Dialnet-PrimusInterPares-3627354

25
Resumen: Los sepulcros megalíticos de la Submeseta Norte española reflejan la existencia de di- ferencias sociales entre los miembros de las comunidades del Neolítico y Calcolítico. A partir del estudio de los objetos de prestigio depositados en estas construcciones y de la existencia de deter- minados elementos arquitectónicos segregadores de espacios en las cámaras se examinan las ma- niobras de ciertos individuos por destacar socialmente. Se valora la importancia de los intercambios comerciales en la obtención de elementos de prestigio que serán monopolizados por esas minorías encumbradas, siguiendo una tendencia similar a lo observado en otros territorios del Occidente eu- ropeo durante el Neolítico Final. Palabras clave: Megalitismo. Submeseta Norte. Elementos de prestigio. Intercambios. Diferencia- ción social. Abstract: Megalithic tombs in Central Iberia show evidence of the existence of social differentia- tion among the members of the Neolithic and Chalcolithic societies. Strategies used by some indi- viduals to attain and keep status, such as the acquisition of prestige items and the utilization of architectural elements to separate spaces are examined here. The role of exchanges in the acquisi- tion of those prestige items, showing a similar pattern to that observed elsewhere in Western Europe in the Late Neolithic, is assessed. Key words: Megalithism. Central Iberia. Prestige items. Exchanges. Social differentiation. BSAA arqueología, LXXV, 2009, pp. 41-65 ISSN: 1888-976X © 2009. Universidad de Valladolid PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIÓN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALÍTICOS DE LA SUBMESETA NORTE ESPAÑOLA Primus Inter Pares: Strategies of Social Differentiation in the Megalithic Tombs of the Spanish Northern Plateau ELISA GUERRA DOCE ,GERMÁN DELIBES DE CASTRO * , PILAR ZAPATERO MAGDALENO * ,RODRIGO VILLALOBOS GARCÍA * * Departamento de Prehistoria, Arqueología, Antropología Social y CC. y TT. Historiográfi- cas. Universidad de Valladolid. Plaza del Campus s/n, 47011 Valladolid. [email protected], [email protected], [email protected], [email protected]

description

Los sepulcros megalíticos de la Submeseta Norte española reflejan la existencia de diferenciassociales entre los miembros de las comunidades del Neolítico y Calcolítico

Transcript of Dialnet-PrimusInterPares-3627354

  • Resumen: Los sepulcros megalticos de la Submeseta Norte espaola reflejan la existencia de di-ferencias sociales entre los miembros de las comunidades del Neoltico y Calcoltico. A partir delestudio de los objetos de prestigio depositados en estas construcciones y de la existencia de deter-minados elementos arquitectnicos segregadores de espacios en las cmaras se examinan las ma-niobras de ciertos individuos por destacar socialmente. Se valora la importancia de los intercambioscomerciales en la obtencin de elementos de prestigio que sern monopolizados por esas minorasencumbradas, siguiendo una tendencia similar a lo observado en otros territorios del Occidente eu-ropeo durante el Neoltico Final.

    Palabras clave: Megalitismo. Submeseta Norte. Elementos de prestigio. Intercambios. Diferencia-cin social.

    Abstract: Megalithic tombs in Central Iberia show evidence of the existence of social differentia-tion among the members of the Neolithic and Chalcolithic societies. Strategies used by some indi-viduals to attain and keep status, such as the acquisition of prestige items and the utilization ofarchitectural elements to separate spaces are examined here. The role of exchanges in the acquisi-tion of those prestige items, showing a similar pattern to that observed elsewhere inWestern Europein the Late Neolithic, is assessed.

    Key words: Megalithism. Central Iberia. Prestige items. Exchanges. Social differentiation.

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65ISSN: 1888-976X

    2009. Universidad de Valladolid

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DEDIFERENCIACIN SOCIAL EN LOSSEPULCROS MEGALTICOS DE LA

    SUBMESETA NORTE ESPAOLA

    Primus Inter Pares: Strategies of Social Differentiation in the MegalithicTombs of the Spanish Northern Plateau

    ELISA GUERRA DOCE, GERMN DELIBES DE CASTRO*,PILAR ZAPATERO MAGDALENO*, RODRIGO VILLALOBOS GARCA*

    * Departamento de Prehistoria, Arqueologa, Antropologa Social y CC. y TT. Historiogrfi-cas. Universidad de Valladolid. Plaza del Campus s/n, 47011 Valladolid. [email protected],[email protected], [email protected], [email protected]

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    1. Introduccin

    La evolucin social de las comunidades humanas es un tema con una largatrayectoria en el campo de laAntropologa. Una de las primeras propuestas que es-bozaron el concepto de gradacin o progresin se debe a A. Ferguson quien en1767 escribi un trabajo titulado An Essay on the History of Civil Society, endonde se estableca un modelo jerrquico que desde un estado primitivo de sal-vajismo contemplaba un recorrido escalonado que culminaba en una fase ltimade refinamiento poltico. Esta propuesta constituira la base terica de la que par-tiran E.B. Tylor y sobre todo L.H. Morgan un siglo despus a la hora de estudiarel desarrollo social de los pueblos preindustriales, estableciendo un esquema tri-partito que diferenciaba los estadios de salvajismo, barbarie y civilizacin, sub-divididos a su vez en una serie de etapas intermedias, que compone el esqueletode lo que se ha venido a denominar Teora Unilineal de la Evolucin Cultural.La traslacin de este planteamiento a la Arqueologa Prehistrica correspondi aVere Gordon Childe quien en su obra La evolucin social (1951) equipar esasfases a los grandes perodos de la Prehistoria: salvajismo = Paleoltico; barbarie= Neoltico; civilizacin = Edad de los Metales (Delibes, 1999).

    Pero siguiendo las enseanzas de la Ecologa Cultural los grupos humanos novienen definidos nicamente por sus instituciones polticas o su organizacin so-cial sino que su interaccin con el medio que habitan juega un destacado papel, yaque este hecho determina su orientacin econmica y su cultura material (por laadaptacin tecnolgica al nicho ecolgico en cuestin). De ah que diversos au-tores (M. Sahlins, E. Service, M. Fried) se hayan preocupado por definir cada unode los rasgos (econmicos, tecnolgicos, sociales y polticos) que caracterizan alas sociedades humanas.

    El registro arqueolgico de la Prehistoria europea engloba a una gran diver-sidad de grupos socioculturales, siendo las gentes del Paleoltico y Neoltico lasque, segn estos planteamientos evolucionistas, representaran los estadios ini-ciales. Se tratara, en ambos casos, de sociedades supuestamente igualitarias a di-ferencia de momentos posteriores en los que se consolida y perpeta lajerarquizacin social gracias a una serie de estrategias de poder muy diversas (di-visin social del trabajo, aparicin de especialistas, apropiacin de excedentes,establecimiento de estructuras sociopolticas que sustentan las desigualdades en elseno del grupo, control sobre las redes de intercambio, vinculacin de poder po-ltico y religioso, etc.) que llevan a hablar de sociedades jerarquizadas o complejas.

    De este modo, an reconocindose la existencia de individuos destacados yde cierta diferenciacin social en el seno de las comunidades paleolticas y neol-

    42

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • ticas de Europa, de forma un tanto romntica tenda a considerrselas sociedadesigualitarias en las que primaba el inters comn sobre el beneficio personal. Desdeesta ptica los monumentos megalticos, como enterramientos colectivos que son,se interpretaban como un smbolo de esa paridad entre los miembros del grupo:todos los individuos participaban en la construccin de unos sepulcros que servancomo ltima morada al conjunto de la comunidad.

    Sin embargo, pronto se hizo evidente que el nmero de individuos inhuma-dos en las tumbas megalticas no se corresponda con la dilatada trayectoria deocupacin de estos monumentos. Adems, el anlisis de la composicin de lososarios comenz a revelar acusadas disimetras sociales a favor de los varonesadultos, dando un giro radical a la argumentacin que llev a defender un reclu-tamiento selectivo de los miembros destinados a reposar en los sepulcros mega-lticos (Delibes, 1995; Masset, 1986; Sherratt, 1990). No estn, por tanto, todos losque eran. Pero tampoco los individuos escogidos para ser inhumados en estos se-pulcros, an supuestamente pertenecientes a un mismo segmento social, son me-recedores de la misma consideracin por parte de su comunidad. Los estudios depaleodieta llevados a cabo en el dolmen toledano de Azutn indican que el volu-men de protena crnica de los individuos masculinos analizados es muy superioral hallado en los restos esquelticos de la nica mujer de la muestra, sugiriendo quela fmina estaba peor alimentada (Bueno, Balbn y Barroso, 2005: 181).

