EDUARDO AMAYA VALENCIA - CVC. Centro Virtual CervantesThe Tocharian Versión oj The Lionma\ers and...

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VARIA EDUARDO AMAYA VALENCIA Eduardo Amaya nació en Bogotá el 28 de noviembre de 1917 y falleció repentinamente en la misma ciudad el 29 de mayo de 1949. Realizó estudios de filosofía y letras en la Universidad Javeriana y en la Escuela Normal Superior de Bogotá; en esta última institución ob- tuvo el diploma de Licenciado en Filología e Idiomas. Viajó luego a los Estados Unidos. En la Universidad de North Carolina recibió el grado de Master oj Arts (1943)- Después de nuevos estudios en la Universidad de Chicago y en la de Wisconsin, labor que alternó con enseñanzas de lengua española a jóvenes norteamericanos, regresó a Bogotá en los últimos meses de 1945. Actuó como profesor en varios establecimientos de esta capital, en- señando latín en el Externado Nacional Camilo Torres y en el Insti- tuto de Filosofía de la Universidad Nacional; Castellano Medieval y Lingüística General en el Colegio Mayor de Cultura Femenina de Cundinamarca; y griego en la Escuela Normal Superior. Al comenzar el año de 1946 fue nombrado colaborador del Insti- tuto Caro y Cuervo, donde trabajó principalmente papeletizando ma- teriales para la continuación del Diccionario de Cuervo, y escribiendo contribuciones para el Boletín y aun para otras revistas de Bogotá. En el presente cuaderno se publican varias notas que tenía escritas antes de morir. •Sus escritos más importantes, fuera de los muchos y valiosos co- mentarios sobre libros y revistas, recogidos en entregas anteriores de este mismo Boletín (1946: tomo II, 1947: tomo III, 1948: tomo IV), son: The Tocharian Versión oj The Lionma\ers and [of] The Painter and the Mechanical Girl. A thesis submitted to the Faculty of the Uni- versity of North Carolina in partial fulfilltnent of the requírement for the degree of Master of Arts in the Department of Comparative Lin- guistics. Chapel Hill, 1943. Aproved by George S. Lañe. Es un traba- jo inédito en 66 páginas mecanografiadas a doble espacio, con el si- guiente contenido: lntroduction (1-5), texto y traducción de Story oj the Liontna\ers (6-9), texto y traducción de Story of the Painter and Mechanical Girl (10-19), Vocabulary (20-63) y Bibliography (65-66);

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  • VARIA

    EDUARDO A M A Y A VALENCIA

    Eduardo Amaya nació en Bogotá el 28 de noviembre de 1917 yfalleció repentinamente en la misma ciudad el 29 de mayo de 1949.Realizó estudios de filosofía y letras en la Universidad Javeriana y enla Escuela Normal Superior de Bogotá; en esta última institución ob-tuvo el diploma de Licenciado en Filología e Idiomas. Viajó luego alos Estados Unidos. En la Universidad de North Carolina recibió elgrado de Master oj Arts (1943)- Después de nuevos estudios en laUniversidad de Chicago y en la de Wisconsin, labor que alternó conenseñanzas de lengua española a jóvenes norteamericanos, regresó aBogotá en los últimos meses de 1945.

    Actuó como profesor en varios establecimientos de esta capital, en-señando latín en el Externado Nacional Camilo Torres y en el Insti-tuto de Filosofía de la Universidad Nacional; Castellano Medieval yLingüística General en el Colegio Mayor de Cultura Femenina deCundinamarca; y griego en la Escuela Normal Superior.

    Al comenzar el año de 1946 fue nombrado colaborador del Insti-tuto Caro y Cuervo, donde trabajó principalmente papeletizando ma-teriales para la continuación del Diccionario de Cuervo, y escribiendocontribuciones para el Boletín y aun para otras revistas de Bogotá. Enel presente cuaderno se publican varias notas que tenía escritas antesde morir.

    •Sus escritos más importantes, fuera de los muchos y valiosos co-mentarios sobre libros y revistas, recogidos en entregas anteriores deeste mismo Boletín (1946: tomo II, 1947: tomo III, 1948: tomo IV),son:

    The Tocharian Versión oj The Lionma\ers and [of] The Painterand the Mechanical Girl. A thesis submitted to the Faculty of the Uni-versity of North Carolina in partial fulfilltnent of the requírement forthe degree of Master of Arts in the Department of Comparative Lin-guistics. Chapel Hill, 1943. Aproved by George S. Lañe. Es un traba-jo inédito en 66 páginas mecanografiadas a doble espacio, con el si-guiente contenido: lntroduction (1-5), texto y traducción de Story ojthe Liontna\ers (6-9), texto y traducción de Story of the Painter andMechanical Girl (10-19), Vocabulary (20-63) y Bibliography (65-66);

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    Transporte y elaboración de la sal en Zipaquirá, estudio lingüístico,en BICC, 1947, III, 171-227 (en colaboración con Luis Flórez);

    Problemas de paremiología, en Revista de Folklore, 1947, núm. 2,107-m; y

    El picarismo en las "Novelas ejemplares" [de Cervantes], en Re-vista de las Indias, 1947, núm. 98, 263-272.

    En los pocos años que duró su labor creadora y docente, EduardoAmaya se distinguió por la generosidad en comunicar su vasto sabera quienes lo solicitaron, por la colaboración prestigiosa para sus colegas,por su gran curiosidad intelectual, por su brillante inteligencia, por suentusiasmo para aplicar en el medio colombiano el tesoro de su pre-paración lingüístico-filológica. La muerte de este joven investigador,que apenas empezaba a mostrar los frutos de su capacidad y ampliosconocimientos, ha privado al Instituto Caro y Cuervo y a la culturacolombiana de uno de sus más meritorios elementos.

    La Comisión Nacional de Folklore — de la cual era miembro co-rrespondiente —, las directoras del Instituto Superior de Letras delColegio de La Bordadita, así como otras entidades y numerosas per-sonns se han unido a los miembros de nuestro Instituto en el dolorpor tan sensible pérdida.

    L. F.

    JUICIOS

    JOSÉ MANUEL RIVAS SACCONI, El latín en Colombia. Bosquejo histórico

    del humanismo colombiano. (Publicaciones del Instituto Caro yCuervo, tomo III). Bogotá, Editorial Voluntad, S. A., 1949, vin-486 págs.

    ¿Por qué las humanidades, la tradición del latín, la fidelidad haciaHoracio, el cultivo de la gramática y de la retórica, el castellano im-pecable, su casticismo, su pureza, la superstición del purismo inclusive,han logrado la mejor ventura, entre las Españas de ultramar, y casiuna característica antonomasia, en Colombia...? ¡Divina contingenciadel acontecer histórico! Ciego será quien no vea en tu curso la inser-ción de impávidas constantes. Pero, necio, quien, tras de esas constan-tes, finja o se finja la existencia de rígidas leyes.

    Ni la raza, ni la herencia, ni el medio, ni la naturaleza, ni la alturao latitud determinarían aquí el fenómeno. ¿Cuál de estos factorescambió, en Italia — desde el siglo xvi en que, y a lo largo de tres en-teros, tuvo ella lo que llama el Dante "il grido" en el arte de la pin-tura — para que al llegar al xix, se redujera este grito al silencio?¿Por qué la escultura patética y policroma salta, en un momento de-

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    terminado, desde la Borgoña hasta Valladolid? ¿Por qué la industriade los espejos se mantiene, aproximadamente en todas partes, comotípicamente veneciana? ¿Por qué los centros universitarios famosossuelen ser paralelamente famosos en matanza, embutido y cura decerdos? . . . Y ya no llegamos al caso, individual en su origen, cuandola nariz de Cleopatra decide todo el porvenir.

    El del humanismo en Colombia parece asegurado. Aún sin contarcon ciertas corrientes universales — tanto más, en las eficacias seguras,cuanto, por el momento minoritarias —, que han empezado a militaren pro del nuevo clasicismo; de lo eterno en los pueblos y en las artes;de la mediterranización de la cultura, etc., el empuje, a la vez que ladistinción de empresas como el Instituto Caro y Cuervo, nos dan deello fianza. El noble volumen sobre El latín en Colombia, de minervade José Manuel Rivas Sacconi, fuerza, con nuestra admiración, nues-tra esperanza en tal sentido. No puede ser que tanto amor, tanta cien-cia, tanto esfuerzo, de eruditos, preceptistas, traductores imitadores, co-mentaristas, editores, docentes, poetas, legisladores y mecenas vaya aquedarse en el diletantismo de un juego elegante y vano. De una ma-nera u otra, ha de trascender penetrando hasta las raíces mismas dela cultura.

