Dieta cetogénica contra el cáncer

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Page 1: Dieta cetogénica contra el cáncer

Dieta cetogénica contra el cáncer (I). Resumen y prejuicios derribados

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Para aquellos que (generalmente con razón) leen este tipo de titulares con escepticismo, vaya por delante que en el momento

en que escribo estas líneas -marzo del 2013- ya se están emprendiendo ensayos clínicos para probar la eficacia de la

dieta cetogénica contra el cáncer, en centros como el Albert Einstein de Nueva York y ya se ha completado una primera

fase en el hospital de Würtzburg, en Alemania.

Además, numerosos oncólogos y bioquímicos, que saben que el cáncer es una enfermedad metabólica, han presentado

estudios que demuestran los beneficios de la dieta cetogénica contra el cáncer, si bien no pertenecen a la corriente

mayoritaria oficial, empecinada en que el cáncer procede de miles de mutaciones genéticas diferentes, lo que conllevará a

crear miles de fármacos al respecto, tan poco efectivos y tóxicos como son los actuales.

En este post resumiré los aspectos principales de la dieta cetogénica y explicaré el camino de descubrimiento que me

permitió derribar mis iniciales prejuicios contra ella.

¿En qué consiste la dieta cetogénica?

La dieta cetogénica consiste en limitar el consumo de carbohidratos hasta niveles muy bajos y aumentar el de las

grasas, manteniendo niveles adecuados de proteínas.

Los alimentos de alto índice glucémico y alto contenido en carbohidratos (pan, pastas, arroz, patatas, azúcar, todo tipo de

galletas y productos refinados, incluso legumbres) se sustituyen por verduras, setas y alguna fruta.

Se persigue con ello que el cuerpo deje de emplear la glucosa como principal fuente de energía y metabolice la grasa.

La glucosa procede de los hidratos de carbono consumidos y de una parte de las proteínas consumidas en exceso. Los

cuerpos cetónicos proceden de las grasas.

Durante el metabolismo de los ácidos grasos se producen cuerpos cetónicos que el organismo utiliza como ‘combustible’ en

un estado metabólico llamado cetosis.

La cetosis es el estado típico del hambre y el ayuno, donde el cuerpo usa sus reservas de grasa para sobrevivir. Es, en

realidad, el estado normal del hombre, al que ha estado sometido durante los dos millones de años de evolución previos al

descubrimiento de la agricultura, aquél para el cual nuestros genes se han adaptado y, por tanto, el más natural.

La dieta cetogénica imita los efectos bioquímicos del ayuno pero sin necesidad de pasar hambre.

En siguientes artículos hablaré de los alimentos más adecuados y de las proporciones adecuadas de cada macronutriente si

queremos aplicar la dieta cetogénica contra el cáncer.

Resumen de efectos beneficiosos de la dieta cetogénica contra el cáncer

La base de la dieta cetogénica contra el cáncer es conseguir niveles muy bajos de glucosa en el organismo.

El cuerpo puede funcionar de manera saludable usando en gran parte los cuerpos cetónicos y los ácidos grasos como

combustible, y la presencia de éstos permite que los niveles de glucosa puedan estar incluso por debajo de lo que se

consideraría hipoglucemia en dietas normales, sin perjuicio alguno para el cuerpo sano.

Las células tumorales necesitan metabolizar grandes cantidades de glucosa para vivir, y no pueden funcionar con

cuerpos cetónicos ni ácidos grasos (de hecho estos son tóxicos para ellas), en virtud del efecto Warburg, que expliqué en

otro artículo. Es decir, la dieta cetogénica tiene como objetivo privar de su alimento a las células tumorales y que se vean

imposibilitadas para crecer a gran velocidad.

En siguientes artículos explicaré más a fondo todos los beneficios de la dieta cetogénica contra el cáncer, pero también contra

otras enfermedades crónicas y también para mantener niveles sanguíneos saludables en cualquier persona sana.

Mi camino de descubrimiento de la dieta cetogénica contra el cáncer. Los prejuicios derribados.

La primera vez que escuché referencias a la dieta cetogénica contra el cáncer fue en 2008. Encontré el reporte del caso de dos

niños, enfermos de glioma cerebral maligno, cuya dolencia progresaba pese a haber sido tratados con todas las medidas

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disponibles en el arsenal convencional, y que por ello estaban desahuciados y se esperaba un desenlace trágico en un breve

plazo.

Se decidió entonces aplicarles una dieta cetogénica y contuvieron la enfermedad durante mucho más tiempo del

previsto. Uno de ellos aún seguía vivo varios años después.

Tomé esa noticia con todas las precauciones que merece un universo muestral tan pequeño, pero guardé la referencia porque,

aun siendo dos únicos casos, todos los oncólogos saben a qué se enfrentan cuando se habla de un glioma maligno y también

saben lo poco que las caras y tóxicas medidas oficiales pueden hacer contra esta enfermedad.

Unos pocos casos que viven mucho más de lo esperado ya constituyen una singularidad que debería invitar, al menos,

a reflexionar acerca de las posibles causas. Este tipo de observaciones son las que permiten construir hipótesis que la

ciencia se encarga de poner a prueba y ya se sabe que las hipótesis no matan a nadie. Son los prejuicios y la ausencia de

hipótesis los que lo hacen.

La dieta cetogénica pasó a formar parte de las posibles medidas que aplicar en la enfermedad de mi mujer, aunque sólo en

caso de llegar a un punto en que no hubiera más remedio porque, por entonces, aún creía que este tipo de dietas serían muy

peligrosas de ser aplicadas durante largos períodos de tiempo, tal y como nos avisaban los medios de comunicación y

numerosas webs.

A fin de cuentas, la dieta cetogénica se basa en conceptos que contradicen de raíz la actual pirámide “ideal” de los alimentos

y por entonces yo aún confiaba en que un comité de expertos se comportase como tal y asumiera su trabajo con vistas a

asegurar únicamente el bien común, sin agendas económicas ocultas.

La dieta cetogénica contra la epilepsia

Poco tiempo después accedí a un informe que hablaba acerca de la dieta cetogénica en el tratamiento de las epilepsias

infantiles refractarias a los fármacos y que se venían aplicando, oficialmente y con éxito, desde hacía décadas.

El informe concluía que la dieta era bien tolerada y que, sobre todo en adolescentes que ya habían pasado la etapa de

crecimiento, podía ser aplicada durante largos períodos de tiempo sin ningún problema, como revelaban los análisis

sanguíneos de los pacientes, que se mantenían en un estado de salud excelente.

Por primera vez, un método natural y no tóxico, una dieta, una “simple” dieta cetogénica, era reconocida por el

estamento médico como un arma que podía superar al arsenal farmacológico a la hora de manejar una dolencia.

La dieta cetogénica controlaba las crisis, además, de manera muy efectiva: en la mayoría de los casos, las crisis epilépticas

disminuían extraordinariamente en frecuencia y magnitud al aplicar la dieta cetogénica, cuando no desaparecían por

completo.

La dieta cetogénica parecía contradecir el paradigma nutricional oficial y además parecía ser útil contra dos

enfermedades crónicas tan “diferentes”.

El hecho me sorprendió, pero no demasiado, porque ya por entonces comenzaba a apoyar la teoría de que todas las

enfermedades crónicas están relacionadas y que lo que actúa contra una lo hace contra todas, que es tanto como decir que

existe una manera ideal de tratar la mayoría de enfermedades crónicas al situarnos en una especie de “zona bioquímica de

salud”, donde los procesos principales que rigen la enfermedad (consumo de energía, hormonas, inflamación, sistema

inmune), están equilibrados.

Por supuesto no estoy tan loco como para no saber que esta idea es una mera hipótesis pero, eso sí, una hipótesis plausible

que merecería la pena someter a prueba debido a las abundantes evidencias preliminares que la sustentan.

A partir de un determinado momento comencé a encontrar periódicamente cada vez más referencias de casos de enfermos

de cáncer que se habían beneficiado en mayor o menor medida de una dieta cetogénica, incluso había casos que habían

alcanzado una remisión completa por largos períodos de tiempo, a pesar del avanzado estado de su enfermedad.

Los esquimales y la dieta cetogénica

La epidemiología de ciertas poblaciones con modos de vida ancestrales también llamaba poderosamente la atención. En

concreto era destacable el caso de los inuit.

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Su dieta se basaba, a veces en más de un 80%, en el consumo de grasas de origen animal. El resto eran proteínas y sólo

consumían un 2% de hidratos de carbono durante el verano, cuando podían acceder a algunas bayas, algas y raíces.

La dieta cetogénica de la población esquimal era extrema pero mantenían bajas tasas de obesidad, estaban libres de

diabetes o enfermedades cardiovasculares y tenían bajísimas tasas de cáncer.

Evitaban la deficiencia de vitamina C comiendo algo de carne cruda, y en su dieta abundaban las fuentes de vitamina D y de

ácidos grasos omega 3.

El libro Cancer: disease of civilization?, escrito en 1960 por el explorador islandés Vilhjalmur Stefansson, que convivió

durante años (desde 1908 hasta 1912) con la población esquimal, ponía el dedo en la llaga, con datos empíricos, en el

hecho de que el cáncer era una enfermedad metabólica y aseguraba que la dieta más adecuada se basaba en una baja

cantidad de hidratos de carbono no refinados.

Cuanto más continuaba yo investigando, encontraba más casos que se habían beneficiado de una dieta cetogénica y, lo que

era más importante, su mecanismo de acción era perfectamente coherente con lo que la ciencia básica descubría acerca del

metabolismo tumoral.

Había todo un mundo por descubrir y multitud de prejuicios que desterrar: la ciencia era clara y contradecía al marketing

y a los periodistas voceros del poder corporativo.

En siguientes artículos continuaré explicando el mecanismo de acción de la dieta cetogénica contra el cáncer, las pruebas

científicas que certifican sus beneficios y el porqué de la manipulación a que nos vemos sometidos por los medios de

comunicación de masas para inducir un rechazo generalizado, basado en cuestiones económicas, de la dieta cetogénica y sus

efectos terapéuticos.

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Publicado en abr 8, 2013 in Alimentación contra el cáncer, Contra el cáncer | 13 comentarios

Dieta cetogénica contra el cáncer (II). Los combustibles del cuerpo sano y los dos estados metabólicos.

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La oncología oficial (espoleada por la Industria Farmacéutica) se empecina en encontrar cientos de fármacos que cubran

todas las posibles combinaciones de genes mutados que (dicen) están involucrados en las 200 enfermedades que (dicen) es el

cáncer, mediante ataques frontales, caros y muy tóxicos.

Por contra, otros bioquímicos y oncólogos que defienden un paradigma diferente del cáncer, entendido como

enfermedad metabólica, proponen atacar al enemigo de otra manera, menos directa pero más universal; menos tóxica y,

desde mi punto de vista, mucho más inteligente: haciéndole pasar hambre mediante una dieta cetogénica y otras medidas que

comentaremos en otros artículos.

Es decir, se intenta convertir el cuerpo, que el cáncer pretende conquistar, en un terreno inhóspito para él.

Comprender las particularidades metabólicas de nuestro enemigo, aquellas que lo diferencian de las del cuerpo sano, nos

permitirá usar con mayor efectividad dicho conocimiento contra él y entenderemos porqué es una buena medida terapéutica

adoptar una dieta cetogénica contra el cáncer.

En este artículo explicaremos los dos estados metabólicos del cuerpo sano y en el siguiente los compararemos con el

estado metabólico propicio para el cáncer.

Los combustibles metabólicos de las células sanas. Un breve resumen.

Las células del organismo pueden usar varios tipos de combustibles metabólicos, bien directamente, bien tras un proceso

previo, o bien como resultado de un ‘reciclaje’ de productos de desecho: glucosa, aminoácidos, ácidos grasos libres,

triglicéridos, cuerpos cetónicos, alcohol, lactato, glicerol… pero los dos principales combustibles metabólicos son la

glucosa y los ácidos grasos.

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La glucosa se puede obtener directamente de los hidratos de carbono ingeridos, cuya parte no consistente en fibra se

transforma casi al 100% en glucosa; también puede proceder, durante períodos de ayuno o durante un ejercicio físico intenso,

de los depósitos corporales de glucógeno almacenados en músculos e hígado.

Indirectamente, la glucosa puede sintetizarse mediante un proceso llamado gluconeogénesis (que tiene lugar

mayoritariamente en el hígado), por la degradación, entre otras moléculas, de aminoácidos glucogénicos y ácidos grasos.

Algo más de la mitad de las proteínas sobrantes de la dieta pueden llegar a transformarse en glucosa mediante ese proceso,

mientras que sólo puede realizar esa transformación un 10% de los ácidos grasos, la parte correspondiente al glicerol.

Los ácidos grasos pueden también ser usados directamente como combustible por las células sanas, más tarde veremos en

cuáles y en qué condiciones.

Una parte de esos ácidos grasos pueden ser convertidos por el hígado en cuerpos cetónicos, que se utilizarán preferentemente

para nutrir al cerebro cuando se alcanza el estado de cetosis, tras el período de adaptación inicial de una dieta cetogénica.

Profundizaremos más tarde en estos conceptos.

Los dos estados metabólicos

Como hemos dicho, pese a que el organismo puede emplear una amplia variedad de combustibles, son sólo dos los

principales. Cada uno representa un determinado estado metabólico y uno de ellos se alcanzará tras aplicar una dieta

cetogénica.

Estado 1. Glucosa: el metabolismo ‘de emergencia’ convertido en habitual

La glucosa es un combustible “de emergencia”. Cuando ingerimos hidratos de carbono, las enzimas digestivas transforman

los diferentes azúcares en glucosa.

Cuando el nivel de glucosa en sangre se eleva, el páncreas segrega cantidades proporcionales de insulina con el fin de

distribuirla: una parte se emplea para proporcionar energía inmediata a las células, otra se transforma en glucógeno para

rellenar los pequeños depósitos de músculos e hígado y el sobrante se almacena en el tejido adiposo, bien directamente o bien

previo paso por el hígado, que producirá triglicéridos (de ahí que el nivel de triglicéridos dependa sobre todo de los hidratos

de carbono ingeridos, no de las grasas).

Cuando hay glucosa suficiente, es el combustible preferido por el organismo. Éste interpreta que se encuentra ante

una situación de abundancia excepcional y pone en marcha una serie de procesos destinados a almacenar la energía

que “cree” que necesitará más adelante, cuando vengan épocas duras. Los niveles de insulina se elevan, se almacena grasa

a partir de la glucosa sobrante y, a la vez, la insulina también impide que dicha grasa se use como energía.

Nuestros genes han sido labrados en épocas donde estos picos de glucosa eran excepcionales, y sólo ocurrían, como

mucho, unas pocas semanas al año. Por ello, el cuerpo “dice”: atención, esta abundancia no volverá a suceder en bastante

tiempo, dejemos de usar reservas de grasa que nos serán muy valiosas el resto del año, consumamos esta energía rápida que

nos permitirá sobrevivir un día más y aumentemos el panel adiposo para cuando vengan épocas duras.

Los depósitos de grasa de un hombre medio podrían mantenerle con vida durante muchas semanas. Por contra, el total de

depósitos de hidratos de carbono del cuerpo se agotaría en poco más de un día o dos.

La insulina es anabólica y promueve la creación de hormonas eicosanoides inflamatorias, pero es un precio bajo a pagar a

corto plazo, puesto que en otras épocas su presencia era puntual.

El problema es que la alimentación moderna, tan alejada de una dieta cetogénica, está llena, a diario, de situaciones antes

poco frecuentes: una pirámide alimenticia con casi un 70% de carbohidratos llenos de energía, que nos cubren de

glucosa todos los días del año y hacen que lo que en otras épocas era excepcional ahora sea habitual.

Y a esa excepcionalidad convertida en habitual aún no se han ‘acostumbrado’ nuestros genes y nuestra fisiología, tallada

durante millones de años en la escasez y el alimento poco denso en energía.

Nuestra época, especialista en crear bombas de alimento, densas en calorías y glucosa, nos hace permanecer todo el año en

un estado de glucosa e insulina altas, con la inflamación que ello conlleva. Un estado antinatural, si por antinatural

entendemos aquello que perjudica a nuestro organismo, por no ser a lo que está acostumbrado.

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Podríamos trazar una ruta explicativa de todas las enfermedades crónicas partiendo de los altos niveles crónicos de

glucosa e insulina y su relación con la inflamación, algo que haremos en otros artículos. En estos nos enfocaremos en su

participación en el cáncer.

Estado 2. Grasas: el metabolismo favorable a nuestra fisiología convertido en excepcional

Cuando el nivel de glucosa en sangre desciende, como durante el ayuno o durante una dieta cetogénica, nuestro cuerpo

cambia a otro estado metabólico: la insulina también disminuye y se eleva la hormona que la complementa y es su

reverso, el glucagón, producida igualmente en el páncreas. También se segregan en mayor cantidad catecolaminas

(epinefrina y norepinefrina), cuyo mecanismo de acción es similar al del Glucagón con respecto al metabolismo.

Estas hormonas hacen que se liberen las reservas de glucógeno y, cuando éstas se agotan en parte, ponen en marcha el

mecanismo de liberación de grasas.

La insulina representa al estado metabólico de la glucosa. El glucagón representa el de las grasas y ambas hormonas

son los extremos de un eje: cuando la insulina es alta, el glucagón es bajo y predomina el metabolismo de la glucosa. Cuando

la insulina baja, sube el glucagón y predomina el metabolismo de las grasas.

