Departamento del Amazonas: El hombre y su medio · fuerte militar de Tabatinga, en el año 1766....

14
TERCERA UNIDAD POBLADORES AMAZÓNICOS CAPITULO 8 EL CONFLICTIVO PROCESO DE ESTRUCTURACIÓN TERRITORIAL Según los estudios arqueológicos sobre la Amazonia, gran parte de la región habría estado habi- tada por poblaciones humanas desde hace más de 10 mil años. Antes de la Conquista ya habían numerosos asentamientos adaptados al medio y con capacidad para manejar exitosamente sistemas de producción y reproducción de ambientes y ecosistemas, formas de organización social y complejas estructuras de pensa- miento y de conocimientos, basados en una filosofía de respeto por la naturaleza. De acuerdo con las descripciones realizadas por los primeros cronistas europeos que viajaron por el tramo amazónico comprendido entre la boca del río Ñapo y la del río Negro, el poblamiento sobre las islas y las ve- gas del gran río era sorprendentemente denso. En el libro Nuevo Descubrimiento del Río de las Amazonas, el Padre Cristóbal de Acuña escribe: «Tiene esta pro- vincia de longitud más de doscientas leguas, continuándose sus poblaciones tan a menudo que ape- nas se pierde una de vista, cuando ya se descubre otra». A partir del prodigioso, aunque sangriento, viaje de Hernán Pérez de Quesada, entre Santa Fe de Bogotá y el Valle de Sibundoy, por el piedemonte de la Cordille- ra Oriental, en el año 1542 (Aguado, 1916), se inicia la penetración española en la Amazonia colombiana. Con la fundación de Mocoa y su conversión en encomien- da, se tiene el primer centro de evangelización por los doctrineros españoles y de esclavización indígena. Allí se descubre oro y los indígenas sufren una brusca dis- minución debido a las mortíferas condiciones que ca- racterizaban la minería aurífera colonial. Sin embargo, hay continuas rebeliones y ataques que obligan a refundar a Mocoa en varias ocasiones. En esta activi- dad se distinguieron los Andakíes, que fueron el azote de los españoles en el Alto Caquetá y Magdalena du- rante varias centurias». (Friede, 1953.) Los Jesuítas y, luego, los Franciscanos iniciaron la conversión de los indígenas al cristianismo y la funda- ción o adecuación de pueblos al gobierno colonial. En el Putumayo y el San Miguel se realizan, a finales del siglo XVI!, numerosas fundaciones con indígenas Sionas, Macaguanes y Kofanes. Son las llamadas mi- siones de Caquetá y Sucumbíos, cuya vida siempre fue excesivamente accidentada y corta. Pueblos como Je- sús de Nansuera, Santa María de Maguages, San Diego de Yantaguages, San Bernardino de Siena, etc., fueron destruidos por las pestes o arrasados por los levanta- mientos indígenas. La falta de integración amazónica al resto de la Nueva Granada se hizo evidente para los españoles durante el periodo Borbónico, en la segunda mitad del siglo XVIII. Los avances portugueses sobre la región, realizados sistemáticamente como política del Marqués de Pombal, y las reformas económicas del imperio que buscaban la conversión de las colonias en una mayor fuente de riquezas para la metrópoli, estimularon un nuevo interés gubernamental español para organizar un efectivo control amazónico. Para ello apelaron a la fórmula que tan buenos resultados les había dado en la región andina y caribe: las fundaciones misioneras. Con ese objeto llamaron a los Franciscanos. Los misioneros de la Propaganda Fide concentra- ron su obra de cristianización y fundación de pueblos en la parte alta y media de los ríos Putumayo y Caquetá. La casa principal de la orden se ubicó en Popayán y desde allí se enviaban los recursos necesarios para el sostenimiento de los pueblos y la búsqueda de conver- sos. Inicialmente el viaje se realizaba por el Macizo de Almaguer y se continuaba por el alto Caquetá, hasta llegar a la población de Mocoa y, de allí, pasar al río 45

Transcript of Departamento del Amazonas: El hombre y su medio · fuerte militar de Tabatinga, en el año 1766....

TERCERA UNIDAD

POBLADORES AMAZÓNICOS

CAPITULO 8

EL CONFLICTIVO PROCESO DE

ESTRUCTURACIÓN TERRITORIAL

S e g ú n los e s t u d i o s a r q u e o l ó g i c o s sobre la Amazonia, gran parte de la región habría estado habi­tada por poblaciones humanas desde hace más de 10 mil años. Antes de la Conquista ya habían numerosos asentamientos adaptados al medio y con capacidad para manejar exitosamente sistemas de producción y reproducción de ambientes y ecosistemas, formas de organización social y complejas estructuras de pensa­miento y de conocimientos, basados en una filosofía de respeto por la naturaleza.

De acuerdo con las descripciones realizadas por los primeros cronistas europeos que viajaron por el tramo amazónico comprendido entre la boca del río Ñapo y la del río Negro, el poblamiento sobre las islas y las ve­gas del gran río era sorprendentemente denso. En el libro Nuevo Descubrimiento del Río de las Amazonas, el Padre Cristóbal de Acuña escribe: «Tiene esta pro­v inc ia de l ong i t ud más de d o s c i e n t a s l eguas , continuándose sus poblaciones tan a menudo que ape­nas se pierde una de vista, cuando ya se descubre otra».

