Diario del Segundo Congreso Argentino de Cultura

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Índice Prólogo 5Presentación 7Capítulo I 13Capítulo II 31Capítulo III 45Capítulo IV 57Capítulo V 79Capítulo VI 97Capítulo VII 117Capítulo VIII 141Capítulo IX 163Capítulo X 181Capítulo XI 199Capítulo XII 217Capítulo XIII 237Capítulo XIV 255Capítulo XV 271Capítulo XVI 289Capítulo XVII 305Capítulo XVIII 315Epílogo 327

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Prólogo Desde 2003, la Argentina ha asistido a un proceso ininterrumpido, y todavía abierto, de reconstrucción con desarrollo inclusivo, institucionalización de las capacidades estatales y reparación histórica de amplios sectores de la sociedad. En este proceso, desde el Estado, la cultura reclamó para sí y, felizmente, supo ocupar un lugar protagónico y transformador, en defensa de la riqueza y la diversidad de las identidades y manifestaciones culturales en cada región del país. De esta dialéctica, de esta entente sostenida entre política y cultura, con la que embanderé mi labor al frente de la Secretaría de Cultura de la Nación, es muestra fehaciente la celebración de las dos primeras ediciones del Congreso Argentino de Cultura. Federalizar la política cultural; aceitar la reflexión, la participación, ael diálogo igualitario; y dinamizar la trasversalidad de la cultura en la economía, en la educación y en la sociedad del conocimiento han sido algunos de los objetivos abrazados. Para integrar culturalmente la Argentina, para animar las energías creativas del pueblo, para crecer y potenciarnos como nación, para hacer de la cultura un derecho de todos.

He tenido el privilegio de asistir en calidad de expositor en los dos congresos organizados hasta la fecha, que han permitido instalar esta instancia federal para definir y mejorar las políticas culturales impulsadas desde todos los niveles de la administración pública, sin que los colores políticos tiñan las posibilidades de un debate democrático ni limiten la participación amplia de todos los actores.

Ya no caminamos sobre arenas secas. Avanzamos por un sembradío. Hoy, como secretario de Cultura de los argentinos, ratifico el compromiso de la política con la cultura. Reiterar, revalidar estos congresos nacionales es, sin más, institucionalizar la cultura. Renovando esta responsabilidad, y en simultáneo con la realización del Tercer Congreso Argentino de Cultura en San Juan, presentamos este libro, que recoge lo sembrado en San Miguel de Tucumán en 2008, donde se dieron cita académicos, pensadores, autoridades y gestores culturales de todas las provincias, además de especialistas del exterior, con la firme convicción de hacer de la política cultural una tarea federal, una construcción colectiva y compartida.

Dedico unas líneas a agradecer con especial énfasis a los organizadores del Segundo Congreso Argentino de Cultura; a Tucumán, la provincia anfitriona; y también a los cientos de disertantes y a los miles de asistentes. Cómo no aplaudir el entusiasmo con el que más de 3500 argentinos, llegados de todo el país, enriquecieron con sus opiniones las conferencias, las mesas redondas y los foros, y mostraron sus iniciativas en el banco de experiencias y en las pantallas culturales. Elogio, además, la sostenida realización de los congresos provinciales de Cultura, usinas democráticas de las que se nutren estas reuniones bienales.

Sin duda, las ideas aquí contenidas plasman un debate cultural que ya nunca estará ausente en la Argentina. Mucho del valor de este libro, tanto como el del congreso inaugural y los encuentros por venir, radica en dar continuidad a esta política de Estado en materia cultural. Es dar valor a lo hecho, a los hechos, a las palabras, y a la palabra “cultura”.

Jorge Coscia Secretario de Cultura de la Nación

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Presentación

Beatriz rojkés de alperovich

Diputada nacional por la Provincia de Tucumán

Es para mí un gran honor hablar en nombre del gobierno y del pueblo de mi provincia. Quiero agradecer a la Secretaría de Cultura de la Nación por haber elegido mi provincia para la realización de este trascendental evento y felicitar a todos los que participaron en su organización. Al Ente Cultural de Turismo, al Consejo Federal de Inversiones, a las instituciones de la sociedad civil, política, universitaria. A todos los que han llegado a Tucumán a participar de este evento quiero darles la bienvenida, deseando que todas sus expectativas se vean cumplidas.

Merecen un párrafo especial los tucumanos por demostrar, una vez más, su calidez como anfitriones. Ya lo hicimos hace casi doscientos años, en el Congreso que declaró la independencia. Y hace apenas un par de meses, en el enorme desafío que significó poder realizar en nuestra provincia la Cumbre del MERCOSUR, que no solamente convocó a los residentes de la región, sino que permitió el encuentro de los parlamentarios y de todas las organizaciones sociales que trabajan por el bienestar y la unión de nuestros pueblos. Esto no es casual: a la hora de pensar y actuar en la construcción de nuestra patria, esta provincia siempre puso el hombro al país. Esta vez hemos sido elegidos para organizar el Segundo Congreso y nos sentimos muy orgullosos por ello.

El gran compromiso de los Estados democráticos es propiciar una política que facilite la transmisión de valores y la defensa de la identidad de los pueblos. Una política pensada desde los derechos humanos, desde la diversidad, que contempla la aceptación del otro para sumar y construir una nación rica en diferencias y matices. La tolerancia es un presupuesto fundamental para la construcción de la cultura de la democracia en Argentina, porque la intolerancia cultural se nutre de la intolerancia social, política o religiosa, y no se reduce a sus extremos más conocidos como el racismo, la xenofobia o el fundamentalismo. Tampoco tiene que ver, en una visión mucho más reduccionista, sólo con las llamadas capillas en las corrientes estéticas del arte en general. Me estoy refiriendo al reconocimiento y a la aceptación del otro en toda su dimensión, sin lo cual no es posible la construcción de una sociedad basada en el respeto por las diferencias. A la pluralidad de pensamientos y costumbres, teniendo a la ética como elemento fundamental de la convivencia democrática. La democracia se transforma así en parte de la cultura y no al revés. Es por eso que se hace necesario construir una cultura de la tolerancia como objetivo específico, tomando en consideración que comprender a otros no significa, necesariamente, estar de acuerdo con ellos.

Hoy los niveles sociales de la intolerancia, producto de los graves antagonismos, desencuentros y hasta crímenes del pasado, son tan estrechos de miras con respecto a la dimensión humana, que suelen impulsarnos a ver las cosas desde una sola perspectiva, inmóvil, fija, casi obsesiva. La intolerancia, en suma, es la neurosis de nuestro tiempo, y un objetivo fundamental de la nueva cultura, del proyecto nacional que venimos construyendo desde 2003, es erradicarla para siempre.

Sin lugar a dudas, espacios de diálogo como éste son una excelente oportunidad para reflexionar y proponer hechos concretos y proyectos de cooperación para la implementación de una cultura transformadora de cara al bicentenario. En estos días surgirán ideas y se

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generarán debates en un marco verdaderamente democrático, dándole continuidad al proceso de transformación iniciado hace dos años en el Primer Congreso Cultural de Mar del Plata. Es mi deseo que las conclusiones obtenidas puedan ayudarnos a proyectarnos hacia un futuro de prosperidad, basado en el respeto, la convivencia armónica, compromiso que hemos asumido y que venimos realizando en estos jóvenes veinticinco años de democracia. Espero que este Congreso tenga todo el brillo y el éxito que se merece. Sean todos ustedes muy bienvenidos.

aldo Ferrer

Economista

Les damos la bienvenida al Segundo Congreso Argentino de Cultura, organizado conjuntamente por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, el Consejo Federal de Inversiones y el Ente Cultural de la Provincia de Tucumán, que cuenta con el acervo de cultura de todas las provincias argentinas. Damos apertura a este Congreso en la hermosa ciudad de San Miguel de Tucumán, en cumplimiento del compromiso asumido en el Primer Congreso Argentino de Cultura realizado en 2006 en la ciudad de Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires.

A partir del eje Cultura y desarrollo, el Congreso abordará distintos temas vinculados a la compleja relación entre ambos campos: incidencia de la cultura en la economía; derecho a la cultura y la comunicación; identidad y diversidad cultural como aspectos constitutivos de la ciudadanía y la democracia; industrias culturales; sociedad del conocimiento y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, entre otros importantes aspectos.

Invitados nacionales e internacionales expondrán en diecinueve mesas redondas que se llevarán a cabo durante las cuatro jornadas, por la mañana. Además, están previstos espacios de participación ciudadana -los foros de debate-, que se realizarán por las tardes. A lo largo de todo el evento dispondremos del campo de experiencias y la pantalla de acción cultural. Teniendo en cuenta que éste es un espacio federal de encuentro, intercambio y diálogo entre argentinos que vienen de todas las provincias, a los que se suman extranjeros que contribuirán con sus conocimientos, hemos incorporado una programación amplia y diversa de actividades artísticas y culturales.

Entre los asistentes, además de las delegaciones de todas las provincias argentinas, a las que agradecemos muy especialmente el esfuerzo realizado para participar en este tan ansiado encuentro, contamos con la invalorable presencia de autoridades nacionales y provinciales, especialistas nacionales y extranjeros e invitados especiales. A todos ellos nuestro agradecimiento y nuestra más afectuosa bienvenida.

Invitamos a subir al escenario a las autoridades nacionales y provinciales que han hecho posible este Segundo Congreso Argentino de Cultura: de Tucumán, presidente del Ente Cultural de esa provincia, profesor Mauricio Guzmán; de Buenos Aires, presidente del Instituto Cultural, licenciado Juan Carlos Tedesco; de Catamarca, secretaria de Estado de Cultura, archivista Silvina María Acevedo; de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ministro de Cultura, ingeniero Hernán Lombardi; de Córdoba, secretario de Cultura, arquitecto José Jaime García Vieyra; de Corrientes, subsecretario de Cultura, Carlos Aníbal Lezcano; de Chaco, subsecretario de Cultura, profesor Francisco Romero; de Chubut, subsecretario de Cultura, licenciado Jorge Fiori; de Entre Ríos, subsecretario de Cultura, licenciado Roberto Alonso Romani; de Formosa, subsecretario de Cultura, profesor Alfredo Jara; de Jujuy, secretario de Turismo y Cultura,

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doctor Jorge Nocetti; de La Pampa, subsecretario de Cultura, Ángel Cirilo Aimetta; de La Rioja, secretaria de Cultura, ingeniera Amelia Montes; de Mendoza, secretario de Cultura, profesor Ricardo Scollo; de Misiones, subsecretaria de Estado de Cultura, Silvia Lucrecia Risko; de Neuquén, subsecretario de Cultura, doctor Sebastián Sánchez; de Río Negro, subsecretario de Cultura, doctor Armando Gentili; de Salta, secretario de Cultura, profesor Gregorio Caro Figueroa; de San Juan, subsecretaria de Cultura, arquitecta Zulma Invernizzi; de San Luis, jefe del Departamento de Cultura, profesor Roberto Tessi; de Santa Cruz, subsecretario de Cultura, arquitecto Daniel Omar Cazzappa; de Santa Fe, ministro de Innovación y Cultura, doctora María de los Ángeles González; de Santiago del Estero, subsecretario de Cultura, arquitecto Rodolfo Legname; de Tierra del Fuego, subsecretario de Cultura, licenciado Silvio Bocchicchio.

Durante estos dos últimos años, el programa del congreso y sus distintas actividades fueron elaborados y consensuados por una junta ejecutiva que se ha reunido periódicamente para hacer realidad este evento. Integran dicha junta, además de los titulares de cultura de las provincias de Buenos Aires, Formosa, Neuquén, San Juan y Santa Cruz, la licencia Susana Chiaramonte, electora de Programación y Acción Cultural de la provincia de Entre Ríos; el vicepresidente del Ente Cultural de la provincia de Tucumán, profesor Salvador Manuel Díaz; la profesora Ilda Estela García, coordinadora general del Programa de Cultura del Consejo Federal de Inversiones; y el doctor Pablo Wisznia, subsecretario de Gestión Cultural de la Secretaría de Cultura de la Nación.

Nos honran con su presencia la señora diputada nacional por la Provincia de Tucumán, doña Beatriz Rojkés de Alperovich y el señor presidente subrogante de la Honorable Legislatura en ejercicio del Poder Ejecutivo de la Provincia de Tucumán, don Sergio Mansilla, a quienes invitamos a subir al escenario.

Mauricio GuzMán

Presidente del Ente Cultural de Tucumán

Me parece un sueño que hoy podamos estar inaugurando el Segundo Congreso Argentino de Cultura. Estoy seguro de que deben experimentar una sensación similar, de sueño hecho realidad, los compañeros funcionarios de cultura que integran hoy la junta ejecutiva, así como aquellos que estuvieron presentes en la organización del Primer Congreso y que nos acompañaron durante un buen trecho.

Cada encuentro de trabajo, tanto en la sede del Consejo Federal de Inversiones como en la Sala Miguel Cané de la Secretaría de Cultura de la Nación, fue escenario de profundas y ricas discusiones conceptuales e ideológicas y sirvió para dar contenido y forma a este Congreso. Hemos compartido un largo camino que nos ha llevado a crecer bastante a partir de la experiencia que significó el anterior Congreso en Mar del Plata y esperamos que éste que hoy inauguramos cumpla con las expectativas de todos los que participarán en el mismo.

La Secretaría de Cultura de la Nación, el Consejo Federal de Inversiones y el Gobierno de Tucumán, a través del Ente Cultural que me honra presidir, como así también la representación oficial del gobierno en Buenos Aires, el Ente Tucumán Turismo y numerosos organismos del gobierno de la Provincia, municipalidad, la Universidad Tecnológica Nacional y la Universidad Nacional de Tucumán han puesto lo mejor de sí para que este Congreso nos permita ahondar el proceso de intercambio y debate entre los actores públicos, privados y sociales de la cultura

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argentina e invitados especiales de otros países, con el objetivo de abordar políticas culturales de Estado para que la cultura sea una verdadera herramienta del desarrollo.

Permítanme hacer un poco de historia para interpretar mejor el contexto de este Congreso. En 1837 Alberdi se da cuenta de que la guerra por la emancipación militar ha terminado, que había llegado el momento de la verdadera madurez, de emancipación de nuestra conciencia. Así, en el fragmento preliminar al Estudio del derecho, nos invita a buscar una cultura capaz de encarnar nuestra identidad en toda su riqueza, complejidad y contradicciones.

Tucumán tiene una curiosa tradición en este sentido. Fue sede de la emancipación social y política en 1816 y hoy los tucumanos nos aproximamos al bicentenario con paso firme y gran convicción. Allá por 1949 se realizó en Tucumán en Primer Congreso Nacional de Filosofía, impulsado por el general Perón, en el mismo momento en que proclamaba la independencia económica en nuestra provincia. En 2008, como los congresales de 1816, como Alberdi en 1837 y Perón en 1949, seguimos convencidos de que la cultura es la llave para la emancipación de los pueblos. Y nuevamente Tucumán es sede de un encuentro que refleja la voluntad del gobierno nacional y provincial de avanzar en la dirección de la liberación social, política, ideológica y cultural de nuestro pueblo y de nuestra región.

Sin embargo, 2008 trae desafíos nuevos respecto a etapas anteriores. En un mundo global, la soberanía cultural no se circunscribe a la nación sino que atraviesa fronteras, tanto hacia lo global como de vuelta hacia lo local para combinar ambos. En la sociedad del conocimiento, la cultura lo es todo. No hay más que fijarse en los ejes temáticos del Congreso para percibir cómo la cultura está presente en la economía, las cuestiones de género, el desarrollo social, la soberanía ideológica, las redes científicas y tecnológicas, la recuperación del patrimonio, el respeto a los derechos humanos, la defensa del medio ambiente, etc.

Nuestra labor, desde el Ente Cultural de Tucumán, ha sido fiel a este principio: promover la construcción de una cultura propia, que consolide la notable recuperación de nuestra soberanía como nación, en el plano económico nacional e internacional, para darle bases sólidas a la plena vigencia del Estado de Derecho, la democracia, la inclusión social y la tolerancia. En 2008, y camino al bicentenario, necesitamos más que nunca reflexionar y construir una cultura inclusiva, de respeto a las diferencias, de proyección regional y global, de valoración de nuestro patrimonio. Nos acompañan por primera vez en este Congreso los representantes de los pueblos originarios, de toda la región diaguita-calchaquí.

Éste es un año particularmente difícil y, créanme, todos quienes trabajamos para este Congreso asumimos la tarea como un verdadero desafío. Sabemos que, a pesar de las sucesivas crisis que vivimos los argentinos, nuestros artistas, creadores, intérpretes, como nuestros científicos, pensadores y educadores, no dejaron jamás de producir porque siempre creyeron en esa poderosa herramienta que es la cultura.

Cuando hablamos de cultura no nos referimos sólo a actividades artísticas y espectáculos; vamos mucho más allá. Hablamos de mejorar la calidad de vida de todos y cada uno. La cultura ayuda a sostener los valores, las esperanzas, los sueños de la gente. Posibilita la inclusión social, consolida la ciudadanía, fortalece la democracia. La cultura es memoria, es identidad, es un derecho de todos. Genera empleo y fuentes de trabajo, favorece el desarrollo económico y social. En ella se encuentran incluidas nuestras normas de convivencia.

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No quisiera finalizar sin reconocer el esfuerzo y agradecer a los trabajadores del Ente Cultural de Tucumán, administrativos, técnicos, personal de los cuerpos logísticos estables; a los directores y personal de todas las áreas; a la unidad de organización del Congreso Argentino de Cultura; a los integrantes de logística de la Secretaría de Cultura de la Nación y de Consejo Federal de Inversiones; a los medios de prensa escrita, radial y televisiva, especialmente a Canal 10, y a todos los trabajadores de la cultura provenientes de los diferentes puntos cardinales y, muy particularmente, a mis coprovincianos, con quienes, humildemente, trabajamos día a día para que la cultura, como dice T.S. Eliot, sea aquello que haga que la vida merezca la pena ser vivida.

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I. CULTURA Y TURISMOBernardo racedo aragón (argentina) Titular del ente Tucumán Turismo. Integró la Comisión Directiva de FEDECATUR (Federación de Cámaras de Turismo de la República Argentina) y fue secretario de Turismo de la Provincia de Salta durante ocho años.

Patricia Vismara (argentina) Jefa del Gabinete de Asesores de la Secretaría de Turismo de la Nación y coordinadora del Consejo Federal de Turismo. Coordinadora del Consejo Federal de Turismo. Fue directora de Turismo de la Provincia de Buenos Aires. Coautora del Plan Maestro de Gestión Turística de esa provincia.

Julián KoPeceK (argentina)Director de la Licenciatura en Turismo de la Universidad Nacional de Lanús. Presidente del CONDET (Consejo de Decanos y Directores de Unidades Académicas relacionadas con la enseñanza del turismo en Universidades Nacionales). Vocal Titular de la Comisión de Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de Buenos Aires. Secretario Académico en Gestión y Políticas Culturales del IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte). Coordinador del Programa de Formación de Administradores Culturales del INAP (Instituto Nacional de la Administración Pública).

liliana Beatriz Fellner (argentina) Senadora Nacional. Presidenta de la Comisión Bicameral de Conmemoración de los Bicentenarios de la Revolución de Mayo y de la Declaración de la Independencia. Experta Universitaria en Planificación y Gestión de Proyectos de Cooperación para el Desarrollo (OEI-UNED-CIDEAL). Especialista en Políticas Culturales y Gestión Cultural, (Universidad Autónoma Metropolitana, México). Fue Secretaria de Cultura y Turismo de la provincia de Jujuy (1999-2003). Responsable por la provincia de Jujuy en la postulación del Camino del Inca como patrimonio mundial. Coordinadora General de la postulación de la Quebrada de Humahuaca como patrimonio mundial. Becaria del CONICET.

Bernardo Racedo Aragón

Es un placer para mí tener la oportunidad de compartir una visión sobre la cultura y el turismo en una mesa con amigos de muchos años; los que estamos acá hemos trabajado en conjunto en pos del desarrollo del turismo.

La presentación que vamos a hacer tiene que ver con la visión que tenemos desde el ente Tucumán Turismo, que apunta a poner en valor los aspectos culturales. ¿Hacia dónde vamos, qué es lo que estamos buscando?

Nuestra provincia tiene una alta identificación con la Casa Histórica de la Independencia. Cuando uno piensa en Tucumán, automáticamente se remite a la Casa de Tucumán, un espacio que debemos transformar en un producto turístico. Tucumán está además muy asociada al folklore, por ejemplo, a Mercedes Sosa o, aun cuando no es tucumano, Atahualpa Yupanqui, por la cantidad de canciones que escribió acerca de esta provincia. También a las comunidades indígenas. Teniendo en cuenta esto, empezamos a llevar adelante un trabajo cuyo primer punto que vamos a presentar a continuación.

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Debo reconocer que estoy orgulloso de poder llevar adelante el trabajo que estamos haciendo con Quilmes. Estaba en una situación muy compleja, a causa de un hotel construido en la zona que generó una serie de controversias. Hemos iniciado un trabajo con la comunidad de Quilmes para poner en valor a la Ciudad Sagrada en su conjunto y buscar, de alguna manera, una sustentabilidad económica. Estamos transitando este camino. Es una muy buena experiencia. Los actores que participan son, en primer lugar, el pueblo originario, luego la Universidad Nacional de Tucumán, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo -conocido como INADI-, que nos está ayudando. Estamos trabajando en conjunto, no solamente desde Turismo, sino también desde Cultura.

Los principios del proyecto son: obtener el desarrollo económico de toda la comunidad -estamos hablando de cerca de cuatro mil personas que viven en Quilmes-; generar un ordenamiento territorial; promocionar los productos y tratar de preservar y conservar el patrimonio desde la cultura viva; aspiramos a obtener una integración cultural y social.

Tomamos en cuenta una serie de conceptos que nos han permitido facilitar la relación con la comunidad, la cual se fue construyendo a medida que avanzamos. Por ejemplo, no discutimos la propiedad de la tierra; eso es algo que se discute en otro ámbito. Estamos tratando de trabajar en conjunto. Nos respetamos mutuamente para poder mantener un equilibrio. Los avances se ponen en consideración de nuestros superiores. Hay una mesa de la comunidad y hay un Poder Ejecutivo por parte del gobierno: necesitamos permanentemente tener los avales de ambos para poder continuar cerrando las gestiones. Vamos dando pasos chicos, procuramos el consenso previo.

El recurso económico del proyecto se va a utilizar en un cien por ciento sobre el mismo sitio. El Estado va a determinar en qué gasta una parte y la comunidad va a determinar en qué gasta otra. Pero el compromiso es que todo quede en el lugar. Los recursos humanos son colocados por la comunidad y capacitados por el Estado.

Iniciamos el trazado de un centro de interpretación de la comunidad de Quilmes que posiblemente sea inaugurado el año que viene. Estamos construyendo un restaurante temático, además de llevar adelante una botica con los medicamentos usados por las comunidades y colocar un transporte interno desde la ruta -hay una distancia de unos cinco kilómetros entre la ruta y la ciudad- para que no se pueda ingresar con vehículos -esto tiene que ver también con la magia del lugar y el respeto que se debe tener al visitar la Ciudad Sagrada. Hemos puesto un plazo para llevar adelante este proyecto. Iniciaremos próximamente un proceso de capacitación que abarcará todas las fuentes. Pretendemos, antes de fin de año, estar inaugurando la primera fase y, en el transcurso del próximo año, sobre septiembre u octubre, inaugurar el complejo en su conjunto. Nos están ayudando muchos profesionales en lo que se refiere al territorio, para no tener ningún tipo de inconveniente. Es interesante que el manejo administrativo, económico, sea en conjunto entre el Estado y la comunidad.

Sin lugar a dudas, Mercedes Sosa es parte de nuestra historia viva. Por eso, el segundo proyecto es la construcción, con fines turísticos, de un restaurante temático. La propuesta es hacer una Casa de Mercedes Sosa, tal como existe La esquina Carlos Gardel o la casa de Piazzola. Hay lugares claramente identificados con protagonistas de la cultura argentina, también en Tucumán. Es por eso que empezamos las conversaciones con el hijo de Mercedes Sosa. El hecho de que ella hoy esté con vida1 nos permite, realmente, tener una posibilidad de desarrollo

1. Mercedes Sosa falleció el 4 de octubre de 2009, en Buenos Aires [Nota del Editor].

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importante. Pretendemos construir un restaurante temático que cuente con la bienvenida de Mercedes Sosa todas las noches, donde haya un isologo, una figura virtual de unos veinticinco centímetros, en la antesala. Allí ella misma podrá contar su propia historia, podrá decir “ahí está la guitarra que me regalaron cuando fui a Alemania”, o “el disco de oro que tengo acá es el que gané en el año 1975”. Esto lo hará más atrayente. Pretendemos inaugurar el restaurante en el verano 2009-2010.

También estamos trabajando en los edificios representativos de la provincia. Les contaba que, sin lugar a dudas, la Casa Histórica de la Independencia es un producto emblemático de Tucumán. Tratamos de incorporar -como se hizo en otros lugares- un nuevo espectáculo de luz y sonido. Desde hace 41 años se lleva adelante un espectáculo que se recrea en la misma casa de Tucumán. Tengan en cuenta que hace 41 años íbamos a la empresa de teléfonos y pedíamos la comunicación con Buenos Aires y nos decían que volviésemos en ocho horas. Con ese tipo de medios se hizo un producto brillante que duró todos estos años. Lo que vamos a hacer ahora es rejuvenecerlo, fortalecerlo, refrescarlo. Hemos contratado a Juan Carlos Baglietto, Héctor Guerra y Guillermo Borlasca, que son los creadores de estos proyectos, para que pongan en valor este nuevo espectáculo. Ellos están encargándose, por ejemplo, del bioparque Temaikén. Han participado además en el espectáculo Ópera Pampa, en el Museo del Hielo en Santa Cruz y han llevado adelante el Museo de Barcelona, en dicha ciudad.Este espectáculo utilizará conceptos sumamente modernos. La intención es darle a la Casa de Tucumán una fuerte presencia. Esto tiene que ver con una visión estratégica de la provincia de ir, gradualmente, posicionando Tucumán para el bicentenario de la independencia argentina, en 2016. La entrada va a ser el Acta de la Independencia y atrás se certificará: “Yo estuve en el mismo lugar donde se juró la independencia de mi país”. Durante este espectáculo se oirá un diálogo entre las sombras y de golpe va a aparecer alguna imagen en donde se simulará la rotura de la pared y del otro lado se estará firmando el Acta de la Independencia; o se escuchará el ruido de una batalla y se proyectará enseguida, durante un segundo, una imagen de ese suceso; o se va a poder espiar a través de una ventana y ver lo que estaba pasando en ese marco. El proyecto ya está en marcha, tenemos la ilusión de poder inaugurarlo el 9 de julio del próximo año.

Estamos trabajando en el Museo Atahualpa Yupanqui, que también tiene que ver con nuestra gente, con nuestra música. En este caso, se trata de construir un museo en Acheral, a unos cuarenta kilómetros de acá, muy cerca del pueblo Santa Lucía, donde se han cerrado ingenios y hay una gran desocupación. Un museo que, pretendemos, vaya generando, gradualmente, un polo de desarrollo turístico.

El ingreso a este museo está planteado a través de una sala semicircular con una pirca. Allí el visitante oirá la música de Atahualpa. Se brindará información acerca de él: quién fue, qué hizo, qué produjo. La segunda parte del recorrido se titulará “Guitarra, dímelo tú” y allí se va a ir contando la historia de Atahualpa, relacionándola con la de la Argentina y el mundo en esos años. Pretendemos continuar con una zona de diálogo que hemos denominado “Mano a mano con don Ata”. El visitante podrá “preguntarle” a Atahualpa cuál era su opinión sobre diferentes aspectos de la realidad nacional y para la respuesta se utilizará alguna de las muchas entrevistas que se le hicieron. Por último, se brindará la posibilidad de bajar en formato MP3 parte de la música de Atahualpa o comprar el repertorio completo. Terminará con una vista de la habitación de don Ata. Pensamos que, si Dios quiere, el Museo de Atahualpa estará terminado a mediados de 2010.

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Otro proyecto que estamos llevando adelante -creemos que estará listo para el verano del año que viene- se enfoca en nuestras leyendas. Pretendemos que a la entrada de los Valles Calchaquíes, en Tafí del Valle, actores locales cuenten cada noche leyendas de la zona, en un espectáculo de primer nivel, totalmente gratuito, que permita al visitante conocer parte de la historia y las creencias del lugar.

De esta manera procuramos generar entre cultura y turismo una rica simbiosis que tenga como fin la sustentabilidad y la mejora económica de la sociedad. Creemos que lo importante es construir desde el recurso histórico una verdadera experiencia para el visitante. En breves líneas, ésta es la visión que estamos volcando desde el ente Tucumán Turismo hacia distintos aspectos culturales, trabajando en conjunto con toda la sociedad.

Patricia Vismara

En primer lugar, quiero, en nombre del Secretario de Turismo de la Nación, Enrique Meyer, que se encuentra en Madrid en una reunión del Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial del Turismo, agradecer a la Secretaría de Cultura de la Nación, a su secretario Nun, el habernos invitado a participar de este encuentro que nos va a posibilitar analizar con los gestores públicos y privados de la cultura nacional, las mejores estrategias y las políticas que nos permitan promover la dinamización turística del patrimonio cultural, tangible e intangible, para lograr su puesta en valor y su conservación desde una perspectiva de sostenibilidad.

Como representante de la Secretaría de Turismo de la Nación voy a abordar la temática que compete a esta mesa desde la perspectiva del turismo. Es decir, de qué manera optimizamos nuestras capacidades conciliando turismo y patrimonio cultural e implementamos las políticas más adecuadas para lograr transformar los recursos culturales en productos turísticos y, a la vez, garantizar la preservación de los mismos. Para ello debemos hacernos tres preguntas fundamentales: en primer lugar, por qué debemos incorporar el patrimonio cultural a la oferta turística. Segundo, bajo qué principios rectores y qué criterios de valorización del recurso cultural se haría esa incorporación. Por último, cuáles son las estrategias y, fundamentalmente, los acuerdos que deberán implementarse en general y en cada caso en particular, para poder establecer las mejores relaciones entre patrimonio cultural y turismo. Creo que en ese orden vamos a poder ir desarrollando un marco conceptual que nos permita la gestión correcta del patrimonio cultural desde la perspectiva del turismo.

Para responder a la primera pregunta, creo que sería oportuno realizar primero algunas reflexiones acerca de actividad que nos toca gestionar y de qué manera impacta en el desarrollo nacional.

Creo que es necesario comprender la importancia que tiene la actividad turística para entender por qué el patrimonio cultural debe estar incorporado al desarrollo de nuestra actividad. Deberemos comprender, en primer lugar, que en este nuevo modelo de país que, con muchísimo esfuerzo, estamos construyendo entre todos los sectores sociales, en el que se ha retomado el concepto de equidad en la distribución de la riqueza, el turismo juega un rol decisivo y determinante para el mejoramiento de la calidad de vida de muchos sectores de nuestra población. Es por eso que, desde la secretaría de Turismo de la Nación, y en forma conjunta con los gobiernos provinciales y todos los actores que integran la cadena de valor del turismo, estamos poniendo todo nuestro esfuerzo y decisión para que el turismo sea una

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punta de lanza en la transformación y el crecimiento económico y social de nuestro país, razón por la cual nuestra visión ha sido y es consolidarlo como el destino mejor posicionado de Sudamérica por la calidad y diversidad de su oferta, basado en desarrollos territoriales equilibrados y respetuosos del ambiente e identidad cultural de sus habitantes. Para ello, estamos implementando e impulsando las acciones y las estrategias pertinentes y necesarias que se desprenden del Plan Nacional Estratégico de Turismo Sustentable 2016 y de la Ley de Turismo 25.997, formulados ambos junto a los diferentes sectores de la actividad, para hacer definitivamente del turismo un factor de inclusión y desarrollo económico y social, fomentando las inversiones y, fundamentalmente, la creación de trabajo decente para miles de compatriotas.

Podría hacer aquí un paréntesis para contarles, muy brevemente, la tarea que significó la formulación y, luego, la implementación -cosa que se está cursando en este momento- del Plan Nacional Estratégico de Turismo Sustentable. Aquí está con nosotros la directora nacional de Desarrollo, la licenciada Valeria Pelliza, quien coordinó y motorizó el desarrollo de la formulación y de la implementación ahora del Plan del cual se desprenden todos los programas que se están poniendo en práctica desde la Secretaría de Turismo de la Nación, en forma conjunta con todas las provincias. En cuanto al diseño y la elaboración de la Ley Nacional de Turismo, quienes me acompañan en esta mesa, tanto el doctor Noceti como el secretario Bernardo Racedo o la senadora Fellner -que en ese momento integraba la Comisión de Turismo de la Cámara de Diputados de la Nación-, trabajaron arduamente en forma conjunta con todas las autoridades de turismo de las provincias y de la nación, y todo el sector privado, para tener un marco legislativo que cubriera un vacío legal de más de treinta años en esta materia y que incorporara los principios rectores y los valores a adoptar para esta gestión y para las futuras y además le diese entidad legal a la necesidad de la planificación estratégica. Fueron dos instrumentos importantísimos que nos permitieron ordenar la gestión.

Estas acciones que llevamos adelante durante estos cinco años de gestión, consistentes en la promoción del desarrollo equilibrado y sustentable del turismo, han posibilitado que aumentase de manera significativa su incidencia en el sistema productivo nacional, dando como resultado un crecimiento de la actividad del orden del 11,5% anual, desde 2003 hasta ahora. Hubo un crecimiento acumulado de más del 51% y pasamos de recibir 2.900.000 turistas a más de 4.200.000, con un incremento en el ingreso de divisas del orden del 114% para el mismo período, equivalentes a 4200 millones de dólares, lo que posiciona al turismo entre las principales fuentes de ingreso por exportaciones, muchas veces por encima de la carne y los cereales.

Sabemos que el logro de un estado de competitividad permanente es una cuestión ineludible y que aplicar conocimiento e innovación a la gestión y a los procesos productivos en materia de oferta turística en estos momentos es, sencillamente, vital. Por eso, desde la SECTUR, hemos apostado fuertemente a la gestión de la calidad como un atributo de diferenciación en materia de competitividad. Pero tenemos claro que todas las estrategias que podamos implementar para alcanzar el objetivo deberán, imprescindiblemente, estar encuadradas dentro del concepto de sustentabilidad abordado desde sus componentes ambientales, económicos, sociales y culturales, apostando con fuerte decisión por una gestión de excelencia que, por supuesto, tiene que ver con el compromiso social y la ética como única forma de ganar competitividad en mercados cada vez más exigentes y conscientes de este nuevo paradigma.

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En este marco, el desarrollo del turismo cultural, que promueve la recuperación y la conservación de nuestro rico, diverso y auténtico patrimonio y su puesta en valor, desde una perspectiva de sostenibilidad, constituye, sin lugar a dudas, una de nuestras mejores y mayores ventajas comparativas a la hora de posicionarnos en mercados cada vez más competitivos.

Esto nos da un panorama y un contexto de lo que significa la actividad turística para el desarrollo nacional. Dentro de este contexto, entendemos al patrimonio cultural en tanto manifestación de la identidad de las comunidades, como un elemento de socialización y de arraigo que debe contribuir a la integración y al progreso social, pero también al desarrollo económico de la comunidad que lo conserva y lo promueve como suyo. Los beneficios del turismo cultural incluyen la generación de riqueza y la creación de trabajo, pero también la preservación y el fomento de la mejora del patrimonio cultural en un destino. Se presenta, por lo tanto, como una sinergia práctica y factible de desarrollo y sostenibilidad. Es muy importante para nosotros, los gestores del turismo, recalcar esto.

El desarrollo de la actividad turística y la incorporación y gestión del patrimonio cultural debe darse en el marco de una sinergia práctica y factible. Es vital compartir esto con ustedes, consensuarlo.

Por otra parte, coincidimos plenamente con el Consejo de Europa cuando señala: “El turismo cultural tiene como misión servir de enlace entre los pueblos y las culturas; en esto radica uno de sus principales beneficios”. Ahora bien, si tenemos claro por qué y cómo debemos incorporar el patrimonio cultural al desarrollo de la actividad y la oferta turística, debemos preguntarnos bajo qué principio y valores lo debemos hacer.

Como mencioné anteriormente, tres escenarios diferentes concurren a promover el eje rector de la política de la Secretaría de Turismo de la Nación: el desarrollo económico con inclusión social, la sustentabilidad y la conservación del patrimonio turístico. Los valores adoptados para la gestión fueron y son: el arraigo, la responsabilidad política, el respeto mutuo, el compromiso con el país, la conciencia nacional, la solidaridad, la participación, la identidad y la creatividad. Estos ejes rectores y estos valores están plasmados en la Ley Nacional de Turismo y en el Plan Federal Estratégico de Turismo Sustentable, que constituye el proceso orientador y articulador de las acciones de la Secretaría de Turismo. En forma sinérgica y concertada, las encamina hacia un modelo de desarrollo turístico sustentable para nuestro país. Este proceso constituye un componente fundamental de nuestra política nacional de turismo y atraviesa todos los puntos sobre los cuales se asienta. En él se adopta una visión social del turismo. Tiene al hombre como centro de la escena y privilegia la sustentabilidad como pilar primordial, como factor de diferenciación del producto turístico nacional y como forma de asumir un compromiso con el desarrollo local. Ahora bien, una vez definidos los principios y valores, deberemos determinar cuáles son las mejores estrategias y los acuerdos que deberán implementarse para establecer las mejores relaciones entre patrimonio cultural y turismo.

El patrimonio cultural narra y testimonia la historia de un pueblo y, junto con las riquezas naturales, construye el entorno que da sentido de pertenencia al individuo y a la comunidad. El patrimonio es lo que contribuye a conformar y consolidar su identidad. Los depositarios del patrimonio cultural y, por ende, sus principales protagonistas, son las comunidades que lo contienen. Por lo tanto, ninguna estrategia de desarrollo, puesta en valor o utilización turística puede desarrollarse sin su inclusión y su participación en la toma de decisiones, como bien explicó Bernardo recién, cuando habló de la puesta en valor de Quilmes y cómo incorporar las

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comunidades, cómo integrar las comunidades al desarrollo de este sitio arqueológico. Esto es determinante a la hora de planificar el desarrollo turístico de un recurso. Sin la participación de la comunidad, ningún recurso es genuino porque la comunidad es parte indisoluble de éste, y eso es lo que le confiere sostenibilidad.

En cuanto a las estrategias para la puesta en valor y la transformación de uno o múltiples productos turísticos, en primer término, deberán analizarse las características particulares de cada lugar o cada sitio, cuál es el valor patrimonial que encierra, su nivel de accesibilidad, su capacidad de carga, los servicios existentes o faltantes, la posibilidad de inversiones -en el caso de que hubiera que hacerlas-, el impacto ambiental o cultural que conllevan y, por supuesto, la aceptación o inclusión de la comunidad local. Paralelamente, se deberán analizar cuáles son los diferentes mercados a los que se debe apuntar, canales de comercialización, estrategias de promoción, establecimiento de estándares de calidad y capacitación de recursos humanos. Es decir, determinar los atributos e incorporarle la gestión para transformarlos en diferentes productos turísticos que concurran a ampliar y diversificar la oferta existente, otorgándoles mayor competitividad a los destinos y, por ende, una mejor calidad de vida a las comunidades anfitrionas que es, en definitiva, el objetivo a cumplir.

Considerar el patrimonio como síntesis de los valores identitarios constituye un nuevo paradigma que debemos proyectar como uno de los principales objetivos a lograr a través del turismo. Desde la Secretaría de Turismo de la Nación estamos convencidos de que hoy existe una oportunidad de desarrollo humano posibilitada por el turismo. El compromiso colectivo de quienes, de una manera u otra, integramos el sector en cuanto a metas comunes e intereses compartidos, sin dudas podrá hacer que se transforme, definitivamente, en una alternativa válida para el desarrollo local y, en definitiva, una herramienta que contribuya a construir una sociedad más justa, equilibrada y equitativa.

Liliana Fellner

Para empezar, quiero manifestar mi placer de estar en Tucumán. Mi agradecimiento y mi reconocimiento a los secretarios de Cultura de las provincias del norte que han insistido y permitido que este Congreso se haga aquí. En el norte sabemos lo que significa Tucumán desde el punto de vista de la educación -acá está la gran universidad para toda la gente del norte- y desde el punto de vista histórico y cultural. Para mí, personalmente, también es muy significativo. Tucumán me dio el título universitario y me permitió empezar a amar y conocer lo que es el arte. Vivía en la casa de mis tíos. Una tía hermana de mi papá es arquitecta. Yo recién empezaba mis pasos aquí en la universidad y ella me iba mostrando con diapositivas los lugares por donde habitualmente pasaba, la arquitectura. Por eso, para mí, volver a Tucumán -lo hago frecuentemente- es volver al lugar de los orígenes.

Dicho esto, vamos al tema de mi charla, a la que le he puesto este título: “La sinergia entre la política turística y la cultural como garantía del desarrollo sustentable y el diálogo intercultural”. Antes de comenzar, permítanme contarles que el día sábado en Jujuy se inauguró la Expojuy. Como en otras exposiciones de ese tipo, muestra la producción y la industria de la provincia y de toda la región. Dentro de la Expo hay un stand del Consejo de la Microempresa. Se trata de un organismo del Estado Provincial creado en el marco de una ley de los años 90, para promoción de la microempresa, mixto, conformado por representantes del Poder Ejecutivo, del Poder Legislativo, de la Universidad de Jujuy, del organismo financiador y,

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también, representantes de la asociación que nuclea a las medianas y pequeñas empresas de la provincia. Les decía que, dentro de ese stand del Consejo de la Microempresa, estaban los microemprendedores exponiendo sus trabajos y contando. Entre ellos, había dos artesanos, quizás los más emblemáticos de mi provincia entre los que confeccionan figuras con arcilla de la Quebrada de Humahuaca. Agradezco a Jorge que lo haya dicho también: nosotros los jujeños, y creo que todos la Argentina, sentimos algo especial cuando se nombra esa Quebrada. Es el primer paisaje cultural de todo Sudamérica. En ese paisaje incluyo la relación del hombre con la naturaleza que lo rodea. Escuchaba la vez pasada a uno de esos artesanos decir que habían logrado treinta tintes distintos, usando nada más que lo que hay en la Quebrada. A través de sus figuras, están representando distintas tradiciones, ritos, formas de ser, no sólo del jujeño sino, en especial, de la gente que trabaja en la Quebrada. Están transmitiendo identidad. Encontramos sus figuras -les decía que son los más conocidos entre nuestros artesanos, los que más han podido trascender- en cualquier lugar del mundo. Uno de ellos pidió un microcrédito para hacer un museo taller, un lugar donde exponer sus grandes artesanías pero, a su vez, recibir visitantes para enseñarles cómo se trabaja ese hermoso oficio. El otro lo pidió para un centro de exposición y venta. ¿Quiénes eran los potenciales alumnos en el primer caso y, en segundo, los potenciales compradores? Los turistas. Con esta pequeña historia quiero empezar mi charla.

Hay gobernabilidad, una función del Estado que permite la formación de ese Consejo de la Microempresa. ¿Cultura? Claro que hay cultura. La tenemos a través de nuestros artesanos. ¿Hay turismo? Sí, porque ellos están esperando la llegada del turista para poder vender y mostrar su producción. Hay también desarrollo. Son los cuatro factores de los cuales les quiero hablar. Están íntimamente relacionados, no puedo prescindir de ninguno de ellos: son causa y efecto, acción y reacción, insumo y producto, condicionante y consecuencia uno de otro. Quiero comentar algunos conceptos para que podamos entendernos después en la charla.El significado del término “desarrollo”, como saben, ha ido variando con el tiempo. No es posible que una sociedad con determinadas formas de estar y de ser piense que puede imponer leyes con un criterio universal, que puede imponer su forma de concebir el progreso y la modernidad. El mundo es un gran mosaico de culturas, con gente que tiene distintas formas de ser y de estar en este mundo, con personas que interpretan, por ejemplo, la felicidad, la calidad de vida, el bienestar de distintas maneras. Entonces, hoy el término “desarrollo” se ha ido -por decirlo de alguna manera- humanizando. Ya no puedo pensar en desarrollo sin pensar en equidad, justicia social, inclusión, cohesión. Por eso digo que hubo una humanización de este concepto. Cuando hablo de desarrollo, me gusta nombrar a Amartya Sen, premio Nobel de Economía. Cuando él se refiere a desarrollo habla en términos de “expansión de las libertades reales de los individuos”. Incluso va un paso más allá. Define un término muy importante, el de las capacidades. Un gobierno puede ser visto o pensado en razón de cuáles son los derechos que es capaz de reconocer a sus ciudadanos. Sin embargo, deberíamos juzgar a ese gobierno por las capacidades que da a sus ciudadanos para que ellos puedan ejercer sus derechos. Cambia totalmente el sentido, no solamente se habla de lo que soy capaz de decir acerca de qué pueden hacer mis ciudadanos, sino de qué les doy a mis ciudadanos para que ellos puedan hacer uso de ese derecho que les estoy otorgando. Seguramente, el derecho se los otorgo por las leyes, pero lo otro se hace mediante gestión.

El desarrollo tiene que tener bases culturales. ¿A qué me estoy refiriendo con esto? Al fortalecimiento y fomento de la fuerza creadora que poseen los individuos. También estoy hablando de preservación y promoción del patrimonio porque, si no sé dónde estoy parado, de dónde vengo, no puedo pensar hacia dónde voy y no tengo esa fuerza creadora. Cuando

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nos referimos, entonces, a desarrollo, hablamos de fortalecimiento y fomento de la fuerza creadora y preservación y promoción de ese patrimonio. Esto tiene que estar apuntalado por una acción del Estado, tiene que haber políticas públicas.

Las buenas políticas públicas tienen que fortalecer las instituciones. Si no tengo instituciones fuertes, no puedo hablar de gobernabilidad. Si no tengo leyes justas, tampoco. Es ahí donde entra el elemento fundamental: la participación. Personalmente, no puedo separar “gobernabilidad” de “democracia”. Y la democracia, todos sabemos, es y debe ser el gobierno del pueblo. Solamente voy a poder conseguir una buena gobernabilidad cuando se tenga en cuenta las necesidades, las esperanzas y las visiones de ese pueblo. Hay que incluir estos tres ingredientes básicos, por lo menos. Tanto Bernardo como Patricia hablaron de la participación. Solamente con participación sabré qué es lo que quiere la sociedad y, de esa forma, podré hacer políticas públicas.

No voy a dar ninguna definición de turismo y cultura, ustedes las conocen. Pero sí hablaré de la relación que debe darse entre turismo y cultura. Patricia dio números. Todos sabemos que la industria del turismo es una industria que está en constante crecimiento. Es la industria que mayor impacto socioeconómico tiene sobre una sociedad. Y un turismo bien gestionado produce inversiones en un lugar; si produce inversiones, trae trabajo; si trae trabajo, la gente empieza a fortalecer su capacidad creadora; si hay capacidad creadora, hay identidad y se puede transmitir esa identidad. Y así estoy entrando en lo que es propio de la cultura. Si hay identidad, si está bien gestionado ese turismo, lógicamente se va a dar un diálogo intercultural entre el visitante y el anfitrión. Por este camino llego a una cultura de la paz, que creo que es adonde todos queremos llegar.

El turismo se sustenta en la originalidad y en la diversidad de la oferta cultural. Bernardo hablaba de eso cuando pensaba en ofrecer un producto promocionándolo a partir de la figura de Mercedes Sosa, a quien todos conocemos, o de Atahualpa Yupanqui. Pero, ¿cómo hacer una oferta diferente, mejor? Eso es lo que se está ideando desde la cultura para traer más turismo y más desarrollo, por ejemplo, a Tucumán.

Muchos se preguntan cuándo el turismo es cultura y cuándo no lo es. Hay gente que ve fotos del paisaje de la Quebrada de Humahuaca y piensa: “Yo quiero estar ahí, quiero ver esas montañas, esos colores, sentir cómo es estar en esa geografía”. A partir de ahí arma un paquete turístico. Alguien podría decir que no hay cultura en eso. Y sí, posiblemente el paquete se haga sin pensar absolutamente nada en la cultura. Pero la persona que va a la Quebrada abandona su cotidianeidad, su lugar, para ir al de otro. Cuando entra en contacto con otra persona para la que son cotidianos esos colores y esas montañas, comienza el segundo viaje, que es para mí el más rico: el viaje de la experiencia cultural, porque se introduce en el mundo del otro. Ahí estamos haciendo cultura a través del turismo. Por eso adhiero a la opinión de que no puede haber turismo sin que haya ese contacto, sin que haya cultura. Son muy raras las veces en que eso se puede dar.

Todos sabemos perfectamente, cuando hablamos de gobernabilidad, de políticas, sobre todo los que estamos en el norte, que los recursos culturales que tenemos son exquisitos. Realmente tenemos por todos lados recursos que podemos trabajar perfectamente desde la gestión cultural para obtener un buen producto. Una vez que tenemos el producto cultural, lo podemos ofrecer y comercializar. Si hemos sabido formar un público, va a haber consumo cultural. Es lo lógico. Muchas veces sucede que la oferta cultural la usa el turismo y se convierte

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en recurso turístico. Como comenté antes, la gestión turística convierte el recurso en producto turístico, se ofrece y comercializa. Tengo entonces la oferta turística y, finalmente, el consumo turístico. Si todo va bien, así deberíamos trabajar. Pero la mayoría de las veces sucede que el recurso turístico directamente se transforma en oferta turística. Y es allí cuando vienen los problemas que tenemos en todos lados. Voy a mostrar algunos ejemplos de la zona donde estoy, pero les pido que cada uno en su corazón piense en lo que pasa en su lugar, su provincia, ya que esto ocurre en todos lados. Es más, creo que en mi provincia se hacen todos los días esfuerzos evitar que estas cosas sucedan. Pero nos van arrastrando. En esto tenemos que pensar, para eso estamos sentados en estos congresos, para encontrar más soluciones de las que ya estamos tratando de pensar todos los días, a fin de que no sucedan estas cosas.

Aparecen graffitis sobre pinturas de miles de años de antigüedad. ¿Quiénes son los culpables? No hemos sabido formar al turista, no entiende el valor de lo que tiene enfrente. Piensa: “Si hace miles de años hubo gente que escribió sobre la roca yo puedo escribir también ‘Viva River’ o ‘Viva Perón’”. No hemos educado al público que llevamos a ver este tipo de cosas.

Las ondulitas figuran entre las formaciones rocosas más antiguas de la Quebrada de Humahuaca. Hay, por ejemplo, grupos políticos que pegaron afiches arriba de estas formaciones y en algunos lugares no se pueden apreciar. Quizá muchos de ustedes han visitado la Quebrada, han pasado frente a esa formación rocosa y no saben qué es lo que hay ahí. El recurso se ha convertido directamente en oferta, sin mediar un entendimiento.

Hay hermosos paisajes que son devastados porque no hay una buena remoción de los residuos. Está muy bien que vengan turistas, pero es necesario controlar la capacidad de carga. Se construyen fantásticos hoteles. Pero, ¿qué pasó con la arquitectura y la gente que vivía ahí? Las inversiones no miran más allá, no llegan a cuidar el medioambiente. Entran en juego una serie de conflictos relacionados con la propiedad de la tierra.

Éstas son cosas en las que los gestores culturales debemos trabajar con creatividad, a fin de que los recursos no se transformen directamente en ofertas turísticas. Hay un concepto hoy en turismo cultural que, a mi entender, es uno de los más ricos y novedosos en esta materia: el de rutas e itinerarios culturales. Trabajar en rutas e itinerarios culturales significa transitar aquellos caminos en donde se recrea la historia. Pueden ser caminos recorridos por motivos religiosos -como senderos de peregrinaje-, se pueden haber formado por el tránsito de gente con una visión comercial o pueden haber cobrado relevancia por alguna circunstancia bélica. Por ejemplo, con motivo del bicentenario se está trabajando en la ruta de los libertadores. Este concepto permite muchas acciones dentro de la gestión turística y cultural. Un ejemplo de un caso muy exitoso en España es Santiago de Compostela. Es el primer itinerario reconocido por la UNESCO. Antes existían muchos paquetes turísticos a España que incluían esta zona. Era uno de esos destinos turísticos que, como diría un amigo español, “mueren de éxito”: había mucha gente, no se podía caminar, se perdía el contexto, había problemas con el patrimonio, etcétera. Se empezó a trabajar en este concepto de rutas e itinerarios. Comprendieron que Santiago de Compostela no era más que el final de una serie de caminos de peregrinaje que se hicieron -sobre todo en la Edad Media- desde distintos lugares de Europa. Un tramo del camino de Santiago está, por ejemplo, en suelo francés. Puedo hacer parte de ese camino desde el punto de vista turístico, a pie, en bicicleta, en auto, puedo bajar e ir recorriendo a pie determinados trayectos. Cuando vendo ese destino, incluyo este tipo de cosas. Ésa es la riqueza del concepto de itinerario y ruta. Fíjense en todo lo que puedo hacer cuando trabajo desde el punto de vista cultural y turístico con ese concepto de rutas e itinerarios culturales.

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Favorezco la preservación del patrimonio, porque ya no centro la atención de todos los gestores solamente en Santiago de Compostela, sino en todo lo que se ha gestado y formado durante tantos años para llegar ahí, en ese gran camino de peregrinaje. Contribuyo a la creación de productos sostenibles, porque disperso el turismo en varios puntos, y en cada lugar se cuenta con diferentes productos. Esto permite una mayor gestión del patrimonio turístico y facilita la comprensión del lugar. Es lógico, porque antes tenía que llegar a Santiago de Compostela y allí me preguntaba, por ejemplo, qué era esa catedral que veía. Ahora sé cuál es el sentido de esa catedral y toda la arquitectura del lugar. Son instrumentos para la diversificación porque no concentro el turismo en un solo lugar. Vendo todo lo que pueda vender desde el punto de vista turístico y preservo absolutamente todo, que es lo importante desde la perspectiva cultural. Fomento la cooperación internacional, porque estas rutas e itinerarios son trasnacionales. Contribuyo al diálogo intercultural y a generar desarrollo.

En Argentina tenemos muchas de estas rutas e itinerarios culturales. Sé que la Secretaría de Turismo de la Nación está trabajando en eso. La Secretaría de Cultura y Turismo de mi provincia también, y muy bien. Pero quisiera llevar a la reflexión acerca de dos lugares -que son trasnacionales- por la importancia que tienen y porque existe un grave riesgo de que no sepamos actuar en la forma en que debemos hacerlo cuando, a este recurso cultural, lo tratemos de ofrecer -en determinado tramos ya está la oferta- desde el punto de vista turístico. Las comunidades que están instaladas en esos lugares, en esos caminos, en esos trayectos, son muy vulnerables. Es ahí donde la función del gestor cultural tiene que hacerse presente con mucha fuerza y, a veces, hasta imponiéndose y peleándose con el gestor turístico porque si no existe esa sinergia de la que les hablaba, no podemos lograr nada. La sinergia significa sumar a los esfuerzos de uno a los de otro para obtener mayores beneficios y que éstos se trasladen, no sólo al turista que lo aprovecha desde su punto de vista cultural, sino también a la sociedad que lo recibe. Sé que hablar de sinergia no es fácil. Sé que, muchas veces, turismo y cultura se unen en determinados momentos. Pero debemos lograr una verdadera sinergia para evitar muchos de estos problemas. Sé que es difícil, pero creo que lo estamos logrando, a partir de congresos como éstos donde está presente el turismo, hablándole, seguramente, a gente que está muy relacionada con la cultura. De esta forma vamos a dirigirnos hacia esa necesaria sinergia para garantizar el desarrollo sostenible que todos estamos tratando de llevar a nuestra sociedad y, sobre todo, el diálogo intercultural.

Les comentaba que hay dos caminos, dos rutas, que pasan por el norte argentino y que son trasnacionales. Una es el camino del Inca. Nadie duda de que el centro es Machu Picchu. Como tampoco nadie tiene dudas de los problemas en turismo, sociales y económicos relacionados con Machu Picchu. Sin embargo, al trabajar en esa zona como ya se está haciendo, desde el punto de vista de una ruta o un itinerario, empiezo a diversificar, a ver otros puntos y empiezo a comprender mucho mejor lo que era la cultura incaica. Así puedo comprender mejor muchos sitios de esta Argentina, sobre todo de este norte argentino, porque relaciono una cosa con la otra. Eso, señores, es crecimiento cultural para todos y diálogo intercultural. Fíjense en la riqueza de todos los lugares por los que pasa ese camino. Imagínense la diversidad biológica y cultural que podré observar, cuando haga trayectos del camino del Cápac Ñan y pueda comprender lo que eso significa. Hablamos de una comprensión abarcadora de lo que significó como vía de desarrollo económico, comercial, social y, sobre todo, cultural.

La otra ruta o itinerario trasnacional que se está trabajando también es el Tapé Avirú o Camino Guaraní. Acá no hay casi rastros de ese camino. Lo que se mantiene es la sensación, la idea, la imagen en las comunidades originarias. Ese Tapé Avirú es el camino que hicieron los guaraníes

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buscando la tierra sin mal, el paraíso que fue usado por los jesuitas, igual que el Cápac Ñan, el camino principal andino. Después lo usaron los españoles y luego nosotros. Estamos colocando pavimento arriba del otro. Menos mal que existen la identidad y el recuerdo, y lo que, por ejemplo, en este caso, el guaraní siente. El Camino Guaraní se está trabajando entre Paraguay, Argentina. Se está tratando de involucrar a Bolivia porque, finalmente, el Tapé Avirú se une con el Cápac Ñan en algún lugar de Bolivia. Imaginemos la riqueza de este contacto. Es por estas cosas que a veces encontremos determinados rastros de una sociedad o de una cultura en un lugar y en otro.

Imaginemos la diversidad de ese Camino de los Guaraníes, el camino de la búsqueda de la tierra sin mal. Acá vuelvo a repetir: como gestores culturales tenemos que trabajar en conjunto para que se puedan desarrollar las sociedades que trabajan y que viven en esos caminos, que logren posibilidades de mejor calidad de vida, pero con absoluto respeto por la forma de ser individual, en este caso, el guaraní.

La verdad es que quería cerrar la charla con esto, pero por los momentos que estamos viviendo en cuanto a la economía mundial, siempre lo que más va a sufrir, les puedo asegurar, es la cultura. En la inauguración hablábamos de estos temas, de ese 1% del presupuesto que nos parece tan lejano a veces, pero es tan necesario lograr en nuestro país. Ante el momento de crisis que estamos viviendo, el gran temor que tenemos -y seguramente ustedes también lo han pensado-, es que el primer presupuesto que se disminuya sea el de la cultura. Entonces quiero, para cerrar mi charla, traer en este momento las palabras de un ministro de economía inglés que se llama Michael Higgins. Él cuenta que cuando fue a un congreso de economistas en los años 90, empezó a hablar de lo que significaba el presupuesto en cultura y le contestaron que no era momento, porque Inglaterra y el mundo pasaban por una crisis. Entonces contestó que es precisamente cuando la economía está estancada, cuando no pueden crearse empleos al viejo estilo, cuando las personas están afectadas por el racismo, que hay que invertir en cultura porque eso significa invertir en tolerancia, en diversidad, en creatividad e imaginación.

Julián Kopecek

Agradezco profundamente a los que están participando en este momento en esta charla, a las autoridades provinciales de Cultura y a la Secretaría de Cultura de la Nación, que hacen el esfuerzo por concretar este evento tan importante como el Congreso Argentino de Cultura que, prácticamente, es el único espacio masivo donde se puede reflexionar profundamente sobre los quehaceres de la cultura, sus políticas, sus proyecciones, sus tendencias. Muchas gracias además por haberme puesto en tan prestigioso panel. Cuando me convocaron, básicamente pensé que lo más rico que podía aportar a este panel era una reflexión acerca del fenómeno del turismo cultural, un fenómeno provechoso -como hemos escuchado hasta acá-, pero también conflictivo. El turismo ha entendido, a lo largo de estos años, que la fuerza de lo cultural, con el poder simbólico e identitario de los valores encarnados en el patrimonio autóctono de cada pueblo y de cada comunidad, es un fuerte e irreemplazable polo de atracción para visitantes y turistas, tanto nacionales como extranjeros. En este sentido el desarrollo turístico y los componentes culturales que el turismo advierte en cada territorio mantienen un vínculo provechoso y, a la vez, conflictivo. Provechoso desde varios sentidos: en primer lugar, tanto el turismo como la cultura, cuando se gestan coordinadamente, sosteniblemente, generan, sin duda, un círculo virtuoso. O sea que el uso social y turístico de

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los recursos patrimoniales genera nuevos recursos para la conservación de la identidad y la cultura en general. Otro efecto positivo del turismo es que, a partir de los atractivos culturales que puedan contener en cada comunidad, el turismo cultural se puede desarrollar en cualquier época del año, rompiendo toda estacionalidad. Así se alargan los calendarios turísticos más allá de lo establecido por ley o por la práctica misma de los descansos vacacionales o climáticos. Un beneficio más debería ser la generación de empleos y el movimiento económico extra que produce la llegada de visitantes y turistas a las comunidades. Se debe considerar que la cultura como actividad, muy vinculada a lo artístico, no es muy amigable con respecto a indicadores. Sin duda, el turismo permite cuantificar los beneficios económicos que la cultura tiene para la comunidad. Ése es un elemento fundamental para el desarrollo cultural sostenible en las comunidades. De hecho, carecemos, en gran medida, de indicadores culturales y no sabemos cuál es el aporte exacto de la cultura a los presupuestos. El turismo es una actividad que permitiría, en escala pequeña, cuantificar cuál es el valor agregado que la cultura agrega económicamente a esas comunidades, por ejemplo, en la explotación turística de sus recursos.

Es conflictivo también, ya que de la práctica del turismo en sí surgen, inmediatamente, efectos negativos. En parte, la senadora Fellner ha dado cuenta de algunos efectos negativos del uso turístico de los recursos patrimoniales. Hay otros que surgen a partir de la práctica turística en comunidades que no tenían turismo, por ejemplo. Primero, que los costos para que el desarrollo turístico se dé, en infraestructura, servicios públicos, cloacas, luz, telefonía, infraestructura vial, sobre todo, generalmente son asumidos por toda la comunidad con su propio presupuesto público. Pero no siempre estas obras son encaradas con la prioridad que necesita la comunidad. O sea que se priorizan aquellas vinculadas con el turismo. Conocemos que el asfalto llega, por ejemplo, al atractivo natural pero, por ejemplo, el camino al hospital está asfaltado. Esos son pequeños elementos que hay que tener en cuenta en la gestión turística. Y, a su vez, la accesibilidad de los sitios supuestamente turísticos que se establecen a través de la industria turística no siempre son los reconocidos por su propia comunidad, sino que la industria de alguna manera sobrevalora ciertos atributos culturales porque supone que son turísticos, por sobre la realidad cultural existente en la comunidad. Sumado a esto, lamentablemente, la experiencia es que los residentes no son los principales beneficiarios de la explotación turística. Los emprendimientos turísticos, por sus características comerciales, deben ser desempeñados por personal más calificado del que, muchas veces, encontramos en la comunidad, dejando aquellas actividades más marginales y, por consiguiente menos remuneradas, para ser desempeñadas por el personal local.

Tenemos, básicamente, una definición de turismo cultural que es la que encontramos en la mayor parte de la bibliografía que tenemos a mano que estudia sobre el tema. Básicamente, a mi entender, yo manejaría el concepto de turismo cultural sobre dos grandes paradigmas: el primero, basado en la definición clásica del turismo cultural, que es la que básicamente encontramos en la bibliografía española que estudia ese tema. En síntesis, hace referencia al movimiento de personas hacia manifestaciones culturales fuera de su área de residencia, incluyendo en su definición la visita a museos, los yacimientos arqueológicos, edificios civiles, militares, industriales, religiosos, centros históricos, jardines, la participación en manifestaciones de la cultura popular, la gastronomía, las ferias de arte, las artesanías, los discos, los libros, los festivales de cine, teatro, danza, ópera, etcétera. Esta primera definición de turismo cultural está centrada en la motivación. Es decir que el análisis motivacional para la definición del viaje a emprender se basa en una estimulación netamente cultural. Por ejemplo, nosotros estamos ahora en San Miguel de Tucumán, concurriendo a un congreso argentino cultural.

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¿Cuál es la motivación para venir a San Miguel de Tucumán? El Congreso de Cultura. De alguna manera, nosotros estamos experimentando una actividad de turismo cultural para esta definición. En esta acepción, tanto los eventos como los equipamientos culturales que se han construido en el transcurso de la historia de las grandes ciudades, permiten a éstas un posicionamiento preferencial como recurso turístico fundamental. Este paradigma de turismo cultural es practicable en las grandes urbes. De hecho, las definiciones se basaron sobre las experiencias europeas -París, Roma, Barcelona- y en nuestro país, el mejor ejemplo de esto es la ciudad de Buenos Aires. Es un destino que no tiene ningún atractivo natural. No tiene playa, ni arena, ni pista de ski, ni montaña, no tiene ninguna belleza natural. La única motivación para ir a la Ciudad de Buenos Aires es su oferta cultural, su patrimonio cultural, su gastronomía, su diseño, sus calles.

Desde el punto de vista de nuestro concepto del turismo, la ciudad de Buenos Aires, hoy, es un destino de turismo cultural, no porque se lo haya propuesto con la visión turística, sino que a partir de años y años de políticas públicas referidas a la cultura y una gran comunidad vinculada a la vida cultural, que hace un uso social de sus teatros, sus calles, sus festivales, su música, sus libros, sus bibliotecas, sus librerías, hizo que, gracias a que la ciudad ya era una ciudad cultural, lo pudiera compartir con quienes la visitan. No es que la Ciudad de Buenos Aires se propuso, de por sí, ser una ciudad cultural para el turismo, sino que fue a la inversa. Fue la sociedad, una sociedad altamente vinculada a la oferta cultural, después de poder disfrutar de eso, la que pudo compartirlo con visitantes nacionales y extranjeros. De hecho, no hay área de las industrias culturales o de la cultura de la ciudad que no esté vinculada con el turismo. Hoy hablamos con cualquier productor teatral, por ejemplo, y nos dice que más del 50% de las localidades de cualquier obra de teatro en la Ciudad de Buenos Aires se vende a un visitante del interior del país. ¿Eso qué significa? Que gracias al turismo se vuelve sustentable la oferta teatral de una ciudad. También ayudan los medios tecnológicos de venta de tarjetas -como Ticketek u otros. Ya que hablamos de la Ciudad de Buenos Aires y no está el ministro de Cultura de la Ciudad, también existen los efectos negativos de armar algo con motivaciones expresamente turísticas. De hecho, Caminito -quizás muchos de ustedes lo conozcan- se montó como una escenografía sobre un tango. Se inventó exclusivamente para el turismo. Éste es el mejor ejemplo de lo que no habría que hacer, porque no es real, no es auténtico ni genuino para la comunidad en la que está inserto. ¿Cuál es la principal consecuencia de esa visión? Que no se beneficia el entorno. Caminito está enclavado en una zona marginal, pasan miles de turistas a la semana pero a 50 metros no hay ningún beneficiario de ese recurso económico. Miren esa visión de desarrollo turístico respecto del otro, en el que comparto lo que realmente tengo y es genuino en mi comunidad.

El otro gran paradigma del turismo cultural es aquel que hace referencia a los destinos más tradicionales: campo, montañas, sol y playa. Se convierten en un producto de la cultura que contribuye a crear un valor añadido. Este valor aporta una característica fundamental para el desarrollo sostenible, ya que aporta un sentido de identidad, produciendo en los visitantes una experiencia irrepetible, propia y exclusiva de ese grupo humano. Acá estamos hablando del componente cultural que tiene un destino tradicional con atractivo cultural.

Las comunidades, mediante la revitalización de sus rasgos identitarios, logran un efecto fundamental para su desarrollo: la diferenciación. De hecho, estamos escuchando los proyectos que se están desarrollando en la ciudad de Tucumán. ¿Qué es lo que le está aportando la visión turística? Un rasgo de identidad referido, con personajes autóctonos y arraigados de la cultura local. Es decir, hay marcas de diferenciación esenciales para diferenciar un destino de otro.

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Para salir de los ejemplos locales, tenemos en la provincia de Buenos Aires un buen ejemplo en San Antonio de Areco. Es una comunidad relativamente pequeña que ha revalorizado su cultura gauchesca. ¿Qué es lo que aporta esa marca de identidad? Primero, un rasgo de diferenciación. Rojas, que está a pocos kilómetros de ahí, no tiene ese mismo elemento. ¿Por qué, si tiene el mismo atractivo natural? Tiene la misma pampa, los mismos árboles, el mismo clima. La cultura, en aquel destino, le aporta un valor diferencial. Si yo quiero vivenciar como visitante una experiencia cultural gauchesca, voy directamente a San Antonio de Areco. No es que allí no haya cultura previa de lo gauchesco, sino que básicamente, han marcado una diferencia autóctona. Esto no funcionaría si esa diferencia no fuera genuina con el lugar, si inventásemos una tradición que no tenemos. A grandes rasgos sucede lo mismo en la ciudad de Buenos Aires: se revalorizan los rastros de la cultura europea en la ciudad porque, de alguna manera, tanto los que viven ahí como los que la visitan, buscan ese rasgo diferencial que tiene por sobre otras capitales.

Tanto para la primera definición como para la segunda, lo que podemos resaltar es que la verdadera alianza que tenemos entre el turismo y la cultura es, realmente, entre el desarrollo turístico y la política cultural. La política cultural es esencial para el desarrollo turístico. Sin ella, no tenemos música en las calles, bibliotecas, libros, editoriales, cines, no tenemos normas que cuiden el patrimonio, no tenemos festividades. Sin una política cultural activa no podemos desarrollar turísticamente las comunidades. Es necesario combinar los objetivos de la política turística con los de la cultural para compatibilizar la conservación y el desarrollo. Una buena coordinación entre las autoridades de cultura y turismo, los dueños administrativos de los emprendimientos de la industria turística, los civiles, aquellos que se dedican a la conservación del patrimonio, es esencial para alcanzar el desarrollo sostenible del turismo. La meta de mejorar la accesibilidad, entre otros criterios, adaptando los horarios y estableciendo sistemas de señalización acordes y la comunicación turística necesaria hacia monumentos y rutas turísticas, es primordial en esas políticas de coordinación. Los poderes públicos tienen que asumir un protagonismo ineludible en el ámbito de la planificación territorial y el control de los posibles impactos negativos o problemas ambientales devenidos de la explotación turística. La convergencia de las políticas culturales y turísticas se torna un nexo necesario para reforzar las complementariedades y construir sinergias comunes y a la vez evitar incoherencias, ya que pertenecen a campos de valores diferentes, con objetivos distintos. La explotación turística tiene objetivos distintos al desarrollo cultural pero, guiados por políticas comunes -todos los que estamos acá reconocemos la necesidad de trabajar en las dos áreas conjuntamente -, las tensiones se minimizan.

Si dejamos la planificación del turismo cultural únicamente en manos de la industria turística, una de las principales amenazas que tenemos es la pérdida de sentido por el uso de bienes de identidad común para la explotación de un sector en particular. Sobre todo cuando parece que transformamos los bienes patrimoniales en un objeto de consumo más. Cuando el patrimonio se convierte en mercancía, corre serios riesgos de depredarse y desaparecer. Y, a su vez, si la dejamos sólo en manos de las autoridades culturales, corremos el riesgo de no lograr comprender la entidad que tienen la infraestructura y la oferta cultural y sus beneficios potenciales para el uso social y turístico. La conjunción entre patrimonio cultural y turismo sobre la base de sostenibilidad es beneficiosa para el desarrollo social, económico y cultural de los territorios. Pero, además, incide en el fomento de la nueva percepción mucho más integral del patrimonio existente.

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Un elemento fundamental -que ya también han mencionado los que me precedieron-, es la comunidad local. La generación de emprendimientos comerciales y servicios turísticos -transporte, gastronomía, hospedajes- debe ser llevada a cabo por las comunidades locales. Toda recomendación de la Organización Mundial del Turismo tiende hacia este tipo de recomendaciones. Sé -porque veo y vivo de la actividad turística- que muchas veces eso no es posible porque no contamos en las comunidades con el personal apropiado para el nivel de inversiones que se están desarrollando en algunos casos. Es justamente el rol del Estado poder capacitar a la comunidad local para brindar ese tipo de servicios. De no hacerlo así, la comunidad va a terminar siendo espectadora de beneficios económicos de los que no va a formar parte, a partir de sus propias calles, sus propias casas, su propio paisaje. Eso lo único que genera es resentimiento, odio contra el visitante y marginalidad social. También hay que dar lugar a otras entidades de la sociedad civil como organizaciones de defensa del patrimonio, fundaciones, ONG, sobre todo en el caso de la certificación ambiental.

Para concluir, en caso de poder coordinar, efectivamente, estas dos gestiones públicas de turismo y cultura, uno de los impactos económicos de esta gestión coordinada es la reducción de la pobreza. Si logro incorporar a la comunidad a ese tipo de actividad económica, sin duda voy a estar generando empleo y distribución de la riqueza. También habrá impactos positivos sobre los niveles nacionales de empleo; sobre los niveles de producto e ingreso de industrias culturales y de las industrias de servicio -como les estaba comentando acerca de los teatros, las festividades-; sobre los ingresos de monedas extranjeras. Podemos enumerar además ciertos impactos no económicos como efectos benéficos sobre los niveles educativos y de creación de identidad nacional; sobre la cohesión social y el desarrollo de capital social; aumento continuo del patrimonio histórico nacional, así como resguardo y transmisión del patrimonio histórico a las generaciones futuras.

El turismo cultural, más allá del paradigma en el cual nos movamos, es sumamente beneficioso para cualquier comunidad, desde el pequeño emprendimiento unifamiliar que logra, en una pequeña posada, en cabañas, elementos de rasgos de la identidad propia del lugar, utilizando su color, sus olores, su gastronomía, su música. Si ese paradigma de turismo cultural se tiene en cuenta tanto en el mínimo emprendimiento como en los grandes equipamientos públicos, se logra un beneficio mucho más inclusivo y sustentable en el tiempo.

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II. CULTURA Y SUSTENTABILIDAD ECONÓMICA, AMBIENTAL Y SOCIAL DEL DESARROLLOFaBio Quetglas (argentina)Abogado (UBA). Máster en Gestión de Ciudades (Universidad de Barcelona). Máster en Internacionalización del Desarrollo Local (Universitá degli Studi di Bologna). Realizó estudios de posgrado en Macroeconomía (CEMA). Dirigió el posgrado en Desarrollo Local y Gestión de Ciudades de la Universidad CAECE, y participó en la oferta académica de múltiples centros de estudio. Tuvo a su cargo la dirección del Centro de Estudios de Desarrollo y Territorio (CEDET) de la UNSAM. Es responsable de Investigaciones y de la formulación del Proyecto de Observatorio de Desarrollo de la Universidad Tecnológica Nacional. Actualmente, dicta clases en FLACSO y UTN.

graciela de la rosa (argentina)Diputada Nacional (Partido Justicialista). Presidenta de la Comisión de Economías Regionales. Licenciada en Economía (Universidad Nacional del Nordeste), especialista en evaluación de Proyectos de Inversión - Management Centre Europe.

Fabio Quetglas

El tema que nos convoca tiene una riqueza inmensa. Hoy todavía es un factor de incertidumbre esta relación de cultura con desarrollo. Hay cuestiones evidentes pero difíciles de estudiar a fin de tomar de decisiones. Lo que nosotros entendemos por desarrollo no fue siempre visto de la misma manera. Para decirlo manera más coloquial, el desarrollo no es lo que era. El término tiene, en la literatura social y política, un poco más de un siglo de uso, y no siempre refirió conceptualmente a la misma situación. Se empezó a usar en los albores del industrialismo para reemplazar al término “progreso”. En sus primeros usos, reflejaba todo lo bueno y nada de lo malo que el industrialismo traía. Si uno quería referirse positivamente a una situación decía: “Este país es desarrollado”, eso tenía una connotación inequívocamente positiva.

En general, tenía tres puntos de basamento: se consideraba el desarrollo como el escenario al que se accedía producto de las modificaciones socioeconómicas que la industria introducía. Al proceso se lo llamaba desarrollo y al basamento tecnológico de ese cambio también. Solamente dos corrientes de pensamiento de aquellos años, minoritarias, consideraron que estas transformaciones podían tener algún costado negativo. Una es la del anarquismo. El anarquismo opinaba: “Estas transformaciones tiene mucho de bueno pero tienen bastante de malo. Son alienantes. Tienden a limitar la capacidad creativa de las personas”. También cierto pensamiento católico, por aquella época, veía con temor la aparición de redes sociales basadas en relaciones distintas -los sindicatos- a las relaciones sanguíneas y tenía aprensión hacia el mundo que el industrialismo iba a construir.

El desarrollo era eso y lo fue al menos hasta la crisis de 1929. En ese momento la dimensión de la crisis hizo pensar que no había que tener una visión acrítica. Probablemente, el industrialismo había tenido muchas cosas buenas y algunas malas -inmanejabilidad de los sistemas económicos, dualización de la sociedad, etcétera. Como derivación del pensamiento keynesiano, la corriente reformadora del capitalismo, empieza a usarse el término “desarrollo” después de la crisis de 1929 como aquel crecimiento económico que incluye alguna variante de cohesión social. Como el keynesianismo legitima la intervención del Estado en la economía, la ampliación de la demanda,

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favorece los consumos populares -en esta época se llamaban “gastos sociales”, después se sofisticó y se empezó a denominar de otra forma-, el desarrollo era el crecimiento económico que incluía ese modo de intervención. Si no lo incluía, se hablaba sólo de crecimiento. Eso anduvo más o menos bien hasta la Segunda Guerra Mundial. Los documentos pos Segunda Guerra Mundial, el Pacto del Atlántico, el Plan Marshall, etcétera, son el certificado de mayoría de edad del término desarrollo, porque es la primera vez que en los documentos oficiales se incorpora como una variante interesante en análisis histórico: se vincula el desarrollo a estos fenómenos de crecimiento económico con inclusión social que se dan en contextos democráticos. La experiencia autoritaria preexistente y la rivalidad ideológica pos Segunda Guerra Mundial incluyen esta mirada. No se hablará de desarrollo si el sistema político que funda el modelo de crecimiento económico no es democrático.

El término siguió siendo masajeado. Incidió el impacto del ambientalismo, el pensamiento cepaliano y, por último, en los últimos quince o veinte años, las reflexiones sobre la economía informacional, que considera que desarrollo no es la capacidad de producir más, sino la de innovar, porque sólo pueden innovar las sociedades en que están dadas ciertas condiciones preexistentes que explicarían una solución de desarrollo. No quiero aburrir con esto, no es el tema central, pero lo importante es entender que el desarrollo no siempre fue lo mismo y que ya la teoría económica -no el resto del pensamiento social, sino este aspecto en particular- ha evolucionado hacia la consideración del desarrollo en la construcción de ciudadanía. Amartya Sen, quien ganó un premio Nobel, dice: “El desarrollo es ampliar la libertad”. Es un cambio copernicano en la forma de medir el desarrollo. Hoy parece grotesco, pero en los años 60 se medía el desarrollo por la cantidad de basura que producía la gente. El que producía más basura era el más desarrollado. ¡Es ridículo! La cantidad de energía por habitante que se gasta en Copenhague es menor que la de San Pablo y creo que ninguno de nosotros puede dudar de que Copenhague –o Ámsterdam, por caso- es una ciudad más desarrollada que San Pablo: usan doble vidrio, andan en bicicleta, la ciudad es compacta, hay una cultura de no derroche, se recicla, etcétera.

Todo esto es para que podamos tener una perspectiva más amplia del término “desarrollo”, que sea como una caja que podamos abrir. Igual es un término que, por supuesto, requeriría más tiempo para una exposición más amplia.

En relación al tema central, para el que fuimos convocados, la inclusión de la dimensión cultural en las políticas económicas como factor de sustentabilidad, diferenciaría política económica de política de desarrollo. Creo que en la política económica -quizás esto sea una mala noticia para muchos de ustedes, pero a mí me parece que la sinceridad paga a la larga-, la dimensión cultural puede tener relevancia, mayor o menor. Ahora, en la política de desarrollo, es absolutamente relevante. Las políticas de desarrollo exceden a la política económica. Para ver cuán obvio es esto, pensemos en lo inverso: el impacto económico de medidas no económicas. Por ejemplo, ¿cómo se explica la economía argentina del centenario sin la Ley Nº 1.420? Una medida no económica como ésa tuvo impactos económicos decisivos. En términos de política de desarrollo, la cultura tiene mucho que decir. Ahora, en términos de política económica, no sé si es tan así, no quisiera caer en una especie de populismo.

Cuando se estudia comparativamente por qué funcionó mejor el industrialismo sustitutivo en la Argentina que en el resto de los países de América Latina, o sea, por qué pudo aprovechar mejor la crisis de la Primera Guerra Mundial y la de 1929 que Brasil o que México -para hacer una comparación con países de dimensiones significativas-, se puede observar que había tres

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factores determinantes. Uno era el nivel de alfabetización de la población, que ya era alto. La industria requiere una alfabetización de base de la gente; en este sentido, Argentina tenía una ventaja comparativa. El segundo era la existencia de la red ferroviaria, pero no por lo que significaba en sí misma, sino porque cuando este país no era industrial, ya se habían creado talleres complejos, que requerían de una mirada de ese tipo. Esos talleres de mantenimiento de la red ferroviaria crearon la suficiente mano de obra disponible para el desarrollo de las otras industrias metalúrgicas. Y el tercer factor puede verse como una casualidad o no: en términos de exportación de materia prima, cuando uno exporta café tiene que embolsar el café, cuando exporta harina tiene que empaquetar la harina, pero cuando exporta carne, tiene que desarrollar la tecnología del frío. El frío es química, es metalurgia, etcétera. La Argentina preindustrial ya había conocido los talleres ferroviarios de industria frigorífica y la alfabetización extendida, y entonces pudo aprovechar los momentos de crisis para generar un modelo de industrialización sustitutiva.

Resulta claro que hay factores extraeconómicos que impactan en lo económico. Uno puede establecer una relación, para ser más llano, entre política y contexto. El contexto siempre es determinante en la política económica. Los gustos de la población, la forma de consumo cultural, inclusive, los estereotipos de éxito. Todo esto constituye parte de la incidencia de la cultura en el mundo del desarrollo. ¿Por qué yo digo que la cultura incide menos en la política económica? Porque cuando uno ve cómo se construye una política económica, no en la Argentina sino en general, nota que los ministerios de economía y las oficinas públicas que se dedican a eso, dividen, modelizan el mundo económico en dos niveles: la macro y la micro. La macroeconomía es el estudio de lo que llaman los agregados económicos: la inflación, el desempleo, las cuentas nacionales. La microeconomía, para simplificar, es la realidad de los actores económicos concretos, qué pasa en el mundo de las familias, de las empresas, cómo responden a los estímulos económicos. La verdad es que eso es insuficiente. Así se construye una política económica y la cultura ahí puede entrar poco porque, entre la macro -que está, parece, en la estratósfera- y la micro, está la economía del territorio, que no forma parte de ninguna de las otras dos. Por ejemplo, el dispositivo de infraestructuras que atiende una ciudad -aeropuerto, accesibilidad, calidad de conexión- incide muchísimo en la economía local. Ahora, no es objeto de estudio ni de la macro ni de la micro, porque no le pasa a cada empresa en particular ni es un agregado económico. Entre la macro y la micro está la economía del territorio que, como diría un teórico italiano, Giacomo Becattini, es la única economía de verdad, la que podemos tocar. Y esa economía sí está profundamente influenciada por la cultura. El modo de urbanización, el capital social, la confianza que existe entre los actores, si el excedente económico se deposita en bancos locales o de afuera, el grado de constricción al trabajo, si se quiere, la forma de subdivisión de la tierra. Pongamos por ejemplo la Argentina. Yo tuve la suerte el año pasado de visitar varias veces la provincia de Formosa -fui muy bien atendido y tengo un recuerdo hermoso de la provincia- por un trabajo y vi cómo se estaba transformando esa economía del territorio. Quizás los datos de la macro no lo registren porque como Formosa, en términos de PBI, tiene poca relevancia, aunque duplique su producto no se va a notar mucho. Pero se está abriendo una ruta que hacia el oeste y se está produciendo una revolución silenciosa, a medida que llega la ruta, en las explotaciones agropecuarias, la transformación de la mano de obra, la incorporación de las comunidades aborígenes. En ese nivel del medio de la economía del territorio es notoria la incidencia de la cultura en el desarrollo.

Ahora bien, en ese nivel del medio, no participa tanto el gobierno nacional como los subnacionales o locales. Y, lamentablemente, la mala noticia es que éstos tienen pocas herramientas para hacer política de desarrollo en el territorio. Pensemos en que la suma de los 2300 municipios en la

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Argentina ejecutan, por tesorería, el 7% del gasto público consolidado. Eso quiere decir que cada cien pesos que gasta el Estado -la suma de Estado Nacional, municipios y provincias- sólo siete pesos gastan la suma de 2300 municipios. Es difícil que un intendente de una ciudad de 5000 ó 6000 habitantes pueda contratar a un consultor para que le haga el plan de ordenamiento urbano, porque no cuenta con los recursos necesarios; tampoco para llevar a cabo obra pública de accesibilidad, ni una recalificación laboral. Tenemos restricciones impuestas por funciones altamente centralizadas, existe una cultura política centralizante. Puede funcionar bien la macro, inclusive la micro, es decir, que las economías de las familias y las empresas anden bien, pero para construir desarrollo económico en el territorio precisamos mayor fortaleza en los gobiernos subnacionales y locales.

Creo que tenemos el prejuicio de ver esto de la dimensión cultural en el desarrollo con una connotación siempre positiva. Lamentablemente, no es siempre algo positivo. Nosotros tenemos algunas características culturales negativas en materia de promoción del desarrollo. Existen sectores económicos con cultura de renta, de éxito rápido, de exacerbación de lo económico, y todos esos son datos culturales que forman parte del bagaje con el que hacemos política económica, con el que medimos las cosas, el coyunturalismo. Si alguien me pregunta si la cultura y la política de desarrollo tienen relación, la respuesta es sí. Cuando mido mes a mes la inflación, cuando pienso el precio de la lechuga va a determinar el éxito de mi plan económico, caigo en un error donde la cultura puede incidir negativamente en un eventual programa de desarrollo. No estoy haciendo una referencia en especial a un momento económico concreto.

Si uno se corre de la política económica un poco más allá de que es imprescindible que la macro funcione bien y que las empresas tengan rentabilidad, y piensa en políticas de desarrollo, tiene que pensar en cómo disrumpir en esas cuestiones culturales, cómo salir del coyunturalismo, de esta exacerbación económica y cómo revalorizar la política económica del territorio. Yo creo que el gran tema a pensar es la gobernabilidad en territorios débiles, más allá de que la economía pueda funcionar bien. Si no -la frase está de moda la frase y nos gusta- lo sustentable no va a ser el desarrollo sino el subdesarrollo. La Argentina tiene un modelo de subdesarrollo sustentable, con características de perdurabilidad, perfecto, derivado de su coyunturalismo, de su exacerbación del momento económico.

En estos momentos se está dando una revolución económica feroz. No es la de la bolsa, sino que estamos pasando de la economía industrial a la economía informacional, como a fines del siglo XVIII se pasó de la economía agraria a la economía industrial. En el 1700, los linajes más importantes eran los de la Casa de Orange, el Duque de Alba, los Borbones. Ciento cincuenta años después, eran Edison, Ford, Westinghouse: todos industriales. La nobleza terrateniente había quedado desplazada. Y si uno hace la lista de los diez más ricos hoy, son Bill Gates, los de Google; Ford y todos van a la cola. Ahora, estos señores venden una cosa que no es una cosa, es una idea, porque el CD donde viene el software, es el soporte nada más. Es un tema interesante para ver las relaciones entre cultura y desarrollo porque, por otra parte, Bill Gates no hubiera podido nacer en Senegal o en Nigeria. Está claro que se necesitaba cierto excedente económico para financiarlo. Todo este financiamiento fácil del que se habla ahora, también financió la economía.com. Esas empresas empiezan en un garage pero, si no tienen una cierta cantidad de dinero que las levante, quedan ahí. También la economía informacional gozó del beneficio del financiamiento fácil.

En términos de política de desarrollo, se estudia siempre qué es lo que agrega más valor en una economía. Los industriales se hicieron más ricos que los terratenientes agrarios cuando los

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bienes industriales, en términos relativos, empezaron a valer más que los activos agrarios. Y lo que agrega valor en la economía hoy -esto es muy importante para la gente del mundo de la cultura- es la innovación.

El sociólogo catalán -para mí el mejor sociólogo vivo que existe- Manuel Castells, estudió cien cadenas de valor. Dijo: “Veamos esta botellita. Cuánto sale el agua que va adentro, cuánto gastamos en publicidad, impuestos, tapitas, logística, para que llegue a Tucumán en tiempo y forma”. Y se dio cuenta de que lo que menos cuesta es el agua. El marketing, la logística, valen mucho más que el agua. Analizó cien procesos y se dio que cuenta de que, con independencia de qué era en cada caso, la parte del león se la lleva el elemento innovador, ya sea la formulación de marca, la logística, el chip, la patente. Hay tres condiciones necesarias para que haya innovación en una sociedad. La primera es que haya estabilidad institucional. Contrariamente a lo que creemos, los ambientes anárquicos estimulan conductas conservadoras. La innovación se produce en ambientes estables institucionalmente. Estable no significa rígido, pero da cuenta de una institucionalidad consensual. Castells dice: “Ahí donde la institucionalidad es más consensual, hay más propensión a la innovación”. La segunda condición es que haya educación extendida. Esto es muy interesante. Parece que no es necesario que haya diez sabios que se las sepan todas. Se precisan miles de personas, millones de personas que sepamos algo. Si hay diez sabios que se las saben todas, tienden a engordar. Se precisan millones que discutan entre ellos, que haya competitividad, que circule la información, que todos tengan herramientas. Por eso es mucho más importante la calidad de educación básica que los resultados de la educación superior para el desarrollo. Y la tercera condición es que esta sociedad tenga capacidad planificadora, porque no se puede ser innovador en todo, hay que ser innovador en algo, para eso hay que concentrar objetivos y para concentrar objetivos hay que planificar.

Estas tres cosas no pertenecen sólo al mundo de la economía, tienen mucho que ver con la cultura. Y son los pilares de la revolución económica. Ahora bien, para cualquiera de estas tres cosas, se precisan otras. Tanto para tener estabilidad institucional, para planificar como para tener una educación extendida. Uno puede hacer un árbol de problemas e ir para atrás, porque esto no es una solución de Doña Petrona. Pero en cualquier caso, me interesa mucho esto: que para planificar, el insumo más importante que se precisa es uno muy escaso en la Argentina: la conciencia de las restricciones. Si pensáramos que el tiempo es infinito, que nuestra capacidad de gestión es infinita y que nuestros recursos también, planificar sería absurdo. Como no es así, precisamos planificar, primariamente para saber más qué es lo que no tenemos que hacer y no lo que tenemos que hacer. Por lo tanto, esta cultura de conciencia de la restricción -que es un problema que va a tener Estados Unidos ahora-, es muy importante para planificar. Y, como ya hemos visto, planificar es muy importante para innovar, e innovar va a ser la base de éxito económico.

La planificación tiene cuatro pilares. Uno es la conciencia de la restricción. Otro es la complejidad. Para salir de la sala no tengo que planificar nada. Ahora, para irme a Buenos Aires, tengo que saber el horario del avión, cuánto tiempo antes tengo que estar en el aeropuerto: tengo que planificar. Se planifican las acciones complejas porque si no, se cae en lo que se llama hiperplanificación. El tercer pilar es la conflictividad. Si los consensos fueran absolutos, también planificar sería un poco absurdo. La planificación no construye la conflictividad, pero la exhibe, aunque da un escenario que resulta el mejor para superar la conflictividad, es el escenario argumental. Por último, la temporalidad. Si pensáramos que mañana todo se termina -que es algo que en la Argentina se suele pensar-, eso nos imperdiría planificar, porque es preciso tener conciencia de la temporalidad.

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Castells también planteó que esto de la innovación como factor económico recoge el discurso del sentido común, que se había perdido. Él dice: “¿Para qué sirve la innovación? Para diversificar la base económica”. Afirmar que es más fuerte un territorio que tiene su economía diversificada es una conclusión del sentido común. Sin embargo, hubo todo un discurso basado en la hiperespecificación económica. Cuando se produce en una serie muy larga -pensemos, por ejemplo, en la fabricación de chips-, las capacidades humanas necesarias son muchas. Cada vez que hay una crisis, esa sociedad puede desenvolverse mejor porque sabe hacer muchas cosas. En cambio, si lo único que sabemos hacer es recoger naranjas, como las capacidades para recoger naranjas son muy pocas, cuando hay una crisis estamos en verdaderos problemas. Lo único que sabemos hacer eso. No es lo mismo producir tomógrafos que naranjas. Las series económicas largas le dan fortaleza a la sociedad en materia de incorporación del conocimiento al proceso económico. Nos dan más libertad.

En síntesis: es probable que la cultura tenga poco para decir en materia de política económica, pero sí tiene una agenda muy interesante para trabajar en materia de política de desarrollo. Así como la guerra es un tema muy importante como para dejárselo a los militares, el desarrollo es un tema muy importante como para dejárselo a los economistas.

En torno a la crisis actual, creo que hay una gran cantidad de incertidumbres, lo que hace que las afirmaciones que uno haga sean siempre débiles, para tomar entre comillas. Pero basémonos solamente en aquellas sobre las que tenemos información fidedigna. Podemos trazar el siguiente paralelismo: supongamos que después de que se inventó el primer automóvil, a los cuatro o cinco días de que el poseedor probase su máquina, hubiese chocado contra un árbol. Con eso nace un universo de pensamiento nuevo, el de los accidentes de tránsito, inexistente antes del automóvil. Hoy hay escuelas, posgrados, masters sobre el tema. En poco más de 100 años de existencia del automóvil, hay todo un pensamiento sobre los accidentes de tránsito. Hay teóricos, congresos, normas, de todo. Pero en el primer accidente de tránsito era un lío. La paradoja de la crisis actual -que, por supuesto, tiene raíces económicas- es que es una crisis Internet. Es como si Internet chocase por primera vez. ¿Por qué? Porque los derivados financieros no habrían sido posibles sin la existencia de las nuevas tecnologías. La nueva tecnología, así como permite que la gente se ponga de novio por Facebook, tener un ticket aéreo electrónico y llegar al aeropuerto más rápido, leer un diario extranjero, también hace posible construir derivados financieros. Alguien me puede decir: “Pero antes de Internet se podían construir derivados financieros”. Sí, pero no con la facilidad con que se hace hoy. Estos paquetes financieros precisaron de Internet. Y acá sí hay un punto metaeconómico, supraeconómico de la crisis que es importante: los derivados financieros integrados por capitales trasnacionales, o sea, por hipotecas consolidadas de Canadá, de Estados Unidos, de México, son difíciles de regular nacionalmente. Una de las cosas interesantes de la crisis que están en juego es que los estados nacionales tienen pocas herramientas para administrar los flujos financieros internacionales. ¿Tenemos que bajar la tasa o subirla? Para seguir con el paralelismo; teníamos herramientas para los accidentes de tránsito, pero ahora chocamos con otra cosa que no sabemos cómo solucionar.

Ése es un punto interesante para analizar. Hay países que sufren la crisis sin haberla provocado, por ejemplo, en la Unión Europea. Sarkozy dijo que se va a crear una institución financiera global, pero las relaciones van a ser distintas. No va a tener Estados Unidos la mayoría de votos. Ya le están poniendo los puntos: “Nosotros teníamos todo regulado, no teníamos hipotecas subprime y ahora tenemos un problema enorme”.

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El otro tema importante acerca de la crisis es que, contrariamente a lo que muchos soñarían, ratifica y no rectifica los principios de la economía. Porque si hay financiamiento para hacer muchas casas de segunda de residencia y se hacen, la teoría económica dice que cuando la oferta supera a la demanda lo probable es que baje el precio. Y, entonces, la crisis ratifica los principios de la economía, no los rectifica en ningún momento. Lo que quizás le vamos a poner a la economía -yo espero que no en dosis homeopáticas sino en dosis importantes- es la visión de sacar del lugar de endiosamiento al mercado. El mercado es un mecanismo de transacción entre las personas que va bien a corto plazo, porque ésa es su lógica. El Estado se ocupa de los temas que no tienen lógica de corto plazo. Porque el mercado se mueve por la rentabilidad y está bien, nosotros, en nuestra vida privada, también lo hacemos. Vendemos o compramos si nos resulta rentable. Ahora, una sociedad debe tener principios rectores colectivos que superen el corto plazo.

Supongamos -éste es un caso de estudio- que hay una amenaza de incendio sobre este cine y todos queremos salir. Si salimos todos juntos, lo más racional para cada uno es salir lo más rápido posible. Ésta es nuestra racionalidad de corto plazo. Lo probable es que muchos nos matemos en el atolladero. Si hubiera una voz del estadio que nos ordene: “Primero los de fila diez para el fondo, después los de la izquierda, después los de la derecha” y todos esperásemos, expectantes, sin responder a nuestra lógica de corto plazo, probablemente moriría menos gente. El principio de que seguir la lógica de rentabilidad individual ordena siempre todas las cosas, en una crisis es evidente que no, y en muchos otros casos también. Ésta es la primera gran crisis económica de la globalización y lo que muestra es la insuficiencia de los estados nacionales para enfrentarla.

Ahora bien, esta economía informacional ha dado unos saltos de productividad enormes. Los nota cada uno en su vida cotidiana cuando dice: “Yo no podría escribir tres artículos si tuviera que hacerlo con máquina de escribir”. Escribo para algunos medios y lo logro porque existe el Word. Ése es el salto de productividad. Voy a poner un ejemplo ridículo: los controles de los procesos industriales por software han pegado un salto de productividad feroz. En la economía real eso significó bajar los precios de los bienes industriales, porque son los que se producen aplicando esas tecnologías. En los derivados financieros, es este chiste que estamos viviendo ahora.

El industrialismo también produjo este tipo de problemas. Hubo que regularlo. Un día los obreros dijeron: “No deben haber jornadas de dieciséis horas, sino de ocho. No tienen que trabajar los chicos. Las fábricas, afuera de la ciudad. Lo tóxico se procesa así”. Bueno, ahora hay que regular la economía informacional. Lo que pasa es que hay mucho pensamiento de rechazo hoy y la economía informacional y la globalización están convalidadas por la gente. Voy a contar un ejemplo que le comenté a Tonelli. Contrariamente a lo que se dice, en la Ciudad de Buenos Aires, en los años 80, había cuatro lugares para aprender a bailar tango. Los lugares que hacían ropa para tango se estaban fundiendo. Vinieron los turistas, la globalización, y dijeron: “El tango vale”. Hoy yo vivo en Almagro, salgo todos los días de mi casa escuchando “La cumparsita” y veo gente en la puerta que habla húngaro y baila tango. Quiero decir que es un fenómeno más cultural que económico. El tango es conocido fronteras afuera. Tiene que ver con lo que se llama la sociedad de los flujos: relacionarse, el fortalecimiento de una identidad no xenófoba, las mixturas, la valoración del otro. Eso está convalidado. Mi hija tiene dieciséis años y a través de estos medios conoce chicos de cincuenta países cuando yo, a los dieciséis años, no conocía Uruguay. La sociedad no va a ir para atrás en esto. Ahora, podemos hacerlo bien o mal. Ése sí es un debate que vale la pena. El debate reaccionario es el que pretende que

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hay que frenar la globalización, que es como frenar el industrialismo. No se puede frenar a una generación de chicos que incorporaron el entorno tecnológico como algo casi natural. Creo que ahí está el punto. Sería bueno que lo incorporen críticamente, que no lo naturalicen como una forma de consumo más, sino que sea una forma de construcción de su ciudadanía. Pero ahora estamos frente a la primera crisis de Internet y nos obliga a salir de un espacio frívolo en que hemos estado. El poder político -no en la Argentina, en el mundo- tomó Internet como un dato frívolo, como algo menor. Pero hoy Internet es como la energía eléctrica. Así como sin energía eléctrica no hay industria, Internet es una plataforma tecnológica sobre la cual se apoyan muchas industrias, no es algo menor. Conlleva un cambio de paradigma relacional fuertísimo.

Graciela de la Rosa

En primer lugar quiero agradecer a la Secretaría de Cultura de la Nación por haberme invitado a participar en esta mesa tan interesante de cultura y desarrollo. A la Provincia de Tucumán, al Gobierno y a su pueblo que nos están recibiendo en este hermosísimo lugar y a mi provincia, Formosa. Siendo economista me han invitado a incorporarme a este equipo de cultura.Hablar sobre cultura y desarrollo sustentable, en el marco de este II Congreso Argentino de Cultura, adquiere gran significación a raíz de tres sucesos: el contexto internacional convulsionado por el derrumbe de la principal economía capitalista; el avance manifiesto e inconcluso de un proceso de crecimiento endógeno de la Argentina; y la connotación histórica que conlleva su realización hoy, un 17 de octubre, en Tucumán.

Desarrollo y cultura son dos conceptos estrechamente relacionados. Se habla mucho de desarrollo. En nuestra concepción, el desarrollo es un concepto histórico contemporáneo y, evidentemente, excede la noción de crecimiento económico. De hecho, la noción de crecimiento e incluso la de desarrollo o progreso económico, se define fundamentalmente por el aumento del producto bruto interno de un país; es decir, por el incremento del valor de los bienes y servicios finales que sus habitantes consumen o invierten. También se puede medir el crecimiento relacionando ese concepto con la población. Pero, aun así, esas expresiones monetarias no serían precisamente expresiones de valor en el sentido estricto de la palabra. En ausencia de otras valoraciones, el crecimiento por sí solo no puede explicar el desarrollo. Y el desarrollo como una aspiración a una vida plena, material y espiritual, es un concepto y un hecho cultural definido en un tiempo y en un espacio determinado. Por ello, cuando hablamos de la sustentabilidad social que implica el desarrollo, esa dimensión social está ligada al desarrollo, pero se incorpora efectiva y definitivamente a la luz de los procesos políticos democráticos y populares de mediados del siglo XX. La distribución equitativa de la riqueza constituye una conquista social irrevocable, pues hoy no concebimos un proceso de desarrollo en el contexto sólo de un crecimiento económico mientras haya pobreza, marginación y exclusión social.

Finalmente, hablamos de la sustentabilidad ambiental, que es lo más nuevo como concepto incorporado al desarrollo. Entre los años 60 y 80 se genera la conciencia de equilibrar crecimiento y medio ambiente en la búsqueda de modelos productivos sustentables. Pero esa dimensión ambiental del desarrollo admite y admitirá visiones diferentes entre, por un lado, los países desarrollados y avanzados tecnológicamente y, por otro, los países pobres. El hecho paradójico es que los primeros crecieron a costa de los recursos naturales de los últimos y éstos, carentes de desarrollo, son los principales dueños de los bienes más preciados por los primeros: los recursos naturales. No hay proceso de crecimiento con impacto cero en el medio

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ambiente, pero también tenemos que decir que la minimización de los costos ambientales en el proceso de desarrollo es y será el desafío del presente siglo, en el marco de la defensa irrestricta de nuestros recursos naturales.

Para definir la cultura, yo apelo a los que han escrito mucho y conocen el tema. Estoy de acuerdo con la afirmación incluida en la declaración “Nuestra diversidad cultural” de la UNESCO, que dice: “La cultura nace de la relación de las personas con su entorno físico, con el mundo y el universo”. Si el proceso de desarrollo presupone la movilización de las capacidades creativas y productivas del hombre, su basamento no puede ser otro que la cultura. De hecho, “culto”, “cultura” y “cultivo” comparten la misma raíz semántica. Como bien dice una escritora peruana: “Proveniente del verbo colere, en su origen cultura significa cultivo, cuidado. Era el cultivo y el cuidado de los niños, de los dioses y de lo sagrado. Como cultivo, la cultura era una acción que conducía a la realización de las potencialidades de algo o de alguien. Era hacer brotar, florecer, beneficiar”.

Cultura, además, es el contexto en el cual la gente construye su identidad. Y, efectivamente, cuando hablamos de desarrollo como construcción colectiva que realiza una comunidad, un pueblo, el proceso de desarrollo se entronca con la identidad cultural de los pueblos. ¿Dónde? En el sustrato mismo de los valores compartidos, de la historia devenida, de la cohesión social, de la conciencia histórica de cambios y transformaciones hacia un destino común. Hoy quiero recordar algunas palabras de Juan Domingo Perón en marzo de 1949. Decía, hablando de lo que estamos hablando hoy, el desarrollo: “Un pueblo no se hace en una hora. Un pueblo se hace sobre sus esencias, sobre su historia. Un pueblo avanza por el camino de su historia cuando en una coyuntura excepcional, una generación consigue poner en ebullición creadora las posibilidades nacionales. Y la obra de unos soñadores que prende en su partido se convierte, por providencial designio, en imperativo deber de la ciudadanía”. La cultura, entonces, como expresión de una comunidad históricamente determinada en tiempo y espacio, es única e irrepetible y configura, de hecho, una fortaleza en el proceso de desarrollo sustentable.

Recién escuchábamos conceptos muy interesantes, muy inteligentes, sobre construir el desarrollo en el marco de la globalización y, a veces, muchos se preguntan: “Pero, en este marco de la globalización, ¿cuál es el rol, el lugar que ocupa la identidad, lo propio, lo local?”. En realidad, hay que fortalecer este aspecto en el proceso. Decíamos recién que ya no es posible aceptar arquetipos de crecimiento y desarrollo basados en modelos impuestos, uniformes, lineales, esterilizados, de la cultura local, asépticos con respecto a la historia, valores y objetivos de una comunidad. Dichos modelos son autoritarios, dominantes y opresores y han causado lo contrario al desarrollo. Han causado, como recién dijo mi colega, la sustentabilidad del subdesarrollo; es decir, han causado pobreza, marginación y desigualdad.

Si la cultura es cimiento fundamental para el desarrollo de los pueblos, el fortalecimiento de la identidad cultural de los mismos es inexcusable para su logro. De hecho, si los procesos de globalización promueven procesos de aculturación en detrimento de la identidad cultural de los pueblos, el reconocimiento de la diversidad cultural, de la diversidad territorial, es parte del proceso de fortalecimiento de la identidad propia. El proceso de globalización en su etapa actual ha permitido la expansión acelerada del capital especulativo con gravísimas consecuencias en las economías locales y regionales -lo que estamos viendo ahora-, y atenta, no solamente contra la estabilidad política, social y económica de un país, sino que este capitalismo especulativo le disputa al Estado mismo su condición de tal.

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Ayer habló Aldo Ferrer en este congreso, lo cito: “La globalización, además, es el espacio del ejercicio del poder dentro del cual las potencias dominantes establecen, en cada período histórico, las reglas de juego que articulan el sistema global”. Por ello, el modo de relacionarnos con el mundo, sin que éste nos lleve por delante, pasa sin duda por definir y construir un modelo ético, económico, político, social, ambiental que nos represente, nos identifique y nos incluya. En suma, hablamos de un proyecto nacional.

No hay contradicción entre afirmar la propia identidad y el desarrollo en un mundo globalizado. Decía Perón, también, hace muchos años: “El universalismo constituye un horizonte que ya se vislumbra y no hay contradicción alguna en afirmar que la posibilidad de sumarnos a esta etapa naciente descansa en la exigencia de ser más argentinos que nunca, pues el desarraigo anula al hombre y lo convierte en indefinido habitante de un universo ajeno”.

¿Qué pasa hoy en la Argentina y en América Latina respecto del desarrollo? Si hablamos de desarrollo, una cuestión fundamental -que también se ha tocado en esta mesa- es la cuestión territorial, porque si hablamos de desarrollo e identidad, necesariamente, en América Latina y en Argentina tenemos que hablar del territorio donde viven, se manifiestan, nacen, mueren, se desarrollan, crean los argentinos. Y si el desarrollo tiene en la exclusión social su principal contrincante, no es menos cierto que ésta es intrínseca a la exclusión territorial. Históricamente en la Argentina -y lo sabemos todos los provincianos- la exclusión territorial es igual a exclusión social. Forma parte de un mismo proceso histórico. Por eso decimos que en la Argentina, como resultado de un proceso de formación histórica, donde prevalecieron las relaciones de sometimiento a políticas económicas de países centrales, se configuró un país de manifiestas desigualdades, tanto sociales como territoriales. Entonces, si hablamos de cultura, de desarrollo, de identidad, debemos decir que necesariamente, una política de desarrollo tiene que ver con las desigualdades territoriales y la superación para tener un país más equitativo, social y territorialmente.

Sólo bastan algunos números para connotar la fragmentación social y territorial. Cinco provincias centrales y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires concentran el 66% de la población, el 75% del producto bruto interno, el 53% de las quinientas empresas más importantes del país, el 78% de las casas bancarias. El ingreso per capita regional de las jurisdicciones con mayor desarrollo relativo es diez veces superior al de las provincias de menor desarrollo relativo. Hoy podemos decir acá en Tucumán que las regiones más desarrolladas de la Argentina y sus habitantes tienen ingresos diez veces superiores a la media del NEA y NOA.

Las asimetrías promueven dolorosos procesos de desarraigo territorial y cultural, generando una migración interna hacia los centros urbanos desarrollados donde se aglutinan los cordones de pobreza. Resolver los históricos desequilibrios regionales y revertir esta situación implica establecer políticas de desarrollo en el contexto de un proyecto nacional en contraposición a modelos económicos liberales que promueven relaciones de subordinación en la integración de la Argentina al mundo globalizado.

Quiero recordar también acá a otro pensador argentino, Norberto Ivancich, quien decía, hablando del proyecto nacional, de la identidad, de los territorios: “Estamos frente a una nación cuando el conjunto de sus habitantes de una determinada región declara poseer una identidad común, nítida, definida, y la expresa en una determinada voluntad política que busca predominar con respecto a otros, porque una nación no sería más que eso: un pueblo, con una voluntad política o, en otras palabras, un factor de cohesión y de acción que se

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moviliza hacia un determinado sentido de predominio”.

¿Qué pasa hoy con el desarrollo en este contexto actual? La verdad es que el contexto internacional, en el marco de la crisis económica y financiera más profunda del capitalismo desde la depresión de los años 30, con efectos aún no dimensionados sobre su desenlace e impacto global, resulta evidentemente una amenaza por el ciclo recesivo inevitable, no solamente de Estados Unidos sino de las principales potencias capitalistas. Pero también representa una oportunidad para las economías latinoamericanas y, más aun, representa una posibilidad para aquellas que, en el marco de procesos democráticos y populares, han optado por desarrollar modelos económicos ajenos al paradigma neoliberal, hoy derrotado. Es el caso de la Argentina, que vive un proceso de crecimiento económico inédito en su historia reciente. En 2008 se cumple el sexto año consecutivo de crecimiento de su producto bruto interno a tasas reales promedio mayores al 8%, con crecimiento del empleo, mejoras notables en la distribución del ingreso, descenso de los índices de pobreza e indigencia y políticas redistributivas en el marco de un rol activo del Estado. Pero se distingue de otros procesos de crecimiento que también tuvo la Argentina, porque se trata de un crecimiento endógeno, basado en la consolidación del capital productivo, en el ahorro de los argentinos, con fuerte desarrollo de la industria nacional, el consumo interno, el aumento de las exportaciones, la sustitución de importaciones. Y consolidar el proceso de crecimiento económico y generar las condiciones que aseguren una justa distribución de la riqueza hacia un desarrollo sustentable son los desafíos compartidos, creo yo, por todos los argentinos. Para ello hoy es necesario establecer nuevas políticas de Estado para el desarrollo que aseguren la inclusión cultural, social, ambiental y territorial. Pero también tenemos que decir que es necesario profundizar aquellas políticas que hoy estamos llevando a cabo y que tienen que ver con este desarrollo equitativo, social, territorial, ambiental en nuestro país.

Quiero dar dos ejemplos de las buenas y correctas políticas que estamos haciendo y que hay que profundizar. Uno es el Plan Estratégico Territorial. Muchos dicen: “La Argentina no tiene planes”. En la Argentina desde hace cuatro años -desde 2004-, se trabaja en un Plan Estratégico Territorial. Se creó para definir cuáles eran las inversiones básicas en la infraestructura económica y social necesarias para seguir creciendo. La metodología aplicada permitió que fueran altos los niveles de consenso en las provincias y en las regiones donde se discutió la infraestructura requerida en el contexto de los propios proyectos de desarrollo de cada una de las regiones y provincias. Fue mucho más allá de lo que se esperaba. Hoy configura un Plan Estratégico que no solamente tiene que ver con la infraestructura básica -que de hecho es muy importante-, sino que avanza hacia un proyecto nacional. Los objetivos y lineamientos estratégicos de este Plan son cinco: primero, fortalecer la identidad territorial y cultural y el sentido de pertenencia al territorio nacional; segundo, alcanzar el desarrollo económico y la realización de proyectos personales, sin que ello implique abandonar el lugar de origen; tercero, vivir en un ambiente sustentable; cuarto, participar plenamente de la gestión democrática; quinto, acceder a los bienes y servicios esenciales que permitan el desarrollo personal y colectivo con una elevada calidad de vida. Ese Plan está en una etapa de validación con cada uno de los sectores. Está en pleno crecimiento, no es un plan acabado. Es una de las claras políticas que hay que seguir profundizando en la Argentina.

También quiero hablar sobre otros programas que tienen que ver con el desarrollo local, con la identidad cultural de los pueblos y cómo, a partir de ahí, se crece. Como formoseña, quiero mencionar uno de los programas que, en la provincia de Formosa, tiene mucho impulso: el PAIPPA, Programa de Asistencia Integral a Pequeños Productores Agropecuarios -de hasta

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diez hectáreas-, que agrupa a 8500 familias campesinas. Fue formulado en el año 1996, en un contexto nacional e internacional de políticas neoliberales que consideraban unidades económicas inviables al minifundio. Además, por supuesto, consideraba inviable el desarrollo de la Argentina, de las regiones, de las provincias del norte, pero además consideraba inviable que un pequeño campesino se pudiera desarrollar en un predio tan pequeño. Desde este programa el gobierno provincial asume un rol activo y establece políticas para fortalecer a la familia campesina, lograr su sostenimiento o independencia alimentaria, evitar el desarraigo, promover la asociatividad de tal modo que, con la tierra heredada de sus ancestros, y desde su propia identidad cultural, alcance un desarrollo social y productivo. Hoy es un programa vigente y fortalecido, consolidado. Ya es un instituto. Se entregaron 2000 títulos de propiedad de la tierra, se han construido más de 1200 viviendas rurales en el propio predio, en la propia chacra. Se ha diversificado la producción, se dejó atrás el monocultivo, los productores se han asociado. Hoy -lo digo porque es importante decirlo como ejemplo de desarrollo sustentable-, el gobierno nacional y el INTA están instalando centros de validación de tecnologías adaptadas para el pequeño productor. Se está creando tecnología para el pequeño productor -jamás ha ocurrido eso en la Argentina-, para que se quede en su tierra y, además, sea sustentable y rentable su producción. Constituye una de las herramientas valiosas ahora que estamos discutiendo la agricultura familiar.

La cultura es cimiento del desarrollo en nuestros pueblos, debemos dejar atrás modelos productivos que la ignoren o la impugnen. Las transformaciones son, de hecho, desarrollos culturales. La diversidad cultural constituye una fortaleza en los procesos de desarrollo. La reducción de las asimetrías territoriales es una condición básica del desarrollo sustentable. Ante esta crisis, la Argentina tiene una oportunidad si esta etapa es encarada creativamente, confiando en las propias fuerzas, asumiendo la responsabilidad además de plasmar las políticas culturales que está demandando este nuevo tiempo. Los cambios de paradigma requieren de miradas y perspectivas que confronten con aquellas que representan las teorías y los puntos de vista dominantes y opresores. Creo que en esto la cultura, hoy, tiene un gran desafío.

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III. LA CULTURA COMO GENERADORA DIRECTA E INDIRECTA DE RECURSOS ECONÓMICOS Y PUESTOS DE TRABAJOstella Puente (argentina)Socióloga (UBA). Subsecretaria de Industrias Culturales del Ministerio de Producción del GCBA. Socióloga. Fue Subsecretaria de Industrias Culturales en la Secretaría de Cultura del mismo gobierno. Fue directora nacional de Política Cultural y Cooperación Internacional de la Secretaría de Cultura de la Nación. Diseñó y ejecutó el Proyecto “Las industrias culturales: incidencia económica y sociocultural. Intercambios y políticas de integración regional”, con financiamiento de la Organización de Estados Americanos (OEA). Es autora del libro Industrias culturales, editado por Prometeo en el 2007. En la actualidad dirige un postgrado en Industrias Culturales en la Universidad Nacional Tres de Febrero.

rodolFo Hamawi (argentina)Secretario de la Cámara Argentina del Libro y titular de Ediciones Altamira. Presidente de la Comisión del Libro Social.

natalia calcagno (argentina)Socióloga. Coordinadora del Laboratorio de Industrias Culturales, de la Dirección Nacional de Acción Federal e Industrias Culturales de la Secretaría de Cultura de la Nación. Coautora del libro Empresarios PyMe, de un pasado accidentado a un futuro incierto. Colaboró como asesora y consultora de diversos organismos internacionales en el diseño y evaluación de políticas públicas.

Stella Puente

El tema que hoy nos convoca es la relación que hay entre el campo de la economía y de la cultura. Vamos a hablar del aporte que hace la cultura a la economía y la simbolización de los procesos económicos; esto no es nada más ni nada menos que hablar de la relación que hay entre estos dos campos, una relación que hoy vemos como natural, pero que, en realidad, tiene una historia de mucha disputa. Son campos que históricamente se han mirado con desconfianza, pero algunas cosas han pasado en estos últimos treinta años y por eso podemos hablar de la implicancia que tiene uno en otro. Y eso que ha pasado seguramente tiene que ver con los cambios que han ocurrido en el capitalismo, su sistema de producción, de consumo, la incidencia que han tenido las nuevas tecnologías y dos conceptos que hoy están muy en boga: creatividad e innovación, en cada uno de estos dos campos. Lo mismo sucede con la conformación de grandes conglomerados de la comunicación y de la información, así como con dos fenómenos muy fuertes que se han dado en los mercados culturales: transnacionalización y concentración. Todo eso ha hecho que la generación de contenidos culturales ocupe un lugar hoy en la economía moderna. Pero, como decía antes, estos cambios que hoy vemos como naturales y de los que podemos hablar, tienen una larga tradición de disputa, no sólo desde la teoría sino desde los propios agentes de un campo y otro. A los economistas les costaba ver el tema de la producción de riqueza por parte de la cultura y para la gente de la cultura, vincular el comercio con el arte también era un tema muy ríspido.

Sin ir más lejos, pensemos en Bourdieu, uno de los teóricos que habla de la autonomía del

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campo artístico y cultural, específicamente. Él asevera que el arte puede romper con el mandato del poder eclesiástico y de la realeza cuando se crea el mercado de la cultura. Justamente, hasta hace muy poco, él planteaba que esta autonomía del campo cultural y artístico estaba fuertemente amenazada por el reino de lo comercial. El campo comercial copaba el campo de la cultura y esto traía riesgos a la autonomía artística, la autonomía cultural.

Con esto quiero decir que, si bien hoy están más cercanos, estos conceptos todavía están en vías de definición. Hay voces que alertan sobre el riesgo de que un campo esté sobre el otro. Pero lo cierto, más allá de estos debates, es que la industrialización de la cultura ha hecho que se revele el campo cultural como un campo con fuerte poder, tanto desde el punto de vista del capital simbólico como del capital económico. Dicho sea de paso, esto ha sido visto mucho más rápidamente por los operadores privados, trasnacionales, que por los propios Estados. Los Estados han tardado mucho, es muy reciente la aplicación de políticas vinculadas a los sectores de las industrias culturales, en el mundo en general y mucho más en la región -o en Argentina, en este caso.

Lo que ha pasado, también en estos últimos años, es que ha empezado a aparecer la necesidad de medir este aporte que hace la cultura a la economía. Entonces comenzaron a surgir sistemas de indicadores y, juntamente con estos datos que dieron cuenta de la importancia de este sector de la economía, nuevas disciplinas o corrientes de pensamiento del campo económico. Empezamos con el tema de la economía de la información -también llamado del conocimiento-, después se habló de la economía de la cultura y hoy se habla de economía creativa, un concepto que está muy en boga en todos lados. Junto con este último concepto, también evoluciona el de industrias culturales e industrias creativas. Lo que se hace ahí es agregar nuevos sectores. Antes las industrias culturales eran más tradicionales: el campo del audiovisual, el fonográfico, el de la comunicación. Hoy en día, en distintos países, en el concepto de industrias creativas se agregan nuevos sectores que antes no se consideraban vinculados a la economía de la cultura, como puede ser el patrimonio cultural o la arquitectura.

Dicho sea de paso, y entre paréntesis -porque no es un tema de esta mesa-, a mí me da un poco de miedo esta ampliación del concepto de industrias creativas porque, como les decía antes, hay muy poca tradición de políticas aplicadas ya a los sectores tradicionales de las industrias culturales. Y, como ustedes saben, el largo plazo en las políticas públicas, en las gestiones, es fundamental. Estas políticas están poco consolidadas. Nosotros seguimos sumando sectores. Resulta difícil definir quiénes son los sujetos a los que tengo que dirigir las políticas, como Estado. Y la verdad es que me parece que esto pone en riesgo la consolidación de una política a largo plazo. Lo digo entre paréntesis, pero me parece importante aclararlo porque para mí es un tema preocupante. Esto, a su vez, tiene sus efectos -imagino-, en las estadísticas. Obviamente, cuando hablamos de economía de la cultura no es lo mismo lo que piensa Gran Bretaña, Francia o la Argentina en cuanto a las industrias creativas, porque estos indicadores incluyen distintos sectores que son muy difíciles de comparar internacionalmente. Esto no está ni mal ni bien. Por ejemplo en Londres, que es una ciudad que ha trabajado en este sentido, que quiere salir a competir en Europa con la marca de ciudad creativa, con una marca vinculada al diseño, tiene al sector de industrias creativas como uno de los más importantes. En la Ciudad de Buenos Aires también es interesante el aporte a la cultura, duplica el índice nacional o más. Las últimas mediciones están hablando de casi el 9% del producto bruto geográfico vinculado a la cultura. Supera a la construcción, a los servicios de hotelería y restaurantes, a los servicios sociales y de salud. Y, en los últimos diez años, hay una serie que dice que el crecimiento de este sector ha sido de cerca del 50%, mientras que en el resto de la economía ha sido del 30% aproximadamente.

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Muchos sostienen que la nueva economía va a estar más regida por el mundo de las ideas y de la creatividad que por los bienes materiales. No sé si es porque yo me muevo en este campo, pero hoy en todos lados se habla de creatividad, de clusters creativos, ciudades creativas, industrias creativas y clase creativa. Hay un libro que ha llegado a ser best seller, consultado en muchas ciudades: Las ciudades creativas. El autor es Richard Florida y habla del ascenso de la clase creativa, una nueva clase trabajadora compuesta por estos profesionales de las actividades culturales, que constituyen la clase del futuro. Como es una clase social que va migrando a las ciudades que le brindan condiciones para el desarrollo de sus actividades, hay una disputa entre las grandes ciudades europeas para generar condiciones a fin de quedarse con esta clase.

Hay un trabajo a nivel nacional de Paula Nahirñac donde hace un análisis de la composición de los trabajadores de las industrias culturales y señala que son los que tienen un salario más alto, además de conformar el sector más profesionalizado. Incluso dice que sólo el 8% de los trabajadores de las industrias culturales tiene nivel primario -el resto, obviamente, está por encima-, mientras que el porcentaje de trabajadores totales del país con nivel primario es del 28%, lo que habla de una clase que está muy profesionalizada, de acuerdo a estos datos.

También es un sector que muestra mucha movilidad en cuanto al trabajo. Según datos del Ministerio de Trabajo, a nivel nacional, en 2007 las industrias culturales han crecido en 10.000 puestos de trabajo en relación con el año anterior. En los últimos diez años también se produjo un crecimiento de un 60% en la cantidad de trabajadores, mientras que en la economía nacional ese crecimiento es del 34%.

De todas maneras, lo que quería comentar es que -para ir cerrando-, todo esto del boom de la economía creativa, de actividades creativas, son fenómenos principalmente urbanos, vinculados a las grandes ciudades. Pero me parece que es muy importante, desde las políticas públicas, estar atentos a estos fenómenos, ver qué condiciones se generan para que este sector pueda crecer.

Cuando hablamos de datos globales, también debemos pensar en qué esconden los datos, qué es lo que pasa en el interior de estos datos. Porque cuando decimos que el comercio mundial de bienes culturales crece -y hablamos de números grandes-, no decimos qué participación tienen los distintos países y las regiones en ese número global. Y me parece que es algo importante y que va en directa relación qué políticas se aplican en ese sentido para que los sectores locales, las PYMES locales, tengan algún tipo de participación en esos grandes números de movimiento de la cultura que, muchas veces, no tienen debido a estos fenómenos de concentración de los que hablamos antes.

En este sentido, hay un análisis de datos que hace Néstor García Canclini en su libro La globalización imaginada. Él habla de cómo crece el sector audiovisual en cuestión de números, pero justamente observa que Iberoamérica sólo participa del 5% de toda esa facturación global -este número que se plantea es un poco viejo, del año 2000, pero no importa, importa en lo simbólico, en la carga que tiene. Dice: “Si sumamos los habitantes latinoamericanos, los españoles, los hispanohablantes de Estados Unidos, somos más de quinientos millones de habitantes” -que, aparte, es un conjunto lingüístico altamente formado y con consumo cultural. Y prosigue: “Pensar en la globalización hoy es pensar por qué tenemos un porcentaje tan pequeño de esa facturación mundial”. Me parece que ése es el gran desafío, que se complejiza cada vez más con las nuevas tecnologías, con la digitalización cultural, porque esto ha cambiado no sólo la producción sino también el consumo cultural. Es algo a lo que hay que

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estar atentos. Creo que el Estado en estos temas y en lo que se refiere a la modernización en general, lamentablemente siempre llega tarde. Nunca mejor usado el tema de la creatividad: el Estado debe ser creativo para hacer frente a estos nuevos desafíos que plantea la sociedad moderna.

Rodolfo Hamawi

Antes de iniciar mi exposición, quería hacer un homenaje a uno de los intelectuales más creativos y comprometidos que ha tenido nuestro país, y que nos dejó hace una semana: Nicolás Casullo. Hubiera sido, como en todas las actividades en que participaba, uno de los grandes animadores de este Congreso.

Después cuento por qué estamos retrasados. No en el décimo lugar, estamos más cerca. Pero primero quería conversar un poco sobre el tema general de las industrias culturales. Y, en principio, la conformación de esta mesa, en donde combinamos personas ligadas a la gestión pública con gente relacionada con la empresa cultural. Y pensaba que si el Ministerio de Educación hiciera una jornada sobre juventud y deporte, no invitaría a los fabricantes de zapatillas a la mesa. Y, además, pensaba que si -como pasó en los 90-, la Argentina dejase, por ejemplo, de fabricar zapatillas y se importasen todas de Brasil, las consecuencias desde el punto de vista económico serían tremendas, pero en el sentido de la vida cotidiana, los niños no hablarían portugués, no rechazarían las empanadas y el locro ni gritarían que quieren feijoada. Pero si dejase de producir libros, películas, obras de teatro, discos, la Argentina ya no sería la Argentina.

Ésta es la primera cuestión que quiero marcar: no estamos hablando de una mercancía común, sino de algo que tiene un valor estratégico, que recoge nuestras herencias, que da forma a nuestras identidades. Por lo tanto sí, se justifica claramente que, en la misma mesa, estén sentados representantes de lo público y lo privado. Éste es el primer punto que hay que tener claro cuando hablamos de industrias culturales.

Hay un informe del BID bastante interesante donde define nueve puntos que caracterizan a las industrias culturales y su relación con el entorno. Dice:

1. “Las industrias culturales son idóneas para el desarrollo local”. Es decir, permiten la especificidad de cada lugar.

2. “Hacen un uso muy intensivo de mano de obra”. Esto es claro en la industria editorial: correctores, diseñadores, traductores, y luego, sí, una máquina impresora. Pero, en realidad, el arrastre es básicamente de mano de obra intensiva y mucho menos de maquinaria para la producción de un libro. Me imagino que para las otras áreas -cine, teatro-, ni qué hablar. Es decir que la industria cultural genera, básicamente, mano de obra.

4. “Respetan el medio ambiente”.

5. “Tienden a estar interrelacionadas con otras actividades de los lugares donde se instalan”. No son ghettos aislados, sino que requieren una participación económica y social con el entorno.

6. “Se basan en promover conocimientos locales”. Esto va ligado con lo anterior. Permiten ese

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conocimiento propio de cada zona. Si bien tienen un andamiaje local, fluyen con facilidad, tanto nacional como internacionalmente. Hay algunas trabas a las que después voy a referirme pero, en general, un libro, un CD, son cosas que fluyen, legal e ilegalmente. Pero estamos hablando del aspecto legal.

7. “Generan externalidades positivas”. Ha habido una experiencia muy interesante. Nosotros estamos intentando, en la Ciudad de Buenos Aires, armar un polo logístico y cuando se enteraron los vecinos de la zona, vinieron a visitarnos y a ponerse a disposición nuestra para que ese polo logístico se instalara verdaderamente. Porque permite esta combinación que decía antes: una buena relación con el entorno, un cuidado del medio ambiente, que otras industrias no tienen.

8. “Son flexibles”.

9. “Cohesionan socialmente”.

La industria cultural con más desarrollo en la Argentina, entendida en su concepción más amplia, es la editorial. Digo que es la más amplia porque implica edición de libros, revistas, diarios, folletos. Les quiero dar algunos datos particulares de la edición de libros en la Argentina. En 2007 se editaron 22.000 nuevos títulos. Estamos hablando de un promedio de sesenta títulos diarios, lo que representa un 4% más de lo que se editó en 2006. La producción total de ejemplares estuvo alrededor de los 80 millones. El volumen de facturación del sector, anualmente considerado, es de 2000 millones de pesos y se exportan 30 millones de dólares. Existen en el país unas 600 editoriales. El 90% de ellas está conformado por PyMEs y el 80% está radicado entre la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Podemos decir que tenemos alrededor de 800 librerías desarrolladas a lo largo del país. No tenemos datos precisos sobre empleo como, en general, nos faltan datos precisos sobre todo el sector editorial. Por eso son tan importantes todos los trabajos que, desde lo público, se hacen para poder cuantificar esta actividad. Decía que, si bien no tenemos datos precisos sobre empleo, calculamos que, en forma directa, la industria editorial de libros emplea unas 10.000 personas.

Entre los problemas importantes del sector, el más acuciante es del papel, que es la materia prima básica. Les doy dos datos: el papel en la época del 1 a 1, costaba 1,10 pesos el kilogramo. Hoy cuesta 5,20. ¿Qué pasó con el dólar desde el año 2000 hasta ahora? Subió un 210%, mientras que el papel subió un 380%. ¿Por qué pasa eso con algo que se fabrica en la Argentina? Porque son cuatro las papeleras. Y, curiosamente, en la semana en que aumenta una, aumentan las otras tres. Éste es un problema serio porque la influencia del papel en el costo de un libro era de un 30% históricamente, y hoy es casi de un 60%. Acá hay una necesidad básica de participación conjunta de lo privado y lo público para poder limitar, de alguna forma, una cartelización del tema del papel.

Otro tema contemporáneo, complicado para el sector industrial y comercial, es el de los alquileres que en las grandes ciudades, producto del desarrollo económico -bienvenido sea-, ha trepado a cifras que son muy difíciles de absorber por el grado de utilidad que pueda tener una librería. Entonces, se dan fenómenos -por lo menos en la Ciudad de Buenos Aires-, de desplazamiento de las librerías de las avenidas y de los centros comerciales a otros lugares, porque el nivel de alquileres justifica otro tipo de emprendimientos -electrodomésticos, textiles- que consiguen un volumen de facturación mayor, como para pagar esos alquileres. Éste es otro punto donde lo público y lo privado deben sentarse y conversar.

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El otro tema que es histórico en el sector es la asimetría en el IVA. Por una razón absolutamente justificada, como apoyo al sector, el libro como producto es exento de IVA. Usted va a comprar un libro a la librería, 10 pesos es el precio de venta, 10 pesos lo paga. Pero toda la cadena de producción que hace que el libro llegue a la librería paga IVA. Hay un contrasentido en esto. Todos esos impuestos son cargados al precio final del libro. Es una vieja lucha que ha tenido el sector editorial. En 2001 se aprobó la Ley del Libro que, entre otras cosas, eximía del pago del IVA a toda la cadena comercial, pero ese artículo fue vetado por el Poder Ejecutivo. Y la asimetría hace que un libro importado -que no paga ningún tipo de tasa para ingresar al país-, juegue de manera ventajosa con el libro local. Ojo que no proponemos ningún tipo de gravamen a la importación, porque somos defensores de la libre circulación de ideas y de los soportes que las contienen. Pero, de casa adentro, creo que podemos -si realmente queremos tener una política de fomento a un sector-, equilibrar esta asimetría.