Siguiendo con el lenguaje simbólico, durante milenios el glucagón fue nuestro mejor representante, presente durante casi

todo el año debido a una alimentación muy similar a la dieta cetogénica, haciendo que el organismo viviera durante los

períodos de escasez, los más frecuentes, de las reservas de grasa acumuladas en períodos de abundancia, los más escasos,

durante los cuales la insulina aumentaba.

En nuestros días, el glucagón ha sido “arrinconado” por la insulina, valiosísima en períodos cortos, nefasta cuando

sus niveles están crónicamente elevados.

La relación se ha invertido: la hormona del corto plazo lo es ahora del largo plazo, y viceversa. Cada hormona “representa un

estado” para el cual “no está preparada”.

Comparación de ambos sistemas metabólicos

Dicho de manera sencilla, el cuerpo tiene dos sistemas preferentes de uso de energía, que funcionan casi en forma de

interruptor. Aunque siempre existe una convivencia de ambos tipos de combustibles, el organismo salta a uno u otro

dependiendo de las condiciones externas de acceso a nutrientes.

El ejemplo más extremo de metabolismo “basado en la glucosa” lo constituye la dieta de la civilización occidental. El más

extremo de metabolismo “basado en la grasa” lo constituye la dieta cetogénica.

Cuando la cantidad de glucosa sobrepasa determinado nivel, la cetosis no es posible debido a que la insulina corta la

posibilidad de acceder a las grasas como combustible. En ese estado, casi todo el cuerpo utiliza la glucosa como principal

fuente de energía, a excepción del corazón, que usa con preferencia ácidos grasos (aunque también puede metabolizar

glucosa, lactato o cuerpos cetónicos). En el siguiente artículo de esta serie, dedicada a la dieta cetogénica contra el cáncer,

reflexionaremos acerca de las implicaciones de esta particularidad.

Cuando la glucosa e insulina descienden durante la aplicación de la dieta cetogénica contra el cáncer, el glucagón aumenta,

vacía los depósitos de glucógeno y permite acceder a los ácidos grasos como combustible.

Durante el tiempo de adaptación a la dieta cetogénica, el hígado produce también cuerpos cetónicos a partir de los ácidos

grasos.

A lo largo de las, aproximadamente, 3 semanas que dura la adaptación completa a la dieta cetogénica contra el cáncer, el

cuerpo utiliza ácidos grasos y cuerpos cetónicos como combustible metabólico, pero cada día menos de estos últimos, que

son reservados cada vez en mayor cantidad para su utilización por el cerebro.

Ello es debido a que el cerebro no puede usar ácidos grasos como combustible: son moléculas grandes que no pueden

atravesar la barrera hematoencefálica. Los cuerpos cetónicos sí la atraviesan, y conforme pasan los días el cerebro requiere

más cuerpos cetónicos para sustituir a una glucosa cada vez más escasa, así que son reservados para que sea el cerebro quien

los use como combustible metabólico durante la dieta cetogénica contra el cáncer.

Al final del período de adaptación a la dieta cetogénica, casi todo el cuerpo funciona con ácidos grasos, mientras que

el cerebro cubre entre un 60 y un 75% de sus demandas de energía con cuerpos cetónicos, y el restante 25 a 40%

continúa necesitando de la glucosa.

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Algunos otros sistemas celulares siguen usando también exclusivamente la glucosa, como los eritrocitos.

Otros órganos, como el intestino delgado, prefieren metabolizar aminoácidos como la glutamina.

Al final, tras el período de adaptación completa a la dieta cetogénica contra el cáncer, el cuerpo en cetosis profunda pasa a

depender en, aproximadamente, un 95%, de los ácidos grasos y los cuerpos cetónicos para sus necesidades

metabólicas, y la glucosa se usa para atender sólo el 5% restante.

La relación de combustibles “preferidos” por los órganos en cada estado metabólico (dieta occidental “ideal” y dieta

cetogénica) quedaría distribuida tal y como se refleja en el siguiente dibujo.

[NOTA: hemos evitado representar el combustible correspondiente a los eritrocitos en la dieta cetogénica contra el cáncer,

que sería la glucosa, porque los glóbulos rojos no pueden transformarse en células cancerígenas.]

En el siguiente artículo hablaremos de los combustibles de la célula tumoral y los compararemos con los que

acabamos de conocer de la célula sana.

De esa manera comprenderemos el porqué de las ventajas de adoptar una dieta cetogénica contra el cáncer.

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metabolicos/#sthash.DNrOvgt3.dpuf

Dieta cetogénica contra el cáncer (III). El origen y los combustibles del cáncer. Beneficios de las dietas low-carb, keto

o paleo

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En el anterior artículo explicamos los dos tipos fundamentales de metabolismo mediante los que el cuerpo obtiene energía,

cada uno de los cuales se basa en diferentes combustibles metabólicos.

Ahora veremos qué caracteriza el metabolismo tumoral, y comprenderemos porqué es tan buena idea adoptar una

dieta cetogénica contra el cáncer.

Las dos vías del metabolismo energético en la célula sana

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Para obtener energía, las células usan principalmente dos sistemas metabólicos: la fosforilación oxidativa (respiración o

metabolismo aerobio, en presencia de oxígeno) y la fosforilación a nivel de sustrato (glucólisis anaeróbica o

fermentación, sin presencia de oxígeno)

La primera es el principal metabolismo energético de la célula sana, su “preferido” en la mayoría de situaciones metabólicas,

debido a que es el más eficiente de los dos y permite obtener hasta 15 veces más ATP de la glucosa.

La fosforilación oxidativa se realiza en la mitocondria, que es la “central de energía” de todo proceso metabólico donde se

vea involucrado el oxígeno.

En la mitocondria se oxidan los principales combustibles metabólicos: glucosa, ácidos grasos o cuerpos cetónicos.

El segundo sistema metabólico, la glucólisis anaeróbica, se utiliza en algunos órganos generalmente durante breves períodos

de tiempo, durante los cuales una privación transitoria de oxígeno obliga a la célula a usar un proceso metabólico diferente.

Sucede ocasionalmente, por ejemplo, en los músculos, durante un ejercicio intenso que agota las reservas de oxígeno. La

glucólisis fermenta glucosa y produce ácido láctico, que en algunos órganos como el corazón puede usarse directamente,

de nuevo, como combustible, pero que generalmente es un producto de desecho que se lleva al hígado para ser transformado

de nuevo en glucosa y devolverla al torrente sanguíneo mediante el llamado ciclo de Cori.

Pocos tipos de células usan permanentemente la glucólisis anaeróbica. Un ejemplo de esa excepción lo constituyen los

eritrocitos o glóbulos rojos, que carecen de mitocondria y, por ello, sólo pueden metabolizar glucosa mediante fermentación,

no mediante oxidación.

La glucólisis es mucho menos eficiente que la respiración, pero es un proceso muy rápido, por tanto se considera un

mecanismo excepcional para sortear una situación potencialmente peligrosa para la célula, cuando ésta no puede

metabolizar energía por oxidación.

La glucólisis es un proceso fermentativo que sucede en el citosol, fuera de la mitocondria. Los combustibles metabólicos

que pueden ser fermentados son la glucosa y algunos aminoácidos como la glutamina, pero no que se pueden

fermentar los ácidos grasos o los cuerpos cetónicos.

La única vía del metabolismo energético en la célula tumoral

Tal y como ya he explicado en este blog en varias ocasiones, las características metabólicas de todo cáncer se explican

con gran facilidad en virtud del Efecto Warburg. Voy a sintetizar de nuevo el proceso que convierte a una célula normal

en tumoral para explicar sus particularidades metabólicas.

Las mitocondrias de la célula sufren algún tipo de daño (estructural, en el ADN mitocondrial, o en su membrana

lipídica), que les impide funcionar correctamente.

La mitocondria controla la apoptosis, o suicidio programado de la célula. Al perder su funcionalidad

mitocondrial, la célula no puede ya suicidarse y se convierte en inmortal.

El metabolismo de la mitocondria es oxidativo, así que, independientemente de las cantidades de oxígeno

disponibles, la célula pierde la capacidad de usar la fosforilación oxidativa de glucosa, ácidos grasos o cuerpos

cetónicos para obtener ATP y tiene que recurrir a la fermentación de glucosa o de aminoácidos como la

glutamina para obtener la energía.

En situaciones de hipoxia, cuando hay poco oxígeno disponible, en las células se sintetiza una molécula llamada

HIF-1alfa (factor de crecimiento por hipoxia) que provoca una proliferación. Es una molécula típicamente

presente en procesos de glucólisis.

En células normales, pertenecientes, por ejemplo, a un órgano sometido a una isquemia, la HIF-1alfa sirve para

incrementar la proliferación y reparar la zona dañada.

En el caso del tumor, a pesar de haber oxígeno suficiente disponible no puede ser usado debido al daño

mitocondrial, con lo cual se interpreta que realmente hay una hipoxia, se sintetizan altas cantidades de HIF-1alfa y

se produce una situación muy peligrosa que a la postre conduce al cáncer: la proliferación descontrolada de

una célula que, además, no puede suicidarse.

Al ser la glucólisis un proceso metabólico muy poco eficiente, la célula tumoral necesita consumir grandes

cantidades de glucosa para mantener sus niveles de energía y su proliferación. Una glucosa muy abundante en

el cuerpo de quien siga una dieta típica occidental.

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Para nutrir a las nuevas células tumorales que van surgiendo, el tumor debe crear nuevos vasos sanguíneos en un

proceso conocido como angiogénesis. Dicho proceso necesita un estado inflamatorio para poder ser llevado a

cabo. La insulina alta favorece el estado inflamatorio.

Faltaría hablar el proceso de formación de metástasis, del que escribiré en próximos artículos, y que tampoco necesita

de la intervención de miles de mutaciones genéticas para poder ser explicado con sencillez.

Con ello, obtendríamos una visión aproximada pero elegante y universal de todos los cánceres.

¿Qué podemos deducir de esos 6 puntos respecto al metabolismo tumoral? Pues que:

La célula tumoral no puede oxidar combustibles metabólicos en la mitocondria, que está dañada, sólo puede fermentarlos en

el citosol. Y sólo pueden ser fermentadas la glucosa y la glutamina, pero no los ácidos grasos ni los cuerpos cetónicos.

A continuación muestro un resumen de los combustibles metabólicos de la célula sana y del cáncer, así como de las

principales vías metabólicas de cada una.

¿Qué implicaciones tienen estos conocimientos en la estrategia de un posible tratamiento?

Unas implicaciones que habrán sorprendido a las personas inteligentes que hayan leído hasta aquí y que tal vez se hayan

hecho unas preguntas muy simples.

Mientras se las hacían, tal vez hayan pensado también: “no puede ser tan sencillo”.

Pregunta 1: ¿Y si cambiamos el metabolismo de la glucosa por el de las grasas? ¿Le negaríamos así al tumor la

mayor parte de su combustible principal, la glucosa, y le haríamos pasar hambre? ¿Tal vez lo detendríamos o

incluso lo mataríamos?

Pregunta 2: ¿Y si bloqueamos la fermentación de la glucosa y de la glutamina, o sea, la glucólisis y la

glutaminólisis?, ¿Le impediríamos así acceder a su única manera de usar los combustibles que puede metabolizar y

podríamos matarlo de hambre?

La respuesta a las dos preguntas es SÍ.

Y ésa es la razón por la cual en este blog lucho por que la gente vea que, de haberse investigado hace 50 años en la dirección

correcta, de haberse usado toda la inversión desorbitada que se ha malgastado durante ese tiempo en la dirección correcta, el

cáncer sería una enfermedad controlable desde hace muchos años.

Y todo eso no lo digo yo, sino muchos bioquímicos y oncólogos de todo el mundo, a quienes los medios de comunicación

no hacen entrevistas por no formar parte del statu quo oficial protegido por la Industria Farmacéutica.

La pregunta 1 es la que intentamos contestar en esta serie de artículos acerca de la dieta cetogénica contra el cáncer:

Si pasamos de un estado metabólico donde el cuerpo consume glucosa casi al 100% a otro, que se produce tras la aplicación

de una dieta cetogénica, donde el metabolismo de la glucosa desciende a menos de un 5%, resulta lógico pensar que el tumor

lo tendrá difícil para crecer y prosperar, porque no es capaz de metabolizar ácidos grasos ni cuerpos cetónicos.

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La pregunta 2, la relativa a la inhibición de la glucólisis y la glutaminólisis, la contestaremos en artículos futuros,

donde explicaremos métodos y sustancias relativamente fáciles de usar ahora mismo y dirigidas a ese fin, y también

moléculas sintéticas no tóxicas, baratas y no patentables, que están actualmente siendo estudiadas por laboratorios de todo el

mundo, aunque generalmente pequeños y con medios insuficientes para poner en marcha ensayos clínicos extensos.

Lamentablemente, como explico en el porqué de este blog, nadie pagará jamás por llevar a cabo esos estudios clínicos de

dichas moléculas, porque atentaría contra el paradigma actual del cáncer, que tantos beneficios está aportando a la industria

farmacéutica y a los oncólogos-estrella afines a él.

Y esa es la razón por a que a los millones de enfermos muertos se le añadirán muchos más a no ser que algo cambie,

por la sencilla razón de que, de esta manera, se gana más dinero.

Una verdad obscena y pútrida, que algún día será de conocimiento general.

¿Puede el tumor alimentarse de grasas y cuerpos cetónicos? La controversia del “efecto Warburg inverso”.

Es justo que hagamos mención del único estudio que dice lo contrario de los cientos publicados hasta ahora: que la

célula tumoral sí puede metabolizar ácidos grasos, cuerpos cetónicos e incluso lactato y usar esos combustibles para crecer

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/19923890

El estudio proponía una nueva visión del efecto Warburg, llamado “efecto Warburg inverso”. Según él, demostraban que las

células cancerígenas sí podían respirar correctamente, pero “provocaban” (de alguna manera) en los fibroblastos adyacentes

un estado de impedimento mitocondrial que les hacía metabolizar glucosa de forma anaerobia y excretar lactato. Las células

cancerígenas “pastoreaban” a dichas células adyacentes y usaban ese lactato procedentesde la glucólisis de éstas para

nutrirse.

También sugerían que el tumor podía nutrirse de cuerpos cetónicos y ácidos grasos

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20818174

El estudio fue llevado a cabo por un grupo de trabajo de la Universidad Thomas Jefferson de Filadelfia. Su publicación

provocó un enorme revuelo en la comunidad científica, sobre todo en aquellos que promueven un modelo del cáncer como

enfermedad metabólica.

Pero, una vez estudiada a fondo la metodología del estudio, se comprobó que ésta dejaba bastante que desear, e

incluso el bioquímico Thomas Seyfried escribió una carta denunciando sus profundas inconsistencias.

Los científicos de la universidad de había inyectado en ratones cuerpos cetónicos directamente, en vez de provocar la subida

mediante una dieta, con lo cual provocaban un estado no natural.

Ese y otros detalles, junto con oscuros tejemanejes de dos de los científicos del grupo investigador, que han sido denunciados

por la Universidad, hacen que no se invaliden en absoluto los cientos de estudios, procedentes de numerosos centros de todo

el mundo, que certifican la validez del efecto Warburg y que las células tumorales no pueden oxidar glucosa, cuerpos

cetónicos ni ácidos grasos, sino sólo fermentar glucosa y glutamina.

El caso paradigmático del cáncer de corazón.

¿Alguna vez has oído que alguien padezca de cáncer de corazón?

En realidad existen casos, pero es un tipo de tumor excepcional, y casi el 75% de los tumores cardíacos son benignos, así que

un sarcoma maligno de corazón es extraordinariamente raro.

Lo cierto es que las células cardíacas son casi completamente aeróbicas y tienen una muy alta cantidad de

mitocondrias: tienen una densidad mitocondrial que ocupa casi un 40% del espacio celular.

Aunque el corazón puede utilizar durante un breve período de tiempo la glucólisis anaerobia, ésta es apenas funcional.

Además, el corazón es el único órgano que siempre usa como combustible principal ácidos grasos en vez de glucosa,

tanto si se sigue una dieta típica como una dieta cetogénica.

Eso tiene todo el sentido, porque una máquina sometida a semejante esfuerzo continuo no puede depender de un

combustible cuyas reservas corporales son tan bajas y que puede sufrir grandes fluctuaciones. La grasa es siempre un

combustible más fiable y que casi siempre está disponible.

Page 10: Dieta cetogénica contra el cáncer

Para que una célula cardíaca se transforme en maligna deben ser dañadas a la vez casi todas sus mitocondrias, algo menos

probable que cuando la densidad mitocondrial es menor.

Además, como ya hemos visto, los ácidos grasos no pueden ser metabolizados por las células cancerígenas. Por último, el

corazón sólo puede usar la glucólisis anaerobia durante breves períodos de tiempo.

Todo ello dificulta que un sarcoma cardíaco maligno pueda prosperar.

Como contrapartida, al no poder hacer frente a una posible hipoxia, usando las herramientas proliferativas (y en este caso

reparadoras) típicas de la glucólisis anaerobia, el corazón es más vulnerable a la isquemia. Es el precio que debe pagar por no

poder sufrir apenas cáncer.

El caso del corazón explica porqué es tan buena idea usar los ácidos grasos y cuerpos cetónicos como combustible

prioritario del resto del cuerpo mediante una dieta cetogénica contra el cáncer, y también porqué el paradigma del

cáncer como enfermedad metabólica tiene mayor sentido que el paradigma del cáncer fruto de miles de mutaciones

genéticas.

