Diez reglas para formar tu voluntad

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Es difícil, tras estudiar el tema de la voluntad desde

perspectivas tan diversas, intentar concretar para ofrecer

unas pautas específicas que no sean simples recetas de

cocina, pues al atravesar la frontera entre la teoría y la

práctica, entre las ideas y su aplicación, hay un trecho

difícil de salvar. No obstante, voy a tratar de

esquematizarlas.

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1. La voluntad necesita un aprendizaje gradual, que se

consigue con la repetición de actos en donde uno se

vence, lucha y cae, y vuelve a empezar

A esto se llama en psicología hábito. Dicho en otros

términos: hay que adquirir hábitos positivos mediante la

repetición de conductas, de forma deportiva y alegre, que

van inclinando la balanza hacia comportamientos mejores,

más maduros y que, a la larga, se agradecerán, pero que,

en las primeras etapas, cuestan mucho trabajo, puesto

que la voluntad está aún en estado primario, sin dominar.

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2. Para tener voluntad hay que empezar por negarse o vencerse en los

gustos, los estímulos y las inclinaciones inmediatas.

Esto es lo realmente difícil. Es más fácil explicar los mecanismos por donde

hay que dirigir la voluntad, que ponerse uno a funcionar, aplicando las teorías

y los argumentos. Esto es: toda educación de la voluntad tiene un trasfondo

ascético, sobre todo cuando se empieza. La labor de los padres en esta tarea

es decisiva: deben —con mucha sabiduría— hacer atractiva la

responsabilidad, el deber y las exigencias concretas. De otra parte, están los

educadores: deben guiar al alumno hacia la verdad y la libertad, ligadas

estrechamente.

Hay un puente que va de la primera a la segunda. La voluntad es liberadora.

¿En qué consiste ser libre? ¿Qué es liberarse? Significa poder moverse sin

coacciones, haciendo lo que uno quiere, eximiéndose de obstáculos y

dependencias que distraigan del mejor trayecto personal. La voluntad libera e

inicia el vuelo hacia la realización del proyecto personal y de la felicidad.

Ahora bien, hay que hacer la siguiente pregunta: ¿Cuál es el nivel del proyecto

y a qué cosas nos referimos cuando hablamos de felicidad? La respuesta no

es otra que indagar en los argumentos de nuestra existencia, ya que éstos

constituyen el alma de nuestra vida como anticipación y programa de la

misma. La vida humana es una tarea que se mueve entre dos polos: adecuar

los deseos a la realidad. Por eso la felicidad no consiste en vivir bien y tener

un excelente nivel de vida, sino en saber vivir. Es frecuente captar esto

cuando la vida se acaba. Es una lástima darse cuenta de ello cuando se está

a punto de amarrar la propia barca en la otra ribera.

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3. Cualquier aprendizaje se adquiere con más facilidad a medida que la

motivación es mayor. Estar motivado implica estar preparado para apuntar

hacia el mejor blanco.

El ejercicio de luchar por nuestros objetivos se estira más gracias a la fuerza

de los contenidos que los mueven. Lo expresaré de otra forma: el que no

sabe lo que quiere, el que no tiene la ilusión de alcanzar algo, difícilmente

tendrá la voluntad preparada para la lucha. Esta regla sugiere muchas cosas

a la vez. Por una parte, el viejo tema del modelo de identidad, esa lección

abierta que otro nos da y nos invita a imitarlo. Tenerlo presente es empezar a

andar de forma correcta y correr tras la verdadera libertad. Como dice Daniel

Inenarity: «Libertad como pasión significa superar el reduccionismo de una

libertad sólo centrada en aspectos formales, comprada al precio de una

perpetua indecisión [... ] Una libertad profunda es aquella que se realiza, se

hace vida, decide y compromete [... ] conservando la propia superioridad

moral. » Es decir, que todo progreso humano que se hace de espaldas a

unas normas morales acaba mal. El hombre superior es el hombre espiritual

que ve a los demás como personas, no como peldaños.

Por otra parte, hay que saber descubrir lo que yo llamaría en la actualidad

valores de recambio, que de algún modo se circunscriben alrededor de los

grandes motivos del hombre. Son nuevos motores que iluminan con su fuerza

el proyecto personal: la democracia, los valores de la Ilustración, el pluralismo

bien entendido, la solidaridad, así como una visión supranacional de los

problemas actuales.

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4. Tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y

estables.

Cuando esto es así y se ponen todas las fuerzas en ir

hacia delante, los resultados positivos están a la vuelta de

la esquina, y no tiene cabida la dispersión de objetivos, ni

tampoco querer abarcar más de lo que uno puede. Por

eso produce mucha paz aplicarse en esos propósitos,

siendo capaz de apartar todo lo que pueda distraernos o

alejarnos de las metas. Querer es pretender algo concreto

y renunciar a todo lo que distraiga y desvíe de los

objetivos trazados.