    Las orientaciones reales de la cultura cabe descubrirlas, a veces, endetalles de nimio aparato y apariencia fortuita. La publicación, quetenemos ante los ojos, lleva, grabados en cada una de las cubiertas, dosemblemas o marcas. En la frontal, la del Instituto cuyo es el texto; enla caudal, la de la Librería que lo imprimió. El primero, que por algose llama 'Instituto', luce una fina estilización renacentista: la barbadacabeza en primer término tanto pudiera ser la del Cardenal Bembocomo la de un maestro colombiano. La marca de la Librería, en des-quite, bajo el título "Voluntad" que resume finisecular pragmatismo,con la L. y la V. de palo seco entrelazadas, huele, en símbolo pueril, aprogresismo; morfológicamente, a pretensiones de novedad. ¿Que estomatará a aquello?... Tengamos fe. Bien puede ocurrir que el aconte-cimiento se realice a la inversa.

    EUGENIO D'ORS.(En Arriba, Madrid, 15 de julio de 1949).

    Obra magistral, en que se desarrolla el tema de la historia del hu-manismo en Colombia, tierra pródiga en grandes humanistas, entre losque descuella M. A. Caro. Abarca las noticias acerca de la enseñanzadel latín, de las gramáticas latinas, de la producción de obras científicasy literarias latinas, en verso y en prosa, de las traducciones de clásicoslatinos, de los comentarios y ensayos críticos sobre temas de literaturalatina, de la influencia de la cultura grecorromana en las letras colom-

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    bianas, y, en general, de la huella clásica en la vida de Colombia. Es, enverdad, un capítulo de la historia cultural colombiana..,Ha descubiertola existencia de una verdadera literatura colombo-latina.

    (En Symposium, Syracuse Univcrsity. Vol. III, núm. 2, nov., 1949, págs.362-363).

    Ha recogido Rivas Sacconi en este volumen sus metódicos y cons-tantes trabajos de más de ocho años. En doce completos capítulosestudia los tres períodos en que, según él, se desarrolla el humanismoentre nosotros: el colonial, el de transición y el independiente. En elprimero descuellan Fernando Fernández de Valenzuela y Fray Andrésde San Nicolás; en el segundo, Mariano del Campo Larraondo; y en eltercero, Miguel Antonio Caro, cifra y símbolo de los más excelsos atri-butos de la cultura colombiana.

    Sin desconocer las esporádicas manifestaciones que el cultivo delgriego ha tenido aquí, Rivas Sacconi demuestra hasta la evidencia queel humanismo colombiano está ligado esencialmente al latín, y que através de éste nos ha venido casi siempre el conocimiento del hele-nismo.

    Enhebrando estas disertaciones con un noble fin de crítica y conun riguroso proceso histórico, Rivas Sacconi estudia la cultura latinaen la vida y obra de nuestros grandes humanistas. Sus páginas vienena constituir, como en el caso de Caro, densas y radiantes monografíasde investigación estética e histórica.

    El autor, además de consumado latinista, es un vigoroso historiador,erudito como pocos en esta materia rescatadora del pasado; mas no unhistoriador sin vida, sino dominador de causas y concatenaciones, vivazy nervudo.

    Su formasión cultural se levanta sobre los clásicos y alcanza los másimportantes creadores literarios del mundo contemporáneo. Posee todaslas condiciones para la ardua faena de alta crítica.

    Como escritor, Rivas Sacconi, por lo mismo que se ha nutrido conla médula de la inmortal sabiduría latina, es claro, armonioso y hondo.Su fértil imaginación está muy bien conducida por la alada y adiestradainteligencia. Es uno de nuestros mejores prosistas en la actualidad.

    Sin hipérbole, sin cumplimientos de amistad, bien puede decirse queEl latín en Colombia, es un libro admirable, que entra con fulgor yfortaleza en la misma línea de las obras de Caro, de Suárez, de GómezRestrepo y de Maya.

    XAVIER HISPANO.

    (En El Siglo, abril de 1949, 3* Página Literaria).

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    Es éste uno de esos libros de hondo y serio trabajo, que rara vezsalen de nuestras prensas. El nuevo académico de la lengua, Dr. JoséManuel Rivas Sacconi, se revela en él un avezado investigador, que noperdona trabajo por ser lo más exacto y completo posible. No sólo hayun conocimiento sorprendente de la bibliografía publicada sobre cadauno de los autores analizados, sino que ha revisado y anotado, con di-ligencia, inéditos manuscritos de la Biblioteca nacional y de otros ar-chivos. Recoge en este libro con minucioso cuidado, todas las mani-festaciones humanistas en nuestra patria, desde las inscripciones graba-das en los monumentos hasta las reminiscencias clásicas que se en-cuentran en nuestros literatos; desde las gramáticas latinas salidas denuestras prensas hasta las magníficas traducciones de Virgilio y Hora-cio realizadas por Caro y Arciniegas. Capítulos especiales le merecencuatro humanistas que representan los tres períodos de los estudios la-tinos en Colombia: en el período colonial, Fernando Fernández deValenzuela y Fray Andrés de San Nicolás; Mariano del Campo La-rraondo para el período preindependiente, y Miguel Antonio Caro,para la época republicana. El estudio consagrado a Caro "uno de losmás eminentes humanistas modernos que la raza española ha produ-cido durante el siglo xix", al decir de Menéndez Pelayo, es a nuestrojuicio el mejor de la obra. Algunos le han reprochado el que en elsubtítulo del libro: Bosquejo histórico del humanismo colombiano, re-duzca el concepto de humanismo al estudio de una lengua. Pero esnecesario recordar que humanismo, término ciertamente equívoco, fueusado primeramente para designar el cultivo y estudio de las literaturasclásicas griega y romana, y esto es lo que ha hecho Rivas Sacconi enesta su magistral obra al estudiar la influencia de la literatura greco-latina en las letras nacionales.

    J. M. PACHECO S. I.

    (Iln Revista ¡averiaría, tomo XXXII, núm. 156, julio 1949, págs. 63-64).

    El humanista José Manuel Rivas Sacconi ha publicado un ensayoexhaustivo sobre el papel del latín y las disciplinas clásicas en el des-arrollo de la cultura colombiana. Con erudición y gran finura de cri-terio analiza el influjo de las literaturas griega y latina sobre los hom-bres que forjaron nuestra nacionalidad.

    Sorprende el número de políticos humanistas que ha tenido Co-lombia, entre los cuales merece colocarse en primer puesto al insigneMiguel Antonio Caro. Aún hoy día, el más probable candidato libe-ral para las próximas elecciones presidenciales es Darío Echandía, la-tinista y gran admirador de estas disciplinas. Este libro de Rivas Sacco-ni, doctor de la Universidad Javeriana, ha sido recibido como un va-lioso aporte a la cultura del país.

    (En Latinoamérica, México, julio, 1949).

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    Una patria no es simplemente una casualidad geográfica, una fata-lidad racial limitada por océanos, ríos y mojones: es una viva con-fluencia de valores del espíritu y de la sangre, de líneas ideales que seprolongan más allá del tiempo. Con sueños y con amores, con recuerdos y esperanzas, con fe y con sufrimientos colectivos, con temblorosashermosuras de la palabra, o del color o de la música, está amasada laimagen de una patria.

    Porque existen, a más de las riquezas naturales, a más de la an-chura y belleza del suelo, a más de los estadistas y políticos, otras im-ponderables contribuciones a la grandeza de una nación, otras líneassutiles que completan ante el mundo su fisonomía, otros puros ele-mentos de prestigio: tales son los trabajos con frecuencia silenciosos ypasajeramente menospreciados, de escritores, artistas y poetas. Ellos pres-tan una cuarta dimensión a las patrias. Y les entregan una incorrup-tible riqueza destinada a la inmortalidad. Muchos espíritus selectospueden ignorar que nuestro país es el primer productor de café suavedel mundo, o que bajo nuestro cielo se derrumba el Tequendama;pero el nombre de Colombia les evocará siempre el suelo en donde can-taron Pombo y Silva, en donde Suárez escribió, en donde Caro y Cuervolevantaron monumentos de imperecedera sabiduría.