Otras ventajas de la dieta cetogénica contra el cáncer

Las ventajas de la dieta cetogénica contra el cáncer no se limitan a conseguir determinados niveles de combustibles

metabólicos en la sangre. Con ser esta medida excepcionalmente útil, la dieta aporta otras ventajas sustanciales, a saber:

Dieta antiinflamatoria. Los bajos niveles de insulina y los altos de glucagón que induce la dieta cetogénica contra

el cáncer, provocan que se favorezca la síntesis de hormonas eicosanoides antiinflamatorias. Un estado

antiinflamatorio dificulta que el tumor pueda crear nuevos vasos sanguíneos mediante el fenómeno de la

angiogénesis.

Bajos niveles de IGF-1. La hormona Insulin-like Growth Factor sigue vías diferentes a las de la insulina, pero los

niveles de ambas guardan correspondencia. Los niveles bajos de ese factor de crecimiento hacen que el tumor vea

dificultada su “tendencia a crecer”.

El estado de cetosis profunda no es exactamente un estado catabólico, porque durante él se impide en gran medida

la degradación de las proteínas musculares, pero no es tampoco un estado típicamente anabólico, es decir, no se

facilita el crecimiento de tejidos, neoplásicos o sanos.

Bajos niveles de hormonas tiroideas. Durante la dieta cetogénica contra el cáncer, los niveles de hormona

Triiodotiroxina (T3) descienden. Ésta es una de las hormonas más activas del cuerpo y está implicada, entre otras

funciones, en el control de la tasa metabólica y la síntesis de proteínas.

Al descender el nivel de T3 se dificulta dicha síntesis proteica, lo que implica dificultar la síntesis de cualquier

tejido. Esa es la razón por la cual una dieta cetogénica contra el cáncer, que puede inducir una cetosis profunda, es

poco indicada para atletas que pretendan aumentar su masa muscular.

Pero, como muchos estudios han mostrado, las hormonas tiroideas (Tiroxina y Triiodotiroxina) tienen una

relación directa en el crecimiento de los tumores y las metástasis. Al descender los niveles de dichas hormonas

mediante una dieta cetogénica contra el cáncer, el crecimiento del tumor se frena igualmente.

Potenciación del sistema inmune. Hay estudios que demuestran que el sistema inmunitario se beneficia y potencia

con una dieta cetogénica.

Tal vez su explicación tenga relación con los mismos eicosanoides antiinflamatorios de los que antes hablábamos.

Un fuerte sistema inmunitario es una poderosa arma contra el cáncer, como veremos en artículos futuros.

Las dietas low-carb, keto y paleo, y su beneficio contra el cáncer

Desde hace un tiempo están aparecido nuevos tipos de dieta (casi nuevos estilos de vida) que están ganando cada vez más

seguidores.

La dieta paleo está basada en consumir lo mismo que nuestros antepasados del paleolítico, antes del descubrimiento

de la agricultura, aquellos alimentos que forjaron nuestros genes en épocas duras y a lo que nuestra naturaleza está

más adaptada, por constituir la etapa más larga, con diferencia, durante nuestra estancia en la tierra como especie.

Page 11: Dieta cetogénica contra el cáncer

En ella puede no llegarse permanentemente a un estado de cetosis, como en su variante Keto, que es parecida a la dieta

cetogénica contra el cáncer que promulgaremos aquí, pero ambas son bajas en hidratos de carbono.

El escepticismo que muchos pueden sentir ante lo que podría ser un nuevo ‘milagro’ nutricional tantas veces publicitado

resulta bastante lógico a la vista de la historia reciente pero, al revisar la ciencia en que se basan estas dietas cetogénicas,

comprobamos que se trata de buena ciencia.

Muchos bloggers y nutricionistas honestos que indagan en los estudios publicados al efecto y que promueven estas

dietas, pueden resultar una inestimable ayuda (de la que a veces ni siquiera son conscientes) no sólo para adelgazar,

aumentar el rendimiento deportivo o mejorar la resistencia a la insulina o la diabetes, sino para ayudar en el tratamiento de

otras enfermedades como el cáncer.

Casos prácticos en siguientes artículos

En siguientes artículos consideraremos un ejemplo de aplicación práctica de la dieta cetogénica contra el cáncer.

Para ello usaremos los datos existentes de estudios ya elaborados y de testimonios de enfermos que aplicaron de manera

exitosa una dieta cetogénica; también usaremos ejemplos de aplicación de la dieta cetogénica para otras dolencias o como

método de adelgazamiento, así como todo lo que conocemos de la bioquímica de la nutrición

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keto-paleo/#sthash.xDXy9QWy.dpuf

Dieta cetogénica contra el cáncer (IV). Niveles óptimos de glucosa y cuerpos cetónicos para hacer manejable el cáncer

Serie dedicada a la Dieta cetogénica contra el cáncer. Suscríbete para recibir información de nuevos artículos

Después de los anteriores artículos, donde establecimos las bases teóricas que justificaban la adopción de una dieta

cetogénica contra el cáncer, vamos a comenzar a explicar su aplicación práctica.

El objetivo fundamental, sabiendo que las células cancerígenas necesitan ingentes cantidades de glucosa y que, para

muchos tipos de células tumorales, los cuerpos cetónicos resultan tóxicos, es disminuir al mínimo los niveles sanguíneos

de glucosa y aumentar los de cuerpos cetónicos.

En este artículo veremos cuáles son dichos niveles.

La estrategia de la dieta cetogénica contra el cáncer persigue esas dos condiciones. Mediante las siguientes recomendaciones

explicaremos cómo aproximarnos a los niveles deseados aunque, para afinar del todo el resultado, serán las mediciones

sanguíneas individuales y el método de prueba y error las que permitirán a cada enfermo alcanzar el objetivo.

¿Cuáles son los niveles sanguíneos mínimos de glucosa e insulina que podemos alcanzar?

El cuerpo siempre necesitará un determinada cantidad mínima de glucosa para nutrir aquellos órganos que, bien en

parte, bien totalmente, la utilizan como combustible metabólico.

Como decíamos en artículos anteriores, los hematíes sólo pueden fermentar glucosa, que constituye su único combustible

metabólico, y el cerebro puede obtener aproximadamente un 75% de sus necesidades metabólicas de los cuerpos cetónicos,

pero el restante 25% debe cubrirlo con glucosa (los principales destinos de la glucosa en el sistema nervioso central son el

cerebelo, la médula espinal y el bulbo raquídeo). Los testículos, la médula renal, las células musculares tipo II y las células

de la córnea y el cristalino también dependen por completo de ese combustible.

Los niveles sanguíneos de azúcar pueden descender hasta los 55-65 mg/dl sin que el cuerpo se resienta debido a la

hipoglucemia, a condición de que el nivel de cuerpos cetónicos sea lo suficientemente elevado como para servir de fuente

de energía alternativa al cerebro.

Los límites de lo que constituye hipoglucemia son difusos y, en muchas ocasiones, no dependen de una cifra sino de los

síntomas subjetivos que experimente cada individuo. Además, por regla general, las tablas que regulan los límites sanguíneos

que determinan dónde comienza una hipoglucemia no tiene en cuenta un estado de cetosis, que suele ser poco habitual en la

civilización occidental.

Page 12: Dieta cetogénica contra el cáncer

En cetosis, los ácidos grasos y cetonas sustituyen en gran parte a la glucosa y evitan que esos niveles tan bajos puedan ser

perjudiciales.

Alcanzar dichos niveles, y aún más mantenerlos, es bastante difícil, y requiere una monitorización larga y constantes

modificaciones de las cantidades totales y del porcentaje de macronutrientes de la dieta, y lo normal es no alcanzar nunca

niveles tan bajos, sino que ronden los 63-72 mg/dl.

La insulina, por su parte, cae desde unos niveles ‘normales’ de 40-50 microU/ml, hasta unos 7-10 microU/ml. Ese dato

es casi aún más importante que el nivel de glucosa, por cuanto la insulina será la que haga efectivo el transporte de la

glucosa a las células y la que impulsa los efectos inflamatorios y proliferativos.

El organismo tiene mecanismos para regular los niveles de azúcar en sangre de manera que, incluso aunque la ingestión de

hidratos de carbono sea mínima, se asegure la glucosa necesaria para el correcto funcionamiento de todos los órganos.

¿Cómo se asegura el organismo la glucosa que necesita?

Al inicio de la dieta cetogénica un adulto necesita, aproximadamente, unos 160 gramos de glucosa al día, de los cuales 120

gramos se destinan al cerebro.

Tras la adopción de una dieta cetogénica contra el cáncer hay que distinguir dos fases:

Etapa inicial:

Durante esta etapa el cuerpo establece los cambios metabólicos necesarios (explicados en artículos anteriores) para adaptarse

a la dieta cetogénica contra el cáncer. Su duración es variable, dependiendo de lo estricto de la aplicación de la dieta

cetogénica.

En ayuno total, dura entre 1 y 3 días, pero puede extenderse más tiempo cuando se ingieren alimentos, un número de días que

dependerá de las cantidades de nutrientes y sus proporciones.

En esa primera etapa el cerebro “se resiste” a dejar de depender de la glucosa, el resto de órganos aún no se han

adaptado a depender sobre todo de los ácidos grasos como combustible metabólico, y los cuerpos cetónicos no llegan al

cerebro en cantidades suficientes como para servir de base metabólica.

Inicialmente el cuerpo utiliza las reservas de glucógeno almacenadas en hígado y músculos pero, cuando éstas se preagotan,

debe obtener la glucosa por medios alternativos.

Es por esa razón por la cual esta primera etapa se caracteriza por una rápida pérdida de cierta cantidad de masa

muscular: el organismo no encuentra manera de reponer la glucosa que le falta y degrada la proteína muscular para

transformar gran parte de ella en glucosa, en el hígado, mediante el proceso de la gluconeogénesis.

Ese proceso dura pocos días, porque el cuerpo no se puede permitir perder una materia tan valiosa.

Por ello, y sólo en caso de que desee minimizar la pérdida de masa muscular, el paciente deberá incrementar temporalmente

su ingesta de proteínas (más tarde calcularemos las cantidades) hasta que se alcance la siguiente etapa.

Al degradarse las proteínas se produce nitrógeno, que se almacena en el torrente sanguíneo y, al ser un producto tóxico, se

incrementa durante esta etapa su excreción por la orina.

Etapa final:

Pasadas unas semanas (un mínimo de 3), el cuerpo ya funciona casi totalmente gracias a los ácidos grasos y el cerebro utiliza

sobremanera cuerpos cetónicos como combustible.

Las cantidades de glucosa que necesita el organismo se obtienen sobre todo por gluconeogénesis del lactato (procedente

de la glucólisis en músculos y glóbulos rojos, unos 40g) y el glicerol (procedente de separar en ácidos grasos y glicerol los

triglicéridos de las grasas ingeridas o acumuladas). También se metabolizan algunos aminoácidos libres, sobre todo

glutamina, en el riñón.

Una vez alcanzada la última etapa, en la cual se consolida la cetosis, las necesidades corporales de glucosa se limitan a

unos 75 gramos al día, de promedio, en un individuo adulto.

Page 13: Dieta cetogénica contra el cáncer

El cerebro, en esta etapa, ha pasado a requerir tan sólo unos 40 gramos de glucosa. Los 35 gramos restantes se

destinan al metabolismo del resto de células dependientes del azúcar.

En esa etapa se produce un fenómeno inverso al de la etapa anterior: una degradación mucho menor de las proteínas

musculares, para impedir que se use como fuente de energía un recurso extraordinariamente valioso.

Hace cientos de miles de años, cuando la privación y el ayuno eran frecuentes, los hombres debían evitar perder aquello que

les permitiría desplazarse, perseguir y cazar a sus presas. Esa adaptación fisiológica permanece y, por ello, una vez bien

establecida la cetosis, la pérdida de masa muscular se minimiza, así como la excreción de nitrógeno por la orina.

Teniendo en cuenta el dato numérico de glucosa antes consignado, así como la forma como se metaboliza cada

macronutriente, que explicaremos más adelante, podremos establecer las cantidades necesarias de cada macronutriente para

minimizar el nivel sanguíneo de glucosa y aumentar el de cetonas.

Algo que haremos en próximos artículos de esta serie, dedicada a la dieta cetogénica contra el cáncer.

¿Cuáles son los niveles máximos de cuerpos cetónicos?

Los niveles de cuerpos cetónicos en sangre dependerán de la profundidad de la cetosis alcanzada. Un mayor nivel de cuerpos

cetónicos se relaciona con una mayor capacidad de hacer descender sin problemas los niveles de glucosa.

Aunque está muy difundida la idea de que un alto nivel de cetonas es peligroso, lo cierto es que suele deberse a la

confusión entre cetosis y cetoacidosis.

La cetoacidosis diabética es un fenómeno que acontece cuando las cetonas sobrepasan determinados niveles y, a la vez, la

cantidad de glucosa se dispara. Ese fenómeno sólo puede producirse cuando se sufre diabetes, y puede conllevar un

desequilibrio ácido de la sangre muy peligroso, con valores de ph que pueden bajar de 7,30.

La sangre tiene unos rangos de variación máximo y mínimo del ph muy estrecho, por encima o por debajo de los cuales se

compromete seriamente la vida.

Mientras que durante la cetosis fisiológica, producida por una dieta cetogénica contra el cáncer, la concentración de glucosa

alcanza unos 63-72 mg/dl y el de cetonas unos 4-9 nmol/día, durante la cetoacidosis diabética se alcanzan niveles que pueden

superar los 300 mg/dl de glucosa y más de 20 nmol/día de cuerpos cetónicos. La diferencia entre ambos estados es evidente.

Lo cierto es que se han relacionado los niveles de cuerpos cetónicos en el cerebro con fenómenos neuroprotectores y

preventivos de enfermedades neurodegenerativas.

Igualmente, se ha demostrado que los cuerpos cetónicos son tóxicos para muchas líneas celulares cancerígenas, como

las del neuroblastoma, por lo cual el efecto beneficioso de la dieta cetogénica contra el cáncer no se limita a producir bajos

niveles de glucosa, sino altos de cetonas.

Los cuerpos cetónicos se revelan, por tanto, como excelentes aliados de nuestro cerebro, y eso explica que la dieta cetogénica

sea recomendada sobremanera para enfermos de tumores cerebrales y también para pacientes de Alzheimer o Parkinson.

Haciendo“manejable” el cáncer

EL bioquímico Thomas Seyfried ha confeccionado un gráfico (publicado en su libro “Cancer as a metabolic disease”) que

muestra la evolución en el tiempo de los niveles de glucosa y cuerpos cetónicos conforme avanzamos más profundamente en

al cetosis impuesta por la dieta cetogénica contra el cáncer.

Page 14: Dieta cetogénica contra el cáncer

Niveles de glucosa y cuerpos cetónicos en dieta cetogénica contra el cáncer

La zona que se dibuja a partir del momento en que ambas líneas se cortan e invierten la tendencia (la de glucosa que baja y la

de cetonas que sube, aproximadamente dos semanas después del inicio de la dieta cetogénica), es la que permite hacer

‘manejable’ el cáncer, por cuanto su sutrato metabólico está bajo mínimos y existen una serie de condiciones añadidas que

dificultan su crecimiento, tal y como explicaba en el anterior artículo de la serie.

Thomas Seyfried hace referencia concreta a los tumores cerebrales, por ser el cerebro el único órgano donde, una vez

instalada la cetosis, los niveles de cetonas son considerables.

En el siguiente artículo de la serie veremos cómo calcular las necesidades calóricas individuales que debe cubrir la dieta

cetogénica contra el cáncer. Hasta ahora hemos visto el porqué de la dieta cetogénica; en los siguientes artículos iremos

aproximándonos al cómo

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para-hacer-manejable-el-cancer/#sthash.eTXXo36U.dpuf

Dieta cetogénica contra el cáncer (V). El debate entre calorías y proporción de macronutrientes para tratar la

enfermedad y para adelgazar con salud.

Una vez que somos conscientes del objetivo que debemos alcanzar -niveles óptimos de glucosa y cuerpos cetónicos en

sangre-, como comenté en el artículo anterior de esta serie dedicada a la dieta cetogénica contra el cáncer, entramos en el

terreno del cálculo de las calorías adecuadas para conseguir dicho objetivo, pero también para adelgazar de manera

saludable y mejorar los niveles de colesterol y triglicéridos.

Para ello, es necesario explicar antes ciertos conceptos que pueden aclarar las ideas a muchas personas, bombardeadas por

informaciones contradictorias por medios de comunicación supuestamente serios y por todo tipo de comités de “expertos en

nutrición”, empeñados en convertir cosas sencillas en extraordinariamente complejas.

Eso obliga a los ciudadanos a depender de ellos y a hacerles caso cuando aconsejan determinadas medidas nutricionales. Por

eso un sector corporativo interesado en que ciertas prácticas de alimentación se extiendan, por ser económicamente más

rentables para ellos pese a ser perjudiciales para la población, no tiene más que ‘convencer’ a ‘expertos’ afines a sus

directrices, situados en las cúpulas de esos comités.

Esa medida les permite influir, de manera extraordinariamente efectiva, en las costumbres de millones de personas y

profesionales de la nutrición, que estarán convencidos de poner en práctica medidas basadas en ciencia, cuando en realidad

no hacen sino adoptar soluciones que suponen un enorme beneficio económico para un determinado grupo de presión

corporativo, en este caso del sector de la alimentación.

