Doble Pertenencia Religiosa

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195 MICHAEL AMALADOSS DOBLE PERTENENCIA RELIGIOSA Reflexionando sobre el hecho, cada vez más creciente, de que creyen- tes de una determinada religión comparten en profundidad experien- cias religiosas de otra religión, M. Amaladoss habla de la posibilidad, e incluso, en algunos casos, necesidad de una cierta pertenencia a diver- sas comunidades de formas diferentes, y de la contribución que estos casos pueden prestar al encuentro de las religiones e incluso a una sociedad más sana. Double Religious Belonging and Liminality,Vidyajyoti 66 (2002) 21-34 ¿Es posible a una persona, que pertenece a un determinado gru- po socio-religioso, encontrarse a gusto y participar en otro? Explo- rando esta pregunta, a nivel abs- tracto, la respuesta, probablemen- te, sería no. Cada religión consi- dera sus puntos de vista y doctri- na como absolutamente ciertos. La religión es una fuente profun- da de identidad personal y social, incluso en las llamadas sociedades secularizadas. Por tanto, parece cuestionable que una persona pueda afirmar, al mismo tiempo, su identidad en dos grupos socio-re- ligiosos distintos. Pero, de hecho, hay personas que se encuentran como en su propia casa en dos tradiciones religiosas distintas. Por esto la pregunta no se ha de explo- rar en abstracto, sino en referencia a algunos ejemplos concretos. Antropólogos y teólogos ha- blan del fenómeno de una religión doble o religión paralela en la re- ligiosidad popular. Visto desde fue- ra parece un sincretismo o un sis- tema religioso paralelo. Pero sus seguidores se encuentran a gusto en ellos. Una combinación, e incluso integración, de religiosidades cós- micas locales y soteriologías meta- cósmicas universales se conside- ran no solamente normales sino incluso inevitables y necesarias. Estos fenómenos se encuentran por todo el mundo, cuando las lla- madas “grandes religiones” se di- funden en nuevas áreas geográfi- cas. La gente, hoy en día, vive en mundos simbólicos diversos y pa- recen moverse de uno a otro con cierta facilidad. La coexistencia, si no integración, entre los dos, está marcada, con frecuencia, por las condiciones históricas y sociales del lugar.Varios estudios de la re- ligiosidad popular, en diferentes continentes, han mostrado que, codo a codo con las liturgias ofi- ciales y aprobadas de las iglesias, la gente invoca otros poderes –con frecuencia espíritus y ante- pasados– cuando necesitan pro- tección frente a un peligro, curar enfermedades físicas, mentales o sociales, y para establecer relacio- nes favorables con los poderes de la naturaleza y la sociedad. Tales prácticas están condenadas, tole- radas o incluso fomentadas, de diferente manera, por la iglesia

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    MICHAEL AMALADOSS

    DOBLE PERTENENCIA RELIGIOSA

    Reflexionando sobre el hecho, cada vez ms creciente, de que creyen-tes de una determinada religin comparten en profundidad experien-cias religiosas de otra religin, M. Amaladoss habla de la posibilidad, eincluso, en algunos casos, necesidad de una cierta pertenencia a diver-sas comunidades de formas diferentes, y de la contribucin que estoscasos pueden prestar al encuentro de las religiones e incluso a unasociedad ms sana.

    Double Religious Belonging and Liminality, Vidyajyoti 66 (2002) 21-34

    Es posible a una persona, quepertenece a un determinado gru-po socio-religioso, encontrarse agusto y participar en otro? Explo-rando esta pregunta, a nivel abs-tracto, la respuesta, probablemen-te, sera no. Cada religin consi-dera sus puntos de vista y doctri-na como absolutamente ciertos.La religin es una fuente profun-da de identidad personal y social,incluso en las llamadas sociedadessecularizadas. Por tanto, parececuestionable que una personapueda afirmar, al mismo tiempo, suidentidad en dos grupos socio-re-ligiosos distintos. Pero, de hecho,hay personas que se encuentrancomo en su propia casa en dostradiciones religiosas distintas. Poresto la pregunta no se ha de explo-rar en abstracto, sino en referenciaa algunos ejemplos concretos.

