Doreen Massey - Espacio, Lugar y Género

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Espacio, lugar y genero

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  • Espacio, lugar y gnero

    Doreen Massey1

    R

    ecuerdo con toda claridad un espectculo que sola impresio-

    narme mucho cuando tena nueve o diez aos . Yo viva enton-

    ces a las afueras de Manchester, e "ir a la ciudad" era un suceso

    de considerable importancia; tardbamos ms de media hora en llegar,

    y viajbamos en la parte superior de un mnibus de dos pisos . En el

    trayecto cruzbamos el anchuroso valle llano del Ro Mersey; la memo-

    ria me trae a la mente hmedos campos lodosos que se diluan en una

    distancia fra y brumosa . Toda esa planicie, la extensin entera de

    Manchester, se divida en campos de futbol y de rugby. Y los sbados,

    que era cuando bamos a la ciudad, esa vasta regin se cubra hasta

    donde alcanzaba la vista de cientos de personas pequeitas que corran

    por todos lados persiguiendo balones . (Desde lo alto del camin la es-

    cena semejaba una inmensa pintura animada de Lowry, slo que la gente

    menuda apareca en colores mucho ms brillantes que los que Lowry

    usaba, y tena las piernas rojas y fras .)

    Recuerdo todo esto con gran nitidez. Tambin recuerdo que a la

    niita perpleja y pensativa que yo era le sorprenda intensamente que

    ese enorme trecho de la planicie de inundacin hubiera sido entregado

    enteramente a los muchachos .

    Yo no iba a esos campos de juego ; parecan estarme vedados,

    tratarse de otro mundo. (Hoy en da, con mejor temple y cierta con-

    ciencia de ser una invasora de espacios, me encanta ir a los campos de

    futbol y permanecer largamente en ellos .) Sin embargo, haba otros

    lugares a los que s poda ir y de los que senta, no obstante, que no

    me pertenecan o, al menos, que haban sido diseados para hacerme

    experimentar, sin lugar a dudas, mi subordinacin previamente esti-

    1 Texto tomado del libro Space, Place and Gender de Doreen Massey publicado en

    Polity Press, Cambridge, 1994 .

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    pulada; ese era, cuando menos, el efecto que sobre m ejercan . Me

    acuerdo por ejemplo de que, siendo todava una adolescente, estuve

    en una Galera de Arte (as, con G mayscula y A mayscula) en cier-

    ta ciudad del otro lado del Canal de la Mancha . Me encontraba va-

    gando por "el Continente" con dos jvenes varones . Ese templo de la

    Alta Cultura, que era uno de los Lugares A Visitar, estaba repleto de

    pinturas, muchas de las cuales eran de mujeres desnudas . Eran retra-

    tos de mujeres desnudas pintados por hombres, es decir, de mujeres

    vistas a travs de los ojos de hombres . Ah estaba yo con esos dos

    amigos que miraban esas pinturas de mujeres vistas a travs de los

    ojos de hombres, y lo que yo miraba era a mis dos jvenes amigos

    mirando retratos de mujeres desnudas vistas a travs de los ojos de

    hombres. Me sent cosificada . Este era un "espacio" que me deca con-

    tundentemente algo ignominioso sobre lo que la Alta Cultura pensa-

    ba que era mi lugar en la Sociedad. El efecto que sobre m tena estar

    en este espacio/lugar era muy diferente del que tena sobre mis ami-

    gos. (Despus iramos a un caf y lo discutiramos . Yo perd la discu-

    sin, en gran medida debido a que estaba siendo "tonta" . Para enton-

    ces no haba yo ledo a Griselda Pollock, ni a Janet Wolff, ni a Whitney

    Chadwick . .. posiblemente yo era realmente la nica persona que se

    senta tan a disgusto . . .)

    Podra mencionar muchos otros ejemplos por el estilo, y estoy se-

    gura de que tambin podra hacerlo cualquiera de ustedes, mujeres u

    hombres. Pero mi pretensin se limita a afirmar que espacio y lugar, los

    espacios y los lugares, as como el sentido que tenemos de ellos -junto

    con otros factores asociados, como nuestros grados de movilidad- se

    estructuran recurrentemente sobre la base del gnero? Ms an, se es-

    tructuran sobre la base del gnero en miles de maneras diferentes, que

    varan de cultura a cultura y a lo largo del tiempo . Y esta estructura-

    cin genrica de espacio y lugar' simultneamente refleja las maneras

    como el gnero se construye y entiende en nuestras sociedades, y tiene

    efectos sobre ellas .