Esos conocimientos nos permitirán calcular posteriormente las necesidades calóricas óptimas y la manera más adecuada de

distribuirlas entre cada tipo de macronutriente para maximizar nuestra salud y la mejora de nuestro aspecto físico.

Page 15: Dieta cetogénica contra el cáncer

Al aplicar la dieta, ¿Es necesaria una restricción calórica?

Cuando se le pide a alguien que siga la dieta cetogénica sin controlar las calorías ingeridas, cumpliendo únicamente la norma

de no consumir en absoluto ciertos hidratos de carbono y moderar el consumo de los restantes, restringe de forma natural

las calorías a un rango que varía, generalmente, entre 1400 y 2100.

Es decir, cuando comen “todo lo que quieren”, suelen comer “menos de lo que creen”.

Ello es debido, entre otras razones, al aumento de la secreción de la hormona colecistoquinina en el intestino delgado,

estimulada por grasas y proteínas, que provoca un retardo en el vaciamiento del estómago. También se ha planteado la

hipótesis de que un nivel elevado de cuerpos cetónicos en sangre inhiban el apetito.

Otra de las causas es que los niveles de insulina descienden considerablemente durante la dieta cetogénica, que imita los

efectos bioquímicos del ayuno. La insulina es la hormona que almacena el exceso de glucosa en forma de triglicéridos y que,

a su vez, impide acceder a la grasa como combustible.

Por esa razón, cuando se ingiere una copiosa comida llena de carbohidratos la insulina hace descender dramáticamente el

pico de glucosa que estos generan, impide que el cuerpo se nutra de las grasas acumuladas y, debido al nivel repentinamente

bajo de glucosa, envía la señal al cerebro de que se necesita más alimento, es decir, sentimos hambre poco después.

Ésa es también la razón por la cual engorda tanto una comida alta en carbohidratos refinados: son condensados de

calorías que elevan dramáticamente glucosa e insulina e impiden que el cuerpo use como combustible aquél más adecuado:

los kilos de panículo adiposo que todos, incluso los delgados, tienen a su disposición. No sólo la dieta típica occidental

engorda por el hecho de que sea más sencillo ingerir más calorías y glucosa de una sentada, sino porque la insulina elevada

induce antes la sensación de hambre y la necesidad de seguir comiendo.

Las características propias de la dieta cetogénica hacen que se adapte de manera natural a las necesidades calóricas

del organismo. Teniendo en cuenta que este tipo de dietas se basan, sobremanera, en la limitación global de los hidratos de

carbono y la eliminación de ciertos carbohidratos refinados (creados por el hombre hace relativamente poco tiempo si lo

comparamos con toda la historia evolutiva del ser humano), llegamos a la conclusión de que se adaptan con eficacia a nuestra

fisiología.

Para consumir en una sola comida unos 100 gramos de glucosa y aumentar dramáticamente los niveles de insulina en sangre,

basta con un bocadillo de tamaño medio. Por el contrario, para consumir 100 gramos de glucosa mediante la ingestión de

verduras, algas o setas, deberíamos comer varios kilos al día de esos alimentos y además su entrada en el torrente sanguíneo

sería más lenta y progresiva. Las frutas se sitúan en un punto intermedio, de ahí la conveniencia de moderar su consumo (son

la golosina de la naturaleza).

Aunque algunos científicos aseguran que lo realmente importante es la cantidad de calorías consumida, sin importar

su distribución, otros defienden que el impacto hormonal de un porcentaje u otro de macronutrientes, aun

conservando la misma cantidad de calorías, es sustancialmente diferente.

Ambos tienen razón. Veamos porqué.

Importancia de la correcta distribución de macronutrientes

Si comparamos dos dietas planificadas para que ambas aporten las mismas calorías, una dieta cetogénica, baja en

hidratos de carbono, con una dieta alta en carbohidratos y baja en grasas, vemos que tienen un diferente impacto hormonal

y, por tanto, en la enfermedad.

Mientras la dieta alta en carbohidratos provoca una subida más acentuada del ratio insulina/glucagón, con las

consecuencias que eso tiene, favorables al crecimiento del tumor, la dieta cetogénica hace que dicho ratio disminuya y se

dificulte el crecimiento tumoral, tal y como explico en un artículo anterior de esta serie.

Lo más importante es que, debido a ese elevado ratio insulina/glucagón, la sensación de hambre de alguien alimentado con

una dieta alta en carbohidratos aparecerá antes que con la dieta baja en hidratos de carbono y deberá añadir a la pelea contra

la enfermedad la lucha contra la tentación de ingerir más calorías de las debidas.

Para conseguir efectos parecidos con la dieta alta en carbohidratos que los que pueden obtenerse con la dieta cetogénica (que

no iguales, y sólo en términos de pérdida de peso), deberá pasar hambre.

Importancia de las calorías totales ingeridas

Page 16: Dieta cetogénica contra el cáncer

Thomas Seyfried, bioquímico de la Universidad de Yale y de la Boston College y uno de los principales impulsores del

paradigma del cáncer entendido como enfermedad metabólica, apuesta también por la restricción calórica añadida a la dieta

cetogénica.

Para demostrar su afirmación presenta pruebas de eficacia en ratones de la dieta cetogénica contra el cáncer con y sin

restricción calórica.

Los resultados demuestran que no sólo influye la proporción de macronutrientes, sino que la reducción tumoral es mayor

con mayores restricciones de calorías diarias consumidas. De hecho, Seyfried llega a asegurar que el cáncer es una de las

enfermedades más sencillas de prevenir, y que bastaría con “comer poco y ayunar periódicamente” para evitar su

aparición.

No obstante, resulta difícil realizar una comparación entre el metabolismo de un roedor y el humano, que es unas siete veces

más lento.

Los estudios realizados con anterioridad acerca del impacto de la restricción calórica en el envejecimiento y la prolongación

de la vida demostraron que, si bien resulta ser claramente beneficiosa en términos cualitativos, los resultados cuantitativos

obtenidos en un roedor no podían extrapolarse a un humano.

Adicionalmente, se han reportado casos de pacientes que lograron grandes mejoras mediante la aplicación de una dieta

cetogénica sin restricción calórica, aunque debemos recordar que este tipo de dietas ya implican una reducción calórica

sustancial sin necesidad de pasar hambre.

Un ejemplo de la importancia de ambas variables: obesos metabólicamente delgados y delgados metabólicamente

obesos

Uno de los mitos más sólidamente difundidos es que todos los obesos tienen peor salud que los delgados, y que la delgadez

es, siempre, síntoma de buena salud.

En la mayoría de los casos es así, pero seguramente muchos habrán conocido a personas delgadas que padecen o han

padecido un cáncer u otro tipo de enfermedad crónica, e incluso algunas personas con sobrepeso que alcanzan edades

avanzadas sin evidentes problemas de salud.

Aproximadamente un 30% de las personas con sobrepeso son “obesos metabólicamente sanos” y no presentan un perfil

alterado de colesterol y triglicéridos.

De manera similar, aproximadamente un 25% de la población considerada delgada presentan un peso aparentemente

adecuado pero una distribución visceral de la grasa y unos perfiles lipídicos que les hacen ser considerados “delgados

metabólicamente obesos”.

Vamos a intentar explicar cómo pueden ser posibles ambos casos y veremos cómo tanto la distribución relativa de

macronutrientes como la cantidad total de calorías influyen en nuestro estado de salud y en nuestro peso.

Adelgazar tiene tan sólo un secreto: ingerir menos calorías de las consumidas. No es posible adelgazar si esa máxima no

se cumple. Ahora bien, queda por determinar cómo distribuir los macronutrientes, no sólo para perder peso, sino para

optimizar a la vez nuestro estado de salud.

Veamos 4 casos, basados en las combinaciones de los siguientes supuestos: calorías por encima y por debajo del consumo

diario, y dietas altas (como la típica ocidental) y bajas (como la cetogénica) en hidratos de carbono.

Supongamos un hombre que necesita 2000 calorías diarias para mantener su peso y que éste no se aleja mucho de su peso

ideal. Supongamos también que conocemos su ingesta ideal diaria de proteínas, por ejemplo de unos 80 gramos, que se

mantiene a lo largo de las 4 dietas, y que sólo se modifican las cantidades de grasas e hidratos de carbono.

Dos de los casos son suficientemente conocidos:

Una dieta con más de 2000 calorías, basada en alto consumo de HC produce a la larga lo que ya conocemos:

obesidad y enfermedad. Es la dieta occidental típica

Una dieta con menos de 2000 calorías y bajo consumo de HC produce como resultado pérdida de grasa, peso

adecuado y salud. Es la dieta cetogénica que preconizamos en esta serie o, en general, low-carb.

Page 17: Dieta cetogénica contra el cáncer

Voy a establecer hipótesis plausibles para explicar los otros dos casos, antes comentados, y que parecen desafiar el sentido

común: delgados metabólicamente obesos y obesos metabólicamente delgados. Repito, sólo son hipótesis.

Supuesto 1: restricción calórica (1800 calorías) con alto consumo de HC, muchos de los cuales serán los típicos en dietas de

adelgazamiento recomendadas por nutricionistas “oficiales”: pan y arroz integral, cereales integrales, zumos de frutas,

legumbres… y NADA de deporte.

Resultado a corto plazo: para adelgazar hay que pasar algo de hambre. El alto contenido de carbohidratos, muchos de ellos

de alto índice glucémico, provoca picos de glucosa e insulina. Esa insulina provoca el almacenamiento de grasas, impide su

uso como combustible e induce hambre. Mientras la insulina no desciende, el cuerpo sigue necesitando glucosa y no puede

acceder a las grasas. Por eso, degrada proteína muscular. Si el usuario soporta el hambre hasta la siguiente comida, el nivel

de insulina desciende y puede acceder a las grasas y adelgazar. Como ese acceso a las grasas es cíclica y no constante, el

cuerpo no entra en cetosis y sigue necesitando glucosa como principal fuente de energía, no ha ‘saltado’ al estado metabólico

de consumo de grasa, que describo en un artículo anterior de la serie.

Resultado a medio plazo: pérdida de algo de grasa y bastante de masa muscular. Bajada de la tasa metabólica, de manera que

aun consumiendo la misma cantidad de calorías, el usuario ya no adelgaza más pero, al haber perdido peso en forma de masa

magra, presenta un aspecto triste y lánguido. La masa muscular se recupera difícilmente a no ser que se practique un deporte

de fuerza, pero la masa grasa se recupera enseguida, en cuanto se supere la ingesta de calorías porque el usuario pierda, por

ejemplo, la fuerza de voluntad de resistir el hambre.

Por eso durante décadas los nutricionistas oficiales, convencidos de que el grano era saludable, culpaban a los pacientes

de falta de voluntad a la hora de adelgazar, e instalaron la creencia de que sólo pasando hambre se podía perder peso.

Resultado a largo plazo: los picos no muy altos pero constantes de insulina pueden hacer que el cuerpo desarrolle una

resistencia a esta hormona.

De esa manera el páncreas cada vez segregará más, la inflamación se hará cada vez más crónica y los triglicéridos

aumentarán por el consumo de HC. El usuario puede adelgazar pero, a la larga, puede acumular grasa en zonas viscerales

peligrosas y su perfil de lípidos en sangre puede ser el típico de un obeso. Es evidente que no es un caso tan nefasto como

cuando el consumo calórico se dispara, pero puede resultar, a la larga, también malo.

Es decir, peso adecuado pero tendencia a la enfermedad: delgado metabólicamente obeso.

Supuesto 2: ingesta calórica superior a su ideal, pero bajo consumo de HC y muy alto de grasa.

Resultado a largo plazo: como hemos visto en otros artículos de esta serie, sólo se pierde un poco de masa muscular al inicio

de la dieta cetogénica, pero luego se invierte el proceso y ésta se mantiene de manera muy eficaz.

Los niveles de insulina se elevan dramáticamente con la ingestión de HC refinados o de algo índice glucémico, un poco con

la ingestión de proteínas y casi nada con la de grasas. Por tanto, no existe peligro de que se produzca una resistencia a la

insulina.

Una vez establecida la cetosis en una dieta cetogénica, la mayoría de las calorías provienen de la quema de grasas. Si la

ingesta supera la cantidad que el cuerpo necesita, se almacena igualmente en el panículo adiposo, pero con muy poca

intervención de la insulina, que sí interviene activamente para metabolizar los carbohidratos.

Por tanto, en esta situación, una persona engordará y, si se mantiene en el tiempo, puede llegar a alcanzar niveles de

obesidad, pero su salud no se verá comprometida de manera tan seria, como en el caso anterior, debido a niveles

crónicamente elevados de insulina. Con respecto al cáncer, la Universidad Johns Hopkins de Baltimore es clara: un

incremento del consumo de grasas no incrementa la incidencia de cáncer, como sí sucede, dramáticamente, con el

consumo de hidratos de carbono. En un punto intermedio se situaría el consumo de proteínas.

En este caso, debido a lo difícil de ingerir una desorbitada cantidad de grasa, será raro encontrar casos de obesos extremos o

mórbidos, como sí puede suceder si el exceso calórico procede de carbohidratos.

Es decir, podemos encontrarnos con personas con sobrepeso u obesidad, pero niveles sanguíneos saludables: obesos

metabólicamente sanos

¿Cómo determinar si una dieta no sólo me permite adelgazar, sino que es también buena para mi salud? Perfil

lipídico saludable.

Page 18: Dieta cetogénica contra el cáncer

En primer lugar habría que preguntarse qué entienden todavía la mayoría de los médicos por perfil lipídico saludable, porque

las últimas investigaciones apuntan a que los considerados habitualmente malos de la película no lo son tanto, mientras otros

niveles sanguíneos sí son significativos.

Durante años se ha estado hablando del riesgo que supone un nivel alto de colesterol, de manera general y sin ninguna clase

de matiz, sin distinguir lo que aportan los llamados colesterol malo y bueno a esa media ponderada ni si existen otros factores

que deban tenerse en cuenta.

Pero se ha demostrado que existen dos tipos de colesterol malo: el ‘malo-malo’ y el ‘malo-bueno’. Parece un chiste, pero

no lo es. Una prevalencia del colesterol malo-malo sí implica problemas, pero una prevalencia de colesterol malo-bueno no.

Lo malo es que una prueba corriente no puede determinar qué tipo de colesterol malo prevalece, pero se ha descubierto una

manera sencilla de deducirlo, a partir del cociente de otros dos valores sanguíneos.

Si dividimos el valor de triglicéridos por el de colesterol bueno, determinaremos un número que nos indicará cuál es nuestro

estado de salud. Cuanto más cercano al 1 sea ese cociente, prevalecerá el colesterol malo-bueno. Cuanto mayor de 2 sea ese

cociente, mayor prevalencia tendrá el colesterol malo-malo y mayores problemas podremos tener.

Se ha demostrado que un valor alto de ese cociente triglicéridos/colesterol bueno es directamente proporcional a una mayor

probabilidad de muerte por cualquier causa.

Repito: por cualquier causa. Esto es: cáncer, enfermedades coronarias, diabetes y, en general, cualquier otra enfermedad

crónica. Uno de los ejemplos más claros de que todo está relacionado y de cómo un simple análisis determina nuestra

probabilidad de padecer una enfermedad, no importa cuál sea ésta.

Quien haya leído algo este blog sabe que estoy convencido (y como yo, muchos otros), que la salud no se limita a un

conjunto de síntomas reunidos bajo la etiqueta de un nombre de enfermedad crónica; que una enfermedad crónica no

suele ser un ente aislado y unidimensional, sin relación con las demás, cuya procedencia desconocida es específica de

cada una y sin relación con el resto, sino muchas manifestaciones específicas de unos pocos problemas, cuyas combinaciones

lineales llamamos enfermedad, pero que pueden ser resueltos mediante terapias mucho más sencillas y mejor alineadas con lo

que somos, fisiológica y bioquímicamente.

Creo firmemente que muchas enfermedades crónicas (si no todas) son sólo distintas caras de la misma moneda y responden a

causas comunes. Atenuar o curar una, atenúa o cura casi todas las demás. Mantenerse en una zona de salud implica librarse

de la enfermedad crónica, entendida como cualquier desequilibrio o salida de esa zona ideal.

La dieta cetogénica se caracteriza por elevar, en algunas ocasiones, los niveles totales de colesterol en sangre y ésa es una de

las razones por las cuales se la demonizó con tanto énfasis durante décadas.

Pero los últimos hallazgos han determinado también que lo que ocurre es que se eleva el colesterol bueno pero disminuyen

los triglicéridos (hasta hace poco meros comparsas sin valor, aunque por fin se ha demostrado que pueden ser los auténticos

villanos de la función), de manera que, tal y como acabamos de explicar, el ratio que determina la probabilidad de padecer

cualquier endermedad crónica, disminuye considerablemente, al determinar ese ratio que el colesterol “malo” presente en la

sangre es realmente inofensivo.

Con estos datos podríamos proponer una serie de generalizaciones que, como todas, son peligrosas si se toman al pie de la

letra, como axiomas o dogmas de fe, pero beneficiosas como punto de partida para continuar reflexionando e indagando.

Un nivel sanguíneo determinado simplemente por el ratio triglicéridos/colesterol bueno es una buena señal

predictiva de enfermedad (aunque el ratio AA/EPA es aún mejor).

