EDICIÓN FEBRERO 2015

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LA ARAUCARIA, el arbol espiritu QUESO DE CORDILLERA, sabor cerca del cielo DOMADURA GAUCHA EL PULSO DE LA NATURALEZA FEBRERO 2015

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LA ARAUCARIA, el arbol espiritu QUESO DE CORDILLERA, sabor cerca del cielo

DOMADURA GAUCHAEL PULSO DE LA NATURALEZA

FEBRERO 2015

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La Araucaria, el árbol espíritu Al encontrarnos bajo las alargadas sombras de las vetustas Araucarias (Araucaria araucana) sentimos el poder de su historia, sentimos el corazón de estos árboles que aún crecen con la sangre de los Pehuenches...

Queso de Cordillera, sabor cerca del cielo Aún no amanece del todo en la pos-tura, el ganado de cabras bala por doquier como esperando la hora de la ordeña, estamos sobre los tres mil metros sobre el nivel del mar...

Domadura Gaucha Los países siempre guardan celosamente sus tradiciones para hacerlas, en la medida de lo posible, marcadamente propias, sin embargo en nuestra geografía tan extensa nos encon-tramos hacia al sur de Chile...

Un Látigo Mortal El prolongado silencio que reinaba en una bucólica tarde de fines de primavera, cerca del estacionamiento del sector Siete Tazas, Región del Maule...62

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César Jopia QuiñonesDirector

Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA

Este mes tenemos tres historias, las cuales cada una en su esencia nos ha trasladado a distintos paisajes, tanto naturales como el paisaje humano, aprendimos a ver con los ojos del corazón el alma de estas historias, con el reportaje del Queso de Cordillera nos acercamos no a la técnica ni al acto de hacer queso sino que al hombre y su familia, su esfuerzo y entrega para obtener el sustento diario.Con el reportaje de las Araucarias nos maravillamos con el mundo natural de una especie que ha sabido adaptarse y los más exigentes hábitat de nuestra geografía.Y por último, les presentamos una breve reseña de una tradición que si bien es ajena a nosotros, a nuestras tradiciones, nos permite aprender

también de alguna manera lo propio, el quíenes somos y hacia donde vamos.Hay mucho aún por descubrir y compartir con ustedes, los invitamos a continuar en esta aventura de aprendisaje, que no se va a detener.

Para explorar… para descubrir… para conservar.

EDITORIAL

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ARAUCARIA

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El árbol espíritu

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A l encontrarnos bajo las alargadas sombras de las vetustas Araucarias (Araucaria araucana) sentimos el poder de su historia, sentimos el corazón de estos árboles que aún crecen con la sangre de los Pehuenches, ese sentimiento nos traslada a un tiempo donde ellos habitaban con sus sueños, sus verdades y su realidad de la mano con los espíritus que vagan entre el sonido del silencio que envuelve estas altas tierras de la Cordillera de Los Andes.Los Pehuenches, fueron nómades por esencia y como cazadores recolectores vieron en las araucarias un proveedor natural de alimento, ellos recogían los piñones o pehuén* que caían al rico suelo, para convertir este fruto en una suerte de harina que podían incluso almacenar con otros víveres y frutos recolectados.Pero esta simbiosis llegó más allá, traspasando los límites del tiempo, convirtiendo a este estilizado árbol en parte de su cosmovisión. Capaz de medir hasta cincuenta metros los Pehuenches seguramente sintieron una conexión con un mundo inalcanzable, distante en el cielo.Esta conífera de la familia de Araucariaceae nos permitió entrar a su universo silente en el Parque Nacional Conguillio, sus suelos tapizados de piñones secos hablan de un ciclo eterno de vida y muerte, en lo alto las flores masculinas de color castaño oscuro y las femeninas de conos esféricos verdes esparcen y captan el polen para generar nuevas generaciones que poblaran el territorio que abarca

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desde los 800 o 900 m.s.n.m. hasta los 1700 m.s.n.m. tanto así que pudimos observar su distinguida silueta en los altos faldeos de los volcanes marcando el limite altitudinal de la vegetación, es decir las araucarias son las únicas y últimas en sobrevivir por sobre los 1700 metros.Como especie endémica de América del sur, presente también en la provincia de Neuquén, Argentina puede descender hasta los 600 m.s.n.m. en las amplias estepas patagónicas, sin embargo también tiene como hábitat la cordillera de Nahuelbuta un cordón costero donde las poblaciones de Araucarias se esparcen entre los mil metros y los seiscientos metros sobre el nivel del mar.

