DOCTORADO EN CIENCIAS DE LAS RELIGIONES
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID LOS PROFETAS DE ISRAEL, LA LUCHA POR LA PUREZA MONOTEÍSTA. LAS INFLUENCIAS SUMERIAS Y CANANEAS EN LA RELIGIÓN DEL MUNDO HEBREO ANTIGUO. TRABAJO DE INVESTIGACIÓN TUTELADO PROGRAMA DE DOCTORADO INTERUNIVERSITARIO EN CIENCIAS DE LAS RELIGIONES REALIZADO POR LA ALUMNA MARÍA JOSÉ MORA FRIEDL TUTOR ACADÉMICO DR. D. LUIS VEGAS MONTANER SEPTIEMBRE 2010
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PROFETAS DE ISRAEL, LA LUCHA
POR LA PUREZA MONOTEÍSTA.
LAS INFLUENCIAS SUMERIAS Y CANANEAS EN LA RELIGIÓN DEL
MUNDO HEBREO ANTIGUO.
EN CIENCIAS DE LAS RELIGIONES
REALIZADO POR LA ALUMNA MARÍA JOSÉ MORA FRIEDL
TUTOR ACADÉMICO
SEPTIEMBRE 2010
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ÍNDICE
Introducción 4 PRIMERA PARTE I ANTECEDENTES HISTÓRICOS I. a El Comienzo de la Historia. Un dios que le habla al hombre.
8 I. b De tribu errante a pueblo unido. La dinámica de la Alianza.
12 I. c Moíses y el Éxodo, sentido y formación de la Religión de Israel. 18 SEGUNDA PARTE II EL PROFETISMO EN ISRAEL II. a En la Tierra Prometida… el pueblo peca a los ojos de Yhwh.
23 II. b La Aparición de los Profetas; Una necesidad política y social. 27 II. c Los Reyes, los Profetas. Samuel y Natán, Saúl, David y Salomón. 31 II. d Influencias sumerias y cananeas a la luz de los Profetas. 950 aC al 597 aC 36
• Elías, mi Dios es Yhwh. La lucha contra Baal. 37 • Eliseo, Yhwh es Salvación. 44 • Amós. El Profeta pastor. Una crítica saocial.
48 • Oseas, Salvación de Yhwh. La misión en carne propia. 55 • Isaías y Nahúm. La profecía como herramienta de Dios
Y revestida de dioses. 67 • Jeremías. El Profeta del Juicio, dolor y promesa. El sentido final.
75 AGRADECIMIENTOS 87 BIBLIOGRAFÍA 88
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INTRODUCCIÓN
“El Momento del éxito, determina la selección de los eventos importantes en la Historia”
M. Buber.1
Dios, el Ser supremo, lo Divino, es una realidad que pareciera en primera instancia simple de definir. Sin embargo, en la medida en que tomamos conciencia de la infinitud, eternidad y de lo inabarcable del concepto, y al mismo tiempo de lo finitos, limitados y pequeños que somos frente a él, se vuelca en ese mismo ejercicio la realidad insondable, impenetrable de lo divino, que escapa a nuestra capacidad de aprehensión. Cuántos pueblos, culturas, civilizaciones, individuos, han desarrollado su existencia tratando de comprender semejante misterio; lo que es más increíble aún, han intentado controlar esa superioridad manifiesta a través de una forma de comunicación tan humana, pero tan divina a la vez, como es el complejo mundo de los mitos y ritos. En esa intención de acercamiento y control, de serle grato a los dioses o a Dios, los hombres han buscado permanentemente la cercanía con lo divino, interpretando en cada señal un mensaje sagrado, revelador, que les ayude a comprender la compleja realidad humana. Cuánto de esa mágica y misteriosa relación entre Dios y los hombres ha sido fruto de una respuesta original de cada una de las culturas para acercarse a lo divino y cuánto ha sido fruto de una idea original, pero revestida y engalanada de vestimentas externas, tomadas de las tradiciones vecinas, de las influencias exógenas, de aquellas que siempre están presentes alrededor de toda cultura y religión, pero que parecen no importunar, al menos hoy en día, ya que tenemos la vaga noción, de que son “formas o caminos distintos de buscar a Dios”.
1 M. Buber, “Biblical Leadership”, Israel and the World, Schocken, New York, 1948, p.124 – 125.
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Sin embargo, este particular sentido de comprender la búsqueda de Dios tiene que ver, entre otras causas, con la comprensión generalizada de la actualidad, de que solamente existe UN SOLO Dios, figura divina en la que creen hoy la gran mayoría de las personas en el mundo, quienes aun cuando prefieran o adopten formas distintas de comunicarse con él, tendemos a pensar que es el “Mismo Dios”, lo que de alguna manera nos tranquiliza, sobre todo y en mayor medida a los occidentales, quienes hemos ido adoptando una forma más flexible en nuestro pensamiento religioso. No obstante, en la antigüedad esta relación con la divinidad no funciona con la misma simplicidad y flexibilidad, en primer lugar, porque el hombre antiguo tenía menos información y cultura heredada que nosotros, y esta carencia lo empuja a una cercanía necesaria y absoluta con la divinidad. Las explicaciones de la realidad que lo circunda terminan necesariamente en lo divino. Es por tanto, la religión en la antigüedad, el sentido de la vida misma, sin competencia alguna de la razón humana, ni de las grandes reflexiones del pensamiento, sino más bien un intento puro y permanente de cercanía con dios o los dioses. La forma de relacionarse, entre hombres y dioses, queda sellada por una fuerte dependencia de la divinidad que marca cada etapa de la vida y cada día con las responsabilidades cultuales y sacras. En segunda instancia, debemos tener en cuenta que en la religiones antiguas la experiencia religiosa permea la vida cotidiana de principio a fin, a diferencia de la mayoría de las creencias actuales, en las que el hombre moderno y sobre todo el occidental, le da cabida a la religión en la medida en que lo necesita o él mismo lo permite. La búsqueda de dios nace en la antigüedad, por lo tanto, como una respuesta original de cada cultura. Sin embargo, el paso natural del tiempo, el contacto de las diferentes culturas entre ellas, les llevará a integrar, modificar y asimilar nuevas formas de relacionarse con lo divino, fruto de la interacción con las influencias externas y de la maduración interna. Pero hay un punto importantísimo en el que debemos reparar. Esto es la fuerza y diferencias entre las religiones politeístas y monoteístas. En el caso de la mayoría, casi absoluta de las religiones de la antigüedad, nos enfrentamos a cultos politeístas que buscan relacionarse con varios dioses, responsables ellos,
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de las más diversas funciones u operaciones de la naturaleza, lo que genera consecuentemente cultos variados y complejos, con cuerpos sacerdotales de oficio, elites que ostentan el rol único e irremplazable de controlar la comunicación con los dioses y asegurar de ellos respuestas beneficiosas para la comunidad. El peso de las influencias externas en estos casos es a veces visto como una aportación valorable, en la medida en la que ha sido de utilidad y beneficio para aquellos vecinos que practican tal o cual rito. Sería quizás, al modo actual, una forma distinta de relacionarse con los dioses, y por tanto válida también. Sin embargo, y es aquí donde radica el particular interés de este trabajo, la forma de asimilar cultos o ritos externos no puede tener la misma valoración en el caso, extraño y prácticamente único de la antigüedad, del monoteísmo hebreo. El culto a los dioses vecinos, con sus ritos y usos, no puede ser visto desde el monoteísmo hebreo como un aporte al culto propio, como simplemente una forma distinta de comunicación con los dioses, porque en este caso, es precisamente este punto el que presenta la diferencia radical. En el caso hebreo, no son “los dioses” sino única y exclusivamente UNO. Desde todo punto de vista parece interesante abordar este monoteísmo primitivo y las condiciones en las que aparece, lo que de por sí se convierte en un tema fascinante para el investigador, pero también parece de gran interés abordar la forma en que se concibe este monoteísmo, la manera en que este pueblo aprende a relacionarse, desde su monoteísmo, con las influencias externas, tan disímiles a su credo particular. ¿Cómo lo aprende?, ¿Cómo se relaciona con las religiones vecinas?, ¿Cuánto le cuesta asumir al pueblo hebreo su monoteísmo?, y ¿De qué forma va fraguando, como el herrero en el fuego, la figura única, poderosa y grandiosa de su único dios? Pareciera que el camino de este aprendizaje y consolidación de la divinidad única, fue todo menos fácil y aceptable rápidamente. Para el investigador es un privilegio extraordinario contar con una fuente escrita de la misma religión que va relatando los avatares de este pueblo sin igual en la antigüedad. La Biblia Hebrea nos va revelando, casi de a pequeñas gotas o migajas, trasluciendo con pausada precaución, las fuertes influencias religiosas
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de los vecinos de Canaán y, por tanto, las reacciones y asimilaciones de los propios hebreos. El monoteísmo implica un salto en la reflexión humana sobre lo divino. Y por tanto, no es de fácil asimilación por un pueblo entero, que se mantiene, probablemente, en un estadio de evolución muy similar al de sus vecinos politeístas, sino aún, en un estadio menor. La difícil tarea de convertir a este dios en único, no fue fácil ni factible en su totalidad, desde Abrahám a Moisés. Aún para los reyes, quienes una y otra vez cayeron en la idolatría de los cultos externos, y detrás de ellos el pueblo entero, quienes no dudaron en agregar a su propio dios atributos ajenos, en incorporar al culto usos afuerinos. Era una dura tarea, en la que una figura especial se convertirá en protagonista, un mensajero de características peculiares, elegido por la divinidad para ayudar en la difícil misión de convencer y guiar al pueblo de Israel, de que sólo hay UN DIOS. Esta figura apasionante y extraordinaria, será el centro desde el cual pretenderemos abordar todas las preguntas que ya nos hemos planteado, en relación a la asimilación del monoteísmo en Israel, éstos son los PROFETAS. Personajes únicos y de marcada relevancia en la tradición hebrea, con sello propio que los distingue incluso de los clásicos profetas y videntes de los credos politeístas. A partir de ellos, iremos trazando las líneas del proceso de asimilación de este monoteísmo total, que a pesar de su clara definición desde los comienzos, no por ello será estéril a las fuertes injerencias de los credos externos. La propuesta de este trabajo tampoco ha sido fácil de dilucidar, ya que la información y análisis sobre el tema, a pesar de ser variada, no es fácil de reordenar, para presentar una mirada que nos permita comprender con claridad cómo se desarrolla este proceso o camino hacia un monoteísmo pleno y consolidado.
