Dios en Una Harley. El Regreso - Joan Brady

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  • Annotation

    Diez aos han pasado desde queChristine recibi la ms inesperadade las visitas: nada menos que Dios,pero bajo la apariencia de un hombremuy guapo con una inseparable motoHarley-Davidson.

    Christine ya no es la treintaeraenamorada de un msico, sino unamujer casada y con un hijo, quetrabaja como enfermera en un granhospital de Nueva York. Un mujerque vive fatigada, siempre corriendo

  • a contrareloj, desilusionada con sumatrimonio, insegura en su papel demadre, deprimida e insatisfecha.. Yentonces, como respondiendo a unllamado silencioso, Dios reaparece.Con su Harley, por supuesto. Y conun mensaje que renovar el amor deChristine por el hombre de su vida, ypor la vida misma.

    DIOS EN UNA HARLEYDIOS EN UNA HARLEY:EL REGRESO

  • JOAN BRADYCONTRAPORTADAUNODOSTRESCUATROCINCOSEISSIETEOCHOnotes

  • DIOS EN UNAHARLEY

    Diez aos hanpasado desde queChristine recibi la msinesperada de las visitas:nada menos que Dios,pero bajo la apariencia deun hombre muy guapo conuna inseparable motoHarley-Davidson.

    Christine ya no es la

  • treintaera enamoradade un msico, sino unamujer casada y con unhijo, que trabaja comoenfermera en un granhospital de Nueva York.Un mujer que vivefatigada, siemprecorriendo a contrareloj,desilusionada con sumatrimonio, insegura ensu papel de madre,deprimida e insatisfecha..Y entonces, comorespondiendo a un

  • llamado silencioso, Diosreaparece. Con suHarley, por supuesto. Ycon un mensaje querenovar el amor deChristine por el hombrede su vida, y por la vidamisma.

    Traductor: Borrs Montan,Rosa Maria

    Autor: Brady, Joan

  • 2002, Ediciones B, S.A.Coleccin: MilleniumISBN: 9788466608367Generado con: QualityEPUB

    v0.29

  • DIOS EN UNAHARLEY:

  • EL REGRESO

    Respondiendo a una llamadasilenciosa, Dios regresa cuando

    ms se lo necesita

  • JOAN BRADY

    Dios en una Harley: El regreso2002 BY JOAN BRADY

    By nascav

  • CONTRAPORTADA

    Antes de conocer a Jim yenamorarse de l, Christine se habaenamorado de su msica. Ahora es sumarido, y est claro que nuncallegar a ser una estrella del rock. Susituacin econmica no es muybuena. Ha pasado mucho tiempodesde que Dios la visit bajo lainslita apariencia de un jovenmontado en una Harley Davidsonpara indicarle el camino hacia lafelicidad con sus palabras sencillas y

  • sabias. Tanto, que casi le parece unsueo. Cuando se cas con Jimestaba segura de que jams volveraa sentirse sola. Sin embargo, el fuegode la relacin se ha extinguido ypercibe, con inquietud, que la vida sele escapa de las manos. Se sienteinsegura en su papel de madre,agotada, desilusionada e insatisfecha.La angustia que se acumula en supecho est a punto de ahogarla. Haolvidado que tiene un amigo quenunca la abandonar y queresponder a su llamada silenciosa...

  • UNO

    A las cuatro y media de lamadrugada, me levant de la cama yme vest apresuradamente en laoscuridad. En fin, si es que a eso sele puede llamar vestirse. De hecho,alargu el brazo para agarrar elsujetador, me lo abroch en la cinturay luego me lo sub y pas los brazospor los tirantes. Todo sin quitarme laenorme camiseta turquesa con la quedorma. Despus me embut en unospantalones cortos de deporte, de esos

  • elsticos, mientras meta los pies enun par de sandalias antediluvianas,que ya se haban amoldado a misjuanetes.

    Ech una rpida mirada a laamodorrada masa de extremidades ypelo alborotado que era mi marido(aunque yo no debera hablardemasiado). El ojo inexperto podracreerlo casi en estado vegetal, peroyo saba por aos de experiencia quehasta la ms ligera llamada de losnios le haca saltar de la camadisparado. Es bueno para eso.

    Me cepill los dientes a la tenue

  • luz de las farolas de la calle, que sefiltraba por la ventana del cuarto debao. Despus busqu a tientas unbote de crema hidratante y me untuna fina capa en la cara. Con lasllaves bien agarradas para que nohicieran ruido, me dirig de puntillashacia el portal, sorte a la perratodava dormida y sal a labochornosa y hmeda maana deNueva Jersey.

    Silenciosamente, pas junto a lacamioneta de Jim, de principios delos ochenta, y me fij en que estabaaparcada en un ngulo algo raro.

  • Mir por la ventana de atrs y vi queno haba descargado los instrumentosmusicales despus del concierto dela noche anterior en el Harold's. Esoslo poda significar dos cosas: quehaba llegado a casa mucho mstarde de lo normal y demasiadocansado para descargar el equipo oque se haba tomado unas cuantascopas con los chicos despus decerrar.

    Probablemente ambas cosas.Como de costumbre, la noche

    anterior yo haba aparcado mi Toyotajunto al bordillo, lo ms lejos

  • posible de la caja de cerillas quetenamos por casa. Siempre melevanto temprano para hacer lacompra en los supermercados queestn abiertos toda la noche y noquiero que el ruido del viejo motordespierte a los nios. Joey tienenueve aos y Gracie, siete, y para suedad tienen el sueosorprendentemente ligero.

    Gir la llave en el contacto yautomticamente apagu la radio. Abuen seguro, se sera el nicomomento durante las prximasveinticuatro horas en el que tendra

  • garantizada una absoluta soledad, ymi intencin era disfrutar de cadauno de sus segundos. Nunca pensque llegara el da en que me gustarahacer la compra en plena noche, peroesta extraa rutina se haba idoconvirtiendo con los aos en un ritualsagrado para m, una especie de citaconmigo misma.

    Me recog el pelo con una gomay part hacia las calles todavadesiertas y oscuras. En lo alto de lacolina dobl a la derecha a la alturade una seal que deca: Vuelvapronto a Neptune City, y que

  • siempre me ha hecho gracia, porquea slo unas cuantas manzanas hayotra en la que se lee: Bienvenido aNeptune City. Como en muchas delas pequeas localidades costerasque se extienden a lo largo de lacosta de Jersey, si estornudas un parde veces mientras conduces, puedesatravesar literalmente toda unapoblacin sin ni siquiera enterarte.

    Las minsculas poblaciones quebordean la costa son como las piezasde un complicado rompecabezas. Ellitoral de Jersey a menudo pasadesapercibido bajo la sombra

  • gigantesca y algo opresiva de las tresgrandes ciudades que lo rodean:Filadelfia al oeste, Nueva York alnorte y Atlantic City al sur, por nomencionar la capital de la nacin, unpoco ms al sur. Yo siempre hecredo que para llegar a percibirrealmente los matices que ofrece estazona tan hermosa y pintoresca, serequiere cierto grado desofisticacin. Por ejemplo, la mayorparte de la poblacin del cercanomunicipio de Ocean Grove estcompuesta por ancianos; de ah quela llamen Ocean Grave.*

  • Sin embargo, aunque muchas deesas poblaciones tengan nombresestrafalarios, no hay nada vulgar enel modo en que el sol asoma suardiente cabeza por el horizonte enAvon-by-the-Sea, o en la forma enque la luna proyecta un caminoplateado sobre el agua en BradleyBeach, o en cmo las estrellasdecoran el cielo, claro y sincontaminar, de Neptune City.

    stos son los pensamientos queme pasaban por la cabeza mientrasconduca sin prisas hacia lasbrillantes luces de nuestro magnfico

  • supermercado recin abierto, elShop-Well. A pesar del crnico ygrave estado de falta de sueo en elque vivo, esa hora de la madrugadaparece despertar una faceta tmida yreservada de mi alma. Disponer deun rato para pensar es como tener elmundo para m sola. A esta hora, elda todava es un recin nacido,cargado de paz, promesas ypotencial: de todas esas cosas querecuerdo que senta hace un millnde aos, cuando era joven y soltera.

    Tena treinta y ocho aoscuando me cas, no era ninguna nia,

  • as que s muy bien que mi vida eradistinta al frenes que ahoracomparto con Jim y los nios. Peroparece que no puedo recordar grancosa de entonces. El matrimonio y lamaternidad han aceleradovertiginosamente el discurrir de misdas hasta el punto de que mi vida seha convertido en una locura deactividad.

    Creedme si os digo que, duranteesos primeros treinta y ocho aos demi existencia, me pasaron un montnde cosas interesantes; cosas sobre lasque no he hablado con nadie. Lo

  • poco que todava recuerdo me parececasi surrealista, como si se tratara deun sueo vagamente familiar. Aveces me pregunto si todo aquellolleg a suceder de verdad.

    En aquel entonces, pas por unlargo y doloroso perodo de citas conhombres de todo tipo (la mayora deltipo equivocado) antes de acabartropezando con Jim Ma Guire, unmsico prometedor muy popular enla zona. Haba comprado el nicoCD que ha grabado cuando lo o unanoche en una tienda de msicacercana a la playa. Me haba

  • quedado sorprendida yprofundamente impresionada por subelleza. Aunque hasta entonces nohaba odo hablar de Jim Ma Guire,me sent instantneamente atradahacia l por su msica, como unapaloma mensajera que, de repente, seencuentra cerca de su destino final.

    En aquella poca, yo haca elturno de tres a once en el CentroMdico Metropolitano y viva en unaromntica casita de playa alquilada.Me haba apuntado a la filosofa delmenos es ms y no tena mucho denada. Tal como lo vea, cualquier

  • cosa que no cupiera en el asientotrasero de mi coche no era ms queun estorbo. Por increble queparezca, en aquellos tiempos nisiquiera tena despertador. Me decaque si no era capaz de levantarme atiempo para llegar a mi turno a lastres, es que tena problemas muchoms serios que un estilo de vidaminimalista. La palabraresponsabilidad slo significabaalgo durante la semana laboral detreinta y dos horas que habaescogido. Era completamente ajena aconceptos como hipoteca, aparatos

  • dentales y fondos para launiversidad; temas que han acabadopor consumirme.

    Alrededor de media noche soladejarme caer por un antro llamadoThe Cave, donde Jim sola amenizarla noche con su saxofn. Me enamorde la msica de Jim mucho antes deconocernos, lo cual en aquelmomento consider muy buena seal.Quiero decir que la msica sale dealgn lugar del alma, as que encierto modo, me imagin que el almade Jim llamaba a la ma con sumsica, y todo pareca ser perfecto.

  • No quiero parecer cursi, pero cuandoel sacerdote nos declar marido ymujer, un escalofro me recorri laespalda, porque sent la increblesensacin de que Dios mismo hababendecido nuestro matrimonio.

    Tras convertirme oficialmenteen la seora de James Ma Guire,pens que lo peor ya haba pasado.Me avergenza admitirlo, perosupongo que di por sentado que unavez casada con el hombre al queamaba todo ira bien. Estabaconvencida de que haber encontradopor fin a mi alma gemela sera la

  • clave del xito de mi matrimonio.Una vez superado aquel obstculo,cre ingenuamente que todos losdems componentes de nuestrarelacin (cosas como el trabajo, eldinero y la familia) iran encajandopor s solos en un colage enorme yfeliz. Entonces no saba queencontrar a tu media naranja es slouna pequea parte de lo que hacefuncionar una relacin. Yo habacredo ciegamente que el amorromntico era la respuesta aabsolutamente todo, y que estarcasada significaba que jams

  • volvera a estar sola.Qu equivocada estaba.La carrera de Jim no termin de

    despegar del modo en que habanpronosticado los entendidos enmsica que corran por la costa. Elpblico, amante inconstante, fuedesplazando su atencin hacia losroqueros ms jvenes que crecan ala sombra de Jim. Aunque l sostenaque nunca haba compartido esasgrandiosas expectativas de xito yfortuna, yo not un cambio sutil, casiinsignificante, en la conducta de mimarido. Observ que algo se apagaba

  • en su mirada cuando se uni a unabanda local y empez a tocar encualquier sitio que consegua.