    A lo largo de estas pginas pretendemos examinar las maniobras a las queapelaron las comunidades megalticas de la Submeseta Norte en su afn de desta-car socialmente.

    2.Algunasnotas sobre la trayectoriade las tumbas colectivasde laSubmesetaNorte

    El inters de los prehistoriadores por la tipologa de las arquitecturas sepul-crales megalticas viene de antiguo. Ya estaba muy presente en los Leisner quie-nes, apoyndose en las diferencias estructurales y de tamao habidas entre lascmaras de embocadura simple, tipo Gorginos, ciertos largos sepulcros de corre-dor como el Anta Grande do Olival da Pega, y tholoi como el de Farisoa, senta-ron las bases de la trayectoria del fenmeno megaltico en el Alentejo (Leisner yLeisner, 1951). Se constata asimismo en la obra de Glyn Daniel, siempre dado aatribuir a comunidades o grupos tnicos distintos, meridionales y septentrionales,la construccin de los dos grandes modelos dolmnicos del oeste de Europa, estoes los sepulcros de corredor y las galeras cubiertas (Daniel, 1967). Y tampocofalta en otros autores que, en punto a definir lo dolmnico, se atrevieron a relati-

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 43

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    vizar la condicin megaltica de las tumbas, esto es que estuvieran o no construi-das con grandes bloques de piedra, con tal de que fueran camerales y de que aco-gieran osarios colectivos fruto de deposiciones sucesivas (p.e. Giot, 1976).

    En la Submeseta Norte, donde la mayor parte de los dlmenes son sepulcrosde corredor, estas cuestiones formales no han merecido menos atencin (Fig. 1).V. Leisner y H. Schubart fueron los primeros en destacar que en la zona de Ciu-dad Rodrigo, en el suroeste de Salamanca, se registraban tanto sepulcros de co-rredor como dlmenes simples (Leisner y Schubart, 1964). Luego se hapolemizado con frecuencia sobre las particularidades constructivas de las tumbasde Los Zumacales en Simancas y de La Velilla en Osorno, que se caracterizan porcontar con unas pintorescas cmaras delimitadas en la base por bloques de piedrapero faltas de alzados ortostticos (Delibes et alii, 1987). No menos peculiaresson ciertos tmulos de enterramiento colectivo del valle medio del Valderaduey,en Zamora, que carecen de estructuras megalticas propiamente dichas (Palomino,1989; Palomino y Rojo, 1997), o las mucho mejor conocidas tumbas-calero so-rianas (Rojo et alii, 2005). E incluso, ms recientemente, se ha destacado que lascmaras de los dlmenes con pasillo de acceso del oeste meseteo responden enrealidad a dos modelos arquitectnicos diferentes ms poligonales y con amplialosa de cabecera unos, de mayor tendencia circular y ortostatos promediadosotros que, segn todos los indicios, se inspiran respectivamente en los sepulcrosde corredor alentejanos y beiranos (Bueno, 2000: 49 y 58; Delibes, 2010).

    Todas estas particularidades constructivas se prestan a diferentes lecturas: esposible que la cmara no ortosttica de Simancas obedeciera a la inexistencia depiedra adecuada en el entorno para una arquitectura ms ortodoxa; en las tumbascalero tal vez se recurri a los alzados de ripio pensando en facilitar su peculiarcondena por medio del fuego; y los tmulos no camerales del Valderaduey bien pu-dieran responder tanto a la falta de material edilicio idneo como a la posibilidadde que fosilizaran osarios instantneos en vez de progresivos. En todo caso, enningn momento ha pasado desapercibida la opcin de que algunos de tales mo-delos fueran, a grandes rasgos, propios de fases megalticas sucesivas, lo que vis-lumbramos con cierta claridad en la comarca burgalesa de La Lora gracias a unestudio conjunto de arquitecturas, de ajuares y de dataciones de radiocarbono (De-libes y Rojo, 2002; Delibes, 2010).

    All, la secuencia propuesta para las tumbas colectivas se inicia con unos pe-queos tmulos carentes de estructuras ortostticas, que tienen en El Rebolledo sumejor exponente. Se caracterizan, sobre todo, porque las tierras tumulares apri-sionan directamente los osarios, constituidos no por inhumaciones completas sino

    44

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • por huesos desconectados y parcialmente cremados, al modo en que ocurre en elasimismo burgals tmulo de San Qulez (Alday et alii, 2008).

    Las fechas obtenidas en estos dos yacimientos se sitan en las postrimerasdel V milenio AC, muy poco antes si es que no al tiempo que se construyen cier-tos sepulcros ya camerales cubiertos por tmulos asimismo pequeos, de una de-cena de metros de dimetro por poco ms de otro de alto. Estos ltimos, noobstante, cobijan construcciones ovales autnticamente ortostticas, todava sin

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 45

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

    Fig. 1. Mapa con los monumentos megalticos de la Submeseta Norte mencionados en el texto.VILA: (1) Dehesa de Ro Fortes, Mironcillo; (2) Prado de las Cruces, Bernuy-Salinero. BUR-GOS: (3) La Cabaa, Sargentes de la Lora; (4) Valdemuriel, Tubilla del Agua; (5) El Moreco,Huidobro; (6) La Nava Alta, Villaescusa de Butrn; (7) Las Arnillas, Moradillo de Sedano; (8)

    Rebolledo, Moradillo de Sedano; (9) Necrpolis de Fuentepecina, Sedano; (10) Cubillejo de Lara,Mazariegos/Mecerreyes; (11) Los Morcales, Barbadillo del Mercado; (12) San Qulez, Trevio.SALAMANCA: (13) El Torrejn, Villarmayor; (14) La Ermita, Galisancho; (15) La Casa del

    Moro, Casillas de Flores. SORIA: (16) La Tarayuela, Ambrona (17) La Pea de la Abuela, Am-brona; (18) La Sima; Mio de Medinaceli. PALENCIA: (19) La Velilla, Osorno. VALLADOLID:(20) El Miradero, Villanueva de los Caballeros; (21) Los Zumacales, Simancas. ZAMORA (22):

    El Tesoro, Morales del Rey.

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    corredor (el acceso en Fuente Pecina 2, el yacimiento mejor conocido, se efectaa travs de una escotilla lateral) y cuentan, como los posteriores sepulcros de pa-sillo, con una cubierta de ramaje, no estrictamente dolmnica, por tanto. El dep-sito funerario, ya de mayor de entidad, se aproxima en Pecina 2 a dos decenas deinhumaciones en las que rige ese desorden postdeposicional tan caracterstico delas sepulturas colectivas diacrnicas.

    A juzgar por la similitud de los ajuares, en ambos casos con monturas geo-mtricas y con esptulas de hueso tipo San Martn El Miradero, estos primeros se-pulcros camerales constituyeron el punto de partida de los ms primitivosdlmenes de corredor, que tienen su mejor exponente en La Lora en la sepulturade Valdemuriel, en Tubilla delAgua. Una de sus caractersticas es que los bloquesde la cmara siguen siendo pequeos, de poco ms de un metro, dndose el casoen aquellos que superan claramente esta dimensin de que adoptan una disposi-cin apaisada para igualar los alzados en altura y facilitar la construccin de la te-chumbre. En cuanto al corredor de Valdemuriel, seguramente descubierto, ofreceuna disposicin singular, ya que los bloques en vez de alinearse en el sentido desu longitud, como sera lgico, se apoyan unos en otros, sobre sus superficies pla-nas, dando lugar a un apilamiento que no volver a constatarse en los pasillos delos dlmenes loriegos ms desarrollados.

