Editorial Universitaria Página al Viento No. 6

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Boletín informativo de la Editorial Universitaria Año II, No. 6 Febrero de 2013 Universidad Nacional Autónoma de Honduras Ciudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo elect.: [email protected] editorialUNAH Diseño gráfico: Thomas Rivera Barahona Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú Corrección: Néstor Ulloa Apoyo logístico: Maryori Chavarría Página al viento / Edición y diseño: María Eugenia Ramos Director: Rubén Darío Paz Editora en jefe: María Eugenia Ramos En este número: Roberto Castillo Iraheta nos sigue sorprendiendo Gustavo Zelaya Herrera / 2 Entrevista con Roberto Castillo Edward Waters Hood / 3 Autoridades universitarias inauguran oficialmente año académico “Roberto Sosa Murillo” / 8 Actividades recientes de la Editorial Universitaria / 8 Agradecemos al ingeniero José Luis Barón la gentileza de proporcionarnos fotografías del álbum familiar para esta edición. En un emotivo acto, la espo- sa e hijos del escritor y académico Roberto Castillo Iraheta hicieron entrega a la Biblioteca Central de la UNAH de la valiosa biblioteca del maestro, que a partir de marzo estará disponible al público como una colec- ción especial que lleva su nombre. Castillo, además de escritor, fue académi- co y docente universitario durante 25 años en el Departamento de Filosofía de la UNAH. Falleció inesperadamente el 2 de enero de 2008 a los 57 años de edad, ya consolidado como uno de los grandes narradores hon- dureños contemporáneos. Dejó publicados tres libros de cuentos y dos novelas, además de ensayos, pero su obra inédita, de acuerdo con su colega y amigo personal el Dr. Ra- món Romero, incluye más de 20 títulos. Estos méritos, unidos a su gran calidad hu- mana y su compromiso con una sociedad más equitativa e independiente, nos ha- cen pensar que al inaugurar la Colección “Roberto Castillo”, la Biblioteca Cen- tral y con ella toda la UNAH esta- mos festejando el regreso a casa de uno de nuestros compañeros y amigos más queridos. Página al viento se une a la cele- bración con este número especial sobre su trayectoria y pensa- miento. ¡Bienvenido a casa, maestro! Roberto Castillo ha vuelto a casa Foto: Afiche de la I Conferencia Nacional de Filoso- fía “Roberto Castillo Iraheta”, 12 de agosto de 2012.

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Boletin de la Editorial Universitaria correspondiente al mes de febrero 2013.

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Boletín informativo de la Editorial UniversitariaAño II, No. 6 • Febrero de 2013

Universidad Nacional Autónoma de HondurasCiudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina

Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo elect.: [email protected]

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Diseño gráfico: Thomas Rivera Barahona Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú • Corrección: Néstor Ulloa Apoyo logístico: Maryori Chavarría

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Director: Rubén Darío Paz Editora en jefe: María Eugenia Ramos

En este número: Roberto Castillo Iraheta nos sigue sorprendiendo

Gustavo Zelaya Herrera / 2

Entrevista con Roberto Castillo Edward Waters Hood / 3

Autoridades universitarias inauguran oficialmente año académico “Roberto Sosa Murillo” / 8

Actividades recientes de la Editorial Universitaria / 8

Agradecemos al ingeniero José Luis Barón la gentileza de proporcionarnos fotografías del álbum familiar para esta edición.

En un emotivo acto, la espo-sa e hijos del escritor y académico

Roberto Castillo Iraheta hicieron entrega a la Biblioteca Central de

la UNAH de la valiosa biblioteca del maestro, que a partir de marzo estará

disponible al público como una colec-ción especial que lleva su nombre.

Castillo, además de escritor, fue académi-co y docente universitario durante 25 años en el Departamento de Filosofía de la UNAH. Falleció inesperadamente el 2 de enero de 2008 a los 57 años de edad, ya consolidado como uno de los grandes narradores hon-dureños contemporáneos. Dejó publicados

tres libros de cuentos y dos novelas, además de ensayos, pero su obra inédita, de acuerdo con su colega y amigo personal el Dr. Ra-món Romero, incluye más de 20 títulos.

Estos méritos, unidos a su gran calidad hu-mana y su compromiso con una sociedad más equitativa e independiente, nos ha-cen pensar que al inaugurar la Colección

“Roberto Castillo”, la Biblioteca Cen-tral y con ella toda la UNAH esta-mos festejando el regreso a casa de uno de nuestros compañeros y amigos más queridos.

Página al viento se une a la cele-bración con este número especial

sobre su trayectoria y pensa-miento.

¡Bienvenido a casa, maestro!

Roberto Castillo ha vuelto a casa

Foto: Afiche de la I Conferencia Nacional de Filoso-fía “Roberto Castillo Iraheta”, 12 de agosto de 2012.

