Disertación del Académico de Número Méd. Vet. Juan C. Godoy

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Disertación del Académico de Número Méd. Vet. Juan C. Godoy Resumen: Se expone la importancia de las provincias naturales o biogeográficas y biomas de la Argenti na, con una suscinta reseña de las mismas, señalando la conveniencia de profundizar las investigaciones ecológicas sobre tales territorios para asegurar su conservación sustentable. Asimismo, se citan problemas relativos a la degradación ambiental y retroce so de la fauna y flora, historiando la evolución del movimiento con servacionista. Se refiere finalmente a los cuestionamientos entre la ecología y el desarrollo económico. Palabras clave: conservación; medio ambiente; fauna y flora. Summary: The author refers to the impor tance of the biogeographical or natu ral provinces and biomes of the Argen tine Republic, describing very briefly those territories and the need of inten sifying ecological investigations of the same, in order to assure their sustain able conservation. He also reviews the problems pertaining to the enviromental degradation and retro cession of wildlife and the historical evolution of the conservation move ment concluding with the questions that arise between ecology and eco nomic development. Keywords: conservation; environment; wildlife. 171

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Disertación del Académico de Número Méd. Vet. Juan C.Godoy

Resumen:

Se expone la importancia de las provincias naturales o biogeográficas y biomas de la Argenti­na, con una suscinta reseña de las mismas, señalando la conveniencia de profundizar las investigaciones ecológicas sobre tales territorios para asegurar su conservación sustentable. Asimismo, se citan problemas relativos a la degradación ambiental y retroce­so de la fauna y flora, historiando la evolución del movimiento con­servacionista. Se refiere finalmente a los cuestionamientos entre la ecología y el desarrollo económico.Palabras clave: conservación; medio ambiente; fauna y flora.

Summary:

The author refers to the impor­tance of the biogeographical or natu­ral provinces and biomes of the Argen­tine Republic, describing very briefly those territories and the need of inten­sifying ecological investigations of the same, in order to assure their sustain­able conservation. He also reviews the problems pertaining to the enviromental degradation and retro­cession of wildlife and the historical evolution of the conservation move­ment concluding with the questions that arise between ecology and eco­nomic development.Keywords: conservation; environment; wildlife.

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Conservación Sustentable

De conformidad a los estu­dios bio y fitogeográficos el vasto es­cenario de la naturaleza argentina se encuentra representado en 3 de las 4 grandes regiones ecológicas corres­pondientes a América Latina. Con la sola exclusión de la región Holártica que interesa únicamente a una peque­ña parte del norte de la Baja California, los restantes territorios que compren­den a la República Argentina se en­cuentran incluidos en las regiones NEOTROPICAL, ANTÀRTICA y OCEÁNICA.

La región Neotropical que abarca casi todo Méjico, América Cen­tral y la mayor parte de América del Sur, es la más interesante por su ex­traordinaria riqueza en recursos natu­rales y diversidad ambiental. Práctica­mente todo el territorio argentino está representado en la misma con la su­presión de la estrecha zona de los bos­ques andino-patagónicos, los que per­tenecen a la región Antàrtica, que in­cluye el Sector Antàrtico Argentino. En cuanto a la región Oceánica concier­ne a los mares, cubriendo el Mar Epicontinental Argentino.Estas grandes particiones naturales se dividen en territorios ecológicos me­nores denominados: dom in ios biogeográficos y éstos en provincias biogeográficas; estas últimas determi­nan a “grosso modo’ los biomas o sub- biomas existentes en ellas.

ÈI concepto de “bioma” inte­resa especialmente para las investiga­ciones y acciones relativas a la con­servación de la naturaleza, por cuanto estos ambientes representan los ecosistemas de mayor extensión regio­nal caracterizados por las biocenosis de plantas y animales formados en

íntima relación con el clima y el suelo del área que ocupan; además, resul­tan importantes debido a la estabilidad que demuestran estas comunidades climáticas.

En la Argentina se han seña­lado una serie de tales ecosistemas relacionados con las provincias biogeográficas (que no deben confun­dirse con las políticas), territorios natu­rales que reseñaré ateniéndonos a sus características fitogeográficas:

I. Provincias Biogeográficas de la región Neotropical.

A. Del Dominio Amazónico, de clima cálido y húmedo, es el que compren­de las únicas dos selvas subtropicales de nuestro país; la primera, situada en el extremo noreste y la segunda, en el noroeste, las que a pesar de sus redu­cidas dimensiones relativas contienen la mayor biodiversidad florística y faunística de la Argentina. Estas cons­tituyen:

1. Provincia Paranaense, que cu­bre la Selva Subtropical Oriental o Selva Misionera, ocupando toda la provincia de Misiones y noreste de Corrientes, prolongándose hacia el sur por medio de angostas selvas margi­nales en galería, a lo largo de los ríos Paraná y Uruguay y sus afluentes al­canzando el Delta y Río de la Plata hasta cerca de Punta Lara (PBA). Es una selva pluvial, densa, de suelo laterítico, ácido y rojo, multiestratificada, muy rica en especies arbóreas y arbustivas, leguminosas, lauráceas, m irtáceas, m eliáceas, pináceas, bambúceas, palm eras, helechos, epífitas y lianas.

