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Desplazamientos: Para repensar las Ciencias Geográficas Doctorante Eugenia María Dantas

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Desplazamientos: Para repensar las Ciencias Geográficas

Doctorante Eugenia María Dantas

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Por: Eugenia María Dantas 1

ResumenEl artículo elucubra sobre la noción de desplazamiento como una estrategia espacial importante para repensar las ciencias geográficas. Dónde y hacia dónde se presentan como adverbios que matizan las trayectorias de un humanismo que experimenta la incertidumbre, lo inacabado, la incompletud. En esto reside la potencia del espacio como un ‘entre’, anunciado por SERRES (1997) o una geografía multidimensional, como profesa Morin (2003). Desplazarse es la condición para confeccionar un Atlas, diseñando nuestros recorridos. La Geografía, en ese contexto, debe ser conjugada en plural. Son geografías multidimensionales: de los cuerpos, de los seres y de las cosas, elaboradas en medio de la navegación, con fronteras borrosas por las intemperies físicas, humanas y los hilos de la imaginación. Las geografías abren al humano la potencia de la creación y la reconstrucción permanente del mundo. Palabras clave: Desplazamiento. Geografía(s). Espacio. Atlas 2

Imaginemos un barco a la deriva. ¿Cómo re encontrar la ruta? Pensemos en un viajero en tierras extranjeras. ¿Cómo encontrar el camino? Toda historia es incompleta, fragmentada y está siempre por ser descifrada. ¿Por dónde empezar a reordenarla y restablecer sus lagunas y olvidos? Las cuestiones anunciadas ejemplifican

aspectos de la condición humana en aquello que ella tiene de espacial, trayecto y anclaje: el deseo de saber dónde estamos, hacia dónde vamos, por dónde empezar. Los sentidos de dirección y localización se instauran como matrices que ponen orden a las trayectorias de los hombres en el espacio. Desplazarse erráticamente, estar aquí y allá, migrar, viajar, se hace presente desde los tiempos más remotos en la aventura de las poblaciones humanas en la Tierra. En la obra “Narrativas del Humanismo” Michel Serres abre sus argumentos informando que:

Hace más de 100 mil años, en tiempo y lugar inciertos, acampaba una tribu de africanos, atentos y agachados alrededor del fuego. Interrumpiendo súbitamente las discusiones interminables, un puñado de ellos, excitado, se levantó, decidido a abrirse camino hacia el sol naciente: para ver dicen unos; para asegurar mejor caza decían los más sabios; para conocer, tal vez. ¿Es que siempre partimos numerosos hacia un objetivo? (2015, p. 11).

Un grupo decide salir, exiliarse, aventurarse por caminos desconocidos, incitando la trama de las pérdidas y los olvidos.A cada paso, a cada desafío, a cada turbulencia enfrentada, los disidentes se distancian más de la tierra natal y se inmiscuyen en la inmensidad de lo desconocido. Poco a poco, re-elaboran sus experiencias, habitan entre espacios. En esa diáspora espacial emerge un nuevo tiempo para los que quedan: el tiempo del olvido.

Vino un tiempo en que nadie más tenía idea de los que aquella noche habían desaparecido sin razón en el horizonte, cuyos rasgos, a la semana siguiente a la

1 Eugenia María Dantas es Doctora en Educación, docente de Departamento y de los programas de Pos-Grado en Geografía (Profesional y Académico), de la Universidad Federal de Río Grande del Norte, Brasil. Actualmente desarrolla el Pos-Doctorado en el GRECOM: Grupo de Estudios de la Complejidad, bajo la supervisión de la Doctora María da Conceição de Almeida.2 Nota de la autora: Imágenes tomadas del libro: ATALLAI, Jaques (1996) Chemins de sagesse: traité du labyrinthe. Editora Fayard.

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salida de un huracán se habían apagado totalmente; así perdidos, nunca más encontraron, en la selva espesa, el camino de vuelta. ¿Lo habrían de hecho buscado? ya que cada uno se había negado a decir hasta qué punto la partida aliviaba sus hombros (SERRES, 2015, p. 14).

El hombre que viaja por el espacio geográfico enfrenta las intemperies del propio medio, pero también, los desafíos del alma. A este respecto, Serres pregunta: ¿Qué ocurrió con aquellos viajeros hacia el Sinaí y demás, tan presentes y tan perdidos como esos recuerdos? Y responde: “olvidados de los africanos que quedaron en sus tierras, olvidados de África, de su cuna común, sus descendientes poblaron Irlanda y Japón, la Carelia y la Isla de Pascua.

