Deslinde. Alfonso Reyes

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OB RAS COM PLETAS DE ALFO NSO RE YE S XV . ' ALFONSO REYES El deslinde A puntes para la teoría literaria letras mexicanas F ONDO DE CUL TU R A E CO NO MICA

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Deslinde. Alfonso Reyes

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  • OBRAS COMPLETAS DE ALFONSO REYE S

    XV

    .

    '

    ALFONSO REYES

    El deslinde

    A puntes para la teora literaria

    letras mexicanas

    F ONDO D E CUL TU R A E CO NO MICA

  • Prir.uera etlicin, 1963

    Oci'C('ho!o. rtsundo~ t'On(onne a 1.1 lry l~. rondo ""' Cultum Eronmit1J

    A,. de la Unhot~idad, 97'.>- Mhico 12. O. r.

    lmrrcro.o r ht:rho f'n P.ihioo Printed .. ad maJe in Mc.:titl}

    1\0TA P R ELI:MIN 1\R

    Co~ El, presente volumen se cierra todo un ciclo del upensor Lite-rario" do Alfonso Rey< ... El deslinde, en su da cnllnclo r vituw-rado, al corre (le los aos que reman!!an la opinin se pcr{jlu hoy como una ele lns obrru~ nui.)'Ores del pensamiento hispnnoamerlcano. Acogido de inmediato como texto en las univer~iclndes, citndo por quienc1:1 se cledicnn ~l la Teora Literaria, est u punto de npnrecer t.l'aduc::ido u vo d o$ idiomas europeos. H e aqu su def:icripci6n y su historia:

    Alfonso Reyes // El deslinde 11 Prolegmenos a. la leMa lil.cra ria //'El Colgio de Mxico 11 Pnuco, 63-Mxico /1 [19441. 4 376 pgs. + cololoo ,

    "So ncabh de Unprirui1' e~te Hbro en los talleres do Crficn Pan arnericnn', S. de R. L., Pnuco 63, el da 7 de junio de 19,14-", dice el colofn. Lae pruebas fueron corregidas por el propio Reyes, durante la r.onvnlecencia del primer infarto, entre marzo y j unio de 19-t4. )fortn Luis Guzmn ("La sonrisa corno acLitud", Tiempv, 11 de junio de 19-1.1; l'tillas wbre Alfonso Reyes, 1, Monterrey, N. L., 1955, pp. 481--186) fue el primero en dar noticio de los cursos de Reyes en El Coleio Nacioml! - origen de El deslinde y del proyecto de juntarlos en volumen: "FJ fenmeno litt rario lo IUlba preocupado siempre: lo primero que n.nhel fue comprobtu si ba-ha logtado una visi6n de conj unto sobre el sen t ido hurnnno de ese (onmeno. Lu Uuivt.:l'f~ilnd de Morelia lo i1wit a explic:Ltr un t.:ut'-sil1o en torno a la 'ciencia de la literatura'. y esto le s itv i de pr o4 vocacin. Ptll'l icu(lo de la~ conclusiones que hubo ele rerlnctur con ese mothn, emprundi hace ttcs aos la construccin de uun teora

    lit~ruria

  • VI. LA FICCiN LITERARIA

    l. Quinta etapa del deslinde. Recapitulacin. De propsito hemos venido empleando el trmino "ficcin" (en concepto de ficcin literaria) sin definido hasta aqu, por varios mo-tivos: 1) porque otra cosa nos hubiera obligado a invertir el orden ue nuestra investigacin, poniendo de punta la pitt-mide; 2) porque la constante aplicacin del trmino hace ve. ces de descripcin indirecta; 3) porque la sola presentacin de las nociones, en sus distintos usos particulares, es -mu-cho ms que la definicin- el camino vivo del conocimien-to, y 4) porque, en la intel igencia de las cosas, hay cierto ingrediente de hbito, de suerte que muchas veces creemos no entender lo que simplemente nos sorprende. Pero ahora hay que examinar de cerca la f iccin, aunque ello nos obli-gue u J'cpcticiones.