Las influencias cananeas en el mundo hebreo primitivo son muchas más de las que el simple lector espera encontrar y con mucho superan la complejidad de procesos que esconde la evolución al monoteísmo. Es por esta razón que para abordarlo hemos escogido a los profetas de Israel como punto
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de partida y a la vez centro de nuestro análisis, para a través de ellos ir distinguiendo los contextos históricos, los aportes cananeos y en algunos casos sumerios, la fuerza de la religión hebrea que se abre paso en un mundo circundante que pareciera siempre adverso y la finalmente dolorosa y por ello regeneradora victoria del DIOS UNO. Victoria que se convertirá, sin duda, en el aliciente para el nacimiento y compresión de la religión desde una nueva perspectiva, en donde el hombre, la fe, la libertad tiene una nueva dimensión a la hora de relacionarse con la divinidad, en palabras de Mircea Eliade; a través de esta nueva forma de religión, el hombre primitivo halla la posibilidad de trascender definitivamente el tiempo y vivir en la eternidad… 2 Para llegar a comprender el trabajo y sentido de los profetas de Israel es primordial, antes implicarnos en los antecedentes históricos que preceden la aparición de los profetas, porque son los hechos que definen inicialmente la estructura de la religión hebrea, su devoción y culto, además de las concepciones básicas que conforman el entendimiento de la divinidad como tal. Es imposible comprender en el verdadero y profundo sentido histórico y religioso de la figura de los profetas si no es comprendiendo paso a paso el desarrollo de la historia y de la religión de Israel, ambas íntima e inseparablemente unidas. La historia de Israel es, sin duda, un punto de inicio obligado, e intentaremos no perdernos en los detalles, que son miles y cada uno de ellos de mucho interés, pero tampoco dejar fuera aquellos puntos o personajes que establecen la pauta necesaria para la comprensión del mundo profético de los siglos posteriores.
I ANTECEDENTES HISTÓRICOS 2 M. Eliade, El Mito del Eterno Retorno, Emecé ,Buenos Aires, 2001, p. 176.
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I . a El Comienzo de la Historia. Un Dios que habla al hombre. Uno de los primeros obstáculos o beneficios, depende del punto con el que se observe, de la historia del pueblo de Israel y de su religión, es que son dos temas prácticamente inseparables. La historia de los hebreos, se ha hecho historia, precisamente por su aglutinación en torno a esta figura divina única, que es la que “los ha elegido” de entre los demás pueblos de la tierra. De este concepto de “elección” se desprende un asunto igualmente importante, a nuestro modo de ver, y es el rol de este dios como interventor en la historia del pueblo, característica que irá lentamente dibujando una relación diferente entre hombres y dios.3
Para acercarnos al mundo hebreo es necesario comenzar por Abram, precisamente el personaje que recibe la revelación de este “único” Dios. Abram es un pastor de Ur de Caldea, al sur de lo que para el año 1750 aC aproximadamente era el primer imperio babilónico en Mesopotamia. No será necesario que nos extendamos en profundidad en el relato bíblico, que es probablemente uno de los más conocidos en términos de revelaciones sagradas, pero sí al menos reparar en algunos detalles de esta revelación, que nos parece marcan la diferencia, precisamente en la comprensión de una divinidad única, versus las múltiples divinidades que existían en el ambiente en el que Abram vive, en el que nos adentraremos más adelante, al referirnos al mundo sumerio y cananeo. Abram, pastor y jefe de una tribu, hombre entrado en años, sin descendencia recibe una “llamada divina”; la Biblia Hebrea no nos dice nada sobre la percepción de Abram, si es que le suscita alguna extrañeza esta “llamada” a la cual tampoco describe con exactitud. ¡Pareciera que acepta con plena normalidad la figura de un dios que le habla!. Pero, ¿tiene plena noción de que es el único Dios? El texto calla al respecto. Sin embargo, podemos buscar luz en el contexto religioso de la época.
3 Cfr. Gregorio del Olmo Lete, “La religión Cananea de los Antiguos Hebreos” en Gregorio del Olmo Lete (ed.), Mitología y Religión del Oriente Antiguo, Semitas Occidentales, tomo II/2., Editorial AUSA, Barcelona, 1995, p. 229.
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A. Rodríguez Carmona refiere en relación a este punto lo que varios autores han llamado La Religión del Padre , como la etapa primaria o inicial de esta nueva relación con dios. La religión del padre, es la forma cultual propia de los clanes familiares nómades de la zona, en la que la iniciativa divina de proteger y elegir una familia con la cual se establece una relación recíproca, pareciera ser relativamente común. Es por esto que el relato bíblico nos hace permanentemente referencia a la designación de dios como; “el dios de su/tu padre”.4 Es un tema apasionante, que probablemente nos empuja hacia otros caminos que nos alejarán irremediablemente, por el momento, de este punto inicial que es de nuestro interés. Lo que sí cobra a nuestros ojos especial importancia es sin duda, la aparición de un concepto nuevo en la relación de dioses y hombres, que hasta ese momento era desconocido, o al menos aún no hemos podido encontrar nada similar en este contexto social y religioso: la FE. Tema en el que nos extenderemos en breves páginas más. Abram no sólo escucha a un dios que le habla, sino que está dispuesto a obedecer sin cuestionamientos a este dios, quien le insta a salir de su tierra natal, Ur de Caldea, al sur de Mesopotamia, para viajar a una nueva tierra, en donde habitará él, su familia y su innumerable descendencia! Parece una de las bromas del destino, al menos podemos hacer el intento de imaginar la impresión de este hombre de unos 75 años según las escrituras (Gn 12, 4), a quien se le promete esta bendición extraordinaria.5 Tierra y descendencia, la bendición más importante que un hombre puede recibir, pero… ¿a cambio de qué? De obediencia absoluta… ¿a quién o a quienes? Esa es la clave; a un único dios! El relato es absolutamente innovador en el contexto de su época. Hasta ahora todos los descubrimientos arqueológicos, filológicos y religiosos de las zonas cercanas a la tierra prometida a Abraham, ratifican cultos variados, pero todos ellos politeístas. No obstante, es importante recalcar que el mentado monoteísmo de Israel, es la última etapa de un largo proceso de maduración en términos religiosos. Este único dios, es el único dios al que Abrahám debe rendir culto, no por ello se niega la existencia de otros dioses. Es por esto que, en esta primera 4 Cfr. Antonio Rodríguez Carmona, La Religión Judía, BAC, Madrid, 2002, p. 19 y ss. 5 Ver también, Encyclopaedia Judaica 1, pp. 280 y ss.
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etapa, podemos señalar más claramente que se trata de una monolatría6, antes que de un monoteísmo absoluto, aún cuando ese sea precisamente el camino que queremos investigar. La palabra de este dios obliga a Abraham a salir de su tierra y comenzar un camino desconocido, parece estar dispuesto e inicia junto a los suyos una travesía con consecuencias insospechadas; sin embargo, los datos históricos son todavía muy pobres en relación a probar y demostrar claramente el movimiento de tribus nómadas que se muevan de sus ciclos regulares cercanos a Mesopotamia, para acercarse hasta las tierras de Canaán, seguirles la pista no ha sido fácil. 7 En la medida en que el trayecto avanza, la relación entre este hombre y su Dios va marcando una diferencia; y es que Abraham está dispuesto a la obediencia total, en la medida en que dios pide, Abrahám obedece, incluso más allá de lo razonable8… ¿pero no lo estaban también los mesopotamios, los cananeos, y el resto de los pueblos vecinos? Quizás, podríamos atrevernos a decir que sí, pero no es esta la única característica distintiva en esta relación con la divinidad, sino la marca indeleble de lo que se traducirá en la ALIANZA, entre Dios y el hombre que implica el reconocimiento de la divinidad para con este, “su pueblo” y viceversa. Una alianza a través de la cual Dios protege a este “su pueblo” y el pueblo mantiene el reconocimiento a este “su único Dios”. Sin duda, a partir de este compromiso de fidelidad implícito, la forma de comprender a dios es distinta, se convierte en una cercanía nueva y reveladora, pero por ello también más demandante y exclusiva. La forma de entender al hombre, también lo es, ya que ha sido elegido, de entre los demás hombres por divinidad. A su vez esta elección evolucionará a todo un pueblo, la descendencia de Abraham, para convertirse más tarde en el Reino de Yhwh. Al respecto, Bottéro nos recalca en relación a la vinculación de hombres y dioses en Mesopotamia, contexto paralelo a la revelación a Abraham: ni una sombra de apego del corazón, de búsqueda conmovida, de auténtico amor, sino 6 Cfr A. Rodríguez Carmona, Op. cit., p. 19. 7 Al respecto, Antonio Rodríguez Carmona, en su obra La Religión Judía, señala que con los datos que hasta hoy se han podido recopilar; alrededor del segundo milenio aC, unos grupos de amorreos, pastores de ganado menor provenientes de Mesopotamia, llegan a Canaán y viven como semi nómadas junto a tierras cultivadas en torno a varios núcleos urbanos, donde al entrar en contacto con la población sedentaria comenzaron a asentarse. Véase p. 16. 8 Sacrificio de Isaac, en Gen 22.
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solamente de reverencia, respeto, rebajamiento, temor, enraizados en la convicción profunda del estado de servidumbre cultivado con celo y modestia a la vez respecto de los dioses.9 Este es un paso que el pueblo hebreo dará por superado a partir de la promesa de dios a Abrahám, a quien él mismo cambia el nombre, para que este recuerde a todos que es el “Padre de multitud de naciones” (Gn 17; 4 – 8) 10 La relación ya no es utilitaria, sino profundamente arraigada a partir de un compromiso mutuo. Es, sin duda, un comienzo fascinante, pero con muchas interrogantes que aún permanecen abiertas. No es nuestro particular interés el ahondar en ellas y mucho menos pretender responderlas. Sin embargo, era imperdonable saltarse el comienzo de esta historia extraordinaria, la que nos da además las pistas iniciales para comenzar a profundizar en nuestro principal tema de interés. El cómo mantuvo este pueblo “elegido por dios” esta promesa a través de los siglos y los avatares de su historia y cuál fue la cuidadosa y enriquecedora, aunque no siempre escuchada misión de los profetas.