    Finalmente, Las Arnillas, El Moreco y La Cabaa, en Moradillo de Sedano,Huidobro y Sargentes de la Lora, representan la culminacin del megalitismo re-gional. Son sepulcros de cmaras casi circulares, muy amplias y envueltas en t-mulos de gran porte (hasta 30 m. de dimetro), a las que se accede a travs decorredores enormes, de ms de diez metros en ocasiones, que se inician en la pe-riferia tumular. En las cmaras, constituidas por ortostatos invariablemente en-hiestos, esto es dispuestos en el sentido de su longitud, no se acreditan autnticascubiertas megalticas, s en los pasillos, donde los dinteles pueden apoyarse di-rectamente sobre los grandes bloques de las paredes, cuando no sobre un recreci-miento de primoroso aparejo de piedra en seco, cual acontece en Las Arnillas.

    La excavacin de este ltimo yacimiento revela la existencia de un notableosario, de por lo menos medio centenar de esqueletos, que se reparta bastantedesordenado por la cmara y el corredor. Y en algn caso las cmaras, juzgar porlo advertido en El Moreco, se decoraban con pinturas esquemticas en rojo, quedeban hacer ms solemne la despedida de los difuntos.

    Una datacin absoluta sobre muestra de hueso humano del osario de la c-mara de Las Arnillas revela que el momento de esplendor de estas ltimas tum-bas megalticas de La Lora se sita hacia el ltimo tercio del IV milenio, es decircasi un milenio despus de la ereccin de las primeras. Los cambios en los ajua-

    46

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • res que se registran paralelamente a los estructurales inducen a pensar, adems, quelos distintos modelos que hemos venido describiendo fueron esencialmente con-secutivos. Y ello, unido tambin al elevado nmero de pequeos dlmenes ini-ciales, sugiere que los ltimos y ms excepcionales grandes sepulcros de corredorfueron levantados en respuesta a un fenmeno de sinecismo o de fusin de los pe-queos clanes en agrupaciones mayores (Tabla I).

    3. Variaciones en la composicin de los ajuares funerarios a lo largo de la se-cuencia megaltica regional

    Las ofrendas funerarias depositadas en el interior de las tumbas colectivascorrespondientes a la fase de implantacin del megalitismo (finales V/inicios IVmilenio cal AC) comprenden pulimentados, herramientas de slex (lminas, geo-mtricos), cuentas de collar, esptulas seas entre las que destacan las de tipo SanMartn-El Miradero, prismas de cuarzo y no muy abundantemente cermica, almenos en el centro y este de la Meseta (Delibes, 2010). A diferencia de los dep-sitos funerarios ms modernos, donde su hallazgo es meramente testimonial, lashachas pulimentadas aparecen profusamente en los primeros megalitos. Si la granmayora de ellas pudo tener una funcin utilitaria, el reducido tamao de otras queapenas alcanza los 10 cm lleva a considerarlas piezas votivas (Delibes y Santonja,1986: 168) lo que vendra igualmente apoyado por la excepcional conservacin de

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 47

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

    Tabla I. Trayectoria cronolgica del Megalitismo de la Submeseta Norte a partir de algunasdataciones radiocarbnicas.

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    sus filos (Delibes, Rojo y Represa, 1993: 37). Quizs en tierras meseteas las ha-chas pulimentadas desempearan el mismo papel simblico en relacin con ritosfundacionales que M. Sohn propone para las tumbas colectivas neolticas de laCuenca de Pars. All los patrones de deposicin de las ofrendas funerarias pre-sentan una secuencia evolutiva que se iniciara con conjuntos colectivos (aquellosque cuentan con hachas pulimentadas) para finalizar con autnticos equipamien-tos personales (Sohn 2002; 2006). Algo similar parece observarse en las tumbasmeseteas donde los niveles inferiores de ciertas cmaras (Fuentepecina 2, Val-demuriel) incluyen hachas pulimentadas lo que ha llevado a plantear que fueraninauguradas de forma ritual depositando este tipo de piezas (Delibes, Rojo y Re-presa, 1993: 78).

    En estas etapas iniciales, los objetos hallados en los sepulcros parecen cons-tituir ofrendas colectivas a los ancestros, ms que pertenencias personales ya queno se aprecian asociaciones claras entre objetos e individuos. No podemos pasarpor alto la posibilidad de que dichas asociaciones se diluyeran con el paso deltiempo debido a los distintos avatares a los que se vieron sometidas estas cons-trucciones (inclusin de nuevas inhumaciones, limpieza y acondicionamiento delos espacios sepulcrales, reutilizaciones, expolios, etc.). Pero tambin es ciertoque algunas tumbas antiguas fueron clausuradas por sus propios constructores sinque sus depsitos sufrieran alteraciones con posterioridad, caso del dolmen sim-ple de Fuentepecina 2, fechado en el trnsito V-IV milenio cal AC, y no se obser-van tales conexiones (Delibes, Rojo y Represa, 1993: 30). Sea como fuere, aunqueoriginariamente los objetos pudieran haberse depositado junto a sus propietarios,no resultaba importante preservar la idea de propiedad privada a la hora de llevara cabo nuevas inhumaciones en las tumbas.

    A partir del IV milenio cal AC se producen ciertos cambios en la composi-cin de las ofrendas funerarias: las lminas de slex cortas dejan paso a largos cu-chillos; pulimentados, microlitos geomtricos e dolos-esptula San Martn-ElMiradero comienzan a escasear; los adornos personales cobran un mayor peso yse elaboran sobre una amplia gama de materiales; y por ltimo, los ajuares inclu-yen ahora puntas de flecha (Delibes y Rojo, 2002). El acusado inters por ador-nos y colgantes que se observa en el registro arqueolgico del Neoltico y conespecial incidencia a partir del Neoltico Medio parece indicar una tendencia haciala expresin de identidad personal en un contexto de competencia abierta por ha-cerse con determinados privilegios. Resulta interesante comprobar cmo en laSima I no se conocen elementos de adornos, salvo las matrices para la fabrica-cin de anillos, mientras que en la Sima II, el tholos que se levanta tres centuriasdespus, las cuentas de collar rondan la centena (Rojo et alii, 2005). De este modo,ciertos individuos comienzan a destacar socialmente y son capaces, como en el

    48

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • caso de El Miradero de reunir pequeos atesoramientos (Delibes, 1995). Asi-mismo, en las cmaras de algunas tumbas se recurre a ciertos elementos arqui-tectnicos como lajas o cistas que actan como marcadores para diferenciarespacios. Se trata, en suma, del reflejo de una tendencia cada vez ms acentuadaa expresar la identidad individual en el registro funerario.

    4. La materializacin de la diferenciacin social en el registro arqueolgico

    4.1. Elementos de prestigio en los ajuares funerarios

    Diversos autores han prestado atencin a la evolucin de los ajuares funera-rios a lo largo de la Prehistoria Reciente europea y parece existir una tendencia si-milar. A comienzos del Neoltico, la mayora de las piezas estn elaboradas conmaterias primas locales y su produccin no requiere de un conocimiento especia-lizado, frente a momentos ms avanzados de la secuencia en los que, gracias a laintensificacin de las redes de intercambio, cada vez son ms cuantiosos los ob-jetos de prestigio (aquellos trabajados sobre materias primas exticas y produc-ciones especializadas) (Clarke, Cowie y Foxon, 1985; Earle, 2004; Piningre,2008). Las tumbas colectivas del Neoltico meseteo muestran una dinmica afn.Ya el profesor Maluquer (1956: 16) propuso, an a falta de los pertinentes anli-sis petrolgicos, que ciertos tiles de slex de sepulcros zamoranos y salmantinosfueran originarios del valle del Tajo. La tipologa de otros remite, incluso, a terri-torio alentejano caso de las alabardas del dolmen de Galisancho (Delibes y San-tonja, 1986) o la de El Prado de las Cruces (Fabin, 1997) que habran llegado ala Meseta siguiendo una ruta coincidente con la posterior Va de la Plata (Mar-tn Bravo y Galn, 2000: 87). Los materiales exticos, no obstante, suelen desti-narse a la manufactura de adornos personales y aunque tambin se emplean loslocales (por ejemplo, hueso para la confeccin de anillos), las piezas alctonas re-sultan mucho ms llamativas, precisamente por su rareza.

