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DIMENSIONES HUMANISTAS DE LA ENERGÍA TOMÁS CALLEJA C U A D E R N O S EMPRESA Y HUMANISMO I N S T I T U T O 43

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DIMENSIONES HUMANISTASDE LA ENERGÍA

TOMÁSCALLEJA

C U A D E R N O S

EMPRESA Y HUMANISMOI N S T I T U T O

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INDICE

INTRODUCCION 1. Los retos de la energía 2. Riqueza y Pobreza 3. Medio ambiente 4. Tecnología

5. Sociedad 6. El fracaso de las políticas energéticasintervencionistas 7. Hacia un mundo mejor NOTA BIOGRAFICA

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INTRODUCCION

La energía, al igual que otras muchas cosasimportantes para la humanidad, encuentra susprincipios en el Universo y su obtención, gene-ración, manipulación y uso establece uno delos sistemas más significados en que se mate-rializan las relaciones entre la especie humanay su entorno.

Cualquier forma de energía tiene su origenen el trabajo de algún elemento importantede su entorno, considerado en toda suamplitud. El sol, que nos hace llegar gratuita-mente la más imprescindible energía, la tierra,que ha elaborado durante millones de años loscombustibles fósiles y nos suministra el uranio,o ese espacio atmosférico que recicla el agua,genera los vientos, filtra las radiaciones yfacilita la respiración de los seres vivos, formanese entorno maravilloso y natural donde nacey muere y vuelve a nacer todo principio ener-gético del que nos beneficiamos.

A lo largo de siglos, en proceso lento y tra-bajoso, la especie humana ha ido descu-briendo las diferentes formas de energía y pro-fundizando en las distintas maneras de sumanipulación y uso, habiendo sido eseproceso, para el hombre y para la mujer, labase más significada de su creciente liberación

de las servidumbres más esclavizadoras deltrabajo, y el crecimiento más concreto del pro-greso de los pueblos y de la sociedad en sucaminar hacia la libertad, el bienestar y lariqueza.

Los resultados concretos conseguidos, yespecialmente los acreditados a los últimoscuarenta años, pueden calificarse de especta-culares, desde el punto de vista técnico eindustrial.

El desarrollo de las tecnologías y el aumentode la capacidad operativa de los procesos deenergía primaria han estimulado y facilitado elimportante crecimiento de la capacidadmundial de la generación de energía, que seha multiplicado por cinco en esos cuarentaaños.

El uso de una parte sustancial de esa capa-cidad en la producción de bienes y servicios hahecho posible el crecimiento de las economíasde muchos países, la generación de riqueza yde bienestar y el paralelo aumento delconsumo, lo que origina indefectiblementemayores necesidades y usos energéticos. Elconsumo total de energía se ha multiplicadopor cinco en esos cuarenta años y el consumoper cápita se ha multiplicado por cuatro, loque responde al hecho de que la población ha

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crecido un veinticinco por ciento en esos cua-renta años.

La energía es un componente necesario,imprescindible, para el desarrollo económicode la sociedad; donde ha habido energía, hahabido desarrollo; donde ha habido desa-rrollo, ha habido energía. Lo contrariotambién es cierto; donde no ha habidoenergía, no ha habido desarrollo; donde no hahabido desarrollo, no ha habido energía. Cual-quier tipo de desarrollo, cualquier esquema deprogreso, necesita energía para moverse endirección ascendente.

Pero en todo el proceso, en el cumplimientode los objetivos principales y como conse-cuencia de ello, se generan efectos no dese-ables; la materialización de estos motiva, si sonsuficientemente relevantes, el cambio derumbo de la política y de las acciones que rigenel proceso. Las actividades energéticas, yaquellas vinculadas estrechamente a ellas,tienen efectos no deseables, directos e indi-rectos, cuya consideración no conviene olvidar.

Por un lado, aquellos efectos directos, con-secuencia de los usos energéticos, que incidenen la degradación del medio ambiente; lageneración, el trasporte y los usos energéticostienen consecuencias contaminantes y deterio-rantes, cuyas manifestaciones más significa-

tivas pueden ser las emisiones de óxidos decarbono, azufre y nitrógeno, la generación deresiduos, la tala de bosques y otros efectosdirectos sobre cuya limitación y reducción con-viene actuar.

Por otro lado, aquellos efectos indirectos,consecuencia de las estructuras socioeconó-micas y de sus actividades operativas, que difi-cultan el acceso a la energía de sociedades ypueblos pobres que no van a dejar de serlomientras esta dificultad subsista, y cuyas pers-pectivas inciertas de desarrollo pueden ori-ginar problemas con potenciales consecuenciasmás graves que el coste de su actual trata-miento.

Para lo que hoy se nos sugiere como delfuturo previsible de la humanidad, de nuestrofuturo común, hay ciertos aspectos impor-tantes que tienen un problemático porvenir.Esos aspectos configuran los problemas másacuciantes de una sociedad que sabe cómogenerar riqueza, pero que no aprende a repar-tirla, que sabe como cuidar el medio ambiente,pero que no cesa de deteriorarlo y que tratade garantizar la paz con el desarrollo de unaspolíticas de defensa cuyos instrumentos sonfrecuentemente utilizados en continuasguerras. Todo ello manifiesta una endémicafalta de entendimiento entre las personas y

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entre los países, entre las culturas y entre lospueblos, y una relativa incapacidad de las insti-tuciones para abordar con garantías de éxitola solución de aquellos problemas.

La energía es necesaria para el progreso.Pero hoy día la energía es inaccesible en canti-dades suficientes para muchos países en víasde desarrollo, tiene unos costes excesivamentegravosos para muchas economías y sus usoscontinúan contaminando y deteriorando elmedio ambiente por encima de los límitesrazonablemente soportables.

