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Dénles ustedes de comer (Lc. 9,13) IV Congreso Eucarístico de Guadalajara Subsidio fase parroquial y de vida consagrada

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Dénles ustedes de comer (Lc. 9,13)

IV Congreso Eucarístico de Guadalajara

Subsidiofase parroquial y de vida consagrada

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Arquidiócesis de Guadalajara

Denles ustedes de comer (Lc. 9,13)

Subsidio del IV Congreso Eucarístico de Guadalajara

Guadalajara2014

Año Jubilar Por el Aniversario 150 del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara

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DIRECTORIO

Secretario Ejecutivo de la Comisión Diocesana para los Festejos del Aniversario 150 del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara: José Abel CastilloColaboraciones: Presbíteros Gabriel Quezada Mendoza, Gerardo Jiménez Lozano, José Marcos Castellón Pérez, Engelberto Polino Sánchez, Juan Eduardo Vargas Flores, Guillermo Rodríguez Benítez y Tomás de Híjar Ornelas.Diseño de Portada: Sr. Pbro. Francesco Lay Martínez.Consejera editorial: Mtra. María Palomar Verea

IV Congreso Eucarístico de Guadalajara, Año Jubilar del Aniversario 150 del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, es publicada por la Arqui-diócesis de Guadalajara, A.R., con domicilio en Alfredo R. Placencia 995, colonia Chapultepec Country, C.P. 44620, Guadalajara, Jalisco, Tel. (33) 10365605, www.arquidiocesisgdl.org.mx, email: [email protected]. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2012-071913232700-106, ISSN: 2007-3801, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Impreso por Innovación Gráfica, con domicilio en Hacienda Chimeca No. 9, colonia Francisco Villa, Tonalá, Jalisco; este número se terminó de imprimir el 10 de abril del 2014 con un tiraje de 2000 ejemplares. Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la postura de la Arquidiócesis. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

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Presentación

En mi calidad de responsable de los festejos por el aniversario 150 del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, me satisface ofrecer a las comunidades parroquiales y de vida consagrada el subsidio con los temas y el esquema celebrativo para el IV Congreso Eucarístico Diocesano, elaborado por los señores presbíteros Gabriel Quezada Mendoza, Gerardo Jiménez Lozano, José Marcos Castellón Pérez, Engelberto Polino Sánchez, Juan Eduardo Vargas Flores, Guillermo Rodríguez Benítez y Tomás de Híjar Ornelas.

Luego de un anexo histórico, que podrá utilizarse ya sea como introducción o como otro tema de reflexión o estudio, sobre el contexto histórico de los 150 años de vida de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, se desarrollan cinco temas de carácter cristológico, eclesiológico, antropológico, social de caridad y de servicio y mariológico. Al final viene el esquema para la Celebración de la Palabra y la Hora Santa.

Más allá de sus antecedentes históricos ¿Qué es, que debe ser una Provincia Eclesiástica en nuestros días? Un conjunto de Iglesias particulares, que reconocen a otra como hermana mayor, y se unen a ella en la caridad y el servicio.

Recordar el nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, con la arquidiócesis de este nombre al frente, y las sufragáneas de Colima, Tepic, Aguascalientes, Autlán, la Prelatura Territorial de Jesús María del Nayar, San Juan de los Lagos y Ciudad Guzmán es un motivo de acción de gracias, pero también de actualización de nuestro compromiso bautismal: hemos heredado una herencia muy grande ¿cómo la hemos administrado? ¿Cómo la recibirán de nuestras manos los que vengan luego?

Para responder a tales interrogantes, el IV Congreso Eucarístico Diocesano, desde la mirada amorosa del Padre, juzgando con los criterios misericordiosos del Hijo, quiere actuar bajo el impulso del Espíritu Santo, en este tiempo de gracia que ha sido para todos los bautizados la figura bondadosa y coherente del Papa Francisco.

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El contenido del material que aquí se propone, es para que lo usen las comunidades parroquiales y de vida consagrada, en el tiempo y modo que resuelvan sostener su Congreso Eucarístico.

Guadalajara, Jalisco; 1º de abril del 2014, memoria de los beatos Anacleto González Flores y compañeros mártires

Abel Castillo Castillo, Pbro.Secretario Ejecutivo de la Comisión Diocesana para los Festejos del

Aniversario 150 del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara

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Presentación..........................................................................................................................5Anexo histórico....................................................................................................................9

I El hoy de la Arquidiócesis de Guadalajara.......................................................10El Año Jubilar en el proceso pastoral de la Arquidiócesis.............................................12

II El Ayer de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara........................................13 1. De cómo fue elevada al rango de arquidiócesis............................................13 2. El proyecto de la arquidiócesis tapatía..........................................................13 3. Desórdenes en los Estados Pontificios.........................................................13 4. Último obispo y primer arzobispo ...............................................................14 5. Los obispos mexicanos en la Corte Papal.....................................................15 6. ¡Insólito! Nacen casi al mismo tiempo siete obispados en México............15III Don Pedro Loza y la reconstrucción de la Iglesia en Guadalajara.................16 1. El primer Concilio Provincial de Guadalajara. 1896-1897.......................17 2. Raíces de la cuestión social en la Arquidiócesis de Guadalajara................19IV La persecución religiosa en Jalisco.....................................................................21 1. Etapa pre constitucionalista...........................................................................21 2. Etapa constitucionalista.................................................................................22 3. A Dios lo que es de Dios: Francisco Orozco y Jiménez..............................22 4. Libertad de culto privado sí; libertad religiosa plena no.............................23V La reconciliación nicodémica: el episcopado de don José Garibi Rivera.......24 1. José Mariano Garibi Rivera...........................................................................24 2. El primer Sínodo Diocesano. 1938....................................................................25 3. Pastores insignes..................................................................................................25 4. Leyes nuevas para necesidades apremiantes.................................................26 5. El frustrado Segundo Concilio Provincial de Guadalajara de 1954..........26Publicación tardía.......................................................................................................27VI Los Congresos Eucarísticos Diocesanos de Guadalajara................................28 1. Los Congresos Eucarísticos Internacionales................................................28 2. Guadalajara, ciudad eucarística.....................................................................28 3. Los Congresos Diocesanos............................................................................29VII Recapitulacion de lo dicho ................................................................................29 Tema I. Jesucristo: conocerlo, seguirlo y trasmitirlo........................................33 I. Ver con los ojos del Padre: El encuentro con Jesucristo vivo. Jesús es la verdad

.....................................................................................................................................34 II. Juzgar con los criterios del Hijo: Discípulos de Cristo. Jesús es el camino...

...............................................................................................................................37

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III. Actuar bajo el impulso del Espíritu Santo: Apóstoles de Cristo. Jesús es la vida.......................................................................................................................41

Tema 2. La Iglesia, casa del Señor.............................................................................45 I. Ver con los ojos del Padre...............................................................................45 II. Juzgar con los criterios del Hijo....................................................................46 III. Actuar movidos por el impulso del Espíritu Santo..................................48 IV. Celebración....................................................................................................49Tema 3. El hombre tiene hambre de la verdad, de justicia y amor.........................50 I. Ver con los ojos del Padre...............................................................................51 II. Juzgar con los criterios del Hijo....................................................................53 III. Actuar bajo el impulso del Espíritu Santo.................................................57Tema 4. Iglesia samaritana........................................................................................59 I. Ver con los ojos del Padre: La situación actual.............................................60 II. Juzgar con los criterios del Hijo:..................................................................61 1. Denles ustedes de comer...........................................................................61 2. La Iglesia samaritana: “Ve, y haz tú lo mismo” .......................................62 3. Es hora de una nueva imaginación de la caridad....................................63III. Actuar bajo el impulso del Espíritu Santo: Celebramos nuestra vida a la luz de

la fe........................................................................................................................63Tema 5. Junto a la cruz de Jesús estaba María, su madre.......................................65 I. Ver con los ojos del Padre...............................................................................65 II. Juzgar con los criterios del Hijo....................................................................66 1. María, junto a la cruz de su Hijo..............................................................66 2. He ahí a tu Madre......................................................................................68 3. He ahí a tu Hijo.........................................................................................70III. Actuar bajo el impulso del Espíritu Santo........................................................71Adoración Eucarística................................................................................................73Misa de clausura.........................................................................................................79

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Anexo históricoEl hoy y el ayer de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara

El 11 de octubre del año 2013 se constituyó la Comisión Diocesana para los Festejos del 150 Aniversario de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara. Bajo el lema Jesucristo ayer, hoy y siempre, y el objetivo: “Celebrar el 150 aniversario del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara asumiendo nuestra memoria histórica para fortalecer el proceso pastoral en la Nueva Evangelización”, la Comisión, encabezada por el señor cura José Abel Castillo Castillo, le propuso al señor arzobispo cardenal José Francisco Robles Ortega, la celebración de un Año Jubilar y del IV Congreso Eucarístico Diocesano, y en tal marco, darle seguimiento al proceso de redacción del 6º Plan Orgánico de Pastoral. El 16 de diciembre del 2013, por Carta Circular, el señor arzobispo anunció tal cosa. El 26 de enero del año siguiente de 2014, él mismo, desde su catedral, anunció la apertura y desarrollo del acontecimiento; algunas semanas después, el prelado encabezó en la parroquia de La Asunción, de Lagos de Moreno, las actividades que durante esa jornada se desarrollaron en ese lugar para resaltar la efeméride, principalmente la solemne concelebración eucarística, a la que asistieron casi todos los señores obispos de la Provincia Eclesiástica y un copioso número de fieles.

Consecuencias pastorales

Más allá de la fecha memorial del sesquicentenario,1 este suceso puede ser la ocasión de valorar en su conjunto la identidad cristiana de una comarca que entre las dieciocho Provincias Eclesiásticas de México se ha distinguido en este siglo y medio, entre otras, por las siguientes características:

De 1864 a 1914, cuando se dedicó a regenerar el tejido social entre sus fieles, •luego de la brusca ruptura entre dos instituciones, la Iglesia y el Estado, que jurídicamente siempre estuvieron unidas. Para conseguirlo, los obispos de entonces crearon entre sus fieles laicos la conciencia creciente de su compromiso con la acción social en un contexto anticlerical.Los años que van de 1914 a 1940 fueron de grandes sufrimientos para la •Iglesia y los católicos, pero también ocasión de heroísmo y purificación. En este período se liquidaron las pretensiones de los representantes de dos esferas

1 La voz latina sesqui designa la unidad y media en peso y medida de las cosas. Unida a un ordinal, significa la unidad más una fracción cuyo numerador es la unidad misma y el denominador el número ordinal.

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que a fuerza de no coincidir, terminaron aceptando en la práctica su necesaria y genuina separación. De 1940 a nuestros días la Iglesia en México ha ido asumiendo este rol: •hacer suyo el liderazgo que su rango evangelizador le exige en torno a un compromiso apostólico, espiritual y encarnado al mismo tiempo, con el pueblo de México. Ha caracterizado esta etapa una colegialidad cada vez más estrecha y operativa entre los obispos y el clero, entre los fieles laicos y los movimientos apostólicos.

I. El hoy de la Arquidiócesis de Guadalajara

Aunque el arranque del Año Jubilar se tuvo el 16 de marzo del 2014 en la parroquia de La Asunción de María de Lagos de Moreno, el inicio colectivo de su puesta en práctica será la celebración del IV Congreso Eucarístico Diocesano, del Domingo de Pascua, 20 de abril al sábado 21 de junio del 2014, y su clausura, el 5 de abril del 2015, día en el que se renovará la consagración de la Provincia Eclesiástica al Sagrado Corazón de Jesús.

Todo el Año Jubilar será la ocasión propicia para articular la relación entre la cabeza de esta Provincia con sus diócesis sufragáneas.

Acerca de esta, conviene tener en cuenta estos datos generales: Arquidiócesis de Guadalajara, fue creada el 26 de enero de 1863.

Arzobispo: Emmo. Sr. Card. José Francisco Robles Ortega•Obispos auxiliares: Mons. José Leopoldo González González, Mons. José •Trinidad González Rodríguez, Mons. Juan Humberto Gutiérrez Valencia y Mons. Miguel Romano Gómez.Superficie: 20,827 kilómetros cuadrados.•De sus casi siete millones de habitantes, más del 90 por ciento profesa el •catolicismo. Su clero asciende a algo más de mil presbíteros diocesanos y 350 religiosos. Colaboran en ella ochocientos religiosos, tres mil religiosas y cuenta con quinientas parroquias.

Diócesis sufragáneas:

Colima, creada el 11 de diciembre de 1881.Obispo residencial: Mons. Marcelino Hernández Rodríguez.•Superficie, 11391 kilómetros cuadrados.•

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De sus 650 mil habitantes, el 91 por ciento se confiesa católico. Cuenta con •130 presbíteros diocesanos, siete religiosos, 230 religiosas, y 60 parroquias.

Tepic, creada el 23 de junio de 1891.Obispo residencial: Mons. • Luis Artemio Flores Calzada.Superficie: 22,777 kilómetros cuadrados.•De una población de un millón ciento cuarenta mil habitantes, el 97.2 por •ciento se confiesa católico. Tiene doscientos presbíteros diocesanos y 10 religiosos. Las religiosas son 280 y las parroquias 65.

Aguascalientes, creada el 27 de agosto de 1899.Obispo residencial: • José María de la Torre Martín.Superficie: 11,200 kilómetros cuadrados.•De una población de un millón seiscientos mil habitantes, el 97.5 se confiesa •católico. Tiene 270 presbíteros diocesanos, 40 religiosos y 670 religiosas. Las parroquias son 110.

Autlán, creada el 28 de enero de 1961.

Obispo residencial: Mons. Gonzálo Galván Castillo.•Superficie: 1494 kilómetros cuadrados•De 350 mil habitantes, el 95.4 se confiesa católico. Tiene 116 presbíteros •diocesanos, 192 religiosas y 46 parroquias.

Prelatura territorial de Jesús María del Nayar, creada el 13 de enero de 1962Prelado: Fr. José de Jesús González Hernández, O.F.M.•Superficie: 25 mil kilómetros cuadrados•De 128 mil habitantes el 91 por ciento se confiesa católico. Hay 10 presbíteros •diocesanos, 15 religiosos, 20 religiosos y 15 religiosas. Las parroquias son 15.

San Juan de los Lagos, creada el 25 de marzo de 1972.Obispo residencial: Mons. • Felipe Salazar Villagrana.Superficie: 12 mil kilómetros cuadrados.•De un millón setenta y siete mil habitantes, el 97.2 por ciento se confiesa •católico. Tiene 285 presbíteros diocesanos, 15 religiosos, 118 religiosos, 490 religiosas y 74 parroquias.

Ciudad Guzmán, creada el 25 de marzo de 1972.

Obispo residencial: • Braulio Rafael León Villegas.Superficie: 8,321 kilómetros cuadrados.•

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De 442 mil habitantes, el 94.1 por ciento se confiesa católico. Tiene cien •presbíteros diocesanos y 13 religiosos; 20 religiosos y 134 religiosas. Las parroquias son 52.

El Año Jubilar en el proceso pastoral de la Arquidiócesis

Nada de lo anterior sería suficiente para involucrar a toda la Provincia eclesiástica de Guadalajara si estas actividades no formaran parte del proceso integral evangelizador ligado a la Misión Continental y al quehacer de la Iglesia en el mundo. Por ese motivo los responsables de la Vicaría de Pastoral arquidiocesana y del Consejo Presbiteral fueron invitados a formar parte del Comité para estos festejos y con el visto bueno del señor arzobispo Robles Ortega han ido dando forma a un suceso que será tanto más relevante cuanto más nos permita a los católicos de Jalisco y de su comarca recuperar nuestras raíces cristianas. Somos conscientes del deterioro de tales antecedentes, que modelaron desde el Evangelio nuestra identidad en poco menos de medio milenio, explicables en parte por la falta de atención de las Instituciones públicas, civiles y eclesiásticas, contrapuestas durante mucho tiempo, a educar en los valores humanos a la infancia, adolescencia y juventud.

Deseamos asumir los desafíos de nuestra generación, empantanadas en el consumismo materialista, que engulle las energías, los empeños y los principios. Como discípulos de Jesucristo, somos promotores de una cultura de la transparencia, de la participación comunitaria solidaria y estamos convencidos de que una reflexión sensata y razonable ante problemas comunes deben unirnos, no separarnos. Hidratados por la sangre de nuestros santos mártires, queremos afrontar el futuro con esperanza y coherencia: la Iglesia no se está muriendo, los católicos no tememos al futuro, la humanidad no está abandonada de las manos de Dios, el Señor de la historia es uno sólo: Jesucristo, ayer, hoy y siempre.

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II. El Ayer de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara

1. De cómo fue elevada al rango de arquidiócesis

Enorme, desmesurado, dilatadísimo fue, al momento de su creación, el 13 de junio de 1548, el territorio de la diócesis de la Nueva Galicia o Compostelana, que luego se llamará de Guadalajara.

Situada en el confín occidental del Nuevo Mundo, su jurisdicción abarcó, en teoría ¡hasta Alaska! En la práctica, cubrió apenas el norte novohispano, aún así, más de un millón de kilómetros cuadrados. Su superficie comenzó a fracturarse en 1620, cuando se erigió el obispado de Durango; un siglo y medio más tarde, al crearse el de Linares en 1777 y poco después el de Sonora en 1779. El último recorte sobrevino al nacer la diócesis potosina en 1854. La situación de las otras Iglesias particulares en México al consumarse la Independencia en 1821 era parecida: muchísimo territorio, los pocos caminos y puertos, malos e inseguros; clero escaso y población dispersa, atendida en nueve diócesis que formaron una sola provincia eclesiástica, la de México, durante 350 años.

2. El proyecto de la arquidiócesis tapatía

Desde el año de 1817 el Ayuntamiento de Guadalajara juntamente con el Cabildo Eclesiástico, solicitó al Rey Fernando VII la desmembración de esta jurisdicción canónica; sin embargo, las circunstancias impidieron que la iniciativa prosperara, pues no bien se consolidó la república, surgieron las pugnas entre los bandos centralistas y federalistas, o sea, conservadores y liberales.

3. Desórdenes en los Estados Pontificios

Al otro lado del Atlántico, la situación civil de los Estados Pontificios era mala. Durante su larga gestión (1846-1878), el hoy beato Pío IX afrontaba la lenta y dolorosa disolución de esos dominios. De tendencias políticas liberales a partir de 1848; al proclamarse la república de Roma retomó su oficio - luego de su destierro en Gaeta-, con suma desconfianza a las concesiones libertarias, dedicándose a la defensa doctrinal de la Iglesia y a la preservación de sus Estados, que serán inevitablemente engullidos por los simpatizantes de la unificación italiana.

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4. El último obispo y primer arzobispo de Guadalajara

Por su parte, don Pedro Espinosa y Dávalos último obispo de Guadalajara, vivió todos los momentos cruciales del siglo XIX. Nacido en Tepic en 1793, de una familia que dio a la Iglesia cinco eclesiásticos y dos religiosas, se doctoró en teología por la Universidad de Guadalajara, fue casi diez años rector del Seminario, rector de la Universidad, canónigo, vicario capitular del obispado y Gobernador de la Mitra al morir don Diego Aranda y Carpinteiro, a principios de 1853. Electo para sucederle a fines de ese año, recibió la consagración episcopal unas semanas antes de que fuera suscrito el Plan de Ayutla, al que siguió la convocatoria a un Congreso Constituyente donde se prohibió la presencia de clérigos y cuyo fruto fue la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, detonante de la guerra de los Tres Años (1858-1861), fatídico conflicto, que desgarró a la incipiente república mexicana a partir de 1858, e hizo de los intereses institucionales de la Iglesia la manzana de la discordia entre los bandos políticos enfrentados: los liberales, de fuerte inclinación anticlerical, y los conservadores, aspirantes a mantener la confesionalidad del Estado pero influyendo en esa esfera; a la guerra siguió el intento de restaurar el Imperio Mexicano y la confrontación entre los partidarios y los opositores a Maximiliano de Habsburgo. En tales circunstancias gobernó don Pedro Espinosa y Dávalos, consagrado en su sede episcopal el 8 de enero de 1854 por José Antonio López de Zubiría, obispo de Durango.

Los fieles bautizados en 1854 eran 900 mil, siseminados en una superficie de 250 mil kilómetros cuadrados. Las rentas del obispado se habían reducido a un tercio y los sitiales del Cabildo eclesiástico a doce, menos de la mitad. Las parroquias eran 114 y los templos abiertos al culto, 290. El clero estaba compuesto por cuatrocientos presbíteros. Los conventos y monasterios y los religiosos, dispersos. La pobreza fue general en todas las parroquias y santuarios, y a la destrucción de los conventos se sumó la pérdida de los hospitales y asilos atendidos por la Iglesia.

5. Los obispos mexicanos en la Corte Papal

Negocio imposible entre el Estado Mexicano y la Santa Sede había sido después de la Independencia de México el establecimiento de relaciones diplomáticas, pues mientras el uno pedía para sí los privilegios del Patronato sobre la Iglesia que ostentaron los reyes de España durante tres siglos, la otra considero totalmente abolido un instrumento que en su última fase se redujo a controlar los negocios eclesiásticos, incluyendo la presentación al Papa de los candidatos para las sedes episcopales.