Entre o profundo del parque nos encontramos con la Araucaria madre un ejemplar de 50 metros de alto y 1800 años de antigüedad que se yergue imponente ante los insignificantes humanos que la visitan.Al alejarnos de la zona protegida del parque, nos dirigimos al volcán Sollipulli para entender y presenciar el funcionamiento de la biomasa que permite a esta especieLa incomparable y potente presencia de volcanes en las regiones de la Araucanía permiten que el Pehuén crezca sin par en los bosques mixtos de Coigües (Nothofagus dombeyi) como especie dominante y de más altura. Ya que se trata de suelos volcánicos por esencia, es decir rocas volcánicas

Piñones crudos y cocidos

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ARAUCARIA HEMBRA

ARAUCARIA MACHO

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andesítica y basálticas del periodo cuaternario y kilómetros de escoria y ceniza que permiten buen drenaje de agua de lluvia y deshielos temporales.El bioma en que habita la Araucaria es extremadamente frágil, por ello el rol de la nieve como proveedor de agua es vital, tomando en cuenta que esta permanece por largas temporadas depositada en el suelo volcánico, las precipitaciones van desde los 2000 y 4500 mm. pero las Araucarias que tienen como hábitat la cordillera de Nahuelbuta, se enfrentan a otro escenario, crece sobre rocas graníticas con una mayor presencia de material orgánico a diferencia de las que hábitan en los Andes, de hecho nos dimos cuenta que en Nahuelbuta las condiciones climáticas son distintas, es decir más moderadas, caracterizado por un clima templado y cálido.Algunos sugieren una suerte de dos razas de Araucarias, dos ecotipos que se han adaptado a climas diferentes y condiciones diferentes.A fin de cuentas, se trata de una especie extraordinaria, que nos enorgullece conocer, la Araucaria araucana nos trasladó a un mundo místico donde la ecología actual y la herencia ancestral de quienes habitaron estas tierras nos enseña nuevamente como se puede convivir con otras especies y como podemos disfrutar de su presencia sin dañar su existencia.

*Pehuén, fruto de la araucaria que dio nombre a los Pehuenches que en mapudungun significa

"Hombres del pehuén"

Texto y fotografías: César Jopia Q.Revista BIOMA

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Bosques de Araucarias en el Parque Nacional Villarrica, cubiertos por Usneas o barbas de viejo, creando un paisaje de cuentos o leyendas.

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UNA ONG PARA LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO NATURAL & CULTURAL DE CHILE

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www.chileyallteku.wix.com/ongchileyallteku

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Queso de Cordillera

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ún no amanece del todo en la postura, el ganado de cabras bala por doquier como esperando la hora de la ordeña, estamos sobre los tres mil metros sobre el nivel del mar con Don Domingo, Esteban, Lorenzo y su esposa la señora Cristina junto con sus dos hijas, crianceros de cabras de toda la vida.El aire delgado de la Cordillera de Los Andes hace que cada paso sea ligeramente un poco más pesado y la sequía a causado estragos en este hábitat de altura, hace años este paisaje escondido estaba pintado solo de color verde, era un paraíso para el ganado hambriento que cada noviembre llegaba ramoneando todo a su alrededor hasta quedar agotados de tanto comer.Pero esa imagen hoy pertenece al pasado, estos últimos nueve o diez años ya nada es como antes, el paraje es amarillo, el viento trae sólo la tibieza del calor del día que se acumuló en las laderas de los cerros.Mientras la penumbra se transforma en luz, se escuchan los primeros gritos de arreo y los perros como siempre atentos acorralan a las cabras llevándolas hacia un rincón de la veranada, donde comienza un paciente acto de selección visual para detectar quién de ellas tiene más leche acumulada en sus ubres.Todos se hacen a la tarea de la ordeña con la esperanza de recaudar una buena cantidad de leche, el Sol sale despertando al paisaje de su frío letargo y las cubetas llenas con el preciado líquido aún tibio, son vaciadas en un tambor grande cubierto con una tela blanca de saco harinero para filtrar impurezas o cualquier residuo caído en