    Antroplogos y telogos ha-blan del fenmeno de una religindoble o religin paralela en la re-ligiosidad popular. Visto desde fue-ra parece un sincretismo o un sis-tema religioso paralelo. Pero susseguidores se encuentran a gustoen ellos.

    Una combinacin, e incluso

    integracin, de religiosidades cs-micas locales y soteriologas meta-csmicas universales se conside-ran no solamente normales sinoincluso inevitables y necesarias.Estos fenmenos se encuentranpor todo el mundo, cuando las lla-madas grandes religiones se di-funden en nuevas reas geogrfi-cas. La gente, hoy en da, vive enmundos simblicos diversos y pa-recen moverse de uno a otro concierta facilidad. La coexistencia, sino integracin, entre los dos, estmarcada, con frecuencia, por lascondiciones histricas y socialesdel lugar. Varios estudios de la re-ligiosidad popular, en diferentescontinentes, han mostrado que,codo a codo con las liturgias ofi-ciales y aprobadas de las iglesias,la gente invoca otros poderescon frecuencia espritus y ante-pasados cuando necesitan pro-teccin frente a un peligro, curarenfermedades fsicas, mentales osociales, y para establecer relacio-nes favorables con los poderes dela naturaleza y la sociedad. Talesprcticas estn condenadas, tole-radas o incluso fomentadas, dediferente manera, por la iglesia

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    oficial, como formas de devocinpopular. Lugares y tiempos sagra-dos, mediadores vivos y difuntosy peregrinaciones y penitenciasespeciales, son comunes en todoel mundo, incluso hoy en da.

    En otro nivel, estos ltimosaos, nos encontramos que mu-chos cristianos practican mtodosorientales de meditacin y con-centracin. Un mtodo no es slouna tcnica. Conduce a una expe-riencia con un significado particu-lar, espiritual y teolgico, en unatradicin religiosa determinada.Algunos usan estos mtodos, deuna manera superficial, a nivel noreligioso, para hallar una cierta pazmental y sentirse felices. Otrospermanecen enraizados en su tra-dicin religiosa, pero aprovechanalgunos bellos textos, o smbolos,o prcticas de otra tradicin reli-giosa que intentan integrar en supropia tradicin. Hasta aqu la do-ble pertenencia no es problema.Pero hay otros que se esfuerzanpor penetrar y vivir su significadoteolgico-espiritual. Personascomo Gandhi parecen haber te-nido cierta facilidad en relacionar-se con Jess y el Evangelio, sindejar de ser hinds.

    Cuando las personas que per-tenecen a una tradicin religiosaparticular conectan con otra tra-dicin en profundidad y encuen-tran inspiradoras y atractivas susescrituras y prcticas religiosas, latendencia normal es intentar in-tegrarlas en su propia tradicinmediante un proceso de reinter-pretacin y/o adaptacin. Pero enlos ltimos aos tenemos ejem-plos de personas que buscan ex-perimentar ambas tradiciones se-

    riamente sin pretender integrar-las con demasiada rapidez, sinovivindolas ms bien en tensin.

    Tres gneros de acciones sim-blicas o rituales

    Ayudar, ante todo, distinguirentre diversos gneros de ritua-les. Las acciones simblicas socio-religiosas o rituales, pueden ser detres clases. Algunas se basan en lanecesidad y alimentan los proble-mas ordinarios y tensiones de lavida. A este nivel no parece quehaya problema en traspasar los l-mites religiosos. Centros de pe-regrinacin y santuarios, as comoceremonias de sanacin celebra-das por grupos pentecostales ocarismticos, atraen multitud depersonas de diversas religiones.Un cierto uso de mtodos de me-ditacin, en tradiciones comoyoga, vipassana y zen, tampocoparece que desean ir ms all deresponder a una necesidad de pazmental y personal. Se centran enposturas y tcnicas de relajacin,por medio de la concentracin enla respiracin o en una imagenverbal, pictrica o sonora.