A partir del prodigioso, aunque sangriento, viaje de Hernán Pérez de Quesada, entre Santa Fe de Bogotá y el Valle de Sibundoy, por el piedemonte de la Cordille­ra Oriental, en el año 1542 (Aguado, 1916), se inicia la penetración española en la Amazonia colombiana. Con la fundación de Mocoa y su conversión en encomien­da, se tiene el primer centro de evangelización por los doctrineros españoles y de esclavización indígena. Allí se descubre oro y los indígenas sufren una brusca dis­minución debido a las mortíferas condiciones que ca­racterizaban la minería aurífera colonial. Sin embargo, hay cont inuas rebel iones y ataques que obl igan a

refundar a Mocoa en varias ocasiones. En esta activi­dad se distinguieron los Andakíes, que fueron el azote de los españoles en el Alto Caquetá y Magdalena du­rante varias centurias». (Friede, 1953.)

Los Jesuítas y, luego, los Franciscanos iniciaron la conversión de los indígenas al cristianismo y la funda­ción o adecuación de pueblos al gobierno colonial. En el Putumayo y el San Miguel se realizan, a finales del siglo XVI ! , numerosas fundac iones con indígenas Sionas, Macaguanes y Kofanes. Son las llamadas mi­siones de Caquetá y Sucumbíos, cuya vida siempre fue excesivamente accidentada y corta. Pueblos como Je­sús de Nansuera, Santa María de Maguages, San Diego de Yantaguages, San Bernardino de Siena, etc., fueron destruidos por las pestes o arrasados por los levanta­mientos indígenas.

La falta de integración amazónica al resto de la Nueva Granada se hizo evidente para los españoles durante el periodo Borbónico, en la segunda mitad del siglo XVIII. Los avances portugueses sobre la región, realizados sistemáticamente como política del Marqués de Pombal, y las reformas económicas del imperio que buscaban la conversión de las colonias en una mayor fuente de riquezas para la metrópoli, estimularon un nuevo interés gubernamental español para organizar un efectivo control amazónico. Para ello apelaron a la fórmula que tan buenos resultados les había dado en la región andina y caribe: las fundaciones misioneras. Con ese objeto llamaron a los Franciscanos.

Los misioneros de la Propaganda Fide concentra­ron su obra de cristianización y fundación de pueblos en la parte alta y media de los ríos Putumayo y Caquetá. La casa principal de la orden se ubicó en Popayán y desde allí se enviaban los recursos necesarios para el sostenimiento de los pueblos y la búsqueda de conver­sos. Inicialmente el viaje se realizaba por el Macizo de Almaguer y se continuaba por el alto Caquetá, hasta llegar a la población de Mocoa y, de allí, pasar al río

45

Putumayo aguas abajo hasta el pueblo de La Con­cepción, que fue su centro misionero hasta finales del siglo XVIII. Posteriormente, se fundó el pueblo de La Ceja de los Andaquíes, a orillas del río Suaza en el alto Magdalena, para que sirviese de etapa intermedia en un nuevo camino hasta La Concepción. Al atravesar la Cordillera Oriental se tomaba el río Pescado hasta su desembocadura en el Orteguaza; de allí se descendía al Caquetá y, por varadores, se pasaba el istmo interfluvial que lleva al río Putumayo por el río Caucayá, en cuya boca se encontraba el centro misional.

Debido a las grandes dificultades para transportar recursos hasta el río Amazonas, los Franciscanos con­centraron sus esfuerzos en el alto y medio Caquetá y Putumayo. Sin embargo, lograron atraer poblaciones conversas entre los Karijona del río Yarí y fundaron pueblos, de vida muy corta hasta la boca del Putumayo en el Amazonas: Agustinillos, muy cerca de lo que hoy es el pueblo peruano de Yuvineto, y San Joaquín, en el sitio donde hoy se encuentra el pueblo brasileño de Santo Antonio do Igá a orillas del Amazonas. Todos estos pueblos tuvieron una vida muy corta, por lo difícil de las comunicaciones, por las enfermedades que los diezmaban y por la negativa de los indígenas a perma­

necer en los pueblos donde eran un blanco fácil para los traficantes de esclavos y para la servidumbre en las minas de oro del alto Caquetá y Sucumbíos (río San Miguel). A finales del siglo XVIII los misioneros aban­donaron la región y los indígenas volvieron a sus malocas y a sus costumbres ancestrales.

Ya en el siglo XVII, se dan los primeros intentos de poblar el Alto Amazonas, entre el Ñapo y el río Negro, por parte de los Jesuítas al servicio de España. Es la increíble obra del misionero Samuel Fritz quien sólo y en constante conflicto con los soldados y esclavistas portugueses, logra fundar 38 pueblos. Partiendo de La­guna, sede de la provincia de Maynas, desciende el Amazonas en 1689 y funda San Joaquín de los Omaguas, en un sitio .que debió estar muy cerca al em­plazamiento actual de Pebas. San Joaquín se convier­te en el epicentro de sus misiones entre Omaguas, Yurimaguas, Cuchiveros, etc., grupos tupíes que po­blaban las grandes islas y las orillas altas del Amazo­nas entre el Ñapo y el Río Negro. Las principales po­blaciones fundadas posteriormente fueron: Nuestra Señora de Guadalupe, San Pablo Apóstol, San Cristó­bal, Santa Teresa de Tefe y Santa Ana de Coary (Fritz, 1922). Esta obra de Fritz promueve una fuerte reacción

46

entre los portugueses del Para, quienes atacan varias veces las misiones y llegan a coger prisionero, durante medio año, al misionero. Aunque, desde Quito, se en­vía un pequeño contingente para retomar las posicio­nes del Alto Amazonas, esto no dura mucho. Finalmen­te, desde Belén de Para se envía una expedición de cuatrocientos cincuenta hombres, capitaneados por José Antunes de Fonseca, los cuales capturan todas las poblaciones de los Omaguas y Yurimaguas, hasta las bocas del río Yavarí. Para fijar permanentemente sus conquistas fundaron, frente a la boca del Yavarí, el fuerte militar de Tabatinga, en el año 1766. España no trató de recuperar ese territorio, quedando definitiva­mente en manos de Portugal. Entregadas estas misio­nes a los Carmelitas de Brasil, se transforman en las poblaciones de Fonte Boa, Coary, Tefe y San Pablo de Olivenga, entre las que hoy subsisten.

