Diezmo o Dadiva Voluntaria

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¿DIEZMO O DADIVA VOLUNTARIA? EL ARGUMENTO BASICO DEL DIEZMO El argumento típico de la práctica del diezmo se remonta al Antiguo Testamento. Dicho argumento dice lo siguiente: «La ley de Moisés exigía que los israelitas pagaran varios diezmos, incluso antes de la ley, Abraham y Jacob dieron diezmos al Señor. Como la práctica del diezmo apareció antes de la ley, debe extenderse después de la misma. Por lo tanto significa que el diezmo se tiene que aplicar después de la época de la ley, hasta nuestros días como una norma universal y un requisito inalterable». Sin embargo, argumentar que lo que haya existido antes de la ley debe existir después de la ley tiene varios problemas: 1.- El tema del día de reposo. Los judíos guardaban el séptimo día de la semana como santo para el Señor y como un día de reposo: Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al SEÑOR tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el SEÑOR los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el SEÑOR bendijo y consagró el día de reposo. (Ex.20:9-11, NVI). Pero el Nuevo Testamento, comenzando con la enseñanza de Jesús, anula claramente la necesidad de cumplimiento de algún día de reposo: Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo. —Mira— le preguntaron los fariseos, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado? Él les contestó: — ¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y pasaron necesidad? Entró en la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados a Dios, que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros. El sábado se hizo para el hombre, y no el

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¿DIEZMO O DADIVA VOLUNTARIA?

EL ARGUMENTO BASICO DEL DIEZMO

El argumento típico de la práctica del diezmo se remonta al Antiguo Testamento. Dicho argumento dice lo siguiente: «La ley de Moisés exigía que los israelitas pagaran varios diezmos, incluso antes de la ley, Abraham y Jacob dieron diezmos al Señor. Como la práctica del diezmo apareció antes de la ley, debe extenderse después de la misma. Por lo tanto significa que el diezmo se tiene que aplicar después de la época de la ley, hasta nuestros días como una norma universal y un requisito inalterable».

Sin embargo, argumentar que lo que haya existido antes de la ley debe existir después de la ley tiene varios problemas:

1.- El tema del día de reposo. Los judíos guardaban el séptimo día de la semana como santo para el Señor y como un día de reposo: Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al SEÑOR tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el SEÑOR los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el SEÑOR bendijo y consagró el día de reposo. (Ex.20:9-11, NVI).

Pero el Nuevo Testamento, comenzando con la enseñanza de Jesús, anula claramente la necesidad de cumplimiento de algún día de reposo: Un sábado, al cruzar Jesús los sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar a su paso unas espigas de trigo. —Mira— le preguntaron los fariseos, ¿por qué hacen ellos lo que está prohibido hacer en sábado? Él les contestó: — ¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre y pasaron necesidad? Entró en la casa de Dios cuando Abiatar era el sumo sacerdote, y comió los panes consagrados a Dios, que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y dio también a sus compañeros. El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado —añadió—. Así que el Hijo del hombre es Señor incluso del sábado. (Mc.2:23-28, NVI).

Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo. (Col.2:16-17, NVI).

Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. (Ro.14:5, NVI).

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2.- El tema de los sacrificios de animales. La ofrenda de animales expiatorios (para quitar las culpas), ocurrió en la época de Abel.

Abel también presentó al Señor lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda. (Gn.4:4, NVI).

Se estableció un sistema más detallado y oficial en la ley de Moisés, pero en el Nuevo Pacto no continua el ritual de animales expiatorios. Fue sustituido por la obra de Cristo en la Cruz (Heb.9:11-15; 10:1-14).

Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivosen el tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación), entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno. La sangre de machos cabríos y de toros, y las cenizas de una novilla rociadas sobre personas impuras, las santifican de modo que quedan limpias por fuera. Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente! Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de los pecados cometidos bajo el primer pacto. (Heb.9:11-15, NVI).

Si analizamos cuidadosamente el Antiguo Testamento, veremos que el diezmo implicaba una dadiva voluntaria y requerida, antes de la época de Moisés, como durante y después de la ley de Moisés.

Hoy día no existe ningún porcentaje recomendado divinamente para la dadiva. Decir lo contrario revela una mala interpretación básica de la historia y enseñanza del Antiguo Testamento.