Vivimos casi todos como resultado de esa decisión. (2015, p. 15). De esa urdimbre medio + alma– el desplazamiento se va convirtiendo en parte de la condición humana de ser y estar en el espacio, en la vida, en los afectos, en el conocimiento.

Salir de un lugar a otro es aventurarse, es tomar conocimiento, pedazo a pedazo de la superficie; es poner en desaliento trayectorias; es revirar sentimientos; es confeccionar y actualizar mapas de la existencia, pues, “Erramos de nicho en nicho hasta correr el riesgo de la ausencia de nicho. “Homo errator: especie errante” (SERRES, 2007, p.28). Estos errantes ancestros no encontraron un mundo feliz en sus aventuras. Ciertamente, estuvieron expuestos a todo tipo de infortunios - inundaciones, fríos intensos, insolación, animales feroces, hambre, enfermedades, muertes anticipadas. Parece haber sido el fin del paraíso para nuestra especie.

Nacidos en las tierras infernales, sin mamíferos, domesticables, sin gramíneas, donde sólo se comían espinas e insectos, ellos aprendieron por cuenta propia que habían dejado el paraíso perdido sin la esperanza de un día volver. Ellos se olvidaron así de cómo fueron olvidados. (SERRES, 2015, pp. 17/18).

Ese episodio arcaico y original nos conduce a la comprensión de la narrativa espacial tramada a partir de zonas de olvido, de recuerdos discontinuos, de separaciones, de pérdidas, de rastros, de vestigios, pero también de renacimientos.El desplazamiento se desvía de la estructura de los enraizamientos que hicieran a los ancestros africanos colocarse alrededor del fuego para ritualizar sus pertenencias y afectos. Este acto primordial de desprenderse de las propias raíces, tal como fue construido por la narrativa de Serres, se constituye en una matriz espacial y antropológica, para una experiencia universal. Ulises, personaje de La Odisea, los “retirantes” de Cándido Portinari, los inmigrantes, los refugiados de guerra son, en parte, actualizaciones de esa misma trama.

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Cada uno, a su manera, va llevando y dejando rastros, construyendo, en el tránsito espacial, una geografía borrosa por las experiencias. Estas huellas pueden ser vistas como ejemplos de la tesitura singular y universal, ancestral y contemporánea de la re-existencia del homo errator-sapiens. Salir del lugar posibilita el encuentro, la diseminación, la polinización de las experiencias que parecían presas a la tierra como las raíces que fijan los árboles en el suelo. El rechazo ancestral de quedar fijo en un lugar arrebató esa prisión, pero expuso al hombre a las fracturas impuestas por el olvido, por la separación, por el abandono, por el desamparo. La aventura del individuo en el espacio es costura alineada en los ecos de esa experiencia, formateada en una memoria que opera por el olvido y por una libertad que se realiza en el encarcelamiento de las experiencias. Si no tenemos cómo huir de esa trampa espacial es con ella que trazamos guías, mapas y leyendas para orientarnos, localizar, desplazar y leer el mundo.

¿Cuál sería entonces la cuestión central que debería guiar el compás del cartógrafo? Para ese viajero del espacio los mapas deben ser hechos “de los seres, de los cuerpos, de las cosas...” en sus movimientos (SERRES, 1997, p. 17). En los tiempos más remotos, ese artesano ocupó una posición destacada, bosquejando en otras superficies, la superficie que le llegaba por medio de la observación directa, o por el uso de dispositivos que permitían ver, a partir del distanciamiento, los contornos que los cuerpos poseían –cuerpos de las rocas, de las montañas, del canal de los ríos.En ese constante diseñar, las formas eran transportadas hacia los ángulos que se proyectaban en el encuentro de las rectas que se alejaban y aproximaban en la medida en que el compás se expandía hasta 180º; o eran aprisionadas en la extensión de un intervalo de recta; o incluso recreando en leyendas para hacer inteligible un mundo completo de variaciones e intersecciones. El cartógrafo sustituía las formas del mundo por un lenguaje gráfico sobre el mundo, y en eso transportaba de un lugar a otro las cosas, dejando en suspensión la representación o movimiento que ellas expresaban. La suspensión del movimiento de las formas y la creación de un lenguaje gráfico para hablar de ellas denotan que el mapa es una aproximación al mundo y como tal contiene deformaciones de lo que es. Así, el movimiento de aproximación y distanciamiento, necesarios para la comprensión del entorno, se imponen al mapeador como una mecánica de la incertidumbre, en la medida en que entre la representación de las cosas, de los seres y de los cuerpos y lo que efectivamente el cartógrafo logra evidenciar, existe el lenguaje como límite y, como tal, su deseo de tornar visible la forma, se convierte en una deformación de aquello que puede ser dicho, cercano a lo visto, lo sentido, lo percibido.