Luego está el proceso de concentración, que tiene que ver con los libros y con toda la industria cultural. Les quiero leer algo muy corto de André Schiffrin, quien fue un viejo editor de una casa, Pantheon, en Estados Unidos. Esta editorial en un momento de compras y ventas fue comprada por una empresa multinacional que empezó a introducir cambios. Schiffrin contólo que sucedió en la reunión con el nuevo gerente, que se llamaba Vitale -nada que ver con nuestro querido Elvio Vitale-: “Durante una reunión decisiva pudimos constatar el abismo que nos separaba. Vitale pasaba revista a los libros que íbamos a publicar, lista de la que me sentía especialmente orgulloso. ‘¿Quién es este Claude Simon?’, preguntó con desprecio, visiblemente sin haber oído hablar jamás de él. ‘¿Y este Carlos Guinzburg?’ Observé que sus ojos se centraban primero en la parte derecha de la hoja, la de la columna de cifras y, sólo después, en los títulos de los libros. Era como si dirigiéramos una fábrica de calzado y fabricáramos, sistemáticamente, zapatos demasiado pequeños para la mayoría de los clientes. ¿Cuál era el interés de publicar libros de tiradas tan pequeñas? ¿No teníamos vergüenza? ¿Cómo podía yo mirarme al espejo por la mañana sabiendo que iba a publicar títulos tan lamentablemente deficitarios?” Bueno, ésta es la base de la concentración en donde un conglomerado necesita tener un piso de venta para justificar la edición de un libro. Y ésta es la ventaja o la necesidad de las pequeñas editoriales. Las pequeñas editoriales pueden captar eso que desprecia el gran conglomerado y, además, puede ser el agente de la novedad, porque puede hacer una edición de 500 o de 1000 ejemplares. Pero, para eso, hay que apoyar a las pequeñas y medianas editoriales. Les quiero contar -para ir terminando-, qué hacemos desde la Cámara Argentina del Libro para esto.

Nuestra Cámara nuclea ahora casi quinientas editoriales, pequeñas y medianas. Trabajamos, básicamente, en seis o siete áreas. Una, la de las ferias nacionales e internacionales. Se trata de nuclear la capacidad creativa de nuestras editoriales y potenciar su esfuerzo para poder ir a Frankfurt, a la feria de Guadalajara, para participar de la Feria de Rosario, para armar una Feria del Libro Social y Político, como hicimos hace 15 días en Buenos Aires. También, para esto, les quiero mostrar, por ejemplo, hemos publicado un catálogo de libros para llevar a Frankfurt, en función de que en 2010 Argentina va a ser país invitado de honor.

Defendemos también el sistema de librerías porque, así como la concentración afecta a las editoriales, también afecta al sistema comercial. Por lo tanto, en 2001 impulsamos la Ley N.º 25.542, de Defensa a la Actividad Librera. Es muy sencillo: el libro tiene un precio único, de tal manera que el supermercado no puede hacer una gran oferta de libros -como sí lo hace con otros productos- en desmedro de las librerías.

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Desarrollamos el Portal del Libro Argentino. Es un sitio en Internet -usando las nuevas tecnologías-, que nuclea 253.000 títulos. Queremos actualizarlo de manera que pueda ser usado como elemento de intercambio comercial entre el editor y las librerías, para facilitar el flujo de la información.

Estamos planeando una Escuela de Libreros. Todos habremos vivido la experiencia de que ya, yendo a la librería, no encontramos aquel librero que nos aconsejaba, que nos guiaba. Estamos organizando una Escuela de Libreros donde el que participe obtenga una formación sobre el mundo editorial, la informática, la organización de una librería. Eso es muy importante en otro sentido también porque, además, en sectores alejados, en donde no hay librerías, va a permitir la posibilidad de un emprendimiento o PyME de alguien que se forme y ponga una librería. Para eso hace falta, también, apoyo público.

Estamos desarrollando círculos de calidad para tratar de mejorar la calidad técnica de nuestros libros. Reunimos lo producido por nuestras editoriales, vienen técnicos en el área de encuadernación, de impresión, de papel, y tratamos de elevar el estándar de producción de nuestro material.

Hay un punto que pensamos que es fundamental: lograr la libre circulación de libros en el MERCOSUR. Para que tengan idea, exportar 100 libros a Montevideo conlleva la misma dificultad que hacerlo a Madrid. Hay algo que no funciona. Nosotros tenemos que lograr que, con un remito, con algún documento, una camioneta pueda cruzar la frontera al MERCOSUR llevando libros con la agilidad que necesita un mercado que se dinamiza.

Termino con nuestro gran proyecto -en realidad pertenece al Diputado Coscia, pero nosotros adherimos-, que es la formación del Instituto Nacional del Libro. Un instituto que, tomando como modelo el Instituto del Libro y la Lectura AC (ILLAC), de México, queremos que se transforme en un instituto de fomento del libro, no tanto en el aspecto de la oferta, sino en cuanto a la demanda. En esto quiero ser claro: aparecen 22.000 títulos nuevos al año en la Argentina. Necesitamos tener muchos más lectores y muchos más puntos donde se puedan exhibir y vender esos títulos. El Instituto del Libro está pensado para facilitar el desarrollo de nuevas librerías en sectores marginales, llevar nuestros libros a exhibir a ferias internacionales, financiar la traducción de autores argentinos para que sean editados en el mundo. Además, prevé un fondo para subsidios y créditos que se constituiría con un aporte de editores, distribuidores y libreros. También considera aquel viejo reclamo: “¿Qué hacemos con todos los IVA que van al costo del libro?” Por lo tanto, prevé que todos los IVA acumulados en la producción editorial puedan ser desgravados de ganancias o de cargas sociales. Esto es muy difícil. Todo es muy difícil, porque aunque estamos llenos de buenas intenciones, lo difícil es coordinar y ponerlas en práctica. Sinceramente, espero que este Congreso ayude, por lo menos, a poner sobre la mesa esta problemática para que verdaderamente podamos hablar en Argentina de industrias culturales.

Natalia Calcagno

Es interesante que la temática de esta mesa esté inserta en el Segundo Congreso de Cultura. Me parece que es interesante pensar por qué nosotros tenemos que, en este ámbito, empezar a reflexionar sobre esta idea de la cultura como generadora de recursos económicos y de puestos de trabajo. Yo creo que es estratégico, que siempre lo ha sido, pero lo es más con

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los cambios tecnológicos que se están dando en la actualidad. Lo primero que tenemos que considerar es que cualquier producción cultural -y, quizás, más allá de las industrias culturales-, cualquier expresión cultural genera, de alguna manera, recursos económicos. Se supone que una editorial hace un libro para venderlo, lo mismo sucede con un disco, una película. Pero también una fiesta popular genera recursos económicos a su alrededor en cuanto a la gastronomía, por ejemplo. En un museo hay venta de entradas. Pensemos en el turismo cultural que generan los sitios y monumentos históricos. Es decir que la cultura, como actividad y como expresión, genera recursos. Y, en una economía capitalista como la nuestra, en la medida en que hay alguna actividad que genera recursos, se inserta una lógica de la rentabilidad, de la búsqueda de ganancias pero -y ésta es la particularidad-, en el caso de la cultura, esta lógica de la rentabilidad, la lógica económica, a veces está en tensión con la lógica creativa. Se supone que cuando uno hace un disco o escribe un libro, lo que quiere es transmitir estéticas, valores, relatos, ideas, historias. Cuando hacemos una fiesta popular, lo que queremos es ir a expresar colectiva o popularmente lo que está sucediendo. Cuando ponemos una nueva colección en un museo, queremos incrementar el acervo cultural. Cuando hacemos una puesta en valor de un sitio histórico, lo que queremos es mejorar nuestro patrimonio. Pero todo eso va a generar ventas, más afluencia de turistas, más entradas al museo, más venta de comida y bebida. Seguramente, todos los que estamos aquí estamos de acuerdo en que es importante el valor simbólico y estratégico de la cultura, pero además es indiscutible que la cultura tiene un valor económico muy importante y también social, en términos de generadora de puestos de trabajo.

No me voy a dedicar tanto a cifras. En términos generales, sabemos que las industrias culturales, según lo que pudimos medir hasta ahora con el sistema de estadísticas actual, generan más o menos el 3% del PBI, unos 22.000 millones de pesos por año. La exportación de bienes culturales -no servicios sino bienes, los tangibles, libros, discos, películas-, tiene un valor de alrededor de 165 millones de dólares por año, lo que representa el 0,5% de las exportaciones totales que realiza la Argentina. En términos de puestos de trabajo no tenemos números exactos, aunque los vamos a tener en poco tiempo, pero estimamos que hay 270.000 empleados en el ámbito de la cultura, lo que equivale a un dos 2% del total de la población ocupada. Por eso decía que es indiscutible, en términos cuantitativos, el valor social y económico de la cultura. Lo que pasa -esto me parece muy importante y nos tenemos que dar cuenta-, es que estos tres valores -el económico, el social y el cultural- tienen que ser analizados en conjunto, porque se codeterminan. Según en qué contexto económico se desarrolle la creación cultural, va a ser diferente.

Por eso no podemos dejar a los economistas solos analizando las condiciones macroeconómicas de la cultura para nosotros concentrarnos sólo en las condiciones simbólicas de la cultura porque, entonces, hay peligros. Estoy siendo un poco dramática, pero quiero llamar a la reflexión sobre esas tensiones, esas cuestiones en donde la economía está jugando, está amenazando o potenciando la posibilidad de la creación de la diversidad, de las distintas expresiones. Sobre eso quiero concentrarme. Se me ocurrió sintetizarlo en tres tensiones entre economía y cultura, sobre todo en la Argentina de hoy. Una que es muy tradicional, clásica, y seguramente todos la hemos pensado pero que es muy importante que la analicemos desde el Estado, desde los creadores y desde los empresarios: es esta tensión entre la rentabilidad y la creación, las ganas de expresar. Si uno piensa en cualquier emprendimiento cultural, si se embarca en el proyecto de hacer una película o un libro o un disco y está pensando en vender mucho, esa estrategia -y es muy claro si lo pensamos en el caso de las grandes empresas- va a involucrar estudios de mercado, análisis de competencia, diseño de marketing y difusión, focus group para ver

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cómo impacta mejor el producto final. Todo eso tiene una lógica claramente comercial en la búsqueda de la máxima rentabilidad posible y genera ciertos productos que son bien al estilo norteamericano, el estilo de la industria del entretenimiento. Se trata de esas películas que ya empiezan y uno sabe cómo va a terminar, un libro del que ya sabés también el mensaje que te va a dejar, en la música podés imaginar cómo va a ser el estribillo antes de empezar a escucharla. Son formatos probados, que venden, son negocio y son parte de la industria del entretenimiento, pero no es solamente eso la cultura. También tenemos, por otro lado, la necesidad de generar nuevos productos, que los artistas expresen sus creaciones, necesitamos acrecentar la diversidad, conocer nuevas estéticas, nuevos formatos. Y eso, a veces, no vende o no tanto como se quisiera. De alguna manera, la producción cultural está en esta tensión porque, a la vez, queremos vivir de lo que hacemos, queremos lograr vender nuestras creaciones. Hay una convivencia más o menos feliz entre esta rentabilidad económica y la necesidad de la calidad artística, que yo creo que es más marcada en el caso de las empresas transnacionales, la lógica del entretenimiento por el entretenimiento mismo y, en cambio, en el caso de las pequeñas y medianas empresas editoriales o musicales, es donde pueden convivir un poco más armónicamente. Hay sellos musicales que se dedican a cierto género musical -tango, por ejemplo- y buscan dentro de ese estilo lo nuevo, lo distinto, la mejor calidad. Empiezan a especializarse en la calidad artística para vender. Lo mismo pasa con ciertas editoriales, o con el cine independiente. Creo que en ese sentido las PyMEs son un baluarte, son el lugar desde donde tenemos que pensarlo. Uno pretende que puedan vivir de lo que hacen, pero es un lugar, un nicho en donde todavía la lógica de la creatividad y la necesidad de la difusión artística está presente más allá de que la pasemos bien un rato mirando una película. Ésa es una de las tensiones.

La otra que está muy presente -sobre todo en Argentina-, es la de la concentración económica, que yo creo que se pone en tensión con el tema de la diversidad cultural. Encontramos hoy, en todos los sectores de las industrias, en particular de las culturales, una fuerte concentración. En el caso, por ejemplo, de las editoriales, si bien el 90% son PYMES, el 10% constituido por grandes editoriales produce aproximadamente el 50% de los ejemplares y ocupan el 75% del mercado, de las ventas, lo cual habla de una concentración importante. En la música es peor. Los cuatro sellos musicales transnacionales más importantes -EMI, Sony, Universal y BMG- ocupan el 80% del mercado. En el cine, las cinco distribuidoras más importantes concentran el 75% de los espectadores. En la televisión por cable, Multicanal, Cablevisión -las dos empresas son del Grupo Clarín-, agrupan el 48% de los abonados. La mitad de los abonados al cable, en un solo grupo empresario. En la televisión abierta, los cinco holdings, los cinco canales de televisión abierta más importantes, retransmiten en 210 canales. Esos canales son, simplemente, reproductores de los contenidos de estos cinco conglomerados, que ocupan el 50% del total de las emisiones que vemos en televisión abierta. Y en video pasa también lo mismo. Las cinco empresas más importantes concentran el 95% del mercado.

En resumen, en las industrias culturales la concentración es importante y llamativa. Y la concentración económica ya de por sí es un problema. No permite la redistribución de la riqueza. Se trata de grandes empresas y capital intensivo. En general, las grandes empresas, juegan en contra de la generación de empleo. En términos macroeconómicos, nunca es aconsejable la concentración porque puede llevar a monopolios y las prácticas monopólicas -neoliberales- también juegan en contra del cliente: las empresas no piensan en la calidad porque, total, no tienen competidores; suben los precios por la misma razón. Más allá del producto que sea, la concentración es peligrosa. Pero si, encima, le agregamos que es una concentración en cultura, es más preocupante porque entonces nos encontramos frente a la situación de que lo

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que nosotros consumimos, los libros que leemos, la música que escuchamos, las películas que vemos, en la tele, están digitados por tres, cuatro o cinco personas. Eso, claramente, amenaza las posibilidades de la diversidad cultural, de generar nuevos artistas, el miedo del que les hablaba al inicio de que esté todo basado en la lógica de entretenimiento. La concentración económica es un problema cultural, que tenemos que atender si queremos proteger nuestra identidad, nuestra diversidad, favorecer las nuevas expresiones artísticas. Y acá, una vez más, las PyMEs de la cultura juegan un rol central y estratégico. Una vez más tenemos que pensar en la manera de apuntalarlas para que puedan tener su espacio en los mercados. Tampoco podría plantear acá que desaparezcan las multinacionales, no comprarle más a Hollywood, porque la idea no es cerrarse y desconocer lo que pasa en el exterior. Uno siempre tiende a la multiplicidad porque eso enriquece, porque nos hace mejores. Pero tenemos que tener en cuenta, como Estado y como personas de la cultura, cómo hacer para dejar un lugar también a los creadores y a los empresarios nacionales, que son los que van a hacer, cuidar y proteger nuestra identidad y nuestras expresiones. Cómo hacer esto es un poco complicado. Sin duda el Estado tiene mucho que hacer, debe apoyar a las pequeñas y medianas empresas pero también éstas tienen mucho que aportar, en el sentido de que deben organizarse. Creo que es estratégico apuntar a las prácticas asociativas. Tienen que unirse, tienen que articularse. Muchas chiquitas pueden ser iguales a una mediana. Muchas más, pueden ser iguales a una grande. Entonces, a lo mejor, ese tipo de comportamientos, apoyados por el Estado, hace que puedan ocupar un lugar. Lo necesitamos como argentinos, para reforzar nuestra diversidad cultural.

Después, la tercera tensión -que también viene muy al caso acá, en Tucumán-, tiene que ver con la concentración geográfica a la que también se hizo mención, que se pone en tensión con el acceso a la cultura. El acceso en dos sentidos: por un lado, nosotros hoy sabemos que para escribir, para actuar, para ser escenógrafo, tenés que ir a Buenos Aires. Pareciera que se concentra la producción de cultura en el área metropolitana de Buenos Aires. Eso es así en muchos sentidos pero no en todos. Hay casos -como por ejemplo la radio- que son tremendamente federales. O los diarios, que recorren todo el país. Pero la industria del cine, de la televisión, el sector editorial y el de la música, están altamente concentrados en la ciudad de Buenos Aires. Eso es un problema en términos de la posibilidad de vivir de lo que uno hace; para poder hacerlo, pareciera que hay que emigrar. Es un problema porque, seguramente, la posibilidad de la dispersión de las empresas a lo largo de todo el territorio nacional también va a tener sello local. Además de la identidad nacional están las identidades locales. Pensemos en la posibilidad del desarrollo de la música en el norte. Yo tiendo a pensar que, directa o indirectamente, va a ser diferente de la música que se genere en el sur. Lo mismo en lo que respecta a libros, revistas, películas, programas de radio. Es importante también, en términos de diversidad cultural local, pensar en la dispersión geográfica de la producción cultural. Esto es parecido a lo que les decía antes, acá tenemos que trabajar articuladamente con el Estado. Los empresarios entre sí tienen que organizarse, por más chiquitos que sean, capacitarse, pensar en redes. Es medio fantasioso pensar que cada provincia puede desarrollar un polo de industria cultural sólo para su propio mercado. Los mercados son chicos. En este país está muy mal distribuida la población. Entonces, hay zonas muy que no pueden especular con crear setenta editoriales para vender en su propio mercado. Es poco sustentable en el mediano plazo. Creo que a lo que hay que apostar ahí es a aprovechar las nuevas tecnologías, articularse, hacer circular las producciones. Pensemos en un mercado nacional en donde lo que se hace en Tucumán puede ir a Tierra del Fuego. También en las producciones de calidad que puedan exportarse. Eso requiere de mucho apoyo del Estado pero también de mucha decisión, organización, paciencia, sistematicidad por parte de los emprendedores culturales. Es difícil, llevará tiempo, pero me parece que, definitivamente, vale la pena pensar en esta posibilidad de

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articularse y asociarse para poder fomentar nuestra industria cultural nacional. Además, este tema de la concentración geográfica está vinculado con el acceso. Al vivir en Buenos Aires, cualquier porteño tiene acceso a una cantidad de libros, de música, de películas, que no tiene el resto de los habitantes de la Argentina. Hay una desigualdad en el acceso que es preocupante y a la que también hay que atender, que no resuelve pensando: “Me hago una escapada a Buenos Aires y me voy a la librería o disquería tal, que tiene lo que necesito”, porque ahí opera una desigualdad más acentuada, que está vinculada, también, con las cuestiones socioeconómicas. Los sectores de mejores ingresos y los ubicados en Buenos Aires pueden acceder a un consumo cultural mayor que el resto del país. Tenemos que tender a la igualdad en el acceso. Creo que ahí el buen uso de las nuevas tecnologías de la información puede servir, es estratégico para el Estado y en eso tiene que seguir trabajando.

Para terminar, estas tensiones que planteé, creo que también están muy mezcladas, imbricadas y trastocadas, sobre todo, por el desarrollo de las nuevas tecnologías que están modificando las formas de producción, de distribución y de consumo de todas las industrias culturales. Se ve claramente en la música. Cayeron las ventas de CD en un 23% desde 1999, pareciera que tiende a desaparecer. Pero esto no quiere decir que la música deje de ser un negocio. Lo que está pasando es que empieza a aparecer la música más como una industria de servicios y no tanto de bienes. Aparece en los videojuegos, en los MP3, en los MP4. A raíz de todo esto, las industrias conexas a la música empiezan a desarrollarse cada vez más y se venden grandes cantidades de reproductores de música. Esto lo saben las grandes empresas como Sony, por ejemplo, que está diversificada. Hay ahora unos nuevos CDs que vienen con un juego incorporado en donde, aparte de escuchar a tu banda favorita, podés jugar a que tocás con ellos. Eso se está vendiendo mucho. Todas estas son estrategias de -otra vez- las grandes empresas. El cine digital va a permitir la transferencia por satélite de las películas, ahorrándose todo el tema de copias y distribución, eso va a significar una revolución importante. Las cámaras digitales modificaron violentamente los costos, antes resultaba muy caro filmar en 35 milímetros. Por otro lado, la televisión digital -tema que está muy en boga en este momento- va a abrir una cantidad de canales. Es impresionante el espectro que va a aparecer. La radio ahora se puede escuchar por Internet en cualquier lugar del mundo. El sector editorial está cambiando con el e-book, el e-reader, la impresión remota, la impresión a pedido. Ya no se usarán esas grandes imprentas que hacen miles y miles -todavía sí pero hablo del mediano plazo- de ejemplares para que sea rentable. Ahora por e-mail encargás un solo ejemplar de un libro y te lo imprimen y cuesta lo mismo -en términos comparativos- que hacer diez mil ejemplares en una mega imprenta. Todo esto está trastocando muchísimo la manera de producir. No solamente de acceder por Internet, sino de producir. Y, además, están todas mezclando. Todo esto suena muy bien en cuanto a modernización a bajar costos. El tema es quién accede a eso. ¿Qué pasa si nos quedamos afuera, si ya no somos cyber-ciudadanos? ¿Qué pasa si Internet empieza a cobrar mañana por colgar contenidos? ¿Qué pasa si no estamos suficientemente equipados? ¿Qué pasa con las pequeñas y medianas empresas que no pueden responder a esos niveles de tecnologización? Por eso digo que éste es uno de los temas que también tenemos que discutir, porque también amenaza o puede llegar a amenazar nuestra diversidad y nuestra producción cultural nacional si no lo tenemos en cuenta y dejamos que los estudios de inversión, innovación y desarrollo los hagan las grandes empresas. Todo esto es para decir que estos temas -de concentración geográfica, concentración económica, digitalización, nuevas tecnologías- son estrictamente culturales, estratégicamente culturales. Hablamos de defender nuestra cultura, nuestra identidad.

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IV. CIRCULACIÓN Y SUSTENTABILIDAD DE LA PRODUCCIÓN CULTURAL. LAS INDUSTRIAS CULTURALES AUDIOVISUAL, FONOGRÁFICA Y EDITORIALrodolFo Hermida (argentina)Fue director de la Escuela de Cine de Avellaneda. Fue productor y realizador de los programas de televisión El monitor argentino y La cápsula del tiempo. Fue director y gerente educacional de la Escuela de Cine del INCAA (Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Audiovisuales). Es director de la Escuela de Imagen y Sonido de la FADU, de la Facultad de Arquitectura, en la carrera de Imagen y Sonido de la UBA.

Federico sáncHez (argentina)Licenciado en Economía (UBA) y Master en Economía de Gobierno (Universidad Torcuato Di Tella). Analista económico en temas de desarrollo industrial e innovación tecnológica en el Centro de Estudios para la Producción del Ministerio de Economía de la Nación (1999-2000). Director General de Industria y Comercio Exterior del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2000-2004). Gerente de Banca PyME del Banco Ciudad de Buenos Aires y Gerente del Instituto PyME del Banco Ciudad de Buenos Aires (2004 -2008). Consultor en Desarrollo Económico Local contratado por Naciones Unidas.

Jorge setHson (argentina)Gerente institucional de la Cámara Argentina del Libro. Es periodista. Se desempeñó en diversos medios de comunicación de la Argentina y del exterior, como Reuters, El Nacional (Caracas), La Nación y Radio Rivadavia.

octaVio getino (argentina)Coordinador regional del Observatorio MERCOSUR Audiovisual (OMA) de la RECAM y coordinador del Observatorio de Industrias Culturales de la Ciudad de Buenos Aires (OIC), del Ministerio de Producción del GCBA. Director de cine y televisión. Investigador en medios de comunicación y cultura. Consultor de organismos de cooperación internacional: UNESCO, PNUMA, BID, IICA y OEA, en temas de comunicación y cultura. Fue director del INCAA y asesor de la Secretaría de Cultura de la Nación.

Rodolfo Hermida

Estoy aquí en representación del INCAA. Liliana Mazure tendría que haber estado venido pero quedó varada en Paraná inaugurando un nuevo espacio INCAA. Trataré de reemplazarla dignamente.

Me voy a circunscribir -porque ya ustedes conocen, seguramente, la importante gestión cultural del Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Audiovisuales-, a un cruce, como dice la mesa, entre tecnología Estado, e industrias culturales. Es difícil hablar de tecnología públicamente, es complejo, un tema árido. Vamos a tratar de ver de qué manera hacer una versión más o menos criolla de las cosas.

En esta llamada sociedad de conocimiento, que también es una sociedad de control, donde se

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van cruzando todos los medios, la informática es un desafío muy grande. Hay que determinar qué es lo que tiene que hacer el Estado y qué es lo que tiene que hacer la comunidad al respecto. Más aún en un país que tiene disociado el concepto de arte, ciencia y tecnología, que tiene una tendencia esquizoide al respecto. Habrá que recuperar el sentido cultural de los griegos, esa cosa de tekné, tratar de integrar la tecnología con la producción de sentido.

Hace poco, cuando empezó la reforma educativa, alguien del Ministerio de Educación me dijo: “Qué bueno, vamos a colocar arte en la escuela secundaria”. O: “Vamos a colocar tecnología”. Y yo digo: ¿por qué no tienen la felicidad de cruzarlas y empezar a entender una integración entre cultura, arte y tecnología, más aún en estos momentos? Los países hiperdesarrollados lo tienen muy claro. Nosotros estamos atrasados. Aparte, hay una suerte de cultura electrónico-fóbica instalada. Se deja la tecnología en manos de supuestos especialistas, lo cual siempre sigue siendo muy grave porque la tecnología, obviamente, tiene ideología.

Entonces, ¿cuál es el dilema que nos propone esta tecnología digital? Amenazan con el apagón analógico y parece una película de ciencia ficción. Siempre hay una especie de versión apocalíptica de los hechos. ¿Qué va a pasar? ¿Se va a apagar toda la ciudad, el mundo? ¿A qué se refieren con “apagón analógico”? ¿Alguien va a bajar una palanca en un momento determinado? Además, está mal usado el término “analógico”. Lo digital también es analógico, porque es analogía de la realidad. Cuando salen las tecnologías digitales, uno “descubre” que lo que antes estaba grabando, video, cine, es analógico. Parece que el no tiene algo digital es un miserable. Además hay una mistificación de que con lo digital va a salir todo mejor. Hay algunos alumnos o independientes que lo piensan. Recuerdo a un ex alumno mío que me miró fijamente a los ojos y me dijo: “Hermida, voy a hacer una película en digital”. Y había una llama inquietante en sus ojos. La verdad es que lo digital va traer algunas soluciones pero también varios problemas porque todavía, en la Argentina los realizadores siguen haciendo desarrollos digitales con un lenguaje y producción cinematográficos. Solamente usan el sistema digital reemplazando la herramienta, cuando lo digital nos propone dos o tres paradigmas a solucionar: un paradigma cognitivo -que inclusive bien usado va a revolucionar la enseñanza-, un paradigma narrativo y un paradigma jurídico de gestión cultural -el Estado debe intervenir en estas fronteras electrónicas cada vez más móviles.

Estamos en la antesala de una revolución tecnocrónica como nadie se imaginó. Un ejemplo es el famoso triple play, un negocio manejado por las multinacionales para venderte más y mejor de manera interactiva televisión, Internet y teléfono. Están las publicidades “compre ya”, una cosa diabólica, donde parece que va a salir directamente el producto del televisor. ¿Para qué las pasan en la trasnoche? Quizás haya gente tele-adicta, con ataques de shopping a las tres de la mañana, que quiera comprar aparatos para hacer gimnasia y ponerlos debajo de la cama -después no entran porque se olvidó de que tenía un sommier. Es muy importante este tema de la revolución digital, de los sistemas interactivos. Porque últimamente se está hablando mucho de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y ya es una nomenclatura antigua. Después aparecieron las NTICS (Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación). Pasa con el cine argentino: ahora se habla del nuevo cine argentino.

Se está hablando de nuevos medios, convergencia e integración 3.0. Todo esto porque dicen que la Web 1.0 era pasiva. La Web 2.0 posee un cierto grado de interacción. Pero ahora, con los nuevos medios 3.0, ¡agarrate Catalina! Es impresionante la posibilidad que va a tener la comunidad de interactuar en la medida que sepa conocer el medio y desarrollar anticuerpos. Porque está sólo pensado bajo el punto de vista comercial de penetración. Los realizadores,

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los gestores culturales tenemos el desafío de ver cómo se puede utilizar -como en el judo-, la fuerza del enemigo para desarrollar nuestra propia identidad cultural. Porque esto supone, también, una narración diferente. En multimedia, hay realizadores como Greenaway que están haciendo algunas cosas sueltas. En la Argentina todavía se sigue usando lo digital sólo como FX. Ni hablar de lo que sucede en la televisión, que siempre tuvo una tradición perversa. Cuando se desarrolló el sistema Croma Key, encimando las imágenes, incrustándolas, algunos canales ponían a Los Fronterizos flotando con el obelisco de fondo. La estética era pésima y además la incrustación se notaba porque el borde tenía un ruido electrónico. Hoy en día, el blue screen, la sobreimpresión y el sistema de montaje multicapas, permiten trabajar sin límites en ese sentido, pero hay que realizar todos los conceptos del supuesto metalenguaje cinematográfico. Y ahí viene la complejidad de todo esto. A Eisenstein le faltaban todavía unos años y unos cuantos logros tecnológicos, pero ya decía: “qué bueno sería el montaje vertical”. Porque el montaje horizontal, consecutivo, longitudinal, era conocido. El montaje vertical implica hacer varias tomas, una encima de la otra. Antes había una limitación, pero hoy en día, con lo digital, el montaje multicapas inaugura un nuevo sentido del espacio interno y del espacio off. Hay que resignificar todo el metalenguaje. Es importantísimo lo que está sucediendo en términos narrativos, pero en términos tecnológicos es muy difícil entender esta cuestión de cómo funciona todo este mecanismo. Hay que hacer encuentros multidisciplinarios entre creadores, ingenieros, especialistas, para tratar de descifrar cómo contrarrestar todo esto. Es muy, muy complejo. A veces nos ponemos a discutir con el ingeniero Gervasi, quien estuvo a cargo de la transmisión de las Olimpíadas de China. Ahora está por salir la televisión IP -Internet Protocole-, hoy en día ya existe la posibilidad de transmitir televisión por Internet. Hay problemas con el ancho de banda, que no alcanza.

Hay que estudiar todo eso porque nos va a dar la posibilidad de democratizar los medios. Pero también necesitamos un orden jurídico. Por eso el anteproyecto de Ley de Radiodifusión. Faltan algunas correcciones, también, de la Ley de Cine que permita la videoproyección digital con calidad en salas. Esto hay que hablarlo claro, porque últimamente se dice: “Bueno, pongo un video-proyector de tres mil dólares, un DVD y tengo un cine”. No es así, porque la gente necesita ver cine con calidad real y eso exige, para lograr un equivalente de la calidad del cine, una tecnología costosa. Brasil ya lo está desarrollando. Se dice -y sabemos que las relaciones no son buenas- que el cine tiene, obviamente mucha más definición que el mejor sistema de video high definition. Algunos calculan que tiene entre 7 y 8k en términos de valor de información. Hoy en día, los sistemas de high definition tienen 2k, y últimamente, 4k. Pero parece ser que uno después de 2k no ve bien. Es una paradoja psico-perceptiva. Hay muchas videoproyecciones de 2k donde uno nota algo raro pero, a menos que te pasen la película 35 mm y al lado HD no vas a notar la diferencia. Se tiene que iluminar de manera diferente, recortar la profundidad del campo. Las chicas engordan ocho kilos en la televisión, el video engorda. El cine tiene profundidad de campo, tiene el elogio de la luz y todo eso. Hay que pensar. No se puede hacer digital con mentalidad de cine, sino que hay que transformar eso, hay que reformar y reformatear a la gente en su formación.

Cuando uno tiene acostumbrado el ojo, naturalmente, a ver la saturación de los colores, la definición y ve video, se da cuenta de que algo cambia. Pero ya las multinacionales decidieron eso. No sólo eso, los soportes están desapareciendo poco a poco. Éste es el embrión de la transmisión directamente satelital. Negroponte, el director del MIT, ya lo anunció. Cuando le preguntaron: “¿Qué es esto de la revolución tecnocrónica?”, hace diez años atrás, dijo: “Es muy simple. La gente sigue transportando átomos. Para transportar átomos son buenas las carretillas. Yo transporto bits que son mucho más livianos”. Hoy en día se trata de eso, de

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transportar data, de transportar bits y cada vez con algoritmos más complejos -extraña palabra “algoritmo”, me suena a secundaria-, para que la compresión sea económicamente potable pero no atente contra la calidad de definición de la imagen.

Estamos en la antesala de un cambio complejísimo, va a haber una sustitución de la proyección cinematográfica por la proyección digital y, durante muchos años, van a coexistir ambos negocios. Pero, claro, en la medida en que desaparezcan las copias. Algunos dicen: “¡Qué bien! No tengo que gastar 1500 dólares por cada copia”. No es tan sencillo. Como dice Octavio Getino siempre, hay un nuevo replanteo de quién es dueño del espacio audiovisual. En Buenos Aires se hizo una experiencia en Unicenter donde se transmitió directamente desde Brasil una película vía satélite, mediante un server, con un proyector de 2k y todo el mundo aplaudió con las orejas y pagó casi el doble por la entrada. Ésta es una experiencia piloto. Hoy los yankees lo tienen muy claro, hacen dumping en el mercado latinoamericano y perjudican al cine argentino. Tienen previsto desembarcar con 4k de definición en muy poco tiempo, instalando las multipantallas, pero con un password, una codificación y un encriptado de ellos. Entonces, ¿qué va a pasar, qué va a hacer el Estado para regularizar esto? Para poder entrar con el cine argentino, antes ibas con una copia y te costaba mucho, ahora será imposible, cómo vas con una copia cuando ya está todo informatizado. Te van a decir: “No, llevate la copia”. “Pero no, yo quiero entrar.” “Bueno, pagá el password”. Se van a hacer dueños, aun más, de los medios de comunicación en el mundo.

Éste es un momento de reflexión importantísimo en términos jurídicos. El Estado, los secretarios de cultura de cada provincia piensan que todo esto está muy lejos todavía. No, el futuro ya llegó. Es aquí y ahora. Hay que ponerse a estudiar la tecnología, desarrollar software propio. En el Instituto Nacional de Cinematografía, Liliana Mazure ha hecho un convenio con la Universidad de La Matanza para tratar de desarrollar softwares propios, a fin de reequipar los espacios con tecnología digital. Pero, ¿qué va a pasar con las cadenas de salas? En este congreso va a haber mesas que hablen del derecho a la propiedad intelectual. Ayer le preguntaba por este tema al doctor Julio Raffo y me miró ciertamente preocupado.

Quisiera dejar este dilema en la sala, preocuparlos un poco. Es más, estaría decididamente feliz si salen deprimidos hoy. Como dice Freud, el único motor de la creación es la angustia. ¿Ustedes vieron a algún creador sonriente y divertido? Por eso, como decía mi otro maestro Enrique Pichón Rivière, lo único que nos va a salvar de la locura es la creación, el arte. Pienso que debemos, las universidades, la gente de la cultura, los realizadores, hacer grupos de encuentro, foros de trabajo. Pero tenemos que hacer una investigación seria, porque hay muy poca bibliografía, muy poca investigación internacional, diría yo, o textos muy áridos, sólo para ingenieros. Leer eso es peor que leer a Cristian Metz. Quisiera terminar mi charla invocando la propuesta de hacer un software nacional y popular.

Federico Sánchez

En función, un poco, de mi formación y deformación profesional, la idea era tratar las cuestiones de sustentabilidad en esto que podríamos llamar la convergencia entre innovación tecnológica del desarrollo de las industrias culturales. La exposición de Hermida viene muy a cuento de todo esto. La idea básica de la presentación orienta a que la tecnología es exactamente lo que dijo Hermida: una herramienta. En lo que deberíamos estar pensando es en apropiárnosla y ver qué buen uso le podemos dar. No hay que ser ni un tecnófobo ni un fetichista de la tecnología.

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En este sentido voy a dar algunos conceptos en cuanto a cuestiones más teóricas tal vez de, en este caso, las características de un fonograma. En la industria de la música se están presentando algunos problemas de forma un poco más aguda, tal vez, que en lo que es el audiovisual o, particularmente, la industria del libro. Pero varias de estas cosas se aplican perfectamente a cualquier tipo de bien cultural.

Un bien cultural es, básicamente, a partir del avance tecnológico, un bien de información, por esto que mencionaba Hermida de los átomos y los bits. Y tomo la definición de un economista, Hal Varian: “Es cualquier cosa que pueda ser digitalizada, codificada. Como un conjunto de bits”. Lo que caracteriza a un bien de información, y a los fonogramas en particular, es que su producción es muy costosa pero el costo de su reproducción, es bajísimo. A medida que se van dando determinadas innovaciones tecnológicas, ese costo de reproducción es cada vez menor. Es un bien simbólico además. Calculo que a ninguno de los presentes les debo estar contando nada nuevo con esto. Y es un bien de experiencia. ¿Qué significa esto? Que, hasta que yo no escucho ese fonograma, hasta que no veo esa película o hasta que no leo ese libro, yo no sé si me gusta. Es un bien normal de lujo, en términos económicos. ¿Qué quiere decir esto, que es pura jerga económica? Que hay una correlación directa entre los ingresos y el consumo de bienes culturales o de fonogramas.

En cuanto al modelo tradicional del negocio, de la industria de la música, básicamente lo que se conoce en las últimas décadas es un sistema de subsidios cruzados. Un CD tiene entre doce y quince temas. Uno no puede comprar los temas de a uno, tiene que comprar el paquete y, probablemente, a uno no le gusten todos, tal vez le guste apenas uno. Cuatro empresas transnacionales controlan el 80% de la producción mundial. En Argentina pasa exactamente lo mismo. Según el último dato que vi, el más actual, cuatro empresas manejan algo más del 82% de la producción, y la comercialización está concentrada, básicamente, en dos cadenas que son Musimundo y Yenny, las cuales manejan alrededor del 20% de los despachos al mercado. El grado de concentración se ve agudizado cuando uno ve que, obviamente, por un tema de derechos de propiedad intelectual, cada una de estas empresas es dueña de lo que genera un artista, un autor.

El otro tema es que, justamente, esta estructura de mercado es lo que genera, a pesar de lo que algunos de los actores del sector empresarial pudieran decir, que el precio de los CDs sea alto, en función de lo que sería lo que los economistas llamamos un precio de competencia perfecta. Pero además porque tiene relación con lo que dije hace un rato, que es un bien de información, hay una gran diferencia entre el costo de producir la primera unidad y el costo de reproducir las siguientes. Si yo pudiera hacer un gráfico, haría cosas típicas de un economista: cruzaría ingreso marginal, costo marginal, y me daría que en competencia perfecta no hay posibilidad de beneficio en este negocio.

El último punto viene a cuento de la famosa discusión sobre el tema de las copias, las descargas desde Internet y la defensa de los ingresos de los artistas, de los autores. Las regalías percibidas por los artistas representan entre 4 y 5% de los ingresos generados por las ventas de música. A mí me parece poco. El 4% es un número que estimó el Observatorio de Industrias Culturales de la Ciudad de Buenos Aires hace un par de años, y el 5% lo estimó una entidad similar de Australia. No he logrado encontrar otros números, con la esperanza de que fueran un poco más altos tal vez, en países desarrollados -o del Hemisferio Norte mejor dicho-, pero, así y todo, me parecen bajos los ingresos.

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Lo otro que se viene dando es el avance constante de la tecnología. Algunos cambios relevantes para el negocio de la música son la aparición del disco compacto y la de un estándar que se llama MP3, que todos conocen. Es, básicamente, un algoritmo -como dijo Hermida- de compresión de información. Me permite comprimir un fonograma de 12 a 15 y transmitirlo, por ejemplo, por Internet muy económicamente. Aparecen las redes peer-to-peer, las famosas P2P y, en 1999, Napster. Lo menciono porque es importante, porque fue la primera red P2P famosa. ¿Famosa por qué? Porque era una red P2P centralizada, había un servidor y clientes -un montón de computadoras en todo el mundo- que se conectaban a ese servidor vía Internet. Uno entraba y elegía en un catálogo de música y bajaba fonogramas, canciones, temas. Había un sistema de intercambio vía ese servidor, o sea, yo dejaba canciones y tenía derecho a llevarme otras. Napster fue cerrado por distintos procesos judiciales iniciados por organismos como la RIA. Por otro lado, más o menos en el año 2000, la popularización de las conexiones de Internet de alta velocidad -que son necesarias para que cosas como Napster funcionen porque, si alguno de los aquí presentes ha utilizado, hace unos años, un módem telefónico de 14.400 baudios, sabe lo que era bajar un archivo muy chiquito.

Por otro lado, existen nuevos consumidores. ¿En qué sentido? Acá aparece más jerga: nativos digitales, inmigrantes digitales, nadie tiene demasiado claro qué significa. A veces lo encaran desde el punto de vista generacional, de la edad. Me parece que no es así. Creo que tiene que ver, estrictamente, con la relación de cada persona con la tecnología, el modo en que la utiliza. Tal vez, lo asimilo a algo un poco más viejo que la aparición de estas dos expresiones -nativos e inmigrantes digitales-, que es el concepto de “ser digital” de Negroponte -así se tituló un libro suyo, muy famoso en la década de los 90. Como decía antes, se trata de personas que se relacionan de una manera particular con la tecnología. No hay una definición porque, realmente, son categorías muy difíciles de aprehender y lo mejor, tal vez, es utilizar ejemplos. Yo soy un inmigrante digital. No porque tenga 38 años, sino porque empecé a usar Internet hace quince años, tal vez, diez. Pero mi hija de 9 años es una nativa digital. Ella no se puede imaginar cómo eran las cosas antes. Por ejemplo, yo vi la primera transmisión de televisión en color. La vi en un televisor blanco y negro, obviamente, pero yo sabía que estaban transmitiendo en color, porque así me lo dijeron en la televisión. Mi hija no se imagina cómo alguien podía ver televisión en blanco y negro o vivía sin un celular. Mi hijo tiene 5 años. No sabe leer pero entra en Internet, en algunas páginas para chicos y, sin saber leer, él sabe intuitivamente, donde tiene que tocar. Hay una forma especial de relacionarse con esta tecnología particular que es Internet. Estos nativos e inmigrantes digitales -particularmente los nativos-, consideran que descargar música de redes P2P es algo natural, que no está mal, que no hay un problema de valores, un problema ético y, como dice ahí, no están acostumbrados a pagar por sus descargas. Lo único que hago, hasta acá, es describir hechos, observaciones.

La suma de nuevas tecnologías y nuevos consumidores genera un nuevo entorno de negocios. El fonograma, que habíamos dicho que era un bien de información, ahora es un bien de información perfecto. ¿Por qué? Porque el costo de reproducción es cero. Ya no hay, ni siquiera, que afrontar el costo del soporte, el costo de un CD. Uno lo tiene en un archivo, en una computadora, en un reproductor de MP3, en un teléfono celular y lo único que hace es copiar el archivo.

Por otra parte, hay un aumento en la fragmentación, segmentación, de la demanda. En su momento, la popularización de la televisión por cable hizo que yo pasara de mis 4 canales de aire -porque Canal 2 no lo podía ver nunca con el alambre en la papa- a 60. Tengo el mismo problema que con los cuatro canales de aire porque hay bastante poco para ver, pero la realidad

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es que, como consumidor, me pongo más exigente y busco cosas que estén más orientadas a lo que son mis gustos. Hay un renacimiento del single. Ahora sí, tecnológicamente, existe la posibilidad de que yo me apropie de una canción, que es la que me gusta, y no de las otras nueve en las que, tal vez, el autor no estaba en el momento más inspirado de su carrera. Y, por otro, lado -esto en cuanto a las empresas-, aparece la posibilidad de la producción a demanda. Como empresa no tengo más la necesidad de tener que manejar stocks, y eso afecta mis costos favorablemente. Con respecto a lo que hablaba Hermida sobre la Web 1.0, la Web 2.0, hay un ejemplo que es Amazon, que supongo que todos conocen. Amazon vende bienes físicos. Vende discos, libros y, además de la página de Internet a la que todos accedemos, Amazon tiene una red de depósitos en Estados Unidos, que es -la única palabra que se me ocurre- infernal. Pero ahora no existe más esa necesidad de tener depósitos físicos, porque yo no necesito más carretillas para transportar átomos, sino que tengo bits y tengo con qué transportarlos, vía Internet.

Para la empresa también existe la posibilidad de captar lo que se llama la cola larga, the long tail. ¿Qué es eso? Seguramente varios lo conocen también, porque se ha hablado mucho, tal vez demasiado. Si yo tenía una disquería, el espacio en mi estante, donde yo exponía mis discos, tenía un costo relacionado con la rotación de mi mercadería. Para que mi mercadería se vendiera rápido, exponía para la venta los discos que más salían y, tal vez, grupos no tan conocidos directamente ni los ofrecía a la venta, porque me generaban pocos ingresos. Ahora, como no tengo costo de almacenamiento, no tengo costo logístico, yo puedo poner todo lo que haya para ofrecer. En tanto sean bits yo no tengo costo, en la medida que se vendan, poco o mucho, como son muchos grupos, demandados por muchos consumidores por aquella fragmentación de la demanda, me generan un ingreso, a veces incluso mayor que la venta de algunos tanques de la industria.

Esto también genera algunas amenazas para la industria. ¿En qué sentido? Se reducen las barreras a la entrada de nuevos competidores, porque si yo no tengo costo de almacenamiento, si yo no tengo costos de reproducción, etcétera, es mucho más fácil -más fácil que antes, no sé si en términos absolutos-, montar una empresa que compita con las existentes. Y si uno realiza un análisis según el modelo de cinco puertas competitivas de Porter -apenas los voy a mencionar, no les voy a curar el insomnio explicándoselos-, ve que la fuerza relevante es la presión proveniente de productos sustitutos. ¿Cuál es el producto sustituto? El MP3 sustituyendo al CD.

Ahí aparece un problema para el consumidor y, en definitiva, también para el productor. Al haber mucha más oferta, también existe -y siendo esta oferta información, bienes de información-, un exceso de información, una “infoxicación”. Entro en Internet y puedo leer todos los diarios. Llega un momento en que estoy harto de leer los diarios, tengo tanta información que no me sirve para nada. Entonces aparece una oportunidad también de negocio para las empresas que ya están trabajando en el sector o para otras, que es ordenar toda esa información y ponerla a disposición del consumidor de una manera que le resulte útil, eso tiene un valor que el consumidor estaría dispuesto, tal vez, a pagar.

La última cuestión viene a cuento del constante… me sale la palabra lamento, pero no quiero darle ninguna connotación especial a eso, de estas grandes empresas en función del flagelo que son las descargas de copias ilegales por Internet y cómo afectan el ingreso de los músicos -ese 4%, ¿se acuerdan? La verdad es que a Argentina, en cierto sentido, le fue bastante bien en este fenómeno que es mundial. Si miran las estadísticas de ventas de CD a nivel mundial de los últimos años, verán que más o menos cayeron en un 20%. En Argentina subieron. Es el único

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país que fue a contramano del mundo. ¿Por qué? Por lo que expliqué al principio. Es un bien normal de lujo, está atado al producto y, si uno mira las estadísticas de ventas desde 2001 hasta hoy, crecieron a la par del producto. Y, por otra parte, para las descargas hace falta Internet de alta velocidad. También se puede descargar a baja velocidad pero uno puede pasarse un día bajando un tema. Y la penetración de la banda ancha en la Argentina, según la empresa Cisco Systems –que implementó un barómetro de la banda ancha y mide el grado de penetración en varios países-, es el 7,8%. Esto significa que, de cien personas, ocho tienen acceso a Internet de alta velocidad. O sea que no hay 35 ó 40 millones de argentinos descargando alocadamente música de Internet.

Otro punto importante es la convergencia de Internet y la telefonía celular, relacionado con el triple play. Desde los nuevos modelos de celulares se puede navegar cada vez mejor por Internet, de una manera cada vez más parecida a lo que es la navegación en una notebook o en un equipo de escritorio. Como esa convergencia tampoco se dio en Argentina al mismo ritmo que en los países desarrollados, eso también fue un elemento afortunado para la industria, porque eso en Argentina tiene un grado de penetración enorme. Como la mayoría de los países subdesarrollados, sigue en déficit histórico de líneas de telefonía básica, pero no de celulares. Hay 45 millones de líneas instaladas pero las que funcionan son 35 millones. Y ahí sí podría haber habido 35 millones de argentinos bajándose música por Internet, si fuese posible, desde los celulares. Una penetración del 93%, contra el 7,8%. Nada más que para darle un marco a ese 7,8%, en la otra punta del mundo, a nivel de penetración, está Corea del Sur con 86%. Los países desarrollados están arriba del 50% en niveles de penetración.

Una alternativa para el nuevo entorno de negocios es bajar los precios. Obviamente, para eso hace falta buscar un canal alternativo de comercialización, porque los cuatro tanques que tienen el 82% de la producción musical en la Argentina, obviamente, no están dispuestos. Si no, ya lo habrían hecho. Y tenemos dos ejemplos. Podría haber mencionado solamente el de McCartney, pero Jaime Roos nos retrotrae a un ámbito más familiar, de condiciones más parecidas al nuestro. Fuera de ambiente de Jaime Roos se comercializaba en las estaciones de servicio de ANCAP -la empresa de combustibles uruguaya- y en el primer mes y medio, a la mitad del precio promedio de los CDs en Uruguay, se vendieron 20.000 copias. Un número nada despreciable para ese mercado. El otro caso es el de McCartney. A pesar de que durante toda su carrera sus discos los produjo en EMI, el disco Memory Almost Full, lo hizo a través de Hear Music, donde tiene una participación Starbucks. La apuesta estaba en que se escuchara en todos los locales de Starbucks.

Blockbuster es otro ejemplo. No es de la industria de la música pero es otro ejemplo que quería darles de un tanque, una enorme empresa a nivel mundial, al que le habían firmado el certificado de defunción a partir de la aparición de estas tecnologías digitales. Sin embargo, en tres años, pasaron del modelo tradicional de alquiler de copias de DVDs a un modelo donde intervienen todas estas nuevas tecnologías y también otras viejas, porque, al final, incursionó en el negocio de la exhibición de cine. Inauguró este año Blockbuster Cinema, un complejo en México.

La última alternativa que quería comentar es la de MySpace Music y Last FM. Aquellos cuatro jinetes del Apocalipsis que tenían el 80% del mercado y que arrojaban sus diatribas contra las nuevas tecnologías, un día se las apropiaron -parece que no eran tan malas. Compraron el 40% de una red social en Internet que se llama MySpace -tan conocida como otra red social que se llama Facebook. Allí uno puede entrar y escuchar absolutamente todo el catálogo de las cuatro

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compañías discográficas. Si uno las quiere descargar, tiene que pagar -lo cual me parece bien-, pero uno las puede escuchar. Y, sin DRM (Digital Rights Management). Porque esto venía a cuento de qué estrategia puede adoptar el sector, sea con el Estado o sin él. Estrategias agresivas, en el sentido de incluir estas tecnologías; Blockbuster era el ejemplo, las cuatro grandes son el ejemplo. Y las defensivas -lo quería mencionar nada más- son, por ejemplo, la persecución de usuarios de redes P2P. Y no hablo acá de gente comercializando por Internet copias ilegales, sino de gente repartiendo por Internet copias ilegales. Hay un caso en Argentina del año 2005 -si mal no recuerdo-, en el que perseguían a unas veinte personas a quienes caratularon de grandes uploaders de la red y les iniciaron algunas causas en la justicia. Otro caso de estrategia defensiva, que también se utilizó, son los DRM. Básicamente es un software que se agrega, un sistema anti-copia. Hay un caso casi escandaloso del que participó Sony-BMG, porque el DRM que había puesto en las copias de sus discos, cuando uno lo intentaba desinstalar, te arruinaba el sistema operativo de la máquina. Hablo de copias legales. La otra es el canon digital, que es algo que se viene discutiendo desde hace bastante tiempo en España. Es agregarle un impuesto que pagaría el consumidor cuando quiere comprar un CD virgen, un DVD virgen, una impresora, cualquier cosa que alguien pueda suponer que sirve para hacer copias piratas. Parece que, si lo que se quiere es, justamente, achicar determinada brecha digital y hasta determinada brecha analógica, es contra-intuitivo aumentarle el precio a todos esos bienes.

Con respecto al rol de las políticas culturales, seré breve porque, la verdad, tampoco lo tengo demasiado claro en cuanto a medidas concretas. Sí creo que hay que proteger, en cuanto a cuidar sus ingresos y promover, en cuanto a mejorar sus ingresos, a los artistas. Acá sí hace falta hacer una distinción de lo que son los autores, los creadores de esos bienes culturales y la empresa que es la encargada de publicar esos bienes y fomentar una mayor diversidad de la oferta, combatir el Top Manta, que es el señor con la manta en la vereda y las copias pirata. Porque ahí también hay que hacer una distinción, entre el que hace una copia pirata para venderla a diez pesos en la calle -no es gratis-, del tipo que está compartiendo, como hacía yo antes cuando salió el cassette y podía grabar la compilación que a mí se me ocurriera de temas y regalárselo a alguien o alguien me regalaba algún cassette. Es exactamente lo mismo, pero potenciado por las tecnologías. Por otro lado, hay que difundir, orientar, asesorar y asistir nuevos modelos de negocios, como algunos que se me ocurrió ejemplificar. Eso genera mayor competencia, mejores precios de los bienes culturales y mejor acceso de la población a los mismos.

Por último, quisiera cerrar con comentarios de los artistas. Mariano Fernández, cantante del grupo Me darás mil hijos dice: “Lo que el músico gana por disco es irrisorio. Nadie vive de la venta de discos. Ni nosotros ni las grandes bandas”. Paul Mac Cartney dice que se fue de EMI porque su visión de los empresarios de esa corporación era la de los dinosaurios sentados discutiendo la llegada del asteroide.

Jorge Sethson

Me parece muy importante esta posibilidad de que exista un diálogo sobre el tema cultural, sobre las industrias culturales y, sobre todo, que ese diálogo se dé no sólo entre funcionarios, sino que haya interacción entre funcionarios encargados de gestionar las políticas públicas, legisladores que están para proponerlas y los que, a la hora de la verdad, las trabajan en los distintos ámbitos.

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Esta participación me parece relevante también porque en 2001, cuando la situación política y social estaba tan enrarecida, un grupo numeroso de intelectuales, de gente de la cultura, se reunió en lo que en ese momento se dio en llamar el Movimiento Argentina Resiste y, como parte de esas discusiones, se decidió hacer un análisis de lo que pasaba con la cultura en la República Argentina diez o quince años después de iniciada la democracia. Lo que se vio en la investigación es que hay provincias donde el gasto en cultura por habitante es de 1 peso. Es absolutamente inimaginable que se pueda hacer algo en cultura con ese tipo de presupuesto. Por otro lado, hay provincias como San Luis o la ciudad de Buenos Aires que tienen cerca de 120 pesos de gasto en cultura por habitante.

Como parte de esa investigación se hizo una experiencia interesante. Se llevó a cabo una obra de teatro única, que se vio una sola vez, que contó con la dirección de Rubens Correa -quien está en estos momentos aquí en este Congreso-, con un texto escrito por Tito Cossa. En la representación estaban Alfredo Alcón y Alejandra Boero. La función, por supuesto, fue a sala llena. Lo que se llamó el Tribunal de la Cultura revisó cómo había sido la relación del Estado, del gobierno, del sector político, frente a la cultura. Llegó a una sentencia que si bien no era absolutoria, tuvo la importancia de decir al sector político, al Estado, que haga algo por la cultura, que tenga políticas culturales que le sirvan a los argentinos para ir hacia delante con mayor seguridad y hacia un mundo mejor; pero también el Tribunal de la Cultura sentenció a la gente de la cultura a que se movilice, a que pida, que haga, que hable.

Cuando yo veo este tipo de reuniones -o como la de Mar del Plata hace dos años- es como que eso se empezó a dar. Porque una de las cosas que me llamó la atención en las discusiones -cuando estábamos preparando todo esto que se dio en llamar el Tribunal de la Cultura-, era la cantidad de gente que decía: “Tenemos que dejar de estar enfrentados al Estado. No puede ser que, por definición, no queramos hablar con el gobierno. Tenemos que ver dónde hay lugares en que se pueda hablar, se pueda proponer”. Éste es uno de estos espacios. Por eso, realmente me parece importante que se dé, que se siga dando este tipo de encuentros, de lo cual empezarán a surgir frutos, esperemos, lo más pronto posible. Pero, en todo caso, es importante que se pueda sostener este tipo de diálogos.

Yo voy a hablar del libro, que es tecnológicamente obsoleto, si se cree en ciertas ideas del momento. La industria editorial en el mundo todavía sigue siendo en átomos, sigue siendo en papel de un cierto gramaje y tiene serios problemas frente a la tecnología, sobre todo la más nueva, porque en el sector editorial no hay disposición a vincularse a ella. La gente que hace libros en la Argentina, los editores, se han hecho haciendo libros en papel. Les ha ido bien, mal o regular, pero eso es lo que hacen y toda innovación tecnológica la dejan para considerarla después. De manera que lo nuevo en tecnología que se puede dar, todavía no afecta y no necesariamente puede llegar a afectar. Cada tecnología que hay hoy en el mundo editorial puede ser buena o mala. Es decir, si nosotros tomamos lo que decía Federico de que la oferta cultural es tan grande y, además, yo tengo que saber si me gusta o no me gusta aun antes de adquirirlo porque no puedo adquirir todo, Internet puede ser un aliado formidable para un texto. Si tomamos el caso de un libro de Adrián Paenza que es el más vendido en la Argentina o uno de los más vendidos -más de 300.000 ejemplares-, es un libro que está gratis en Internet porque lo puso Paenza, porque lo puso la editorial. Lo cual demuestra que si yo veo algo en la red y me parece interesante, me alienta a ir a la librería y comprarlo. Lo mismo se da con otras tecnologías. Otra de las tecnologías que los editores ven como mayor amenaza es la que permite lo que se llama el libro bajo demanda. Personalmente, en la Feria del Libro de Buenos Aires pedí un libro y, desde que le dije: “Haceme este libro” y me lo entregaron, imprimieron

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el libro, imprimieron la tapa a color y tardaron menos de ocho minutos. Y el precio de ese libro es más o menos lo que vale cualquier otro. No es significativamente más importante ese precio para un consumidor. Ahora bien, es una tecnología a la que en el sector editorial se le tiene miedo. ¿Por qué se le tiene miedo? Porque a los que gerencian esta actividad de imprimir bajo demanda, uno le da los derechos de ese libro en particular. Le dice: “Bueno, mirá, cuando alguien te compre un libro, por ese libro dame tres pesos”. Y uno tiene que confiar en que esta persona hizo sólo un libro, o que si hizo diez libros me va a dar treinta pesos. Y no se confía, pese a que muy probablemente la misma máquina puede funcionar como registro de las operaciones que se hacen. Pero la tecnología bajo demanda permite rescatar libros que estaban agotados, permite que el catálogo histórico de una editorial esté siempre vigente. En la República Argentina, desde el año 1982 hasta hoy, existen casi 240.000 títulos hechos en la Argentina. De esos 240.000, que estén disponibles para que uno los pueda conseguir, debe haber 6000, 8000, 10.000 como mucho. Esta nueva tecnología puede poner en vigencia una cantidad de libros que hoy no leemos porque ya no están y porque no vale la pena volver a imprimir 1000 ó 2000 ejemplares.

Tenemos otra gran amenaza que es más difícil de manejar. Amenaza entre comillas, porque toda nueva tecnología siempre se ha visto como amenaza y se termina viviendo entre la vieja, la nueva y las posibilidades de cada una. Es el famoso libro electrónico, que me permite tener cien, doscientos, trecientos textos en mi aparato lector -se llame como se llame-, que hasta ahora ha tenido poco desarrollo. Se han vendido doscientos mil en Estados Unidos, pero para el mercado norteamericano eso no es significativo. Ahí, nuevamente, están en juego los derechos, en qué medida aquel que escribió un libro, el que lo editó, puede vivir del trabajo realizado en ese libro. Si uno mira las nuevas tecnologías, lo que parece claro es que se necesitan políticas públicas, no necesariamente coercitivas. Podríamos empezar a tener una discusión bastante interesante sobre derechos de autor -pero que no es éste el momento ni el lugar-, para que aquel que hace algo como escribir un libro, editarlo, diagramarlo, pueda vivir de su trabajo.

Si consideramos una tecnología que ya es antigua como la fotocopia, notamos que ha producido en ciertos segmentos de la actividad editorial verdaderas depredaciones. Los manuales para los estudiantes de Derecho en la Argentina, virtualmente, se han dejado de hacer porque es tal la cantidad de fotocopias del libro entero que se hacen en las facultades sobre todo, en el mundo universitario, que el editor no puede volver a hacerlo, no tiene ningún sentido hacer 1000 ejemplares para venderlos a lo largo de veinte años. Además se vuelven obsoletos, porque cambian los contenidos de la enseñanza. Y, entonces, se hacen manuales nada más que cuando un gran profesor querría tenerlo, sólo como un servicio al profesor, que es de la editorial, y no pensando en el público que lo puede comprar.

Ahora bien, hasta ahí podríamos decir que se trata de un problema que puede afectar al autor que, si es un profesor universitario escribió el libro, lo hizo en realidad sin pensar que iba a ganar mucho -el autor no gana mucho, salvo en los grandes mercados-; o al editor, que es el que corrió con el riesgo de hacer el libro. Pero cuando las ediciones, sobre todo del área de la reflexión, de la enseñanza académica, caen bajo esta depredación de la fotocopia, uno se encuentra con que cuando en las facultades quieren estudiar un texto de algún pensador de afuera, tiene que comprar el libro editado afuera. Porque cuando un editor argentino va a comprar los derechos de un autor extranjero y dice que va a hacer 1000 ejemplares le dicen: “No, por 1000 ejemplares no se los vendo. Se los vendo a España, porque me garantiza que hace 5000 y los vende en América Latina”. Entonces, a nosotros nos van empobreciendo las posibilidades de acceder a la diversa información que hay, y, además, de producir pensamiento

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propio, en ediciones accesibles. Acá nos encontramos con un montón de actores y, más aun, frente a lo que es, quizás, más serio: el problema cultural. Un editor me comentaba hace un tiempo que, como él tenía un libro que se usaba en primero y segundo año de una carrera y se lo fotocopiaban, decidió hacer dos tomos que terminaban saliendo más baratos que la fotocopia, no obstante lo cual, le fotocopiaban los tomos aunque les salían más caros, por costumbre. Habrá que buscar fórmulas, ahí la solución más que coercitiva, es cultural. Hay mecanismos, hay fórmulas para que aquel que escribió o editó un libro pueda recibir algún reconocimiento económico por su trabajo. Se ha buscado una fórmula que en la Argentina se llama CADRA (Centro de Administración de Derechos Reprográficos) que autoriza las fotocopias obligando a los fotocopiadores a pagar algo proporcional. Sin embargo, los fotocopiadores, en muchos casos, ni siquiera avisan que lo hicieron, por lo cual, el problema sigue ahí.

Pero éste es el problema de la tecnología, de convivir con cosas que aparecen a cada rato y, como les decía, es de orden cultural. Una de las cosas más importantes es que aquellos que están haciendo este producto, un libro, puedan vivir de eso y acrecentar el bien cultural que significa poder hacer un catálogo de libros, una colección. Que pueda, si se trata de una editorial de filosofía, editar diez filósofos de lo cuales cinco sean argentinos, tres italianos, dos franceses, y que puedan obtener, autores y editores, una retribución por su conocimiento y trabajo en publicaciones accesibles al público.

Creo que cuando uno habla del libro está hablando de todas las industrias culturales. Habrá especificidades del libro, pero todas las industrias culturales tienen problemas parecidos. En este caso, el problema más serio es la concentración editorial. La Cámara Argentina del libro tiene más de 400 editoriales, algunas que son absolutamente unipersonales y otras un poco más armadas. Son, en su 99%, de capital nacional, las llevan adelante empresarios argentinos, y ese sector tiene que competir con una industria editorial concentrada que en sus países de origen tienen beneficios que aquí no hay. En Argentina, las políticas públicas a favor del libro son dos o tres: una es la Ley de Propiedad Intelectual que abarca a todas las actividades culturales. La otra es la Ley del Libro, que es absolutamente inoperante porque sus artículos decisivos, que eran los que brindaban beneficios impositivos, fueron eliminados por el ministro Domingo Cavallo, de manera que la Ley dejó de tener importancia el mismo día que se promulgó. Ustedes nunca han visto que se haya aplicado la Ley del Libro. Existe además una ley que tiene pocos años, que es la Ley de Defensa de la Actividad Librera. ¿Por qué? Porque cuando empezaron, en todo el mundo, a vender libros los supermercados, le quitaron mercado a las librerías. Esta ley en la Argentina fue inspirada en la de Francia y en la de Alemania, y obliga a que haya un precio único para el libro en todo el país. Nadie puede vender un libro más barato que los demás. Les doy el ejemplo de lo que ha sucedido hace pocos meses en Gran Bretaña: cuando sale Harry Potter, el libro más vendido del momento, un supermercado británico lo vendía por debajo del precio de costo. Con lo cual, en el momento en que un librero puede vender un best-seller, el supermercado lo saca del mercado. Pero, por otro lado, ese librero se tiene que quedar con el Martín Fierro, tenerlo por si un chico quiere leerlo o un padre quiere regalarlo o alguien quiere releerlo. Y lo tiene que tener durante años ahí esperando que alguien tenga interés en eso. El día que puede zafar porque llega Harry Potter, el supermercado lo saca del mercado. La Ley de Defensa de la Actividad Librera ha impedido que en los grandes supermercados se vendan libros a precios muy bajos para hacerle comprar a uno otras cosas, como elementos de atracción. Esto es algo que al sector le ha servido mucho. Pero después no hay una legislación que beneficie al libro. Si ustedes miran el mercado del libro en castellano, domina España. Pese a que tiene costos altísimos, España produce cerca de 70.000 títulos al año. Hagan el cálculo de la cantidad de títulos por día. En España se llega al punto de que los libros llegan a las librerías y éstas los

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devuelven meses después sin haber abierto el paquete porque no se llega a incorporarlos, no se llega a ofrecerlos al público ante la cantidad de títulos que salen.

La Argentina es otro de los grandes productores con 20.000, 22.000 títulos al año. Otro gran productor, pero que, por sobre todo, es un gran impresor, ya que hasta ahora no produce grandes contenidos, es Colombia; otro es México, que tiene un mercado más acotado. En Colombia, una editorial que se instala, durante veinte años no paga impuestos de ningún tipo. La industria colombiana está creciendo. Los beneficios que tiene un editor español, son absolutamente imposibles de igualar. A un editor español, para ir a las ferias internacionales, lo subsidia el Estado. El Estado llega a pagar la instalación de librerías en el exterior para ofrecer el libro español, le paga el sueldo de un gerente para que ese libro tenga presencia en Buenos Aires o en Santiago de Chile. Frente a eso, está la industria argentina, que no tiene ningún tipo de beneficio. Lo que se está tratando de lograr en materia de políticas públicas, es crear un fondo de fomento del sector. La Cámara Argentina del Libro trabaja mucho con el diputado Jorge Coscia -que es expositor en este Congreso- para sacar una ley que permita crear un fondo con recursos que pueden salir del sector, a cambio de beneficios impositivos; que apoye la industria en los distintos niveles; que posibilite comprar derechos al extranjero, porque hoy no nos quieren vender por lo exiguo de las ediciones; que permita tener presencia en ferias internacionales, vender derechos, apoyar las traducciones de Argentinos en el exterior. Francia ha gastado en 2006 -para que se den cuenta de lo que es una política de apoyo a su sistema intelectual-, trece millones de euros, que son casi veinte millones de dólares, en pagar traducciones de franceses a otros idiomas. Estados Unidos y Gran Bretaña casi no traducen de ningún lado. En los mercados norteamericano e inglés leen lo que escriben en esos países. Si uno quiere llegar a esos mercados, no entra salvo que tenga algún tipo de apoyo que le permita ofrecer un autor traducido o algo que le posibilite a una industria como la nuestra llegar a mercados que hoy no la toman.

Esto es lo que se puede plantear como problemática y necesidades. No creo que tenga sentido detallar qué tipo de cosas se le pide para que la política pública sea de utilidad para el sector. Me ha atraído siempre el pensamiento de un filósofo norteamericano, Rawls, quien plantea lo que llama el velo de la ignorancia y que se aplica mucho para este tipo de problemas. Rawls dice, más o menos en mis palabras, que para que en una sociedad haya justicia, hay que legislar. Pero para empezar a legislar, lo que hay que hacer es que todos los que estamos involucrados seamos una suerte de legisladores y podamos actuar libremente. Aplicado al libro, diríamos que nos vamos a reunir el lector del libro que quiere que los libros sean baratos, el autor que querría ganar bien, el editor que también quiere ganar, el librero, en fin, todos los que están ahí, en un mercado, sacándose ventajas uno al otro porque de eso pueden llegar a vivir. Todos nos reunimos, nos encerramos y vamos a legislar. Hay una sola cosa que tenemos que saber: que cuando salimos de ese cuarto donde hemos legislado, no necesariamente nos dedicaremos a lo mismo que hacíamos cuando entramos. El librero, que quiere vender el libro muy caro, no sabe si cuando sale es solamente comprador de libros. El autor, que piensa que para él lo más importante es ganar mucha plata, no sabe si no va a ser el editor. Tienen que buscar el equilibrio donde, en el caso muy particular del libro, se pueda llegar con los mayores recaudos a todo lo que se necesite. En ese sentido, acá hay que empezar a refundar la idea de las bibliotecas universitarias. Que no sean las bibliotecas públicas sólo un lugar donde uno tiene textos de secundaria. Hay que rearmar un sistema que hubo y, sobre todo, proyectar para que se pueda seguir teniendo un libro que se haga en la Argentina, con autores argentinos y con el pensamiento de afuera, porque las industrias culturales son las únicas que no piden protección del mercado. Al contrario, fomentan la llegada de lo de afuera para poder saber qué es lo que está pasando en el mundo.

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Por un lado, quiero aclarar, dado que estoy en Tucumán, que frente a unas notas que salieron sobre mi presencia acá -y no creo que lo hayan hecho con mala intención-, yo aparezco como funcionario, cosa que no soy ni quiero ser. Segundo, aparezco también como titular del Sistema Nacional de Medios de Comunicación, cosa que tampoco soy, y me ocupé de decírselo a Tristán Bauer que es el responsable de esta cuestión. Digo esto en términos de introducción, lo cual no significa que uno tenga que echar culpas al editorialista o al periodista que hizo la entrevista, sino que esto es propio, también, de los problemas que aparecen en el plano de la información a veces. Estaba leyendo que Le Monde Diplomatique, en Francia, tuvo que sacar una desmentida y un pedido de disculpas a Sarkozy, el presidente, porque había confundido los nombres de la mujer con otro tipo de personaje. A mí, en algún momento, el diario La Nación me dio por fallecido. Así que hay cosas que a veces conviene aclararlas porque si no se supone que uno es responsable de lo que dicen los medios y, a veces, no es tan así.

Como segunda introducción, quiero decir que estar acá en Tucumán para mí es un tema no sólo de presencia cultural y política, sino también, de alguna manera, muy personal porque hace 43 años acá, en la época del cierre de los ingenios ordenado por Onganía, con Fernando Solanas y Gerardo Vallejo filmamos imágenes que están en La hora de los hornos. Vallejo filmó un cortometraje, Ollas populares que circuló bastante en el mundo. Eran épocas muy interesantes, donde uno apreciaba lo que era esta provincia en lo que tenía que ver con la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar), con la presencia fuerte de los ingenios que se estaban cayendo, pero también la de un sector de los trabajadores tucumanos, particularmente del sector azucarero, que era un ejemplo, no sólo de ética, sino también de dignidad nacional muy importante en ese momento -creo que conviene rescatarlo. Tiempo después filmé aquí unas escenas que se suponía que eran de una lucha armada entre sectores de la guerrilla y de las fuerzas armadas, una metáfora, pero lo interesante es que esto ocurría años antes de que viniese la represión acá, así que era una especie de anticipo que nosotros estábamos registrando, sin saber lo dolorosa que iba a ser la época que se venía. Volví también en 1986, 1987 y filmamos acá en Tucumán acerca de la diversificación de la industria azucarera, lo que estaba ocurriendo y cómo se había derrumbado todo un proyecto en este sector, mientras que otros países vecinos -como Brasil- habían utilizado variedades de la caña de azúcar para el desarrollo de lo que era la alconafta. Aquí eso no se tenía en cuenta. Vale decir que con Tucumán yo, personalmente, tengo relaciones de afecto además del reconocimiento de lo que ha implicado esta provincia para la vida nacional, tanto para la cultura como para la economía del país.

Entrando al tema de las industrias culturales y a lo que es el eje de este encuentro, de este Congreso, que es la cultura y el desarrollo, debo decir que evidentemente es un tema muy vasto, lo voy a acotar a dos o tres aspectos.

El tema de tratamiento de las industrias culturales, como de todo lo que sea producción de bienes culturales, me importa sobre todo en lo que estas industrias comunican, a quién se destinan sus productos y para qué fin. Mucho más me interesa todo lo que tiene que ver con la dimensión económica, con los cambios tecnológicos, que sí importa tenerlos en cuenta, pero a partir de reconocer que el papel estratégico que tienen estas industrias y estas actividades no está dado tanto por la dimensión económica, por la dimensión del empleo ni por la incorporación de elementos tecnológicos súper modernos, sino por los contenidos, los valores simbólicos, que se producen desde este campo de la cultura, porque si lo que se produce desde esta tecnología, desde estas industrias, no contribuye a desarrollar los imaginarios, los

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procesos de identidad, los sentidos de autoestima y de dignidad que deben estar presentes en cada provincia -a nivel nacional y a nivel regional latinoamericano-, evidentemente es casi mejor destruir estas industrias, porque no ayudarían a avanzar. No quiero profundizar en esto porque creo que ustedes lo tienen claro. Basta ver lo que está ocurriendo con Wall Street y demás. Cuando se derrumbaron las Torres, recuerden cómo todos los medios pusieron en primer plano las Torres que caían. Los servicios de inteligencia se pusieron a buscar con nombre y apellido al responsable, de tal manera que tener un apellido medio árabe o fisonomía árabe ya es un problema para entrar a Estados Unidos, porque el nivel de inteligencia con que han operado es así. Por otro lado, hoy se ha caído Wall Street con efectos que yo considero mucho más graves para la humanidad en su conjunto -no ya para Estados Unidos, para la humanidad, porque lo vamos a vivir a corto o a mediano plazo-, con muertos que va a haber a partir de todo esto, porque se va a producir un deterioro de los programas de salud, de educación, de trabajo y demás. Sin embargo, los medios de comunicación no buscan a los responsables, no hay nombres y apellidos de quiénes son. Son ejecutivos de algunas empresas. Pero hay una opacidad total en cuanto al daño tremendo que se ha originado en Wall Street que, insisto, para mí es mucho más grave que la caída de las Torres en su momento.

Digo esto por cómo los medios de comunicación y de producción de bienes culturales forman parte de toda una política en un marco mundial que yo defino como guerra ideológica. Guerra ideológica entre los que quieren tener la hegemonía en el planeta y los países en vías de desarrollo, periféricos -como el nuestro-, donde el único desarrollo visible es el desarrollo del subdesarrollo. Y, en este contexto, creo que la labor de los medios, los contenidos que ofrecen los medios a nivel de información, de entretenimiento o de cultura, son más importantes que las armas bélicas, porque acá ya no se trata de vencer, sino de convencer. Y cuando un individuo está convencido de algo, está indefenso, si reconoce la hegemonía y el poder del otro. Cuando uno está vencido -no convencido- siempre tiene la alternativa o la posibilidad de resistir, de saltar a enfrentar al adversario en uno u otro momento. En este contexto de guerra ideológica, de necesidad de nuestros pueblos de afirmarse en su proceso identitario, con sus propios sueños, sus propios imaginarios, frente a otros que se están imponiendo sobre lo nuestro, es donde yo me pregunto cuál es el papel que tienen que cumplir las industrias culturales. Y, entonces, lo nacional o no nacional de las empresas importa poco. Lo que más importa es si lo que está produciendo realmente me ayuda a mí a liberarme, a sentirme mejor de lo que estoy. Veo programas de televisión hechos en la BBC de Londres o en otros países y me parece que son mucho más útiles para la sociedad argentina que la mayor parte de los materiales o de los programas locales. Respeto mucho la elección de ver cuerpos semidesnudos y cosas parecidas, pero me parece también que el ser humano está buscando, de alguna manera, un mayor nivel de respeto en su sensibilidad y en su constitución como ser humano.

Esto lo digo porque acá se empezó a hablar del tema de industrias culturales -cuando nosotros ya lo veníamos hablando desde años atrás-, cuando un grupo como Clarín empezó a ver que peligraban sus intereses, sus licencias, su economía. Ahí empezó a colocar el concepto de industrias culturales como no lo había hecho nunca en su historia y en la medida en que resolvió sus problemas, se olvidó del asunto.

Ahora: ¿esto qué tiene que ver con el tema que uno traía acá para hablar? Es el tema del cine y del audiovisual y no lo remito a los aspectos tecnológicos que se han desarrollado tanto y muy bien por parte de Hermida y del otro compañero, sino desde lo específico de una idea que a mí me interesa desarrollar que es la incidencia que tiene el cine y las industrias audiovisuales en la economía y en el desarrollo de Argentina y, también, de los países de América Latina.

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Cabe reconocer la importancia que tiene lo que se ha hablado en tecnología para lo audiovisual porque estamos refiriéndonos ya al cine. Porque obras literarias hubo siempre, desde que el hombre empezó a pensar y a ser capaz de escribir en un papiro lo que fuere. No hubo necesidad de que hubiera una industria del libro. Obras musicales hubo desde el “tam-tam” de los primeros seres humanos, sin necesidad de que hubiese industria del disco. Pero el cine solamente vino después de la revolución industrial. Una obra cinematográfica sería impensable sin un sustento tecnológico, industrial y económico y esto es distinto a lo que puede ocurrir con la industria del libro. Porque uno puede escribir un libro y hacerlo circular fuera de lo que es la industria y la tecnología.

Los cambios tecnológicos -como bien señaló Jorge-, inciden. ¿Pero en dónde? En la industria gráfica y en el negocio editorial, pero no así en la elaboración de contenidos. Los contenidos de un autor, de un poeta, de alguien que escribe, de un ensayista están, de alguna manera, guiados, no por el elemento tecnológico -si lo va a escribir en la computadora o en la máquina de escribir; hay grandes escritores que siguen escribiendo con bolígrafo o con pluma-, sino que lo que hay que recuperar de esto es que quien está en producción audiovisual, debe tener en cuenta que la historia de esta industria está mucho más condicionada que cualquier otra por los cambios que se han dado, a nivel del último siglo, en la tecnología. Basta recordar, por ejemplo, que en los años 30 la aparición del sonido -el primer impacto tecnológico que vino después del cine mudo- significó un florecimiento y un crecimiento del consumo y de la producción de películas en toda América Latina y en los países que no tenían, hasta ese momento, en sus pantallas ya no sólo sus imágenes, sino la forma de hablar de su gente; también pudieron disfrutar de la música popular propia de cada territorio. Argentina y América Latina crecieron enormemente en su industria productiva gracias a la entrada de la tecnología del sonido. Y si hoy en día Carlos Gardel es Carlos Gardel, no es sólo por sus méritos -que los tiene, indudablemente-, sino porque la industria norteamericana del cine se apropió de él, lo hizo filmar en varios lugares de Europa y lo proyectó a nivel internacional. Estados Unidos se apropió de figuras, de intérpretes y de cantantes de América Latina, se los llevó a Hollywood, a sus estudios, y desde ahí empezó a hacer producciones destinadas al mercado hispanohablante. Fíjense que ése es un primer impacto positivo para nuestra producción o actividad cinematográfica.

Todos los otros impactos que han venido desde la tecnología han sido en detrimento de nuestras posibilidades de desarrollo. Cuando aparece la televisión, el cine en toda América Latina entra en crisis, mientras que en Estados Unidos no y en Europa tampoco. En Estados unidos, la entrada de la tecnología de la televisión al principio generó un conflicto con el cine, pero luego los empresarios de uno y otro lugar dijeron: “Si no podemos hacer tantas películas, utilicemos los estudios cinematográficos para hacer series de televisión y, además, entonces, con esto entramos en el mundo ya no sólo con las películas de largometraje, sino también con las series de televisión”. Y después esto se extendió a todos los otros formatos, a géneros que son propios de la comunicación audiovisual. Entonces, en Estados Unidos, lo resolvieron por el lado de los acuerdos entre las grandes empresas productoras.

En Europa, donde la radiodifusión estaba bajo monopolio total del Estado lo resolvieron, de alguna manera, con la ayuda de los canales estatales de televisión a los productores y grandes realizadores de cine para producir sus películas. Sin esa presencia de la televisión como productora, impulsora, de la cinematografía de esos países, nosotros no conoceríamos ni a Godard, ni a Fellini, ni a Bergman, ni a Saura, ni a muchos de los grandes cineastas de esos países.

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En nuestros países eso no ocurrió y todo esto se fue agravando. Luego vino el video, que empeoró esta situación, porque potenció aun más la presencia de, particularmente, la cinematografía norteamericana en las pantallas grandes y chicas de nuestros países, y luego todas las nuevas tecnologías.

Debemos tener en cuenta que lo que importa no sólo son las tecnologías que traemos, sino qué contenidos podemos introducir con esas tecnologías para compensar este desfasaje. Porque no se trata de rechazar las tecnologías, sino de utilizarlas. Nosotros no tenemos las capacidades -y no sé si las tendremos alguna vez-, para generar y diseñar tecnologías propias, todavía no representan materia de inversiones. Pero sí tenemos la posibilidad de subsanar, de alguna manera, su ausencia a través del desarrollo de bienes culturales propios. Es ahí donde yo creo que están las limitaciones mayores en nuestros países, porque la producción audiovisual en materia de contenidos cinematográficos o televisivos -particularmente cinematográficos-, se ha ido reduciendo en toda América Latina como producto, en términos relativos, porque nosotros podemos decir que estamos haciendo más películas que antes, pero nunca como hoy se consumió tanto cine, no de películas argentinas sino de películas americanas o de otros lugares que pasan por cine, televisión, video, Internet o celulares.

Creo que esto merece estudios que tienen que ver ya con la incidencia de toda esta industria en la economía y en el desarrollo -ya no estoy hablando acá de contenidos. Se han llevado a cabo algunos que se han efectuado en distintos países de América Latina. Al margen de algunos estudios locales, yo recuerdo aquellos que se hicieron en los años 1996, 1997, por parte de los productores españoles que se pusieron a medir el impacto que tenía el audiovisual en el producto bruto interno, en la balanza comercial, y analizaron la situación de siete países. Traigo algunos datos aunque su fiabilidad a veces es relativa. En los siete países estudiados de América Latina, se importaban y pagaban derechos por traer productos, en su mayor parte de Estados Unidos. Se importaba por 300 millones de dólares al año y se exportaba apenas por 16 millones de dólares. No quiero ahondar en todos los detalles de la televisión, del video y demás, pero sí quiero decir que, si uno analizaba todo lo que representaba la televisión, el cine y el video en un año estudiado, América Latina tenía una erogación de divisas que pagaba al exterior por la adquisición de los derechos para transmisión de películas en salas de cine, en televisión, de 2400 millones de dólares al año -lo que más pesaba ahí eran todas las señales de televisión- y percibía por exportación de sus contenidos 220 millones, lo que hacía una balanza comercial deficitaria de 2100 millones de dólares al año. Estados Unidos, en esos mismos años, importaba por 300 ó 400 millones de dólares productos audiovisuales de otros países del resto del mundo, y exportaba, vendía en el exterior por 7000 millones de dólares.

Diría que si uno quiere analizar la incidencia económica del cine y del audiovisual tiene que considerar -voy a elegir dos medios o dos recursos- la incidencia endógena y la incidencia exógena. Incidencia endógena referida a todo aquello que representa el cine en función de lo que vuelve al propio cine o a la propia industria audiovisual como beneficio. E incidencia exógena de todo aquello que produce el cine y el audiovisual que representa un beneficio para las industrias y la economía que no están vinculadas con el cine pero que, de alguna manera, se benefician de la comunicación y de la producción audiovisual. Acá recupero otra distinción del cine con otras industrias culturales. Me refiero a la incidencia exógena. El lenguaje audiovisual está trabajado como un palimpsesto. Además de las posibles lecturas que uno tiene de los contenidos, la propia imagen y el sonido introducen una serie de elementos que están promoviendo, o explicitando directamente, determinado tipo de formas de vida que tienen que ver con la cultura. Cuando uno ve una imagen de una película argentina o norteamericana,

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descubre cómo los personajes se visten, cómo caminan, cuál es la gestualidad, cómo llevan el pelo, qué automóviles tienen, qué consumen. Todo está presente en la comunicación audiovisual, que sería muy distinta a la que podría ponerse en un libro, en una publicación periodística, en el lenguaje escrito. Vale decir, tiene un potencial enorme en cuanto a llegada, a promoción, a veces explícita. Cuando un ve las películas americanas con la bandera americana flameando permanentemente -para no hablar de otras cuestiones-, uno descubre que, inconscientemente, va incorporando cierto tipo de pautas, ya no sólo las culturales, sino formas de vida que son las que deciden, en última instancia, la cultura. Si uno ve a los muchachos de la nueva generación, cómo se visten, qué tipo de zapatillas usan, cuál es el tipo de pantalón que usan, el tipo de peinado, cómo caminan, descubre que sin la televisión, el video, el videoclip y todo el consumo que ha ido creciendo a partir del medio audiovisual, eso no existiría en esos términos. Si yo escuchara a Shakira, por ejemplo, en un disco, en la radio, no sé si me gustaría o no. Por ahí sí, por ahí no. Pero si yo a Shakira la veo moviendo las caderas en un escenario, cuando escucho su música ya tengo incorporada toda una serie de imágenes que potencian aquello la propuesta de una canción o de una pieza musical. No voy a abundar en esto, pero creo que en Estados Unidos lo tienen claro. La industria norteamericana y la cultura norteamericana no serían igual si no hubiesen contado con la industria del cine y de la televisión. Han servido para dinamizar una serie de aspectos de la economía y de la vida norteamericanas que hacen que el proteccionismo que hoy ejerce el departamento de Estado sobre su cinematografía, más que económico, sea político. Piensen que Estados Unidos, que es la potencia cultural quizás más grande del mundo, no tiene ni ministerio de cultura ni secretaría de cultura, mientras que nosotros acá nos afanamos permanentemente en crear organismos de cultura. Ellos no lo tienen, no lo necesitan. Necesitan el respaldo del Departamento de Estado y del Pentágono y sus funcionarios, sus representantes, van a cualquier parte del mundo teniendo en la carpeta de negociaciones el tema del cine y del audiovisual. Cuando van a las reuniones de la Organización Mundial del Comercio, dicen: “Señores, nosotros no importamos commodities si ustedes no aceptan la entrada libre de nuestros productos audiovisuales”. No entro a desarrollar ejemplos de este tipo, pero se han vivido desde la España de Franco, cuando Franco dijo: “Señores, vamos a pasar cuatro películas extranjeras por cada película nacional y si ustedes quieren pasar más películas tienen que empezar a producir adentro del país”. Y fue cuando las grandes compañías norteamericanas tuvieron que instalar o transferir buena parte de sus estudios para filmar grandes superproducciones en la Península Ibérica.

Esa incidencia exógena que tiene el cine, que ya no es solamente la plata que se llevan los que están en la industria del cine, es importante tenerla en cuenta. Casi no está estudiada ni analizada. Pero sí la tenemos que tener en cuenta en las relaciones políticas que hay, porque si no, no entenderíamos todo el conflicto que hay entre Estados Unidos y el resto del mundo cuando en la Organización Mundial de Comercio empieza a debatirse el tema de la libertad de comercio y Estados Unidos quiere barrer con todas las fronteras, los proteccionismos, las leyes de fomento, que en nuestros países son las únicas que están permitiendo que tengamos imágenes propias, que hacen a nuestra identidad, lo cual finalmente tiene que ver con el desarrollo.

En lo que respecta a lo específicamente endógeno, de todo aquello que esta industria, desde el audiovisual y desde el cine, obtiene como beneficio para sí misma, creo que también acá habría que entrar a analizar el carácter relativo y escaso que tiene el cine comparado con otras industrias audiovisuales. El cine como contenido, como medio de comunicación, tiene prestigio. Pero, si uno lo analiza en términos económicos y de llegada e incidencia, yo creo que la presencia del cine comparada con la de otras industrias audiovisuales es casi insignificante. Piensen que -y

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doy algunos datos, simplemente-, en un país como cualquiera de América Latina, se ofrecen anualmente 200 ó 250 películas por año para las salas de cine. Ése es el nivel de oferta, porque la cantidad de salas de cine -y el consumo que hay, que no es tan abundante-, no admite una mayor cantidad de títulos. Pero las películas que se pasan por televisión abierta, son entre 1000 y 1200 por año. Las copias de películas que se editan en video pueden oscilar entre 700 y 1000, de acuerdo a las circunstancias. Y las películas que se ofertan desde los canales de televisión por cable llegan a 15.000 títulos al año que se ofertan en cada país de América Latina. Me refiero a la oferta, que no es necesariamente consumo. Eso es un tema que podríamos ver también. Esta oferta se traduce, luego, en nivel de facturación económica.

¿Qué representa el cine en términos económicos? El cine puede estar representando, en este momento, 100 ó 110 millones de dólares al año -el conjunto de las salas-, mientras que la televisión, si incluimos la piratería y demás, representa 200 millones al año y los canales de televisión por suscripción que trabajan básicamente en proyección o emisión de películas cinematográficas, mueven 800 ó 900 millones de dólares al año. Comparativamente, si nos referimos nada más que a la incidencia económica, el cine está por detrás del conjunto de las industrias audiovisuales.

En este punto, creo que es importante el estudio de lo que es el consumo de la ficción a través del conjunto de medios audiovisuales, particularmente, la televisión. Hay un Observatorio que se ha creado hace dos años que está estudiando en ocho países de América Latina -incluso en el mercado de Estados Unidos-, cuál es el consumo de productos de ficción -no ya de informativos, deportivos. Los programas de ficción están constituidos en un 90% por telenovelas, después están los telefilms, las películas, que ocupan un porcentaje muy menor. En este sentido, creo que es importante rescatar algunos datos. Un estudio que se hizo acá en 2007, tomando la programación de cinco canales -cuatro privados y el oficial-, llegaba a la conclusión de que se estaban emitiendo programas de ficción por televisión en 1100 horas anuales de programas nacionales y 1300 horas de programas de ficción iberoamericanos o latinoamericanos en su mayor parte. Esto representaba un total anual de 2500 horas -aproximadamente- de programas de ficción que se ofertaban desde los canales de televisión, mientras que desde las salas de cine, apenas se ofertaban 350 horas, de las cuales 40 eran locales o latinoamericanas, porque no importan sólo las horas sino la procedencia de estos productos. En las salas de cine de Chile, en el mismo año -y es un ejemplo para toda América Latina- apenas el 5% concurría a ver productos nacionales -acá en la Argentina es el 10% aproximadamente-, mientras que el 90% eran, en su mayor parte, películas norteamericanas, y la presencia del cine latinoamericano era casi nulo. Sin embargo, en la televisión, el 65% de la ficción que se pasaba era de América Latina y el 35% de Estados Unidos. Ya había un cambio cualitativo en cuanto al origen de los contenidos. Con respecto al consumo efectivo de teleaudiencia, medida por el rating, también se decía que el 81% de la ficción que consumían los televidentes de Chile eran programas de América Latina. Dentro de eso, el 52% era de producción local y sólo el 17% de Estados Unidos.

Cuando uno analiza este tipo de datos, tiene que ver dos cuestiones. Una de ellas, que me parece muy importante, es cómo el cine está cada vez más vinculado al conjunto de las industrias culturales audiovisuales, pero al mismo tiempo está obligadamente necesitado de conectarse con ellas para poder desarrollar su capacidad productiva y su incidencia político-cultural. La Ley de Radiodifusión no contempla la presencia del cine en los canales de televisión, no la regula. Evidentemente eso está dificultando las posibilidades de producción de imágenes audiovisuales en el país, lo mismo que pasaría si una Ley de Cine no contemplase la presencia y las relaciones

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con la televisión y las nuevas tecnologías audiovisuales, también estaría limitándose bastante la posibilidad del desarrollo del cine. La primera alternativa es conseguir las relaciones políticas con el conjunto de estos medios audiovisuales, atendiendo a una presencia cada vez mayor del cine en estos mercados, que es una cuestión a tener en cuenta porque, en síntesis, de esta incidencia económica, descubrimos que está bien que las películas argentinas se vean o que dejen 100 millones en este país, en las salas de cine. Pero si descubrimos que solamente el 10% de esos cien millones corresponden a productos nacionales y el 90% a productos extranjeros, notamos que la mayor parte de la incidencia económica de la actividad cinematográfica en nuestro país beneficia a las major norteamericanas que a la producción nacional, porque ésos no son recursos que se reinvierten sobre la producción propia, sino que se llevan a las oficinas centrales de Estados Unidos, sobre todo, que es el que domina la mayor parte de la producción, con producciones propias o con coproducciones ajenas.

Entonces, hablar de que movemos mucha plata con el cine, es un dato relativamente cierto pero también relativamente falso. Quien más se beneficia con el negocio del cine a nivel endógeno de América Latina son las major, mucho más que la producción local. Antes quizá se beneficiaban, en gran medida, también los exhibidores locales, porque se llevan un 50% de estos. Hoy en día, los norteamericanos y australianos han comprado los multicines, de tal manera que, también a través de eso y de sus grandes distribuidoras, se llevan los negocios. La otra alternativa que cabe ya no es solamente la relación del cine con el espacio audiovisual, sino la relación del cine con lo regional. Tengamos en cuenta la experiencia de la televisión. Hay una gran demanda de productos locales y regionales a través de la televisión, en gran medida de telenovelas. Desde el cine se subestima esto, se cree que es todo una tontería, que está afectando la cultura de la gente. Creo que esto requiere de análisis mayores porque cuando la gente, a ese nivel, consume tantos productos de América Latina -sean de Colombia, de Brasil-, debe haber algunas razones de carácter cultural que habría que respetar y conocer. Habría que pensar que es preferible que la mayor parte de nuestra población consuma o utilice los productos que se originan dentro de América Latina a que siga desarrollándose esta actividad con los productos que vienen de Estados Unidos. Y estos productos de Estados Unidos no están tan presentes, en términos protagónicos, en el consumo de ficción en la televisión, pero sí en el cine, en el video, en Internet, en la telefonía celular y en el videojuego, que es el medio audiovisual de creciente consumo y para el cual nuestro país no tiene políticas preparadas, todavía.

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V. EL FINANCIAMIENTO DE LA CULTURA Y EL PAPEL DE LOS ORGANISMOS CULTURALES MUNICIPALES, PROVINCIALES Y NACIONALESFernando gasPar (cHile)Jefe de la Unidad de Estudios del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes de Chile. Doctor en Ciencias del Lenguaje. Recibió la mención en políticas públicas por la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de París. Fue consultor permanente durante cuatro años en la UNESCO.

edwin HarVey (argentina)Abogado. Director de la Cátedra UNESCO de Derechos Culturales de la Universidad de Palermo. Consultor internacional de Naciones Unidas, UNESCO, PNUD, OEA, OEI, Convenio Andrés Bello, BID y otros organismos internacionales. Se especializa en las áreas de derechos humanos y culturales; legislación y derecho de la cultura; legislación cultural internacional; derecho de autor; política, administración y financiamiento de la cultura.

león rePetur (argentina)Especialista en Gestión de Instituciones del Sector Sociocultural. Se desempeña en servicios de consultoría, capacitación, monitoreo, y organización de eventos y proyectos. Ocupó varios cargos institucionales vinculados a la cultura, la educación y la comunicación, en Mendoza. Dirigió el Departamento de Acción Federal del INCAA y fue asesor del presidente del Parlamento Cultural del MERCOSUR-PARCUM. Como productor, participó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata durante tres años, en Cantapueblo y en la Fiesta Coral de América. Dictó cursos relacionados con la industria audiovisual, el marketing cultural, el marketing de ciudades y la gestión de emprendimientos turísticos culturales. Actualmente, dirige el Diploma en Gestión Sociocultural.

inés urdaPilleta (argentina)Legisladora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Frente para la Victoria), integrante de la Comisión de Cultura. Es docente de las Universidades de Buenos Aires y del Salvador. Posee una amplia experiencia en el área de gestión cultural y patrimonio. Fue directora general de Museos y Coordinadora de la Comisión para la preservación del Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Coordinó y fue asesora en diferentes proyectos de la Secretaría de Cultura de la Nación (2002-2005).

Héctor Valle (argentina) Economista. Uno de los creadores del Plan Fénix y presidente del Fondo Nacional de las Artes. Fue director del INDEC entre 1990 y 1991, cargo al que renunció cuando asumió Domingo Cavallo. Preside la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE).

Fernando Gaspar

Para nosotros es un honor estar aquí representando a la ministra Paulina Urrutia del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Vengo en reemplazo del subdirector Arturo Barrios quien, desgraciadamente, esta semana tuvo que estar presente en las discusiones en el Parlamento del presupuesto para cultura con la gravedad de la situación económica que

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ha traído y los reajustes que se están dando en este momento, al menos en Chile, para los presupuestos nacionales. Agradezco mucho la invitación y voy a dar inicio a la presentación de un programa emblemático de este Gobierno, de la creación de centros culturales a lo largo de Chile.

Quiero hacer una breve introducción histórica y ponerlos al tanto de la situación acerca de cómo ha sido la inversión en cultura en el Gobierno de Chile, tomando en cuenta que la recuperación de la democracia se dio a inicios de los 90 y la primera inversión en cultura se dio, sobre todo, en los fondos concursables. Se intentó apoyar a la creación artística después de lo que en Chile se llamó apagón cultural, durante la dictadura de Pinochet. De ahí que el Consejo de la Cultura sea una institución bastante joven, tiene cinco años. Después de los 90 se ha tratado de darle mucha más consistencia a esa inversión para desarrollar la infraestructura cultural, es decir, espacios donde se pueda desarrollar la creación que se había fomentado durante toda la década de los 90.

El Programa de Centros Culturales es una prioridad gubernamental del gobierno de Michelle Bachelet. Brevemente les voy a hablar de los conceptos generales de este Programa y las dimensiones básicas, su forma de implementación, así como las características comunales y del proyecto, su modo de funcionamiento, los criterios de selección y la implementación según regiones.

El Programa de Michelle Bachelet ha invertido en los últimos dos años alrededor de 6200 millones de pesos chilenos, que son 12 millones de dólares, para dotar a todas las comunas de Chile con más de 50.000 habitantes de un centro cultural. Este Programa de Centros Culturales está dentro de la cartera de programas del bicentenario, de la Cartera Nacional de Proyectos y ocupa el 9% del financiamiento y el 7% en prioridad presidencial. Creo que ésta puede ser, quizás, una de las partes más interesantes a discutir o a reflexionar. Tiene que ver con que, ante la carencia de espacios de cultura en Chile, estos nuevos centros sustituyen en parte a las ideas más convencionales que se tenían sobre la cultura, como los museos o las bibliotecas. Son espacios que, además de ayudar a la difusión y promoción de la cultura, también impulsan el desarrollo comunitario a través de actividades que tienen que ver con la identidad local de las regiones donde se sitúan.

Los conceptos que estructuran, entonces, la definición de un centro cultural es que son espacios abiertos en la comunidad, que dan lugar a los creadores y demandas locales, representan y promueven la identidad, los valores e intereses artísticos y culturales de las regiones o del territorio donde se construyen. Tienen un carácter multidisciplinario, prestan servicios culturales, actividades de formación y creación, también se llevan a cabo talleres. Se tienen que desarrollar a través de un plan de gestión cultural y -esto es un componente muy importante-, con personal calificado, lo que le da sustentabilidad a cada uno de estos centros.

Para redondear los conceptos sobre los centros culturales, podemos decir que hay tres dimensiones. Por un lado, está el diseño arquitectónico, fundado en un estudio de audiencias y además en un modelo de gestión cultural específico de cada localidad. Es decir, no se construyen los centros culturales sin antes hacer un análisis de audiencias, para saber lo que podría recibir y dónde podría impactar a nivel cultural en la región. Tampoco se construyen los centros culturales sin que tengan un plan de gestión que les permita, obviamente, sustentabilidad en el tiempo. El centro cultural -se dijo mucho en la primera mesa- también debe ser reflejo de los valores identitarios de cada comuna y región del país. Por último, se tiene que considerar una prioridad estratégica

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del Consejo Nacional de la cultura y las Artes chileno, para que sean espacios de encuentro ciudadano, lugares de creación, desarrollo y difusión de prácticas artísticas y culturales, además de que se pretende generar una red de espacios a lo largo del país.

El tema de la gestión cultural, como todos sabemos, tiene que determinar la funcionalidad del espacio -como les decía- y la programación arquitectónica de cada proyecto. La política cultural y política de Estado, en este sentido, busca asegurar los espacios de participación descentralizados, recogiendo las demandas y necesidades locales y pretende que haya un equilibrio entre los centros culturales regionales y los nacionales. Aquí hubo una decisión estratégica, también, del Consejo Nacional de la Cultura en fusionar las unidades de infraestructura y de gestión de manera que nunca más se trabajara de manera paralela o diferenciada entre el manejo de la infraestructura a nivel nacional y el manejo de la gestión.

Voy a entrar en detalles. En Chile existen 345 comunas, de las cuales 85 tienen más de 50.000 habitantes. En esas 85 comunas se concentran las dos terceras partes de la población; 41 están en la región metropolitana, lo cual habla del centralismo, muy similar al que hay en Argentina; 12 no tienen infraestructura cultural; de las restantes 44, algunas no tienen infraestructura y de las otras, que no son de la región metropolitana, once son las que no tienen, y ellas son a las que se ha dedicado la prioridad de este programa. De las 85 comunas se priorizaron 65 y se dividieron por niveles de prioridad en aquellas que no tenían infraestructura, aquellas que tenían cierto grado de infraestructura y había que mejorarla y las terceras con infraestructura cultural precaria y deficiente y con requerimientos de intervención, mejoramiento y equipamiento. Las que tienen un cierto grado de infraestructura cultural son las que ocupan más espacio dentro del programa, pero esos espacios, generalmente, fueron dejados de lado por el tiempo y la inversión, ya que requieren renovación y, obviamente, un apoyo estatal.

El programa se canaliza a través de los municipios -esto también es importante-, el Estado federal o nacional entrega los recursos a los municipios y los centros culturales son gestionados por los propios municipios, a la larga, quienes además deben presentar sus proyectos de gestión y proyectos arquitectónicos. A ellos se les traspasan fondos destinados al diseño, a la compra de inmuebles y a la construcción de centros culturales, y después se asiste en la elaboración de los planes de gestión necesarios para esos espacios. Además, se capacita al personal municipal que cumple funciones culturales para el manejo y la conducción técnica de estos centros.

Los criterios de selección de los proyectos incluyen, en primer lugar, un plan de gestión en coherencia con el programa arquitectónico. No se destina el presupuesto antes de que el municipio presente un plan de gestión donde se demuestre la sustentabilidad de estos futuros centros culturales. Otro de los criterios, obviamente, es la recuperación patrimonial -que es muy importante- con un uso cultural, un compromiso económico y desarrollo de la gestión cultural municipal. Se ha optado por la opción de firmar un convenio legal entre el municipio y el ministerio, de tal manera que se le dé un destino de uso cultural a esos espacios que se están creando y no se utilicen para otros fines –lo que puede ser la tentación de muchos alcaldes. Por último, que haya un impacto social es otro de los criterios, es decir, que haya indicadores vinculados a la población y pobreza y que estos centros culturales sean dinamizadores de las economías locales. Redondeando, las pautas para la selección de los proyectos de los centros culturales, son: comunas con más de 50.000 habitantes; el nivel de desarrollo de centros culturales en cada una de esas comunas. Si no existe un centro cultural, obviamente es el primer criterio a focalizar. Si existe, hay que mejorarlo o lograr un desarrollo mayor de ese centro cultural.

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Para la distribución de la inversión, se ha priorizado la inversión en otras regiones a diferencia de la región metropolitana. Uno de los aprendizajes que también ha vivido este programa a lo largo de su implementación ha sido que los municipios han requerido de competencias. También se ha hablado en la mesa anterior de que faltan las competencias para hacer las propuestas, tanto arquitectónicas como de planes de gestión de los propios municipios y, por lo tanto, el ministerio está implementando programas de capacitación para que ellos puedan proponer sus propios planes y puedan, asimismo, optar por alternativas arquitectónicas que puedan ofrecer otros despachos de arquitectura de otras regiones, no necesariamente donde se va a construir el centro cultural.

La cobertura de las asesorías en gerencia cultural, entonces, abarcan planes de gestión, planes municipales de cultura porque, obviamente, estos planes de desarrollo y de gestión de los centros culturales tienen que estar en consonancia con un plan integral de la municipalidad en materia cultural. Para 2008, esta cobertura proyectada de asesorías de planes de gestión ha ido variando, afortunadamente, y ya sólo se está apoyando, más bien, a proyectos para 2009. Hay quince proyectos para 2009, pero ya en 2008 son veintisiete, por lo tanto, la idea es que a fines de este año haya alrededor de 42 nuevos centros culturales, lo que significa una inversión bastante fuerte.

Por último, podemos hablar de estos espacios culturales como figuras híbridas dentro de la idea tradicional de la gestión de espacios que hay en otros países -como son los museos o las bibliotecas-, una concepción donde la creación de espacios no puede surgir antes de los estudios de audiencias ni de los planes de gestión. Tenemos que ver este proceso histórico de transición, hay una inversión en cultura en Chile, se fomenta la creación artística así como la generación de audiencias y, por lo mismo, se erigen espacios donde se puedan desarrollar estas creaciones artísticas. También se propende al fortalecimiento de las particularidades de cada proyecto y de las prácticas y dinámicas específicas de cada región y la generación de vínculos y compromisos entre autoridades locales y posibles inversionistas en su desarrollo, así como la firma de convenios de compromiso de las autoridades locales para la sustentabilidad, por lo menos a diez años, de estos centros culturales. Porque resulta también -y esto es muy importante- que las inversiones nacionales suelen ser construidas y después, obviamente, todos sabemos que hay un mantenimiento muy importante para que haya una programación efectiva y un buen desarrollo de los profesionales técnicos que trabajan en estos centros culturales. Así que estos compromisos a diez años que se están firmando con cada municipalidad los obliga a ellos, también, a destinar un presupuesto obligatorio en estos centros culturales que permita su sustentabilidad y su desarrollo.

Edwin Harvey

Agradezco mucho la invitación de la Secretaría de Cultura de la Nación, el Consejo Federal de Inversiones, el área de cultura de la Provincia de Tucumán y otras entidades a los que felicito, por otra parte, por este evento tan importante para el futuro de nuestro país. El tema por el que se me invitó a participar -el financiamiento público de la cultura-, es muy interesante y poco estudiado, sobre todo desde un punto de vista específico. En los breves minutos de que dispongo, voy a tratar de ofrecer un panorama resumido pero, en la medida de lo posible, completo, de qué es lo que está pasando en América Latina. Se trata de que, a diferencia de las tradicionales funciones cumplidas por el Estado -Nación, provincias, municipios- en materia de acción cultural y de gestión cultural, ya desde los años 50 se advierte, no solamente

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en países de América Latina sino de Europa, la creación de una nueva función a cargo de los poderes públicos, que es el establecimiento de programas y, en algunos casos, de instituciones, de financiamiento de la cultura. El primer caso se dio en Gran Bretaña en 1945 -fue quizá el origen-, donde se creó un fondo especial para la cultura y las artes. En América Latina, el primer caso se dio 50 años atrás con la creación en 1958 del Fondo Nacional de las Artes de la República Argentina. Paradójicamente tal vez -no sé si hay mayoría de tucumanos- no quiero dejar de señalar la importancia la creación en Tucumán del Fondo de Difusión Cultural de la Provincia que, seguramente, muchos de ustedes conocerán. Hay una ley especial, aprobada en diciembre de 1958, que creó el Consejo Provincial de Difusión Cultural y, simultáneamente, el Fondo Provincial de Cultura, con la característica de que disponía de recursos muy importantes, algo que inclusive los actuales políticos de la cultura y legisladores, tal vez, no se animarían a plantear. Este fondo contaba con ingresos provenientes de las utilidades de los ejercicios del Banco de la Provincia de Tucumán, de la Caja de Ahorro y de la Caja de Previsión Social de Tucumán, a lo que se sumaba un 5% de las utilidades de los juegos de azar de la provincia. Esto es remarcable porque una de las características que tienen estos fondos que están funcionando en América Latina desde esa época, es que, en la mayor parte de los casos, disponen de recursos propios y específicos, es decir que se mantienen, en buena medida, al margen de las vicisitudes -a veces para arriba, a veces para abajo- de los presupuestos públicos, nacionales y provinciales.

En América Latina existen, en este momento, instrumentos financieros de la cultura específicos, especializados y con recursos disponibles, en quince países de América Latina más dos países de América del Norte, que son Canadá y Estados Unidos. Es decir que prácticamente, salvo unos pocos países de América Central, en todo nuestro continente, el financiamiento público de la cultura cumple una función muy especial, con matices de diferente tipo. Eso hay que destacarlo.

No hay incompatibilidad ni contradicción en que exista un Ministerio de Cultura por una parte y un Fondo de Financiamiento de la Cultura y las Artes por el otro, en la medida en que cada uno cumpla con su función. Una es una función financiera y otra, de acción y gestión cultural, y de administración de servicios culturales. Eso se ha dado en la Argentina desde 1958. Aquí está el actual presidente del Fondo Nacional de las Artes que, seguramente, les va a hablar del tema. Nada ha impedido el funcionamiento coordinado y armonioso -aunque autónomo-, de los fondos nacionales de cultura con respecto a los organismos públicos de acción y ministerios o secretarías de cultura. Como ustedes saben, en este momento hay trece países de América Latina que cuentan con ministerios de cultura. El caso argentino es un poquito diferente porque, si bien no tiene rango de ministerio, es una secretaría de Estado que no depende del Ministerio de Educación -está separada desde 1995-, sino que depende directamente de la presidencia de la república.

Cuando hablamos de fondos, tenemos que señalar en primer lugar que su estructura institucional y legal generalmente obedece a una normativa, a una ley orgánica especial, como es el caso de la ley tucumana de diciembre de 1958, que establece las funciones, los estatutos, los recursos, las estructuras de dirección y los objetivos de funcionamiento de estos organismos. La relación de autonomía pública de estos fondos es muy particular. En general, su relación con el Poder Ejecutivo se realiza a través de las áreas de cultura. Pero tenemos dos excepciones que confirman la regla: aquel organismo del Consejo de las Artes de Gran Bretaña -el primero que se creó en el mundo, en 1945-, no funcionaba en el área del Ministerio de Educación del Reino Unido, sino que funcionaba en el área del Ministerio del Tesoro de Gran Bretaña.

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Un caso similar fue nuestro Fondo Nacional de las Artes que, durante sus primeros diez años, funcionó -esto es coherente-, manteniendo su relación con el Poder Ejecutivo a través del entonces Ministerio de Hacienda. Comparto plenamente la idea de que un organismo como el Fondo Nacional de las Artes debe funcionar en vinculación con el Poder Ejecutivo a través de los ministerios de Hacienda porque es un organismo de la cultura, pero de financiamiento. Y sobre todo en el caso argentino, un fondo que tiene como como principal función la de otorgar créditos a los distintos sectores de la cultura y las artes.

La estructura en general de los fondos creados en América Latina es muy ágil, no burocrática. Siempre recuerdo en mis presentaciones dentro y fuera del país que el Fondo Nacional de las Artes nunca tuvo más de 50 ó 60 empleados y funcionarios, lo cual es de por sí un milagro dentro de lo que es la pesada burocracia cultural argentina. Esto hay que destacarlo. En algún momento que tuvo su mayor significación el Fondo Nacional de las Artes por los recursos de que disponía, el presupuesto en personal de la administración del Fondo no superaba el 7% de su presupuesto total de funcionamiento, lo cual es un verdadero milagro, inclusive a nivel de un organismo privado.

En cuanto a los órganos superiores de dirección y administración de estas instituciones, en general están a cargo del directorio de cuerpos colegiados con la característica, en algunos países -siempre me refiero al caso nuestro pero al de otros países también- de que esos directorios están integrados por personas representativas de las actividades culturales, que son elegidas y designadas por un período de tres o cuatro años y que, por lo tanto, cumplen una función, no de asesoramiento, sino básicamente de toma de decisiones en lo que se refiere al funcionamiento de estas instituciones.

Me voy a referir también a la estructura de recursos específicos. Éste es un elemento central del funcionamiento de los fondos que existen en América Latina. La mayor parte de ellos dispone de recursos propios. El caso que siempre recuerdo porque me ha tocado vivirlo muy de cerca en el momento de su creación y después como presidente entre 1984 y 1989, es el del Fondo Nacional de las Artes. En su origen, como ya comenté, dispuso de recursos muy importantes. Dispuso de los ingresos provenientes de un gravamen del 5% de los ingresos brutos de la publicidad comercial transmitida por radio y televisión de todo el país, otro 5% sobre los ingresos brutos de las estaciones de radio y televisión del país, el 10% de otro impuesto de las entradas a los bailes que se realizaban en todo el país con fonogramas, es decir, sin intervención de músicos en vivo y algo que es muy interesante y que es muy propio de la Argentina y que en un debate sobre financiamiento público cultural hay que señalar, un recurso que sólo tienen Argentina y Uruguay, que es lo que se llama Dominio Público Pagante. La explotación comercial o industrial de toda obra intelectual después de un período de tiempo determinado de fallecimiento del autor, como ustedes saben, pasa al dominio público. En Argentina son 70 años, a partir de ese momento, es gratuito. Sin embargo, desde 1958 pasó el Fondo a ser heredero universal de este recurso que antes era propio de los herederos de los autores, cobrando un pequeño derecho de autor, una tasa por dominio público, que le ha permitido sobrevivir, al Fondo, luego de que perdiera la mayor parte de sus recursos entre 1967 y 1969. El Fondo es el heredero universal de Gardel, cobra un pequeño derecho por la explotación de la obra de Gardel. Es también heredero universal de Verdi, de todos los grandes autores líricos, así como de todo otro autor fallecido -de Platón en adelante- en la cultura universal de todos los tiempos y de todos los países. Esto me parece muy importante de señalar porque debiera ser consolidado el sistema en la medida en que es un genuino recurso. La cultura del pasado permite financiar, a través de su explotación económica, la cultura del presente.

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Por otra parte, varios de estos fondos, tanto el Fondo Nacional de las Artes argentino como el Fondo de Cultura de Ecuador, en su momento dispusieron de un capital inicial. El Fondo ha actualizado ese capital inicial, como institución financiera. Estaría actualmente en el orden de algo más de los 200 millones de pesos. Habría que reivindicar, a la luz de la política actual, que el Fondo Nacional de las Artes recuperara por lo menos una parte de ese margen inicial que tuvo en 1958.

Por otra parte, también estos organismos disponen y tiene facultades para colocar en inversiones, plazos fijos, etcétera, sus recursos disponibles en todo momento, como cualquier institución financiera pública o privada. La administración de fondos externos, a través de fideicomisos, es también una medida muy común en estos organismos de financiamiento de la cultura, al igual que el caso de, por ejemplo, Guatemala, Brasil y México donde, por las donaciones que se efectúan a los fondos de estos países, los donantes tiene una exención fiscal. Esto es muy importante porque es una alternativa algo diferente a los proyectos y concreciones de leyes de mecenazgo que tenemos en nuestro país. Los fondos de estos países reciben donaciones con fines especiales para realizar distintos proyectos culturales y el donante de los fondos respectivos tiene exenciones fiscales muy importantes sobre distintos impuestos.

Entre estos fondos, que existen en diecisiete países de América, se encuentran los fondos generales, como ocurre, por ejemplo, en el caso del Fondo Nacional de Cultura del Ecuador, el Fondo Nacional de las Artes de la Argentina, en el caso de FUNDARTE, la Fundación de Arte de Brasil, que apoyan financieramente -luego vamos a ver de qué forma- a todas las actividades artísticas, teatro, música, artes plásticas, letras y también expresiones folklóricas en general, artesanías. Han crecido en nuestros países los fondos nacionales de promoción y fomento de la cinematografía. Cada día nos encontramos con que en pequeños países como Uruguay, por ejemplo, se están creando fondos con este fin. La Argentina también fue pionera en esto porque, en 1957 se creó, a partir del modelo francés del Centro Nacional de Cinematografía, el Instituto Nacional de Cine, que luego fue sufriendo transformaciones y actualmente es el INCAA -Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales-, el cual dispone de una ponderable y envidiable situación en términos económicos y de gestión administrativa. Es un ente público no estatal, lo cual le permite estar al margen de una serie de restricciones que tienen otras instituciones financieras en el caso de nuestro país. El teatro también dispone, en algunos países como la Argentina y como Uruguay, de fondos especiales.

Yo llamo siempre a los potenciales beneficiarios de estas instituciones financieras su clientela, como la clientela de un banco. Hay que cuidarlos, hay que apoyarlos en la medida que cumplan. La clientela en general proviene de las áreas del patrimonio cultural, de las artes, y también de las industrias culturales o industrias creativas. Personas individuales, trabajadores de la cultura, creadores, empresas industriales y comerciales dedicadas a la producción, dedicadas a la distribución, difusión, etcétera, de bienes culturales, y también instituciones culturales sin fines de lucro. Revisando un poco, antes de venir, ese primer período de gestación del Fondo en el que sus recursos fueron cuantiosos, más de cien instituciones de la Provincia de Tucumán fueron beneficiadas con subsidios en general, de distinto tipo, del Fondo de las Artes.

Finalmente, en cuanto a qué tipo de operaciones realizan estas instituciones, estos organismos de financiamiento, tenemos, por una parte, operaciones reintegrables, es decir, operaciones de crédito o préstamos que deben reintegrarse. Ha sido un verdadero éxito con el transcurso del tiempo esto que parecía al comienzo una verdadera utopía. Los artistas son los mejores pagadores. Yo no sé si hay artistas o creadores aquí, en ese caso les hago llegar este mensaje: los

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artistas son los mejores pagadores cuando se trata de préstamos de este tipo, porque lo toman casi como una cuestión de honor. También hay operaciones no reintegrables. Es el caso de los subsidios a instituciones. En mucha menor medida, becas y premios porque, en alguna medida, las becas y los premios son propios, son herramientas de apoyo de los organismos públicos, de las secretarías y ministerios de cultura. La realización de programas de investigación aplicada al campo de la economía de la cultura es, también, una función -menor pero importante-, de estos organismos. Como señalé también, la administración de fondos de terceros y, desde luego, el apoyar financieramente lo relacionado con la creación, producción, difusión, distribución, importación y exportación, y conservación de bienes y servicios culturales y artísticos.

Para completar, quisiera exponer un breve resumen porque hasta ahora hemos hablado de lo hechos pero no del futuro, de cómo veo la situación de nuestro país. Nuestro país tiene, potencialmente, una posición muy importante: tiene un Fondo Nacional de las Artes que, en alguna medida, financia todo tipo de actividades culturales y artísticas; un Instituto Nacional de Cinematografía que financia la cinematografía nacional; un Instituto Nacional de Teatro que financia el teatro en general; y una antigua Comisión de Bibliotecas Populares creada en 1870 por la Ley N.º 419, de la presidencia de Sarmiento, que financia todo lo que sea el desarrollo y progreso de las bibliotecas populares -es, un poco, el centro cultural de todas las épocas, debidamente actualizado. Le falta a nuestro país algo muy importante: un fondo para la preservación y apoyo del patrimonio cultural. Eso también lo dejo como un mensaje, porque en todos los proyectos de leyes que he visto a nivel nacional sobre la materia, nunca he encontrado que se incluyera algún capítulo sobre la creación de un fondo del patrimonio cultural histórico, artístico, arqueológico, con recursos suficientes.

Por último quiero hacer referencia al Fondo Metropolitano de Cultura de la ciudad de Buenos Aires. Se trata de un fondo muy importante, pero carece de estructura. No ha sido creado por ley y, en definitiva, si bien es cierto que sus decisiones para la asignación de subsidios y subvenciones se hacen a través de jurados, la decisión final está en manos políticas, que son las del ministro. Considero que el Fondo Metropolitano de Cultura es muy importante en cuanto a recursos. No olviden que el Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires tiene un presupuesto muchas veces superior al de la Secretaría de Cultura de la Nación. En este momento entiendo que está en el orden de los 400 millones de pesos, lo cual no es poco. Es un modelo, un ejemplo. Claro, es la Capital Federal, es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Creo que debería estructurarse un sistema a la altura de las instituciones más actualizadas, que permita que este fondo funcione para toda la cultura, para las industrias creativas, para los artistas. Éste es el mensaje que quería dejar aquí.

León Repetur

Muchas gracias, en primer lugar, a la Secretaría de Cultura de la Nación, al Consejo Federal de Inversiones, a los organizadores de este Congreso, primero, por la gentil invitación a participar de esta mesa y, también, por haber logrado una continuidad a partir del Primer Congreso que realizamos en Mar del Plata hace dos años. Ojalá se pueda sostener, porque creo que los avances que se han ido detectando en las gestiones culturales, tanto de la Nación como de las provincias, han estado atados a los debates que allí pudimos vivir y participar. En segundo lugar, también les agradezco a ustedes que sé que se han trasladado muchos de sus provincias de origen, viajando muchas horas para estar, con la pasión que mueve a los gestores culturales en estos debates, aportando y llevando el mensaje de la convivencia y de las conversaciones, que es lo que hace rica nuestra actividad cultural.

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Quiero presentarles algunas reflexiones en relación a un tema que nos viene ocupando como organización no gubernamental y que hemos denominado “Financiamiento de las PyMEs culturales: inversión para el desarrollo y para la generación de empleo de los jóvenes”. Desde nuestra fundación, la fundación COPPLA, que tiene su sede en la provincia de Mendoza y oficinas en varias ciudades de Argentina -Córdoba, Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires, La Plata; también estamos instalándonos en Río de Janeiro y en Venezuela-, venimos trabajando fuertemente, desde hace veinte años. La fundación nació a partir de un proyecto puramente artístico, un festival internacional de coros que se llama Cantapueblo, la fiesta coral de América que, en este momento, en 2008, está cumpliendo ya veinte años y que se va a desarrollar en el mes de noviembre, una semana en la Provincia de Mendoza, luego sigue una semana en Río de Janeiro y finaliza con una semana más en la Ciudad de Caracas y Guarenas, en el Estado de Miranda. Son dieciocho días de festivales corales con la participación de más de 200 agrupaciones corales, más de 6000 cantantes y, por supuesto, las alianzas que corresponden con este gran emprendimiento, con sectores estatales, empresariales y demás.

Este proceso que ha desarrollado nuestra fundación, juntamente con otro al que nos fue obligando la misma realidad del proyecto central que veníamos desarrollando, que es este festival de coros, nos fue planteando serios desafíos porque, al complejizarse el proyecto que había nacido humildemente en 1989 con la participación de dieciséis coros, fue creciendo geométricamente y nos empezó a exigir una serie de formaciones, de capacitaciones, de conocimientos de los que no disponíamos y sobre los que no había oferta educativa. Entonces desarrollamos, también desde nuestra fundación, una escuela de gestión cultural que ya lleva diez años funcionando con diploma en Gestión Social y Cultural y de Industrias Creativas, un programa ejecutivo de Alta Dirección en Cultura, donde hemos podido, tanto desde el proyecto cultural artístico como desde el proyecto de capacitación, tomar contacto y detectar la presencia de muchísimas PYMES culturales en todos los eslabones de la cadena productiva de las industrias y de los servicios culturales. Ahí encontramos, tanto en investigación, en la creación, en la producción, en la comercialización, en la distribución, en la publicidad, en la comunicación, en el diseño, la impresión, y también en los servicios accesorios -sonido, luces, edición, etcétera-, estas organizaciones empresariales pequeñas que estaban constituyendo un conglomerado muy importante que aportaba fuertemente a la economía y hacía posible el trabajo y concreción de proyectos culturales. Simultáneamente, además de vivirlo en carne propia como organización no gubernamental, empezamos a tomar contacto también, especialmente en los espacios educativos, con organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro que venían haciendo un proceso que se viene analizando como proceso de pasaje de organizaciones no gubernamentales sin fines de lucro a empresas híbridas. Empezamos a encontrarnos con organizaciones no gubernamentales del sector no lucrativo que comenzaban a desarrollar estrategias de autofinanciamiento para poder sostenerse en el tiempo. Empezaban a desarrollar negocios relacionados con la misión, empezaban a generar comercialización y producción de bienes y servicios culturales, servicios de asesoría, servicios educativos, venta de merchandising, de franquicias, etcétera, y también se empezaban a acoplar a este conglomerado de PyMEs culturales tradicionales. Nosotros mismos como fundación veníamos transformándonos en este tipo de empresas híbridas, porque realizábamos nuestro proyecto en función de la misión, pero por necesidades de autofinanciamiento también empezamos a generar algunas áreas de negocios y de rentabilidad que nos permitieran continuar en el tiempo y ser sustentables, también a partir de la disminución de los aportes que se venían detectando del financiamiento público.

Todas estas PyMEs, tanto las tradicionales como las híbridas, comenzaron a mostrar una enorme

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potencialidad. Permitían la posibilidad de construir un sector económico, cultural y político poderoso, generar un bloque desde lo productivo que pudiera empezar a pesar en algunas decisiones fundamentales de política cultural y económica. Empezamos a ligarnos con algunos organismos internacionales para avanzar en estudios y en estas posibilidades y tomamos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo seis factores clave que ellos proponían para la competitividad de los sectores económicos:

a) La capacidad exportadora del sector.b) La capacidad de atraer inversiones que tiene el sector.c) Las capacidades relacionadas con la educación y la formación profesional en el sector.d) El stock, las infraestructuras y el equipamiento de los que disponemos.e) Los recursos naturales.f) Los tejidos institucionales que se generan en todo este sector productivo cultural.

Comenzamos a combinar estos factores y a diagnosticar cuáles eran las fortalezas y debilidades de cada sector. Formulamos y tratamos de posicionar mecanismos de financiamiento para este sector específico. Así, entonces, pudimos proponer algunas ideas que hoy traemos a consideración de este Congreso con el objetivo de debatirlas y, ojalá, empezar a procesarlas para ver si, tanto desde el Estado como desde el sector privado, podemos arrimar nuevas formas de financiamiento para el sector productivo, cultural y creativo.

La primera línea que consideramos imprescindible, es una línea de financiamiento ligada a este tema de las capacidades relacionadas con la educación y la formación profesional, para un plan nacional de capacitación de los gestores culturales y los emprendedores de las industrias creativas. Hay una demanda impresionante que aparece en todos los lugares donde nosotros recorremos y en todos los congresos provinciales cuyas conclusiones hemos estado leyendo. Hay que tener en cuenta que las ofertas de capacitación están, generalmente, muy concentradas, en Buenos Aires o en Europa en su mayoría. Ahora, para el desarrollo de esta propuesta, hay dos temas a tratar: en primer lugar, la investigación de los parámetros, de los alcances de las competencias que deben tener los emprendedores de las industrias culturales para lograr éxito y sustentabilidad de sus proyectos; en segundo lugar, detectar cuáles son los componentes básicos de este sector específico y poder capitalizar el conocimiento que ya existe.

Comenzamos con el trabajo de investigación sobre competencias en un programa que venimos desarrollando en alianza con el Convenio Andrés Bello y financiado por él mismo, desde agosto de este año, y pensamos estar terminando la investigación sobre diez áreas de la producción cultural creativa, aproximadamente al finalizar el primer semestre de 2009, donde publicaremos los resultados de esa investigación que, seguramente, nos podrán servir para modificar o actualizar algunos contenidos y planes de estudio en las carreras relacionadas con la gestión cultural y, por supuesto, determinar nuevas competencias y perfiles profesionales para enfrentar un mercado sumamente competitivo y multifacético como éste.

En segundo lugar, y ligado con el factor capacidad exportadora para ser competitivos, también pensamos que hay que estudiar líneas de financiamiento para promover más nuestras exportaciones, de tal manera de poder equilibrar la balanza de la cuenta corriente de las industrias culturales, que sigue siendo deficitaria. Aún seguimos importando más productos y servicios culturales que exportando. Esto también es importante porque, si detectamos y continuamos la investigación de los indicadores que nos van permitiendo definir cuáles son las áreas rentables en el comercio internacional de productos e industrias culturales, vamos a

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poder caminar hacia una búsqueda de equilibrio en esta balanza y también potenciar aquellos proyectos que tienen que ver con consumo en el interior del país pero que son exportaciones, en tanto los no residentes tienen que invertir divisas en el territorio para poder consumirlos. Es, por ejemplo, el caso del tango, el caso de los grandes festivales artísticos y fiestas populares que son atractivos para sectores del extranjero.

Con respecto a otras líneas de financiamiento que tienen que ver fundamentalmente con la infraestructura, oímos lo que nos contaba Fernando Gaspar de Chile sobre cómo el Estado ha hecho una inversión importante en centros culturales, en comunas que no disponían de equipamiento. Ése puede ser un ejemplo interesante para copiar acá, dado que tenemos muchísimas ciudades que carecen de equipamiento cultural y eso impide la creación de circuitos y la circulación activa de toda nuestra producción artística.

En lo que respecta a líneas de financiamiento específicas para PyMEs, pensamos que éste tiene que ser también un objetivo de la política cultural pública. Debemos establecer, en conjunto con los bancos, con otros organismos de financiamiento que existen en las provincias, líneas específicas donde puedan ser evaluadas esas solicitudes de crédito, solicitudes de otros tipos de financiamiento, en forma conjunta por los técnicos económicos y también por técnicos de la gestión cultural, porque sabemos que los proyectos culturales tienen características muy específicas y, a veces, tienen una aleatoriedad que hace difícil definir su rentabilidad o la creación de excedente si no se mantienen en el tiempo.

Creemos que de toda esta gama de posibilidades que abre el financiamiento para estas PyMEs que hacen al desarrollo sustentable, creemos que la Argentina podrá caminar hacia un tipo de desarrollo basado en la creatividad, en el talento y en el trabajo de los argentinos.

Inés Urdapilleta

Agradezco a los organizadores, al Gobierno de Tucumán, a la Secretaría de Cultura de la Nación y al CFI, y a todos ustedes que se acercaron hasta acá para escucharnos. Por supuesto, también a mis compañeros de mesa.

Para tomar un tema muy concreto, quiero hablar con respecto a la ley promulgada hace muy poco tiempo en la Ciudad de Buenos Aires. Es una ley que se promulgó en 2006, tras mucho trabajo en la Comisión de Cultura de la que yo participaba como miembro. Fue una propuesta de incentivo a la participación privada en el financiamiento de proyectos culturales, mal llamada Ley de Mecenazgo. Esa Ley, la N.º 2.264, aún no está reglamentada, estamos en ese trabajo. Este tipo de leyes son sostenidas y estimuladas por sectores empresariales, lo cual muchas veces confunde a la opinión pública con argumentos que son muy caros a sectores culturales acerca de la falta de financiamiento que limita la promoción pública de las manifestaciones artísticas y condiciona el acceso de la comunidad a los bienes simbólicos, argumentos que, por otra parte, son absolutamente legítimos. Con excepción de la ciudad de Buenos Aires y algún caso aislado, no existe en los 2100 municipios, en las 23 provincias ni en el Estado Nacional la concepción de la cultura como política de Estado, con el necesario presupuesto que esto implica. Esto conlleva al reclamo y la presión de los sectores culturales de medidas que vehiculicen recursos a sus proyectos.

El mecenazgo, primera de las confusiones, se encuadra dentro de una concepción de filantropía

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empresarial y lo que es fundamental en este análisis es que se realiza con recursos que provienen del sector privado y no deducible de impuestos. No trata de sustituir el papel público en la inversión gubernamental en cultura, ni su imprescindible labor al servicio del interés general. El mecenazgo genera un aumento de la conciencia cívica y de la identidad local de las empresas que, con su accionar, favorecen el desarrollo sociocultural y, de esta manera, permite el acceso de la ciudadanía y de nuevos públicos a la producción cultural de alta calidad. Las leyes o proyectos que pactan la participación empresarial en financiamiento de programas culturales a cambio de deducciones impositivas, no entran en el concepto de filantropía o de generosidad empresarial. Este nombre con reminiscencias renacentistas, con que tan livianamente se denomina a estas normas, le queda un poco holgado.

La segunda confusión que existe sobre este tipo de normas -ingenua o intencional- es pensar que estamos hablando de dinero que aportan las empresas y no de dinero estatal. El incentivo de la participación privada en la cultura termina, en algunos casos, siendo un eufemismo para disfrazar la utilización de recursos públicos del Tesoro. No es dinero que aportan las empresas, sino un mecanismo de adelanto monetario que las mismas realizan en concepto de deducción impositiva.

