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    Novela episdica o conjunto de relatos que se integran finalmente en una imagen

    unitaria que trasciende la ancdota y la peripecia biogrfica de los personajes,

    DESCIENDE, MOISS(1942) narra la saga de la familia McCaslin, en la cual sefunden las razas blanca y negra, con las complejas y cambiantes relaciones que

    se dan entre sus miembros. En este conjunto narrativo, que puede verse como un

    emblema de la historia del Sur de los Estados Unidos, William Faulkner (1897-1962) entrelaz algunos de los motivos recurrentes de su obra y que hacen de l

    una de las ms grandes figuras de la literatura de todos los tiempos, como la

    relacin del hombre con la tierra, el efecto corrosivo del progreso y el

    materialismo, y la compleja naturaleza moral del hombre ante s y frente a aquello

    que lo rodea.

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    William Faulkner

    Desciende, MoissePub r1.0

    Titivillus 11.06.16

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    Ttulo original: Go down, Moses

    William Faulkner, 1942

    Traduccin: Mara Coy Girn

    Editor digital: Titivillus

    ePub base r1.2

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    INTRODUCCIN

    Desciende, Moiss(1942) es un conjunto de relatos. Claro que nada en Faulkner escapa ala fuerza gravitatoria que en su obra ejerce la intencin de hacer cuajar un mundo queencuentra su ncleo en el ficticio condado de Yoknapatawpha, por lo que estos siete

    relatos, atravesados por los mismos personajes (o, al menos, los mismos apellidos), y porcircunstancias anlogas que son visitadas ms de una vez, pueden ser considerados algoms que un conjunto de relatos, como si aspirasen a la hbrida categora de novelafragmentaria. La verdad es que Faulkner fue escribiendo estos relatos y vendindolos adiferentes revistas y peridicos. As, antes de aparecer reunidos, el relato tituladoDesciende, Moiss apareci en la revista Colliers en enero de 1941; El otoo deldelta, en la edicin de mayo-junio de Storyde 1942; Gente de antao, enHarpers, ensetiembre de 1940, revista que un mes ms tarde public tambin Bufn en negro. Elcuento ms famoso del volumen, El oso, apareci en The Saturday Evening Post enmayo de 1942, luego form parte deDesciende, Moissy mucho ms tarde, en 1955, unatercera versin integr el libro de relatos de caza titulado Grandes bosques.

    En cierta forma, Desciende, Moiss se emparenta con la estructura y las intencionessubyacentes en El valle largo, de John Steinbeck, editado cuatro aos antes. AquFaulkner se maneja en varios registros, en todos ellos con una soltura inusitada. Porejemplo, en los relatos protagonizados por el inefable Lucas Beauchamp (secundado porsu inepto yerno, George Wilkins), el humor es de una importancia trascendente. Cuestinde leyes y No siempre es oro, poseen muchos pasajes hilarantes, tanto que casi diraque es difcil contener la carcajada, algo que tambin me haba pasado, precisamente conFaulkner, en otros dos relatos: Loco por un caballo y Al Jackson (relato epistolardirigido a Sherwood Anderson).

    El resto de los relatos estn prcticamente exentos de trazos cmicos (con la notableexcepcin de las escenas protagonizadas por Boon Hogganbeck, un personajeincreblemente amplio, primario, emotivo, dueo de un coraje animal y de una torpezainagotable), y se dedican a la configuracin de una tierra y un tiempo. Cuatro de ellos

    (Lion, Gente de antao, El otoo del delta y El oso) giran sobre las expedicionesde caza que un grupo de hombres lleva en noviembre de cada ao en los bosquespertenecientes al mayor de Spain. Entre perros excepcionales, ciervos fantasmales y ososprovenientes de un tiempo ancestral, rodeados de la inmensidad, los hombres de Faulknerson siempre otra cosa, un algo ms que lo visible que la historia y el lenguajepersiguen igual que ellos persiguen a su presa, quiz con la conviccin del fracaso, aunquetambin con la esperanza del triunfo, y siempre con el conocimiento de la necesidad dehacer lo que hacen. La cacera como rito arcaico, como algo ms que un hombre matandoy un animal muriendo; el bosque en retroceso ante el progreso imparable del mismo modoen que el cerebro avanza sobre el corazn; el tiempo avanzando sobre hombres, animales,rboles, cubrindolo todo de un sino trgico; y en medio de esa tragedia, la bsqueda de laverdad y, a veces, el hallazgo de esa verdad humilde y orgullosa. Ese es el tema de estos

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    relatos de un Faulkner esplndido.

    Completan el volumen Bufn en negro, la historia del dolor del gigantesco negroRider luego de la muerte de Mannie, su joven esposa, y de las cosas que hace para intentaraplacar ese dolor; y Desciende, Moiss, donde un par de buenos hombres tratan delograr que una abuela no se entere de que su nieto, convertido en criminal a pesar de sus

    esfuerzos, ha sido ejecutado, mientras ellos preparan el regreso del cuerpo a la tierrafamiliar en un coche fnebre y un cajn plateado, al tiempo que la abuela, en el delirio dela pena y la vejez, no puede dejar de repetir una salmodia enloquecida y serena: Vendi ami Benjamn dijo la vieja. Lo vendi en Egipto. Lo vendi en Egipto. Roth Edmondsvendi a mi Benjamn. Lo vendi al faran. Lo vendi al faran y ahora est muerto.

    Leyendo a Faulkner uno puede entender muchas cosas de la literatura del siglo XX.Puede entender el imperioso influjo que ejerci sobre autores de todo el mundo, s, peroms all de eso uno puede pasar a travs de l para conocer y comprender una forma de

    ver la literatura que no se ha vuelto obsoleta, que, muy por el contrario, parece cada vezms necesaria: una literatura que sea capaz de amalgamar en su corazn las ideas y lossentimientos, una literatura capaz, a un tiempo, de explicar un mundo y formar parte deese mundo, de ser, en un solo movimiento, literatura, pensamiento y emocin, con laesperanza de que detrs de todo eso podamos vislumbrar algo ms, un sentido, un destino,un propsito.

    Y un pequeo perro sin nombre y mestizo y con muchos padres, adulto ya pero

    de menos de seis libras de peso, dicindose como para sus adentros: No puedoser peligroso, porque no hay nada mucho ms pequeo que yo mismo; no puedo

    ser fiero, porque dirn que slo es ruido; no puedo ser humilde, porque ya estoy

    demasiado cerca del suelo como para doblar la rodilla; no puedo ser orgulloso,

    porque tampoco puedo estar tan cerca de l como para saber quin proyecta una

    sombra, y ni siquiera s que no voy a ir al cielo, porque han decidido que no poseo

    un alma inmortal. As que lo nico que puedo es ser valiente. Pero est bien.

    Puedo serlo, aunque sigan diciendo que slo es ruido.

    Aparte de los siete relatos originariamente integrante de esta recopilacin, se aaden(provinientes de otras): Carrera en la maana (Grandes Bosques), Pen Porcino (Lamansin)yNinfolepsia (Relatos no reunidos).

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    LION

    En la vida de los perros me refiero a los perros utilizados para cazar osos y ciervosuega un papel muy importante el whisky. Es decir; los hombres que los aman, los

    hombres que emprenden duras caceras con estos duros e infatigables valientes perro de

    caza, son grandes bebedores. Tengo la plena certeza de que las mejores, las ms deliciosascharlas acerca de perros que he escuchado en mi vida tuvieron lugar en torno a unabotella, tal vez en torno a dos o a tres, bien en bibliotecas de casas urbanas o endependencias domsticas de plantaciones o, mejor an, en los mismos campamentos; antelos troncos ardientes de los hogares cuando se trataba de casas, o ante las altas llamas delas hogueras alimentadas por negros, a poca distancia de las tiendas desplegadas y fijas enla tierra con estacas, cuando se trataba de campamentos. De modo que esta historia bienpodra empezar tambin con whisky.

    Era diciembre; era el diciembre ms fro que haba conocido en toda mi vida.Llevbamos acampados una semana yo slo tena diecisis aos entonces y a loshombres se les haba acabado el whisky, as que Boon Hogganbeck y yo fuimos aMemphis a comprarlo, con una maleta y una nota del mayor de Spain. O sea, el mayorSpain mandaba a Boon a comprar el whisky, y a m para hacer que Boon volviera alcampamento con el whisky en la maleta y no dentro de Boon. Boon tena sangre india.Decan que la mitad, pero yo no lo creo. Creo que fue su abuela la que haba sido unaindia chickasaw, sobrina del jefe que posey un da la tierra que perteneca ahora al mayorde Spain, la tierra en la que cazbamos.

    Boon meda ms de un metro noventa de estatura, y tena la mente de un nio y elcorazn de un caballo y la cara ms fea que yo haba visto en mi vida. Era como si alguienhubiera encontrado una nuez un poco ms pequea que un baln de baloncesto y con unmartillo de mecnico le hubiera moldeado los rasgos faciales y luego la hubiese pintado,sobre todo de rojo. No era el rojo de los indios, sino un rojizo brillante y esplndido en elque algo tendra que ver quiz el whisky, aunque lo ms probable era que fuera debidoprimordialmente a la dichosa y violenta vida al aire libre. Sus arrugas deba de tener

    unos cuarenta aos seguramente le vendran de mirar con ojos entrecerrados al sol o enla penumbra de los caaverales por donde haba escapado la caza, o haban sido grabadasen su cara por los fuegos de los campamentos, mientras trataba de dormir sobre el frosuelo de noviembre o diciembre, a la espera del alba para salir de nuevo de caza, pues eracomo si el tiempo fuera simplemente algo que atravesara con su cuerpo como se atraviesael aire, sin que lo envejeciera ms de lo que le envejeca el aire. Sus ojos eran comobotones de zapato, sin profundidad ni mezquindad ni generosidad ni perversidad nibondad ni nada en absoluto. Eran simplemente algo con lo cual poda ver. No tenaprofesin ni oficio ni cometido definido: se limitaba a hacer todo lo que el mayor Spain lemandaba. Aos despus, tras la muerte de Lion, el mayor le nombr jefe de polica deHokes, la pequea poblacin situada en la linde del coto del mayor Spain. Pero aquellohabra de suceder ms tarde: Lion no haba muerto todava.

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    Aquel da nos levantamos a las tres de la madrugada. Ad nos tena preparado eldesayuno y dimos cuenta de l mientras oamos debajo de la cocina a los perros, que sehaban despertado al olor del jamn que se estaba friendo o tal vez por el ruido de los piesde Ad en el piso de arriba. Pudimos or a Lion, una vez tan slo y breve y perentorio, delmismo modo que el mejor cazador de un grupo ha de hablar slo una vez a los dems,salvo a los estpidos, y entre los perros del mayor Spain no haba ninguno estpido. A

    veces segn deca el mayor no poda evitar albergar en su casa a alguna genteestpida. Pero no importaba, porque no pretenda cazar con ella ni dependa de ella para lacaza.

    Ad tena ya las mulas enganchadas en el carro, esperndonos; haca fro, el sueloestaba helado y las estrellas lucan ntidas y rutilantes. Yo no tiritaba; tena slo un temblorfuerte y lento y constante; senta el estmago an caliente por el desayuno, una sensacinclida y grata en mi interior, mientras el exterior de mi cuerpo temblaba enrgica ylentamente, como si el estmago me flotara libre dentro igual que la esfera en el lquido deuna brjula marina.

    No perseguirn ninguna pieza esta maana dije. Ningn perro puede hoy tenerolfato.