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Tomada la Ciudad de México por el bando liberal a principios de 1861, Benito Juárez García, presidente por ministerio de ley de la república, decretó la expulsión del nuncio papal y de cinco de los nueve obispos residenciales del país, entre ellos el de Guadalajara, de modo que en todo el territorio nacional nada más quedaron dos pastores al frente de sus fieles, pues una sede estaba vacante y otro prelado ya en el destierro. Poco después, también estos fueron desterrados.

¿Cómo fue que en una época donde el prestigio de los obispos era mucho y donde todos los habitantes del país estaban bautizados, se dieran situaciones como la descrita? Por el deseo de un pequeño grupo de caudillos empeñado en liquidar las instituciones relacionadas con el antiguo régimen. Paradójicamente, la promulgación de las leyes ‘de Reforma’, llamadas así en recuerdo a la que encabezó Martín Lutero en el siglo XVI, tuvieron también un benéfico efecto: separar al Estado de la Iglesia y permitir que la Santa Sede dividiera los obispados, ingobernables por extensos. De este modo, un procedimiento que se habría llevado mucho tiempo y recursos se abrevió gracias a la presencia de casi todos los obispos mexicanos cerca del Papa, favorecidos por el repunte que tuvo esta patria a los ojos de la Santa Sede de la canonización de san Felipe de Jesús, el 8 de junio de 1862.

6. ¡Insólito! Nacen casi al mismo tiempo siete obispados en México

En las primeras semanas del años siguiente, 1863, el Santo Padre acometió la tarea de crear los arzobispados de Michoacán y Guadalajara, y erigir siete nuevas diócesis, disgregando de la arquidiócesis México las sedes de Tulancingo (bula In universa gregis) y Querétaro (bula Deo Optimo Máximo largiente) del de Puebla; la de Veracruz (bula Quod olim Propheta) del de Chiapas; del de Michoacán, Zamora (bula In celsissima militantis Ecclesiae specula) y León (bula Gravisimum sollicitudinis); y del de Guadalajara, Zacatecas (bula Ad universam agri Dominici).

Así, la arquidiócesis primada de México se quedó con las sufragáneas de Puebla, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Yucatán, Chilapa (bula Grave nimis) y Tulancingo; la de Michoacán, con las de Zamora, San Luis Potosí, Querétaro y León; y la de Guadalajara, con las de Zacatecas, Durango, Linares, Sonora y el Vicariato Apostólico de la Baja California, pagando de diez a diecisiete ese año, el número de jurisdicciones eclesiásticas en México.

Don nuevo entre los suyos don Pedro Espinosa, ejecutó el 17 de marzo de 1864 la bula de erección de la arquidiócesis, intitulada ‘Romana Ecclesia’, en el templo parroquial de Santa María de los Lagos, arribando a la capital de Jalisco

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el siguiente día 22, donde en reparación a los ultrajes padecidos se le tributó un homenaje apoteósico, dándose él a la tarea de reconstruir lo que dejó en ruinas, especialmente su catedral, que rodeó con un atrio y le hizo instalar bajo su cúpula un altar artístico y monumental.

Irónicamente, el gobierno Imperial recrudeció las leyes anticlericales. La caida de Maximiliano ya no lo vio el arzobispo Espinosa, el cual falleció en la Ciudad de México el 12 de noviembre de 1866, a la edad de 73 años. Una década después sus restos fueron trasladados a Guadalajara, y descansan en la Capilla de la Purísima Concepción de la iglesia catedral.

III. Don Pedro Loza y la reconstrucción de la Iglesia en Guadalajara

No deja de ser curioso que los dos primeros obispos de Guadalajara llevaran el nombre del Príncipe de los Apóstoles: Pedro Gómez Maraver (1548-1551) y fray Pedro de Ayala, O.F.M. (1561-1569); y que otro tanto sucediera con los dos primeros arzobispos: Pedro Espinosa y Dávalos (1854-1866) y Pedro Loza y Pardavé (1868-1898); tampoco que a estos últimos les cupiera el honor de conocer, tratar y colaborar de cerca con el Papa Pío IX.

El segundo arzobispo de Guadalajara, don Pedro José de Jesús Loza y Pardavé, nació en la Ciudad de México en 1815, todavía como súbdito de España. Se lo llevó a la diócesis de Sonora, con sede en Culiacán, el recién electo obispo don Lázaro de la Garza y Ballesteros, quien le hizo presbítero en 1838 y poco después rector del Seminario; años más tarde, en 1852, también él lo presentó para sucederlo luego de haber sido transferido a la arquidiócesis de México.

Al filo de la edad cuadragenaria don Pedro fue electo octavo pastor de aquella sede, sufragánea de la de Guadalajara, donde se ganó fama de prudente. Se le asignó la mitra tapatía el 22 de junio de 1868, la cual ciñó vibrando aún el estrepitoso fracaso del segundo imperio mexicano.

Seis meses después participó en Roma del Concilio Ecuménico Vaticano I, asamblea interrumpida de forma brusca, de la que el pastor retornó con la experiencia de la colegialidad eclesial y mucho ánimo para renovar las estructuras pastorales, al grado que en los restantes años de su gestión edificó cien templos y facilitó la creación de los obispados de Colima (1881), Tepic (1891) y Aguascalientes (1899).

En su tiempo se edificó en Guadalajara un templo cada año; a cuatro los elevó a santuarios: San José de Gracia, El Carmen, La Merced y Sagrado Corazón

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de Jesús y comenzó la construcción del Templo Expiatorio. Para la atención de las barriadas de la capital se edificaron los templos de San Miguel del Espíritu Santo, la Purísima Concepción, la Santísima Trinidad, San Martín de Tours, San Antonio de Padua y San Rafael Arcángel.

Entre sus obras sociales se cuentan el Asilo del Sagrado Corazón y el Hospital del mismo nombre, el Patronato de San José Obrero, la casa de ejercicios de Los Dolores y el colegio de la Preciosa Sangre, el orfanato de La Luz, y los hospitales de la Beata Margarita María y de San Camilo. También se erigió la Escuela de Artes y Oficios del Espíritu Santo.

La obra material que sintetiza sus afanes y solventó con sus recursos, fue el Seminario Mayor, entre 1892 y 1902, y las escuelas parroquiales en todo Jalisco. Tan sólo en la capital sostuvo dieciocho de ellas. La nota distintiva de su gobierno, hemos dicho, fue la prudencia. No en balde, al sobrevenir su deceso, en 1898, participó en el cortejo fúnebre la sociedad entera, incluyendo al Gobernador Luis Carmen Curiel. El ayuntamiento tapatío le dedicó a su memoria una de las calles más centricas. Sus restos descansan en la capilla de la Inmaculada de la Catedral tapatía, construcción que se llevó a cabo en su tiempo.

1. El primer Concilio Provincial de Guadalajara. 1896-1897

Si todo el siglo XIX fue problemático para la Iglesia en el mundo, México no fue la excepción, de modo que fue hasta los últimos años de esta centuria cuando despuntaron novedades tales como fueron los Concilios Provinciales, mismos que no se realizaban desde los tres Concilios Provinciales del siglo XVI, pues el que hubo en el XVIII no fue ratificado por la Santa Sede. El primero de todos fue el de Antequera (Oaxaca), en 1893; vendrán luego los de México, Michoacán y Guadalajara.

De noviembre de 1896 al 3 de mayo de 1897 tuvo lugar esta asamblea, encabezada por don Pedro Loza y Pardavé, cuya decrepitud no opacó su lucidez mental, de modo que al frente de su Provincia, con la participación de los señores obispos don Atenógenes Silva, de Colima; don Ignacio Díaz Macedo, de Tepic, y fray Teófilo García Sancho, OFM, procurador de fray Buenaventura Portillo y Tejeda, OFM, obispo de Zacatecas, así como un selecto grupo de borlados y peritos en ciencias sagradas pudo llegar a feliz término este proyecto.

Para que se calibre la importancia de esta asamblea eclesial, considérese que debido a la inexistencia del Código de Derecho Canónico, hasta antes de este

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Primer Concilio Provincial seguía vigente en Guadalajara la legislación del III Concilio Provincial Mexicano de 1585, de modo que el primer acto del Concilio tapatío fue declarar derogada la antiquísima ley, reemplazándola con lo más reciente del magisterio eclesiástico de entonces: las Constituciones del Concilio Vaticano I, la Dei Filius, sobre la fe católica y la Pastor Aeternus, sobre la Iglesia, dando respuesta oportuna a situaciones tan acuciantes como los contenidos heréticos de los impresos, el laicismo en la educación, los católicos y la masonería, las supersticiones en boga (mesmerimo, magnetismo y espiritismo, entre otras).

También, se hizo hincapié en el fortalecimiento de la catequesis, para lo cual se creó la Asociación de la Doctrina Cristiana; en atender a las comunidades de indios mediante misioneros cualificados, en la ‘buena prensa’ y en el establecimiento de colegios parroquiales y escuelas de artes y oficios como un medio para frenar el socialismo ateo y el comunismo.

Tomaron parte en este concilio los principales teólogos y canonistas de su tiempo, de modo que sus contenidos fueron doctrinales y jurídicos, quedando divididos en las siguientes cuatro partes: dogmática (de la fe católica y de la Iglesia de Cristo), moral (del clero y del pueblo), de disciplina eclesiástica (de la jerarquía, de los sacramentos y de los sacramentales, del culto divino y de los bienes eclesiásticos) y de derecho canónico. Al clausurarse el Concilio, se dispuso que la Provincia Eclesiástica de Guadalajarense fuera consagrada al Sagrado Corazón de Jesús y a santa María de Guadalupe, incoando una devoción que ya era arraigada pero que a partir de estos momentos se hizo oficial, de modo que no hubo templo, parroquial o no, donde no se entroniza al Amor de Dios, que es Cristo el Verbo Encarnado, remontándose a este tiempo dos prácticas piadosas que se mantuvieron firmes hasta bien entrado el siglo XX: el rosario con ofrecimiento de flores durante el mes de junio y la comunión reparadora de los primeros viernes de cada mes, ofrecida en desagravio al Sagrado Corazón de Jesús.

El Decreto y la fórmula sobre la “consagración de la Provincia de Guadalajara es el siguiente:

Con el objeto de poner fin de un modo digno y adecuado a los trabajos de Nuestro Concilio, de manera unánime decretamos que toda esta Provincia de Guadalajara sea consagrada al Corazón Sacratísimo de Jesús.

Igualmente de modo unánime, desde lo más íntimo de nuestro sentir, adoptamos y profesamos la siguiente fórmula:

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“Oh, Corazón amorosísimo del Señor Jesús, Pastor Bueno, Sumo y Eterno Sacerdote, en el que todos los tesoros de la caridad nos han sido revelados, ahora, delante de Ti, nos presentamos con humildad y confianza, con el vehemente deseo de procurar tu mayor gloria, y de reparar todas las ofensas que se te hacen. Por esto, te dedicamos y consagramos nuestras personas, con todas nuestras cosas; nuestras diócesis, con todo su clero y el pueblo a él encomendado, para que podamos beber de ese Corazón, fuente indeclinable de gracias, y podamos gustar a los largo de toda nuestra vida qué bueno eres Señor, especialmente con aquellos que te pertenecemos.

“Encarecidamente te suplicamos: que no nos abandone tu misericordia; conserva incólumes y perseverando en tu amor a los que nos has destinado como pastores de tu grey; a tu pueblo, que ahora se consagra especialmente a ti concédele la salvación y dale la bendición de tu heredad. Confirma con tu gracia lo que has obrado en nosotros, para que este Concilio que por tu inspiración hemos celebrado, sirva para el honor de Dios Omnipotente y aproveche en beneficio y salvación de las almas y para que permanezca para siempre como monumento de nuestra devoción y amor infatigable delante de tu dulcísimo Corazón.

“Ante ti, Santísima Madre de los mexicanos, bajo el título de Guadalupe, también queremos que esté dedicada la Provincia de Guadalajara: que en ella seas la Dueña y Señora, que la llenes siempre de favores y que nos conduzcas al culto perfecto de tu Divino Hijo. Amén.

2. Raíces de la cuestión social en la Arquidiócesis de Guadalajara

La promulgación en 1891, de la encíclica Rerum novarum, del Papa León XIII, documento fundamental para el desarrollo de la cuestión social católica y del catolicismo social, no será ajena a las ideas expuestas durante el Concilio Provincial de Guadalajara, al calor de la cual surgirá, en 1897, la Unión Católica de Obreros, fundada en Zapotlán el Grande por su párroco, el señor cura Silvano Carrillo, y la Sociedad Católica de Artesanos, establecida por el obispo José de Jesús Ortiz y Rodríguez en Chihuahua. Este último dato es relevante para lo que venga después, pues tal prelado, luego de haber tomado parte activa en la celebración del Concilio Plenario Lationamericano, habiéndosele designado arzobispo de la sede episcopal guadalajarense en 1902, hizo suyo de inmediato su compromiso a favor de las clases sociales desprotegidas, como fueron la Asociación Guadalupana de Artesanos y

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Obreros católicos y la Sociedad Mutualista de Dependientes, a las que sucederán los congresos católicos, que en el año de 1906 tendrá por sede la capital de Jalisco. En esta etapa de divulgación del catolicismo social, la prensa católica fue pieza clave para superar el ámbito de las cartas pastorales de los obispos y para difundir los principios de la doctrina social de la Iglesia, menos teóricos y más funcionales y operativos, siendo el periódico tapatío El Regional –alentado por el arzobispo Ortiz y Rodríguez- el más representativo de todos. Casi a la par de estos sucesos, se desarrollará entre los miembros del clero tapatío el deseo de fomentar no sólo la instrucción escolar básica, sino también la educación técnica, siendo su ejemplo más selecto la Escuela de Artes y Oficios del Espíritu Santo, uno de cuyos directivos será el presbítero Cristóbal Magallanes Jara, que adquirirá en el desempeño de esta responsabilidad, primero como director espiritual y luego como responsable del plantel, los rudimentos del plan pastoral que de forma sorprendente desarrolló años más tarde en la remota parroquia de Totatiche. El Seminario Conciliar no irá a la saga del clero gracias a la excepcional gestión del prefecto general Miguel M. de la Mora, quien fundó los círculos de estudios sociales y de periodismo para los seminaristas, rubro en el que descollará el joven y comprometido presbítero san David Galván Bermúdez. Los fieles laicos, por su parte, retomarán un protagonismo insólito al acometer la tarea de organizarse primero como Operarios Guadalupanos y luego como Partido Católico Nacional, participando en la liza pública a partir de las elecciones de 1911, donde alcanzarán un gran número de curules y gobiernos administrativos en los ámbitos municipal, estatal y federal. Paradójicamente, este éxito suscitará el odio y el ataque sistemático de los grupos políticos enquistados en el jacobinismo anticlerical, principalmente los miembros de la masonería, tanto los que simpatizaban con el depuesto dictador Porfirio Díaz como de los que surjan al calor del Plan de Guadalupe en 1913; ambos, especialmente estos últimos le declararán guerra a muerte a las instituciones sociales de inspiración católica en los siguientes 25 años, reavivando de ese modo un nuevo brote de persecución religiosa en México.

IV. La persecución religiosa en Jalisco

La Provincia Eclesiástica de Guadalajara afrontó la saña con la que durante un lapso de 25 años el Gobierno mexicano planeó y dispuso el sometimiento de la

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Iglesia a su control en tres grandes momentos: de 1914 a 1917; de este año a 1926 y de tal fecha a 1940.

1. Etapa pre constitucionalista

El movimiento de repudio al régimen golpista de Victoriano Huerta despertó una reacción que supo canalizar a su favor el ex gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, el cual, entre marzo y diciembre de 1913 lanzó una convocatoria a los diversos grupos sociales para unirse a una campaña cuyo fin sería derrocar a Huerta y convocar a un Congreso Constituyente, rasgo este último que granjeó el adjetivo de ‘Constitucionalista’ al movimiento, en el cual no quisieron tomar parte los militantes del Partido Católico Nacional, circunstancia aprovechada por el ala radical del constitucionalismo para acusar a la Iglesia de haber simpatizado y apoyado al gobierno de Huerta, acusación del todo falsa y gratuita, pero que justificó el ataque sistemático inferido a dicha institución, a sus movimientos y obras sociales en todos aquellos lugares que fueron paulatinamente tomados por los carrancistas a partir de 1914. En Guadalajara, por ejemplo, el 8 de julio de ese año, fueron convertidos en cuartel todos los templos de la ciudad y los edificios relacionados con la Iglesia, muchos de los cuáles los confiscó el gobierno como la curia diocesana y el Seminario Conciliar, los hospitales, colegios, conventos y asilos. Todos los sacerdotes residentes en la capital, más de cien, fueron recluidos en la Penitenciaría del Estado obligados a pagar una fuerte multa para obtener la libertad. Los obispos en México fueron desterrados y prohibida la formación clerical. Se dictaron, además, leyes que obstaculizaban la libre administración de los sacramentos. En señal de protesta, el Gobernador de la Mitra de Guadalajara, canónigo Manuel Alvarado, dispuso que los sacramentos no se administraran en los templos sino en los domicilios particulares.

2. Etapa constitucionalista

El Congreso Constituyente de Querétaro no se integró con representantes de la nación, sino de la militancia carrancista. Todos los diputados profesaban el liberalismo con un marcado tinte anticlerical, pero algunos eran moderados y otros radicales. Entre estos últimos destacó Francisco J. Mújica, quien propuso el artículo 130 constitucional, cuyos contenidos anulaban jurídicamente a la Iglesia ante el Estado y en la vida social, a la vez que sometía a la Secretaría de Gobernación todo

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lo relativo al ejercicio del culto público en México. Los obispos protestaron ante tan arbitraria legislación, pero la respuesta del Gobierno fue desterrar a los prelados, tal y como le pasó al arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez. El Gobierno militar de Manuel M. Diéguez se empeñó en destruir los edificios de carácter eclesiástico que habían sobrevivido a la Guerra de Reforma. Sin embargo, cuando intentó limitar el número de sacerdotes autorizados para ejercer su ministerio a uno por cada cien mil habitantes, el pueblo no pudo más y organizó en 1918 un boicot económico, que trajo consigo la derogación de esa ley. Todos los Gobernadores de Jalisco en ese tiempo trataron con dureza a los católicos, la inmensa mayoría, sobresaliendo entre ellos José Guadalupe Zuno Hernández, quien clausuró reiteradamente las casas del Seminario Conciliar, confiscó sus enseres y persiguió a sus alumnos con inusual dureza. Ello provocó a principios de 1925 un movimiento encabezado por el abogado Anacleto González Flores: la Unión Popular.

3. A Dios lo que es de Dios: Francisco Orozco y Jiménez

Quienes vivimos en México estamos acostumbrados a las tropelías y a los desmanes del autoritarismo de los actores políticos. A pesar del tiempo transcurrido entre la Independencia de México (1821) y nuestros días, el presidencialismo autoritario de los caudillos primero y la partidocracia después, han reducido la participación democrática a un mero protocolo, el de las urnas, siempre costoso y poco transparente.

Muy pobre es la democracia que reduce el poder ciudadano a la elección de representantes públicos cada trienio o sexenio, pasado lo cual todo vuelve a ser como antes. Esto ha sido siempre así, y lo era hace poco menos de cien años, cuando el Congreso Constituyente de Querétaro de 1916 descartó, acusándolas de reaccionarias, a las voces críticas del carrancismo, y tales fueron los indios (zapatismo), los jornaleros (villismo) y los católicos. Sin excepción, los diputados que redactaron la Constitución Mexicana profesaban las doctrinas liberales; exaltados unos, moderados otros, todos deseaban ‘civilizar’ a los indios occidentalizándolos y limitar la libertad religiosa a las prácticas privadas de fe. En atención a ello los artículos 3º, 5º, 24 y 27 de la Constitución prohibieron la educación confesional, los votos monásticos, la validez de los estudios realizados en escuelas particulares y la confiscación de todos los inmuebles dedicados a obras religiosas. Sin embargo, el artículo 130 vigente hasta 1992, concentró las propuestas de quienes en su tiempo deseaban extirpar

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totalmente a la Iglesia en México, verdaderas aberraciones jurídicas que la historia recordara no como el fruto de un jacobino –Francisco J. Mújica- sino como el reemplazo de la razón jurídica por el sectarismo.

4. Libertad de culto privado sí; libertad religiosa plena no

Tal y como quedó redactado, el artículo 130 constitucional redujo a los ministros sagrados a la calidad de parias a merced de los caprichos de las autoridades civiles y de las restricciones impuestas por las legislaturas locales y federal, tal y como lo hizo Plutarco Elías Calles al adicionar el Código Penal Federal con delitos en materia de culto público y una ley reglamentaria del aludido numeral. Y bien, de los treinta obispos mexicanos de ese tiempo (1917) unos buscaron negociar con el gobierno; otros, mantenerse alejados de él; los hubo algunos contestatarios, pero sólo uno, el de Guadalajara, don Francisco Orozco y Jiménez, el único que se negó de forma absoluta tanto a entrar en negociaciones con los representantes de un Gobierno que negaba el Estado de derecho como a la suspensión del culto público en México, medida que provocó una guerra civil y un tardío y frustrante pacto con el callismo.

