Diccionario de Simbolos JE Cirlot

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  • Prlogo a la segunda edicin.

    El mundo es un objeto simblico Salustio

    El deber ms importante de mi vida es, para m, el simbolizar mi interioridad.

    Hebbel

    Este libro, sin duda al que hemos dedicado ms desvelos entre los que hemos publicado, no ha dejado de causarnos hondas inquietudes. En primer lugar, no es posible destruir el escepticismo, o la indiferencia de quienes, en pases sin tradicin de estudios simblicos, siempre dudan de la veracidad, casi dira de la lasitud, de la simbologa. En segundo lugar, el criterio que an hoy ratificamos- que nos hizo preferir un sistema comparado, mediante la investigacin, compilacin y crtica de las ms distintas fuentes: antropologa, mitologa, historia de las religiones, esoterismo, emblemtica, psicoanlisis, si bien se revela eficaz por cuanto, en una mayora de casos, se comprueban las coincidencias de los significados, no deja de ofrecer peligros. Es ms fcil enjuiciar todo el material simblico desde una plataforma nica determinada, sea la psicoanalista, sea la espiritualista esotrica, pues, de este modo, las significaciones son situadas en un mismo nivel de sentido an dira de prctica. Pero la fascinacin del smbolo acta, se halle la imagen donde se halle. Creemos con Ren Gunon (symboles fundamentaux de la Science sacre) que el simbolismo es una ciencia exacta y no una libre ensoacin en las que fantasas individuales

    puedan tener libre curso. Por esto nos hemos enfrentado con un universo plural; por esto tambin hemos especificado tanto las fuentes de nuestros estudios: por el valor de exactitud y por el valor de autoridad y de tradicin. Esta edicin se ha ampliado algo con respecto a la anterior y las lminas y figuras se han incrementado para enriquecer el expresivismo visual de los smbolos, no para ilustrarlos. Asimismo, se han hecho ligeras correcciones y supresiones (reiterativas) de detalle. En conjunto, hemos de admitir que las ampliaciones se han realizado en direccin hacia la ciencia tradicional mejor que hacia la interpretacin psicoanaltica, pues, para nosotros, lo esencial es la captacin, la identificacin cultural del smbolo, su inteleccin en s mismo, no su interpretacin a la luz de una situacin dada. Es importante advertir el alcance de este distingo, similar al existente entre un objeto y la situacin o posicin en que aparezca: una lanza es siempre una lanza, est guardada en una vitrina, enterrada, clavada en el cuerpo de un hombre o en el de una fiera, aunque su significacin emocional cambiar de acuerdo con tales situaciones. As, el disco es, en s, un smbolo dado, que podra admitir significaciones secundarias, o concomitantes, segn correspon-

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  • da a un rosetn de catedral gtica, a un clpeo antiguo, a un centro de mandala o a la planta de un edificio. El dominio de la interpretacin, ms que propiamente simbolgico, es psicolgico, a cierta reduccin que las doctrinas espiritualistas que han hecho profesin de fe humanista, superando las limitaciones necesarias, de otro lado- de su profesin. Tambin hemos incluido en este libro, ahora, voces como alegora, atributo, emblema, ideograma, signo convencional, etc., que, aun no

    siendo propiamente smbolos, o sindolo slo secundaria o eventualmente, no dejan de mantener una viva relacin iconogrfica y de sentido con el mundo de la simbologa tradicional. Incluso era conveniente estudiarlos as para poder delimitar con claridad los campos diferentes, las afinidades y diferencias. El autor se complace en agradecer aqu a Editorial Labor, S.A., su inters por publicar esta nueva edicin de su libro preferido.

    Juan Eduardo Cirlot Barcelona 1969

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  • Prlogo a la primera edicin

    Nuestro inters por los smbolos tiene un mltiple origen; en primer lugar, el enfrentamiento con la imagen potica, la intuicin de que, detrs de la metfora, hay algo ms que una sustitucin ornamental de la realidad; despus, nuestro contacto con el arte del presente, tan fecundo creador de imgenes visuales en las que el misterio es un componente casi continuo; por ltimo, nuestros trabajos de historia general del arte, en particular en lo que se refiere al simbolismo romnico y oriental. Pero no era posible seguir cultivando la imagen per se, que se traduce en orga de los sentimientos espirituales, si vale la expresin. Y como la atraccin del mundo simblico reino intermedio entre el de los conceptos y el de los cuerpos fsicos- segua frente a nosotros, decidimos abordar una sistemtica exploracin de la materia simblica, hasta que sta, rendida en lo factible, nos entregara algn oro de su caverna, a riesgo de percibir en ocasiones lo mtico de la empresa. De este modo nos pusimos al trabajo, consultando libros y libros, obras al parecer tan alejadas entre s como el Mundus Symbolicus in Emblematumcuam ProfanisEruditionibus ac Sententiis illustratus del reverendsimo Domino Philippo Picinello; y los ms recientes tratados de antropologa y psicologa profunda, sin descuidar hypocrite lecteur, mon semblable, mon frre- obras ocultistas como las de Piobb y Shoral, guiados en esto por la esclarecedora actitud de Carl Gustave Jung, en sus anlisis sobre alquimia, que atestiguan hasta la saciedad su espritu de humanista tan preclaro y abierto como riguroso es su sentido cientfico; avanzamos hacia el laberinto luminoso de los smbolos, buscando en ellos menos su interpretacin que su comprensin; menos su comprensin casi que su contemplacin, su vida a travs de tiempos distintos y de enfoques culturales diversos, que ejemplarizan aproximadamente los nombres de Marius

    Schneider, Ren Gunon y Mircea Eliade, entre otros. No ignorbamos el carcter de sntesis en que forzosamente tendra que para nuestro estudio, dada la amplitud inimaginable del, mejor que tema, vastsimo grupo de temas. Slo en una cultura y en una poca en el romnico Davy seala que la diversidad de fuentes ya excede las posibilidades humanas de investigacin que habran de abarcar: teologa, filosofa, mstica, liturgia, astrologa, hagiografa, sermones, msica, nmeros, poesa, bestiarios, lapidarios, alquimia, magia, astrologa, ciencia de los sueos, de los colores, drama litrgico, literatura profana, folklore, tradiciones e influjos diversos, supersticiones,pintura, escultura, ornamentacin y arquitectura. Pero tampoco queramos ceirnos a una frmula monogrfica, sino abarcar el mayor nmero de materias y de crculos culturales, comparando as los smbolos de la India, Extremo Oriente, Caldea, Egipto, Israel y Grecia con los del Occidente ulterior a Roma. Imgenes, mitos esenciales, alegoras y personificaciones, emblemas, grabados, haban de ser consultados para lograr nuestra finalidad, que no consista, obvio es decirlo, en agotar ni relativamente ninguno de estos dominios, sino en buscar si su orden de significaciones era el mismo, en lo fundamental, que el de los campos prximos o lejanos. Nos bastaba, por ejemplo que en una condecoracin inglesa el lazo o anudamiento significara lo mismo que en el jeroglfico egipcio, o que la mano del amuleto marroqu coincidiera con la del talismn siberiano, o la del Signum legionario de Roma. Si esto se produca en la mayor parte de casos consultados, haba una verdad objetiva y universal simblica, un substrato firme en el cual apoyarse; y el mtodo comparado apareca como el idneo por excelencia.

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  • La consecuencia inmediata de esta universalidad, de esta constancia profunda sera que la determinacin ms amplia y general de significaciones resultara valedera en cualquier dominio de la vida del espritu. Se podran entender las imgenes de la poesa hermtica con los mismos principios y elementos tiles para los sueos, acontecimientos, paisajes u obras de arte. Encontramos en algunos autores la ratificacin de ese valor esencial y continuo. Erich Fromm indica que, a pesar de las diferencias existentes, los mitos babilnicos, hindes, egipcios, hebreos, turcos, griegos o ashantis estn escritos en una misma lengua: la lengua simblica. sta obedece a categoras que no son el espacio y el tiempo, sino la intensidad y la asociacin. De otro lado, contra los que suponen que slo lo utilitario vale, y que es utilitario lo tcnico material, Gastn Bachelard afirma: Ninguna utilidad puede legitimar el riesgo inmenso de partir sobre las ondas. Para afrontar la navegacin son precisos intereses poderosos. Pero los verdaderos intereses poderosos son los intereses quimricos. Nosotros hemos obedecido la orden de la quimera, si ella es la hablante; y lo hemos hecho no slo por un deseo abstracto de conocimiento, como se sobrentiende. Indiferentes a la erudicin por ella misma, sentimos con Goethe animadversin hacia todo aquello que slo proporciona un saber, sin influir inmediatamente en la vida. Esa influencia se traduce en modificacin y rememoracin de lo trascendente. Desde un ngulo impersonal, la presente obra es una compilacin comparada de temas simblicos, apta para ser utilizada en la inteleccin de sueos, poemas, obras de arte, etc., donde exista material procedente de mitos, smbolos, leyendas, para mostrar de este modo todos los matices del motivo, por enriquecimiento de ste y universalizacin. Es evidente que el simbolismo, aun ofreciendo significaciones obtenidas en su coherencia y virtualidad- de tan diversas y autnticas fuentes, no podra pasar los torreados umbrales del escepticismo. Existen espritus acristalados contra todo fluido, dinmico, rico en la presentes palabras preliminares de este pasaje del Tao-te-king , de Lao-ts: Cuando un sabio de clase suprema oye hablar del Sentido, entonces se muestra celoso y obra en

    consecuencia. Cuando un sabio de clase intermedia oye hablar del Sentido, entonces cree y en parte duda. Cuando un sabio de clase inferior oye oye hablar del Sentido, se re de l a carcajadas. Y si no se re a carcajadas es que todava no era el verdadero Sentido. Por igual razn transcribiremos las palabras de Walter Andrae, en Die ionische Sule: Bauform oder Symbol?: El que se asombre de que un smbolo formal pueda no slo permanecer vivo durante milenios, sino tambin retornar a la vida despus de una interrupcin de miles de aos, debera recordar que el poder del mundo espiritual, del que forma parte el smbolo, es eterno.Buscando el sentido autntico de los smbolos, como decimos, ms en su comprensin que en su interpretacin, hemos sacrificado posibilidades de elaboracin personal a la autoridad de las obras consultadas, las que se citan en lugar correspondiente con cifras entre parntesis. La eleccin de dichas obras ha sido realizada despus de muchas lecturas y comprobaciones. Ms que ratificar juicios de los autores, hemos omitido a veces lo que nos pareca arriesgado o especializado en demasa, pues, en simbolismo, especializacin extrema suele acarrear degradacin del significado a nimiedad alegrica o atributiva. Ms que de citas de tales obras, se trata de alusiones a sus ideas, en coincidencia con nuestra opinin. No hemos querido llevar a su precisin ltima algunos aspectos de la doctrina simblica, cual los relativos al espacio, a las formas y a los esquemas grficos, ni acogemos a los estudios formalistas y acadmicos sobre el simbolismo. Deseamos que esta compilacin posea la utilidad que ha tenido para nosotros, al corroborar a su travs la unidad de los smbolos que aparecen en diversas manifestaciones de lo personal y colectivo, y al descifrar con ella algunos pequeos o grandes misterios.

