Duelo de Caballero s

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LIBROS & ARTES Página 12 ste artículo nos acerca al mundo aparente- mente marginal de los faites para, desde allí, ensayar una mirada sobre algunos aspec- tos de la sensibilidad y la cultura de Lima de esa épo- ca. A fines de 1932, el en- tonces joven escritor y mili- tante aprista Ciro Alegría fue detenido durante la ola re- presiva que siguió a la rebe- lión de Trujillo, sentenciado a diez años de prisión, y re- cluido en la penitenciaría de Lima, conocida popular- mente como “el panóptico”. En la prisión, no tardó en enterarse de la presencia de varios delincuentes notables. Uno de ellos era Emilio Willman, “Carita”, el prota- gonista de un legendario due- lo a cuchillo sostenido con otro renombrado delincuen- te, Cipriano Moreno, “Tiri- filo”, la noche del 2 de mayo de 1915, y que culmi- nó con la muerte de este úl- timo. Alegría quedó fascina- do con la historia que Willman le contó una vez que se conocieron mientras ha- cían cola en la enfermería de la prisión. Ambos conversa- ron varias veces más y Ale- gría registró abundantes no- tas con la idea de escribir una novela sobre este episodio. Perdidas para siempre esas notas luego de que fueran requisadas por las autorida- des de la prisión, Alegría ten- dría que apelar a su memo- ria, años después, para narrar los pormenores de una his- toria que él sabía no podría quedar en el olvido. Así na- ció “Duelo de caballeros,” un cuento que Alegría escribió en 1953 y publicó por primera vez en Cuba en 1961. La famosa pelea entre Carita y Tirifilo fue en reali- dad un duelo de faites. Esta expresión –cuyo uso conti- núa hasta el día de hoy– de- signaba, a comienzos del si- glo XX, a individuos que lle- vaban una vida al margen de la ley, mostraban una parti- cular destreza para la pelea, especialmente con arma blanca, se reclamaban valien- tes y “guapos”, y adherían a ciertos códigos de conducta –respeto a la palabra empe- ñada, defensa del honor, cierta caballerosidad en sus actos– que los hacían respe- tables no sólo en el mundo criminal sino también a los ojos de ciertos sectores de la población “decente” y las autoridades judiciales y policiales. Los faites vivían y reinaban en el submundo de la prostitución, el alcohol, y el juego, y con frecuencia tra- bajaban para la policía como soplones y torturadores. Para José Galvez, el faite era un personaje “degenerado y vulgar” que tenía costum- bres “inferiores y denigra- das”, una perversión del “pa- lomilla”, esa especie de mozo de famila de clase media o incluso aristocrática que se entretenía con pequeñas vio- laciones a las buenas costum- bres, tales como peleas ca- llejeras o piropos subidos de tono, pero que se conducía con “donaire” y “gracia”. Los faites, en cambio, “vivían malamente, alternando los corredores sombríos de la intendencia con los can- chones siniestros de la cár- cel”. Un faite, escribió Abelardo Gamarra, “es el guapetón que se la da de no tenerle miedo ni al diablo; o el guapo que en verdad no le tiene; el faite es como un jefe o caudillo sobreentendi- do: el que se impone a pul- so”. El novelista José Diez Canseco nos ofreció, en sus Estampas mulatas, una especie de geografía social de los faites: “Andrades, Rubios, Espinoza, toda la turba za- fia de truhanes, matones y jaranistas. Señores de la chaveta y los cabezazos. Pí- caros y rufianes de las camo- rras cotidianas. Puntos de la guitarra y fletes para las mu- jeres. Timbas escondidas en los solares ruinosos y mugrientos. Burdeles del Chivato. Fondas de Tinto- reros. Idilios de los descal- zos. Tajamar, palenque de los líos. ¡Guapos de Abajo’el Puente!” Aunque los faites mere- cían comentarios general- mente adversos por parte de periodistas y escritores, es im- posible no detectar en estos textos un cierto grado de ad- E DUELO DE CABALLEROS Carlos Aguirre Varias veces se han narrado los hechos que rodearon el famoso duelo entre Carita y Tirifilo, los faites más célebres del hampa limeña de comienzos del siglo XX. ¿Por qué habríamos de ocuparnos nuevamente de un episodio como este, usualmente relegado a la crónica roja de los diarios sensacionalistas? La fascinación que estos personajes han ejercido sobre periodistas, literatos, poetas populares y el público en general sugiere que se trata de un suceso paradigmático, cuyo análisis podría echar luces sobre los usos, valores, y obsesiones de una sociedad. “Muchos habitantes de Malambo vivían al margen de la ley y, para algunos de ellos, los que aspiraban a la condición de faite, esa reputación de Malambo podía representar una ventaja. Ser identifi- cado por otros como un faite de Malambo contribuía a proyectar una aureola de valor y temibilidad que los ayudaba a encumbrarse dentro de las jerarquías existentes en el submundo criminal.” Lima a comienzos del siglo XX