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Al cumplirse cinco años de su muerte y al conmemorar los 30 años de la publi-cación de “El corneta”, uno sus primeros libros, parece que Roberto Castillo segui-rá sorprendiéndonos. Digo esto porque su familia decidió donar la biblioteca de nuestro amigo y así siguen honrando a nuestra Alma Mater con esos libros que vamos a disfrutar. Es decir, no es un ho-menaje a Roberto, sino que es él y su fami-lia los que nos distinguen regalándonos uno de sus más hermosos tesoros.

Creo que no estoy tan autorizado para hablar acerca de la obra de Roberto, no tengo la capacidad técnica de presentar el inventario completo de su producción ni el conocimiento psicológico para mostrar aspectos de su personalidad. Otros pue-den hacerlo mejor. Pero sí podría mani-pular y llenarlo de virtudes imaginadas y

nos proporcionaba el placer más excelso cuando nos sumergía en la cultura grie-ga. Sabía instalarnos en la época y con sus críticas descripciones nos hacía caminar por los estrechos callejones de ese mun-do; observábamos detalles y cosas gracias a la palabra de nuestro profesor de griego.

Roberto Castillo se iluminaba y casi po-seído nos transfería totalmente su emo-ción. Tal encantamiento solo era posible porque nos hacía creer que si nos sumer-gíamos en una lectura era para disfrutar-la, casi digerirla y enfrentarla hasta llegar a conocer sus limitaciones.

Pero el vínculo que establecimos se for-talecía mucho más cuando el encuen-tro trascendía lo puramente académico, disfrutando delicias culinarias y el licor adecuado, en ambientes menos formales. La plática se ponía más sabrosa cuando hablábamos de la ciudad y sus barrios, de la gente y sus dichos, de picantes anécdo-tas aderezadas con punzantes ironías. Sin haber practicado la cirugía, instalábamos nuestra mesa de disección y por ella pasa-ban ciertos personajes de la historia y de la calle, que parecían respetables en sus estatuas y en su andar, pero al develarlos capa por capa encontrábamos sus debili-dades y sus virtudes.

Con Roberto Castillo fortalecí una técni-ca extraordinaria que nos puede salvar de tantas amarguras que provoca la realidad nacional en estos tiempos de dolor y de crisis, y que sirve como un potente ins-trumento para desmitificar figurones: es el fino sarcasmo, el demoledor sentido del humor del barrio. Y todo ello sin ofensas hirientes pero si con mucha risa. Es que en Roberto habitaba un huraño y atrevido daimon, ese misterioso espíritu burlón in-ventado por los griegos y que nos impulsa a buscar, entre la desventura y el engaño,

de exagerar su capacidad intelectual. Eso no sería complicado, sobre todo porque fue mi amigo y una de las personas decisi-vas en mi formación, el principal anima-dor para que escribiera algo y él se encar-gaba de divulgarlo.

Pero en este momento ni voy a inventar nada para resaltar al literato ni voy a dis-minuir en nada su personalidad como filósofo. Solo quiero hablar de la especial relación que establecimos.

En la Carrera de Filosofía nos impartió asignaturas muy exigentes como Raíces Griegas y Estética, Historia de las Ideas y otras más. Pero había algo que siempre puso a la par del rigor y la exigencia aca-démica; nos hacía placentera la actividad en el salón de clases. Para mi gusto eso era de lo mejor: él esperaba estricto cum-plimiento del trabajo de aula y a cambio

Roberto Castillo Iraheta nos sigue sorprendiendo

Gustavo Zelaya Herrera *

* Docente del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. El texto que publicamos fue leído en el acto de inauguración de la colección especializada“Roberto Castillo” en la Biblioteca Central de la UNAH, el 13 de febrero de 2013.

Roberto Castillo en su biblioteca.

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los elementos lúdicos, divertidos y espe-ranzadores de la vida.

Como muestra de ese elemento juguetón recuerdo a Roberto con su estricta vesti-menta, los gruesos aros de los anteojos y esa real formalidad que no podía ocultar la abierta sonrisa y el buen decir, agudo, corto, letal, que nos arrancaba divertidos comentarios. Y como si fuera acciden-te, en uno de sus más acabados libros de cuentos, casi biográfico, faltó muy poco para que apareciera el departamento de filosofía en pleno. Por ahí van y vienen distintas iniciales que se corresponden con muchos amigos y amigas, estudiantes y otros profesores y profesoras, más o me-nos retratados en el texto o al pie de pá-gina en “Traficantes de ángeles”. En cada uno de esos relatos están muchos y con ellos la palabra y la figura de Roberto, mi-rándonos y mostrando la burlona sonrisa de nuestro bien recordado daimon que tanto ayudó a que pudiéramos expresar-nos de forma auténtica.