    Reducida la agencia literal'ia a su menos compromctedo ra apal'iencia -a} manera especial de expresar, b) cierta ndole de asuntos (T, 11 )-; hecha la decantacin de lo an cilar, que nos dio instrumentos de vasta aplicacin; compa-rados por el contorno los tres rdenes tericos ( los sacos de harina), entramos despus en la tfaturaleza de los elatos que estos rdenes captan (la harina de los sacos) , pam lo cual procedimos a un anlisis semntico de tales datos, vistos primero por su fase cuantitativa y luego por la cualitotiva. Falta todava el anli~is formal o potico, pues si no hubiem expresin lingiistica, lo literario ~e mantendra en la zona de las agencias difusas, al mot.lo de la pasin, aguijando es tos y los otros actos prcticos o terico~, pero sin encajar en un ejercicio determinado como lo es la literatura (I, 14).

    Pero antes de abordar el anlisis formal, que dejamo para el captulo siguiente, nos dNcndremos en la estructura de la ficcin, por lo mismo que ella ha sido el criterio primo en la cualificacin de los datos, y que el segundo as como el tercero -relaciones lgicas y relacin humana- quedaron a 61 subo1dinados en sola condicin de ref ue"tOS. 192

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    2. Ficcin y suceder real. El inconveniente del trmino "ficcin" est en sugerir la mentira prctica (V, 6). Huy que sancarlo pre,'amente. Por lo mismo que su sobriedad

    per~ito rectificarlo y asi_rlo, nos pa,eci p:eEerib!~ a o~ros trmlllOS de mayor heclnzo, como funtas,a o tmagma-cin", cuya superabundancia psicolgica y constantes conta minaciones de uso conicntc hacen que escapen a la rien da corno potros bravos.* Pues aunque la psicologa logra rccorlat para ellos un coto de significaciones tcnicas, no estamos seguros de que stas correspondan cabalmente al sen-tirlo de nue~tra "ficcin". Entre aqullas y sta va una dife renci a de causa a efecto. La psicologa, desde luego, visita las surgen tes anmicas. No es lo nuestro: a nuestro plan importa mantenemos en las presencias fenomenales, en los productos.

    El saneumietlto previo del trmino se obtiene por la reac-cin tico-jurdica. Hay que trepar el Sina de la ley y bajar por pasos e~calonados.

    El hombre necesita de la sociedad, y la sociedad neces ita de la confiama mutua. La conf ianza es funcin de la pre-visin, y la antigua Dik de Jos gl"iegos se encarga de ga-rantizar la "esperanza social", estableciendo sanciones contra violaciones. La confianza mutua va desde la blanda prc-tica de la cortesa, pasando por la tica, basta la rigidez del Estado. Lo mhimo e insignificante se abandona al arbitrio; lo medio y secundario se conCia ul consenso pblico; y el mnimo indispensable se legisla. Pura asegurar este cuudro de cumplimientos, aparece, en sentido inverso, el sistema de sanciones. El sistema de sunciones va desde la mera apre-ciacin particular, pasando por los dictmenes de la opinin o fama, hasta las sentencias judiciales. En este examen pu-ramente prctico, prescindimos de los conflictos entre la ti-ca y el derecho, entre la ley escrita y la ley no escrita ; pres-cindimos de la sofocliana disputa entre Antigona y Crcontc.

    La declaracin hnmana, en cuanto a su mayor o menor Trn11 e11l1J~ distingos, hemos podido ace~ptar -creemos que ya sin pt~ligro-

    1" paln.bru "iruogintlein'\ en d COl> " "' donde, JH)r la amplitud de In apllc4 tilm, ('IIU't1Ca ''iolmto hoLlar s iempre do In "lit!lic.:iu".

    lmilno uqui sumariamcnto en mi te~Jis juridica, Teora de ln StJnci11, (lrC&e.JHM io JJIUU el grado en lu FMuhBd de Ucn:~ho1 Mc!.xico, 1913.