LA DADIVA EN LA ERA PREMOSAICA (ANTES DE MOISÉS)

En el libro del Génesis la palabra hebrea traducida por «diezmo» no se refiere a una ofrenda necesaria, a un mandamiento divino ni a una ordenanza. En su lugar, el término se refiere a una ofrenda voluntaria. Además, el concepto del diezmo no era característico de la Biblia ni de aquellos que creen en el Dios verdadero. Históricamente, la idea de dar un diezmo a una deidad era una costumbre pagana común. Para casi todas las culturas antiguas, el número diez era el símbolo de completamiento. Cuando los adoradores paganos querían dar una ofrenda a su deidad le daban un diezmo porque eso simbolizaba su dadiva de todo, su entrega de todo cuando tenían al dios. Así que un décimo era una proporción común en muchos tipos de ofrendas sagradas y tal dadiva se practicaba mucho antes de la época de los patriarcas hebreos.

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Por eso no se puede argumentar realmente que Dios en el libro de Génesis origino y dio mandamiento especial de diezmar como un principio permanente. El concepto de diezmo sencillamente no se encuentra allí.

LA DADIVA DESDE ADÁN HASTA NOÉ

Gn.4, registra el primer caso donde la humanidad le hace una ofrenda a Dios. Los hijos de Adán, Caín y Abel dieron ofrendas voluntarias que de ninguna manera implicaron cantidades fijas ordenadas por Dios.

Tiempo después, Caín presentó al SEÑOR una ofrenda del fruto de la tierra. Abel también presentó al SEÑOR lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa. Y el SEÑOR miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda. Por eso Caín se enfureció y andaba cabizbajo. (Gn.4:3-5, NVI).

En Gn.4 se puede inferir fácilmente que el Señor había requerido en algún momento anterior que las ofrendas fueran sacrificios animales. Eso es lo que hizo inaceptable la ofrenda de frutas, vegetales y granos de Caín. Dios acepto el sacrificio animal de Abel, pero no fue porque hubiera traído un cierto porcentaje de su rebaño en el momento justo del año según algún mandato divino. La historia dice que los dos hermanos decidieron cada uno voluntariamente llevarle ofrendas a Dios. Hasta donde podemos determinar, estas primeras ofrendas no estaban relacionadas con una décima parte de nada.

Noé hizo la segunda ofrenda registrada en los primeros días de la historia redentora (Gn.8). Cuando vio que el diluvio había pasado, Noé quiso abandonar el arca y ofrecerle un sacrificio a Dios en gratitud por sobrevivir el inmenso diluvio.

Luego Noé construyó un altar al SEÑOR, y sobre ese altar ofreció como holocausto animales puros y aves puras. (Gn.8:20, NVI).

Dios no mandó a Noé a hacer eso, fue una ofrenda espontánea y voluntaria de corazón. No hay razón para suponer que era alguna clase de diezmo.

LA DADIVA DESDE ABRAHAM HASTA MOISÉS

En Gn.12:7 se encuentra la segunda mención más importante de una ofrenda a Dios. El Señor había acabado de llamar a Abraham (en aquel entonces llamado Abram) a abandonar su tierra natal y ser el líder de una nueva nación. Abraham respondió libremente a la promesa maravillosa de Dios de que él sería el padre de una nación y dijo: “Gracias, Dios”, haciéndole una ofrenda. De nuevo, no hay mandato divino, ni porcentaje estipulado que se deba ofrecer. Abraham sencillamente actuó por el gozo y la gratitud de su corazón (Gn.13:18).

El equivalente hebreo de “diezmo” apareció por primera vez al final de Gn.14:17-20: Cuando Abram volvía de derrotar a Quedorlaómer y a los reyes que estaban con él, el rey de Sodoma salió a su encuentro en el valle de Save, es decir, en el valle del Rey. Y Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios altísimo, le ofreció pan y vino. Luego

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bendijo a Abram con estas palabras: «¡Que el Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra, bendiga a Abram! ¡Bendito sea el Dios altísimo, que entregó en tus manos a tus enemigos!» Entonces Abram le dio el diezmo de todo (Gn.14:17-20, NVI).