Y eso que Roberto no era alguien que se entregara ingenuamente a las personas; antes tanteaba el terreno y si el lugar pa-recía sólido caminaba poco a poco y al fin

se daba, y no esperaba más que franque-za en el trato. Dentro de las ricas expe-riencias compartidas recuerdo una que se extendió durante casi cuatro meses, entre septiembre y diciembre de 2007. Fueron los últimos meses de vida de Ro-berto Castillo, fue cuando la frecuencia del trato se modificó radicalmente y me pareció mucho más humano y divertido que nunca, pero sufriendo con más in-tensidad, me tomaba la mano y el dolor era evidente. Le preguntaba si tenía cla-ridad acerca de lo que vendría, y no tenía duda alguna.

Según el escritor costarricense Carlos Cortés, nuestro amigo tuvo el delicado refinamiento de despedirse del mundo en enero, el mes que en la mitología ro-mana estaba dedicaba a Jano, el dios que poseía dos caras, una mirando al pasado y la otra al futuro. El 2008 fue el año en que Roberto se marchó y fue con el que se es-taba inaugurando para la perduración de su obra. Jano era el dios de las puertas del universo, siempre abiertas a la agricultura, a las leyes justas y a las buenas prediccio-nes. Pero también es el de la puerta abier-ta de la ciudad y de la habitación para que

entrara o saliera el amigo y la otra cerrada para el que provocaba incomodidad en la casa del ciudadano, de este ciudadano del mundo que se movía cómodamente en Corralitos o en París.

En esa doble funcionalidad de enero, de las caras de Jano y las puertas de la ciudad de los libros, esa ciudad condensada en Roberto, fue donde muchos supimos que leer consiste en un diálogo fecundo con el autor y con otros; y que si existe alguna finalidad en ese ejercicio no es más que aprender a conocer la realidad para cues-tionarla y hacer algo para cambiarla. Pero tal actividad cobrará mayor sentido si lo-grábamos en otros el interés por acercarse a los libros, y así seguir por ese camino de conocimiento y transformación de nues-tra realidad. Ese fue uno de los propósitos de Roberto Castillo, hacer que nosotros, sus alumnos, supiéramos movernos con libertad en ese denso bosque urbano de los libros. Y después de penetrar en su espesura y elegir lo más frondoso, el ár-bol de los mejores frutos, se debía pensar acerca de cada propuesta y encontrar puntos de encuentro realmente humanos.

“Ahora sus cuentos, novelas y ensayos filosóficos agrandan la Colección Hondureña de nuestro sistema bibliotecario.”

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Puntos de encuentro, lugares de llegada, las grandes síntesis obtenidas a pesar de las diferencias, a pesar de las carencias bi-bliográficas y de las pobres políticas pú-blicas que estimulan el estudio. Uno de esos elementos fundantes los encontró en temas como la identidad nacional y la incorporación de la cultura universal en lo nuestro. Esto tendría que lograrse con el esfuerzo continuo y ordenado de la in-vestigación para llegar a desarrollar pen-samiento propio. En palabras suyas: “Pen-sar es sentar las formas bajo las cuales los hombres participan del ser, y se apropian de él”. Y las formas por excelencia las en-contró en la literatura y en la filosofía, concebida como “la culminación de un largo proceso de pensamiento y lengua-je… La síntesis activa de nuestra identi-dad cultural no al comienzo, sino al final de un largo proceso que ya está desatado”.

Ese proceso de pensar la identidad na-cional consiste en “recoger fragmentos y unirlos, no en torno a la nación que nunca fue sino a la que debería ser”; en perseguir el ideal, en el intento de conocer el mo-vimiento dinámico del concepto. Por ello afirmó que “no terminan los hombres de buscar el perfeccionamiento del contra-to social, sobre el que tantos ríos de tin-ta y sangre han caído, cuando se deja ver la necesidad de reformular y replantear aquel otro contrato anterior que casi na-

die, fuera de unos pocos llamados salva-jes, ha respetado a lo largo de la historia: el contrato con la madre naturaleza, a la que la racionalidad con que se despliega nuestra civilización amenaza en forma irracional y progresiva”.

Ese ir edificando la identidad exigía, se-gún Roberto Castillo, “un requisito y con-dición” que no es más que la renovación del entendimiento, cosa que hacía desde la literatura y la filosofía. Por ello afirma-ba que si no hemos llegado a interesar a más personas en los asuntos filosóficos no era por culpa de la filosofía, sino por la forma en que ha sido enseñada. Lo mismo opinaba de los libros y de la biblioteca. Se tenía que saber mostrar a la filosofía y al libro, poner vida en la casa de los libros. Y por ello nos dejó como misión el intento de unificar los diferentes criterios en los programas de las asignaturas, señalando los distintos caminos que conducen a los libros.

