Dragón Inglés Pero Sin Bombín

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La joven siempre daba una vuelta por las tardes Londinenses antes de volver a casa. Como en otras ocasiones, ya era de noche mientras avanzaba por el gran puente a paso acelerado, se había puesto a llover y no llevaba el paraguas. Pasaba cerca de la baranda, y por un momento, giró la cabeza. Bajo ella, una gran sombra, se deslizó en las aguas. Sus ojos se abrieron de par en par, no era un barco y no había pez de ese tamaño en los ríos. Al menos, no en este. Atraída por aquello desde su interior, corrió hasta el final del puente y se bajó por unas escalinata de piedra de las que bordeaban al río, un saliente musgoso, un viejo atracadero libre. Con un paso demasiado rápido, se precipitó al agua, el resbalón la lanzó y las aguas trataban de tragarla como una posesión preciada y un río avaricioso. Se debatió como pudo, cuando intentó gritar por auxilio, tragó agua. SE alejaba cada vez más de la pálida superficie, donde las estrellas, era las luces circundantes de la ciudad. El cuerpo luchaba por sobrevivir, pero sus ojos captaban como su cuerpo se iba hundiendo cada vez más. Su cuerpo se cansaba, sus pulmones ardían fruto del ahogo. Pero no dejaba de mirar, buscando algo donde asirse. En su cabeza pedía ayuda, a cualquiera que pudiera escuchar su silenciosa súplica. Casi al final. Dos luces se aproximaron a ella, tomaron forma de grandes ópalos azules, dos gemas perdidas como ella, pero no estaban solas, incrustadas en la cabeza enorme, la miraban por un momento. Luego se borró todo Oscuro y luego, un suplo azul. Notaba como respiraba. La llama azulada hendió el aire. Pero nada ardió. Pero empezaba a tomar forma lo que le rodeaba. Pequeñas linternas comenzaron a vislumbrar en las paredes que las sustentaban. Las gemas diminutas, eran gotas de agua con brillo propio. Inundaban lo que parecía una caverna. Si no tuviese la cabeza tan embotada, pensaría que no es posible que el agua brille. Se levantó y se dio cuenta que estaba empapada completamente. Y recordó lo que le había pasado. ¿Pero cómo se salvó y dónde estaba? -Disculpa.-La chica se dio la vuelta para quedarse con la boca abierta y mirando con ojos incrédulos. Un dragón, ante ella, de inmenso tamaño y gran esplendor. La mismas gemas que había visto en el agua, la miraban desde la altura y la contemplaban. Estudiándola, en su pequeñez. El dragón destilaba colores distintos de su cuerpo, tonos oscuros prevalecían sobre los vivos en su escamoso cuerpo. La luz que había prendido en la cueva-Me llamo Fasnir y este ha sido mi hogar desde largo tiempo. ¿Qué hace una humana ahogándose en mi río?

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Historia corta

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La joven siempre daba una vuelta por las tardes Londinenses antes de volver a casa. Como en otras ocasiones, ya era de noche mientras avanzaba por el gran puente a paso acelerado, se había puesto a llover y no llevaba el paraguas. Pasaba cerca de la baranda, y por un momento, giró la cabeza. Bajo ella, una gran sombra, se deslizó en las aguas. Sus ojos se abrieron de par en par, no era un barco y no había pez de ese tamaño en los ríos. Al menos, no en este. Atraída por aquello desde su interior, corrió hasta el final del puente y se bajó por unas escalinata de piedra de las que bordeaban al río, un saliente musgoso, un viejo atracadero libre. Con un paso demasiado rápido, se precipitó al agua, el resbalón la lanzó y las aguas trataban de tragarla como una posesión preciada y un río avaricioso. Se debatió como pudo, cuando intentó gritar por auxilio, tragó agua. SE alejaba cada vez más de la pálida superficie, donde las estrellas, era las luces circundantes de la ciudad. El cuerpo luchaba por sobrevivir, pero sus ojos captaban como su cuerpo se iba hundiendo cada vez más. Su cuerpo se cansaba, sus pulmones ardían fruto del ahogo. Pero no dejaba de mirar, buscando algo donde asirse. En su cabeza pedía ayuda, a cualquiera que pudiera escuchar su silenciosa súplica. Casi al final. Dos luces se aproximaron a ella, tomaron forma de grandes ópalos azules, dos gemas perdidas como ella, pero no estaban solas, incrustadas en la cabeza enorme, la miraban por un momento. Luego se borró todo

Oscuro y luego, un suplo azul. Notaba como respiraba. La llama azulada hendió el aire. Pero nada ardió. Pero empezaba a tomar forma lo que le rodeaba. Pequeñas linternas comenzaron a vislumbrar en las paredes que las sustentaban. Las gemas diminutas, eran gotas de agua con brillo propio. Inundaban lo que parecía una caverna. Si no tuviese la cabeza tan embotada, pensaría que no es posible que el agua brille. Se levantó y se dio cuenta que estaba empapada completamente. Y recordó lo que le había pasado. ¿Pero cómo se salvó y dónde estaba?

