)E LAS RELACIONEN

22
)E LAS RELACIONEN I. LOS SIGLOS XVI Y XVII. La es más que un capítulo de la general de España e In- glaterra. Todo intento de disociarla de ese tronco ge- neral nos dejará en las manos una rama muerta y sin valor. Una justa estimación exigiría seguirla cuida- dosamente, anotar cuantos acontecimientos vinieron a modificarla en .uno ti otro sentido, cuantos otros se opusieron a que adquirieran el perfil peculiar con que hoy se nos aparecen. Los enjuiciamientos ajenos son arduos y justificadamente exagerados muchas veces, ya que la fuente de esta exageración no es otra sino el amor patrio: Los límites nos los impondrá el respeto a la verdad, y tanta mayor garantía de acierto tendrá nuestro amor a la Patria cuanto más honradamente se base en' la verdad de lo que ha constituido su historia; es lo úni- co que puede curarnos de errores, y en ello sí que cabe un nobilísimo, un justo apasionamiento. 41

Transcript of )E LAS RELACIONEN

Page 1: )E LAS RELACIONEN

)E LAS RELACIONEN

I . LOS SIGLOS XVI Y XVII.

Laes más que un capítulo de la general de España e In-glaterra. Todo intento de disociarla de ese tronco ge-neral nos dejará en las manos una rama muerta y sinvalor. Una justa estimación exigiría seguirla cuida-dosamente, anotar cuantos acontecimientos vinieron amodificarla en .uno ti otro sentido, cuantos otros seopusieron a que adquirieran el perfil peculiar con quehoy se nos aparecen. Los enjuiciamientos ajenos sonarduos y justificadamente exagerados muchas veces,ya que la fuente de esta exageración no es otra sinoel amor patrio:

Los límites nos los impondrá el respeto a la verdad,y tanta mayor garantía de acierto tendrá nuestro amora la Patria cuanto más honradamente se base en' laverdad de lo que ha constituido su historia; es lo úni-co que puede curarnos de errores, y en ello sí quecabe un nobilísimo, un justo • apasionamiento.

41

Page 2: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ B.0JAS

mucho que ia verdad desvanezca aquellas ilusiones quenos son más caras, acabará conpensándonos, por otrolado, con la abundancia de bienes que constituyen sunaturaleza misma. En juicios como los que entraña elpresente artículo hay el peligro del agravio que im-plica siempre una visión global o de olvidar el bosquepor no haber atendido sino al árbol. No siempre se estáseguro de haber evitado uno u otro peligro. Nosotrosvemos siempre y justamente lo nuestro como primor-dial; posición que nos lleva a desconocer la que ocupaen el juicio de los demás; los choques de enjuiciamien-to y los contrastes son fatales.'Lo ajeno no nos vie-ne nunca aislado como materia de juicio o de pasión:nos viene unido con otros accidentes exteriores que seinfluyen y modifican entre sí. Cuando pensamos enactitudes frente a otras naciones, las vemos de un modounilateral, porque si no las viéramos así no seríamosnosotros: seríamos nosotros y los otros. Tampoco esfácil el cálculo del peso que nuestra querella puedatener en el país objeto de la relación; es evidente quetal consideración está en proporción directa con nues-tra importancia absoluta, y que cuanta mayor seanuestra debilidad, más englobada irá dicha conside-ración con la de otras posiciones afines igualmentedébiles y que sólo afectan de una manera, secundariaal país poderoso. Las relaciones hispano-inglesas tu-vieron importancia para Inglaterra cuando de esas re-laciones dependía primordial e inmediatamente el por-venir inglés. Después estas relaciones formaron en uncuerpo general y estaban supeditadas a mil circuns-tancias ajenas a nosotros, y que por una serie de com-plicaciones acababan, influyendo poderosamente enellas. La consideración antecedente nos llevaría a dése-

Page 3: )E LAS RELACIONEN

BATOS PARA LA HISTORIA DE LAS RELACIONES HISPAKO-INGLESAS

char toda" causa trascendental, honda} como motora deciertas actitudes. Y, sin embargo, lo. cierto es lo con-trario. Lo accidental es precisamente el englobamlen-to a que aludíamos arriba; eii cuanto deja de existiruna posición débil por tina de las partes, surgirá laantigua diferencia, alimentada transitoriamente porrazones inmediatas de orden práctico, en realidad, porotro tipo de corrientes, por las religiosas, que son lasúnicas que mueven la historia.

aEn la historia se dan confluencias peligrosísimasque hacen temblar el edificio de una lógica en su trans-curso; acontecimientos-'que si, por lo pronto, no atri-buímos a la maldita casualidad, no tenemos a qué atri-buirlos; hechos aparentemente triviales, que vistos aposteriori nos inducen a creer en la mala o buena suer-te de los países. ¿Qué duda cabe de que el heclio deser Inglaterra insular influyó considerablemente en suintervención en nuestra historia, que nos llevaba á des-cubrir un continente por los mismos años en que serisla y tal isla iba a tener una importancia primordial?En esta encrucijada nos encontramos seriamente, y.desde entonces' hemos mantenido hosco el ceño. Peroesto, con ser importante, no es fundamental. ¿A quése debió que ese choque en el campo de la tierra corres-pondiera con otro que tenía lugar en los campos celes-tiales? Fue la irrupción tremenda de una revoluciónreligiosa la que alimentó con sus fuerzas' las de aque-llas flechas disparadas la una contra la otra. Despuésde todo, las tierras se dividen y se reparten, las he-rencias se acoplan, los pleitos temporales acaban; loqtie no admite conciliación son dos direcciones opues-tas que están continuamente alejándose para hallarsesiempre y de una manera fatal en posición de choque.