Hay dos conceptos básicos y diferentes que conllevan a este tipo de leyes, que son el acto de patrocinio y el de donación o beneficio. La diferencia está dada en el móvil de acción, en la contraprestación y la posibilidad de elección del proyecto a beneficiar. Por un lado, el patrocinio es, ante todo, una sofisticada herramienta de comunicación de las empresas que ven mejorar su imagen por vinculación o asociación a -como en este caso- proyectos culturales. El patrocinado siempre cede algunos derechos a favor del patrocinante. En el caso del patrocinio, se entiende que las empresas ya se benefician, por este mecanismo, al asociar su imagen al proyecto y al tener mayores posibilidades de elección del mismo. Por esta razón, los mecanismos que permiten, por medio del patrocinio, al sector empresarial desgravar distintos impuestos a favor de proyectos presentados por las asociaciones civiles sin fines de lucro, deben ser, necesariamente, menores. Una deducción excesiva significa, sencillamente, una transferencia de los recursos al mercado. En cambio en el beneficio o donación, al no poder vincular la imagen con el proyecto, el porcentaje a deducir puede ser mayor, dado que no se espera una contraprestación. No todas las leyes de este tipo consideran este distingo entre patrocinio y donación. La Ley aprobada en Buenos Aires sí lo hace y es necesario aclarar esta diferencia para su mejor entendimiento.

Otro tópico que fue muy discutido en la Legislatura de Buenos Aires fue el de la conformación del órgano de aplicación. Si, como hemos dicho con anterioridad, estamos hablando de dinero que es público, el cual las empresas aportan en forma de patrocinio o donación, el órgano que debe decidir cuáles son los proyectos a beneficiar tiene que tener un alto componente de personas que articulen el desarrollo de políticas públicas.

En Brasil existen dos leyes nacionales aparte de las regionales y municipales, que tratan sobre el incentivo de la inversión en cultura, la Ley de Audiovisión y la Ley -muy mentada- de Rouanet de 1991, nombre que tomó del ministro de Cultura de Brasil, quien coordinó esta norma que reemplazó a la primera Ley de Incentivo fiscal de 1986. La Ley Rouanet instituyó el Programa Nacional de Apoyo a la Cultura. Uno de los mecanismos de este Programa incluye la concesión de incentivos fiscales a personas físicas o jurídicas, residentes o no en Brasil, que realicen inversiones en el área de cultura, posibilitándoles deducir del impuesto de la renta una parte de la cantidad destinada a donaciones y patrocinio de proyectos culturales que cumpla con los requisitos establecidos. La Ley Rouanet permite que el donador y patrocinante realice descuentos sobre el

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impuesto de rentas hasta el límite del 4% del valor debido, en el caso de las personas jurídicas y del 6% del valor debido en el caso de las personas físicas, sobre inversiones hechas en proyectos aprobados por el Ministerio de Cultura. En esas inversiones, las empresas pueden descontar en el impuesto de renta, desde el 30 al 100% del valor invertido. La Ley de Audiovisión permite también descuentos en el impuesto de rentas para empresas o personas físicas que realicen inversiones en producción cinematográfica. Esta norma no es incompatible con la de Rouanet. Las deducciones de ambas son acumulables. Por un lado, y como consecuencia favorable, los incentivos fiscales inyectan en el área de cultura al país más de 500 millones de reales por año, sumados a la legislaciones federales, provinciales y municipales, llevando de esta manera recursos para la producción de filmes, espectáculos, shows, libros y mantenimiento de museos, bibliotecas y centros de cultura.

Muchos proyectos se han visto beneficiados por esta ley permitiendo una gran visibilidad a las propuestas no institucionales de artistas. Por otro lado, estas leyes están siendo altamente cuestionadas. La posibilidad de deducción que permite la Ley de Audiovisual, que llega hasta el 124% y a la Rouanet que permite hasta el 100%, sin ningún tipo de obligación de contraparte, desvirtúan el concepto de incentivo fiscal para transformarse en una mera situación de transferencia de los recursos públicos. La Ley Rouanet ha devenido también en un instrumento que posibilita una alta concentración de recursos para una única región, la del sudeste, en manos de pocas empresas, en una flagrante connivencia entre éstas y los proyectos. Hoy todos los candidatos en Brasil hablan de retoques a la Ley Rouanet, sutileza para no mencionar las asimetrías que ésta posibilita. Cuando Marta Porto, reconocida especialista, se refiere a la Ley Rouanet, la Ley de Mecenazgo, vigente en Brasil dice: “La ausencia de un proyecto estratégico para el sector y la falta de mecanismos reguladores establecidos por la legislación dieron resultados poco alentadores. El efecto es una serie de acciones fragmentadas, patrocinadas por las principales empresas brasileñas concentradas en el eje Río-San Pablo, sin expresión regional o garantía de contrapartida pública en forma de diversidad, circulación o gratuidad de la población brasileña, que se dio en todos estos años, su derecho a los recursos provenientes de impuestos para copatrocinar proyectos de incentivo”.

En la Argentina, el presidente Eduardo Duhalde vetó en uno de los primeros actos de gobierno la Ley de Mecenazgo, que había propuesto el entonces diputado Luis Brandoni y que el Congreso aprobó en noviembre de 2001. Esta ley se sancionó pocos días antes de una de las crisis más feroces que vivió la Argentina. Los tiempos había cambiado y esta norma era inapropiada. El sector empresarial y determinadas instituciones privadas vinculadas a la cultura habían solicitado su derogación, los bajos porcentajes de deducción y que el órgano de aplicación fuera el Fondo Nacional de las Artes la convertían en una ley indeseable. Pocos años después, en 2005, un nuevo proyecto presentado por la senadora mendocina María Cristina Perceval, logra la media sanción de la Cámara de Senadores con el respaldo de todos los bloques, pero no consigue su tratamiento favorable en la Cámara y termina en archivo.

En la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, primero y ante todo es necesario hacer una reflexión de cuál es el motivo o la necesidad de una ley de mecenazgo. ¿Existe, más allá de los pedidos de los sectores empresariales, algún sector que crea que esta ley puede ser beneficiosa para la cultura de la ciudad? ¿Existen estudios hechos sobre cuál es la necesidad de contar con ese instrumento? ¿Está debidamente probado que existen sectores vulnerables que merecen ser estimulados y que esta ley los protegerá, una ley que es un traje a medida de los empresarios, estímulo al sector o forma encubierta de gravación impositiva? ¿Cuál es la razón por la cual permitimos que el dinero que es del Estado pase a ser manejado por el sector privado?

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El argumento de la falta de financiación del sector civil se contrapone con la aparición, desde hace 50 años, de instituciones que, de manera exitosa, articulan con él. La Secretaría de Cultura de la Nación cuenta con varios de estos organismos, la mayoría descentralizados, y manejan recursos propios: el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, el Instituto Nacional del Teatro, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, el Fondo Nacional de las Artes son ejemplos de esto. También cuenta con media sanción en el senado de la Nación el proyecto de la creación del Instituto del Libro.

La Ciudad no va atrás con los organismos que manejan subsidios para la sociedad civil. Dependiendo del Ministerio de Cultura, cuenta con los programas Proteatro y Prodanza, así como el Fondo Metropolitano de Cultura. En la Legislatura además se encuentra en estado parlamentario el proyecto que he presentado para la creación del Instituto de la Música. Ni Chile ni Brasil cuentan con modelos como los que hemos mencionado. La comparación es poco válida. Como dice Néstor García Canclini, la concepción de mecenas se encuentra dentro del aparato estatal, principalmente en países que no poseen estructuras institucionales adecuadas para promover la cultura. El presupuesto de cultura de la Ciudad de Buenos Aires en términos porcentuales sobre el presupuesto total de la ciudad, oscila en el 4%. Representa uno de los más altos de Iberoamérica. Buenos Aires es ejemplo de gestión cultural en el mundo. ¿Por qué debemos suponer que el Estado no es buen administrador de los recursos? La respuesta es sencilla: sectores interesados quieren que así sea. Demostrar la falsa antinomia Estado anquilosado versus privados eficientes, lleva a la posibilidad de que la ley se transforme en una grosera transferencia de recursos públicos. Evidentemente, falta un análisis clave sobre cuál es el sentido democrático que debería percibir una ley que destina recursos del tesoro para actividades privadas del mismo modo que existe un conocimiento de cuál es la situación de los países que han implementado leyes similares.

Finalmente, en diciembre de 2006 se aprobó el proyecto que creó el régimen de promoción privada de la cultura, una iniciativa fundamentalmente del PRO. El proyecto inicialmente presentado por diputados del PRO fue considerado por el Frente para la Victoria al que pertenezco y logramos algunos cambios importantes. Las modificaciones fundamentalmente son respecto a los límites razonables a la deducción impositiva -50% en lugar del 70% que proponía el PRO para el patrocinio- y también se limita el monto máximo a compensar en el 1,1% del monto total percibido por el Gobierno de la Ciudad en concepto de ingresos brutos. Pero estamos hablando de 50 millones de pesos. Otros artículos que se incorporaron -y que hemos incorporado desde el Frente-, limitan el beneficio a las empresas que tienen sus obligaciones tributarias y laborales al día. Por otro lado, se circunscribe a un consejo conformado por miembros del gobierno la aprobación de los proyectos. Este organismo se conforma con tres representantes del Poder Ejecutivo, tres del Legislativo y tres artistas. Los integrantes del Ejecutivo y del Legislativo son fijos, los artistas rotarán según la especialidad del proyecto de que se trate. La Ley se considera a favor de patrocinadores y benefactores de proyectos culturales.

Por lo que dije, se percibe que no estoy cien por ciento de acuerdo con una ley de este tipo para la ciudad de Buenos Aires, porque sabemos que la ciudad no solamente tiene un presupuesto holgado y muy importante, que supera el presupuesto de toda la Nación y de todas las provincias juntas, sino que, además, es el lugar elegido, sin ningún tipo de incentivo, por las empresas privadas para aportar a la cultura. Por lo tanto, yo sugiero que este régimen no se implemente como una ley nacional. Puede ser -con muchísimo cuidado y, sobre todo, teniendo en cuenta que quien debe definir la política es el Estado- viable para las provincias y las intendencias para

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poder incentivar a las propias empresas de los lugares para aportar en proyectos culturales. Perdónenme por la longitud de mi exposición pero es importante hablar de este proyecto que es el primero que está promulgado en la Argentina.

Héctor Valle

Quiero expresar mi felicitación a la Secretaría de Cultura, al CFI y al Gobierno de Tucumán por darnos esta oportunidad de expresar algunas ideas.

En realidad, estoy en un problema y debo confesarlo ahora porque, entre la exposición de Harvey y la de la diputada han cubierto los temas de los que quería hablar. Pero, como tengo experiencia, me las voy a arreglar para tomarme mis veinte minutos. Creo que los dos se metieron en dos temas que yo quiero plantear que es esta zona gris y esta área muy conflictiva que es el vínculo entre el sector privado y el sector público en el financiamiento de la cultura nacional. Primero, una aclaración: no existe una actividad cultural que flota en el espacio desvinculada de las tensiones políticas, sociales, económicas y de las ideologías que predominan en cada etapa. Eso es una ficción irreal. Casualmente -y realmente creo que es por casualidad- estamos discutiendo este tema en un momento en el que en el mundo se está viviendo una situación de inestabilidad, peor aún que la de esta mesa que se mueve permanentemente. Estamos asistiendo -y por ahí es un privilegio que tenemos- al hundimiento de un sistema, que es el del modelo económico neoliberal que se instaló en el mundo, especialmente con la asunción de Thatcher y Reagan al poder en Gran Bretaña y Estados Unidos. Ustedes se preguntarán: “¿Qué tiene que ver esto con el Fondo de las Artes o con cosas como el mecenazgo?” Creo que tienen mucha relación porque esos paradigmas de política económica que se instalan en el mundo desde fines de los 70 en adelante y que ahora están en una crisis profundísima de la cual difícilmente puedan salir sanos, se basaban en cuatro cosas fundamentales: limitar la acción del gobierno, desregular totalmente el funcionamiento de la sociedad, avanzar en el terreno de las privatizaciones y desenvolver la cultura como una actividad empresaria.

Ahora les voy a leer algo que tengo anotado, porque yo presentía que me iban a tomar los temas de los que yo quería hablar, y busqué otras cosas. En 1990, la ministra Thatcher asistió a los british days, un viaje de la ópera nacional inglesa a Kiev. Hacía un año que había caído el muro de Berlín. Era financiado por el gobierno británico y la Ram Xérox. Cuando el presidente de la Ram Xérox explicó el motivo de su apoyo dijo que sin duda en Rusia, en ese momento, había tan pocas fotocopiadoras que se iba a convertir en el gran mercado para su empresa. Y ésa creo que es un poco la característica que tiene la idea predominante, durante los últimos años, en materia de mecenazgo.

De hecho, en el Fondo Nacional de las Artes, en 1998 -quizás el punto culminante del desarrollo neoliberal en la Argentina- se realizó un seminario sobre mecenazgo. Las conclusiones fundamentales de uno de los directores del fondo, representante de la economía nacional, era que la función que tenía que tener el Estado, era como en todos los demás mercados de la economía: intervenir exclusivamente cuando ocurrían desequilibrios, porque el sistema tendía al equilibrio y lo mejor que podían hacer era no participar y dejar que el mercado decidiera qué era lo que iba a ser la cultura del país. En todo caso, si había una imperfección, si había una desigualdad manifiesta, ahí sí intervenía el Estado. Creo que esa manera de pensar el arte está muy vinculada a lo que fue la ideología de los últimos treinta años en el mundo y no puede analizarse separadamente.

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Tenemos numerosos ejemplos de esa materia. Un caso típico es el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, que es muy parecido al caso del Museo de Bellas Artes en Argentina. El Estado construye el edificio, lo mantiene, una entidad de amigos que no son remunerados pero que no tienen necesidad de serlo porque son gente con bastante poder económico diseña la política de la institución y la gente va y paga entrada. Yo creo que ése es el esquema que está implícito en la idea tradicional del mecenazgo. No es que uno tenga una oposición al mecenazgo en sí. Con lo que discrepamos es que con recursos públicos se realice política empresaria; con que, por ejemplo, Phillip Morris haya desarrollado un enorme gasto en materia cultural que tiene por objeto, esencialmente, que la gente se olvide del daño que le hace el tabaco a su salud; que compañías petroleras que destrozan el medio ambiente en Asia realicen enormes inversiones en los países industrializados en materia de cultura; que las empresas sean virtuales propietarias de los actores culturales. En resumen, que los recursos públicos sean utilizados en ese sentido. En realidad, lo que se está haciendo con el mecenazgo, tal como se lo concibió en los últimos treinta años -y en eso quiero insistir- fue eso: utilizar recursos públicos, que son los impuestos no pagados, para financiar proyectos que, por un lado, capitalizan a la empresa porque adquiere, por ejemplo, bienes a jóvenes creadores que después se valorizan fuertemente. Por otro lado le dan una publicidad gratuita a la empresa y, por otro lado, le permiten deducir los gastos de sus impuestos y, por lo tanto, imponer las condiciones.

En este sentido, como bien lo describió Harvey, la experiencia del Fondo de las Artes es bastante interesante y creo que el desfinanciamiento que sufrió el fondo de las artes durante los últimos veinte años, es característico. ¿Por qué? Porque al Fondo de las Artes, además de los recursos que muy bien describió el profesor Harvey, le han ido prolongando, permanentemente, la vigencia del famoso derecho público. Primero eran cincuenta años, después pasó a los setenta años y ahora hay proyectos, generalmente impulsados por SADAIC, a favor de extender a noventa o cien años el derecho público. Y hay un proyecto también de una diputada del PRO, que está planteando que, como se trata de obras que se realizan en teatros públicos, no deben pagar el derecho de autor. En realidad, todos sabemos que los teatros públicos, además de la función de estar al servicio de la comunidad, durante buena parte del año son alquilados para actividades privadas. De modo tal que es necesario tener un cuidado muy grande con respecto a lo que significa lo público, lo privado y la apropiación de lo público por parte de lo privado porque, generalmente, la iniciativa viene en torno a combinar el subsidio público con el aporte privado vía desgravación.

Es algo así como lo que sucede con los ferrocarriles. Yo privatizo el ferrocarril, lo va a administrar un privado, pero el Estado lo va a subsidiar. Yo privatizo una entidad cultural, me hago cargo de todos los gastos y una sociedad de amigos, que no tiene un problema económico que requiera cobrar un sueldo, se encarga de administrarlo. Ése es el modelo que se desenvolvió durante los últimos treinta años.

Como tenemos una excelente oportunidad a partir de la crisis del modelo, creo que tendríamos que pensar cómo tendría que ser la participación del sector privado en el financiamiento de la actividad cultural. La verdad, creo que, si se cumplieran los supuestos que planteó la diputada y que yo comparto, la cosa sería bastante poco atractiva para el sector privado. Keynes, a parte de ser un economista importante, fue uno de los primeros que actuó en el desarrollo de centros culturales en Gran Bretaña en el período de la guerra. El proyecto básico era “arte para todos” y lo que le agregó Keynes era “excelencia en el arte para todos”. Es decir que el arte, para las capas populares de la sociedad, no solamente fuera accesible sino que también tuviera excelencia.

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¿Cuáles son los mecanismos? Hay que llevar a los actores culturales para que recorran el país pero, fundamentalmente, hay que comprar su producción. Ahí aparece el tema del financiamiento de las vanguardias culturales. Si el Estado no difunde y adquiere los productos de las vanguardias culturales y, en el otro extremo, a la actividad artesanal no la difunde y no la preserva, difícilmente lo vaya a hacer el sector privado. En todo caso, el sector privado se va a acercar al sector artesanal, probablemente, para sacar un beneficio entre el valor al cual compra la artesanía y el valor al cual la vende en el mercado. Va a decir: “Conseguiría un subsidio por la vía fiscal para comprar la artesanía y obtendría un lucro por su comercialización en Puerto Madero”. Entonces, el tema es que si el Estado no pone esto en los términos de una política vinculada con un modelo económico diferente, con un modelo de ascenso social, de preservación del patrimonio cultural del país, con un modelo que haga de la cultura o de la actividad artística o artesanal una forma de que las personas se ganen la vida y se desarrollen como ciudadanos y como personas con potencialidades, vamos a fracasar si aceptamos todas esas restricciones.

No es cierto que no existan los recursos pero lo que está ausente es una planificación adecuada de esos recursos. Nosotros, con nuestro pequeño esfuerzo, hemos conseguido triplicar los recursos del Fondo a través de una cosa muy simple: luchar por el cumplimiento de la ley, evitar que modifiquen la magnitud del mecenazgo y ahora estamos en una gestión para recuperar ingresos como los que muy bien describió el profesor Harvey. Ahora, si el sector privado acepta ser un anónimo contribuyente y participa de iniciativas que salen del Estado a partir de una acción federal, bienvenido sea. Sería una donación, en todo caso, y tendríamos que discutir quién lo va a manejar con mayor eficiencia. Si yo tengo un peso de gasto público lo puedo usar para traer un artista consagrado que va a actuar en Plaza Francia o lo puedo usar para promocionar una actividad artesanal en el interior de una provincia de nuestro país. Es el Estado el que tiene que decidir eso porque, seguramente, si la óptica es la privada, lo que se va a hacer será a favor del consagrado. Si vamos a comprar obras de arte, vamos a comprar obras de artistas generalmente jóvenes, ¿eso va a servir para que dentro de diez años el patrimonio del privado que compró esa obra se vea favorecido por la valorización de esa obra que va a resultar del esfuerzo estatal o tiene que formar parte del patrimonio público? El presupuesto tiene que tener un contenido importante de desarrollo cultural. Si a ese desarrollo cultural se le agrega, anónimamente, la actividad privada en los proyectos que el Estado considera prioritarios, de acuerdo a un consenso con la población, bienvenido sea. Pero yo, francamente, por lo que conozco también de la experiencia brasileña, el Estado en Brasil ha financiado la Bienal de San Pablo, si duda, pero no ha financiado a los pequeños teatros del nordeste, ni a las iniciativas de los barrios pobres de Río de Janeiro y de San Pablo. Entonces, ahí tenemos que tener cuidado porque si, en nombre del proyecto de la Bienal, el Estado compromete una masa importante de recursos para acompañar al sector privado, quizás sería preferible orientar esos recursos a nuestro objetivo de desarrollo personal. Creo que es un tema interesante, que va a ser el tema del futuro y me parece que, en tanto lo pongamos dentro del contexto de ideas que creemos que deben ser predominantes, en el orden de prioridades del gasto público y en tanto tengamos un programa de desarrollo de la actividad cultural consensuado a nivel federal, en ese caso, bienvenido sea el aporte privado. Francamente, yo no me hago muchas ilusiones de que sea muy caudaloso.

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VI. CULTURA, EDUCACIÓN Y SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTOFrancisco Piñón (argentina)Licenciado y profesor de Sociología (UBA). Fue rector de la Universidad del Salvador, decano de la Facultad de Cs. De la Educación de la Universidad Católica de La Plata, director de Cooperación Internacional del Ministerio de Educación de la Nación y secretario permanente de la Comisión Argentina de Cooperación con la UNESCO. Fue dos veces secretario General de la OEI para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Actualmente es profesor de la UNSAM y director del Instituto de Políticas Culturales de la UNTREF. Autor de numerosos artículos y colaboraciones sobre temas de educación, cultura e integración. Es editor de Indicadores Culturales 2007, publicación de la UNTREF.

samuel caBancHiK (argentina)Senador Nacional (Alianza Coalición Cívica). Doctor en Filosofía (UBA). Investigador del CONICET y profesor en la Universidad de Buenos Aires. Publicó numerosos artículos sobre Filosofía, Lógica y Antropología en revistas especializadas nacionales y extranjeras.

silVia roJKés de temKim (argentina)Ministra de Educación de Tucumán. Fue titular del Instituto Provincial de Acción Cooperativa y Mutual (IPACyM).

Juan carlos tedesco (argentina)Ministro de Educación de la Nación. Licenciado en Ciencias de la Educación (UBA). Profesor de Política Educativa (Universidad de San Andrés). Desempeñó los siguientes cargos: director de la sede regional del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación; director de la Oficina Internacional de Educación (UNESCO) en Ginebra; director de OREALC (Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe); y director de CRESALC (Centro Regional de Educación Superior para América Latina y el Caribe). Es especialista en política educacional del Proyecto UNESCO/CEPAL. Se desempeñó como profesor de Historia de la Educación en las universidades de La Plata, Comahue y La Pampa. Realizó asistencia técnica en ministerios de Educación de América Latina, África y países árabes. Publicó numerosos artículos y libros sobre las relaciones entre educación y sociedad.

Francisco Piñón

Nos hallamos -y creo que hoy nadie lo duda ya- ante un cambio de época. Un cambio que Manuel Castells dice que significa un salto estructural hacia un capitalismo informacional. Un salto que se produce tras una formidable transformación tecnológica que comienza a tomar forma entre finales de los años 50 y comienzos de los 60, en medio de una fase recesiva del sistema capitalista que dura hasta la actualidad. Esta fase incluye la crisis del sistema financiero y, quizás, del capitalismo financiero o capitalismo accionario, que es lo que estamos viendo a nivel global y, fundamentalmente, en los países centrales. Ayer Aldo Ferrer describió e interpretó esto, me parece, de una manera notable, muy interesante.

De manera paralela, se habla de un cambio en el paradigma científico. La imagen de la naturaleza que predominó en la Edad Clásica y durante la Edad Media, fue la de la naturaleza como templo, como espacio armónico. A raíz del salto generado por la Revolución Galileo-

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Newtoniana, esta imagen fue reemplazada por la de la naturaleza como laboratorio. Finalmente, y en concordancia con nuestro cambio de época, la naturaleza ha asumido la imagen de un código como producto, esta vez, de la irrupción de la biología y de las ciencias de la vida. La naturaleza ha devenido en un código que, como tal, se nos presenta como algo que puede ser descifrado, decodificado y recodificado.

Estos cambios han tenido su impacto en los diferentes espacios de la vida social, política, económica e institucional, pero también en los cuerpos y en las identidades. La educación, por supuesto, no ha escapado a todo ello y enfrenta hoy, a su manera, la necesidad de generar una transformación. Por un lado, dicha transformación implica replantearse una de las tareas centrales de la escuela: la alfabetización y, con ella, las expectativas de la educación básica. Por el otro, implica crear y movilizar capacidades institucionales para dialogar con las culturas juveniles, con su modo de vivir en el mundo y la cultura. No hay que olvidar que más de la mitad de la población de América Latina y el Caribe tiene menos de 25 años y que, precisamente, es en el sector de los jóvenes, en el sector de la educación media, donde se concentran los desafíos más fuertes vinculados con desgranamiento, repitencia y abandono.

La alfabetización, entendida como la operación de enseñar a leer y escribir, a la que se sumaban, además, algunos conocimientos de matemática, básicamente sobre aritmética, resulta hoy una noción muy estrecha. Una redefinición de la misma debe permitir extenderla hacia una alfabetización que sea mediática, digital y tecnológica, entre otras cuestiones. Alfabetizar implica, evidentemente, algo más que conocer el alfabeto. No es meramente enseñar un código o transmitir cierto lenguaje. Alfabetizar significa, fundamentalmente, enseñar una función. Como sostiene Emilia Ferreiro, es “dar las herramientas para poder circular por el entramado de las prácticas sociales que definen la cultura de cierta sociedad en determinado momento de su desarrollo histórico”.

En las primeras décadas del siglo XXe, saber leer y escribir, sumar y restar, eran tal vez las operaciones básicas que se requerían, tanto para conseguir inserción social como para adquirir carta plena de ciudadanía. Ciertamente, esto sigue siendo un objetivo central de la educación y de las escuelas. Sin esto -saber leer y escribir- tan esencial, no sería posible pasar a los otros objetivos. Pero lo que también es cierto, es que también el eje estaba puesto, evidentemente, en la formación de una ciudadanía que pudiera comprender y acatar la lógica básica de la organización imperante en el siglo diecinueve y buena parte del veinte. Eso supuso, como correlato, la construcción de identidades, imaginarios y modos de relación específicos, dando lugar también al surgimiento de industrias que, como ocurriera con la del libro o la de los diarios, se asentaron sobre el sujeto de la lectoescritura y sobre una cultura letrada.

La situación se ha modificado sustancialmente desde aquellos días hasta hoy. Las competencias básicas para desenvolverse con soltura en sociedades como las actuales, son progresivamente más complejas y tecnificadas. La inserción en el mundo actual está fuertemente ligada a la tecnología, al audiovisual y a las industrias culturales, a la capacidad para comprender nuevos modos de relación, a un uso crítico de la cultura y de la información a través de los diversos canales, mecanismos e instituciones por donde circulan saberes, imágenes e información. Canales, mecanismos e instituciones, por otra parte, que le disputan a la escuela su hegemonía en el proceso de socialización y transmisión del conocimiento. La sociedad y la cultura escrituraria, con sus lógicas y sus reglas ortográficas y sintácticas, con sus prácticas y ordenamientos temporales y espaciales, convive hoy con lo audiovisual y con una mayor presencia de la oralidad. Si bien aquélla sigue siendo fundamental para representarnos al mundo, para intercambiar

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significados, para adquirir competencias, para compartir experiencias con otros humanos y para acceder a un gran cúmulo de saberes, ya no es la única forma de hacerlo.

La escritura ha ocupado un lugar casi monopólico en los procesos de transformación de la cultura. Ella misma representa una tecnología propia del mundo moderno. La lectoescritura es la tecnología del mundo moderno. Sin embargo, hoy resulta evidente que ésta es sólo una tecnología más y, por ende, un modo más de representación. Lo oral e imagen, lo audiovisual, gozan ya de otro estatus, imponen una gramática propia acorde con una primacía de lo visual y remiten a estrategias de comunicación ligadas a soportes como el celular, el weblog o el chat. El salto que se produce con las tecnologías digitales incrementa la interacción entre diferentes conocimientos, comunidades científicas y públicos. La interactividad permite un intercambio incesante de lectores y escritores. Las imágenes y el sonido se integran al código verbal. Las tecnologías de la palabra muestran, como lo han hecho a lo largo de la historia, que su carácter es acumulativo pero la aparición de nuevos lenguajes significa también una diversificación importante de las representaciones que están en la base del conocimiento. Surgen otras formas de producir y distribuir bienes y servicios, de comprar y de vender, de organizarse y participar, de divertirse, de enseñar y aprender. Las identidades se hibridan, las lecturas también acusan una transformación a raíz del impacto tecnológico. Se vuelven más fragmentarias y discontinuas. El nuevo soporte material, la digitalización de los textos y las lecturas, por ejemplo, habilitan también un dominio diferente sobre lo escrito. Los distintos modos de relación con el lenguaje transforman las lecturas generando otras estrategias de comprensión y narración. Los saberes se diseminan, descentran y deslocalizan en un desplazamiento de los anteriores ejes ordenadores, lo que impacta, sobre las instituciones de la cultura e incide sobre los modelos de aprendizaje. Esto implica modificaciones, además, de los patrones culturales del pasado, de las instituciones que eran responsables de la producción y distribución de la cultura. Democratizar el acceso a los circuitos en los cuales se producen y se distribuyen los conocimientos socialmente más significativos, y hacerlo con las competencias que les permitan un uso y discernimiento crítico, resulta central para dotar a los ciudadanos de aquellos instrumentos y competencias que son necesarios para llevar adelante una ciudadanía activa y crítica. Así como la naturaleza hoy es un código a descifrar, la tecnología ya no puede ser comprendida como un mero soporte, sino como un lenguaje, como un conjunto de lenguajes, con todo el peso que ello implica, a la hora de pensar la educación.

Todos estos cambios nos ponen frente a nuevos sujetos. Los alumnos que pueblan las aulas ya no responden a las matrices de enseñanza de la escuela-santuario, muchas veces añorada por los discursos melancólicos que se refugian en un pasado idílico. No alcanza con seguir haciendo bien lo que se hacía. Frente a los nuevos alumnos, se vuelve necesario renovar las estrategias y las prácticas y repensar otro tipo de enseñanza, con el objetivo de incrementar en los jóvenes otras formas de vinculación más creativas y plurales con las nuevas tecnologías sin por ello dejar de seguir brindando un acceso de calidad a la cultura letrada. En la creación de otros modos de abordaje y de enseñanza, la formación de los nuevos docentes es fundamental para achicar la brecha tecnológica entre generaciones.

Hasta aquí podría parecer muy general. Quisiera hacer un brevísimo aterrizaje, una mirada que se detenga más en las particularidades de nuestra América Latina, porque en esta región la educación y las nuevas tecnologías se encuentran con otros límites.

Mientras en buena parte de los países los sistemas de educación han expandido la cobertura e incrementado la matrícula, comienzan a registrarse significativas dificultades para garantizar la

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permanencia y el egreso de una importante parte de la población, tanto en lo que respecta a los últimos años de la educación primaria como en lo que atañe, como decíamos al principio, a la educación media. Principalmente, en este último nivel es en el que se registran los nudos más problemáticos.

Los datos recogidos por el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL), un producto del Instituto Internacional de Planeamiento de la educación de la UNESCO (IIPE – UNESCO, Sede Regional Buenos Aires) y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), señalan que un tercio de los adolescentes y jóvenes está afuera del sistema educativo. A los veinte años -son datos para la región de América Latina- solo el 40% de los latinoamericanos completó la educación media de manera que la meta de universalización de la educación media está aún muy lejos. Además, si se atiende a las tendencias, se observa un amesetamiento en el ritmo de expansión de la escolarización. La cobertura de los sistemas educativos de la región en la actualidad es similar a la alcanzada a fines de la década del 90. En consecuencia, las tasas medias de crecimiento anual de la escolarización, correspondientes al primer quinquenio de la actual década, son sensiblemente inferiores a las del período 1990-2000. Los que más se perjudican con el estancamiento de la expansión del sistema educativo son los más pobres que tuvieron acceso a niveles a los que sus padres no llegaron. Los sectores urbanos más vulnerables son los que presentan los mayores problemas lo que remite, también, a problemas institucionales para la retención.

Al igual que ocurre con la educación, la distribución geográfica de los niveles de acceso a los nuevos lenguajes y a las nuevas tecnologías siguen de cerca el mapa de las desigualdades que exhiben los países de nuestra América Latina. Desigualdades que amenazan con convertir la brecha digital en un abismo. Las limitantes en materia de acceso a las nuevas tecnologías son muy variadas y van desde cuestiones vinculadas con el acceso físico de las infraestructuras, pasando por la disponibilidad de recursos financieros para acceder a la conexión, así como su vinculación con las actividades productivas y alcanza al acceso sociocultural que tiene que ver con poseer las capacidades y conocimientos para aprovechar las oportunidades generadas por las TIC. Si bien la televisión y la radio tienen el más alto nivel de penetración y la red de creamiento más rápido es la de telefonía móvil, queda mucho por hacer en términos de tecnologías de la información y de la comunicación. La penetración de Internet y el uso de computadoras personales son, en la región, todavía muy bajos.

En un escenario como éste, las acciones colectivas, los valores, la imaginación, la inteligencia y la voluntad tienen una fuerte incidencia sobre el nuevo orden que se está construyendo, sobre el estilo y las características que adquiere este cambio educacional, cultural y tecnológico. En este tránsito hacia una sociedad del conocimiento, lo que se halla en juego es si se seguirán manteniendo las actuales condiciones de producción, distribución y apropiación del conocimiento en un mundo en el que ha crecido la brecha entre ricos y pobres. Si el aumento de la desigualdad y la exclusión, ahora por vía del abismo tecnológico, no significará un nuevo retroceso para la humanidad. La sociedad del conocimiento se nos tiene que aparecer, entonces, como un horizonte abierto y dinámico en el que sea posible construir un lugar en el que quepamos todos; un horizonte en el que sea posible generar, no sólo las capacidades necesarias para estar integrado, sino además el deseo y las capacidades necesarias para integrar a otros, resultando así en un incremento de la calidad de vida de nuestras sociedades.

La escuela, pese a todo, sigue siendo un lugar privilegiado para encontrar elementos que permitan a los niños y jóvenes dar sentido a la realidad, elementos para construir un futuro. La

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cultura es aquí un elemento central. Y fundamentalmente, la escuela sigue siendo un espacio para recuperar la autoestima colectiva, para comprender eso que parece tan golpeado hoy entre nosotros los argentinos: el desafío de construir un proyecto conjunto.

En una región como América Latina, que tiene, como decíamos, un gran número de jóvenes, su potencial futuro reside en la capacidad que tengamos para reunir educación y conexión. A mi entender, este desafío es hoy parte constituyente del desafío mayor y, sin duda, más complejo, porque tiene muchos más elementos, de construir una sociedad más justa e integrada, lo que posibilitará una mejor inversión de nuestros países en el mundo. Como en los siglos XIX y XX, la educación del siglo XXI debe ser capaz de promover la modernización de vastos sectores de la población, intentando resolver aquellas asignaturas pendientes y avanzando hacia las que son propias del siglo XXI.

Para terminar, una reflexión y un reconocimiento. Ayer cuando venía viajando de Buenos Aires para aquí me encontré en Clarín un artículo del ministro Juan Carlos Tedesco sobre la educación en vistas a las escuelas del bicentenario. Tedesco termina haciendo suyas palabras de Séneca: “Nunca habrá vientos que pueda aprovechar un navegante si no sabe qué es lo que quiere, adónde quiere ir”. Creo que todo esto tiene que ver con el saber qué es lo que queremos, adónde queremos ir. Me propongo hacer un reconocimiento porque, si bien hay una primera mirada que es esa que pedía Séneca, que pedía el ministro -tener claro qué es lo que queremos construir y hacia donde vamos-, creo que también hay otra tarea que es reconstruir la memoria, no perderla, saber cómo llegamos adonde estamos. Esto también requiere algunos hitos, algunos mojones que queden en nuestra memoria individual y, seguramente, muchos de ellos van a hacerlo en la memoria colectiva. Como hoy estoy en Tucumán, tenía la necesidad de, en esta línea, rendir un reconocimiento, un homenaje a el senador Guillermo Vargas, el Chonga Vargas, un joven senador tucumano que muchos de ustedes recordarán, que fue asesinado por la dictadura en los primeros días de abril de 1976, simplemente y nada más -y nada menos- que ser un compañero, un peronista de Tucumán. Por eso, la justicia argentina hoy, hace poco, condenó a Bussi y a otros más por ese caso en particular. Y siento, porque siento cariños compartidos, que lo quiero anotar para esos hitos de la memoria colectiva colectiva.

Samuel Cabanchik

Quiero agradecer muy especialmente al secretario de Cultura de la Nación, José Nun, y al subsecretario de gestión Cultural de la Nación, Pablo Wisznia, por esta generosa invitación que me han cursado y que me permite estar hoy con ustedes, una vez más, aquí en Tucumán. He venido otras veces para desarrollar actividades académicas en su importantísima universidad y hoy me honra estar en esta mesa y en este Congreso compartiendo con ustedes este momento. Además, como senador nacional por la Coalición Cívica y al no provenir del peronismo, estar un 17 de octubre hablando aquí en un congreso gestionado, organizado, por una gestión de origen peronista, me parece que cobra alguna significación abierta a la historia, naturalmente.

Voy a leer mi ponencia lo más pausadamente posible para que no sea demasiado tedioso seguirla.

La reunión de los vocablos “educación”, “cultura” y “sociedad del conocimiento”, en función de dar título a la presente mesa, establece para la misma un espacio de analogías tan abierto e indeterminado como estimulante. El mapa semántico que pudiera pretender proyectarse con

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algún destino de eficacia e interés sobre semejante territorio, resultará muy pobre en virtud del formato a que debe someterse una breve exposición. La distancia entre la expectativa y su complemento obedece, fundamentalmente, al hecho de que se trata de vocablos muy diferentes entre sí. Estas diferencias siempre pueden ser zanjadas recurriendo al lugar común circunscripto por lo obvio o el prejuicio, tentación que debemos resistir para no negarle la oportunidad de adquirir algún valor al acto mismo de intervenir en una comunicación pública como ésta. Comienzo, entonces, a desenrollar mi hilo explicitando esas diferencias. El vocablo “cultura” introduce, por sí mismo, una indeterminación y una vaguedad muy vastas, sólo comparable en extensión al campo controversial dentro del cual suele declinar su semántica. Por ejemplo, García Canclini nos recuerda que dos antropólogos recogen trescientas maneras de definir cultura. Otras fuentes independientes ya habían hecho una recolección similar. Esto para tener una idea de la complejidad del vocablo “cultura”.

Esta situación contrasta, por un lado, con el mayor acuerdo en lo que a la significación del concepto respecta, con la situación de “educación” y, por otro lado, con la aún escasa densidad de la reciente expresión “sociedad del conocimiento”. La noción de sociedad de conocimiento fue utilizada por primera vez en 1969, por un autor austríaco de literatura, relacionada con el management o gestión, llamado Peter Drucker. En el decenio de 1990, fue profundizada en una serie de estudios detallados, publicados por investigadores como Mansell o Stern.

Es decir que son tres vocablos de muy diferente densidad los que conforman el disparador para esta mesa. Para apreciarlo desde esta perspectiva, repárese en la profusión desordenada con la que circulan las pretendidas definiciones de cultura, frente al relativamente poco poblado y ordenado paisaje que nos ofrecen las definiciones de educación y a la clara dependencia de la expresión sociedad del conocimiento de una bibliografía incipiente y parcial. No ocuparé el escaso tiempo de mi intervención en reseñar los testimonios de apoyo para sostener mi apreciación de estas diferencias. Tampoco pretenderé establecer, por mis propios medios, intentos originales de definición. En cambio, me propongo explicitar en lo que sigue, algunos rasgos de tres de los conceptos involucrados y algunas de las conexiones que considero más importantes entre ellos, con el fin de arribar a alguna perspectiva para la adopción de valoraciones y de decisiones políticas posibles.

Comencemos por el término “cultura”. Sus ambigüedades fundamentales son las de hecho-valor y fenómenos-representación de los fenómenos. En cuanto a la primera, a veces se habla de la cultura como un valor en sí mismo, al punto de que la cultura o lo cultural es considerado siempre algo bueno, una fuerza positiva de la vida social, cualquiera sea su orientación, su forma y su contenido. Por el contrario, con la palabra “cultura” también se pretende referir a un conjunto muy extenso y denso de hechos, incluso al extremo de identificar el campo de la cultura con la totalidad de los fenómenos sociales o, incluso, simplemente humanos, más allá de sus diferencias de estatus o de las valoraciones opuestas que cupiera hacer sobre esos diferentes fenómenos. Por otra parte, la segunda ambigüedad remite a la que se plantea entre hablar de la cultura como una realidad dada, o de la cultura como una representación de dicha realidad.

En términos metodológicos, podemos optar por mantener una, otra, o ambas ambigüedades o bien desambiguar el uso del vocablo en todos los contextos. Esta decisión no es inocente y hace a la política del asunto. Pero lo que no es legítimo es no asumir a conciencia una u otra estrategia y no ser fiel a sus consecuencias. Mi opción es la de desambiguar y, en todo caso, luego reconstituir las ambigüedades a sabiendas y siempre que lo consideremos justo con el campo de fenómenos que se esté considerando.

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En cumplimiento de mi propia recomendación, comienzo por afirmar que la cultura como hecho es, mientras se la está viviendo, esto es, mientras se es contemporáneo de ella, una dimensión histórica, opaca y heterogénea en relación a la conciencia individual a la que cada quien puede acceder. Por otra parte, esto no obsta para que el pensamiento y la práctica comprometidos, puedan conquistar grados de claridad que diluyan las opacidades, parámetros transhistóricos y universales de comunicación e interpretación, se rebasen los condicionamientos históricos y sinopsis que permitan, al menos parcialmente, las heterogeneidades.

Desde esta perspectiva, y haciendo foco ahora sobre la segunda de las ambigüedades mencionadas -la de fenómeno-representación de los fenómenos-, podemos aceptar que los fenómenos culturales y sus representaciones conforman un continuo que se retroalimenta dialécticamente, de modo que constantemente un conjunto se intersecta y se proyecta sobre el otro, pero aun así conservará todo su valor potenciar la diferenciación entre el dato y su interpretación, aun cuando siempre resulte una diferenciación relativa y revocable.

En este punto, el mapa que estoy ofreciéndoles necesita reparar en el papel de la política y, por esa vía, en el de la educación y el conocimiento. Aquí la primera dificultad que se nos presenta es la de que, desde cierto punto de vista, las formas históricas que adopten estas diversas dimensiones del quehacer humano, son ellas mismas parte de la cultura del caso pero, a la vez, la cultura se nos presenta como un campo sobredeterminado por esas dimensiones y otras más como la economía, las creencias y prácticas religiosas, etcétera. ¿Acaso puede establecerse alguna jerarquía o preeminencia entre estas dimensiones, la cultural incluida? Para responder este interrogante es necesario distinguir la perspectiva de la agencia en relación a los dispositivos de poder emplazados en la sociedad, de la perspectiva de quienes se limiten a recibir y aun consumir los bienes cognoscitivos, culturales y educativos.

El político, inevitablemente, deberá inscribir sus decisiones y cursos de acción sea dentro de la función pública o en su simple ejercicio de ciudadanía o, más llanamente, de ser humano, lo haga explícitamente o no, dentro de una ideología la que, a su vez, definirá su concepción de la cultura.

Y bien, ¿cuáles son los modelos más nítidos y opuestos en este terreno? Reduzco una posible mayor diversidad a una simple y general oposición entre dos modelos: el elitista y el igualitario. Caracterizar uno y otro es, en principio, simple. El primero pretende que la cultura la hace unos pocos esclarecidos, más allá de que se conciba que los bienes culturales puedan ser comunes o, si no lo fueran, al menos pueden ser gozados por todos. El segundo, en cambio, se compromete con la idea de que todos los seres humanos, por igual, son y deben ser agentes de cultura. Es claro que una política de cultura será muy distinta según el modelo implementado. Si el modelo es elitista o bien se bifurcan los bienes culturales mismos en superiores e inferiores, de elite y de masas, o bien se pretende reconciliar, conservadoramente, masa y elite sin distribuir el poder, claro está. Por el contrario, un modelo igualitario tenderá a potenciar ilimitadamente las capacidades creativas de toda la población para hacer de cada quien un agente cultural capaz de producir y gozar de todos los bienes culturales, dando lugar a lo que se suele llamar cultura común.

A lo largo de la historia de las ideas, ambos modelos y sus diversas variantes han recibido lúcidos apoyos argumentales. Puede argüirse que el elitista asegura mejor la calidad de dichos bienes, preservándonos de la degradación burguesa y mercantil que, a la larga, una cultura igualitaria podría asumir. Por otra parte, puede oponerse a esto que la política igualitaria, además de

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poder hacerse en nombre de la justicia, podría asegurar una mayor riqueza y autenticidad de la cultura en relación a la comunidad que la produce. De cualquier manera, es inevitable definir una política en función de las valoraciones que la sustentan antes que en función de argumentos pretendidamente asépticos o científicos. Las decisiones políticas culturales se interconectarán directamente en un mutuo condicionamiento con las políticas del conocimiento, de la tecnología y, en un sentido más general, de la educación formal.

Por razones éticas y políticas, adhiero personalmente al modelo igualitario, entendiendo por tal la conjunción de tres elementos: igualdad de oportunidades para el acceso a los bienes culturales, igualación de condiciones para la producción de los bienes culturales, educación en y por una cultura común. El primer elemento del modelo implica que los instrumentos del Estado deben propender a que las desigualdades de origen no obstaculicen a ningún miembro de la comunidad el contacto con todo el acervo cultural que le pertenece por derecho propio, esto es, por ser miembro de dicha comunidad. El segundo componente del modelo refiere a los mecanismos que el Estado debe implementar con el fin de facilitar, desde temprana edad, la apropiación por parte de la comunidad en su conjunto, de todos los instrumentos disponibles para la producción de cultura. Dentro de las obligaciones del Estado incluyo las facilitaciones institucionales para que el sector privado sume todo su potencial a la misma tarea. Finalmente, el tercer componente define el contenido, por así decir, de la cultura comprometida. Es el aspecto que, a continuación, desarrollaré.

Entiendo por cultura común aquella que se produce a través de lo que conecta a todos y cada uno de los miembros de una comunidad, con la forma de vida de la que participa esa comunidad. Una forma de vida es un conjunto de patrones de acción, creencias, disposiciones y afectos cuya expresión originaria se encuentra en el lenguaje. Ahora bien, el lenguaje es el medio en el que los seres humanos podemos celebrar nuestra condición humana común y universal. Precisamente, el conocimiento es esa dimensión del lenguaje que trasciende las particularidades, las idiosincrasias que tienden a aislar a los miembros de una comunidad entre sí y a cada comunidad respecto de todas las otras comunidades. Potenciar la cultura compón requiere que la vida social en su conjunto esté atravesada por esta actitud hacia la forma de vida. Ello no se conseguirá a través de un solo instrumento, por el contrario, la economía, no menos que la educación y la política, deben concurrir para alcanzarlo. La responsabilidad es colectiva, sin duda, pero recae primordialmente en la clase dirigente que debe conducir los procesos necesarios.

Más arriba afirmamos que la cultura es, paradójicamente, opaca para quienes la realizan viviendo en ella. Pero la educación en la cultura común potenciará el grado de conciencia que los hacedores de cultura -que todos somos- podemos alcanzar. Una educación basada en el lenguaje como instrumento y medio de conocimiento, promete, al menos, facilitar el desarrollo consciente de la agencia cultural para la comunidad en su totalidad. En efecto, el lenguaje es, de por sí, la instancia visible, concreta, material, de la forma de vida. Como instrumento es formativo, crítico y creativo. Una comunidad que degrada su lenguaje se degrada. Naturalmente, no me refiero a la fetichización academicista del lenguaje, sino todo lo contrario: a la expresión natural, cotidiana, del pueblo que vive en él. La base de una educación para una cultura común es el desarrollo, virtualmente ilimitado, de la potencia del lenguaje, desde sus formas naturales, espontáneas, poco elaboradas y poco reflexivas, hasta sus expresiones más sofisticadas. Estas expresiones deben incluir, tanto los aspectos más formales y abstractos, como los más sensibles y concretos. En este sentido, la ciencia, el arte, la filosofía y la tecnología más altas que produzca la sociedad deben transponerse al contexto escolar de modo que la cadena de transmisión entre la vida espontánea de la comunidad y sus logros más reflexivos no se rompa.

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Un papel fundamental en el desarrollo de la cultura común le compete a lo que llamaré educación sentimental. Se trata de educar para una práctica de vida compartida, que oriente los procesos de socialización hacia la autopercepción de que se es parte una vida que engloba y trasciende la conciencia individual en dirección de todos los sentidos que la rodean y atraviesan. Esta dimensión colectiva es la sustancia fundamental con la que se hace la cultura común. La utopía implícita es la de que una práctica cultural así orientada, permitirá transformar la vida social y política propia del actual estado de cosas. Este estado de cosas nos muestra una sociedad detenida en una especie de grado cero de su desarrollo civilizatorio, incluso con una profundización de procesos regresivos que amenazan con sumergirla en algo así como una pos-civilización, esto es, no ya la vuelta al estado de naturaleza, sino la perpetuación de un estado de excepción artificial sometido a las burbujas multicolores de espuma del mercado a las que contribuimos también nosotros mismos cuando damos la espalda a la cultura común.

En síntesis, estimo necesario que sumemos energías para construir, al menos en nuestro país, una cultura común que nos permita vivir una vida mejor, no degradada por nuestra propia brutalidad cuando dejamos que nuestras pasiones más negativas dominen al lazo social, sea a través de la política en general, o a través de una apuesta escasa y poco esclarecida en el modo en que manejamos la educación formal, los medios de comunicación masiva y las políticas culturales en general. Hay una diferencia básica y crucial entre vivir el presente como parte de un proyecto y vivirlo como si se agotara en el fulgor enceguecido de lo momentáneo. Los hechos podrían ser los mismos, pero en el primer caso estarán plenos de un sentido inmanente a la cultura, en extremos, la de la humanidad toda, mientras que en el segundo caso, se tratará de una vida sin sentido, pos-humana y pos-animal a la vez.

Necesitamos tener, urgentemente, un proyecto de país para que individual y colectivamente, evitemos ese destino de brutalidad final. El conocimiento, la educación y la cultura son fuerzas con las que habremos de contar para ello y esto debiera constituir un mandato para la política.

Silvia Rojkés de Temkin

Como anfitriona, de parte de esta provincia, les quiero dar la bienvenida agradecer a cada uno de los presentes la asistencia a este Segundo Congreso de Cultura, por hacer posible que esto se pueda desarrollar como se viene desarrollando.

Pensar en estos desafíos desde la práctica cotidiana en nuestras instituciones educativas, en nuestras escuelas, desde las competencias que reclama la sociedad del conocimiento y la multiplicación de las fuentes de informaciones y saberes, no es un tema menor para quienes tenemos la responsabilidad de conducir un Ministerio de Educación provincial, espacio que exige atender a las realidades educativas intraescolares, y las exigencias que, además, plantea una sociedad que muchas veces es lejana a esa realidad interna, comunitaria, pero que entendemos y compartimos que es necesaria para la democratización de los saberes, de las informaciones, de las tecnologías.

Hoy estamos en un momento de replanteo. Esa mirada al interior de nuestras instituciones genera la atención necesaria para poner en acción los cambios, las trasformaciones tendientes a lograr la inclusión con calidad. El valor de la autoevaluación institucional está dado, justamente, por la posibilidad de análisis, experimentación e investigación colectiva que nos permite

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profundizar los procesos de cambio necesarios para llegar, con la educación, a sectores que todavía no la tienen, además de hacerla atractiva, especialmente para los jóvenes. Para esto también debemos aprender y apropiarnos de las nuevas tecnologías de acceso a la información y de comunicación que ponen en cuestión los mecanismos tradicionales de transmisión de saberes.

“¿Sociedad del conocimiento?”, se pregunta Ismael Clark, presidente de la Academia de Ciencias de Cuba. Se trata de un dilema contemporáneo que implica bastante más que el aparente juego de palabras. Por momentos se confundían los términos en uso: sociedad del conocimiento, sociedad de la información. En la pasada década de los 90 otros autores vinieron a reforzar la idea a partir de la impresionante expansión de las capacidades de acumulación, procesamiento y transmisión de la información en virtud de los explosivos avances tecnológicos resultantes de las ciencias informáticas y la exponencial multiplicación de las capacidades de telecomunicación. En realidad, y como apunta el académico británico Paul Cilliers: “Conocimiento ha sido uno de los términos mercantilizados en esta época”. Se habla de industria del conocimiento e, incluso, de gerencia del conocimiento como si el conocimiento fuera algo susceptible de comercializarse con independencia del sujeto que posee ese conocimiento. Se lo trata como una cosa, algo que existe y puede colocarse en portadores digitales o sitios de Internet.

En la medida que analizamos qué escuela necesitamos, debemos preguntarnos qué escuela queremos y cómo la construimos. Si bien la educación es a largo plazo, su construcción se lleva a cabo día a día en la práctica en el aula, en la necesidad de dar respuestas, no sólo a los objetivos planificados, sino a una realidad demandante que es distinta en cada institución, en cada grupo humano, en cada comunidad. Tampoco podemos -ni debemos- olvidar que nuestra escuela, como institución, fue perdiendo por la propia crisis económica e institucional de nuestra historia más reciente, el monopolio de información y la transmisión de cultura. Mientras aumentaba la pobreza, la desigualdad y se profundizaba la exclusión, fue la escuela la institución presente que tuvo que hacerse cargo de los devastadores efectos resultantes de esta crisis. El impacto de esta realidad produjo, en la mayoría de las instituciones, un desequilibrio acerca de las funciones específicas para las que fue creada, hecho que también dejó huellas en la subjetividad docente.

A partir de esta realidad y de la impronta de la demanda de la sociedad en términos de conocimiento, es necesario avanzar desde una actitud institucional para el cambio, que puede ser en un solo camino, atendiendo diversas variables o la opción entre varios caminos. Es así que podemos ofrecer una escuela con múltiples actividades o una escuela que no ofrece alternativas que respondan a las inquietudes y demandas de sus estudiantes. Es una mirada ideológica sobre la educación, la escuela y su rol.

¿Todas las instituciones se plantean la necesidad de modificar las formas habituales de trabajo? ¿Puede sólo el contenido curricular, tal como se lo concibió durante mucho tiempo -hasta hace poco- aportar las herramientas necesarias para la construcción del pensamiento crítico, del pensamiento transformador o es necesario aportar, desde otras actividades, experiencias, prácticas, estilos y saberes, o sea, aquellas oportunidades necesarias que brinden a nuestros alumnos las posibilidades de conocer, vivenciar, experimentar y distinguir a partir de ese conocimiento teórico la diversidad de formas, de caminos para la construcción de una actitud, de un modo de conocimiento de la realidad, para aportar calidad a su propia vida?

Hoy la sociedad demanda a las instituciones educativas el desarrollo de competencias que

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tienen que ver con las nuevas y distintas posibilidades de acceder a esa información y saberes. Los avances tecnológicos imponen una rapidez y dinamismo que, en muchos casos, excede la capacidad de reacción de nuestras escuelas. Es un problema de tiempo, de organización y de formación, de familiarización con estos nuevos recursos y hasta podríamos hablar de resistencias institucionales, entre otros. ¿Cómo hacemos para dar respuesta? Partiendo del paradigma de que el conocimiento se debe multiplicar como bien público, la escuela, como institución educativa, ¿es la única responsable de hacerlo? ¿Cómo hacemos para no asustarnos ante tamaña responsabilidad y empezar a actuar sin producir una paralización de nuestras actividades? ¿Deberíamos empezar por hacer una clasificación de todas las tareas que tenemos por realizar? No. Tal vez, empezar a quebrar o romper las viejas rigideces del sistema educativo dando inicio en forma gradual, paulatina y comprometida al desarrollo de propuestas que, junto a las que plantean el sistema y la sociedad civil, permitan comenzar a transitar nuevos caminos. Estos caminos pueden ser, tal vez, paralelos pero con objetivos comunes o quizá con estrategias distintas, pero sí tenemos claridad que el cambio cultural es necesario, imperioso e inevitable que nos lleva a interiorizar el concepto de que otro mundo es posible, que no existe pensamiento único, pero que a ese otro mundo lo debemos construir entre todos.

Es importante pensar en la recuperación del rol y la jerarquización de la educación en nuestro país. El conocimiento científico no es completo en tanto no incluya los hombres y las relaciones sociales entre ellos. ¿Cómo acercarnos a este objetivo? ¿Cómo trabajamos el concepto de educación como derecho y no como producto acabado a las necesidades del mercado? Seguramente, con la mirada puesta en los reales requerimientos sociales porque son sujetos de la educación quienes la reciben.

Quiero compartir con ustedes el testimonio de una mamá de una nena de ocho años que participa de unas de las actividades que realizamos en Tucumán los días sábados dentro de programa Sábados de Escuelas Abiertas. Nos escribió: “Gracias por estas actividades. Tal vez, el futuro de mi hija salga de estas actividades que siempre quise que las realice pero nunca tuve la posibilidad de darle esa oportunidad”.

Hoy son muchas las demandas y no son las mismas en todas las instituciones. Dependen del sector social al que atienden. Si son escuelas urbanas o rurales, o del trabajo conjunto que puedan realizar, por ejemplo, las Mesas de Desarrollo Local con las fuerzas vivas de la zona. Debemos contar con lineamientos de trabajo comunes que establezcan criterios para la vinculación de la formación en las instituciones educativas con el mundo del trabajo, con el mundo de la producción, de la cultura, de la tecnología, de las ciencias y de la organización institucional. En términos curriculares, debemos garantizar un tipo de formación que impulse modelos innovadores de organización y gestión tendiendo a la integración entre los distintos campos formativos, la teoría y la práctica. El trabajo de gestión irá más allá de listar debilidades y fortalezas; se enfrentará a las diversas versiones de lo que sale bien y de lo que sale mal y, a veces, todo junto y a la vez porque trabajar en la escuela, en la gestión de la escuela, no tiene que ver con un acto prolijo y recortado ni consecuencias de pasos de receta. Es mucho más. Trabajar en la gestión tiene que ver con instalar un cuestionamiento que permita vislumbrar algo nuevo, no por lo original, sino por tratarse de una respuesta diferente a los hechos habituales. Estas acciones garantizarían, desde el Estado, el acercamiento a todos nuestros alumnos y alumnas, generando desde la escuela la igualdad de oportunidades.

Democratizar la educación, la cultura, la tecnología, implica proporcionar las herramientas que posibiliten la opción, la elección de ser transformadores de su calidad de vida. Cuando

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hablamos de calidad educativa, estamos diciendo calidad de vida, pues esa educación conlleva, justamente, a la transformación a partir de la generación de un pensamiento crítico, reflexivo y comprometido que redunde en ciudadanía. El gran desafío es cómo llevamos a la acción estas propuestas políticas pedagógicas.

En primer lugar, la escuela sola no puede. La sociedad toda, desde distintos lugares, debe acompañar el proceso de cambio. Éste implica, tal vez, reforzar el concepto de redes de articulación como una respuesta operativa en la era de la información. A partir de la globalización, se genera a nivel mundial una transformación del tiempo y lugar que funcionan al unísono desde las transacciones económicas que impactan inmediatamente en distintos lugares y realidades. Qué mejor ejemplo de la realidad que el sistema financiero de Wall Street y su impacto en el mundo. Desde las modas hasta el desempleo, la base de este proceso, por supuesto, es el sistema tecnológico. Telecomunicaciones, sistemas de información interactivos, transportes de alta velocidad, impactan en todas las sociedades. Así también las exigencias, en este caso específico hacia las instituciones educativas, aumentan. A esta altura, el impacto en todas las sociedades es visible y su signo característico es la segmentación, la exclusión social. Ante esto, aparece una contracara: no existe una cultura mundial globalizada. Tenemos las regiones, los países, las ciudades y, lo más importante, contamos con la gente, las personas, los sujetos con sus culturas, sus identidades, sus diferencias, lo más valioso. Debemos reconocer las bondades de la globalización en la medida que permita diferenciarnos a partir de las propias identidades. Se trata de tener o no una identidad propia, toda una cuestión cultural porque, como dice Feinmann, “la cultura es nuestro propio rostro”. Es eso que permite a los demás vernos y reconocernos. Somos esto, somos aquello, somos lo que hemos ido haciendo de nosotros.

La cultura, entonces, es una construcción, es lo que una comunidad ha ido eligiendo, el ser que se ha ido dando y que, coherentemente, ha terminado por configurar un rostro. Una identidad, los valores de una comunidad, esos valores que esa comunidad ha elegido como modalidad de existencia, como modalidad de ser. La cultura crea valores, la escuela los enseña. Sin cultura no hay qué educar, sin cultura la educación no tiene lenguaje, no tiene valores, es muda, no tiene nada para decir o no tiene ni sabe cómo decirlo. Y cuando esto ocurre, la educación termina enseñando la cultura del otro por carencia de la propia.

El desafío es cómo tejemos esta red tendiente a optimizar el uso de las fuentes de información, la diversidad de imágenes y mensajes que se adapten a una pluralidad de audiencia. El Estado es el principal responsable de esta tarea y desde ahí, quienes estamos comprometidos con esta función, debemos ocuparnos con políticas expresas y directas destinadas a hacer realidad la universalización de la educación con calidad educativa. Reconstruir la autoridad pedagógica debe constituir un reto que se logre, no a partir del rol que se cumple, sino de lo que se transmite. Esta propuesta nos debe llevar a redefinir la formación inicial de nuestros docentes, transformar la rigidez o dureza de la estructura curricular que conlleva a una identidad profesional caracterizada por estrechez, inflexibilidad y fragmentación del curriculum y del trabajo de los docentes con el propósito de obtener, de adoptar curriculums ricos, flexibles y heterogéneos. De esta manera se generan relaciones y vínculos con el conocimiento en nuestras escuelas y las realidades de la sociedad en la que estamos actuando.

La cuestión no es nada abstracta. Son los hombres los que crean y aplican el conocimiento. La información, el discurso, los datos, necesitan ser elaborados e interrelacionados por las personas y no sólo por las máquinas con respecto a un tiempo y a un lugar, a una situación dada. Sólo

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la intervención de las personas puede conferir a la información la categoría de conocimiento. En este trabajo conjunto y continuo con los docentes, debemos incorporar la posibilidad de darnos los permisos, de animarnos a trabajar con nuestros alumnos esas herramientas que da el conocimiento para que puedan seguir construyendo proyectos de vida.

La escuela es presente y futuro. Conoce sus limitaciones, pero no podemos dejarnos avasallar por tanta demanda, por tanta información, por tanta tecnología, con una actitud negativa de “no se puede”. Por el contrario, debemos trabajar con esa realidad para apropiarnos y recibir los saberes que traen nuestros alumnos desde el afuera, más los que llegan desde la misma sociedad. Debemos aprender a reconocer nuestros límites y nuestras posibilidades para no generar esa desesperanza inmovilizante, al decir de Paulo Freire.

Hoy en nuestras escuelas estamos trabajando desde otros espacios en diversos horarios, desde las escuelas, con jornadas extendidas hasta los sábados. La propuesta es generar con la diversidad de programas como Plan de Lectura, Los Científicos Van a la Escuela, Sábados de Escuelas Abiertas, Programa Territorio, TIC, entre otros espacios que nos permitan acercar contenidos, información, capacitación, para vivenciar y desarrollar competencias lingüísticas orales y escritas y capacidades para la comprensión y utilización de los nuevos lenguajes que promueven las tecnologías de la información y la comunicación. Son espacios alternativos para complementar contenidos curriculares y contribuir, de esta manera, a la construcción de una escuela más atractiva, más inclusiva, más transformadora. Dan cuenta del increíble motor de la transformación que constituyen propuestas tendientes a la promoción del desarrollo integral de los sujetos. La extraescolaridad es una demanda social, no sólo como un pasatiempo sino como un continuo en formación de niños y jóvenes. En este sentido, los programas que implementamos incentivan los modos de participación social. Por su parte, las TIC dirigidas desde la escuela también pueden generar un espacio extra aula que redefina los usos de las tecnologías por parte de los adolescentes. En esa línea de trabajo, su incorporación en la educación se vincula a políticas de equidad, ya que su utilización en la escuela permite a todos los alumnos participar de las mismas oportunidades, reformular el o los conceptos educativos de tiempo y espacio, de aula, de día de clases hasta ciclo lectivo. Es un cambio cultural en las instituciones educativas y en la formación docente. Permítanme compartir por último con ustedes un concepto de Toni Puig: “Cultura es siempre ideas, valores, estilos, mentalidades. Es sentido, es símbolo, sueño, lo que hemos de ser, lo que nos esforzamos por vivir, por sentir, por comprender, por conocer. Esto implica esfuerzo personal, voluntad, sensibilidad, íntima comunión. Las ciudades, los países, viven, crean cuando apuestan conjuntamente desde y con sus ciudadanos por horizontes de más humanidad y no sólo de más consumo”.

Juan Carlos Tedesco

Hablar al final de un panel como éste es un problema, porque es difícil no repetir muchas de las cosas que ya se han dicho. Por eso, yo decidí, en lugar de usar el texto que les había traído preparado, salirme un poco del modelo, recuperar algunas de las cosas que estaban ahí y agregar otras que me parecen complementarias a lo que ya se ha dicho, que es muy importante y que toca dimensiones fundamentales del problema que estamos discutiendo.

Creo que en todas las exposiciones que escuchamos se advierte un enfoque de análisis de este tema -las relaciones entre cultura, educación y sociedad- que, yo diría, se basa un poco en la idea, en el paradigma de la filosofía social. Ya no nos alcanza con la ciencia social para analizar

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todos estos fenómenos. Obviamente, debemos utilizar todo el instrumental de las ciencias sociales, desde el punto de vista de la información empírica, las hipótesis, su contrastación. Pero no podemos discutir estos problemas si no ponemos explícitamente sobre la mesa nuestros valores, nuestros objetivos y esa idea de hacia dónde queremos ir. Eso estuvo presente en todas las exposiciones y refleja la idea de en un contexto cultural como el actual, debemos atacar uno de los problemas o de las características fundamentales que tiene esta cultura de la sociedad del conocimiento o de lo que, quizás más abarcativamente, se podría llamar este nuevo capitalismo: el déficit de sentido que tiene la cultura.

Richard Sennett, en uno de sus últimos libros, lo define con bastante claridad. Él señala que la cultura actual tiene una relación muy particular con la dimensión temporal. Por un lado, porque rompe con el pasado. El pasado está asociado con lo obsoleto, con lo superado y con lo que va a cambiar rápidamente. Vivimos o tenemos una relación con el pasado muy negativa, por decirlo de alguna manera. El futuro, en cambio, aparece como incierto, amenazante, riesgoso y mucho más en estos días -acabamos de comprobar adónde nos lleva este capitalismo sin sentido. Cuando se habla de futuro, la noción que aparece más inmediatamente es la de incertidumbre. Nadie sabe qué va a pasar. Una cultura que rompe con el pasado y que tiene una relación muy ambigua, no muy clara con el futuro, tiende a concentrar todo en el presente. Esta es una cultura del aquí y ahora, nada a largo plazo, de ningún proyecto de futuro, de déficit muy fuerte de sentido.

Esto, obviamente, coloca a la cultura y a la educación en una situación muy particular, porque la educación ha sido siempre transmisión de un determinado patrimonio cultural y preparación para un determinado futuro. Cuando no tenemos patrimonio cultural para transmitir y cuando no sabemos para qué futuro prepararnos, el proceso educativo queda huérfano. De alguna manera, esto es lo que actualmente percibimos como una muy fuerte crisis en los procesos de transmisión. Hay mucho intercambio pero hay mucha transmisión y la diferencia entre transmisión e intercambio es fundamental. Esto lo vemos en la familia, en la escuela, en todas las instituciones de socialización. Intercambiamos con los pares o, cuando intercambiamos, todos somos pares. Pero cuando hay transmisión no somos pares, lo que se transmite no se somete a discusión, se transmite desde una autoridad y eso es lo que hoy está en crisis. Lo vemos en las instituciones culturales y el gran cambio que han sufrido.

En las instituciones culturales del capitalismo industrial tradicional todo el poder estaba del lado de la oferta. El que controlaba la oferta era el que, efectivamente, manejaba la institución y el proceso de transmisión, definía los contenidos que había que transmitir, quién los transmitía, cuándo y a quién. La escuela, la televisión general, incluso la familia, eran instituciones de transmisión cultural donde el poder estaba del lado de la oferta. En este nuevo capitalismo, en estas últimas décadas, se comenzó un proceso muy fuerte de traslado del poder hacia la demanda. Hoy tenemos la televisión por cable, cien canales donde el poder está, supuestamente, del lado del consumidor, del espectador que decide qué quiere ver. Internet es, quizás, el ejemplo más paradigmático de este nuevo modelo. En Internet está todo. El que decide por dónde navegar es el usuario. Este modelo intentó ser llevado -y en algunos países se lo está haciendo- a la escuela. Empezamos a hablar del cliente, no del alumno, y de que hay que satisfacer demandas. Ése es el gran concepto de los procesos culturales contemporáneos.

Intuitiva o aparentemente, satisfacer demandas es mucho más democrático que darle el poder a la oferta. Sin embargo, la experiencia de estas últimas décadas nos demostró que no necesariamente es así, porque la capacidad de demanda está desigualmente distribuida y, si

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yo le doy a cada uno lo que cada uno tiene capacidad de demandar, lo dejo en el mismo lugar en que estaba. Empezamos a advertir que esta relación entre la oferta cultural y la demanda cultural es mucho más compleja de lo que nos habíamos imaginado y que debemos introducir la diferencia fundamental entre satisfacer demandas y satisfacer necesidades.

En términos de transmisión cultural, de proceso educativo, como en muchos otros casos, tenemos que, además de satisfacer demandas, satisfacer necesidades y el proceso de traslado de una necesidad a una demanda es un proceso complejo que no necesariamente se da en todos los lugares. Puede haber sectores de población que tengan necesidades y no tengan capacidad de traducir esa necesidad en una demanda, particularmente en los sectores más pobres más excluidos, que viven al día y que tienen bastante poca posibilidad de superar la posibilidad de hacer demanda más allá de la necesidad urgente del corto plazo. Creo que, entonces, éste es un punto fundamental y podríamos acá ubicar esa discusión sobre las industrias culturales. Evidentemente, si la cultura se industrializa, está sometida a la lógica de la oferta y la demanda, la lógica del mercado y no a la de la transmisión.

El patrimonio cultural no puede estar sujeto a que yo tenga capacidad de compra o no. El patrimonio cultural hay que transmitirlo, es patrimonio de todos. No es algo que puede ser comprado o vendido. Yo creo que ahí hay un tema importante. Por eso me parece que es necesario discutir ese tema del sentido, del déficit de sentido, explícitamente. Esa frase de Séneca que Piñón mencionaba es eso: si no sabemos adónde vamos, nunca va a haber vientos favorables que nos lleven. Tenemos que saber adónde queremos ir, que es distinto de adónde vamos, porque el adónde vamos puede ser un proceso mecánico, espontáneo, natural. La cuestión hoy es adónde queremos ir y parecería ser que hoy es mucho más decisivo que en el pasado, en el sentido de que los procesos sociales actuales no son naturales, son políticos, son voluntarios. Ir en una línea o ir en otra, es producto de la voluntad política -como decía el senador Cabanchik- que es fundamental introducir en esta discusión. En el origen de nuestros sistemas educativos el sentido estuvo dado por la idea de nación. ¿Cuál era el objetivo, la función, la misión de la escuela y de los educadores? ¿Por qué la escuela fue pública, obligatoria y laica? Porque formaba parte del proceso de construcción de los Estados nacionales y la idea de nación era la que daba sentido a todo el trabajo educativo, a lo que había que transmitir, a quién había que transmitírselo, cuándo, cómo incluso hasta la propia desigualdad en la transmisión educativa tenía que ver con el lugar que cada uno ocupaba en esa estructura nacional.

Me atrevo a postular, recogiendo también mucho de lo que se ha dicho, que hoy podemos seguir sosteniendo que el objetivo de la educación es construir la nación. Pero hay que agregarle un adjetivo: una nación justa. La idea de justicia me parece que hoy permite, por lo menos, llenar este vacío de sentido del nuevo capitalismo porque, si uno lo deja librado a su dinámica espontánea, tiene una potencialidad de injusticia tremenda. La sociedad del conocimiento puede ser mucho más inequitativa que la sociedad industrial capitalista tradicional. La potencialidad de exclusión que tiene la sociedad del conocimiento es enorme y lo hemos visto en las últimas décadas. Nunca ha habido tanta desigualdad como ahora. Aparece un fenómeno nuevo que es el de la exclusión, que es distinto al de la explotación. En el capitalismo industrial había explotación, había explotadores y explotados, había dominantes y dominados, había relaciones de dependencia. Pero la explotación y la dependencia son un vínculo, los dos son necesarios: el explotador y el explotado, el dominante y el dominado son necesarios para que el sistema funcione. En este nuevo capitalismo, en cambio, lo nuevo es que puede aparecer la posibilidad de la exclusión, de la ruptura del vínculo. Y el excluido se define porque no es necesario desde el punto de vista del funcionamiento de este sistema. Para incluir al excluido hay que querer

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hacerlo. No va a ser un producto natural del orden social como lo era en el capitalismo industrial tradicional. Entonces necesitamos, por eso, introducir esa idea de justicia como un objetivo, como algo que debe ser socialmente discutido y, eventualmente, compartido.

Por eso creo que éste es un primer punto fundamental, porque a partir de ahí es que podemos, entonces, definir cuáles son las competencias que hay que desarrollar, qué conocimientos hay que transmitir, a quién, cómo, cuándo. Todas las preguntas propias de los procesos educativos y culturales cambian si yo sé a dónde quiero ir porque muchos problemas no son problemas si yo quiero ir en un sentido y muchos empiezan a ser problemas si yo quiero ir en otro. Si quiero construir una sociedad justa, obviamente la pobreza, la exclusión, son problemas. Si no quiero construir una ciudad justa, la verdad, no me preocupan todas esas cosas.

A partir de esto, creo que podemos sintetizar -y, seguramente, quizás muchos de ustedes esto ya lo han leído o escuchado en otras ocasiones-, que los dos grandes desafíos que plantea la construcción de una sociedad justa y, por lo tanto, la educación, la cultura en ese contexto, son los que tienen que ver con aprender a aprender y aprender a vivir juntos. El aprender a aprender es quizás lo que resume el gran desafío de las competencias que tenemos que formar desde el punto de vista cognitivo. La sociedad del conocimiento se caracteriza, no sólo por poner al conocimiento en el centro de la dinámica social, sino por producir una muy rápida evolución del conocimiento. El conocimiento, por naturaleza, es inestable a diferencia de otros factores. Las sociedades tradicionales se basaban en la religión, en las tradiciones, en muchas otras dimensiones que eran estables. Las cosas se hacían así porque siempre se habían hecho así, porque me formaron para que las haga así. Pero cuando uno apoya el funcionamiento de la sociedad en el conocimiento, está inmediatamente generando un alto nivel de inestabilidad porque el conocimiento, de por sí, ya sabemos que va a cambiar. Lo que sabemos hoy, dentro de unos años va a ser obsoleto, se va a renovar permanentemente. Entonces, en un contexto de este tipo, la educación tiene que enseñar el oficio de aprender, porque eso es lo que vamos a tener que hacer a lo largo de toda la vida. Ya no es como antes que lo que se aprendía en la universidad o en la escuela me servía por muchos años de desempeño profesional o de desempeño ciudadano. Ahora sé que voy a tener que estar permanentemente a prendiendo. Entonces, la función de la escuela, en un sentido general -primaria, secundaria, universidad-, es, no sólo transmitir información, sino transmitir eso que los psicólogos llaman la metacognición, o sea, transmitir el dominio de las operaciones que a mí me permiten llegar a esa información. Y esto desafía todos los procesos educativos: los métodos didácticos, los diseños curriculares, la organización institucional de las escuelas, el papel de los docentes, todo.

Si esto es lo que yo tengo que hacer -introduzco acá una digresión para los educadores, para las educadoras-, desde el punto de vista didáctico, se pone en juego mucho de lo que nosotros sabíamos tradicionalmente. Hay muchas operaciones cognitivas que todos denostamos. La memorización, por ejemplo. Enseñar de memoria o la repetición. Ésas son casi malas palabras dentro de la pedagogía. Pero resulta que ahora, si yo lo que tengo que enseñar es el oficio de aprender, la cosa cambia, porque yo sé que necesito memorizar y repetir para ser creativo. Si yo quiero formar a un creativo, en algún momento tengo que ser repetitivo. Nadie crea sobre la base de la nada, ni los que estudian música o deporte, ellos lo saben muy bien. Ahora, lo que yo tengo que saber es para qué repito. Tengo que saber para qué me piden que repita, para qué me piden que automatice un movimiento. Porque si me lo piden en la etapa final del aprendizaje, claro que no es educativo. Pero si yo sé el lugar que ocupa esa operación cognitiva en el proceso de aprender a aprender, eso tiene otro sentido, otro significado y puedo, entonces, volver a valorar esas operaciones cognitivas que antes habíamos denostado.

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Esto tiene, además, otra consecuencia importante sobre la educación. La única educación que prepara para el aprendizaje a lo largo de toda la vida es la educación básica. No hablo de la educación primaria, esto vale aun para la universidad porque, aunque los conocimientos de física cambian, las bases de la física no, ni de la química, historia o biología. Dar prioridad a lo básico hoy es fundamental. Pero esto es un cambio de 180 grados en la cultura de nuestros sistemas educativos, que funcionan sobre la base de que cuánto menos básico más prestigioso. Hoy es mucho más prestigioso el pos-doctorado que el doctorado, el doctorado más que la maestría, la maestría que la carrera de grado, la universidad más que la secundaria. Lo menos prestigioso de todo es enseñar a leer y escribir en el primer grado de la escuela primaria, ahí no quiere ir nadie. Y eso es lo fundamental hoy en día. Esto es un comentario obvio y de sentido común y, sin embargo, no funcionamos con esa lógica. Los puestos de maestros de escuela primaria, primer grado, en los lugares más pobres, son los puestos de entrada al mercado del trabajo docente. Ahí es donde se producen las vacantes. Lo mismo yo diría en la universidad. Decir que los mejores docentes tienen que estar en los primeros años ofende a veces a muchos de los investigadores de posgrado -porque no quieren ir a trabajar ahí donde es más difícil.

Esto conforma un núcleo de discusión de temas que tenemos que trabajar. El otro es el de aprender a vivir juntos, porque si esto de aprender a aprender refleja un poco los desafíos en términos cognitivos, el aprender a vivir juntos refleja todos los desafíos en términos sociales. Acá está en juego todo lo que tiene que ver con la cohesión social. La cultura tiene que ver con la cultura común que queremos construir y que es lo que nos une, lo que nos cohesiona. Ahora, venimos, paradójicamente, de décadas en las que todos criticábamos esa cultura común y decíamos que difundirla era reproducir el orden social dominante. Acuérdense de Althusser, el aparato ideológico del Estado, el cemento de la sociedad. La cultura común era el cemento de la sociedad, era lo que hacía más rígida la sociedad, que cada uno aceptara el lugar donde estaba. Efectivamente, buena parte de ese enfoque crítico, era justo, era legítimo, era razonable. Pero los que destruyeron el cemento de la sociedad fueron los neoliberales que dijeron: “Entonces no hay nada en común, que cada uno se las arregle como pueda. Somos competidores y estamos todos contra todos. No me hago responsable del otro”. Y hoy estamos ante ese fenómeno de una cultura que tiende a la fragmentación, al individualismo asocial, a la competencia. Frente a ese modelo aparece el fundamentalismo autoritario que dice: “Tengamos una cultura común, los que no piensan lo mismo que yo son mi enemigo, al cual hay que eliminar. Entre esos dos modelos del fundamentalismo autoritario y el individualismo asocial, tenemos que construir una cultura común que admita la diversidad, que cada uno sea respetado por lo que es, pero al mismo tiempo, que haya un nosotros. Sennett, en ese libro que les mencionaba, dice una frase terrible pero maravillosa: “El pronombre maldito de este capitalismo es el pronombre ‘nosotros’”. Ése es el que nos cuesta más definir.

La educación tiene que trabajar en esto, en la construcción de ese nosotros que, ya les digo, no es como antes, un producto natural, tiene que ser un producto voluntario, necesitamos una solidaridad consciente, reflexiva, querer incluir al excluido, no porque lo tengamos que hacer, porque no va a haber nada que nos obligue a hacerlo, sino que es una demanda ética, una demanda política. Por eso necesitamos también formar una inteligencia responsable. Creo que Cabanchik mencionaba algo de esto, esta idea de la responsabilidad en el uso de la inteligencia que hoy es fundamental. Hoy, francamente, todos los grandes debates ciudadanos son debates fuertemente cargados de información científica y técnica. El uso responsable de esos conocimientos es fundamental. Los temas de medio ambiente, los temas de manipulación genética, los propios temas de la política económica, exigen hoy manejo muy denso de

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información y de conocimiento. Necesitamos formar a la ciudadanía en esos aspectos. Por eso hoy enseñar matemáticas y ciencias es formación ciudadana. La alfabetización científica, hoy, es parte de la formación ciudadana. Pero también necesitamos formar a nuestros científicos con la mayor conciencia ética y responsable del uso de sus conocimientos. Si esto es así, también este aprender a vivir juntos desafía nuestros métodos, nuestros diseños curriculares, el protagonismo de nuestros docentes. Necesitamos que nuestros docentes adhieran a estos valores. Nadie transmite lo que no cree. Si nuestros propios docentes no están involucrados en esta adhesión muy fuerte a la justicia, difícilmente puedan transmitirla.

Por eso es que me atrevo a sostener como hipótesis la idea de que, en ese contexto, la escuela -en sentido general-, asume, si quiere hacer esto, ciertos rasgos contraculturales. Es casi un espacio donde tienen que pasar cosas que son contraculturales, van contra lo que pasa afuera. Tenemos que llenar la escuela de experiencias de solidaridad, de contacto con el diferente, de respeto al débil, que afuera no existen. En ese sentido es contracultural, porque la escuela no sólo prepara para el futuro, anticipa el futuro. Si hoy no tenemos una escuela justa, difícilmente vamos a tener una sociedad justa en el futuro. Necesitamos construir hoy una escuela justa. Una escuela justa es esa que le da oportunidad a todos, que protege al débil. Fundamentalmente es eso, no la que dice: “Hay ganadores y perdedores y a los que ganan vamos a seguir apoyándolos y al que pierde lo vamos a dejar afuera”. La justicia implica precisamente proteger al débil, apoyarlo, acompañarlo. Esa escuela es, hasta cierto punto, contracultural.

Si uno mira la historia, por ejemplo la historia de nuestra escuela, los momentos más gloriosos de nuestra escuela pública fueron cuando ella fue contracultural. La escuela sarmientina no reproducía la cultura dominante que había afuera. El laicismo, esa cosa de obligar a ir a la escuela, etcétera, eran contraculturales y, en ese sentido, cumplió un gran papel. Quizás eso sea lo que nos haga falta hoy y, obviamente, es un enorme desafío político, social y cultural. Cuando decimos que no hay que dejar sola a la escuela, que la escuela sola no puede, es por esto. Porque no son los maestros, los profesores, los que pueden definir el sentido, para dónde va la sociedad. Son unos más, pero necesitamos que sea un compromiso colectivo, un compromiso político, general, que lo podamos construir con pactos, con acuerdos, con consensos que indiquen que, efectivamente, la idea o el concepto que fue aprobado en las leyes de que queremos construir una sociedad justa, esa adhesión sea una adhesión real y no que cuando hay que tomar alguna medida para distribuir el ingreso todos piensen que el ingreso que hay que distribuir es el del otro, no el propio.

Creo que aquí tenemos, entonces, un desafío en ese sentido de las relaciones entre cultura, educación y sociedad de esta envergadura, de esta complejidad, que coloca a la escuela en un lugar importante y a los educadores también en un lugar importante. Vuelven a estar, volvemos a estar, en el centro. Esta es una oportunidad que hay que aprovechar porque creo que no va a haber otra y estos son momentos, no sólo en Argentina, en el conjunto de las sociedades, decisivos, no hay futuros escritos, no hay futuros inevitables. Se puede ir en un sentido o se puede ir en otro y el ir en un sentido o en otro es una decisión política de la comunidad a la cual pertenecemos. Por esto es que saludo la realización de este Congreso, me parece que es fundamental que tengamos oportunidad de tener estos espacios para debatir estos problemas sin las urgencias para los que estamos en la gestión del día a día y que podamos tener la posibilidad de reflexionar sobre esto que nos da una perspectiva de mediano a largo plazo y que, además, lo podamos compartir con los otros sectores intelectuales, con las otras áreas del pensamiento porque, insisto, esto no es un tema pedagógico, es mucho más amplio, y por eso nos interesa mucho el aporte de la antropología, de la sociología, de la economía, de la

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psicología, de la filosofía, de la ética, para que, entre todos, podamos darle a la ciudadanía la posibilidad de discutir esos temas sobre bases de calidad mucho más amplia de la que tenemos actualmente.

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VII. LOS SIGNIFICADOS DEL BICENTENARIO (2010-2016)martín miguel de güemes (argentina)Periodista y ensayista histórico, especializado en gestión cultural. Ha ejercido funciones políticas y culturales tanto en organizaciones privadas como públicas. Hoy se desempaña como secretario coordinador de la Comisión Década Bicentenaria de la Provincia de Salta. Ha publicado libros y numerosos artículos, y ensayos en diferentes medios.

Víctor santa maría (argentina)Secretario general del Partido Justicialista de la ciudad de Buenos Aires. Además, es secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (SUTERH), secretario general de la Federación (FATERYH) y presidente de la Fundación Octubre. Se desempeñó como legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Presidió el Comité Regional de Jóvenes de la Internacional Sindical UNI-Américas (Union Networt International). Desde el año 2000, es integrante del Consejo Directivo de la Confederación General del Trabajo (CGT).

armando ramón Poratti (argentina) Docente universitario e investigador. Profesor titular de Historia de la Filosofía Antigua en la Universidad Nacional de Rosario e investigador del CONICET y la Academia Nacional de Ciencias. Alterna y conjuga los terrenos de la filosofía antigua y la filosofía política y el pensamiento americano. Es autor de varios libros. Fue director de la Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales y ha sido miembro de la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias.

Francisco romero (argentina)Profesor en Letras (Universidad Nacional del Nordeste). Es docente desde hace dieciocho años. Fue becario de Ciencia y Técnica, especializado en la narrativa argentina del ´80. Ejerció la docencia en la Facultad de Humanidades. Dicta Literatura Argentina I y II, y Literaturas Extranjeras en el nivel terciario. Desde 2001, desarrolla cursos sobre literatura argentina contemporánea en el Chaco, Corrientes y Santa Fe, en el Centro de Altos Estudios Literarios y Sociales, división académica de la Fundación Mempo Giardinelli, donde, a su vez, es director del Instituto de Investigación Juan Filloy. Posee una importante obra ensayística y literaria.

memPo giardinelli (argentina)Escritor y periodista. Fue docente de la Universidad Iberoamericana de México; profesor titular en la Universidad Nacional de La Plata; desde hace veinte años, enseña en la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Poitiers, Francia. Su obra literaria fue traducida a veinte idiomas y recibió numerosos galardones. Creó una fundación dedicada al fomento de la lectura. Es asesor honorario del Plan Lectura del Ministerio de Educación de la Nación. También es consultor de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (CONABIP), la Asociación de Bibliotecarios Graduados (ABGRA) y de diferentes planes de fomento de la lectura de países latinoamericanos. Es miembro del Consejo Asesor de la Comisión Provincial por la Memoria, de la Provincia de Buenos Aires.

Martín Güemes

Gracias a la Secretaría de Cultura de la Nación, al Ente Cultural del Bicentenario, a los amigos de la Fundación Bicentenario -Jorge Mendía, Enrique Mendía León-, a todos estos amigos que

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venimos trabajando desde hace un tiempo recorriendo los caminos del norte pero también los caminos de Bolivia, en función del bicentenario.

Creo que lo principal en este tema del bicentenario es cambiar la óptica, pensar desde qué situación geográfica hablamos, como diría bien Juan Bautista Alberdi en su libro Grandes y pequeños hombres del Plata, cuando decía que había dos países: un país interior y otro del puerto. Ojalá alguna vez, realmente, se equilibren las cargas y podamos tener un país integrado y abierto a la América profunda. Desde qué geografía se parte: nosotros partimos desde el norte. Nos sentimos muy cómodos en Tucumán. No solamente porque fue donde se declaró la independencia. Acá viene el primer pistoletazo de atención, como diría Ortega y Gasset -y después les voy a leer esto porque me parece muy importante. El primer pistoletazo de atención es que el bicentenario es el bicentenario en Tucumán. El 25 de mayo, en Chuquisaca, es el umbral de la independencia. El 25 de mayo, en Buenos Aires, es un camino hacia la libertad y hacia la independencia pero no nos olvidemos de que la junta de mayo, si bien estaba presidida por un potosino, alguien nacido en Potosí y por hombres que se habían educado en Chuquisaca, ese 25 de mayo, en Buenos Aires, se levantó como las juntas que en 1808, cuando Napoleón entra en España -este año España está festejando los 100 años de la independencia, la lucha por la independencia contra Napoleón-, yo digo que ese Buenos Aires que tenía un Potosí y que tenía hombres educados en Chuquisaca, que tenía realmente una junta abierta, estaba bajo juramento de Fernando VII.

¿Cómo vamos a festejar el bicentenario el 25 de mayo? -salvo que decidamos volver a España y que un rey Borbón nos mande, lo digo como ironía. El pistoletazo de atención es que el 25 de mayo es un grito de libertad, no me cabe duda, que continuó en el tiempo, muy importante, a partir de que la hermana mayor comenzara la guerra contra las invasiones inglesas. Ernesto ha trabajado mucho en esa dirección. Allí comenzó una década bicentenaria. Nosotros le llamamos década porque es un largo proceso que debe culminar en Tucumán. No como en el centenario, cuando había un pensamiento que miraba para afuera, pajuerano. Nosotros somos “padentranos”, miramos para adentro. Y los intelectuales tienen la obligación de mirarse para adentro, no solamente internamente, sino para adentro del país que está olvidado, que es nuestro norte, nuestro NEA, nuestro Cuyo, todo el sur. Buenos Aires debe entender, de una vez por todas, que es una hermana mayor, pero que el bicentenario es el 9 de julio de 1816. No me cabe la menor duda de que debemos recordarlo así en 2016. Los Estados Unidos no festejaron el bicentenario cuando tiraban en Boston las cajas de té por los impuestos. Festejaron el 4 de julio cuando se declaró la independencia.

Fíjense que esto no lo digo solamente yo y todos los amigos que estamos compartiendo esto. Ortega y Gasset, filósofo español que vino muchas veces a la Argentina, vino en 1816 y estuvo en Tucumán. En sus “meditaciones de la criolla”, realizadas por Radio Splendid en 1939, en su tercera parte expresó: “Es éste, sin duda, un pueblo joven. El otro día hacía yo constar en La Plata que esa expresión, ‘pueblo joven’, no es una simple manera de hablar pero no exageremos. No es un pueblo párvulo, tiene ya un pasado respetable, aunque ha sido la nación más nueva de estas americanas, tiene a su espalda y allá arriba, hacia el noroeste, cuatro siglos de pasado y podemos aumentarlo más con las naciones aborígenes. En la perfecta criolla de hoy se han destilado gota a gota esas cuatro centurias de esfuerzo vital, de experiencia, de ensayo, de fervores, de dolores y el error óptico de este país está en mirar demasiado poco a ese noroeste, al tesoro de ese pretérito que está ahí en ustedes pero está paralítico, sin movilizar, sin actualizar”.

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No puedo ahora desarrollar este tema, como no puedo ni siquiera lanzarme a describir la formación de la criolla a lo largo de esos cuatro siglos. Lo único que puedo, apurado como voy, es disparar un pistoletazo para llamar la atención sirviéndome de un ejemplo extremo. Éste es el pistoletazo de atención que yo tiro acá. Me tocó primero y lo tiré primero. El tema acá, también, es que en el centenario, los hombres que pensaron profundamente en nuestro país fueron hombres del noroeste. Basta recordar a Joaquín V. González, de La Rioja, con su El juicio del siglo. Basta recordar a Manuel Gálvez, con El diario de Gabriel Quiroga, santafesino. Basta recordar a un tucumano malcriado, seguramente, en Santiago del Estero, que era Ricardo Rojas, a mi criterio el más profundo pensador del centenario. ¿Por qué el pensador más profundo del centenario? Porque si a la cultura la entendemos como un árbol, como yo la interpreto, un árbol que hunde sus raíces en sucesivas capas geológicas, la más profunda es la aborigen, hay que comprenderla, hay que sentirla, hay que entenderla. Le sigue la hispánica, del reino de india, porque esto no era una colonia, era un reino de india, de la misma categoría de la época de los Austria con Castilla y los reinos de España. Ese reino de india lo vemos en todas partes también acá, en la arquitectura. Después está el mundo gaucho criollo, el de la integración, el de la independencia, el que estamos recordando hoy, porque el bicentenario es la libertad y la independencia y son los gauchos criollos los que hicieron la libertad y la independencia. Después están las sucesivas llegadas de los inmigrantes que enriquecieron nuestra tierra, ese árbol que se clava en esas capas sucesivas que nosotros tenemos que abarcar en una visión nacional, en una visión sudamericana, en una pluralidad de lo nacional.

Ustedes me dirán: “¿Por qué un árbol y no pájaros?” Porque los pájaros vuelan. Los pájaros serán los pensamientos de todos ustedes en este Congreso de Cultura, los pensamientos que todos ustedes van a elaborar, pero necesitamos un árbol para que esos pájaros paren y hagan sus nidos en el árbol, y ese árbol es la nación sudamericana que nosotros defendemos con respecto al bicentenario. El bicentenario debe ser federal.

Ésta es la década bicentenaria, que comenzó con las invasiones inglesas y es un proceso que abarca todo este tiempo. Estos son los dos hitos fundamentales -fundamentales en nuestro territorio, porque el que se va a hacer el año que viene en Chuquisaca, en Bolivia, es muy importante-, el 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio. La Intendencia de Salta en Tucumán, el noroeste argentino y el sur de Bolivia, porque así se conformaba la Intendencia, fue la única intendencia que apoyó a Buenos Aires. Todas las altoperuanas estuvieron en contra, la de Córdoba estuvo en contra, porque hubo una gran lucha de reacción acá. El secretario de Cultura lo sabe muy bien. Hubo una gran reacción en la lucha en Córdoba. El Dean Funes después va a tener un papel protagónico, pero antes lo había tenido Liniers.

El 9 de julio, en Tucumán, no habría sido posible sin el Pacto de los Cerrillos, pacto preexistente de unidad nacional, entre Güemes y Rondó. Rondó, jefe del ejército del norte y Director Supremo provisorio, se enfrenta con Güemes. Güemes lo sitia en Salta y, siendo el gobernador intendente de Salta -porque ya se había separado de Tucumán en ese momento-, se hace el Pacto de los Cerrillos. San Martín festeja ese pacto como “más que mil batallas”, dice, porque a los pocos días se abre el Congreso de Tucumán. Sin ese pacto preexistente de unidad nacional no hay Congreso de Tucumán y no hay independencia en nuestro país, porque era la guerra civil entre el ejército de línea y las milicias gauchas. La primera victoria de la patria olvidada, a pesar de que en Buenos Aires, las calles más importantes son calles que rememoran las batallas libradas en el noroeste argentino y también en el sur boliviano. Basta pensar en Suipacha o Florida. Suipacha, 7 de noviembre de 1810, es la primera victoria de las armas de la región, porque fue la región la que hizo la victoria. Y, para que vean la importancia de este tema

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histórico, la primera fue Suipacha, pero la última batalla del continente fue Tumusla, cuando se derrotó a Olañeta, que fue el último virrey que no llegó a asumir como virrey, ya en 1825 hacia 1826.

La geopolítica del Alto Perú era fundamental en la guerra de independencia y hay que sacar conclusiones al día de hoy porque lo que está pasando en Bolivia no nos es ajeno. El corazón partido de Bolivia puede ser la causa de graves enfrentamientos en nuestra Sudamérica. La gesta cultural belgraniana, sanmartiniana y güemesiana tiene en el norte argentino jalones fundamentales para evocar la epopeya popular. No podemos olvidar la gesta belgraniana, no podemos olvidar el éxodo jujeño, la valentía de ese pueblo que dejó todo y que después se convirtió en éxodo jujeño-salteño. No podemos olvidar la batalla de Río Piedras que figura en el Himno Nacional Argentino. No podemos olvidar esa patriada del pueblo que fue la batalla de Tucumán porque acá se hospedaron los exiliados de Salta y Jujuy. Fue una gran batalla. Y también, por supuesto, la batalla de Salta.

Pero la gesta olvidada, la epopeya popular olvidada -y no es por vanidad familiar, orgullo salteño, que lo estoy diciendo, lo digo porque es la documentación que lo prueba- es una gesta olvidada que ningún pueblo de la tierra olvidaría, la epopeya popular de la gesta salto-jujeña con un ejército sostenido en Tucumán –inmovilizado, pero Tucumán pagaba ese ejército que es el ejército del norte. Fueron los gauchos de Salta, Jujuy, Tarija, los que resistieron siete invasiones realistas, más de 30.000 hombres que habían derrotado a Napoleón y que quedó destrozado el norte argentino. Si eso lo estudiamos, el norte argentino debería tener, en el bicentenario, un fondo de reparación histórica, porque le corresponde por ley, porque nuestro norte es la patria y lo digo en doble sentido: nuestro norte es la patria y nuestro norte es la patria.

Deberíamos reflexionar sobre la solidaridad continental, construir el país soberano, libre e independiente. Hoy estamos en un día muy especial, el 17 de octubre. Les traigo una anécdota del 17 de octubre para que vean cómo la historia informa a la política. Arturo Jauretche, en Profetas del odio y la yapa cuenta que el estatuto del peón que firmó Perón en reivindicación a los descendientes de los gauchos, los sacó del estatuto del gaucho del general Güemes que se lo transmitió el doctor Luis Güemes, y me consta personalmente porque he tenido oportunidad, en mi adolescencia, de conversar mucho con el doctor Luis Güemes. Consecuentemente, el estatuto del peón viene de esa época y el estatuto del peón fue una de las columnas fundamentales del 17 de octubre. Lo dice Perón, no lo digo yo.

Por otra parte, una historia de lo que fueron los encuentros del bicentenario. Nosotros tenemos cuatro encuentros interprovinciales ya realizados con el norte argentino, con la provincia de Buenos Aires, cuando estaba Ernesto Jauretche que entendía el tema, porque esto también es importante, que se entienda hacia dónde se va cuando el pueblo hace la historia, como decía Ernesto. También con la gente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ahora, lamentablemente, no sé qué pasa. No quiero agregar nada, ahí nomás lo dejo.

Hemos creado, en la Provincia de Salta, la Comisión Provincial Década Bicentenaria, que la preside en forma honoraria el gobernador de la Provincia y ministro de Gobierno que es el ministro coordinador, el presidente ejecutivo, y lo integramos dos secretarios coordinadores. He tenido, realmente, el honor de que me convocaran y sentir que uno puede seguir haciendo desde lo público lo que vino haciendo desde hace muchísimo tiempo desde lo privado. Hemos realizado varios encuentros en Tucumán, que fue la primera que nos convocó y nosotros le agradecemos. En ese momento estaba Jorge Mendía trabajando en este tema. Le agradecemos porque nosotros

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vinimos a decirle desde Salta: “Así como se apoyó en el Pacto de los Cerrillos y con los gauchos, las milicias gauchas, al Congreso de Tucumán, también vamos a apoyar el bicentenario federal de Tucumán en 2016”. Lo dijimos hace tiempo, lo repetimos y lo vamos a hacer.

Hemos estado también en Jujuy, hemos estado en Salta, hemos estado en Luján que nos ayudó mucho.

¿Cuál es la concepción cultural bicentenaria? Tenemos que tener una concepción cultural para abarcar el tema bicentenario, porque hay dos líneas de integración nacional diferentes en nuestro pasado, que deben superarse en nuestro presente: una que mira hacia fuera, pajuerana, y otra “padentrana”, que mira hacia adentro. La primera prevaleció con la Generación del 80 en Buenos Aires, en 1910, la que miraba para afuera. La otra, que mira hacia adentro, debe mirar hacia las repúblicas americanas y debe mirar hacia el norte y hacia todas las provincias que no firmaron la Declaración de Independencia de Tucumán. Ésta es una feliz idea de Jorge Mendía, que en 2016 firmen todas las provincias que estaban bajo la dirección y la conducción del caudillo José Gervasio Artigas, que era un caudillo de la patria grande y todas las otras provincias que se fueron integrando al país a lo largo del tiempo. Ojalá en 2016 las veamos jurar a todas, pero también veamos jurar una declaración de soberanía cultural, porque sin soberanía cultural, sin pensar desde nosotros, no vamos a avanzar en este bicentenario. ¿Por qué? ¿Desde dónde? Porque esta región noroeste nos permite visualizar el Pacífico. El Pacífico es el mar del futuro. Allí están los grandes países emergentes, China, Japón, todos los países que nos van a permitir a nosotros ingresar en el bicentenario con una estrategia distinta. El norte argentino está a 900 kilómetros del Pacífico. ¿Por qué sus mercaderías tienen que recorrer mil setecientos kilómetros para llevarlas al puerto? ¿Por qué hemos destruido los ferrocarriles que iban como embudo y también el Ferrocarril Huaytiquina que iba al Pacífico, la gran obra de Hipólito Yrigoyen, la gran obra de Juan Domingo Perón? Para hacer turismo, nada más, y para dárselo a unos privados y que lo destruyan. Así fue.

Tenemos una serie de propuestas. Primero, recordar la gesta güemesiana, pero no solamente por las batallas, sino por la conducta. El general Güemes, está probado, fue el único general de la Independencia que murió en combate y dejó todo por la patria. Yo creo que el patriotismo no chauvinista, no cerrado, no xenófobo, el patriotismo de estos hombres como San Martín, Belgrano y Güemes, debemos rescatarlo para las jóvenes generaciones. Sin patriotismo no vamos a sostener la democracia y no vamos a sostener la República. Si se apaga el fuego del patriotismo, se apaga el fuego de las instituciones. De eso estoy convencido y lo decía Vicente López y Planes cuando hablaba de revolución y contrarrevolución. La revolución es patriotismo, decía el creador del Himno Nacional, y la contrarrevolución es cuando empiezan a prevalecer los negocios y empieza a prevalecer la materialidad en el hombre. Había pasado ya antes y pasó a lo largo de nuestra historia. Queremos crear el instituto güemesiano nacional. Queremos señalizar los 170 combates de San Lorenzo que se libraron en Salta y Jujuy durante siete años. No era guerra de guerrillas, eran combates.

Tengo, para finalizar, una carta que a mí me parece formidable. Todo lo que diga esta carta sobre salteños yo lo hago extensivo a la Intendencia de Salta y lo hago extensivo a Tucumán, porque Tucumán también hizo esto.

“Octubre 18 de 1816. ”El director supremo de las Provincias Unidas de Sudamérica a los muy beneméritos habitantes de la Intendencia de Salta:

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”Bravos y generosos salteños. Cuando la excelencia de vuestros ilustres hechos ha obrado el prodigio de excitar sin celos la admiración y el reconocimiento de los pueblos hermanos, creo rendir un justo tributo a tan nobles sentimientos, y a la gloria de la patria, recomendando a la posteridad más remota la memoria de vuestras virtudes. Los que han sido testigos de vuestra constancia en los casos adversos, de vuestra intrepidez en los peligros y vuestra generosa resolución para arrostrar la escasez de recursos, la inclemencia de las estaciones, la contradicción y todos los obstáculos de que han triunfado vuestra paciencia y vuestro brío, no necesitan sino ser hombres para ensalzar sobre lo más subido vuestro mérito y mirar a la intendencia de Salta como la patria de los héroes. Pero los que vengan después de nosotros” [se está refiriendo a todos los que estamos acá] “a gozar del fruto de tantos esfuerzos reputarán acaso la relación de vuestras proezas como encarecimientos del entusiasmo y de la parcialidad. A ellos me dirijo, salteños ilustres, cuando doy a vuestros antiguos y recientes servicios la importancia que no ha podido calcularse exactamente, sino por los resultados gloriosos que han tenido. Sepa la posteridad que cuando el enemigo engreído con sus triunfos imaginaba atravesar el territorio de Salta, como por un país desierto, ha encontrado una barrera impenetrable a todo el poder de sus fuerzas, y en cada ciudadano de la provincia a un guerrero intrépido que bajo la dirección de bravos y generosos jefes humilla sus orgullosas jactancias, y destruye sus esperanzas que su vanidad le había inspirado en nuestra ruina. Como vuestro jefe supremo, que lo soy de todas las provincias de la Unión, y que no puede sospechárseme de parcialidad para encarecer vuestras glorias, creo deber dar a las generaciones futuras un testimonio inequívoco de que sois muy superiores a las alabanzas que se os tributan. Yo os felicito porque las habéis merecido, y os doy por ello las más expresivas gracias a nombre de la patria”.

Esta carta certifica profundamente que el norte argentino para el director supremo, Juan Martín de Pueyrredón, que había surgido del Congreso de Tucumán, era la que había sostenido toda la guerra de independencia. Por eso decimos: el bicentenario federal es en Tucumán y nuestro norte es la patria.

Víctor Santa María

En primer lugar, quiero darle las gracias por esta invitación especialmente a la Secretaría de Cultura. La verdad que me siento un oyente privilegiado estando acá arriba, compartiendo esta mesa con estas personas que realmente enriquecen este debate. La verdad es que me gustaría aportar algo a lo mucho que seguramente ellos van a aportar hoy esta mañana aquí en Tucumán.

Me preguntaba recién: “¿Qué estamos haciendo acá como movimiento obrero, como sindicalistas, en esta mesa donde se habla de la cultura, donde se habla del bicentenario?” La respuesta es que principalmente yo y creo que gran parte de los que estamos aquí, entendemos esta oportunidad que nos da el bicentenario de poder rediscutir la Argentina que viene, cuál va a ser nuestro proyecto de país, cuál va a ser nuestro proyecto de nación, cómo vamos a encarar los próximos siglos, los próximos años, y cómo no vamos a parar ante eso. Creo que el movimiento obrero, los trabajadores organizados, en esto queremos tener por lo menos la palabra y tratar de aportar nuestro grano de arena a esta discusión con el resto de los sectores que realmente sentimos que tienen que formar parte de ese modelo o de ese proyecto nacional y popular.

Es importante tener esta oportunidad para charlar del bicentenario pero entendiendo, como

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decía recién Martín, que la historia de nuestro territorio hoy llamado Argentina no empezó hace doscientos años. Empezó hace aproximadamente catorce siglos, cuando nuestros primeros pueblos originarios también formaban parte de un proyecto de país y de un proyecto de nación. También la idea es rescatar, en esta oportunidad, que estos doscientos años y también estos catorce siglos de historia, nos hacen ver también toda nuestra historia. Nosotros no somos solamente lo que hoy está sucediendo, o lo que sucedió en estos doscientos años. Somos parte de una historia que muchas veces nos gusta, otras no nos gusta, pero esto es lo que forma hoy parte de esta Argentina que está entrando ya en las puertas del año 2010.

Rescatamos a un gran filósofo, Gustavo Cirigliano, quien habla de que este territorio, Argentina, tiene catorce siglos y ha pasado por siete proyectos de nación diferentes. Permítanme leer algunos en los cuales hemos trabajado y hemos, justamente, encarado un proyecto con otro gremio hermano como es el SADOC, para empezar a discutir sobre esta base de los siete proyectos de nación, no solamente para rever nuestro pasado sino para encarar, también, ese octavo proyecto que nosotros entendemos que tiene que ser el proyecto de la liberación.El primer proyecto del que habla Gustavo Cirigliano en su libro es el proyecto de la armonía con la naturaleza que es el de los primeros habitantes de esta tierra.

El segundo es el de la fe y de la lengua, que es el proyecto de la colonia española. Ese proyecto que, muchas veces, a fuerza de espada y de la cruz ha sometido a nuestros pueblos originarios y, en nombre de Dios, ha matado muchas veces a Dios. A nuestros primeros pobladores hasta se les negaba la posibilidad de tener alma, como ellos mismos decían, y los tomaban prácticamente como esclavos. Esto se ha visto mucho en el norte de nuestro territorio.El tercero es el proyecto de la utopía, el de las misiones jesuíticas que, muchas veces, también tuvieron un rol importante en esta zona y en el litoral argentino. Ellos también intentaron formar un proyecto de nación.

El cuarto es el proyecto de la independencia que, justamente, encabezan San Martín, Belgrano, Güemes. Es el proyecto al que hoy también se refirió Martín en su primera exposición y es tal vez el que nos marca más hoy con el nombre del bicentenario y el que estamos discutiendo, justamente, en esta charla.

El quinto proyecto es el de la Generación del 80, que separaba al interior -los bárbaros- y rescataba solamente ese puerto de Buenos Aires, olvidándose de la Argentina profunda que formaba parte de nuestro territorio.

El sexto proyecto es el de la dignidad de las personas. Es el que se abre a la realización del hombre en la propia comunidad, es el proyecto de la justicia social. Empezó aquel 17 de octubre de 1945. Permítanme una sola reflexión con respecto a este tema, algo que muy pocas veces es tenido en cuenta. Ese 17 de octubre de 1945, cuando el general Perón es tomado preso y luego llevado a la casa de gobierno, el presidente de facto, Farrell, le pregunta qué quiere a Perón para que haga que esa gente se vaya de la Plaza de Mayo. Quizás muchos ambiciosos del momento -y seguramente del presente- le habrían contestado rápidamente: “Quedarme con la Presidencia de la Nación”. Pero creo que Perón ahí sentó una de las bases fundamentales y uno de los paradigmas de ese proyecto y que, realmente, nos han marcado mucho. Lo que Perón le pide es democracia, es la posibilidad de poder votar y que el pueblo, libremente, pueda elegir a quienes van a gobernar la Argentina de ese momento. Me parece que ése es uno de los hechos que muy pocos rescatan porque después, a partir de 1955, cuando hay un golpe, queda este estigma del peronismo como poco afecto a las instituciones.

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El último proyecto, el séptimo, habla, más que de un proyecto de país, de un proyecto de no país, que es justamente aquel que empieza, lamentablemente, esa noche trágica del 24 de marzo de 1976. Se instala un proyecto de no país, donde se intenta, justamente, destruir los valores sobre los cuales se había sustentado el proyecto anterior, que era el trabajo. Creo que ése fue uno de los ejes fundamentales de ese proyecto de no país: destrucción del trabajo, destrucción de la producción nacional, aferrarnos a esa patria financiera. También hubo esa noche del 19 y el 20 de diciembre de 2001, donde creo que por la voluntad popular se ha dicho basta. El pueblo quería tomar las riendas de su propio destino. Hoy creo que, nuevamente, estamos ante esa posibilidad.

Éste es el segundo encuentro de la cultura que se hace y la verdad es que en la Argentina tendría que haber más. Estos encuentros nos dan la posibilidad de poder discutir el octavo proyecto que tiene que ser el proyecto de la liberación. Ese proyecto que nos permita reconstruir la Argentina pensando únicamente en nuestro modelo como territorio nacional argentino y no con los ejemplos de Europa o de Estados Unidos. Muchos han pensado la Argentina no desde la Argentina sino desde un pensamiento eurocéntrico, tratando de rescatar los valores que no son propios de nuestro territorio, tomando y haciendo un modelo en base o a la Revolución Francesa o a la Revolución Bolchevique, como si la historia hubiera comenzado en esos años y no como decía yo en un principio, que la historia de nuestro país empezó ya hace catorce siglos. Hay que tomar, para construir ese proyecto de la liberación, valores de cada uno de ellos, con lo que nos gusta más, con lo que nos gusta menos, tratando de rescatar, de cada uno de ellos, lo mejor que tenemos como pueblo y entre todos generar un modelo que nos permita plasmarlo en un proyecto.

La diferencia entre un modelo y un proyecto es que el modelo es aquello que, por ahí, diez, veinte, treinta, un grupo de iluminados puede llegar a hacer. Pero, seguramente, ese modelo puede llegar a ser proyecto cuando lo toma el pueblo, cuando lo toma la gente y lo convierte en realidad. Creo que tenemos una oportunidad que se abre hoy nuevamente, de empezar a discutir cuál va a ser el futuro de ese proyecto de liberación. Para eso debemos sumar todos los actores. Un proyecto nacional se construye con los trabajadores, si queremos que nuevamente el trabajo vuelva a ser el eje fundamental de ese modelo, con los empresarios que estén pensando en producir en la Argentina y trabajar para la Argentina, empresarios con empresas exitosas que le puedan vender sus productos a su propia gente y no estén viendo cómo van a sacar la plata del país para tener una cuenta en Suiza. Es bueno que haya intelectuales y periodistas comprometidos con este proyecto nacional y popular. Habrá muchos otros actores que, seguramente, van a formar parte de esa discusión y de esa idea.

Ojalá que estos encuentros sirvan para discutir nuestro pasado. El bicentenario o los catorce siglos de historia que tenemos nos van a servir para discutir lo que ha pasado en este territorio, en esta Argentina. Nos van a servir para pensar lo que ya sucedió. Pero realmente espero que entre todos podamos discutir cuál va a ser la Argentina que viene, cómo van a ser los próximos doscientos años de historia y lo podamos hacer entre todos, rescatando lo que yo decía recién que para mí es uno de los valores fundamentales de ese 17 de octubre de 1945: la base de la democracia. Espero que ese valor que tanto nos costó conseguir, que tanta sangre y tantos compañeros ha costado no lo perdamos, porque es el valor esencial para discutir la Argentina que viene.

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Armando Poratti

La noción de bicentenario es aritméticamente obvia y, sin embargo, es tremendamente ambigua. Algunas de esas ambigüedades ya las empezó a mostrar Martín y en seguida las retomaremos.

El centenario es centenario de una fecha determinada, de un evento puntual. La cuestión no es solamente qué sucedió entonces para que tuviera un significado trascendente, sino además, qué ponemos en ese evento cada vez que nos remitimos a esa trascendencia. En realidad, qué cosa y cómo se celebra responde a situaciones. Fíjense un poco el caso de los centenarios del llamado descubrimiento de América. No hubo ni primero ni segundo ni tercer centenario, hubo solamente cuarto y quinto. En el cuarto centenario estaba en pleno auge el avance norteamericano sobre la América del Sur y, por lo tanto, fue una reivindicación del hecho colombino, una reivindicación de España incluso. En el quinto centenario, en un escenario mundial distinto, esta conquista fue puesta severamente en cuestión, hubo una reivindicación de lo indígena y creó un sospechoso silencio sobre la otra conquista, que era la conquista anglosajona.

Por detrás del 25 de mayo no tenemos centenarios en blanco. Tenemos aquella celebración del primer centenario que llegó a ser hasta marco y símbolo de una época. ¿Cuál era la entidad histórica cuyo centenario se celebraba entonces? Esto era un conjunto de provincias que no se habían separado aún de España. No coincide ni con las primeras manifestaciones independentistas en las invasiones inglesas ni con la independencia en 1816. El sujeto del 25 de mayo está a media agua, no están todavía las Provincias Unidas pero no es tampoco ya el país colonial, aunque no lo ha dejado del todo atrás. Es este momento fluido de nuestro devenir que quedó coagulado y sacralizado, sin embargo, en la celebración secular de 1910, del primer centenario.

Las situaciones, como sabemos, se dan dentro de proyectos y como resultado de ellos. La situación de ese primer centenario coincide con el proyecto del 80 y hay muchos elementos en ese proyecto por los cuales el 25 de mayo tenía que ser resignificado como un momento inicial y de ruptura. Había un hecho incuestionable, el primer gobierno patrio, y ya desde esa misma época se había instalado como una fecha liminar. El país, o al menos Buenos Aires, lo había instaurado como el comienzo de la patria, pero no de la Argentina porque, en el contexto de la independencia, no era un comienzo absoluto sino un momento en el devenir del país, con conciencia de su continuidad. Es decir, ya la fecha está aludiendo a diversos momentos y a diversas concepciones de nuestra historia.

En este grupo de trabajo al que acaba de aludir Víctor, llamado El umbral, en base a los trabajos de Cirigliano, otros investigadores y yo hemos estado tratando de repensar estos siete proyectos. Los proyectos son grandes argumentos de vida que, en base a modelos que han sido enunciados previamente, en forma explícita o no, logran concreción histórica y estructuran la vida nacional. Que haya habido múltiples proyectos indica un tiempo histórico discontinuo, aunque no fragmentado. Hay una cierta dialéctica entre los proyectos en la que cada uno niega aspectos del anterior y desarrolla otros que, en el presente, habían quedado larvados. La legitimación inicial y la posterior resignificación del 25 de mayo pone a la vista dos o tres puntos clave: al ser convertida en ruptura por la Generación del 80, la fecha refleja el rechazo de la herencia hispana y, a la vez, tácitamente, alude al pasaje del dominio peninsular a la injerencia comercial de Gran Bretaña, inaugurada después del fracaso de sus tentativas militares. En contraste, el proyecto

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independentista, que enfrentó a la dominación española sin negar en bloque su herencia cultural, estuvo atento a esta segunda forma de dominio. Los hombres de la independencia jugaron tácticamente con la injerencia británica, presente ya desde el contrabando virreinal hasta las líneas rivadavianas y luego importantes sectores unitarios, pero estuvieron prevenidos. Podríamos citar a Belgrano, Moreno, pero basta recordar la actitud de San Martín ofreciendo sus servicios a Rosas durante el bloqueo anglo-francés. En carta a Rosas, habla de una “guerra por la independencia más importante que aquella que nos liberó de España”.

Esto se conecta con un rasgo decisivo de la independencia. La independencia de los independentistas significó el comienzo de la Revolución Americana. La nación, para los libertadores San Martín y Bolívar y los hombres de las guerras independentistas, era la América hispana liberada de su dependencia imperial con España. Lo que se independiza alrededor de 1810 es la patria grande. Son, en buena medida, justamente los intereses de Gran Bretaña los que hacen fracasar este proyecto. Por ello, para el marco del primer centenario, en un país vuelto hacia Europa y concebido con dependencia estructural de Inglaterra, el 25 inaugura la historia específicamente Argentina y tácitamente porteña ya que, en la práctica el país, con el radio de la Pampa Húmeda, tenía hasta las dimensiones de un país europeo. Las respectivas vocaciones americana y europeizante dieron, en el siglo XIX, dos ideas de nación muy distintas. El 25 de mayo también significó para los independentistas asumir en plenitud la identidad criolla, más aun, la idea de la patria americana llevó a una recuperación del pasado indígena con el que el movimiento independentista se propuso entroncar, y no sólo ideológicamente, sino como práctica activa en su propio presente, desde la gran política con un proyecto de un inca que reinase, hasta el ocuparse y preocuparse libertadores como San Martín, Castelli y Belgrano por nuestros paisanos los indios que, en su visión, pasaban a ser conciudadanos. Casi no es necesario mencionar la actitud radicalmente opuesta del 80, que margina al criollo en nombre de la civilización europea, y cuya elite coagula tras la operación de conquista llamada “del desierto” porque en esas extensiones no se veían, propiamente hablando, seres humanos.

Estos dos o tres rasgos nos dan pie para plantear las nociones básicas de proyecto, proyecto dependiente y la noción crucial de antiproyecto. Un proyecto se propone la organización de un pueblo, de un espacio humano como espacio histórico. Es, dijimos, un argumento de vida que se nos propone, que se nos arroja hacia delante. América en especial es el espacio de la proyectualidad, porque es un fenómeno histórico único. El mundo moderno es el resultado de la expansión global europea y de la reacción de los diferentes pueblos y culturas que, contra lo que presenta la historiografía eurocéntrica y también, en algún sentido, aceptó la teoría de la dependencia, de ningún modo fueron meros sujetos pasivos de la agresión. Las grandes culturas orientales -Japón, China, India, el Islam- preexistían a la invasión europea y luego norteamericana y, aunque con distinta fortuna política, han mantenido su identidad hasta hoy. También la han conservado las culturas africanas, a pesar del tratamiento especialmente destructivo que han sufrido. En el continente americano, en cambio, los grandes imperios y otras entidades políticas menores no sobrevivieron a la conquista. Con ello, las culturas que encarnaban, perdieron su condición dominante y sólo lograron subsistir en forma marginal o encapsulada. Occidente irrumpe en aquellas culturas y luego, mal o bien -en aquellas de Asia y África-, se retira de ellas. Pero en América, Europa compromete su sangre. Esta experiencia da como resultado algo nuevo, algo que no existía. Esto supone que, a diferencia de las naciones europeas, asentadas sobre una sedimentación que viene del Medioevo y del Imperio Romano, América es moderna. Su ser no es la preservación de una esencia sino un proyecto encomendado a una voluntad.

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Ahora bien, la instalación de los europeos siguió dos modelos: el proceso colonizador en América del Norte se llevó a cabo por exterminio y sustitución de la población. Los nativos no fueron integrados ni conservados siquiera como mano de obra esclava. Cuando ésta fue necesaria, se recurrió al comercio negrero. El genocidio abolió el pasado y, de este modo, quedó el terreno despejado para la pura construcción del porvenir. El gran filósofo de la Europa moderna, Hegel, seguramente pensando en América del Norte, llamó a América “el país del porvenir”. La conquista ibérica dio a los nativos un reconocimiento jurídico como súbditos aunque, de hecho, la mayor parte de las veces, los convirtió en fuerza de trabajo. Pero, aun bajo un ejercicio mezquino y rapaz del poder, en pos de la apropiación de recursos, en Iberoamérica tuvo lugar una integración y se produjo un mestizaje impensable en el norte, que terminó configurando la base poblacional de América latina. Más allá del dato meramente racial o biológico, la noción misma de mestizaje es la categoría cultural, histórica y filosófica fundamental del continente.

Los pueblos pueden emerger y organizarse según dos grandes esquemas: uno que es universal, presente en todas las culturas. El esquema caos-cosmos. El otro es específicamente occidental, el esquema ser-nada. En el primer caso, el caos no es el mero desorden sino la materia viva que produce desde sí y, generalmente a través de una dirigencia auténtica, el orden, el cosmos, en que se configura un pueblo. En el segundo, ser-nada, uno de los elementos en juego se absolutiza, se propone como el elegido, el bien absoluto, la razón, la civilización, como lo único que realmente es y, por lo tanto, lo único que merece ser. Lo otro, el otro, tiene una mera presencia empírica pero no esencial y puede ser tomado como mero objeto. La conquista hispana deja como resultado un continente mestizo, un caos fértil apto para la edificación de nuevos órdenes. La conquista anglosajona, llevada a cabo por los elegidos, pone al otro como objeto pasible, no ya de explotación, sino de aniquilación.

La Argentina es un caso peculiar. Además de las herencias indígenas hispanas, su herencia independiente fue estructurada por tres grandes proyectos de país: el independentista, el del 80 y el de 1945. La peculiaridad aparece en el pasaje del primero al segundo, del independentista al del 80, cuando un sector de la dirigencia criolla asume, en forma esquizofrénica, el modelo racista anglosajón, pero lo aplica a quienes, en definitiva, no eran otros sino ellos mismos. No nos damos cuenta de la atroz anomalía que esto significa. El bárbaro siempre ha sido el otro, el no griego, el infiel, el indio, el negro, el homosexual, el judío, el Islam, el inmigrante. Es el que habla una lengua ininteligible, que carece de logos, y el logos es peculiar, es propio de quienes señalan la diferencia. En la Argentina, por el contrario, la elite que realiza esta operación discursiva, que todavía no es la del 80 sino la generación anterior, la que propone los modelos, pone la civilización afuera y designa como bárbaros a aquellos con los que comparte el suelo, el idioma, el fondo religioso, las costumbres, el origen. Aquí la barbarie estaba adentro, en un adentro que, por tanto, resultaba ininteligible. La inteligibilidad, la razón, debía ser importada. Pero más aun, la verdad de la barbarie es la nada. El bárbaro es ilógico, es irracional y no está contenido en ningún orden. En último término, no es y por lo tanto, no tiene derecho a existir. La verdad de la frase “Bárbaros, las ideas no se matan”, fue que la función de las ideas en esta tierra iba a ser matar bárbaros. El enemigo interno, solamente en proyectos dependientes o en anteproyectos. Esa barbarie indeseada no era una masa a transformar o a modelar, sino una nada cuya presencia empírica debía ser desactivada. Civilización o barbarie es la matriz genocida de la Argentina moderna.

Este proyecto delirante, por su misma naturaleza, no pudo ser llevado a cabo sino muy imperfectamente. El esquema ser-nada corresponde más a los modelos que a la realización

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plena del proyecto del 80. Sin duda, para hacerlo viable, se produjeron grandes operaciones de limpieza étnica entre las cuales, junto a la sumisión del interior y la conquista del desierto, hay que contar la guerra del Paraguay y la parcial sustitución de la población por la inmigración europea, que no son los anglosajones, portadores genéticos de la civilización, sino un amasijo inmigratorio de europeos de segunda que, por un buen tiempo, serán también barbarizados y, además, criminalizados como portadores de la conflictividad social. Pero, a medida que se realizan las virtualidades del proyecto del 80, que es un verdadero proyecto metageneracional, abarca muchas generaciones, se va plasmando, no un antimodelo, sino un proyecto nacional dependiente, en este caso, con dependencia consentida. Se construye, fundamentalmente, el Estado, los jirones de Estado que, mal que bien, nos han quedado, aún hoy siguen siendo los del 80 y, tras ese primer deslinde -qué es civilizado y qué es bárbaro-, se construye la educación.

El resultado final no fue la supresión de la barbarie sino el caldo fértil de un nuevo caos, la masa de lo indeseable y no tan deseable, pero insuprimible. Criollos, restos indígenas, inmigrantes. Sobre este caos trabajan los aspectos positivos del proyecto del 80 que van a cuajar en el movimiento democrático del yrigoyenismo. Pero la herencia maldita que dejará el 80 y sus modelizadores de la generación anterior, es haber dividido al país, en palabras de Sarmietno, en “un partido europeo y un partido americano”. El derrotado partido americano atraviesa períodos de cuasi latencia e irrumpe, cada tantas décadas, en la escena política y cultural argentina exhibiendo una vitalidad que parecía agotada. En esas irrupciones asume formas de autoorganización originales e inclusivas. El esquema, aquí sí, es caos-cosmos. El yrigoyenismo integra a sectores populares inmigratorios, y el proyecto de 1945 integra a la masa obrera y al interior postergado, desde perspectivas nacionales, pero esto es intolerable para los intereses que el partido europeo defiende. Las dictaduras militares de 1930, 1955 y 1976 así lo demuestran. Estas acometidas reaccionarias no buscan integrar sino suprimir. Acá aparece el esquema ser-nada. Por eso atentan, en primer lugar, contra la memoria, produciendo cortocircuitos y pretendiendo imponer una temporalidad de vuelta al punto cero para comenzar nuevamente. Por eso es peligrosa la pregunta reiterada: ¿Qué país queremos? Si se la formula sin recaudos y sin las preguntas previas de qué país somos y qué países hemos sido y queremos ser.

Pero nuestra situación es más grave. Venimos de décadas en las que se puso en función, no ya un proyecto nacional dependiente, sino un antiproyecto, instalado plenamente en 1976. El antiproyecto se divide en dos períodos muy netos y, aparentemente, de características opuestas: totalitarismo versus democracia; terror versus frivolidad; represión versus aceptación, pero unificados por la sumisión incondicional a un norte imperial que operó primero desde un imperio visible, a través de la Escuela de las Américas, la doctrina de la seguridad nacional y cuyos rostros terminaron siendo los núcleos de poder global que operan a través de brazos financieros y comunicacionales y que hoy, como sabemos, han entrado en su propio cortocircuito. Acá pueden hacerse una serie de paralelos entre estos dos modelos: ente el terrorismo militar y el terrorismo económico que fue preparado e introducido por Martínez de Hoz, pero que en las décadas siguientes floreció y, posiblemente, dejó mayor número de víctimas físicas que la represión del terrorismo de Estado. “El silencio es salud” y luego su correspondiente ruido mediático. La transformación de la sociedad argentina en una sociedad mediática, manejable, desde los medios de comunicación masiva, esa ruptura de la memoria que hace que aquello que está organizado como conciencia nacional y como conciencia de un pueblo, pase a ser una serie de individuos frente al televisor que masivamente -porque esos individuos aislados forman una masa virtual- se los maneja.

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Un antiproyecto supone la sumisión de la nación a una instancia ajena y equivale a la esclavitud personal. Por ello, así como el esclavo no es dueño de decidir su vida, un antiproyecto tiende a cegar la posibilidad misma de proyectar. Su objetivo es clausurar el tiempo histórico de una nación. Un antiproyecto es la negatividad misma. En ese sentido, no tiende a la dependencia, ni siquiera a la sumisión, sino a la anulación. De cumplirse hasta el final, lleva a la disolución, lo que estuvo a punto de suceder en nuestro país en diversos momentos de la crisis de 2001 y 2002. La antinomia ser-nada se radicaliza en la decisión nihilista de ser nada y no se trata sólo de la desorganización material del país, sino de la desorganización subjetiva que llevó a una parte importante de la población a un asentimiento del que nos queda más de un resabio, mientras se derivaba y hacía un hueco de la historia y de la memoria, donde se vivían los presentes absolutizados y gemelos de la marginalidad y del consumo. La temporalidad de un antiproyecto es un presente absolutizado. El marginal no tiene ni futuro ni pasado. El consumidor, tampoco.

Sin embargo, el antiproyecto fue el primer intento paradójicamente coherente de asumir la totalidad de la historia porque niega todos los proyectos anteriores. Niega el proyecto de 1945 al suprimir el trabajo y la justicia social, niega el 80 al desmantelar el Estado y las instituciones, el independentista al abdicar la soberanía y a la sumisión no solamente económica, un proyecto de dolarización, banca off shore, sino política. Recuerden los operativos de sesión de la Patagonia, hay otros, los proyectos de dominio de gobierno por un comité financiero. Niega el hispano-colonial. Es el pasaje al orbe anglosajón en cultura, idioma, derecho, religión -la introducción de las sectas. Niega el jesuítico, se introduce el realismo, el posibilismo, la negación de toda alternativa a lo dado. También niega el siempre olvidado y postergado de los habitantes de la tierra a través de la depredación ecológica.

De este agujero negro no se sale en un día. Pero el punto de inflexión, que posiblemente se dio en 2001, no parte de cero sino de la desorganización, que es la forma empírica de la nada. La totalización negativa del antiproyecto debe ser revertida en forma positiva por el proyecto que pueda advenir, que deberá ser capaz de asumir toda la historia y de contener tanto al partido americano como a lo mejor del partido europeo, evitando de éste la tentación de la dependencia inteligente. Siempre estamos a punto de caer en esto, en esta trampa. Si antes dependíamos de Inglaterra a ver si ahora no nos conviene depender de China o integrarnos. Y, sobre todo, debe recuperar esta dimensión continental que se manifiesta en la independencia y hunde sus raíces muy por detrás de ella todavía. Hay una bifrontalidad de la Argentina que, alternativamente, se abre hacia el este, hacia Europa, y hacia el oeste, hacia los Andes.

Si en el primer centenario conmemoramos la independencia argentina, en el bicentenario -que abarca una década, eso es claro-, tenemos que rendir cuentas de cómo encaramos el futuro a los doscientos años de la independencia, no de la Argentina, sino de América.

Francisco Romero

Voy a hablar de la emergencia de la descolonización cultural para que nuestra nación soberana y la patria grande sean deseables y posibles.

¿De dónde venimos? Ése es el interrogante clave para descubrir, cultural y políticamente, quiénes fuimos y pudimos ser y quiénes somos y podemos ser como sujetos protagonistas de la historia

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que decidamos construir como nación y Estados soberanos de cara a nuestros bicentenarios. En medio de una nueva crisis financiera internacional, cuyo epicentro es Estados Unidos, Wall Street, el paradigma del mercado total, las burbujas Matrix de la especulación, ésa es la pregunta madre para que sepamos qué conmemoraremos en mayo y julio de 2010 y 2016. Desde dónde tenemos que releer esa historia. Ése es el interrogante padre, porque no queremos ni podemos mirar nuestra Revolución de Mayo ni declaración de la independencia como efemérides escolares de la imaginería Billiken, falsificación de la historia que la colonización pedagógica, denunciada lúcidamente por Scalabrini Ortiz, Jauretche y Hernández Arregui, entre otros grandes pensadores del campo popular, grabó y todavía sigue grabando nuestras mentes y corazones para que la historia nacional sea una postal idílica apacible, para que los porqué históricos permanezcan desaparecidos, para que el deseo, el hambre de conocimiento no reaparezca.

Más allá de esa falacia, aplicada por el poder para que no emerja la verdadera memoria, la de la historia como conflicto, como tensión político-ideológica y cultural, tanto la Revolución de Mayo como la declaración de la independencia fueron bisagras en la constitución de la Nación Argentina parida por intereses y proyectos muy contrapuestos, entre los que nos interesa destacar a los que respondieron al espíritu independentista, forjado con ideas, palabras y prácticas desde la comprensión de que se espíritu, para imponerse, debía llegar a toda América. El pensamiento mitrista-sarmietino nos vedará la comprensión de ese proyecto anteponiendo del antagonismo civilización y barbarie como clave de interpretación de la realidad argentina y ése es nuestro mito fundante de la cultura nacional, la zoncera madre -dirá Jauretche-, de la que saldrán, tanto la anteojera conceptual para descalificar lo propio americano como bárbaro y sobredimensionar lo europeo y norteamericano como la civilización, como sus consecuencias prácticas de persecución y exterminio de gauchos e indios y las demás otredades históricas, sujetos sociales y políticos sobre los que el discurso del poder reactualizó y reactualiza ese antagonismo cultural, desde “tanos mugrientos”, “chusma radical”, “grasitas”, “cabecitas negras”, “lumpen proletariat” como dijo Américo Ghioldi un 17 de octubre de 1945, “aluvión zoológico”, “subversivos”, hasta “negrada”, “paraguas”, “bolitas”.

