Dossier 037 - Afganistan, La Leyenda de Los Indomables

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DOSSIER 

AFGANISTÁNla leyenda de los indomables

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l afgano es resistente y valero-so, guerrero de nacimiento, im-petuoso en el ataque, peropronto a desanimarse... se trata

de excelentes jinetes y buenos tirado-res...” decía una enciclopedia de co-mienzos de siglo, cuando Afganistán es-taba bajo soberanía inglesa, aunque laautoridad británica era en muchos mo-mentos más teórica que real. En esaépoca se estaba forjando la leyenda deuna Historia indomable, que no lo habíasido tanto en época antigua. Afganistán formó parte del Imperio

persa de Ciro y de Darío, sin que las es-casas fuentes históricas de la épocamencionen resistencias épicas. Tampo-co ofrecieron una titánica oposición a

 Alejandro, pues los cronistas de suscampañas no mencionan acciones mili-tares de relieve, aunque librara comba-te con alguno de los sátrapas que man-

tuvo la independencia tras la muerte deDarío. Alejandro dejó allí un recuerdoimborrable, pues fue un auténtico diospara muchas de las primitivas gentes deaquellas aisladas tierras de Asia Central.

Una parte de las tierras conquistadaspasaría a estar bajo control del ImperioMaurya del norte de la India, pero otrase mantendría bajo control seléucida y sería cuna de una floreciente cultura

oriental helenizada. Alejandro fundóen la zona Alejandría de Oxus en elenclave de Ay Janum, en la frontera af-ganosoviética; Alejandría del Cáucaso,

en el actual Begram; y Alejandría de Aria, junto a Herat. Los soldados grie-gos que se licenciaron y se quedaron a

 vivir en estas ciudades imprimieron suhuella cultural durante cerca de dos si-glos, hasta el punto de que cuando lle-gue la influencia budista de la manodel rey indio Asoka (273-237 a.C.), losnuevos edictos invitando a los súbditosa seguir la ley de Buda se redactarántambién en la lengua de los griegos,como muestran las inscripciones con-servadas en Kandahar.

Menos suerte que los soldados mace-donios de Alejandro tuvieron los ejérci-tos musulmanes que se acercaron al te-rritorio a mediados del siglo VII. Las tri-bus nómadas de aquellas ásperas tie-

rras, en parte de fe budista y en partezoroastrianas, opusieron una fuerte re-sistencia a sus invasiones y al nuevocredo. La yihad contra los seguidores deZoroastro se cobró la vida del propiosobrino de Mahoma en Samarcanda, enel 697. Tanto le costó al Islam estable-cerse que el centro del país, con Kabul,su capital, no se consideró musulmánhasta el siglo IX y aún en el XIII pervi-

 vían reyezuelos independientes.Bajo el Islam, el país alcanzó cierto

desarrollo, se sedentarizó parte de la

población y se creó un sistema de regadíos, que mejoró la producción agrícola. El avance cultural y artísticoacompañó al progreso económico, pe

ro entre los siglos XII y XV cayeron sobre sus tierras dos plagas consecutivaslas hordas de Gengis Jan y las de Ta-merlán. Ante ambos conquistadoreslos afganos optaron por combatir, perosu resistencia sólo sirvió para que lomongoles vencedores destruyerancuanto se había construido en los siglos anteriores. Los sistemas de regadíono se recuperarían ya jamás.

Genjis Jan y TamerlánGengis Jan descendió desde el nortesaqueando a una escala nunca vista. Losafganos de las montañas derrotaron aconquistador en el primer encuentropero su venganza fue terrible y su pasopor las ciudades dejó un rastro de de

 vastación brutal. Dos siglos después, Tamerlán forjó a sangre y fuego su propioImperio, que incluía Afganistán e Indiacon las mismas técnicas de Genjis Jan yuna novedad: a su paso construía pirámides de cabezas cortadas.

El descendiente de Tamerlán, Mohamed Zahir-ud-Din, conocido como Baber, se apoderó de Kabul en el siglo

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DAVID SOLAR es periodista y director de La 

Aventura de la Historia.

Tamerlán celebra la conquista de Delhi, en1398 (folio del Zafarnama , Irán, 1436).

Asalto a un castillo, miniatura atribuidaa Bizhad, entre 1475 y 1500, procedentedel norte de Afganistán.

Todos los Imperios fracasaron en los dos últimossiglos en su intento de conquistar Afganistán.DAVID SOLAR  sintetiza la apasionante Historiade este país, que no es sino la de su enconadaresistencia a la presión de las grandes potencias

La tumba deGOLIAT

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orientar su política exterior “de acuerdocon los deseos y consejo” del GobiernoBritánico. En septiembre, la historia serepitió y el enviado británico fue asesi-nado en Kabul. Londres envió de nuevo

a sus soldados a ocupar el país.La presencia británica en Afganistán,que perduraría hasta 1919, costó al Im-perio una tercera campaña militar y nu-merosos reveses, tratando siempre dehallarse al lado de la dinastía que asal-taba el poder o apoyando a quienconspirase contra el soberano sentadoen el trono. Es decir, Afganistán estuvobajo la soberanía británica más de for-ma nominal que efectiva y, aprove-chando la Primera Guerra Mundial, losafganos se sublevaron nuevamente. Alfin, consiguieron su independencia dela mano de Amanollah, que lanzó unacampaña de un mes contra los ingle-

ses, que concluyó con la recuperaciónpor parte afgana de la autonomía enpolítica exterior, fijada en el Tratado deRawalpindi. La primera medida afganafue el reconocimietno del régimen bol-

chevique en Rusia, con lo que se con- virtió en uno de los primeros países enhacerlo. La “relación especial” entreambos Gobiernos duraría hasta 1979,cuando los rusos invadieron el país.

Un respiro para fijar fronterasEntre ambos momentos, hubo medio si-glo de estabilidad en el trono, lo quepermitió la adecuada fijación de fronte-ras con los países limítrofes –algunos,recién nacidos a la independencia, co-mo Pakistán y la India– y ciertos avan-ces sociales, culturales y educativos, pe-ro en los años setenta se retornó a la

 vieja guerra de clanes y familias. El rey 

Zahir Shah había puesto en marcha unexperimento de monarquía constitucional en 1964, por el que la Cámara de Diputados tendría 216 representantes yhabría un Senado con un tercio de es

caños nombrado por el rey. Pero después, el propio monarca se negó a promulgar las leyes sobre partidos político

 y desarrollo de la democracia a nivelelocal y provincial, bloqueando la democratización. En 1973, Mohammed DaudKhan, su cuñado y ex primer ministroderrocó a Zahir Shah en un golpe incruento que instituyó la República de

 Afganistán. Pronto, sus amigos, los hijode sus amigos y miembros de la vieja familia real coparon los ministerios pro

 vocando una reacción popular que culminó con el asesinato de Daud Khan ysu familia y la proclamación de la República Democrática de Afganistán en1978, liderada por otro tirano, Nur Taraki. Éste firmó con la Unión Soviética un

tratado que permitiría a Moscú intervenir en los asuntos del país dejando lapuerta abierta a nuevos conflictos.

