Detritus
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1
DETRITUS La ausencia pintada
2
DETRITUS, LA AUSENCIA PINTADA
Daniela Taborda Ochoa
Elizabeth Londoño Restrepo
Asesora temática:
Alba Lucía Pérez
Asesora metodológica:
Ana Lucia Mesa
Universidad de Antioquia
Facultad de Comunicaciones
Pregrado en Comunicaciones
Medellín, 2012
3
Tabla de contenido
Resumen
Introducción
1. El espacio como comunicación y lenguaje 10
2. Presencias y presentaciones. Construcción de sentido ante la pérdida 15
2.1. Presencias 16
3. Discurso: el cuerpo y sus múltiples espacios 23
3.1 Mímesis, objetos de recuerdo 25
3.1.1. La guitarra de Jaime Delaskar Sinitavé 26
3.1.2. Las calificaciones de Luis Fernando Lalinde 27
3.1.3. La camisa azul de Mario Javier Paniagua 28
3.1.4. La pijama que regaló Héctor 28
3.2 La particularidad del ritual ante la desaparición 29
3.3 La elección de la foto 32
4. Fabiola Lalinde Lalinde, militante del partido de las mamás 33
Conclusiones
Bibliografía
4 Abtract Este trabajo se propone indagar por la construcción de sentido alrededor de objetos
pertenecientes a desaparecidos, un tema que ha sido explorado por disciplinas afines a la
Comunicación más nunca dentro de la misma. Es entonces un reto donde el duelo durante
procesos de desaparición forzada se convierte en un escenario para la producción de
significados que ayudan a la construcción de la memoria. Esta investigación fue realizada con
cuatro familias pertenecientes al programa de Reparación de Víctimas de la Alcaldía de Medellín
con las cuales se identifica qué clase de objetos se conservan con el fin de perpetuar la
presencia del otro y comprender la cotidianidad social de miles de familias colombianas a partir
de estas cuatro historias. Guiadas por el trabajo de Erika Diettes Río Abajo, nos proponemos a
través de fotografías socializar y visibilizar una problemática que forma parte de la situación
actual en Colombia.
This work proposes to investigate for the construction of sense about objects belonging to
missing persons, a topic that has never been explored by related disciplines to the
Communication any more inside the same one. A challenge is at the time where the duel during
processes of forced disappearance turns into a stage for the production of meanings that help
to the construction of the memory. This research was realized by four families belonging to the
program of Victims' Repair of the Mayoralty of Medellin with which we identify what class of
objects they preserve in order to perpetuate the presence of other one and to understand the
social commonness of thousands of Colombian families from these four histories. Guided by
Erika Diettes's work Downstream, we propose across photographies to socialize and show a
problematics that has become landscape in the last years.
Palabras claves
Desaparición forzada, objeto, memoria, recuerdo, espacio, tiempo, interacción, simbólico,
duelo, construcción de sentido, realidad, ritual, cuerpo, somatización, religión, arte,
comunicación interpersonal.
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Introducción
Esta investigación gira en torno a uno de los mayores conflictos acaecidos en nuestro país en las
últimas décadas, la desaparición forzada. Esta como muchas otras problemáticas en Colombia
ha sido el resultado de los desacuerdos políticos entre los grupos de izquierda y de derecha,
desacuerdos que repercuten directamente en la sociedad civil.
Colombia es un país surcado por la Violencia, inicialmente la violencia bipartidista que desde
1948 marcó los antagonismos entre Liberales y Conservadores. A partir de los años ochenta la
violencia política ha sido generada por varios actores, desde el propio Estado, los paramilitares,
los narcos y la guerrilla. La primera desaparición forzada se registró en el año 1977, y se estima
que desde entonces la cifra oscila entre 15.000 y 50.000 personas desaparecidas. Muchas de las
víctimas en Colombia fueron arrojadas a los ríos, considerados hoy como los cementerios más
grandes del país. Sus cuerpos nunca serán recuperados o entregados a sus familias1.
No obstante dicha situación no es propia de éste país, particularmente Latinoamérica, ha sido
marcada por continuas desapariciones y muertes violentas. La pregunta es entonces ¿Qué
sucede ante la ausencia del cuerpo con el cual se suele establecer ritos de despedida; o ante la
imposible certeza de si la persona está viva o muerta, cuando ni siquiera se tiene la constatación
de la muerte por el reconocimiento del cadáver, cuando no se le vio partir, cuando no hay
respuestas, cuando nadie lo conoce, cuando no queda más que resguardarse en la fe y no
perder la esperanza de un regreso? Desde la reflexión de las investigadoras, en contextos
marcados por experiencias de violencia y desaparición forzada de personas, se reconoce la
ausencia como un obstáculo para la elaboración del duelo.
En particular las desapariciones y las muertes violentas que implican una deformación o
desaparición del cuerpo, rompiendo los ritos de transición, generan escenarios donde lo
1 La desaparición forzada una realidad invisibilizada en Colombia. Recuperado el 22 de abril de 2012, del sitio Web de Comisión Intereclesial de Justicia y Paz de http://justiciaypazcolombia.com/La-‐desaparicion-‐
6 metonímico o simbólico comienza a tener función de representación. Cuando no hay lugar para
el cuerpo, cuando no existe siquiera el “aquí yace”, los familiares en duelo recurren a prácticas
performativas que de manera simbólica o alusiva intentan tramitar el dolor. Desde disciplinas
como la sociología, la psicología, la antropología e incluso desde el arte los estudios acerca de
esta problemática abundan, pero desde la comunicación no se encuentran, ya que en estudios
como éste, la comunicación es aplicada únicamente como herramienta de difusión, es decir,
vista como medios de comunicación; por lo tanto se puede decir que esta investigación fue de
carácter exploratorio.
Es así, como surgió el interés de investigar escenarios donde se produce sentido y se concretan
diferentes formas de lenguaje que dan lugar a interpretaciones de múltiples significados a
través de dinámicas sociales, Detritus toma entones como sujetos de estudio cuatro familias
que hacen parte del Programa a Reparación de Víctimas de la Alcaldía de Medellín, con la
intención de identificar cómo objetos, vestigios y fotografías le otorgan un espacio a la ausencia.
Esta investigación busca además, visibilizar y socializar a través de medios audiovisuales, parte
de lo que implica la desaparición forzada en nuestro país; dar a conocer estas historias de vida
es importante no solo para las investigadoras, sino también para las madres de Detritus2 las
cuales buscan ser escuchadas para que el conflicto no quede ignorado o impune.
Dentro de las líneas de investigación que ofrece el pregrado en Comunicaciones de la
Universidad de Antioquia, y dadas las características de este trabajo, consideramos partir de los
postulados de la comunicación para el cambio social o la comunicación para el desarrollo,
puesto que fueron las mismas familias de las víctimas las que construyen su propia realidad, una
realidad cobijada por un duelo sin resolver. De esta manera la comunicación nos habla del papel
de los sujetos dentro de los procesos de desarrollo y cambio, acotando que son éstos los que
identifican su realidad, la recrean y participan en el cambio de la misma.
2 Detritus: desde la biología, detritus hace referencia a la descomposición de un cuerpo. Adaptado a esta investigación, la palabra denota los cuerpos desaparecidos de los que solo se sabe, que pueden estar en ríos o bajo tierra, lugares que sugieren descomposición de la materia. Dado el nombre de dicha investigación las mujeres que formaron parte de los estudios de caso, fueron denominas por las investigadoras como las madres de Detritus.
7
Es importante aclarar en esta instancia, que los estudios de comunicación para el desarrollo o el
cambio social siguen un proceso de investigación que empieza con un diagnóstico y termina con
una intervención. Debido al tiempo asignado para la investigación, ésta se centra en la primera
fase, es decir, comprender un poco el conflicto de la desaparición forzada desde las historias de
vida de cada familia, analizar el papel de los objetos en el proceso del duelo y por último
visibilizar este conflicto en imágenes, con la intención de crear una instalación de cuatro
fotografías, en donde el público asistente: académicos, amigos y público general conozcan la
historia de cada familia.
De este modo, para alcanzar el objetivo propuesto, se parte de la técnica ASBI enfocada en la
Etnometodología, la cual propone una reflexión desde las construcciones y las visiones propias
de los sujetos que viven una realidad determinada, situando al investigador en un segundo
plano, es decir, la realidad está directamente ligada a los significados que los individuos
construyen para determinados eventos y prácticas.
Como complemento teórico, desde la lingüística, modelo semiótico informacional, se remitió a
Umberto Eco, Paolo Fabbri, entre otros, con el fin de analizar elementos claves en esta
investigación como código, significante, significado, significación y decodificación, los cuales
permiten entender el vínculo de los objetos y la familia.
Finalmente y no menos importate, la perspectiva interpretativa simbólica, sitúa la
comunicación en relación con los significados compartidos y los roles del individuo dentro de la
sociedad, definición que Erving Goffman señala desde la dramaturgia. Enfocando este trabajo
bajo esta perspectiva, se quizo comprender desde la comunicación para el cambio social, cómo
las familias de las víctimas de la desaparición forzada, asumen otros roles dentro de la
colectividad y construyen significados a partir de esta nueva realidad.
Con esta investigación se busca también dejar a un lado, la manera técnica de trabajar la
comunicación desde la información, y abogar por una línea de investigación que actúe como
gestora y estratega para conocer y acompañar culturas en su camino hacia el conocimiento, la
8 reflexión, los cambios y el relacionarse, fines últimos de la comunicación. Por último, se deja la
propuesta sobre la mesa con el fin de lograr la intervención ya sea desde la labor de las mismas
investigadoras o el aporte de otros investigadores que se interesen por el tema.
Detritus está compuesto por un primer capítulo, El espacio como comunicación y lenguaje; en el
que se dará claridad al concepto de espacios habitados a pesar de la ausencia de un ser querido
y cómo estos espacios se transforman de acuerdo a las experiencias y los recuerdos de cada
familia. Donde gracias a la comunicación y el lenguaje se habla de un espacio de memoria donde
el concepto de vacío se halla inexistente.
Presencias y presentaciones: construcción de sentido ante la pérdida. Este capítulo esta
dedicado en las historias de vida de tres de las cuatro mujeres que acompañaron esta
investigación, Diana Espinoza, Berta Sinitavé y Blanca Tabares. Aquí se narra de qué manera
desparecieron sus familiares y cómo han salido adelante a pesar de no tener respuestas de la
persona. Además, cuentan cómo habitar en zonas de conflicto, hace que las familias se sientan
maniatadas a la hora de retomar la búsqueda de sus hijos y hermanos.
El tercer capítulo, Discurso: el cuerpo y sus múltiples espacios, se desarrolla de manera general,
el papel del objeto en la interacción con la familia de las víctimas, los espacios que ocupa y el
porqué se atesora dicho objeto. También, se analizó cuáles son los rituales practicados,
incluyendo la religión y el arte, como canalizadores del dolor y como forma de expresión.
