Desmontando El Amor Romántico

14
Coral Herrera Gómez Claves para desmitificar el amor romántico, las princesas y los príncipes azules En los cuentos que nos cuentan desde nuestra más tierna infancia, a los varones les enseñan tres cosas sobre el amor: Hay cosas más importantes en la vida que el amor romántico. Hay una mujer destinada a ti. El amor es inagotable e incondicional (como el amor de mamá). A las mujeres nos enseñan otras tres cosas: No hay nada en la vida más importante que el amor romántico.

description

La vida real de las princesas de los cuentos de hadas

Transcript of Desmontando El Amor Romántico

Page 1: Desmontando El Amor Romántico

Coral Herrera Gómez

Claves para desmitificar el amor romántico, las princesas y los príncipes azules

En los cuentos que nos cuentan desde nuestra más tierna infancia, a los varones les enseñan tres cosas sobre el amor:

Hay cosas más importantes en la vida que el amor romántico. Hay una mujer destinada a ti. El amor es inagotable e incondicional (como el amor de mamá).

A las mujeres nos enseñan otras tres cosas:

No hay nada en la vida más importante que el amor romántico.

Page 2: Desmontando El Amor Romántico

Hay un hombre destinado a ti. Las mujeres nacen con un don para amar inagotable e incondicionalmente (por

eso su objetivo en la vida es ser esposa y mamá).

En los cuentos que nos cuentan, a unos les lanzan un mensaje, y a las otras nos lanzan otro. Para los hombres, el mensaje principal es que el amor es eso que sucede al final de la aventura, después de haber pasado por mil situaciones diferentes, después de que el héroe ha demostrado su fuerza, su valentía, su capacidad para ganar y someter a los enemigos que le van saliendo en el camino, y a los monstruos internos que a veces le paralizan de miedo. Si logra vencerlos, será digno del amor de la Princesa Que Espera, y si fracasa, se quedará solo. El príncipe azul sabe que vencerá porque siempre se siente querido. Las dudas de amor son para las princesas con mucho tiempo libre que gustan de atormentarse. Ellos prefieren sentirse queridos, útiles, importantes y necesarios para su país o para su comunidad. Los príncipes se saben deseados por las mujeres, respetados por sus enemigos, admirados por sus amigos, venerado por sus súbditos, y mitificados por una bella muchacha que sufre lo indecible (o que se aburre infinitamente) mientras espera la llegada de su Salvador. Otro de los mensajes que suelen lanzarnos desde las producciones culturales es que el príncipe azul lleva consigo el amor incondicional de su madre grabado en el corazón, por eso sólo podrá ofrecerle el trono del reino a una mujer que le ame como su madre: de un modo total, sin peros, sin condiciones. Así que nosotras tenemos que sustituir a su madre y convertirnos también en madres de sus hijos e hijas, y ellos, ya saben que las madres aguantan de todo y que por muy mal que te portes, nunca dejarán de quererte. El mensaje que nos lanzan a las mujeres es que si somos elegidas, tenemos que sentirnos inmensamente afortunadas, porque somos el grandioso premio a su heroicidad, el símbolo del triunfo masculino, el descanso del guerrero, y el botín de guerra que les pertenece por haber salvado al mundo (de las hordas de orcos, de los comunistas rusos, de los terroristas islámicos, de los alienígenas, de los indios norteamericanos, de los mafiosos italianos, de los robots inteligentes y malvados). Las princesas, nos cuentan, tienen que ser muy pacientes, porque en casi todas las historias el amado siempre tiene mucho trabajo. Y es que por encima del amor está la misión del héroe, que es mucho más grandiosa que la princesa y que él mismo. El héroe primero sirve a la patria, y después obtendrá su recompensa por su trabajo, pero tiene que ganársela: el protagonista de los cuentos de hadas y de las películas de acción ha de demostrar que es un hombre con pleno control sobre sus emociones y mucha “sangre fría” para actuar. Tiene que olvidarse de su tierno corazoncito para matar, aniquilar y destruir al enemigo. Tiene que demostrar que es

