Ediciones Desnivel Pirineos Juanito Oiarzabal

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Í N D I C E

7 • CAPÍTULO 1

Por los Pirineos

21 • CAPÍTULO 2

Juanito y los Pirineos. El viaje iniciático

35 • CAPÍTULO 3

Ansabère, el Pirineo vertical

49 • CAPÍTULO 4

El Midi d’Ossau, el rey de los Pirineos atlánticos

61 • CAPÍTULO 5

Vignemale, la montaña del conde Russell

73 • CAPÍTULO 6

Pequeños paraísos para escalar. Riglos y Telera

87 • CAPÍTULO 7

Ordesa y el Monte Perdido

103 • CAPÍTULO 8

Gavarnie, murallas de hielo

117 • CAPÍTULO 9

El Aneto y los Pirineos orientales

133 • CAPÍTULO 10

La evolución de la escalada. Mirando al futuro

143 • ANEXO

Guía de vías pirenaicas recomendadas por Juanito Oiarzabal

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A mí me ha gustado mucho esca-lar. En roca y en hielo. Sin necesi-dad de alcanzar necesariamente

grandes cumbres.Además, para entrenarse en la mon-

taña, para aspirar a grandes escaladas,conviene tener lugares en los que lapráctica suponga a la vez divertirse yenfrentarse a dificultades. Y para mí Ri-glos y Telera han sido dos de esos lu-gares. Dos de mis lugares favoritos.

La roca de Riglos es muy especial.Nada que ver con el granito del Midi nicon las calizas de Ordesa. Los Mallosson unas paredes verticales de aglo-merado rojizo, que se va todo según lotocas.

Una escalada en la que entonces –haceveinte años– había que arriesgar mucho,porque los seguros eran inestables y losvuelos podían ser espectaculares.

Yo conocí Riglos de la mano del te-niente Pepón. Un verdadero tenientedel ejército que ahora debe de ser yacoronel. Entonces estaba destinado enVitoria, y como le gustaba escalar, con-tactó con la Manuel Iradier, y allí nosconoció a nosotros. Éramos muy jóve-nes, él también. Es maño.

El caso es que nos fuimos una vezhasta allí, y a mí me encantó el ambiente.Era como un oasis para escaladores. Dor-mías en el refugio, en el pueblo. Debajomismo de las murallas. Allí nos juntá-bamos todos los chalaos de la roca. Y tepasabas la velada comentando lo queibas a hacer al día siguiente. O lo queacababas de escalar. O discutiendo. Vías,variantes, fantasmadas de unos y deotros. Un ambiente muy majo.

Al día siguiente relatabas las haza-ñas, o las pifias, que de todo había. Y

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Pequeños paraísos para escalar. Riglos y Telera

M I E S C A L A D A F A V O R I T A

L A V Í A S E R Ó N - M I L L Á NA L M A L L O P I S Ó N Y E L G R A N D I E D R O

C E N T R A L A L A P E Ñ A T E L E R Apor Juanito Oiarzabal

v Un oasis para escaladores.

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escribías en el libro del refugio: «Pri-mera escalada de la nosecuántos...»;«tercera repetición de la tal y cual...»

Ese ambiente, desgraciadamente,ha desaparecido.

Entonces eran escaladas de muchococo. Escalábamos con buriles de fa-bricación casera que llevaban un torni-llo en la punta, para que a la hora demartillar se machacaran y aseguraranun poco más...

He escalado, lógicamente, todas lasvías, porque he ido docenas y docenasde veces, y siempre me ha gustado cam-biar. Podría recordar muchas, pero meviene a la cabeza la primera en sólo cin-co largos a la Serón-Millán del Mallo Pi-són, de 200 metros de desnivel.

Aunque si algo recuerdo con nitidez,de aquellas paredes, ocurrió un 28 dediciembre, y no fue precisamente unainocentada.

Era una de mis primeras escaladascon Juan Vallejo, que luego se iría con-

virtiendo en mi compañero de escaladaen la última parte de mi carrera. Siem-pre ha sido muy fuerte, pero entonces lefaltaba todavía un poco de experiencia...

Juan y yo estábamos repitiendo elPisón. Ya saliendo de la vía. Nos que-daba un último largo, que por otra par-te yo me lo sabía de memoria, lo teníatotalmente controlado.