    Juan Eduardo Cirlot

    Barcelona 1958

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  • Introduccin

    I Presencia del Smbolo

    Delimitacin de lo simblico Al ahondar en los dominios del simbolismo, bien en su forma codificada grfica o artstica, o en su forma viviente y dinmica de los sueos o visiones, uno de nuestros esenciales intereses ha sido delimitar el campo de la accin simblica, para no confundir fenmenos que pueden parecer iguales cuando slo se asemejan o tienen relacin exterior. La tendencia a hipostasiar el tema que se analiza es difcilmente evitable en el investigador. Forzoso es prevenirse contra el peligro, si bien una entrega total al espritu crtico no es factible y creemos con Marius Scheneider que no hay ideas o creencias, sino ideas y creencias, es decir, que en las primeras siempre hay algo o mucho de las segundas, aparte de que, en torno al simbolismo, cristalizan otros fenmenos espirituales. Cuando un autor como Caro Baroja se pronuncia contra la interpretacin simbolista de los temas mitolgicos debe tener sus razones para ello, aunque tambin es posible que exista una incompleta valoracin de lo simblico. Dice: Cuando nos quieren convencer de que Marte es el smbolo de la guerra y Hrcules el de la fuerza, lo podemos negar en redondo. Esto ha podido ser verdad para un retrico, para un filsofo idealista o para un grupo de graeculi ms o menos pedantes. Para el que de verdad tena fe en aquellas divinidades y hroes antiguos, Marte tena una realidad objetiva, aunque aquella realidad fuera de otra ndole que la que nosotros aspiramos a captar. El simbolismo aparece cuando las religiones de la naturaleza sufren de quebranto. Precisamente, la mera asimilacin de Marte a la guerra de Hrcules al trabajo nunca ha sido caracterstica del espritu simblico, que huye de lo determinado y de toda reduccin constrictiva. Esto es realizado por la alegora, como derivacin mecanizada y reductora del smbolo, pero ste es una realidad dinmica y un plurisigno cargado de valores emocionales e

    ideales, esto es, de verdadera vida. Es decir, el valor simblico fundamenta e intensifica el religioso. Sin embargo, la advertencia del autor antes citado es sumamente til para ceir lo simblico a su limitacin. Si en todo hay o puede haber una funcin simblica, una tensin comunicante, esa posicin transitoria del ser o del objeto por lo simblico no lo transforma totalmente en smbolo. El error del artista y del literato simbolistas fue precisamente querer convertir toda esfera de la realidad en avenida de impalpable correspon-dencias, en obsesionante conjuncin de analogas, sin comprender que lo simblico se contrapone a lo existencial; y que sus leyes slo tienen validez en el mbito peculiar que le concierne. Se trata de un distingo similar al que pudiramos establecer a propsito de la tesis de Pitgoras de que todo est arreglado segn el nmero, o de la microbiologa. Ni la sentencia del filsofo griego, ni el pulular viviente de lo que pertenece a una metrologa invisible son falsos, pero toda la vida y toda la realidad no pueden reducirse en sus esferas por razn de su certidumbre, que slo es tal en ellas. De igual modo, lo simblico es verdadero y activo en un plano de lo real, pero resulta casi inconcebible aplicado por sistema y constantemente en el mbito de la existencia. La repulsa contra ese nivel de la realidad, que es la magntica vida de los smbolos y sus conexiones, explica las negativas a admitir los valores simblicos, pero esta represin generalizada carece de validez cientfica. Carl Gustave Jung, a quien tanto debe la actual simbologa psicoanaltica, seala en defensa de esta rama del pensamiento humano: Para el intelecto moderno, cosas similares [a las ms inesperadas significaciones de los smbolos] no son ms que absurdos explcitos. Tales conexiones del pensamiento existen y han tenido asimismo un papel importante durante muchos siglos. La psicologa tiene la obligacin de comprender estos hechos. En otra obra, el mismo autor indica que toda la energa e inters

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  • que el hombre occidental invierte hoy en la ciencia y en la tcnica, consagrbala el antiguo a su mitologa . No slo la energa y el inters, sino la capacidad especulativa y terica; de ah esos insondables monumentos de la filosofa hind, del esoterismo chino o islmico, de la propia Cbala; la minuciosa prolijidad operativa de la alquimia y otras especulaciones similares. Que los primitivos y orientales posean una tcnica de pensamiento con garantas de acierto, es ratificado por un arquelogo e historiador como Contenau, el cual afirma que nunca hubiesen podido sostenerse los colegios de adivinos y magos de Mesopotamia sin un porcentaje positivo de xitos, y por Gastn Bachelard, quien pregunta: Cmo podra mantenerse una leyenda y perpetuarse si cada generacin no tuviera razones ntimas para creer?. La significacin simbolista de un fenmeno tiende a facilitar la explicacin de esas razones misteriosas, porque liga lo instrumental a lo espiritual, lo humano a lo csmico, lo casual a lo causal, lo desordenado a lo ordenado; porque justifica un vocablo como universo, que sin esa integracin superior carecera de sentido, desmembrado el pluralismo catico, y porque recuerda en todo lo trascendente. Volviendo al tema de la delimitacin de lo simblico, para precisar ms la finalidad de esta obra, indicaremos un ejemplo que en la fachada de un monasterio puede verse: a) la belleza del conjunto; b) la tcnica constructiva de la realizacin; c) el estilo a que pertenece y sus implicaciones geogrficas e histricas; d) los valores culturales implcitos o explcitos, etc., pero tambin: x) el significado simblico de las formas. En tal caso, la comprensin de lo que simboliza un arco ojival bajo un rosetn constituir un saber un saber rigurosamente distinto frente a los dems que hemos enumerado. Posibilitar anlisis de este carcter es nuestro objeto fundamental, sin que, precismoslo una vez ms, confundamos el ncleo simblico de un objeto, o la transitoria funcin simblica que lo exalte en un momento dado, con la totalidad de este objeto como realidad en el mundo. El hecho de que el claustro romnico coincida exactamente con el concepto de temenos (espacio sagrado) y con la imagen del alma, con la fuente y el surtidor central, como sutratma (hilo de plata) que liga por el centro el fenmeno a su origen, no invalida ni

    siquiera modifica la realidad arquitectnica y utilitaria de dicho claustro, pero enriquece su significado por esa identificacin con una forma interior, es decir, con un arquetipo espiritual.

    Simbolismo e historicidad Uno de los errores ms lamentables, en relacin con las interpretaciones, no slo espontneas sino ocultistas y an dogmticas de la teora simbolista, consiste en contraponer lo simblico a lo histrico. De la idea de que hay smbolos y muchos, ciertamente sustentados slo en su estructura simblica, se deduce, con equivocado criterio, que en todos o casi todos los hechos trascendentes que se presentan a la vez como histricos y simblicos es decir, significativos de una vez para siempre, en todo lugar puede tratarse de una mera transformacin de la materia simblica en legendaria y de ah en histrica. Contra este error se levantan en la actualidad las voces ms autorizadas de los historiadores de religiones, de los orientalistas y aun de los formados en escuelas esotricas. Mircea Eliade afirma que las dos posiciones no son ms que aparentemente inconciliables, pues no debe creerse que la implicacin simblica anule el valor concreto y especfico de un objeto u operacin. El simbolismo aade un nuevo valor a un objeto o a una accin, sin atentar por ello contra sus valores propios e inmediatos o histricos. Al aplicarse a un objeto o accin los convierte en hechos abiertos. Y agrega: Que da por saber si esas aberturas son otros tantos medios de evasin o si, por el contrario, constituyen la nica posibilidad para acceder a la verdadera realidad del mundo . En la transcrita explicacin vemos claramente establecida la distincin entre lo histrico y lo simblico, como tambin la posibilidad siempre existente de que un puente una ambas formas de realidad para dar una sntesis csmica. El escepticismo que apunta leve en el ltimo prrafo del profesor rumano ha de deberse a su formacin preferentemente cientfica, en una poca en que la ciencia, especializada en lo analtico, logra admirables resultados en cada dominio de lo real, pero no puede abarcar la totalidad en un conjunto orgnico, es decir, como una multiplicidad en la unidad, situacin cuyo

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  • desamparo ha sido mximamente caracterizado por Martin Buber al decir: Imago mundi nova Imago nulla. Es decir, el mundo actual carece de su propia imagen, porque sta slo se puede constituir mediante una sntesis universal de conocimientos, sntesis cada da ms difcil desde el Renacimiento y el de omni re scibili de Pico della Mirandola. Ren Gunon aborda el mismo problema de las relaciones entre lo histrico y lo simblico y a su respecto dice: Efectivamente, se tiene con demasiada frecuencia la tendencia a pensar que la admisin de un sentido simblico debe implicar el rechazo del sentido literal o histrico; tal opinin resulta de la ignorancia de la ley de correspondencia, que es el fundamento de todo simbolismo y en virtud de la cual cada cosa, procediendo esencialmente de un principio metafsico del que deriva toda su realidad, traduce y expresa ese principio a su manera y segn su orden de existencia, de tal modo que, de un orden a otro, todas las cosas se encadenan y corresponden para concurrir a la armona total y universal. En todo lo expuesto se perfila ya la consideracin de que lo simblico no es en absoluto excluyente de lo histrico, pudiendo ambas formas considerarse segn el punto de vista ideolgico del que se parte como funciones de una tercera: el principio metafsico, la idea platnica, o bien como mutuas expresiones en un diverso plano de la significacin. Dentro del ncleo de la cuestin, en lo religioso, que preocupa con razn con la intensidad mxima, Jung coincide con Eliade y Gunon al afirmar que el psquico Dios es un arquetipo colectivo, una existencia anmica que, como tal, no debe confundirse con el concepto del Dios metafsico. La existencia del arquetipo(es decir, el smbolo) no afirma un dios ni lo niega , lo cual, en rigor, es cierto, aunque hemos de convenir an a ttulo de hiptesis que ms bien la universalidad de un arquetipo delata o expresa la existencia real del principio en cuestin que la niega. En consecuencia, lo simblico, siendo independiente de lo histrico, no solamente lo sustituye, sino que tiende a arraigarlo en lo real, por la analoga y paralelismo entre la esfera psquica colectiva o individual y la csmica. Avancemos ahora algo sobre el importante trmino de analoga. Por definicin filosfica, analoga es una relacin de dos hechos o