El tiempo y la historia demostraron que monseñor Orozco y Jiménez –al que sus enemigos apodaron Chamula por su simpatía con la causa indígena y al que sigue repudiando la historiografía oficial- tenía razón: no se puede negociar con un régimen político corporativista y clientelar, que reduce la ley a una tramoya encaminada a acomodar a su gente y repartir entre ella lo que es de todos.

V. La reconciliación nicodémica: el episcopado de don José Garibi Rivera

Es imposible calcular el costo que en número de muertos, deterioro de la calidad de vida y aridez social trajo consigo la Revolución Mexicana en Jalisco. Los pocos ideólogos que tuvo en estos lares no ofrecieron ideas trasformadoras para la apertura a una sociedad democrática, antes bien, restauraron los cacicazgos locales, sazonándolos ahora con el corporativismo clientelar de los gremios obrero, campesino y magisterial. Ante tal panorama ¿Podía deambular la Iglesia en tal escenario sin perder el equilibrio? Ese reto lo asumió el sexto arzobispo de Guadalajara.

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1. José Mariano Garibi Rivera

Sólo dos tapatíos han ceñido la mitra de esta Iglesia en 465 años: don Juan Leandro Gómez de Parada Valdez y Mendoza, que lo fue de 1735 a 1751, y don José Mariano Garibi Rivera, obispo titular de Rhosus y auxiliar de Guadalajara desde 1929; arzobispo titular de Bisya y coadjutor con derecho a sucesión en diciembre de 1934 y arzobispo residencial desde 1936, cargo que ocupó hasta 1969: cuatro décadas cruciales para tejer no poco de lo que hoy es Jalisco.

Hijo de un matrimonio de clase social media, nació en 1889 durante los años dorados del gobierno dictatorial de Porfirio Díaz. Huérfano de padre poco después de nacer, su progenitora crió a sus tres hijos como mejor pudo. José intentó ser franciscano antes de ingresar al Seminario Conciliar, donde brilló por su inteligencia, lo cual le granjeó, recién ordenado (1912), una beca en Roma, ahorrándose los padecimientos inferidos a los eclesiásticos a partir de 1914 por el carrancismo, que puso en jaque a la Iglesia tapatía y en el exilio a su pastor, don Francisco Orozco y Jiménez, en compañía del cual retornó el padre Garibi en 1917, quedándose en el Seminario Auxiliar de Totatiche.

Al final de esa etapa sufrió cárcel pero también comenzó su rápido noviciado por todos los oficios de la clerecía, siendo todo menos párroco: vicario parroquial en Atotonilco el Alto, director espiritual y maestro del Seminario y miembro del cabildo eclesiástico donde por escalafón ascendió hasta ser Vicario General y Obispo Auxiliar en la fecha ya indicada.

Quienes colaboraron con él le atribuyen una laboriosidad sin límite, dotes grandes como administrador y energía en la toma de decisiones, aunado a su trato social y afable prudencia, con lo cual se ganó respeto y tino para evitar que la Iglesia en Guadalajara fuera vista como un rival del Estado sino como una institución que orienta la perfección moral del ciudadano. Esta fue su meta durante su larga gestión, empeñándose en rehacer el Seminario de Guadalajara, multiplicar el clero y el número de parroquias, edificar muchas obras materiales y frenar las hostilidades en contra de los católicos, alcanzando la púrpura cardenalicia de manos del beato Juan XXIII en diciembre de 1958. Dejar la estafeta luego de tan intensa participación en la vida local agrió los últimos años de su vida que a decir de sus incondicionales, hubieran sido menos ásperos si los necesarios cambios no hubieran sido tan bruscos para su sensibilidad ya senil. Su deceso fue muy sentido y acaeció el 27 de mayo de 1972. Junto con él fue sepultada toda una época de dolor y heroísmo.

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2. El primer Sínodo Diocesano. 1938

Don José Garibi Rivera, dispuso a los seis meses de su ascenso como arzobispo de Guadalajara, la celebracion del primer sínodo diocesano en la historia de esta Iglesia, con el propósito, dijo, “de procurar la unificación de la disciplina eclesiástica y la reforma de las costumbres del pueblo cristiano”. Para ello nombró quince comisiones según el número de los capítulos del estatuto sinodal, a saber: de normas generales y del clero, de los religiosos, de los sacramentos, de los lugares y tiempos sagrados y de culto divino, del magisterio eclesiástico, de los beneficios eclesiásticos, de los procesos canónicos, de los delitos y penas canónicas, de la sagrada liturgia, de la música sacra, de las cosas sociales, de la Acción Católica Mexicana, de las cuestiones económicas de la Iglesia, de la compilación de leyes y disposiciones diocesana y de los fieles laicos.

3. Pastores insignes

Eligió para encabezar a las comisiones a lo más granado de su clero. Entre ellos, serán luego obispos don Ignacio de Alba, de Colima; don Lino Aguirre, de Culiacán, don José Pilar Quezada –hoy siervo de Dios-, de Acapulco; don José Salazar López, de Zamora y de Guadalajara; también, a don Salvador Rodríguez, poco después rector del Seminario y al aclamado orador José Ruiz Medrano.

Al lanzar la convocatoria, monseñor Garibi Rivera enfatizó la importancia de involucrar al presbiterio en este proceso para “estudiar los puntos que crean más oportunos y mandar sus conclusiones o sugestiones” a más tardar el 30 de abril de 1937.

El 16 de marzo del siguiente año, el entonces Secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Eugenio Pacelli, futuro Papa Pío XII, envió al arzobispo de Guadalajara, a nombre del Papa Pío XI una exhortación ardorosa para frenar los embates de la educación atea promovida desde el sistema público escolarizado por el Gobierno mexicano de entonces, pidiendo a los sinodales, “evitar en gran manera la interferencia” de lo dispuesto por la Constitución Política en su artículo 3º, e instándoles a impartir “la instrucción religiosa de los niños” y la catequesis al pueblo cristiano mediante una sólida formación en la fe católica, expuesta en ese momento “a tantos señuelos y artimañas ajenos a las costumbres cristianas”.

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4. Leyes nuevas para necesidades apremiantes

El sínodo fue totalmente clerical. Sesionó del 23 al 25 de mayo de 1938 y tomaron parte en él cincuenta y un eclesiásticos, entre ellos jueces, examinadores y testigos, muchos párrocos diocesanos todos menos uno y doce religiosos, entre franciscanos, agustinos, jesuitas, paúles y pasionistas.

Al día siguiente de la clausura del Sínodo en la Catedral tapatía, comenzó ahí mismo el Primer Congreso Eucarístico Diocesano que concluyó cuatro días después, el 29 de mayo, en una ceremonia a la que asistieron algunos señores obispos, entre ellos el primado, don Luis María Martínez y Rodríguez.

Los estatutos de este primer Sínodo Diocesano de Guadalajara, pulcramente editados por la imprenta Font pocas semanas de la conclusión de esta Asamblea, fueron la norma disciplinar de la arquidiócesis durante 30 años, hasta los tiempos del Concilio Ecuménico Vaticano II.

5. El frustrado Segundo Concilio Provincial de Guadalajara de 1954

Los Concilios Provinciales han sido asambleas deliberativas donde se legisla lo tocante a la fe y a las costumbres de las diócesis aglutinadas en torno a una sede arquiepiscopal.

Hemos dicho que el obispado de Guadalajara formó parte de la arquidiócesis de México de 1548 a 1864. En ese tiempo hubo cuatro concilios provinciales mexicanos: 1555, l565, l585 y 1771, aunque este último no fue aprobado por la Santa Sede. El primer Concilio Provincial de Guadalajara, convocado por el segundo arzobispo, don Pedro Loza y Pardavé, tuvo lugar entre 1896 y 97, pero sólo hasta 1905 fue aprobado, y aunque el Código de Derecho Canónico de 1917 dispuso que cada 20 años el arzobispo convocara a una de estas asambleas, eso no fue posible en México, sometido de 1914 a 1940 al renacido anticlericalismo del Gobierno civil.

Fue don José Garibi Rivera quien obtuvo en 1951 el visto bueno de la Santa Sede para convocar al Concilio lo cual hizo a principios de 1954, determinando que sesionara entre el 2 y el 9 de mayo en la catedral metropolitana. Con él a la cabeza, fueron padres conciliares los señores obispos don Antonio López Aviña, de Zacatecas; don Ignacio de Alba y Hernández, de Colima; don Anastasio Hurtado y Robles, de Tepic y don Salvador Quezada Limón, de Aguascalientes, asistidos por más de noventa eclesiásticos, entre peritos, jueces sinodales, testigos sinodales,

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procuradores capitulares, consultores del Concilio, rectores de los seminarios y superiores mayores de las Órdenes Religiosas.

El fruto de las deliberaciones fue de carácter normativo y se agrupó en tres libros: de la Fe, con dos títulos: de la fe y de la doctrina católica y de los errores contra la fe; de las personas, con tres títulos: de los clérigos, de los religiosos y de los laicos; y de las cosas, dividido en dos partes: de los sacramentos y de los sacramentales, y del magisterio eclesiástico: de la predicación de la Palabra de Dios, de la catequesis, del Seminario, de las escuelas católicas, que la cuestión social y de los beneficios y bienes eclesiásticos.

Publicación tardía

La Santa Sede autorizó las actas del Concilio en agosto de 1958. El 1º de enero del 59 se divulgó el decreto de publicación del texto aprobado. La edición del mismo, confiada al eximio latinista y presbítero don Néstor Romo, se imprimió el 27 de enero de tal año, dos días después de que el Papa Juan XXIII sorprendía al mundo con la convocatoria para el Concilio Ecuménico Vaticano II, circunstancia que paralizó totalmente la aplicación y vigencia del Concilio Provincial al que nos hemos referido.

VI. Los Congresos Eucarísticos Diocesanos de Guadalajara

Durante el siglo XIX, a impulsos de la civilización occidental, los habitantes de este planeta pasaron a ser los tripulantes de una inmensa nave que de entonces a la fecha se ha vuelto más pequeña debido al empeño que se depositó en el conocimiento, experimentación y análisis científicos y en la crítica al saber acumulado por los antiguos no menos que una desconfianza rampante a las instituciones sociales.

La razón divinizada, baluarte del nuevo humanismo, hizo de la ley la garantía del orden y del progreso la suma de las aspiraciones humanas para remediar a todas las necesidades. De ese modo, la suerte de la Iglesia en las naciones fieles a Roma después del cisma protestante, al cimbrarse el trono, se tambaleó desde sus cimientos. Francia fue la primera en sufrir el embate de los nuevos tiempos, y después de ella todos los países católicos, incluyendo Iberoamérica, donde el anticlericalismo, en nombre de la razón, introdujo la barbarie hasta bien entrado el siglo XX.

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1. Los Congresos Eucarísticos Internacionales

Y bien, Francia, principio del caos, fue la cuna de los Congresos Eucarísticos Internacionales, y una mujer, María Marta Tamissier, inspirada por san Pedro Julián Eymard, la que alcanzó el permiso del Papa León XIII para celebrar en Lille, en 1881 el primero de los cincuenta Congresos Eucarísticos Internacionales que luego tendrán eco en todos los ámbitos: nacional, diocesano y parroquial, para adorar, contemplar, reflexionar y extender el misterio del altar.

2. Guadalajara, ciudad eucarística

A fines del XIX los templos de la capital de Jalisco, profanados entre 1857 y 1861, fueron restaurados y se multiplicaron. Uno de los nuevos, el Expiatorio, consagrado al culto eucarístico se comenzó a construir en 1897. Menos de diez años después, la ciudad fue sede del Primer Congreso Eucarístico Nacional, de 1906, replicado en 1924 y 2000 en la Ciudad de México, y ya en nuestros tiempos, en Morelia (2008) y el más reciente en Tijuana (2011).

Corona de lo todo fue el XLVIII Congreso Eucarístico Internacional, que impregnó a Guadalajara de ricos frutos en torno a la Eucaristía, al grado que a la distancia de diez años siguen vivas muchas capillas de adoración eucarística perpetua.

3. Los Congresos Diocesanos

Tres ocasiones ha tenido la Arquidiócesis de Guadalajara para sostener estas asambleas: del 26 al 28 de mayo de 1938, para cerrar a los pies de Jesús Sacramentado los frutos del primer sínodo diocesano y unirse al XXXIV Congreso Eucarístico Internacional de Budapest. Al de Guadalajara asistió el arzobispo de México Luis María Martínez, y se llevó a cabo durante la recta final del conflicto que durante veinte años indispuso al sistema político mexicano en contra de la Iglesia.

El segundo Congreso, bajo el lema “Misterio de unidad” tuvo lugar entre el 19 y el 27 de mayo de 1964, coincidiendo con el XXXVIII Congreso Eucarístico Internacional de Bombay y el primer centenario del nacimiento de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, no menos que la celebración del concilio ecuménico Vaticano II. Se desarrolló en una Guadalajara de renovada fisonomía urbana y de paz social. Los actos preparatorios al mismo alcanzaron un rango de participación

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inédito, tanto de fieles, como de sacerdotes y obispos que tomaron parte en el Congreso, incluyendo la apoteósica misa en el Estadio Jalisco y la publicación del poema ‘Nocturno del Sacramento’, de don Benjamín Sánchez Espinosa, joya de amor y arte literario.

El III Congreso Eucarístico Diocesano fue celebrado en respuesta al deseo del Papa Juan Pablo II de disponer espiritualmente a los fieles a la conmemoración del Año Jubilar 2000 de la Encarnación. Lo presidió el obispo auxiliar don Luis Chávez Botello, y tuvo lugar del 18 al 22 de junio de tal año, bajo el lema “Jesucristo único Salvador del mundo, Alimento para la vida nueva” y comenzó en la explanada del Instituto Cultural Cabañas, ante más de cinco mil fieles, preámbulo de la fervorosa asamblea de cincuenta mil almas en el Estadio Jalisco, a quienes presidió el Nuncio Apostólico en México, monseñor Leonardo Sandri.

VII. Recapitulacion de lo dicho

La creación de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara fue posible gracias a la desmembración de su territorio de la naciente diócesis de Zacatecas, que le quedó adscrita, al igual que las de Durango, Sonora, Sinaloa y el Vicariato Apostólico de la Baja California. Simbólicamente, bajo el palio del nuevo metropolitano, su último obispo, don Pedro Espinosa y Dávalos, se recompuso por corto tiempo la superficie del otrora inmenso territorio que en su tiempo formó parte de la diócesis Compostelana o Guadalajarense, pues el primero fue su nombre original, al erigirse como Iglesia particular, en 1548, teniendo por sede la capital del Reino, pomposamente llamada Santiago de Compostela, lugar que nunca pasó de ser un misérrimo caserío. El segundo y definitivo lo adquirió en 1560, al trasladarse las sedes oficiales a su asiento definitivo, gestión entorpecida hasta donde pudo hacerlo por el obispo de Michoacán, don Vasco de Quiroga, quien con buen sentido jurídico argüía el inconveniente de casi lindar Guadalajara con los límites de su circunscripción.

En los 315 años como diócesis, Guadalajara fue gobernada por 31 obispos, si bien uno de ellos renunció a la mitra y tres murieron antes de tomar posesión de su cargo. De estos, dos terceras partes (21) nacieron en la península ibérica y los restantes en el Nuevo Mundo, entre ellos un tapatío. Sumado en su totalidad, el lapso de las sedes vacantes y de la toma de posesión del prelado arroja en tres siglos intersticios que rebasan sobradamente el medio siglo.

Según dijimos, al momento de su elevación al rango de sede arquiepiscopal, de la circunscripción canónica de Guadalajara se habían desmembrado las diócesis

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de Durango (1623), Sonora (1777), Linares (1779), una pequeña porción del obispado de San Luis Potosí (1854) y casi la totalidad del de Zacatecas (1863), de modo que la superficie original, que en su tiempo abarcó un millón y medio de kilómetros cuadrados, se redujo a 150 mil, y en él, trece ciudades y trescientos once pueblos, siendo lo demás aldeas y estancias. Las parroquias eran 114, atendidas por un párroco y uno o dos coadjutores. La población ascendía a 900 mil habitantes. A cada párroco lo auxiliaba uno o dos coadjutores. Había 290 templos habilitados para el culto, casi todos con un rector o capellán fijo, pocos con la visita ocasional del sacerdote y algunos más como oratorios públicos, en especial las capillas de las haciendas.

En el obispado había dos santuarios canónicamente reconocidos, el de Nuestra Señora de Talpa y el de Nuestra Señora San Juan de los Lagos, que también era Colegiata y contaba con nueve capellanes.

Luego de la exclaustración de 1863, poco o nada quedó del personal de los conventos masculinos, casi todos establecidos en la ciudad episcopal: franciscanos, dominicos, agustinos y carmelitas, que en su conjunto ascendían a 140. Ya para entonces habían desaparecido de la diócesis los oratorianos, juaninos, betlemitas y jesuitas. También fueron disueltos los siete mo nasterios femeninos, cuyo personal sumaba 220 monjas: cinco en Guadalajara, las dominicas de Santa María de Gracia y de Jesús María, las carmelitas de Santa Teresa, las agustinas recoletas de Santa Mónica y las clarisas capuchinas; otro en Lagos, también de capuchinas y el séptimo en Aguascalientes, de salesas. Ya antes, durante el ataque de Guadalajara, entre septiembre y octubre de 1860, casi la totalidad de los conventos fueron reducidos a escombros.

En 1861 se disolvió el Seminario Conciliar, y su valiosa biblioteca, compuesta por doce mil volúmenes, expropiada.

Hasta 1858 la Iglesia de Guadalajara estuvo al frente de tres hospitales y un hospicio o Casa de Misericordia. Las escuelas católicas eran quince y de las asociaciones de fieles laicos sólo subsistieron tres, la de San Juan de Nepomuceno, la del Santísimo Sa cramento y la de San Vicente de Paúl.

Durante la guerra, los liberales se dieron a la tarea de hacer piras con las pinturas y esculturas de los templos, lo cual explica la razón por la cual son muy contadas en el Occidente de México las obras de arte sacro de los tiempos anteriores a 1864.

Otros autores se han interesado en ponderar la favorable impresión que tuvo el obispo de Guadalajara cuando camino al destierro, cruzó el enorme territorio de los Estados Unidos y pudo constatar para sorpresa suya, el estado

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floreciente de la Iglesia católica en ese país de mayoría protestante; la libertad religiosa garantizada absolutamente por las leyes y las manifestaciones públicas de fe celebradas sin dificultad alguna dentro y fuera de los templos.

La ingente tarea de restaurarlo todo rebaso el tiempo vital de don Pedro Espinosa. Tuvo al menos la satisfacción de arribar a su ciudad episcopal en medio de una apoteósica recepción, y de llevar a feliz término obras en su catedral como no se hacían desde el siglo XVII: el peinetón y el relieve del imafronte, la cúpula sobre el coro y el cuádruple altar marmóreo.

La desastrosa gestión encabezada por el aristócrata austriaco Maximiliano de Habsburgo comenzó por malquistarse con el bando Conservador y con los obispos. Lejos de abolir las leyes de reforma, planteó al nuncio apostólico, monseñor Pier Francesco Meglia, las directrices de un concordato del todo regalista que este representante recibió con estupor. Liberal de cepa, el flamante Emperador intentó granjearse la simpatía de los liberales mexicanos y pudo sostenerse tanto cuanto Francia apoyó con cuadros milicianos al endeble gobierno. Desaparecido este apoyo y brindándolo ampliamente a sus adversarios el de los Estados Unidos, al cabo de pocas semanas sobrevino la ruina absoluta del fugaz Imperio Mexicano, con el resultado desagradable de quedar la Iglesia de nuevo en la mira de la triunfante facción republicana durante la década siguiente.

La muerte impidió al arzobispo de Guadalajara ser testigo de este colapso, reservando a su sucesor, don Pedro Loza y Pardavé, naturalmente revestido de “la prudencia, aquella gracia especial que es tan necesaria en los que mandan”, se impuso la tarea de recomponer su Iglesia en los estrictos marcos de una legislación que supuso el fin de una era, la del Estado confesional, y el principio de otra, la del catolicismo social y de base.

Rebasa las pretensiones de este capítulo exponer las obras que acometió el segundo arzobispo guadalajarense, baste señalar que usando de un tacto admirable, estableció un programa de escuelas parroquiales en todo su obispado; que nada más en la Guadalajara alentó la construcción de 26 templos, a razón de uno por año de su gestión, entre ellos cuatro santuarios: el de San José de Gracia, el del Sagrado Corazón, el de Nuestra Señora del Carmen y el de Nuestra Señora de las Mercedes, dejando iniciado el monumental templo Expiatorio; que multiplicó en su tiempo obras sociales tales como el Asilo y Hospital del Sagrado Corazón en Analco; el Patronato de San José Obrero, en Mexicaltzingo; la Casa de Ejercicios de Los Dolores y el colegio de la Preciosa Sangre en el barrio de El Santuario, y los orfanatos de La Luz, de la Beata Margarita María de las Siervas de María y del

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hospital de San Camilo, en el barrio de Jesús, coronándolo todo la Escuela de Artes y Oficios del Espíritu Santo.