Dios había acabado de darle a Abraham una gran victoria en batalla y le permitió tomar una cantidad valiosa del botín. De regreso a casa Abraham se encontró con ese personaje asombroso de Melquisedec, que era tanto rey como sacerdote, un sacerdote del Dios Altísimo, el mismo Dios a quien adoraba Abraham. Abraham estaba tan agradecido de Dios por todo lo que había hecho por él y por como el Señor lo había protegido y por la oportunidad de conocer a Melquisedec, que alegremente y con agradecimiento le dio a Melquisedec los diezmos de todo. Abraham expresó su gratitud a Dios por medio de su representante, el sacerdote Melquisedec.

Hay que notar que el versículo 20 no dice que Abraham le diera una décima parte de todo cuanto poseía. No era un diezmo de su ingreso total, ni alguna clase de diezmo anual, sino sencillamente una décima parte de lo que había tomado en la batalla. De hecho, no se registra en ninguna parte del Antiguo Testamento que Abraham volviera a dar diezmo. Así que el diezmo de Abraham era una acción de su corazón, no por mandato divino. La verdad importante a recordar es la siguiente: Abraham (a través de Melquisedec) le dio a Dios una décima parte de lo mejor, una décima parte del pináculo de los botines (Heb.7:4) en reconocimiento de su compromiso y gratitud totales al Señor.

La única otra mención del diezmo antes de la ley mosaica está en Gn.28:20-22

Luego Jacob hizo esta promesa: «Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que estoy haciendo, y si me da alimento y ropa para vestirme, y si regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el SEÑOR será mi Dios. Y esta piedra que yo erigí como pilar será casa de Dios, y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte.» (Gn.28:20-22, NVI).

La historia del voto de Jacob. Sin embargo, la enseñanza principal a sacar de ese relato no es que debamos hacer lo que hizo Jacob dando un diezmo, sino que debiéramos evitar su carnalidad espiritual. El versículo 22 describe en realidad el intento de Jacob de sobornar a Dios. Jacob estaba haciendo sencillamente lo que hacían los paganos de aquella región: Le daba un diezmo a su Dios, pero solamente sí Dios hacía lo que le pedía. Jacob estaba tratando de comprar la bendición de Dios en forma de ropa, alimento y un viaje seguro (v.20-21). Su motivación era totalmente errada.

Hasta aquí hemos observado que los supuestos diezmos mencionados en Génesis no eran obligatorios, ¿Habrá algún otro caso de dadiva necesaria registrado en la era antes de Moisés? La respuesta es sí. Gn.41 es uno de los casos, sin embargo, tal dadiva no concuerda con la definición tradicional del diezmo.

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Gn.41 comienza con el sueño de Faraón y la interpretación que hace José del mismo. José, con la guía divina, interpreto con exactitud el sueño prediciendo la venida de siete años de abundancia para Egipto, seguido de siete años de hambruna. Y he aquí la forma en que José le dijo a Faraón que respondiera a tal situación:

Además, el faraón debería nombrar inspectores en todo Egipto, para que durante los siete años de abundancia recauden la quinta parte de la cosecha en todo el país. (Gn.41:34, NVI).

Esos gobernadores eran el equivalente de agentes antiguos del Servicio de Rentas Internas, cuya tarea seria recaudar veinte por ciento de todo lo que se producía cada uno de los siete años y guardarlo para que se usara durante los siete años de hambruna. Lo quiera o no, esa recaudación fue una versión primitiva de un impuesto sobre la renta nacional y fue introducido por Dios para apoyar a la nación de Egipto.

En Gn.47:24, José reitera la necesidad de la tributación. Eso era dadiva necesaria. Todo el mundo tenía que participar en la misma para apoyar el gobierno nacional. En comparación, la dadiva voluntaria en la época antes de Moisés estaba dirigida a Dios y se hacía con amor, con generosidad y personalmente. Ninguna forma de dar era un diezmo.

Cuando llegue la cosecha, deberán entregarle al faraón la quinta parte de lo cosechado. Las otras cuatro partes serán para la siembra de los campos, y para alimentarlos a ustedes, a sus hijos y a sus familiares. (Gn.47:24, NVI).

LA DADIVA DURANTE LA EPOCA DE LA LEY (MOISÉS)

Las normas mosaicas eran las mismas que las de la época premosaica. Hay pasajes que explican los detalles de la dadiva necesaria y otros citan ejemplos de dadiva voluntaria.