Un dicho popular afgano parece resumir el feroz individualismo y el indomable espíritu de los afganos, al tiempoque sintetiza la sangrienta historia de este país, que de nuevo es escenario deuna contienda internacional: “Yo y mpaís, contra el mundo; yo y mi tribucontra mi país; yo y mi familia, contrmi tribu; yo y mi hermano, contra mi familia; yo, contra mi hermano”. n

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 XVI y lo convirtió en un principado in-dependiente. Poco después, en 1522,tomó Kandahar, y en 1526 llegó a laspuertas de Delhi, donde estableció elImperio mogol.

Pasadas las grandes invasiones y agotados los Imperios circundantes,las tribus afganas recuperaron su inde-pendencia. En torno a 1700, el caudi-llo persa Nader Shah arrebató a losmogoles el control de Afganistán, pe-ro la unidad del país siguió siendo unmito, pues las tribus principales vivie-ron envueltas en una guerra sin fin porobtener el predominio. Las dinastíasreinantes se elevaban y sucumbían

 víctimas de guerras famil iares y triba-les, mientras Gran Bretaña ampliabadesde finales del siglo XVIII su pre-sencia en la India ¿Cuánto tardaría elgran Imperio en engullir a Afganistán?

Desde luego mucho más de lo quepodían suponer en Londres. La posi-ción afgana presentaba un problemapara el avance de Gran Bretaña, puesel territorio constituía un aislante entre

los imperialismos británico y ruso, pe-ro el Reino Unido halló la manera demanejar el poder en Kabul al socairede una de las habituales conspiracio-nes de palacio. No fue una influenciafeliz y ocasionó la Primera Guerra An-gloafgana, que duró tres años, de 1839a 1842. Los afganos, armados desdeRusia, expulsaron al monarca impues-to por los británicos, Shah Shuja, ase-sinaron al representante británico Ale-xander Burnes y aniquilaron a una co-lumna británica de unas 16.000 perso-nas, formada por soldados metropoli-tanos y coloniales y los residentes bri-tánicos en Kabul (1842).

Pocos meses después de la catástro-fe, las fuerzas británicas volvieron aocupar Kabul, pero el golpe había si-do tan duro que el nuevo gobernadorgeneral, Lord Ellenborough, decidió

evacuar el país. El monarca depuestopor los ingleses, Dost Mohammed, re-gresó y logró reforzar su mandato du-rante los siguientes años.

Pretexto para otra guerraFue su tercer hijo, Shir Ali Khan, quiendio a los británicos el pretexto para unanueva guerra, al negarse a recibir unadelegación inglesa en 1878. La SegundaGuerra Angloafgana (1878-1880) tuvodos fases. En mayo de 1879, tras lamuerte de Shir Ali Khan, los afganos fir-maron un tratado con Londres, por elque aceptaban que se abriera una dele-gación británica permanente en Kabul y 

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LA TUMBA DE GOLIATDOSSIER: AFGANISTÁN, LA LEYENDA DE LOS INDOMABLES

Ahmed Shah, soberano afgano en 1915,

cuatro años antes de la independencia.

Oficiales de caballería británicos y sus subalternos indios, en 1860. Habían transcurrido veinte

años desde el primer desastre inglés en Afganistán y faltaban otros tantos para el segundo.

La visión de Engels

L a posición geográfica de Afganistán yel carácter peculiar de su pueblo con-

fieren al país una importancia política queno hay que subestimar en los asuntos deAsia Central. Es una monarquía, pero laautoridad del rey sobre sus súbditos fogo-

sos y turbulentos es personal y muy incier-ta. El reino está dividido en provincias; ca-da una está dirigida por un representantedel soberano que percibe los impuestos ylos reenvía a la capital.

Los afganos son un pueblo valiente, re-sistente e independiente. Se consagran fun-damentalmente a la ganadería y a la agri-cultura y evitan el comercio, que abando-nan con desprecio en manos de los hindúesy otros habitantes de las ciudades. La gue-

rra les exalta y les sirve de alivio de sus ocu-paciones monótonas.

Los afganos se dividen en clanes sobre losque los jefes ejercen una especie de supre-macía feudal. Su odio indomable hacia lasreglas y su amor a la independencia indivi-

dual son los únicos osbtáculos para que es-te país se convierta en una nación podero-sa. Sin embargo, esta ausencia de reglas ysu carácter imprevisible hacen de los afga-nos un vecino peligroso; se arriesgan a de-jarse llevar por los cambios bruscos de hu-mor o ser excitados por intrigas que suble-van astutamente sus pasiones...

En las ciudades, la justicia se encuentraen manos de los cadíes, pero los afganos ra-ra vez recurren a la ley: sus jefes tienen de-

recho a castigar, incluso derecho de vida ymuerte. La venganza de sangre es un deberfamiliar; no osbtante, si no se les provoca,están considerados un pueblo liberal y ge-neroso. Los deberes de hospitalidad son sa-grados hasta el punto de que un enemigo

mortal que comparta el pan y la sal, inclu-so mediante una estratagema, está al abri-go de la venganza y puede hasta reclamarla protección de su anfitrión contra cual-quier otro peligro. Son musulmanes y per-tenecen a la rama sunita, pero no son sec-tarios y las alianzas entre sunitas y chiítasson corrientes.”

Friedrich Engels, extractos de un artícu-lo sobre Afganistán publicado en 1858 enThe New American Cyclopedia.

A fganistán, con 25 millones de habi-tantes y 647.500 km. cuadrados, es

un país inhóspito, compuesto por altasmesetas, elevadas cadenas montañosas,profundos desfiladeros, ríos rápidos y nonavegables... Tierras en general áridas,con temperaturas extremadamente fríasen invierno y en las zonas altas y veranostórridos en sus llanuras bajas. Sus habi-tantes -en parte, nómadas- se dedican, en

un 80%, a la agricultura (cuya principalexportación es el opio y la heroína) y a laganadería; el resto, a la artesanía y a unincipiente sector de servicios; su rentaper cápita, 800 dólares, es una de las másbajas de la Tierra. El país tiene una esca-sa red de carreteras y carece de ferrocarri-les; allí aún funciona el sistema de cara-vanas por pistas sin asfaltar, empleandoacémilas para el transporte.

Un país imposible

Cuatro modelos de tocados típicos de Afganistán, de mediados del siglo XIX, según una cromolitografía francesa de la época.

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esde el momento en que laretaguardia de la columnaformada por 17.000 perso-nas dejó atrás la protección

del campamento, todos estaban clara-mente condenados. Los francotiradoresafganos aparecieron de repente y co-menzaron a disparar a los soldadosque custodiaban el equipaje. A continuación, los jinetes atacaron a

los animales de carga y dieron muertea los acompañantes desarmadosque les seguían desde el campa-mento. Muchas mujeres y niñostirados en el polvo fueron aban-donados a una muerte segu-ra.

Este horror tuvo lugar ha-ce más de 160 años y mar-có uno de los desastresmás terribles de la historiadel Ejército británico. Hoy,

sin embargo, los soldadosbritánicos se encuentrande nuevo a punto de partici-par en otra campaña en Af-ganistán. Se trataría de la cuar-ta invasión; las anteriores co-menzaron en 1838, 1878 y 1919.