La humanidad continúa creciendo demográ-ficamente unos cien millones de habitantes alaño. No sabemos cual será el punto de equi-librio y como se alcanzará y mantendrá, peroestamos relativamente seguros que la tierraestará habitada por más de nueve mil millonesde seres humanos antes del año 2050. Resultahoy difícil concebir los sistemas de vida de unasociedad tan numerosa, pero necesitaránmucha energía y hoy no nos es dado imaginaresquemas racionales y accesibles de suministrode energía para todos ellos.

Este reto, el reto del 2050, es el verdaderoreto de la energía y de las personas dedicadasa ella.

1. Los retos de la energía

Los actuales sistemas energéticos, quesoportan el desarrollo económico de conti-nentes, países, regiones, ciudades y personas,tienen consecuencias no deseables en elentorno y en el medio ambiente, que planteanciertas contradicciones en la concepción de unrazonable y esperanzador equilibrio entre pro-greso y energía.

Uno de los aspectos más sobresalientes deesta perspectiva es la inevitabilidad de las emi-siones de óxidos de carbono como conse-cuencia de la combustión de combustiblesfósiles, siendo estos combustibles la fuente demás del setenta por ciento de la energía pri-maria total del globo terrestre.

La producción de energía es actualmente lacausa de emisión de la mitad de los gases queoriginan el efecto invernadero y de propor-ciones considerables de los elementos quepolucionan el aire que respiramos y de los queoriginan la lluvia ácida.

La producción de energía por combustión debiomasa, además de contribuir a algunos delos efectos anteriormente mencionados,origina la deforestación que degrada elambiente, deteriora la biodiversidad y eliminasumideros importantes de óxidos de carbono.

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Casi todos estos problemas han adquiridouna dimensión mundial que hace relativa-mente ineficientes ciertos comportamientosnacionales. Los esfuerzos de un país concretopor reducir esos efectos pueden verse contra-rrestados por otras actuaciones, de forma quelas aplicaciones económicas y sociales totalesno tengan a escala mundial los resultados quepodrían obtenerse del mismo esfuerzoaplicado de forma óptima al escenario total.

Ello hace pensar que la energía, o el menosciertos aspectos de su problemática, tienen unalcance mundial, o dicho en otras palabras, esun tema mundial; cada vez más, con másfuerza, la energía está dejando de ser un temanacional y está empezando a ser un tema uni-versal.

Las reservas de combustibles fósiles cono-cidas se agotarán en un futuro cada vez máspróximo; el agotamiento de esas reservas sesitúa hoy entre cincuenta y ciento cincuentaaños, según el combustible de que se trate.Estamos afectando, con nuestro consumo, a lasnecesidades energéticas de generacionesfuturas relativamente próximas a las nuestrasde hoy.

Independientemente de los aspectos econó-micos y monetarios de corto plazo, la refe-rencia de desarrollo sostenible nos enfrenta a

cuestiones acerca de la propiedad de losrecursos y reservas, de su reparto generacionaly del compromiso de avalar soluciones energé-ticas viables después de su agotamiento. Todoesto es relativamente inabordable desde lasactuales referencias de nuestros sistemassociales y políticos.

Al lado de todo esto, la demanda energéticacrece constantemente por razones obvias desoporte de progreso y de crecimiento demo-gráfico; superando las diferencias de las esti-maciones al uso, al final de los próximos veinteaños, la demanda energética mundial será uncincuenta por ciento mayor que la actual. Ellonos obliga a unas consideraciones que debenmodificar profundamente nuestras actualesreferencias económicas, técnicas y sociales.

La solidaridad es más una necesidad que unaconveniencia, es más una inversión que uncoste. La solidaridad es ya la mejor garantía desupervivencia de la humanidad.

2. Riqueza y Pobreza

La relación de la energía con la riqueza y elbienestar es más que evidente. Aunque resulteun ejercicio ingenuo de imaginación, pen-semos en como se iría transformando lasociedad occidental de hoy si sus disponibili-

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dades de energía fueran reduciéndose paulati-namente.

Podemos imaginar un número creciente devehículos parados, de mercancías no transpor-tadas, de personas no desplazadas, de fábricasdetenidas, de edificios no utilizados, de domi-cilios no calentados, de alimentos no coci-nados. Recorreríamos un camino hacia lapobreza.

El camino hacia la riqueza que han recorridolos países occidentales ha sido construidosobre la base de un consumo creciente deenergía. Hoy día, la humanidad consumeveinte veces más energía que hace cientotreinta años y el consumo actual de la Comu-nidad Europea es más de tres veces lo que elmundo entero consumía entonces.

Pero ese consumo está repartido de lamisma manera que la riqueza. El ciudadanomedio del mundo occidental consume entretreinta y cuarenta veces más que el de cual-quier país no desarrollado. De la mismamanera que la energía es riqueza, la falta deenergía es pobreza.

La historia de la humanidad, contempladacon perspectiva larga, está marcada por unnorte que ha hecho de los acontecimientosque la componen un camino hacia la libertad.

Pero la libertad es poca y pequeña sin unentorno donde poder exhibirla y usarla, y eseentorno de disfrute de la libertad es tanto másposibilista cuanto más rico sea; en general, lalibertad es un derecho más conseguido y ase-gurado en los países ricos y adolece deausencias importantes en los países no ricos. Sila libertad es un objetivo universal de la huma-nidad, la solidaridad necesaria para conse-guirla es el principio de la riqueza de lospueblos.

En la actualidad, los mecanismos accesiblespara que 108 países en vías de desarrollopuedan abastecerse de la energía que nece-sitan para progresar se manifiestan del todoinsuficientes. Los dos mil millones de personasmás, adicionales a la población actual, quehabitarán el planeta dentro de veinte añosconcretarán un reparto demográfico másacentuado, precisamente, en cantidad en esospaíses; y el problema se agravará si nohacemos algo por aliviarlo.

Y si no hacemos ese algo, se establecerán ydesarrollarán mecanismos de supervivenciaque solo funcionan a corto plazo y que agra-varán los problemas a medio y largo plazo;algunos de estos mecanismos ya están ope-rando hoy con resultados preocupantes, comoson la utilización no compensada de la

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biomasa y la contaminación creciente prove-niente de la combustión masiva de combus-tibles fósiles en países no ricos con reservaspropias.