Num.18:25-30 (Levítico 27:30, pasajes paralelos) explica como los levitas debían usar su diezmo, la dadiva necesaria de los israelitas: El SEÑOR también le dijo a Moisés: Da las siguientes instrucciones a los levitas: cuando reciban de los israelitas los diezmos que les he asignado como su porción, entreguen una décima parte de ellos —un diezmo de los diezmos— al SEÑOR como ofrenda sagrada. El SEÑOR contará esta ofrenda de ustedes como una ofrenda de cosecha, como si fuera el primer grano de su propio campo de trillar o el vino de su propio lagar. La décima parte de los diezmos que reciben de los israelitas, tendrán que presentarla como ofrenda sagrada para el SEÑOR. Esta es la porción sagrada del SEÑOR y tienen que presentarla al sacerdote Aarón. De todas las ofrendas recibidas, asegúrense de dar lo mejor al SEÑOR. Da también las siguientes instrucciones a los levitas: cuando presenten la mejor parte como su ofrenda, esta será considerada como si viniera de su propio campo de trillar o de su lagar. (Num.18:25-30, NVI).

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Dios escogió a los levitas para ser sacerdotes, para operar en el templo y para dirigir la teocracia (gobierno de Dios) en Israel, la nación dirigida por Dios. El diezmo era el impuesto del 10 por ciento usado para suplir las necesidades de los levitas, porque no tenían con que ganarse la vida, ni recibieron territorios cuando Moisés dividió la tierra entre las doce tribus. En esencia, los israelitas daban un diezmo cada año para sustentar a aquellos que dirigían su gobierno.

Habían hasta tres diezmos en la época de la Ley, y era el deber del pueblo cumplir con aquellos ya que tenían que ver con el impuesto para sostener su forma de gobierno en la nación. El primer diezmo era una décima parte obligatoria de los animales y productos agrícolas de las personas. Sí ellos no daban este diezmo, los judíos estaban robándole a Dios porque le pertenecía a Él (Mal.3:8). Eso es lo que estaba pasando en el contexto de Malaquías, ya que el pueblo no estaba cumpliendo con su diezmo hacia la tribu de Levi, que era la única que no poseía tierras y por tanto necesitaba de los diezmos de las tribus para sostenerse.

Deuteronomio 12:10-11, 17-18 hace referencia a un segundo diezmo anual que los israelitas tenían que pagar: Sin embargo, pronto cruzarás el río Jordán y vivirás en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da. Cuando él te dé descanso de todos tus enemigos y estés viviendo a salvo en esa tierra, deberás llevar todo lo que yo te ordeno —tus ofrendas quemadas, sacrificios, diezmos, ofrendas sagradas y ofrendas para cumplir tus juramentos— al lugar de adoración designado, el lugar que el SEÑOR tu Dios elija para que su nombre sea honrado. (Deut.12:10-11, NTV).

Sin embargo, en la ciudad donde vives, no podrás comer de tus ofrendas: sea la décima parte de tu grano y vino nuevo y aceite de oliva, o las primeras crías de tus rebaños y manadas, o cualquier ofrenda para cumplir un juramento, o tus ofrendas voluntarias, o tus ofrendas sagradas. Todas estas las comerás en la presencia del SEÑOR tu Dios, en el lugar que él elija. Lo harás allí con tus hijos, tus sirvientes y los levitas que vivan en tus ciudades, y celebrarás en la presencia del SEÑOR tu Dios cada cosa que haces. (Deut.12:17-18, NTV).

Dios les ordeno a los israelitas llevar todas las ofrendas, sacrificios y contribuciones a Jerusalén, la ciudad que establecería para que morara su nombre. Él estaba ordenando el apoyo para todos los festivales religiosos nacionales. Las celebraciones y festividades ceremoniosas como la Pascua. El segundo diezmo fue por el bien de la adoración religiosa nacional de los judíos y también promovió la fraternidad y unidad nacionales.

Deuteronomio 14:28-29 hace referencia a un tercer diezmo. Eso promedia una cifra de tres y un tercio por ciento adicionales por año de dadiva necesaria. El tercer diezmo se conocía como el diezmo del bienestar, o el diezmo de los pobres y se usaba para ayudar al extranjero, al huérfano y las viudas: Al final de cada tercer año, lleva todo el diezmo de la cosecha de ese año a la ciudad más cercana y almacénalo allí. Dáselo a los levitas —quienes no recibirán ninguna asignación de tierra como las demás tribus— y también a los extranjeros que vivan en medio de ti, a los huérfanos y a las viudas de tus

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ciudades, para que coman y se sacien. Entonces el SEÑOR tu Dios te bendecirá en todo tu trabajo. (Deut.14:28-29, NTV).

