DOCUMENTO DIC. 2010

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La más intensa amargura del Libertador Brigadier General GABRIEL PUYANA GARCÍA “Fue la Nueva Granada la que por conducto de uno de sus hijos, don Salvador Camacho Roldán, representante de la provincia del Socorro, hace la apología del Libertador y recuerda que, según Decreto del 8 de julio de 1823, se le había reconocido a Bolívar una pensión vitalicia de treinta mil pesos de oro anuales”. Edición 505 DOCUMENTO DICIEMBRE 2010 Fundado en 1961 ISSN 0123-2894 Circulación Nacional Bogotá, D.C. ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE OFICIALES EN RETIRO DE LAS FUERZAS MILITARES

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La más intensa amargura del Libertador, escrito por BG Gabriel Puyana García (q.e.p.d.)

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La más intensa amargura del Libertador

Brigadier General GABRIEL PUYANA GARCÍA

“Fue la Nueva Granada la que por conducto de uno de sus hijos, don Salvador Camacho Roldán, representante de la provincia del Socorro, hace la apología del Libertador y recuerda que, según Decreto del 8 de julio de 1823, se le

había reconocido a Bolívar una pensión vitalicia de treinta mil

pesos de oro anuales”.

Edición 505

DOCUMENTO DICIEMBRE 2010

Fundado en 1961 ISSN 0123-2894

Circulación Nacional Bogotá, D.C.ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE OFICIALES EN RETIRO DE LAS FUERZAS MILITARES

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Esta infausta dislocación empieza a formalizarse con el llamado Congre-

so Admirable que marca ese inicio doloroso con que el patricio, según la expresión del pensador uruguayo José Enrique Rodó, “iría a pagar la trágica expiación de su grandeza”. Con cuánta razón el general Posada Gutiérrez uno de sus más cercanos y leales confidentes, al escuchar las palabras de Bolívar le expresó aque-lla frase: “!Qué terrible cosa es ser grande hombre!”.

Después de un ciclo de contradic-ciones y de dudas, Bolívar se decide al fin a dejar el mando y es, quizá, por primera vez que tiene que aceptar la derrota que jamás llegó a amilanar-lo en los reveses de la guerra. Desde hace tiempo ha venido sufriendo no solo el olvido, sino el desprecio y el irrespeto de quienes liberó de la es-clavitud.

Es pertinente evocar que al término de aquel parlamento que se conoció como “El Congreso Admirable”, fue la Nueva Granada la que por conduc-to de uno de sus hijos, don Salvador Camacho Roldán representante de la provincia del Socorro, hace la apo-logía del Libertador y recuerda que según Decreto del 8 de julio de 1823 se le había reconocido a Bolívar una pensión vitalicia de treinta mil pesos de oro anuales y, consecuente con esta actitud, mediante un nuevo De-creto del 9 de mayo de 1830, se deja fehaciente testimonio de la gratitud granadina, en contraste con lo que habrá de concertarse en el Congreso de sus coterráneos en la ciudad de Valencia, Venezuela.

Repasemos, entonces, algunos pá-rrafos del citado Decreto del Congre-so Constituyente de mayo de 1830, promovido por Camacho Roldán:

“El Congreso Constituyente, con-siderando:

Que el Libertador Simón Bolívar no solo ha dado existencia y vida a Colombia por sus interesantes e in-

Pre

ám

bu

loHace un tiempo el

mundo hispano, y en particular Colom-

bia, se sorprendieron cuando se anunció que se iba a dispo-ner un examen prolijo de los restos sagrados de Simón Bo-lívar (como recientemente se llevó a efecto en forma afren-tosa) para detectar posibles pruebas de que el padre de la patria hubiese muerto por un envenenamiento sistemático que, como es obvio, llevaba la suspicacia inmediata de poner en tela de juicio a los grana-dinos.

No intentamos revivir ningún debate político, ni de cualquier otra naturaleza, más cuando en buena hora los gobiernos de estos dos países realmen-te hermanos por razón de un mismo padre, buscan formas de acercamiento en pro de ob-jetivos comunes que más estre-chen nuestros lazos de sangre y de historia común.

No obstante lo anterior y consecuentes con el principio esencial de nuestra Academia Colombiana de Historia, Ve-ritas ante Omnia (de la que tenemos el honor de ser miem-bro de Número), nos ha pare-cido oportuno aprovechar el espacio que nos brinda ACO-RE, para que en alguna de sus publicaciones que con motivo de sus cincuenta años de fun-dación, saldrán a la luz públi-ca, se vuelva sobre este tema, a fin de hacer algunas preci-siones que se fundamentan en documentos que pueden ser consultados sin que sea difícil su acceso a las propias fuentes originales.