Ambos acontecimientos históricos nos plantean las cuestiones básicas no resueltas de la Argentina, el proyecto económico, político y cultural, el porqué y el cómo de la distribución de la riqueza, la dependencia, la pobreza, la industria, la justicia, la libertad, y no desnudan las causas y consecuencias de lo inconclusa de esa revolución, que sólo será posible cuando nos descolonicemos política, económica, cultural y educativamente de las matrices del pensamiento único globalizador.

“Hay que escribir la historia de las derrotas”, afirma Walter Benjamin en su Tesis de filosofía de la historia. No hay otra manera de recuperar nuestra identidad, de retomar sus banderas de lucha, de conquistar un horizonte. Hay que escribir, entonces, y reescribir en clave de presente histórico las historias de Bernardo de Monteagudo -tucumano él-, Mariano Moreno, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, José Gervasio Artigas, Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy, José de San Martín, Simón Bolívar, Chacho Peñaloza, Felipe Varela, Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen, los hombres de forja, Juan Domingo Perón y los de la clase trabajadora, porque todos ellos no concebían la liberación de sus patrias chicas sin la emergencia de la patria grande americana.

Reescribamos las historias previas a mayo de 1810. Por un lado, guerra de potencias en Europa, guerra por los mercados, para expandirlos. Por otro lado, un 23 de septiembre de 1808, en Chuquisaca y La Paz, dos ciudades del Alto Perú -hoy Bolivia-, llegan las noticias sobre la prisión de los reyes españoles y la formación de la Junta de Sevilla. En la Universidad de Chuquisaca, cuna

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del pensamiento americano emancipador, síntesis entre el idearios de la Revolución Francesa y los ecos de la rebelión tupacamara, comenzó la agitación promovida, entre otros, por el joven tucumano Bernardo de Monteagudo, el mismo que escribiera: “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”, que plantea una duda que se convierte en chispa de rebelión: ¿Debe seguirse la suerte de España o resistir en América? ¡Qué actual que es esta pregunta! El pensamiento conocido como el silogismo de Chuquisaca va a ser uno de los argumentos de los revolucionarios que se lanzan a las calles de esa ciudad el 25 de mayo de 1809 y de La Paz el 16 de junio. El pueblo se rebela contra los abusos de las autoridades locales y forma juntas como las de España. Cisneros ordena, entonces, una brutal represión. Quiere evitar que esa insurrección se propague por América porque en el Alto Perú todavía está en llaga viva la memoria de las grandes rebeliones de Tupac Amaru que amenazaron seriamente los intereses de los encomenderos. Los cien mil muertos, víctimas de la salvaje represión habían dejado descendientes que transmitían oralmente la historia que los asesinos querían borrar. Reescribamos la historia de mayo de 1810 desde las ideas y acciones de Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano. Escuchemos a Castelli el 22 de mayo en el Cabildo, el orador de la revolución, contra-argumentar ante el obispo Lué desde la teoría de la soberanía popular para sostener que el derecho del pueblo a elegir su propio gobierno estaba por encima de cualquier otro derecho.

Reconstruyamos el plan de gobierno de la Primera Junta mientras Moreno es su secretario. Insta la apertura de varios puertos al comercio exterior, combate al gran monopolio de los contrabandistas, reduce los derechos de exportación y redacta un reglamento de comercio procurando mejorar la situación económica y la recaudación fiscal. Participa en la creación de la biblioteca pública y se ocupa del fomento de la educación para lo cual promueve la redacción e impresión de un libro de texto con las nuevas ideas de mayo y encarga a los cabildos repartirlo gratuitamente a los niños pobres. Crea, además, la jubilación para todos los docentes. El 7 de junio funda La Gaceta de Buenos Aires, publica en sus páginas, a modo de folletín por entregas, el Contrato Social de Rousseau para que sea conocido por la mayor cantidad de ciudadanos posible. En julio de 1810 la Junta encarga a Moreno la elaboración de un plan de operaciones para unificar los propósitos y estrategias de la revolución. Redacta el plan junto a Belgrano. Propone promover una insurrección en la Banda Oriental y el sur de Brasil, seguir fingiendo lealtad a Fernando VII para ganar tiempo y garantizar la neutralidad de Inglaterra y Portugal, expropiar las riquezas de los españoles y destinar esos fondos a crear ingenios, fábricas y fortalecer la navegación. Su propósito revolucionario es lograr la independencia. Por eso envía a Belgrano y a Castelli a dos misiones militares claves: el primero al Paraguay y el segundo al Alto Perú y ambos declararán allí abolida la esclavitud, expropiarán tierras de terratenientes para fundar escuelas y hospitales y dar la tierra para quienes más las necesitan. Su obra de gobierno y su ideología lo distancian diametralmente de Saavedra, presidente la Junta. Junto a Castelli, Belgrano, Paso, French y Berutti, representa el ideario de aquellos sectores que buscan algo más que un cambio administrativo porque proponen fuertes transformaciones políticas, económicas, culturales y sociales.

Hay que releer la historia del primer golpe de estado que sufriéramos, porque a fines de 1810 un complot político alejará a Moreno de su cargo en la Junta. Hay que develar con claridad los intereses de la burguesía criolla que sólo apoya al movimiento para apoderarse del aparato del Estado y garantizar e incrementar su taza de ganancia. Ven en Saavedra y en Dean Funes la nueva alianza entre el poder de las armas, la religión y los intereses ganadero-comerciales para que sólo cambien los dueños del poder. Por eso esa burguesía combatirá a Moreno y los suyos y, en siete meses, con su renuncia, conseguirán el control total de la Primera Junta.

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Hay que saber releer el modelo económico unitario impuesto desde entonces. Durante la etapa colonial el virreinato tuvo un desarrollo económico desigual. Cada región tendió a especializar su producción para el intercambio con otras. Se organizó un verdadero circuito comercial interregional para el autoabastecimiento. La política económica de la revolución, basada en una apertura comercial que fue pensada como temporal y gradual, pero que en la práctica es brutal y permanente, provoca en el interior del país daños irreparables. La aduana es la principal fuente de ingresos de todo el país y un arma política muy poderosa. Los gobernantes de la capital deciden qué productos entran o salen del país. Más allá de los cambios positivos que trajo mayo de 1810, el proceso que culmina con la independencia acentúa estas diferencias y se va creando un concepto de nacionalidad limitado a sentirse perteneciente a una ciudad y a sus alrededores y no a un país. Buenos Aires y el litoral compiten por la exportación de productos ganaderos como carne salada y cueros, y por la importación de todo tipo de productos. Las mal llamadas provincias interiores, por el contrario, carecen de productos exportables, pero tienen una precaria industria abastecedora del mercado interno que se ve muy perjudicada por la importación de los mismos productos. Reclaman medidas proteccionistas pero, al no estar unidas en sus reclamos, porque heredan de la colonización española el localismo y el predominio de los intereses particulares, no logran la fuerza necesaria para ser escuchadas.

Hay que reescribir la historia de Artigas. La mayoría de nuestros manuales de historia aún afirman que las provincias controladas por Artigas se negaron a mandar diputados al Congreso de Tucumán. Pero lo que no cuentan es por qué sucedió tal cosa. Vayamos entonces, ahora, a Concepción del Uruguay, Entre Ríos. 29 de junio de 1815. Allí están los delegados de la Banda Oriental, Santa Fe, Corrientes, Córdoba, Entre Ríos. Ocurre que cuando se produjo la convocatoria al Congreso, Artigas llamó, a su vez, a un Congreso de los Pueblos Libres para discutir, democráticamente, con su pueblo, los mandatos que llevarían los diputados a Tucumán. Se anhela la unidad de todas las provincias y se empieza a hablar de la patria grande.

¿Qué sucede, mientras tanto, en Buenos Aires? Se sanciona el Reglamento del Tránsito de Individuos que decía: “Todo individuo que no tenga propiedad legítima será reputado en la calidad de sirviente y será obligatorio que se muna de una papeleta de su patrón, visada por el juez. Los que no tengan estos papeles serán reputados como vagos y detenidos o incorporados a la milicia”. Para Buenos Aires y la patria de la Pampa Húmeda sólo se es ciudadano si se es propietario y sólo se podía elegir diputado al Congreso si se tenía propiedad. El poder es para quienes tienen la tierra. ¿Qué clase de leyes propicia Artigas? Proclama por esos días su Reglamento Oriental para el Fomento de la Campaña que establece la expropiación de tierras de emigrados, malos europeos y peores americanos, y su reparto entre los desposeídos del país para fomentar, con brazos útiles, la población de la campaña. Los doctores, terratenientes y grandes comerciantes porteños, preocupados porque esa política es atentatoria contra sus intereses de clase, deciden este plan secreto: invadir Santa Fe mientras reciben a los delegados artiguistas, montar un show para distraerlos y hablarles de la importancia de su participación. Para que éstos no se enteren de la invasión, para evitar su intervención, el Director Supremo, Ignacio Álvarez Thomas, decide secuestrar a los delegados al Congreso, como admitió en una carta posterior a Artigas. Esto significa que la oligarquía de Buenos Aires había resuelto fijar el límite de la patria que le interesaba, del nuevo Estado que intentaban forjar, incluyendo para sí a Santa Fe, preservándola con su puerto, apartándola de la Liga de los Pueblos Libres y, entonces, lo que viene de aquí en más es procurar la separación, neutralizar a Artigas para que la influencia de su proyecto revolucionario desapareciera.

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Las ciudades de Santa Fe y Rosario fueron arrasadas entre el 25 y el 30 de agosto de 1815. El ejército popular de Artigas recuperó en pocos meses esas ciudades. Luego de estos acontecimientos, ante la certeza de que el Congreso de Tucumán sería dominado por los porteños directoriales, y tras consultar con los delegados de las diferentes provincias, Artigas decide no enviar diputados al Congreso.

¿Qué pasa en Tucumán? En la sesión del 19 de julio uno de los diputados por Buenos Aires, Pedro Medrano, temiendo la reacción furibunda de San Martín y sus partidarios, que están al tanto de las gestiones secretas que involucran a algunos congresales y al propio Director Supremo para entregar las provincias de la Liga de los Pueblos Libres al dominio de Portugal, o sea, a Inglaterra, plantea que, antes de pasar al ejército el acta de la independencia y la fórmula de juramento, se agregue -porque así lo había dispuesto y exigido San Martín-, después “sus sucesores y metrópoli” de toda dominación extranjera, para sofocar el rumor de que existía la idea de entregar el país a los portugueses. La hipocresía y el cinismo modulan el discurso de algunos congresales en Tucumán. Por un lado, en el Congreso, proclaman formalmente nuestra independencia. Por el otro, el nuevo Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, envía a Río de Janeiro al comisionado terrada con estas instrucciones: la base principal de toda negociación será la libertad e independencia de las provincias representadas en el Congreso, es decir, la mitad del país de aquel entonces. Y, para obtener tales bienes, ofrecía las provincias de Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental. Y, en instrucciones reservadísimas, dadas a otro enviado, escribe: “Si se le exigiera al comisionado que estas provincias se incorporen a las de Brasil, se opondrá abiertamente. Pero si, después de apurados todos los recursos de la política, insistieren, les indicará que tal vez podrían prestarse estas provincias que, formando un Estado distinto del Brasil, reconocerán como su monarca al de aquel, mientras mantenga su corte en este continente pero bajo una constitución que presentará el Congreso”.

Artigas, en tanto, promulga un reglamento de comercio que establece: “Todos los impuestos que se impongan a las introducciones extranjeras, serán iguales en todas las Provincias Unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria de nuestro territorio”. Pone en práctica la ley agraria más avanzada, funda una colonia agrícola que combina las tradiciones comunitarias de loa abipones y guaycurúes de Gran Chaco. A menos de un mes de la proclamación de nuestra independencia, Pueyrredón escribe a su embajador en Río de Janeiro: “Los pueblos ya no insisten en sus ideas democráticas. Llegó el momento de proponer la coronación del infante del Brasil en el Río de la Plata para allanar cualquier dificultad con España”. A mediados de agosto, el 16, se desató sobre la Banda Oriental la devastadora invasión portuguesa compuesta por 30.000 soldados con el mejor armamento de la época. Vienen por Artigas y su pueblo para poner fin a la experiencia de gobierno más democrática y popular de justa redistribución de la riqueza que haya conocido América del Sur en el siglo diecinueve. Cinco décadas después harán lo mismo en el Paraguay, aniquilando el 90% de su población masculina y casi dos siglos después promoverán en Bolivia, desde la oligarquía blanca de la media luna y la embajada norteamericana, el complot contra un gobierno democrático y popular para separar, dividir, lo que jamás el poder quiere unido. Lo mismo harán en Venezuela y Ecuador. El genocidio significó la destrucción de diez pueblos del Uruguay. Comienzan, así, cuatro años de heroica resistencia de los pueblos libres contra los invasores españoles por el poder de Buenos Aires que respira aliviado porque definió en los hechos qué es la patria y logró declarar oficialmente a Artigas infame traidor a la patria. Mientras tanto, San Martín y sus gauchos se baten casi sin apoyo oficial contra los españoles y libera Chile y Perú y desobedece las órdenes de Buenos Aires de reprimir a Artigas porque su sable no ha sido forjado para combatir contra un

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patriota. A Güemes la oligarquía salteña lo vende y lo hace matar para que no atente contra sus intereses de clase, es decir, de propiedad.

Hay que reescribir las historias que retomaron esas memorias, esos proyectos. Por eso resulta central reescribir la historia de la sociedad más igualitaria de la América del Sur, cuyos trabajadores llegaron a participar del 50% de la redistribución de la riqueza. Hay que reescribir la historia de esa clase trabajadora, la historia de la Argentina que hizo desaparecer la dictadura cívico-militar de 1976, para vedarnos el reconocimiento de nuestra condición latinoamericana, para que no sepamos quiénes somos, porque la desaparición forzada de ideas, palabras y prácticas, terrorismo de Estado, cultura del terror y deuda externa mediante, explica y da sentido a la desaparición forzada de personas, tejido social y Estado nacional. Sólo de este modo podrá entenderse la obscena historia de los 90, la que casi hizo desaparecer la industria y el Estado nacional, el canto de sirena neoliberal, el del mercado total autorregulado que hizo estallar en mil pedazos al país en diciembre de 2001.

Digamos, entonces, que la independencia declarada hace 198 años fue un paso importante, pero en la práctica fue sólo formal. En los planos económico y político empezábamos a ser cada vez más dependientes como neo-colonia de Inglaterra, que nos compraba de modo exclusivo materia prima y nos vendía, también de modo exclusivo, sus manufacturas. Su interés consistía en que no nos industrializáramos, que no constituyéramos mercado interno, que no pensáramos, por ende, en el ideario de patria grande de Artigas, San Martín y Bolívar, tres de los principales enemigos de todo imperio y de nuestras oligarquías, tres de nuestros héroes máximos, tres proyectos e historias acalladas, cuyas voces, ideas y palabras necesitamos escuchar y hacer escuchar para descolonizarnos y emanciparnos en serio.

En medio de la actual crisis financiera, de la posibilidad cierta de la ruptura del paradigma neoliberal del mercado total, nos urge repensar nuestra realidad nacional y latinoamericana desde el gran friso de nuestras grandes derrotas, porque se trata de banderas y proyectos inconclusos, plenamente vigentes, para rescatar sus sentidos fundamentales, que no son otros que los de entender que sólo podremos ser Estados y naciones soberanas si constituimos la unión sudamericana, concebida primero como proyecto cultural y, por lo tanto, político, para que las unidades económicas e integraciones sociales sean, sobre todo, deseables, para que se tornen necesidades indispensables y posibles. Sólo de esta manera podremos forjar el nuevo proyecto de independencia política, económica y cultural de la América del Sur. Ése es el sentido de la integración regional que necesitamos, la búsqueda de la tierra sin mal que soñaran nuestros pueblos originarios, que es menos un lugar que un norte político, el de la patria grande, el de la imprescindible redistribución sustantiva de la riqueza, material y simbólica, para saldar la única deuda que importa, la gran deuda interna latinoamericana.

¿Qué hacer mientras tanto? Urge plasmar en cabildos abiertos, primero regionales, durante 2009, un proyecto cultural de nación, expresado en una ley federal de cultura para que la redistribución sustantiva de la riqueza cultural y sus sentidos, sea definida, defendida y practicada como derecho social inalienable. Por lo tanto debemos garantizar, por un lado, un financiamiento que, tal como lo recomienda la UNESCO, alcance el 1% del presupuesto general anual destinado para cultura. Por otro lado, debemos crear un consejo federal de cultura vinculante, representativo, de todas las realidades provinciales para que esa redistribución sea posible. Urge también que se haga realidad una nueva ley de comunicaciones de la democracia para que el derecho social a la información y la intervención ciudadana en el debate y elaboración de los contenidos de la cultura audiovisual, se conviertan en hechos para batallar desde otras

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condiciones contra el pensamiento único homogeneizador que nos imponen los multimedios, porque la lógica de la dictadura y su Ley de Radiodifusión persisten porque los dueños de los medios son, en definitiva, los vencedores de esa dictadura y la fiesta para pocos de los 90. Porque sin ciudadanos es imposible la democracia, porque sin democracia en la política de la comunicación de masas es imposible reconstituirnos como nación, porque sin proyecto cultural de nación no es posible la emergencia de los sujetos sociales que deseen, fervientemente, transformar nuestra historia, ese héroe colectivo, nunca solo, siempre en grupo, que soñara Oesterheld en su legendario El Eternauta.

Mempo Giardinelli

Sabemos que la globalización fue una fiesta para los que festejaron, mientras que para nosotros en la Argentina y en toda Latinoamérica, esos cambios sólo significaron crueldad y dolor. Me parece importante subrayar esta diferencia. Lo que allá era una fiesta, aquí era tragedia.

En estos días, paradójicamente, estamos viendo cómo el mundo global está en llamas, con el capitalismo en una crisis que recuerda a la que en 1989 padeció el comunismo y con una perspectiva tremebunda -dicen- de desempleo, inflación y, sostengo yo, desculturación, si se me permite el neologismo, que entiendo como un proceso colectivo de pérdida de los últimos valores culturales y del sentido de pertenencia y proceso, a la vez, de embrutecimiento contumaz. Creo que el destino que nos espera como sociedad planetaria es ése, si no reaccionamos a tiempo. Y creo que estamos a tiempo, aunque esas durísimas consecuencias sociales, me parece, serán inevitables, sobre todo ese extrañamiento que se está viendo ya en muchos sectores sociales argentinos, que no se referencian más que en ellos mismos y en los supuestos valores que vienen mal pariendo la desesperanza, el resentimiento y la necesidad de supervivencia.

Si se mira alrededor con sinceridad, si no se tapa la realidad que nos circunda, si no se apela a argumentos reaccionarios, cretinos, racistas y clasistas, es decir, si se ve y se reconoce esa mitad de la Argentina que, con todo derecho, continúa furiosa, la desculturación está en nuestras narices y me parece el problema central del bicentenario.

La pregunta entonces sería: ¿qué hacemos con ella, cómo corregimos esa tara desculturizadora y la reconvertimos en una oportunidad de aprendizaje e inspiración? Después de más de 50 años de militarismo, intentos democráticos abortados, intolerancia y oscurantismo, como vivió nuestro país entre 1930 y 1983, emergimos cultural y moralmente muy desgastados y en condiciones ideales para que triunfaran aquí dos discursos espantosos: uno el neoliberal, supuestamente modernizante y promotor de iniciativas que luego, en los hechos, sólo nos condujeron al desastre. El otro es el desculturizador que reniega de los valores culturales tradicionales, anula todo orgullo de pertenencia, celebra la ignorancia y participa, irresponsablemente, del proceso de embrutecimiento que se expresa en la exaltación de las peores conductas sociales.

El resultado es un país como el nuestro, que no tenía analfabetos pero hoy tiene, por lo menos, un cuarto de la población que lee y escribe de modo primitivo y apenas funcional. Nuestro sistema de salud pública fue destruido a la par de la educación pública y de la previsión social. Estas tres grandes responsabilidades de todo Estado, en todo el mundo, estos tres pilares que son educación, salud y previsión social, aquí fueron desmantelados y traspasados, en todo o en parte, a la irresponsabilidad privada.

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Voy a recordar, muy brevemente, todo lo que perdimos los argentinos en la década infame de los 90, gracias a ese discurso globalizador, que aquí aplicaron a rajatabla muchos de los que, hoy mismo, pretenden dar cátedra de republicanismo y moralidad. Propongo recordar que, en los 90, los argentinos perdimos la educación, la salud, la previsión social, la industria básica, la banca nacional, los ferrocarriles, el petróleo, el manejo nacional de granos y de carnes, la industria petroquímica, la minería, la explotación marina, millones de hectáreas de tierras fiscales, la electricidad, el gas, las aguas corrientes, los servicios sanitarios, los teléfonos, las telecomunicaciones, el correo postal, la flota fluvial, la flota de ultramar, la red caminera, las líneas aéreas, los puertos y aeropuertos, la investigación científica y técnica independiente. Perdimos todo esto que era de todos nosotros. El patrimonio colectivo nacional fue saqueado y hoy los argentinos, en realidad, no somos dueños de casi nada de lo que, en cualquier país, constituye el conjunto de los bienes públicos. Ni siquiera nos quedó en el plano cultural una concepción prestigiosa de lo que es público, o sea, lo que es de todos que aquí suele verse ahora como de nadie y, por lo tanto, descuidable.

Esa inflexión de la que tanto nos cuesta recuperarnos, fue posible gracias a un sistema comunicacional súper concentrado que todavía, absurdamente, se mantiene. En este grave 2008, la Argentina acaba de ver que se enfrenta a las mismas fuerzas retrógradas de hace treinta, veinte o diez años. Ahora más inteligente, sutil y mentiroso, ese discurso ideológico comunicacional opera, todavía hoy, en nombre de la libertad a la que atropella día a día y noche a noche, frente a la pasividad de las autoridades nacionales. Esto hay que decirlo aunque a algunos, en las esferas del poder, no les guste. Y que nadie piense que no estoy hablando de cultura porque es precisa y decididamente de eso de lo que estoy hablando, del desastre cultural que nos dejaron una dictadura sangrienta y un neoliberalismo devastador en democracia.

Por esto urge darle significados al concepto “bicentenario”, concepto que, en mi opinión y a menos de dos años del 25 de mayo de 2010, me parece todavía demasiado abierto, por momentos confuso, fácil de cuestionar desde posiciones retrógradas y todavía un tanto vacío de contenidos. ¿De qué hablamos cuando hablamos de bicentenario? Dotar de contenido al acontecimiento es el mayor desafío intelectual que enfrentamos. Hoy en día es moda y suena muy bien hablar de institucionalidad, concertación, sociedad del conocimiento, federalismo, desarrollo de economías regionales, responsabilidad social, y ni se diga de cultura y medios de comunicación. No tengo nada en contra de tales formulaciones que atraviesan las ciencias sociales y políticas, la economía, la sociología y los estudios culturales, pero, señoras y señores, yo pasé la semana pasada por varios pueblos del límite entre Formosa y Salta, donde las comunidades wichís viven en condiciones francamente inhumanas. Hace muy poco he visto, en el impenetrable, a niños durmiendo en los árboles, y no dejan de espantarme, en cada viaje que hago, las villas miseria que rodean, prácticamente, todas las capitales de nuestras provincias que, junto con las villas porteñas y las del conurbano bonaerense, son hoy los mayores desarrollos territoriales y edilicios de la Argentina. La inmensa mayoría son irregulares, sin servicios de agua ni luz y donde el magisterio argentino hace actos de heroísmo todos los días, pero no puede hacer milagros. Todo esto también es hablar de cultura.

Ha dicho Pepe Nun que este Congreso es una excelente oportunidad para reflexionar sobre las relaciones entre dos conceptos clave: cultura y desarrollo. Acuerdo. De eso mismo estamos hablando y tenemos que hablar, tratando de pensar de qué manera podemos contribuir nosotros, intelectuales precisamente, a que cultura y desarrollo interactúen a favor de los sectores más postergados de nuestra sociedad. Ya todos sabemos que la globalización impuso recetas económicas neoliberales, que se dieron por viejos o superados conceptos como nación,

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independencia, soberanía o identidad, que se corrompió la idea fundacional acerca del papel rector del Estado, se privatizó todo y las desregulaciones destrozaron todos los controles del Estado. Pero lo más grave, me parece, es que todavía hoy uno de los problemas centrales para el desarrollo es, precisamente, esa inexistencia de controles, que son los verdaderos muros culturales de contención a los excesos y a la corrupción. Y no veo ni escucho que el problema, el drama de la carencia de controles, sea siquiera una preocupación nacional. Por eso me permito proponer que se asuma como urgente problema cultural el restablecimiento de los controles en todos los órdenes. Controles democráticos en la economía, en la gestión municipal, en la bromatología o el tránsito vehicular. No hay área en la que este país descontrolado que hoy somos, no deba ser intervenido por nosotros mismos democráticamente.

Queda claro, o quiero que quede claro, que yo no hablo en nombre más que de mí mismo, puesto que no represento absolutamente a nadie. Pero puedo asegurar, con responsabilidad, que conozco este país, nuestro país, hasta sus más infames rincones. Año a año recorro las veinticuatro provincias argentinas y he visto y veo y escucho y padezco la repugnante, obscena, subvida de millones de compatriotas de todas las etnias, víctimas de tanto macaneo nacional. Éste es un problema cultural central. Sería hipócrita y cretino no decirlo, como sería hipócrita y cretino hablar de cultura y de bicentenario mirando para otro lado.

Entonces, para dotar de significados al concepto y pensarlo como verdadera oportunidad de aprendizaje e inspiración, para un proyecto nacional de desarrollo e integración sudamericana -como propone el título de esta mesa-, me parece necesario y urgente reconocer primero nuestro inadmisible presente cultural, configurado y determinado por entre diez y quince millones de compatriotas carentes de esperanzas genuinas y, muchos de ellos, en franco estado de animalidad, lo cual no se debe a un cataclismo ni es un flagelo de la naturaleza. La verdadera explicación a esa afrenta es otra y hay que decirla. El horrible presente sociocultural de la Argentina, que para mí es el eje y debe ser el centro de todo debate, de toda reflexión cultural sobre el bicentenario, ese horrible presente es resultado de políticas perversas que aquí se aplicaron y es urgente revertir, pero revertir en serio y como prioridad fundamental y definitiva, lo que implica exigir a las autoridades la aplicación de urgentes y reparadoras políticas de Estado.

Tenemos la obligación, por lo tanto, de exigirle al actual gobierno nacional, que ha sido capaz de muchos cambios, visibles y plausibles, en materia de defensa, de derechos humanos, de educación, de cultura y de salud, que también se cambie en otras áreas en las que la Argentina sigue siendo un país desastroso. Por ejemplo, en materia de transportes, de comunicaciones, de impuestos regresivos, de exclusión social y otras cloacas que hacen imposible el apoyo irrestricto que algunos pretenden de nosotros los intelectuales y que, al menos este intelectual argentino, no está dispuesto a dar.

Para esbozar, entonces, los contenidos democráticos y democratizantes, horizontales y capaces de llegar a la totalidad de la población y hacer del bicentenario de 1810 y de 1816 los hitos de la reorganización cultural de nuestra nación, propongo:

Primero. El bicentenario es nuestra oportunidad de reafirmación cultural, entendida como compromiso de acción, estatal y privada, para ejecutar un proceso de recuperación de valores tradicionales, rediscutidos y resignificados y reconfirmados en su esencia.

Segundo. El bicentenario es nuestra oportunidad de construir una Argentina reasentada en

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esos valores: honestidad, decencia, esfuerzo, solidaridad, respeto al derecho ajeno, orgullo de pertenencia, educación universal y gratuita, lectura para todos y todas.

Tercero. El bicentenario es nuestra oportunidad para que la Argentina concentre y dirija todos sus esfuerzos a la erradicación de los factores de marginación sociocultural. La pobreza, el analfabetismo, el racismo, la discriminación en todas sus formas, son inadmisibles en la República Argentina.

Cuarto. El bicentenario es nuestra oportunidad para el restablecimiento de sistemas de control público y/o estatal, los que serán democráticos, transparentes, abiertos y participativos y orientados hacia el control de los monopolios, la mayor eficiencia de los servicios públicos y el mejoramiento de la calidad de vida de la ciudadanía.

Quinto y último. El bicentenario es la gran oportunidad para que la Argentina realice el censo del patrimonio cultural de los argentinos, provincia por provincia, y que la ley cultural que surja imponga la prohibición absoluta de enajenación de ese patrimonio.

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VIII. PATRIMONIO TANGIBLE E INTANGIBLE, IDENTIDAD NACIONAL Y DESARROLLOelena roJas mayer (argentina)Doctora en Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Especializada en Lingüística en la Universidad de la República (Uruguay), y en el Instituto Caro y Cuervo (Colombia). Profesora de Historia de la Lengua en la UNT. Directora del Doctorado en Letras y fundadora del Instituto de Investigaciones de Lingüística y Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Investigadora superior del CONICET. Miembro de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Nacional de la Historia.

martín rePetto (argentina)Arquitecto. Es especialista en conservación y rehabilitación del patrimonio y en gestión cultural. Es presidente del Instituto de Apoyo a la Actividad Cultural de la Manzana de las Luces. Es vicepresidente del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (CICOP). Es vicepresidente a cargo de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Coordina la cátedra Arturo Jauretche del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Es secretario del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón. Es subsecretario de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires.

mónica lacarrieu (argentina)Directora del Programa Antropología de la Cultura del Instituto de Ciencias Antropológicas (UBA). Investigadora independiente del CONICET. Directora de Proyecto UBACYT (UBA) y de PIP (CONICET). Miembro de la Red Ibertur y responsable del Proyecto Plan de Cooperación Interuniversitaria con la Universidad de Barcelona (PCI) para la UBA.

alBerto Petrina (argentina)Arquitecto. Profesor titular de Historia de la Arquitectura y del Arte, y miembro del Consejo Directivo. Fue director del Museo de Arte Hispanoamericano “Isaac Fernández Blanco”. Se desempeñó como director de Museos, Monumentos y Sitios Históricos de la Provincia de Buenos Aires, y director de Asuntos Culturales de la Cancillería. Actualmente, es curador de Arquitectura y Arte Americano del Centro Cultural Recoleta, y como miembro de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos.

silVia m. FaJre (argentina)Arquitecta (UNT) y Planificadora Física, Urbana y Regional (UBA). Se especializó en Administración Local y Desarrollo Urbano en el Instituto de Administración Local de Madrid. Profesora Titular de la Maestría de Especialización en Planificación Urbana y Regional FADU/UBA. Fue miembro del Comité Académico de la Maestría, subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y ministra de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Realizó diversos trabajos profesionales y de investigación en diferentes organismos nacionales e internacionales.

Elena Rojas Meyer

Es muy importante la organización del Segundo Congreso Argentino de Cultura y la invitación del Gobierno de la Nación y de la Provincia de Tucumán, al gran número de especialistas que lo integramos. Por lo cual agradezco, en especial, la deferencia para conmigo del señor presidente cultural, profesor Mauricio Guzman.

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Sin duda, reflexionar sobre bienes patrimoniales en nuestro país, en la amplia gama en que se presentan, así como la decisión de hacerlos conocer y valorar por todos los habitantes de la Argentina -y también del extranjero-, es desde ya una acción provechosa. El desarrollo de esta idea es altamente beneficioso, porque nos llevará a pensar en nuevas políticas coherentes con la conservación y desarrollo de los distintos bienes culturales y lo que con ellos se relaciona.

Nuestro patrimonio nacional presenta grandes dimensiones, si consideramos lo natural y lo cultural. Y si bien, en mi caso, voy a destacar alguno de los aspectos culturales tangibles, considerados muebles y, en especial, los intangibles, desde ningún punto de vista podemos dejar de lado sus valores sobresalientes como es, en el caso de la provincia de Tucumán, todo lo relacionado con la prodigalidad de su tierra. Por ello, en su honor, inicio la consideración de sus bonanzas patrimoniales con las palabras altisonantes de Alberdi sobre su paisaje: “Una vastísima floresta de árboles gigantescos con fustes desmesurados semejantes a pilastras de una catedral. Una grandeza soberbia, un desorden prodigioso de formas colosales”. O, entre otras, la descripción que hace el escritor francés Paul Groussac -quien vivió muchos años en Tucumán- en uno de sus ensayos: “Las calles de la ciudad no tienen el aspecto proletario y advenedizo de otras muchas ciudades de la República. Aquí, por donde quiera, hay sol, espacio, árboles más altos que las paredes y jardines más espaciosos que las casas. El perfume bienhechor de la tierra virgen penetra en la vida del hogar para endulzarla y refrescarla”. Por cierto, su naturaleza se alaba en numerosas páginas de prosistas y poetas por la fertilidad de su suelo, por sus densos bosques y selvas de árboles variados que, a su vez, se relacionan a cursos de agua, a tierras fértiles, flores, montes y muchos tonos de verde. Es decir que se muestra con una incomparable riqueza vegetal, con una mágica abundancia. No insistiré en ello. Sólo quiero agregar que esto no sólo se revela en la literatura -especialmente a través de la poesía-, sino también en la creación artística. Y no voy a mencionar la gran cantidad de pintores maravillosos que ha tenido nuestra historia de la pintura en Tucumán. Quiero destacar a una pintora de la que hace pocos días estuve apreciando su obra, aquí en este mismo museo, y que conjuga la naturaleza con las imágenes personales: Florencia Ortiz Mayor, a quien tenemos el gusto de tener aquí presente. Pero me resulta imprescindible decir que tenemos el orgullo de que nuestra provincia se haya destacado desde los primeros tiempos en su historia -por diversas razones-, cuando San Miguel de Tucumán estaba en Ibatín, al punto de que se compara su desarrollo en el siglo XVI con el que tuviera el Río de la Plata. En esto mucho tuvieron que ver los escritores que grabaron con su pluma su importancia, como la historiadora Teresa Piossek, quien va más allá al decir de Tucumán que, trasladada ya a su sitio actual -que es donde estamos ahora-, había nacido dueña del valiosísimo patrimonio de ofrecer una imagen muy cautivadora gracias a la naturaleza en cuyo marco había sido fundada.

Pero más allá de su privilegiado paisaje, en su patrimonio tangible aparece un elemento que revolucionaría las distintas actividades de fines del siglo XIX: el ferrocarril. Los tendidos ferroviarios en el norte argentino se desarrollaron entre 1876 y 1944 y Avellaneda predice sus características con estas palabras de corte literario: “La naturaleza se embellece y se completa bajo la acción fertilizante de la industria. Lo que vemos y admiramos no ha tenido hasta hoy, por autores, sino los tres artífices primitivos: el aire, el agua, el sol. ¿Cuántos prodigios se producirán cuando se agregue a ellos el trabajo inteligente, cuando el árbol espontáneo y el árbol cultivado entretejan sus ramas o confundan sus perfumes?”

Por cierto, el progreso científico-tecnológico que trae la introducción del ferrocarril en Tucumán y en otras provincias argentinas anuncia un futuro venturoso al aportar una industria importante que toma gran impulso a través de los talleres de Tafí Viejo, una de las ciudades de nuestro

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interior. Así, gracias a este empuje tecnológico, avanza la industria ferroviaria, al mismo tiempo la azucarera, con la agilización del transporte de su cosecha. Con la llegada del ferrocarril a Tucumán se produce un gran cambio para la industria y para la cultura toda. La red ferroviaria fue fundamental para el progreso, junto a la acción de acaudalados inversores respaldados por capitales franceses, alemanes, suizos y belgas que respaldaron la modernización. Varios nombres tucumanos se inmortalizaron también en esta lucha por la industria azucarera y crearon instituciones que se encargaron de atender diversos problemas vinculados a esta actividad. Entre ellas se destaca la Estación Experimental Agrícola, fundada en 1907 por iniciativa de Alfredo Guzmán que es uno de nuestros próceres, en especial recordado por todo lo que aporta a nuestra cultura y a nuestra economía.

A la par de estos avances ayudó también al progreso de la industria azucarera el surgimiento de varios bancos como el Banco de la Nación, el Banco Muñoz Rodríguez, etcétera y, entre ellos, podíamos decir, el Banco Provincial, que se creó en la época del gobernador Lidoro Quinteros, los cuales otorgaron créditos agrarios que beneficiaron a los productores de las inversiones y a la cultura toda.

Pero destaco como patrimonio cultural tangible, inmueble, expresamente importante, la creación de la Universidad Nacional de Tucumán que, en su seno y es su acción, lo reúne todo como modelo de patrimonio cultural porque este concepto tiene un carácter integral que debemos respetar por el hecho de la necesidad de la transversalidad que exponen muchos de los proyectos culturales y educativos actuales. En la historia argentina más lejana y en la cercana a nuestros días, se suman constantemente experiencias de muchas obras que hemos heredado de generaciones pasadas y que van renovándose en el presente o dando lugar a otras obras que seguirán su marcha hacia el futuro donde es imposible separar en qué grupo clasificatorio se insertan. Así, la Universidad Nacional de Tucumán, con sus múltiples facultades, como la de Filosofía y Letras, la de Artes y la de Arquitectura -por tomar las que tienen que ver especialmente con nuestro patrimonio, cuyos comienzos se establecieron varias décadas atrás en la mayoría de los casos-, son generadoras de una gran cantidad de bienes que cambian sus orientaciones según las necesidades sociales de cada época. Y mientras estas facultades mantienen y profundizan saberes tradicionales, otras aspiraciones avanzan de la mano de la informática y de varias otras disciplinas modernas, como por ejemplo, las ciencias de la comunicación y la adquisición de nuevos conocimientos. Y así, por ejemplo, la Universidad Nacional de Tucumán da lugar a la Escuela de Cine que ha comenzado hace pocos años su andar.

Dentro del patrimonio grandioso que tiene nuestra Universidad, además de sus facultades, teatros, salas de exposiciones, bibliotecas importantes -como la de la Facultad de Filosofía y Letras, de la cual soy decana y que reúne más de 110 mil libros y hasta una biblioteca infantil-, orquestas, coros, diversos conjuntos musicales, editoriales, una institución como Acción Social de la Universidad que nos protege a todos, nuestra salud y necesidades, barrios como el de Horco Molle, casas de veraneo de San Javier, etcétera, no podemos dejar de destacar un bien cultural fundamental, necesario y compartido por todos, como es la lengua materna y sus variaciones. Por cierto, nuestra lengua española, medio de comunicación -y de socialización en consecuencia-, no sólo debe ser valorada a través de la literatura, de las leyendas, de los mitos, los refranes populares; es el centro del patrimonio cultural intangible, por lo que debemos considerarla como aspecto integrado al patrimonio y eje de desarrollo social, pues supera las instancias del trato coloquial entre hablantes de la misma comunidad. Y en el proceso de transformación de nuestra identidad cultural, se hace imprescindible su enseñanza a hablantes extranjeros que residen o visitan nuestra provincia y a los que, culturalmente, les interesa el

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español con sus variaciones hispanoamericanas en todo el mundo. Y no sólo en este ambiente, sino como medio de comunicación imprescindible para los indígenas, con todo respeto hacia sus propias lenguas que representan también un patrimonio que debemos resguardar y hacer conocer, porque forman parte de nuestra identidad americana.

Las políticas lingüísticas apropiadas son fundamentales para la buena comunicación de los hablantes de la panhispanidad, para la transmisión del idioma en sociedades diferentes pero, al mismo tiempo, debe tenerse en cuenta la estrecha relación de lengua y cultura y la de su pertenencia a una sociedad determinada. También debemos tener en cuenta el valor de la lengua como aprovechamiento del turismo lingüístico, en la enseñanza sistemática como lengua extranjera para muchos pueblos vecinos, europeos, africanos y asiáticos en su carácter de patrimonio cultural intangible que, por otra parte, en la actualidad, reporta intereses interesantes e ingresos económicos, al punto de que en el Segundo Congreso Internacional de la Lengua Española, organizado por el Instituto Cervantes y la Real Academia Española -que fue en Valladolid-, se tomó como punto de partida la relación de la lengua con la economía. Se valoró su importancia en el crecimiento económico que aportó a las naciones que se preocupan de estas nuevas vías de ingresos. Cada contexto histórico-social aporta nuevos bienes patrimoniales, muchas veces alimentados con conocimientos de nuevas tecnologías e instituciones como la escuela y sus nuevas modalidades, la universidad, las academias, los medios de comunicación, la literatura, que colaboran en dar coherencia y uniformidad al idioma para una mejor comunicación.

Junto a estos bienes, no debemos olvidar todo aquello que reside en la raíz de las culturas: los relatos orales, las leyendas, los mitos, las historietas que reproducen la vida cotidiana -como Mafalda y los dichos de Maitena-, la música, las costumbres, las comidas, la fotografía, los videos y los CDs de música y de imágenes. Es decir, aquello que nos llega tradicionalmente, desde hace muchos años o desde toda la vida, matizado con lo que ha aflorado recientemente, gracias a la tecnología, en diversas situaciones, a las que ha ayudado en mucho nuestro país con sus programas nacionales, como ocurre también en el caso de las canciones tradicionales entonadas con acompañamiento de una guitarra electrónica, el karaoke que pide nuestra intervención, etcétera. Todo se hace testimonio de la vida de cada uno, de nuestro modo de ser, del legado para las generaciones futuras, de los que es nuestro país.

A la vez, la creciente articulación intercultural de varias sociedades representa un potencial de enriquecimiento mutuo asombroso en medio de la diversidad donde, muchas veces, se ha logrado compartir ideales mutuos. Pero, por sobre todo, es necesario desarrollar estrategias para que nuestra comunidad mantenga con orgullo sus peculiaridades para que la globalización respete nuestros espacios importantes. Por ello, debemos trabajar en el desarrollo de la conciencia de que nosotros también tenemos valores culturales muy desarrollados, que en última medida serán los que nos mantengan unidos aún en situaciones tan difíciles como las que se destacan en el mundo, dentro o fuera de nuestro país.

Los habitantes de un país deben sentirse orgullosos de su identidad. Es decir, deben reconocerse como miembros de una determinada sociedad, tan importante y querida como es la nuestra. Para dar fin a mi exposición, como lingüista hago el siguiente comentario: el voseo, por ejemplo, es uno de los rasgos de nuestra identidad como argentinos, y qué lindo que es un término justamente argentino, usarlo con otros cuando estamos en países hispanohablantes que no lo conservaron.

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Juan Martín Repetto

Quería agradecerles, fundamentalmente, a los organizadores, a la Secretaría de Cultura de la Nación, a la Provincia de Tucumán, por haberme invitado. A Pablo Wisznia, compañero y amigo con el cual hemos hablado siempre de la importancia de organizar estas reuniones para poder escucharnos entre todos.

El título es muy amplio, muy abarcativo. Intenté recortar un sector para desarrollar. Me interesó particularmente hablar de las identidades culturales.

Al hablar de identidades culturales, entiendo que debemos hablar de memoria. Y hay un aserto en las instituciones culturales en general, en que dicen que la memoria es lo que recordamos. En realidad, Freud nos enseñó que es mucho más que eso, que somos mucho más que lo que recordamos. Somos, básicamente, lo que no recordamos. El inconsciente nuestro es básicamente el que nos da la construcción. En cultura pasa lo mismo. Yo creo que la Secretaría de Cultura de la Nación, el área de cultura, las secretarías de cultura provinciales, en realidad tienen la responsabilidad de dos áreas fundamentales: lo que es la memoria y lo que es la creación.

La memoria, básicamente, a través de sus museos, sus bibliotecas, sus archivos -lamentablemente el Archivo Histórico Nacional no depende de la Secretaría de Cultura como debería y como ocurre, generalmente, en las provincias-, las bibliotecas populares, los monumentos, es el área protegida por la Secretaría de Cultura. ¿Pero cuál memoria? A esto me quiero referir. La memoria que, en todo caso, ha sido construida por algunos. No hubo un relato, no hay un relato colectivo y yo creo que esto es uno de los problemas que tenemos que intentar resolver de ahora en más. Yo tenía acá para leer algo que está en Somos Patrimonio, una entidad latinoamericana muy importante, fundamental, que habla de que “a partir del siglo XVI, Latinoamérica -que subsidió a las grandes potencias por turnos, por la complicidad de las clases dirigentes, dóciles y corrompidas-, ha sido una vasta fábrica de pobreza y de hambre. Entre 1600 y 1800 sólo un 2% de la población poseía la riqueza y estos sectores manipularon la memoria destruyendo archivos y construyendo un falso colectivo”. Sobre esto decía Simón Bolívar en la Carta de Jamaica, en 1815: “Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas”, se negaba esta realidad, “porque parecen superiores a la perversidad humana y jamás serían creídas por los críticos modernos si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades”.

Esta historia de lo que es la manipulación de la memoria es antigua. Tan antigua, no como América, sino como la humanidad. Los americanos, básicamente, siempre tuvimos la idea de recuperar parte de esta memoria oculta, este olvido, digamos, que en todo caso, era parte constitutiva de nuestra identidad. La memoria es el vínculo más importante de la identidad cultural. Es el primero en ser amenazado o atacado.

Hablábamos de identidad y, en realidad la memoria, sobre todo en nuestros museos, en nuestros monumentos, está ligada, seguramente, a una visión de aquellos que los construyeron, la verdad que, seguramente, con muchísima buena voluntad pero con un marco y un relato que no representaba al común, al colectivo. Hoy en día hablamos, generalmente, de democratización y cuando hablamos de democratización de nuestros espacios culturales, en realidad, se suele hablar de que hace falta que más gente vaya a los mismos lugares. Creo que democratización es, básicamente, democratizar el mensaje, el contenido, para que la gente pueda conocer y

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reconocerse. Hoy, en la mayoría de nuestros museos históricos, por lo menos, la gente lo que puede hacer es conocer pero reconocerse es difícil. En el Museo Decorativo Nacional es muy difícil que la gente pueda entrar al museo y se pueda reconocer. En todo caso puede conocer cómo vivió un sector de la comunidad a principios del siglo XIX.

Creo que tendríamos que avanzar profundamente en el tema de lo que es la democratización de los contenidos. Hoy yo estaba viendo unas magníficas exposiciones que hubo sobre el tema de Turismo y Cultura, que en la Casa Histórica de Tucumán se está planteando el tema del guión, de luz y sonido. Sería fantástico que lo actualicemos, tiene cuarenta y pico de años y es importante que la tecnología sea actualizada, pero me parece que también tendríamos que discutir entre todos y es la comunidad la que tiene que participar y no solamente la local. Creo que el país tiene que conversar, tiene que charlar, nos tenemos que sentar alrededor de una mesa. La comunidad tiene que participar para ver cuál es el mensaje que va a tener. No estoy planteando una visión entre lo que es la historiografía liberal o el revisionismo histórico, nada de eso. Lo que planteo es que el relato tiene que contenernos a todos los argentinos, no sólo a un sector. Y así pasa, creo, en general con la mayoría de los museos. Así pasó con los monumentos. Nosotros hemos llegado a la Comisión de Monumentos de la mano de Alberto de Paula. Lamentablemente, falleció a principios de año, pero, justamente, lo que quisimos fue ampliar el relato. No era que queríamos borrar parte de la memoria, sino que queríamos incorporar parte del olvido. Así hemos modificado sustancialmente la lista de los monumentos para que fuera más abarcativo, para que sea más amplio, para que todos nos sintamos contenidos.

La construcción de la identidad es permanente, es una construcción de la comunidad. No puede ser una construcción de técnicos, no puede ser que en los guiones de los museos no tenga participación la comunidad, en la elección del mensaje. Es la comunidad la que tiene que darle sentido a todas nuestras organizaciones culturales. El verdadero proceso democrático, creo yo -y por eso creo que a través del proceso democrático vamos a construir identidad común-, es esto: que participen las comunidades. No es fácil, sabemos que no es sencillo. La idea de la participación es una idea siempre muy comentada pero, también, a veces no es fácil conseguirlo. Pero creo que hay que intentarlo, es absolutamente necesario no seguir emitiendo mensajes que representan a una mirada parcial de la historia.

Hay frases que me parecen interesantes como, por ejemplo, una que dijo Rodolfo Walsh: “La historia parece propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de muchas otras cosas”. Creo que esto tenemos que modificarlo sustancialmente. La historia es la historia de todos nosotros, nuestros reservorios de la memoria tienen que salvar del olvido muchísimas etapas de nuestra historia, muchísimos personajes, muchísimos hechos, que nos van a hacer entender mucho más. El tema de la inmigración ¿Cómo puede ser que en la República Argentina recién ahora estemos intentando crear el Museo del Inmigrante, con muchísimo esfuerzo? Realmente, es parte de la construcción de nuestra historia y el Museo del Inmigrante, hoy, no está. El Museo Histórico Nacional -sé que la Dirección de Patrimonio está intentando con un nuevo director que la verdad es realmente una extraordinaria persona, es un profesional destacado-, prácticamente, está contando la historia del siglo XIX o parte del siglo XX, pero de la parte del siglo XX de las luchas populares, de la democracia, realmente es poco o nada lo que se está contando. Es fundamental pensar en los contenidos para poder, entonces, construir y seguir construyendo todos esta identidad.

Se impone, entonces, este verdadero proceso de democratización. Yo decía la democratización, no esto falso de llevar más gente a las organizaciones, sino de la participación de la comunidad

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en los contenidos. Y, también, un fuerte proceso de federalización. Yo creo que debemos rechazar la tendencia hegemónica que ha dado a los argentinos una dirección cultural centralista, portuaria, eurocéntrica, con sede en Buenos Aires. Yo tengo una mirada personal sobre que creo que el gran bicentenario es el bicentenario que se va a plantear en Tucumán. Es el gran bicentenario latinoamericano, profundo, aquel que representa la Patria Grande y que representa a todos los argentinos y no una mirada un poco sesgada del bicentenario de 1810 que, en realidad, no representó a todos. Este bicentenario de Tucumán, la Casa de Tucumán, la Casa Histórica, yo creo que es el ámbito donde resuena la construcción más genuina latinoamericana que hemos tenido. Yo creo que debemos poner un claro esfuerzo entre todos para que en 2016 encontremos este relato conjunto.

No quiero robar mucho más tiempo, pero quería leer algún mensaje. Hoy es un día para algunos de nosotros especial. Quería expresar un mensaje que leyó el Presidente Juan Domingo Perón el 1 de mayo de 1974, en el Congreso de la Nación donde decía su visión sobre la cultura y la identidad y que tiene que ver, básicamente, sobre lo que estábamos hablando. “Queremos una comunidad que tome lo mejor del mundo del espíritu, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos y que agregue a todo ello todo lo que nos es propio, autóctono, para desarrollar un profundo nacionalismo cultural. Tal será la única forma de preservar nuestra identidad y nuestra identificación”. En realidad, cuando Perón hablaba de nacionalismo cultural, hablaba del concepto jauretcheano que también es: “Lo nacional es lo universal visto desde nuestros ojos”. No es algo xenófobo, cerrado, sino todo lo contrario: es una mirada distinta sobre lo universal. Perón plantea esa idea de Nación desde la más amplia idea de patria, la de la patria grande, aquella que expresaba San Martín permanentemente o sintetizaba Simón Bolívar maravillosamente con aquello de “La patria es América”. Creo que tenemos que recuperar nuestro espíritu, nuestra identidad latinoamericana, nuestra identidad federal, que está seriamente comprometida y yo creo que estos congresos tienen que ser un lugar en donde podamos abrevar de esto. Queremos, debemos, conformar un fuerte Consejo Federal de Cultura donde todas las provincias estén representadas y donde podamos, entre todos, marcar los destinos que queremos para el área de la cultura.

Mónica Lacarrieu

Yo también, como Martín, tuve que hacer una selección y, por supuesto también, como soy antropóloga y nos dicen que los antropólogos somos siempre problemáticos y conflictivos -por supuesto, cuando estoy en la gestión, trato de adaptarme un poco más pero cuando estoy en la academia, y aquí voy a hablar como académica-, voy a plantear más problemas que cuestiones fáciles de resolver.

En ese sentido, en primer término me voy a referir más a la cuestión de la relación entre el patrimonio inmaterial y la cuestión del desarrollo y al vínculo estrecho entre el patrimonio inmaterial y la gestión de la diversidad cultural. En ese sentido, ustedes ven allí en esa primera diapositiva que, de alguna manera, en los últimos años, la relación entre cultura y desarrollo se ha visto como una ventaja y, en ese sentido, el patrimonio cultural se ha naturalizado que está al servicio del desarrollo. Esta nueva mirada tiene mucho que ver con una nueva concepción antropológica de la cultura que, en realidad, para los antropólogos no es nada nueva, es de fines del siglo diecinueve, pero que, sin duda, empieza a ser reconocida por los organismos y las instituciones y que intenta superar la cultura como trascendencia. En este sentido, el patrimonio inmaterial aparece como el recurso por excelencia para el reconocimiento de otros

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estilos de desarrollo, bajo la premisa de que la modernización de occidente no tiene que servir de modelo para todas las sociedades. Entonces, pasamos de la negación de la diferencia -aunque, obviamente, había diferencias y se las reconocía, pero se las negaba-, a la presencia de las diferencias. Pero lo que no se modifica es el concepto de desarrollo que sigue aludiendo al cambio, según el modelo de occidente, ya legitimado.

Por otro lado, en la relación entre patrimonio inmaterial y diversidades, subyace el supuesto de que todos tenemos cultura, diversidad y patrimonio. Y aquí retomo algo de García Canclini que dice: “¿Quiénes pueden desarrollarlos?” O sea, todos tenemos pero, ¿quiénes pueden desarrollarlos? O si podemos realmente dar espacio al derecho a no desarrollarse en los términos en que se nos pide. ¿Para qué y por qué necesitaríamos patrimonio e identidad? Aquí les pongo la definición de patrimonio cultural inmaterial que se ha legitimado por UNESCO y que ustedes podrán encontrar, obviamente, en la página de UNESCO y la Convención para la Salvaguardia. En principio, esta definición, si ustedes la leen, habla de la expansión de la noción de patrimonio, pero en sí misma ocluye -si bien ha mejorado muchísimo-, un conjunto de problemas controversiales que, para mí gusto, tienen que ver con algunos componentes: En primer término, la tradicionalización que subyace a esta definición. Por un lado se propone la totalidad de manifestaciones culturales pero, por el otro se acota, a partir de las declaratorias que uno puede observar, a culturas construidas en la distancia cultural máxima con occidente. O sea que el patrimonio inmaterial acaba delimitando una matriz de culturas en donde se incluyen las que son populares, las minorías y, particularmente, no todas las minorías sino las que tienen marca étnica, aunque tampoco todas. O sea, algunas que tienen marca étnica con posibilidad, en general, de exotización. La vigencia dada a la tradición, para mí gusto, induce a reproducir una dicotomía clásica que es asociar la cultura y el patrimonio al pasado y el desarrollo al futuro. En este sentido, seguiríamos invirtiendo en el pasado pero no miraríamos el presente y el futuro o lo miraríamos en función de este modelo occidental. En este sentido, el patrimonio inmaterial, además, se construye bajo la premisa de exaltar diferentes modos o estilos de vida. O sea que esta concepción restringe la patrimonialización a expresiones desproblematizadas, marcadas por el carácter y la personalidad cultural de una comunidad o a la tipicidad o pintoresquismo de ciertas prácticas culturales. Se considera que esta concepción es una oportunidad para repensar, reconocer y gestionar la diversidad cultural. Pero, sin embargo, lo que producimos es un mapa plano de mosaicos donde, en realidad, lo que hacemos es reproducir la política de la semejanza de la identidad nacional, sólo que ahora en diferentes identidades o culturas.

En ese sentido, tenemos -que se agrega a esta definición-, algo que no estaba en las definiciones de patrimonio cultural -y que es bienvenido-, que es el tema de los sujetos. Ahora tenemos patrimonio cultural con sujetos. El problema es: Esos sujetos, ¿quiénes son, cómo se producen? Bueno, para mi gusto se rescatan supervivencias culturales, que se pueden convertir en reservas. Objetivados, otrificados, no sólo hay que ser indio, sino parecer indio -por sólo tomar un ejemplo-, hay que convertirse en una especie de museo viviente. De hecho, hay indios que dicen: “Somos museos vivientes”. Se supone a los sujetos y colectivos como adheridos o apegados a su cultura. O sea, se dice: “Tienen derecho a la diferencia”, pero en realidad los obligamos a tener diferencias y, entonces, yo pregunto: ¿Por qué elegirían su cultura para desarrollarse y obtener cierto bienestar? O sea, nosotros estamos definiendo que su cultura es la mejor. Pero ellos, ¿estarían definiéndolo de esta manera?

Tomo ejemplos que, la mayoría, no son de acá, justamente porque me parecen emblemáticos. Necesariamente, entonces, el patrimonio cultural convierte a las culturas en productos

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atractivos. Tomamos el caso del sombrero de paja toquilla en Ecuador, como un atractivo turístico del Ecuador. Pero no se pone el acento en los productores culturales. O sea, se toman, se patrimonializa algunos productos -no todos-, y se exhiben y comercializan algunos sujetos -no todos. En cuanto los sujetos no pueden comercializarse o exhibirse como estas mujeres que tejen la paja toquilla, evidentemente no entran en la patrimonialización. Y acá tenemos todo el proceso de creación y producción que lleva a que efectivamente el sombrero, finalmente, resulte en el producto. De hecho los mapuches hablan de esto mismo. Dicen: “¿Por qué el Estado sigue mirándonos en función de nuestras artesanías, nuestros telares?” O sea, aquello que es lo más tangible, o el producto. “¿Por qué no miran nuestra cosmovisión, nuestra organización social?” Pero es que esto nos lleva a graves problemas que son de orden, efectivamente, político.

Entonces, ¿por qué diríamos que estos aspectos de la definición del patrimonio inmaterial son controversiales y operan como tales a la hora de gestionarlo? La expansión antropológica de la noción que lleva a pensar que todos tenemos patrimonio, por un lado desdiferencia. O sea, se estandariza un guión fijo de desarrollos e identidades equivalentes y válidas. Pero siempre ese guión está reglado por el principio de la estética y el derecho a la belleza. Eso comporta una predisposición positiva, así como el apego por lo antiguo. Por lo tanto, todo pueblo que quiera, efectivamente, llegar a ser tenido en cuenta en este sentido, tiene que demostrar que tiene certificado de autenticidad y autentificación. Las cédulas reales de los indígenas, por ejemplo, que además suelen pedirles a los arqueólogos que, por favor, les encuentren un rastro arqueológico que diga que ellos estaban de antes. En este modelo, obviamente, no entran aquellos que no se visualizan como diversos o exóticos, que no cuenten con expresiones que puedan demostrar que tienen cultura, patrimonio, diversidad. Pero, a veces, la activación institucionalizada del patrimonio, permite intervenir generando el producto que sigue al modelo. Por ejemplo, algunos casos de negociaciones entre Estado -por ejemplo-, y comunidad o con alguna parte de la comunidad, donde se negocia la producción de una imagen permitida, autorizada, en clave de patrimonio y esto sucede cuando es necesario un acuerdo de conveniencia entre grupos y Estado u organismos, o ya sea con el objeto de mostrar una cara tolerante de aceptación ante los otros o porque el patrimonio puede servir a los fines de neutralizar conflictos políticos, sociales y económicos. En este caso, por ejemplo, las fiestas. Las fiestas son un ejemplo, de alguna manera, de aceptación, de tolerancia. Pero yo acá pongo un caso de Palenque San Basilio, en Colombia, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO, donde, en realidad, se decía: “No hay cultura, no hay patrimonio, no hay identidad”. Pero el problema de Palenque es que la gente se va, y se va porque hay conflicto político, hay conflicto guerrillero; hay conflicto de todo orden, incluso económico. Entonces esto, que aparentemente no es cultura -y que uno podría decir: “¿por qué no?”-, termina siendo, producido por el propio UNESCO, con el gobierno, a través del festival de tambores que no se hacía, previamente, en Palenque San Basilio.

Desde esta perspectiva, el patrimonio inmaterial contribuye, en muchas ocasiones a restringir y disminuir las potencialidades de la organización pública y política de ciertos grupos sociales, estableciendo niveles de rentabilidad cultural patrimonial y de umbral de la cultura patrimonio. O sea que desde estos niveles se asume quiénes tienen patrimonio o no, quiénes tienen más y menos patrimonio y quiénes pueden desarrollarlo. En sentido, si bien pareciera que, entonces, con esta definición nueva emparejamos países, continentes, comunidades, etcétera, para mi gusto estamos contribuyendo a fortalecer una nueva cartografía del poder. O sea, lo más significativo y selecto sigue quedando en los países desarrollados y lo más curioso, pintoresquista, exótico y, por lo tanto, subvalorado, sigue quedando en los países en vías de desarrollo o empobrecidos.

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Prima una mirada localista, encriptada, alejada de los centros de poder que, necesariamente, precisan de la visibilización de estas expresiones y yo digo “precisan” para regular y controlar otras problemáticas. Por ejemplo, los procesos migratorios que están llegando a las grandes ciudades de los países desarrollados y que, en sus reclamos identitarios, no hacen otra cosa que reclamar reclamos de justicia distributiva socioeconómica. Entonces, el patrimonio inmaterial, si no tenemos cuidado, puede operar como un instrumento de reajuste cultural entre mundo occidental y los países en vías de desarrollo. O sea, un instrumento de segundo orden del que se espera que ajuste los problemas inherentes a la carencia de espacios rentables para el caso de la cultura, o sea, las industrias culturales, en los países empobrecidos. Y también se espera que controle esos flujos y movimientos económicos que yo decía previamente. En parte, desde esta perspectiva, se entiende por qué no hay activaciones de patrimonio inmaterial en ámbitos urbanos, donde habría que poner en juego mezclas y mestizajes, o sea, no identidades puras, reinvenciones y recreaciones de expresiones culturales. Halloween, año nuevo chino -por sólo poner algunos ejemplos-, o algunas otras que, se dice, son globales pero que, en realidad, muchas veces, son llevadas adelante por migrantes, ciudadanos parciales que, obviamente, necesitan recrear sus expresiones. Obviamente, estos niveles de selectividad se constituyen también con los criterios provenientes de la lógica que, tradicionalmente, ha jugado en la construcción del patrimonio cultural, o sea, el construido e histórico.

Con lo mismo se afirma una matriz de inclusión-exclusión fundada en la fijación de culturas vivas a través de su sistematización y ordenamiento en relevamientos, inventarios, bases de datos y, particularmente, a través de su monumentalización. Lo vivo debe ser domesticado y disciplinado en su lugar de origen bajo criterios estéticos, estilísticos y de antigüedad, exotización, entre otros. Bueno, yo he estado en el relevamiento de fiestas -como decía Nani-, pero, de cualquier manera, me pregunto este dilema, esta cuestión de por qué fijar, para qué fijar, etcétera. Pongamos por caso el caso de Terreiros de Candomblé, en Salvador de Bahía. Este caso llevó a una discusión amplísima en el IFAN (Instituto Fundamental del África Negra), que la cuenta Gilberto Bello, un antropólogo, donde la pregunta era si debía ser o no legitimado, seleccionado, salvaguardado especialmente. No era lo suficientemente monumental, no era lo suficientemente histórico, no era lo suficientemente arquitectónico, bello, además, como para ser elegido. En el fondo, para mi gusto, la discusión pasaba -y para Bello también-, por si aceptar o no en el mapa de la nación brasilera, expresiones pertenecientes a culturas negras, vistas como de menor categoría. Por lo tanto, la contradicción entre su activación o no, lleva a la inclusión-exclusión de determinados grupos a partir del patrimonio inmaterial. ¿Vamos a visibilizar o no públicamente a la cultura negra a partir de ese momento? Sobre todo, ¿conviene visibilizarla? ¿Para quién conviene visibilizarla? Una vez que sí se decidió seleccionarla como parte de la identidad nacional, es necesario, entonces, garantizar que se eternicen y que se eternicen, además, para llevar a niveles de sustentabilidad de la cultura. O sea, para promover niveles de desarrollo locales y para que, además, haya flujos de inversiones que provengan de turistas curiosos que quieran ver el Terreiro de Candomblé. Para ello hay que monumentalizar el espacio de la sacralidad y, sobre todo, a los sujetos. La misión de arriba, fíjense, es una visión empobrecida, digamos, de los sujetos. La segunda es una visión ordenada, recreada, etcétera. Bueno, aquí voy a poner un ejemplo que para la zona es bastante conflictivo o fue, en su momento, conflictivo: el caso de la Pacha Mama, porque en el caso de la Pacha Mama, su monumentalización sacada del contexto local y social, puede ser fuente de conflicto. De hecho, la Pacha Mama es una representación y, como tal, no es materializable. Cuando sucedió este conflicto, en realidad los pobladores lo que decían era: “¿por qué vamos a volver tangible a la Pacha Mama si la Pacha Mama podría ser esta mujer embarazada, podría ser una viejita, podría ser cualquiera?” Lo que importa allí es la devoción, el culto, el ritual, el momento en el cual, el

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contexto en el cual se realiza. El problema es que para monumentalizarla y, justamente, generar esos niveles de sustentabilidad que yo decía previamente, hay que hacerles cultura, hay que ponerla allí, eternizarla, que dure, que perdure y que la gente venga y la pueda mirar. Entonces, lo que no se pone en juego es que, además, estamos discutiendo qué significa ser indio para la zona, qué significa en el lugar, si es signo de distinción o de descalificación. A veces es signo de descalificación.

En este sentido, el patrimonio no es un recurso ilimitado, plástico y flexible. O sea, no cualquiera puede apropiarse porque algo se activa y se monumentaliza. Porque, con ello, también hay que apropiarse de los conflictos que genera el patrimonio, que lo involucran en el presente y que, seguramente, sólo podrán dirimirse -o no-, en la relación entre sectores de poder y sectores sin poder y estableciendo, además, un proyecto a futuro. O sea, para quién vamos a hacerlo y no sólo pensar en los dividendos que nos va a dejar.

En este sentido, podría haber otros casos, como el caso de San Juan de Chamula en la zona de Chiapas, en pleno contexto zapatista -esto sucede y ya estaba en esa época-, donde son los indios quienes deciden poner en juego su iglesia, su capilla, para mostrar el ritual que ellos desarrollan. ¿Esto los haría diferentes a los casos que vimos previamente? ¿Esto implica inclusión, mejora en la calidad de vida? En realidad, en el fondo, pareciera que ellos lo que deciden es usufructuar ciertas ventajas económicas y, sobre todo, sobrevivir en el contexto de mayor conflicto político que ha habido en la zona y que, evidentemente, sigue irresuelto. Para mi gusto, la mejor buena práctica -y ahora sí voy a mostrar una buena práctica, porque las hay también-, es la de las paneleiras en Brasil, en Goiabeiras. Yo creo que allí las sujetos -porque son mujeres-, lograron apropiarse a partir de la patrimonialización del bien cultural panela, lograron apropiarse de esa patrimonialización y convertirse, en vez de en objetos exóticos, en sujetos históricos y fueron ellas quienes reinventaron y recrearon la tradición paneleira; cómo se hace, desde cuándo se hace, para qué sirve, etcétera. Desde allí formaron una organización social y política -fíjense, ésta es una imagen previa a la organización-, en la cual o desde la cual se produjeron espacios de poder, de disputa, de negociación con el gobierno. Ellas discuten de igual a igual con el gobierno y ya la panela pasó a otro plano. O sea, lo que importa son las paneleiras.

Bueno, dichas restricciones operan sobre la configuración de nuevos mapas del poder, porque contribuyen a jerarquizar, a establecer nuevas fronteras, a fortalecer periferias y centros preexistentes. O sea, se revaloriza en un sentido con el objetivo de regular el mundo conflictivo del interculturalismo cultural. La subvalorización -para ir terminando-, yo creo que opera en la inclusión de sujetos pero no garantiza la incorporación de sujetos históricos y productores de cultura. La inclusión de sujetos supone la salvaguardia de expresiones ligadas a las culturas vivas. Pero, para que las mismas adquieran visos de legitimidad, hay que monumentalizarlas. La relación del patrimonio con sujetos supone participación social y toma de decisiones con el Estado y más allá del Estado. Pero, como decía Martín, no es igual a democratización. En realidad aquí hay que pensar en justicia distributiva. Si pensamos en todo lo que dijo ayer Aldo Ferrer, hay que pensar no sólo en modos de vida sino también en corrección de desigualdades sociales, económicas, políticas.

El mero reconocimiento de los derechos culturales a través de la patrimonialización de expresiones diversas suele entrar en controversia con valores absolutos y universales, definidos desde un código de ética global. O sea, los derechos humanos que deciden qué es lo justo, qué es lo bueno, qué es lo verdadero. Este es un caso -el caso extremo-, de la ablación del clítoris

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donde todo depende desde dónde se decida que sea patrimonio, que la ablación pudiera ser definida como tal o no, con todo lo que implica esto. Si lo decide UNESCO seguro que no pero, si lo decide el presidente de Kenia, seguramente sí.

Hay expresiones de mayor o menor valor. Hay culturas minusválidas. ¿Quién decide, entonces, qué decide conservarse? ¿Los sujetos? Nos todos los sujetos ni todos los colectivos tienen la misma representatividad frente al Estado. Finalmente, aparece el problema de las implicancias económicas de estos reconocimientos que, normalmente, operan sobre el tema conflictivo de los derechos sin autor o autoría. O sea, las expropiaciones que los gobiernos y los organismos hacen de conocimientos y saberes, o sea, de los productos que se producen en la comunidad. En este sentido, el patrimonio material que ha nacido de la crisis de los Estados-nación y de la gestión de las alteridades históricas que dieron lugar al crisol de razas y que nace como una oportunidad para repensar la identidad nacional o como un oasis para resolver los conflictos termina, muchas veces, generando una antigüedad en declive pero que no es otra cosa que una antigüedad producida por el mundo global. En este sentido, contribuye al reconocimiento de culturas alejadas pero no pone en juego la idea de pueblo nacional. Tampoco termina de resolver o corregir o poner, al menos, en reflexión los problemas socioeconómicos de las migraciones, del empleo, etcétera.

En suma -y para terminar- esta mirada coloca al patrimonio inmaterial y su relación con la diversidad como asunto de estilo de vida y no como asunto político. Y a mí me parece que tenemos que empezar a mirar ese tema.

Alberto Petrina

Quiero agradecer a la Secretaría de Cultura de la Nación la invitación a este Congreso. Y, bueno, la ventaja de hablar con posterioridad a algunos de los distinguidos colegas que compartieron esta mesa, es que uno tiene allanado el camino y le queda más tiempo, porque me hago cargo tanto de la mirada sesgada hacia nuestra historia -a la que se refirió mi querido amigo y compañero Juan Martín Repetto, como de la imposición eurocéntrica a la que acaba de referirse Mónica Lacarrieu, que es un poco el tema de mi exposición.

Cuando nos preguntamos si hay en el idioma una palabra que tenga la misma validez, el prestigio cultural en el idioma castellano, de la palabra “contemporáneo”, para referirnos al término. Digamos, la modernidad eurocéntrica planteó un par de ejemplos: el tiempo y el espacio. Esa categoría de prestigio que tiene la palabra “contemporáneo”, no encontramos un sinónimo en lo que se refiere al espacio. ¿Con “local”? Esa palabra no existe, es un neologismo. ¿”Coterráneo, a lo mejor?” Puede ser que exista, pero no tiene el prestigio de contemporáneo. Es decir, ¿cuál va a ser el centro de estas imágenes? De algún modo, el proyecto moderno de occidente, trasladado a un país periférico es tomado solamente en su aspecto de contemporaneidad. La imposición cultural de occidente pone el énfasis en la modernidad del tiempo, pero no en su adaptación al lugar. Veamos cómo.

Hay una imagen central, para mí, del arte americano del gran maestro Torres García: pone el mapa al revés. Y él dice: “A partir de ahora no hay para nosotros otro norte que el sur, por oposición al norte”. Y da vuelta el mapa. Porque la Tierra puede verse así. Así como la historia admite distintas nociones, si yo estoy fuera del planeta sobrevolándolo desde el espacio, puedo ver así a Sudamérica. Es otra visión.

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Octavio Paz decía que la arquitectura es un testigo insobornable de la historia. Hay otros puntos en donde es muy fácil, con la dialéctica, correrse; en el campo filosófico, en el campo literario. En el campo de la arquitectura no. La imposición imperial de Santo Domingo sobre el Coricancha Sagrado del Cusco, del imperio, es claro, el dios de los vencedores aplastando al dios de los vencidos. La cultura de los vencedores posándose sobre la cultura de los vencidos. La violación física de los vencidos por parte de los vencedores, que se verifica tanto en el cuerpo de una indígena como en centro del Templo del Sol avasallado por el dios que venía de afuera. A Huamán Poma de Ayala lo mataron con el garrote vil. Todos recordamos la imagen de Atahualpa degollado. La verdad histórica está un poco corrida, pero no la esencia. El palacio Borbón tiene doce columnas, frontis. ¿Qué significaba en París para los Borbones que lo levantan? Significaba un gesto de glorificación, una Francia que venía a replicar, ¿qué ejemplo tenían antes en la historia europea? La Roma de la Pax Romana. Entonces ese edificio significaba algo. ¿Qué significa esa misma fachada trasladada a una Buenos Aires polvorienta recién independizada en el sur de América por el unitario Rivadavia, por el pequeño presidente unitario Rivadavia, aquel que decía: “El mal que nos aqueja es la extensión” y que no quería saber nada con lo que había más allá de las doscientas leguas de la Provincia de Buenos Aires? Significa una máscara, una réplica grotesca, desgajada -puede ser que bien proporcionada-, que viene a posarse sobre la fachada de la catedral española. Es la única catedral neoclásica que hay en América. Detrás está la misma catedral española de cualquier otro país. Pero Rivadavia quería esto.

Bueno, vamos a la generación del 80. El edificio Carson, Pirie, Scott de Sullivan, la gran escuela de Chicago es de 1899. El Palacio Paz es de 1912. Siempre se recuerda, cada tanto nos recuerda Mariano Grondona, sobre todo, desde sus editoriales en La Nación ese momento en que la Argentina estaba quinta o sexta entre los países del mundo, inmediatamente después de los Estados Unidos. La siembra del lugar que ocupamos luego, está acá. Esa generación del 80 tan glorificada, esa arquitectura para pocos a que se refería recién Repetto cuando uno entra al Palacio de Arte Decorativo, ¿quién vivía así? ¿Quién era? ¿La condesa de Noailles? No, la familia Errázuriz. ¿Qué representaba en el país la familia Errázuriz Alvear, qué parte del país era? Hay un museo entero para esa parte. Todavía no tenemos el Museo de la Inmigración y ni hablemos de un museo de arte precolombino, porque el etnográfico es un museo arqueológico. La Argentina no se permite tener, en Buenos Aires, un museo de arte precolombino, porque ese tema no está en la historia de una ciudad blanca.

1899. Desarrollo del ascensor, desarrollo de la industria del acero, desarrollo de la potencia que va a ser luego. En cambio, del otro lado, ¿qué hacemos con los excedentes agrícolas? Es un tema que llega también hasta hoy. Los invertimos en un palacio Luis XIV. Los argentinos tuvimos esa ventaja de lo que a los Luises les llevó doscientos años, nosotros pasamos del Luis XIV al Luis XV, al Regencia y al neoclásico en apenas veinte. Es un récord. Mano de obra italiana. Pero la herrería y las mansardas para que la copiosa nieve que hay en los inviernos de Buenos Aires se deslice, son francesas. El arquitecto también, Louis Octet. Nunca pisó Buenos Aires. No tengo nada contra Petorutti como gran pintor. Respecto de su originalidad, basta ver “Los tres músicos” de Picasso y la imagen que él tiene del cubismo, necesariamente externa, necesariamente periférica, le ha puesto a los tres muchachos de “El improvisador” un poco la rodilla, la ha facetado para ver que entendía del tema pero, de algún modo, el mundo de la profunda revolución estética que significó el cubismo, se le escapaba a un sudamericano que venía de otra realidad.

Vamos a la década del 30. Podemos ver el Radio City Music Hall, de Nueva York, y el Gran

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Rex Music Hall de Buenos Aires y nos parecerán iguales. Mientras tanto, hay una referencia, obviamente clara. Acá la cosa se pone más pesada porque la torre de Van Der Rohe, el International Style. Yo siempre le digo a mis alumnos: “International Style para las provincias. En Estados Unidos hay que llamarlo National Style, porque el abuelo de este edificio es el que vimos antes de la escuela de Chicago”. Estamos hablando de alguien que respeta su propia historia, parte de ella y la hace crecer. Cuando viene a Buenos Aires, la torre Olivetti se volvió un Exocet que cayó allí y rompió toda idea de armonía. Pero además, los que podían acá levantar una pared de ladrillos no pueden levantar esto y hay que pagar royalties por esas carpinterías que, en ese momento, eran importadas. Y lo que gasta ese edificio equivale a una ciudad mediana de la Pampa Húmeda, con todos sus calefactores, refrigeradores, heladeras, planchas, funcionando al mismo tiempo. Ya es un lujo que la arquitectura no sé si puede darse. Otro ejemplo, ya en los sesenta, la facultad de Leicester vidriada, en Inglaterra, ¿qué significa eso en Inglaterra? El nebuloso sol británico que es necesario. Cuando yo traslado ese ejemplo que, fíjense, hasta el chanfle, no ha habido acá decoro ninguno. Cuando se copia, en nuestro país, se copia sin que a uno le tiemble el pulso. Los estudiantes de la Universidad de La Plata se cocinan como huevos fritos. Porque otra cosa que debe saber un alumno de arquitectura es que, en un edificio público, el presupuesto nunca llega al aire acondicionado y, si llega, cuando se descompone, jamás será arreglado.

Siguiendo la idea marxista: “La historia se repite. Primero se da como tragedia y luego comedia”, yo le agregaría un tercer punto que es la ópera bufa. Hay una plaza en Córdoba que copia a una de Nuremberg. Los facsímiles son inmediatos. Sin embargo, ¿esto es posible? ¿Cómo a alguien que no sea insanablemente imbécil se le puede ocurrir que levantar arquitecturas a las márgenes del Ebro puede ser igual que a las márgenes del Amazonas, o a los pies de los Andes que a los pies de los Pirineos? Sin embargo, a la inteligenzzia arquitectónica argentina es lo que se le ocurre más seguido.

América nos dicta otra escala. Pueden observar el gran Templo del Sol de Teotihuacan y la escala que les dicta a los invasores españoles el antiguo Templo Mayor de México. Como tengo que cubrirlo, donde hay un templo cristiano o un prehispánico, la Catedral de México pasa a ser el segundo o tercer edificio más grande de la cristiandad, porque debía cubrir el Templo Mayor. Pero como los mexicanos tienen mucha conciencia de sí, sus arquitectos modernos, cuando hacen el edificio del Museo Nacional de Antropología, la escala de ese edificio moderno es la escala prehispánica, la escala barroca y es la escala moderna aceptada como parte de un devenir histórico y cultural.

Lo mismo pasa con Brasil. Tomemos el croquis de Le Corbusier para el Ministerio de Educación de Río. El Ministerio que realmente construyen sus discípulos, el gran Oscar Niemeyer y el gran Lúcio Costa es completamente diferente. ¿Por qué? Porque ellos eran modernos, seguirán una escuela, pero son brasileños además de ser modernos. Son hombres de aquí. Lo que decía un artista conceptual argentino, Federico Manuel Peralta Ramos: “Yo soy de acá. Me gusta acá”. Por eso Niemeyer ocupa el lugar que ocupa en el mundo, porque tiene ese gesto de independencia. Puede ser que ése sea el Ministerio para un suizo, con un país del tamaño de Hansel y Gretel que, si doy dos pasos de más, llego a Austria o a Liechtenstein. Pero si yo soy un brasileño y vivo en un país-continente y tengo la conciencia casi imperial de la grandeza de mi país, el Ministerio que hago no es el de Le Corbusier.

Nuestro pasado puede, siempre, ser tomado como interpretación para nuestro presente. El

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código de Nueva York del dieciséis se basa, en gran parte, en las enseñanzas de la arquitectura maya. Piensen que los norteamericanos en ese momento habían mandado muchas expediciones a mesoamérica. Pueden comparar los croquis de los sitios mayas y los croquis de estudios de rascacielos para Nueva York. Wright, el gran arquitecto americano, lo decía: “Los náhuatle pasaron por nuestra tierra. Aunque hayan florecido en México, son nuestros antepasados”. Él hizo mucho por unir esas culturas. Y no hay que ir tan lejos. Cuando el general Perón y Evita, a través de la Fundación Eva Perón y de los Planes Quinquenales, edifican la Ciudad Universitaria de San Miguel de Tucumán -que nunca se termina porque el golpe gorila de 1955 la dejó ahí-, estas casas para los profesores puede ser que recuerden a Richard Neutra de 1951. Pero el basamento que sostiene esas casas y que las une a la tierra es un basamento que estaba más cerca, que estaba en Quilmes. Entonces, éste es un modo de ser modernos, de estar en el tiempo pero, también, estar en el lugar.

Como los mexicanos, esta transposición magnífica del barroco, ¿qué es lo importante en un altar barroco?, el pan de oro. Luis Barragán en la Capilla Las Capuchinas sintetiza y toma del pasado colonial esa imagen.

Hay que destacar la Capilla de Amaicha del Valle y la inspiración que significa para Claudio Caveri y para Eduardo Ellis, dos grandes arquitectos. Hemos declarado la Iglesia de Fátima, en nuestra gestión, como patrimonio histórico nacional porque pensamos que era necesario hacer ese reconocimiento a arquitectos que tenían en gran estima la arquitectura moderna y en la misma alta estima la tradición cultural de su país.

Una imagen de Diego Rivera, contemporáneo de Petorutti, y que frecuentaba en París los mismos talleres, da idea de cómo se puede estar en el tiempo estando en el lugar. Él hace Paisaje zapatista, el guerrillero, una pintura cubista, pero ya está colocando los elementos de México, las pirámides de México, el sarape mexicano, el fusil, el sombrero del guerrillero. Puede ser que su lenguaje sea moderno, pero su temática es mexicana. Y cuando llega y el ministro de la Revolución, Luis Vasconcelos, le dice: “Acá hay que enseñar a leer a la gente porque hay una generación que se va a perder. Mientras les enseñamos a los chicos, los padres tienen que aprender la historia de México en los murales”. Y coloca, nada menos que en el Palacio Nacional de México, cierta imagen de la conquista: un caballero jaguar hundiéndole el cuchillo de obsidiana en la garganta al español. Por lo menos se da el gusto de ponerlo en la pintura. Y cómo grandes pintores como el gran Ezequiel Linares, que fue durante años uno de los maestros tucumanos, interpreta ese mundo onírico y mágico del barroco americano. Lo mismo que Gramajo Gutiérrez, otro gran tucumano o que el santiagueño Gómez Cornet.

Y esto, ¿es historia? No, lo que nos importa es está vivo y llega a hoy. Llega a hoy con Marcia Schwartz. Cuando yo dirigía el museo Fernández Blanco tuve un problema grave con la Asociación de Amigos porque exhibía una muestra de Marcia Schwartz, estaban indignados. Y digo: “Bueno, escuchame, mirá: según cómo se vea. Lo que ustedes adoran en el siglo dieciocho, los indígenas que están tallando imágenes religiosas, en el veinte, lo siento, se convirtieron en cabecitas negras que están en los hoteles del Once y que tienen como oficio ser changadores, colectiveros o putas. Lamentablemente estamos hablando del mismo tronco cultural. ¿Les molesta? Llega hoy. Para mí el museo debe estar vivo”.

Daniel Santoro hace una reinterpretación irónica, compleja y riquísima del fenómeno del peronismo. Pinta a Evita con la madre que él inventa -mítica-, de Juanito Laguna, del gran personaje de Berni. Y la madre de Juanito Laguna está embarazada porque a las chicas en las

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villas les suele suceder que las embaracen a los 11 ó 12 años. Y lleva luto en el brazo por Evita que la está sosteniendo de la mano. Y el humo que se alza atrás es de un ómnibus bombardeado en el salvaje ataque a la Plaza de Mayo, previo al derrocamiento del general Perón.

Yo quería terminar con un recuerdo y un homenaje a la Universidad de Tucumán. Ésta es mi vigésimo quinta o vigésimo sexta visita a una provincia tan querida que para mí es como si fuera parte de mi patria. Soy porteño pero he pasado momentos muy felices en Tucumán con mis amigos de muchos años. Esta Universidad tuvo, desde 1947 a 1952 un momento de esplendor que la colocó por delante de la Universidad de Buenos Aires. Y ese momento de esplendor se debió no solamente a los hombres que regían el arte -como Spilimbergo, como Timoteo Navarro, como Luis Lobo de la Vega y sus alumnos, como Aurelio Salas, y los que vinieron: Víctor Quiroga, Blanca Machuca y, en arquitectura, Eduardo Sacriste, Caminos, el italiano Tedeschi-, sino que se debió al impulso de ese rector espléndido que fue el doctor Horacio Descole y a ese impulso, a ese momento vivo que había en la nación respecto de su propia historia y de su propia cultura. Y estuvo al frente de la modernidad. O sea que era un momento de recordar cómo se podía estar, como dice el lema de la Universidad de Tucumán: “Con los pies en la tierra y la mirada en las estrellas”. Cómo se podía pertenecer al territorio y, al mismo tiempo, estar en el mundo. A mí me parece que éste es el secreto de este tema.Quiero terminar con una frase que a mí me emocionó siempre mucho de Gabriel García Márquez, cuando él recibe el Premio Nobel. Cuando él, en esa Europa que trata de que haya una cultura con mayúscula y no culturas, que haya hombre con mayúscula y no hombres, que arquitectura y arte con mayúscula y no artes o arquitecturas, él les fue a decir en la cara: “Es comprensible que insistan en medirnos, ustedes, con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son los mismos para todos y que la búsqueda de la identidad propia es para nosotros tan sangrienta como fue en su momento para ustedes. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos, sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.

Silvia Fajre

Quiero agradecer a los organizadores de este Congreso y, también, felicitarlos porque me parece que, generar un escenario como éste -que es el segundo ya-, es algo que necesitamos imperiosamente, porque vamos a discutir algo que es absolutamente estratégico e imprescindible que es discutir la cultura de nuestro país. Por otro lado, quiero agradecer a la Ciudad de Tucumán que nos alberga, a la Universidad que, de alguna manera, me dio alas y que me animó a formular muchas preguntas antes de emprender mi recorrido por distintos lugares que habité. Voy a tratar también de recortar el tema y voy a hablar de un tema que hoy es casi crucial: Patrimonio e identidad.

El patrimonio cultural es la contratara de lo efímero, como la identidad lo es a la globalización. Y a esto nos referimos en un momento en que los paradigmas que marcaron al mundo en los últimos decenios se resquebrajan junto con todos los mercados. Lo más probable es que tardemos un tiempo en evaluar todas las consecuencias y toda la magnitud de todo esto. Y, seguramente, tardaremos mucho más en saber los nuevos rumbos del mundo. ¿Cuál es el desafío? Es pararnos, posicionarnos en este cambio vertiginoso y, para ello, es repensar aquellos anclajes que permitían alguna forma de resistencia frente a un mundo que borraba fronteras y diferencias. Emergen, entonces, las distintas identidades que, como contrapeso a la homogeneización del discurso, nos arropó en el vendaval. Entre los elementos de mayor

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fortaleza identitaria, se encuentra el patrimonio cultural, el que entendemos como ese conjunto de bienes tangibles e intangibles que constituye el legado y sustento de una memoria histórica y de nuestra identidad.

El patrimonio, como ustedes saben, es una palabra polisémica y carga montones de significados. Por lo tanto, es controversial. Pero hay una cosa que creo que podemos acordar: ¿qué merece reconocerse como patrimonio? Es lo que cada comunidad y generación elige para proteger y, por lo tanto, nos remite a un concepto evolutivo y a un proceso dinámico. La evolución empezó con un concepto casi estético, historicista, documental, simbólico. Se fue ampliando y se fue profundizando y se fue enriqueciendo. Hoy tenemos límites borrosos de qué es el patrimonio, pero tenemos claro que es lo que, de alguna manera, nos representa.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de patrimonio tangible? Como la palabra lo indica, se está refiriendo a la materialidad de aquellos bienes que, de alguna manera, tienen una carga simbólica significativa y puede ser desde una obra de arte hasta un utensilio, desde lo monumental hasta lo doméstico, cosas tan diversas que hacen este universo de bienes. El patrimonio intangible, en cambio, es el espacio social resultante de una construcción colectiva y participativa que le otorga significado a ese espacio donde se desarrolla. El patrimonio intangible tiene menos camino recorrido y no es identificado y valorado con facilidad, como lo señaló Mónica, pese al enorme caudal identitario que portan y que aportan a la comunidad donde se inscriben. Estamos hablando de las costumbres, los conocimientos, los sistemas de significado, las habilidades especiales o las formas de expresión simbólica de un grupo social. ¿Qué tienen en común todas estas cosas? Todos ellos comparten una característica fundamental: son soportes identitarios que nos afirman como ciudadanos y miembro de una cultura singular frente a la mirada de otras culturas.

Cuando hablamos de patrimonio, independientemente de cuál sea el bien, la referencia y significado más importante es el proceso de producción y decantación de distintas generaciones que nos transmiten un conjunto de valores, conocimientos o simbologías. Les voy a leer una cita de Rosa Mantecón que me encantó. Dice: “El patrimonio cultural es una construcción histórica, una concepción y una representación que se crea a través de un proceso en el que intervienen tanto los distintos intereses de las clases y grupos sociales que integran a la nación, como las diferencias históricas, políticas, que oponen a las naciones”. Obviamente, este proceso de construcción no es lineal y refleja las resistencias y contradicciones lógicas de las interacciones propias de cada sociedad. El patrimonio cultural es un bien no renovable. Si se vacía, si se fragmenta, si lo perdemos, o cae en manos extrañas, simplemente, no sabremos quiénes somos porque ese hilo invisible que enlaza nuestra identidad, habrá desaparecido. Es importante hablar de patrimonio no instalado en el pasado, porque es un testimonio vivo que, en el presente, hace a la calidad de vida de la gente, evidenciando los diversos valores de una sociedad, que nos antecedieron, pero también, habilitando un devenir común. Patrimonios tangibles o intangibles son clasificaciones que nos hacen entender un poco más una mirada sistemática de todo lo que integra este universo de lo patrimonial. Pero en el momento de diseñar su protección, la mirada debe ser integral e interdisciplinaria. Si bien las estrategias deben ser específicas para cada bien y rigurosas y en cada caso, me parece que las políticas de protección pueden articularlas y el resultado será mucho más rico y más efectivo. No sólo se evoluciona en el concepto de qué es el patrimonio, sino también evolucionó su abordaje y sus mecanismos de gestión. Me animaría a decir que los abordajes evolucionaron de sistemáticos a sistémicos, de puntos no anclados en el territorio a sistemas territoriales. Y, en cuanto a los mecanismos de gestión, se pasó de mecanismos simples a sistemas muy complejos.

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Los gestores de patrimonio tangible tienen tres pilares: el Estado, los especialistas y la gente. En cambio, el patrimonio intangible, se apoya, básicamente, en la gente porque son los que sostienen su vitalidad. Acá yo voy a citar a Nancy Churchill Connor, quien dice: “Lo interesante del patrimonio intangible, es decir, las prácticas culturales, tienden a ser gestionadas por los actores sociales mismos, muchas veces sin la injerencia del Estado ni del sector privado”.

Los recursos destinados a la protección de bienes de valor patrimonial han sido insuficientes en nuestro país. Y, frente a los enormes desafíos que debemos enfrentar, es decir, suponer que seguirán siendo insuficientes frente a las demandas de protección del bien. Por lo tanto, me parece fundamental plantearnos nuevas estrategias en la protección del bien. Y en esto, la meta debe ser generar proyectos, programas, políticas que permitan hablar de sostenibilidad de cada uno de los bienes. Hay una frase que yo siempre digo y que no me canso de repetir: “Cada edificio debe ganarse su pan y cada elemento debe tener un bien y un uso social”. Por otro lado, si bien este bien es una obligación indelegable del Estado, nunca puede ser una tarea unilateral porque ésta es una responsabilidad colectiva y es, entonces, que todos estos proyectos deben animarnos a que la participación sea la más amplia posible en cada una de las protecciones del patrimonio.

En síntesis, la gestión de la protección ha tenido una evolución muy importante en las últimas décadas pasando de un modelo tradicional de preservación monumental y morfológica, a un abordaje ambiental, funcional y social. Pese a todos estos avances, falta muchísimo camino para realizar. Las políticas de protección deben ser creativas y sortear una enorme cantidad de dificultades: económicas, técnicas, políticas. Pero sin riesgo a equivocarnos, valdrá la pena porque lo que se está protegiendo es mucho más importante que los bienes en sí, porque la preservación del patrimonio heredado permite, no sólo mantener viva la historia y la memoria colectiva. Es importante para consolidar la identidad de una comunidad. El debate no es inocente: tiene una enorme carga política. Lo que estamos discutiendo es quiénes somos, quiénes queremos ser y cómo queremos articularnos con el mundo. Yo diría que, en síntesis, es la discusión política del siglo veintiuno.

Dijimos anteriormente que los bienes patrimoniales son portadores de la identidad, y claramente lo son. Pero, así como evolucionó el concepto de patrimonio, también evolucionó el concepto de identidad. Desde luego, el contexto económico, político, social y tecnológico nos hace replantear estos atributos de la identidad. El arrollador proceso de globalización fragmentó la identidad cuanto más intentó homogeneizar las culturas locales. Las corrientes de opiniones que defendían culturas únicas y singulares fueron, muchas veces, tildadas de obsoletas frente a los valores del modelo de la globalización. ¿No sería hoy interesante replantearnos esta crítica? La identidad colectiva más jerárquica referenciada a un determinado territorio que es la identidad nacional, íntimamente ligada al concepto de Estado-nación permeó sus fronteras frente a estos modelos y desdibujó su homogeneidad. Por lo tanto, cuando hablamos de identidad nacional, hoy se aleja de esta concepción estática y homogénea que expresaba, muchas veces, los valores de un grupo social dominante para dar lugar a identidades múltiples y dinámicas. Voy a leerles una cita de la socióloga chilena Gilda Waldman, que tiene un artículo muy interesante sobre identidad, y dice: “La identidad se ha convertido en un principio básico de movilización social e interrogación personal transformando este concepto en uno de lo términos que aparece y reaparece insistentemente en el debate político e intelectual de nuestro tiempo”.

Nos acercamos, entonces, al complejo concepto de identidad. Complejo porque está en permanente discusión y tiene múltiples visiones y lecturas. Complejo porque está,

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indiscutiblemente, ligado a los criterios de valoración que difiere de quién lo hace y en qué momento, porque los procesos de transformación son sumamente veloces y muchas veces tan lábiles que no nos permiten terminar de definir una cosa y ya la tenemos que replantear, y porque, además, de este reconocimiento no sólo depende de quiénes somos sino de cómo nos mira el otro, porque también estamos hablando de esto. Y, entonces, nuestro contexto inmediato ha borrado, muchas veces, las fronteras de nuestro país y nos transforma en receptores y expulsores de población al mismo tiempo, en lapsos temporales fluctuantes y cortos. Es decir que la construcción de la identidad colectiva se vincula, así, con lo propio y con lo ajeno y, por lo tanto, implica un nosotros e implica un sentimiento de pertenencia. La identidad social es una construcción colectiva para pensarnos a nosotros mismos frente a la otredad y esta apropiación identitaria, para ser legitimada socialmente, debe nacer de un debate que no llega desde afuera ni remite a lo académico ni bajaa desde lo político, sino que esta conciencia identitaria nace, se desarrolla y se consolida en el mismo seno de la comunidad. Pertenecer es, por qué no, sentirse singular y diferenciado, saberse integrado a un movimiento globalizador, sin que eso implique arrasar con nuestra cultura para ser sustituida por otra.

Ahora bien. Si, como hemos visto, lo que queda en pie frente al impacto globalizador es la singularidad cultural de los pueblos y de las naciones, ese patrimonio es el que debemos proteger, desarrollar e incrementar, enriqueciendo con nuevos valores y experiencias. Es la ventaja relativa a defender. Si el patrimonio y la identidad tienen tanto peso y capacidad de estructuración de la sociedad y sus relaciones, claramente es vital a la hora de propugnar el desarrollo humano. Hoy más que nunca, cuando esta crisis mundial nos abre la oportunidad de nuevos paradigmas, anhelar el desarrollo humano debe ser más que una utopía. Se trata de incorporar la capacidad de pensar en términos que ven más allá del hoy y del mañana. Durante muchísimo tiempo, la palabra desarrollo estuvo circunscripta al concepto de crecimiento económico y, por lo tanto, la cultura estaba ausente de cualquier programa de mayor impacto. Y en este paradigma, la mayor cantidad de estrategias, estaban directamente dirigidas a distribución de beneficios económicos, la capitalización, el ahorro y, a lo sumo, en carácter instrumental, lo tecnológico y la educación, estableciendo una sinonimia entre el desarrollo y el crecimiento económico. Mucha agua pasó debajo del puente. Se cambió por el tema de desarrollo social. Hoy estamos hablando de desarrollo humano y este nuevo concepto abarca mucho más que la variable económica. Significa un Estado en el que las personas pueden vivir en forma productiva y creadora de acuerdo con sus necesidades e intereses. El nuevo concepto al que debemos propiciar apela a ese concepto de desarrollo social, es decir, con el bienestar de la población en términos de calidad de vida, pero avanza hacia un concepto mucho más amplio, que refiere a la potenciación de las instituciones que posibiliten y garanticen el desarrollo integral de las personas en un marco plural y democrático. Hay una cita que les voy a leer de Teresa Incháustegui Romero, que dice: “Si en el proceso de desarrollo no se crean instituciones que apoyen plenamente los derechos y el desarrollo de las personas, no pueden ser sostenibles a largo plazo”.

En un momento en que la crisis global arrasa con los éxitos de un modelo neoliberal a ultranza, que no sólo no resolvió la exclusión, sino que creó nuevos excluidos. Como lo dice el chileno Manuel Garretón: “Resulta oportuno y absolutamente indispensable explorar otras estrategias de desarrollo que permitan avanzar hacia estructuras más equitativas y más justas”. Es importante, en este contexto, tomar partido sobre la necesidad de contar con políticas inclusivas que estimulen la participación y visibilidad social, al enorme abanico de rostros y voces que componen la comunidad.

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Las identidades hoy toman a la diversidad en su reconocimiento y construcción como su activo principal. Propiciar una fuerte conexión entre identidad y diversidad cultural es generar un espacio social donde cada individuo pueda asumir a su capital social valorando la diferencia y la pluralidad. Esto ya lo destaca la UNESCO cuando establece, enfáticamente, el papel de la diversidad cultural como motor indispensable del desarrollo. Las políticas exitosas de protección del patrimonio han demostrado contundentemente que contribuyen al desarrollo de la sociedad y no sólo se refiere a los efectos dinamizadores de la economía, es decir, crecimiento del empleo o recursos económicos, sino a todos los atributos positivos en la construcción de la ciudadanía y sus vínculos, fundamental para lograr la cohesión social que, como sabemos, es un tema estratégico en tiempos de enorme fragmentación como los que atravesamos.

La cultura, entonces, constituye un capital social generado por el conjunto de la sociedad y es una herramienta privilegiada para transformar las relaciones sociales, fortalecer la identidad en el reconocimiento de la diversidad, y fomentar el sentimiento de pertenencia.

El bicentenario nos ofrece una oportunidad única para revisar nuestra historia, valorar la diversidad de identidades que nos constituyen y, a partir de esta reflexión, construir colectivamente el país que queremos. Si llegar al bicentenario es un reencuentro con lo propio, un tiempo de repensar quiénes somos y qué lugar ocupamos en el mundo, la cultura es la herramienta que tenemos para fortalecer la diversidad e identidad cultural de cada país. Es la certeza de que en este camino, con la cultura como punta de lanza, estaremos construyendo una sociedad que sea más democrática, más libre, más abierta, más plural. En definitiva, una sociedad donde entendamos que tiene que haber más diversidad como sinónimo de riqueza.

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IX. DIVERSIDAD CULTURAL. LAS DIFERENCIAS CULTURALES Y LA IGUALDAD DE DERECHOSaleJandro roFman (argentina)Investigador del CONICET. Coordinador del Centro de Estudios Urbanos y Regionales. Especialista en economía y desarrollo regional.

roBerto tessi (argentina)Jefe del Programa de Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Provincia de San Luis. Artista Plástico (Escuelas de Bellas Artes “Manuel Belgrano” y “Prilidiano Pueyrredon”). Se desempeñó como director provincial de Cultura, subsecretario general de la Gobernación y subsecretario de Acción Social. Participó de numerosas jornadas, conferencias y seminarios.

cristian alarcón (argentina)Periodista. Redactor especial del diario Crítica de la Argentina. Becario de la Fundación Nuevo Periodismo. Profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Fue redactor de policiales, corresponsal de radios, productor y documentalista. Durante una década, escribió sobre violencia, conflictos y tensiones de las ciudades en Sociedad y Cultura del diario Página/12. Luego, continuó sus investigaciones y crónicas en las revistas TXT, Rolling Stone, Cambio, Lateral, Planeta Urbano y Gatopardo. Autor del libro Cuando me muera quiero que me toquen cumbia.

claudia Herrera (argentina)Representante de la comunidad Huarpe Guaytamari y miembro de la Organización de Naciones y Pueblos de la Argentina. Participó del libro Mujeres Dirigentes Indígenas. Relatos e Historias de Vida, editado por la Secretaría de Cultura de la Nación.

Alejandro Rofman

Es la primera vez en mi vida que doy una charla -y he dado muchas, por suerte-, ante un auditorio que hace cola para entrar, lo cual implica una situación privilegiada.

Me quiero referir a un tema que, en realidad, se discute muy poco pero está presente en cada una de las manifestaciones cotidianas de la vida social: las fuertes discrepancias que, aún hoy, hay en la Argentina entre diversidad cultural e identidad regional.

¿Qué es, en última instancia, una región? Una región es una construcción social, es decir, un proceso histórico acumulado de esfuerzo en donde la particular conformación de la entidad social que agrupa a los individuos que la pueblan, la han ido definiendo y perfilando en el tiempo. Y esa definición, ese perfil que va adquiriendo la región, se nutre de, al menos, tres condiciones fundamentales: las del contexto mundial o internacional, en qué modo se relaciona lo que la región produce, la región consume, la región organiza para satisfacer a sus habitantes; la determinada estructura social y las relaciones de poder al interior de la región, relaciones de poder que están marcadas según cómo se distribuye la riqueza y el ingreso, y están dominadas por la presencia, sin duda, de agentes sociales que controlan poder y territorio y aquellos que son controlados y subordinados. Y, por último, las peculiares, específicas vinculaciones entre el quehacer social y el marco natural. Hay construcciones sociales de regiones que se han ido perfilando en la historia, mostrando una muy especial armonía entre el criterio de

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utilizar los recursos naturales regionales y, al mismo tiempo, conservarlos para las futuras generaciones. Y hay otras, en cambio, donde el proceso de ocupación del territorio y su posterior desenvolvimiento fue y sigue siendo notoriamente agresivo, agresivo en términos del equilibrio ecológico, de la preservación de los recursos, de asegurar que la identidad cultural siga vigente en lo que respecta a respetar usos, costumbres y tradiciones locales.

En el segundo aspecto es donde, lamentablemente, hemos visto, en los últimos tiempos en la Argentina, un predominio fuerte, desagradable para los equilibrios regionales adecuados. Las culturas de implantación, importadas a esas regiones, son culturas no heredadas, sino aquellas donde el que se afincó, buscó extraer el mayor nivel de recursos posibles con el menor esfuerzo. Está marcado con caracteres indelebles lo que pasó en agricultura pampeana en los últimos diez años: una agricultura de invasión, de expoliación de la tierra, en donde el productor familiar desapareció en un 80% según la Federación Agraria -cuando era otra la Federación Agraria. Hace tres años, en un libro que escribieron sus principales integrantes -que parece que hubieran mutado como en esas mutaciones que uno ve en las series televisivas de ciencia ficción-, afirmó que la propiedad de la tierra en la Argentina, la tierra rural, está fuertemente dañada por la inexistencia de estabilidad para, por lo menos, un 40% de productores familiares extrapampeanos. Y en la Pampa Húmeda, la propiedad de la tierra ya no es del trabajo colectivo, sino que es un bien financiero de especulación. El capital financiero se posesionó de la tierra. El 80% está alquilado, no la trabajan sus propietarios como ocurría hace cincuenta o cien años, sino compañías contratistas de servicios que explotan al máximo el valor que tiene de nutrición la tierra y la dejan sin recursos.

Leía hoy en La gaceta de Tucumán una carta de una señora cuyo imaginario cultural estaba referido a aquella forma de explotación de la tierra rural que vimos quienes tenemos algunos años en nuestra niñez o en nuestra adolescencia, donde había un chacarero con su familia viviendo en su predio, se levantaba a las cinco de la mañana a ordeñar las vacas y luego salía a campo a cultivar, a desmalezar, a proteger la tierra del granizo o de los posibles destructores del producto que cultivaba, y luego cosechaba con esfuerzo cotidiano él y su familia. Como eso desapareció, en esta carta -y es interesante la fuerte discrepancia entre la figura cultural que supone un imaginario colectivo sobre la forma de explotar la tierra y la realidad-, la señora dice: “Estos señores del campo a quienes la Presidenta llamó ‘los piqueteros de la abundancia’”, lo cual es cierto, es el segmento social con más alta rentabilidad en la historia contemporánea argentina, calculando la rentabilidad como renta de la tierra y la rentabilidad como productores en relación al capital invertido, “son los que realmente hacen patria trabajando. A todo su patrimonio lo obtuvieron con esfuerzo”. Y después dice: “Admiro al sembrador que arroja las semillas sin tener la certeza de una buena cosecha”. ¡No están más! Hace veinte años que viven en un departamento de propiedad horizontal, en Buenos Aires, en Rosario o en Venado Tuerto. No viven más en su chacra. Reciben la renta de la tierra a través del alquiler que obtienen y lo que hacen es alquilar la tierra por una campaña -sobre todo campaña sojera, que tiene la virtud de extraer nutrientes de la tierra, no de aportarlos, sobre todo nitrógeno-, y se van. De modo tal que el sistema de arrendamiento es perverso, va destruyendo sistemáticamente la calidad de nuestro suelo.

Ahí hay una fuerte discrepancia entre lo que debería ser un proceso productivo de base familiar como es la agricultura en el resto del país, y que ocupa dos terceras partes de los productores agropecuarios. Agricultura familiar que tiene, entre otras virtudes, diversidad productiva. No se cultiva un solo producto sino que se hacen cultivos de muy distinto tipo, se tiene ganado vacuno, caprino, ovino, etcétera. Se tiene huerta familiar. Y tiene la otra enorme virtud de

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cuidar la tierra y cuidar el agua, porque sabe que sin ello desaparece su sustento económico y, además, no puede legar a sus hijos un predio para que puedan seguir produciendo.

Qué importante es reconocer cómo se construyó o se sigue construyendo socialmente un territorio y cómo se identifica ese territorio con una visión cultural armónica con el mismo, que responda afirmativamente con el mismo, que se solidifique en una alianza estrecha con el mismo, que dé orgullo. ¿Qué orgullo puede tener un productor que vive a trescientos kilómetros de su campo, que le pagó a un contratista que va, siembra, tres o cuatro meses después va y cosecha, y el campo está cerrado? Yo muchas veces les he preguntado a productores cómo cuidan su terreno. Me responden: “Y, lo cuida un vecino al cual le encargo que, de vez en cuando, mire si no entraron intrusos”. Entonces, me parece muy importante rescatar esta figura de territorio que tiene que ver con el perfil social de sus ocupantes y con el desarrollo de sus fuerzas productivas, con el modo en que se gestiona el territorio, cómo se combina y se coordina la explotación del territorio con los necesarios cuidados que se refieren al medio ambiente.

Voy a leer otra frase que leí ayer que me pareció excelente. No voy a decir quién la dijo, lo voy a decir después. Se refiere a la crisis económico-financiera del capitalismo: “Ellos transformaron al mundo en un gran casino y, a la vez, nos daban lecciones”. Fíjense ustedes, si uno analiza esta frase -que no es de la Presidenta, porque si fuera de ella ya andarían los diarios diciendo que está medio loca. ¿A qué se refiere? Primero habla de “ellos” y “nosotros”. Habla de un espacio externo, de una realidad externa, de un pedazo del mundo que son “ellos”, y donde él vive que es el “nosotros”. En segundo lugar, califica el modelo de organización socio-productiva dominante en “ellos” y los separa del que él pretende identificar como el propio de territorio. Y, en tercer término, claramente plantea que aquel modelo produjo los hechos que hoy están dañando su territorio, pese a que siempre dijeron que había que hacer otra cosa, “nos daban lecciones”. El discurso es de Lula y lo plantea en términos de lo que ocurre en este momento entre los territorios nacionales, no sólo entre las regiones, territorios que se constituyen, que se construyen, que se organizan para maximizar la renta financiera, lo mismo que la renta financiera de los que alquilan sus campos en la Pampa Húmeda, y que pretenden fijar criterios que deben ser transferidos sin cambios a la forma de organizar los territorios en los espacios que no tienen que ver claramente con su modo cotidiano de existencia. Y ahí hay, efectivamente, un imaginario cultural que aquellos defendieron y ahora se ha derrumbado y no saben cómo se va a reconstruir; un imaginario cultural nuestro, latinoamericano -ya que hablamos de regiones- donde se trata esforzadamente, con dificultades, con contratiempos, con avances y retrocesos, de construir otro modelo social, un modelo social que -como decía muy bien en la reunión anterior Octavio Getino-, obedece a causas endógenas. Se pretende construir y seguir construyendo a partir de fuerzas endógenas, fuerzas que surjan de la historia local que vayan conformando un espacio amigable con el medio ambiente y satisfactorio para las necesidades colectivas.

Para combatir seriamente los problemas de heterogeneidad en la estructura social argentina, para evitar que se difundan situaciones donde la polarización social marque el acceso de algunos a los recursos naturales privilegiados -como la tierra-, y otros queden excluidos de ellos -como ocurre en muchas áreas del norte argentino-, es fundamental avanzar en un esfuerzo que está compuesto por tres grandes líneas. La primera es la recreación de las raíces culturales regionales, la afirmación de una identidad, que se sepa de dónde se vino y a dónde se va y se privilegie el esfuerzo colectivo para que ese andar, ese proyecto, ese camino a recorrer esté jalonado de etapas que verifiquen que los objetivos del conjunto colectivo de quienes

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construyen socialmente la región, sean satisfechos en perfecta vinculación con la herencia cultural que se recibe. La segunda condición es la participación activa de quienes efectivamente construyen socialmente la región. Una identidad cultural plena se logra si todos tienen voz y, sobre todo, aparece la voz de los que no suelen tenerla, se escucha a todos. Y, en tercer lugar, el esfuerzo permanente por seguir recreando identidades. Las identidades no son un factor secundario: afirman al cuerpo social el orgullo de pertenecer, permiten avanzar de modo tal que todos se sienten partícipes del proyecto y, por último reconocen, con esas identidades, que el esfuerzo que hoy hacen para garantizar vida plena a todos sus habitantes, no es un esfuerzo que tiene pocos beneficiarios y muchos perjudicados, es un esfuerzo que reconoce la historia que hay atrás pero pretende avanzar hacia una historia diferente para adelante.

Roberto Tessi

Realmente también me hago cargo de lo que dijo quien me precedió: da gusto ver un auditorio así, lleno, esta expectativa por temas de la cultura, porque son los temas que, a veces, se han barrido debajo de la alfombra, “de esto no se habla”, “de esto no se discute”; en nuestro país hay mucho para hablar, mucho para discutir, mucho para mostrar.

Pertenezco a una provincia que viene realizando una tarea en cultura que -lo digo sin falsa modestia- nos enorgullece, porque creemos que se está abarcando, enfocando, el tema de la diversidad tratando de tener una visión amplia y respetando a todos. La provincia de San Luis hoy tiene un muy fuerte impulso de desarrollo y de pronto, tiene aristas como que, en unos meses, todo el territorio provincial va a tener Wi-Fi, Internet gratuita; desde los pueblos más pequeños. Los niños de las escuelas primarias reciben su computadora portátil gratis, se las provee el gobierno. Parte de la cultura en la cual nos vamos a tener que insertar para no quedarnos afuera del mundo. Hay una fuerte inversión en cultura. Yo quiero dar estos datos porque sirven para que nos ubiquemos. La población de la provincia de San Luis representa el 1% de la Argentina. Tiene un presupuesto anual, por recursos propios y coparticipación federal, de aproximadamente 2000 millones de pesos, de los cuales, desde hace varios años, viene invirtiendo en cultura más del 3% y, en este último año, estamos en una cifra cercana al 4,3%. Esto lo digo porque creo que, cuando hablamos de cultura, tiene que haber también una fuerte decisión política para abarcar estos temas. Muestro estos datos porque me parece que la Nación no está invirtiendo en cultura, ni siquiera el 0,5%.

Esto permite abarcar el tema de la diversidad. Nosotros hemos consolidado en cultura cuatro ejes: La Ley de Cine, que más o menos conoce todo el mundo -se invierten más de 25 millones de pesos en cine-; la Ley de la Música, que es algo que se pone en marcha ahora, en el mes de diciembre; San Luis Libros y la Fiesta de los Pueblos.

Hay un tema, que es la razón por la cual nosotros estamos en esta mesa, que es el de la inclusión a partir de la cultura. En la provincia de San Luis la desde hace ya unos años, la desocupación es la más baja del país; 1,3%, 1,4%. Y toda la masa de gente que estaba desocupada, además de incluirla desde el trabajo, la incluimos a través de la cultura. Usamos la cultura para reforzar la autoestima, para integrarlos, para hacerlos partícipes del resto de la sociedad en una situación tan injusta como la de ser un desocupado. Pero además había otra porción muy pequeña en San Luis que podíamos haber ignorado, podríamos haber dicho que no era significativa, pero la incorporamos: la cultura de los pueblos originarios.

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En San Luis confluyeron cuatro pueblos originarios de los cuales, quedan, con una presencia real, dos: los ranqueles y los huarpes. Solamente resistieron los pueblos huarpes y ranqueles. Todo el mundo conoce la historia de cómo fueron dominados. De los otros, algunos migraron, otros se fueron diluyendo y hoy es muy difícil reconocer sus vestigios. Pueden haber comechingones en cualquier lugar de la sierra, cualquier paisano de ese lugar puede ser un descendiente, pero no hay una identidad, no hay algo que podamos reconocer. Sí la gente de toda la nación huarpe, que está en la zona de Huanacache en el punto tripartito San Juan-Mendoza-San Luis, y sí la gente de los ranqueles, que están al sur, cerca de las lagunas en la parte norte de La Pampa, entrando a San Luis.

Nosotros teníamos un compromiso, el primer compromiso y el primer reclamo lo teníamos de estos pueblos originarios, porque la forma de montar este genocidio cultural fue quitarles la tierra. Entonces, el primer paso que dio el gobierno fue la restitución de la tierra a los ranqueles y a los huarpes. Estamos desarrollando un plan, un programa de pueblos originarios que preside una descendiente huarpe, Pascuala Huaquinchay. Fue elegida por ellos mismos, es una funcionaria del Estado en estos lugares. Los límites políticos de San Juan, Mendoza y San Luis son para nosotros, pero para ellos no existe eso. Cruzan el río, pasan de un lado, llevan su rebaño, como fue siempre. La nación ocupó ese territorio, lo cual nos ha significado dificultad muy compleja que la antropología cultural tiene que resolver desde la legalidad, porque no había títulos de propiedad o había, pero inscriptos en una provincia y habían sido mensurados en la otra. Complejísimo el tema. Obviamente, nuestra cultura dominante había impuesto reglas de juego por la que, generalmente, siempre los que perdían era los dueños de la tierra que son ellos.

Entre los ranqueles el genocidio fue mucho más violento, porque la famosa Campaña del Desierto los desalojó matando a los pocos que se resistieron, tomando cautivas a las mujeres y llevándolas de personal doméstico a las grandes ciudades de la Argentina, haciendo desaparecer, prácticamente, todo vestigio de esta cultura. De cualquier manera, por los apellidos, por algunas referencias, fuimos reconstruyendo quiénes eran, por qué se llamaban así y empezó a salir a la luz, eso que se decía con cierta vergüenza, se empezó a decir con mucho orgullo.

El gobierno de la provincia, para devolverles las tierras, tomó terrenos en el sur, expropió una cantidad importante de tierras, quizás de los mejores campos de la provincia, porque había que devolverles tierras buenas. No es como algunos otros proyectos que se hicieron en Estados Unidos, en los que los llevaron al desierto para que se siguieran muriendo.

En el caso de los huarpes, hay población establecida y ahí los convocamos. El gobierno trabajó escuchándolos y pudimos llegar a un acuerdo de establecer dos poblaciones: una ranquel y una huarpe. Para eso convocamos a diseñar las viviendas. Lo primero que teníamos que resolver era cómo reconstruíamos viviendas. Podríamos haber hecho las famosas viviendas del Instituto Provincial de la Vivienda, que están en todo el país, pero no. Había que respetar su cultura. De los huarpes tomamos el entramado de las esterillas, tan representativo de ese lugar. Son un pueblo lagunero, la totora era uno de los elementos clave de su cultura, para hacer las esterillas. Y, en el caso de los ranqueles, es el trenzado, el uso de los cueros y el manejo del ganado.

El gobernador de la provincia y Pascuala Huaquinchay, que es la jefa del programa de pueblos originarios, firmaron un acuerdo por el cual se les devolverían las tierras. Hubo muchas reuniones. Se presentó ante la sociedad de toda la provincia este programa. No tuvo opiniones encontradas, al contrario, se pensaba que era un acto de absoluta justicia devolver estas tierras.

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Este tema de la restitución de las tierras es, quizás, una de las claves al considerar las culturas originarias. Si no les devuelven la tierra, puede seguir sucediendo lo del Chaco. Nos avergüenza a todos ver las imágenes de chicos desnutridos, en los peores lugares de la Argentina. El día en que se les devolvió la tierra fuimos, en un acto oficial, funcionarios, y juntamos a todos los ranqueles. Yo llevo muchos años de funcionario y nunca había vivido una cosa similar. La gente bajó de los colectivos y empezaron a reconocer la tierra. Era un día de mucho viento, parecía que era imposible hacer un acto en ese lugar. Además a nosotros eso nos hacía sentir que éramos totalmente ajenos. Eso era de ellos. Y ésta es la forma, una forma respetuosa, en que yo creo que, desde la cultura, nosotros podemos aportar una instancia superadora para resolver una infinidad de temas. Porque éste es el primer paso. El 26, 27 de diciembre se va a inaugurar el pueblo ranquel. En estos días se empieza a construir el pueblo huarpe. Comienza una nueva etapa y, quizás, los teóricos, los antropólogos dirán que será una reetnización de esa cultura. Ellos se tienen que reencontrar, porque no es solamente la vivienda, no es solamente el proyecto sustentable de los que vayan a vivir ahí que, en el caso de los ranqueles va a ser criar caballos, reconstruir la raza de caballos criollos, sino que van a tener su propia escuela, van a decidir el tipo de enseñanza. Van a hacer una escuela bilingüe, dentro de lo que se ha podido reconstruir del idioma. Van a tener un hospital propio donde va a participar el médico con la medicina tradicional actual, pero se van a sumar la práctica de la medicina de ellos. Está el proyecto de hacer un monumento de una de las masacres que se produjeron cuando llegaron los españoles a la provincia de San Luis sobre los comechingones. Las casas son de hormigón, tienen gas, luz, agua corriente, Internet, todas las comodidades de la vida actual, que es lo que se merecen.

Las viviendas ranqueles, que eran tolderías hechas con cueros tensados, son ahora casas de hormigón, pero se trató de respetar el diseño con las guardas pampa y todo lo demás. Esto sería lo que nosotros hemos traído a este Congreso de Cultura, lo que nosotros proponemos, desde San Luis, para compartir. Tenemos intención de, en los lugares tripartitos -como con la gente de Mendoza y San Juan-, ver de qué manera resolvemos este problema. Estas minorías tienen derechos y nosotros tenemos la obligación de respetarlos. No es una utopía lo van a poder comprobar por los medios a fin de año, cuando lo estemos inaugurando.

Cristian Alarcón

No saben la maravilla que es ver la diversidad cultural reflejada en sus rostros. Es realmente un gran espectáculo esta ciudad. Anoche hice una primera recorrida. Yo tengo el vicio de la etnografía urgente. Mi trabajo, para quienes no me conocen, se radica en la trinchera de la crónica, de la crónica periodística, la cercanía entre la literatura y el periodismo y lo que trato de producir, en general, son relatos sobre algunas zonas, algunas fronteras o algunos territorios, casi siempre urbanos y suburbanos, en los que la diversidad no es extraordinaria sino que es una condición de sobrevivencia en la práctica cotidiana la diversidad y la solidaridad se dan la mano permanentemente.

Pensaba recién, cuando lo escuchaba a Roberto, en la relectura que estoy haciendo de Una excursión a los indios ranqueles de Mansilla. Quizás Mansilla haya entendido más la diversidad cultural que el gobierno de San Luis. Quiero promover un debate. Respeto los proyectos de los funcionarios del gobierno de San Luis, pero entiendo que, en una mesa de diversidad cultural, es conveniente subrayar algunas diferencias. En ese sentido, les voy a leer un texto. Este texto es parte de un librito que me está llevando la vida, que comencé hace cuatro años sobre la

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guerra urbana y suburbana de los clanes peruanos de narcotraficantes que se disputan algunos territorios de la ciudad de Buenos Aires. Estoy sumergido en una investigación que me complica la existencia, en la que se cruzan muchos de los conceptos que hay que debatir. Hay que poner en cuestión las ideas predominantes sobre lo que, supuestamente, es la diversidad cultural, en el sentido de que ya los territorios no son o rurales o urbanos, ya no hablamos de pueblos, más originarios o menos originarios. Estamos hablando de una mixtura que se expresa en las zonas que nadie quiere mirar. Lo que les voy a leer es la historia de un joven peruano, de un sicario frustrado. Se llama “Un condorito en Villa del Señor”. En el libro todos los lugares, todas las calles, todos los nombres, todos los datos que pudieran perjudicar la seguridad de alguno de ellos o la mía propia están cambiados.

“Un condorito en Villa del Señor”

Ángel llegó a nuestra cita con la pierna enyesada. Caminaba sostenido sobre muletas nuevas. Una sonrisa amplia dejaba ver los dientes blancos y salidos, la boca grande, los ojos chinos. Nadie le había pegado un tiro como yo pensé. Se había fracturado jugando al fútbol. Había sido primero cuidador, después vendedor y finalmente sicario del capo de la villa, de Villa del Señor. En encuentros a veces fugaces, otras morosos y eternos, Ángel me tradujo el territorio para hacerlo comprensible. Por momentos jugaba a ser malo. Se dedicaba demasiados honores a sí mismo y terminaba por decepcionarme. Pero, por otros, cuanto más infantil era su relato, más verosímil se volvía. “En la villa tenemos un presidente”, me dijo. “Él me pagó 3000 pesos para que yo bajara a un paraguayo”. Le pedí a Ángel que me dibujara las cuadras, los pasillos, los sitios en los que mandaban los capos. Dio vuelta el individual de papel del bar donde estábamos y con un marcador dibujó las manzanas nombradas con letras. En las esquinas delineó los hombrecitos con palitos infantiles. “Ésos son los guardias”, me dijo. Como para darme un ejemplo, dibujó cinco. Supe que a esa altura ya eran unos cincuenta, rotativos, en diferentes líneas de mando, desde los rasos a los familiares. A todos les decían perros. En el apogeo del negocio llegaron a ser sesenta.

La historia de Ángel no estaba allí, estaba tras la de su madre, su padrastro y su medio hermano que viven al sur de la ciudad en la Villa Sabaneta. Había llegado a los doce años desde las afueras de Lima, donde un día lo dejaron en manos de su abuela con la promesa de que, cuando las cosas funcionaran en Buenos Aires, donde se había vuelto a casar con un hombre de Paraguay, lo volverían a buscar. Pero eso nunca sucedió. Sintió que lo traicionaban. Nunca dudó de la buena voluntad de su mamá. Se lo había prometido, no le podía fallar. Como apenas recibía un llamado cada mes y las dificultades parecían frenar el viaje, le insistió a su abuela para que ella misma lo acompañara. La mujer cedió. Gastó los ahorros que había preparado vendiendo ceviche en un puesto del Mercado de la Virgen de Guadalupe, en el Callao.

Compró los pasajes. Emprendieron la travesía. Pasaron por Chile. En cinco días estuvieron en Liniers. Llegaba por fin a vivir con la mamá, esa mujer recia pero a veces dulce, que lo había aconsejado: “No te dejes, Angelito, convencer por nadie que te ofrezca plata fácil”. Ángel extraña la vida en Lima. En definitiva piensa: “Soñar no estaba tan mal”. Cuando hace memoria lo vence una intensa nostalgia. Ese sentimiento empeora los días nublados cuando el cielo porteño apenas se parece a la panza de burro de su ciudad natal, esa manera brumosa en que se oculta el sol allá. Así define Ángel su ciudad. “Allá”. “Es feo”, dice, porque a la melancolía le sigue la rabia. Una furia que lo lleva a odiar y que le borra la sonrisa ancha por días. Sí, en definitiva no había futuro para él en el Perú. “Allá”, dice, “quedaron ciertos juegos, la siesta interminable, los viajes entre la casa de la abuela y los abuelos”, los padres de su padre.

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Se subía en el Callao y se bajaba en el centro, donde pasaba el fin de semana en una casa tomada en la que vivían los viejitos. Regresaba tranquilo por ese camino tan conocido, sentado al final de una combi hasta que el cacharro se encontraba con la planicie ocre que se une al mar. Sabía que había llegado cuando el chofer bordeaba un río contaminado en el que se van a asolear los adictos a la pasta básica.

Casi toda su infancia creyó que el viaje sería la solución de sus pesares. Migrar. Cuando estuviera lista, cuando hubiera ahorrado lo suficiente y preparado una pieza para él en la casa nueva en la Argentina, su madre lo iba a rescatar. Pero no funcionó. Tardó unos meses en asumir que la abuela era la única que no andaba haciéndole notar la molestia de aguantarlo. Querían vivir como en los últimos años, solos con sus hermanitos. Él ya estaba grande. Se marchó. Maltrecho llegó a Villa del Señor, como un chico callado y simpático sin que nadie le hiciera problema, sin que él se los hiciera a nadie. Eso fue lo que lo empezó a poner en el camino que se armó solo, respaldado en un peruano conocido del Callao que lo dejó dormir en el piso los primeros días. “Si uno no tiene dramas con el resto, entonces puede ser que lo convoquen algún día”, se dijo a sí mismo desde siempre. Puede que si tiene el contacto justo, lo reconocieran para el trabajo y por fin le dieran un puesto entre los muchachos del capo, como parte de su ejército privado.

Al principio, no le quedó más que el raterismo aficionado, el entrenamiento cotidiano con presas fáciles. Le da vergüenza pero sí, le robó a los bolivianos cuando volvían de la feria, le robó la bicicleta a un par de guachitos de los barrios de clase media que colindan con Villa del Señor. Y hasta en una escuela también hurtó. Pero en el robo, se progresa cuando se consigue un arma y la consiguió. Un veintidós corto, medio lechucero que todavía atesora como un talismán. Ser soldado de los tranzas estaba mal visto entre sus amigos ladrones que ante ellos nunca reconocieron que les gustaría pasar a ser un perro. Él pretendía gozar de cierta estabilidad, cobrar cada día sus ocho horas, contar con las prerrogativas de los que integraban la banda. Los narcos no pagaban bien, decían, pero no dejaban tirado a nadie.

Fue una tarde sin pensarlo demasiado, vestido con un equipo Adidas que había manoteado en el robo a un taller clandestino. Entró por primera vez a la canchita de los peruanos con la excusa de saludar a un amigo de la infancia. El capo estaba sentado sobre una sillita del camping. El reloj le brillaba. Le mintió con que iba a tener un hijo y que se volvería loco porque quería trabajar y se tenía que poner las pilas y le dijo que se fuera a la casa. Al otro día, apenas desde las puertas, vio las cosas de él. Eran un lujo. Exagera sobre el capo que era un hombre discreto en los gastos, en las costumbres.

Como empleado de la banda comenzó a sentirse mejor parado, más grande. Aunque se dedicaba a lo más sencillo, era marcador. Le pagaban treinta pesos el día más las comidas por vigilar una esquina. Debía soportar la responsabilidad de que nadie se le colara, de que nadie lo fuera a apurar, y era el que acompañaba a los clientes que entraban por el pasaje San Juan, haciendo juegos de luces. Dos pestañeos y accedían custodiados como los apreciados clientes de un negocio bien rentable.

En cada esquina estratégica, uno o dos marcadores que se encargan de avisar con silbidos el ingreso de un extraño. A los marcadores los suceden en el orden jerárquico los vendedores, y esos se agrupan, a su vez, bajo el mando de los chacales. Los chacales son mayoristas autorizados y segundos mandos del capo. Entre ellos rige un código que permite el dominio piramidal sin titubeos. A la primera falta, la sanción es rapar a cero y afeitar las cejas. Si el

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muchacho no entendió con la vergüenza de andar con la cara como un mutante, se gana un tiro en la pierna. Es una forma de quitarles la herramienta de los ladrones. Ya no pueden salir corriendo. El tercer error es fatal. Mueren acribillados. Bajo esas leyes inquebrantables funciona el ejército privado al que Ángel ingresó.

“Cuando llegué de Lima fui a la escuela”, habla Ángel. “Duré unos cuatro meses. Como dicen acá, me verdugueaban desde las maestras hasta mis compañeros. No podía dibujar ni las alturas de tierra seca que había frente a mi casa. Me preguntaban que de dónde había sacado yo esas montañas, si acá todo es llano. Tampoco podía dibujar el cóndor que es para nosotros el que habita en las alturas. También me decían que acá debía hacer la pampa y el ombú. Y yo la hacía, pero me parecía aburrido. Allá subíamos con mis primos para escapar del barrio y mirarlo desde arriba lleno de esas calles anchas y creciendo las familias en esas casotas del tercero al cuarto piso sin parar. Eran manzanas y manzanas, siempre con el ruido de las mototaxis hasta que la arena del mar se vuelve fina y ya no se puede construir porque se derrumban. Solamente una vez hice los montes y una vez las casas con el mar del fondo, con las motos que parecen coches del futuro decorados con todos los colores que usted se pueda imaginar y con música caribeña, con cumbia peruana, a todo dar. Nomás una vez porque se me rieron en la cara los concha ‘e sus madres argentinos. Los gringos blancos, porque acá hasta los más negros se creen blancos al lado de nosotros. Se burlaban los concha ‘e su madre, me sacaban el cuero como a un chancho pelado. Me fui quedando en silencio de no poderles pronunciar las eses como acá, porque allá las decimos distinto y, ¿qué quiere que le diga?, mejor que acá. Porque, fuera de toda broma, hablamos mejor, más bonito los limeños. Nos decimos entre nosotros ‘causa’ o ‘causita’. Es lo único que yo fui borrando desde el principio para adaptarme a los argentinos que se dicen ‘che, boludo’. Allá tenía unos sueños que acá perdí porque acá es diferente. En mis sueños de chico, cuando subía frente al horizonte anaranjado de las tardes, yo era chofer de un micro que iba cuatro veces al día al centro. Ya me veía yo como a un tío mío al que respetaba mucho, cruzando la ciudad. Me imaginaba despierto tocando la bocina de mi combi propia, haciéndome respetar en la calle como se hacen respetar los que manejan esas chatarras en las que andamos apretaditos. Acá los colectivos son grandazos, allá son como nosotros, más pequeños. Pero acá, en lugar de tocar bocina todo el tiempo como allá, se dicen puteadas y facilito, como si nada, se mentan la madre. Allá, si le mentan la madre a uno, capaz que te mate. Igual no quiero ser criticón, porque bien agradecido estoy a pesar de lo duro que ha sido. Me ha ido mejor, pienso ahora. Yo soy un sobreviviente de tres guerras en Villa del Señor que, aunque usted no lo crea, se va pareciendo cada vez más a los barrios de Lima.