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¿Cómo ser fiel al hibridismo que está en la composición del mundo, sino por la narrativa? Basta mirar un árbol, el recorrido de un río, las olas del mar, los granos de arena, las tonalidades de las rocas, para percibir que más que formas exactas tenemos deformación, acoplamiento, asociación entre formas. El contenido polimorfo subyacente en los desplazamientos se antropomorfiza en palabras, que pasan a nominar o sintetizar los sentidos del mundo. Descifrar y al mismo tiempo codificar, aparecen como estrategias simultáneas, mostrando que es de la recursividad que se alimenta la narrativa. Un atlas es una narrativa recursiva que aprisiona las travesías y tiende a orientar los desplazamientos, haciéndolos seguros y relativamente libres de contingencias. En un atlas habita la incertidumbre del viajero en el recorrido y por eso se amplía con mapas diseñados con la “[...] mejor de las memorias, sin stock y, por lo tanto, leve, cuando es necesario diseñar los trazos y, después, conservarlos para mantener el recuerdo tan pesado de las singularidades” (SERRES, 1997, p. 18). Congela, en cierta medida, un camino, qué direcciones, ubicaciones o rutas son informaciones que pueden ser tomadas a priori por el viajero, asegurándole recorrer caminos y moverse en situaciones previsibles y controladas. Pero, ¿será el mapa dotado de señales lo que asegura una travesía exenta de turbulencias, desvíos o sorpresas? ¿Cuáles son los elementos que componen los subtítulos o señales de un mapa confeccionado para asegurar la comprensión de los desplazamientos, de las travesías, de los viajes o de lo que Michel Serres designa como el “entre”: aquel punto en que el viajero se aleja de su origen y al mismo tiempo de su destino?

De la perspectiva de una geografía compleja las leyendas, subtítulos y señales son sombras que expresan ya movimiento, historia retrospectiva, pero no bastan para dar cuenta de los desplazamientos, porque tienden a viciar el ojo para ver la localización, posición y contorno como una coincidencia entre el mundo y el diseño. Es necesario hacer la mirada estrábica para recodificar la parada que toda leyenda impone y definir nuevas marcas con grafismos que curvan las líneas, conectan los puntos, aproximan las distancias. El mapa y la leyenda son dos facciones esperando una tercera.

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El viajero encuentra la turbulencia del viaje y puede elaborar esa tercera fe o ese tercer mapa; es necesario recrear las condiciones del viaje, pues el a priori de las informaciones se desvanece, exigiendo la elaboración de un a posteriori. “Inquieto, suspendido, como en equilibrio en su movimiento, él efectúa el reconocimiento de un espacio inexplorado, ausente de todos los mapas y nunca descrito por cualquier atlas o viajero” (SERRES, 1997: 24).

Werner Heisenberg en “La parte y el todo” parece tener la misma impresión de Serres acerca de un espacio de paso, sin descripción, localización y mapa a priori, que emerge cuando “se está dispuesto a dejar el anclaje seguro de la doctrina aceptada y a enfrentar el peligro de un arriesgado salto adelante hacia el vacío”(1996, p. 87). Para el “filósofo de la incertidumbre”

Cristóbal Colón ejemplifica esta disposición, y en él reconoce el gran hecho del genovés: adentrarse en ese espacio vacío. 3

Tener disponible información, saber programar un viaje de larga distancia, llegar a tierras desconocidas, no son hechos suficientes para justificar el alcance de la narrativa de Colón. Lo que lo hace singular es la posibilidad de confeccionar mapas de viaje de un espacio vacío. En este, todas las posibilidades se ponen a prueba y hay que escoger, bifurcar, diseñar una ruta. Para Heisenberg, el navegante italiano dejó su marca, no sólo por haber llegado al Nuevo Continente, sino por haber arriesgado los límites de la certeza “de las regiones conocidas del mundo y navegar hacia Occidente, hasta mucho más allá del punto a partir del cual sus suministros podrían llevarlo de vuelta a casa” (Heisenberg, 1996, p. 87).