    Cuando comenc a "hacer geografa", simplemente no se hablaba

    de estas cosas . Lo que deseo hacer en esta ocasin es dar un ejemplo de la

    2

    Laexpresin literal de la autora es "are gendered through and through" . N . de la T

    3 "This gendering of space and place . . .", en ingls . N. de la T.

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  • Doreen Massey

    forma como los problemas relacionados con el gnero empezaron a pe-

    netrar furtivamente en nuestro tema de estudio . Este ejemplo puede pa-

    recer demasiado terrenal, ya que se refiere a cuestiones empricas de de-

    sarrollo regional que actualmente tienen un lugar bien definido en el

    debate; sin embargo, todava pueden derivarse de l algunos aprendiza-

    jes interesantes .

    Mi ejemplo procede de estudios de empleo regional realizados en

    el Reino Unido . Nos remite a la descentralizacin regional del empleo

    que tuvo lugar en este pas entre mediados de la dcada de 1960 y prin-

    cipios de la de 1970 . Pero antes de entrar en materia conviene conocer

    algunos hechos. Fue se un periodo de gobierno predominantemente

    laborista, en el que Harold Wilson ocup el cargo de primer ministro. Se

    haban producido importantes prdidas de empleo en la minera de car-

    bn en el noreste de Inglaterra, en el sur de Gales y en el centro de Esco-

    cia. Esa era la gran poca de la poltica regional, durante la cual se ofre-

    cieron abundantes incentivos y alicientes destinados a lograr que las

    empresas invirtieran en las regiones donde la prdida de empleos estaba

    teniendo lugar . Y esa era tambin una poca de descentralizacin de los

    empleos de las reas de altas tasas de empleo del sureste y del oeste

    hacia esas otras regiones "norteas" de alto desempleo . La cuestin que

    preocupaba a muchas y muchos de nosotros en esa poca era cmo

    concatenar todos esos hechos. O, ms especficamente, cmo explicar la

    descentralizacin del empleo hacia las regiones del norte y del oeste .

    El debate transcurri a lo largo de diversas etapas . Cuando me-

    nos yo entiendo el proceso como una sucesin de etapas, aunque s

    que muchos protagonistas de lo que considero fueron las primeras

    etapas estarn en desacuerdo con ello . El cambio intelectual no es li-

    neal ni sencillo .

    As pues, durante la "primera etapa" estaban a la delantera del

    anlisis personas que manejaban computadoras y paquetes estadsti-

    cos, que correlacionaban el ritmo y las dimensiones de la descentraliza-

    cin del empleo con el ritmo y la distribucin de la poltica regional .

    Estas personas encontraban una alta correlacin entre los dos procesos,

    y deducan que ambos estaban causalmente relacionados, es decir, que

    la poltica regional era la causa directa de la descentralizacin del em-

    pleo (aunque, por supuesto, esto no era demostrado directamente por

    las estadsticas mismas) . De modo que, de acuerdo con esta lectura, la

    poltica regional haba resultado todo un xito .

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    Pero despus vino la segunda etapa . Se produjo a raz de ciertos