2. P rovincia de las Yungas,

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integrada por la Selva Subtropical Oc­c identa l o Selva Tucumana- Oranense. Se extiende por las ver­tientes orientales de los Andes en for­ma de angosta cuña, desde el norte de Salta (Orán) hasta el este de Catamarca, ascendiendo las laderas hasta los 2500/3000 m. s.n.m. Es una nuboselva, de suelo forestal ácido y rocoso, con muchas especies vegeta­les comunes a la anterior, pocas bambúceas y palmeras, poseyendo géneros exclusivos: Tipuana,Myroxyilon, Amburana, Juglans, Alnus, Phoebe, Cnicothamnus, Cascaronia, etc.B. Del Dominio Chaqueño, formado por la extensa planicie de suelos sedimentarios y los bosques xerófilos caducifolios chaqueños, con diversos ambientes de estepas, arbustos, pal­meras, sabanas, praderas, esteros, pajonales, etc. que ocupan la mayor parte de Argentina, prácticamente des­de el Atlántico hasta la Cordillera y desde el límite con el Paraguay hasta el norte de Chubut. Se divide en cinco provincias biogeográficas, denomina­das:a) 3. Provincia Chaqueña, que com­prende Formosa, el este de Salta, de Jujuy, de Tucumán y de Catamarca, oeste de Corrientes, norte de Córdoba y Santa Fe, llegando hasta La Rioja y San Luis. Se caracteriza por el predo­minio del quebracho colorado y blan­co (Gen. Schinopsis y Aspidosperma), bioma lamentablemente muy alterado por los excesos de la deforestación y la ganadería desordenada.b) 4. Provincia del Espinal, de clima subhúmedo, que se extiende en forma de un gran arco alrededor de la Pro­vincia Pampeana, desde el centro de Corrientes hasta el sur de Buenos Ai­res, con predominio de especies de algarrobo, ñandubay y caldén (Gen.

Prosopis), tala (Gen. Celtis) y palme­ras yatay (Gen. Syagrus).c) 5. Provincia Prepuneña, que ocu­pa las quebradas secas del noroeste de Argentina, desde Jujuy hasta La Rioja, con escasas especies arbóreas y predominancia de cactáceas columnares (Gen. Trichocereus) y otras, entre un matorral arbustivo.d) 6. Provincia del Monte, que se ex­tiende por el oeste de Argentina des­de el valle de Santa María en Salta hasta el noreste de Chubut, caracteri­zada por ser el ambiente mas árido del país, con especies arbóreas enanas y matorral predominando zigofiláceas del Gen. Larrea, o sea el “jarillal” muy extendido con algarrobos (Gen. Prosopis).e) 7. Provincia Pampeana, ocupan­do las llanuras del este de Argentina sobre la mayor parte de Buenos Aires, el sur de Entre Ríos, de Santa Fe y de Córdoba, el extremo este de La Pam­pa y una pequeña área del este de San Luis, que se distingue por no poseer árboles indígenas, pero con predomi­nio de gramíneas xerófilas de marca­da adaptación al suelo y clima (Gen. Stipa, Piptachaetum, Andropogon, Elionurus y otros), bioma actualmente muy alterado por la colonización y las actividades agropecuarias.C. Del Dominio Andino-Patagónico, dividido en tres provincias:a) 8. Provincia Altoandina, a lo largo de la Cordillera desde el límite con Bolivia hasta Tierra del Fuego, con pre­dominio de gramíneas (Gen. Stipa, Deyeuxia, Festuca y Poa).b) 9. Provincia Puneña, el altiplano, desde el norte de Jujuy hasta el norte de Mendoza, entre los 3400 a 4500 m. s.n.m. cubiertas de estepas de arbus­tos, herbáceas, halófilas, sammófilas, vegas y salitrales, apareciendo esca­sos bosquecillos de “quenoa” , una

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rosàcea retorcida (Polylepis tomentella) y cactáceas al abrigo de las quebradas.c) 10. Provincia Patagónica,semidesierto, que se extiende desde el centro de la precordillera mendocina hacia el sur por toda la meseta extraandina de la Patagonia hasta el noreste de Tierra del Fuego, de clima seco y frío, con nieve, suelos pobres arenosos; predomina la vegetación arbustiva de caméfitos y herbáceas, de estepas sammófilas, halófilas y ve­gas, adaptadas a la sequía y al viento. Los endemismos son frecuentes. Hoy día es un bioma muy modificado y erosionado por el sobrepastoreo ovi­no.

II. Provincias Biogeográficas de la Región Antàrtica.

D. Del Dominio Subantàrtico, dividido en dos provincias:a) 11. Provincia Subantàrtica, que comprende el Bosque Subantàrtico o Selva Austral-Cordillerana (compar­tido por Chile y Argentina) se extiende en una faja muy angosta a lo largo de la vertiente oriental de los Andes, des­de los 379 Lat. Sur en Neuquén hasta el oeste y sur de Tierra del Fuego , in­cluyendo la Isla de los Estados. Es un bosque, en partes discontinuo, templa­do y húmedo, caducifolio y perennifolio, alternando las formaciones arbóreas con praderas entre innumerables am­bientes lacustres de origen glaciar, de impactante belleza. Floristicamente posee una vegetación muy distinta del resto del país, por cuanto las especies arbóreas dominantes pertenecen casi en totalidad a géneros y especies de distribución austral. Su particularidad saliente es el predominio del Género Nothofagus que posee 45 especies d istribuidas en Chile, Argentina,