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ste artículo nos acercaal mundo aparente-

mente marginal de los faitespara, desde allí, ensayar unamirada sobre algunos aspec-tos de la sensibilidad y lacultura de Lima de esa épo-ca. A fines de 1932, el en-tonces joven escritor y mili-tante aprista Ciro Alegría fuedetenido durante la ola re-presiva que siguió a la rebe-lión de Trujillo, sentenciadoa diez años de prisión, y re-cluido en la penitenciaría deLima, conocida popular-mente como “el panóptico”.En la prisión, no tardó enenterarse de la presencia devarios delincuentes notables.Uno de ellos era EmilioWillman, “Carita”, el prota-gonista de un legendario due-lo a cuchillo sostenido conotro renombrado delincuen-te, Cipriano Moreno, “Tiri-filo”, la noche del 2 demayo de 1915, y que culmi-nó con la muerte de este úl-timo. Alegría quedó fascina-do con la historia queWillman le contó una vez quese conocieron mientras ha-cían cola en la enfermería dela prisión. Ambos conversa-ron varias veces más y Ale-gría registró abundantes no-tas con la idea de escribir unanovela sobre este episodio.Perdidas para siempre esasnotas luego de que fueranrequisadas por las autorida-des de la prisión, Alegría ten-dría que apelar a su memo-ria, años después, para narrarlos pormenores de una his-toria que él sabía no podríaquedar en el olvido. Así na-ció “Duelo de caballeros,” uncuento que Alegría escribió en1953 y publicó por primeravez en Cuba en 1961.

La famosa pelea entreCarita y Tirifilo fue en reali-dad un duelo de faites. Estaexpresión –cuyo uso conti-núa hasta el día de hoy– de-signaba, a comienzos del si-

glo XX, a individuos que lle-vaban una vida al margen dela ley, mostraban una parti-cular destreza para la pelea,especialmente con armablanca, se reclamaban valien-

tes y “guapos”, y adherían aciertos códigos de conducta–respeto a la palabra empe-ñada, defensa del honor,cierta caballerosidad en susactos– que los hacían respe-

tables no sólo en el mundocriminal sino también a losojos de ciertos sectores de lapoblación “decente” y lasautoridades judiciales ypoliciales. Los faites vivían y

reinaban en el submundo dela prostitución, el alcohol, yel juego, y con frecuencia tra-bajaban para la policía comosoplones y torturadores. ParaJosé Galvez, el faite era unpersonaje “degenerado yvulgar” que tenía costum-bres “inferiores y denigra-das”, una perversión del “pa-lomilla”, esa especie de mozode famila de clase media oincluso aristocrática que seentretenía con pequeñas vio-laciones a las buenas costum-bres, tales como peleas ca-llejeras o piropos subidos detono, pero que se conducíacon “donaire” y “gracia”.Los faites, en cambio, “vivíanmalamente, alternando loscorredores sombríos de laintendencia con los can-chones siniestros de la cár-cel”. Un faite, escribióAbelardo Gamarra, “es elguapetón que se la da de notenerle miedo ni al diablo; oel guapo que en verdad nole tiene; el faite es como unjefe o caudillo sobreentendi-do: el que se impone a pul-so”. El novelista José DiezCanseco nos ofreció, en susEstampas mulatas, una especiede geografía social de losfaites: “Andrades, Rubios,Espinoza, toda la turba za-fia de truhanes, matones yjaranistas. Señores de lachaveta y los cabezazos. Pí-caros y rufianes de las camo-rras cotidianas. Puntos de laguitarra y fletes para las mu-jeres. Timbas escondidas enlos solares ruinosos ymugrientos. Burdeles delChivato. Fondas de Tinto-reros. Idilios de los descal-zos. Tajamar, palenque de loslíos. ¡Guapos de Abajo’elPuente!”