    rumores polticos de descontento por parte de sindicatos y de concejos

    locales dominados por varones, as como de las evidencias presentadas

    ante un subcomit parlamentario . Y es que, por lo que se empezaba a

    ver, los empleos no eran simplemente empleos; los empleos estaban

    influidos por el gnero .' Mientras que los trabajos que se haban perdido

    eran trabajos masculinos, los nuevos empleos que se ofrecan como parte

    de la ola de descentralizacin estaban siendo aprovechados principal-

    mente por mujeres . En el mbito de la academia se abri toda una lnea

    nueva de investigacin a partir de la pregunta de por qu esos empleos

    se estaban destinando a las mujeres . Las respuestas que se encontraron

    son bien conocidas en la actualidad . Las trabajadoras eran baratas ; es-

    taban preparadas para aceptar salarios bajos, como resultado de aos

    de negociacin en torno al "salario familiar" . Las mujeres estaban tam-

    bin ms dispuestas que los hombres a realizar trabajos de medio tiem-

    po, lo que a su vez era efecto de la divisin del trabajo vigente desde

    antiguo en la unidad domstica . Estos dos factores eran caractersticos

    de las relaciones entre hombres y mujeres, tanto en el hogar como en el

    mercado de trabajo en todo el pas . Pero haba algunas razones ms

    especficas, o cuando menos, ms importantes, en relacin con las re-

    giones particulares hacia las que se haba descentralizado el empleo .

    Por ejemplo, en esas regiones las mujeres tenan muy bajas tasas de

    organizacin laboral, como resultado de los muy bajos niveles de in-

    corporacin previa al empleo remunerado. Las tasas de actividad eco-

    nmica femenina que se haban registrado en esas regiones se encon-

    traban sin duda entre las ms bajas del pas . En otras palabras, estas

    mujeres se ajustaban perfectamente al tipo clsico de mano de obra "no

    calificada" o sin experiencia .

    Habindose desarrollado de esta manera la discusin, comenz a

    surgir una historia ligeramente ms compleja . Esta historia reconoca

    algunas diferencias en el interior del mercado de trabajo, ciertos

    constreimientos y especificidades de las mujeres en tanto empleadas

    potenciales y, en suma, las diferencias que haba entre mujeres y entre

    empleos para mujeres. Esta nueva manera de entender el problema

    condujo tambin a una nueva evaluacin de la efectividad de la polti-

    4 En ingls, "(the jobs) were gendered" . N . de la T.

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  • Doreen Massey

    ca regional . Se hizo evidente que era necesario disminuir la intensidad

    de las afirmaciones respecto de su xito . Se produjeron dos versiones

    de esta nueva evaluacin. Una de ellas, obviamente sexista, insista en

    que los nuevos empleos que se estaban abriendo en las regiones deban

    someterse a crtica por no ser "empleos reales", o por estar destinados

    "nicamente a las mujeres" . La otra versin, sin embargo, ms respeta-

    ble desde el punto de vista acadmico pero preocupante por sus impli-

    caciones, haca notar que el hecho de que los nuevos empleos fuesen

    para las mujeres era desafortunado, en el sentido de que, puesto que

    los trabajos femeninos estaban peor remunerados que los masculinos,

    el ingreso regional agregado era todava menor .

    Pero hubo todava una etapa ulterior en el desarrollo del debate :

    la tercera etapa . Porque mientras ms se pensaba en ello, ms compli-

    cada pareca la historia . Por ejemplo, por qu haba sido histricamen-

    te tan baja la tasa de actividad econmica de las mujeres en estas regio-

    nes? Esta pregunta planteaba de lleno el problema de las culturas de

    gnero locales . Muchas personas estudiosas de la geografa y la socio-

    loga haban reflexionado sobre el peso del trabajo domstico que im-

    plicaba ser esposa o madre de mineros . Tambin sealaban que la du-

    racin e irregularidad de los turnos de trabajo dificultaban a uno de los

    miembros de la pareja la bsqueda de un empleo remunerado fuera de

    casa. Se hicieron muchas investigaciones detalladas sobre la construc-

    cin de formas particulares de masculinidad en torno a trabajos tales

    como el de la minera. Y esas investigaciones, sumadas a otras, apunta-

    ban en conjunto hacia una explicacin ms profunda de las causas por

    las cuales la cultura en estas regiones tenda, en mayor medida que en

    la mayora del resto de las regiones del pas, a considerar al hombre

    como el proveedor y a las mujeres como amas de casa .