    Otros rituales marcan la rela-cin de un individuo con el gruposocial, en momentos importantesde la vida. Se llaman ritos de paso.Estn tan estrechamente relacio-nados con la identidad e integra-cin en la comunidad, que quienno pertenezca a ella no los prac-tica. Esto es particularmente cier-to en los rituales que acompaanlos misterios del nacimiento y dela muerte, e incluso de la inicia-cin en la pubertad. Separados dela comunidad no tienen ningn

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    sentido. Es de notar que inclusoen sociedades secularizadas y don-de la religin no se practica de unmodo significativo, la gente toda-va tiene fe en los rituales queacompaan el nacimiento, la ini-ciacin y la muerte. Parece que hayuna necesidad de marcar estosmomentos con ciertos gestos desentido trascendente, y tambinsentir y celebrar que uno perte-nece a una determinada comuni-dad.

    Una tercera clase son los ri-tuales de trascendencia que rela-cionan a una persona-en-comuni-dad con lo ltimo. Son las cele-braciones de alabanza, accin degracias e intercesin. Mediante laaccin simblica relacionan con elTrascendente y lo hacen en y pormedio de las estructuras socio-culturales y de los lmites de ungrupo particular. Las fiestas de lamayor parte de las tradicionesreligiosas, peregrinaciones y ritua-les de culto, como la Eucarista, sedirigen principalmente al Trascen-dente, relativizando en el mismoproceso las estructuras simblicasen las que se realizan.

    Uno no se sentira libre paraparticipar en los ritos de paso deotro grupo religioso. Pero, a nivelde rituales que se basan en lasnecesidades o se centran alrede-dor de objetos sagrados lugareso personas de poder, y en los ri-tuales de trascendencia, parecems fcil traspasar las fronteras.Esta disponibilidad parece indicarque la gente es capaz de distin-guir entre el Trascendente y losdiferentes mundos socio-simbli-cos por cuyas mediaciones se hacepresente en la historia.

    La experiencia religiosa essimblica

    Toda experiencia humana, in-cluso la experiencia religiosa, essimblica. Est mediatizada porsmbolos. Cualquier cosa en lanaturaleza, o en la vida humana,puede llegar a ser simblica cuan-do se le da una connotacin es-pecial, en un contexto particular.De esta forma, tambin una accinsocial puede ser simblica. Unaaccin que implique comunicacinen un grupo humano est necesa-riamente mediatizada por los sm-bolos. Se podra decir que todopensamiento y actividad humana,incluso cuando uno est solo, essimblico.

    Nadie experimenta a Dios, olo ltimo, como tal. Dios es ex-perimentado por los humanoscomo manifestado en una expe-riencia particular, personal o so-cial, o en un acontecimiento en elcual los humanos estn de algunamanera involucrados, al menoscomo observadores. Esto aconte-ce siempre en un contexto hist-rico y cultural particular. Por estola experiencia se expresa y se co-munica a travs de smbolos. Lapersona que tiene la experienciapuede intentar explicarla a otros.Pero stos no necesitan ningunaprueba de la misma. Tampoco nin-guna prueba o demostracin pue-de inducir una experiencia.

    Los smbolos no son arbitra-rios, productos convencionalescomo los signos. Estn relaciona-dos, de alguna forma, con la reali-dad experimentada, con la perso-na-en-comunidad que la experi-menta y con el contexto en el que

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    se da la experiencia. Los smbolosno son como las palabras de unlenguaje o los signos convencio-nales que se pueden tomar y usarpor cualquiera en cualquier par-te. Las acciones simblicas, comolos acontecimientos, con frecuen-cia toman la forma de una narra-cin.

    Cada religin tiene ciertas ex-periencias primordiales o funda-cionales que toman cuerpo ennarraciones (mitos y/o escritos) yacciones socio-simblicas (ritua-les). Por esto la prctica de la reli-gin se convierte en una tradicinque intenta revivir y re-actualizarestas experiencias fundacionales.Por esto la memoria juega un pa-pel importante. La tradicin es unaexperiencia socio-cultural enraiza-da en una comunidad particular.