Aunque los faites mere-cían comentarios general-mente adversos por parte deperiodistas y escritores, es im-posible no detectar en estostextos un cierto grado de ad-

E

DUELO DE CABALLEROSCarlos Aguirre

Varias veces se han narrado los hechos que rodearon el famosoduelo entre Carita y Tirifilo, los faites más célebres del hampa limeña de

comienzos del siglo XX. ¿Por qué habríamos de ocuparnos nuevamente de unepisodio como este, usualmente relegado a la crónica roja de los diariossensacionalistas? La fascinación que estos personajes han ejercido sobreperiodistas, literatos, poetas populares y el público en general sugiere que

se trata de un suceso paradigmático, cuyo análisis podría echar lucessobre los usos, valores, y obsesiones de una sociedad.

“Muchos habitantes de Malambo vivían al margen de la ley y,para algunos de ellos, los que aspiraban a la condición de faite, esareputación de Malambo podía representar una ventaja. Ser identifi-cado por otros como un faite de Malambo contribuía a proyectar unaaureola de valor y temibilidad que los ayudaba a encumbrarse dentro

de las jerarquías existentes en el submundo criminal.”

Lima a comienzos del siglo XX

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miración, algo que será evi-dente también en el cuentode Ciro Alegría. En su libroValdelomar o la Belle Epoque,Luis Alberto Sánchez nopuede ocultar su simpatíapor un negro soplón cono-cido como “Changa”, quien,durante la campaña electo-ral de Billinghurst, fue cap-turado en el Tajamar por unamultitud enfurecida y se de-fendió ardorosamente dequienes querían lincharlo: “Elnegro trágico, bravo, muyvaliente, (...) no lloraba ni su-plicaba ante la multitud.Este, sin duda alguna, era unredomado criminal, pero eraun noble tipo de braveza.¡No he visto ni veré un hom-bre más valiente!”

Los faites reinaban enciertas zonas de Lima, espe-cialmente en el barriobajopontino de Malambo.Desde el período colonialtemprano, Malambo –ubi-cado en los extramuros dela ciudad– estuvo pobladopor indios, negros y españo-les pobres que habitaban enrústicas viviendas. En sus in-mediaciones, cerca del Taja-mar, se hallaba la “Casa deNegros Bozales”, una espe-cie de depósito para escla-vos recién llegados a Limaque esperaban allí el momen-to de su venta. Aunque nun-ca fue un barrio exclusiva-mente “negro”, Malamboadquirió la reputación de taly se le identificó, además,como un nido de delincuen-tes, jaraneros y otros perso-najes del submundo criminalde Lima. “El hombre deMalambo –escribió CarlosMiró Quesada– fue especia-lista en riñas, jugaba gallos,tocaba la guitarra y echabaal viento unas canciones cha-bacanas y a la vez melodio-sas. Se ejercitó en el empleode un cuchillo muy afiladollamado chaveta, trompeabamuy bien y echaba intencio-nados requiebros a las mo-zas que se cruzaban en el ca-mino”. La crónica policial delos diarios, agrega el autor,resulta para los malambinos“la rutinaria página social delvecindario.” Las jaranas deMalambo se volvieron le-

gendarias. En ellas, según elmédico Hugo Marquina, au-tor de una tesis sobre las con-diciones de vida en dichobarrio, “se hacía derroche deaguardiente, vino, cerveza, ya veces el guarapo ychinchiví.” El tradicionalistaEudocio Carrera Vergaradedicó sabrosas páginas desu libro sobre el Dr. Copaibaa las jaranas de negros deMalambo. “Desde tiemposcoloniales –dice CarreraVergara– [Malambo] fue ale-gre y revoltoso y men-tadísimo como foco ymansion principesca de losmás endiantrados negros que

sentaron sus reales en estaLima de costumbres tancriollas”.