Finalmente se habla de la fotografía como símbolo de presencia y recuerdo; y explicamos la
importancia de está práctica en la investigación como un medio de visibilización y socialización
del conflicto.
Por último, Fabiola Lalinde Lalinde, una militante del partido de las mamás3, cuenta su lucha
contra el Estado colombiano, y todo lo que tuvo que atravesar durante 4.428 días para
encontrar a su hijo y hacer justiticia por su desaparición y muerte. Fabiola relata cómo
3 Así se denomina Fabiola Lalinde, ya que desde que incio su lucha ha estado apoyando las madres que pasaron por la misma situación en Colombia.
9 desenterró a su hijo y comenzó todo un proceso para que el Estado identificara el cuerpo y
lograran darle santa sepultura.
La cuestion central para la comunicación, es entender que su posición radica más allá de dar a
conocer una realidad que quizá con los años y con problemáticas más fuertes se olvidará, ya sea
porque que se piensa que son acontecimientos agenos a las personas, o por que simplemente
son opacados por otros conflictos; aquí la comunicación debe preguntarse de qué manera en
escenarios de conflicto se genera la producción de lenguaje, cómo se desarrolla la interacción y
cómo la realidad que antes se conocia se transforma de acuerdo a situaciones sociales
catastróficas como las que conocerán a continuación.
10 Capítulo 1: el espacio como comunicación y lenguaje.
En este capítulo se aborda de manera teórica y para otorgar claridad a lo que se presentará en
los cuatros capítulos siguientes, dos conceptos que se consideran claves al ubicarnos en el
proceso. El primero el espacio habitado, donde se despliega todo un análisis desde el lenguaje y
el discurso para definir cómo se refieren las madres al desaparecido y analizar desde lo
narrativo el porqué no se habla de un espacio vacío. Y por último, el duelo, entendido no desde
la psicología, y los procesos que esta disciplina propone para sobrellevarlos, sino desde un
escenario comunicativo y de lenguaje en el que cual se ubican las madres víctimas de la
desaparición forzada.
La desaparición forzada de personas es un fenómeno que afecta la identidad y el sentido;
somete al lenguaje a uno de sus límites, obligándolo a situarse en el lugar en el que las cosas se
disocian de las palabras que las nombran. Por eso la figura del desaparecido es, en muchos
planos, una figura difícil de pensar y de vivir. Habla de individuos sometidos a un régimen de
invisibilidad, de hechos negados, de cuerpos borrados, de cosas improbables, de construcción
de espacios de excepción. “Bordea lo imposible, está de lleno dentro de lo impensable y es sólo
con la conjugación de términos de semántica difusa que podemos definir la desaparición; y es
con sustantivos de resonancias incómodas que nos referimos a los desaparecidos y a sus
espacios” (Gatti, G. 2006, p.28).
La desaparición forzada no es, pues, un fenómeno que obedezca y se explique con arreglo a
consideraciones sólo políticas, militares, económicas, sino que es necesario atender también a
las cosas que discurren por el campo semántico y comunicacional, de lo incomprensible, de lo
irrepresentable... terreno difícil, sí, que amerita definiciones como ésta: “[el desaparecido es]
una imagen presente que, congelada en el tiempo, corresponde a un cuerpo ausente que pugna
por el espacio que le corresponde. Una no-‐imagen. Un hueco. Un vacío” (citado en Gatti. 2006,
p. 29).
11 Desde el lenguaje, la narrativa del vacío según Gatti, se desarrolla en el discurso de lo que fue, el
lenguaje de lo invisible, del que se habla en un espacio desajustado, pero habitado. Pérez y
Núñez (2008) lo definen como aquel espacio “lleno de significaciones, puntos de vista,
perspectivas, distancias, cercanías y relaciones, un espacio creado intersubjetivamente”, el cual
abordaremos con mayor profundidad más adelante.
Las familias de los desaparecidos, especialmente las madres, reivindican la necesidad de hacer
visible lo que fue invisibilizado, basándose en la recuperación de lo que fue sepultado o
abandonado en el olvido, y se esfuerzan en reconstruir la historia en clave de la verdad ocultada
—antes— y rescatada —ahora—: “son momentos en los que emergen públicamente relatos y
narrativas que estuvieron ocultos y silenciados por mucho tiempo (...). Memorias silenciadas
(...), guardadas en la intimidad personal, ‘olvidadas’ en un olvido ‘evasivo’ (...) o enterradas en
huecos y síntomas traumáticos” (Jelin, 2003, p. 436). Momentos en los que prima un “mandato
de memoria” (Jelin, 2002, p. 15).
En suma, cuando la persona se enfrente a seres sin una espacialidad que se manifiesta desde las
formas de la exterioridad (el desaparecido), el cuerpo puede que vivo, puede que muerto,
ocupa múltiples espacios, espacios mentales, pero también espacios físicos, sí físicos, que le
otorgan existencia. En conflictos como la desaparición forzada aunque es más fácil hablar de
vacíos, se insiste en hablar de espacios habitados, estos peculiares espacios se configuran a
partir de la conducta de sus ocupantes, y una conducta que ella misma está hecha con lo que
están hechos los espacios (fragmentos, diferencias, gestos, recuerdos, momentos, objetos,
lenguaje).
Sin embargo, no son las madres quienes determinan esos espacios, sino ellos quienes les
determinan y preceden, le enuncian, le acompañan, y le definen, proporcionando cuando es
preciso un molde a sus vivencias y un contenido a un espacio que desde 27, 10 ó 3 años fue
todo menos vacío. Según Pardo (1992), nuestro existir está determinado en un estar en y ese
estar en es estar en el espacio, y las diferentes maneras de existir son, para empezar, diferentes
maneras de estar en el espacio. El hecho de que la existencia sea forzosamente espacial, tiene
12 sin duda que ver con el hecho de que los “cuerpos” ocupan un lugar. Pero cuando no se tiene
un cuerpo que habita un espacio, cuando no se tiene una forma que se exteriorice, entonces ¿se
puede hablar de un espacio?
Este autor también, habla de un espacio del que se capta los mensajes que nos envía a través de
nuestra sensibilidad, o través de la interpretación consciente de los datos sensibles. Este espacio
subjetivo, pensamos solo existe para nosotros, es decir como correlato de nuestra vivencias , no
es objetivo, pues no está lleno de objetos sino de significaciones, las que nosotros otorgamos a
las cosas y enseres que lo pueblan al nombrarlos y percibirlos está siempre lleno de sentido, de
perspectivas, proximidades, lejanías y relaciones (sin cuantificación exacta posible). (Berger &
Luckmann. 2001, p. 20).
Lo cierto es que el ser humano nunca se ha llevado bien con el vacío, que es, para él, un no-‐
lugar, según Gatti (2006), cuando se presenta ante algo que se cree vacío lo que se trata de
hacer es llenarlo, de buenas o de malas intenciones, pero siempre de sentido. Lo que está en
juego aquí, es el sentido, la palabra, el significado y la posibilidad de contarlo y los límites de
todas esas cosas cuando se enfrentan a situaciones catastróficas, como la desaparición;
devienen entonces lugares de vida, de comprensión pues es a partir del lenguaje dicha
comprensión se puede lograr, espacios donde habitar y construir identidad.
Más allá de la catástrofe lingüística del “desaparecido” como lo llama Gatti, de construir sentido
con lo invisible o de narrar lo vacío, el acto comunicativo adquiere matices insospechados que lo
alejan de un proceso relacional o informacional, para de este modo inmiscuirse en la
construcción de una identidad. La comunicación se relaciona con la materialidad a través del
mecanismo sensorial que exige ella misma para poder concretarse como tal. De este supuesto
se desprende que el acto comunicativo resume en sí el concepto de forma, no solo porque lo
convierte en un producto dialógico, además de ello concreta dicha materialidad a través de la
representación que luego se plasma en una realidad referencial, la cual necesita del lenguaje
para poder ser asimilada. Es decir, la forma o el contenido como representación, empieza su
materialidad a través de la palabra.
13
Es así como el lenguaje, la palabra, el cuerpo y los espacios, constituyen un vehículo de
comunicación, un proceso que se logra a partir de intercambios simples y concretos. Se ve cómo
ante la desaparición, las investigadoras se cuestionaron por cómo se da interacción y sobre todo
con qué otro; pues como se viene mencionando, se supondría la existencia del vacío. Sin
embargo, los hallazgos borraron toda especulación relacionada con un vacío y por el contrario
se encontró que la presencia no se limita a un cuerpo, a lo físico. La interacción cobra vida con
otro(s), de los que no necesariamente se espere una respuesta, es un emisor pasivo, pero que
existe, sencillamente porque se nombra y se recrea en un espacio y con unas condiciones
distintas para lo que fue pensado originalmente. Se habla de los objetos y cómo estas madres
construyen sentido en su vida cotidiana, a través la interacción con éstos.
Tomando como ejemplo la novela Melodrama de Jorge Franco, se halló que el recuerdo
proyectado en fotografías y objetos permiten las interacciones con el otro, aunque no haya una
contestación. A pesar de esto, para la persona hay una presencia dispuesta por la fe.
“Todos creen que Vidal es un invento mío. Anabel le dice pero si todos lo conocimos, yo lo conocí
desde que nació. Perla se da vuelta y le dice ese era otro Vidal, yo me refiero al que comenzó a
existir después de que despareció. Camina hasta la poltrona, dice es como cuando alguien muere,
uno comienza a construir otra persona a partir del recuerdo y la ausencia, a veces más viva que
cuando estaba viva, y muy diferente.” (Franco, J. 2006, p. 160).
De acuerdo con Wenders, esto que se llama imagen, puede ser formulado más ampliamente en
términos de “escenarios” o de “espacios”, entendiendo aquí por espacios, lugares concretos y
bien determinados que pueden estar o no habitados por seres humanos (citado en Pardo, J L.
1991, p. 11). Goffman se refiere a estos espacios como escenarios de interacción, donde los
sujetos se convierten en actores que se desenvuelven en dicho escenario. “el escenario es el
lugar en donde la acción tiene lugar ante la vista de los espectadores” (citado en Chihu, A. &
López, A. 2001. p 240). Se puede decir entonces, que dichos actores tiene la facultad de poner
en escena objetos con los cuales interactúan, más aún, si en estos se refleja o se proyecta la
presencia del desaparecido.
14
El lenguaje se convierte así, no solo en un vehículo de construcción de sentido o de
materialización de la ausencia, dándole nombre u otorgando un significado a objetos y formas,
además de ello lo re-‐crea, dándole nuevas dimensiones surgidas a partir de especialidades
innovadoras que lo ubican dentro de otros usos sociales que son asimilables por grupo o
individuos específicos. Ya en la antigüedad Platón llamaba “formas” a las ideas, aquellas mismas
que adquirían cuasi materialidad debido a su exteriorización a través de la comunicación. De
ahora en adelante se hablará de espacios llenos, espacios materializados o no, visibilizados o no
por las madres, pero en cualquier caso espacios de recuerdo, en los que se volcaría una
presencia o incluso una dimensión corporal, o una espontaneidad discursiva (un nombre),
creativa o artística, fónica, gráfica o visual.