Nueva Zelanda, SE de Australia, Tasmania, Nueva Caledonia y Malasia. La Argentina tiene seis especies: coihue, ñire, lenga, roble pellín, raulí y guindo; otras formas importantes son el pehuen o araucaria (Araucaria araucana), alerce (F itzroya cupressoides), arrayán (Myrceuge- nella apiculata), ciprés (Austrocedrus chilensis), etc.b) 12. Provincia Insular, ocupa las is­las Malvinas, Georgias del Sur y otras islas subantárticas, caracterizadas por praderas, estepas, matorrales y tundra, sin árboles.E. Del Dominio Antàrtico, ocupa el Sector Antàrtico Argentino.13. Provincia Antàrtica, por hallarse cubierta de hielo y nieve todo el año la vegetación es muy pobre; solo próxi­mas al mar durante el cortísimo vera­no polar aparecen placas de liqúenes, cojines de musgos y algas terrícolas. En el dominio Antàrtico sólo han sido halladas dos plantas vasculares: una gramínea (Deschampsia elegantula) y una cariófilacea (Colobanthus quitensis). Comprende las islas Oreadas y Sandwich del Sur.

III. Provincias Biogeográficas de la Región Oceánica.

F. 14/17. De las Provincias Oceá­nicas, se extienden por los mares costeros com prendiendo el Mar Epicontinental Argentino y el litoral Antàrtico, repartiéndose en cuatro pro­vincias biogeográficas: Oceánico Bo­naerense, Patagónica, Fueguina y Antàrtica. La vegetación marina se caracteriza por una riqueza importan­te de algas Clorofíceas y Rodofíceas, industrializables.

Nos hemos permitido esta sintética reseña de las provincias

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biogeográficas a fin de evidenciar su importancia y la conveniencia de con­tinuar profundizando las investigacio­nes sobre sus recursos naturales y ecología, considerados indispensa­bles para la necesaria conservación sustentable de los mismos.

Dentro del mismo sentir es de justicia recordar en el movimiento conservacionista nacional, la existen­cia, en pleno desarrollo, de un amplio sistema de Parques Nacionales y Reservas Naturales, con 34 unidades distribuidas: 8 en el Dominio Amazónico; 12 en el Chaqueño; 6 en el Andino Patagónico; y 8 en el Subantàrtico; sin olvidar también, la trascendental iniciativa a través del Tra­tado Antàrtico, del cual es parte la Re­pública Argentina, de su reciente de­claración de “ Reserva Natural Inte­gral” para el Continente Antàrtico, con vigencia por 50 años, renovable, a partir de 1998.

Además, debe mencionarse la creación en la Argentina de diez Re­servas de la Biosfera, dentro del pro­grama de la UNESCO “El hombre y la Biosfera (MAB)”; y muchas otras áreas protegidas dependientes de las pro­vincias.

Con relación a la zoogeo­grafía argentina, me limitaré a pocas reflexiones.

En atención a la variedad de los territorios fitogeográficos detallados anteriormente, es natural que existan adaptados a ellos muchos elementos faunísticos que ofrecen un complejo cuadro en cuanto a orígenes, estirpes, ecología y dispersión de las especies. Por lo mismo, ha sido y es materia de numerosos estudios desde fines del siglo XIX y más recientemente de se­rios intentos por abarcar el conjunto de ambos reinos, vegetal y animal, a fin de plasmar la ansiada biogeografia de nuestro país.

No obstante las dificultades a superar, el panorama actual permite definir varios tipos faunísticos en cuan­to a su ecología. Así pueden diferen­ciarse las siguientes subregiones zoogeográficas de la región Neotropical:1 ) Subregion Guayano-brasile-ña, que comprende esencialmente a la fauna subtropical o brasílica, declima cálido y húmedo, la de mayor riqueza en especies, ligada a la vege­tación arbórea, con facies misionera, chaqueña, salteña-tucum ana y mesopotámica, alcanzando su límite austral, según R.A. Ringuelet, no más allá de Bahía Blanca. Incluye por tanto a la llanura pampeana o dominio Pampásico en virtud de poseer una fauna predominantemente subtropical, aunque con una manifiesta retracción operada durante el último siglo.2) Subregión Andino-patagó­nica, con una fauna andina u orófila, cuyo límite inferior estaría en los 3000 m. s.n.m., sobremontando áreas con especies subtropicales. Comprende también los territorios del Monte, los Subandinos, el sur de Mendoza y la Patagonia extraandina con fauna mesófila y erémica, mas bien pobre, adaptada a la vegetación xerófila.3) Subregión Araucana, carac­terizada por una fauna higrófila, estenoterma del frío, que ocupa el área de los bosques Subantárticos, ostentando un origen notogeico, con notables endemismos y vinculaciones extracontinentales; también algunas especies andino-patagónicas. Com­prende asimismo a las Islas de los Es­tados y un distrito Malvinense.

Cabría agregar fuera del con­tinente a las faunas correspondientes a las regiones: a) Antàrtica, que abar­ca el Sector Antàrtico Argentino; y, b) Oceánica, en la parte del Mar Epicontinental.

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En cuanto a la posición de la fauna nacional, es preciso significar que en la actualidad es menos abun­dante con relación a la época precolonial, debido a la intrusión hu­mana, la modificación operada en los ambientes naturales por las activida­des urbanas, agropecuarias, foresta­les, industriales, cinegéticas y el de­sarrollo de una vasta red vial. El índice de este decrecimiento está dado por las numerosas especies en riesgo de extinción.

La solución de semejante si­tuación sólo puede vislumbrarse den­tro de una po lítica am biental conservacionista, de alcance integral y la creación de áreas naturales pro­tegidas, como lo son los Parques Na­cionales y demás reservas equiva­lentes, en todos los biomas de nues­tro país.