    proposiciones entre los que hay similitud y, por lo menos, un elemento igual; as, por ejemplo, hay analoga entre desenterrar algo y desenvainar una espada, entre la elevacin de un pensamiento y la altura de una torre, etc. Lo igual, en el primer ejemplo, es el sacar a la luz; en el segundo, la idea de altura (= elevacin). Pero Ren Gunon, con ms exigencia, en Symboles fondamentaux de la Science sacre, dice que la analoga simblica verdadera es la que tiene lugar, segn la norma antes expuesta, pero entre el nivel de la realidad fenomnica y el nivel del espritu, equiparable si se quiere al mundo platnico de las Ideas. En consecuencia, por la profundidad de esa raz secreta de todos los sistemas de significaciones (se base en el origen espiritual o en el inconsciente colectivo y desde el supuesto de que deban distinguirse), nos inclinamos hacia la admisin de la hiptesis del fondo general y del origen nico de todas las tradiciones simbolistas, sean occidentales u orientales. Si esta unidad se manifest en el espacio y el tiempo como foco primigenio, o proviene de brotes simultneos es cuestin aparte. Pero deseamos hacer constar que cuando en los diversos textos transcritos o redactados aludimos a la tradicin o a la doctrina tradicional no nos referimos con ello sino a la continuidad, consciente o inconsciente, y a la coherencia del sistema, tanto en la extensin espacial como en el transcurso temporal. Algunos autores propenden a la tesis del surgimiento espontneo de las ideas en zonas sin relacin histrica entre s, mientras otros creen slo en la transmisin cultural. Loeffler dice, por ejemplo, que es importante comprobar que la invencin del mito de la tempestad no pertenece ni a una raza ni a una tribu, pues aconteci simultneamente en Asia, Europa, Oceana y Amrica , idea que responde a la tesis de Rank: El mito es el sueo colectivo del puebloen la que coincida plenamente Rudolf Steiner. Bayley, fundndose en Max Mller, cree en la unidad original de la especie humana, lo cual considera probado por la universal similitud de costumbres del folklore, leyendas y supersticiones, pero especialmente por el lenguaje . El orientalismo, la historia de las religiones, la mitologa, la antropologa, la historia de la civilizacin, el arte, el esoterismo, el psicoanlisis, las investigaciones simbolgicas nos han facilitado un cuantioso material para la

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  • corroboracin de lo psicolgicamente verda-dero y la unidad esencial mencionada, que se han explicado tambin, no slo por el fondo comn de lo psquico, sino por el de lo fisiolgico, dada la importancia del cuerpo humano, de su forma y actitud, de las posiciones factibles de sus miembros, con los elementos ms simples de la dialctica simbolista.

    II Origen y continuidad del smbolo

    El desenvolvimiento del simbolismo

    Con acierto afirma Diel que el smbolo es a la vez un vehculo universal y particular. Universal, pues trasciende la historia; particular, por corresponder a una poca precisa. Sin pretender analizar cuestiones de origen, consignaremos que la mayora de autores estn conformes en situar el principio del pensar simbolista en una poca anterior a la historia, a fines del paleoltico, si bien hay indicios primarios (espolvorear con ocre rojo los cadveres) muy anteriores. El conocimiento actual sobre el pensamiento primitivo y las deducciones que pueden establecerse vlidamente sobre el arte y ajuar del hombre de aquel tiempo justifican la hiptesis, pero especialmente los diversos estudios realizados sobre grabados epigrficos. Las constelaciones, los animales y las plantas, las piedras y los elementos del paisaje fueron los maestros de la humanidad primitiva. Fue San Pablo quien formul la nocin esencial sobre la consecuencia inmediata de ese contacto con lo visible, al decir: Per visibilia ad invisibilia (Rom 1,20). Ese proceso de ordenar los seres del mundo natural segn sus cualidades y penetrar por analoga en el mundo de las acciones y de los hechos espirituales y morales es el mismo que luego se observar, en los albores de la historia, en la transicin del pictograma al ideograma, y en los orgenes del arte. Pudiramos aducir una inmensa cantidad de testimonios relativos a la fe y al saber humanos de que el orden invisible o espiritual es anlogo al orden material. Recordemos el concepto de analoga y tambin la sentencia de Platn, repetida por el pseudo Dioniso Areopagita: Lo sensible es el reflejo de lo inteligible, que

    resuena en la Tabula smaragdina: Lo que est abajo es como lo que est arriba; lo que est arriba es como lo que est abajo; y en la frase de Goethe: Lo que est adentro est tambin fuera. Sea como fuere, el simbolismo se organiza en su vasta funcin explicativa y creadora como un sistema de relaciones muy complejas, pero en las cuales el factor dominante es siempre de carcter polar, ligando los mundos fsico y metafsico. Nuestro conocimiento del smbolo comienza ser importante en lo que concierne al perodo neoltico. Schneider y Berthelot coinciden en situar en esa etapa, que corresponde al cuarto milenio antes de nuestra era, la gran mutacin que llev al hombre a las posibilidades de creacin y organizacin que lo distinguen frente al mundo de lo slo natural. Berthelot estudia el proceso en el Prximo Oriente y da a la cultura religiosa e intelectual de aquel tiempo el nombre de astrobiologa. La evolucin de la humanidad hasta ese momento hubiera comportado las etapas siguientes: animismo, totemismo, cultura megaltica lunar y solar. A partir de l: ritual csmico, politesmo, monotesmo, filosofa moral. Berthelot considera que la astrologa, la astronoma, la aritmtica y la alquimia son de origen caldeo, lo cual es sealar como decisivo un punto focal en el tiempo y en el espacio. Define el valor y significado de la astro- biologa en los siguientes trminos: Entre la representacin del mundo, por otro lado variable y compleja, de los pueblos salvajes, y la de la conciencia moderna y el occidente europeo, una concepcin intermedia ha dominado, en efecto, durante largo tiempo en Asia y el Mediterrneo oriental. Es lo que puede llamarse astrobiologa, penetracin recproca de la ley astronmica (orden matemtico) y de la vida vegetal y animal (orden biolgico). Todo es, a la vez, organismo y orden exacto. La domesticacin de animales y el cuidado de plantas (agricultura) habanse ya realizado antes del comienzo de la poca histrica, tanto en Caldea como en Egipto, con anterioridad al 3000 antes de Jesucristo. La agricultura obliga a la reproduccin regular de especies vegetales netamente determinadas, y al conocimiento de su ritmo anual de crecimiento, floracin, fructificacin, siembra y cosecha, ritmo que est en relacin directa y constante con el calendario, es decir, con la posicin de los astros.

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  • El tiempo y los fenmenos naturales fueron medidos por la luna antes de serlo por el sol La astrobiologa oscila as entre una biologa de los astros y una astronoma de los seres vivos; parte de la primera y tiende hacia la segunda . En ese perodo se establece la idea geomtrica del espacio, el valor del nmero 7 derivado de ella, la relacin entre el cielo y la tierra, los puntos cardinales, las correspondencias de los diversos elementos del septenario (dioses planetarios, das de la semana) y del cuaternario (estaciones, colores, puntos cardinales, elementos). Berthelot cree en la difusin de estos conceptos, ms que en su surgimiento espontneo e independiente. Seala su probable transmisin por el norte del Pacfico o por el sur de este ocano, indicando la posibilidad de que antes de ser colonia espiritual de Europa, Amrica lo fuera de Asia ; otra corriente hubiese actuado en direccin contraria, desde el Prximo Oriente hasta el interior de Europa. La discusin acerca de la prioridad o secundaridad de la cultura megaltica europea respecto a las grandes civilizaciones orientales dista de hallarse resuelta. En ella se implican cuestiones relativas al simbolismo. Sabida es la importancia de la zona francocantbrica en el paleoltico y cmo el arte de esas comarcas irradi hacia Siberia a travs de Europa y hacia el sur de frica a travs del norte de este continente. Cabra una continuidad entre ese perodo de florecimiento inaugural y los grandes monumentos megalticos. Sea como fuere, Schneider, al referirse a las formas de simbolismo que l estudia , dice concretamente: intentar en el sexto captulo ofrecer una sntesis de esta doctrina esotrica cuya primera sistematizacin parece haber sido obra de las culturas megalticas. Y su posicin respecto a la zona de origen no deja lugar a dudas, pues afirma que el megalitismo pudo propagarse desde Europa hacia la India por medio de la cultura danubiana, comenzando un desarrollo diferente a partir de la poca de los metales. Seala el ntimo parentesco de ideas entre regiones tan distantes como Amrica, Nueva Guinea, Indonesia, Europa occidental, Asia anterior y Extremo Oriente, esto es, entre comarcas situadas en todas las partes del mundo. Veremos la similitud entre los descubrimientos de Schneider atribuye a la cultura megaltica europea

    y los que Berthelot adscribe al prximo Oriente. Segn Schneider, la etapa final del neoltico se distingue de la anterior por la predileccin que otorga a las formas estticas y geomtricas, por su espritu sistematizador y creador (animales fabulosos, instrumentos musicales, proporciones matemtica, nmeros-ideas, astronoma y un sistema tonal con sonidos propiamente musicales). La transposicin de los elementos msticos totemsticos a una alta civilizacin de pastores explica algunos de los rasgos fundamentales de la mstica nueva Todo el cosmos se concibe a base del patrn humano. Como la esencia de todos los fenmenos es, en ltimo trmino, rtmica vibratoria, la naturaleza ntima de los fenmenos, es directamente perceptible en la polirrtmica conciencia humana. Por eso, imitar es conocer. El eco constituye la forma de imitacin paradigmtica. El lenguaje, los smbolos geomtricos y los nmeros-ideas son una forma de imitacin ms tosca. Indica el autor mencionado que, segn Speiser y Heine-Geldern, los elementos culturales sobresalientes de la cultura megaltica son: las construcciones ciclpeas, las piedras conmemorativas, las piedras como residencia de las almas, los crculos culturales de piedras, los palafitos, la caz de cabezas, los sacrificios de bueyes, los ornamentos en forma de ojos, los barcos funerarios, las escaleras de los antepasados, los tambores de seales, la estaca del sacrificio y los laberintos . Estos elementos son, precisamente, de los que se mantienen en forma de smbolos con mayor constancia a travs del tiempo. Tales creaciones culturales, expresaban ya en la poca megaltica lo esencial de lo humano, brotando del incosciente en forma de anhelo constructor y configurador? O, por el contrario, es la persistencia de esas formas primarias de vida, sacrificio e inteleccin del mundo que presuponen, lo que imprimi huellas indelebles en el alma del hombre? Con seguridad, la respuesta es doblemente afirmativa y se trata de fenmenos paralelos, anlogos, de lo cultural y lo psicolgico.