    Hacia el final de nuestro primerao de casados, not que ladesilusin iba erosionando laconfianza de Jim en s mismo yamenazaba con arrebatarle su talentoartstico. Oa su desencanto en lasnotas que salan de su saxo; lo notabaen sus dedos cuando me tocaba deformas que antao me haban hechotemblar; lo saboreaba en lostemplados besos, que se habanvuelto tan mediocres como su

  • msica. Jim me acus una vez deinterponer un fino velo entrenosotros, un velo que ningn hombre,ni siquiera un marido, podapenetrar. Al principio, discrep;quise convencerme de que no eracierto. Sin embargo, creo que tengoque admitir que oculto una pequeaparte de m. Es la nica parte que mepertenece por completo, casi como ellatido de mi corazn, y temo que si laexpongo a los caprichos de otro serhumano, podra morir. Quizs esotambin fuera parte del problema.

    Al mirar atrs y repasar todos

  • estos aos, debo confesar que ellenguaje est en la base de nuestrosproblemas. Jim habla la lengua de laautoexpresin, de los instrumentosmusicales y de la libertad artstica,mientras que yo slo entiendo lajerga de la responsabilidad, laproductividad y las consecuencias.Supongo que, inevitablemente, nosfuimos convirtiendo en dos extraosen ese territorio al que llamamosnosotros, cada uno hablando en supropio dialecto sin que ninguno delos dos lograra ningunacomunicacin significativa con el

  • otro.Al final, y sin hablarlo

    demasiado, Jim comenz a contribuira nuestros ingresos dando clasesparticulares de msica a nios de larica poblacin vecina de SpringLake. Ms o menos por aquelentonces di a luz a Joey, pero lallegada de nuestro vigoroso ysaludable hijo tampoco contribuydemasiado a elevar los nimos deaquel extrao tan familiar con el queestaba casada.

    Supongo que la cruda prueba deque nuestra relacin estaba

  • agonizando lleg dos aos despus,durante las semanas agotadoras ygrises que siguieron al nacimiento deGracie. Entonces se hizo palpableque, aunque habamos acordado queme dedicara exclusivamente a lamaternidad, haba que hacer algopara mejorar nuestra precariaeconoma. Ese algo acab siendoel regreso a mi puesto de enfermera atiempo completo en el CentroMdico Metropolitano. A las seissemanas escasas de dar a luz, volv arastras al trabajo, todava hinchada,dolorida y amamantando a mi hija.

  • Entr en el turno de da de launidad de ortopedia, tambinconocida como cementerio deelefantes, donde trabajo desdeentonces.

    En esta unidad siempre haypuestos vacantes, porque conllevauno de los tipos de enfermera menosatractivos que existen: el trabajoagotador de levantar y dar la vuelta apacientes ancianos con la caderarota. All es donde las enfermeras seganan los juanetes y los dolores deespalda, y yo he conseguido ambosya hace tiempo. A los cuarenta y uno,

  • pensaba que era demasiado viejapara ese trabajo, pero saba que nome quedaba otra opcin.

    Supongo que me convert enenfermera de la misma forma que meconvert en madre: simplementepareca lo ms natural. Senta que eralo que se esperaba de m y jams locuestion, al menos no hasta que medi cuenta de que tendra quecompatibilizar ambas cosas. Contoda sinceridad, creo que fueentonces cuando en algn oscurorecoveco empezaron a nacer lasprimeras semillas de resentimiento.

  • A altas horas de la noche, ibade arriba abajo con una niaberreando porque tena clicos,mientras Jim tocaba con su banda,supuestamente, para ganarse la vida.La idea que Jim tena del trabajo eratocar la msica que le gustaba ydejarse adular por un pblico dechicas jvenes e idealistas, quesoaban con cazar a una estrella delrock.

    Como haca yo en mis tiempos.Miraba el reloj continuamente,

    contando los minutos, hasta que lllegaba a casa. En cuanto entraba por

  • la puerta, le pasaba la nia y aspoda derrumbarme en la cama paradisfrutar de un descanso ms quemerecido antes de levantarme a lascuatro y media y volver a empezar denuevo.

    Gracie siempre se calmabaenseguida en los brazos de su padrey, por alguna razn, aquello memolestaba profundamente. Prontosenta cmo el colchn se hunda dellado de Jim cuando l se meta en lacama y caa inmediatamente en unsueo tranquilo y apacible, mientrasyo segua all despierta, nerviosa y

  • alterada. Creo que fue entoncescuando me di cuenta de que la pasinse haba evaporado de nuestromatrimonio y yo no saba dndehaba ido a parar. Lo nico que sabaera que me senta triste, cansada yabandonada. El fuego de nuestrarelacin se haba apagado y meplanteaba si tendra o no la energa ola voluntad suficiente para avivarlo.

    Ya hace siete aos que lascosas van as. No nos peleamos.Bueno, no demasiado. Simplementeparece que hemos creado un sistemaque los libros de biologa

  • seguramente calificaran desimbitico. El caso es quesobrevivimos econmicamente, y losnios parecen ajenos al hecho de quesus padres van por la vida con unaenorme herida abierta en el pecho,all donde tenan el corazn.

    Y all estaba yo de nuevo,preparada para recorrer los pasillosdel supermercado nocturno como unaleona madre a la caza del desayunopara sus cras. Hay algo instintivo,casi primitivo, que se despierta en miinterior en cuanto entro en elaparcamiento del Shop-Well y

  • repaso mentalmente la lista deproductos que Jim y mis pequeosnecesitarn por la maana.

    Como las compaeras y lasmadres de la mayora de lasespecies, dejo mis necesidades parael final de la lista con el objetivo deabastecer primero a mi familia. Si seme olvida algo o si estoy demasiadohecha polvo para acabar la compra,al menos, me quedo tranquilasabiendo que no ser yo quienprotagonice una rabieta ni derrameuna lgrima de decepcin por haberolvidado un par de medias o una caja

  • de tampones. Por alguna razn, esaseguridad me hace sentir mucho mstranquila.

    Dobl a la izquierda para entraren el aparcamiento y pas despaciopor delante de las plazas deminusvlidos y de las motos queestaban aparcadas delante de laentrada del supermercado. Una olade nostalgia me tom por sorpresa yme golpe con fuerza. Jim tena unamoto, una Harley-Davidson, dehecho. Como si acabara de darle elpie para su entrada en escena, reparen un hombre de pelo largo que

  • embuta una bolsa de comida en lacartera de piel de su moto. Satisfechopor tener su compra en lugar seguro,se coloc el casco y puso en marchael poderoso motor de aquellapreciosa mquina. Su novia trepdetras de l y desliz sus brazosjvenes y torneados alrededor de lacintura dura y musculosa del hombre.l dio gas y ella se agarr con fuerzamientras se alejaban por la carreteracomo un animal salvaje, agazapado apunto de atacar. Sent unestremecimiento. sa era yo, penscon melancola. Hace un milln de

  • aos y con diez kilos menos, perosos ramos Jim y yo.

    Un recuerdo poderoso flot antem como un perfume seductor que mereanim y me puso alerta, perodespus se disolvi en el airehmedo, clido e inmvil. Por unmaravilloso y efmero momento,record cmo era sentirse en forma,guapa, descansada e ilusionada porla vida. Cmo haba podido perderaquella sensacin? Dnde se habaescondido? Adems, comoseguramente nunca dispondra deltiempo ni el dinero necesarios para ir

  • de nuevo a un gimnasio, seraposible recuperar el optimismo y lasensacin de bienestar? Llegu a laconclusin de que, como con tantosotros cambios en mi vida, tendra quetratar de aceptar mi envejecimientofsico con cierta dignidad.

    Suspir profundamente yaparqu mi viejo y cansado Toyotaen un hueco cercano al guardia deseguridad flacucho que vigilaba laentrada principal delestablecimiento. Por alguna razn,aparcar tan cerca de la zonailuminada de la entrada siempre me

  • da una sensacin de seguridad,aunque lo ms probable es que setrate de una falsa seguridad. Seamosrealistas, si alguien me atacara, nopodra esperar que el desarmadoadolescente, recin salido de lapubertad y a quien pagaban el sueldomnimo por llevar un uniforme azul,se pusiera en peligro por m. Dehecho, supona que mi instintomaternal aflorara de repente y serayo la que acabara defendindole a l.

    Baj del coche de un salto, locerr y me dirig hacia elsupermercado. Llegu a la

  • conclusin de que haba sidoenfermera y madre durantedemasiado tiempo.

    Me cruc con otra pareja quesala del supermercado, empujandoun carro de la compra entre los dos.Su conversacin era animada y llenade risas, y me pregunt que podaresultar tan divertido a aquellashoras intempestivas. El hombre abriel maletero, meti unas cuantasbolsas dentro y fue a abrirle la puertaa la mujer.

    Me acord de cuando loshombres hacan lo mismo por m.

  • Continu hacia las puertasautomticas, que se abrieronobedientemente al acercarme.

    Entonces se me ocurri que enadelante se era el nico tipo depuerta que se iba a abrir por m.

    Mientras la cdula electrnicaesperaba educadamente a queentrara, capt la imagen de una mujerde mediana edad, poco atractiva conalgo de sobrepeso que permaneca depie en la entrada y, con horror,descubr que era yo.

    Medio atontada, saqu un carrode la fila que haba justo antes de

  • cruzar las puertas y empuj haciadentro. Seguro que ese reflejo habasido simplemente una distorsin. Medije a m misma que probablementeel cristal barato de las puertastendra algn defecto.

    Me acerqu a las zanahorias ylas lechugas envasadas, que sealineaban en las estanteras delpasillo de productos agrcolas.Apart unos cuantos envases y lancuna mirada furtiva al espejo fro ysucio que se hallaba detrs. Se mehel el corazn. No haba duda: lamisma mujer desaliada y cansada

  • que haba visto en las puertas medevolvi la mirada desde all.

    No pude evitar romper a lloraren medio del pasillo de lasverduras..., en medio de la noche...,en medio de mi vida.

  • DOS

    Me recompuse, justo a tiempode fingir un resfriado ante unmuchacho del supermercado quedoblaba la esquina y se me acercabalentamente empujando una fregona.Como para probar mi inocencia, puseen prctica un gran truco sloconocido por las madres, y saqu unpauelo de papel aparentemente dela nada. Con nfasis exagerado, meson la nariz como si padecieraalgn extrao tipo de gripe

  • veraniega.El paracetamol y los

    expectorantes estn en el pasillodiecisis ofreci el jovenempleado, sonrindome consimpata.

    Gracias. Es justo hacia dondeiba ment.

    Obligada a mantener la mentira,gir el carrito en la direccin delpasillo de gripes y resfriados,contenta de que mi actuacin hubierasido lo bastante convincente paraengaar a un muchacho de diecisisaos. Pero y si no hubiera podido

  • reaccionar a tiempo? Qu hubieraocurrido si me hubiera quedado allsollozando como la mujer demediana edad, destrozada, exhausta ycon un ataque de llanto en la que mehaba convertido? Qu habrapasado? El sentido del deber deaquel joven empleado le hubierallevado a llamar a Emergencias? Yame imaginaba dicindole a laoperadora que una mujer de aspectodesaliado estaba sufriendo unataque de nervios en el pasillo de lashortalizas, entre zanahorias, perejil yespinacas.

