Discursos Xxv Aniversario Luctuoso

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Discursos XXV Aniversario Luctuoso Ing. Bernardo Quintana Arrioja Rotonda de los Hombres Ilustres 1

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Discursos XXV Aniversario Luctuoso

Ing. Bernardo Quintana Arrioja

Rotonda de los Hombres Ilustres

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Índice

1. Discurso Ing. Bernardo Quintana Kawage…………………………… 3

2. Discurso Dr. José Narro Robles………………………………………….. 6

3. Discurso Carlos Abedrop…………………………………………………… 11

4. Discurso Ing. Alfredo Elías Ayub………………………………………… 15

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Discurso

Ing. Bernardo Quintana Kawage

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Palabras del Ing. Bernardo Quintana Kawage

Querido Abuelo:

Hoy estamos aquí reunidos a 25 años de tu partida por muchas razones, estamos todos, tu familia, mama Martita, tus hijos y nietos.

Esta el Dr. Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, la casa que te formó como ingeniero y con la cual estableciste un vinculo y compromiso entrañable, mismo que se ha mantenido y seguirá manteniéndose inquebrantable como fue siempre tu deseo. La educación como pilar del conocimiento y del progreso.

Está el Ingeniero Alfredo Elías Ayub director general de la CFE, líder con gran autoridad moral y un ejemplo para los ingenieros civiles de México.

Esta tu gran amigo, el tío Carlos Abedrop, quien desde tu partida ha seguido con profundo cariño asesorando y guiando atinadamente con su consejo a Bernardo tu hijo, con quien comparte hoy una amistad invaluable.

Desde luego también tu hijo, el Ingeniero Bernardo Quintana Isaac, quien al convocar este encuentro demuestra con humildad el profundo respeto, cariño y reconocimiento que ha tenido hacia ti y que ha guiado su que hacer diario.

Hay también líderes gremiales, ingenieros reconocidos, diferentes autoridades, en fin estamos aquí todos los que de alguna u otra manera hemos sido tocados por ti.

También esta presente la ICA, la que fuera tu segunda casa, la gran obra, la gran familia y parte importante de tu gran legado .

Venimos todos a rendirte un merecido homenaje y a refrendar el pacto con tu legado que sigue y seguirá vigente. Siendo un compromiso de muchos de los aquí presentes.

Tu visión de México, país prospero, moderno y justo, sigue siendo la razón de nuestro esfuerzo.

Los valores con los que viviste y que dejaron profunda huella en la ICA: la humildad, el compañerismo, el trabajo en equipo, el esfuerzo diario, la innovación, la mejora continua, y ese gran amor por México. Son los valores que le siguen dando impulso.

Las generaciones que han pasado y las que van de salida vienen a rendirte cuentas de una gestión responsable, comprometida, honesta y valiente.

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Han sido 25 años de muchas y muy diversas situaciones, al interior de ICA se han vivido épocas de una gran carga de trabajo y otras muy difíciles, en donde la falta de inversión pública y la deprimida situación del país orilló a tomar decisiones firmes, complejas, que afectaron la vida de muchos. Épocas en las que te tuvieron que vender activos valiosos, en las que se perdió capacidad técnica y económica.

Sin embargo, hoy te podemos decir que las piedras se han ido sorteando con brillantez, que lo que nunca ha faltado es la dedicación y el compromiso de hacer las cosas siempre mejor, con disciplina, con orden y responsabilidad.

Hoy la empresa que ha guiado tu hijo Bernardo los últimos 14 años, con una gestión apegada a tus ideales, vuelve a ser un orgullo para los mexicanos. Vuelve a ser la gran escuela de ingenieros, formadora de hombres íntegros y comprometidos.

Volvemos a tomar el liderazgo en la solución de problemas nacionales relacionados con la infraestructura.

Si hoy estuvieras aquí, estarías orgulloso, de tu ICA, de su gente y de mi papa, quien ha cargado en sus hombros con tu legado y su liderazgo y visión lo engrandece de la mas noble manera, las cuentas allí están, son claras y evidentes.