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  • El simbolismo occidental Egipto sistematiz en su religin y sus jeroglficos el conocimiento de la doble estructura material y espiritual, natural y cultural del mundo. Con independencia o con relacin, las civilizaciones mesopotmicas desenvolvieron sus sistemas, variaciones externas del nico patrn interno universal. Respecto a la poca en que algunos smbolos ms importantes y complejos fueron creados, o al menos definitivamente organizados, hay discrepancias. Existen autores que proponen siempre las cronologas ms largas. Por el contrario, Krappe opina que slo a partir del siglo VII antes de Jesucristo comenz en Babilonia el estudio cientfico de los planetas y su identificacin con los dioses del panten babilnico, aunque existen quienes llevan dichos principios a la poca de Hammurabi (2000 a.C.) o antes. As, el padre Heras, quien dice: los protoindios, como han revelado las inscripciones, fueron los descubridores de los movimientos del Sol a travs del cielo, lo cual fue el fundamento del sistema zodiacal. Su zodaco tena solamente ocho constelaciones y cada constelacin se supona que era una forma de Dios. Todas esas formas de Dios finalmente vinieron a ser deidades que presidan cada constelacin; as sucedi en Roma, por ejemplo. Las ocho indias son: Edu (carnero), Yal (arpa), Nand (cangrejo), amma (madre), Tuk (balanza), Kani (saeta), Kuda (jarro), Min (pez). El sistema dodecanario del zodaco slo aparece en la forma en que actualmente lo conocemos a partir del siglo VI antes de Jesucristo. La ciencia caldea y egipcia fue parcialmente asimilada por los sirios, fenicios y griegos. Estos ltimos, en especial a travs de sus sociedades de misterios. Herodoto seala, a propsito de los pitagricos, la obligacin que tenan de vestirse de lino conforme a las ceremonias rficas, que son las mismas que las egipcias. Las mitologas de los pueblos mediterrneos alcanzaron un dramatismo, una plasticidad y un vigor que se expresaron en el arte tanto como los mitos, leyendas y poesa dramtica. Bajo stos se escondan los principios morales, las leyes naturales, los grandes contrastes y transforma.- ciones que rigen el transcurso de la vida csmica humana. Frezer seala que bajo los nombres de

    Osiris, Tammuz, Adonis y Attis, los pueblos de Egipto y del Asia Menor representaron la decadencia y el despertar anual de la vida, y en particular de la vegetal . Los trabajos de Hrcules, la leyenda de Jasn, las historias de la edad heroica helnica que inspiraron a los trgicos, tienen tal poder arquetipal que cons-tituyen eternas lecciones para la humanidad. Pero junto al simbolismo y alegorismo mitolgico y literario, una corriente subterrnea avanzaba, como resultado del influjo oriental. Principal-mente en el Bajo Imperio romano, cuando las fuerzas cohesivas del mundo clsico comienzan a disolverse, los fermentos hebraicos, caldeos, egipcios e indios se reactivan. El maniquesmo dualista y antes ya el gnosticismo alcanzan una importancia amenazadora para el naciente cristia-nismo. Entre los gnsticos se utiliza el emblema y el smbolo grfico para la transmisin de verdades iniciticas. No eran creacin suya muchas de las innumerables imgenes, sino recogidas con espritu sincretista de diversos orgenes, especial-mente semitas. El simbolismo se escinde hasta cierto punto de la doctrina unitaria de la realidad y aparece como una especulacin espacial. Diodoro Sculo, Plinio, Tcito, Plutarco, Apuleyo revelan conocimientos simbolistas de filiacin oriental. De otro lado, la ciencia aristotlica contena tambin un intenso componente simbolista. La cristiandad oriental haba recibido una vasta herencia simbolgica, en Siria, Mesopotamia, Transcaucasia y Egipto. Asimismo, las colonias romanas que sobrevivieron a las invasiones nrdicas, en Occidente, conservaron muchos elementos de la Edad Antigua, entre ellos los smbolos tradicionales. Pero el origen conocido, en la Antigedad gre-corromana, del amplio y complejo movimiento intelectual que da origen a los estudios sobre correspondencias entre los diversos planos de la realidad, y que a la vez se halla en los orgenes de la alquimia, tiene antecedentes ms remotos. P. Festugire, en La Rvlation dHerms Tris-mgiste, seala como primer hito de nombre sabido a Bolo el democriteano, autor del siglo III-II antes de Jesucristo, en cuya lnea sita a diversos autores, helensticos y romanos, entre ellos a Nigidio Fgulo (siglo I despus de Jesucristo). Hay cierta conexin entre el hermetismo y el neopitagorismo, de un lado, y

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  • entre el hermetismo y el gnosticismo, de otro. Estas tendencias culminan en el siglo VII, en la obra titulada Libro de las cosas de la naturaleza, y continan, por una parte, en Bizancio, y por otra, en el Islam. Respecto al simbolismo bizantino hemos de citar una obra annima, que se cree del siglo XI, El jardn Simblico, publicado por Margaret H. Thomson, que seala las analogas y parentesco entre esta obra y la abundancia de alegoras y smbolos de los prembulos de las Actas imperiales bizantinas. En lo que concierne al Islam, hemos de citar, aparte del gran movimiento alquimista rabe, las obras del mdico Rhazi ( 923) y las de Ibn Zohr de Sevilla (1090-1162), autor del Libro de las maravillas. No puede dejar de aludirse al movimiento cabalstico, que surgi en los centros hebreos de Provenza (Bahir) y en Gerona, culminando en el Zhar de Moiss de Len ( 1305), y cuyos textos, verdadera gnosis hebrea, abundan en simbolismo. La concepcin de analoga entre el mundo visible y el invisible tambin es patrimonio comn a las religiones paganas del Bajo Imperio, la doctrina neoplatnica y el cristianismo, slo que cada uno de estos grupos utiliza esos conocimientos para su finalidad. Segn Eliade, a los que negaban la resurreccin de los muertos, Tefilo de Antioqua indica las seales que Dios pone al alcance de los hombres por medio de los fenmenos naturales, comienzo y fin de las estaciones, de los das y de las noches, llegando incluso a decir: No hay acaso una resurreccin para las semillas y los frutos? . En su Carta LV , san Agustn seala que la enseanza facilitada por medio de los smbolos despierta y alimenta el fuego del amor para que el hombre pueda superarse a s mismo, y alude al valor de todas las realidades de la naturaleza, orgnica e inorgnica, como porta-doras de mensajes espirituales por su figura y sus cualidades. De ah se deduce la valoracin que tuvieron todos los lapidarios, herbarios y bestiarios medievales. La mayora de Padres latinos tratan de simbolismo, y como el prestigio de estos maestros de la Iglesia es extraordinario durante el perodo romnico, se comprende que sta sea una de las pocas en que el smbolo fue ms vivido, amado y comprendido, cual subraya Davy . Pinedo alude al inmenso valor cultural, en toda la Edad Media particularmente, de la

    Clavis Melitoniae versin ortodoxa del antiguo simbolismo. Segn el cardenal Pitra, trascrito por el autor mencionado, los conocimientos de esa clave se hallan en la mayora de autores medievales. No nos es posible dar aqu un resumen de sus ideas, ni siquiera un estudio sinttico de sus obras, pero deseamos citar como libros esenciales del simbolismo medieval las grandes creaciones de Alain de Lille, De Planctu Naturae; Herrade de Landsberg, Hortus Deli-ciarum; Hildegarde de Bingen, Sci Via Domini, Liber Divinorum Operum Simplicis Hominis; Bernard Silvestre, De Re Mundi Universitate; Hugues de St. Victor, Didascalion, Commen-tarium in Hierarchiam Caelestem, etc. La Clave de san Melitn, obispo de Sardes, databa del siglo II despus de Jesucristo. Otras fuentes del simbolismo cristiano son: Rabano Mauro, Allegoriae in Sacram Scripturae; Odn, obispo de Tusculum; Isidoro de Sevilla, Etymologiarum; Juan Escoto Erugena, John de Salisbury, Guillaume de St. Thierry, etc. El mismo santo Toms de Aquino habla de los filsofos paganos como proveedores de pruebas exteriores y probables a las verdades del cristianismo. Con respecto a la naturaleza ntima del simbolismo medieval, Jung seala que, para el hombre de ese tiempo, la analoga no es tanto una figura lgica cuanto una identidad oculta, es decir, una persistencia del pensamiento animista y primiti- vo . Citemos como ejemplo curioso del simbolismo bizantino El jardn simblico, de los siglos IX o X, editado por M.H.Thomson. El Renacimiento se interesa tambin por el simbolismo, aunque de modo ms individualista y culterano, ms profano, literario y esttico. Ya Dante haba organizado su Commedia sobre fundamentos simblicos orientales. En el siglo XV se hace uso especial de dos autores griegos de los siglos II o III despus de Jesucristo. Son stos Horapolo Nilaco, autor de Hieroglyphica, y el compilador de Physiologus. Horapolo, sugestio-nado por el sistema jeroglfico egipcio del que en su tiempo habase perdido la clave, intent una reconstruccin de su sentido, fundndose en la figura y el simbolismo elemental de la misma. Un autor italiano, Francesco Colonna, escribe en 1467 una obra (publicada en Venecia en 1499) que alcanza xito universal, Hypnerotomanchia Poliphili, en la cual el smbolo adquiere ya el

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  • sentido de movilidad y particularidad que lo distinguen en la Edad Moderna. En 1505 el editor de Colonna publica el Horapolo, que influye paralelamente en dos autores importantes, Andrea Alciato, autor de los Emblemata (1531), que despertaron en toda Europa una aficin desmedida al simbolismo profanizado (Henry Green seala en su obra Andrea Alciati and his Books of Emblems, Londres 1872, ms de tres mil ttulos de emblemtica); y Ioan Piero Valeriano, autor de la vasta compilacin Hieroglyphica (1556). Todo el Quattrocento italiano atestigua en la pintura el inters por lo simblico: Botticelli, Mantegna, Pinturicchio, Giovanni Bellini, Leonardo, etc., que derivar, en los siglos XVI a XVIII, hacia lo alegrico. Puede decirse que, desde ese perodo final de la Edad Media, Occidente pierde el sentido unitario del smbolo y de la tradicin simbolista. Aspectos muy diversos, sntomas de su existencia, son delatados espordicamente por la obra de poetas, artistas y literatos, desde Juana de Udine a Antonio Gaud, desde el Bosco a Max Ernst, pasando por William Blake. En el romanticismo alemn, el inters por la vida profunda, por los sueos y su significado, por el inconsciente, anima la veta de la que surgir el inters actual por la simbologa, que, parcialmente reprimida, se aloja de nuevo en los hondos pozos del espritu, como antes de que fuera convertida en sistema y en orden csmico. As, Schubert, en su Symbolik des Traumes (1837), dice: Los originales de las imgenes y de las formas de que se sirve la lengua onrica, potica y proftica, se encuentran en la naturaleza que nos rodea y que se nos presenta como un mundo del sueo materializado, como una lengua proftica cuyos jeroglficos fueran seres y formas. Toda la obra de los autores de la primera mitad del siglo XIX, especialmente los nrdicos, presupone un presentimiento de lo simblico, de lo significativo. As, Ludwing Tieck, en Runemberg, dice de su protagonista: Insensible desde entonces el encanto de las flores, en las cuales cree ver palpitar la gran llaga de la naturaleza [tema del Filoctetes, del Amfortas del Parsifal], se siente atrado por el mundo mineral. Gneros innmeros especializados conservan smbolos en forma traducida a lo semitico, petrificada, degradada a veces de lo universal a lo particular. Ya hemos hablado de los emblemas