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  • correspondencia con el suceder real, admite numerosos ma-tices intencionales, as como un grado variable de ajuste o desajuste, que aqu no es del caso examinar minuciosamen-te.* Si sobre las declaraciones volcamos el reactivo de las sanciones, llegamos al siguiente cuadro :

    GR.\ DOS DE DESAJUSTE Y SANCIONES

    Mximo: Ley !lC:vcra

    ln.lencionul Medio : Lica

    l\'tnimQ: Arbitrio cstimal\'O

    Con culpa: Ley benigna

    No intcncionnJ Mximo: tica Sin eu}pa 1\-nimo: Arbitrio C!Himatho

    Este cuadro va desde la mentira propiamente tal hasta el enor. Pero la declaracin literaria o ficcin escapa al cuadro de sanciones y couesponde a la mera estimacin cr-tica o sancin sui generis, por lo mismo que slo se refiere a la fantasa y a nadie engaa sobre sus propsitos. Carece, pues, de la "agresividad oculta" que justifica el "asco contra la mentira".'~* Y al instante, y por slo eso, la "mentira descepada" que en el 1ute se vuelve, al contrario, placentera. Sobreviene entonces aquella "suspensin voluntaria del des-creimiento", frmula de Colcridge para esta falacia lgica que es la poesa. Tal ficcin, en la sociedad real, a nadie hace dao, antes emiquecc el nimo de los hombres. Slo podra, pues, sancionrsela en alguna utopa humorstica como el Erewhon, de BLLtler, donde, por ejemplo, se encarce-la a los enfermos y se cura a los criminales. (Lo cual, des

    A. R., ~t.a .-ida y la obra':, en Rt:visw

  • das morales. "Miente" ya, cuando hace creer a su padre que est secretamente casado. Se "equivoca", cuando confunde con otra a la dama de su predileccin. Y, al fin, entre el ddalo de los desajustes, se encuentra con la amenaza de lu espada - la ley de entonces-, )' pone trmino a su locu rn con aquellas palalmts en que se restaura la confianza SO cial y se confiesa el fracaso ue la persona: "La mano doy, pues es fuerza." Hay tambin In mentira tartarinesca del que se cngaia solo; la fabulacin n. pnsteriori, por el empeo de dur coherencia a los acasos, etctera. Pero de estos des ajustes lgicos no mana el sentido de la ficcin litctaria, aunque la psicologa pueda descubrir que ellos andan algu nas veees mezclados en la ebullicin temperamental que transforma al hombre en poeta.

    3. Ficci6n y verdad. El suceder real o verdad pritcticu no es ms que una manifestacin limitada de la verdad (VJJ, 15-1 ' ). El t01hellino de la ficcin, animado de la intencin literaria ("la ficcin del nimo conmovido", deca Vico), ;ira y asciende, desde el ajlLSie con el suceder real ms singular y con tingente, basta el desajuste heroico de la fanta-sa. Pero en ninguno de sus grados, ni en este ltimo, po

  • 5. El mnimo de realidad.* Esta expresin bien puede aplicarse en dos sentidos: a) la cuantitaliva y b) la cuuli tativa.

    a) Al mnimo cuantitativo de realidad slo nos referi e-m os ahora a manera de escol io, pues su concepto se redu-ce a la cuantificacin de los datos ya tratada en el capitu-lo IV. Dijimos que la literatura proporcionaba una manera de notacin para significar lo indefinido sin enumerarlo. la estadstica de nota histrica sera, en el poema, un gaqto intil. Pero naturalmente que esta definicin de una esencia no debe erigirse en canon preceptivo. En la prctica literaria caben el ms y el menos: tambin es legtima, junto a la esttica del smbolo representativo, dd ejemplar en que se u brevia una especie, )u esttica del inventario, de la desc1ip cin por suma de datos paralelos, que alguien ha llamado la esttica del rascacielos para referirse al caso afortunado de Walt Whitman, y que otro, a propsito de casos menos afor-tunados, llam la esttica de la escolopendra. El inventario bien puede ser tan bello y excelente como los catlogos de la antigua epopeya o In pintura del mercndo de Tenochtitln en