Page 4: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ XOJAS

La gran encrucijada de donde han salido todoslos caminos que nos trajeron a estos lodos se halla enel siglo xvi. Allí desembocaron y se confundieron unaserie de corrientes que luego habrían de individuali-zarse, cobrando cada una su forma y perfil peculia-res y que habrían de traernos a otra encrucijada, estaque nos ha tocado vivir, donde tanta confusión y tanpoca luz se advierte. En aquella encrucijada hay, pues,que buscar las fuentes inmediatas de las relacionesentre Inglaterra y España, todavía revueltas y con-fusas, inseguras y como a la expectativa en los comien-zos del siglo, perfilándose luego a medida que ésteavanzaba, con altibajos que hacían pensar en la po-sibilidad de soluciones diversas, hasta cobrar cuerpoa sus finales y reposar angustiosamente en los comien-zos del XVII.

La moderna conciencia inglesa de España comien-za a despuntar en el reinado' de Enrique VIII. Enla-ces dinásticos y tratos políticos acercan y alejan alter-nativamente a los dos países. España se había adelan-tado a Inglaterra, y en ésta existía una visión provin-ciana y temerosa de nuestro país y de nuestros desig-nios. He aquí un texto de tiempos de María Tudor queparece bien significativo: "Aparentan ser (los espa-ñoles) muy discretos y políticos y pueden conformarsu prudencia, reformar y controlar sus propias natu-ralezas durante cierto tiempo y adaptar su condicióna las maneras de aquellos con quienes gustosamentese mezclan en amistad y cuyos traidores modos no lle-gará nadie a entender hasta que se halle sujeto a ellos;pero entonces los sentirán y percibirán, cosa que pidoa Dios Inglaterra nunca haga, porque en disimulo has-ta que consiguen sus propósitos, y en opresión y tira-

Page 5: )E LAS RELACIONEN

DATOS PASA LA HISTORIA BE LAS RELACIONES HISPAN0-15TGLESAS

nía cuando los han conseguido, exceden a todas lasnaciones de la tierra" (i) . Inglaterra había llegadotarde y se pasó el siglo recuperando el tiempo perdido.Y esto en todos los campos: en los del mar y en losde ios libros. La explicación de la estupenda época ísa-belina, con su tráfago increíble, sería la de la prisa;una prisa en todos los órdenes, una angustia continuaque iba transformándose en lograda esperanza, en se-guridad y dominio a medida que los años pasaban.Llegaron tarde a los caminos del mar y hubieron decontentarse con despojos, que autorizaban bajo cuer-da. Carecían de instrumentos adecuados para seme-jantes empresas, tales como libros de navegacióno artes aplicadas, y ya estaban traduciendo afanosa-mente de donde lo encontraban, de nuestros clásicosen la materia, singularmente de los libros que las con-tenían. Como dice Underhill, "los isabclinos tomabansus materiales donde los encontraban" (2), o más grá-ficamente, la Historia de la Literatura Inglesa de Cam-bridge: "los traductores de la época isabelina perse-guían su arte en el espíritu de audaz aventura que ani-maba a Drake y ílawkins" (3). El contraste entre Ios-dos países que se nota en la novela de ambos en aquellaépoca es curioso. Sí tomamos como término compara-

el Lazarillo con cualquiera de las novelas, sí asi-len llamarse, de Thomas Deloney, tenemos, por

tuna parte, el caso de una novela avanzadísima, técni-camente hablando, que nos refleja una sociedad que

(1) Quotation from a memorial addressed to Que en Mary, citadopor Macaulay ea sus Critical and Historical Essays.

(2) Spanish Lüerature in the England of the Tudors, por J. G. Un-derhill, pág. 361.

(3) Cambridge History of English I.iteratwre, IV, I.

Page 6: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A, MUÑOZ ROJAS

no se caracterizaba por su alegre abundancia; lo pri-mero que nos llama la atención es ese contraste entreel mundo reflejado y el instrumento, prosa y técnicabien formadas. Justamente la contraria será la impre-sión que Deloney nos produzca; el inundo de Dcloneyes un mundo feliz, de posadas bien repletas y de gen-tes orondas, que resaltan tanto más cuanto máspobre es el instrumento empleado para describirlo. Elcontraste de los mundos descritos es tan grande comoel de los instrumentos. Esta es, con todo, una genera-lización que no se puede llevar demasiado lejos si pen-samos en el glorioso teatro isabelino.