Page 3: Desmontando El Amor Romántico

duro como una piedra, que ejecuta órdenes con la fidelidad de un robot, que es capaz de aguantar el cansancio, el hambre, el dolor de las heridas, el sueño acumulado y todo lo que le echen encima. El premio a sus sacrificios es la princesa que espera en su castillo, les dicen a los niños. A las niñas les lanzan este mensaje: para la princesa el amor sí es lo más importante, porque la liberará de su encierro o su desgracia. Ella ama el amor porque cree que su vida mejorará, y porque no le han enseñado a pensar en otra cosa que en casarse y cumplir lo que se espera de ella: ser una mujer eternamente agradecida y entregada a su Salvador con absoluta devoción. Los príncipes han de esforzarse mucho para obtener su recompensa, las princesas sólo tienen que aguantar, esperar, y ser pacientes para que nos amen para siempre. Y esperar solas, claro, sin rivales alrededor. No es casualidad que las princesas siempre estén solas y desprotegidas, a merced de las circunstancias, y soñando con que alguien se encargue de ella. Nunca tiene un plan propio para escapar del encierro, ni redes de solidaridad y afecto que le ayuden. Las princesas en general son vulnerables, frágiles, sensibles, dulces, heterosexuales, de piel blanca y cabellos rubios. Se aburren mucho, suspiran mucho, y piensan en su príncipe azul a todas horas, creyendo que junto a él encontrarán la felicidad eterna y nunca más estarán solas. A los chicos les encanta pensar que existe una princesa que lo ama porque sí y sólo piensa en él. Pero además, hay otras mujeres que les desean mucho, como es natural en un macho alfa. El mensaje que les lanzan a ellos es que han de ser fuertes para evitar las tentaciones. En el camino hacia el amor, el héroe se verá seducido por maléficas figuras femeninas que lo atraen hacia el lado oscuro, pero él nunca dejará de pensar en su princesa que espera pacientemente en el castillo a ser rescatada. El mensaje patriarcal de los cuentos para niños, adolescentes y hombres adultos es que estas maléficas mujeres son libres, potentes, atractivas, y peligrosas, así que sólo has de acercarte a ellas para satisfacer tus necesidades básicas y divertirte un rato antes de encontrarte con tu legítima amada. Sabes que serás perdonado porque son meras necesidades sexuales que “nada tienen que ver” con el sublime romanticismo que le lleva a la Princesa Que Espera. Al final de la aventura, el hombre puede por fin rendirse ante el amor: es cuando el héroe abre su corazón gracias a la ternura de la amada. Ya ha demostrado lo fuerte y valiente que es, ya ha ganado todas las copas y trofeos, ya ha llegado el momento de asentar la cabeza y formar una familia para asegurar la perpetuación de su estirpe. En los cuentos que nos cuentan, los finales son siempre felices: el héroe rescata a la

Page 4: Desmontando El Amor Romántico

princesa, se casan y viven para siempre comiendo perdices. Él la protegerá, ella lo cuidará para siempre, ambos vivirán encerrados en su palacio de cristal. Sin embargo, la Realidad es siempre diferente a la ficción romántica: como cualquier pareja, los enamorados se arrugan y engordan, pierden belleza y alegría, se pelean, se aburren, se hastían, se traicionan, se reconcilian, y nada es tan bonito como nos habían contado. Las princesas y los príncipes no son tan perfectos, por lo que sus historias de amor tampoco lo son. Descubrirlo personalmente nos decepciona y nos frustra, porque nos sentimos engañados, o porque pensamos que tenemos mala suerte en el amor. Para poder sufrir menos y disfrutar más, tenemos que aprender a despatriarcalizar y a desmitificar el amor romántico, inventarnos otros cuentos con otros mensajes, y construir otras formas de querernos. He aquí algunas claves para desmitificar el romanticismo patriarcal y para aprender a relacionarse amorosamente con personas de carne y hueso:

Para ellos:

Buenas noticias: no hace falta que salves a la Humanidad, ni que seas un héroe, ni que demuestres que eres fuerte, violento, agresivo o dominante para que te amen. Ya no estás obligado a responsabilizarte de todo, y no hace falta que seas el ganador y el vencedor absoluto en todas las áreas de tu vida. No tienes por qué sentirte culpable si no das la talla o no cumples con las expectativas sobre tu virilidad. Basta con que seas una buena persona capaz de construir una relación bonita.