    La presencia de cuentas de collar ya se constata desde los primeros compa-ses del Megalitismo regional pero a medida que avanza la secuencia, aparecentrabajadas sobre materias primas exticas, lo que implica intercambios cada veza mayor distancia. Las ms numerosas son las pequeas arandelas de pizarra queaparecen en el horizonte inicial del megalitismo para perdurar hasta las etapas fi-nales, asociadas ya a los sepulcros de corredor ms desarrollados caso del abulensedel Prado de las Cruces para el que se defiende una cronologa muy tarda (Neo-ltico Final/Calcoltico) (Fabin, 1997: 85), al igual que para el cercano tmulo deMironcillo adscrito al Horizonte Rechaba en donde la media docena de minscu-los discos de pizarra rellenaban el orificio de otros tantos ejemplares anulares de

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 49

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    variscita (Estremera y Fabin, 2002: 22). Se cuentan por centenares en las tumbasde Zamora y Salamanca (Delibes y Santonja, 1986: 169), territorios en donde setrata de un material local y omnipresente, pero igualmente en otros donde clara-mente es extico.As debe considerarse en el caso de las tumbas vallisoletanas deEl Miradero (Delibes, Alonso y Galvn, 1986: 231) y Los Zumacales (Delibes,Alonso y Rojo, 1987: 185), o de los sepulcros de La Lora burgalesa que han en-tregado este tipo de adornos (Delibes, Rojo y Represa, 1993).

    La variscita de los dlmenes ms occidentales de la Meseta igualmente tieneun origen local. Proviene de las mineralizaciones del Sinforme de San Vitero oSinforme de Alcaices y posiblemente de las vetas localizadas en Palazuelo delas Cuevas, San Vicente de la Cabeza y El Bostal, todas ellas en la comarca za-morana del Aliste (Arribas et alii, 1971). As lo han venido a confirmar los anli-sis mineralgicos efectuados sobre las cuentas verdes de El Tesoro, en Morales delRey, y del Prado de las Cruces (Edo y Fernndez Turiel, 1997; Edo et alii, 1997).Es muy probable que las halladas en los sepulcros vallisoletanos de Los Zumaca-les (Delibes,Alonso y Rojo, 1987: 185) y El Miradero (Delibes,Alonso y Galvn,1986: 231), el palentino de La Velilla (Zapatero, 1991: 56) y el abulense de la De-hesa de Rio Fortes (Estremera y Fabin, 2002: 22), compartan un mismo origen.En cambio, la procedencia de las recuperadas en dlmenes burgaleses se encuen-tra en las minas de Can Tintorer (Rojo et alii, 1996) y lo mismo se ha sugerido paralas sorianas de la Sima II y La Tarayuela, a falta, en este caso, de confirmacin mi-neralgica (Rojo et alii, 2005). No deja de resultar paradjico que la variscita za-morana no alcanzara el extremo oriental de la Submeseta Norte cuando estpresente en sepulcros bretones de la regin de Carnac en fechas tan antiguas comofinales del VI milenio cal AC (Herbaut y Querr, 2004).

    Las cuentas de lignito o azabache generalmente son de grandes dimensionesy presentan variedad de formas (de tonelete, tubulares y cilindricas). Se trata deun tipo de carbn que en la Submeseta Norte se localiza en la Cordillera Cant-brica, en puntos de la Sierra de la Demanda y en el Sistema Ibrico (SIEMCALSA,1997). Por tanto su presencia no resulta extica en las tumbas de La Lora burga-lesa (Las Arnillas, La Cabaa, Fuentepecina 1, La Nava Alta) (Delibes, Rojo yRepresa, 1993) ni en el Tmulo de la Sima (Rojo et alii, 2005: 117, 119). Por elcontrario, en el caso de La Velilla (Zapatero, 1990: 60), se trata de un materialcompletamente ajeno a la litologa de la cuenca sedimentaria por lo que su ha-llazgo all responde a su inclusin en redes de intercambio (Fig. 2). Lo mismoocurre en el tmulo de la Dehesa de Ro Fortes, ya en la provincia abulense (Es-tremera y Fabin, 2002), por lo que teniendo en cuenta que las cuencas de carbnen territorio peninsular se cien al tercio norte nos encontramos ante un testimo-nio de la llegada de influjos septentrionales, quizs desde el rea galaico-portu-

    50

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • guesa, como asimismo apunta el conjunto de tiles pulimentados de ese dolmen,que se asocia al Horizonte Rechaba.

    El acceso a otros artculos fue incluso ms restringido a la vista de su escasacuanta en los dlmenes meseteos. En este grupo podramos mencionar las con-chas marinas que asimismo se destinaron a la confeccin de adornos personales.La presencia de moluscos marinos en el Alto Ebro ya se constata desde el Meso-

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 51

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

    Fig. 2. Cuentas de collar del dolmen de La Velilla (Osorno, Palencia) sobre diversos materiales:1-3, lignito; 4, mbar; 5-7, rocas duras; 8, variscita; 9, roca verde; 10, concha de Trivia (Dibujo

    de ngel Rodrguez Gonzlez).

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    ltico (lvarez Fernndez, 2006). En ocasiones resulta difcil determinar su pro-cedencia ya que puede tratarse de especies atlnticas o mediterrneas. Este es elcaso de los adornos de Dentalium recuperados en El Miradero (Delibes, Alonso yRojo, 1987: 184) y Fuentepecina 3 (Delibes, Rojo y Represa, 1993: 79), o de lascuentas de Antalis de La Tarayuela, donde tambin apareci una valva deGlycymeris cuya procedencia no ha podido precisarse (lvarez Fernndez, 2005).Por el contrario las conchas de Trivia europea como las de Las Arnillas (Delibes,Rojo y Represa, 1993: 58) o La Velilla (Zapatero, 1990: 60) son de origen atln-tico. Uno de los hallazgos ms excepcionales es el brazalete elaborado sobre unagran concha de Glycymeris depositada en el sepulcro de corredor de Cubillejo deLara, procedente del Mediterrneo (Delibes y Rojo, 1988: 14), tanto por la destrezaen su manufactura como por el propio soporte, dado que durante la Prehistoria noparece ser frecuente el empleo de valvas de este molusco para la confeccin deadornos (lvarez Fernndez, 2005). En la Nava Alta se recuperaron cuentas ela-boradas sobre piezas de coral fsil (Delibes, Rojo y Represa, 1993: 92).

    Por el momento slo se ha documentado la presencia de mbar en dos tum-bas meseteas. En La Velilla se hallaron cinco cuentas (Zapatero, 1990: 59) y enLas Arnillas los restos corresponden a una posible tableta (Delibes, Rojo y Sanz,1986: 33). Las fuentes ms cercanas de esta resina se localizan en la costa cant-brica donde fueron explotadas por las comunidades locales desde elAuriaciense(lvarez, Pealver y Delcls, 2005). No obstante, la proximidad de recursos lo-cales no supone automticamente su explotacin, como de hecho han puesto de re-lieve los anlisis realizados sobre cuentas de mbar recuperadas en variosyacimientos de Catalua, los cuales apuntan al Bltico a pesar de la existencia defuentes de aprovisionamiento locales (Rovira, 1994). En cualquier caso, en la Sub-meseta Norte se trata de un material claramente forneo. Y lo mismo puede decirsede la cuenta de marfil recuperada en el sepulcro de corredor del Prado de las Cru-ces (Fabin, 1997: 85-86) que desde tierras africanas habra llegado a la PennsulaIbrica siguiendo una ruta martima que recalara en Portugal (Schuhmacher, Car-doso y Banerjee, 2009).

    Contamos tambin con algn ejemplo de la llegada de otros artculos exti-cos no destinados a servir como aderezo. En el depsito funerario del dolmen deLa Velilla se esparci una gruesa capa de bermelln cuyas fuentes de aprovisio-namiento ms prximas se encuentran en los Montes de Len, a unos 160 km dedistancia (Martn Gil et alii, 1994). El uso de este pigmento rojizo obtenido del ci-nabrio revela adems interesantes aspectos del ritual funerario ya que su presen-cia en el sepulcro palentino no parece responder simplemente a su brillantetonalidad. Conviene recordar que resulta relativamente sencillo conseguir ocre enlas inmediaciones de La Velilla por deshidratacinde la limonita local, lo que sugiere

    52

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • que intencionadamente se opt por el bermelln, debido a sus propiedades con-servantes (Delibes, 2000: 228).