Por otro lado, los sistemas económicos seuniversalizan de forma creciente, operando enuna globalidad compleja e interrelacionadadonde los mercados se internacionalizan y lasinter-dependencias crecen simultáneamentecon el alcance de los esquemas de poder.

Entre las limitaciones de las estructuras polí-ticas y las actuaciones complejas y complicadasde los gobiernos, que operan con referenciasnacionales, por un lado, y la habilidad y omni-presencia de las estructuras económicas, queoperan con referencias supranacionales, peroque retienen el poder de los recursos, por otro,los países en vías de desarrollo encuentran difi-cultades insuperables para asegurarse su abas-tecimiento energético y, como consecuencia deello, caminan paralelos a una línea de pobrezacuya pendiente no pueden modificar.

En el esquema actual, los países ricos soncada vez más ricos y los países pobres, cada vezmás pobres. Los primeros tienen la energíanecesaria para ser cada vez más ricos y lossegundos no tienen la energía necesaria paradejar de ser cada vez más pobres.

La permeabilidad de las fronteras y la cre-ciente garantía de las libertades en los paísesoccidentales podrían, en el futuro, establecerpuentes para movimientos demográficosmasivos que desplacen poblaciones numerosasdesde los países pobres a los países ricos, desdelos países rígidos a los países abiertos, desde laszonas desertizadas a las zonas fértiles.

Es importante modificar las referenciasactuales de la riqueza y la pobreza y los estilosde vida que, a caballo de un consumo exa-cerbado y de la ausencia de valores espiritualese intelectuales, alejan la humanidad entera dela posibilidad de establecer mecanismos desolidaridad que hoy comienzan a ser vistos notanto como generosos sino como interesados,no tanto como costes sino como inversiones.

Los mecanismos de solidaridad más ren-tables serán los que acerquen a los paísespobres a caminos de suficiencia energética y aniveles de usos energéticos eficientes y dignos.Tan solo así, estos países podrían iniciar un des-pegue hacia situaciones económicas futurasque hagan innecesarias las medidas drásticas,imposibles los accidentes graves o inconve-nientes los movimientos demográficosmasivos.

También así, estos países, alcanzando situa-ciones económicas que los acerquen a sistemas

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de vida dignos e ilusionantes, podrán ser mer-cados que faciliten el crecimiento económicoglobal de la humanidad.

La separación entre riqueza y pobreza nodebe aumentar; la energía debe ser un primerfluido de solidaridad entre los pueblos.

Para ello, algo debe cambiar en las actualesreferencias de los conceptos de riqueza ypobreza y de los valores establecidos que lassoportan para que se instauren otros valoresque tiendan puentes a esa solidaridad.

Ello será posible no solo facilitando el accesoa la energía necesaria de los pueblos pobres,sino también y tan importante, reduciendo larelación entre el desarrollo y la energía nece-saria para soportarlo y conseguirlo.

3. Medio ambiente

Una buena parte de los efectos no deseablesde ese progreso rápido, de ese enriqueci-miento consumista a que el modelo social delos países desarrollados está conduciendo, sematerializa en el progresivo deterioro delmedio ambiente, cuyos elementos se conta-minan de forma continua y a velocidades queno permiten su recuperación. Los residuos detodo tipo se amontonan sobre la tierra, las

aguas y la atmósfera, empobreciendo sus cua-lidades, limitando la capacidad de sus fun-ciones y rompiendo peligrosamente el equi-librio natural del universo que sirve a los seresvivos.

Las actividades relacionadas con la gene-ración y los usos de la energía contribuyen sig-nificativamente a ese deterioro. La contami-nación de los ríos con los residuos de la explo-tación de minas de carbón, los vertidos degrandes masas de crudos o de petróleos sobrelos mares, la inundación de zonas por losgrandes embalses hidroeléctricos, la defores-tación progresiva por la combustión de labiomasa, la lluvia ácida y las nubes de humo delos grandes centros urbanos son consecuenciasde actividades y usos energéticos.

El efecto invernadero es hoy objeto deespecial preocupación y origen de indefinidostemores. La acumulación de gases nocivos enuna atmósfera no infinita está modificando elproceso de evacuación de calor de la superficiede la tierra y las consecuencias de estefenómeno son aún impredecibles. Las emi-siones de óxidos de carbono y nitrógeno pro-cedentes de la combustión de combustiblesfósiles y el metano que escapa de minas decarbón, de pozos de petróleo y de gaseoductos

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son las contribuciones, importantes, de las acti-vidades y usos energéticos a este fenómeno.

No conocemos con precisión, y quizá debanpasar los últimos años de este segundo mileniopara que los primeros del tercero nos loinformen, las posibles consecuencias del efectoinvernadero, pero sabemos que originará unaumento en la temperatura de la superficie dela tierra y que ello originará un cambio cli-mático global de impredecibles consecuencias.

En esos sistemas de relaciones entre laespecie humana y su entorno a los que alu-díamos antes, está claro que el entorno, y másconcretamente la naturaleza, se lleva la peorparte. Resulta paradójico que en la manipu-lación y uso de la energía, que hemos conse-guido procesando lo que la tierra nos ha dado,acabemos, en cada caso, satisfaciendo nuestrosobjetivos inmediatos y deteriorando progresi-vamente la superficie de esa tierra y de laatmósfera que requiere para seguir cum-pliendo su función y continuar siéndonos útil.

Por otro lado, a pesar del consenso existenteacerca de los prejuicios derivados de la conta-minación que originamos, estamos experimen-tando las consecuencias de una clara incapa-cidad social e institucional para tomar deci-siones y llevar a cabo acciones de alcance uni-

versal que alivien, o incluso detengan, ese pro-gresivo deterioro del medio ambiente.