Estar entre un punto y otro del viaje parece ser lo que siempre ha vivido Ulises en su travesía para regresar a Ítaca, reencontrarse a Penélope y vivir la calma de una vida en familia. Y en ese sentido, rehaciendo trayectorias, experimentando, quién sabe “un espacio en blanco”, un ‘entre espacios’ (SERRES, 1997: 24), lugar donde todos los colores están presentes, pero aparentemente invisibles. La presencia de todos los colores, que podemos leer como la existencia de todas las posibilidades, hace el viaje para el viajante un desafío, una experiencia, un caos sin rumbo, sin dirección. Es en ese espacio que se establece la condición para la narración, para la creación, para la confección de las leyendas que contiene los significados de las travesías que nos llevan de un punto a otro del espacio, muchas veces sin que necesitemos salir del lugar.

3 El espacio vacío puede ser visto como una lectura radical del espacio. En él la presencia de todas las formas es una invitación a la creación.

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Este espacio de paso, transparente y virtual, tan arcaicamente conocido de los errantes, inmemorial como el desierto atravesado antes de cualquier descubrimiento, ¿no será precisamente lo que nosotros poblamos con nuestras redes y que habitamos cuando hablamos de una punta a otra del mundo? (1997, p. 25).

Acrecentemos la indagación del filósofo: ¿no será en ese espacio o en esa superficie, entre lo lejano y lo próximo, que emerge “lo contemporáneo” y que es aquí, que tejemos nuestras leyendas para guiarnos por las diferentes travesías a las que estamos sometidos; para crear las estrategias de aprehensión de lo real; para sucumbir a la anticipación del devenir? Aquí las leyendas se tornan amplificaciones del rechazo primordial de permanecer en el mismo lugar, lo que nos ha hecho errantes y, en ello, viajeros conductores y conducidos por marcas que nos rehabilitan a construir narraciones inciertas e imprecisas de nuestras trayectorias. Así, la leyenda de un mapa es siempre incompleta, pues está confeccionada con las tintas del desplazamiento que contiene en las trayectorias: paradas, espacios en blanco, entre espacios. Es en ese ‘entre’ que se instaura la posibilidad de traer, de mestizar, de recrear el orden en el desorden que asombra toda condición del desplazamiento. Cuando el viajero sale, no tiene a priori un mapa o diseño preciso de la trayectoria; es en el camino que un ‘entre’ espacio se va delineando por los acontecimientos, la memoria, el olvido y la imaginación. En el viaje un devenir se confunde con la llegada anticipada del anclaje, pero al mismo tiempo ensaya el síntoma de la dispersión que nos acompaña, haciendo de cada llegada una nueva partida o distanciándonos siempre del sentido de la llegada como finalización del viaje.

La nitidez de la información contenida en el mapa se vuelve turbia e incierta cuando el viajero se pone en camino. Una vez más, la narrativa épica de Homero en La Odisea, teniendo a Ulises como protagonista, puede servir de ejemplo. Estar siempre a medio camino, parece ser la señal que instiga al Rey de Ítaca a reelaborar sus desplazamientos, sin que eso le impida ver su destino final.Ulises encarna una virtualidad espacial esperanzada, en tanto que su esposa Penélope, quedando en Ítaca, imaginaba el día del regreso del esposo amado. La esposa de Ulises vivía la misma espacialidad de estar siempre cerca y distante de su destino. Ella encontró estrategias para ampliar su mapa, que el tiempo se encargaba de destejer, deshaciendo el bordado en permanente reconstrucción que ella realizaba. La ardiente reina percibiendo la fuerza del tiempo que desgasta los recuerdos y pone en riesgo su deseo, trata de rediseñar su

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mapa de espera y tejer y destejer su bordado, una estrategia para aguantar la travesía incierta de Ulises, para engañar a los pretendientes y proteger, en parte, la dispersión que la realidad le imponía.