Los primeros tres diezmos mencionados durante la época de Moisés no eran más que impuestos y no se deben confundir con la dadiva voluntaria (o el “diezmo”) al Señor. Esos diezmos llegaban a ser una tributación obligatoria que se usaba para financiar el gobierno humano instituido divinamente en Israel. Sin embargo, esa base imponible esencial de 23 por ciento no era la dadiva necesaria total para el pueblo bajo la ley mosaica. Tenían algunos requisitos adicionales, al igual que nosotros tenemos impuestos sobre la gasolina, sobre las ventas, ganancias de capital, sobre el valor añadido, los judíos tenían un impuesto sobre la participación en las utilidades, que se explica en detalles en Lev.19:9-10.

Deberás designar otras tres ciudades de refugio adicionales. (Él te dará esa tierra si te aseguras de obedecer todos los mandatos que te di, es decir, si siempre amas al SEÑOR tu Dios y andas en sus caminos). De esa manera, evitarás que mueran personas inocentes en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da como tu preciada posesión. Entonces no serás responsable de la muerte de inocentes. (Lev.19:9-10, NTV).

Cuando las personas segaban sus cosechas, no debían segar hasta las esquinas de sus campos y no debían recoger el fruto que caía al suelo mientras recogían uvas. Eso era para que los pobres pudieran atravesar los campos y las vides y servirse de la abundancia de la cosecha. (Eso es lo que Rut estaba haciendo en los campos en el libro de Rut.).Tales requisitos tenían en efecto constituían un plan de participación en las utilidades para suplir algunas de las necesidades de los pobres.

Además del impuesto sobre la participación en las utilidades estaba el requisito del reposo de la tierra cada siete años (Ex.23:10-11). Cada séptimo año el pueblo tenía que perder las ganancias normales de todo un año de modo que el suelo pudiera rejuvenecerse. Después estaba el tercio anual de un impuesto para el “Shekel” del templo. Se usaba para financiar y mantener el templo.

Así que a los judíos se les exigían que proporcionaran un diezmo de los levitas, un diezmo para los festivales, un diezmo para los pobres (el bienestar), un impuesto sobre la participación en las utilidades, el reposo cada siete años de la tierra y el impuesto para el templo. Todo eso suma más del 25 por ciento en impuesto anual sobre la renta para el gobierno teocrático de Israel. Era mucho más que el 10 por ciento que muchos creyentes erróneamente citan para reforzar su argumento para el diezmo necesario en la actualidad.

LA DADIVA VOLUNTARIA

La dadiva voluntaria bajo la ley mosaica se hacía además de la dadiva necesaria. Y al igual que antes de Moisés, la dadiva voluntaria era proporcionada, generosa, expiatoria (en sustitución por los pecados) y de corazón.

En primer lugar, Números 18:12, describe el principio de la primicia:

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También te doy las ofrendas de la cosecha que el pueblo presenta al SEÑOR: lo mejor del aceite de oliva y del vino nuevo y del grano. (Num.18:12, NTV).

Dios puso el ejemplo de darles lo mejor a los levitas de lo que el pueblo le había ofrendado a Él. Por ende, si queremos agradarle con nuestra dadiva, debemos darle al Señor lo primero y lo mejor de lo que ganemos. Cuando dé así de lo mejor, le está dando a Dios lo que tiene y está creyendo en Él para lo que no tiene. Note que esta dadiva u ofrenda no es obligatoria, es una dadiva de gratitud. Cuando las personas confiaban en Dios y estaban dispuestas a darles de las primicias, aunque no supieran exactamente cuánto tendrían, Él los recompensaba y bendecía abundantemente: Proverbios 3:9-10; 11:24.

Honra al SEÑOR con tus riquezas y con lo mejor de todo lo que produces. Entonces él llenará tus graneros, y tus tinajas se desbordarán de buen vino (Prov.3:9-10, NTV).

Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria (Prov.11:24, NVI).