El amor es para disfrutar, no para sufrir. El amor es para hacernos la vida más fácil y bonita los unos a los otros, no es un medio para negociar y conseguir otras cosas, ni es un sacrificio que hay que hacer para tener asegurado el cuido y el placer (olvídate de la esposa-criada complaciente que atienda todas tus necesidades como mamá, para más información, el siguiente punto).

Definitivamente, la princesa rosa ya no existe. Las mujeres ya no esperan toda la vida ni te aman incondicionalmente: si no te portas bien, si no hay buen trato, si no alimentas la relación, si pactas fidelidad y no cumples, te dejan. La mujer a la que amas no está sentada esperando a que llegues, no está siempre disponible para ti, ni es tuya, ni su amor es para siempre. Es una mujer libre que está contigo porque quiere estar contigo, sencillamente, en el presente que compartís.

Page 5: Desmontando El Amor Romántico

No mitifiques a una sola mujer y desprecies a todas las demás. No existen las mujeres buenas y las mujeres malas, por lo que no hace falta que montes jerarquías afectivas que sitúen a una sola mujer en la cúspide del éxito, y a todas las demás las minusvalores. Las mujeres no son “santas” o “putas”, son seres imperfectos y complejos como tú, con sus virtudes y sus defectos, sus errores y sus aciertos. Igual que tú nunca podrás ser tan maravilloso como el príncipe azul, ellas tampoco podrán cumplir con las expectativas del mito de la princesa. Las mujeres libres con autonomía no son peligrosas. No hace falta dominarlas para poder amarlas. No tengas miedo a relacionarte con una mujer de carne y hueso sin la coraza: no muerden.

El amor no supone rendirse, no es un virus que te posee y te roba la voluntad, no es el fin de tu juventud, no te convierte en prisionero de nadie, no te convierte en propietario, ni en dominador o dominado. El amor no te roba la autonomía, no es el fin de tu libertad, no te convierte en un “calzonazos”, no te rebaja la virilidad. Así pues, eres libre para relacionarte desinteresadamente con las mujeres o los hombres a los que amas, y para dejarte seducir por la magia del compañerismo romántico que nos sitúa a todos en el mismo plano horizontal. Practicar el amor sin las antiguas estructuras de dominación y sumisión, te liberará de la necesidad de ser superior o de luchar por el poder, con lo cual podrás disfrutar más del amor.

Aprende a compartir protagonismos: antes los personajes femeninos de las historias de amor ejercían un papel pasivo, ahora van en su propio caballo, matan a sus propios dragones, toman decisiones, resuelven enigmas, se emparejan y se separan, eligen a sus compañeros, se equivocan, rectifican, y reivindican su derecho a moverse con libertad, y a ser protagonistas de sus propios relatos. Las mujeres son tus compañeras, y los hombres son tus compañeros, y se trabaja siempre mejor en equipo que en solitario. Di no a la soledad, que te hace más dependiente y más vulnerable, y júntate a la gente para dar y recibir amor, para vivir aventuras, para celebrar la vida.

El amor no culmina con un final feliz, se construye día a día. No existe la fuente de amor inagotable, no dura para siempre, y no es gratis: para ser amado hay que amar, para recibir hay que dar, para que te traten bien tienes que tratar bien. El amor puedes disfrutarlo en cualquier momento de tu vida si tienes las herramientas y los conocimientos necesarios para construir una relación bonita. No es una meta a la que llegar, es un proceso que se vive en el presente inmediato y se nutre con nuestra creatividad, nuestra generosidad, nuestra capacidad de empatía y de disfrute.

Libérate de las cargas del príncipe azul. Por mucho que lo intentes, nunca podrás estar a la altura de los mitos de la masculinidad hegemónica, ni cumplir con todas las expectativas que se despiertan en torno a la figura del héroe con

Page 6: Desmontando El Amor Romántico

superpoderes mágicos. Ningún hombre es tan guapo, bondadoso, rico, valiente, potente sexualmente, sensible, honrado, luchador, generoso, sabio, culto, divertido, ni tan perfecto como los vemos en las películas (excepto Brad Pitt, y seguro que algún defecto tiene el hombre). Con la edad irás engordando, perdiendo fuerzas y reflejos, tendrás achaques, puede que te quedes calvo, que se arruine tu negocio, que dejes de tener éxito en la vida, que te abandone la buena suerte. Sabiendo que nunca podrás ser tan maravilloso como un príncipe azul, estás liberado de la carga que supone estar siempre demostrando que eres muy hombre, o que eres el mejor: así puedes dedicar tu tiempo y energía a otras cosas más provechosas, como por ejemplo practicar la autocrítica amorosa para conocerte mejor, o trabajarte los miedos que te impiden disfrutar del amor.