Pero los malambinos noestuvieron ajenos a las pre-

ocupaciones políticas y socia-les que otros grupos limeñosenfrentaron hacia fines del si-glo XIX y comienzos delXX. Según Marquina, los ha-bitantes de este barrio habíansido “fanáticos partidariosde Piérola”, una postura queel autor atribuye al hecho deque los negros creían tenerun “parentesco racial” conPiérola, cuyo pelo ensortija-do revelaba un posibleancestro negro. Hacia la dé-cada de 1920, de acuerdo alestudio del sociólogo LuisTejada, Malambo se conver-tiría además en un foco deorganización y agitación

obrera. Los anarquistas mo-vilizaron esfuerzos para or-ganizar y adoctrinar a losmalambinos, e incluso fun-daron una biblioteca obrera

en 1920. Por entonces, segúnTejada, “Malambo se habíaconvertido en el centroorganizativo y cultural delmovimiento obrero anarco-sindicalista”. Sin embargo, enla imaginación de la mayoríade observadores prevalecíauna visión de Malambocomo un barrio peligrosopoblado por gentes de malvivir. Si bien es cierto estareputación era producto delas exageraciones y temoresde los sectores “decentes” deLima (que destilaban ademásun claro tinte racista), es in-negable que muchos habitan-tes de Malambo vivían al

margen de la ley y que, paraalgunos de ellos, los que as-piraban a la condición defaite, esa reputación deMalambo podía representar

una ventaja. Ser identificadopor otros como un faite deMalambo contribuía a pro-yectar una aureola de valor ytemibilidad que los ayudabaa encumbrarse dentro de lasjerarquías existentes en elsubmundo criminal. Tantolos faites como aquellos queescribían sobre ellos cons-truían estas imágenes sobrela base de ciertos estereoti-pos culturales que atribuíana los negros en general, y alos habitantes de ciertos ba-rrios en particular, tanto unainclinación especial hacia eldelito como una habilidadinnata para la pelea.

Dentro de las cárceles losfaites eran personajes respe-tados y temidos tanto porlos demás miembros de lacomunidad de presos comopor los guardias y autorida-des carcelarias. Con frecuen-cia los faites eran designadoscaporales de las prisiones, esdecir, presos escogidos porlas autoridades para desem-peñar funciones importantesde control y disciplina den-tro de los establecimientospenales. En el desempeño deesas funciones, los faites seconvertían en una suerte decaciques que gozaban de cier-tos privilegios, controlabanaspectos importantes de lavida cotidiana –como la dis-tribución de comida, porejemplo–, al tiempo que seaprovechaban de una seriede negocios ilegales y servíande intermediarios entre lospresos y las autoridades. Elpoder simbólico y materialde los faites no terminabanecesariamente con su ingre-so a la cárcel.

IICarita y Tirifilo eran,

cada uno a su manera, repre-sentantes cabales del univer-so faite limeño. Poco sabe-mos de Carita antes del fa-moso duelo. Según distintasversiones, entre ellas la deLuis Jochamowitz, fue hijode un marinero extranjero yuna lavandera negra, su ape-llido original era Willmant, yera conocido desde peque-ño como “Carita de Cielo”.De joven se convirtió en un

“Poco después fue capturado por la policía y recluido en un hospital.Hasta allí fue el entonces joven reportero José Carlos Mariátegui aentrevistar al ahora célebre personaje del hampa limeña. Mariáteguino deja de resaltar ‘los ribetes de justa caballeresca’ que detecta en elduelo, el cual, dice, se destaca sobre las vulgaridades de los hechos de

sangre que cotidianamente consigna la prensa”.