Sin embargo, su obra material más característica fue la nueva sede del Seminario Conciliar, ejecutada por el ingeniero don Antonio Arróniz Topete entre 1892 y 1902. En sus honras fúnebres se recordó que

…en su dilatado y glorioso período consagró nueve obispos… fueron ordenados …más de seiscientos sacerdotes …se levantaron más de cien templos o capillas, lo cual significó que no sólo se restauró las ruinas del pasado, sino que avanzó poderosamente por el camino magnífico del progreso cristiano.2

El impulso del clero nativo, la rotunda definición del clero diocesano, el catolicismo social de los primeros años del siglo XX, serán los frutos de esta era, suficientes para afrontar la avalancha de la furiosa persecución religiosa que se desatará entre 1914 y 1940, postrer intento del totalitarismo estatal para someter a sus dicterios a la Iglesia católica en México.

2 Cf. Exequias, oración fúnebre, biografía, Guadalajara, Ancira, 1898, p 47.

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Tema IJesucristo: conocerlo, seguirlo y trasmitirlo

Es cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo y hacer resplandecer su rostro en cada época de la historia. Nuestra mirada de fe se centrará siempre en la persona y la obra salvadora de Jesucristo y desde allí surgirá el deseo, que se hace compromiso, de anunciarlo y poner en ejercicio dicha acción salvadora. Al abrirnos con esperanza y confianza al futuro, para cumplir con nuestra vocación y misión eclesial, vemos con realismo y con fe el presente que nos cuestiona y desafía. En esta mirada de fe sobre nuestra realidad somos conscientes de que mucho hemos logrado, lo cual procuraremos consolidar y extender; pero queda mucho pendiente. Eso realmente nos desafía, y buscaremos iluminarlo con el gozo del Evangelio. Las luces de lo que vivimos nos desafían para aprovecharlas, y sus sombras nos desafían para iluminarlas. Algunos rasgos de la realidad que nos toca vivir los delinea el Papa Francisco,3 quien nos señala el giro histórico que vive la humanidad en los campos de la salud, la comunicación y la educación; pero luego se refiere a algunas situaciones acuciantes, tales como la precariedad diaria en que vive la mayoría, el miedo y la desesperación en que viven muchas personas. Se apaga la alegría de vivir, crecen la falta de respeto y la violencia, la inequidad es patente, muchos verdaderamente luchan para vivir, hay nuevas formas de poder que se nutren de la era del conocimiento y la información en la que estamos.4

En el contexto de la globalización que nos toca vivir, marcado por una cultura que busca a toda costa la eficiencia y el éxito, nosotros los católicos tenemos el desafío de recordar la dimensión de la gratuidad, ya que lo más humano no se compra ni se vende: tiene valor pero no tiene precio. Ante esto, todos recordamos que Dos nos ama primero con un amor que se recibe primero como regalo gratuito. El mismo contexto que vivimos está generando un relativismo que niega toda referencia a Dios, quita el interés para formularse las preguntas últimas. Esto lleva a poner los bienes materiales como el “absoluto” que orienta la vida de muchos, lo que genera un lastre de vacío y sinsentido. Ocupamos abrir espacios que nos permitan darle sentido y orden a nuestra vida.

3 Cf Evangelium Gaudii EG 52-75.4 Cf. EG 52.

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Además, aunque podemos decir que nuestros pueblos y ciudades conservan siempre un sustrato católico, bien podemos percibir la apatía de algunos, la indiferencia de otros, la lejanía de los no practicantes, la ignorancia religiosa que campea en otros más, la actitud renegada e hipercrítica de algunos otros, como también el divorcio entre fe y vida. Ante tal realidad, la oferta de las pluralidades religiosas hace su agosto, porque, aunque parezca contradictorio, se percibe una sed de Dios, la cual busca apagarse, cada vez más, en las aguas turbias de los grupos pseudo-religiosos. Todo esto nos deja ver los escasos criterios de referencia para ubicarse ante Dios, la fragmentariedad del conocimiento, la primacía de la emotividad sobre el dato de fe, el rechazo de la fe y la pérdida de la identidad cristiana. Finalmente, digamos que hoy se exalta el valor de la libertad, se promueve la búsqueda de la autonomía del hombre y se privilegia la esfera de lo privado sobre lo social, imponiéndose así un individualismo práctico. El desafío es nuestro, pues estamos llamados a construir solidariamente nuestro entorno, reconstruir los vínculos que recompongan el tejido social y que hagan posible el verdadero desarrollo del hombre. Ésta es una tarea que encuentra un ámbito fundamental en la familia, hoy tan amenazada, como espacio vital donde se reconstruyen los principios, las actitudes y las acciones de una red de relaciones más favorables a la humanidad.

Nuestros obispos, reunidos en Aparecida, Brasil, nos han dicho que “conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y trasmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado”.5

Guiados por esta esquemática indicación, procuramos proyectar luz sobre nuestra realidad. Seguiremos, pues, el esquema sugerido en Aparecida: Conocer, Seguir y Trasmitir a Jesucristo, que en otras palabras nos está recordando el encuentro con Cristo, el discipulado en torno a Cristo y nuestra condición de apóstoles de Cristo. Esta tríada temática queda internamente trabada a raíz de que en ella “resplandece la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado”. Así lo señala el actual Pontífice.6

Ver con los ojos del PadreI.

El encuentro con Jesucristo vivo. Jesús es la verdad

Nos dice la Carta a los Hebreos que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb. 13, 8). Ésta es la confesión de aquellos que lo han conocido en su existencia terrena y lo han visto resucitado. Esto significa que nosotros hoy a Jesucristo lo podemos 5 Documento de Aparecida DA 186 EG 36

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conocer adecuadamente sólo si lo entendemos en continuidad con el Cristo “de ayer” y si a través del Cristo “de ayer” y “de hoy” somos capaces de percibir al Cristo eterno. No olvidaremos que en el lenguaje bíblico “conocer” se abre al encuentro persona a persona, es una experiencia que envuelve y compromete todo el ser. En nuestra vida de fe todo empieza con ese encuentro personal, directo y vivo con Jesucristo. Así comenzó la experiencia de los apóstoles, de esa misma experiencia se nutrieron las primeras comunidades cristianas bellamente retratadas en los Hechos de los Apóstoles, y de ahí arranca también nuestro propio camino de fe. Bien lo dice Benedicto XVI en la que quizá es la más citada de sus ideas: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona”.7

Todo encuentro con Cristo supone siempre las tres dimensiones del tiempo, así como la superación del tiempo hacia aquello que constituye a la vez su origen (ayer) y su destino (siempre). Si nos queremos poner en búsqueda del Jesús verdadero, debemos estar dispuestos a cubrir este amplio espacio: el pasado, el presente y la eternidad (ayer, hoy y siempre). Por regla general a Cristo lo encontramos en el “hoy”: en la manera misteriosa pero real en que Él se hace presente, en cómo lo ven y lo entienden los hombres y en cómo en Él encuentran orientación las vidas, según Él o en contra de Él. Para entender mejor el lugar actual del encuentro con Cristo es necesario recordar los lugares donde Él se manifiesta. A Cristo lo encontramos en la fe, recibida y vivida en la Iglesia; en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia; en la liturgia: la Eucaristía es el lugar privilegiado para este encuentro; en la reconciliación; en la oración; en la comunidad, sobre todo en los pobres, afligidos y enfermos; en la piedad popular...8

El saber experiencial que brota del encuentro no es como algo que queda en trastienda; al contrario, se constituye verdaderamente en un saber real y vivificante, como también liberador. Por eso es que damos el paso preguntándonos: ¿esto, que hoy creo y acepto, de dónde viene? ¿Quién era verdaderamente cuando vivía como hombre entre los hombres? Respondemos estas dos preguntas prestando atención a las fuentes que testifican acerca de los orígenes y capaces por ello de corregir nuestro “hoy”, que muchas veces puede ser ilusorio. Por eso el sometimiento a la voz de las fuentes nos libera de nuestras fantasías sobre Cristo o de nuestras falsas imágenes de Él. Desde las fuentes prestamos oídos a la realidad que es condición imprescindible para todo encuentro. El encuentro con Cristo pide el esfuerzo por conocer la verdad, humildad en el ver y oír como condiciones básicas para tener

7 Deus Caritas est DCE 18 Cf. DA 243-265

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una percepción real. Brevemente, mencionemos algunos elementos que las fuentes nos reportan a cerca de Él:

San Pablo nos aclara la preexistencia del Verbo eterno de Dios cuando, en el •himno cristológico de la Carta a los Filipenses, señala que “siendo de condición divina no retuvo ávidamente ser igual a Dios” (Flp. 2, 6). Es lo mismo que viene aseverado por el cuarto evangelio en su inicial frase: “En el principio existía la Palabra” ( Jn. 1,1). San Juan nos dice “y la Palabra se hizo carne” ( Jn. 1, 14), con lo cual nos afirma •la preexistencia del Verbo eterno de Dios, así como también el misterio de la Encarnación: el Verbo ha tomado todo de nosotros, menos el pecado. Esto mismo afirma San Pablo en una de las más arcaicas confesiones de fe en la que, al señalar sus ascendientes, deja en claro la pertenencia a una tribu y a un pueblo, el pueblo de Israel; con esto no hace sino decir que se ha encarnado verdaderamente: “nacido del linaje de David según la carne” (Rm 1, 3).Pero éste que se ha encarnado no es un superhombre, un profeta •veterotestamentario o un semidiós griego, no. El Jesús de Nazaret, potente “en palabras y obras” es el Hijo de Dios. Ésta es la expresión teológica central del Evangelio de Marcos: “Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc. 1,1). Ésta es la afirmación que esconde San Marcos con el así llamado “secreto mesiánico”. Sólo al final San Marcos pone la misma expresión en boca de un pagano: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. La idea campea en los escritos paulinos (Cf. Rm. 1, 3-4; Flp. 2, 6-11) y demás escritos del Nuevo Testamento. San Juan es consciente de que ha escrito todo su evangelio con esa misma intención: “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” ( Jn. 20, 31). El elemento central de las fuentes escritas viene expresado en los núcleos •kerigmáticos cuando nos presentan el misterio pascual con toda claridad. Así lo expresa San Pablo en la otra antigua confesión de fe: “Porque os trasmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los doce...” (1Cor 15, 3-5). Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo constituyen el elemento básico de la predicación y de la fe en Cristo. Finalmente, las fuentes bíblicas nos explican los motivos de la Encarnación y •del misterio pascual. Es el elemento soteriológico que no podría faltar. Viene expresado en la frase paulina: “murió por nuestros pecados” (1Cor. 15, 3), frase que contiene la síntesis y el sentido escriturístico del acontecimiento Cristo,

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desde la Encarnación hasta el misterio pascual y la parusía, todo viene bañado de una soteriología. En otras palabras, afirmar la Encarnación y la divinidad de Cristo tiene una razón: la salvación del hombre. Si Cristo no es verdadero Dios, entonces no es auténtico salvador, sino sólo un intermediario extrínseco de salvación.Todo esto queda presentado en el Credo Niceno-Constantinopolitano. En el •siglo IV, los obispos reunidos en Concilio definen categóricamente las verdades esenciales acerca de Jesucristo, y las tenemos ahí expresas en ese Credo que domingo a domingo, llenos de fe, proclamamos. Ése es el Cristo en el que creemos, con el que nos hemos encontrado, el que amamos y gozosamente anunciamos. Es, como dice San Juan, la Verdad ( Jn, 14, 6).

Resumamos lo dicho hasta ahora: el encuentro inicial con Cristo se realiza en el “hoy”. En efecto, sólo se lo puede encontrar porque Él es un “hoy” para muchas personas y por lo mismo tiene verdaderamente un “hoy”. Pero para que yo pueda acceder al Cristo total y no sólo a una parte captada más o menos accidentalmente, debo prestar oídos al Cristo de “ayer”, tal como se manifiesta en las fuentes, particularmente en la Sagrada Escritura, y en la Tradición. Si presto la debida atención al “ayer” de Cristo sin mutilar su figura en algún aspecto esencial, entonces lo veré abierto al futuro, lo veré en su “mañana” (o “y siempre”, siguiendo las palabras de la carta a los hebreos), lo veré viniendo de la eternidad que abraza al mismo tiempo pasado, presente y futuro. Así fue como plasmaron a Cristo las grandes épocas de la historia de fe; así fue como pudieron verlo siempre nuevo y así es como se encuentra en el “hoy” de nuestra cotidianidad, enraizado en el “ayer” con su fuerza esperanzadora hacia el “mañana”. Precisamente así, muchas generaciones se han encontrado con el “Cristo ayer, hoy y siempre”.

Juzgar con los criterios del HijoII.

Discípulos de Cristo. Jesús es el camino.

En Aparecida, nuestros obispos responden a los desafíos que la realidad actual plantea a nuestra Iglesia, por eso ellos releen todo el ser y quehacer de la Iglesia desde la fuerza del Evangelio, el cual nos llama a encontrar a Jesús en los caminos de nuestra vida y proyectar los nuestros en su camino, que revela la verdad y nos ofrece la vida plena. El encuentro con Jesús abre la ruta al discipulado, que es un proceso vital, personal y comunitario, de conversión y vida nueva. Por los Evangelios sabemos

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que el llamado a ser discípulos, como la formación de ellos, tiene su fundamento en la misión que el Padre confía a Jesús de Nazaret. Jesucristo es la Buena Nueva en persona y por ello la adhesión al Evangelio es adhesión a Él. El seguimiento de Cristo se cumple en términos de una total identificación con Él y en el compartir su misión de anunciar el Reino y ofrecer vida a todos los hombres. Así que discipulado y misión son como dos caras de la misma moneda cuyo centro es la vida ofrecida en Cristo. El discipulado es la vida nueva en Jesús, la misión es el ofrecimiento de esa vida a todos. En realidad esto recoge lo más genuino del Nuevo Testamento y sigue siendo propuesta actual. La relación de Jesús con sus discípulos estuvo determinada por un encuentro inicial con Él, quien los invitó a “seguirlo”. Después del encuentro inicial con Jesús, la relación con Él queda determinada en categorías de “seguimiento”. Por ello el discipulado se define como el ejercicio del seguimiento de Jesucristo. Las fuentes son concordes todas sobre el hecho de que Jesús tuvo discípulos, entre los que se distingue un grupo restringido de compañeros que lo seguían físicamente en sus desplazamientos. Los Evangelios canónicos concuerdan también sobre el inicio de su ministerio, caracterizado por la llamada a algunos de ellos (Cf. Mc. 1, 16-20; Jn. 1. 35-51; Mt. 4, 18-22; Lc. 5, 1-11). El llamante irrumpe en la vida del llamado; siempre la iniciativa es de Jesús, y el futuro discípulo da una respuesta pronta y libre, aunque incipiente. Con las pacientes instrucciones de Cristo, su respuesta irá perfeccionándose y madurando. El objetivo de esta llamada es doble: se trata de ir detrás de Jesús (seguirlo) para luego llegar a ser pescadores de hombres, es decir, colaborar en la misión del Maestro (Mc. 6, 7-13; Lc. 10, 1-12). San Marcos resume magistralmente este objetivo: “para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar” (Mc. 3, 14). Acojamos algunas analogías y diferencias del discipulado de Jesús de Nazaret contrastante con el ambiente judío. Iremos a cuatro niveles. Primero digamos que, a diferencia del Bautista, Jesús no origina discípulos con un movimiento bautista, ni continúa la actividad del Bautista (sólo ya resucitado dará la orden de bautizar: Mc. 16, 16 y Mt. 28, 19). Es evidente que Jesús se separa del movimiento de Juan y crea un grupo bien diferenciado de aquél y es claro que no tiene entre sus objetivos primeros el bautizar (Mc. 3, 14-15). Por otra parte, mientras Juan es un Nazir, un asceta consagrado a Dios (Lc. 1, 15), en cambio Jesús se muestra plenamente inserto en el contexto humano de todos los días y se le imputa ser un bebedor (cf. Lc. 7, 34). Una segunda diferencia es respecto de los profetas apocalípticos del tiempo, que atraían mucha gente con la promesa de gestos espectaculares. La perícopa de

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las tentaciones de Jesús (Mt. 4, 1-11; Lc. 4, 1-12) hace ver que Él se coloca en otra línea, muy diferente. Jesús no ofrece ilusiones a sus discípulos; al contrario, les pide una vida muy dura. También digamos que Jesús no entiende el propio movimiento al modo de los esenios o de Qumram, sea porque es itinerante, sea porque su grupo no tiene una estructura interna comparable a la de Qumram, o sea porque su objetivo no es el de estudiar y aplicar mejor la ley mosaica. Finalmente son interesantes las analogías y las diferencias con los rabinos, entre los que destacan los fariseos y los escribas. Los fariseos se proponían hacer ver en la vida cotidiana las prescripciones sobre la pureza ligada al culto del Templo para realizar la idea de Israel como Pueblo Santo. Los escribas, en cambio, se dedicaban al estudio e interpretación de la Torá como valor sumo y distintivo. Figuras de este tipo existían en tiempos de Jesús, el cual con sus discípulos no persigue ninguno de estos fines. Después de analizar el discipulado de Cristo, pongamos en relieve tres características que marcan al grupo de sus seguidores de manera muy clara respecto del fenómeno más próximo del rabinismo:

Es Jesús mismo quien llama a sus discípulosa) , como vemos en las citadas narraciones evangélicas. Los rabinos hacían lo contrario. El paralelismo con casos análogos revela también notables diferencias. En efecto, los profetas, en el AT, no llaman a seguir a sí mismos, sino a Dios. Se puede deducir (al leer Mc. 1, 16-20) que Jesús no está sólo en el lugar de la ley, sino que está en el lugar de Dios. Esta conclusión viene entendida no en relación con los llamados que no han entendido las cosas en estos términos, sino acerca de Jesús, que revela una autoconciencia de este tipo. En el caso de Jesús, lo grueso de la personalidad del llamante se revela siempre más decisivo y al centro del destino del discípulo mismo. En efecto, Jesús pide cosas radicales, que podemos resumir en las siguientes:El seguimiento debe ser sin condiciones, aparece claro en Mt. 8, 22 “Sígueme… •deja que los muertos..”, con lo cual Jesús se pone contra la ley, que imponía la participación en el sepelio de los difuntos de la propia familia (Cf. Tob. 6, 13-15). Es una palabra de Jesús que expresa una clara ruptura con la ley. Se pide la renuncia a las riquezas, Mc. 10, 21: “Ve, vende lo que tienes…”. Ç•Se pide la renuncia a los lazos familiares, Mt. 10, 37-38: “Quien ama a su •padre o a su madre más que a mí…”. Esto presenta un original “escándalo” de exigencia de Jesús, donde una vez más, al centro, está la adhesión personal a Jesús.

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Se pide la renuncia al matrimonio, Mt, 19, 12: “eunucos por el reino de los •cielos”. Las motivaciones del seguimientob) . Jesús no llama discípulos para dedicarlos al estudio de la Torá, ni para tomar una tradición religiosa, sino para entrar en comunión con su propia persona, con su misión y con su destino. Así lo vemos en Mc. 3, 14. Pero lo que pone en evidencia la cualidad diversa del discipulado de Jesús en relación con otras formas históricas de discipulado es la frase que se refiere a “perder la vida”. En los tres sinópticos está presente esta indicación hasta cinco veces: Mt 10, 39; Mt. 16, 25; Mc. 8,35; Lc. 9, 24; Lc. 17, 33. La motivación de este perder la vida es “por causa mía” (a causa de mí y por el Evangelio). Es Él en persona el que ofrece el contenido y la razón de su seguimiento, como se puede ver también en Mc. 10, 28; Mc. 8, 38; Mc, 8, 29. Evidentemente, sin Él el grupo ni existe ni subsiste (esto se ve muy bien en el momento del arresto, Mc. 14, 50). El discípulo de Jesúsc) queda y permanece siempre discípulo. En la escuela de los rabinos el objetivo era llegar a ser cada uno mismo un maestro, pasando del “aprender” al “enseñar”. Para Jesús, en cambio, el discípulo no está sobre el maestro (cf. Mt. 10,24s; Lc. 6, 40), ellos son, delante de Jesús, discípulos, y entre sí, hermanos.

