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DOS CARTAS DEL REY MAHOMAD V DE GRANADA Por Enrique Toral y Fernández de Peñaranda Consejero de Número del Instituto de Estudios Giennenses POSTRIMERÍAS EN CÓRDOBA Y JAÉN DEL REINADO DE PEDRO I DE CASTILLA.—ASALTO DE LOS MOROS DE GRANADA A LAS CIUDADES DE CÓRDOBA, ÚBEDA, JAÉN, BAEZA Y ANDÚJAR Años de 1367 y 68 En la contienda dinástica, pasada la batalla de Nájera y vuelto a Casti- lla, el pretendiente don Enrique fue proclamado rey en Burgos, alzándose por él casi toda Andalucía, principalmente la ciudad de Córdoba, muchos de cuyos hijos ilustres habían sido muertos por la vesania del rey don Pe- dro, alguno, incluso, agarrado a las sayas de la reina madre en un salón del palacio de Toro. Toda Córdoba —dice el anónimo autor de la Casa de Cabrera en Cór- doba, monumental obra genealógica debida a la pluma del jesuita Padre Ramos— se declaró a su favor; mas reconociendo que el rey don Pedro ha- bía de venir en todas sus fuerzas a castigarla, se confederaron entre sí todos los caballeros, que permanecían en ella, llamando en su socorro a don Gon- zalo Mesía, maestre de Santiago; don Juan Alfonso de Guzmán, que des- pués fue primer conde de Niebla; don Alvaro Pérez de Guzmán, alguacil mayor de Sevilla; don Pedro Ponce de León, señor de Marchena, los cuales andaban fugitivos de Sevilla y estaban en Llerena con el maestre don Gon- zalo. Éste salió de Alburquerque con los referidos caballeros, llevando con- sigo hasta quinientos caballos escogidos, con los cuales entró en socorro de su patria Córdoba, amenazada por la indignación del rey don Pedro, B.I.E.G. n.° 140, Jaén, 1989

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DOS CARTAS DEL REY MAHOMAD V DE GRANADA

Por Enrique Toral y Fernández de Peñaranda Consejero de Número del

Instituto de Estudios Giennenses

POSTRIMERÍAS EN CÓRDOBA Y JAÉN DEL REINADO DE PEDRO I DE CASTILLA.—ASALTO DE LOS MOROS DE GRANADA A LAS CIUDADES DE CÓRDOBA, ÚBEDA, JAÉN, BAEZA Y ANDÚJAR

Años de 1367 y 68

En la contienda dinástica, pasada la batalla de Nájera y vuelto a Casti­lla, el pretendiente don Enrique fue proclamado rey en Burgos, alzándose por él casi toda Andalucía, principalmente la ciudad de Córdoba, muchos de cuyos hijos ilustres habían sido muertos por la vesania del rey don Pe­dro, alguno, incluso, agarrado a las sayas de la reina madre en un salón del palacio de Toro.

Toda Córdoba —dice el anónimo autor de la Casa de Cabrera en Cór­doba, monumental obra genealógica debida a la pluma del jesuita Padre Ramos— se declaró a su favor; mas reconociendo que el rey don Pedro ha­bía de venir en todas sus fuerzas a castigarla, se confederaron entre sí todos los caballeros, que permanecían en ella, llamando en su socorro a don Gon­zalo Mesía, maestre de Santiago; don Juan Alfonso de Guzmán, que des­pués fue primer conde de Niebla; don Alvaro Pérez de Guzmán, alguacil mayor de Sevilla; don Pedro Ponce de León, señor de Marchena, los cuales andaban fugitivos de Sevilla y estaban en Llerena con el maestre don Gon­zalo. Éste salió de Alburquerque con los referidos caballeros, llevando con­sigo hasta quinientos caballos escogidos, con los cuales entró en socorro de su patria Córdoba, amenazada por la indignación del rey don Pedro,

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que como dice don Pedro López de Ayala en su Crónica, deseaba en todas maneras, que los moros cobrasen la ciudad y la destruyesen.

Es esta la primera mención que se hace de la confederación de los reyes de Castilla y de Granada para arrasar Córdoba, pero volviendo al relato de Ruano, éste prosigue:

«Para este fin tan glorioso juntó en Sevilla 15.000 caballos y 6.000 infantes, y habiendo prometido al Rey de Granada el dominio de Córdo­ba, vino el granadino con 7.000 caballos y 80.000 peones, de los cuales era los 12.000 ballesteros».

El deán Mazas en su conocido Retrato al natural de la Ciudad y térmi­no de Jáen, no obstante su nunca bien alabado criticismo, comenta:

«¡Que espectáculo tan extraño ver dos Reyes opuestos en Religión y en intereses unidos para combatir a Córdoba, que también se habia re­belado! ¡Que furias y amenazas las de aquel Rey que juró que si se apode­raba de aquella ciudad la habia de quemar y arar! Aqui se concertó que el Moro hiciese entradas por Jaén y causase cuantos daños pudiese en su tierra, como lo hizo...».