”A Jerry lo conocí en una fiesta. Jerry era el hombre de la noche con esa campera, con esos guantes de cuero negro. Me lo acuerdo bien clarito. El jean ajustado, las botas. Tenía un arito de oro que le quedaba muy bien y sonreía por cualquier cosa. Se hacía, digamos, el muy fashion, como dicen ahora. Se hacía el que era el hombre más feliz del mundo, hasta cuando tenía que jugarse el pescuezo. Era valiente. Estaban él y un amigo de él en el baile del Paraíso, cuando se armó la pelea. Su amigo borracho sacó en veintidós corto y le disparó a uno que le tenía ganas hacía rato. Por hacerse el guapo, a ese que le tiró el tiro, le cruzó la pierna de lado a lado. Y como estábamos compartiendo la botella, pues, yo me puse de su lado. Si hay una pelea, no le va a dar la espalda al que lo está a usted invitando. Eso no estaría bien visto. Por las dudas, yo rompí una botella y me quedé con el pico en la mano. Me enrollé la campera en el brazo y que se vinieran, si eran tan malos. Jerry no se estaba atreviendo porque sí nomás. Sacó de la espalda una cuarenta y cinco. Era nuevecita. Brillante. Cargada. Entonces fue como si nada hubiera pasado. Los otros se arrepintieron. Se llevaron al herido por una puertecita del fondo y la fiesta siguió, porque entonces, a esa parte de la villa, la policía ya no llegaba. Entonces Jerry me

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convidó una raya. Ellos ya estaban bien duros, tomando desde temprano. Y al rato me dio otra, y otra. La coca nos puso animados. Luego siempre compartimos el vicio. A Jerry le brillaban los ojos más negros de lo que los tenía y era de los que hablaban. Se hablaba todo. Se acordaba de todas las mujeres de su vida. Y, de vez en cuando, se ponía pesado pensando en Alcira, su mujer, que estaba presa en Ezeiza. Nos tomamos todo esa noche y nos sentíamos bien después de mostrar quién la tenía más grande. Fue así, por ese caso, que comenzó nuestra amistad. Una amistad de la que todavía me siento orgulloso. Esa pelea esa noche, esas charlas, nos dieron la confianza para salir a robar juntos. Fue en la misma semana. Yo me fui convirtiendo, poco a poco, en el hombre de confianza de Jerry. Jerry supo ver en mí al guerrero que yo quería ser, aunque todavía lo lamento. Nunca llegó a creerme lo suficientemente bueno. En esa época, cuando nos conocimos, ninguno de los dos tenía patrón. Jerry aceptaba trabajos de los narcos de vez en cuando, pero no era un perro con todas las letras, con horarios, con obligaciones las veinticuatro horas de servirle al narco. Su mujer Alcira era tranza y por eso estaba adentro, pero él no movía droga. Él no laburaba para nadie fijo y siempre se iba a robar afuera. Cuando me tocó trabajar con él, yo de vez en cuando era obrero de la construcción. A veces venía de la obra y él me llamaba para algo. Por ejemplo, había permiso de los capos para que apretáramos a otros tranzas. ‘O me pagás por tu seguridad o te mato, es sencillo’, les decía Jerry. Así que ellos pagaban. A él eran varios los que lo acompañaban en esos aprietes. El Peludo, Palín, Coqui. Dos de ellos muertos, más Jerry tres. Uno preso y yo vivo”. Voy a hacer un editing y me voy a acercar al final. Se viene la masacre en la que muere Ángel por participar.

“En esta historia a mí me tocó un trabajo que me pagaron barato para lo que, mirándolo después de tanto tiempo, fue. Digamos, por ser justos, que yo fui un correo esa noche o algo un poco peor, un entregador. Hacía un par de años que yo era amigo de Chaparrito, el hijo de Chaparro, el capo. Chaparro era uno de los fuertes, uno de los grandes, de los que tenía su propia venta y quería eliminar a Valdivia, que era el dueño de todo. O sea, Chaparro no era un perro, ni un cuidador, ni un killer como Jerry. Era un hombre que pesaba y que pensaba y que se veía venir que tomaría el poder. Fue su hijo, Chaparrito, que tenía mi edad, 18, el que me dijo como algo urgente: ‘Hoy lo tenemos que matar a Valdivia, búscalo a Jerry’. Para todo, yo me había convertido en el mejor amigo de Jerry, en su pibe de confianza. Igual, como era más grande que yo, o sea unos 25, yo quedaba como su segundo. Le avisé y Jerry trajo una pistola automática que nunca antes le había visto. Se juntaron todos en una piecita que no tenía techo, vacía. Eran tantos preparándose que casi no entrábamos. Chaparro padre e hijo, Jerry, Ganso, Sony, tres más. En un rincón yo, callado. Me sentía un inútil. Esperaba mi oportunidad, en silencio. Trataba de ni mirarlos. Mi amigo se dio cuenta y me invitó. ‘Bueno, vamos, loco, vamos Angelito. Vamos a hacerlos mierda a esos huevones’, me dijo. Jerry cargaba una escopeta calibre doce y saltó: ‘No, el no va, compadre. Echale flit de acá’. ‘Pero, ¿por qué?’, le dijo Chaparrito. ‘No, no, no. Que se borre. Él no puede ir.’ Adentro mío yo me decía: ‘Qué loco, ¿no? Mi mejor amigo me está diciendo que no, que mejor yo no mate, que mejor no sea parte de la masacre’, y yo me siento como si no me dejara jugar con ellos. Y en ese instante pensaba, por un lado, ‘qué suerte’, y por el otro me dolía que no me consideraran ni para cargar las armas. Ellos lo hacían como en una ceremonia, bajo una luz muy chica toda cagada por las moscas, que colgaba de un palo. Era el foco que habían puesto para hacer algún asado los pibes de ese pasillo. Yo me había comido varios asados ahí. En la esquina quedaban las cenizas. Había una parrilla con un alambrado. Por otro lado, me sentía orgulloso de estar, por lo menos, como testigo, porque estaba por cambiar la historia de Villa del Señor. Quizás mi propia historia. En una de esas, la de todos. En el aire se sentía que era un momento importante. Nadie hablaba. Se escuchaba el ruido de los fierros y de lejos unos pibitos jugando y la cumbia en algunos

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ranchos. Yo era un guacho, un huérfano, un paria de mierda que no tenía nada más que la cama y el veintidós corto. No tenía parientes en el negocio. Era un allegado peruano. ‘Menos mal que tengo la amistad con Jerry, por suerte’, me decía. Yo iba a insistir para no quedar como un cagón cuando, en medio del silencio, habló el viejo Chaparro. Habló con autoridad como si Valdivia ya estuviera en el piso, como si él ya fuera el jefe. ‘No, deja hijo. Deja que él no va a servir’, le dijo a Chaparrito. Me mató. Pensé que no me quedaba nada, ni el orgullo. Pensé si tenía que salir corriendo, me metí las manos a los bolsillos del buzo que tenía puesto. Si hubiera podido matarlo al viejo concha ‘e su madre con las manos lo hubiera hecho. ‘¡Qué viejo miserable!’, pensaba. ‘¡Qué viejo concha ‘e su madre! Le busqué la mirada a Jerry para que sacara la cara por mí, para que les contara cómo sabía poner yo el pecho cuando salíamos a robar juntos. Cómo lo había cubierto yo. Jerry miró los fierros ya cargados alineaditos sobre una mesa que era una tabla medio perdida. Las dos escopetas, el treinta y ocho, dos nueve y la más linda, preciosa, la del viejo Chaparro. Una Uzi. Jerry se quedó callado y entendí que era un empleado, que tanto que decía que era solo, que no dependía de nadie. Cuando había un jefe, pues había un jefe, y que al jefe ni el más guapo lo contradice, por lo menos hasta que lo va a traicionar y, entonces no le dice nada sino que lo mata directamente. Chaparro habló otra vez en el silencio. Me habló mirándome a los ojos. Pensé que para echarme, pero dijo: ‘Toma causita, anda a comprarles merca y aprovecha para fijarte bien cuántos son, en qué lugar están, así los bajamos más fácil’. Al final me tenían confianza. Agarré los cincuenta pesos que me daba Chaparro y salí por el pasillo caminando, ancho. En mí estaba la responsabilidad de lo que iban a hacer. Si yo les mentía, ellos perdían. Si yo les decía la verdad, ellos ganaban. Iba a sorprender a los Valdivia como a pollitos guardados en un gallinero. Los Valdivias eran unas mierdas. A mí ni se me ocurrió cambiar la historia. Cuando se decide que alguien ya no será más, es por algo. Yo había aprendido que eso no se discute. El destino se lo gana cada uno. Si están adentro del negocio y si están arriba, cuando les tocó, les tocó”.

Claudia Herrera

Mi nombre es Claudia Herrera. Soy hija de Santos Herrera y de Natividad Salinas. Soy mujer, esposa, madre. Soy abuela también. Estoy llegando desde las montañas. Vengo de ahí al pie de la Cordillera, del Aconcagua, de un territorio sagrado para los pueblos indígenas que es Uspallata. Como dijeron bien, pertenezco a la comunidad Guaytamari, que fue la primera en organizarse en la provincia de Mendoza, en hacerse visible y en tramitar personería jurídica. Por lo tanto, fuimos como punta de flecha para hacer visible en Mendoza al pueblo huarpe. Más allá de eso, ya han pasado tantos años y todavía hay sectores científicos aliados con el poder que siguen negando nuestra existencia. O sea que, de alguna manera, la que está aquí no está.

En principio, quiero agradecer a este territorio, a los habitantes originarios. Ayer cuando estábamos ahí en el teatro y se hacía la inauguración, primero pensaba en qué momento histórico estábamos viviendo nosotros los pueblos indígenas, porque como dicen, y es la primera vez que estamos participando desde lo orgánico y con presencia más fuerte en un Congreso Nacional de Cultura. Así que también ustedes están compartiendo este momento histórico. Quiero pedirle permiso a los dueños de casa que están aquí presentes, a los hermanos diaguitas calchaquí y de todos los pueblos originarios que me autoricen a poder expresar la voz. Ésa es costumbre nuestra, pedir permiso a los dueños de casa. Eso es respeto. Ayer cuando presentaban a las autoridades provinciales, decían “las autoridades”, y yo pensaba: ¿en qué territorio estoy hoy, ayer y estos días? ¿En qué territorio emblemático? Pensaba en nuestros

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antepasados. Un territorio emblemático de lucha indígena, y de levantamiento del pueblo calchaquí con su líder Juan Chalamín.

Eso es pasado, pero sigue habiendo líderes, hombres y mujeres que están de pie y en resistencia ante tanto atropello. Todo eso estaba pensando ayer, mientras escuchábamos todos los discursos. Pero miraba los funcionarios que pasaron y, con todo respeto, yo pensaba: están faltando nuestras autoridades, las dueñas de casa. Así que es una sugerencia para los organizadores, no solamente de este evento, sino de todos los encuentros que se vayan realizando. Tenemos autoridades, tenemos una forma de organización ancestral distinta, pero es nuestra. Es diversa, pero es nuestra. También a ellos hay que invitarlos y que estén ahí, sentados o parados, que estén presentes como autoridad. Así que les dejo esa inquietud.

A mí me convocaron a esta mesa para hablar del pueblo huarpe. Yo soy huarpe y podría decir muchas cosas, incluso acá al compañero de mesa. No me voy a dedicar a eso pero por ahí haya otros espacios. Pero sí aclarar que los huarpes no solamente estamos en las zonas desérticas, sino que los huarpes desde la historia, desde la llegada de la colonización, hemos estado en todo el territorio que hoy se llama Nuevo Cuyo. No solamente en una zona desértica. Porque muchas veces, y evidentemente desde las estrategias de dominación, siempre en los libros nos ponen, como casualmente, en zonas desérticas. ¿Qué es un desierto? Se supone que no hay vida, o hay vida oculta. Yo vengo de la montaña, soy huarpe y estoy allá.

También quiero decirles que hoy los pueblos originarios -todos-, estamos hablando por nosotros mismos. Ya no queremos más que nos sigan interpretando, queremos decir nosotros lo que somos y lo que queremos. Bienvenidas todas aquellas personas que deseen ayudar, lo que se denomina asociaciones civiles, el resto de la sociedad, bienvenido en estos tiempos, porque estos son tiempos reales de crisis. Porque nosotros los venimos padeciendo por siglos. Pero ahora le toca a mucha otra gente y, si no nos unimos todos y hacemos acuerdos en puntos en común, respetándonos en las diferencias ideológicas, filosóficas y religiosas, no vamos a poder transformar la vida en una vida digna. Yo celebro, realmente, que estemos todos juntos aquí luchando por una misma cosa.

Estuve unos días, después de que me invitaron desde la Secretaría de Cultura de la Nación, para preparar mi exposición. Les digo que es la primera vez que yo comparto una mesa en un auditorio de esta forma. Para mí es un gran compromiso y una gran responsabilidad. Primero, porque estoy representando a mis antepasados. Donde hay un indígena, un solo indígena, está toda la comunidad y están todos los antepasados. Y todos estos antepasados están presentes aquí también para darme fuerza y darme la voz que necesito en este momento. Así que agradezco a la Secretaría de Cultura de la Nación por esta invitación, al subsecretario, y a todas las personas que han hecho posible este evento. Absolutamente a todos. Yo he visto a las chicas, los muchachos, trabajando día y noche para que esto salga bien, así que muchas gracias a ellos también.

Cuando me presentaron dijeron que yo participé en un libro que también para los pueblos indígenas ha marcado un antes y un después. Un libro que se denomina Mujeres dirigentes indígenas. Relatos de vida. Este libro, en realidad, se vino gestando a partir de, aproximadamente, unos dos años y medio atrás. El secretario de la Nación, Nun, nos convocó a varios delegados indígenas de distintas provincias a una reunión. Era la primera vez que desde el ámbito de Cultura de la Nación nos estaban dando un espacio, una mesa de diálogo y de discusión. Allí le dijimos al secretario, entre muchas otras cosas, que justamente lo que había eran muchos libros,

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muchos libros que hablaban de nosotros. Y así como arranqué que queríamos hablar nosotros por nosotros mismos, fuimos escuchados. Fuimos escuchados y de ahí surgió la idea y después la concreción de este libro. Ahora, los pueblos indígenas somos los excluidos históricamente. Pero, ¿ustedes saben una cosa? Las mujeres indígenas, por ser mujeres y además indígenas, hemos sido y somos doblemente excluidas. Por eso la importancia de este libro.Quiero agradecer también a todo el equipo de la Unidad de Proyectos y Programas Especiales, ya que es desde allí de donde salen todos los proyectos que tienen que ver con los pueblos originarios.

En este libro se respetó lo que nuestras mujeres dijeron. Nosotras, las mujeres indígenas, en nuestra filosofía de vida como pueblo indígena, pensamos en lo colectivo. Nos desarrollamos en los colectivos, hacemos prácticas colectivas. Entonces, cuando hay una mujer hablando como hablan nuestras mujeres, y dan sus voces en el libro, ellas hablan de su propia historia pero, a la vez, de las comunidades y de los pueblos y naciones indígenas en Argentina. En este libro hay distintos perfiles de mujeres. Tenemos muchas mujeres en las comunidades con capacidades importantes para aportar en estos tiempos de transformación de una sociedad injusta a una sociedad de inclusión. Y así hemos estado recorriendo, últimamente, con el libro, talleres para mujeres a lo largo y a lo ancho del país, encontrándonos con ellas, diciendo y transmitiendo. Parte de lo que yo les he dicho, es lo que ellas permanentemente están transmitiendo.

Entonces, decimos nosotros -y así se dijo en la Tercera Cumbre de Pueblos Indígenas en Guatemala hace un año y medio y se va a seguir diciendo en la Cuarta Cumbre en 2009-, que ya pasó la época en que nosotros peleábamos por distintas cosas, podríamos decir, por una vida digna. En ese sentido, muchos países -inclusive aquí en Argentina todavía-, siguen tratando la temática indígena o la problemática indígena o la indigencia de los pueblos indígenas desde los ministerios de desarrollo social. Si nosotros nos ponemos a pensar en los distintos gobiernos y en muchos otros países, siempre se han elaborado políticas de asistencialismo. Nosotros, como pueblos indígenas, decimos que queremos participar en la elaboración, diseño y ejecución de las políticas públicas que nos incumben y hacer el seguimiento. Hay muchas emergencias. Aquí hablaron del Chaco, pero podríamos recorrer el país y, en realidad, en muchísimas provincias hay emergencias. Esas emergencias tienen que ver con la expulsión de nuestra gente de sus propios territorios, por supuesto. Tiene que ver con el ingreso -que eso no se ha detenido- de los mega-proyectos -tanto mineros como de producción sojera-, que siguen talando el bosque de donde nuestras familias, nuestros niños, nuestros ancianos toman elementos para sobrevivir. Es su propia vida, es su propia cultura.

Así que, como aporte a este Congreso, también decimos que, si se va a llevar adelante una Ley Nacional de Cultura, tendríamos que, también, repensar y reelaborar y cambiar la Ley de Patrimonio Cultural, porque nosotros no aparecemos. Otros siguen depredando y manejando todos los recursos de los sitios patrimoniales indígenas.

Leeré parte de lo que escribí para compartir con ustedes. En esta mesa se habla de igualdad, diversidad cultural e inclusión social, en el marco de las nuevas formas de articulación cultural y la desigualdad socioeconómica, en el marco de la globalización, frente a la necesidad de impulsar la diversidad cultural. Entonces yo digo:

Para hacer referencia a la igualdad, diversidad cultural, inclusión social y derecho a la cultura, entendiendo que el presente se sostiene en procesos histórico sociales y para exponer desde una mirada crítica, es que debemos desocultar lo que el sistema de desarrollo economicista

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ha ido produciendo, por supuesto, beneficiando a pocos y empobreciendo al resto, marcando una gran brecha de desigualdad entre unos y otros. Esos otros que, históricamente, venimos siendo excluidos por un modelo de desarrollo de acumulación que también ha ido degradando el ambiente y, por consiguiente, la vida de las culturas regionales y locales. Es necesario conocer y develar lo oculto por el sistema dominante que se encargó, a lo largo de la historia, de enseñarnos una versión distorsionada del conocimiento de nuestra identidad cultural, utilizando como instrumento todo el aparato ideológico puesto a disposición del poder hegemónico. ¿Desde cuándo? Para nosotros, desde 1492 hasta hoy.

Atrevernos a ver desde una práctica concreta un proceso que es dinámico y colectivo y que tiene vigencia, reflexionar entre todos, preguntarnos y debatir sobre esta identidad cultural que corresponde a un país, pero que tiene que ver con nuestra identidad latinoamericana, es asumir la responsabilidad como sujetos para indagar, auspiciar y analizar desde una mirada crítica el conocimiento de la historia que sostiene este presente, el que da sentido de pertenencia a los sujetos en el aquí y el ahora, al punto de llegada de una historia vincular y social, en el que se produce y se reproduce como hombre concreto, en condiciones concretas de existencia, en una doble relación: con la naturaleza y con todos los hombres.

Lo cultural es el eje organizador del sujeto. Abordarlo incluye una tarea impostergable de rescate y desmitificación de nuestra identidad cultural, identidad vulnerada, distorsionada, desgajada de nuestras raíces y tradiciones, a las que desde la óptica académica y política neoliberal, se la consideró -y aún muchos la consideran- como forma de vida condenada a la extinción, como meras supervivencias de un mundo que, alguna vez, había sido multicultural. La modernidad hegemónica occidental la condena y no alentaría expresiones de resistencia popular ya que se pretende anular toda discusión sobre el tema.

¿Cómo permanecer indiferente ante la versión distorsionada de una historia oficial que ha generado resistencia y lucha, que ha mantenido ocultos saberes y formas de pensar independientes y distintas? Queremos realizar un aporte necesario ante un aparato académico, ideológico, político y económico que sólo hasta hoy elaboró estrategias y acciones en pos de sus intereses, para acallar a aquellos que, ante el discurso globalizador y fragmentador cultural proponemos discusión y protagonismo, pretendiendo dejar elementos para resolver la salida hacia una identidad cultural no impuesta, identidad de resistencia y lucha acrecentada desde las realidades concretas de la existencia dentro de un orden social que cambia y se transforma.

El hecho fundacional para nosotros fue la llegada de los conquistadores con su imposición de un régimen feudal precapitalista europeo, al que los pueblos conquistados debíamos obedecer. La política tuvo un papel protagónico, ya que fue de decisiva importancia para fundar un orden de apoyo para una práctica global de conquista y ocupación territorial. Hubo políticas de sujeción ideológica y cultural, exterminio masivo y de terror utilizando distintos medios militares e ideológicos, que son parte del mayor desarrollo de las fuerzas productivas logrado por ese sistema. La conquista del llamado Continente Americano -para nosotros Abi Ayala- es un hecho fundacional en nuestro pensamiento, en nuestro modo de considerarnos, de valorarnos. No se nos contó que también en este país estábamos aquellos que teníamos una historia anterior, que las estrategias de dominación violenta utilizada, despojaron a muchos pueblos de su cultura, de su idioma, de sus creencias y su derecho a decidir su propia vida, matando a los que resistían y, a los que no, persuadiéndolos con métodos despiadados para que acataran esa superioridad, demostrada en toda su amplitud, descalificando a aquellos que intentaba continuar con sus tradiciones, con su concepción del mundo propio y diferenciada, como así

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también pasó a través de las dictaduras militares. Se eliminó a los que pensaban diferente. Se han hecho muchos esfuerzos para borrar o confundir los perfiles de nuestra cultura rica en diversidad, como lo fueron también las privatizaciones, cuando fueron cerrando y anulando a los referentes nacionales y fueron cerrando y quebrando miles y miles de empresas pequeñas y medianas, familiares, locales, regionales, nacionales, como intento de exterminio, nuevamente. Así, una larga, muy larga lista de estrategias.

Se volvió cada día más complejo vernos reflejados en una imagen coherente. Colaboraron a esto monopolios de medios de comunicación masivos, los que nos devuelven imágenes hoy como la familia Simpson. Modelos consumistas e individualistas. Estos medios son meros instrumentos para mantener vigentes esos intereses. Hablar de lo cultural, para los que nos miran desde la globalización, resulta también un eufemismo. No les conviene a estos sectores auspiciar hoy el conocimiento de la historia que sostiene este presente, ni alentar cualquier expresión de resistencia y participación popular, invadiéndonos con el escepticismo posmoderno. Sin embargo, ¿qué es sino cultura la manera en que los pueblos, pueblos indígenas, campesinos y familias suburbanas, contienen a sus integrantes en crisis? ¿Qué son sino formas culturales de dominación ideológica, las que arrojaron y arrojan a los hombres y mujeres a la exclusión y pobreza permanente? ¿Quién define hoy los modelos hegemónicos para la concepción de cultura en vigencia? En realidad, esta definición está dada por la tarea de anular un eje de discusión que da propuestas de trabajo en este campo cultural a muchos de nosotros, tanto en el protagonismo de hacer cultura, como en la producción misma de acciones culturales.

Pensemos que, para un joven, lograr hoy un lugar social es posible si está actualizado y, para esto, manejar una PC es suficiente. Nada de cultura, nada más que PC o jueguitos electrónicos y otras cosas. No le hace falta tener, entonces, la posibilidad de reproducir cultura. El imperio de los valores económicos ofrece los ejes sociales desde esa valoración. ¿Cómo encauzar bajo este título una noción de cultura que permita la vigencia del eje de debates, de discusión, que no considere sólo lo económico como parámetro, que incluya todas las formas de expresión de las diversas culturas? En este mundo globalizado se redefinen nuevos modelos. Hoy, con la crisis, mucho más. Por lo tanto, también redefinimos los modelos de lo que es comprender la cultura. Seguimos buscando una identidad nacional cuando la globalización se basa en dar, como parte de algo pasado, esa reivindicación. Se nos ha venido planteando una homogeneidad cultural, también sobre la base de trasformar la cultura en un elemento de sometimiento y dominación, parte de la ideología de la alienación de transformar lo particular en lo universal, cuando por el contrario, la cultura real de toda la humanidad se va construyendo a partir de la síntesis de todos los aspectos particulares.

El par cultura-identidad es el que nos mueve a los que sentimos la necesidad de conocer la realidad que vivimos para ser protagonistas de ella. A la globalización no le hacen falta los individuos, sino la masa que responda homogéneamente y esto nos ha llevado a preguntarnos hoy qué es cultura para nosotros, qué protagonizamos todos los días. Eso es cultura, la realidad de todos los días, la realidad social de un país en una región, en una provincia, en nuestras propias comunidades indígenas, en nuestras casas. Pensamos que, tanto el concepto de cultura como el de identidad, hoy están en crisis. Crisis porque se agotan los conceptos y valores de esta hegemonía, y al mismo tiempo crisis porque obliga a replantear con qué elementos se asumirá el concepto de cultura. Aún hay gran ignorancia de los distintos momentos históricos desde la conquista hasta hoy. Pero esto tiene que ver con una sistemática devastación, con un sistemático ocultamiento.

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Y ya para finalizar, las desigualdades económicas neoliberales generaron la necesidad de transformaciones profundas y acciones de articulación desde la diversidad cultural. Nuevas estrategias, como son hoy mesas de diálogo y participación activa entre los sectores afectados y los gobiernos para que prevalezcan las identidades culturales, locales, regionales y nacionales como herramientas que promuevan el derecho a la cultura. Articular acciones para producir políticas culturales que sustenten equidad y así convertir las realidades de exclusión histórica en verdadera inclusión social y cultural y desarrollo para fundar un Estado pluriétnico y multicultural y que no sea sólo una retórica, sino que se base en verdadero respeto a lo diferente y, a su vez, sea un desafío de aquellos que hemos resistido desde nuestra propia raíz cultural y asumimos el compromiso de aportar para el desarrollo de una sociedad más justa y digna para todos.

Esto es lo que escribí para compartir con ustedes y, por último, quiero dejarles una frase. Una frase que, en realidad, lleva a pensar, porque cuando yo les decía al principio que los pueblos originarios ya queremos hablar por nosotros mismos, también les queremos pedir a los gobiernos provinciales y a toda la gente que trabaja en política partidaria que no nos tomen más como folklore. Somos cultura viva. Esta frase la dijo un líder que fue descuartizado hace mucho tiempo y que después fue utilizado por algunos líderes políticos partidarios. Dijo Tupac Amaru: “Somos como la semilla de la quínoa. Volveremos y seremos millones”.

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X. LA RECUPERACIÓN DE LA CAPACIDAD ARTICULADORA Y PLANIFICADORA DEL ESTADO EN LA CULTURA Y EL DESARROLLOKelly olmos (argentina)Consejera Superior de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Secretaria de Asuntos Municipales, Ministerio del Interior de la Nación. Licenciada en Economía (UBA). Master en Economía Urbana (UTDT). Posgrado en Formulación y Evaluación de Proyectos de Inversión (IMPE-OEA-CEPAL). Becaria de USIS de Estados Unidos para desarrollar estudios sobre gestión de gobierno a nivel local. Realizó el Curso Internacional “Gestión Urbana y de Ciudades” (UBA) y un postgrado en Comunicación Social (FLACSO).

Jorge coscia (argentina)Diputado Nacional (Frente para la Victoria). Presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de la Nación. Cineasta. Fue presidente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y asesor en Cultura de la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires.

maría cecilia VelásQuez (argentina)Jefa de Gabinete del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Fue directora nacional de Diseño y Evaluación de Programas, de la Subsecretaría de Organización y Capacitación Popular del Ministerio de Desarrollo Social.

PaBlo esteBan wisznia (argentina) Subsecretario de Gestión Cultural de la Nación. Abogado. Se desempeñó como asesor del secretario de Cultura de la Presidencia de la Nación, asesor legal de la Dirección General de Museos de la Ciudad de Buenos Aires. Es especialista en legislación cinematográfica y en derechos de autor. Docente en la Fundación Universidad del Cine (FUC). Como productor cinematográfico, realizó, entre otras, las películas Valentín, de Alejandro Agresti, y Los rubios, de Albertina Carri.

Kelly Olmos

Gracias a los que hoy nos acompañan y a los organizadores por darnos la oportunidad de participar. El tema de esta mesa es la recuperación del Estado o, mejor dicho, de la capacidad articuladora y planificadora del Estado en la cultura y el desarrollo. Yo voy a focalizar, en particular, sobre la recuperación del Estado local como elemento articulador en la formulación de políticas que hacen a la construcción de una cultura de equidad y al desarrollo.

Cuando se habla de gobiernos locales, la primera focalización que se hace es sobre el concepto de descentralización. Indudablemente, es un concepto importantísimo el reconocimiento de que la proximidad entre el nivel de gestión y la ciudadanía, hace que ésta vea en el gobierno local o el gobierno más próximo uno de los pilares fundamentales con los cuales construye su juicio de valor sobre el funcionamiento del sistema.

Para esta ocasión, a mí me interesa focalizar, más que en lo que significa descentralización,

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proximidad al ciudadano, en el concepto de gestión de ciudad y, particularmente, lo que significa ciudad, no desde el punto de vista de dimensión, no voy a hablar en particular de las metrópolis -aunque, por supuesto, son la ciudad por excelencia-, sino en general también en todo lo que significan los núcleos urbanos como ámbitos centrales del proceso de socialización y, en consecuencia, de construcción de cultura. Gestionar esos ámbitos urbanos que son los ámbitos de la convivencia, del intercambio, del relacionamiento, es lo que a nosotros nos permite decir que, de acuerdo al diseño que uno expone sobre el tipo de ciudad en la que está pensando, se puede deducir cuál es el tipo de sociedad a la que apunta.

Siempre digo que no es casualidad que las dictaduras, después de conculcar todos los derechos políticos, la segunda institución que prohibían era la de la reunión a través del decreto de estado de sitio, porque la imposibilidad de reunión, la imposibilidad de socialización, de intercambio, era lo que permitía quebrar la construcción de una conciencia común y de un compromiso con el destino común. Desde ese punto de vista, si la concepción que tenemos de ciudad lleva a pensar en barrios cerrados que se comunican a través de autopistas, donde el lugar de relacionamiento son los centros comerciales cerrados, indudablemente estaremos trabajando en el mismo sentido que el mercado, que es el sentido en el que se maximizan las ganancias y que, indudablemente, conlleva a una importante segregación social con su reflejo espacial.

Si, por el contrario, concebimos al Estado local, a la Intendencia Municipal, como el liderazgo democrático que tiene que gestionar con un horizonte puesto en la construcción de la equidad, entonces, indudablemente, las prioridades pasan a ser la recuperación del espacio público, la construcción de espacios donde es posible la mezcla, el intercambio entre lo distinto, y no sólo me refiero a espacios físicos sino también a espacios de gestión como pueden ser los ámbitos culturales o los ámbitos educativos. Aunque en la Argentina no es el denominador común que tengan responsabilidad educativa las gestiones locales, porque generalmente es responsabilidad del nivel provincial, más allá de algunas que sí lo tienen, lo que indudablemente desde el ámbito local se puede impulsar a nivel educativo son todas aquellas actividades no formales que amplían la estimulación temprana y el marco de inquietud, de voluntad investigadora, que muchas veces la escuela formal no estimula adecuadamente.

Hago hincapié en estos aspectos: recuperación de los espacios comunes, inversión en los ámbitos de reunión, recuperación de los ámbitos comerciales a cielo abierto y, fundamentalmente, gestión del suelo urbano, y tributación asociada a la gestión del suelo urbano, que ofrezca verdadera equidad poniendo a disposición de los sectores populares el acceso a la vivienda. En esto, la verdad es que la tradición, generalmente, en América Latina, no fortalece este concepto que es tan propio del gobierno local y que es el de la gestión del suelo urbano y su tributación. Al mercado lo que le conviene es la menor intromisión posible del Estado en esta temática, el menor condicionamiento posible, la fijación de usos, en los mecanismos de regulación de construcción, etcétera, de manera de poder maximizar la ganancia garantizando la mayor segregación espacial posible. Sólo interesa una correcta gestión del suelo urbano, sólo el reconocimiento de las plusvalías que genera la correcta gestión del suelo urbano y su creciente apropiación por parte del conjunto de la comunidad que es, además, quien la genera. Porque en la gestión de ciudades y en el ámbito de lo que significa la economía urbana, dos inmuebles exactamente iguales valen distinto de acuerdo al emplazamiento en el cual están. Eso quiere decir que el valor agregado está dado por la inversión social en ese emplazamiento, de manera que es un correlato razonable que esa inversión social sea recuperada por el Estado de manera de garantizar su ampliación y su acceso por parte de quienes todavía no tienen acceso a esa inversión y a esos servicios. Si la tributación no es equitativa y no retribuye adecuadamente

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la prestación de los servicios, el que hoy los tiene está dejando de contribuir para que pueda acceder a los servicios básicos el que no los tiene. De manera que tener una política tributaria que no recupere esas plusvalías, significa desarrollar un nivel de gestión que va a ser pobre en cuanto al suministro de servicios básicos para quienes más los necesitan y, en consecuencia, son mecanismos que recrean y reproducen las condiciones de iniquidad.

El otro aspecto al que yo me quería referir en relación a responsabilidades del gobierno local y de gestión de ciudades en torno a la construcción de una cultura de la equidad y del desarrollo, está relacionado con el concepto de desarrollo local endógeno. Este concepto ha ido evolucionando de acuerdo al marco temporal en el cual lo analizamos y por muchos años que se caracterizaron por políticas macroeconómicas que desestimulaban el desarrollo productivo. El desarrollo local fue un concepto que se asociaba a políticas compensatorias, a hacer que, desde lo local, se defendieran las fuentes de trabajo o se pudieran poner en valor, como un mecanismo de defensa del trabajo, aquellas aptitudes o capacidades que permitieran seguir peleando por una cultura del trabajo. En los últimos cinco años en la Argentina, hemos tenido el proceso de crecimiento más significativo del último siglo. El concepto de desarrollo local endógeno ha ido variando en el sentido de que ya no hace falta como política compensatoria sino que, por el contrario, tiene que ser aquella política que le permita dar más densidad y sustentabilidad, tanto económica como ambiental, al marco macroeconómico, es decir, superar el concepto de crecimiento exclusivamente como un seguimiento de variables macroeconómicas -favorables en este caso-, llevándolo también a que sea dador de oportunidades para que se maximice el valor del trabajo y también de los recursos económicos de cada localidad. Hay que ser capaz de concebir el desarrollo local, o el ámbito local, más allá del espacio en que se enclavan inversiones se debe asumir a quien conduce y ha sido electo democráticamente para liderar la comunidad, como el líder del desarrollo de esa comunidad y quien es capaz de gestionar articuladamente con el nivel provincial y el nivel nacional, para que ese flujo de inversión o esas oportunidades se articulen con los recursos locales de manera de maximizar su valor y, como decía, como contraparte, darle sustentabilidad ambiental y económica a ese trabajo generado en estos años.

En la actualidad, en la presente coyuntura, tampoco puedo obviar que, encontrándonos como nos encontramos, frente a una crisis financiera internacional, de una envergadura inusitada, ese liderazgo local de desarrollo es un factor esencial para generar una conciencia que permita alertar tempranamente, en el cumplimiento de la consigna que ha marcado la presidenta de la Nación, que es la defensa del trabajo y la producción. De manera que la articulación del liderazgo democrático local con el gobierno provincial y con el gobierno nacional, tiene que ser capaz de generar esa sinergia que le dé densidad al proyecto y, a su vez, en esta coyuntura, que esté en condiciones de darle mayor fortaleza.

Finalmente, otro aspecto que también quería tomar, es el tema de la asociatividad. En la Argentina, desde la reforma constitucional del año 1994, ha quedado totalmente reconocida la autonomía de los gobiernos municipales. Pero, como nuestra construcción federal le da, indudablemente, un poder y una competencia muy importantes a la estructura de las provincias, esto se refleja en la autonomía municipal, estableciendo que es cada provincia la que determina el alcance de lo que se define como municipio y de lo que son sus competencias. Por eso, la estructura argentina en cuanto a municipios es extremadamente heterogénea y son municipios capitales de provincia que tienen características de metrópoli así como son municipios, en algunas provincias, pequeñas localidades, prácticamente todo ámbito de reunión urbana. Por eso, indudablemente, esto ha tenido como consecuencia que, frente a las demandas de gestión, se han impulsado y creado distintas iniciativas de asociatividad que permitan dar masa crítica para poder resolver

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las demandas de gestión en todos los ámbitos, desde la justicia de faltas hasta lo que es obvio, que es el desarrollo local. En algunos casos, esa asociatividad ha venido, incluso, instalada institucionalmente por constituciones como la de Córdoba, que fija regionalismos.

Me parece que son más interesantes para analizar aquellas asociatividades que nacen de la propia voluntad política de los actores y, obviamente, son las más difíciles, porque hay que construir institucionalidad, hay que poder superar lo que significa la diferencia partidaria, hay que atravesar el desafío de la continuidad en el tiempo. Sin embargo, como aquí bien se ha señalado, nosotros tenemos un convenio con la Universidad de Quilmes, con su observatorio de proyectos de asociatividad intermunicipal y la verdad es que nos permite ver que, con el tiempo, esto es una conducta que se afirma y que, en muchos casos, resulta hasta imprescindible para alcanzar una eficacia en la gestión.

Éstas eran algunas reflexiones que a mí me interesaba volcar en esta mesa. Es una mirada de la construcción de la cultura no específica de la gestión de cultura, aunque esta última, en sí misma, es indudablemente uno de los espacios de intercambio más importantes también a nivel local, pero creo que hay otras miradas cuando uno encara el tema de la gestión local que hace a la construcción de cultura como concepto abarcador. Me pareció que era interesante en este Congreso poder exponer, por lo menos, algunas reflexiones que vuelquen algún interés en el debate sobre estos temas.

Jorge Coscia

Yo también quiero agradecer la presencia de todos y también el enorme esfuerzo de la Secretaría de Cultura de la Nación, que logra darle continuidad al proyecto que comenzara con el Congreso de Cultura de Mar del Plata. Los que hemos hecho gestión cultural y los que, en mi caso, legislamos para la cultura o, mejor dicho, intentamos legislar para la cultura, sabemos lo difícil que es ubicar en la agenda de la real política el tema cultural.

Por eso, quisiera aprovechar esta oportunidad para hacer un poquito de historia, en un momento en que vivimos en una verdadera encrucijada. Estos días van a ser recordados seguramente en el futuro como un tiempo de cambio, un tiempo que define el antes y el después. Es apasionante y doloroso también. A mí me tocó estar hace unos años en una tormenta en el Estrecho de Drake y lo que recuerdo de eso es que tenía mucho miedo y también digo que fue apasionante. Las dos cosas. Nos podríamos haber ahogado, sin duda. El barco estuvo a punto de naufragar. Esto es lo que uno siente en esta tormenta de la historia que estamos viviendo, esta crisis del capitalismo que algunos definen como terminal -yo no lo creo pero sin duda es terminal para un modelo de capitalismo. Es apasionante, entonces, detenerse a reflexionar y a analizar el lugar y el papel que la cultura tiene para modificar la vida de la gente. Sin duda, esta colisión que está ocurriendo es una colisión de ideas, una colisión de puntos de vista, de criterios. Para mí es bastante fácil ver qué es lo que ha colisionado: de esos dos puntos de vista, uno ha sostenido largamente, desde Adam Smith hasta hoy, que el éxito de las naciones y los pueblos consiste en dejar que el mercado ordene, que establezca sus reglas, que sobreviva el más fuerte, que sucumba el más débil, así ha sido la naturaleza, porque no tiene que ser así en la vida cultural y social, en la vida productiva. El otro punto de vista pone en primer término al hombre y plantea que el hombre tiene una herramienta para determinar que las tormentas de la historia no maten más gente de la que deban, de moderar, de establecer equidad, de distribuir riquezas, es decir, de plantear un rol al Estado para regular el capitalismo.

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Lo que hoy colisiona podría definirse o gira en torno a una pregunta: si es el capitalismo el que va a determinar el destino de la humanidad o es la humanidad la que va a determinar su propio destino domando, controlando, limitando a un sistema que, si se lo deja en absoluta libertad, tiene como única finalidad la ganancia, el beneficio y el superávit. El superávit de una empresa suele ser el déficit de una sociedad muy a menudo. Puede ser lo contrario, pero cuando una empresa se plantea niveles de superávit extremos, no le importa si contamina el aire, si tiene que echar gente, no le importa si paga los impuestos, si hay trabajo en negro. Un gerente es premiado por el éxito de su superávit y no por cuidar la naturaleza, por cuidar el medio ambiente, y éste es el dilema que estamos viendo hoy. Esos gerentes de Wall Street, esos gerentes de las empresas financieras del mundo, de este capitalismo financiero globalizado, fueron premiados por establecer ganancias, ficticias pero ganancias al fin, que llevaron a este estallido que hoy se expresa en una verdadera conmoción global que pone en peligro la vida de mucha gente. Así que es bueno reflexionar en este contexto, más cuando los argentinos tuvimos un anticipo local de lo que fue la crisis de 2001, que solemos olvidar. Es sorprendente el modo en que se olvida rápidamente lo que a nosotros nos pasó hace seis años.

Por esto yo quería comenzar mi exposición haciendo historia. En el año 2001 yo escribí esto, y lo leo porque es la manera más rápida de que ustedes conozcan cuál es mi punto de vista de la cultura, porque explicar solamente ese punto de vista puede llevar dos horas. Escribí el 15 de enero de 2001 en Página 12: “Entender la cultura como un conjunto de actividades artísticas organizadas por rubro es el primer paso para desvalorizarla y esto es desvalorizar el alma de una nación y de un pueblo. El segundo es considerar la cultura como una responsabilidad de segundo grado en términos de gobierno y de Estado. Esta justificación explica el pretender subordinarla en el organigrama estatal a un segundo término. Sin duda, la educación determina la cultura de un pueblo, pero también es cierto que el proyecto educativo es resultado de una concepción cultural. También es cierto que confundir culto con educado ha sido un error, tanto como la confusión de que estar educado lo hace a uno culto. La cultura es abarcativa de todas las actividades humanas, pero no todas estas actividades competen al Estado. El dilema se resuelve al entender que la cultura no es una mera obligación para la nación, sino el sustento mismo en tanto proyecto manifiesto de sus posibilidades creativas. Dicho en criollo, sólo se es cuando se escribe y se canta. Nietzche diría “también cuando se baila”. Y me permito agregar, cuando se filma, se dramatiza, se pinta y, por sobre todo, cuando todo eso se difunde, más aun cuando la globalización tiende autopistas que traen sin llevarse nada, proponiéndonos ser sólo espectadores del protagonismo expansivo de otros países y otros ámbitos. Es por ello que un proyecto serio de país obliga a colocar a lo cultural en la cúspide de su agenda, porque sólo así los demás tendrán un rumbo claro y persistente. Entenderlo de otro modo es diseñar un cuerpo sin alma, enfrentar la crisis sin el proyecto principal”.

Esto para definir claramente que la cultura no es lo accesorio. Lo digo porque desde el punto de vista de algunos -por ejemplo de la vicejefa de gobierno de la Capital Federal-, podemos celebrar el bicentenario con una fiesta rave. Vamos a cumplir doscientos años y lo que hacemos es salir a la calle a brincar. Es una concepción ideológica, política. Es la concepción ideológica de que eso es lo que hay, eso es lo que el mercado de consumos culturales ha impuesto. Esto es una constante. Hago historia porque después de escribir esto -esto lo escribí el 15 de enero de 2002-, un mes después esa misma crisis, las crisis que son peligro y oportunidad, como bien sabemos, me tocó demostrar esa visión y me dieron el cargo de presidente del Instituto de Cine. El cine argentino estaba inmerso en el país de la crisis y yo siempre sostuve que no puede haber un cine exitoso en un país que fracasa. Sin embargo, en ese país que fracasaba, la aplicación plena de una Ley de Cine permitió pasar en un año a la mayor producción en la

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historia del cine argentino y esto se hizo con una ley que compete al tema de esta conferencia, ya que la Ley de Cine es una ley, diría yo, modelo, es una ley ejemplar, es una ley cuya estructura plantea la interacción entre Estado Nacional, la corporación del cine y las provincias.

Cuando yo asumí en el Instituto de Cine -y esto no es el elogio de una gestión, es el elogio de una ley, porque las gestiones son falibles. Estoy trabajando en el proyecto de creación del Instituto del Libro y discutía con sectores de la corporación del libro en torno a cómo estaba el cine argentino y yo creo que está bien, pero también que tiene problemas. Pero lo que yo les explicaba es: “Traigan aquí algún cineasta, algún productor, que hable contra la Ley de Cine. Podrán criticar una gestión de cine, pero no la Ley, por que la Ley es lo que ha determinado que pasáramos de hacer veinte películas por año a hacer sesenta”. En 2002, habría cinco mujeres directoras de cine. Las contaba uno con los dedos de una mano. Hoy son más de sesenta, muchas ya premiadas, reconocidas mundialmente, hasta Almodóvar coproduce películas dirigidas por mujeres argentinas. Hace seis años, en los años de la crisis, era muy difícil encontrar producción cinematográfica en las provincias argentinas.

Hoy hay nidos, focos de producción muy activos en varias provincias argentinas. Antes cuando hablaba de directores de cine, yo conocía todos los nombres, yo sabía los nombres de todos los directores de cine argentinos, que serían unos cien. A pocos meses de irme del Instituto, me acuerdo que me acercaron el catálogo para el Festival de Cannes. Lo abrí y yo, que hacía tres meses dirigía el INCAA, no conocía la mitad de los nombres de los directores de cine. El promedio de películas que se produce es de sesenta. Yo me fui del Instituto con doscientas películas producidas por el INCAA y casi trescientos cincuenta documentales, que son hoy patrimonio del Estado Argentino. Las películas no, los documentales sí. Eso es el resultado de una Ley de Cine, de una política de Estado. Es un claro ejemplo en un país donde no hay muchos ejemplos de leyes tan efectivas. Esto lo sé muy bien hoy como legislador. La Ley de Cine es una ley muy trabajada, que puede tener defectos pero, realmente, es ejemplar y demuestra cómo puede articular el Estado Nacional con las provincias. El órgano de mayor autoridad del Instituto de Cine no es el presidente, sino la asamblea federal que se reúne, al menos, una vez por año.

Cuando uno saca una ley de fomento de la cultura, la primera tentación es sacar una Ley del Libro, piensa en ayudar a las editoriales. Cuando uno concibe una ley, una política de Estado en torno a la cultura, es importante no pensar solamente en ayudar a las editoriales que existen. Uno debe pensar en ayudar a las que no existen también, porque si quiere fomentar la actividad cinematográfica, tiene que pensar no sólo en los directores que están filmando y los productores que existen. En 2002 casi no había PyMEs del cine. Hoy hay muchas PyMEs del cine que hacen negocios con PyMES y no tan PyMEs de España, de Brasil, de México, de Venezuela. Hoy estamos pensando en una Ley del Libro. ¿Cómo pensamos una ley del libro en grande? No la pensamos para las trescientas empresas editoriales que existen en la Argentina, la pensamos para las provincias argentinas que no sólo no tienen editoriales sino que tampoco tienen librerías en muchas de sus ciudades. Una ley, una política de Estado, piensa, incluso, en aquello que no existe porque de eso se trata, de generar y de fomentar aquello que no existe. Lo que sí existe en la Argentina, sin duda, es una formidable vocación cultural y artística. Nosotros, no es que estamos fomentando, en este momento, la producción de tecnología militar -es probable que no haya ingenieros idóneos para ello. Estamos proponiendo y proyectando políticas culturales para un país que desborda de energías creativas y culturales en todas las áreas del arte y la cultura. Cuando propusimos una Ley de Cine, no hay duda de que las corporaciones de cine, los que éramos directores, los que estábamos en la producción, pugnábamos por defender nuestro

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sector y nuestro interés. Ahora, esa era una ley que si sólo le hubiera dado poder y derecho a la corporación, es decir, a los que hacíamos cine, habríamos armado un poderoso kiosco para nosotros. Esto es así, así funcionan las cosas, la corporación quiere existir, defender sus derechos, tener mayores beneficios, quiere que el Estado ayude, pero que se meta lo justo, no demasiado. Es como el chico que dice: “Papá, dame la tarjeta de crédito que quiero ser libre”. Así piensan las corporaciones. Está bien, es su lugar y es su derecho pero, cuando el Estado piensa, no piensa sólo en las corporaciones. Piensa en las productoras, en los directores, en los artistas pero piensa también en la nación, en el país, en el pueblo argentino. Las leyes no son sólo para las corporaciones, las leyes son para la nación y para su pueblo. ¿Cómo se logra esto? Esto se logra como se debe lograr la verdadera democratización, porque estamos hablando todo el tiempo, en este Congreso, de que la cultura es uno de los derechos universales.

Es importante entender este concepto, es un derecho individual. Pero todos sabemos muy bien que, si dejamos en libertad los derechos individuales, hay derechos individuales más fuertes que otros. El derecho individual está ligado al poder de cada uno. Nosotros proponemos que el derecho individual sea colectivo y defienda el interés del colectivo. Ahí se equilibran las cosas y ahí es donde aparece del derecho municipal a la cultura, el derecho federal a la cultura y el derecho nacional a la cultura. Es ahí donde funciona este magnífico reloj de un proyecto nacional donde la particularidad federal y la particularidad municipal se articulan.

De manera tal que una buena ley cultural -y el cine es un ejemplo- es una que le da derechos y beneficios a la corporación, pero, ¿quién controla? Controla la asamblea federal. A uno podrá gustarle o no el gobierno de la provincia, pero es el modo en que la democracia funciona. Cuando dirigía el Instituto de Cine, a mí me preocupaba mucho ser democrático en el criterio de selección de los proyectos. Yo decía que era importante que quien decidiera quién filma y quién no, no fuera el presidente del Instituto. ¿Entonces quién? Representantes de la industria. Pero cuidado con esto porque, ¿quién tiene más derecho, alguien que expresa un gobierno elegido por una mayoría de votos de la nación o gente que representa a cuarenta empresas o a un sindicato con dos mil miembros? Es ahí donde debe darse el equilibrio. Si hay una Secretaría de Cultura en una provincia, eso expresa la voluntad de una elección y hay que respetarla. Las corporaciones no se plebiscitan, los gobiernos sí. Yo soy legislador. En el Congreso de la Nación diputados y senadores se plebiscitan cada dos años. Las cámaras de productores de cine no se plebiscitan cada dos años y es ahí donde ese plebiscito que modifica gobiernos y, por lo tanto, ministerios, secretarías de cultura, direcciones de cultura, articula y tiene mucho más poder y más fuerza democrática, aun con las limitaciones que pueda tener esa asamblea, que la corporación, que lo que quiere es cuidar la quinta. Y, es más, cuando uno cuida la quinta no quiere que el de al lado le pise la quinta y, la verdad, acá la buena noticia es que hay más mujeres filmando, hay más gente de las provincias filmando, hay actividad en la República y la corporación es más grande, se pelea más, discute. En la Argentina tenemos, de pronto, una actividad cinematográfica proporcionalmente más grande que la nación misma o que el Producto Bruto. Producimos más películas que países mucho más grandes en términos económicos.

Por último, debo decir que soy parte de un proyecto político que ha modificado mucho la Argentina y recordar el 2001 nos da la dimensión de lo que este proyecto ha transformado en la Argentina. Este proyecto puede tener defectos y, sin duda, tiene formidables deudas pendientes. Me puedo preguntar: “¿Voy bien por este camino?”, estoy yendo a la montaña y no veo la montaña. Entonces, como no veo la montaña agarro para el costado, me voy para atrás y ando perdido. Yo creo que es muy importante darnos cuenta de que vamos bien por

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un camino que ha recuperado el valor del Estado como controlador, como regulador, como garantía de que la riqueza se redistribuya, como garantía de que los intereses nacionales se protejan, pero también es bueno decir que este proyecto político todavía no ha comprendido ni valorado lo necesario. La importancia de lo cultural como herramienta transformadora, como herramienta de inclusión. Hay políticas culturales en ese sentido y yo suscribo la mayor parte, pero no es suficiente. Uno podría decir que no es suficiente el presupuesto universitario, ni el presupuesto de salud, ni el de transporte, pero hay una diferencia: si hablamos de universidad, de salud o de transporte, estamos hablando de miles de millones. La insuficiencia es, por momentos, inalcanzable en el corto plazo, mientras que la suficiencia en términos de políticas de Estado culturales es mucho más viable y alcanzable en el corto plazo. Bastaría con llevar el presupuesto a los niveles que tiene Brasil. Nosotros estamos en el 0,3%, como bien lo explica el Secretario de Cultura en un par de reportajes, Brasil en el 0,6%. Duplicar el presupuesto de salud es imposible, pero duplicar el presupuesto de cultura es posible y es entender lo que yo escribí en 2001, que los países son tan grandes como su proyecto cultural. Entenderlo y poner la cultura en la cabeza de la transformación argentina es la deuda pendiente y es algo que este proyecto político se debe a sí mismo.

María Cecilia Velásquez

En principio, quiero agradecerles la compañía en esta mañana. Me siento honrada de compartir esta mesa con Kelly, con Coscia, con Pablo, con quien, además, venimos compartiendo experiencias de trabajo de articulación.

Me parece importante contarles que lo que voy a tratar de transmitir y comunicar son, básicamente, reflexiones en torno a una experiencia que es la que estamos llevando a cabo en la gestión de las políticas sociales en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación desde 2003 hasta ahora y que, -me parece que es importante poder ponerlo y subrayarlo-, van de la mano del liderazgo claro de la doctora Alicia Kirchner, quien tuvo la valentía intelectual, profesional y yo creo que, básicamente, la tuvo porque tuvo siempre y tiene la claridad del proyecto político de romper con esquemas existentes. A cuenta de nuestro trabajo por resignificar el desarrollo social, el Ministerio de Desarrollo Social no es un ministerio sólo de asistencia. Creemos que, muchas veces, es el vínculo primario con el que llegamos a los ciudadanos, como cuando comenzamos en 2003 y como seguimos hoy, donde comenzamos a dialogar y a darle a ese otro, a partir del reconocimiento, la posibilidad de saberse incluido. Más allá de esto, me parece que es importante que nosotros estemos aquí en esta mesa porque, de alguna manera, Pablo, es un reconocimiento de que el Ministerio de Desarrollo Social no es sólo asistencia. Me parece muy importante para poder empezar estas reflexiones.

Lo que yo había pensado es hacer algunas cuestiones preliminares en torno a esta valentía que ha tenido quien nos lidera en el Ministerio de Desarrollo Social y fue construyendo equipo en ese ministerio, para transformar las políticas sociales. Tengo clara conciencia de que esto no siempre es muy conocido, porque no hemos sido buenos comunicadores, a cuenta esto de cómo interactuamos culturalmente también con nuestros sentidos y significados construidos, en función del desarrollo social, pero ésta es una realidad que estamos trabajando en el último tiempo.

Acudimos, el equipo del Ministerio de Desarrollo Social, a este encuentro con la idea de pensar en torno a las políticas sociales consideradas como políticas públicas integrales y territoriales.

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Esto es una definición de las políticas sociales y hay que hacerla en función de lo que plantea este Congreso, en el marco del bicentenario de Argentina y teniendo en cuenta los objetivos del desarrollo del milenio. Este es, más o menos, el planteo con el que iniciamos en equipo, con muchos compañeros, estas reflexiones y, muchas de ellas, vienen acompañando nuestra tarea porque cierto es que, para poder romper una institucionalidad e iniciar, como decía Kelly, el proceso de construcción de una nueva institucionalidad, no sólo hay que tener valentía, sino la capacidad de ir pensando mientras uno va haciendo e ir haciendo mientras uno va pensando. Este proceso que se denomina comúnmente praxis, es una exigencia en una gestión que busca transformar la institucionalidad de las políticas sociales. A esto nosotros lo hemos denominado bisagra, una bisagra porque, claramente, convivimos con prácticas, con ideas, con estrategias en muchos sentidos, en el interior del Estado nacional, en el interior de nuestro Ministerio, y en los espacios y territorios locales, provinciales, que, claramente, colocan a la política social en un proyecto político que se define como compensando lo que un mercado excluye sistemáticamente y se define, de alguna manera, diseñando una sociedad en la que algunos forman parte y otros definitivamente no van a serlo por la fatalidad de la pobreza. Después vamos a volver sobre esto que nosotros, de alguna manera, también repensamos. Nosotros planteamos las políticas sociales como políticas integrales, territoriales, con enfoque de derecho que, de alguna manera, ha hecho interpelar algún concepto, una significación del otro que no es menor: el que viene, el que acude a Desarrollo Social, a las áreas de Acción Social, generalmente era -y todavía debe circular en muchos lugares- un beneficiario. No era un ciudadano, no era significado como un ciudadano que buscaba acceder a un derecho que le estaba negado. Para nosotros esto es trabajar en desarrollo social con enfoque de derecho, entre otras cosas, resignificar a los sujetos como protagónicos en este proceso de construcción y resignificarlos como sujetos de derecho. Las reflexiones van a tener que ver con señalar algunos planteos que tienen que ver con el proceso histórico en la construcción del Estado nacional, y con la diversidad cultural.

Básicamente, dentro de la integralidad, incluimos la dimensión de la cultura pensada como una trama de significados con los que, de alguna manera, le encontramos sentido a nuestras prácticas, le encontramos el porqué y el para qué a nuestras acciones, a nuestros quehaceres cotidianos. Esta dimensión de la cultura acompaña el desarrollo de las políticas sociales desde el Ministerio. En este sentido, creemos que, en la medida en que pensamos el territorio, nos obliga a pensar una Argentina que es multicultural, que se muestra, como decía Kelly, con lugares muy pequeñitos que son rurales o parajes, otros que no son tan pequeñitos, pero no son las metrópolis, y otros que son urbanos claramente con otros rasgos culturales. La verdad que teñir la mirada del pensamiento de las políticas públicas sólo con el pensamiento que surge, necesariamente, de las grandes urbes, es -en criollo- errarle mucho al modo de pensarlas. Un camino que nosotros encontramos para evitar este error de modo sistemático es no pensarlas solos, no hacerlo en los escritorios y en los edificios en la Capital Federal, sino pensarlas con los ciudadanos en los territorios. Esto implica dialogar, encontrarse, albergar las contradicciones, muchas veces las oposiciones de algunos significados y algunas visiones, pero implica también, claramente, hacer un esfuerzo porque estas políticas sociales también signifiquen procesos de construcción cultural en la construcción de una nueva institucionalidad.

Quería rescatar, en este sentido, este espacio que significa el Segundo Congreso de Cultura porque está definiendo la construcción de las políticas públicas, de la mano de los espacios de deliberación, de debate y de construcción colectiva con el pueblo. Esto es una significación de la necesaria soberanía popular que debe haber en la construcción de las políticas públicas. Esto que parece una obviedad, tiene un sentido y un significado que vino perdiéndose en los

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últimos treinta años, no voy a explicar por qué porque todos sabemos. Perderlo y destruirlo nos ha generado muchos dolores y reconstruirlo nos genera muchos esfuerzos que no tienen pocas contradicciones.

Pensar políticas públicas en el encuentro con los otros, necesariamente nos obliga a resignificar todo el tiempo qué es esto de ser argentino. Voy a hacer una referencia personal, me van a disculpar. Yo soy santacruceña y me enojaba cuando escuchaba -y escucho todavía- en los medios de comunicación cuando se define: “Los argentinos somos así”, y realmente se define a los porteños que son parte del ser argentino. Y uno rara vez se siente incluido en alguna de esas descripciones. Entonces, necesariamente, ir al encuentro de la construcción de espacios colectivos para diseñar, ejecutar, desarrollar políticas sociales, requiere la capacidad de albergar a los otros con sus significaciones, con sus prácticas, con sus ritmos, con sus diferencias, que muchas veces son los que van determinando la realidad de esa construcción política. Discutíamos hace muy poco una medida de política social con algunos compañeros, y entre las cosas que decíamos es que una cuestión es definirla en un escritorio y en la resolución de ecuaciones económicas, y otra cosa es pensarla en el territorio de la nación con las posibilidades y las capacidades que ciertamente hay en los diferentes territorios, pero también con las dificultades propias y de cada uno de esos territorios. Eso es lo que, muchas veces, generalmente, termina definiendo el sentido de las políticas. Por eso es tan importante esta característica de la política integral territorial: ir al territorio, estar en las provincias, dialogar. No es estar mirando desde un lugar que tiene la verdad o el saber, muchas veces otorgado -soy provinciana- al que viene de afuera para hacer una doble vía. No es desde ese lugar que tenemos que hacer un ejercicio cotidiano para construir políticas sociales colectivas, sino es desde el lugar de la construcción colectiva. Esto se dice muy fácil, pero realmente tiene procesos de mucho desgaste en los últimos treinta años y de mucho analfabetismo -del cual decimos, que es analfabetismo político, en definitiva. Esto hace que a veces nos asombremos o alguien venga describiendo con mucho horror que en una mesa de gestión hay tironeo o tensión por el poder entre el intendente y la mesa de gestión que la constituyen las organizaciones sociales y, muchas veces, este planteo lo hace un estudiante o un graduado de una carrera de formación social, y uno dice: ¿Cómo puede ser que no entendamos que allí, necesariamente, se va disputar poder, entre otras cosas?” Va a haber juego de intereses como describía recién Coscia y eso es parte del juego, es parte de la democracia.

Brevemente, pensábamos que el bicentenario debe ser, entonces, una oportunidad de poder revisar en serio qué proyectos hegemónicos, en cuanto a sentidos y definición de significados de cultura, han determinado muchas de las decisiones de las políticas en los últimos años en la Argentina, para poder saber y contratar claramente los proyectos que conviven y las diferencias entre esos proyectos. Yo me considero orgullosa de formar parte de un proyecto trabaja para incluir las voces de los ciudadanos, en la posibilidad de decidir, en la posibilidad de institucionalizar, de crear, nuevas herramientas que nos permitan mejorar el modo en que se gobierna y el modo en que construimos bienestar para el pueblo.

Este camino nos encuentra muchas veces atravesados por visiones contrastantes. Muchos de ustedes deben ser del norte argentino -estamos en Tucumán-, otros del sur y desde cada uno de los lugares, del centro, de la Pampa, el modo en que se representa a los otros, el modo de resolver las cuestiones, el modo de implementar acciones, de construir los datos, de entrevistar, de incluir, realmente encuentra una diversidad bastante importante. También el modo de significar el Estado. Acá hay dos hechos que me parecen importantes y que nosotros retomamos, de modo implícito, cuando pensamos las políticas con sentido claramente participativo. Es

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pensar que este Estado, que nosotros pensamos hoy como promotor, articulador y presente, no apareció de la nada sino que viene de un proceso en el que se articulaba la definición de la omnipresencia del mercado, en definitiva, el anterior, y el anterior en donde, básicamente -y esto es lo quería resaltar- el Estado Nacional se constituyó en base a un genocidio. Este genocidio es el genocidio de los pueblos originarios y, también, en alguna etapa de la historia, de los criollos y de los gauchos. Esto -es muy limitado enunciarlo así- recorre, a nuestro criterio, las representaciones, los modos y las formas culturales en muchas comunidades originarias pero también muchos de los ciudadanos de distintos espacios de Argentina. Desde allí, muchas veces, se va al encuentro del Estado, este Estado que claramente desde el proyecto definimos como articulador, como presente, como promotor, como necesariamente de todos y de todas de la mano de una sociedad organizada. Pero para poder definir este Estado con un grado de sintonía en términos culturales, tenemos que reconocer que cometió, entre otras cosas, un genocidio para poder ser fundado, y este genocidio recorre, necesariamente, las representaciones a la hora de encontrarse con él. Esto es parte de lo que nos pasa cuando construimos políticas indígenas -acá hay una compañera que tiene una larga trayectoria- y cuando comenzamos el desarrollo en esas regiones, cuando pensamos que allí queremos hablar de trabajo y, muchas veces, no se comprende o se hacen intentos sistemáticos -de hecho los hay, hasta anécdotas- en donde pareciera que esas herramientas que se trabajaron no funcionaron porque no se quiso. Muchas veces éste es el sentido que se encuentra, el significado que se da y, en realidad, los que no hemos podido comprender que estamos llegando a comunidades en donde el trabajo como parte del desarrollo del capitalismo no existe y donde los esfuerzos tienen que ser de otro tipo, sin que implique renunciar al intento.

El otro genocidio que creo que también es parte de las significaciones del Estado es el que se cometió desde el año 1976 en adelante. Atraviesa los modos en que representamos la política, atraviesa todavía a muchos de los militantes populares. No deja de ser, también, una significación que se relaciona con el modo en que se acercan al Estado. Confían en que ese Estado puede, realmente, articularse genuinamente con la comunidad organizada.

En síntesis, lo que quería expresar es que poder diseñar políticas sociales que impliquen construcción de espacios colectivos, implica saber que vamos al encuentro de otros que tienen, aun siendo parte de esta misma nación, historias de significaciones y de representaciones diferentes. Esto aparece todo el tiempo como modos de interacción que permiten, que favorecen y que, muchas veces, obstaculizan la realización de algunas acciones. Pero como las dificultades a nosotros no nos detienen y porque creemos que, en realidad, parte de resignificar la historia es poder encontrar el para qué y el sentido hacia delante, somos muy empecinados y hemos desarrollado, en general, herramientas que, básicamente, se construyen desde la participación colectiva. Yo voy a mencionar algunas:

Una son los centros de integración comunitarios donde hay servicios de acceso a derechos de salud, de educación, y donde, el planteo es la construcción de mesas de gestión integradas por representantes de organizaciones sociales que tienen la tarea de pensarse, pensar la comunidad y sus problemáticas. Ésta es una herramienta que estamos desarrollando en 240 lugares del país y vamos a llegar a 1000 al final de la gestión.

Otra es un programa que se llama Promotores Territoriales para el Cambio Social. Está constituida por militantes -y cuando yo digo militantes estoy hablando de personas con un alto grado de compromiso social, que están insertos en los barrios más vulnerables de distintos lugares del país- que nos ayudan a hacer más accesibles muchas de las herramientas con que contamos en

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la política social y, también, a monitorear parte de lo que ocurre con estos procesos, la llegada que tenemos y las omisiones.

Una tercera herramienta es el Plan Nacional de Abordaje, que es el que estamos haciendo una acción conjunta con Música Pueblo, a través de la formación de orquestas y bandas infanto-juveniles en lugares muy pequeños y en algunos grandes aglomerados en el país.

Debo ir terminando. La verdad es que no dije ni la mitad de las cosas que tenía que decir. Voy a terminar definiendo que, para nosotros, las políticas integrales se identifican con tres cuestiones básicas: la generación de espacios de participación multiactoral en las intervenciones; generalmente, esto es una constante, más allá de estos dispositivos que detallé. La necesaria articulación entre los distintos actores -como decía Kelly-, los gobiernos locales, los gobiernos provinciales y, en este caso, una fuerte articulación con los diferentes ministerios y secretarías de la nación. Hay un espacio que se llama Consejo Nacional de Coordinación de Políticas, donde se sientan los ministros a trabajar las políticas sociales e integrales. El otro elemento tiene que ver con esto que mencionaba al principio, que es cómo pensamos las políticas sociales de modo transdisciplinario y, en esto, la dimensión cultural.

Solo quería decir, para finalizar, que hay una cantante y autora popular que siempre nos acompaña, Teresa Parodi, que compuso una canción para un foro de ministros de América Latina que dice algo así como que, si nosotros logramos imprimir nuestra mirada a los proyectos y a las políticas que diseñamos, una mirada colectiva, seguramente el futuro es nuestro. Ella dice: “Si es nuestra la mirada, el futuro es nuestro”. Así que coincido con el compañero de mesa en que es un momento histórico muy importante, que seguramente debe haber muchas cosas por hacer que nos faltan, pero realmente estamos en un momento histórico que requiere de todos nosotros para poder construir una patria como nos merecemos.

Pablo Wisznia

Es un poco difícil hablar después de estos oradores y, fundamentalmente, después del trajín de organizar el Congreso de Cultura.

Quería partir de un diagnóstico que alguna vez algunos me lo han escuchado decir, pero que a mí no deja de impresionarme todos los días de mi vida. Es notable a dónde hemos llegado -y ahora vamos a ver a dónde- si tenemos en cuenta que la Secretaría de Cultura de la Nación está emplazada en Alvear y Rodríguez Peña, en el barrio más rico de la Ciudad de Buenos Aires. Desde mi oficina, el balcón mira hacia Avenida del Libertador. Ahí a tres cuadras está el Palais de Glace. Cerquita también de ahí está el Museo Nacional de Bellas Artes. También por la zona anda el Museo de Arte Decorativo. Es evidente que esa estructura institucional y, consecuentemente, la estructura edilicia, está constituida a imagen y semejanza de un ministerio francés de finales del siglo XIX, principios del siglo XX. En algún momento en que la cultura sólo estaba equiparada a las bellas artes y, como ayer bien decía José Nun, las bellas artes siempre, en términos generales -tenemos nuestros artistas populares como Berni o como Santoro-, han sido para el disfrute de unos pocos. Pero este diagnóstico institucional no termina acá porque, a su vez, a lo largo del tiempo, la Secretaría de Cultura de la Nación ha sido desmembrada, quedando una especie de tronco sin demasiados contenidos, prácticamente dedicada a la música y a las bellas artes. Recordemos, como dice Jorge -y a mí me parece muy bien que sea así- que hay algunos entes autárquicos de cultura como el Instituto Nacional

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de Cine, el Instituto Nacional del Teatro, la Comisión Nacional de Bibliotecas populares, el Teatro Nacional Cervantes, la Biblioteca Nacional y el Fondo Nacional de las Artes. Los libros, el audiovisual y el teatro, todas estas construcciones de la creación identitaria, están por fuera de la definición de políticas públicas de la Secretaría de Cultura de la Nación. Esta problemática y el emplazamiento físico del que estoy hablando, conllevan necesariamente a una institucionalidad menor a la que, a mi criterio y de acuerdo a lo que mis cuatro compañeros de mesa acaban de decir en el sentido de que el proyecto nacional es un proyecto cultural, demuestra a las claras que la Secretaría de Cultura está afuera del pensamiento de cualquier proyecto colectivo. Ha sido dejada en la Recoleta como un mero tronco sin miembros que se dedica -o se debería dedicar- sólo a atender algunas cuestiones para bienestar de los sectores con mayor capacidad económica de la República Argentina.

¿Cómo construir desde ahí? ¿Cómo construir desde este diagnóstico institucional? ¿Cómo construir desde los genocidios y desde los genocidios a los salarios de los trabajadores, a sus capacidades productivas, de la década del 90? ¿Cómo construir cuando a los trabajadores se les quitó su carrera? Cuando uno viene a un teatro y encuentra un trabajador que desde 1992 cobra lo mismo y le dice: “Traje una consola, hicimos la licitación”, uno se siente un verdadero imbécil. “Traje una consola de sonido que sólo hay en el City Hall de Nueva York.” Y el tipo la mira y dice: “Yo apenas sé usar la consola de 1972. A mí nadie me capacitó. Me dejaron con 1200 pesos por mes. Yo siento que soy un inservible social”. Hay que reconstruir desde esa institucionalidad. Y este es un diagnóstico que parece pesimista, pero vamos a ver que no lo es. ¿Cómo construir cuando las secretarías de cultura, provinciales y municipales, tienen la misma problemática? Hay municipios donde el director de cultura es el amigo del intendente que, en sus ratos de ocio, toca la guitarra. Hay secretarios de cultura o directores de cultura que lo son porque son los que pintan en el pueblo, como hobby. El concepto de cultura y bellas artes caló tan hondo que, al día de hoy, pensar a la cultura como parte fundamental de la construcción de un proyecto de desarrollo nacional es muy difícil, al menos desde esa institucionalidad.

Anteayer Aldo Ferrer decía que la cultura tenía dos vertientes: las creaciones del espíritu, que suelen ser individuales, la creación de los artistas y puestas a disposición del público, en algunos casos colectivas pero en la mayoría de los casos individuales; por otra parte, las creaciones del ingenio, entre las cuáles están la ciencia y la tecnología. Ambas creaciones generan este contenido identitario que nos permiten lo que él denomina “vivir con lo nuestro”.

Ésta es una crisis fenomenal que no sabemos hacia dónde va, porque estamos afuera de cualquier definición que se tome con relación a ella, pero a la vez estamos muy adentro como para poder decidir en qué lugar queremos pararnos frente a esa situación en el mundo. Hace cuatro años empezamos a trabajar desde la perspectiva de que lo que teníamos acá era un serio problema de representación del futuro, en términos reales, efectivos y concretos, y eso me obliga a trabajar con Cecilia, me obliga a trabajar con Alicia, me obliga a trabajar con Eugenio, me obliga a trabajar con promotores. Voy a decir de qué estoy hablando: estoy hablando de un chico que hace un mes atrás se paró en un puente de la Panamericana y tiró una piedra de siete kilos que entró por un parabrisas de un auto y le pegó en la cabeza a una nena de dos años -espero que esta nena esté viva, sé que no había muerto y que estaba en el Garrahan. Pienso que éste es un problema de representación del futuro. Es un problema que es claramente cultural, porque cuando a él le preguntan -es un chico de 18 años- por que lo hizo y si era para robar, él contesta que no, que él siempre tira piedras porque le divierte. Ayer yo estaba en el Café Cultura de Daniel Santoro y mi conclusión fue que hubo una vez un mundo ideal que duró unos cuantos años, en el cual la felicidad de los chicos, que partía de una familia

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bien constituida, de la autoestima, del respeto por el otro, de tener en casa lo que hace falta para comer, de una educación que empezaba a los 5 o a los 6 años y terminaba cuando debía terminar, de representarse el futuro, de saber que yo voy a tener mi trabajo, de un papá que llegaba a la noche y tenía con qué darle de comer a su familia, de esa heladera Siam que para mostrarla orgulloso a los vecinos se ponía en el living y no en la cocina, y pensaba que ahí la representación era clara. Yo sabía, mi hijo sabía, mi mujer sabía. Nos podíamos aburrir un poco, es probable, pero sabíamos cómo era la vida, qué iba a hacer el vecino, qué iba a hacer yo, cómo era mi día de mañana. Ese chico de 18 años perdió esa posibilidad de representarse la consecuencia de su acto de tirar una piedra de siete kilos. No tiene ningún elemento que le indique que eso puede pasar.

Hay una película norteamericana, Babel, que comienza toda la historia a partir de un chico afgano que tira con un rifle a un colectivo pero, como el colectivo sigue, él no puede representarse que el arma funciona y le dice al hermano: “¿No ves que no anda? Le tiro al colectivo y no pasa nada. Sigue andando”, y adentro una señora resulta herida.

Elemento fundamental de trabajo: volver a reconstruir el tejido social, la autoestima, esta idea de representación del futuro que es base para la consecuente cohesión social, no en el uso que le dan los organismos multilaterales, sino la cohesión social necesaria para construir el proyecto nacional. Como es cultural el proyecto nacional, la Secretaría de Cultura de la Nación está al frente del debate de estas problemáticas.

Entonces, estas situaciones de las que estoy hablando parten de los espacios de segregación de los que habla Kelly Olmos y de los que también habla Maristella Svampa en su libro Los que ganaron, porque los que viven encerrados en los countries de los alrededores de la Ciudad de Buenos Aires, supongo que en grandes conglomerados en los alrededores, en Córdoba, en Tucumán, en Mendoza, que toman la decisión de salirse de lo colectivo, de hacer su propio colectivo y de excluir al resto, no toman en cuenta que los excluidos, aquellas personas que han empujado del espacio, que han dejado, con un cerco perimetral, afuera, ese afuera natural del que hablaba ayer José Nun, ese afuera natural del cual nosotros nos queremos ir aislando, cerrando la puerta y subiendo la ventanilla del auto, está ahí para decirnos todos los días que un chico puede tirar una piedra y pegarle a nuestros hijos, por más que yo me esconda donde me quiera esconder, debajo de la cama, supongamos. Pero como no puedo vivir debajo de la cama, algún día esa piedra va a llegar, si no trabajamos en conjunto para volver a reconstruir el tejido social de modo que podamos hablar de un desarrollo comunitario tal que nos permita representarnos un futuro común y, entonces, poder construir el país del cual estamos hablando todos los que estamos acá.

Nos encontramos en una situación compleja. Esta secretaría de cultura que tiene esa problemática institucional pero, a su vez, ni la secretaría ni el ministerio tienen medios públicos. Tenemos dos canales de televisión pero no tenemos los medios públicos. Entonces, es muy difícil porque el trabajo se hace como lo plantea Cecilia, es un trabajo de hormiga, es la reconstrucción del diálogo, la reconstrucción de la lectura, el aprovechamiento, en la medida de lo posible, de estos espacios, de estos CIC -Centros de Integración Comunitaria- donde la gente puede ir a dialogar, a encontrarse con otros. Se conforman orquestas infantiles, donde un chico sale de la calle para aprender a tocar el violín. A nosotros no nos importa si va a ser un gran violinista o no, nos importa esta recuperación de la autoestima. Ese chico que va y dice: “Mamá, mirá lo que aprendí hoy”. Esa nena que va y dice: “Mamá, aprendí a tocar la guitarra y aparte, ¿sabés qué? Me hice amigos. Y aparte, ¿sabés qué? Tengo un noviecito”. No sé, una vida

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mejor, previsible. Pero no tenemos los medios y luchamos contra medios de comunicación que nos indican todo el tiempo lo contrario, que nos devuelven a la especulación Estas acciones de las que está hablando Cecilia no se cuentan en los medios, lo que se cuenta es, como decía Nun ayer, los hechos de violencia, de sufrimiento desgarrador y, cuando no es eso, hay alguien que porque es dueño de un programa o porque hoy es el dueño de la televisión se da el lujo, delante de millones de familias, de con una tijera cortarle la pollera a una mujer que se deja hacer porque es una empleada del programa. Me refiero, claramente, a Bailando por un Sueño. Nosotros tenemos que convivir con esto. Volviendo a temas de género, hay un saber de nuestras mujeres que es dejado de lado. Las mujeres más pobres se matan para darle de comer a sus hijos de la mejor manera posible, en un país rico y que aún en la pobreza es un país rico, porque cualquiera para la olla con un zapallo, una papa. Nuestras mamás y abuelas siempre supieron cómo alimentarnos. Hoy nosotros nos tenemos que bancar que un actor disfrazado de médico diga: “No le dé de comer eso, señora, lo que usted hace no sirve para nada. Acá yo tengo este yogurcito que tiene ‘activio-regularis’ y que a su hijo lo va a alimentar más de lo que usted sabe”. Ni siquiera nuestros saberes ancestrales identitarios son respetados. La mamá más pobre confia en que eso es súper leche y junta pesito sobre pesito, deja de lado sus propios saberes, los de sus vecinas, para comprar esa porquería que a su hijo no le va a hacer ningún bien y, por el contrario, probablemente no acompañe el crecimiento.

Desde esa perspectiva, es la articulación del Estado la que puede llevar adelante políticas públicas. La Secretaría de Cultura tiene una institucionalidad mediocre y el consecuente presupuesto mediocre. Como dice Jorge, la política hoy no ve la importancia que tiene la cultura en la construcción del proyecto nacional, de un proyecto de país industrial, solidario, con trabajo, con educación. Es la articulación. Nosotros tenemos las herramientas. Hablábamos con Graciela Ocaña el otro día de que donde no entra a veces una campaña de vacunación con la típica forma del medio masivo de la radio o de empapelar la vía pública, a veces llega más porque vamos nosotros en conjunto. A veces, en una obra de teatro comunitaria hecha por los mismos chicos y, a lo mejor, mientras están con las orquestas el maestro les habla de la vacunación, o en reuniones de mamás, reuniones con el programa que estamos haciendo, Libros y Casas con el Ministerio de Planificación. También están los planes de lectura, porque una cosa es regalar libros con las casas que entrega el plan federal de vivienda, pero eso no sería completo si no tuviéramos un plan de lectura junto con el Ministerio de Educación y junto con Desarrollo Social. Uno piensa: son esos los espacios donde estas organizaciones sociales, estos compañeros, nosotros mismos vamos todos los días caminando por el interior y un día uno descubre que con esa herramienta de la cultura en el hospital el lunes hay cola para que los pibes se vacunen. Y uno entiende, entonces, la centralidad de la cultura en el desarrollo, en el desarrollo pensado como lo pensamos acá, insisto, porque nos han robado muchos conceptos últimamente. existe el concepto de desarrollo pensado como lo piensan los organismos multilaterales, el desarrollo de PBI economicista, donde el dinero se lo llevan cuatro mientras el resto queda sumido en la exclusión social.

Pienso que de todo esto salen experiencias patrimoniales. Ahí está Alberto Petrina, que es un luchador por un patrimonio pensado, realmente, desde la perspectiva nacional y popular. El patrimonio no es lo que nos dijeron que es, en muchos casos. Y nos acordamos siempre con Milagros de un frigorífico que cerró en el año 1993, en la época de Cavallo. En la pared lateral del frigorífico unos chicos de sexto grado hicieron, con la ayuda de sus mamás, un mural. Y el mural es una nena con guardapolvo, un papá con mameluco de trabajo y al lado una mamá con un delantal de cocina. Y hay una casita con humo y un arbolito y hay un sol radiante amarillo. Los colores se fueron deteriorando. Yo vi este mural en 2006. Duró trece años. Salitre, frío,

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calor, lluvia, viento. Y cuando pregunté por qué me dijeron: “Mire, ese mural a nosotros, desde que Cavallo nos cerró el frigorífico hasta hoy, que es una fábrica recuperada, nos recordaba lo que habíamos sido, lo que queríamos volver a ser”. Ése es el patrimonio de este lugar. “Nosotros no tenemos ni artistas plásticos, ni museo de bellas artes. Nosotros tenemos el mural y si usted habla de trece años, yo le aseguro cincuenta o sesenta años más de vida”. Ahí uno se da cuenta de cuál es el concepto de desarrollo desde el que hay que trabajar, el concepto, el de industrias culturales, en el sentido que hablaba Kelly, de la conformación de redes de trabajo, de artesanos. Me acuerdo ahora del Museo de Alta Gracia del Che. Como el Che vivió ahí dijeron: “Bueno, compramos una moto, conseguimos una foto”, fueron a Cuba e hicieron un museo más o menos digno. Pero eso no es lo interesante. Lo interesante es que desde que fue Fidel Castro y el Comandante Hugo Chávez se empezó a llenar de turistas y, entonces, empezaron a fabricar pins, chaquetas cubanas y el pueblo empezó a vivir, en cierta medida, del turismo y en gran parte, también, de este merchandising cultural que rodea al museo.

Me parece que esta articulación del Estado ayuda mucho a construir un país mejor. Pero, para ir terminando, yo tengo que decir que esta problemática institucional de la cultura y esta falta de articulación de la cultura que ahora se va revirtiendo, existe también en las provincias y en los municipios. Antes hablaba de quiénes eran los directores de cultura, en muchos casos, en los municipios, o problemáticas como las que cuenta Cecilia que nos pasan a nosotros, cuando uno llega al municipio y, si no está el intendente, está el comisario del pueblo y el comisario dice: “No, no me vengan con esos programas de diálogo, de reconstrucción del tejido social. A mí tráiganme a Los Nocheros el domingo, siete de la tarde, hacemos un actito y todos contentos”. Hay que luchar contra eso. Son factores de poder real y nosotros somos una Secretaría de Cultura. Por eso tenemos que articular, nos vemos obligados. Tenemos la herramienta, pero tenemos compañeros que tienen también formas de llegar en conjunto para romper ese poder real o hacerles comprender la necesidad de las acciones integrales para mejorar la vida de la comunidad.

No tenemos, decía yo, los medios. Tenemos, un Instituto de Cine. Empiezo a interpretar -a lo mejor me equivoco- las palabras de Jorge sobre el sector -él hablaba de la corporación-, que se vienen tiempos en los que, como dicen los chicos, estamos en el horno si no nos damos cuenta de que no estamos construyendo desde el Estado, con tantos fondos que tenemos, subsidiables, ninguna -y esto puede ser para la polémica- vanguardia de pensamiento artístico y cultural que acompañe un proyecto político nacional y popular. Estamos dándole plata a individuos aislados para que hagan sus proyectos y no estamos generando ningún espacio de pensamiento desde el Estado que permita que nosotros tengamos un grupo de personas que trabajen y piensen, sin dejar de lado, desde luego, la libertad y sin que otros se queden sin filmar o sin hacer teatro, pero nos estamos quedando sin grupos de pensamiento que nos acompañen en la generación de políticas públicas de cultura o de pensamiento de cómo llevar adelante el cine y el teatro, que vuelva a tener el público que supo tener en la década del 70. Y cuando hablo de vanguardias estoy hablando, si queremos volver a hablar de Brasil, de la bossa nova, que generó toda una corriente de pensamiento político. Estuvieron todos exiliados. Estoy hablando de cómo hacer que esos subsidios que da el Estado en cantidad sirvan para la construcción de un proyecto de país mejor, cómo hacemos que los individuos generen arte para todos, para que se comprenda la realidad en que estamos viviendo, para que genere una identidad, no tanto propia, sino una identidad nacional y popular.

Por último, para terminar, quiero decir que la Secretaría de Cultura entiende que desde Alvear y Rodríguez Peña no se puede gestionar cultura, aun con las articulaciones que yo acabo de

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referir, si no tomamos realmente el toro por las astas y generamos una ley federal de cultura. Es inadmisible que al día de hoy no exista una ley federal de cultura con un consejo federal de cultura que permita generar políticas de Estado y que el día que José Nun o Pablo Wisznia se vayan, venga alguien nuevo y quiera establecer nuevas políticas públicas distintas de aquellas que se han acordado con anterioridad. Algunas conforman un plan quinquenal. Puede suceder que los secretarios de cultura de las provincias les digan: “Discúlpeme, esto es un acuerdo, esto está funcionando, esto le hace bien a nuestras comunidades, no puede seguir viniendo Buenos Aires a decirnos que ahora esto no sirve, que ahora están instalando esto nuevo porque es revolucionario y lo vieron en Europa o lo pensaron solos como autistas desde Alvear y Rodríguez Peña”. Por eso para mí es importante que empecemos a pensar la posibilidad de tener un consejo federal de cultura, también consejos provinciales de cultura que incluyan a los municipios, a las organizaciones sociales, a los artistas, que son muy importantes, pero que deben entender, también, que la función de las áreas de cultura es trabajar por el bien de la comunidad y no solamente asistencias artísticas. Este es un país muy rico en artistas, sería imposible lograr que todos triunfen a partir de las acciones del Estado. Esta es una provincia donde yo levanto hoy, ahora, una baldosa y sale uno de los mejores guitarristas del mundo. Es muy difícil pedirle todo el tiempo a las áreas de cultura que sirvan como fomento de la actividad artística en un país con esta gran y enorme cantidad de artistas y con los magros presupuestos que se manejan.

Una ley federal de cultura, articulación del Estado, planificación, planes quinquenales, planes de trabajo. Si se puede, acompañar por vanguardias artísticas e intelectuales que nos ayuden a pensar. Entonces sí yo creo que vamos a poder, desde la cultura, acompañar la construcción del proyecto nacional y popular en el que, por lo menos gran parte de los que estamos acá y de los que pertenecemos a esta mesa, estamos inmersos.

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XI. EL DERECHO A LA CULTURA DE LOS CIUDADANOS EN EL MARCO DE LA GLOBALIZACIÓNmargarita Ferrá de Bartol (argentina)Diputada Nacional por el Frente para la Victoria. Historiadora. Investigadora del CONICET y CICYTCA. Tiene a su cargo la dirección de becas y tesis de posgrado y codirección de doctorados de la Universidad Nacional de San Juan y de Cuyo.

Juan cristóBal VillaFañe (argentina)Nació en Quito, reside en Buenos Aires. En poesía ha publicado Poemas anteriores, Visión retrospectiva de la botella, Una leona entra en el mar, entre otras. Tiene a su cargo la Dirección Artística del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.

asunción ontiVeros yulQuila (argentina)Licenciado en Comunicación Social. Periodista e investigador del mundo andino. Especialista de temas indígenas en el continente.

ana wortman (argentina)Socióloga. Investigadora. Profesora de Teoría Sociológica Contemporánea, Individuo y Sociedad de Consumo (UBA). Publicó diversos artículos en revistas nacionales e internacionales sobre consumos culturales, recepción, imaginarios y desigualdad social. Sus libros publicados son Jóvenes desde la periferia, Pensar las clases medias e Imágenes publicitarias/nuevos burgueses.

Margarita Ferrá de Bartol

En primer lugar -ya han hecho las presentaciones respectivas-, yo quiero agradecer en nombre de la provincia de San Juan, de la delegación. Hay varias personas que han venido de nuestra provincia. Nos hemos sentido reconfortados al llegar a Tucumán, con la actividad organizativa que han desarrollado todos los sectores que están en esta provincia y que nos han permitido, de esta manera, compartir estos momentos de un diálogo que es muy fructífero. No únicamente el de las exposiciones, que seguramente sirven para alentar o estimular las participaciones. Entiendo que hay aquí una gran voluntad de trabajo, una gran capacidad de iniciativa con todos los que he conversado, y esto es muy bueno entre nosotros, cuando hablamos de cultura.

El título que tenemos que abordar es bastante comprometido y complejo: “El derecho a la cultura de los ciudadanos en el marco de la globalización”. En primer lugar, apelamos a un “derecho a la cultura”, es decir que se parte de una hipótesis de trabajo en que la existencia de la cultura está, por supuesto, totalmente confirmada; “de los ciudadanos” es la otra expresión que completa, adjetiva el tema del derecho a la cultura y la globalización. Indudablemente que estos tres componentes -derecho a la cultura, ciudadano y la globalización -, nos enfrentan a un gran desafío de lograr una comprensión totalizadora de este problema en esta primera década del siglo XXI.

Cuando decimos “derecho a la cultura”, damos por descontado que nosotros entendemos que existió cultura desde que estuvo el hombre sobre la tierra y que hubo un ejercicio del derecho a la cultura pero, quizás, no reconocido. Nosotros estamos avanzando, en esta instancia, en un

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reconocimiento de esta cultura y el derecho de crearla y tener accesibilidad a la misma cultura, que no es un tema menor.

Si hacemos una investigación eminentemente histórica -yo vengo del campo de la historia- vamos a ver que, realmente, la cultura, con ciertos caracteres de homogeneidad en determinados espacios de lo que era América y, particularmente, lo que es hoy el territorio argentino, existió y así lo dicen los documentos. Por ejemplo, cuando se realiza la fundación de ciudades, se habla de provincias. Así, en Cuyo, hablan de las provincias de los huarpes, en el norte, provincia de Tucumán y, con esto, se definía a los espacios con ciertos caracteres de homogeneidad con la denominación de provincias. Es decir que nosotros ya asistíamos a este proceso cultural importante previo a la llegada de los españoles.

Con la fundación de ciudades se inicia otro momento de la historia, porque interactúan allí elementos de la cultura que traían los españoles con la cultura preexistente a su llegada. De allí surgieron, a lo largo y a lo ancho de lo que es nuestro espacio nacional, lo que se denominaron las regiones históricas en donde interactuaban los dos componentes -el hispánico y el de otros grupos que llegaron a poblar estas zonas, con los elementos preexistentes- y surgió, en la opinión del mayor número de los autores -lo dice Ricardo Rojas- esta cultura mestiza que es la que nos dio la identidad en cada uno de los espacios que constituyeron las regiones históricas.

De esta manera, en el espacio de dos siglos, tres siglos -en el caso de Cuyo ya hemos superado el cuarto centenario, asistimos a este maravilloso encuentro de culturas con desaciertos, con aciertos, con equilibrios y desequilibrios y generamos, tuvimos la capacidad, todos en conjunto, de generar esta cultura mestiza que es la que estamos tratando de entender e incorporar como derecho. Eso es muy importante reconocerlo porque hubo un trabajo de quienes nos precedieron en el tratamiento de estas cosas pero también de quienes nos precedieron con liderazgos en lo que se entendía que debía ser esta cultura que nos hermana a todos.

Recuerdo algunas palabras que vienen de la geografía, donde se dijo, en algún momento que, si algo nuevo y maravilloso había ocurrido en nuestro país, había sido generar desde espacios culturales diferentes la unidad de los argentinos, la unidad de su territorio, la conformación del Estado. ¿Sobre qué temas tenemos nosotros que investigar la unidad de los argentinos? A través de todo aquello en lo que hemos coincidido, a través de todo aquello en que no hemos coincidido y hemos logrado acordar, porque esto es la cultura en definitiva. Es la política de poder convivir entre nosotros, de aceptarnos sin mimetizarnos con el otro.

Estamos frente a un gran desafío. Estamos ya maduros para hablar de un derecho a la cultura. Aquí la cultura como derecho nos obliga a revisar ya un universo jurídico y político complejo. Se trata de una categoría -los derechos culturales- de los derechos humanos y, quizás, la central. Es una rama del conocimiento en la que estamos recién avanzando, en la que interactúan derecho y cultura. Regula tanto el derecho público como el privado, ya que es el derecho garantizador de valores, así también como las intervenciones jurídicas realizadas en esta materia tan sensible que aseguren el desarrollo libre, igualitario y fraterno de los seres humanos con esa capacidad singular que tenemos todos de poder simbolizar y crear sentidos de vida que también podemos comunicar a otros.

El derecho a la cultura tiene una doble dimensión, individual y colectiva, con orígenes diversos. Aquí radica la mayor complejidad del tema ya que el concepto dispara interrogantes sobre la identidad de las personas y de los pueblos en su conjunto, pero cuando los pueblos asumen,

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concientizan una intencionalidad política que tiene que ver con el todo en su conjunto. No es otra cosa de lo que hablaba San Martín. Cuando San Martín realiza la Campaña de la Independencia, habla, en los documentos, de la salud de los pueblos. Aquí está el otro origen del derecho a la cultura: la salud de los pueblos que está por sobre la de los individuos, porque es comprensivo de lo individual que está por debajo. Pero lo de debajo recoge y se nutre del contacto con los demás y, entonces, la complejidad deviene, exactamente, en poder relacionar lo individual con lo colectivo, la salud del pueblo con el derecho de inclusión y de igualdad. Todo esto conformará -y Dios así lo va a permitir- todo este complejo sistema de normas de este nuevo derecho a la cultura como rama de los derechos humanos.

¿Qué opinión tienen los demás de este nuevo derecho? Es un derecho nuevo que lo tenemos que trabajar, darle la legislación, darle el sentido jurídico que tiene porque, si no, no valdría la pena que estemos hablando de esto como derecho.

Se han realizado ya reuniones a nivel internacional. No las voy a mencionar a todas. ¿Cuál es la opinión? Para que ustedes se den cuenta en qué estado estamos en este comienzo, se habla de que estos derechos culturales son la Cenicienta de la familia de los derechos humanos. La Cenicienta. Hay que convertirla en princesa y esto es trabajo de todos. No es trabajo de las autoridades ni del gobierno ni del secretario de Cultura, no, esto lo tenemos que construir entre todos.

Hay varias vías para acceder, implícitamente, a través del reconocimiento del derecho a la libertad de pensamiento. Para eso podemos aludir, desde todas las Declaraciones de los Derechos Humanos del 48 en adelante, el ‘60, el ‘66. Seguramente en alguna de las comisiones ya los han analizado, así que yo los voy a pasar por alto. Es interesante destacar que, a medida que se avanzaba a nivel internacional en este reconocimiento de derechos, los argentinos íbamos haciendo nuestra propia experiencia. En la década de los 40 nosotros tuvimos un documento muy importante, que es el que generó el Congreso de Filosofía que se inició en la Provincia de San Juan en el año 1948 y que culminó en Mendoza en 1949. Aquel documento del general Perón sobre la comunidad organizada después se volcó a la Constitución de 1949. Nosotros estábamos trabajando casi simultáneamente en el avance de estos derechos.

Pasemos a nuestros días. El año pasado se realizó, en la Provincia de San Juan el Congreso de Filosofía que convocó a más de 10.000 personas de todo el país, de países americanos y también de Europa. En ese Congreso de Filosofía se abordó, nuevamente, el tema de la cultura. El primero fue en 1949, después hubo uno en Córdoba. Este Congreso de Filosofía de San Juan aportó muchísimas ideas. Yo quisiera mencionar algunas de las exposiciones que se realizaron allí, sobre todo la de una intelectual brasilera, Marilena Chaui. Marilena Chaui abordó el tema de la cultura en varias de sus exposiciones y llegó a este punto del derecho a la cultura y cómo la podíamos alcanzar. Manifestó que estos derechos son lo único que puede establecer la diferencia entre naturaleza e historia, es decir, desde el hombre natural que se contentaba nada más con la naturaleza, e historia, ser el protagonista de la historia. Chaui terminaba diciendo que la cultura es un entretejido de signos y símbolos que definen lo posible y lo imposible a través de elaboraciones sobre aspectos sincrónicos y diacrónicos en la vida de una sociedad. No voy a avanzar en los otros conceptos que tiene la brasilera Chaui, pero son muy importantes para entender en qué punto estamos.

Desde la filosofía propiamente dicha, Alain Touraine habla del paradigma del siglo XXI y dice que así como hubo una etapa de la ciencia de los derechos económicos con el neoliberalismo y demás,

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en este siglo el paradigma estará centrado en el derecho a la cultura, y pasa a explicar todos los componentes y el porqué. Es decir que la fundamentación teórica y filosófica la tenemos.

También tenemos la fundamentación desde la realidad de cada una de nuestras regiones. Nuestras regiones tienen, por supuesto, diferencias, pero los argentinos hemos tenido capacidad de lograr un cuerpo total. Ahí en ese cuerpo total, la figura predominante es el ciudadano. ¿Quién es el ciudadano en este concepto de derecho a la cultura? Ciudadano es todo aquel que genera cultura y define la identidad de un pueblo a partir de liberar su propia energía creativa. El ciudadano ya no es el que ejercita los derechos políticos exclusivamente, sino que es ciudadano todo aquel que puede generar cultura. Con esto estamos hablando del significado de lo que es ciudadano.

No voy a extenderme en el significado de “globalización”, todos sabemos lo que significa el término. Nosotros apostamos a que no se puede negar la globalización pero, como lo han dicho infinidad de autores, para entender la globalización tengo que partir del conocimiento y de la vivencia de la realidad de mi aldea. La aldea ya es global pero, si yo no conozco las particularidades de mi aldea, no puedo dar el salto a la globalización porque no puedo integrarme. Éste es el otro concepto, el de la integración. De identidad saltamos a globalización, pero sólo si hay integración. Hay una publicación muy buena de un sanjuanino, el doctor Pablo Antonio Ramella quien, al hablar de globalización, decía que nadie puede pensar que no hay que integrarse. Hay que integrarse porque no podemos cerrar los ojos frente al tema de la globalización.

Yo quiero manifestar, además, que la Carta Magna de la Constitución Provincial de San Juan establece en sus artículos 71 y 72 -es del año 1986- que el derecho a la cultura es un derecho humano y que el Estado promueve la democracia cultural estimulando el acceso y participación de los habitantes en la cultura y creatividad en ese campo, se garantiza el patrimonio y el pluralismo cultural.

Además, la integración es comunicación, es lenguaje, es escritura, son signos, son símbolos. Estamos avanzando, ahora, también en este momento en algo muy importante los cuyanos, los sanjuaninos, que es el corredor bioceánico, que también es la bandera que nos va a permitir unirnos definitivamente. Lo hicimos antes, lo hicimos después y lo tenemos que hacer ahora pero no esperar que lo hagan los otros y nosotros asistir como espectadores. Esta nueva etapa, este gran desafío, requiere del protagonismo de todos. Es decir, aquí no hay que esperar sino que hay que actuar. El desafío está abierto y la convocatoria es para todos.

Juan Cristóbal Villafañe

Agradezco esta invitación, la posibilidad de participar en este Segundo Congreso Argentino de Cultura. Indudablemente el tema que nos aborda, el derecho a la cultura de los ciudadanos en el marco de la globalización no tiene, frente a lo que es la crisis internacional, mejor agenda. En este sentido, este tema y este Congreso se abordan en un momento crucial del mundo que, definitivamente, nos permite pensar en lo que fue ya la crisis del modelo neoliberal internacional y lo que implica una nueva etapa de posneoliberalismo. Seguramente una crisis del capitalismo que se resolverá dentro del capitalismo pero, indudablemente, el hecho de estar en una bisagra histórica hace que este debate en particular dentro de este Congreso, tenga una relevancia histórica que, quizás, de haberse programado, como decía, dentro de una agenda en particular en relación

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a tiempos y espacios, no habría sido tan oportuno. Nos permite grandes oportunidades esta posibilidad de lo que implica, como debate de fondo, si se quiere, la lucha entre lo que podía ser una cultura de la usura internacional frente a una cultura del trabajo y la producción. En todo caso, el derecho a la cultura en el marco de la globalización, además, es muy importante verlo alrededor de las políticas culturales, de las políticas de Estado, de la institucionalidad y de aquello que hace a la redistribución de los bienes culturales en la sociedad. Creo que éste es el gran desafío frente a lo que implica la globalización.

Justamente, cuando leí el diario el día de ayer, me sorprendí con una noticia que hace a un símbolo de la globalización como es el motor de búsqueda Google. Asombrosamente, el diario titula: “Internet. Google gana cada vez más. Ir contra la corriente. El buscador de Internet más importante del mundo, Google, registró sorprendentemente importantes beneficios al hacer crecer la cifra de sus ganancias en el tercer trimestre a más de mil trescientos cincuenta millones de dólares, a pesar de la crisis financiera mundial. Los datos resultan inverosímiles pero reales para los analistas de finanzas de los Estados Unidos. Mientras se derrumban los índices bursátiles, con esta suma las ganancias de la empresa aumentaron más de un cuarto en relación con el año anterior”. Asombroso.

A su vez, hay un ensayo muy interesante de Barbara Cassin, editado por el Fondo de Cultura Económica en colaboración con la Biblioteca Nacional que trabaja, justamente, sobre el buscador Google. Barbara Cassin en esta investigación reconoce -y creo que es interesante anunciar esto como mecanismo de información y para lo que pueda ser hoy un debate- el hecho de que el 99 % de las ganancias del buscador Google se debe a la publicidad. Ahora, la propia empresa Google hace una suerte de separación entre el Estado y la Iglesia, digamos, el estado de la información y lo que puede ser la publicidad, de tal forma que el usuario normalmente, cuando ingresa al buscador Google no se encuentra con la publicidad pero resulta ser que la empresa Google tiene una suerte de portfolio de valores de palabras clave, una suerte de bolsa de palabras. El usuario, de manera involuntaria e indirecta, se encuentra, al ingresar en algunas palabras clave, con cierta publicidad que las empresas internacionales le pagan a Google. Le pagan por cada click que cada usuario, que cada uno de nosotros, realiza cada vez que ingresa a esa publicidad. Imagínense ustedes la cantidad de personas a las que el sistema de búsqueda permite el ingreso con la búsqueda de palabras clave. Google se presenta ante el mundo como una empresa que ofrece servicios de manera gratuita, generosa, solidaria, el derecho a la información, la posibilidad de que cualquier persona pueda acceder y participar. De esta forma se genera una situación muy particular porque el usuario, cualquiera de nosotros, al utilizar en Google se transforma, de alguna manera, en un operador de la bolsa porque, en la medida que participa, genera un multiplicador de ganancias de las palabras clave que operan en la bolsa de valores que tiene Google.

Otro de los fenómenos que impacta en la globalización cultural es un tema que, seguramente, se va a abordar en otra de las mesas redondas acá, pero yo lo tomo porque está asociado al tema del buscador Google. Es el tema de los derechos de autor. Los derechos de autor han generado o tienen grandes dificultades desde la era Internet y hay un juicio internacional, que creo que se ha difundido mucho- entre Jonathan Tasini y el New York Times en el año 2000 cuando el New York Times decide colocar su diario en Internet. Establecen juicios, los escritores en Estados Unidos le ganan a New York Times el juicio y el diario lo que hace es modificar el contrato con los escritores de tal manera de reconocer el derecho de autor únicamente a los artículos que aparecen en el soporte papel. Esto genera otros juicios en relación a los derechos de autor.

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Ha ocurrido lo mismo con la empresa Napster, que realizaba sistemas de difusión gratuitos de música en los usuarios a nivel internacional que también tuvo infinidad de juicios por problemas de derechos de autor.

Ahora, uno pensando en estas condiciones de la globalización -y acá muy bien mi compañera planteaba antes la importancia de la integración-, si ustedes se fijan las políticas neoliberales durante las décadas de los ochenta y noventa, impusieron la idea de que los bancos centrales en América Latina debían ser autónomos de tal forma que las reservas de cada uno de nuestros bancos pasaran a los bancos centrales y luego los bancos centrales internacionales nos prestaran el dinero a nosotros a altísimos intereses. Entonces, uno se pregunta, a propósito de la integración, por ejemplo: ¿No es posible tener un motor de búsqueda latinoamericano? ¿No es posible replantear las soberanías sobre el conocimiento digital y el comercio electrónico, tener soberanía sobre el comercio electrónico? Mire qué bien le va en la bolsa. Entonces creo que hoy la crisis internacional nos habilita a pensar en relación a las soberanías culturales en un banco del sur. ¿Por qué los latinoamericanos no podemos tener nuestro propio banco de tal forma de pensar en un fondo latinoamericano de las artes, las letras y las ciencias? Podríamos administrar nosotros mismos nuestras propias riquezas y generar soberanía alrededor del conocimiento informático, del comercio electrónico, de la redistribución de los bienes que tienen que ver, por supuesto también, con la propiedad intelectual. Ahora, este fenómeno de la globalización, ¿qué genera? Genera de hecho una socialización compulsiva de los derechos de autor porque resulta que Internet, la Web o el propio buscador Google lo que hacen es privatizar las ganancias de manera indirecta utilizando a los ciudadanos de todo el mundo como movilizadores de una bolsa de comercio y de valor de palabras. ¡Y estoy hablando de las palabras! Estoy hablando de entidades abstractas porque era otra de las condiciones del fenómeno de la globalización: hace que el nuevo tráfico de la mercancía, como la propia mercancía, haya cambiado también, se haya modificado. Ya las imágenes, las metáforas, los símbolos, también forman parte de la mercancía, y los sueños también forman parte de la mercancía.

Entonces me parece que es interesante atender esta condición que nos impone la globalización de socializar el derecho de autor. Google se presenta como motor de búsqueda al conjunto de la sociedad, como una generosa empresa que socializa el conocimiento, la educación, la formación y establece una altísima concentración alrededor de la publicidad indirecta que beneficia y le permite cotizar en la bolsa como cotiza y hace que cada uno de los usuarios se transforme porque cada uno de nosotros, ¿qué hace con el buscador Google o qué hace con Internet? Uno o coloca textos, o saca textos o corrige textos. O sea que de hecho, cada uno de nosotros como usuarios nos transformamos en nuevos autores, en nuevos editores; también somos infractores de los derechos de autor pero nos trasladan a nosotros, en esa forma de socialización compulsiva, la idea de que seríamos nosotros los que deberíamos hacernos cargo de los derechos de autor.

Por lo tanto, se me ocurre que este tema de la globalización y los derechos de la cultura están absolutamente relacionados con las políticas culturales, con la forma en que el Estado interviene y con los grados de institucionalidad que permitan la distribución equitativa de los bienes que producimos los argentinos dentro de nuestra propia sociedad.

Yo tengo un ejemplo que quizás pueda comentar al final, que es muy interesante porque las políticas de Estado no solamente son de carácter popular, nacional, sino también neoliberales. Las leyes de mecenazgo que se imponen en la Ciudad de Buenos Aires hoy día son típicas leyes

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neoliberales, o sea que también el Estado puede regular formas y políticas de desentendimiento de la distribución de los bienes culturales. Realmente hay un ejemplo que es asombroso en la Universidad Tecnológica Nacional: un técnico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le informa a 200 artistas cómo se va a aplicar la Ley de Mecenazgo. Es asombroso. Digo esto porque es como una rutina muy cotidiana. Doscientos jóvenes artistas que van con su primera obra reciben el informe de un técnico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que les indica que la modalidad sería que ellos que inician su primer libro, su primera obra de teatro, su primera película, se dirijan a la empresa más cercana de su barrio para que esa empresa les haga de mecenas y, de esa forma, la empresa pueda resolver los impuestos no derivados al conjunto de la ciudadanía y establecer un contrato de carácter privado. Por supuesto hay una mediación de una Comisión del Ejecutivo que va a regular esta forma. Esto es una forma de generar también, en base a las variables de mercado de la oferta y la demanda, el contrato individual, el contrato privado. Acá prima el contrato privado frente al contrato público, frente al contrato social.

Se me ocurre que las políticas culturales están asociadas, de hecho, al derecho a la cultura y frente a los fenómenos de la globalización es fundamental establecer políticas culturales. Nosotros hemos pasado de un Estado benefactor -si alguna vez existió en este país- con artistas y creadores demandantes del Estado benefactor, a un Estado neoliberal con artistas y creadores autogestivos que se ha transformado en pequeñas o medianas PyMEs, individuales o grupales. Hay infinita cantidad de PyMEs que flotan en el conjunto del país que no tienen ninguna protección por parte del Estado. El Estado neoliberal ha desplazado a la propia producción intelectual y cultural de manera autogestiva, de manera privada.

Es muy importante este Segundo Congreso Argentino de Cultura para debatir estos temas, como la relación entre lo que serían dos sujetos fundamentales -el conjunto del núcleo social de la cultura y el Estado. El Estado tiene grandes deudas con las políticas culturales y con la cultura pero también todos nosotros, como decía acá la compañera, en tanto integrantes del núcleo social de la cultura tenemos también grandes deudas con nosotros mismos, ya que somos productores de imágenes, de metáforas, de bienes culturales y no tenemos incorporado un sentido común por el cual discutir cómo debemos distribuir los bienes que nosotros mismos producimos en la sociedad. ¿Cómo hay que distribuirlos? ¿Cómo hay que producirlos? Esto implica la necesidad de una nueva cultura política, de una nueva crítica de la cultura que confronte con una vieja crítica de la cultura, con la vieja crítica que atiende únicamente la excelencia de los productos finales y ahí termina el acontecimiento crítico. Una nueva crítica sí debe atender la excelencia del producto cultural terminado, la calidad de ese producto, pero también la forma en que se produce y la forma en que circula ese bien por la sociedad.

Para hablar de un fenómeno de redistribución, si uno tiene que gobernar la ciudad cultural, hoy solamente puede gobernar el teatro o la danza en la ciudad de Buenos Aires. Las industrias culturales que dejan un alto producto bruto regional en la ciudad de Buenos Aires no pueden ser gobernadas. No tiene gobierno de la cultura, no tiene gobierno de los ciudadanos, se maneja en la ley de la oferta y la demanda, no hay ninguna institucionalidad en la ciudad de Buenos Aires. Si cualquiera de nosotros quiere acceder al gobierno de la cultura de la ciudad de Buenos Aires, no tiene cómo gobernar ni el cine, ni el libro, ni la música. Es una ciudad donde la distribución de la riqueza cultural es muy injusta, porque el norte mucho menos poblado consume el 80% de los bienes culturales de la ciudad y el sur, mucho más poblado, consume sólo el 20% de los bienes culturales que genera la Ciudad de Buenos Aires. En barrios como La Boca y Barracas el 90% nunca fue al teatro, en una ciudad que se pretende declarar Capital del Teatro en Iberoamérica.

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Entonces, el derecho a la cultura implica pensar en políticas culturales y en la institucionalidad que permita la redistribución de los bienes en la sociedad, gobiernos de la cultura en los que participen los trabajadores de la cultura y todos los sectores que forman parte del hacer cultural. No estoy pensando en formas corporativas. Por eso me parece que esta Ley Federal de Cultura es una ley de soporte nacional muy importante. Por otra parte, apuesto a una construcción de integración solidaria latinoamericana para replantear los temas de las soberanías culturales que hacen también a nuestras soberanías y me parece que hoy día tenemos también, en América Latina, una gran oportunidad con los procesos de transformación democráticos que se están dando en Venezuela, en Ecuador, en la Argentina, en Brasil, en Bolivia, que nos pueden permitir realmente transformaciones y generar alternativas a lo que es, justamente, la globalización y la crisis de la cultura, de la usura internacional.

Asunción Ontiveros Yulquila

Me voy a presentar brevemente. Me llamo Asunción Ontiveros Yulquila. Estoy trabajando hace veintisiete años como periodista acá en la Argentina. Empecé en Buenos Aires, pasé por Tucumán en el año 1983, luego estuve en Perú y Bolivia. Estuve veinte años involucrado en este movimiento indio pero, actualmente, lo hago a través o en el mundo académico. La mayor parte de mi vida la he dedicado a analizar qué somos nosotros los coyas que vivimos en Jujuy y en Salta. También qué relación nos une con al gente de Bolivia, Perú y Chile, los aymaras, o la gente que rodea a Evo Morales. Desde hace dos años estoy trabajando en la primera universidad intercultural del Estado de México, donde se modifica toda la vieja tradición pedagógica. La universidad es una especie de estadio de River Plate. Cada salón es un círculo. El docente debe estar en el medio y los alumnos se sientan en sus butacas en círculo, se modifica todo. Además de eso, treinta minutos antes de iniciar la clase formal hay un diálogo con los alumnos, obligatorio, sobre qué traen los alumnos en sus mochilas, en sus discos duros, al salón. Qué aprenden en su comunidad, en su familia, en su pequeño mundo. Puede ser masagua, nagua, coya, aymara, mapuche, etcétera.

He preparado un trabajo por escrito. Generalmente no acostumbro a leer y tengo que pasear. Esta vez me voy a quedar fijo en mi relato.

Mi escrito se titula “Derecho a la cultura de los ciudadanos en el marco de la globalización”.

Introducción.

Nací en el año 1949 en la comunidad coya llamada Negra Muerta. Es llamada así en homenaje a una enfermera africana que acompañaba al general Belgrano en la lucha contra las fuerzas españolas genocidas de pueblos indios para consolidar la independencia de lo que hoy es nuestro país. Entre los años 1810 y 1820, como antes desde 1593, en el contexto de la provincia de Jujuy, la mujer, sea africana o coya, era anónima, nadie, no tenía nombre ni apellido en la administración colonial, incluso hasta las primeras décadas de la incipiente república, bautizada, luego de 1853 con la denominación Nación Argentina. Desarrollar una exposición sobre las políticas culturales del Estado, cultura y desarrollo en el marco de la conmemoración de los doscientos años de los acontecimientos que conllevaron a nuestra independencia de España, usar marcos teóricos, conceptos y categorías que, por

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lo general, no permiten analizar ni comprender nuestra historia en relación con las políticas culturales del Estado Argentino para que esta intervención resulte amena y graficada, lo iré ilustrando diacrónicamente con datos concretos de mi experiencia de vida desde 1949 en que nací hasta el presente- presente imaginario identificado a través de los medios de comunicación y de la literatura de los tecnócratas de la economía especulativa como globalización.

Nuestro país, es parte de la región para unos llamada “Latinoamérica”, para los españoles globalizados “Iberoamérica”, para los indios “Indoamérica” y para otros Abia Yala. Todos sus habitantes llevamos en la piel, en los genes, en la memoria, en el imaginario, en las representaciones, los estigmas que produce toda relación colonial e imperialista con una potencia europea. Por lo tanto, las diversas representaciones relacionadas a la cultura en la Argentina están ensalzadas de mitos producidos en Europa o en España para establecer y sostener relaciones de dominación colonial.

Hasta 1810 y en adelante, arriba del Río de la Plata, las ideas de la Revolución Francesa- 1789. La ilustración y el racionalismo estaban de moda en París y el racionalismo utilitarista e inductivo en Londres. En Buenos Aires, Tucumán y Jujuy estaban aún en boga el creacionismo y la escolástica. Los coyas o los calchaquíes, por ejemplo, eran tipificados por el sistema colonial como criaturas sin alma y, por lo tanto, no tenían derecho a “viajar al cielo”. Los descendientes de encomenderos y asesinos de indios podían sí viajar al cielo, hasta comprando indulgencias en el mercado regulado por el omnipotente poder clerical. En 1815 es derrotado Napoleón Bonaparte en Waterloo en la Europa continental. Recuperaba el poder el antiguo régimen allá en Europa. El sacrosanto imperio romano-germánico donde descansaba el poder del pontificado de Roma retoma las iniciativas políticas y con el amparo de otras potencias absolutistas e imperialistas, prescriben que los nuevos países serán reconocidos como independientes siempre y cuando entregaran la cima del poder a un príncipe europeo. En ese contexto, siguiendo las imposiciones de las potencias europeas pero contradiciendo a los patriotas de mayo decidieron localizar y traer a Buenos Aires a Juan Bautista Tupac Amaru, hermano de Gabriel Condorcanqui Tupac Amaru. En 1816 había sido propuesto por el general Belgrano para que fuera monarca de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El principal opositor de la propuesta de Belgrano y de San Martín era Tomás Manuel de Anchorena, terrateniente encomendero de la Pampa Húmeda.

En 1853, luego de la derrota del “restaurador” del antiguo régimen colonial, Juan Manuel de Rosas, quien murió en la patria de Charles Darwin, Inglaterra, se promulga la Carta Constitucional de la Confederación Argentina. Luego de 1860 se llamará Constitución de la Nación Argentina. El creacionismo y la escolástica están presentes en el contenido de la Constitución. En el artículo 67, inciso 15 de la vieja constitución modificada en 1994 quedaba establecido que el Congreso debe: “Proveer a la seguridad de las fronteras, conservar el trato pacífico con los indios y promover la conversión de ellos al catolicismo”. Conceptos tales como la alteridad, cultura, no estaban desarrollados en el mundo argentino de entonces, donde se hacían sentir las concepciones creacionistas del “mundo perfecto de Dios”, representado por el pontificado de Roma. La teoría sobre cultura del antropólogo Edward Burnett Tylor aun no había arribado al Río de la Plata.

Desde la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, quien había ejercido previamente el cargo de embajador argentino en Washington, arriba a Buenos Aires la concepción del evolucionismo y las categorías de “salvaje”, “bárbaro” y “civilizado”. El prototipo de lo civilizado en ese contexto era la civilización de Londres, donde estaba la capital del capitalismo liberal de ese entonces.

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El método comparativo encarado por el antropólogo Tylor, ensalzado por el evolucionismo de moda, pronto hizo efectos con acciones de lesa humanidad en la Patagonia, en la Pampa Húmeda, en el Chaco y en el altiplano jujeño. Guerra contra los pueblos indios. Lo salvaje, lo bárbaro, era objetivo de guerra por parte de la “civilización”. Los descendientes de inmigrantes españoles -invasores, encomenderos, soldados, curas- constituyeron, exclusivamente, un Estado de criollos descendientes de europeos.

Para esa generación llamada por la historia oficial como Generación del 80, los pueblos indios eran un estorbo para el desarrollo de la “civilización cristiana”. Por ejemplo, una tarea incipiente del mundo de las ciencias naturales en nuestro país era conservar como objeto de guerra los cráneos de los dirigentes de las naciones indias, derrotadas en el campo militar unilateral y genocida.

En el siglo XX la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, sus consecuencias y enseñanzas, modificaron levemente, en nuestro país, las condiciones sociales, políticas e intelectuales para producir políticas públicas a favor de la existencia y de la cultura de las naciones indias, actualmente llamadas minorías nacionales. Sin embargo, el 10 de diciembre de 1948 -un año antes de que naciera yo- la delegación diplomática de la Argentina en la Asamblea General de las Naciones Unidas llevada a cabo en París, se abstuvo de votar a favor de la Declaración de los Derechos Humanos, cuyos principales artículos establecen:

Artículo 1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.Artículo 2: Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.¿Por qué la abstención de votar a favor de la Declaración de los Derechos Humanos de parte de la delegación argentina? Las respuestas hay que buscarlas en los contenidos curriculares de la formación que recibieron los que administraron nuestro país durante la mayor parte del siglo XX.

Sin embargo, en 1994, en la última modificación de la carta constitucional de la Nación Argentina, los miembros de la Convención Constituyente, a través del artículo 75, inciso 17 establecieron que el Congreso debe: “Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan”, etcétera. Sin duda, en la teoría y en el papel, algo es algo, pero una de las atribuciones del Congreso de la Nación es “Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos”. El término “cultura” está presente en la Constitución. Ahora pregunto: ¿Qué hizo o hace el Congreso respecto de su atribución establecida en el artículo 75, inciso 17 citados? Pues bien, construiré una respuesta porque los conceptos “preexistencia étnica”, “preexistencia cultural” y “pueblos indígenas”, son claves para analizar las políticas culturales del Estado en relación a la cultura y el desarrollo de la Argentina como país multinacional y poliétnico.

Críticas en los conceptos de la cultura desde la UNESCO.

“La cultura le confiere al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. A través de la

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cultura el hombre se expresa, deviene consciente de sí, reconoce su incompletud, cuestiona sus propios logros, busca incansablemente nuevos significados”. Declaración de la UNESCO reunida en México en 1982.

La descripción citada sobre los aspectos prospectivos de la cultura fue producida en la conferencia mundial sobre políticas culturales realizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, entre los días 26 de julio y 6 de agosto de 1982 en la Ciudad de México. En ese mismo evento, la cultura era definida como un “conjunto de rasgos distintivos espirituales, inmateriales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo cultural. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano”. UNESCO, 1982.

Dos décadas después en 2001, la Declaración Universal de UNESCO sobre la diversidad cultural sostiene que es patrimonio común de la humanidad: “La cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y del espacio. Esta diversidad se manifiesta en la originalidad y en la pluralidad que caracterizan a los grupos y sociedades que componen la humanidad. Fuente de intercambio, de innovación y de creatividad, la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos”.

Respecto a las políticas culturales la declaración de la UNESCO de 2001 sostiene: “Las políticas culturales, en tanto que garantizan la libre circulación de las ideas y las obras, deben crear las condiciones propicias para la producción y difusión de bienes y servicios culturales”.

En julio de 1982 nuestro país absorbía el sabor amargo de la derrota militar ante Gran Bretaña por la posesión de las Islas Malvinas. La concepción de cultura en ese contexto de 1982, por ejemplo en Jujuy, estaba relacionada con la idea darwinista de finales del siglo XIX. ¿Quién poseía “cultura” en el espacio social de la quebrada de Humahuaca? Era el docente que hablaba muy bien el castellano, dominaba el francés y leía libros clásicos. En ese contexto una mujer coya hablante de un castellano quechuizado, aymarizado, poeta y coplera no tenía cultura. Es decir, para la sociedad jurídica, para el establishment o la sociedad hegemónica derivada de derechos coloniales, la producción cultural de una poeta coya es cosa “de salvaje”.

En 2001, la Provincia de Jujuy estaba experimentando los efectos del neo libre mercado. Las instalaciones de la red ferroviaria estaban en proceso de desguace no planificado. Las importaciones superaban a las exportaciones, formales e informales. El servicio educativo era deficiente como también el de salud y otros. A finales de 2001 el modelo de política económica entró en crisis sin retorno por efecto de la entropía, por exceso de endeudamiento externo. El ocio se había impuesto a la producción. Por ello no me causa ninguna sorpresa el contenido del artículo 9 de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural aprobada en 2001: “Las políticas culturales, en tanto que garantizan la libre circulación de las ideas y de las obras, deben crear condiciones propicias para la producción y difusión de bienes y servicios culturales diversificados”. La libre circulación de las ideas, de las obras: esta premisa no guarda ninguna relación con las cualidades culturales de los pueblos indios y sus espacios sociohistóricos en los que se desarrollan sus vidas desde antes de la fundación de la Argentina jurídica en 1853.

La UNESCO está preocupada por la libre circulación de las ideas y de las obras. En la cita anterior es evidente el contenido del espíritu de la economía de libre mercado, sin injerencia del Estado. La teoría económica del laissez-faire a finales del siglo XIX era dejar hacer, dejar

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pasar. Significa la completa libertad de la economía del mercado libre. También significa la completa libertad en la economía de libre mercado bajo sus nulos impuestos a la importación, libre mercado laboral. De acuerdo con los últimos acontecimientos de Wall Street y los más de 800.000 millones de dólares que el Estado norteamericano inyectó a las empresas bancarias y financieras privadas se puede inferir, que la UNESCO tendrá que construir una nueva concepción de cultura como también proponer una nueva teoría para la producción de política pública que tengan como perspectiva una distribución equitativa de los bienes culturales. Marco conceptual para comprender las políticas culturales respecto al otro, a la alteridad.

La Argentina, desde la perspectiva de la diversidad cultural y de su estructura social, reúne dos características fundamentales: por una parte, es un Estado multinacional, porque la historia social y cultural deriva de un proceso violento de invasión, conquista y sometimiento. Pedro de Mendoza y Juan de Garay son los íconos paradigmáticos del imaginario de la invasión y conquista. Para los dirigentes que produjeron la constitución de 1853, los conceptos descubrimiento, conquista, constituían parte del relato de la identidad que producían y producen en todos sus actos. Tanto en el mito como en la realidad, los ciudadanos argentinos urbanos y de la sociedad hegemónica del siglo XIX eran inmigrantes y descendientes de inmigrantes de Europa, y de España particularmente. Ellos se consideraban los herederos de los bienes culturales y de las instituciones abandonadas por la España imperialista y colonial.

Las naciones indias y los pueblos indios con los que había que conservar el trato pacífico constituían la esencia de la Argentina multinacional y pluricultural. En la Argentina multinacional que conformaba la realidad geográfica, demográfica, cultural, social y económica desde antes de la invasión española no era objeto de política pública porque se imponía la ceguera racista y darwinista de los que comandaban el Estado poliétnico fundado en 1853 jurídicamente. Es decir, se impone el imaginario europeísta de los inmigrantes, invasores, conquistadores y colonizadores -que arribaron por el Atlántico y por Alto Perú en el siglo.

Para concluir, ¿qué debemos hacer? En la Argentina, en el año 1985, a través del Congreso de la Nación, se aprobó una ley, la Nº 23.302, que reconoce a los pueblos indígenas por un lado, y a las comunidades aborígenes por otro. El concepto indígena en el mundo latinoamericano e iberoamericano significa todo habitante que haya nacido en la tierra, en este territorio. Por lo tanto, todos los que estamos acá en este salón somos indígenas. El concepto de aborigen es diferente. María Máxima Ramos, Sarapura y todos los hermanos diaguitas son aborígenes porque ellos estuvieron aquí antes de la Constitución del Estado. Pero la palabra indígena encierra todo un mensaje histórico colonial. Cuando finalizó la Primera Guerra Mundial, en el Tratado de Paz de Versalles firmado en 1919, las naciones europeas que se consideraban civilizadas, incluso la Argentina en su totalidad era bárbara o salvaje, dijeron que eran indígenas los argentinos y, por lo tanto, tenían que estar siempre atentos al ojo avisor de Inglaterra. Entonces, la palabra “indígena” se impuso en la ley. Pero para los que analizamos profundamente y, sobre todo, para los que son abogados, no me van a decir que no hay miles y miles de hojas y de páginas escritas durante el período colonial en los que éramos las naciones indias, los pueblos indios. Por supuesto es un término racista que vino de Europa pero tiene mucha validez para los reclamos territoriales.

Ahora la Argentina, en su última carta constitucional de 1994, incorporó como leyes fundamentales a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y también está el Convenio número 169 de la OIT. Creo que lo que hace falta ahora, como propuesta, es que la interculturalidad, que significa relaciones culturales entre pueblos, entre personas, entre

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culturas, debe ingresar a las universidades. Fundamental para modificar conciencias y espíritus porque los que hoy nos conducen en la Argentina y los que condujeron a la Argentina desde 1853 se han formado en las universidades, y en las universidades es donde se hace prevalecer la conciencia procolonial o neocolonialista. Es fundamental, para modificar la Argentina y para que la Argentina sea multinacional como corresponde y pluricultural, que la interculturalidad como concepto trasversal de la relación entre culturas y el respeto entre culturas y pueblos ingrese a las universidades, por supuesto, desde el jardín de infantes.

Ana Wortman

Voy a problematizar esta cuestión de la cultura y qué es el derecho a la cultura. Habría que especificar de qué estamos hablando cuando estamos hablando de cultura. Me parece importante definirlo porque se dispara para una multiplicidad de cuestiones y de temas.

En las sociedades globalizadas, en la sociedad actual, en la sociedad que habitamos cotidianamente en nuestro país en el marco de la globalización económica y cultural hay una explosión de la cultura. Si bien quizás nos parece que no y por esto hacemos una referencia al derecho a la cultura, sin embargo, justamente, la dinámica capitalista actual se funda en lo cultural y esto ha hecho que el concepto de cultura que en las sociedades occidentales estuvo restringido a la cuestión de la circulación de los bienes artísticos y al consumo de los bienes artísticos, amplifica o nos hace recordar que la cuestión cultural, paradojalmente, tiene que ver con otras cuestiones. Lo cultural está en la vida cotidiana, es una dimensión simbólica de la vida social, tiene que ver con estilos de vida, con prácticas, con diferencias entre grupos sociales, tiene que ver con la diversidad cultural, como bien señalaba el compañero anterior. Es decir, la cultura está en todas partes en este momento.

Esta explosión de lo cultural tiene que ver con la dinámica del capitalismo actual y con algo que señalaba Juan antes que es la presencia de las nuevas tecnologías. Lo que hace a la existencia de la globalización cultural es el desarrollo de las industrias culturales y, fundamentalmente, las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información. Hoy en día todos los bienes que nosotros consumimos los consumimos a través de imágenes, de marcas, de publicidades, de logos. Detrás de toda la imaginería de la sociedad capitalista actual hay cultura. Quizás la pregunta que nos tenemos que hacer sea cuál es esa cultura. Pero se podría decir que nunca tanto como ahora la cultura está en todas partes, la cultura está cuando nos vamos a comprar un par de zapatos, cuando compramos un juguete para nuestros hijos, cuando nos vestimos y esa cultura está más allá del bien en sí mismo. Esto es, justamente, el fundamento de la dinámica capitalista actual. Está en la imagen, en la construcción de la imagen y de estilos de vida asociados a esos bienes. De ahí el peso económico que tiene la publicidad en la sociedad actual, y ésa es una dimensión cultural de la vida cotidiana.

Detrás de toda esa nueva imaginería de la globalización cultural hay creadores, hay intermediarios culturales. Por eso muchos sociólogos dicen que nunca tanto como ahora existieron tantos creadores culturales. El tema es cuál es la concepción de cultura, sobre qué tipo de sociedad se está generando. Pero en la globalización cultural existe producción cultural, existe explosión de la cultura, existen los medios, existe un fenómeno de medios, más mediatización de lo cultural. Así como por un lado yo señalaba el peso de la publicidad y la construcción de imágenes sobre los bienes y sobre las personas, también está el fenómeno del aumento de la mediatización de la cultura a partir a partir del lugar que asume en los llamados suplementos culturales de la

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prensa gráfica o los canales de cable destinados a ella.

Esta es la paradoja en la que nos situamos actualmente en nuestra sociedad. Por un lado la relación de la cultura con el capitalismo. El capitalismo demanda creadores culturales para su reproducción y en los momentos de crisis -como por ejemplo la crisis de 2001- en la Argentina, emergen nuevos sentidos acerca de qué se entiende por cultura. Esta globalización cultural en los años ‘90 en la Argentina se manifestó a partir de la idea de la privatización de los espacios públicos. Por ejemplo, el shopping como metáfora de la privatización del espacio público y las consecuencias que eso tiene en los consumos culturales, las relaciones entre las personas y en la vida cotidiana en general. Pero así como existe esta dimensión fuerte de la cultura promovida por las industrias culturales y las nuevas tecnologías en la globalización capitalista -Google sería un excelente ejemplo de esto, desde el momento en que cotiza en la bolsa, desde el año pasado- paralelamente en el 2001, que fue un momento de crisis de ese modelo neoliberal de la cultura en la Argentina, aparecen otras formas de productores culturales -siempre existieron históricamente a lo largo del siglo XX en nuestro país, las formas independientes de la cultura, pero en 2001 aparecen con mucha fuerza y quizás con un sentido casi político.

En lo que respecta a proyectos culturales autogestivos, me voy a referir a la Ciudad de Buenos Aires porque es donde hice el trabajo, pero entiendo que esto es un fenómeno que ha ocurrido en otras ciudades del interior del país. Se trata de un fenómeno político cultural, existe una demanda por nuevos sentidos de la vida social no vinculados a la sociedad de consumo. Una de las características que yo percibí en muchos de los proyectos culturales autogestivos, muchos de ellos fomentados en barrios fuertemente empobrecidos, de sectores medios empobrecidos y golpeados por la crisis de los 90, lo que aparecía es la cultura con un nuevo sentido opuesto a lo que venía diciendo antes en relación al uso mercantil de la cultura en la globalización cultural capitalista. Aparecía como una búsqueda a través de la cultura de nuevos sentidos de la vida social y de una manera de generar un discurso distinto, reconocedor de las diferencias sociales, tratando de elaborar la crisis social que aún persiste en la Argentina, una fuerte fractura de las clases medias, del desquiciamiento de las clases trabajadoras y de una búsqueda de nuevos sentidos de la vida cotidiana enfrentados al discurso de los medios de comunicación.

Alguno de estos proyectos culturales autogestivos eran muy débiles y quizás ya hayan desaparecido -como los centros culturales en fábricas recuperadas que respondían a un momento político específico como fue la crisis de 2001-, pero otros sí continuaron y ahí se podría ver esto que les estaba diciendo. Quizás había diferencias que tenían que ver con la trayectoria de quienes hacían estos emprendimientos culturales en casas abandonadas. Había y hay todavía emprendimientos de jóvenes, muchos de ellos habían empezado una carrera artística y la habían abandonado. Lo que aparecía y a mí me llamaba mucho la atención eran los emprendimientos barriales de profesionales desocupados que encontraban en la cultura un recurso laboral. Armaban un centro cultural en una zona de clase media del centro de la Ciudad de Buenos Aires, como un trabajo, pequeñas PyMEs. De distinta manera trataban de autogestionarse la subsistencia del que coordinaba el centro cultural como de las talleristas.

Esto también da cuenta de este fenómeno. Los fenómenos son siempre dialécticos, paradójicos y contradictorios. Yo decía que el capitalismo que mercantiliza todas las esferas de la vida social, sin embargo necesita de la cultura para poder subsistir. Lo que curiosamente aparece en los últimos años en la Argentina es que cada vez más gente se vincula con carreras artísticas y después no tiene donde insertarse profesionalmente. Estos espacios autogestivos permiten

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que, precariamente, estas personas puedan desarrollar su formación, sus proyectos culturales. Quizás no esté de más decir -porque a veces hay una imagen idealizada de la ciudad de Buenos Aires-, que la ciudad, a pesar de concentrar recursos en relación con la cultura respecto de otras provincias -y éste es un tema que también tiene que ver con el derecho a la cultura- es una de las zonas con mayor desigualdad social del país. Esto se comprueba espacialmente entre el sur y el norte y tiene consecuencias en el acceso a los bienes culturales, en la disposición estética, en la capacidad de acceso, no sólo por la gratuidad sino por poder disfrutar del teatro, el cine, etcétera. Éste es un tema bastante complejo.