La elección de “doce” queda testificado por los cuatro evangelios (cf. Mc. 3, 13-19) y fuera de ellos (Cf. 1Cor. 15, 5; Ap. 21, 14; Hch. 1, 15-26). ¿Qué sentido podría tener este número en la intención de Jesús? En el imaginario colectivo propio del pueblo de Israel, “doce” simboliza al mismo Israel en su radical constitución étnico-religiosa, referida a los patriarcas anteriores a Moisés y al acontecimiento del Sinaí (cf. Gn. 49, 1-28). Por lo tanto, en el gesto de Jesús hay como un retorno a los orígenes de Israel: los doce aparecen como los progenitores espirituales del pueblo de Dios que va representado. Él se pone conscientemente en relación estrecha con la renovación escatológica del pueblo de Dios. El concepto de seguimiento, central en la teología neotestamentaria, no debe ser tomado en un sentido excesivamente estrecho. La verdadera comprensión del seguimiento depende de la auténtica comprensión de la figura de Jesucristo. El seguimiento no debe reducirse al aspecto moral ni a un programa humano o de las virtudes humanas de Jesús, sino a su camino en toda su extensión. Lo nuevo y esencial en el camino de Jesús está precisamente en el hecho de que Él abre este camino, y así es como tenemos acceso a seguirle. La dimensión de seguimiento comporta acceder a la comunión con Dios, por eso el seguimiento está ligado al misterio de la Pascua. Así se explica por qué, después de la confesión de Pedro,

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dice Jesús invitando al seguimiento: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc. 8, 34). No se trata, pues, de un bajo moralismo que ve la vida sólo con lente de negatividad; tampoco es un masoquismo para gente que no se quiere a sí misma; tampoco es sólo un empinado moralismo para naturalezas heroicas dispuestas al martirio. No; la invitación de Jesús sólo puede entenderse dentro del gran contexto pascual del Éxodo en su totalidad. El seguimiento quedará válidamente entendido en aquellos dos elementos que encontramos en el diálogo de Jesús con los hijos de Zebedeo: bautismo y cáliz -amor- (Cf. Mc. 10, 33-40). Todo esto queda dicho de una manera concreta: la conversión es parte del éxodo cristiano. Una conversión que acepta íntegramente la promesa de Cristo y que requiere la disponibilidad a perderse uno a sí mismo. A la conversión pertenece también la superación de la propia autonomía y la entrega confiada al misterio, al sacramento en la comunidad de la Iglesia. Dios entra así con su acción en mi vida y libra mi vida del aislamiento. A la conversión pertenece juntamente con la fe el amor oblativo, que es resurrección porque es un morir. Este amor es una cruz sostenida en el misterio pascual, que no por eso debe ser menos dolorosa; así desde ahí Cristo será Él mismo el camino, yendo por este camino me hago auténtico discípulo.

Actuar bajo el impulso del Espíritu SantoIII.

Apóstoles de Cristo. Jesús es la vida

El deseo desenfrenado de vida que constatamos en todos los continentes ha hecho posible que surgiera una cultura de muerte, o mejor dicho, una anticultura de muerte, la cual aparece en una trilogía que podríamos llamar profana y que extiende sus redes también sobre todos los continentes: la liberación de las apetencias sexuales, la droga y el tráfico de armas. Esta cancerígena empresa de muerte se manifiesta concretamente en el aborto, el suicidio y la violencia colectiva. Y como retrato de esta nefasta enfermedad interna de nuestra cultura podríamos poner el virus de la inmunodeficiencia adquirida (SIDA). La medicina hace sus esfuerzos, dentro de su deber, en hallar vacunas que frenen la destrucción de las defensas del organismo físico, pero no hará más que desplazar el campo de la descomposición. La verdadera enfermedad está más a fondo, la raíz está profundamente anclada, pues la indefensión de los espíritus es debida a una actitud espiritual para la que los auténticos valores del hombre, Dios (Trinidad) y el mundo son inexistentes. Si se niega al mundo, al hombre y a Dios, se es capaz de lo más vil.

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Ante tal situación, los cristianos estamos llamados no a ser meros espectadores que se conforman con decir tímidas palabras. Para hacer frente a tamañas exigencias no basta con acomodarse al nivel y demostrar que también el cristiano puede aguantar. Esto no sería más que algo tan ridículo como lamentable y peligroso. En efecto, un cristianismo así acelera la espiral de muerte en vez de oponerle el saludable poder de la vida. En este punto deberemos redescubrir el realismo cristiano: Jesucristo debe ser presentado y reconocido “para que en Él tengan vida”,9 como lo expresa una de las líneas de Aparecida. Debemos proponer otra vez de nuevo lo que significa “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (cf. Jn 14, 6). No en balde esta misma idea vuelve a estar presente en el “para” de nuestro objetivo diocesano: “Para fortalecer nuestras comunidades eclesiales y que nuestro pueblo, en Cristo, tenga vida”. De las tres realidades arriba presentadas tomamos una y preguntamos: ¿por qué el hombre se refugia en la droga? Habrá muchas respuestas; de modo muy general podemos decir que lo hace porque la vida, tal como ésta se le ofrece, es demasiado insípida, mísera y vacía. Aceptar y llevar adelante la vida como algo penoso se hace insoportable. Entonces se presentan dos factores: por una parte está el ansia de plenitud y de infinito, que contrasta con las limitaciones de nuestra vida; por otra parte está el deseo de tenerlo todo rápidamente y sin dolor ni esfuerzo. Pero detrás de todo esto se refleja una falsa imagen de Dios, la negación de Dios y la adoración de un ídolo. El hombre quisiera ser un dios al cual todo se le ofrezca sin tener que dar él nada. Por eso el Dios verdadero pasa a ser el verdadero enemigo, el competidor de un hombre que se ha vuelto interiormente tan ciego. Aquí radica la causa de toda enfermedad. En esta posición podemos entender una palabra clave de Jesús: “ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” ( Jn 17, 3). Habrá curación si se reconoce otra vez a Cristo como la piedra angular de nuestra existencia; la vida humana será verdadera vida sólo en comunión con Dios, pero esa comunión redentora con Dios será posible sólo en aquél al cual Él ha enviado y en cual él mismo es Dios-con-nosotros. Esta comunión no la podemos “fabricar”; la ofrece Cristo, que nos comunica con Dios. Sólo allí mana la fuente del agua viva. Y es desde ahí que entendemos el mandato misionero de Cristo que nuestros obispos se encargan de recordarnos. En efecto, en Aparecida, el Papa Benedicto XVI nos recordaba que la Iglesia se siente siempre discípula y misionera

9 Benedicto XVI., Carta al Episcopado de América Latina y el Caribe, 29 de junio 2007.

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del Amor de Dios, misionera en cuanto discípula. Para ser misioneros valientes y eficaces, antes necesitamos ser discípulos fieles.10

El Papa Francisco nos hace una invitación: “salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo... Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.11 El Papa, retomando lo que decían nuestros obispos en Aparecida, nos insta a ser una Iglesia en salida: “no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestro templos.... hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera”.12

Somos apóstoles; como Iglesia llevamos una gran novedad que consiste en anunciar al mundo “que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la Palabra y la vida, vino al mundo a hacernos ‘partícipes de la naturaleza divina’ (2Pe. 1,4), a participarnos de su propia vida”.13

Frente a tales realidades expuestas arriba, luego de nuestra reflexión sobre Jesucristo, llega el momento de orientar nuestro actuar con la brújula del Evangelio y al calor del Santo Espíritu. Somos conscientes de que el manantial de la acción evangelizadora está en permitir a Dios que nos haga acoger su amor, “porque si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?”.14 No obstante esto, que es básico, señalemos algunas pistas de acción, que nos podrán llevar a hacer realidad, al menos un poco, lo que hemos reflexionado.

Ante todo está la urgencia de renovar nuestro encuentro con Cristo: “invito 1. a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.15

No hay que olvidar que la parroquia es la estructura eclesial donde confluyen 2. todas las actividades de evangelización. Por eso urge renovar la institución parroquial, pues ahí es donde los fieles pueden tener una experiencia concreta de Cristo y de Iglesia.16 El encuentro y seguimiento de Cristo nos conduce a la formación y vivencia de una espiritualidad de comunión la cual se hace real

10 Cf. Benedicto XVI, Homilía en la misa de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Lati-noamericano y el Caribe.11 EG 4912 EG 15. Cf. DA 54813 DA 34814 EG 815 EG 316 Cf. Ecclesia in America EA 41

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en la parroquia donde laten las pequeñas comunidades. Es necesario favorecer el desarrollo de esas comunidades cristianas, que sean verdaderos espacios donde se nutra y exprese el espíritu de fe y solidaridad. Urge no permanecer pasivos en nuestras actividades pastorales; se vuelve 3. apremiante pasar de la pastoral de la conservación a la pastoral de la misión.17 La parroquia existe para evangelizar, ésta es su vocación más profunda; ha sido llamada para estar con el Señor y para ser enviada como portadora de una palabra viva y eficaz por la acción del Espíritu Santo y con la fuerza de la Eucaristía. Del cumplimiento fiel de esta misión nace y se desarrolla una experiencia cristiana que da la vida de Cristo. Como fieles feligreses, no podemos sustraernos de la actividad misionera cuya tarea sigue siendo anunciar a Jesucristo Camino, Verdad y Vida en quien los hombres encuentran la salvación.La misión exige procurar una formación adecuada del evangelizador, así como 4. también una eficaz organización.18

Nuestra prioridad absoluta será predicar alegre, paciente y progresivamente 5. el misterio salvífico de Jesucristo. Así nos lo indica el actual pontífice: “quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque “no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor”, y sin que exista un “primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización”...”

17 EG 1518 Cf. NMI 56

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Tema 2La Iglesia, casa del Señor

Objetivo

Profundizar en la experiencia de pertenecer a la Iglesia, para ser conscientes de la responsabilidad que tenemos de alimentarnos y alimentar a los demás miembros con el Alimento que nos da Vida, y que así demos testimonio de esta nueva vida en Cristo.

Nota pedagógica

Se puede hacer un collage con imágenes de los últimos Papas, algunas imágenes del Vaticano, al igual que fotografías de los arzobispos más representativos de nuestra Iglesia diocesana, en torno a la Catedral de Guadalajara o de una imagen de la propia parroquia, y colocarlo en un lugar visible. Preparar también hojas con el canto ‘‘Somos un pueblo que camina’’.

Introducción

El Concilio Vaticano II nos regaló muchísimas imágenes de la Iglesia en la Constitución Dogmática Lumen Gentium; por ejemplo: rebaño, grey, campo, edificio de Dios, templo santo, ciudad santa, casa de Dios, Jerusalén celestial, esposa del cordero, cuerpo de Cristo, cuerpo místico de Cristo, pueblo de Dios. La Iglesia es un mar tan grande que no podemos terminar de hacer reflexiones sobre ella. La Iglesia es casa del Señor, casa donde se vive con todo lo que nos ofrece la vida: alegrías, triunfos, esperanzas, festejos, amistad, progreso, convivencia, conocimiento. Aunque también en una casa se viven momentos de tristeza, duelos, desánimos, incomprensiones, infidelidades, traiciones. Se van haciendo heridas que debilitan el amor, a veces primero entre los esposos y luego se contamina a los hijos.

Ver con los ojos del PadreI.

Así como en nuestras casas hay situaciones de mucha alegría, de solidaridad, de comprensión, de ayuda mutua, de compasión en el sentido de sentir juntos lo que se vive, en la Iglesia, “Casa del Señor”, también se constata esta realidad de ser un

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misterio al mismo tiempo visible, donde vemos muchas obras buenas, sobre todo a lo largo de estos 150 años de ser Arquidiócesis. Tantas obras que se han hecho, tantos santos reconocidos y los más anónimos, que han dado su vida, que han dejado su ejemplo de comunión con Cristo y con su Iglesia que les tocó vivir, que con su amor y comunión con Cristo y los demás han transmitido vida a nuestras parroquias. Pero también es una Iglesia, Casa del Señor, donde no todo es alegría, porque ésta se opaca al no llegar a todos el anuncio gozoso de que Jesús es nuestro Salvador, y así constatamos la formación de escenarios donde las personas son presa fácil del secularismo, el relativismo y la ignorancia religiosa, y en amplios sectores de nuestras parroquias hasta se rechaza la Palabra de Dios y se le ataca. Tan es así que podríamos preguntarnos: ¿qué piensa la gente cuando escucha el término Iglesia? ¿En qué piensa la gente cuando escucha esta palabra? Tal vez todavía algunos piensan en el edificio. La opinión pública a menudo entiende por Iglesia la jerarquía, el Papa, los obispos, sacerdotes o religioso. Se confunde la Iglesia con la autoridad eclesiástica. Todavía más, se pregunta: ¿qué quiere la Iglesia?, ¿qué hace la Iglesia? Y hemos de admitirlo que se alude a lo que hace el Vaticano, o la Iglesia como institución, organización o estructura. Y creemos estar en lo cierto tomándolo como una estructura cultural, social, financiera, incluso con influencias políticas. De aquí nacen después las críticas, las repulsiones, las rebeliones, las intolerancias, las molestias respecto a la Iglesia, sus atrasos y sus defectos, hasta el punto que se llega por ahí a decir: “sí a Cristo, no a la Iglesia”.

Preguntémonos:

1. ¿Qué opino de esta frase: “sí a Cristo, no a la Iglesia”? 2. En nuestras acciones en mi parroquia, ¿separo a Cristo de la Iglesia, como si fueran dos realidades aparte? Comentar las respuestas.

Juzgar con los criterios del HijoII.

Con humildad, hemos de constatar que en muchas de nuestras parroquias, la mayor parte de nuestra gente, sobre todo esa porción tan grande que no asiste ni a misa el domingo, desconoce lo que es la Iglesia y se aleja de ella por el secularismo, el relativismo, y la indiferencia a las cosas de la Iglesia.

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Desconoce lo que es la Iglesia: el conjunto de creyentes en Jesucristo, la asamblea de los que creen, esperan y aman. O consideran que la Iglesia es algo puramente visible, como algo que se puede estudiar, que se puede reproducir o filmar. Olvidando que, si bien es cierto que la Iglesia es visible, ésa es solo una parte, porque la Iglesia es un misterio profundo que no se queda en o material; se encuentra en la historia, pero al mismo tiempo la trasciende, está más allá. Solamente con los ojos de la fe puede ser vislumbrada en su dimensión visible y contemporáneamente en su visión espiritual. La Iglesia, Casa del Señor, es el lugar donde como creyentes tenemos los medios necesarios para la realización plena de nuestras vidas, un anhelo que como nos dice la Glosa: Objetivo del VI Plan Diocesano: nuestro pueblo anhela, sobre todo en esta época, la plenitud de esta vida que Cristo nos ha traído: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” ( Jn 10, 10) (No. 91), vida que ha iniciado en este mundo pero que va caminando hacia la vida eterna, la realización de nuestras personas, de nuestras comunidades. Es la casa donde se comparte el Pan. Esto lo sabemos desde la vivencia de los primeros cristianos:

Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones… Todos los creyentes vivían unidos y tenían en todo en común: vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar(Hech. 2, 42. 44-47).

La Iglesia, Casa del Señor es el espacio no solo geográfico, sino existencial donde encontramos el alimento que nos da vida. Nos dice Jesús: “Entonces le dijeron: ‘Señor, danos siempre de ese pan’, les dijo Jesús: ‘Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed’” ( Jn 6, 34-35). Pero sería muy cómodo tan sólo querernos alimentar y seguir con un indiferentismo ante el hambre que tiene mi hermano, mi compañero, mi vecino, patrón o empleado. Este pan que se multiplica y que se tiene de sobra (Lc 9, 17) requiere ser distribuido de manera organizada (“pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: ‘Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta’ Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los

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dos peces y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente”(Lc 9, 14-16). El Pan que se nos da y se multiplica tiene necesidad de ser distribuido a quienes por alguna circunstancia no lo han recibido y no tienen la vida que se genera al alimentarse de este Pan. Al ser miembros de esta asamblea de creyentes que es la Iglesia, recibimos el mandato de Cristo: ‘‘denles ustedes de comer’’ (Lc 9, 13).} Nos dice el documento de la Conferencia Episcopal Mexicana:

‘‘La parroquia, a pesar de todas las dificultades que presenta la vida moderna, es el lugar privilegiado en que los fieles pueden tener una experiencia concreta de la Iglesia. Es absolutamente indispensable que llevemos a cabo una reflexión sobre la situación que viven las parroquias en nuestra nación y hagamos todo lo posible para que sean efectivamente la presencia comunitaria de Cristo más cercana a la casa y a la sociedad; la comunidad de comunidades, que abraza y acompaña todas las legítimas expresiones de la vida cristiana y que anima a la formación de comunidades vivas y dinámicas. Se trata del llamado a una verdadera renovación partiendo del principio fundamental de que la parroquia tiene que seguir siendo primariamente comunidad eucarística”.19

Actuar movidos por el impulso del Espíritu SantoIII.

En la Iglesia, Casa del Señor, todos necesitamos de todos. Ninguno de nosotros se puede quedar sin sentirse involucrado. Sin profundizar en la doctrina del Cuerpo místico de Cristo, sabemos que todos nos podemos y hemos de sentir responsables del progreso de la evangelización y la profundización del Evangelio, del mensaje de Cristo. No se podrá realizar esto si no es con la acción del Espíritu de Dios. El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio (Evangelii Gaudium), en el capítulo V: “Evangelizadores con Espíritu”, habla del “espíritu de la nueva evangelización”. Particularmente resulta interesante que nos cuestionemos con lo que nos dice en el número 264 (convendría leerlo completo) donde escribe que “la primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más…Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor…¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos”.19 Carta Pastoral Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, No. 175.

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La experiencia de vivir el encuentro con Cristo, particularmente en la Eucaristía, es lo que nos puede hacer conscientes de pertenecer a la Iglesia, que se encuentra con retos muy serios, nuevos en su manifestación actual. Ya el Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Ecclesia in America, en el número 41,se refiere a los desafíos que presentan las parroquias urbanas “donde las dificultades son tan grandes que las estructuras pastorales normales resultan inadecuadas y las posibilidades de acción apostólica notablemente reducidas. No obstante, la institución parroquial conserva su importancia y se ha de mantener. Para lograr este objetivo hay que continuar la búsqueda de medios con los que las parroquias y sus estructuras pastorales lleguen a ser más eficaces en los espacios urbanos”. Nuestro Congreso Eucarístico Diocesano, en esta etapa parroquial, nos ha de impulsar con la Fuerza del Espíritu para lograr dar respuesta a la urgencia de alimentarnos y alimentar a los demás, particularmente a los más débiles espiritualmente, a los que se han alejado de todo contacto con Jesús Eucaristía, y que para hacerlo, busquemos acciones concretas que faciliten el tránsito de Jesús a las vidas de todos, especialmente de los más alejados. Nos preguntamos: ¿Qué puedo hacer en mi parroquia para que el Pan de Vida, que es Cristo, pueda llegar a todos? ¿Qué cosas en mi parroquia, que es también Casa del Señor, han de cambiar para poder dar de comer a los que tienen hambre de Cristo, de Dios?

IV. Celebración

Ante el Santísimo Sacramento expuesto de forma solemne -si lo permiten las instalaciones-, o en su defecto, en el mismo lugar donde se expuso el tema, propiciar un ambiente de oración, con cantos eucarísticos, y pedir con mucha fe al Señor de manera espontánea por la parroquia, por las personas que se han alejado, que las hemos alejado, y ahora queremos alimentarnos para poderles llevar el mismo alimento y que así todos en Cristo tengamos vida. Después de un momento de silencio todos hacen la siguiente oración:

Señor, cuando todo falta, cuando los alimentos del mundo no llenan, cuando todo termina en muerte, Tú nos das el milagro de tu Pan, que da Vida eterna. Comer tu pan es unirse a todos los que Tú has unido, y es tener alegría y dolor común todos los hermanos que a la misma mesa nos sentamos. Señor, que nunca nos falte el pan en nuestra mesa. Danos hambre y sed de Ti Que no despreciemos tus dones por ser humildes.

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Tema 3El hombre tiene hambre de la verdad, de justicia y amor

Denles ustedes de comer… (Lc 9,13)

El Concilio Vaticano II nos enseña que la Eucaristía es fuente y cumbre de toda vida cristiana (LG 11). En el “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual” (SC 47) ofrecemos a Cristo y nos ofrecemos en y por Cristo al Padre celestial para que Dios nos participe de su vida divina por la acción eficaz del Espíritu Santo. Por ello, la Eucaristía es síntesis de toda la vida eclesial; por medio de la Eucaristía agradecemos a Dios sus bondades, colocamos en la patena del altar nuestras necesidades, nos unimos en un solo Cuerpo y participamos con gozo de la misma vida divina. Con la Eucaristía celebramos nuestras alegrías y nos regocijamos por los dones que el Señor de la historia nos regala a manos llenas. ¿De qué otra forma podríamos celebrar el CL aniversario de la creación de la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, sino por medio de la Eucaristía, la acción de gracias por antonomasia?

Objetivo

Reflexionar sobre el hambre de verdad, bien, justicia y amor, que todos nosotros experimentamos, saciada únicamente por el Pan de Vida, Cristo Jesús, para que, conscientes de esta hambre espiritual, podamos alimentarnos de ese Pan y ofrecerlo a nuestros hermanos.

Oración

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.