-Disculpa.-La chica se dio la vuelta para quedarse con la boca abierta y mirando con ojos incrédulos. Un dragón, ante ella, de inmenso tamaño y gran esplendor. La mismas gemas que había visto en el agua, la miraban desde la altura y la contemplaban. Estudiándola, en su pequeñez. El dragón destilaba colores distintos de su cuerpo, tonos oscuros prevalecían sobre los vivos en su escamoso cuerpo. La luz que había prendido en la cueva-Me llamo Fasnir y este ha sido mi hogar desde largo tiempo. ¿Qué hace una humana ahogándose en mi río?

Haciendo acopio de valor y respirando profundamente, por mucho que le doliese, tomó fuerzas para responder.

-Te vi en el agua y entonces...

-¡Imposible!-Rugió el dragón, inflexible.-Los humanos no pueden verme o alguna vez has oído hablar de dragones entre humanos.

La chica reflexionó sobre todos los cuentos que había leído o le habían leído cuando era pequeña. Pero no se lo dijo. Parecía que el dragón pensaba que era algo raro cuando era bastante común en fantasía. Por un momento mostró una sonrisa la chica dejando desconcertado a Fasnir.

-¿Cómo te llamas, muchacha?-Dijo el dragón, más interesado en ella ahora.

-Julie.-Dijo contemplando a la gran sierpe.-Y sí que os vi, señor.. Fasnir. Por eso me acerqué al río.

El dragón se quedó estudiando el rostro de ella, esperando encontrar algún rastro de mentira.

-No estoy tan viejo como para haber perdido las fuerzas que me quedan y me vean humanos.-Los ojos del dragón se alzaron, parecía que hacía cálculos sobre su edad.-Así que esto es obra tuya.

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-No puede ser. No he hecho nada y es la primera vez que veo un dragón.

-Pero aquí estás, algo en ti es único. Posees un don.

La garra del dragón se alzó del suelo dejando una huella mohosa en el fango hundido. Uno de los apéndices se extendió, con aquella uña grande y peligrosa, se acercó a la cara de la chica y tocó delicadamente su frente. Notó un cosquilleo.

-Oh.-Dijo Fasnir de modo quedo.

-¿Oh?-Repitió ella pero preguntando.

-Lo tienes.

-¿Lo tengo?

-Sí, pues claro. Puedes ver cosas que un humano normalmente, no. ¿Qué os enseñan hoy en día?

-Otras cosas. Relaes.

El dragón pareció rugir, pero estalló en carcajadas.

-¿Es que parezco de mentira?-Es que hasta esta tarde, yo creía que sí.

La carcajada del dragón era más sonora. La chica miró su reloj y se dio cuenta de la hora.

-¿Por dónde se sale?

-¿Salir? ¿Tú? Me parece que no.

-Si tengo que volver a casa.-Dijo con una cara de frustración.

-Te he salvado la vida, ahora me sirves.

-Ahora me viene un poco mal.

-Quedarás libre de mi servicio, en cuanto aceptes la misión que te voy a encomendar.

La chica se tapó el cuerpo, como si la fueran a ultrajar, el dragón la volvió a observar, con una duda primero, luego un suspiro, pensando en qué enseñan a estos chicos de hoy en día marcado en su rostro.

-Soy el guardián de este río, desde mucho tiempo, casi demasiado para mi. He visto una glaciación, he luchado por la pureza de las aguas, en guerra con humanos durante siglos. Y ahí intervienes tú.

-¿Tengo que luchar?

-No.-Dijo bruscamente.-Mi tiempo se agota, soy viejo y he de descansar. Tú tendrás que buscar un nuevo guardián. No puedo dejar el río solo, pero tú puede ir en busca de un nuevo guardián. HA e ser un Espíritu fuerte, un dragón, sin duda...

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-Disculpa, yo sólo soy...

-Nada de hadas, esas sólo revolotean como luciérnagas,-ignoró a la chica, mientras seguía con su discurso, demasiado obcecado en sí mismo.- el guardián debe ser fuerte, sabio, recto, un dragón, sin duda. Has de salir en busca de un dragón joven por el mundo si hace falta, pero espero que no tengas que cruzar el mar, aún debe haber libres en espera de un lugar que proteger muchos de los míos, sin duda.