La respuesta no es simple, al contrario implica una mirada a fondo al peso de esta Alianza para un pueblo que estará rodeado de vecinos fuertes y poderosos, los que serán una permanente amenaza, no sólo en términos geopolíticos, sino por cierto, en términos religiosos. I . b De tribu errante a pueblo unido. La dinámica de la Alianza. 9 Jean Bottéro, La Religión más antigua: Mesopotamia, Ed. Trotta, Madrid, 2001, p. 197. 10 Encyclopaedia Judaica 1, p. 280.
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La historia relatada en la Biblia hebrea en relación a Abraham nos deja como espectadores de un suceso extraordinario; sin embargo, no termina por explicarnos en qué se traduce concretamente la Alianza de este Dios con este hombre; es decir, en que se traduce el reconocimiento de Dios para este pueblo; cómo le llaman, cómo le adoran, cuáles son los ritos y culto que le rodea. Este es un desarrollo posterior, y nos confirma que los textos del Pentateuco son recopilaciones de tradiciones orales que obedecen a periodos y comprensiones distintas de los relatos originarios. En relación con el nombre y origen de este Dios, Henri Cazelles, señala que las tribus de Israel se unirán más tarde mediante compromisos religiosos en el nombre del dios YHWH. Se discute el origen del nombre, pero es seguro que bajo la forma del conocido tetragrama YHWH no se trate de un dios de Canaán, sino de un dios procedente del desierto, en los confines de Edom, Seïr, Temán y Parán.11 Así mismo, la Biblia nos dice que el hijo menor de Adán, Set tiene a su vez un hijo llamado Enós quien será el primero en adorar a la divinidad bajo el nombre de YHWH (Gn 4; 26), pero tampoco nos arroja ningún dato sobre el culto. También en relación con el nombre de dios, F. Javier Torrent, señala que el nombre nos remite al tetragrama sagrado formado por las cuatro letras que componen el nombre (Jod, He, Vau, He) y que podría simbolizar dos pares de principios activos y pasivos, es decir, la fuerza fecundadora (Jod), la fuerza receptiva (He), la fecundación (Vau) y el fruto (He) y pudiera designar a una fuerza productiva o germinativa.12 Claramente el descubrimiento del nombre de dios, marcará el inicio de una nueva etapa, desde el llamado Dios de los Padres, que elige gratuitamente a un grupo, al Yhwh del éxodo, que ha decidido actuar en la historia y salvar a este “su pueblo” de la esclavitud. En la revelación Mosaica aparece por primera vez una aproximación más cercana al nombre de dios; “Yo Soy” (Ex 3; 13 – 15) dice Dios a Moisés, cuando directamente pregunta su nombre, lo que no nos arroja mucha luz, con la excepción de la comprensión del término en hebreo, cuya raíz hace alusión a un
11 Henri Cazelles, “El Hombre y su Dios en el Antiguo Testamento” en; Varios Autores, Julien Ries Coordinador, Tratado de Antropología de lo Sagrado, Tomo 5, Ed. Trotta, Madrid, 2005, p. 78. 12 Francisco Javier Torrent, El Legado Hermético de la Antigüedad, Bubok Publishing, 2008, p. 94.
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tiempo verbal que puede ser en pasado o futuro; algo así como “Soy el que soy siendo” lo que sí nos da una visión de eternidad e infinitud que no logramos percibir desde las demás traducciones.13 Aún así, los cultos y formas de adoración de este dios que translucen los primeros libros de la biblia son limitados; únicamente nos refiere a altares que Abrahám y sus descendientes edifican en aquellos sitios donde YHWH ha hecho una revelación importante o una promesa especial, como el primer altar que edifica Abrahám en Siquem, donde su dios le ha prometido tierra, o el segundo en Hebrón, cuando dios le ha prometido además de la tierra, descendencia. O como la estela de Betel, donde Yhwh se ha revelado a Jacob. Pero ninguna otra alusión fuera de la edificación de un altar o estela en honor al dios, de la presencia de piedras o de árboles sagrados, que nos permita enunciar al menos un culto esquematizado y definido. Por el contrario, algunas alusiones en la biblia, más que aclararnos nos confunden, como la mención de los teraphim, que esconde Rebeca de su padre Labán cuando ha salido junto con Jacob su marido camino a la tierra de su suegro. (Gn 31, 19 - 32). Son precisamente estas peculiaridades las que llaman nuestra atención y que creemos es interesante dilucidar en la medida de lo posible en el presente trabajo. Si bien en términos religiosos nos vemos empantanados, al menos por el momento, intentaremos a través de la historia relatada diacrónicamente por la misma Biblia, seguir los pasos de este pueblo al que su dios ha elegido, según sus escritos, para observar el desarrollo del proceso que los conduce al monoteísmo absoluto. Los descendientes de Abraham, Isaac y sus hijos, Esaú y Jacob, serán los llamados patriarcas del pueblo de Israel, quienes comenzarán el duro y largo trabajo de unificar a las distintas tribus en una unidad social. Proyecto que será bastante difícil. Según Cazelles, precisamente cada tribu pareciera tiene su religión o culto propio: estas tribus vienen de regiones diversas a instalarse cerca de las ciudades cananeas sin poder conquistarlas todavía. Su religiosidad es de tipo tribal, muy poco personal… los nombres de las tribus, más que los
13 Sobre el nombre de Yhwh, véase A. Rodríguez Carmona, Op.cit., p. 24 y ss.
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nombres propios de sus miembros, revelan a veces el nombre de su dios y de su culto, antes de que se unieran en nombre de Yhwh.14 Pero el relato bíblico nos va revelando a través de diferentes, pequeñas e intrincadas historias que se establece una especie de dinámica entre Yhwh y su pueblo, cual es la puesta a prueba de sus líderes o guías y a través de ellos, del mismo pueblo, mediante mensajes, visiones o tentativas. Los descendientes del obediente Abraham, no lo son en la misma medida y, en muchos casos, pierden el contacto con su dios, uno de los beneficios de la Alianza, es decir, la comunicación con él. De Abrahám, la Alianza se traspasará a su hijo Isaac, quien tiene dos hijos, siendo Jacob, el menor quien le roba la primogenitura a su hermano mayor Esaú. Yhwh pone a prueba a Jacob, en varias ocasiones, siendo la más interesante en la que se le aparece en un sueño y Jacob pelea contra ¿dios?; a partir de esta escena el mismo Yhwh le cambia el nombre, como lo había hecho antes con Abrahám y le impone el nombre de Israel, “porque has luchado con (contra) Dios” (Gn 32; 27 – 32); la traducción más aceptada de este nuevo nombre parece ser precisamente, el que lucha con dios, pero en lugar de Dios, el texto hebreo usa El,15que es precisamente uno de los nombres que utiliza la biblia para referirse a Dios, pero también es uno de los dioses más importantes del panteón Cananeo, a propósito del cual nos extenderemos más adelante. Jacob buscará mujer fuera de su tierra, en casa de Labán su tío, en donde termina casado con dos hijas de Labán; Raquel y Lía, ambas le darán descendencia, y a estos hijos de Jacob se sumarán los de las sirvientas de ambas mujeres. En total, Jacob tendrá 12 hijos y una hija; desde donde devienen las llamadas 12 tribus de Israel. Después de muchos años de trabajos para su suegro, Labán, Jacob decide huir para regresar a la tierra de sus padres, y es precisamente en este contexto en que el relato bíblico refiere la curiosa escena de Labán reclamando sus teraphim a Jacob cuando le ha dado alcance, luego de saber que había huido con sus hijas y nietos. “¿Por qué te has llevado mis dioses (terafim)? (Gn 31; 30) El 14 Henri Cazelles, Op. cit., p. 80. 15 “Thy name shall be called no more Jacob but Israel, for thou hast striven [sarita from the root sarah, ] with God [El, ] and with men and hast prevailed” en; Encyclopaedia Judaica 10, p. 98. Es interesante, igualmente constatar que El en plural es Elohim, nombre con el que se señala precisamente al dios hebreo.
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texto señala además que anteriormente Raquel se había robado los ídolos familiares de la casa de su padre (Gn 31; 19 – 20). Queda claro que no todo el entorno de los descendientes de Abraham, mantiene un culto monoteísta y, aunque reconociesen la primacía de Yhwh, pareciera según el texto que mantienen los antiguos dioses familiares o ídolos, aun cuando no sabemos exactamente la forma que tenían y mucho menos el culto que recibían, aun cuando hay variadas discusiones sobre el tema. La Enciclopedia Judaica define a los teraphim, como dioses del hogar, aún cuando en algunas instancias se le considera como algo ignominioso. Al parecer son figurillas pequeñas y transportables, lo que es fácil de imaginar cuando Raquel, esconde los teraphim debajo de la montura del camello (Gn 31; 33 – 34) Hoffner señala también una relación con el concepto Hitita tarpis, considerado como espíritu protector o malévolo; sin embargo, en el relato de I Sam 19; 11 – 17, los teraphim ¿parecen ser más bien cabezas? 16 El término, lejos de esclarecerse, nos desconcierta nuevamente. Karel van der Toor, en cambio, aclara que aún cuando los relatos bíblicos no aportan demasiada luz sobre el tema, los aportes de los textos cuneiformes de las culturas vecinas a la de Israel, como Ugarit, han ayudado a esclarecer en parte muchos de estos “misterios” del Antiguo Testamento. Desde esta perspectiva, cree, se puede considerar a los teraphim como figurillas representativas de los antepasados más que como dioses del hogar. 17 Por su parte, Gregorio del Olmo Lete cree que la relación de los teraphim hebreos es inseparable de los Rephaim cananeos. Son con toda verosimilitud, la representación de tales antepasados muertos, sus figurillas, los dioses penates del hogar… tales ídolos familiares significan la cohesión del grupo y se transmiten de padres a hijos, como certificarían los textos de Emar; hacerse con ellos funda, sin duda, derechos de herencia, señala. 18 Como el lector puede apreciar, aún es difícil encontrar entre los estudiosos del tema, un acuerdo unánime, no obstante y más allá de las precisiones particulares sobre el término, su etimología y fenomenología, lo 16 Véase Encyclopaedia Judaica 19, p. 646. 17 Karel van der Toor, “The nature of the biblical teraphim in the light of the cuneiform evidence”, Catholic Biblical Quarterly, 00087912, Vol. 52, Fascículo 2 Abril 1990, p. 2. 18 Gregorio del Olmo Lete, Op. cit., p. 301.