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Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión; Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender; Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

(Madre Teresa de Calcuta).

[Conviene que cada participante tenga una hoja con esta oración. Después de leerla todos juntos podemos dejar un momento de silencio. Se puede compartir en ambiente de oración a qué nos invita el Señor en esta bella y comprometedora oración]

Ver con los ojos del PadreI.

Según lo que se aportó en la Asamblea Diocesana de Pastoral del año pasado, y que queda reflejado en nuestro VI Plan Diocesano de Pastoral, en nuestra comunidad arquidiocesana hoy estamos viviendo, entre otros, tres problemas muy graves: el desempleo o el empleo mal remunerado, la corrupción generalizada sin que tomemos consciencia de nuestras responsabilidades sociales y políticas, y la indiferencia e ignorancia religiosas.

En cuanto al primer problema, podemos constatar que hay una fuerte demanda de empleo y hay muy poca oferta; muchos no encuentran trabajo, otros prefieren autoemplearse informalmente; a algunos, especialmente jóvenes, esto los ha orillado a entrar en las filas del crimen organizado. Así mismo, los que sí tienen un trabajo formal ven perder, cada día más, no sólo el poder adquisitivo de su salario, sino también las endebles prestaciones sociales. Este fenómeno ha generado que la brecha entre ricos y pobres sea cada vez mayor y más escandalosa. Además, este problema produce frustración en los jóvenes que, después de muchos esfuerzos por conseguir una carrera profesional, no logran acomodarse en un puesto de trabajo acorde a sus estudios. Para muchos de nuestros paisanos la solución es emigrar hacia Estados Unidos, dejando su familia, su tierra y arriesgándose a muchísimos peligros.

También hoy se constata una profunda crisis de honestidad, el segundo problema señalado en la Asamblea Diocesana. La corrupción ha permeado casi

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todas las instituciones: los gobiernos, los sindicatos, la policía, las empresas, los medios de comunicación... Para muchos de nosotros se debe sobrevivir conforme al lema de “el que no tranza, no avanza”. Hacemos de la mentira el criterio de las relaciones sociales y comerciales; se ve a la persona bajo el signo de pesos y no en cuanto su dignidad. Esto genera que perdamos la confianza y la credibilidad en todo y en todos. Los malos políticos aprovechan para sacar tajada personal o para su partido, dando la espalda al pueblo que los llevó a su cargo. Estamos viviendo un tiempo de mucha decepción y desesperanza en todos los órdenes, aunque los medios masivos nos quieran vender la idea de que ahora sí ya México es el país de las maravillas. Por otra parte, a casi todos nos pasa que nos interesamos sólo de lo “mío”, y no nos preocupa lo que pasa a los demás mientras no nos afecta personalmente; hay una gran apatía en lo social que se manifiesta en la falta de compromiso por acciones comunes que nos lleven a transformar nuestra realidad y heredar un mejor mundo a las futuras generaciones.

De la misma manera, como tercer problema señalado, constatamos que hay una muy extendida indiferencia religiosa; falta una verdadera evangelización que parta de la familia y se transmita a las nuevas generaciones. La mayoría de las personas, aunque se digan católicas, viven como si Dios no existiera. Reconocemos también que hay algunos descuidos de sacerdotes y de agentes de pastoral que no cumplen con su misión de evangelizar; algunos convierten la celebración gozosa de la pascua de Cristo en un momento tedioso y ritualista, que provoca que los jóvenes no quieran venir a la iglesia, que se pierdan valores fundamentales, que se viva al margen de Dios y de la Iglesia, o que se quiera una religión a gusto de cada quien. Es importante señalar que algunos medios de comunicación han creado, sobre todo en los jóvenes, una muy mala imagen de la Iglesia, exagerando y generalizando los errores y caídas de algunos de sus miembros, o con suposiciones malintencionadas. Hay una gran correlación entre religión y valores: a la pérdida de la fe corresponde, consecuentemente, la pérdida de valores humanos y cristianos.

A partir de la mención de estos tres graves problemas que nos afectan a todos, podemos abrir un espacio para compartir, ayudados de estas preguntas u otras parecidas: ¿Qué experiencias personales podemos mencionar de desempleo, de deshonestidad, de apatía ciudadana y de indiferencia religiosa? ¿Conocemos personas que padezcan estos problemas? ¿De qué forma los padecen? ¿Nosotros qué experimentamos cuando vemos estos problemas? ¿Qué nos está diciendo Dios por medio de estos tres problemas? ¿Qué podemos hacer nosotros como cristianos y personas evangelizadas para revertir esta problemática?

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Juzgar con los criterios del HijoII.

Es conveniente que leamos el texto de Lc. 9,10-17, que sirve de inspiración para este Congreso Eucarístico y en el que podemos encontrar muchas luces para vivir cristianamente, como discípulos misioneros.

Vemos que hay muchas similitudes de nuestra realidad con la realidad de las personas que seguía a Jesús. La mayoría era pobre o vivía situaciones de marginación, como la enfermedad, el estar esclavos del dominio del demonio, la ignorancia, la injusticia de los poderosos, etc. En los versículos anteriores a nuestro texto (Lc 9,1-6), Jesús les da autoridad y poder a los discípulos para que cumplan una misión especial: curar a los enfermos, expulsar a los demonios y proclamar a las personas el Reino de Dios. Son acciones que los discípulos harán para cambiar una situación de muerte por una vida plena. Curar, liberar y proclamar-enseñar serán las tareas que Jesús encomienda a sus discípulos. Podemos responder, de forma participativa las siguientes preguntas:¿Hoy también la gente tiene necesidad de esta misión que Jesús confió a sus discípulos? ¿Ahora cómo curamos a los enfermos en nuestra comunidad? ¿Cómo luchamos contra el mal, contra el demonio? ¿Cómo proclamamos el Reino de Dios?

El texto evangélico nos refiere la gran necesidad de la gente, que no se la piensa para interrumpir el momento de amistad e interioridad que Jesús quería pasar con sus discípulos. Jesús tenía el plan de descansar y dialogar con sus amigos más cercanos, pero las personas llegan con ellos y los interrumpen. La misión de los discípulos surtió un muy buen fruto: la gente quiere ver y estar con Jesús. El Señor, Maestro bueno, acoge con solicitud y bondad a todos; dice el texto una cosa muy importante: que actuaba conforme a las necesidades de la gente, especialmente de los enfermos. No respondía a necesidades ficticias ni a preguntas que nadie hacía. Su palabra y su acción eran un alimento nutritivo para las personas porque satisfacían su hambre. ¿Hoy también la gente tiene necesidad de Jesús? ¿Por qué? Nosotros, como discípulos misioneros, ¿atraemos a los demás a Jesús? ¿Conocemos como agentes de pastoral sus reales necesidades? ¿Estamos respondiendo evangélicamente a estas necesidades o queremos dar la misma respuesta para todo? ¿Atendemos con solicitud a todos, incluso cuando son inoportunos, como lo hacía Jesús?

Cuando Jesús habla y actúa, el tiempo no se siente, el día se pasa muy rápido, porque cuando algo nos satisface en lo más profundo del corazón, nos llena de alegría, estamos contentos y somos capaces de dejar todo por estar ahí. Jesús también está alegre y contento, está emocionado. Sin embargo, los discípulos se dan cuenta de una cosa: ya es tarde y la gente no ha comido, por lo que le piden

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al Maestro que la envíe a comprar pan. No saben lo que Jesús está a punto de hacer. Viene ahora algo desconcertante: Jesús les pide a ellos que sean los que den de comer a la gente, lo que es, en realidad, una tarea humanamente imposible, pues no tienen más que cinco panes y dos pescados, y son cinco mil personas. Sin embargo, con gran generosidad comparten lo poco que tienen y lo ponen a disposición de Jesús. El Señor bendice el pan y lo da a los discípulos para que lo repartan. Ellos organizan a la gente en grupos de 50, como Moisés organizó al pueblo de Israel en pequeñas comunidades para satisfacer con mayor eficiencia sus necesidades. En realidad este texto anticipa la Última Cena, en la que Jesús se nos dará como alimento y serán los discípulos los encargados de distribuirlo. El que hayan sobrado doce canastos nos habla de los doce apóstoles, los pilares de la Iglesia, la que conserva y otorga el verdadero alimento que es Jesucristo. ¿Nosotros somos capaces de percibir el hambre de la gente? ¿Hoy de qué tiene hambre la gente, de qué tenemos hambre nosotros? ¿Qué estamos haciendo para saciar esa hambre? ¿Somos capaces de compartir lo poco que somos o tenemos? ¿Cómo nos organizamos para ser más eficientes en satisfacer las necesidades de las personas de nuestra comunidad?

Conforme a los problemas que hemos mencionado en la primera parte e iluminados con el texto evangélico, podemos constatar que todos nosotros tenemos necesidades, tenemos hambre. Hay un hambre material, que se satisface comiendo y es la primera y más urgente necesidad. En nuestra comunidad arquidiocesana hay muchas personas que, a causa del desempleo o del empleo mal remunerado, padecen de esta hambre; hay pobreza en el campo, en las periferias de la ciudad, en los migrantes, en las personas en situación de calle, en los ancianos solos, etc. Como cristianos estamos llamados a ser solidarios unos con otros para saciar esa hambre. Este llamado no es optativo, es un imperativo de parte del Señor: “Denles ustedes de comer…”, pues al final nos juzgará por el pan que compartimos con los más pobres, que son sus representantes, pues todo lo que hacemos con los pobres, lo hacemos a Jesús (cf. Mt 25, 31ss).

Hay mucha hambre material en nuestro país, y cuando decimos hambre material nos referimos no sólo al alimento, sino también al vestido, a la vivienda, a la salud, a la educación, al trabajo (Cf. EG 192).Esta situación de pobreza y marginación no nos debe dejar tranquilos, pues tenemos que hacer algo. Decía un filósofo que el rostro necesitado de un pobre es un imperativo categórico; es decir, no puedo cerrarme a la necesidad de quien sufre. En mi interior resuena el mandato de Cristo: “denles ustedes de comer…”. La Iglesia, si quiere ser fiel a Jesús, debe hacer siempre y en todo lugar una decidida opción preferencial por

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los pobres, como lo decía el Papa Benedicto XVI a los Obispos latinoamericanos: “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”. Pero hemos de tener cuidado, como nos lo advierte también el Papa Francisco, de que nuestra acción a favor de los pobres no sea como meros funcionarios, pues “no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro, considerándolo como uno consigo… una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien” (EG 199). ¿Qué acciones concretas hacemos como cristianos para satisfacer esta hambre material? ¿En nuestra comunidad, cómo vivimos nuestra opción preferencial por los pobres? ¿Vemos a los pobres como Cristo o los vemos con desprecio y les damos de lo que nos sobra? ¿Buscamos la eficiencia o ser mejores personas, más humanas con los pobres?

El ser humano, sin embargo, tiene otro tipo de hambre, que no se satisface con lo material. Es un hambre espiritual. Hambre de verdad, de justicia, de sabiduría, de paz, de amor. El materialismo hedonista que estamos viviendo quiere ahogar esta hambre, pues nos dice que lo más importante es el dinero, el tener sobre el ser; nos hace creer que la felicidad es el cúmulo de experiencias placenteras. Decíamos que vivimos en nuestra sociedad una crisis de honestidad y ésta es provocada por la ambición de dinero y de poder, por la búsqueda de una vida fácil y placentera. Pensemos en las personas, que están directa o indirectamente en el crimen organizado, que son capaces de corromper todo por ganar dinero, ven todo desde la óptica del dinero, incluso a las personas; para ellos vale más el oro que la persona humana. Los profetas denunciaban con mucha fuerza el poder destructor de la idolatría a Mammon, el dios del dinero, por el cual se es capaz de ofrecer el sacrificio de la propia vida o de la vida de otros. ¿Cuántas personas han muerto por la ambición del dinero? ¿Cuántos no pierden la salud o la familia por ganar más dinero? ¿Cómo arriesga su vida y a su familia una persona que quiere conseguir dinero fácil de forma deshonesta?¿Por qué muchos patrones no pagan lo justo ni dan las prestaciones justas a sus empleados? No podemos engañarnos, los que matan, explotan o dañan a alguien para conseguir dinero, en realidad están cometiendo un grave pecado de idolatría porque están ofreciendo un sacrificio humano al dios dinero.

Otro fenómeno muy actual de materialismo hedonista, que ahoga el hambre espiritual, está en la constante búsqueda de placer y la huida de todo aquello que implique esfuerzo o sacrificio. Por una parte está el uso enfermizo de alcohol, droga y sexo, que nos lleva a perder la auténtica felicidad, aunque se tengan muchos ratos de placer. Por otra parte, el consumismo capitalista nos lleva a querer tener de todo;

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nos crea falsas necesidades, nos quiere convertir en maniquís de marcas: ¿una crema puede quitar la edad? ¿Un automóvil del año nos va hacer más atractivos y felices? ¿Valgo más porque uso ropa de marca? Es importante reflexionar sobre cuáles son nuestras verdaderas necesidades y cuáles son ficticias o creadas para que pensemos antes de comprar, y así compremos sólo lo que verdaderamente necesitamos. Cuánto sufrimiento de personas que no pudiendo llevar un nivel de vida elevado, quieren aparentar ser ricos para ser reconocidos socialmente. Como nos lo advierte el Papa Francisco, este sufrimiento es “una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales” (EG 2).

El hombre es verdaderamente hombre cuando no ahoga, sino busca con todas sus fuerzas satisfacer esa hambre espiritual, porque Dios nos creó para Él y solo Él puede llenar nuestro corazón inquieto. ¡Qué hermosa oración de San Agustín!: “Nos creaste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. A este respecto, nos dice el Concilio Vaticano II: “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador” (GS 19). De esta forma, podemos tomar conciencia que la ignorancia y la indiferencia religiosas son un gran desafío para la Iglesia arquidiocesana, porque un hombre sin Dios es un hombre sin sentido de la vida, ha perdido la brújula; se experimenta perdido a la deriva de las medias verdades, de moralismos infecundos, de una ética del placer que no es la de la alegría auténtica. Un hombre sin Dios se puede convertir en un monstruo, en un lobo para los demás, pues ¿quién le pedirá cuentas de su comportamiento? Si no experimenta a Dios como Padre, ¿podrá experimentar a los demás como hermanos?

Dios nos ha creado para que nos relacionemos con Él en el amor y aprendamos de Él a amar incondicionalmente a los demás. Por eso aspiramos siempre a más; nuestra hambre espiritual se manifiesta en que aspiramos al amor porque aspiramos a Dios, que es la Verdad, el Bien, el Amor. Esta hambre nos dignifica porque nos permite ver que somos más de lo que aparecemos, somos más de lo que tenemos. Estamos llamados a ser hijos en el Hijo, a divinizarnos en Cristo: ésta es nuestra más alta vocación y nuestra más fecunda dicha. ¿Cómo experimentamos nosotros el hambre espiritual? ¿Cómo la satisfacemos?

Jesús, el Pan de vida, es el único capaz de saciar esta hambre espiritual, porque Él es “camino, verdad y vida” ( Jn 14,6). Sólo Jesús puede salvarnos, llenar nuestro corazón de una verdadera y auténtica alegría, que no se acaba ni se desgasta.

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Como para la gente de su tiempo, también para nosotros, cuando estamos con Jesús y nos alimentamos de Él por medio de la oración, de su Palabra, de sus sacramentos, de la caridad, etc., el tiempo de la vida adquiere una nueva dimensión, se convierte en tiempo de gracia y bendición, tiempo de salvación y de paz. Cuando Jesús nos alimenta, podemos experimentar la vivacidad de la mañana, el calor del medio día y la serenidad del atardecer; es decir, tenemos la creatividad en nuestra misión, el ardor en la entrega de todos los días y la paz, fruto de la alegría de haber encontrado el gran tesoro.

Ahora Jesús mismo continúa alimentándonos porque está presente en la Iglesia; nos alimenta en la Iglesia y por medio de la Iglesia. La Iglesia existe para evangelizar, ésa es su identidad y misión; prolonga la acción salvífica de Jesús. El Señor nos alimenta y sacia nuestra hambre espiritual en la Iglesia cuando se predica el Evangelio, cuando se catequiza e instruye a los fieles en la doctrina de Cristo, cuando se celebran los sacramentos, cuando se ejercita el amor fraterno y solidario. La Palabra de Dios es verdadero alimento espiritual porque nos instruye, nos forma, nos libera, nos ilumina. Jesús nos alimenta por medio de la Iglesia en la celebración de los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, el sacramento del Banquete, de la Cena del Señor. Cuando participamos de los sacramentos recibimos un alimento sólido que nos fortalece para la lucha contra el mal y el pecado; nos llena de gozo porque anticipamos lo que será el Banquete eterno de las bodas del Cordero. La Eucaristía hace que nuestro ser se llene de gracia, porque recibimos la misma vida de Dios a través de su Espíritu Santo. Jesús satisface nuestra hambre espiritual con el amor, con la caridad, y de ese modo podemos nosotros también, a ejemplo de Jesús y animados por Él, ayudar a nuestros hermanos para que también ellos satisfagan sus necesidades, tanto materiales como espirituales.

Actuar bajo el impulso del Espíritu SantoIII.

Los tres problemas referidos, iluminados con la Palabra de Dios, nos exigen una respuesta valiente y decidida, pero cada quien según sus propias posibilidades. Es oportuno que volvamos nuestros ojos a los retos, que se asumieron en la Asamblea Diocesana de Pastoral del año pasado, que responden a estos tres graves problemas.

Promover y educar en la solidaridad desde las parroquias.•Educar, desde la familia, en la participación ciudadana a la luz de la Doctrina •Social de la Iglesia.

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Fortalecer la piedad popular, promoviendo el itinerario formativo del discípulo •misionero.

Desde estos retos podemos plantearnos tres cuestiones

¿Qué estamos haciendo ya en nuestra parroquia para responder a cada uno •de estos retos?¿Qué estamos dejando de hacer que sea importante hacerlo para responder a •nuestra realidad?¿Qué tipo conversión nos está exigiendo cada reto, conforme a la iluminación •y al imperativo de Jesús: “Denles ustedes de comer…”?

Oración final

Concluimos nuestra sesión haciendo un momento de silencio, de oración personal, y después cada quien hará una petición o una acción de gracias de forma espontánea. Después, rezamos un padrenuestro, un avemaría y terminamos con el canto de la oración de san Francisco de Asís:

Hazme un instrumento de tu paz,donde haya odio lleve yo tu amor, donde haya injuria tu perdón, Señor, donde haya duda fe en ti. Maestro, ayúdame a nunca buscar el ser consolado sino consolar, ser entendido sino entender, ser amado sino yo amar.

Hazme un instrumento de tu paz, que lleve tu esperanza por doquier, donde haya oscuridad lleve tu luz, donde haya pena, tu gozo, Señor.

Hazme un instrumento de tu paz, es perdonando que nos das perdón, es dando a todos como tú nos das, muriendo es que volvemos a nacer.

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Tema 4Iglesia samaritana

Objetivo

Que los participantes en el Congreso Eucarístico descubran las necesidades urgentes en la comunidad parroquial y que, iluminados por el Evangelio y el mensaje social de la Iglesia, sean agentes de caridad y servicio, respondiendo con programas de transformación de estructuras, de promoción humana y de asistencia.

Notas pedagógicas

Se requieren 1 hoja de papel, 3 pequeñas hojas de papel con goma (post) y 1 marcador por cada equipo, así como algunas cartulinas, 1 pizarrón o pintarrón.

Oración inicial

Se recomienda motivar para que este momento sea de verdad una oportunidad de encuentro con Cristo a través de la oración, que disponga a estar atentos a participar en este espacio de reflexión y lograr el mejor provecho en esta sesión. Se puede hacer la Oración del buen samaritano o alguna otra que ayude a los participantes:

Señor, no quiero pasar de lejos ante el hombre herido en el camino de la vida. Quiero acercarme y contagiarme de tu compasión para expresar tu ternura, para ofrecer el aceite que cura heridas, el vino que recrea y enamora. Tú, Jesús, buen samaritano, acércate a mí, como hiciste siempre. Ven a mí para introducirme en la posada de tu corazón. Acércate a mí, herido por las flechas de la vida, por el dolor de tantos hermanos, por los misiles de la guerra, por la violencia de los poderosos.

Sí, acércate a mí, buen samaritano; llévame en tus hombros, pues soy oveja perdida; carga con todas mis caídas, ayúdame en todas mis tribulaciones, hazte presente en todas mis horas bajas.

Ven, buen samaritano, y hazme a mí tener tus mismos sentimientos, para no dar nunca ningún rodeo ante el hermano que sufre, sino hacerme compañero de sus caminos, amigo de tus soledades, cercano a tus dolencias, para ser, como Tú, “ilimitadamente bueno” y pasar por el mundo “haciendo el bien” y “curando las dolencias”. Amén.

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Ver con los ojos del PadreI.