    Puesto que la experiencia reli-giosa es simblica, es tambin li-mitada. Es una experiencia de larealidad ltima. Pero no es unaexperiencia de la realidad ltimacomo tal, sino mediatizada por lascircunstancias sociales e histri-cas de su manifestacin. Todo sm-bolo encarna una correlacin en-tre la realidad experimentada y lapersona-en-comunidad que la ex-perimenta. Es una relacin quemantiene en tensin la realidadexperimentada y la comunidad quela experimenta. Este enraizamientoen una relacin la salvaguarda de sermeramente relativa.

    Cada smbolo tiene en s mis-mo una dimensin indecible. Estosignifica que aun cuando uno estatado al smbolo, conoce y sienteque la Realidad est ms all delsmbolo. No se relativiza el sm-bolo. Pero se experimenta que es

    limitado. Esta experiencia abreespacio a otros smbolos. Estosnuevos smbolos se pueden en-contrar en la propia vida y expe-riencia si hay un deseo de profun-dizacin en la misma. Pero es po-sible, por supuesto, que en algu-nos casos uno no tenga esta ex-periencia hasta que se encuentrecon otra persona o grupo con unsistema simblico diferente.

    Ya que los smbolos son limi-tados, es posible un pluralismo desmbolos de la misma realidad, in-cluso dentro de la misma tradi-cin religiosa. El pluralismo pue-de tambin indicar una progresino desarrollo de la tradicin. Notodos los smbolos en una tradi-cin sern igualmente adecuadosa la realidad. Puede que uno no sesienta a gusto con todos los sm-bolos, incluso dentro de su pro-pia tradicin. Incluso puede unoser selectivo con respecto a lossmbolos que encuentra en otrastradiciones eclesiales o religiosas.Podemos diferenciar entre respe-tar a una persona que sigue unatradicin simblica particular y elhecho de sentirnos nosotros agusto en ella, precisamente por-que los smbolos estn enraizadosen un contexto socio-histrico.

    Los smbolos y el pluralismode religiones

    Las distintas religiones sonexperiencias y expresiones simb-licas diferentes, de diversas comu-nidades humanas, en contextoshistricos y culturales diferentes,de la misma ltima Realidad. Cier-tamente creemos que slo hay unDios o Realidad ltima. El hecho

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    de que las diversas religiones serelacionen con el mismo ltimo,no significa que sean lo mismo. Poresto, deben evitarse afirmacionescomparativas como todas las re-ligiones son lo mismo o todaslas religiones son igualmente ver-daderas.

    A veces, se dice que todos losmsticos tienen la misma experien-cia de Dios, aunque las expresio-nes simblicas sean distintas. Pien-so que no slo sus expresiones,sino sus mismas experiencias sondistintas. La diferencia procedepor una parte de los contextoshistricos y culturales, y de las me-diaciones simblicas. Los smbo-los afectan no slo a la expresinsino tambin a la experiencia dela realidad, ya que cada smbolotoca slo un aspecto de la reali-dad. Por otra parte, la misma Rea-lidad ltima, especialmente sicreemos que es personal, puedemanifestarse de distintas maneras,a personas distintas, en distintascircunstancias sociales e histri-cas. Las distintas religiones puedenconsiderarse como diferentes pa-radigmas del encuentro divino-humano.

    Algunas religiones pretendentener una especial revelacin deDios. Pero, para ser entendido porun grupo humano, Dios tiene quehablar en un lenguaje particular, enun particular contexto socio-his-trico. Dios puede escoger losaspectos de su mismo ser que re-vela a este grupo particular. Loshumanos, en la expresin y cele-bracin de la revelacin que tie-nen de Dios, estn limitados porlas estructuras simblicas y por loscontextos socio-histricos de su

    celebracin. Esto hace posible unconocimiento creciente y cada vezms profundo de la revelacin.Ninguna revelacin particular pue-de ser totalmente adecuada al in-finito e inexhaurible misterio deDios.