    Slo Lion dijo Ad. Es capaz de perseguir a un oso a lo largo de un glaciar demil acres. Y de atraparlo tambin. Los dems perros no importan, porque no hay ningunoque pueda compararse con l ni de lejos.

    Bien, no van a salir a correr esta maana dijo Boon, cortante y categrico. El

    mayor prometi que no saldran a cazar hasta que Quentin y yo volvamos.

    Estaba sentado en el pescante, al lado de Ad, con los pies envueltos en sacos de estopay embutidos en una colcha, la de su jergn de la cocina, que le tapaba la cabeza porcompleto, de forma que su figura no guardaba parecido alguno con nada conocido. Ad seri.

    Me gustara saber por qu necesita esperarte a ti el mayor. Es a Lion a quien va autilizar. En mi vida he odo decir que t hayas trado ni un oso ni ninguna otra carne al

    campamento.Santo Dios, el mayor no va a poner a Lion ni a ningn otro perro a perseguir

    ninguna pieza hasta que yo vuelva dijo Boon. Me lo prometi. Y t azota a las mulas;es que quieres que me congele?

    Se comportaban de un modo extrao, y era a causa de Lion. Boon tena mala famaentre los negros, y sin embargo, cuando Lion tena algo que ver en la conversacin,aunque no se le mencionara siquiera, Ad se diriga a Boon como si fuera un blanco quienhablara. Y Boon se lo permita. Se comportaban de un modo extrao en relacin con Lion.Ninguno de ellos era su dueo ni tena esperanza alguna de llegar a serlo algn da, y nocreo que se les ocurriera nunca pensar: me gustara que ese perro fuera mo. Porque anadie se le ocurrira pensar que Lion fuera propiedad de alguien, como a nadie se le

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    ocurrira pensar que un hombre pertenece a otro, ni siquiera al mayor Spain. Era normalque se pensase que la casa y los bosques le pertenecan, e incluso los ciervos y osos quehaba en ellos; hasta los ciervos y osos cazados all por otra gente eran abatidos porcortesa del mayor Spain, que los ofreca por propia delicadeza y voluntad. Pero no Lion.Lion era como esos jefes de tribu aztecas o polinesios a quienes no se considera hombres,sino ms que hombres y menos que hombres a un tiempo. Porque, una vez en el

    campamento, tampoco nosotros ramos hombres: ramos cazadores. Y Lion era el mejorcazador de todos nosotros, seguido por el mayor de Spain y por el to Ike McCaslin. Y nohablaba nuestra lengua, no porque no pudiese, sino porque era el jefe, el Hijo del Sol;conoca nuestra lengua, pero perteneca a un nivel superior para dignarse a hablarla; a esose deba el que viviera en el subsuelo, debajo de la cocina, y no a que fuera un perro, unanimal: viva aparte por la misma razn que vivan aparte los jefes aztecas o polinesios, aquienes su propia divinidad se lo exiga. Lion no era en absoluto propiedad del mayor deSpain; lo que suceda era que a Lion le gustaba ms el mayor que cualquiera de nosotros,

    de la misma manera que en un ser humano podra haberse dado tal preferencia.Ad y Boon se comportaban de un modo extrao en lo relativo a Lion. Uno casi hubiera

    pensado que Lion era una mujer, una mujer hermosa. Yo sola escucharles; esperabanhasta que el mayor de Spain se sentara a la mesa de pquer, o se acostara si bamos a salirtemprano al da siguiente, y entonces Boon y Ad, cada uno por su parte, trataban de atraera Lion para que durmiera en su jergn. Ad dorma en la cocina y Boon en el cobertizo. Eradivertido. Ponan una seriedad extrema en el asunto; no discutan entre ellos, sino quedirigan sus desvelos hacia Lion, tratando de persuadirle o de tentarle. Y a Lion le tena sin

    cuidado con quin acabara durmiendo, y nunca se quedaba con ninguno de ellos muchotiempo, ni siquiera cuando haban logrado persuadirle, pues el mayor de Spain entrabasiempre con el farol en el cobertizo de Boon o en la cocina, segn las ocasiones, y lesobligaba a que sacaran fuera a Lion.

    Maldita sea sola decir, si se pasara la noche durmiendo con cualquiera devosotros la mitad de la noche tan slo, a la maana siguiente no sera capaz de rastrearsiquiera una mofeta.

    bamos, pues, bajo las estrellas aceradas, y el carro avanzaba a sacudidas sobre lasaceradas roderas, y a ambos lados se extenda el boscaje impenetrable y negro. A laderecha, no muy lejos, omos gritar a dos gatos monteses que estaban peleando. Luegollegamos a la va silenciosa, y Boon hizo seas al tren maderero de la madrugada, y nosmontamos en el clido furgn de cola rumbo a Hokes, y yo me ech a dormir detrs de laestufa roja mientras Boon y el revisor y el guardafrenos hablaban de Lion y de Old Bencomo otra gente hablara de Sullivan y Kilrain o de Dempsey y Tunney. Old Ben era unoso, y nosotros bamos a perseguirle para darle caza al da siguiente, tal como hacamosuna vez al ao, cuando montbamos el campamento. En la regin conocan a Old Bentanto como a Lion. No s por qu le llamaban as, ni quin le puso ese nombre; slo s quefue hace mucho tiempo. Se le conoca bien por los lechones que haba robado y losgraneros que haba saqueado y los perros que haba matado y las veces que haba sido

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    acorralado y el plomo que llevaba dentro del cuerpo (se contaba que haba sido alcanzadodos docenas de veces como mnimo, con escopetas de postas y hasta con rifles). Old Benhaba perdido tres dedos de la pata izquierda trasera en una trampa de acero, y en la regintodo el mundo conoca su huella, y sin necesidad incluso de tener en cuenta el tamao.Deberan haberle llamado, pues, Dos Dedos; era como se les haba venido llamando en laregin durante un centenar de aos a los osos de dos dedos. Su nombre, entonces, tal vez

    se deba a que Old Ben era un oso extraordinario El Oso Jefe, como le llamaba el to IkeMcCaslin, y a que todo el mundo saba que mereca un nombre mejor.

    Llegamos a Hokes al amanecer. Nos apeamos del clido furgn de cola con nuestraropa caqui manchada, nuestras cazadoras y nuestras botas embarradas. Boon no se habaafeitado desde que montamos el campamento, pero no importaba mucho porque Hokes noera ms que un aserradero y unas cuantas tiendas, y la mayora de los hombres llevabantambin las botas embarradas y ropa caqui. Buscamos un rincn donde esperar. Booncompr tres paquetes de rosetas de maz cubiertas de melaza y una botella de soda en elquiosco de peridicos, y yo me fui a dormir acompaado por el ruido de sus mandbulas.Pero en Memphis nuestro aspecto ya no era el apropiado. Los altos edificios y los durospavimentos y los tranvas hacan que nuestras botas y nuestra ropa caqui parecieran unpoco ms bastas y embarradas, y la barba de Boon peor afeitada y su cara, por momentos,menos digna de haber salido a la luz fuera de los bosques, o al menos fuera del alcance delmayor de Spain o de alguien que la conociera y pudiera decir: No se asusten; este tipo noes malo; no les va a hacer dao. Boon avanz por el piso de baldosas de la estacin,tratando de sacarse los restos de maz de entre los dientes con la lengua torca toda la

    zona de la boca, con las piernas un poco separadas y un poco rgidas a la altura de lascaderas, como si caminara sobre cristal pringado de grasa, y aquella incipiente barbaazulada sobre mejillas y barbilla, muy parecida a estropajo usado o a las hilachas de uncedazo.

    Fuimos directamente y llenamos la maleta, y Boon se compr una botella para l, puessegn dijo se la pensaba llevar a casa cuando levantramos el campamento. Paracuando llegamos de nuevo a Hokes al atardecer, sin embargo, la botella estaba vaca.Ech los primeros tragos en los lavabos de la estacin. Un hombre uniformado entr para

    decirle que all no se poda beber, pero despus de poner los ojos en la cara de Boonprefiri no decir ni una palabra. La segunda vez bebi el whisky en su vaso de agua,llenndolo bajo el borde del mostrados donde estbamos comiendo, y la camarera le dijoque no poda hacerlo. Entretanto, haba estado contndoles a la camarera y a los demsclientes cosas de Old Ben y de Lion. Entonces, en cierto momento le vino a las mientes eltema del zoo, y esboz un plan que consista en volver apresuradamente al campamento,coger a Lion y volver al zoo, donde segn l los osos se alimentaban de lenguas degato y de helados y donde enfrentara a Lion a todas las fieras, incluidos los elefantes y los

    tigres. Pero logr subirlo al tren con la maleta, as que las cosas volvieron a su curso; Boonse puso a beber en medio del pasillo mientras les hablaba de Lion y de Old Ben a losviajeros, los cuales, al igual que el encargado de los lavabos no os decirle a Boon que allno se poda beber, no osaron comportarse como si no quisieran escucharle. Llegamos a

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    Hokes a la cada del sol; hice apearse a Boon y a la maleta, y luego convenc a Boon paraque cenara.

    Cuando nos montamos en el furgn de cola del tren maderero de la noche, que volvapara adentrarse de nuevo en la espesura de los bosques, el sol enrojeca en su descenso yla temperatura pareci hacerse ms clida. Yo volv a dormirme, sentado detrs de la

    estufa roja, mientras Boon y el revisor y el guardafrenos hablaron de Lion y de Old Ben yde la cacera del da siguiente. Ambos saban de lo que Boon estaba hablando. En unaocasin me despert; haba oscurecido ya y el guardafrenos estaba asomado a laventanilla.

    El cielo est nublado dijo. Esta noche va a deshelar, y maana los perrosvolvern a tener olfato. A lo mejor Lion lo atrapa maana.

    Tendr que ser Lion o cualquier otro cazador. No podra ser Boon. Boon no sabadisparar. Nunca haba matado nada mayor que una ardilla, al menos que se supiera, aparte

    de aquel negro aquella vez. Sucedi hace algunos aos. Se deca que el negro era un maltipo, pero no puedo asegurarlo. Lo nico que s es que hubo un lo y el negro le dijo aBoon que la prxima vez que fuera a la ciudad sera mejor que se buscara una pistola, yBoon le pidi prestada una al mayor de Spain y, efectivamente, aquella tarde se encontrcon el negro y el negro sac una de esas pistolas de dlar y medio que se compran porcorreo, y hubiera acribillado a Boon con ella, pero los tiros nunca llegaron a salir. Seoyeron cinco chasquidos y el negro sigui avanzando hacia Boon y Boon dispar cuatroveces y rompi la luna de un escaparate y le dio en una pierna a una mujer negra que

    pasaba por all y al fin, con el ltimo disparo, logr alcanzar al negro en plena cara a seispies de distancia. Nunca supo disparar. El primer da de campamento, en la primera salidaque hicimos, el ciervo se fue derecho hacia Boon; al medir luego vimos que entre lashuellas del ciervo y los cinco casquillos no haba cincuenta pies de distancia. Omos lavieja escopeta de repeticin de Boon: pam, pam, pam, pam, pam, y luego le omos a l,y seguro que los gritos se oyeron hasta en Hokes:

    Maldicin, ah viene! Cortadle el paso! Cortadle el paso!

    A la maana siguiente tenamos compaa en el campamento; haba gente de Hokes yhasta de Jefferson, gente que vena todos los aos para salir con el mayor de Spain el dade la batida en busca de Old Ben. Era un da gris y algo ms clido; desayunamos a la luzde los faroles, mientras Boon frea los huevos y segua hablando, ms excitado y msimprevisible y con la cara ms desaseada que nunca, y Ad, sentado sobre una caja junto ala cocina, introduca los cartuchos pesados y macizos y grasientos en la carabina delmayor de Spain. Oamos tambin a los perros en el patio, donde Ad los haba atado ya enparejas a la cerca. Los oamos a todos ellos estallidos de gruidos casi fragorosamentehistricos salvo a Lion.