Era un día de mucho viento. Le to-caba el turno a Juan. Pero como el tiem-

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v Murallas de roca descompuesta…

…y techos en el vacío. b

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po estaba feo, y yo sabía que era un lar-go un poco embarazoso, que habíaque sabérselo, le dije que me dejara pa-sar... Entonces me puse a hacerlo másde frente para que no se tensara la cuer-da, y para que Juan me oyera en todomomento... Y de pronto me solté. Sal-taron dos seguros y volé más de trein-ta metros. Me golpeé con fuerza con-tra la pared. Quedé aturdido. El sustopara los dos fue tremendo. Me podíahaber matado del golpe.

Pero no me maté. Y según me fuirecuperando, creía haberme roto lacadera. Me balanceaba colgando de unaespecie de panza. Por debajo, un vacíode cerca de doscientos metros...

Juan me bajó hasta una repisa. Nosoyeron desde el pueblo, y se montó unoperativo de rescate. Primero subió Txe-ma. Pero necesitábamos un helicópteroy la Guardia Civil vino desde Baqueira–donde estaban con el Rey–. Me saca-ron casi anocheciendo y me trasladarondirectamente al hospital de Huesca.

***La Peña Telera es justo lo contrario.

Un escenario increíble en España para lapráctica de la escalada en hielo. No ha-bré escalado tanto como en Riglos, perotambién he pasado mi tiempo allí.

La muralla de la Telera, pese a su al-tura modesta, mantiene durante losmeses invernales una serie de tubos dehielo, que la hacen muy peculiar, yo di-ría que casi única. Poder dormir tran-quilamente en un refugio a pie de co-che, y sin darte demasiada soba, po-der meterte en un ambiente de au-téntica invernal, es el campo de entre-namiento más adecuado para los Alpes,o para mayores movidas.

Como en casi todo el Pirineo occi-dental, lo he escalado casi todo en laTelera. Como ascenso destacado re-cuerdo que con Antonio hice la tercerainvernal al corredor Watade, uno delos más acrobáticos del macizo, aunquesea de los más cortos, al ir a morir a latravesía de la vía normal, en lugar deganar las murallas de la cumbre.

A Telera he ido como todos a mejo-rar la técnica en hielo, y en vías mix-tas, con la comodidad de estar cerca delos coches. Como Riglos, es un buencampo de entrenamiento para otro tipode movidas.

De cualquier manera, también allírealicé una buena ascensión. No re-cuerdo el año. Tendría yo alrededor deveinticuatro años, así que debía ser yael año 80, el de la ascensión de MartínZabaleta al Everest.

Nos enteramos de que no se había su-bido todavía el Gran Diedro Central de lapeña Telera en invierno. Y enseguida nosatrajo la posibilidad de intentarlo. El Die-dro Central rompe la enorme pared por

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Pequeños paraísos para escalar. Riglos y Telera

v Un buen entrenamiento para empresas mayores. Lacara norte de la Peña Telera.

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la mitad, y además llega hasta casi la mis-ma cumbre. Es una vía no sólo exigente,sino también muy estética, por lo queinmediatamente me puse a la tarea.

Lo primero que hicimos fue escalarel diedro en verano, para conocer biencada uno de sus recovecos. Para con-trolar la escalada y para tener el máxi-mo de posibilidades y de seguridad ennuestra intentona invernal.

Creo recordar que el equipo lo for-mamos Antonio, Jota, Vicente y Joserra,además de yo mismo. Nos metimos,como estaba previsto, en pleno invierno,y las condiciones eran lógicamente ad-versas. Para empezar, la orientación delos tubos de la Telera los hace no recibircasi nunca los rayos del sol –por eso per-manecen helados tantos meses–. El te-rreno era difícil, y a nosotros, que esca-lábamos un montón, nos iba a costar unabarbaridad la progresión.

De hecho, el viernes por la tardesubimos hasta la base de la pared.Todo el sábado lo dedicamos a esca-lar, avanzando metro a metro, pa-

sando mucho frío ahí metidos, y su-perando muy poco a poco las dificul-tades. Pero la noche invernal se nosechó encima muy pronto, y tuvimosque vivaquear a mitad de la escalada.Para colmo de males, tras salirse unclavo, me caí y me di un fuerte torta-zo. Tenía dolor, pero no parecía ha-berme roto ningún hueso. Por eso,aunque se empeñaron en que debía-mos bajar, recuerdo que me puse muycabezón y seguimos para arriba.

El domingo amanecimos entumeci-dos, pero sabíamos lo que nos espera-ba, que no era otra cosa que despere-zarse y tirar para arriba.