    Cort.~. La prueba por enumeracin de casos ser la mfts d.bil en matemticas,** pero la literatura no busca la prueba,

    }smo la mostracin, y nada hay ms seductor que esas painas de adicin aritmtica que nos re

  • tica, que aun auxilia entonces a las sanciones, prestando una nueva especie de funcin ancilar en el orden prctico. Aun-que es ms que dudoso que Aristfanes haya pretendido ha-cer de su caricatura una acusacin contra un suceder real, Anito usa de Las mtbe$ como de un documento l'eal contra Scrates. El caso nos ilustra sobre esta utilidad extratcnica de la literatura (VII, 2).

    Es intil volver sobl'c el examen de la literatura como fuente o corroboracin voluntaria, involuntaria, reacia, etc-tera, que no son fases de ficcin.

    6. Ficcin ele lo real. Segn lo anterior, hay una ficcin de lo imaginado (polo de emancipacin) y una ficcin de lo realmente sucedido (polo de sujecin). La primera es obvia. La segunda no nos ha llevado, por juego verbal, a una contradiccin en los trminos? No: nos lleva al nivel ms bajo, al punto de desprendimiento en qtte la ficci6n co-mienza apenas a revelarse, donde podemos asistir a sus pri-meros latidos. Esta ficci.ln de lo real puede ser todava in-terior, mental o engendrada - lo literario anterior a la literatura (I, 14)-, o puede, adems, ser ya exterior, ex-presa, lingiistica y ejecutada. Y como, en uno y otro caso, comi!!nza desde el ajuste con el suceder real y poco a poco se le va despegando, hay que tomarla por la fase en que todava no es ficcin, en el terrel\o no literario, para verla progresar hasta la fase en que ~~~ ya ficcin, o terreno lite-rario. El desprendimiento se produce por el acento gradual de intencin esttica.

    Hay, as, aquel intento de lo literario difuso, casi rebelde a todo anlisis, anterior al per1sar aun en el sentido ms lato y cartesiano del cogito. Y luego, conforme se entra en el enunciado, en la fase ya expresa o ling stica, nos va siendo dahle percibir si el proceso se orienta definitivamente hacia la ficcin, aun cuando la forma no asuma cualidades privativamente literarias, y aun cuando luego la obra lite-raria qu~ de ah rr.sulte se presente en sistemas dispersos, ancilares, o en acarreos alternantes de lo no literario.

    Hay, as, estados en que nos anda en el nimo una larva que no sabemos si se producir en manifestaci(tn literaria o 200

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    no literaria. Pero los hay tambin en que la larva misma ucscuhre un acusado desti ne) literario. De lo primero: cual-quier experiencia real que an no sabemos si nos llenr, por ejemplo, al relato autobiog1fico o al relato imaginado so-bre bases de la experiencia. De lo segundo, aquellas coagu-laciones de pura imaginacin, o hasta aquellos pruritos mu-sicales, rtmicos, que anteceden al poema y que todos los poetas conocen: el previo "sentimiento musical" de que ha-blaba Schiller (VII, 1). De momento, nos importa lo pri-mero, los estados indecisos, para apreciar el desprendimien-to. El anlisis tiene por fuerza que darles un estatismo de que carecen en la realidad psicolgica.

    Un enunciado de suceder real, acontecido o meramente posible va hacia la no-literatura o va ya hacia la literatttra? El caso se ilustra con la hiptesis "indiferente" (III, 26, P). Acto voluntario de representacin: la mente se da a s misma un objeto mental. Slo la intencin distingue entre: "He aqu un hombre", cuyo destino ser asesinar a Lincoln en un teatro (historia), o dejarse examinar la sangre (cien-cia), o descolgarse de un balcn, en la plida madrugada, a los primeros avisos de la alondra (poema). En la expan-sin ulterior de la obra, puede ser que se prefiera el gnero hbrido, la zona indecisa, para dar, por ejemplo, ms cabal-mente, la descripcin de una poca vivida, mezclando los medios histricos con los recursos de lo imaginado o lo lite-rariamente interpretado: El guila,, la serpiente, de Martn Luis Guzmn.