Estos espacios, también intervenidos por el tiempo, se dotan de sentido creando experiencias,
de esta manera se puede ver que los espacios que se creían vacíos son espacios de interacción,
en los cuales las madres logran recrear la presencia de su ser querido; de igual manera el
tiempo se convierte en un factor determinante ya que es a través de este que el espacio
comienza a hablar por sí solo. El espacio es igualmente corporal, relacionando a nuestra
percepción del mundo más que un concepto abstracto. El espacio subjetivo puede resultar así
infinitamente grande (...) (Mandoki, K. 2006, P. 84).
En este caso, se toma el duelo como escenario de producción de sentido, ya que este se
convierte en motivante para perpetuar el recuerdo del desaparecido; se decir entonces que la
interacción entre individuos no termina cuando hay un faltante ya que durante el duelo ese
escenario se va enriqueciendo, creando nuevas experiencias en las cuales se da la
comunicación, donde el recuerdo se convierte en un puente para compartir con los demás. No
es el duelo solamente un proceso por el cual pasan las víctimas de la desaparición forzada,
también se convierte en ese espacio/tiempo del cual se ha hablado, donde no es posible hablar
de vacío, por el contrario de presencias creadas por la misma ausencia; es allí donde se le otorga
o se recrea la subjetividad de la persona ausente tomando el papel principal del performance.
15
Se puede decir entonces que el espacio atravesado por el tiempo crea subjetividad,
proyectando la idea de un ser presente, que se dota de sentido al nombrarlo, al recordarlo, al
guardar objetos, fotos y prendas de vestir, y cómo todos estos artefactos, ahora simbólicos,
interactúan en el espacio familiar y muchas veces social.
Capítulo 2: Presencias y presentaciones: construcción de sentido ante la pérdida.
””Hacer hablar al dolor como condición de toda verdad”
rErika Diettes.
E
En el capítulo anterior, se hizo un preámbulo de la categoría interacción, describimos cómo las
familias confluyen con los espacios, y sobre todo cómo estos espacios, los cuales llamamos
espacios habitados, están llenos de experiencias, recuerdos, nombres y objetos pertenecientes
al desaparecido (una guitarra gastada, una camisa de cuadros verdes, las calificaciones del
colegio, fotos y una pijama).
En este capítulo: Presencias y presentaciones: construcción de sentido ante la pérdida, se dará
cuenta de la realidad de cuatro mujeres desde lo narrado en sus historias de vida, y se
expondrá cómo han construido esa que parece ser otra realidad, cómo encuentran sentido en
algo como la violencia. Estas cuatro mujeres dispares en muchos factores como el estrato
socio-económico, la edad, la educación, la infancia, el matrimonio, entre muchos otros, se
reúnen en un aspecto similar, todas atravesadas por el dolor somatizado en enfermedades, por
sus quejas ante la displicencia del Estado y su programa de Reparación, por sus luchas
tratando de encontrarlos, por la creencia en la religión como principal dispositivo de superación
del duelo, un dios donde descargan toda su fuerza y del que se nutren para recobrar la que han
perdido. Ellas parecen vivir en pausa, con todos los sueños detenidos en un pasado que se
convirtió en un presente eterno y es el mayor anhelo, pues siempre se está a la espera de un
regreso, de escuchar tocar la puerta, es decir, la meta de sus vidas es encontrarlos, saben que
no vivos, pero por lo menos sus restos, algo que les permita cerrar y enterrarlos sagradamente.
Se parte de lo particular para analizar los momentos, objetos, situaciones y recuerdos de tres
madres, Fabiola Lalinde, Blanca Tabares y Diana Espinoza, y una hermana, Berta Sinitavé
16 víctimas de la desaparición forzada en Colombia. En los cuatro casos, independiente de la
manera como se dio la desaparición, se encuentran elementos comunes que han surgido como
dispositivos en los cuales se apoya la familia para salir del dolor y la incertidumbre y llegar a un
momento del duelo, donde el recuerdo y la memoria, se convierten en perpetuadores del sujeto.
Aunque este conflicto ha logrado afectar a un sin número de familias, estos cuatros casos
permiten mirar de qué manera el resto de víctimas que hacen parte de una cifra, sobrellevan
esta situación y cómo se valen de lo más simbólico, cuando no se tienen respuestas. Este
capítulo entonces, mostrará las historias de vida de cada madre, donde se revelarán los puntos
en los que cuales se entrelazan y que permiten hacer un análisis desde las categorías y las
subcategorías como la religión, la familia, la somatización, el ritual y en algunos casos el arte;
los cuales se constituyen como elementos de ayuda en el escenario del duelo, sin afirmar que
lo elaboren. Para analizar y comprender mejor lo anterior, específicamente en lo relacionado al
aspecto religioso y artístico, se traerán a colación los presupuestos teóricos de Berger y
Luckmann (2001), quienes declaran que son espacios donde el significado se limita,
entendiendo esto como una venda sobre los ojos que no permite ver claramente la realidad a la
que pertenecen. (Berger, P & Luckmann, T. 2001, p. 43)4.
2.1. Presentaciones
Diana Espinoza tiene 47 años, huérfana desde los 12 y casada a los 16 con un hombre mayor.
Un mal hombre según ella, el cual la maltrató por 20 años; de ese matrimonio nacieron dos
hijos Mario y Alejandro. Alejandro actualmente tiene 27 años y es una persona muy especial, no
sólo porque es el mayor apoyo de ella, sino porque, aunque ella no lo dice abiertamente en las
conversaciones, hizo referencia al padecimiento de su hijo de un síndrome que lo ha obligado a
recibir tratamiento especial. Mario el mayor, no contó con la misma suerte de su hermano, pues
el 27 de octubre del 2002, en el barrio la Loma de San Javier, cuatro encapuchados se lo
llevaron y hasta hoy no hay rastros de él.
Como consecuencia de la soledad en su infancia, y el conflicto en el cual ha estado inmersa
desde sus 16 años (violencia, desplazamiento y desaparición), han formado una mujer con un
nivel de autoestima muy bajo. En la entrevista no nos permitió grabarla, porque no le gusta su
cara, no le gustan sus pies porque somatizó todo su dolor en enfermedad, tampoco le gusta
4 La señora Fabiola Lalinde no se incluirá dentro de la caracterización realizada en este capítulo ya que se abordará más ampliamente en el cuarto capítulo por ser considerada como caso emblemático y nacional.
17 hablar de su trabajo, prefiere hablar de su pasado.
Su madre, una mujer que recuerda su infancia como uno de los momentos quizá más felices
de su vida mientras sus padres vivieron “Gracias a Dios siempre fuimos bien cuidaditas,
caseritas, una familia paisa humilde sí, pero muy chévere. Nosotros no podíamos salir a la
puerta de la casa, a la calle, pero siempre fueron unos papás ejemplares. Mi papá siempre era
él que estaba ahí, no nos dejó un momento solos”. Son estos recuerdos, la educación y los
valores que recibió, lo que la ha ayudado a ubicarse en un presente donde según ella, el grupo
familiar ha sido el mayor apoyo y la compañía de su otro hijo; son para ella lo que la ha
ayudado a sobrellevar los momentos de enfermedad y de angustia.
En los días que desapareció Mario, Diana dejó de ser esa mujer casera, y venciendo sus
miedos, emprendió una búsqueda por las zonas más peligrosas de la comuna 13, con la
intención de encontrar a su hijo. Fueron muchas las amenazas y las advertencias por parte de
sus vecinos, pero Diana, como el resto de madres de esta historia, sentía que no podía
quedarse esperando a que alguien se lo devolviera.
Ella relata estos 10 años de desaparición con dolor, pero cuando habla de su hijo, la mirada de
Diana se enciende, pues al recordar los años que estuvo con él, son los buenos momentos y la
felicidad de esos años, lo que la consuela. Al recordarlo como un buen muchacho, un señor, un
buen estudiante, un buen hijo y hermano, aparecen los por qué, ¿por qué a él?, ¿por qué a
nosotros? y como búsqueda de esas respuestas, que aún nadie le da, denunció la
desaparición ante la Fiscalía hace ocho años, pero según ella nadie le dice nada; también es
parte del programa de Reparación de Víctimas de la Alcaldía de Medellín, “yo como madre
busco a mi hijo y quiero encontrarlo, se dice que el gobierno ayuda mucho en estas situaciones,
pero la ayuda que yo he recibido fue un mercado en diciembre del año pasado, es más, mis
papeles están archivados allá, nos toca esperar a ver si nos consideran víctimas del conflicto,
¡imagínense!”.
Diana como muchas otras madres, no quiere recibir el auxilio económico que este programa
otorga a las familias víctimas, según ella “un hijo no tiene precio, nunca, en otros países es
distinto: el gobierno se apersona de los casos, de lo que la familia necesita; en cambio aquí es
como si se nos hubiera perdido el perro de la casa”.
Sin embargo, mientras ella espera guarda ciertos objetos de Mario, como las camisetas que
18 más le gustaba, el diploma del colegio y el perfume que usaba. Al principio de la desaparición,
todas estas pertenencias estaban presentes, visibles. Ahora, al pasar los años, Diana y las
otras madres de Detritus, atesoran lo mucho o lo poco que aún poseen de sus hijos, lo guardan
en lugares donde el tiempo y el polvo, no puedan dañarlo, su intención es preservarlos.
Por otra parte, más allá de estos objetos, nos encontramos en este caso y en el de Fabiola,
que lo que conservan es el recuerdo de la persona, el nombre, lo que fue, el ser; y ese espacio
que ahora ocupa Mario, se lo dio el tiempo y la tranquilidad que viene con éste. Diana lo afirma
de esta manera “ya no tengo visible lo de mi hijo, no porque me hace mucho daño, yo prefiero
tenerlo en mi corazón, en mi cabeza, porque yo estaba sintiendo mucho daño al verlo, entonces
guardé las cosas, yo ya ahora veo las cosas de mi hijo y ya es más llevadero, antes yo no
aguantaba ver las fotografías, las camisas, las pertenencias”.
Mientras pasa el tiempo Diana seguirá esperando, esperando un milagro dice ella, y eso es lo
que le pide a Dios en sus oraciones, ese es su ritual. “todo lo podemos en cristo Jesús, con el
nada es imposible, que esperemos sean 10, 20 años, 50, que Dios nos dará las fuerzas
necesarias para continuar y para luchar también por aquellos hijos que están cerca de nosotros,
pero que por la situación que pasamos nos olvidamos que ellos están ahí. Le pido a Dios
mucha fortaleza, es lo único que lo mantiene a uno de pie, si en él colocamos nuestra fe algún
día vamos a obtener la respuesta, algún día”.
