Diego Arias Dávila

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Diego Arias Dávil a (SEMBLANZA HISTÓRICA ) PO R Pablo Alvarez Rubian o Cafedrático de la Universidad de Valenci a Patrocinado por el Centro de Estudios Segovianos, la anti- gua ciudad de los arévacos, la Segovia a la vez vetusta y rena- ciente, henchida de recuerdos y leyendas que al par que consti- tuyen la recia estirpe de su pasado son también páginas preclara s de la Historia nacional, se dispone a rendir un justo homenaje a su Director, Excmo . Sr . Marqués de Lozoya, con ocasión de su s bodas de plata con el profesorado universitario . Como tributo de admiración al maestro, cuya obra historio - gráfica permanece viva en la memoria de todos cuantos tuvimo s el honor de ser sus discípulos, vamos a ofrecer en esta ocasió n solemne, siguiendo las directrices indelebles de su enseñanza fe - cunda, esta modesta semblanza, esquema de un estudio biográfi- co, que acaso alguna vez intentemos realizar (1) . Remontemos para ello el curso de la Historia, para sorpren- der en pleno siglo xv, cuando se está gestando entre cruentas lu- chas y dolorosas incertidumbres nuestro destino nacional, la fi - gura de Diego Arias Dávila, fundador de un linaje de guerrero s y hombres esclarecidos, belicosa y desgarrada estampa que to- davía no ha merecido de los historiadores la atención y el justi- precio que sus hechos debieran reclamar . La historia de los Arias Dávila se halla unida a la de la ciu- dad de Segovia desde que se asentó en ella, buscando mejo r fortuna, aquel hombre de obscura ascendencia, según cuentan al - gunos cronistas influídos por la maledicencia popular, que habí a de ser con el tiempo Contador Mayor de Enrique IV . El águila, castillo y cruz que componían el blasón de la fami- lia, figuran en muchos y famosos edificios segovianos, como atri - butos del poderío y grandeza de sus miembros, que movidos po r -- 367

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Diego Arias Dávil a(SEMBLANZA HISTÓRICA )

PO R

Pablo Alvarez Rubian o

Cafedrático de la Universidad de Valenci a

Patrocinado por el Centro de Estudios Segovianos, la anti-gua ciudad de los arévacos, la Segovia a la vez vetusta y rena-ciente, henchida de recuerdos y leyendas que al par que consti-tuyen la recia estirpe de su pasado son también páginas preclara sde la Historia nacional, se dispone a rendir un justo homenaje asu Director, Excmo . Sr. Marqués de Lozoya, con ocasión de su sbodas de plata con el profesorado universitario .

Como tributo de admiración al maestro, cuya obra historio -gráfica permanece viva en la memoria de todos cuantos tuvimo sel honor de ser sus discípulos, vamos a ofrecer en esta ocasiónsolemne, siguiendo las directrices indelebles de su enseñanza fe-cunda, esta modesta semblanza, esquema de un estudio biográfi-co, que acaso alguna vez intentemos realizar (1) .

Remontemos para ello el curso de la Historia, para sorpren-der en pleno siglo xv, cuando se está gestando entre cruentas lu-chas y dolorosas incertidumbres nuestro destino nacional, la fi -gura de Diego Arias Dávila, fundador de un linaje de guerrero sy hombres esclarecidos, belicosa y desgarrada estampa que to-davía no ha merecido de los historiadores la atención y el justi-precio que sus hechos debieran reclamar.

La historia de los Arias Dávila se halla unida a la de la ciu-dad de Segovia desde que se asentó en ella, buscando mejo rfortuna, aquel hombre de obscura ascendencia, según cuentan al -gunos cronistas influídos por la maledicencia popular, que habí ade ser con el tiempo Contador Mayor de Enrique IV .

El águila, castillo y cruz que componían el blasón de la fami-lia, figuran en muchos y famosos edificios segovianos, como atri -butos del poderío y grandeza de sus miembros, que movidos po r

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la ambición y por la gloria, intervinieron activamente en las gran -des hazañas hispánicas . Bastaría recordar la recia y dura perso-nalidad de Pedrarias, el colonizador de Tierra Firme, para da rcabal idea de la vitalidad de esta aristocrática estirpe de político sy soldados, sobre la que recae forzosamente el peso de proeza sy desmanes, que sólo pueden calibrarse en su virtualidad y di-mensión verdaderas con la adecuada perspectiva histórica .

Al decir de Alonso de Palencia, que se hizo eco de las mur-muraciones cortesanas, cuando se hallaba en la cumbre del pode ry la opulencia, Diego Arias, natural de Avila, se avecindó en l aciudad segoviana siendo príncipe don Enrique, y en sus modes-tísimos comienzos ganóse el sustento en el comercio de espe-cias de -escaso valor, que le bastaban para sus mezquino sgastos.