Los miedos no desaparecen mágicamente, hay que trabajarlos constantemente: en los cuentos los miedos se superan con pócimas, con talismanes, con conjuros o hechizos, con tótems o con magia. Muchos de ellos los has heredado de tu cultura patriarcal: el miedo a no dar la talla en la cama, el miedo a enamorarse ciega e irracionalmente, el miedo a quedarse solo, el miedo a salir de los armarios, el miedo a la infidelidad o la deslealtad de la persona amada, el miedo al “qué dirán”, el miedo al rechazo o a no ser correspondido, el miedo al compromiso, el miedo a que te dominen o te manipulen, el miedo a que se cuestione tu virilidad o tu heterosexualidad, el miedo a perder tu autonomía y tu libertad, el miedo a que te hagan daño, el miedo a fracasar, el miedo que nos da saber que no somos imprescindibles para nadie… hay que liberarse de los miedos, entonces, para poder relacionarse con la gente con libertad, con generosidad, con ternura.

Para ellas:

No te esfuerces en cumplir el mito de la princesa rosa: nunca serás tan buena, guapa, joven, sana, dulce, paciente, obediente, conformista y pasiva como esta heroína tradicional, por mucho empeño que le pongas. Además, los palacios son lugares enormes, solitarios, fríos, aburridos, y resulta muy difícil escapar de ellos cuando estás dentro. Dedica tus energías a construir tu propio personaje, y a ser la mujer que te dé la gana de ser.

No te esfuerces en buscar al príncipe azul, no existe el hombre ni la mujer perfecta. Somos más felices cuando querremos a la gente tal y como es, sin mitificarla, sin endiosarla, sin rebajarla.

El amor no es la solución a todos tus problemas. Si te pasa como a las princesas de los cuentos, que están hartas de la explotación laboral a la que están sometidas, o sencillamente te aburres y tienes ganas de transformar su

Page 7: Desmontando El Amor Romántico

vida, no esperes a la llegada del Salvador que te rescate de tu situación. Ponte manos a la obra para generar cambios que mejoren tu vida sin depositar esa responsabilidad en nadie más que en ti.

Esperar es inútil: en estos tiempos en los que las horas y los meses pasan volando, ya no podemos pararnos a esperar a nadie. Esperar es un acto pasivo que deja en manos de los demás nuestra propia felicidad. No sabemos si nos queda una semana o diez años de vida, así que mejor disfrutar del presente, que es el único tesoro que tenemos.

El amor no es sacrificio, renuncia, ni rendición: no tienes por qué olvidarte de ti misma ni de tus necesidades sólo porque tengas pareja. No tienes por qué entregarte en cuerpo y alma si la otra persona no se entrega. No tienes por qué aguantar todo lo que te echen encima “por amor”. Amar no es sufrir: es disfrutar.

Hay muchas fuentes de afecto, de placer y felicidad en nuestras vidas, por eso el amor romántico no puede ser tu único objetivo: estas rodeada de gente estupenda que te quiere, y hay mucha más gente estupenda a la que conocer. El romanticismo en pareja es una experiencia hermosa, pero también hay mucho que aprender, que vivir, que experimentar con los demás. El amor es importante en la medida en que no se limite a una sola persona, y en la medida en que nos permita crecer y evolucionar, y repartir amor a la gente que nos rodea.

Trabaja tu autonomía económica y tu independencia personal para poder construir relaciones desde la libertad, y no desde la necesidad o el interés. Déjate seducir por la magia del compañerismo romántico, y quiérete mucho, para poder dar amor a los demás. Practica la autocrítica amorosa para conocerte mejor y trabajarte lo que pueda hacerte mejorar. El amor es un arte, y cuantas más herramientas tengas para relacionarte con los demás, más podrás disfrutarlo.