Ninguna tuvo éxito. Estesalvaje y turbulento país,

por el que han pasado hordas invaso-ras desde los primeros arios y Tamer-lán hasta los mogoles, sólo fue con-quistado una vez, por Ale jandro Magno

en el siglo IV a.C. Incluso entonces, só-lo fue conservado por tres años.

“Un completo horror sin paralelo”Pero el episodio más sangriento fue laretirada británica de Kabul en la Prime-ra Guerra Angloafgana de 1838, cuando

la columna de 17.000 soldados, mujeres,niños y acompañantes fueron masacra-da. El historiador Sir John Kayes descri-bió la matanza como “un completo ho-

rror sin paralelos en la Historia del mun-do”. Los británicos, a los que todos –y sobre todo ellos mismos– creían inven-cibles por tierra y por mar, habían inva-dido lo que tomaron por un país degente pobre e indisciplinada que ofre-cería poca resistencia.

En vez de eso, encontraron una na-ción de feroces guerreros, inspiradapor una fe sin fisuras en el Islam,enmarañadas rivalidades tribales y 

una complejidad política que im-bricaba lazos de sangre, reli-gión, historia, oportunismo y traición. Esta mezcla era ex-plosiva y tan incomprensiblepara los extranjeros entoncescomo lo sigue siendo hoy.

Para centrarnos, recorde-mos que en 1830 los britá-nicos temían la creciente

influencia de Rusia y lespreocupaba que tratara deextender su Imperio haciael sur. Así que cuando elSha de Persia (apoyadopor los rusos) invadió Afga-nistán, los ministros británi-cos creyeron que el ejércitoruso rebasaría el paso del

Khyber y seguiría por las fértiles lla-

nuras del Indo en un intento de ha-cerse con la India, la posesión británi-ca más preciada. Para evitarlo, desalo-jaron al emir afgano Dost Mohammed

 –que contaba con el apoyo de la ma- yoría del pueblo– y el 1 de octubre de1838 pusieron a su propio hombre,Shah Shuha, en el trono. Aunque había una inquietante falta

de entusiasmo por Shah Shuha, el or-

den parecía restaurado y la mayor par-te de los británicos regresó a la India.La guarnición que permaneció paraprotegerle constaba de soldados indios

 y británicos y sus auxiliares y unos6.000 hombres del propio ejército deShah Shuha.

Los británicos se sintieron lo bastan-te seguros como para cambiar su ates-tado campamento en Kabul por otro auna milla de la ciudad. La vida era tanrelajada que pronto comenzaron a or-ganizar carreras, a jugar al polo y re-

presentar teatro amateur . Algunos hi-cieron venir a su familia y otros disfru-taron los favores interesados de las mu-jeres afganas.

Pero el descontento iba creciendo y los afganos no estaban dispuestos a

 vivir bajo l a tutela británica. El invier-no se aproximaba y cuando la nievecubriera los pasos la llegada de re-fuerzos sería imposible.

Cuando el residente británico en Ka-bul (el diplomático en funciones) fueasesinado, el inútil mando militar britá-nico, general Elphinstone, no adoptóninguna medida. Esto hizo que los af-ganos confiaran en que podrían librar-se de los británicos.

Fue entonces cuando Mohammed Akbar, hijo del emir afgano derrocado,llegó a Kabul con una fuerza de 6.000hombres y rápidamente cortó el abas-tecimiento de comida al campamento.Los británicos estaban atrapados. El

astuto Akbar ofreció entonces una tregua, a condición de que Shah Shuhafuera depuesto y los británicos se retiraran inmediatamente de Kabul. Enese momento, una turba linchó a unfuncionario británico en el zoco. Suextremidades cortadas y su cabeza colocada en lo alto de una pica fueronpaseadas por toda la ciudad de formatriunfal.

Un invierno especialmente fríoDe nuevo la esperada represalia deElphinstone brilló por su ausencia y

 Akbar se dio cuenta de que no teníanada que temer. Los británicos aceptaron abandonar Kabul si los afganos leperdonaban la vida y 4.500 soldadosbritánicos e indios y 12.000 acompañantes abandonaron la ciudad, esperando llegar a salvo al fuerte británicode Jalalabad, cerca de la frontera india

Era uno de los inviernos más frío

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DOSSIER: AFGANISTÁN, LA LEYENDA DE LOS INDOMABLES

ANNEDE COURCY es periodista. Artículopublicado en el Daily Mail.

De los 17.000 británicos y acompañantes que huyeron de Kabul, en 1842,hacia su colonia de la India, sólo uno llegó vivo a su destino. Ahora, cuandoLondres envía de nuevo soldados a Afganistán, ANNE DE COURCY recuerdala peor derrota sufrida por el ejército de Gran Bretaña en toda su historia

El ImperioHUMILLADO

El asesinato de Alexander Burnes en Kabul, el 2 de noviembre de 1841, fue el anticipo de la matanza total de británicos en el siguiente enero.

Dos oficiales y un miembro de la caballería sij

del ejército colonial británico en el siglo XIX.

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gunos de los soldados indios quema-ron sus ropas y pertenencias para in-tentar recuperar sus extremidades con-

geladas. Los ataques con arma blanca y de fuego continuaron sin descanso. Al-gunos de los que huían, debilitadospor el frío y e l hambre, fueron cegadospor la nieve. Los indios, acostumbra-dos al calor, morían por decenas.

El 9 de enero, Elphinstone aceptó laúltima oferta de amistad de Akbar y supromesa de que protegería a cualquiermujer y niño británico que desearaquedarse. Nueve niños, ocho mujeres(incluyendo Lady Sale) y dos hombresaceptaron. Aunque sufrieron cautiveriomuchos meses, al menos sobrevivie-ron. Mientras los llevaban a una for-taleza que sería su cárcel, Lady Saleseñaló: “El camino estaba cubiertode cadáveres horriblemente destro-

zados, todos desnudos. La vista eraespantosa y el olor de la sangre, estre -mecedor”.

El 10 de enero por la tarde, sólo 750soldados y unos 4.000 civiles, de los16.500 que habían emprendido lamarcha, seguían con vida y luchandopara salir del desfiladero. La mayo-ría se estaba muriendo de hambre.Cuando Elphinstone descubrió quelos auxiliares aún tenían tres carrosde bueyes, los animales fueron sacrifi-cados y la carne cruda, devorada al ins-

tante. Pero la gran tortura era la sed,dado que no podían acercarse a unacorriente cercana porque se hubieran

puesto a tiro directo de los afganos. El12 de enero, Elphinstone entró en elcampamento de Akbar para discutiruna oferta más de escape y fue tomadocomo rehén.

Sin su general, y dándose cuenta deque no tenían nada que perder, los bri-

tánicos trataron de avanzar de nuevopara verse de nuevo atacados por lastribus sedientas de sangre.

En el fragor de la batalla, el docto William Br ydon, cirujano del ejér citofue desmontado de su caballo y sólo sesalvó de una cuchillada afgana fatagracias al ejemplar de una vieja revistaque había embutido en su gorra. Se escabulló a través de una barricada deespinos colocada por los atacantes afganos y se encontró junto a un indioagonizante que aún sujetaba su póneypor la brida. El hombre le dijo: “Tommi caballo y que Dios permita que llegue a Jalalabad sano y salvo”.