  • Ah estaba yo, una mujer decuarenta y ocho aos, completamentedesilusionada con su trabajo, sumatrimonio y, lo peor de todo,consigo misma. Todava recuerdoque una vez elabor una lista de lostres mayores problemas de mi vida,que eran: los hombres, el peso y eltrabajo. De eso haca unos doceaos, y lo triste del caso es que lalista continuaba siendo idntica,salvo por la adicin de un importantecuarto tema: la falta de tiempo.

    Camin penosamente sobre elsuelo de linleo del Shop-Well,

  • examinando mi estado de nimo eintentado encontrarle algn sentido.Con abyecta determinacin, decidrevisar otra vez la lista, empezandopor el trabajo.

    La verdad es que senta que mehaban forzado hacia una carrera quese haba visto drstica ycatastrficamente modificada con lallegada del nuevo sistema sanitarioo, como yo prefera llamarlo, lacinta transportadora de lamedicina. En mi opinin, no eraslo que el sistema sanitario hubieraeliminado la esencia misma de la

  • profesin de enfermera, sino que eltrabajo tambin requera la energamental y fsica propia de una personacon la mitad de mi edad (y que depaso corra maratones.) Siendorealista, cunto tiempo ms podramantener ese ritmo?

    Adems, estaba el problemaaadido de saber que en el momentoen que mostrara signos de debilidad,habra una joven enfermera del tercermundo, llena de ambicin, esperandopara quitarme el puesto... por unsueldo menor. Visto as, casi tienegracia. La misma situacin que hace

  • que me sienta usada y explotada harque alguna enfermera inmigrante ypobre se sienta ms afortunada de loque hubiera podido soar. El CentroMdico Metropolitano lo sabe.

    Y luego est lo de mi pesosiempre fluctuante. En realidad, yano flucta, se limita a ir aumentandoprogresivamente. Odio tener que usarla vieja justificacin del embarazo,pero es indiscutible que, despus dedar a luz dos veces a una edad msbien madura, mi metabolismo se havuelto contra m. No es que nuncahayamos sido demasiado amigos,

  • pero, por lo menos, antes deconvertirme en una madre madurita,me resultaba ms fcil perder unoskilitos. Por supuesto, llevar a losnios a McDonald's entre actividadextraescolar y actividad extraescolar,y comer en la cafetera del trabajotampoco es que me haya ayudadodemasiado. A veces, la comida es minico consuelo, especialmentecuando estoy cansada, y eso siemprees as.

    Evito mirar fotos mas decuando estaba delgada y en forma, loque significa que nuestro lbum de

  • bodas est confinado en alguna partelejos de mi vista, probablemente enel garaje o en el desvn. No estoysegura de dnde, pero me daexactamente lo mismo. Y es queestos kilos de ms no son slodeprimentes, tambin son totalmentevergonzosos.

    Creo que Jim ha entendido deuna vez por todas que mi peso es untema de conversacin prohibido.Sabe lo sensible que soy al asunto y,con muy buen criterio, nunca lomenciona. Pero por supuesto,tambin hace un siglo que no me

  • toca. Lo que ms me asusta es quepara m es como una especie dealivio. En algn punto del camino,Jim sufri una metamorfosis y pasde ser un marido a ser alguienimportante, trmino que acabo deaprender a valorar recientemente.

    Cmo ocurri? Cmo hemosllegado Jim y yo a distanciarnos tanirremediablemente? De algn modo,supongo que era inevitable quenuestro matrimonio se estropeara.Despus de todo, cul es la tasa dedivorcio en nuestros das? Uncincuenta por ciento, no? As que

  • supongo que no tendra quesorprenderme tanto que las cosas nohayan ido tal como yo las habasoado hace diez aos, cuando mecas. Hasta entonces, me habaimaginado la vida de casada como uncaudaloso ro de amor, pasin yfelicidad. Yo no tena ni idea de queel ro acabara desembocando en unocano de cansancio, obesidad yresentimiento.

    Recordaba que cuando erasoltera, mis amigas casadas siempreensalzaban las virtudes delmatrimonio, como si se tratara de un

  • club secreto al que yo debiera quererunirme. Me preguntaba si todoaquello haba sido una enorme farsa,porque, hoy por hoy, no conozco aningn matrimonio que crea que esfeliz de verdad.

    Sacudiendo la cabeza con mudaresignacin, segu avanzando por elpasillo de los melones y las ciruelas.Decid que la vida es conseguirllegar a fin de mes, mantener la casay la familia dentro de un orden yhacer la compra de noche. Amn. Finde la historia.

    Sorbindome las lgrimas, dej

  • atrs las montaas de patatas ypltanos perfectamente construidas,sin dejar de preguntarme qu meestaba pasando. Por qu iba por lavida con los nervios a flor de piel?Aos de trabajo en hospitales mehaban demostrado, sin lugar a dudas,que haba montones de gente quesoportaba problemas mucho msgraves que mi fatiga crnica y mimatrimonio deteriorado, y sinembargo, no vea a nadie mspasendose por el supermercado conlgrimas en los ojos.

    Aunque, quiz, fuera que nunca

  • haba mirado bien.Con esos pensamientos,

    escudri mi entorno y, aunque seaduro, tengo que admitir que hasta mesenta inadecuada en un ambientecomo aqul. Localic a una mujerexageradamente obesa que tomabauna barra de chocolate tamaofamiliar de la estantera de dulces yla esconda rpidamente entre losartculos sanos del carro cuandovio que la miraba, como si yo tuvieraderecho a decir algo sobre laadiccin a los dulces. Seguavanzando y vi a una pareja de

  • jvenes tatuados y de aspectodescuidado al final del pasillo delpan. Ajenos a la mujer mayor queescoga entre las barras de pan, justoa su lado, los jvenes se abrazaban yactuaban como si estuvieran en unparque oscuro y romntico.

    Pens que las magdalenas de milista podan esperar.

    Decididamente, hay algo enaquellas horas de la madrugada queaporta un elemento eclctico alsupermercado. Los clientes suelenser de los que se mueven acontracorriente de la sociedad. A

  • veces juego a adivinar lasenfermedades latentes que plagan lasdiversas vidas de estos compradoresnocturnos: esquizofrenia,alcoholemia, drogadiccin, soledad,diabetes, depresin y cosas as.Parece que nunca dejo de serenfermera. Me gustara parar dehacer eso, pero la fuerza de lacostumbre me impide resistir laimperiosa necesidad de evaluar ytratar los problemas de todo elmundo (excepto los mos, claro).

    Como colofn vi a dos chicasen minifalda y con botas de piel

  • examinando el pasillo de productosfemeninos. Se vea de una horalejos que iban colocadas, peroaquella vez me sorprendi unarepentina sensacin de envidia. Qubonito debe de ser evadirse yescapar de las realidades de lavida, pens. Sin embargo, casi a lavez, Christine Moore Ma Guire,enfermera y madre de dos hijos,emergi del rincn ms profundo ydisciplinado de mi mente parahacerme entrar en razn y me obliga continuar mi excursin por lospasillos.

  • Aparte de la absurdidad de lahora y las excentricidades de laclientela, el nico problema real dehacer la compra de noche es que notienes acceso a ciertos productos. Elestablecimiento aprovecha latranquilidad para rellenar lasestanteras y suele cerrar grandesreas para ello. Eso obliga a clientesatrevidos y a veces desesperadoscomo yo a escurrirse entre conos ysuperar varias barricadas paraalcanzar los productos que necesitan.

    Me tranquiliz ver que laseccin de ayudas a la digestin

  • todava estaba abierta, aunque habaun montn de cajas de cartnapiladas delante de los productos.Entr con el carro y comenc abuscar un anticido. No era para m,sino para la perra. S, para la perra.Tiene problemas intestinales, y,aunque la medicina es cara y yo soyla nica que se acuerda de drsela,he aprendido de la peor manera queno puedo olvidar administrarle sudosis.

    Eso me record que necesitabaquitamanchas para las moquetas.

    Me saqu el omnipresente lpiz

  • de detrs de la oreja y aadquitamanchas a la lista. Entoncesme ocurri algo curioso. Tuve lasensacin inequvoca de que habaalguien detrs de m. Me volv, perono vi a nadie. Me encog de hombros,agarr la botella de anticido y lamet en el carro. De nuevo, seprodujo la extraa sensacin de quealguien invada mi espacio y, estavez, llegu a pensar que haba odopasos, pero cuando me volv, elpasillo estaba desierto por completo.

    Me pareci muy raro, porqueJim siempre me deca que era la

  • persona menos observadora queconoca, y debo admitir queseguramente tiene razn.Normalmente, estoy tan concentradaen lo que estoy haciendo queadquiero una especie de visin detnel. Una vez, Jim lleg a casa conun ojo morado como consecuencia deuna pelea que haba comenzadomientras l tocaba con su banda. A lamaana siguiente, pasaron tres horasantes de que reparara en el moradoque tena debajo del ojo derecho.

    Era posible entonces quenotara algo que no estaba all? No

  • tena sentido. Entonces se me ocurriuna terrible idea. En una recientesesin de seguridad personal que noshaban dado en el hospital, undetective de Bradley Beach nosinstruy sobre las agresionessexuales y nos explic que lasenfermeras a menudo son blanco deese tipo de delitos. Dijo que nuestratendencia a ayudar y educar solahacernos vulnerables a esa clase deataques. Me plante si estabaenviando algn tipo de onda deenfermera hacia cualquier chaladoque pudiera estar al acecho en

  • aquellos pasillos desiertos. O eso, oestaba ms cerca de la locura de loque pensaba.

    No tena tiempo para ataques denervios, as que volv a examinar lasestanteras. Me acord de que laoreja izquierda de la perra volva aoler raro y pens que, sin ningunaduda, sera otra infeccin de hongos.Me imagin otra visita al veterinario,que simplemente no me podapermitir, y trat de dar con unremedio casero eficaz. De repente, viun tubo de crema vaginal fungicidaen el siguiente estante. Convencida

  • de que un hongo es un hongo, estabaa punto de dejar caer el tubo en elcarro cuando un golpe seco al finaldel pasillo me hel la sangre y meparaliz momentneamente.

    Cuando me atrev a mirar, vi aun anciano tendido en el suelo, cercade la caja, con los brazos y laspiernas extendidos. Un pequeogrupo de espectadores atnitos sehaba congregado alrededor delhombre, que permaneca inmvil ysin dar seales de vida sobre elsuelo de linleo recin fregado. Casicon una curiosidad morbosa, los

  • espectadores observaban su rostrocetrino como si esperaran algn tipode recuperacin espontnea ymilagrosa. Entonces una mujer frgily presa del pnico se dej caer derodillas al lado del hombre. Le tomuna de las manos abotargadas entrelas suyas y comenz a alternar gritosal hombre para que se levantara y algrupo de gente para que alguien laayudara.

    Soy enfermera me oanunciar, mientras me abra pasoentre el grupo de mirones. Mearrodill al lado de la mujer

  • histrica, que ya estaba inclinadasobre el cuerpo del hombre.Cmo se llama? pregunt,ponindole los dedos en el cuellopara encontrar el pulso cartido.

    Harry espet la mujercillaarrugada, apartndose de l. Es miHarry.

    Agarr al viejo Harry por loshombros y lo sacud con fuerza.

    Harry! Harry! Est bien?grit, tal como indican los librosde primeros auxilios y, por primeravez en la vida, no me sent ridicula.Aquello no era una sesin de

  • prcticas con un maniqu de plsticollamado Annie; aquello era real.