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que nos interesa es que a través de la aparición de estos elementos en el relato bíblico, podemos ir jalando las hebras que nos llevan a comprender el lento y complejo proceso que avanza hacia el monoteísmo de Israel. Si bien la revelación de este dios, ha sellado una alianza, esto no significa que el pueblo que “ha elegido” asuma por completo el abandono de sus antiguos usos o prácticas religiosas; por el contrario, en la medida en que el relato avanza, Yhwh sigue apareciendo como interventor de la historia, acentuando su protagonismo único, versus un culto politeísta que rodea permanente y amenazadoramente a su pueblo. Uno de los hijos de Jacob, José se convierte en el heredero de la sagrada unión con lo divino; después de sufrir vejámenes por parte de sus hermanos mayores, será finalmente vendido como esclavo hasta llegar a la corte del Faraón egipcio. Su capacidad de interpretar sueños, símbolo de su conexión con lo superior, lo lleva ante la presencia del rey que finalmente lo convertirá en su asesor, consejero y primer ministro. Desafío al que José responderá a la altura, sobre todo, después de que se cumpla su predicción sobre el sueño de las vacas flacas y las vacas gordas (Gen 41); con los siete años de bonanza y los siete de hambruna, que José supo sortear al guardar el trigo necesario durante los años de buenas cosechas. Será Egipto, el único país donde había trigo y eso lleva a que también las tribus de los hijos de Jacob, hermanos de José, viajen en busca del buen grano. José reconoce a sus hermanos y, después de algunas escaramuzas, llama a sus hermanos y a su padre para que se instalen en Egipto (Gen 46; 5 – 28). En total, dice la Biblia, entraron 70 personas de la familia de Jacob a Egipto, dato que no parece confiable, pero que probablemente simboliza a la descendencia de Jacob, en sus doce hijos, las doce tribus de Israel.
Sin embargo, el mismo relato bíblico nos dice que los hijos de Jacob se multiplicaron en grandes cantidades en Egipto, hasta despertar el temor de sus gobernantes, quines decidieron someterlos como mano de obra forzada (Ex 1; 8 – 14) y luego como esclavos. Finalmente y viendo que no dejaban de multiplicarse, el Faraón ordenó que se lanzara al río a todo varón nacido de los
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hebreos. Es en este contexto en el que nace Moisés. Para ser rescatado de la muerte, su madre lo pone en una cesta y la deja en el río, desde donde será rescatado por la hermana del Faraón, quien integra a Moisés al círculo íntimo del rey. La historia es uno de los relatos más famosos del Antiguo Testamento. Sobre la forma de vida, culto y religión del pueblo hebreo en este periodo en Egipto, no sabemos prácticamente nada. A. Rodríguez Carmona cita a R. de Vaux para señalar que probablemente uno de los cultos que ya celebraban los hebreos era precisamente la fiesta de la Pascua, celebrada en primavera, para la prosperidad del ganado y que cambia de sentido después de la experiencia del éxodo.19 Son muchos los expertos que hoy en día trabajan en encontrar pruebas de la estadía del pueblo hebreo en la zona norte del antiguo imperio egipcio, hasta ahora sin muchas pruebas contundentes en lo relacionado con los detalles del culto religioso de este pueblo inmigrante. Sin embargo, José había advertido a sus hermanos que sólo una gran liberación los sacaría de Egipto para volver a la tierra que el dios de sus padres había prometido a Abraham y su descendencia… La dinámica de la Alianza vuelve a activarse. Moisés, será el encargado de sacar al pueblo de dios de Egipto, para ello será puesto a prueba por su dios, quien le encomienda una difícil misión, que el mismo Moisés duda pueda llevar a cabo. Sin embargo, ante el desafío impuesto, Moisés acepta, siempre apoyado por dios, quien en todo momento mantiene su fuerza y poder del lado de Moisés. Las plagas de Egipto y todos los hechos fantásticos que relata la biblia, nos convencen de la firme convicción de dios de cumplir su alianza y de salvar a los hebreos del yugo egipcio. La liberación se logra; los hebreos salen de Egipto, Moisés ha abierto las aguas y han cruzado a través de ellas, no hay duda de que dios está con él. Sin embargo la dinámica continúa y comenzará para Moisés otra etapa de pruebas; ahora comienza otra compleja etapa de su misión.
19 A. Rodríguez Carmona, Op.cit., p.32 y ss.
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I . c Moíses y el Éxodo, sentido y formación de la Religión de Israel. La figura de Moisés, considerada como el personaje bíblico más importante después de Dios, según la Enciclopedia Judaica,20 tiene un peso y sentido histórico, social y religioso que no podíamos dejar fuera, ya que tiene fuerza, como pocas figuras en el Antiguo Testamento. Esta fuerza no sólo radica en lo apasionante de su historia o en lo trascendente de su misión, sino también en el profundo y complejo proceso que le tocó dirigir, una vez lograda la extraordinaria salida desde Egipto. Evento que hasta el día de hoy ocupa a un sinfín de expertos, los que llevan años analizando, buscando e intentando delimitar la ruta real por donde habría pasado el pueblo hebreo tras la mentada salida, intentando comprobar la real existencia de las doce plagas señaladas en el Antiguo Testamento.21 Pero la labor más ardua de Moisés comienza una vez que ha logrado sacar a su pueblo de Egipto. Las tribus que han creído en Moisés, por las maravillas que les ha revelado su Dios a través de él, son tribus que se han mantenido por generaciones sometidas al gobierno del Faraón, por tanto, sin ninguna experiencia de organización propia. Será Moisés quien deberá dirigir a un grupo de tribus que no tienen sentido ni conciencia colectiva unificada, y convertirlos en un pueblo cohesionado y organizado. En este proceso, la religión es la amalgama perfecta que brindará unidad y cohesión, por sobre las disputas tribales o ancestrales. Precisamente de la experiencia opresiva de Egipto, las leyes que dios entrega a Moisés buscarán enraizar en este nuevo pueblo, una sociedad justa e igualitaria, en donde YHWH será su único señor, guía y rector. En el monte Horeb (Sinaí), Moisés recibe las tablas de la ley de manos del mismo Yhwh, para con ellas reordenar al pueblo que ha elegido y guiarlo por el recto camino a los ojos de Dios. Sin embargo, aparece el primer dato interesante y prueba además de que la tarea no será en nada fácil; apenas baja Moisés del monte, después de cuarenta días, se encuentra con que el pueblo se
20 Encyclopaedia Judaica 14, p. 522 y ss. 21 Cfr. Israel Finkelstein y Neil A. Silberman, La Biblia desenterrada, Siglo XXI editores, Madrid, 2003.
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las ha arreglado para crear un “Becerro de Oro”; para adorarlo como su Dios! (Ex 32; 4 – 6) Esto demuestra la fuerza de las influencias externas y la necesidad del pueblo de realizar una adoración similar a las que ya conocía, y que la revelación de un dios único, sin imagen ni culto, es una absoluta novedad en su contexto histórico, social y religioso, tanto que el pueblo no puede asimilarla fácilmente. El trabajo sería más duro de lo que Moisés probablemente suponía, ya no sería simplemente el guía de una comunidad rescatada, su misión no había terminado, muy por el contrario, recién comenzaba; a partir de ahora, sería también el intercesor, el mediador y el consejero, el profeta por excelencia. Es, una figura atractiva, la de Moisés como profeta; es un tema que ha motivado ya variados artículos. Por ahora, baste los puntos más importantes del relato diacrónico del cual Moisés es protagonista… En la tarea de guiar al pueblo, Yhwh ayuda a Moisés, entregándole el Decálogo o las Tablas de la Ley, en ellas radica el propósito absoluto y real del Éxodo, con toda su parafernalia y pompa. Las pestes en Egipto, los prodigios de dios hechos a través de Moisés, la apertura de las aguas, el castigo a los egipcios, las muertes y las desgracias, contrastan con la salida gloriosa, pero no por ello menos dolorosa. Todo esto tiene un sentido de fondo, y tienen absoluta relación con la misión de un Moisés de enseñar a las tribus a convertirse en una comunidad unida y afiatada. No sólo para impresionar al Faraón y los suyos, sino consolidar e imponer la soberanía de Yhwh sobre su pueblo; ese era el fin del Éxodo con toda su dimensión.22 En este sentido, la figura de Moisés concentra las fuerzas a su alrededor; atrae hacia sí funciones diferentes y complejas a la vez. La de guía, la de mensajero, la de intercesor, la de mago, profeta y legislador. Sin embargo, cada una de estas funciones ha generado un proceso interno en el mismo Moisés. El paso de ser un miembro de la corte del Faraón a un pastor en Madián, a un líder carismático y potente, y luego a un juez, tiene profundas consecuencias en su historia personal. Y es que, podríamos atrevernos a decir, que la misión de Moisés es muy superior en rigor y consecuencias históricas a la de Abrahám. La relación con
22 Encyclopaedia Judaica, 14, p. 525.
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dios es más larga, más profunda, más demandante y si Moisés pudiese hablarnos, nos diría quizás, que fue mucho más angustiante, agónica; es decir, una lucha profunda entre la razón y la obediencia sin discusiones. Sólo Moisés, entre todos los Patriarcas, es testigo no sólo de la manifestación del poder de dios a través de prodigios sin igual, sino de la visión de YHWH, de hablarle cara a cara, de comprender que el uso extraordinario del poder de este dios, es un poder que interviene en la historia, pero siempre con fines morales.23 Por momentos, el mandato divino parece cruel, sanguinario, superior a las posibilidades del entendimiento humano, las escenas del Deuteronomio, nos dejan perplejos por momentos; sin embargo, Moisés ha ido desarrollando a través de cada una de las experiencias vividas una extraordinaria capacidad de rehacerse y replantearse ante el pueblo, cada vez con nuevas fuerzas y por tanto con nuevas funciones, que son reconocidas por el pueblo. En palabras de David Rapoport, Moisés tiene dos claras funciones: la de Liberación y la de Fundación de un nuevo orden en el cual poder político y estructura social van de la mano con la religión, ya que es Dios el
LAS INFLUENCIAS SUMERIAS Y CANANEAS EN LA RELIGIÓN DEL
MUNDO HEBREO ANTIGUO.