Aún así, el acervo actual de este recurso alcanzaría 2200 especies de vertebrados, o sea, 300 de mamífe­ros, 950 de aves, 185 de reptiles, 70 de batracios, 390 de peces de agua dulce y 300 de peces marinos.

En cuanto a la fauna de in­vertebrados, rica y numerosa, va de suyo la imposibilidad de intentar una evaluación, aunque es de suponer una declinación correlativa con el deterio­ro del entorno.

Dos elementos biológicos, la fauna y la flora indígenas son atribu­tos de primera magnitud de la Tierra. Ambas, estrechamente interrelacio- nadas en la naturaleza, constituyen la «vida silvestre». Su gran diversifica­ción morfológica y demás característi­cas, han determinado las clásicas no­menclaturas sistemáticas, botánicas y zoológicas, desde la célebre clasifica­ción creada por Cari von Linneo en 1758.

Tanto la fauna como la flora

son valoradas universalmente por su función de recursos naturales renova­bles y de uso múltiple, al servicio de la humanidad. Con ello se quiere expre­sar que poseen la facultad de repro­ducirse y renovarse, permitiendo en razón de su naturaleza, dispersión y numerosidad, muchas formas de apro­vechamiento. Puede afirmarse con pro­piedad que la vida vegetal y animal poseen positivos valores en relación con los intereses ecológicos, cultura­les, estéticos y científicos, recreativos y económicos, constituyendo por su utilidad una riqueza de extraordinarias e inefables virtudes para el goce y bien­estar del hombre.

Es conveniente significar tam­bién que los vegetales y los animales cumplen unidos singulares actividades ecológicas en la naturaleza, siendo de importancia fundamental aquellas en las que forman, conjuntamente con los demás factores ambientales -luz, aire, agua, suelo, microorganismos y clima- las asociaciones mixtas llamadas ‘biocenosis’. Estas comunidades bio­lógicas son esenciales para constituir los ecosistemas naturales o biomas, integradores de la biosfera. La biosfera, por su parte, forma la delga­da envoltura o capa exterior de nues­tro planeta, caracterizada precisamen­te por cobijar la vida en todas sus múl­tiples expresiones, desde los seres humanos hasta los microorganismos invisibles.

Esta intervención en los suti­les procesos ecosistémicos del medio ambiente comprende asimismo al horflbre, animal al fin y ser dominante sobre la faz del orbe, cuya suprema inteligencia y arrolladora actividad lo convierte en una poderosa fuerza modificante del entorno donde habita. Las alteraciones que provoca su dina­mismo, enderezado generalmente a

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promover una existencia más confor­table y comunicativa, no siempre re­sultan en su beneficio ya que parale­lamente a su acción bienhechora sue­le afectar los ambientes en diverso gra­do deteriorando y hasta destruyendo, a sabiendas o no, los recursos natura­les que le son indispensables para la existencia. En muchas ocasiones la degradación del medio que origina puede deberse a la cruda necesidad de la sobrevivencia, o a la supina ig­norancia de los efectos, directos o in­directos, que provoca. Sin embargo, en muchas otras instancias median inte­reses económicos desmedidos que llevan a la sobreexplotación de los re­cursos. También es común la creencia equivocada de la ¡limitada generosi­dad y autorregulación de la naturale­za.

Para comprender mejor la magnitud de la perturbación humana, realizada casi siempre sin el menor recaudo para salvaguardar la poten­cialidad reproductora de las especies, y por lo tanto, destruyéndolas conjun­tamente con los ecosistemas que for­man parte, pocos ejemplos bastan. Para ello nada mejor que recurrir a la experiencia profesional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) o a la Organi­zación de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) por constituir los referentes de mayor nivel en el tema que nos ocupa. Estas instituciones vienen denunciando he­chos preocupantes con el propósito de activar medidas de prevención y co­rrección en los países afectados. Vea­mos:1g La UICN nos informa que el 40% de los bosques tropicales y' subtropicales del mundo, que consti­tuyen los ambientes más ríeos del pla­neta, están siendo talados y quemados,

a un ritmo inconcebible de 20 Ha. por minuto, o sea, 10.512.000 Ha. por año.

Durante la década del 80 la FAO determinó que América Latina con el Caribe fue la región que perdió más selvas a un ritmo de 7.400.000 Ha./año; siendo la deforestación mundial en igual período de 15.400.000 Ha/año !. Brasil deforestó en el mismo lapso 3.670.000 Ha. siendo el país tropical más afectado.

En la Argentina se asevera que se ha perdido más del 60% de sus bosques naturales durante el último siglo; y que el apeo alcanzó en 1996 a las 650.000 Ha !

En 1960 el Prof. Ing. Agr. Do­mingo Cozzo, realizó un relevamiento en Misiones determinando la existen­cia de 210.000 Ha. con araucarias o pino Paraná (Araucaria augustifolia), una de las especies de mayor valor económico en trance de desaparición; transcurridos 27 años, en 1987, sólo quedaban el 0,5%, o sea, escasamen­te unas mil hectáreas.2- La UICN nos advierte que el 19% de la superficie continental de la tierra unos 30 millones de km2 - están amenazadas por la desertización a un ritmno de 44 Ha. por minuto, o sea, 23.126.400 Ha. por año !

En nuestro país la desertización es un problema preocu­pante que avanza insidiosamente y es conocido que las dos terceras partes de la superficie esta constituida por tierras áridas o semiáridas.