    Harry no respondi y su pulsotampoco. Puse la oreja cerca de lanariz y la boca, y observ si el pechomostraba algn signo de respiracin.Nada.

    Bien. Que alguien llame auna ambulancia! grit a variospares de zapatos que ocupaban micampo de visin. Saba que tena queinsuflarle dos bocanadas rpidas deaire antes de comenzar lascompresiones en el pecho, perocuando mir los labios azules y sin

  • vida, con saliva emergiendo de ellos,vacil.

    Por alguna estpida razn,distingu unas zapatillas blancas dedeporte de la marca Nike entre todaslas sandalias y zuecos que merodeaban. Seal las Nike blancascon una mano, mientras ledesabrochaba el cuello de la camisaa Harry con la otra.

    T. Treme una gasa! leped, sin dignarme a mirarlo a la cara. Estn en el pasillo diecisis.Rpido!

    Las zapatillas no se movieron.

  • No creo que tenga quepreocuparse por un poco de salivadijo con calma el propietario delas Nike. Conozco a ese hombre yno padece ninguna enfermedadcontagiosa.

    No poda creer lo que estabaoyendo! Hubiera querido hacer trizasa ese tipo con algn comentariosarcstico, pero mi mxima prioridaden aquel momento era hacerme cargodel viejo Harry. Los comentariosirnicos tendran que esperar.

    Alguien me tendi un pauelolimpio y perfectamente doblado, que

  • yo coloqu sobre los labios deHarry, y proced a la reanimacinboca a boca. La ambulancia lleg encuestin de minutos y se hizo cargode la situacin. Antes de que mediera cuenta, le haban devuelto larespiracin y un color rosadobastante aceptable. El gento sedispers en cuanto trasladaron aHarry al hospital, con su diminutamujer todava aterrorizadaagarrndole la mano.

    La conmocin se haba acabadotan rpido como haba empezado y, am, lo nico que me preocupaba era

  • pagar la compra para poder volver acasa a tiempo de preparar eldesayuno a mis hijos y llegar altrabajo a mi hora. Como veterana quesoy, me deshice conscientemente demis emociones ante la situacin y novolv a pensar en lo que acababa desuceder.

    Recuper mi carro, que estabaen medio del pasillo donde lo habadejado, y me dirig hacia la caja.Intent comportarme con naturalidad,como si enfrentarme a la muertefuese algo ordinario, cosa que en micaso era cierta. Me puse en la cola

  • detrs de una atractiva joven con elpelo largo y sedoso. La parte dearriba de un biquini le resaltaba congracia sus pechos morenos y bienformados. Por lo que pareca, habasalido a primera hora de la maanapara comprar una revista, un ramo deflores frescas y medio litro dehelado, lujos que yo ya no mepermita.

    Me fascin el efecto que supresencia produjo en el cajero y enel muchacho que empaquetaba lacompra. Ambos comenzaron adesvivirse por hablar con ella,

  • mientras el resto de los clientes,menos agraciados, esperbamosnuestro turno. El chico queempaquetaba introdujo los artculosde la joven en una bolsa de plsticocon sumo cuidado y luego se ofrecipara llevarle la bolsa al coche. Ellale concedi el privilegio gentilmente.

    Avanc en la cola y comenc avaciar el contenido de mi carro en lacaja. Como era de esperar, micompra, mucho ms cuantiosa yvoluminosa, fue empaquetada enbolsas con impresionante diligencia.Aparentemente, salvarle la vida a

  • alguien no contaba tanto como serjoven y guapa. Qu poder tienen lasmujeres jvenes, pens. Lo malo esque la mayora de ellas no se dacuenta hasta que es demasiado tarde.

    De repente, dese tener otraoportunidad de ser joven. Queravolver a ser Christine Moore, unachica que quiz no fueradespampanante, pero que era feliz,vital y llena de energa.

    La echaba de menos.Mis pensamientos fueron

    interrumpidos por la ofertadesganada del cajero de llevarme las

  • bolsas al coche. En un ataque deindependencia y dignidad, declin laoferta. Y el chico que empaquetabapareci bastante aliviado.

    Esta vez, cuando las puertasautomticas se abrieron,descubrieron un cielo cubierto con unmanto malva. El amanecer erahmedo y caluroso, y el sol todavano haba salido, pero los que hacanfooting s. Vi a unos cuantos queatravesaban el aparcamiento,corriendo con la gracia propia de losatletas entrenados, perturbando laquietud del aire con su pesada

  • respiracin.Me tom un momento antes de

    sumergirme en la paz y latranquilidad del encanto delamanecer. Intent capturar la calmaque me rodeaba para poder recurrir aella ms tarde, cuando me vieraobligada a cambiar de marcha yavanzar a toda mquina por el caosde la febril unidad de ortopediadurante el turno de da.

    De nuevo me invadi aquellasensacin tan curiosa.

    Escudri el aparcamiento afondo antes de aventurarme a seguir

  • adelante, pero como en las otrasocasiones, no vi nada extrao.Desconcertada, empuj el carrito dela compra hacia mi Toyota y loapoy con cuidado en el parachoquestrasero, culpndome por ser tanparanoica. Abr el maletero y, conuna apremiante sensacin, comenc acargar las bolsas en el interior loms rpido posible.

    No s cmo, la ltima bolsa meresbal de las manos y todo sucontenido se esparci por el suelo.Seis yogures comenzaron a rodar endiferentes direcciones y yo me

  • agach para recoger los dos que semetan debajo del coche. Roc elasfalto con los dedos al atrapar losdos yogures renegados y, de repente,lo que vi detrs de ellos me par elcorazn.

    Unas zapatillas Nikecompletamente blancas permanecanfirmemente plantadas a unoscentmetros de mis manos y me oemitir un pequeo grito de susto. Nocaba ninguna duda de que laszapatillas iban unidas a la mismapersona que se haba negado a darmelas gasas unos minutos antes.

  • El corazn me martilleaba elpecho, mientras levantaba la vistapor los vaqueros, el cinturn de piely la camiseta blanca hasta posarla enun par de ojos marrones, oscuros yprofundos, que me parecieronmagnficos y familiares.

    Ergu los hombros y lo mir defrente a la luz del alba. Ninguno delos dos intent moverse. Entonces,plcidamente, l extendi su enormey bonita mano hacia m, mientras sefijaba en mi expresin de sorpresa.La curva de sus labios se expandien una amable sonrisa, pero no dijo

  • nada.Joe susurr con voz ronca

    . Dnde demonios te habasmetido?

  • TRES

    Quiz sea mejor que meexplique. Nunca he hablado connadie de esto, pero creo que ya vasiendo hora.

    Podra decirse que Joe es,bueno, un ser ms evolucionado queel resto de nosotros. Lo conoc harpoco ms de diez aos, cuandodescubr que el novio con el quehaba estado tres aos y durante loscuales nunca pareci querercomprometerse, el doctor Michael

  • Stein, se haba casado con otra pocodespus de haber roto conmigo. Yono lo saba porque me haba largadoinmediatamente a la Costa Oeste parasanar mis heridas y tratar de empezarde nuevo. Dej muy claro a misamigos y a mi familia que no queravolver a or el nombre de Michael nisaber nada de l nunca ms. Unosaos despus, cuando ya pensaba quelo haba superado por completo,volv a Nueva Jersey, y en lacafetera del hospital tropec con unaversin de l ms atractiva, con msxito y mucho ms aposentada.

  • Aquella noche perd la cabezaimaginando un reencuentro romnticoantes de fijarme en el anillo dematrimonio en su mano izquierda. Elmazazo definitivo fue descubrir quesu esposa haba sido una colega maa la que jams tuve especial cario.

    El resumen de la historia es que,cuando acab mi turno aquella noche,baj a la playa a llorar y me encontrcon un hombre guapsimo, montadoen una Harley-Davidson. Era Joe.Ah, y otra cosa: Joe result ser Dios.No es ninguna broma. Al principio,yo tampoco me lo cre, pero es

  • cierto. Hizo de todo parademostrrmelo, incluyendocambiarme la vida, ensearme a serfeliz de nuevo y encontrar marido.

    Vamos, que hizo unos cuantosmilagros. Me dijo que poda llamarlecomo quisiera y me sugiri una listade nombres entre los que figurabanFuerza Universal, Dios, PoderSupremo, Joe y cosas por elestilo. Como soy lo que podradescribirse como una vctima de laescuela catlica, le dije queprefera llamarle simplemente Joe,porque sonaba mucho menos

  • intimidante que los dems nombres.l estuvo de acuerdo. Joe no hacaalarde de su poder en absoluto y esome gustaba. De hecho, me enamorun poco de l durante el tiempo quepasamos juntos, aunque todava meda reparo admitirlo.

    Por aquel entonces, Joe mehaba contado que se encontraba enuna especie de misin, durante lacual deba pasar un poco de tiempocon cada persona del mundo, en lugarde dirigirse a las masas, como habahecho durante su larga y tristehistoria. Esos das, iba por ah dando

  • a cada individuo una serie dedirectrices que slo resultabanpertinentes para esa persona enconcreto. La ltima noche que lo vi,Joe haba grabado mis directricespersonales en un pequeo amuleto deoro que me regal justo antes demarcharse.

    Aos ms tarde, cuando todavaera un beb, mi hija Gracie lo sacde mi joyero. En un abrir y cerrar deojos, lo ech al vter y tir de lacadena en un momento en que sesupona que Jim deba estarvigilndola. Me parti el corazn, y

  • Jim no entenda por qu me apenabatanto por un amuleto de oro tanminsculo. Como ya he dicho, nuncale haba contado esto a nadie hastahoy porque seguramente habranpensado que alucinaba y me habranencerrado. Jim segua preguntndomepor qu estaba tan disgustada, peroyo nunca se lo cont. Se ofreci acomprarme otro colgante, el quequisiera, para que dejara depreocuparme por el que habaperdido y no siguiera hacindolesentir mal. Le dije que nunca podrareemplazarlo y as qued la cosa.

  • Ninguno de los dos lo volvi amencionar. Nunca pens que vera aJoe de nuevo y, al no tener ningunaprueba tangible de su existencia,comenc a creer que quiz lo habasoado todo.

    Joe siempre encontraba la formade hacerme seguir el caminoadecuado, y no poda creer queestuviera viendo de nuevo suprecioso y sereno rostro. Estaba tanimpresionante como siempre, alto ydelgado, con algunas canas plateadasen el pelo antes de un negroazabache, que todava llevaba

  • elegantemente largo.Como la primera noche que lo

    vi, me tendi la mano. La acept contimidez e inmediatamente sent unasensacin que slo puede describirsecomo de estar de nuevo en el hogar.Joe me bes dulcemente los dedos yme invadi una profunda alegra.

    De repente, dese que Joe meabrazara con sus poderosos brazos yme protegiera de todo lo que mehaca dao. Dese fundirme con l,apoyar mi cabeza en su corazn yvolver a or las olas del ocano,como la noche en que nos conocimos.

  • Pero no me atreva.No tena ni idea de si sera

    apropiado o no, as que decidesperar y observar. Me qued de piecon la mano felizmente acurrucada enla suya, esperando algn signo queme revelara que todava podaabrazarlo.

    Entonces record algo y, poralguna extraa razn, de todo lo queme oprima en la vida, lo primeroque le dije fue:

    Por qu no me has queridotraer las gasas que te he pedido?

    Ay, Christine exclam, tras

  • rer a mandibula batiente, sin darmuestras de enfado

    Todava tienes mucho miedo ydesconfianza, verdad?

    Bueno, t tambin lo tendrasme defend, si vieras todas lasenfermedades contagiosas con lasque me encuentro a diario.

    Lo s admiti Joe,comprensivo, despus de otracarcajada. Pero tienes que olvidartodo eso. Yo s qu pasar con esascosas incluso antes de que ocurran.Slo intentaba ahorrarte algo detiempo y preocupacin. Eso es todo.