    literarios. Otro gnero similar es el de las marcas de papel medievales y del Renacimiento. A su propsito, dice Bayley que, desde su aparicin en 1282 hasta la segunda mitad del XVIII, poseen un significado esotrico. Y que en ellas, como en fsiles, podemos ver la cristalizacin de los ideales de numerosas sectas msticas de la Europa medieval . El arte popular de todos los pueblos europeos es otra cantera inagotable de smbolos. Basta hojear una obra como la de Helmuth T. Bossert para ver entre las imgenes los conocidos temas del rbol csmico, la serpiente, el fnix, el barco funerario, el pjaro sobre la casa, el guila bicfala, la divisin planetaria en dos grupos (tres y cuatro), los grutescos, rombos, rayos, zigzagues, etc. De otro lado, las leyendas y cuentos folklricos han conservado la estructura mtica y arquetipal, cuando sus transcriptores han sido fieles, como en el caso de Perrault y de los hermanos Grimm . Asimismo, en la poesa lrica, al margen de las obras creadas dentro de los cnones de un simbolismo explcito, hay frecuentsimas afloraciones de motivos simblicos que surgen espontneos del espritu creador. Tal vez el ms emocionante ejemplo de obra literaria en que lo real, lo imaginario, el ensueo y la locura incluso se funden sea Aurlia de Grard de Nerval (1854).

    El simbolismo de los sueos

    Lo que el mito representa para un pueblo, para una cultura o un momento histrico, la imagen simblica del sueo, la visin, la fantasa o la expresin lrica, lo representan para una vida individual. Este distingo no establece escisin; muchos sueos han tenido valor premonitorio general. Pero cuando el smbolo o la advertencia concreta concierne a una esfera ms amplia que lo particular y subjetivo, nos hallamos ya en los dominios del augurio o de la profeca; leyes simblicas pueden explicarlos, pero en la segunda puede manifestarse la revelacin sobrenatural. Admitiendo, como un supuesto de nuestro tiempo, el concepto psicoanaltico del inconsciente, aceptamos la ubicacin en l de todas las formas dinmicas que dan origen a los smbolos, segn la consideracin de Jung, para quien el inconsciente es la matriz del espritu humano y de sus invenciones . El inconsciente fue descubierto

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  • en teora por Carus, Schopenhauer y Hartmann y experimentalmente por Charcot, Bernheim, Janet, Freud y otros psiclogos. Este conocimiento no hizo sino internalizar un dominio que antes se supona exterior al hombre. Por ejemplo, los adivinos griegos crean que los sueos venan de afuera, es decir, del mundo de los dioses. Ahora bien, la tradicin esotrica, en correspondencia con la doctrina hind de los tres niveles, conoca la divisin vertical del pensamiento en otros tantos: subconciencia (pensamiento intuitivo y de las verdades superiores). El inters hacia los sueos y su contenido simblico viene de la Antigedad, donde, sin que se formule tericamente, se implica que se considera ese fenmeno como una suerte de mitologa personal, aun cuando el idioma que utilice en su manifestacin sea tan objetivo como el de los mitos colectivos. Los famosos sueos de la Biblia; el libro de Artemidoro de Daldia; los diccionarios interpretativos de origen caldeo, egipcio y rabe, son testimonio de la atencin hacia los sueos como portadores de verdades ocultas concernientes a la vida profunda de la psique y, ms raramente, a hecho exteriores y objetivos. El mecanismo de la oniromancia, como de las otras tcnicas adivinatorias, basadas en la actividad superior del inconsciente ante ciertos estmulos y en la plasmacin automtica de su conocimiento no percibido en procesos formales que luego se lean segn principios del simbolismo del nmero, de la orientacin, de la forma y del espacio, son fenmenos universales. Ante ellos hemos de volver a destacar el modo como Jung los enfrenta. Dice que una opinin tan antigua y general demuestra necesariamente que de algn modo tiene que ser verdadera, esto es, psicolgicamente verdadera. Explica la verdad psicolgica como un hecho, no un juicio, por lo cual le basta la mostracin y la corroboracin, sin que sea precisa la demos- tracin. . Existiendo una vasta bibliografa sobre los sueos, no nos hemos propuesto aqu sino recordar que constituyen otro de los mbitos por los cuales se pone el ser humano en contacto con sus aspiraciones profundas, con las leyes del orden geomtrico o moral del universo, y tambin con la sorda agitacin de lo inferior. Teillard seala que en los sueos se revelan todos los estratos de la psique, incluso los ms hondos. Y

    de igual modo que el embrin pasa por los estadios evolutivos de los animales, as llevamos en nuestro interior rastros arcaicos que pueden ser desvelados . Carus crea ms bien en una asuncin de lo csmico por el alma, abierta en lo onrico a verdades distintas de las que rigen la existencia en la vigilia, asimilando as los sueos a los rituales mediante los cuales el hombre entraba en los grandes arcanos de la naturaleza. Respecto a la relacin del pensamiento del hombre actual con el primitivo, es hiptesis dominante que las diferencias afectan slo a la conciencia, pero que el inconsciente apenas ha sido transformado desde los ltimos tiempos paleolticos. Los smbolos onricos no son, pues, en rigor, distintos de los mticos, religiosos, lricos o primitivos. Slo que, entre los grandes arquetipos, se mezclan como submundo los residuos de las imgenes de carcter existencial, que pueden carecer de significado simblico, ser expresiones de lo fisiolgico, simples recuerdos, o poseer tambin simbolismo relacionado con el de las formas matrices y primarias de que proceden. Como en nuestra compilacin nos hemos atenido slo a los smbolos tradicionales, es evidente que estos otros smbolos recientes se han de derivar de los anteriores como el automvil del carro o bien relacionarse por medio del simbolismo de la forma, aunque se tratar siempre de smbolos semejantes, pero no del mismo smbolo, ni en consecuencia de un mismo orden de significados. Otro problema que no podemos silenciar es el siguiente: no todos los seres humanos se hallan al mismo nivel. Aun no aceptando la idea de diferencia radicales, ni el concepto de evolucin espiritual, que siempre aparece con un matiz orientalista y esotrico, es innegable que las diferencias de intensidad (pasin, vida interior, generosidad, riqueza de sentimientos y de ideas) y de cualidad (formacin intelectual y moral autntica) determinan unos niveles de pensamiento lgico o mgico, de especulacin racional o de elaboracin onrica. Ya Havelock Ellis indic que los sueos extraordinarios corresponden slo a las personalidades geniales y, segn Jung, los propios primitivos hacen el distingo, pues en la tribu de los elgony, en las selvas del Elgn, le explicaron que conocan dos clases de sueos: el sueo ordinario, del hombre

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  • sin importancia, y la gran visin, por lo general exclusivo privilegio de los hombres relevantes . De ah que teoras interpretativas de la materia simblica hayan de resultar por entero distintas si se forjan de la consulta de sueos de seres ms o menos patolgicos; de la relativa a personas extraordinarias, o a mitos colectivos. El tono de materialismo que presentan las discriminaciones simblicas de muchos psicoanalistas procede de las fuentes de su informacin. Por el contrario, la simbologa que proviene de filsofos, creadores de religiones y poetas muestra una orientacin absolutamente idealista, una tendencia csmica, con hipstasis de todo objeto, con tensin hacia lo infinito y alusin hacia los misterios del centro mstico. Esto es ratificado por Jung, quien indica que el relato de fantasas o sueos contiene siempre, no slo lo ms perentorio del narrador, sino lo que en el momento es ms doloroso (ms importante) para l . Esa importancia es justamente la que origina el nivel al que el sistema interpretativo queda enclavado. La definicin de Freud: Todo sueo es un deseo reprimido, no deja de apuntar alo mismo, pues nuestros anhelos son el ndice de nuestras aspiraciones y posibilidades. De otro lado, como es sabido, Sigmund Freud no limit el estudio de los smbolos a los sueos, pues los busc en los actos fallidos y en la literatura entre otras fuentes, indicando y valorando positivamente las supersticiones de la Antigedad como posibles sntomas (cita el ejemplo del romano que sala con el pie izquierdo de la casa, se daba cuenta de ello y eso le asustaba: sntoma de inseguridad proyectada a un hecho). Es, entre lo freudiano dedicado a la simbologa, esencial su anlisis de la Gradiva de Jensen, pues all expone cmo puede una historia latente deducirse de un contenido manifiesto en apariencia bastante diverso. Mezcla de ensueo diurno, sueos y realidad objetiva se producen de modo algo semejante aunque sin su dramatismo y trascendencia a lo que sucede en la Aurelia de Grard de Nerval.

    El simbolismo alqumico En su obra Energetik der Seele, Jung estableci: Lo espiritual aparece en la psique como un instinto, incluso como verdadera pasin. No es un derivado de otro instinto, sino un principio sui

    generis. Aparte de que esta declaracin pona fin a la identificacin de la ciencia con materialismo, su importancia radica en que recoge la ms pura esencia de la doctrina platnica sobre el alma, que identificamos aqu con ese principio espiritual aun cuando en algunas especulaciones se trate de cosas distintas En el Timeo de Platn, en las Enadas de Plotino se especifica la idea de que el alma es extranjera a la tierra, desciende del universo inespacial e intemporal, o cae por la culpa en la materia, se desarrolla y comienza un proceso de crecimiento y vitalizacin que corresponde al perodo de la involucin a la salvacin. En un momento dado se produce la inversin de es movimiento descendente y penetrante; el alma recuerda que su origen est fuera del espacio y del tiempo, fuera de las criaturas y del mundo del objeto, incluso ms all de las imgenes; entonces tiende a la destruccin de lo corporal y a la ascensin en retorno. Esto lo expresa Jmblico diciendo: Hay un principio del alma, superior a toda naturaleza, y por el cual podemos elevarnos por encima del orden y de los sistemas del mundo. Cuando el alma se separa, entonces, de todas las naturalezas subordinadas, cambia esta vida por otra, y abandona el orden de las cosas para ligarse y mezclarse a otro. Esta idea de rotacin es la clave y meta de la mayor parte de smbolos trascendentes: de la Rota medieval, de la Rueda de las transformaciones budistas, del ciclo zodiacal, del mito de Gminis y del Opus de los alquimistas. La idea del mundo como laberinto, de la vida como peregrinacin, conducen a la idea del centro como smbolo de la finalidad absoluta del hombre, medio invariable, motor inmvil, paraso recobrado o Jerusaln celeste. A veces, en las representaciones grficas, ese punto se identifica con el centro geomtrico del crculo simblico; otra veces se sita encima de l; otras, como en el Shri-Yantra oriental, no se refleja, para que el contemplador lo imagine. Pero siempre se trata de un tema que aparece en ocasiones enmascarado bajo otro smbolo: el tesoro escondido, el objeto perdido, la empresa imposible o muy difcil; o relacionado con diversos valores: el conocimiento, el amor, la obtencin de un objeto, etc. La alquimia, desarrollada en dos etapas bastante caracterizadas, la medieval y la renacentista, acabando sta entre