Esa predicción abarca casi cualquier enfermedad crónica, desde cáncer, diabetes, hipertensión, enfermedad

cardiovascular, enfermedad autoinmune, enfermedad inflamatoria o enfermedad neurodegenerativa.

Los alimentos que producen una mayor descompensación en el ratio son aquellos que elevan los triglicéridos e

inducen un escenario con glucosa e insulina elevadas y proinflamatorias

Esos alimentos son carbohidratos refinados, de alto índice glucémico, basados en grano introducido por el hombre

en etapas relativamente tardías de la evolución, para los cuales nuestros genes aún no se han “acostumbrado” al

largo plazo, aunque sí al corto, como demuestra la existencia de enzimas salivares específicas para metabolizarlos.

Y ahí está la clave por la cual una comida no tiene porqué sentarnos mal a corto plazo, pero sus efectos deletéreos pueden

resultar acumulativos con el paso de los años y producirnos algún tipo de desorden bioquímico que se exprese de una u otra

manera.

No estoy diciendo que la dieta cetogénica sea dicha solución, pero sí uno de los posibles pasos en el camino de obtenerla.

Page 19: Dieta cetogénica contra el cáncer

Tampoco digo que esa prueba sea totalmente determinante, pero sí un aviso que hay que escuchar cuando sobrepasa

determinados niveles.

Hay una prueba que se ha descubierto aún más importante, sobre todo en lo que respecta al cáncer, pero también a cualquier

otra dolencia donde esté implicada la inflamación crónica (esto es, en casi todas), y es el ratio AA/EPA, que explico en el

artículo dedicado a los omega 3 y los eicosanoides. Aconsejo consultarlo.

Lo que nos dice la epidemiología para ayudarnos con la cantidad óptima de calorías

La epidemiología puede ayudarnos a realizar un estudio comparativo sencillo. No tiene validez científica, más allá de la

simple curiosidad, porque existen demasiados factores implicados como para establecer una relación causa-efecto pero, como

siempre digo, la observación y el establecimiento de hipótesis no le hacen daño a nadie, a condición de que uno sea

consciente de que una hipótesis necesita ser puesta a prueba y que, mientras tanto, sólo será un armazón teórico.

Veamos la distribución de ingestión media de calorías por habitante y país:

En el siguiente enlace hay una lista con países y consumo calórico medio entre 2005 y 2007, con Estados Unidos a la cabeza.

En éste, una distribución gráfica entre 2001 y 2003:

Existe un brecha clara y sustancial entre el consumo de calorías por habitante entre los países ricos, los países en vías de

desarrollo y los países subdesarrollados.

Ahora mostremos el ratio de prevalencia de cáncer por zona geográfica, que coincide con la distribución económica (a mayor

desarrollo, mayor incidencia):

Si observamos la primera tabla, los valores de 1400-2100 calorías que un paciente ingeriría al seguir la dieta aun sin

aplicar ninguna restricción calórica, están muy por debajo de la media de casi todos los países.

Sólo en unos pocos se consume de media el valor superior (2100) y ninguno (de entre aquellos donde se han llevado a cabo

mediciones) una media de calorías tan bajo como el valor inferior (1400).

De la comparativa de los dos mapas (calorías e incidencia de cáncer) podemos ver que existen grandes similitudes y que

parece haber, salvo excepciones, correlaciones interesantes.

Adicionalmente, del estudio histórico de algunos pueblos y culturas ancestrales, que se caracterizaban por estar casi por

completo libres de las enfermedades crónicas que a nosotros nos aquejan como una plaga, deducimos que su alimentación se

basaba en alimentos muy poco densos en calorías y en que solían pasar por periódicos episodios de ayunos impuestos por la

estacionalidad climática.

El ayuno como poderosa fuerza terapéutica se conoce desde hace milenios y también la subalimentación como manera de

no sobrecargar el organismo: los japoneses tienen la costumbre ancestral de comer hasta estar llenos en un 80%. La culturas

tradicionales india y china restringen aún más esa cantidad.

Su sabiduría, basada en la observación, la prueba y el error, se ve reflejada, como en casi todos los países, en infinidad de

proverbios que abundan en la idea de que comer poco es la base de la buena salud y que el ayuno es un arma curativa.

El problema es que comer poco es más sencillo cuando la gastronomía del país y el momento temporal y cultural colaboran

con ello. Pero jamás ha sido tan difícil ingerir comida con baja densidad calórica como en nuestra sociedad occidental.

Nunca antes hemos sido asaltados por un bombardeo tan constante de productos que invitan a explotar literalmente de

glucosa y energía. Nunca el mundo ha sido un festín de exceso tan alejado de nuestra genética, forjada a base de privación y

férreo control natural.

Las enfermedades que acaban apareciendo, indefectiblemente, tras décadas de constante sobreesfuerzo metabólico,

no son sino una consecuencia lógica de esa contradicción constante entre lo que necesitamos consumir y lo que

realmente consumimos.

La dieta cetogénica, como ya hemos visto, se caracteriza por imitar las condiciones bioquímicas que impone el ayuno y por

limitar naturalmente las calorías consumidas sin necesidad de que debamos pasar hambre.

Diferentes comidas, diferentes enfermedades. Los ricos también lloran.

Page 20: Dieta cetogénica contra el cáncer

Si observamos esta otra interesante tabla comprobamos que, en los países ricos, donde el consumo calórico per cápita es

mayor, es también donde se produce el menor porcentaje relativo del gasto en comida, que se destina principalmente en la

compra y consumo de productos refinados y tratados, poco saludables, baratos y con gran densidad de calorías vacías

empaquetadas en poco volumen.

Ni que decir tiene que ésos son los países donde la incidencia de cáncer es mayor, mientras que dicha incidencia es mucho

menor en países pobres, que se ven obligados a consumir gran parte de sus ingresos en comida ‘real’, casi la misma que

cualquiera de nuestros antepasados reconocería como comida.

http://www.huffingtonpost.com/2012/01/10/first-world-countries-obesity_n_1197433.html

De todo esto concluímos que lo auténticamente significativo es no consumir ciertos carbohidratos refinados.

Tal vez el secreto sea únicamente ése: al desprendernos de los carbohidratos refinados y comida procesada y tratada, y

dejarnos libertad para consumir el resto, nos adaptamos naturalmente a una dieta más adecuada a nuestra fisiología y

necesidades, con todo lo que ello implica en términos de pérdida de peso de grasa y salud.

Una salud que abarca desde la regulación de los niveles sanguíneos de triglicéridos y colesterol, hasta una mayor sensibilidad

a la insulina, la mejora de la condición diabética, la prevención y el tratamiento del cáncer y, tal y como apuntan numerosos

estudios, la mejora de enfermedades inflamatorias, auto¡nmunes y neurodegenerativas.

Por tanto, la dieta cetogénica no sólo tiene valor al producir determinados niveles sanguíneos de glucosa y cuerpos cetónicos,

sino porque, de manera natural, impone una restricción calórica muy beneficiosa que suele ir acompañada de ausencia de

hambre.

No tenemos datos suficientes como para estar seguros de si la mejor opción es imponer a la dieta una restricción calórica

añadida, pero resulta claro que, cuando hablamos de comida, “menos es mejor”, al menos hasta cierto punto y dentro de unos

rangos razonables.

Si podemos añadir cierta restricción calórica a la dieta cetogénica (siempre que la condición física del enfermo lo permita,

claro está), más allá de la que ella misma imponga naturalmente, mayores beneficios obtendremos.

La pérdida de grasa hará que nuestro metabolismo basal disminuya y nuestras necesidades calóricas también, de manera que

alcanzaremos un equilibrio entre consumo calórico e ingesta de calorías que nos conducirá a un peso ideal, libre del exceso

de grasa, que no sólo será más saludable sino más estético.

Se puede estar en cetosis y no perder peso ni masa de grasa, pero la mejor forma de asegurarnos de que estamos haciendo las

cosas bien (aparte de mediante las mediciones sanguíneas de glucosa y cetonas) es que perdamos cierta cantidad de grasa

corporal.

Generalmente irá acompañada también de una pérdida de peso, pero a veces (aunque es difícil que eso suceda si se sigue una

dieta cetogénica estricta) puede producirse un incremento de la masa muscular que puede inducir a engaño, por aumentar el

peso total.

Para asegurarnos, es mejor añadir a la medición del peso corporal la medida de la variación de masa grasa a lo largo del

tiempo.

En el siguiente artículo calcularemos de manera práctica la cantidad óptima de calorías que necesitamos consumir, si

necesitamos imponer una restricción calórica y cuál debe ser ésta.

Estudiaremos también el caso particular de la dieta cetogénica aplicada a enfermos en estados avanzados que presenten

caquexia y porqué es también adecuada para ellos.

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salud/#sthash.5Ogdx4CA.dpuf

Page 21: Dieta cetogénica contra el cáncer

Dieta cetogénica contra el cáncer VI: fundamentos y dudas resueltas

Vamos a explicar un método práctico para calcular las necesidades de macronutrientes de cada persona que desee seguir una

dieta cetogénica, primer paso para la elaboración de menús específicos.

Este es un post muy largo. Había decidido escribir en una sola entrada tanto la justificación y las bases de la dieta como los

ejemplos de aplicación práctica, pero entonces el post sería kilométrico, así que he decidido partirlo en dos.

En este artículo explicaré los fundamentos prácticos de la dieta basados en todas las pruebas presentadas en los artículos

anteriores de esta serie, así como los alimentos aconsejados y desaconsejados de cada grupo.

También daré las respuestas a algunas dudas bastante frecuentes que asaltan a quienes se plantean comenzar a seguir la

dieta cetogénica.

En el siguiente artículo, que publicaré en cuestión de días, lo prometo , propondré por fin un ejemplo paso a paso

para calcular los macronutrientes y planificar una dieta individualizada.

Recordando los objetivos perseguidos

Tal y como hemos explicado en el resto de artículos de esta serie, nuestro objetivo es disminuir al mínimo la glucosa

circulante e incrementar los cuerpos cetónicos, señal inequívoca de que el cuerpo habrá cambiado a otro estado metabólico

donde en vez de ser la glucosa el principal medio de obtención de energía, pasan a ser los ácidos grasos y los cuerpos

cetónicos los combustibles primordiales. De esa manera, el tumor se ve obligado a pasar hambre.

Otras dietas cetogénicas estándar

Las dietas cetogénicas estándar empleadas hasta ahora para otras enfermedades como, por ejemplo, la epilepsia refractaria,

adolecen de una ausencia de individualización.

Se basan en rangos de calorías y en ratios genéricos de macronutrientes (dietas para 1200, 1400 o 1800 calorías, ratios de

grasas/proteínas +carbohidratos de 4/1 o de 3/1), que pueden ser muy válidos para algunos enfermos pero no para otros.

Si bien esas dietas tienen la ventaja de su rapidez de aplicación y han demostrado ser efectivas, creo que dejan escapar la

oportunidad de hacer un ajuste aún más preciso, que dependerá de las características físicas individuales de cada enfermo.

Principios de la dieta propuesta

Hemos demostrado también que es tan importante el consumo total de calorías como la distribución porcentual de los

macronutrientes, y que el ayuno es un poderoso potenciador del sistema inmune, que induce un estado de shock en el

tumor.

Emplearemos estos y otros ingredientes ya explicados en otros artículos para confeccionar una dieta que cumple con las

siguientes normas:

Provee al organismo el mínimo preciso de ciertos macronutrientes indispensables (usando alimentos con propiedades adicionales que ayuden a luchar contra el tumor) y en una combinación que imita lo más posible los efectos del ayuno y la cetosis que éste conlleva.

Supone la ingestión de un mínimo de calorías, una restricción calórica que maximiza el nivel de cuerpos cetónicos y el shock al tumor.

A pesar de que puede ser inevitable en las primeras etapas de la dieta, el hambre se reduce significativamente, hasta desaparecer, en etapas posteriores.

NOTA: debo dejar claro que el propósito de esta dieta es terapéutico, y su fin es luchar contra una enfermedad como el

cáncer, razón por la cual no es conveniente que se use con fines puramente estéticos: en ese caso bastaría con seguir la

simple norma de disminuir o eliminar ciertos carbohidratos de la dieta y quienes lo hagan adelgazarán disfrutando a la vez

de la comida sin estar atados a una tabla de cálculo.

Page 22: Dieta cetogénica contra el cáncer

Pero los enfermos de cáncer son otro cantar: la dieta es una terapia que pretende luchar contra el tumor induciendo un

cambio metabólico profundo, razón por la cual es necesario medir con exactitud tanto la dosis de la ‘terapia’ como sus

efectos, tal y como se haría con cualquier medicamento.

Necesidades mínimas del organismo que hay que cubrir

Necesidades mínimas de glucosa

Hemos dicho en otros artículos que, una vez alcanzado el estado de cetosis, el organismo tiene aún unas necesidades

mínimas de glucosa que sirven para nutrir aquellas células que carecen de mitocondria, como es el caso de los glóbulos

rojos o de algunas células del sistema nervioso central.

El cuerpo se las arreglará para alcanzar esas necesidades mínimas de glucosa tanto si ingerimos hidratos de carbono como si

no, porque esas células sin mitocondria podrían morir y son vitales.

Mediante la gluconeogénesis, el hígado degradará parte de las proteínas ingeridas o procedentes de los músculos y también

el glicerol que procede del metabolismo de los triglicéridos. Así, aunque no se ingiera ningún carbohidrato, el cuerpo

mantendrá un nivel mínimo de glucosa indispensable para la vida.

La primera regla que debemos atender es: ya que el organismo necesita una pequeña cantidad de glucosa en cetosis,

asegurémonos de que se la proporcionamos nosotros mediante la ingesta de ciertos carbohidratos que, adicionalmente,

posean propiedades beneficiosas para el organismo.

Necesidades mínimas de proteínas

Recordemos que el ayuno es un beneficioso mecanismo que mejora la eficiencia de la insulina, incrementa la actividad

inmune y supone un duro shock para el tumor, obligado como está a pasar hambre, al negársele sus mecanismos metabólicos

basados exclusivamente en glucosa y glutamina.

La grasa acumulada por un hombre medio pueden aprovisionarle de energía durante semanas o meses, y se conocen casos de

obesos mórbidos que permanecieron un año sin ingerir alimentos, nutriéndose tan sólo de sus reservas de grasa, una vez

pulsado el interruptor que cambia el metabolismo desde uno basado en la glucosa a uno basado en los ácidos grasos y los

cuerpos cetónicos.

Pero el problema del ayuno (o de una dieta que imite sus efectos) lo representa el gasto de proteínas: el cuerpo se ‘desgasta’ y

necesita un aporte mínimo diario de ‘ladrillos’ con los cuales reponer esas estructuras (músculos, piel, huesos, vísceras,

sistema inmune), que se van desgastando por el uso.

Así, el límite del ayuno no lo impone el hambre, sino la pérdida intolerable de masa estructural que conduce a una

situación insostenible.

Por otra parte, el cuerpo tiene muy poca capacidad de almacenar los aminoácidos ‘sobrantes’, que no se necesitan para

reconstruir más tejidos, de manera que casi todo lo que no se usa se transforma en glucosa.

La segunda regla que debemos atender es: hay que proporcionar al cuerpo la cantidad indispensable de proteínas para que

reponga los sistemas desgastados y evitar una pérdida de funciones vitales, pero no tanta como para que el exceso se

transforme en glucosa.

En este punto es donde radica realmente la clave y la dificultad en la elaboración de la dieta: en el cálculo preciso de las

proteínas que hay que consumir.

Hidratos de carbono

Como ya hemos explicado anteriormente, los hidratos de carbono son los principales suministradores de glucosa.

Nuestra gastronomía diaria se basa, cada vez más desde hace unas décadas, en los hidratos de carbono de alto índice

glucémico procedentes del grano. Nuestra economía depende de que se consuma, constantemente, la cantidad de grano

suficiente como para asegurar el beneficio de quienes se dedican a cultivar, recoger, refinar, trasformar, envasar y distribuir

Page 23: Dieta cetogénica contra el cáncer

las gigantescas cosechas de las que depende buena parte de la economía global (y con la que los especuladores de turno

obtienen cuantiosas ganancias).

Si observamos la base de la pirámide alimenticia actual ‘ideal’, veremos que las ‘autoridades’ nutricionales aconsejan que

nuestra alimentación consista, hasta casi un 70%, en cereales: trigo, arroz, soja, maíz. Y no es casualidad que estos cultivos,

mucho más rentables económicamente, mucho más sencillos de cultivar y trasladar que cualquier otro alimento, constituyan

la base, también, de la economía alimenticia.

El proceso no es: ‘resulta beneficioso, por lo tanto cultivémoslo’, sino: ‘digamos que es beneficioso aquello que más nos

interesa económicamente cultivar’. En ese hecho puede radicar la devastadora epidemia de obesidad, diabetes, hipertensión,

enfermedades degenerativas, enfermedades autoinmunes y otras como el cáncer que asolan la civilización occidental.

A diferencia de las necesidades calóricas y de proteínas, con rangos de variación individual muy grandes, la cantidad

requerida mínima de glucosa presenta una media con menor grado de dispersión individual. Es decir, no depende tanto de la

corpulencia, sexo o actividad física de la persona y es bastante más constante.

