Editorial LPG
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En el tema de las pandillas hay que poner
a la vez apertura y responsabilidad
Le damos a este esfuerzo el beneficio de la confianza, sin desconocer que
hay múltiples riesgos por evitar y muchas inconsistencias por superar.
Escrito por Editorial Jueves, 19 julio 2012 00:00 // Sugerido (Vía Facebook) por Roberto Valencia –
El Faro.net
Como lo manifestamos desde el primer momento en que salió a la luz el sorpresivo acuerdo
de las principales pandillas para dejar de matarse entre sí, se están dando en este campo
novedades que no deben ser tomadas a la ligera ni quedar sitiadas por el escepticismo
absoluto. Desde luego, la incredulidad es comprensible, sobre todo porque este hecho
surgió rodeado de muchas explicaciones a medias, que alentaron las dudas. Sin embargo, y
pese a que ha habido también datos diversos sobre los resultados concretos de dicha tregua,
lo cierto es que ésta no se ha roto desde que se anunció, y las estadísticas de muertes
violentas han venido a la baja.
Es claro que la intrincada problemática antisocial y delincuencial del país no se puede
resolver de manera inmediata y voluntarista; pero también es cierto que se trata de un
fenómeno de alta complejidad, cuya naturaleza escapa a los simplismos con que se le ha
querido enfrentar desde las estructuras institucionales. Tal naturaleza requiere que se
aplique mucha creatividad a los tratamientos y a las eventuales soluciones. Específicamente
en lo que se refiere a las pandillas o maras, ya está visto y comprobado que los esquemas
rutinarios no sólo no funcionan, sino que tienden a ser contraproducentes en los hechos.
El Gobierno reitera que no está dispuesto a negociar con los grupos pandilleros y sus
liderazgos. Tal posición es comprensible, porque se trata agrupaciones que se han puesto al
margen de la ley. Sin embargo, la misma originalidad sociocultural del fenómeno da pauta
para intentar tratamientos alternativos, que pueden ser liderados por otros actores del drama
social.
En el caso del pacto entre pandillas, un obispo católico y un antiguo miembro del
movimiento guerrillero han asumido la conducción de la iniciativa, que, por los resultados
tenidos hasta hoy, sin duda merece ser observada con mucha atención y acompañada con
espíritu positivo.
El hecho está tomando suficiente relieve como para que el mismo Secretario General de la
OEA haya venido al país a constatarlo directamente, y a darle su aval al esfuerzo que lo ha
hecho posible. Esto es en sí una señal de que por ahí hay un camino que pudiera llevar a
conclusiones ejemplarizantes no sólo interna sino también internacionalmente. Como se
puede comprobar a cada paso en el desenvolvimiento de las diversas dinámicas globales,
estamos en un mundo en el que hay que aplicar enfoques novedosos que permitan
diagnósticos que también lo sean, en función de soluciones acordes con las características
de los tiempos.
Desde luego, como sugerimos en el título de este Editorial, no se trata de caer en la
extravagancia o en la gratuidad, sino de ser creativos con apertura y con responsabilidad.
Las sociedades, y en este caso la nuestra, no son entidades planas y simples, sino
organizaciones complejas y multifacéticas; y por consiguiente las problemáticas que se van
manifestando en el seno de las mismas no admiten el simplismo fácil ni la fragmentación
rutinaria. Hay que atreverse a intentar lo nuevo, porque lo humano, para bien y para mal,
nunca se queda estático. Una situación como la comentada es un claro y dramático ejemplo
de ello.
Le damos a este esfuerzo el beneficio de la confianza, sin desconocer que hay múltiples
riesgos por evitar y muchas inconsistencias por superar. Ojalá que este experimento
salvadoreño llegue a convertirse en un referente exitoso, que pueda servir en nuestro caso y
en otros semejantes.