    Si las distintas religiones sondistintas experiencias simblicasde lo ltimo, una experiencia sim-blica determinada no puede serel criterio o juicio de autenticidado fiabilidad de las otras. Con todo,podemos descubrir un criterionegativo: las verdaderas manifes-taciones no pueden ser mutua-mente contradictorias aunquetales contradicciones no se han desuponer fcilmente. Criterioscomunes de juicio se han de de-sarrollar mediante el dilogo.

    Cada tradicin religiosa es ni-ca a su manera. Ms all de esto, siuna tradicin religiosa se atribuyeuna cierta unicidad, en el contex-to del todo, esto slo puede seruna afirmacin de fe. Como afir-macin de fe obviamente no esinteligible para las otras. Esta fe seha de hacer significativa, en uncontexto histrico, si ha de teneralgn sentido para la vida de lacomunidad y no permanecer unaafirmacin abstracta a priori. Y estabsqueda de significado no se pue-de hacer a expensas de las demscomunidades religiosas. Pero en laprctica, cada religin grande ometa-csmica pretende ser elmejor, si no el nico, camino haciaDios.

    Ahora bien, la conversin deuna tradicin religiosa a otra nose excluye. Pero nunca es el re-sultado de un estudio comparati-vo de las diferentes tradiciones.

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    Toda religin es un medio de re-lacin entre lo divino y lo huma-no. Por tanto, la conversin slopuede ser la respuesta a un llama-miento de Dios. Podemos explo-rar las condiciones socio-histri-cas de tal llamada, pero la llamadaes, en ltima instancia, un miste-rio que concierne a la libertad deDios y a la libertad de la personao grupo llamado por Dios. Laspersonas con cierta experienciadicen que el paso de una a otrareligin nunca es suave, sino quesupone algn gnero de ruptura.

    Ninguna religin puede pre-tender que sus propias estructu-ras son reales, y que representanla Realidad ltima en s misma,mientras que las otras son sola-mente simblicas. El pluralismoreligioso no es relativstico, por-que la base de verdad de las reli-giones no es la limitacin de loshumanos como sujetos, sino laabsolutez de lo ltimo. Una reli-gin puede tener valor de norma-tiva absoluta para su comunidad,porque es el camino por el queDios les sale al encuentro.

    Encuentro interreligioso

    En el encuentro interreligiosodebemos evitar dos extremos.Uno sera decir que cada religinno es meramente un sistema dis-tinto de smbolos sino que es tam-bin un grupo humano sociocul-tural distinto. No son realmentecompatibles. Esta incompatibilidadse complica ms por las preten-siones absolutas de cada religin.El aumento del fundamentalismoreligioso todava empeora la situa-cin. Los encuentros interreligio-

    sos, cuando y donde sean posibles,pueden centrarse solamente en elconocimiento mutuo, removerprejuicios y conducir a una mutuatolerancia. Incluso el respeto mu-tuo puede ser problemtico.

    El otro extremo sera decirque las diferentes religiones sonpuramente sistemas simblicosdistintos de una misma realidad.Son mediaciones de la misma ex-periencia. Aunque la prctica de lapropia religin est, normalmen-te, limitada a la propia comunidad,la participacin en las celebracio-nes de otras religiones parece in-cluso deseable. Todas las religio-nes conducen a Dios como todoslos ros van al mar.

    Mientras que el primer extre-mo exagera las diferencias, el se-gundo no las toma en serio. Lasdiferencias entre religiones sonobvias. Ms bien debemos ser l-cidos respecto a la unidad subya-cente que, de alguna manera, lasenlaza. Esta unidad tiene dos di-mensiones. Por una parte creemosque hay un solo Dios y que esteDios est presente y activo entodas las religiones aunque lasmediaciones sean distintas. Ade-ms, creemos que todas las reli-giones intentan responder a lasnecesidades humanas fundamen-tales de sentido y de totalidad, enmedio del mal que prevalece enel mundo y en la vida humana. Porotra parte, las personas que per-tenecen a diferentes religiones, enla mayor parte del mundo, hoypertenecen a la misma sociedadcivil y estn comprometidas enofrecer un fundamento comn,moral y espiritual, en colaboracincon todas las personas de buena

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    voluntad. Los conflictos entre gru-pos religiosos no estn ausentesen el mundo de hoy, pero se hande superar en espritu de armo-na y paz.