    No emiti sonido alguno; nunca lo haca. Recuerdo que despus del desayuno salimosfuera, a la luz dbil y hmeda y gris, y all estaba, separado de los dems perros y suelto;all, sobre sus cuatro patas, parecan tan enorme como un ternero o como una cra de

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    elefante o de bfalo, pese a su tamao. Tena algo de Walker, pero la mayor parte demastn. Era de un color parecido al de los alazanes oscuros, aunque tal vez fueran sus ojosde color topacio lo que lo haca parecer tan oscuro. Lo recuerdo all plantado, con lasgrandes patas y la cabeza solemne y fuerte y aquel pecho casi tan grande como el mo.Podan apreciarse al tacto, bajo su piel, los msculos largos y suaves y fuertes y quietos,que nunca delataban placer o disgusto alguno ante las caricias de nadie, ni del mayor de

    Spain ni de Boon ni de Ad ni de ningn desconocido. Permaneca all igual que uncaballo, con la nica diferencia de que un caballo promete nicamente rapidez, mientrasque Lion prometa con la serenidad y el aliento que procura la promesa de alguien enquien se confa plenamente una capacidad inmensa no slo de valor y de voluntad y depericia para rastrear y matar, sino de tenacidad, de voluntad de soportarlo todo ms all decualquier lmite imaginable al que pudieran ser llamados su carne y su corazn. Lorecuerdo aquel verano en que cazbamos ardillas; recuerdo que cuando los dems perrosrecorran de un lado a otro el fondo del valle, a la caza de mapaches o gatos monteses o de

    cualquier cosa que corriese y desprendiese olor, Lion no iba con ellos. Se quedaba en elcampamento con nosotros, y no para permanecer al lado del mayor de Spain o de Boon ode Ad o de alguien en particular, sino que se limitaba a quedarse echado por all cerca, enla actitud de esos leones tallados en piedra, con la cabeza alzada y las grandes patasextendidas ante l y quietas; nos acercbamos a l y le hablbamos o le acaricibamos, yl volva la cabeza lentamente y nos miraba con aquellos ojos de color topacio tanimpenetrables como los de Boon, tan libres de mezquindad o generosidad o perversidad obondad, aunque mucho ms inteligentes. Luego parpadeaba, y entonces uno se daba

    cuenta de que Lion no le estaba mirando en absoluto. Uno no saba qu estaba Lionviendo, qu estaba Lion pensando. Era como cuando alguien est sentado en el miradorcon los pies apoyados en una columna, y al cabo de un rato llega hasta a perder concienciade que no est viendo ni la columna misma sobre la que apoya los pies.

    Las dos mulas estaban ya preparadas; una era para el mayor de Spain, que ira encompaa de Boon y Ad y de los perros, y la otra para to Ike McCaslin, que nos llevarahasta nuestras posiciones. Porque l y el mayor de Spain conocan a Old Ben tan biencomo se conocan el uno al otro. Saban dnde tena su guarida y los lugares que

    frecuentaba y la direccin que sola tomar cuando lo acosaban los perros. sa era la raznpor la que, pese a llevar una semana en el campamento, no habamos salido a perseguirlotodava. Era la tctica que empleaba el mayor de Spain. Sala a la caza de Old Ben todoslos aos, pero una vez tan slo, a menos que Old Ben se dejase sorprender en el curso dealguna incursin fuera de su territorio y los perros se topasen con l fortuitamente, comosucedi el segundo da de campamento. Omos cmo los perros descubrieron de prontoalguna pieza y la hicieron bajar en direccin al ro. Lion no estaba con ellos. Dejamos deorlos, y al cabo de un rato lleg Boon maldiciendo. Pero la caza haba terminado por

    aquel da y volvimos al campamento. No habamos vuelto a or a los perros, pero al llegaral campamento vimos que ya haban vuelto: all estaban, encogidos debajo de la cocina,acurrucados unos contra otros en el ltimo rincn. Boon se sent en el suelo y se asomhacia abajo y los mir y maldijo, y to Ike dijo que con quien se haban tropezado era con

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    Old Ben. Porque los perros conocan tambin a Old Ben, y los que no lo conocanprobablemente no tardaron mucho en conocerle. No eran cobardes. Lo que suceda era queLion no haba estado con ellos para dirigirlos en su ataque y acorralar y retener a Old Ben.Lion estaba con el mayor de Spain; llegaron al campamento alrededor de una hora mstarde; el mayor sujetaba a Lion con la tralla y dijo que se trataba de Old Ben, pues habavisto sus huellas, y segua tirando de la tralla para sujetar a Lion porque la caza de Old

    Ben la reservaba para unos das ms tarde. Recuerdo al mayor montado en su mula a la luzgris de la maana, con el rifle cruzado sobre la silla, y a Boon, con su vieja escopeta alhombro, colgada de una cuerda de algodn, maldiciendo mientras l y Ad se esforzabanpor mantener a los perros sujetos para que los dems los desataran. Slo Lion y el mayorde Spain se mantenan serenos, y el mayor fue mirando en torno suyo hacia nosotros ydijo:

    Nada de ciervos esta maana, muchachos. Esta vez es a Old Ben a quien buscamos.

    Quera decir que no deba haber disparos ni ruidos que pudieran desviar a Old Ben,pues deseaba que todos tuviesen las mismas oportunidades. To Ike me lo explic alindicarme el puesto que me tena asignado, despus de que viramos alejarse al mayor deSpain, con Lion pegado a l y caminando al paso de la mula y Ad y Boon a la cabeza,encorvados hacia delante y casi al galope en medio del encrespado clamor de los perros,como si cabalgaran sobre el oleaje.

    Qudate aqu hasta que mates un oso u oigas un cuerno, o hasta que pase una horasin que oigas a ningn perro me dijo. Si Lion lo acorrala, el mayor o Boon o yo

    tocaremos el cuerno para que vengan todos. Si pasa un buen rato y no has odo nada,vuelve al campamento. Si te pierdes, qudate donde ests y grita y escucha. Te oir algunode los muchachos.

    Tengo mi brjula dije.

    Muy bien. Ahora qudate aqu y no te muevas. Puede que cruce el agua pantanosaprecisamente por aqu; s que lo ha hecho otras veces. No andes por los alrededores. Siviene hacia ti, dale tiempo para acercarse. Y entonces disprale al cuello dijo, ydesapareci en la penumbra gris.

    Haba amanecido ya; quiero decir que era ya pleno da por encima de los rboles, yaque all abajo, donde yo estaba, no llegara a haber mucha luminosidad en todo el da.Nunca haba estado antes en aquella parte de la vaguada, porque el mayor de Spain no nospermiti cazar all para no importunar a Old Ben antes del da de la cacera. Me qued all,pues, bajo la copa de un gomero, junto al agua pantanosa, negra y apacible que sala deentre las caas, cruzaba un pequeo claro y se internaba de nuevo en las caas. Habaestado apostado con anterioridad en lugares donde exista la posibilidad de ver un oso, y

    tambin haba visto huellas de oso. Pero era diferente. Tena diecisiete aos; no haca msque pensar en aquellos perros acurrucados unos contra otros en un rincn, debajo de lacocina, el da que tropezaron con Old Ben. Poda oler la soledad, el aislamiento, un algoque exhalaba aquel lugar en donde el mero paso de los humanos nada haba modificado,

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    en donde no haba huella de hacha o arado, un lugar que segua exactamente igual quecuando el primer indio se haba internado en l y mirado a su alrededor, con el arco en lasmanos, presto para usarlo. Pens en que Jefferson se hallaba slo a veinte millas, con suscasas en las que las gentes pronto despertaran rodeadas de comodidad y seguridad, consus tiendas y oficinas en las que a lo largo del da se reuniran para comprar y vender yconversar, y apenas poda creerlo. Pens: Est slo a veinte millas. Qu es lo que te

    pasa?, pero el otro lado de m, lo otro que haba en m deca: S, pero no eres ms queun insignificante montn de huesos y carne, incapaz de alejarte una milla sin la ayuda detu brjula, incapaz de sobrevivir aqu esta noche sin un fuego que te d calor y tal veztampoco sin un arma que te proteja.

    Haba olvidado que tena una escopeta. Lo haba olvidado por completo. Me estabadiciendo a m mismo que los osos negros no eran peligrosos, que no atacaban al hombre amenos que estuvieran acorralados, cuando de pronto, con una especie de admiradoasombro, pens: Adems, tengo una escopeta. Vaya, tengo una escopeta!. Lo habaolvidado por completo. Ni la haba cargado siquiera. La abr rpidamente; hurgu en losbolsillos de mi cazadora en busca de cartuchos. Ya no tena miedo; sucumb ante una deesas ilusiones inconscientes y supersticiosas que padece la gente (o yo al menos). Pensque asustndome y no logrando cargar el arma a causa del miedo, iba a defraudar a losotros y dejar escapar a Old Ben cuando pasara por all. Ahora le atribua a Old Benpoderes sobrenaturales. Lo imagin acechando entre las caas, calibrando susposibilidades a la espera de que alguno de los que le cerraban el paso cometiera unaequivocacin. Y yo la haba cometido. Crea, saba que de un momento a otro Old Ben

    embestira desde el caaveral y pasara por mi lado y se alejara antes de que yo pudieracargar la escopeta. Tuve la sensacin de que nunca llegara a levantar los dos cartuchos, yluego sent un deseo impetuoso de leer el nmero impreso en ellos para cerciorarme delcalibre, aunque saba perfectamente que lo nico que tena eran postas. Pero no lo hice;cargu la escopeta y la cerr de golpe, mientras me volva en direccin al punto delcaaveral por donde segn me haba hipnotizado a m mismo estaba convencido deque surgira Old Ben. Creo que si se hubiera movido un simple pjaro en aquel punto,habra disparado.

    Pero no vi a Old Ben. A los que o fue a los perros. De pronto supe que antes de caeren la cuenta de lo que era los haba estado escuchando unos segundos. Debi de sercuando hicieron abandonar su escondite a Old Ben, porque pude or slo una vez aLion. Su ladrido no era particularmente profundo; era fuerte y rotundo, simplemente. Enalgn lugar del mbito gris, quiz una milla de distancia, ladr una vez, y eso fue todo; eracomo si hubiera dicho: Muy bien, Viejo. Adelante. Fueron los otros perros los quearmaron el alboroto; pero no vi a ninguno de ellos. Pienso que la vez que ms cercanosestuvieron fue a media milla como mnimo, y no pasaron cerca de ninguno de los puestos,

    pues no o ningn disparo. Me qued all, acurrucado, conteniendo la respiracin, con elseguro quitado a pesar de que mi padre me haba enseado a no quitarlo nunca hasta vercontra qu iba a disparar. Escuch cmo los perros pasaban de largo y se alejaban.

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    No me mov. Esper. Pens que tal vez Old Ben se dara la vuelta y volvera sobre suspasos. Pero saba que no lo hara. Seguramente Old Ben saba dnde estbamos apostadosnosotros, probablemente eligi el nico trecho por donde poda pasar sin ser visto. Porquehaba vivido mucho, haba sido perseguido muchas veces. Segu all, con el arma apuntadahacia adelante, pero ahora ech el seguro. No s cunto tiempo transcurri. Me volvbruscamente: era mi padre.

    No lo has visto? dijo.

    No, seor. Pero era Old Ben, verdad?