    En otras palabras, nos habamos estado desplazando a lo largo de

    una serie de enfoques : de no tomar en cuenta al gnero en absoluto,

    pasamos primero a mirar a las mujeres, y de ah a considerar los pape-

    les de gnero, a los hombres, y a las culturas genricas construidas lo-

    calmente. Esto nos dio todava otra versin diferente de lo que haba

    ocurrido, as como una evaluacin distinta de la poltica regional . La

    nueva historia era, otra vez, ms compleja y matizada . Harold Wilson

    haba llegado al poder en 1964 apoyado en un programa de moderni-

    zacin de la democracia social . Parte de ese programa se concentraba

    en la racionalizacin de viejas industrias tales como la de la extraccin

    del carbn. Sin embargo, contradictoriamente para l, la prdida de

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    empleos que result de esa racionalizacin tuvo lugar precisamente en

    las regiones que constituan su principal base geogrfica de poder : el

    noreste de Inglaterra, el sur de Gales y el centro de Escocia . Por tanto,

    para proceder a la reconstruccin de los antiguos sectores bsicos de

    esas regiones, era necesario tener como contraparte del plan una slida

    poltica regional. Si se contaba con ella, poda obtenerse el respaldo de

    los sindicatos obreros y de sus miembros . Sin embargo, fue el hecho

    mismo de que los hombres en esas regiones estuvieran volvindose

    superfluos lo que result decisivo para generar la disponibilidad de la

    fuerza de trabajo femenina . Y es que, por primera vez en dcadas, las

    mujeres fueron "liberadas" para el mercado de trabajo . Necesitaban

    empleos remunerados, particularmente ahora que no haba oferta de

    trabajo para los varones, y la carga de trabajo domstico que en otras

    circunstancias les impedira acceder a esos empleos, era menor. Ms

    an, precisamente por la especificidad de la cultura de gnero local,

    estas mujeres haban sido construidas a lo largo de los aos como el

    tipo de fuerza de trabajo que las industrias descentralizadas estaban

    requiriendo .

    Todava se produjo una evaluacin ms de la poltica regional .

    Esta ya no poda ser considerada como el nico factor dominante en la

    explicacin de la descentralizacin del empleo, puesto que la fuerza de

    trabajo que haba sido parte del atractivo para las industrias en proceso

    de descentralizacin haba sido creada no por la poltica regional, sino

    por la declinacin simultnea del empleo masculino y como resultado

    de una cultura de gnero prexistente . Segua siendo cierto, sin duda,

    que la poltica regional haba trado consigo nicamente empleos mal

    remunerados; pero desde otro punto de vista podan observarse algu-

    nos aspectos positivos en el empleo que esa poltica logr producir,

    mismos que no haban sido reconocidos anteriormente. Lo ms impor-

    tante de todo es que dio lugar a cierto ingreso independiente para las

    mujeres, y ello por primera vez en dcadas . An ms, y como lo indica-

    ba el hecho mismo de las protestas iniciales, en la medida en la que

    introdujo esos empleos, la poltica regional comenz a fracturar algu-

    nas de las antiguas relaciones de gnero. Dicho de otra manera, desde

    esta perspectiva -si bien no desde muchas otras- puede considerarse

    que la poltica regional tuvo algunos efectos francamente positivos,

    aunque no fuesen en absoluto los que inicialmente se proclamaron du-

    rante la primera etapa del debate .

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  • Doreen Massey

    El relato del proceso que sigui este anlisis nos permite hacer

    una serie de reflexiones . La primera y ms evidente es que la conside-

    racin seria del gnero como factor explicativo dio lugar a una evalua-

    cin ms fina y detallada de la poltica regional, a una comprensin

    ms profunda de la organizacin y reorganizacin de nuestro espacio

    econmico nacional y, sin duda -puesto que las industrias descentra-

    lizadas se estaban desplazando hacia el norte para reducir sus costos

    frente a la creciente competencia internacional-, pudo mostrar de qu

    manera la industria britnica aprovech activamente las diferencias re-

    gionales en los sistemas de relaciones de gnero en un primer esfuerzo

    por salir de lo que ha llegado a ser la crisis de la economa inglesa . La

    segunda es que se lleg a esta comprensin no slo gracias a que se

    mir a las mujeres -aunque ello fue un principio-, sino a que se in-

    vestigaron las variaciones geogrficas en la construccin de la masculi-

    nidad y de la feminidad, as como las relaciones entre ambas . La geo-

    grafa feminista trata -o debera tratar- tanto de los hombres como

    de las mujeres . La tercera, para ir ms lejos, es que el estudio atento de

    la variacin geogrfica implica escapar a toda forma de esencialismo

    respecto de los hombres y de las mujeres, y concentrarse en la manera

    como ambos grupos son construidos en tanto tales .