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  • el XVII y el XVIII por la escisin de los dos componentes que la originaron, en mstica y qumica, es una tcnica simblica que, junto al anhelo de positivos descubrimientos de ciencias naturales, buscaba la realizacin de verdades espirituales. En vez de buscar el tesoro enfrentndose con el mstico dragn, como Cadmo, Jasn, Sigfrido, los alquimistas queran producirlo mediante el trabajo y la virtud. Ni su obra era un simple encubrimiento de verdades esotricas, ni la finalidad perseguida era material; ambas se compenetraban y la realizacin adquira para ellos la significacin de lo absoluto. Cada operacin, cada pormenor, cada materia o til empleado eran fuente de vivencias intelectuales y espirituales, smbolos vividos. Tras una etapa de olvido, la alquimia fue revalorada como origen de la qumica actual, pero Bachelard, Silberer, Jung y otros autores han acabado por ver en ella la totalidad de su sentido, a un tiempo potico, religioso y cientfico, aparte de que, en las obras de Fulcanelli, Canseliet, Alleau ya se advierte ese significado. Bachelard seala que la alquimia posee un carcter psicolgicamente concreto y que, lejos de ser una descripcin de fenmenos objetivos, es una tentativa de inscripcin del amor humano en el corazn de las cosas . Jung insiste en que las operaciones alqumicas slo tenan por funcin como las de las antiguas tcnicas adivinatorias, si bien con ms trascendencia y continuidad- animar la vida profunda de la psique y facilitar proyecciones anmicas en los aspectos materiales, es decir, vivir stos como simblicos y construir con ellos toda una teora del universo y del destino del alma. Por eso dice que el laborante viva ciertas experiencias psquicas, que se le aparecan como un comportamiento parti-cular del proceso qumico. En otro momento, define esa actividad como indagacin qumica en la cual, por va de proyeccin, se mezclaba material psquico inconsciente, lo cual completa al afirmar que, al alquimista, la verdadera naturaleza de la materia le era ignorada. La conoca slo por alusiones. Tratando de indagarla, proyectaba el inconsciente sobre la oscuridad de la materia para iluminarla. Para explicar el misterio de la materia, proyectaba otro misterio . La summa de este misterio, la aspi-racin secreta ms profunda, es la coincidentia

    oppositorum, de la cual resultaron los alquimistas, los experimentadores, mientras Nicols de Cusa es su filsofo . Pero el alquimista no pretenda simular las operaciones que ejecutaba, sino que se interesaba profunda y patticamente por la busca del oro, siendo es inters y la dedicacin de su vida lo que como en la bsqueda del santo Graal- garantizaba (por el ejercicio de virtudes que esa actividad constante desarrollaba, creaba o presupona) el xito final. Lograr el oro (pero el aurum philosophorum) constitua el signo de la predileccin divina. Jung interpreta psicolgicamente el proceso como una progresiva eliminacin de los factores impuros del espritu y un acercamiento a los inmutables valores eternos. Pero esta visin de su obra ya era clara en los alquimistas; Michael Maier, Symbola aurae mensae (1617), dice que la qumica incita al artfice a la meditacin de los bienes celestes. Dorneus, en Physica (1661), alude a la relacin que debe existir entre el operante y lo operado al setenciar: De lo otro no hars nunca Uno, si antes no has devenido Uno t mismo. La unificacin se lograba por la extirpacin del anhelo de lo diferente y lo transitorio, por la fijacin del pensamiento en lo superior y eterno. Famosa es la mxima de los alquimistas Aurum nostrum non est aurum vulgui. Esta afirmacin de que su oro no era el oro vulgar parece indicar que el simbolismo exclua la realidad concreta y material del smbolo, en virtud de la potencia espiritual de lo simbolizado. Pero en todo caso resulta arriesgado reducir a una actitud la labor de muchsimos autores de formaciones distintas. La exigencia de la presencia fsica del oro pudiera ser interpretada aqu como el deseo del in crdulo santo Toms. A los verdaderos privilegiados pu-do bastarles el sueo del Sol subterrneo apareciendo en la profundidad del atanor, como la luz de salvacin en el fondo del alma, sea esta salvacin en el fondo del alma, sea esta salvacin producto de una fe religiosa o del hipottico o real proceso de individuacin en el que Jung parece haber centrado su mejor saber y sentir sobre el hombre. Desde luego, bajo ese concepto se esconden nada menos que los tres anhelos supremos que parecen conducir a la felicidad: el rebis alqumico, o ser andrgino que implica la conjuncin de los opuestos y el cese del tormento de la separacin de los sexos, desde que el

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  • hombre esfrico de Platn fue escindido en dos; la fijacin del principio voltil, esto es, la aniquilacin de todo cambio o transicin, una vez lograda la posesin de lo esencial; finalmente, la asuncin en un punto central, que simboliza el centro mstico del universo, el origen irradiante y la inmortalidad, unida a la juventud eterna. Es fcil de comprender, a la vista de estos objetivos, que tanto algunos cientficos que se esfuerzan por traducir a su mundo alqumico, como los prosecutores de la alquimia ortodoxa no cesen en sus propsitos. Tambin se comprende que la alquimia haya servido de modelo, de paradigma a toda actividad basada en el experimento, la actividad mental proyectada y la constancia, como sucede con ciertos casos de arte o de poesa.

    III Nociones sobre el smbolo

    Consideraciones sobre el tema Las definiciones y anlisis sobre la naturaleza del smbolo y del simbolismo abundan hasta lo excesivo. Pero deseamos estudiar algunas notas sugerentes, movindonos siempre en el mbito comparativo que define el carcter de esta obra. Para el filsofo hind Ananda K. Coomaraswamy, el simbolismo es el arte de pensar en imgenes, perdido por el hombre civilizado (especialmente en los ltimos trescientos aos, tal vez a consecuencia, segn frase de Schneider, de las catastrficas teoras de Descartes). Coincide, pues, Coomaraswamy con la idea de Fromm y la de Bayley, explcitas en los ttulos de sus obras respectivas: Le langage oubli y The LOst Lenguage of Symbolism. Sin embargo, este olvido como atestiguan la antropologa y el psico-anlisis- slo concierne a la conciencia, no al inconsciente, que por compensacin, se encuentra sobrecargado de materia simblica, acaso. Desde el ngulo de un Gunon, naturalmente, la afloracin del material simblico se debe a la supraconsciencia en contacto con la esfera del espritu. Diel, al considerar el smbolo como una con-densacin expresiva y precisa, que corresponde por su esencia al mundo interior (intensivo y cualitativo) por contraposicin al exterior (extensivo y cuantitativo) , coincide con Goethe,

    quien afirm: En el smbolo, lo particular representa lo general, no como un sueo ni como una sombra, sino como viva y momen-tnea revelacin inescrutable. Comentando a Diel, indicaremos que el distingo que establece entre los mundos interior y exterior marca condiciones dominantes, no exclusivas al modo cartesiano; el mundo de la res cogitans conoce la extensin y cmo no va a conocer lo cuantitativo, si los grupos de cantidades son lo que origina lo cualitativo? Mark Saunier, en su estilo literario y de un seudomisticismo, no deja de sealar una con-dicin importante de los smbolos al decir que son expresin sinttica de una ciencia maravillosa, de la cual los hombres han perdido el recuerdo [pero que] ensean todo lo que ha sido y ser, bajo una forma inmutable . Se asigna aqu a los smbolos o, mejor, se les reconoce su funcin didctica, su carcter de objetos intemporales per se, cuando menos en su ms ntima estructura, pues las sobredeterminaciones son variantes culturales o personales. La conexin entre la cosa creada y el Creador tambin se adviene en el smbolo. Jules le Ble recuerda que cada objeto creado es como el reflejo de las perfecciones divinas, como un signo natural y sensible de una verdad sobrenatural, repitiendo as la proposicin paulina. Per visibilia ad invisibilia, en coincidencia con la aseveracin de Salustio: El mundo es un objeto simblico. Landrit insiste en que el simbolismo es la ciencia de las relaciones que unen a Dios con la creacin, el mundo material y el mundo sobrenatural; la ciencia de las armonas que existen entre las distintas partes del universo (correspondencias y analogas), dentro del proceso de la involucin, es decir, de la materialidad de todo. Hemos de intercalar aqu una distincin y una aclaracin. Erich Fromm , siguiendo las vas del conocimiento normativo de la materia simblica, establece diferencias graduales entre tres especies de smbolos: a) el convencional; b) el accidental c) el universal. El primer gnero se constituye por la simple aceptacin de una conexin constante, desprovista de fundamento ptico o natural; por ejemplo, muchos signos usados en la industria, en las matemticas, o en otros dominios. (en la actualidad hay tambin un notable inters por esta clase de signos.) El segundo tipo proviene de