las cubetas durante la ordeña.Luego de la ordeña de la mañana, los crianceros separan a las cabras de los cabritos, uno por uno, para que estos no mamen leche y busquen ellos por su cuenta el pasto para alimentarse, esta separación es permanente, los pequeños no verán a sus madres hasta el fin de la temporada, este es un acto necesario para no comprometer la producción de la leche.Mientras vemos como las cabras ya ordeñadas se marchan en busca de los escasos pastos en las cimas más apartadas, al interior del ruco* en el tambor con la leche le agregan una dosis de cuajo** para cortarla y luego de una rápida revoltura con una varilla de coligue la dejan reposar.Las horas pasan y el tiempo se dobla en la cordillera, lo que nos recuerda a la enigmática pintura de Salvador Dalí donde los relojes se derriten en un inhóspito fondo. Aquí el silencio es un amigo presente en todo momento y en esa quietud nos avisan que comenzaran a preparar el tan apetecido queso de cordillera.Nos sentamos a tomar mate amargo, en tanto la señora Cristina se sienta en un costado del ruco para apisonar con sus manos el requesón en el fondo del tambor, separándolo del suero que resulta del corte de la leche, mientras Lorenzo coloca una bandeja inclinada con una adobera cuadrada de madera para dar la forma al queso y un paño blanco de saco, en un colador toman un puñado de requesón para presionarlo en la adobera para escurrir la mayor cantidad de suero posible, entonces presionan…, presionan…, y presionan, volteando la gelatinosa

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31Don Domingo Barraza en el desayuno cuando el Sol aún no se levanta.

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masa una y otra ves hasta extraer hasta la última gota, luego otro gran puñado de requesón para que este tome una forma compacta y seca que es la esperada para obtener un producto final de la mejor calidad y sabor.Para dar el toque esencial de gusto del queso, se aplica una capa de sal gruesa por ambas caras del queso, el que finalmente es envuelto en paños para terminar el proceso de escurrimiento y secado progresivo.Y el mate parece no acabar, salen de los cajones unos panes amasados con suero de leche, un también un gran trozo de queso para acompañar el que será un restaurador desayuno, cuando ya son casi las ocho de la mañana, el día pareciera que ya lleva muchas horas pero en realidad…, recién comienza.Los quesos terminados y presionados hasta el límite de su forma, la que puede ser cuadrada o redonda de acuerdo al peso final, reposan sobre un tablón colgado al interior de ruco, los cuadrados suelen ser de tres o cuatro kilos y los con forma redonda pueden pesar uno o dos kilos, esto facilita la venta y los más grandes normalmente son más apetecidos por los comerciantes locales que los trozan dosificando su venta.Nos comentan que esperan realizar una nueva ordeña al caer la tarde, lo que permitiría reunir una cantidad de quesos suficiente para que antes de los primeros quince días bajar a pueblo con una carga, que equivale a unos doscientos kilos de queso.La aspiración de nuestros amigos crianceros y todos quienes viven de este oficio que es parte de nuestro patrimonio inmaterial chileno, es

llegar a un final de temporada con un exitoso resultado en la producción artesanal de queso, dando a las familias el sustento económico necesario para subsistir, pero el incremento de la sequía no presenta aún un escenario positivo para estas personas ya que al día siguiente, como prueba de ello, la ordeña matutina sólo dio como resultado poca leche, lo que se tradujo en sólo un par de quesos, uno grande y uno pequeño.