Inglaterra seguía actuando casi medievalmcntecuando el mundo se iba dejando bien atrás la EdadMedia. Sin darle al hecho más que un valor relativo,es curioso observar que la persistencia de ciertas ins-tituciones, como la parlamentaria en Inglaterra, cuan-do el festo de Europa ensayaba nuevos instrumentosmás sutiles y adaptados a la coyuntura histórica, noparece denotar otra cosa. Los descubrimientos la co-gieron de sorpresa. Mientras portugueses y españolesse entregaban de lleno a la gran aventura oceánica,Inglaterra se reconcomía por las pérdidas de sus pose-,siones francesas, "ciega al hecho de que por aquellososcuros viajes de los portugueses un hada buena ha-bía de colocar su remota isla en el centro del mundohabitado". Las alternativas exteriores y ruidosas delas relaciones hispano-inglesas en la época son cono-cidas; los flujos y reflujos a nuestro favor y en nues-tra contra fueron varios; pero desde el advenimientode Isabel las cosas tuvieron poca duda. De la frustra-da posibilidad que a nuestro favor supuso el reinadode María Tudor y de lo hondo que calaba la visión es-

Page 7: )E LAS RELACIONEN

BATOS PARA LA HISTORIA DE LAS RELACIONES HISPANO-IWGLESAS

pañola del momento, da buena idea el testimonio deJewell citado en las Cartas de Zurich: "Nuestras Uni-versidades han sido tari oprimidas y arruinadas que enOxford no hay apenas dos personas que piensen comonosotros, e incluso éstos se hallan con el espíritu tanbajo y quebrantado, que no pueden hacer nada. Esedespreciable fraile Soto y otro fraile español, no sécuál, han arrancado por las mismas raíces todo lo quePedro Martyr había sembrado tan en sazón, que hanconvertido en desierto la viña del Señor." Pero las co-sas estaban" escritas de otro modo. Lo que Soto y elotro fraile español pudieron hacer no duró mucho.Presto su siembra habría de verse aventada por untemporal más fuerte que el levantado por ellos. Pron-to iban a tomar cuerpo las.dos actitudes irreconcilia-bles. En una curiosa traducción, de entre las muchasde nuestros ascéticos españoles que se hicieron en In-glaterra por aquellos tiempos, "hay una del Padre Es-tella, que traduce un protestante, Thomas Rogers, ydonde existe un.índice final en el que el traductor arro-ja los errores de los cuales hubo de expurgar el libro;mi sorpresa no fue pequeña cuando advertí que el bue-no de Rogers consideraba como error y arrojaba enaquel infeccioso lugar aquellas afirmaciones que con-sideraba socialmente lesivas y que en su mayoría sereferían al uso de las riquezas, a su naturaleza y a losobstáculos que se oponían para gozar la vida eterna.Así, cuando- santamente Estella, que no se andaba conchiquitas, decía: "Si quieres subir al cielo tienes querenunciar a todas las riquezas", Rogers subrayaba ese"todas", dejaba un justo medio, asustado de lo que con-sideraba anárquico radicalismo de nuestro francisca-no y del germen disolvente que en un. plano práctico

Page 8: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS

tendrían sus apasionadas exhortaciones (4). Esto noes más que un síntoma de una línea divisoria, debajode la qtie corre muy honda diferencia. Incluso en tem-peramentos más católicos, como el' del poeta Bonne,católico él mismo en sus comienzos y como permeadode espíritu católico durante toda su vida, se halla la-tente esta actitud. Donne se asusta cuando llega elcaso y afirma que "el vagabundo incorregible está máslejos de todas las vías de santidad que el rico más co-rrompido". Yo no sé sí lo que esto refleja tendrámucho que ver o no con lo que Macaulay nos cuentade Enrique VIII cuando habla de las monarquías ab-solutas y de las limitadas: "Que no encontró oposiciónpara enviar ni a Buckingham y Surrey, ni a Ana Bo-lena o lady Salisbury al cadalso; pero cuando, sinconsentimiento del Parlamento, demandó de sus sub-ditos una contribución que no llegaba a un sexto desus bienes, pronto hubo de echarse atrás. El grito decientos de miles fue el de que eran ingleses y no fran-ceses, libres y no esclavos" (5).

De los tiempos de Isabel arranca la visión inglesafie España, y de los de Felipe la española de Inglate-rra. Para un inglés medio que no sabe nada de lascosas de este continente (y con seguridad el inglés hasido el europeo que menos se ha interesado en Euro-pa; recuérdese aquel significativo titular de un perió-dico en el que se anunciaba una espesísima niebla so-

(4) La obra aludida es el Tratado de la Vanidad del Mundo, Sala-manca, 1576. La traducción de Rogers lleva por título: A Methode unto-Mortification called heretofore The Contempt of the World, and thevanitie thereof, London, 1586.

(5) The History of England frowi the accession of James II, byT. B. Macaulay, cap. I.

Page 9: )E LAS RELACIONEN

DATOS PARA LA HISTORIA DE LAS RELACIONES HISPANO-INGLESAS

•bre el canal y que decía: "El continente, aislado"), Es-paña significaba poco más que el recuerdo la Armada;lo que había antes, alrededor, después y detrás de laArmada se ignoraba por completo. Por otro lado, In-glaterra tenía para el español más vivas razones deperenne actualidad; había cosas que no se podían olvi-dar, aguijones que sí temporalmente amortiguan suvirulencia, están dispuestos a reproducirla más enco-nadamente en ctianto se presente la ocasión.