A sus 53 años, Berta Sinitavé es ama de casa, madre de dos hijos biológicos y de tres que
“recogió” de su hermano mayor después de ser asesinado. Es oriunda de Ituango y al casarse
se trasladó para Alejandría, actualmente reside en la Comuna 13 de Medellín. Vive con su
madre que sufre de Alzheimer, su esposo y el menor de los hijos que hoy en día tiene 27 años.
Rogelio su hermano mayor era el que mejor se llevaba con su cuñado (el esposo de doña
Berta), estaba casado y tenía siete hijos; trabajaba en un molino cerca a la finca en la cual vivía
pero una noche tuvo que quedarse trabajando y esa misma noche fue asesinado “dicen que por
grupos al margen de la ley”, cuenta doña Berta. Ella enfrentando la situación se hizo cargo de
tres de los hijos que su hermano había dejado y hasta el día de hoy vela por ellos; de igual
manera tuvo que encargarse de todo con respecto a la muerte de Rogelio, ya que Gloria, la
esposa no se preocupó por hacerlo, y cuatro meses después ya tenía un nuevo marido; algo
19 que afectó mucho a la familia de Rogelio.
Cuatro años después, la historia se repetía. Jaime Delaskar su hermano, tres años menor que
ella, habría sido asesinado por paramilitares según le dijo la fiscal que estaba al tanto del caso.
Cuenta que Jaime desde los 18 años se había ido de la casa por primera vez y volvía cada
determinado tiempo, “la idea de él era conocer, él decía: yo quiero conocer”. Él había salido con
sus amigos a buscar trabajo por el Quindío pero hubo un tiempo que no volvió, ni escribía.
Durante 6 años estuvo desaparecido hasta que un día a las 10:00 a.m. la madre de Jaime
escuchó en la radio un aviso donde decían que lo habían matado cerca de Risaralda. Doña
Berta que estaba más cerca de Belén de Umbría donde decían que él estuvo por última vez, se
decidió a investigar, pero lo único que encontró fue la razón del párroco “En Belén de Umbría
en la Casa cural el párroco me dijo que había hecho un entierro, que a las 10 de la mañana y
no nos dijeron dónde ni nada” sin embargo encontró, luego de tanto buscar, un acta de
defunción que confirmaba la muerte de Jaime.
En este momento puede estar en fosa común o se lo llevaron quién sabe para dónde, pero ni
en Belén de Umbría aparece”, eran las razones que le daban pues el cuerpo nunca se encontró
y a raíz de esto es que sus demás hermanos no creían ni antes ni ahora la desaparición y
muerte de Jaime. “Mis hermanos que viven por acá decían “ah eso es mentira ya se hubiera
dado uno cuenta”, “Eso es mentira usted es que es boba, haciéndole misas de aniversario a él y
él tal vez vivo”.
El apoyo de su familia y la fuerza que le da la religión han sido de gran ayuda para sobrellevar
la pérdida de sus dos hermanos, a pesar de esto con lágrimas en su rostro expresa la
necesidad de encontrar los restos y por ahora se refugia en fotografías y una guitarra vieja y
rota que quedó. “Hasta que no se le caigan las últimas cuerdas no la mando a restaurar”.
”Lo más importante es conservar ese recuerdo, lo recuerdo como una persona feliz” Blanca Tabares.
Blanca Tabares tiene 66 años de edad, es la tercera de nueve hijos, nació en Altamira -
20 Antioquia, y vive en Medellín hace 25 años. La mitad de sus años los compartió con su esposo,
el cual fue asesinado hace 30 años, es madre de cuatro hijos Carlos, Cecilia, Sandra la mayor,
y Héctor que ahora no está con ella.
Después de la muerte de su esposo, Blanca se vio en la necesidad de trabajar en casas de
familia y posteriormente consiguió un trabajo en una fábrica de arepas, hasta que sus hijos
crecieron y se hicieron cargo de ella. Sin embargo, el puesto que ocupó Blanca durante varios
años, pronto fue reemplazado por su hijo Héctor, “él no estudió porque cuando el papá faltó, se
salieron y se quedaron en la casa. Ya con el tiempo le enseñé: lo poníamos a lavar maíz, a que
armara arepas pa’ que aprendiera y él aprendió”.
Doña Blanca sólo sabe escribir su nombre, pero como dice ella, sus nietos son quienes hacen
esta labor por ella. En la actualidad se encarga de cuidarlos, mientras sus tres hijos presentes
trabajan, aunque a su edad no es fácil educar a 5 niños; los ve como sus hijos y en ellos
encuentra la manera de desahogarse y olvidarse por un segundo de la situación que vive hace
10 años.
El sábado 30 de noviembre del 2002, en el barrio el Salado de la Comuna 13, la historia de esta
familia se partió en dos. El sábado era el día de descanso de Héctor, aunque había trabajado
toda la noche, no quiso dormir esa tarde, y desatendiendo los consejos de su madre, decidió
salir a dar una vuelta. “Él bajó y me dijo: mami, yo voy a ir donde el patrón que me mandó a
llamar- yo le pregunté “no le han pagado” y me dijo que no”.
Blanca no se preocupó, primero porque la fábrica donde trabaja su hijo era muy cerca de la
casa, y segundo, porque su hija Sandra cuando regresaba a su casa, lo vio hablando con una
amiga, lo saludó y siguió. Después alguien fue a buscarlo a su casa, al parecer un amigo,
Sandra fue a avisarle, pero cuando llegó Héctor ya no estaba, y las personas que estaban en el
lugar, conmocionadas, le advirtieron que a su hermano se lo habían llevado unos
encapuchados en un taxi.
“Según cuentas, lo que dicen no sé, y yo pienso que de pronto si será verdad, ellos llegaron
preguntaron por un arepero, según cuentas era el patrón y él lo chutó con mi hijo, nosotros
sabíamos que el dueño tenía cuentas pendientes con una gente rara y como mi hijo trabaja con
él, ellos llegaban y le pedían arepas con mantequilla y él les daba, esos señores iban muy
seguido a la arepería. Porque al otro día, al lunes, llegó la Fiscalía por el señor ese, pidieron
ayuda pa’ sacarlos del barrio”.
21
A diferencia de Mario y de Jaime, de Héctor si llegaron noticias después de su desaparición.
Según Blanca, un día una mujer llegó preguntando por él, y pidiendo que le mostraran algunas
fotografías, con la excusa de que lo habían visto en La Loma, un barrio aledaño. Sin embargo,
Blanca y sus hijos nunca creyeron en las afirmaciones de la mujer, quizá por el miedo y la
desconfianza. Aun así, al igual que en las demás historias, esta madre ha buscado a su hijo en
los peores lugares, cruzando, incluso, “fronteras” que no están permitidas pasar.
El caso de Héctor está en manos de la Fiscalía hace dos años, pero aún no tienen nada. En la
Defensoría del Pueblo, también conocen la situación, pero el abogado encargado, se ha
contactado con Blanca una vez en un año. “Yo me demoré mucho para ir a denunciarlo porque
no era capaz, mi hija sí como que empezó yendo a la Defensoría del pueblo, pero ella vio algo
maluco, como que la estaban siguiendo, ella se devolvió y dejamos eso así”.
Esta, como muchas historias de desaparición en la Comuna 13, al parecer terminó en las
escombreras, fosas comunes donde descargan los cuerpos y los esconden tras la basura. La
Alcaldía de Medellín, está adelantando los trámites necesarios para declarar este lugar como
campo santo; la comunidad exige a los organismos de justicia iniciar cuanto antes la
exploración del lugar y la exhumación de cadáveres que se presume hay allí.
Según investigaciones de varias ONG de la ciudad y relatos de familiares, en fosas de distintos
sitios de la comuna 13 como la Escombrera, La loma, Las independencias y el corregimiento
San Cristóbal, asesinaron, descuartizaron y enterraron 128 personas que fueron sacadas a la
fuerza de sus casas o retenidas en las calles de la Comuna 13. Asesinadas por hombres de los
bloques Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, Cacique Nutibara,
Magdalena Medio y Héroes de Granada de las Autodefensas Unidas de Colombia que operaron
allí, luego de la Operación Orión.
A pesar de no tener más respuestas, y tener que suponer que el cuerpo de su hijo puede estar
en este lugar, a Blanca le quedan fuerzas para esperar, ella se acoge en presunciones oníricas
para pensar en que su hijo aún vive. “Yo siempre esperaba que él me tocara la puerta, porque
él llegaba, tocaba y me decía -mami-. Porque nunca nos asombró (asustó), a mi me decían
será que está vivo porque nunca nos asombró5. Mi hija mayor me dice que a veces soñaba con
él, que le decía -hermanita ayúdeme, ayúdeme, que así en un hueco, y que ella lo iba ayudar
5 Para esta persona, el término asombrar significa asustar, que los muertos se hagan presentes.
22 pero no alcanza a ayudarlo y se despierta”.
P
Por otro lado, la religión, específicamente María Auxiliadora se convirtió en el refugio de esta
mujer, a este ser encomienda a Héctor y a su familia, además, encuentra la tranquilidad que no
pudo encontrar en otras instancias o instituciones. Por esta razón, los martes son sagrados
para Blanca, es el momento, según ella, donde encuentra paz y donde pone toda su angustia
en manos de Dios.
A Héctor lo recuerda como un buen hijo, un buen hermano, como una persona despreocupada
por formarse profesionalmente, por establecer una familia y muy reservado con su vida
personal; de él atesora algo que ella llama el álbum de la memoria, con fotografías de él y sus
otros hijos; no tiene ropa, ni cosas personales de Héctor, porque su hermano Carlos fue quien
las usó después de la desaparición. Sin embargo, existe algo guardado con la mayor
precaución en sus cajones y que según ella nunca dejará de estar, “yo conservo una pijama, la
tengo guardada todavía, porque me la dio de cumpleaños y no me la pongo, ese objeto nunca
se irá”.
A él aún le celebran su cumpleaños, Blanca dice que es un día difícil, porque su otro hijo Carlos
cumple el mismo día. Dentro de los rituales que hacen para recordarlo, este es quizá el único y
más triste que celebra esta familia cada año.
No sé si se han dado cuenta, pero en la mayoría de los párrafos que relatan esta historia, la
palabra familia aparece en muchas ocasiones, y es que para Blanca, estas ocho personas son
la fuerza, que un día faltó con Héctor, son el mayor apoyo que le ha permitido seguir viviendo
en una realidad de la que intenta salir, ella espera sí, pero sigue.
“Uno no lo olvida porque uno nunca lo olvidará, uno lo olvidara cuando ya se muera uno. El
caso es que uno lo sigue esperando, y lo más importante creo yo, es conservar ese recuerdo, lo
recuerdo como una persona feliz”.
La vida cotidiana se presenta como una realidad interpretada por los hombres y que para ellos
tiene el significado subjetivo de un mundo coherente. Como comunicadoras hacemos de esta
realidad el objeto de nuestros análisis. El mundo de la vida cotidiana de estas tres mujeres, no
sólo se establece como su realidad inmediata por sus comportamientos, sino que es además,
un mundo que se origina en sus pensamientos y acciones, y que está sustentado como real
23 por éstos.