Córdoba

Tomamos el relato del asalto a Córdoba del propio Ruano que a su vez se inspiró, como no podía ser menos, en la Crónica de Ayala.

«Sitiaron ambos Reyes a Córdoba colocando sus Reales sobre los Vi­sos, cerca del Campo de la Verdad, a donde los caballeros despacharon al Rey D. Pedro sus diputados diciendo, que como entrase con solos los cristianos de su exercito, estaban prontísimos a recibirle por su Rey natu­ral; pero que los moros no habian de entrar en Córdoba. La respuesta del Rey fué muy cruda, y llena de amenazas: entretanto los moros con un Principe llamado A benfulos, que después fué Rey de Marruecos, com­batieron y ganaron el castillo del puente, y pasando al Alcázar viejo lo combatieron tan reciamente, que lo tomaron, abriendo seis portillos en los muros, donde algunas compañías enarbolaron sus estandartes, medias lunas y pendones. Toda la ciudad estaba ya consternada, las campanas de todos los Templos tocaban a rogativa, los Clérigos, y Religiosos en las Iglesias rogaban humildemente a Dios, que defendiese la Ciudad de tan poderosos enemigos. Los defensores cuasi desconfiaban de poderla man­tener contra fuerzas tan formidables, cuando las Señoras, y las Matro­nas, clamando a Dios, y a los caballeros, corrían por las Calles a los Templos, suplicando, que no dexasen entrar los moros en la ciudad, o per­diesen la vida todos en defensa de su Patria, y de la Religión».

Entonces animados, y sacando fuerzas de flaqueza, encomendaron to­da la acción a don Alonso Fernández de Córdoba, señor de Montemayor,

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por su oficio de Adelantado Mayor de la Frontera. Dicen que cuando pasa­ba armado por la Catedral, le salió al encuentro su madre doña Aldonza López de Haro, diciéndole que tenía entendido que quería entregar la ciu­dad a los moros, pero que debía acordarse que en su linaje de Haro, no había habido jamás traidor alguno.

Don Alonso desmontándose del caballo le besó la mano con gran reve­rencia, diciendo: «Señora, al Campo vamos, y allí se verá la verdad». El efecto fue que, no solamente fueron echados los moros de todo cuanto ha­bían conquistado dentro de Córdoba, sino también llevándolos a lanzadas por el Puente, se recuperó el castillo de la entrada; y habiendo pasado toda la tropa con todos los caballeros referidos, mandó el Adelantado que se cor­tasen dos Arcos del Puente, dando facultad antes a todos los que quisiesen volver a la ciudad que lo executasen; porque los que quedaban con él no tenían otro remedio que vencer o morir. Todos permanecieron constantes, sin que quedasen otros, que los que señaló el Adelantado para guarnición del Puente, y de su puerta.

«Diose la batalla con tanto ardimiento, que fueron derrotados am­bos exercitos, tomando sus bagajes, tiendas y riquisimos despojos, y si­guiéndoles los alcances hasta buena distancia...».

Fracasada la acción y después de nuevas intentonas, se separaron los reyes; don Pedro se volvió a Sevilla y el rey moro se dirigió a Jaén.

Jaén

Allí —Ximénez Patón y Ordóñez de Ceballos— sucedió que por algu­nos presumidos disgustos, un tirano llamado Pero Gil, señor de una torre junto a Úbeda... por enemistad que con algún noble ciudadano de Úbeda, tuvo, se pasó al rey de Granada, y le descubrió por dónde y cómo podía tomar a Jaén, y apoderarse de su reino, el cual vino con él, y asaltando una noche la ciudad, entrándose de repente en ella le pusieron fuego, y lo pri­mero a la Casa del Consistorio donde estaban los archivos de sus inmuni­dades y privilegios, dados por los reyes haciendo y premiando sus servicios, y así los consumió el fuego.

«Cosa fué esta que puso a esta ciudad en cuidado, más recogiéndose a la fortaleza y a otros pueblos del Reino los convocaron, y también con brevedad, y animo inimitable deseosos de vengar la traición del tirano, y osadia del moro, como lo hicieron dentro de pocos dias, entrando por la tierra del granadino, y haciendo notable daño en su hacienda y gente, de suerte que en breve espacio renovaron las casas quemadas y enrique­cieron las robadas con los opimos despojos».