En este estudio yo quisiera llamar la atención sobreun período de las relaciones liíspano-inglesas en el quepasaron por una etapa de amortiguamiento y en el quese frustraron posibilidades de un entendimiento quehubiera salvado a Europa de muchos males. Es ver-dad que son aguas pasadas, y vanas las especulacionesque se pueden levantar sobre lo que no fue. La mentese complace en ellas, borra por un momento desastresy calamidades ocurridas después y contra ellos levan-ta un sereno edificio de claridad y concordia. En eltranscurso del siglo xvn existió esa oportunidad; es-tuvo como suspendida en su primera mitad, oscilante,si se desprendía o no. No se desprendió, como todos sa-bemos, pero bueno es notar su misterio y su enseñanza.

Los ingleses sostienen a menudo, medio en serio yniedio en broma, que las grandes, cosas que han he-cho las han hecho siempre no impulsados por sus Go-biernos, sino a pesar de ellos. Ello supone, por lo pron-to, una posición paradójica de oposición y sumisión ala vez, o de contraria sumisión, si cabe decir tal cosa.Un pueblo contra un Gobierno que no está, sin embar-go, contra el pueblo. Mejor cabría caracterizarlo comola de un Gobierno que está al margen de un pueblo ydispuesto a recoger los frutos oportunos de la activi-

Page 10: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MüffOZ SOJAS

dad de dicho pueblo, actividad que él formalmente n©favorece. Considérese la calidad y eficacia política detal instrumento; su facilidad de aprovechar cuantas,ocasiones se presenten y desechar las que no conven-gan. De lo que hay que prescindir definitivamente para,interpretar las acciones inglesas es de toda idea de plan,de programa, de pensamiento rígido presto a ser apli-cado, sea como sea y cueste lo que cueste; tal cosa no-

al inglés, como le era a Unamuno, antipática. De ahilo que se estima como falta de previsión-y que no cabeque lo sea, puesto que cuando las cosas se hacen sobrela marcha, la acción no previene, sino que improvisa.Esto explicará hasta cierto punto que toda la políticainglesa haya consistido siempre en consolidar lo pro-visional sin quitarle su carácter de provisionaíidad.Con ello se halla relacionado el tradicionalismo típicodel inglés, aunque parezca paradójico: hay que con-servar cuidadosamente aquello que nació como un ex-pediente provisional hasta que se sustituya, sustitu-ción que nunca tendrá lugar de una manera absoluta..Aquí falla la lógica; pero dejémonos de lógicas tra-tando de estas cosas. Hay otro punto paralelo a ésteque conviene, tener en cuenta antes de seguir adelantey que ha viciado toda la interpretación española de lapolítica inglesa. Me refiero al sentimiento aplicado arelaciones entre naciones. La diferencia psicológica es.aquí punto menos que infranqueable: que cosas que aun español le echan a arder la sangre se la dejen tan-fría a un inglés. Un inglés no comprenderá, por sttparte, que el sentimiento tenga nada que hacer dondeno desempeña papel alguno, y se explica que ese sen-timiento tenga por contrapartida otro opuesto: la.

Page 11: )E LAS RELACIONEN

BATOS PASA LA HISTORIA DE LAS KELACIOHES HISPANO-INGLESAS

crueldad, por ejemplo. Aplicado esto a la esfera de .re-,laciones internacionales, produce una zona irreconci-liable donde el diálogo era apenas posible.

El reinado de Jacobo I supone un alto en el preci-pitado camino de oposición que llevaban las políticasde los dos países. En él se decidió ya sin esperanza susuerte definitiva por lo que respecta a sus relacionesmutuas. El hecho externo que cifra esperanza y fra-caso fue el enlace de Carlos I y María de Austria, en-lace al cual se supeditaba la inteligencia. Aquí y allíandaban las cosas al revés: lo que aquí favorecía elpueblo no era mirado con tan-buenos ojos arriba; lo queallí favorecían en general las altas clases- no era bien-mirado por el pueblo. Como dice Howell en una de suscartas, "Inglaterra es mirada ahora en España con me-jores ojos que de ordinario. En este punto los pulsos deEspaña laten de una manera inversa a los de Ingla-terra, donde el pueblo se opone al enlace y la nobleza,.con la mayor parte de la clase media, lo favorece" (6).En estos favorecedores encontramos los primeros his-panizantes, los primeros sentimentales acerca de nues-tro país, que lo van dando a conocer y borrando en loposible las negras tintas de que venía rodeado su nom-bre. Es cierto que a este resultado contribuyeron enno poca medida la débil voluntad' de Jacobo I- y la fuer-te de nuestro Gondomar, que se hallaron a medio ca-mino. Expresión de la primera fue el Tratado de pazde 1604, cuyo espíritu interpretó tan curiosamenteEduardo Grimestone en la continuación que escribie-ra a la traducción que hizo del francés Mayerne Tur-quet en su Historia General de España (Londres,

(6) James HowelYs Familiar Letters, sec. III, carta VIII.

