Diógenes de La Cordura

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No es ningún secreto que el mundo vive momentos de gran incertidumbre: la crisis política en los países desarrollados, el repunte de sistemas fatídicamente seductores, una economía que enfrenta crisis e inestabilidad cada dos por tres, el fanatismo, el terrorismo, el relativismo moral y la debacle ecológica, en clima y extinción. Quizás exista el miedo a un reacomodo de las fuerzas, obteniendo privilegios los grupos de siempre, fortaleciéndose las minorías que tienen la sartén del poder agarrada por el mango. No la tenemos fácil. El recurso de una huída hacia atrás no luce descabellado: es una tentación con sex-appeal. Intentar cazar una etapa de la historia donde puedan encontrarse mayor cantidad de seguridades, a precio de sacrificar búsquedas fascinantes y libertades de vértigo. Nada mal. Quien quita si gran parte del cristianismo, fuera de los grupúsculos de cariz pitagórico, no consigue dar piso a las incertidumbres. Y, por supuesto, los reflectores centran la escena en la carta de los fanatismos… terroristas. La cosa debe funcionar, para ciertos cerebros, como algo así: esta gente debe saber muy bien donde está parada que, en el nombre de Dios, vayan decapitando infieles. Nada más seguro que la muerte… de otros. Pero esta tentación por lo epopéyico esconde la seguridad de la sangre, que se escurre por todas

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Sobre la Realidad venezolana

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No es ningn secreto que el mundo vive momentos de gran incertidumbre: la crisis poltica en los pases desarrollados, el repunte de sistemas fatdicamente seductores, una economa que enfrenta crisis e inestabilidad cada dos por tres, el fanatismo, el terrorismo, el relativismo moral y la debacle ecolgica, en clima y extincin. Quizs exista el miedo a un reacomodo de las fuerzas, obteniendo privilegios los grupos de siempre, fortalecindose las minoras que tienen la sartn del poder agarrada por el mango. No la tenemos fcil.El recurso de una huda hacia atrs no luce descabellado: es una tentacin con sex-appeal. Intentar cazar una etapa de la historia donde puedan encontrarse mayor cantidad de seguridades, a precio de sacrificar bsquedas fascinantes y libertades de vrtigo. Nada mal. Quien quita si gran parte del cristianismo, fuera de los grupsculos de cariz pitagrico, no consigue dar piso a las incertidumbres. Y, por supuesto, los reflectores centran la escena en la carta de los fanatismos terroristas. La cosa debe funcionar, para ciertos cerebros, como algo as: esta gente debe saber muy bien donde est parada que, en el nombre de Dios, vayan decapitando infieles. Nada ms seguro que la muerte de otros.Pero esta tentacin por lo epopyico esconde la seguridad de la sangre, que se escurre por todas partes hasta que se coagula. En el fondo no es ms que un orgasmo malsano. Perdonen por lo de orgasmo, pero carezco de otras referencias tan evocadoras como el mismo. Se confunde la conviccin por el placer que provoca la excitacin de las partes ms primitivas del sistema nervioso humano. Y confundir lo neurolgico, de este nivel, con lo filosfico y religioso, es fatal. Dura lo que dura la sangre por coagularse. Luego hay que volver a empezar el ritual. No en vano deca, aunque el contexto sea otro, el Che a Pablo Neruda que, quien ha estado en la guerra, necesita volver a ella. Por supuesto que el poeta no poda entenderlo.Quien confunde el amor con la excitacin de ciertas zonas del cerebro, la explosin hormonal, vascularizacin de algunas regiones del organismo y similares se sentir obviamente confundido, sino desilusionado, cuando la carga energtica se haya liberado.El mundo actual dio un paso arriesgado cuando, por recuperar el sentido holstico de la existencia, termin renunciando a usar la corteza cerebral, que nos sac de las cavernas, para navegar a la deriva en los mares de la emocin.Sin un volver atrs, en una burda imitacin de tiempos pasados, el ser humano debe recuperar su capacidad de reflexin y sospecha, hacia lo propio y ajeno. Las convicciones se fraguan en la cavilacin a la intemperie. All se purifican, corrigen y enriquecen. No se petrifican como las obstinaciones.Quien tiene la dicha de poder traducir en palabras su vivencia, la dota de una serenidad demoledora. Sabe contagiar sin confundir los gritos con la razn. Sabe que un error no es ms cierto porque se repita o se desespere por pasar como verdad. Aquel que no toma prestado los pensamientos de otros para vivir desde ellos, sino que los procesa desde los jugos gstricos de su propia experiencia, imaginacin y razn, aporta a la humanidad destellos de maana.En la oscuridad de esta hora, hace falta que se paseen por el mundo Digenes de la cordura.