En 1767 los misioneros Jesuítas fundaron la pobla­ción de Loreto de los Ticunas, sobre la margen izquierda del Amazonas y frente a la isla de Cacao. Como su nom­bre lo indica el poblamiento se hizo básicamente con po­blación de la etnia Ticuna, proveniente de otros pueblos y de las selvas de tierra firme (Zarate, 1998, pag. 91). El que esta fundación se hiciese tan cerca de Tabatinga in­dica claramente la intención de marcar una frontera entre el imperio español y portugués, como realmente ocurrió de hecho.

Hacia la mitad del siglo XVIII las fronteras entre el imperio portugués y el español estaban totalmente indefi­nidas y la presión sobre ellas crecía, debido al interés de las dos coronas por convertir sus colonias en fuente de nuevos recursos económicos. El 13 de enero de 1750, se firma en Madrid un tratado por medio del cual los dos go­biernos se comprometen a definir sus fronteras. Se crean sendas Comisiones de Límites, conformadas por ingenie­ros geodestas, naturalistas y militares, cuya misión era establecer definitivamente hasta donde llegaba el domi­nio real de cada gobierno (uti possidetís), quedando cada cual con lo que realmente poseía. El Tratado nunca pudo concretarse, debido a que los gobiernos coloniales se de­dicaron a estorbarse uno a otro, tratando de ganar tiempo para fortalecer sus posiciones. Durante esos años se fun­daron numerosos pueblos y se hizo un gran reconocimien­to de la Amazonia occidental con ese objetivo.

Como no se pudieron fijar las fronteras, en 1777 se firmó el Tratado de San Ildefonso en el cual se dieron reglas más claras para la definición de las fronteras y Por­tugal se comprometió a devolver los territorios usurpados

en el alto Amazonas hasta la confluencia del Río Negro. En esta segunda fase, las Comisiones de Límites, con el Comisario Francisco Requena por la parte española, re­corrieron el Caquetá y parte de sus tributarios entre las bocas y el salto de Araracuara y se iniciaron las conver­saciones para derruir el fuerte de Tabatinga. Sin embar­go, las conversaciones se dilataron nuevamente y finali­zó el período colonial sin que se pudiesen definir las fron­teras. El gobierno republicano heredó esos problemas, los cuales siguieron arrastrándose durante otro siglo.

El Comisionado Requena propuso a la corte españo­la que las misiones de Mainas deberían entregarse, para una mejor y más fácil administración, al Colegio de Ocopa, o sea, a los misioneros Franciscanos de la Propaganda Fide con sede en el Perú. Por lo tanto, los trabajos misionales desde Quito y Popayán quedaban supedita­dos al arzobispado de Lima. Esto se hizo efectivo por una Real Cédula dada en Madrid el quince de julio de 1802. Esta Cédula no pudo cumplirse por haberse promulgado poco antes de las guerras de independencia, sin embar­go, fue la base para varios conflictos con el Perú, debido a que los gobiernos posteriores pretendieron que el go­bierno religioso y el gobierno civil eran semejantes y que, por ello, los territorios amazónicos del Virreinato de la Nueva Granada le pertenecían al Virreinato del Perú. Aduciendo un uti possidetis que no existía, la República del Perú se enfrentó a la Gran Colombia en 1829 para quedarse con la Provincia de Mainas, pero fue vencida por el Mariscal Sucre en la batalla del Tarqui, debiendo entregar ese territorio. Nuevamente, los invadió pacífica­mente por el resto del siglo XIX, hasta que las riquezas caucheras condujeron a los enfrentamientos con Colom­bia y Ecuador. En 1911 se produjo el conflicto de La Pe­drera; luego, entre 1930 y 1932 el conflicto Colombo-Pe-ruano; y en 1941 el conflicto Ecuador-Perú cuyas secue­las se sienten hasta hoy día.

El 2 de diciembre de 1852, cuando el explorador nor­

teamericano Lewis Herndon visitó la población de Loreto,

la describe en la siguiente forma:

«Loreto está situada en una elevación en la ribera izquierda (del Amazonas) y tiene enfrente a la gran isla de Cacao. El río tiene tres cuartos de milla de ancho y ciento dos pies de profundidad en la corriente central, con una corriente de tres millas por hora. El suelo es de una arcilla de color claro y pegajosa, que en época de lluvias hace casi imposible caminar, especialmente de­bido a que hay ganado y chanchos que corren por el poblado y que convierten la arcilla en lodo.»

47

«La población de Loreto es de doscientos cincuen­ta habitantes, conformada por brasileños, mulatos, ne­gros y algunos indios ticunas. Es un puesto fronterizo del Perú. Hay unas cuantas millas de territorio neutral entre éste y Tabatinga, la frontera de Brasil».(Herndon & Gibbon, 1991, vol 1, pag. 302-303).

Algunos años mas tarde Loreto decae y los perua­nos fundan, en 1867, el puerto quinero de Leticia, al lado del fuerte brasileño de Tabatinga. El lugar toma importancia y termina por asimilar totalmente a Loreto hasta su desaparición.

El gran cambio, nefasto para los indígenas, provino de la penetración masiva de población blanca, a partir de 1875, atraída por la riqueza de la quina y del caucho. Esa nueva población de caucheros y comerciantes transfor­mó las vías de comunicación y sentó las bases para la formación de pueblos permanentes. Con el fracaso de las caucharías, a partir de 1914, muchos "blancos" permane­cieron en el piedemonte amazónico en calidad de colo­nos o comerciantes urbanos, dando lugar a un nuevo tipo de estructuración geográfica más adecuada para el capi­tal y, por lo tanto, en oposición absoluta con la existencia de las comunidades indígenas. El avance definitivo de pueblos como Florencia, San Vicente, Puerto Rico, Puer­to Asís o Calamar fue, también la expansión definitiva de la economía y la cultura eurocéntrica.