En uno de sus ensayos, titulado “¿Qué cla-se de filosofía queremos?”, propuso ideas acerca de la necesidad de incorporar en la filosofía preguntas nacidas de nuestra Honduras acerca “del problema del co-nocimiento, del hombre o del método”. El primer paso es “saber escuchar para poder hablar”. Decía: “La pregunta por la clase de filosofía que queremos debe conducir a

una cuidadosa mirada sobre nuestra parti-cular tradición intelectual y sobre nuestras raíces culturales… para que los elementos del pensamiento contemporáneo puedan habitar libremente en nuestra cultura, en-riqueciéndola”.

Un vecino de Roberto Castillo aquí pre-sente, Ramón Romero, dijo que su ami-go: “cuya enorme calidad humana y vasta formación lo situaron entre los más cul-tos y mejor formados intelectuales de la Centroamérica actual, partió dejando una enorme y erudita obra, elaborada desde el silencio”.

Pero Roberto Castillo, además de literato, filósofo, compañero, el mejor motivador que yo haya tenido, también supo antici-par elementos de la herencia que nos deja, al referirse a valiosos intelectuales hondu-reños como José Cecilio del Valle y Adolfo Zúñiga, diciendo que: “el desarrollo his-tórico posterior puso a nuestras socieda-des en un estado de postración material y espiritual. En medio de él, siempre hubo individuos dignos que se impusieron a las adversidades y mantuvieron su apego ético y mental a unos modos de pensar que no por ser ensombrecidos habían de-jado de pertenecer a la Patria. Supieron ser conscientes del enorme abismo que se abría entre unas naciones y otras, y confia-ron en que las mejores armas para com-batir las desigualdades se hallaban en el conocimiento”.

Nos dejó, pues, cinco grandes temas que la filosofía universitaria puede debatir, sobre la base de la razón, el libro y a la sombra de esta biblioteca:

- la recepción de la cultura universal;

- el conocimiento y transformación de la realidad;

- la formación de la identidad nacional;

- los derechos de la naturaleza;

- la necesidad de la ética en las relacio-nes sociales.

En honor a la memoria de Roberto Casti-llo y gracias a su trabajo formador es que muchos podemos decir que con él nada ha concluido. Ahora sus cuentos, sus no-velas y los ensayos filosóficos agrandan la Colección Hondureña de nuestro sistema bibliotecario, y esto sirve también de aci-cate para tratar de engrandecer nuestra empobrecida Honduras.

Con su esposa Leslie, junto a la cabeza de mármol del prócer mexicano Miguel Hidalgo, duran-te un viaje a Guadalajara.

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Roberto, ¿dónde naciste?; ¿qué forma-ción intelectual recibiste en Honduras?

Yo nací en San Salvador. Mucha gente creía, y todavía cree, que yo soy nacionalizado en Honduras; pero no, mis padres son hondu-reños, de una familia bastante conocida del lugar de donde vienen (en el departamento de Lempira, antiguo departamento de Gra-cias). Creo que lo que hay en esa zona tradi-cionalmente muy aislada, pero con un fuerte componente indígena, conformó bastante mi mundo de sentimientos, y aún de ideas.

Yo hice mi escuela primaria en el lugar de mi familia, que se llama Erandique, famoso por su producción de ópalos. Luego cursé toda la secundaria en San Pedro Sula, una ciu-dad completamente diferente. En Erandique privaba la presencia de lo arcaico español, mezclado con lo indígena lenca; mientras que San Pedro Sula era una ciudad que ha-bía enterrado todo eso y donde lo que se ha-cía sentir era la influencia norteamericana a través de las grandes corporaciones y com-pañías, sobre todo la bananera, así como la influencia de los comerciantes hondureños de origen árabe y de gente que iba y venía por todos lados.

En San Pedro Sula transcurrió una parte muy importante de mi vida. Yo estudié con los hermanos de La Salle. Eran todos, con algunas excepciones, curas españoles. Viví en un internado y ahora, al hacer un balance de lo que fue mi vida, me sorprendo cuan-do mis amigos hablan mal de los internados como lugares de opresión o de infelicidad; para mí esos años fueron enormemente fe-lices. San Pedro Sula tenía un montón de cosas que no existían en mi tierra de origen, y era una ventana mucho más amplia hacia el mundo. En esa ciudad se respiraba una at-mósfera de espíritu crítico y de libertad de expresión, de poder decir lo que se quisiera. La atmósfera de mi zona de origen era te-rriblemente represiva en lo político y en lo mental. Yo creo que no solo no se podía de-cir muchas cosas: ni siquiera se podía pen-sarlas. Todavía es una región fuertemente marcada por la intolerancia política. Enton-

Edward Waters Hood *

Entrevista con Roberto Castillo1

* Edward Waters Hood es docente de Northern Arizona University, EE.UU.1 Tomada de la Revista Istmo No. 16, 2008, edición homenaje a Roberto Castillo coordinada por Héctor M. Leyva, http://istmo.denison.edu/n16/articulos/hood_entrevista.htm Originalmente fue publicada en Hispamérica [XXVI/76-77 (1997): 125-131] con el título "Roberto Castillo".

ces, respirar un ambiente de libertad relativa era muy especial para mí.