Las nuevas generaciones venimos a comprometernos contigo a seguir viendo para adelante, a hacer nuestros tus valores, tus ideales, tu compromiso con México.

Nos comprometemos a que, utilizando la técnica, la ingeniería y la innovación, como tu siempre lo hiciste, busquemos atender los que hoy son temas urgentes e importantes, como son el uso responsable del agua y los recursos naturales, la prevención de desastres a través de obras de infraestructura. El cuidado del medio ambiente.

Buscaremos colaborar de la mano con los colegios, cámaras, instituciones autoridades y el gobierno para abatir el rezago que aún existe en infraestructura básica, aportando soluciones inteligentes a problemas complejos.

Ten la seguridad que contamos con la mejor gente, que nos seguimos formando, que estamos comprometidos con México, con la ICA, con tu querida Universidad.

Seguiremos por el camino que trazaste, unidos, con humildad, con fortaleza, con valor, decididos a cambiar el futuro de México.

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Abuelo, descansa en paz. Tu gran obra, tus ideales, tu legado, sigue y seguirá para generaciones venideras.

Muchas gracias

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Discurso

Dr. José Narro Robles

Rector de la UNAM

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Bernardo Quintana Arrioja, un universitario ejemplar

Palabras de José Narro Robles

Rector de la UNAM

en el XXV Aniversario Luctuoso

del Ing. Bernardo Quintana Arrioja

Quiero en primer término agradecer la distinción que me ha hecho el ingeniero Bernardo Quintana Isaac, al permitirme esta intervención en el XXV Aniversario Luctuoso de su señor padre, de un universitario ejemplar.

Bernardo Quintana Arrioja nació el 29 de octubre de 1919 en el Distrito Federal, en medio de los estertores de la Revolución y cuando todavía no concluía la pandemia de influenza. Perteneció a una generación que imaginó y construyó un México nuevo. Un México menos injusto y más desarrollado. Un México que ofrecía esperanzas y posibilidades. En esa generación, el Ingeniero Quintana destacó.

Desde pequeño mostró sensibilidad, empeño, iniciativa y liderazgo. Durante casi medio siglo estuvo íntimamente ligado a la Universidad Nacional, a su muy querida UNAM. En efecto, después de haber cursado la primaria en el Instituto Franco-Inglés y la secundaria en la número 3, se inscribió en la Escuela Nacional Preparatoria en 1936, donde recibió el número de cuenta 11631 que nunca más olvidaría.

Ahí empezó una historia de excelencia como muy pocas. Una historia de entrega y compromiso sin regateos. Una historia de alguien que contagia ese compromiso a sus compañeros y que lo hereda a su familia. En efecto, Bernardo Quintana encarna al egresado universitario sobresaliente, comprometido con su país y leal con la institución donde se formó. Lealtad y gratitud que se expresó tanto en su presencia constante en los recintos universitarios, como en apoyo académico, económico y moral.

Fue un profundo enamorado de la Universidad, de su Universidad. De esa institución con la que mantuvo una estrecha relación durante toda su trayectoria, primero como estudiante, luego como profesional de la ingeniería y posteriormente como empresario. Su vínculo con la UNAM fue muy intenso. Siempre se le recordará por los importantes recursos que aportó, pero todavía más, por el cariño que transmitió a numerosas generaciones de sus colegas y por la defensa que siempre prestó a la Universidad.

Bernardo Quintana era un realizador, un constructor natural que descubrió muy temprano el amor por la Ingeniería. Por ello, con 18 años a cuestas, inició sus estudios en la entonces Escuela Nacional de Ingenieros en 1938 y los concluyó

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en 1942. Al año siguiente realizó su tesis profesional. De esta forma se encontraba listo para proceder a la titulación.

El examen por el que se le otorgó el título de Ingeniero Civil tuvo lugar a las 8:30 horas del 20 de enero de 1944. En el Jurado que lo examinó participaron como presidente y secretario los ingenieros Alberto Barocio y Guillermo Salazar. Como vocales intervinieron Javier Barros Sierra, Raúl Sandoval y Francisco Serrano.