En marzo de 1906 toda la Amazonia colombiana fue agregada al Cauca, con el nombre de Territorio del Caquetá y con administración desde Popayán. Luego, en diciembre de 1909, ese territorio entró a ser mane­jado directamente desde Bogotá y tomó el nombre de Intendencia del Caquetá. Algo más concreto, pero aún inmaduro, se dio entre lósanos 1910 y 1912,con la crea­ción de las comisarias especiales de Vaupés, Putumayo y Caquetá.

El decreto 1.131 de 1910, creó la Comisaria Especial del Vaupés, con capital en Calamar, un corregimiento que para 1912 sólo contaba con 545 habitantes, incluyendo el Corregimiento de San José del Guaviare.

Por el decreto 320 de 1912 se creó la Comisaria Es­pecial del Putumayo, con capital en el Municipio de Mocoa; éste, junto con el Corregimiento de San Francisco, tenía una población de 1.380 habitantes, sin contar indígenas dispersos.

La Comisaría Especial del Caquetá fue creada median­te el decreto 642 del 17 de junio de 1912. Por el mismo decreto se convirtió a Florencia en capital, dándole la ca­tegoría de municipio. En el censo de ese mismo año apa­rece con 2.304 habitantes, incluyendo los, también, nue­vos corregimientos de Tres Esquinas, Yari (Puerto Pizarro), San Vicente y Puerto Rico. La división político-administra­tiva generada en esos años tuvo un carácter más estable.

El cambio más importante en ese ordenamiento, se produjo por la división de Putumayo con el objeto de crear la nueva Comisaria Especial del Amazonas. «En virtud del tratado de límites Salomón-Lozano (año 1922) se lle­vó a cabo en los años 1928 y 1929 el amojonamiento de la frontera, y en el último de los años citados, por Acta celebrada en Iquitos, hubo entrega recíproca y formal de los territorios fronterizo mutuamente reconocidos por el tratado»(Prefectura Apostólica de Leticia,1973 p. 41). En 1930 se dictó el decreto que, crea la Comisaria de Ama­zonas y se le da como capital a Leticia, una población que había sido conformada por peruanos de Loreto y que, en su mayor parte, continuó siendo habitada por perua­nos. Esta situación, mas los intereses de Julio César Ara­na y otros políticos de Iquitos, produjo un levantamiento y la toma de Leticia el primero de septiembre de 1932. La toma fue apoyada desde Lima por el presidente, General Luis Sánchez Cerro y varias guarniciones fueron envia­das para oponerse a su recuperación por Colombia. Sin embargo, el conflicto se concentró a lo largo del río Putumayo, entre Tarapacá y Güepí, en donde se produje­ron varios enfrentamientos desde enero hasta el mes de abril de 1933. Finalmente el problema se resolvió por vía diplomática en Ginebra, Suiza. Allí se firmó, el 25 de mayo, un acuerdo por el cual Perú se comprometía a respetar el Tratado de 1922 y devolver a Colombia los territorios ocu­pados.

En ese nuevo período de la Comisaría, el Gobierno colombiano se preocupó por organizar mejor el territorio. Muchos veteranos del Conflicto permanecieron en Leticia, La Pedrera, Araracuara y el Encanto haciendo presencia mayoritaria. Igualmente, en la parte educacional y religio­sa se organizó el Vicariato Apostólico de Sibundoy, am­pliando sus funciones hasta la Comisaría del Amazonas. En 1951 se creó la prefectura Apostólica de Leticia, sepa­rándola de Sibundoy y nombrando como Prefecto a Mon­señor Marceliano Canyes, un Capuchino catalán de nota­ble energía que fundó numerosas escuelas e internados en toda la región.

48

CAPITULO 9

LOS PUEBLOS INDÍGENAS

En toda la región Amazónica colombiana existen aproximadamente 52 etnias indígenas con una pobla­ción aproximada de 47.000 miembros. Se destacan 14 familias lingüísticas, siendo las más numerosas: la fa­milia Tukano, los Arawak, los Uitoto y los Tupí.

En el Departamento del Amazonas existen actual­mente unas 19 etnias, que pertenecen aproximadamen­te a ocho familias lingüísticas muy poco conocidas. Para 1985 se calculaba una población de 15.955 indígenas, representando el 52,6% del total de habitantes en el departamento. Los cálculos siguen siendo muy aproxi­mados debido a la dificultad de saber exactamente cuan­do una comunidad o un individuo es indígena. Tal es el caso de los numerosos indígenas que viven en ciuda­des o en núcleos urbanizados y que han perdido su lengua y su identidad o grupos probablemente existen­tes, como los Urumi o los Yurí, cuya ubicación es hipo­tética.

Estas etnias tienen diferencias culturales de impor­tancia que conforman sistemas amplios de diversifica­ción, sin embargo también los identifica un denomina­dor común y es el pertenecer a la «cultura de la selva tropical", los hombres talan el bosque, asumen los ofi­cios de caza y pesca y además controlan la vida reli­giosa. Las mujeres son responsables de las activida­des agrícolas, la preparación y cocción de los alimen­tos y la crianza de los hijos.

Podemos dividir el Departamento del Amazonas en tres grandes regiones de acuerdo con el predominio de ciertos grupos lingüísticos: A-Región al norte del Caquetá, con predominio Tukano Oriental; B-Región entre el Caquetá y el Putumayo, con predominio Uitoto; C-Región del Trapecio Amazónico, con predominio Ticuna.