    S. Eso dice to Ike. Ha cruzado el ro. Hoy ya no volver. As que ser mejor quevolvamos al campamento.

    Volvimos al campamento. El mayor de Spain ya estaba all, a lomos de la mula, con laescopeta de Boon colgada de la cuerda sobre el hombro (cont que Boon se haba paradoel tiempo justo para arrojarle la escopeta y le haba dicho: Ah tiene; coja este malditoartefacto. No hay manera de que alcance a Old Ben con l). Haban enganchado ya lasotras mulas al carro, y algunos de ellos estaban cargando en l la barca cuando nosotrosllegamos, y el mayor de Spain nos cont que Old Ben y los perros haban cruzado el ro, yque Ad y Boon haban pasado a nado al otro lado, y que to Ike esperaba en la orilla a queellos volvieran con la barca.

    Ha matado a Kate antes de cruzar el ro, y sin necesidad siquiera de pararse dijoel mayor de Spain. Vamos, muchachos. Lion le segua a menos de quinientas yardas. Lo

    acorralar pronto, y entonces lo cazaremos.As que volvimos al ro. Pero la barca era tan slo un bote para cazar patos, de modo

    que no cabran en l ms que el mayor de Spain y to Ike. Theophilus McCaslin, nieto deto Ike, dijo que a unas tres millas ro abajo haba una barrera de troncos que lo cruzaba deorilla a orilla, as que l y algunos otros fueron a buscar el sitio. Tambin yo quera ir, peromi padre dijo que sera mejor que volviera al campamento, de modo que yo y unoscuantos ms volvimos con las mulas y el carro y el cadver del perro.

    Antes de llegar empez a llover; llovi lenta e ininterrumpidamente durante toda la

    tarde; comimos y luego llegaron Theophilus y los dems y dijeron que haban cruzado elro, pero que al no or nada haban vuelto. Los hombres jugaron a las cartas un rato, nomucho, porque siempre haba alguien que se levantaba de cuando en cuando y se acercabaa la ventana y miraba el campo en direccin a los bosques, hacia los negros rboles que seerguan en medio de la lluvia y empezaban a diluirse como un dibujo a plumilla.

    Debe de haberlos hecho salir fuera de la regin dijo alguien.

    Cuando oscureci segua an lloviendo. Pero no cenamos todava; aguardamos, y para

    entonces vigilbamos los bosques continuamente, y poco antes de oscurecer, TheophilusMcCaslin empez a tocar el cuerno cada cinco minutos para guiarlos si volvan. Cuandovolvieron, sin embargo, nadie los vio en absoluto; estbamos todos dentro, junto al fuego;slo omos el ruido en la puerta trasera y luego en el vestbulo; estbamos todava

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    sentados cuando Boon entr en la habitacin. Llevaba algo voluminoso envuelto en sucazadora, pero ni siquiera miramos aquel bulto, porque mirbamos a Boon. Estaba mojadoy embarrado, y tena sangre por todas partes, sangre surcada por la lluvia. Pero no era eso.Era su cara, su cabeza. Una estra ensangrentada (podan verse las cinco marcas de lazarpa), ancha como mi mano, parta su pelo y descenda por un lado de la cabeza y por elbrazo hasta la mueca; un colgajo sanguinolento le penda de un costado de la cara (hasta

    el da siguiente no supe que era su oreja izquierda) y la pernera derecha del pantalnestaba desgarrada por completo y la pierna tena apariencia de carne de vaca cruda y lasangre que le manaba de ella tena sus botas, oscurecindolas ms que la propia lluvia.Pero tampoco era eso. Porque entonces vimos que lo que traa envuelto en la cazadora eraLion. Boon se qued en la puerta, mirndonos, y se puso a llorar. Yo no haba visto nuncallorar a un hombre. Se qued all, a la luz de los faroles, grande como los espacios abiertosy ensangrentado como un cerdo, con aquella cara dura y sin afeitar, arrugada y msparecida que nunca a una nuez seca, y las lgrimas le corran por las mejillas con la

    rapidez de las gotas de lluvia.Santo Dios, Boon! dijo mi padre.

    Entonces nos levantamos; fue como si nos abalanzramos hacia l, y alguien trat detocar la cazadora; yo ni siquiera haba visto hasta entonces al mayor de Spain, que estabade pie detrs de Boon.

    Aprtate, maldita sea! le grit Boon al que haba tocado la cazadora. Tienetodas las tripas fuera. Luego grit de nuevo: Ensilladme una mula! Rpido! y se

    volvi, seguido de todos nosotros, y cruz el vestbulo y entr en el cobertizo dondedorma y tendi a Lion en el jergn. Por todos los demonios, preparadme una mula! grit.

    Una mula? dijo alguien.

    S! grit Boon. Me voy a Hokes a buscar a un mdico!

    No, no vas a ir dijo el mayor de Spain. Quien necesita un mdico eres t. Iruno de los muchachos.

    Vaya si no ir, maldita sea! grit Boon. Ensangrentado y enfurecido, nos mir deuno en uno con ojos airados, y sali precipitadamente, con las ropas ensangrentadas yhechas jirones agitndose a su espalda, mientras segua gritando: Ayudadme a cogeruna mula!

    Vete a ayudarles dijo mi padre, empujndome hacia la puerta.

    Fuimos tres de nosotros, y llegamos casi demasiado tarde para servir de alguna ayuda.Tuvimos que correr para seguirle. Tal vez segua llorando, o tal vez tena demasiada prisa

    para llorar. Intentamos repetidas veces averiguar lo que haba pasado, pero Boon eraincapaz incluso de or nuestras preguntas. Hablaba para s mismo, y mientras ensillaba lamula jadeaba y maldeca.

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    Trat de hacer que volviera; trat de mantenerlo alejado deca. Trat de hacerlo.Y los otros no lo ayudaron, no fueron en su ayuda.

    S, lo intent. Ad cont (Ad estuvo all; lo vio todo) que cuando Boon se acerccorriendo, Lion estaba ya en tierra, y que Boon agarr a Lion por una pata trasera y loarroj a unos veinte pies, pero nada ms caer Lion estaba ya corriendo, y en la carrera que

    entablaron Boon y Lion hacia Old Ben, gan Lion.Boon salt sobre la silla sin tocar siquiera los estribos y parti; omos alejarse a la

    mula, ya al galope. Volvimos a la casa; el mayor de Spain estaba sentado en el jergn, conla cabeza de Lion en el regazo, empapando un trapo en un cazo de agua y estrujndolosobre la boca de Lion. Lion segua envuelto en la cazadora y tapado con una manta, paraevitar el contacto del aire con sus entraas. Pero no creo que sufriera ya. Estaba tendido,con la cabeza sobre la rodilla del mayor de Spain y los ojos un poco abiertos y msamarillos que nunca a la luz de los faroles; en una ocasin vi cmo sacaba la lengua y

    tocaba con ella la mano del mayor. Luego, hacia medianoche (el mayor de Spain habamandado el carro al ro antes de seguir a Boon al interior de la casa), to Ike y Advolvieron con Old Ben. Ad se qued en la puerta, como haba hecho Boon, con laslgrimas corrindole por las mejillas, como Boon, y to Ike nos cont cmo haba sido, talcomo se lo haba contado a l Ad: Lion haba acorralado a Old Ben contra la copa de unrbol cado; los dems perros no se acercaron, y Old Ben alcanz a Lion y lo derrib, yBoon entr en escena corriendo, con el cuchillo de caza en la mano, y arroj hacia atrs aLion, pero Lion no quiso quedar fuera de la lid; esta vez Boon salt a horcajadas sobre laespalda de Old Ben y le hundi el cuchillo en la parte alta del costado; Boon segncont Ad agarr limpiamente a Old Ben por la espalda, rodendole el cuello con unbrazo, y Old Ben lanzaba sus zarpazos hacia atrs, a la cabeza y brazos de Boon, mientrasBoon maniobraba con la hoja en torno, hasta que al fin hall la vida.

    Boon volvi con el mdico poco antes de la salida del sol; el propio mdico nos contque cuando su mujer abri la puerta, Boon la apart y fue hasta su cama y lo despert y losac de la cama a rastras, como si fuera un saco de harina. Pens que Boon estaba loco, enespecial cuando le vio la cara y la sangre y todo lo dems. Boon rehus quedarse el tiempo

    necesario para que se ocupara de sus heridas; ni siquiera quiso esperar a que el mdico sevistiera. No permiti que el mdico hiciera nada por l hasta que hubiera atendido a Lion;se qued all, ensangrentado y con las ropas desgarradas y el semblante desencajadodiciendo:

    Slvelo, doctor. Dios, ms vale que lo salve!

    No pudieron administrar a Lion cloroformo; no se atrevieron. Tuvieron que ponerle lasentraas en su sitio y coserle sin anestesia. Pero creo que tampoco entonces lo sinti, nocreo que sufriera. Permaneci echado sobre el jergn de Boon, con los ojos medio abiertos

    mientras el mayor le sostena la cabeza, hasta que el mdico termin su tarea. Y ni siquieraBoon pregunt: Vivir?. Nos sentamos y hablamos quedamente hasta el amanecer, yentonces salimos a ver a Old Ben. Tena los ojos tambin abiertos y los labios replegados

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    en una mueca; vimos la hendidura limpia a la altura justo del hombro, donde Boon habadado al fin con su vida, y la zarpa trasera mutilada y las pequeas protuberancias durasbajo la piel: los viejos proyectiles, las viejas victorias. Luego Ad nos dijo que el desayunoestaba listo. Comimos, y recuerdo que aqulla fue la primera vez que no omos a losperros debajo de la cocina, aunque yo le pregunt a Ad y l me dijo que all estaban. Eracomo si Old Ben, muerto como estaba y yaciendo inofensivo sobre el patio, emanara una

    fuerza ms poderosa que la propia vida de los perros sin la gua de Lion, y que los perroslo supieran.

    La lluvia haba cesado antes de medianoche, y hacia el medioda se alz un sol tenue ysacamos a Lion al porche, a la luz. Fue idea de Boon.

    Maldita sea dijo. Nunca le gust quedarse dentro de la casa. Lo sabis. Almenos vamos a sacarle ah fuera para que pueda ver los bosques.

    As que Boon desprendi las tablas del piso que hacan de base del jergn, a fin de

    poder levantarlo sin necesidad de mover a Lion, y lo sacamos al porche y nos sentamos.La gente de Hokes se haba enterado ya de que habamos cazado a Old Ben, y tambin delo de Lion. Debieron de llegar al centenar las personas que en el curso de la tarde vinierona ver a Old Ben y luego a Lion; se sentaban y hablaban quedamente de Lion, de las batidasen las que haba participado y los osos que haba acorralado, y Lion, de cuando en cuando,abra los ojos (Boon lo haba tendido de manera que pudiera ver los bosques sin moverse),no como si estuviera escuchando lo que decan, sino como si mirara los bosques unosinstantes antes de volverlos a cerrar, como si recordara otra vez aquellos bosques o

    comprobara que an seguan all. Y acaso era eso lo que haca, pues esper hasta queoscureci para morir. Levantamos el campamento aquella noche; partimos en el carro, enmedio de la oscuridad. Para entonces Boon estaba completamente borracho. Cantaba a vozen cuello.