651

Page 12: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ SOJAS

1602) : "Si el Rey D. Felipe, de gloriosa memoria, in-tentó alguna acción contra Inglaterra, y la Reina Isa-bel, contra los dominios de España, se debió más ahumores personales que a razón de Estado. Una tum-ba debe enterrar a la vez sus cuerpos y sus pasiones.Los sucesores heredan la grandeza y poder de quie-nes les precedieron, pero no están atados a sus desig-nios, cuyo fin no es otro que la ruina mutua." Estoera evidentemente falso, y por eso la paz fracasó;lo cierto era la existencia' de una zona de buenas vo-luntades que en la empresa de esta inteligencia gas-taron sus armas. En la historia es siempre más fácil •ver diferencias que semejanzas. Por eso tienden a pa-sar inadvertidos ciertos hechos que contribuían aestablecer un fondo común. Me refiero concretamen-te en este caso al respeto a la institución monárquica,que era general y que subsistía en medio de tan gran-des enconos y ponía tope a otros mayores. Aunque pue-dan exhibirse ejemplos contraríos, siempre será sig-nificativo el tratamiento de Isabel por Cervantes ensu Española Inglesa j el de Enrique VIII por Calde-rón en su Gran Cisma de Inglaterra. El primero estanto más notable tanto cuanto sale de la pluma de uncontemporáneo de la Armada. El hecho era general y110 afectaba exclusivamente a Inglaterra.

En lo que sigue vamos a ofrecer ejemplos de es-tos dos tipos de opinión, la popular y la aristocrática,que mostrarán por su contraste el alcance de la luchaentablada. La mayor parte de ellos son testimonios co-nocidos, aprovechados por cuantos han escrito sobre

Los libelistas antíespañoles no se dejan impresio-nar por el rumbo que el advenimiento de Jacobo I ha-

Page 13: )E LAS RELACIONEN

DATOS PARA LA HISTORIA DE LAS RELACIONES HISPANO-ISGLESAS

bía señalado a la política española de Inglaterra; alcontrario, este rumbo encona sus sentimientos. Siguensiendo el pueblo al margen del Gobierno, actuando porsu cuenta hasta donde le era posible. Persisten en verdondequiera la mano de España tramando conspirarciones para conseguir el dominio universal, discutien-do con obstinación los títulos españoles sobre las In-dias y pidiendo carta blanca para los navegantes. To-memos, por lo pronto, a un Litigow, que viaja por Es-paña en aquellos años, y veamos cuál es'la opinión quede nuestro país difunde a su vuelta. Lithgow no eramás que un viajero, con la vanidad de casi todos losviajeros profesionales y los prejuicios de un contem-poráneo de la Armada; tipo curioso e inquieto, cuyostítulos a la celebridad no son literarios ni políticos.Radican en el hecho de ser el primero, o uno de losprimeros, que en Europa hablan del café y de los ba-ños turcos. Escocés hasta la medula, fue viajero "por-que tenía infundido el espíritu vagabundo común a suscompatriotas". Así, cuando contempla sus piernas ypíes inútiles tras el tormento a que fue sometido enMálaga, dice con una melancolía muy del seiscientos:"Yo, cuyas piernas y pies no podía contener el uni-verso entero, los veo ahora aprisionados en estos go-lletes e hierros, en un cuerpo de, distancia, sobre unsuelo empedrado." Y en seguida el grito de su siglo,seguido por otro que era un eco del anterior:. "¡Ohloco orgullo, oh destructora ambición y vaporosa cu-riosidad!... Feliz hubiera sido, tres-veces más feliz, conia vida de un pastor." A tal estado le condujeron lasaventuras de que da cuenta en su libro de viaje, ElDiscurso total de las extra-ñas aventuras y dolorosos'

Page 14: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MXTX07. ROJAS

peregrinaciones de diez y nueve largos a-ños (7), pu-blicado por primera vez en su forma completa en 1632.La impresión que le produce España es penosa: "Unamasa de montañas, un suelo desierto y mal cultivado,poco habitado y populoso; por el contrario, tan des-poblado, que en el mismo corazón de España he anda-do diez y ocho leguas (dos días de jornada) sin vercasa o aldea, excepto dos ventas. Triste cosa es viajarpor España". Esa misma pobre impresión que le pro-duce el aspecto físico le produce el moral. Por una des-graciada confusión, Lithgow fue encarcelado en Má-laga acusado de espionaje. Achacó sus desdichas en laportada de su libro y en su contenido a la Inquisición, sibien ésta, tuvo que hacer poco en el asunto. Lithgow,que tenía mucho de picaro, quiso hacer propaganda desu "martirizada anatomía" ante toda la corte.

