Después de 50

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Después de 50. Parece que la juventud es para vivir lo más que se pueda, y luego en la madurez sobrevivir del recuerdo. Sin embargo, ante la experiencia vivida, pienso que es más bien al revés: En la juventud sobrevivimos, porque nos aferramos a un salario, a un empleo, a un horario para cubrir nuestras necesidades básicas y las de los que dependen de nosotros. ¡Sí; como pesa esa responsabilidad! Es tan agobiante la preocupación por la sobrevivencia diaria, que acabamos olvidando, en aras de un profesionalismo en el trabajo, muchos sueños de la infancia, adolescencia y juventud: Cantar, tocar música, bailar, viajar, jugar, escribir, leer... En mi adolescencia acabé con varias guitarras: les rompí las cuerdas muchas veces, una de ellas se cayó y quedó partida en dos pedazos. Aquella que me regaló mi abuela terminó torcida e inservible de tanto traerla arriba y abajo. Pero me divertía tanto tocarla y cantar para mí y para los que me escuchaban, que las horas y los días era pocos y pasaban volando. Luego me volví “todo un profesional” en la docencia. Nunca llegaba tarde, mis alumnos aprovechaban mis capacidades docentes. Hasta directivo me volví… Pero la guitarra se empolvó poco a poco. La penúltima se la regalé a mi hijo y es él quien ahora sueña con ella. Pero ahora, con 50 años encima ya va siendo tiempo de volver a vivir. De respirar y sentir cada centímetro cúbico de oxígeno recorriendo tu ser; de olvidarte del horario y sentir el aire en tu piel. De disfrutar de la sonrisa de esos niños que llevan tu sangre. Es tiempo de hacer un alto en el camino, mirar hacia todos los ángulos, evaluar quienes somos, dónde estamos, a dónde hemos llegado, y confrontar nuestra realidad con aquellos sueños de infancia y juventud que dieron fuerza a nuestro actuar. Es hora de fabricar nuevos recuerdos para el futuro. Es tiempo de dedicarse a cultivar el alma, la salud, la familia. Es tiempo de viajar y hacer nuevos amigos. Es tiempo de tomar el pincel y pintar nuevos horizontes hacia dónde mirar. Es tiempo de afinar una guitarra y cantarle a la musa que nos dirigió tantos años por el buen camino. José Luis Gutiérrez Olvera.

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Después de 50.

Parece que la juventud es para vivir lo más que se pueda, y luego en

la madurez sobrevivir del recuerdo. Sin embargo, ante la experiencia vivida,

pienso que es más bien al revés: En la juventud sobrevivimos, porque nos

aferramos a un salario, a un empleo, a un horario para cubrir nuestras

necesidades básicas y las de los que dependen de nosotros. ¡Sí; como pesa

esa responsabilidad!

Es tan agobiante la preocupación por la sobrevivencia diaria, que

acabamos olvidando, en aras de un profesionalismo en el trabajo, muchos

sueños de la infancia, adolescencia y juventud: Cantar, tocar música, bailar,

viajar, jugar, escribir, leer...

En mi adolescencia acabé con varias guitarras: les rompí las cuerdas

muchas veces, una de ellas se cayó y quedó partida en dos pedazos. Aquella

que me regaló mi abuela terminó torcida e inservible de tanto traerla arriba

y abajo. Pero me divertía tanto tocarla y cantar para mí y para los que me

escuchaban, que las horas y los días era pocos y pasaban volando.

Luego me volví “todo un profesional” en la docencia. Nunca llegaba

tarde, mis alumnos aprovechaban mis capacidades docentes. Hasta

directivo me volví… Pero la guitarra se empolvó poco a poco. La penúltima

se la regalé a mi hijo y es él quien ahora sueña con ella.

Pero ahora, con 50 años encima ya va siendo tiempo de volver a vivir.

De respirar y sentir cada centímetro cúbico de oxígeno recorriendo tu ser;

de olvidarte del horario y sentir el aire en tu piel. De disfrutar de la sonrisa

de esos niños que llevan tu sangre.

Es tiempo de hacer un alto en el camino, mirar hacia todos los

ángulos, evaluar quienes somos, dónde estamos, a dónde hemos llegado, y

confrontar nuestra realidad con aquellos sueños de infancia y juventud que

dieron fuerza a nuestro actuar. Es hora de fabricar nuevos recuerdos para el

futuro. Es tiempo de dedicarse a cultivar el alma, la salud, la familia. Es

tiempo de viajar y hacer nuevos amigos. Es tiempo de tomar el pincel y pintar

nuevos horizontes hacia dónde mirar. Es tiempo de afinar una guitarra y

cantarle a la musa que nos dirigió tantos años por el buen camino.

José Luis Gutiérrez Olvera.