El título que lo acreditó como profesional de la ingeniería lo firmaron el Rector Rodulfo Brito Foucher y el Secretario General doctor Samuel Ramírez Moreno. Por esos días el ingeniero Pedro Martínez Tornel fungía como director de su escuela.

La Universidad es una comunidad de maestros y alumnos. La ahora Facultad de Ingeniería siempre ha sido un ejemplo al respecto. Por ello, en su escuela, Bernardo Quintana estableció ligas permanentes con muchos de sus compañeros y profesores. Entre estos últimos se puede recordar a Nabor Carrillo, Alfonso Nápoles Gándara, Ángel Borja Osorno y al tan apreciado maestro Marianito Hernández Barrenechea. Entre sus numerosos compañeros se puede destacar a Saturnino Suárez, Raúl Quiroz, Carlos Rodríguez y Ricardo Alduvín entre muchos otros.

La Universidad es un espacio de la sociedad propicio tanto para el desarrollo intelectual como social de los alumnos. Es un espacio donde es posible la adquisición tanto de capital cultural como social, éste último entendido precisamente como una red de relaciones que permite a los egresados desempeñarse de manera más exitosa en la vida profesional.

Con varios de sus compañeros y algunos de sus maestros, en 1947 fundó y fue el primer presidente de Ingenieros Civiles Asociados (ICA). Desde ese momento se estableció un binomio indisoluble entre el ingeniero Quintana y la empresa que presidió hasta el momento de su muerte en 1984. ÉL siempre fomentó que los profesionales de ICA se comprometieran con la docencia. Estaba seguro que de ese modo sus colaboradores se mantenían actualizados, además de que se vinculaban con las nuevas generaciones.

Una dimensión muy especial de la relación del ingeniero Quintana con su Universidad fue la participación de ICA, a los pocos años de haberse constituido como empresa, en la edificación de la Ciudad Universitaria. La aún joven empresa de Bernardo Quintana, tomó la mayor parte de la responsabilidad de construir ese portento que hoy forma parte del patrimonio cultural de la humanidad.

Poco después de terminada la construcción de ese magno templo del saber y la cultura, donó a la Escuela de Ingeniería el Laboratorio de Mecánica de Suelos

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de ICA. Un grupo de especialistas de primer nivel se incorporó a la UNAM, además de que aportó los recursos para la operación del naciente Instituto de Ingeniería, el primer año en su totalidad y los tres siguientes de manera parcial.

Siempre estaremos agradecidos con él por los recursos que aportó al remozamiento del Palacio de Minería, por su convocatoria para conformar la Sociedad de Ex Alumnos de su facultad, por las becas que otorgó a muchos universitarios, por las donaciones de instalaciones físicas, laboratorios y equipo que engrandecieron el patrimonio de la Universidad, por su respuesta siempre positiva frente a cualquier iniciativa cultural de su gremio o de la Casa en que se educó.

Lo mismo podría decirse de su decisión de encabezar la dirección del equipo de futbol Universidad AC, de sus queridos Pumas, de los que fue fervoroso partidario. El disfrutó en vida los dos primeros campeonatos que consiguió el equipo, pero su obra y ayuda están presentes en los seis conquistados y estará en los próximos que se obtengan.

Sin duda, los universitarios tenemos una deuda permanente con el Ingeniero Quintana. Todos los argumentos referidos dan sustento a mi afirmación. Sin embargo, él tuvo una aportación superior. Una que alcanzó a México entero. El fue un universitario capaz de pensar en grande y de invitar a hacerlo sistemáticamente a todos quienes laboraban bajo su férula o a quienes tenían contacto con él.

Por desgracia ya son varios lustros los que estamos huérfanos de esa condición. La desaparición física de Bernardo Quintana influyó en ese sentido. Él lo hacía todo el tiempo, le brotaba de forma natural. Hoy es una característica más bien escasa.

Muchos son los atributos del ingeniero Quintana que le acompañaron todo el tiempo. Frente a los grandes retos que asumió en su vida personal y profesional, el respondía con trabajo, responsabilidad, capacidad para asumir riesgos, liderazgo, calidad, cumplimiento de los compromisos. Sin embargo, tenía otras virtudes con las que destacaba todavía más: era un hombre profundamente nacionalista y generoso.

