DIARIO IMAGINARIO DEL EMPERADOR ADRIANO

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12 de junio Querido compañero, lugar en el que escribo mis asuntos más íntimos, hacía ya tiempo que no habría tus polvorientas páginas, llenas de las historias y secretos de este humilde Emperador He cogido la pluma de mi escritorio y me he abalanzado sobre ti, para decirte que me voy, mi estancia aquí ha terminado, cuando llegué, le pedí a los hechiceros que me iluminaran el porvenir aquí. Pero me temo, querido amigo, que el porvenir, en este palacio, ya no puede darme nada, el mosto de la vida ya ha llenado casi por completo la cuba; asi que he decidido volver a Roma a pasar allí el resto de mis días.

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Inspirándose en la novela de Marguerite Yourcenar los alumnos han elaborado unas páginas imaginarias del diario del Emperador Adriano

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12 de junio

Querido compañero, lugar en el que escribo mis asuntos más íntimos, hacía ya tiempo que no habría tus polvorientas páginas, llenas de las historias y secretos de este humilde Emperador

He cogido la pluma de mi escritorio y me he abalanzado sobre ti, para decirte que me voy, mi estancia aquí ha terminado, cuando llegué, le pedí a los hechiceros que me iluminaran el porvenir aquí. Pero me temo, querido amigo, que el porvenir, en este palacio, ya no puede darme nada, el mosto de la vida ya ha llenado casi por completo la cuba; asi que he decidido volver a Roma a pasar allí el resto de mis días.

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15 de junio

Solo tres días antes de partir rumbo a la Ciudad Eterna, decidí ir, junto a mis más fieles amigos, a la cima del monte Casio. El motivo del ascenso fue únicamente cumplir un rito propiciatorio en ese sagrado santuario, que tantas visitas nocturnas había recibido por mi parte. Ya en la cumbre, con la vista del mar Mediterráneo, vi por última vez aquel horizonte,

Y así termino mi estancia en Antioquía.

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Ascensión al monte Casio

-Día 1

El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquia donde antaño había perdido a los hechiceros que me iluminaran el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba. […]

-Día 2

Pocos días antes de partir de Antioquia, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo lleve a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objetivo era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desdelo alto el fenómeno de la aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana.

Marguerite Yourecenar

Memorias de Adriano, Salvat

Viernes, 23 de agosto

Querido diario:

El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquía donde antaño había pedido a los hechiceros que me iluminaran el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba.

Lunes, 26 agosto

Querido diario:

Pocos días antes de partir de Antioquía, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo llevé a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objeto no era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desde lo alto del fenómeno de la aurora,

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prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre, el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana.

Tania Velasco 3ºA

Ejercicio 5/

Día trigésimo cuarto:

El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquía donde antaño había pedido a los hechiceros que me iluminaran el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba […]

Día trigésimo séptimo:

Pocos días antes de partir de Antioquía, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo llevé a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objeto no era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desde lo alto el fenómeno de la aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre, el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríesn, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la montaña.

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05/02/119

Hoy se presentaba sin avisar otro frío día de invierno, otro más en el palacio de Antioquía. Como ya era de costumbre, todos allí pedían consejo a los hechiceros para que me iluminaran el futuro, pero en fin, aquello no eran más que tonterías ya que, por lo visto, mi porvenir no mostraba nada digno de esperar.

A lo largo del día he conseguido terminar con las vendimias y el mosto está listo para tomar, ¡cuánto me alegro!

07/02/119

Ya falta poco para que me vaya de Antioquía y ponga rumbo a otra parte, así que, como siempre, fui a hacer el ritual de sacrificio al monte Casio. Decidí realizar la ascensión por la noche y lo realicé como en el Etna, y sólo llevé a unos pocos amigos, capaces de completar el trayecto. Esta vez no sólo he querido realizar el

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ritual en el santuario, sino que además, quería ver de nuevo la hermosa aurora boreal que siempre suponía una alegría para todos. Estuvimos en la cima y el sol se reflejaba en el templo además de en nuestros rostros. La vista era inmejorable, desde allí se podían divisar las llanuras asiáticas junto al mar. En aquellos momentos pude concluir que éramos los únicos afortunados que disfrutaban de la bonita mañana.