A-Región al norte del rio Caquetá

Es el área comprendida entre los ríos Apaporis y el Yarí. Allí han predominado grupos de habla Tukano oriental, especialmente en la cuenca del río Mirití-Paraná. Tales grupos son: Yucuna, Yucuna-Matapí, Letuama, Tanimuca, Macuna y Cawiyarí. Más al occi­

dente, a orillas del río Caquetá, encontramos los Miraña, que pertenecen a la familia lingüística Tupí.

Cada grupo de estos es muy pequeño, siendo la gran mayoría agrupamientos con menos de 50 habitan­tes, concentrados en grandes malocas o en caseríos. Esto ha sido el resultado de varios siglos de esclavización y enfermedades, especialmente debido a las Gaucherías.

B-Región entre el Caquetá y el Putumayo

En esta región predomina el grupo étnico-lingüísti-co Uitoto, el cual se encuentre mezclado o en cerca­nías de otros, como los Boras, Miraña y Muinane.

Grupo étnico Uitoto Tradicionalmente vivieron en las hoyas del

Putumayo y Caquetá, en los ríos Caraparaná, Igara-Paraná, Nocaimani, Alto Cahuinarí y zonas interfluviales, pero por la acción de las Gaucherías fue­ron desplazados de sus territorios tradicionales, llegan­do muchos de ellos a territorio peruano.

Actualmente viven en los siguientes resguardos al­gunos de ellos compartidos con otros grupos étnicos:

Resguardo Fecha de Resolución Hectáreas

Punta Zábalo y Los Monos Monochoa

El Quince Witorá Predio Putumayo Amenanae Jirijirí

Coropoya

32-6-IV-88 31-6-IV-88

97-27-VII-82 22-3-11-81 57-04-IX-89 40-21-VII-88

62-19-VIII-87

88-10-X-88

11.540 229.440

1.250 67.220 5.818.702 6.960 4.960

3.923

La base de la organización es la familia nuclear que la compone el esposo, la mujer que debe ser de un clan diferente a él y los hijos de la relación. Los Uitotos están organizados en clanes y linajes patronéales exógamos, cuyo referente ha sido la maloca.

En ella habitan el dueño, sus hijos varones con sus respectivas familias, sus hijas e hijos solteros y demás parientes. Esta gente sería la principal de la maloca, y así

49

DISTRIBUCIÓN DE GRUPOS ÉTNICOS EN EL DEPARTAMENTO DEL AMAZONAS

mismo la habita una gente que no es propia de la maloca, que pueden ser huérfanos y asilados, entre otros, que por su condición secundaria se ven obliga­dos a realizar trabajos pesados. Esto nos lleva a seña­lar que hay una jerarquía entre linajes dominantes y subordinados y al interior de cada linaje que se expre­sa en cada jerarquización y de distribución de sus miem­bros en la maloca. El tipo de residencia es patrilocal, aunque se continua con una relación de cooperación y ayuda entre suegro y el yerno. Los clanes se identifi­can con nombres totémicos relacionados con plantas, animales o fenómenos naturales.

C-Región del Trapecio Amazónico Grupo étnico Ticuna. Están ubicados en el departa­

mento del amazonas y en las regiones vecinas de Brasil y Perú. Son una lengua independiente. Han sido duramen­te afectados por las Gaucherías, la acción evangélica y la colonización del trapecio amazónico hasta llegar a trans­formar su cultura totalmente.

Antiguamente estaban ubicados en las tierras firmes ale­jadas del río amazonas, por temor a los Omagua que vivían en las islas y várzeas. Pero desde finales del siglo XVIII se han relocalizado a orillas del río y zonas adyacentes.

50

Actualmente, los Ticuna se encuentran ubicados:

sobre el río Cotuhé en las comunidades Tarapacá, Caño

Ventura, Santa Lucía y Buenos Aires; sobre el río Ama­

zonas: en Arara, Macedonia, Vergel, Mocágua y Zara­

g o z a , en el r ío A m a c a y a c u , en San Mar t ín de

Amacayacu. En el el río Loretoyacu , en Puerto Nariño.

También en el km. 6 cerca de Leticia. Hoy son recono­

cidos los siguientes resguardos:

Resguardo Resolución y Fecha Hectáreas No. de Habitantes

Arara 92-27-VIII-82 12.308 539

San Antonio

de los Lagos 87-27-VII-82 188 280

San Sebastián 87-27-VII-82 59

Santa Sofía y

El Progreso 23-24-IV-85 4.209 407

Nazareth 81-1-VII-82 1.367

Mocagua 60-21-IX-83 5.255 319

Macedonia 60-21-IX-83 3.410 619

El Vergel 60-21-IX-83 2.525 159

Zaragoza 60-21-IX-83 5.560 70

Río Cotuhé y

Putumayo 77-18-XII-92 245.227

Vivienda y patrones de asentamiento.Antiguamente vi­

vían en malocas de forma ovalada, aisladas unas de otras.

Hoy viven en caseríos con una población creciente. La

estructura de cada pueblo asemeja la de los blancos, ade­

más se caracteriza porque se han incorporado iglesias por

la presencia religiosa. Los patrones de asentamiento es­

tán determinados por los ríos, en este caso el Amazonas,

las poblaciones no indígenas, la várzea y la tierra firme.