Libérate de tus miedos, sal de tus armarios, y no te sientas culpable si te enamoras, o si te desenamoras. Las mujeres no nacemos con un don para amar eterna e incondicionalmente, y tenemos derecho a juntarnos o separarnos de nuestras parejas cuando lo deseemos. Y siempre estamos mejor acompañadas por otras, que solas.

Di no a la soledad: las protagonistas de las historias siempre están solas: no descuides tus redes sociales y afectivas, porque son tu mayor tesoro. Solas somos vulnerables y dependientes, rodeadas de gente a la que queremos somos más libres y tenemos más posibilidades de vivir el amor sin reducir todo a una sola persona. Expande y diversifica tu amor.

Page 8: Desmontando El Amor Romántico

Disfruta de tu papel protagonista en la historia de tu vida: tú eres la narradora, la guionista, la directora, y la actriz principal. Tú elijes a la gente con la que quieres compartir, tú tomas las decisiones, y tú confías en ti misma a la hora de construir tu historia. Tú eres la que inventas, la que te equivocas, la que rectificas. Trata con mimo a tu propio personaje y a los que te acompañan, os merecéis el mejor trato del mundo.

La mitificación del amor

La mayor parte de los mitos en torno al amor romántico surgieron en la época medieval; otros

han ido surgiendo con el paso de los siglos, y finalmente se consolidaron en el XIX, con el

Romanticismo. El principal mito que encontramos en el amor es en la frase que

concluye los relatos: “yvivieron felices, y comieron perdices”. La estructura mítica de la

narración amorosa es casi siempre la misma: dos personas se enamoran, se ven separadas por

diversas circunstancias (dragones, bosques encantados, monstruos terribles) y barreras

(sociales y económicas, religiosas, morales, políticas). Tras superar todos los obstáculos, la

pareja feliz por fin puede vivir su amor en libertad. Evidentemente, como mito que es, esta

historia de impedimentos y superaciones está atravesada por las ideologías patriarcales, que

ponen la misión en manos del héroe masculino, mientras que la mujer espera en su castillo a

ser salvada: él es activo, ella pasiva (el paradigma de este modelo es la Bella Durmiente, que

esperó ni más ni menos, CIEN años).

Page 9: Desmontando El Amor Romántico

En otros relatos, en cambio, se incide en la valentía de la mujer que lucha contra el orden

patriarcal, contra la ley del padre, y se le otorga un papel activo, como es el caso de Julieta,

Melibea, Catalina Earnshaw, Emma Bovary, Anna Karenina, la Regenta o el mito español de

Carmen, mujer indomable que subyuga a los hombres. Para Denis de Rougemont, lo

característico de nuestra sociedad es que el mito del matrimonio y el mito de la pasión se han

unido pese a que son contrarios. La contradicción reside en que la pasión es perecedera,

indomable, intensa, contingente, y preñada de miedo a perder a la persona amada. La pasión

se exacerba con la inaccesibilidad y representa en nuestro imaginario el delirio arrebatado, el

éxtasis místico, la experiencia extraordinaria que nos trastoca la rutina diaria. El matrimonio,

en cambio, ofrece estabilidad, seguridad, una cotidianidad, una certeza de que la otra persona

está dispuesta a compartir con nosotros su vida y su futuro. Ambas instituciones son, pues,

incompatibles, por mucho que nos esforcemos en aunarlas bajo el mito del matrimonio por

amor y para siempre.

Los relatos amorosos constituyen una constante en las narrativas y las mitologías humanas

desde la Antigüedad hasta nuestros días. Sin embargo, a mediados de la década de los noventa

se produjo un fenómeno social conocido como “La Revolución Romántica”, concepto ideado

por la cultura estadounidense. Los años de la transición entre el siglo XX y el XXI estuvieron

marcados, entre otros acontecimientos culturales, por el auge de los productos del

sentimiento. El primer signo de esa Revolución Romántica, según Rosa Pereda (2001),

fue el vuelco del gusto general hacia la novela sentimental y las películas que narraban

historias de amor.

