Discurso de Frondizzi

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Buenos Aires, 27 de marzo de 1962. Señor presidente del Comité Nacional de la UCRI, doctor don Alfredo García. Querido correligionario y amigo: Deseo comenzar esta carta recordando algunas frases del discurso que pronuncié el 9 de febrero de 1957 y que hoy recobran cabal vigencia: “Los hombres que el destino señaló para servir la causa del pueblo sufrieron siempre los peores embates. Tengo presente el suicidio de Alem, la tentativa de asesinato de Lisandro de la Torre y su posterior suicidio. A Yrigoyen se lo dejó solo”. Tengo la firme decisión de enfrentar todo lo que pueda sobrevenir. No me suicidaré, no me iré del país ni cederé. Permaneceré en mi puesto en esta lucha que no es mía ni sólo del pueblo argentino. Se está librando en nuestra América; la están librando a lo largo y a lo ancho de todo el mundo los pueblos que se levantaron contra la opresión y el privilegio y combaten por la libertad, la justicia y el progreso del género humano. En momentos en que la crisis política que vivimos llega a su máxima gravedad, quiero ratificar ante usted y demás integrantes de ese comité nacional partidario mi irrevocable determinación de no renunciar y de permanecer en el gobierno hasta que me derroquen por la fuerza. Nuestros enemigos -los enemigos del pueblo argentino- quieren mi renuncia. Con mi renuncia se prepara una parodia institucional, sobre las bases de una democracia restringida que excluya a todos los sectores populares y, como consecuencia ineludible, una despiadada represión contra el pueblo, con la que me han amenazado continuamente. Esta es, por lo tanto y, lo digo aquí con tanta solemnidad, la razón fundamental de mi obstinada y tenaz negativa a renunciar a mi cargo o terminar con mi vida. Quienes se atrevan a sacarme del gobierno por la fuerza o a eliminarme físicamente deberán asumir ante la historia la responsabilidad de haber desatado en la Argentina la represión popular y su inevitable consecuencia: la guerra social. Ellos, si logran sus designios, abrirán las puertas al comunismo que con tanta vehemencia dicen combatir. Este episodio de hoy es la culminación de un largo proceso a través de cuyo desarrollo se libró un incesante combate entre la legalidad y el despotismo, entre la paz social y el caos, entre el desarrollo y el colonialismo.

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Discurso de Frondizzi

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Buenos Aires, 27 de marzo de 1962.Seor presidente del Comit Nacional de la UCRI, doctor don Alfredo Garca.Querido correligionario y amigo:Deseo comenzar esta carta recordando algunas frases del discurso que pronunci el 9 de febrero de 1957 y que hoy recobran cabal vigencia: Los hombres que el destino seal para servir la causa del pueblo sufrieron siempre los peores embates. Tengo presente el suicidio de Alem, la tentativa de asesinato de Lisandro de la Torre y su posterior suicidio. A Yrigoyen se lo dej solo.Tengo la firme decisin de enfrentar todo lo que pueda sobrevenir. No me suicidar, no me ir del pas ni ceder. Permanecer en mi puesto en esta lucha que no es ma ni slo del pueblo argentino. Se est librando en nuestra Amrica; la estn librando a lo largo y a lo ancho de todo el mundo los pueblos que se levantaron contra la opresin y el privilegio y combaten por la libertad, la justicia y el progreso del gnero humano.En momentos en que la crisis poltica que vivimos llega a su mxima gravedad, quiero ratificar ante usted y dems integrantes de ese comit nacional partidario mi irrevocable determinacin de no renunciar y de permanecer en el gobierno hasta que me derroquen por la fuerza.Nuestros enemigos -los enemigos del pueblo argentino- quieren mi renuncia. Con mi renuncia se prepara una parodia institucional, sobre las bases de una democracia restringida que excluya a todos los sectores populares y, como consecuencia ineludible, una despiadada represin contra el pueblo, con la que me han amenazado continuamente. Esta es, por lo tanto y, lo digo aqu con tanta solemnidad, la razn fundamental de mi obstinada y tenaz negativa a renunciar a mi cargo o terminar con mi vida. Quienes se atrevan a sacarme del gobierno por la fuerza o a eliminarme fsicamente debern asumir ante la historia la responsabilidad de haber desatado en la Argentina la represin popular y su inevitable consecuencia: la guerra social. Ellos, si logran sus designios, abrirn las puertas al comunismo que con tanta vehemencia dicen combatir.Este episodio de hoy es la culminacin de un largo proceso a travs de cuyo desarrollo se libr un incesante combate entre la legalidad y el despotismo, entre la paz social y el caos, entre el desarrollo y el colonialismo.En casi cuatro aos de gobierno inform en forma permanente al pueblo del sentido de esta lucha. Una y otra vez denunci qu fuerzas y con qu medios se oponan a un programa de legalidad, paz social y desarrollo econmico. Si esta lucha no deriv en forma cruenta ha sido por la vocacin de paz que anima a nuestro pueblo y por el tesonero esfuerzo