Esa misma impresión de España es la que trata decrear Thomas Scotts el cual, si nunca estuvo, en la Pen-ínsula, hizo de su vida una campaña contra ella, y querepresenta mejor que nadie el obcecado punto de vistainsular, respecto a nuestra Patria, en los innumera-bles folletos que publicó entre 1620 y 1626, que con-tienen muy curiosas noticias, utilizadas abundantemen-te por los historiadores de la época. Las ideas de Scottrespondían a las del inglés medio, que veía con descon-fianza los manejos de Gondomar en la Corte de Ja-cobo I. Su actitud (y esto tiene aplicación al restó delgrupo), más que antiespañola, era anticatólica. Es sa-bido que entre lo católico-español y lo francés se es-tablecía una diferencia. Donne ofrece sobre este pun-

(7) The Totall Discourse of the Rare Adventtires and PainfullPeregrinations of long nineteene yeares, London, 1632.

654

Page 15: )E LAS RELACIONEN

DATOS PAHA LA HISTORIA DE I-AS RELACIONES HISPAHO-INGLESAS

to un testimonio muy repetido. "Es católico —dice—,pero un católico francés, y el catolicismo francés es,señor, como el terciopelo francés: una religión bienfloja que se gasta pronto, y no el catolicismo tres ve-ces macizo de Italia y España" (8). Georges Herbertofrece otro menos conocido, esta vez contraponiendoItalia y España, en su Jacula Prudentum: "El hom-bre ha de vivir en Italia, que es un lugar de placer;pero ha de morir en España, donde se dice que la re-ligión católica es profesada con gran rigor." Entre locatólico y lo español se establecía, pues, una identifi-cación completa. Tomemos uno de los folletos de Scott,por ejemplo, el que lleva el largo título que sigue, y quecorno se verá no tiene desperdicio: La segunda parte deVox Populi, o Aparición de Gondornar disfrazado deMaquiavelo en un Consejo español, donde se descu-bren sus traidoras y sutiles mañas para la ruina, tan-to de Inglaterra como de los Países Bajos; fielmentetraducido del ejemplar español -por un hombre de bue-na voluntad hacia Inglaterra y Holanda (9). La por-tada contiene un gracioso retrato de Gondomar y elinterior un grabado donde aparece reunido el Conse-jo español, compuesto ele diecisiete personajes senta-dos alrededor de una .mesa, y al fondo un dosel, poruno de cuyos lados se asoma el inspirador de la re-unión, el diablo. Van hablando los distintos consejeros.Braganza expone que, en tanto que en los antiguos tiem-pos era proverbial la fidelidad española •—"Fe y de Es-paña"-—, .en los 'presentes su" nombre va ligado a los

(8) Do una carta a G. Gerrard incluida por Gosse en su Life andLetters, pág. 238 del vol. 2.

(9) La primera parte de este folleto füé prohibida por orden real.

Page 16: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS

innobles calificativos de "falsa, ambiciosa, orgullosay cruel". A ello objetó Gondomar que sufrir tales dic-terios por la causa católica del Rey católico "es más unhonor que un oprobió". Luego, el conde va exponien-do sti teoría acerca de las causas que mueven a los in-gleses a la guerra; hace referencia a la gran aficiónque a la lengua castellana se iba desarrollando en In-glaterra, donde todo. el mundo le pedía profesores yse disputaba sus criados por ese motivo. Se refiere alodio del pueblo inglés hacia España, y lo explica porla oposición entre norte y sur. La primera parte deeste folleto, o Noticias de España, publicadas en 1620,da cuenta de la afición tan conocida de nuestro emba-jador a los libros, y llega a afirmar que ni la bibliote-ca de Causabon ni los manuscritos del famoso sirThomas Bodley hubieran .escapado de sus manos siél "hubiera tenido en aquella ocasión su oficio". Unode los reproches que Scott hace a los españoles, y enesto no es único, es el de su ascendencia judía mora,especialmente los nobles. Como se ve, el carácter delos líbelos de Scott es esencialmente propagandístico;sus efectos habían de ser tan rápidos como seguros.Sorprende la perfección con que estaban montados losservicios de la propaganda antiespañola. Como Scott,pudiéramos citar nombres y títulos de innumerableslibelistas de la época.

Lo peculiar de la situación lo demuestra mejor quenada el caso de los Wadsworth, padre e hijo, pastor elprimero, protestante, converso al catolicismo cuandoacompañaba a sir Charles Cornwallis en su misión aEspaña, familiar de la Inquisición en Sevilla más tar-de, defensor de España como "la mejor parte de lacristiandad"; en tanto que su hijo sigue una trayecto-

Page 17: )E LAS RELACIONEN

DATOS PARA LA HISTORIA DE LAS RELACIONES HISPANO-INGLESAS

ria inversa completamente, ya que, aunque educado enMadrid y St Omer por los jesuítas, llegó, tras cu-riosas e innumerables aventuras^ a renegar de su re-ligión y escribir un folleto donde ataca duramente asus antiguos correligionarios. Una carrera parecidanos ofrece Lewis Owen, novicio fingido, que acabó porescribir folletos tales como el Speculum Jesuiticum,sátira burda y desaforada de la vida de San Ignacio.Como contrapropaganda a tanta propaganda antiespa-ñola cabría citar en esta línea el gracioso folleto quelleva por título La Rosa hispano-inglesa, o La Grana-da anglo-española, donde la adulación llega a límitesalarmantes. En efecto, es alarmante oír llamar a Gon-domar en inglés cosas como "flor de Occidente, deli-cia de España, vida del ingenio y luz de prudencia"en la dedicatoria. La doble portada exhibe un precio-so grabado en el que Cristo aparece bendiciendo a Car-los I y a María, unidos por las manos.