En general, la mitología romántica ha cobrado una importancia fundamental en el siglo XXI,

hasta llegar a adquirir el estatus de utopía colectiva de carácter emocional. Esta utopía nos

presenta el amor como una fuente de felicidad absoluta y de emociones compartidas que

amortiguan la soledad a la que está condenado el ser humano. En un mundo tan competitivo

e individualista como el nuestro, en el que los grupos se encuentran fragmentados en unidades

familiares básicas, las personas encuentran en el amor romántico la forma de enfrentarse al

mundo. El amor, es, en este sentido, un nexo idealizado de intimidad que se establece con

otra persona y gracias al cual podemos sentir que alguien que nos escucha, nos apoya

incondicionalmente y lucha con nosotros contra los obstáculos de la vida.

A menudo, el enamoramiento, si es correspondido, nos transporta a un estado de felicidad

que es extraordinario, porque está cargado de intensidad. En nuestra sociedad este estado

de felicidad permanente es el estado ideal en el que la gente querría vivir siempre; por eso el

amor tiene tanta importancia en la actualidad. Es una forma de ser y de estar en el mundo en

el que los golpes de la vida se ven amortiguados. Además, dispara nuestro afán soñador y

utópico, porque nos sentimos capaces de superar miedos y de dejar atrás el pasado, y

porque creemos que, bajo los efectos del amor, todo es posible porque es una fuerza

avasalladora y transformadora que arrasa con todos los obstáculos (las distancias físicas y

temporales, la oposición de las familias, o incluso nuestros prejuicios en torno a la edad, la

raza, el estatus socioeconómico de las personas, etc.).

Page 10: Desmontando El Amor Romántico

A nivel narrativo y mitológico, el amor pasional ha sido comparado con los venenos, los

brebajes mágicos, con la enfermedad del cuerpo y el alma, con los hechizos y embrujamientos,

como si fuese algo que sentimos ajenos a nosotros mismos, y que provoca fuertes reacciones

emocionales que escapan a nuestro control. El amor se ha asociado también a la locura, al

éxtasis, a la borrachera, a los estados de trance y a los accesos místicos: estados

mentales, emocionales y sexuales que nos transportan a otras dimensiones de la

realidad.

Literariamente este poder mágico ha dado lugar a millones de metáforas y figuras literarias

que comparan el amor con los huracanes, los terremotos, las inundaciones, los incendios, los

volcanes, los abismos oceánicos, los desiertos, las tormentas y todo tipo de desastres naturales

frente a los que el ser humano no puede hacer nada. El amor también ha sido comparado con

la muerte, el infinito, la eternidad y la inmensidad del Cosmos, porque son ámbitos de la

conciencia que superan nuestra capacidad de asimilarlos o de abarcarlos con nuestra pequeña

mente. El amor se nos antoja, entonces, algo incomprensible e inconmensurable,

como la existencia o la eternidad.

El romanticismo surgió en el momento en que los artistas, a través del amor, tomaron

conciencia de la muerte y de la vida como procesos inseparables. Y es que el amor nos

produce una sensación de poder abarcar la totalidad del ser, porque nos vuelve hacia nosotros

mismos, y en ese proceso podemos conocer la realidad desde la propia realidad, como si fuese

la de la Humanidad entera. En este sentido, el amor es una fuerza grandiosa que revela al ser

humano de su insignificancia y su breve paso por este mundo. Y eso sucede porque el amor es

un deseo de eternidad que nos arroja a la cara la precariedad de nuestra existencia, nuestra

vulnerabilidad e insignificancia.

La pasión amorosa se acaba; explota con violencia o se extingue lentamente, pero se acaba,

como la vida. Por eso el amor nos pone en relación con la vida y la muerte; por eso lo

experimentamos de un modo tan trágico y pasional, y por eso hay autores que afirman que el

amor es una religión. El amor, además de su dimensión religiosa, posee también una

dimensión mítica, porque ha sido idealizado en todas las épocas y porque muchas

veces se nos presenta como el modo de llegar a alcanzar la felicidad, la plenitud, la

vivencia del presente más pura y auténtica que hayamos vivido.

Desmontando el amor romántico

Page 11: Desmontando El Amor Romántico

1. El amor (no) es para siempre: dura lo que dura. Algunos amores duran veinte años, otros

dos meses, otros dos días… por eso hay que saborear el presente, y no trasladar tu mente al

futuro incierto: la plenitud está en el momento que estamos viviendo, amar es estar presente,

parar los relojes, disfrutar del aquí y del ahora.