La preservación del medio ambiente, ytambién su recuperación en lo que sea posible,tiene, de acuerdo con los actuales parámetroseconómicos vigentes, la consideración decoste. En consecuencia, solo pueden acome-terla aquellos países, regiones o sociedadesque generen excedentes económicos que lespermitan hacer frente a esos costes; los paísesen vías de desarrollo, con objetivos inmediatosde supervivencia, pueden encontrar sarcásticacualquier exigencia relativa a la conservacióndel medio ambiente por la cual deban pagarun dinero que no tienen. En las circunstanciasactuales, la dedicación de recursos a la preser-vación del medio ambiente tiene más deinversión que de coste y es un compromiso másuniversal cada día para todos los habitantes dela tierra; por lo tanto, esa inversión no debetener, necesariamente, referencias geográficasrígidas.

Mucho ha conseguido la tecnología en estecampo, reduciendo los niveles de emisiones deelementos contaminantes en todos y cada unode los campos relativos a la generación y losusos de la energía; pero, en el futuro, el creci-miento demográfico y el crecimiento delconsumo por habitante de muchos países en

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vías de desarrollo conducirán a unas necesi-dades energéticas mucho más cuantiosas quelas actuales; esta perspectiva es bastanteoscura y la tecnología no tiene la seguridad declarificarla positivamente en los próximosaños.

Los mecanismos de carácter fiscal, comotasas o impuestos de carbón o similares, res-ponden a un entendimiento del problemamanifiestamente incompleto, aunque puedanllegar a ser necesarios en ausencia de otrosmás perfectos. Esos mecanismos, que hoy seconsideran por algunos como bastante inevi-tables en los próximos años, adolecen de uncontinuismo de las referencias económicasactuales, que han conducido a modelossociales que debemos superar necesariamente.

Si tan solo, como experiencia imaginativa yprogresista, pudiera ser posible instrumentar einstaurar el ejercicio de una personalidadjurídica para la tierra, deberían modificarseprofundamente los sistemas de relaciones dela especie humana con su entorno; en cual-quier caso, no resultaría posible el uso dematerias primas y elementos obtenidos de latierra con efectos deteriorantes o contami-nantes para el planeta o su atmósfera; losdocumentos contractuales que gobernaríanesas relaciones definirían obligaciones con-

cretas y limitaciones claras que estableceríanlas garantías que la tierra exigiría para permitira sus habitantes el uso y disfrute de su suelo,subsuelo y atmósfera. Y también el estableci-miento de esas garantías y el cumplimiento deesas limitaciones redundaría en beneficioexclusivo de la especie humana, principalbeneficiaria de la tierra.

Nada más lejos de nuestra intención queestablecer un esquema catastrofista basado entemores más o menos fundados o en perspec-tivas más o menos siniestras que hoy seexhiben desde diferentes puntos de vista confines, a veces, inconfesables; pero es claro quela convivencia de la especie humana con suentorno se ha deteriorado y es también claroque hay que recuperarla en sus esencias másrespetuosas; en beneficio de todos los seresvivos, actuales y futuros.

Esa convivencia se plasma, en parte impor-tante, en las relaciones tierra-hombre deri-vadas de las actividades energéticas, y estasactividades deben perfeccionarse desde elplanteamiento de un respeto exquisito por esatierra, tanto en sus entrañas, en su superficie yen la atmósfera que la rodea.

La energía del tercer milenio debe serlimpia; la tecnología nos puede ayudar mucho;lo está haciendo y lo seguirá haciendo con

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soluciones imaginativas y espectaculares; perono olvidemos que los sistemas tecnológicosreflejan en su ser las características de las socie-dades que los han creado; y si esta sociedad hacontaminado el medio ambiente, algo es nece-sario cambiar en ella para que su tecnologíasea también reflejo de una sociedad mejor.

4. Tecnología

Tecnología es una de las palabras paradig-máticas de nuestra sociedad actual; su signi-ficado ha desbordado los límites del contornopara el que se creó y ha invadido el espacio delo inconcreto como una referencia inevitablede progreso, de modernidad de ensueño auto-mático de gobierno, control, producción,mando, capacidad y otras palabras que semueven en la economía moderna en algunasde las órbitas del poder. La tecnología está enel norte de cualquier futuro soñado por cual-quier parcela de la sociedad que pretenda sermejor, más rica, más feliz, más poderosa. Tec-nología es el metro de la distancia entrepobreza y riqueza, entre incapacidad y capa-cidad. La tecnología es la sepultura dorada delas ideologías que, adoptando el lenguaje del“management”, se han transformado en lasexpresiones de las nuevas ficciones que pro-

longan hacia la ineficacia inevitable algunosde los modernos sistemas de gobierno.

La energía ha cabalgado, crecido, pro-gresado y triunfado a caballo de la tecnología,con resultados más y más espectaculares cadavez, derivados de un ingente esfuerzo deinvestigación y desarrollo realizado, funda-mentalmente, en cuatro áreas que determinanlos objetivos principales planteados en losúltimos tiempos en el campo de la energía.

En primer lugar, todos los desarrollos quehan hecho posible la generación, el transportey la distribución de grandes volúmenes deenergía, con el diseño y fabricación de los com-ponentes de las grandes centrales eléctricas,de las grandes redes, de los superpetroleros,de los gaseoductos... En resumen, la especta-cular respuesta de la tecnología a los grandescrecimientos de la demanda producidos en losúltimos cuarenta años.

En segundo lugar, todos los logros que hanconducido a un aumento importante de la efi-ciencia energética de los procesos industriales,de los motores de combustión y de, práctica-mente, la totalidad de los usos energéticos,consiguiendo una reducción considerable delos consumos relativos, una racionalización delos usos y, en definitiva, una minoración de loscostes energéticos.

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En tercer lugar, todos los trabajos que handesembocado en los diferentes medios y meca-nismos para reducir los efectos medioambien-tales no deseables de las actividades y usosenergéticos, tanto en la obtención de recursos,en su manipulación, en la generación deenergía y en todos y cada uno de sus múltiplesusos.