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Pero, los sucesos, no sucedieron así, tan simplemente, es suficiente leer la Crónica de Ayala, para comprender la gravedad de la situación en Jaén:

«E después otra vez tornó el Rey de Granada con mui gran poder, e fué para Jaén; e desque llegó a la Cibdad los que estaban dentro salie­ron a pelear en las Barreras con los Moros, e ovieronse de retraher a la Cibad; e los moros entraron en pos de ellos en las Barreras, e cobraron la Cibdad toda en su poder. E los Cristianos que pudieron, acogiéronse al Alcázar de la dicha Cibdad; e los otros fueron muertos e cativos. E aun después los Moros cercaron el Alcázar, e los Christianos no tenian vian­das ningunas para tantos ornes como alli se acogieron; e desque se vieron en tal afincamiento que del todo eran perdidos, ficieron su pleitesía de dar al Rey de Granada cierta cuantía de doblas, e que los descercase; e de esto dieron en arehenes personas ciertas. E los Moros pusieron fuego a toda la Cibdad, e las Iglesias, e derribaron las puertas mayores de la Cibdad e gran parte de los Muros, donde fué estragada, e rescibió mucho daño e grand deshonrra la dicha Cibdad de Jaén, que es una de las mejo­res de aquella tierra, do siempre ovo mui buenos guerreros».

Úbeda

Volviéronse a ver ambos reyes después de la toma de Jaén y, separados nuevamente, volvió el granadino a Jaén y puso cerco a Úbeda «ansi porque en este tiempo no estaba bien cercada y tenia la voz del Rey don Enrique, como por llevar en su compañía a Pero Gil, Señor de la Torre de Pero Gil que seguía la parte del Rey Don Pedro y estaba enmistado con los de aque­lla ciudad por haberle echado della (bueno será recordar que el nombre de Pero Gil era el que daban los partidarios de don Enrique y éste mismo al rey don Pedro, y a sus amigos “ emperegilados” , y que aunque los privile­gios de Enrique II mencionan siempre al rey de Granada en esta campaña, acompañado de Pero Gil, esto es sólo simbólico, ya que el rey don Pedro a la sazón estaba en Sevilla)».

«El ejército de los moros asaltó la ciudad y no siendo poderosos los que ella había a resistirlo, fué entrada, saqueada y quemada por los mo­ros, y los cristianos recogiéronse en el Alcázar, donde se escaparan defen­diéndose en él con mucho valor».

Se repite en el asedio de Úbeda las mismas circunstancias que en Jaén. La única diferencia estriba en que los ubetenses prevenidos por los sucesos de Jaén, lograron fortificar el Alcázar y resistir en él.

Andújar

Después de haber saqueado los moros las ciudades de Jaén y Úbeda, soberbios con estas victorias, pusieron cerco a la ciudad de Andújar, la cual fue defendida por muchos caballeros que cita Argote.

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Baeza

También sitiaron Baeza, «que en este tiempo era lugar de mil vecinos y el Alcázar della muy fuerte, y dándoles el asalto por la parte de una torre principal della, le fui defendida por Rui Fernandez de Fuenmayor, caballe­ro principal de aquella ciudad, y caudillo de los escuderos della, que al tiempo que los moros tenían puestas las escalas, y uno de los caudillos principales del Rey de Granada estaba dentro, acudió a su socorro con los hombres de su compañía, y matando por su mano al caudillo de los moros, la defen­dió la torre con muerte de muchos caballeros dellos, forzando al Rey de Granada a dejar aquella ciudad con grave perdida de su ejercito».

Cambil y Alabar

No cita Argote la toma de Cambil y Alabar por el Rey de Granada, que quizá por su situación geográfica fueran las primeras que conquistara sien­do además llave de la entrada a Jaén. Lo cierto es que las tomó y se conser­varon como adelantadas del Reino de Granada hasta su definitiva conquista por los Reyes Católicos.

RECOMPENSAS DEL REY ENRIQUE II A SUS DEFENSORES

Si como dice Suárez Fernández, nuestra información sobre estas cues­tiones es por completo insuficiente, no ocurre lo mismo con las recompen­sas que haciendo honor a su título de «Enrique el de las Mercedes» concedió Enrique II a las ciudades atacadas y a sus defensores.

Centrando nuestro relato al Reino de Jaén, en pleno sitio de Toledo, y en vida de Pedro I, decía el Rey Enrique en 6 días de enero de 1369 (ver­sión modernizada del deán Mazas).

«...Por cuanto el traidor, herege, tirano de Pero Gil hizo estruir la ciudad con los moros, que la entraron y quemaron toda, y mataron mu­chos de los vecinos de ella, y robaron cuanto en ella hallaron, por la cual razón somos Nos y seremos siempre muy tenudos de facer merced e gran­des mercedes a todos los vecinos e moaradores de dicha ciudad de Jaén, en tal manera que todo el mal e daño que por nuestro servicio recibieron les sea bien enmendado; y para el nuestro servicio, y porque los vecinos y moradores de ella sean ricos y abastados de todo; y otrosí por cuanto la dicha ciudad está muy cerca de los moros enemigos de la fe... Por tanto la concede el privilegio de toda esencion de pechos y tributos».