La otra cosa que creo que se me desarrolló durante esos cinco años fue una fuerte re-ligiosidad. Después me volví indiferente, aunque respetuoso hacia los creyentes. La mía fue una religiosidad fuertemente mar-cada por el catolicismo; y por el catolicismo hispánico, que así como tiene sus virtudes es autoritario y cerrado. Con los años yo me doy cuenta de que cobré un gran gusto por ciertos escritores anglosajones, especial-mente por Melville y Hawthorne, porque contrastaba con ellos lo que me había forma-do. Es decir, el tradicional espíritu católico confrontado con el protestantismo puritano de Nueva Inglaterra. Para mí era como ver la otra cara de la moneda, y llegué a sentir una gran fascinación por esos autores.

Después de mi secundaria me fui a Costa Rica, donde tuve la suerte de hacer estudios de filosofía. En realidad no sabía exacta-mente qué era lo que yo quería; solo intuía que buscaba un horizonte humanístico. Costa Rica tenía una excelente universidad, magnífica organización de estudios y era un buen lugar para ir. Además estaba muy cerca de Honduras y era barato. Allá me relacioné con una amplia variedad de estudiantes de otros países de Centroamérica; algunos te-nían no solo conocimientos, sino verdadera pasión por la literatura. Al mismo tiempo que hacía mis estudios académicos y ganaba mis cursos, se desarrollaba en mí otra mo-tivación no académica, pero sí viva, tal vez podría decir que creadora, y era la de la lite-ratura. La empecé a compartir con gente que estaba, se preocupaba y vivía de eso. Agra-dezco a muchos amigos de esos años que me abrieron los ojos hacia la literatura.

Costa Rica me dio una confianza muy gran-de en mí mismo; fue el último año que es-tuve allá, cuando la universidad abrió por primera vez unos juegos florales en las ra-mas del cuento, ensayo, teatro y poesía. Yo escribía algunos malos poemas, y tenía un volumen que afortunadamente quemé unos años más tarde. Había mandado esos poe-

mas al concurso. Y mis amigos decían que algún reconocimiento iba a conseguir con ellos. El caso es que los del jurado ni siquiera volvieron a ver los poemas y nadie dijo nada sobre ellos, pero sin decir nada a nadie yo envié un cuento que se llamaba “La casona inexpugnable”; y ese cuento sí que no pasó desapercibido y obtuvo un reconocimien-to. Para mí fue una experiencia magnífica, porque me dio la seguridad en mí mismo que tanto necesitaba. Puedo decir que de ahí arranqué, empecé a ser yo mismo y a con-formar mi mundo; estamos hablando del año 1974.

¿Podrías resumir tu actividad docente durante los últimos años y cómo ésta se ha relacionado con tu actividad literaria?

Yo he sido docente de materias de filosofía, estudios que son recientes entre nosotros en forma sistemática; nuestra carrera arranca del año 1979. Al principio me ocupaba solo de cursos generales, pero después entré a impartir asignaturas especializadas. Tam-bién me he interesado –y eso sí me hace vincularme de múltiples maneras con el trabajo de creación literaria– en un curso de pensamiento hondureño. Tal vez yo diría que lo más importante que he hecho como profesor es volcarme hacia este curso y ha-cia algunas investigaciones en ese terreno; mi actitud va contra cierta manera de decir que en Honduras (y en América Latina) no ha habido pensamiento porque no hay un Hegel, un Kant o un Descartes. Yo pienso que sí hay formas que se dan de manera des-articulada, que andan dispersas, que a veces quedan confundidas con la literatura o con otras expresiones, y que sería una labor jus-ta y deseable recogerlas, porque esas formas constituyen mucho del ser nacional y de nuestra cultura. Yo creo que hay mucho de valioso en recuperarlas.

Como decía antes, combino mi trabajo de dar clases de filosofía con mi trabajo de creación. La Universidad Nacional Autónoma de Hon-duras ha sido muy generosa, aunque yo no confundo nunca mi mundo como profesor de filosofía con mi mundo de narrador; creo

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que son dos ámbitos, y yo voy de uno a otro constantemente. Mi primer libro de relatos salió publicado por esta institución.

Creo que mi proceso de narrador tiene exac-tamente veinte años. No es mucho, pero es algo; son veinte años de ejercicio continuo. Organizo el tiempo como yo quiero organi-zarlo; pero mi preocupación y mi actividad son constantes, nunca se interrumpen.

Ha habido varias ediciones de  El corne-ta desde su publicación en 1981. ¿Tiene un público lector fuera de las escuelas que lo tienen como libro de texto?