La realidad se ha presentado de manera objetivada, o sea, constituida por un orden de objetos
que han sido designados como objetos antes de que yo apareciese en escena, es decir, objetos
que ya han sido nombrados y configurados como reales a través del lenguaje y que es gracias
a ese nombramiento, que estos objetos adquieren sentido y dentro del cual la vida cotidiana
tiene significado para mí. Berger & Luckmann (2001).
Sin embargo, la realidad no se agota por estas creaciones inmediatas, sino que abarca
también, fenómenos que no están presentes "aquí y ahora". Esto significa que yo experimento
la vida cotidiana en grados diferentes de proximidad y alejamiento, tanto espacial como
temporal. El lenguaje es capaz de "hacer presente" una diversidad de objetos que se hallan
ausentes —espacial, temporal y socialmente— del "aquí y ahora". Ipso jacto una enorme
acumulación de experiencias y significados puede llegar a objetivarse en el "aquí y ahora".
En lo que a relaciones sociales se refiere, el lenguaje "hace presentes" no sólo a los semejantes
que están físicamente ausentes en un momento determinado, sino también a los del pasado
recordado o reconstruido, como también a otros proyectados hacia el futuro como figuras
imaginarias. Todas estas "presencias" son sumamente significativas en la realidad de cada
madre.
Capítulo 3: Discurso: el cuerpo y sus múltiples espacios
“Mi pasado está a mi alcance en mi memoria con
una plenitud que nunca podré alcanzar en mi reconstrucción de su pasado, por mucho que me hable de
él”
Berger y Luckmann.
En este capítulo, se expondrá cómo la ropa, las fotografías y los objetos encontrados en las
historias de vida, son concebidos como la materialización de la ausencia. Además, de los
espacios que ocupan en la vida cotidiana de estas familias y cómo se transforman, pasando de
24 su uso instrumental a un uso donde el significado subjetivo que le imprime cada madre, forma
parte de una realidad pintada en objetos de recuerdo.
Lo anterior se apoya, con lo que Berger & Luckmann, en su libro La construcción social de la
realidad (2001), exponen acerca de las objetivaciones y la manera como se estructuran desde el
lenguaje. “Las objetivaciones comunes de la vida cotidiana se sustentan primariamente por la
significación lingüística. La vida cotidiana, por sobre todo, es vida con el lenguaje que comparto
con mis semejantes y por medio de él. Por lo tanto, la comprensión del lenguaje es esencial para
cualquier comprensión de la realidad de la vida cotidiana”.
Por lo que cabe decir que el lenguaje hace "más real" la subjetividad de las madres de Detritus,
ante la resignificación de dichos objetos, se observa por ejemplo, como una guitarra vieja pierde
totalmente su utilidad para convertirse en un instrumento silenciado por la violencia; como las
excelentes calificaciones se guardan con el fin de rescatar el buen nombre y la identidad de un
hijo, al que le fue dado un alias con el fin de borrar todo rastro. La camisa azul de cuadros, que a
pesar de los años, se conserva intacta y finalmente, una pijama que guarda el sueño de un
regreso. Es importante destacar como la forma de nombrarlos y de referirse a estos objetos,
tiene una conexión directa con alguna cualidades de hijos: el gusto por la música, el buen
estudiante, el gusto al vestirse y el cuidado a su madre.
Además, a estos objetos se les atribuyen varios significados alrededor de un mismo artefacto,
pues el hermano ve en el objeto, algo diferente a lo que ve la madre, la abuela, el sobrino. Aquí
el discurso y la comunicación convierten lo “real” en lenguaje y el lenguaje en realidad; lo real es
entendido de la siguiente manera “La realidad se organiza alrededor del "aquí" de mi cuerpo y
el "ahora" dé mi presente. Este "aquí y ahora" es el foco de la atención que presto a la realidad
de la vida cotidiana. Sin embargo, la realidad de la vida cotidiana no se agota por estas
presencias inmediatas, sino que abarca fenómenos que no están presentes "aquí y ahora”
(Berger & Luckmann, 2001, p.38.). Dado lo anterior, se comprende que cada sujeto articular
acciones, emociones, ideas, percepciones, proyectos, expectativas e imaginarios en la
interacción con el objeto de recuerdo.
25 Es la comunicación entonces un puente a la realidad, por el cual también logramos, gracias a la
interacción con los demás, crear o representar situaciones que finalmente constituyen nuevas
realidades y es así como dichas representaciones dan paso a la cultura. De acuerdo con Hall, la
representación como una parte esencial del proceso mediante el cual se produce el sentido y se
intercambia entre los miembros de una cultura, en este caso la familia; pero dicho proceso,
implica el uso del lenguaje, de los signos y las imágenes. Los objetos o personas no tienen un
significado inherente propio, esos significados son creados y dados en un contexto del que no se
pueden separar. (Hall, 1997).
Las investigadoras afirman que el lenguaje no se limita a lo verbal pues también se transmiten
mensajes a través de gestos, incluso en el silencio mismo, y en este caso de objetos que
permanecen y que transmiten a pesar de pertenecer a un ausente. Son las familias, quienes le
dan a una camisa, una guitarra, una fotografía... ese valor simbólico que representa más que un
objeto, es decir, en ellos se proyecta la esencia de un ser que no debió partir. Se entiende así, al
objeto como signo, éste existe para emplearse de manera comunicativa, para referirse,
representar o transmitir algo. Retomando a Mandoki (2006), define el signo como algo que está
para alguien en lugar de algo, a dichos signos se les otorga de igual manera un significado que
poco tiene que ver con su uso material, como lo mencionamos al iniciar el capítulo.
Finalmente, el guardar un objeto actúa como puente para la construcción de la memoria, pues
lo que se busca es perpetuar un recuerdo del pasado que se aleje del dolor que genera el
presente. Para M. Halbwachs, no es posible hablar de memoria por fuera del lenguaje, el
espacio y el tiempo, ya que son estos quienes determinan el pasado que a su vez crean el
presente. Es la memoria por la cual, cada una de las mujeres que apoyaron esta investigación
construyen sentido, le dan un significado personal a la guitarra de Jaime Delaskar, las camisas
de Mario, la pijama que le regaló Héctor a su madre y las calificaciones de Luis Fernando; estos
objetos se han convertido más que en cosas materiales que llegaron al hogar y han
permanecido en éste. Según Halbwachs (1925) no existe memoria posible fuera de los marcos
de que se sirven los hombres que viven en una sociedad para fijar y hallar sus recuerdos.
26 3.1. Mímesis, objetos de recuerdo.
Según Medina (2004), un objeto hace parte de la cultura y trabaja en ésta como mediador o
prolongación del cuerpo e indispensablemente como un agente de identidad, es así como
toman un objeto perteneciente a la persona desaparecida y le otorgan valores simbólicos, se
convierten en la presencia de un ser y más que un cuerpo es la esencia particular de cada
desaparecido. “Los objetos circulan, se exhiben, se intercambian y se utilizan, porque son antes
que nada el instrumento de una relación entre los hombres” (citado en Medina, 2004, p.104).
Es entonces importante, para preservar la interacción, proyectar al ser en algo que lo
identifique; no obstante, esto no es algo exclusivo de la desaparición, esta práctica se ha
identificado de forma similar cuando la muerte se da de manera natural, accidental o violenta,
pues las personas tienden a conservar objetos y los atesoran, se apropian de ellos y en muchos
casos lo hacen parte de su cotidianidad, desde un simple porta llaves hasta la habitación que se
organiza tal cual como si se esperase un retorno. Algo en particular es que en la desaparición,
los objetos después de varios años se guardan y no se exponen, pues ahora, ellas buscan
tranquilidad y en muchas ocasiones la presencia de estos objetos reviven el dolor y la angustia.
En palabras de Diana Espinoza “Ya no tengo visible lo de mi hijo, porque me hace mucho daño,
yo prefiero tenerlo en mi corazón, en mi cabeza, porque yo estaba sintiendo mucho daño al
verlo, entonces guardé las cosas; yo ya ahora veo las cosas de mi hijo y ya es más llevadero,
antes yo no aguantaba ver las fotografías, las camisas, las pertenencias”.
Durante el proceso se identificaron diferentes objetos, cada uno con el fin de recordar a la
persona, pero cada uno construía en la memoria de su familia un recuerdo diferente;
momentos, logros, cualidades, identidad, personalidad. En cada objeto se ha visto impregnado
el amor y el cuidado como un sello personal, único y que a pesar de compartir una historia
similar y un fin parecido, construyen sentidos un tanto disímiles.
3.1.1. La Guitarra de Jaime Delaskar Sinitavé.
La familia Sinitavé, especialmente el padre tenía un gusto peculiar por la música, sus hijos
27 incluyendo a Jaime, aprendieron en su infancia a tocar un instrumentos de cuerda, la guitarra
fue la compañera de Jaime, con ella animaba las reuniones familiares y encuentros con amigos.
En uno de sus tantos viajes a Alejandría, Jaime en compañía de su guitarra, se hospedó en la
casa de Berta por unos días. Al partir, Jaime pide prestada una chaqueta y como garantía deja a
su compañera, con la promesa de regresar por ella.
Seis años después, la guitarra aún permanece en la casa de Berta, malgastada por el tiempo y
por el uso que los niños le dieron, mientras esperaban el regreso de Jaime. Fue después de
saber que estaba muerto y no encontrar los restos, que aquella guitarra se instaló como un
objeto preciado en el hogar; la guitarra dejó de sonar así y Berta la guarda como el único
recuerdo de Jaime.
La guitarra no está hecha de acordes, sino de recuerdos y significados que reviven la presencia
de Jaime, se le cuida como si fuera él mismo, como a la espera de que algún día vuelvan a
escucharla, es decir, se esta a la espera de él.
3.1.2. Las calificaciones de Luis Fernando Lalinde.
A pesar de la desaparición de Luis Fernando por casi 10 años, la historia de este sociólogo se
construye a partir del momento de su muerte. Lo más preciado son unas calificaciones del
colegio en las que el muchacho escribió “Tu cuerpo será alimento de gusanos el día de tu
renacer pero tus obras realizadas ni la podredumbre de la humanidad acabará con ellas sino que
eso limpiará la podredumbre”.
De él se guarda todo un “archivador” o como lo dice Fabiola, toda una notaría, que la familia ha
recogido después de constatar que el cadáver encontrado correspondía al de Luis. Ella guarda
por ejemplo, un contrato de trabajo, diplomas, la prueba del ICFES, poemas, la huella digital, la
garantía de una moto que tuvo, una orientación profesional y una escarapela con la única foto
que tiene de Luis a sus 27 años (edad en que se lo llevaron) la cual lleva a cuanto evento la
28 invitan.