Como para Ulises y Penélope, una cartografía de los saberes se enlaza a una cartografía de la imaginación, de la experiencia, de los deseos, de la incompletud, que a su vez teje y urde mapas de la re-existencia. Estos mapas son trazos confeccionados con leyendas precisas e imprecisas, por eso el viaje y la partida constituyen ya un dato que se va actualizando en la medida del desplazamiento. El intervalo que se impone entre la salida y llegada, ese “estar entre” un lugar y otro, es el combustible que nos informa sobre la condición de la incompletud, de la deriva, de la bifurcación cuando seguimos una trayectoria, trazamos un objetivo, establecemos una meta. La llegada sólo puede existir en el recorrido y por eso ella se va dispersando y reinventándose en los trayectos recorridos. Somos así, siempre más cercanos a las reticencias que a los puntos finales, elaboramos narrativas

“entre”: cercanos y llenos de reticencias en las innumerables llegadas que nos anticipan y nos distancian de los mapas que confeccionamos y ayudamos a confeccionar sobre la ciencia, el arte, la literatura, el cine, el espacio y el tiempo. El estado de movilidad es al mismo tiempo ancestral y contemporáneo, y se actualiza mediante intercambios con los residuos que se mantienen a lo largo de los recorridos. El desplazamiento es una estrategia que matiza la condición humana, evidenciando que estar aquí o allá supone siempre, potencialmente, un movimiento pendular, lo que actualiza un dispositivo arcaico –o en la concepción de Edgar Morin (2000) un “arkê” – que, atravesado por la necesidad, por la curiosidad, por la libertad, por la revuelta, por la insatisfacción u otras sensaciones y materialidades imprevisibles, impulsan los pasos de la especie humana en varias direcciones. Y, más que eso, es un flujo anterior y permanente.

Moverse es desplazarse entre el antes y el ahora, trayendo de las sombras aquello que está encubierto por el flujo de los acontecimientos, paisajes y desafíos. “El móvil en lo fijo, es fácilmente localizable; [...]. Pero el móvil en el móvil, ya está mucho más escondido, ya que la propia referencia se apaga” (SERRES, 2007, p, 34). En esa dirección, la lectura del mundo supone y requiere una leyenda que contemple la movilidad como condición de dar cuenta de lo que nos separa y nos acerca, pues: “Lo humano se narra en relatos de viajes, recortados por bifurcaciones” (SERRES, 2015, p. 21).

Mapear el movimiento con dosis de repetición (es lo que caracteriza a la construcción de cualquier conocimiento), e igualmente con dosis de inestabilidad, variación e imaginación, repone las corrientes de incertidumbres generadas por la condición espacial de la existencia, que se desplaza, fluctúa y genera un “Atlas de vida” (SERRES, 1997, p. 39).

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Mapear el movimiento con dosis de repetición (es lo que caracteriza a la construcción de cualquier conocimiento), e igualmente con dosis de inestabilidad, variación e imaginación, repone las corrientes de incertidumbres generadas por la condición espacial de la existencia, que se desplaza, fluctúa y genera un “Atlas de vida” (SERRES, 1997, p. 39). ¿Cómo tejer y leer ese atlas vivo y movible? ¿Cómo comprender la destreza, creatividad y complejidad de los libros “Atlas y Narrativas del Humanismo de Michel Serres? Bien, como sabemos, todo libro de esa naturaleza contiene una multiplicidad de entradas para cercar, sin aprisionar, el tema matriz. Desde nuestra perspectiva, -y si es necesario elegir un camino complementario para el recorrido hecho hasta aquí-, diríamos que tal camino puede ser visualizado a partir de una nueva comprensión del paisaje. Pero este artificio de método narrativo requiere desdoblamientos contextualizados y debe ser tratado en otro artículo.

Referencias bibliográficas

HEISENBERG, Werner (1996) A parte e o todo: encontros e conversas sobre física, filosofia, religião e política. Rio de Janeiro: Contraponto. (Tradução de Vera Ribeiro).

MORIN, Edgar (2003) A cabeça bem-feita: repensar a reforma, reformar o pensamento. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil.

_______. (2000) O paradigma perdido: a natureza humana. Lisboa: Publicações europa-américa.

SERRES, Michel (2015) Narrativas do humanismo. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil.

________. (2007) Júlio Verne: a ciência e o homem contemporâneo. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil.

________. (1997) Atlas. Lisboa: Instituto Piaget.