    Aparte de los materiales exticos, los bienes de prestigio incluyen tambinaquellos que an estando elaborados en soportes locales, su manufactura requierede un conocimiento especializado, alzndose como elementos con un alto com-ponente simblico. En ese grupo encontramos esas distintivas paletas seas sobretibias de ovicpridos, los ya clebres dolos esptula de tipo San Martn-El Mi-radero (Delibes, Alonso y Rojo, 1992) que, a tenor de su exclusivo hallazgo enambientes sepulcrales salvo el ejemplar de Tagarabuena recuperado en pros-peccin y carente de contexto (Palomino, 1989), se les vincula a la esfera ritual

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 53

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

    Fig. 3. Fragmentos de dolos-placa procedentes de sepulcros colectivos de la provincia de Sala-manca: 1-2, Dolmen de La Ermita de Galisancho (segn Santonja, 1987: 207); 3, Dolmen de El

    Torrejn de Villarmayor (segn Arias, 1989: 408); 4, Dolmen de La Casa del Moro de Casillas deFlores (segn Lpez Plaza, Luis y Salvador, 2000: 285).

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    y se les atribuye un papel litrgico en las ceremonias fnebres. Su distribucin seha visto recientemente ampliada tras detectarse su presencia en las tumbas man-chegas de El Castillejo (Bueno et alii, 1999) y Portillo de las Cortes (Delibes,2004), y en los megalitos sorianos del Valle deAmbrona (Rojo et alii, 2005), peroel grueso de la coleccin se encuentra en el este de la Submeseta Norte y la Riojaalavesa. Es este hecho lo que les convierte en signos de identidad tnica, quizsno de forma deliberada por parte de las comunidades megalticas de esos territo-rios, aunque en ltimo extremo es como funcionaron, convirtindose en objetosexclusivos dentro y fuera de este espacio en una situacin similar a lo que ocurreen el sur peninsular con los dolos-placa (Delibes, Guerra y Zapatero, e.p.).

    De este modo, la llegada de estos objetos a lugares alejados de sus genuinosterritorios tnicos incrementa su valor, al tratarse de piezas exticas en cuanto asu tipologa, y vinculadas a ceremonias religiosas ajenas a las prcticas locales.Ascabe interpretar la presencia de algunos de esos dolos meridionales en sepulcrosmegalticos de Salamanca (Fig. 3), caso de las placas grabadas y el betilo del se-pulcro de corredor de La Ermita de Galisancho (Santonja, 1987), el fragmento deotro dolo-placa del dlmen de Casa del Moro, en Casillas de Flores (Lpez Plaza,Luis y Salvador, 2000) o, de nuevo una de estas placas de pizarra antropomorfas,con la particularidad de aparecer tintada de ocre, en el sepulcro de corredor de ElTorrejn de Villarmayor (Arias, 1989) que, por el momento, constituye el hallazgoms septentrional de todo el territorio peninsular.

    4.2. Expresiones de identidad

    Teniendo en cuenta que los depsitos funerarios de las tumbas colectivas tien-den a mostrarse como un catico amasijo de huesos en el que las ofrendas apare-cen diseminadas sin orden ni concierto, resulta bastante complicado reconocerequipamientos personales. En el sepulcro vallisoletano de El Miradero, una deesas tumbas-calero caractersticas del Megalitismo regional (Rojo, Kunst y Pa-lomino, 2002) se produce la feliz circunstancia de que una gruesa capa de cal sellel nivel funerario convirtindolo en un depsito cerrado sin alterar, lo que permi-ti reconocer con exactitud la correspondencia entre elementos de ajuar e inhu-maciones (Delibes, Alonso y Rojo, 1987: 183). Si se trata de posesionesindividuales que los difuntos atesoraron en vida o de ofrendas depositadas por susallegados en el transcurso de las ceremonias funerarias, quizs no resulte tan re-velador como el hecho de que ciertos personajes gozaron de un mayor reconoci-miento social, segn llevan a pensar las acusadas disimetras de esos conjuntosmateriales, tanto por lo que respecta al nmero de piezas como a la naturaleza delas mismas. Es la inhumacin n 7, correspondiente a un varn adulto, la que mues-

    54

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • tra una mayor concentracin de riqueza (Fig. 4a y b), no tanto por su conjunto l-tico (lminas de slex, un microlito, posiblemente una azuela pulimentada) sino porsus elementos de adorno (ms de cuatro millares de discos de pizarra, cuatro cuen-tas de Dentalium y un tonelete de piedra) que probablemente formaran parte deun mismo collar, y sobre todo, por sus once dolos-esptula que representan un ter-cio de todos los encontrados en esta tumba (Delibes, Guerra y Zapatero, e.p.).

    Tampoco resulta habitual en el Megalitismo meseteo la divisin del espaciofunerario en el interior de las tumbas colectivas, aunque contamos con algunosejemplos. Los tres nicos individuos sepultados en Los Morcales (Barbadillo delMercado, Burgos), an en conexin anatmica, se encontraban claramente dis-tanciados (Rojo, Kunst y Palomino, 2002). En el depsito de La Pea de laAbuelaaparecieron lajas y cistas de piedra con restos de varias inhumaciones en su inte-rior, cuya interpretacin no est exenta de problemas debido a que sus excavado-res defienden la mayor antigedad de estas estructuras sobre el resto deenterramientos, a pesar de que debajo de algunas se depositaron individuos conposterioridad (?), segn sugiere el hecho de que se encontraran en proceso de pu-trefaccin cuando se incendi la tumba (Rojo et alii, 2005: 60). Similares estruc-turas ptreas se han documentado tambin en la segunda fase de ocupacin delcercano Tmulo de la Sima las cuales, sorprendentemente, apenas albergan res-tos esquelticos por lo que se plantea que hicieran las veces de pudrideros, de talmanera, que una vez completado el proceso, los huesos se depositaron fuera de lascistas (Ibidem: 167). Tambin en los dlmenes de vila, cuyas cronologas nos lle-van a un momento avanzado del Megalitismo, encontramos este tipo de recursosarquitectnicos. As, entre las opciones que baraja Fabin para explicar la pre-sencia de un enorme monolito en la cmara de El Prado de las Cruces alude a suempleo como separador de espacios (Fabin, 1997: 35), de modo similar al de lasestatuas-menhir y las estelas de algunos dlmenes peninsulares (Bueno y Balbn,1994). Y a pesar del deficiente estado de conservacin en el que se encontraba eltmulo de Mironcillo, revuelto por la maquinaria agrcola, se seala la presenciade una gran lancha de granito en la que, curiosamente, se concentra la mayor can-tidad de restos, pudiendo formar parte esta piedra de una cista, o bien de un es-pacio simblico acotado por piedras (Estremera y Fabin, 2002: 17), de maneraanloga a lo que ocurre en otras tumbas megalticas del noroeste peninsular vin-culadas al Horizonte Rechaba con conjuntos pulimentados afines a los de la tumbaabulense.

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 55

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA56

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

    Fig. 4a. Algunos de los dolos-esptula del ajuar del individuo 7 del sepulcro de El Miradero(Villanueva de los Caballeros, Valladolid) (Dibujo de ngel Rodrguez Gonzlez).

  • PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 57

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

    Fig. 4b. Restantes dolos-esptula y piezas del ajuar del individuo 7 del sepulcro de El Miradero(Villanueva de los Caballeros, Valladolid) (Dibujo de ngel Rodrguez Gonzlez).

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    5. Amodo de reflexin: las estrategias de poder en las sociedades megalticas

    El registro funerario de las comunidades neolticas a partir del V milenio calAC nos muestra la existencia de diferencias sociales entre sus miembros. La pro-pia composicin de los osarios resulta claramente reveladora en ese sentido perotampoco los individuos que conforman ese grupo minoritario tienen la misma ca-tegora social. Cabra preguntarse, entonces, por los mecanismos que permitierona ciertos personajes lograr inicialmente esa posicin destacada que, ms adelante,tratarn de consolidar recurriendo a diversos procedimientos (adquisicin de ob-jetos de prestigio, estructuras individualizadoras).