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apuesto bailarín, guitarrista ycantor, de trato agradable yde gran atractivo entre lasmujeres. El Comercio, con ca-racterística retórica, lo des-cribió como alguien “toda-vía nuevo en el gremio deestos apaches encanallados”pero cuya alma se hallaba“bien templada para la riñay el escándalo”. Se hizo muypopular, según Alegría, en-tre “las nuevas promocionesde faites”, en parte porquesabía ser “amigo de sus ami-gos”, una característica esen-cial para cualquiera que qui-siera ocupar un lugar desta-cado en la jerarquía criminal.Tirifilo, por su lado, era,como Carita, un faite negrode Malambo, posiblementeel más temido de todos. Se-gún El Comercio, Tirifilo era“un hombre terrible, verda-deramente rojo, sin concien-cia, seguro siempre de im-ponerse a todos, autoridadesinclusive”. Era además agen-te de “la secreta”, la policíapolítica del estado. Desdepor lo menos 1911 Tirifilohabía tomado parte en nu-merosos actos de violenciacontra opositores del go-bierno y trabajado comosoplón y torturador en variascárceles de Lima. Era de un“trato brutal” y “bajos instin-tos”, cualidades que le gene-rarían numerosos enemigos,incluyendo a Willman. En pa-labras de Ciro Alegría, Tirifiloera “el indiscutible mandamásdel hampa negra y mulata deMalambo”.

IIIHay diferentes versiones

sobre las causas que motiva-ron el famoso duelo entreCarita y Tirifilo. Según ElComercio, su enemistad se ori-ginó en un prostíbulo, don-de ambos se disputaban losfavores sexuales de una mis-ma mujer, quien terminóprefiriendo a Carita. Tirifilo,en venganza, habría utilizadosus contactos con la policíapara enviar a Carita a la cár-cel. Poco después de su sali-da, éste habría lanzado eldesafío a Tirifilo para batir-se a duelo en el Tajamar.Tirifilo, confiando en sus ha-

bilidades con la chaveta, ha-bría replicado: “Bueno, quela cosa sea pronta, me nece-sito en otra parte”. La ver-sión de Ciro Alegría, basadaen sus propios recuerdos delo que Carita le contó en laprisión, es muy diferente.Según él, Tirifilo fue a bus-car a Carita para proponerleun negocio. Cuando la ma-dre de este le dijo a Tirifiloque Carita no estaba en casa,aquel montó en cólera cre-yendo que ella lo estaba ocul-tando y empezó a proferirinsultos contra Carita y sumadre. Al volver a casa yenterarse de las ofensas deTirifilo, Carita salió en subusca y lo desafió a pelearesa misma noche. Tirifilohabría respondido escueta-mente: “Ahí estaré.”

Los detalles de la pelea

son descritos minuciosamen-te (y con previsible licencialiteraria) por Ciro Alegría ensu cuento. El duelo fue lar-go y sangriento. AunqueTirifilo era mucho más ex-perimentado y tenía mayoralcance de brazos, Caritadesplegó una mayor agilidadde movimientos. Las heridasse multiplicaban y ambossangraban profusamente,hasta que una precisa esto-cada en el pecho de Tirifilopuso punto final a la vida dellegendario faite. La noticiacorrió prontamente por ca-lles y barrios de Lima. Unamultitud de curiosos se con-gregó en las inmediacionesde la morgue y los diarioslimeños informaron en pri-mera página del trágico su-ceso. Carita había vencido almás temible de los faites, y

lo había hecho además endefensa de su honor, comocorrespondía a un verdade-ro caballero. En palabras deCiro Alegría, “un nuevo hé-roe popular había surgido”.El hecho de haber defendi-do a su madre, sugiere Ale-gría, le aseguraba un lugarespecial en el alma popular.

Malamente herido, Cari-ta se dirigió a una botica enbusca de curación. Poco des-pués fue capturado por lapolicía y recluido en un hos-pital. Hasta allí fue el enton-ces joven reportero JoséCarlos Mariátegui a entrevis-tar al ahora célebre persona-je del hampa limeña.Mariátegui no deja de resal-tar los “ribetes de justa ca-balleresca” que detecta en elduelo, el cual, dice, se desta-ca “sobre las vulgaridades de