    Se habla ahora con mucha frecuencia del eclipsa acelerado de lagran tradición cultural de Colombia. -Y esto preocupa hondamente anuestros mejores espíritus. La generación que hoy rige al país tiene laobligación histórica de indagar en las raíces de tan alarmante situación.Y de emprender todas las soluciones aconsejables. Quienes tienen eldeber y el poder han de contribuir con su más puro esfuerzo a man-tener el prestigio espiritual de la patria y"a difundir su nombradía li-teraria. Y a acrecer con obras altas y dignas el poderoso legado cul-tural de quienes nos antecedieron.

    Uno de aquellos áureos trabajos a que antes aludí, de aquellas idea-les faenas que honran a una generación es el libro en donde José Ma-nuel Rivas Sacconi estudia la huella latina en la vida nacional que, conel obligante título de El latín en Colombia, aparece en estos días. Hijodel nostálgico cantor de las constelaciones, nieto de historiadores y eru-ditos, a José, Manuel Rivas le viene por presión ancestral el culto porla lengua, la pasión por las cosas del alma y el ánimo valeroso paraemprender trabajos de la más paciente y pura jerarquía. En el pórticode su libro dice expresamente José Manuel Rivas que "el latín en Co-lombia es el humanismo colombiano. Los estudios griegos, limitados yesporádicos, no han formado tradición. En la colonia, el griego no seenseñó en Santa Fe, aunque hubo varios entendidos en dicha lenguaal decir del P. Gilij. Cuando en la época republicana, el griego hizo suaparición en los programas escolares, como en los de 1826, se trató másde normas que reflejan una aspiración, que de disposiciones efectivas".Rivas Sacconi identifica, pues, cultura latina con humanismo en nues-

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    tra patria y con este hilo guiador sigue las vetas subyacentes de la in-quietud humanística en Colombia desde los albores de la nacionalidadhasta los días contemporáneos. Y así, completando anteriores obrasmagistrales que nos dieron la cara castellana de nuestra evolución li-teraria, él nos entrega un nuevo rostro hasta ahora casi por entero sub-yacente y enterrado de la vida espiritual del país. En esta forma nosvamos acercando a una síntesis espiritual de nuestra nacionalidad,insertada en' la cultura occidental, que para nosotros tiene el sentidode latina, cristiana, hispánica y americana.

    Ya en los orígenes de nuestra historia encontramos la personalidadheroica y determinante de Jiménez de Quesada quien desde el día enque pone su planta en tierra granadina define para siempre el genionacional con su triple vocación jurídica, poética y humanística. Quesada,fundador del Nuevo Reino de Granada, es un cabal hombre de sutiempo, un varón renacentista, docto en las armas y en las letras, atentoal ensueño y a la caballería, espléndidamente dotado así para las durascosas de la tierra como para las aladas faenas del cielo. Toda su almaestá impregnada de las esencias greco-latinas y humanísticas respirablesen su tiempo. Al definirle con romana sobriedad Rivas Sacconi nos dala estampa ideal del humanista del renacimiento: "Quesada... cuyafigura se encuentra indefectiblemente en los orígenes de la historia cul-tural de la nación, lo mismo que en la política, cultivó el derecho, lahistoriografía, la métrica, la crítica, la oratoria sagrada y fue esencial-mente un humanista. Este aspecto no estudiado de su personalidad esel más prominente y compendia todos los demás. Ningún otro, porseparado, es capaz de definir su fisonomía intelectual. Quesada no fueun historiador, ni un poeta, ni un autor religioso, precisamente porquepasó por todas esas modalidades sin circunscribirse a ninguna en par-ticular. Fue humanista porque supo combinar tal universalidad de co-nocimientos con ciertas cualidades humanas, fundadas éstas y aquellaen una sólida y bien asimilada formación latinoclásica". El historiadordel humanismo en Colombia estudia con la perspicacia y agudeza quele son habituales, en los pocos papeles que del Mariscal se conservany en las alusiones de sus biógrafos, la formación romana del guerrerolicenciado. Y es de admirarse, leyendo las páginas iniciales de su libro,de aquellos portentosos españoles que atravesando la selva delirantey con la aventura al cuello, disputaban, cada quien en su bando, acercade las excelencias de la retórica tradicional de Castilla o de la músicadeleitosa en que cantaban Garcilaso y su coro de poetas italianizantes.

    ¿Estudia luego nuestro autor el rastro de la latinidad y del rena-cimiento en la obra titánica de Juan de Castellanos a quien alguienllamara "el Hornero rústico de la patria colombiana". Si largo fue elesfuerzo del poeta cronista en su creación monumental, larga fue tam-bién la paciencia de José Rivas para indagar hasta los más brevesdestellos de la lengua romana en el rudo cantor de los conquistadores.

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    "Castellanos, dice, vino como conquistador y se volvió letrado, a la inver-sa de Jiménez de Quesada, jurista a quien la ocasión hizo guerrero. El va-te de las elegías puede ser considerado, en cierto modo, como la primeramanifestación de la cultura trasplantada al Nuevo Reino y arraigada enél tan rápida como vigorosamente . . Castellanos estuvo aún más compe-netrado que Quesada con el espíritu del renacimiento".

    Bien pronto las heroicas aldeas perdidas bajo el cielo, que ibannaciendo de la semilla de hierro de las espadas españolas, van adqui-riendo noble y pétrea fisonomía de villas indoespañolas, se tornan ama-bles y doctas flores de civilización y compañía. Surgen por doquieraescuelas y conventos. Y un largo rumor de latines — "latín docente ycientífico, empleado en cátedras, tesis, textos y obras de consulta; latínacadémico, prolongación del anterior en justas de saber y de letras;latín administrativo, latín conversacional" — atraviesa la vida colonial.El latín, en la era hispánica o colonial, sigue siendo, como en el me-dioévico ensueño universalista, lengua total de la cultura: lengua dela religión, de las letras humanas y divinas, de la ciencia y de la poesía,de la jurisprudencia y del entendimiento entre las gentes. Compulsandoescondidos manuscritos, viejos mamotretos, libros inéditos, antiguostextos, Rivas Sacconi saca a flote obras y nombres de diversa calidady revela el tejido latino de nuestra cultura colonial. Entre aquellos nom-bres uno se destaca sobre manera: el de Fernando Fernández de Va-lenzuela, de vida quimérica, de vasta erudición, de precoces talentos yde obra insigne. Rivas ha organizado una cabal semblanza de aquelvarón cuya imagen en blanco sayo de cartujo está pintada en un cuadroque reposa en la cimera iglesia de Monserrate. No menos interesantesson la vida y la obra del agustino recoleto Fray Andrés de San Nicolása quien José M. Rivas define con estas palabras redondas, breves y so-brias como medalla romana: "su laboriosidad fue ejemplar; su vidaintegralmente consagrada al estudio. No fue hombre de acción: todaslas energías gastó en el ejercicio de la pluma y la palabra. No escribiópor pasatiempo, sino en cumplimiento de una misión. Midió siempresus fuerzas en tareas arduas y de largo aliento". Queda firmemente es-tablecido a lo largo del libro que toda la literatura de los primeros si-

    . glos colombianos se alza sobre una ancha base de cultura humanísticay que existe una veta de latinidad y una copia de escritores latinos dediversos temas e índole que aguardan aún al investigador, al erudito,al crítico, al historiador y al editor.

    Aunque hay, una evidente decadencia de los estudios latinos y delas preocupaciones humanísticas en un sentido grecorromano a lo largodel siglo XVIII — vuelto ya hacia preocupaciones cientifistas y hacia fi-losofías de índole no tomista — es de anotar, y José Rivas lo anota yestudia extensamente, que toda la generación libertadora está impreg-nada de disciplinas clásicas: José Félix de Restrepo, Caldas y Torres,Zea y García Rovira, Nariño y José Manuel Restrepo, los hermanos

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    Urrutia y los Tenorio y Carvajal, de formación rosarista o payanesacasi todos ellos, fueron doctos en las letras llamadas humanas y de ellodan testimonio los escritos que al par de sus acciones inmortales con-tribuyeron a la fundación de la libertad americana.