    Las estrategias para hacerse con el poder resultan muy variadas pero puedenagruparse en cuatro grandes mbitos: econmico, poltico, militar e ideolgico(Mann, 1991). En el V milenio calAC parece que las gentes Neolticas estaran enmejores condiciones de recurrir al ltimo, de tal manera que se producira un desa-rrollo del aparato ideolgico. La cultura material, entonces, desempeara un des-tacado papel en este proceso ya que la ideologa se puede materializar en objetosque permitirn a los grupos dominantes manipularlos a su antojo y en su propiobeneficio (De Marrais, Castillo y Earle, 1996). Cuando una materia prima es localy abundante, resulta difcil restringir su abastecimiento de ah que los objetos ela-borados con ella no sean exclusivos de una minora; por el contrario, aquellossobre materiales exticos o escasos, los obtenidos mediante intercambio o los queconllevan un trabajo especializado, no resultan asequibles a toda la comunidadpor lo que se convierten en elementos de prestigio al ser monopolizados por unospocos individuos y terminan convirtindose en smbolos identitarios de un deter-minado segmento social (Clarke, Cowie y Foxon, 1985; Earle, 2004; Kristiansen,1984; Tilley, 1984). De este modo, los objetos exticos se convierten en una im-portante fuente de poder social por tres razones: 1) proceden de lugares lejanos,lo que les confiere prestigio dado que no todos los miembros de la comunidad soncapaces de hacerse con ellos; 2) provocan un enorme impacto visual, ya que no setrata de materiales comunes que fcilmente pueden encontrarse en las inmedia-ciones; y 3) su obtencin queda restringida a los grupos dominantes, es decir, ni-camente a aquellos que sern enterrados en las tumbas colectivas. Se podra,incluso, establecer una relacin directa entre distancia y valor, de tal manera quecuanto ms lejos se encuentra la fuente de aprovisionamiento de un recurso de-terminado, mayor es su valor simblico y social (Guerra y Delibes, e.p.). No es deextraar, por tanto, que esos materiales exticos se destinen a la confeccin deadornos personales ya que lo que se pretende es exhibirlos pblicamente y hacerostentacin de la posicin social de su portador. Se trata de un mecanismo fre-cuente al que recurren las lites con el fin de consolidar su posicin frente a los

    58

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • miembros de su grupo y frente a las lites de otros grupos (Reynolds, 1973; Ve-blen, 2002). Es precisamente su valor simblico lo que explica su atractivo ya quesu difusin no responde a sus cualidades funcionales o tcnicas sino a la bsquedade prestigio en el marco de un contexto de competencia social (Piningre, 2008:359-360).

    Las redes de intercambio permitieron la interaccin entre las comunidadesprehistricas, favoreciendo la circulacin de ideas y objetos. Teniendo en cuentaque en esos momentos del Neoltico se trata de sociedades en las que la produc-cin agrcola no cuenta con un elevado volumen de excedentes resulta significa-tivo que esos intercambios no estuvieran destinados a la obtencin de bienes deprimera necesidad, sino de adornos y objetos rituales cuyo acceso, adems, eraun privilegio reservado a un exclusivo segmento social. Si bien estos artculos deprestigio aparecen ya en tumbas colectivas de comienzos del IV milenio cal ACno ser hasta momentos posteriores cuando se hagan ms frecuentes lo que llevaa sugerir un mayor dinamismo de las redes de intercambio. De hecho, la intensi-ficacin de estas rutas a partir del Neoltico Medio es un fenmeno extendido porel continente europeo aunque no ser hasta el Neoltico Final cuando se diversi-fiquen las producciones, y nuevamente sern los elementos de adorno y los obje-tos especializados los que copen la circulacin (Piningre, 2008). Los intercambiosa cierta distancia se convierten, de este modo, en un importante factor en el pro-ceso de la estratificacin social (Hirth, 1978).

    La presencia de marfil, mbar y conchas marinas en los megalitos meseteosdemuestra la existencia de activas redes de intercambio que favorecieron la inter-accin entre comunidades costeras y de interior, seguramente no de manera di-recta sino recurriendo a intermediarios, un mecanismo que fue bautizado porRenfrew como down-the-line (Renfrew, 1975). Se abre, as, un interesantecampo de investigacin sobre la naturaleza de los bienes que circulan por ellas: sa-bemos qu elementos llegan a la Submeseta Norte, pero cules salan de este te-rritorio? La presencia de variscita alistana en dlmenes bretones de finales del VImilenio cal AC (Herbaut y Querre, 2004) nos permite conocer uno de ellos y ras-trear la antigedad de estos intercambios que, dada la enorme distancia en estecaso, suponemos indirectos.

    Por otro lado, el hecho de que la variscita alistana alcance suelo bretn y sor-prendentemente no se encuentre en el oriente meseteo donde, en cambio, llegala extrada en Can Tintorer, puede ser indicativo de la coexistencia de rutas inde-pendientes: una, que alcanzara los territorios ms orientales por la que penetra-ran influjos mediterrneos aprovechando el corredor del Ebro, y otra, queafectara al sector suroccidental de la Meseta por la que llegaran influjos meri-

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 59

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    dionales y que pudo entroncar con una ruta martima por la fachada atlntica queenlazara, incluso, con tierras africanas para la obtencin de marfil. As se explicaque haya determinados elementos que se documentan en uno u otro sector mese-teo (variscita alistana, dolos-esptula, lignito), mientras que el centro de lacuenca sedimentaria acta como receptor de los influjos de ambos.

    Y finalmente, teniendo en cuenta que la mayora de los elementos exticosson adornos personales y que aparecen siempre como objetos acabados, podemosdescartar la posibilidad de viajes a larga distancia para aprovisionarse de materiaprima para su confeccin. Entonces, si lo que circulaban eran las cuentas total-mente acabadas (o los collares de los que formaban parte), no estaramos ante unposible intercambio de adornos entre individuos destacados de distintas comuni-dades con fines varios (refrendo de amistad, establecimiento de alianzas, etc.)?

    Bibliografa

    ALDAY, A., GUNDN, E., LPEZ HEREDIA, J., SOTO, A. y TARRIO, A. (2008): El tmulo funerarioNeoltico de San Qulez. San Martn Zar-Trevio: un dipositivo y unos ritos originales en elcuarto milenio a.C..Munibe, 59, pp. 135-156.

    LVAREZ FERNNDEZ, E. (2005): El ajuar del tmulo de La Tarayuela (Ambrona, Soria): Estudio delos moluscos. En M.A. Rojo, M. Kunst, R. Garrido Pena, I. Garca Martnez de Lagrn yGuillermo Morn Dauchez: Un desafo a la Eternidad. Tumbas monumentales del Valle deAmbrona (Soria, Espaa). Soria: Junta de Castilla y Len.Arqueologa en Castilla y Len, Me-morias 14, pp. 362-364.

    (2006): Los objetos de adorno-colgantes del Paleoltico Superior y del Mesoltico en la Cor-nisa Cantbrica y en el valle del Ebro. Salamanca: Universidad de Salamanca.

    LVAREZ FERNNDEZ, E., PEALVER MOLL, E. y DELCLS, X. (2005): Presencia de mbar local enlos niveles auriacienses de Cueva Morn y El Pendo (Cantabria, Espaa).Monografas delMuseo de Altamira, 20, pp. 385-395.

    ARIAS GONZLEZ, L. (1989): Contribucin al estudio del fenmeno megaltico en el occidente dela Meseta norte: el dolmen de El Torrejn (Villarmayor, Salamanca). En XIX Congreso Na-cional de Arqueologa: ponencias y comunicaciones, vol. I. Zaragoza: Universidad de Zara-goza, pp. 399-408.

    ARRIBAS, A., GALN, E., MARTN POZAS, J.M., NICOLAU, J. y SALVADOR, P. (1971): Estudio mine-ralgico de la variscita de Palazuelo de las Cuevas, Zamora (Espaa). Studia Geologica Sal-manticensia, 2, pp. 115-132.

    60

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • BUENO RAMREZ, P. (2000): El espacio de la muerte en los grupos neolticos y calcolticos de la Ex-tremadura espaola: las arquitecturas megalticas. En J. Jimnez y J.J. Enrquez Navascus(eds.), El megalitismo en Extremadura (Homenaje a Elas Diguez Luengo), ExtremaduraAr-queolgica, VIII, pp. 35-80.