2. El amor (no) lo puede todo: no puede con la violencia y los malos tratos, no puede con la

desigualdad y el machismo, no puede con el egoísmo ni con las relaciones que no funcionan.

El amor no transforma a las personas violentas en personas pacíficas, ni a los promiscuos en

monógamos, ni cura a la gente celosa, ni resiste vivo si ha de soportar demasiado dolor

durante demasiado tiempo. El amor no puede ser incondicional: si no hay respeto y buen

trato, por ejemplo, no hay condiciones para el amor.

Page 12: Desmontando El Amor Romántico

3. Las mujeres (no) nacimos para esperar: aunque las heroínas de nuestros cuentos infantiles

son chicas que esperan a que un tipo apuesto les solucione sus problemas o les rescate de las

catástrofes, nosotras no tenemos toda la vida para esperar. No tenemos la paciencia de

Penélope, que estuvo 50 años esperando a que Ulises volviera de sus batallas: nosotras vivimos

el amor aquí y ahora. No nos vemos ya como el descanso del guerrero, sino como protagonistas

del cuento. No hay otra posibilidad que vivir el amor en el puro presente: el futuro está

demasiado lejano.

4. “Los que más se pelean, (no) son los que más se desean”: hay gente que disfruta mucho

peleando y sumergiéndose en la violencia pasional, pero es un desperdicio estar mal años de

tu vida, con lo corta que es, entre llantos, conflictos, gritos, escenas de celos, insultos, palabras

que hieren… . Tenemos que dejar atrás las guerras románticas, apostar por la alegría y el

disfrute en el amor, y cambiar la perspectiva. Por ejemplo: los que comparten orgasmos y risas

son los que más se desean. No rima, pero suena infinitamente mejor.

5. (No) estamos condenadas a sufrir por amor: podemos tomar decisiones, tomarnos

descansos emocionales, distanciarnos cuando nos duele. Podemos desenamorarnos de quien

no nos conviene, olvidarnos de las personas que no nos corresponden o no nos aman, elegir

buenos y buenas compañeras para compartir la vida. Podemos cerrar puertas y convertir el

presente en pasado, podemos abrir otras y convertir el futuro en presente. El amor no nos ata,

ni nos limita, ni nos obliga a tropezar mil veces con la misma piedra: somos nosotras las que

tenemos que hacernos responsables de nuestras emociones, y trabajarnos los obstáculos

externos e internos que nos impiden disfrutar del amor.

6. Del amor al odio (no) hay un paso: el amor y el odio no son lo mismo. No me creo que

alguien pueda amar loca y devotamente a una persona, y un buen día pasar a despreciarlo, a

desear que le pasen las peores catástrofes, o ponerse a maquinar para que sucedan. Si quieres

a alguien, lo lógico es que desees su felicidad y bienestar: junto a ti, a solas, o con otras

personas. Creo que, entonces, el odio no es consecuencia del amor: es falta de amor, es ansia

de destrucción, es un monstruo grande que siembra dolor en nosotras y en la gente que

tenemos alrededor.

7. Sin pareja (no) estás sola: no es cierto, hay mucha gente a tu alrededor que te quiere, que te

aprecia, que te adora, o que se preocupa por ti. Hay mucha gente estupenda, también, por

conocer: júntate con tu vecindario para celebrar, aprender, protestar, construir, cultivar,

bailar. El mundo está lleno de buenas personas con ganas de compartir: no te quedes llorando

en casa, sal a las calles, toma las plazas y disfruta de la gente.

8. Si tienes éxito, tendrás amor: la admiración de la gente no te va a hacer más feliz, y el deseo

y la envidia de los demás no te va a traer necesariamente amor… Lo que te hace mejor persona

Page 13: Desmontando El Amor Romántico

no es tu aspecto físico o tu cuenta bancaria, sino tu capacidad para relacionarte con el

mundo, y para ser generosa, empática, solidaria, sincera, creativa, o buena persona. Si somos

gente estupenda, lo vamos a seguir siendo aunque nadie se empareje con nosotras: nuestra

valía personal no tiene nada que ver con tener o no pareja, con que se enamoren o no de

nosotras.