Parentesco y organización social. Para los Ticunas su

estructura organizativa está directamente relacionada con

una naturaleza que ellos han humanizado. El hombre es

parte de esta naturaleza. Así se clasifica frente a ella bajo

el concepto de Kiá, gente de. Esto permite que se esta­

blezcan alianzas e identidades con ancestros míticos: ani­

males de monte, seres de agua, plantas. Así su sistema

social está dado por patrilinajes asociados a dos mitades

de carácter exogámico: este-oeste, arriba-abajo y a uni­

dades de filiación patrilineal. Hoy a pesar de la desapari­

ción de las malocas y la creación de caseríos ribereños,

se sigue conservando el predominio del kiá a esa territo­

rialidad, aunque se identifican varios kiá en una misma

aldea. Esto conlleva a que se privilegie un kiá para esta­

blecer relaciones matrimoniales. El sistema de matrimo­

nio está permi t ido entre pr imos cruzados patri y

matrilineales. Esto permite que al interior de las aldeas se

establezcan mitades exogámicas bien determinadas, lo que

permite establecer relaciones de alianza. Las aldeas a su

interior están gobernadas por los "curacas" tienen a su

cargo coordinar actividades de la comunidad, llevar las

relaciones institucionales, deben saber leer, escribir y ha­

blar español.

Grupo étnico Yagua. En la actualidad hay Yaguas en

el Perú, Colombia y Brasil. Es una lengua independiente.

Este grupo étnico ha tenido un proceso de migración ha­

cia el trapecio amazónico colombiano.

El territorio tradicional estaba ubicado entre los ríos

Atacuari, Yaguas y el río Putumayo. Hoy, además de los

lugares anteriores, hay Yaguas en la desembocadura del

río Ñapo, en los ríos Yavarí, Curuza e Ituy en el Brasil y

sobre el río Amazonas cerca a Leticia.

Vivienda y patrones de asentamiento. Hay varios tipos

de vivienda. En las viviendas construidas sobre cuatro pi­

lotes, el techo es a dos aguas y en palma, sin paredes y

con un piso en corteza {Iriartea exorriza) que sirve de cama,

junto con las hamacas. Otras viviendas están en tierra y

tienen la misma estructura que la anterior, salvo que el

piso es en tierra. Otro tipo de vivienda es la que se usa

para los bailes, está levantada sobre pilotes y el piso más

elevado que los anteriores, al cual se llega por una esca­

lera. Una parte está cubierta de pared y el resto solo tiene

barandas. Estas viviendas no son consideradas como tra­

dicionales. La vivienda tradicional o cocamera, es una

maloca multifamiliar que alberga hasta 10 familias. El tipo

de construcción es ovalada y de forma cónica cubierta de

hojas de palma, tiene dos entradas bajas. Cada familia

tiene su lugar fijo donde están las hamacas, complementa

esta construcción tradicional las viviendas que sirven de

cocina de techo a dos aguas y sin paredes. El caserío es

un patrón de asentamiento que está presente entre los

Yaguas. Lo mismo que la cercanía a poblados blancos.

Otro patrón es la selva como multiespacios de uso donde

se proveen de la cacería, la recolección y tienen sus

chagras que de por si son un poco retiradas de los case­

ríos.

Parentesco y organización social. La descendencia es

patrilineal y hay matrilocalidad temporal al comienzo del

matrimonio, donde el yerno le sirve al suegro por un tiem­

po, para volver a la casa paterna. Son a la vez exógamos.

51

Lo que significa que no pueden contraer matrimonio con ninguna mujer que pertenezca a la misma maloca o caserío, se dan casos de relaciones bigámicas por rango y condición económica. Se cree que estuvieron divididos en clanes exogámicos designados por nombres de ani­males o vegetales.

Cada comunidad tiene un jefe, capitán o curaca que es la máxima autoridad en asuntos civiles y culturales. La transmisión de cargo se hace del curaca anciano al hijo mayor. Normalmente el curaca es el brujo de la comuni­dad. Es una persona respetable, con mucha autoridad.

52

CAPITULO 10

DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN

rrera, El Encanto, Puerto Alegría y Puerto Arica. Las malocas y caseríos indígenas son minúsculas concen­traciones de pocas casas y habitantes regadas a dis­tancias enormes unas de otras.

El Departamento del Amazonas pertenece a la región socioeconómica conocida como Amazonia Oriental Co­lombiana, que se caracteriza por su baja densidad demo­gráfica, la predominancia de la población indígena en el total de la población y por la hipercefalia de sus capitales, que concentran la mayor parte de la población urbana en ellas. Se compone esta región de los departamentos de Amazonas, Vaupés y Guainía que, en total, poseen una superficie de 238.038 kms cuadrados, con una población, de acuerdo con los estimativos del DAÑE para 1996, de 69.490 habitantes. Lo cual nos da una densidad prome­dio de 0,3 hb. por km cuadrado. Estas bajas densidades son típicas de la selva central de toda la cuenca amazónica; o sea, las regiones apartadas del anillo periférico que entra en contacto con las economías dinámicas de cada país.

Hacia el interior amazónico las ciudades cumplen un papel de presencia nacional, especialmente sobre las fronteras internacionales, pero su dinámica econó­mica es muy débil, dado su aislamiento con respecto a las economías nacionales y mundiales. Por eso, en la práctica se convierten en enclaves geopolíticos muy dependientes del presupuesto de cada país, el cual se encarga de subvencionar el desarrollo de esas ciuda­des por medio de numerosos empleos de tipo nacio­nal, regional y local. Eso, que algunos llaman síndro­me de Manaus, produce generalmente la concentración de los habitantes de una extensa región en un espacio muy reducido, dejando el resto prácticamente deshabi­tado. Los puntos con mayor empleo y servicios succionan la población de las áreas deprimidas, au­mentando su pobreza al quitarle el capital humano.

Los municipios de Leticia y Puerto Nariño, ubica­dos a orillas del río Amazonas, concentran la mayor parte de la población y los servicios del Departamento, mostrando un contraste muy marcado con el resto de la región. De los 37.764 habitantes de todo el departa­mento hay 26.874 viviendo al sur del Trapecio Amazónico; es decir, el 71,16% del total en una faja muy angosta de 116 kilómetros de largo.