    BUENO, P. y BALBN, R. DE (1994): Estatuas-menhir y estelas antropomorfas en megalitos ibricos.Una hiptesis de interpretacin del espacio funerario. En J.A. Lasheras (ed.): Homenaje alDr. Joaqun Gonzlez Echegaray. Madrid: Ministerio de Cultura. Museo y Centro de Inves-tigacin de Altamira, Monografas 17, pp. 337-347.

    BUENO, P., BALBN, R. DE y BARROSO, R. (2005): El dolmen de Azutn (Toledo). reas de habitaciny reas funerarias en la cuenca interior del Tajo. Toledo: Diputacin Provincial. Monografas2.

    BUENO P., BALBN R. DE, BARROSO R., ROJAS J. M., VILLA J. R., FLIX R. y ROVIRA S. (1999): Ne-oltico y Calcoltico en Huecas (Toledo). El tmulo del Castillejo. Campaa de 1998. Trabajosde Prehistoria, 56, 2, pp. 141-160.

    CLARKE, D.V., COWIE, T.G. y FOXON, A. (1985): Symbols of Power at the time of Stonehenge. Edin-burgh: National Museum of Antiquities of Scotland.

    DANIEL, G. (1967): Northmen and Southmen. Antiquity, XLI, pp. 313-317.

    DELIBES DE CASTRO, G. (1984): Fechas de radiocarbono para el Megalitismo de la Meseta Espa-ola. Arqueologa GEAP, 10, pp. 99-102.

    (1995): Ritos funerarios, demografa y estructura social entre las comunidades neolticas dela Submeseta Norte. En R. Fbregas Valcarce, F. Prez Losada y C. Fernndez Ibez (eds.),Arqueoloxa da Morte na Pennsula Ibrica desde as Orixes ata o Medievo. Xinzo de Limia:Concello Xinzo de Limia. Bibliotheca Arqueohistrica Limi. Serie Cursos e Congresos 3,pp. 61-94.

    (1999): Arquelogos, antroplogos, historiadores. Revista de Folklore, 221, 19a, pp. 160-165.

    (2000): Cinabrio, huesos pintados en rojo y tumbas de ocre: prcticas de embalsamamientoen la Prehistoria?. En M.H. Olcina Domnech y J.A. Soler Daz (coord.), Scripta in honoremEnrique A. Llobregat Conesa, vol. 1. Alicante: Instituto Alicantino Juan Gil-Albert, pp. 223-236.

    (2004): Dolmen del Portillo de Las Cortes (Aguilar de Anguita, Guadalajara). En J. Bln-quez y B. Rodrguez (eds.), El arquelogo Juan Cabr (1882-1947). La fotografa como tc-nica documental. Madrid: Ministerio de Cultura, pp. 331-335.

    (2010): La investigacin de las sepulturas colectivas monumentales del IV milenio A.C. enla Submeseta Norte Espaola. Horizonte 2007. Suplemento XX de Munibe, pp.

    DELIBES DE CASTRO, G., ALONSO DEZ, M. y GALVN MORALES, R. (1986): El Miradero: un ente-rramiento colectivo tardoneoltico de Villanueva de los Caballeros (Valladolid). En Estudiosen homenaje al Dr. Antonio Beltrn Martnez. Zaragoza: Universidad de Zaragoza, pp. 227-236.

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 61

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    DELIBES DE CASTRO, G., ALONSO DEZ, M. y ROJO GUERRA, M.A. (1987): Los sepulcros colectivosdel Duero Medio y Las Loras y su conexin con el foco dolmnico riojano. En G. Delibes(ed.), El megalitismo en la Pennsula Ibrica. Madrid: Ministerio de Cultura, pp. 181-197.

    DELIBES DE CASTRO, G. y ETXEBERRA GABILONDO, F. (2002): Fuego y cal en el sepulcro colectivode El Miradero (Valladolid): accidente, ritual o burocracia de la muerte?. En M.A. RojoGuerra y M. Kunst (eds.), Sobre el significado del Fuego en los Rituales Funerarios del Ne-oltico. Valladolid: Universidad de Valladolid. Studia Archaeologica 91, pp. 39-58.

    DELIBES DE CASTRO, G., GUERRA DOCE, E. y ZAPATERO MAGDALENO, P. (e.p.): Los dolos-esptulade tipo San Martn-El Miradero. Identidad, simbolismo, liturgia y prestigio en los ajuares delos sepulcros megalticos de Castilla La Vieja (Espaa). En las actas del congreso La fin duNolithique en Europe de louest: valeurs sociales et identitaires des dotations funraires(3500-2000 av. J.-C.), celebrado en Carcassonne (Francia) entre el 26 y el 28 septiembre de2008.

    DELIBES DE CASTRO, G. y ROJO GUERRA, M.A. (1988): En torno al origen del foco megaltico deloriente de la Meseta: de nuevo el sepulcro de Cubillejo de Lara. Boletn del Seminario de Es-tudios de Arte y Arqueologa, 54, pp. 5-24.

    (2002): Reflexiones sobre el trasfondo cultural del polimorfismo megaltico en La Lora bur-galesa. Archivo Espaol de Arqueologa, 75, 185-186, pp. 21-35.

    DELIBES DE CASTRO, G., ROJO GUERRA, M. y REPRESA BERMEJO, I. (1993): Dlmenes de La Lora.Burgos. Salamanca: Junta de Castilla y Len.

    DELIBES DE CASTRO, G., ROJO GUERRA, M. y SANZ MNGUEZ, C. (1986): Dlmenes de Sedano. II.El sepulcro de corredor de Las Arnillas (Moradillo de Sedano, Burgos). Noticiario Arqueo-lgico Hispnico, 27, pp. 7-39.

    DELIBES DE CASTRO, G. y SANTONJA GMEZ, M. (1986): El fenmeno megaltico en la provincia deSalamanca. Salamanca: Diputacin Provincial. Serie Prehistoria y Arqueologa 1.

    DE MARRAIS, E., CASTILLO, L.J. y EARLE, T.K. (1996): Ideology, Materialization, and Power Strate-gies, Current Anthropology, 37, 1, pp. 15-31.

    EARLE, T. (2004): Culture matters in the Neolithic Transition and Emergence of Hierarchy in Thy,Denmark: Distinguished Lecture. American Anthropologist, 106, 1, pp. 111-125.

    EDO I BENAIGES, M. y FERNNDEZ TURIEL, J.L. (1997): Las cuentas de collar de calata del Dolmendel Prado de las Cruces. Bernuy-Salinero (vila). En J.F. Fabin Garca, El Dolmen del Pradode las Cruces (Bernuy-Salinero. vila). Zamora: Junta de Castilla y Len. Arqueologa enCastilla y Len, Memorias 6, pp. 135-144.

    EDO, M., FERNNDEZ TURIEL, J.L., VILLALBA, M.J. y BLASCO,A. (1997): La calata en el cuadranteNW de la Pennsula Ibrica. En R. de Balbn Behrmann y P. Bueno Ramrez (eds.), II Con-greso de Arqueologa Peninsular. II, Neoltico, Calcoltico y Bronce. Zamora: Fundacin ReiAfonso Henriques, pp. 99-121.

    ESTREMERA PORTELA, M.S. y FABIN GARCA, J.F. (2002): El Tmulo de la Dehesa de Ro Fortes(Mironcillo, vila): Primera manifestacin del Horizonte Rechaba en la Meseta Norte. Bo-letn del Seminario de Estudios de Arte y Arqueologa, 68, pp. 9-48.

    62

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • FABIN GARCA, J.F. (1997): El Dolmen del Prado de las Cruces (Bernuy-Salinero. vila). Zamora:Junta de Castilla y Len. Arqueologa en Castilla y Len, Memorias 6.

    GIOT, P.R. (1976): Le mgalithisme. Dolmens et menhires, le phenom mgalithique en France. EnJ. Guilaine (dir.), La Prhistoire Franaise. II. Les civilisations nolithiques et protohistori-ques de la France. Paris: Editions du CNRS, pp. 202-210.

    GUERRA DOCE, E. y DELIBES DE CASTRO, G. (e.p.): The Role of Long-Distance Exchanges in the Ma-terialization of Power: The Circulation of Exotic Items in Megalithic Monuments of CentralIberia. En P.R. Preston, M. McCarty y K. Schorle (eds.), Challenging Frontiers: Mobility,Transition, and Change. Oxford: Oxford University School of Archaeology Monographs

    HERBAUT, F. y QUERRE, G. (2004): La parure nolithique en variscite dans le sud de lArmorique.Bulletin de la Socit Prhistorique Franaise, 101, 3, pp. 497-520.