    As fue como la muerte de Lion afect a las dos personas que ms lo amaron, en casode que pudiera llamarse amor a los sentimientos de Boon hacia Lion, o hacia cualquierotra cosa. Y creo que se podra, pues suele decirse que uno siempre ama aquello que lehace sufrir. O puede que Boon no considerase sufrimiento el haber sido alcanzado por los

    zarpazos de un oso.El mayor de Spain nunca volvi. Nosotros s; nos invit a volver siempre que

    quisiramos; pareca complacerle el que lo hiciramos. Mi padre y los demsprotagonistas de aquella cacera solan hablar de ello, de que tal vez podran persuadir almayor de que volviera siquiera una vez Pero el mayor no quera; llegaba a ser casicortante cuando se negaba. Recuerdo que, el verano siguiente, fui a su despacho a pedirlepermiso para ir a su hacienda a cazar ardillas.

    Puedes hacerlo cuando te plazca dijo. Ad se sentir contento de tener a alguienque le haga compaa. Quieres llevarte a alguien contigo?

    No, seor dije yo. He pensado que tal vez Boon

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    Bien dijo. Le pondr un telegrama para que se encuentre contigo all.

    Boon era entonces jefe de polica de Hokes. El mayor de Spain llam a su secretario yenvi un telegrama a Boon en aquel mismo momento. No haba necesidad de aguardar unarespuesta. Boon estara all; llevaba ya veinte aos como mnimo haciendo lo que el mayorde Spain le mandaba que hiciera. De modo que le di las gracias y segu all de pie y al

    cabo de unos instantes hice acopio de valor y le dije:Quiz si usted accediera a venir

    Pero l hizo que callara. No s cmo lo hizo porque no dijo nada de inmediato. Parecisimplemente dirigir su atencin, sin siquiera moverse, hacia su escritorio y los papeles quehaba sobre l. Permanec all mirando a aquel hombre pequeo y rechoncho de cabellogris, con ropa cara y discreta e inmaculada y anticuada camisa almidonada, a quien yoestaba acostumbrado a ver con embarrada ropa caqui, sin afeitar, a lomos de una mula ycon la carabina cruzada sobre la silla, mientras Lion se ergua a su lado con la prestancia

    de un caballo de pura raza e inmvil como una estatua, con la cabeza fuerte y solemne ysu pecho esplndido. Ambos haban sido curiosamente afines, tal como llegan a ser dospersonas estrechamente unidas durante muchos aos en la ejecucin de algo que los dosaman y respetan. No volvi a mirarme.

    No. Voy a estar muy ocupado. Pero, si tienes suerte, puedes traerme unas cuantasardillas cuando vuelvas.

    S, seor dije. Lo har.

    Llegu a Hokes temprano y cog el tren maderero de la maana y nos internamos enlos bosques y me dejaron en el cruce. Todo estaba igual, aunque diferente, porque eraverano y los bosques estaban en la plenitud de las hojas, muy diferentes a cuando enaquella alba acerada Boon y yo hicimos seas al tren que habra de llevarnos a Hokes,camino de Memphis. Adems haca calor. Ad estaba all en el carro para recibirme.

    Nos estrechamos la mano.

    Est ya aqu el seor Boon? dije.

    S, claro. Lleg anoche. Para la salida del sol ya estaba en los bosques. Se fue hastael rbol Gomero.

    Yo saba dnde era. Se trataba de un gomero aislado y grande, situado en un viejoclaro que haba junto a la linde de los bosques. Si se llegaba a l con sigilo en esta pocadel ao, justo despus del alba, poda cazarse a veces hasta una docena de ardillas que,atrapadas all al no poder saltar a ningn otro rbol, no se haban atrevido a bajar al suelo.

    De modo que le dije a Ad que llevara mi equipaje a casa, que yo atravesara el bosque

    cazando hasta encontrarme con Boon. No le dije que pensaba ir por la loma del acebo,pero debi de adivinarlo, porque el punto donde se par para que me bajara estaba en lnearecta con la loma y el rbol Gomero.

    Tenga cuidado con las serpientes dijo. Andarn ya por ah reptando.

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    Lo tendr dije.

    Parti y me intern en los bosques. Haban cambiado; eran diferentes. Naturalmente,era obra del verano; cuando llegara el otoo volveran a ser como yo los recordaba.Entonces ca en la cuenta de que estaba equivocado, que ya nunca volveran a ser como yolos recordaba, como cualquiera de nosotros los recordaba, y yo, que era un muchacho, que

    no haba tenido nunca ningn Lion, supe entonces por qu el mayor Spain saba que nohabra de volver nunca; era demasiado sabio para intentarlo. Segu andando. Pronto latierra empez a elevarse bajo mis pies y vi los acebos, y los cuatro descoloridos troncosque se alzaban en las cuatro esquinas, y en el centro la cruz de madera con la zarpamutilada y seca de Old Ben clavada en ella. No quedaba ya rastro de la tumba; lostorrentes de la primavera haban dado cuenta de ella. Pero as era mejor, porque no eraLion quien estaba all; no era Lion. Acaso l ahora disfrutaba de algn lugar amable,ambos; el largo desafo y la larga caza, uno con un corazn que se negaba a ser acosado yultrajado, otro con una carne que se negaba a ser malherida y desangrada. Haca calor ylos mosquitos eran demasiado fieros como para que me quedara all quieto; adems, era yademasiado tarde para seguir cazando. Ira al encuentro de Boon y volveramos alcampamento. Conoca los bosques y saba que no poda estar ya lejos del rbol Gomero.

    Entonces empec a or un ruido extrao. Pareca el ruido de una herrera: alguiengolpeando sobre metal repetida y rpidamente. El ruido se hizo ms fuerte a medida queme iba aproximando. Entonces vi el calvero, el sol; el martilleo, el furioso golpear sobremetal, era ya estrepitoso, y los rboles se abrieron y vi el rbol Gomero y luego a Boon.Era el mismo Bonn, no haba cambiado; el mismo Boon que casi haba errado el tirocontra aquel negro y que haba errado el tiro contra aquel ciervo, que no saba disparar yni aun en caso de su vieja y destartalada escopeta respondiera sin caerse a pedazos. Estabasentado bajo el rbol, golpeando contra algo que tena en el regazo, y entonces vi que elrbol pareca haber cobrado vida a causa de las asustadas ardillas. Las vi correr de rama enrama, tratando de escapar, y precipitarse raudas tronco abajo, y volver a subir a la copa.Entonces vi lo que Boon estaba golpeando: un trozo de su escopeta. Al acercarme vi elresto de ella hecho trizas en torno a l, en el suelo; encorvado, con su cara de nuezdesencajada y apremiante y empapada de sudor, golpeaba con furia la pieza que tena en el

    regazo. Estaba viviendo, como siempre haba hecho, el momento presente; nada en elmundo ni Lion ni nada perteneciente al pasado importaba para l, salvo su cleraimpotente contra su escopeta rota. No se detuvo; ni siquiera alz la mirada para ver quinera; se limit a gritarme con voz ronca y desesperada.

    Fuera de aqu! dijo. No las toques! Son mas!

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    GENTE DE ANTAO

    Al principio no haba nada salvo la fra, tenue, persistente lluvia, la gris y constante luz deaquel amanecer de avanzado noviembre y las voces de los perros que convergan en ellaen alguna parte. Entonces Sam Fathers, que estaba de pie a mi espalda, como cuando hace

    cuatro aos dispar contra mi primer conejo, me toc y empec a temblar, aunque no defro, y acto seguido all estaba el ciervo. No podamos verle pero all estaba; no era comoun fantasma, era como si toda la luz se hubiera condensado en l y l fuera la fuente deella, y no slo se moviera en ella, sino que la difundiera, y corra ya, y al principio lovimos como siempre se ve a un ciervo en esa fraccin de segundo que sigue al instante enque l le ha visto a uno, y se alzaba ya en ese primer salto en el aire, con las astassemejantes en la penumbra a una pequea mecedora en equilibrio sobre la cabeza.

    Ahora dijo Sam. Dispara rpido y sin precipitarte.

    No recuerdo en absoluto aquel tiro. Ni siquiera recuerdo lo que hice luego con laescopeta. Corra, y luego estaba en pie sobre l, que yaca sobre la tierra mojada, enademn de seguir corriendo y sin ningn aspecto de estar muerto. Volv a temblarviolentamente y Sam estaba a mi lado y yo tena su cuchillo en la mano.

    No te acerques a l de frente dijo Sam. Si no est muerto, te har pedazos conlas pezuas. Acrcate por detrs y cgele por las astas.

    As lo hice tir hacia atrs de un asta y deslic el cuchillo de Sam por la garganta

    tensa, y Sam se agach y empap sus manos en la sangre caliente y las frot contra micara. Luego hizo sonar el cuerno y hubo un alboroto de perros a nuestro alrededor, yJimbo y Boon Hogganbeck los retiraron de all una vez que todos ellos hubieron probadola sangre. Luego mi padre y el mayor de Spain, a caballo, y Walter Ewell, con aquel riflehaca mucho tiempo que la ptina azulada del can se haba borrado que no fallabanunca, nos miraban: al viejo de setenta aos que durante dos generaciones haba sido unnegro, pero cuyo porte y semblante segua siendo el de un jefe chickasaw, y al chicoblanco de doce aos con huellas de manos ensangrentadas en la cara, sin otro afn quemantenerse erguido y evitar que su temblor fuera evidente.

    Se port como es debido, Sam? dijo mi padre.

    Se port como es debido dijo Sam Fathers.

    ramos el chico blanco no un hombre todava, cuyo abuelo haba vivido en lamisma regin y del mismo modo ms o menos en que el chico vivira al llegar a la edadadulta, dejando a su vez a sus descendientes en aquella tierra, y el viejo de ms de setentaaos, cuyos abuelos haban posedo esa tierra mucho antes de que el hombre blancohubiera puesto los ojos sobre ella, y se haban ya esfumado de ella con todos los de suespecie, y su sangre aquella sangre que dejaron tras ellos y que corra ahora en otraraza, aquella sangre que incluso fue esclava durante un tiempo y que discurra ahora haciael fin de su ajeno curso haba quedado estril. Pues Sam Fathers no tena hijos.

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    Su abuelo fue el propio Ikkemotubbe, que se puso a s mismo el nombre de Doom.Sam me cont la historia: Ikkemotubbe, hijo de la hermana del viejo Issetibbeha, escapen su juventud a Nueva Orleans, y siete aos ms tarde volvi a la plantacin, en el nortede Mississippi, con un compaero francs llamado Chevalier Soeur-Blonde de Vitry, que asu vez deba de haber sido el Ikkemotubbe de su familia y que llamaba ya Du Homme aIkkemotubbe, y la esclava que habra de ser la abuela de Sam, y casaca y sombrero con

    galones de oro y una cesta de mimbre con una camada de cachorros y una tabaquera deoro llena de polvo blanco. Salieron a su encuentro en el ro dos o tres compaeros desoltera en su juventud, y a la luz de una tea humeante, que centelleaba sobre los galonesdorados de la casaca y el sombrero, Doom sac de la cesta uno de los cachorros, le pusouna pizca de polvo blanco de la tabaquera de oro en la lengua y el cachorro, de inmediato,dej de ser un cachorro para siempre. Al da siguiente, el hijo de ocho aos de su primoMoketubbe jefe hereditario del clan al morir Issetibbeha muri sbitamente, y aquellatarde Doom, en presencia de Moketubbe y de la mayor parte de los otros (de la Gente,

    como Sam los llam siempre), sac otro cachorro de la cesta y le puso una pizca de polvoblanco en la lengua, y entonces Moketubbe abdic y Doom se convirti en efecto en elHombre, como su amigo francs ya le llamaba de antemano. Doom cas a la esclava,embarazada a la sazn, con uno de los esclavos que acababa de heredar de ah elnombre de Sam Fathers[1], pues en chickasaw su nombre fue Tuvo-DosPadres, y mstarde, hace casi cien aos, vendi a ambos y al nio (su propio hijo) a mi bisabuelo.