La situación actual

En este primer momento es busca identificar las tres necesidades más apremiantes que se descubren en el territorio parroquial. Se recomienda que este trabajo se realice de acuerdo con la opción que mejor se adapte, según el número de participantes y las circunstancias del lugar:

Opción a1. : Trabajo en equipos de 5 a 10 personas:Se nombrará un coordinador y un secretario. Cada equipo tendrá 1 hoja y 3 papeletas con goma (post). En la primera parte del trabajo el secretario escribirá en la hoja los aportes de cada miembro del equipo, según lo que consideren como un problema o necesidad apremiante de su entorno parroquial. Posteriormente se hará un trabajo de discernimiento para seleccionar aquellas tres necesidades que según el acuerdo del equipo son las más urgentes. El trabajo concluirá transcribiendo en cada post una de las necesidades, que se pegarán en el pintarrón o pizarrón, y se compartirán los aportes a manera de plenario.

Opción b2. : Lluvia de ideas con todos los participantesTeniendo un pintarrón o algunas cartulinas, se motiva de manera pública a hacer una lluvia de ideas sobre las necesidades más urgentes que se descubren entre las familias de la parroquia y se van anotando. Después de haber hecho la lista se hace una votación para elegir las tres necesidades más urgentes.

Opción c3. : Exposición de algunas luces y sombrasEl expositor presentará de manera general algunas luces y sombras que se descubren en el entorno de nuestra sociedad, de modo que a partir de ellas los asistentes puedan descubrir y enriquecer aquellas que están presentes en la comunidad parroquial.

Lucesa. . Señalar situaciones, acciones o actitudes que manifiestan el rostro samaritano y solidario de la sociedad.Sombrasb. . Señalar los rostros de pobreza que se manifiestan en la sociedad y en nuestra comunidad.

El trabajo concluye seleccionando las tres luces y las tres sombras más significativas, las cuales se anotarán en un pintarrón o cartulina.

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Juzgar con los criterios del HijoII.

Este momento es muy importante, ya que a través de él se busca hacer consciencia desde el Evangelio y la Enseñanza Social de la Iglesia sobre el actuar de Jesús frente a situaciones como las que hemos descubierto en el momento anterior en nuestra comunidad parroquial.

1.- Denles ustedes de comer

Del Evangelio según san Lucas (9,12-17)

Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de cincuenta”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

La expresión “Denles ustedes de comer”, que se ha elegido como lema de este Congreso Eucarístico, surge de la compasión y de la misericordia de Jesús, que lo llevan a involucrar a sus discípulos para dar una respuesta concreta a una necesidad específica; los hace investigar cuántos panes tienen, organizar a la gente y participar en la distribución de los alimentos. En la celebración Eucarística, Jesucristo se nos da como alimento, para que experimentando la generosidad del Padre, ejercitemos la compasión y misericordia, siendo a la vez alimento para el hermano con más necesidad en nuestra comunidad parroquial. De este modo, cuando el sacerdote expresa las palabras “Podemos ir en paz a vivir lo que aquí hemos celebrado” no concluye la celebración, sino que se nos envía a continuar la misión iniciada por Cristo y ser luz, sal y fermento en medio del mundo en el cual vivimos, sin ser de él.

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2.- La Iglesia samaritana: “Ve, y haz tú lo mismo”

Del evangelio según san Lucas (10,33-37)

Un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: el que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: ve, y haz tú lo mismo.

En el Documento de Aparecida, el Episcopado Latinoamericano nos invita a no quedarnos en una pastoral de conservación sino implementar una pastoral decididamente misionera; también el mismo Documento nos invita a vivir una Iglesia samaritana, ofreciendo el Reino de la Vida, pasando de las acciones solidarias a una actitud solidaria, a tener una experiencia que nos lleve a actuar en favor del hermano con lo que tenemos y somos, actuando con amor y profundidad.

Cuando hablamos de una Iglesia “samaritana”, queremos dar a entender que es una “Iglesia con entrañas de misericordia”. Nosotros como Iglesia, hemos de releer la parábola del buen samaritano que fue capaz de olvidarse de sí mismo y supo atender con misericordia y generosidad al hombre herido y abandonado. El Papa Benedicto XVI, en la encíclica Deus Caritas est, invita a los cristianos a prepararse para que el servicio caritativo guíe al encuentro con Dios en Cristo, que suscite amor que sea un movimiento que surja desde la fe que actúa por la caridad. Además afirma que “según el modelo expuesto en la parábola, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etcétera. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial...” (No 31).

El mismo Papa, dirigiendo su mensaje a miembros que participan en la pastoral social, les dice: “Habéis oído que Jesús dijo: “Anda, haz tu lo mismo”. Él nos invita a hacer nuestro el estilo del buen samaritano, cuyo ejemplo se acaba de proclamar, que se acerca a las situaciones en las que falta la ayuda fraterna. Y, ¿cuál es este estilo? Es un “corazón que ve”. Este corazón ve dónde se necesita

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amor y actúa en consecuencia. Así hizo el buen samaritano. Jesús no se limita a exhortar, Él mismo es el Buen Samaritano, que se acerca a todo hombre y “cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza” (Prefacio común VIII) y lo lleva a la posada, que es la Iglesia, donde hace que lo cuiden y pagando personalmente de antemano lo necesario para su curación. “Anda, haz tú lo mismo”. El amor incondicional de Jesús que nos ha curado deberá ahora, si queremos vivir con un corazón de buen samaritano, transformarse en un amor ofrecido gratuita y generosamente, mediante la justicia y la caridad”.20

3.- Es hora de una nueva imaginación de la caridad

El Papa Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Novo Millenio ineunte, nos exhorta a no quedarnos siempre repitiendo y haciendo lo mismo, señalándonos que ésta “es la hora de una nueva “imaginación de la caridad”, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno” (No 50).

Decía Albert Einstein que “la locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes”. Por ello no podemos quedarnos haciendo lo mismo y querer que las cosas cambien. El objetivo del VI Plan Diocesano de Pastoral nos invita a impulsar la Nueva Evangelización, y esta Evangelización, si queremos que sea nueva, requiere de agentes de pastoral nuevos, nuevos métodos, nuevas actitudes, nuevo ardor y nuevas acciones. El mundo secularizado que vivimos deja a la Iglesia una puerta abierta al diálogo: el lenguaje universal de la caridad frente al necesitado, lenguaje por sí mismo elocuente. No podemos quedarnos en proyectos de asistencia, siempre dando despensas o medicamentos que tranquilicen nuestra conciencia. Es necesario descubrir nuevas necesidades y buscar nuevas respuestas que ayuden a las personas a pasar de situaciones más dignas. Acciones que surjan de una profunda espiritualidad anclada en Cristo, una formación sólida, favoreciendo una estructura y aportando los medios necesarios que lleven al hermano despojado y herido por los asaltantes actuales a un “desarrollo humano integral”.

Actuar bajo el impulso del Espíritu SantoIII.

Después de haber elegido en plenario las tres necesidades más urgentes en nuestra comunidad parroquial y de haber escuchado lo que Jesús y la Iglesia nos proponen, 20 Benedicto XVI, Encuentro con las organizaciones de la pastoral social, 13.05.2010.

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¿cuál de estas tres necesidades nos llama a la compasión y a la misericordia? ¿Cuál crees que debe ser atendida con más urgencia? ¿Qué obra social podríamos hacer juntos para dar respuesta a esa necesidad que fue elegida? ¿Quién podría encabezar ese proyecto? ¿Cómo le podríamos dar seguimiento a esa propuesta?

Se recomienda que no se retiren sin haber concretado algún proyecto común que pueda ser medible.

Celebramos nuestra vida a la luz de la fe

Para la celebración se recomienda tener sobre una mesa un plato con semillas, un ladrillo y un cirio encendido. Si son muchas personas, se puede colocar la mesa al frente de ellas; si el número de personas lo permite, se puede hacer un círculo en torno a la mesa. Se puede motivar a que los participantes, después de la reflexión del día, expresen qué podrían representar para ellos los signos que aparecen sobre la mesa y después de escucharlos se recitar la oración ‘Construyendo el mañana’, del siervo de Dios Óscar Arnulfo Romero:

Dar un paso atrás nos ayuda a tomar una perspectiva mejor. El Reino está más allá de nuestros esfuerzos. Y más allá de nuestra visión.

Sólo realizamos una minúscula parte de la obra de Dios. Nada de lo que hacemos está acabado; el Reino está siempre ante nosotros. Ningún programa realiza la misión de la Iglesia. En ningún esquema de metas y objetivos se incluye todo.

Intentamos plantar semillas que un día crecerán. Regamos semillas ya plantadas, sabiendo que son promesas de futuro.

No podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta liberación. Puede que lo que hacemos sea incompleto, pero es un principio, un paso en el camino, una ocasión para que la gracia del Señor haga el resto.

Quizá no veamos los resultados finales, pero ésa es la diferencia entre el jefe de obras y el albañil.

Somos albañiles, no jefes de obra; ministros, no el Mesías. Somos profetas de un futuro que no es nuestro. Amén

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Tema 5 Junto a la cruz de Jesús estaba María, su madre

Oración

Buen pastor, Pan verdadero, oh Jesús, piedad de nosotros: nútrenos y defiéndenos, llévanos a los bienes eternos en la tierra de los vivos. Tú que todo lo sabes y puedes, que nos alimentas en la tierra, conduce a tus hermanos a la mesa del cielo, a la alegría de tus santos. Amén.

Ver con los ojos del PadreI.

Está demostrado una y otra vez por la experiencia humana, por el amor que une, por la vida que se comunica, la íntima relación vital entre la madre y su hijo. Lo que se sufre por los hijos es de esas cosas que uno entiende que son una fuerte vivencia que va más allá incluso del ámbito natural. Sin embargo, todos los alcances que tiene esta afirmación se comprenden mejor sólo en el momento en que una persona se convierte en madre. Cuando se llevan en el propio ser los meses de la gravidez. Cuando entre dolor y gozo, se acompaña a la criatura en su tránsito hacia la luz de este mundo. Cuando se tiene a ese niño en brazos y se cae en la cuenta de lo que verdaderamente significa la palabra madre.Reflexionemos sobre este ejemplo de vida: “Mi bebé acababa de cumplir quince días; había llegado a casa una carta con los resultados del estudio del corazón en el que estaba todo correcto. Pero al día siguiente recibimos otra notificación en la que se nos comunicaba que la prueba para una de las enfermedades del corazón daba un resultado dudoso y debíamos repetirla. Era viernes. Abrí el sobre, vi que dentro venía una tarjeta para recoger de nuevo las muestras de sangre y antes de leer la carta ya sabía que algo pasaba. Se me pusieron los pelos de punta: mi hijo podía tener una enfermedad del corazón, así, ya, con quince días de vida, acabadito de nacer: tu bebé puede estar enfermo, necesitar medicación de por vida, hay que repetir las pruebas y esperar. ¡Qué dolor! “Creo que fue ahí cuando bajé de la nube de los primeros días del postparto. De golpe se hizo realidad que mi bebé no era un sueño, sino que era mi segundo hijo, al que quería lo mismo que al primero, y por el que iba a sufrir exactamente lo mismo, con cada enfermedad, cada golpe, cada riña… La cosa quedó en nada: repetimos la prueba y en una semana tuvimos los resultados en casa, que esta vez daban negativo. Un gran alivio pero, como se suele decir, el susto ya nadie te lo quita.”

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Dialogar esta narración. ¿Qué impresión te causó? ¿Has vivido algo semejante? ¿Te ha tocado vivir con algún ser querido una experiencia profunda de dolor, o de alegría? ¡Qué alegría saber que los estudios de laboratorio salieron negativos!

Juzgar con los criterios del HijoII.

María, junto a la cruz de su Hijo1.

Todo lo que estaba prefigurado en el primer signo de las bodas de Caná llega, en el sacrificio de la cruz, a su cumplimiento. “Jesús sabe que todo se había cumplido” ( Jn 19,28), es aquí donde contemplamos la escena de María, la Madre junto a la cruz, con las palabras que dirigió a ella y al discípulo amado (v 25-27). El diálogo del Hijo con la Madre y el discípulo sella el cumplimiento de “todo”, de toda la obra encomendada por el Padre a Jesús (cf. Jn 4,34; 5,36; 17,4).Como en Caná, Jesús desde la cruz se dirige a su madre con el título de “Mujer”, que tiene como trasfondo las profecías sobre la “Hija de Sión”, con su significado mesiánico. Ya en Caná Jesús habla de “su hora”, aludiendo a la hora de su muerte y de su glorificación en la cruz, ofrenda eucarística de su propia vida. Y es precisamente en la cruz donde ofrece (derrama) en plenitud “el vino bueno”, evocación de su sangre preciosa que sí purifica de todo pecado. La “hora” de Jesús, aún no llegada en Caná, ha llegado en el sacrificio del Calvario, cuando Jesús entrega su Cuerpo y su Sangre, y pasa de este mundo al Padre (cf. Jn 13,1; 19,27). Y la “hora” de Jesús es también, en cierto sentido, la hora de su Madre, pues ella se une y participa íntima y realmente del sacrificio de su Hijo. Porque ella también es ofrenda viviente y ha hecho de toda su vida una ofrenda agradable al Padre. Y su vida toda es vida de entrega en amor, en fidelidad y en obediencia. Simultáneamente, esta hora inaugura para ella una nueva maternidad en relación con aquéllos a quienes su Hijo rescata muriendo en la cruz. La hora de Jesús es la hora del ingreso del Hijo del hombre en la gloria del Padre ( Jn 13,31-32); es también la hora en que hace hijos adoptivos a aquéllos por quienes muere, los mismos a quienes declara hijos de su Madre, representados en el discípulo amado. San Ambrosio dice que “mientras los apóstoles habían huido, ella estaba junto a la cruz y contemplaba… las heridas de su Hijo” (Expositio in Lucam 10,132), unida así a la Cruz del Señor. María está junto a la cruz no sólo físicamente, sino unida a Cristo en su ofrenda, en su sacrificio. María es la primera entre todos los que “padecen con

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Cristo” (Rm 8,17). Sufre en su corazón lo que el Hijo sufre en su carne. El cuchillo de Abraham subiendo al Moria junto a su hijo Isaac, en María se transforma en espada que le traspasa el alma. Melitón de Sardes, obispo de una de las iglesias del Asia Menor, en una noche de Pascua entre el 160 y el 180, proclama:

La ley se ha convertido en el Verbo, el mandamiento en gracia, la figura en realidad, el cordero en el Hijo... Éste es el Cordero que no abre boca... Éste es el Cordero dado a luz por María, la inocente cordera; Él es el que en la tarde fue inmolado y que ha resucitado de entre los muertos (Sobre la Pascua 7,71).

El Hijo único se ofrece en sacrificio, la Eucaristía se realiza. María, de pie junto a la cruz de Jesús, el Israel de la primera alianza se transforma en la Iglesia de la nueva alianza, con el nuevo culto, el nuevo sacrificio, el nuevo cordero y la nueva Ley. La antigua alianza no queda abolida, sino transformada, y alcanza su cumplimiento. A María se la menciona “junto a la cruz de su Hijo”, pero no se la menciona en la resurrección. En los Evangelios no hay huella de aparición alguna del Señor a su Madre. ¿Ha vivido María sólo la mitad del misterio pascual de Cristo, que lo componen la muerte y la resurrección? Quien habla de María junto a la cruz es el evangelio de Juan. ¿Y qué es lo que representa para Juan la cruz de Cristo? Representa la “hora”, la hora en que el Hijo del hombre es glorificado, la hora para la que ha venido al mundo (cf. Jn. 12,23.27; 17,1). El momento de la muerte es el momento en que se revela plenamente la gloria de Cristo. En el momento en que en el templo de Jerusalén se inmolaban los corderos pascuales, Jesús se está ofreciendo en la cruz como el Cordero pascual, que anula todos los sacrificios, inaugurando con su pascua la Nueva Alianza. Es el momento en que todo llega a “su cumplimiento”. Para Juan van unidas muerte y resurrección, cruz y exaltación, sacrificio y gloria: es el triunfo del amor sobre la muerte. Por ello en las iglesias del Asia Menor, de las que Juan fue fundador y guía, celebraban la Pascua el 14 de Nisán, en el aniversario de la muerte de Cristo, y no en el aniversario de la resurrección como hacían las demás Iglesias. Celebrando la muerte en sacrificio de Cristo, celebraban la victoria en gloria sobre la muerte. Así pues, colocando a María junto a la cruz de su Hijo, Juan sitúa a María en el corazón del misterio pascual, del misterio eucarístico. María, como Juan, ha visto “la gloria de Dios” en el amor manifestado por Cristo en la cruz. María avanzó en la peregrinación de la fe, en comunión con su Hijo y se mantuvo fiel a la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino,

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se mantuvo de pie (cf. Jn 19,25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por ella misma (cf. LG 58). María en plena comunión de sacrifico eucarístico con su Hijo.

He ahí a tu Madre2.

Desde la cruz, “Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” ( Jn 19,26-27). Jesús revela, desde el sacrificio de la cruz, que su madre es también la madre de todos sus discípulos, hermanos suyos, gracias a su muerte y resurrección. Desde la cruz, desde el sacrificio de la Eucaristía, Jesús ha entregado a su madre a un apóstol, poniéndola bajo su custodia y, por tanto, la ha entregado a la Iglesia apostólica. En la cruz Cristo hace a la Iglesia el don más precioso, el don de su madre. Con tal don la Iglesia es ya para siempre la esposa “sin mancha ni arruga”, la “inmaculada”, como la llama expresamente san Pablo (Cf. Ef 5,27). María está junto a la cruz como madre. Es la hora de la nueva maternidad. En Caná quiso marcar la hora a Jesús. Allí es ella quien habla a Jesús y a los sirvientes. Pero ahora, junto a la cruz, tras haber recorrido el camino de la fe, le llega realmente la hora, con los dolores del parto y la alegría del alumbramiento (cf. Jn 16,21-23). Y ahora es Jesús quien habla y ella escucha: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Ha recorrido el camino desde la primera maternidad a la nueva maternidad, que abraza a los discípulos a quienes Jesús ama, a sus hermanos, hijos del Padre, “los que escuchan y cumplen la voluntad del Padre” (Mt 12,50). María no es llamada por su nombre, sino “Mujer”, y tampoco Juan es llamado por su nombre, sino “el discípulo”, es decir, los discípulos amados de Jesús. Éstos son entregados a María como sus hijos, lo mismo que a ellos es entregada María como madre. Es la palabra de Cristo, en el momento de su ofrenda personal, la que constituye a María en madre y a los discípulos en hijos. Es una maternidad o filiación que no viene de María, de la carne o de la sangre, sino de la Palabra de Cristo en la Cruz (en la Eucaristía). Es una gracia de Cristo en la cruz a la Iglesia, que está naciendo de su costado abierto. Jesús, antes de morir en la cruz, revela que su madre, en cuanto “Mujer”, es desde ahora la madre del “discípulo a quien Jesús amaba”, y que éste, como representante de todos los discípulos de Jesús, desde ahora es hijo de su propia madre. De este modo revela la nueva dimensión de la maternidad de María. Y, al

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mismo tiempo, revela que la primera tarea de los discípulos consiste en ser “hijos de María”. Esta nueva relación entre la madre de Jesús y sus discípulos es querida por Jesús, expresada en el momento supremo de la cruz. El acontecimiento, como sucede frecuentemente en Juan, adquiere un valor simbólico. Juan presenta las acciones simbólicas personalizadas en individuos singulares, que son tipos de una realidad más amplia: como el encuentro con Nicodemo, con la samaritana, con Marta y María... También la madre de Jesús y el discípulo amado cumplen aquí una función representativa.

En este sentido, Juan jamás llama por su nombre al “discípulo a quien Jesús amaba” ni a “la madre de Jesús”, queriendo indicar que no están nombrados en calidad de personas singulares, sino como “figura”. Se trata de la condición de madre o mujer, o de la condición de discípulo, por quien Jesús siente siempre amor. En el evangelio de Juan “los discípulos” en general son los “amigos” de Jesús (cf. Jn 15,13-15). El “discípulo a quien Jesús amaba” representa, pues, a los discípulos de Jesús, quienes, como tales, son acogidos en la comunión de Jesús, hijos de su misma madre. El discípulo de Jesús es testigo del misterio eucarístico de la cruz, donde es hecho hijo de la madre de Jesús, pues es acogido como hermano de Jesús ( Jn 20,17). Como escribe M. Thurian: “El discípulo designado como “aquel a quien Jesús amaba” es, indudablemente, la personificación del discípulo perfecto, del discípulo verdadero fiel a Cristo, del creyente que ha recibido el Espíritu. No se trata aquí de un afecto especial de Jesús por uno de sus apóstoles, sino de una personificación simbólica de la fidelidad al Señor”. María, la madre de Cristo, es la madre de los discípulos de Cristo. María nos ha acogido como hijos cuando Jesucristo se ha hecho “primogénito entre muchos hermanos”. Haciéndonos hijos adoptivos del Padre, nos ha entregado como hijos también a su madre. Al pie de la cruz, María ha experimentado los dolores de la mujer cuando da a luz, engendra espiritualmente a los nuevos hijos. San Ireneo, discípulo de San Policarpo, discípulo a su vez de San Juan, ha llamado a María la nueva Eva, la nueva “madre de todos los vivientes”. Con el “he ahí a tu hijo” María recibe su vocación y misión en la Iglesia. Ya Orígenes, partiendo de la idea del cuerpo de Cristo y considerando al cristiano como otro Cristo, interpreta la palabra dirigida por Cristo a Juan como dirigida a todo discípulo:

Nos atrevemos a decir que, de todas las Escrituras, los evangelios son las primicias y que, entre los evangelios, estas primicias corresponden al evangelio de Juan, cuyo sentido nadie logra comprender si no se ha inclinado sobre el

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pecho de Jesús y no ha recibido a María por madre de manos de Jesús (In Ioannem 1,4).