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Pero la esperanza no decae, sólo resta esperar a que las cabras encuentren buenos pastos para que no sólo produzcan leche para el queso sino que engorden lo suficiente para regresar a casa y pasar un año en buenas condiciones.Esta es la historia del queso de cordillera, que más que simple queso, es un producto del esfuerzo y del sacrificio de las familias de crianceros del Valle del Choapa.

*Ruco: construcción provisoria para pasar la temporada de pastura, que puede ser desde una casa rústica de piedras, una pirca de pie-dras cubiertas con lonas o una carpa.

**Cuajo: Químico a base de bla bla bla que corta la leche y separa el agua o suero de la lactosa convirtiéndola en requesón.

Texto y fotografías: César Jopia Q.Revista BIOMA

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La familia de Lorenzo Bugueño ha compartido el mate por largos periodos en la cordillera, un brebaje infaltable para combatir las largas horas en las alturas.

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La señora Cristina nos ofrece el primer queso elaborado en el camino hacia las altas cumbres de la cordillera.

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Los quesos ya terminados, reposan en la sombra del ruco a la espera de que llegue el momento de bajar a pueblo para venderlos.

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L os países siempre guardan celosamente sus tradiciones para hacerlas, en la medida de lo posible, marcadamente propias, sin embargo en nuestra geografía tan extensa nos encontramos hacia al sur de Chile con muestras costumbristas que la disfrutan tanto chilenos como argentinos en un solo lugar, se trata de un feedback cultural que enriquece a las personas que lo presencian. En la comuna de Melipeuco, nos encontramos con una fiesta costumbrista de este tipo que mezclaba las expresiones tradicionales de las zonas sur de cada país, por ello cientos de personas se agolparon para presenciar lo mejor de cada uno. Gauchos y Huasos en una misma medialuna, el aroma de los asados al palo y el humo de las brasas ardientes que los cocinaban se confundían con el polvo de la tierra tan fino como el talco. Caminamos entre las graderías, los corrales y el tumulto de personas buscando imágenes y dimos con la domadura de caballos, una competencia en la que participan tanto jinetes argentinos como chilenos, quisimos enfocar nuestra atención en esta actividad, que si bien no es una costumbre nuestra, si nos enseña sobre otras, como se hacen, cuales son sus

hábitos y formas de vestir entre otras acciones, lo que nos permite aprender y entender sobre las propias.Todo comienza con una gran pista donde hay dos palos que, en este caso, están pintados con los colores patrios, celeste con blanco uno y el otro con nuestros colores, en estos los gauchos atan a los caballos lo más cerca del palo posible para evitar que este se agite y escape dando patadas a diestra y siniestra, en tanto vemos como los gauchos se preparan para montarlo tras una serie de arreglos en sus ropajes, doblan sus botas hasta el pie para un mejor agarre, se colocan espuelas largas con una estrella pequeña y más punzante, mojan con agua su entrepierna para conseguir mejor adherencia a las costillas del caballo. En eso otros participantes del mismo equipo sostienen al animal para que el jinete lo monte, una vez arriba entrelaza sus dedos con la crin de la tuza y unas delgadas correas de cuero son su único vínculo para sostenerse durante la dura prueba de resistencia, son sólo unos cuantos segundos que el jinete debe permanecer sobre el agitado equino. En tanto ubican a empujones al caballo para que tome la posición correcta para la salida.

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Los caballos “chúcaros” son preparados cautelosamente antes de ser montados por los osados jinetes.

