cibirlo no sólo con la cabeza, sino con todos sus sen-tidos, sus ojos y oídos, con todo su cuerpo... cuan-do expresa su percepción del mundo por medio delos sentidos, crea arte y rito, crea la canción, la dan-za, el drama, la pintura"... Hablando más adelantedel arte colectivo o ritual, en contraste con este tipode arte que hemos llamado "erudito" o "urbano",Fromm comenta que "El arte colectivo es un artecompartido, permite al hombre identificarse con losdemás de un modo significativo... No es una ocupa-ción individual de "ratos libres" añadida a la vida,sino parte integrante de la misma. Corresponde auna necesidad humana fundamental, y si esa nece-sidad no es satisfecha, el hombre se siente inseguroy angustiado... ¿De qué sirve no tener analfabetos,tener la educación superior más amplia que hayaexistido jamás. si carecemos de una expresión co-lectiva de la totalidad de nuestras personalidades yde un arte y ritual comunes? Indudablemente, unaaldea relativamente primitiva en donde todavía hayverdaderas fiestas y expresiones artísticas comunesy compartidas, y en donde nadie sabe leer, está cul-turalmente más adelantada y mentalmente más sanaque nuestra cultura de la enseñanza pública, de lec-tura de periódicos y de escuchar radio. Así que sideseamos la realización de una sociedad sana, debe-

mos reconocer que la necesidad de crear un arte yritual colectivos es por lo menos tan importante comola de eliminar el analfabetismo y promover la ense-ñanza superior. La posibilidad de llegar a una socie-dad comunitaria depende de que se cree de nuevola oportunidad para las gentes de estar juntos, dan-zar y admirar juntos; todos juntos, en experiencia

compartida, y no como miembros o integrantes deuna muchedumbre "solitaria" —para decirlo con eltérmino usado por Riesman.

En sus diversas manifestaciones, el folklore es talarte compartido o colectivo, pero que en su mayorparte —por más que lo lamentemos— pertenece yaa una etapa pasada de la historia de la humanidad.

Lo que importa es que no quede sin herederos, sincontinuadores dentro de las características de la so-ciedad moderna, proporcionándose a la comunidaduna expresión valedera y auténtica que alcance acada una de las personalidades, individualmente, y

al mismo tiempo a la totalidad del grupo, tal comolo hiciera en otros tiempos el arte religioso, el cantogregoriano, una misa de Palestrina o una cantata deBach. No es difícil entrever el papel que corresponde

a la música y por ende a la educación musical enla persecución de estos objetivos. No hablamos sólode la enseñanza musical en las escuelas, colegios einstitutos especializados, aunque las bases para tal

arte colectivo y compartido se echarán necesariamen-te en el hogar, en los jardines de infantes y la escuelaprimaria. Pero esta educación musical que se pro-

yecta en la cultura de una sociedad mentalmente sana,comprende también otras edades y capas de la po-blación, orientando de modo especifico la vida musi-cal en todos sus aspectos. En este sentido creemos que

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acá y allá se perciben ya síntomas de una evolucióninteresante que revela una auténtica necesidad por lle-gar a tales experiencias compartidas en el terrenode la música. Como ejemplo y para terminar, quieroreferirme brevemente a ciertos fenómenos positivosy alentadores que hemos observado últimamente.

Como cualquier otro país, la Argentina poseía, yposee, un rico tesoro de arte folklórico, arte colec-tivo por definición, aunque —y esto merece ser no-tado— en ese país la música y la danza tradicionales esencialmente individual o de pareja. Sin embar-go, cuántas veces hemos oído la afirmación pesi-mista de que el pueblo argentino, como tal, no sabecantar. Efectivamente, el repertorio de rondas y can-ciones infantiles no es muy vasto: más aún, cadamaestro de escuela o profesor de piano se encuentracon que los niños, sobre todo en las ciudades, re-cuerdan muy pocas y a veces ninguna melodía in-fantil tradicional, elemento tan importante como basede la educación musical posterior. Coincide con elloel hecho de que hasta hace muy poco el canto coralfuera una actividad escasamente difundida en nues-tro ambiente. No es éste el lugar para investigar lascausas profundas de este fenómeno, entre las queintervienen sin duda idiosincracias racialéä, las gran-des distancias y el tipo - de vida rural. que manteníaaisladas a las gentes unas de otras. Ahora bien.creemos que tales rasgos no son inalterables, que lastransformaciones de las condiciones de la estructurasocial y económica traen consigo profundos cambiostambién en las actividades espirituales y artísticas.