Porque lo innegable y así ha sido comprobado, Bolívar na-ció a la vida en Caracas, pero a la historia en Cartagena (en 1812) y tuvo que ir a morir en Santa Marta porque en su Ve-nezuela que tanto amara, una buena parte de sus coterráneos cegados por el resentimiento y por la ingratitud, no le permi-tieron volver a su tierra.

“… sus compatriotas venezolanos no solo lo proscriben de su territorio sino que se atreven a exigirle a la Nueva Granada que haga lo mismo, como condición para llegar al acuerdo que exige la disolución de la Gran Colombia”.

La desmembración de Colombia

auditos esfuerzos, sino que ha exci-tado la admiración del universo por sus proezas y eminentes servicios a la causa americana;

Que ha cesado de ser Presidente de la República, desde que, insistien-do en hacer dimisión del mando, el Congreso nombró su sucesor;

Que el desinterés y la noble consa-gración de que ha dado las más dis-tinguidas pruebas desde que comen-zó su carrera pública, exigen una demostración de la gratitud nacio-nal, que le ponga a cubierto de los efectos de un generoso y sin igual desprendimiento.

Decreta:Artículo 1º.- El Congreso Cons-

tituyente a nombre de la nación colombiana, presenta al Libertador Simón Bolívar, el tributo de grati-tud y admiración, a que tan justa-mente le han hecho acreedor sus relevantes méritos y sus heroicos servicios a la causa de la emanci-pación americana.

Artículo 2º.- En cualquier lugar de la República que habite el Libertador Simón Bolívar será tratado siempre con el respeto y la consideración de-

bidos al primer y mejor ciudadano de Co-lombia.

Artículo 3º.- El poder ejecutivo dará el más puntual y exacto cumplimiento al De-creto del Congreso, de 8 de julio de 1823, por el cual se concedió al Libertador Si-món Bolívar la pensión de treinta mil pe-sos anuales durante su vida, desde el día en que terminasen sus funciones de Presi-dente de la República y ésta disposición, deberá tener efecto cualquiera que sea el lugar de su residencia.

Dado en Bogotá a 9 de mayo de 1830”.Así la Nueva Granada rindió a Bolívar

uno de los más fervorosos homenajes que hubiera recibido en su vida, al mismo tiempo que en Venezuela se incremen-taba la campaña de difamación en su contra. El 8 de mayo al abandonar a Santafe de Bogotá en dirección a Cartagena bajo el grito de im-properios y epítetos degradantes como el de ‘Longanizo’, lo cual deshonró a algunos granadinos desagradecidos de aquellos infaustos días, se vislumbra el crepúsculo de su final amargo. Sin duda, muchas fueron las decepciones y aflicciones que le causaron también en la Nueva Granada y en otros pueblos creados por su genio.

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Es entonces cuando el general Páez se-ñala y critica acerbamente los proyectos monárquicos del partido bolivariano que desde el año 25 el propio Páez se había mostrado como decidido partidario.

Y además es también un hito de inson-dable amargura en ese calvario de marti-rio, el pronunciamiento popular de la ciu-dad de Valencia desde el 23 de noviembre de 1823 cuando por conducto del Capitán Austria enviado por Páez, el Libertador se entera de que el caudillo de Apure no se opondría a la consolidación de la Gran Colombia si el próximo Congreso Consti-tuyente lo elegía a él (a Páez) como Presi-dente de la República.

Bien lo registra el historiador colombia-no Liévano Aguirre en estas palabras:

“Bolívar no quiso dar origen con su respuesta a ningún equívoco en instrucciones

escritas para el Capitán Austria, le ordenó que manifestará al Gene-ral Páez, que él (Bolívar) no podía ni deseaba adelantar las gestiones que Páez esperaba”.

“Simultáneamente en carta perso-nal a Páez, le recordaba que su de-ber era respetar las decisiones de los representantes del pueblo tanto si le investían de la calidad de Presidente como si designaban para ese cargo a persona diferente.”

Textualmente expresa Bolívar a Páez:

“Digo a usted bajo mi palabra de honor que serviré con el mayor gus-to a sus órdenes si usted es el Jefe del Estado; y deseo que usted me haga la misma protesta de su par-te en el caso de que sea otro el que mande…”.

Esta franca actitud de Bolívar que frenaba las ambiciones de Páez, in-

dujo a este último a promover la convocatoria de la junta popular de Valencia, la cual

bajo la instigación del jefe venezolano pro-

duce la siguiente declaración:

“Que se des-conozca la auto-

ridad de Bolívar, la de su Consejo de

Gobierno y la del Congre-so Constituyente; que Vene-

zuela se separe de la Unión y que no se permita de ningún modo que vuelva el General Bolívar al territo-rio de Venezuela”.

