E L NEDa la impresión que 1\0 se po dría cambiar una sola toma sin perder ... Sidney Lumet. Salido...

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Por]. M. GARCIA Aseor Para resolver esa tensión es necesaria una llave inglesa que tenga la fuerza suficien- te para aflojar esas tuercas. Y a veces la llave inglesa resulta un poco obvia, un poco excesivamente a mano. Pero para evitar esto sólo quedaría no apretar tanto la tensión. Y entonces sur- giría otro defectü, y más importante: la falta de crisis, de situación verdadera- mente clave. Quizás Lumet pensara en una solución: alargar la película una hora para poder romper los nudos dramá- ticos con más tiempo. Habiéndose atre- vido ya a tanto no se atrevió a más. Yo no hubiera protestado ni por dos extras. Magnífico director de cámaras Lumet se nos revela también un soberbio selec- cionador y director de act01'es. Ni uno le falla. Con el noble rostro de Henry Fonda orquestando esta minuciosa telaraña de emociones, todos los demás intérpretes dan una interpretación exacta, perfecta, admi- rable. Y si a Lee J. Cobb le toca el papel más difícil porque es el único con cierta artificialidad, consigue salir del apuro con un talento que lo confirma ser uno de los grandes actores del cine americano de hoy. Es lástima que una serie de referen- cias al anti-semitismo no estén lo suficien- temente explicadas para que la escena del orador en cuarentena cobre todo su valor, y que un breve speech sobre la democra- cia aporte su nDta fuera de lugar (aun- que bien asignada al personaje), porque . una película así merecÍ:! ser perfecta, Bienvenido, pues, M1'. Lumet, y (jue pronto tmgamcs ocasión de ver otra obra tan cinematográfica, tan bien construida, tan valiente e inteligmte como esta mag- nifica obra que su primera pelícub. 25 ALMAS (Vnici /e !emps des assassi;¡s) de Julien Duvivie1'. Nunca ha sido Duvivi('r un director de mi predilecció11 por b falta ele unidad tanto de bndo como de forma de su obra, y sus obras, Exce1l'l1te t'11. Pe pe le Moho o Paniquc, terr:blemente c1t-sigual en Pe.'! de Cc,rottc, Carne! de Bal, o So.tS le ciel de Paris. Honrarlo de L'Affaire Mauriz,:lIs, 1l1fuC1able e11 b serie de Don Call1illo, este director había logrado en 1952 una película ;llaravil1o- S2mente ágil e inteligente: 1.a F!:te a J-J enriette que -·3 pesar de la madurez de Duvivier- autorizaba todas las esperan- 'zas sobre sus obras posteriores: NE 1 "Henry Fonda. produce y actúa" El vere?icto tiene que ser, unánime, y no hay mas que dos veredictos posibles: culpable o inocente. Y el primero -dadas .las del crimen- significa automatlcamente la pena de muerte. El jurado -doce hombres- se retira a de- liberar. La cámara los espera en la sala de jurados. Ya no volverá a salir de allí durante más de hora y media. Hora y media de película en un cuarto. Y sin embargo es cine. Y gran cine. Lu- met prescinde del tour de force a la Hitch- cock (La .soga) y arma su película con tradicional rigor. Es admirable la variedad de encuadres, movimientos de cámara y diversa longitud de los shots. Y lo que es más admirable aún