Desde cajas de cerillas hasta obras maestras de Arthur Danto

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CBA COLECCIONISMO 77 La práctica del coleccionismo artístico es al menos tan antigua como la de filoso- far acerca de la naturaleza del arte, pero en el canon fundamental de los textos sobre estética, desde Platón y Aristóteles, pasan- do por Kant y Hegel, hasta llegar a Nietzsche y Heiddeger, no hay nada que nos permita concluir que el arte sea algo que las perso- nas pueden coleccionar. Gran parte de lo que han escrito los filó- sofos presupone que coleccionar arte cons- tituye un afán casi irracional, bien porque el arte se presenta como algo demasiado des- preciable para imaginarse que alguien pueda querer poseerlo, bien porque aparece como algo tan elevado que nadie que compren- da su naturaleza podría querer comprar- lo o venderlo. La teoría del arte de Platón, que lo entiende como imitación, como algo poco menos efímero que una imagen refle- jada en un espejo, desacredita las obras de arte hasta el extremo de que no tiene sen- tido desearlas: ¿quién en su sano juicio iba a tener interés en poseer una imitación? ¡Sería como querer poseer una sombra! Kant, que pensaba en el arte principalmente en términos de belleza, analizó la valoración de la belleza en clave de placer desinte- resado. Pero, en realidad, lo que define la mentalidad del coleccionista es el interés, y el deseo de posesión parece tan arraiga- do en nuestra relación con el arte como lo está en nuestra relación con un ser amado. «Monsieur le Prince de Galles –afirmó Rubens refiriéndose a Carlos I de Ingla- terra– est le prince le plus amateur de la peinture qui soit au monde» [«el prínci- pe de Gales es el más entendido en pintura de todos los príncipes del mundo»]. Pero En los años ochenta, Arthur C. Danto, profesor emérito de la Universidad de Columbia, saltó a la fama como crítico y teórico del arte –tras haber alcanzado amplio reconocimiento académico en el campo de la filosofía analítica–, por sus provocadoras tesis sobre el fin del arte. En este breve e inspirador artículo nos ofrece una nueva muestra de su visión iconoclasta. desde cajas de cerillas hasta obras maestras: para una filosofía del coleccionismo ARTHUR C. DANTO TRADUCCIóN RICARDO GARCÍA PÉREZ COPYRIGHT © 1991 ARTHUR DANTO Wolf Vostell, Sin título (Mercedes), 1991. Técnica mixta, 104,3 x 75,4 cm. Colección de Pilar Citoler

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Texto sobre la práctica del coleccionismo, cómo pensar el concepto de coleccionismo para luego hablar de una filosofía del arte.

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    La prctica del coleccionismo artstico es al menos tan antigua como la de filoso-far acerca de la naturaleza del arte, pero en el canon fundamental de los textos sobre esttica, desde Platn y Aristteles, pasan-do por Kant y Hegel, hasta llegar a Nietzsche y Heiddeger, no hay nada que nos permita concluir que el arte sea algo que las perso-nas pueden coleccionar.

    Gran parte de lo que han escrito los fil-sofos presupone que coleccionar arte cons-tituye un afn casi irracional, bien porque el arte se presenta como algo demasiado des-preciable para imaginarse que alguien pueda querer poseerlo, bien porque aparece como algo tan elevado que nadie que compren-da su naturaleza podra querer comprar-lo o venderlo. La teora del arte de Platn, que lo entiende como imitacin, como algo poco menos efmero que una imagen refle-jada en un espejo, desacredita las obras de arte hasta el extremo de que no tiene sen-tido desearlas: quin en su sano juicio iba a tener inters en poseer una imitacin? Sera como querer poseer una sombra! Kant, que pensaba en el arte principalmente en trminos de belleza, analiz la valoracin de la belleza en clave de placer desinte-resado. Pero, en realidad, lo que define la mentalidad del coleccionista es el inters, y el deseo de posesin parece tan arraiga-do en nuestra relacin con el arte como lo est en nuestra relacin con un ser amado.

    Monsieur le Prince de Galles afirm Rubens refirindose a Carlos I de Ingla-terra est le prince le plus amateur de la peinture qui soit au monde [el prnci-pe de Gales es el ms entendido en pintura de todos los prncipes del mundo]. Pero

    En los aos ochenta, Arthur C. Danto, profesor emrito de la Universidad de Columbia, salt a la fama como crtico y terico del arte tras haber alcanzado amplio reconocimiento acadmico en el campo de la filosofa analtica, por sus provocadoras tesis sobre el fin del arte. En este breve e inspirador artculo nos ofrece una nueva muestra de su visin iconoclasta.

    desde cajas de cerillas hasta obras maestras: para una filosofa del coleccionismoarthur C. DantoTRADUCCin ricardo Garca Prez

    COPYRiGHT 1991 arthur danto

    Wolf Vostell, Sin ttulo (Mercedes), 1991. Tcnica mixta, 104,3 x 75,4 cm. Coleccinde Pilar Citoler

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    Carlos I no era un esteta desinteresado: compr obras de Rubens, as como los car-tones de Rafael y las fabulosas colecciones palaciegas de Mantua, y consigui que Van Dyck le hiciera unos retratos maravillosos a cambio de nombrarlo caballero y conce-derle un estipendio. Una vez que la Revo-lucin se apropi de las obras de arte de los aristcratas, la actitud del pueblo fran-cs consisti en reclamar que ahora eran suyas. Toda nacin que se precie de ser-lo define su identidad mediante los teso-ros que alberga en sus museos nacionales y negocia sin descanso para recuperar sus bienes culturales. Si Kant estuviera en lo cierto, qu importara dnde se alojaran los mrmoles de Elgin?