Pero mejor sigamos al historiador venezolano J. A. Cova al relatar el desenlace del Congreso que, con-vocado por Páez en Valencia, de-

cretara la disolución de la Gran Colombia.

Dice así el historiador ve-nezolano:

“En el seno del Con-greso no se debate sino la gloria de Bolívar.

Una fobia hacia el grande hom-bre hace presa de todos los

diputados entre los que constitu-yen una honrada

excepción la augusta ecuanimidad del sabio y probo José María Vargas. Entre los más exaltados se cuentan Ángel Quintero, Ramón Ayala, Mi-

guel Peña, Juan José Osio quien elo-gia a los conspiradores de septiem-bre y en su exaltación llega al colmo cuando dice: ‘el 25 de septiembre fue un movimiento nacional y toda la República desde el año 27 está conspirando contra Bolívar’. En una de las sesiones sin ningún escrúpulo se manda leer una petición infame y luego se ordena su publicación en El Venezolano”.

La petición decía:“Que siendo el General Bolívar un

traidor a la patria, un ambicioso que ha tratado de destruir la libertad, el Congreso lo declare proscrito de Vene-zuela y el diputado Luis Cabrera, propo-ne que el pacto con la Nueva Granada no puede tener efecto mientras permanez-ca en el territorio de Colombia el General Bolívar”.

Es decir, que sus compatriotas vene-zolanos no solo lo proscriben de su te-rritorio sino que se atreven a exigirle a la Nueva Granada que haga lo mis-mo, como condición para llegar al acuerdo que exige la disolución de la Gran Colombia.

Así, mientras los venezolanos lo rechazan, le prohíben llegar a su país y lo señalan como el causante de todos sus males, el prócer llega a Turbaco. El 26 de mayo de 1830 re-cibe en esta población, de don Juan de Dios Amador, el valor de ocho mil pesos oro por cuenta de la pen-sión que le ha otorgado el Gobierno Granadino.

Desde este mismo lugar se dirige al Ministro de Hacienda, don José Ignacio Márquez, para agradecerle y le expresa en uno de sus apartes:

“Tanta generosidad y benevolencia hacia mí de los poderes supremos por servicios que todo ciudadano debe a su patria y que por mi desgracia han quedado imperfectos, me confunde y humilla sin que pueda ofrecer a la República más que mi lealtad y mi gratitud eterna”.

Sin duda alguna este reconoci-miento de la Nueva Granada le es muy significativo, por cuanto en esos mismos momentos sus coterrá-

neos se ensañan en difamarle y ha recibi-do la fatídica noticia del asesinato del Ma-riscal Sucre.

Con carta de fecha 14 de julio, suscrita por el doctor Vicente Azuero, redactada en términos respetuosos y corteses pero que destilan perversión y sevicia (fue un anti bolivariano apasio-nado) porque bien se comprende la com-placencia que para el

remitente habría de significar el cau-sar esta nueva e intensa aflicción a Bolívar, Azuero le envía al Libertador desde Bogotá copia de la nota oficial de fecha 2 de junio de 1830 suscrita por el Presidente del Congreso revo-lucionario venezolano de Valencia, Francisco Javier Yáñez, y dirigida al Presidente del Congreso Constitu-yente de Colombia, por medio de la cual se le informa de la instalación de dicho Congreso revolucionario y

“Cuánto hubiera deseado el Pa-dre de la Patria,

en su ocaso nos-tálgico, refugiarse bajo las sombras de los árboles de su suelo materno, en esa su ciudad de Caracas”.

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del desconocimiento que hace de la autoridad del General Simón Bolívar y de la separación que Venezuela (ya como Estado autónomo) ha hecho de Colombia, pero reconociendo al mis-mo tiempo que “es necesario que uno y otro cuerpo se entiendan porque hay diferencias que transigir e intereses que arreglar”.

Tratamiento oprobioso Veamos algunos de sus apartes

más trascendentales en los cuales al referirse a la conveniencia de las mu-tuas relaciones, se pretende en forma arrogante exigir que Colombia de al Libertador el mismo tratamiento oprobioso que Venezuela le ha dado al mantenerlo proscrito. Dice así la comunicación:

“Benéficas serán sin duda para uno y otro estado semejantes relacio-nes. No es fácil prever hasta dónde se extenderían sus útiles resultados; pero Venezuela, a quien una serie de males de todo género ha enseñado a ser prudente que ve en el General Si-món Bolívar el origen de ellos, y que tiembla, todavía al considerar el ries-go que ha corrido de ser para siem-pre su patrimonio, protestas que no tendrán aquellas lugar, mientras éste (el General Bolívar) permanezca en el territorio de Colombia, declarán-dolo así el soberano. ‘Congreso en sesión del día 28”.