Lo fue con sus compañeros de trabajo, con sus amigos, con las instituciones que formó y con aquellas en las que se formó. Lo fue con su país al que quería entrañablemente y por el que se entregó en una obra de transformación, como nunca antes se había visto. Bernardo Quintana cambió la comodidad intrascendente por la aventura emprendedora. Él nos enseñó que cuando se tienen sueños, se convoca al trabajo y se pasa a la etapa de la ejecución, el futuro es otro y es mejor.

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Bernardo Quintana hizo lo que le tocaba. Gracias a él y a otros como él, nuestro país cuenta hoy con una base de infraestructura importante. A cinco lustros de su fallecimiento lo echamos de menos, lo extrañamos. Ante la situación que atraviesa nuestro país, nos hace mucha falta.

Necesitamos profesionales como el Ingeniero Quintana. Egresados de la UNAM que se aparten del pensamiento pequeño. Hombres y mujeres que trabajen en equipo, que se unan, que no tengan temor de participar, de expresar sus ideas y escuchar las de los demás, de llegar a acuerdos y concretar acciones para construir el futuro que todos queremos para nuestro país.

Bernardo Quintana Arrioja fue un universitario ejemplar. Un emprendedor nato, paradigma del empresario comprometido con su Patria, con conciencia social, dispuesto a asumir riesgos, incansable al imaginar las obras que se requerían en la nación. Por lo que fue, por lo que hizo y por lo que representa para los universitarios y todos los mexicanos, merecidamente hoy reposa en esta Rotonda y desde aquí le decimos todos: Compañero Bernardo Quintana: ¡Misión cumplida! ¡Es usted uno de nuestros orgullos! ¡Su obra es ejemplo hoy y siempre!

“Por mi raza hablará el espíritu”

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Discurso

Carlos Abedrop

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Palabras de Carlos Abedrop

La UNAM ofreció en 1984 un homenaje luctuoso a Bernardo Quintana Arrioja en el patio del Palacio de Minería. Me invitaron a hablar y dije entonces lo que quiero repetir hoy.

Conviví con Bernardo casi 40 años compartiendo el quehacer de cada día, celebrando éxitos y enfrentando tropiezos, gozando muchas alegrías y sufriendo algunas tristezas, unidos siempre por una entrañable amistad. Esta cercanía me permitió advertir la vocación de grandeza que inspiraba sus actos. Grandeza en las ideas, grandeza en las acciones, grandeza en los sentimientos.

También dije en Minería que la última batalla, la que fatalmente tenemos que dar todos, lo enfrentó Bernardo con la misma vocación de grandeza.

Muere sin haber estado enfermo, sin que su imagen física pierda majestad,

Muere en la cúspide de su vida triunfal,

Cuando su hermosa familia era ya adulta y estaba felizmente ubicada en la vida de su nueva generación, tan distinta por cierto de la nuestra. Cosa que a veces solemos olvidar los padres, Bernardo incluido,

Muere cuando es verdad, todavía muchas cosas podía haber hecho, pero no más trascendentes que las que nos dejó,

Cuando los contrapuntos de su compleja personalidad, habían sido comprendidos por todos, unificando admiración, respeto y cariño a su nombre,

Muere con oportunidad y muere con grandeza

El conocimiento que tuve de Bernardo creo que me permite ser su vocero imaginando lo que hubiera sentido hoy después de 25 años de ausencia.

Estaría muy complacido de que sus 6 hijos hayan creado 6 hogares felices que le han dado a Martha Isaac de Quintana muchos nietos y bisnietos.

Estaría feliz de ver cómo la fiel compañera de su vida ejerce el liderazgo espiritual de esta numerosa tribu con su inagotable cariño y ternura pero marcando siempre el legado de valores que inspiraron la vida de Bernardo y la suya. La virtud de ese legado es lo que mantiene unida esta familia, queriéndose y confiados en un venturoso futuro.