    A medida que avanza el siglo xix ocurre una decadencia aceleradade las disciplinas y de la educación humanística hasta llegar a la mitadde esa centuria, cuando oficialmente se legisló para los colegios nacio-nales que "en la escuela de literatura y filosofía no se enseñara latín nifilosofía. No cesó empero, añade Rivas, por completo el cultivo de lashumanidades, porque, si bien quedaron proscritas de los institutos ofi-ciales encontraron en cambio acogida en los privados y en los semina-rios". Aparece entonces la raza extraordinaria de los autodidactas — losCaros, los Cuervos y los Uricoecheas — que habrían de cubrir de honorcincuenta años de la cultura colombiana y habrían de lograr que du-rante una gloriosa época la historia de la cultura colombiana fueraprácticamente la historia de la cultura americana.

    En la figura titánica de don Miguel Antonio Caro tiene su áureocoronamiento todo este secular esfuerzo de la nacionalidad hacia lasdisciplinas clásicas. Todos los anteriores gérmenes y latencias, todo unsecreto esfuerzo colectivo, toda una profunda vocación nacional, con-curren para producir a este leonino y genial varón en quien tiene sucima de diamante el humanismo colombiano y a quien llamara Me-néndez y Pelayo "uno de los más eminentes humanistas que la raza es-pañola ha producido durante el siglo xix". Rivas Sacconi traza la máscompleta, vigorosa e inteligente semblanza que se haya logrado deCaro, héroe de la inteligencia nacional. Analiza su obra inmensa detraductor, historiador y exégeta de los antiguos y nos da una sínte-sis ideal de aquel a quien se ha llamado la cabeza mejor organizadaque en Colombia haya existido. "Por muchos años, dice Rivas Sacconi,fue la figura dominante en el panorama colombiano. Después de muer-to, su perfil ha seguido señoreando el horizonte espiritual de la nación.Ella no estuvo plenamente constituida sino con Caro, quien "más quenadie se acercó a la formación de la conciencia nacional". Le dio élcon su obra intelectual y con su participación en la transformación ins-titucional, de que es verdadero autor, una fisonomía propia e incon-fundible. En el futuro ella no podrá subsistir sino con ese carácter.Padre era él verdaderamente de aquella patria de cuyas entrañas sesentía pedazo".

    Una rápida reseña de las expresiones contemporáneas del humanis-mo completa el libro esencial de José Manuel Rivas Sacconi. Aún des-aparecidos los grandes humanistas sigue latiendo su influjo en la cul-tura patria y la poderosa emanación de su recuerdo y de sus obrasconfigura y determina todavía, en cierto sentido, el carácter de nuestraactividad espiritual dotándola de una signatura clásica y de un ímpetuhacia el orden, hacia la contención, hacia la jerarquía.

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    "Nada en nuestro sentir simboliza tan cumplidamente la patriacomo la lengua...", aprendimos en los lejanos días del colegio. Afir-mar y defender la lengua es afirmar y defender la nacionalidad comoque la lengua es su frontera esencial. Con su libro tan bien escrito, tanbien pensado, tan docto y tan honesto, tan iluminado de fervor y demadurez juvenil, José Rivas presta un servicio magistral a la culturacolombiana y se constituye en ejemplar punto de mira — por su se-riedad, por su rigor, por su aplicación a lo colombiano —, de los jó-venes escritores del país. Hablo de este libro con orgullo generacio-nal. Me parece escuchar en él un llamamiento a lo más profundo y au-téntico de las latencias nacionales, como que la lengua se identifica conla patria y la lengua es también la patria del alma.

    EDUARDO CARRANZA.

    (En El Tiempo, 3 de abril de 1949, Suplemento Literario, págs. 5' y 89).

    Dnus. Rivas, cujus eruditionem in litteris pervestigandis lectoresnostros scimus habere. perspectam, novo volumine litteras novograna-tenses locupletavit.

    Hoc in opere de latini sermonis apud Columbianos traditione; degrammaticis latinis conscriptis; de scientificis ac litterariis operibus ver-su vel prosa compositis; de interpretationibus e classicis latinis auctoribus;de commentationibus criticisque commentariis super latinarum litte-rarum quaestionibus; de efficientia sive culturae graecae et latinae inlitteras columbianas influxu, et, generatim, de classicorum, ut ita dicam,vestigiis in Columbia expressis amplissime, aecuratissime refertur.

    Óptimo sane consilio auctor studiorum humaniorum apud Colum-bianos historiam in tres dividit aetates: eolonieam, mediara et liberam.Prima in aetate, quae ubérrima est dicenda, ómnibus antecellunt lit-teratissimi homines Ferdinandus Fernández de Valenzuela et Fr. An-dreas a Sto. Nicolao; in altera praestantissimum se praebet Marianus delCampo Larraondo; in novissima fama Michaé'lis A. Cari, ut Horatiiverba mutuer, " . . . micat inter omnes velut ínter ignes luna minores".Ómnibus his auctoribus singula capita dicantur.

    Ceterum, quod auctor asserit se tantum historiae litter.irum novogra-natensiurrl caput conscripsisse, modeste facit, ne, si monumentum ingens,— ut ita res se habet —, se exegisse diceret, arroganter hoc dictumexistimaretur.

    (En Palaestra Latina, An. XIX, núm. 118, octobri-decembri 1949, págs.1 1 2 - 1 1 3 ) .

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    Es este el sencillo pero comprensivo título de la obra que acaba depublicar el Dr. José Manuel Rivas Sacconi, Director del Instituto Caroy Cuervo, de esta ciudad.

    Por sus características especiales, el libro no tiene antecedentes bi-bliográficos en las letras colombianas y aun quizás en las americanas.

    Eximios historiadores de nuestra literatura hemos tenido: José MaríaVergara y Vergara, Antonio Gómez Restrepo, Baldomero Sanín Canoy el presbítero José J. Ortega Torres, merecedores de admiración ygratitud; empero, ellos tomaron la producción literaria en su conjunto;historiaron y juzgaron. Rivas Sacconi se entró por la ventana, si senos permite la expresión; tomando como base única el latín, abarcótodo el panorama de nuestras letras. El sapientísimo Rufino J. Cuervoescribió sus pereximias Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotanoy el admirable Diccionario de construcción y régimen, cuyas limita-ciones titulares fueron contradichas por el alcance de las obras, puesseñoreó la más honda lingüística. Las inteligencias superiores van enla búsqueda de sus invenciones muy más allá de lo que en un prin-cipio idearon.

    El latín en Colombia tiene cuádruple carácter: literario, histórico,filológico y crítico. Nos separamos con todo respeto del modesto con-cepto del autor de que "la crítica — si alguna hay en estas páginas —está en la ordenación, en la construcción de la obra".

    Parece imposible que se escriba historia literaria sin que se emita eljuicio sobre los escritos y los autores. Lo otro sería una crónica descar-nada que se limitaría a dar fechas y nombres, empresa muy poco hon-rosa para quienes, como Rivas Sacconi, pisan como señores en los flo-recidos dominios de las humanidades y conocen por ende cuál es lamisión del que historia. Recuérdese que "la modestia es pesada losasepulcral, sobre la cual nadie escribe epitafios ni esparce flores".

    El que llevó al cabo El latín en Colombia da sus juicios certeros yponderados. A todos los cultores del habla de Cicerón dedica su horna-cina, más o menos elevada, pero siempre con su luciente antorcha.

    Admirable es la habilidad del humanista de Bogotá al mantener unaunidad absoluta en un trabajo tan complejo y arduo: en asociacióndichosa van unidas, como se expresó enantes, las letras, la historia, lafilología y la crítica, sin que ninguna invada el campo de las demás:tal, en torno de un hilo invisible, se desarrolla y envuelve la gentiltrepadora. El arte magnífico sabe cómo se une lo disperso y cómo searmonizan las distintas partes del trozo de mármol pentélico, que seha de transformar en una estatua egregia.

    En doce macizos capítulos está dividido el grueso volumen, másun apéndice, Epigrafía. Con todo, el lector se deja llevar sin fatiga porlas páginas donosamente escritas, que no dejan ocultar la hechizantediafanidad del fondo.

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    En tres períodos, bien definidos, divide el autor la marcha de losestudios humanísticos entre nosotros: el colonial, el de transición y elindependiente. Cuatro refulgentes faros brillan en las precitadas épo-cas: Fernando Fernández de Valenzuela y Fray Andrés de San Nicolás,en la primera; en la que le sigue, Mariano del Campo Larraondo, "pa-dre de la crítica colombiana", y en la última Miguel Antonio Caro,luminosa cima de las humanidades, no sólo en esta tierra, sino en cuan-to se habla la lengua de Castilla; este sabio puede con toda dignidadenfilar con Cicerón, Erasmo y León XIII; esto quiere decir que sunombre luce ya entre los perínclitos humanistas universales.