Estas palabras que el Libertador conoce ya cuando se avecina su atormentado final, ¡sí son más que veneno asesino!, son puñaladas que se clavan en su alma. Todos los do-cumentos, fueron además publica-dos en la Gaceta Oficial Número 474 así como las actas y discusiones del Congreso de Venezuela en las que se trataba al Libertador en forma inicua. (Allí pueden consultarse).

Estas duras pruebas, acrecientan su quebranto moral que con el peso de sus decepciones, junto con su decai-miento físico causado por los estra-gos de la enfermedad lo aproximan a su momento final.

Cuánto hubiera deseado el Padre de la Patria, en su ocaso nostálgico, refugiarse bajo las sombras de los árboles de su suelo materno, en esa su ciudad de Caracas, que como bien lo expresara él mismo en su proclama del 10 de enero de 1827, cuando, en busca del entendimien-

w BIBLIOGRAFIAMemorias Históricas Políticas. Tomo II., General J. Posada Gutiérrez.El Libertador Presidente. Roberto Saldarriaga.Bolívar. Indalecio Liévano Aguirre.Diario Político de José Manuel Restrepo.Autobiografía. Tomo II. General José Antonio Páez.Bravo Historia de Venezuela. Antonio Aureliano Moreno.Historia de Colombia. Henao y Arrubla.El pensamiento político del Libertador. L. Pabón Núñez.La trágica expresión de su grandeza. (BHA Academia COL. Historia). Brigadier General Gabriel Puyana. 1980

to con Páez, declaraba:“Que todos sus esfuerzos en la gue-

rra de emancipación de las colonias españolas fueron realizados tan solo para obtener la libertad de su tierra nativa, Caracas, y que si se vio obli-gado a combatir por la libertad de otros países, así lo forzó la necesi-dad ineludiblemente para asegurar la emancipación de su suelo natal”.

Pero lo doloroso es que jamás hu-biera podido morir tranquilamente en su patria (o quizá sí una muerte violenta causada por sus propios ene-migos, como ‘Carujo’, su paisano, el más apasionado de los conspirado-res septembrinos quien a su regreso a Venezuela además de la amnistía recibió todo el apoyo del gobierno de Páez y se le volvió a dar mando de tropas) pero no había podido en-contrar el sosiego que le ofrecieron los tamarindos de la hacienda de San Pedro Alejandrino

¡Oh, terrible ironía! mientras sus hermanos de sangre lo repudian, es un caballero español quien le ofrece su último albergue con la tradicional hospitalidad de la hidalguía hispana, en esa tierra de Santa Marta que para orgullo de Colombia, recoge con amor su último suspiro.

Regreso a CaracasPero la gallardía y la nobleza del

héroe y el acatamiento a su volun-tad, hace que Nueva Granada entre-gue a Venezuela su despojos morta-les doce años después de su muerte. Tienen que pasar más de dos lustros para que, en 1842, Venezuela, segu-ramente arrepentida y a la vez aver-gonzada, repare la gran injusticia que cometiera con el más preclaro de todos sus hijos.

Una comisión venezolana recibe los restos exhumados y los lleva a Caracas para conservarlos en sitio de honor…Ya no es el ‘traidor’, ni el ‘ambicioso General’ que “durante tanto tiempo fue el origen de sus ma-les”: es el Libertador! el más grande de todos los americanos, el héroe que no obstante sus debilidades afectivas hacia su tierra, consideró que su pa-

tria era ¡América! Es ese mismo grande hombre a

quien rechazó miserablemente y cuyo ideario con frecuencia, trata de tergi-versarse para satisfacer apetencias fá-cilmente comprensibles. Es el paradig-ma que dará nombre y fama a su país y a su ciudad natal, y quien al recibir el rechazo de los suyos “sufrió la mayor intensidad de todas sus amarguras para así expiar con su dolor, “el precio de su gloria y su grandeza”.

¡Qué infortunado es para la Amé-rica que frecuentemente se pretenda desconocer la verdadera e indiscu-tible historia de su Libertador que tenemos la obligación moral de de-fender debidamente sustentada pues debemos rechazar que impunemente se intente oscurecer la claridad que emana de la propia verdad como un sol que no podrá ocultarse jamás!.