    Es ste nicamente un ejemplo ms de la inconsciencia crnica de la filosofa, similar al hecho de que en ningn frag-mento de su densa y abstracta prosa sobre la naturaleza humana se haya sealado una sola vez que los seres humanos son sexua-dos, por no hablar de que tienen gne-ro? O se debe, por el contrario, al hecho de que el coleccionismo y la posesin son secundarios con respecto a la esencia del arte? Hay tantas cosas que se coleccio-nan!, podra haber dicho el filsofo en su disculpa: cajas de cerillas, cromos de bis-bol, botellas de cerveza, sellos, monedas, agitadores de ccteles, libros de bolsillo, huevos de aves, conchas marinas, simples piedras Se puede crear una coleccin con cualquier tipo de objetos y, por tan-to, tambin con obras de arte, siempre que se las considere entidades visibles y tan-gibles. Ahora bien, Hegel pensaba que el arte, como modo de ser del Espritu Abso-luto, era, junto con la religin y la propia filosofa, una de las encarnaciones espiri-tuales ms elevadas. Pero entonces, qu puede tener en comn el arte con las cha-pas de botella si con lo que realmente tiene afinidad es con la metafsica y la religin? Qu nos dira acerca de la naturaleza de la filosofa el hecho de que haya coleccionis-tas de libros de filosofa?, o acerca de las profundas verdades de El Corn el hecho de que los emires coleccionen ediciones raras de ese libro? El Corn podra habitar, y de hecho habita, en la memoria de las personas y en sus corazones. Al fin y al cabo, podra concluir el filsofo, debe de haber alguna razn por la que aquellos que disponen de los medios (los prncipes, los cardenales y

    los acaudalados del mundo), quieran colec-cionar arte. El pueblo francs difcilmente podra haber sentido orgullo al apropiarse de la coleccin de yoys de algn aristcra-ta. Carlos I no habra recibido ningn elogio si hubiera sido un entendido en calzadores ornamentales (de ser as, se le habra tilda-do despectivamente de chiflado).

    Qu tpico de la filosofa es conside-rar accesorio el que las obras de arte sean objetos materiales encarnados en pintura, mrmol, tinta, bronce, estuco o madera! Alguien podra decir tambin que es secun-dario en nuestra condicin humana el hecho de que tengamos genitales e interpretemos la felicidad en trminos carnales. Pero, si la encarnacin material forma parte realmen-te de la esencia del arte, tal vez entonces la indiferencia radical hacia esta dimensin de su ser no slo explique lo que en oca-siones se ha calificado como monotona de la esttica, as como la irrelevancia del canon en nuestra experiencia del arte. Qui-z tambin signifique que la filosofa lo ha entendido mal desde el primer momento.

    Pensemos que el coleccionismo, y con-cretamente el coleccionismo de arte, es un elemento de un entramado de prcti-cas institucionales inconfundibles, todas las cuales deben darse para que el acto de coleccionar aparezca como algo diferente de la mera tarea de reunir cosas en un lugar o de acumular objetos. Es como si la tota-lidad del entramado apareciera en su con-junto, como un lenguaje o un sistema de significados. Si es as, entonces coleccio-nar arte ser una prctica que slo se dar en aquellas culturas que poseen en cierta medida un mundo artstico instituciona-lizado: las de Atenas y Florencia no seran desde el punto de vista institucional tan diferentes de las del SoHo o el Marais.

    Adems, el coleccionismo no se puede explicar mediante el instinto, a diferencia de determinadas conductas externamen-te similares del mundo animal. No todas las culturas, ni siquiera las que poseen una tradicin artstica consolidada, tendrn coleccionistas serios. El tipo de preocu-pacin por las obras de arte que define el coleccionismo como prctica (distinguir entre obras menores y obras maestras, o clasificarlas en funcin de su rareza o esca-sez) no necesariamente se da en todas las culturas. Estas preocupaciones nacen de un determinado ambiente conceptual y

    Jos Mara Sicilia, Flor roja, 1987. Pintura acrlica sobre lienzo, 300 x 60,3 cm. Coleccinde Pilar Citoler

    La teora del arte de Platn, que lo entiende como imita-cin, desacredita las obras de arte hasta el extremo de que no tiene sentido desearlas: quin en su sano juicio iba a tener inters en poseer una imitacin?