    La cuarta reflexin es de naturaleza muy diferente . Hoy en da re-

    sulta relativamente fcil mirar atrs y criticar aquel antiguo patriarcado

    de las regiones carbonferas . De hecho, con ello se ha conseguido un buen

    palo con el que se puede golpear al "viejo movimiento obrero" . Pero eso

    no debera hacernos caer en el supuesto de que, como lo viejo era malo,

    de alguna manera lo nuevo no presenta problemas .

    De modo que, en parte como respuesta a las tres ltimas reflexiones

    (la necesidad de tomar en cuenta a los hombres y la masculinidad, la

    importancia de reconocer las variaciones geogrficas y de elaborar anli-

    sis no esencialistas, y la intuicin de que es tan importante considerar los

    nuevos trabajos como los antiguos), actualmente me encuentro partici-

    pando en una investigacin sobre una "nueva" regin de crecimiento

    econmico : Cambridge . El slo nombre del lugar evoca el "fenmeno

    Cambridge", un proceso de incremento de la alta tecnologa, de ascenso

    de la ciencia y de la innovacin, y de crecimiento del empleo profesional .

    Ese fenmeno se encuentra a miles de millas de distancia de las minas de

    carbn en trminos geogrficos, tecnolgicos y, se pensara, tambin so-

    ciales. Pero en realidad la situacin no es as de clara .

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  • ciudad, espacio y vida

    Esta nueva investigacin se concentra en los trabajadores altamen-

    te calificados del sector de la tecnologa de punta . Mucho ms del no-

    venta por ciento de esos cientficos y tcnicos son varones . Vemos con

    mucha frecuencia que ellos aman su trabajo. Esto no parece malo en ab-

    soluto . . . por lo menos hasta que topamos con afirmaciones como la de

    que, en este campo, "la frontera entre trabajo y juego desaparece" . En ese

    momento se tiene que hacer una pausa para reflexionar . Es que el juego

    es lo nico que existe fuera del trabajo asalariado? Quin se encarga del

    trabajo domstico? Estos empleados trabajan durante largas horas en la

    resolucin de intrincados problemas, y construyen la imagen de s mis-

    mos como gente que realiza trabajo remunerado . Pero esas largas horas

    de trabajo, as como la flexibilidad de su organizacin, constituyen

    constreimientos para alguien ms. Quin va a la lavandera? Quin

    recoge a los nios de la escuela? En un proyecto anterior del que esta

    investigacin se deriva y del que obtuvimos alguna informacin inicial,

    slo una de las empleadas, perteneciente al muy reducido grupo de

    mujeres que encontramos, mencion que aprovechaba la flexibilidad de

    la jornada laboral para hacer algn tipo de trabajo domstico ; en ese caso,

    la mujer refiri que ocasionalmente dejaba el trabajo a las seis de la tarde

    para correr a casa y dar de comer al gato!' La cuestin estriba en que el

    diseo total de estos empleos exige que los trabajadores no tengan que

    dedicarse al trabajo de la reproduccin ni cuidar de otras personas; antes

    bien implica, en el mejor de los casos, que cuenten con alguien que los

    cuide a ellos . Por tanto, no slo el viejo movimiento de los trabajadores

    sino tambin las regiones donde aparece el "hombre nuevo", presentan

    problemas asociados con la construccin de las relaciones de gnero . Lo

    que se est construyendo en esta regin de nuevo crecimiento econmi-

    co es una nueva versin de la masculinidad, as como un nuevo con-

    junto, todava muy problemtico, de papeles y relaciones de gnero .'

    Traduccin : Gloria Elena Bernal

    5 Vase el trabajo de Doreen Massey, Paul Quintas y David Wield, High-Tech

    Fantasies : Science Parks in Society, Science and Space, Londres, Routledge, 1992.

    6 Esta investigacin est siendo realizada con Nick Henry en la Universidad Abier-

    ta, con financiamiento del Economic and Social Research Council (nm . R000233004,

    bajo el ttulo High status growth? Aspects of honre and work around high technology sectors) .

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