    Las religiones son diferentes,aun cuando tienen un objetivocomn y una orientacin comny juegan el mismo papel en la so-ciedad. Son diferentes relacionescon Dios de distintos grupos depersonas. Estas diferencias socio-culturales constituyen la identidadsociopersonal del pueblo. La iden-tidad puede crecer o cambiar, perose ha de tomar en serio. Tanto ms,cuanto que estas diferencias sondebidas a la libertad de Dios y delos hombres. La actitud adecuadafrente a otras religiones ha de serde respeto y disposicin para eldilogo, precisamente en la pro-secucin de una meta social co-mn. Pero, en el proceso, las reli-giones se descubren mutuamentey con ello se posibilita no slo lainteraccin social sino tambinreligiosa.

    Un dilogo religioso, que vayams all del mutuo entendimien-to a la mutua incitacin y enrique-cimiento, parece posible. Para estoes necesario caer en la cuenta delos lmites de la propia experien-cia histrica y cultural, cuando seentra en contacto vital, no pol-mico, con otra tradicin. Pero elcrecimiento ha de venir del inte-rior de la tradicin. Cuando secontacta con otra tradicin reli-giosa, a una cierta profundidad, yse encuentran sus escrituras yprcticas espirituales inspiradorasy atractivas, la tendencia normales procurar integrarlas en la pro-pia tradicin. Se habla, por ejem-

    plo, de Yoga Cristiano o ZenCristiano. Se consideran tcnicaspara apaciguar la mente antes decomprometerse seriamente en laoracin o contemplacin.

    Doble pertenencia

    En los ltimos aos tenemosejemplos de personas que buscanexperimentar dos tradiciones se-riamente sin intentar integrarlas,sino ms bien vivirlas en tensin.

    Quiero excluir un acercamien-to superficial que mira el mundode las religiones como un super-mercado, en el que uno se pasea yescoge los mtodos y elementosque encuentra tiles para su pro-psito. Tambin quiero excluir laspersonas que afirman el derechoa usar los smbolos de las diferen-tes tradiciones religiosas, pasandolibremente de una a otra. Desco-nocen lo que significa una religin.Probablemente no estn enraiza-dos en ninguna.

    Tampoco hablo de la religiosi-dad popular con la que la genteacude a centros de fuerza espiri-tual para sanar. Se quedan a un ni-vel de religiosidad que est pordebajo del nivel en el que la per-tenencia religiosa es una tema yun problema. Ir a un especialistade rituales para sanar, o para otrosbeneficios materiales, es como ira un mdico. No hay compromisode fe. Se usan los rituales y los sm-bolos en la medida que funcionan.

    Tambin hay personas que pro-curan acercarse al otro y enten-derlo desde el punto de vista delotro. Es mucho de alabar. Ayuda adesprenderse de los propios pre-juicios. Pero esto no es un pro-

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    blema de doble pertenencia.Entiendo que la doble perte-

    nencia entra en escena cuando lapersona realmente se siente lla-mada a ser leal con dos tradicio-nes religiosas. Pienso que el con-cepto de fenmenos liminales ayu-dar a dar sentido a la experien-cia.