    Sam haba vivido hasta haca tres aos en nuestra granja, que estaba a cuatro millas deJefferson, aunque de lo nico que se ocup all siempre fue de los trabajos de herrera y

    carpintera. Viva entre negros, en una cabaa entre cabaas, y trataba con negros y sevesta como los negros y hablaba como los negros y de cuando en cuando asista a unaiglesia para negros. Pero, pese a todo ello, segua siendo el nieto de aquel jefe indio, y losnegros lo saban. Tambin la abuela de Boon Hogganbeck haba sido una chickasaw, yaunque a partir de entonces la sangre haba sido blanca y Boon era l mismo un hombreblanco, su sangre india no era la de un jefe. Poda verse al instante la diferencia cuando selos vea juntos, e incluso Boon pareca saber que exista aquella diferencia; incluso Boon,a quien, siguiendo su tradicin, jams se le haba ocurrido pensar que pudiera haber

    alguien mejor nacido que l mismo. Un hombre poda ser ms listo, admita, o ms rico(con ms suerte, como l deca), pero no mejor nacido. Boon era un mastn, absolutamentefiel a mi padre y al mayor de Spain, de quienes dependa por entero hasta para el propiosustento; era muy valeroso e intrpido, esclavo de todos los apetitos y casi irracional. EraSam Fathers quien, no slo ante mi padre sino ante todos los blancos, se comportaba congravedad y dignidad y sin servilismo, o sin recurrir a aquel muro impenetrable de pronta yfcil risa jubilosa que los negros suelen alzar entre ellos y los blancos; trataba a mi padreno nicamente de hombre a hombre, sino como un hombre de edad trata a otro ms joven.

    l me ense lo que aprend de los bosques, y a cazar, y cundo deba disparar ycundo no deba disparar, y cundo matar y cundo no matar, y mejor an, lo que debahacer luego con las piezas. Sola hablarme, sentados ambos bajo las cercanas y vivas

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    estrellas, sobre la cima de una colina en el esto, mientras esperbamos or a los perros,que volvan hostigando al zorro rojo o gris, o junto al fuego en los bosques de noviembreo de diciembre, mientras los perros seguan el rastro de un mapache a lo largo del arroyo,o en la negrura de pez y el pesado roco de las maanas de abril sin hoguera alguna,apostados bajo la percha donde dorman los pavos, a la espera de la luz del da. Yo no lehaca preguntas; Sam era sordo a las preguntas. Me limitaba a esperar y a escuchar, pues

    en su momento l empezara a hablar de los viejos tiempos y de la Gente, a la cual nohaba conocido y por tanto no poda recordar, y para la que la otra raza cuya sangre corraen l no le haba brindado sustituto alguno.

    Y gradualmente, a medida que hablaba de aquellos viejos tiempos y de aquelloshombres esfumados y muertos y pertenecientes a una raza distinta de las que yo conoca,los viejos tiempos dejaban de ser viejos tiempos y se convertan en presente, no slo comosi hubieran tenido lugar ayer sino como si estuvieran teniendo lugar hoy y algunos de ellosno hubieran tenido lugar todava y fueran a acontecer maana, de modo que al final medaba la impresin de que ni siquiera yo exista todava, de que nadie de mi raza ni de laotra raza que trajimos con nosotros a esta tierra haba puesto an pie en ella; de que,aunque hubiera pertenecido a mi abuelo y ahora fuera de mi padre y algn da fuera maaquella tierra en la que cazbamos y sobre la que ahora descansbamos, nuestro derechosobre ella era en realidad tan banal e irreal como aquel ttulo arcaico y desvado quefiguraba en uno de los libros de registro de propiedad de la ciudad, y de que all el huspedera yo, y Sam Fathers el portavoz del anfitrin.

    Hasta haca tres aos haban sido dos: Sam y un chickasaw de pura raza, que en ciertomodo resultaba ms asombrosamente perdido incluso que el propio Sam Fathers. Se hacallamar Jobaker, como si su nombre fuera una sola palabra. Nadie conoca nada de suhistoria. Era un eremita; viva en una pequea y mugrienta cabaa situada en labifurcacin del arroyo, a cuatro o cinco millas de nuestra granja y aproximadamente a lamisma distancia de cualquier otra morada. Viva de la caza y de la pesca y no tena tratocon nadie, ni negro ni blanco; ningn negro se atreva siquiera a cruzarse en su camino, yningn hombre se atreva a acercarse a su choza excepto Sam, y yo sola verlos juntos,quiz una vez al mes, en el taller de Sam: los dos viejos, en cuclillas sobre el suelo sucio,

    hablando en una mezcla de ingls negroide y de dialecto llano de las colinas, en la que decuando en cuando se deslizaba alguna frase en aquella vieja lengua que yo, a medida quepasaba el tiempo y segua sentndome con ellos a escucharles, empezaba a aprender.Luego Jobaker muri. Es decir, nadie lo vio durante un tiempo. Entonces una maana,Sam Fathers desapareci tambin; ninguno de los negros saba dnde ni cundo, hastaaquella noche en que unos negros que cazaban zarigeyas vieron las sbitas llamaradas yse acercaron. Era la choza de Joe Baker, pero antes de que pudieran aproximarse a ellaalguien dispar contra ellos. Era Sam. Nadie logr encontrar nunca la tumba de Joe Baker.

    Dos das despus, Sam baj a la ciudad a pie y entr en la oficina de mi padre. Yoestaba all; entr sin llamar y se qued de pie delante de mi padre, l, el indio, con aquelrostro indio pese a sus ropas de negro.

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    Quiero irme dijo. Quiero irme a vivir al gran valle.

    A vivir? dijo mi padre.

    Puede arreglarlo con el mayor de Spain dijo Sam. Podra vivir en elcampamento y mantenerlo listo para cuando vayan ustedes. O construirme yo mismo unacasita.

    Ambos se miraron durante unos instantes. Al cabo mi padre dijo:

    De acuerdo. Yo lo arreglar.

    Y Sam se fue. Y eso fue todo.

    Yo tena nueve aos entonces; me pareca perfectamente natural el que nadie, nisiquiera mi padre, discutiera con Sam, del mismo modo que yo no hubiera osado hacerlo.Pero no poda entender por qu Sam actuaba as.

    Si Joe Baker ha muerto, como dicen dije, y a Sam ya no le queda nadie de suraza, por qu quiere irse al gran valle, donde nunca podr ver a nadie ms que a nosotros,y slo unos pocos das, cuando vayamos a cazar en otoo?

    Mi padre me mir. No con ojos curiosos, sino pensativos. Entonces no me di cuenta.No record aquella mirada hasta ms tarde. Luego dej de mirarme.

    Tal vez sea eso lo que quiere dijo.

    As que Sam se fue. Posea tan poco que pudo llevrselo consigo. Y a pie. No permiti

    que mi padre hiciera que le llevaran en carro, no quiso llevarse ninguna mula.Simplemente se fue una maana. La cabaa, en la que haba vivido durante aos y en laque no haba sin embargo muchas cosas, qued vaca; el taller, en el que nunca habahabido gran actividad, qued ocioso. En noviembre, ao tras ao, viajbamos al granvalle, al campamento; el mayor de Spain y mi padre y Walter Ewell y Boon y to IkeMcCaslin y dos o tres personas ms, con Jimbo y to Ash de cocineros, y los perros. Y allestaba Sam; nunca dej traslucir si se alegraba de vernos; nunca dej traslucir si leapenaba vernos marchar. Iba conmigo cada maana hasta mi puesto, antes de que soltarana los perros. Mi emplazamiento era de los peores, naturalmente, pues yo tena slo nuevey diez y once aos y nunca haba visto siquiera un ciervo a la carrera. Y all nosapostbamos; Sam un poco ms atrs y desarmado, igual que cuando, a los ocho aos,dispar a aquel conejo que corra. Solamos quedarnos all, en los amaneceres denoviembre, y al cabo de un rato oamos a los perros. A veces llegaban raudos y pasaban delargo, muy cerca, fragorosos e invisibles; en cierta ocasin omos los cinco pesadosestampidos de la vieja escopeta de repeticin de Boon, con la que jams haba matadonada mayor que un conejo o una ardilla sorprendidos en reposo, y en otra, desdenuestro puesto, omos dos veces el estampido seco y sin reverberacin del rifle de Walter

    Ewell, y entonces no era necesario esperar a or su cuerno, pues no fallaba jams.

    Nunca conseguir un buen disparo deca yo. Nunca conseguir matar ningunapieza.

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    pudimos or el inconfundible e inolvidable ruido que hace un ciervo al salir al descubierto.

    Entonces Boon grit desde ms all del recodo del sendero; mientras permanecamosquietos en el carro parado, y Walter y yo tratbamos de alcanzar las escopetas, Boonvolva al galope por el sendero, azotando a la mula con el sombrero y gritndonos con lacara desencajada y llena de estupor. Luego aparecieron por el recodo mi padre y los

    dems.Coged a los perros! gritaba Boon. Coged a los perros! Aunque tuviera slo

    un asta, tendra catorce puntas! Estaba all mismo, en aquel bosquecillo de papayos! Sillego a saberlo, le habra cortado el cuello con mi navaja!

    A lo mejor por eso sali corriendo dijo Walter. Vio que no llevabas escopeta.

    Walter se haba bajado ya del carro con su rifle. Luego me baj yo con mi escopeta, ymi padre y el mayor de Spain y to Ike acababan de llegar y Boon se baj de la mula comopudo y se puso a hurgar entre el equipaje en busca de su escopeta, mientras seguagritando:

    Los perros! Los perros!

    Y tambin a m me pareci que iban a tardar toda una eternidad en decidir qu hacer:ellos, los viejos en cuyas venas la sangre discurra lenta y fra, en quienes la sangre, en elcurso de los aos que nos separaban, se haba vuelto una sustancia diferente y ms fra quela ma, e incluso que la de Boon y Walter.

    Qu dices t, Sam? dijo mi padre. Podrn los perros hacer que vuelva?

    No necesitamos a los perros dijo Sam. Si no oye a los perros tras l, dar unrodeo y hacia la puesta del sol volver aqu para dormir.

    Muy bien dijo el mayor de Spain. Vosotros, muchachos, coged los caballos.Nosotros seguiremos en el carro hasta el camino y nos quedaremos esperando.

    As que mi padre y el mayor y to Ike subieron al carro, y Boon y Walter y Sam y yomontamos en los caballos y dimos la vuelta y salimos del sendero. Cabalgamos duranteaproximadamente una hora en la tarde gris e indistinta, cuya luz no era muy diferente de ladel amanecer y se convertira en oscuridad bruscamente, sin estadios intermedios.Entonces Sam hizo que nos detuviramos.

    Nos hemos alejado ya lo suficiente dijo. Vendr en direccin contraria alviento, y le disgusta el olor de las mulas.

    Desmontamos, pues, y atamos a las mulas y seguimos a pie a Sam en la tardeindistinta, por los bosques sin sendas.

    Tienes tiempo me dijo Sam en cierto momento. Llegaremos antes que l.

    As que trat de ir ms despacio. Es decir, trat de aminorar, de hacer ms lenta lavertiginosa precipitacin del tiempo, de aquel tiempo en el que el ciervo que ni siquierahaba visto estaba movindose, de aquel tiempo que segn me pareca lo estaba

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    alejando ms y ms y cada vez ms irremediablemente de nosotros, pese a que ningnperro lo haca huir a la carrera todava. Seguimos caminando; me pareci que caminamospor espacio de una hora. De pronto, estbamos sobre la ladera de un cerro. Nunca habaestado all, tampoco poda ver el cerro; lo nico que saba era que el terreno se habaelevado ligeramente, pues la maleza se haba espaciado un tanto y el suelo que no podaverse ascenda hacia una tupida urdimbre de caas.