Argote inserta íntegro el privilegio concedido a Úbeda que en parte per­tinente dice:

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«Don Enrique... Bien sabedes, en como el traydor, hereje, tyrano, de Pero Gil fizo estruir la ciudad de Ubeda con los moros, e la entraron, e quemaron e estruyeron toda, e mataron muchos de los vecinos de la di­cha ciudad e moradores della, e robaron, e lievaron, quanto en ella falla­ron. Por lo cual razón somos Nos, e seremos siempre muy tenudos, de facer muchas y grandes mercedes a todos los vecinos y moradores de la dicha ciudad, en tal manera, que todo el mal y daño que por nuestro ser­vicio recibieron les sea enmendado. E agora Nos por grande voluntad que avernos, que la dicha ciudad se pueble mejor para nuestro servicio, e por­que los vecinos y moradores della sean ricos y abastados, e otrosí, por quanto la dicha ciudad esta muy carca, e muy frontera de los moros, ene­migos de la Fee.

»Se les concede que sean quitos e franqueados para siempre jamas de no pagar pechos, ni monedas, ni servicios, ni fosado, ni fosadera, ni martiniega, ni marcagda, e que no paguen nada de los tributos por las cosas que comprasen o vendiesen por todas las partes de los Reinos, asi por tierra como por mar».

Se dio este privilegio en el Real sobre Toledo en 11 de febrero del mis­mo año. Contribuyó, además, el rey a la reconstrucción de las murallas de la ciudad, refiriendo a esto una partida contenida en «Un cuaderno de cuen­tas de Enrique II, 1380», publicado en «Hispania» por Valdeón Baraque:

«Otrosí.—an de dar cuenta Martin Alfonso de Arquellada e Pero San- ches de Berrio, obreros de las labores de Ubeda, de los maravedís que le fueron alcanzados de las dichas labores e de otros recabdos que ovieren de mostrar».

En cuanto a los caudillos de la defensa, conocemos las mercedes he­chas a Men Rodríguez de Benavides por su actuación en los Alcázares de Jaén y Úbeda, y a Pero Ruiz de Torres por igual motivo.

La de Men Rodríguez de Benavides fue la donación por juro de here­dad de la villa de Santisteban del Puerto con todas sus pertenencias y co­marca, por estos términos:

«...Por conocer de vos Men Rodríguez de Benavides, nuestro vasallo e Caudillo Mayot del Obispado (de Jaén) cuanta lealtad en vos fallamos de fianza que en vos fecimos, e por quanto afas oviestes e aviades tomado para nuestro servicio. E otrosí por cuanto defendesteis de los moros los castillos de Jaén y el alcazar de Ubeda, e lo guardades para nuestro servi­cio. E porque vos acertastes en Córdoba cuando vinieron hi, Pero Gil y el Rey de Granada e la aiudastes a defenderla para nuestro servicio. E otrosí poque vos acaecistes con ñusco en la batalla que oviemos cerca de Mon-

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del con el dicho Pero Gil y con los moros, y los vencimos con la ayuda de Dios...».

No fue de menos importancia la merced concedida a Pero Ruiz de Torres.

«Por cuanto afan e trabajo avedes pasado por nuestro servicio, espe­cialmente en defendimiento de los nuestros alcázares de Jaén y Ubeda con­tra los enemigos de la fe, en tiempo cuando los dichos lugares fueron estruidos».

(Le dá para siempre jamas todas las tiendas que son en la ciudad de Jaén, asi de tenderos como de traperos, especieros, revenddedores, espar­teros, herreros y zapateros y en general todas las tiendas que le pertene­cen, con la renta del Almocatracia, e con el portazgo de Mengibar y el de la Torre del Campo, con lo que cimentó la gran pospéridad de la casa de Torres en Jaén).

Mencionan los historiadores locales como defensores de los Alcázares de Úbeda y de Baeza a Andrés Fernández Salido y a Rui Fernández de Fuen- mayor.

La mención al defensor del Alcázar de Úbeda, Andrés Fernández Sali­do, consta en la obra de Trillo Figueroa, «Memorias de los Cerones», ma­nuscrito de la Real Academia de la Historia, folio 222, nota 16.

«Sellado con sus armas pendientes y firmado de Juan de Moles, Juan Sánchez de Quesada, Fernán Ruiz y Rui Martínez. Alcaldes y de otros del Ayuntamiento (de Úbeda) por ante Gil de Mirez su escribano a 29 de ju­nio del año 1394, que viene a ser después del suceso 26 años y dice asi de Andrés Fernández Salido en una de sus cláusulas:“ En el mayor peligro veniste con vuestra mujer e vuestros hijos en vues­tra compañía (al) Alcázar de esta dicha ciudad de Ubeda, pasaste muy gran peligro en la venida y en la entrada y en la guerra que tuvimos con los moros e con los malos cristianos y esto fué grande e señalado servicio al Rey e a nosotros” ».