La necesidad de llegar desde un individualismoacentuado —que ya demostró ser incapaz de asegu-rar el bienestar material y espiritual— a otro tipode vida, basada en la solidaridad humana, hace sur-gir el deseo, aun quizá inconsciente, por concretarritos y expresiones compartidas. En medida asombro-sa —y lamento no disponer de datos exactos al res-pecto— se han multiplicado en los últimos años ennuestro país las asociaciones y agrupaciones de can-to coral. En algunos casos el primer paso ha sido dadopor los numerosos campamentos que anualmentereúnen a muchos estudiantes y escolares en lugaresmuy apartados de los centros urbanos. Es lo másnatural, y hasta diría ineludible, que estos jóve-nes, dedicados en este período a un tipo de vida co-munitaria que les impone cierta adaptación sin men-gua de la personalidad, sienta espontáneamente lanecesidad de dar expresión a sus experiencias com-partidas, a través del canto común.

Se destaca con toda claridad el papel de la músi-ca y la orientación que debe darse a la educaciónmusical para que pueda realizar un aporte signifi-cativo a la cultura : la creación de experiencias com-partidas, productivas, nobles, que en lugar de hun-dir al individuo en el anonimato de una masa soli-taria, le ayuden a desarrollar sus mejores cualidades.camino más eficaz para asegurar, casi como conse-cuencia directa y necesaria. el bienestar de la so-ciedad en su totalidad.

ERNESTO EPSTEIN.

La música como factor decohesión social

Entre los problemas de estética sociológica, y apropósito de las teorías románticas sobre el progre-so indefinido y unitario de la cultura, se ha plantea-do —a manera de premisa conceptual— el de comu-nicabilidad esencial del arte. ¿ Es de la esencia delarte ser una actividad no sólo valiosa per se, sinocomunicable ?

Para Tolstoi, el arte debe ser, ante todo. un mediode comunicación entre los hombres, que no simple-mente un medio de expresión. Ahora bien: de todaslas artes, aquellas que se basan en el ritmo de lapalabra, en el ritmo del movimiento y en la orga-nización armónica y ritmo-dinámica de los sonidos,han sido consideradas no sólo como ese "lenguajeinternacional" de que nos habla Daniel Gregory Ma-son, sino como un sistema de comunicación entrelas distintas razas, las distintas comunidades y lasdiferentes clases sociales, consideradas en el dobleplano del acontecer humano: el temporal o históricoy el espacial o geográfico.

ORIGEN Y CONTENIDO DEL ARTE.

Investigadores, historiadores y especialistas en etno-sociología coinciden en señalar un origen colectivo

a todas las artes. La música, por ejemplo, comienzasiendo la expresión de sentimientos socializados, aligual que la poesía épica, y sólo en estadios cultura-les muy avanzados se convierte en expresión de es-tados de conciencia individuales, tal como la poesíalírica. Es decir, en índice y producto de la actividadcreadora del individuo. Sólo que esta irreductible sub-jetividad suscita determinados sentimientos y esta-dos síquicos compartidos por núcleos humanos máso menos numerosos, colectivos, por lo tanto, e inclu-so previsibles y analizables desde un punto de vistasociológico.

Este, a grandes rasgos, el proceso a virtud delcual lo que es esencialmente individual y subjetivoen su origen puede convertirse, y de hecho se con-vierte, en patrimonio social, en acervo colectivo, enherencia que todos pueden compartir y disfrutar.

En todo caso, el hombre —cualquiera que sea ohaya sido su nivel cultural— ha recurrido siemprea la música como al medio más poderoso para vincu-larse a sus semejantes. De aquí que toda disciplinareligiosa o política sistematizada, en etapas históri-cas caracterizadas por un vigoroso sentido de soli-daridad gremial o social, haya tenido su propio ri-tual, en el que la música ha desempeñado un papelbásico. Bastaría con recordar, al respecto, los cultosde Apolo y de Dionisos en la antigua Grecia, o lahistoria del canto llano, que evoluciona siguiendoexactamente el perfil de la mística y de la dogmá-tica del cristianismo.