De las 279 millones de Ha. de la Argentina continental el:60%, o sea 170 millones de Ha. son áridas;15%, o sea 41 millones de Ha. son semi-áridas, ysólo 25%, o sea 68 millones deHa. son húmedas.39 La UICN ha declarado que las

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áreas costeras acuáticas, que son el soporte de las dos terceras partes de la riqueza íctica y pesquera del globo, están siendo sometidas a serios dete­rioros de su productividad, por efectos del dragado, la polución y la sobrepesca.

En nuestro País, el lamenta­ble colapso de la merluza hubbsi, ope­rado recientemente por la sobrepesca y la desmesurada exportación que al­canzó las 200.000 toneladas en 1996, es un episodio más que elocuente del desmanejo administrativo de este re­curso.4Q La UICN estableció de acuer­do con sus registros, que alrededor de1.350 especies de vertebrados silves­tres y 25.000 especies de plantas se encuentran actualmente amenazadas de extinción en el mundo.

La Fundación Vida Silvestre Argentina dio a conocer en 1985 la lis­ta de especies de vertebrados del país amenazados y vulnerables, citando a 91 mamíferos, 128 aves, 18 reptiles y2 batracios, un total de 239 especies indígenas en situación crítica.

Estimo innecesario continuar con esta casuística negra para confir­mar los deplorables desaciertos y ex­cesos del “Homo sapiens”, en su rela­ción con el medio ambiente.

Este cuadro sombrío de la actividad humana descontrolada indu­dablemente ha inquietado el espíritu de mucha gente desde larga data, ya que el fenómeno de la modificación ambiental ha acompañado al hombre en todos sus asentamientos, con me­nor o mayor efecto sobre su bienestar y en grado variable en relación con la densidad poblacional.

Para ubicarnos mejor en el tiempo podemos decir que la preocu­pación por el desorden del entorno se hizo sentir claramente desde media­

dos del siglo XVIII al alcanzar la pobla­ción mundial a unos 1.500 millones de habitantes - la cuarta parte de la esta­dística actual - y en la época de la pri­mera fase de la llamada ‘revolución industrial’ acontecida entre los años 1750 y 1830, con su cortejo de mayo­res demandas por los recursos natu­rales. También fue el tiempo en que se hicieron presentes las serias adverten­cias del economista inglés Thomas Malthus, decididamente inquietantes, relativas al crecimiento geométrico de la población mundial en contraposi­ción a la producción sólo aritmética de los alimentos, teoría impactante para la sobrevivencia humana. Aunque re­sistida esta teoría por muchos pensa­dores, vuelve a comentarse una y otra vez al debatirse la problemática demo­gráfica.

Todo ello habría de generar a posteriori y hasta nuestros dias, ex­tensas, importantes, y diría, prodigio­sas acciones en favor del mejoramien­to de la situación social, cultural, eco­nómica y sanitaria de la humanidad, aunque de manera muy dispar y negli­gente en cuanto al sector ambiental y el de los recursos naturales. Todavía hoy dia, a pesar del extraordinario pro­greso científico y técnico, se continúan arrastrando crónicas situaciones de malestar originados por insidiosas de­gradaciones de nuestro entorno. En­tre ellas mencionaremos a sólo diez casos que merecen una prioritaria atención conservacionista y ecológica.

La lista es sólo objetiva sin pretender prelación en orden de im­portancia.1e La deforestación de las sel­vas tropicales y subtropicales y bos­ques templados.2e La erosión y degradación delos suelos con el avance de la desertización.

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39 La sobreexplotación de la fauna y la flora, con su corolario, la extinción de especies.4Q La contaminación o polución del aire, suelo, agua y ecosistemas; a lo que se debe agregar hoy día la pe­ligrosa pérdida de energía nuclear de las usinas atómicas.5Q Los incendios intencionales de bosques y praderas, por el hombre. 6Q El abuso en el uso de insecti­cidas, herbicidas y biocidas en gene­ral, con efectos letales persistentes para la vida, con alcances insospecha­dos.7 ̂ La introducción inconsulta de especies exóticas de flora y fauna en áreas naturales protegidas, lesivas para las especies indígenas y sus hábitats.89 El cambio climático y el ca­lentamiento de la Tierra, por la emisión de gases principalmente el dióxido de carbono y la deposición del nitrógeno, que provienen de la quema de ios combustibles fósiles.99 La densidad demográfica osobrepoblación humana.109 El excesivo comercio interna­cional de la vida silvestre, tanto legiti­ma como ilegal, que alcanza en con­junto un valor aproximado de u$s 5.000 millones al año.

Volviendo al punto anterior en el que se señalaba la crítica situación existente a partir del siglo XVIII, es gratificante significar que el mundo in­telectual de aquel entonces y poste­riormente empieza a recapacitar al comprender el insustituible capital que representan los recursos naturales re­novables y la conveniencia de su apro­vechamiento en forma más racional. . Para alcanzar este objetivo se preveía la necesidad de imponer un cambio de mentalidad en cuanto a la relación del hombre con el medio ambiente. El

antiguo concepto de la «lucha, del hombre contra la naturaleza», debía dar paso a la nueva tesis de «la inte­gración del hombre con la naturale­za». El uso y el consumo de los recur­sos naturales renovables debía limi­tarse sólo al interés o a la productivi­dad cíclica del capital que represen­tan, de manera de salvaguardar la po­tencialidad renovadora que es inhe­rente a la materia viviente.