pacificador de nuestro gobierno.Si esta crisis no se superara, se hace necesario que el pueblo sepa cmo han sucedido los hechos, quines son los responsables de la situacin a que se ha llegado, qu consecuencias se derivan de la misma y cules son los mtodos de lucha que el pueblo tiene que llevar adelante para lograr sus objetivos. Para que esta experiencia no se pierda y fructifique en victorias prximas es necesario el anlisis sereno de nuestra reciente historia, con cabal conocimiento de la verdad.Por lo pronto, del anlisis de las circunstancias actuales del pas surge con claridad que por mucho que hoy se imponga una solucin violenta la derrota del pueblo es solamente transitoria. Tengo absoluta fe en su triunfo final y s que nada ni nadie podr evitarlo si se acta conforme a las enseanzas que proporcionan los episodios vividos. El pueblo ha comprendido, definitivamente, que su fuerza reside en el nmero de voluntades que representa, es decir, en la fuerza de la democracia. Est, asimismo, en la unidad y la coincidencia, es decir, en la comprensin de los objetivos comunes.Cuando el 23 de febrero de 1958 encontramos este camino comn, la victoria correspondi a la causa de la Nacin y del pueblo. La ciudadana asimil as la experiencia que surga de los comicios anteriores de convencionales constituyentes, cuando el enemigo pudo dividirnos y resultamos vencidos.El 23 de febrero de 1958 no triunf un partido ni un hombre: triunf el pueblo, triunf la idea de lanzar a la Nacin a su destino irrenunciable de desarrollo, bienestar y libertad. Este programa necesitaba para realizarse que se procediera rpida y eficazmente. Entraaba una revolucin tan pacfica como profunda. Debamos terminar con el colonialismo y, en consecuencia, afectar los intereses locales ligados a esta estructura econmica.Sin embargo, el programa de desarrollo haba de beneficiar a todos los argentinos, a todos los sectores sociales y a todas las regiones geogrficas. Era por lo dems un programa inevitable si no queramos sucumbir en la desocupacin y la miseria, ya que la vieja estructura no poda sostenerse ni alimentar a veinte millones de argentinos. Si los sectores ligados al colonialismo hubieran comprendido ello y hubieran tenido fe en el pas habran facilitado el camino, incluso para no trabar su propio futuro. Pero no fue as. Pudo ms el inters srdido por lo inmediato. Y entonces comenz la lucha, que se inaugur aun antes del 1 de mayo de 1958. Continuistas y quedantistas deliberaron sobre si deban o no entregar el poder a la inmensa mayora triunfante en los comicios. Acept, entonces, recibir el poder en forma condicionada. Deb optar entre la frustracin de la victoria, con que se abra ya el camino a la dictadura o la guerra civil, o un punto de partida que permitiera ir construyendo las bases de una legalidad cada vez ms extensa, de una paz social cada da ms firme y de un desarrollo en acelerado crecimiento. El pueblo conoce bien cun larga y difcil ha sido esta lucha. A cada avance por el camino propuesto correspondi una reaccin, que se fue haciendo cada da ms violenta. Desde la tentativa de sustituir al Presidente mediante un mecanismo aparentemente legal, como la utilizacin del entonces vicepresidente, hasta la provocacin de huelgas como la de enero de 1959 y la proyeccin al primer plano de los protagonistas de la crisis de septiembre de 1959. A ello debe sumarse el terrorismo y el sabotaje. No se dej de lado ningn medio que pudiera conducir a la cada del poder, sostenido por el pueblo para un plan de progreso econmico y bienestar social, utilizndose para ello aun a sectores del mismo pueblo.Con el fracaso de la conduccin surgida de la crisis de septiembre de 1959 se cierra un ciclo. Pero ya entonces sabamos que el golpismo y la reaccin, acorralados y resentidos por su derrota, asumirn formas ms peligrosas. En la tentativa de ensanchar las bases de la legalidad, levantamos las proscripciones. Al mismo tiempo tratamos de hacer entender a las fuerzas en pugna, dentro de la lnea nacional, que deban buscar la forma de presentar un frente unido. Personalmente llev a mi partido la idea de abrir las listas de candidatos para dar cabida en ellos a todos los sectores de opinin- radicales, conservadores, peronistas-, sin ms exigencia que la honradez y la inteligencia y que estuvieran dispuestos a luchar por la convivencia y el desarrollo. Infortunadamente, mi iniciativa no fue comprendida ni aceptada en toda su extensin y llegamos a los comicios de marzo en posiciones aparentemente antagnicas. Que este enfrentamiento era puramente formal y producto de las pasiones de la hora, surge claramente ahora, al constatar la consternacin que invade los sectores que pudieron unificar sus fuerzas y no lo hicimos. Ahora, con la legalidad a punto de perecer, comprueban con angustia que su fortaleza estaba en la unidad. La masividad del voto hubiera hecho imposible la tentativa de burlar la opinin popular.Conocidos los resultados electorales y enfrentado a una grave situacin de hecho, acept las intervenciones como un recurso heroico destinado a preservar una parte