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  • condiciones estrictamente transitorias, se debe a asociaciones por contacto casual. El tercer gnero es el que nosotros investigamos y se define, segn el autor citado, por la existencia de la relacin intrnseca entre el smbolo y lo que representa. Obvio es decir que esta relacin no siempre posee la misma intensidad, ni la misma vida; por ello es difcil clasificar los smbolos con exactitud, como ya advertimos. Este lenguaje de imgenes y de emociones, basado en una condensacin expresiva y precisa, que habla de las verdades trascendentes exteriores al hombre (orden csmico) e interiores (pensamiento, orden moral, evolucin anmica, destino del alma), presenta una condicin, segn Shcneider, que extrema su dinamismo y le con-fiere indudable carcter dramtico. Efectivamente, la esencia del smbolo consiste en poder exponer simultneamente los varios aspectos (tesis anttesis) de la idea que expresa . Daremos de ello una explicacin provisional: que el inconsciente, o lugar donde viven los smbolos, ignora los distingos de contraposicin. O tambin, que la funcin simblica hace su aparicin justamente cuando hay una tensin de contrarios que la consciencia no puede resolver con sus solos medios. Si para los psiclogos, el smbolo es una realidad casi exclusivamente anmica, que se proyecta luego sobre la naturaleza, bien tomando sus seres y formas como elementos idiomticos, bien convirtindolos en personajes del drama, no es as para orientalistas o para los esotricos, quienes fundamentan el simbolismo en la ecuacin inquebrantable: macrocosmo=microcosmo. Por ello seala Ren Gunon: el verdadero fundamento del simbolismo es, como ya hemos dicho, la correspondencia que liga entre s todos los rdenes de la realidad, ligndolos unos a otros y que se extiende, por consiguiente, desde el orden natural tomado en su conjunto, al orden sobrenatural. En virtud de esta correspondencia, la naturaleza entera no es ms que un smbolo, es decir, que no recibe su verdadera significacin ms que cuando se la mira como soporte para elevarnos al conocimiento de verdades sobre-.naturales o metafsicas, en el propio y verdadero sentido de esta palabra, lo cual es precisamente la funcin esencial del simbolismo El smbolo debe ser inferior siempre a la cosa

    simbolizada, lo cual destruye todos los conceptos naturalistas sobre el simbolismo . Esta ltima idea la ratifica Gunon en muchas de sus obras, repitiendo que lo superior no puede nunca simbolizar lo inferior, sino inversamente ( a menos, agregamos, que se trate de un smbolo especfico de inversin). De otro lado, lo superior puede recordar lo inferior. Tienen mucho inters las consideraciones de Mircea Eliade sobre la cuestin, atribuyendo al smbolo la misin de abolir los lmites de ese fragmento que es el hombre (o uno cualquiera de sus motivos o cuidados), para integrarlo en unidades ms amplias: sociedad, cultura, universo. Si bien, en el lmite, un objeto convertido en smbolo por obra de su posesin por la funcin simblica- tiende a coincidir con el Todo esta unificacin no equivale a una confusin, pues el simbolismo permite el paso, la circulacin de un nivel a otro, integrando todos esos niveles y planos (de la realidad), pero sin fusionarlos, es decir, sin destruirlos, antes ordenndolos en un sistema. De otro lado, Eliade cree que si Todo puede aparecer contenido en un fragmento significativo, es porque cada fragmento repite el Todo. Un rbol se convierte en sagrado, sin dejar de ser rbol, en virtud del poder que manifiesta; y si se convierte en rbol, en virtud del poder que manifiesta; y si se convierte en rbol csmico es porque lo que manifiesta repite punto por punto lo que manifiesta el orden total . Tenemos aqu explicada la relacin intrnseca mencionada por Erich Fromm. Consiste en el parentesco esencial, aunque traducido a otro plano de la realidad, entre uno y otro proceso, entre uno y otro objeto, conexin que internamente ha sido definida como ritmo analgico.

    El ritmo comn de Schneider La analoga entre dos planos de la realidad se fundamenta en la existencia, en ambos, de un ritmo comn. Ritmo denominamos aqu no al orden sensible en el tiempo, sino al factor coherente, determinado y dinmico, que posee un carcter y lo transmite al objeto sobre el cual se implanta o del que surge como emanacin. Este ritmo, originariamente, es un movimiento, el resultado de una tensin vital, de un nmero dado. Aparece como gesto o petrificado en una forma.

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  • As, entre la serpiente viva que se mueve ondulante y la serpiente de un relieve ptreo puede existir una analoga no slo formal (de diseo, disposicin, forma concreta del animal) sino de ritmo, es decir, de tono, de modalidad, de acento y de expresin. Martn Buber advierte que el hombre, en su estudio de la poesa natural y primera sea el hombre de la cultura megaltica, el primitivo coetneo o el hombre romntico que busca una espontaneidad natural en su enfren-tamiento con el cosmos-, no piensa en la luna que ve todas las noches, pues lo que retiene no es la imagen de un disco luminoso ambulante, ni la de un ser demonaco asociado a l, sino de inmediato la imagen emotiva, el fluido lunar que atraviesa los cuerpos . Esto es exactamente ratificado por Schneider, quien seala la disposicin del primitivo para el pensar simblico y rtmico, pues identifica el movimiento de una ola con el de los dorsos de un rebao en marcha , como podra identificar el grfico de un estado febril y el contorno de la zona superior de una cordillera. Davy recuerda que ya Boecio haba hablado del ritmo comn al decir que solamente aquellas cosas que tienen por objeto una misma materia trmino que significa aqu aspecto vital- pueden cambiarse y transformarse mutuamente entre s . El ritmo puede entenderse como grupo de distancias, como agrupacin de valores cuan-titativos, pero tambin como diagrama formal determinado por esos nmeros, es decir, como similitud espacial, formal y situacional. Pero hay un sentido ms hondo, si no ms amplio, del concepto de ritmo, que es justamente el que Scheneider partiendo de conceptos primitivos que fundan la identificacin en la existencia de esa suerte de clula viviente y dinmica en dos o ms aspectos de la realidad. Por ello, indica el autor citado: La determinacin del ritmo comn vara mucho segn las culturas, los seres primitivos consideran como un ritmo de parentesco, ante todo, el timbre de la voz, el ritmo ambulatorio, la forma del movimiento, el color y el material. Las altas culturas mantienen estos criterios, pero dan ms importancia a la forma y el material (lo visual) que a los criterios de voz y del ritmo ambulatorio. En vez de concebir estos ritmos de parentesco dinmica y artsticamente como lo hacen los pueblos primitivos, las altas culturas los consideran como valores abstractos y

    los ordenan siguiendo una clasificacin razonada de carcter esttico y geomtrico. Mientras el primitivo percibe como esencial el movimiento en las formas y el carcter fluctuante de los fen-menos, las altas civilizaciones ponen en el primer plano el aspecto esttico de las formas y el perfil puro y estrictamente geomtrico de la forma.. Los ritmos o modos permiten, pues, establecer conexiones entre los planos diversos de la realidad. Mientras la ciencia natural establece slo relaciones entre grupos horizontales de seres, siguiendo el sistema clasificador de Linneo, la ciencia mstica o simblica lanza puentes verticales entre aquellos objetos que se hallan en un mismo ritmo csmico, es decir, cuya situacin est en correspondencia con la ocupada por otro objeto anlogo, pero perte-neciente a un plano diferente de la realidad; por ejemplo, un animal, una planta, un color. Segn Schneider la nocin de estas correspondencias proviene de la creencia en la indisoluble unidad del universo. Por ello, en las culturas megalticas y astrobiolgicas, se ligan entre s los fenmenos ms diferentes, en virtud de que poseen un ritmo comn; y as se correlacionan elementos como: instrumentos de msica, de culto o de trabajo; los animales, dioses y astros; estaciones, puntos cardinales y smbolos materiales; ritos, colores y oficios; partes del cuerpo humano o perodos de la vida humana . El simbolismo es la fuerza que pudiramos llamar magntica, y liga entre s los fenmenos correspondientes al mismo ritmo, permitiendo incluso su sustitucin mutua. De estos principios, Scheneider deriva consecuencias importantes de tipo ontolgico: La multiplicidad de las formas exteriores repetidas en los planos concntricos slo es una engaadora apariencia, pues, en ltimo lugar, todos los fenmenos del universo se reducen a unas pocas formas rtmicas fundamentales, agrupadas y ordenadas por la evolucin del tiempo ; y gnoseolgico: El smbolo es la manifestacin ideolgica del ritmo mstico de la creacin, y el grado de veracidad atribuido al smbolo es una expresin del respeto que el hombre es capaz de conceder a es ritmo mstico La conexin rtmica entre los seres del mundo exterior a lo humano y la fisiologa del hombre es mostrada por el autor al afirmar que el hombre primitivo y su animal-ttem siendo diferentes- estn ligados por un ritmo comn,

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  • cuyo elemento esencial es el grito-smbolo . Jung ampla a lo psicolgico la nocin al establecer la profunda y constante relacin que existe entre ritmo y emocin . Deseamos comentar una de las aseveraciones implicadas en la tesis de Schneider, la que se refiere a la escasez de formas realmente distintas en el universo, a pesar del aspecto aparente- mente catico y pluriversal de las apariciones fenomnicas. en efecto, la morfologa, al analizar sistemticamente las formas, descubre que slo unas cuantas son fundamentales; en lo biolgico, particularmente el ovoide del que derivan la esfera y el huso con las infinitas formas intermedias. Adems, precisamente los anlisis simbolgicos dan con frecuencia una sensacin de enrique-cimiento en profundidad, pero de empobre-cimiento en extensin, pues las escasas situaciones se enmascaran bajo aspectos cam-biantes pero secundarios. De igual modo, en la serie numrica, slo son originales las cifras de la primera dcada en la tradicin griega o hasta doce en la oriental. Las dems pertenecen al dominio de la multiplicidad, que slo es reordenacin de lo esencial, de la serie bsica. Adems, el simbolismo se sita en lo arquetpico de cada ser, de cada forma, de cada ritmo. En su dominio, merced al principio de concertacin, todos los seres de una misma especie se reducen al singular. E incluso el ritmo dominante transforma en beneficio de esa unificacin lo que pudiera aparecer distinto. De modo que, haciendo uso de un ejemplo, no slo todos los dragones son el dragn, sino que la mancha que parece un dragn es un dragn. Y lo es, como veremos, por obra del principio de identificacin suficiente.

    El arquetipo de Jung En la ecuacin macrocosmo-microcosmo se implica la posibilidad de explicar el primero por el segundo, o inversamente. El ritmo comn de Schneider pertenece ms bien, acaso, a la tendencia de explicar el hombre por el mundo; el arquetipo de Jung propende a explicar el mundo por el hombre. Lgico es que acontezca as, cuando no parte de formas, ni de figuras o seres objetivos, sino de imgenes contenidas en el alma humana, en las honduras hirvientes del inconsciente. El arquetipo es, en primer lugar, una

    epifana, es decir, la aparicin de lo latente a travs del arcano: visin, sueo, fantasa, mito. Todas estas emanaciones del espritu no son, para Jung, sustitutivos de cosas vivas, modelos petrificados, sino frutos de la vida interior en perpetuo fluir desde las profundidades, en un proceso anlogo al de la creacin en su gradual desenvolvimiento. Si la creacin determina el surgimiento de seres y de objetos, la energa de la psique se manifiesta por medio de la imagen, entidad limtrofe entre lo informal y lo conceptual, entre lo tenebroso y lo luminoso. Jung utiliza la palabra arquetipo para referirse a aquellos smbolos universales que revelan la mxima constancia y eficacia, la mayor virtualidad respecto a la evolucin anmica, que conduce de lo inferior a lo superior. As lo concreta en Energetik der Seele, al decir: La mquina psicolgica, que transforma la energa, es el smbolo. Pero tambin parece determinar en otro sentido el trmino de arquetipo escindindolo del smbolo en cuanto conexin ntica, y refirindolo estrictamente a la estructura de la psique. Para aclarar esto con los propios conceptos del autor, vamos a transcribir algunos prrafos de varias obras en las que alude a ello diciendo: Los arquetipos son elementos estructurales numinosos de la psique y poseen cierta autonoma especfica, en virtud de la cual pueden atraerse los contenidos de la conciencia que le convengan. Luego aade: No se trata de representaciones heredadas, sino de cierta pre-disposicin innata a la formacin de repre-sentaciones paralelas, que denomin inconsciente colectivo. Llam arquetipos a esas estreucturas y corresponden al concepto biolgico de pautas de comportamiento. Los arquetipos no repre-sentan algo externo, ajeno al alma aunque, desde luego, slo las formas del mundo circundante proporcionan las formas (figuras) en que se nos manifiestan-, sino que, independiente-mente de sus formas exteriores, trasuntan ms bien la vida la vigda y la vida de un alma no individual . Es decir, hay un reino intermedio entre la res cogitans y la res extensa de Descartes, y ese reino no es la representacin del mundo en el alma y del alma en el mundo, es decir, el lugar de lo simblico, que funciona en las vas preparadas de los arquetipos, que son presencias eternas,

