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Los Cuadernos de Literatura
DESDE CUADERNOS, RECORDANDO A PAPELES
Juan Benito Argüelles
si sale con barbas, San Antón, y si no, la Purísima Concepción». Ahora que me dispongo a recordar qué fue, qué fue para mí la Revista «Papeles de Son Ar
madans », acude a mí esta frase que Camilo José Cela tanto repetía, y que está tan lejos de reflejar las empresas literarias en los que estaban comprometidos de alguna manera los otros, dejando la aplicación del dicho única y exclusivamente -si acaso- para algunas de sus obras literarias.
Y es que Cela sabe muy bien que la improvisación es un vicio nacional y causa directa de la endeblez de muchas obras españolas.
La madurez en el contenido y estructura de esta empresa que fue «Papeles» -como se la llamaba cariñosamente en la casa y por sus lectores- fue seguida, como corolario lógico, por una confección meticulosa, que es por un lado el gusto de la obra bien hecha, y por otro un respeto al lector, que sólo tienen las obras hechas con alteza de miras y sanos propósitos.
Cuando yo llegué a la Bonanova (Palma de Mallorca), la redacción de la revista estaba en su tercer y último domicilio, comunicada con el despacho y casa del escritor y director, y me di cuenta, frente al Mediterráneo, que un meridiano de la literatura y del buen hacer literario pasaba por allí.
De lo que tuve conciencia muy pronto era que de una manera serena y sosegada allí se estaba tendiendo la primera cabeza de puente importante hacia el mundo literario y cultural que había sido escindido cuando alumbraba una Edad de Oro, provocando una diáspora, que ahora forcejeaba terca y obstinadamente por encontrarse. Y el demiurgo de este encuentro fue Camilo José Cela, y el instrumento «Papeles de Son Armadans». Años de buena voluntad, años de desinterés, que no han sido todavía valorados como merecen, pero que hicieron que la antorcha de la cultura, y de la España que une, parpadeara ahí, junto al Mediterráneo, mientras la España oficial (y cainita) que había sido construida y cimentada al grito de « Muera la inteligencia», miraba con desconfianza y recelo aquellas hojas volanderas que cada día se incrustaban más en el leer y el hacer español. «Papeles de Son Armadans» no recibió nunca ninguna subvención, en una época en que hasta los boletines de los clubs deportivos podían recibirla. Y con el viento en contra del mundo oficial navegó sola, confiando solamente en el arte y la pericia, que todo hay que decirlo, de la marinería.
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El tiempo ponía en evidencia una vez más, el divorcio entre la España real y la España oficial, entre una sociedad traumatizada que busca sus señas de identidad y un Estado, que en el mejor de los casos la ignora y casi siempre la persigue. La España «madrastra de sus mejores hijos», de que se queja Lope de Vega.
Está claro que la revista representa desde 1956 -y a esto quería llegar- la contracultura española,la única respuesta en su género al mundo oficialque se resistía a la admisión del mundo oficialmente desaparecido en el año 1939 y el que quedóaquí tratando con empeño de encontrar su camino.
Pues bien, es así que en las páginas entrañables
CAMMprSau LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE-CU.AI.BNT A Y UNA M.ADl.!lAS ESCOGIDAS PO& JAUMB J>LA
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LAS BDICIONBS DE LOS J>.AP&BS DE SON AJI.MADANS COLECCIÓ!II PR.ÍNCJPE DON JUAN MANUEL DB 0.11.ltAS DB C.J.C •• IV. PALMA DE MAU..0.ltCA, 11'4
de «Papeles» se dieron cita estos hombres de la contracultura, y no puedo evocar sin emoción, la llamada «Carpeta de colaboradores», esperando su turno para hacer oír su voz desde tan gallarda como acogedora tribuna.
El éxito vino pronto y la revista tuvo amplia y calurosa acogida. En el extranjero, las Universidades y Centros culturales hispanófilos se suscribían. Recuerdo que eran las Universidades de los Estados Unidos las que tenían más suscripciones.