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El capataz, como es llamado el encargado de dar el vamos a la domadura, levanta su fuste de cuero y da la partida, en ese segundo los ayudantes sueltan al animal y comienza una agotadora batalla sin tregua, el gaucho lucha por mantenerse firme y equilibrado y el caballo corcovea, salta, se inclina y corre buscando la manera de botar a quien lo monta.Entre la tierra y el polvo que se levanta, en esos segundos que se vuelven eternos, el caballo consigue el movimiento preciso para arrojar de su lomo al jinete quien vuela como un muñeco por el aire en una peligrosa caída, que para ellos es un momento más en su deporte favorito el cual han practicado por generaciones en las pampas y campos de Argentina.Las costumbres y tradiciones de cada país nos enseñan sobre nosotros mismos, nuestras herencias y formas de expresar lo que sentimos o como queremos sentirnos, tiene que ver con quienes somos y hacia donde vamos.La tarde cae y las sombras se vuelven largas, pero la agitación aún no termina, luego vienen las premiaciones a los ganadores, una fiesta bailable y mil experiencias más.A la larga, somos los mismos, pero con distintos acentos y ropajes…, esa es la premisa que nos inspira a explorar nuestras raíces y nuestras expresiones mas arraigadas.

Texto y fotografías: César Jopia Q.Revista BIOMA

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El Pulso de la NaturalezaUn Látigo Mortal El prolongado silencio que reinaba en una bucólica tarde de fines de primavera, cerca del estacionamiento del sector Siete Tazas, Región del Maule, sólo era interrumpido por el grito inconfundible de un codorniz macho, que cumplía con dedicación a toda prueba su estratégico rol de vigía.Ubicado a unos dos metros sobre el suelo, aferrado en la curvada rigidez de una rama de palo de yegua, era el responsable de la seguridad de toda la bandada; desde su privilegiada posición observaba a su alrededor e informaba a sus congéneres que no había peligro a la vista, mediante un fuerte e inconfundible sonido que repetía con cierto intervalo de tiempo.Con este propósito, inundaba la apacible atmósfera pre cordillerana con su pintoresco sonido que emulaba cantos de aves tropicales. A primera vista parecía un ejemplar solitario, sin embargo afinando el oído se podía escuchar el rumor de la bandada, que avanzaba de tramo en tramo casi a ras de suelo entre la vegetación.Sigilosamente se acercaban a una pequeña laguna, deslizándose bajo mosquetas y mutillas como sombras casi invisibles. Su presencia solamente era delatada por las suaves voces de

su multitudinaria conversación, que a ratos se parecía al sonido provocado por cientos de goteras que aumentaban o disminuían su ritmo.El hermoso macho lucía un prominente penacho sobre su cabeza, que se conjugaba con su cara negra delineada por un delgado y contrastante collar blanco, exhibiendo con aparente orgullo los colores de la madurez. Sin duda su aspecto evidenciaba la plenitud de su vida. La bandada de codornices californianas compuesta mayoritariamente por hembras, se detuvo en actitud preventiva al llegar al borde de un claro. Algunos ejemplares avanzaban hasta el límite de los arbustos y cuando parecía que saldrían a campo abierto, en el último instante, se devolvían con nerviosismo buscando la protección de la maraña vegetal.Por su parte el vigía no cambiaba ni el tono ni el ritmo de su canto, informando a la plumífera infantería que no había peligros a la vista. Sin embargo después de varios intentos y desplegando una estrategia de extrema precaución, comenzaron a cruzar de a una a la vez. Sin duda esta estrategia hacía muy difícil que un depredador pudiera sorprender a la bandada completa.

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Este interesante detalle me permitió comprender en parte, el secreto de su éxito en este ambiente tan lejano de sus tierras originales… estaba presenciando entretelones de la vida cotidiana, de consagradas expertas en sobrevivencia.Después de ver a numerosas codornices cruzar a su turno la zona despejada, corriendo con urgencia en busca de la seguridad de la vegetación del lado opuesto, pensé que esa sería la tónica en todo el proceso para llegar al borde del agua y saciar su sed. Sin embargo la numerosa bandada era portadora de un precioso y frágil tesoro.De pronto observé que varias hembras emergieron simultáneamente de la vegetación y en vez de cruzar rápidamente como las anteriores, se abrieron y se ubicaron en lugares estratégicos del entorno inmediato. En ese momento tres hembras comenzaron a cruzar lentamente el espacio abierto; avanzaban juntas pero algunas se devolvían un tramo corto y luego retomaban el trayecto con sus alas semi abiertas.Muy pronto descubrí los poderosos motivos de su extraño comportamiento. Más de una docena de pequeñísimos polluelos caminaban vacilantes al amparo de los adultos, siguiendo una ruta trazada con insuperable vocación protectora. En ese momento aumentaron los gritos ansiosos de los tíos y tías que cubrían los imberbes pasos de los diminutos polluelos.Las frágiles criaturas casi incapaces de caminar al ritmo que exigían las circunstancias, eran tan pequeñitas que por momentos parecían haberse sometido a las remotas artes reductivas