(Andrés Fernández Salido, era cuñado de Rui Fernández de Fuenma- yor, héroe de Baeza por estar casado con su hermana Milla Fernández).

Rui Fernández de Fuenmayor no alcanzó ninguna recompensa real, o al menos no ha llegado a nuestra noticia, ni la cita Trillo en su obra.

Su única y mejor recompensa fue pasar con su carácter de héroe legen­dario al Romancero, cantando el pueblo.

«Cercada tiene a Baeza ese arraez Andalla Mir

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con ochenta mil peones, caballeros cinco mil. con él vá ese traidor el traidor de Pero Gil. el Rey moro Mohamed mandó tocar su añafil. por la puerta de Bedmar la empieza de combatir Ponen escalas al muro comiénzale a conquerir ganada tiene una torre non le pueden resistir cuando de la de Calonge escuderos vi salir,Rui Fernandez va delante aquel caballero ardil, arremte con Audalla comienza de le ferir cortado le ha la cabeza los demás dan a fuir».

SUCESOS POSTERIORES A LA MUERTE DEL DON PEDRO EN MON- TIEL.—ESPECIAL REFERENCIA AL ANDALUCÍA CON LOS ROBOS DE GANADO EN LA COMARCA DE ÚBEDA

Suárez Fernández dedica su trabajo Política internacional de Enrique II, publicado en «Hispania», 1955, números 58 y 59, páginas 66 a 129, a histo­riar el cerco puesto a Castilla en los comienzos del reinado de Enrique II, y nos dice que la muerte de Pedro I en Montiel el día 22 de marzo de 1369 ̂lejos de ser la solución definitiva de la guerra vino a agravar la tensa situa­ción creada por la ambición de los reyes comarcanos, teniendo que dedicar toda su actividad y todos sus esfuerzos a resolver esta situación, lo que fue logrando a través de no pocas vicisitudes como detalladamente expone en su trabajo.

En la frontera de Jaén, el peso de sostener la frontera recaía como siem­pre en los caudillos locales y en las propias ciudades, villas y pueblos, pues bastante tenía el nuevo monarca con atajar los otros peligros que se le ve­nían encima por parte de Portugal, Aragón y Navarra.

El principal problema en Jaén era el de la reconstrucción y ésta, si ha­cemos caso a Ordóñez de Ceballos-Ximénez Patón, se llevó a cabo, no sólo restañando las heridas, sino atacando a las fuerzas granadinas, por enton­ces inactivas.

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Dice así este párrafo, que ahora cobra especial relevancia:

«...deseosos de vengar la traición del tirano, y envidia del moro, co­mo lo hicieron dentro de pocos dias, entrando por la tierra del granadino y haciendo notable daño en su hacienda y gente, de suerte que en breve espacio renovaron las casas quemadas y enriquecieron las robadas con los opimos despojos».

Y tiene más valor para nosotros este párrafo, por cuanto estas represa­lias en tierra granadina son desconocidas por Argote y por los historiadores generales, y tuvieron lugar en Jaén y en la comarca de Úbeda.

De su certeza, tenemos una prueba en dos cartas del Rey de Granada.

CARTAS DEL REY DE GRANADA AL MAESTRE DE CALATRAVA Y AL PROPIO REY DON ENRIQUE SOBRE LOS ROBOS

A Suárez Fernández en su citado trabajo debemos el conocimiento de la existencia de estas cartas archivadas en el Archivo General de Simancas en un legajo dedicado a las negociaciones con Francia, y con las que nada tienen que ver (K. 1.710).

Su contenido, totalmente ignorado por los historiadores del Santo Rei­no, es tan interesante como desconcertante, suscitando serios problemas de interpretación de los hechos a que se refieren y a sus fechas.

Son estas:

1369, diciembre 12. Granada.

Carta de Muhammad V al maestre de Calatrava explicando cómo, por sus ruegos, había mandado restituir el ganado tomado en la entrada de Úbeda.