EN CIENCIAS DE LAS RELIGIONES
REALIZADO POR LA ALUMNA MARÍA JOSÉ MORA FRIEDL
TUTOR ACADÉMICO
SEPTIEMBRE 2010
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ÍNDICE
Introducción 4 PRIMERA PARTE I ANTECEDENTES HISTÓRICOS I. a El Comienzo de la Historia. Un dios que le habla al hombre.
8 I. b De tribu errante a pueblo unido. La dinámica de la Alianza.
12 I. c Moíses y el Éxodo, sentido y formación de la Religión de Israel. 18 SEGUNDA PARTE II EL PROFETISMO EN ISRAEL II. a En la Tierra Prometida… el pueblo peca a los ojos de Yhwh.
23 II. b La Aparición de los Profetas; Una necesidad política y social. 27 II. c Los Reyes, los Profetas. Samuel y Natán, Saúl, David y Salomón. 31 II. d Influencias sumerias y cananeas a la luz de los Profetas. 950 aC al 597 aC 36
• Elías, mi Dios es Yhwh. La lucha contra Baal. 37 • Eliseo, Yhwh es Salvación. 44 • Amós. El Profeta pastor. Una crítica saocial.
48 • Oseas, Salvación de Yhwh. La misión en carne propia. 55 • Isaías y Nahúm. La profecía como herramienta de Dios
Y revestida de dioses. 67 • Jeremías. El Profeta del Juicio, dolor y promesa. El sentido final.
75 AGRADECIMIENTOS 87 BIBLIOGRAFÍA 88
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INTRODUCCIÓN
“El Momento del éxito, determina la selección de los eventos importantes en la Historia”
M. Buber.1
Dios, el Ser supremo, lo Divino, es una realidad que pareciera en primera instancia simple de definir. Sin embargo, en la medida en que tomamos conciencia de la infinitud, eternidad y de lo inabarcable del concepto, y al mismo tiempo de lo finitos, limitados y pequeños que somos frente a él, se vuelca en ese mismo ejercicio la realidad insondable, impenetrable de lo divino, que escapa a nuestra capacidad de aprehensión. Cuántos pueblos, culturas, civilizaciones, individuos, han desarrollado su existencia tratando de comprender semejante misterio; lo que es más increíble aún, han intentado controlar esa superioridad manifiesta a través de una forma de comunicación tan humana, pero tan divina a la vez, como es el complejo mundo de los mitos y ritos. En esa intención de acercamiento y control, de serle grato a los dioses o a Dios, los hombres han buscado permanentemente la cercanía con lo divino, interpretando en cada señal un mensaje sagrado, revelador, que les ayude a comprender la compleja realidad humana. Cuánto de esa mágica y misteriosa relación entre Dios y los hombres ha sido fruto de una respuesta original de cada una de las culturas para acercarse a lo divino y cuánto ha sido fruto de una idea original, pero revestida y engalanada de vestimentas externas, tomadas de las tradiciones vecinas, de las influencias exógenas, de aquellas que siempre están presentes alrededor de toda cultura y religión, pero que parecen no importunar, al menos hoy en día, ya que tenemos la vaga noción, de que son “formas o caminos distintos de buscar a Dios”.
1 M. Buber, “Biblical Leadership”, Israel and the World, Schocken, New York, 1948, p.124 – 125.
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Sin embargo, este particular sentido de comprender la búsqueda de Dios tiene que ver, entre otras causas, con la comprensión generalizada de la actualidad, de que solamente existe UN SOLO Dios, figura divina en la que creen hoy la gran mayoría de las personas en el mundo, quienes aun cuando prefieran o adopten formas distintas de comunicarse con él, tendemos a pensar que es el “Mismo Dios”, lo que de alguna manera nos tranquiliza, sobre todo y en mayor medida a los occidentales, quienes hemos ido adoptando una forma más flexible en nuestro pensamiento religioso. No obstante, en la antigüedad esta relación con la divinidad no funciona con la misma simplicidad y flexibilidad, en primer lugar, porque el hombre antiguo tenía menos información y cultura heredada que nosotros, y esta carencia lo empuja a una cercanía necesaria y absoluta con la divinidad. Las explicaciones de la realidad que lo circunda terminan necesariamente en lo divino. Es por tanto, la religión en la antigüedad, el sentido de la vida misma, sin competencia alguna de la razón humana, ni de las grandes reflexiones del pensamiento, sino más bien un intento puro y permanente de cercanía con dios o los dioses. La forma de relacionarse, entre hombres y dioses, queda sellada por una fuerte dependencia de la divinidad que marca cada etapa de la vida y cada día con las responsabilidades cultuales y sacras. En segunda instancia, debemos tener en cuenta que en la religiones antiguas la experiencia religiosa permea la vida cotidiana de principio a fin, a diferencia de la mayoría de las creencias actuales, en las que el hombre moderno y sobre todo el occidental, le da cabida a la religión en la medida en que lo necesita o él mismo lo permite. La búsqueda de dios nace en la antigüedad, por lo tanto, como una respuesta original de cada cultura. Sin embargo, el paso natural del tiempo, el contacto de las diferentes culturas entre ellas, les llevará a integrar, modificar y asimilar nuevas formas de relacionarse con lo divino, fruto de la interacción con las influencias externas y de la maduración interna. Pero hay un punto importantísimo en el que debemos reparar. Esto es la fuerza y diferencias entre las religiones politeístas y monoteístas. En el caso de la mayoría, casi absoluta de las religiones de la antigüedad, nos enfrentamos a cultos politeístas que buscan relacionarse con varios dioses, responsables ellos,
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de las más diversas funciones u operaciones de la naturaleza, lo que genera consecuentemente cultos variados y complejos, con cuerpos sacerdotales de oficio, elites que ostentan el rol único e irremplazable de controlar la comunicación con los dioses y asegurar de ellos respuestas beneficiosas para la comunidad. El peso de las influencias externas en estos casos es a veces visto como una aportación valorable, en la medida en la que ha sido de utilidad y beneficio para aquellos vecinos que practican tal o cual rito. Sería quizás, al modo actual, una forma distinta de relacionarse con los dioses, y por tanto válida también. Sin embargo, y es aquí donde radica el particular interés de este trabajo, la forma de asimilar cultos o ritos externos no puede tener la misma valoración en el caso, extraño y prácticamente único de la antigüedad, del monoteísmo hebreo. El culto a los dioses vecinos, con sus ritos y usos, no puede ser visto desde el monoteísmo hebreo como un aporte al culto propio, como simplemente una forma distinta de comunicación con los dioses, porque en este caso, es precisamente este punto el que presenta la diferencia radical. En el caso hebreo, no son “los dioses” sino única y exclusivamente UNO. Desde todo punto de vista parece interesante abordar este monoteísmo primitivo y las condiciones en las que aparece, lo que de por sí se convierte en un tema fascinante para el investigador, pero también parece de gran interés abordar la forma en que se concibe este monoteísmo, la manera en que este pueblo aprende a relacionarse, desde su monoteísmo, con las influencias externas, tan disímiles a su credo particular. ¿Cómo lo aprende?, ¿Cómo se relaciona con las religiones vecinas?, ¿Cuánto le cuesta asumir al pueblo hebreo su monoteísmo?, y ¿De qué forma va fraguando, como el herrero en el fuego, la figura única, poderosa y grandiosa de su único dios? Pareciera que el camino de este aprendizaje y consolidación de la divinidad única, fue todo menos fácil y aceptable rápidamente. Para el investigador es un privilegio extraordinario contar con una fuente escrita de la misma religión que va relatando los avatares de este pueblo sin igual en la antigüedad. La Biblia Hebrea nos va revelando, casi de a pequeñas gotas o migajas, trasluciendo con pausada precaución, las fuertes influencias religiosas
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de los vecinos de Canaán y, por tanto, las reacciones y asimilaciones de los propios hebreos. El monoteísmo implica un salto en la reflexión humana sobre lo divino. Y por tanto, no es de fácil asimilación por un pueblo entero, que se mantiene, probablemente, en un estadio de evolución muy similar al de sus vecinos politeístas, sino aún, en un estadio menor. La difícil tarea de convertir a este dios en único, no fue fácil ni factible en su totalidad, desde Abrahám a Moisés. Aún para los reyes, quienes una y otra vez cayeron en la idolatría de los cultos externos, y detrás de ellos el pueblo entero, quienes no dudaron en agregar a su propio dios atributos ajenos, en incorporar al culto usos afuerinos. Era una dura tarea, en la que una figura especial se convertirá en protagonista, un mensajero de características peculiares, elegido por la divinidad para ayudar en la difícil misión de convencer y guiar al pueblo de Israel, de que sólo hay UN DIOS. Esta figura apasionante y extraordinaria, será el centro desde el cual pretenderemos abordar todas las preguntas que ya nos hemos planteado, en relación a la asimilación del monoteísmo en Israel, éstos son los PROFETAS. Personajes únicos y de marcada relevancia en la tradición hebrea, con sello propio que los distingue incluso de los clásicos profetas y videntes de los credos politeístas. A partir de ellos, iremos trazando las líneas del proceso de asimilación de este monoteísmo total, que a pesar de su clara definición desde los comienzos, no por ello será estéril a las fuertes injerencias de los credos externos. La propuesta de este trabajo tampoco ha sido fácil de dilucidar, ya que la información y análisis sobre el tema, a pesar de ser variada, no es fácil de reordenar, para presentar una mirada que nos permita comprender con claridad cómo se desarrolla este proceso o camino hacia un monoteísmo pleno y consolidado.