La revista tuvo varios domicilios y siempre los mismos de Camilo José Cela, calle Bosque, calle José Villalonga y la Bonanova, hecho material que simboliza muy bien el esmero de cuidadoso artesano con que el escritor trató siempre todo lo referente a la confección de la revista, queriendo
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tener siempre al alcance de la mano cuando se refiriese a ella.
El interés por la revista desbordó con mucho las fronteras. Y no hay que olvidar que fue un italiano, Eugenio Tiberi, en 1968, el que hizo la primera tesis sobre «I Papeli de Son Armadans», con la que se doctoró en Roma en dicho año.
¿ Qué tipo de revista se proponía ser «Papeles»? Cela, en el primer número escribía una introducción que es muy ilustradora a este respecto, y que lleva por título: «Algunas inevitables palabras», y entre otras cosas decía: «Papeles ... como cualquier otra revista literaria que se precie, aspira a �er un poco un cajón de sastre, aunque, eso sí, uncajón de sastre ordenado ... »
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Y en otro lugar del mismo título: «Papeles ... tendrá su ensayo y su prosa, y su poesía, y su teatro y su crítica. Ya veremos ... »
Y cuandó alguien, mucho más tarde, le pregunta:
-¿ Cuál es la ilusión que Camilo José Cela le haseñalado a su revista? El escritor contesta: «La de servir honestamente a la verdad intelectual y estética.»
«La flecha en el tiempo» de «Insula» , en su número de mayo de 1979 recordaba unas palabras escritas en 1957, después de levantarle la prohibición. «La razón de ése éxito -escribíamos entonces en una flecha- está en lo que muchos no hubieran sQspechado quizá de Cela. La revista, desde su primer número, ha mostrado una arquitectura exquisita, ordenada, cuidada, un buen
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gusto extraordinario hasta en los más pequeños detalles, una exigente calidad en los originales y una breve independencia, sin la cual su director no hubiese emprendido esta aventura».
Basten solamente estas citas para darse cuenta más que suficiente que «Papeles de Son Armadans» había concebido una estructura, elaborando una línea en todo orden, a la que fue consecuente desde el número uno hasta el 276 y último, y los bises que comprende la colección.
Ya desde el número uno vemos una serie de nombres selectos; Gregorio Marañón, Alonso Zamora Vicente, Castellet, Moreno Galván, Dámaso Alonso, Carlos Riba, Rafael Sánchez Ferlbsio ... , y, naturalmente, Camilo José Cel� con «Al-
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1. Afio V
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gunas inevitables palabras» , de que hicimos mención.
A estos hombres se fueron alineando otros hasta conseguir una brillante nómina, hasta pasar del millar el número de colaboradores que llenaron las páginas de la revista.
Muchas clasificaciones admitirían ese millar y pico de colaboradores. U na podía ser la de los escritores que se vieron obligados a salir de España y los que quedaron aquí. También se les podía clasificar por nacionalidades. Otra clasificación podía ser en escritores que escribían en gallego o catalán, cuando escribir en estas lenguas era comprometido.
Entre los pintores que dibujaron viñetas e ilustraciones para los números especiales, recuerdo algunos nombres, más (áciles de citar que los co-
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laboradores literarios, porque fueron menos, nombres que se recomiendan por sí mismos, como Picasso, Miró, Zabaleta, Gutiérrez Solana, Angela von Neumann, Ulbricht, Millares, Tapies, Benjamín Palencia, Francisco Mateos, Rafael Alberti, Saura, Soler-Jové, Eduardo Vicente, Angel Ferrant. ..
En el mundo de las artes plásticas en España, «Papeles» coincidió con los años de la gran transformación. De un país ignaro en arte, se pasó a una España triunfadora en los más importante certámenes mundiales del arte contemporáneo.