La espada, partida de un balazoEl doctor Brydon montó y cabalgóuniéndose a uno de los dos únicosgrupos de británicos que habían lo

grado salir del desfiladero. Eran 1personas, todas a caballo, y corrieronhasta llegar a Jalalabad. Cuando se habían alejado unos 20 kilómetros, llegaron a una localidad aparentementeamistosa, donde les ofrecieron comida. De nuevo, era una trampa. Mientras descansaban, decenas de guerreros afganos se lanzaron sobre el poblado matando a nueve británicos. Edoctor Brydon escapó con los otroscuatro, pero todos estos fueron abatidos a tiros mientras galopaban.

Grupo de soldados británicos en el Paso de Khyber, en un grabado correspondiente a los años de la Segunda Guerra Angloafgana.

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que se conocían y con pocos abasteci-mientos, prácticamente sin comida y falsas promesas de seguridad, el gene-ral Elphinstone condujo a su ejército

 –una columna de diez millas de longi-tud– a la fría desolación de la Gar-ganta de Kabul.

Los nativos transportaban la comi-da y las municiones en carros debueyes o en mulas, mientras las

esposas e hijos de los oficiales bri-tánicos viajaban en cestas colga-das de los costados de camelloso en carretas. Cada regimientotenía 600 portadores de camillas. A cada oficial se le permitía te-

ner diez criados y algunos tení-an muchos más. Un brigadier te-nía 60 camellos para su equipajepersonal y algunos oficiales delregimiento tenían dos camellos só-lo para sus cajas de puros. Habíaademás una cohorte de parásitos: ju-glares, músicos, hordas de prostitu-tas...

Todos confiaban en una huida segu-ra, porque Akbar había prometido supropia escolta y había preparado un

lugar de encuentro donde todos pu-dieran congregarse antes de comenzarjuntos el viaje. El sol brilló con fuerzala mañana del 6 de enero de 1842,mientras sonaban las cornetas. La in-fantería británica con sus uniformes ro-jos y cinturones blancos, la caballería

sikh que escoltaba a los zapadores y alos minadores, las 30 mujeres inglesas

 y sus familias, montadas en camellos o

en póneys comenzaron a avanzar.Después iban los tres regimientos in-dios de hombres descalzos, que con-

 vertian la nieve en cieno. Al final habíacientos de camellos, mulas y póneysseguidos por miles de auxiliares, consus pertenencias a cuestas, aterrados

por las sorpresas que podía depararlesla retirada. Al final iba la retaguardia.

Los ataques desde las alturas por par-te de los hombres de Akbar comenza-ron inmediatamente. Los sirvientes de-sarmados tiraron su carga y huyeron,de forma que la mayor parte del equi-paje, la comida y las municiones seperdieron inmediatamente. Las bajasfueron muchas.

“Todo el camino estaba cubiertode hombres, mujeres y niños aban-donados en la nieve esperando lamuerte”, escribió Lady Sale, es-posa del popular Sir Robert Sale(Bob, el Combativo ), coronel dela 13 brigada de infantería lige-ra y segundo en el mando enKabul. Era sólo el principio. Aquella primera noche solo

quedaba una tienda, en la que seamontonaron unas pocas mujeres y 

niños y algunos oficiales mayores. To-dos los demás tuvieron que tumbarsesobre la nieve de las montañas, en me-dio del invierno. Muchos nunca des-pertaron y, cuando el ejército siguió lamarcha al día siguiente, a quienes que

se les habían congelado los pies tuvie-ron que ser abandonados. Al día siguiente, los afganos captura-

ron dos cañones transportados conmulas, lo que dejó a los británicos conapenas tres piezas de artillería. Cuando

 Akbar finalmente se acercó a ellos lessugirió que pararan mientras él nego-ciaba un tránsito a salvo por el desfila-dero de Khoord-Cabool. Pidió que leacompañaran tres oficiales británicoscomo rehenes. Elphinstone aceptómansamente. Cuando el ejército, ahoradebilitado por el hambre y por el frío,entró en el desfiladero, descubrió quesus seis kilómetros de longitud eranuna trampa mortal.

Los más indefensos, rematadosCuando la cabeza llegaba al final, losguerreros tribales afganos descendie-ron sobre el centro y la retaguardiadesde las alturas disparando con jezails 

(rifles de alcance mayor que los de losbritánicos), lanzándose en picado pararematar a los más indefensos y a los re-zagados. Ese día, unos 3.000 hombres,mujeres y niños fueron abatidos.

Los que se despertaron al tercer díade marcha, el 8 de enero, encontraroncadáveres congelados junto a ellos. Al-

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Fue el gran poeta del imperialismobritánico Rudyard Kipling el que

bautizó en uno de sus escritos con elnombre de Gran Juego a la astuta parti-da diplomática que los dos grandes Im-perios del siglo XIX jugaron para ganarla pieza de Afganistán.

Mientras que el Imperio ruso necesi-taba controlar el territorio de Afganis-tán en su búsqueda de una salida al marpor el sur, el Imperio británico necesita-ba también controlar esta pieza, quequedaba al este de la joya de la Corona,la India, a la que no quería dejar caer enmanos de los zares.

Puesto en la encrucijada de dos apeti-tos insaciables, el territorio afgano libróuna primera guerra en 1842 para despo-jarse de la tutela británica. La Segunda

Guerra Angloafgana fue motivada porla misma desconfianza del primer mi-nistro de Londres en 1879, Disraeli, ha-cia el acercamiento ruso a Kabul.

Consciente de esta influencia, Afga-nistán fue uno de los primeros países enreconocer al régimen bochevique tras la

Revolución de 1917. Con la sustituciónde Rusia por la URSS y la independen-cia de la India, uno de los contendientesdel Gran Juego, Londres, abandonó lapartida, pero Moscú siguió consideran-do Afganistán como una prolongacióntrasera de su entorno de influencia y en1979 los soviéticos lo invadieron. EEUU, al apoyar a la guerrilla islámicacontra Moscú, heredó el lado del table-ro que antes había ocupado Gran Breta-ña.

El Gran Juego

Alexander Burnes se hizo retratar de esta

guisa en 1838. Los afganos le lincharon.

Indumentaria típica afgana, según una

colección de grabados del siglo XIX.

EL IMPERIO HUMILLADODOSSIER: AFGANISTÁN, LA LEYENDA DE LOS INDOMABLES

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Las dos fuerzas se encontraron cara acara el 27 de julio de 1880 en una de-

sértica llanura frente a un fuerte deadobe. La Batalla de Maiward comenzócon un duelo de artillería. Cuando em-pezó el enfrentamiento, el mando mili-tar británico, general Burrows, y sushombres fueron rodeados por unafuerza de afganos muy superior en nú-mero. Guerreros de las tribus, con ro-pas blancas recién lavadas, purificadospara la batalla y para la muerte, grupos

de amigos decididos a luchar codo a

codo, grupos de hombres en torno a sujefe tribal, todos inspirados por losghazi (fanáticos religiosos suicidas) secombinaron para ofrecer una batalla enla que las bajas brit ánicas ascendieronal 44 por ciento.

Bajo un calor abrasador, los cipayosindios, que no habían comido desde lanoche anterior, y los soldados británi-cos, que se asaban en sus uniformes y estaban totalmente deshidratados, de-

 volvieron valientemente el fuego conrifles que pronto no se pudieron usar

por haberse calentado demasiado debi-do a su uso incesante.