>Querido diario:

Siento no haberte podido escribir ayer, tuve una noche un poco movida ya que quedan pocos días para marcharme a Antioquía como ya sabes y decidí subir a la cima del monte Casio como me acostumbraba a hacer antes, conmigo vinieron unos pocos amigos, pero mi objetivo no era subir a aquel santuario (que por cierto es más sagrado que otros) como hecho favorable, si no que quería ver desde aquel maravilloso lugar el también maravillo echo de la aurora, un prodigio que siempre que lo he observado me ha acompañado una mueca de felicidad en mi cara. El sol hace brillar los adornos del santuario y mientras una sonrisa nos inunda a todos la cara, y allí, los únicos favorecidos somos nosotros, mientras el mar y las llanuras Asiaticas estaban todavía en la sombra.

VARIOS DIAS MAS TARDE…

>Querido diario:

No te he podido escribir ya que he pasado todo el invierno en Antioquía. Estando allí, le pedí a unos hechiceros que me mostraran mi futuro, pero si te digo la verdad, no hay nada interesante en él. Mi futuro ya no puede darme ya nada. Todo está acabado ya.

MEMORIAS DE ADRIANO

Invierno en Antioquía

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El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquía donde antaño había pedido a los hechiceros que me iluminaran el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba.

Partida de Antioquía

Pocos días antes de partir de Antioquía, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo llevé a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objeto no era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desde lo alto el fenómeno de la aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre, el sol hace brillar los ornamentos de cobre

del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana.

18 de Enero del 1948

El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquia donde antaño había perdido a los hechiceros que me iluminaran el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba.

Adriano.

20 de Enero de 1948

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Pocos días antes de partir de Antioquia, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte a Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo llevé a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objeto no era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otro; quería ver otra vez desde lo alto el fenómeno de la aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre, el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana.

Adriano.

Diario personal:

Día 1.

Pocos días antes de partir hacia Antioquía, elegí un pequeño número de amigos, e iniciamos por la noche la ascensión al monte sagrado. Mi objetivo era no sólo cumplir un rito que me atrajera la suerte, sino, principalmente, contemplar el fenómeno de la aurora.

Día 2.

Al amanecer me preparé para contemplar el prodigio cotidiano de la aurora. El sol, con sus destellos, hacía brillar los adornos de cobre del

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templo con las llanuras asiáticas y el mar todavía en sombras. Sentí que yo, contemplándolo desde lo más alto de la montaña, era el primer beneficiario de la mañana.

Querido diario:El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquía donde antaño había perdido a los hechiceros que me iluminaban el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el rostro de la vida llenaba la cuba.

Querido diario:Pocos días después de partir de Antioquía, fuí como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo llevé a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objeto no era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desde lo alto de fenómeno de la aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido

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contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre, el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana.

Ascensión al monte Casio El invierno transcurrió en aquel palacio de Antioquía donde antaño había perdido a los hechiceros que me iluminaron el porvenir. Pero el porvenir ya no podía darme nada, o por lo menos nada que pasara por un don. Mis vendimias estaban hechas; el mosto de la vida llenaba la cuba.

Pocos días antes de partir de Antioquía, fui como antaño a sacrificar a la cima del monte Casio. La ascensión se cumplió de noche; como en el Etna, solo llevé a un reducido número de amigos capaces de subir a pie firme. Mi objetivo no era tan solo cumplir un rito propiciatorio en aquel santuario más sagrado que otros; quería ver otra vez desde lo alto el fenómeno de a

Día 1

Día 2

Page 11: DIARIO IMAGINARIO DEL EMPERADOR ADRIANO

aurora, prodigio cotidiano que jamás he podido contemplar sin un secreto grito de alegría. Ya en la cumbre, el sol hace brillar los ornamentos de cobre del templo, y los rostros iluminados sonríen, cuando las llanuras asiáticas y el mar están todavía sumidos en la sombra; durante unos instantes, el hombre que ruega en el pináculo es el único beneficiario de la mañana.