«Don Mahomad, fijo de nuestro señor Abulhagig, fijo de nuestro se­ñor Ysmeel, fijo de Nagar, por la gracia de Dios rey de [Granada] e de Malaga e de Almaria e de Guadiex e de Ronda e de Basca e de Gibraltar e de todos los sus términos, al [muy onjrrado cavallero don Pedro Moñis, maestre de Calatrava, adelantado mayor de la frontera, salud como aquel para quien querríamos [diese] Dios mucha onrra e buena ventura. Faze- mosvos saber que vimos la vuestra carta que nos enbiastes con Ali Elemin e [roto] la creencia de vuestra parte. E a lo que nos enbiastes dezir en ra­zón del ganado, ya vos lo enbiamos dezir por [roto] es que era todo torna­do e sy alguno dello quedo por tornar fue por lo que fue levado a los moros antes que [el dicho] ganado fuese traydo. E nos avernos fecho justicia e escarmiento e muertes de ornes por que se atrevieron [a esto] segunt que sabe todo el mundo. E ya fue fablado que se tomase el ganado que tiene

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el adelantado [falta] de los moros e que lo diesen a los dueños del ganado que les ende menguo, e sy alguna demanda tenia el [dicho] adelantado que la mostrase e darle aquí complimiento de todo lo suyo. E sabed, maestre que sy sobrello prendas se fazen [que ello] que sera movimiento e daño para las dos partes, e non tienen razón nin derecho para ge lo fazer. E nos sobre [lo dicho] enviamos una nuestra carta para el rey nuestro ami­go, rogamosvos que ge la enbiedes con un vuestro orne e [traiga] la res­puesta. E otrosí maestre, en fecho de Algezira ya lo avernos dicho otras vezes que quando alguno [roto] mes e foblare en ello el que toviere razón e derecho de la aver que finque por suya. Fecha en la nuestra [Casa de] Granada doze dias de deziembre. [Firma autógrafa en árabe].»[En la carpeta:] Por el rey de Granada, mucho onrrado cavallero don Pedro Muñiz, maestre de Calatrava, adelantado mayor de la frontera».

A.G.S., Estado, Francia, K-1710, fol. 4. Original en papel.

Carta de Muhammad V a Enrique II solicitando que no sean hechas represalias sobre los moros por haberse devuelto las presas hechas en Úbeda.

Rey amigo, nos don Mahomad, por la gracia de Dios rey de Grana­da, vos enbiamos mucho a saludar como aquel para quien quememos que Dios diese tanta vida e salud e onrra quanta vos mesmo querriades. Rey amigo, Fazemosvos saber que el maestre de Calatrava nos ha escrivido por piega de vezes sobre los ganados que fueron tomados por los moros de los términos de Ubeda e de aquella comarca, e nos ha enviado dezir que vos que enviastes mandar que sy non tornasen los moros lo que avian fincado de tornar de los dichos ganados, que fiziesen prenda por ello. Rey amigo, sabed que lo que sufrieron las nuestras gentes de Basca e de los otros lugares de aquellas comarcas que seria muy largo de contar, e las defendimos todavía que se non moviesen a fazer ninguna cosa, e non vos lo quisymos fazer saber en esa sazón por la grand priesa que teniades con aquellas gentes, vuestros contrarios. E nos aviendogelo defendido, mo­viéronse algunos males e entraron a fazer aquellas prendas e troxieron aque­llos ganados que fueron fasta unas veynte mili cabegas de ganado e tornáronse dellas las diez e syete mili, detovyeron en sy lo otro en lugar de lo que a ellos fue levado. E nos fezimos buscar por los malos que esto se atrevieron fazer a todos quantos pudieron ser ávidos fezimos luego matar porque fuesen escarmiento para otros que se non atrevan a fazer otro tal. E, rey amigo, bien sabedes que siempre vos guardamos la vuestra verdat e amistad que con vos tenemos mas que todos los otros reyes vezinos, esto queriendo e amando la vuestra onrra e porque la nuestra amistad fuese siempre adelante, e si agora se mueven a fazer prendas, pornan movimiento en la tierra de amas partes e sera grant daño a las gentes e faran en ello syn-razon ca non tienen porque lo fazer. E sy queredes saber que es asy,

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fazed que venga a aquellas comarcas uno de vuestros vasallos que man­tenga derecho e verdat a las dos partes e enbiaremos otro de los nuestros e igualaran estos fechos e quitarse a este enojo e roydo a vos, e guardarse a la nuestra verdat que entre vos e nos es puesta e firmada. Fecha en la nuestra Casa de Granada, doze dias de deziembre. [Firma autógrafa en árabe].

A. G. S., Estado, Francia, K-1710, fol. 3. Original en papel.

De una atenta lectura se desprende que:

1. ° Los castellanos de Úbeda habían hecho un robo de ganado a los moros en fecha que desconocemos, pero evidentemente posterior al terrible asedio de Úbeda por el rey granadino serían unas tres mil cabezas de gana­do mayor y menor.

2 . ° Con posterioridad a este ro to , entraron los moros en la comarca de Úbeda y se llevaron «en prenda» hasta veinte mil cabezas de ganado.

3 . ° Sabido esto por el rey granadino ordenó la devolución de dieci­siete mil cabezas, reteniendo tres mil Dor compensación con las anterior­mente robadas.

4 . ° El Rey Mohamad hizo buscar a «los malos» que habían hecho el robo e hizo matar a los que encontró «porque fuera escarmiento para otros que se non atrevan a facer otro tal».