 A medida que miles de guerreros emi-tiendo gritos se lanzaban hacia ellos,alentados por los ghazi  y aparentemen-te insensibles a la matanza que minabasus filas, la retirada se convirtió en laúnica esperanza. Como habían muertotantos caballos y camellos, pocos de losheridos pudieron ser cargados para eva-cuarlos y muchos fueron abandonadosa un destino espeluznante.

Las primeras noticias de la derrota de

Maiward llegaron a Kandahar a la 1,30de la mañana del 28 de julio y una co-lumna salió para escoltar de regreso alos malheridos restos del ejército deBurrows.

Faltaba la mitad de los 2.565 hom-bres que habían salido. Unos 960 ha-bían sido abatidos y 161 estaban heri-dos. Entre los últimos en caer se en-contraban 11 hombres que estabanatrapados tras los muros de adobe deun jardín. Frente a ellos se encontra-ban miles de guerreros afganos com-

batiendo junto a los ghazi . Un coroneafgano hizo después este recuento de

los hechos: “Rodeados por todo eejército afgano, lucharon infligiendoenormes pérdidas al enemigo. Lohombres cargaron contra los atacante

 y murieron dando la cara al enemigo”La naturaleza de su carga y la grandeza de su acción fue tal que nadie seacercó a ellos para descuartizarlos.

Recordatorio de la derrotaPara los supervivientes, la retirada finafue una prueba incluso peor que la batalla y marcó el último intento británico de invadir Afganistán. Pero el Gran

 Juego de Kipling, el tablero de ajedreen el que británicos y r usos jugaban supartida en esta volátil región, continuóal igual que los combates esporádico

en la frontera noroccidental.Los emblemas de los regimientobritánicos desde aquellos días lejanohasta 1947, cuando los británicos cedieron el poder a India y Pakistán, siguen grabados en las paredes de granito de los desfiladeros. Siguen siendoun estremecedor recordatorio para lacoalición occidental, mientras contempla otra incursión en las montañas de

 Afganistán, de que la propia geografíadel país es siempre el peor enemigoen cualquier batalla. n

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Sólo quedó Brydon. Aún le atacarontres veces más. En el segundo ataque,una bala de jezail  pasó tan cerca que

le rompió la hoja de la espada. Du-rante el último ataque, lanzó la empu-ñadura rota a la cara de su atacantecomo una última defensa desespera-da. De alguna manera logró sobrevi-

 vir. Final mente, un vigía de Jalalabadle vio acercarse, cojeando con su ca-ballo y llevando una espada rota. Unapatrulla de caballería salió para resca-tarle. Durante los siguientes días, semantuvieron encendidas hogueras enlas murallas de Jalalabad y se hicieronsonar las cornetas, con la débil espe-ranza de que el resplandor y el sonidosirviera para guiar a otros rezagados.Tras la llegada de la primavera de1842, los británicos estaban decididosa vengarse, sobre todo tras encontrar

cientos de esqueletos a lo largo delcamino de retirada.

Esclavos ingleses en ventaFinalmente, su campaña tuvo éxito y lograron apoderarse del impenetrablefuerte de Ghazni, en el camino haciaKabul. Akbar huyó y ordenó que susrehenes británicos (22 oficiales, 37 mi-litares de otros rangos, 19 mujeres y 22niños) fueran conducidos a Persia y 

 vendidos como esclavos. Sin embargo,uno de los prisioneros logró sobornar a

sus carceleros para que los liberara y permanecieron a salvo en el fuerte has-ta que los británicos tomaron Kabul el

15 de septiembre, y un regimiento decaballería los rescató.Los británicos estaban tan furiosos

por el trato que habían recibido suscamaradas que se lanzaron a una or-gía de saqueos en la ciudad. Una vezsatisfechos, abandonaron Kabul y seretiraron a la India. Pasaron otros 40años antes de que invadieran de nue-

 vo Afganistán. Gran Bretaña había de-clarado la guerra al país el 21 de no-

 viembre de 1 878, cuando e l emir senegó a aceptar la petición británica deque aceptara una presencia militar enKabul para alejar la constante amena-za rusa.

Inicialmente, la situación fue positivapara Londres y el 29 de mayo se firmó

un tratado, por el que el emir aceptabadejar la política exterior afgana en ma-nos inglesas. Pero cuando los soldadosbritánicos comenzaron a abandonar elpaís, el enviado de Londres fue asesi-nado y los soldados recibieron la ordende dar media vuelta.

Poco después, Ayub Khan, un beli-coso príncipe rebelde, prometió expul-sar a todos los soldados británicos delpaís y marchó hacia l a segunda ciudadde Afganistán, Kandahar, para batirsecon ellos.

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Supervivientes

En 1923, dos ancianas se presen-taron en la legación británica en

Kabul. Eran británicas por naci-miento, pero afganas en lengua, in-dumentaria y costumbres y refirieronal intérprete una historia sorpren-dente, pero reveladora de la violentahistoria del país.

Cuando los británicos se retiraronde Kabul en 1842, la mayor parte dela comitiva pereció. Sin embargo, en-tre los miles de cadáveres, los comba-tientes ghilzai de las montañas delCoord-Kabul encontraron llorando ados bebés que habian sobrevivido a lamatanza, el hambre y el intenso frío.

Apiadándose de las dos criaturas,los hombres las recogieron y se las lle-varon a su aldea de la montaña, dondevivieron durante 80 años. Aunque seconsideraban a sí mismas afganas ycomo tal vivían y hablaban, en su ve-jez habían sentido la curiosidad de co-nocer a algunos de sus compatriotas.Una vez satisfecha su curiosidad, re-gresaron a su aldea de las montañas yno fueron vistas nunca más. Sus nom-bres desaparecieron de los archivos,aunque sin duda su sangre británicasobrevive mezclada con la afgana.

Los británicos se vengaron saqueandoKabul, pero pasaron 40 años antes de quetrataran de establecerse allí de nuevo

Robert Henry Sale perdió la vida luchando.

Su esposa sobrevivió y relató la tragedia.

Habitantes de Dhyr (izquierda) y Banou-Tank, hacia 1835-1840, reproducidos en las Memoriasdel general Court (Imam Bajsh, pintor de Lahore, París, Museo Guimet).

El doctor Byrdon llega a Jalalabad tras la retirada de Kabul en 1842, momento que ilustra este óleo de Lady Butler (1879, Londres, Tate Gallery

EL IMPERIO HUMILLADODOSSIER: AFGANISTÁN, LA LEYENDA DE LOS INDOMABLES

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l 15 de febrero de 1989, el ge-neral Gromov atravesaba a pieel Puente de la Amistad. Era elúltimo soviético en abandonar

 Afganistán. Atr ás dejaba diez años deguerra, de la que únicamente se lleva-ban resentimiento, incomprensión y elsello innegable de la humillación en elcampo de batalla. A sus espaldas que-daba un país que lleva más de 2.000años reapareciendo en las curvas de laHistoria de forma inesperada, perosiempre convertido en una piedra en elzapato de los Imperios. Afganistán llevaba y a desde el sigl o

 XVIII en el punto de mira de Moscú,cuya expansión hacia el Este y hacia elSur, en busca una salida hacia el océa-no Índico, pasaba necesariamente porel control de este país montañoso y re-belde. El cambio de soberanía de loszares a los bolcheviques no afectó a lapolítica exterior expansiva de Rusia.