Dejemos aparte la humildad de su origen que le atribuye e lmentado cronista, cuyos juicios no deben merecernos entero cré-dito, dada la facilidad con que admite y aun exagera los datos qu ele suministran los maldicientes escritores de la época, y contem-plemos a Diego Arias dedicado de lleno al comercio, primero, yen el cargo de recaudador de alcabalas y rentas del Príncipe qu ealcanzó poco después, gracias al favor de D . Juan Pacheco . Sinduda le fueron de provechosa enseñanza aquellos años en que ,sobre un ágil pero flaco jamelgo, iba de pueblo en pueblo perci-biendo impuestos y enajenándose el odio de los rústicos contri-buyentes, de cuyas iras escapó muchas veces gracias a su inge-nio y a la ligereza de su caballo, que explican el nombre de «Die -go Volador», con el que se le conoció por entonces .

Aquel arriesgado oficio y los negocios que emprendió porcuenta propia debieron de darle grandes conocimientos, en la me-dida que esto era posible, dada la situación económica del reino .El mismo Alonso de Palencia, que le achaca incluso la comisió nde un crimen que califica de horrendo, pero del que no da cir-cunstanciada noticia que lo confirme, reconoce las dotes que ador -naban a Diego Arias, y por las cuales el Príncipe de Asturias l enombró su secretario y le juzgó digno de su intimidad . Induda-blemente estamos en presencia de un hombre de agudo espíritu,ambicioso y rudo como hijo de su tiempo, pero con una visión

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clarividente de los problemas vitales del calamitoso reinado d eEnrique IV .

Cuando este Monarca ascendió al trono de Castilla y le nom-bró Contador Mayor, Diego Arias comprendió que para salva-guardar la corona de los embates de la turbulenta nobleza s eprecisaba una hacienda y un ejército robustos . Así, cuando e lcronista repite, con ánimo de censura, las palabras del Contadora su Rey, aconsejándole «que no hiciese caso de las querellas yenojosos llantos del necio vulgo y del insolente populacho mien-tras tuviese dinero en abundancia ; ni temiese las murmuracione sde los grandes, ni su adusto ceño, mientras capitanease escuadro -nes satisfechos con el aumento de soldada», nosotros vemos e nello la raíz de una política realista, que cifrada en el robustecimien -to del poder real la primera condición para la subsistencia del Es -tado .

No podía . obrarse de otro modo, en medio de la anarquía qu eimperaba por todas partes, ante una nobleza levantisca, pronta acaer sobre el débil y abatido espíritu del monarca . Si es verda dque Diego Arias apeló a bajos ardides para acrecentar la hacien-da del reino, y aunque se lucró de ellos merced a la munificen-cia que con él tenía el soberano, no es menos cierto que no era nmejores las normas y prácticas de sus enemigos .

Exceptuemos, sin embargo, a Gómez Manrique, el sapientí-simo poeta de las «Coplas para el señor Diego Arias de Avila ,contador mayor del rey nuestro señor e del su consejo>, henchi-das de humanidad y de filosofía ; pero convengamos también qu ela moderación y la templanza con que aconsejaba que usase delpoder al elevado magnate, no eran los medios más a propósitopara gobernar a la turbulenta Castilla del último Trastamara .Salvemos la justa amargura del poeta, sus elevados anhelos dejusticia: Gómez . Manrique está, espiritualmente, por encima d esu. época. Diego Arias es, en cambio, el prototipo de la suya .Reacciona a la violencia con la violencia, confía en la fuerza an-tes que en la justicia .

El mismo es injusto, ciertamente, pero posee virtudes políti-cas que le capacitaban para el mando, y si usó y aun abusó de lvalimiento que le concediera el Soberano, supo también aconse -

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jarle moderación en los gastos, lo que le acarrearía, en ciert aocasión, esta reprimenda real : «Vos habláis como Diego Arias eyo tengo que obrar como rey, en quien como en espejo todos sehan de mirar e tomar doctrina ; porque sabida cosa es que conlos enxemplos del rey . se conforman los del reino» .

No es extraño, pues, que en contradicción con Palencia, En-ríquez del Castillo llame servidor leal al Contador Mayor deCastilla, y aun otro historiador, Sitges, exalte el modo cómo ad -ministró la hacienda del reino . Es más, en el interesantísimo«Nobiliario de España», escrito por D . Manuel de Castro y Fi-gueroa, se dan otras versiones genealógicas que discrepan d elas generalmente admitidas, en las que encontramos a un antepa-sado de Diego Arias muriendo heroicamente en la batalla de Al-jubarrota .

Y del mismo modo, el supuesto judaísmo atribuído a Dieg oArias por las procaces y anónimas «Coplas del Provincial», e sdesmentido y aun fidedignamente rebatido en el expediente quese promovió para ser nombrado familiar de la Inquisición s udescendiente el padre jesuita Francisco de Contreras .

