DOS CUADROS DE MURILLO

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Presentación y breve estudio de los cuadros de Murillo: "La sagrada familia del pajarito! y "La Inmaculada"

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LA SAGRADA FAMILIA DEL PAJARITO

Sagrada Familia del Pajarito

Es una de las obras más populares de Murillo . Pintada hacia 1650, en la primera etapa del artista.

OBSERVACIÓN Y DETALLES

En la izquierda de la composición está la Virgen, sentada mientras devana una madeja de hilo, apreciándose a sus pies la cesta de la labor.

El centro de la escena lo ocupa el Niño Jesús con un pajarito en la mano, mientras se lo muestra al perrito blanco que hay en la zona baja. Al lado del Niño se sitúa san José, también sentado, al fondo el banco de carpintero.

ESCENA FAMILIAR

La ausencia de elementos divinos o celestiales en la composición hace que nos situemos ante una escena familiar, como si el pintor abriera las puertas de su propio hogar para mostrarnos el juego del pequeño acompañado por su padre, mientras la madre ha parado en sus labores de hilado. Son figuras elegantes que no dejan de poseer cierto realismo;

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El protagonista es el Niño Jesús, iluminado por un potente foco de luz procedente de la izquierda que provoca contrastes, dejando el fondo en total penumbra sobre el que se recortan las figuras. No obstante, la iluminación es matizada y supera el estricto tenebrismo. El excelente dibujo del que siempre hará gala Murillo se aprecia claramente en sus primeras obras, donde los detalles son también protagonistas: el cesto de labor de la Virgen, los pliegues de los paños, los miembros de las figuras, el gesto del perrito. El colorido empleado es el que caracteriza esa primera etapa del artista siguiendo el estilo de los naturalistas. Pueden apreciarse ciertos ecos de la pintura de Rafael en esta Sagrada Familia conservada en el Museo del Prado.

LA INMACULADA DE MURILLO

El fervor mariano existente en España motivó la realización de un gran número de Inmaculadas, destacando las de Zurbarán, Ribera o el propio Velázquez. Pero será Murillo, con esa gracia especial que tienen sus Vírgenes, quien las inmortalice.

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La Inmaculada de El Escorial fue pintada en los primeros años de la década de 1660, siguiendo Murillo las normas iconográficas dictadas por Pacheco.

La Inmaculada aparece en el centro de la composición; viste túnica blanca, símbolo de pureza, y manto azul, símbolo de eternidad.

El rostro adolescente destaca tanto por su belleza, como por los grandes ojos que dirigen su mirada hacia arriba.

La figura muestra una línea ondulante que se remarca con las manos, juntas a la altura del pecho pero desplazadas hacia su izquierda.

Los querubines que conforman su peana portan los atributos marianos: las azucenas como símbolo de pureza,

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las rosas de amor, la rama de olivo como símbolo de paz y la palma representando el martirio.

Los ángeles aportan mayor dinamismo a la composición, creando una serie de diagonales paralelas con el manto de la Virgen. La sensación atmosférica que Murillo consigue y la rápida pincelada son características de esta etapa, pero debemos indicar que gracias al dibujo la figura no pierde monumentalidad, definiendo claramente los contornos.

El colorido vaporoso está tomado de Herrera el Mozo, quien acercó los conocimientos de la pintura flamenca y la escuela veneciana a Murillo. Esta pintura debe su nombre a haber estado registrada en la Casita del Príncipe de El Escorial en 1788, entre los cuadros del príncipe Carlos IV, desde donde pasó a Aranjuez y de allí al Museo del Prado en 1819.