es .que cada uno de ellos está perfectamente adaptado a su función. Da la impresión que 1\0 se po- dría cambiar una sola toma sin perder algo, de que estamos ante la perfecta tra- ducción a imágenes de cada escena, cada palabra, cada acción o reacción. La película tiene algunos defectos, sí, pero esta vez son defectos ineludibles, y pertenecen a cierta condición de la his- toria misma. Para obtener una tensión determinada es necesario apretar fuerte- mente determinadas tuercas de la trama. J. Ga1;Jin y D. Dejarme en Almas perversas e UNIVERSIDAD DE MEXICO EL Bienvenido Mr. Lumet DOCE HOMBRES EN PUGNA , (T'U!elve angry men) de Sidney Lumet. I D ESPUÉS DE' HABER ASESTADO un du- rísimo golpe a la industria cine- matográfica norteamericana la te- levisión de ese país está cumpliendo una cuhosa doble trayectoria. Por una parte -y como era de esperarse- el auditorio de TV está decayendo rápidamente. Se- gún las extensas encuestas efectuadas re- cientemente en los Estados Unidos el "índice de aburrimiento" crece cada día y llega incluso a afectar programas de tan gran popularidad como el de Milton Berle, el de Arthur Godfrey, el de Red Skelton, Dragnet y The Ed Sullivan show (Newsweek 11, 1957). Pero por otra parte la TV' ha un grupo de escritores, adaptadores y directores jó- venes que -habiendo efectuado la tran- sición a los estudios cinematográficos- está renovando el cine estadounidense. Este grupo comprende talentos como el escritor Paddy Chayewsky (ivI arty, Despedida de soltero) y directores como Delbert Mann (mismas películas). Sus preocupaciones se .orientan en un sentido que podría llamarse neo-realista, exclu- yendo por supuesto todas las implicacio- nes ya convencionales en que ha caído tantas veces este género. Se trata de un cine más ambiguamente interior, que trata de fijar situaciones y caracteres en una forma qué se asemeja bastante a la de la gran novela y cuento norteamericanos de treinta años atrás. En el tema y su intento de penetración -situacional más que psi- cológico- es un· cine que recuerda iI1U- chas veces a Sherwood Anderson y su Winnesb,urg, Ohio. En el tratamiento el lenguaje se asemeja más a Hemingway. No hay generalmente definiciones, sino un planteamiento de actos y palabras de- trás del cual ':'-'pero nunca plenamente revelados- se dibujan los sentimientos, las emociones, las situaciones vitales. Qui- zás corresponde ello a un modo de ser tí- picamente norteamericano, país en que sólo se manifiesta el fenómeno, y el nóu- menO queda siempre pendiente de hurgar, interpretar, estructurar; Existencia en donde la taquigráfica presencia de lo di- cho oculta por omisión lo verdaderamente importante: 10 que no se dice. Pues bi'en, este nuevo cine norteameri- cano nos regala ahora a un gran director: Sidney Lumet. Salido de las filas de la TV. Lumet se asocia para su primera película con urí. gran nombre del cine: Henry Fonda:' FOIida produce y actúa. Lumét dirige. Y el resultado es una mag- nífica película que se IlatÍla Doce hombres en pugna. El tema es cinematográficamente muy difícil ... termina un juicio de asesinato.