Por parecida razón, Kabul era desdela misma época una pieza codiciadapor el Imperio británico, que aspirabaa controlar a un Afganistán vecino delRaj. Si los británicos fracasaron en lastres guerras angloafganas en su intentode doblegar por completo a sus intere-ses a las agresivas y montaraces tribusdel país, los soviéticos contaban a sufavor que Kabul había sido una de l as

primeras capitales que reconocía al ré-gimen surgido tras la revolución de Oc-tubre de 1917.

Con un pie en Afganistán desde losaños 50 del siglo XX, la URSS distabamucho de presentir que su progresivaimplicación en el zafarrancho afgano seacabaría convirtiendo en su propio Viet-nam. La invasión militar soviética tuvolugar en diciembre de 1979, como coro-lario de un proceso que había comen-zado mucho antes. Entre 1953 y 1963, elgeneral Daud, primer ministro y parien-te del rey Zahir Shah, buscó ayuda esta-dounidense para modernizar el ejército,pero su enfrentamiento con Pakistánpor el control del Pushtunistán hizo que

 Washington se retrayera, lo que lanzó aDaud en brazos de Moscú. A partir de este momento, la política

del Kremlin no sólo se volcó en adies-trar, armar y proteger al ejército afga-no. Siguiendo las directrices de apoyoal desarrollo del Tercer Mundo con

que Moscú ganó aliados y voluntadesen África y Asia durante los años de laGuerra Fría, Rusia invirtió en la pobla-ción afgana –becas para estudiantes,formación de técnicos, extensión de laeducación, incipiente incorporaciónde la mujer a la vida pública– y, sobretodo, en su infraestructura: construc-ción de aeropuertos, carreteras y obraspúblicas que recibieron inversiones y mejoras; con dinero soviético se abrióuna carretera que iba de la fr ontera so-

 viética a Pakistán, atravesando la capi-tal del país. Con dinero soviético seperforó el túnel de Salang, gigantescaobra que atraviesa el macizo montaño-so del Hindu Kush, y con dinero so-

 viético se traz ó un eje viario que co-nectaba las cuatro principales ciudadesafganas: Mazar-i-Sharif, Herat, Kanda-har y Kabul. Todas estas vías demos-trarían después su eficacia para la ocu-pación militar del país.

El comunismo se abre pasoLa sustitución de Daud en 1963 se vioseguida por un crecimiento de la iz-quierda marxista, que empezaba a bro-tar al calor de la influencia moscovita.Entre los primeros líderes de este so-cialismo prosoviético se encontraron

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DOSSIER: AFGANISTÁN, LA LEYENDA DE LOS INDOMABLES

ARTURO ARNALTE es periodista.

El Ejército Rojo llegó a Afganistán para apuntalar al régimen comunistadesde la sombra. ARTURO ARNALTE analiza diez años de fracasos queocasionaron 15.000 muertos y aceleraron la ruina y desaparición de la URSS

El Vietnam

SOVIÉTICO

Guerrilleros afganos durante la ocupación

soviética: pocos medios y gran eficacia.

Ninguna potencia extranjera hadominado nunca Afganistán. Elúltimo fracaso lo protagonizó elEjército soviético, que hubo de

retirarse en mayo de 1988,momento que recoge la fotografía.

É

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se mostró encantado de acoger a cual-quier factor que supusiera inestabilidadpara su áspero vecino. Mientras los is-lamistas Rabbani y Hekmatiar conspira-

ban desde Islamabad, los marxistas lohacían desde el interior. La detenciónde algunos líderes comunistas deKhalk sentenció al régimen y, poco an-tes de cumplirse cinco años de la Re-pública de Daud, un nuevo golpe mili-tar selló la orientación prosoviética quehabía propiciado Daud dos décadasantes, confiando en que podría mane-jar a Moscú. Para colmo de ironías, lallamada Gloriosa Revolución Saur, bau-tizada con el nombre del mes lunar af-gano en que se había producido (mar-zo de 1978), para resaltar su paralelis-mo ideológico con la Revolución de

Octubre, se cobró la cabeza de Daud y de otros 17 miembros de su pare ntela.

Como ocurrió en otros países tutela-dos por Moscú, el Kremlin impuso que

los dos partidos comunistas coparan elpoder en exclusiva, a pesar de ser mi-noritarios en la sociedad. Viejos rivales,como Taraki y Karmal, se vieron denuevo forzados a coexistir como en los

 viejos tiempos de milit ancia: el prime-ro al frente del Gobierno y el segundode nuevo como número dos de suenemigo. Con las carteras repartidas ex 

aecquo  entre el Khalk y el Parcham einsuficiente proyección social para go-bernar en minoría, los comunistas af-ganos reprodujeron de forma casi mi-mética las purgas que sus colegas delEste de Europa habían realizado, cua-

renta años antes, para depurar el aparato de Estado de elementos desafec-tos. Tras ganarle el pulso al Parchamlos escasos 6.000 militantes del Khal

se vieron convertidos en dueños depoder de la noche a la mañana. Maestros sin experiencia política ni de gestión en su mayoría, se lanzaron poruna pendiente represiva, que trató deimponer principios sociales por decreto en un país atrasado, tradicionalisten lo social y muy conservador en loreligioso.

La pieza central de los cambios revolucionarios que se propiciaban desde egobierno ilustrado, la reforma agrariase estrelló contra siglos de subordinación de los campesinos sin tierras hacialos terratenientes; pero además faltab

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Mohamed Taraki y Babrak Karmal, nú-meros uno y dos del Partido Democrá-tico Popular de Afganistán respectiva-mente. Cada uno de ellos lideró uno de

los dos partidos en lo que esta forma-ción se escindió en 1967. Taraki se pu-so al frente de la facción llamada Khalk(Pueblo) y Karmal hizo lo propio conParcham (Bandera). Otras secesionescomunistas, que se desprendieron co-mo esquirlas del núcleo marxista ini-cial, tuvieron menos influencia en eldesarrollo posterior de los aconteci-mientos.

La ausencia de libertades, dada lalentitud de la reforma emprendida porel monarca, y el crecimiento de unaclase media educada y con aspiracio-nes políticas y económicas que el viejo

régimen no era capaz de satisfacer, hi-zo que crecieran la inestabilidad y eldescontento con el Gobierno. La se-quía de principio de los años 70 trajo

hambre y ésta, agitación callejera, ma-nifestaciones e inestabilidad. En 1973,el hombre que había orientado el paíshacia Moscú decidió que había llegadoel momento de regresar al poder y lohizo mediante un golpe de Estado quefue más allá de un mero cambio deGobierno. El general Daud proclamó laRepública. Mientras Zahir Sha se exilia-ba en Italia a la espera de ser de nuevouna carta útil en el juego internacionalsobre Afganistán, Daud, aupado poroficiales formados en academias milita-res de la URSS, comenzaba gobernarcon el apoyo casi unánime de l a socie-

dad. De los sectores progresistas, por-que estos esperaban hacía tiempo laoportunidad de sacar al país del atraso;

 y de los tradicionalistas, porque su

condición de miembro de la derrocadafamilia real le adjudicaba el aura deprestigio con que los campesinos mira-ban a la vieja dinastía instalada en elpoder.