En el resto del departamento encontramos solamen­te 10.890 habitantes, en su mayor parte concentrados en las cabeceras de los corregimientos de La Victoria, La Pedrera, Mirití-Paraná, Puerto Santander, La Cho-

Leticia y su área de influencia Desde el siglo XVIII el área donde hoy se encuentra la

ciudad binacional Leticia-Tabatinga ha tenido una impor­tancia fundamental, porque refleja, simultáneamente, las diferencias y las afinidades entre el mundo de origen his­pánico y el portugués. Allí se concentraron las luchas en­tre los misioneros Jesuítas y los bandeirantes dei Para por la permanencia o exterminio de los pueblos Omagua; allí se enfrentaron las comisiones de límites, en los siglos XVIII, XIX y XX, para determinar las fronteras, y ; allí se han mezclado las economías, los pueblos y las culturas, para formar una sociedad trinacional y multiétnica totalmente nueva.

Leticia siempre ha ejercido un liderazgo económico y cultural sobre la triple frontera y sus áreas aledañas, no obstante las grandes inversiones hechas por el gobierno brasileño para convertir a Tabatinga y Benjamin Constant en los epicentros regionales. La causa, muy difícil de re­vertir, es la preponderancia que siempre le ha dado el go­bierno colombiano a la creación de frontera viva, estimu­lando a la sociedad civil para que lidere el desarrollo del municipio por medio de iniciativas particulares, en trabajo conjunto con las autoridades religiosas y militares.

Los comerciantes leticianos siempre han mostrado una gran iniciativa y capacidad de adaptación al cambio, im­pulsando el desarrollo en medio de grandes penurias eco­nómicas. Aunque el Estado, en últimas, es el gran provee­dor de circulante económico por medio del empleo oficial, los comerciantes, hoteleros y transportadores se han en­cargado de convertir esto en riqueza colectiva, por medio de inversiones infraestructurales que se convierten en ri­queza social.

Trazando un círculo de 150 kilómetros de radio, a par­tir de la boca de la quebrada San Antonio, tenemos que el área de influencia trinacional directa es de 71.000 kilóme­tros cuadrados, concentrando una población colombiana de 30.000 habitantes (Leticia, Puerto Nariño y Tarapacá), una brasileña de 49.000 habitantes (Tabatinga y Benjamin Constant) y una peruana de 10.000 habitantes (Caballo Cocha) aproximadamente. Esto nos da una población to­tal de 89.000 hb; lo cual es bastante dentro del gran vacío poblacional que se da por millones de kilómetros cuadra­dos al occidente de Manaus.

53

Í3- UNIVERSIDAD ° Cl

O O NACIONAL

BARRIO UMARIZAL

MUELLE PRINCIPAL T A B A T I N G A

PLANO DE LA CIUDAD DE LETICIA Fuente : Secreton'a de Obras Públicas

54

Leticia es actualmente la segunda ciudad en volumen de población dentro de la Amazonia colombiana, después de Florencia. De acuerdo con el Dañe, para junio de 1996 tenía 22.866 habitantes, de los cuales 17.758 se encon­traban en el casco urbano. La composición por edades muestra que Leticia cuenta con una población muy joven, ya que el 49% de los habitantes son menores de 19 años.

La mayor parte de la población leticiana es mestiza o blanca, existiendo algunos barrios con predominancia de indígenas muy asimilados a la cultura occidental. Por los conflictos presentados en los últimos tiempos se ha dado una migración de gentes de otros departamentos y tam­bién extranjeros, especialmente peruanos. En este senti­do se puede decir que Leticia tiende a tener una pobla­ción muy amplia en el sector urbano debido a las constan­tes migraciones.

Debido a los costos de transporte inherentes a las con­siderables distancias de Leticia y Tabatinga en relación con otros centros importantes de población, las posibilida­des de comunicarse con otras ciudad, no son fáciles, a pesar de ser éste un deseo de buena parte de los habitan­tes. El centro más cercano de atracción es Bogotá, a una hora y cincuenta minutos de vuelo, a un costo que no está al alcance de la mayoría de la población.

Con las migraciones que proviene de otros departa­mentos en conflicto, como es el caso del Putumayo, mu­cha población ha llegado con el fin de conseguir un mejor modo de vida. Esto ha hecho que Leticia reciba una consi­derable cantidad de gente nueva que se ha instalado en barrios subnormales de tierras anegadizas, como el lañe, La Esperanza y El Umarizal, que no cuentan con servicios de agua y luz suficientes para cubrir sus necesidades. También se ven abocados a la falta de empleo lo cual se hace más difícil para Leticia poder suplir las necesidades de todos sus habitantes en educación y servicios públi­cos.

Vivienda. De acuerdo a las características de las uni­dades de vivienda dentro de las edificaciones, se encon­tró que de las 3.282 viviendas encuestadas por la Univer­sidad Nacional en Leticia el 88.2% se hallan ubicadas en "viviendas fijas que ocupan toda la construcción", es decir que la mayor parte de las viviendas son de tipo casa.

En segundo lugar con un 1 1 % se encuentran las viviendas fijas que ocupan parte de una construcción mayor destinada a habitación", estas son las de tipo apartamento.

Las viviendas móviles solamente representan el 0.4% y son para el caso de Leticia algunas balsas flotantes acon­dicionadas para habitación que se encuentran ubicadas en el río, otro 0.4% son las viviendas fijas que ocupan par­te de una construcción no destinada a habitación, este es el caso de algunas unidades de vivienda encontradas en bodegas.

La madera es el material predominante en las pare­des exteriores de las viviendas de Leticia. De las 3.282 viviendas, el 55.7% son en madera, seguido por el 40.8% en "ladrillo, bloque, prefabricado o piedra", el "adobe o tapia pisada, bahareque revocado y la guadua o la caña" suman el 3.3% total de las viviendas.