La Lumen gentium, colocando a María en la historia de la salvación y en el misterio de Cristo y de la Iglesia, ha formulado así la doctrina tradicional de María, madre de los cristianos:

La bienaventurada Virgen... concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en orden a la gracia (LG 61).

María, desde la Cruz, desde la Eucaristía, permanece por siempre, madre.

He ahí a tu Hijo3.

Al lado de la Madre está el discípulo “a quien Jesús amaba” (v 16). Se trata del discípulo que es objeto del amor del Padre y del Hijo. Todo aquel que “acepta mis preceptos y los pone en práctica, ése me ama de verdad; y el que me ama será amado por mi Padre y también yo le amaré” ( Jn 14,21). Es el discípulo fiel hasta la cruz, testigo del misterio de la sangre y del agua que brotaron del costado traspasado del Crucificado (cf. Jn 19,35) y testigo privilegiado de la resurrección (cf. Jn 20,8). Es el discípulo que “a partir de aquella hora acoge a la Madre como suya” (v. 27). María y el discípulo amado, aunque tengan un significado simbólico, siguen siendo personas concretas, con su función personal y su significación propia en el misterio de la salvación. Sin duda el misterio se hace en ellos más amplio, pero no hasta el punto de anular a las personas y convertirlas en puros símbolos. La madre de Jesús conserva su misión maternal y el discípulo que Jesús amaba ha de hacerse, de manera cada vez más perfecta, un verdadero discípulo de Jesús e hijo de María. Para hacerse hijos de Dios es necesario hacerse hijos de María e hijos de la Iglesia. Su Hijo único es Jesús, pero nos hacemos conformes a Él si nos convertimos en hijos de Dios e hijos de María. En la medida en que acogemos en la fe al Hijo único del Padre, crece en nosotros la vida de hijos de Dios. María que, en la Encarnación, concibió y dio a luz corporalmente a Jesús, concibe y alumbra espiritualmente a los discípulos de Jesús. Virginalmente en ambos casos.

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María cumple su misión como madre de todos los discípulos de Cristo llevándonos a Cristo. Juan concluye su evangelio diciéndonos: “Ellos miraban al que traspasaron” (19,31-37). ¿Quiénes son los que miran? Los que están presentes al pie de la cruz: María y el discípulo, y con ellos todos los discípulos, toda la Iglesia. En esa mirada de María y de los discípulos al costado abierto de Jesús, la madre de Jesús ejerce su misión de madre. Como en Caná dice a los sirvientes que hagan todo lo que Él les diga, orientándolos hacia Jesús, también ahora invita a mirar el costado abierto de su Hijo, en la cruz, en referencia totalmente eucarística. El discípulo fija la mirada en el corazón de Jesús gracias a la mirada de la madre, que orienta siempre a los discípulos hacia el Hijo. Y los orienta porque vive con ellos, está con ellos, ellos la reciben. “A partir de aquella hora el discípulo la recibió en su casa” ( Jn 19,27). La madre, más que entrar en la casa del discípulo, entra en lo profundo de su vida, formando parte inseparable de ella. Acoger a María significa abrirse a ella y a su misión maternal, introducirla en la propia intimidad en donde ya se ha acogido a Cristo y todos sus dones. Acoger a María expresa una actitud de fe, la “acogió en la fe”. Desde este momento la madre de Jesús es también su madre. Entregándose filialmente a María, el cristiano, como el apóstol Juan, acoge entre sus cosas propias a la Madre de Cristo y la introduce en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su yo humano y cristiano. La Madre de Jesús es la Madre de todos los hijos de Dios dispersos y, ahora, congregados por la muerte de Cristo, su Hijo. Siendo la Madre de Jesús, a los pies de la cruz, María es proclamada Madre de todos los que con Cristo son uno solo por la fe. El profeta Isaías decía: “como una madre consuela a un hijo, así os consolaré yo; en Jerusalén seréis consolados” (Is 66,13). María, nueva Jerusalén, imagen de la Iglesia, es la refracción y trasparencia materna de la consolación de Dios. La Iglesia de todos los tiempos, nacida de la cruz de Cristo, es invitada a mirar a María como Madre, a seguir su ejemplo y a recibirla con amor filial, como hizo el discípulo a quien Jesús amaba. Si queremos ser cristianos, debemos ser marianos; es decir, reconocer la relación existencial, vital y concreta que se da entre la Virgen María y Jesús. Ella es la que nos abre la vía que conduce a Él. El discípulo es invitado a vivir el ejemplo de fe de María.

Actuar bajo el impulso del Espíritu SantoIII.

Tomar compromisos concretos de cómo seguir el ejemplo de la Virgen María, quien se unió profundamente en todo gozo y en toda pena a su Hijo Jesucristo.

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¿Cómo podemos hacer de nuestra vida una vida oferente, una vida de •Eucaristía?¿Qué momentos concretos podemos a provechar para unirnos a la Cruz del •Señor Jesús?

Oración final

Con providente designio, Padre santo, quisiste que la madre permaneciese fiel junto a la Cruz de su Hijo, dando cumplimiento a las antiguas figuras. Porque allí la Virgen bienaventurada brilla como nueva Eva, a fin de que, así como una mujer cooperó a la muerte, otra mujer contribuyese a la vida. Allí realiza el misterio de la Madre Sión, acogiendo con amor maternal a los hombres dispersos y congregados ahora por la muerte de Cristo, celebrada en su Banquete Pascual.

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ADORACIÓN EUCARÍSTICA

LOS FRUTOS DE LA EUCARISTÍA

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Dentro de la etapa parroquial del IV Congreso Eucarístico Arquidiocesano, cuyo lema es “Denles ustedes de comer” en el contexto de San Lucas 9,11-17, nos reunimos para valorar los frutos del Sacramento de la Eucaristía. Dispongámonos a participar.

2.- CANTO PARA LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO: “YO SOY EL PAN DE VIDA”1. Yo soy el pan de vida,

el que viene a mí no tendrá hambre, el que cree en mí no tendrá sed;

nadie viene a mí si mi Padre no lo llama.Yo lo resucitaré, yo lo resucitaré,

yo lo resucitaré el día final.2. El pan que yo daré

es mi cuerpo, vida para el mundo;el que siempre coma de mi carnevivirá en mí, como yo vivo en mi Padre.

3. ADORACIÓN Y ALABANZA TRINITARIA

Celebrante: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su designio amoroso ha querido que su Verbo se hiciera carne y habitara en medio de nosotros.Todos: Bendito seas por siempre, Señor.Celebrante: Bendito sea nuestro Señor Jesucristo, que por amor nos ha dado la vida divina y ha querido permanecer en medio de nosotros en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.Todos: Bendito seas por siempre, Señor.Celebrante: Bendito sea el Espíritu Santo, Paráclito, por cuya acción este Sacramento del Sacrificio de Cristo es para nuestro bien el memorial de la Alianza eterna.Todos: Bendito seas por siempre, Señor.Breve silencio.

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3. ESCUCHA DE LA PALABRA Un lector se dirige al ambón y lee la primera lectura, que todos escuchan sentados.

MONITOR El acercarnos a Dios nos hace iguales a Él. La participación en la Eucaristía nos invita a que demos frutos buenos.

LECTOR Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 1, 9-14:

Hermanos: Por esta razón nosotros, desde el día en que lo oímos, no cesamos de rogar y pedir por vosotros, para que seáis llenos del conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual, y os comportéis de una manera digna del Señor, intentando complacerle en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios, dotados de una fortaleza a toda prueba por el poder de su gloria para así soportar todo con alegría y con paciencia; dando gracias al mismo tiempo a Dios, que os ha hecho capaces de participar en la herencia de su pueblo en la gloria, que nos rescató del poder de las tinieblas y nos transportó al reino de su Hijo querido, en quien tenemos la liberación y el perdón de los pecados.Palabra de Dios. Te alabamos, Señor

MONITOR El salmo 1 se conoce como el salmo de los caminos, del hombre justo que pone su confianza en el Señor y se arraiga en él, y nos presenta también la suerte del hombre injusto.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 1R. Dichoso quien confía en el Señor. Dichoso aquel que no se guía por mundanos criterios, que no anda en

malos pasos ni se burla del bueno; que ama la ley de Dios y se goza en cumplir sus mandamientos. R.

Es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito. R.

En cambio los malvados serán como la paja barrida por el viento. Porque el Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo. R.

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MONITOR El capítulo sexto del Evangelio de San Juan nos presenta primero una acción de Jesús que es la multiplicación de los panes y, luego, un discurso que se conoce como el discurso del pan de vida.

ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA. Jn 6,35

“Yo soy el pan de vida, el que viene a mí no volverá a tener hambre, el que cree en mí nunca tendrá sed”.

PRESIDENTE

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 9,11-17:

En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos.Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle: “Despide

a la gente, para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente. Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Breve pausa de silencio.Se puede entonar un canto: “Es mi cuerpo, tomad y comed”Se puede tener una breve homilía o reflexión.Breve pausa de silencio.

6. INVOCACIONES ANTE LOS FRUTOS DE LA EUCARISTÍA

PRESIDENTE

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Como nos dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica sobre los frutos que produce la Eucaristía, haremos nuestra oración a Jesús Eucaristía respondiendo: Todos: Haz que demos frutos eucarísticos en nuestra vida.Lector 1La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: “Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él” (cf. Jn 6, 56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: “Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que coma vivirá por mí” (cf. Jn 6, 57; CEC 1391.)

Todos: Haz que demos frutos eucarísticos en nuestra vida.

Lector 2La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión es “entregado por nosotros”, y la Sangre que bebemos es “derramada por muchos para el perdón de los pecados” (cfr. CEC 1393).

Todos: Haz que demos frutos eucarísticos en nuestra vida.Lector 3 La unidad del Cuerpo místico: la Eucaristía hace la Iglesia.Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el bautismo. En el bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (cf. 1 Co 12, 13). La Eucaristía realiza esta llamada: “El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo?, y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1 Co 10, 16-17, Cfr. CEC 1396)Todos: Haz que demos frutos eucarísticos en nuestra vida.

Lector 4La eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf. Mt 25,40, Cfr. CEC 1397)

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Todos: Haz que demos frutos eucarísticos en nuestra vida.

Lector 5 La Eucaristía y la unidad de los cristianos. Ante la grandeza de este misterio, San Agustín exclama: “O sacramentum pietatis! O signum unitatis! O vinculum caritatis!” (“¡Oh sacramento de piedad, oh signo de unidad, oh vínculo de caridad!”, ev. Jo. 26, 13 cf. SC 47). Cuanto más dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que rompen la participación común en la mesa del Señor, tanto más apremiantes son las oraciones al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que creen en Él (cfr. CEC 1398).

Todos: Haz que demos frutos eucarísticos en nuestra vida.

PRESIDENTE

Antes de terminar nuestra celebración, los invito a que de rodillas y en silencio delante de Jesús Eucaristía reforcemos esta súplica de convertirnos en el mismo misterio que celebramos en la Misa. Como nos dice el Papa Benedicto XVI en Sacramentum Caritatis 70: “En efecto, comulgando el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo se nos hace partícipes de la vida divina de un modo cada vez más adulto y consciente. Análogamente a lo que San Agustín dice en las Confesiones sobre el Logos eterno, alimento del alma, poniendo de relieve su carácter paradójico, el santo Doctor imagina que se le dice: «Soy el manjar de los grandes: crece, y me comerás, sin que por eso me transforme en ti, como el alimento de tu carne; sino que tú te transformarás en mí». En efecto, no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; «nos atrae hacia sí».

Breve pausa de silencio.PRESIDENTE: Los invito a que pronunciemos la oración por los 150 años del nacimiento de nuestra Arquidiócesis de Guadalajara.

Todos: Padre providente, te damos gracias porque conduces nuestra historia por el camino, la verdad y la vida al darnos a tu Hijo único como Salvador y Señor; continúa derramando el don del Espíritu Santo sobre tu Iglesia para que, impulsando la Nueva Evangelización, en compañía y por intercesión de la bienaventurada Virgen María de Guadalupe

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y los santos mártires mexicanos, alcancemos una sociedad más justa y santa, y así, por tu misericordia, la participación en la gloria del Cielo. Amén.

7. INCENSACIÓN Puede cantarse el himno “Cantemos al amor de los amores”.

8. ORACIÓN.

PRESIDENTE

Dios y Padre nuestro, que por medio de la muerte y resurrección de tu Hijo nos redimiste a todos, prosigue en nosotros la obra de tu amor, a fin de que el recuerdo constante del misterio de nuestra salvación nos impulse a conseguir plenamente sus frutos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

9. BENDICIÓN

10. ACLAMACIÓN

Cristo, Maestro y Salvador nuestro. Cristo, Mesías enviado. Cristo, Fuente de la divina sabiduría. Cristo, Buena Noticia. Cristo, Médico de los enfermos. Cristo, Palabra de verdad. Cristo, Luz de los pueblos. Cristo, Muerto y Resucitado por nosotros. Cristo, Presencia permanente entre nosotros. A ti, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

11. RESERVA Se puede acompañar con un canto “Que viva mi Cristo...”

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MISA DE CLAUSURA DEL IV CONGRESO EUCARÍSTICO PARROQUIAL Y DE VIDA CONSAGRADA

FASE PARROQUIAL (entre el 20 de abril al y el 10 de mayo del 2014)

MISA POR LA NUEVA EVANGELIZACIÓNMR p. 1074 / Lecturas especiales

ANTÍFONA DE ENTRADA 104,3-4.5

Del nombre del Señor enorgullézcanse y alégrese el corazón de los que lo buscan. Busquen al Señor y serán fuertes. Recuerden las maravillas que ha hecho. Aleluya.

ORACIÓN COLECTADiosnuestro que con el poder del Espíritu Santo enviaste a aquel que es

tu Palabra para evangelizar a los pobres, haz que nosotros, teniendo los ojos fijos en él, vivamos siempre con verdadera caridad, como mensajeros y testigos de su Evangelio en todo el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA[La comunidad cristiana crecía, animada por el Espíritu Santo.]Lectura del libro del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos.

Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados”. Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL del salmo 97, 1. 2-3ab. 3c-4. 5-6R.El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.

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Cantemos al Señor un canto nuevo pues ha hecho cosas portentosas: el poder de su diestra y de su brazo le han dado la victoria. R.

El Señor reveló su salvación y a los pueblos mostró lo justo que es. Se acordó de su amor y su lealtad al pueblo de Israel. R.

La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios; que todos los pueblos y naciones aclamen jubilosos al Señor.R.

Que alaben al Señor al son del arpa y de instrumentos musicales; que al son de trompetas y clarines, al Señor, que es el Rey, todos aclamen. R.

SEGUNDA LECTURA[La comunidad cristiana crecía, animada por el Espíritu Santo.]Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 4, 23-32 De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su espírituy revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad.

Por eso, renuncien a la mentira y digan siempre la verdad a su prójimo, ya que todos somos miembros, los unos de los otros. Si se enojan, no se dejen arrastrar al pecado ni permitan que la noche los sorprenda enojados,dando así ocasión al demonio.

El que robaba, que deje de robar y se ponga a trabajar honestamente con sus manos, para poder ayudar al que está necesitado.No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan.No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención.Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad.Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Hech 5,42R. Aleluya, aleluya.

Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús..R. Aleluya.

EVANGELIO[Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.]Lectura del santo Evangelio según san Lucas4, 14-22ª

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En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región.Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura , que ustedes acaban de oír ”.

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que saían de sus labios. Palabra del Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDASTe rogamos, Señor, que santifiques estos dones y acojas, en tu bondad,

nuestra humilde ofrenda para que nuestros cuerpos se conviertan en oblación viva, santa y agradable a ti y nos concedas servirte, no según la antigua condición del hombre sino en novedad de vida, según tu Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Lc 4,18-19El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la

buena nueva, para proclamar el año de gracia del Señor y el día de la redención.Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓNRenovados espiritualmente con el alimento precioso del Cuerpo y de la

Sangre de tu Hijo, te rogamos, Señor, que transformes nuestro corazón y nos concedas un espíritu nuevo, para que, con perseverancia, caminemos por sendas de vida nueva. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

MONICIONES PARA LA EUCARISTÍA DE CLAUSURA DEL IV CONGRESO EUCARÍSTICO. ETAPA PARROQUIAL

( 20 Abril al 10 Mayo )

1. DESPUÉS DEL SALUDO DEL PRESIDENTE.

Al terminar la primera etapa de la experiencia de nuestro IV Congreso Eucarístico Arquidiocesano, a nivel parroquia y, en la proximidad de dos fechas

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entrañables como es el día de las madres y el cuarto domingo de Pascua que centra nuestra atención en Jesucristo como Buen Pastor que nos conoce, que nos guía, que da su vida por nosotros, nos reunimos para celebrar el misterio pascual en esta solemne Eucaristía que nos hace Iglesia discípula misionera. Tengamos en cuenta a nuestras madres y a nuestros pastores, presbíteros y los seminaristas que se preparan dentro de este año Jubilar de los 150 años del nacimiento de nuestra arquidiócesis de Guadalajara.

2. ANTES DE LA PRIMERA LECTURA.

Pedro proclama la Buena Nueva de Jesús el día de Pentecostés.

3. ANTES DE LA SEGUNDA LECTURA.

Pablo nos habla del hombre nuevo y sus características espirituales.

4. ANTES DEL CANTO DEL ALELUYA.

Escuchamos el discurso programático de la misión de Jesús en el evangelio de San Lucas que comprende también el programa de la Iglesia de todos los tiempos.

5. ORACION DE LOS FIELES( hoja aparte )

6. ACCION DE GRACIAS DESPUÉS DE LA COMUNION.

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para proclamar el año de gracia del Señor y el día de la redención. Aleluya.”. Gracias, Señor porque eres el Mesías, el lleno del Espíritu Santo para evangelizar. Gracias, Señor Jesús porque sigues actuando a través de tu Iglesia con la fuerza del Espíritu Santo en estos tiempos que son los nuestros y que requieren de una Nueva Evangelización. Gracias porque nos incorporas a esta misión salvadora con el impulso de tu Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.

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ORACIÓN UNIVERSAL DE LOS FIELES:

PRESIDENTE: En esta celebración en la que agradecemos a Dios Padre, por Cristo en el Espíritu Santo su acción providente y redentora, con ocasión de los 150 años del nacimiento o creación de la Arquidiócesis de Guadalajara, elevemos, con humildad, nuestras súplicas a la Trinidad santa.

Por quienes tienen el ministerio pastoral en la Iglesia: nuestro santo 1. Padre el Papa Francisco, nuestro arzobispo José Francisco Robles Ortega, nuestros obispos, sacerdotes y diáconos, para que siempre tengan como modelo a Jesús, el Buen Pastor, que da la vida por su pueblo. Oremos.Que Dios suscite vocaciones sacerdotales y religiosas en nuestras familias 2. para que se dediquen plenamente a la tarea evangelizadora. Oremos.Por todos los hombres y mujeres del mundo: para que el Espíritu de Dios 3. vaya conduciendo a todos hacia la plenitud del amor y de la paz que tanto deseamos. Oremos.Por nuestros gobernantes, para que pongan el bien común y la solidaridad 4. con los más pobres, como principales bases de sus gobiernos. Oremos.Por todas las víctimas de las guerras, de la explotación en todo el mundo; 5. para que su cruz se convierta en resurreccióny su tragedia, sea, para el resto de los humanos,una clara invitación a trabajar con solidaridad y fraternidad en por una sociedad más justa y santa según el Evangelio. Oremos.Por los niños y adultos que en este tiempo de Pascua recibirán la primera 6. comunión y serán confirmados para que el seguimiento de Cristo los llene de alegría y los haga testigos llenos de amor en la Iglesia para el mundo. Oremos.

ORACIÓN:

Dios, Padre de todos los dones, de quien procede cuanto somos y tenemos, enséñanos a reconocer los beneficios de tu inmensa generosidad en nuestra historia de 150 años de Arquidiócesis de Guadalajara, y a amarte con sincero corazón y con todas nuestra fuerzas al impulsar la Nueva Evangelización. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos: Amén.

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Se terminó de imprimir el 1º de abril del Año Jubilar 2014,

en los talleres de Innovación Gráfica, de Tonalá, Jalisco

Diseño de las ilustraciones: Sr. Pbro. Francesco Lay Martínez.

Revisión del texto:Mtra. María Palomar Verea.