Se sentiría muy feliz de ver que su querido México siga creciendo; que de 76 millones de habitantes en que él lo dejó, hoy tenga 107 y de que no obstante

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este gran crecimiento de la población el ingreso per cápita haya podido elevarse de 6,000 dólares anuales en 1984 a 10,000 en 2008;

De que cada vez mayor número de mexicanos reciben mejores servicios de salud y educación;

De que la infraestructura física haya mejorado de manera sorprendente y estaría feliz de que el país se mantenga unido en lo esencial luchando por superar los obstáculos que impiden un mayor crecimiento económico para elevar el nivel de vida y reducir la pobreza,

Estaría muy contento de que el Club Pumas, del que fue fundador y protagonista, haya hecho este año campeón a su equipo,

Bernardo estaría feliz de saber que su máxima creación profesional, la ICA, sigue siendo como él la dejó, la principal empresa constructora de México.

Que en tamaño ha crecido más que el país.

Que en confiabilidad y tecnología sigue siendo líder indiscutible por calidad de obra y tiempo de entrega, que tanto cuidaba él,

Estaría muy contento de saber que ICA a pesar de sus ambiciosos planes de crecimiento, de la toma de nuevos riesgos que exige el progreso, conserva una sólida posición financiera que le permite enfrentar con solvencia los grandes proyectos de infraestructura que reclama México.

Estaría muy orgulloso de saber que 10 años después de su muerte su hijo mayor alcanzó la Presidencia de ICA. No por herencia sino por mérito propio y con de 30 años de antigüedad. Admiraría con satisfacción la visión moderna con que ha gestionado durante los últimos 15 años esta Presidencia,

Subrayaría la hábil estrategia y la serenidad con que su hijo enfrentó la crisis financiera de 1995 que como las anteriores de ICA, estuvo ligada a las del país y que la superó con la misma entereza y templanza que su padre superó las de 1976 y 1982,

Apreciaría la cuidadosa y valiente implantación de innovaciones y reajustes a la organización, a veces dolorosos pero necesarios para mantener eficiente y competitiva la empresa como lo es hoy.

Aplaudiría la política seguida, que mide con prudencia los riesgos de los nuevos proyectos pero sin abandonar la agresividad y arrojo razonado que él mismo le impuso a ICA desde su fundación hace 62 años.

También le daría mucho gusto saber que 3 de sus nietos, a base de preparación y esfuerzo, escalan puestos de dirección en ICA. A estos 3 nietos les repetiría su abuelo lo que le contestó a un periodista que le preguntaba el

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secreto de su éxito; les diría: “Es cuestión de echarle ganas, trabajar con mucha fe de 8 de la mañana a 10 de la noche, lo demás viene por consecuencia”.

Bernardo estaría muy feliz de confirmar un cuarto de siglo después, que su legado y su obra crecen con los años y que la sociedad reconoce sus altos valores habiendo dado sitio a sus restos en esta Rotonda de Personajes Ilustres.

En mi entender esto sentiría hoy Bernardo Quintana Arrioja.

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Discurso

Ing. Alfredo Elías Ayub

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Palabras del Ing. Alfredo Elías Ayub

Director General de CFE

Cuando uno se propone hablar de un hombre, suele comenzar por los hechos de su vida, por su biografía.

Cuando se evoca a los grandes hombres, a los hombre ilustres, como sin duda lo es Don Bernardo Quintana Arrioja, no hay más que hablar de historia, pues es tal la impronta que dejan en su entorno, en su tiempo, que historia y biografía tienden a confundirse.

En efecto, resulta imposible entender a Bernardo Quintana sin referirse a la que fue la gran pasión que animó su vida: el desarrollo de México.

Al mencionar el nombre de Bernardo Quintana viene a la mente de todos, casi automáticamente, la imagen del constructor nato, del líder visionario, del impulsor de grandes obras, en verdad obras históricas, que fueron factores decisivos para modernizar a nuestro país.

Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, cuando la escuela de ingeniería estaba aún en el Palacio de Minería.