los hechos de sangre quecotidianamente consigna laprensa”. En su diálogo conMariátegui, Carita se defini-ría como “un hombre for-mal”, que no quería ser con-fundido con un vago. “Hetrabajado siempre y me heganado el pan honradamen-te”. Carita niega que hayasido él quien desafió a Tirifilo–una táctica que buscaba ob-viamente mitigar su culpabi-lidad a los ojos de las autori-dades. El habría estado be-biendo con amigos hasta quellegó Tirifilo y lo retó a pe-lear, un desafío que él natu-ralmente no podía rehuir. Eneste punto Carita guardaunos minutos de silencio,“como para dejarnos queadmiremos su resolución yvalor al aceptar el desafío deun hombrazo como Tiri-filo”, anota Mariátegui. Pocodespués Willman fue trasla-dado a la cárcel de Guada-lupe y de allí a la penitencia-ría, aunque no por muchotiempo. Sólo tres años des-pués, en noviembre de 1918,una resolución legislativa leotorgaba el indulto que losacaría de prisión.

IVEl duelo de Carita y

Tirifilo sería narrado, muchosaños antes que Alegría escri-biera su cuento, por poetasy cantores populares. Un valstitulado “Sangre criolla”, ci-tado por Jochamowitz, porejemplo, celebraba el corajede Carita: “También los hi-jos del pueblo / tienen sucorazoncito / que el valor noes patrimonio / solo de losseñoritos”. Tirifilo fue pre-sentado como un faite cruelpero hasta cierto punto sen-timental en estos versos deJosé Torres de Vidaurre:“Qué vas a hacer ahora, Lima/ si a Tirifilo mataron, / a élque era la Plaza de Armas /la Barranquita y Malambo.(...) / Que era el cuco de losfaites / caminaba comomalo, / y se enjugaba unalágrima / cuando moría unzutano / Conocía los secre-tos / muy íntimos del Esta-do / (...) defendía a las an-cianas / molestaba a los

“Por esos años –fines del siglo XIX y comienzos del XX— seproduce en Perú y otros países de América Latina, como ha mostradoel historiador David Parker, una intensa actividad duelística. El due-lo gozaba todavía de atractivo para una buena parte de la población –y especialmente la clase política- como un recurso legítimo y necesario

cuando de por medio estaban el honor y la hombría.”

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macacos / cometía algunasfaltas / del cine era huancha-co. / Que lo lleven por lascalles / anónimo y muy tem-prano, / a él que era un tras-nochador / y fachendoso yalzado.” Otro vals, “Muertede Tirifilo,” lo retrata sinambigüedades como un in-dividuo que merecía lamuerte: “Quien a cuchillomata a cuchillo muere (...) /Ni siquiera un leve acento /de dolor se oye cercano /todos dicen: fue un villano /que vivió para tormento. /Es un enemigo menos/ dela pobre humanidad/ que lle-va a la eternidad/ el estigmaque sabemos.”

Estos dos “héroes de lachaveta”, como los llamóMariátegui (repárese, aunqueparezca obvio, en el califica-tivo de “héroes”, un térmi-no con claras connotacionespositivas), representaban nosólo un estilo de vida y unacondición asociados con elmundo criminal y carcelario,sino también una cierta ma-nera de entender valorescomo honor, caballerosidad,y hombría que es imposibleno asociar con las nocionesprevalecientes entre los sec-tores dominantes de la so-ciedad. Carita y Tirifilo seapartaban de la conductadespreciable de los así llama-dos “suches” (delincuentesde poca monta, generalmen-te descritos como cobardesy faltos de palabra y honor)y desplegaban (al menos se-gún la mitología construídaa su alrededor) respeto porla palabra empeñada, defen-sa vigorosa del honor per-sonal y familiar, y valentía ala hora de hacer ajustes decuentas, precisamente losmismos valores que legitima-ban el duelo por honor en-tre miembros de las clasesaltas de la sociedad. Por esosaños –fines del siglo XIX ycomienzos del XX– se pro-duce en Perú y otros paísesde América Latina, como hamostrado el historiador Da-vid Parker, una intensa acti-vidad duelística. El duelogozaba todavía de atractivopara una buena parte de lapoblación –y especialmente