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Por]. M. GARCIA Aseor

Para resolver esa tensión es necesaria unallave inglesa que tenga la fuerza suficien­te para aflojar esas tuercas. Y a veces lallave inglesa resulta un poco obvia, unpoco excesivamente a mano.

Pero para evitar esto sólo quedaría noapretar tanto la tensión. Y entonces sur­giría otro defectü, y más importante: lafalta de crisis, de situación verdadera­mente clave. Quizás Lumet pensara enuna solución: alargar la película una horapara poder romper los nudos dramá­ticos con más tiempo. Habiéndose atre­vido ya a tanto no se atrevió a más. Yono hubiera protestado ni por dos hora~

extras.

Magnífico director de cámaras Lumetse nos revela también un soberbio selec­cionador y director de act01'es. Ni uno lefalla. Con el noble rostro de Henry Fondaorquestando esta minuciosa telaraña deemociones, todos los demás intérpretes danuna interpretación exacta, perfecta, admi­rable. Y si a Lee J. Cobb le toca el papelmás difícil porque es el único con ciertaartificialidad, consigue salir del apuro conun talento que lo confirma ser uno de losgrandes actores del cine americano dehoy.

Es lástima que una serie de referen­cias al anti-semitismo no estén lo suficien­temente explicadas para que la escena delorador en cuarentena cobre todo su valor,y que un breve speech sobre la democra­cia aporte su nDta fuera de lugar (aun­que bien asignada al personaje), porque

. una película así merecÍ:! ser perfecta,Bienvenido, pues, M1'. Lumet, y (jue

pronto tmgamcs ocasión de ver otra obratan cinematográfica, tan bien construida,tan valiente e inteligmte como esta mag­nifica obra que e~ su primera pelícub.

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ALMAS PEr~VERSAS (Vnici /e !empsdes assassi;¡s) de Julien Duvivie1'.

Nunca ha sido Duvivi('r un director demi predilecció11 por b falta ele unidadtanto de bndo como de forma de su obra,y d~ sus obras, Exce1l'l1te t'11. Pe pe leMoho o Paniquc, terr:blemente c1t-sigualen Pe.'! de Cc,rottc, Carne! de Bal, o So.tSle ciel de Paris. Honrarlo artesal~O deL'Affaire Mauriz,:lIs, 1l1fuC1able e11 bserie de Don Call1illo, este director habíalogrado en 1952 una película ;llaravil1o­S2mente ágil e inteligente: 1.a F!:te aJ-Jenriette que -·3 pesar de la madurez deDuvivier- autorizaba todas las esperan-

'zas sobre sus obras posteriores:

NE1

"Henry Fonda. produce y actúa"

El vere?icto tiene que ser, unánime, y nohay mas que dos veredictos posibles:culpable o inocente. Y el primero -dadas

.las cir.c~mstancias del crimen- significaautomatlcamente la pena de muerte. Eljurado -doce hombres- se retira a de­liberar. La cámara los espera en la salade jurados. Ya no volverá a salir de allídurante más de hora y media.

Hora y media de película en un cuarto.Y sin embargo es cine. Y gran cine. Lu­met prescinde del tour de force a la Hitch­cock (La .soga) y arma su película contradicional rigor. Es admirable la variedadde encuadres, movimientos de cámara ydiversa longitud de los shots. Y lo que esmás admirable aún es .que cada uno deellos está perfectamente adaptado a sufunción. Da la impresión que 1\0 se po­dría cambiar una sola toma sin perderalgo, de que estamos ante la perfecta tra­ducción a imágenes de cada escena, cadapalabra, cada acción o reacción.

La película tiene algunos defectos, sí,pero esta vez son defectos ineludibles, ypertenecen a cierta condición de la his­toria misma. Para obtener una tensióndeterminada es necesario apretar fuerte­mente determinadas tuercas de la trama.

J. Ga1;Jin y D. Dejarme en Almas perversas

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E LBienvenido Mr. Lumet

DOCE HOMBRES EN PUGNA,~~1

(T'U!elve angry men) de Sidney Lumet.I

DESPUÉS DE' HABER ASESTADO un du­rísimo golpe a la industria cine­matográfica norteamericana la te­

levisión de ese país está cumpliendo unacuhosa doble trayectoria. Por una parte-y como era de esperarse- el auditoriode TV está decayendo rápidamente. Se­gún las extensas encuestas efectuadas re­cientemente en los Estados Unidos el"índice de aburrimiento" crece cada díay llega incluso a afectar programas detan gran popularidad como el de MiltonBerle, el de Arthur Godfrey, el de RedSkelton, Dragnet y The Ed Sullivanshow (Newsweek 11, 1957). Pero porotra parte la TV' ha c~eado un grupo deescritores, adaptadores y directores jó­venes que -habiendo efectuado la tran­sición a los estudios cinematográficos­está renovando el cine estadounidense.