5 . ° Que el maestre de Calatrava pidió al granadino prendas sobre lo ocurrido, es decir sobre la devolución de las tres mil cabezas de diferencia.

6 . ° El rey no quería hacerlo, pues sería movimiento y daño para las partes, «e non tienen razón nin derecho para ge lo hacer».

7. ° Para concluir con estas disensiones propone a don Enrique que mande un vasallo que mantenga derecho y verdad a los dos partes y que él enviaría otro para igualar los hechcs.

Esta es la relación de los hechos por parte del rey de Granada; relación que suponemos sería cierta, pero que nos suscita varias cuestiones:

Primera.—Fecha de los robos

Podemos admitir como hipótesis de trabajo la formulada por el pro­pio rey de Granada. Los castellanos de Úbeda, después del asalto a la ciu­dad, realizan una rafia en territorio grrnadino y roban tres mil cabezas de ganado, hecho frecuente en ambos lacos en esta frontera.

Apoya esta tesis el párrafo transcrú o de Ordóñez de Ceballos-Ximénez

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Patón sobre las inmediatas represalias de los cristianos y su irrupción en territorio enemigo.

Pero para que esta hipótesis sea cierta, habrá que partir de otra hipóte­sis anterior; que en el asalto de Úbeda, los moros no pudieron capturar el ganado, porque éste no estaba en los campos de la ciudad.

Ello sería posible por dos razones: la primera que al darse el asalto a Úbeda con posterioridad al de Jaén pudieron los ubetenses poner a buen recaudo, si no todo, sí parte de su ganado, o que, y es lo más probable que este ganado se hallase pastando en los campos de Montiel, como por otros documentos vemos que era práctica constante en la Úbeda del siglo XV.

Claro que también pudo suceder que los ubetenses, al igual que hicie­ran los giennenses, logran pactar con el rey moro el rescate de sus pertenen­cias mediante el pago de una suma de dinero.

Lo que es totalmente improbable es que los granadinos robasen la cam­piña de Úbeda cuando el asalto a la ciudad y se llevasen el ganado, y que un año después pudieran robar veinte mil cabezas nuevas y distintas.

Segunda.—En cuanto a los propios robos

Si la expoliación y robo a la comarca de Úbeda de las veinte mil cabe­zas de ganado fue reprobada por el rey granadino, hasta el punto que hizo matar a sus autores, ¿cómo afirma que la restitución sólo se había hecho de diecisiete mil cabezas, pues las restantes eran en represalia de las roba­das por los ubetenses?

¿No será más cierto que la expedición se hizo por su mandato y que en vista de la reclamación del maestre y de los secretos tratos que se verifi­caban para establecer la paz, optó por esta más fácil solución que sólo tenía el defecto de poca monta de dejar en entredicho a sus capitanes?

No podemos saberlo; la complejidad de las relaciones entre moros y cristianos en la frontera, los frecuentes robos de uno y otro lado, los tratos comerciales unas veces descarados y otras encubiertos, por lo que en cada caso uno u otro tenía razón en sus reclamaciones, nos impide profundizar más en esta cuestión, que gracias al trabajo del profesor Suárez Fernández conocemos y hemos intentado explicar desde un punto de vista meramente razonable.

LAS TREGUAS DE 1370

Los robos relatados y sus consecuencias pertenecen al año de 1369. Las treguas se pactaron en 1370 y supusieron, en frase del profesor Suárez Fer-

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nández, la ruptura por el Sur del cerco puesto a Castilla. Entraron en vigo el día de San Juan de este año de 1370. Las concertaron en nombre de Enri­que II los maestres de Calatrava y de Santiago.

Era maestre de Calatrava Pero Muñiz de Godoy que ya ostentara esta dignidad en el campo de don Enrique, mientras que por don Pedro lo era Martín López de Córdoba.

Militando junto a su rey don Enrique fue hecho prisionero por los in­gleses en la batalla de Nájera, lo que le permitió salvar su vida, si bien a costa de crecido rescate. Fue elegido nuevamente maestre en 1369, toman­do posesión en el convento de Calatrava y siguiendo a su rey en el sitio al Alcázar de Carmona donde se encontraba el otro maestre, custodiando los tesoros del rey don Pedro y a dos de sus hijos. Gobernó la Orden hasta el año de 1384 en que fue electo maestre de Santiago en recompensa de sus servicios, pues, como dice Rades de Andrade, era a la sazón Orden más ri­ca Santiago que Calatrava. Asistió a la batalla de Aljubarrota y murió en pelea con los portugueses un año después cerca de Valverde.

Era maestre de Santiago, también en el partido de don Enrique, Gon­zalo Messía, a la vez que García Álvarez de Toledo lo era por don Pedro. Renunció al Maestrazgo por orden de don Enrique en 1366, en plena cam­paña dinástica obteniendo en cambio el Señorío de Valdecorneja. Siguió el maestre Messía siempre las banderas de don Enrique y murió en 1371.