El grupo de hispanizantes no tuvo una propagan-da tan procaz y, por tanto, tan eficazmente servidacomo la de los libelistas. En cambio, su importancia- li-teraria es mayor. Este grupo está compuesto o por ca-tólicos que aspiraban al restablecimiento de la Iglesiaen- Inglaterra y que encontraban en España el mejorapoyo para sus pretensiones, ya por anglicanos quepretendían llevar su sentido del compromiso más alláde las fronteras nacionales y asegurar de este modo lapaz de Europa. Sus esfuerzos se dirigían hacia unfranco acuerdo entre las potencias católicas y protes-tantes, aleccionados como.estaban por más de un siglode luchas e impresionados por el giro de los aconteci-mientos de la misma Inglaterra. Con este compromi-so no creían poner en peligro su sinceridad religiosa

42 * 657

Page 18: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS

como anglicanos. Su fórmula podría ser la de sir Tho-mas Browne: "Nos hemos reformado de ellos, no con-tra ellos." Se advierte en el grupo el gesto cansado delseiscientos, la creencia de que no valía la pena pro-longar un estado de cosas que tantos desastres habíaacarreado. .Estos dos grupos coincidían en su interéshacia España y las cosas españolas, aunque lo enca-minaran a fines distintos: interés de tipo primordial-mente religioso en los católicos y de tipo primordial-mente político en los segundos. Así, los primeros tie-nen contacto en la literatura española mística o ascé-tica, en tanto que los segundos se interesan en obrasprofanas literarias. Estos últimos son los que nos in-teresan ahora.

Aunque las noticias que sobre España nos da Ja-mes Howell en sus diversas obras tienen más bien ca-rácter periodístico que propiamente histórico, no poreso dejan de tener gran interés. Howell es uno de losprimeros ingleses sentimentales de España/ "Quisie-ra enviarte mi afecto con un-rayo de este sol...; sabesque estos claros horizontes de España me los propor-cionan en abundancia" (10), escribe desde Madrid aThomas Porter, otro hispanizante del grupo. Howellrecoge donde encuentra, confesándolo o sin confesarlo.Así en sus Instrucciones para viajar por el extranje-ro saca buen partido al libro de Carlos García, Anti-patía de españoles y franceses, libro muy del tipo delos que interesaban a Howell y a un público fácil. Fren-te a tanta acusación de pobreza y esterilidad defien-de a España, "que no cede a ninguno de sus vecinosen calidad y sí solo en abundancia". Y continúa: "De~

(10) Obra cit, sec. VI, carta LXXI.

Page 19: )E LAS RELACIONEN

DATOS PARA LA HISTORIA DE LAS RELACIONES HISPANO-INGLESAS

jar que el francés se gloríe en su país, como del másrico bordado de la Naturaleza sobre la tierra, cuandoel español bebe mejor vino, come frutas mejores, usamás fino ropaje, lleva una espada mejor al cinto y vamejor montado que él." Las noticias literaria-s espa-ñolas de Ho'well son interesantes por ser una de laspocas indicaciones de primera mano qnSe sobre la ma-teria existen en la Inglaterra del xvn. He aquí ía citacompleta, que muestra bien, por otra parte, el carác-ter errático de las informaciones de Howell: "María- .na, Acosta y Alvarez son los cronistas más fidedig-nos de España por lo que hace a la historia moderna.Lope de Vegas (sic) dará buen entretenimiento enverso. Guevara, en prosa pura... Ni se distraerá aquíel lector con la confusión de autores que se advierteen Francia y en otras partes, porque los españoles es-criben rara, pero profundamente, y de una maneramuy distinta a la de otras naciones de la cristiandad,lo que prueba que se mezclaron mucho con los moros."La información, como se ve, es bien reducida y bieninexacta por lo que a la caracterización de la litera-tura peninsular se refiere. Es digno de notar que nomencione a Cervantes u otros novelistas muy conoci-dos a la sazón en Inglaterra y que, en cambio, • traigaa colación a Guevara, cuyo ascendiente en las letrasinglesas iba de .capa caída cuando Howell publicarasus Instrucciones\, aunque todavía hallara algún intro-ductor posterior a ellas. La autoridad de Mariana erareconocida en Europa entera, y en cuanto al ilustre je-suíta José de Acosta, es quizás el nombre español quemás a menudo se encuentra en obras inglesas de aque-lla época. También contiene algunas noticias literarias