La familia Lalinde se consideran personas desapegadas de los bienes materiales, por esta razón,
según ellos, no guardan muchos objetos de Luis; sin embargo, es muy particular encontrar que
su casa de apenas 50 m2 está llena de de objetos alusivos a la memoria y la Operación Sirirí6 que
cada día es conocida por más personas.
Adriana Lalinde, hermana de Luis Fernando, es quien ha construido toda una galería en honor a
su nombre, donde se encuentran esculturas, fotografías, montajes, dibujos, poemas y hasta
canciones que no permiten que Luis se vaya. Como lo expresa su madre: “Él sigue viviendo aquí,
él me acompaña, vamos a todas partes, yo a donde voy, voy con la escarapela y hablo con él
antes de irme, le digo Luis nos vamos pa’ tal parte y me tenés que acompañar”.
El significado del objeto cobra vida al intentar darle una despedida digna en la que los logros
alcanzados desde su infancia hasta su grado póstumo como sociólogo forjaron a Luis como un
hombre de principios, preocupado por el bienestar de los menos favorecidos, un hombre
apoyado en el comunismo. Todos estos rituales se crearon con el fin de enaltecer el nombre de
una persona que fue torturada por 12 horas, asesinada a sangre fría y finalmente silenciada,
dándole una identidad falsa cargada de acciones totalmente contrarias por las que Luis se regía,
un alias “Jacinto” militante de un bloque izquierdista. F. Lalinde. (Comunicación personal, 12 de
julio, 2012).
3.1.3. La camisa azul de Mario Javier Paniagua.
Al igual que Fabiola, para Diana también son importantes los diplomas y los logros que su hijo
Mario pudo alcanzar antes de que se lo llevaran; según Diana su hijo fue un excelente
estudiante, incluso después de graduarse como bachiller él quería seguir sus estudios en
6 La operación Sirirí, liderada por Fabiola Lalinde surge de la preocupación de la alianza de la Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y Asfamipaz, de mujeres y familiares de las miles de víctimas del secuestro que aún siguen en cautiverio, sin que el Gobierno ni los actores armados brinden alguna esperanza de libertad, excepto el rescate a sangre y fuego al cual se oponen.
29 educación superior, por esta razón le escribió una carta al alcalde de Medellín solicitando ayuda
para ingresar a la universidad. Quizá por esto se siente el orgullo cuando Diana habla de su hijo:
“Si yo tuviera direcciones o teléfonos de los profesores de Mario se los daba para que ellos, no
yo, porque las mamás siempre engrandecemos los hijos, para que ellos hablaran por mi y les
dijeran quién fue Mario”.
Sin embargo, lo que más atesora Diana es una camisa azul de cuadros, la favorita de su hijo. Ella
la guarda en su closet, en un cajón doblada a la perfección; en la camisa está la esencia de
Mario, su personalidad, su gusto por vestirse y verse bien y sobre todo refleja los principios con
los que su madre también creció. A simple vista y según las descripciones de Diana, él era un
muchacho casero, sin más intereses que su familia y su educación.
Según el testimonio “Mario era conmigo muy querido, era un hijo muy especial conmigo, muy
buen estudiante, lo querían mucho en el colegio, a él le decían que era todo un señor, así era
como la gente se expresaba de mi hijo, muy culto, muy casero”.
3.1.4. La pijama que regaló Héctor
Este caso es diferente a las demás historias, pues el objeto no es algo perteneciente a la
persona perdida sino un objeto que él le regaló a su madre en el último cumpleaños que
pasaron juntos, hace 10 años. “Yo conservo una pijama, la tengo guardada todavía, porque me
la dio de cumpleaños y no me la pongo, ese objeto nunca se irá”.
Además conserva otro objeto peculiar, un objeto que no venden en ningún lado, un objeto que
creó la familia con el fin de conservar la memoria de Héctor, el Álbum de la Memoria. Éste es
una recopilación de varias fotografías, historias y frases de la familia, donde se quiere recordar
a Héctor necesariamente inmerso en un círculo familiar. El álbum fue escrito por dos de los
nietos de doña Blanca en donde ella les decía que sentía y ellos lo escribían o lo dibujaban.
Sin embargo, los ojos se le iluminan cuando recuerda ese regalo, la pijama, porque más que una
30 pijama, se ha convertido en un recuerdo, el recuerdo de un hijo amoroso, preocupado por su
madre y por su familia, un hombre trabajador. Este objeto no describe los gustos de Héctor,
tampoco su excelencia académica y mucho menos alguna pasión por la música, es más el
recuerdo de un momento de felicidad que Blanca tuvo con su hijo, el último regalo.
3.2. La particularidad del ritual ante la desaparición
Desde la perspectiva de Erving Goffman, el ritual se constituye como parte de la vida diaria del
ser humano, por lo que se puede decir que la urdimbre de la vida cotidiana está conformada por
ritualizaciones que ordenan nuestros actos y gestos corporales. En este sentido, los rituales
aparecen como cultura encarnada, interiorizada, cuya expresión es el dominio del gesto, de la
manifestación de las emociones y la capacidad para presentar actuaciones convincentes ante
otros.
De este concepto se derivaron dos ideas importantes. La primera, la de relacionar a los rituales
con el proceso de comunicación, pues los rituales se ubican en la categoría de actos humanos
expresivos, en oposición a los instrumentales o de adaptación a la naturaleza que son propios
de los animales, pues el hombre, más que adaptarse lo que hace es crear una serie de usos y
costumbres que de una u otra manera le permiten orientarse, convivir con el otro y darle
sentido la existencia. Además de ser un código de conducta, el ritual es un complejo de
símbolos, pues transmite información significativa para otros.
Al iniciar la investigación, se había generado una hipótesis, en la cual se creía que cada familia a
la cual se intervendría, tendría diferentes rituales y estos mismos apoyados en altares con los
objetos que permanecen luego de la pérdida. Sin embargo, es curioso que ninguna de las cuatro
familias practique algún tipo de ceremonia por fuera de su religión, es más, los objetos
encontrados no son expuestos, por el contrario son guardados para ser conservados, en
algunos casos con la esperanza de un regreso.
31 Ahora bien, el ritual podría pensarse de alguna manera, desligado de la comunicación, más aún
cuando se habla de un ritual a un ser invisible, pero independiente de la manera en que se
practique estará de por medio el lenguaje y la construcción de éste. En este caso, todo ritual
existente está mediado por la religión, oraciones, eucaristías y cantos han acompañado a estas
cuatro mujeres durante la desaparición y en ocasiones son inventados por ellas mismas.
“La comunicación con las fuerzas sagradas, (...), se efectúa en un lenguaje especial, en los
contextos particulares que establecen los rituales. El conocimiento obtenido a través de tal
comunicación es verdadero en el sentido de “divino” (“sagrado”) y, por lo tanto, debe ser
guardado en secreto. El lenguaje humano, incapaz de expresar este acto de comunión con lo
divino, trascendental e invisible, se calla para que los mensajes sagrados se transmitan en
silencio (...)” (Sidorova, K. 2000, p. 10). Aquí el lenguaje es también silencio y este silencio una
forma de comunicación.
Los rituales aún siendo “sagrados” se ven permeados por el uso de objetos que muchas veces
son configurados por las mismas familias. En esta investigación encontramos que el arte ha sido
un puente importante para sobrellevar la pena. En el caso de Fabiola Lalinde, su hija Adriana
creó especialmente una urna para recibir los restos de su hermano, Luis Fernando Lalinde,
además de toda una instalación artística en homenaje a él. Estas producciones artísticas son
para ella el principal ritual en torno a la desaparición de su hermano, así lo afirma su madre
“Adriana que era la que más afectada de todo, sin embargo ella superó toda su historia con la
exhumación y haciendo su trabajo con la urna”. Por otro lado, el arte no sólo es tomado como
una representación del conflicto, sino como un medio que comunica no sólo la injusticia de su
desaparición y su muerte, sino también, hace honor al buen nombre, al buen hijo, al buen
profesional, al buen hermano que fue Luis Fernando, es decir, se toma como dispositivo de
denuncia con respecto a la defensa de los derechos humanos.
En la situación "cara a cara" el otro se me aparece en un presente vivido que ambos
compartimos. Sé que en el mismo presente vivido yo me le presento a él. Mi "aquí y ahora" y
el suyo gravitan continuamente uno sobre otro, en tanto dure la situación "cara a cara". El
resultado es un intercambio continuo entre mi expresividad y la suya. (Berger, P & Luckmann,
32
T. 2001, p. 46)
De esta manera, se entiende el ritual como una práctica indispensable para que el intercambio
continúe con dichos seres mediados por la fe que tienen en el alma “inmortal” de la persona
perdida, en el espíritu que, según ellas, permanece en la eternidad; es a través del rezo con esa
esperanza de eternidad que prevalece la interacción. Igualmente, ha sido Dios un ser
reconfortante e indispensable durante todos estos procesos, teniendo una presencia constante
en el escenario de duelo. Siendo católicas o cristianas siempre recurren a la religión para poner
en manos de El Señor a sus seres queridos.
Aunque desde pequeñas, estas mujeres estaban inscritas a una religión determinada,
encontraron un verdadero valor en ella, cuando el conflicto se hizo presente. El buscar
respuestas en un Dios, el recitar plegarias para sentirse aliviadas, no fue en vano. Según ellas la
necesidad de dejar en manos de un ser la situación en la que viven, se debe a que la función del
Estado y de las instituciones a cargo de este problemática, no responden adecuadamente a las
demandas de estas familias.
De esta manera, los rituales desempeñan esa una función reintegradora: son instrumentos a
disposición del grupo para restablecer o reparar las relaciones que de acuerdo con la costumbre
han sido violentadas o rotas. “Ante la ausencia de instituciones que doten de seguridad política
a la sociedad, su sistema ritual le provee, o teje en torno suyo, una unidad moral que compensa
en alguna medida el limitado rango de control estatal”. (Díaz, 2000, p. 61).
Por otra parte, analizando los objetos investigados, éstos hacen parte de acontecimientos,
donde el ritual se incorpora de manera indirecta, por ejemplo, el Álbum de la Memoria de la
familia Tabares, se ha ido construyendo con las fotografías que cada miembro considera
importantes, es una historia entorno a la vida de Héctor. La fotografía es aquí un rito social,
como defensa contra la ansiedad que generó la pérdida.
33
3.3. La elección de la foto.
“Toda fotografía es así un certificado de presencia”.
Pierre Bourdieu
Como fin último, se ha propuesto socializar esta investigación desde la fotografía que a pesar
de ser un medio de comunicación es más usado desde el arte. De igual manera se quiere cerrar
no solo el proceso que como investigadoras han atravesado, sino también cerrar una puerta
que abrieron estas cuatro mujeres y que así puedan contar la historia de un crimen que hasta el
día de hoy lo consideran como impune.