Esa es la esencia de la dadiva voluntaria. Es una cantidad generosa, dada por fe, de lo mejor de nuestros recursos.

En Segundo lugar, el libro de Éxodo ilustra que a Dios le importa más la actitud del corazón del que da, que en la cantidad de la dadiva. No había pancartas, ni carteles puestos en los alrededores del campamento de Israel con recordatorios impresos tales como: “¿Ya dio su diezmo?”; tales métodos para motivar a las personas como hoy día se hace no eran necesarios porque las personas daban la cantidad que querían y tenían planeado en sus corazones. Ni siquiera tenían que poner sus nombres en un sobre para que luego todos reconocieran quienes eran los que daban. Los siguientes versículos de Éxodo demuestran esa verdad: Moisés le dijo a toda la comunidad israelita: «Esto es lo que el SEÑOR les ordena: Tomen de entre sus pertenencias una ofrenda para el SEÑOR. Todo el que se sienta movido a hacerlo, presente al SEÑOR una ofrenda de oro, plata y bronce. (Ex.35:4-5, NVI).

Y todos los que en su interior se sintieron movidos a hacerlo llevaron una ofrenda al Señor para las obras en la Tienda de reunión, para todo su servicio, y para las vestiduras sagradas. Así mismo, todos los que se sintieron movidos a hacerlo, tanto hombres como mujeres, llevaron como ofrenda toda clase de joyas de oro: broches, pendientes, anillos, y otros adornos de oro. Todos ellos presentaron su oro como ofrenda mecida al Señor. (Ex.35:21-22, NVI).

Todos los israelitas que se sintieron movidos a hacerlo, lo mismo hombres que mujeres, presentaron al SEÑOR ofrendas voluntarias para toda la obra que el SEÑOR, por medio de Moisés, les había mandado hacer. (Ex.35:29, NVI).

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Todos los artesanos y expertos que estaban ocupados en la obra del santuario suspendieron su trabajo para ir a decirle a Moisés: «La gente está trayendo más de lo que se necesita para llevar a cabo la obra que el SEÑOR mandó hacer.» Entonces Moisés ordenó que corriera la voz por todo el campamento: « ¡Que nadie, ni hombre ni mujer, haga más labores ni traiga más ofrendas para el santuario!» De ese modo los israelitas dejaron de llevar más ofrendas, pues lo que ya habían hecho era más que suficiente para llevar a cabo toda la obra. (Ex.36:4-7, NVI).

LA DADIVA EN LOS TIEMPOS DEL NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento contiene la enseñanza que se tenía en el Antiguo Testamento. La dadiva necesaria en la época de Jesús todavía existía en la forma del sistema de tributación mosaico. Los levitas, los fariseos y los saduceos poseían todo el poder político real y dirigían el gobierno, bajo la dirección de los romanos ocupantes. El muro del patio del templo tenía recipientes en forma de trompetas en los que las personas depositaban su dinero de los impuestos. Hacían eso con cuidado como su deber y responsabilidad para con los líderes religiosos.

Además, los Evangelios hacen referencia a la carga de impuestos que era muy excesivo, y que los romanos, por medio de los cobradores judíos (publicanos) imponían en el pueblo (Mt.5:46-47; Mr.2:14-16; Lc.5:29-30; 19:2, 8). A pesar de esa extra tributación, la cual por lo general era injusta y los judíos la odiaban, Jesús nunca comento sobre la misma. En cambio, Él defendió el principio del Antiguo Testamento y enseño que debemos pagar nuestros impuestos. El evangelio según San Mateo registra la enseñanza básica de Jesús sobre los impuestos de esta manera:

Cuando Jesús y sus discípulos llegaron a Capernaúm, los que cobraban el impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: — ¿Su maestro no paga el impuesto del templo?—Sí, lo paga —respondió Pedro. Al entrar Pedro en la casa, se adelantó Jesús a preguntarle: —¿Tú qué opinas, Simón? Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás?—A los demás —contestó Pedro. —Entonces los suyos están exentos —le dijo Jesús—. Pero, para no escandalizar a esta gente, vete al lago y echa el anzuelo. Saca el primer pez que pique; ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mi impuesto y por el tuyo. (Mt.17:24-27, NVI).