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  • siendo el problema dilucidar si la conciencia las percibe o no . En su Essai de psychologie analytique, Jung vuelve a definir la esncia de los arquetipos diciendo que son sistemas disponibles de imgenes y emociones a la vez (es decir, ritmos). Son heredados con la estructura cerebral, ms an, son de ella el aspecto psquico. Constituyen, de una parte, el ms poderoso prejuicio instintivo y, de otra parte, son los auxiliares ms eficaces que pueda imaginarse de las adaptaciones instintivas. Seala Jung que la nocin de tales imgenes-gua de origen ancestral aparece ya en Freud, quien las denomin fantasas primitivas. Jolan Jacobi, en su obra sobre la psicologa de Jung , dice que ste tom la expresin de San Agustn, quien la usa en un sentido muy prximo a lo que Platn entendiera por idea, es decir, realidad primordial de la que surgen, como ecos y desdoblamientos, las realidades existenciales. Proceden los arquetipos como parbolas sintticas y su significado slo es parcialmente accesible, permaneciendo secreta su identidad ms profunda, porque, naturalmente, es anterior al mismo hombre y se proyecta ms all de l. Jolan Jacobi identifica prcticamente los smbolos con los arquetipos, aludiendo como pertenecientes al dominio de stos el viaje nocturno por el mar, la la ballena dragn, las figuras del prncipe del nio, del mago o de la doncella desconocida. No nos es posible avanzar ms en el anlisis de las concepciones de Jung sin entrar en el dominio de su psicologa y de su teora antropolgica, lo cual rebasa nuestra finalidad. De otro lado, quien desee hacerlo dispone actualmente de una obra de conjunto debida a Jung y sus principales discpulos, El hombre y sus smbolos, que se cita en la bibliografa general. Volviendo a la relacin, que puede concebirse como identificacin, entre smbolo y arquetipo pudiramos decir que ste es el aspecto mtico y solamente humano de lo simblico, mientras que el sistema escueto de los smbolos pudiera existir incluso sin la conciencia humana, pues se funda en el orden csmico determinado por las conexiones verticales a que aludimos al comentar el ritmo comn de Schneider, integracin que traduce a un idioma espiritual sistemas de vibraciones reflejando un modelo fundamental

    y originario, simbolizado preferentemente en la serie numrica.

    IV La esencia del smbolo

    Anlisis del smbolo Las ideas previas, los supuestos que permiten la concepcin simbolista, el nacimiento y dina-msmo del smbolo son los siguientes: a) Nada es indiferente. Todo expresa algo y todo es significativo b) Ninguna forma de realidad es independiente: todo se relaciona de algn modo. c) lo cuantitativo se transforma en cualitativo en ciertos puntos esenciales que constituyen precisamente la significacin de la cantidad. d) Todo es serial. e) Existen correlaciones de situacin entre las diversas series, y de sentido entre dichas series y los elementos que integran . La serialidad, fenmeno fundamental, abarca lo mismo el mundo fsico (gama de colores, de sonidos, de texturas, de formas, de paisajes, etc.) que el mundo espiritual (virtudes, vicios, estados de nimo, sentimientos, etc.). Los hechos que dan lugar a la organizacin serial son: limitacin, integracin de lo discontinuo en la continuidad, ordenacin gradacin sucesiva, numeracin, dinamismo interno entre sus elementos, polaridad, equilibrio de tensin simtrico o asimtrico y nocin de conjunto. Si tomamos un smbolo cualquiera, por ejemplo, la espada o el color rojo y analizamos sus estructuras, veremos que estas se descomponen analticamente, lo mismo en el origen que en la significacin. Encontramos primeramente el objeto en s, abstrado de toda relacin; en segundo lugar el objeto ligado a su funcin utilitaria, a su realidad concreta en el mundo tridimensional (directamente: la espada); indirectamente (el color rojo, tiendo por ejemplo un manto). En tercer lugar, encontramos lo que permite considerarlo como smbolo, estructura que hemos denominado funcin simblica y que es la tendencia dinmica de la cualidad a relacionarse con las equivalentes situadas en los puntos correspondientes de todas las series anlogas, pero tendiendo de modo principal a designar el sentido metafsico que concierne a ese aspecto modal de la manifestacin. En esa funcin simblica podemos an distinguir entre lo ligado

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  • al smbolo y lo que corresponde a su significado general, muchas veces ambivalente y cargado de alusiones cuya multiplicidad nunca es catica, porque se dispone a lo largo de una coordenada de ritmo comn. As la espada, el hierro, el fuego, el color rojo, el dios Marte, la montaa rocosa, se relacionan entre s por encontrarse en una de esas direcciones simblicas de igual sentido. Todos esos elementos aluden al anhelo de decisin psquica y exterminacin fsica, que es el significado profundo de sus funciones simblicas, y que puede enriquecerse con significados secundarios dimanados de la situacin o nivel en que el smbolo aparezca. Pero adems estos smbolos se unen entre s se llaman mutuamente podramos decir- por razn de la afinidad interna que liga todos estos fenmenos que son en realidad concomitancias de una modalidad csmica esencial. Por consiguiente, aparte de esta red de relaciones que liga todos los objetos (fsicos, metafsicos, reales, ideales, e irreales en tanto que verdaderos psicolgicamente), el orden simblico se establece por la correlacin general de lo material y lo espiritual (visible e invisible) y por el despliegue de las significaciones. Estos componentes que dan lugar al modo de ser del objeto pueden ser sumativos o disidentes, siendo en el segundo caso cuando se produce la ambivalencia del smbolo. Schneider aduce el ejemplo de la flauta , que por su forma es flica y masculina, mientras que por su sonido es femenina. Halla una curiosa correspondencia de doble inversin de este instrumento con el tambor, masculino por su voz grave y femenino por sus formas redondeadas. En la relacin de signi-ficados de las formas abstractas (geomtricas o biomrficas, ideales o artsticas) y los objetos, existe una mutua influencia que siempre se deber tener en cuenta. Vamos a exponer otro ejemplo de anlisis de sentido simblico. El del agua. Sus cualidades dominantes son: fertiliza, purifica, disuelve. La ntima conexin de estas condiciones permite relacionarlas de diversos modos, en los que siempre resultar un hecho: que la disolucin de las formas, la carencia de formas fijas (fluidez) va ligada a las funciones de fertilizacin o renovacin del mundo vivo material, y de purificacin o renovacin del espiritual. De esta

    trabazn se deduce todo el vasto simbolismo de las aguas, que aparecen como fuerza situada en medio de los estadios csmicos solidificados para destruir lo corrompido, dar fin a un ciclo y posibilitar la vida nueva, significacin sta que se trasvasa a los signos zodiacales de Acuario y Piscis, en corroboracin de los versculos de los salmos: Cual agua me disuelvo; se han descoyuntado todos mis huesos. Las ideas fundamentales que autorizan y arraigan el orden simblico, que antes mencionamos, las ordena de otro modo Jung por sus resultados dentro de un sistema de lgica simblica. Y en relacin con la libido o energa vital, dice que tenemos las siguientes posibilidades de simbolizacin: 1) La comparacin analgica (es decir, entre dos objetos o fuerzas situados en una misma coordenada de ritmo comn), como el fuego y el sol. 2) La comparacin causativa objetiva (que alude a un trmino de la comparacin y sustituye sta por la identificacin); por ejemplo, el sol bienechor. 3) La comparacin causativa subjetiva (que procede como en el caso anterior e identifica de modo inmediato la fuerza con un smbolo u objeto en posesin de funcin simblicas apta par a esa expresin); falo o serpiente. 4) La comparacin activa (que se basa no ya en los objetos sim-blicos, sino en su actividad, insertando dinamismo y dramatismo a la imagen); la libido fecunda como el toro, es peligrosa como el jabal, etc. La conexin de esta ltima forma con el mito es evidente y no necesita comentarios .

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  • La analoga simblica

    Segn la Tabula smaragdina, el triple principio de la analoga entre el mundo exterior y el interior consiste en: la unidad de la fuente o del origen de ambos mundos; el influjo del mundo psquico sobre el mundo fsico; y el del mundo material sobre el espiritual. Pero la analoga no slo consiste en esa relacin entre lo interior y lo exterior, sino tambin entre los fenmenos diversos del mundo fsico. La semejanza material, formal, es slo uno de los casos de analoga. sta puede existir tambin en lo que respecta a la accin, al proceso. A veces, la eleccin denota el fundamento analgico, del origen interno de que se parteo de la finalidad que se persigue. Vamos a citar algunos ejemplos de analoga, para aclarar la cuestin. En la literatura religiosa se lee que la Orden de San Bruno prefera para sus estable-cimientos los lugares abruptos y recnditos; la de san Benito, los montes elevados; la del Cster, los valles amenos; la de san Ignacio, las ciudades. Casi no es preciso aadir nada; quienes conozcan el carcter de estas fundaciones sabrn que su predileccin establece un simbolismo del paisaje o que, inversamente, los lugares elegidos hablan elocuentemente del espritu que animaba a cada una de esas comunidades. Los pigmeos del frica ecuatorial creen que Dios expresa por el arco iris su deseo de entrar en relacin con ellos. Por esto, en cuanto aparece el arco iris, toman sus arcos y apuntan hacia l .

    La incomparable belleza de esta imagen plstica nos dice lo que es la analoga mejor que cualquier anlisis. Otros aspectos se dan en ciertas supersticiones, como la creencia de muchos pueblos de que, abriendo todos los cerrojos, cerraduras y pestillos de la casa mientras una criatura est naciendo se facilitar su venida al mundo . Otra analoga: el proceso de la creacin que las teogonas orientales expresan como una multiplicacin progresiva que es, en realidad, una divisin, pues todo proviene de lo Uno, tiene su manifestacin analgica en el mito del des-cuartizamiento de Osiris en Egipto, de Prajapati en la India, de Dioniso en Grecia . Como ejemplo de analoga formal o semejanza cita-remos cuatro smbolos del centro: la Rueda de las Transformaciones hind, con un espacio central vaco o animado slo con el smbolo o la imagen de la deidad; el disco de jade chino, Pi, con un agujero en el centro; la idea del cielo agujereado por la estrella Polar,