En cuarto lugar, todos los impresionantesesfuerzos para poner a disposición de la huma-nidad nuevas formas de energía o nuevasformas de manipularla, como el desarrollo delas energías renovables, los incipientes com-bustibles alternativos, el mejoramiento de losmateriales y el espectacular desarrollo de laenergía nuclear.

Es importante el papel de la tecnología en elcampo energético, no sólo por los avances queha permitido en este área sino porque suelevado nivel científico colabora de maneraesencial en el avance hacia modelos desociedad más apoyados en el conocimiento ymás productores de servicios blandos nacidosdel desarrollo y progreso de las ciencias y delas culturas. Las necesidades tecnológicas delcampo de la energía presionan hacia modelosmás perfectos de sociedad.

A pesar de lo mucho conseguido por la tec-nología en el mundo de la energía, debemos

reconocer que queda mucho más por hacer. Esestimulante constatar que se han alcanzadoobjetivos elevados y difíciles, consecuencia deplanteamientos serios de los problemas y de lapresión de la necesidad de resolverlos; dealguna manera, la tecnología ha resueltoaspectos esenciales, pero desde posicionessociales de reacción a situaciones no deseables,consecuencias del crecimiento de la demanda,de riesgos de dependencias en el abasteci-miento, de preocupaciones por la seguridad,de necesidades de detener ciertos procesos dedeterioro del medio ambiente y, en definitiva,desde la necesidad de resolver aspectos frentea los cuales la sociedad se ha encontrado comoante una pared.

En ese sentido, es necesario reconocer que,a pesar del largo camino recorrido, quedatodavía mucho por recorrer, cuya distancia noconocemos con suficiente precisión. No hay, nimucho menos, energía accesible para todos,seguimos contaminando por encima de loslímites soportables y las novedades revolucio-narias aún están lejos en el tiempo.

Es como una carrera en la que tomaranparte varias generaciones de personas y en laque, al final, deberemos evaluar qué le debeagradecer y qué le debe reprochar cada una alas anteriores; qué ha hecho cada una de ellas

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con las reservas, con el subsuelo, con la super-ficie, con la atmósfera y con el medio ambientey cómo los entregaron a las generaciones pos-teriores.

Nadie duda que la tecnología, agrupandoen esta palabra la máquina humana, científicay técnica, capaz de producir progreso cognos-citivo, va a acabar resolviendo casi todos losproblemas que se le planteen; al menos desdeun punto de vista teórico y a una distancia dela práctica medible solamente en recursos eco-nómicos que la sociedad debe pagar por explo-tarlos. Pero eso no basta porque, para ciertosaspectos importantes es necesario gestionarinteligentemente y socialmente el tiempo.Algo importante y necesario puede llegartarde.

Encontraremos más reservas de combus-tibles fósiles, hallaremos la manera de obtenerrecursos a partir de reservas no accesibles o noprocesables hoy día, tendremos combustiblesalternativos, máquinas y procesos industrialesmás eficientes, construiremos centralesnucleares más seguras, de fisión y de fusión,aprovecharemos mejor las energías reno-vables, produciremos energías más limpias,conoceremos avances espectaculares en laobtención y el procesamiento del hidrógeno,en la superconductividad y en la reducción de

la generación de residuos de todo tipo. La tec-nología lo podrá hacer, pero no sabemos exac-tamente cuándo, aunque sabemos quemuchos de los mejores logros están aún lejos.

En cualquier caso, sería un tanto engañoso,y por supuesto bastante incompleto, diagnos-ticar que los más significados problemas delmundo de la energía tienen, exclusivamente,una base tecnológica y dirigir los principalesesfuerzos solamente en esta dirección. Seríacomo ignorar muchos aspectos de la proble-mática que nos ocupa y esperar de la tecno-logía algo que no nos puede dar.

Si esa problemática puede analizarse desdetres vertientes principales, la tecnológica, laeconómica y la social, es necesario darsecuenta que la más grave no es la primera. Porsuerte o por desgracia, la tecnología va pordelante de los entendimientos y de los com-portamientos y no es el cuello de botella denuestro proceso hacia un mundo mejor. Esnecesario diagnosticar nuestra situación, con-cretar los retos y detallar lo que debemoshacer para afrontarlos con garantías de éxito.La tecnología ha hecho y sigue haciendo suparte pero que muy bien.

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5. Sociedad

Cuando analizamos los diferentes aspectosdel progreso conseguido por la humanidad ensu desarrollo, tratamos de establecer las rela-ciones causa-efecto entre los grandes descubri-mientos o acontecimientos y las modifica-ciones que han originado en los modelossociales, en las formas de vivir y de organizarlas comunidades, o en los nuevos valores quehan sido, en cada momento, referencias decomportamientos y actitudes.

Raras veces recorremos el camino en sentidocontrario y tratamos de entender las conse-cuencias que las condiciones de contornoimpuestas por esos modelos sociales hantenido sobre cada uno de esos descubri-mientos y acontecimientos, forzando en partesus características y dimensionalidad.

Si hiciéramos esto segundo en la mismamedida en que hacemos lo primero estaríamosacostumbrados a reconocer que una sociedaddesarrolla las ciencias, los conocimientos, lastecnologías y los valores con referencia a loque esa sociedad es o tiene y, por tanto,limitada inevitablemente por sus ausencias,carencias o restricciones.

Y, como consecuencia, las realidades cognos-citivas y operativas de esa sociedad, y también

su entorno, adolecen de alguna manera deesas mismas limitaciones. La sociedad de hoytiene la economía, el medio ambiente y la tec-nología que corresponden a sus características.

Es precisamente por esta concatenación ine-vitable, que rigidiza las limitaciones, que con-serva algunos efectos no deseables de lasactuaciones y que impone ciertos desarrollosfinales, por lo que, en momentos cruciales dela historia, los modelos sociales se han modi-ficado mediante actuaciones imprevistas, revo-lucionarias, que implantaron nuevas ideas yderrumbaron las condiciones de contornoimpuestas por referencias y jerarquías devalores que habían dejado de tener vigencia yutilidad.