-¿Cómo voy a encontrar un a un dragón?-Dijo ella derrotista. Había esperado que acabase para hablar, no iba a cometer el mismo error dos veces.

-Pues como a mi, tendrás que ir en busca de él.

-No es tan fácil, cuesta dinero hoy en día, no es barato.

El dragón, pensativo se dio la vuelta y se introdujo en la caverna y unos minutos, se le oía moverse y parecía buscar algo. Un bolsa cayó en los pies, ella se agachó. La bolsa era antigua, de un cuero algo blando, pero se mantenía. Al abrirla, sus ojos se quedaron asombrados. Un esplendor de pequeñas y grandes piedras preciosas y pepitas y joyas de oro parecían querer salir de golpe de su contenedor. Ella vio volver al dragón, sin palabras. Un amuleto se deslizó cuidadosamente a sus manos, escrito en lo que parecía runas, tenía algo que lo hacía resplandecer, fuera de colores metálicos, de luz artificial, parecía que tuviese algo vivo en sus manos, como si fuese más ficticio que real. Por otro lado, un libro, de tapa dura, de cuero marrón, endurecido con fuego.

-Esa parte ahora está más que solucionada. Con esa bolsa tendrás arreglado como para viajar durante tu vida y algunas generaciones más si no lo despilfarras.-Dijo en tono jocoso.-Esto de aquí, de más importancia. Es un certificado de que hablas en mi nombre, que todo aquel ser mágico, llévalo contigo siempre, a todas horas, puede abrirte hasta puertas perdidas en el olvido.

-¿Y el libro?

-Un regalo que doy por hecho que te será más útil de lo que te crees. Digamos que aprenderás.

Ella abrió el libro, para ver de qué se trataba.

-No entiendo nada, no conozco ni tan siquiera los símbolos que aparecen.

-Aprenderás, te lo he dicho, tienes el don.

-¿Qué don es ese?-Ella lo miraba, como si no se creyese nada, aunque tuviese un dragón delante.

-La sabiduría arcana, perdida hace mucho, me temo. La magia.

La chica se sonrojó, al imaginarse a ella como una hechicera de cuentos, o una poderosa maga.

-Te ríes de mi, Fasnir.-Dijo negándose esa opción.

-Para nada, ese libro, perteneció a alguien muy poderoso, casi tan importante como un dragón. Aunque los humanos lo alabéis más.

-¿Quién?

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-Un loco, para mi gusto, pero con grandes ideas. Un muchacho, que se llamó Merlín, estuvo aquí, donde estás tú ahora, con ese libro en sus manos.

Julie no pudo contener el asombro en sus ojos de nuevo, casi a punto de llorar, de tener un objeto de fantasía en sus manos. Lo aferraba contra sí, por si escapase de ella la posibilidad y le arrancasen de un sueño.

-De acuerdo.-Dijo ella, con energías renovadas.

-Así me gusta, ahora has de volver. Debes empezar pronto tu búsqueda.

-¿Y cómo vuelvo?

El dragón señaló al agua, tendría que salir a través de aquello.

-Acabaré empapada de nuevo.

-Te secarás rápido, cuando volemos.

-¿Vo-vo-volar?

El dragón extendió sus alas, para hacerle ver que aquel dragón, podía.

Se subió al lomo de Fasnir, algo aterrado, algo emocionada. El dragón se acercó e introdujo sus garras en las frías aguas, pero no dijo nada sobre ello, no le debía afectar la temperatura. Le dijo que cogiera aire y aguantase. Casi sin darle tiempo, se zambulló en el agua del río y como un haz, cortaba la corriente. Ella cerró los ojos y se aferró al cuello del dragón, con miedo a caerse. La presión no el agua en sí no era tan fuerte, pero las sacudidas al subir demasiado rápido y el cambio de presión le hizo pitar sus oídos hasta que salieron de las aguas disparados surcando los aires. Ella gritó de la emoción. Alzó sus brazos y dejó que la brisa nocturna le llenase los pulmones de nuevo. Ante el frío de la noche al surcar los cielos se agachó y se tumbó sobre Fasnir, absorbiendo el calor que emitía. Él la llevó hasta su hogar y se despidió cálidamente ante ella.

-Y recuerda en tu búsqueda nunca bajar la cabeza, puesto que eres la humana enviada, como esperanza y protectora del Támesi.

El dragón alzó las alas y surcó de nuevo los cielos, el rugido estalló por todo Londres y las alarmas de los coches de todo el barrio replicaron en respuesta. Al acercarse a casa, su madre, que salió como muchos otros la vio aún mojada y la hizo entrar rápidamente.

-Te digo siempre que cojas el paraguas.