• .su Nueva Gramática Inglesa j sus mucho más conoci-

659

Page 20: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS

das Carias Familiares. En la primera, con motivo deuna visita a Salamanca, se hace mención del puente"del cual habla Lazarillo de Tormes y de la casa deCelestina". En las segundas, escribiéndole a ThomasPorter, le relata, o finge relatarle, puesto que las car-tas no son auténticas, la llegada del Príncipe D. Car-los a Madrid y le copia los conocidos versos de Lopede Vega "Carlos Estuardo soy...", entre "los muchosexcelentes poemas hechos aquí (Madrid) desde la lle-gada del Príncipe" ( n ) . En otra ocasión envía el pro-pio Porter los epitafios de Lope sobre Enrique VIIIe Isabel, absteniéndose, corno era de esperar, de losdos que le siguen inmediatamente en las Rimas, los deMaría Estuardo y Tomás Moro. "No se puede echaren cara a los españoles el que satiricen a Isabel; nun-ca hablan de ella sin encogerse de hombros" (12). Pro-bablemente uno de los dos epigramas que cita a con-tinuación sirvió de fuente al que dedicó el conde deRochester a Nell Gwinne. Alguna otra referencia li-teraria pudiera añadirse; pero de momento nos inte-resan más sus opiniones políticas. Pertenecía Howellal grupo del conde de Brístol, John Digby, quien noveía razón alguna para que la diferencia de religiónseparara a Europa y quien perseguía apasionadamen-te una inteligencia entre Inglaterra y las potencias ca-tólicas como base segura de la paz. Si en alguna oca-sión señala como máxima a seguir por Inglaterra aque-lla de "Decrescat Hispanus, ne crescat Francus", enotras muchas aboga por un franco entendimiento conEspaña, considerando el casamiento con la Infanta me-

(11) James Howell's Familiar Letters, sec. III, carta XVIII.(12) ídem id., sec. VII, carta LXXI.

Page 21: )E LAS RELACIONEN

DATOS PARA LA HISTORIA HE LAS RELACIONES HISPAXO-INGLESAS

jor que la pólvora española y sus "mercancías mejo-res que sus guerras". "Ni hay país —continúa— quele pueda hacer a Inglaterra menos daño y más bienque España, si se tiene en cuenta el mucho comercioy riqueza que por este medio pudiera obtenerse" (13).Defiende al Rey de España diciendo que aunque losfranceses "-comparan su monarquía a una capa demendigo, ya que está hecha con retazos, son retazosen verdad, pero como los que ellos no tienen. Las In-dias son un retazo bordado con perlas, rubíes y dia-mantes; Perú, con oro macizo; Méjico, con plata" (14).La sección XI de las Instrucciones contiene la siguien-te curiosísima aseveración que los hechos han torna-do profética: "La potencia del noreste de Europa estácontrapesada entre Dinamarca, Suecia, Polonia, etcé-tera, y el resto, entre Gran Bretaña,.Francia y España;en cuanto a Alemania e Italia, por estar su poder es-parcido entre tantos,, sirven sólo para contravalancear-se ellos mismos, ya que si tuvieran un monarca abso-luto cada uno resultarían formidable para los demás."

Lithgow representa la visión extranjera de unaEspaña picaresca, exagerada e incompleta, en tantoque Scott personifica el tipo del propagandista religio-so-político, ciego y sin razones. Frente a estos dos nom-bres, el de Howell y algún otro que no sería di-fícil añadir, representa la opinión cortesana y aristo-crática en Inglaterra. La tendencia que él exponía enpolítica tenía un paralelo en la obra de introducción

(13) James Hoiaell's Familiar Letters, sea IV, carta L.(14) ídem id., sec. III, carta XXXII, que contiene: una reseña de

la Monarquía española, de la conquista árabe, de la expulsión de losmoros por los Reyes Católicos, la grandeza de España, la riqueza deJa Iglesia y las características del español.

661

Page 22: )E LAS RELACIONEN

JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS

definitiva de nuestras letras, que tiene lugar en estesiglo merced a una serie de traductores entusiastas aquienes • rio arredran las dificultades y entre los cua-les se encuentran Mabbe y Felton en la novela; losadaptadores de nuestro teatro, como Beaumont, Flet-cher y Digby; de nuestra poesía, como Stanley y Fan-shaw, que no se detienen ante Góngora, sin pasar poralto los de libros ascéticos, anglicanos y católicos; lapopularidad de ciertos libros ascéticos fue cosa tannormal, que alguno de Nieremberg, por ejemplo, hapodido ser atribuido, durante cerca de dos siglos, aTaylor, sin que hasta mediados del pasado se haya le-vantado la liebre. La polémica teológica, que respalda-ba a la política, inducía a un conocimiento y a una cu-riosidad hacia el adversario, conocimiento y curiosi-dad que significan siempre una aproximación. El nú-mero de teólogos españoles en las obras polémicas deltiempo es quizás más considerable que el de ningunaotra nación. Todos estos extremos contribuyen a crearuna atmósfera de acercamiento, que fatalmente hubode derrumbarse con el fracaso de la dirección que elanglicanismo había tomado en los tiempos de los dosprimeros Estuardos; fracaso que no reparó la vueltade Carlos II.

Intencionadamente hemos omitido de este cuadrouna minoría excepcional, atada a nosotros por los só-lidos vínculos religiosos, cuyas esperanzas se frustra-ron al par que las nuestras, pero que nos negó pocasveces su colaboración: me refiero a los católicos, quebien merecen una atención más detenida.

JOSÉ A. MUÑOZ ROJAS.