Desde su primer número, «Papeles» dedicó una atención especial a la pintura y escultura contemporánea, atendiendo al nuevo lenguaje plástico con una mirada completamente nueva, en relación y en incidencia con la literatura, con la poesía, con la música, con la sociedad en general. Picasso lo decía, y la realidad le daba la razón; «la pintura moderna no se ha hecho para decorar viviendas, es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo». Enemigo que Picas so no cita, pero que, sin duda, se refiere al inmovilismo, a la rutina, a la reiteración, al dogmatismo, al burocratismo, al conservadurismo, como tan agudamente apunta Cesáreo Rodríguez-Aguilera.
Como indicaba más arriba, «Papeles» dedicó mucha atención a las artes plásticas, y los críticos más autorizados escribieron en sus páginas. Así el arriba citado Cesáreo Rodríguez-Aguilera, que con Moreno Galván y Juan Eduardo Cirlot sorr los críticos que más estudios publicaron en «Papeles». También Lafuente Ferrari, Aguilera Cerní, Corredor Matheos, Santiago Amón, Mario Angel Marrodán, y el mismo Camilo José Cela con estudios sobre Solana, Rouault, y la crónica de su primera visita a Picasso.
Con toda conciencia omito clasificaciones y nombres, citando sólo los imprescindibles, porque rebasa con mucho las pretensiones de este artículo, pero que hay que tenerlas muy en cuenta en un trabajo de otra índole y amplitud. Por sus páginas pasan el ensayista, el poeta lírico, el novelista, el filósofo, el dramaturgo, el crítico literario, el historiador, el profesor, el pintor, el tratadista de arte, el psiquiatra, el periodista... Y todos ellos con materiales de interés, de primera mano y calidad. Son artículos renovadores, profundos y que se prestan a la reflexión y a la discusión. Toda esta materia aportada es distribuida en secciones, como departamentos definidos de la revista, y con una titulación original y elegante, que contribuyó no poco, a dar un estilo a la revista desde el comienzo. Estos títulos -que seguían siempre a las palabras iniciales de Cela y que tienen su impronta- son, por ejemplo: «El taller de los razonamientos», «El hondero», « Yunque de tinta fresca», «Plazuela del Conde Lucanor», «Las botas de siete leguas», «Tribunal del viento», «La Atalaya y el mapa», «El buen decir», «El lenguaje, ese pez volador», entre otras secciones, amén de índices y bibliografías.
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Veintitrés años de duración tuvo «Papeles de Son Armadans». Primavera de 1956 a Primavera de 1979. Veintitrés años para una revista literaria en España es un largo y meritorio camino. XCII tomos a tres números cada uno hacen 276 números-ejemplares. Y todos ellos hechos con amor, con ese cuidado amoroso que Camilo José Cela lleva a todo lo concerniente al libro y a la edición.
Igualmente hay que mencionar aquí, y editada por la revista como complemento, la colección «Juan Ruiz» de poesía española contemporánea que dirigió el mismo Cela, con el mismo formato y cuidado que la revista.
En la colección «Juan Ruiz» y dentro de la rúbrica general de «Las ediciones de los Papeles
CAMILO JOSÉ CELA
GAVILLA DE FÁBULAS SIN AMOR
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de Son Armadans» señalaremos únicamente algunos títulos; «Paisaje con figuras» por Gerardo Diego, «El descampado» por Luis Felipe Vivanco, «Cincuenta poesías inéditas» por Miguel de Unamuno, «Cantata en Aleixandre» por Gabriel Cela ya, «Historia Natural» por Jorge Guillén, «Signos del ser» por Emilio Prados, «Pisando la dudosa luz del día» por Camilo José Cela, «A la sombra del arce» por Amelía Agostini de del Río, y «Silva, grillera y cigarral» por Manolito el Pollero.
Y ésto fue «Papeles de Son Armadans» una revista, que en una época difícil, sostuvo el peso de la contracultura, y que, sin � alharacas, salió airosa de su cometido, �� con gran altura literaria, eficacia y estilo. �