En la UNAM aprendió los contenidos académicos, cursó sus materias, obtuvo lo que las aulas pueden dar, que es mucho. Pero algo más importante, cultivó y desarrolló ahí dos cualidades innatas: su afán de constructor y su carácter de líder.

Antes de terminar la carrera, ya había formado un grupo de constructores y conseguía sus primeras obras.

No cumplía 27 años y ya encaraba la construcción de dos edificios, uno en 5 de mayo y otro en La Fragua y Reforma por encargo del arquitecto José Villagrán. Cimentar esos edificios en el suelo fangoso de la ciudad era entonces un reto mayor que enfrentó reclutando el apoyo de Raúl Sandoval que había instalado un laboratorio de mecánica de suelos.

Al concluir esas obras y algunas otras como el Conservatorio Nacional de Música y la Normal de Maestros, y apenas tres años después de egresar, a los 29 años, fundaba Ingenieros Civiles Asociados con un grupo de jóvenes de gran talento -ninguno alcanzaba los treinta años- cuyos nombres al paso de los años habrían de figurar, con justicia, en la lista de los grandes ingenieros mexicanos: Javier Barros Sierra, Fernando Hiriart, Ángel Borja, Fernando Espinosa, Saturnino Suárez, Raúl Marsal y muchos otros.

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Sus nombres hoy nos resultan familiares, pero entonces eran tan sólo un grupo de empeñosos egresados de ingeniería, encabezados por el Ing. Quintana, unidos por el sueño, casi diría la obsesión, de construir un país.

La calidad de un líder se muestra, entre otras cosas, por la calidad del equipo que construye y encabeza. El de Don Bernardo es tal vez el grupo de ingenieros más brillante que se haya conjuntado en México.

Él era el primero en imponer el espíritu de equipo. Como señalan sus biógrafos, le molestaba el abuso de la primera persona: “Aquí no hay yo, decía, no hay yo hice, yo decidí; aquí hay nosotros, que es distinto porque en el equipo somos todos”.

Y ese espíritu de equipo, que tan buenos resultados técnicos ofreció, se extendió también al modelo empresarial de ICA, al implantar lo que se llamó “sistema ICA de honorarios” que permitía que, cumpliendo ciertos requisitos, todos los empleados tuvieran derecho a participar como socios.

Para Don Bernardo, la empresa era una extensión de su familia, sus hijos le llamaban “tíos” a los socios.

Y no se equivocaban, esa generación de ingenieros supo crear un vínculo esencial de compromiso con sus compañeros, una verdadera hermandad de trabajo, esfuerzo en el que contaron con sus esposas, mujeres de excepción que los apoyaron en todo momento.

Ahí está el gran ejemplo de Doña Martha Isaac de Quintana, cariñosamente conocida como “mamá Marthita”, quien también tiene su historia como constructora, ella de un sólido hogar y una entrañable familia.

Sin Martha como pilar, como defensora de la unidad de lo suyos, educadora en los valores esenciales, no podríamos explicarnos que Bernardo llegara tan lejos.

Al contemplar hoy lo que ICA ha significado en el desarrollo de México no puede uno dejar de sorprenderse de la visión de ese joven ingeniero Quintana que se atrevía a preguntarse porqué la construcción en México estaba destinada a ser monopolio de las grandes empresas extranjeras que dominaban la construcción en nuestro país a fines de los cuarenta.

La respuesta que dio a esta pregunta lo llevó a construir la más importante empresa de construcción de México en el siglo XX y a convertirla en una empresa internacional capaz de competir con la mejor del mundo y realizar obras en muchos países.

Dos de ellas en especial le abrieron las puertas a los grandes proyectos: el multifamiliar Miguel Alemán que impulsaba el Arquitecto Mario Pani y las obras

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de la Cuenca del Río Tepalcatepec a raíz de las cuales trabó una duradera amistad con el General Lázaro Cárdenas.

En ambos casos, los “muchachitos” de Bernardo Quintana, como les llamaba por aquel entonces el Presidente Alemán, ganaron los concursos gracias a una capacidad de investigación e innovación que les permitió cotizar por debajo de los grandes consorcios.