Nuestros esquemas de sociedad, nuestros sis-temas de organización, nuestras formas degobierno, nuestras costumbres, nuestrosestilos de vida, nuestros valores y, en defi-nitiva, las referencias sociales y culturales porlas que nos orientamos y movemos, están con-duciendo paulatinamente al disfrute de lomucho conseguido y al enquistamiento deses-peranzador de ciertos efectos no deseables degran importancia y de posibles grandes conse-cuencias.

Y ese panorama, trasladado al campo de laenergía, conocimiento de los magníficos

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logros alcanzados, nos sitúa ante el próximolímite de unas reservas finitas de combustiblesfósiles, el progresivo deterioro de un medioambiente castigado y difícilmente recuperabley las limitaciones serias impuestas al progresode los pueblos como consecuencia de los ele-vados costes de la energía.

No nos sobran las razones para ver el futurocon claro optimismo. El crecimiento demo-gráfico esperado, con dos mil millones más depersonas para el año 2010, con nueve milmillones de habitantes del planeta que espe-ramos lo pueblen en el año 2050, necesitarámucha energía, mucha más del doble delconsumo total actual, que seguirá siendoescasa; esos habitantes continuarán vaciandoel suelo y el subsuelo de reservas que se acer-carán cada vez más a su agotamiento, seguiráncontaminando el medio ambiente y deterio-rando la superficie del planeta privándola desuperficies verdes y colmándola de residuos.Esto, si analizamos ese futuro desde las refe-rencias actuales y extrapolando la situación dehoy.

Y con esas referencias, los grandes núcleosurbanos serán más grandes, una buena partede la humanidad se apiñará en ellos y el trans-porte terrestre se acercará a un sistema deredes permanentemente cerca del colapso.

Y como esto no debe ser así, es necesariomodificar las referencias que nos dirigen a eseescenario; es imprescindible recorrer el caminoal revés, diseñar un escenario ilusionante porel que merezca la pena trabajar y establecerlos enfoques y los trabajos que nos conducirána él. Pero es muy posible que tal escenario defuturo nos exija, en beneficio nuestro, modi-ficar muchos aspectos de nuestro actualmodelo de sociedad y que debamos enjuiciaréste desde una postura de humildad, desde elreconocimiento de lo que nos falta más quedesde el orgullo de lo que tenemos.

En ese contexto debemos enmarcar la pro-blemática energética y diseñar acciones orien-tadas hacia la solución de sus limitaciones y laconsecución de sus verdaderos y necesariosobjetivos. Esa problemática tiene, lo hemosdicho, una vertiente tecnológica, una vertienteeconómica y, la más significativa, una vertientesocial relevante y condicionadora, de formaque los cuatro aspectos más sobresalientespara superar los retos de la energía son lossiguientes:

• Ablandar y flexibilizar las relaciones entreenergía y desarrollo, haciendo más livianos yreducidos los componentes de coste y elconsumo energético por unidad de producto ode PIB.

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• Optimizar las relaciones de convivenciaentre energía y medio ambiente, reduciendolos niveles de contaminación y las emisionesnocivas y optimizando la producción y gestiónde residuos.

• Establecer mecanismos de relación y parti-cipación que ayuden a racionalizar las deci-siones de política energética y eduquen a laspersonas en el entendimiento correcto de lostemas y en la solidaridad con las futuras gene-raciones.

• Establecer mecanismos de cooperaciónsupranacional que hagan más accesible laenergía necesaria a los países en vías de desa-rrollo para que puedan despegar hacia situa-ciones más satisfactorias y esperanzadoras deprogreso y bienestar.

Hemos de ser lo suficientemente objetivospara darnos cuenta que la raíz de los actualesretos de la energía es fundamentalmentesocial; que el actual modelo de sociedad nodispone de caminos sugerentes para abor-darlos y que la tecnología es, más bien, un ins-trumento, un poderoso y magnífico instru-mento, al servicio del norte que la sociedadmarque.

Si acertamos en los planteamientos y en losentendimientos sociales de los temas energé-

ticos, que sería la consecuencia de acertar enese esquema desde un vértice totalizador, lodemás requeriría el correcto uso de los pode-rosos instrumentos de que la sociedad, o mejordicho, la humanidad dispone.

6. El fracaso de las políticas energéticasintervencionistas

Las políticas energéticas, donde existan, hansido diseñadas desde las referencias de país onación con objetivos enmarcados dentro de losesquemas tradicionales de soberanía e instru-mentación de una hipotética solidaridad,siempre relacionadas con esquemas predeter-minados de desarrollo de difícil cumplimientodesde el dirigismo.

Y con esas referencias, los comportamientosde los diferentes agentes tienden a limitarse almarco que les viene impuesto que, cuando esexcesivamente restrictivo, coarta los comporta-mientos imaginativos, impide las visionesestratégicas y reduce considerablemente losniveles de excelencia. Los esquemas que con-fiesan más fracasos internos y mayores afec-ciones al medio ambiente han sido, con muchafrecuencia, los más intervenidos desde lasAdministraciones Públicas o los poseídos porellas.

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Un correcto entendimiento de la demandaenergética conduce indefectiblemente aesquemas regulatorios abiertos y poco interve-nidos. La sociedad no demanda especifica-mente energía; si profundizamos en estoencontraremos que lo que la sociedaddemanda realmente es ciertos servicios relacio-nados con la energía; la sociedad demandamás bien aquello que se obtiene con laenergía, como el confort, el calor o el alum-brado, como la fuerza motriz o el transporte.

Las políticas energéticas, que se basaran enun entendimiento moderno de la demandatendrían como objetivo el beneficio obtenidopor unidad de energía suministrada, englo-bando dentro de este beneficio la reducciónóptima del impacto ambiental.