Es la fotografía esa herramienta que logra capturar la realidad, con ella es posible congelar en el
tiempo, un fragmento, un recuerdo, un objeto que constituye mucho más que una historia, no
solo es contar la desaparición de cuatro hombres, es demostrar que a pesar de ello es posible
perpetuar la presencia; permitir que algo pueda ser vuelto a ver, pero desde un objeto que
ahora, es solo el recuerdo de aquel ausente. De acuerdo con Jesús M. de Miguel y Omar. G.
Ponce de León (1998), la fotografía se considera como la oportunidad de preservar el pasado,
una imagen de algo que no volverá a repetirse y que incluso puede haber desaparecido.
Es preciso decir que este medio también permite crear escenarios de igualdad, de democracia
donde cada madre pueda expresar a través de los objetos su historia, para ello retomamos el
texto de estos dos autores, quienes ilustran claramente el objetivo que se busca con la
fotografía.
“La fotografía es una mezcla de arte y técnica que consiste en combinar un instrumento del
tiempo. En este sentido, el análisis del momento decisivo se puede convertir en un
instrumento para el análisis de la realidad social. La fotografía es una herramienta del análisis
social. Se dispara la cámara para congelar un instante o momento decisivo que permita luego
ser visto, revisado e interpretado”.
34 Una de las propuestas de Detritus, como ya lo se ha mencionado, es visibilizar la problemática
que nos reúne, la desaparición forzada, a través de cuatro casos particulares, por lo que se
piensa la fotografía como herramienta de comunicación “que expresa ideas”, por medio de un
proceso de inducción e interpretación, con el fin mostrar a un público la realidad social de estas
cuatro mujeres.
La fotografía se define en tres categorías, de acuerdo a la intención de lo que quiere transmitir
el investigador. Según Jesús. M de Miguel y Omar. G. Ponce de León (1998), en la fotografía
existen tres tipos distintos de fotos: ventana, espejo y regla. Con los objetivos ya mencionados,
se creará una instalación fotográfica enmarca dentro de dos de las anteriores categorías, la
foto ventana y espejo.
Por un lado la foto ventana, representa una imagen que está abierta a la realidad, al abrir una
ventana se ve el exterior. El objetivo de la foto es mostrar el mundo visible a la luz y
reproducirlo exactamente. La idea con este tipo de fotografía, es mostrar la realidad tal cual es,
o por lo menos una parte de ella. La foto ventana es un testimonio de un mundo que
desaparece, que a lo mejor nunca volverá a ocurrir. Por otro lado, la foto espejo, refleja las
intenciones del propio fotógrafo, representa una estrategia de expresión; proyectan lo que el
fotógrafo siente ante una realidad social determinada. Toda nuestra investigación, lo que se
trató fue analizar la realidad tal cual, como fue presentada, una realidad como hemos dicho
influencia cada una, por las experiencias de la madres, una realidad que tenida en un momento
específico.
Estas fotografías serán construidas con los insumos obtenidos en el trabajo llevado a cabo con
las madres y que ha sido consignado en este capítulo en la descripción de objetos y rituales;
dejando que sea la imagen congelada de estos objetos, la que visibilice las historias que ya
conocen. Con Detritus, buscamos pintar la ausencia con un objeto que contiene la historicidad
de cada familia; aquí la foto transmite más que formas, está dotada de fechas, espacios,
profesiones, gustos, la imagen es memoria, “toda fotografía es así un certificado de presencia”
(Jelin, E. 2002, p, 123).
35 Capítulo 4: Fabiola Lalinde Lalinde, una militante del partido de las mamás.
“A él se lo llevaron pero nunca se marchó”
Fabiola Lalinde Lalinde.
Este capítulo está basado en la entrevista realizada a la señora Fabiola Lalinde Lalinde, el 12 de
julio del año 2012, en el barrio La Castellana de Medellín. Quisimos dedicarle unas líneas a
parte, pues la historia de esta familia es considerada un caso emblemático en Colombia, por la
lucha implacable de Fabiola y todo lo que se desprendió tras la desaparición de su hijo, Luis
Fernando Lalinde.
Fabiola Lalinde, es una mujer de la tercera edad, reconocida internacionalmente por su
persistencia e insistencia en la lucha por el cumplimiento de los derechos humanos,
especialmente por las víctimas de la desaparición forzada. “A mi me educaron en tres principios
que los considero fundamentales: la verdad, el respeto y la honestidad”. Doña Fabiola vive con
su hija Adriana Lalinde, una mujer dedicada al arte, éste ha sido un refugio en el cual ha
logrado encontrar cierta paz luego de lo sucedido con su hermano Luis Fernando Lalinde.
Desde que se cruza la puerta de la casa de doña Fabiola ya está escuchando su historia,
mostrando sus reconocimientos y contando cómo empezó todo, como se ha convertido este
largo proceso de 27 años en un ejemplo para las madres y familias que afrontan esta cruda
realidad. Luis Fernando, desapareció a sus 27 años, durante el periodo de Belisario Betancur en
el año de 1985; estudió sociología en la Universidad Autónoma Latinoamericana, terminó todos
los semestres, pero no alcanzó a recibir el diploma. Se preocupaba por ayudar a los menos
favorecidos y desde muy joven visitaba los diferentes barrios de la Comuna 1 de Medellín.
Luis Fernando estaba vinculado a la Juventud Marxista Leninista7 y a causa de su actividad
7 La Juventud Marxista-‐Leninista nace de las inquietudes de un grupo de jóvenes que, en su mayoría, provienen de distintas organizaciones juveniles del revisionismo. Tal como lo mencionan en su sitio Web, la enorme brecha
36 política fue desaparecido. En el año 1984, se llevó a cabo en Colombia un proceso de paz entre
el Gobierno y la guerrilla del EPL (Ejército Popular de Liberación) que era el brazo armado del
Partido Comunista Marxista Leninista. Dentro del Proceso de Paz se pactó un cese el fuego,
incumplido por el gobierno al emboscar una columna de dicho movimiento, provocando varios
heridos y muertos, en la ciudad de Manizales.
Por su actividad política, Luis Fernando fue enviado al lugar para procurar asistencia
humanitaria a un guerrillero herido, el cual efectivamente fue rescatado; F. Lalinde
(comunicación personal, 12 de julio, 2012) cuando Luis Fernando se disponía a tomar un
autobús para regresar a la ciudad de Medellín, fue detenido por la patrulla militar Nº 22 del
Batallón Ayacucho de Manizales. El Ejército lo torturó en presencia de niños y campesinos de la
zona y finalmente lo asesinaron. Enterraron su cadáver en un lugar despoblado con el fin de
encubrir el crimen.
Al no tener noticias de hijo doña Fabiola comenzó a preocuparse y a emprender su búsqueda.
“Nosotros no sabíamos nada de él, nos había tocado buscar” es así como comienza la
investigación, pues más que la búsqueda de una madre por su hijo perdido, todo ese malestar
se convirtió en una investigación exhaustiva de la verdad por saber qué pasó con Luis Fernando.
“Pues aunque eso pasa con todos los desaparecidos y todos y todas esas desapariciones son
crímenes donde está comprometido el Estado. Todo es grave, pues, cualquier desaparición es
grave y pues de los secuestros de grupos que están al margen de la ley, no se puede esperar existente entre la ideología revolucionaria y la práctica que realizábamos a diario los llevó a replantearse su actividad militante. “… como primer paso decidimos profundizar en el estudio de la teoría revolucionaria, organizándonos como círculo de estudio. Fruto de nuestra profundización en el marxismo, aún escasa, nos vimos impelidos a intervenir en la transformación de la realidad desde nuestra modesta posición, naciendo de este modo la JML. La JML no busca como fin último el proselitismo de la propia organización, sino el fortalecimiento del debate ideológico en el seno de nuestro movimiento, el cual se halla en un estado de absoluta postración. De este modo, no planteamos la militancia en la JML como exclusiva, sino que estamos abiertos a todos aquellos que deseen profundizar en la teoría revolucionaria y contribuir al tan necesario esclarecimiento ideológico y a la potenciación del movimiento revolucionario.” ¿Qué es la JML?. (s.f.). Recuperado el 07 de agosto de 2012, de: http://www.jmlhozymartillo.blogspot.com/
37 nada bueno, peor que sea el Estado el que la hace y lo niegue, ya la historia es muy grave”. A
pesar del dolor de perder a su primer hijo doña Fabiola no solo se apegó de todas las
posibilidades y derechos que tenía, también aprendió a ser investigadora, a ir más allá de lo que
el mismo gobierno le ofrecía. Fue así como se creó la primera resolución de la OEA donde se
responsabilizaba al Estado por la violación de los derechos humanos. Sin embargo, el ser una
pionera en el tema le ha costado a lo largo de su vida humillaciones y amenazas. Lo que ella más
recuerda y le duele fue el allanamiento a su casa y la droga que supuestamente incautaron en el
closet de Luis Fernando mientras ella estaba en la iglesia, de esta manera la resolución de la
OEA se caía por tener nexos con el narcotráfico. “Un closet que se vivía arreglando que se sacó
todo lo que fuera de la juventud marxista, sólo estaba lo que era de sociología y los libros de
él”; y de igual manera el exilio de su otro hijo Mauricio quien tuvo que salir del país a un mes
antes de terminar su carrera.
Después del allanamiento por parte de la Fiscalía, a doña Fabiola la condenaron en la cárcel el
Buen Pastor de Medellín, allí permaneció por dos años, hasta que un abogado demostró su
inocencia ante la corte. Durante su estadía en prisión, la infancia de Fabiola se hizo presente y
los principios que le infundió su padre y la fe en Dios la impulsaban a seguir. Estar en la cárcel
con un hijo desaparecido, la llevó a inventar sus propias plegarias y nombrar a toda su lucha la
operación Sirirí. Durante su encierro recordó lo que desde pequeña aprendió “las guerras no las
ganan las armas sino las estrategias”.
Luego de la desaparición de Luis Fernando y durante el tiempo que permanecieron en su casa
conservaron su habitación tal como él la dejó, pero debido a la venta de su casa para costear el
dinero de la búsqueda, el cuarto de Luis se trasladó a una casa de 50 metros cuadrados, donde
la sala, un espacio pequeño, es donde se tiene todo lo que guardan de él. Para ellas lo más
importante que aún conservan son las calificaciones del colegio. Algo particular en este historia,
es que desde comienza la Operación Sirirí, Luis cobra vida en la escritura, en el arte, en la música
y en archivos que evidencian el buen nombre de este personaje.
Gracias a la ardua labor de madre, el nombre de Luis recorrió el país para abrir puertas a madres
que estaban pasando por lo mismo, atravesó los cinco continentes para buscar apoyo en
38 profesionales y hacer justicia. “Todo es como en relación a él de lo que ha surgido a raíz de él, él
sigue vivo pero a través de su ser, de sus canciones, de los poemas. Para mí lo más valioso es lo
que se ha escrito de él, como esa presencia. Yo lloré hasta que lo rescaté, yo sufrí de todo, yo
estaba al borde de irme, pero dije no, yo no me puedo morir, entonces quién lo busca”.