    HIRTH, K.G. (1978): Interregional Trade and the Formation of Prehistoric Gateway Communities.American Antiquity, 43, 1, pp. 33-45.

    KRISTIANSEN, K. (1984): Ideology and Material Culture: An Archaeological Perspective. En M.Spriggs (ed.),Marxist perspectives in Archaeology. Cambridge: Cambridge University Press,pp. 72-100.

    LEISNER, G. y LEISNER, V. (1951): Antas do concelho de Reguengos de Monzaraz. Lisboa: Institutoda Alta Cultura.

    LEISNER, V. y SCHUBART, H. (1964): Dlmenes de Ciudad Rodrigo. Zephyrus, XV, pp. 47-62.

    LPEZ PLAZA, S., LUIS FRANCISCO, J. y SALVADOR MATEOS, R. (2000): Megalitismo y vas natura-les de comunicacin en el SO salmantino. En V. Oliveira Jorge (ed.), Actas do 3 Congressode Arqueologia Peninsular, vol. III: Neolitizaao e Megalitismo da Pennsula Ibrica. Porto:Adecap, pp. 271-288.

    MALUQUER DE MOTES, J. (1956): Carta arqueolgica de Espaa: Salamanca. Salamanca: Diputa-cin Provincial.

    MANN, M. (1991): Las fuentes del poder social. 1, Una historia del poder desde los comienzos hasta1760 d.C. Madrid: Alianza.

    MARTN BRAVO, A.M. y GALN DOMINGO, E. (2000): Megalitismo y paisaje en la cuenca extremeadel Tajo. En J. Jimnez vila y J.J. Enrquez Navascus (eds.), Extremadura Arqueolgica,VIII. El Megalitismo en Extremadura (Homenaje a Elas Diguez Luengo). Mrida: Junta deExtremadura, pp. 81-94.

    MARTN GIL, J., MARTN GIL, F.J., DELIBES DE CASTRO, G., ZAPATERO MAGDALENO, P. y SARABIAHERRERO, F.J. (1994): Neoltico. Uso del cinabrio. Investigacin y Ciencia, 219, pp. 30-31.

    MASSET, C. (1986): Le recrutement dun ensemble funeraire. En H. Duday y C. Masset (eds.),Anthropologie physique et archologie. Mthodes dtude des spultures (Actes du colloquede Toulousse, 4-6 novembre 1982). Pars: CNRS, pp. 111-134.

    PALOMINO LZARO A. (1989): Manifestaciones tumulares no megalticas del centro de la Meseta.Nuevas aportaciones en la provincia de Zamora, Anuario 1989 del Instituto de Estudios Za-moranos Florin de Ocampo, pp. 181-191.

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 63

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • E. GUERRA DOCE, G. DELIBES DE CASTRO, P. ZAPATERO MAGDALENO Y R. VILLALOBOS GARCA

    PALOMINO LZARO,A.L. y ROJO GUERRA, M. (1997): Un nuevo yacimiento neoltico de habitacininfratumular: El Teso del Oro en San Martn de Valderaduey (Zamora). En Actas del IICongreso de Arqueologa Peninsular. Tomo II. Neoltico, Calcoltico y Bronce. Zamora: Fun-dacin Rei Afonso Henriques, pp. 249-257.

    PININGRE, J.F. (2008): Relations sociales et circulation des hommes et des biens. En J. Tarrte yC.T. Le Roux (coords.), Archologie de la France. Le Nolithique. Pars: Picard, pp. 354-363.

    RENFREW, C. (1975): Trade as action at a distance. En J. Sabloff y C.C. Lamberg-Karlovsky (eds.),Ancient civilization and trade. Albuquerque: University of New Mexico Press, pp. 1-59.

    REYNOLDS, V. (1973): Ethology of Social Change. En C. Renfrew (ed.), The Explanation of Cul-ture Change: Models in Prehistory. London: Duckworth, pp. 467-480.

    ROJO GUERRA, M.A., DELIBES DE CASTRO, G., EDO BENAIGUES, M. y FERNNDEZ TURIEL, J.L. (1996):Adornos de calata en los ajuares dolmnicos de la provincia de Burgos: apuntes sobre sucomposicin y procedencia. En Actes del I Congrs del Neoltic a la Pennsula Ibrica: Fo-maci i implantaci de les comunitats agrcoles, Gav-Bellaterra, 27, 28, i 29 de mar de1995, Rubricatum 1. Gav: Museu de Gav, pp. 239-250.

    ROJO GUERRA, M.A., KUNST, M., GARRIDO PENA, R., GARCA MARTNEZ DE LAGRN, I. y MORNDAUCHEZ, G. (2005):Un desafo a la Eternidad. Tumbas monumentales del Valle de Ambrona(Soria, Espaa). Soria: Junta de Castilla y Len. Arqueologa en Castilla y Len, Memorias14.

    ROJO GUERRA, M.A., KUNST, M. y PALOMINO LZARO, .L. (2002): El fuego como procedimientode clausura en tres tumbas monumentales de la Submeseta Norte. En M.A. Rojo Guerra y M.Kunst (eds.), Sobre el significado del fuego en los rituales funerarios del Neoltico. Vallado-lid: Universidad de Valladolid. Studia Archaeologica 91, pp. 21-38.

    ROVIRA I PORT, J. (1994): mbar y pasta vtrea. Elementos de prestigio entre el Neoltico avan-zado y el Bronce Final del nordeste de la Pennsula Ibrica. Un primer estado de la cuestin.Quaderns de Prehistria i Arqueologia de Castell, 16, pp. 67-91.

    SANTONJA GMEZ, M. (1987): Anotaciones en torno al Megalitismo del occidente de la Meseta (Sa-lamanca y Zamora). En El megalitismo en la Pennsula Ibrica. Madrid: Ministerio de Cul-tura, pp. 199-210.

    SCHUHMACHER, T.X., CARDOSO, J.L. y BANERJEE, A. (2009): Sourcing African Ivory in Chalcol-ithic Portugal. Antiquity, 83, 322, pp. 983-997.

    SIEMCALSA (1997): Mapa geolgico y minero de Castilla y Len. Escala 1:400.000. Valladolid :Junta de Castilla y Len.

    SHERRATT,A. (1990): The genesis of megaliths: monumentality, ethnicity and social complexity inNeolithic North-West Europe. World Archaeology, 22, 2, pp. 147-167.

    SOHN, M. (2002): Place et role du mobilier dans les spultures collectives du Bassin Parisien lafin du Nolithique. Bulletin de la Socit Prhistorique Franaise, 99, 3, pp. 501-520.

    (2006): Le mobilier de la spulture collective de La Chausse-Tirancourt (Somme) dans les-pace et dans le temps : de la fin du IVe la fin du IIIe millnaire av. J.-C.. Bulletin de la So-cit Prhistorique Franaise, 103, 1, pp. 117-131.

    64

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid

  • TILLEY, C. (1984): Ideology and the Legitimation of Power in the Middle Neolithic of SouthernSweden. En D. Miller y C. Tilley (eds.), Ideology, Power and Prehistory. Cambridge: Cam-bridge University Press, pp. 111-146

    VEBLEN, T. (2002): Teora de la clase ociosa. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.

    ZAPATERO MAGDALENO, P. (1990): El tmulo colectivo neoltico de La Velilla, Osorno (Palen-cia). En Actas del II Congreso de Historia de Palencia: 27, 28 y 29 de abril de 1989. TomoI: Prehistoria, Arqueologa e Historia Antigua. Palencia: Diputacin Provincial, pp. 51-70.

    (1991): Sobre las relaciones entre Neoltico Interior y Megalitismo. Notas sobre el tmulo deLa Velilla, en Osorno (Palencia). Boletn del Seminario de Estudios de Arte y Arqueologa,LVII, pp. 53-61.

    PRIMUS INTER PARES: ESTRATEGIAS DE DIFERENCIACIN SOCIAL EN LOS SEPULCROS MEGALTICOS... 65

    BSAA arqueologa, LXXV, 2009, pp. 41-65 2009. Universidad de Valladolid