Todos estos aspectos se reflejan necesaria-mente en los esquemas de establecimiento deprecios de la energía, campo en el que, para-dójicamente, existen diferencias abismales deunos países a otros. En algunos países, laenergía está fuertemente subsidiada directa oindirectamente y los esquemas fiscales esta-blecen fuertes cargas sobre los combustiblescon una lejana o inexistente relación con losaspectos medioambientales.

Los esquemas energéticos excesivamenteintervenidos no tienen en cuenta la comple-

jidad real de los aspectos que regulan, noevalúan la totalidad de los efectos que susreglas originan y sobre todo, distorsionan lanecesaria y conveniente competencia entre losdiferentes agentes sometidos a la regulación.La referencia de la soberanía nacional dificultaa menudo los necesarios acuerdos internacio-nales que, en aquellos aspectos de la energíaque tienen dimensión mundial, son necesarioscada día con más urgencia.

Las políticas energéticas intervencionistas seenfrentan hoy a un esquema de objetivos con-tradictorios. La producción de energía y sususos se enfrentan al reto de la problemáticamedioambiental y a la necesidad de estimularla competencia en beneficio de la sociedad.

La innovación debe implantarse en elmundo energético desde el estímulo de lalibertad y desde el derecho a la excelencia. Elloexige criterios abiertos y poco restrictivos.

El concepto de economía de mercado se haconvertido en una referencia paradigmáticade libertad, de progreso y también de feli-cidad. Este concepto que, de manera directa oindirecta, se relaciona con modelos socialesespecíficos, ha adquirido esa naturaleza domi-nante especialmente a raíz del fracaso de laseconomías planificadas de los países del Estede Europa.

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Estos países, y muchos otros, diseñan,abordan e instrumentan planes generalizadosde liberalización, privatización y desregulaciónintentando estimular los mecanismos dor-midos del mercado libre y motivar a las per-sonas e instituciones a practicar el juego de lacompetencia y el riesgo.

La internacionalización de las actividadeseconómicas agranda el campo de juego de losdiferentes agentes, y las personas, lasempresas y las instituciones operan en un esce-nario creciente en dimensiones y en oportuni-dades.

La economía de mercado establece unaarena de libertad operativa donde juegan lasfuerzas de la competencia entre los suministra-dores y del entendimiento interesado entreéstos y los compradores o detentadores de lademanda.

La aplicación de estos esquemas a los mer-cados energéticos está resultando un temapolémico en muchos países y continentes, y losacuerdos al respecto se alcanzan con dificul-tades en una permanente dialéctica entre losdiferentes agentes que participan en las activi-dades de manera directa o indirecta.

Empresas privadas y empresas públicas hanoperado desde siempre en los sectores y sub-

sectores energéticos con diferentes puntos devista y diferentes objetivos sobre un mercadocuyos sujetos no distinguen las diferencias másque a través del correspondiente servicio y delo que pagan por él.

Pero, últimamente, una ola de privatiza-ciones y amplios programas de liberalizaciónestán tratando de implantar el estableci-miento de las fuerzas de mercado en los sec-tores energéticos y estimulan la competenciaentre las empresas buscando una eficacia y efi-ciencia generales en beneficio del cliente y dela sociedad en general.

Desde el pensamiento intervencionista quedefiende la necesidad de un control rígidodesde los gobiernos de las actividades energé-ticas hasta la convicción de que la competenciaes el mejor estímulo, y el único que funciona, ala excelencia, hay todo un tramo de compli-cados y hábiles argumentos donde se puedenesconder inclusive intereses que se alejan delos propios agentes operadores y de la mismasociedad como cliente.

La economía de mercado, además de libreque por definición debe ser y estar, hay quehacerla social, y ello significa que, en cadacaso, pueden y deben existir unas condicionesde contorno que enmarquen las actividades delos agentes en los límites de un respeto inteli-

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gente y productivo de personas e instituciones.Pero esto debe ser establecido a nivel demínimos garantes.

El mercado no es ni el caos ni el infierno; esel escenario más estimulante para los quequieren ser mejores y mejores que los demás.

Crece la convicción de que los estados, o losgobiernos, solo pueden colaborar al correctofuncionamiento de los mercados respetandolas iniciativas y la libertad de los agentes; y elloes un papel tan importante y difícil como lamás cruda intervención.

La experiencia ha demostrado que los sec-tores públicos, aún los más capaces y profesio-nalmente competentes, han sido frecuente-mente utilizados de forma que han distor-sionado la operativa de los mercados y el ejer-cicio de sus fuerzas positivas.

El futuro nos dirá cual es el horizonte posibi-lista de este proceso actual de liberalización enlos sectores de la energía, que en ciertos paísesdel Este de Europa deberá conducirse con inte-ligencia y sin improvisación; pero, si se hacebien, las fuerzas de mercado operarán en estossectores con racionalidad, estimulando unainteligente competencia en beneficio de unasociedad, ya multinacional, que será benefi-

ciada en sus bolsillos y sentirá las ventajas de ladesnacionalización de la energía.

Los gobiernos que están impulsando estecamino, cantan hoy las excelencias de una ini-ciativa que hace años se consideraba inabor-dable. Pero la realidad es que las regulacionesrígidas han operado en épocas de demandacreciente y poco selectiva; la época actual estámarcada por una necesidad de hacer las cosasbien para estar entre los ganadores y estanecesidad está originando este procesoexplosivo de liberalizaciones y extensión de laslibertades de mercados como una conse-cuencia natural y cada vez más reconocida yestimulada.

El futuro de los mercados energéticos estámarcado, igual que el pensamiento y lasacciones positivas de las empresas y loshombres, por un horizonte de libertad. Sen-tirlo cerca o lejos es razón de ilusiones. Hacerloes razón de trabajo y hay mucho que trabajar.