Estuvimos casi todo el domingo es-calando, hasta que finalmente llegamosa la cumbre y descendimos por la rutanormal. Llegamos a los pastos de la basede Telera anocheciendo de nuevo. Fueun fin de semana muy completo, y unaescalada magnífica.

En Vitoria, aquella primera fue ade-más muy sonada entre todos los esca-ladores.

Aunque claro que para sonado, lo deMartín en el Everest...

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v Avanzando en el Gran Diedro de la Peña Telera.

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Anexo

4 . S E R Ó N - M I L L Á N , M A L L O P I S Ó N

1ª. Ascensión: A. Rabadá, A. López, J. J. Díaz, R. Montaner, 20-22 de junio de 1957,dedicada a Ángel Serón y Fernando Millán, descubridores de los Riglos.Material: 12 cintas exprés, un juego de friends y empotradores.Aproximación: Al final del pueblo hay un aparcamiento bajo el Pisón, donde sedeja el coche. Se sigue andando por el ancho camino 3 minutos hasta el pie de vía.Itinerario: La vía sigue la fisura que surca la mayor parte de la cara oeste del Ma-llo. Esta fisura empieza a unos 60 m del suelo, se pierde entre las fajas a la altura delcollado del Puro y sigue un poco más al sur de la pared prácticamente hasta la cima. Comenzar por una faja diagonal izquierda de roca gris que se eleva hasta un nichorojizo a unos 7 metros del suelo. Remontar la panza que dominapor la izquierda del nicho. Se accede a una corni-sa, punto desde el cual pueden tomarse cami-nos diferentes para alcanzar una buena pla-taforma (el Trono). La vía original atravie-sa a la derecha hasta una entosta gris, don-de se monta una reunión incómoda. Deallí elevarse por el muro vertical y de pre-sas dudosas, atravesar a la izquierda yalcanzar el pie de una grieta diagonalizquierda (la Cicatriz), que permiteasegurar la progresión. Seguirla has-ta poco más arriba del nivel del Tro-no, que se alcanza con una difíciltravesía en ligero descenso. Del ex-tremo izquierdo del Trono sube uncorto canalizo. Elevarse por él y cru-zar a la izquierda hacia un diedropoco marcado que alcanza un re-llano. Seguir por el diedro y cuan-do extraploma continuar en dia-gonal por el muro a la derecha. Conun paso en panza se llega a una cor-nisa de roca gris, visible desde el sue-lo. A unos 7 m a la izquierda, deba-jo de una fisura-diedro, hay dos «p»de expansión que aseguran una reu-nión cómoda. Apurando las cuer-das se puede llegar en un solo lar-go desde el Trono hasta esta corni-

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sa. La reunión intermedia no está equipada. De la cornisa se eleva una fisura dia-gonal que lleva a una repisa; encima escalar un muro que conduce a una pequeñacueva. Subir el desplome que forma la cueva siguiendo por un diedro franco. Con-tinuar por el diedro, superando un fuerte extraplomo, para montar reunión en lagran terraza herbosa debajo del collado del Puro. Desde aquí seguir por una fisurarojiza hasta la gran chimenea superior. Los primeros 30 m de esta fisura se puedenevitar escalando el diedro herboso a la izquierda, que lleva al collado del Puro, ydesde allí cruzar por una cornisa, poco más alta que el collado, hasta la fisura, al-canzando un rellano con buriles. La fisura rojiza encima de la terraza se escala endos o tres largos, superando un fuerte desplome hacia la mitad y una gran entostaen cuña al nivel de la cima del Puro. Sobre la fisura continúa una chimenea francay profunda que, tras unos 30 m, se convierte en una canal ancha y vertical de fisu-ras y chimeneas, con pasos desplomados, durante unos 60 m. La canal termina enuna cornisa, por encima de la cual se abre un diedro muy vertical y liso que da ac-ceso a un último muro de roca descompuesta. Este último largo se puede evitar cru-zando a la izquierda por la cornisa debajo del diedro, hasta alcanzar el lomo tum-bado del Pisón. 8-10 h. Descenso: Desde la cumbre y en dirección norte se encadenan 7 rápeles y algúndestrepe. Atención al penúltimo rápel, que son 40 metros volados desde la salida.

Fuente: Mallos de Riglos, R. Montaner y F. Orús, Montañeros de Aragón.

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Los Pirineos de Juanito Oiarzabal