    En la obra de que hablamos se ve todo un desfile de sembradoresinmortales: desde el fundador Jiménez de Quesada, que ora vibrabala pluma diserta, ora la espada conquistadora. Tras este procer de lasletras y de la guerra, sigue Rivas Sacconi citando centenares de culto-res de la lengua del Lacio, todo respaldado por una pasmosa erudición,adecuada y bien dirigida. Una montaña se podría formar con las obras,libros, folletos, revistas y papeles que fueron estudiados cuidadosamen-te, y con una sindéresis plausible. Archivos y bibliotecas suministra-ron al hábil pesquisidor datos antes desconocidos. Del sepulcro del in-grato olvido resurgen beneméritos profesores. Es una obra justiciera yeminentemente culta.

    Establecido está que los fenómenos físicos son correlativos de lospsíquicos. En estos días afanosos que alcanzamos, la inflación econó-mica es el problema de los hacendistas; las cosas valen hoy cuatroveces más de lo que hace poco valían. La moneda ha perdido de suvalor intrínseco y, como compensación numérica, todo sube. Así en lointelectual: hemos perdido la prístina austeridad del adjetivo. Para di-simular la baja intelectual, la frivolidad apela a calificar hombres yhechos con los más nobles vocablos: sabio, excelso, augusto, ilustre,doctor, etc., se aplican a todas horas sin meditar en la justicia de talescalificaciones. La misma ley debería prohibir el que se llame doctor aquienes no nacimos para llevar sobre la cabeza la fresca y verde ramaconsagradora; los títulos académicos han de ser profundamente res-petables.

    La obra a que se refieren estos breves comentarios convendría quefuera ampliamente difundida; es magistral y por ende enseña. Porquelas humanidades son dueñas de cierta virtualidad creadora; constituyenuna gimnasia men{al de sorprendente fecundidad; donde ellas impe-ran se alumbra el ambiente y se abren horizontes de mágicos esplen-dores. Así la Atenas de Pericles, la Roma de Augusto, la Francia deLuis XIV y la España del siglo de oro. Además esas disciplinas hacenque el que las señorea se intrinque con gallardía en campos distintos:Andrés Bello, Miguel Antonio Caro y Marco Fidel Suárez, no vistie-ron la toga doctoral y, sin embargo, lucieron, en el derecho interna-cional y en el civil, el caraqueño genial; en el constitucional el árcade

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    bogotano y en lo internacional el perínclito hijo de las montañas deAntioquia.

    Enseña Macaulay, preclaro historiador, que de las clásicas univer-sidades inglesas han salido los óptimos políticos y gobernantes de laGran Bretaña.

    Por gratitud recordemos a la admirable Expedición Botánica queen la Nueva Granada cambió la faz de esta porción de América. Si lossoberanos españoles llevaron mucho oro de nuestro suelo, todo ello fuesuperabundantemente pagado con la venida del sabio José CelestinoMutis, glorioso gaditano que fue plasmador de sabios y leones. El fueel abuelo de nuestra independencia, porque enseñó a observar, a in-vestigar y, en suma, a pensar en lo alto.

    Envuelto en palmada toga expiró en el patíbulo Camilo Torres,el orador olímpico de la revolución; su genio antevé los prodigios deSimón Bolívar, padre de la Patria y héroe máximo de la América deColón; en fuentes clásicas bebe el Libertador sabiduría y valor; mu-sitando unas oraciones en latín marcha intrépido al cadalso CustodioGarcía Rovira; rozagante pretexta sirvió de sudario a Nariño, Zea, San-tander y Márquez; y, hé aquí lo más admirable: Páez entra en laguerra como un analfabeto y, quizás por intuición de estratego, desen-vuelve en Las Queseras del Medio un plan de batalla que evoca el re-cuerdo del duelo entre los Horacios y Curiados, y en muchas ocasio-nes la astucia del Centauro de los Llanos se asemeja a la de Aníbal,el primer capitán de la antigüedad.

    Aquí, como lo dice Marcelino Menéndez y Pelayo de su patria,cuando el latín y el griego han sido descuidados por los programasoficiales, han encontrado refugio en los seminarios e instituciones pri-vadas. El sacerdocio colombiano ha brillado por su humanismo es-clarecido: Fray Diego de Padilla; el arqueólogo Duquesne; monseñorCarlos Cortés Lee, el Crisóstomo americano; monseñor Rafael MaríaCarrasquilla, maestro de varias generaciones de humanistas; el doctorJuan Crisóstomo García, ínclito cultivador de las ciencias divinas y hu-manas; el R. P. José Ortega Torres, grande como erudito y como ga-lano escritor; el eminente polígrafo Alfonso Zawadzky, hijo de la her-mosa Cali; el franciscano Gregorio Arcila Robledo, cuyo cerebro es señorde un auténtico humanismo; el eminente Mons. José Vicente Castro Silva;los antioqueños Roberto y Juan Jaramillo Arango, sacerdotes de vastacultura y otros paisanos tan doctos, aunque silenciosos, como NazarioBernal, Néstor Giraldo y Marco Tulio Zuluaga; el presbítero Fran-cisco Duque, maestro en latín, griego y hebreo. Dilatada y luminosaes la nómina de los sacerdotes de Dios y de las letras sabias. Loor seadado a ellos.

    Tejió el doctor Rivas Sacconi una rica y perfumada corona conexquisitas flores, recogidas en el jardín de la formación sabia. Pero lamás fragante rosa de esa pancarpia policroma es el estudio que dedica

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    a don Miguel Antonio Caro. Campean allí la erudición, el acierto delos juicios y la profundidad de los conceptos.

    Mucho se ha escrito sobre el hijo de Bogotá, cuya grandeza apenasresiste comparación con la del español Marcelino Menéndez y Pelayo.Estos dos hombres prodigiosos brillan con indeficiente fulgor en la li-teratura castellana. Nadie, en nuestra humilde opinión, ha ido tana fondo como Rivas Sacconi, en el análisis y glorificación del cantor deSimón Bolívar, cuya oda A la estatua del Libertador no tiene par en lapoesía castellana. La de Manzoni a Napoleón muerto, en italiano, larivaliza, pero no la supera. En el canto del colombiano hay felices re-miniscencias del bardo de Lombardía. La musa que inspiró a entram- 'bos aedos es la misma; cantan a dos héroes de genio refulgente y dememoria imperecedera. Para tales varones, tales cantores.

    Con criterio luminoso estudia el historiador de las humanidadesen Colombia las influencias notorias en la precitada oda del señorCaro. Leamos:

    "La más celebrada de sus composiciones, la oda A la estatua delLibertador, pone de presente tales caracteres. Horaciana es en su es-tructura, en la marcha de las estrofas, en el pensamiento robusto, en lasucesión rápida de los cuadros; mas es virgiliana por la entonación me-lancólica y por la concepción del héroe, de Bolívar, cargado, comoEneas, con un cometido superior, que debe cumplir contra todos losembates de la fortuna:

    La soñadora frenteDoblada al peso de misión divina. ..".

    Que Dios, Señor de la supervivencia humana, conserve luengosaños al doctor Rivas Sacconi, para gloria de las letras y honor deColombia.

    TOMÁS CADAVID RESTREPO.

    (En El Siglo, Bogotá, 8 de mayo de 1949).