7. Hacia un mundo mejor

A lo largo de muchos años que ya son his-toria, la energía ha sido un claro y decisivo ins-trumento de progreso. Estamos atravesandouna coyuntura histórica de cambio sustancialen el entendimiento de las relaciones humanas

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y en la modificación de los esquemas sociales,que nos conducirá a un nuevo concepto deprogreso.

Las preocupaciones de la Sociedad enrelación con la energía se han ido desplazandopaulatinamente, a lo largo de los últimos cua-renta años, desde aspectos de intendenciarelativos a abastecimientos y acceso a recursos,pasando por condicionantes técnicos al desa-rrollo, localizándose en áreas tecnológicaspara ocupación de áreas del saber que se pre-sentaban como necesarias, abordandoaspectos puramente económicos, y más queello financieros, para llegar hoy a plantea-mientos de origen social, como los que hemosmencionado.

Esa experiencia se ha dado, asimismo, enotros campos, porque las barreras a la cons-trucción de un mundo mejor, más humano,más perfecto y solidario, por encima de ideo-logías, historias, costumbres o religiones, sematerializan en faltas de entendimiento y desolidaridad más que en limitaciones de la capa-cidad de hacer de la especie humana.

Los acontecimientos sociales que hemosvivido en los últimos años son reflejo de unasociedad inconformista que busca nuevas refe-rencias de libertad y nuevos valores de solida-ridad.

Las estructuras actuales de gobierno sonincapaces de orientar esas inquietudes haciaobjetivos comúnmente compartidos, y las acti-vidades humanas se globalizan restando signi-ficado a las fronteras de todo tipo.

Y en este contexto, en este conflicto dealcance universal que configurará el final delsegundo milenio y el principio del tercero,encuentra el ser humano las contradiccionesentre lo que tiene y lo que quiere tener, entrelo que es y lo que quiere ser, ente lo quenecesita del entorno y lo que el entorno le da.

La energía es progreso, luz, fuerza, bie-nestar y poder; a medida que ha sido eso ymás, ha sido también conflicto, distancia, acci-dente, contaminación y deuda.

En un mundo que dedica una parte impor-tante de sus recursos al desarrollo y disposiciónde un sofisticado armamento, como meca-nismo para tratar de hacer imposibles lasguerras, no es extraño que ciertos comporta-mientos estén dirigidos a encontrar raíces deconflicto y confusión en perjuicio de los meca-nismos más explícitos de progreso y bienestar.

Los grandes retos de la energía y de las per-sonas a ella dedicadas están, en parte, fuera desu mundo, pero no ajenas a él. La Comunidadenergética debe abordar campos de encuentro

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con todos los demás agentes sociales y ayudara buscar y encontrar nuevos mecanismos deentendimiento y cooperación que permitan unuso más racional y solidario de la energía y unacceso a ésta de aquellas comunidades quetengan dificultades para conseguirlo.

No debemos continuar un camino que cierrelas puertas a las generaciones futuras queheredarán, de seguir así, la mejor tecnología yel más degradado entorno para utilizarla.

La energía ha dejado de ser un asuntonacional; hemos de reconocer que, en la explo-tación de las reservas y en el uso de losrecursos, estamos afectando a la humanidadpresente y futura y ello hace necesario un con-texto supranacional para abordar los pro-blemas que son comunes a todos.

En este sentido, la pobreza energética de lospaíses en vías de desarrollo es parte de lapobreza del Universo y parte de nuestrapobreza común. Algo de esto es necesariocomenzar a entender y algo es necesariocomenzar a hacer para entenderlo y resolverlo.

La referencia más efectiva de un nuevo con-cepto de progreso es la vida; más específica-mente, la calidad de vida. La energía, en supermanente servicio al progreso de los

pueblos, debe establecer nuevos cauces decontribución en su referencia a la vida.

Los diferentes recursos y las diferentesformas de energía deberían ser introducidosen las futuras perspectivas desde el entendi-miento de lo que representan social y econó-micamente como servicio actual y futuro a lavida de los pueblos y las personas.

Los pueblos y las personas deberán utilizarestos recursos desde nuevos esquemas quetengan como objetivo principal alcanzar cali-dades de vida dignas y satisfactorias paratodos y la cooperación de todos para alcan-zarlas. No hay nada más importante que lavida. Es necesario trabajar para mejorarla ydignificarla desde la solidaridad.

Y, a la hora de buscar solidaridad para el bie-nestar y la riqueza de los pueblos y las genera-ciones, debemos instrumentar mecanismosque acaben siendo entendidos y compartidospor todos, que muestren la rentabilidad pre-sente y futura de la solidaridad.

No hay más que un camino para eso. Tansolo el crecimiento de la cultura, el crecimientode la educación, el crecimiento del conoci-miento pueden estimular las esencias másexcelsas del ser humano ahogando los sus-tratos menos nobles de su naturaleza.

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Ese crecimiento estimulará a los pueblos, alas personas, a pensar, cuidar, ahorrar y usarracionalmente una energía que se genera paratodos, para iluminar un mundo en busca de laotra mano de la libertad.

La solidaridad encontrada hará de laenergía fuente de vida y lugar de bienestar deuna humanidad mejor. De una sociedadnuestra y de todos; de una sociedad Universal.

NOTA BIOGRAFICA

Tomás Calleja es Doctor Ingeniero Industrial(ETSII Madrid), Diplomado en Dirección deEmpresas por MIT y Diplomado en Hidrologíapor la UNESCO. Ha sido Profesor Encargado de

Curso en la Escuela Técnica superior de Inge-nieros Industriales de Madrid (5º Curso y Doc-torado). Es profesor del Instituto Internacionalde Dirección de Empresas (INSIDE) de la Uni-versidad de Deusto.

En la actualidad es Director de DesarrolloCorporativo de Iberdrola. Forma parte delComité Directivo del Seminario PermanenteEmpresa y Humanismo.

Es coautor de los libros “La Sociedad de laInformación” y “El Humanismo en la Empresa”y autor de “La Universidad como Empresa: UnaRevolución Pendiente”.

Este es su cuatro cuaderno en nuestracolección.

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