Volviendo al sentido quizás más convencional de la cultura, tenemos que pensar esta cuestión de los derechos culturales. Esto se relaciona con el tema de la desigualdad social y ésta es la perspectiva desde la que yo voy a cerrar esta presentación. Por un lado hablábamos de las contradicciones del capitalismo en relación a los sentidos de la cultura y, por otro lado, lo que aparece claramente en la sociedad argentina en los últimos años es que la desigualdad social tiene una cara cultural. La desigualdad social genera desigualdad cultural. Además se ve que se han modificado también las búsquedas y los usos del tiempo libre y la relación con los bienes culturales justamente por el impacto de la globalización cultural, la presencia de las nuevas tecnologías y muchos años de privatización de la cultura, es decir, de encierro de la gente en el espacio privado.

Por ejemplo, el hecho de ir al cine es un tema sobre el cual se está reflexionando mucho. ¿Por qué no hay público de cine siendo uno de los consumos culturales públicos más accesible, o al menos más que el teatro? Está en un lugar bastante bajo. La gente no va al cine, hace otras cosas. Eso no quiere decir que no le interese el cine, quizás se queda en la casa, renueva permanentemente toda la tecnología hogareña, eso en los últimos 10 años creció de una manera impresionante, en particular desde 2003 en adelante, y eso incide en el consumo del cine. La gente no sale para ir al cine.

Quienes más van al cine, quienes más leen libros, quienes más compran música, son la clase alta y la media alta. Si la sociedad argentina antes era relativamente igualitaria y la clase media era la que motorizaba el consumo cultural, ahora esto está corrido hacia las clases altas y medias altas. Quizás habría que investigar qué apropiación hacen de ese consumo cultural en una sociedad que es desigual, menos progresista de lo que era hace 30 o 40 años atrás. Lo que sí aparece claramente es que hay una relación entre clases sociales y consumos culturales muy marcada. El resto de la sociedad está afuera de los bienes artísticos en el sentido clásico, de comprar libros, de comprar música, de ir al cine, ir al teatro ni que hablar, está ahí debajo. Pero esto es un fenómeno más cultural en un sentido general, todo el mundo va menos al teatro, a diferencia de lo que era la ciudad de Buenos Aires y el resto del país también a principios del siglo XX. Había una gran cantidad de salas de teatro en todas las ciudades.

Este fenómeno también se puede comprobar en una encuesta que hizo el Ministerio de Educación el año pasado de adolescentes y consumos culturales. Se suele decir que los chicos están todo el tiempo con la computadora, que están chateando, etcétera, todo eso que ya forma parte del sentido común, pero lo que aparece es una diferencia muy grande entre los chicos de mayores recursos y los de menores recursos en relación a la lectura de libros, por ejemplo. De los chicos de mayores recursos sólo el 15% mira más de tres horas de televisión por día. Los de menores recursos sí miran más televisión porque tienen menos opciones. El 50% de los de mayores recursos lee más de tres libros por año; de los de menores recursos, el 30%. El 70% de los chicos de mayores recursos va al cine entre tres y seis veces al año; de los

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de menores recursos, el 30%. Antes el cine era un consumo popular. El 70% de los de mayores recursos escucha música en la PC; de los chicos de menores recursos, el 30%. Esto muestra que no todos tienen PC o tienen PC con diferentes capacidades. Lo que quiero mostrar es la relación de la brecha social y la brecha cultural.

Además, debemos interrogarnos sobre esta cuestión de la cultura que está en todos lados. Hay más suplementos culturales, en televisión por cable hay canales culturales, pero, ¿qué consecuencias tiene en el imaginario de la gente? ¿La gente es más reflexiva? ¿La gente se preocupa por los asuntos públicos, se interesa por la política? ¿Qué tipo de sociedad se está construyendo en una comunidad que está informada sobre la cultura? Estos son los temas sobre los que habría que reflexionar cuando pensamos en derechos culturales. Los derechos culturales tienen que ver con reconsiderar el concepto de ciudadanía. En una sociedad que fue fuertemente desciudadanizada en los ‘90 por el neoliberalismo y por la forma del capitalismo actual, ¿cómo considerar la cuestión cultural en este nuevo ciclo y también ahora con esta nueva crisis actual? Es necesario repensar la cuestión de la ciudadanía y cómo se incorpora la dimensión cultural en la ciudadanía, en el concepto moderno de ciudadanía y también la dimensión cultural de los sectores más sumergidos porque, quizás, no es solamente facilitando el acceso a los bienes culturales -por ejemplo, que el cine sea gratis porque así la gente va a ir más al cine. Hay una cuestión de trabajo con una dimensión más simbólica con los sectores populares, con los colegios, con los maestros, de reconsiderar la dimensión colectiva de la vida cultural.

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XII. DERECHO DE AUTOR, COPYRIGHT Y DERECHO A LA CULTURAFederico Heinz (argentina)Cofundador y presidente de Fundación Vía Libre, que promueve el uso de software libre como una herramienta de desarrollo sustentable e independencia tecnológica, para Latinoamérica. Consultor de diversas organizaciones públicas nacionales. Desarrolla software libre enfocado en las necesidades de la sociedad y en las implicaciones sociales de las tecnologías de la información y lascomunicaciones. Orador oficial del proyecto GNU de la Free Software Foundation.

luis alBornoz (argentina)Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Coordinador editorial de la revista Telos, Cuadernos de comunicación, tecnología y sociedad, editada por Fundación Telefónica. Fue asesor de la Dirección de Prensa del Honorable Senado de la Nación. Actualmente es profesor titular de la Universidad Carlos III y coordinador en el Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas. Publicó libros y artículos en revistas académicas y periódicas.

Fernando zaPata lóPez (colomBia)Director General de la Unidad Administrativa de la Dirección Nacional de Derecho de Autor, en Colombia. Abogado de la Universidad Nacional. Se desempeñó como profesor de la Cátedra de Propiedad Intelectual en las universidades Nacional, Javeriana y Externado. Fue presidente del comité de coordinación de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) en Ginebra. Participó, como vocero de los países de América Latina y el Caribe, en el proceso de formación de los Tratados Internet de la OMPI.

Julio raFFo (argentina)Abogado. Fue asesor legal en la producción de más de sesenta películas nacionales y extranjeras. Se desempeñó como rector de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, coordinador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y director del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER). Es profesor de la Facultad de Derecho (UBA) y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba). Además de ser autor de varios libros, fue director del documental Caseros (en la cárcel), que se estrenó en 2006.

Federico Heinz

Voy a empezar por aclarar la terminología, qué estoy diciendo cuando uso ciertas palabras, porque en todos estos debates, se usan distintas palabras que no siempre quieren decir lo mismo y yo voy a concentrarme en un aspecto muy específico.

Ustedes, probablemente, han escuchado hablar de estos términos: propiedad intelectual, derechos de autor, copyright. Yo, específicamente, no voy a hablar de propiedad intelectual, básicamente, porque es un término demasiado confuso. En el contexto argentino y latinoamericano, en general, quiere decir derechos de autor pero, en muchos contextos, abarca otras cosas más incluyendo patentes, denominaciones de origen, marcas y cosas por el estilo de modo que, cuando uno habla de propiedad intelectual, uno nunca sabe, en realidad, de qué está hablando. Por lo tanto, no voy a usar ese término en particular. Tampoco hablaré de derechos de autor. Derechos de autor se puede definir, esencialmente, como derechos morales más derechos patrimoniales. Derechos morales son los derechos de atribución de la

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obra, integridad de la obra, cosas por las que, en general, no hay demasiada polémica, si bien siempre la hubo en el arte, si pensamos un poquito en Duchamp y en otros artistas similares, pero no nos vamos a meter ahora en esos derechos en particular.

Nos vamos a concentrar sobre los derechos patrimoniales, el copyright, el derecho de copia que es esencialmente una regulación industrial. Es un régimen legal de regulación industrial que nace en un determinado contexto histórico. Para comprender este contexto histórico, primero tenemos que ponernos de acuerdo en una cosita que creo que vamos a estar todos de acuerdo y es que la cultura sólo es cultura en tanto es compartida. Sólo es cultura una obra en tanto muchos la conocemos, muchos la compartimos como código. “Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente”, sólo es cultura porque todos lo hemos escuchado alguna vez. Para los que recordamos nuestra lógica proposicional, esto significa claramente que, si algo no se comparte, no es cultura. Entonces, en general, en el tema de construcción de cultura hemos tenido, desde que somos especie, desde que empezamos a producirla, una pregunta central que voy a tratar de comentar.

El problema consiste en que tenemos un actor o una actriz a quien le gusta escribir libros. Aquí voy a usar al libro como metáfora del libro en general. Lo podemos hacer por analogía con, prácticamente, cualquier otro tipo de obra. Entonces, tenemos alguien a quien le gusta producir obras, quien produce obras y tenemos personas que quieren disfrutar de estas obras. La pregunta crucial es: “¿Cómo hacemos para llevar las obras desde quien las produce a quien las lee?” El tema es cómo hacemos esto, cómo lo logramos.

Durante muchísimo tiempo, la solución implicó que hubiera gente que se dedicara a copiar a mano libros. Era un proceso muy laborioso y caro. Durante toda esta época, que duró siglos, a nadie se le habría ocurrido la absolutamente absurda idea de plantear una prohibición de copia, porque toda persona que estaba copiando estaba haciéndole un servicio a la sociedad. Menos que menos a los autores, que querían que sus obras se divulgaran. De todos modos, era muy poca la divulgación que se lograba porque era carísimo cada libro.

Con el tiempo, nuestra especie terminó inventando la imprenta y la fue perfeccionando. Esto logró que cada copia, cada libro, bajara en precio de forma significativa y que se pudieran producir en masa, en serie. Aun así, como toda producción industrial, esto seguía requiriendo no sólo reproducir los libros, sino resolver toda una serie de problemas logísticos importantes para poder, no sólo producir los libros, también tener todos los insumos y distribuirlos y toda esa historia. Esto significaba, esencialmente, que hacía falta plata. Seguía haciendo falta plata para hacer cada tirada, aunque cada libro fuera relativamente barato.

Como suele pasar en estos casos en que la plata hace falta, el problema se solucionó mediante la introducción de un nuevo personaje en esta charla que es el capitalista que, como sabemos, son personas que usan moñito y sombrero. Entonces, el autor pasaba a licenciarle la obra a este capitalista, al editor que, a su vez, vendía los libros al público.

Como suele pasar cuando aparecen estos personajes capitalistas, apareció también, inmediatamente, el tema de la competencia entre ellos y es aquí donde aparece el copyright históricamente, como un mecanismo de regulación industrial para lograr competencia limpia entre los editores. ¿Qué pasaba? Cuando un editor iba a sacar un libro, era difícil saber de antemano cuáles iban a ser los libros que tendrían éxito y cuáles no. Entonces, un editor que no editara libros nuevos y no se fijara cuáles eran los libros que tenían éxito de los demás editores,

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podía sacar solamente libros exitosos, comiéndoles el margen de ganancia a los demás editores y, de esa manera, estaba rompiendo la industria. Esto no era bueno en el sentido de fomentar la producción de libros. Es una cuestión esencialmente de competencia entre editoriales, trata solamente de lo que hacen las editoriales entre sí. Esta forma de copyright sólo regulaba la actividad comercial, concretamente con obras, con el fin de fomentar la difusión de la cultura. El problema es que algo cambió. Desde aquel entonces hasta ahora, cambiaron dos cosas. La primera de ellas es que, paradójicamente, a medida que los precios de producción, de hacer una tirada de libros -no de la producción de la obra, sino de los libros- fueron bajando, el copyright ha ido subiendo a costa de las editoriales, ha ido creciendo en prácticamente todas las dimensiones. La duración, por ejemplo. La duración original del copyright era de catorce años, extendible otros catorce años. La duración actual del copyright en la mayoría de los países es de la vida del autor más setenta años. Y, de hecho, hay gente que argumenta que actualmente la duración del copyright no es más una constante sino una función. Es, en promedio, la vida del ratón Mickey más diez años. Porque cada vez que el copyright del ratón Mickey está por expirar, la Disney Corporation, aquella corporación que hizo gran cantidad de dinero haciendo dibujitos animados basados en obras que sacó del dominio público, agarra las palas mecánicas y empieza a tirar dinero en la dirección aproximada de Washington para que le prolonguen el copyright por otros veinte años más. De esa manera, en promedio, tenemos la edad del ratón Mickey más diez años. Pero no sólo en duración, también en alcance.

Cada vez más tipos de obras están bajo copyright en cobertura en distintos aspectos. Este crecimiento, fomentado por las editoriales, hace que las editoriales cambien de rol. Ya que la producción de libros no es tan cara, el acceso a los materiales, a la infraestructura necesaria para difundir la obra no es tan exclusivo como antes -hacían falta grandes cantidades de capital-, las editoriales cambian de rol. Ya su tarea original de distribuir libros pierde importancia y lo que a ellos les genera, realmente, dinero es el hecho de controlar la agenda, controlar qué es lo que se distribuye, controlar, esencialmente, qué es lo que está in y qué es lo que está out. Su capacidad de controlar quién puede imprimir y quién no puede imprimir obras es lo que les permite imponer qué es lo que está de moda.

Cambió otra cosa más. Apareció Internet y rompió todo. Todo esto, la cuestión de las imprentas y del copyright y todo eso surgió porque copiar era difícil, era caro y resulta que ahora copiar es fácil. Copiar no sólo es fácil, sino que además, es inevitable. Es imposible no copiar porque la copia es la operación fundamental de la computadora y es la operación fundamental de Internet. No se puede usar Internet sin copiar. Internet lo único que hace es copiar. Entonces lo que tenemos es que, en este entorno digital, ya todo es una copia. El concepto de original se pierde por completo, prácticamente. En este entorno -y esto es lo que aterra a las editoriales-, el rol de la editorial desaparece a favor de una fotocopiadora de dimensiones planetarias que permite a los autores llegar directamente al público sin pasar por su intermediación.

Pero pasa algo más interesante todavía. Además de que los autores pueden llegar a su público ahora, se produce un intercambio directo entre ellos que antes no era posible porque teníamos a este personaje en el medio y porque no teníamos los medios de comunicación necesarios. Entonces, nos encontramos con que el autor ya es, en sí mismo, una editorial pero nos pasa, además, que el público mismo también pasa a ser autor y esto lo vemos en ejemplos como el software libre, por ejemplo. Programas de computación producidos por un colectivo internacional que comparte sus obras y, deliberadamente, relaja las restricciones de copyright para mejorar la difusión y para mejorar el valor de los programas que distribuye.

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Lo vemos en Wikipedia, en los blogs, es una cuestión en la que se produce un diálogo muy fuerte. Nos encontramos con que, si el público es autor, los autores son editoriales, todos somos editoriales.

Esto nos lleva a que tenemos que volver a repensar. Parece una redundancia pero no lo es tanto. El copyright ha sido repensado muchísimo desde que se lo originó. Estas veces que lo hemos repensado hasta ahora lo han pensado, esencialmente, las editoriales sin tener mucho en cuenta al público, y ha tenido muchísimos cambios en su historia. Basta con mirar la historia de cambios del Convenio de Berna, que es el que regula internacionalmente el derecho de autor, y se van a dar cuenta que ha sido cambiado regularmente cada veinte años. Lo que tenemos que hacer, esencialmente, es volver a repensar esto de una manera nueva porque la pregunta cambió. La pregunta central del principio ya no es la misma. Ya no tenemos que pensar nada más que en cómo establecer el vínculo entre el autor y el público, sino cómo establecer este diálogo, esta relación de pares. Por el contrario, estamos esencialmente tratando de resolver el problema de ayer. Esto es lo crucial, esto es lo que tenemos que poder aprovechar que nos permiten las nuevas tecnologías de la comunicación. Las circunstancias cambiaron. El hecho de que la ciudadanía le entregara a los editores un cierto monopolio -que en realidad no es tanto, eso es una interpretación de algunos personajes que buscan la interpretación maximalista del copyright porque, en realidad, como vimos, el copyright es regulación industrial, al público en sí no lo afecta. Pero, aun si interpretáramos que ese monopolio fue entregado como tal, eso fue en una circunstancia en la que qué nos costaba entregar el derecho de copyright si, de todos modos, no podíamos copiar porque no teníamos con qué. Ahora sí tenemos, de modo que el precio de esa transacción, los términos de esa transacción, cambiaron seriamente. El problema cambió y las circunstancias también. No podemos llegar a la misma conclusión. Seguramente tenemos que repensarlo para obtener un régimen que sea adecuado a este problema que tenemos ahora.

Luis Albornoz

En primer lugar quiero decir que no soy abogado, no soy un especialista en derechos de autor o copyright, sino que trabajo con el tema de las industrias culturales y vengo a este espacio más con el ánimo de aprender que de explicar o dar conclusiones sobre este tema. En la introducción decían que este es un tema interesante y polémico. Yo agregaría que es un tema de enorme complejidad. Entonces, lo que voy a hacer son algunas consideraciones generales que van un poco en la línea de lo expuesto por Federico. Voy a tratar de no repetirme, pero sí me da un marco. Luego voy a entrar con un caso particular que es el sector de la música y qué cambios se están dando en el sector de la música. Es decir, cómo están reaccionando, en primer lugar, los principales actores, los principales agentes de este sector, ese nuevo personaje, el capitalista, al cual se refería, hace algunos instantes, Federico. Voy a dar una pincelada, únicamente, por cuestión de tiempo sobre la reconfiguración del escenario musical para luego pasar a las prácticas sociales, es decir, qué estamos haciendo con la música y plantearé, finalmente, algunas preguntas para animar el debate.

El conjunto de las expresiones culturales y creativas son bienes de uso colectivo. Desde finales del siglo diecinueve y, sobre todo, durante todo el siglo veinte, se dan dos procesos muy importantes, en paralelo, que van a afectar al conjunto de las expresiones culturales y creativas. Me estoy refiriendo, por un lado, al proceso de industrialización que Federico mostraba ahí con algunas imágenes del primer sector en industrializarse que es, precisamente, el de la palabra

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escrita pero luego levan a continuar otra serie de sectores. Ahí tenemos el cine, tenemos la televisión, tenemos la radio. Es decir, la posibilidad de, a partir de una copia cero o un master, hacer editar, producir un número equis de ejemplares.

El otro proceso importante que se da en el campo de las industrias culturales creativas es el de la mercantilización, es decir, el de convertir, transformar, esos bienes y servicios culturales en mercancía, es decir, darles un valor de cambio. Se pueden comprar y se pueden vender. Hay otros dos procesos menores, pero que también están incidiendo en este nuevo escenario de las industrias culturales, que se dan, sobre todo, a partir del primer tercio o segunda mitad del siglo veinte, que tienen que ver con el grado de internacionalización de algunas industrias culturales y un grado, también, de concentración empresarial de esas industrias culturales. Es decir, ese nuevo personaje capitalista, hay muchos pero también hay una concentración de esos y esto incide en que hay una concentración de los derechos patrimoniales, de los derechos de explotación de las obras, del copyright, entendiendo que esos derechos de explotación se compran y se venden, forman parte de un mercado.

Es un tema de una extrema complejidad porque se plantea entre una esfera que sería la de los derechos de autor o copyright, que es un derecho individual que mercantiliza todo lo que se crea, se inventa y se representa, que es temporal pero que tiene una tendencia a hacerse cada vez más grande, de esos catorce a los setenta años una vez muerto el creador; y lo que sería la esfera del dominio público, de esos bienes y servicios entendidos como uso colectivo. Hay una gran tensión de derechos privados mercantiles y dominio público.

Hay un libro que a mí me ayudó, por lo menos, a pensar el tema, a problematizarlo, no a darle una solución pero sí a pensar un poco este tema, que es de un autor holandés, Joost Smiers que se titula Imaginando un mundo sin copyright y lo digo porque voy a nombrar cinco frases de ese libro que a mí me parece que pueden servirnos. En primer lugar lo que dice es que a lo largo de la historia y en diferentes culturas se han creado obras culturales. Es decir, tenemos que entender que el derecho de autor, el copyright, tiene cerca de dos siglos nada más. En segundo lugar, la expansión del copyright favorece a los inversores, a ese nuevo personaje. Favorece más a los inversores actualmente que a los creadores e intérpretes de las ceraciones culturales. En tercer lugar, la mayoría de los creadores no gana mucho dinero gracias al copyright. En cuarto lugar, la distribución del dinero proveniente del copyright es muy desigual. Unas pocas celebridades ganan grandes sumas y el autor promedio obtiene sumas pequeñas. Finalmente, se sabe que los artistas obtienen derechos de copyright por lo que añaden al conocimiento y la creatividad, que son parte del dominio público. Por tanto, otorgar derechos de exclusividad monopólicos a esos agregados por un plazo de setenta años posteriores a la muerte del artista es injusto. Transferir esos derechos a individuos o empresas que no tienen nada que ver con el proceso creativo, es más injusto aún.

Digo esto a modo de introducción y para problematizar un poco el tema. Años atrás, participé de una investigación colectiva sobre el tema de las industrias culturales y cómo las nuevas redes y soportes digitales estaban transformando el escenario de las industrias culturales. Las conclusiones que surgieron de esa investigación fueron que había claramente dos sectores, el sector de la prensa diaria y el sector de la industria fonográfica, que eran los que se vieron más afectados en un comienzo, por una cuestión de ancho de banda, por la posibilidad de que esos contenidos circularan en esas nuevas redes. Hoy ese proceso continúa y está afectando de lleno al audiovisual. Pero la industria fonográfica, la de los fonogramas, las obras musicales grabadas, demostraba un carácter pionero ya hace cuatro años atrás, primero en las batallas

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entre agentes culturales y agentes de otros sectores, tradicionalmente, fuera de otros sectores como las telecomunicaciones, o como el sector de informática. En segundo lugar, revelaba que era un espacio -el de la industria fonográfica-, donde se estaban dando nuevos modelos de negocio, y también era claro el problema entre los derechos de autor, se demostraba con mucha crudeza el problema de los derechos de autor y los hábitos de los usuarios, revelando la pugna entre interés particular e interés público.

Entonces, como decía Federico hace algunos instantes, las nuevas redes y soportes digitales facilitan enormemente todo lo que es copia, reproducción y distribución de contenidos, que antes estaba en manos de unos agentes culturales muy concretos, el editor, las casas discográficas, estudios, etcétera, hoy está al alcance de cualquiera. Frente a esto, la reacción de la industria es, precisamente, poner de moda una palabra, que también deberíamos revisar, que es la palabra “piratería” y que yo voy a emplear con todos los recaudos posibles y, siempre que salga de mis labios, va a estar entrecomillada.

El tradicional mercado musical -entrando ya en la música- se asienta sobre la base de dos pilares que generan los más destacados ingresos económicos de esta industria. Por un lado, tienen la comercialización masiva de obras grabadas en diferentes soportes físicos -fueron discos, después cassettes, actualmente CD-, que son reproducibles en diferentes equipos. Por el otro lado, los derechos económicos que gravan el uso público de esos fonogramas. El de las obras grabadas en soporte físico es un mercado, a nivel internacional, oligopólico donde la distribución está controlada por grandes conglomerados multinacionales. Todos ustedes reconocerán los nombres Universal Music Group, Sony BMG, EMI o Warner. Estos cuatro grupos discográficos controlan, actualmente, cerca del 70% del mercado de la venta del soporte físico de música y son los que poseen unos catálogos que están conformados por cientos de sellos propios y asociados. Por su parte, los derechos económicos que gravan el uso público de los fonogramas, están en manos -y esto me interesa recalcarlo-, generalmente, de sociedades privadas de ámbito nacional. Se trata, en términos generales, de organizaciones sin ánimo de lucro que gestionan el cobro y la distribución de los derechos de autores e intérpretes y, a su vez, velan por los intereses de los editores musicales.

Sin embargo, a partir de las nuevas redes musicales y los nuevos soportes también digitales, el modelo comercial y jurídico de propiedad intelectual fraguado durante el siglo y medio pasado, está siendo actualmente alterado. En esta alteración yo distingo tres factores que están jugando y que me parecen importantes. Por un lado, el aumento de la distribución online a través de distintas redes, de Internet pero también de las redes de distribución, software como los programas informáticos peer to peer, que se sirven de estas redes. En segundo lugar, los cambios tecnológicos, entre los que me gustaría destacar, dentro de las redes digitales, el mayor ancho de banda. En tercer lugar -y esto es muy importante, también, para la industria musical-, la mejora de los dispositivos terminales móviles. Me estoy refiriendo a los teléfonos celulares, todos los dispositivos portátiles digitales, MP3, MP4, IPod, etcétera.

Frente a los cambios que está atravesando el sector, las grandes discográficas y las sociedades gestoras de derechos de autor, se presentan como los principales agentes reaccionarios contra alguno de los cambios en marcha. Estos actores pretenden una traslación automática de las relaciones y condiciones que han sustentado el desarrollo a escala masiva de la industria fonográfica a lo largo del pasado siglo. La prueba más palpable del cambio es el hecho de que la música está en todos lados, mientras las ventas de fonogramas grabados en soportes materiales han caído en la mayor parte de los países del mundo. Una de las pocas excepciones creo que

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es la Argentina. En Europa occidental, por ejemplo, se pasó de 14.034 millones de dólares de ingresos en 2001 a 11.532 millones en 2005. Esto implica un descenso de más de 2500 millones de dólares. Las causas de este descenso, como ustedes saben, son achacadas a dos frentes. Por un lado, las ventas de copias digitales de música por fuera del mercado legal y, en segundo lugar, los intercambios y descargas gratuitos de fonogramas. Por tanto, el combate contra la venta y compra de copias “piratas” y las descargas gratuitas a través de Internet se presentan como una prioridad para aquellos agentes que tienen una posición dominante dentro del mercado.

La postura sostenida por el sector corporativo y por algunos gobiernos también es que “la generalización de la gratuidad ilegal tiene un coste colectivo para las industrias culturales, para los creadores y para la nación”. En consecuencia, los principales actores de la industria musical vienen invirtiendo valiosos recursos, tanto materiales como humanos y articulando esfuerzos a escala internacional en la lucha contra la “piratería”.

Yo identifiqué, por lo menos, cuatro frentes donde se da esa lucha: el educativo, legislativo, judicial y policial y tecnológico. En el plano educativo, se pretende fomentar entre los usuarios el uso responsable de Internet y captar la colaboración, también, de los proveedores de servicios digitales. En esta dirección se han elaborado campañas de sensibilización social que todos ustedes deben conocer. Muchas de estas campañas criminalizan lo que son los extendidos usos sociales como la descarga de contenidos a través de Internet y, actualmente, con los datos de crecimiento de las descargas gratuitas, algunas voces interesadas en esta cuestión se preguntan si en realidad, este tipo de campañas agresivas y criminalizadotas, no han logrado el efecto contrario. El segundo plano es el legislativo. En el orden legislativo, el objetivo de las major discográficas y las sociedades gestoras de derechos, es incidir en la promulgación de leyes adaptadas a las nuevas tecnologías. Esto se traduce, por ejemplo, en el gravamen de soportes y dispositivos más conocidos como el canon digital. Venimos de un debate muy fuerte sobre el canon digital en España. La carga impositiva se ha ido extendiendo de los CD vírgenes a los reproductores de MP3 y a los pendrives, entre otros dispositivos. Los beneficiarios de este impuesto son los autores y las sociedades de gestión de derechos. Mientras, existe un amplio abanico de fabricantes de equipos y usuarios informáticos que se manifiestan en contra. Sin embargo, la imposición de un canon digital es motivo de controversia, ya que éste no existe en todos los países y en aquellas regiones que tienden a armonizar sus legislaciones nacionales, como puede ser la propia Unión Europea, no existe una política común al respecto. En tercer lugar, el nivel judicial y policial se traduce en un mayor protagonismo del aparato represivo del estado, tanto a través de una mayor rapidez en las acciones judiciales, como del aumento del personal policial involucrado en la lucha contra la “piratería”. Las demostraciones públicas de destrucción de copias no autorizadas de CD y DVD con apisonadoras, se han convertido en postales de inicio de siglo. A estas singulares citas organizadas por los cuerpos policiales no faltan periodistas de distintos medios y directivos de sociedades gestoras de derechos. El cuarto punto, finalmente, es que en el plano tecnológico se defiende la necesidad de emplear tecnologías vigentes con el fin de “establecer un mercado limpio y libre de competencia”. Esto se traduce en el desarrollo de dispositivos tecnológicos conocidos como sistemas de gestión de derechos digitales o DRM por su sigla en inglés de Digital Right Management, cuya finalidad es impedir la copia de contenidos musicales y/o la utilización de un mismo contenido en diversos dispositivos.

Como pueden apreciar, estos cuatro frentes están interrelacionados entre sí. Lo que yo veo es que se criminalizan prácticas sociales de distribución y consumo musical que se expanden a escala internacional a medida que la red de Internet aumenta su grado de penetración. Me refiero, por ejemplo, al intercambio de contenidos a través de las redes peer to peer y, para

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hacernos una idea de la magnitud de estas prácticas a las cuales estoy haciendo referencia, tengo aquí una cifra que, realmente, es impresionante. En el sector musical sólo un 5% de los 20.000 millones de ficheros musicales que circulan anualmente es vendido. El 95% restante circula de manera gratuita.

¿Qué tenemos del otro lado en el plano de las prácticas sociales, en el plano del consumo musical? En primer lugar, falta información y análisis cualitativos que indaguen acerca de las prácticas de consumo y las motivaciones asociadas a éstas. Entonces, ahí tenemos una responsabilidad como académicos de investigar qué es lo que está ocurriendo. En este sentido, me pareció muy reveladora una investigación realizada por una consultora privada, DNX, en abril de 2007 en España. Pueden encontrar los resultados en Internet, es de acceso gratuito. Lo que hicieron fue tratar de conocer cuáles eran las opiniones de los usuarios de Internet y sus prácticas en relación con el acceso y consumo de música, de películas y series de televisión. Hicieron una encuesta online entre españoles con acceso a Internet, cuyas edades oscilaron entre los 14 y los 45 años de edad. En síntesis, el estudio concluyó: primero, casi la mitad de los encuestados entiende que la compra y las descargas gratuitas son formas complementarias de consumo musical. En segundo lugar, las descargas gratuitas ayudan a descubrir nuevos artistas y creadores. Cito textualmente el informe: “Los usuarios de Internet valoran las ventajas que ofrece la red y las aplicaciones de intercambio de ficheros peer to peer a la hora de conocer y probar, sin coste, nuevas músicas y artistas. De hecho, los internautas adquieren CD, principalmente cuando conocen el tema o el artista”, -cuando saben que les va a gustar o cuando tienen que hacer un regalo. En tercer lugar, los sistemas anticopia -con el que vienen muchos de los productos, de los discos, tanto de bits como de soportes, inhiben la compra porque atentan contra una de las principales demandas de los usuarios: la versatilidad de reproducción. En cuarto lugar, los elementos que componen un CD como objeto físico, es decir, la caja, la carátula, los extras, etcétera, tienen una importante dimensión simbólica que motiva su compra como regalo o para coleccionismo. Quinto, la mayoría de los encuestados reconoce que con las descargas gasta menos dinero en la adquisición de música pero también apuntan que acuden más a conciertos, a recitales en vivo. Luego, existe una clara brecha entre los actuales sistemas de comercialización de contenidos musicales y audiovisuales y las expectativas y posibilidades que los usuarios perciben en el uso de las nuevas tecnologías. El estudio permitió poner en evidencia la postura crítica de los internautas hacia las discográficas y sociedades de autores, así como el rechazo a las formas actuales de comercialización, representadas por las políticas de precio y las constricciones de consumo que implican los soportes físicos y los sistemas anticopia. Finalmente -y éste me parece un punto importante-, pese a las críticas que recibe el actual modelo jurídico-comercial de propiedad intelectual que se aplica a los bienes musicales, los internautas entienden que los derechos de creadores e intérpretes deben ser protegidos y que el pago es una de las maneras de llevarlo a cabo. Sin embargo, lo que el estudio revela, es que existe una brecha importante entre los precios del mercado y las expectativas de pago de los encuestados.

Yo creo que el sector musical se revela como un interesante estudio de caso para analizar las mudanzas que ya están alcanzando al resto de las industrias culturales. Que, movilizados por el miedo a perder el control del negocio, los principales actores del mercado fonográfico vienen actuando junto a las sociedades gestoras de derechos autorales para defender un tradicional modo de funcionamiento. Sin embargo, desde mi punto de vista, aun cuando resulta sencillo achacar la disminución de ingresos a la “piratería”, puede afirmarse que la situación responde a un modelo de negocio que está quedando obsoleto y que la industria debe adaptar los modelos de negocio a un nuevo entorno que exige evolucionar de la venta de discos a la venta de música.

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Fernando Zapata López

Quisiera comenzar expresando mi agradecimiento a la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina, al Consejo Federal de Inversiones y al Ente Cultural de Tucumán y a ustedes, que madrugan para escucharnos, por hacer posible que estemos esta mañana aquí con ustedes departiendo sobre este tema de los derechos de autor.

Me gustaría abordar los planteamientos que los organizadores de este evento nos han planteado. Ellos nos han dicho que nos ocupáramos de dos aspectos que ustedes tienen allí en sus carpetas: la expansión de las TIC, de las tecnologías de la comunicación, y los cambios en las relaciones de los creadores y las empresas de las industrias culturales, cómo actualizar la legislación en beneficio del acceso a la cultura de los ciudadanos.

Con el ánimo de contribuir a una respuesta de estos planteamientos, quisiera desarrollar tres ejes: en primer lugar, no puedo dejar de coincidir con mis colegas de mesa en que existen tensiones, efectivamente. Esas tensiones existen hoy en relación no sólo con el derecho de autor, sino con la propiedad intelectual. Esas tensiones surgen en un momento en donde la sociedad en general, comandada por sociólogos, historiadores, economistas, comenzando por el doctor Aldo Ferrer que, al inicio de este Congreso, nos ha enfatizado desde el punto de vista de la importancia económica de lo que significan las creaciones del espíritu y las creaciones del ingenio, con una particular división que nos ha presentado. Sobre eso, yo creo que el auditorio no tiene duda, como no tiene duda tampoco sobre que ya hace cerca de dos décadas, se presentan los derechos de propiedad intelectual y, particularmente, los protegidos por los derechos de autor, como generadores de riqueza, como generadores de desarrollo y de fuentes de empleo. Hoy en día, en una sola palabra, podemos decir que lo que significa economía o lo que significa capitalismo o el status quo, está representado por la sociedad del conocimiento. Es una marca de la sociedad global de hoy. Es el conocimiento lo que vale, es el conocimiento lo que significa. Estamos en esa era de la sociedad. Aquel valor que le atribuíamos a los bienes inmuebles y, más adelante, a los bienes muebles, ha quedado, según todos estos que han hecho prédicas de diversa índole, atrás.

Sin duda alguna hay tensiones y esas tensiones han sido presentadas, de alguna manera, por Federico y por Luis en la forma en que se relaciona el autor con la empresa y el producto que surge con el usuario. Por eso, yo no vacilo en señalar siempre que tengo la oportunidad de estar en esta clase de auditorios que, si en algo se hace necesaria una política pública de Estado, es en esta materia, no sólo en derecho de autor, insisto, sino en todos los aspectos de la propiedad intelectual, para dar respuesta a una serie de interrogantes. Pero ustedes coincidirán conmigo en que mis colegas han hecho énfasis en el tema de las industrias culturales, en las relaciones con los usuarios y la palabra autor ha quedado un poco de lado. La palabra artista tampoco. Es decir, pareciera que el derecho de autor no se enfoca sobre la creatividad, y la creatividad es de los autores.

Por eso yo, con el ánimo de desarrollar estos ejes, quisiera también, en la línea de Federico, referirme a la denominación del panel, pero en otro sentido. Y es en el sentido de querer asimilar derecho de autor con copyright y presentar uno y otro como antagónicos con la cultura, cosa que no son. La cultura y el derecho de autor han vivido hermanados desde hace 300 años, cuando aparece el derecho de autor como una norma positiva, y entendemos que el derecho de autor responde a unas expectativas como símbolo jurídico, en tanto que el copyright atiende a otros. Es cierto, como Federico lo plantea, el copyright, como literalmente

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lo entendemos, como derecho de copia, es un derecho que surge en Inglaterra para proteger la copia, y la protección inicial era para los impresores, por catorce más catorce. Pero, en el Estatuto de la Reina Ana de 1709, que provee esa solución, se dice en el introito que la norma que se establece es con el ánimo de estimular a los autores a que creen libros, que es la misma introducción que hay en el numeral 8 del artículo 1° de la Constitución de Philadelphia, de los Estados Unidos.

Es decir, el derecho de autor, desde su surgimiento, tiene como razón de ser estimular al creador para que elabore obras, para que exprese su capacidad de talento, su ingenio, en función de elaborar expresiones culturales. Pero el derecho de autor, planteado de esta manera por los ingleses y que da lugar a ese significado de copyright que tiene como característica que ese sistema de protección hace énfasis en el aspecto económico tiene, con el paso de los años, una escuela que no le antagoniza pero sí le complementa, que es el sistema continental europeo que surge después de la Revolución Francesa y donde no sólo hay un reconocimiento patrimonial a los autores en función de facilitarles la explotación de la obra, sino que surge la atribución moral. Son los franceses que, después del enciclopedismo, ven la necesidad de establecer vínculos más permanentes entre el autor y la obra surgiendo, así, el derecho de integridad y el derecho de paternidad.

Ese derecho continental europeo del derecho de autor es el que tenemos todos, desde Argentina hasta México. Ésa es nuestra historia en materia de derechos de autor. Tenemos una unidad jurídica que nos armoniza con Europa, tenemos una práctica económica con Estados Unidos, es cierto, porque consumimos bienes culturales, en su inmensa mayoría, de los Estados Unidos y eso nos hace ubicarnos en una línea floja y aceptar que unos digan que es derechos de autor y copyright, pero nosotros tenemos derechos de autor y no copyright, porque copyright, entonces, como queda explicado, no tiene ese componente, por ejemplo, de la existencia de un derecho moral. Pero tenemos otro aspecto, como consecuencia del surgimiento de un derecho de autor y es la ruptura de un paradigma que duró muchísimos años y fue la no circulación de las ideas de manera libre. El derecho de autor rompe ese paradigma, porque saca la obra de los conventos y de las abadías. El derecho de autor le permite al autor vivir de su obra, no del mecenas. El derecho de autor rompe con el mecenazgo y permite, en consecuencia, que los autores tengan libertad para poder escribir, libertad que se asegura con la posibilidad de vivir de eso. No en vano el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que eleva a derecho humano el derecho de autor. De todas las especies de la propiedad intelectual, la única que tiene esa condición es el derecho de autor en función de reconocer la libre expresión de los seres humanos. Pero no basta la libre expresión de los seres humanos si esos seres que opinan en contrario o a favor o como sea, no tienen una protección de lo que expresan. Por eso, a la par de que se asegura la libertad de expresión, se le asegura a los autores tener prerrogativas de tipo moral y de tipo patrimonial. Ello nos permite también decir que el derecho de autor es fruto legítimo del derecho a la información. Es la garantía de que si yo opino en contrario del régimen, no me muero porque yo puedo explotar mi obra, no porque el Estado haya tomado la decisión de ponerla en el dominio público.

Pienso que la cultura, en el complejo universo que la compone, está necesariamente constituida por expresiones literarias y artísticas. Esas expresiones artísticas y literarias son lo que constituye el objeto de protección del derecho de autor. Durante estos 300 años, de 1709 a la fecha, entre la cultura y el derecho de autor ha existido una coexistencia pacífica a tal punto que siempre se ha dicho desde la doctrina, por los entendidos, que si uno quiere ver el grado de compromiso de un país con la cultura, basta con ver los grados de protección que existen en

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la ley de derechos de autor, porque el derecho de autor en su función de facilitarle al creador la posibilidad de controlar la obra, garantiza, de nuevo, que viva de ella y esas expresiones culturales mantengan un caro deseo de toda nación, de todo pueblo, que es mantener una identidad cultural vigente.

La identidad cultural no existe si las expresiones culturales que no son más que obras literarias y artísticas, no están protegidas. No habría lo que llamaríamos hoy en día, en otros ambientes, un desarrollo sostenido de la identidad cultural. Porque uno puede pecar una o dos veces, pero una tercera no. Si uno no vive de lo que produce, se dedica a otra actividad. La garantía de mantener expresiones culturales definidas desde el punto de vista literario y artístico es la vigencia de un derecho de autor fuerte y vigoroso a favor de los autores. Ahora, yo entiendo que el desarrollo tecnológico ha marcado siempre el derecho de autor. Ese desarrollo tecnológico origina, ciertamente, la existencia de un derecho de autor positivo: la imprenta. Y cada vez que un desarrollo tecnológico ha surgido, el autor ha enfrentado esa situación de ver si se controla o no su obra en ese desarrollo tecnológico. Eso ha dado lugar a las permanentes revisiones que en el Compendio de Berna se hicieron desde 1886 hasta 1971. La eclosión tecnológica desde los años sesenta hasta la fecha, nos ha brindado un sinnúmero de medios tecnológicos que han hecho posible que el autor acerque su obra al usuario, que el usuario goce de manera más inmediata la obra que ayer. Eso nos ha generado situaciones que generan, a su turno, tensiones porque una cosa era tomar la decisión de salir a comprar el libro, escoger el libro, que la librería esté abierta, en fin, toda una serie de operaciones que el mundo de hoy ya nos evita. Ese goce, ese disfrute de las obras nos puso a las obras a la mano de todos los ciudadanos, y eso nos ha generado tensiones y no reconocemos o no dejamos de desconocer ese aspecto.

Pero en medio de esa tensión que genera la eclosión tecnológica, de poner a mayor disposición del público las obras, el público no ha mejorado su capacidad de acceso, es decir, su capacidad económica, que no es un problema del autor. El autor, entendamos nosotros en esta sala, no tiene como preocupación el tema de la cultura, el autor es el trabajador de la cultura. El artista hace para vivir de su trabajo cultural, son los hacedores culturales. Y ellos, como los médicos y como los profesores que apuntan a un postulado también humano de satisfacer la medicina y la educación, tienen la necesidad de un salario. Los autores, en este momento de enorme difusión de sus obras, enfrentan esa situación de posibilidad que da Internet, para citar este medio, de acceder a esos contenidos, pero en condiciones de dificultad, es decir, si un ciudadano en Finlandia, en Ciudad del Cabo o en Australia, en Bogotá o en Buenos Aires, todos sabemos, puede acceder a un mismo contenido pero una cosa es si ese ciudadano, ese joven en Finlandia, accede a la obra y tiene que pagar por ella. Quizás en Buenos Aires o en Bogotá vamos a tener dificultades porque no se tiene la misma capacidad de ingreso. Pero el autor o el artista que contribuye a hacer esa obra, va a tener los mismos gastos, el mismo esfuerzo para hacerla.

Ahora, mis compañeros deben estar pensando: “Bueno, pero Fernando se fue al extremo, ya no está hablando de las industrias”. Yo lo que distingo acá es el creador, el artista como tal, y la industria cultural, quien pone la obra, independientemente del modelo de negocio. Pero si yo ataco el derecho de autor porque me parece que el intermediario tiene prácticas non sanctas, estoy llevándome de calle el derecho de autor, sin duda alguna, porque el derecho de autor está construido a favor de los autores. Yo reconozco que el derecho de autor, hoy es cada vez menos de autor y que, en muchísimos países, ha sido vaciado de contenido. Ese vaciamiento del derecho de autor está por cuenta de dos actores: por un lado, por parte de

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los gobiernos que permiten que las leyes de derechos de autor se disminuyan en función de establecer presunciones. Sería muy extenso que les relatara lo que uno ve en muchas leyes de estos países. Casos concretos. Periodistas que, por el solo hecho de firmar un contrato con una empresa editorial, pierden todo derecho de control. El fotógrafo que, por el solo hecho de vincularse a una casa editorial, pierde el derecho sobre las fotografías. Es una presunción que establece el legislador. Ahí no hay desarrollo sostenible. Ese fotógrafo que hace fotografías para esa casa editorial, de entrada sabe que está siendo, a cambio de un salario, despojado de toda su creatividad. Encontramos en los contratos de tipo laboral o de encargo de obra esa tensión que surge entre el creador y la empresa y que da lugar a que hagamos planteamientos de que hay muchas ganancias que no reflejan la condición del autor. Aquí yo encuentro una situación de ruptura. Si estamos en una sociedad donde el conocimiento es el que cuenta y ese conocimiento es el que genera riqueza, el que genera desarrollo y empleo, uno pensaría: “¿A favor de quién está esa riqueza generándose? Pareciera que fuera unilateral, no para todos”. Es un problema de Estado. Hay que resolverlo.

Por otro lado, todos tenemos que tomar esa definición en un momento dado, tenemos que enfrentar la situación de si vamos a ser países consumidores de contenidos o proveedores de contenidos porque entendamos que, si tomamos la decisión política de ser países consumidores, quiere decir que estamos adquiriendo, cada vez más, una cultura externa. Lo que quisiera, en mi país, es que los autores fueran estimulados para que produzcan cada vez más expresiones culturales -cine, software, video, música, literatura- y que puedan compartir o competir en eso que todavía tenemos nosotros: la posibilidad de competir dentro de los contenidos que circulan por la red, porque la tenencia de la red y de los motores de búsqueda, no la tenemos nosotros. Están en otras partes. Éste es un continente que sólo tiene un satélite. Los demás países no tenemos satélite. Toda la infraestructura de las telecomunicaciones que es característica de la sociedad global, está en manos de los países desarrollados. ¿Qué podemos nosotros, en desarrollo, brindar en ese panorama? Los contenidos. Y si eso no se hace, tendríamos que enfrentar una cultura hegemónica. Por eso entonces, yo como país debo definir qué quiero ser: si un país consumidor o un país proveedor. En la búsqueda de esa respuesta, yo tengo que generar bienestar social a quienes han visto en el conocimiento la posibilidad de vivir de él, y esa protección social sólo la puedo encontrar en la medida en que yo tenga equilibradas las relaciones entre quien produce y quien explota la obra. Adicionalmente, no contribuir con el tema de las presunciones.

Creo que éste es un tema que requiere de una política pública de Estado. No de programas sectoriales ni de programas de gobierno, requiere de una política pública de Estado en donde coincidan todos los actores de esta problemática, que contribuya a responder a esa pregunta de si se quiere ser un país consumidor o proveedor de bienes culturales, un país que responda a la necesidad de apoyar a las industrias culturales porque, por más que tengamos una posición en uno u otro sentido, la verdad es que Argentina como Colombia como ciento ochenta países en el mundo, hoy en día son miembros de la Organización Mundial de Comercio, y esta respuesta ya está dada, es decir, los bienes culturales son mercancías.

En las relaciones con los países desarrollados -no sólo los Estados Unidos sino también la Comunidad Europea y Canadá y Japón-, el tema de la cultura no va porque, acorde con la mirada de la Organización Mundial de Comercio y lo que se decidió en el año 1994, el tema de la cultura no hace parte del comercio, pero sí hacen parte del comercio los bienes que distinguen culturalmente a un país, y por eso existe esta discusión sobre lo cultural que ha sido liderada, en su momento, por los franceses y luego por los canadienses. De manera que en esto

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ya hay una posición, en el entorno global, definida. Pero tenemos que hacer modificaciones. Ahí yo coincido claramente con el profesor Ferrer cuando nos decía que nosotros no podemos cambiar el mundo, pero sí podemos cambiar cómo queremos estar en el mundo. Una de esas formas, pensaba yo, de cómo queremos estar en el mundo, es pensar cómo queremos defender nuestras industrias culturales y cómo defender a los autores. Por eso pienso que, en una política pública de Estado, debe comenzarse por entender que éste es un tema transversal, que éste no es un tema, como en el pasado lejano cuando el derecho de autor era solamente de los poetas, de los músicos y, quizás, hasta de los locos.

Hoy el derecho de autor es de todos. Hoy en día los banqueros hablan del derecho de autor porque el software fue aquella expresión literaria que, a gusto de muchos y a disgusto de muchísimos otros, llegó al derecho de autor. ¿Debió haberse quedado en patente? Es una discusión que se da en muchas partes del mundo. Al haber llegado al derecho de autor muchos se opusieron y la verdad es que, hoy en día, se ven las consecuencias porque una cosa es el software como instrumento, como herramienta de trabajo, y otra cosa es la música, otra es la obra musical, otra la pintura.

Lo cierto del caso es que, partiendo de todas estas situaciones, hoy en día necesitamos una política pública que entienda que hay que hablar de transversalidad. Y esa transversalidad nos hace entender que, en la definición de una política, deberían estar entidades encargadas del diseño de la política, desde lo público, entidades encargadas de la administración del derecho, las oficinas nacionales de derechos de autor, por ejemplo, las entidades encargadas del diseño de la política exterior, las entidades encargadas de vigilar la observancia de estos derechos y obligadas a dispensar protección, con una pequeña digresión: nosotros hemos, con el paso de los años, equivocado un poco el sentido del derecho de autor, y lo hemos convertido en una herramienta de represión y no en una herramienta de estímulo a la creación. Nosotros necesitamos más creadores, estimular más artistas, estimular más gente que pueda estar en el mundo global, que se caracteriza por el conocimiento. Nosotros no necesitamos el derecho de autor para reprimir. Por supuesto que, si hablamos de una disciplina jurídica como es el derecho de autor, tiene como consecuencia inmediata proteger esos bienes. Pero esa no es la razón fundamental del derecho de autor ni tampoco la razón por la cual se construyó una doctrina como tal. Deben estar las entidades de fomento, deben estar los titulares de derecho y, por supuesto, deben estar los usuarios de las obras. Todos ellos tienen un interés concernido en relación con estos derechos de autor.

Finalizaría estableciendo una serie de objetivos de una política pública en este sentido. Esta política pública debe buscar, antes que nada, eliminar esas tensiones, y esas tensiones se eliminan por la vía de la claridad y de la definición, desde el Estado, de cuál es el quehacer de todos los ciudadanos. Por ello deben buscar que el sistema de protección al derecho de autor conciba una cultura de creación e innovación a partir del estímulo a los creadores, buscar que ese sistema contribuya a la promoción del desarrollo empresarial y a la competitividad, evaluar el impacto de la protección frente a los titulares de derechos y usuarios de las obras, crear una comisión intersectorial al más alto nivel que instale este importante tema en la agenda política del país.

El gran problema que nosotros tenemos, en los países en desarrollo, es que cuando en el año 1986 empezó a construirse aquí en la vecina Uruguay, lo que finalmente vino a ser la Organización Mundial de Comercio, a partir de la Ronda Uruguay del año 1986, los países desarrollados ya habían diagnosticado y contabilizado estos temas de la propiedad intelectual en todas sus

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formas. Sabían de qué estaban hablando. Los nuestros no. Y, lamentablemente, hoy en día, siguen teniendo, los nuestros, un acercamiento a la propiedad intelectual y, especialmente, al derecho de autor, muy efímera. Necesitamos instalar este tema en la agenda política de los gobiernos porque no entiendo por qué cuando uno se sienta a negociar o a conversar con los países desarrollados, ellos saben claramente que los tratados de libre comercio, estos bilaterales que se están haciendo hoy en el mundo, ellos van por la propiedad intelectual y nosotros vamos por el acceso, cuando el mundo está determinado por la generación de riqueza en función del conocimiento.

Julio Raffo

Fernando decía que el derecho de autor y la cultura habían vivido hermanados y yo voy a coincidir con eso, simplemente recordando que hay muchas clases de hermanos, porque Caín fue hermano de Abel. Hay diferentes clases de hermanos.

Mi posición tiene dos ejes. Uno vinculado a este tema, no a la luz de los hechos de la cultura como lo hicieron quienes hablaron antes, sino en el escenario jurídico porque yo noto que el pensamiento hegemónico en el mundo jurídico literalmente vinculado a los directos intereses de las entidades recaudadoras, las entidades autorales, cuyo único fin es recaudar y repartir quién y cómo y a las grandes empresas, el pensamiento hegemónico de distinguidos juristas o laboriosos juristas, femeninos y masculinos, sin hacer distinción de género en nuestro país, se toman las normas, los tratados, el Glosario de la OMPI, el Convenio de Berna, y se reflexiona de ahí para abajo, como si la norma fuera el último y más absoluto valor en la sociedad. Yo hago propia la incitación del secretario de Cultura de la Nación, José Nun, de hacer una reflexión de carácter político y subversiva. Vamos a reflexionar sobre la norma y por arriba de la norma en el marco del ordenamiento jurídico global y de los valores que sustentan ese ordenamiento jurídico global.

A mí me extraña mucho que en la Argentina nunca se haya aplicado al ámbito del derecho autoral una doctrina que ha recibido jerarquía normativa a partir de 1968 y que es la doctrina y las normas que limitan el abuso del derecho. Creo que hay una clara actitud abusiva del derecho en el ámbito de la actuación de las entidades recaudadoras cuando aplican o van a las puertas de los tribunales a golpear para que se apliquen las leyes de la propiedad autoral. Quiero recordar también, para tomar la palabra “piratería”, que el que introdujo, me parece que en el ámbito del derecho autoral la palabra “piratería” fue Mark Twain cuando dijo: “He pasado la vida escribiendo sobre piratas, pero debo reconocer que los únicos piratas de verdad que conocí fueron mis editores” y murió, se suicidó, agobiado por la pobreza. Ahí entró la palabra piratería en el ámbito del derecho autoral.

Cuando se hace el Código Civil en 1876 en Argentina, la concepción de la propiedad privada era absoluta y romanista. Se entendía que el propietario, decía Vélez Sarsfield, tenía el derecho de usar la cosa, destruir la cosa, un concepto total y absoluto sobre las cosas. Había un artículo que preanunciaba la polémica sobre el abuso del derecho, que decía: “El ejercicio de regular un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal, no puede constituir ilícito”, es decir, si una palabra de la ley me daba un derecho, yo podía hacer con ese derecho lo que yo quisiera. Pero la jurisprudencia empezó a atropellar esa concepción individualista del ejercicio de los derechos. Después, en 1968, en la Argentina existió una gran reforma del Código Civil y se incorporó a nuestro derecho positivo en ese mismo artículo un agregado que dice: “La ley

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no ampara el ejercicio abusivo de los derechos y se considera tal al que contraríe los fines que aquella tuvo en mira al reconocerlo o al que exceda los límites impuestos por la buena fe de la moral y las buenas costumbres”. O sea, introdujo los valores vigentes en la sociedad como límite al ejercicio de todos y cualquiera de los derechos que hay en nuestro país, entre ellos, los derechos a la propiedad autoral.

También en esa época se reformaron los derechos de los propietarios en general y la propiedad intelectual es una especie de la propiedad en general. En el artículo anterior a la reforma de 1968, el artículo 2.513, decía: “Es inherente a la propiedad el derecho de poseer la cosa, disponer de ella o servirse de ella, usarla y gozarla según la voluntad del propietario. Él puede desnaturalizarla, degradarla o destruirla; tiene el derecho de accesión, de reivindicación, de construir sobre ella derechos reales, de percibir todos sus frutos, prohibir que otro se sirva de ella, o percibir sus frutos; y disponer de ella por actos entre vivos”. Sabemos y entendemos, nos parece bien, aplaudimos y de pronto decimos: “No, esto de destruir la cosa es un disparate. Usted es dueño del frente de su edificio pero no lo puede destruir porque hay un valor de la cultura, del acceso a la cultura, de preservación de la entidad. Es importante que la gente en general pase y pueda disfrutar y ver ese frente. Eso superior a su derecho de propiedad y no lo puede destruir. No se le ocurra tocarlo porque lo vamos a meter preso”. “Usted puede vender la cosa, vender el cuadro, sí, pero este cuadro tiene un valor cultural y usted no se lo puede llevar al exterior.” “Pero si es mío.” “Sí, señor, es suyo pero la comunidad tiene un derecho sobre la cultura que expresa este cuadro que limita su derecho a la propiedad.”

Este artículo fue reformado y quedó, a partir de 1968, con el siguiente texto: “Es inherente a la propiedad el derecho de poseer la cosa, disponer de ella o servirse de ella, usarla y gozarla conforme a un ejercicio regular”. O sea, se sacó la voluntad del propietario y se puso el ejercicio regular, aludiendo a que hay ejercicios irregulares de los derechos.

No voy a demorarme más en citas jurisprudenciales o legales. Después el que quiera puede pedirme que le mande por mail la exposición completa, porque éste es el capítulo de un libro que estoy terminando.

Voy a poner algunos ejemplos claros de uso abusivo de este derecho por parte de estas entidades recaudadoras que Luis las mencionó como sin fines de lucro pero esto es un eufemismo que se usa en derecho para decir que una persona jurídica no reparte dividendos, lo que no quiere decir que no lucre porque los clubes de fútbol que hacen negocios millonarios son entidades sin fines de lucro, lo que no quiere decir que no hagan gigantescos negocios con los jugadores, como ustedes saben. Las religiones éstas, los pastores que juntan millones y hacen los negocios que saltan de tiempo en tiempo en los diarios en el ámbito del delito, también son entidades sin fines de lucro. Decir “sin fines de lucro” arroja un hálito de bondad sobre la entidad, cosa que no es necesariamente así. Alguien decía en una de las mesas que estuve que el tema de las ONG y la participación, hay que recordar que el Ku Klux Klan también era una ONG y una entidad sin fin de lucro. Hay toda clase de cosas en la viña del Señor.

Voy a recordar algunos ejemplos concretos de nuestro país. Del país hermano no conozco ejemplos pero, posiblemente, debe haber parecidos. La película Cazadores de utopías de David Blaustein, que es uno de los expositores de este Congreso. Esa película es un documental sobre la vida y la actividad política de muchachos que fueron compañeros en la lucha, muchos de ellos de Montoneros. Un día nos llaman de la empresa Apple -que tiene los derechos exclusivos de Los Beatles- y nos dicen: “SADAIC nos ha dicho que ustedes están usando Los Beatles sin

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haber pagado los derechos y les vamos a embargar toda la película”. Y SADAIC hace una acción judicial y nos citan. Cuando fuimos, preguntamos qué sucedía. Lo que sucedía es que en esa película, efectivamente, había un fragmento de una manifestación pública en que yo recuerdo haber estado, en Plaza de Mayo, en que la gente salió a pedir que se fuera López Rega del país. La gente gritaba, ente ellos yo: “López Rega, López Rega, López Rega, la puta que te parió” -con la melodía de Ob-La-di Ob-La-da. “Tienen que pagar por Ob-La-di Ob-La-da.” Hablamos con la gente de Apple y nos dijo: “No, esto es un disparate”. El corazón de la multinacional imperialista Apple fue más sensible que la actitud de nuestros hermanos de SADAIC. Ése es un ejemplo.

Estas entidades autorales, en el abuso del derecho, han llegado al límite de declarar la incapacidad jurídica con los autores, diciendo que los defienden. “Señor, usted es un incapaz de saber si cobra, si vale, no vale, cuánto vale. Yo lo voy a hacer por usted. Y usted no puede hacerlo por sí mismo”. Entonces si viene Gilberto Gil -como lo denunció-, si él quiere poner en la Argentina, editar un disco y elegir algunos temas para que sean de acceso libre, SADAIC dice: “No, usted, Gilberto Gil, es un poquito incapaz. Esos temas los vamos a resolver nosotros en defensa suya. Entonces, en defensa suya, prohibimos que esto suceda en la Argentina”.

Les cuento otro caso. La película Sur de Pino Solanas. La gente no sabe que Solanas, antes de ser director, empezó su carrera como profesor de música. Estudió y enseñaba música. En casi todas sus películas hay temas musicales. Solanas tiene una empresa donde él se produce sus películas que se llama CINESUR, cuya titularidad accionaria es el 90% de él y el 10% de la hija. Cuando hace la película, viene SADAIC: “Señores, no le han pagado a los músicos”. “¿A cuál?” “A Solanas.” “Soy yo Solanas.” “No, usted es CINESUR. En salvaguarda de los legítimos derechos de autor que nosotros protegemos, obligamos a CINESUR a depositarnos los 10.000 pesos que tiene que pagar y usted Solanas, como autor, pase en una semana o diez días, más o menos, que le vamos a dar su dinero. Obviamente, vamos a descontar la comisión por el servicio que le hacemos”. Otro caso concreto en el que yo he intervenido profesionalmente. Yo conozco los casos y por eso puedo dar datos. El último caso es de la hermana entidad ARGENTORES. Acá hay un gran bailarín de tango que se llama Miguel Zotto. Viene un día Miguel Zotto y me dice: “Mirá, Julio, está pasando lo siguiente” -época de Alfonsín, gran inflación en el país. “Yo tengo unos amigos en Francia que me alquilan un teatro, hacen publicidad y llevo mi espectáculo, Tango por dos. Cuando lo voy a poner en esos lugares, caen y dicen: ‘Venimos a cobrar derechos autorales de la coreografía’. ‘La coreografía es mía, soy Miguel Zotto’. ‘Sí, pero nosotros venimos de parte de ARGENTORES y, si no nos paga por la coreografía el 10% del borderau nosotros paramos el espectáculo’. ‘Bueno, está bien. Pago’. Venía a Buenos Aires un mes, dos meses, seis meses, un año, y no llegaba el dinero. ARGENTORES dice: ‘No me han pagado. Seguramente el productor no pagó los derechos autorales’. ‘Mire, sí pagó el productor porque soy yo’”. Y daba la casualidad que él había ido a Moscú de viaje, y dice: “Yo bajé en el aeropuerto de Moscú con la tarjeta Visa y a los quince días me cobraron. O sea que mi deuda de Moscú llegará en quince días y mi plata de Madrid o de París, un año y medio.” Entonces hacemos una acción judicial para decirle a ARGENTORES que exija el pago de esto que se depositó para el autor. Hago una carta documento -que yo la tengo en un cuadrito- que dice: “Señores de ARGENTORES, le requerimos que exija a las empresas el pago inmediato y regularice su deuda con él”. Respuesta de ARGENTORES: “No le permitimos que le falte la consideración a las entidades hermanas”. Tienen que defenderme a mí y están defendiendo al que se queda con mi plata. Entonces, hicimos una acción judicial que, lamentablemente, no llegó a sentar un precedente porque no dictaron sentencia. Hay que entender la complejidad de los principios jurisprudenciales. “Señor juez, excluya a ARGENTORES de la administración de

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mis derechos porque yo soy capaz, el derecho autoral es mío y no de la entidad autoral, tengo derecho a ejercerlo y no quiero que esta gente me lo administre”. Cuando avanza el juicio y están por dictar la sentencia, las entidades siempre tienen en su directorio a personas respetables nos dicen que se resuelve todo. “Bueno, bárbaro, ¿cuál es la solución?” ARGENTORES, para salvar el principio y el horizonte recaudatorio, dice: “Vamos a hacer lo siguiente. Te vamos a nombrar a vos representante en el mundo de ARGENTORES con la única facultad de cobrar los derechos autorales de Miguel Zotto. Entonces vos lo cobrás, no nos pagás, te lo quedás, pero te lo quedás en nombre nuestro”. Entonces, hicimos así y Miguel Zotto me considera un gran jurista porque dice: “Vos conseguiste una solución”. Yo habría querido no llegar a eso sino a una sentencia que dijera: “Queda excluido ARGENTORES porque está contrariando un derecho constitucional de los autores”.

Estas entidades autorales que se dicen defensoras de los autores, en muchísimos casos, abusivamente, están en contra de los autores. Primera cuestión. Segunda, tienen otras conductas abusivas como, por ejemplo ir a cobrar la música en las fiestas de cumpleaños de la familia. En los pueblos va, te toca el timbre el tipo de SADAIC y les viene a cobrar la fiesta privada. Dicen que hay representación musical porque en hoteles hay un televisor. Afortunadamente, hay un fallo. SADAIC hizo un juicio a Andesmar, la empresa de ómnibus, SADAIC contra Andesmar de la Corte de la Provincia de Buenos Aires, citando largamente un capítulo de un libro mío que se llama La película cinematográfica, donde digo que la película es una obra resultante. No es un amontonado de música de guión y actuación, es una nueva obra y le corresponde tal productor, etcétera. Entonces, no hay ejecución musical cuando se pasa una película. Hay exhibición de una película que tiene música, pero no es como un baile de carnaval donde viene alguien y hace una representación musical. Entonces, la Corte dijo en el caso Andesmar: “Cuando se pasa una película en un ómnibus, no hay ejecución musical. Hay exhibición de una película como una obra resultante, según Julio Raffo” y, obviamente, me gané el cariño para siempre de esta hermana entidad autoral.

Hay innumerables casos de abuso del derecho en nombre del derecho autoral. Y yo quiero ahora reubicar el tema del derecho autoral. Soy autor de siete libros, de la letra de un tango, así que soy autor. No es que vengo acá en contra de los autores, vengo a hablar desde el lado de los autores que sienten que hay un abuso del derecho en nombre del derecho autoral. En 1853 la Constitución Argentina, cuando regula el derecho de propiedad en el artículo 17, dice que la propiedad es inviolable, nadie puede ser privado de ella, y tiene un segundo párrafo donde dice que todo autor o inventor es propietario de su obra por el término que fije la ley. Quiere decir que en 1853 ya Alberdi, los constituyentes, no eran enemigos de los autores ni de la cultura ni nada. Entendían que el derecho vinculado a la invención y a la autoría tenía que tener un límite porque había otro derecho, el derecho de acceso a la cultura, con el cual debía ser armonizado. Entonces nació la Argentina en 1853 con un derecho diferenciado y limitado en relación al derecho de la propiedad. Yo puedo decir o alguien puede decir: “Tengo este anillo que era del abuelo de mi abuelo” y ejerce sobre ese anillo el mismo derecho que ejercía el abuelo del abuelo. Pero no puede decir: “Sobre este texto que escribió el abuelo de mi abuelo voy a ejercer el mismo derecho”. ¿Por qué? Porque hay un derecho que hay que armonizar.

Debo decir que en 1853 -algo que todos sabemos y que quiero subrayar- no había ninguna convención de derechos humanos que garantizara el acceso a la cultura. Quiere decir que esa limitación que ha aumentado desde el Pacto de San José de Costa Rica y la Declaración de los Derechos Humanos, establece uno de los derechos esenciales sin límite de tiempo, el derecho de acceso a la cultura. No dice que las personas tienen derecho al acceso a la cultura por el

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tiempo que fije la ley. El derecho de acceso a la cultura es ilimitado. El derecho a la propiedad intelectual es limitado porque hay que armonizarlo con estos otros derechos.

Quiero ir terminando con una reflexión para hacer un paralelo con el derecho de propiedad. El Código Civil dice que el derecho del propietario es sobre la superficie, el subsuelo y el espacio aéreo sin límite con líneas perpendiculares de su terreno. Eso quiere decir que si yo tengo este terreno y el vecino hace un quincho y el alero del quincho entra en mi terreno, el tipo no me puede decir: “No estoy en tu terreno, estoy en el aire que es de todos”. El espacio aéreo, según la ley civil, es parte del terreno. Pero resulta que se descubrió el aprovechamiento del espacio aéreo con las sondas radioeléctricas y nace el concepto de espacio radioeléctrico. Entonces, la sonda radioeléctrica pasa por la propiedad de otros y pasa con fines comerciales y lucran. Yo podría decir: “Mire, señor juez, acá está la antena de Canal 13 y yo tengo este terreno y quince grados de las emisiones de Canal 13 pasan por mi terreno porque yo estoy cerca. De los trescientos sesenta grados yo tengo quince, tanto por ciento, a mí me tiene que pagar un canon Canal 13 por usar el espacio aéreo mío”. Pero la propiedad del espacio aéreo fue atropellada, limitada, porque se descubrió un aprovechamiento, apareció un espacio nuevo que es el espacio radioeléctrico. La aparición del espacio radioeléctrico limitó el derecho a la propiedad de superficie en un derecho que es ilimitado. Después vino el aprovechamiento del espacio con la aeronavegación, con los aviones. Un propietario podría decir: “Mire, yo vivo cerca de Ezeiza. Pasan por aquí de Continental, de Aerolíneas, pasan todos esos aviones. Están lucrando con el uso de mi espacio aéreo y yo quiero que me paguen”. Es un disparate, porque apareció un nuevo aprovechamiento del espacio y otra limitación sufrió la propiedad del espacio. La tercera y última es más reciente. Es el aprovechamiento del espacio aéreo de todos los propietarios de inmuebles que es la telefonía celular. Ahí prima una sensatez. Salvo en Estados Unidos, donde hubo unos granjeros que hicieron una acción y, por supuesto, la perdieron, nadie ha querido cobrarles ni a las empresas de radio ni a las empresas de televisión ni a las de aviación por el uso del espacio aéreo.

La irrupción de nuevos espacios o el aprovechamiento nuevo de espacios preexistentes, generó una seria limitación o extinción del derecho de propiedad de los inmuebles. Yo entiendo que las TIC -para hablar de este tema-, han generado el espacio del ciberespacio y este ciberespacio, en la vida de la sociedad, es tanto o más importante, a mi juicio, que el espacio para la aeronavegación porque seguramente, hoy hay gente que no va a viajar nunca en avión pero que tiene en el bar del pueblo el acceso al ciberespacio. Eso trae como consecuencia que está limitado el derecho a la propiedad autoral, este copyright, en el ámbito de este espacio. No puedo entender que yo tenga el derecho de ir a una biblioteca y consultar gratuitamente un libro o ir, como iba en mi juventud, a la Biblioteca Lincoln que estaba en la calle Florida y me daban un disco, anotaban, me lo llevaba a mi casa una semana y no me cobraban nada. Ahora, tampoco puedo entender, si la biblioteca, para preservar los originales digitaliza sus libros y en vez de prestarlos materialmente me da una silla y una pantalla para que yo lo lea ahí, creo que nadie diría nada. Si lo hago desde mi casa sí. ¿Por qué? ¿De dónde surge esto? Acá hay un abuso del derecho que choca con el derecho de acceso a la cultura en nombre de la propiedad autoral.

Quería analizar lo mismo que se ha analizado en esta mesa desde el punto de vista de normas jurídicas positivas, de normas constitucionales, de garantías al acceso a la cultura. Tenemos que darnos cuenta de que en la legislación la interpretación cerrada del derecho a la propiedad en los hechos no está sirviendo a los autores porque es una visión muy pequeña del autor pensar que su incentivo para escribir es cobrar un peso más, un peso menos por esto. Los

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autores del mundo no han tenido, en general, los grandes clásicos, este incentivo. Nuestra ley es de 1935, la famosa Ley Noble. No hay más tango ni mejores tangos ni más poesías ni mejores poesías, no se puede trazar una línea divisoria como “el siglo de oro de la producción autoral argentina comienza con la protección de la propiedad autoral, a partir de 1935”, no se puede distinguir. Todos los tangos que cantó Gardel se escribieron antes de esa ley y sin esa protección y no son menos obras ni menos estimuladas que las que se escribieron después. No se puede asociar, como hacen las autoridades recaudadoras, la protección al autor con el estímulo del autor. No sé si ustedes saben que los contratos que firman esas multinacionales con los autores y compositores son abusivos. Son contratos que establecen obligaciones para el músico y ningún derecho. A veces les dan algún adelanto, tres, cuatro, cinco mil pesos y le dicen que tienen exclusividad de editar todos sus discos. “Sí, pero hace tres años que no me editaron ninguno.” “Sí, pero no tenemos la obligación de editarte los discos, tenemos la exclusividad por diez años.” “Bueno, entonces háganme un favor. Hay un primo mío que tiene una editora y libérenme para editar en esta editora.” “Ah, no. Si es un éxito, ¿cómo quedo yo acá? Si te autorizo y el disco es un gran éxito comercial, a mí me echan.” Entonces quedan presos y cautivos los jóvenes músicos con ese contrato leonino y quien defiende esos contratos es la hermana entidad autoral SADAIC que también representa, tiene como socio, a las multinacionales de la música.

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XIII. LA COOPERACIÓN CULTURAL, INTRA E INTERNACIONAL; NUEVOS PRINCIPIOS Y PRÁCTICASVicente enriQue Vargas cera (colomBia)Magister en Educación por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, México. Posee títulos de especialización en docencia e investigación social de las universidades de San Buenaventura, de Cartagena y del Instituto Tecnológico Comfenalco (Colombia). Realizó trabajos académicos y proyectos sobre la deserción escolar, y se perfeccionó en metodologías de la investigación. Fue destacado por su labor en la Universidad de San Buenaventura y en el Instituto Tecnológico Comfenalco.

daniel raúl gonzález (argentina)Consultor en políticas culturales y educacionales. Antropólogo (UBA). Profesor de la Universidad Nacional de Jujuy (Argentina), institución de la que fue decano y vicerrector. Fue Ministro de Educación y Cultura de la Provincia de Jujuy, e integró el Consejo Federal de Educación y el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología. Se desempeñó como funcionario de la OEI y dirigió la Comisión Permanente de Planificación de la Secretaría General en Madrid. Fue director de la Oficina Regional de la OEI en Brasilia.

eVa PiwowarsKi (argentina)Productora y realizadora de cine y video. Secretaria técnica de la Reunión Especializada de Autoridades Cinematográficas y Audiovisuales del Mercosur (RECAM), organismo que impulsó como directora del área Mercosur del INCAA. Fue directora de Cultura y Educación de la ciudad de San Martín. Se desempeñó como consultora del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires y dirigió Amerigramas, Muestra de Cine del Mercosur.

José maría rodríguez gómez (esPaña)Lic. en Ciencias Económicas y Empresariales. Fue director económico, director gerente del Hospital de Cruz Roja en Málaga y delegado provincial de la Consejería de Agricultura y Pesca. Desde 2004 es viceconsejero de Cultura de la Junta de Andalucía. Fue coordinador General del Plan Estratégico de la Cultura de Andalucía y ha dirigido los grupos de trabajo en materia de Economía y Cultura, Industrias culturales y Cooperación Cultural Internacional.

Enrique Vargas

Seré muy breve. Trataremos de ser muy concisos para poder dar ideas generales y, a lo largo de esta mesa, realmente lograr una interacción con todos ustedes y poder, en la medida de lo posible, despejar dudas que surgen y poder establecer, en la medida de lo posible -repito-, un diálogo.

Yo quisiera citar a Francisco Piñón que ayer en su intervención -Francisco Piñón, argentino y secretario general de la OEI-, hablaba y centró su mensaje, su intervención, sobre los nuevos paradigmas. Y yo creo que de ahí quisiera yo empezar esta charla esta mañana. Hablar de los nuevos paradigmas de la cooperación cultural. El modelo ha cambiado, no así la legislación, no así el andamiaje institucional que soporta la cooperación cultural. Yo estoy en la Secretaría General Iberoamericana. Somos el organismo técnico encargado de las Cumbres

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Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno. Un poco a manera de marco, de contexto, la SEGIB y las Cumbres, básicamente las Cumbres Iberoamericanas que vienen a darle forma o que vienen a institucionalizar y a darle orden bajo el nombre de programas de cooperación cultural a muchas actividades que se venían haciendo. Las Cumbres Iberoamericanas surgen en México. Son dos reuniones fundacionales: la de México en 1991 y la de Madrid en 1992, un poco en el contexto de los 500 años. Ésa era la idea inicial pero, afortunadamente, la agenda y la realidad ganaron y fue por mucho más allá que esta celebración de los 500 años y se le ha dado contenido y forma a las Cumbres Iberoamericanas.

Estrictamente hablando, en materia de cultura, nos referimos a programas de cooperación cultural que, a lo largo ya prácticamente de diez años de estar consolidados muchos de ellos. Yo mencionaré algunos como Ibermedia -seguramente alguien de ustedes aquí ha oído hablar de esto-, o Iberescena, que nació hace dos años. Son programas, fórmulas que los países han ido encontrando para ir atendiendo esta realidad: en Iberoamérica tenemos una misma raíz lingüística. Tenemos, por un lado, el portugués y, por otro lado, el español. Tenemos una fortaleza enorme en materia cultural. En cultura, en Iberoamérica, sí somos potencia. Hemos entendido que es ahí donde tenemos la capacidad de competir y de generar. Es ahí donde la cultura en diversos estudios que se han estado haciendo, refleja el impacto que tiene esto en el producto interno bruto de los países.

Falta mucho por hacer. Entendiendo que el modelo ha cambiado y entendiendo que hay un andamiaje, que existen estos programas de los que hablábamos, hay que dotarlos de un nuevo marco legislativo. ¿De qué sirve que se lleven a cabo grandes acuerdos en las mesas de los presidentes y los jefes de Estado para decidir que se va a llevar a cabo tal programa de cooperación? Se logra, se aprueba, sale el mandato. El marco legislativo, normativo, incluso pienso en la norma municipal, no sólo hablo de las leyes generales, siempre van atrás de la realidad. Tenemos que dar pasos muy firmes en nuestros países.

Hay que encontrar los mecanismos de participación ciudadana. Si bien existen, porque como nunca antes la sociedad y los grupos organizados participan, nosotros tenemos también que hacernos cargo. Hoy hay una verdadera y real participación. Hace años, era mucho más discrecional cómo se tomaban las decisiones en todas las estructuras de gobierno de todos nuestros países. Esto ha venido cambiando; todavía no es suficiente. Eso es claro, todavía hay mucho por hacer. Pero hay que seguir generando las mejores condiciones de participación para poder decir: “Perfecto, ya me diste la ayuda. Soy un grupo de teatro”. O: “Tengo la posibilidad y accedí a esta ayuda. Ahora, ¿cómo la voy a cristalizar? ¿Cómo voy a hacer que estos recursos, que siempre serán insuficientes, pero al menos que estos recursos que ya recibí tengan realmente una mayor trascendencia y tengan mayor impacto social?” Y es ahí donde la sociedad civil tiene que hablar. Es ahí donde los gobiernos tienen que terminar de entender que es necesaria la creación de agencias de cooperación. Porque en una sola oficina, para lo estrictamente institucional, tienen que concentrarse los esfuerzos.

Hoy por hoy, hay países que están en la lucha entre que si la Cancillería hace una cosa, que si la hace el Ministerio X o el Ministerio B. Tiene que haber un nuevo esquema y el esquema, que es una fórmula que ya existe en algunos países y que creo que es la mejor, son las agencias de cooperación. Mi país de nacimiento, México, no tiene una agencia de cooperación y tiene políticas de cooperación desde hace muchísimos años. Desde que la UNESCO en los años 60 determinó los lineamientos, los principios rectores de lo que debería ser la cooperación cultural -por cierto, en ese momento la UNESCO estaba presidida por un mexicano, Jaime

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Torres Bodet-, en ese momento, a nivel global, empezaron a surgir agencias de cooperación. En México no. Hoy por hoy sigue sin una agencia de cooperación. Y en México, ¿qué es lo que está sucediendo? Tiene una tradición, tiene una vocación de cooperación, pero los recursos no se capitalizan, digamos, de la mejor manera, porque se están duplicando muchos esfuerzos. Poco dinero y mal repartido, no tiene el impacto que quisiéramos.

A nivel iberoamericano, ya hay fórmulas que se están estableciendo. Creo que MERCOSUR es una de ellas. Hay que reconocer todo lo que ha venido haciendo en materia cultural. Hay programas bilaterales de cooperación que están funcionando. A nivel regional, tenemos que atender y ver exactamente estos casos, estudiarlos, ver las virtudes que tienen, porque la Carta Cultural Iberoamericana que fue promulgada, que fue adoptada por los jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre de 2006 en Montevideo, entre uno de sus principios rectores habla de que debemos generar la libre circulación de bienes, servicios culturales y de personas, de artistas. Tenemos la ventaja del idioma, me refería hace rato a esta fortaleza del idioma. Estamos hablando de más de 500 millones de hispanohablantes. Eso -repito-, es una fortaleza. Ahí tenemos un mercado que circula, una realidad. Sin embargo -les pongo el caso de México-, supongamos que un artista mexicano, un artista gráfico, decide venir a crear a la Argentina porque tiene un muy buen taller gráfico donde puede hacer su obra. Para que esa obra ingrese a México, siendo él el propietario, tiene que pagar impuestos, sobre una obra que ni siquiera está seguro de si la va a comercializar o no. Esto hay que acabarlo definitivamente, se tiene que erradicar.

Tenemos un marco normativo para estas cosas, que es la carta cultural, pero no es suficiente. Tenemos que reformar las leyes. No es nada más crear leyes de cultura sino que necesitamos leyes hacendarias para generar condiciones de circulación de nuestros bienes y servicios. ¿De qué sirve que Iberescena, hoy por hoy, genere condiciones para que tal compañía de danza de un país equis logre una gira por determinados países si para lograr esa gira, si hacemos un listado de lo que cuesta, lo que se está invirtiendo en gastos de administración, en gastos de gestión, en gastos aduaneros, absorben gran parte de lo que fue la ayuda? Ahí tenemos otra materia en la que tenemos que trabajar.

Los invitamos, por supuesto, a que conozcan lo que estamos haciendo desde la Secretaría General Iberoamericana, donde estamos atendiendo estos temas. Pero tenemos que hacerlo de la mano con ustedes. Sí, somos el órgano técnico de la Conferencia Iberoamericana con los Jefes de Estado y de Gobierno, se toman grandes decisiones. Esas decisiones tienen que permear en la sociedad. De eso se trata; si no, ¿de qué estamos hablando? De eso es de lo que queremos hablar.

Se debe crear una red de archivos diplomáticos iberoamericanos, o sea, los archivos de las cancillerías que, literalmente, están en los sótanos de las cancillerías. Y cuando digo sótanos, quiero decir que están en el olvido, cuando es una de las principales fuentes de qué son nuestros países, de cómo se conformaron. Con el tema de los bicentenarios estamos diciendo: todos los tratados, todos los mapas, la información sobre cómo fueron reconociéndose los estados nacionales, está en estos archivos. Hoy por hoy, hay una vocación muy clara y gente talentosísima que está trabajando en digitalizar, actualizar y darle todos esos nuevos soportes a los archivos. Eso se está haciendo y de verdad me pongo de pie para aplaudir todos los que lo hacen. Sin embargo, toda la información que desde hace años ya se está generando de manera digital, no la estamos cuidando porque no hay leyes de archivo.

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Hay que tomar decisiones para eso. Y no es nada más una cuestión de recursos, es una cuestión de norma, es una cuestión de ley, de criterios. Les digo: hay avances significativos por un lado, pero también nos vamos enfrentando a realidades día a día.

Quisiera, por el momento, dejar aquí la reflexión con un ánimo absolutamente provocador para generar diálogo. Sé que fueron bastantes ideas las que estuve soltando pero -repito-, quiero decirles que desde la Secretaría General Iberoamericana, desde el área de cultura de la Secretaría, estamos con toda la disposición, con todo el ánimo, con todas las ganas de ir trabajando en la cooperación cultural iberoamericana que es nuestra función, que es nuestro ánimo y que tenemos, por supuesto, mucho que ir aprendiendo de las experiencias desde lo local.

Daniel González

Cuando fui invitado, me pareció que la problemática de la mesa era bastante amplia, rica, interesante. Entonces, he tratado de armar una presentación alrededor de una iniciativa de la sociedad civil en la que estoy fuertemente involucrado, que les quería contar. Creo que tiene algunas ideas y algunas propuestas. Más allá de la propuesta práctica en sí, creo que tiene otro tipo de propuestas que la hacen interesante. A ver si consigo hacer funcionar esto. Se trata de una propuesta de la Red Cultural del MERCOSUR y la Red de Brasil, una propuesta desde la sociedad civil que trata de hacer un aporte para la cooperación internacional latinoamericana. Ya de por sí, estamos hablando de una parte del continente americano que es Latinoamérica, en la cual tenemos una serie de similitudes entre los países que la conforman y en la cual, también, tenemos un destino común, que es lo que creo que es importante. En los últimos años se ha avanzado muchísimo, en los últimos quince años particularmente, en la reflexión, en la institucionalidad y en el diálogo; en el mayor nivel político pero también en las acciones concretas, en una región que es bastante parecida a ésta que es Iberoamérica. Sobre eso nos estuvo hablando Enrique recién, nos dio un magnífico panorama. Sin embargo, también existe una realidad latinoamericana. Sigue existiendo Latinoamérica, por lo menos en nuestras mentes, en nuestros corazones y en los procesos históricos y la existencia de distintas regiones y de distintos proyectos no quita validez a ninguno como lo muestra el caso iberoamericano en que dos países -España y Portugal-, son activos participantes de un proyecto de integración, el más potente que existe -que es la Unión Europea- y también son activos participantes -particularmente España pero también Portugal- en la construcción de la Comunidad Iberoamericana. Por lo tanto, creemos que la multiplicidad de perspectivas enriquece y no limita para nada.

Estamos proponiendo, entonces, un forum cultural latinoamericano. Estamos planteando realizar una edición en 2010. ¿Por qué en 2010? Es casi una cuestión obvia, ¿no es cierto? Nos encontramos con el bicentenario de las independencias latinoamericanas que es una oportunidad para la reflexión, para el encuentro. Pero no sólo es una oportunidad, también creemos que es una necesidad, porque nos están faltando espacios latinoamericanos o, por lo menos, profundizar algunos debates en Latinoamérica.

Hubo debates que hasta hace un tiempo eran tan comunes, donde a la cultura se la restringía. Había muchos gestores que restringían la cultura a las bellas artes. Estamos hablando de una forma de vida, de un sistema de significados y que se manifiesta en todos los procesos sociales, se manifiesta en objetos, se manifiesta en relaciones. Por lo tanto, aunque es una perspectiva ya común de la cultura, es necesario recalcarlo.

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El forum trata -como lo estamos pensando-, de retomar una memoria histórica. Creemos que ha habido cortes muy importantes en todos nuestros países de Latinoamérica que requieren una instancia de revisión de esta memoria histórica. En primer lugar, el sustento de la estructura étnica, o de las estructuras étnicas, y de las nacionalidades. Hemos estado en los últimos quince o veinte años, en toda Latinoamérica, en una especie -por decirlo de alguna manera- de redescubrimiento, de revalorización de nuestras estructuras étnicas e incluso de fascinación, sobre todo de los sectores medios, por las estructuras étnicas subyacentes que existían desde siempre pero, bueno, estaban olvidadas, estaban escondidas, eran marginales a la visión uniforme.

Hemos avanzado, hemos dado pasos importantísimos. Faltan muchos, pero creo que son dados los pasos iniciales importantes entre otros - retomando un poco lo que decía Enrique recién-, tenemos el constitucionalismo. Latinoamérica es la región con el constitucionalismo cultural más avanzado. Miramos las constituciones latinoamericanas y la verdad es que deberíamos estar en un mundo de maravillas desde el punto de vista cultural. Después la realidad es otra. Nos falta, evidentemente, trasladar la normativa constitucional a otro tipo de procedimientos de menor nivel, pero de gran eficacia práctica. Pero también de las nacionalidades porque, curiosamente, también los últimos quince o veinte años, han sido una etapa de baja valorización de las nacionalidades. Hemos valorizado las estructuras étnicas pero valorizamos menos las nacionalidades, las vemos como un obstáculo muchas veces, y una cosa no quita la otra. De hecho vemos que cuando hay graves problemas en el mundo, se responde desde los Estados-Nación. También en nuestra memoria histórica hay un indiferente papel de las religiones, un tema habitualmente olvidado, pasado por alto cuando hablamos de cultura y no hablamos solamente de la historia más profunda sino que nos lleva también esto al presente.

Tenemos dos espacios, pero que es uno; con dos lenguas, pero que tienen una cercanía lingüística y de posibilidades inmensa, como es el español o el castellano- y el portugués. Nos acercamos al Bicentenario y a las guerras de independencia en muchos de nuestros países. En la mayoría de los países latinoamericanos eso tiene un significado muy importante y creemos que es motivante porque ahí encontramos ejemplos de heroísmo, de unidad, de objetivos comunes, de sueños, que yo creo que a medida que nos acerquemos al período de los bicentenarios, van a retomar y a tener un significado evidentemente muy diferente al de hace doscientos años, pero que tiene valor para los problemas del presente.

Debemos recuperar el pensamiento latinoamericano. Latinoamérica ha tenido siempre una gran capacidad, o por lo menos desde la segunda mitad del siglo XIX, para pensar su futuro. Creemos que este momento no es el mejor para el pensamiento latinoamericano, pero está presente. Vivimos una etapa de post-colonialismo que es importante tener en cuenta y que también genera otro tipo de reflexiones.

Tenemos necesidad de atender a las experiencias actuales y aquí empezamos a ver que una visión latinoamericana es importante. La globalización y sus efectos no son lo mismo en toda Latinoamérica. Las realidades latinoamericanas son diferentes y las experiencias políticas latinoamericanas también. Normalmente no son entendidas, no son vistas desde la problemática cultural. La problemática cultural está ajena a las experiencias políticas en Latinoamérica. Quizás esto se dé en otros lugares, pero en Latinoamérica no. Cada vez que tenemos que hablar de cultura hablamos de experiencias políticas y de experiencias sociales.

Quiero hablar de los proyectos de integración que están en marcha, que hoy existen. Hay tres importantes proyectos de integración en el territorio latinoamericano: el MERCOSUR es uno de

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ellos, la Comunidad Andina de Naciones es otro y el sistema de Integración Centroamericano es otro. Son tres sistemas, tres proyectos de integración que están en marcha, que generalmente despertaron muchas expectativas. Las realidades no se corresponden con estas expectativas, pero también hay otras realidades, hay avances, hay cuestiones que se van concretando. Es importante que aprendamos, de los errores, de los sueños y de lo que hemos podido concretar y de lo que estamos haciendo.

Por otro lado, tenemos cambios socioculturales que están inducidos. Ayer no sé si alguno de ustedes -supongo que sí-, estuvo en la mesa –a la que, por otro lado, también hizo referencia Enrique-, en la que participó el ministro de Educación, Juan Carlos Tedesco; insistía en que si los procesos actuales los dejamos que marchen de acuerdo a su lógica, lo que vamos a conseguir es más exclusión, más pobreza y también vamos a tener culturas marginalizadas. Tenemos que inducir cambios socioculturales con valores y los valores los provee la cultura. En una sociedad como la nuestra, en la sociedad del presente, los valores son provistos desde la cultura. También tenemos que atender a estas experiencias.

Por último, creemos que este forum puede ser -en realidad tomamos la memoria histórica, tomamos la experiencia del presente- una reflexión y un debate sobre el presente y sobre el futuro -no un congreso de historia-, para interpretar nuestra realidad, para conocernos mejor, que creemos que es la base de la identidad -las identidades basadas sobre el desconocimiento suelen ser identidades frágiles- y también para generar un marco para la acción, porque sin eso nos vamos a quedar muy limitados.

El forum, ¿qué nos imaginamos? Una serie de encuentros, encuentros de personas, instituciones, pero básicamente de personas, que estén ligadas desde distintos roles, distintas funciones, a la gestión de las políticas culturales. Lo que buscamos es generar debates para renovar mirada y los conceptos sobre Latinoamérica y sobre nuestra cultura y también una acción celebratoria para todos nosotros y para nuestra región. Básicamente, creemos que a partir de los encuentros el desarrollo de las políticas culturales puede ser una posibilidad de encontrar respuestas ante cuestiones comunes. No quiere decir respuestas iguales a cuestiones comunes, sino que podemos ayudarnos a encontrar respuestas. La cooperación, el trabajo y el encuentro nos tienen que permitir encontrar estas respuestas.

Presentamos una lista de cuestiones pero sin duda que la desigualdad, la inequidad latinoamericana es uno de los grandes desafíos que sigue teniendo nuestra región que cada día más se transforma en impostergable. Los efectos de la crisis actual del capitalismo, que es algo que llevará previsiblemente -lo dicen todos los especialistas- mucho tiempo en terminar de ser resuelto, también lo exige. El avance de la convención sobre la diversidad cultural de la UNESCO es un formidable instrumento en la medida en que podamos ir concretando proyectos que sean positivos para nuestra región. Y creemos que hay algo que es clave, que es renovar la agenda latinoamericana. Hoy por hoy nosotros vemos que Latinoamérica carece de una agenda común y esto es lo que le impide, primero, generar los debates y, después, poder tener voces comunes en los ámbitos internacionales. Pero también es lo que nos impide, a veces, concretar los esfuerzos y, entonces, a veces, un país, una serie de actores en un momento van para acá, en otro momento van para otro lado. Y en las últimas décadas Latinoamérica ha tenido esa agenda o ha tenido esbozos de esa agenda, ha tenido construcciones pero se ha ido perdiendo.

Por ejemplo, en la década del ‘70 había una agenda antiimperialista, estaba muy sesgada por esta cuestión. Sin duda, con antecedentes en la década anterior. En la década del ‘60 había

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una importantísima agenda desarrollista en toda nuestra región y una institución de la banca multilateral que la sostenía y que fue creada para estos efectos, que es el Banco Interamericano de Desarrollo. Pero esa agenda desarrollista se perdió y vimos cómo el Banco Interamericano de Desarrollo cumplió un papel mucho más tímido a partir de la década del ‘70, lo mismo que la agenda antiimperialista fue quebrada por los golpes militares.

En los años 50, con antecedentes inmediatamente después de la posguerra e incluso anteriores, había una agenda nacional y popular. Había una preocupación por lo nacional y popular en toda América Latina. De eso encontramos antecedentes desde el siglo XIX en el pensamiento latinoamericano. Todas estas agendas, sin duda, en las formulaciones que tuvieron en su momento, no son válidas, no tienen actualidad hoy. Necesitamos encontrar una nueva agenda, porque en los años 80 y 90 perdimos la agenda propia y creo yo que adquirimos dos -por las buenas o por las malas-: el Consenso de Washington, que impuso las llamadas reformas estructurales que van bastante a contramano de las reformas que hoy se están haciendo en todo el mundo para resolver la crisis actual; pero también las agendas que yo llamo globales-sectoriales. Empezamos a tener agendas globales pero por sector: agenda global del medio ambiente, de la cultura, de la energía, y esto nos lleva a que, especialmente cuando hemos conseguido recuperar la democracia, tomáramos estas agendas globales, en muchos casos en forma positiva y mucho les debemos el desarrollo de nuestras políticas. Pero también tienen límites, porque las agendas globales no son nuestra propia agenda.

Volvemos al caso del bicentenario, sobre la necesidad pero también la oportunidad de hacer una contribución desde la cultura. Enrique recién nos decía que tenemos muchos problemas económicos, sociales, pero desde el punto de vista cultural, Iberoamérica y Latinoamérica somos una potencia. ¿Cómo hacemos una contribución desde la cultura a los otros ámbitos de la vida social, de la vida política? Yo creo que, particularmente, hay un caso que es la posibilidad de avanzar en los proyectos de integración: esta agenda latinoamericana, desde ya que basada en lo que nos une y en lo que nos diferencia, pero también incorporando lo que hemos aprendido del ejercicio de las otras agendas.

La agenda global cultural hoy ha avanzado mucho en una percepción y respeto por la diversidad cultural. Se ha creado un instrumento muy importante como es la Convención. ¿Qué hemos aprendido de este proceso? Latinoamérica no ha tenido una voz. La participación latinoamericana ha sido despareja. Algunos países han participado notablemente en los debates de la Convención y otros han participado en forma muy leve, inconstante, como es el caso de Argentina. No tuvo una constancia en sus posiciones, por ejemplo. Brasil tuvo un liderazgo muy importante. Pero no hemos generado en su momento un debate fuerte de cuáles eran nuestras necesidades de inclusión en la Convención. Ahora la Convención está aprobada. ¿Cómo la vamos a desarrollar? Ahí necesitamos las voces de la sociedad civil, las voces de los gobiernos, las voces de los pensadores.

Necesitamos una reflexión, por ejemplo, sobre cómo fortalecer a nuestros Estados-Nación dentro de proyectos de integración y dentro de proyectos nacionales que respeten la diversidad interior. Éste es un tema pendiente que tenemos, por ejemplo, en la Argentina. Parecería que respetar la diversidad va en contra de la existencia de una comunidad nacional. Hay momentos en que los discursos parecen apuntar a eso. Tenemos que renovar nuestro pensamiento para ver de qué manera podemos encontrar formulaciones donde el respeto de la diversidad sea un elemento clave del fortalecimiento de las estructuras nacionales. Que ese fortalecimiento no sea un obstáculo para los proyectos de integración, sino por lo contrario sea un sostén. Lo

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hemos visto en el proceso europeo y ningún país país ha disminuido su soberanía sino que, por otro lado, la ha acrecentado y la ha ampliado.

¿Por qué esta insistencia en las agendas comunes? Para poder dialogar. Si no, nos transformamos en receptores, receptores de donantes. Necesitamos recursos, sin duda. Buena parte de los recursos que necesitamos están en nuestra propia sociedad, están en nuestro propio Estado. Los presupuestos de cultura que tiene la nación, o en general las provincias, son infames, no responden a una realidad económico-social en nuestro país. Responden a que no existe una percepción de cuánto vale la cultura por el conjunto de la sociedad. Tampoco tenemos por qué echarle la culpa a otros, sino que ha sido nuestra propia sociedad la que ha generado esta visión. Creemos que hacia el exterior también podemos empezar a tener diálogos a partir de cuáles son nuestras prioridades, poder hacer un diálogo de agendas. Cuando una agencia de cooperación tiene una posibilidad de cooperación, tiene una lista de objetivos, tiene una lista de prioridades. No podemos plantarnos simplemente como receptores. Muchas veces las agencias extranjeras están dispuestas a un diálogo, un diálogo creativo. No es que nos lo quieran imponer, sino que están dispuestas. Ahora, nosotros tenemos que tener en claro qué es lo que queremos, cuáles son nuestros objetivos. Si no lo tenemos en claro, es muy difícil que se dé ese diálogo. Muchas veces la demanda es ésa, más diálogo. Pero nosotros estamos esperando los recursos. Y podemos tener las dos cosas: podemos esperar los recursos y dialogar.

Hablaré de algunos ejes posibles. Estamos con esta propuesta de la Red Cultural del MERCOSUR, conversando en distintos lugares. Pero voy un poco más a la cuestión práctica. Estamos tratando de pensar cómo hacer este debate de una forma que le podamos dar continuidad, que podamos tener registros. Como decía Enrique, estamos perdiendo, por ejemplo, los registros. Estamos recuperando información del pasado y no mantenemos la información del presente. Entre otras cosas, muchas veces no conseguimos que los eventos se transformen en algo, sino que queda como una información que cada uno puede aprovechar individualmente, pero no aporta a un proceso más amplio.

Estamos haciendo una propuesta de iniciar durante 2009 un debate en redes. En redes en el doble sentido: aprovechando las redes latinoamericanas o subregionales ya existentes, ligadas a políticas culturales y a gestión cultural, y aprovechando también eventos organizados por otras instituciones, de manera de poder ir dando continuidad a algunos temas en relación a los que mostré en forma resumida. Esto tiene mucho que ver con los recursos y hoy, la verdad, que tenemos un panorama todavía un poco incierto de con cuántos recursos podremos contar para poder concretar estos eventos. Pero sí sabemos que lo anterior, que es el debate en red, lo podremos realizar, quién sabe en qué escala. Esperamos en marzo de 2009 estar lanzando la convocatoria general del Forum Cultural Latinoamericano.

¿Y dónde lo estamos pensando? Bueno, lo estamos pensando acá en Argentina y hay una primera respuesta favorable de la Ciudad de Buenos Aires pero, bueno, veremos si lo podemos concretar. La Red Cultural del MERCOSUR tiene su asamblea en Brasil, en San Pablo, en los primeros días de diciembre.

Eva Piwowarski

Muchas gracias a la Secretaría de Cultura por esta oportunidad para contarles un poco de qué se trata la tarea que venimos haciendo de integración cultural audiovisual regional y

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hacia lo interno en la Argentina. Muchas gracias a Tucumán, ciudad y provincia que quiero particularmente por ser la cuna de quien fue mi marido, padre de mis hijas y también maestro, Gerardo Vallejo, a quien todos ustedes seguramente deben conocer y de quien pude aprender esta vocación por un cine argentino, no porteño sino argentino, y latinoamericano. Digo esto porque son las cosas que tenemos como desafío: la construcción de herramientas culturales que reflejen en particular en nuestro país a la Argentina en su totalidad, en su gran diversidad. La Argentina también tiene como desafío construirse, como refería Daniel González, en un espacio de pertenencia más amplio y natural que es el espacio latinoamericano.

Dicho esto, desde el INCAA estamos impulsando o siguiendo las líneas que tienen que ver con la cooperación internacional, algo que en el caso del cine, en el caso de la industria audiovisual, es prácticamente un hecho necesario y común. ¿Por qué digo esto? El cine, tanto como la música, es internacionalizable, es una actividad cultural de una gran internacionalización. Las diferencias que podemos ver con respecto al cine en relación a otras industrias culturales -como es el caso de la música o el del libro-, es que la mayor dificultad que tenemos no está tanto en la producción, sino justamente en la apropiación de nuestros propios mercados. Cuando uno ve los consumos del libro y los consumos de la música, en general lo que primero se consume, es lo que está en la lengua propia. Sería muy extraño ver en las góndolas de una librería o en las radios escuchar -hoy por hoy-, solamente música inglesa, o mejor dicho norteamericana, en inglés, etcétera. Sin embargo, en el cine, eso sí sucede. Uno va al cine creyendo que elige sobre una oferta natural y en realidad está asistiendo a una propuesta predeterminada y definida por medio siglo de distorsiones culturales, económicas y comerciales. Cuando nosotros vamos a una sala y vemos Harry Potter, El señor de los anillos, Batman y apenas en algún horario, muy particular, de las dos de la tarde, encontramos una película argentina, estamos hablando no de un problema de mercado, sino del problema de la distorsión, precisamente, de esos mercados. Es decir, mercados ocupados. Algo que nuestras economías todavía no han entendido muy profundamente, pero es uno de los ejemplos de mayor ocupación planetaria, global, es el tema del cine y del audiovisual. Y ocupación llana, directa de los mercados. Nosotros, por ejemplo, hablando del tema de las aduanas, de la circulación -como mencionaba el compañero Enrique Vargas-, comentamos que hay un sistema -se los quiero contar rápidamente-, por el cual el cine americano entra sin ninguna traba y sin pagar nada a nuestras salas. ¿Cómo lo hacen? Ellos traen hoy por hoy -estamos todavía en la etapa analógica, todavía la exhibición, en general, en las salas, es en 35 milímetros-, una copia del negativo a nuestros laboratorios, fabrican, copian, hacen todas las copias, doscientas, trescientas copias, y ponen todas esas copias en nuestras salas. ¿Cómo lo hacen? Por un mecanismo de exportación temporaria. O sea, para ellos existe la libre circulación. En nuestros países, para poder trasladar una copia de la Argentina a Brasil, o de Brasil a la Argentina, o en cualquiera de nuestros países, tenemos un sinnúmero de problemas que tienen que ver con la cooperación o con la falta de cooperación o con cómo se entiende la cooperación también.

Esta idea de ocupación de los mercados lleva mucho tiempo y, hoy por hoy, entendemos que se nos presenta una oportunidad a través de las nuevas tecnologías porque estaríamos -si supiéramos y si aprendiésemos a apropiarnos esas nuevas tecnologías-, creando posibilidades de mayor democratización y mayor acceso a nuestros propios mercados.

Un panorama muy simple es hablar de todas las líneas de cooperación abiertas que tiene el cine nacional y en esta vocación que yo digo de su internacionalización, esa vocación de tener relación y necesidad de tener relaciones e intercambios con otras cinematografías. Los acuerdos de coproducción en los que participa el cine argentino, que le permiten tener socios en otros

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países y generar películas que, de esa manera, adquieren la nacionalidad, la doble nacionalidad -la nacionalidad del país de origen y la nacionalidad del país que coproduce-, y le permiten mayores posibilidades de mercado, aunque no las garantiza. Algunos de los ejemplos están allí. Por ejemplo Mi mejor enemigo, una película con Chile, que trata de la guerra que no fue y que fue una coproducción natural entre actores y, digamos, elencos compartidos, fue un buen ejemplo de lo que sería una coproducción.

El Instituto también participa del ámbito iberoamericano con mucha fuerza. El ámbito iberoamericano está muy consolidado en materia de políticas cinematográficas. Recientemente se ha hecho el Congreso Cultural Iberoamericano en México con el eje, justamente, en la industria audiovisual. Las herramientas por las cuales participa son: la CACI (Conferencia de Autoridades Cinematográficas Iberoamericanas); el programa Ibermedia, que algunos deben conocer, que realmente es un programa importantísimo por el cual, con aportes de todos los países, se ha dinamizado la coproducción entre nuestros países en forma ostensible durante los últimos diez años, cuando no existían, prácticamente, posibilidades de coproducción y ha permitido, además algo muy importante: que países de pequeño porte de producción se integren a países de mayor porte de producción y puedan, así, producir más y mejor cine. Es el caso de Uruguay, Bolivia, Perú, han tenido algunas dificultades aunque la mayoría tiene tradición cinematográfica. Actualmente, en los ámbitos regionales, se han encontrado las posibilidades de dimensionar su producción.

También está DOCTV IB, que es un programa de producción y distribución en red por televisión de documentales que vamos a generar. La segunda edición va a estar coordinada por la Argentina, por el INCAA, y se trata de la producción de un documental por país, en definitiva lo que hace que haya catorce, quince, dieciséis documentales que forman una cartera de documentales para ser exhibidos en las televisiones públicas con las que se tienen los convenios. Lo que se busca es poder articular paquetes de películas propias para poder estar en todos los mercados y generar un consumo y una formación de público.

Acuerdos bilaterales, hay muchos y diversos, pero voy a mencionar, fundamentalmente, algo que ha tenido un éxito importante en cuanto al cine argentino en Brasil. No tanto, lamentablemente, para el cine brasileño en Argentina, esperamos poder mejorarlo. Es un acuerdo de codistribución, primero en su tipo, es una herramienta innovadora -porque siempre hablamos de coproducción y acá hablamos de codistribución-, herramienta por la cual Argentina otorga ayudas a los distribuidores argentinos que quieran exhibir películas brasileñas en nuestro país y Brasil otorga ayudas a los distribuidores brasileños de películas argentinas para el territorio brasileño. Eso ha permitido a la Argentina ganar un público cautivo importantísimo en Brasil, incluso haber llegado a estrenar en 2006, catorce películas argentinas en el territorio brasileño. No es un mercado que hubiéramos tenido antes y que representó el 4% de los estrenos de ese año de Brasil. Esto se acompaña también por la gran cantidad y calidad de aprecio que se tiene, en general, en el exterior por el producto argentino. El producto argentino está visto como un producto nuevo, innovador, creativo, de nuevos guiones, una cinematografía intimista, simpática, talentosa, y esto hace que tengamos una gran receptividad en el exterior.

Raíces es un programa de coproducción que tiene que ver con algunas comunidades autónomas españolas y su relación con historias argentinas. Es muy interesante el hecho de que hay grandes corrientes migratorias españolas y nosotros, muchos o casi todos nosotros, incluso yo, a pesar de ese apellido, tengo un antecesor español. Entonces es importante haber creado este tipo de lazos que tiene que ver ya, más que con las relaciones económicas, con las relaciones de afecto

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y de contenido histórico. Yo creo que esto es muy valioso, la idea de Raíces es desde ese lugar. No prima tanto el interés económico, comercial, sino el interés común.

Hay algunos ejemplos como Argencine y Madricine que son de distribución y de muestras en un lado y en el otro, del cine de un lado y del otro, lo que habla de una fuerte relación -ya muy conocida-, del cine argentino con España.

Y, por último, este ámbito al que yo le tengo particular aprecio, porque me tocó impulsarlo y coordinarlo y fortalecerlo todo lo máximo que se ha podido, que es el ámbito de la RECAM en el MERCOSUR. Éste yo creo que es un ámbito estratégico, incluso hiperestratégico de acuerdo a las políticas gubernamentales y a lo que significa el MERCOSUR. El MERCOSUR es un ámbito que nos permite a los países que somos miembros -y en el caso de las industrias culturales-, trabajar cuestiones que en otros ámbitos internacionales no se pueden trabajar porque no hay marco jurídico. El MERCOSUR es un marco jurídico de integración regional. Es como la Unión Europea. Entonces nos permite, para lo que estamos trabajando, generar normas comunes para cuidarnos. Cuidarse y proteger en este tiempo parece arriesgado, pero hoy ya no tanto cuando los Estados Unidos han mostrado una clara vocación proteccionista, ¿no? Entonces, nos sentimos mucho más habilitados incluso a proponer normas de alto desafío como las cuotas de pantalla. Digamos, aspiramos a tener una cuota de pantalla regional y aspiramos a que no sea solamente en cine sino que sea en televisión. Aspiramos a poder integrar las políticas, armonizar políticas de los países que forman parte del MERCOSUR, tales como hoy y en un futuro cercano tener una nueva ley de radiodifusión argentina, que permita mayores oportunidades para nuestras producciones culturales audiovisuales, poder articular esa ley con expresiones similares en los países en los cuales tenemos tratados de integración. Y, bueno, dentro de esto, dentro de la RECAM, creo que el mayor logro de cooperación es, en principio, la RECAM misma; la idea de generar un ámbito de cooperación económica y comercial de una industria cultural adentro del MERCOSUR. Es el primero en su tipo y, realmente, es una batalla ganada. Haber convencido a las gentes, los especialistas de la economía, de que el cine debía tener un lugar específico dentro de las negociaciones del MERCOSUR, ha sido una batalla ganada.

La cooperación entre la OEI y el MERCOSUR es el segundo logro que tenemos. Dado que es una estructura orgánica, como les decía, nos permitió solicitar la inclusión de la industria audiovisual en un gran acuerdo marco que tiene el MERCOSUR con la Unión Europea. De este acuerdo marco, al que generalmente las líneas de cooperación se dirigen para resolver aspectos normativos, para carreteras, para agricultura, que son cosas muy valiosas de la economía, logramos que una pequeña expresión sea destinada al fortalecimiento de la industria audiovisual del MERCOSUR. Esto abre, evidentemente, una posibilidad importante para el resto de las manifestaciones culturales. Yo creo que estamos haciendo punta para que la cooperación entre las industrias culturales del MERCOSUR y la Unión Europea, puedan instalarse y ser desarrolladas. En nuestro caso se trata de un aporte de la Unión Europea por un millón y medio de euros, en un programa que va a durar tres años donde nosotros, el MERCOSUR, tiene que poner su contrapartida de trescientos sesenta mil. Es decir, va a ser un programa de, aproximadamente, un millón ochocientos sesenta mil euros en total. El fin mayor, el más importante, es garantizar el acceso de la población del MERCOSUR a la producción audiovisual del MERCOSUR. Tamaño desafío que no vamos a lograr con un millón y medio de euros, pero pensamos empezar a generar ciertas opciones para que eso pueda ser viable.

¿Cuáles son los ejes de este proyecto de cooperación? Son cinco. Se va a destinar recursos para hacer estudios de armonización de la legislación, para crear normas comunes. Entre ellos,

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la cuota de pantalla, el tema de innovación tecnológica, qué hay que hacer frente a este gran paradigma donde no sabemos qué hacer -lo veníamos hablando recién-, donde hay muchas más incógnitas y preguntas y dudas que certezas, acerca de cómo cambia este paradigma, cómo se está generando un nuevo paradigma de producción, consumo, asistencia a los medios audiovisuales. Es decir, todo está cambiando y necesitamos prepararnos y tenemos pocos elementos. Pensamos apoyarnos en las distintas experiencias que existen en el mundo, en la Unión Europea también, y con estudios específicos para ello.

Fortalecimiento del OMA. El OMA es el Observatorio MERCOSUR Audiovisual que se ha creado bajo la RECAM y que se encarga de estudios que nos permiten conocer cuál es la realidad de nuestras cinematografías en la región. El más importante de los estudios que hizo el Observatorio es medir, por primera vez, el mercado intrarregional. ¿Qué significa eso? Cuánto circulan nuestras películas en el MERCOSUR. Estoy hablando de cine, no estoy hablan de televisión que es otra cosa. Pero cuánto circulan esas películas, cuánto vemos del otro. Bueno, ese ver del otro que ocupa el cine del MERCOSUR en el mercado, en los mercados nuestros, es de un dígito. Es el uno por ciento. Gravísimo. La diversidad cultural en los mercados mundiales tiene tres dígitos, tiene el tres por ciento en la mayoría de los casos y el MERCOSUR, la circulación de películas del MERCOSUR, alcanza el uno por ciento. Esta relación de asimetría y esta relación perversa, digamos, porque consumimos entre un ochenta y un noventa por ciento de productos hollywoodenses. Y nosotros como argentinos, como producimos películas, tenemos la posibilidad de ver algunas películas argentinas. Los países que no producen, no tienen ninguna representación de su propio imaginario o de su propia cultura en las pantallas. Ese porcentaje es el gran desafío. Es decir, poder trabajar sobre ese porcentaje para, obviamente, generar mayor capacidad de salas y de ventanas para nuestras películas. Ése es el desafío. La construcción de un mercado regional significa superar el dígito en materia de circulación. Y, bueno, el Observatorio nos ha permitido observar esa enorme carencia que tenemos.

Capacitación. La idea también es poder generar capacitación a nivel del sector. O sea, mejorar la capacidad de las empresas, fortalecer las empresas de la producción y buscar la posibilidad de capacitación creativa, técnica y artística en los lugares que más lo necesitan como es el caso de Paraguay. Una línea de patrimonio audiovisual con lo que pensamos es generar una colección; crear un acervo MERCOSUR.

Y, por último, el de la red de salas digitales que es para nosotros la niña de nuestros ojos. La idea es crear, por lo menos, treinta salas o unas primeras treinta salas digitales en el MERCOSUR, en los países del MERCOSUR, no concentradas -esto es un dato que es importantísimo-, interconectadas por un sistema que vamos a estudiar, vía Internet o vía satelital, aprovechando las nuevas tecnologías y que sean, en primer lugar, para exhibir películas del MERCOSUR, en segundo lugar películas latinoamericanas y, en tercer lugar, películas europeas. Es decir, con la idea de que sea un lugar para la diversidad y para la formación de ciudadanía y para el aporte a la cultura.

Éstos son los pasos más importantes pero aun más importante será lo que vamos a poder contar y expresar a ustedes dentro de tres años cuando tengamos los resultados de esta cooperación.

Por último, quiero decir que la vocación del INCAA en Latinoamérica es el desafío que mencioné originalmente, que es el de recuperar nuestros mercados, es el equilibrio de las relaciones, es participar de una ley nacional de cultura que permita el desarrollo de las expresiones totales y

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diversas de nuestro país y aprovecharnos seriamente y contundentemente de la oportunidad que abren las nuevas tecnologías para facilitar la producción y el acceso a nuestros productos audiovisuales.

José María Rodríguez Gómez

Agradezco a la provincia de Tucumán por hacer cosas como ésta, un foro al margen de las redes tecnológicas que son tan interesantes, pues tenemos las redes humanas en las que nos vemos todos la cara y podemos discutir, consensuar muchos acuerdos y, sobre todo, trazar objetivos comunes y caminos en los que podamos encontrarnos, y también eliminar incertidumbres obre el futuro, que también la cultura tiene muchas incertidumbre. Sí pasa una cosa, que se generan problemas para el gobierno porque de lo que aquí estoy oyendo, siempre tiene uno la sensación de que hacen falta más cosas como éstas y ya el foro sobre los aranceles, el foro sobre el cine del MERCOSUR. En fin, siempre de esos encuentros surge la necesidad de vernos mucho más para poner en común muchas ideas.

Es sumamente significativo para la Comunidad Autónoma de Andalucía estar aquí hoy. Agradezco personal e institucionalmente a los organizadores de este Segundo Congreso Argentino de la Cultura.

Voy a hablar poco de Andalucía. Me van a permitir solamente una breve reflexión sobre lo que es la cultura en nuestra Comunidad Autónoma, porque esto es un foro internacional y, entonces, entenderán que de lo que debo hablar es de cómo vemos desde allí y cómo podemos aportar y enriquecernos mutuamente a través de la cooperación.

Hay un Plan Estratégico, es la única comunidad autónoma que lo tiene en España. Es verdad que el País Vasco tiene uno, pero sobre la lengua. Un plan integral de la cultura, en una comunidad autónoma, la única que lo tiene es Andalucía. A Andalucía la conocen, próximamente estaremos juntos en el Festival de Cine Iberoamericano que, casualmente, este año se dedica a Argentina, en el programa Raíces, que Eva nos anunciaba, de cooperación con comunidades autónomas. En Andalucía está, por supuesto, y además va a incrementar su presencia y su actividad en el programa Raíces en cuanto a cooperación en materia de cine. Y es una comunidad que tiene un gran impacto en la cultura. ¿Por qué hicimos un plan estratégico? Basados en dos ejes clave: la cultura como un derecho y la cultura como un recurso. Era necesario aplicar a la cultura herramientas e instrumentos que se aplican a sectores que se consideran productivos y que generan riqueza y empleo. La cultura en Andalucía -que es la comunidad autónoma de mayor población-, genera ocho mil cuatrocientos millones de euros al año en producción, en la cuenta de producción. Son 11.000 millones de dólares y, si no me equivoco, en torno a 34.000 millones de pesos argentinos. Es una comunidad autónoma que emplea más de ciento cincuenta mil personas directamente en la cultura o en las industrias culturales y es una comunidad autónoma en la que, de manera activa y permanente, trabajan cuarenta mil empresas culturales. El sector de la cultura, además, es un sector creciente en toda Europa, también aquí en Latinoamérica y va adquiriendo cada vez más importancia. El 16,5% de las empresas andaluzas son culturales. Por poner un dato, en un reciente estudio del Ministerio de Cultura, toda la cultura genera más dinero, más riqueza que, por ejemplo, el sector de la automoción en Europa occidental, en la Unión Europea. No desde hace tiempo, desde hace sólo tres años. Se va ganado posición y, por lo tanto, hay cada vez más personas que demandan cultura y, por lo tanto, es un sector creciente. Ganamos un punto en cada año en generación

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de empresas en Andalucía respecto del Estado. ¿Y por qué es una demanda creciente? Bueno, la cultura se considera siempre un aspecto que aporta calidad de vida, éste es el siglo de la calidad de vida, los ciudadanos buscan calidad de vida. El incremento de la formación en todos nuestros países hace que se demande más cultura. Hay más ocio y, por lo tanto, el ocio hay que intentar llenarlo con cultura, no con otra cosa. Y, por tanto, esto hace que la cultura además tenga un efecto importantísimo en otros sectores como, por ejemplo, el turismo donde ya la principal causa para venir a Andalucía no es el turismo de sol y playa.

Yo soy de una ciudad turística que se llama la Costa del Sol. Bueno pues ya para venir a Andalucía la principal causa ya no es el sol y la playa sino que es la cultura, conocer nuestro patrimonio. El 26,8% de las personas que deciden venir a Andalucía a conocerla, vienen a hacerlo por su cultura, su historia, su pasado, su tradición. Por tanto, es un sector creciente. Por eso hemos hecho un plan estratégico para eliminar incertidumbres, ponernos de acuerdo sobre el futuro y hacer partícipes a los ciudadanos -más de cinco mil personas que contribuyeron a su gestación- de ese futuro en común. Esa es la faceta -que ya acabo- de la cultura como un recurso y, si me amplío un poco más, la cultura como un derecho de los ciudadanos según el plan estratégico y después me permitirán ya terminar con cómo enfocamos la cooperación cultural en el ámbito de la planificación estratégica de la cultura en Andalucía.

Consideramos la cultura como un derecho en tres órbitas, en tres escenarios, en tres círculos: en primer lugar, lo que llamamos el círculo de los derecho individuales, o los derechos de primera generación. El segundo círculo, los derechos sociales o los de segunda generación. En tercero, los derechos de los pueblos, o los de tercera generación. En el primero, lógicamente, clasificaríamos dentro de esos derechos de primera generación a aquellos que tienen que ver con la libertad de la creación y la producción artística y la literaria y, por tanto, desde lo público, lo que tenemos que hacer es facilitar la difusión de todo lo que se hace. Sobre todo, dar visibilidad, hacer visible, todo lo que se hace en materia de creación y producción artística y literaria. El segundo de los derechos es todo aquello que tiene que ver con las medidas que, necesariamente, tenemos que garantizar y facilitar el acceso a esos bienes y servicios culturales. Esto se hace en un doble sentido: generando infraestructuras que permitan y hagan posible la difusión y la garantía del derecho al conocimiento y acceso a la cultura pero también, y sobre todo, haciendo partícipes a los ciudadanos de esa producción de bienes y servicios culturales. Por tanto, implicamos a la población, también, en la difusión de la cultura. Y luego está lo que llamamos los derechos de tercera generación que tienen más que ver con una necesidad ya en Andalucía y luego insoslayable, que se desarrollan en el marco de sociedades de intensa actividad cultural, donde hay que apostar por la diversidad cultural y por la interculturalidad como uno de los derechos también a garantizar.

Está claro que la cultura tiene que estar al servicio, también, de la convivencia y, por tanto, hay que convivir y hacer que la cultura sea participativa y nos ayude a convivir mejor en nuestros territorios. Por tanto, es una nueva concepción de la cultura que hay que tener en cuenta por los orígenes, las lenguas maternas, las razas, los rezos, las religiones de sitios donde hay una interculturalidad muy potente. Esta política cultural debe estar basada en la pluralidad y el reconocimiento, siempre, del otro, de lo que el otro hace. Por tanto hay que exigir y hacer respetar la dignidad de todos los que hacen cultura en nuestro territorio y, también, redescubrir entre todos ese común horizonte de sentido que emerge siempre de experiencias compartidas y que ese horizonte de sentido que la cultura siempre tiene que ser cuidado y respetado. Entro ya en el aspecto más definitorio de nuestra cooperación cultural. Por qué la hacemos, por qué Andalucía decide hacer cooperación cultural, desarrollo o cooperación cultural

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internacional. Y es, básicamente, al notar que hay una escasa presencia o un cambio de dirección en lo que es la presencia del país en la cooperación internacional. Eso lleva a comunidades autónomas como Andalucía a tomar una decisión importante que es que, como comunidad autónoma, aparte de que normativamente en nuestros estatutos se nos permite, se nos hace también necesario. Hacemos cooperación cultural porque odemos pero también, sobre todo, porque queremos. Hay un salto importante que lleva a la comunidad autónoma de Andalucía a decidir hacer cooperación cultural y ser un agente activo para al desarrollo y la cooperación cultural internacional. Hasta el punto de que el año pasado, a través de una ley, la Comunidad Autónoma de Andalucía tiene una agencia de coordinación internacional propia, en cooperación con la Agencia de Cooperación Española pero también con todas las agencias de cooperación de Iberoamérica.

¿Cómo enfocamos la cooperación internacional? Pues, en primer lugar, desde el concepto de la bidireccionalidad. Hay que cooperar siempre en el marco de un acuerdo de voluntades, tenemos que establecer un marco común sobre lo que queremos hacer. Por lo tanto la bidireccionalidad es uno de los ejes de nuestra cooperación cultural. En segundo lugar, la participación. Creemos que cooperar significa garantizar siempre la participación de los sectores sociales implicados. No hay que cooperar sólo entre países o entre entidades públicas sino, sobre todo, cooperar entre sectores sociales. Y luego, también, la formación. Cooperar significa poner en manos de los sujetos de la cooperación también el conocimiento y las herramientas para desarrollar esta cooperación. Por tanto, también, aportar formación a la vez que se hace cooperación. Estos son los tres ejes directores de la cooperación cultural, visto desde Andalucía. La bidireccionalidad, con el respeto al acuerdo de voluntades, la participación entre los sectores sociales, y la formación, crear un grupo doctrinal que fundamente una formación común. ¿Qué factores son los que determinan en qué escenario nos movemos en la aplicación de esos tres ejes? Depende de la naturaleza y la posición de las partes implicadas en la cooperación, la zona y su grado de desarrollo y sobre todo también la naturaleza de los objetivos que perseguimos: que sean objetivos de desarrollo o simplemente de cooperación cultural.

Es importante para el futuro, pues, que la cooperación global empiece y se entienda siempre desde lo local, es decir, el respeto siempre a lo local. Tenemos que encontrar una metodología que haga sistemática la transmisión de las experiencias.

Sobre las dificultades que encontramos, hay iniciativas que indirectamente contribuyen también a coordinar y mostrar coherencia en la cooperación. Primero la coordinación de las prácticas de la cooperación cultural, que se llevan en otros países. Esto tiene que ser algo de lo que analicemos y nos sirva para hacer más eficaz nuestra cooperación. La elaboración de ese marco doctrinal de la cooperación, confección de herramientas de utilidad y la convergencia en marcos multilaterales para propiciar mesas interinstitucionales para co-financiar y co-ejecutar proyectos. Algunos de ellos, como el del cine, lo hemos visto hace muy poco.

Otro de los ejes importantes a los que me referí anteriormente es la participación. Queremos cooperar con los ciudadanos, no sólo entre los gobiernos. Pronto las culturas han de entenderse y relacionarse desde la igualdad porque, sólo así, la cooperación nos parece que puede ser viable. La participación también debe ser un criterio de evaluación de la calidad de todos los proyectos. Un proyecto será mejor si participan más personas y llega a más personas. Y luego también introducir criterios para participar porque sabemos y somos conscientes de que esto no es fácil, hacer que los ciudadanos, también de nuestra comunidad autónoma, sean partícipes en las estrategias de cooperación. Por tanto, esto hará que la participación

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cultural no sea un hecho sino un proceso y un fin en sí misma. La participación, cuantos más actores afectados participen, pues conducirá, sin duda, a plataformas que representen nuevos colectivos y nuevos intereses. Hemos detectado una cierta precariedad en todo lo que tiene que ver con la organización de grupos sociales en el ámbito de la cultura en nuestra comunidad autónoma y en muchos otros sitios.

Encontramos desde Andalucía diversos ámbitos de trabajo. Una vez fijados nuestros objetivos, nuestra dinámica, nuestros problemas, nuestros retos, debemos fomentar la libertad de comunicación permanente, implicar de manera responsable y vinculante en la toma de decisiones a los dos cooperantes y, por tanto, tenemos también que ser protagonistas.

¿Cuál es, digamos, el objetivo general -y ya voy terminando- de la cooperación cultural desde Andalucía? Pues colaborar con otras instituciones tanto nacionales como internacionales para difundir la cultura de Andalucía; promover, sobre todo, la diversidad cultural; apoyar el intercambio; y la transferencia entre diferentes ámbitos y agentes culturales.

Nuestro objetivo específico más concreto siempre es reforzar los lazos culturales de los territorios mediante el desarrollo social y económico de las poblaciones a través de la cultura, contribuir a la creación de espacios culturales comunes y fomentar la colaboración entre instituciones y la participación de la sociedad civil en las políticas culturales.

Los ámbitos en los que trabajamos son tres: en primer lugar, la cooperación cultural internacional al desarrollo, que hacemos con países donde se necesita este tipo de cooperación cultural. La cooperación cultural internacional, el marco de esta segunda referencia, es el convenio entre la Comunidad de Andalucía y el gobierno de la Argentina para establecer ámbitos de cooperación cultural. Y, luego, la promoción cultural y actividades culturales internacionales que tienen más que ver con la promoción de las industrias culturales en el exterior.

Las líneas que tenemos, sobre todo, son cuatro, en las que estamos trabajando de manera activa ahora mismo desde Andalucía: primero la conservación y puesta en valor del patrimonio cultural -esto tiene mucho valor, el patrimonio común, el patrimonio que tenemos, la historia común entre Iberoamérica y Andalucía y España en su conjunto y, por tanto, queremos valorizar todo lo que tiene que ver con el patrimonio común. Fomentar y mejorar los mecanismos de acceso y participación en la cultura. Apoyar la creación artística y fomentar la diversidad cultural. Nosotros estamos muy obsesionados con unir la innovación y la creatividad de los países en los que nos encontramos, los países iberoamericanos con Andalucía y España, que son los países de mayor ámbito de creatividad en todo el mundo. La unión de esa creatividad con los factores ligados a la innovación debe ser una obsesión de los próximos años. Hay que unir de nuevo la innovación y la creatividad, tienen que retroalimentarse. Y, por último, fortalecer institucionalmente y apoyar la creación de redes estables que permitan la consolidación de una cooperación eficaz.

Los bienes culturales, lo que es la primera de nuestras acciones, que es la conservación y puesta en valor del patrimonio cultural, representa, sin duda, la memoria colectiva de las comunidades. Por tanto, es nuestra obligación no solamente su mantenimiento, su buena conservación, sino también su difusión y la búsqueda de conexiones comunes. Por tanto, estamos llevando diversos proyectos que no creo que el tiempo me permita detallar pero que si, luego, tengo ocasión, les detallaré de manera eficaz y con todo detalle.

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En lo que es fomentar los mecanismos de acceso y de participación, apoyamos las actuaciones, como he dicho antes, que tiendan a reforzar las instituciones mejorando los mecanismos que garanticen la participación de los sectores sociales y culturales. Fomentamos también con esto la diversidad de los pueblos con los que cooperamos. En lo que es el fortalecimiento también de la innovación y la creatividad, queremos llevar y poner en común la creación de redes que permitan que los creativos, los creadores -tanto andaluces como de todo el ámbito iberoamericano-, puedan tener encuentros en común y, a la vez, enriquecerse de manera permanente unos con otros. Debe ser un objetivo fundamental la necesidad de abrir nuestras fronteras del ámbito local para que nuestros creadores puedan circular de manera permanente.

Y tenemos también una obsesión en la cooperación, hacer más fácil la participación de dos colectivos: en primer lugar, el colectivo de la mujer en el ámbito de la cultura, yo creo que hay que intensificar todos los mecanismos que permitan hacer más visible el papel de la mujer en la cultura iberoamericana, tanto desde el punto de vista histórico como actual; también los jóvenes son un colectivo importante en el que tenemos que intensificar nuestra actividad.

De manera resumida y dejando muchas cosas por decir que espero o de manera individual o en otros foros que se realicen, poder detallarles, en definitiva y en síntesis la transmisión desde Andalucía es que debemos cooperar más, mejor, con calidad, y debemos medir los resultados y el ámbito de la cooperación, sobre todo con dos objetivos fundamentales: primero, con el convencimiento de que la cooperación cultural nos enriquece, nos hace más libres; en segundo lugar, y sobre todo, lo más importante, hace que nuestros pueblos, a través de a cultura, sean también mucho más felices.

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XIV. LA CULTURA Y LA REVOLUCIÓN DE LA MICROELECTRÓNICA, AVANCES Y RETROCESOSgustaVo Bulla (argentina)Licenciado en Ciencias de la Comunicación y docente de Políticas de Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Desde mayo de 2008, se desempeña como Director Nacional de Supervisión y Evaluación del Comité Federal de Radiodifusión (COMFER). Trabajó en el diario La Razón, revista Solo Fútbol, Crisis, El Argentino, Informes de Situación, Señales, Diario Sur y la revista Acción.

diego leVis (argentina)Doctor en Ciencias de la Comunicación, docente, y consultor en comunicación y educación. Autor de numerosos artículos y libros sobre los usos sociales de las tecnologías digitales, entre los que se destacan La pantalla ubicua, Comunicación en la sociedad digital, Arte y computadoras y Amores en red.

martín Becerra (argentina)Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona y docente de posgrado en las universidades nacionales de Quilmes, Buenos Aires y La Plata, en FLACSO (Argentina) y en la Universidad Diego Portales (Chile). Es secretario académico de la Universidad Nacional de Quilmes. Autor de publicaciones sobre la sociedad de la información y la educación superior en entornos virtuales. Publicó, junto con Guillermo Mastrini, Periodistas y Magnates, una ardua y exhaustiva investigación sobre la estructura y concentración de las industrias culturales en América Latina.

Gustavo Bulla

Voy a iniciar mi breve exposición planteando una cuestión de un razonable pesimismo, dado que seguramente alguno de los que me sigan en el uso de la apalabra van a presentar una visión un poco más optimista. Yo me voy a permitir ser el aguafiestas. Y digo razonable pesimismo sobre los beneficios que per se, se supone que traería el avance tecnológico. Hace más de cuarenta años, Marcuse planteaba que el avance científico y tecnológico que se había dado en todo el siglo veinte no había resuelto las cuestiones cruciales de la humanidad y, en ese sentido, uno podría plantear que el panorama es el mismo o, al menos, en un sentido mayoritario. Es inobjetable que en algunas disciplinas se ha avanzado tanto como por ejemplo en la medicina. El problema sigue siendo el del acceso a los servicios de salud donde la mayoría de la humanidad no logra ser beneficiaria de esos avances. Extrapolando, lo mismo podríamos pensar de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Durante buena parte de los ochenta y de los noventa se impuso el paradigma neoliberal según el cual el mercado era presentado como el mejor y el más racional asignador de recursos. Yo creo que eso es un planteo que ha quedado demostrado que era, al menos, impreciso. Los últimos acontecimientos en materia de la debacle financiera del mundo, nos autorizan a poner en cuestión seriamente esa afirmación. Y en materia -que es lo que nos convoca esta mañana- de la utilización de los avances tecnológicos combinados con los designios del mercado y demás, los resultados me parece que son negativos en términos generales.

En ese sentido, me gusta tomar la definición de Raymond Williams referida a la historia de los

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medios, cuando define a la tecnología como una suerte de sumatoria entre la innovación técnica más el uso social. En materia de la historia de los medios de comunicación sabemos que no siempre las innovaciones técnicas terminaron con la aplicación social para la que fueron ideadas y ahí intervienen distintos factores. Muy a menudo factores económicos propios de las fuerzas del mercado y, en algunos otros, hay parte de la recepción que las sociedades determinadas históricamente han hecho de esos aportes.