  • Saba que Harry no tena ninguno deesos... ay, cmo lo llamis?

    Factores de riesgo leasist. Eso, factores de riesgo. Ya, pero cmo iba a saber yo quepoda fiarme de ti? le solt. Me dicuenta de que haba adoptado un tonodefensivo, pero continu de todosmodos. Estaba ah tirada en elsuelo, hablando a un montn de pies.Adems, ahora tengo dos hijos y noquiero llevarles nada a casa, sabes?De acuerdo concedi Joe,haces bien en preocuparte. Me alegraver que el instinto maternal que

  • instal en ti funciona bien. Por cierto,lo has hecho muy bien ah dentro

    En realidad, me equivoqu admit algo avergonzada. Sesupone que antes de buscar el pulsohay que escuchar la respiracin.Supongo que estaba un poconerviosa. En el trabajo eso me habrahecho perder puntos.

    Joe levant la vista hacia elcielo, y me solt la mano y meti lassuyas en los bolsillos de losvaqueros. Vacil un instante y luegome mir de frente a los ojos.

    Tienes razn dijo

  • finalmente. Que hayas salvado unavida ah dentro no quiere decir quedebas permitirte ninguna negligencia,verdad?

    Hice una mueca, porque sabaadonde quera ir a parar. Nunca meha gustado congratularme demasiadopor nada. Por alguna razn (quesospecho que tiene que ver con mieducacin en un colegio religioso),siempre me he sentido mejor con lascrticas que con los cumplidos. Tenala sensacin de que Joe me lo iba areprochar.

    En serio, Christine dijo,

  • sacando las dos manos a la vez,nunca te cansas de vapulearte?

    Parece que no re.Se instal entre nosotros un

    pesado silencio, como una cortina deterciopelo. Como siempre, Joeesper a que yo decidiera qu msquera decir.

    Oh, Joe acab por estallar,sacudiendo la cabeza. Supongoque me siento fracasada.

    Por salvar a un hombre ahdentro?

    inquiri con ternura, y nohaba ni el ms mnimo indicio de

  • sarcasmo en sus palabras.No. Porque te he fallado

    confes. Porque he vuelto a lasandadas desde la ltima vez queestuvimos juntos. Quiero decir que,cunta gente tiene al propio Dioscomo su mentor personal? E inclusocon esa enorme ventaja, me he vueltoa sentir miserable. Supongo que loque me pasa es que estoyavergonzada y ya est.

    Ya veo dijo Joe, sincoincidir ni discrepar. Slo yaveo.

    No le mir a la cara; no quera.

  • En lugar de eso, me centr en susmanos, clidas, suaves, de un tamaodesproporcionado, aunque supongoque necesario para sostener losproblemas de la gente.

    Vi que una bandada degorriones se posaba en el asfalto,justo detrs de l, y comenzaban acomer, sin ceremonias, de una bolsade palomitas tirada en el suelo.

    Aunque algunos de losgorriones estaban a slo unoscentmetros de los pies de Joe, noparecan sentirse amenazados por supresencia y se dedicaban a lo suyo,

  • sabiendo que podan bajar la guardiamientras estuvieran a su lado.

    Conoca la sensacin.Hay algo ms que necesito

    decir murmur suavemente.Joe esper pacientemente a que

    descargara mis temores ypreocupaciones, y, la verdad, no ledecepcion. Las palabrascomenzaron a brotar de mis labioscon tanta rapidez que hasta olvidabarespirar. Eran cosas importantes ytena que sacarlas antes de perder losnervios.

    Temo que te canses de

  • ayudarme comenc con voztrmula. De verdad, puse enprctica todos aquellos grandesprincipios que me enseaste cuandotodava era soltera, pero despus mecas con Jim y, antes de darmecuenta, llegaron los nios y, de algnmodo, dej esas importanteslecciones en el cajn y me olvid deellas hasta que, al final, ya nisiquiera me parecan reales. Enese punto tom aire, pues lonecesitaba. Por eso tengo miedode que te sientas defraudado eimpaciente conmigo conclu.

  • Porque soy una alumna muy lenta,sabes?

    Ya veo.Volvi a quedarse mudo, por si

    haba algo que yo quisiera aadir aesa pequea diatriba.

    Satisfecho al ver que noquedaba nada ms, continu.

    Me parece que la nica quese muestra impaciente contigo eres tmisma me dijo con verdaderasinceridad. Es que no te dascuenta?

    Se nota que no has habladocon mi ma rido y mis hijos, ya veo.

  • No lo pill.Christine, a tu capacidad de

    aprendizaje no le ocurre nada measegur, sin hacer caso de mi ltimocomentario. La iluminacinespiritual no es ninguna carrera niningn concurso. En realidad, esmucho ms fcil recordar cmodebes cuidar de ti misma y cmopuedes ser feliz cuando t eres lanica persona de la que debespreocuparte. Cuando adems de todoeso tienes una familia, la cosa esmucho ms complicada. No te dascuenta? Cumpliste muy bien con esos

  • principios mientras eras soltera, peroluego te pas a un nivel con un retoligeramente superior. Debes verlocomo un aumento de categora.

    Me sent como si me acabarande quitar cien kilos de encima. Debhaber sabido que no encontraracastigos ni crticas en Joe Era unacriatura buena y llena de amor, y mepareca que su principal prioridadera siempre hacerme sentir mejor.Entendis ahora por qu meenamoro de este hombre cada vezque lo veo? Dnde se encuentracompasin, comprensin y amor

  • verdadero? Cmo podra haberalguien que no amara a este hombre?Todo el amor es perfecto afirmJoe. Record que poda leerme elpensamiento. Cuando nos conocimos,eso me sacaba de quicio, pero estavez no me molest. Supongo que esoera una muestra de progreso por miparte.

    Estoy muy asustada, Joe me o decir, y sin previo aviso rompa sollozar y las lgrimas empezaron aresbalar por mi rostro. Sientohaber metido la pata tantas veces.Tienes razn, claro. Yo soy la que se

  • impacienta y se frustra, y no sloconmigo misma. A veces me agobioy me enfado con los nios, y mesiento muy culpable... dije,conteniendo las lgrimas. Quieromucho a Joey y a Gracie, sabes?,pero tengo miedo de que ellos no losepan porque siempre estoy tensa,cansada y

    ajetreada.Todo ir bien, Christine

    me dijo con una enorme confianza,sonriendo afablemente. Entonces mesorprendi, porque me acerc a l.Yo disfrut del instante y respir la

  • esencia familiar de aquel hombrecomo si la hubiera estado ansiando, yde hecho, as haba sido. Como lospequeos gorriones que tena a lospies, me relaj por completo ante lapresencia tranquilizadora de Joe.Confa en m, vale? le osusurrarme al odo.

    Entonces sent que algo meoprima la boca del estmago. Eraclido, sobrenatural y maravilloso ala vez. Adems ara la puerta quedaba a mis recuerdos hasta querememor la ltima vez que lo habasentido. Era una sensacin

  • nicamente atribuible a Joe. Dejque los antiguos sentimientosrenacieran y me hicieran sentir denuevo guapa, tranquila y viva. Nopude evitar pensar si aquel exquisitoefluvio de emociones ysentimentalismo que estaba liberandopoda constituir una posibleinfidelidad por mi parte. Estabasiendo adltera? No paraba depreguntrmelo.

    Puedes parar de sentirteculpable, por favor? O que medeca Joe. Me re.

    Escucha dije, levantando la

  • cabeza para mirar su bello rostro,me muero de ganas de preguntartealgo.

    Pregunta me invit.Es sobre aquel guio que me

    hiciste hace diez aos, sabes de qute hablo?

    Se tom su tiempo y reflexionun momento.

    Te refieres a la noche queconociste a Jim y os largasteis en suHarley?

    S, eso es reconoc conentusiasmo. Nos paramos en elsemforo en rojo y yo mir fijamente

  • la medalla que Jim llevaba en elcuello. Entonces supe que l era elhombre que deba elegir.

    S. Me acuerdoperfectamente.

    Bueno, es que siempre me hepreguntado si no me equivoqu aquelda confes, y advert que habasonado algo sumisa. Odiaba ponermetan sensiblera e insegura.

    Por qu? pregunt Joe, sinhacer caso de mi repentinainseguridad.

    Ahora fui yo la que vacil antesde contestar. Bueno, yo pens que

  • t me dabas tu aprobacin. Ya sabes.Pens que me estabas diciendo queJim Ma Guire era el hombreadecuado para m. Ya sabes, mi almagemela y todas esas cosas. Estabaen lo cierto?

    Quiz respondi Joe,dibujando una sonrisa.

    Bueno, pues creo que a lomejor te equivocaste barruntinexpresivamente.

    Ah? fue todo lo que dijo,con cara de sorpresa.

    De nuevo, las lgrimas se meagolparon en los ojos, pidiendo ser

  • liberadas. Diez aos de dudas,decepcin y rabia en mi matrimonioquedaron instantneamente licuados ycorrieron mejillas abajo. Lo que mesali por la boca despus mesorprendi tanto como a Joe.

    Ya no quiero a mi marido balbuce y te he rezado duranteestos diez aos para que me ayudarasde algn modo, pero nunca me hicistecaso. No me escuchabas, verdad?

    Joe pareci algo dolido y mesent inmediatamente arrepentida porhaber sido tan dura con l. Hasta esepreciso momento, no me haba dado

  • cuenta de que haba estadoacarreando un terrible rencor contraJoe y contra mi marido, los doshombres ms importantes de mi vida.Pero ya no haba vuelta atrs. Habadicho lo que tanto haba temido decirdurante todo aquel tiempo y no habamanera de retroceder. Y en realidadtampoco quera.

    De verdad piensas eso,Christine? pregunt Joe con calma. Despus de todo lo que te heenseado, todava piensas que noestaba contigo? Por primera vez,no esper a que le contestara. Yo

  • estaba y t lo sabes insisti.Siempre estuve a tu lado, si no teimporta que te lo diga, pero testabas tan ocupada en tu universoque ni siquiera me viste.

    Eso tena toda la pinta de sercierto, pero no estaba dispuesta aadmitir mi culpabilidad tan pronto,as que me qued all de pie,respirando ruidosamente,lloriqueando y gruendo, sin deciruna palabra. Quera volver a estarsegura de su amor por m.

    Estuve ah el da de tu bodacontinu Joe. Y s que entonces

  • lo sabas. Me equivoco?Muy bien. S, de ese da me

    acuerdo coincid. Ese da nottu presencia.

    Y tambin estuve ah cuandodiste a luz al pequeo Joey y, dosaos ms tarde, a Grade aadi.

    Pues no lo pareca dije,ponindole morros. sas dosfueron las ocasiones en las que meconvenc de que no me escuchabas.

    Cmo no iba a escucharte?ri. Recuerdo que gritabas minombre con todas tus fuerzas.

    Aunque me sent un poco

  • avergonzada, todava necesitaba mspruebas, como siempre.

    Vale, muy bien, s queestabas ced. Pero, y el dinero?Y mis dolores de espalda, misjuanetes y mi fatiga crnica? Yencima tengo que ir a ese odiosotrabajo para sobrevivir. Qu pasacon todo eso, eh?

    Joe se qued mudo tanto ratoque me pregunt si me haba pasadode la raya. Sin embargo, justo cuandoiba a disculparme, me abraz entresus brazos fuertes y tiernos. Mesorprendi lo poco que me costaba

  • pasar de ser una adulta enfadada yacusadora a ser una nia asustada yconfusa que necesitaba consuelo.