En otras palabras se conside­raba imprescindible llevar a la prácti­ca nuevas tecnologías más ordenadas haciendo intervenir en su apoyo a la investigación científica, orientada aho­ra dentro de los fundamentos de la novel ciencia de la ecología, que aso­maba pujante a mediados del siglo próximo pasado.

Es bueno recordar que la ecología es por necesidad una disci­plina integrada, debiendo progresar mediante la centralización de los co­nocimientos especializados adquiridos por los físicos, químicos, hidrólogos, meteorólogos, geólogos, biólogos, botánicos, zoólogos, agrónomos, ve­terinarios y demás profesionales y campos de las ciencias. Su éxito con­siste precisamente en la conjunción del saber científico y aún histórico del sa­ber humano en relación con el ambien­te.

De esta suerte nace una nue­va y alentadora concepción para la ad­ministración de la conducta humana hacia la naturaleza y sus recursos.

Las diversas técnicas que involucra esta moderna política reci­bió a principios del siglo XX la deno­minación genérica de «conservación» , aplicable en sentido ecológico a la preservación y uso racional de los va­lores ambientales, físicos y biológicos, incluyendo las bellezas escénicas y geomorfológicas naturales, considera­das importantes para las actividades

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turísticas y económicas.La UICN ha definido con cla­

ridad el significado de la conservación, de la siguiente manera: «La conser­vación es la gestión de la ordenación de los recursos naturales, aire, agua, suelo, subsuelo, flora, fauna y los mi­nerales, inclusive del hombre, a fin de lograr la máxima calidad de vida para la humanidad»

En 1980 con motivo de su mo­numental programa «Estrategia Mun­dial para la Conservación», esta insti­tución redefinió los conceptos anterior­mente expuestos, declarando: «La conservación es la gestión de la utili­zación de la biosfera por el ser hu­mano, de manera de lograr el máxi­mo beneficio sustentable para las presentes generaciones y paralela­mente el mantenimiento de su poten­cialidad para satisfacer las necesi­dades y aspiraciones de las genera­ciones futuras».

Ambas definiciones son váli­das y demuestran una lúcida evolu­ción toda vez que se introduce en la segunda, el concepto del «máximo beneficio sustentable». “Este pensa­miento debe interpretarse como el ren­dimiento máximo que puede obtenerse en forma continuada de los recursos naturales renovables, bajo las condi­ciones existentes, ecológicas, econó­micas o sociales”. De todo ello se in­fiere un largo y fecundo servicio en el tiempo, teóricamente a perpetuidad. En cuanto a los recursos naturales no renovables (gas natural, petróleo, carbón y demás minerales, agua fósil, etc.) interesa también su explotación racional, prudente y medida, no conta­minante, y con el reciclado de los pro­ductos derivados, toda vez que fuera posible.

La ordenación del uso y apro­vechamiento racional de los recursos

renovables en la práctica posee un extenso y complejo campo de acción en conexión con la prevención, man­tenimiento, protección, preservación, producción, reproducción, repobla­ción, propagación y restauración de los mismos. Interesan las actividades que afectan el aire, suelo, agua, flora y fau­na silvestres, la biodiversidad genética, el retroceso y extinción de especies, la producción forestal, la caza, pesca y piscicultura, la crianza y aprovecha­miento de animales silvestres, el culti­vo de plantas indígenas útiles, las áreas naturales protegidas, especial­mente los Parques Nacionales y reser­vas naturales, la prevención y correc­ción de la polución y contaminación ambiental, terrestre y acuática, y de­más relativos.

Los planes y programas conservacionistas requieren también, aparte de la investigación científica ya señalada, el aporte de otros elemen­tos complementarios no menos impor­tantes y necesarios, como lo son, la legislación reguladora, la capacitación y la educación específicas. En cuanto a la educación común resulta indispen­sable proveer en los niveles primarios y secundarios los conocimientos bási­cos de la ecología y la conservación, a fin de que el público en general sea conciente de su personal responsabi­lidad en relación con el medio ambien­te.

Todo el pueblo es el benefi­ciario directo de la conservación, toda vez que ésta persigue la preservación de los ecosistemas y de las especies; y el ordenamiento racional del uso humano del medio ambiente, de suer­te de evitar la degradación y agota­miento de los recursos naturales para así obtener en plenitud una importan­te cantidad de bienes y servicios, ecológicos, económicos, recreativos,

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emocionales, éticos y culturales, científicos e intelectuales. Por ello se afirma que la conservación constituye una parte integral y esencial del desa­rrollo sustentable, sin el cual éste ca­recería de la armonía o equilibrio ne­cesario entre los numerosos factores que inciden en cualquier proceso, hu­manos, sociales, ecológicos y políticos. Puede decirse que desde la Conferen­cia de las Naciones Unidas celebrada en Estocolmo en 1972, sobre el “Me­dio Ambiente Humano» y las posterio­res reuniones mundiales continuado­ras de aquella, la conservación sus­tentable se ha afirmado como una doc­trina positiva y necesaria, dirigida a proteger y mantener todos los valores esenciales de la vida; o sea, a la biosfera con todos los ecosistemas y especies funcionando en forma soste- nible.

Haré aquí una breve y creo interesante disgregación histórica, poco conocida, sobre el origen del vo­cablo «conservación» con su actual connotación ecológica.