Aun así, persistían las dudas por la juventud del equipo de Don Bernardo. Se cuenta que el propio Presidente Alemán decía: “cuidado con esos muchachitos, porque la verdad los veo muy verdes para terminar la obra”. A final de cuentas, ICA entregó la obra dos semanas antes de la fecha establecida.

A partir de entonces, no se detuvo nunca, siempre con esa energía y determinación.

Por una feliz coincidencia, pero también en una relación de causa efecto, la época en que Don Bernardo comenzó su trayectoria de ingeniero coincidió con el período en que sociedad y Estado decidieron lanzarse a la construcción del México moderno.

Mientras una nueva clase empresarial emprendía la industrialización del país, los hombres de Estado se dieron a la tarea de promover la creación de las instituciones y la infraestructura en que se apoyaría el desarrollo y la urbanización de México.

En el clima nacionalista que se vivía entonces, el proyecto requería jóvenes mexicanos con talento, empuje y visión. Ninguno como Bernardo Quintana.

Fue el artífice de cientos de obras, en las que participó, guiando, supervisando o promoviendo. Bajo su responsabilidad, por ejemplo, se hicieron 35 presas, desde pequeñas presas reguladoras hasta obras monumentales como Infiernillo o Chicoasén, lo mismo e México que en Guatemala, Colombia y otros países 34 plantas generadoras de electricidad, 6 líneas de ferrocarril, 14 ductos de gas y petróleo, incluyendo uno en Argentina, 22 puentes, 15 aeropuertos, 25 hoteles, 14 sistemas de riego.

Y aquí me detengo por falta de tiempo, no porque la lista haya concluido.

Entre sus obras están lo mismo vías de comunicación que naves industriales; vivienda que centros de cultura; hospitales tanto como estadios.

Las anécdotas cuentan que el arquitecto Carlos Lazo le encargó a Don Bernardo y su equipo construir el 30% de la Ciudad Universitaria de la UNAM.

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Gracias a su velocidad, que nadie pudo igualar, terminaron construyendo el 90%.

El vínculo de Don Bernardo con la UNAM fue permanente y fructífero y habla de su preocupación por el desarrollo de las nuevas generaciones de ingenieros.

En 1955 donó el equipo del laboratorio de mecánica de suelos a la Escuela de Ingeniería. Su viejo amigo y socio, Javier Barros Sierra era el director de la Escuela y con esos instrumentos y la incorporación de Emilio Rosenbluth, Marcos Mazari, Raúl Marsal, Carlos Escalante y otros destacados especialistas, muchos de ellos vinculados a ICA, se constituyó el Instituto de Ingeniería, pilar por décadas y hasta la fecha de la ingeniería mexicana.

Si de vencer obstáculos para un proyecto se trataba, el ingeniero Quintana fue un campeón indiscutible. El caso del Metro del DF es, tal vez, el más ilustrativo de su enorme tesón y capacidad como promotor de proyectos e impulsor de su realización.

Por años acarició y promovió la idea de construir un sistema de transporte popular, masivo, accesible y moderno. El Metro era la mejor opción. Permitiría, decía él, “democratizar la velocidad”.

Supo esperar el momento más propicio para presentar el proyecto. Mientras tanto, dedicó años y recursos a desarrollar e investigar, construyendo incluso un prototipo de túnel en secreto.

Cuando llegó la ocasión, como recordó el entonces regente Alfonso Coronal del Rosal, Don Bernardo fue superando cada obstáculo, respondiendo a cada argumento en contra, consultando a todos los especialistas de la época, consiguiendo todos los socios relevantes, hasta que el proyecto fue aprobado con entusiasmo.

Y no decepcionó a nadie, cumpliendo con el espectacular programa de un kilómetro por mes hasta concluir la obra a tiempo, respetando el presupuesto y entregando a la ciudad uno de sus activos más valiosos.

Cuando la competencia con los despachos extranjeros se hizo más intensa, creó su propio laboratorio de investigaciones para no depender del exterior y abrió su propia planta de hierro, la famosa “Industria del Hierro” que evitó importaciones muy caras y que hizo costeable la fabricación de insumos como las compuertas de las presas hidroeléctricas Santa Rosa, Infiernillo y Malpaso, que todavía tienen mucha vida por delante, como puedo atestiguar de primera mano.