Las influencias cananeas en el mundo hebreo primitivo son muchas más de las que el simple lector espera encontrar y con mucho superan la complejidad de procesos que esconde la evolución al monoteísmo. Es por esta razón que para abordarlo hemos escogido a los profetas de Israel como punto
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de partida y a la vez centro de nuestro análisis, para a través de ellos ir distinguiendo los contextos históricos, los aportes cananeos y en algunos casos sumerios, la fuerza de la religión hebrea que se abre paso en un mundo circundante que pareciera siempre adverso y la finalmente dolorosa y por ello regeneradora victoria del DIOS UNO. Victoria que se convertirá, sin duda, en el aliciente para el nacimiento y compresión de la religión desde una nueva perspectiva, en donde el hombre, la fe, la libertad tiene una nueva dimensión a la hora de relacionarse con la divinidad, en palabras de Mircea Eliade; a través de esta nueva forma de religión, el hombre primitivo halla la posibilidad de trascender definitivamente el tiempo y vivir en la eternidad… 2 Para llegar a comprender el trabajo y sentido de los profetas de Israel es primordial, antes implicarnos en los antecedentes históricos que preceden la aparición de los profetas, porque son los hechos que definen inicialmente la estructura de la religión hebrea, su devoción y culto, además de las concepciones básicas que conforman el entendimiento de la divinidad como tal. Es imposible comprender en el verdadero y profundo sentido histórico y religioso de la figura de los profetas si no es comprendiendo paso a paso el desarrollo de la historia y de la religión de Israel, ambas íntima e inseparablemente unidas. La historia de Israel es, sin duda, un punto de inicio obligado, e intentaremos no perdernos en los detalles, que son miles y cada uno de ellos de mucho interés, pero tampoco dejar fuera aquellos puntos o personajes que establecen la pauta necesaria para la comprensión del mundo profético de los siglos posteriores.
I ANTECEDENTES HISTÓRICOS 2 M. Eliade, El Mito del Eterno Retorno, Emecé ,Buenos Aires, 2001, p. 176.
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I . a El Comienzo de la Historia. Un Dios que habla al hombre. Uno de los primeros obstáculos o beneficios, depende del punto con el que se observe, de la historia del pueblo de Israel y de su religión, es que son dos temas prácticamente inseparables. La historia de los hebreos, se ha hecho historia, precisamente por su aglutinación en torno a esta figura divina única, que es la que “los ha elegido” de entre los demás pueblos de la tierra. De este concepto de “elección” se desprende un asunto igualmente importante, a nuestro modo de ver, y es el rol de este dios como interventor en la historia del pueblo, característica que irá lentamente dibujando una relación diferente entre hombres y dios.3
Para acercarnos al mundo hebreo es necesario comenzar por Abram, precisamente el personaje que recibe la revelación de este “único” Dios. Abram es un pastor de Ur de Caldea, al sur de lo que para el año 1750 aC aproximadamente era el primer imperio babilónico en Mesopotamia. No será necesario que nos extendamos en profundidad en el relato bíblico, que es probablemente uno de los más conocidos en términos de revelaciones sagradas, pero sí al menos reparar en algunos detalles de esta revelación, que nos parece marcan la diferencia, precisamente en la comprensión de una divinidad única, versus las múltiples divinidades que existían en el ambiente en el que Abram vive, en el que nos adentraremos más adelante, al referirnos al mundo sumerio y cananeo. Abram, pastor y jefe de una tribu, hombre entrado en años, sin descendencia recibe una “llamada divina”; la Biblia Hebrea no nos dice nada sobre la percepción de Abram, si es que le suscita alguna extrañeza esta “llamada” a la cual tampoco describe con exactitud. ¡Pareciera que acepta con plena normalidad la figura de un dios que le habla!. Pero, ¿tiene plena noción de que es el único Dios? El texto calla al respecto. Sin embargo, podemos buscar luz en el contexto religioso de la época.
3 Cfr. Gregorio del Olmo Lete, “La religión Cananea de los Antiguos Hebreos” en Gregorio del Olmo Lete (ed.), Mitología y Religión del Oriente Antiguo, Semitas Occidentales, tomo II/2., Editorial AUSA, Barcelona, 1995, p. 229.
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A. Rodríguez Carmona refiere en relación a este punto lo que varios autores han llamado La Religión del Padre , como la etapa primaria o inicial de esta nueva relación con dios. La religión del padre, es la forma cultual propia de los clanes familiares nómades de la zona, en la que la iniciativa divina de proteger y elegir una familia con la cual se establece una relación recíproca, pareciera ser relativamente común. Es por esto que el relato bíblico nos hace permanentemente referencia a la designación de dios como; “el dios de su/tu padre”.4 Es un tema apasionante, que probablemente nos empuja hacia otros caminos que nos alejarán irremediablemente, por el momento, de este punto inicial que es de nuestro interés. Lo que sí cobra a nuestros ojos especial importancia es sin duda, la aparición de un concepto nuevo en la relación de dioses y hombres, que hasta ese momento era desconocido, o al menos aún no hemos podido encontrar nada similar en este contexto social y religioso: la FE. Tema en el que nos extenderemos en breves páginas más. Abram no sólo escucha a un dios que le habla, sino que está dispuesto a obedecer sin cuestionamientos a este dios, quien le insta a salir de su tierra natal, Ur de Caldea, al sur de Mesopotamia, para viajar a una nueva tierra, en donde habitará él, su familia y su innumerable descendencia! Parece una de las bromas del destino, al menos podemos hacer el intento de imaginar la impresión de este hombre de unos 75 años según las escrituras (Gn 12, 4), a quien se le promete esta bendición extraordinaria.5 Tierra y descendencia, la bendición más importante que un hombre puede recibir, pero… ¿a cambio de qué? De obediencia absoluta… ¿a quién o a quienes? Esa es la clave; a un único dios! El relato es absolutamente innovador en el contexto de su época. Hasta ahora todos los descubrimientos arqueológicos, filológicos y religiosos de las zonas cercanas a la tierra prometida a Abraham, ratifican cultos variados, pero todos ellos politeístas. No obstante, es importante recalcar que el mentado monoteísmo de Israel, es la última etapa de un largo proceso de maduración en términos religiosos. Este único dios, es el único dios al que Abrahám debe rendir culto, no por ello se niega la existencia de otros dioses. Es por esto que, en esta primera 4 Cfr. Antonio Rodríguez Carmona, La Religión Judía, BAC, Madrid, 2002, p. 19 y ss. 5 Ver también, Encyclopaedia Judaica 1, pp. 280 y ss.
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etapa, podemos señalar más claramente que se trata de una monolatría6, antes que de un monoteísmo absoluto, aún cuando ese sea precisamente el camino que queremos investigar. La palabra de este dios obliga a Abraham a salir de su tierra y comenzar un camino desconocido, parece estar dispuesto e inicia junto a los suyos una travesía con consecuencias insospechadas; sin embargo, los datos históricos son todavía muy pobres en relación a probar y demostrar claramente el movimiento de tribus nómadas que se muevan de sus ciclos regulares cercanos a Mesopotamia, para acercarse hasta las tierras de Canaán, seguirles la pista no ha sido fácil. 7 En la medida en que el trayecto avanza, la relación entre este hombre y su Dios va marcando una diferencia; y es que Abraham está dispuesto a la obediencia total, en la medida en que dios pide, Abrahám obedece, incluso más allá de lo razonable8… ¿pero no lo estaban también los mesopotamios, los cananeos, y el resto de los pueblos vecinos? Quizás, podríamos atrevernos a decir que sí, pero no es esta la única característica distintiva en esta relación con la divinidad, sino la marca indeleble de lo que se traducirá en la ALIANZA, entre Dios y el hombre que implica el reconocimiento de la divinidad para con este, “su pueblo” y viceversa. Una alianza a través de la cual Dios protege a este “su pueblo” y el pueblo mantiene el reconocimiento a este “su único Dios”. Sin duda, a partir de este compromiso de fidelidad implícito, la forma de comprender a dios es distinta, se convierte en una cercanía nueva y reveladora, pero por ello también más demandante y exclusiva. La forma de entender al hombre, también lo es, ya que ha sido elegido, de entre los demás hombres por divinidad. A su vez esta elección evolucionará a todo un pueblo, la descendencia de Abraham, para convertirse más tarde en el Reino de Yhwh. Al respecto, Bottéro nos recalca en relación a la vinculación de hombres y dioses en Mesopotamia, contexto paralelo a la revelación a Abraham: ni una sombra de apego del corazón, de búsqueda conmovida, de auténtico amor, sino 6 Cfr A. Rodríguez Carmona, Op. cit., p. 19. 7 Al respecto, Antonio Rodríguez Carmona, en su obra La Religión Judía, señala que con los datos que hasta hoy se han podido recopilar; alrededor del segundo milenio aC, unos grupos de amorreos, pastores de ganado menor provenientes de Mesopotamia, llegan a Canaán y viven como semi nómadas junto a tierras cultivadas en torno a varios núcleos urbanos, donde al entrar en contacto con la población sedentaria comenzaron a asentarse. Véase p. 16. 8 Sacrificio de Isaac, en Gen 22.
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solamente de reverencia, respeto, rebajamiento, temor, enraizados en la convicción profunda del estado de servidumbre cultivado con celo y modestia a la vez respecto de los dioses.9 Este es un paso que el pueblo hebreo dará por superado a partir de la promesa de dios a Abrahám, a quien él mismo cambia el nombre, para que este recuerde a todos que es el “Padre de multitud de naciones” (Gn 17; 4 – 8) 10 La relación ya no es utilitaria, sino profundamente arraigada a partir de un compromiso mutuo. Es, sin duda, un comienzo fascinante, pero con muchas interrogantes que aún permanecen abiertas. No es nuestro particular interés el ahondar en ellas y mucho menos pretender responderlas. Sin embargo, era imperdonable saltarse el comienzo de esta historia extraordinaria, la que nos da además las pistas iniciales para comenzar a profundizar en nuestro principal tema de interés. El cómo mantuvo este pueblo “elegido por dios” esta promesa a través de los siglos y los avatares de su historia y cuál fue la cuidadosa y enriquecedora, aunque no siempre escuchada misión de los profetas.