Corría el año 1908 cuando el entonces Presidente de los Estados Unidos de América, Theodore Roosevelt, gran admirador de la natu­raleza, profundamente preocupado por la desorganización en que se des­envolvían las actividades forestales y la caza de especies silvestres, convo­có a una conferencia de los Goberna­dores en la Casa Blanca, con el pro­pósito de tratar el grave problema de la explotación de la naturaleza y expo­nerles los fundamentos de una nueva política a desarrollar en la materia.

Su doctrina consistía en una original concepción sobre «Conserva­ción de los recursos naturales reno­vables», a través de su aprovecha­miento mediante técnicas inteligentes («the wise use», como él expresaba)

concebidas científicam ente para evitar el deterioro y permitir su normal renovación.

Su pensamiento puede resu­miese de la siguiente manera:1Q El reconocimiento de la interrelación de todos los recursos naturales entre sí.2- El reconocimiento de que el Estado Nacional debía ser responsable de la conservación de los recursos natura­les en las tierras fiscales y la promo­ción de su uso racional en toda la na­ción.

Asimismo, en la propiedad privada, dichos recursos debían ser considerados como bienes bajo cus­todia, debido a su interés público.3Q El reconocimiento de que la ciencia y la tecnología conforman las herra­mientas idóneas para ejecutar dichas responsabilidades.

En una palabra, Theodore Roosevelt, con su esclarecedora tesis, introdujo y promovió hace un siglo, esta moderna connotación, de signi­ficado ecológico, para el viejo voca­blo «conservación», que a partir de entonces recibió universal consenso. Empero, no debe interpretarse que con anterioridad a la doctrina Roosevel- tiana no se hubieran producido accio­nes de índole “conservacionista’ en defensa de los recursos naturales, so­bre todo para asegurar cosechas de los cultivos, de los bosques, de la caza y la pesca, etc., pero nadie antes ha­bía puesto de relieve la necesidad de encarar una política de contención or­denadora para el aprovechamiento racional de dichos bienes.

Otro principio ecológico a te­ner en cuenta es el que concierne a la conservación de los hábitats, o sea, las áreas específicas que ocupan los animales y las plantas silvestres para cumplir con sus ciclos vitales. Debe

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tenerse en cuenta que el ser vivo no se desarrolla aislado de su entorno pues existen lazos visibles e invisibles que lo relacionan con las condiciones físicas y químicas del ambiente que lo sustenta. Si se destruye el suelo des­aparece el tapiz vegetal y con ello to­das las especies y ecosistemas liga­dos al mismo. El ser vivo forma con su ambiente una unidad funcional interdependiente. Esto significa para cualquier plan orgánico de protección o conservación, que es imprescindible asegurar la preservación de las plan­tas y de los animales conjuntamente con sus respectivos hábitats, de lo con­trario, no se obtendrán las finalidades propuestas.

El mismo principio cabe para el problema de la preservación y res­tauración de las especies amenaza­das de extinción; y lo propio ocurre también con referencia a la conserva­ción de la biodiversidad genética de la flora y la fauna indispensable para el desarrollo.

Se han enunciado tres con­ceptos fundamentales para la conser­vación sustentable:1. El mantenimiento de los procesos ecológicos y los sistemas vitales esenciales, como la regeneración de los suelos; el reciclado de ias sustan­cias nutritivas y la purificación de las aguas; de los cuales depende la su­pervivencia y el desarrollo humano.2. La preservación de la diversidad genética o biodiversidad, es decir, toda la gama de material hereditario de los organismos vivos, de la cual depen­den los programas de mejoramiento fitotécnicos y zootécnicos, así como buena parte del progreso científico, de la innovación técnica y la seguridad de las numerosas industrias que em­plean tales recursos.

Deben respetarse todas las

formas de vida, ya que muchas de ellas son aún de importancia práctica des­conocida.3. Realización del aprovechamiento sustentable de las especies y de los ecosistemas; en particular de la fau­na silvestre y acuática, de los bosques y de las tierras agropecuarias que cons­tituyen las comunidades rurales de importancia industrial.

Es conveniente señalar tam­bién que tanto la ecología como la con­servación poseen un componente ético: cada sucesiva generación debe sentirse moralmente responsable del buen uso de los recursos naturales y prioritariamente en cuanto al manteni­miento de su potencialidad para cum­plir con los propósitos de la sustentabilidad deseada.

Un capítulo de fundamental importancia de la conservación sus­tentable, no debidamente comprendi­do en el pasado, es su integración con el desarrollo económico, a fin de am­parar a los recursos naturales que re­sultan frágiles ante la agresividad de las grandes obras antrópicas, destina­das a modificar o a transformar los am­bientes y los ecosistemas.

En ocasiones se sostiene erróneamente que ambas propuestas- conservación y desarrollo - son an­tagónicas y por ello incompatibles.

La conservación, como he­mos visto, es en síntesis, el aprovecha­miento racional y sustentable de los recursos naturales. El desarrollo eco­nómico, en cambio, es la modificación de la biosfera o el entorno del hombre, a través de la aplicaciórrde los medios humanos, financieros y demás, en aras de la satisfacción de sus necesidades, orientados hacia el mejoramiento am­biental y calidad de vida del hombre. Pero, para que el desarrollo económi­co resulte sustentable, deberá tener en

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cuenta, además de los factores económicos, aquellos otros de índole social y ecológica, comprendiendo en este último concepto las bases de los recursos vivos y aún de aquellos in­animados, así como, la consideración de las ventajas e inconvenientes a cor­to y largo plazo de las acciones.