Aunque sea difícil dilucidar hoy, con exactitud crítica, e ljuicio que Diego Arias deba merecernos, está fuera de toda dudaque los perfiles que puedan ensombrecer su memoria está nacentuados por malquerencias personales, que se fraguaron a lcalor de las luchas que hubo de sostener defendiendo al débil ydesdichado Rey de las ambiciones de, los nobles . En su haberhabremos de consignar igualmente, aparte su labor financiera ,la fundación del hospital de San Antonio de Padua, en Segovia ,para albergue de peregrinos, dotes de huérfanas y comida d epobres .

La azarosa y fecunda existencia de Diego Arias, con su sbuenas y malas obras, con sus prendas de gobernante y sus hu-manos yerros, con su ambición desmedida y con su valor frent ea todos los embates, seguro en su camino, sordo a las quejas d elos descontentos y a las alabanzas de los que con su amista dpensaron hacer granjería, retratan mejor que la severa pluma de lhistoriador o del cronista todo un carácter .

Su carrera política no se interrumpe un solo momento por gol -

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pes adversos de la fortuna . En 1410 era regidor de la ciudad d eSegovia, en nombre de cuyo concejo asistió al sínodo diocesanocelebrado el 3 de mayo de dicho año, según demuestra el docu-mento que inserta Diego de Colmenares en su Historia de Se-govia» . En 1458, como lo prueban también otros documento sexistentes en la Biblioteca Nacional, de los que ha dado cuent aSerrano Sanz, era personaje de relieve en la Corte castellana, ydos años después Contador Mayor de los reinos de Castilla .

Hacia el año 1462 constituía, en unión de su esposa ElviraGonzález de Avila, natural de esta ciudad y de noble familia ,previa facultad concedida por el rey, un mayorazgo de todos su sbienes a favor de su hijo primogénito y descendientes sucesivos .Por espacio de seis años, o sea hasta su muerte, fué eI hombremás influyente de Castilla desde su cargo de Contador Mayor ,con facultades omnímodas, incluso sobre la misma ley .

A primeros de enero de 1466 moría en la ciudad de Segovi ael poderoso valido de Enrique IV, señor de Alcobendas, Villa -flor, Casasola, San Agustín, Pedrezuela y Villalba ; pero su vali-miento había ganado de tal modo la voluntad del monarca, qu eéste transmitió a Pedro Arias, su hijo mayor, las mercedes y ofi-cios del padre, gratificando de esta manera los servicios de am-bos, según se dice en la cédula de la real merced .

El cuerpo de Diego Arias, en unión del de su mujer, fué ente-rrado en la iglesia del convento de la Merced, de Segovia, d edonde fueron trasladados más tarde al hospital de Peregrinos y ala iglesia de San Martín, de la misma ciudad, pues a causa de lpretendido ascendiente judaico de ambos, fueron varias vece sdesenterrados . Aún se conservan las lápidas de sus sepulcrosen el referido hospital de Peregrinos, obra probablemente deJuan Guas, escultor de los Reyes Católicos y protegido de lo sArias Dávila .

En la plaza de los Huertos, de la ciudad de Segovia, podemo sadmirar todavía la magnífica Torre de los Arias Dávila, queconstruyó el fundador del mayorazgo, y a la que se agregó des-pués, por la parte de poniente, la casa palacio de la familia . Decarácter francamente mudéjar, su esbelta y gallarda traza parec edesafiar el paso del tiempo, con sus marciales almenas, que, com o

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expresa poéticamente el Marqués de Lozoya, destacan sobre e lclaro. firmamento segoviano en eI contorno maravilloso de l achirlad . Diríase que la memoria del_ linaje se ha perpetuado er rpiedra, como pervivencia del pasado histórico de la. floreciente:urbe medieval y de una familia ilustre a : ella vinculada, . cuyoshechos y hazañas se inmolaron ya en el acervo pretérito de: lanacional grandeza .

NOT A

(1) La índole del presente trabajo excusa sobradamente todo aparato d eerudición . Las referencias bibliográficas y documentales que en el mismo seapuntan, pueden consultarse en nuestra obra Pedrarias Dávila : Contribución ,al estudio de la figura del Gran Justador, Gobernador de Castilla del Oro yNicaragua (Madrid, 1944, Consejo Superior de Investigaciones Científicas ,Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo` . La abundante documentación iné-dita referente a Diego Arias y a la familia de los Arias Dávila, escasamenteaprovechada por los investigadores, se conserva en el Archivo Histórico Na-cional, Sección de Consejos, Legajos 43 .635 a 40, 43 .490 y 43 .676, y 41 .874 a :77; y en los Papeles del Monasterio de San Antonio el Real, de Segovia, del ,mismo Archivo .