9. El amor no se exige, ni se mendiga: si no te aman, acéptalo. Si te amaron y ya no te aman,

asúmelo. No le pidas a nadie que cargue con tu dolor, no obligues a nadie a permanecer a tu

lado o a renunciar a su libertad para no hacerte daño: todxs somos libres para unirnos y

separarnos, para ir y venir, para intentarlo y para dejar de intentarlo. Y no hay malos ni buenos:

lo del desamor nos ha pasado a todas, y a todos: sólo hay que cuidar mucho a la otra persona,

portarse bien, y hacer las cosas con sensatez y cariño. Es posible, separarse con amor, romper

con cariño, y mirar hacia delante con optimismo: es cuestión de ponerle amor.

10. “Quien bien te quiere, (no) te hará llorar”: no es cierto que cuando alguien te hace daño

es porque te quiere mucho y le importas, no es cierto que quien te trata mal es por tu bien. Si

alguien te quiere y te hace llorar es porque no sabe quererte bien ni tiene herramientas para

disfrutarte sin dominarte. Es hora de romper la unión entre amor y sufrimiento: es posible (y

aconsejable) disfrutar de la vida sin tragedias ni melodramas.

11. (No) se te escapa el tren si no encuentras pareja, ni se te pasa el arroz: hoy en día la gente

se une a todas las edades posibles, cada vez hay más personas sin pareja, y cada vez pasan más

trenes, te puedes montar en el que te apetezca. Además, ahora el arroz ya no se pasa, nadie te

obliga a casarte a una edad, y encontrar a un hombre no es obligatorio para ser madre. Lo

importante para tu maternidad es la red de gente a tu alrededor que puede ayudarte a criar

hijos/as sin necesidad de ponerse a buscar a toda prisa al príncipe azul. Necesitamos redes de

ayuda muta y crianza en equipo, compañeros y compañeras de vida, no sementales que nos

adoren y nos mantengan económicamente.

12. “Sin ti no soy nada”, o “Haz conmigo lo que quieras”: el sadismo y el masoquismo son

unas herramientas muy divertidas para el placer en el juego sexual, pero no deberían ser

usadas como armas para la vida real. En el día a día no tenemos necesidad ninguna de

renunciar a nuestro poder para dárselo a otra persona como prueba de amor infinito.

Someterse o dominar a la persona amada supone construir relaciones desiguales,

dependientes, violentas y dolorosas, y resulta muy difícil salir de los círculos de la violencia

(agresión-reconciliación, infierno-luna de miel) porque nos suelen tocar mucho la autoestima.

Además, las relaciones sadomaso te aíslan de tu gente querida: no es fácil, para la gente que

te quiere, verte en una relación destructiva o funcionando con la lógica del amo y el esclavo.

Page 14: Desmontando El Amor Romántico

13. Se está mejor sola que mal acompañada: Hay millones de mujeres con pareja o casadas,

inmersas en infiernos conyugales o en aburrimientos perpetuos que envidian la libertad y el

bienestar de las solteras. El matrimonio no es sinónimo de felicidad, echa unas ojeadas a los

índices de divorcio en todo el mundo y a las altas tasas de soltería: cada vez son más las

personas que no desean “aguantar” infiernos, porque lo que quieren es disfrutar de la vida, y

del amor.

14. El amor es infinito, abierto, diverso y colorido: no se puede reducir el romanticismo a la

pareja heterosexual de dos personas adultas, blancas, sanas, y ricas, porque hay muchas

formas posibles de quererse, de relacionarse sexual y afectivamente, y muchas maneras de

unirse, de estar, y de separarse. No dejes que la ideología del romanticismo patriarcal te limite

a la hora de empezar un romance o de disfrutar de los amores, porque hay muchas formas de

amarse, muchas orientaciones sexuales, muchas identidades, todas tenemos derecho a

explorar otras formas de ser y de relacionarnos, y a dejar atrás las estructuras de la tradición.

Reprimirse está pasado de moda: atrévete a explorar, sin miedos ni culpas. Atrevámonos todxs

a vivir el amor desde la ternura social, el compañerismo, la libertad, el placer y el disfrute.

Artículo tomado de: http://haikita.blogspot.com.co/p/articulos.html