Desde este punto de vista, me parece que no se puede afirmar, como muchos profetas lo hacían desde hace tres décadas, que necesariamente las llamadas TIC han democratizado las comunicaciones y la cultura. Es innegable que han facilitado un mayor acceso -incluso un acceso como nunca en la historia de la humanidad- a información, o a sobreinformación, diría. Hoy el problema para los sectores sociales que pueden acceder al uso habitual de estas tecnologías, no es tanto de acceso sino de jerarquización y de poder seleccionar el material al que acceden, lo cual por ahí termina siendo incluso más complicado. Pero nadie en su sano juicio podría afirmar que, necesariamente, esta explosión de las tecnologías de la información, la explosión de nuevos medios, la cocina de nuevos formatos que se están haciendo incluso en este momento y demás, redundarán en una democratización en los usos. Acá el problema es que esa incorporación masiva de nuevas tecnologías al servicio de las comunicaciones ha sido orientada, desde mi punto de vista, por las fuerzas del mercado.

Acá vamos a la introducción de la mesa. También es inobjetable que ese avance tecnológico incesante es seguido muy por detrás por las políticas públicas. En general, los Estados tienen serios problemas para poder seguir el tren. En términos generales, yo soy afecto a pensar que la ley sigue al capital en sociedades como las nuestras y, en el terreno particular de la comunicación, es quizás a donde más se ha verificado esto. Sin ir más lejos, durante la década de los noventa en la Argentina, se transformó hasta el punto de hacerlo irreconocible el sistema, específicamente, de medios sin que mediaran acciones parlamentarias sustantivas, lo cual demuestra que hay una fuerza del mercado con capacidad para aprovechar para sus intereses particulares las innovaciones técnicas que, así utilizadas, redundan ya no sólo en no paliar las inequidades o desigualdades en materia de acceso y participación en al comunicación, sino en profundizar lo que en la jerga de la sociedad de información se llama la brecha digital. Yo considero que sigue siendo una distribución injusta y desigual de los bienes simbólicos, de la información y la comunicación.

Abro un paréntesis. Es bastante paradójica la trayectoria del concepto de industrias culturales. Ustedes saben, éste es un concepto crítico que surge de la Escuela de Frankfurt, y en donde no tenía nada de positivo la industrialización de la cultura. Sin embargo, allá por los años noventa se operó una suerte de, entre comillas, blanqueamiento del término “industrias culturales” y, es más, desde posiciones progresistas, se lo ha bendecido como oportunidades productivas, de desarrollo económico, de nuevas oportunidades de trabajo, omitiendo, me parece, el carácter especial que tienen estas industrias culturales que no producen manufacturas comunes, sino que trabajan con valores, con tradiciones, con identidad, con información y, como si esto fuera poco, los estudios económicos en materia del desarrollo de la industria cultural, demuestran que tiene una tendencia estructural e irrefrenable a la concentración por su propia dinámica económica.

El problema es que las industrias culturales conciben a las personas como consumidores y no como ciudadanos. Ahí hay un problema muy serio porque, obviamente, cualquier industria convencional, cualquier ejemplo que pongamos, forma parte de su razón de ser el destinar

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su producción a los consumidores sin preocuparse por el acceso desigual, por los efectos que esa distribución desigual pueda plantear. En el caso de las industrias culturales, lo que está en juego son cosas mucho más importantes en términos del funcionamiento democrático de una sociedad en el resguardo o en el refuerzo de tradiciones culturales, identidades y demás.

Lo que termina pasando con este retraso del Estado en poder regular esta incorporación de tecnologías a favor del refuerzo de la circulación desigual de bienes culturales -en muchos casos configurando situaciones oligopólicas o monopólicas-, es que hay una superposición evidente de consumos. Es decir, hay sectores de la sociedad con capacidad para incorporar nuevas formas de consumos culturales y sectores que quedan, lisa y llanamente, excluidos. Algunas de esas nuevas tecnologías no sólo excluyen por la cuestión económica, del acceso económico al bien, sino incluso por las destrezas o conocimientos o información que son necesarios para poder gozar de ese beneficio. Entonces, aquí es donde me parece que está el rol del Estado. El rol del Estado debe ser el de, por un lado, regular esos mercados de bienes culturales, regular esas actividades, ya no en términos ingenuamente económicos -como yo planteaba antes-, de impulsar el desarrollo de industrias culturales como una suerte de crecimiento económico e, incluso en algunos casos, presentado con aditamentos ecológicos, dado que se trataría de industrias no contaminantes para encuadrarlo dentro de un pensamiento políticamente correcto actual, porque el riesgo que se corre de impulsar de esa manera ingenua es estar siendo socio involuntario o cómplice, según como se lo piense, de fortalecer determinadas dinámicas que excluyen, segmentan, y hasta llegan a discriminar en términos de la circulación de bienes culturales.

Entonces, el rol del Estado está en garantizar derechos y derechos igualitarios. Después poco importa, o poco debería importarle al Estado y mucho a los agentes económicos, que en el marco de estas actividades culturales, comunicacionales, puedan obtener de esa actividad una ganancia lícita y legítima.

Éste es un tema que está bastante presente en torno al debate de una nueva Ley de Radiodifusión democrática en la Argentina. Uno de los aspectos que más ha trascendido que el proyecto que se envía al Congreso va a contener, es la idea de determinar tres tipos de actores distintos para ser titulares de licencias de radio y de televisión a razón de el sector público con el Estado Nacional, Provincial, Municipal y las Universidades Nacionales, el sector privado comercial que es el que más acostumbrados estamos a que haga uso de ese bien escaso que son las frecuencias radioeléctricas y, como un tercer sector, el sector social sin fines de lucro. Cuando se plantea esto que es tomado por muchos sectores como un avance significativo, sobre todo al respecto de la restricciones que planteaba la ley de la dictadura, desde el sector empresarial aparece sin ningún tipo de enmascaramientos la real concepción que hay sobre, en este caso, la comunicación audiovisual y hacen planteos del tipo: “Pero, si se multiplican los medios, ¿resiste el mercado esa cantidad de actores jugando en lo que sería el mercado de la televisión?”, por citar un caso. “¿Resiste el mercado una multiplicación de actores?” Bueno, esa es una pregunta lícita, legítima para las cámaras empresarias que deberán hacer sus estudios del caso y determinar si es una empresa viable o no. Desde el punto de vista del Estado, lo que debe primar es la salvaguarda del derecho a la comunicación. Es probable que, si prospera una idea como esa, lo que termine sucediendo es que se redimensione la actividad de la comunicación audiovisual, se retrotraiga una de las mayores -si bien esto es constitutivo del sistema audiovisual argentino de radiodifusión-, el carácter comercial y mercantil es probable que se retrotraiga y la comunicación pase a ser una actividad social y cultural con lo cual un sector, no todos los actores que formen parte del sistema, puedan obtener sus ganancias, pero se puede redimensionar. Con motivo

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de uno de los conflictos últimos entre el CONFER y algunos medios de comunicación, una periodista de un diario muy prestigioso le preguntó -cosa que si hubiera sido en radio y no en televisión uno podría haber pensado que se trataba de un fallido, pero como estaba escrito y, uno entiende, con la necesaria supervisión de los editores, era claramente lo que quería decir-, le preguntó al interventor del CONFER si tal medida no afectaba la libertad de empresa. Obviamente, la mejor pregunta que le pueden hacer a un funcionario, porque en realidad es un funcionario del CONFER que está convencido de lo que hay que hacer. Él le contestó la verdad: “No sé y casi no me interesa si eso afecta la libertad de empresa, pero lo que debe orientar mi actuación al frente de un organismo de este tipo es la libertad de expresión. Después, si la libertad de expresión conspira contra la libertad de expresión de alguno de los agentes, es problema de otro carril”. Bueno, me parece que ésa debe ser la postura del Estado.

Los que estudiamos comunicación en los ochenta y nos formamos con el viejo concepto -todavía vigente- de las políticas nacionales de comunicación, una de las directrices importantes que se planteaban en aquel entonces -y yo creo que siguen más vigentes que nunca-, es que una política nacional de comunicación debe tener una directriz de política de incorporación de nuevas tecnologías. Esto, evidentemente, no ha sido lo que ha pasado en los últimos treinta años en la Argentina. Un dato que, por ahí, algunos desconocen: en mi estancia reciente en el CONFER, todavía no salgo de mi asombro, el medio más rentable de radiodifusión en la Argentina que es la televisión por cable, está prácticamente desregulado en su totalidad. La televisión por cable, ustedes saben, está equiparada en la Ley de Radiodifusión de la dictadura -que es del ochenta y el desarrollo de la televisión por cable es tal cual la conocemos hoy, en mediados de los ochenta y en los noventa es donde toma la dimensión actual- al viejo servicio de antena comunitaria o de circuito cerrado de televisión, que nada tiene que ver con la actual estructura del cable que hoy nos ofrece cien señales, conexión de banda ancha a Internet y demás. A tal punto está prácticamente desregulado que, por ejemplo, a mí me toca en esta función reciente, plantear las sanciones ante transgresiones a contenidos y demás. Cualquier contenido que transgreda, por ejemplo, el horario de protección al menor dentro de una señal cualquiera, nacional o extranjera, de cable, no es sujeto de sanción. Para el Comité Federal de Radiodifusión, según la legislación vigente, las cien señales de cable que todos conocemos no existen. No existen ni como sujeto de sanción ni, tampoco, como de tributar gravámenes por la explotación publicitaria que hacen. Para nosotros existe el operador de cable con lo cual, una película no apta para menores de 18 años, emitida desde Miami a toda nuestra región, en el caso argentino -no conozco a fondo otras legislaciones de países latinoamericanos-, nosotros no le podemos aplicar ningún tipo de sanción ni restricción a esa señal, sino que se la aplicamos a las empresas operadoras, lo cual es un dislate y no es lo más importante, pero cada vez que puedo me gusta hacerlo público para demostrar por qué es imperiosa una Ley de Radiodifusión.

Volviendo al tema de cómo debería el Estado intervenir en la planificación de la incorporación de nuevas tecnologías, me parece que la digitalización de la televisión es un ejemplo muy importante de cómo el Estado debe intervenir y no debe ser simplemente el mercado el que lo termina definiendo. ¿Por qué? Más allá de las características técnicas de las distintas normas que tienen ventajas y desventajas en distintos rubros, es una decisión de política de comunicación en términos de cómo se va a implementar cualquiera de las normas que se terminen adoptando. Es la intención del proyecto de Ley de Radiodifusión que, si bien no determina el tipo de norma que va a adoptar el Estado, ese dividendo digital, esa posibilidad que la digitalización nos brinda de no sólo acceder a mejor calidad de imagen, sino a la capacidad de multiplicar señales, sea a favor de la pluralización del aire, de la diversidad cultural de la participación y no simplemente para que los mismos sectores que ya acceden a un consumo superpuesto de distintos tipos de

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servicios de información, de comunicación y demás, solamente se solacen con la posibilidad de ir a una televisión de alta definición. Por supuesto que la alta definición es un bien que, en poco tiempo, va a estar en buena parte del mundo y, obviamente, los argentinos también está muy bien que podamos acceder, pero una acertada política de comunicación, desde mi punto de vista, debería ser aquella que permita optar, no sólo por la calidad, sino también por la multiplicidad de manera tal que sean muchas más las voces que puedan expresarse, no sólo garantizando de esta manera el acceso sino también, retomando lo que decía más temprano, la participación de los distintos actores, que también tienen derecho a expresarse. De esta manera, me parece que se pondría el caballo delante del carro y las tecnologías o los beneficios que algunas de esas tecnologías pueden traer, serían utilizadas a favor de una política democrática y no al revés, que el mercado incorpora tecnologías para favorecer sus intereses económicos, independientemente de si eso afecta o no afecta la distribución democrática de bienes simbólicos en la sociedad.

Diego Levis

Yo voy a presentar lo que traje. Espero que nos quede tiempo, voy a tratar de ajustarme. Si bien conceptualmente es irreprochable, lo único que tengo que decir, para empezar -porque esto genera algunas confusiones-, el Estado Argentino tiene políticas activas en relación a las tecnologías de la comunicación y la información hace muchos años, no es que todo se regula en función de lo que hace el mercado. Y en el ámbito de la educación, que conozco muy bien, no solamente hay una política pública muy activa, sino que hay acuerdos con las dos principales empresas del sector que son Microsoft e Intel. En el caso del acuerdo que hay con Microsoft, tiene cláusulas secretas y sigue vigente, eso es política activa y es la política del Estado Argentino, un acuerdo firmado en 2003.

Voy a hablar de mi tema que trata sobre “Las pantallas electrónicas e innovación sociocultural. Entre la libertad y el control social”. Esto tiene que ver con esta relación que existe entre los usos que hace la sociedad, lo que el mercado propone y, finalmente, lo que termina siendo la sociedad. Es decir, no todo lo que se hace en el mundo de Internet y en el mundo digital está impuesto por empresas sino que, en muchos casos, las empresas proponen, la sociedad, los usuarios, es decir, aquellos que usan esos medios, adoptan otros usos y luego el mercado retoma esos usos y los comercializa. De hecho, el nacimiento de Internet dentro del ámbito militar a finales de los años sesenta y durante los años setenta, termina la sociedad haciendo cosas muy diferentes de aquello para lo que fue diseñado.

Las grandes empresas de Internet partieron de iniciativas de personas del mundo universitario, en general que, con una idea innovadora, la lanzan, tienen éxito y luego eso genera enormes empresas. Hoy, la empresa que tiene mayor valor en bolsa en Google, y Google es una iniciativa de dos universitarios estadounidenses que, con poco dinero, inician eso. Poco dinero, capacidad de innovación e imaginación, generan un fenómeno que, discutible o no, valioso o no, no surge de las grandes empresas de los sectores monopólicos. Estos medios informáticos están produciendo transformaciones en nuestro modo de comunicar y de relacionarnos, en nuestros modos de crear. El uso de Internet no sólo tiene que ver con recibir información, sino todo lo contrario: los usos más intensivos que se hacen de Internet son de comunicación interpersonal y de intercambio de cultura, intercambio de bienes culturales e, incluso de creación de nuevas formas de expresión. Lo que es cierto es que nosotros vivimos rodeados de pantallas electrónicas, que la presencia de las pantallas, la presencia luminosa de las pantallas nos acompaña allí donde estemos a lo largo

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del día y de la noche. Tenemos pantallas en casa, en el trabajo, en la calle, en los estadios, en los espectáculos musicales, en los actos políticos, en los bares, en las discotecas, en los bancos, en el transporte público. Tenemos pantallas en las escuelas, en el coche, en las carteras, en los bolsillos. Siempre está presente el resplandor de la pantalla.

En un segundo plano, que es el elemento que olvidamos, detrás de la pantalla aparece casi siempre alguna cámara que registra lo que sucede a nuestro alrededor. Existen pantallas de distintos tipos, tamaños y funciones. Pantallas para mirar televisión, pantallas de cine, pantallas para leer y escribir, para dibujar, para calcular, para registrar y editar fotografías y video, para rastrear personas y vehículos, para jugar, para estudiar, para diseñar aviones y casas, para ver el interior del cuerpo humano, para hacer simulaciones científicas y operaciones quirúrgicas, para explorar el fondo del mar, para mirar el cosmos. Algunas son pantallas especializadas y otras sirven para hacer diferentes actividades.

Las pantallas nos seducen ocupando un espacio creciente de nuestro tiempo, de nuestras vidas. Están allí donde nos encontremos para toda situación y momento. Son ubicuas e insomnes. Poco importa el lugar, poco importa el momento. Lo determinante, lo significativo, es la presencia de las pantallas como mediadoras privilegiadas entre nosotros y el mundo. Las pantallas electrónicas se nos aparecen como especies de ventanas abiertas que nos permiten llegar a ver y hacer aquello que físicamente no está a nuestro alcance. Pero la pantalla también es una especie de biombo que nos puede separar de nuestro entorno inmediato, distrayendo nuestra atención de lo próximo, un espejo deformante que refleja una imagen distorsionada de nuestra vida y del mundo.

La primera acepción de la palabra “pantalla” en el Diccionario de la Real Academia remite a: “Una lámina que se sujeta delante o alrededor de la luz artificial para que no moleste a los ojos o para dirigirla hacia donde se quiera”. Otras acepciones hacen referencia a: “Una persona o cosa puesta delante de otra la oculta o le hace sombra”. Y a: “Una persona que llama hacia sí la atención en tanto que otra hace o logra secretamente otra cosa”. La pantalla también puede ser de sonido y también el bastidor que se utiliza para la serigrafía en el estampado de los tejidos y la impresión de papel.

Para muchos, la pantalla es la pantalla de cine que se diferencia de las pantallas electrónicas por ser, en general, de mayor tamaño y, sobre todo, por ser un cuerpo opaco que refleja luz en lugar de emitirla. Con la llegada del televisor, la pantalla del cine comenzó a denominarse “pantalla grande”, para diferenciarla de la “pantalla chica”, nombre con que pronto se comenzó a denominar al receptor de televisión. Los primeros televisores eran de gran tamaño y pantalla muy pequeña y brindaban imágenes de escasa calidad. Sin embargo, ofrecían una ventaja importante respecto de las pantallas de cine: no era necesario salir a la calle ni pagar una entrada. Se podía ver gratis en la comodidad del hogar. Salvo excepciones, durante la década de 1960 las computadoras todavía no disponían de sistemas de visualización. A principios de la década de los setenta, el uso de las pantallas electrónicas fuera de los ámbitos muy especializados, eran tan poco frecuentes que en 1972 el creador de los primeros videojuegos que se comercializaron con éxito -Pong de Atari-, tuvo que utilizar el monitor de un televisor en blanco y negro para fabricar la primera máquina de este juego, ya que no consiguió monitores en venta en el mercado.

La situación pronto empezó a cambiar. La fabricación del primer microprocesador o microchip en 1971 contribuyó a que, a lo largo de toda esa década, las pantallas poco a poco empezaran a multiplicarse. Los videojuegos, que comenzaron siendo un aparato para salones recreativos,

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entraron en el hogar permitiendo, por primera vez, controlar el desarrollo de lo que sucede en la pantalla del televisor, aquellos que, hoy en día, se denomina interactividad.La televisión se hizo en color y empezó a ser frecuente la presencia en los hogares de más de un televisor.

En 1977 aparecen las primeras computadoras de uso doméstico, equipadas con monitores de tubo catódico, aquel que usan los televisores. A comienzo de la década de los ochenta, la computadora personal hace su entrada en las oficinas de las empresas. A finales de esa misma década, las computadoras empiezan a hacerse portátiles y los primeros videojuegos de bolsillo y las agendas electrónicas permiten llevar una pantalla siempre encima. Por aquel entonces, la presencia de pantallas es cada vez más notoria en los lugares públicos.

Durante la década de 1990 las pantallas se siguen multiplicando. La presencia de computadoras empieza a ser en el hogar, la telefonía celular, casi inesperadamente, se transforma en un fenómeno socio comunicacional de enormes proporciones y de un alcance sin precedentes, cuyas consecuencias culturales es aún pronto para considerar, para valorar. Estos aparatos, que inicialmente sólo servían para hablar por teléfono, simultáneamente a su disminución de tamaño, van sumando distintas funciones hasta llegar a ser sofisticados dispositivos multimedia de bolsillo, equipados de pantallas de definición y prestaciones cada vez mayores. A las diminutas pantallas de los celulares y otros dispositivos digitales portátiles de última generación se le añaden, en este comienzo de siglo, las pantallas gigantes de alta definición utilizadas en espectáculos y actos públicos y las pantallas hogareñas de televisión y de PC de tamaño y calidad de imagen cada vez mayores, todas ellas de plasma o LCD.

Entretanto, miles de pantallas de todo tipo, casi imperceptiblemente, fueron invadiendo nuestras ciudades para conectarnos y comunicarnos, para informarnos, para controlarnos, para vigilarnos, para entretenernos -otra forma de vigilancia. En todas partes y en todo momento, siempre hay una pantalla encendida cerca. Y detrás de la pantalla, una empresa haciendo un negocio. La producción y el consumo de imágenes de todo tipo y naturaleza -cine, fotografía, publicidad, televisión, infografías, videojuegos, etcétera-, es desde hace varias décadas y de modo creciente, una de las principales actividades económicas y culturales.

En este contexto, se inscribe el lugar preponderante que ocupan las pantallas en nuestras vidas. Vivimos en un tiempo en el cual las imágenes que nos muestran las pantallas que nos rodean influyen en aquello que consideramos y exigimos de la realidad. En muchas ocasiones, atribuimos a las pantallas un carácter casi mágico que hace que las percibamos, e incluso también las utilicemos, como sustituto de la experiencia directa. En muchos casos, la representación visual de un hecho, de un objeto o de una persona tiene más relevancia que la persona, el objeto, el hecho mismo, al cual representa. Lo que no es visualizable en la pantalla, no existe. Esta percepción de la representación favorece la espectacularización de la vida. Este fenómeno no es nuevo ni tampoco natural. Hace más de cuarenta años, Guy Debord empezaba su obra La sociedad del espectáculo, señalando que: “Toda la vida de las sociedades en donde rigen las condiciones modernas de producción, se manifiestan como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente, se aleja ahora en una representación”. Las pantallas, en tanto superficies de representación, ocultan más de lo que muestran contribuyendo así a una posible escisión entre el entorno físico, social y cultural -el mundo-, y la percepción que tenemos de él. La pantalla electrónica, falsa ventana, actúa como un filtro entre nosotros y el mundo físico, impidiéndonos muchas veces percibir lo que nos rodea. La pantalla acerca, pero también separa. Acostumbrados a ver el mundo a través de una pantalla, cada vez

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nos cuesta más ver a nuestro lado, mirar a nuestros semejantes. Observemos que las pantallas operables de computadoras y otros dispositivos interactivos utilizados como herramienta para hacer algo -dibujar, escribir, fotografiar, comandar un robot, realizar una operación quirúrgica-, presentan algunas particularidades, si bien en lo fundamental se repite el extrañamiento sensorial que produce la separación entre la representación y su objeto, en tanto existe un alejamiento entre la acción y sus consecuencias.

En estos casos, es importante diferenciar las acciones que operan sobre el mundo físico, por ejemplo, una operación quirúrgica o el lanzamiento de una bomba realizados a distancia, pantalla mediante, de aquellas que se mantienen dentro del universo simbólico generado por el sistema informático. De tal modo, podemos distinguir la diferencia que existe entre bombardear una ciudad en el marco de un videojuego, representación de una simulación digital, y bombardear una ciudad durante una guerra verdadera, aunque en ambos casos los operadores utilicen una pantalla y una misma representación de la ciudad para fijar su objetivo y ordenar la acción.

Lo que tienen allí es una interesante viñeta de Quino sobre este efecto de la dificultad, a veces, de separar en dónde sucede la acción, si sobre una pantalla o sobre la realidad.

Mirar es un proceso activo y selectivo al mismo tiempo. Según sea nuestro interés, buscamos en las imágenes diferentes cosas, lo cual modifica la percepción de las mismas. Las pantallas electrónicas intervienen en el sentido de nuestras miradas, no sólo modificando nuestra visión del mundo, sino también la percepción que tenemos de nosotros mismos. La pantalla no sólo influye en aquello que miramos, sino también en cómo lo hacemos. En ocasiones confundimos la pantalla con un espejo y las imágenes reproducidas en ella, con reflejos fieles de la realidad circundante. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre la construcción de la imagen especular y la imagen electrónica. La pantalla muestra, reproduce, algo que está o ha estado siempre delante de una cámara o que ha sido creado por un medio informático. El espejo refleja una imagen simétrica de aquello que tiene delante de sí. Las pantallas extienden el radio de acción de nuestros ojos y aumentan nuestra capacidad de visión. Gracias a las pantallas podemos ver con precisión detalles de objetos y personas situadas muy lejos de nosotros. También, a través de pantallas, somos capaces de ver el interior de las cosas, las personas y los animales. La pantalla, al igual que el espejo, tiene la propiedad de encuadrar pero, a diferencia de las imágenes especulares, las imágenes reproducidas en la pantalla no son necesariamente síntoma de presencia sino que, por el contrario, pueden ser testimonio de una ausencia e, incluso, mostrar un espejismo inasequible. De algún modo, toda imagen representada en una pantalla es un espejismo.

Detrás de toda pantalla, en general, de la imagen de las pantallas, hay alguien que creó esa imagen. Muchas de esas imágenes están creadas a través de tomar imágenes de la realidad a través de cámaras. Y desde comienzos de los años setenta, se utilizan sistemas de cámaras de video de circuito cerrado en la vigilancia de bancos, en los edificios oficiales, en los centros comerciales. En la actualidad, la presencia de este ojo electrónico se ha extendido a diversos y cada vez más numerosos espacios públicos y cerrados. Casi en todos los lugares públicos hay una cámara para “su seguridad” y demás, y nosotros lo tomamos de una forma muy natural. En las calles, en las plazas también hay cámaras, en las estaciones de trenes, en los autobuses, en los supermercados, en los comercios, en los bancos, en los portales de las viviendas y, también, incluso -aunque a veces nos parezca increíble-, en muchos baños públicos hay una videocámara que registra todos nuestros movimientos, fiscalizando muchas de nuestras acciones públicas y, también, muchas de nuestras acciones privadas. Naturalizadas las cámaras, las pantallas,

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las videocámaras pasan prácticamente desapercibidas. Con el paso de los años, se han ido convirtiendo en una presencia habitual, banal, de la vida cotidiana. Las vemos como un elemento más del paisaje urbano, un instrumento imprescindible para luchar contra la delincuencia y asegurar la seguridad pública, en un marco político cultural que, como señala Deleuze, alimenta los miedos individuales como un sutil y eficaz mecanismo de control social.

Pocas veces somos conscientes de que las cámaras no sólo sirven para vigilar los movimientos y las acciones de presuntos delincuentes. Por ejemplo, en las grandes superficies comerciales, los dispositivos de video vigilancia, supuestamente instalados para intervenir en casos de hurtos, son utilizados especialmente, para vigilar la actitud y el rendimiento de los trabajadores del lugar. Además, las cámaras sirven para observar y analizar el comportamiento de los consumidores dentro de los establecimientos comerciales. Cada vez son más, además, quienes utilizan las cámaras y, a través de Internet, cámaras personales y exhiben en directo la intimidad de sus espacios y actividades privadas a la mirada de aquel que desee mirar.

Por otro lado, las pequeñas y versátiles cámaras de video de los celulares y de otros dispositivos digitales para la captación de imágenes, despliegan una red de puestos de observación y vigilancia, potencialmente ilimitada y permanente que genera la ilusión de la posibilidad de una representación falsamente objetiva de la realidad. La acción conjunta de la pantalla y la cámara domestica la vida cotidiana. La industria del voyeurismo exhibe estos retazos de realidad como un espectáculo para el consumo masivo en el que cada vez resulta más difícil distinguir quién es el actor y quién es el espectador, cuyo antecedente inmediato son los reality shows televisivos. YouTube establece una pantalla abierta para publicar y exhibir videos de un modo sencillo, rápido, barato, y que permite la difusión de todo tipo de imágenes. En algunos casos documentales, en otros casos de ficción, algunos casos personales. Pongo a YouTube como ejemplo, pero hay muchos otros sistemas. Hay miles y miles de personas, millones, que en todo el mundo viven atentas a grabar imágenes de todo tipo para difundirlas a través de la Web. Este nuevo contexto, facilita técnica y económicamente -y ésta es la parte positiva-, la posibilidad de crear, producir y difundir y acceder a bienes culturales a un número cada vez mayor de personas que, sin la intermediación de las industrias de la cultura, las que, tradicionalmente, han mantenido casi un monopolio en el caso audiovisual. Hoy cualquier persona que tenga acceso a una computadora conectada a Internet puede publicar y difundir las imágenes, sonidos y textos que desee, sean o no de su creación, de un modo sencillo y gratuito.

De este modo se comienza a consolidar un nuevo modelo de comunicación social en que las industrias tradicionales de la cultura y de los mass media dejan de tener el monopolio de la palabra y de la imagen pública, junto con una estimulante -pero engañosa- sensación de libertad.

Tengo por ejemplo un breve video hecho con una cámara de teléfono celular en el subte de Buenos Aires, sin iluminación, donde hay travelling, que es un movimiento o paneo de cámara, y sigue la imagen sin nada de vibración, sin nada de iluminación, y se ve bien. Eso lo puede hacer cualquiera. Hacer este tipo de toma, hasta no hace mucho, era muy caro. Hoy se puede hacer de un modo sencillo y, no solamente se puede hacer, sino que se puede difundir, se puede editar y difundir.

Este despliegue de pantallas, cámaras y sistemas informáticos conectados en la red, si bien se revela como un gran panóptico digital que, en su falsa transparencia, nos muestra casi desnudos ante los ojos del poder, un poder que hoy es inanimado, difuso, en apariencia remoto e inofensivo, es un poder ubicuo, contundente y muy ambicioso. Y, a pesar de que existe ese poder, y no

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debemos descuidarnos de su presencia, los usos sociales que se dan de la tecnología, trascienden a este poder en la propia capacidad de transformación que tiene, no sólo la tecnología, sino la imaginación de las personas.

En el pasado, en la estructura tradicional de los medios, la imaginación que todos, más o menos, tenemos desarrollada, la posibilidad de hacer quedaba limitada por una enorme barrera que nos impedía crear. No podíamos hacer cine porque era carísimo, no podíamos hacer música porque se necesitaba un estudio carísimo y, además, una vez que lo hacíamos, ¿cómo lo difundíamos? Hoy en día, gracias a lo que se llama redes sociales -término que no me gusta demasiado-, es posible, en la combinación de la herramienta que permite hacer de un modo sencillo y barato, permite hacer y difundir, salteando a las industrias de la cultura y al poder político. Y esto da pánico al poder político y a las empresas que, en eso sí, actúan aliados. Ésta es mi diferencia, en principio, con la intervención de Gustavo, como dije antes conceptualmente impecable, pero creo que omitía que la tecnología se utiliza de forma alternativa y no solamente para hacer productos culturales, sino también para hacer movimientos sociales, transformadores, importantes.

Termino con un caso concreto. Teléfono celular, elecciones de 2004 en España. Mensaje de texto inicialmente enviado por cincuenta personas a cincuenta personas diferentes transformó y cambió una elección en España donde estaba todo jugado para que el señor Aznar repitiera la reelección. Lo que consiguió el teléfono móvil no fue que quien iba a votar a Aznar dejara de votarlo, sino que millones de españoles fueran a votar en contra de Aznar por una mentira. Eso se consiguió en un día y medio a través de mensajes de texto de teléfono celular. Este aparatito que hoy en Argentina tienen en su bolsillo y carteras aproximadamente veinte millones de personas. Y eso es un poder verdadero y es un poder transformador. Y no hablo de Internet. Es profundamente transformador y, por lo tanto, olvidar que las tecnologías digitales no se utilizan solamente para recibir información de los centros de poder, es omitir la parte fundamental de los usos que se le da a la tecnología.

Martín Becerra

Quería compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el tema de la mesa, no sin antes plantear dos certezas que tienen que ver con la historia de las tecnologías de la comunicación: la primera es que las tecnologías de la comunicación, aunque parezca de Perogrullo, son tecnologías y, como tales, son básicamente, maneras sistematizadas de hacer las cosas y de transformar las cosas. Las tecnologías, por definición misma, todas las tecnologías, implican la aplicación de un conocimiento para transformar una materia y para producir un producto. En el caso de las tecnologías de la comunicación ese producto es comunicación, es información, es cultura. De modo tal que, en el caso específico de las tecnologías de la comunicación, intentando responder a este planteo que hace la organización del Congreso en la presente mesa, diría que todo medio de comunicación y toda tecnología de la comunicación conjuga, por una parte, aspectos que son tecnológicos y que creo que es importante atender. Yo creo, sin bajarle los decibeles al debate de inscripción netamente política que, seguramente, vamos a tener después de la mesa, parte de ese debate se sitúa en este plano que estoy señalando. Un aspecto medular de los medios de comunicación, de las industrias culturales y de las industrias de información y de comunicación tiene que ver con un plano tecnológico.

El otro aspecto tiene que ver con su puesta en circulación social. Y eso se relaciona, lógicamente, con actores, que no todos son iguales ni operamos en las mismas condiciones.

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Quería plantear, también a modo introductorio, esta idea de que la brecha no es centralmente digital. Ciertamente es un poco provocador señalar que la brecha no es digital, los problemas centrados en la diseminación de las tecnologías de la información y de la comunicación, no es centralmente un problema que tenga que ver con lo digital. A raíz de esto, quiero introducir cuatro o cinco cuestiones.

La primera -que fue señalada por Gustavo y por Diego antes-, es la centralidad que tienen las actividades de información y comunicación en los últimos treinta o cuarenta años. Centralidad que no se ubica únicamente en el plano simbólico, no es únicamente que estas tecnologías de comunicación y de información producen y diseminan los contenidos con los cuales nosotros nos identificamos y construimos nuestras propias nociones del mundo y de las cosas, no es sólo ese aspecto, sino también un aspecto económico que estaba muy bien retratado en el cuadro que Diego recupera de IDATE, donde efectivamente estas industrias, estas actividades, intervienen decisivamente -y además Pablo es un estudioso de este tema- en la configuración de la estructura económica misma de nuestras sociedades. Así que es doble la importancia económica y simbólica de estas actividades de información y de comunicación en los últimos treinta años.

Como demuestran y estudian numerosos autores, el impacto de estas tecnologías -aunque nosotros podamos sorprendernos y dejarnos seducir por los artefactos, por los productos de estas tecnologías-, no es tanto en el producto final, sino en los procesos. Reconfiguran la manera que tenemos de hacer las cosas porque, justamente, eso nos conduce a la primera definición de tecnología. La tecnología interviene en el cómo hacemos las cosas y, sin duda, las tecnologías de la información y de la comunicación han transformado la manera en que las sociedades contemporáneas hacemos todas nuestras cosas, o casi todas, incluso las más cotidianas y aquellas que quizás ustedes puedan estar imaginando ahora como antítesis de la propuesta que estamos planteando.

Por otra parte es inevitable, por supuesto, destacar que, a nivel introductorio, América Latina -y nuestro país en particular-, tiene una histórica fractura que es una fractura estructural. Nuestras sociedades son estructuralmente fracturadas en la distribución de todos los bienes y servicios, también en los bienes y servicios de la cultura, de la información, de la comunicación y sería un acto de fe tecnológico, un acto de creencia mística o religiosa, pensar que las tecnologías van a venir a superar, a reemplazar, a enmendar o a cicatrizar fracturas que son históricas y que, como digo, son estructurales, están solidificadas porque hacen a la composición misma y a la configuración misma de nosotros como sociedades. En América Latina, si algo por algo nos destacamos, lamentablemente, es que somos la región del mundo más desigual. Consecuentemente, como digo, sería un acto muy de creencia mística creer que las tecnologías de la información y de la comunicación van a escapar a esa lógica de producción y distribución del resto de los bienes y servicios que nos caracterizan como sociedades.

Por supuesto, una consecuencia de lo anterior es que América Latina es una tomadora, una importadora de tecnologías. No es productora de tecnologías de la información y no es productora de tecnologías en el mercado automotriz. Así que éste es un dato que es fundamental entender. Es cierto, aquí hay que hacer varias notas al pie. La Argentina en particular, en la coyuntura posterior a 2001 -esperemos que esto dure-, en algunos casos puntuales, como es la industria del software, gracias a una política de Estado -que no comparto pero que se ha dado-, tiene excepciones y se convierte en productora y procesadora de contenidos, en algunos casos; en la mayoría de los casos no.

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Otra característica para retratar la cuestión en nuestra región y también, por supuesto, en nuestro país en particular, es la debilidad que, tradicionalmente, han tenido las políticas públicas en materia de industrias de la información y la comunicación, de tecnologías de la información y de la comunicación, porque estas políticas públicas estuvieron históricamente, supeditadas al principio de subsidiariedad que es toda una -mala- tradición acerca del rol del Estado y de las políticas estatales en materia de la información y la comunicación en América Latina. Esto no es nuevo. Uno puede remontarse al nacimiento de la radio en los años veinte, al nacimiento de la televisión en los años cincuenta, por decir dos de los medios que los latinoamericanos y los argentinos más consumimos en lo cotidiano. Pero, a partir de esos dos ejemplos, podríamos recorrer otras industrias de la información y de la comunicación y veríamos que, efectivamente, el Estado sólo actúa subsidiariamente, solamente cuando los privados, cuando el mercado, se muestra un poco clueco, requiere ayuda, pero nunca protegiendo el servicio o el interés de la mayoría de la población.

¿Cuáles son las suposiciones que yo creo que están en el corazón de la discusión sobre tecnologías, sobre políticas públicas? Son suposiciones convocadas por el párrafo introductorio con el que se nos presenta la mesa de hoy –“Las asincronías entre los avances de la revolución tecnológica y la dinámica sociocultural. Cómo superar el rezago de las políticas públicas frente a las transformaciones promovidas por las TIC, en los imaginarios colectivos y en las prácticas sociales”.

Por un lado que la conexión es suficiente para alentar el desarrollo de aplicaciones innovadoras. Hay que conectar, hay que tener una laptop por chico, hay que llevar la computación a todos lados, porque esto implica, mágicamente, el desarrollo, la generación espontánea de aplicaciones, de servicios, de productos innovadores. La segunda suposición es que las tecnologías de la información y de la comunicación son neutrales y son fácilmente transferibles, es decir que una tecnología, cualquiera, la banda ancha, en el obelisco tiene el mismo efecto social y el mismo efecto económico y el mismo efecto cultural que llevar la banda ancha al Impenetrable. La tecnología es neutra y donde se aplica tiene el mismo efecto. La tercera suposición es que los ciudadanos, a través de las tecnologías de la información y de la comunicación, tienen un acceso homogéneo a la información. Es decir que la tecnología vendría a ser una especie de plus de recursos que se incorpora en una sociedad en un momento determinado y esa sociedad, a partir de la incorporación de ese plus de recursos, lo va a distribuir de manera homogénea entre sus integrantes, que las diferencias sociales no repercuten en la distribución o en el aprovechamiento de ese plus de recursos, que tiene esa sociedad. Y la cuarta y última suposición es que la información es prácticamente libre en el marco de la sociedad de la información. Estamos en sociedades informacionales que se caracterizan porque -como bien dijo Gustavo- nunca antes en la historia del hombre se había producido, almacenado y distribuido tanto volumen y a tanta velocidad como en este momento, de información y de comunicación, y eso supone que la información circula de manera casi libre.

Cualquiera de las estadísticas, gráficos, estudios y análisis que uno busque en la materia, en este dominio, revela que estas suposiciones son, por supuesto, falsas. Son presuposiciones y son prejuicios y no se corresponden con el estado ni pasado ni presente -y es de inferir, en razón del pasado y del presente, tampoco futuro-, de diseminación de estas tecnologías en países como el nuestro.

Si vemos la cantidad de usuarios de Internet de 2007 en distintos países de América Latina,

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notaremos que Chile, Argentina o Uruguay están muy por debajo de las estadísticas de conexiones a Internet que tienen los países centrales del planeta.

Acceder a tecnologías de la información y de la comunicación desde que estas tecnologías operan en formato convergente, ya no es acceder en igualdad de condiciones. Accedemos a estas tecnologías de maneras muy diferentes. Hasta los años sesenta, acceder a la televisión era acceder todos de la misma manera a la televisión, porque la televisión podía brindar, por esa red, sólo un servicio, que era televisión abierta. Entonces, Amalita de Fortabat y el último de los argentinos que tuviera televisión, todos veían los cuatro o los tres o los dos o el único canal que podían ver por televisión. Hoy ver televisión implica -como ha estudiado bien Diego-, muchísimas maneras de acceder a la televisión y Amalita de Fortabat accede a una manera de ver televisión y otros accedemos a otra y hay otros que acceden a otras. Lo mismo pasa con las conexiones a Internet. Tener conexión a Internet a mí me dice muy poco hoy por hoy. Por supuesto, en países como los nuestros, hay mucha gente que todavía no accede a Internet pero la que sí lo hace puede acceder a muchas velocidades diferentes y, por lo tanto, tener posibilidades de intervención con esa tecnología muy distintas. El 90% de las conexiones a banda ancha de nuestro país se concentran en cuatro distritos que son la ciudad de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires, la provincia de Santa Fe y la provincia de Córdoba. Pero, en realidad, son los centros urbanos de estas provincias.

En telefonía móvil, en nuestro país, los cuatro o cinco distritos más importantes en términos económicos de la Argentina están por encima de la media, que hay cuatro más o menos en la media, y el resto del país, por supuesto, está bien por debajo de la media nacional.

Para intentar responder algunos de los interrogantes que se generan con el párrafo que nos convoca en la mesa, plantearía: primero, los medios de comunicación, estas tecnologías de la información y de la comunicación, no sé si recuerdan, decía: ¿cómo hacer para superar esta asincronía, esta diferencia temporal entre vértigo en la innovación tecnológica -esto dice la convocatoria de la mesa y la morosidad que tiene, el estilo paquidérmico que tenemos como políticas públicas? O sea, ahí hay un desfasaje, un desacople. Entonces, la pregunta es: ¿qué hacer con esto? Pues bien, una de las primeras cuestiones tiene que ver con que las tecnologías hoy se presentan como nuevas, pero lo que habría que pensar es por qué el Estado ha estado desacoplado de todas las generaciones de tecnologías de la información y de la comunicación. Ésta no es sólo una pregunta que se corresponde con el último estadio, el último grito de la tecnología digital de última generación. En realidad, la pregunta central es por qué el Estado argentino, en su historia, no ha atendido las tecnologías de la información y de la comunicación. Ésa es la cuestión, sean nuevas o viejas. Estas nuevas tecnologías se agregan, se montan sobre viejas tecnologías y, por supuesto, eso agrega complejidad al panorama pero la base de la pregunta habría que pensarla en función de la historia y de la inercia que tienen las políticas estatales en la materia.

Por supuesto sabemos que, si hablamos de sociedades de la información -porque la información se produce, se disemina, se almacena, se distribuye en volúmenes crecientes-, entonces queda claro que este recurso no es cualquier recurso. Para construir la posición que como individuo y como grupos sociales tenemos en la sociedad, es importante poseer información. La información tiene, en ese sentido, el valor de un capital, parafraseando a Bourdieu. El capital cultural se correlaciona con el capital económico y con el capital social para construir la posición que como individuos y como grupos sociales vamos a tener en la sociedad, es decir, es determinante. No es inocuo el poseer o no poseer información, el saber o no saber interactuar con esa información

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y, desde luego, tampoco lo es saber trabajar, acceder o no acceder, a las tecnologías de la información y de la comunicación.

Sólo les presento -aunque no me voy a detener en comentar-, unos aportes de algunos investigadores como Van Dijk y como Hacker que trabajan desagregando la noción de brecha digital y la noción de acceso en distintos planos. Como sabemos, una cosa es el acceso material, una cosa es tener o no tener, estar adentro o estar afuera, pero, como yo decía anteriormente, hay muchas maneras distintas de estar adentro. No se trata de una desagregación entre blancos y negros, sino entre distintas velocidades de acceso y de pertenencia.

Nosotros, como dijo Pablo en la presentación, con otro colega, Guillermo Mastrini, trabajamos en acceso y concentración de industrias de la información y de la comunicación en distintos países de América Latina. Éstos son algunos de los resultados de nuestra investigación en cuanto a acceso. Lo que revela, básicamente, es lo débil que es el acceso a tecnologías de la información y de la comunicación en nuestros países, los países latinoamericanos, y, básicamente, algo que todos sabemos desde lo cotidiano es que el único acceso realmente masivo a tecnologías de la información y de la comunicación en nuestro país es a la televisión y a la radio. Los argentinos vemos, en promedio, cuatro horas por hora de televisión. Ahí hay que agregar, por supuesto, el fenómeno de la telefonía celular. Pero, básicamente, son accesos a servicios que yo me resistiría a denominar gratuitos, porque tienen un costo para la sociedad. No son servicios gratuitos, desde luego, pero tanto la radio como la televisión abierta nos crean la ilusión de que nosotros no pagamos cuando consumimos. En realidad, lo que hacemos es pagar el costo, el surplus que tiene cualquier producto de consumo masivo -el agua Eco o la lavandina Ayudín- cuando vamos al supermercado estamos pagándole la publicidad y, por lo tanto, estamos pagando la producción televisiva también. Y además le pagamos al Estado impuestos con los que el Estado ayuda a los emisores de radio y de televisión. Algunos se rebelan y el Estado, muchas veces, les perdona y les condona las deudas que contraen. Si interesa ese tema, después lo podemos profundizar.

Dos o tres cositas más antes de cerrar: en primer lugar, en este contexto, la ausencia en los países latinoamericanos de servicios públicos y de servicios universales en materia de tecnologías de la información y de la comunicación, es un problema central. En otras regiones del mundo existió -y existe- el servicio público. Entonces, lo que el mercado no garantiza porque se guía por un fin de lucro, en cuanto a acceso de los ciudadanos a bienes y servicios de la información y de la comunicación, el servicio público lo garantiza. Podríamos hacer una analogía con el ámbito educativo. A quien no puede pagarse una escuela privada, siempre el Estado le va a garantizar -debería garantizarle, mejor dicho-, el acceso y una plaza en una muy buena escuela pública, porque eso es un servicio público. En otros países del mundo, insisto, también la información y la comunicación, también las tecnologías de la información y de la comunicación, fueron concebidas como servicio público. Consecuentemente, los Estados han desarrollado políticas para garantizar el servicio, la cobertura de todos los ciudadanos en cuanto a tecnologías de la información y de la comunicación. América Latina, en este sentido, es una región excepcional porque nunca ha tenido ninguno de nuestros países políticas de servicio público. Al contrario, ha tenido políticas de desmantelamiento de todo lo que pudiera acercarse a la noción de servicio público.

El concepto de apartheid, de sociedad de dos velocidades, de que estamos adentro o estamos afuera, es un concepto equivocado cuando hablamos de tecnologías convergentes digitales de información y de comunicación. Era cierto para hablar de los medios analógicos, era cierto para

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hablar de la televisión o de la radio en la década del sesenta. No es correcto hablar de apartheid o de dos velocidades o de adentro y afuera en las tecnologías digitales de fines del siglo XX o principios del siglo XXI. Consecuentemente, una política pública no puede reducirse únicamente a garantizar que los ciudadanos tengan acceso. Por supuesto, en países periféricos, lo mínimo es garantizarlo. Pero una política pública que se restrinja únicamente a que los ciudadanos accedan a estas tecnologías, es errática, porque eso no es servicio público y porque, como sabemos, hay muchas maneras distintas de acceder.

En segundo lugar, las promesas de adaptación, de que tarde o temprano todos los ciudadanos vamos a tener acceso a estas tecnologías, es el discurso, la vulgata más generalizada sobre estas tecnologías. “Bueno, no hay que hacerse tanto drama con que la gente ahora no tenga acceso a las redes porque durante de veinte años tampoco tuvieron acceso a la televisión y, después de un tiempo, se compraron televisores. Las tecnologías se van abaratando, cosa que sabemos que es más o menos así. Es un fenómeno temporal, ya la gente se va a adaptar solita. No hay que hacer mucho para esto”. Eso se revela incorrecto para tecnologías anteriores. Hoy ver televisión o tener televisión no sé qué significa. No me dice nada, es una cosa abierta que no me dice mucho. Hay un degradé enorme de calidad y servicio televisivo, de servicio audiovisual que, como ciudadanos, podemos acceder dependiendo del lugar de residencia que tengamos, de la capacidad adquisitiva que tengamos, del capital sociocultural que tengamos.

Por último, entonces, hablaré del desafío de las políticas públicas. El primer desafío es cómo acoplar vértigo de innovación tecnológica e innovación del Estado. Se debe crear servicio público. Un Estado que carece de la noción de servicio público es un Estado que, generalmente, va a quedar siempre como subsidiario del interés de los actores más fuertes que son los actores que tienen fin de lucro. No sólo infraestructuras, pero también. En la Argentina ustedes vieron que cuando se privatizó ENTEL, en el año 1989, se privatizó también la red de la telefonía. El Estado ya no tiene la potestad sobre la red de la telefonía, se la cedió a Telefónica y a Telecom. Y el Estado argentino, por ejemplo, nunca reguló el servicio universal. El servicio universal implicaba que los operadores telefónicos de la red cedieran el 1% de su facturación para llevar la telefonía a las regiones del país que por razones geográficas, o a los sectores sociales que por razones económicas, no pudiesen soportar el tendido de la fibra óptica, o incluso del par de cobre.

En mayo de este año, la Presidencia de la Nación le condonó a Telefónica y a Telecom la deuda que venían acumulando desde 2001, cuando se reglamentó el servicio universal, ese 1% con el argumento de que esa deuda, en realidad, implicaba un gran fondo de dinero que las dos grandes telefónicas ya habrían utilizado para fines que no son de lucro, para garantizar acceso a los sectores sociales menos recursos, lo cual es verdaderamente ilógico si uno piensa que, a fin de año, Telefónica y Telecom tienen que ir al encuentro de accionistas y no creo que les digan: “Mire, hemos hecho filantropía durante siete años y ahora estamos esperando que la presidencia de una republiqueta que queda allá abajo nos condone la deuda”. No hay filantropía acá. Eso para mí es un ejemplo muy claro de lo que son las políticas públicas en nuestros países. No ahora, no en 2008 únicamente. Esto es una tradición, no es nuevo, pero creo que habría que torcerlo un poco.

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XV. LECTURA Y BIBLIOTECAS EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓNJuan sasturain (argentina)Periodista, guionista de historietas, escritor y profesor de literatura. Trabajó en Clarín y La Opinión. Fue jefe de redacción de las revistas Humor y Superhumor. Creó, junto con el dibujante Alberto Breccia, el comic Perramus. Fue responsable, en la década del ochenta, de la revista Fierro, publicación que volvió a dirigir al ser relanzada en noviembre de 2006. En su rol de narrador, creó numerosas novelas y relatos. Manual de perdedores I y II, Arena en los zapatos, Parecido S. A., Los dedos de Walt Disney, Los sentidos del agua, Brooklin & medio, La lucha continúa, Zenitram y La mujer ducha son algunas de las obras de su autoría. Actualmente, es el conductor del programa televisivo sobre literatura Ver para leer.

elBa rosa amado (argentina)Profesora de Letras egresada de la UNT. Docente e investigadora de las cátedras de Prácticas de la Enseñanza del Profesorado en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras en esa Universidad y en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy. Docente de posgrado también en la Universidad de Jujuy, docente del postítulo en Literatura Infantil del CEPA del gobierno de Buenos Aires y de la Licenciatura en Enseñanza de la Lengua y la Literatura en la Universidad Nacional de San Martín. Desde 2003 coordina el Plan Provincial Tucumán en Tiempo de Lectura. Desde mayo de 2008 se desempeña como coordinadora regional NOA del Plan Nacional Educativo para el Mejoramiento de la Lectura del Ministerios de Educación de la Nación.

martín alBerto cáneVa (argentina)Licenciado en Sociología. Secretario de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (CONABIP). Hizo un posgrado en gestión asociativa en FLACSO. Entre 1994 y 1997, fue becario de investigación en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y es docente de grado de la UBA. En el período de 2003 a 2007 se desempeñó como director general de Cultura de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, coordinando las áreas de biblioteca, acción cultural y publicaciones.

Horacio gonzález (argentina)Director de la Biblioteca Nacional. Docente y ensayista. Licenciado en Sociología (UBA) y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de San Pablo, Brasil. Desde 1968, ejerce la docencia universitaria en diversas instituciones del país y del exterior. Realizó cursos de postgrado y especialización. Tiene publicados numerosos libros, ensayos e investigaciones.

Juan Sasturain

Qué hermoso teatro. Creo que nunca estuve subido a un escenario tan intimidante como éste. La verdad es que me siento un poco colado acá. No creo que sea el resultado de una compulsa académica el hecho de que yo haya venido a charlar sobre bibliotecas, sobre lectura, sino que, probablemente, la motivación para que se pensara que podía servir en esta mesa ha de ser bastante ocasional, tiene que ver con mi trabajo en la televisión, con un programa sobre libros. Precisamente, cuando hablamos de lectores, de bibliotecas y de medios audiovisuales, en esa intersección parece ser que se supone que podría opinar alguna cosa. Yo creo que sí, opinar de eso, probablemente pueda hacerlo pero sin un conocimiento teórico ni con un verdadero

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concepto previo sobre lo que se debe hacer al respecto.

He tenido la suerte y el privilegio, durante los últimos tiempos, de ser convocado varias veces para trabajar con la CONABIP, con la Comisión Nacional de Bibliotecas populares, he tenido la suerte de estar, por alguna razón, o convocándolo yo a él o yendo a la Biblioteca Nacional donde tiene la máxima responsabilidad Horacio y me ha tocado trabajar también para los programas que lleva a delante el Plan Lectura a nivel nacional del Ministerio de Educación. Hoy no está Margarita Eggers Lan, pero está la compañera. Así que un poco me siento como un colado con cierto curriculum pero solamente dado por el trabajo. Tengo muchas dificultades para contestar preguntas directas. Hace un rato nos sentamos en el hotel y me preguntan: “¿Qué son los medios de comunicación, para qué sirven?” “Yo no tengo la menor idea”, he dicho con absoluta sinceridad y no es una manera de tirar la pelota afuera. Así que pienso que acaso, el aporte, si alguno puedo traer aquí, tiene que ver con la experiencia, tiene que ver, más que con el resultado de las acciones, con la práctica de esas acciones.

Voy a leer un textito referido a la experiencia fundante que son las bibliotecas, o han sido las bibliotecas, para muchos de nosotros generacionalmente. Estoy hablando de la generación de los que tenemos ya más de 60 años, así que éramos pibes en los años 50. Estoy hablando de otro mundo. Pero, bueno, hay algunas variables de ese otro mundo que tienen absoluta vigencia. Este textito se llama “Costumbres de los tontos”. En argentino no se suele usar la palabra “tonto” sino otra, pero vamos a usar “tonto” porque estamos en este ámbito. Según el viejo refrán, menos cínico que burlón, entre los lectores y frecuentadores de la palabra escrita, se suelen detectar dos tipos de tontos: los que prestan sus libros y los que los devuelven. Me han tratado de tonto a menudo y, a veces, con razón. Pero sólo me he sentido orgulloso de serlo cuando me consideraron miembro de esa cofradía: “prestador y revolvedor”, tonto al cuadrado.

Mientras otros muchachos se avivaban con una mujer mayor -era la época-, yo aprendí a ser tonto con otra mujer mayor en la biblioteca pública y/o popular de Coronel Dorrego, uno de los pueblos donde me crié. Amable, recatada y miope hasta la parodia borgiana, la bibliotecaria, alma buena y minuciosa de cuyo nombre no puedo acordarme, me enseñó los rudimentos, las leyes de la tontería a los 15 años. Ella hacía su papel, yo el mío. Practicábamos una vez por semana, lo que tardaba en leer el libro que me llevaba prestado.

Ese verano me había comprado Cuentistas y pintores, una hermosa antología editada por Eudeba. Payró, Güiraldes, Quiroga, Booz, Barletta, Arlt, Borges, Cancela, y algunos me debo comer. Y buscaba libros de esos autores para seguir leyendo. Santa Fe mi país, de Mateo Booz, Cuentos de Pago Chico de Payró, Tres relatos porteños de Cancela, Los desterrados de Quiroga. Hasta que, un día, saqué del estante -me servía solo porque ahí entraba y revolvía- la vieja edición de Anaconda de El jorobadito. Ahí, por primera vez, la señorita bibliotecaria miró por encima de los gruesos anteojos -y esto es textual-, apretó los labios y me dijo que Arlt no era para mí o yo no estaba todavía para Arlt. Eso es lo que creo que dijo mi prestadora. Me lo llevé igual, claro. Y lo devolví, claro. Los tontos de biblioteca sabemos que los libros están hechos para circular.

También se podía llegar a suponer que, en buena lógica, hay también dos tipos de vivos: los que no prestan los libros suyos y los que no devuelven los ajenos. Claro que no son bibliotecarios ni van a la biblioteca. Juntan en su casa y cosechan en la ajena. Estivan y almacenan, compran por metro, forran y enfilan. Los libros de esos vivos no son suyos ni de nadie. Están muertos. Los tontos aprendimos en la biblioteca a ser tontos y, precisamente por eso, que un libro es mío sólo

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cuando y porque lo he leído y aunque no duerma siempre en casa. Es su modo de vivir y, si no, está muerto.

En Coronel Dorrego, en los años 60, como en cualquier pueblo chico, no había librería. No había una librería en serio. Sólo en el kiosco de revistas, en la papelería, asomaban algunos títulos nuevos, best sellers que ni sabían su nombre todavía, clásicos para el colegio, esas cosas. Ni librería de viejo ni nada para revolver había, ni mucha plata tampoco, como siempre, para comprar los pocos libros nuevos. Pero estaba la biblioteca donde los tontos, tontos hechos y tontos pibes, aprendices de tontos, hacíamos la gimnasia semanal de toma y daca, llevo y traigo. Ahora me doy cuenta de que leer en a biblioteca es como hacer circular el mate, exactamente, maravillosamente, así.

Elba Rosa Amado

Para mí es una gran responsabilidad compartir esta mesa con estos exponentes nuestros de la cultura argentina. En este caso, vengo reemplazando a Margarita Eggers Lan, coordinadora nacional del Plan Nacional de Lectura, quien no pudo estar en esta oportunidad.

Yo me había propuesto traer algunas reflexiones y también contarles a ustedes cuáles son nuestros desvelos. Nosotros estamos trabajando en un Plan Nacional de Lectura -y digo “nosotros” por esta cuestión que escuché de que en este Congreso podemos pensar y podemos empezar a sentir esta hermandad entre las provincias que, en el Plan de Lectura que es del año 2000, hemos ido configurando una posición o una postura muy federal. El Plan Nacional se estructura siempre con un espacio muy fuerte de conformación de los planes provinciales de lectura y, a su vez, los encuentros anuales, a veces bianuales, que tuvimos nos permitieron ir construyendo un conjunto de consensos y de líneas de trabajo con los cuales llevar adelante esta cruzada por la lectura.

La experiencia que les quiero comentar está a mí me emociona mucho, dedico prácticamente mi vida y me da muchísimo placer estar luchando por la posibilidad de tener este poder para organizar posibilidades, oportunidades y espacios donde más niños y más jóvenes y adultos, sobre todo del sector desfavorecido, tengan acceso y puedan cumplir su derecho de apropiarse de la lengua escrita. En ese sentido, entonces, a mí me gusta ser un poco polifónica y quiero traerles unas voces de otros, de niños con quienes trabajamos.

Dice Dalma, una niña de una villa marginal de Córdoba: “A mí me encanta leer Bécquer. Mi papá, cuando anda por la capital recoge los libros que tiran en los contenedores y me los trae. Así fue como conocí a Bécquer”.

Ariel dice: “Nosotros somos distintos de otros pibes que aparecen en la tele. Los de la tele viven todos en casas con escalera y yo también tengo una escalera en mi casa pero es para subirme para arreglar el techo”.

“Yo trabajo dieciséis horas por día en el Mercado Central durante los fines de semana pero tengo que estar contento porque mi patrón me deja en la caja mientras él va al baño o a tomarse una cerveza y eso porque le dije que voy al colegio y que me gusta leer. En cambio a los demás, que son de Villa Fiorito, todos unos chorros que no estudian, no les tiene tanta confianza”, dice Daniel.

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Un diálogo entre Renzo y Ángel que me gusta leer porque las charlas esas que yo doy son para maestros en general, ahora es la primera vez que tengo la oportunidad de dar una charla con colegas, con gente tan importante y trabajadora. Yo trabajo mucho comunicando a los docentes esta cruzada. Entonces, están el Renzo y el Ángel con una investigadora -también son niños de una villa, de un barrio suburbano-, y Renzo dice: “Yo nunca veo revistas, nunca veo libros tampoco.” Y Ángel dice: “Yo tengo un libro para la noche nomás y se llama Cachorro. Se trata de un perro, ¿vio?, pero lo voy leyendo así de a capitulito por noche, así cuando me acuesto y es relindo leer a la noche cuando uno se va a dormir. A veces leo revistas que encuentro”. Y Renzo lo interrumpe: “¡Yo, yo tengo un librito, ah sí, ah sí, ah sí! Me costó uno con cincuenta y tiene todos poemas”. La investigadora que está conversando con ellos le dice: “¿Escribís poemas? ¿A ustedes dos era que les gustaba escribir, no? ¿Sobre que les gusta escribir?” Y entonces: “A mí me gusta la fantasía, mucha fantasía”, dice el Renzo. Y Ángel: “A mí, en cambio, escribir historia”. La investigadora le dice: “¿Acá en la escuela o fuera de la escuela?” “Fuera de la escuela, porque la escuela…” “¿Y vos, Ángel?”, le dice. “Y yo también, por eso en mi casa a veces me pongo a escribir porque siempre sé hacer historias”, dice Renzo, “rápido me salen y no tengo que estar pensando como a otros que les cuesta un montón, que son lentos para escribir”. “Bueno, ¿por qué no escribimos una historia cada uno?” Y Renzo dice: “No, mejor hagámosla ente los dos, ¿querés?” “Entre los dos”, dice Ángel, “porque entre los dos pensamos más”. Las voces de estos chicos que podrían ser un antes de nuestro trabajo y no es así, coexisten, siguen viviendo, son los acicates.

Traigo otras voces de niños y docente de hace una semana y media, cuando nos visitó Canela, así como Juan Sasturain llegó a Córdoba, Canela vino a Tucumán y la llevamos a trabajar y a conocer y a dialogar con los niños de una escuelita rural muy cerca, que se llama Andrés Ferreyra, un gran maestro. Entonces, en las entrevistas que le hicimos a Sonia Juárez, la docente, ella dice: “Recuerdo cuando llegó una noticia hermosa a nuestra escuela. ¡Teníamos asignada la biblioteca PROMER, que es la biblioteca del Programa Nacional de Mejoramiento de la Escuela Rural! Dicen que el ejército la traerá a la escuela. Eso nos dijeron en el curso”. Eso se los quería dejar como efecto. En 2008 el ejército reparte libros en las escuelas. “Pero no llega y no llega. ¿Qué le parece, señora directora, si le digo que le pedimos a Pedro de la comuna que nos ayude a traerla? Ellos tienen una camioneta. La directora me permite y arreglamos. Me cobraron como cien pesos. No importa, vamos a traerlo. Ese día que la trajimos llovía, los chicos todos llenos de barro se amontonaron a ver qué era. ‘¡Libros, chicos, libros de la biblioteca!’ Algunos se sonrieron, otros mostraron sorpresa, otro siguió tirando piedras como si nada. Entonces, yo me dije: ‘A estos los voy a hacer lectores’, como dice la profe del curso. A mí no me van a ganar”.

La última escena, en esa misma escuela es de Raquel, una bibliotecaria que casi no camina. Dice: “Acá yo ordené todo por género, por tema y también para los adultos porque acá, ¿sabe qué?, vienen las mamás y conversamos porque se interesan por los libros que los chicos se llevan a la casa. Ahí nomás, sin que sepa la directora, yo les presto los fines de semana. Desde que tenemos la biblioteca ésta se incrementó el préstamo y quieren llevar todos los fines de semana. Como vienen muy interesados, yo los oriento. Las novelas de amor les gustan a la Marta y las históricas a Doña Rosa porque ella escribe también y se las lee a Delicia, que no sabe leer, pero que le gusta contar y se las aprende de memoria. Ahora anda triste porque se fueron sus nietos y ya no tiene a quién contarle cuentos. Formamos un club de padres lectores, bueno, mejor dicho, de madres. Un club como el que tienen los chicos”.

Después de esas voces es como muy duro poner la nuestra. ¿Qué hacemos para que de un

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panorama pasemos al otro, logremos pasar? Lo que yo traía acá para conversar con ustedes es cómo, desde el Plan de Lectura, concebimos a la lectura. La lectura, para nosotros, sobre todo, es un encuentro de un sujeto con otro a través de esas hormiguitas que están escritas ahí. Dice Michèle Petit que la lectura es un medio para tener acceso al saber y, por eso mismo, modifica las líneas de nuestro destino personal y social. Es también una vía privilegiada para acceder a un uso más desenvuelto de la lengua que nos permite de toma de la palabra, la construcción de la identidad pero, en tercer lugar, el lenguaje no es sólo reductible a un instrumento. Tiene que ver con la construcción de nosotros mismos, como sujetos. Lo que determina la vida del ser humano es el peso de las palabras o el peso de su ausencia. Cuando uno es más capaz de nombrar lo que vive más apto será para vivirlo y para transformarlo. Cuando uno carece de las palabras para expresar lo que siente y piensa no queda más que el cuerpo para hablar y el cuerpo grita con sus síntomas o se enfrenta violentamente con los otros. Por eso, la lectura es un atajo que lleva de una intimidad rebelde de una subjetividad a un verdadero derecho de la ciudadanía. En función de ese derecho, considero que el rol, del Estado en este caso, en este contexto del efecto de las políticas liberales de ajuste donde vastos sectores han sido excluidos de esta posibilidad de apropiación de la cultura escrita porque nosotros entendemos que un lector se configura siempre frente a un texto. El acto lector no sólo es la decodificación sino también la construcción de un sentido, de un sentido que puede construirse en tanto se activan todas sus memorias cognitivas y afectivas. Pero ese lector no se construye en la soledad y, a veces, hasta hay gente que dice que no se construye en la escuela, aunque la escuela y la familia tienen una fuerte influencia.

Ese lector se construye, entonces, en contacto con los otros, viviendo esos modos en que las comunidades lectoras se relacionan con la lengua escrita, en la variedad de soportes que les toca. Quienes pueden acceder a los libros acceden, o acceden a los graffitis de las paredes, los que pueden acceder a las pantallas, accederán. Esas prácticas lectoras que configuran comunidades lectoras que desarrollan modos de vincularse, itinerarios, que a veces son conocimientos muy herméticos, muy secretos, que a veces la escuela no puede develar, esas comunidades lectoras, en el seno o la estructura de una sociedad capitalista periférica como la nuestra, está marcada por una fuerte desigualdad. Es decir que hay algunas comunidades que pueden acceder a determinados bienes culturales, en este caso los libros, y otras no.

Entonces nos parece, desde el Plan de Lectura, que ése es uno de los posibles lugares de trabajo del Estado, sobre todo de un Estado como el que, por suerte, estamos transitando desde el año 2000 en adelante, después de la debacle de 2001, que va peleando a la instalación del mercado. Dice Ignacio Leucovich que cuando el mercado se superpone el Estado, el Estado no sólo en un sentido de paternidad, pero como el lugar o como la fuerza que paliaría lo arbitrario de esta posición desigual de la cultura, el Estado tendría esta función de luchar contra esta desigualdad, porque no es mera diversidad o mera diferencia, considero, sino que uno tiene que poder ver que esa diversidad y esa diferencia está ocultando otras razones políticas y económicas que hacen que determinados sectores, como Dalma, no puedan tener acceso y que sólo conozcan a Bécquer a través de los contenedores de basura. Lo que a otros les sobra a ella le alcanza.

Dentro del Plan de Lectura, desde 2000, en relación con el tema, uno de los desafíos que se propuso fue ver cuál iba a ser el rol del Estado en el fortalecimiento de las bibliotecas, de las bibliotecas como el lugar en donde todos, supuestamente, nos tendríamos que encontrar para leer. Las bibliotecas escolares, como todos sabemos, son también muy desiguales en las provincias. En la provincia de Tucumán, por ejemplo, no hay un cargo de bibliotecario. A la

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biblioteca va el maestro que está enfermo, que es hipocondríaco, o el que está en docencia pasiva y que no quiere mucho lío y que sólo sabe archivar y prestar manuales. Entonces, ese diagnóstico que se tenía desde el Plan de que las escuelas no tenían bibliotecas, algo que uno puede decir que es impensable, que no existe, efectivamente existe. Se organizan, entonces, políticas de dotación de dos tipos: el Ministerio de Educación se convierte en el mejor o el más grande comprador de libros que organiza dotaciones de libros, estas llamadas Bibliotecas PIIE que es un Programa para la Integración y la Igualdad Educativa, PROMER para el mejoramiento de la educación rural, PROMSE, que también son programas paralelos porque, algo que me faltaba decir, en los comienzos de la modernidad, la escuela como agencia social es la que recibe el mandato de distribuir este conocimiento y estas habilidades de la cultura escrita, con las debacles de la posmodernidad, la escuela va haciendo destruida, va perdiendo esas posibilidades y, entonces, lo que antes era de sentido común, natural, aprender a leer en la escuela, de pronto esta desgracia de que no todos los chicos puedan ir a la escuela y de que la escuela misma esté desbordada teniendo que asumir prácticas asistencialistas, ha hecho que se instale en la sociedad el deseo y la necesidad de que la lectura sea una cruzada pública, de que sea una política de Estado, una política pública frente a esta situación.

El Ministerio de Educación, también en consonancia con los ministerios de cultura, es quien asume este rol, en este caso, con la compra de los libros y la llegada de bibliotecas, por lo menos en PROMER, a doce mil escuelas, con bibliotecas perfectamente seleccionadas, que abren el canon, seleccionadas por especialistas y que permiten que los niños pobres reciban los mismos textos que leen los niños ricos. Hay libros álbum que son carísimos y que si no los manda el Estado lo más probable es que los niños y las familias no los puedan conocer. Se han repartido cien mil de estos libros, un millón setecientos mil de estos libros de biblioteca para jóvenes con una amplia selección de todo el canon de la literatura argentina y universal. También se han hecho publicaciones, por ejemplo, Leer la Argentina que, de manera federal, se han seleccionado relatos de escritores de toda la Argentina, de todas las regiones que, de no por esta posibilidad, posiblemente no haya podido ser conocidos. Esta biblioteca está en todas las escuelas del país. Lo mismo esta otra colección, Leer por leer, que también sugiere un replanteo de la lectura, no de la lectura para sacar sustantivos, reducida a lo curricular, sino de la lectura como apropiación de la cultura, como ejercicio estético y como construcción de la subjetividad. Leer por leer es una antología con fragmentos y cuentos de la literatura universal seleccionada por especialistas, Mempo Giardinelli, escritores y académicos.

La otra estrategia, además de la compra y la dotación de libros, son las publicaciones. A través del sector de Campaña Nacional de Lectura ustedes seguramente recordarán el impacto social que han significado todas las publicaciones variadísimas, de género, para distintas situaciones, para canchas de fútbol, para los viajes, en las peluquerías, en los sanatorios y consultorios médicos. Es decir que el rol que cumple el Estado es pelear en esa lucha por el significado, por la construcción de una ideología, por una habilitación de la mayor cantidad de sujetos como participantes activos, protagónicos de esta cultura escrita, legitimada. El Estado sale a pelearle al mercado, que no sea el mundo privado el que imponga qué es lo que se debe leer y qué es lo que deben leer determinados sectores. Es decir que pone a disposición de todos los sectores lo que antes podía haber estado acotado a una cuestión de elite, a un conocimiento oficial.

Pero no es sólo la llegada de los libros la que garantiza la formación de un lector sino que estos libros han llegado con la espalda de todos los equipos provinciales que hemos trabajado profundamente en la capacitación docente para volver al maestro de nuevo en un lector. Hay toda una línea del docente como lector. Y para que él empiece a pensar y a reformular, hacer

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un gran planteo de qué es la lectura más allá de la decodificación y de lo curricular, más allá de la obtención de una información, para que la lectura contribuya a la construcción de estos sujetos y de esta ciudadanía que tanto necesitamos.

Traigo también un ejemplo concreto de lo que pasó en una escuelita de Ferreyra donde, a partir de la llegada de la biblioteca, de la capacitación de los docentes que construyen o reconstruyen un valor social del libro y la lectura, esa escuela comenzó a movilizarse y es hoy para los niños y para la comunidad. Cuando llega el escritor, en este caso Canela, esa escuela ya está plantada, ya es está en el camino de la lectura y de la lectura social y, en esa biblioteca, se hace también las mateadas literarias y van los padres y las madres a consultar. Este impacto ha llegado a tal punto que el delegado comunal ya ha cedido otro espacio para organizar ahí otra biblioteca a la cual Canela y el Plan de Lectura Provincial van a aportar los primeros quinientos ejemplares.

Martín Alberto Cáneva

En primer lugar, les traigo el saludo y el agradecimiento de María del Carmen Bianchi, la presidenta de la CONABIP quien, por cuestiones personales, no puede estar aquí hoy presente. Sin embargo, ella había preparado un trabajo. Si me lo permiten, paso a dar lectura del mismo. Se llama “Participación cultural, formación ciudadana y acceso a la información”.

En este trabajo se reflexionará sobre el aporte que las bibliotecas populares hacen a los procesos de construcción de ciudadanía a través de acciones de promoción de la lectura en el marco de la sociedad de la información argentina. Las ideas que aquí se expondrán provienen de procesos de reflexión llevados adelante por CONABIP en el marco de la prosecución de los distintos objetivos estratégicos planteados para su gestión. Al mismo tiempo, son consecuencia del intercambio producido entre esta Comisión y varias instituciones y organismos interesados en cómo mejorar, de manera articulada, los sistemas de información, políticas y planes integrales de lectura. El propósito que envuelven todas estas acciones es el de lograr una mayor compresión e incidencia sobre los contextos y condiciones en los que se producen las posibilidades de acceso a la cultura. Para pensar la cuestión de las bibliotecas populares y su incidencia en los diferentes procesos de construcción de ciudadanía en el marco de lo que se denomina sociedades de información, se podría recurrir a una diversidad de diagnósticos y reflexiones.

El concepto de sociedad de información está vinculado a procesos de cambios basados en una suerte de explosión de la información y el conocimiento producido en todo el mundo occidental tras la Segunda Guerra Mundial. Desde un enfoque evolutivo, se ha definido a la sociedad de la información como un estadio del desarrollo social caracterizado por la capacidad de sus miembros de obtener y compartir cualquier información instantáneamente desde cualquier lugar y bajo diversas formas. Según este enfoque, el proceso de formación de la sociedad de la información no implicaría solamente una cuestión cuantitativa de más computadoras o de mayor capacidad de procesamiento. Comportaría, fundamentalmente, un nuevo modo de organizar la vida humana y la sociedad, de producir, estudiar, relacionarse.

La ubicación de la cultura en una sociedad dada, se transforma sustancialmente cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser un mero medio para convertirse en estructural. La tecnología hoy ya no remite a la novedad de aparatos sino a nuevas maneras de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras, a otros canales de transmisión del conocimiento. Estos procesos denominados por Castells como una revolución de la tecnología de

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la información, no implican una producción, circulación y distribución homogénea e igualitaria del conocimiento y del saber, sino la reproducción de formas subordinadas de incorporación de varios países y sus sociedades a esa sociedad de la información repitiéndose, en gran medida, el ciclo desarrollo-subdesarrollo o autonomía versus dependencia.

Cabe entonces preguntarse si la sociedad de la información, tal como fue definida, conduce a sociedades más democráticas y humanas. En las últimas décadas, en las que el mercado omnipresente ha producido lo que algunos llaman ciudadanos consumidores o ciudadanos espectadores, la población ha tendido a recluirse en espacios privados con una escasa o nula participación en los asuntos públicos. Esto se suma al fenómeno de individualización señalado por Lechner y a los procesos por los cuales los altos índices de pobreza llevan a los sectores populares a ocuparse de las necesidades más elementales, alejándose de la decisión y la participación pública y adquiriendo una visión de futuro desesperanzada, fatalista, sin un mínimo de seguridad respecto del porvenir. En el caso de los sectores de ingresos más altos que tienen sus necesidades básicas cubiertas, el repliegue en el confort del ámbito privado familiar se profundiza. Los procesos ligados a la autorrealización y el hedonismo también aparecen de modo marcado y el afuera parece más inseguro y amenazante.

En este panorama, entonces, vamos a hablar de qué nos podemos proponer, qué trabajo se puede proponer la CONABIP en relación con las bibliotecas populares. CONABIP apoya la labor de más de dos mil organizaciones de la sociedad civil que, de manera autónoma y desinteresada, promueven acceso al libro y a la lectura, el conocimiento de los derechos y la participación cultural de cada una de las comunidades en las que se insertan a lo largo y ancho de todo el territorio argentino. Estas instituciones bisagra entre la experiencia local, cotidiana, y el proceso nacional y global de producción de la cultura informan a los ciudadanos, difunden sobre los derechos y el modo de ejercerlos y generan asociación con otros. En este sentido y por el modo en que surgen, gran parte de ellas no se restringen a ser depósitos de libros y a la conservación y préstamo de los mismos sino que, fundamentalmente, enfrentan los desafíos actuales generando alternativas culturales viables, promoviendo el lazo social y asentando las bases de la cultura de la solidaridad.

Dos datos pueden resultar significativos para ilustrar lo anteriormente expuesto: el noventa por ciento de las bibliotecas populares articulan sus acciones de promoción con otras organizaciones sociales -organizaciones no gubernamentales, clubes, etcétera-, de cada localidad. Asimismo, más del ochenta por ciento de estas actividades de promoción cultural se realizan fuera de las instalaciones de las mismas bibliotecas populares.

La Ley N.º 419 de 1870, propiciada por Domingo Faustino Sarmiento, dio origen a la CONABIP con el propósito de fomentar la creación y el desarrollo de estas instituciones. Esta existencia de 138 años habla de supervivencia y sustentabilidad pero también multiplica los desafíos de cara a las nuevas manifestaciones de la comunicación, la información y la cultura que, claramente, disputan a la cultura letrada su lugar privilegiado e indiscutido en la trasmisión y producción culturales.

Si entre 1880 y 1930 se instauró la Escuela Mundo expandiendo a este tipo de institución por todo el globo occidental como sitio central para la construcción de las identidades ciudadanas nacionales y la conformación del Estado-Nación a través de la cultura letrada y de los saberes legitimados por la cultura positivista de la época, las posteriores décadas del siglo XX, con algunos antecedentes previos, pusieran en cuestión los esencialismos y universalismos, abriendo

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las puertas al estallido de lo múltiple y lo contingente. Si no puede reducirse la idea de saber a un solo tipo de saber logocéntrico letrado y occidental, tampoco puede plantearse la existencia de una sola cultura, la letrada, y un solo medio de transmisión, el libro. Son múltiples los espacios, canales, medios y modalidades en los que se producen y circulan los saberes hoy día, y resulta fundamental que las instituciones que constituyen eslabones fundamentales en las cadenas de transmisión cultural, logren incorporar las tecnicidades y visualidades que inciden en la construcción del conocimiento y percepción del mundo que nos rodea.

Un ciudadano crítico, activo y participativo debe poder recepcionar y navegar con igual fluidez y autonomía frente a lo local y lo global, frente a la oralidad y las imágenes, frente a lo digital y lo analógico, frente al papel y las redes informatizadas. La formación cultural y ciudadana es, entonces, una tarea central en los procesos de fortalecimiento de la democracia en América Latina.

Éstos son los desafíos para las bibliotecas populares y para la Comisión Nacional que las apoya y las ventajas con las que cuenta para enfrentarlos son muchas: como dijimos, 138 años de trayectoria, un movimiento de voluntariado asombroso en sus dimensiones y roles, más de treinta mil personas dedicadas desinteresadamente a desempeñarse como animadores a la lectura, promotores de derechos y animadores culturales. A su vez, las bibliotecas populares cuentan con un acervo aproximado de veintitrés millones de libros. Si cruzamos este número de materiales con el de los voluntarios que trabajan en estas instituciones de la sociedad civil, se puede empezar a comprender la importancia de este movimiento en todas sus dimensiones a la hora de pensar políticas de promoción de la lectura y formación cultural y ciudadana hacia un sistema federal, entonces, de promoción del libro.

No obstante lo expuesto, resulta evidente que el movimiento social que representan las bibliotecas populares y la CONABIP con su apoyo técnico y material no alcanza por sí solo para fundamentar y llevar adelante una política pública que tenga a la promoción cultural y al acceso al conocimiento como una de las principales dimensiones en el proceso de construcción de una ciudadanía plena. Resulta necesario, por lo tanto, avanzar hacia una ampliación y profundización de las bases de un consenso entre los diferentes actores que puedan contribuir a disminuir las distintas brechas, tanto culturales como de conocimiento anteriormente mencionadas, que coexisten en sociedades como la argentina y otro países de la región. Este diagnóstico tiene su fundamento en la certeza de que avanzar hacia una política de tales características debe tener como objetivo apuntalar el proceso de construcción de un sistema federal de promoción del libro, la lectura y las bibliotecas que logre integrar los recursos existentes en estas áreas para, de ese modo, contribuir al acceso completo, libre y democrático del ciudadano a la información.

Para avanzar hacia el cumplimiento de este propósito CONABIP, junto a otras instituciones del ámbito público, no estatal y privado, comenzaron un proceso de intercambio y búsqueda de consenso orientado a establecer una estructura formal que, a través de un marco común, organice y regule el funcionamiento no sólo de los servicios bibliotecarios, sino también de otras actividades vinculadas a la promoción de la lectura basada en la articulación con referentes culturales, sociales y comunitarios. En esta mesa de consenso, en la que participa CONABIP, también está la Biblioteca Nacional y la Asociación de Bibliotecarios de la República Argentina. En este sentido, dicho consenso institucional sobre una política pública federal que constituya un sistema federal de promoción del libro, la lectura y bibliotecas, asuma una perspectiva orientada a promover e instalar la importancia de las bibliotecas públicas y populares, así como las privadas, universitarias, escolares y especializadas como actores sociales estratégicos en el

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proceso de transmisión de los conocimientos básicos para el desarrollo del ciudadano, que propicie además la valoración como instituciones que brindan las herramientas necesarias a los ciudadanos para reafirmar principios básicos como la libertad de expresión, el derecho a conocer, informar e informarse, a comunicar eliminando las barreras para la circulación de la información, que es uno de los sustentos de la igualdad, la libertad, la solidaridad y la participación en la era de la información.

En este supuesto, las bibliotecas populares junto a otros ámbitos e instituciones, es sujeto activo y central ya que por ser parte esencial de la cultura local y de la conformación de múltiples identidades en cada comunidad, contribuye a la construcción y el ejercicio de una ciudadanía plena.

Horacio González

Estaba pensando en los planes de lectura, la difusión de la lectura, y quería hacer una observación sobre algo que a todos nos inquieta que es, quizás la pregunta sobre qué significa leer, quiénes somos cuando leemos, qué tipo de relación con el mundo entablamos y qué alimento de símbolos, palabras, en fin, de ideas, de imaginación nos constituye como seres humanos, pero quería historizar un poquito esto porque planes de lectura hay muchos, todos colaboramos con ellos, nos gustan. La Argentina tiene varios, pero el que acaba de ser expuesto aquí, del Ministerio de Educación, lo considero un plan de lectura consistente. Quisiera, sin embargo, hacer una observación sobre el estado real en que está el lenguaje argentino o el idioma de los argentinos, como dijo un célebre escritor bien conocido por todos nosotros, sin cuyo análisis me parece también dificultoso entrar en una perspectiva respecto a la lectura en Argentina, que nos permita imaginar nuevamente una nación plena, compleja, realizada a través de su acervo sobre grandes preguntas sobre la historia.

Quiero comenzar con un ejemplo del gran debate del siglo XIX sobre los lenguajes y qué lenguaje debería preverse como los lenguajes emancipados de las naciones que surgían como tales a la vida pública, a la vida universal. Voy a recordar la Gramática de Andrés Bello de 1847. Se llama Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Me parece que es un hecho que hoy yo no pasaría por alto en relación a los nuevos planes de lectura, que hay que establecer entre ministerios, secretarías de cultura, bibliotecas de todo tipo. Eso falta en Argentina, un plan de lectura poderoso, irreverente, que revuelva hasta las últimas consecuencias la esencia del idioma. Andrés Bello, venezolano, en Chile -sede del gran debate sobre la lengua y sobre los idiomas- intenta una gramática porque percibe que el proceso de las independencias podía arrojar, en América Latina, un espectáculo parecido a la Europa que vio disolver el latín. Es un espectáculo magnífico ese y, al mismo tiempo, preocupante. Para el decadentista, quien quizás pueda festejar la disolución de un cuerpo cultural magnífico, puede ser un gran espectáculo. Para el preservador cultural, puede ser algo lamentable. Lo cierto es que del latín surgieron la mayoría de los idiomas que hablamos en una parte considerable del mundo. Esa disolución del latín dio lugar a conglomerados culturales tan enormes y tan significativos que muchos de ellos se justifican como naciones, aunque una nación no se pueda definir sólo por la lengua.

La Gramática de Andrés Bello percibe ese espectáculo casi aterrorizante para un erudito. Se podía disolver el idioma español, porque la hipótesis fundamental de este tipo de pensamiento era que la construcción de una nación independiente y soberana llevaba a las soberanías

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idiomáticas y, por lo tanto, las soberanías idiomáticas podían diluir o disolver o diversificar de un modo tal el tronco común que, finalmente, fueran posibles grandes guerras por el hecho de que se disolvía la horma común del idioma. Recordé un poco a propósito esa gran Gramática, porque no tenemos algo similar ahora, tenemos una discusión de esta índole, pero de otra forma. En aquel momento, la Gramática de Bello era también una discusión con Sarmiento que había pensado en estos temas también en Chile, con preocupaciones menores que las de Bello, que fue un gran y magnífico erudito. La preocupación de Sarmiento era que había que aceptar los hechos consumados de la asociación necesaria entre nuevas naciones y énfasis idiomáticos a veces casi dialectales de cada una de las naciones pero, al mismo tiempo, había que hacer gramáticas, no parecidas a las de Andrés Bello. Éste no es un purista del idioma pero Sarmiento no sólo no es un purista sino que imagina un idioma vivo, fuertemente circulante, con lectores que vivan muy fuertemente su realidad práctica, histórica, con el cúmulo de procesos formativos que los justifiquen como personas y extraer de ahí saberes que de ninguna manera, según Sarmiento, podían someterse a los “senadores del idioma”, expresión despectiva con la quería significar a los escritores de gramática, a los escritores de libros canónicos para aprender a leer, para toda una generación o para varios países. Sarmiento es revolucionario en ese aspecto, pero hoy lo veríamos ligado a ciertos impulsos de creación del idioma vinculados a los medios de comunicación, al mercado, la publicidad de todo tipo, a la intromisión -a veces brusca y salvaje- de un idioma en otro sin consecuencias pedagógicas profundas.

Es muy importante seguir debatiendo sobre lo que planteaba Sarmiento, porque esta discusión es opacada hoy en gran medida por los medios de comunicación, a los que no les interesa esta discusión. Sin embargo, es una discusión central que sigue hoy y siguió a lo largo de toda la historia argentina y me animaría a decir que constituye la idea misma de Nación Argentina, porque este debate es el de la generación del ’37, es el debate de Echeverría, es el debate de Alberdi -que no lo continúa tampoco-, de 1837 donde acepta fervorosamente la idea de un idioma nacional, puesto que antes había aceptado la idea de una filosofía nacional y, como ustedes saben, son debates que están también apagados y silenciosos en las tramas de las naciones. Un miembro de esa generación menos conocido pero, quizás, el crítico literario más importante de esa generación, Juan María Gutiérrez, renunció en 1880 a ser parte de la Real Academia Española del idioma, que es la que aún sigue actuando, rigiendo de alguna manera esta dispersión idiomática del español y regulando los tiempos adecuados para que no suceda la gran diáspora del latín con el castellano. Incluso el castellano está viviendo un momento espléndido en el mundo, en gran medida por las empresas telefónicas, las inversiones españolas en telecomunicaciones y demás, que tienen mucho que ver con el idioma considerado como una industria cultural.

Gutiérrez renuncia en un gesto que hoy no sería concebible, con una carta de meditación sobre el idioma nacional en relación a la emancipación idiomática. Consideraba que un letrado argentino no debía participar de los esquemas de distribución del idioma español en el mundo, su legislación, su gramática y, de alguna manera, está el eco de la gramática de Andrés Bello, una gramática para americanos, es decir, era el lugar que se definiría como el de un Cristóbal Colón de la lengua, entendiendo la lengua como el lugar de la utopía, de la redención, de los sentimientos de justicia más profunda, de la construcción del sujeto emancipado y, por lo tanto, si esto es así -aunque estas palabras suenan mayúsculas-, la construcción misma de las naciones.

Esta discusión sobre la lengua, capítulos enormes de gran significación y conocidos por los especialistas en el tema, me parece interesante mencionarla hoy en relación a las políticas

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de lectura que habría que encarar. Hay un capítulo que no podemos olvidar de este debate que se cierra hacia el final de los años 20 con la gran intervención de Borges con su concepto del idioma de los argentinos. Recupera el eco de la generación del ’37, también de Andrés Bello y del Sarmiento juvenil, que presentan una fuerte reserva hacia la academia de la lengua española, reserva que ya nadie más tiene, en realidad, porque los congresos de la lengua son organizados por la Real Academia Española. Las inversiones españolas en materia de cultura, educación, lenguaje, artes, con toda clase de becas y demás, son hoy cada vez más extendidas en América Latina. Los planes de lectura que provienen de la Academia de Letras y de la Real Academia de la Lengua Española son, de algún modo, modelos en los cuales nos basamos y, en ese sentido, la discusión de los fundadores de la relación entre nación autonomista argentina y lengua nacional, pueden reconocer muy claramente un retroceso en el debate.

En El idioma de los argentinos Borges sigue considerando a la Real Academia Española como un modelo regresivo del uso de un castellano que, para él, está muy ligado a una construcción mitológica donde la tradición criollista interviene de una manera utópica muy relevante, como todos sabemos. Al mismo tiempo, Borges condena los idiomas marginales que le parecen invenciones artificiales y no capaces de producir la vivacidad del idioma. En algún caso lo llama “el idioma de la ganzúa” y demás. Por lo tanto, Borges es partidario de una lengua épica que sería la lengua nacional y, en contra de las academias -sea la española o la Academia Argentina de Letras o la sucursal argentina de la academia española. Propone una suerte de coalición no escrita de escritores. Esto es difícil de lograr, porque no se logra para tareas mucho más sencillas, menos se puede lograr para legislar sobre la lengua. Era una humorada más de Borges que, sin embargo, nunca la expresó así como yo digo, pero en realidad comprendía la legislación sobre la lengua como la obra de un único escritor. Si, en este caso, pudiéramos conjeturar con palabras borgeanas que el escritor era él, se crearía la conocida relación del Borges que leemos o el que no leemos, del Borges de los medios de comunicación, del Borges que aún sigue hablando fantasmalmente en la Argentina.

Roberto Arlt, en la misma época, en un artículo que titula igual -pero quizás sin darse cuenta porque es un título que se nos puede ocurrir a cualquiera de nosotros-, El idioma de los argentinos, también ataca a la academia española. Estos ataques no se repetirían más, nadie se animaría a hacerlos hoy. Al mismo tiempo, en un rasgo casi sarmientino -sorprendente en Roberto Arlt- supone que el idioma no tendría que ser tanto del mercado sino de las fuerzas económicas, habría que escribir como procede la industria con la materia prima, la galvanoplastia, que era la industria que él prefería, así veía a los idiomas y los asemejaba a la ametralladora, a la radio, o sea, a la gran producción idiomática que significaban los medios de comunicación. Al igual que Borges ataca a la academia, pero a diferencia de Borges no piensa en una lengua épica sino en una lengua de la calle, arrastrada, oxidada, masacrada incluso, por los medios de comunicación. Pero en Roberto Arlt, ¡qué masacre! Con todos los restos de una masacre idiomática reconstruye un idioma también inexistente en ningún otro lugar, con personajes también inexistentes en ningún otro lugar, pero que forman parte de nuestro horizonte de conocimientos que nos hacen ser, de alguna manera, como imaginamos que podemos ser si pertenecemos a una problemática comunidad, porque no hay comunidad sin problemas, aunque también sería justo decir que no hay problemas sin una comunidad.

Este debate sigue hasta hoy, solamente que tiene exponentes menos conocidos que estos escritores que concibieron su tarea, no como un adosamiento marginal opinando sobre la lengua, sino porque era de su incumbencia estricta por ser escritores. Podemos pensar, a partir de todas estas grandes obras de los años 20 que trazan hasta hoy ciertos itinerarios de este

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debate, no sólo de la literatura argentina, si no tendrán que ver también con planes de lectura que se deben hacer en el país, la forma en que se hacen, más, a mi juicio, el acrecentamiento de las preguntas sobre el modo en que hoy está situado el uso existencial, qué clase de existentes lingüísticos somos nosotros hoy en la Argentina en relación al idioma heredado, cruzado por todos estos debates que tienen muchísimos exponentes contemporáneos.

María Elena Walsh intervino muy duramente en este idioma con una posición que cualquiera de nosotros podría discutir, porque en los años 80, cuando una política cultural del Estado intentó legislar sobre la publicidad en inglés -esto ocurrió en la Argentina-, la persona que sostuvo esas políticas fue alejada del gobierno. El gobierno era un gobierno de la globalización, no se podía permitir ese tipo de legislación y fue una pequeña contradicción olvidable en el seno de ese gobierno nacional. Pero María Elena Walsh, la autora de “Manuelita”, curiosamente publica un largo artículo en Clarín donde dice que ésa era una política que habría que aceptar. El tema es duro de debatir, porque significaría trazar fronteras idiomáticas donde ciertos tipos de uso de idiomas que no forman parte de las tradiciones críticas del idioma nacional, podrían ser legislables a la manera de Francia. Pero Francia tiene ese instituto de legislación para ciertas publicidades y demás en relación con los avances de la frontera idiomática del anglosajón. ¿Es posible sostener este tipo de legislación? Habría que ver qué ocurre hoy en Francia con leyes que pertenecen a los años 80 cuando los sistemas de la globalización no estaban tan avanzados. Conceptos como los que escuchamos aquí, sociedad de información, sociedad del conocimiento y demás, de alguna manera indican la no legislación sobre este tema.

Yo concuerdo con la no legislación sobre el tema pero no concuerdo con el hecho de no tratar este tema en los cuerpos pedagógicos nacionales -bibliotecas, escuelas públicas, escuelas de todo tipo, conversaciones en almuerzos familiares, en las oficinas, etcétera. Si no, no va a haber grandes planes de lectura. Un plan de lectura es algo de todo un país.

Quiero agregar que los conceptos de sociedad de información, sociedad de conocimiento no son adecuados para tratar este tema. Éstos son conceptos que surgen de Silicon Valley, los inventores de las grandes maquinarias, de los grandes sistemas de software que tenemos que aprovechar para este debate también, pero yo pondría este debate en los términos de una gramática para americanos. El concepto de sociedad de información no me parece adecuado porque es un concepto perezoso -diría Borges-, un concepto ocioso que simplemente supone que no es más relevante distinguir cultura de información. La cultura puede tener momentos opacos, oscuros, no informativos, ni siquiera ciudadanos, puede ser vanguardista, puede obcecada, puede tener la forma de Madame Bovary o de Ulises de Joyce o puede tener la forma de un poema de Carlos de la Púa, puede tener la forma del tango, de una vidala, de un libro de Ricardo Rojas, de un artículo del joven Alberdi romántico o de las bases de Alberdi, ya casi un señor industrialista y pragmático. Con todas esas formas, el concepto de sociedad de la información se queda muy chico. No tenemos que aceptar cualquier concepto que venga de lugares prestigiosos de la fabricación de las nuevas maneras en que se estructura el significado de las cosas, de los hombres, de los sujetos, del mundo. Por eso yo postulo que los nuevos planes de lectura deben perfeccionar su disposición conceptual, es necesario otro concepto que sustituya. Éste es un concepto muy menor, es un concepto de ingenieros de sistemas que hacen otras cosas. No pueden colocarse en términos de qué planes de lectura tenemos que hacer en la Argentina. Cualquiera de ustedes haga el intento de definir adecuadamente qué quiere decir sociedad de la información. Si lo definen, termina siendo una definición sustractiva, retira de circulación un montón de conceptos que son los conceptos de lectura, escritura, de ficción, de aventura intelectual, de relación con los medios de comunicación, de creación de grandes

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escenas de lectura, como el cuento que leyó Juan y la compañera aquí de esta mesa que también recreó grandes escenas primordiales, casi bíblicas, del descubrimiento de la lectura. Entonces, ese concepto lo podemos usar para describir cómo proceden las redes de trabajo en tiempo presente y cómo se crean las formas de la actualidad contemporánea, no podemos legislar, pensar ni instituir grandes planes de lectura en Argentina con este concepto.

Ya promoví el diagnóstico. Ahora voy por el pronóstico. O al revés. Ahora voy por la lucha revolucionaria para definir qué sería el nuevo plan de lectura o los planes de lectura. No tiene que ser el único, no deben salir de un único centro cultural, estos planes deben ser todo lo plurales que puedan ser.

Una cosa más sobre el Congreso de la Lengua. Así como están organizados, por la Real Academia Española, tampoco son interesantes. Voy a hacer una pequeña observación sobre la intervención de Fontanarrosa, que fue la más interesante. Cuando murió Fontanarrosa los canales de televisión pasaron, justamente, esa intervención. También quisiera decir, siendo que es un gran escritor, un gran cuentista y un gran pensador de la cultura popular y un humorista revolucionario, que ésa no me pareció su mejor intervención. ¿Por qué la pasaban los medios? Porque proponía algo inadecuado, llevado por su humor en contra de las academias, que es un motivo muy fuerte del humorismo. Las academias son acartonadas, están los funcionarios, los burócratas, hablan un lenguaje que lo escuchamos si tenemos que recibir una beca pero si no nos interesa la beca del funcionario, ¿por qué lo vamos a escuchar? Aplaudimos si nos dan la beca. Debido a eso, Fontanarrosa hizo el famoso discurso de las malas palabras llamando a que se cortaran, se apartaran los tabiques idiomáticos que hacen que haya una lengua culta, elevada, sin malas palabras, etcétera, que, aparentemente, sería la falsa, la que estaría destinada a escenas con más pompa o más ceremonia o de personas que no se conocen demasiado como para empezar a decir las palabras del subsuelo, las palabras soeces, y llamaba a levantar la interdicción y liberar para navidad -como a los presos políticos-, a las malas palabras. Interesante modo de decirlo debido a la risa que genera -el conocimiento se basa en fuerte medida en la risa- pero, en este caso, yo haría una objeción en relación a que también los medios de comunicación hacía tiempo que estaban de acuerdo con este levantamiento de la interdicción y los académicos españoles que dirigían ese Congreso que fue en Rosario hace unos años. Hay que hacer uno bueno y lo tenemos que hacer nosotros. Por supuesto, el señor de la Concha, que es el presidente de la Real Academia Española y que fue ejemplo vivo del discurso de Fontanarrosa, aplaudió porque es el autor de una gramática, no como la de Andrés Bello, una gramática para el uso de teléfonos celulares de la Real Academia Española. Por eso las inversiones telefónicas, Repsol, etcétera, el conjunto del inversionismo español -no me quiero meter en un problema- viene con una fuerte propuesta idiomática. Es una gramática que tiene cierto aspecto coercitivo poco interesante.

Lo que hay que hacer es restituir el idioma de otra manera y no con una gramática para los teléfonos celulares, que por supuesto es un tema fascinante porque se escribe y se habla de otra manera y la sociedad de la información quiere decir: “Hablemos, discutamos y constituyamos nuestra subjetividad lingüística, nuestro aparato lingüístico, nuestros poderes lingüísticos del modo en que se construye el hardware o el software”. Bueno, la tecnología de la lengua es muy superior, mucho más delicada, mucho más inventiva, mucho más generosa, mucho más imbatible que todas las maquinarias. Es la verdadera maquinaria de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.

En ese sentido, es evidente que los planes de lectura que vamos a imaginar que tomemos se

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van a leer veinte millones de libros, la experiencia del dar cuentos de escritores argentinos a la salida de la cancha de fútbol, en las peluquerías no me parece mal. Se presta a debates, se presta a dudas, pero no me parece mal. Es un encuentro original del lector que está en una situación determinada, está como hincha de fútbol, es la idea de creación de ciudadanía, es una idea muy compleja. Yo también debato contra la simplificación de una idea de creación de ciudadanía. A un hincha de fútbol no le vamos a crear ciudadanía en el momento del gol. El gol no es un momento de la ciudadanía. Es una pasión interesantísima, fundadora, mucho más oscura. Quizás hasta antes de la ciudadanía, durante la ciudadanía y después de la ciudadanía está también un gran gol, un gran momento de efusión pasional.

También el administrador público, el funcionario, quien sea, debe tener en cuenta el hecho de cómo se montan las pasiones, cómo el idioma tiene rugosidades internas tan poderosas que no podemos declarar todo plano y que se hable como habla Tinelli en la televisión, porque así estamos fritos, así no hay nación. Entonces, si millones de personas terminan hablando como Tinelli, haciendo los gestos de Tinelli y convirtiéndose en legisladores sobre el idioma de esa manera, advirtiendo que, claramente, en un gesto libertario total se levantaron todas las barreras y ya no existe más el plano oscuro del idioma, el idioma amoroso, el idioma comercial, el idioma político, el discurso de la empresa pública, el idioma silencioso, sigiloso, el insulto terrible. Si todo eso ya es lo mismo, entonces es el triunfo de la pavada total en un país. Así no hay nación. La nación no es un lugar de grandes ceremonias mortuorias, de oración fúnebre y donde todos están de acuerdo. La nación es lo que garantiza todo lo contrario de eso. La anticeremonia fúnebre, el desacuerdo constructivo que nos da posibilidades de realización individual, social, colectiva.

El plan de lectura sirve para eso. No habrá una gran nación si no es entendida de este modo democrático, justo, con ciudadanía y también con todos los procesos no ciudadanos que se nos puedan ocurrir. Es decir, realmente, las formas del espíritu más relevantes que a veces no tienen palabras exactas para que sepamos quiénes son y cómo son. Por eso la escena de lectura primordial, que acá hemos escuchado, lo que hace Juan, el programa de televisión, es la dramatización de un lector. Yo no lo veo como la creación de ciudadanía. Es alguien que expresa claramente su pasión y que tiene momentos de oferta de ciudadanía, su impulso pedagógico tiene resultados ciudadanos. Pero si los tiene y para que los tenga es necesario ir a la hondura del idioma, al lugar donde se fabrica con sus contenidos, donde todos sabemos que decir un insulto en un lugar no corresponde. ¿Por qué va a corresponder, aunque no sepamos la lengua culta exacta? Todos sabemos que considerarnos realizados en un momento del habla donde sentimos que somos más nosotros mismos que en otras oportunidades, también es algo importantísimo. Pensemos en eso convertido en proceso colectivo, convertido en gramática, no como vigilancia del idioma sino como formas reales de libertad, admitiendo las diferencias, los planos diversos, la historia del idioma, la historia de estos debates, la existencia de planes de lectura, el reingreso a la lectura de tantas personas que perdieron el ingreso a la lectura por los graves problemas que está atravesando el país de injusticia social, no solucionados hasta hoy. Todo eso, en un plan de lectura como los que se hacen y agregándole a los planes de lectura que se hacen muchas de estas discusiones y debatiendo sobre conceptos. Frente a esto, la sociedad de la información es un concepto muy menor. Puede entenderse como nuestra relación con los medios de comunicación y con las redes de Internet. Eso sí sería sociedad de la información, pero no puede surgir de ahí un plan de lectura. Tenemos que interpretar esas redes y no dejar que tan inmediata y tontamente seamos interpretados por ellas. El mundo del lector físico, el mundo del lector presente, el mundo de la presencia existencial de la lectura en nuestras vidas, es absolutamente fundamental para relacionar los planes de lectura con los

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medios e interrogar a los medios respecto de cuál va a ser su verdadero aporte. Esto no se hace sin los medios, pero no se hace con los medios como están -me refiero a los grandes medios. Todo eso tiene que ser lugar de una revolución conceptual, lingüística, cultural en la Argentina que hay que ver quién quiere aceptarla, hay que ver qué gobierno la quiere poner en práctica. Ojalá que todo esto se constituya alguna vez.

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XVI. CULTURA Y DESARROLLO LOCALPatricio calVo (argentina)Tiene un master de Conocimiento Educativo. Dirige el seminario del Consejo Federal de Inversiones sobre políticas culturales municipales y es docente e investigador de la Universidad Nacional de La Plata.

tHays Pessotto (Brasil)Directora de Relaciones Internacionales del Ministerio de Cultura de Brasil.

Patricio griFFin (argentina)Presidente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social. Es abogado especializado en derecho laboral y mercantil y se enfocó en la reconversión de empresas quebradas a cooperativas de trabajo.

daniel Fernando arroyo (argentina)Ministro de Desarrollo Humano de la Provincia de Buenos Aires. Fue secretario de Políticas Sociales y Desarrollo Humano del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Licenciado en Ciencia Política (UBA). Realizó un posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas (FLACSO). Autor de varias publicaciones. Participó como expositor en seminarios internacionales realizados en Latinoamérica y Estados Unidos.

tristán Bauer (argentina)Presidente del Sistema Nacional de Medios Públicos. Fue director de la señal gubernamental Encuentro. Director de cine. Entre las películas que filmó, se destaca Iluminados por el fuego. Recibió 21 premios. Después de la tormenta y Cortázar obtuvieron el Premio Cóndor de Plata a la “mejor película del año del cine argentino”.

Patricio Calvo

Primero creo que cabe hacer una serie de agradecimientos a la Secretaría de Cultura de Tucumán, a la subsecretaría de Cultura de la Nación y en general a la Provincia de Tucumán. En particular siempre me gusta decir que yo estuve en Tucumán hace tiempo atrás, porque en realidad la tradición cultural tucumana dentro de la tradición cultural argentina en mí ha aportado una serie de elementos formativos que siempre identifiqué en los valores culturales de la cultura obrera tucumana de la FOTIA, una vieja exposición que supo dar qué hablar a todo el país y Latinoamérica y que se llamó Tucumán Arde en los años setenta y a la ética de Miguel Ángel Estrella.

Por otro lado quisiera comenzar esta charla haciendo dos pequeños homenajes y un recordatorio. El primer homenaje es para Nicolás Casullo, un intelectual lamentablemente desaparecido al que no conocí personalmente pero que en pleno conflicto con el campo estuvo entre las personas que, a través de Carta Abierta, elaboraron un concepto que se llamaba “clima destituyente” y que creo que fue lo que me explicó lo que estaba sucediendo, con lo cual creo que hizo el trabajo que deben hacer todos los intelectuales que es elaborar mejores herramientas para que todos podamos ver mejor la realidad.

Un segundo homenaje a Elvio Vitali -también fallecido-, director de la Biblioteca Nacional,

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director del Plan Federal de la Subsecretaría de Cultura en su momento, y que me enseñó que, en un momento determinado, en un Congreso nos encontramos y me dijo: “Mirá, Patricio, en nuestro país el uno a uno fue una cultura y todavía existe”.

Ambos son intelectuales y gestores pero, además, fueron hombres comprometidos y provenientes de una tradición nacional que ayer, 17 de octubre, cumplió 53 años. Además, tengo algunas ventajas en este tema porque estoy en un sitio privilegiado para observar políticas públicas en cultura y, desde ahí, intento hacer conexiones con las áreas de desarrollo, con las áreas de acción social, con las áreas de salud, con las áreas de educación. Lo que voy a intentar hacer es recorrer dos momentos bien diferentes de la historia de las ideas del desarrollo y tratar de ponerlos en contacto con lo que pasaba en nuestro país. Así que voy a tratar de comparar, aproximadamente, qué pasaba en los 50 y en los 90 con esta relación tan dificultosa entre la cultura, el desarrollo y, a posteriori, el desarrollo local.

En el seminario de expertos en políticas culturales de 2002 se citaba una primera posición que, alrededor de la década del ‘50, en los organismos internacionales como las Naciones Unidas, concebía a la cultura como un obstáculo o una dificultad para el desarrollo. Hay un sentido del progreso económico acelerado imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas, las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse, los lazos de casta, credo y raza deben romperse y grandes masas de personas, incapaces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del progreso económico.

Imaginen este documento en el marco de posguerra, en un marco de reordenamiento del capitalismo, imaginen este discurso en un marco de guerra fría. Pero para evitar esos universalismos bastante absurdos que suele haber en el análisis de este tipo de cosas, sería interesante que nos paremos en lo que sucedía en el Estado Argentino porque en la Argentina de 1951 había una elección por un modelo de desarrollo original, de mercado interno autónomo, inclusivo, con una democracia que incorporaba sectores que hasta entonces no habían aparecido, con una Constitución que era la única que planteó en el artículo 40 la sujeción de la propiedad privada al interés social y, básicamente, la protección y el fomento a las artes y las ciencias. Mucho antes de eso, en 1948, ya se creaba la Secretaría de Cultura, con la cultura incluida en los planes quinquenales que regulaban desde el funcionamiento del Teatro Colón hasta las radios, con elementos culturales clásicos que se intentaba democratizar y la introducción de lo moderno del cine, de la imagen, el uso de noticieros estatales, revistas. En ese sentido, es interesante ver un libro de reciente edición, de Marcela Gené, Un mundo feliz, donde estudia y desmitifica la idea de una iconografía fascista del peronismo para identificarla mucho más con el new deal. Además se pasaba de un presupuesto de 1.350.000 pesos a un presupuesto de 3.817.000, se instalaba el tren cultural, se intentaba la reunión de la junta nacional de intelectuales en 1948, la orquesta de música popular, el instituto de folklore. Todo eso pasaba con otro modelo de desarrollo que tenía características originales y diferentes al primer planteo que veíamos.

Es interesante que veamos una segunda posición de esto, avanzados los años. Ya en las conferencias de UNESCO de 1970 y de México de 1982 comenzaron a ver la cultura como una base social en donde aparecía como un instrumento de progreso material y como objetivo de desarrollo. Esta consideración de la existencia humana en todas sus formas favorecía los mecanismos de desarrollo. ¿Quién de nosotros que estamos en temas de desarrollo en cultura no disfrutó cuando, hacia la década del noventa, la cultura aparecía como un instrumento

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de progreso material, el fin y el objetivo del desarrollo y, particularmente, cuando Amartya Sen, el premio Nóbel de economía de 1998 dice su famosa frase de que la cultura debía ser considerada en grande, no como un cierto medio para alcanzar ciertos fines, sino como la misma base social? No podíamos entender la llamada dimensión cultural del desarrollo sin tomar nota de cada uno de estos papeles de la cultura.

Lo que podríamos decir es que también, para aquel entonces, algunos antropólogos como Renato Ortiz estaban advirtiendo sobre algunas dificultades que tenían estas versiones del desarrollo. Lo primero que advertía Ortiz, con bastante sabiduría, era que había que desinstalar la idea de que cultura y desarrollo eran consustanciales y que siempre una implicaba al otro. Observaba que los bienes culturales siguen sin ser prioritarios para el pensamiento económico y que en las políticas gubernamentales la cultura no se tiene demasiado en cuenta, que la cultura no está presente, en general, en las plataformas de los partidos políticos, en los debates sobre los países emergentes predomina el debate económico y distinguía muy claramente entre la mundialización de la cultura y la globalización de la economía como dos procesos diferentes y pedía no confundir -y esto me parece lo más interesante- diversidad con pluralismo. Lo cito a Ortiz porque me parece que significaba como ciertas voces de advertencia que se abrían desde nuestros territorios. No solamente estaban las críticas de Ortiz, también podríamos sumar a Martín Hopenhayn, a García Canclini y tantos otros que estaban viendo este tipo de problemas.

Lo que sí queda, como una especie de síntesis de estas posiciones que sostenían los organismos internacionales ya para los años 80 y 90, es que el tipo de desarrollo debía ser participativo, no excluyente de las disidencias, que amplíe las oportunidades de creación y expresión de las capacidades humanas, que utilice el potencial histórico, que garantice la protección de los derechos culturales, que genere prosperidad económica y social, que éticamente sea justificable sólo si es sostenible ambiental y culturalmente. Entonces, este núcleo de ideas y este bloque ético es lo que pasa hacia lo que nosotros consideramos como ideas de desarrollo local en los ochenta y noventa. Para nuestra idea de desarrollo local se sostenía entonces la sinergia de los actores sociales, la participación, la descentralización, algún tipo de economía con modelos alternativos, respeto a la diversidad cultural.

Pero, ¿qué había en el marco real del país cuando se sostenía esto? Una ausencia de un proyecto autónomo de desarrollo económico nacional y regional, una desaparición de la idea de Estado, un mercado sin regulación, un contexto cultural de globalización absolutamente acrítica, desocupación, etcétera. ¿Cómo se podía lograr coherencia con este cuadro de situación? Se empezaba a hablar de lo local como contrapuesto a lo global, muchos de los que trabajábamos por aquel entonces en municipios empezábamos a ver municipios que soñaban con desarrollos locales sin considerar el techo de la falta de desarrollo provincial o nacional. Entonces sucedieron una serie de consecuencias sobre las áreas de política cultural y se improvisó también una serie de ideas a partir de esta confusión.

Por un lado el mercado y el clientelismo entronizan al espectáculo como el formato de acción cultural por excelencia en la política pública municipal. La política cultural pierde su capacidad de inclusión, de formar identidad con los territorios, de formar nuevos imaginarios sociales. La política cultural no se transversalizó con otras áreas y generó escasa legislación. Fueron políticas centralizadas y clientelares ligadas a tradiciones de prestación de servicios que ya traían los municipios. Fue muy habitual y lo sigue siendo encontrar direcciones de cultura municipales que repiten tradiciones de talleres de arte que vienen heredadas de cuatro o cinco gestiones

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anteriores. Ahogo presupuestario y capacitación insuficiente de recursos humanos, ONG que muchas veces comenzaron a suplantar las responsabilidades del Estado en las políticas culturales y -tal vez éste sea uno de los detalles más importantes-, no se actualizó críticamente las definiciones de cultura con las que se trabajaba.

Es notable: muchos de los gestores culturales, funcionarios que puedan estar en esta sala y público en general hoy sería muy difícil que coincidiéramos en una versión de cultura, pero creo que si hay algo que quedó como demasiado relegado fue esta caracterización de lo cultural entre nuestras necesidades después de la década de los 90. En ese sentido creo que no se analizó la relación entre cultura y vida cotidiana. Se concibió y se sigue concibiendo, como resultado de todo esto, a lo artístico como dato central de lo cultural. Es decir, lo cultural no es esa sumatoria de valores, creencias, modos de ver el mundo, comunes a todos sino que sigue siendo, básicamente, lo artístico. Esta lógica de consumidores o productores de cultura se erigió, en muchos de los casos, por una tradición de consumidor cultural. Es bastante sencillo hacer una analogía entre un consumidor cultural y un ciudadano pasivo, un productor cultural y una ciudadanía activa, pero ese tipo de discusiones no tienen mucha cabida aun hoy y, además, se inició en las décadas de los 80 y 90, toda una tradición de formación en recursos humanos en gestión cultural muy ligada, en general, a las escuelas española y francesa olvidando algunos datos bastante trascendentes que yo marqué como los inicios del primer y segundo gobierno peronistas y lo que eso generó. Además de eso, para no nombrar solamente antecedentes institucionales, podría nombrar todo lo que fue todo el movimiento sociocultural argentino de clubes, sociedades de fomento, etcétera, que empieza a construirse durante la década del 90 y llega a su plenitud entre los 40 y los 60 y llega, en parte, hasta los 70. Pero toda esta discusión todavía está muy en pañales.

Se me ocurrió pensar, sin tratar de hacer una lista exhaustiva ni definitiva, en algunas claves para un posible modelo argentino de relación entre cultura y desarrollo local. Empecé a pensar -quizás a ustedes se les ocurran otras y serán bienvenidas- que en toda política cultural y desarrollo local se da la inclusión facilitando la asociatividad y la idea de sujetos que se constituyen socialmente. Toda política cultural y desarrollo local deberá tender a la participación en una toma de decisiones creciente que pueda avanzar desde mesas de desarrollo cultural local hacia la regionalización y federalización concretas a través de la formación de una mesa nacional del Consejo de Cultura y Desarrollo o un Ministerio de Cultura. Yo creo que deberíamos atrevernos a pensar en esa idea y no con esa perspectiva mezquina de buscar un espacio de poder para lo cultural juntando bastantes instituciones dispersas -que lo son-, sino más bien entendiendo que la batalla por lo simbólico es la batalla más importante que nos queda por delante.

La lógica no es vencernos sino convencernos y cuando uno se convence de que no debe contradecir un modelo pierde la peor de las batallas. Toda nuestra enorme batalla simbólica en adelante está referida a esta idea de que en el campo de los imaginarios es donde se disputa el futuro. Toda política cultural de desarrollo debe tener como uno de sus actores centrales no excluyente al municipio como la cara más cercana a la ciudadanía y a la cultura local, la cara del Estado más cercana.

Toda política cultural y de desarrollo local se debe centrar en la idea de un Estado presente. No se puede seguir hablando de que hay que desregular lo cultural viendo los extremos a los que llegamos. La industria cultural barrió con una parte importante de las atribuciones que tenía el Estado. Yo les pregunto a muchos de ustedes si no tuvieron la sospecha de que gran parte

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del último conflicto con el campo estuvo teñido por la discusión que había con respecto a los medios de comunicación y a la futura Ley de Radiodifusión. El Estado no debe tener un rol intrusivo, eso queda claro. Pero sí debe proteger la cultura como un patrimonio público. Creo que hay que tener una política cultural y de desarrollo local muy focalizada en la juventud por una cuestión estratégica. Es uno de los sectores más duramente golpeados por esta cuestión de la globalización acrítica, las TIC, etcétera. Creo que, en este sentido, todavía nuestras políticas son insuficientes.

El tema de la identidad cultural no es menor. Si ustedes toman cuatro o cinco indicadores de identidad cultural que más o menos acepta la mayoría de los autores, como la lengua, la historia, la relación personal social, es decir, cuánto una persona se siente parte de su sociedad y cuánto la sociedad lo contiene, las representaciones políticas, las formas de religiosidad, van a tener serios problemas en tratar de lograr alguna imagen más firme como podíamos tener en este país hace treinta años atrás. En este sentido, creo que todavía estamos recién empezando a hacer esto que tal vez sea una de las formas más claras de la cultura perdida, esta idea de reunirnos a discutir como criollos hacia dónde queremos ir.

En cuanto a esta relación con la economía, creo que hay todavía un mundo que nos cuesta mucho a la gente de la cultura y, sobre todo, a la gente de la economía que trabaja con ideas culturales, les cuesta mucho ver el tema del impacto en lo económico que tiene lo cultural. Nos faltan indicadores pero, si tomamos algunos de distintos de países, podemos encontrar que es muy sorprendente la cantidad de dinero que mueve la industria cultural en los países desarrollados, y en el nuestro también. Los primeros indicadores que tenemos son bastante halagüeños al respecto de eso. Pero es un tema que no estamos todavía ni acostumbrados a mirar los que estamos del lado de la cultura, tampoco los que están del lado de la economía. Toda política cultural debe prestar particular atención a los medios de comunicación y a la educación. Creo que, en este sentido, tenemos que entender a los medios de comunicación. Los medios de comunicación hace años que no informan, hace años que no se forman. La educación crea ideas de un sujeto en uno u otro sentido. Entonces, creo que son elementos que hay que volver a poner sobre la mesa. Ayer en la charla del ministro Tedesco todas estas cosas saltaban a la vista.

¿Cómo considerar el tema de las TIC en nuestra actualidad cultural? Tenemos un esquema donde todavía estamos replanteándonos el tema de cultura y ya tenemos que incorporar el tema de la tecnología de información y comunicación social. En el conurbano, en nuestros barrios, los jóvenes no se forman en la escuela, se forman en los cyber-café y los valores que trasunta este tipo de tecnologías circulan en un espacio que a los que tenemos algún tipo de diferencia etaria nos resulta absolutamente imposible de abordar.

Por último, el tema del MERCOSUR y del UNASUR, yo creo que es un tema central para pensar en un modelo argentino pero regional. No va a haber posibilidad de desarrollo local ni de ninguna índole si no hay un desarrollo cultural y un desarrollo económico latinoamericano. Me parece que es importante empezar a trabajar con la creación de los imaginarios de estos segundos centenarios que hay dando vueltas por toda Latinoamérica, que es importante el afianzamiento de lazos con los países que están formando el UNASUR y que todo lo cultural, en este sentido, tiene un atraso muy fuerte con respecto a lo económico y es una enorme discusión dentro del marco sur la idea de ser una unión aduanera o la idea de ser una unión de los pueblos de América del Sur.

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Thays Pessotto

En nombre del ministro de Cultura de Brasil, Juca Ferreira, me gustaría agradecer a todos los que han contribuido para que estemos en este Segundo Congreso de Cultura de Argentina, para profundizar las reflexiones acerca de este tema estratégico para nuestros países.

A mí me parece importante, antes de tratar el tema del desarrollo sostenible, situar la acción del Ministerio de Cultura de Brasil hoy. El poder público en el campo de la cultura después de 2003 en Brasil ha pasado por un cambio tan fuerte que es posible decir que se refundó el Ministerio de Cultura en este momento. Los estudios realizados sobre la cultura que utilizaron los datos del sector hasta 2002 están obsoletos hoy. Lo que pasó fue que se empezó un largo trabajo que no solamente redefinió el concepto de cultura que teníamos, sino también su rol para garantizar la calidad de vida, iluminar su valor de capital para el diseño de un modelo de desarrollo, hasta la distribución de los beneficios de una manera justa y equilibrada entre todos los ciudadanos.

La cultura es para nosotros, por lo tanto, lo que determina la manera como estamos en el mundo. Toda la producción simbólica del pueblo brasileño, sus reglas internalizadas, los saberes y prácticas comunes a los miembros de cada grupo social, y también nos parece especialmente importante la relación que las culturas establecen con el medio ambiente.

La acción del Ministerio apuntó a que la cultura es un derecho básico de los ciudadanos y garantizar las condiciones para que las necesidades culturales del ciudadano brasileño estén resueltas. Ésta es la misión del Ministerio. Con una muy pequeña estructura y también un pequeñísimo presupuesto, se aceptó el desafío de una acción. Hemos trabajado para la inclusión de los temas culturales en la agenda política de gobierno incluyendo, transversalmente, la acción de todos los ministerios reforzándose así las directrices de accesibilidad y respeto a la diversidad en la evaluación de los aspectos locales en todas las políticas garantizando también una amplia participación de la sociedad en los procesos de formulación de políticas específicas de cultura.

Este proceso donde gobierno y sociedad debaten y formulan conjuntamente las políticas en un proceso permanente es lo que constituye el Plan Nacional de Cultura de Brasil. Éste es el eje conceptual del Ministerio.

Por otro lado, están las acciones ejecutivas culturales que es el programa Más Cultura. Ese programa es parte de la agenda social del gobierno que tiene como principios la integración de las acciones de los organismos federales, la cooperación federativa de todos los gobiernos federales de los Estados y municipios y la participación social. El programa pone a la cultura dentro de las acciones prioritarias del gobierno como un derecho de la población. Tiene como directrices la ampliación del acceso a los bienes y servicios culturales y a la expresión simbólica, la calificación del espacio de la Ciudad y la generación de oportunidades de empleo, de mecanismos de financiamiento para las micro, pequeñas y medianas empresas del campo cultural.

Tomando por base el concepto de desarrollo sostenible, el programa seleccionó 2.615 municipalidades que presentan los índices más bajos de desarrollo humano y, por lo tanto, los menores índices de educación básica. Están ubicados en los territorios con mayor vulnerabilidad

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social en lo urbano y en lo rural y por esto se constituyen en las prioridades de acción para 2008 hasta 2010. En términos de presupuesto, más de 2 billones y medio de dólares van a ser gastados en este período. Pero el poder público no produce la cultura. Debemos favorecer su desarrollo en un país diverso, multiétnico, la búsqueda por establecer una red de circulación de bienes y servicios culturales. Esto, hecho por la propia sociedad, es lo que vemos, es nuestro reflejo, es con lo que nos identificamos.

Se atribuye al desarrollo la responsabilidad de tener la función de un hilo conductor que va al futuro, al mundo que deseamos que permanezca para nuestros hijos e hijas. La Declaración de las Naciones Unidas para el milenio apuntó al respeto por la naturaleza como uno de los valores fundamentales para la humanidad. Su texto dice que debemos prestar mucha atención al manejo de todas las especies vivas y recursos naturales, en conformidad con los preceptos del desarrollo sostenible. Solamente de esta manera la tan gran riqueza que nos ha dado la naturaleza puede ser preservada y transmitida a las generaciones futuras. El respeto a la diversidad biológica incluye el respeto a la diversidad humana. Para la creación de fórmulas de desarrollo calificado, armónico con las necesidades y aspiraciones de cada cultura, debemos abandonar los modelos del pasado que no consideraban a las comunidades en la búsqueda de un proceso de homogeneización cultural. Creemos que la comprensión y el respeto mutuo son condiciones indispensables para mejorar el diálogo entre las culturas que enriquece, una vez más, la diversidad de las expresiones y nos ayuda en la comprensión de nuestra condición humana que nos aproxima a todos.

La diversidad cultural, por otro lado, es una fuente de innovación, creatividad e intercambio y garantiza un futuro más enriquecedor. Así como sucede con la biodiversidad, la extinción de una tecnología cultural, un modo de hacer las cosas o un saber, es irreparable. Consideramos que el tratamiento aislado muchas veces dado a la diversidad cultural y a la biológica, tanto en los acuerdos internacionales como en los debates teóricos y programas prácticos, no considera la interrelación entre ambos. La extinción de una implica la extinción de otra y, por lo tanto, la estrategia para su preservación debe ser planeada a partir de la protección del conocimiento local. Proyectos de desarrollo regional y de inclusión socioeconómica amparados en lo que llamamos diversidad biocultural, como lo artesanal, lo que se produce a partir de especies naturales que son extraídas de la naturaleza de una forma sostenible por las comunidades locales. Esto es lo que empezamos, con políticas públicas, a fomentar y buscar.

Otra forma que parte también de valores locales que se presenta como una oportunidad de desarrollo importante para las comunidades, es la industria turística que es una de las industrias que integran la cadena productiva de la cultura, donde están relacionados todos los medios a través de los cuales es posible comprender y potenciar el valor económico del capital cultural. Estamos, por lo tanto, en el campo de la economía de la cultura, una de las áreas que más recientemente venimos estructurando en el ministerio. La economía de la cultura, al lado de la economía del conocimiento o de la información, integra lo que se llamó convencionalmente la nueva economía, modo de producción y de circulación de bienes y servicios que es altamente impactado por las nuevas tecnologías, se basa en la creación y, por lo tanto, no se amolda a los paradigmas de la economía industrial clásica. El modelo de la economía de la cultura tiende a tener la innovación y la adaptación a los cambios como aspectos a considerar en primer plano. En estos sectores, la capacidad creativa tiene más peso que el capital. Las nuevas tecnologías, sobre todo la digital, crearon nuevos productos, nuevas formas de producir, de divulgar, de distribuir, de consumir y, consecuentemente, crearon nuevos modelos de negocio y nuevas formas de competencia por los mercados.

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La economía de la cultura es, hoy, el sector de mayor dinamismo en la economía mundial. Tiene registrado un desarrollo de 6,3% al año respecto al conjunto de la economía que crece un 5,7% al año. La economía de la cultura integra los segmentos de servicios, cuya progresión y crecimiento es superior a todos los otros. Se estima que crecerá un diez por ciento al año en la próxima década. Este potencial de crecimiento es bastante elástico. El sector depende poco de recursos que no son renovables, ya que su insumo básico es la creación artística o intelectual y la innovación.

Brasil posee un mercado interno muy expresivo donde la producción cultural nacional tiene amplia primacía sobre la extranjera. La música y los contenidos de TV no son excepciones de esto; en su campo el predominio de los productos brasileños llega hasta el 80%.

Para el desarrollo de las acciones de la economía de la cultura se creó el PRODEC (Programa de Desarrollo de la Economía de la Cultura). El PRODEC está estructurado en cuatro ejes que son: la colecta y producción de información; los diagnósticos, construcción de indicadores, colecta y sistematización de datos de informaciones culturales; estudios e investigaciones; la capacitación de emprendedores, de cooperativas y de empresas, la promoción de negocios y la formulación de productos financieros.

Toda esta comprensión no es solamente una reflexión conceptual sino también una práctica, acciones, que resultan en una política donde hay acciones culturales que se basan en el impacto sobre el desarrollo sustentable. Dentro de ellas destacamos las principales, que consideramos que son la experiencia de la Secretaría de Identidad y Diversidad Cultural.

En este sentido, para promover el desarrollo sustentable de una comunidad, promoviendo su desarrollo humano y social, de modo de incluir la cultura, es preciso el manejo de las manifestaciones culturales en cuanto procesos creativos de significados que ofrecen sentido al modo de vida de cada comunidad. Por lo tanto, se debe estar atento a la dimensión identitaria, porque no hay desarrollo sostenible en un territorio a partir de la cultura si los bienes, las expresiones y las iniciativas culturales, tanto como la vitalidad creativa, no son asegurados y estimulados.

El otro programa que citamos es el Programa Cultura Viva, por el que se crean en todo el territorio puntos de cultura. Es una iniciativa del Ministerio motivada por la búsqueda de un programa más abarcativo y profundo en el campo de la ciudadanía cultural. Aquí se busca promover el concepto de diversidad a través de las manifestaciones populares. Con esto, el programa garantiza el acceso a los medios de formación, creación, difusión y disfrute culturales, cuyos destinatarios inmediatos son los actores culturales, artistas, maestros, militantes sociales, que perciben la cultura no solamente como lenguaje, sino también como un derecho a la ciudadanía, un comportamiento y una actividad económica.

Por último, citaría el Proyecto de Cultura Digital. El término “cultura digital” tiene una gama extensa de acepciones que oscilan desde una visión marcadamente tecnológica, a una visión más enfocada en la interacción cultural. La experiencia de creación e implementación del Proyecto Cultura Digital en el Ministerio nos llevó a considerar la cultura como la resultante de la composición de diversos elementos heterogéneos que son: la dimensión tecnológica, la dimensión de interactividad, la dimensión de los valores. También son importantes los programas de acciones del área de audiovisuales, principalmente, el Programa Video en las Aldeas.

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Los invito a hacer una visita al sitio del Ministerio de Cultura en la Web donde pueden tener más detalles de todo esto que cité. Estamos en: www.cultura.gov.br. Yo misma estoy a su disposición. Mi dirección también está en el sitio.

Patricio Griffin

Esto sí que, como dicen en España, es llegar y besar el santo. Quisiera, en primer lugar, hacer llegar el saludo de Alicia Kirchner. Precisamente llegué tarde porque no era una ausencia prevista, sino que era una ausencia realmente imprevista y, entonces, también el reemplazo fue de urgencia y, por tanto, tuve que hacer unos malabares para llegar a Tucumán.

Dicho esto, y haciendo honor a la presencia de Daniel Arroyo, viceministro de Alicia durante cuatro años y medio y ahora Ministro de Desarrollo Social, voy a hacer, fundamentalmente, algunos apuntes y algunas referencias generales a la política del Ministerio, la perspectiva desde el gobierno y unas muy pocas referencias a los planes concretos de los que fue, justamente, autor y ejecutor Daniel y puede conocer mucho más que yo y saber mucho más que yo de esto.

Para dar inicio a este Congreso, con muy buen criterio, se lo invitó a Aldo Ferrer a exponer en la apertura del congreso y, de alguna manera, él está expresando cuando, en cada una de sus reflexiones, en cada uno de sus trabajos, plantea la necesidad de vivir con lo nuestro y, por otro, la necesidad de que el desarrollo armónico de los pueblos, el desarrollo económico, también parte de vivir con lo propio y también parte de algo que él llama consistencia, consistencia que tiene varios niveles. Uno de ellos lo refiere al aspecto específicamente cultural, al aspecto del nivel cultural de la sociedad fundado en dos elementos: por un lado, la capacidad de esos pueblos para avanzar a partir de sus conocimientos, a partir de su gestión del conocimiento, hacia tecnologías cada vez más desarrollados, a partir de sus propias realidades. La otra -que no es menos importante-, hace a la convicción de las sociedades, de los pueblos exitosos, acerca de persistir en un determinado modelo de desarrollo sobre la base de un acuerdo social muy amplio. Eso es el funcionamiento democrático, ésa es la base de la cooperación, la base de la solidaridad en la producción, en el aprovechamiento de cada uno de los saberes del hombre. Esto pone en evidencia algo que Alicia dice siempre: “tenemos que invertir los conceptos con los que hemos llegado a las políticas públicas, con los que el país ha llegado a las políticas públicas”. Ella siempre se refiere a la existencia de programas enlatados que venían desde una perspectiva pensada, fundamentalmente, desde lo global, desde la globalización, desde la aceptación de que el modelo globalizador, basado en el consenso de Washington, supone un 40% de excluidos. Cada una de las formas comunicacionales, cada una de las formas de asistencia, de participación de ese núcleo de excluidos se fundamenta, precisamente, en la aceptación de la realidad, la aceptación de esas verdades.

Probablemente en lo que mayor éxito ha tenido el consenso de Washington en todos estos años ha sido, precisamente en instalar en las ciudades una cultura totalmente contradictoria con la solidaridad, la participación, la democracia, la consistencia de las sociedades en el desarrollo de un proyecto común. De alguna manera, en la globalización, en estos años, el sujeto de la historia eran las multinacionales y su instrumento era el mercado. Ahí cabía un modelo cultural para la gente, para la sociedad -y lo supieron comunicar muy bien- basado exclusivamente en el éxito individual, en el resultado, en la competencia. Si nosotros nos planteamos un desarrollo

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integrado, un desarrollo que garantice la inclusión de esas sociedades, la inclusión de ese 30 ó 40% que queda afuera, nos encontramos con que el sujeto social es la gente, el sujeto social somos todos, las comunidades, las localidades, los pueblos, las familias, y el instrumento de ese sujeto social para desarrollarse es la participación, la democracia, la creación colectiva, la producción colectiva.

Evidentemente, es una contradicción conceptual. Estamos hablando de un giro de 360º acerca de la actitud que toman las sociedades cuando eligen uno u otro proyecto y también la actitud que le toca tomar a los responsables de las políticas públicas para plantearse un modelo de desarrollo, de inclusión, de generación, de recuperación de vínculos, de recuperación de una cultura basada en la solidaridad y basada en la cooperación.