A final de cuentas su palabra era la mayor garantía para un proyecto y su presencia el mejor detonador de su cumplimiento. Ejerció de hecho, por

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muchos años, con sencillez y naturalidad, el liderazgo moral de la ingeniería mexicana.

En un esfuerzo pionero que comienza a retomarse en el presente por la propia ICA y por otras empresas, compitió con los extranjeros en México y llevó a ICA, a la ingeniería mexicana, al extranjero, alcanzando niveles de clase mundial, y convirtiéndose en referencia obligada para muchos países.

Este liderazgo, esta capacidad de imaginar, promover y construir proyectos incansablemente le fueron, con justicia, reconocidos en 1976 al otorgársele el Premio Nacional de Ingeniería.

Estimados amigos, colegas y compañeros:

Cuando se trata de hacer las cosas, la diferencia entre un sueño y un proyecto es un ingeniero. Y si ese ingeniero es un hombre como Bernardo Quintana Arrioja, el proyecto es parte de la historia del país y el sueño que cumple es de todos los mexicanos.

Recordamos a Don Bernardo como un gran hombre porque sus obras y su visión están vigentes y siguen rindiendo frutos.

Don Bernardo Quintana, quien encabezó e inspiró a toda una generación, puso primeras piedras, abrió caminos, construyó puentes.

Y su obra física, que es monumental, se queda pequeña comparada con su obra humana: la creación de una filosofía empresarial, nacionalista y preocupada por la gente; la formación de nuevos cuadros de la ingeniería desde esa gran escuela que es ICA; y sobre todo, su dedicación, talento y ejemplo, siempre el primero en salir al encuentro de los mayores retos.

Y todo con una gran calidad humana. Tuve la suerte y el honor de conocerlo poco después de terminar mis estudios. Mario Ramón Beteta, antiguo amigo de la familia y preocupado por mi futuro me envío a verlo. “Si quieres ser ingeniero, ve a ver a Bernardo Quintana, es el mejor ejemplo para alguien que comienza” me dijo.

Obviamente conocía su historia y no se equivocaba. Por supuesto Don Bernardo me impresionó vivamente. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue su afabilidad y modestia. Pocos, como Don Bernardo, han llevado su grandeza con tanta sencillez.

La ingeniería mexicana tiene hoy la oportunidad y el deber de seguir adelante, emulando el espíritu de Bernardo Quintana.

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Él dejó mucho trecho andado y marcó el camino para que los ingenieros del futuro, que somos nosotros, nos fijemos metas más ambiciosas y pensemos en grande.

Podemos comprobar todos los días que sí existen los ingenieros con la capacidad para dar vida a un imperativo nacional: construir las grandes obras para impulsar el desarrollo de México.

Los ingenieros que el país necesita ya están en el campo, realizándose profesionalmente, y ya se están formando en las aulas de nuestras universidades.

En la vida y en la obra de Don Bernardo Quintana Arrioja tenemos el mejor de los ejemplos. En una generación de ingenieros técnicamente brillantes, de hombres de talento, estudio y devoción por el trabajo, él se convirtió en el líder, en el constructor, en el hacedor que se atrevía a llevar a la práctica los proyectos que su incansable imaginación le sugerían.

Esa capacidad de hacer realidad los sueños, producto de su notable inteligencia, de su incansable determinación, de su reconocido don de gentes y de su empeño promotor, está plasmada a lo largo de México en cientos de grandes y pequeñas obras.

Su cálida personalidad, su sencillez, su constancia en la amistad, están grabadas en la memoria de quienes lo conocimos.

Por todo ello, a veinticinco años de su muerte y 90 de su nacimiento, Don Bernardo Quintana Arrioja, permanece entre nosotros como el ingeniero ejemplar que fue y como hombre que trasciende su época. Para los ingenieros de México, y para todos los mexicanos de bien, ha sido y seguirá siendo un ejemplo a seguir.

MUCHAS GRACIAS

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