Por una parte, Jesús estaba diciendo que, como el Hijo del Padre, Él no tenía que pagar impuesto alguno y tampoco sus seguidores, que son hijos de su Padre celestial. Pero, para que ni él ni su Maestro ofendieran a la autoridad, Jesús le dijo a Pedro que pagara el impuesto del templo. Las palabras del Señor también son un buen recordatorio de que debemos pagar nuestros impuestos porque Dios está detrás de todo gobierno humano y Él ordenó cualquiera que sea el sistema de tributación al que pertenecemos (Ro.13:1-7; 1 Pe.2:13; Mt.22:15-22).

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Hay dos menciones solamente de la palabra real impuesto en los Evangelios y ambos casos se refieren a tributación o dadiva necesaria. En Mateo 23:23, Jesús les dijo a los fariseos: ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Dan la décima parte de sus especias: la menta, el anís y el comino. Pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley, tales como la justicia, la misericordia y la fidelidad. Debían haber practicado esto sin descuidar aquello. (Mt.23:23, NVI).

La fuerza crítica de Jesús hacia los líderes religiosos no era por el diezmo. Él sencillamente reconoció que ellos lo pagaban como parte de los requisitos de la ley de moisés. En un sentido, Cristo los elogió por no descuidar su deber. En esto su preocupación principal era que los fariseos habían ignorado hipócritamente los más altos principios morales de la ley.

Igualmente, Lucas 18:12 en la parábola del fariseo y el publicano (18:9-14) se hace referencia al pago de diezmos. El fariseo estaba alardeando en realidad por el pago de sus impuestos y esa actitud no tenía sentido porque de todos modos debemos pagar impuestos. Jesús no elogió ni condenó el concepto del diezmo, porque ese no era su objetivo en esta parábola. Su propósito era ilustrar el engaño de confiar en la propia justicia de uno para justificarse ante Dios: Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo. (Luc.18:12, NVI).

Hebreos 7:4-9 contiene varias referencias a las decimas partes y los diezmos, pero nuevamente no como instrucciones para hacerlo hoy en día en la Iglesia. El pasaje es sencillamente un recuento de un suceso histórico del encuentro de Abraham con Melquisedec, un suceso del Antiguo Testamento. El objetivo del autor es el sacerdocio de Cristo, que es sacerdote según el orden de Melquisedec.

Consideren la grandeza de ese hombre, a quien nada menos que el patriarca Abraham dio la décima parte del botín. Ahora bien, los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio tienen, por ley, el mandato de cobrar los diezmos del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también son descendientes de Abraham. En cambio, Melquisedec, que no era descendiente de Leví, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. Es indiscutible que la persona que bendice es superior a la que recibe la bendición. En el caso de los levitas, los diezmos los reciben hombres mortales; en el otro caso, los recibe Melquisedec, de quien se da testimonio de que vive. Hasta podría decirse que Leví, quien ahora recibe los diezmos, los pagó por medio de Abraham. (Heb.7:4-9, NVI).

Por ende, entre todas las referencias del Nuevo Testamento a un diezmo o el 10 por ciento, no hay mandato para los creyentes sobre la necesidad del 10 por ciento. Eso es porque el diezmo nunca ha sido una ofrenda para Dios, siempre fue una forma de tributación para sustentar el gobierno en Israel.

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La enseñanza de la Biblia sobre el diezmo en comparación con la dadiva voluntaria es importante. El diezmo tanto en épocas del Antiguo como del Nuevo Testamento era el pago de impuestos y los judíos bajo la Ley de Moisés pagaban hasta un 25 por ciento por año en diezmos (eso es mucho más que el 10 por ciento). Durante años, muchas iglesias evangélicas han promovido el diezmo como la norma básica para lo que sus miembros deben poner en el plato de la ofrenda. Además, usan aquello para decir quién puede participar en la obra del Señor y quién no. Eso es solo un pretexto para que los miembros paguen sus diezmos y ellos puedan beneficiarse de aquello, pero tales principios no se enseñan en las Escrituras.

El principio del Nuevo Testamento sobre la dadiva por el que debemos regir nuestras vidas no se deriva de algún porcentaje obligatorio. La dadiva del Nuevo Testamento o Nuevo Pacto nace del corazón y se determina personalmente. 2 Corintios 9:6-7 constituye un excelente resumen de cómo debemos darle al Señor: Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. (2 Co.9:6-7, NVI).