    Liminalidad y communitas (*)

    El anlisis antropolgico de losritos de paso indican que hay enellos tres estadios: separacin,margen y agregacin. Esto es par-ticularmente evidente en los ritua-les de iniciacin. Los adolescentesson separados del grupo, del queformaban parte hasta entonces, semantienen al margen de la socie-dad y se les da una rigurosa for-macin, inicindolos en los secre-tos del grupo social y, despus, sonintegrados en la sociedad de losadultos. Podemos llamar liminal elperodo de intensa formacin. Du-rante este perodo el grupo esdesestructurado e igualitario. Nohay categoras entre ellos. Inclusose quita importancia a las diferen-cias sexuales con un holgado ves-tido comn. El limen se refiere aeste estadio intermedio en el pro-ceso de cambio de un estado dela sociedad a otro. Puede decirseque el noviciado, en las rdenes ycongregaciones religiosas, es unperodo liminal, de transicin yformacin re-creativa, entre la vidaen el mundo y la vida en la comu-nidad religiosa. La liminalidad se ca-racteriza por la communitas una

    experiencia de igualdad y de es-tar juntos que contrasta con es-tructura.

    La palabra limen se usa tam-bin, en un sentido ms amplio,para indicar una sociedad de con-traste, simbolizada por un indivi-duo o un grupo social. Vctor Tur-ner, que ha desarrollado extensa-mente esta nocin, mencionaBuda, Francisco de Ass y Gandhicomo personalidades liminales. Losartistas creativos tambin tiendena ser personas en los mrgenesde la sociedad.

    Es importante notar que unasituacin liminal no se refiere sloa un estadio de transicin, sinotambin a personas y grupos per-manentes, como las rdenes mo-nsticas, en cuanto son socieda-des de contraste al margen delorden social bien-estructurado.Estos grupos marginales o limina-les con frecuencia generan mitos,smbolos, rituales, sistemas filos-ficos y obras de arte. La estruc-tura y la comunidad se equilibranmutuamente. Los grupos encarna-dos en comunidad pueden adqui-rir un rol proftico en la socie-dad.

    En la vida de la Iglesia pode-mos descubrir aspectos de comu-nidad en las celebraciones sacra-mentales como la eucarista. En lamesa eucarstica, en teora, todosparticipan por igual, ms all decualquier distincin de casta o cla-se.

    Ahora estamos en condicionesde entender las descripciones deliminalidad y communitas que da

    (*) El autor usa las palabras latinas limen y communitas que son fcilmente comprensibles encastellano. Las mantenemos en el texto, con sus derivados (Nota de la Redaccin).

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    Vctor Turner: Los atributos deliminalidad o persona liminal sonnecesariamente ambiguos, ya queesta condicin y estas personaseluden la red de clasificacionesque, normalmente, localizan esta-dos y posiciones en el espaciocultural. Las entidades liminales noestn ni aqu ni all; estn fuera y amedio camino entre las posicio-nes asignadas y arraigadas por ley,costumbre, convencin y ceremo-nial. Los lazos de la communitas sonindiferenciados, igualitarios, direc-tos, irracionales, existenciales, Yo-T. La comunidad es espontnea,inmediata, concreta, no abstracta...No fusiona las identidades; las li-bera de conformarse a normasgenerales. Aunque esto es nece-sariamente una condicin tran-sitoria, si la sociedad ha de conti-nuar actuando de una manera or-denada. Es la fuente y origen detodas las estructuras y al mismotiempo su crtica... es una prima-vera de pura posibilidad.

    Doble pertenencia y liminali-dad

    Pienso que, a nivel de identi-dad socioreligiosa, en lo que serefiere a ritos de paso, las perso-nas pertenecen a una determina-da religin. Normalmente, supo-ne una lealtad bsica a su mundosimblico, aunque algunos puedensentirse con libertad para distan-ciarse de algunos de sus elemen-tos, o incluso para ir ms all.