El corneta ha sido un libro muy vendido y de una gran aceptación. Por supuesto que lo usan en las escuelas, pero el público se identifica espontáneamente con él. Por un lado, porque es una especie de viaje simbó-lico por Honduras; se recorre, en una rápi-da visión, una serie de elementos que son muy de este país. Por otro lado, su lenguaje es bastante directo; es también muy repre-sentativo del habla hondureña sin que por eso, creo yo, sea un lenguaje provincialista. Estudiantes norteamericanos que vienen a Honduras, por ejemplo, los miembros del Cuerpo de la Paz, han estado usando El cor-neta como una introducción a Honduras y a su español específico. Creo que es un libro que identifica fácilmente a cualquier lector, independientemente del nivel cultural que tenga, con lo narrado en él.

  ¿Qué fue lo que te motivó a crear un personaje marginado como Tivo, el pro-tagonista de El corneta?

Esa es una buena pregunta y tiene que ver con mi procedencia. Yo te contaba que Lempira es una zona que combina cosas muy contradictorias. Por un lado hay un gran aprecio por los bienes culturales, y yo creo que en ninguna parte de Honduras son tan generalmente estimados como allá. Pero, por otro lado, es una zona que ha vi-vido en la intolerancia, en la represión, en la no expresión; el fenómeno del militaris-mo abunda en exhibir las formas más gro-seras. Yo crecí viendo como a los indígenas los reclutaban a la fuerza y los humillaban, se los llevaban a servir en el ejército. Era una especie de secuestro ejercido contra los más pobres. Pero también eso, que me parecía injusto, tenía otras dimensiones. Re-sulta que el ejército les daba botas a los re-clutas que nunca se habían puesto zapatos; les proporcionaba ropa limpia; casi todos aprendían a leer en los cuarteles; muchos regresaban con aspecto saludable, porque, aunque dicen que es mala la comida de la tropa, siempre es mejor conseguir algo que no tener nada. Y algunos hasta ascendieron a posiciones sobresalientes en la sociedad. Hubo una persona que fue reclutada en su juventud de esa manera violenta y llegó a ser Jefe de Estado de Honduras. Posiblemente si no lo hubiesen reclutado a la fuerza nunca habría subido tan alto.

Para mí fue un contraste tremendo entre la injusticia, la brutalidad, la opresión y, por otro lado, cierta admiración que ge-neraba ese mundo. Yo encontré que esos dos sentimientos encontrados solo po-dían tener una solución en el humor. Hay una burla de todo ese mundo militarista a la hondureña en El corneta.

¿Qué representa la aparición del hijo de Tivo al final de la novela?

Significa el cierre de un mundo y la po-sibilidad de apertura de otro. Eso yo lo hice en varios relatos. Mi cuento “Anita la cazadora de insectos”, por ejemplo, es la historia trágica de una niña de la ciudad. Ella es destruida psíquicamente y tam-bién aniquilada físicamente, pero cuando termina su historia se abre la del herma-no, que está entrando a la academia mili-tar; posiblemente va a producir otro ciclo: igual, parecido, mejor o peor, pero otro ciclo. En un tiempo yo estaba muy incli-nado hacia las visiones cíclicas. Admiraba demasiado la figura del círculo. Creo que hoy he salido un poco de la geometría.

Me gusta tu cuentito “El ángel”, de Subida al cielo (1980). Son tres niños que llegan a la iglesia para ver el ángel, que es para ellos un ángel de verdad. Me hace recordar los cuentos con el tema del ángel caído de Joaquín Pasos, Amado Nervo y Gabriel García Márquez.

Es interesante que lo notaras. Yo he vuelto al tema de los ángeles, y lo he enriqueci-do mucho. Este libro inédito que se pu-blicará en Costa Rica –se llama precisa-mente Traficante de ángeles– combina la historia de un hombre de origen nortea-mericano, es mormón de Utah, que viene a dar a Centroamérica. Y lo que él hace para sobrevivir y amasar una cierta for-tuna es traficar con estatuas coloniales de ángeles. Algunos de mis amigos que han leído el libro han creído que yo me refiero alegóricamente al tráfico de niños, pero no, no tiene nada que ver con eso. Ese tema de los ángeles me apasiona y lo he tratado en varios lugares. Con él resca-to y me inserto en una veta cultural muy rica de esa cultura de Gracias, de la cual yo me siento muy orgulloso. Así como allí hay una gran riqueza de manifestaciones indígenas lencas, existe otra de expresión española, y especialmente plasmada en formas artísticas barrocas. Es sorpren-dente la cantidad de iglesias que hay en esa zona, con sus magníficos trabajos en pintura, en estatuas, en ornamentos. Hoy día es una zona olvidada, aislada, margi-

Durante la presentación de uno de sus libros, Roberto Castillo le autografía un ejemplar al también escritor y académico Marcos Carías. (Foto del álbum familiar.)