El rey distinguió a ambos con gran afecto. A Pero Muñiz le recompen­só en 1371 nombrándole Adelantado Mayor de la Frontera, cargo que ya venía desempeñando de hecho, y a Gonzalo Messía le recordó al conceder en junio de 1371 el Señorío del Viso, en Carmona a su viuda doña Elvira. A pesar de la oposición de la ciudad se lo confirmó a su hija doña Isabel que continuaba con pendencias con Carmona en 1385.

Era esta donación continuación de la ya dada en la cerca de Montiel de Villanueva, cerca de Alcaraz.

«Porque vos el dicho maestre vos acertastes con ñusco en esta pelea que ovimos agora cerca de Montiel cuando vencimos y desbaratamos aquel inicuo tirano que se llamaba Rey».

Los Maestres llevaron sigilosamente los tratos para la paz; mas simul­táneamente el rey don Enrique hacía su propaganda y cuidaba de mantener la esperanza de sus súbditos, y así escribía a la ciudad de Murcia desde Me­dina del Campo en 6 de abril de 1370.

«...Sabed que Nos, y la Reyna, los infantes, estamos buenos y ale­gres, loado el nombre de Dios, Y tenemos acordado de irnos luego para

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la frontera, y de estar allá todo el verano, por conquistar a los m oros, y hacerlos todo el mal y castigo que pupueramos; y será tal, según confia­m os en D ios, que ellos estarán presto bien arrepisos de la guerra co­m enzada».

Estos figurados propósitos de guerra a los moros, destacan más en es­ta segunda carta a la misma ciudad:

«H acem os os saber, que vim os vuestra carta, y a lo que nos envias­teis a decir que en Origuela se había pregonado por m andado del Rey de A ragón, que era puesta y firmada paz por cinco años entre el Rey de A ra­gón y los Reyes de Benamerin y Granada, sabe, y sed bien ciertos que es­tas las paces poco durarán, porque nuestros tratos con el Rey de Aragón están en tan buen punto, que vendremos fácilm ente en conform idad, y que se hará todo de la manera que cumpla a nuestro servicio y a honra de nuestros R eynos».

Se ve claro que el rey jugaba a varias bandas; por un lado seguía los preparativos de guerra contra Granada y por eso afirmaba que las paces durarían poco en lo que pudieran afectar a sus reinos, mas finalmente, el rey podía anunciar jubiloso en 10 de junio:

«H acem os os saber, que viernes postrera dia del mes de mayo que agorá pasó, se negociaron las paces en N os y el Rey de Benamerin y el de Granada por ocho años».

Y a estas paces se refiere el último documento moro publicado por Suá- rez Fernández.

De nos don Mahomad fijo de nuestro señor Ysmael fijo de Nagar, por la gracia de Dios rey de Granada e de Malaga e de Almario e de Gua- diex e de Ronda e de Basga e de Algezira e de Gibraltar e de todos los sus términos, por fazer plazer e levr la paz e amistad buena e verdadera con el noble e esclaregido nuestro amigo don Enrrique, rey de Castiella, somos plazentero que Manrigo de Espinosa nuestro servidor e otro algu­no por nos que le de a el e a otro alguno por el ginco mili doblas de oro en cada año destos dos años que en uno fezimos paz nuevamente. E estas dichas ginco mili doblas que se den por los tergios de cada año los quales dichos dos años de la dicha paz se comengaran desde el primero dia del mes de junio primero que verna que sera de la Era christianega de mili e quatrogientos e diez e seys años fasta que sean complidos los dichos dos años segunt se contiene en la carta de la paz. E porque esto sea firme e valedero pusimos en esta carta letra de nuestra mano e mandárnosla sellar con el nuestro sello. Fecha diez dias de febrero de la Era christianega de mili e quatrogientos e diez e seys años [Firma en árabe],

A . G. S ., Estado, Francia, K-1710, fo l. 6. Original en papel.

DOS CARTAS DEL REY MAHOMAD V DE GRANADA 59

El tratado, en opinión de Suárez Fernández, fue en general bien cum­plido; opinión confirmada con el texto de Argote que no menciona acción alguna de guerra en estos años, pero es de aclarar que muertos en el mismo año los dos reyes, habiendo tenido paz y tregua toda su vida, los moros de la Frontera hicieron una sangrienta entrada en tierra de Quesada, ha­ciendo muchos y prisioneros (uno, el futuro condestable de Castilla don Rui Fópez Dávalos que así pasó su juventud entre moros).

Mohamed Guadix, luego que sucedió en el trono efectivamente a su padre hizo devolver los cautivos y presas que se habían hecho en la rota de Guadix.