    Tu actual estilo de vida quizrequiera que trabajes en el hospitaluna temporada susurr suavementeen mi odo, pero no tienes quesentirte desgraciada por eso.

    Por supuesto, tena razn, perono saba cmo encajar un trabajo queerosionaba lentamente mi espritualtruista, o lo que quedaba de l.Adems, en aquel momento, erademasiado inestable para pensar conclaridad. Slo quera consuelo y

  • esperaba que Joe lo entendiera.No me decepcion. Antes de

    que yo pudiera volver a la carga conms acusaciones de negligencia, Joevolvi a acercarme a l con un gestoprotector. Apoy la cabeza en supecho, y l me acarici el pelo conternura, consiguiendo que volviera asentirme como una nia pequea.

    Pensaba que todo esto ya lohabamos solucionado hace diez aosdijo, y suspir, pero supongoque un pequeo refuerzo no te vendrmal. Entonces me abraz an msfuerte. Deja que te cuente algo de

  • lo que he presenciado de tu vidadurante estos diez aos sugiri yluego decides si te he estadoescuchando o no, vale?

    Asent en silencio y empez arecitar con su voz profunda toda unaletana de sucesos, algunos de loscuales ni siquiera yo habra podidorecordar con precisin.

    Me avergonc cuando mencionque yo haba estado marcando ensecreto las botellas de whiskydurante aos para saber cunto bebaJim en una noche. Me habl de lasdepresiones posparto que sufr las

  • dos veces que di a luz, y de cmo lashaba ocultado a mi marido y a miscompaeros de trabajo. Saba queuna noche me haba puesto el abrigoy me haba ido de casa porque losnios me estaban volviendo loca,pero me record que simplemente mehaba quedado bajo la ventana y quelos haba estado observando,llorando en silencio entre los setoscubiertos de nieve. l comprendaque aquella noche yo haba llegado ami lmite y me felicit por habermetomado un descanso, en lugar dedecir o hacer algo que tal vez

  • despus hubiera lamentado.Como si aquello no bastara, Joe

    continu explicndome que me sentacelosa de mi propia hija. Abr laboca para protestar, pero me callporque saba que estaba en lo cierto.Me dijo que, aunque yo slo queralo mejor para Gracie, tambinenvidiaba las oportunidades de lasque ella dispondra y con las cualesyo jams haba contado. A diferenciade las generaciones de mujeres quela haban precedido, la vida deGracie estara llena deposibilidades, sin limitaciones

  • debidas a su sexo.Tanta sinceridad me estaba

    provocando dolor de cabeza, peroJoe no paraba. Pas a hablarme deltrabajo y me hizo ver que me sentainferior por ser una simpleenfermera de planta. l sabaperfectamente que deseaba trabajaren la UCI, en quirfano, o en algunaunidad de alta tecnologa quemereciera ms respeto. Ni siquieraintent contradecirle.

    Despus me habl de las vecesque haba renunciado a ir a la playaporque no soportaba verme a m

  • misma en baador. Y lo que es peor,estaba enterado de que no habavuelto a ir al club a escuchar a Jim ya su banda porque tema que susjvenes admiradoras se preguntaranqu haba visto Jim Ma Guire en m,el adefesio estropeado y obeso de suesposa.

    Entonces Joe sac la artillerapesada y comenz a repasar mimatrimonio. Me dijo que estabaresentida con el talento artstico deJim, porque estaba convencida deque yo no tena ningn don similar.Joe sostena que yo, adems de

  • envidiar el talento de mi marido,envidiaba que disfrutara tanto de sutrabajo, mientras que yo cada dadeba realizar un gran esfuerzo paracumplir con mi turno en el hospital.Me maravillaba el hecho de que eltono de Joe no denotara el menoratisbo de reproche mientrasenumeraba todos esos defectos de micarcter. De hecho, notaba que de lno emanaba ms que puro amor,comprensin y hasta compasin.

    Finalmente, Joe mencion unltimo resentimiento que yo nisiquiera me haba atrevido a

  • expresar con palabras. No pudereprimir una mueca de dolor al orledecir que me asustaba que los niosquisieran ms a su padre que a m.

    Esta ltima declaracin meimpresion realmente. Y no sloporque fuera cierta, sino porque erala observacin ms dolorosa que Joeme haba hecho jams. Mis hijos sonlo ms importante del mundo param. Sin embargo, todo el tiempo quepaso lejos de los nios hace quesienta que estoy perdiendo laconexin con ellos. Eso esprecisamente lo que me aterra. La

  • cuestin es que, a causa de nuestroshorarios disparatados, Jim puedepasar ms horas con ellos, mientrasque yo gasto toda mi energa en elnico trabajo que en realidad nosmantiene a todos. Aunque para serjustos, debo admitir que Jim sueleser mucho ms divertido que yo ytambin acostumbra a estar de mejorhumor.

    Debera haber sabido que nopodra ocultar a Joe esos dolorosossentimientos. A pesar de misprotestas, haba logrado penetrar enlo ms profundo de mi ser y me haba

  • arrancado mis ms oscuros secretos.Me sorprendi darme cuenta de quecompartir todos esos miedos,privados y ocultos, con otra personahaba hecho que empezaran a sermenos importantes. De repente, mesenta mucho mejor.

    Joe haba creado un entornoseguro para que pudiera sincerarmeconmigo misma. De alguna manera,haba dado voz a todos mis fallos y atodo mi resentimiento, a todas laspalabras irritadas que nunca habapronunciado y que todava tenaatragantadas, a todas las dagas que

  • permanecan clavadas en mi coraznpor las duras palabras que Jim y yo aveces intercambibamos. Cuandohubo terminado, Joe me abraz ensilencio y me acarici el pelo.

    No pasa nada metranquiliz. Todo mejorar,Christine. Te lo prometo.

    Pero es que es desesperantesolloc con la cabeza apoyada ensu hombro. Es demasiado, Joe.Tengo que cambiar demasiadascosas. No creo que pueda.

    Claro que puedes refut l,riendo. Una chispa de irritacin se

  • me encendi en el estmago cuandome dijo aquello. No tena ningunagracia. Me senta abrumada ante lainmensidad de los retos que meesperaban y apenas confiaba en micapacidad de arreglar todos losfallos que l haba enumerado.

    Ya veo que todava estamosun poco susceptibles dijo Joe condulzura.

    No puedo, Joe afirmrotundamente, levantando la cabezapara mirarle de frente. Todavalucho contra los mismos tresproblemas contra los que he luchado

  • toda mi vida, pero en mayor escala.Mis relaciones, mi trabajo y mi pesoson todava los tres mayoresobstculos para alcanzar la felicidad,y todo indica que no soy capaz desuperarlos. Ni siquiera s por dndeempezar.

    Quiz superarlos no sea lomejor sugiri con tacto. Quizsaceptarlos tal como son sea un buenprincipio continu. Y a partir deah, intenta hacer cosas que te ayudena cambiar.

    Entonces me separbruscamente de l, a pesar de que

  • todava no s muy bien por qu.Joe, ahora mismo todo esto es

    demasiado, vale? espet. Estoycansada, soy demasiado sensible ytengo que hacer un milln de cosasen las prximas dos horas. No puedoquedarme sentada y aceptar lascosas tal como son.

    Joe pareci herido por uninstante, pero no tard enrecuperarse.

    Si me lo permites comenzeducadamente, no me parece quehayas empleado toda esasensibilidad hacindole el boca a

  • boca al viejo Harry.Bueeeeno, no dije

    lentamente, ordenando las ideas paradefenderme. Qu esperabas? Soyuna profesional.

    Ah, claro dijo, asintiendo. Una profesional.

    Se produjo un silencio tenso yya no supe qu decir. Saba que mireaccin haba sido excesiva y quehaba actuado mal, pero necesitabadesesperadamente que me escucharany me comprendieran, y aquella habasido la primera oportunidad que seme haba presentado en mucho

  • tiempo. Me maravillaba al ver quepor testaruda que me mostrara con l,Joe nunca se ofenda. Cuntodeseaba ser como l!

    Saba que tena que volver acasa a despertar a los nios para ir alftbol y prepararles el desayuno,pero no quera dejar las cosas en unpunto tan doloroso como aqul.Supongo que Joe debi de leerme elpensamiento otra vez, porque mearrebat las llaves con dulzura y meabri la puerta del coche.

    Oye, todava tienes aquelpequeo amuleto que te regal?

  • pregunt, resplandeciente. Yasabes, el que llevaba grabadas tusseis directrices.

    No confes con el coraznen un puo. Lo siento, pero no.Gracie lo tir al vter cuando tenados aos.

    No pareci entristecerse.Por casualidad te acuerdas

    de cul era la nmero tres? mepregunt, aunque yo no estaba segurade si era una pregunta trampa o unapeticin sincera.

    La nmero tres? repet,haciendo tiempo. Hum, era esa que

  • deca algo de reducir el ego, no?No respondi, sacudiendo

    la cabeza. De repente, pareca muchoms animado, atormentndome conacertijos como sola hacer en losviejos tiempos.

    Bueno rogu, sonriendosumisamente, no me tengas en vilo.

    Cuida de tu persona, antetodo y sobre todo enunci. Esoes lo que deca.

    Esper una explicacin msextensa, puesto que la experiencia mehaba enseado que sta no iba atardar en llegar. Sin embargo, lo que

  • dijo despus, me dej sin aliento.No lo ves, Christine?

    insisti Joe con evidente sinceridad. No has dejado de querer a tumarido; es a ti a quien has dejado dequerer.

    Esas palabras me golpearon elalma como una bola de demolicin ehicieron aicos todas mis teoras ymis anteriores convicciones. Seracierto? Todava haba esperanza desalvar mi matrimonio? Y lo que erams importante, era yo la nica quetena la clave para hacerlo?

    Cerr los ojos y volv a

  • regaadientes al presente. Joe seguasujetando la puerta del coche y meinvitaba a subir. Como en un trance,me sent en el asiento del conductor,con la sensacin de no tener ni unsolo hueso en el cuerpo.

    A cmara lenta, introduje lallave en el contacto, y Joe se inclinhacia m.

    Enamrate de ti misma,Christine susurr, y vers comotodo vuelve a su cauce. Y digo todo.

    Sin saber muy bien cmo, meencontr saliendo del aparcamiento yen direccin a casa. Me senta muy

  • alterada. Lo nico que pude musitarmientras el coche avanzaba hacia eleste, hacia el sol naciente de agosto,fue un profundo y prolongadoguau.

  • CUATRO

    Jim y los nios ya se habanlevantado cuando llegu.Estabansentados ante desayunos a medioconsumir. Joey y Gracie ya estabanvestidos con el uniforme azul yblanco en el que se lea Liga deFtbol de Neptune City conenormes letras azules en la partedelantera y Ma Guire con letrasperfectamente bordadas sobre suspequeas espaldas. Jim, que todavatena los ojos hinchados de sueo, o

  • quin sabe si de demasiadas copasde la noche anterior, serva zumo denaranja y reparta las servilletas congran destreza.

    Lo observ durante un momentodesde la puerta, y me pregunt porqu me importaba tanto lo quehubiera bebido la noche anterior. Suadiccin al alcohol no me afectabapara nada. El es quien tiene quesufrir la resaca, pens. Con todo,todava me preguntaba cuntas copashaba tomado y, lo que era msimportante, con quin.

    Joey fue el primero en reparar

  • en mi presencia.Hola, mami me dijo, con la

    boca llena de cereales. Te hasacordado de comprar tortas de maz?

    Qu? Tortas de maz? respond despistada. Creo que s.Por qu no vas al coche y traesalgunos paquetes, cario?

    Bueno, espero que te hayasacordado del regaliz rojo mascullGracie. Me lo prometiste teacuerdas?