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nada. Y uno crece con esa conciencia, y esa conciencia se alimenta de las formas cul-turales y específicamente artísticas que esa cultura dejó. Hoy es una cosa lamentable y bastante dolorosa por el saqueo de tesoros artísticos. Una de las tres iglesias de Eran-dique, por ejemplo, tenía una pintura colo-nial muy hermosa, muy descuidada; estaba llena de polvo. Y un día llegaron unos es-pecialistas de muy alto nivel e hicieron una reproducción. La colocaron en el lugar y se llevaron el original.

Uno de chico iba a meterse en las iglesias; había cosas que eran muy interesantes y muy asombrosas. Por ejemplo, para la se-mana santa en Erandique, había un cristo cuyos brazos eran plegables. Toda la comu-nidad participaba en el rito de clavarlo en la cruz, y después en el de hacerlo descender. Al mismo tiempo que yo de pequeño vivía la crucifixión y descendimiento de Cristo, y veía cómo sus brazos se replegaban, había un ángel impresionante cerca del lugar don-de quedaba guardada la estatua de Cristo. Ese es el ángel del cuento. Tres o cuatro me-ses después me tocaba vivir otra pasión, no cristiana sino pagana y patriótica, que era la muerte de Lempira, el cacique lenca que se enfrentó a los españoles. Resulta que todo el pueblo participaba en revivir la muerte de Lempira, en levantar un extraño y sor-prendente ritual. Yo me sentía entre una celebración cristiana y otra pagana. ¡Y las dos estaban vivas! Aunque se supone que el mestizaje busca la integración completa, eso es mentira en una sociedad mestiza. Sobre todo en el mundo hispanoamericano; el co-lor de la piel sigue contando mucho en los prejuicios y las formas de ver a la gente.

Lempira es el primer héroe de Honduras, y en la escuela nos decían que había que exal-tar al héroe nacional, y muchos niños y gen-te mayor salían vestidos de indígenas, pero algo nos decía secretamente que era mejor ser español. Si eras español en la misma re-presentación, ya estabas en una posición de privilegio. Yo mismo lo viví de una manera divertida. Mi padre se dedicaba a la gana-dería, y por eso tenía caballos. Sabía mucho de armas de fuego, y me preparaba un ar-cabuz de mentira que echaba humo al dis-pararse. Con él había que matar a Lempira, y me tocó hacer este “trabajo” varias veces. Ya tenía ganado mi prestigio como mata-dor oficial. Pero una vez hice algo malo en la escuela y me castigaron. Me obligaron a salir como indio y tuve que echarme pintura negra sobre la piel, para oscurecerla, andar corriendo a pie y no a caballo; fue una cosa muy divertida. Yo siempre viví ese contraste

de mundos; mundos que poseían cada uno de ellos una gran identidad, variedad y ri-queza. Y creo que ése ha sido el filón que ha salido en todas mis narraciones.

En los Estados Unidos y Europa se da el caso de escritores un tanto distantes de su medio y momento históricos; no pare-ce ser ése el caso en Centroamérica. ¿Te sientes un poco cronista o historiador al escribir ficción? ¿Te interesa la relación entre el arte y este momento que viven Honduras y el resto de Centroamérica?

Yo no me siento cronista; no me gusta esa palabra. En el libro Subida al cielo, el últi-mo cuento se llama precisamente “Cróni-ca”, pero la palabra está usada con ironía. Yo nunca he sido cronista sino hacedor. Porque la generación nuestra –yo nací en 1950– siempre vivió con la idea de que te-nemos un compromiso con la vida, con la sociedad y con nuestro tiempo. Claro, ahora uno ha llegado a los años noventa, donde muchos mitos han caído o muchos esque-mas han cambiado; y como todo lo huma-no, las situaciones de toda la sociedad son como la misma vida individual de uno. Hay cosas que dejan de tener sentido, pero esto no quiere decir que dar respuesta a las situa-ciones y pensar sus problemas sea una labor inútil. Creo que en el pasado gastamos bas-tantes de nuestras energías en una serie de pleitos que solo terminaron agotando a los propios creadores. Si uno piensa en todo lo que se podría hacer con tantas energías, se da cuenta de que se ha perdido mucho tiem-po. Pero también creo que lo que hemos

sentido como un compromiso con el mun-do, con la sociedad, con la vida y con nues-tro tiempo obedecía a una exigencia real, y si volviera a nacer, no dudo que volvería a pasar por las mismas o parecidas etapas.

Muchos escritores toman una actitud crí-tica ante la forma de vida de su sociedad, y a veces la sociedad censura a los escri-tores. Para tu generación, ¿ha sido difícil escribir en Honduras en el sentido de in-timidación o represión política?