Enemigo de todos Aunque Daud no contaba con conver-tir Afganistán en un satélite soviético,su dependencia de los militares proco-munistas y las medidas autoritarias queadoptó desde el primer momento leenemistaron con liberales y tradiciona-listas islámicos. Los líderes islamistas seexiliaron en Pakistán, cuyo Gobierno

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EL VIETNAM SOVIÉTICODOSSIER: AFGANISTÁN, LA LEYENDA DE LOS INDOMABLES

Leonid Brezhnev

(1906-1982)El hombre que decidió la invasión sovié-tica de Afganistán era un ingeniero agró-nomo y metalúrgico que hizo carrera enel ejército. En 1964 sucedió a Jrushovcomo primer secretario del PCUS y suprotagonismo fue aumentando hasta ha-cerse con todo el poder en 1977. En1968 ordenó la intervención del Pactode Varsovia en Praga para acabar conlas reformas liberales del PC checo,aunque mantuvo una política de disten-sión con EE UU, que fructificó en la fir-ma de los tratados SALT I y SALTII.

Babrak Karmal

(1929)Secretario general del Parcham, unade las ramas del Partido Comunistaafgano, participó en el golpe de Dauden 1973 y en el de 1978 que derro-có a Daud. Aupado por la interven-cion soviética a partir de 1979, fuepresidente del Consejo Revoluciona-rio (jefe del Estado). A partir de1986, de acuerdo con la política so-viética de disminuir su presencia, ce-só en sus cargos. Tras la retirada deMoscú se exilió temporalmente enMazar-i-Sharif.

Ahmed Shah Masud

(1953-2001)Conocido como el León de Panshir ,Masud fue el principal líder islamis-ta que combatió a los soviéticos. Sehizo fuerte en el valle de Panshir, a60 kilómetros al norte de Kabul,donde resistió con éxito hasta nueveoperaciones de limpieza. Tras la reti-rada soviética, Masud fue ministrode Defensa en el Gobierno de Rab-bani, pero la victoria talibán le forzóa regresar a su vida guerrillera. Mu-rió víctima de un atentado suicidaque se atribuye a Bin Laden.

Osama bin Laden

(1957)Originario de una familia multimillona-ria saudí, contribuyó a organizar la re-sistencia islámica en Afghanistán, don-de combatió en 1986. Enfrentado a ladinastía reinante en su país desde laGuerra del Golfo (1991), fue despoja-do de su nacionalidad y se exilió enSudán. Creador de la organización AlQaeda. Considerado responsable delatentado contra el World Trade Centerdel 11 de septiembre, Bin Laden exigeque los soldados occidentales abando-nen las tierras santas del Islam.

LOS CONTENDIENTES

Kandahar

Kabul

Herat

Mazar-i-Sharif

FarahGizab

Panjab

Owbeh Chaghcharan

Kajaki

Delaram

Zaranj

Khost

Jallalabad

FeyzabadKonduz

Bagram

Naharin

GhazniGardez

Shindand

         I      R       Á     N 

C   H   

I     N    A    

   P  A   K    I  S   T  Á   N

T  A Y I K I S T  Á N  U Z B E K I S T   Á N   T U R  K  M E NIST  Á N  U R  S S

 A  F G A N  I S T Á N

AFGANIST N

Para operar en Afganistán se creóel XL Ejército soviético, compuesto por:

A 5ª Div. de infantería mecanizada de La Guardia.B 108ª Div. de infantería mecanizada.C 201ª Div. de infantería mecanizada.D 103ª Div. de paracaidistas de La Guardia.E  66ª Brig. de infantería mecanizada.F  70ª Brig. de infantería mecanizada.4 regimientos autónomos de infantería mecanizada(números, G 181º, H 187º, I 191º y  J 866º).1 regimiento autónomo de paracaidistas (K nº 345º).

Además, fuerzas especiales de montaña y comandos.Cada una de esas unidades disponía de helicópterosde reconocimiento, trasporte y ataque.4 grupos aéreos con aparatos de reconocimiento,transporte y cazabombarderos, con unos 400 aviones.

Principales bases aéreas militares soviéticas.

Desplieguemilitarsoviéticoen 1979

Desplieguemilitarsoviéticoen 1979

A B

D

I

E

G K

 JC

H

F

Un guerrillero afgano, durante un momentode descanso en 1984. Un helicóptero soviético, capturado por rebeldes afganos en enero de 1980.

A É

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de un millón de civiles afganos perdíala vida. Pero tampoco aquella guerrade exterminio dio ventaja a los sovié-ticos que, decepcionados por la inefi-

cacia de Karmal, lo sustituyeron por eljefe de los servicios secretos afganos,Najibullah, en 1986. Pero tampoco élhallaría la fórmula para doblegar a losguerrilleros.

El escorpión del aireMientras el Imperio soviético se debili-taba matando moscas a cañonazos,

 Washington incrementaba progr esiva-mente su apoyo militar a la guerrilla, ala que a partir de 1987 comenzó a pro-porcionar misiles Stinger , letales paralos helicópteros e, incluso, para losaviones que volasen a baja altura. Estearma arrebató la ventaja aérea de lossoviéticos y desequilibró definitiva-mente la situación en el campo a favorde los guerrilleros. Si la guerril la se ha-bía visto frenada hasta entonces por sudivisión interna, en la que influían nopoco las diferencias tribales y religiosasentre sunitas y chiítas, el Stinger dese-quilibró la balanza a su favor. Sólo enlos núcleos urbanos, bajo la coberturade su artillería, de sus concentracionesblindadas y de una enorme ventaja nu-mérica, tenían absoluta ventaja los in-

 vasores. A mediados de los ochenta,los guerrilleros no sumarían más decincuenta mil hombres, dispersos por

todo el territorio; los soviéticos y elejército del Gobierno de Karmal, erancinco veces más numerosos y todosconcentrados en las áreas urbanas.

Otros factores, muy distintos del mi-litar, aparecieron inesperadamente enescena. Por una parte, la descomposi-ción acelerada de la Unión Soviética, ala que sus gloriosos soldados regresa-ban mutilados o en bolsas; por otra, la

política aperturista de Gorbachov. Pe-ro, además de la sangría económica, laguerra en Afganistán representaba unobstáculo diplomático para la ofensivade encanto hacia Occidente. En 1988,como escribió Manuel Coma, el princi-pal problema de Gorbachov era “cómoretirarse sin perder la cara”.

Retirada a plazo fijoPara ello, armaron hasta los dientes alrégimen de Najibullah, confiando enque el ejército afgano pudiera aguantarla arremetida guerrillera. Nadie es ca-paz de aprender en cabeza ajena: losnorteamericanos se habían marchadode Vietnam en 1973, tras haber bom-bardeado ferozmente las industrias

norvietnamitas y después de entregaringentes cantidades de armas al Go-bierno de Saigón; trataban, como esobvio, de debilitar a los comunistas deHanoi y de fortalecer a los militares deSaigón. En vano: dos años después, en1975, capitulaba el régimen del generalNguyen van Thieu.