De acuerdo con el mismo estudio de la Universidad Nacional, el 8 1 % de la población leticiana nació allí o en otros corregimientos del departamento. El 5% nació en Bogotá o en Cundinamarca y hay un 3% de extranjeros.

En la ciudad existen 871 establecimientos en los cua­les trabajan 4.017 personas. Estos se encuentran dedica­dos a:

Manufacturas 30 (3,4%) Comerciales 525 (60,3%) Servicios públicos y privados 316 (36,3%)

En los servicios hay 58 establecimientos pertenecien­tes a las instituciones estatales del orden nacional, depar­tamental y municipal y hay 258 pertenecientes al capital privado. De los 4.017 trabajadores existentes hay 2.002 laborando en el sector público, lo cual convierte at Estado en el mayor patrón regional.

El surgimiento de otros polos urbanos

Puerto Nariño Junto con Leticia constituyen los dos únicos muni­

cipios del Departamento. La estructura urbana es toda­vía muy incipiente, pero muestra un desarrollo rápido y equilibrado, conservando la sencilla belleza que le ha valido el nombre de «Pesebre del Amazonas».

La cabecera del municipio está ubicada a orillas del río Loretoyacu, a poca distancia de su desembocadura en el Amazonas, sobre unas terrazas del Terciario que se encuentran sobre la orilla izquierda. Al frente de la población se encuentra una gran zona de várzea, con

55

56

numerosos lagos, brazos navegables y lagunas tempora­les, muy ricas en pesca. Allí está el lago de Tarapoto, que es una de las mayores riquezas turísticas del departa­mento.

Debido a la gran fuerza de las crecientes del Amazo­nas, las aguas del Loretoyacu se represan en invierno, inun­dando la vega en donde se encuentra el puerto natural de la población. Actualmente existe un puente de embarque para llegar hasta la orilla del agua; sin embargo, tal servi­cio es deficiente y peligroso, obligando al viajante a reali­zar malabarismos. Este problema del puerto, que también existe en Leticia, es una de las necesidades fundamenta­les, que debe resolverse en forma adecuada.

El servicio fluvial desde Puerto Nariño a Leticia está servido por varios tipos de embarcaciones, desde botes rápidos, que hacen el viaje de 84 kilómetros en dos ho­ras, hasta pequeñas lanchas, que pueden gastar hasta siete horas para hacer el mismo trayecto. No hay otra forma de transporte.

El municipio tenía 4.008 habitantes en 1996, siendo 1.266 del casco urbano y 2.742 del resto.

Tarapacá Corregimiento cuya cabecera está situada en la con­

fluencia del río Cotuhé y el Putumayo, muy cerca de la frontera con Brasil. La superficie total es de 14.632 km cuadrados y 1.680 habitantes.

Puerto Arica Corregimiento cuya cabecera está ubicada en la con­

fluencia del río Igaraparaná y el Putumayo. Gran parte de su superficie está incluida en el Predio Putumayo, que es un territorio indígena Uitoto y Bora

Puerto Alegría Corregimiento cuya cabecera se encuentra a orillas

del río Putumayo, muy cerca de la población peruana de Yuvineto.

El Encanto Corregimiento cuya cabecera se encuentra cerca de

la desembocadura del río Caraparaná en el Putumayo. Tiene 12.686 km cuadrados de superficie y una pobla­ción total de 2.331 habitantes. Sobre el Carapana exis­ten también los homónimos de San Rafael del Encanto (internado) y San José del Encanto ( poblado Uitoto). Hay un camino que comunica a San José con La Cho­rrera, en el Igaraparaná.

La Chorrera Corregimiento cuya cabecera está ubicada a la orilla

del Igaraparaná, en el sitio hasta donde la navegación se interrumpe por la existencia de un gran salto. Allí es­tuvo ubicado el barracón más importante de la Casa Ara­na. Hay un buen internado y una pista de aterrizaje con servicio semanal.

El corregimiento tiene una superficie de 23.767 km cuadrados y una población de 2.828 habitantes. Se co­munica con El Encanto y con Sabana-Puerto Santander por un camino.

La Pedrera Corregimiento cuya cabecera se encuentra en la

orilla sur del Caquetá, muy cerca de la frontera del Brasil y la desembocadura del río Apaporis. Al frente de la población se encuentra el cerro de Cupatí (o Yupatí), de una gran belleza. Pocos kilómetros arriba de la población se encuentran los chorros de Córdo­ba, que interrumpen la navegación hacia el medio Caquetá. Hay un internado, un centro de salud y una buena pista de aterrizaje.

El área del corregimiento es de 24.295 km cuadra­dos y tiene 1.100 habitantes.

Mirití Paraná Corregimiento cuya pequeña cabecera se ubica so­

bre el río Caquetá, un poco abajo de la desembocadu­ra del río Mirití. El área total del corregimiento es de 13.462 km cuadrados y su población de 1.900 habi­tantes.

Puerto Santander La cabecera es un pueblo de regular tamaño ubica­

da en la orilla sur del Caquetá, al frente de la mesa de Araracuara, en donde se encuentra el aeropuerto y el internado, y abajo de los enormes raudales de Araracuara.

El área del corregimiento es de 15.426 km cuadra­dos y tiene una población de 1.228 habitantes.

La Victoria La población que encabeza este corregimiento estu­

vo hasta hace poco tiempo en manos del Vaupés, que le dio el nombre de Pacoa. Se encuentra ubicada en el me­dio río Apaporis, un poco arriba del salto de Jirijirimo. Tiene unos 2.000 habitantes, la mayoría ubicados a lo largo de la pista aérea en la cabecera del corregimiento.

57