    A mucho apurar, la sola enunciacin o traduccin en pa-labras de los entes mentales es ya una manera de ficcin pua aludirlos o mentados; es un mimarlos con esta especia-lizacin oral de la mmica que llamamos el habla.

    Las reconstrucciones hipotticas de la antropologa nos describen as este proceso: la magia primitiva comienza por confund ir el objett) y su mmica, supone la identificacin entre el gesto humano y el trmino de su intencin. Ms tarde, espera que el objeto, por lo menos, obedezca a la mmica. De este grado -mandato al dios- se pasa, tras una evolucin secular, al grado de invitacin al dios; y tras otra evolucin dilatada, al ruego o plegaria dirigida al

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  • dios. Hoy, fuera de los casos msticos de la imploracin, el estado no literario de la mente apenas se siente autorizado a "nombrar" o "mencionar"; )Jero el estado literario sostiene el derecho a la inmersin intuitiva. De esta supervivencia mgica dan claros ejemplos, no slo la poesa propiamente tal en sus juegos de fascinacin, sino tambin cier tas utili-dades prcticas del habla que usan del secreto literario: la exhortacin, la 1crsuacin oratoria (VII, 9, 25) .

    Considrense las implicaciones ficticias que, sobre un SU ceder real, pueden darse en la creacin literaria: J? El poeta experimenta determinadas emociones. Hasta aqu no ha habido poesa, aunque haya todo ese halo de repercusiones anmicas que se llama la emocin potica, y que tantas veces la critica confunde equivocadamente con el arte de la poesa. 2' Entonces, cuando la experiencia vital ha terminado como suceder real, aunque deje su larga quemadura en el nimo, y ya en los lrnitr.

  • obtenidos mediante recursos verbales, cuyo examen corres-r onde ya nl deslinde potico (VII, 22).

    Segn los clsicos, el estimulo de esta intencin, en lite-ratura corno en las otras artes, es la necesidad innata de crear fonnas armoniosas, una aspiracin hacia la nrmonia, una es-pecie de e.rtica. Es el impulso demoniaco que hoy se dice; o en In palabra de Vico, el pulso de la naturezza ferina, de la virginidad vital. Para desvestirla de toda referencia a ex-presiones est{tticas como "forma" y hasta "arrnonla" (en griego, vale "contextura"), bien puede llamarse n esta in-genuidad " impulso lrico". Participa de In fluencia vital que va deshaciendo unas unidades para integrar siempre otras nuevas; evoca la cambiante msica y se acompuiu de cierta alegra, hasta cuando corre sobre el dolor: la ulcgrla de la superabundancia, dd excedente, del chorro abierto, del des dn de los fines. Se manifiesta en manera de juego o eman cipacin imaginativa de las necesidades prcticas. En tal concepto, es libertad, y tambin es compensacin contra las

    coercionc.~ del suceder real. Pero es libertad? Digamos mejor "liberacin", recordando que todo arte, corno todo juego, se crea sus propias leyes, forja o finge (ficcin tam-bin) sus propios obstculos. De suerte que la creacin ade-lanta entre f icciones de libertad y ficciones de regulacin cannica. Y esto, porque tambin la aventura, la hazaa, la empresa, el choque y el vencimiento de la valla Fon apoyos del regocijo vital. De suerte que el impulso llrico sera in-slpido sin estos encttentros que le dan conciencia de su vigor (lejano origen de la estrofa y de las cristaliznciones pros-dicas del verso), o se confundirla simplemente con cualquier desahogo vi tul sin exnesin esttica. Diflcilmente, y slo por coincit!encia, el mero desahogo o explosin de carga super numeraria asume un valor de arte. El lamento anle el ca-dver slo asciende a la categora de arte folklrico cuando es el oficio de la plaidera: oficio, sistema de rc~las, carrera de obstculos. La naturaleza sin arte puede producir efectos arllsticos al contemplador, pero no es arte en s misma, como el paisaje no es arte, sino provocacin de emociones artsti-cas, lo que es muy distinto. Repitamos : lamentable, siempre lamentable In confusin entre la emocin potica y la poesa, 204

    aunque sta no valga sin aqulla. Porque aqulla, pam la )itetatura, tampoco podra valer sin sta.