    No quisiera, en esta sumaria reseña, detenerme a enumerar simple-mente el contenido de la obra de Rivas Sacconi. Esta tarea sería, encierto modo, ociosa y, por otra parte, exigiría una buena dosis de pa-ciente investigación a fin de que la reseña contribuyera, por lo menos,a fijar algunos puntos que el autor, consciente de su misión, deja acargo de la buena inteligencia del lector. Precisamente, ésta es una delas mejores — entre tantas — cualidades del libro. No soslaya sino queapunta de paso temas que requieren, que requerirán, una investigacióncomplementaria. Pondré, para ser breve, sólo un caso. La figura deCastellanos ha sido tratada en distintas ocasiones desde diferentes puntosde vista. Rivas Sacconi hace una especie de paréntesis de ellos para con-centrarse exclusivamente en lo que a él le interesa: la cultura latina del

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    autor de las Elegías. Y esta cultura latina que él advierte desde dentrodel hombre, como algo que se impone con el texto mismo de los can-tos, la ve centrada en lo que contiene de tradición — Renacimiento es-pañol trasplantado a América — y de elemento de prolongación, im-pulso que se continúa en discípulos y admiradores. El punto de vistaes inobjetable; tanto que, de añadírsele complemento cualquiera, ya nose estaría dentro del libro que se propuso escribir el autor. Y sin em-bargo, algo hay que nos advierte que este caso da margen para intro-ducir serias reflexiones de crítica literaria. Rivas Sacconi se da cuentaperfecta de esto. En una nota alusiva al "juicio que de Castellanos tieneformado la crítica", señala con prontitud y precisión, lo suficiente ape-nas para dar a entender la necesidad de esta investigación complemen-.taria, los puntos que ella deberá enfrentar: "—lengua, tema, sentidoheroico de la Conquista, claridad de visión, realismo, riqueza léxica,habilidad métrica, erudición, posición avanzada en literatura, vera-cidad, sinceridad, ironía...—". Y es así como, gracias a este perspicazy comprensivo filólogo, de lo que parecía punto de vista exclusivo, portanto recortado, pero fecundo, surgen, más que un tema complementario,varios temas, numerosos temas, pues el lector debe pensar por un mo-mento que lo que ocurre con Castellanos no es caso aislado, sino pautadel libro, norma del autor. Repito: sería ociosa la reseña que simple-mente enumerara el contenido de El latín en Colombia. Científica ensumo grado la tarea de desglosar del cuerpo robustp de la obra todosesos temas que, embebidos en ella o apenas notados, esperan serenamen-te hacerse objeto de posteriores investigaciones.

    Preferiría por eso, más bien, aludir a los supuestos tácitos de la in-vestigación que constituyen la obra y a la lección científica y humana,de alta humanidad, que de ella se desprende. En nuestro medio, ceñidotan fácil y alegremente al norte de la superficialidad, existe la tenden-cia a hacer caso omiso del trabajo que antecede a la culminación de unesfuerzo cualquiera. Tenemos los ojos ávidos de frutos y las raíces nosdejan sin cuidado. Pues bien; el libro de Rivas Sacconi no podrá en-tenderse ni juzgarse con rigor y exactitud mientras se persista en ol-vidar el proceso de lenta elaboración subterránea que ha precedido a lacopiosa madurez. El Latín en Colombia es un libro de supuestos cien-tíficos, aunque ellos no salgan pregoneros a la superficie. Sin tales su-puestos sería una colección más de generalidades. Digámoslo de unavez: lo que constituye su fundamento previo es la investigación filo-lógica que, al contrario de lo que pudiera creerse, no es soplo de unahora que hinche las velas sino aire y luz de eternidad respirado mo-mento a momento, en lucha con todos los elementos. Esa investigaciónfilológica es, por su parte, el resultado de esfuerzos colosales y su pro-greso, que se mide por milímetros, llega al hombre de nuestro tiempoen dosis que es preciso asimilar con una ponderación que excluye elafán y la precipitación. Constituía, desde la época de los alejandrinos,

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    una escuela, es decir, una disciplina formativa del individuo que debíatraducirse en la más fina y firme comprensión de sus valores intelec-tuales. Fue siempre, desde sus orígenes, el valor más destacado el de lalengua, primero la lengua viva en las rapsodias, luego la lengua some-tida a elaboración artística. De todos modos ella venía a ser el puenteen el que el filólogo debía detenerse si quería mirar en dimensión dehondura el paisaje espiritual del hombre. La ékdosis no fue más queun recurso escolar para asir lo que corría el riesgo de perderse o co-rromperse con la mera tradición; pero ese recurso, aparentemente tanelemental y primitivo, perdura hasta hoy como problema central dela filología. Es lo que hace que una determinada obra literaria apa-rezca como editada con las mejores garantías de autenticidad textual.De esta necesidad arranca la- gran revolución que el siglo xix hace sufrira los métodos de la filología que, gracias a ella, se constituye en unaciencia exigente, la Altertumswissenschaft o ciencia de la antigüedad.Muchos son los que en ese siglo encaran la cuestión capital de que lafijación y explicación de un texto de la antigüedad reclama perento-riamente el dominio de disciplinas afines, hermenéutica, arqueología, mi-tología, etc. Y con los progresos de la lingüística un hombre comoG. Curtius se da cuenta de que la lengua misma es un problema sincuya solución el filólogo aún no toca tierra firme. La filología, pues,toma para sí, para sus métodos, los aportes de la lingüística y, enrique-cida con ellos, con las ciencias auxiliares, con el espíritu de sistema ycon la vida y amplitud espiritual que hereda de los grandes investiga-dores del Romanticismo, entra en el siglo xx consciente de su portentosamisión que es comprender en toda su plenitud la existencia antigua altravés de los textos transmitidos. La filología, en este sentido, entrañauna lección para todo aquel que, consciente de la tradición, quierahacerse a una idea clara, sólidamente fundada, del desarrollo íntimode una cultura cualquiera: clásica u oriental, germánica o románica, his-pánica o americana.

    Pues, en rigor, la cultura americana, en el,nexo indisoluble que laata a la española, no es más que una lejana continuación de la viejacultura clásica, griega y latina y, en último término, prolongación ri-camente matizada de la cultura general románica. El acento personaltardará aún en cobrar consistencia ¿ independencia. Al proponerseRivas Sacconi sistematizar la trama latina de la cultura de un pueblode América, es obvio que se encara con la tradición más persistente ydifundida del mundo grecolatino: la tradición del pueblo romano que,sentida de una manera particularmente viva a partir del Renacimiento,tuvo en España al más singular portador de sus enseñanzas. Pero lospueblos de América apenas si han visto objetivamente la doble co-rriente que los liga al pasado más remoto. Ávidos de colocarse a la al-tura de la época moderna, poco es lo que han penetrado en ese períodoformador que representa la etapa colonial en la que, de manera nada

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    casual, van a confluir el múltiple aliento latino y la robusta mentalidadespañola. En Colombia, por ejemplo, sólo Caro de una manera parcialtiene conciencia de lo que significa la conjunción latino-hispana. Verdades que él se sentía, por la sangre y por el espíritu, literalmente incrus-tado en ella; pero la exhumación de los elementos componentes, tal ycomo se dan en el vasto dominio del pasado, relegados a los archivos,dispersos en centenares de documentos, faltos de la viva unidad quelos repone a su verdadero lugar, fue en él parcial ejecución, aunqueintención que no dejó nunca de preocuparle. Y precisamente, por esteaspecto documental, que trata con filológico criterio de reponer a suverdadero lugar los elementos dispersos que forman la corriente latino-española en suelo colombiano, es por lo que el libro de Rivas Sacconiconstituye un trabajo sin igual en la historia de la cultura. En la his-toria de la cultura, sin más. Porque nadie que sea un verdadero studiosusphilologiae, dejará de sentir como una sola totalidad viva el infinitonúmero de hilos que conforman el tejido de la cultura. En el ámbitode ésta todos los ecos resuenan con pareja armonía y sólo falta aguzarel oído para situar la cúspide remota desde la que se ha disparado lapalabra primera.

    Alguien hizo al autor el reproche de que su libro fuera un fichero,de datos. Pero, ¡por Dios!, ¿es que es posible que la investigación brotede la nada? Hace poco tuve oportunidad de pasar mis ojos por unaobra de psicología del lenguaje, la ya famosa Psychologie der Sprachedel Prof. Friedrich Kainz. Esta rama de los conocimientos lingüísticoses, como puede suponerse, de creación reciente. Pues bien, más de cua-renta páginas de apretada composición tipográfica se encargan de daral lector una idea de la nutrida bibliografía utilizada por' el autor enuna disciplina que es de ayer. Y conste que el libro de Kainz data so-lamente de 1941, de modo que la conocida opinión de Ortega y Gassetde que se iba abriendo camino la norma de aligerar el peso de lasobras científicas liberándolo de las notas de pie de página, resulta a losumo una opinión muy personal del leído filósofo español. Nada hay,pues, que extrañar en el hecho de que tratándose de una disciplinasecular y de un campo en el que los datos utilizables fluyen incontras-tados en multitud de publicaciones se haya tenido que dar cuenta por-menorizada de ellas. Pero el hábito suele tener más fuerza que la razóny el criterio orientado hacia generalidades apenas acepta el escueto len-guaje de los hechos. Por otra parte, es no querer reconocer una verdadamarga que aquí no se ha solido ser pródigo en el trabajo documental,que este trabajo requiere elaboración sistemática y que sólo el acopiode datos y su reflexiva y coherente ordenación darán base para la sín-tesis más generosa. Mientras él no exista, seguiremos bajo la oprobiosatiranía de la vacuidad que es la manera más grata, y a veces más bri-llante, de ignorar las cosas.