La conservación está íntima­mente relacionada con la ecología y ésta a su vez con el desarrollo econó­mico. Tanto uno como el otro deben considerar las reglas físicas y biológi­cas dentro de las cuales opera la vida. Estas normas se refieren a las mate­rias inherentes a la ecología, que tra­tan precisamente de los organismos vivos en relación con el ambiente. Una atenta consideración de tales princi­pios ayudará a quienes se involucran con programas conservacionistas y de desarrollo, a fin de alcanzar los propó­sitos con el mínimo de efectos inde­seables.

El conflicto que a veces apa­rece entre ambas partes puede fácil­mente atemperarse o eliminarse si ambas posiciones se avienen a consi­derar seriamente las opciones abier­tas en las etapas preliminares de los proyectos. Por ejemplo, si se tratara de transformar extensas áreas prísti­nas o poco alteradas por el hombre, se impone considerar prioritariamente los valores biológicos de la fauna y la flora y aquellos de carácter geomorfológicos o de bellezas escénicas, existentes en el área, de especial interés científico y recreativo, los que a su vez pueden generar un capital económico de superlativa im­portancia (por caso, un Parque Nacio­nal o reserva equivalente).

Los conservacionistas deben también allanarse para reconocer las motivaciones políticas, sociales y eco­nómicas que fundamentan las obras a

realizarse, a fin de alcanzar compro­misos viables para ambas partes.

La exigencia hoy en día de la declaración del impacto ambiental de cualquier obra desarrollista de impor­tancia, a los efectos de sopesar las po­sibles consecuencias desfavorables o secundarias de carácter ecológico, no es solo conveniente sino ineludible.El mundo está lleno de obras magnífi­cas, que sin embargo han generado en muchas instancias serios y costo­sos defectos, por lo que es solo nece­dad dejar de respetar las reglas del juego buscando fáciles ganancias, en vez de aceptar la decisión científica o técnica pronunciada de antemano con seriedad profesional y cabal respon­sabilidad.

Los conocimientos adquiridos por la investigación y la dura experien­cia son condiciones insustituibles y nunca deben desestimarse.

Claude Martin, Director Gene­ral de la Fundación Mundial de la Na­turaleza (WWF) en una reciente decla­ración nos recuerda que en la actuali­dad, en materia de estadística, se ha llegado a medir el impacto de los se­res humanos sobre el planeta, lo que se ha dado en llamar la «huella ecológica». Para aclarar este concep­to expresa que dicha formulación co­rresponde a la suma del impacto hu­mano sobre la biosfera, traducida en una cifra que refleja el espacio bioproductivo ocupado exclusivamen­te por una actividad humana determi­nada. A este guarismo se llega a tra­vés de una fórmula que involucra to­dos los recursos que consume una na­ción, además de los desechos que genera, junto con una valoración, or­ganizada por categorías, de los dife­rentes tipos de consumo.

Tomado en consideración todo el globo, la huella ecológica de

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la humanidad equivale a 2,85 ha. biológicamente productivas por perso­na, o sea, el área necesaria para pro­ducir los recursos naturales consumi­dos, cifra que ha resultado ser mayor que la calculada para determinar la capacidad productiva redituable del planeta con un registro de sólo 2,2 ha. p/p, lo que vendría a demostrar que el hombre viene consumiendo más «ca­pital natural» del que la Tierra está en capacidad de reemplazar, hecho que adquiere una dimensión aterrorizante

para el futuro.Esta revelación comprometi­

da acentúa la imprescindible necesi­dad de ajustar el consumo de los re­cursos naturales dentro de la sabia doctrina ética dictada por la moderna cultura ambiental, la cual no es otra que la conservación sustentable de la producción, a fin de salvaguardar a la naturaleza para todos los tiempos.

Nada más y muchas gracias por la atención dispensada y la grata presencia de vuestra compañía.

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Bibliografía

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CUADRO SINOPTICO DE LOS TERRITORIOS BIOGEOGRAFICOS

MAPAS

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Cuadro Sinóptico de los Territorios Biogeográficos dela República Argentina

REGIONBIOGEOGRAFICA

II. AUSTRAL o ANTARTICA

III. OCEÁNICA

DOMINIOBIOGEOGRAFICO

2) Chaqueño

3) Andino- Patagónico

4) Subantàrtico

5) Antàrtico

6) O. Tropical

7) O. Magallánico

8) O. Antàrtico

PROVINCIABIOGEOGRAFICA

1) Paranaense (Subtropical oriental)

2) De las Yungas(Subtropicaloccidental)

3) Chaqueña4) Del Espinal5) Prepuneña6) Del Monte7) Pampeana

8) Altoandina9) Puneña10) Patagónica

11) Subantàrtica12) Insular

13) Antàrtica

14) O. Uruguayo-Bonaerense

15) O. Patagónica16) O. Fueguina

17) O. Antàrtica

I. NEOTROPICAL 1 Amazónico

(Según Angel L. Cabrera y Abraham Willinck, 1973)

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Provincias Biogeográficas de América Latina(A.L. Cabrera y A. Willinck, 1973)

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Dominios Biogeográficos de la República Argentina

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Territorios Fitogeográficos de la República Argentina(Según Angel L. Cabrera, 1976)

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Subregiones Zoogeográficas de la Región Neotropical(Ringuelet, R.A., 1961)

A) Subregión Guayano - BrasileñaB) Subregión Andino - Patagónica; yC) Subregión Araucana, que abarca en Argentina una estrecha franja de la cordillera patagónico-fueguina, a partir de los 389 lat. S,; además las islas Malvinas.

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