la clase política– como unrecurso legítimo y necesariocuando de por medio esta-ban el honor y la hombría.Como dice Parker, “la cul-tura del honor formaba unaparte integral de la vida deun hombre público”. Sin ne-cesidad de afirmar que elencuentro entre Carita yTirifilo haya sido una meracopia del duelo aristocrático,es claro que ambos compar-ten un mismo juego de va-lores como justificación dela decisión de arriesgar lavida en defensa del honor yla reputación. Rehuir el de-safío a duelo era visto comoun signo de cobardía y des-honor. Depositar la reivindi-cación o la venganza del ho-nor mancillado en manos delos tribunales y los juecesequivalía a renunciar a undeber sagrado. Los duelistas

aristocráticos y los héroes dela chaveta compartían estosvalores, y esto explica, en par-te, la admiración que aquellosfaites trágicos y valientes des-pertaban entre los intelectua-les contemporáneos.

VAunque Carita adquirió

una notoriedad que duraríamuchos años, y la leyendaforjada a su alrededor seríarepetida hasta la saciedad, sucarrera criminal se veríadrásticamente alterada por laexperiencia de la prisión.Luego del indulto de 1918ingresó varias veces más a lacárcel. Uno de esos ingresosle representó una estadía de15 años, entre 1924 y 1939,repartida entre El Frontón yla penitenciaría. Su nombreaparece intermitentementeen los archivos carcelarios, a

veces como un “preso peli-groso y nocivo” (motivopor el cual fue trasladado dela penitenciaría a El Frontónen agosto de 1925), y enotras casi como un presomodelo. Participó en actosrecreativos y ceremonias pa-trióticas, integró equipos defútbol de presos, y fue autorde poemas y canciones de-dicadas a autoridades y be-nefactores. Incluso llegó aformar su propio conjuntoartístico, “Willman y compa-ñía”. Escribió y cantó, porejemplo, un vals para AngelaRamos, la infatigable defen-sora de los presos, a quienconoció en El Frontón a fi-nes de la década de 1920:“Es hermosa y escritora / aquien todos aclamamos /por su noble corazón / Queviva Angela Ramos”. En elpanóptico, donde lo cono-

ció Alegría, Carita era “todoun héroe de la prisión”. Lasautoridades le consentían suscaprichos y los presos comu-nes le admiraban y temían.También fue Willman un in-cansable redactor de cartasy peticiones, muchas de ellasen pos de un indulto que lepermitiera recuperar su liber-tad. En diciembre de 1936Willman envió, junto conotros presos, una carta alpresidente Benavides solici-tando su indulto: “Estamosdispuestos a dar la vida porsu persona y su gobierno yser elementos de progreso”,prometen, en elocuente usode una táctica común en lacorrespondencia de los pre-sos. Antes, había prometidolo mismo a Sánchez Cerro.Pese a sus esfuerzos, esta vezel indulto no llegó. Cumpliósu condena y salió delpanóptico en 1939. Al pare-cer, murió años después atro-pellado en una calle de Lima.

Así terminaron los díasde este personaje que, en sumomento, representó comopocos el culto a la bravura,el ejercicio privado de la vio-lencia, la ley del más fuerte,el despliegue de hombríacomo condición para ser res-petado en una sociedadabiertamente jerárquica ymachista. Con mayor fre-cuencia de lo que queremospensar, los personajes a quie-nes llamamos con cierto des-dén “delincuentes” nos per-miten acercarnos a los me-canismos culturales e ideoló-gicos dominantes de una so-ciedad. Carita fue uno deesos héroes trágicos que lacultura popular se empeñaen idealizar y los represen-tantes del país oficial insis-ten en denigrar. Ni héroe ad-mirable ni desechable esco-ria, Carita fue un ser huma-no atrapado en las contra-dicciones y miserias de suépoca, tratando de sobrevi-vir en un mundo en el queaquellos de su extracciónsocial y racial parecían con-denados a la marginación yel desprecio.

“En diciembre de 1936 Willman envió, junto conotros presos, una carta al Presidente Benavides solicitando su

indulto: ‘Estamos dispuestos a dar la vida por su persona y sugobierno y ser elementos de progreso’, prometen, en elocuente usode una táctica común en la correspondencia de los presos. An-tes, había prometido lo mismo a Sánchez Cerro. Pese a sus es-

fuerzos, esta vez el indulto no llegó”.