    Rivas Sacconi, autor de esta obra sobre el latín en Colombia, tiene

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    la pasión del estudio. Lee despacio, medita, relaciona las ideas y loshechos, mide y pesa las palabras, no se deja seducir por la argumen-tación especiosa, resiste invicto ante el halago de la fácil dialéctica. Noquisiera conformarse con aproximaciones, ni siquiera de detalle. Buscala exactitud y hay algo en su lenguaje que recuerda la sencillez ma-temática. Está hecho para la investigación en la que, seguro de símismo, suele esconder el hallazgo original, la rectificación justa, laoportuna discrepancia, la indicación precisa. Tiene el sentido de loesencial y no se cuida si, para realzarlo, debe insistir, repetirse, rec-tificar, ahondar. Trabaja con una tenacidad a toda prueba, pero in-visible; pues, cosa rara, no se le ve jamás preocupación alguna por darremate a una labor que le apasione. Yo no creo que esto sea naturalezasino arte; una disciplina del demonio ha hecho que todo obedezca enél a depurada elegancia y que hasta el gesto quede sometido a la normasin que se advierta el esfuerzo. Y quiero pensar que la norma procedede esta disciplina del espíritu y del cuerpo que es la filología; la cualun día tomó en sus manos al caudaloso y todo naturaleza Hornero yotro, nos le devolvió gloriosamente sujeto a la serenidad de la ciencia.Sea como se quiera, El latín en Colombia será un libro clásico en lahistoria de nuestros estudios.

    FERNANDO ANTONIO MARTÍNEZ.

    (En Revista de las Indias, Bogotá, núm. 113, abril-mayo-junio de 1950, págs.229-233).

    MIGUEL ANTONIO CARO, La canción a las ruinas de Itálica del Licencia-do Rodrigo Caro, con introducción, versión latina y notas por...Publicadas por José Manuel Rivas Sacconi (Publicaciones delInstituto Caro y Cuervo, tomo II). Bogotá, Editorial Voluntad,S. A., 1947, xxxii-243 págs.

    L'institut Caro y Cuervo avait inauguré la serie de ses publicationspar l'édition des Obras inéditas de Rufino José Cuervo; ¡1 consacre sonsecond volume á son autre parrain, Miguel Antonio Caro, qui oceupeune place de premier choix dans l'histoire de la république colom-bienne. Homme politique — il fut élu président de la république en1894 —, écrivain, critique, M. A. Caro fut un humaniste au sens leplus plein du mot. Doué d'une grande fermeté spirituelle et d'uneculture étendue et solide, il apporta dans chacune de ses activités unsens exquis de l'équilibre et une grande dose de persuasión. Son ceu-vre de philologue, de latiniste fut ahondante et variée: grammairien(Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano),il traduisit abondamment du latin. Dans une de ses lettres, il nousrevele qu' "il écrivit en latin, peut-ctre pour n'étre point compris"; entout cas son activité poetique latine (Carmina Latina et Latinae ínter-

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    pretationes sive carmina e poetis praecipue Hispanis, tum Italis, Gallis,Anglis, latine reddita) constituait en quelque sorte une evasión: "ilétait poussé, dit l'auteur de la préface du présent volume, par unenécessité d'isolement et de paix, par le désir d'aller plus scul et secret"(p. VIII).

    Parmi ses traductions, celle de la Canción a las ruinas de Itálica futplus que toute autre faite avec soin et amour. Sans doute, la lointainepárente qu'il s'était découvcrte avec l'auteur peut-elle expliquer cetteaffection particuliére de M. A. Caro pour le poeme assez mediocre del'humaniste de Utrera: "Libellus hic, écrit-il dans son introduction,tamquam specimen prodit maioris operis, varia ac plurima poematacomplectentis e diversis linguis a me Latinis versibus reddita et nolisUlustrata". La traduction est précédée d'une serie de prolégoménes:préface, étude sur Rodrigo Caro, bibliographie critique de ses ceuvres,histoire du texte, analyse de la métrique, argument, examen des textescites en appendice.

    La traduction latine veut conserver autant que possible la structureespagnole (p. 131, n. 1); si, comme le remarque l'éditeur, Caro manieun latin facile et élégant, il faut bien constater que la versificationn'est pas toujours absolument corréete. Peut-étre faut-il en aecuser lescirconstances qui ne permirent pas á l'auteur de mettre la derniére mainá son travail: ce que nous possédons n'est pratiquement qu'un brouillon(p. VIII) oü les lapsus ne manquent pas.

    Pour M. A. Caro, la traduction de la Canción ne constitue d'ailleursqu'un pretexte pour nous livrer son testament spirituel: ce qu'ilvoulait nous donner, c'était surtout une édition modele faite seFon lescritéres scientifiques les plus rigoureux (le texte est suivi de Annota-tiones, Excerpta ex variis et d'un Epigrammatum de ruinis spicilegium).Comme telle son ceuvre était digne du soin que J. M. Rivas Sacconia apporté á la présente édition.

    R. VAN NUFFEL.

    (En Latomus, Bruselas, VIII, 1949, págs. 330-331).

    Del gran humanista que fue don Miguel Antonio Caro — cuyonombre con el de don Rufino José Cuervo tienen los colombianos dehoy al frente de un meritísimo Instituto— se publica la hasta ahorainédita versión latina de la famosa Canción del otro Caro.

    Hermosa fe de vida que las Humanidades presentan al estudiosofatigado de hoy, causado por lo rápido y lo que excita o atormenta, oaún sólo inquieta —que ya es bastante. Hermoso regalo de serenidadel que nos hace su editor, José Manuel Rivas Sacconi. El libro esti pul-cramente impreso, y lleva una clara advertencia preliminar, en la quese nos explica la devoción latina de don Miguel Antonio Caro, quedentro de su ocupada existencia guardaba momentos preciosos para

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    verter al latín poesías de autores hispanos y extranjeros "desde Gar-cilaso y Fray Luis, hasta Bello y José Eusebio Caro, desde Dante yManzoni, hasta Chénier y Longfellow". De todo ese tesoro nos llegaahora este magnífico libro. Consta el mismo de la ya aludida adver-tencia del editor; de un amplio estudio preliminar del poema, escritoen latín por el traductor; de los textos castellano y latino de la propiaCanción a las ruinas de Itálica; y de una serie útilísima de anotaciones,apéndices e índices.

    Libro es pues éste de un enorme valor para los estudiosos de laliteratura hispánica. Esperamos con verdadero interés la aparición de latraducción castellana del mismo, que, según nos anuncia el prologuis-ta, ha preparado el doctor José María Restrepo-Millán y que ha depublicarse próximamente, también para gusto del estudioso y nuevahonra de las letras colombianas.

    EUGENIO FLORIT.Barnard College.

    (En Revista Hispánica Moderna, New York, año XII, núms. 3 y 4, julio yoctubre, 1946, págs. 290-291).

    M. A. Carus latinam poesim ferventissime excoluit, nec unquamab hac exercitatione, quam veluti perfugium in adversis rebus arbi-trabatur, abscessit.

    "Libellus hic —scribit litteratissimus auctor— tanquam specimenprodit majoris operis, varia ac plurima poemata complectentis e diver-sis linguis a me latinis versibus reddita et notis illustrata". Haecinter Ruderici Cari Cantío ad Ruinas Italicae recensetur; quamtamen interpres studiosissime perpolivit, eamque, tanquam suarumspecimen latinarum interpretationum, primam reddidit.

    In hoc libro conficiendo plus operae curaeque quam in ceteris im-pendit, eumque prolixius atque eruditius commentariis locupletavit.Mihi quidem ita jucunda hujus libri lectio fuit, imprimisque latinaepoematis interpretationis, ut non modo nullam attulerit animo defa-tigationem, sed effecerit molles etiam atque jucundas horas quas in eolegendo consumpsi.

    (En Palaestra Latina, An. XIX, núm. 116, mayo-julio 1949, pág. 56).