    8. Grandeza ,. servidumbre de la ficcin . La senidum-bre de la ficcin queda toda ella expresada en la imposibi-lidad de escapar a lo que hemos llamado el mbito rgido del torbellino: los tres rdenes de verdades insobornables (VI, 3); servidumbre que tal vez sea el acicate de su propia grandeza, el apoyo del salto. El mstico dira que el alma se siente de patria no terrena, y en vano intenta tmscender lo te_rreno u ll~vs de los tanteos del xtasis. Pero por des-gracta el xtas1s - temerosa zona donde, segn P loLiuo, el alma arenas puede sostenerse y retroc.cde corno espantada-no ha encontrado nunca una expresin propia, nos nos dice lo rue descubre, y slo lo alude con metforas literarias. Tal es la litemluru rnlstica en sustancia. El poeta antiguo dira que somos corno lu fo de la fbula, que se sabe humana, aun-que encerrada en la envoltura animal, y en vano huye de sus propios mugidos. La servidumbre de la ficcin est sencilla-mente dicha en aquella confesin de Goethc: Original yo? Y o no hago ms que recomponer a mi modo lo que el mundo me presta. O en la pedantesca instancia que en Anatolc F'rance, introduce Santa Catalina de Alejandra cuando la d!_~cusi~, de ~os h!ena~enturados sobre el bautizo' de los >in-gumos: La 1mugmactn no crea: rene y compara."

    Pero lu grundeza de In ficcin ! El Pinciano, aristotlico del siglo xv1, e.xplanundo la superioridad de !u pocsla sobre la histol'ia, y confrontndola tambin con la cienciu, escribe :

    "El objeto no es la mentira, que scl'a co inci.)ir con la So~fstica; ni la Historiu,

  • "Verosmil" se dice hoy de lo que puede acontecer en el mundo prctico. "Versimil" se dijo de las meras pobabili-

    dadc.~ tericas del espiritu, dentro de su plasticidad funda-mental que inventa nuevos moti,,os. El ver sim il, arsenal de engendrar mundos con el mnimo de datos renlcs, qu fra gua ardiente, qu alivio, qu af irmacin humana y de lo ms humano en el hombre! Cada uno lleva su poema inte-rior y nunca escrito, primavera de "flores japonesas" pron-tas a expandirse en agua propicia. Y ningn poema perso-nal sustituye al poema de los dems.

    Para mejor palparlo, hemos intentado redimir el sentido 1 1 . " . . " l l f' . " ' . (e il antgua mJmess , y re egamos e uncslo lermno um-taci.n", ele estorbosa tradicin en la estticu. Tul trmino desvirta ele untemano el propsito del arte, congelndolo en la~ formas pr{cticamcnte aclltales. Mas cuando se ha dicho "ficcin" , se ha dado un paso ms : corre por la idea una circulacin que es como la sangre del arte. Se indica, desde luego, un pl'Ocedi micnto mental autntico. Adems, se de-clara, en apuesta previa contra el mundo, el compromiso de aadirle algn bien, de enriquecerlo. El 110eta dijo al cre-psculo: "Voy a darte lo que t no tienes." El poeta dispone del ltimo rayo del Fiat.

    9. Contcr1ido emocional: "F~ccin del nimo conmovido". Llegados u In puerta, es irresi.s'tible la tentacin de enlte-abrirlu : al instante escapa una onda de emocin. El con-tenido de la fi r.cin era una pltora vi tal. No todo ea lo que gro.1.10 modo llamamos el efecto esttico, (flle es ya como tma domesti cacin del rayo. Este juego divino que es la li-lcratum lanr.a sus olas, retumbando hasta los acillltil ados del yo, y a veces lo socava, o quema para siempre a su vc-tima, reducir.ndo la terrible precocidad de Rimbau