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    slo puede ser coleccionista alguien que haya interiorizado dicho ambiente y dis-ponga de medios monetarios, por supues-to. Permtaseme aadir que algo parecido puede decirse acerca de la filosofa, que, como prctica formal, slo existe, curiosa-mente, en las culturas en las que se colec-ciona arte. Dar un paso ms: sostengo que hay una relacin ms profunda de lo que en un principio pueda parecer entre filosofa y coleccionismo de arte.

    En el momento en que hay coleccio-nismo, se presupone inmediatamente que existen otros dos tipos de individuos: el falsificador y el especialista. El falsifica-dor tiene la habilidad de introducir objetos en las colecciones con pretensiones espu-rias, hacindolos pasar por autnticos. Si no existiera diferencia entre lo autntico y lo falso, no habra falsificadores; pero tam-poco colecciones, puesto que las coleccio-nes son, por naturaleza, excluyentes. Ni habra filsofos, puesto que la filosofa es inconcebible sin algn tipo de anlisis de la diferencia entre apariencia y realidad. Por su parte, el especialista tiene la habi-lidad de mantener fuera de las colecciones los productos de los falsificadores, culti-vando el conocimiento de las diferencias entre lo aparente y lo real. All donde esta distincin no penetre en la cultura, tal vez haya arte, pero no coleccionismo de arte. Si tenemos en cuenta que los fantasmas de la ilusin y la falsa identidad se ciernen sobre las piezas de una coleccin, es fcil enten-der por qu los filsofos, que piensan que el arte es algo excelso, deben suponer que su esencia reside en algn otro lugar.

    En la Europa medieval existi sin duda la prctica de la falsificacin, no slo del arte, sino tambin de documentos y, sobre todo, de reliquias. Haba gentes cuyo medio de vida consista en rastrear y conseguir reliquias, as como toda una estructu-ra de intermediarios que cre un merca-do de fragmentos sagrados y astillas de la Vera Cruz. Estos papeles tienen su equi-valente en el mundo del arte, que requie-re exploradores del mercado y marchantes, que deben preocuparse sagazmente por los

    asuntos relacionados con la procedencia; lo cual, a su vez, ofrece ms vas de acceso a los falsificadores y los especialistas, y deja sitio tambin a otra disciplina de la que raramente se ocupan los estetas, a saber: la historia del arte. Es precisa la participacin del historiador del arte para determinar si una supuesta procedencia es posible, lo cual requiere prestar mucha atencin a los perodos artsticos y los estilos individua-les. Todo esto significa que es de la prctica de coleccionar de donde nace la idea de que el artista posee un estilo y ocupa un deter-minado lugar en la historia; y junto con estas ideas aparecen las habituales caute-las de los catlogos de las casas de subasta atribuido a, al estilo de, escue-la de y similares, que son variaciones sobre el tema de la autenticidad. As es como surge la pregunta sobre la interpre-tacin y el contenido. Si en un determinado momento todo el mundo pinta manzanas o guitarras, no sabremos nada sobre un pin-

    tor concreto a partir del hecho de que pin-te manzanas o guitarras; a menos que sea el primero en hacerlo. Y as empieza la bs-queda de los precedentes

    Como este proceso se ha institucionaliza-do en nuestra cultura, es imposible suponer que no contribuya a formar la conciencia del artista, que pinta (al menos, en parte) para ser coleccionado, procurando ser el prime-ro en algo y cultivando un estilo individual. De este modo, coleccionista y artista se con-vierten en facetas de una misma realidad.

    Dado que en nuestra cultura el colec-cionismo no es accesorio al arte, tampoco debera ser secundario en la filosofa del arte por ms que los filsofos imaginen una y otra vez una sociedad utpica en la que el arte existira liberado de las exigen-cias de la mercantilizacin. Puede que no sea mala idea empezar con el concep-to de coleccionismo para, a partir de ah, avanzar paso a paso en la elaboracin de una filosofa del arte adecuada.

    El abuso de la belleza: la esttica y el concepto del arte, Barcelona, Paids, 2005

    La distancia entre el arte y la vida, Madrid, Fundacin ICO, 2005

    Ms all de la caja Brillo: las artes visuales desde la perspectiva poshistrica, Madrid, Akal, 2003

    El cuerpo / el problema del cuerpo, Madrid, Sntesis, 2003

    La Madonna del futuro: ensayos en un mundo del arte plural, Barcelona, Paids, 2003

    Historia y narracin: ensayos de filosofa analtica de la historia, Barcelona, Paids, 2002

    La transfiguracin del lugar comn: una filosofa del arte, Barcelona, Paids, 2002

    Qu es una obra maestra?, Barcelona, Crtica, 2002 [et al.]

    Despus del fin del arte: el arte contemporneo y el linde de la historia, Barcelona, Paids, 1999

    Qu es la filosofa, Madrid, Alianza, 1984

    Acciones bsicas, Mxico, UNAM, 1981

    Antoni Tpies, Trazos entre parntesis, 1966-1967. Tcnica mixta (ltex y polvo de mrmol sobre lienzo), 50,3 x 70,3 cm. Coleccin de Pilar Citoler

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