    LA POÉSIE DES RUINES ET L'HUMANISME COLOMBIEN

    L' Institut Caro et Cuervo de Bogotá honore ses deux patrons, deuxgrands humanistes colombiens disparus au commencement de ce sié-de, en publiant leurs inédits. C'est ainsi que J. M. Rivas Sacconi,actuel directeur de l'Institut, a publié le beau travail de Miguel Antonio

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    Caro sur La Canción a las ruinas de Itálica del Licenciado RodrigoCaro (Bogotá, édit. Voluntad, 1947). Cette savante étude d'un fameuxpoeme espagnol est rédigée en latin comme l'étaient encoré les thésescomplémentaires soutenues en Sorbonne vers 1900. Mais la Colombiereste aujourd'hui méme plus fidéle á cet humanisme latinisant qu'aucunautre pays latin. Et il n'est pas inutile d'observer que M. A. Caro,quand il s'appliqua a ce travail, n'était plus un débutant frais émoulude l'Université. II était au soir d'une carriére d'écrivain et d'hommed'État. Entre l'Andalousie romaine d'Italica, patrie de Trajan, laSéville du poete humaniste Rodrigo Caro qui en évoquait les ruines á lafin du xvie siécle, et la Bogotá de son lointain homonyme auquel nousdevons la plus ampie édition commentée de ses vers, il y a une chaíneininterrompue de culture latine á laquelle M. Rivas Sacconi, lui aussinourri de cette tradition, ajoute un chaínon de plus. Et voila comment,chose rare, la bibliographie du comparatisme moderne s'enrichit d'untres solide travail en latin sur une question classique de littératureeuropéenne. II s'agit du théme de la méditation sur les ruines. M. A.Caro avait réuni dans son introduction et ses notes tout ce que sonéruditión et celle de ses devanciers avait tiré au clair sur le poeme desruines d'Italica, ses sources, les paralléles q'u'offrent la France etl'Italie. Les textes réunis en appendice vont jusqu'á Volney et á dessonnets peu connus du xixe siécle. M. Rivas Sacconi n'a pas cru devoirmettre au courant la bibliographie de M. A. Caro. L'occasion nous enest offerte par la récente édition d'une piéce de Lope de Vega, carLope a plusieurs fois touché au théme de I'amphithéátre en ruines etW. L. Fichter son diligent annotateur (El sembrar en buena tierra, acritical and annotated édition of the autograph Ms., New-York, 1944,pp. 195-6) nous renvoie aux articles de Foulché-Delbosc dans la RevueHispanique (IX, 1904, p. 228, Notes

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    Antonio Caro, dont 1'importance historique est finement analysée, yprend son sens. On ne peut lire ce livre sans se demander quel est lesort reservé á cette culture traditionnelle de la Colombie, ^conserva-toire du vieil humanisme dans une Amérique Latine peu latiniste—,maintenant que le continent est dominé, jusque dans son idéalisme,par le modernisme de la technique et de fejjiciency.

    (En Revue de Littérature Comparte, 23c annéc, oct.-déc. 1949, págs. 594-595).

    Miguel Antonio Caro, erudito, poeta, estadista y benemérito amigode España, en las letras y en la política, dejó inédito este trabajo quehoy saca a luz bajo el patrocinio del Instituto Caro 'y Cuervo, D.José Manuel Rivas Sacconi. Es, en síntesis, una versión latina, en sono-ros hexámetros, de la Canción a las ruinas de Itálica, de su homónimoRodrigo; esta versión, núcleo, razón y elemento principal del libro ensu conjunto, es, cuantitativamente, su mínima parte. Precédenle unosextensos Prolegómeno, en que el autor estudia la vida y obras de Ro-drigo Caro; la génesis, historia y diversos, aspectos estilísticos de lapoesía objeto de la versión; sus concordancias con otros textos litera-rios. Le siguen extensos comentarios exegéticos, gramaticales, estilísticose históricos, de minuciosa prolijidad y copiosa documentación.

    La propia esencia de la obra replantea un problema muchas vecesdebatido. Entra la versión de Caro en lo que, con términos desdeñosos,aunque suavizados por. una amable condescendencia, denominaba Ma-rouzeau "juegos de los humanistas"? Ocurre pensar cuál es la finali-dad que persigue quien, bien imbuido de cultura clásica y no sin nu-men de poeta, acomete, como M. A. Caro, la empresa de verter al latínuna composición lírica. En el caso inverso, la traducción poética es elsucedáneo que da satisfacción, parcial al menos, a quienes tienen porinasequible el original, y cumple un útilísimo servicio de divulgación.Pero en el caso de buscar, en lengua ajena y sabia, expresión a loque en la nativa escribió, en buenos versos, un buen poeta, se piensaen el artificio, en el entretenimiento erudito, en la estéril victoria sobrela dificultad que uno mismo, inútilmente, se plantea... Esto lo veíabien el propio M. A. Caro, y él mismo expone, de intento o de pasada,las razones que le movían a escribir en latín: ejercitar la mente, adap-tando, con ese fin, nuevos conceptos a formas antiguas; poner la uni-versalidad del latín al servicio de la difusión de las ideas; satisfacer ungusto, puro deleite literario sin lógica explicación y, tal vez, lo contra-rio de la divulgación: abstraer del vulgo profano bellos objetos de ex-presión, refugiándolos, como en apartado santuario, en la lenguaerudita.

    Tiene la traducción de Caro una rara cualidad en las versionespoéticas: sin descender a lo prosaico mantiene una escrupulosa, casi'literal fidelidad. Así se lo propuso: "Hispanicam structuram fideliter

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    servare voluimus". En algún caso, el poeta da, por vía de nota, unaversión menos literal, pero, a su juicio, más bella. Maneja con solturael hexámetro y sabe darle sabor clásico.

    De la prolijidad del comentario dará muestra un ejemplo. La co-nocida construcción inicial "Estos... campos de soledad", es objeto deuna nota que ocupa siete páginas; el autor acierta claramente con elcarácter predicativo del giro, de neto abolengo clásico, contra los co-mentaristas precedentes, que lo interpretaban como un forzado hipér-baton.

    No invita a igual elogio la prosa latina de M. A. Caro. Como sueleocurrir en el latín de humanistas ("hombre del Renacimiento" lo llamaRivas Sacconi, siguiendo la-voz de muchos), mézclanse en el de nuestroautor términos y giros poéticos y tardíos, neologismos y voces obsoletas,no sin alguna aparición de arcaísmos; la busca de exquisitez y alam-bicamiento aleja el idioma de la límpida pureza de los clásicos. Há-llanse formas como sistitit, iurisdicialem, spicilegium; reminiscenciashoracianas como terebat nocturna, diurna manu; nombres propios quetuvieron su expresión latina se restauran, en desviado retorno, sobrela forma romance (Luisius, Madritum, Barcilo); en otros, la formagenuina alterna con una artificiosa latinización: Cervantes con Cervan-tesius; Garcilasus con Garda Lasus. Rivas Sacconi ha depurado ciertasexpresiones, de sorprendente incorrección, sólo explicables por tratarsede un borrador rápidamente escrito; ha respetado otras, que estimadebidas a gusto por la variedad.

    La labor crítica del citado Rivas Sacconi es cuidadosa, loable y re-vela una buena técnica de editor. El libro está irreprochablemente im-preso y presentado. Se anuncia una próxima edición en español. Todoello es un digno tributo para el gran filólogo colombiano, beneméritode las letras y de la Hispanidad.

    M. MARÍN Y PEÑA.

    (En Emérita, Madrid, tomo XV, semestres i9 y 29, 1947, págs. 304-306).

    EPISTOLARIOS DE CARO Y CUERVO

    El Instituto Caro y Cuervo prepara la publicación de los epistolarioscompletos de Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo, obra decapital importancia para el mejor conocimiento de nuestros dos grandeshumanistas y el enriquecimiento de la cultura patria.

    Agradeceríamos a todos nuestros colaboradores y lectores en generalque prestaran su valiosa colaboración para realizar este propósito, en-viándonos cuantos datos posean al respecto: originales de cartas, copiasde las mismas o referencias de quienes puedan conservarlas.

    Dirigirse para este fin al Director del Instituto Caro y Cuervo,Apartado Postal 2950, Bogotá, Colombia.

    CampoTexto: THESAURUS. Tomo VI. Núm. 1 (1950). VARIA