    Aqu es dijo Sam. Seguid el cerro y llegaris a dos cruces. Ya veis las huellas.

    Boon y Walter siguieron adelante. Pronto desaparecieron de nuestra vista, y una vezms Sam y yo nos quedamos inmviles contra el tronco de un roble de los pantanos, entreunos matorrales semejantes a mechones, y de nuevo, como a la maana, no hubo nada.Haba la alta y melanclica soledad, a la luz mortecina; haba el leve susurro de la tenue yfra lluvia que no haba cesado en todo el da; entonces, como si hubiera estado esperandoa que nos apostramos y permaneciramos inmviles, la inmensidad salvaje volvi a

    respirar.Pareca inclinarse sobre s misma, por encima de nuestras cabezas, por encima de

    Walter y de Boon, de m y de Sam, ocultos en nuestros respectivos escondites, tremenda yalerta e imparcial y omnisciente, mientras el ciervo se mova dentro de ella en algunaparte, sin lanzarse a la carrera, pues no haba sido perseguido, ni temeroso ni temible sinoslo alerta, como nosotros, tal vez ya dando un rodeo, tal vez muy cerca, conscientetambin de la mirada del rbitro inveterado e inmortal. Porque yo tena tan slo doce aosy algo me haba sucedido aquella maana: en menos de un segundo haba dejado para

    siempre de ser el nio que haba sido hasta ayer. O acaso aquello no importaba; acaso nisiquiera un hombre urbano y menos an un nio habra podido comprenderlo; acasonicamente quienes crecen en el campo lleguen a entender el amor por la vida quederraman. Empec otra vez a temblar.

    Me alegro de que el temblor me empiece ahora susurr. As se me habrpasado cuando levante la escopeta

    Calla dijo Sam.

    Tan cerca est? susurr. No nos movamos al hablar: slo nuestros labios dabanforma a las expirantes palabras. Crees que?

    Silencio dijo Sam.

    As que me call. Pero no pude reprimir el temblor. No trat de hacerlo, pues saba quecesara cuando precisara la firmeza, ya que Sam Fathers haba hecho de m un cazador.Permanecimos all inmviles, respirando apenas. Pronto caera el sol, si es que aquel dahaba habido alguno. Hubo una condensacin, una densificacin de lo que en un principioconsider la luz constante y gris, hasta que ca en la cuenta de que era mi propiarespiracin, mi corazn, mi sangre algo, y de que Sam me haba marcado realmente conalgo que conservaba de su pueblo desaparecido y olvidado. Entonces dej de respirar, yqued slo mi corazn, mi sangre, y en el silencio que sigui, la inmensidad salvaje dej

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    de respirar tambin, inclinndose, agachndose en lo alto, con el aliento contenido,tremenda e imparcial y a la espera. Entonces el temblor ces como ya saba que sucedera,y quit el seguro de la escopeta.

    Entonces aquello pas. Termin. La soledad no volvi a respirar; haba dejado demirarme, simplemente, y miraba hacia otra parte, y yo saba, tan bien como si lo hubiera

    visto, que el ciervo haba llegado hasta el borde del caaveral y que, al vernos uolfatearnos, haba vuelto a internarse en l. Pero la soledad segua sin respirar, se limitabaa mirar hacia alguna otra parte. As que no me mov, y entonces, un segundo despus decaer en la cuenta de lo que estaba esperando or, lo omos: el seco y nico estampido delrifle de Walter Ewell, tras el cual no haba que esperar el sonido del cuerno. Luego elsonido del cuerno nos lleg ladera abajo, y tambin de mi interior escap algo y entoncessupe que nunca haba credo realmente que fuera a conseguir aquel disparo.

    Parece que ya est dije. Walter lo atrap.

    Me dispona ya a salir de la maleza, con la escopeta desplazada al frente y el pulgarotra vez sobre el seguro, cuando Sam dijo:

    Espera.

    Y recuerdo que me volv a l, con la crueldad que da a un muchacho el pesar por laoportunidad perdida, por la fortuna perdida, y le dije:

    Que espere? A qu? No has odo el cuerno?

    Y recuerdo cmo estaba Sam. No se haba movido. No era alto, era ms bien ancho yachaparrado; yo haba crecido mucho en aquel ltimo ao y no haba gran diferencia deestatura entre nosotros, y sin embargo Sam estaba mirando por encima de mi cabeza.Estaba mirando ms all de m, hacia lo alto del cerro, de donde provena el sonido delcuerno de Walter, y a m no me vea. Simplemente saba que estaba all, pero no me vea.Y entonces vi al ciervo. Bajaba por el cerro; era como si saliera del sonido mismo delcuerno que anunciaba su muerte. No corra; caminaba, imponente y pausado, inclinando yladeando la cabeza para hacer pasar las astas a travs de la maleza, y yo permaneca all,ahora con Sam a mi lado y no detrs, como siempre haba estado, y mi escopeta, el arma

    que saba que no iba a usar, estaba ya alzada hacia delante y sin seguro.

    Entonces nos vio. Y sin embargo no emprendi la huida. Se par un instante, ms altoque cualquier hombre, mirndonos; luego templ, aprest los msculos. Ni siquieramodific su rumbo, no huy, no corri siquiera; se puso en movimiento con esa solturaalada y sin esfuerzo de los ciervos, y pas a menos de veinte pies de nosotros con lacabeza alta y la mirada sin orgullo ni altivez, sino abierta y salvaje y sin miedo, y Sam, ami lado, estaba con el brazo derecho en alto y la palma hacia el frente, hablando en aquellalengua que yo haba aprendido de escucharla en boca de l y Joe Baker, mientras el cuernode Walter, all en la cima, segua sonando, convocndonos a festejar la muerte de unciervo.

    Salud, Jefe dijo Sam. Abuelo.

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    Cuando llegamos arriba, Walter estaba de espaldas a nosotros, mirando al ciervo queyaca a sus pies. No alz la vista siquiera.

    Ven aqu, Sam dijo quedamente. Nos acercamos a l, y tampoco alz la vista;sigui de pie, mirando el pequeo ciervo de astas primarias que en la primavera pasadahabra sido apenas un cervato. Era tan pequeo que estuve a punto de dejarle escapar

    dijo. Pero mira las huellas que ha ido dejando. Son casi tan grandes como las de unavaca. Si al lado de estas huellas que llegan hasta l hubiera otras, jurara que hubo otrociervo que no llegu a ver.

    Cuando llegamos al camino donde nos esperaba el coche haba oscurecido. Empezabaa hacer fro, la lluvia haba cesado, el cielo se iba despejando paulatinamente. Mi padre yel mayor de Spain y to Ike haban encendido un fuego.

    Lo cazasteis? dijo mi padre.

    Hemos cazado un conejo de los pantanos de buen tamao y con astas primerizas dijo Walter, descolgando de su mula el pequeo ciervo.

    Ninguno de vosotros ha visto al grande? dijo mi padre.

    No creo siquiera que lo viera Boon dijo Walter. Puede que tropezara con unavaca perdida y la confundiera con un ciervo.

    Entonces Boon estall en maldiciones; maldijo, para empezar, a Walter y a Sam por nollevarse a los perros, y luego al ciervo y finalmente contra todo.

    No importa dijo mi padre. Lo tendremos aqu esperndonos el otoo que viene.Ser mejor que salgamos para casa ahora mismo.

    Era pasada la medianoche cuando dejamos a Walter a la puerta de su casa, a dos millasde la ciudad, y bastante ms tarde cuando hicimos lo mismo con el mayor de Spain y toIke en casa del mayor. Haca fro; el cielo estaba despejado; para la salida del sol habracado una intensa helada; bajo los cascos de los caballos y bajo las ruedas se haba yaformado hielo en el terreno. Yo no haba dormido gran cosa, slo un poco, y no a causadel fro. Pero de pronto le estaba contando a mi padre todo aquello, mientras el coche

    rodaba hacia nuestra casa sobre el suelo helado y los caballos, ante la proximidad delestablo, volvan a emprender el trote. Mi padre me escuch en absoluto silencio.

    Por qu no? dijo. Piensa en todo lo que ha sucedido aqu, en esta tierra. Entoda la sangre ardiente y violenta y fuerte que ha perseguido la vida, el placer. Tambinpasaron pesadumbre y sufrimiento, naturalmente, pero en cualquier caso sacando siemprealgo de todo ello, mucho, porque en ltima instancia uno no tiene por qu seguirsoportando aquello que considera sufrimiento, pues siempre puede poner fin a talessituaciones. E incluso el sufrimiento y la pesadumbre son mejores que nada; no hay nada

    peor que no estar vivo. Pero uno no puede vivir eternamente, uno siempre consume la vidaantes de agotar todas las posibilidades de vivir. Y todo ello debe estar en alguna parte; latierra es poco profunda; al cavar en ella pronto se llega a la roca. Y ni siquiera ella quiere

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    retener en su seno a las cosas. Mira las simientes, las bellotas, mira lo que sucede con lacarroa cuando uno trata de enterrarla: tambin ella se niega, tambin ella hierve y pugnahasta salir de nuevo al aire y a la luz, an vida del sol. Y ellos levant la mano uninstante hacia el cielo, donde brillaban las estrellas, bruidas y heladas, ellos no quiereneso, no lo necesitan. Adems, qu es lo que podra l buscar, vagando por aquellosparajes, cuando nunca tuvo tiempo suficiente para hacerlo por toda la tierra en vida,

    cuando hay multitud de lugares en la tierra, multitud de lugares an idnticos a los deentonces, cuando, siendo l an de carne y hueso, la sangre era gozada y consumida?

    Pero nosotros deseamos su presencia dije yo. Queremos que sigan entrenosotros. Hay sitio para ellos.

    De acuerdo dijo mi padre. Pero supn que carecen de sustancia, que no puedenproyectar sombra.

    Pero yo lo vi! grit. Lo vi!

    Calma dijo mi padre. Dej que su mano descansara un instante sobre mi rodilla. Calma. S que lo viste. Tambin yo lo vi. Sam me llev una vez all despus de matarmi primer ciervo.

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    CUESTIN DE LEYES

    Lucas ech hacia atrs la silla y se levant de la mesa donde haba cenado. Dirigi a suhija Nat, cuya expresin era hosca y alerta, una sola mirada fra.

    Me voy camino abajo dijo.

    A estas horas de la noche?

    Adnde? le pregunt su mujer. Ayer te pasaste la noche entera rondando por elvalle; volviste justo a tiempo para enganchar y llegar al campo a la salida del sol!Necesitas acostarte si es que has de acabar de sembrar antes de que Roth Edmonds

    Pero ya estaba fuera de la casa y no tena que seguir oyndola, ahora estaba en elcamino, que discurra desvado y en penumbra bajo el cielo sin luna de la temporada de lasiembra del maz, luego entre los campos donde el mes prximo, cuando la chotacabras

    empezase a cantar, plantara el algodn, despus en el portn y en el camino particular ybordeado de robles que ascenda hacia la cima, donde brillaban las vivas luces de la casadel amo.