    Not que Jim me observaba.Ests bien, Christine?

    Pareces un poco... rara.

  • Ah, s. S, estoy bien ment. Es... que... siento haber llegadotan tarde aad.

    No estaba dispuesta hacomentar mi encuentro con Joe,porque era algo demasiado personal.El cerebro me iba a mil por horamientras pensaba en algunaexplicacin creble para mi tardanza.En el peor de los casos, usara lo delboca a boca. No sera exactamenteuna mentira, sera slo lo que lasmonjas solan calificar de pecadode omisin.

    No llegas tarde, Chris dijo

  • Jim, confuso. Llegas comosiempre.

    Mir el reloj y, cierto, eran slolas seis y cuarto, mi hora habitual dellegada. Eso significaba que todavame quedaba tiempo para darme unaducha y llegar a las siete al trabajo.Qu estaba sucediendo? Pens quela conversacin con Joe haba tenidoque durar por lo menos veinte otreinta minutos, y recordabaperfectamente haber mirado el relojdel coche y haber visto que eran lasseis y diez. Cmo es posible que eltiempo que haba pasado con Joe no

  • existiera?Seguro que ests bien?

    insisti Jim. Te veo... diferente.Slo estoy cansada

    contest por inercia.Hbilmente, Jim caz al vuelo

    una tostada que acababa de salir dela tostadora.

    Vaya una novedad! murmur para el cuello de su camisa.

    Me prepar para replicarle conalgn comentario sarcstico.Comenc a reunir frases en micabeza sobre lo mucho que trabajaba,lo poco que dorma y el derecho que

  • tena a estar cansada. Pero, derepente, me di cuenta de algoabsolutamente increble: no estabacansada en absoluto! Quizs era laprimera vez que no me sentacompletamente exhausta desde queJoey haba nacido, nueve aos atrs.En realidad, me senta muy bien. No,fantsticamente; me senta genial,llena de energa y hasta un pocoeufrica. Qu me pasaba? No eranormal.

    Corr de cabeza al bao,dejando a Jim perplejo y confuso.Encend la potente luz del techo y me

  • mir detenidamente en el espejo. Loque vi me impact.

    Christine Moore me estabamirando, con un rostro fresco,tranquilo y sin arrugas, a pesar deestar bajo una bombilla de 120vatios. Despus, el dolor crnico enla regin lumbar desaparecimisteriosamente, igual que el dolorsordo de mis juanetes.

    No me caba la menor duda deque Joe tena algo que ver con todoeso.

    Como los amantes que aprietanlas manos contra el cristal que los

  • separa en la sala de visitas de unaprisin, coloqu mis dedos decuarenta y ocho aos con todadelicadeza sobre aquella maravillosaimagen de mi juventud que estaba alotro lado del espejo. El reflejo alzunas manos que eran blancas ysuaves, llenas de juventud. Sinembargo, en mi lado del espejo, lasmanos estaban cubiertas deminsculas arrugas secas y de unapiel transparente que dejaba ver losnudillos prominentes y las venasazules. Hipnotizada, me inclin paramirarme todava ms de cerca.

  • Dnde has ido a parar? susurr, dejando un pequeo crculode vaho en el cristal.

    Christine? Jim mellamaba desde el vestbulo. Estsbien?

    Antes de que pudieracontestarle, se plant en la puerta yla maravillosa figura del espejo seesfum con la misma rapidez con laque haba aparecido.

    S, estoy bien contest.Nunca haba estado tan bien.

    Preocupado, Jim me mir de lacabeza a los pies e hizo un gesto de

  • incredulidad.Mientras me duchaba, pens en

    todo lo que me haba sucedidoaquella maana y en mi conversacincon Joe. A pesar de mi ferozresistencia, una sutil semilla deesperanza y optimismo trataba dearraigar de nuevo en mi corazn. Meencantaba la sensacin, aunque no meatreva a confiarme. Me daba miedopensar que las cosas podan mejorar,pero me asustaba an ms pensar quequiz no mejoraran.

    Lamentaba no haberle hechoms preguntas a Joe. Por ejemplo, me

  • preguntaba si todava llevaba unaHarley. No lo vi llegar ni irse, asque no lo saba seguro, aunqueesperaba que s. Haba algo en suimagen sobre esa magnfica mquinaque irradiaba libertad, autenticidad ypoder personal: todo aquello que Joerepresentaba.

    Sin embargo, lo que peor mesupo fue no haberle preguntado cmopodra contactar con l o cundo lovolvera a ver, si es que iba a volvera verlo. Me pregunt si Joe mellamara a casa, e inmediatamentecomenc a preocuparme por si lo

  • haca. Qu pensara Jim sidescolgara l el telfono? Qu ledira Joe? Qu le dira yo? Y porqu me senta culpable si no habahecho nada malo?

    Pas una semana entera sinnoticias de Joe. Aun as, encontrabapruebas de florecientes milagros encosas en las que nunca habrareparado. Por ejemplo, mi ansia porcomer dulces empez a desaparecer.Cuando vea a Gracie sentadadelante de la tele, devorando suregaliz rojo, no senta ni la msmnima tentacin de quedarme con

  • unas cuantas tiras. A decir verdad, loencontraba repulsivo, lo que no dejade ser extrao, porque era una de misgolosinas preferidas.

    Entonces, por pura casualidad,encontr la vieja placa dorada quecompr despus de graduarme en laescuela de enfermera para llevar minombre en la bata. Lo consider otropequeo milagro, porque no sabaque todava la conservaba. Ladescubr enterrada en el fondo de unviejo joyero que le iba a dar aGracie y a sus amigas para quejugaran. Haca diez aos que no la

  • vea y la sostuve en la mano connostalgia mientras lea la inscripcin.Christine Moore, E. D., deca, yrecord con qu orgullo haba lucidoaquellas iniciales junto a mi nombre.

    De aquellos das hasta hoy, lapoltica y los procedimientos habancambiado drsticamente en el CentroMdico Metropolitano, yprobablemente tambin en los demshospitales. Ahora las enfermerasdiplomadas de nuestro hospitaltienen que llevar la misma tarjeta deplstico que todos los dems,incluidos los tcnicos de rayos X, los

  • ordenanzas y hasta el servicio delimpieza. En la etiqueta figuraba ellogotipo del hospital, una fototamao carn y slo el nombre depila del empleado, seguido de unpequeo eslogan que deca:Compaeros en asistencia. Ya nose indica ni el ttulo acadmico ni elpuesto, todos son compaeros enasistencia.

    A m me pareca que eso daba alos pacientes una falsa sensacin deseguridad y haca que asumieranerrneamente que todo el queparticipaba en su asistencia estaba

  • igualmente cualificado. Algo que,por supuesto, le convena al CentroMdico Metropolitano.

    Met rpidamente la vieja placadescolorida en un recipiente conlimpiador de metales y la frot conun trapo suave hasta que le saqubrillo. Cuando fui a trabajar al dasiguiente, hice algo completamenteimpropio de m. Mi coloqu la placade oro reluciente y luc m E. D.con actitud desafiante. Lo increbldel caso es que nadie, ni siquiera elauxiliar ad ministrativo amargado demi planta, se atrevio a decirme nada:

  • otro pequeo milagro.A consecuencia de mi encuentro

    con Joe tengo que admitir quecomenc a encontrar excusas para iral Shop-Well ms a menudo de loestrictamente necesario. Meacordaba de que necesitbamos lecheu olvidaba deliberadamente comprarcereales, para volver a la maanasiguiente. Pese a que slo me llevabauno o dos artculos cada vez,recorra todos y cada uno de lospasillos en una especie de misin dereconocimiento, con la esperanza devolver a tropezarme con Joe.

  • Jim cada vez estaba mspreocupado por lo que a l le parecaun estado de distraccin alarmante. Apesar de que estaba absolutamenteimpresionado con toda aquella nuevaenerga en m, me percat de susmiradas suspicaces y de las malascaras que me pona cada vez queanunciaba que tena que hacer otroviaje al supermercado.

    Tambin comenc a arreglarmeun poco por la maana, antes de salirhacia el Shop-Well. Tampoco es queme esforzara demasiado, pero meparaba a maquillarme y me cepillaba

  • el pelo antes de recogerlo en unacoleta. Un par de veces vi que Jimolisqueaba el aire mientras dorma,despus de que yo me hubiera echadounas gotitas de perfume. Sonre.Tambin comenc a ponerme unpauelo de colores en la coleta, enlugar de dejar que la goma elsticarealizara sola su funcin. Al fin y alcabo, Joe haba dicho algo de que mecuidara ms, no? Adems, cmopoda enamorarme de m misma sime exhiba en pblico tal como melevantaba de la cama?

    Tras la segunda semana de

  • infructuosa bsqueda entre lospasillos del Shop-Well, donde noencontr ninguna pista de Joe,comenc a darme cuenta de lo tontaque estaba siendo. Por experiencia,saba que si Joe quera que lo viera,no tendra ningn problema paraencontrarme.

    Pas otra semana y me sentacon tanta energa que un da me llevlas zapatillas de deporte alsupermercado, para as poder correrpor la playa despus de haber hechola compra. Llevaba aos sin correr yme avergonzaba que me vieran en el

  • paseo entablado, donde loscorredores serios iban a realizar susejercicios matutinos. Supuse que nosera tan humillante si evitaba elpaseo entablado por el momento, porlo menos hasta que me encontrara enmejor forma.

    Decid correr por la arenamojada y compacta de la orilla, quecasi nadie utiliza por miedo aarruinar las caras zapatillas dedeporte con el salitre del agua. A miszapatillas tanto les daba, porque yales haba hecho un corte para que seadaptaran a mis juanetes. Era la

  • nica forma de poder correr sin tenerque soportar un dolor insufrible.Cuando era joven, no tena queutilizar esta clase de trucos, perotampoco estaba en tan mala forma.

    Inici mi nueva rutinaesforzndome tanto como mepermitieron mis msculosaletargados. Me plant delante de laorilla y realic una tmida sesin deestiramientos. Despus de esospreparativos, ya estaba lista.

    La maana era agradable y elcielo del color de los pomelosrosados. Inspir profundamente y

  • comenc a correr despacio. La brisamarina alimentaba una niebla frescaque flotaba sobre la cresta de lasolas y me salpicaba con surefrescante humedad. Me senta cadavez ms despierta a medida quellenaba los pulmones con el aire delocano. Haba decidido no medir lasdistancias, slo controlara el tiempoe intentara correr de forma constantedurante veinte minutos.

    Me cost mucho ms de lo quehaba pensado. Al cabo de slo cincominutos, repar en la dolorosaexistencia de ciertos msculos que

  • no haban cobrado vida en ms deuna dcada. El sudor me empapabala frente y me atac el flato, perosegu adelante, inasequible aldesaliento.

    Otro corredor solitario se cruzconmigo y me salud con la cabeza.Consegu controlar la respiracinpara dar la falsa impresin de quecorrer no me causaba problemas. Porsupuesto, justo despus de quepasara, baj la marcha y solt ungruido.

    Transcurridos los veinteminutos, me detuve de golpe y

  • comenc a caminar en pequeoscrculos, con las manos en lascaderas, jadeando y sudandoprofusamente. Me detuve y meinclin hacia delante, intentandocontrolar la respiracin y calmar eldolor en el costado.

    No me di cuenta de que, a solounos pasos, haba un hombre de pelolargo sentado sobre una Harley-Davidson.

    No es imprescindible sufrirpara perder peso dijo una vozmelodiosa.

    Aunque el tono era tranquilo,

  • me sac de mi estado absorto y di unrespingo.

    Joe exhal, pasmada anteaquella visin.