    Pero unas pocas personas pue-den estar llamadas a cruzar la fron-tera y entrar en el mundo simb-lico de otra religin. No pertene-cen sociolgicamente a ambas re-

    ligiones al mismo tiempo. No esposible la doble pertenencia eneste sentido. Pero estn en la fron-tera entre ambas religiones y per-tenecen a ambas simblica y ex-periencialmente. Pienso que nodeberan hacer el esfuerzo de re-conciliarlas superficialmente, des-cubriendo analogas, y muchomenos para integrarlas. No se viveformalmente en dos mundos sim-blicos al mismo tiempo. Pero sesiente libre para pasar de uno aotro. En el proceso, se tiende arelativizar a ambos, no en la rela-cin de uno al otro, sino en rela-cin al Absoluto, sin abandonarninguno de ellos. Una doble per-tenencia en este sentido pareceposible. Estas personas pueden sercapaces de pasar de un sistema desmbolos a otro, ya sea por la prc-tica de particulares tcnicas, comoyoga o zen, o por la compaa delos miembros del otro grupo reli-gioso. En el contexto del encuen-tro interreligioso emergente tie-nen un rol proftico y creativo ensu propia comunidad. Son capacesde facilitar, no tanto una integra-cin de ambos sistemas religiososen una tercera entidad superior,sino un flujo de dilogo, que con-duce ambas comunidades religio-sas hacia una convergencia coo-perativa, ms que a un conflicto.

    La necesidad de personas li-minales

    Puede parecer que en este ar-tculo he construido un argumen-to para justificar el comporta-miento de algunos excntricosque ocasionalmente han cruzadolos lmites religiosos y que esta

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    situacin fronteriza de la identi-dad religiosa es una cosa rara. Porel contrario, este ministerio demediacin entre religiones no esextrao y hoy parece ms nece-sario que nunca.

    En primer lugar, por parte delos catlicos, se ha dado una pro-gresiva apertura hacia las otrasreligiones despus del ConcilioVaticano II. De una valoracin ne-gativa de las otras religiones, he-mos llegado a aceptar la presen-cia y accin del Espritu Santo enellas. Incluso se ha hecho oficial lapoltica del dilogo. En los ltimosveinticinco aos, algunos cristianosen la India han tratado, favorable-mente, la posibilidad de usar lasescrituras de otras religiones,tanto en la plegaria privada, comoen el culto oficial, y tambin laposibilidad de compartir el cultocon miembros de otras religiones.El uso de tcnicas asiticas de sa-dhana, o acciones espiritualescomo yoga, zen, vipassana, etc., hallegado a ser comn entre los cris-tianos de todo el mundo, a pesarde las reservas oficiales. Aunquepor varias razones la Iglesia oficialno ha sido capaz de ir ms lejos, lainvitacin a miembros de diferen-tes religiones a orar juntos por lapaz, en Ass (1986) y en Roma(2000 y 2002), va en la misma di-reccin. Vivir con personas de dis-tinta religin, leer juntos las variasescrituras, compartir sus pensa-mientos y problemas y orar jun-tos, se ha hecho normal en variaspartes de la India, despus del Va-ticano II. Es considerable el nme-ro de personas que realizan estas

    prcticas. Todos ellos son cristia-nos de alguna manera liminales,aunque en distinto grado.

    En segundo lugar, a pesar deesta actividad dialogal, las religio-nes se encuentran en crecienteconflicto en todas partes. El fun-damentalismo religioso y el uso dela religin como instrumento po-ltico son la causa de tales conflic-tos. Los pueblos buscan su identi-dad. En estas situacin el dilogoentre religiones resulta urgente eimperativo. Las personas liminales,a la manera que hemos descrito,pueden jugar un papel importan-te en promover este dilogo yequilibrar la influencia del funda-mentalismo.

    Conclusin

    La doble pertenencia es posi-ble por la creencia, si no experien-cia, de la unicidad y trascendenciade lo ltimo. La religin es unarelacin divino-humana. Es res-puesta a una llamada y compro-miso. Por esto, cruzar la fronterareligiosa, ser respuesta a un lla-mamiento especial y no un cami-no que alguien escoge, alegremen-te, por s mismo. Seria desastrosounirlo a una forma de pluralismopostmoderno que resta energasa toda suerte de meta-relatos. Suverdadera raz es precisamente launicidad de lo ltimo y la creenciaen la armona bsica de todas lascosas y de todas las religiones. Setoma seriamente el mundo simb-lico y aprecia y respeta sus raceshumanas, histricas y culturales.

    Tradujo y condens: CARLES PORTABELLA