La URSS intentó lo mismo y fracasó deidéntica forma: en mayo de 1988, Mos-cú anunciaba un plan de retirada dediez meses que culminó el 15 de febre-ro del año siguiente. Diez años de pre-sencia soviética, el empleo de millaresde carros de combate y de centenaresde aviones y helicópteros en apoyo detropas expedicionarias, que llegaron asumar 120.000 hombres, no lograrondoblegar a las guerrillas afganas, quecontaron con la ayuda secreta nortea-mericana… dinero, armamento compra-do en China y, sobre todo, los famososmissilesStinger , que prácticamente anu-laban la ventaja de los helicópteros. Na-jibullah –el hombre de Moscú, en papelsimilar al que en Vietnam había jugadopara Washington Van Thieu– resistiócon aquel armamento tres años, hastaabril de 1992, cuando hubo de refugiar-se en las oficinas de la ONU en Kabulpara acabar posteriormente mutilado y 

ahorcado en un semáforo de la capitalun final tristemente frecuente para muchos líderes afganos.

Semilla de Bin LadenEn aquella guerra se formó parte demás duro integrismo islámico, que hoopera en Argelia, por ejemplo; allí sforjó Bin Laden, agente de los norteamericanos durante años; de los distinto

grupos combatientes nacieron las diversas facciones que durante los años no venta sostuvieron la guerra civil.

De aquella guerra, también, nacieronlos talibanes, que expulsaron a los ismailitas de Rabbani de Kabul en 1996Los talibanes germinaron en los campode refugiados de Pakistán, donde llegóa haber más de cuatro millones de afganos que huían de los bombardeos e incursiones soviéticas. Los campamentoimprovisados se convirtieron en permanentes; la ayuda internacional contribu

 yó a sostenerlos y en ellos se crearon lainstituciones imprescindibles para haceposible la vida; entre otras, escuelas, engran parte financiadas por dinero saudita. En ellas se impartió la visión waha

bita del Islam, interpretación fundamentalista y rigorista, que, unida a la miseri y el odio imperante en las aglomeraciones de refugiados, labró el espíritu ascético y fanático que llevó a unos pocomillares de monjes-guerreros a hacerscon el control de la mayor parte del país y a pasarlo por el cilicio de su intransigencia religiosa y moral. Unos monjesguerreros, no hay que olvidarlo, qucontaron con respaldo de EE UU y desu principal socio en la región, ArabiaSaudí, país natal de Bin Laden. n

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la otra pata para hacer caminar aquellamáquina: las inversiones necesarias a finque los campesinos pudieran poner enexplotación sus nuevas propiedades.

Otras reformas sociales importantes y necesarias, como las leyes sobre la nue-

 va condición de las mujeres, chocarontambién con siglos de subordinación fe-menina al hombre, evidenciando queno se podía cambiar por decreto y en

unos meses la mentalidad de una po-blación pobre, recelosa y mayoritaria-mente analfabeta, que encontraba en susecular estructura social la principalfuente de sentido de identidad.

Desbordados por los problemas y por su escasez de medios y pericia pa-ra resolverlos, los militantes del Khalkcometieron un error de manual: recu-rrir a un autoritarismo brutal, que lesenajenó aún más a las masas en cuyonombre pretendían gobernar. Una seriede manifestaciones y protestas en laprimavera de 1979, que se saldaroncon miles de muertos entre la pobla-ción civil, fueron la señal para que lasguerrillas, con amplio respaldo popu-lar, se lanzaran a una ofensiva que

pronto puso a 23 de las 28 provinciasdel país bajo su control. Las alarmascomenzaron a sonar en Moscú, que seplanteó la invasión de un país que noquería dejar salir de su órbita.

Si las tropas soviéticas habían aplas-tado la revolución de Hungría en 1956

 y la Primavera de Praga en 1968 , tam-bién podrían garantizar la permanencia

de Afganistán en el redil. Confiados ensu superioridad militar, 50.000 solda-dos soviéticos entraban en el avisperoafgano el 27 de diciembre de 1979. Pa-sarían por Afganistán más de 750.000 y llegarían a sumar de 120.000 en losmomentos de intervención más inten-sa. Quince mil no volverían nunca y los que cruzaron el Puente de la Amis-tad camino de casa, en 1989, prece-diendo al general Gromov, llevaban ensus mochilas el peso de una derrotaque se convertiría en uno de los prin-cipales factores de la desintegración dela Unión Soviética.

La ocupación comenzó casi siendoun desfile. El ejército afgano estabadesmoralizado y apenas contaba másde 40.000 efectivos. Cinco divisiones

motorizadas soviéticas ocuparon Kabul y las capitales de las provincias del no-roeste. En pocas horas, el país estababajo control del Ejército Rojo y en lacapital, Karmal tenía al fin la oportuni-dad de ser el número uno, aunque co-mo marioneta de Moscú.

La guerrilla sin embargo, no resultótan fácil de combatir como se había su-

puesto. Los militares soviéticos habíanprevisto servir de apoyo al ejército afga-no y nunca pensaron en implicarse di-rectamente en las operaciones de infan-tería contra la guerrilla, pero la incapa-cidad de éste les obligó a involucrarsedirectamente en una lucha para la que,como les había ocurrido a los británicosen el siglo XIX, no estaban preparados.

Cuando en marzo de 1980, Moscúcomenzó directamente a participar enoperaciones contra la guerrilla cerca dela frontera con Pakistán, las divisionesacorazadas se encontraban el pasofranco para descubrir que la guerrilla

regresaba a sus viejas posiciones encuanto los tanques desaparecían. Aligual que siglos antes, a veces las co-lumnas mecanizadas se quedaban atra-

padas en pasos de montañas hasta queagotaban sus municiones, momento enque los combatientes afganos los ma-sacraban hasta el último hombre.

El elefante y el tábanoLa lucha entre el Ejército soviético y laguerrilla fue lo más parecido a la luchade un elefante para atrapar un tábano.Los soviéticos lanzaban operaciones delimpieza de amplias áreas con apoyode aviación y artillería pesada, peromantenerlas limpias requería una can-tidad de recursos que multiplicaba elgasto y el aumento de la presencia mi-litar mientras que la capacidad de mo-

 vilidad de la guerril la le p ermitía rea-parecer en otros escenarios con esca-sas pérdidas.

Pronto los soviéticos vieron limitadosu control efectivo del país a las gran-des ciudades y en un esfuerzo deses-perado para quitarle bases de aprovi-sionamiento a la guerrilla provocaronuna destrucción sistematizada de laszonas rurales, acabando con las cose-chas y destruyendo miles de pueblos.La brutalidad de la contienda provocóel éxodo de cuatro millones de perso-nas que se hacinaron a los campos derefugiados de Pakistán mientras más

16

Tras aplastar la disidencia de Hungría en1956 y la de Praga en 1968, Moscú creyóque controlaría fácilmente a los afganos

EL VIETNAM SOVIÉTICODOSSIER: AFGANISTÁN, LA LEYENDA DE LOS INDOMABLES

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P AR A S AB ER M ÁS

Una escena de confraternización entre soldados soviéticos y campesinos afganos.

Niña afgana en un campo de refugiadosdurante la guerra afgano-soviética.