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5. Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético,

especialmente en sus comienzos.

Hay que saber conducir las ansias juveniles hacia una

meta que merezca realmente la pena. Ahí es donde

resulta decisiva la tarea del educador por un lado, y la de

los padres, por otro. Hay una observación complementaria

que quiero hacer, una vez llegados a este punto: las

grandes ambiciones, las mejores aventuras, brotan de

algo pequeño, que crece y se hace caudaloso a medida

que la lucha personal no cede, no baja la guardia,

insistiendo una y otra vez.

En el alpinismo, por ejemplo —tarea que se parece mucho

al fortalecimiento de la voluntad—, lo importante es dar

pequeños pasos hacia arriba, ir ascendiendo en la

montaña no gracias a las grandes escaladas, sino merced

a pequeños avances, al principio costosos y, después, ya

más fáciles, una vez que se vislumbra el paisaje desde la

cima.

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6. A medida que se tiene más voluntad, uno se gobierna

mejor a sí mismo, no dejándose llevar por el estímulo

inmediato.

El dominio personal es uno de los más extraordinarios

retos, que nos elevan por encima de las circunstancias.

Se consigue así una segunda naturaleza. Uno no hace lo

que le apetece, ni escoge lo más fácil y llevadero, sino

que se dirige hacia lo que es mejor. Cuando la voluntad

es más sólida, esa persona ya ni se plantea el cansancio

que ha supuesto o sus apetencias, sino lo que sabe que

será más positivo para ella de cara a los objetivos

diseñados.

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7. Una persona con voluntad alcanza las metas que se

había propuesto con constancia.

He comentado en las páginas que preceden lo importante

que es tener presentes las piezas instrumentales de la

voluntad: el orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría

constante y la mirada puesta en el futuro, en la meta.

Existe hoy la tendencia a la exaltación del modelo del

ganador, que deja en la estacada, groggy, a muchos

perdedores en el ring social. Por eso, compararse con

otros, fijarnos demasiado en las vidas ajenas, puede

ofrecer una cara negativa, suficiente como para no

disfrutar con lo que se tiene y desear lo que no poseemos.

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8. Es importante llegar a una buena proporción entre los

objetivos y los instrumentos que utilicemos para

obtenerlos; es decir, buscar la armonía entre fines y

medios.

Hay que intentar una ecuación adecuada entre aptitudes y

limitaciones, pretender sacar lo mejor que hay en uno

mismo, poniendo en marcha la motivación, configurada

gracias a las ilusiones, así como el orden, la constancia,

la alegría y la autoridad sobre nosotros mismos, para no

ceder ni un ápice en lo propuesto.

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9. Una buena y suficiente educación de la voluntad es un

indicador de madurez de la personalidad.

No hay que olvidar que cualquier avance de la voluntad se

acrecienta con su uso y se hace más eficaz a medida que

se incorpora con firmeza en el patrimonio psicológico de

cada uno de nosotros. Una persona madura y con

equilibrio psicológico ofrece un mosaico de elementos

armónicamente integrados, en donde la voluntad brilla con

luz propia.

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10. La educación de la voluntad no tiene fin.

Esto significa que el hombre es una sinfonía siempre

incompleta, y que, haber alcanzado un buen nivel no

quiere decir que se esté siempre abonado al mismo, ya

que las circunstancias de la vida pueden conducir a

posiciones insólitas, inesperadas, difíciles o que obligan a

reorganizar parte de la estructura del proyecto personal.

También hay que citar la falta de orientación de la

sociedad actual, tan permisiva y con tan pocos valores de

referencia, que impide ver ejemplos positivos que sirvan

como modelos de identidad. La sociedad, tal y como está

ahora, no favorece en casi nada la potenciación de la

voluntad. Y mucho más difícil resulta esta potenciación

con la influencia de la televisión, frente a la cual no cabe

tener más que un moderado pesimismo.

Es un poco largo, pero vale la pena.

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Se refiere a la capacidad de reconocer todo aquello que

pasa en torno a la propia persona. Existen claves para

ello, la puerta de entrada entre el mundo externo y el

mundo interno de una persona son el pensamiento, las

emociones-sentimientos y después las sensaciones.

Trabajando en el reconocimiento de todo ello puede uno ir

aspirando a "el dominio de sí mismo". En realidad una

persona es responsable no tanto porque cumpla con sus

funciones asignadas de un trabajo o tarea sino porque es

capaz de auto-observarse (en ese mundo interior) y

desde ahí tomar decisiones. Solo desde una intención

clara se puede desarrollar una real voluntad para seguir

adelante tras los sueños y metas siempre sosteniendo los

bríos para sostenerse ante adversidades eventuales.

Saludos