Por otro lado, hay algo en particular que une las historias sobre desaparición forzada, la
somatización en dolor en enfermedad; en el caso de Fabiola Lalinde ella relata como el no
encontrar ni siquiera los restos de su hijo, le generó una especie de lupus en la piel y aún así,
siguió sacando fuerzas para, ella misma, hacer la exhumación del cadáver de Luis.
El caso de Luis Fernando, es quizá la historia más cruel de las otras historias conocidas, a este
muchacho lo torturaron 12 horas y después le dieron de baja a sangre fría, no contentos con
esto, el Estado justifica el hecho, afirmando que se trataba de alias “Jacinto”, un guerrillero
dado de baja en un enfrentamiento militar. De esta manera se buscó silenciar y borrar su
identidad; pero en la exhumación se constató que efectivamente no se trataba de un
guerrillero, sino de Luis Fernando Lalinde. Fueron cuatro años buscando un cráneo y 26 huesos
más y luego siete años más esperando a que les entregasen los restos, pues la policía los había
decomisado, mientras salían los resultados de la prueba de ADN. Lo indignante de este asunto,
según la familia, fueron las condiciones en las que se tenían los restos, pues permanecieron
guardados en una caja de cartón en una bodega de la octava brigada.
Es por la manera como Luis murió y por todas las acciones que se desplegaron para despojarlo
de su identidad, que para la familia Lalinde lo más importante ha sido preservar el nombre, un
nombre digno que refleje la persona noble que fue. “El concepto de vida es muy distinto, es más
que los huesos y la carnita, es la joya, porque ya teníamos la certeza que ya estaba muerto y
que no era un guerrillero dado de bajo por intento de fuga y todo lo que le inventaron de él”.
Algo que distingue esta historia de los demás, por un lado lleva 4.428 días desde el día en que
desapareció hasta hoy, es un proceso que nunca paró, ya que la intención es que sea recordado.
Por otro lado, la mirada de la madre está llena de los buenos recuerdos, se ríe de los tropiezos
en el camino y de lo “tonto” que ha sido el Estado al tratar de encubrir una ejecución
39 extrajudicial. Algo que ella rescata mucho de su familia son los recuerdos de la niñez de sus
hijos, aunque su matrimonio falló y a pesar de las necesidades que muchas veces tuvieron que
pasar, hay anécdotas de lo unidos que han sido y una en particular que ella cuenta como algo
jocoso: “una vez, en una reunión de hijos, me hicieron un juicio, me compararon con todas la
mamás de la cuadra, y me preguntaban “¿mamá usted por qué no es como doña Amparo?,
doña Amparo hace esto que lo otro, que deshizo”, y yo les dije “ustedes tienen toda razón,
entonces hagamos un convenio, cuando ustedes sean como Julián y Mónica, los hijos de ella, yo
soy como doña Amparo”.
La compañía de la familia se vuelve fundamental en estos procesos, pues perder un hijo es
como perder un pedazo de vida, dice ella; además la desaparición se dio en un momento que
Fabiola lo describe como los gloriosos, “cuando ya estábamos en los gloriosos, Luis Fernando ya
se iba a graduar y Mario ya se iba a graduar de derecho, ese muchacho fue el único que sacó un
5 en penal, y en ese tiempo vienen y nos hacen eso de Luis”, y posteriormente su hijo Mauricio
también debe salir del país.
Finalmente han sido 27 años de lucha no solo por encontrar a su hijo, sino por defender su
nombre, el de su familia; es un archivador el que preserva la vida de Luis Fernando, pues es a
partir de su desaparición que es conocido. Luego de esta experiencia doña Fabiola se propuso a
ayudar a otras madres que pasan por esta misma historia y por otras peores, porque según ella,
conoce casos de desaparición en los que se los llevan en la presencia de la familia.
Esta historia está basada en la insistencia y en la persistencia. Es totalmente simbólica pero
contundente y efectiva. El Sirirí es un ave pequeña que persigue a los gavilanes que se llevan los
pichones de los nidos hasta que los suelten. El “Sirirí nunca ha matado un gavilán” como dice
Fabiola, pero ha logrado desestabilizar al Estado y sacar de la impunidad un crimen que trataron
de ocultar.
40 Conclusiones Hasta ahora hemos tratado de presentar una explicación general acerca del papel de la
comunicación y del lenguaje en la construcción de sentido y de realidad, por parte de Fabiola
Lalinde, Blanca Tabares, Diana Espinoza y Berta Sinitavé, víctimas de la desaparición forzada en
la ciudad de Medellín. Según nuestras categorías de análisis, Interacción, Simbólico y
Construcción se desglosarán las siguientes conclusiones a partir de los postulados de la
comunicación para el cambio social, con el fin de evidenciar cómo los objetos puestos en un
escenario de duelo son resignificados por las familias para conservar la memoria.
Debido a que la investigación se centró en el análisis de la realidad social, sin generar una
intervención propia, queremos con Detritus señalar el camino para que más adelante, sean
otros quienes se interesen y continúen con esta labor. Nuestra concepción de la comunicación
nos lleva a la conclusión de que el lenguaje permite modificar objetos creados originalmente
para un uso instrumental, en objetos que con una misma forma pero con nuevos contenidos
otorgados subjetivamente, en este caso por una madre que ve en dicho objeto algo cargado de
memoria, de experiencias y de historia.
A continuación se retoma los más importantes hallazgos contenidos en los capítulos anteriores,
analizados desde las categorías y subcategorías, las cuales funcionaron como filtros para
comprender y ordenar la información.
Interacción
Inmersos en un escenario de duelo, las familias tienden a atesorar los objetos que les recuerda
a su ser querido, éstos acompañados de momentos que los llenan de alegría y a la misma vez
41 de nostalgia, pero todos estos recuerdos que nacen de ese tesoro son compartidos dentro del
hogar que dejó aquel ser.
Durante los procesos de desaparición, el rol que cumple cada miembro familiar es
determinante, pues se ha visto que es la madre quien más sufre la pérdida, entonces es allí
donde el apoyo, la compañía y el intercambio con los demás se vuelven fortalezas para
continuar un camino escabroso. Además ese intercambio no solo es visto entre seres visibles, la
presencia a través del objeto permiten que la familia interactúe con la ausencia y en muchos
casos se llega a afirmar que la persona cobra vida y adquiere otro sentido a partir de su
desaparición pues es así como el nombrarlo es algo del día a día.
Por otro lado, es particular encontrar en cada una de las madres una concepción del Estado
alejada de lo que el gobierno querría oír. La lucha es diaria y todas buscan lo mismo, respuestas,
aquellas que les son negadas, aquellas que sean diferentes a la resignación que los abogados les
hacen sentir. Bien se sabe que desde la Alcaldía de Medellín se les ofrece ayuda,
específicamente desde el Programa de Reparación de Víctimas, sin embargo, han sido procesos
cortos que ayudan momentáneamente; con respeto a éste las madres muestran gratitud y lo
alejan de lo que el Estado representa, pues es éste quien alarga los procesos y por ende el
dolor.
Para estas cuatro madres, se ha vuelto importante el contar su historia, revivir a sus hijos a
través de los objetos, la palabra y la memoria, dejando que sean estos elementos quienes
develen lo que para muchos forma parte de la realidad Colombiana.
Simbólico
Dentro de la escenificación de la violencia, se parte de la existencia de un objeto, en vínculo con
la familia, un objeto histórico que ha permanecido en un espacio durante años, siendo testigo
de la espera de una madre. Se habla de cuerpos que esperan ser encontrados, cuerpos rotos
solicitando un doble; en cada una de las historias de vida, dicha corporalidad se hace texto y
42 recuerdo, a través del lenguaje y el contenido simbólico del que son dotados después de la
desaparición y muerte del ser querido.
Se encuentra, que una manera de recordar y preservar la memoria de los seres ausentes es
guardando objetos, fotografías y vestidos de los que ya no están. Ese recurso es una manera de
mantener viva una esperanza, de luchar contra el olvido, de ritualizar la experiencia de la
muerte y de restituir un cuerpo no presente, como lo afirman cada una de las familias.
Estos objetos alcanzan su potencialidad, ofreciendo no sólo su presencia como elementos de
una cotidianidad y uso, sino evocando la ausencia de sus antiguos dueños y que ahora ya no las
pueden utilizar.
Fabiola, Diana, Blanca y Berta cuidan un objeto, en el que alguna vez también encontraron
dolor, dolor que con el pasar de los años fue amortiguado por la fe. Sin embargo, el primer año
de haber desaparecido sus seres queridos, el dolor también se materializó en enfermedad. Estas
mujeres padecieron en su cuerpo varias dolencias, que se agravaron por la falta de apetito y el
consumo excesivo de café y cigarrillo. En sus testimonios todas relatan en esos primeros años,
acontecimientos cercanos a la muerte, debido a la somatización del dolor y la incertidumbre en
el cuerpo de mujeres, ya debilitados y desgastados. Algunas de estas enfermedades después de
10 años permanecen.
Construcción
Finalmente, se hace evidente el valor que han tomado los objetos: la resignificación construida
por las familias a partir de la ausencia; pero es en medio de la desesperación y el dolor que es
necesario recurrir a prácticas de reflexión, de claridad y tranquilidad. Es entonces lo intangible y
metafísico lo que permite en escenarios de duelo la construcción de sentido para preservar la
memoria. Con esto nos referimos a espacios y momentos creados por el mismo hombre para
dar respuestas a todo aquello que le rodea.
43
Las familias que acompañaron esta investigación han visto en la religión un culpable y una
salida; preguntando en un inicio, mediadas por la angustia, la desolación y el dolor, si es acaso
un castigo. Pasa algo similar desde el arte, sin embargo este se convierte en un puente, en un
medio de expresión y desahogo; es una manera de crear y destruir. Sin embargo, como se
mencionó durante el capítulo dos, la religión y el arte se consideran como aquellos espacios
utópicos, donde la persona se abstrae de su realidad para transportarse a una realidad alterna
donde la presencia de su ser querido ha dejado de ser un objeto y vuelve a ser de carne y hueso.
Para estas familias ha sido importante apoyarse en espacios de reflexión, a partir de rituales y
prácticas religiosas y en algunos casos artísticas; ya que han encontrado en ellos una terapia
reconfortante.
Como aporte a la comunicación, se encuentra relevante resaltar simples aspectos del proceso
comnicativo como el lenguaje, la palabra, los símbolos, la interacción, el discurso, la proxemia y
la kinésica que muchas veces quedan relegados por paradigmas que enmarcan la comunicación
en procesos macro de análisis fundamentados en teoría complejas. Con Detristus se evidenció,
que los simples procesos de comunicación de los que parten estos proyectos de gran impacto,
son parte fundamental para entender de qué manera se construye la realidad y cómo los
sujetos le dan sentido a su vida cotidiana con elementos tan sencillos y bellos como un objeto.
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