No obstante, hay que recalcar que las cantidades consignadas aquí reflejarán datos medios que pueden presentar ciertas

desviaciones individuales. La única manera de ajustar con exactitud las cantidades de macronutrientes finales será mediante

mediciones sanguíneas y constantes ajustes que el paciente deberá llevar a cabo a lo largo de algunas semanas.

A continuación, unos párrafos con la justificación de las cantidades mínimas de glucosa que necesita el organismo, en

cursiva por si prefieres saltarte esta teoría un poco ardua.

Al aplicar la dieta occidental, llena de glucosa, el cuerpo tiene a su disposición toda la que necesita (unos 160 gramos, de

los cuales 120 van al cerebro) y es ella su principal sustrato metabólico.Por el contrario, durante la dieta cetogénica, la

ingestión total de glucosa suele ser menor que la mínima necesaria una vez alcanzada la cetosis (unos 75 gramos, de los

cuales unos 40 gramos van al cerebro) y el organismo utiliza en parte la gluconeogénesis para asegurarla, mediante el

reciclaje de productos metabólicos de desecho.

Los principales sustratos metabólicos con los que el hígado y riñones sintetizan glucosa mediante la gluconeogénesis son

(por orden de preferencia) el lactato, el piruvato, el glicerol y los aminoácidos libres.

El lactato y el piruvato son productos de desecho procedentes, sobre todo, de la glucólisis de músculos y eritrocitos. En

realidad, la gluconeogénesis es una especie de reverso de la glucólisis y comparte con ella varios pasos reversibles, aunque

tres de ellos no lo son, y explican el porqué la gluconeogénesis necesita de cierto aporte de energía, mientras que la

glucólisis la produce.

Por tanto, la cantidad de glucosa procedente de la gluconeogénesis del lactato y el piruvato siempre será menor que la

cantidad de glucosa que inicia el proceso inverso de glucólisis para obtener esa cantidad de lactato y piruvato.

Pueden obtenerse, aproximadamente, unos 35-40 gramos al día de glucosa mediante la gluconeogénesis de lactato y

piruvato. Como ésa es, aproximadamente, la cantidad de glucosa que necesitan aquellos tejidos que sólo metabolizan

glucosa a excepción del cerebro, podemos centrarnos, a efectos de simplificación del cálculo, en las necesidades de glucosa

del cerebro en cetosis (unos 40 gramos al día) y olvidarnos del lactato y el piruvato.

El glicerol se obtiene tras la hidrólisis de los triglicéridos, bien los almacenados en el tejido adiposo, bien los suministrados

por la dieta. Los triglicéridos se catabolizan en un 90% en ácidos grasos y en un 10% en glicerol, que se traslada al hígado

para convertirlo en nueva glucosa, y la cantidad total de glicerol dependerá de la tasa metabólica.

Una vez bien establecida la cetosis de una dieta cetogénica, donde el metabolismo principal corre a cargo de las grasas,

sabemos que éste supone aproximadamente un máximo del 93% de todo el consumo metabólico.

Eso quiere decir que, para un hombre con unas necesidades calóricas diarias medias de 2800 calorías, unas 2600

procederán de las grasas en cetosis. Por tanto, metaboliza el día aproximadamente unos 260 gramos de grasa (bien de la

ingerida, bien de la corporal o de ambas). Como un 10% de esa cantidad produce glicerol y éste se transforma casi al 100%

en glucosa, obtendríamos como metabolito secundario de la oxidación de los lípidos unos 26 gramos diarios de glucosa.

Nos quedarían 14 gramos hasta alcanzar los 40 mínimos necesarios (redondeemos a 15).

La tercera vía de la gluconeogénesis la constituyen los aminoácidos libres. El cuerpo tiene muy poca capacidad para

albergar un pool de almacenamiento de aminoácidos, así que éstos, o bien son utilizados casi inmediatamente o se

metabolizan de nuevo en forma de glucosa. Dichos aminoácidos pueden provenir bien de las proteínas de la dieta o bien de

la degradación de las proteínas musculares.

Page 24: Dieta cetogénica contra el cáncer

Ambos casos son desaconsejables. El primero porque el metabolismo de las proteínas produce desechos que presentan

cierta toxicidad y el segundo porque la conservación de la masa muscular es muy importante.

Por ello la cantidad ideal de carbohidratos a consumir para asegurar que proveemos al cuerpo de esa pequeña porción de

glucosa que necesita y que no se vea obligado a degradar músculo para obtenerla, serían los que asegurasen unos 15 gramos

adicionales al día de glucosa.

Consideremos, debido a las diferencias normales que una dieta puede albergar (esto no es matemática pura, hablamos de

cálculos medios), que necesitaremos proveernos de entre 10 y 20 gramos de glucosa mediante carbohidratos

beneficiosos.

¿Qué carbohidratos es aconsejable consumir?

Entre 10 y 20 gramos de glucosa puede parecer muy poco alimento, y realmente lo sería si usásemos ciertos carbohidratos

refinados basados en azúcar, almidones y harinas (da igual que sean integrales o no).

Con entre 15 y 40 gramos de pan, arroz, azúcar o pasta sobrepasaríamos fácilmente y de una sentada ese nivel. No sólo eso,

sino que al ser alimentos de alto índice glucémico, su consumo provocaría que la glucosa entrase rápidamente en el torrente

sanguíneo, induciendo un incremento proporcional de los niveles de insulina, y ya hemos visto qué consecuencias tiene eso

para el cuerpo y el tumor.

Sin embargo, para asegurarnos esa cantidad de glucosa habría que consumir una cantidad estimable de verduras,

setas o algas (los carbohidratos aconsejados).

Algunas, como las coles, la lechuga, el apio, la espinaca o la berenjena aportan un máximo de 5g de carbohidrato y, por tanto,

de glucosa, por cada 100 gramos de alimento. Pesad 100 gramos de espinaca y veréis que resulta un plato muy estimable.

Hemos dicho que aunque no comiéramos hidratos de carbono en absoluto el cuerpo se las arreglaría para obtener la parte

mínima de glucosa que necesita mediante la degradación de proteína y algo de grasa y que, por tanto, es mejor asegurarnos

de que le proveemos esa pequeña porción nosotros.

¿Por qué?

Por una parte, porque las proteínas son valiosísimos macronutrientes cuyo principal cometido es reponer las estructuras

celulares y no servir como fuentes de energía. Por otra, porque al ingerir determinados carbohidratos permitidos,

ingerimos también beneficiosas vitaminas, minerales y fitoquímicos que están demostrando un poderoso efecto

antitumoral. Puede parecer que escribir acerca de esta dieta me convierte en un anti-hidratos, pero lo cierto es que sólo me

convierte en anti-grano.

Además, aconsejo encarecidamente que las verduras que se consuman procedan de cultivos ecológicos.

¿Por qué?

Pues porque una de las propiedades más beneficiosas del consumo de verduras, los fitoquímicos con efectos

‘quimioterápicos’, presentan concentraciones mayores, hasta en varios órdenes de magnitud, en alimentos orgánicos (si

habéis visitdo alguna tienda que venda esos productos veréis que no tienen ese aspecto simétrico, lustroso y rotundamente

artificial de las frutas y verduras que acostumbramos a comprar en supermercados convencionales).

Los suelos en que se cultivan los productos ecológicos son ricos en nutrientes, y eso implica que las plantas que crezcan en

ellos también serán mucho más ricas en vitaminas, minerales y oligoelementos si los comparamos con el mismo peso de

alimento no orgánico.

Además, no se utilizan pesticidas para la protección de los cultivos orgánicos. De por sí este hecho ya es muy importante

pero, además, hay que considerar que los fitoquímicos de las plantas no son sino intentos de éstas por segregar sus propios

‘pesticidas’ internos que ahuyenten a los parásitos y que una planta a la que se le aplican pesticidas externos no ‘necesita’

segregar los suyos propios y, como resultado, una planta cultivada por medios convencionales tiene una cantidad mucho

menor de fitoquímicos que una cultivada por medios ecológicos.

De esa manera, al consumir una cantidad equivalente de verduras orgánicas, obtenemos la misma cantidad de glucosa,

pero niveles muchísimo mayores de elementos que nos proporcionarán una ayuda adicional en la pelea contra el

cáncer. No se trata de cantidad, como siempre, sino de calidad y racionalidad a la hora de saber qué y cómo consumir.

Page 25: Dieta cetogénica contra el cáncer

Sé que lo que aconsejo es más caro. Hemos llegado a un punto donde lo natural es más caro que lo ‘artificial’, pero si hay

que invertir en salud mejor hacerlo con cabeza, racionando lo que se come pero usando alimentos de la mayor calidad.

Respecto a las frutas: son concentrados de fructosa que no suelen ayudar a alcanzar la cetosis, al menos en los primeros

estadios, así que hay que consumirlas con moderación y NUNCA en zumos. La única e importantísima excepción la

constituye el zumo de limón, tal vez la fruta más potente y beneficiosa, con muy poca carga glucémica: tomar un par de

limonadas diarias (el zumo de un limón en un vaso de agua) endulzadas con stevia pura, constituye una excelente práctica

(sólo ese edulcorante está permitido, y sólo el puro, no las marcas comerciales de supermercados, porque no incrementa la

glucemia: hablaremos en otros artículo de ella).

Por tanto, como resumen de la primera recomendación de la dieta:

Consumir verduras, setas y/o algas de cultivo ecológico de manera que el consumo diario total aporte entre los 10 y los 20

gramos de hidratos de carbono (el porcentaje de hidratos de carbono respecto al peso total de alimento variará de uno a

otro).

Consumir frutas con mucha moderación, preferentemente zumo de limón y frutas del bosque.

Proteínas

Como hemos visto, las proteínas son los ladrillos del cuerpo, y constituyen el único macronutriente totalmente

imprescindible (junto con un par de ácidos grasos).

Si se consumen en exceso, el cuerpo carece de un sistema de almacenamiento (o ‘pool’) de aminoácidos (los componentes de

las proteínas), de manera que todas las proteínas no usadas para reconstruir tejidos dañados se transformarán en

glucosa. Si se consume una cantidad menor que la que necesita el cuerpo, se producirá un desgaste progresivo y una

pérdida de masa muscular. Esa es la razón por la cual el cálculo de las proteínas necesarias es tan importante y debe hacerse

de manera precisa.

Hay estudios que confirman la importancia de mantener una ingesta adecuada de proteínas durante toda la vida con el fin de

que no se produzca un desgaste progresivo de nuestros órganos, pero también existen estudios que sitúan a las proteínas en

un ‘término medio’ como promotoras del cáncer, con los hidratos de carbono como ‘malvados’ de la película (la incidencia

es proporcional a la cantidad consumida) y las grasas como ‘héroes’ (el incremento de consumo de grasa no guarda relación

con un incremento en la tasa de cáncer).

Las proteínas deben consumirse en su justa medida para aprovechar todas las ventajas de un cuerpo que se repone

adecuadamente y evitar los inconvenientes de la glucosa añadida que acarrea su consumo excesivo.

Más tarde veremos que lo difícil es conocer con precisión cuál es esa cantidad justa de proteínas que debe consumirse.

Hace tiempo se creía que casi la mitad de todas las proteínas ingeridas, sin importar su cantidad, se transformaban en

glucosa, algo contraintuitivo teniendo en cuenta la dificultad que la naturaleza tiene de sintetizar cada gramo de proteína y lo

necesaria que resulta para reponer tejidos.

Pero experimentos recientes han puesto en duda esa teoría y demuestran que el cuerpo intenta aprovechar al máximo con

fines estructurales las proteínas ingeridas, y sólo las metaboliza a glucosa cuando el exceso le impide reponer la estructura

de más tejidos.

En otras dietas el cálculo se basa en las calorías consumidas, pero la realidad es que el factor clave lo marcan las

necesidades precisas de proteínas para no incrementar los niveles de glucosa y, a la vez, permitir que se repongan

adecuadamente las estructuras de los tejidos dañados.

Tradicionalmente se han identificado las dietas cetogénicas con dietas hiperproteicas. Si bien es verdad que algunas dietas

hiperproteicas, como la dieta Dukan, pueden ser cetogénicas y ésa es la razón por la cual producen una pérdida de grasa, no

todas las dietas cetogénicas son hiperproteicas.

De hecho, la dieta que proponemos aquí supone consumir incluso una menor cantidad absoluta de proteínas que con algunas

dietas convencionales. La principal diferencia estriba en el consumo de carbohidratos (tanto en cantidad como en tipo), por lo

que, para ser exactos, las dietas cetogénicas más útiles se definen como dietas muy bajas en hidratos de carbono o low-

carb.

Page 26: Dieta cetogénica contra el cáncer

El cálculo de las necesidades proteicas de cada individuo es el factor clave de la dieta y el más complicado de obtener,

porque no se basa en el peso corporal total, sino en el peso magro, es decir, el total menos el peso de grasa.

Para calcular las necesidades proteicas debemos, en primer lugar, calcular dicho peso magro y aplicar factores de corrección

que dependerán del sexo, constitución y nivel de actividad física del enfermo.

El proceso es un poco complejo, así que lo explicamos en el siguiente artículo, mediante un par de ejemplos concretos.

¿Qué fuentes de proteínas son las mejores?

Como ya he comentado en un artículo dedicado a los ácidos grasos omega3, la mala fama de la carne tiene que ver, sobre

todo, con la miserable crianza a la que se ven sometidas las reses, que provoca que la carne contenga intolerables niveles

de antibióticos y hormonas, amén de un balance descompensado entre ácidos grasos omega 3 y omega 6.

La solución: de nuevo, tal y como aconsejaba en el apartado dedicado a los hidratos de carbono, consumir carnes

procedentes de crianzas ecológicas, sin apenas interferencias artificiales y con ganado que obtiene su comida en pastos

abiertos: vacuno, cerdo, pavo, pollo, caza (jabalí o ciervo) son excelentes fuentes de proteínas mientras procedan de

crianzas ecológicas.

Respecto a los pescados existen problemas similares: algunos, como los salmones criados en piscifactorías, presentan

deficientes balances de ácidos grasos omega 3 y 6, de manera que dejan de ser buenas fuentes de los saludables omega3.

Las tradicionales fuentes de omega 3 de pescados azules están, en niveles intolerables, envenenados con mercurio, y su

consumo masivo no es aconsejable, sobre todo en especies grandes, que acumulan los niveles de los animales que cazan.

La solución: acudir a pescados pequeños, fuentes humildes pero extraordinariamente interesantes como la sardina o, sobre

todo, la caballa, uno de los más baratos y con mayores niveles de omega 3. O consumir pescado blanco y suplementar con

aceite de pescado (algo que, de todas formas, como aconsejo en este artículo, deberíamos hacer siempre).

Y consumir también marisco, crustáceos y moluscos, que son excelentes fuentes de proteínas.

Los quesos grasos son fuentes de grasas saludables, pero también de proteínas de muy alto valor biológico.

Y no podemos olvidarnos de uno de los más difamados: el huevo. Una fuente magnífica de proteínas que ha soportado el

sambenito de incrementar el colesterol durante décadas, algo que es falso por partida doble: ni incrementa el colesterol que

realmente es perjudicial, ni el colesterol es el villano que han intentado vendernos durante décadas, como comento en el

anterior artículo de esta serie.

Grasas

Las grasas son la mejor fuente de energía metabólica, además de servir como señalizadores en importantes procesos

bioquímicos o con fines estructurales para formar membranas celulares.

Tradicionalmente han sido el villano de esta película lamentable en la que el mundo se encuentra inmerso desde hace

decenios pero, al igual que sucede con cualquier otra de las incontables manipulaciones a las que nos someten los poderes

corporativos o financieros (los verdaderos amos del mundo), ese hecho no se sostiene a la luz de los datos.

Lo que es beneficioso nos ha sido vendido como perjudicial, y viceversa. Una realidad obscena, posible debido a que los

psicópatas mandan en todas las capas del poder real y porque existe un lobby del hidrato de carbono, pero no un lobby de las

grasas.

La verdad es justamente la contraria: las grasas son potentes aliados de la salud, y sólo debemos evitar aquéllas que

durante decenios han sido promovidas como saludables, mientras que grasas tradicionalmente adscritas por los gurús

alimentarios a hábitos saludables no lo son en absoluto.

¿Qué grasas debo y no debo consumir?

Debemos evitar:

Grasas trans (artificiales), de productos como la margarina y la inmensa mayoría de productos industriales (galletas, galletitas, snacks, aperitivos, bollería y, en general, casi cualquier comestible que se venda en los pasillos centrales de un supermercado y que un antepasado de hace cientos de años no reconocería como comida)

Page 27: Dieta cetogénica contra el cáncer

Grasas llenas de omega 6 proinflamatorio como el aceite de girasol. Evitar también consumir en exceso cierto tipo de frutos secos como las nueces.

Podemos consumir:

Grasas saturadas (presentes en alimentos proteicos como carnes, huevos, mantequilla o quesos grasos, así como en coco o aceite de coco)

Grasas monoinsaturadas (en aceite de oliva, aguacates y ciertos frutos secos como nuez de Macadamia, avellana y almendra, recordando que los frutos secos tienen también carbohidratos y no hay que consumir más de 40 gramos al día)

Grasas poliinsaturadas Omega 3 (en aceite de pescado, pescado, mariscos o algas) La cantidad de grasas, como ya hemos comentado, será el comodín que nos permitirá ajustar más o menos las calorías ingeridas, una vez sepamos la cantidad de hidratos de carbono y proteínas que debemos consumir y que (estos sí) deben calcularse con exactitud.