    Personalmente, no tena nada en contra de George Wilkins. Si George Wilkins sehubiera limitado a cultivar, a trabajar la tierra que, lo mismo que l, tena en aparcera conRoth Edmonds, l, Lucas, habra accedido de buen grado a que Nat se casara con George,de mejor grado que con cualquiera de la mayor parte de los negros machos de la vecindad.Pero no estaba dispuesto a permitir que ni George Wilkins ni nadie viniera a la regin en

    la que l haba vivido durante cuarenta y cinco aos y se pusiera a hacerle la competenciaen un negocio que, desde sus comienzos, vena trabajando cuidadosa y discretamente porespacio de veinte aos; desde que mont su primer alambique, durante la noche y en elmayor secreto, pues no haba necesidad de que nadie le dijera lo que Roth Edmonds haraen caso de enterarse.

    No tena miedo de que George lograra robarle parte de su clientela de siempre conaquella especie de bazofia para cerdos que haba empezado a fabricar haca tres meses y ala que llamaba whisky. Pero George Wilkins era un necio sin discrecin a quien tarde o

    temprano, inevitablemente, acabaran atrapando, y en consecuencia, tras cada arbusto de lahacienda de Roth Edmonds habra un agente del sheriff apostado toda la santa nochedurante los prximos diez aos. Y l, Lucas, no slo no estaba dispuesto a que su hija Natse casara con un necio, sino que no tena intencin de permitir que un necio viviera en elmismo lugar que l.

    Cuando lleg a la gran casa, no subi las escaleras. Se qued al pie de ellas, golpeandocon los nudillos el borde de la veranda, hasta que Edmonds apareci en la puerta y escrutla oscuridad.

    Quin es? dijo.

    Luke dijo Lucas.

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    Acrcate, ponte a la luz dijo Edmonds.

    Hablar desde aqu dijo Lucas.

    Edmonds se adelant. Lucas era el ms viejo; de hecho, cuando el padre de CarothersEdmonds muri, l llevaba ya veinticinco aos en aquella tierra, trabajando los mismosacres y viviendo en la misma casa. Lucas tena sesenta aos como mnimo; se saba que

    tena una hija ya con nietos, y que probablemente era ms solvente que el propioEdmonds, pues no posea nada que exigiera reparaciones y vallados y acequiasfertilizantes, y por lo cual hubiera de pagar impuestos.

    Y sin embargo Lucas, en aquel momento, dej de ser el negro que era y se convirti enun negro[2], no tanto reservado cuanto impenetrable, no servil ni recatado en extremo,sino inmvil all en la penumbra, bajo el hombre blanco, envuelto en una aura deestupidez intemporal e impasible, casi como un olor.

    George Wilkins tiene una destilera en la hondonada que hay detrs del viejo campodel oeste dijo con voz absolutamente uniforme y sin inflexiones. Si quieren tambinel whisky, dgales que miren debajo del suelo de la cocina.

    Qu? dijo Edmonds. Y entonces empez a rugir (en el mejor de los casos, era unhombre de temperamento sanguneo): No os he dicho ya a vosotros, negros, lo quehara en cuanto descubriera la primera gota de ese brebaje ilegal en mis tierras?

    George Wilkins debera orlo tambin dijo Lucas. A m no tiene que decrmelo.Llevo en este lugar cuarenta y cinco aos, y usted jams habr odo que yo haya tenido

    tratos con whisky de ningn tipo aparte de esa botella de whisky de la ciudad que su padrey usted me han regalado siempre por Navidad.

    Ya lo s dijo Edmonds. Tienes la sensatez suficiente, pues sabes de sobra loque hara si alguna vez te cogiera. Y George Wilkins, para la salida del sol, desear Lucas permaneci all de pie, inmvil, parpadeando un poco, escuchando primero elrpido golpeteo de los tacones iracundos del hombre blanco, y luego el prolongado yviolento chirrido de la manivela del telfono, y a Edmonds gritando al aparato: S! lsheriff! Me tiene sin cuidado dnde est! Encuntrele!

    Lucas esper a que Edmonds hubiera terminado.

    Supongo que no me necesitar para nada ms dijo.

    No dijo Edmonds desde el interior de la casa. Vete a casa y acustate. Quieroque para maana a la noche tengas plantada toda tu parcela sur del arroyo. Te has pasadoel da por ah alelado, como si no te hubieras acostado en una semana.

    Lucas volvi a casa. Estaba cansado. Se haba pasado en vela la mayor parte de la

    noche anterior, primero siguiendo a Nat para ver si iba a encontrarse con George Wilkinsdespus de habrselo prohibido, luego en su rincn secreto de la parte baja del arroyo,ejecutando la ltima parte del plan y desmantelando su alambique y transportndolo piezaa pieza y ocultndolo ms abajo del valle, y finalmente volviendo a casa apenas una hora

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    antes del alba.

    La casa estaba oscura; slo se alcanzaba a ver el dbil fulgor en la habitacin donde ly su mujer dorman: las brasas entre cenizas, el fuego que encendiera en el hogar cuarentay cinco aos atrs, cuando se mud a aquella casa, y que segua ardiendo entonces. Elcuarto donde dorma su hija estaba a oscuras. No necesitaba entrar en l para saber que

    estaba vaco. Contaba con ello. A George Wilkins le haba sido dado disfrutar una nochems de compaa femenina, porque al da siguiente iba a fijar su residencia para muchotiempo en un lugar en donde no la tendra.

    Cuando se meti en la cama, su mujer, sin despertar siquiera, dijo:

    Dnde has estado? Toda la noche por los caminos, mientras la tierra pide a gritos lasiembra Y dej de hablar, an dormida, y l, algn tiempo despus, despert.

    Era pasada la medianoche; yaca bajo la colcha, sobre el colchn desnudo; notriunfante, no vindicativo. Estara sucediendo ms o menos entonces. Saba cmoactuaban: el sheriff blanco y los funcionarios del fisco y los policas reptaransigilosamente entre los matorrales, empuando una o dos pistolas, rodearan el alambiquey olisquearan cada tocn y alteracin del terreno como perros de caza, hasta dar con todasy cada una de las jarras y barriles, que cargaran luego hasta donde les esperaba el coche;tal vez hasta echaran un trago o dos para protegerse del fro nocturno antes de volver alescondrijo del alambique, donde esperaran sentados a que George Wilkins entrara en lcandorosamente.

    Tal vez pens aquello le servira de leccin a George Wilkins: la prxima vez sepensara muy bien con la hija de quin se le ocurrira tontear.

    Luego su mujer, inclinada sobre la cama, le sacuda y gritaba. Acababa de amanecer.Corri tras ella, en camisa y calzoncillos, y salieron al porche trasero. En el suelo,desvencijado y lleno de composturas, estaba el alambique de George Wilkins; sobre elporche poda verse tambin un abigarrado conjunto de tarros para fruta y jarras de gres yalgn barril y un bidn de aceite de cinco galones que, a los ojos horrorizados y anofuscados por el sueo de Lucas, pareca poder contener el suficiente lquido como para

    llenar un abrevadero para caballos de diez pies de largo. Hasta poda ver tal lquido en lostarros de cristal: un fluido desvado e incoloro, en el que an flotaban las cscarastrituradas de grano que el alambique de dcima mano de George Wilkins no haba logradodesechar.

    Dnde estuvo Nat anoche? grit, sacudiendo a su mujer por el hombro.Dnde estuvo Nat, mujer?

    Sali nada ms salir t grit su mujer. Te sigui! No lo sabas?

    Lo s ahora dijo Luke. Trae el hacha dijo. Destroza esto! No tenemostiempo para llevrnoslo de aqu.

    Pero tampoco tuvieron tiempo de hacer nada. Fue el sheriff en persona, seguido de uno

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    de sus agentes, quien apareci por una esquina de la casa.

    Maldita sea, Luke dijo el sheriff. Te crea ms sensato.

    Esto no es mo dijo Lucas. Y usted lo sabe. George Wilkins

    No te preocupes por George Wilkins dijo el sheriff. Tambin le he detenido.Est ah fuera, en el coche, con esa chica tuya. Vete a ponerte los pantalones. Nos vamos ala ciudad.

    Dos horas despus se encontraba en el despacho del comisario, en el Palacio deJusticia Federal de Jefferson; con semblante inescrutable, parpadeando un poco, escuchabala pesada respiracin de George Wilkins, que estaba a su lado, y las voces de los hombresblancos.

    Maldita sea, Carothers dijo el comisario. Qu clase de historia de Montescos yCapuletos senegambianos es sta?

    Pregnteles a ellos! dijo Edmonds con violencia. Wilkins y la chica de Lukequieren casarse. Luke no quiere ni or hablar del asunto por algn motivo, y ahora creoque estoy descubriendo cul es. As que anoche Luke vino a mi casa y me dijo queWilkins tena un alambique en mis tierras, pues saba condenadamente bien lo que yohara, no en vano llevo aos dicindoles a esos negros de mi hacienda lo que iba a hacer sialguna vez descubra una sola gota de ese maldito whisky del demonio en mis tierras

    Y recibimos la llamada telefnica del seor Roth ahora era uno de los agentesquien hablaba: un hombre rechoncho y locuaz, con las piernas embarradas a la altura delas pantorrillas y el semblante un tanto tenso y fatigado, y fuimos all y el seor Rothnos dijo dnde mirar. Pero en la hondonada donde l dijo no haba ningn alambique, asque nos sentamos y nos pusimos a pensar dnde esconderamos un alambique si furamosuno de los negros del seor Roth, y fuimos y miramos y al cabo de un rato, en efecto, allestaba, desmontado y escondido todo con el cuidado y esmero del mundo, en la parte bajadel arroyo, entre unos espesos matorrales. Pero se acercaba la hora del amanecer, as quedecidimos volver a casa de George Wilkins para mirar debajo del piso de la cocina, comonos haba dicho el seor Roth, y tener luego una pequea charla con George.

    Llegamos como a la salida del sol, y lo nico que nos dio tiempo a ver fue a George ya esa chica caminando colina arriba en direccin a la casa de Luke, con una jarra de ungaln en cada mano, pero George estrell las jarras contra unas races antes de que leechramos el guante. Luego la mujer de Luke empieza a chillar dentro de casa y damos lavuelta corriendo hasta la parte trasera y nos encontramos con otro alambique en el patio deLuke, con unos cuarenta galones del cuerpo del delito all apilados en el porche de atrs,como si tuviera intencin de organizar una subasta, y Luke en calzoncillos y faldones, depie chillando: Trae el hacha y destrzalo! Trae el hacha y destrzalo!.

    Pero a quin acusa? dijo el comisario. Fueron a detener a George, pero laspruebas acusan todas a Luke.

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    Haba alambiques dijo el agente. Y George y la chica, los dos afirman queLuke lleva veinte aos haciendo y vendiendo whisky all mismo, en el patio trasero de esacasa propiedad del seor Roth.

    Parpadeando, Lucas se encontr con la mirada airada de Edmonds, una mirada en laque no haba reproche, en la que ya no haba sorpresa, sino un agravio torvo y furibundo.

    Luego, sin mover siquiera los ojos y sin que se operara cambio alguno en su semblante,haba dejado de mirar a Edmonds y parpadeaba con calma, escuchando a su lado larespiracin pesada de George Wilkins semejante a la de alguien sumido en un profundosueo y las voces de los blancos:

    Pero no pueden hacer que su propia hija testifique contra l.

    Pero puede hacerlo George dijo el agente. George no es pariente suyo. Y nodigamos si George se ve, como ahora, en el aprieto de tener que pensar, y rpido, en algoque decir que valga la pena.

    Que el tribunal se ocupe de ello, Tom dijo el sheriff. Me he pasado la noche envela y ni siquiera he desayunado todava. Le he trado un detenido y dos testigos y treintao cuarenta galones de prueba. Dejmoslo as por nuestr