Este grupo comprende talentos comoel escritor Paddy Chayewsky (ivIarty,Despedida de soltero) y directores comoDelbert Mann (mismas películas). Suspreocupaciones se .orientan en un sentidoque podría llamarse neo-realista, exclu­yendo por supuesto todas las implicacio­nes ya convencionales en que ha caídotantas veces este género. Se trata de uncine más ambiguamente interior, que tratade fijar situaciones y caracteres en unaforma qué se asemeja bastante a la de lagran novela y cuento norteamericanos detreinta años atrás. En el tema y su intentode penetración -situacional más que psi­cológico- es un· cine que recuerda iI1U­

chas veces a Sherwood Anderson y suWinnesb,urg, Ohio. En el tratamiento ellenguaje se asemeja más a Hemingway.No hay generalmente definiciones, sinoun planteamiento de actos y palabras de­trás del cual ':'-'pero nunca plenamenterevelados- se dibujan los sentimientos,las emociones, las situaciones vitales. Qui­zás corresponde ello a un modo de ser tí­picamente norteamericano, país en quesólo se manifiesta el fenómeno, y el nóu­menO queda siempre pendiente de hurgar,interpretar, estructurar; Existencia endonde la taquigráfica presencia de lo di­cho oculta por omisión lo verdaderamenteimportante: 10 que no se dice.

Pues bi'en, este nuevo cine norteameri­cano nos regala ahora a un gran director:Sidney Lumet. Salido de las filas de laTV. Lumet se asocia para su primerapelícula con urí. gran nombre del cine:Henry Fonda:' FOIida produce y actúa.Lumét dirige. Y el resultado es una mag­nífica película que se IlatÍla Doce hombresen pugna.

El tema es cinematográficamente muydifícil ... termina un juicio de asesinato.

"los maravillados pastores, el /nteblo humilde :11 aquellos mistel'iosos viajeros"

Por Jesús BAL Y GAY

nido cantando desde entonces los hombresque, por fe o por rutina, celebran concanciones esta festividad cristiana.

El espíritu de esas palabras, mensaje deesperanza, de fraternidad y, por tanto, depaz, impregna las melodías de las cancio­nes navideñas. Son todas melodías sen­cillas, muchas de ellas de una belleza ex­traordinaria, en las que late una humani­dad tensa y tierna, vibrante y suave almismo tiempo. Si se las compara con lasde otras canciones tradicionales -deamor, de trabajo o, simplemente festi­vas-, se descubre en seguida lo que lasdiferencia de éstas. Es una alegría la su­ya sin violencia, una sencillez que vuelaalto, una elevación que no pierde de vistaeste pobre suelo nuestro. Y esas cualida­des están presentes lo mismo en el villan­cico popular que en los cantos de carácterculto.

El hecho de que hayan sido los pastoresde Belén los primeros que recibieron no­ticia de! nacimiento de Cristo ha impresoun cierto sentido pastoril a la musica dela Navidad. Es muy grande el "número decanciones populares navideñas que adop­tan ritmos típicos -y tópicos- de lo quese entiende por música pastoril. Pero nosólo las canciones o villancicos "populares,sino también las composiciones de mayorenvergadura. Unas y otras se ajustan casisiempre al ritmo ternario" ya sea el dactí­1ico' ya e! anapéstico, tópicos_ rítmicos queequivalen en la música a los que en la poe­sía bastan para dar a un poema el carác­ter de pastoral. Y los encontraremos lomismo en el mal llamado Oratorio de Na­vidad, de Bach que en los villancicos que

AeUNIVERSIDAD DE MEXICO

N A VID AD

1DE

suMUSICA

M

REALMENTE es imposible concebir unaNavidad sin música. Siglos de tra­dición ininterrumpida pesan tanto

sobre nosotros, que, a pesar del laicismodominante en nuestro tiempo, cuando lle­gan estos días· navideños necesitamos deaquellas músicas tradicionales que de unamanera más o menos adecuada rememo­ran el nacimiento de Cristo.

y son, en primer término, las viejascanciones que de boca en boca han veIlldotransmitiéndose a 10 largo del tiempo y acontrapelo de todos los cambios sufridospor la cultura occidental. Viejas cancio­nes que nos hablan de 10 que en Belén su­cedió hace más de dos mil años, ya seacon una absoluta objetividad informativa.ya extrayendo del suceso su significación