de ciertos aborígenes de otras latitudes.En medio de este enorme despliegue de seguridad, los polluelos avanzaban sin contratiempos custodiados por su madre sus tías y tíos, cuando repentinamente algo completamente inesperado sobresaltó a los adultos y dispersó por todos lados a los pequeños párvulos, los que se alejaban a tropezones piando asustados.Simultáneamente observé a una codorniz adulta caer de lado arrastrando un ala, mientras que otra giraba en círculos y atacaba a algo que permanecía amontonado en el suelo. A su vez el vigía llegó volando y se posó a baja altura, en una rama de roble sobre el lugar de los hechos, dando la voz de alarma en un intento tardío de corregir su falta.En ese momento de suspenso me acerqué al lugar para averiguar que sucedía… mi impresión en las primeras décimas de segundos, fue ver a una culebra enrollada que levantaba la cabeza y abría el hocico mostrando sus fauces rozadas mientras piaba repetidas veces.Pero rápidamente comprendí que las pequeñas fauces y los gritos de angustia, pertenecían a un polluelo que era inevitablemente engullido por la ondulante cazadora. El reptil, valiéndose de su infalible mimetismo, se las había arreglado para no ser detectado y burlando todas las medidas de seguridad, había logrado que las codornices pasaran con sus frágiles retoños sobre ella.A corta distancia del voraz ofidio, la codorniz que simulaba estar herida para distraer al depredador y brindar una oportunidad de sobrevivencia a

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los polluelos, al darse cuenta que no lograba su objetivo o quizás por mi cercanía, se alejó del lugar volando a baja altura.Mientras que la otra hembra más osada, posiblemente la madre de las crías, continuaba atacando valientemente al reptil, como si quisiera rescatar al polluelo. Por su parte la culebra, mientras era atacada, puso en práctica una conducta que nunca había observado en estos extraordinarios reptiles; comenzó a enrollarse al revés.Manteniendo su presa en el hocico, enrolló todo su cuerpo sobre su cabeza dejando la parte más gruesa debajo y lo más delgado arriba, rematando el espiral con la punta de su cola. Luego se

contrajo aún más hasta el extremo de temblar suavemente, como si estuviera sometida a un alto grado de tensión.En ese momento cuando parecía que lo único que quería era ocultar su presa debajo de si misma… sorpresivamente y a gran velocidad desenrolló su cuerpo como si se tratara de un lazo, lanzando toda su longitud hacia delante en un intento de envolver o asustar a la codorniz que la atacaba. Estuvo tan cerca de su objetivo, que la asustada ave después de perder algunas plumas en la embestida, escapó velozmente en resguardo de su propia vida.En medio de mi expectación, gradualmente fui dimensionando la tremenda relevancia de lo que estaba

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observando, un formidable depredador autóctono controlando la creciente población de una especie introducida.Al notar mi presencia, la sigilosa culebra se alejó silenciosamente y terminó de engullir a su presa, en la seguridad que le brindaba una tupida mancha de matas de mutilla. A corta distancia del lugar, las persistentes codornices llamaban a los polluelos sobrevivientes con un sonido muy particular y los reunían nuevamente para llevarlos a la laguna y obtener un vital y probablemente tranquilizador sorbo de agua.Por mi parte yo no salía de mi asombro, después de ser testigo de este repentino acontecimiento,

que me había permitido conocer interesantes detalles conductuales de las codornices y la implacable precisión de un verdadero látigo mortal.

Texto: Mario Ortíz LafferteRevista BIOMA

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