La respuesta no es simple, al contrario implica una mirada a fondo al peso de esta Alianza para un pueblo que estará rodeado de vecinos fuertes y poderosos, los que serán una permanente amenaza, no sólo en términos geopolíticos, sino por cierto, en términos religiosos. I . b De tribu errante a pueblo unido. La dinámica de la Alianza. 9 Jean Bottéro, La Religión más antigua: Mesopotamia, Ed. Trotta, Madrid, 2001, p. 197. 10 Encyclopaedia Judaica 1, p. 280.
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La historia relatada en la Biblia hebrea en relación a Abraham nos deja como espectadores de un suceso extraordinario; sin embargo, no termina por explicarnos en qué se traduce concretamente la Alianza de este Dios con este hombre; es decir, en que se traduce el reconocimiento de Dios para este pueblo; cómo le llaman, cómo le adoran, cuáles son los ritos y culto que le rodea. Este es un desarrollo posterior, y nos confirma que los textos del Pentateuco son recopilaciones de tradiciones orales que obedecen a periodos y comprensiones distintas de los relatos originarios. En relación con el nombre y origen de este Dios, Henri Cazelles, señala que las tribus de Israel se unirán más tarde mediante compromisos religiosos en el nombre del dios YHWH. Se discute el origen del nombre, pero es seguro que bajo la forma del conocido tetragrama YHWH no se trate de un dios de Canaán, sino de un dios procedente del desierto, en los confines de Edom, Seïr, Temán y Parán.11 Así mismo, la Biblia nos dice que el hijo menor de Adán, Set tiene a su vez un hijo llamado Enós quien será el primero en adorar a la divinidad bajo el nombre de YHWH (Gn 4; 26), pero tampoco nos arroja ningún dato sobre el culto. También en relación con el nombre de dios, F. Javier Torrent, señala que el nombre nos remite al tetragrama sagrado formado por las cuatro letras que componen el nombre (Jod, He, Vau, He) y que podría simbolizar dos pares de principios activos y pasivos, es decir, la fuerza fecundadora (Jod), la fuerza receptiva (He), la fecundación (Vau) y el fruto (He) y pudiera designar a una fuerza productiva o germinativa.12 Claramente el descubrimiento del nombre de dios, marcará el inicio de una nueva etapa, desde el llamado Dios de los Padres, que elige gratuitamente a un grupo, al Yhwh del éxodo, que ha decidido actuar en la historia y salvar a este “su pueblo” de la esclavitud. En la revelación Mosaica aparece por primera vez una aproximación más cercana al nombre de dios; “Yo Soy” (Ex 3; 13 – 15) dice Dios a Moisés, cuando directamente pregunta su nombre, lo que no nos arroja mucha luz, con la excepción de la comprensión del término en hebreo, cuya raíz hace alusión a un
11 Henri Cazelles, “El Hombre y su Dios en el Antiguo Testamento” en; Varios Autores, Julien Ries Coordinador, Tratado de Antropología de lo Sagrado, Tomo 5, Ed. Trotta, Madrid, 2005, p. 78. 12 Francisco Javier Torrent, El Legado Hermético de la Antigüedad, Bubok Publishing, 2008, p. 94.
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tiempo verbal que puede ser en pasado o futuro; algo así como “Soy el que soy siendo” lo que sí nos da una visión de eternidad e infinitud que no logramos percibir desde las demás traducciones.13 Aún así, los cultos y formas de adoración de este dios que translucen los primeros libros de la biblia son limitados; únicamente nos refiere a altares que Abrahám y sus descendientes edifican en aquellos sitios donde YHWH ha hecho una revelación importante o una promesa especial, como el primer altar que edifica Abrahám en Siquem, donde su dios le ha prometido tierra, o el segundo en Hebrón, cuando dios le ha prometido además de la tierra, descendencia. O como la estela de Betel, donde Yhwh se ha revelado a Jacob. Pero ninguna otra alusión fuera de la edificación de un altar o estela en honor al dios, de la presencia de piedras o de árboles sagrados, que nos permita enunciar al menos un culto esquematizado y definido. Por el contrario, algunas alusiones en la biblia, más que aclararnos nos confunden, como la mención de los teraphim, que esconde Rebeca de su padre Labán cuando ha salido junto con Jacob su marido camino a la tierra de su suegro. (Gn 31, 19 - 32). Son precisamente estas peculiaridades las que llaman nuestra atención y que creemos es interesante dilucidar en la medida de lo posible en el presente trabajo. Si bien en términos religiosos nos vemos empantanados, al menos por el momento, intentaremos a través de la historia relatada diacrónicamente por la misma Biblia, seguir los pasos de este pueblo al que su dios ha elegido, según sus escritos, para observar el desarrollo del proceso que los conduce al monoteísmo absoluto. Los descendientes de Abraham, Isaac y sus hijos, Esaú y Jacob, serán los llamados patriarcas del pueblo de Israel, quienes comenzarán el duro y largo trabajo de unificar a las distintas tribus en una unidad social. Proyecto que será bastante difícil. Según Cazelles, precisamente cada tribu pareciera tiene su religión o culto propio: estas tribus vienen de regiones diversas a instalarse cerca de las ciudades cananeas sin poder conquistarlas todavía. Su religiosidad es de tipo tribal, muy poco personal… los nombres de las tribus, más que los
13 Sobre el nombre de Yhwh, véase A. Rodríguez Carmona, Op.cit., p. 24 y ss.
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nombres propios de sus miembros, revelan a veces el nombre de su dios y de su culto, antes de que se unieran en nombre de Yhwh.14 Pero el relato bíblico nos va revelando a través de diferentes, pequeñas e intrincadas historias que se establece una especie de dinámica entre Yhwh y su pueblo, cual es la puesta a prueba de sus líderes o guías y a través de ellos, del mismo pueblo, mediante mensajes, visiones o tentativas. Los descendientes del obediente Abraham, no lo son en la misma medida y, en muchos casos, pierden el contacto con su dios, uno de los beneficios de la Alianza, es decir, la comunicación con él. De Abrahám, la Alianza se traspasará a su hijo Isaac, quien tiene dos hijos, siendo Jacob, el menor quien le roba la primogenitura a su hermano mayor Esaú. Yhwh pone a prueba a Jacob, en varias ocasiones, siendo la más interesante en la que se le aparece en un sueño y Jacob pelea contra ¿dios?; a partir de esta escena el mismo Yhwh le cambia el nombre, como lo había hecho antes con Abrahám y le impone el nombre de Israel, “porque has luchado con (contra) Dios” (Gn 32; 27 – 32); la traducción más aceptada de este nuevo nombre parece ser precisamente, el que lucha con dios, pero en lugar de Dios, el texto hebreo usa El,15que es precisamente uno de los nombres que utiliza la biblia para referirse a Dios, pero también es uno de los dioses más importantes del panteón Cananeo, a propósito del cual nos extenderemos más adelante. Jacob buscará mujer fuera de su tierra, en casa de Labán su tío, en donde termina casado con dos hijas de Labán; Raquel y Lía, ambas le darán descendencia, y a estos hijos de Jacob se sumarán los de las sirvientas de ambas mujeres. En total, Jacob tendrá 12 hijos y una hija; desde donde devienen las llamadas 12 tribus de Israel. Después de muchos años de trabajos para su suegro, Labán, Jacob decide huir para regresar a la tierra de sus padres, y es precisamente en este contexto en que el relato bíblico refiere la curiosa escena de Labán reclamando sus teraphim a Jacob cuando le ha dado alcance, luego de saber que había huido con sus hijas y nietos. “¿Por qué te has llevado mis dioses (terafim)? (Gn 31; 30) El 14 Henri Cazelles, Op. cit., p. 80. 15 “Thy name shall be called no more Jacob but Israel, for thou hast striven [sarita from the root sarah, ] with God [El, ] and with men and hast prevailed” en; Encyclopaedia Judaica 10, p. 98. Es interesante, igualmente constatar que El en plural es Elohim, nombre con el que se señala precisamente al dios hebreo.
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texto señala además que anteriormente Raquel se había robado los ídolos familiares de la casa de su padre (Gn 31; 19 – 20). Queda claro que no todo el entorno de los descendientes de Abraham, mantiene un culto monoteísta y, aunque reconociesen la primacía de Yhwh, pareciera según el texto que mantienen los antiguos dioses familiares o ídolos, aun cuando no sabemos exactamente la forma que tenían y mucho menos el culto que recibían, aun cuando hay variadas discusiones sobre el tema. La Enciclopedia Judaica define a los teraphim, como dioses del hogar, aún cuando en algunas instancias se le considera como algo ignominioso. Al parecer son figurillas pequeñas y transportables, lo que es fácil de imaginar cuando Raquel, esconde los teraphim debajo de la montura del camello (Gn 31; 33 – 34) Hoffner señala también una relación con el concepto Hitita tarpis, considerado como espíritu protector o malévolo; sin embargo, en el relato de I Sam 19; 11 – 17, los teraphim ¿parecen ser más bien cabezas? 16 El término, lejos de esclarecerse, nos desconcierta nuevamente. Karel van der Toor, en cambio, aclara que aún cuando los relatos bíblicos no aportan demasiada luz sobre el tema, los aportes de los textos cuneiformes de las culturas vecinas a la de Israel, como Ugarit, han ayudado a esclarecer en parte muchos de estos “misterios” del Antiguo Testamento. Desde esta perspectiva, cree, se puede considerar a los teraphim como figurillas representativas de los antepasados más que como dioses del hogar. 17 Por su parte, Gregorio del Olmo Lete cree que la relación de los teraphim hebreos es inseparable de los Rephaim cananeos. Son con toda verosimilitud, la representación de tales antepasados muertos, sus figurillas, los dioses penates del hogar… tales ídolos familiares significan la cohesión del grupo y se transmiten de padres a hijos, como certificarían los textos de Emar; hacerse con ellos funda, sin duda, derechos de herencia, señala. 18 Como el lector puede apreciar, aún es difícil encontrar entre los estudiosos del tema, un acuerdo unánime, no obstante y más allá de las precisiones particulares sobre el término, su etimología y fenomenología, lo 16 Véase Encyclopaedia Judaica 19, p. 646. 17 Karel van der Toor, “The nature of the biblical teraphim in the light of the cuneiform evidence”, Catholic Biblical Quarterly, 00087912, Vol. 52, Fascículo 2 Abril 1990, p. 2. 18 Gregorio del Olmo Lete, Op. cit., p. 301.