En el siguiente artículo veremos un par de ejemplos para calcular las necesidades específicas de grasa diarias.

Algunas dudas habituales respecto a la dieta cetogénica

¿Cuántas veces hay que comer al día? ¿Cómo repartir esas necesidades de macronutrientes?

Los expertos nutricionales de los últimos tiempos aconsejan comer ‘poco y a menudo’.

Me gustaría saber cómo habrían recibido nuestros antepasados paleolíticos, aquellos que forjaron nuestros genes modernos,

ante semejante consejo, teniendo en cuenta que su comida habitual era, ‘a menudo’, bastante reacia a dejarse cazar y saltar al

plato. ‘A menudo’ nuestros antepasados comían cuando podían y se atracaban cuando su comida se dejaba atrapar.

Lo cierto es que las recomendaciones de comer poco y a menudo proceden de una gastronomía basada en la glucosa:

ante los picos de insulina y las subidas y bajadas de glucosa que una dieta basada en el grano provoca, la única manera de

sortear este problema sin aconsejar otro tipo de dieta es comiendo ‘a menudo’ pequeños bocados, con el fin de que los

niveles de glucosa permanezcan constantes. Es una tarea constante de alimentar una máquina basada en el combustible más

perecedero en vez de en el más adecuado.

Pero existe otra manera: hacer que el metabolismo pase a otro en ‘modo grasa’, de manera que exista un acceso

directo constante a las reservas del panículo adiposo y la glucosa permanezca estable de manera natural.

No hace falta, por tanto, comer tan a menudo una vez establecida la cetosis, puesto que el cuerpo no necesita un suministro

externo constante de combustible: tiene todo el que necesita con las reservas grasas almacenadas a las que por fin tiene

acceso, y podemos recuperar las tres comidas al día (el desayuno-comida-cena de toda la vida), o bien saltarnos alguna o

retrasarla si aún no tenemos hambre.

El picoteo, destinado a paliar la hipoglucemia leve ocasional, se termina cuando el cuerpo tiene acceso directo, una vez los

niveles de insulina descienden drásticamente durante la cetosis, a otro combustible más eficiente.

¿Pasaré mucha hambre? ¿Disminuirá ésta en algún momento?

Durante los primeros días de la dieta el cerebro pide a gritos su ‘chute’ de glucosa, pero lo va obteniendo de las reservas de

glucógeno en músculos e hígado.

Una vez pasados dos o tres días, cuando la droga deja de fluir y el cerebro protesta, el cuerpo trata de acomodar todo su

metabolismo a la nueva situación. Hasta que eso sucede del todo, y mientras el cuerpo comienza a quemar cada vez mayor

cantidad de grasa, se puede pasar hambre, asociada sobre todo a la restricción calórica.

Pero conforme pasan los días suceden varias cosas: el cuerpo termina por pasar enteramente el ‘modo grasa’ y el acceso al

panículo adiposo, con sus grandes reservas, hace que el organismo pueda obtener energía de manera interna sin necesitar tan

perentoriamente el suministro constante del combustible externo.

Una vez pasadas dos o tres semanas, casi todos los que ayunan o siguen dietas muy estrictas relatan que el hambre

disminuye extraordinariamente o desaparece, incluso consumiendo una cantidad significativamente menor de calorías que

antes.

Page 28: Dieta cetogénica contra el cáncer

Si a eso añadimos que la dieta cetogénica imita al ayuno pero proporciona, evidentemente, nutrientes externos para paliar el

desgaste estructural, y que el metabolismo basal desciende conforme quemamos grasa, llega un momento en que las calorías

consumidas se igualarán a las metabolizadas y el hambre desaparecerá.

Tal vez haya que lidiar más penosamente con el ‘hambre psicológica’, esa sensación aprendida de que hay que comer cada

cierto tiempo y con el deber de evitar las tentaciones suculentas que en el pasado consumíamos sin contemplaciones y que

nos atacarán a la vista sin piedad.

Mientras que el hambre física cesa con el tiempo, el hambre psicológica y las tentaciones visuales sólo pueden ser

afrontadas con fuerza de voluntad.

¿Sobrecarga el riñón o el hígado? ¿Produce piedras?

Este tipo de mitos son los que tienden a enfadarme más.

Mientras que nadie parece comprender el peligro de las dietas occidentales o incluso de la típica dieta ‘ideal’

aconsejada por expertos, cuyo impacto en la salud parece más que evidente a la luz de las estadísticas y de la

epidemiología, cada nueva dieta es usada por los medios de comunicación como un medio de infundir temor a la

población y que permanezca en el redil nutricional de toda la vida.

‘La dieta asesina’, he llegado a leer en uno de tantos blogs que atacan la dieta cetogénica como si fuera obra del diablo.

Sobrecarga el hígado. Produce piedras.

No existe un solo estudio serio que demuestre que la dieta cetogénica perjudica seriamente el organismo.

Sólo hay estudios que demuestran que tiende a elevar el nivel de colesterol pero, como ya expliqué en un artículo anterior, la

realidad es más compleja y los niveles sanguíneos que realmente importan y muestran el estado general de salud sí mejoran

ostensiblemente.

Una persona con insuficiencia renal o hepática puede tener ciertos problemas al metabolizar las proteínas,

pero eso sucederá en cualquier dieta y no habrá sido producida por ésta, sino que será una condición previa de quien la

adopte.

Tampoco se ha demostrado que exista relación entre la dieta cetogénica y una mayor incidencia de piedras en el riñón, sobre

todo teniendo en cuenta que la cantidad de proteínas que propondremos en esta serie de artículos es similar a la que se

consume con una dieta convencional.

¿Hay que beber más durante la dieta? ¿Es cierto que una gran parte del peso que se pierde puede ser de agua?

Sí. Eso es cierto. La dieta induce un incremento en la excreción de líquidos, pero se soluciona de forma tan sencilla

como bebiendo más agua. El cuerpo nos avisará con ese proceso tan antiguo llamado sed y no hay demasiado riesgo de que

nos deshidratemos.

La reflexión que me hago es que esa pérdida de líquidos puede tomarse como una oportunidad para que los riñones

efectúen de manera más frecuente y eficiente su labor como eliminadores de impurezas a través de la orina: anula la

retención de líquidos y de productos metabólicos de desecho, permitiendo que se drenen y expulsen del organismo.

Tal vez ese hecho no signifique que se pierda demasiado líquido, sino que estamos acostumbrados a retener demasiado. Tal

vez, como tantas otras veces, lo que nos parece habitual resulta no ser ni lo natural ni lo más aconsejable.

¿Puede aplicarse la dieta a la vez que los tratamientos convencionales?

Estudios con ratones, y algunos casos reales con humanos arrojan buenos resultados y confirman las sospechas de que la

dieta cetogénica incrementa la toxicidad de la quimio y la radioterapia en las células tumorales y retrasa la aparición

de recidivas, sobre todo cuando se establece una fuerte reducción calórica que imite al máximo los efectos del ayuno.

Thomas Seyfried recomienda una dieta que no sobrepase las 600 calorías durante el tiempo de aplicación de la quimio. Eso

induce un shock extremo en el tumor que lo hará más vulnerable al tratamiento convencional.

Page 29: Dieta cetogénica contra el cáncer

Es evidente que no todo el mundo puede soportar un régimen tan estricto. En este blog yo no puedo aconsejar una medida

que nadie sabe con certeza si va a surtir efecto, pero sí puedo aconsejar que se siga una dieta cetogénica aunque la restricción

calórica no sea tan extrema y el aporte calórico total sea superior.

En el siguiente artículo propondré valores de restricción bastante llevaderos, que darán como resultado unas calorías diarias

bastante más bajas que las medias de consumo actuales, pero suficientemente altas como para asegurar una correcta provisión

de macro y micronutrientes y que la dieta pueda seguirse sin problemas a largo plazo.

¿Y qué pasa con la caquexia en algunos estadios de la enfermedad? ¿Cómo puede aplicarse esta dieta con tan

pocas calorías?

Algunas personas pueden pensar que no tiene sentido ‘hacer dieta’ cuando la enfermedad provoca una caquexia de mayor o

menor severidad. Que el paciente debe ‘comer’ lo suficiente.

Es lo que los médicos siguen aconsejando la mayoría de las veces a los enfermos: la misma dieta occidental ‘ideal’ que nos

ha traído hasta aquí, rebosante de hidratos de carbono y grano, cegados aún por la incapacidad de hacer cosas diferentes,

hasta finalizar con inyecciones intravenosas de glucosa que no son sino una forma, supongo que involuntaria, de eutanasia.

Lo único que consigue la dieta occidental es introducir en el torrente sanguíneo una glucosa que va directamente al

tumor y no al cuerpo sano, ayudada por los altos niveles de insulina. Y eso sucederá sin importar las calorías que se

ingieran. De hecho, a mayor cantidad de calorías procedentes de esa dieta, mayor probabilidad de que el tumor siga

expandiéndose.

Si, por el contrario, comemos de manera que el cuerpo aproveche las reservas de grasas o las grasas consumidas,

estaremos nutriendo el organismo sano (repito de nuevo que éste es capaz de usar los cuerpos cetónicos y los ácidos grasos

como combustible, algo de lo que no son capaces las células tumorales), de manera que sí tendrá oportunidad de usar los

nutrientes pero el tumor no lo tendrá tan sencillo para continuar con su festín.

Y esto sucederá a pesar de que la cantidad de calorías ingeridas sean sustancialmente menores que con una dieta

convencional. La cantidad no es el factor determinante, sino la calidad, sobre todo en un cuerpo enflaquecido que no

necesita un aporte calórico excesivo.

En el siguiente post presentaré por fin un par de ejemplos de aplicación práctica de la dieta, y usaré los conceptos presentados

en el presente artículo para comenzar a planificar menús específicos e individualizados.

- See more at: http://cancerintegral.com/dieta-cetogenica-contra-el-cancer-vi-fundamentos-y-dudas-

resueltas/#sthash.IW01KZBe.dpuf

Dieta cetogénica contra el cáncer (VII): ejemplos de aplicación práctica paso a paso

Vamos a explicar, por fin, el mecanismo para planificar una dieta cetogénica específica, en función de las características

individuales.

Hay que tener en cuenta también el listado básico de alimentos permitidos y desaconsejados que escribí en el artículo anterior

de esta serie dedicada a la dieta cetogénica. Intentaré publicar en el futuro una lista más extensa con todos los alimentos

permitidos así como sus valores nutricionales.

Un importante recordatorio

La dieta cetogénica que propondremos aquí va específicamente dirigida a enfermos de cáncer, con el objetivo de

mantener bajos sus niveles de glucosa y elevar los de cuerpos cetónicos, un saludable estado que he justificado en el resto de

artículos de esta serie.

No obstante, puede ser una excelente medida si simplemente se utiliza para adelgazar con salud. La lista de

enfermedades que, se sospecha, la dieta cetogénica puede evitar, tratar en cierta medida o cuyos síntomas puede

paliar, se hace cada día más extensa.

Quien quiera usar la dieta únicamente para adelgazar, debe recordar que no tiene porqué ser tan estricto con las

cantidades que calcule ni aplicar tanta restricción calórica: la vida es demasiado corta para permanecer atado a una

Page 30: Dieta cetogénica contra el cáncer

calculadora cada vez que uno quiera comer. Los enfermos de cáncer son otro cantar: esta es una medida terapéutica, y como

tal debe ser tomada.

Datos previos que hay que conocer

Cada enfermo debe conocer, previamente al cálculo, 6 datos. Cinco de ellos son comunes a ambos sexos, y uno de ellos

cambiará según se trate de un hombre o de una mujer.

El primero es el factor de actividad, que depende del nivel de actividad física de una persona. Los valores aparecen

consignados en la tabla 1.

En función de cuál sea la actividad física de quien vaya a seguir la dieta, debe elegirse un factor u otro.

Ante la duda entre dos posibles valores, mejor elegir el más bajo, porque se ha demostrado que, generalmente, las

personas tienden a sobrestimar su nivel de actividad.

Tabla 1: factores de actividad

Factor

Actividad Tipo de actividad

1.2 Sedentario(Escaso o nulo ejercicio + trabajo sedentario)

1.3-1.4 Ligeramente activo(Poca actividad diaria y ejercicio ligero 1-3 veces por semana, como ir a trabajar o hacer

la compra)

1.5-1.6 Moderadamente activo(Vida diaria moderadamente activa y ejercicio moderado 3-5 veces por semana)

1.7-1.8 Bastante activo(Estilo de vida físicamente exigente y ejercicio o deportes intensos 6-7 días por semana)

1.9-2.0 Extremadamente activo(Ejercicio intenso a diario y trabajo físico)

El segundo es la edad.

Las 4 siguientes son medidas antropométricas sencillas de obtener con una báscula y un metro.

Insertamos una tabla con valores que vamos a utilizar más adelante: proporción de grasa por sexo según valores de obesidad.

Tabla 2: valores de referencia de porcentajes de grasa corporal según el sexo y el grado de obesidad

Mujeres Hombres

Grasa esencial 10–13% 2–5%

Deportistas 14–20% 6–13%

En Forma 21–24% 14–17%

Valor normal 25–31% 18–24%

Obesidad más de 32% más de 25%

Resumen de datos que se deben conocer para el cálculo de la dieta

Factor de actividad física

Edad en años

Talla en cm

Peso en kg

Circunferencia de la cintura a la altura del ombligo (no de la parte más estrecha), en cm

Además, si es mujer: Circunferencia de las caderas por la parte más ancha, en cm.

Y si es hombre: Circunferencia de la muñeca de la mano dominante, justo donde articula mano y antebrazo, en cm.

Page 31: Dieta cetogénica contra el cáncer

Vamos a seguir los pasos necesarios para el cálculo de las necesidades mediante un par de ejemplos, uno por sexo.

Recordad, tal y como consignamos en el anterior artículo, que la cantidad de hidratos de carbono que deben consumirse

debe ser casi constante, entre 10 y 20 gramos al día, siendo dichos hidratos exclusivamente verduras, setas, algas, especias,

zumo de limón o frutas del bosque, todas ellas, preferiblemente, de cultivo ecológico.

Recurso externo que aconsejo utilizar

Para el cálculo de las proteínas diarias hay que conocer, en primer lugar, el porcentaje de grasa corporal.

Hay diferentes métodos empíricos que pueden usarse, empleando aparatos de medición o mediante tablas al efecto, pero

en todos ellos se requiere o bien material de apoyo, que puede no ser sencillo de adquirir, o bien el uso de tablas en una serie

de pasos intermedios que pueden ser un poco liosas de aplicar y de usar en este blog.

Por todo ello he decidido emplear un recurso externo de apoyo, en concreto una web llamada Calcuworld, que permite

realizar online cálculos de todo tipo.

Uno de dichos cálculos es el relativo a las necesidades proteicas que establece la dieta de la zona. La dieta de la zona es una

popular dieta creada por el bioquímico Barry Sears, que propone un reparto de macronutrientes muy preciso que, según él,

optimiza el rendimiento físico y permite adelgazar con salud.

De entre todas las dietas no cetogénicas es la que me merece mayor respeto y, aunque el consumo de carbohidratos que

propone resulta excesivo para los efectos que aquí perseguimos (la cetosis como arma terapéutica), sí permite realizar un

cálculo bastante preciso de las necesidades proteicas, que son la base de toda dieta que persiga optimizar la salud.

Hay que recordar que, como dijimos en el artículo anterior de esta serie, las necesidades de proteínas son la base de la

dieta y son las que son, independientemente de la dieta que se siga. El cuerpo necesita reponer su deterioro estructural y

esas necesidades son específicas de la cantidad de masa magra y permanecen bastante constantes en el tiempo.

En los libros que el Dr.Sears ha escrito al respecto de dicha dieta, existen apéndices al final donde se explica la manera de

calcular las necesidades proteicas usando tablas empíricas realizadas al efecto. Lo explico por si alguien desea conocer el

método exacto de cálculo de dichas necesidades en vez de usar el método mucho más rápido y sencillo, pero menos

explicativo, que aquí propondré.

El enlace para el cálculo es éste http://calcuworld.com/nutrition-calculators/diet-zone-calculator/ y más adelante

explicaremos cómo usarlo

NOTA: si alguien accede a dicho vínculo y ve que ha sido eliminado o ya no funciona, le agradecería que me avisara para

proponer otro.

En los ejemplos que insertaré a continuación, basta con que cada paciente aplique sus propias medidas para obtener sus

necesidades individuales.

Importante: hago un cálculo para que el enfermo no adelgace más allá de su peso ideal. En otras calculadoras de dietas

proponen un nivel de calorías muy bajo que provoca adelgazamiento más rápido, pero que puede ser excesivo si se

prolonga. Con las calorías que propongo el enfermo alcanzará un peso adecuado pero no adelgazará por debajo de él y

mantendrá al tiempo un nivel adecuado de cetosis

En el primer ejemplo se supone que el enfermo es una mujer, y en el segundo se supone que será un hombre.

Ejemplo 1 – Mujer

Factor de actividad = 1.3

Edad = 55 años

Contorno de caderas = 103 cm

Contorno de cintura = 76 cm

Altura = 165 cm

Peso = 71 Kg

Page 32: Dieta cetogénica contra el cáncer

1. Cálculo del porcentaje de grasa corporal y de la masa magra

Acudimos al enlace de la web de calcuworld: http://calcuworld.com/nutrition-calculators/diet-zone-calculator/

Vamos a rellenar tan sólo los campos del primer bloque. Los últimos son específicos de la dieta de la zona y no los necesitaremos.