de la legalidad. Desde esta plataforma podramos lanzarnos de nuevo a la tarea de su ampliacin. Sin tiempo para una consulta ms profunda, pero sabiendo que interpretaba la vocacin legalista y pacifista de mi pueblo, adopt, en su nombre, esa decisin. No creo haberme equivocado al proceder as. No hay duda de que ahora todo el pueblo sabe que era el mal menor. Ustedes como correligionarios comprendern mejor que nadie lo doloroso que fue para mi espritu firmar esos decretos. Pero de la misma manera que soport con humildad y con paciencia la calumnia y la infamia, como as tambin sucesivas lesiones a mi investidura presidencial, no vacil un instante en ese nuevo renunciamiento en defensa de la paz de mi pueblo. Sobre el orgullo personal y mi jerarqua de presidente de la Nacin, priv siempre mi responsabilidad suprema de evitar la quiebra de la legalidad y la lucha entre hermanos. Un estadista argentino dijo alguna vez que el hombre pblico carga su cruz y bebe su vinagre. Ustedes saben bien qu pesada ha sido mi cruz y qu amargo ha sido mi vinagre.Paradjicamente, quienes me instaban a intervenir todas las provincias en que triunf el peronismo, quienes lanzaban proclamas incendiarias advirtiendo a los peronistas qu gnero de represin intentarn contra ellos, aducen que la legalidad fue quebrantada por el presidente de la Nacin al decretar esas intervenciones. Esto constituye el smbolo de la contradiccin de quienes sostienen sin rubor la tesis de una democracia de selectas y reducidas minoras que se arrogan el derecho de tutelar al pueblo todo. Son los mismos a quienes deb ofrecer la banda y el bastn presidencial cuando exigan mi firma para un decreto que interviniera la CGT y que posibilitara los fusilamientos en la Argentina. Su objetivo es dividir al pueblo para que prevalezca su inters particular.Se aproximan horas difciles para el pas. Si no se supera esta crisis, lo sern mucho ms an. Por mi parte, trato de evitar esa perspectiva de sangre y encono para mi patria. No renuncio para no abrir el cauce a la anarqua, pero si pasan por encima de mi voluntad, si me arrojan del gobierno o me eliminan fsicamente, quiero que el pueblo todo conozca la realidad de lo ocurrido para que pueda aprender la leccin de la historia. Los ltimos comicios sealan que ms del 70% del electorado se ha pronunciado por el desarrollo econmico, la justicia social y la convivencia democrtica. Las bases de la expansin estn logradas en forma irreversible y por tanto es ms claro el derecho del pueblo a gozar de los beneficios que de esa situacin deriva. La lucha que se abre ahora lo es por la legalidad y la paz. Y la legalidad y la paz slo se pueden asegurar por la unificacin de todos los sectores populares. Pero si los enemigos de la Nacin y del pueblo lanzan sobre los argentinos la calamidad sombra de la dictadura y la lucha fratricida habr que enfrentar con decisin inquebrantable todas las contingencias. Sera se un camino ms doloroso, que no ha dependido de nosotros, pero que conducira igualmente a la victoria final del pueblo. Tanto para ese camino, que nos pueden imponer, como para el democrtico y pacfico que estamos sosteniendo hasta sus ltimas consecuencias, importa fundamentalmente preservar la unidad de los sectores populares como condicin indispensable de su triunfo. El mtodo es alcanzar un frente unido, indisolublemente unido, por encima de diferencias ocasionales que el enemigo tratar de ahondar.Cualesquiera sean las caractersticas de la lucha, nuestra concepcin cristiana y democrtica debe estar ntimamente unida a nuestra accin. Slo as se evitara que alguna fuerza antinacional capitalice la lucha histrica del pueblo argentino por su autodeterminacin.En estas horas sombras de la Repblica puedo comprender cabalmente, con honda emocin republicana, el drama de ese gran argentino que fue Hiplito Yrigoyen, cuando solo, enfermo y abandonado, fue derrocado por las fuerzas antinacionales. Felizmente Dios ha querido librarme de esa dolorosa experiencia, porque mi partido y mis amigos de lucha de toda una vida me han acompaado con una conmovedora solidaridad que obliga a mi emocionada gratitud y que me ha recompensado de la soledad y las penurias del poder. Cualquier fuere mi destino, s que he contado con la lealtad de mis amigos y de mi partido y con la comprensin de mi pueblo. No necesito ms.De esta carta envo copias autenticadas a un grupo de amigos comunes. Quiero que ella sierva como nico y veraz testimonio de las razones de mi decisin, de mi estado de nimo y del programa de accin que propongo a mis conciudadanos. Ella slo debe hacerse pblica en el caso de que se me eliminara fsicamente o se me hiciera prisionero. Espero de Ud. y mis correligionarios que sigan, como he seguido yo, hasta sus ltimas consecuencias esta lucha por la liberacin de la Argentina, por su desarrollo econmico, por su soberana, por la unidad de nuestro pueblo y por sus derechos a un nivel de vida cada da mejor. Esto es la expresin autntica de la democracia.Invoco para mi patria la proteccin de Dios.Con un gran abrazo.Arturo FrondiziPresidente de la Nacin Argentina