En un tiempo vivimos la represión. Fue a comienzos de la década de los ochenta. Yo empecé a escribir en la década de los seten-ta. Como grupo de escritores éramos muy desafiantes, y el curso de los acontecimien-tos parecía darnos la razón. Nosotros desa-fiábamos y veíamos que ese desafío podía ir cada vez más lejos; y aquello contra lo cual estábamos, cedía. En la década de los ochenta la situación cambió totalmente. La atmósfera se volvió muy represiva. ¿Qué puede hacer el escritor en estas situaciones? Hay distintas opciones: unos emigran, otros simplemente se llaman a prudente silencio. Yo creo que cada discurso tiene sentido cuando hay un espacio adecuado para él. Respeto las diferentes opciones que la gen-te toma, para mí no hay una sola opción en la vida: hay varias. La mía consistió en re-plegarme a esperar tiempos mejores, seguir creciendo, seguir madurando literariamen-te sin renunciar a aquello por lo cual se vive. Pues si renuncias a aquello para lo cual te has hecho escritor, entonces sí es el colapso.

Una de las tres iglesias de Erandique, situada en la entrada del pueblo. Foto: Rubén Darío Paz.

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Autoridades universitarias inauguran oficialmente año académico “Roberto Sosa Murillo”

El 28 de febrero de 2013, con la presencia de la rectora Julieta Castellanos, la vicerrectora de Asuntos Académicos, Rutilia Calderón, el director de Cultura, Óscar Armando Valladares, el director de la Editorial Universitaria, Rubén Darío Paz, otras autoridades y familiares del poeta homenajeado, se inauguró oficial-mente el año académico “Roberto Sosa Murillo” en el Auditorio Juan Lindo de Ciudad Universitaria.

En el evento participaron como expositores invitados el escritor Eduardo Bähr, director de la Biblioteca Nacional de Honduras, y el poeta Tulio Galeas, quienes compar-tieron con el público asistente su visión sobre la trayecto-ria intelectual y humana del autor, entre otros libros, de Los pobres y Un mundo para todos dividido.

Al destacar la íntima amistad que le unió con el poeta Sosa, el escritor Eduardo Bähr confió que solo dos per-sonas leyeron Los pobres (poemario que en 1968 obtuvo el premio Adonais de España) en su fase inicial, “todavía emborronado en cuartillas escritas a máquina y obser-vaciones y correcciones en los márgenes: Andrés Morris, dramaturgo y catedrático de la Escuela Superior del Pro-fesorado, y este servidor”.

Por su parte, el poeta Tulio Galeas leyó una selección de poemas de Roberto Sosa, pertenecientes a diferentes li-bros.

El acto finalizó con una interpretación magistral de guitarra clásica, a cargo de un estudiante de la carrera de Arte de la UNAH.

Actividades recientes de la Editorial UniversitariaLa Editorial Universitaria y la Librería Universita-ria, como parte de su contribución a la conmemoración del año académico “Roberto Sosa Murillo”, han decidido convocar en forma conjunta a un concurso nacional de ensayo sobre la vida y obra del poeta. El concurso estará abierto al público en general y el premio consistirá en una dotación en metálico, además de la publicación de la obra. Próximamente se publicarán las bases de participación.Asimismo, nos satisface informar que la Editorial Uni-versitaria ha acordado colaborar con la Biblioteca Cen-tral en la edición y diseño de su boletín informativo, cuyo primer número saldrá próximamente.En cuanto a la producción de libros, además de los que se encuentran en trámite administrativo para su impre-sión, el Consejo Editorial está analizando algunas soli-citudes recibidas, en el marco de los lineamientos gene-rales acordados para los procesos de publicación en esta nueva etapa de la Editorial, que demandan la aplicación de criterios de calidad, imparcialidad y pertinencia.Por otra parte, la Editorial está realizando una campaña de promoción del catálogo de obras en existencia, para

lo cual se han visitado distintas facultades y departa-mentos de Ciudad Universitaria, así como otros centros educativos de nivel medio y universitario. Hacemos una cordial invitación a la comunidad univer-sitaria, especialmente docentes y estudiantes, a visitar nuestras oficinas para conocer los textos disponibles en distintas áreas, sobre todo Ingeniería y Derecho. Tam-bién se puede solicitar una copia electrónica del catálogo por correo, escribiendo a [email protected] que la aplicación del acuerdo especial toma-do por el Consejo Universitario sobre el uso de libros y material didáctico en la UNAH posibilite que la Edito-rial Universitaria produzca los textos autorizados por los distintos departamentos y facultades.En otros temas, María Eugenia Ramos, Editora en Jefe de la Editorial Universitaria, participó como invitada, junto con el escritor Julio Escoto, en el I Encuentro de Narrado-res de Centroamérica “Centroamérica Cuenta”, realizado en Nicaragua del 16 al 20 de febrero de 2013. El evento fue organizado por la revista cultural Carátula, que dirige el escritor nicaragüense Sergio Ramírez.