" más profunda. En ellas están presentesel Niño, la Virgen María, San José, losángeles, es 'decir, los actores de tan ex­traordinario drama; pero tampoco faltanen ellas los espectadores de entonces, losmaravillados pastores, el pueblo humildey aquellos misteriosos viajeros --mal lla­mados Reyes Magos- que desde orien­te se dirigieron a Belén, guiados por laestrella, para adornar al recién nacido yofrecerle sus tesoros de oro, incienso ymirra. Y en esas canciones entran tam­bién -como escribió donairosamente elmusicólogo inglés Percy A. Sch6les- lacanción de los ángeles, "pues la primeracanción de Navidad Se cantó en el cielo,y sus inspiradoras palabras (aunque noj ay! su melodía) han llegado hasta nos­otros". Aquel primer villancico decía:"Gloria a Dios en las alturas y paz a loshombres de buena voluntad." Yeso es,con infinidad de variantes, 10 que han ve-

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jAlas! Duvivier sigue siendo el másdesiguaL de los realizadores consagrados.y nos lo demuestra en Almas perversas.

Lo paradójico de la cinta -dado el ha­rroquismo a que es afecto el director­es que 10 mejor es aquello en donde nopasa nada, y apenas entra en lo que estradicionalmente su terreno cae vertigino­samente de 10 excelente a lo lamentable.Más curioso aún resulta eso si tenemosen cuenta que aquí el talento del realiza­dor consigue hacer buen cine de nadá,de la rutina más absoluta, del tiempo másvacío, de 10 cotidiano más terre aterre.y en cambio, al dar forma a sentimientosy acciones todo el rico material de la tra­ma en movimiento se le diluye entre lasmanos y sólo consigue realizarlo con al­go peor: el más absoluto melodrama.

Un tercio de la película es bueno: des­de la primera espléndida panorámica deldespertar de las Halles hasta el plantea­miento mismo de la trama. El mundo deun restarán a la bonne chere, el ronroneodiario de las acciones más ordinarias, el~lor mismo de esa cocina que traspasa lapantalla con un denso aroma punteadode mágicas fórmulas (queneUes de pois­son, truites au beurre, soufflé), todo elloresulta en un magnífico retrato, vivo,cálido y burgués que nos envuelve concierta nostálgica fascinación. Gabin semueve al timón con la pesadez bien nu­trida de un maravilloso capitán, chef ysommelier.

Luego interviene Danielle Delorme cu­yas primeras escenas cautivan con un en­canto suave cruzado de oscuros, heladospresagios indefinibles y aterradores. Elmundo redondo y centrado del principiosufre imperceptibles rupturas de equili­brio. Un terrible más allá deja entrever­se apenas por fugaces momentos, dejandouna maravillosa sensación de inseguridadque vuelve a cerrarse en seguida. Y uno sepregunta si no se habrá equivocado, si esetenebroso fondo de mal que hemos adi­vinado no habrá sido un engaño, una ilu­sión, y el mundo vuelve a ser mundopero ...

Pero aquí acaba todo. El fondo se re­vela, se planta en primer término. N050­tras prolongamos un poco la ambigüedad,tratamos de conservar la imagen de esemal sospechado que rara vez ha sidopalpado tan vivamente. Pero es inútil. Co­mienza una trama sórdida, sin ritmo, queno sabe ni siquiera explotar el mal queexiste de este' lado riel mal (la madreele Gabin). Se comienza a escuchar uncrescendo rossiniano que acompaña eliinal hasta el folletin más desbocado. Ga­bm trata c:e conservar la serenidad. Todoes inútil. El mal adivinado era ;l1ucho másaterrador que este mal definido, galopantey granguiñolesco con que nos obsequiala segunda mitad ele la historia. El monteha parido un ratón, y llegamos casi a 10burlesco en el climax que pudiera llamar­se "La venganza de Pulgón" (para losconocedores, el perro de Pomponio).

y Duvivier no tiene ninguna otra dis­culpa: la historia es suya.

NüTA: R e s u 1t a interesante el eco-¿ plagio?- de un tema buñuelesco deLos olvidados: la muerte de las gallinas

".'; latigazos a manos de la madre de Gabin.