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que nos interesa es que a través de la aparición de estos elementos en el relato bíblico, podemos ir jalando las hebras que nos llevan a comprender el lento y complejo proceso que avanza hacia el monoteísmo de Israel. Si bien la revelación de este dios, ha sellado una alianza, esto no significa que el pueblo que “ha elegido” asuma por completo el abandono de sus antiguos usos o prácticas religiosas; por el contrario, en la medida en que el relato avanza, Yhwh sigue apareciendo como interventor de la historia, acentuando su protagonismo único, versus un culto politeísta que rodea permanente y amenazadoramente a su pueblo. Uno de los hijos de Jacob, José se convierte en el heredero de la sagrada unión con lo divino; después de sufrir vejámenes por parte de sus hermanos mayores, será finalmente vendido como esclavo hasta llegar a la corte del Faraón egipcio. Su capacidad de interpretar sueños, símbolo de su conexión con lo superior, lo lleva ante la presencia del rey que finalmente lo convertirá en su asesor, consejero y primer ministro. Desafío al que José responderá a la altura, sobre todo, después de que se cumpla su predicción sobre el sueño de las vacas flacas y las vacas gordas (Gen 41); con los siete años de bonanza y los siete de hambruna, que José supo sortear al guardar el trigo necesario durante los años de buenas cosechas. Será Egipto, el único país donde había trigo y eso lleva a que también las tribus de los hijos de Jacob, hermanos de José, viajen en busca del buen grano. José reconoce a sus hermanos y, después de algunas escaramuzas, llama a sus hermanos y a su padre para que se instalen en Egipto (Gen 46; 5 – 28). En total, dice la Biblia, entraron 70 personas de la familia de Jacob a Egipto, dato que no parece confiable, pero que probablemente simboliza a la descendencia de Jacob, en sus doce hijos, las doce tribus de Israel.
Sin embargo, el mismo relato bíblico nos dice que los hijos de Jacob se multiplicaron en grandes cantidades en Egipto, hasta despertar el temor de sus gobernantes, quines decidieron someterlos como mano de obra forzada (Ex 1; 8 – 14) y luego como esclavos. Finalmente y viendo que no dejaban de multiplicarse, el Faraón ordenó que se lanzara al río a todo varón nacido de los
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hebreos. Es en este contexto en el que nace Moisés. Para ser rescatado de la muerte, su madre lo pone en una cesta y la deja en el río, desde donde será rescatado por la hermana del Faraón, quien integra a Moisés al círculo íntimo del rey. La historia es uno de los relatos más famosos del Antiguo Testamento. Sobre la forma de vida, culto y religión del pueblo hebreo en este periodo en Egipto, no sabemos prácticamente nada. A. Rodríguez Carmona cita a R. de Vaux para señalar que probablemente uno de los cultos que ya celebraban los hebreos era precisamente la fiesta de la Pascua, celebrada en primavera, para la prosperidad del ganado y que cambia de sentido después de la experiencia del éxodo.19 Son muchos los expertos que hoy en día trabajan en encontrar pruebas de la estadía del pueblo hebreo en la zona norte del antiguo imperio egipcio, hasta ahora sin muchas pruebas contundentes en lo relacionado con los detalles del culto religioso de este pueblo inmigrante. Sin embargo, José había advertido a sus hermanos que sólo una gran liberación los sacaría de Egipto para volver a la tierra que el dios de sus padres había prometido a Abraham y su descendencia… La dinámica de la Alianza vuelve a activarse. Moisés, será el encargado de sacar al pueblo de dios de Egipto, para ello será puesto a prueba por su dios, quien le encomienda una difícil misión, que el mismo Moisés duda pueda llevar a cabo. Sin embargo, ante el desafío impuesto, Moisés acepta, siempre apoyado por dios, quien en todo momento mantiene su fuerza y poder del lado de Moisés. Las plagas de Egipto y todos los hechos fantásticos que relata la biblia, nos convencen de la firme convicción de dios de cumplir su alianza y de salvar a los hebreos del yugo egipcio. La liberación se logra; los hebreos salen de Egipto, Moisés ha abierto las aguas y han cruzado a través de ellas, no hay duda de que dios está con él. Sin embargo la dinámica continúa y comenzará para Moisés otra etapa de pruebas; ahora comienza otra compleja etapa de su misión.
19 A. Rodríguez Carmona, Op.cit., p.32 y ss.
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I . c Moíses y el Éxodo, sentido y formación de la Religión de Israel. La figura de Moisés, considerada como el personaje bíblico más importante después de Dios, según la Enciclopedia Judaica,20 tiene un peso y sentido histórico, social y religioso que no podíamos dejar fuera, ya que tiene fuerza, como pocas figuras en el Antiguo Testamento. Esta fuerza no sólo radica en lo apasionante de su historia o en lo trascendente de su misión, sino también en el profundo y complejo proceso que le tocó dirigir, una vez lograda la extraordinaria salida desde Egipto. Evento que hasta el día de hoy ocupa a un sinfín de expertos, los que llevan años analizando, buscando e intentando delimitar la ruta real por donde habría pasado el pueblo hebreo tras la mentada salida, intentando comprobar la real existencia de las doce plagas señaladas en el Antiguo Testamento.21 Pero la labor más ardua de Moisés comienza una vez que ha logrado sacar a su pueblo de Egipto. Las tribus que han creído en Moisés, por las maravillas que les ha revelado su Dios a través de él, son tribus que se han mantenido por generaciones sometidas al gobierno del Faraón, por tanto, sin ninguna experiencia de organización propia. Será Moisés quien deberá dirigir a un grupo de tribus que no tienen sentido ni conciencia colectiva unificada, y convertirlos en un pueblo cohesionado y organizado. En este proceso, la religión es la amalgama perfecta que brindará unidad y cohesión, por sobre las disputas tribales o ancestrales. Precisamente de la experiencia opresiva de Egipto, las leyes que dios entrega a Moisés buscarán enraizar en este nuevo pueblo, una sociedad justa e igualitaria, en donde YHWH será su único señor, guía y rector. En el monte Horeb (Sinaí), Moisés recibe las tablas de la ley de manos del mismo Yhwh, para con ellas reordenar al pueblo que ha elegido y guiarlo por el recto camino a los ojos de Dios. Sin embargo, aparece el primer dato interesante y prueba además de que la tarea no será en nada fácil; apenas baja Moisés del monte, después de cuarenta días, se encuentra con que el pueblo se
20 Encyclopaedia Judaica 14, p. 522 y ss. 21 Cfr. Israel Finkelstein y Neil A. Silberman, La Biblia desenterrada, Siglo XXI editores, Madrid, 2003.
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las ha arreglado para crear un “Becerro de Oro”; para adorarlo como su Dios! (Ex 32; 4 – 6) Esto demuestra la fuerza de las influencias externas y la necesidad del pueblo de realizar una adoración similar a las que ya conocía, y que la revelación de un dios único, sin imagen ni culto, es una absoluta novedad en su contexto histórico, social y religioso, tanto que el pueblo no puede asimilarla fácilmente. El trabajo sería más duro de lo que Moisés probablemente suponía, ya no sería simplemente el guía de una comunidad rescatada, su misión no había terminado, muy por el contrario, recién comenzaba; a partir de ahora, sería también el intercesor, el mediador y el consejero, el profeta por excelencia. Es, una figura atractiva, la de Moisés como profeta; es un tema que ha motivado ya variados artículos. Por ahora, baste los puntos más importantes del relato diacrónico del cual Moisés es protagonista… En la tarea de guiar al pueblo, Yhwh ayuda a Moisés, entregándole el Decálogo o las Tablas de la Ley, en ellas radica el propósito absoluto y real del Éxodo, con toda su parafernalia y pompa. Las pestes en Egipto, los prodigios de dios hechos a través de Moisés, la apertura de las aguas, el castigo a los egipcios, las muertes y las desgracias, contrastan con la salida gloriosa, pero no por ello menos dolorosa. Todo esto tiene un sentido de fondo, y tienen absoluta relación con la misión de un Moisés de enseñar a las tribus a convertirse en una comunidad unida y afiatada. No sólo para impresionar al Faraón y los suyos, sino consolidar e imponer la soberanía de Yhwh sobre su pueblo; ese era el fin del Éxodo con toda su dimensión.22 En este sentido, la figura de Moisés concentra las fuerzas a su alrededor; atrae hacia sí funciones diferentes y complejas a la vez. La de guía, la de mensajero, la de intercesor, la de mago, profeta y legislador. Sin embargo, cada una de estas funciones ha generado un proceso interno en el mismo Moisés. El paso de ser un miembro de la corte del Faraón a un pastor en Madián, a un líder carismático y potente, y luego a un juez, tiene profundas consecuencias en su historia personal. Y es que, podríamos atrevernos a decir, que la misión de Moisés es muy superior en rigor y consecuencias históricas a la de Abrahám. La relación con
22 Encyclopaedia Judaica, 14, p. 525.
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dios es más larga, más profunda, más demandante y si Moisés pudiese hablarnos, nos diría quizás, que fue mucho más angustiante, agónica; es decir, una lucha profunda entre la razón y la obediencia sin discusiones. Sólo Moisés, entre todos los Patriarcas, es testigo no sólo de la manifestación del poder de dios a través de prodigios sin igual, sino de la visión de YHWH, de hablarle cara a cara, de comprender que el uso extraordinario del poder de este dios, es un poder que interviene en la historia, pero siempre con fines morales.23 Por momentos, el mandato divino parece cruel, sanguinario, superior a las posibilidades del entendimiento humano, las escenas del Deuteronomio, nos dejan perplejos por momentos; sin embargo, Moisés ha ido desarrollando a través de cada una de las experiencias vividas una extraordinaria capacidad de rehacerse y replantearse ante el pueblo, cada vez con nuevas fuerzas y por tanto con nuevas funciones, que son reconocidas por el pueblo. En palabras de David Rapoport, Moisés tiene dos claras funciones: la de Liberación y la de Fundación de un nuevo orden en el cual poder político y estructura social van de la mano con la religión, ya que es Dios el