    Tom un poco ms de aire. Noestaba segura de si me haba quedadosin aliento por el ejercicio o por lasorpresa de volver a verlo. Susrasgos eran ms suaves, como si loestuviera mirando a travs de la lentede una cmara especial, con la caratan radiante como el mar centelleantey ligeramente iluminado por elresplandor rosado del cielo matinal.

    Qu te parece el amanecer?

  • me pregunt, levantando la miradahacia el cielo incandescente quetena a mi espalda.

    Una brillante lnea carmesiluminaba el horizonte, como unpreludio del sol naciente.

    Es precioso suspir.Verdaderamente magnfico.

    Pues t tambin, Christine dijo simplemente. Qu?

    Digo que exactamente comot aadi tras una breve pausa.No te mates con el ejercicio ni connada por el estilo. Eres preciosa entodas tus etapas, Christine... como el

  • amanecer. Intenta disfrutar delproceso.

    Estaba a punto de llorar, meardan los ojos. Haba pasado unmontn de aos desde la ltima vezque un hombre me dijo que era bonitay, hasta ese preciso momento, ni yomisma era consciente de lo muchoque haba deseado que volvieran adecrmelo.

    Esta vez no me par a pensar.Corr hacia Joe y le lanc los brazosal cuello. l me acogi con un abrazodulce y clido.

    Las cosas no son tan difciles

  • como quieres que parezcan, Christineme susurr al odo. Todo esmucho ms fcil de lo que parece.

    . Vale, intentar recordarlole promet, levantando la cara paraver sus ojos color caoba. Lo quepasa es que todo me superaenseguida sabes? Me preocupo porlos nios, por el dinero, por Jim ypor m, y por lo que puede suceder sino consigo arreglar nuestra relaciny...

    Shhhh susurr Joe con unasonrisa, ponindome el dedo en elhoyuelo del labio superior. Deja

  • que te ensee una manera de sabercul debe ser tu prioridad del da,vale? Ests preparada?

    Dime. Tragu saliva.Mira el espejo comenz.

    En serio. Es as de simple insisti,con sus manos envolviendo mi rostro. Si quieres saber lo que tienes quehacer, mira el espejo y lo que veasen l ser en lo que quiero quepongas especial cuidado ese da.

    Pero si siempre veo lo mismoprotest. A m.

    Pues ah est contest.Pero...

  • Esa es la clave meinterrumpi. Si quisiera que fuerascontando las copas que tom Jim lanoche anterior o con quin se lastom, en el espejo veras reflejada lacara de Jim. Pero no la ves, verdad?Y eso es porque el que tiene quecuidar de Jim es Jim y la que tieneque cuidar de ti eres t. Entiendes?

    Pero...Pero nada me cort Joe,

    con una carcajada. Por qusiempre te cuesta tanto aceptar laslecciones ms simples? Te di estecuerpo y esta vida para que hicieras

  • lo que quisieras, pero no puse en tusmanos el control de la vida de nadiems. Lo comprendes?

    En ese momento no dije nada.Joe tena razn, claro. Pero es que nome imaginaba cmo iban a ir lascosas si no me mantena alerta y nocontrolaba personalmente losaspectos econmicos y prcticos delcuidado de la familia.

    Y, por cierto aadi conuna sonrisa maliciosa, controlar eluniverso es mi trabajo; no el tuyo,vale? Queda claro?

    Estaba asustada. Joe pareca

  • pedirme que dejara de intentarcontrolar todo lo que, de todasmaneras, tampoco conseguacontrolar. Supongo que queraensearme que mis sensaciones depoder y eficiencia eran slo unailusin.Sin embargo, no poda pararde preguntarme qu pasara si lodejaba todo al azar. Quin haratodo el trabajo de casa? Quinpreparara la comida para los nios?Quin la comprara? Y lo que erams importante an, de dondesaldra el dinero?

    No, me dije, Joe se haba

  • equivocado por completo en eso.Alguien tena que asumir laresponsabilidad de llevar una casa, yese alguien tena que ser yo. Esindiscutible que Jim es un soador yun artista, mientras que yo soyprctica, sensata y realista. Shacerme con el control de lasituacin y lo avalan mis veinte aosde enfermera. No me caba la menorduda de que yo deba asumir elcontrol. Abr la boca paraexplicrselo, pero Joe ya habacomenzado a hablar.

    Dnde ha quedado el

  • romanticismo de tu vida, Christine?me pregunt, y la pregunta mesorprendi. Y ya que estamos,dnde est tu sentido del humor? Ytu creatividad? Y tus ganas dedivertirte? Y tu pasin?

    Tena la ligera impresin de quemi boca segua abierta pero, aunquesea raro en m, no sala de ella ni unapalabra.

    Mira murmur Joesuavemente, mientras apuntaba alhorizonte, detrs de m.

    Obediente, me volv y lo que vime hizo ahogar un grito de asombro.

  • El cielo era una mezclaindescriptible de tonos rosados ydorados, donde se recortabanbellamente las siluetas de los botesque navegaban a lo lejos. Unregimiento de delgadas nubes delcolor de las llamas escoltaban almajestuoso sol de oro, que, alzadosobre el ocano, derramaba unasuave luz dorada sobre la playa.

    Ay, Joe logr balbucear,incapaz de apartar los ojos deaquella espectacular vista. Cuntarazn tienes. Dnde est elromanticismo de mi vida?

  • Esper su sabia respuesta.Como no llegaba, me volv y mesorprendi ver que, salvo por lashuellas recientes de los neumticos,la playa estaba completamentedesierta.

  • CINCO

    Las preguntas de Joe meobsesionaron durante unos cuantosdas. No poda dejar de pensar encmo podan redescubrirse aspectostan intangibles como elromanticismo, la diversin, la pasiny la creatividad. Por dndeesperaba que empezase? Adems,cualquier persona razonable quesupere los cuarenta sabe que eso soncosas que suelen desaparecer cuandose entra en la mediana edad. Si

  • tuviera que decir algo, dira que losperd en las mismas misteriosas yoscuras cavernas de mi mente quetambin se haban tragado elentusiasmo, el idealismo y laesperanza por un futuro mejor.

    La supervivencia y la seguridadeconmica haban reemplazadoinsidiosamente las frivolas metas dela juventud, y quiz sea as como sesupone que debe ser. Quiero decirque, cuando se tiene una familia, haymuchas ms cosas por las quepreocuparse que las pasiones y ladiversin. Al menos, eso era lo que

  • yo siempre haba credo. Si sa erala manera, como siempre indirecta,en que Joe me indicaba que debatomar un nuevo rumbo, me parecique lo mismo me poda haber pedidoque sacara un conejo de una chistera.Simple y llanamente, no podahacerlo.

    Me qued sentada en el coche,reflexionando sobre todo eso,mientras esperaba delante de laescuela de karate a que los niosacabaran su clase. Pensaba llevarlosa casa para que cenaran rpido yJoey se pusiera con los deberes.

  • Luego llevara a Gracie a su clase deballet. Pero entonces ocurri algoextrao. Joey sali como untorbellino por la puerta de la escuelay se meti de cabeza en el coche, conuna cajita de cartn llena de hierba ytrozos de lechuga. Sin darme tiempoa preguntar nada, Gracie aparecicon un conejito esculido acurrucadoentre sus bracitos rechonchos.

    Supongo que no deberahaberme sorprendido.

    Mami! exclam Joey conla excitacin propia de los nios denueve aos. Gracie ha encontrado

  • un conejo! Nos lo podemos quedar?Por favor, mam. No darproblemas. Podemos? Por favor.

    No sabes si l es un conejoreproch Gracie a su hermano.Podra ser una coneja, verdad,mami? dijo, sosteniendo altembloroso animal contra el pecho. Nos la podemos quedar? Porfavor, podemos? Ya le he puestonombre. Se llama Jersey.

    Entonces ocurri otra cosaextraa. Me o decir s, a pesar desaber que sera yo la que acabaracuidando de aquel dbil animalillo.

  • En aquel momento, no era conscientede que aquel conejo medio muerto dehambre que sostena mi hija sera elcatalizador de algunos importantescambios en la dinmica de nuestrafamilia.

    Gracie decidi que no quera ira su clase de ballet esa noche y,aunque s que deb darle un sermnsobre la responsabilidad y sobreacabar lo que se empieza, la verdades que sent un gran alivio. No tenaganas de conducir ms, y eso por nomencionar que as podra preparar laverdura y la pasta que haba

  • comprado por la maana en una demis excursiones diarias al Shop-Well.

    Nunca imagin que llegara aestar ansiosa por cocinar, pero, porraro que parezca, al disponerinesperadamente de un rato libre, meentraron ganas de cocinar unaautntica cena casera para mis hijos.Jim tena un par de clasesapalabradas en la escuela primariade Bradley Beach y luego unaactuacin con su banda en elHarold's, as que no llegara a casahasta mucho ms tarde. Por algn

  • motivo, eso tambin me quit un pesode encima. Supongo que me sent unpoco ms libre para experimentar enla cocina. Y no es que Jim se hubieraquejado nunca. Supongo que slotena miedo de que se quejara algnda.

    Me sorprend tarareandomientras pona a hervir el agua parala pasta y comenzaba a cortar lostomates, las cebolletas y los ajos.Entonces capt un sonido muyextrao procedente del saln, dondeJoey y Gracie jugaban con su nuevamascota. Se trataba del maravilloso y

  • caracterstico sonido de lasconversaciones. Por increble queparezca, su entusiasmo infantil porJersey les haba hecho olvidar susentretenimientos habituales, esto es,la tele, los videojuegos y los cedes.Por primera vez, no se oa nada msque las risillas sofocadas y loscomentarios emocionados de mis doshijos. Sus risas y sus chillidos deplacer me acariciaban los odos y,por un momento, dej de cortar laverdura y me qued escuchndoloscon una enorme sonrisa que naca delo ms profundo de mi ser.

  • Cenamos en la mesa, juntos, sinmirar el reloj y sin el parloteoincesante del televisor. Meavergenza admitir que ni siquierarecordaba la ltima vez quehabamos cenado as. Los nios mecontaron que Gracie habaencontrado el conejo en el patio delcolegio. Joey la haba ayudado acapturarlo, y la maestra de Gracie leshaba explicado los pormenores de ladieta de un conejo. Nos remos,charlamos, comimos.. . Y tuve lavaga impresin de que un rincnhambriento de mi alma encontraba,

  • por fin, alimento.Gracie y Joey jugaban a pillar

    en el jardn mientras yo lavaba losplatos y los observaba desde laventana de la cocina. La tarde deseptiembre, en los ltimos das delverano, era todava clida yagradable. Hasta el irritante ruido dela puerta mosquitera, que no parabade dar portazos, me traa recuerdosagradables de los dasdespreocupados de mi infancia y medi perfecta cuenta de que meacababan de hacer un regaloprecioso.

  • Los chicos se sentaron en lamesa de la cocina e hicieron susdeberes, mientras yo les preparabalos bocadillos para el almuerzo delda siguiente. Estaba concentrada conel bote de mantequilla de cacahuetecuando Joey me pregunt si querahacer un test de inteligencia. Ledije que s y l me hizo unas cuantaspreguntas simples, que yo respondsin pensarlo entre fruta, pan, tarros yenvoltorios. Gracie y Joey se reande mis respuestas. No entend qu leshacia; tanta gracia hasta que, en ladcima pregunta, Joey me dedic una

  • mirada maliciosa y me dijo: Gracias por hacerme los deberes,mami. Por lo que fuera, no se meocurri darle un sermn sobrehonestidad y, en lugar de eso, me rede m misma. Para sorpresa ma,rerme me haca sentir mucho mejorque sermonear.

    Despus de que se baaran, nosreunimos todos en la habitacin deGracie, donde se pusieron lospijamas y se prepararon para ir a la