El Ministerio y la sociedad argentina tienen hoy, por ejemplo en el tema de la comunicación, 300 canales de cable gestionados por cooperativas, 80 radios locales cooperativas y mutuales -algunas de ellas cubren buena parte de la provincia de Santa Fe. También el Ministerio de Cultura tiene un programa de identidad productiva que vincula saberes, experiencias y conocimientos de distintas comunidades y los universaliza, los generaliza a través de sistemas cooperativos, a través de lo que ha trabajado el Ministerio de Desarrollo Social cuando estaban Daniel y Alicia. Han conseguido ahora la Ley de Marcas Colectivas.

Hay una serie de elementos que rescatan el aprendizaje, los conocimientos, la experiencia de cada una de nuestras comunidades, de cada una de las diversas expresiones de esta sociedad y las vincula, las unifica, consigue con eso darles un valor económico, un valor productivo y las integra en la sociedad. Incluso ahora mismo está muy avanzado también, con el Ministerio de Cultura, todo un desarrollo de luthiers, de recuperación de la construcción de instrumentos y de la comercialización de instrumentos musicales tradicionales en distintos lugares del país. Esto va a terminar en un acto importante, con una orquesta popular.

Pero lo que define la nueva propuesta social y cultural es lo que decía primero: la recuperación de los vínculos, de los saberes, de los quehaceres que ya tenía esta sociedad, tan heterogénea en cuanto a sus orígenes, con una gran parte de nuestros abuelos inmigrantes, pueblos originarios, primeros pobladores, distintas culturas, incluso en esos pueblos originarios. Cada una de estas culturas aportó a una identidad y a un modelo de conocimiento en Argentina. Eso pasa igual en distintos países de América Latina. Mientras escuchaba la exposición pensaba que probablemente Tienda de los milagros de Jorge Amado sea un resumen de eso, de esta amalgama cultural -cualquiera de los libros de Amado pero, probablemente en especial ése- y esta riqueza cultural y productiva y comunicacional que logran los pueblos cuando son protagonistas de sí mismos y de su destino.

Como decía, este cambio a un modelo solidario, a un modelo productivo, requiere también una nueva organización del saber, del conocimiento, de la cultura. Este dar vuelta el modelo productivo, el modelo social, no puede funcionar con los mismos parámetros o paradigmas con los que funciona la sociedad globalizada o, mejor dicho, funcionaba, porque ahora está bastante trabada, bastante caída. Por tanto, vamos a ver cómo evoluciona.

Mientras tanto los argentinos, un sábado cualquiera, estamos todos aquí lo más tranquilos sin tener que correr a comprar dólares ni a otras cosas que nos sucedieron no hace muchos años. La memoria probablemente también sea un signo muy importante de la cultura. Si bien se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, también podemos

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decir que el hombre, a partir de la memoria, es el único que puede pintar la piedra para no volver a tropezar con ella, o que puede moverla. Por tanto, la memoria, junto con la cooperación y la participación son, probablemente, los dos soportes básicos con los que se construye saber, ahorro, desarrollo, cultura.

Como soy presidente del INAES, del instituto de las cooperativas, siempre hay alguien que habla de distintas fechas del nacimiento del cooperativismo y yo suelo recordar que el día que los homínidos en el neolítico dejaron de ser animales y pasaron a ser hombres, fue cuando decidieron, entre todos, cooperar. No hubo otra manera de hacerlo. Cooperar para comerse el primer mamut. Al primer mamut no lo comió ni el mercado, ni la competencia, ni el más apto. Se lo comió un colectivo de homínidos que decidieron ser hombres, que decidieron usar la memoria para construir hacia delante. Este redescubrimiento de la creación colectiva, de la productividad de los vínculos sociales, de la utilidad de la cooperación y de la memoria, es un poco lo que instala en la sociedad un nuevo modo de aferrar el desarrollo local, de aferrar el vínculo de la cultura con el desarrollo local y, también, de vincularnos a través de la comunicación.

Estos conocimientos, esta gestión cultural, si no tiene un mecanismo propio de comunicación, un mecanismo distinto de los medios masivos, igualmente cooperativo, igualmente participativo, igualmente democrático y con un ida y vuelta, con un vínculo entre lo central y lo particular, lo local, no tiene ninguna utilidad, ningún valor. Por tanto, son los ejes de una política social y cultural para el desarrollo, para la inclusión y para la integración social. Cuando hablamos de integración social recuerdo esto que dije al principio, de la consistencia de las sociedades. La integración supone dos actores: supone a los excluidos pero también supone a los incluidos. Para integrarnos, para llegar a un acuerdo social de proyecciones, necesitamos que las dos partes separadas de sociedad en que nos han convertido se vuelvan a unir y vuelvan a encontrar un espacio para ese pacto social, cultural, creativo, productivo.Por esto, es imprescindible el reconocimiento de las realidades locales, también una decidida opción en defensa de la igualdad, de la participación democrática, y además un sistema de comunicación que yo llamo sistema de comunicación capilar; que descubramos, cada uno de nosotros, la capacidad de ser protagonistas y, desde ahí, generemos una comunicación de ida y vuelta con un sentido de igualdad, de fraternidad y de cooperación, que es lo que nos hace hombres.

Daniel Arroyo

Un gusto, de verdad, poder formar parte de este Congreso. Agradezco a la Secretaría de Cultura, al Gobierno de Tucumán.

Yo voy a ser muy directo y breve y quisiera arrancar con el concepto de desarrollo, porque creo que es bien importante vincular desarrollo con cultura. Creo que “desarrollo” tiene que ser entendido como crecimiento económico con inclusión social y con identidad. ¿Qué quiere decir esto? No cualquier crecimiento económico es desarrollo. En una localidad donde se instaló un hipermercado se generan 500 puestos de trabajo pero desaparecen 1000 alrededor. Hay crecimiento del PBI, efectivamente, hay más producto bruto, pero no hay desarrollo porque no hay inclusión. Ahora, si se genera un cluster, un movimiento económico que genera trabajo también pero no tiene que ver ni con la identidad, ni con las expectativas, ni con los intereses de la población, tampoco hay desarrollo aunque, efectivamente, hay movimiento económico y hay más gente con trabajo.

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El gran desafío para promover el desarrollo es que, además de mover la actividad económica, de generar empleo decente, empleo de calidad, gente con más dinero, tenga que ver con la tradición, con las expectativas, con las identidades, con los intereses del pueblo de la comunidad de que se trate. Sobre esta idea de desarrollo yo voy a dividir la exposición en tres partes: el concepto de desarrollo local; el cruce de este concepto con el tema de cultura e identidad y, especialmente, cómo lo viven los jóvenes; y, por último, la vinculación con los medios de comunicación, no porque yo vaya a hablar estrictamente de los medios de comunicación, sino que veré cómo se cruza el eje de la política pública con los medios de comunicación.

Arranco con el tema de desarrollo local. La Argentina tiene 2200 municipios. El 85% son de menos de 10.000 habitantes, son pequeños pueblos muy vinculados al ámbito rural, mucha división de pequeños municipios. Sin embargo, el 70% de la gente vive en ciudades de más de 100.000 habitantes. Ahí podemos hacer un corte para identificar el desarrollo local. Hasta 100.000 habitantes está claro que lo local es igual a la cercanía. No hace falta que uno pida una audiencia con el intendente y armar un gran escándalo de control ciudadano sino que pasa por la puerta de la casa, ve que está el auto, toca el timbre y habla con quien le corresponda. La participación no requiere de mecanismos muy sofisticados y la interacción entre el Estado y la sociedad tiene que ver con la cercanía, con el conocerse. Arriba de 100.000 habitantes esto se va complicando. Cuando hablamos de grandes áreas metropolitanas como Rosario y Gran Rosario, Córdoba o el área metropolitana de Buenos Aires, se complejiza mucho más. Ahí hay que repensar el concepto de desarrollo local, ya no tanto vinculado a la cercanía, al estar cerca, al poder conversar, sino vinculado al perfil, hacia dónde va, qué aglutina a esa comunidad, para dónde está en marcha.

En estos términos, y con la sana intención de ser breve, diría que los municipios en Argentina, en función del perfil, de para dónde van, se podrían dividir en tres tipos: primero, los territorios que tienen un perfil definido y que no ha cambiado, donde la actividad principal y la identidad de la población es más o menos la misma que era en la década del 40. Villa Carlos Paz, en Córdoba, en el 40 era turístico, en los 70 y hoy también. Hay que discutir sobre hoteles de dos estrellas o de cinco estrellas o qué características toma pero hay un movimiento económico que se condice con la identidad y las características de la población. Es un tipo de territorio en la Argentina donde el gran desafío es lo operativo, cómo lo organizamos bien, pero no hay que discutir para dónde vamos.

Hay un segundo tipo de territorio en la Argentina que es el que tiene un perfil en crisis. Los que se desarrollaron y luego aparecieron dificultades. Los pueblos que se desarrollaron a la vera del ferrocarril, cuando cerró el ferrocarril se complicaron. Hay ciudades que se desarrollaron en base a una gran actividad económica, como el caso de San Nicolás, y a partir de la crisis de esa actividad económica quedó todo el mundo mirando para arriba sin saber qué encarar. Son pueblos que tienen una identidad y una actividad que entró en crisis; hoy la identidad y las expectativas están desenganchadas de las perspectivas económicas concretas. Yo me he dedicado mucho al desarrollo local antes de ir al gobierno. Trabajé en una comunidad que se había ocupado previamente del taller del ferrocarril. Se logró reconvertir sobre la actividad fundamentalmente vinculada a la exportación de cítricos, y cuando todo parecía bien encaminado y se había ordenado muy bien, se hizo una campaña de murales, los chicos de las escuelas tenían que pintar en los murales lo que les parecía. ¿Qué pintaron? Un trabajador ferroviario y todo el esquema del ferrocarril, porque la identidad de esa comunidad estaba muy vinculada a eso, independientemente de que la actividad económica efectivamente estaba pasando por otro lado.

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Hay un tercer tipo de territorios o de municipios en Argentina que son los que no tienen un perfil definido, donde no está claro cuál es la identidad predominante, para dónde se encara, si es metal-mecánico, si es turístico, si es textil y qué aglutina o no a esas comunidades. Diría hoy que, en términos generales, en Argentina, casi el 60% de las comunidades están en las dos últimas situaciones: o se han construido sobre un perfil económico que ha tenido que variar y eso ha generado un fuerte desenganche entre las cabezas de las personas y lo que se puede producir; o no, tienen clara una actividad o un perfil que hay que definir pero no sólo porque hay que tener claro si se puede exportar este producto, si lo suyo es lo metal-mecánico, si hay turismo para fin de semana porque podemos, sobre la costa, hacer algo, sino que hay que ver si eso se vincula o no con las expectativas, los intereses de la población. Hay que redefinir el concepto de desarrollo local en Argentina, hay que incluir la variable cultural. Los que venimos del ámbito del desarrollo local no hemos sido buenos en incluir la variable cultural. Hemos trabajado más con lo económico, lo social, lo territorial, la planificación urbana, pero no mucho con las expectativas, los intereses, los debates, las ideas, lo que identifica o no a una comunidad.

Hoy hablar de desarrollo local en Argentina es, por lo menos, trazar varias realidades distintas y si a esto le agregamos noreste, noroeste, Patagonia o Centro, claramente representan realidades diferentes, bien diferentes, que no sólo tienen impacto en la práctica cuando uno habla de husos horarios -como va a pasar mañana en Argentina, donde va a haber distintos husos horarios-, sino que tiene mucha vinculación con los intereses y expectativas de la población. A esta primera idea yo quisiera cruzarle una segunda, que hace a la identidad, a las expectativas y a los juegos del lenguaje. Más allá de ciudades grandes o ciudades chicas, lo que estamos teniendo en los últimos años en nuestro país, es un proceso fuerte de desenganche de un segmento de la población respecto del resto. Acá yo incluiría muy fuertemente a adolescentes y jóvenes, personas de entre quince y veinticinco años. Si bien tenemos modalidades territoriales diferentes, lo que estamos teniendo hoy como una característica bien específica -hay otros grupos que también tienen esta característica, podríamos hablar de lo étnico, de otras cuestiones, pero quisiera concentrarme en lo que creo que masivamente está girando en otro esquema del resto que es lo que tiene que ver con los jóvenes. Ciudades más grandes, ciudades más chicas: el esquema hoy son chicos en la esquina, tomando un cerveza, sin mucho que hacer, que están en peligro, que no saben por dónde encararla y alguien que va caminando a su casa los ve y acelera el paso asustado, con temor. Jóvenes en peligro, una sociedad que los ve como peligrosos y acá sí los medios no nos ayudan mucho porque tienden a asociar jóvenes, delincuencia, dificultades, problemas. Entonces, el que va caminando a su casa, en serio siente que está en problemas, acelera el paso y no vuelve a pasar por esa esquina sino que se da toda una vuelta para ir a su casa por otro lado.

Tenemos hoy, en este esquema de integración cultural o identidad, un desenganche fuerte de los jóvenes respecto del conjunto. Los jóvenes tienen características diferentes. Hay 250 jóvenes a los que estamos siguiendo permanentemente, los dividimos entre los que no estudian ni trabajan, los que trabajan, los que trabajan y estudian y los que sólo estudian. De la peor situación económica -el que no trabaja ni estudia- al que está mejor, al que lo financian los padres y está estudiando. Pero, independientemente de eso, los jóvenes tienen una opinión muy crítica sobre la política en general, muy fea sobre los funcionarios, hay mucho desenganche de todas las organizaciones sociales. Rescatan la escuela como ámbito de referencia, pero no tanto por lo que aprenden. Se quejan mucho y dicen: “Yo en cuarto grado aprendo más o menos lo mismo que en quinto, que en sexto. No me aporta tanto para la vida”. Tienen un proceso de desenganche fuerte y un juego de lenguaje en el cual dicen algunas cosas que los

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que no somos jóvenes le damos un valor y un sentido muy distintos a lo que ellos generan o movilizan.

Sobre esta base diría que hay un segundo gran desafío del desarrollo local que es integrar a los jóvenes, pero no integrarlos en términos de evangelizarlos, de ir a contarles lo que es bueno y lo que es malo y cómo hay que vivir, sino primero escucharlos, identificar sus problemas, romper este esquema de joven = adicción = delincuencia. Existe la misma relación entre jóvenes y delincuencia como entre gordos y delincuencia o flacos o hinchas de San Lorenzo o de River. Efectivamente hay muchos jóvenes que la pasan mal, que están en un no lugar, afuera de todo, muchas veces efectivamente el paco, la violencia, el embarazo adolescente, son consecuencia de que no tienen proyecto y buscan un proyecto por donde pueden. Pero la asociación tan clara entre jóvenes y delincuencia finalmente lo que genera es una especie de profecía autocumplida. Los deja afuera de todo, los desengancha absolutamente, no les da ningún camino y el joven no ve futuro, baja los brazos y, efectivamente, no tiene futuro porque baja los brazos. Creo que en este esquema de pensar el cruce entre cultura y desarrollo local, además de entender el territorio, el perfil, cómo viene la actividad económica, hay un segundo gran eje que todos tenemos que tener en cuenta y es cómo incluimos a los jóvenes. Es una excelente idea la de que los jóvenes son el futuro a cuenta de que hagamos algo hoy para que, efectivamente, sean el futuro y hoy tengan un presente.

No me voy a poner a contar las políticas públicas que se encaran en cada ámbito porque me queda claro que tenemos poco tiempo, pero quisiera decir que es tan clave acá identificar lo territorial como la situación de los jóvenes, su juego de lenguaje, sus características diferentes. El tercero es un cruce más complejo, por lo menos para los que estamos en el ámbito de la gestión y de la política pública. Es el cruce entre los medios de comunicación, el desarrollo local y la política pública. Los que estamos en políticas sociales creemos -o al menos yo- en un concepto y es: “El que no entiende, desconfía”. El que no sabe lo que se está haciendo en el Estado tiene la peor opinión, tiene la idea de que está haciendo algo malo, se desengancha, se va a su casa, cambia el canal de la tele y no tiene mucha idea de qué está pasando, porque no logra informarse y no le parece tan sustantivo informarse.

Sobre esta base, creo ciertamente que la política pública, los gobiernos locales, los gobiernos provinciales y el gobierno nacional tenemos que darnos una política hacia los medios de comunicación: no tomar un único mensaje uniformizante de un modelo de joven, un modelo de ciudad, un modelo de pobreza, porque, efectivamente, nuestro país es muy amplio, tiene 6000 kilómetros de punta a punta, con características muy diferentes y, entonces, el primer punto que creo que es clave acá, además de comunicar, de informar, de contar lo que el Estado y cada institución hace, también es poder generar instancias con mensajes no uniformizantes. Cuando los medios toman mensajes no uniformizantes a veces lo hacen en términos de: “Veamos cómo vive tal población que está en tal lado”, tomándolo no como sujeto sino como objeto y casi como en un observatorio. En eso sí creo que es clave -y no estoy diciendo que los medios operan mal sino que nosotros no entendemos la lógica de los medios- que las políticas públicas interpreten la lógica de los medios, interactúen, generen la idea de diversidad que, efectivamente, existe en todo ámbito, así como hay un modelo de desigualdad o de pobreza.Creo que hay que acercarse a los medios, que no hay desarrollo local ni integración sin una vinculación con lo medios. No hay que endiosar a los medios ni asumir todo lo que viene en ese marco de microclima. Sí es preciso tener metodología, ideas, propuestas para interactuar, para desmitificar esta idea de que hay un solo modelo de cada cosa y para empezar a construir ideas más generales.

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Tristán Bauer

Cultura y comunicación son dos conceptos que no pueden pensarse por separado en las sociedades actuales, y menos aún en el contexto en el que nos encontramos los argentinos. Frente al desafío de alcanzar una Ley de Radiodifusión democrática, plural y federal y en el contexto de la elección de la nueva norma de la televisión digital.

Escuchaba a Thays, de Brasil, hablar y nosotros los argentinos tenemos que decidir ahora la nueva norma digital: está la americana, la europea, la japonesa, la china. Hay un principio de acuerdo con Brasil, vamos por ese rumbo.

Hace pocos días estaba en Japón. Conocí esta nueva tecnología. Pensaba, estando allí, que es una lástima que México haya elegido la norma de los Estados Unidos, Colombia la europea, Uruguay la europea. Ojalá que todos nos pongamos de acuerdo en elegir una misma norma que nos una a toda la hermandad latinoamericana y que no ocurra como en aquellos en que estaba PAL-N, PAL-M, NTSC, etc. La posibilidad de coproducir e irradiar para un mismo continente se complejiza, así como la posibilidad de desarrollar tecnología para esa norma.

El otro día veíamos -creo que también está en la sala- al genial Miguel Rep, este mural que empezó a dibujar en Buenos Aires y terminó acá. Eligió igual que Picasso para el Guernica el blanco y negro para narrar el bicentenario. Ahí están las imágenes de nuestra patria. Nos reconocemos allí, en blanco y negro, con su trazo. San Martín está en una punta, están los jóvenes soldados estaqueados en Malvinas, la dictadura. Porque parecería que hay una tensión tremenda de la construcción y la destrucción. Acerca de la generación de una cultura de cambio, la cultura de lo digital, como decía Thays, cuánto hay para hacer en ese campo, con toda esta tecnología, aquello que veíamos en Japón, este ida y vuelta, el poder hacer desarrollos con Brasil, si vamos por esa norma común, vinculada a la cultura del conocimiento.

Ahí están los otros, que están siempre presentes. Cómo desde los medios se dispara esta asociación joven-delincuencia. Eso está instalado en nuestro país. Así como se asocia juventud con delincuencia, la escuela es violencia, la escuela es paro. Estoy totalmente en contra de aquellos que definen la televisión comercial como basura o como chatarra. No es cierto, esa televisión no es ni basura ni chatarra. Es una televisión muy bien concebida, muy bien diseñada, milimétricamente medida, segundo a segundo, impecablemente realizada. Cuenta con los mejores animadores, los mejores iluminadores, escenógrafos, musicalizadores, todo es impecable, claro, pero ¿al servicio de qué? Al servicio de transformar al espectador en un consumidor.

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XVII. LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA; CULTURA, MEDIOS DE COMUNICACIÓN, PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y DEMOCRACIAJésica tritten (argentina)Directora de Contenidos de Canal Encuentro. Es egresada de Periodismo y ha realizado estudios en Historia. Trabajó en la editorial Crítica de Nuestro Tiempo, Le Monde Diplomatique, Diario Popular, MuchMusic, elhistoriador.com.ar y revista Cortejar. Ha sido invitada para discutir temáticas de televisión educativa en numerosos seminarios locales e internacionales.

orlando Barone (argentina)Periodista y escritor. Columnista del Suplemento Enfoques del diario La Nación. Es profesor titular de la Cátedra de Periodismo Profesional, en la Universidad de Belgrano. Publicó los libros Diálogos Borges-Sábato y Argentina Primer Mundo.

ricardo Forster (argentina)Filósofo y ensayista. Doctor en filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba. Es investigador y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y Distinguished Professor de la Universidad de Maryland. Ha sido profesor invitado de diversas universidades de Estados Unidos, México y España. En 2008 creó, junto a Nicolás Casullo, Horacio Verbitsky y otros, el Espacio Carta Abierta. Condujo el programa de televisión Grandes Pensadores del Siglo XX, emitido por Canal Encuentro. Es miembro del comité de dirección de la revista Pensamiento de los Confines y colaborador habitual de Página/12.

Jessica Tritten

En realidad voy a hablar muy poco. Acá tengo dos compañeros de mesa increíbles que van a explayarse muchísimo mejor que yo con la palabra. Mi trabajo en los últimos cuatro años está ligado completamente a la imagen así que voy a dejar que hable acá mis compañeros de mesa.

Yo en realidad quiero compartir con ustedes la experiencia de Canal Encuentro, cuando nos encargaron la creación de la señal. Me gustaría compartir con ustedes esos momentos porque lo que vino después está en la pantalla pero lo que estaba antes no está muy narrado. Pero antes de contarles esa experiencia me gustaría hacer una aclaración, sobre todo con este título tan pretencioso que tiene la mesa. Hablando de ciudadanos y de ciudadanía, a mí me parece que cuando hablamos de ciudadanos y de ciudadanía tendríamos que dejar de verlo como un concepto teórico solamente, que por supuesto lo es, y comenzar a verlos como un proyecto político. Por lo menos nosotros nos lo planteamos de ese modo cuando comenzamos a delinear la estética de Canal Encuentro. Dicho esto, que para mí era muy importante aclarar, les comento:

En 2005 se creó un pequeño programa en el entonces Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología para la creación de una nueva señal educativa, a cargo de Tristán Bauer quien ahora nos honra en la Presidencia de Medios Públicos. Esperemos que se pueda repetir la experiencia de Encuentro en todos los medios públicos porque no sé si ustedes lo saben pero hay un proyecto de creación de nuevos canales públicos, un canal de niños, un canal de cine

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y, posteriormente, un canal de noticias, así que esperemos que Tristán pueda trasladar la enriquecedora experiencia de Canal Encuentro.

Cuando nos propusimos crear una nueva señal de televisión educativa, había dos axiomas que queríamos desterrar. Eran dos axiomas terribles para nosotros. Uno estaba ligado específicamente a la televisión educativa. La televisión educativa no era divertida, era aburrida, tenía un formato completamente destinado a aburrir a quien pudiera visualizar algo y, por culpa de la televisión educativa, no había contenidos pedagógicos o, por lo menos, eso es lo que parecía en la televisión específicamente. Este axioma se relacionaba específicamente con el formato de la televisión educativa. El segundo, que era para nosotros el más importante, el más fuerte, el que quisimos comenzar a delinear primero, tenía que ver con la concepción del Estado. Nosotros teníamos la obligación de hacer un proyecto que emanara del Estado y que emanara con calidad. Teníamos que demostrar que el Estado podía levantar la bandera de proyectos de calidad. Cuando digo calidad no levanto solamente la bandera de la estética y de la técnica, que por supuesto son muy importantes, cuando hablo de calidad también hablamos en el canal de lograr el éxito de condensar la increíble diversidad que tiene este país y, sobre todo, la identidad de este país, que esa identidad es gracias a esa identidad de la que hablaba. Me parece que ése era nuestro desafío más importante.

Canal Encuentro somos 50 personas de las cuales el 80% no supera los 35 años. Para nosotros, para la mayoría de Canal Encuentro, hablar del Estado era muy difícil, era algo que estaba completamente vedado porque nosotros nos habíamos educado -sobre todo mi generación, los que nacimos casi en democracia- de una forma en que no sabíamos muy bien de qué se trataba el Estado, era muy difícil pensar el Estado después de la dictadura y de habernos educado en el neoliberalismo. Era completamente difícil pensar el Estado porque nos habíamos educado pensando que el Estado era un algo que no sabíamos muy bien de qué se trataba pero, seguramente, era algo deficitario y de mala calidad y por eso había que venderlo como una mercancía y había que deshacerse de él. Ése era nuestro desafío más difícil.

Creo que, sobre todo a partir de Encuentro, pero aun más desde hace aproximadamente seis años, es imposible pensar algún proyecto del Estado sin asociarlo con esta responsabilidad, porque nosotros no tenemos que pensar cualquier proyecto del Estado, tenemos que estar a la altura de los proyectos privados. Nosotros tenemos la obligación de ser los mejores. No es que tenemos que estar a la altura, tenemos la obligación de ser los mejores. Tenemos que dejar de ver a los televidentes -hablo específicamente de los televidentes porque me competen específicamente en mi tema- como consumidores y comenzar a verlos como ciudadanos. Eso me parece que es el punto más fuerte que tiene Canal Encuentro.

La televisión, por su maravilloso lenguaje y por la forma directa en que se entremete en nuestra vida cotidiana, puede ser una herramienta pedagógica completamente extraordinaria o completamente destructiva. No pensamos que Canal Encuentro sea un canal específicamente de televisión educativa, porque creemos que toda la televisión educa, que Bailando por un sueño educa también. Entonces, decimos que Canal Encuentro es un canal con contenidos pedagógicos. Queremos que la gente se enamore de todo lo que pueda aprender y el lenguaje que tiene la televisión es increíble para esto.

Además, no somos ingenuos y ya no creemos que los medios son los que reflejan las realidades sino los que construyen realidades. Aparte no lo digo yo, lo dice el canal de televisión de noticias más visto de toda la Argentina, es su eslogan. Como les decía, no somos ingenuos en eso,

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sabemos que los medios de comunicación construyen realidades y, sabiendo esto, lo tomamos y nos encanta construir la Argentina que construimos desde la pantalla de Canal Encuentro porque nosotros estamos convencidos de que Argentina, por su diversidad y por todo lo que hablábamos antes, es un país completamente maravilloso y que, aparte de lo negativo que vemos en los medios de comunicación, hay una Argentina que tiene docentes que, con un nivel de dignidad ante el que se cae cualquier palabra. Tenemos una historia hermosa, un futuro precioso y una realidad cotidiana que son pequeñitas gentes anónimas que nosotros tenemos la obligación de mostrar, porque es la pantalla pública. Por lo menos quienes creamos y quienes vamos a sentar las bases para una nueva televisión pública estamos convencidos de que éste es el único camino para que la televisión y los medios en general puedan ser transformadores sociales y despertador de maravillosas ideas.

Orlando Barone

Cuando hizo la presentación, mi compañera Juana dijo que yo quería que dijera “periodista y escritor”, y no. Ella no lo dijo pero yo se lo dije, que no dijera: “periodista de radio Continental, TELAM”, porque yo dejé de ejercer hace mucho tiempo, pero soy Orlando Barone, y evito quedarme pegado a un medio determinado. Esto marca una diferencia con quienes, por ahí, se sienten orgullosos de pertenecer a un medio. Yo me siento orgulloso de pertenecer a mi medio, que es Orlando Barone.

Hecha esta pequeña aclaración, me gustaría empezar con una frase que no es mía, pero que creo que sirve para darle el acápite a la charla, que va a ser breve desde ya, por con quién estamos, con uno de los fundadores de Carta Abierta, de los intelectuales de Carta Abierta que yo admiro y adonde he asistido algunas veces. Se los aclaro porque, en realidad, muy pocas veces los intelectuales en conjunto, apegados a una idea madre y no porque coincidan en todo, se metieron con los medios de comunicación. Por supuesto que pagan un precio. A los grandes medios de comunicación -y ya voy a decir algunas cosas- no les gusta que se metan con ellos. Es decir, hay organizaciones que tienen introspección, que pueden hacer una autocrítica sobre sí mismas. Si hay algo que no puede hacer nunca autocrítica son los medios de comunicación. Y les voy a decir algo: los medios de comunicación son la sociedad y la sociedad tampoco hace autocrítica.

Les voy a aclarar lo de la frase. La frase es de Aldous Huxley, el famoso novelista norteamericano, y dice: “Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una mentira emocionante”. Piensen en los medios de hoy. Piensen que esta frase no es adecuada. ¿Qué les puedo decir? Algo que tal vez le sirva a Forster también como disparador de algo. Los medios no se hacen la autocrítica de sus errores, desvíos y miserias públicamente porque la sociedad no se lo exige. No ha habido indicio de ninguna posición ética que incite al periodismo y a las empresas editoras o audiovisuales a reparar a sus lectores, oyentes o televidentes por el engaño, la traición, el ocultamiento con que los pudieran haber damnificado durante la dictadura. La sociedad le exige a sus radios, a sus diarios, a su televisión que repasen su comportamiento con respecto de los desaparecidos o sobre Malvinas o sobre el Mundial de 1978. La verdad es que la sociedad parece necesitar que los medios se arrepientan y que se den cuenta de su pasado.

A la prensa escrita, radial o televisiva, si realmente quisiera desnudar sus incorrecciones, le bastaría con recordarse a sí misma en aquella circunstancia, mostrando copias de títulos, informaciones, editoriales, opiniones, etcétera, que difundían en épocas diferentes. La comparación entre

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aquello que sostenían antes y lo que dicen ahora los descubriría en fragantes contradicciones, ni qué decir que pasaría con tantos periodistas, con uno mismo tal vez, si le presentaran el registro de qué dijo ayer y qué dice ahora.

Voy a decir algo del consumidor de noticias, porque yo no lo dejo inocente. Si me gustara la demagogia yo diría que la sociedad es buena, todo eso que, generalmente, genera adhesión. Yo no quiero que estén adheridos a mí ni que me quieran, quiero que se pueda entender esto que digo y discutirlo me parece mejor. Los periodistas a veces somos consumidores de noticias -ustedes, yo, Forster, Jessica, Juan, todos somos consumidores-, como el médico es médico cuando cura pero cuando es paciente es paciente. Un consumidor de noticias no se detiene a pensar si el producto que le causa satisfacción ha sido fabricado en alguna factoría de esclavos, si ha costado el sacrificio de niños explotados en algún confín del mundo ni si la corporación responsable está integrada por sátrapas o por personas morales. Consume directamente. No hay reflexión sobre eso. Es lo mismo que cuando uno compra una corbata en el shopping. Está dejando sin trabajo al trabajador argentino -y esto no es por patriota ni mucho menos-, porque el precio le conviene y la calidad le conviene y no le importa si la fabricaron en una factoría de chicos esclavos pagándoles salarios de hambre y sin dormir. Uno compra la corbata, la luce, compra el corpiño. Es muy interesante esta parte de aparente neutralidad del consumidor de noticias.

Las empresas y poderes públicos envían información. La duda es si toda esa información que le brindan a la opinión pública es más interesante para la fuente de donde emanan que para el río al que afluyen. Si la información que emana, y bajemos ahora al mundo global, es sobre la bolsa, ¿para quién es útil esa información? ¿Para los que producen esa información o para nosotros que la recibimos y, muchas veces, sin entenderla?

El otro dilema es el de la concentración de medios. Sin entrar en pruritos morales ni ideológicos, la concentración no parece responder a ninguna conspiración perversa, sino que es consecuencia de un fenómeno inherente a las leyes del capitalismo. La acumulación del capital es previa a todo proceso inversor. El inversor invierte en un negocio y la noticia lo es cada vez más. No existen ya fronteras geográficas, políticas y culturales para los medios de comunicación de la avanzada tecnológica. Los medios se dirigen hoy a un mercado unificado de ámbito mundial. El proceso de concentración, si lo llevamos al extremo y al absurdo, podría incluir con un gran concentrador omnisciente y todopoderoso, algo así como un súper Berlusconi que ya no gobierna un país, sino que gobierna la información y la reparte por todo el mundo. La duda es si esta concentración no contradice, precisamente, a la libertad que es inherente a la misma razón de ser de periodismo. Hay intersticios donde circula la libertad, la democracia.

Voy a hacer otro agregado como disparador que sería éste: ¿Cuándo empezaron o empezamos a decir los periodistas que éramos independientes y puros? Háganse la pregunta ustedes. Empezamos a decirnos eso cuando éramos no independientes. Cuanto menos independientes fuimos, cuanto más impuros fuimos, empezamos a decir eso. Y ustedes reciben eso y, a lo mejor, se lo creen y a lo mejor no. Y en ese juego dialéctico entre la creencia y la no creencia está esta relación ambigua a veces entre periodismo, prensa y consumidor de noticias.

Desde ya les digo algo: el periodista puede ser comunista, puede ser capitalista, neoliberal, radical, castrista, de Mao, de lo que fuere. Es algo, es alguien, tiene una idea. Y puede ser nada, puede ser un idiota también, como hay muchos. A lo mejor yo también lo soy. Puede ser ignorante, puede ser sabio, puede ser petiso, alto, todo eso que involucra a su ser, a su

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contexto psicológico, antropológico e intelectual está en lo que escribe, en lo que habla y en lo que dice. Es cierto que está canalizado por las editoriales y por las grandes corporaciones.

Entonces, acá aparece este fenómeno por el cual Carta Abierta tuvo sentido, este fenómeno que se dio -y termino con esto- con el campo. Digo la palabra “campo” y la retiro de inmediato. La palabra “campo” es una cosa y los intereses agrarios y rurales son otra. Si ustedes me permiten, en una síntesis muy breve: la mayor construcción lingüística de los medios es haber logrado definir, con la bucólica palabra “campo” al gran negocio de la soja, a los ruralistas, a los productores, a los inversores y la industria del transgénico y a los latifundistas. Con la vaga y vasta palabra “campo” se logró un milagro, una síntesis de significancia casi teológica. Uno dice “Dios” y dice todo. Ahora decir “campo” es decir todo lo ancestral, lo patriótico, lo productivo, lo bueno. Haber hecho mutar su antiguo sentido natural, paisajístico y martinfierrista para designar un mercado de intereses cuantiosos es una creación. También el agregado de la palabra “pequeño” para nombrar al productor de menor escala económica es un recurso emocional demagógico. “Pequeño” remite a niño, a algo reducido y hasta insignificante. Enmascara que el así descripto no es el modesto dueño de un lotecito con una huertita en el fondo. Si el pequeño productor es pequeño, el peón golondrina, ¿qué es? ¿Y la mujer del peón golondrina? ¿Y el hijo y el perro del peón golondrina qué son? ¿Pequeñísimos? ¿Mínimos? ¿Insignificantes? ¿Invisibles? ¿Nada?

Ricardo Forster

Como vivimos en un tiempo de azares, en realidad originariamente yo no tendría que haber venido a esta mesa sino asistido a una actividad de Café Cultura a la tardecita, pero es interesante esto de participar en un lugar en el que uno no termina de saber que iba a participar efectivamente.

Como el viejo Antonin Artaud -poeta del surrealismo francés- decía: “Cada uno debiera hacerse cargo de sí mismo y ser en un punto, si se puede, su propio padre y su propia madre. Es decir, no hablar en nombre de otros, exponerse en tanto lo que es”. Carta Abierta es una experiencia más que interesante pero yo voy a hablar como Ricardo Forster.

Un viejo pensador decía que los medios de comunicación representan la metafísica de la época. ¿Qué quiere decir esto más allá de la frase compleja? Decía este observador de la cultura, este hombre que trataba de analizar aquello que nos acontecía, que los medios de comunicación habían generado una percepción del tiempo completamente novedosa, completamente otra. El tiempo como instantaneidad, el tiempo como fugacidad, el tiempo repentino, el puro presente, el radical aquí y ahora devorándose el pasado y el futuro. Para este discurso, para esta lógica, para esta metafísica, el tiempo deja de ser un movimiento en el que, a veces, se entrelaza lo ya acontecido con lo aconteciendo y lo por acontecer y se convierte en la pura afirmación de aquello que es. No hay otra temporalidad que lo que está aconteciendo ahora. De ese modo, de un solo bocado, el presente, el puro presente, la radicalidad del presente, se devora al pasado y al futuro, pero también, en la medida en que habita la fugacidad, la instantaneidad, la última novedad, necesita liquidar la relación sustantiva con las cosas, la relación sustantiva con las palabras, la relación sustantiva con el mundo de las acciones y de las ideas porque lo que busca es lo nuevo, lo volátil, la última revolución de la última revolución que ya es contrarrevolución a la tarde.

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Los medios de comunicación son, por definición, portadores de lo obsoleto, de lo que está casi muerto en el momento en que se expresa. Son la consumación última de la lógica de la mercancía. ¿Qué es la mercancía? Aquello que tiene que nacer ofreciéndose como cadáver para dejar su lugar a una nueva mercancía que, a su vez, dejará su lugar a otra mercancía hasta que estalle, como ahora, el imaginario mercantil de la época. Los medios de comunicación, por lo tanto, están metidos de cuajo en una manera de representarnos el mundo. Están metidos muy decisivamente en una representación profunda de aquello que denominamos la realidad, las cosas de la cotidianeidad. Ya no sabemos discernir muy bien la percepción del mundo de aquello que los medios de comunicación hacen con el mundo de la misma manera que sentimos casi temblor y temor cuando nuestras palabras, al ser pronunciadas, ya están declarando que se vuelven obsoletas gracias a esta dinámica que se devora absolutamente todo.

Esto es extraordinariamente importante, extraordinariamente significativo porque no tenemos tiempo de asir las cosas cuando ya se nos están escurriendo como arena entre los dedos. Por lo tanto, la idea de ciertas continuidades, la idea de ciertos enraizamientos, de cierta durabilidad, se resquebraja, se esfuma, se convierte en pura volatilidad. Si esto es así, ¿desde qué lugar podemos discutir el nombre propio, las biografías, las deudas con el pasado, las persistencias espectrales de aquello que nos atravesó y nos constituyó pero que en la pura lógica del presente o en la pura lógica de los medios de comunicación son restos que, rápidamente, van a ocupar el lugar de un vacío?

Vivimos instalados, por lo tanto, en una escena, en un tiempo, atravesado dramáticamente por el vértigo, por el vértigo que tiene algo de la lógica de lo abismal. Si a esto le agregamos, a esta percepción del tiempo, a esta idea de lo fugaz, de lo instantáneo, a este dominio abusivo de un presente que, a su vez, está en estado permanente de vacío, si a esto le agregamos lo que dice un amigo, que los medios de comunicación son como el agua, ¿qué quiere decir que son como el agua? A la mañana, cuando uno se levanta y se da un duchazo no está pensando en el agua que lo está mojando, salvo que esté fría el agua. Cuando uno tiene sed toma espontáneamente un vaso de agua. El agua está en el medio de nuestra vida, el agua atraviesa nuestros cuerpos, el agua no es un acto de la conciencia subjetiva, es aquello que está, que se derrama en la vida de todos los días y los medios de comunicación, desde hace mucho tiempo, han logrado capturar la cotidianeidad, han logrado convertirse en el agua de la sociedad contemporánea. Esto constituye un problema enorme porque el agua proviene de un fenómeno de la naturaleza, el agua cae cuando llueve o la podemos extraer de los ríos o de donde fuera, está allí, los hombres pueden contaminarla, pueden arruinarla, pueden secarla. En cambio, los medios de comunicación son, esencialmente, un fenómeno cultural, son una construcción política, son un experimento del lenguaje, trabajan con la materia prima a través de la cual los seres humanos construyen mundo, producen sentido y, también, generan las condiciones de inéditas violencias. El lenguaje que puede ser el lenguaje de la palabra pero también el lenguaje visual, atraviesa la vida de todos los días desde la trama comunicacional penetrando profundamente en cada uno de nosotros y haciendo que nuestra mirada de lo cotidiano, del mundo, del vecino, de la vida, del amor, de la tristeza, de la violencia, esté articulada, esté en gran medida definida, sea dicha, sea gramatizada por este lenguaje de los medios que, como el agua, se muestra natural, puro -cuando puede-, cuasi virginal y proveniente vaya a saber de qué ámbito de neutralidad intocada e imperecedera.

Lo que descubrimos, a lo que nos enfrentamos, es a una gigantesca maquinaria, diversa, compleja, a través de la cual aparecen intereses, particularidades, construcciones de sentido, destituciones de sentido, invenciones y destrucciones. Los medios de comunicación hablan

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siempre de la opinión pública y lo que no suelen decir es que ellos son la opinión pública. Por lo tanto, nos enfrentamos a algo que no es del orden de la objetividad, del orden de la neutralidad, no es un fenómeno de la naturaleza, sino que es uno de los modos más graves, más esenciales y más decisivos a través de los que la sociedad contemporánea, en su complejidad, se dice a sí misma, se define a sí misma, y produce en su interior las lógicas de la inclusión y de la exclusión. Cuando Orlando mencionaba aquella palabra, “campo”, lo que ponía en evidencia era el modo, la astucia, el refinamiento o, a veces, la brutalidad que le permite a un dispositivo mediático, a través de una palabra o a través de una imagen, definir de un modo simple, directo, abusivo, reduciendo eso que lo define de esa manera a una suerte de simplificación última a aquello que es portador de complejidad, diversidad, y que exige el cuidado de la interpretación, el cuidado del lenguaje, la pregunta inquieta, para no producir lo que Orlando también definía como la lógica de la invisibilización, quién queda afuera de esa palabra, qué particularidades quedan reducidas a polvo por esa universalización violenta y homogeneizante.

En este sentido, discutir los medios de comunicación es discutir también la institución política, la institución de ciudadanía, los modos de circulación de los discursos, la relación entre lo particular y lo universal, entre lo local y lo global, la problemática de la mercancía, la problemática del poder, porque estamos en el riñón, en el núcleo decisivo -si es que pensamos a nuestra sociedad a partir de la metáfora que relaciona agua y medios de comunicación- estamos claramente instalados en una suerte de tumultuoso océano comunicacional en el que, en tanto individuos, sin saberlo muchas veces, solemos ahogarnos. Por lo tanto, pensar este torrente acuoso, pensar los medios de comunicación, implica pensar en sus articulaciones, sus lógicas, sus intereses, su núcleo ideológico, sus modos de representación, su manera de bastardear los lenguajes. Porque también hay una relación directa entre simplificación, reducción a casi nada de la complejidad gramatical y empobrecimiento del mundo. Cuanto menos palabras se despliegan en el universo comunicacional, menos rico, menos diverso, menos interesante es el mundo que está retratando el discurso comunicacional. Por eso es una batalla decisiva, quizás -y si no estamos en un día optimista- perdida de antemano, pero sigue siendo una batalla decisiva, pelear en el interior de estos modos de decir el mundo para romper la ilusión de que dicen, efectivamente, lo que el mundo es. Cómo pensar poniendo en cuestión que los medios de comunicación no son algo natural, que no son la expresión espontánea de lo acontece efectivamente en la vida, sino que los medios de comunicación -y estoy generalizando por una cuestión de tiempo, habría que analizar en particular cada medio, su lógica corporativa en especial en un país como el nuestro que todavía hereda una ley de la dictadura y que defiende la libertad de prensa a partir de la lógica monopólica y concentracionaria, para decirlo con una palabra más grave todavía, de la distribución de la comunicación y de la información.

Pero, dicho esto, de todos modos, cuando pensamos a los medios de comunicación, pensamos algo grave, pensamos también un territorio de peligros, porque los medios de comunicación, por su lenguaje, por su sensibilidad, por su estética tienden -y es muy difícil la lucha contra eso- a la igualación, a la homogeneización, a la repentización, a la fugacidad y a la lógica del olvido. Son como la moda. Al mismo tiempo se muestran como eternos y fugaces. Parece que dicen la totalidad de la vida hacia atrás y hacia delante, y están instalados en un presente que ya se ha fugado. Entonces, pensar los medios de comunicación, es pensar también las formas contemporáneas de construcción de la subjetividad, de construcción de los imaginarios culturales, es imaginar qué ha pasado con el espacio público y qué ha pasado con el espacio privado, qué sucede cuando el espacio público es reducido a una pantalla en el living de una casa y, desde esa pantalla, todo el mundo queda reducido a una proliferación infinita y múltiple de canales que, supuestamente, nos convierten en espectadores de lujo de la

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variabilidad y la multiplicidad del mundo y somos portadores de una cantidad de información que, supuestamente, nos hace más críticos, más audaces en nuestra mirada del mundo, más profundos y mejor informados. Sin embargo, surge la perplejidad frente a esa catarata de multiplicidades de informaciones, frente a esa posibilidad de un zapping gigantesco, lo que suele ser casi correlativo a ese gesto es el anesteciamiento, la distancia imposible frente a aquello que observo del otro lado de la pantalla, la sensación de una cercanía que es lejanía absoluta, la pérdida de correspondencias, de enlaces, la posibilidad misma de sentir que hay flujos entre aquello que acontece y la posibilidad misma de interpretar, de vivir, de atravesar aquello que está aconteciendo.

Yo no sé si es posible revertir esta dinámica. Probablemente los medios de comunicación, las formas audiovisuales, tengan como lógica interna, como esencia de su despliegue, este mecanismo. Y ésta es la humanidad en la que termina desplegándose esta lógica, estos recursos del lenguaje, y es probablemente el tipo de conciencia, de subjetividad y de experiencia con la que tenemos que lidiar. No podemos imaginar una sociedad sin medios de comunicación, sin universos audiovisuales, sin televisión. Es absurdo, es un imposible, es una quimera y, probablemente, también sea terriblemente aburrido porque, una vez que experimentamos y atravesamos ese mundo, es imposible imaginar otra forma de relacionarnos con el mundo que no incluya, de algún modo, esos lenguajes. Pero esto no significa que tengamos que ser acríticos, que tengamos que imaginar que son los únicos modos de tratar de decir algo de aquello que está aconteciendo, que son los únicos recursos para descubrir la diversidad, al otro, la complejidad de la vida social, política, económica, sino más bien todo lo contrario. Tenemos que reinventar el arte de la sospecha, una artesanía de la puesta en cuestión.

Discutir los medios es discutir la democracia, poner en cuestión un discurso que se cree amparado vaya a saber por qué protección divina, porque lo único que no puede discutirse en esta sociedad es lo que dicen los medios de comunicación, mientras que los medios de comunicación están habilitados para discutir y poner en cuestión brutalmente a cualquier otro que diga cualquier cosa del mundo en el que vivimos. Los medios de comunicación pueden discutir a un albañil, a un profesor de historia, a una corporación, a un político, a un ama de casa, al discurso de la geografía, a la física, a lo que sea. Pero, cuando un ciudadano necesita interrogar, sospechar, poner en cuestión el discurso de los medios -que suele ser un discurso muy depurado en términos de homogeneización- ese ciudadano o ese colectivo aparece inmediatamente ligado a la censura, la puesta en cuestión de la libertad de prensa, etcétera. Una maquinaria jurídico político mediática arrasa contra el pobre mortal que intentó discutir ese universo de sentido propuesto por los medios de comunicación. La palabra ciudadanía a mí me incomoda un poco, es una palabra muy del vocabulario de la politicología y los politólogos, como los economistas, en general entienden muy poco del mundo, por eso está colapsando el sistema financiero capitalista internacional, y los economistas, hasta antes de ayer, ni siquiera imaginaban lo que iba a suceder y muchos de lo politólogos, antes de la caída del muro de Berlín ni imaginaban que la Unión Soviética estaba ya en su etapa de colapso absoluto. Por lo tanto, a veces hay que desconfiar también de los discursos técnicos que se escudan en una jerga erudita para decirnos cómo es el mundo, cómo es la vida material, cómo es la economía o cómo es la política.

Pero sí es importante pensar o tratar de imaginar la construcción de una democracia que no sea un espacio formal, abstracto, vacío, porque ésa es otra palabra naturalizada, intocable: “democracia”. Hace veinticinco años que hemos recuperado la democracia y ya en nuestras bodas de plata -creo- no estamos en condiciones todavía de discutir críticamente qué significa

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la experiencia democrática, qué significa la experiencia democrática después de más de dos décadas de desigualdad, de formas de la violencia que nacen de la exclusión, qué significa cuando la democracia pierde la vitalidad, la intensidad, la participación, qué significa cuando la democracia sólo se naturaliza como lógica de la representación y pierde todo aquello que, desde los griegos en adelante, es la gran querella de la democracia, que es la querella por la igualdad. Qué pasa cuando la democracia ya no discute lo que ella es, cuando no se inventa todos los días, cotidianamente y cuando solamente se convierte en una forma que, supuestamente, es intocable, es perfecta y es natural como el agua. Pero, claro, así como envenenamos los ríos y las napas, también contaminamos la democracia y envenenamos la democracia vaciándola de contenidos, de intensidades, de discusiones, de polémicas.

Entonces, me parece que en estas triangulaciones en las que estamos, medios de comunicación, democracia, ciudadanía, sujetos sociales, mundos colectivos, la Argentina en las condiciones actuales, América Latina, la sensación de que en un mundo inseguro las palabras no pueden ser seguras porque quien cree que es portador de una palabra segura, en realidad es portador de un dogma que le impide comprender la complejidad del mundo. Pero eso no significa que no seamos, también, deudores y portadores de herencias, de tradiciones, de palabras y de conceptos que tienen que ser refuncionalizados, actualizados para poder pensar más intensa y críticamente la escena contemporánea, la dramaticidad de la escena contemporánea, la complejidad de la escena contemporánea, sabiendo que hay ciertas posiciones que son innegociables.

Mi querido amigo, Nicolás Casullo, decía hace muy poco tiempo que si la escritura no puede decir lo nuevo, ya no escribe más. Y me parece que estamos frente a esa inflexión. Palabras gastadas, conceptos bastardeados, discursos ahuecados que tenemos que ser capaces de volver a interpretar interrumpiendo la lógica dominante con palabras que sean capaces de poner en cuestión, de sospechar, de criticar y, quizás, si se puede, de construir alternativas.

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XVIII. EL ARTE COMO HERRAMIENTA DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y DESARROLLOgualBerto elio milagro romero (argentina)Músico, docente e investigador del carnaval. Por sus talleres del Centro Cultural Rojas pasaron cientos de alumnos y de allí surgieron varias murgas. Dicta seminarios, recopila la historia y la tradición oral del carnaval del país, y brinda asistencia técnica a distintos grupos carnavaleros de la Argentina.

miguel ángel estrella (argentina)Pianista. Fundador del movimiento humanitario internacional Música Esperanza. Es Embajador de Buena Voluntad de las Naciones Unidas y “Caballero de la Legión de Honor” distinguido por el gobierno francés. Es Comandante de la Orden de las Artes y las Letras, y Doctor Honoris Causa de varias universidades europeas y americanas. Fue reconocido por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con el premio Nansen.

manuel raúl andúJar (argentina)Secretario de Extensión de la Universidad Nacional de Tucumán. Organizó actividades culturales vinculadas al folclore y a la literatura. Fundador del Grupo de Psicoanálisis de Tucumán. Docente y consultor externo en maestrías de Salud y proyectos, de las universidades de San Martín y Tres de Febrero, Ministerio de Producción (Buenos Aires) y Secretaría de Agricultura de la Nación (PROSAP). Autor de publicaciones nacionales y extranjeras; conferenciante y panelista en congresos nacionales e internacionales.

marcio meirelles (Brasil)Secretario de Cultura del Estado de Bahía, Brasil. Director teatral y escenógrafo. Es uno de los directores más prolíficos de su país. Formó el Grupo de Teatro Olodum. Fue director artístico de los espectáculos de Margareth Menezes, Daniela Mercury y Virginia Rodrigues, entre otros artistas de destacada trayectoria

FaBio Junco (argentina)Director de cine, guionista, productor, director de arte y sonido cinematográfico. Trabaja también en la radio. Es oriundo de Saladillo, lugar donde desde hace casi una década lleva adelante una propuesta que vincula el arte con la transformación social que es Cine con Vecinos.

Gualberto Elio Milagro Romero

La murga es una asociación libre que lleva en sus entrañas las bellas artes de la calle. Desde su origen, y con una historia a cuestas, se convirtió, en el fin de siglo y comienzo del presente, en una herramienta de transformación social. He vivenciado a lo largo y ancho del país, experiencias de la murga logadas a la inclusión a través de la educación artística. Los proyectos, en algunos casos, son autogestivos apoyados por asociaciones intermedias o implementadas por estructuras culturales de la región. Estas experiencias se han generado como respuestas a la crisis que azota a los espacios más desprotegidos de nuestra sociedad, allí donde la marginación sienta sus bases.

La murga, damas y caballeros, es una estructura, un dispositivo simple que permite la formación artística y organizativa de jóvenes en situación de pobreza. El arte, como ustedes saben, motiva,

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desarrolla el bienestar del conjunto de las personas; el arte -apuesto a eso firmemente-, es un motor de vida.

La murga abarca distintas disciplinas: la música, el canto, la libertad corporal, el discurso verbal, la expresión plástica, el teatro callejero, las artes circenses. Todo esto forma parte de este continente que permite las prácticas artísticas de niños y jóvenes. En este espacio, lo individual y comunitario se tejen naturalmente y la expresión creativa afirma la identidad social.

Además de la integración natural que tiene la murga, me parece interesante la conexión o el puente con el conocimiento de la educación formal. A través del lenguaje artístico y expresivo, se desarrolla un espacio que brinda sentido de pertenencia. Los vínculos, por supuesto, de aprendizaje, forjan naturalmente valores democráticos y da respuestas a la fragmentación que experimenta nuestra sociedad, la sociedad argentina. Dentro del seno de la murga se implementa la solidaridad con naturalidad pues la murga recibe a todos y no discrimina ni excluye a nadie. La horizontalidad, la pertenencia y la participación de todos es su fortaleza.

Hay un músico muy querido de Buenos Aires, Alejandro del Prado, que decía algo así: “La murga no es la comparsa,/ la murga no es escola do samba,/ la murga argentina no es la uruguaya/ y no es la murga de las Islas Canarias./ La murga no ha sido atrapada,/ sigue siendo libre, vulgar y bastarda./ La murga es de posta, la murga no es garca./ Cuando yo nací la murga ya estaba./ La murga no es cumbia, no es tarantela/ y, si la escucha, la baila tu abuela”.

Quizás este poema breve me da pie a algunos elementos interesantes con respecto a la murga, que han contribuido desde su espacio en este nuevo tiempo que vive la Argentina, experiencias que surcan prácticamente todo el país. A través de Café Cultura, quienes me han invitado a este encuentro y tuve la posibilidad de recorrer distintas regiones de la Argentina, ¿dónde? Allí donde a veces el viento lleva el bombo, los jóvenes se pertrechan tras la murga para encontrar un espacio de libertad y generan un movimiento muy interesante que yo denominaría la murga argentina.

Escribí, digamos, rápidamente esto para que quizás quede grabado. Pero, en realidad -voy a ver cómo voy con el tiempo- lo que me parecía interesante es compartir con ustedes la idea básica que hay detrás de todo esto. El tema me apasionó desde pequeño. Después incursioné en Buenos Aires. Yo soy de acá nomás, de Salta, nada más que soy un transplantado, digamos. En el folklore de la política argentina sería un cabecita negra, serían los inmigrantes internos que llegaron a Buenos Aires y se encontraron con otro folklore. Mi bisabuela es bagualera pero, diríamos, la vida me llevó a Buenos Aires y me crié en un barrio porteño.

Naturalmente, cuando llegaba el carnaval, aparecía la murga como un folklore natural, digamos, estacional del verano donde todos los niños jugaban. En ese espacio natural los más grandes cantaban. Nosotros, naturalmente, hacíamos teatro sin saber que hacíamos teatro. Recorríamos otros barrios y le cantábamos a lo propio. Recuerdo perfectamente al cantor. En ese año se había muerto Julio Sosa y la murga le dedicaba un homenaje a Julio Sosa y, cuando visitábamos un barrio vecino, toda la barriada, absolutamente compenetrada con el discurso de esa murga, se sentía reconocida y éramos parte.

Los años me llevaron a distintas instancias de la música y la formación artística hasta que, hace treinta años -por distintas situaciones que no voy a explicar ahora por la cuestión del tiempo-, sino por metáforas propias de nuestra realidad.

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Naturalmente, me resultaba importante ver cómo un bombo que fue símbolo de la política, podía resonar en un barrio y convertirse en un espacio creativo. Debe ser porque el bombo, saben ustedes, que proviene de la palabra Bumba que es una deidad africana de las profundidades y a veces me pregunté si todos nosotros, cuando estamos en el vientre de nuestra madre, escuchamos el bombo de nuestra mamá. Entonces, tenemos una cuestión de ligazón con ese tiempo absolutamente primitivo, primal, donde ese bombo nos moviliza. Ahora, esto es tan solo una ensoñación personal, particular, y el tema que quiero compartir con ustedes es cómo a través de los talleres se puede trabajar sobre este fenómeno de cultura popular donde todo lo que les he hablado hasta este momento es tan solo un escalón de una escalera que nos llevaría directamente a trabajar el tema de la identidad.

Saco desde hace unos años -y traje para los interesados- una publicación llamada El corsito, que trató de dar vida, primero, a todo lo que encierra la murga. Pero resulta que, transitando el tema de la murga, entendí, después de trabajar minuciosamente su historia y su derrotero en la sociedad argentina, que la murga le debía todo al carnaval. Por lo tanto, me metí en un problema mucho mayor, porque el carnaval es una celebración que está a lo largo y ancho del país y es donde nuestro pueblo se expresa. Por lo tanto decidí empezar a darle contenido a estos dos elementos de los cuales estoy hablando: la murga como un dispositivo de expresión y el carnaval como una fiesta que está asentada a lo largo ya ancho del país y ¡vaya!, miren ustedes que contradicción, el carnaval sigue no articulado en el país por un decreto de la Junta Militar el 21.329, que no permite la circulación de los bienes ligados a esta expresión por todo el país. Me parece interesante la metáfora para que ustedes lo lleven al seno de sus provincias, de sus localidades, de sus barrios o de sus ciudades.

Fue muy importante escuchar al comienzo el discurso del doctor Ferrer, quien planteaba el tema del espíritu y del ingenio. Es decir, estamos hablando de la murga como un espacio absolutamente ligado a lo espiritual y a lo creativo y me resulta interesante volcar esas palabras en esta charla, también, para convertir el espacio de la murga y del carnaval en un espacio de ingenio: se puede ver cómo todos los grupos pueden seguir formándose, fortaleciendo el espacio propio y, sobre todo, generando, en una sociedad totalmente castigada, espacios donde sus hijos no estén a la vera del camino bebiendo y maltratados, como vemos en las grandes ciudades.

Esto necesitaría el compromiso fuerte de todos los animadores culturales, de todos quienes, cuando vean estas expresiones cerca de su localidad, pienses que allí se está gestando naturalmente una resistencia donde está presente el cuerpo, donde está presente la palabra, donde todo este espacio creativo que -en realidad sería como para charlar un largo rato-, están a disposición para, con la educación formal, tender puentes.

Por último, me voy a extender en un dato interesante. En un momento, cuando uno se pone a investigar, lee anécdotas que caen de los periódicos. A veces es muy llamativo cómo murga, en la Argentina, significa cosas distintas. Siempre aparecen nuevas anécdotas. El presidente Sarmiento era un fanático del carnaval. El primer corso oficial se realiza en 1869, en su presidencia. Ahora, hete aquí que, un poco antes de que termine su gestión como presidente, una comparsa de carnaval le regala una medalla muy importante para coleccionistas, donde lo nombran emperador del carnaval. Traje una publicación que después me interesaría que, si tienen ganas, se la lleven. Descubrí algo muy interesante y publiqué todo lo que Sarmiento escribió sobre el carnaval. Y él planteaba que amaba el carnaval y todos los grupos que allí convivían, porque toda fiesta es educativa.

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Miguel Ángel Estrella

Estoy contento como perro con dos colas de estar en mi provincia y en un congreso para la cultura.

Había pensado en una cantidad de temas. En realidad era una reflexión sobre mi experiencia, muy extensa, porque yo comencé la vida asociativa a los trece años, aquí en Tucumán. Entonces, esa cosa que nos animaba de chicos de la solidaridad con los más pobres, de ir a los lugares perdidos de la provincia, también de la Provincia de Santiago del Estero y del Noroeste en general y después, más tarde, todo el país y después en Sudamérica y después en el mundo. Esa reflexión había hecho y daba como temas algunas cosas que les voy a sugerir a ustedes para que elijan una de la que yo pueda hablar. Por ejemplo, un programa que tenemos, un programa piloto para villas miseria del MERCOSUR que comprende la educación, el deporte, la salud, la práctica artística y la diversidad cultual. Es el programa La Voz de los Sin Voz, que es un programa destinado a las regiones culturales del MERCOSUR ampliado, de artistas que son muy pobres, son desconocidos. Son conocidos nada más que en el lugar geográfico en el que viven. Y estamos desde 2005 haciendo selecciones para presentar muestras que, por el momento, las hemos hecho cada año nada más que en Buenos Aires. Después hay la formación de artistas sociales que es un viejo programa de Música Esperanza que está cobrando hoy vigencia vía Ministerio de Educación, las Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, Música Esperanza y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Es un tema también viejo y que ya lo hemos efectivizado pero que queremos darle un marco nacional. Después, el trabajo de alfabetización en las cárceles y, en algunas de ellas, como la de aquí de Tucumán, unida a la práctica artística. Ésos son más o menos los temas que yo había pensadp, además de la Orquesta para la paz en Medio Oriente.

Acerca de La Voz de los Sin Voz, lo histórico es así: en 1991, ¿se acuerdan que se hablaba de Sevilla 1992, el Quinto Centenario? Me llamó un día por teléfono el que era ministro de Cultura de Felipe González, un gran intelectual franco-español, Jorge Semprún -muchos de ustedes lo habrán leído- y me dijo: “Mirá, estoy viendo los dossiers que me llegan y es puro marketing. Porque España va a tirar la casa por la ventana y cada país manda a sus vedettes. Tú eres uno de los elegidos de ahí de la Argentina pero yo quiero otra cosa. ¿No me escribes algo?” Le digo: “Sí, sí. Voy a pensarlo”. Y escribí La Voz de los Sin Voz que consistía en dividir toda América Latina y el Caribe en regiones culturales, no en base al mapa político, sino a las regiones culturales. Por ejemplo, una de las más evidentes que une muchos pueblos de Sudamérica es la Región Andina Norte, que en el sur empieza en Jujuy del lado argentino y Antofagasta del lado chileno. Y después sigue por Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador, y llega hasta Venezuela. Había hecho esa división por aquellos tiempos y lo que proponía a los españoles era que nos ayudaran a hacer selecciones de gente que no estaba en los circuitos comerciales. Es decir, los pobres con talento que hacían cosas genuinas y expresiones que venían del fondo de una cultura, que es lo contrario del marketing, ¿no? Los marketing son una especie de preservativos que se usan y se tiran. Pero esta permanencia de una cultura que tiene una historia y una raíz, es lo que nos interesa.

En esos tiempos en la Subsecretaría de Cultura de la Nación donde estaba un hombre que yo conocía, Julio Bárbaro. Él me puso una oficina para trabajar, para que pueda hablar por teléfono a todos los países, etcétera y empecé a trabajar pero, al poco tiempo, hubo contradicciones entre Julio Bárbaro y la iglesia, y le costó el puesto. Es decir, cambió de rumbo la Subsecretaría de Cultura. Se pinchó el programa. A los pocos días me llaman de Chile, de la UNICEF y me

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dicen: “Felicitaciones”. Yo digo: “¿De qué me hablas?” “De La Voz de los Sin Voz. ¿Cómo es que no viniste a Chile, no te avisó tu gobierno?” “No”, le digo. “No me dijeron nada.” “Bueno, lo elegimos como el mejor. Lo llamamos Programa Estrella, no por tu apellido, sino porque es el más brillante y hubiéramos querido que estés acá con todos los países miembros que vamos a participar en el quinto centenario.” Eso me costó una úlcera. Y porque, como tantísimas cosas que pasaron en la década de los noventa, cuando iniciativas de la sociedad civil o de las ONG se pinchaban porque no había la voluntad de llevar a cabo esa inquietud. Hoy estamos viviendo otra situación -como decía hace un rato Rolando- en la que estamos lejísimos de lo que soñamos, por supuesto. Creo que hay la voluntad y este Congreso es una prueba. Por lo menos nos juntamos una serie de individuos a discurrir sobre nuestras inquietudes y sobre las cosas que estamos llevando a cabo.

Ahora, volviendo a La Voz de los Sin Voz, cuando decidí aceptar representar a la Argentina en la UNESCO, aunque desde hace veinte años estoy ligado a la UNESCO como embajador de Buena Voluntad. Además a la UNESCO yo le debo mi vida. Si no hubiera habido una intervención cuando desaparecí de la UNESCO que mandó dos emisarios a negociar con los militares uruguayos que no me trasladen a la ESMA, bueno, no estaría sentado acá. Entonces cuando decidí aceptar, que me llevó mucho tiempo, porque yo soy un tipo que necesita mucha libertad de palabra y, sobre todo, libertad de acción. Entonces, no quiero estar atado. Pero el entonces presidente Kirchner que es un tipo bastante tenaz, es un tábano además, me persiguió cuatro meses para que acepte este cargo y estoy contento de haberlo aceptado porque creo que hay una voluntad política. Cuando yo le hablé a él de La Voz de los Sin Voz me dijo: “Eso hacelo ya. Pero hacé un MERCOSUR muy ampliado”. Esto me lo dijo en marzo de 2004 y es lo que estoy haciendo. Empezamos… Es una tarea difícil, ustedes saben, articularnos en los tiempos que vivimos en que nos toca administrar una sociedad muy individualista en que cada uno se siente el centro del universo y es difícil conectarse con otros que piensan más o menos para el mismo lado pero, no sé, a mí me pasa con Música Esperanza desde que nació Música Esperanza. Es decir, yo creí… Música Esperanza era el fruto de una experiencia muy larga con la música y mis charlas con músicos de todo el mundo en mis giras de conciertos, me permitían sentir que éramos muchos los que empujábamos para que el arte sea una herramienta transformadora y que esté dedicada, también, a los más pobres. Creí que iba a ser un movimiento mundial. No. Empezaron a nacer otras asociaciones que no se llaman Música Esperanza pero que tienen los mismos fines, pero que llevan el nombre de un músico: Fundación Fulano de Tal, Fundación Sutano de Tal, etcétera. Vivimos en ese mundo en que cada uno necesita existir y es muy difícil articularnos y armar cosas juntos, todos. Entonces se imaginan lo que tengo que remar para que cada año en diciembre. El diez de diciembre -diez, once y doce-, hacemos una muestra de La Voz de los Sin Voz, hasta ahora con la participación de emergentes musicales, ritualistas y bailarines de esas culturas de profunda raíz y de una profunda historia, de Venezuela, de Brasil, de Uruguay, de Paraguay, de la Argentina y de Bolivia. Hasta el momento es así. No he podido, todavía, articular todo el MERCOSUR ampliado que se me había solicitado en marzo de 2004.

Manuel Andújar

Bienvenidos a Tucumán y bienvenidos a todos los tucumanos también. En nombre de la Universidad, agradecemos esta invitación al Ente Cultural. Y, personalmente, agradezco a Mauricio Guzmán, con quien compartimos muchas actividades de recíproca asistencia para llevar a cabo cuestiones culturales en Tucumán.

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Para centrarnos en el vector pertinente de esta mesa, “El arte como herramienta de transformación social y desarrollo”, comienzo por hacer algunas referencias semánticas de las palabras de este título. Observemos que los significantes “arte”, “herramienta”, “transformación social” y “desarrollo” producen una tensión entre sí. Cada una de estas palabras desliza nuestras representaciones mentales hacia dimensiones diferentes y, muchas veces, hasta opuestas. La palabra “arte”, por ejemplo, nos inclina a los territorios más incapturables y evanescentes de la condición y producción humana. Más ambigua aún si sumamos que vivimos épocas donde los paradigmas y definiciones nítidas se han esfumado, tomando rumbo de cuestionamientos. Crisis y fragmentación de opiniones como también del objeto al cual nos referimos.

Por todo esto, mi primera pregunta es: ¿Qué significamos cuando decimos “arte” o “cultura” y a cuál de los múltiples sentidos actuales de esta palabra evocamos? Cuando decimos herramienta, rápidamente, por asociación y etimología nos representamos los instrumentos que emplean agricultores, artesanos para moldear sus piezas o los mecánicos en su trabajo. Es cierto que, por un juego metonímico del lenguaje, puedo desplazar y hacer que la herramienta concreta se transforme en una acción, causa o política pública, que incida para transformar algo. En este caso, la herramienta “arte”, transformaría la sociedad para un fin: su desarrollo. O podemos pensarlo a la inversa. La comunidad estructurada por leyes, lenguaje y otras producciones imaginarias y simbólicas como la política, los códigos comunicacionales, las costumbres -jamás exentas de malestar-, son el caldo de cultivo propicio que hace emerger al artista y al arte. Y, en tales casos, ¿quiénes tienen prioridad del manejo de esta herramienta? ¿El artista, el mercado, la apetencia del arte de los ciudadanos o las políticas sociales y culturales del Estado? Y ésta es la segunda pregunta.

El concepto de transformación social y desarrollo se puede observar que cada institución oficial, organización no gubernamental o grupo cultural, está atravesado por ideologías diferentes y éstas son las que sustentan y motorizan la visión de los que es importante en política social cultural. Entonces, desde aquí podríamos preguntarnos: ¿Qué es lo prioritario? ¿El bienestar económico, la seguridad laboral y social, la inserción, la toma de conciencia de los derechos del ciudadano, o la producción subjetiva de individual con aspiración a consolidar el lazo social que sustenta el tejido de la comunidad?

Lejos estoy de hacer un análisis teórico especulativo desde la lingüística. Ni siquiera es mi fuerte. Pero quiero hacer decir a las palabras del título algo más de lo que ellas dicen en su enunciado que, como en todo título o rótulo, son palabras coaguladas y unívocas. Pretendo un solo fin: producir interrogantes y caminos laterales en el debate para encontrar una arista de verdad provisoria donde apoyar el concepto que sostengo de la acción cultural de quienes nos ocupamos de estas instituciones, del arte, la cultura y el desarrollo social.

Las políticas públicas están condicionadas -y es legítimo que así sea-, desde un marco conceptual con muchas gamas, tonalidades y claros-oscuros como las épocas actuales. Por eso, requieren de cierta cautela, no temerosa, pero sí reflexiva. No quiero decir que sea necesario llevarlas a acciones desde iluminados conceptos, ya que esto nos aproximaría peligrosamente al autoritarismo que tiene toda certeza cuando del ámbito de las ciencias humanas y sociales se trata. Pero la falta de certidumbre en la vida moderna, los cambios vertiginosos de códigos comunicacionales, el avance apabullante de las tecno-ciencias y la labilidad de las estructuras institucionales, políticas y económicas del mundo -el epicentro del temblor hoy es Wall Street-, nos exige un prudente pero audaz repensar sobre nuestro tema: arte-herramienta-sociedad. Por todo esto, nos son oportunos los encuentros como este Congreso para debatir, reflexionar,

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interrogarnos y acercar posiciones sobre cuáles son los dispositivos más efectivos para el desarrollo cultural y social en el que se encuentra subsumido, también, en una zona de borde, la creación artística y el artista. De no ser así, un encuentro para el debate, cada uno de nosotros dirá una gran verdad monolítica, inflamará su ego con imaginario éxito para regresar a su casa o institución si ningún replanteo ni resignificación de lo que traía ya pensado en su esquema ideológico. Es decir, sin dejarse afectar por el discurso del otro. De esto también se trata la transformación social y el desarrollo: de un intercambio de experiencias intelectuales y culturales plasmado en palabras, es decir, en interminable y sorprendente juego entre alteridad y sujeto.

Quizás podamos salvarnos de las especulaciones intelectuales tentadoras de encierros de foros y congresos, si pensamos que tanto los artistas, sus productos, en definitiva, todo lo que hace el acto creador, más que herramienta a usar para el cambio son las más acabadas expresiones del cambio mismo. Y esto debe ser pensado y repensado por nosotros, los funcionarios temporarios de la cultura y debe ser pensado como la sustancia que hay que escuchar porque es lo que atraviesa todo tejido social-cultural vivo. Escucharlos a los artistas, ya que el artista con su creación se anticipa, señala, denuncia, protesta, nos hace pensar, reajusta el rumbo, además del goce estético que recrea. La Guerra Civil Española ni antes ni hoy sería la misma sin la poesía, teatro y música de Federico García Lorca.

Debemos comprender que el atravesamiento del arte no es de tinte erudito ni académico; tampoco oficial y, menos, burocrático. Es otra cosa. Es del malestar de la cultura, es de lo que no funciona entre nosotros y con las instituciones lo que expresa el artista y su creación. Por todo esto, es necesario repensar el sentido de las palabras ya que, por su connotación, nos pueden deslizar peligrosamente a un ámbito de utilización oportunista del arte y, en pos de una funcionalidad del poder político. En esta última instancia, el diseño invalorable y necesario de políticas públicas culturales nos plantea una cuestión ética en primer lugar. Dice el gran mexicano Octavio Paz: “No sería difícil mostrar que allí donde el poder invade todas las actividades humanas, el arte languidece o se transforma en una actividad servil y maquinal. Uno es el arte que se inspira en las creencias e ideales de una sociedad y otro, el arte sometido a las reglas de un poder”. No me es posible pensar este tema desde una lógica lineal, es decir, de causa y efecto donde el arte, que parece surgir de la nada y a priori en la sociedad, sea una herramienta útil para incidir en la sociedad y su desarrollo. Creo que la articulación arte-transformación-desarrollo social, son conceptos que se interactúan recíprocamente en una compleja estructura dinámica que devela desde siempre a pensadores, filósofos, políticos inteligentes y bien intencionados. En todo esto, quizás, los menos preocupados son los artistas. Es conocida esa frase: “Los que saben, hacen. Los que no, dictamos conferencias”.

Como ven, he comenzado interrogándome sobre las palabras, por los múltiples sentidos que le dan al tema, para luego decir que es de compleja conceptualización teórica la articulación arte-cultura-desarrollo. Entonces, ¿cuál es el camino que propongo para abrir hacia espacios de interrogación en este Congreso? Pienso que es posible el concepto de experiencia. Tomo “experiencia” porque ésta ofrece la doble dimensión: por un lado un supuesto teórico conceptual sobre la cual ha partido la acción cultural. Y, por otro, la acción ya realizada permite una lectura de evaluación y de las respuestas que devuelve la sociedad a las intervenciones institucionales culturales. En un constante ida y vuelta entre institución y sociedad, la experiencia como método acota las desviaciones a puras teorías o a un accionar efectista desarticulado y no sustentable del arte.

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Haré una mención de experiencias de la Universidad Nacional de Tucumán realizadas a través de la Secretaría de Extensión. En esta oportunidad dejo de lado los eventos más vinculados a las bellas artes y la conservación de la identidad y patrimonio cultural como los de la orquesta sinfónica, la orquesta juvenil, coros de niños y de jóvenes, muestras plásticas, teatro y otras actividades. Tomaré sólo dos experiencias de los últimos meses por razones de tiempo y porque son pertinentes al tema de esta mesa, que es mostrar el sesgo de inclusión social y el fuerte compromiso extensionista y de diálogo con la sociedad que debemos sostener:

La Carta Cultural que transita -se llama así el proyecto- por ciudades del interior y zonas de riesgo, instalada en plazas o espacios acordes. Aquel dispositivo se sostiene en un acuerdo con municipios, escuelas cercanas y representantes de centros vecinales. El objetivo es convocar niños y jóvenes durante tres o cuatro días. Nosotros trasladamos a profesionales, artistas, estudiantes sobre temas educativos e informamos, de manera general, sobre orientación vocacional, sexualidad, drogadicción, actividades artísticas, realización de murales y recitales. Los participantes del lugar exponen sus expresiones artísticas e individuales o de grupos de danza y musicales de la zona, de la escuela o del lugar. Esta segunda experiencia que menciono, es muy original y viene al caso de cómo hay que flexibilizar las teorías, los conceptos y las técnicas que usamos. Está planteado y está planteado en esta mesa y, en este caso, por mi ponencia. Resulta que un proyecto de voluntariado universitario llevado a cabo entre un municipio -el de Montero-, una empresa privada y el CIPPEC -Centro de Implementación de Política Pública para la Equidad y el Crecimiento-, hicimos un sondeo entre los alumnos de las escuelas públicas en el que se determinaron, por elección, los siguientes temas para ser tratados y capacitados: salud sexual, contaminación ambiental y prevención en drogodependencia. Nosotros diseñamos un dispositivo acorde para ese desarrollo y para la devolución y evaluación. Pero ellos se resistieron y eligieron el arte o la expresión artística para desarrollarlos. Nosotros tuvimos que modificarlos. Es decir -acá insisto-, que debemos escuchar a ellos, a los artistas, a la gente espontánea que no está en nuestra especialidad. Así terminaron haciendo la devolución por medio de collages, cortometrajes, música con armado y diseño de instrumentos con puestas en escena. Todas las presentaciones tenían de telón de fondo un gran mural creado por todos los jóvenes que habían participado en los proyectos.

Con todo este rodeo, pretendo decir que nos inclinemos por los métodos y técnicas que promueven y auspician espacios pluralistas y participativos con experiencias concretas. Pluralistas, en cuanto no se han limitado a los artistas reconocidos, si no a los más jóvenes. Muchos de ellos deambulan penosamente por oficinas con CD, instrumentos, manuscritos y poemas bajo el brazo. Y participativos, en cuanto el ciudadano, el artista que también lo es, y las instituciones culturales participen, cada una, con su saber hacer y en sostener un diálogo continuo donde se respeten y valoren costumbres, identidades y códigos y diferencias.

Marcio Meirelles

Quiero hablar aquí como artista. Los secretarios de cultura ya hicieron muchos comentarios sobre el arte y la cultura, hablaron del arte como medio o instrumento de desarrollo. Yo prefiero relatar una experiencia de artista.

Bahía es un estado y Salvador de Bahía es una ciudad con una población negra mayoritaria. Más del 80% de la población es negra, sin embargo vivimos en medio de un racismo perverso, porque esa mayoría es casi invisible. Se presenta como identidad, como retrato de Bahía, pero

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los productores de esa cultura, de esa representación simbólica de las que Bahía se apropió continúan invisibles. Ese preconcepto racial es perverso porque está disfrazado de tolerancia y esa tolerancia vuelve a la invisibilidad algo casi irresistible. Uno no puede luchar contra una cosa que supuestamente no existe. Si no existe un preconcepto, ¿cómo se puede luchar contra él?

La mayoría de los grandes éxitos musicales son cantados por cantantes blancos, a partir de canciones negras o ritmos negros transformados. Y la verdad es que la gran base negra que crea esos ritmos, conforma una parte pequeña de los artistas del carnaval, por ejemplo, y tiene muchas dificultades para sobrevivir, porque no es asimilada por el mercado. El mercado da visibilidad a los grandes cantantes -como los de los tríos-, que provienen de la clase media, de una mayoría blanca que participa y financia esos tríos1.

Decidí, junto con otros artistas, invitar a otra gente que tuviese también interés y se comprometiese con estas cuestiones. Hicimos una audición para teatro. Vino una gran cantidad de grupos y descubrimos una gran red subterránea de teatro, invisible. Teatro de comunidades, teatro de movimiento negro, teatro de fábrica, de iglesias, en fin, eran varios grupos que nos ofrecían una nueva “tecnología” para hacer teatro, un leguaje nuevo. Preferí dejar de lado todo lo que había aprendido hacia atrás y empezar de cero a partir de una investigación. Esos actores fueron al mismo tiempo actores, investigadores y creadores.Empezamos a percibir que existe una representación negra en Brasil, porque existe una forma de vida, una cultura negra básicamente periférica, invisible. Esa cultura tiene una forma propia de expresarse. El teatro se apropió de esa forma de expresión de esa mayoría racial y social, que vive problemas que son comunes a los negros brasileños y creo que de alguna forma son los problemas que enfrentan los negros en todo el mundo. Esa representación pasó a ser emblemática, pasó a ser una referencia para los jóvenes negros de los suburbios, que podían verse en el escenario.

Fabio Junco ¿Quién no quiso actuar en una película? O, ¿quién todavía tiene pendiente ese deseo? Esto, hasta hace diez años, era imposible o improbable porque el cine es el último que cayó como una de las herramientas, cayó al servicio de la gente. Después se analizará si fue gracias a la tecnología digital, si se democratizó o masificó el acceso. Lo cierto es que saben que nosotros tuvimos una década en la cual el uno a uno permitió a algunos comprar una cámara de video con la que filmaban sus cumpleaños y casamientos. Ese material de rezago ahora quedó y muchos de los que han estudiado cine -que según las cifras son diez mil por año-, no tienen la posibilidad de hacer una ópera prima en el INCAA. Por suerte, si no tendrían para ver mil películas de cine argentino por año. Esta situación ha hecho que naciera una necesidad, que en realidad estaba latente, pero hasta que no se da la forma… Da Vinci que ideó un montón de artefactos que, porque no tenía los medios, no los llevó a cabo. Sin compararnos con Da Vinci, ayer Películas con Vecinos era algo posible, en tanto hubiera dinero para comprar fílmico. En resolución, llegó la cámara de video, después llegaron las PC, llegaron los programas de edición y cualquiera de nuestros hijos, amigos o nietos toma la PC y edita un video clip con las imágenes que capturó con el teléfono o con la cámara de video. Esto es algo inusitado en tan poco tiempo. Jamás podríamos haber pensado hace diez años en Saladillo que íbamos a seguir así -porque esto no termina. Y lo bueno de esta experiencia -que tengo cuatro minutos

1. Referencia al llamado “trío eléctrico”, formación habitual en los Carnavales [Nota del Editor].

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para contar-, es que es replicable. No es de Saladillo y, de hecho, hace cinco años hacemos un festival. En un mes más de cincuenta ciudades de la Argentina van a estar allí con los directores y parte de los vecinos que actuaron, para mostrar las películas que hicieron. Y son largometrajes. Y eso es importante porque ahí está el trabajo durante meses con un grupo de vecinos, desarrollando una historia, generalmente comandada por alguien que sabe cine o estudió cine o vio mucho cine y que se largó -como nosotros hace once años con Julio Midúla sin haber estudiado cine, a hacer películas.

Y, obviamente, en este tránsito de dieciocho largometrajes, no saben lo que es la primera película y no saben lo que es la última. O sea, tenemos el mismo orgullo de mostrarlas pero sabemos que hemos aprendido haciendo. Después estudiamos cine en la escuela pública y nos vino muy bien para ordenar lo que sabíamos y aprender lo que nos faltaba. El tema es aprovechar esta herramienta, de ahora en más, y nuestra desde Saladillo, con la creación de la fundación Cine con Vecinos es que todos los pueblos se den cuenta de que si hay un loquito suelto con una cámara y la gente del pueblo tiene ganas de contar algo, se puede juntar, discutir ideas, construir un guión y, con la narración, hablar del pueblo.

Nos falta el último paso, que es lo que yo quería citar y tengo que leer que es: ¿Cuál es el futuro de esto? Si ustedes ahora entran a cineconvecinos.com.ar, van a encontrar todo lo que es todas las provincias que han participado este año. De Tucumán han enviado tres largometrajes. Uno de ellos ha quedado en la selección. Se están haciendo películas en forma prolífica. Suponemos casi cien por año. Y es interesante que esto no caiga y se amplíe. Y lo que decía del futuro, es muy probable que el futuro que tenemos sea menos sombrío que nuestro pasado. Imaginen hace diez años plantearle a los vecinos hacer una película era como una cuestión difícil, nadie quiere hacer el ridículo, filmar en las calles del pueblo, una situación no habitual. Decía que el futuro que viene, en realidad, puede ser positivo además de que es oscuro y perverso porque, en temas de Internet, ustedes saben, hoy cualquiera hace un video breve, lo sube a YouTube y, ahí, cargó de contenidos una página de la Web que no paga, no abona nada y permite el acceso libre de ofrecer contenidos a alguna mega empresa en algún lugar para que disfrute de las ganancias publicitarias. No sé cuál será el futuro de estas películas pero lo que sí es cierto es que, en un contexto donde no hay más salas de cine, donde nos cuesta ver cine argentino en el interior porque no hay salas, donde la televisión pública y la televisión comercial no acceden tan alegremente a pasar películas argentinas, nos estamos privando de vernos nosotros en imágenes, en historias y en la pantalla.

Me parece que este es un camino en el futuro muy fuerte para que no deje de haber una película filmada en el interior del Chaco o en el interior de Formosa o en el interior de Chubut o en el interior de Saladillo donde no fácilmente va a ir una producción cinematográfica industrial a filmar una película. Estamos viendo cine argentino -y acá una crítica y cierro- con mucha imagen bella, mucha Patagonia, mucho color nieve y muchas historias dulces y nuestra Argentina es interesantísima y dura y también es áspera y también es dolorosa.

Hasta ahora el formato, el género documental, es el único que ha rescatado las historias que nos están pasando a nosotros en el interior y me parece que es buen momento, con toda esta coyuntura caótica que ocurre, para que la ficción sea, en realidad, otro soporte más para contar lo que pasa. Casi, estoy seguro, es el formato ideal para que cualquiera, en el otro extremo del país, quiera escuchar una historia del extremo norte. Es decir, la ficción es como el formato ideal para integrarnos. Y lo mejor es que los vecinos ponen la cara, actúan y se ven en la pantalla y recuperamos el rito del cine. En la mayoría de los pueblos saben que están cerrados,

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o por cerrarse, o son supermercados, o demás. Si no se pasan en el club o se pasan en verano a la noche en pantalla gigante, dados los proyectores como éste que ven aquí, que nos pueden facilitar verlo.

Voy a cerrar porque quiero regalarles estos tres minutos. Uno más voy a consumir y le pido al operador proyecte un trailer del festival. Ahí van a ver a dos vecinos actuando. Uno es ingeniero hidráulico, no sabe andar a caballo y lo van a ver arriba de un caballo y después lo tuvimos que ir a buscar porque no sabía doblar el caballo. Y el otro es un hombre que está con la vaca que es un chacarero y ésa es su vaca, por lo cual fue más fácil la filmación. Este trailer es un ejemplo de lo que están haciendo en todo el país. Así, este año, se van a ver películas de Neuquén, de Río Negro, de Chubut, de Tucumán, de Jujuy, de Mendoza y de Córdoba y Santa Fe. Son casi treinta películas, largometrajes, y vamos a estar ahí en Saladillo del 18 al 22 de noviembre. Les regalo esto para el final, y les doy estas tarjetas porque si alguien está interesado, lo que queremos con la fundación es regalar la forma, el kit de cómo empezar a desasnarnos en esto. Ahora serán artesanías y en el futuro veremos si las podemos exponer. Y, tal vez, mucho más allá, si puede ser una variante o una alternativa laboral para los vecinos. Bueno, gracias. Éste es el trailer.

El audio se los debo pero ahí tenemos al gaucho que le dice: “¿A dónde vas vos?”

Y, por último, cierro en que el futuro está también en que el Estado, a través del INCAA incluya el fomento a este tipo de largometrajes, porque si el Estado no está presente, vamos a tener que hacer, como hacemos nosotros, estas películas de muy bajo presupuesto. No cobra nadie, pero el costo que tiene lo paga el municipio aportando -en este caso de Saladillo-, los comercios de Saladillo y los amigos de Saladillo. Entonces, por ahora, cada pueblo hace su película con el peculio propio. No estaría mal que, muy pronto, se habilite esto y más sabiendo si en el futuro hay una reforma a la Ley de Radiodifusión, y va a pedirle a todo el mundo que los contenidos estén también del interior, ¿dónde se produce ficción en el interior hoy si no es a través de este formato? Sabemos que en el interior la televisión o hace informativos o hace deportes o análisis políticos o sociales y la ficción parece que es algo imposible y todos podemos demostrar que es algo bastante fácil con una cámara y una PC y muchas ganas de pasarla bien.

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Epílogo El teatro San Martín fue la sede elegida para el acto de cierre del Segundo Congreso Argentino de Cultura, organizado conjuntamente por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, el Consejo Federal de Inversiones, la Provincia de Tucumán y las áreas de cultura de todas las provincias argentinas. Contó con la participación de más de 3500 personas de todo el país. En este marco, se realizaron mesas redondas, conferencias magistrales, foros y un amplio abanico de actividades culturales.

El cierre comenzó con la lectura de las conclusiones de los foros, cuya coordinación general estuvo a cargo del señor Pablo Lombardi. Los responsables de cada foro fueron: por el foro N.º 1; Tamara Lucero Medina; N.º 2, María del Valle Aguilar; N.º 3, Gabriel Belardinelli; N.º 4, Mauro Martelossi; N.º 5, Mario Borgna; N.º 6, Luis Miraldi; N.º 7, Juan Manuel Díaz.

Sesión Plenaria: Puesta en común del Documento de los Foros de Debate

Tamara Lucero Medina

Vamos a dar inicio a la lectura de las conclusiones del primer foro, que versó sobre “Legislación Cultural. Hacia una Ley Federal de Cultura”.

La ausencia de una legislación nacional da cuenta de la materia pendiente de la joven democracia argentina y la necesidad de la inclusión de todos los sectores en su producción. Partiendo de esta premisa, el foro N.º 1 se propuso discutir cuál es el lugar que se le da a la cultura, tomando en cuenta que es el Estado el principal garante del inalienable derecho a la cultura por parte de todos los ciudadanos, cualquiera sea su origen, religión, sexo o ideología política.

La necesidad de la creación de una Ley Federal de Cultura. Entendiendo que esta ley debe inscribirse en el marco del proceso más amplio de reconstrucción de las capacidades estatales, desarrollo sustentable y diversidad cultural. Desde su constitución, dicha ley debe tener en cuenta las características propias de cada región, propendiendo a la integración de las mismas, la articulación de las políticas públicas, la generación de espacios de participación, donde estén representados todos los actores sociales, poniendo énfasis en la inclusión de todos los sectores que, a lo largo de décadas, han sido postergados. Sin embargo, en el foro se remarcó que esta ley debe ser producto de un amplio debate que contemple la compleja realidad del mapa cultural del territorio argentino, que permita alcanzar los más amplios consensos en el marco de los acuerdos del bicentenario.

La creación del Ministerio de Cultura de la Nación. La cultura debe estar en los primeros lugares de la agenda política. La creación del ministerio permitiría revalorizar su importancia social, ejecutar un presupuesto propio. Se propuso tener en cuenta la proposición de la UNESCO de implementar un 15 del presupuesto nacional, proyectar políticas públicas de mediano y largo plazo, otorgándole un marco institucional superador de la fragmentación actual. Se remarcó la necesidad de un efectivo funcionamiento regional en cuanto a la gestión de las políticas culturales y la utilización descentralizada de los recursos para llevarlas a cabo, la necesidad de una articulación entre las diferentes políticas públicas, tales como relaciones interministeriales, comprendiendo la estrecha relación que existe entre las diversas políticas -culturales, de medio ambiente, educación, comunicación, etcétera-, y cómo inciden unas sobre otras.

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Preservación del patrimonio histórico-cultural. Entendiendo el patrimonio como construcción social colectiva, atendiendo a los tratados internacionales, suscriptos por la Argentina, que protegen la identidad cultural. Eso implica también la necesidad de hacer visibles los pueblos originarios, sus históricos reclamos, sus derechos, promoviendo su desarrollo integral.

Ley Nacional de la Música. Se acordó otorgar un apoyo explícito a la aprobación de la Ley Nacional de la Música que se encuentra en estudio en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de la Nación. Asimismo, se recalcó la importancia de la creación del Instituto Nacional de la Música y la promoción de la organización colectiva y popular en todos los ámbitos de la cultura.

Una observación sobre el Segundo Congreso Nacional de Cultura. Pensando en futuros congresos, se remarcó la necesidad de una mayor y previa difusión de los documentos, la puntualización sobre los principales temas y la continuidad de los debates.

María del Valle Aguilar Voy a dar lectura a la síntesis de conclusiones del foro N.º 2: “Cultura e integración. La construcción de la Patria Grande”.

Instalar un concepto amplio de cultura, no solo como arte y producciones de artistas, sino también como expresiones sociales, formas de pensar y un modo integral de vida. Pensar la cultura como un patrimonio intangible.

En relación al Congreso Argentino de Cultura, reforzar los encuentros provinciales y regionales, generando congresos anteriores que potencien un proceso de discusión más sólido y que sirvan como insumo fundamental del Congreso Nacional.

Garantizar la presencia de las diversas provincias en mesas y foros, seleccionando oradoras y oradores y coordinadores según un cupo mínimo provincial. Asimismo, invitar y garantizar la presencia de representantes de comunidades de la región latinoamericana y de los países del MERCOSUR, en pos de la consolidación de la Patria Grande. Paralelamente a la realización del próximo Congreso, organizar el Primer Congreso o Encuentro Latinoamericano de Cultura. Regionalización. Potenciar e institucionalizar los espacios de encuentro y articulación entre los diversos municipios, provincias y regiones. Institucionalizar la participación de los diversos actores y organizaciones sociales en el diseño y gestión de las políticas culturales para que den solución a las necesidades del territorio. Garantizar que todas las provincias tengan actualizada la información sobre las experiencias y actores culturales y que la eleven al SinCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina), en tiempo y forma, con el fin de difundir y reconocer la totalidad cultural del país y contrarrestar la mirada unitaria y centralista. Con el mismo fin, crear un Registro Nacional de Artistas y Hacedores y/o Referentes Culturales por provincia y disciplina, así como un boletín mensual regional al que tengan acceso todos los ciudadanos a través de las páginas Web de las Secretarías de Cultura y Turismo de la Nación. Generar políticas comunicacionales para reforzar los lazos entre los países latinoamericanos, articular programas concretos con países limítrofes.

En relación con la Ley Federal de Cultura, exigir la creación de la Ley Federal de Cultura que debe elaborarse en un proceso desde abajo hacia arriba, teniendo en cuenta las realidades provinciales

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y la gran diversidad cultural de nuestro país, especialmente incorporando las conclusiones y recomendaciones de este Congreso. Que la ley contemple el reconocimiento, participación y reivindicación de los valores, cultura y cosmovisiones de las poblaciones originarias, así como la restitución de la propiedad comunitaria de la tierra y las políticas culturales adecuadas que conserven y fortalezcan el patrimonio intangible de estas comunidades.

Gabriel Belardinelli

Voy a dar lectura a la síntesis del foro N.º 3: “Prácticas artísticas y transformación social”. Sanción de una Ley Federal de Cultura con participación de toda la comunidad en su armado, reflejando las distintas identidades y necesidades del diverso pueblo argentino. Creación de consejos provinciales, regionales y nacionales con una real participación de los actores culturales en la implementación y diseño de las políticas culturales y la continuidad de las mismas, teniendo en cuenta la descentralización del presupuesto.Creación de congresos de cultura para todas las provincias y regiones. Que en los próximos congresos de cultura se consulte a los distintos actores culturales sobre la temática de los foros.

Formación de redes culturales a nivel nacional que brinden información •de las actividades desarrolladas en las distintas regiones del país. Creación de más espacios para el desarrollo de actividades culturales. Contemplar la inclusión de las temáticas de diversidad sexual y de género a partir de •talleres plásticos, teatrales y literarios. Mayor carga horaria de las materias relacionadas con el arte en todos los niveles del •sistema educativo e inclusión de esa rama en los territorios donde no existe. Aumento del presupuesto del área de cultura en los distintos niveles, nacional, provincial •y municipal.Que el próximo Congreso Argentino de Cultura no se superponga con el Día de la •Madre.

Mauro Martelossi

Conclusiones del foro N.º 4, cuyo tema fue: “Formación de públicos; desarrollo de la capacidad de apreciación cultural y de recepción crítica de medios”.

Debido a la transformación de valores que se produjo en nuestra historia reciente, el público se convirtió en un mero consumidor anónimo y acrítico. Por ello, decimos que la formación de público no es formación de audiencia en el sentido de que los medios masivos de comunicación no agotan la comunicación. La formación se da constantemente y a partir de una multiplicidad de espacios. Formar público significa formar productores, hacedores y formadores culturales.Pensamos así la importancia del rol del Estado en la generación de acciones tendientes a la formación de sujetos críticos, a partir de políticas públicas integrales y articuladas.

Expresamos la necesidad de desarticular la unidireccionalidad de las políticas públicas culturales en general, y las relacionadas con la formación de públicos en particular, ya que lo importante es promover lo que construye el universo de sentido de cada comunidad, respetando su diversidad e identidad.

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Proponemos también la creación de observatorios de públicos que tengan en cuenta el consumo, la producción y circulación de bienes y servicios culturales a pequeña, mediana y gran escala, teniendo en cuenta variables cuantitativas y cualitativas. Surge la propuesta de fortalecer las redes de productores culturales desde los distintos niveles -estatal, social o privado-, que planifiquen y articulen programas que tengan continuidad en el tiempo.

En función de la influencia que tienen en la construcción de la esfera pública los medios masivos de comunicación, pensamos que es necesario planificar una nueva Ley de radiodifusión en la que tengan participación diferentes organismos del Estado como el Ministerio de Educación de la Nación, la Secretaría de Cultura de la Nación y, así también, la sociedad en general. Todo esto, enmarcado en la certeza de que los organismos estatales deben democratizar y garantizar el acceso a los bienes y servicios culturales para toda la población.

Mario Borgna

Primero quiero agradecer a la Secretaría de Cultura en nombre de mis compañeros y compañeras de Promotores Territoriales, el programa del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, por invitarnos a participar y a trabajar y a pensar juntos un proyecto nacional donde la cultura es parte fundamental de nuestro desarrollo, de nuestro pueblo. También agradecer a los compañeros, amigos, la gente de todas las provincias que participó en los foros, donde hubo mucha participación, mucho debate.

El foro N.º 5 trató el tema “Gestión de patrimonio tangible e intangible”. Enumeraré las conclusiones finales.

Utilizar nuestras propias categorías regionales, latinoamericanas, nacionales, al momento de redefinir el concepto de patrimonio. Esta conceptualización deberá incorporar, de forma amplia y dinámica, todo acervo cultural y natural de grupos humanos que, en su interacción, constituyen la identidad de los pueblos que habitan el territorio nacional, a fin de operativizar la gestión patrimonial.

Las comunidades locales, provinciales, regionales y de los distritos deberán promover y proteger sus bienes patrimoniales, fomentar la activa participación de todas las organizaciones de nuestro pueblo mediante la discusión y definición de metodologías de aplicación en la declaración y redacción de las leyes patrimoniales, promover la participación directa de miembros de los pueblos originarios de manera de dar voz a sus intereses y experiencias, evitando su representación y mediación, desarrollar un banco de experiencias patrimoniales a nivel nacional, de aquellas que fueron gestadas con activa participación de las comunidades locales, crear y fortalecer carreras en oficios, tecnicaturas de grado, para la recuperación y restauración de obras que integren el concepto amplio de patrimonio, aplicar en fronteras y/o límites territoriales mecanismos de control con personal capacitado para evitar el tráfico y/o fuga de las obras patrimoniales, recuperar y conservar las redes ferroviarias y de su territorio, crear políticas específicas de revalorización cultural y/o turística de los mismos, fomentar la creación de un registro único de bienes patrimoniales, divulgar la normativa provincial y nacional vigente en materia patrimonial para conocimiento de la población, difundir la normativa de que dispone la exención impositiva de los inmuebles cuyas fachadas revistan valor patrimonial histórico, pertinentemente declarados, promover espacios de participación locales y regional que tengan

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como objeto generar una agenda de trabajo a mediano y largo plazo y crear un ámbito de control de gestión y monitoreo de los alcances y los avances de las propuestas trazadas en estos Congresos Nacionales. De esta manera, se arribaría a los siguientes encuentros con un estado de situación de la gestión patrimonial en todo el territorio. Por último, proponer la articulación interinstitucional, multisectorial e interdisciplinaria de las comisiones encargadas de gestión estratégica cultural, existentes y en formación.

Luis Miraldi

“Cultura y municipio. La cultura en los planes de desarrollo local”, fue el tema del foro N.º 6. Para el abordaje de esta propuesta de nuestro foro definimos dos ejes temáticos: políticas culturales y presupuesto.

Las propuestas en lo que hace al eje de políticas culturales son: Crear e impulsar en todos los municipios del territorio nacional, dentro de su organigrama, un área de cultura, impulsando la jerarquización de lo ya existente. Crear una Agenda Cultural que de a conocer a nivel nacional acontecimientos regionales.Fortalecer instituciones, fomentar ámbitos de debate y foros culturales por regiones, formar redes culturales locales, regionales y nacionales. Que la gestión construya metodologías que incluyan articulación con otras áreas.

Desarrollar indicadores y formas de medición, cualitativos y cuantitativos, del impacto de la gestión cultural.

Fortalecer la cultura como política de Estado, fomentar la cultura como generadora de participación, de ciudadanía y de derecho pleno, fomentar capacitaciones abiertas en gestión cultural por regiones, a todo actor social que quiera participar de las mismas. Dicha formación sería en distintas temáticas, por ejemplo, armado de proyectos, estrategias territoriales, canales de presentación y seguimiento de proyectos.

En cuanto al eje del presupuesto, promover que los municipios, por medio de ordenanzas, determinen los montos destinados al área de cultura.

Propiciar la sanción de una Ley Nacional de Cultura sobre las bases del necesario consenso, a partir de la participación que sostenga el sentido y espíritu federal, y no sólo sus formas. Incorporar en los municipios instrumentos legales e institucionales, ordenanzas, para gestionar la coparticipación en el área de cultura, acorde a cada realidad, regionalizar las decisiones en torno a políticas culturales, investigar, diagnosticar, planificar y evaluar, presupuesto participativo y consensuado, debido a que no todos los actores se sienten involucrados en la gestión de las políticas que los afectan directamente, desde una planificación estratégica para el manejo presupuestario.

Crear fondos específicos, provenientes de la recaudación impositiva a niveles provincial y nacional, siendo el Estado responsable en forma directa de su distribución y del control y de su ejecución como reemplazo de las propuestas de leyes de mecenazgos.

Por último, generar un registro único de hacedores de cultura individual, grupal e institucional y de patrimonio público existente.

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Juan Manuel Díaz

El foro N.º 7 se ocupó de “Las articulaciones entre las políticas culturales y comunicacionales ante los desafíos del desarrollo”.

Los participantes del foro N.º 7 del Segundo Congreso Argentino de Cultura realizado en la Ciudad de San Miguel de Tucumán durante los días 16 al 19 de octubre de 2008, a través del debate en las comisiones, han considerado, con respecto a las articulaciones entre las políticas culturales y comunicacionales ante los desafíos del desarrollo, los siguientes puntos:

La necesidad de una Ley Federal de Cultura que incluya distintos actores sociales y •políticos en la discusión y confección de la ley, que respete y fomente la diversidad y la pluralidad de nuestro pueblo.La realización periódica de Congresos Nacionales de Cultura y que la preparación •de dichos encuentros esté articulada con las provincias y los municipios. La creación de comisiones permanentes para la discusión y el seguimiento de las problemáticas tratadas en el Congreso y creación de redes por región, que puedan articular políticas culturales de provincias, municipios y organizaciones sociales. Nueva Ley de Radiodifusión, que prevea y garantice la pluralidad de voces en los •medios masivos de comunicación, la libertad de expresión, producción y difusión de mensajes a los actores sociales que no tienen presencia en los medios, que democratice la información pública y que limite la propiedad de los medios masivos de comunicación a las corporaciones privadas. Creemos que, además de estas herramientas jurídicas, es necesario profundizar los ejes •planteados en los espacios que ya existen, desde lo institucional hasta lo territorial, en el marco de un proyecto nacional que nos integre a todos.

Declaración del Segundo Congreso Argentino de Cultura de San Miguel de Tucumán

Pablo WiszniaSubsecretario de Gestión Cultural de la Nación

Antes de dar lectura al la Declaración de San Miguel de Tucumán quiero agradecer a todos los que hicieron posible este Congreso, a la Provincia de Tucumán, que confió, que puso esta hermosa ciudad a disposición de más de 3000 personas que circularon por seminarios, por foros. Al Ente de Cultura, a la Casa de Tucumán, Mauricio, Pablo. Al CFI, sin el CFI esto habría sido imposible, no habríamos tenido ninguna posibilidad de llevarlo adelante. A todos los que trabajaron y que hace más de una semana que no duermen, en particular a mis compañeros del equipo de Cultura de la Nación. A mis secretarios de Cultura queridos que, sin ellos, tampoco habría sido posible este Congreso. A la Junta Ejecutiva.

Quería pedir, antes que nada, un fuerte aplauso para un compañero que hoy no está, un ferviente defensor de este Congreso, fue un ferviente impulsor de este Congreso, y que falleció hace dos meses, el compañero Norberto Lischinsky. Hoy estaría orgulloso con esta declaración que voy a leer.

Segundo Congreso Argentino de Cultura. Declaración de San Miguel de Tucumán

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Considerando: Que la cultura es una herramienta indispensable para la integración y transformación social, que las políticas culturales deben ser impulsoras de la creatividad artística, constructoras de ciudadanía, generadoras de inclusión social, y fortalecedoras de los procesos democráticos; que, en tal sentido, una cultura accesible y compartida, es la base de un desarrollo que implique el aumento sistemático del bienestar social y económico de todos los argentinos; que las políticas públicas de cultura deben atender a las distintas identidades y expresiones culturales que conforman nuestra nación, para ello, es necesario concebirlas con un marcado carácter federal, que incluya a los pueblos originarios y que promueva la participación plena de sus destinatarios, que, a estos fines, se requieren áreas de cultura dotadas de una institucionalidad y un presupuesto acordes con los propósitos señalados.

Por todo lo expuesto, y como resultado de los debates amplios y pluralistas, generados durante este Segundo Congreso Argentino de Cultura, acordamos:

Crear el Consejo Federal de Cultura como marco estratégico para la propuesta, análisis y discusión de políticas públicas, federales e inclusivas, en el ámbito de la cultura.

A estos fines, asumimos el compromiso de elaborar un estatuto que regule el funcionamiento de dicho organismo y que establezca sus modalidades operativas y financieras.

Poner activamente en marcha el proceso de elaboración y discusión de un anteproyecto de Ley Federal de Cultura, cuyo texto preliminar será redactado por la Secretaría de Cultura de la Nación para su posterior puesta en discusión.

Asumir efectivamente las responsabilidades enumeradas, para lo cual reiteramos que es preciso impulsar con urgencia la modernización, autonomía y jerarquización institucional de las áreas de cultura en todos sus niveles y propender a un incremento sustancial de su presupuesto, adecuándolo a las recomendaciones de la UNESCO.

Ratificar el carácter bienal y permanente del Congreso Argentino de Cultura, convocando al Tercer Congreso en el año 2010, en coincidencia con el inicio del período de celebración de nuestro primer bicentenario, 2010-2016.

Y firman:Doctor José Nun, secretario de Cultura de la Nación; doctor Pablo Wisznia, subsecretario de Gestión Cultural de la Nación; profesor Francisco Romero, subsecretario de Cultura de la Provincia del Chaco; licenciado Jorge Fiori, subsecretario de Cultura de la Provincia de Chubut; licenciado Roberto Alonso Romani, subsecretario de Cultura de la Provincia de Entre Ríos; licenciada Susana Chiaramonte, coordinadora de Programas y Acción Cultural de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Entre Ríos; profesor Alfredo Jara, subsecretario de Cultura de la Provincia de Formosa; doctor Jorge Noceti, secretario de Turismo y Cultura de la Provincia de Jujuy; don Ángel Cirilo Aimetta, subsecretario de Cultura de la Provincia de La Pampa; ingeniera Amelia Montes, subsecretaria de la Agencia Provincial de Cultura de la Provincia de La Rioja; profesor Ricardo Scollo, secretario de Cultura de la Provincia de Mendoza; doctor Armando Gentili, director general de Cultura de la Provincia de Río Negro; profesor Gregorio Caro Figueroa, secretario de Cultura de la Provincia de Salta; arquitecta Zulma Invernizzi, subsecretaria de Cultura de la Provincia de San Juan; profesor Roberto Tessi, jefe del Departamento de Cultura de la Provincia de San Luis; arquitecto Daniel Cazzappa, subsecretario de Cultura de la Provincia

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de Santa Cruz; arquitecto Rodolfo Legname, subsecretario de Cultura de la Provincia de Santiago del Estero; licenciado Silvio Bocchicchio, secretario de Cultura de la Provincia de Tierra del Fuego; profesor Mauricio Guzmán, presidente del Ente de Cultura de la Provincia de Tucumán; y la profesora Ilda Estela García, coordinadora general del Programa de Cultura del Consejo Federal de Inversiones.

En el acto de cierre del Segundo Congreso Argentino de Cultura se dio lectura al Decreto por el que el Gobierno de la Provincia de Tucumán entrega al destacado pianista Miguel Ángel Estrella la medalla al mérito Juan Bautista Alberdi. La señora directora de Ceremonial, profesora Patricia Ibazeta de Posse hizo lectura del Decreto. La acompañó el profesor Mauricio Guzmán, presidente del Ente Cultural de la Provincia.

Patricia Ibazeta de PosseDirectora de Ceremonial de la provincia de Tucumán

Visto que, en el marco del Segundo Congreso Argentino de Cultura, realizado en nuestra provincia y que concurriera especialmente invitado el destacado pianista tucumano Miguel Ángel Estrella, y considerando que el señor Miguel Ángel Estrella es un pianista de reconocida trayectoria internacional, cuya formación y convicciones humanitarias lo impulsaron a expandir su auditorio más allá de las salas de concierto, llevando la música clásica a sectores postergados de la sociedad y ámbitos en los que esa música, habitualmente, no llega -trabajadores rurales y populares, obreros de fábricas, comunidades de pueblos originarios y personas privadas de la libertad-; que realiza dicha tarea con marcada sencillez y sincera sensibilidad; que en 1982 el artista tucumano fundó el movimiento Música Esperanza, una organización con fines humanitarios y alcance internacional que puso la música al servicio de la comunidad y la dignidad de las personas; que, fruto de su acción se han generado innumerables iniciativas en esa dirección en distintos continentes, incluso la creación de una orquesta integrada por jóvenes israelíes y palestinos como modo de promover la paz en Medio Oriente; que la UNESCO lo nombró embajador de buena voluntad de las Naciones Unidas por sus acciones al servicio de la educación, la ciencia y la cultura; que, por todo ello, se estima oportuno distinguir al maestro Miguel Ángel Estrella, otorgándole la condecoración de la Medalla al Mérito conforme las disposiciones de la Ley 8.094, el señor gobernador de la Provincia decreta:

Artículo 1.°: Otórgase al maestro Miguel Ángel Estrella la condecoración Medalla al Mérito instituida en el Estado Provincial de conformidad a las disposiciones de la Ley 8.094.Artículo 2.°: El presente Decreto será refrendado por el señor ministro de Gobierno y Justicia y firmado por el señor secretario general de la Gobernación. Artículo 3.°: Dese al Registro Oficial de leyes y Decretos, comuníquese, publíquese en el Boletín Oficial y archívese.

Firmado:Contador público nacional José Jorge Alperovich, gobernador de la Provincia de Tucumán.

Miguel Ángel EstrellaPianista

Cuántas cosas, ¿no?

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Tucumán. Como les decía antes de anoche, tenía unas ganas feroces de tocar acá y hacer una cosa que había soñado hace mucho tiempo que es una de las experiencias de Música Esperanza, del trabajo que hacemos en las cárceles de todo el país, por ejemplo de alfabetización, pero también de práctica artística, en mi ciudad, en este querido Tucumán.

Los presos tienen una actividad artística y hay un coro que existe hace dos años y cantaron acá en este escenario de una manera conmovedora. Creo que mucha gente del teatro lloraba viendo cómo la música ayudó a esos hombres a sentirse mejor, a tener más esperanzas. Yo conozco, por haber sido un preso también, la obsesión en la que uno vive pensando: “¿Cuándo me liberan?”

La vida de ellos cambió, como la de tantísima gente. Recuerdo cuando empezamos acá en Tucumán y nos decían “los loquitos”, cuando íbamos los jóvenes de aquellos tiempos, veinteañeros, a los Valles Calchaquíes, a los ingenios tucumanos, a los barrios pobres de la ciudad, a las villas miseria. Todo eso lo aprendí acá en Tucumán yo. Pero recién cobré conciencia de que mi amor por Tucumán era tan profundo en la cárcel, porque una de las disciplinas que teníamos los presos políticos del Plan Cóndor era contarnos sueños. Y yo soy muy soñador y me acuerdo de los sueños. Contando los sueños me daba cuenta de que siempre aparecía, en algún momento del sueño, Tucumán. Un árbol, un edificio, una cara, en fin. Ahí cobré conciencia de que esta provincia me seguía alimentando con todo lo que me dio. Yo hice mis estudios aquí en un liceo que era para nada convencional, hacia fines de los cuarenta y principios de los cincuenta, donde se nos estimulaba a la creatividad. Teníamos un diario. Éramos chicos de 13 años y creamos el primer teatro independiente de esta ciudad. Traíamos conjuntos como Fray Mocho a pasar un mes para darnos clases sobre el método Stanislavsky. Tantísimas cosas que, cuando yo les cuento a mis nietos hoy, a veces uno de ellos me dice: “Abuelo, parecés un marciano, porque ese mundo no existe más. Existió, a Dios gracias, para vos”. Todo eso le debo a Tucumán. Gracias al gobierno. Yo siempre me sentí muy apoyado en Tucumán, no por los gobiernos. Es la primera vez que un gobierno me distingue con una cosa tan conmovedora para mí como alberdista que soy y, además, nací en la calle Alberdi de acá de Tucumán.

Muchas gracias al gobernador, a vos paisano vicegobernador, gracias José Nun por acompañarme.

Quiero felicitar a todo el equipo de la Nación y de la Provincia. Ésta es una provincia que hace una excelente gestión cultural desde hace bastante tiempo y que es un ejemplo. A mí me recuerda cosas que yo viví de adolescente, que Tucumán también tuvo una etapa de gloria. Quiero sostener públicamente a Mauricio Guzmán que ha sufrido una discriminación que considero absurda, exagerada y lo quiero decir públicamente como otros han dicho públicamente lo contrario. Respeto las diversidades culturales y las diferencias de análisis pero al César lo que es del César. Cuando hay un buen gestor cultural, para nosotros, que somos hombres de la cultura, decimos: “Bienvenido”. La verdad es que tanto en la música como en el teatro como en el cine, las artes plásticas, Tucumán está viviendo momentos totalmente privilegiados. Entonces, bueno, atacar justo a alguien en un momento en que se hace un congreso de cultura me parece que se está meando fuera del tarro, para decirlo mal y pronto. Hablando de este tema, una revista muy en boga me hizo una entrevista hace un mes, y no publicaron lo que yo dije. Yo dije: “Miren, ¿saben lo que significa un congreso de la cultura? ¿Cuántos países en el mundo hay que hacen esto? Yo creo que el único es la Argentina”. Entonces, son tiempos de construir. Falta muchísimo, por supuesto, pero no nos olvidemos de dónde venimos. Hay que

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construir. Y si hay un congreso de la cultura, sacar un tema como estos porque un funcionario del Consejo de Difusión Cultural, que era un técnico en gestión cultural, ha trabajado en un momento en que el pueblo tucumano, desgraciadamente, votó a Bussi. Pero era un funcionario técnico, no era un hombre ligado al bussismo como esa publicación decía en la tapa: “La pata bussista en el gobierno de Alperovich”. Me parece, realmente, desplazado.

Les mando un abrazo. Gracias por todo el apoyo que sentí siempre del público tucumano y estoy muy feliz.

Ilda Estela GarcíaCoordinadora General Programa de Cultura del CFI

Llegamos al final. Estoy realmente emocionada porque esta serie de momentos, recordando a nuestro compañero que se fue, la distinción a Estrella y demás, realmente me ha emocionado. Creo que esto también es parte de la cultura.

Yo, como Pablo, también quiero hacer un agradecimiento muy especial a esta hermosa Provincia de Tucumán por su hospitalidad impecable, al señor gobernador, al señor vicegobernador, a todos los funcionarios de esta hermosa provincia y, especialmente, a Mauricio Guzmán, nuestro querido amigo y compañero de tareas por su permanente preocupación por que todo ande bien, que todo salga bien y por su capacidad. En él también un agradecimiento a todo su personal. Estamos realmente muy agradecidos por toda esta colaboración para que este Congreso sea un éxito como lo fue. También agradecer al señor secretario de Cultura de la Nación, el doctor José Nun por creer en nosotros. A Pablo Wisznia, también compañero de tareas y de preocupaciones y a todo el personal de Cultura de la Nación que también se ha desempeñado desde hace como dos años que venimos trabajando. Al ingeniero Juan José Ciácera, el secretario general del CFI, por su permanente apoyo en todo esto. Al personal del Consejo Federal de Inversiones, al Plenario que está compuesto por todos los funcionarios de cultura del país, que han trabajado arduamente, al Comité Evaluador, al Comité de Producción, a los que integran estas salas donde se ha desarrollado el Congreso, todos los empleados de aquí y, especialmente, destaco la actuación de los disertantes que han puesto un marco de lujo a este Congreso. Así es que muchas gracias a todos ellos y ojalá continuemos en este camino. Quiero decirles también y destacar la distinción que es para el Consejo Federal de Inversiones, este organismo federal creado por un pacto de las provincias argentinas, y que el próximo 29 de agosto de 2009 cumplirá cincuenta años, el haber organizado junto a Secretaría de Cultura de la Nación, a la Provincia de Tucumán y a todos los funcionarios de Cultura del país este Segundo Congreso Argentino de Cultura que, como aquel primero que hicimos en Mar del Plata, ha estado presente el compromiso y la responsabilidad. Creo que también va a ser igual para el Tercer Congreso, que va a coincidir con el bicentenario y va a ser un desafío, porque el bicentenario es una oportunidad que vamos a tener todos para evaluar, en materia de desarrollo, qué pasó y qué pasó con la aplicación de las políticas culturales públicas. Pero también es una oportunidad para proyectar nuestro futuro, ese futuro que va a superar obstáculos que presenta este complicado siglo veintiuno. Así es que en este camino estamos y yo creo que la participación de todos ustedes ha sido muy valiosa.

El tema de este Congreso Argentino de Cultura, la relación cultura y desarrollo, no es nuevo para el CFI, esto lo venimos desarrollando desde hace muchísimos años. Ya lo dice nuestra Carta Orgánica: “Lograr el desarrollo armónico e integral del país”. Esto se traduce en un desarrollo

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auténtico, genuino y que se sostenga en el tiempo. Para ello, se afirma en el crecimiento de la economía provincial, regional, en nuestra cultura, en nuestras raíces, en nuestra identidad. Y, hablando de identidad, el proceso de afirmación de identidad es dinámico, no es estático. Se va modificando con el aporte de los actores de la comunidad que expresan su voluntad, su sentir. Por eso es tan importante esta participación masiva que hubo en este Congreso. El CFI también se ha comprometido con las provincias y lo ha realizado porque le cabe el rol de fomentar, de apoyar, las propuestas provinciales que han sido previas a este Congreso, para asegurar la participación de todos: municipios, provincias, y regiones. Esto responde, en esto que conocemos todos, que surgió en 1948, que es la Declaración Universal de los Derechos Humanos donde se reconoce que todos podemos actuar en el movimiento cultural de una comunidad. De esa forma, expresar el sentir y la voluntad. Esto se ha logrado aquí, en este Congreso, donde la participación ha sido de más de tres mil personas porque tengamos en cuenta que no sólo son los que han venido acá a Tucumán, sino también los que han trabajado en cada provincia para lograr esto. Son muchísimos más.

Así que es un orgullo para nosotros el haber logrado este movimiento cultural en toda la Argentina. Es una oportunidad que tiene todo argentino de hablar, de expresarse, y que quede plasmada su voluntad como lo han hecho acá en los foros, en las mesas redondas, en los debates.

El CFI, que es un organismo federal, colabora en el campo cultural con las provincias argentinas en muchos aspectos y también en el Programa de Cultura, en un trabajo silencioso, constante, persistente, y más aun en estas épocas en que esta crisis mundial que conocemos todos hace falta que realmente ratifiquemos nuestro compromiso en bien de la cultura, en bien del hombre. Esto quiere decir mejor calidad de vida, que es el objetivo final del desarrollo.

Cuando realicemos el otro Congreso Argentino tendremos dos años más de vida y ojalá tengamos dos años más de sabiduría en bien de la cultura.

Muchas gracias a ustedes, muchas gracias Tucumán y feliz día de la madre para todos.

José NunSecretario de Cultura de la Nación

Muy buenos días. Estoy muy emocionado por el homenaje a mi querido amigo Miguel Ángel Estrella, por todo lo que representa ese homenaje.

Llega un forastero a Tucumán y le pide a un tucumano que lo lleve a conocer la Universidad de Tucumán. Este amigo tucumano le muestra la Facultad de Medicina, le muestra la Facultad de Derecho, le muestra la biblioteca, le muestra los laboratorios, y termina el paseo. El forastero le dice: “No me mostraste la Universidad de Tucumán”. Entonces, el tucumano tiene el difícil trabajo de explicarle que eso que le mostró es la Universidad de Tucumán, porque la Universidad de Tucumán es un concepto de segundo grado que no designa observables. Los observables son la Facultad de Medicina, la Facultad de Derecho. La Universidad de Tucumán es lo que se llama un inobservable.

Pasa lo mismo con las políticas culturales. Las políticas culturales no son directamente observables, son observables a través de sus manifestaciones. Y yo quiero decirles de mi

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satisfacción y de mi orgullo de que la política cultural que estamos desarrollando se manifieste aquí, en este Segundo Congreso Argentino de Cultura. Ésta es una manifestación genuina de la política cultural que llevamos adelante.

Yo decía el otro día que uno de los principales logros de este Congreso es haberse realizado porque son tantas las iniciativas que, en la turbulencia de los años, han ido quedando en el camino en nuestro país, por mejor intencionadas que estuvieran, que lo importante para el desarrollo institucional de la Argentina es la continuidad de las iniciativas que se emprenden. Comenzamos en Mar del Plata, 2006. Seguimos en Tucumán, 2008. Continuaremos en 2010 -todavía no les puedo adelantar dónde- y seguiremos en 2012, 2014 y cuando las autoridades que en este momento nos desempeñamos en nuestro cargo no estemos ya aquí. Esto es crear realmente instituciones.

Pero hay algo más. Este Congreso tuvo casi el doble de participantes que el Congreso Argentino de Cultura de Mar del Plata. Y este Congreso tuvo mucho más calor, entusiasmo, dinamismo, fuerza de debate, que el de Mar del Plata, que abría un surco. Digamos que en Mar del Plata intentamos instalar nuestra visión de la cultura que difería de la visión tradicional de la cultura que imperaba en Argentina. En este Congreso hemos profundizado ahora ese surco y lo hemos profundizado con intensidad.

Voy a hacer un comentario lateral. En Argentina se dice, recurrentemente, y con bastante razón, que falta una oposición con ideas. Yo lamento profundamente que un representante de la oposición entre varios otros que ha sido invitado a este Congreso y que ha participado de este Congreso, haya tenido el atrevimiento de declarar al diario de Tucumán, a La Gaceta, que lamentaba mucho que este Congreso haya sido monocolor, que haya sido un Congreso oficialista. Ese señor no ha participado de los foros, de los debates, que fueron de una intensidad, de un calor, de un entusiasmo inigualables. Con este tipo de oposición oportunista, mentirosa, efectivamente no vamos a avanzar demasiado lejos.

Quiero hacer un agradecimiento muy profundo a todos los que participaron en este Congreso. Aportaron lo mejor de sí. Quiero hacer el agradecimiento que ya se hizo, reiteradamente y por buenos motivos, en primer lugar, a todas las provincias. En la mayoría de ellas se llevaron a cabo congresos provinciales preparatorios de este Congreso Argentino y es de desear que, para 2010, en todas las provincias se realicen esos congresos provinciales. En segundo lugar, obviamente, un agradecimiento muy hondo a los tucumanos, a las autoridades tucumanas, a la Ciudad de Tucumán, a la provincia de Tucumán. No por nada Tucumán es una de las cunas principales de la cultura de la Argentina y lo ha demostrado, precisamente, con el calor, con el empeño, con la amabilidad, con que nos ha recibido a todos, con la alegría que ha imperado a la vez en este Congreso. De paso, un Congreso -me parece importante subrayarlo- es una prueba concreta de eso que Aldo Ferrer bautizó con el título de uno de sus libros hace años: vivir con lo nuestro. No necesitamos traer artistas extranjeros para lograr un éxito como el que anoche tuvo Jairo o anteanoche tuvo Miguel Ángel Estrella. Y tampoco tenemos que someternos a los dictados de la moda para traer disertantes encumbrados del exterior cuando tenemos expositores de la cultura brillantes como tenemos en la Argentina. Vivamos con lo nuestro, sin despreciar lo extranjero.

De un Congreso como éste resultan múltiples consecuencias. Lo mismo ocurrió con el Primer Congreso Argentino de Cultura. En primer lugar, la formación inmediata que hemos acordado del Consejo Federal de Cultura que, para antes de fin de año, ya va a tener su estatuto, su

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reglamento, y va a comenzar sus reuniones periódicas. En segundo lugar, me congratulo de una coincidencia y es que, en las conclusiones de varios de los foros -que fueron leídas acá-, se propulsaba el dictado de una Ley Federal de Cultura. En eso estamos trabajando. Estamos trabajando en un anteproyecto de Ley Federal de Cultura para ser discutida ampliamente, a lo largo y a lo ancho del país, tamizada, consultada con todos los representantes de las provincias y de los municipios y, después, trabajada con los legisladores nacionales. Esta Ley Federal de Cultura confío que va a estar dictada, aprobada, para fines de 2009. Ojalá así sea.

Son muchos los emergentes que menciono de este Congreso. Tienen que ver, por ejemplo, con emprendimientos culturales, con el área de industrias culturales y acuerdos a los que aquí se ha llegado. En ese mismo orden de cosas voy a tomar un solo ejemplo para destacar.

Rodolfo Hamawi, de la Cámara del Libro, nos ha hecho un ofrecimiento sumamente generoso: que elijamos doce localidades del país donde no existan librerías y que la Cámara del Libro va a dotar a la librería que la Secretaría de Cultura de la Nación contribuya a crear, de los libros que necesite para vender. Ésta es una oferta tangible, concreta, que lleva cultura a lugares que, en este momento, carecen de acceso al libro.

De la misma manera -y fue ése el exclusivo motivo por el que yo no pude asistir a la apertura de este Congreso-, anunciamos en Buenos Aires un programa interministerial del que participan el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Educación y la Secretaría de Cultura de la Nación. La Secretaría de Cultura de la Nación provee los cimientos de este programa a través de las sesenta orquestas infantojuveniles que ya existen en lugares carenciados. Lanzamos el programa interministerial Música Pueblo que se propone crear cuatrocientas orquestas más en los próximos cuatro años pero con un recaudo y es que estas orquestas se generen en lugares de doce mil habitantes o menos, en lugares carenciados y postergados del país. Ésta es una iniciativa que no solamente tiene valor musical, sino que tiene la importancia de que la gente, los jóvenes, los niños, se acostumbren a trabajar juntos, a cooperar, a operar en armonía, y nos llena de orgullo poder decirlo en este Segundo Congreso Argentino de Cultura. Ustedes ya han oído muchas palabras. Es momento de decir muchísimas gracias y a los hechos. Muchas gracias.

Y, para finalizar, escucharemos al señor vicegobernador de la Provincia de Tucumán, el doctor Juan Luis Manzur.

Juan Luis ManzurVicegobernador de la provincia de Tucumán

En primer lugar, a todas las damas presentes en nombre del Gobierno de la Provincia de Tucumán, les deseo feliz Día de la Madre.

Queridos amigos, venidos de todos los rincones de la patria y de otras geografías a Tucumán, que ha tenido la honra de ser la sede de este Segundo Congreso Argentino de Cultura. Quiero agradecerles en nombre del señor gobernador de la Provincia, José Alperovich, y del gobierno todo, el haberse reunido en nuestra provincia para celebrar, una vez más, un encuentro entre argentinos con vistas a profundizar las respuestas que da la cultura al problemas del desarrollo.

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En mi carácter de vicegobernador de esta Provincia y presidente de la Honorable Legislatura, tengo el orgullo de destacar que Tucumán, merced a una firme decisión del señor gobernador y contando con el acompañamiento de todos los señores legisladores y haciéndose eco de la Declaración de Mar del Plata, fruto del Primer Congreso, ha jerarquizado la anterior Secretaría de Cultura, transformándola en un Ente autárquico.

Entendimos que una política cultural debía ser un factor estratégico para el desarrollo humano. En consecuencia, las acciones del Ente Cultural de Tucumán, se dirigieron a lograr la recreación de los vínculos comunitarios, el fortalecimiento de las capacidades expresivas y la generación de una cultura democrática y participativa. Dimos particular importancia a las tareas de inclusión de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad y a revertir diferentes formas de marginalidad, resultado de largos años de destrucción. Para lograr estos objetivos se han desarrollado programas de capacitación y formación de animadores socioculturales para toda la provincia con el apoyo del Consejo Federal de Inversiones y de la Secretaría de Cultura de la Nación. Los principales destinatarios de nuestra gestión son las personas con capacidades diferentes, adultos mayores, comunidades originarias, pacientes en internación, niños y jóvenes, alumnos y docentes del sistema educativo, nuestros artesanos, artistas, personas privadas de su libertad y, en definitiva, toda la sociedad.

En estos días de trabajo, de intercambio, de reflexión, de debate, de crítica constructiva, hemos confirmado la concepción de la cultura como una herramienta indispensable para la integración y transformación social de nuestra nación. El gobierno de la provincia de Tucumán quiere ratificar su compromiso con las conclusiones de este Segundo Congreso y su firme voluntad de sumarse a la fundación del Congreso Federal de Cultura y, también, a la discusión de la futura Ley Federal de Cultura.

Pensarnos como patria en el proceso de nuestro bicentenario será el eje que deberá sostener nuestros esfuerzos en los años por venir, en nuestro trabajo por articular la cultura y el desarrollo. A partir de este encuentro, a partir de este Congreso, Tucumán no es el mismo. Tucumán cambió y cambió para bien y eso se lo debemos a todos ustedes, los aquí presentes. Gracias por venir y, de nuevo, el pueblo y el gobierno de la provincia de Tucumán les agradecen su presencia en nuestra querida provincia.

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Del 16 al 19 de octubre de 2008, en San Miguel de Tucumán, se realizó el Segundo Congreso Argentino de Cultura. Organizado conjuntamente por la Secretaría de Cultura de la Nación, el Consejo Federal de Inversiones y el Ente Cultural de Tucumán, el encuentro contó con la participación de destacados disertantes del país y de América Latina.

“Cultura y desarrollo” fue el tema del Congreso. El programa se organizó en cinco ejes temáticos que se abordaron en quince mesas de debate: “Las relaciones entre cultura y desarrollo”, “Cultura y economía”, “La identidad nacional y los procesos de desarrollo”, “Diversidad cultural y derecho a la cultura”, y “Cultura y comunicación. Las industrias culturales y las TIC”.

Cristina Fernández de Kirchner, José Nun, Jorge Coscia, Aldo Ferrer, Mauricio Guzmán, Beatriz Rojkés de Alperovich, Bernardo Racedo Aragón, Patricia Vismara, Julián Kopecek, Liliana Beatriz Fellner, Fabio Quetglas, Graciela de la Rosa, Stella Puente, Rodolfo Hamawi, Natalia Calcagno, Rodolfo Hermida, Federico Sánchez, Jorge Sethson, Octavio Getino, Alejandro Rofman, Roberto Tessi, Cristian Alarcón, Claudia Herrera, Alejandro Rofman, Edwin Harvey, León Repetur, Inés Urdapilleta, Héctor Valle, Francisco Piñón, Samuel Cabanchik, Silvia Rojkés de Temkim, Juan Carlos Tedesco, Martín Miguel de Güemes, Víctor Santa María, Armando Ramón Poratti, Francisco Romero, Mempo Giardinelli, Elena Rojas Mayer, Martín Repetto, Mónica Lacarrieu, Alberto Petrina, Silvia M. Fajre, Kelly Olmos, María Cecilia Velásquez, Pablo Esteban Wisznia, Margarita Ferrá de Bartol, Juan Cristóbal Villafañe, Asunción Ontiveros Yulquila, Ana Wortman, Federico Heinz, Luis Albornoz, Julio Raffo, Daniel Raúl González, Eva Piwowarski, Gustavo Bulla, Diego Levis, Martín Becerra, Glen Postolski, Gastón Roitberg, Susana Velleggia, Gustavo López, Juan Sasturain, Elba Rosa Amado, Martín Alberto Cáneva, Horacio González, Patricio Calvo, Patricio Griffin, Daniel Fernando Arroyo, Tristán Bauer, Jésica Tritten, Orlando Barone, Ricardo Forster, Gualberto Elio, Milagro Romero, Miguel Ángel Estrella, Manuel Raúl Andújar, Fabio Junco, Marcio Meirelles (Brasil), Thays Pessotto (Brasil), Fernando Gaspar (Chile), Fernando Zapata López (Colombia), Vicente Enrique Vargas Cera (Colombia) y José María Rodríguez Gómez (España).