En el primer bloque nos preguntan el género (Gender) y hay dos botones (Man) para hombre y (Woman) para mujer.

Pulsamos el botón (Woman)

Hay que rellenar la información de los 4 campos que se muestran en el bloque que aparece inmediatamente debajo:

o Height (altura) en centímetros = 165 o Weight (peso) en kilos = 71 o Outline hips (contorno de caderas) en centímetros = 103 o Outline waist (contorno de cintura) en centímetros = 76

Pulsamos el botón (Calculate) y, en el bloque inferior, nos aparecerán automáticamente los datos que buscamos o Percentage of body fat (porcentaje de grasa corporal) = 30% o Body fat (masa de grasa) = 21 kg o Lean body mass (masa magra) = 50 kg

2. Cálculo de las necesidades de proteínas

Multiplicamos la masa magra recién calculada por el factor de actividad considerado, es decir:

G de proteínas diarios = Masa magra x factor de actividad = 50 x 1.3 = 64

Por tanto, sus necesidades de proteínas serán de 64 gramos al día.

3. Cálculo de su tasa metabólica actual, necesidades diarias de calorías antes de la dieta

Usamos la ecuación de Mifflinn St. Jeor para mujeres

factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad – 161 )

1.3 x (10 x 71 + 6.25 x 165 – 5 x 55 -161) = 1696

Redondeamos y consideramos que sus necesidades actuales son, aproximadamente, de 1700 calorías al día.

4. Cálculo de su peso ideal.

Usamos la misma ecuación de antes, pero usando su peso ideal, que sería el que alcanzaría si su porcentaje de grasa fuera el

ideal.

Acudimos a la tabla 2, insertada más arriba y vemos que dicho porcentaje es de un 21%. Vamos a forzar un poco más, hasta

el 20%

Calculemos primero cuál deberá ser su peso ideal

%grasa ideal = 20%

Peso ideal =100 x Masa magra / (100 – %grasa ideal) = 1000 x 50 / (100 – 20) = 62 kilos (redondeamos a la baja)

5. Cálculo de las necesidades máximas de calorías para alcanzar su peso ideal.

Usamos de nuevo la misma ecuación de Mifflin St. Jeor del punto 3, pero usando el peso ideal para calcular las calorías que

se consumen con ese porcentaje de grasa corporal:

factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad – 161 )

Page 33: Dieta cetogénica contra el cáncer

1.3 x (10 x 62 + 6.25 x 165 – 5 x 55 -161) = 1580

Redondeando a la baja, aproximadamente 1500 calorías al día.

La restricción calórica que aplicar será de (1700 – 1500)x100 / 1700 = aproximadamente un 12%

Una restricción asumible aunque se aplique de golpe.

Si al calcular la restricción calórica obtienes un número mayor de 15%, debes aplicar una restricción escalonada, por pasos.

6. Cálculo de las necesidades máximas de grasas para aplicar esa restricción calórica.

Queremos mantener la masa magra y consumir sólo grasas, hasta alcanzar el nivel de grasa ideal consignado anteriormente.

En un gramo de proteína o de hidrato hay 4 kcal. En un gramo de grasas hay 9 kcal. Sabemos que hay que consumir una

cantidad constante, siempre, de entre 10 y 20 gramos de HC al día (pongamos 15 a efectos de cálculo), y hemos calculado

que las necesidades de proteínas son de 65 gramos al día.

Calorías = 4 x (gr de proteína + gr de hidratos) + 9 x gr de grasa

Por tanto

gr de grasa = (Calorías – 4*( gr de proteína + gr de hidratos)) / 9 = (1500 – 4*(65 + 15))/9 = aproximadamente 130 gr

diarios

7. Calendario de etapas y necesidades de macronutrientes de cada una

Etapa 1: dos días de ayuno (sólo agua) para agotar las reservas de glucógeno. (si no te sientes capaz de pasar dos días sin comer o tu estado físico no te lo permite, no te preocupes, pasa directamente a la etapa 2)

Etapa 2: dos semanas durante las cuales el cuerpo pierde más masa muscular, por eso hay que consumir más proteína, un 20% más de lo calculado. Gr de proteína durante esta etapa = 1.2 x 65 = 78 -> aproximadamente 80 gramos al día

Etapa 3: A partir de la tercera semana, ya en cetosis, los valores ya calculados con anterioridad y resumidos a continuación

Resumen final de necesidades de macronutrientes al día a partir de la etapa 3, para el ejemplo 1:

Hidratos de carbono (constante) = 10-20 gramos al día

Proteínas (constante) = 65 gramos al día

Grasas (valor máximo para mantener esa restricción calórica)= 130 gramos al día. Podremos consumir la cantidad de grasas necesaria para dar sabor a la comida, sin obsesionarnos por medirlas de manera exacta, mientras nunca supere esa cantidad calculada.

Abajo del todo, en este mismo artículo, inserto un ejemplo de planificación de un menú diario.

Ejemplo 2 – Hombre

Factor de actividad = 1.4

Edad = 50 años

Circunferencia muñeca = 20 cm

Circunferencia cintura = 115 cm

Talla = 185 cm

Peso = 103 kg

1. Cálculo del porcentaje de grasa corporal y de la masa magra

Acudimos al enlace de la web de calcuworld http://calcuworld.com/nutrition-calculators/diet-zone-calculator/

Page 34: Dieta cetogénica contra el cáncer

Vamos a rellenar tan sólo los campos del primer bloque. Los últimos son específicos de la dieta de la zona y no los necesitaremos.

En el primer bloque nos preguntan el género (Gender) y hay dos botones (Man) para hombre y (Woman) para mujer.

Pulsamos el botón (Man)

Hay que rellenar la información de los 3 campos que se muestran en el bloque que aparece inmediatamente debajo:

o Weight (peso) en kilos = 71 o Outline waist (contorno de cintura) en centímetros = 76 o Outline edge (contorno de muñeca) en centímetros = 20

Pulsamos el botón (Calculate) y, en el bloque inferior, nos aparecerán automáticamente los datos que buscamos: o Percentage of body fat (porcentaje de grasa corporal) = 32% o Body fat (masa de grasa) = 33 kg o Lean body mass (masa magra) = 70 kg

2. Cálculo de las necesidades de proteínas

Al igual que en el ejemplo anterior, usamos la ecuación siguiente:

factor de actividad x masa magra = 1.4 x 70 = 98 gramos al día

3. Cálculo de su tasa metabólica actual, necesidades diarias de calorías antes de la dieta

Usamos la ecuación de Mifflinn St. Jeor para hombres

factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad + 5) =

1.4 x (10 x 103 + 6.25 x 185 – 5 x 50 + 5) = 2717

Redondeando, aproximadamente 2700 calorías al día

4. Cálculo de su peso ideal.

Según la tabla2, su porcentaje de grasa ideal es del 14%

%grasa ideal = 14%

Peso ideal =100 x Mm / (100 – %grasa ideal) = 7000 / (100 – 14) = 81 kilos

5. Cálculo de las necesidades máximas de calorías cuando alcance su peso ideal.

Usamos de nuevo la misma ecuación de Mifflin St.Jeor del punto 3, pero usando el peso ideal, para calcular las calorías que

se consumen con ese porcentaje de grasa corporal ideal:

factor de actividad x (10 x peso + 6.25 x altura – 5 x edad + 5) =

1.4 x (10 x 81 + 6.25 x 185 – 5 x 50 + 5) = 2409

Redondeando a la baja, aproximadamente 2400 calorías al día

La restricción calórica será de (2700 – 2400) x 100 / 2700 = 11%

6. Cálculo de las necesidades máximas de grasas para aplicar una restricción calórica.

gr de grasa = (Calorías ideales – 4*( gr de proteína + gr de hidratos)) / 9 = (2400 – 4*(98+15))/9 = 216 gr de grasas al

día

Page 35: Dieta cetogénica contra el cáncer

7. Calendario de etapas y necesidades de macronutrientes de cada una

Etapa 1: dos días de ayuno (sólo agua) para agotar las reservas de glucógeno. (si no te sientes capaz de pasar dos días sin comer o tu estado físico no te lo permite, no te preocupes, pasa directamente a la etapa 2)

Etapa 2: dos semanas durante las cuales el cuerpo pierde masa muscular. Por eso hay que consumir más proteína, un 20% más de lo calculado. Gr de proteína durante esta etapa = 1.2 x 98 = 117 gramos al día

>Etapa 3: A partir de la tercera semana, ya en cetosis, los valores calculados con anterioridad y resumidos a continuación

Resumen final de necesidades de macronutrientes al día a partir de la etapa 3, para el ejemplo 2:

Hidratos de carbono (constante) = 10-20 gramos al día

Proteínas (constante) = 98 gramos al día

Grasas (valor máximo para mantener esa restricción calórica)= 216 gramos al día, recordando que es un valor máximo orientativo

¡Recuerda!

Las necesidades de proteínas e hidratos de carbono que vamos a proponer son un dato bastante ajustado que debe medirse con cierta exactitud y, desde luego, no sobrepasarse por exceso. Ante la duda mejor quedarse cortos.

Las necesidades de grasa representan una cifra orientativa que representa un máximo. Cuanta más grasa se consuma menos se perderá del panículo adiposo. A efectos estéticos es diferente la cantidad de grasa se consuma, claro está, pero a efectos bioquímicos no tanto. No obstante, cuantas menos calorías ingiramos, más fácilmente llegaremos a la cetosis. Por tanto, el valor de grasas es orientativo y representa el tope máximo.

Propongo un total de calorías más alto que otras dietas de adelgazamiento rápido, porque de eta manera podemos comer con ese nivel de calorías sin preocuparnos de adelgazar en exceso, aunque siempre consumiremos menos que el ideal de calorías calculado

Ejemplo de menú diario

Vamos a usar los datos del ejemplo 1, pero la manera de preparar los menús es equivalente y sólo cambiarían las cantidades.

Sólo pretendo que te hagas una idea de qué habría que comer para cumplir con las exigencias de macronutrientes en la

tercera etapa. Las combinaciones de platos y menús son, literalmente, infinitas.

Es necesario conocer, en primer lugar, los valores nutricionales de macronutrientes de cada alimento (porcentajes de

proteínas, hidratos de carbono y grasas que aporta cada 100gr de alimento).

Existen multitud de recursos en internet que aportan dicha información introduciendo en el buscador términos como ‘valores

nutricionales de…’, pero intentaré, en el futuro, sistematizar esa información y ofrecerla en un artículo o un enlace

permanente.

Desayuno

- Dos huevos ecológicos revueltos con una loncha de jamón ibérico y un buen chorro de aceite de oliva.

- El zumo de un limón ecológico en un vaso de agua con 4 gotas de stevia.

- Dos cucharadas de aceite de pescado

Hidratos de carbono – 4 g

Proteínas – 15 gr

Grasas – aproximadamente 40 gr

Comida

- 80 gr de Carne de ternera ecológica, guisada con abundante salsa, con 80gr de boletus y 50 gr de queso azul fundido

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- 1 yogur natural, a ser posible casero, con stevia

Hidratos de carbono – 6 g

Proteínas – 25 gr

Grasas – aproximadamente 40 gr

Cena

- 100 gramos de salmón salvaje con 50 gramos de ensalada variada y abundante aceite de oliva.

- El zumo de un limón ecológico en un vaso de agua con 4 gotas de stevia.

- Dos cucharadas de aceite de pescado

Hidratos de carbono – 5 g

Proteínas – 25 gr

Grasas – aproximadamente 40 gr

TOTAL DEL DÍA:

Hidratos de carbono – 15 g

Proteínas – 65 gr

Grasas – aproximadamente 120 gr

Unas 1400 calorías

Vemos que para las grasas no hemos cumplido las recomendaciones máximas del ejemplo 1 y nos hemos quedado cortos,

pero hay que recordar que los valores de calorías y de grasas son máximos, y que sí debemos respetar con precisión los

valores de hidratos y proteínas.

¿Qué hacer a partir de ahora?

Hacer mediciones sanguíneas diarias y apuntar los resultados.

El cometido de la dieta es producir un cambio metabólico. Como en toda terapia, debemos ser capaces de poder conocer si

nuestros esfuerzos van bien encaminados.

Para ello, nada mejor que medir los niveles de glucosa y cuerpos cetónicos. Tal y como consigné en el artículo de esta serie

dedicado a los niveles sanguíneos deseados, el cometido es elaborar un gráfico donde se vea la evolución: la bajada de

glucosa y la subida de cuerpos cetónicos.

Para ese fin, hay que usar un medidor electrónico de glucosa y cuerpos cetónicos similar al que están acostumbrados a

emplear los diabéticos: un pinchazo en un dedo, una o dos veces al día (siempre a las mismas horas), un par de

medidores aplicados a la gotas de sangre, y anotamos los valores obtenidos para formar, con el tiempo, un gráfico que puede

ser similar al ideal que Thomas Seyfried muestra.

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Niveles de glucosa y cuerpos cetónicos en dieta cetogénica contra el cáncer

Dicho gráfico estándar puede estar lejos de verse como el que el doctor Thomas Seyfried muestra en su libro.

Seguramente presentará subidas y bajadas puntuales, pero lo importante es que muestre tendencias globales de bajada

de glucosa y subida de cetonas conforme pasen los días de dieta cetogénica, de manera que estemos en la zona de la derecha

de ese gráfico, donde el cáncer pasa a ser manejable o, al menos, más manejable.

También es posible que no puedan alcanzarse niveles de glucosa tan bajos como los que Seyfried recomienda (55-65

mg/dl). Algunas personas no bajarán de los 72 mg/dl o incluso de los 80 mg/dl, pero lo más importante es, repito, la

tendencia global que se observe, la subida de cetonas y que la insulina vaya descendiendo con el tiempo. El nivel de

insulina es crítico, y puede descender hasta casi los 7-10 microU/ml.

Por eso es importante hacerse análisis sanguíneos adicionales para comprobar esos niveles de insulina que no podemos medir

de forma casera (no todos los días, claro está, tal vez una vez a la semana, cada dos semanas o cada mes), con el fin de

comprobar que esa hormona se mantiene a raya.

Planificar menús

Teniendo en cuenta el listado básico de alimentos aconsejados que he consignado en el artículo anterior, cada uno debe, a

partir de ahora, ir elaborando platos de su gusto con esos alimentos. El proceso es sencillo:

Buscar el valor nutricional por 100 gramos de cada alimento que va a usarse en cada plato.

Usar la cantidad correcta en combinación para que los tres platos del día más los postres elegidos no sobrepasen los valores de hidratos de carbono y proteínas diarias calculados.

En el caso de las proteínas es conveniente ser bastante precisos. En el caso de los hidratos de carbono hay un margen entre los 10 y los 20 gramos. De todas formas, en caso de duda, mejor por defecto que por exceso.

Ingerir grasas para dar sabor y gusto, intentando no obsesionarse con la cantidad (es complicado medir de manera exacta la grasa que se consume), pero estando seguros de no sobrepasar los valores máximos e grasa calculados previamente, con el fin de provocar un restricción calórica.

Suplementar

No podemos confiar tan sólo en la bala mágica de la dieta. Aun siendo un recurso potente, hay que atacar al enemigo

desde todos los ángulos posibles, con todas las estrategias no tóxicas que estén a nuestra disposición.

En un artículo anterior proponía un tratamiento global que abarcase todos los posibles resquicios bioquímicos por los que el

tumor pudiera escaparse.

Mi intención es dedicar, en el futuro, artículos específicos a cada una de esas medidas adicionales, intentando proponer

posologías y dosificaciones. Mientras tanto, vamos a establecer un orden de prioridades entre dichas propuestas, porque no

quiero decir que deban aplicarse necesariamente todas las medidas o en todos los casos.

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Esa decisión dependerá de la gravedad de la situación del enfermo y de su acceso a dichos suplementos y medicamentos en

función del grupo de médicos que le traten, de las facilidades de la zona geográfica donde habite, así como de sus recursos

económicos.

Es evidente que la Cloroquina y el Plerixafor son medicamentos que sólo pueden ser prescritos por médicos de mente

abierta y valentía, algo que ocurrirá en muy contadas ocasiones.

El DCA también es un medicamento, pero puede ser conseguido por el enfermo sin receta médica, usando medios legales y

puede ser consumido con conocimiento de causa y sentido de la responsabilidad.

De entre los suplementos restantes podemos establecer tres clasificaciones: un grupo que considero imprescindible, otro que

considero de gran importancia y otros que pueden ser valiosos.

.Imprescindibles:

Resveratrol, para bloquear en cierta medida la glucólisis e impedir hasta cierto punto que el tumor fermente la poca glucosa que le quede disponible tras la dieta cetogénica.

Extracto de té verde, para bloquear en cierta medida la glutaminólisis, e impedir el tumor fermente el otro combustible que el puede metabolizar (de manera secundaria a la glucólisis, pero que hay que tener también en cuenta)

.Muy necesarios

Aceite de pescado. Ver esta entrada con mi justificación

Vitamima D3

Melatonina

.Importantes

Cúrcuma liposomada

Calcio, magnesio y zinc

Vitamina K3

.Otros

Coenzima Q10

Boswellia

Quercetina

Extracto de coriolus versicolor

…y un amplio etcétera…

Espero que esta información pueda serviros para afrontar la lucha con mayor esperanza y fortaleza.

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paso/#sthash.6anMOo17.dpuf